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ESTADO DEL ARTE ACERCA DE RESISTENCIAS

Erica Juliana Otálvaro


Biviana Reyes Salazar
Daniela Castaño Gómez

Nunca es más subordinado el movimiento popular que en el curso de


la guerra; allí precisamente es donde tiene que recurrir al jefe, al
caudillo, enajenar su capacidad de decisión. Nunca es más independiente,
en cambio, que cuando está obligado a combinar legalidad y
resistencia, es decir, a buscar su propio camino contestatario”.
(Sánchez, citado en Gutierrez, 1995, p. 1)

RESUMEN
La resistencia, como categoría analítica que permite entender algunas formas de
las acciones colectivas, se torna un poco compleja dado que existen múltiples
perspectivas en sus manifestaciones. Por ello, este trabajo no tiene otra pretensión
que abordar los discursos más sobresalientes de este concepto, haciendo hincapié
a diferentes teóricos que aluden a dichas manifestaciones según sea el contexto,
porque como bien sabemos, la resistencia no se puede comprender de manera
aislada de las luchas del poder y su realidad social. Así, se van a desarrollar
temáticas como resistencia no armada, resistencia civil, resistencia armada,
desobediencia civil, anarquismo, entre otras, que posibilitan dar cuenta de la
presente categoría de manera más amplia; para finalmente, hacer una pequeña
ejemplificación al caso particular del Oriente de Antioquia, ya que en algunas
ocasiones ha sido escenario de estas formas de resistencia.

HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO


Desde las ciencias sociales se han planteado distintos discursos que buscan
comprender la realidad de los fenómenos sociales, por ello, la categoría de
resistencia se presenta de un modo complejo y amplio, pues abarca distintas
acciones colectivas que van encaminadas, como su nombre lo indica, a resistir a
cualquier forma de injusticia, ya sea de orden estatal o cualquier otro. Así, vamos a
ver a continuación que este concepto existe hace cientos de años en las dinámicas
sociales de las poblaciones, pero se ha transformado hasta convertirse en lo que
contemporáneamente conocemos por las manifestaciones de resistencia. También
es necesario aclarar que en esta historia hay una división entre los comienzos de la
resistencia, que son de carácter más político y en la actualidad, que está asociada
a figuras sociales en las que ya no es tan determinante la relación entre el Estado y
sus súbditos, sino en las relaciones de explotación y dominación en las distintas
esferas de lo social.
En primer lugar, el discurso en torno a la resistencia que marca un inicio es del de
Tomás de Aquino en el siglo XIII, el cual consiste en explicar que la razón de ser del
Estado y el gobernante es cuando hay obediencia con sus súbditos, pues ambos
tienen la capacidad de ofrecer seguridad y bien común. Por ello, cuando un Estado
pierde esta característica y empieza a presentar formas injustas de gobierno, se
consolida una tiranía por su parte y, en consecuencia, una resistencia. A saber:
“Resistencia es resistencia a la tiranía, que en la versión precedente corresponde
justamente a la forma injusta y perversa del gobierno” (Nieto, 2008, p. 41), por
consiguiente, fue Tomás de Aquino quien hace mención a una “resistencia
justificada”, que es un acto público y no individual, ejecutado legítimamente por la
sociedad. Esto quiere decir que la resistencia en el pensamiento tomista es un “acto
político autónomo ejercido por la sociedad frente al poder en defensa del bien
común, que se justifica por un lado, por razones políticas referidas a la crisis de
legitimidad de quienes dominan y la subsiguiente ruptura de los lazos de obediencia
por parte de los dominados” (Nieto, 2008, p. 43).
Posteriormente, en el contexto de las guerras religiosas de los siglos XVI y XVII,
fueron los protestantes Lutero y Calvino quienes hablaron de un deber que todo
religioso tenía de no resistir, esto debido a que consideraban que el monarca era
alguien destinado por Dios y como tal, había que respetarlo y obedecerle por encima
de todo, sin importar si su gobierno era una tiranía, como decía George Sabine
citando a Lutero: “No hay mejores obras que obedecer y servir a todos los que están
colocados por encima de nosotros como superiores”. Sin embargo, más adelante,
estos dos religiosos en el año de 1550 empezaron a modificar su doctrina de la
obediencia pasiva y así, empezaron a aceptar la idea de una “resistencia forzosa”,
cambiando su discurso diciendo que:
El emperador es cabeza del reino político, y como tal, es un hombre privado a quien
se le ha dado poder político para la defensa del reino. Esto implica que si no cumple
con sus deberes para los cuales se constituyó en persona pública, es lícito resistirle
de la misma manera que nos permite resistir a cualquier otro individuo privado que
nos ofrece injusta violencia. (Lutero, s.f., citado en Nieto, 2008, p. 45)

Para finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII, la resistencia se ve
determinada por las doctrinas políticas liberales de John Locke, quien fue el
precursor de la idea moderna de resistencia, que deriva de su concepción más
amplia acerca del poder político, por ende, su teoría de la resistencia sólo puede
ser comprendida en los marcos de su teoría de la obligación política.
Consecuentemente, “cuando el soberano se extralimita en sus funciones o deja de
cumplirlas, la legitimidad y la obediencia se derrumban, teniendo el pueblo el
derecho a desobedecerle y a disolver este poder” (Locke, 1997, citado en Nieto,
2008, p. 60). Al igual que el pensamiento tomista, este autor considera que el
derecho a la resistencia sólo está justificado frente a un gobierno tiránico y sólo
procede bajo las siguientes circunstancias (Nieto, 2008, p. 65):
- Cuando el gobierno no actúa en derecho (actúa ilegalmente)
- Cuando viola o pone en riesgo los derechos de los miembros de la
comunidad.
- Cuando no goza del derecho de la mayoría.
En esta medida, dicho derecho a la resistencia contribuyó a dotar de legitimidad las
revoluciones modernas contra los poderes absolutistas y tiránicos. Sin embargo, la
resistencia de Locke no es reformadora, sino esencialmente conservadora: “la
resistencia conduce al restablecimiento de un orden político que había sido
perturbado, más que a la creación de un orden social innovador.” (Nieto, 2008, p.
68)
Como vemos, hasta ahora se abarca toda la relación existente entre un orden
político y la resistencia, entre el Estado y la población, determinadas por unas
jerarquías que llevan a una obediencia de los dominados por debajo de los
dominantes, lo cual genera una legitimidad de los gobiernos o Estados que al ser
quebrantada marca una ruptura por parte de la Resistencia. Una vez aclarado este
punto, procederemos a explicar las nuevas relaciones en la articulación de lo social
y lo político en épocas más contemporáneas.
RESISTENCIA CIVIL
Este concepto se va a analizar a la luz del libro Resistencia civil. La ciudadanía ante
las arbitrariedades de los gobiernos, del autor Michael Randle (1998). Conforme a
la teoría política y teniendo en cuenta que la resistencia no se puede comprender
de manera aislada de su contexto histórico-social, comprendemos que muchas de
las armas características de la resistencia civil, como las huelgas y el boicot, se
forjaron en el movimiento laboral y sus luchas contra los patronos en el siglo XIX.
Para empezar, Randle inicia haciendo una relación entre poder político y resistencia,
continua con la tradición del pensamiento político occidental al decir que:
El poder de un gobierno no va más allá de su capacidad de suscitar su lealtad y
obediencia de las instituciones neurálgicas -el ejército, la policía, los funcionarios- y
de asegurarse además la colaboración o al menos la conformidad de la mayoría de
la población. En igualdad de circunstancias, cuanto mayor sea el grado de
colaboración voluntaria de que disfrute un gobierno, más seguro estará. En cambio,
un gobierno que descanse en gran medida en la violencia pura y dura para
garantizar la obediencia de una población descontenta está especialmente a un
derrocamiento súbdito, debido precisamente a la precariedad de su base de poder
dentro de la sociedad. (1998, p. 18)

En este orden de ideas, se entiende que el poder de un gobierno consiste en un


principio normativo y político que al momento de resquebrajarse, la resistencia civil
se convierte en una de las formas para reparar esta ruptura en el vínculo del Estado
y sus pobladores. Randle, define a la resistencia social como una “acción colectiva
ciudadana de reacción o de defensa frente a la vulneración o amenaza de
vulneración de los derechos ciudadanos por parte del soberano” (1998, p. 30). Esto
quiere decir que la resistencia civil en este autor tiene dos características, por un
lado, es una acción colectiva y por el otro, evita cualquier recurso que conlleve a la
violencia, la resistencia civil es una acción no violenta. Sin embargo, esta resistencia
no es un fenómeno relacionado dependientemente con el poder político, como lo
dijimos anteriormente, sino también con las relaciones de dominación y explotación
o con situaciones de injusticia presentes en la propia sociedad.
Desobediencia civil
Rafael Herranz hace un análisis de la teoría de la resistencia y resistencia civil
trabajada por Henry Thoreau. Primero hace una breve descripción de la vida de este
autor para entrar en relación con sus escritos, ya que en el mismo comportamiento
que este mostraba en su vida privada, fue impulsando y desarrollando su teoría de
desobediencia civil. La perspectiva adoptada por Thoreau es la del trabajador
individual, arremete contra su alienación y contra su consideración como una
mercancía mas (Thoreau, en Herranz, p. 22). Herranz señala que Thoreau tenía
una teoría algo primitiva, al remitirse a una economía comunitaria, donde cada quien
trabaje para subsistir, para suplir lo que necesita; este tenía una perspectiva de la
política como “algo tan superficial y poco humano que en la práctica nunca he
reconocido que me interesara” (Thoreau, en Herranz, p. 22).
Frente a la imposición de leyes y una dominación gobernante existente en el sistema
político, Thoreau habla de que el Estado es injusto y motiva a la desobediencia de
las normas impuestas. Este hace un análisis a la inconsciencia que se vive en los
sujetos ciudadanos al no hacer nada frente a la imposición de dichas leyes, y
argumenta diciendo que mientras el individuo no le deba nada al Estado, no le debe
rendir cuentas, no le debe lealtad, puesto que se puede valer por sí mismo para
vivir. Thoreau lleva a cabo esta posición a su negación o retirada a la lealtad al
Estado o retirándose y manteniéndose al margen (Herranz, p. 25). La fuerte
invitación que hace Thoreau en todo su escrito es el rechazo a toda política, dice
que no es necesario estar en ella para combatir las injusticias, sino que es de dejar
su lealtad al Estado para llegar a una verdadera rebelión.
En este punto Thoreau se refiere a la desobediencia civil como una “revolución
pacífica”, donde se le niegue al Estado la lealtad de sus súbditos, a una
desobediencia ética, donde el propósito es evitar la participación en la política y
negarse a las injusticias que de esta se imponen. Sin embargo, más adelante
reconoce que no solo con revolución pacífica puede llegar a producir un cambio, o
a solo contraponerse, cree necesario la apropiación de la acción con medios más
violentos, donde “la resistencia se justifique por sí misma, aunque no sirva para
nada, o pueda generar mayores perjuicios que beneficios” (Herranz, p. 28).
Herranz culmina dando cuenta de la libertad vista por Thoreau, la cual es vista como
una “libertad plenamente real, vivencial, la libertad de decir “no” ante cualquier
agresión o injusticia, y por encima de cualquier perjuicio social” (Herranz, p. 32);
Thoreau dice que nadie está obligado a participar en una política engañosa, ni
hacerse cómplice de sus faltas.
A la vez la tesis Gandhiana es una estrategia no violenta de la conquista del poder,
es un método para cambiar las relaciones sociales e invertir las relaciones de poder,
transfiriendo éste al poder autónomo. En este sentido la acción individual es
fundamental, para luego por medio de la colectiva realizar la resistencia con todo lo
que esto implica, por medios primordialmente no violentos “tales como el boicot, la
suspensión de actividades y las movilizaciones de masas” (Rendón. 2011 p, 1). Se
considera que existen cuatro pasos según los postulados de Gandhi para proceder
a hacer resistencia civil; el primero está encaminado a la información y al dialogo de
los individuos para con sus dominadores, el segundo sería la acción directa y
popular, lo cual se materializa en los movimientos de masas, seguidamente se
procede a la no cooperación y por último a la desobediencia. En este sentido es
bien sabido que una petición o una orden solo es posible si se cumple y así mismo
la legitimación del poder solo se materializa si éstas son reconocidas por los
individuos, por lo tanto existen dos tipos de fuerzas que sostienen las peticiones,
“les haremos daño si no nos dan lo que les pedimos”; ésta es la fuerza de las armas
y “pueden gobernarnos solo en la medida que nosotros aceptemos ser gobernados;
ya no tendremos nada que ver con ustedes”, es la no-cooperación. (Rendón, 2011,
p.6). La no-cooperación es una protesta contra la participación inconsciente e
involuntaria en el mal” (Rendón, 2011, p.11), así pues, es una forma de manifestar
que hubo un ejercicio de conciencia en el individuo y que a partir de éste ejercicio
declara no cooperar, pues no tolera lo que había estando aceptando anteriormente.

Cuando se habla de “todo lo que esto implica” se habla de asumir la responsabilidad


por las consecuencias de la acción, lo cual se evidencia en el nivel de la
desobediencia; “cuando la administración pública es tan perversa que se hace
insoportable, hay que ser capaz de sacrificar la libertad personal para oponerle una
resistencia no violenta” (Gandhi, 2001, citado en Rendón, 2011, p.4), es decir por
sobre todos los medios no debo por ningún motivo atentar contra la otra persona
con tal de no reproducir la violencia. De manera que, el postulado Gandhiano explica
que en una etapa de la resistencia, ésta se logra a partir del sufrimiento personal,
contrario a la resistencia armada, “El sacrificio personal, antes que sacrificar al
adversario, es un sacrificio meritorio porque supone arriesgar la vida, siendo que
esta debe ser protegida, comenzando por la propia. No se trata de hacerse castigar,
ese no es el fin; el resistente sabe que hay riesgo y aun así actúa, de esa manera
se pierde el miedo a la tiranía” (Gandhi, s.f., citado en Rendón, 2011, p. 4). Gandhi
considera a esta forma de proceder como humanista, pues dice que esta postura
puede ser compartida entre oprimidos y opresores, pues el sacrificio de los primeros
apela el humanismo de los segundos. De esta manera nos adentramos a la
dicotomía fin-medios dentro de la cual, los medios representan ya un fin en sí mismo
y estos deben ser los que construyan a la sociedad; “Para mí el poder político no es
un fin, sino uno de los medios de capacitar a la gente para mejorar su condición en
todos los aspectos de la vida.” (Gandhi, s.f., citado en Rendón, 2011, p.30).

Gandhi hace una diferencia entre resistencia activa y pasiva, la cual está en la
profundidad de las reformas y sus metas alcanzadas, en la primera son
transformaciones de un sistema en su conjunto y en la segunda son reformas
parciales. La resistencia pasiva evita la violencia, pero, aun así, no la excluye en el
caso de necesitarla. En este mismo sentido Gandhi prefiere llamar no-violencia a la
resistencia pasiva, pues advierte que la segunda es una connotación de debilidad
mientras la primera se refiere a ser capaz de batirse reprimiendo todo deseo de
venganza, además considera que la no-violencia no tiene nada de pasivo pues no
se puede ser pasivo en medio de las injusticias, pero lo que si se debe ser, es estar
consientes de reprimir todo deseo de represión, aunque en caso de escoger entre
la cobardía y la violencia, Gandhi recomendará la violencia. (Gandhi, 1969 &
Rolland, 1984, citados en Rendón, 2011, p.76-77-78).

En este orden de ideas, la resistencia toma también la connotación de resistencia


cultural, la cual es pensada como un elemento aglutinador que sirve como elemento
de defensa a las comunidades, pues tiene como principales elementos la memoria
común, la dignidad, el reconociendo de la identidad cultural, entendida esta como lo
“que se expresa en una constante oposición a aquellos modelos dominantes que
impiden su propio desarrollo.” (Vargas, 2012, p.13) y la dignidad, es decir “la
deferencia a los rasgos que determinan a un individuo o una comunidad” (Vargas,
2012, p.12). Por consiguiente, la resistencia más que ser una reacción en contra
de un imperio, es una forma de concebir de una manera alternativa y propia la
historia y de la misma manera buscar su defensa. De ahí que la resistencia según
Vargas Maturana se manifiesta de dos maneras, una, como contrapuesta activa a
la invasión y otra como modo de pensamiento frente a lo comunitario. El autor
mencionado admite que la resistencia pasiva y la activa van de la mano. “Se
entiende que la resistencia se expresa de forma activa y a la vez pasiva, con
acciones evidentes y públicas que pueden ser acompañados por la violencia o en
caso contrario, bien introvertidas, enmarcadas en el campo de los hábitos y usos
cotidianos.” (Vargas, 2012, p.16).

Resistencia no violenta
Siguiendo esta misma línea, Martin Luther King logra ilustrar muy bien esta cuestión
cuando postula una “acción directa no-violenta” para hacerle frente a las injusticias
cometidas contra su raza en aquél entonces. Así pues, este activista llama a
emprender estas acciones no-violentas ante leyes injustas, estas últimas son
“normas por las que un grupo numéricamente superior o más fuerte obliga a
obedecer a una minoría, pero sin que rija para él”. (1963, p. 49). De esta forma, la
meta última de dichas acciones no violentas es ejercer la suficiente presión sobre
los dominados, mediante la vía pacífica, que la única salida que van a tener es la
de negociación, sin necesidad de recurrir a las armas. Como dice, “una campaña
de acción no-violenta tiene cuatro fases básicas: primero, la reunión de los datos
necesarios para determinar si existen las injusticias; luego la negociación; después
la auto-purificación y, por último, la acción no directa.” (1963, p. 46).
RESISTENCIA ARMADA
Al igual que la resistencia civil, el concepto de resistencia armada aparece como
una de las vías posibles para responder a la falta de legitimación política del
gobierno, como manifiesta Randle “solo cuando un gobierno se halla seriamente
debilitado y no puede fiarse ya de su ejército ni de sus servicios de seguridad tienen
los insurgentes unas posibilidades de éxito realistas”. (1998, p. 24). La guerra
aparece como una vía extrema para defender unos derechos inalienables por parte
de los pueblos, esta se produce cuando no existen otros medios eficaces de los
derechos negados; que los fines que se pretende obtener con la guerra sean
justificables y moralmente superiores a la realidad que se combate; que los males
causados por la misma guerra no sean de mayor magnitud que los bienes que se
pretende obtener a través de ella.
La extrema hostilidad o guerra, tiene lugar cuando están presentes las siguientes
características: primera, son conflictos violentos de masas; segundo, implican dos o
más fuerzas contendientes, de las cuales al menos una, sea un ejército regular u
otra clase de tropas, tiene que estar al servicio del gobierno; tercera, en ambos
bandos tiene que haber una mínima organización centralizada de la lucha y los
combatientes; cuarto, las operaciones armadas se llevan a cabo planificadamente,
por lo que no consisten sólo en encontronazos ocasionales, más o menos
espontáneos, sino que siguen una estrategia global. (Giraldo, s.f., citado en Beltrán
& Obando, 2006, p. 345)

Bandolerismo social
Este concepto es una clara ejemplificación de las luchas armadas contra el poder
establecido. Por su parte, Hobsbawn (1968, p. 14) hace una conceptualización del
bandolerismo social como “una de las formas más primitivas de protesta social
organizada y sitúa este fenómeno en condiciones rurales”. Se da cuando el oprimido
no ha alcanzado una conciencia política, ni ha adquirido conocimiento sobre
métodos más eficaces de agitación social. “El bandolerismo social se presenta como
una forma pre-política de resistir a los ricos, a los opresores extranjeros, a las
fuerzas que de una u otra forma destruyen el orden considerado tradicional, en
condiciones extraordinariamente violentas” (1968, p. 29). A su vez, es necesario
aclarar que el bandolero social no es un revolucionario, no quiere plantear acciones
transformadoras del mundo, sino que al contrario se intenta revertir la violencia de
los dominantes, “su papel no es acabar con el sistema que da origen a la opresión
y explotación con las que se enfrenta, sino más bien hacer que queden limitadas
dentro de los valores tradicionales que la población que lo protege considera justos”.
(1968, p. 27). Por lo tanto, el bandolero social actúa dentro de un marco institucional
impuesto que en ningún momento es puesto en tela de juicio.
DIFERENCIA ENTRE RESISTENCIA Y REVOLUCIÓN
Como veremos, la resistencia puede ser una categoría más dada a ser
conservadora que reformista, pese a que es una expresión de fuerzas por parte de
sujetos políticos, es clara la diferencia con la revolución, ya que esta última busca
como resultado cambiar el orden del sistema imperante del Estado, mientras que la
primera sólo busca hacerle frente al poder, la opresión, la injusticia, entre otros.
En las definiciones más acertadas de resistencia, se encuentra la realizada por el
profesor Jaime Rafael Nieto en su artículo llamado Resistencia civil no armada, en
la que se aborda como:
Cualquier expresión colectiva de oposición, inconformidad o confrontación frente a
estrategias de dominación o situaciones de injusticia percibidas como tales por
grupos o actores colectivos. La resistencia es la contrapartida del poder. Como
lógica de acción colectiva, se dirige contra el poder cualquiera que sea la naturaleza
y dimensiones de este, bien sea estatal o no estatal, político o de cualquier otro tipo.
Así mismo, la resistencia puede ser armada o no armada, abierta o simulada, pública
o soterrada, confrontacional o indirecta, de horizonte emancipatorio o puramente
reivindicativa. (2009, p. 41)

Al respecto de esta diferencia entre resistencia y revolución, el sociólogo Charles


Tilly describe que “la revolución siempre es el resultado de procesos
revolucionarios, es el desenlace de estos procesos; la resistencia es la oposición a
los poderes establecidos con resultados impredecibles; la resistencia es por lo
general y en un comienzo de carácter defensivo y en muchos aspectos
conservadora. La revolución es un resultado hacia adelante. La resistencia, no
siempre lo es.” (2000, p. 46)
ENTRE PODER Y RESISTENCIA
Este ensayo es del autor Nicolás del Valle, el cual utiliza el concepto de poder
trabajado por Foucault en el momento genealógico de sus investigaciones, para
trabajar al final del escrito del concepto de resistencia que se vive y que se está
ligada al poder; por ello es necesario dar una primera mirada y entender la
trascendencia de dicho concepto. En primer lugar, el autor Nicolás del Valle hace
una revisión del concepto desde una arqueología del saber, donde se encarga de
describir como los discursos y saberes han objetivado al ser humano, produciendo
a un sujeto y una determinada manera de entenderlo. En segundo lugar, mira la
trascendencia a una genealogía del poder que se orienta a desentrañar como
operan los mecanismos y dispositivos, y cuáles son los efectos de poder en los
variados ámbitos de la sociedad; ambas insertadas en una misma problemática: los
modos de subjetivación, las formas en que los seres humanos se constituyen en
sujetos” (Foucault, en del Valle, 2012, p. 150). Para Foucault el poder se materializa
en prácticas, procedimientos, instituciones, el medio natural o artificial, los discursos
que hacen parte del sentido común, entre otros; ya no solo se actúa en los discursos
o al campo del saber, sino más bien las tecnologías de poder-saber que dan forma
y producen los discursos.
Foucault basa su investigación no en el significado del poder sino en cómo se da
ese poder, de ahí que el poder no es considerado una institución sino más bien en
las problemáticas, donde se da la formación del sujeto, “como ser humano y como
ser humano “sujetado” a los dispositivos del poder” (Foucault, en del Valle, 2012,
p.159). Las técnicas, las cuales “son procedimientos de aplicación de poder-saber
que producen efectos en la realidad transformando una situación determinada en
favorable” (Certeau, 1984, en del Valle, 2012, p. 160); son más utilizadas , o mejor
aún, se materializan (como lo hemos mencionado anteriormente) en las
instituciones, más fuertemente en las educativas, donde pequeños se somete al ser
humano a una estrategia de poder que ordenan los discursos, organizan a los
cuerpos, o señalan las formas de relacionarse consigo mismos, con los otros y el
mundo. Estas técnicas son las armas de apoyo donde el poder se expresa (Del
Valle, 2012, p. 160).
En este sentido, se empieza a formular el concepto de resistencia desde la
inconformidad de los sujetos frente a este dispositivo de poder. Nicolás hace un
reconocimiento a la postura de Foucault, al mencionar que las relaciones de poder
existen, en tanto que hay posibilidades de resistencia, de movilización civil, ya que
si no existiera dicha posibilidad no se daría en absoluto relaciones de poder (Del
Valle, 2012, p. 162). La resistencia juega estratégicamente en el limite de las
relaciones de poder, abriéndose a su exterioridad, demostrando como, aun cuando
los hombres están sujetos a las tecnologías de poder, el movimiento de resistencia
nunca ve anulada su posibilidad.
- Resistencia, hegemonía, ideología

Para poder sacar una definición de la resistencia, el autor Ruben Yepes hace un
análisis sobre los temas de poder visto por Foucault, hegemonía por Gramsci, y de
ideología visto por Althusser. En el poder de Foucault encontramos que no existe
una definición de resistencia acabada puesto que esta atraviesa varias etapas,
complementándose y transformándose en la medida en que su comprensión del
poder evolucionaba (Yepes, p. 1).
Foucault dice que el poder no se debe a partir de la soberanía sino del Estado,
entendiendo a este como n conjunto de instituciones y aparatos que garantizan la
sujeción de los ciudadanos en un Estado determinado. Pero hay que entender que
el poder no es una institución que el poder es ante todo a un asunto de situación
estratégica, una relación particular de fuerzas. No existe una relación de exterioridad
del poder del tipo superestructura, sino una inmanencia del poder a las relaciones
(Foucault, en Yepes, p. 2). Foucault también habla del poder disciplinario, el cual se
refiere al conjunto de técnicas y dispositivos a través de los cuales el cuerpo se
disciplina y en donde se es asumido como máquina. “El poder disciplinario fabrica
cuerpos-sujetos, fija con toda exactitud la función al cuerpo a través del
entrenamiento, el control y la vigilancia, pero también a través de la introducción de
normas, a través de la proyección de una psique” (Foucault, en Yepes, p. 4).
Antonio Gramsci, habla de que la hegemonía transforma las identidades en función
de sus propios valores e ideales. Hay que tener en cuenta en la hegemonía la
necesidad de mantener la referencia a un valor universal exterior a las relaciones
de poder, el valor que ocupa el lugar de la universalidad dentro de una configuración
histórica determinada siempre estará abierto a redefiniciones, extensiones y
radicalizaciones (Althusser, en Yepes, p. 14). Es por tanto alrededor de la
universalidad como referente no predeterminado que se articulan las diversas
resistencias.
Althusser explica que loa ideología no está representando el sistema de relaciones
reales que gobiernan la existencia de los individuos, sino la relación imaginaria de
esos individuos con las relaciones reales en que viven. La ideología disuelve en el
puro juego del lenguaje, ya que su discurso es necesario para la articulación
dominante.
Podríamos definir con estos tres conceptos que no se trata que las resistencias
obtienen su cohesión del hecho de que se oponen a la misma configuración
dominante del poder; más bien, su cohesión viene dada por el hecho de que se
constituye alrededor de un valor que de manera hegemónica ha ocupado el
referente universal dentro de una configuración social determinada (Yepes, p. 19)
- La reproducción cultural

Henry Giroux en su texto de “Teoría y resistencia en educación”, habla de la


importancia que tiene la ideología en la reproducción cultural, la cual se materializa
como lo hemos mencionado en otros autores (Foucault, Nicolás del Valle), en
instituciones más específicas y fuertemente en las educativas, donde con el
curriculum, el poder en su estrategia ideológica convierte al ser hu7mano en un ser
objetivo, sujetado a un control social, donde al señalar como se deben o no
relacionar entre ellos ha marcado una relación entre socialización y reproducción de
clase, género y desigualdades sociales; es allí en la escuela donde esas técnicas,
estrategias y/o practicas del poder y la dominación tienen mayor peso y se
reproducen en los sujetos.
Henry se ayuda en la realización de este trabajo con la teoría del capital simbólico
de Pierre Bourdieu, el cual no está de acuerdo en cuanto a la afirmación que se
presenta con que la función unitaria dela escuela es de reproducir el capitalismo
mediante la cultura, dice que aunque existe una relación, las instituciones
educativas también manejan una autonomía y “son vistas como un amplio universo
que configura muchas instituciones simbólicas que, en vez de imponer docilidad y
opresión, reproducen sutilmente las relaciones existentes de poder a través de la
producción y distribución de una cultura dominante que tácitamente confirma lo que
significa ser educado”(Bourdieu, en Giroux, 1995, p. 11).
El capital cultural para Bourdieu es muy importante ya que este se refiere por un
lado, a los diferentes conjuntos de competencia lingüísticas y culturales que heredan
a los individuos por medio de límites establecidos debido a la clase social de sus
familias (Bourdieu, en Giroux, 1995, p. 11); así podríamos decir que aunque hay
una reproducción cultural en cuanto a la dominación, los sujetos son conscientes y
son participantes activos de su propio sostenimiento, se juega con la psicología del
dominado al hacerle creer porque hace parte de esa dominación. Sin embargo, es
importante recordar que aunque estas ideologías son impuestas a los sujetos, en
muchas ocasiones estos se dan cuenta que va en contra de sus intereses y
particularidades, y que se resisten abiertamente. Un error que tiene Bourdieu en su
teoría es rechazar la idea de diversidad de clase, “volviéndolas homogéneas en el
trabajo de la reproducción cultural ya que no plantea la posibilidad de resistencia a
través de la interconexión de raza, género y clase” (Arnot, 1981, en Giroux, 1995,
p. 13)
La teoría de la resistencia de Giroux esta abiertamente relacionada con la teoría
neomarxista en la que se profundiza nuestra comprensión de la nocion de
autonomía relativa, una corrección muy necesitada a la luz de la larga historia de
las lecturas marxistas ortodoxas acerca del problema de la base-superestructura,
en las que instituciones como las escuelas fueron reducidas al reflejo o sombra del
modo de producción (Giroux, 1995, p. 19). Sin embargo, tanto en la escuela como
en la sociedad en general, varios grupos organizados se oponen a la noción de una
ideología unitaria y crean contradicciones donde la rechazan. En otras palabras, “la
resistencia debe tener una función reveladora que contenga una crítica de la
dominación y ofrezca las oportunidades teóricas para la autorreflexión y la lucha en
el interés de la emancipación propia y de la emancipación social” (Giroux, 1995, p.
23)

DISCURSOS OCULTOS

- El arte de la resistencia

María luisa Tarrés en su reseña del texto de James Scott de “Los dominados y el
arte de la resistencia”, muestra la visión de este autor, mirando la sociedad como
un escenario y de la vida como una dramaturgia teatral; pero este invita a ver detrás
del telón, donde se encuentran las denominadas “mascaras del poder”, las cuales
se constituyen por los discursos y practicas asignadas a los dominantes y a los
subordinados cuando actúan en las representaciones de la escena pública. Scott
aclara que no es en este escenario publico donde los subordinados hace política,
en realidad estos grupos desprestigiados producen a partir del sufrimiento y a
espaldas del dominador un “discurso oculto” que representa una crítica del poder,
es allí donde se da su resistencia.
Plantea que los grupos que carecen de poder, mientras no recurren a la rebelión,
conspiran disfrazando su discurso y prácticas para reforzar la apariencia
hegemónica que las elites tratan de imponerles. Por medio del arte del disfraz, del
ocultamiento y la desfiguración crean espacios sociales donde surge y comparten
una subcultura de la disidencia. Es una lucha en la que se disputan los significados
en el ámbito de la cultura.
Bruno Lutz, realizo un ensayo profundizando en este tema, haciendo un análisis del
trabajo de campo de James Scott hecho en un pueblo malayo en Sedaka, donde
encontró los antes nombrados “discursos ocultos”. La ideología planteada por los
dominantes a sus súbditos se centraba en un discurso donde se les obligaba
aceptar y creer en esos “valores” que explica y justifica su propia subordinación.
Pero ante la inconformidad de dicho trato y jerarquía, estos grupos crean unos
discursos ocultos donde el lenguaje ocupa un lugar muy importante.
Lutz dice que “la rutinizacion weberiana de las relaciones de dominación consiste a
veces en la construcción y siempre aplicación de reglas de etiqueta, las cuales
imponen a ambas partes, los dominantes y dominados, principios diferenciados de
actuación mutua” (Lutz, 2002, p. 4); esto, a partir de la posición de Scott frente a
que “la resistencia surge no solo de la apropiación material sino de la sistemática
humillación personal que caracteriza la explotación” (Scott, en Lutz, 2002, p. 4). Sin
embargo, aunque la resistencia se basa en esa lucha de clases, dentro de dichos
grupos subordinados se vive una jerarquización siendo el reflejo de lo que viven en
su cotidianidad.
Scott habla de la política del disfraz o del anonimato, a esta la denomina la
“infrapolitica”, la cual “designa al conjunto de formas discretas de resistencia que
recurren a formas directas de expresión” (Scott, en lutz, 2002, p. 5). Como lo
mencionamos anteriormente el lenguaje es un método de hacer resistencia entre
los dominados para crear chismes o rumores que lleven a la liberación y a
manifestarse públicamente, y también lo utilizan como mecanismos de solidaridad
mutua.
- El invento de la cotidianidad

Michel de Certeau considera la cotidianidad como factor determinante a la hora de


concebir la resistencia, pues admite que por medio de lo ya existente y su
transformación se puede resistir. No se trata de pensar el poder por el ejercicio de
poder, si no que ve más importante la productividad de las microrresistencias
movilizadas a partir de practicantes y no de consumidores y en este sentido habla
de transformar y no de reproducir. (Certeau, 1996, citado en Abal, 2007, p.2). Ahora
bien, con la invención de lo cotidiano se reflexiona entonces sobre las aperturas que
da la disciplina sobre lo dado y es aquí donde entra la estrategia y la táctica, siendo
la primera la acción calculada, el saber que no poseo un lugar propio, el uso del
lugar del otro, la manipulación de las fuerzas por medio de un sujeto de voluntad y
poder (empresa, ejercito, etc) y la segunda, la carencia del lugar que al otro le
brindan, eso mismo que lo hace dependiente y que en mi caso no genera
dependencia porque no estoy sujeto a nada (Certeau, 1996, citado en Abal, 2007,
p.4). Esta perspectiva genera varios interrogantes, pues como es posible que se
diga que el sujeto dentro de la táctica no está sujeto a algo, si como la misma autora
que lo cita, considera que estos están ejerciendo una resistencia subordinada.
Desde mi perspectiva es aquí donde Certeau considera el hecho de la disciplina a
la hora de abordar el agente de resistencia, pues estando dentro de los sujetos de
voluntad y poder disciplinado es que se puede crear; pero hago una pregunta ¿si
no es en contra de este tipo de sujetos que se resiste, en contra de quien se hace?

Seguidamente Certeau ve en la táctica el beneficio del manipulación del tiempo,


pues considera que dentro de ésta se actúa sorpresiva y esporádicamente “la táctica
debe actuar sobre el instante, asegurar desplazamientos rápidos e inesperados,
crear sorpresas, escabullirse” (Certeau en Abal, 2007, p. 4), pero es aquí donde
nace otro interrogante, el cual plantea la autora, y es la pregunta sobre la
colectividad ¿acaso el autor no se interesa por potenciar este elemento a la hora de
concebir la resistencia? Y la pregunta surge porque de alguna manera si no hay
colectividad, no hay reconocimiento y por ende no hay bases para resistir.

- Discursos - poder

“Los discursos – entendidos como la formalización de los diferentes modos de


relación entre el sujeto y otro” (Machado, 2010, p.50) son los que aparecen como
entidades reguladoras del vinculo social. En este sentido se considera que existen
discursos dominantes que son capaces de censurar el pensamiento del sujeto
haciendo que éste reproduzca los discursos impuestos, legitimando las relaciones
de poder existentes. Se parte de esto entonces para decir que dentro de la
perspectiva de resistencia pasiva que plantea Vargas Maturana, encaminada a la
conservación de una cultura “quienes carecen de poder y que aun no recurren a
una acción colectiva, conspiran tras cortinas reforzando el discurso hegemónico del
poderoso, esperando el momento para quitarse la máscara” (Vargas, 2012, p.18),
realizando así el ejercicio de resistencia por medio del lenguaje; lo que para James
Scott es la acumulación de resistencias.

RESISTENCIA EN EL ORIENTE ANTIOQUEÑO


En el caso del oriente antioqueño, se puede decir, que dentro de la resistencia
cultural por ejemplo, siendo ésta según Melly Gonzales, un legado hasta hereditario
y una acción que proviene de un proceso profundo y elaborado, que en este
contexto se ha hecho latente esta perspectiva, pues a medida que pasa el tiempo
los procesos de identidad se han reforzado, “lo que parece ser espontaneo, no es
más que la evolución de formas propias y autenticas de organización de nuestras
poblaciones como preparación para la lucha” (Ruiz, 2014, p.10). Es el caso de las
nuevas formas que se sostienen bajo la reconstrucción de la memoria y la identidad
y por ende la defensa. Los levantamientos cívicos de los años 80’s tras los abusos
de la electrificadora de Antioquia por el alza en las tarifas de energía,
específicamente tras la publicación de la circular en noviembre de 1981, donde se
notificaba el alza de hasta un 35% en toda la región, fueron situaciones que
desataron la inconformidad de los ciudadanos lo que los llevó a convocar a
asambleas donde se constituyeran juntas cívicas para llevar vocerías a los usuarios.
(Olaya, 2014, p.98), este tipo de condiciones fueron las que posteriormente
desataron los paros cívicos regionales, como muestra de la unión y la necesidad de
resistir. En este orden de ideas, desde lo que para Vargas Maturana es la resistencia
activa, las manifestaciones fueron evidentes y publicas, y además tuvieron el
componente de la resistencia pasiva, pues la conspiración y la resignificación del
discurso de las relaciones de poder fueron fundamentales para la construcción de
lo que finalmente fueron los levantamientos de los ciudadanos.

La perspectiva Gandhiana en este contexto también se hace evidente, pues a partir


de un ejercicio de conciencia y de comprensión de las circunstancias, la no-
cooperación y la desobediencia, tomaron cartas en el asunto. El asesinato de varios
dirigentes cívicos, como el caso del médico Julián Darío Conrado David en 1983
(Olaya. 2014, p.112) y el asesinato de Ramón Emilio Arcila en 1989 (Arango, 2000,
p.178), por mencionar solo algunos, son muestra de que se asumieron las
consecuencias de la decisiones tomadas en pro de la defensa del territorio. De la
misma manera en esta perspectiva, la resistencia pasiva se hizo evidente, tomando
como premisa que le primer paro cívico de 1982 no tuvo mayores impactos a la
institucionalidad y los golpes fueron parciales, para luego decir que en el segundo
paro, del mismo año, la dimensión de resistencia activa de Gandhi, fue manifiesta,
pues los impactos tomaron más relevancia y cambios en las formas de gobierno.

Por otra parte la Asociación de Campesinos de Antioquia –ACA- es una corporación


que promueve el fortalecimiento de las comunidades campesinas víctimas del
conflicto armado, para la permanencia en el territorio por medio del
acompañamiento y el desarrollo de procesos formativos, que pretenden el
empoderamiento y la reconstrucción del tejido social. El municipio de san francisco
fue uno de los más golpeados por la confrontación armada, en este se viven
procesos de orientación y reconstrucción de las comunidades por la ACA desde el
2006. El promover el retorno del campesino a su tierra se hace con “el objetivo de
desarrollar redes de intercambio productivo para generar recursos económicos,
buscar un mercado para los productos del campesino con un enfoque
autogestionario evitando a los intermediarios” (Leo, miembro dela junta de acción
de la ACA). Tienen una preocupación por los Derechos Humanos y la capacitación
del campesino para que aprenda a protegerlos. Esto se logra a través de la
recuperación de la identidad campesina, mostrando a nivel nacional e internacional
la historia de los campesinos, por medio de actos culturales y creativos en la
realización de documentales audiovisuales.

“Los Encuentros regionales para la paz –ERP- son una iniciativa de la ruta pacifica
de las mujeres, la red nacional de programas de desarrollo y paz, la red de iniciativas
y comunidades para la paz”, los cuales se fundamentan en la congregación de las
comunidades víctimas del conflicto armado para el retorno y la reparación del tejido
social en cada una de las regiones de Colombia. En este año (2016), se realizara el
XV ERP en el municipio de San Carlos; este tendrá como objetivo “el dialogo
intersectorial y reúne a representantes de la sociedad civil, de organizaciones
sociales y de víctimas, los gremios, las iglesias, las universidades, entre otros, para
plantear acciones desde las regiones hacia la mesa de conversaciones que
adelanta el Gobierno Nacional y las FARC-EP en la Habana (Cuba)”. (Voces de
papel, 2015)
CONCLUSIONES

- Teniendo en cuanta que el termino resistencia es complejo a la hora de ser


tratado, por las diferentes manifestaciones que éste demuestra en los
contextos y de ahí la infinidad de interpretaciones que le pueden ser dadas,
algunas de sus interpretaciones resultan ser un tanto ambiguas, siendo el
caso de Certeau, que como dice Abal Medina, torna el concepto con un poco
de inocencia y sobrevaloración al ver en ella el potencial que tal vez no tiene,
al hablar de la potenciar las debilidades del los otros para resistir.

- La dicotomía entre el sujeto y la resistencia hacen aun más profundo el


abordaje de este último, ya que no solo el contexto juega un papel
fundamental a la hora de resistir, sino que también la subjetividad interviene
para el accionar, y es aquí donde la pregunta por la colectividad en algunos
autores queda en interrogante.

- La resistencia es ese acto libertario al que el ser humano recurre frente a una
inconformidad ante las injusticias sociales; pero este solo es posible en tanto
que las relaciones de poder se den sobre un grupo determinado, donde se
trate de implantar una ideología que convenza al hombre de su posición
social, haciéndola tan natural que no logre obtener la autorreflexión de sus
acciones. De este modo, podemos estar de acuerdo con Foucault al hacer
mención que la resistencia es posible si y solo si, existe una dominación a la
que se espera la liberación.

- Durante este trabajo hemos mencionado distintas formas en que la


resistencia se manifiesta, en las cuales mas prevalece una resistencia activa
(violenta) y la resistencia pasiva de la que habla Thoreau, al mencionar que
si cada sujeto fuese consciente de las injusticias que el Estado, por ser
Estado comete ante su subjetividad, se formaría una cadena de
inconformidades, donde ya no solo uno, si no todo un colectivo hiciera frente
a las imposiciones ideológicas del poder, en el caso materializado del Estado.

- Es erróneo culpar a personas que en distintos periodos son los


administradores de las relaciones sociales, y poner la esperanza de que el
siguiente será mejor, puesto que todas estas relaciones de poder, nacen y
se configuran en la inacabable lucha de clases, donde el Estado no es más
que la mayor alta clase social donde se materializa dicho poder y se nos es
reproducida por herencia familiar, y en más compleja medida por las
instituciones llamadas a educarnos. No existe un hombre que sea
completamente libre, puesto que las representaciones culturales, eso a lo
que Bourdieu llama capital simbólico, impide el fortalecimiento de los
intereses individuales, por encima de los que benefician al poder,
convirtiendo nuestros cuerpos en máquinas, las cuales se fundamentan en
unas técnicas y estrategias de dominación.

- Entonces siempre existirá la posibilidad de la resistencia, en cuanto al


individuo se pregunte por el mismo, reflexione ante su sufrimiento e
inconformidad, y se creen los espacios en los que directa o indirectamente,
reproduzcan un discurso contra hegemónico. Y, aunque no siempre se haga
en el escenario público, la unión de aquellos “sujetos” a las relaciones de
poder, encontraran la forma de resistir y seguir en ese círculo vicioso de
poder vs resistencia.

- Se abona el hecho de que al haber una variedad de interpretaciones de la


resistencia, se brindan elementos para legitimar el ejercicio en sí de resistir.
Concebir la resistencia como una forma de pensar la historia, la conciencia y
memoria como ejercicios fundamentales y ver en las prácticas cotidianas
aglutinadores de defensa, son algunas de las premisas que se pueden
rescatar
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