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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA SECCIONAL ORIENTE

Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

Historia de Antioquia.

Informe final:
CAMBIOS EN LOS USOS DEL SUELO EN ALGUNOS MUNICIPIOS DEL VALLE
DE SAN NICOLÁS EN EL ORIENTE ANTIOQUEÑO.

Por:
Santiago García Morales.
Érika Yuliana López Chica

Docente:
Lucelly Villegas Villegas

Carmen de Viboral
2017
CAMBIOS EN LOS USOS DEL SUELO EN ALGUNOS MUNICIPIOS DEL VALLE
DE SAN NICOLÁS EN EL ORIENTE ANTIOQUEÑO

INTRODUCCIÓN

El Oriente antioqueño ha jugado un papel importante en coyunturas departamentales como


nacionales, tanto en la constitución de Colombia como un Estado-Nación pos-independentista
como también en lo anterior a este proceso. En este sentido, hay que enfatizar en que la tierra
ha representado un rol fundamental, tanto en procesos productivos bajo la lógica insistente
del progreso en el imaginario de los antioqueños, como en la construcción de una identidad
socio-regional, y en el caso específico del Oriente antioqueño; sub-regional. Esta ha
atravesado históricamente diversas formas de uso y de tenencia, que serán las que, para esta
ocasión, representan nuestro interés cognoscitivo de objeto de estudio.

Partiendo de lo anterior entonces el tema planteado va dirigido a establecer características y


problemáticas socio-históricas por los que se ha visto atravesado lo rural en el Oriente
cercano antioqueño en las últimas dos décadas, pero también, en aras de contextualizar de
forma histórica.

LOS USOS DEL SUELO; UNA DINÁMICA SOCIAL EN UN ENTORNO NATURAL

En Colombia el uso del suelo es un término relativamente reciente y en la legislación del país
no aparece sino desde la década de los setenta. El decreto 2811 de 1974, en la parte VII,
menciona que se debe hacer un uso adecuado de los suelos. El decreto 2857 de 1981
reglamenta la ordenación de las cuencas, donde se incluye que los suelos rurales deben ser
zonificados y manejados según el uso que se les dé. Posteriormente, la ley 09 de 1989 indica
que los planes de desarrollo deben incluir un plan y un reglamento de usos del suelo
(Congreso de la República de Colombia, 1997).

Sin embargo, sólo a partir de la ley 388 de 1997, ley de desarrollo territorial (reglamentada
por el decreto 879 de 1998), se ha tenido conciencia de la importancia de regular el uso de los
suelos. A partir de esta ley, las municipalidades han realizado acciones que lleven a un
manejo más adecuado del suelo, ya que la ley establece que los municipios deben realizar un
plan de ordenamiento territorial que se define como el conjunto de objetivos, directrices,
políticas, estrategias, metas, programas, actuaciones y normas adoptadas para orientar y
administrar el desarrollo físico del territorio y la utilización del suelo.

Pasando de lo jurídico al proceso histórico-estructural, se puede también evidenciar que con


el paso del tiempo, el relevo generacional y los avances tecnológicos en Antioquia, el suelo
ha pasado por múltiples cambios en cuanto a sus usos y tenencia, cambios en las industrias,
los empleos y las tecnologías derivados del proceso de transformación hacia nuevos patrones
de consumo, renovación de estructuras industriales, así como de la ampliación y
diversificación de capacidades y tecnologías encaminados a aumentar la eficiencia en el uso
del capital natural y la distribución equitativa de beneficios. Como lo expone Adelaida
Londoño (2012):

El uso del suelo, por su parte, es un concepto antropocéntrico, ya que es el resultado


de actividades productivas establecidas por el ser humano para satisfacer sus
necesidades. La humanidad ha transformado las coberturas del suelo, dándoles
diferentes usos a lo largo de la historia. El uso del suelo es, entonces, una mezcla de
factores naturales y culturales, que se combinan en diferentes proporciones
dependiendo del tipo de utilización que se da a las distintas teselas del territorio. (p.4)

En Colombia el estudio de los usos del suelo es muy reciente. Los estudios se han centrado
principalmente en los conflictos generados por las tenencias inequitativas, y por las
diferencias entre la vocación y utilización que se le da al suelo. Sin embargo, no se han
evaluado de forma consistente los cambios que se han dado y las afectaciones que esto genera
en los ecosistemas y los servicios que estos nos brindan. En la mayoría de los municipios del
altiplano se observa una concentración de población asentada en la cabecera, lo que entra en
contradicción con la vocación agrícola de la zona y muestra como la reciente
industrialización y urbanización ha generado procesos de movilidad poblacional campo–
cabecera, e inmigración poblacional procedente de otros municipios de la zona y de otras
subregiones, principalmente en los municipios de Rionegro, Marinilla y La Ceja.
Históricamente esta zona se ha considerado como despensa agrícola del departamento,
aportando hasta el 60% de los alimentos básicos. (Plan Estratégico de Antioquia -PLANEA-,
2003).
PRINCIPALES FACTORES QUE HAN INTERVENIDO EN LOS CAMBIOS DE
USOS DEL SUELO.

Entendiendo entonces que las distintas formas en las que se les da uso al suelo devienen de la
suma de relaciones e interacciones sociales que se dan en un territorio, relaciones que son
tensionantes y cambiantes a lo largo de la historia, se buscará plantear en este apartado
algunas de esas formas en las que la tierra ha sido modificada, tanto cultural, económica,
como políticamente, en el Oriente antioqueño cercano, o como se le conoce jurídicamente, el
altiplano del Valle de San Nicolás.

La principal fuente de alimentos del Oriente Antioqueño la constituye el sector agricultor, es


fundamental puesto que constituye el eje del desarrollo rural y ocupa más de una quinta parte
de su territorio. Sus productos son la principal y más variada despensa de alimentos de
Antioquia, aportando a la seguridad y soberanía alimentaria de la región y del departamento.
La agricultura familiar campesina ha tenido históricamente una enorme relevancia cultural y
económica. Sin embargo, según la Misión para la Transformación del Campo (2015) en el
país la agricultura es la alternativa laboral con menor remuneración, los empleos son de baja
calidad (cuenta propia o jornaleros sin prestaciones sociales), informales, inestables y/o
estacionales y el Oriente Antioqueño no es ajeno a estas condiciones.

A pesar de que en el Oriente Antioqueño existen múltiples asociaciones que promueven


prácticas agrícolas que buscan minimizar su impacto sobre el ambiente, es el caso por
ejemplo, de los procesos nacientes en la Universidad de Antioquia Seccional Oriente, ubicada
en el municipio del Carmen de Viboral, donde se llevan a cabo procesos de huertas
ecológicas y agricultura limpia para el autoconsumo. Sin embargo, la mayoría de los
productores de la región desarrollan prácticas asociadas con la transformación y pérdida de
servicios ecosistémicos como son el cambio de uso del suelo, entresaca de maderas no
cultivadas, dispersión de fertilizantes y agroquímicos en cantidades contaminantes en suelos
y cuerpos de agua y labranza y explotación excesiva del suelo.

En el municipio de la Ceja del Tambo, se han venido sustituyendo los cultivos de alimentos
por el monocultivo de hortensia, esta propagación acelerada es más evidente en las zonas
rurales del municipio, como en el corregimiento de San José, donde se han asentado algunas
empresas manejadas por extranjeros que generan empleo a habitantes de la zona. Esta
práctica ha modificado incluso las dinámicas sociales, muchos campesinos han decidido
abandonar el cultivo de alimentos y poner en arriendo sus tierras para el cultivo de hortensia,
muchas veces deben desplazarse hasta la zona urbana del municipio para adquirir los
alimentos básicos de la canasta familiar, productos que hasta hace algunos años producían en
sus tierras e incluso podían vender.

En general, las actividades agropecuarias se ven amenazadas en el Altiplano por las


variaciones en los patrones climáticos (EMECE Producciones, 2009), la pérdida de suelos
fértiles a causa de la erosión (en mayor medida en laderas con altas pendientes), la conversión
de estos terrenos en fincas de recreo, en monocultivos, la industrialización y la urbanización.

Por otra parte y en el mismo sentido de entender las diferentes transformaciones de los usos
históricos del suelo, se puede encontrar que el sector floricultor, para el que el departamento
de Antioquia representa el 23.8% de áreas destinadas su producción en el país, presenta al
Oriente Antioqueño como epicentro productivo, en donde la variedad más cultivada es la
hortensia. En los últimos años se ha observado un incremento continuo en el área cultivada
reflejando la existencia de condiciones específicas de producción, no sólo climáticas y de
servicios ecosistémicos, sino también de la infraestructura que requiere el sector para su
adecuado funcionamiento, como servicios públicos, aeropuertos o vías de comunicación
(UNAD, 2007).

Entre los principales efectos objetivos que se pueden exponer sobre el efecto del auge de esta
forma de usar el suelo se debe rescatar la fundada preocupación por los impactos negativos
que la floricultura puede tener sobre el ambiente, donde se citan con frecuencia la ocupación
de suelos con alto potencial agropecuario, generando así un conflicto de uso, donde el
consumo de energía para la regulación de condiciones en sistemas de producción bajo
invernadero, también cabe resaltar una demanda alta de agua, la sobreutilización de insumos
agroquímicos y la producción de una cantidad significativa de residuos sólidos. La
floricultura tiene lugar en dos de las subregiones del Oriente Antioqueño, en San Nicolás
donde se produce el 94% de las cosechas de hortensia, y Páramos que participa con el 6%
restante. Es importante mencionar que el gran crecimiento de este sector está fundado bajo
lógicas imperantes de la economía empresarial agraria que, como la minería y los
monocultivos predominantes en otras regiones del departamento como en el Urabá y el
Nordeste, no representan un interés ni valor social y productivo del territorio, sino más bien,
un crecimiento sectorial de las relaciones comerciales históricas y contemporáneas con
centros económicos internacionales como Europa y Estados Unidos.

Con respecto al sector de la ganadería, para el Oriente Antioqueño, desde el Centro de la


Innovación, la Agroindustria y la Aviación, (2009) se estima que el 39.6% del territorio se
usa en ganadería generando ingresos igualmente significativos para los productores. La
mayor parte de la ganadería del Oriente Antioqueño es desarrollada por pequeños productores
quienes aportan a la producción departamental de leche en 39.33%, a la de carne en 19.56% y
al doble propósito en 41.11%. En términos laborales no genera una oferta significativa de
empleos dado que las labores demandan a lo largo del año en promedio sólo 2 a 8 personas
por cada cien cabezas, y buena parte de la tareas son asumidas por los propietarios y sus
familias dada la escala pequeña en que desarrollan la ganadería. En el Oriente Antioqueño, la
mayor proporción del área para ganadería se ubica en la subregión de Páramos, sin embargo,
las áreas están distribuidas de forma muy similar en las cinco subregiones.

Durante los últimos años, la piscicultura ha crecido también de manera significativa y se


perfila como una actividad con mucho potencial. Constituye otro de los usos que se le han
asignado a los suelos antioqueños y se perfila como una actividad con mucho potencial. Esta
tendencia puede significar la diversificación de la canasta alimentaria, los empleos, y las
capacidades en la región, aunque también debe involucrar un manejo de impactos potenciales
como la reducción de agua disponible para otros usos, la contaminación de fuentes de agua y
la afectación de la biodiversidad. De acuerdo con las cifras documentadas en el más reciente
anuario estadístico del sector agropecuario de Antioquia (Gobernación de Antioquia, 2014),
más de la mitad de la actividad del departamento se desarrolla en el Oriente Antioqueño: se
cosecha el 55% de las unidades, equivalentes al 58% de la producción. La relación de la
piscicultura con el ambiente gira en torno al agua y en el caso del Oriente Antioqueño, debido
a la proporción de especies exóticas, también con la biodiversidad.

El sector energético por su parte, da otros usos a los suelos antioqueños, abarcando otras
actividades como la quema de combustible y emisiones fugitivas provenientes de la
fabricación del mismo. Las primeras son muy amplias, pues van desde la producción de
electricidad y calor, pasando por refinación de petróleo, fabricación de combustibles,
industrias manufactureras y de la construcción, hasta transporte. En cuanto a la producción de
energía, aspecto clave a nivel tanto departamental como nacional, el Oriente Antioqueño
aporta al SIN (Sistema de interconectado nacional) generación hidroeléctrica con base en seis
embalses, dieciocho pequeñas centrales hidroeléctricas y cinco centrales hidroeléctricas
(Playas, Guatapé, San Carlos, Jaguas y Calderas). Este es uno de los sectores que más
cambios culturales y políticos ha traído a la subregión, principalmente a la zona de embalses,
donde la hidroeléctrica de Guatapé jugó un importante papel productivo, pero que hoy se
debate entre su cercana inutilidad que volverá a transformar, seguramente, las relaciones
sociales e históricas establecidas alrededor de su existencia.

Otros aspectos importantes en la mirada por los usos del suelo en la subregión se pueden
hallar en la industria manufacturera, para la cual en el oriente Antioqueño se pueden ubicar
111 categorías de su actividad productiva, representadas en 1.544 establecimientos, que
hacen presencia en el territorio a través de 2.067 unidades empresariales (CCOA, 2016). En
conjunto la industria manufacturera ocupó en 2005 el tercer renglón del PIB del Oriente
antioqueño, entre las algunas de las industrias clave para la sostenibilidad del desarrollo en la
subregión se pueden hallar en la manufactura de alimentos, el sector textil, el químico, la
metalmecánica, el papel, los plásticos y la minería. Muchas grandes empresas y
multinacionales han puesto su mirada sobre la región del oriente antioqueño, situación que ha
generado gran impacto en municipios como Guarne y Rionegro, con el centro de distribución
de Avon y la zona franca respectivamente.

Otras grandes industrias asentadas en la región son el nuevo complejo de la Organización


Ardila Lülle para la sede del Atlético Nacional y el Parque Industrial Los Comuneros, la
compañía Nacional de chocolates, Cementos Argos, la multinacional americana Unysis con
el centro de servicios de outsourcing de tecnología de información en la zona franca (Correa,
J. 2010). Con la presencia de estas empresas en la región, se ha dinamizado la empleabilidad,
pero también, se han generado desplazamientos masivos de los grandes centros urbanos del
País hacia los municipios de la zona del altiplano, situación que reduce las posibilidades de
contratación a propios y los pone en competencia, muchas veces desigual, con foráneos.
Estos desplazamientos, además, generan un acelerado crecimiento urbanístico, y traen
consigo otra serie de consecuencias para los municipios relacionados con impactos
ambientales, de seguridad, de movilidad, entre otros aspectos. En términos generales, la
inversión extranjera ve al valle de San Nicolás como una especie de “tierra prometida”.
Por último, el sector del Transporte, históricamente clave en la utilización de los suelos en la
subregión, en el cual están incluidas actividades de aviación civil, transporte terrestre,
ferrocarriles, navegación marítima y fluvial. De este conjunto en el Oriente Antioqueño sólo
se desarrollan las dos primeras: el aeropuerto internacional José María Córdova, el segundo
más grande del país en términos de infraestructura y cantidad de pasajeros movilizados, la
zona franca de Rionegro y la más alta tasa de densidad vial de Antioquia con 362,6 metros
por kilómetro cuadrado (CCOA, 2016). Respecto al transporte aéreo, el aeropuerto es eje de
una zona de actividad empresarial y de centros de logística y distribución, por lo que además
está fuertemente vinculado al desarrollo vial en su área de influencia. Las sinergias entre el
aeropuerto y la industria están claramente reflejadas en el hecho de que la mayor parte de la
producción de flores y otros productos de la región del oriente de Antioquia sale por esta vía.
El acelerado crecimiento demográfico y la cercanía de la región al Área Metropolitana del
Valle de Aburrá han generado que esta región se vuelva el foco para la intervención de
desarrollo de infraestructura y de tecnologías de punta. El desarrollo urbanístico crece
aceleradamente e importantes universidades, hospitales, empresas e industrias se vienen
trasladando hacia esta zona. Se ha hecho evidente que los impulsores del cambio en los usos
del suelo son principalmente la construcción de las vías de comunicación con el Valle de
Aburrá (autopista Medellín - Bogotá y Las Palmas), y la construcción del aeropuerto José
María Córdova.

A MODO DE ANÁLISIS CONCLUSIVO.

Retomando a Luis Alberto Rodríguez Moreno (2011), Antioquia cuenta con 6.334.811 ha en
su territorio, donde el sector urbano representa aproximadamente el 1% y el 99% restante lo
ocupa el sector rural. En este sentido, la producción en el sector agrícola se ha visto limitada
por tres componentes: el conflicto del uso del suelo, la vocación de suelo y su cobertura. Por
lo tanto, la producción del sector rural depende principalmente al uso adecuado del suelo. Los
conflictos de uso de las tierras son el resultado de la discrepancia entre el uso que el hombre
hace del medio natural (uso actual) y aquel que debería tener (uso potencial), de acuerdo con
la oferta ambiental; o cuando las tierras son sub o sobre utilizadas. Como enfáticamente
plantea el autor, el conflicto en las subregiones Norte (437.118 ha), Occidente (345.203 ha) y
Oriente (338.828 ha), representan el 17.8%, 14.1% y 13,8% respectivamente de las tierras en
conflicto alto en el departamento. Las subregiones que presenta menor área en conflicto alto
es Urabá con el 8% (192.059 ha) del área en conflicto alto. (Rodríguez Moreno, L. p.3) El
conflicto de uso de suelos en Antioquia se ve reflejado en las subregiones (Norte, Occidente,
Oriente) con mayor variedad de productos agropecuarios (79 rubros productivos) lo que
refleja que la mayoría los rubros no están localizados en una óptima localización para su
desarrollo.

Ahora bien, en la mayoría de los municipios del altiplano se observa una concentración de
población asentada en la cabecera, lo que entra en contradicción con la vocación agrícola de
la zona y muestra como la reciente industrialización y urbanización ha generado procesos de
movilidad poblacional campo–cabecera, e inmigración poblacional procedente de otros
municipios de la zona y de otras subregiones, principalmente en los municipios de Rionegro,
Marinilla y La Ceja. Históricamente esta zona se ha considerado como despensa agrícola del
departamento, aportando hasta el 60% de los alimentos básicos, situación que puede ya no ser
así en un margen muy corto de tiempo.

Lo anterior, a grandes rasgos, permite visualizar un contexto extenso de análisis que presenta
la característica de una necesidad histórica de entendimiento del mismo, tanto en el ámbito de
lo político, como lo económico y cultural, en la medida en que las tensiones por el suelo y su
uso en el Oriente antioqueño han dado un brusco giro, donde las lógicas de producción a gran
escala, la desagrarización del campo y la intromisión de nuevos imaginarios de lo rural, han
transformado drásticamente los usos del suelo en la subregión.
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