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“Un rey caminaba por un pueblo rocoso, se enfadó y dijo: ‘quiero que maten todas las vacas y que
alfombren todo el pueblo’. Se juntaron los sabios del lugar y le dijeron: ‘muy bien, rey, tenemos
que matar diez mil vacas, curtir todo el cuero y en diez años tendremos alfombrado todo el reino
para que nuestro rey no se lastime’. Y vino un bufón que le pidió permiso para decir algo y el rey
accedió: ‘¿por qué no matan una vaca, le sacan el cuero y le hacen unos zapatos?’. Y el rey
aprendió que era mejor cambiar uno mismo que tratar de cambiar a todo el pueblo.”
Pensemos bien en lo que nos ha querido decir este breve relato. El rey pensaba que cambiar a
todo el pueblo iba a ser fácil, por eso nunca pensó en la otra posibilidad. Eso mismo nos pasa a
nosotros. Creemos que cambiar a los demás siempre va a ser más sencillo que, por ejemplo,
cambiarnos a nosotros mismos.
Esto es algo que aprendemos y que debemos empezar a ver con otros ojos para no cometer los
muchos errores que cometemos en muchas ocasiones. Cambiar a los demás nos parece la opción
más fácil, mucho más que cambiar nosotros mismos. Porque ahí sí podemos cambiar. El cambio
propio es posible, el ajeno ¡no existe!
“Todos quieren cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”
-León Tolstói-
-Jim Rohn-
Tú puedes cambiar, pero solo si tú quieres. Imagínate que otra persona te dice que cambies, te
insta que así no te soporta y tú intentas cambiar. Eso va a ser imposible. Tú solo podrás cambiar si
te lo propones tú mismo.
Acepta a las personas como son y jamás pienses que cambiar a alguien es la solución. Realmente
es una solución fácil e infructuosa que quizás traiga muchas más consecuencias de las que piensas.
No te arriesgues. Cambia tú, acepta a los demás.