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Seminario de filosofía 2019. Módulo 2 Ética de los valores.

Texto I Presentación de la Ética de


los Valores de Max Scheler en el conjunto de las éticas filosóficas de Occidente.

“Cuanto mayor es la obra de un pensador... tanto más rico es en esa obra lo no-pensado.”
MARTIN HEIDEGGER,

“Dos cosas llenan el ánimo de admiración y veneración, siempre nuevas y crecientes, cuanto con
más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley
moral en mí. El primer espectáculo de una innumerable multitud de mundos aniquila, por así
decir, mi importancia como criatura animal que debe devolver al planeta (un mero punto en el
universo) la materia de la que fue hecho después de haber sido provisto (no se sabe cómo) por
un corto tiempo de fuerza vital. El segundo, por el contrario, eleva infinitamente mi valor, corno el
de una inteligencia, por mi persona, en la cual la ley moral me manifiesta una vida independiente
de la animalidad e inclusive de todo el mundo sensible”. IMANUEL KANT.

Ética viene de êthos, que significa originariamente en griego morada habitual (de los
animales), y de donde deriva éthos que es lo habitual o hábito. Êthos es un plexo de actitudes o
una estructura modal de habitar el mundo. El êthos de un pigmeo no es el mismo que el de un
esquimal, el de un griego no es igual al de un medieval o un burgués. El êthos pertenece a un
pueblo, a una cultura, a un grupo, pero al fin es el carácter personal o intransferible de cada ser
humano. Êthos es entonces una tonalidad existencial, es el modo inmediato, perdido y cotidiano
que predetermina el obrar humano dentro del horizonte significativo del mundo.
La ética, en cambio, es sólo un momento del êthos, es el momento temático o explícito de
lo ya vivido al nivel del êthos. Ética, en primer lugar, es el oráculo que en Delfos fue proferido por
la sacerdotisa y dirigido a la conciencia moral de Sócrates. Ética igualmente vulgar o pública (la
llamada sabiduría popular) son los consejos del “Viejo Vizcacha” al Martín Fierro. Pero por sobre
ella, y sin dejar de ser un modo de ser en el mundo, emerge el pensar meditativo y metódico, que
se llama la ética filosófica. ENRIQUE DUSSEL.

Edad Antigua. Etica material de Aristóteles


Heidegger en Cartas sobre Humanismo nos dice que en las tragedias de Sófocles hay
más del êthos griego que en lecciones de Aristóteles sobre Ética. ¿Por qué? Porque el êthos es
un modo de habitar el mundo. Y el artista tiene una sensibilidad mayor para la captación de dicho
mundo que es el mundo cultural e histórico, en este caso el de los griegos. Para Heidegger, el
artista que se sitúa en un sesgo inesperado de la historia, puede recuperar en su obra de arte el
ser olvidado de su época. La expresión del artista es pre-conceptual, está más cerca de la
indeterminación y la sugerencia; usa el doble sentido. La expresión del filósofo, necesariamente
analítica y conceptual, pierde en sugerencia lo que gana en precisión; pero esto es ya un
“alejarse" del êthos, el modo habitual de morar en el mundo. En Grecia, el arte era el teatro. Por
eso Aristóteles en su poética le da tanta importancia a la tragedia.
Pero la primera ética filosófica, una ética material, es la de Aristóteles desarrollada
principalmente en la Etica a Nicomaco (siglo IV a.C.) aunque escribió varias otras. Esta ética se
basa en el ser como eudaimonía. Lo peculiar del ser humano es su inacabamiento, su poder-
ser.
La eudaimonía es el horizonte a llegar a ser que funda el obrar del hombre sobre sí. El ser
del humano se diferencia del ser de los dioses o los astros y de los artefactos o útiles debido a
esto. Dice Martín Heidegger: "la perfección del hombre, el llegar a ser lo que puede ser en su ser
libre para sus más peculiares posibilidades, es una obra de la preocupación". La perfección es la
eudamonía como el horizonte del hombre siempre abierto al perfeccionamiento.
Para Aristóteles, la virtud es un modo habitual de habitar el mundo que se enfrenta a las
posibilidades electivas para determinar el justo medio entre ellas en vistas al fin del ser humano,
su perfeccionamiento. La frónesis, la virtud de la prudencia o virtud del justo medio, no es sino la
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manera habitual de morar el mundo del ser humano que sabe interpretar el sentido adecuado de
sus posibilidades.
En la Edad Media surge una nueva expresión de una ética material en la obra de
santo Tomás de Aquino (1225-1274).
El pensamiento judeocristiano propone un Dios, creador y justo, misericordioso,
trascendente al mundo y al cosmos que debe ser amado por el hombre con todo su corazón.
En el siglo II d. C., uno de los padres de la Iglesia Ireneo, nos dice que el ser humano
recibió el conocimiento del bien y del mal. “El bien consiste en obedecer a Dios... El hombre ha
conocido tanto el bien de la obediencia, como el mal de la desobediencia, a fin de que poseyendo
inteligencia por experiencia de lo uno y lo otro, pudiera efectuar una elección de las cosas
mejores con juicio". Otro de los Padres Griegos, Metodio de Olimpia, nos dice: "Sostengo que el
primer hombre fue creado señor de sí mismo, es decir libre. Habiendo Dios decidido honrar al
hombre y hacerlo conocer bienes superiores, le dio la facultad de hacer lo que le place y lo
exhorta a dirigirse hacia lo mejor".
Tomás de Aquino retoma el concepto aristotélico de que el ser humano es un ser siempre
inacabado. Como en Aristóteles el origen del mal depende, en los momentos, de la obnubilación
del ser. Se basa en una incomprensión. La comprensión es el origen de los actos humanos o
actos morales.
En Tomás de Aquino se da una conciliación entre la tradición del êthos griego, donde se
privilegia como perfección la contemplación intelectual y el êthos cristiano con primacía del plano
existencial del compromiso comunitario por el amor. En algunos textos se destaca uno de los
temas, mientras que en los textos teológicos se le da más lugar al tema del amor.

Edad Moderna. La ética fomal kantiana (Imanuel Kant 1724-1804)

El sujeto cognoscente de Kant es un sujeto apriori que aplica las reglas o categorías del
intelecto a la materia dada a la sensibilidad. El objeto conocido se convierte en el resultado de
esta operación. La realidad sensible no es una cosa que está allí frente al sujeto cognoscente.
Lo que llamamos lo "real" es producido por el sujeto cognoscente. El mundo material no se
puede conocer, pero aporta los datos necesarios para que el sujeto en función de su sensibilidad
y de su organización intelectual transforme el material que le llega del afuera. Kant declara que lo
que conocemos es el mundo de los fenómenos, y que este mundo está constituido por un
material irreductible que no depende de ninguna manera del ser humano.

Para Kant, el yo es una conciencia general que prescribe las leyes de la naturaleza y traza
para los seres humanos la ley moral que no es otra cosa que la ley que la razón impone a la
voluntad. Esta es la causa del reconocimiento de la dignidad de la persona humana.

Kant llena sus obras con la palabra libertad y a veces también con la palabra
independencia. Como dirá más tarde Fichte: “La libertad abre y hace florecer mi corazón”. La
acción creadora es la única que nos permite recuperar nuestra libertad frente a la necesidad del
mundo exterior natural o social. El individuo aislado no es capaz de la libertad, requiere de los
otros, crear juntos, origen del nacionalismo.

Kant se rebeló contra el concepto de libertad como libertad natural, como algo dado y exige
que busquemos la libertad, una libertad sólo determinada por el propio hacer de la persona como
legisladora. La ley moral surge de adentro, no responde a ningún orden. Todo orden establece
una moral heterónoma. La Ilustración es la salida del hombre de la inmadurez con la que se ha
cargado a sí mismo con el empuje de la libertad del “sapere aude” (atrévete a saber).

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Kant estaba convencido de que el hombre tiene una naturaleza pasional y emocional, pero
estaba capacitado para diferenciar entre esto que lo arrastraba y su libertad. Kant suponía que la
dignidad del hombre estaba dada por su capacidad para cortar con las determinaciones ajenas y
alcanzar la madurez para autodeterminarse sin apoyarse en ninguna autoridad: ni el estado, ni
los padres, ni las nodrizas, ni la tradición. Era enemigo del paternalismo que constituía la mayor
forma de despotismo: “el hombre se convierte en la propiedad de otro hombre”. Insiste en el mal
de la explotación, el empleo de otras personas para fines propios.

Para Kant, el valor únicamente se constituye en valor por la elección del hombre, los
valores no son estrellas en el firmamento. La cita de Kant: “Dos cosas llenan el ánimo de
admiración y veneración, siempre nuevas y crecientes, cuanto con más frecuencia y aplicación se
ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí. El valor moral dentro
de mí, el valor es interior, se convierte en tal al convertirse en razón de vida, lucha y muerte. Pero
Kant no sólo critica el avasallamiento del hombre por el hombre, también critica la teoría
mecanicista pues esta establece una esclavitud del hombre por naturaleza. La naturaleza no es
algo que sujeta al hombre sino algo que él puede moldear o luchar contra ella. Esta noción de la
naturaleza como enemigo o materia neutra es relativamente nueva. Lo único digno de poseerse
es la libre voluntad. Kant critica el libre albedrío como posibilidad de elegir entre el bien y el mal
porque las alternativas ya están marcadas y la libertad no es libre. Kant odiaba la compasión, la
generosidad, porque eran formas de paternalismo, alguien se colocaba en posición de
superioridad. Se compadece a un animal, pero compadecer a un hombre es un insulto a la
dignidad humana. Cuando Kant dice que la persona es un fin en sí misma quiere decir que no hay
nada más elevado que ella y que los valores los construye la acción humana.

El contenido de la ley moral en Kant es la libertad. Pero esto no es algo objetivo, es un


poder ser. En la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, dice Kant “Todo ser que no
puede obrar de otro modo que bajo la idea de la libertad es justamente por eso en sentido
práctico realmente libre, es decir, que valen para el mismo todas las leyes que están
inseparablemente unidas con la libertad, así como si su voluntad fuese declarada como libre en sí
misma y válida en la filosofía teórica”.

Si no hay libertad no hay ética posible, ni ley moral. Para que la ley moral tenga validez
incuestionble y de este modo sostener la autonomía de la persona y su posibilidad de
autolegislarse, Kant recurre a una peculiar definición de la voluntad. “La voluntad en tanto facultad
racional del querer, propia de todos los seres humanos, no puede decidirse de modo parejo por
una inclinación y por su contraria sin incurrir en contradicción y, por lo tanto, colocarse al margen
de lo imperado por la ley moral. Respondiendo a la idea del hombre de la Ilustración, considera
que la voluntad debe someterse a la lógica y la libertad está condicionada por la razón.

En la ética kantiana desaparece la polaridad bien/mal, pues no hay mal desde el punto de
vista ético sólo ausencia de eticidad. La libertad para Kant en su sentido negativo significa
independencia de la sensibilidad y en el sentido positivo, autonomía. Si la voluntad queda ligada a
la sensibilidad lo mismo puede decidir por una inclinación que por su contraria y de este modo
cae en a contradicción. Ser libre es moverse en la esfera de la razón. En Kant la máxima
subjetiva de la voluntad se eleva a principio universal, a principio de la legalidad moral: “Obra de
acuerdo a una máxima por la que puedas querer al mismo tiempo que ella llegue a ser ley
universal. De este modo el querer y la acción individual se evaporan y diluyen en la racionalidad
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de la ley. Debido a la dualidad del ser humano como ser natural y como ser moral, cosa y
persona, es medio y fin. En tanto ser natural, es medio para la satisfacción de sus necesidades,
pero en tanto persona, es un fin en sí mismo que no puede ser utilizado meramente como medio.
La buena voluntad, la voluntad libre es independiente de las condiciones materiales en las que se
da la acción, No legisla acorde a la materia condicionante, es una forma legisladora a priori
desligada de bienes y fines. Esta forma a priori deja necesariamente abiertos, indeterminados, los
objetivos o para qué concretos de la acción.

Ética de los valores


Desde Kant (que muere en 1804) hasta Max Scheler (1874-1928) media prácticamente un
siglo: el siglo XIX. Kant dice que los medios tienen un “valor condicionado” a la persona, que es el
único “valor Absoluto. Las personas pertenecen al Reino de fines” el mundo inteligible de Platón
por eso Nietzsche la considera la teoría de Kant un platonismo moderno, con la pertenencia del
ser humano a dos mundos, el sensible y el inteligible.
Scheler es, de todos los fenomenólogos, el que más se dedicó y el que logró mayores
avances en la ética axiológica. Cuando tenía Scheler sólo 27 años pudo encontrar a Husserl, en
1901. Allí hablaron sobre la posibilidad de una intuición categorial, negada por Kant. En efecto,
entre todos los tipos posibles de intencionalidad, Husserl estudió y propuso la intención de un
objeto inmediata y originariamente dado a la conciencia, y la llamó intuición. La ética es ahora
posible, no ya a partir de la ley (ya que el entendimiento y la razón no poseían ninguna intuición
en Kant), sino fundándose en un aspecto material del objeto captado por la facultad del ser
humano, que ahora Scheler llamará Fühlen (que podría también traducirse: intención emotiva-
intuitiva).
Para Scheler el error fundamental de Kant se puede resumir en la siguiente afirmación
“toda ética material tiene, forzosamente, validez inductiva, empírica y a posteriori tan sólo”.
Scheler se pregunta ahora: “¿No hay acaso intuiciones éticas materiales?”. A lo que responde,
“Designamos como a priori todas aquellas unidades significativas y proposiciones que,
prescindiendo de toda clase de posición de los sujetos que la piensan y de su real configuración
natural llegan a ser dadas por sí mismas y mediante el contenido de una intuición inmediata. El
contenido material o la esencia de la intuición es a priori, por ello, dice Scheler, “la identificación
de lo a priori y lo formal es un error básico de la doctrina kantiana”. Como puede verse, Scheler
propone entonces una ética material de los valores y, sin embargo, formal o a priori. Dice Scheler:
“la construcción de una ética material a priori se hará únicamente posible con la eliminación
definitiva del viejo prejuicio (kantiano) de que el espíritu humano se agota en el dilema razón-
sensibilidad...Este dualismo radicalmente falso obliga a dejar de lado toda una especie de
dominios enteros de actos...La fenomenología del valor y la fenomenología de la vida emocional
han de considerarse como un dominio de objetos e investigaciones enteramente autónomo e
independiente de la lógica”.

Para establecer su ética, ha debido introducir como una cuña entre el mundo sensible y el
mundo inteligible; se trata del mundo de las tendencias y de la intuición sentimental; con ello se
abre el nuevo campo de la intención estimativa, afectiva o moral, que se distingue de las
facultades kantianas.
La posibilidad de una ética material de los valores reside, para Scheler, en la existencia en
el ser humano de un sentido axiológico emocional y apriorístico. “Cuando se afirma: “este hombre
es bueno”, no se expresan deseos y tendencias, sino que se enuncia algo objetivo. Del mismo
modo, cuando se dice que algo es bello, el sentimiento que acompaña este enunciado se funda
en la captación de la materia valiosa que yace en el objeto. No se siente acerca de algo, se
siente algo inmediatamente, una determinada cualidad valiosa. Así explica Scheler la esfera
emocional del espíritu, la que afirma y valida como independiente a la vez de la razón y de la
sensibilidad. “También lo emocional del espíritu, el sentir, el preferir, amar, odiar, querer, tiene
una primaria sustancia apriorística, la que no es conferida por el pensar y que a la ética le
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corresponde mostrar con completa independencia de la lógica.” Max Scheler coincide con Pascal,
respecto a que hay un a priori un orden del corazón o lógica del corazón.
El otro error de Kant fue el pensar que “toda ética material ha de ser forzosamente ética de
bienes y fines”. La intención de Scheler es fundar una ética que supere el imperante relativismo
historicista que vivía Europa. En busca de esto, distingue entre los bienes, es decir, las cosas
valiosas, y los puros valores que las cosas tienen o que pertenecen a las cosas, es decir, los
valores de las cosas. Los bienes no están fundados sobre las cosas, de modo que algo hubiera
de ser primeramente cosa para poder ser bien. “Así como, en la actitud natural, no son dadas en
el dominio teórico las cosas, así también en el dominio práctico nos son dados los bienes
El bien es una unidad material de cualidades valiosas, las que reposan en un determinado
valor fundamental. Los valores son la condición de posibilidad de los bienes.
Scheler también distingue estrictamente entre fines y valores. Los valores no dependen de
los fines ni son extraídos por abstracción de estos. El valor está en la base de todo fin. En las
materias valiosas y en las relaciones entre ellas reside la posibilidad humana de elegir y sentar
fines.
Etica existencial Sartre (1905-1980
Para Sartre, la conciencia percibe el mundo como una lucha entre condicionamientos y
libertad. Sartre se ha empeñado en una lucha sin cuartel contra los determinismos de toda clase.
El hombre, en la terminología hegeliana aceptada por Sartre, es el ser para sí, para ser libertad
absoluta en contraposición con el mundo que es el ser en sí, absoluta determinación. El ser en
sí: pleno compacto, con devenir rígido e inmóvil. Únicamente se puede decir que es, que es en sí
y que es lo que es. En el hombre hay un en sí en cuanto cuerpo, yo, costumbres, su pasado; pero
lo específicamente humano es la nada. El hombre trae la nada debido a su libertad absoluta, en
el sentido de que cada uno de sus actos no depende de motivo alguno. Sólo depende de la
continua proyección que el hombre hace de sí mismo hacia el futuro.
Las acciones del hombre no tienen nada predeterminado, nacen en el instante en que las
realiza. Cada hombre singular es él mismo creador de sus propios valores y normas. Lo único que
el hombre no ha elegido es la libertad. El hombre está condenado a ser libre, lo cual significa que
no puede privarse en modo alguno de la libertad, puede engañarse y obrar de mala fe. El
hombre, como tal, no posee naturaleza alguna, ninguna esencia determinada. Su esencia es la
libertad, es decir, la indeterminación. El hombre es lo que se hace.

En la angustia todos los filósofos existencialistas se encuentran. La angustia, para Sartre,


es la conciencia de la libertad, el estado de ánimo en que el hombre toma conciencia de su
libertad. Es el sentimiento fundamental en el que se revela la condición humana. Es, por esto
mismo, el sentimiento privilegiado que asoma únicamente en algunos momentos excepcionales
de nuestra vida, cuando actúo con la conciencia de ser libre, con la conciencia de que el acto que
realizo depende exclusivamente de mí como ser libre y que sería vano todo intento de eludir la
responsabilidad. Sartre dice claramente que “lo que hay de común entre el arte y la moral es que,
en los dos casos, tenemos creación e invención. No podemos decir a priori lo que hay que hacer”.
El existente es el agente moral, por él los valores existen. Es entonces cuando su libertad tomará
conciencia de sí misma y se descubrirá en la angustia de ser la única fuente de los valores y de la
nada, gracias a la cual el mundo existe”. Esa angustia crece cuando descubre que al fin toda su
existencia se funda sobre un “proyecto libre fundamental” que, por su parte, radica en una
elección primordial absurda, ya que es la libertad la que elige su ser. “Esta elección es absurda,
no porque no sea según alguna razón, sino porque no ha tenido posibilidad de no elegir. Toda
elección de la libertad tiene en cuenta algo, lo que es en-sí, pero surge desde la libertad. “Siendo
la libertad ser-sin-apoyo y sin trampolín, el proyecto, para ser, debe ser constantemente
renovado”
La ética existencialista intenta la superación de las críticas de individualismo
comprometiendo a la humanidad en la elección y compromiso personal.

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