Sei sulla pagina 1di 28

Cómo explicar el Purgatorioa los protestantes

Por Jimmy Akin

Tomado de http://www.apologetica.org

Un ex cristiano-evangélico explica la realidad del Purgatorio

(Tradujo Daniel Cotarelo García)

Supongamos que un amigo o compañero de trabajo viene y le dice:

"La Iglesia Católica tiene esta extensa doctrina del purgatorio, inventada en la Edad Media. La Iglesia
incluso solía vender indulgencias para acortar el tiempo que uno pasaría en el purgatorio en un
número fijo de días. Esta doctrina se basa en libros que no pertenecen a la Biblia. No hay lugar o
región en el más allá para los salvados, excepto el cielo. No hay dolor en el más allá, y en el mismo
minuto en que morimos vamos al cielo, como dice Pablo, 'Estar ausente del cuerpo es estar presente
con Cristo', orar por las personas en el purgatorio no tiene sentido. Peor aún, contradice la suficiencia
de la obra de Cristo. Es completamente antibíblica. Ningún protestante podría creer en ella."

¿Qué diría usted?

Bueno, lo primero que debería decir es "¡Epa! ¡Tranquilo! Un argumento por vez, ¿de acuerdo?"
Entonces considere con él sus argumentos en forma individual...

1. "LA IGLESIA CATÓLICA TIENE ESTA EXTENSA DOCTRINA DEL


PURGATORIO".

Esto es bien falso. Como ilustración, la sección acerca del purgatorio en el Catecismo de la Iglesia
Católica consta de sólo tres párrafos (CIC 1030-1032). En esencia, hay sólo tres puntos acerca del
tema, sobre los cuales insiste la Iglesia Católica: (1) que hay una purificación después de la muerte,
(2) que esta purificación involucra algún tipo de dolor o incomodidad, y (3) que Dios asiste a los que
atraviesan esta purificación, en respuesta a las acciones de los que están vivos. Entra las cosas acerca
de las cuales la Iglesia no insiste están las ideas de que el purgatorio es un lugar o que dura tiempo,
como veremos más abajo.

2. "INVENTADA EN LA EDAD MEDIA".

La idea de que el purgatorio es una invención tardía es similarmente falsa. De hecho, ha sido parte de
la religión verdadera desde el tiempo de Cristo. Se atestigua acerca de ella no sólo en 2 Macabeos,
que da testimonio directamente de la creencia (ver más abajo), sino en otros libros judíos
precristianos, como La Vida de Adán y Eva, que dice que Adán será liberado del purgatorio en el Ultimo
Día.
Era también parte de la verdadera religión en tiempos de Jesús, como muestran los escritos del Nuevo
Testamento. Y ha sido parte de la verdadera religión siempre desde los tiempos de Cristo, como
también muestran los escritos de los Padres de la Iglesia (ver el tema "El Purgatorio en la Iglesia
Primitiva y los Padres de la Iglesia").

No sólo los católicos creen en esta purificación final, sino que también lo hacen los ortodoxos
orientales (aunque frecuentemente no usan el término "purgatorio" para referirse a ella), al igual que
los judíos ortodoxos. De hecho, hoy en día, cuando muere un ser querido de una persona judía, ésta
reza una oración conocida como el Qaddish del apenado, durante los once meses siguientes a la
muerte, por la purificación de la persona amada.

Como la doctrina del purgatorio fue sostenida por judíos precristianos, judíos postcristianos, católicos
y ortodoxos orientales, nadie pensó en negarla hasta la reforma protestante, y es así que sólo los
protestantes la niegan hoy en día.

3. "LA IGLESIA INCLUSO SOLÍA VENDER INDULGENCIAS PARA


ACORTAR EL TIEMPO QUE UNO PASARÍA EN EL PURGATORIO EN UN
NÚMERO FIJO DE DÍAS".

Acerca de este argumento, primero señale que en realidad trata acerca de las indulgencias, que es un
tema separado (ver mi artículo, "Introducción a las Indulgencias"). Si alguien desea realmente escuchar
lo que los católicos tienen para decir acerca de sí mismos, se debe tratar con un tema por vez, no
varios a la vez en una especie de enfoque "a quemarropa" de la apologética.

En segundo lugar, las indulgencias nunca fueron vendidas. En determinado tiempo, durante un
período de quizás doscientos años, era posible dar una donación caritativa a determinada causa, como
un fondo para construir un orfanato o un templo, como una de las maneras en las que una indulgencia
podría ser obtenida. No es diferente de lo que hacen los ministerios protestantes que ofrecen algo a
cambio de una contribución caritativa u "ofrenda de amor" a una causa meritoria. Sin embargo, a causa
del escándalo que los protestantes produjeron, hace más de cuatrocientos años (poco después del
Concilio de Trento) la Iglesia prohibió la donación caritativa como medio de obtener indulgencias.

En tercer lugar, los protestantes suelen confundirse acerca del número de "días" que solían estar
asociados a las indulgencias. No tienen nada que ver con el tiempo en el purgatorio. Las indulgencias
originariamente surgieron como una manera de acortar el período de penitencia en la tierra. El número
de "días" asociado a las indulgencias no era entendido como acortando el tiempo en el purgatorio,
sino facilitando la purificación luego de la muerte de una manera análoga a la reducción del período
penitencial terrenal durante el número de días indicado.

En cuarto lugar, como algunas personas se confundían pensando que el purgatorio era reducido en
un número dado de días mediante una indulgencia, la Iglesia abolió el número de "días" asociado a
las indulgencias, específicamente para eliminar esta confusión.

En quinto lugar, la razón por la cual los "días" nunca fueron entendidos literalmente como días de
descuento del purgatorio, es que los teólogos medievales, tales como Santo Tomás de Aquino, que
vivían precisamente en el período en el que estos "días" se asociaban a las indulgencias, fueron muy
claros acerca del hecho de que el tiempo no funciona de la misma manera en el más allá, que como
lo hace aquí. De hecho, tenían un término especial para él, y contrastaban tres diferentes modalidades
temporales- el curso ordinario de eventos que experimentamos aquí en la tierra, llamado "tiempo"; el
presente perpetuo que experimenta Dios, llamado "eternidad"; y el estado intermedio, no tan bien
entendido, experimentado por los que están en el más allá, conocido como "eviternidad".

De modo que la Iglesia nunca ha dicho que el purgatorio involucre el mismo tipo de tiempo que
experimentamos aquí en la tierra, o incluso cualquier tiempo en absoluto. Por eso el cardenal Joseph
Ratzinger, que no es ningún teólogo liberal, escribe que el purgatorio puede involucrar duración
"existencial" más bien que "temporal" (ver el libro "Escatología", de Ratzinger). Puede ser algo que uno
experimenta, pero que lo experimenta en un momento, en lugar de algo que uno atraviesa a través
del tiempo.

4. "ESTA DOCTRINA SE BASA EN LIBROS QUE NO PERTENECEN A LA


BIBLIA".

Cuando un protestante dice esto, tiene en mente 2 Macabeos 12, donde Judas Macabeo y sus hombres
oran por sus camaradas caídos que "se habían dormido en la justicia", de modo que pudieran ser
"librados de sus pecados" en el más allá, y que era un "santo y piadoso pensamiento" que hicieran
esto.

Por lo tanto 2 Macabeos apoya la oración por los muertos para que éstos puedan ser librados de las
consecuencias de sus pecados (ya que lo que tenían en mente necesariamente eran las consecuencias
del pecado, ya que no se peca en el más allá). Como no es placentero estar sujeto a las consecuencias
de los pecados de uno, podemos inferir algún tipo de dolor o incomodidad, y por lo tanto la doctrina
completa del purgatorio-una purificación (liberación) luego de la muerte, que involucra algún tipo de
dolor o incomodidad, y que puede ser asistida por las oraciones de los vivos.

Sin embargo, si bien 2 Macabeos 12 ciertamente enseña la doctrina del purgatorio, la doctrina de
ninguna manera está "basada en" ese pasaje. Esta doctrina puede ser sostenida por numerosos pasajes
en el Nuevo Testamento, pero más fundamentalmente (y esto es lo que usted debería señalar a los
protestantes), puede ser deducida de los principios de la teología protestante por sí sola.

Vea, los protestantes son muy firmes (de hecho, insistentes) acerca del hecho de que continuamos
pecando hasta el fin de esta vida a causa de nuestra naturaleza corrompida. Sin embargo, son
igualmente insistentes (si los presiona) acerca del hecho de que no pecaremos en el cielo porque ya
no tendremos una naturaleza corrompida. Por lo tanto entre la muerte y la gloria tiene que haber una
santificación-una purificación-de nuestra naturaleza.

Esta purificación quizás no transcurra en el tiempo, pero como hemos visto, esto no es obstáculo para
la doctrina del purgatorio. Permanece el hecho de que entre la muerte y la gloria debe haber una
purificación, y eso es por definición el purgatorio-la purificación final o, para decirlo en términos más
protestantes, "la santificación final" o "el último tramo de la santificación".
5. "NO HAY LUGAR O REGIÓN EN EL MÁS ALLÁ PARA LOS SALVADOS,
EXCEPTO EL CIELO."

Bueno, quizás esto sea verdad. La Iglesia enseña que el purgatorio es la purificación final, pero no
que tenga lugar en alguna región especial del más allá. Así como no sabemos cómo funciona el tiempo
en el más allá-lo que significa que el purgatorio quizás no lleve tiempo- tampoco sabemos cómo
funciona el espacio en el más allá, especialmente para las almas desencarnadas-lo que significa que
el purgatorio podría no ocurrir en un lugar en especial.

La purificación final puede tener lugar en la presencia inmediata de Dios (hasta donde la presencia de
Dios pueda ser descripta en términos espaciales). De hecho, en su libro acerca de la escatología, el
cardenal Joseph Ratzinger describe el purgatorio como un ardiente y transformador encuentro con
Cristo y su amor:

"El purgatorio no es, como pensaba Tertuliano, una especia de campo de concentración
supramundano donde uno es forzado a sobrellevar castigos de una manera más o menos arbitraria.
Más bien es el proceso de transformación internamente necesario, por el cual una persona se vuelve
capaz de Cristo, capaz de Dios [es decir, capaz de la unión total con Cristo y Dios], y por lo tanto
capaz de unidad con toda la comunión de los santos. El simple hecho de considerar a las personas
con cierto grado de realismo, es darse cuenta de la necesidad de un proceso así. No reemplaza la
gracia por las obras, pero permite a la primera lograr su victoria total precisamente como gracia. Lo
que de hecho salva es el consentimiento pleno de la fe. Pero en la mayoría de nosotros, esa opción
básica está enterrada bajo una gran cantidad de madera, heno y paja. Sólo con dificultad puede salir
desde abajo del entramado de un egoísmo que somos incapaces de demoler con nuestras propias
manos. El hombre es el receptor de la divina misericordia, pero esto no lo libera de la necesidad de
ser transformado. El encuentro con el Señor es esta transformación. Es el fuego que consume nuestra
escoria y nos transforma para ser vasos de eterno gozo".

Por lo tanto, de acuerdo con la manera en que Ratzinger explica la doctrina, somos sacados de esta
vida, a la unión directa con Jesús, su ardiente amor y santidad consume toda la escoria e impurezas
de nuestras almas y nos hace aptos para la vida en la gloriosa e insuperable luz de la presencia y
santidad de Dios.

6. "NO HAY DOLOR EN EL MAS ALLÁ".

Este argumento es bien falso. No es cierto que no haya dolor en el más allá, ni siquiera para los
salvados. Se nos dice que un día, en el orden eterno, "El secará todas sus lágrimas, y no habrá más
muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó"." (Apocalipsis 21, 4) - pero note
cuándo ocurre esto: en el orden eterno, luego del descenso de la Nueva Jerusalén y de la terminación
de los actuales cielos y tierra.

Antes de ese tiempo, la Escritura no nos da ninguna promesa de que estaremos libres de todo dolor.
De hecho, indica justo lo opuesto. Pablo nos dice:
"en definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarlo. Porque
todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus
obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal. Por lo tanto, compenetrados del temor
del Señor, tratamos de persuadir a los hombres". (2 Corintios 5, 9-11)

Pablo afirma que por temor del Señor, trata de agradar a Dios porque todos compareceremos delante
de Dios para ser juzgados acerca de si lo que hemos hecho es bueno o malo. Por lo tanto la perspectiva
de aparecer delante del tribunal de Cristo es algo temible, aun para los cristianos.

Esto es algo que reconocen incluso los protestantes. Por ejemplo, en su serie A Través de la Biblia
(sobre Romanos 14 en este caso), el predicador protestante J. Vernon McGee comentaba que no estaba
ansioso por llegar al tribunal de Cristo, porque en su tribunal Jesucristo iba a tomar aparte a J. Vernon
McGee, que es ciertamente algo que Cristo apoya, diciendo a sus discípulos (los cristianos):

"Sobre él se puede edificar con oro, plata, piedras preciosas, madera, pasto o paja: la obra de cada
uno aparecerá tal como es, porque el día del Juicio, que se revelará por medio del fuego, la pondrá de
manifiesto; y el fuego probará la calidad de la obra de cada uno. Si la obra construida sobre el
fundamento resiste la prueba, el que la hizo recibirá la recompensa; si la obra es consumida, se
perderá. Sin embargo, su autor se salvará, como quien se libra del fuego". (1 Corintios 3, 12-15)

Esto claramente se aplica a los salvados, ya que Pablo lo dice ("su autor se salvará"), pero no indica
que este examen de la vida sea algo divertido, ya que como Pablo también dice, la obra de la persona
en cuestión "es consumida" y que "se perderá" y aunque él se salvará, será "como quien se libra del
fuego". Ni falta que hace decir que ver que la obra de la vida de uno se consume en llamas, que se
pierde cuando uno esperaba "recibir una recompensa", y escapar a través de las llamas, no es algo
divertido.

Por lo tanto el día en que recibimos nuestro juicio particular al fin de la vida no será divertido en tanto
que nuestras obras no sean buenas. Esto claramente muestra la realidad del dolor y la incomodidad
luego de la muerte pero antes de la inauguración del orden eterno.

Ahora bien, algunos protestantes intentan una estratagema para dar un rodeo a este pasaje, diciendo
que son nuestras obras las que son probadas. Es cierto que superficialmente, en este pasaje Pablo
dice que nuestras obras serán probadas por medio del fuego. Pero esto no cambia nada, ya que
sentiremos existencialmente cómo nuestras obras son probadas y consumidas. Es por esto que Pablo
dice que aquel cuyas obras resistan "recibirá la recompensa"-algo que sentirá-y que aquel cuyas obras
sean consumidas sufrirá su pérdida-nuevamente, algo que sentirá.

Por eso Pablo corona el pasaje diciendo que el salvado que sufra esa pérdida, se salvará solamente
"como quien se libra del fuego"-la imagen de un hombre escapando de un edificio en llamas, que es
precisamente a lo que Pablo se refería-la iglesia local como un edificio construido por hombres, ya
sea con materiales a prueba de fuego o con materiales que serán consumidos (ver el contexto previo).
Por lo tanto la imagen de un hombre que ha construido su propia iglesia local incorrectamente, y
luego ve su obra-el edificio que ha construido-consumida por el fuego, de modo que tiene que huir
de él entre las llamas para escapar.
Por lo, si bien Pablo dice que nuestras obras (el edificio que construimos) serán probadas en el fuego,
visualiza las llamas tocándonos a nosotros mismos si nuestro edificio se incendia y estamos obligados
a huir de él. Por lo tanto, bajo esta metáfora en Pablo, nuestras obras son probadas, nosotros mismos
sentimos las consecuencias de este examen de la manera más dolorosa posible, ya que no es divertido
tener que escapar de un edificio en llamas mientras el trabajo de su vida se desploma alrededor de
usted.

7. "DICE PABLO, 'ESTAR AUSENTE DEL CUERPO ES ESTAR PRESENTE


CON CRISTO'."

Este es virtualmente el mantra de algunas personalidades protestantes de la radio. Sin embargo, es


total y completamente falso. Pablo no dijo "Estar ausente del cuerpo es estar presente con Cristo". Lo
que en realidad dijo fue:

"[6] Por eso, nos sentimos plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es vivir en el
exilio, lejos del Señor; [7] porque nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos claramente. [8] Sí,
nos sentimos plenamente seguros, y por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor;
en definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarlo. [10]
Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo
con sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal. [11] Por lo tanto,
compenetrados del temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres. Dios ya nos conoce
plenamente, y espero que también ustedes nos conozcan de la misma manera." (2 Corintios 5, 6-11)

Obsérvese que Pablo está hablando de sí mismo mediante el plural "nosotros" en este pasaje, como
lo muestra en el versículo 11, mencionando su ministerio evangelizador, y contrastando el "nosotros"
que trata de persuadir a los hombres, con la esperanza de que "ustedes" también tengan el mismo
conocimiento. Sus palabras claramente tienen aplicación para otras personas en general, pero está
hablando primariamente de sí mismo.

Por lo tanto lo que Pablo dice aquí (v. 6) es que él sabe que mientras está en el cuerpo está lejos del
Señor, lo que es ciertamente algo verdadero y que ningún católico negaría. No estamos en la presencia
inmediata, desenmascarada, visible, de Cristo en esta vida. De modo que a este versículo, un católico
puede responder simplemente, "¿Y qué? ¿Quién no sabe eso?"

Pablo entonces afirma (v. 8) que preferiría estar fuera del cuerpo y junto al Señor. Esto es lo que las
personalidades radiales protestantes hacen pasar como "estar fuera del cuerpo es estar junto a Cristo".
Esto no es lo que Pablo dijo.

Primero que nada, está hablando acerca suyo, recordemos, no acerca de las personas en general. Hay
unos cuantos cristianos, y para ser francos, la mayoría de ellos, que preferirían mucho más estar
presentes en el cuerpo que morir e ir a estar con Jesús. La preferencia de Pablo de morir para estar
con Jesús en lugar de vivir para permanecer en el cuerpo no es para nada un sentimiento universal
entre los cristianos.
En segundo lugar, está expresando un deseo. Desea que algo pase. Pero hay una gran diferencia entre
decir que uno desea que algo pase, y decir que pasará infaliblemente.

En tercer lugar, hay una diferencia aún mayor entre decir que uno desea que dos cosas pasen y decir
que cuando una ocurra la otra ocurrirá instantáneamente. Por ejemplo, si yo como persona no casada
dijera "Quiero ir a casa y cenar", no querría decir que en el instante en que llegue a casa estaré
cenando. Como no estoy casado, antes de que pueda cenar tendré que preparar la cena. Hay
obviamente cierto diferimento temporal entre mi llegada a casa y mi cena. Lo mismo podría decirse
en el caso de una persona que dice "Quiero ir a casa y ver mi programa favorito". Cuando uno llega a
casa, no significa que uno está instantáneamente mirando su programa favorito. De hecho, pueden
pasar horas antes de que se emita su programa favorito.

Y obsérvese que en la parábola de Lázaro y el hombre rico, Jesús muestra al alma del fallecido siendo
llevada por los ángeles a su lugar de descanso (Lucas 16, 22). Obviamente, bajo esta imagen, se
describe cierto tiempo de transporte.

En cuarto lugar, tampoco se deduce, aún si una cosa automáticamente sigue a la otra, que las dos son
idénticas. Si B se sigue de A, no garantiza la afirmación de que A sea B; sin embargo ésta es
precisamente la manera en que las personalidades radiales protestantes retuercen el lenguaje de Pablo
cuando declaran, "Pablo dice, 'Estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor'." Ellos lo dicen
de tal modo que parece una cita directa, no un resumen, y como mucha gente nunca busca el versículo
para ver qué dice Pablo realmente, nunca se dan cuenta de que no es una cita directa, y son guiados
erróneamente a pensar que la Escritura dice algo que no dice.

Por eso este (inexacto) resumen del lenguaje de Pablo ha pasado al ámbito de los mitos. Es uno de
esos versículos míticos que la gente ha oído tantas veces que piensan que la Biblia lo dice aunque en
realidad no es así (por ejemplo, "Escatimar la vara y arruinar al chico", "El león se acostará con el
cordero", entre los pentecostales: "Hablar en lenguas es la evidencia del bautismo en el Espíritu Santo",
y el rey de todos los versículos míticos: "El ayuda a quienes se ayudan a sí mismos"). Las
personalidades radiales protestantes por lo tanto contribuyen no sólo a la ignorancia bíblica de la
sociedad al decir esto, sino a las afirmaciones bíblicas erróneas.

En quinto lugar, es especialmente irónico que este pasaje sea usado para desaprobar el purgatorio ya
que habla (v. 9, 10, 11) de la necesidad de agradar al Señor en esta vida porque cuando estemos
ausentes del cuerpo y presentes con el Señor tendremos que "comparecer ante el tribunal de Cristo"
para rendir cuentas de todo lo que hemos hecho en nuestra vida en el cuerpo, lo que Pablo dice que
lo motiva ya que es alguien "compenetrado del temor del Señor". De modo que uno puede decir:
"¿Quiere usted estar ausente del cuerpo e instantáneamente presente con Cristo? ¡Magnífico1 ¡Bien
por usted! Pero lo que va a pasar cuando usted esté ausente del cuerpo y presente con Cristo-como
muestra este pasaje-es el juicio particular, en el cual usted rendirá cuenta de cada uno de sus hechos
y sus obras serán probadas en el fuego".

En cualquier caso, la primera cosa que usted debería señalar a un protestante que recurre al "ausente
del cuerpo/presente con Jesús" es "Eso no es lo que Pablo dijo. Lo que él realmente dijo es que él
'preferiría estar fuera del cuerpo y presente con el Señor'. Pero hay una gran distancia entre la
afirmación 'Deseo A y B' y la afirmación 'Todo el que hace A instantáneamente hará B', y más aún 'A
es B'!"

La segunda cosa que usted debería señalar es: "¡Eh! Recuerde: el purgatorio puede ser instantáneo.
De modo que si estuviéramos instantáneamente en la presencia de Cristo luego de la muerte
(contrariamente a la ilustración de Cristo de ser llevados por ángeles a nuestro destino), ¿qué hay con
eso? Esto no hace diferencia alguna en la posición católica, ya que el tiempo no funciona de la misma
manera en el más allá, y el purgatorio podría ser simplemente una transformación instantánea "en un
abrir y cerrar de ojos".

8. "ORAR POR LAS PERSONAS EN EL PURGATORIO NO TIENE


SENTIDO".

Una de las cosas que los protestantes encuentran difíciles de entender, especialmente si están
conscientes del hecho de que el purgatorio puede no transcurrir en el tiempo, es la práctica de orar
por los que están siendo santificados. Preguntarán: "Si uno ha muerto y el tiempo de hallar el perdón
ha pasado, ¿cómo puede la oración hacer alguna diferencia? Y si la purificación no transcurre en el
tiempo, ¿cómo puede usted orar por ella luego de que ha ocurrido?"

En respuesta a la primera pregunta, recuerde lo que es el purgatorio: La etapa final de santificación.


Ahora bien, la santificación puede ser dolorosa o no dolorosa (usualmente lo primero), incluyendo su
etapa final. Por lo tanto, así como podemos orar por otros en esta vida para que sean hechos santos
más rápidamente o de manera no dolorosa, del mismo modo podemos orar por los que están en la
etapa final de santificación para que sean hechos santos más rápidamente o de manera no dolorosa.

Considere una analogía: Supongamos que usted tiene un amigo que ingresa al ejército y está en el
campo de entrenamiento. Ahora bien, (teóricamente) todo el que ingresa al ejército debe ser llevado
a un cierto nivel de excelencia física, que es el propósito del campo de entrenamiento. No importa
desde dónde empezó, el propósito del entrenamiento es llevarlo a ese nivel de excelencia física.

Esto es lo que hace el purgatorio. El purgatorio es el campo de entrenamiento del cielo. El propósito
del purgatorio es llevarlo a usted al nivel de excelencia espiritual necesaria para experimentar toda la
fuerza de la presencia de Dios. No importa desde dónde empezó, no habrá pecado en el cielo y usted
tiene que ser llevado a ese nivel durante la santificación final, antes de ser glorificado con Dios en el
cielo.

Ahora bien, cuando usted tiene un amigo en el campo de entrenamiento, ya sea el entrenamiento
físico aquí en la tierra o el entrenamiento espiritual en el más allá, usted puede orar por él para que
el entrenamiento le resulte fácil, para que sea llevado al nivel de excelencia que necesita en la manera
menos dolorosa posible. Puede o no acortar su tiempo en el campo (de hecho, en los Estados Unidos
el campo de entrenamiento del ejército tiene una duración fija), pero usted puede igualmente orar
para que le resulte más fácil mientras es llevado al nivel en que necesita estar.

Con respecto a la segunda pregunta, acerca de cómo podemos orar por alguien si su purificación fue
instantánea, no hay ninguna diferencia con orar por cualquier evento pasado. Dios está fuera del
tiempo y por lo tanto conoce su pedido desde toda la eternidad, lo que significa que puede aplicar su
pedido a cualquier período de tiempo en que éste sea relevante.

Por eso muchos ministros protestantes, pensando en alguien que acaba de morir y cuya profesión de
fe fue dudosa, dirán: "¡Oh, Señor, si es tu voluntad, que haya puesto su fe en tu Hijo antes de morir!"

Similarmente, muchos laicos protestantes, cuando corren angustiosamente a casa porque un terrible
accidente ha ocurrido y tienen miedo de que, por ejemplo, su hija esté muerta, orarán: "¡Oh señor,
cuando llegue allí, que no esté muerta! ¡Que no esté muerte, oh Señor!" Por supuesto, o está o no
está. Ya ha muerto o no ha muerto. Pero como Dios está fuera del tiempo y oye todos nuestros pedidos
simultáneamente, sigue siendo racional pedirle que no haya permitido que algo le ocurriera mientras
estábamos ausentes.

C.S.Lewis, el conocido autor protestante, habla acerca de la oración por eventos pasados, bastante
extensamente en sus escritos, y puntualiza que la única vez en que es irracional orar por un evento
pasado es cuando uno sabe que no fue la voluntad de Dios responder a la oración, porque uno ya
sabe cómo sucedió el hecho. Por eso sería irracional orar para que Abraham Lincoln no sea asesinado,
pues ya sabemos que lo fue, o sería irracional orar para que los nazis perdieran determinada batalla
en la segunda guerra mundial si uno ya sabe que ganaron esa batalla. En esos casos es irracional orar
porque uno ya sabe la voluntad de Dios en esa materia y sabe que no fue la voluntad de uno. Pero en
tanto y en cuanto uno no conozca cuál es la voluntad de Dios con respecto a algo, sea pasado, presente
o futuro, sigue siendo racional orar.

Por lo tanto, si llega a ser que el purgatorio es instantáneo en el momento de la muerte, sigue siendo
racional orar para que esa santificación final haya sido más fácil para los que la experimentaron, de
la misma manera en que es racional que un ministro protestante presente en un funeral, ore así en su
corazón, "¡Oh Señor, que este hombre haya puesto su confianza en tu Hijo!"

9. "CONTRADICE LA SUFICIENCIA DE LA OBRA DE CRISTO".

Bien. La idea aquí es que ya que el purgatorio involucra sufrimiento, debe de alguna manera
contradecir los sufrimientos de Cristo e implicar que éstos no fueron suficientes.

¡No es así!

Recuerde: el purgatorio es simplemente la etapa final de la santificación. La santificación en esta vida


involucra el dolor, "porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo" [y]
"toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría" (Hebreos 12, 6.11),
sin embargo nadie dice que ese sufrimiento contradiga los sufrimientos de Cristo. De la misma
manera, el sufrimiento durante la santificación final de ninguna manera contradice los sufrimientos
de Cristo ni implica que sean insuficientes.

¡Muy por el contrario! El hecho es que el sufrimiento que experimentamos en la santificación en esta
vida, es algo que recibimos a causa del sacrificio de Cristo por nosotros. Sus sufrimientos pagaron el
precio para que nosotros fuéramos santificados, y sus sufrimientos pagaron el precio para toda
nuestra santificación-tanto la parte inicial como la final. ¡Por eso, en primer lugar, es a causa del
sacrificio de Cristo que recibamos la santificación final! Si él no hubiera sufrido, no se nos daría la
santificación final (ni la glorificación a la que lleva), sino que iríamos directamente al infierno. Por lo
tanto, el purgatorio no implica que los sufrimientos de Cristo fueron insuficientes; ¡más bien el hecho
de que se nos dé la santificación final del purgatorio es a causa de los sufrimientos de Cristo!

10. "ES COMPLETAMENTE ANTIBÍBLICA".

Lo que hemos dicho hasta ahora debería revelar la falsedad de este cargo. El purgatorio no es de
ninguna manera una doctrina antibíblica. Más bien, es completamente bíblica con fundamentos tanto
implícitos como explícitos. Implícitamente, puede ser derivada de los principios bíblicos de que
seguimos pecando hasta la muerte pero no habrá pecado en la gloria. Por lo tanto entre la muerte y
la gloria debe haber una purificación.

Explícitamente, no solamente tenemos el testimonio de pasajes como el de 2 Macabeos 12, sino


también el testimonio de pasajes que describen nuestra responsabilidad ante Cristo en el juicio
particular, incluyendo la descripción especialmente vívida de alguien escapando a través de las llamas
en 1 Corintios 3, 11-15.

El mismo Jesús agrega a esto cuando habla en Mateo 12, 32 acerca de un pecado que no será
perdonado en esta vida ni en la venidera, implicando que algunos pecados (los pecados veniales de
los que no nos hayamos arrepentido antes de nuestra muerte) serán perdonados cuando nos
arrepintamos en el primer instante de nuestra vida de ultratumba.

Más aún, en Mateo 5, 25-26, Jesús nos dice: "Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu
adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al
guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último
centavo".

En esta parábola Dios es el juez, y si no nos hemos reconciliado con nuestro prójimo antes de ver a
Dios, Dios nos pedirá cuentas por el mal que les hicimos. Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando
dice que Dios tomará venganza por nosotros, por lo que no debemos tomarla nosotros mismos,
porque Dios defenderá la causa de los pobres y de las viudas. Cada vez que una persona pobre o una
viuda (o cualquier otra persona) es oprimida o se le hace injusticia, Dios pedirá cuentas al opresor por
lo que hizo-a menos que la persona oprimida libremente elija perdonar al ofensor. En ese caso, Dios
no pedirá cuentas al ofensor por el mal que hizo a nivel humano (es decir, contra el ser humano con
el que fue injusto), pero a menos que hayamos obtenido el perdón de Dios por el mal que hicimos
contra Dios, seguirá pidiéndonos cuenta por eso.

Por eso en nuestros pecados contra otros hay dos dimensiones-la humana, por la cual pecamos contra
nuestro prójimo en ese acto, y la divina, por la cual pecamos contra Dios en ese acto. Por eso el robo
es un pecado contra nuestro prójimo de quien robamos, y un pecado contra Dios, cuya ley violamos.
Debemos obtener el perdón de Dios por el aspecto divino de nuestro pecado, pero, como Jesús nos
dice en Mateo 5, 25-26, debemos obtener perdón por el aspecto humano de nuestro pecado, del ser
humano contra el cual pecamos. Si no lo hacemos, Dios nos pedirá cuentas.
Por supuesto, como los humanos son seres finitos, nuestros pecados contra ellos sólo pueden merecer
un castigo finito (comparado con nuestros pecados contra Dios, que es un ser infinito, de modo que
nuestros pecados contra él pueden merecer un castigo infinito). Como este castigo es finito, tiene que
ser temporario (ya que un castigo eterno es infinito ya que involucra la recepción de dolor durante un
período infinito de tiempo). Pero si este castigo que recibiremos cuando seamos juzgados por Dios
(según la parábola de Jesús) es temporario, entonces es el purgatorio. Por eso Jesús dice "No saldrás
de allí hasta que hayas pagado el último centavo", porque llegará un momento en que se termine el
castigo finito debido a la dimensión humana y finita de sus pecados.

En cualquier caso, se ha dicho más que suficiente para mostrar la inexactitud del cargo de que el
purgatorio es una doctrina antibíblica. En realidad, está firmemente enraizada en la Escritura.

11. "NINGÚN PROTESTANTE PODRÍA CREER EN ELLA".

Lo siento, pero esto también es falso. Hay protestantes que creen en el purgatorio. Uno que fue muy
explícito acerca de él fue C.S.Lewis. En sus Cartas a Malcom, escribió:

"Claro que oro por los muertos. La acción es tan espontánea, tan inevitable, que sólo el caso teológico
más compulsivo contra ella podría detenerme. Y apenas sé cómo podría sobrevivir el resto de mis
oraciones si las que son por los muertos fueran prohibidas. A nuestra edad, la mayoría de los que
más amamos están muertos. ¿Qué clase de relación podría tener con Dios si no pudiera mencionarle
lo que más amo?"

"Yo creo en el purgatorio... Nuestras almas demandan el purgatorio, ¿o no? ¿Acaso no nos partiría el
corazón si Dios nos dijera, 'Es cierto, hijo, que tienes mal aliento y que tus harapos chorrean barro y
limo, pero aquí somos caritativos y nadie te molestará por estas cosas, ni se apartará de ti. Entra al
gozo'? Acaso no le responderíamos, 'Con todo respeto, señor, y si no hay objeción, yo preferiría ser
limpiado primero'? "Sabes que puede ser doloroso'-"Aún así, señor'."

"Supongo que el proceso de purificación normalmente involucrará sufrimiento. En parte por tradición;
en parte porque la mayoría de lo que se me ha hecho de verdaderamente bueno, lo ha involucrado.
Pero no pienso que el sufrimiento sea el propósito de la purificación. Puedo creer bien que personas
no mucho peores ni mucho mejores que yo sufrirán menos o más que yo... el tratamiento dado será
el que sea necesario, sea que duela poco o mucho".

"Mi imagen favorita en esta materia viene de la silla del dentista. Espero que cuando me sea extraído
el diente de la vida y esté 'recobrándome', una voz dirá 'Enjuáguese la boca con esto'. Esto será el
purgatorio. El enjuague puede durar más tiempo de lo que ahora me imagino. Su gusto puede ser más
ardiente y astringente de lo que mi sensibilidad actual podría soportar. Pero... [no] será asqueroso ni
impío".

Pero más allá de protestantes como Lewis, que abiertamente admiten su creencia en el purgatorio,
puede decirse que los protestantes en general creen en el purgatorio, y simplemente no lo llaman así.
Ya que todo protestante histórico admitirá que nuestro continuo pecar en esta vida no continúa en el
cielo. De hecho, insistirán bastante en que aunque nuestra santificación no es completa en esta vida,
será completada (instantáneamente, dicen) tan pronto como esta vida termine. ¡Pero eso es lo que es
el purgatorio!-la santificación final, la purificación. Por lo tanto es permisible decir que muchos
protestantes creen en el purgatorio sin darse cuenta.

UN MOVIMIENTO POSITIVO

Todas estas reflexiones ayudan a que entendamos como responder a los desafíos que un protestante
puede hacer a la doctrina del purgatorio. Sin embargo, ya que son refutaciones, no constituyen en sí
mismos una explicación positiva de la doctrina para los protestantes. Si uno quiere hacer eso-hacer
una explicación de la doctrina más bien que explicar por qué fallan las objeciones a ella, entonces se
deberían anudar las reflexiones anteriores y decir algo como esto:

"El purgatorio es el nombre que los católicos dan a la purificación final que ocurre al final de la vida.
Como aún pecamos en esta vida, pero no pecaremos cuando estemos en la gloria, entre la muerte y
la glorificación debe haber una purificación. Esto es algo que incluso los protestantes admiten. El
purgatorio es entonces la etapa final de nuestra santificación. Es nuestra transición a la gloria. A través
de toda la vida cristiana Dios está purificando nuestros corazones, dándonos mayor santidad, pero
este proceso santificador no está completo (ni nada que se le parezca) hasta el final de nuestra vida.
Por eso lo que Dios no quiso darnos en esta vida, quiere dárnoslo una vez que morimos.

"El único punto adicional en el cual la Iglesia Católica insiste con respecto a la purificación final es
que, como la santificación en esta vida, puede involucrar dolor o incomodidad, y que, al igual que
cuando alguien está siendo santificado en esta vida, podemos orar por alguien que esté siendo
santificado en el purgatorio. La Iglesia no enseña que el purgatorio ocurra en una región especial del
más allá, ni siquiera que ocurra a través del tiempo, ya que tenemos muy poca idea de cómo funciona
el tiempo en el más allá, y el purgatorio puede ser instantáneo desde nuestro punto de vista".

Puede entonces respaldar esto con los versículos bíblicos y otro material que hemos discutido. En
general, debería usar el término "santificación" en lugar de "purificación" o "purga", porque
"santificación" es un término que los protestantes entienden y con el cual están cómodos. Expresando
la doctrina en términos de santificación se les hace más comprensible y derriba muchas de sus
objeciones clave (por ejemplo, la idea de que el purgatorio implica que los sufrimientos de Cristo
fueron insuficientes).

Por eso es útil hablar acerca de las almas siendo santificadas en el purgatorio y describir el purgatorio
como la etapa final de la santificación. Si hace esto, hará la conversación mucho más fluida, hablando
en el idioma de la persona con quien está hablando, en lugar de insistir en que él se avenga a usar el
idioma de usted, cuando apenas está familiarizado (y muy escéptico, si es que no altamente hostil)
con la idea que usted está expresando.

Adicionalmente, hay un par de puntos adicionales que usted debería hacer en su explicación, ya que
muchos protestantes están confundidos acerca de ellos.
¡EL PURGATORIO NO ES UN DESTINO INTERMEDIO!

Primero, debería explicar que el purgatorio no es un estado intermedio entre el cielo y el infierno. Esto
favorece que los protestantes piensen acerca de él no sólo como un lugar distinto en el más allá (¡algo
que la Iglesia no enseña!) sino, aún peor, que el purgatorio es un destino intermedio entre el cielo y
el infierno. Esto es totalmente falso, y debería enfatizarles muy fuertemente a los protestantes que
todo el que va al purgatorio va al cielo. De hecho, la razón por la que uno va al purgatorio es para que
pueda ser adaptado para la vida en el cielo. El purgatorio entonces constituye el salón de belleza del
cielo, el lugar donde uno va para ser acicalado antes de ser conducido al Salón del Trono.

Por esta razón, debería evitar totalmente cualquier expresión como "El purgatorio es donde va uno
cuando no es tan malo como para el infierno pero no tan bueno como para el cielo". Este lenguaje,
además de sonar legalista, también hará que un protestante piense que el purgatorio es algún tipo de
destino intermedio en lugar de un fenómeno temporario. En su lugar, use el lenguaje que usa la
Iglesia:

"Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque estén
seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la
santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo." (Catecismo de la Iglesia Católica, 1030)

Así, se debe poner el énfasis donde corresponde, en la purificación incompleta de la persona, más
bien que decir "no suficientemente bueno", lo que implica (al menos para los oídos protestantes) un
modo legalista de ganar el cielo.

LOS GOZOS DEL PURGATORIO

Para mejor romper las barreras protestantes a la comprensión de la doctrina, señale que la Iglesia de
ninguna manera enseña que el purgatorio sea exclusivamente dolor. De hecho, algunos de los más
grandes santos y teólogos han enfatizado que, ya que el alma está en mayor unión con Dios que aquí
en la tierra, experimenta consecuentemente mayores gozos. Por eso Santa Catalina de Siena escribió:

"Dios inspira al alma en el purgatorio un movimiento tan ardiente de amor devoto que sería suficiente
para aniquilarla si no fuera inmortal. Iluminada e inflamada por esta pura caridad, cuando más ama a
Dios, más detesta la menor mancha que le desagrade, el menor defecto que impide su unión con él".

También escribió:

"Fuera de la felicidad de los santos en el cielo, pienso que no hay gozo comparable con el de las almas
en el purgatorio. Una incesante comunicación con Dios hace que su felicidad sea cada día más intensa,
y esta unión con Dios crece más y más íntimamente, a medida que los impedimentos a esa unión, que
existen en el alma, son consumidos. Estos obstáculos... son, por decirlo así, como el óxido y los restos
del pecado; y el fuego continúa consumiéndolos, y así el alma gradualmente se expande bajo la
influencia divina. Así, a medida que el óxido disminuye y el alma yace al descubierto bajo los rayos
divinos, la felicidad aumenta. Uno aumenta y el otro disminuye hasta que el tiempo de tribulación
termina... Con respecto a la voluntad de estas almas, nunca pueden decir que estos dolores sean
dolores, tan grande es su conformidad con la voluntad de Dios, con la que sus voluntades están unidas
en perfecta caridad".

De hecho, las almas en el purgatorio tienen un gran número de motivos para el gozo: (a) libertad del
hecho de cometer pecados, (b) libertad del deseo de pecar, (c) mayor unión con Dios y Cristo, (d)
certeza de la salvación final de una manera no posible en esta vida, (e) una apreciación final y completa
de cuán misericordioso Dios ha sido con uno, (f) una apreciación final y completa de cuánto Dios lo
ama a uno, (g) el amor puro y libre al fin, que sentiremos por Dios y por otros, (h) recompensas
parciales que pueden ser dadas en anticipación de la entrada en la gloria total del cielo al final del
purgatorio.

Lo que es más, no hay ninguna enseñanza de que los dolores del purgatorio sobrepasen los gozos
del purgatorio. Como dice Santa Catalina, "nunca pueden decir que estos dolores sean dolores, tan
grande es su conformidad con la voluntad de Dios, con la que sus voluntades están unidas en perfecta
caridad". Puede ser (y en mi opinión, es muy probable) que el dolor de ver alguna de nuestras obras
convertirse en humo sea más que balanceado por el gozo de ver algunas de ellas permanecer y oír
internamente, "Bien hecho, buen y fiel siervo", de parte de la siempre amante e infinitamente buena
Fuente de nuestra redención, nuestra vida, y nuestra misma existencia.

MANTENGA LA DOCTRINA EN PERSPECTIVA

Finalmente, encarezca a su hermano o hermana protestante a mantener la doctrina del purgatorio en


perspectiva. Los protestantes frecuentemente sienten (como yo lo sé, ya que yo fui uno de ellos) que
los católicos ponen mucho énfasis en determinadas doctrinas, como lo hace la literatura protestante
anticatólica. Así, por ejemplo, cuando un protestante piensa en un católico, más frecuentemente
piensa acerca de él como alguien que cree en el purgatorio y no como alguien que cree en la Trinidad,
y puede erróneamente pasar a pensar que el purgatorio es una doctrina más importante para un
católico, que la Trinidad.

Por eso, como las polémicas protestantes anticatólicas se enfocan en áreas de (real o aparente)
desacuerdo con los católicos, estas áreas asumen una mayor prominencia en la mente protestante y
la llevan a una visión distorsionada de qué tan importantes determinadas doctrinas son para los
católicos. Así, los protestantes frecuentemente imaginan que el catolicismo es una religión de nada
más que santos y estatuas y cuentas del Rosario y obras y penitencias y purgatorio y sufrimiento y un
montón de cosas menores.

Al hacer esto, están colando mosquitos pero tragándose camellos, perdiéndose "las cosas más
pesadas" de la fe católica y lo que es más importante para los católicos. El catolicismo es en realidad
una religión de Dios y Cristo y la Trinidad y redención y perdón y fe y gracia y gozo, como es ilustrado
por el hecho de que si usted va a Misa y simplemente escucha las oraciones oficiales de la Iglesia,
usted oye mucho más acerca de Dios y Cristo y gracia y gozo que lo que oye acerca de santos y
estatuas y cuentas y purgatorio.

Esto debería ser señalado, fuerte y repetidamente, a un hermano protestante, para que tenga una
mejor comprensión de la esencia de la enseñanza católica y la vida católica, en lugar de suponer que
la discusión que oye en el tratamiento protestante del tema es representativa del énfasis que los
católicos mismos ponen en esas materias.

A tal fin, sería beneficioso mostrarle realmente la sección acerca del purgatorio en el Catecismo de la
Iglesia Católica, ya que son sólo tres párrafos de 750 páginas que explican de qué se trata la fe. Para
esto, cerremos simplemente mirando las sección sobre el purgatorio en el Catecismo y dejando que
la Iglesia hable por sí misma:

LA PURIFICACIÓN FINAL, O PURGATORIO

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque
estén seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener
la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta
del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre
todo en los Concilios de Florencia (cf DS 1304) y de Trento (cf DS 1820; 1580). La tradición de la
Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de
un fuego purificador:

"Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador,
según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia
contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta
frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el
siglo futuro" (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).

1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla
la Escritura: "Por esto mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos,
para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha
honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio
eucarístico (cf DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La
Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los
difuntos:

"Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el
sacrificio de su padre (cf Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los
muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en
ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. In 1 Cor. 41, 5).
Introducción a las indulgencias
Para conocer los fundamentos y verdadera doctrina.

Por Jimmy Akin


Tradujo Daniel Cotarelo García

Introducción

Seguramente usted ha oído decir muchas veces: "Los católicos solían creer en las indulgencias, pero
actualmente ya no creen en ellas." Esta afirmación se oye de labios de muchos católicos, incluso de
algunos sacerdotes. Se dice con cierta incomodidad y como deseando cerrar un capítulo de la
historia de la Iglesia, con el cual muchos católicos se sienten incómodos.

Los que alegan que las indulgencias ya no son parte de la enseñanza de la Iglesia tienen el
admirable deseo de distanciarse de los abusos que ocurrieron alrededor de la época de la Reforma
Protestante. También desean remover obstáculos que impiden a los no católicos tener una visión
positiva de la Iglesia. Pese a lo admirable que puedan ser estos motivos, la afirmación de que las
indulgencias no forman parte de la enseñanza actual de la Iglesia, es falsa.

Esto queda probado por el Catecismo de la Iglesia Católica, que afirma: "Las indulgencias se
obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concebido por Cristo
Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos
para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus
pecados." La Iglesia no hace esto solamente para ayudar al cristiano, sino también para "impulsarlo
a hacer obras de piedad, de penitencia y de caridad." (Catecismo de la Iglesia Católica, 1478)

Las indulgencias son parte de la enseñanza infalible de la Iglesia. Esto significa que ningún católico
está en libertad de ignorarlas o descreer de ellas. El Concilio de Trento estableció que "sean anatema
quienes dicen que las indulgencias son inútiles o que la Iglesia no tiene poder para concederlas". El
anatema de Trento coloca a las indulgencias en el campo de la enseñanza infaliblemente definida.

No era ésta la primera vez que un concilio ecuménico discutía el tema de las indulgencias -–la
primera vez fue en 1415, cuando el Concilio de Constanza afirmó la práctica–- pero en Trento la
doctrina fue proclamada infaliblemente por primera vez.

El uso piadoso de las indulgencias se remonta a siglos atrás, mucho antes del Concilio de
Constanza, hasta los primeros días de la Iglesia. Los principios sobre los que se apoyan las
indulgencias se remontan a la Biblia misma. Los católicos que se sienten incómodos con respecto a
las indulgencias no se dan cuenta de cuán bíblicas son. Los principios que subyacen tras las
indulgencias están tan claros en las Escrituras, como aquellos sobre los que se basan otras doctrinas
más familiares, como la Trinidad.

Antes de examinar más de cerca estos principios, deberíamos definir las indulgencias. En su
constitución apostólica sobre las indulgencias, el Papa Pablo VI dijo: "Una indulgencia es una
remisión ante Dios, de la pena temporal debida por pecados cuya culpa ya ha sido perdonada, que
el fiel cristiano debidamente dispuesto obtiene bajo ciertas condiciones definidas a través de la
ayuda de la Iglesia, cuando ésta, como ministro de la Redención, dispensa y aplica con autoridad el
tesoro de satisfacciones ganado por Cristo y los santos."

Esta definición técnica puede expresarse más simplemente de este modo: "Una indulgencia es lo que
recibimos cuando la Iglesia disminuye la pena temporal a la que pudiéramos estar sujetos aunque
nuestros pecados hayan sido perdonados." Para entender esta definición, debemos examinar los
principios bíblicos subyacentes tras las indulgencias.

Principio 1: El pecado acarrea culpa y castigo.

Cuando una persona peca, esto le acarrea ciertas consecuencias: la consecuencia de la culpa y la
consecuencia del castigo. La Escritura habla de la primera cuando describe a la culpa como
adhiriéndose a nuestras almas, y haciéndolas descoloridas e impuras ante Dios: "Venid, pues, y
disputemos –dice Yahveh–-: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán.
Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán" (Isaías 1, 18).

Esta idea de la culpa adhiriéndose a nuestras almas aparece en textos que describen el perdón como
una limpieza o lavado y el estado de nuestras almas perdonadas como limpias y blancas: "Lávame a
fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame... Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y
quedaré más blanco que la nieve" (Salmo 51, 4.9).

No sólo incurrimos en culpa, sino también en la pena de castigo cuando pecamos: "Pasaré revista al
orbe por su malicia y a los malvados por su culpa. Haré cesar la arrogancia de los insolentes, y la
soberbia de los desmandados humillaré" (Isaías 13, 11). El juicio atañe incluso a las cosas más
pequeñas: "Porque toda obra la emplazará Dios a juicio, también todo lo oculto, a ver si es bueno o
malo." (Eclesiastés 12, 14).

Principio 2: Los castigos son tanto temporales como eternos.

La Biblia enseña que algunos castigos son eternos, durando para siempre, pero otros son
temporales, durando sólo un tiempo. El castigo eterno es mencionado en Daniel 12, 2: "Muchos de
los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el
oprobio, para el horror eterno."

Normalmente nos centramos en las penas eternas del pecado, porque son las más importantes, pero
la Escritura enseña que las penas temporales son reales y se remontan al primer pecado cometido
por los seres humanos: "A la mujer le dijo: ‘Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con
dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará.’

"Al hombre le dijo: ‘Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había
prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los
días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu
rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al
polvo tornarás.’" (Génesis 3, 16-19).
Principio 3: Las penas temporales pueden permanecer cuando un
pecado es perdonado.

Cuando alguien se arrepiente, Dios quita su culpa ("Así fueren vuestros pecados como la grana, cual
la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán" [Isaías 1, 18]) y todo
castigo eterno ("¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él
salvos de la cólera!" [Romanos 5, 9]), pero las penas temporales pueden permanecer. Un pasaje que
demuestra esto es 2 Samuel 12, en el cual el profeta Natán confronta a David con su adulterio.
"David dijo a Natán: ‘He pecado contra Yahveh.’ Respondió Natán a David: ‘También Yahveh perdona
tu pecado; no morirás. Pero por haber ultrajado a Yahveh con ese hecho, el hijo que te ha nacido
morirá sin remedio.’" (2 Samuel 12, 13-14). Dios perdonó a David, hasta el punto de salvar su vida,
pero David todavía tuvo que sufrir la pérdida de su hijo además de otros castigos temporales.

En Números leemos: "Moisés respondió a Yahveh: ‘... Si haces perecer a este pueblo como un solo
hombre, dirán los pueblos que han oído hablar de ti: Yahveh, como no ha podido introducir a ese
pueblo en la tierra que les había prometido con juramento, los ha matado en el desierto...’ Dijo
Yahveh: ‘Le perdono, según tus palabras. Pero, vivo yo ... que ninguno de los que ... no han
escuchado mi voz, verá la tierra que prometí con juramento a sus padres.’" (Números 14, 13-23)
Dios afirma que, aunque perdonaba al pueblo, les impondría una pena temporal al impedirles entrar
a la tierra prometida.

Más tarde, a Moisés, que es evidentemente uno de los salvados (ver Mateo 17, 1-5), se le dice que
sufrirá una pena temporal: "Dijo Yahveh a Moisés y Aarón: ‘Por no haber confiado en mí,
honrándome ante los israelitas, os aseguro que no guiaréis a esta asamblea hasta la tierra que les
he dado.’" (Números 20, 12; cf. 27, 12-14).

Los protestantes frecuentemente niegan que las penas temporales permanezcan luego del perdón
de los pecados, pero en la práctica lo reconocen — por ejemplo, cuando insisten en que la gente
devuelva las cosas robadas. Los ladrones pueden ser perdonados, pero deben ocuparse de la
restitución.

Los protestantes se dan cuenta de que, si bien Jesús pagó ante Dios el precio por nuestros pecados,
no nos relevó de nuestra obligación de reparar lo que hemos hecho. Admiten totalmente que si
usted robó el automóvil de alguien, debe devolverlo; no basta simplemente con arrepentirse. El
perdón de Dios (¡y el del hombre!) no incluye el permitirle quedarse con el auto robado.

Los protestantes también admiten el principio en la práctica, al tratar el tema de la muerte. La


Escritura dice que el pecado entró en el mundo a causa del pecado original (Génesis 3,22-24;
Romanos 5, 12). Cuando venimos a Dios por primera vez somos perdonados, y cuando pecamos
más tarde podemos ser perdonados, no obstante lo cual eso no nos libera de la pena de la muerte
física. Incluso los perdonados mueren; una pena permanece luego de que nuestros pecados son
perdonados. Esta es una pena temporal, ya que la muerte física es temporaria y seremos resucitados
(Daniel 12, 2).
Un protestante podría decir que Dios da penas temporales para enseñar una lección al pecador,
haciendo que las penas sean una disciplina más bien que un castigo. Hay tres respuestas a esto: 1)
nada en los textos anteriores dice que sean disciplinas, 2) un católico también podría llamarlas
disciplinas, y 3) no hay nada malo en llamarlas "castigos", ya que "disciplinar" a un niño, en el habla
habitual, es sinónimo de castigar a un niño.

Como Greg Krehbiel, un protestante que ha escrito para This Rock, lo indica en un artículo de
circulación privada, la idea de que todas las penas temporales se desvanecen cuando uno es
perdonado "es el error central del ‘evangelio de la salud y riqueza’, es decir ‘Jesús se llevó mi
pobreza y enfermedad, de modo que debería estar sano y rico.’"

El católico tiene buenos fundamentos para sostener que las penas temporales pueden permanecer
luego de que un pecado es perdonado. La Iglesia ha mostrado esto desde sus primeros siglos, y por
medio de actos de penitencia prescriptos como parte del sacramento de reconciliación.

Principio 4: Dios bendice a determinadas personas como


recompensa a otras.

Supongamos que un padre ora por su hijo seriamente enfermo y dice: "¡Amado Señor, si yo te he
agradado, por favor sana a mi hijo!" El padre está pidiendo que su hijo sea sanado domo
recompensa al hecho de que él (el padre) ha agradado a Dios. Intuitivamente reconocemos que ésta
es una oración válida que a veces Dios contesta positivamente. Pero no necesitamos quedarnos en
nuestras intuiciones: la Escritura confirma este hecho.

Luego de que Abraham libró una batalla a favor del Señor, Dios le habló en una visión y dijo: "‘No
temas, Abram [Abraham]. Yo soy para ti un escudo. Tu premio será muy grande.’ Dijo Abram: ‘Mi
Señor, Yahveh, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?’ Dijo Abram: ‘He aquí que no me has dado
descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar’. Mas he aquí que la palabra de Yahveh le
dijo: ‘No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas.’ Y sacándole afuera,
le dijo: ‘Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas.’ Y le dijo: ‘Así será tu descendencia.’
Y creyó él en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia." (Génesis 15, 1-6). Dios prometió a Abraham
una recompensa – una multitud de descendientes que de otro modo no hubieran nacido. Estas
personas recibieron un gran don –el don de la vida– porque Dios recompensó al patriarca.

Más adelante dios dijo a Abraham que de él saldrían naciones y reyes, que Dios haría un pacto con
sus descendientes, y que ellos heredarían la tierra prometida (Génesis 17, 6-8). Todas estas
bendiciones vinieron sobre los descendientes de Abraham como recompensa de Dios a él.

Este principio también está en el Nuevo Testamento. Pablo nos dice que "en cuanto a la elección [los
judíos son] amados en atención a sus padres" (Romanos 11, 28); el principio se encuentra también
en pasajes en los que una persona se acerca a Jesús pidiendo la curación o el exorcismo de otra,
como en la historia de la mujer cananea (Mateo 15, 22-28).
Principio 5: Dios remite las penas temporales de algunos como
recompensa a otros.

Cuando Dios bendice a una persona como recompensa a otra, a veces la bendición específica que da
es una reducción de las penas temporales a las cuales la primera persona está sujeta. Por ejemplo,
el corazón de Salomón fue desviado del Señor hacia el final de su vida, y Dios prometió arrancarle el
reino como resultado. "Yahveh dijo a Salomón: ‘Porque de tu parte has hecho esto y no has
guardado mi alianza y las leyes que te ordené, voy a arrancar el reino de sobre ti y lo daré a un
siervo tuyo. No lo haré sin embargo en vida tuya por causa de David tu padre; lo arrancaré de mano
de tu hijo. Tampoco arrancaré todo el reino; daré una tribu a tu hijo, en atención a David, mi siervo,
y a causa de Jerusalén que he elegido.’" (1 Reyes 11, 13-13). Dios disminuyó la pena temporal de
dos maneras: difiriendo el retiro del reino hasta los días del hijo de Salomón y dejando una tribu
(Benjamín) bajo Judá.

Dios fue claro acerca de por qué hacía esto: no a causa de Salomón, sino "por causa de David tu
padre". Si David no hubiera agradado a Dios, y si Dios no le hubiera prometido ciertas cosas en
relación con su reino, Dios le hubiera quitado a Salomón el reino entero, y lo hubiera hecho durante
la vida de Salomón. Éste es un ejemplo de Dios disminuyendo un castigo en atención a uno de sus
santos.

Es fácil pensar en otros ejemplos. Dios prometió a Abraham que, si podía encontrar un cierto
número de justos en Sodoma, estaba dispuesto a diferir la destrucción temporal (y eterna) de la
ciudad en atención a esos justos. (Génesis 18, 16-33).

Pablo escribió: "En cuanto al Evangelio, [los judíos] son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto
a la elección amados en atención a sus padres. Que los dones y la vocación de Dios son
irrevocables" (Romanos 11, 28-29). Pablo indicaba que sus contemporáneos judíos eran tratados
más favorablemente de lo que de otro modo hubieran sido tratados (los dones y la vocación de Dios
no fueron quitados de ellos) porque sus antepasados eran amados de Dios, que les dio dones
irrevocables (los que son enumerados en Romanos 9, 4-5).

Principio 6: Dios remite castigos temporales a través de la Iglesia.

Dios utiliza a la Iglesia cuando remite penas temporales. Ésta es la esencia de la doctrina de las
indulgencias. Antes habíamos definido a las indulgencias como "lo que recibimos cuando la Iglesia
disminuye la pena temporal a la que pudiéramos estar sujetos aunque nuestros pecados hayan sido
perdonados". Los miembros de la Iglesia tomaron conciencia de este principio a través del
sacramento de la penitencia. Desde el comienzo, actos de penitencia fueron asignados como parte
del sacramento, porque la Iglesia reconoció que los cristianos tienen que afrontar las penas
temporales, como la disciplina de Dios y la necesidad de compensar a aquellos a quienes nuestros
pecados han perjudicado.

En la Iglesia primitiva las penitencias a veces eran severas. Por pecados serios, como la apostasía, el
asesinato, y el aborto, las penitencias podían extenderse por años, pero la Iglesia reconoció que los
pecadores arrepentidos podían acortar sus penitencias agradando a Dios mediante actos piadosos o
caritativos que expresaban el arrepentimiento y el deseo de compensar su pecado.

La Iglesia también reconoció que la duración de las penas temporales podía ser acortada mediante
la intervención de otras personas que hubieran agradado a Dios (principio 5). A veces un confesor o
alguien próximo a ser martirizado intervenía y pedía, como recompensa para el confesor o el mártir,
que el penitente viera disminuido su tiempo de disciplina. Fue así como la Iglesia reconoció su
función de administrar las penas temporales (principio 6); esta función era simplemente parte del
ministerio del perdón que Dios había dado a la Iglesia en general.

La Escritura dice que Dios dio la autoridad de personar los pecados "a los hombres" (Mateo 9, 8) y a
los ministros de Cristo en particular. Jesús les dijo: "Como el padre me envió, también yo os envío.
... Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se
los retengáis, les quedan retenidos" (Juan 20, 21-23).

Si Cristo dio a sus ministros la capacidad de perdonar las penas eternas del pecado, ¡cuánto más
tendrían la capacidad de remitir las penas temporales del pecado! Cristo también prometió a su
Iglesia el poder para atar y desatar en la tierra, diciendo: "Yo os aseguro: todo lo que atéis en la
tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo"
(Mateo 18, 18). Como queda claro por el contexto, el atar y desatar cubren la disciplina de la Iglesia,
y la disciplina de la Iglesia involucra el administrar y remover penas temporales (tales como separar
de y readmitir a los sacramentos). Por lo tanto, el poder de atar y desatar incluye la administración
de las penas temporales.

Principio 7: Dios bendice a los cristianos difuntos como bendición


a los cristianos en vida.

Desde el principio la Iglesia reconoció la validez de la oración por los difuntos para que su transición
al cielo (a través del purgatorio) fuera rápida y suave. Esto significaba orar para la disminución o
remisión de las penas temporales que les impedían la gloria plena del cielo.

Si es razonable pedir que esas penas sean remitidas en general, entonces sería razonable pedir que
sean remitidas en un caso particular como una recompensa. Un viudo podría orar a Dios y pedir que,
si él ha agradado a Dios, la transición de su esposa a la gloria sea acelerada. Por esta razón la Iglesia
enseña que "las indulgencias siempre pueden ser aplicadas a los difuntos por vía de oración".

Un paralelo cercano a esta aplicación se encuentra en 2 Macabeos. Judas Macabeo encuentra los
cuerpos de soldados que murieron portando amuletos supersticiosos durante una de las batallas del
Señor. Judas y sus hombres "pasaron a la súplica, rogando que quedara completamente borrado el
pecado cometido" (2 Macabeos 12, 42). La referencia a que el pecado "quedara completamente
borrado" atañe a sus penas temporales. El autor de 2 Macabeos nos relata que para esos hombres
Judas "consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente"
(v.45); él creía que aquellos hombres dormían piadosamente, lo cual no hubiera sido el caso si
estuvieran en pecado mortal. Si no estaban en pecado mortal, entonces no habrían tenido penas
eternas a sufrir, y por lo tanto el borrado completo de su pecado tiene que referirse a las penas
temporales por sus acciones supersticiosas. Judas, "después de haber reunido entre sus hombres
cerca de dos mil dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, obrando ...
en favor de los muertos, para que quedaran librados del pecado" (v. 43.45).

Judas no solamente oró por los muertos, sino que proveyó para ellos la entonces apropiada acción
eclesial para disminuir sus penas temporales: un sacrificio por el pecado. Concordantemente,
podemos tomar la ahora apropiada acción eclesial para disminuir las penas temporales –las
indulgencias– y aplicarlas a los difuntos por vía de oración.

Hay una diferencia entre la manera en la cual obtenemos las indulgencias para nosotros en esta vida
y la manera en la cual son aplicadas a los difuntos. Los documentos oficiales de la Iglesia, como la
constitución apostólica sobre las indulgencias del Papa Pablo VI, el Código de Derecho Canónico y
el Catecismo de la Iglesia Católica, todos hacen notar que las indulgencias son aplicadas a los
difuntos por vía de oración.

Esto es así, porque los cristianos en el más allá ya no están bajo la jurisdicción de la Iglesia terrena.
Ya no pueden recibir sacramentos, incluyendo la penitencia, y la Iglesia no tiene autoridad para
liberarlos de sus penas temporales. Todo lo que puede hacer es dirigirse a Dios y orar para que
disminuya esas penas. Ésta es una forma válida de oración, como indica 2 Macabeos. Podemos
confiar en que Dios aplicará las indulgencias a los difuntos de alguna manera, pero la manera exacta
y el grado de aplicación son desconocidos.

Estos siete principios, que como hemos visto son estrictamente bíblicos, son los fundamentos de las
indulgencias, pero aún quedan preguntas para formular:

¿Quiénes son las partes involucradas?

Hay cuatro partes: la primera agradó a Dios y lo movió a dar una recompensa, proveyendo la base
para la indulgencia; la segunda pide la indulgencia y la obtiene llevando a cabo el acto prescripto
para ella; la tercera concede la indulgencia (ésta es Dios obrando a través de la Iglesia); y la cuarta
recibe el beneficio de la indulgencia al ver disminuidas sus penas temporales.

¿Cuánto puede remitirse de la pena temporal de una persona?

Potencialmente, toda. La Iglesia reconoce que Cristo y los santos están interesados en ayudar a los
penitentes a afrontar las consecuencias de sus pecados, como queda indicado por el hecho de que
siempre oran por nosotros (Hebreos 7, 25; Apocalipsis 5, 8). Llevando a cabo su función en la
administración de las penas temporales, la Iglesia se apoya en el rico caudal de recompensas que
Dios quiso conceder a los santos, que lo agradaron, y a su Hijo, que lo agradó más que nadie.

Las recompensas en que se apoya la Iglesia son infinitas porque Cristo es Dios, de modo que las
recompensas que obtuvo son infinitas y nunca pueden ser agotadas. Sus recompensas solas, sin
contar las de los santos, podrían remitir todas las penas temporales de todas las personas, en todos
los lugares. Las recompensas de los santos fueron agregadas a las de Cristo – no porque les falte
nada a las de él, sino porque es conveniente que sean unidas con sus recompensas así como los
santos están unidos con él. Aunque inmensas, las recompensas de los santos son finitas, pero las de
él son infinitas.

Si la Iglesia tiene los recursos y el poder para borrar todas las


penas temporales de todas las personas, ¿por qué no lo hace?

Porque Dios no desea que se haga. Dios mismo instituyó el hecho de que las penas temporales
permanecieran. Ellas llevan a cabo funciones válidas, una de ellas disciplinaria. Si un niño nunca
fuera disciplinado, nunca aprendería la obediencia. Dios nos disciplina como a niños –"pues a quien
ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge" (Hebreos 12, 6)– de modo que algunas
penas temporales deben permanecer.

La Iglesia no puede borrar, de un plumazo, por decirlo así, todas las penas temporales porque su
remisión depende de las disposiciones de las personas que sufren esas penas temporales. Así como
el arrepentimiento y la fe se requieren para la remisión de las penas eternas, también son necesarios
para la remisión de las penas temporales. El Papa Paulo VI afirmó: "Las indulgencias no pueden ser
ganadas sin una sincera conversión y búsqueda de unidad con Dios" Podríamos decir que el grado
de remisión depende de cuán bien el penitente ha aprendido su lección.

¿Cómo se determina qué parte de las penas ha disminuido?

Antes del Vaticano II se decía que cada indulgencia remitía un cierto número de "días" de la
disciplina de una persona –por ejemplo, un acto podía ganar "300 días de indulgencia"– pero el uso
del término "días" confundía a la gente, dándoles la impresión errónea de que en el purgatorio sigue
existiendo el tiempo y de que podemos calcular nuestro "tiempo de descuento" en una manera
mecánica. El número de días asociado con las indulgencias realmente nunca significó que tal
cantidad de "tiempo" fuera descontada de la estadía que le correspondiera a alguien en el
purgatorio. En lugar de ello, significaba que se concedería un monto de remisión indefinido pero
parcial (no completo), proporcionado a lo que los antiguos cristianos hubieran recibido llevando a
cabo obras piadosas durante esa cantidad de días. De este modo, alguien que ganaba una
indulgencia de 300 días, obtenía aproximadamente lo que un cristiano primitivo hubiera obtenido,
por ejemplo, recitando una oración determinada al levantarse, durante 300 días.

Para solucionar esta confusión, Pablo VI emitió una revisión del manual (Enchiridion es el nombre
formal) de indulgencias. Hoy ya no se asocian cantidades de días con las indulgencias, que pueden
ser plenarias o parciales.

Sólo Dios sabe exactamente cuán eficaz es una indulgencia parcial o si se ha recibido de hecho una
indulgencia plenaria. El nuevo sistema de reconocimiento deja a Dios los montos exactos y atribuye
a la Iglesia solamente principios generales.

¿Las indulgencias no duplican o incluso niegan la obra de Cristo?


Pese a los fundamentos bíblicos de las indulgencias, algunos son críticos punzantes de las mismas,
e insisten en que la doctrina suplanta la obra de Cristo y nos hace nuestros propios salvadores. Esta
objeción resulta de una confusión acerca de la naturaleza de las indulgencias y acerca de cómo es
aplicada a nosotros la obra de Cristo.

Las indulgencias se aplican solamente a penas temporales, no a las eternas. La Biblia indica que
estas penas pueden permanecer luego de que un pecado ha sido perdonado y que Dios disminuye
estas penas como recompensa a aquellos que lo han agradado. Ya que la Biblia enseña esto, no
puede decirse que la obra de Cristo sea suplantada por las indulgencias.

Los méritos de Cristo, siendo infinitos, constituyen la mayor parte del tesoro de los méritos.
Aplicándolos a los creyentes, la Iglesia actúa como servidora de Cristo en la aplicación de lo que él
ha hecho por nosotros, y sabemos por la Escritura que la obra de Cristo se aplica a nosotros a través
del tiempo y no de una sola vez. (Filipenses 2, 12; 1 Pedro 1, 9).

¿Pero qué hay de los méritos de los santos? ¿La doctrina de las
indulgencias no hace de los santos co-salvadores con Cristo?

De ninguna manera. En el mejor de los casos sólo estarían salvándonos de calamidades temporales,
cosa que todo ser humano puede hacer (¡y debiera hacer!) por otro sin por eso estar blasfemando
contra Cristo. Además, los santos tienen la capacidad de agradar a Dios porque el amor de Dios ha
sido puesto en sus corazones (Romanos 5, 5). Es la gracia de Dios la que les posibilita agradarlos.
Su gracia produce todas sus buenas obras, y su gracia les es dada a ellos a causa de lo que hizo
Cristo. Las buenas acciones de los santos son por consiguiente producidas por Cristo obrando a
través de ellos, lo que significa que Cristo es en definitiva la causa, incluso de esta "salvación"
temporal.

¿Debiéramos estar considerando todo esto? ¿No es mejor poner


todo el énfasis en Cristo solamente?

No. Si ignoramos el hecho de las indulgencias, estamos menospreciando lo que Cristo hace a través
de nosotros, y dejamos de reconocer el valor de lo que ha hecho en nosotros. Pablo usó este tipo de
lenguaje: "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne
lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia" (Colosenses 1, 24).

Aunque los padecimientos de Cristo fueron sobreabundantes (mucho más de lo necesario para
pagar por cualquier cosa), Pablo hablaba acerca de completar lo que "falta" a los sufrimientos de
Cristo. (Como lo expresó Agustín, "el Dios que te creó sin tu cooperación, no te salvará sin tu
cooperación.") Si este modo de hablar estaba permitido a Pablo, entonces nos está permitido a
nosotros, aunque el lenguaje católico acerca de las indulgencias es mucho menos chocante que el
lenguaje de Pablo acerca de su propia función en la salvación.
Los católicos no debieran estar a la defensiva acerca de las indulgencias. Están basadas en
principios tomados directamente de la Biblia, y podemos confiar no solamente en que las
indulgencias existen, sino en que son útiles y que vale la pena obtenerlas.

El Papa Pablo VI declaró: "La Iglesia invita a todos sus hijos a meditar y sopesar en sus mentes tan
bien como puedan, cómo el uso de las indulgencias beneficia a sus vidas y a toda la sociedad
cristiana. ... Fundada en estas verdades, la santa Madre Iglesia nuevamente recomienda a los fieles
la práctica de las indulgencias. Ella ha sido muy querida al pueblo cristiano durante muchos siglos,
al igual que en nuestros días. La experiencia lo demuestra."

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


ACERCA DE LAS INDULGENCIAS

1471. La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a los
efectos del sacramento de la Penitencia.

La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en
cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por
mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con
autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos.

La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en
parte o totalmente.

Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos a manera de sufragio, las
indulgencias tanto parciales como plenarias (Código de Derecho Canónico, can.992-994).

1472. Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el
pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello
nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del pecado. Por otra
parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que tienen necesidad
de purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta
purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado. Estas dos penas no deben ser
concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que
brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad
puede llegar a la total purificación del pecado, de modo que no subsistiría ninguna pena. (cf.
Concilio de Trento: Denzinger-Schönmetzer 1712-1713; 1820).

1473. El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las
penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe
esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día,
enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del
pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la
oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del "hombre viejo" y a
revestirse del "hombre nuevo" (cf. Efesios 4, 24).

1474. El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios
no se encuentra solo. "La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera
admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad
sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística". (Pablo VI, const. ap.
"Indulgentarium doctrina", 5).

1478. Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le
fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos
de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas
temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este
cristiano, sino también impulsarlo a hacer obras de piedad, de penitencia y de caridad (cf. Pablo VI,
ibíd. 8; Concilio de Trento: Denzinger-Schönmetzer 1835).

¿PODEMOS EXPIAR NUESTROS PECADOS – Y EN TODO CASO, QUÉ SIGNIFICA "EXPIAR"?

Algunos critican a las indulgencias, diciendo que involucran el hecho de que hagamos "expiación"
por nuestros pecados, algo que sólo Cristo puede hacer. Si bien esto suena como una noble defensa
de la suficiencia de Cristo, esta crítica está infundada, y la mayoría de los que la hacen no saben qué
significa la palabra "expiación" o cómo funcionan las indulgencias.

El protestante Leon Morris, especialista en Escritura, comenta acerca de la confusión en lo tocante a


la palabra "expiación": "La mayoría de nosotros ... no entendemos muy bien qué es ‘expiación’...
Expiación es ... el enmendar algo malo ... Expiación es una palabra impersonal; se expía un pecado
o un crimen" (The Atonement [Downers Grove: InterVarsity, 1983], 151). LaEnciclopedia Bíblica
Wycliff da una definición similar: "La idea básica de expiación tiene que ver con la reparación del
mal, la satisfacción de las demandas de justicia a través del pago de una pena."

Los términos usados en estas definiciones –expiación, satisfacción, enmienda, reparación– significan
básicamente lo mismo. Hacer expiación o satisfacción por un pecado es hacer enmienda o
reparación por él. Cuando alguien hace reparaciones, trata de enmendar la situación causada por su
pecado.

Ciertamente cuando se trata de los efectos eternos de nuestros pecados, sólo Cristo puede hacer
enmienda o reparación. Sólo él fue capaz de pagar el precio infinito para cubrir nuestros pecados.
Somos completamente incapaces de hacerlo no solamente porque somos criaturas finitas incapaces
de hacer una satisfacción infinita (o cualquier cosa infinita), sino porque todo lo que tenemos nos
fue dado por Dios. Para nosotros, tratar de satisfacer la justicia eterna de Dios sería como usar
dinero que le hemos pedido prestado a alguien para restituirle lo que le habíamos robado a esa
misma persona. No habría habido ninguna restitución real (cf. Salmo 49, 7-9; Job 41, 11; Romanos
11, 35). Esto no quiere decir que no podamos hacer enmiendas o reparación de los efectos
temporales de nuestros pecados. Si alguien roba algo, puede devolverlo. Si alguien daña la
reputación de otra persona, puede corregir públicamente la calumnia. Cuando alguien destruye la
propiedad de otro, puede compensar al dueño por su pérdida. Todas éstas son maneras en las que
se puede hacer enmiendas (expiación) al menos parciales por lo que se ha hecho.

Hay maneras en las que se espera que hagamos compensaciones, como admiten incluso los más
acerbos críticos de las indulgencias. Si yo he dañado a otra persona, entonces, además de ponerme
en la debida relación con Dios, debo reparar, o al menos tratar de reparar, el daño causado a esa
persona. Para una reparación total es necesario no solamente restituir lo que había sido tomado o
dañado, sino también compensar al dueño por el tiempo durante el cual fue privado de su
propiedad, o ésta fue dañada. En casos financieros esto se lleva a cabo mediante el pago de un
interés.

Se nos dan excelentes ilustraciones bíblicas de este principio en Levítico 6, 1-7 y Números 5, 5-8,
que nos dicen que en el Antiguo Testamento un penitente tenía que pagar un veinte por ciento
adicional al valor de lo que había tomado o dañado. (Esto se aplicaba a un penitente que
voluntariamente efectuaba la restitución; un ladrón capturado tenía que pagar el doble del valor de
lo robado [Éxodo 22, 1-9]).

CÓMO OBTENER UNA INDULGENCIA

Para obtener cualquier indulgencia usted debe ser un católico en estado de gracia. Tiene que ser un
católico para estar bajo jurisdicción de la Iglesia, y tiene que estar en estado de gracia porque fuera
de la gracia de Dios ninguna de sus acciones son fundamentalmente agradables a Dios (meritorias).
También tiene que tener al menos la intención habitual de obtener una indulgencia mediante el acto
que lleva a cabo.

Para ganar una indulgencia parcial, debe llevar a cabo con un corazón contrito el acto al cual la
indulgencia está asociada.

Para ganar una indulgencia plenaria debe llevar a cabo el acto con un corazón contrito, y además
debe confesarse (una confesión puede ser suficiente para varias indulgencias plenarias), recibir la
Sagrada Comunión, y orar por las intenciones del Papa. (Son suficientes un Padrenuestro y un
Avemaría rezados por las intenciones del Papa, aunque usted es libre de sustituirlos por otras
oraciones de su propia elección). La condición final es que debe estar libre de todo apego al pecado,
incluso al pecado venial.

A causa de la extrema dificultad para cumplir la última condición, rara vez se obtiene una
indulgencia plenaria. Si usted trata de recibir una indulgencia plenaria, pero no es capaz de cumplir
la última condición, recibe en su lugar una indulgencia parcial.

Más adelante se citan indulgencias enumeradas en el Manual de Indulgencias (Nueva York: Catholic
Book Publishing, 1991). Nótese que hay una indulgencia para la lectura de la Biblia. De modo que,
en lugar de desalentar la lectura de la Biblia, ¡la Iglesia Católica la promueve concediéndole
indulgencias! (Esto data de mucho antes del Vaticano II).
 Un acto de comunión espiritual, expresado mediante cualquier fórmula devota, es recompensado
con una indulgencia parcial.
 Se concede una indulgencia parcial a los fieles cristianos que devotamente pasen tiempo en
oración mental.
 Se concede una indulgencia parcial a los fieles cristianos que lean la Sagrada Escritura con la
veneración debida a la Palabra de Dios y como una forma de lectura espiritual. La indulgencia será
plenaria cuando dicha lectura sea realizada al menos durante media hora [siempre que se
cumplan las otras condiciones].
 Se concede una indulgencia parcial a los fieles cristianos que devotamente se hagan la señal de la
cruz diciendo al mismo tiempo la fórmula acostumbrada: "En el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo. Amén."
 Los sacerdotes que administren los sacramentos a los fieles cristianos que estén en situación de
peligro de muerte no deben descuidar el impartirles la bendición apostólica, con su indulgencia
asociada.
 Pero si un sacerdote no puede estar presente, la Santa Madre Iglesia amorosamente concede a las
personas que están debidamente dispuestas una indulgencia plenaria para ser obtenida in
articulo mortis, al aproximarse la muerte, siempre que hayan orado habitualmente de alguna
manera durante sus vidas. El uso de un crucifijo o una cruz es recomendado para obtener esta
indulgencia plenaria. En tales condiciones las tres condiciones habituales requeridas para ganar
una indulgencia plenaria son sustituidas por la condición "siempre que hayan orado
habitualmente de alguna manera". Los fieles cristianos pueden obtener la indulgencia plenaria
mencionada aquí, al aproximarse la muerte (in articulo mortis) aunque ya hayan obtenido otra
indulgencia plenaria el mismo día.

(Publicado en inglés en "This Rock", marzo de 1994, (c) Catholic Answers Inc., P.O.Box 17490, San
Diego, CA92177, Estados Unidos. Traducido con el permiso del editor. Toda reproducción del
presente artículo debe mencionar la fuente original y ser gratuita o cubrir solamente el costo de
impresión).

Potrebbero piacerti anche