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El documento habla sobre la fortaleza en el sufrimiento y la importancia de no rechazar la corrección de Dios. Aconseja soportar la corrección de Dios como hijos legítimos, pues los padres terrenales también corrigen a sus hijos para su bienestar. Exhorta a vivir santamente en paz con todos y a no rechazar al que nos habla desde el cielo, pues quienes lo rechazaron en el pasado no escaparon del castigo.
El documento habla sobre la fortaleza en el sufrimiento y la importancia de no rechazar la corrección de Dios. Aconseja soportar la corrección de Dios como hijos legítimos, pues los padres terrenales también corrigen a sus hijos para su bienestar. Exhorta a vivir santamente en paz con todos y a no rechazar al que nos habla desde el cielo, pues quienes lo rechazaron en el pasado no escaparon del castigo.
El documento habla sobre la fortaleza en el sufrimiento y la importancia de no rechazar la corrección de Dios. Aconseja soportar la corrección de Dios como hijos legítimos, pues los padres terrenales también corrigen a sus hijos para su bienestar. Exhorta a vivir santamente en paz con todos y a no rechazar al que nos habla desde el cielo, pues quienes lo rechazaron en el pasado no escaparon del castigo.
1Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que
han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. 2Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús sufrió en la cruz, despreciando la vergüenza de semejante muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y está sentado a la derecha del trono de Dios. 3Por lo tanto, meditad en el ejemplo de Jesús, que sufrió tanta contradicción por parte de los pecadores; por eso, no os canséis ni os desaniméis. 4Pues aún no habéis tenido que llegar hasta la muerte en vuestra lucha contra el pecado, 5y habéis olvidadoya lo que Dios os aconseja como a hijos suyos. Dice en la Escritura: “No desprecies, hijo mío, la corrección del Señor ni te desanimes cuando te reprenda. 6Porque el Señor corrige a quien él ama y castiga a aquel a quien recibe como hijo.” 7Soportad la corrección, y así Dios os tratará como a hijos. ¿Acaso hay algún hijo a quien su padre no corrija? 8Pero si Dios no os corrige, como corrige a todos sus hijos, es que no sois hijos legítimos, sino bastardos. 9Además, nuestros padres aquí en la tierra nos corregían cuando éramos niños, y los respetábamos. ¿Por qué no hemos de someternos, con mayor razón, a nuestro Padre celestial, para obtener la vida? 10Nuestros padres aquí en la tierra nos corregían durante esta corta vida, de la forma que más conveniente les parecía; pero Dios nos corrige para nuestro verdadero provecho, para hacernos santos como él. 11Ciertamente ningún castigo es agradable en el momento de recibirlo, sino que duele; pero si uno aprende la lección, obtiene la paz como premio merecido. El peligro de rechazar la voz de Dios 12Así pues, renovad las fuerzas de vuestras manos cansadas y de vuestras rodillas debilitadas, 13y buscad el camino derecho, para que sane el pie que está cojo y no se tuerza más. IV. LA VIDA CRISTIANA (12.14–13.19) Exhortación a la vigilancia 14Procurad estar en paz con todos y llevar una vida santa, pues sin la santidad nadie podrá ver al Señor. 15Procurad que a nadie le falte la gracia de Dios, a fin de que ninguno sea como una planta de raíz amarga que hace daño y envenena a la gente. 16Que ninguno de vosotros cometa inmoralidades sexuales ni desprecie lo sagrado. Esto hizo Esaú, que por una sola comida vendió sus derechos de primogenitura. 17Y ya sabéis que después, cuando quiso recibir la bendición de su padre, fue rechazado; y aunque lloró mucho, ya no hubo remedio para lo sucedido. 18Vosotros no os habéis acercado, como los israelitas, a algo que se podía tocar y que ardía en llamas, y donde había oscuridad, tinieblas y tempestad; 19ni habéis oído el sonido de la trompeta ni la voz de Dios. Los que oyeron esa voz rogaron que no les siguiera hablando, 20porque no podían soportar la orden que decía: “Al que ponga el pie en el monte, aunque se trate de un animal, hay que matarlo a pedradas.” 21Tan espantoso era lo que se veía, que el mismo Moisés dijo: “Estoy temblando de miedo.” 22Vosotros, por el contrario, os habéis acercado al monte Sión y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial, y a muchos miles de ángeles reunidos para alabar a Dios, 23y a la congregación de los primeros hijos de Dios inscritos en el cielo. Os habéis acercado a Dios, el Juez de todos, a los espíritus de los hombres buenos que Dios ha hecho perfectos, 24a Jesús, mediador de un nuevo pacto, y a la sangre con que hemos sido purificados, la cual nos habla mejor que la de Abel. 25Por eso, tened cuidado de no rechazar al que nos habla, pues no escaparon los que rechazaron a Dios cuando él les llamó la atención aquí en la tierra. Y mucho menos podremos escapar nosotros, si volvemos la espalda al que nos llama la atención desde el cielo. 26En aquel tiempo, la voz de Dios hizo temblar la tierra; pero ahora hace esta promesa: “Una vez más haré temblar no solo la tierra, sino también el cielo.” 27Al decir “una vez más”, se entiende que desaparecerán las cosas creadas, esto es, lo inestable, para que permanezca lo inconmovible. 28El reino que Dios nos entrega es inconmovible. Demos gracias por esto y adoremos a Dios con la devoción y reverencia que le agradan. 29Porque nuestro Dios es como un fuego que todo lo consume.