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“Aprendí que los hijos son un regalo, un

infinito privilegio”

Comenzamos ayer esta entrevista a la


psicóloga Olga Carmona, codirectora de
Psicología CEIBE, en la que nos explicó el
duro procesoque puede suponer, desde el
punto de vista emocional, el diagnóstico
de problemas de fertilidad y el camino, a
veces largo, de los tratamientos.
Continuamos hoy ahondando en estas
cuestiones dentro de esta semana en la
que vamos a dedicarnos a hablar en
profundidad sobre la infertilidad y la
esterilidad.
Olga, además de como psicóloga, puede
explicarnos mucho sobre este proceso. Ella
misma recorrió un largo camino buscando
un hijo que no llegaba y recibir la noticia
de que no podría nunca quedar
embarazada, para, al final, contra todo
pronóstico médico, concebir dos hijos de
forma natural.
¿Cómo debería dar una noticia así un
profesional de la medicina?

Con mucho tacto pero a la vez con honestidad,
explicando las fases del proceso y sobre todo,
ayudando a moderar las expectativas de la
pareja, que en al principio de los tratamientos
suelen ser desmedidas respecto a lo que
realmente la medicina puede ofrecer.
También deberían ayudarles a dosificar sus
fuerzas, explicarles que puede ser un
proceso largo y con etapas donde es
necesario descansar, no sólo desde un
punto de vista físico, sino también
emocional.
Ahora te pregunto como mujer, ¿cómo
fue tu itinerario por los problemas de
fertilidad?
Mi recorrido por mi infertilidad no fue
diferente al de muchas mujeres que he
conocido. Lo que fue diferente fue el
desenlace.
A pesar de ser psicóloga y de incluso haber
apoyado a mujeres que sufrían un proceso
parecido, no fui capaz de ahorrarme
ningún sufrimiento. Pasé por todas y cada
una de las etapas descritas excepto por
una: la aceptación.
Nunca me resigne durante ocho años a no
ser madre, pero creo que sí tuve la lucidez
de saber cuándo parar. Detectar en qué
momento se está perdiendo el rumbo,
saber que el desgaste es tal que puede
arrastrar a la pareja y a ti misma, darse
cuenta de que, aún teniendo éxito, no se
puede llegar a la maternidad de cualquier
forma y en un estado tan desequilibrado, y
llegar a la conclusión de que el embarazo y
el parto solo es una parte de la
maternidad, pero en ningún caso nos
convierte en madres, fue para mi una
salvación.
También fue un recorrido de madurez y
aprendizaje. Aprendí humildad. Aprendí
que creer que tenemos control sobre casi
todo es sólo un soberbio espejismo de
omnipotencia.
Aprendí que los hijos son un regalo, un infinito
privilegio.
Aprendí a dejar de hacer yo las preguntas y
fluir, soltar el control, dejar de forzar mi
cuerpo y mi pareja arrastrada por un deseo
que empezaba a parecerse peligrosamente
a una obsesión.
Aprendí que a veces las cosas no ocurren
cuando queremos que ocurran, sino
cuando estamos preparados para ello.
Años después de los tratamientos me
quedé embarazada de forma espontánea y
volví a quedar embarazada siete meses
después de parir a mi primer hijo. La
ciencia no lo puede explicar.
Adopción, inseminación,donación de
óvulos o embriones, ¿cada decisión
necesita una aproximación diferente?

Sin duda. La ciencia va un camino y la
psicología de los humanos por otro y mi
sensación es que por detrás y sin aire.
Para la ciencia es un hito lograr que una
mujer geste en su vientre un embrión de
otra pareja, pero ese sólo es un éxito
biológico. Después hay que entrar a valorar
cómo procesa esa mujer gestar un hijo que
no es biológicamente y suyo y también
cómo explicar al ser humano que habita en
ese embrión que no es el hijo biológico de
la mujer que lo gestó. Esto solo por poner
un ejemplo, hay mil.
Sin embargo, de todos los ejemplos que
me has puesto, creo que la adopción
merece un capítulo aparte porque en este
caso, además de no compartir ningún
vínculo de índole biológica, el niño
adoptado trae consigo una huella
abandónica que siempre le acompañará y
que sus padres tendrán que aprender a
gestionar.
Y, por otro lado, los padres adoptantes van
a tener que manejar variables, muchas
variables que quedan fuera de lo que sería
la educación y crianza de un hijo biológico.
No hablo de afectos, por supuesto, que en
mi opinión no son diferentes.
Son caminos distintos para llegar a ser
padres, pero padres son todos, como hijos
son todos. Hablo de que el camino que nos
ha llevado hasta ese hijo encierra sus
particularidades, y que tenemos que
aprender a caminar con ellas.
Hay personas que abandonan la
búsqueda del hijo después de varios
intentos o caminos, ¿que razones hay
para ello?, ¿es emocionalmente muy
desgastante?

Hay muchas razones. El camino puede llegar a
ser mucho más duro de lo que inicialmente
imaginábamos.
Estamos sometidos a una brutal presión
como personas y como pareja. Cada
intento es un órdago a la esperanza, es
una renovación de expectativas, es la
fantasía de tocar con la punta de los dedos
lo más ansiado, lo más deseado, para
después volver a caer. Y cada caída es más
profunda que la anterior y hay que volver a
levantarse más cansado, más hundido, más
descreído. Todo tu universo se afecta.
A veces no se puede seguir porque nos
arrastra y nos destruye. Yo creo que es
muy sano parar cuando uno siente que ha
tocado fondo, que no encuentra la energía
para seguir, que está intoxicando su
honesto deseo de ser padre o madre. Es
fácil que el deseo llegue a transformarse en
obsesión y eso no es sano para nadie,
tampoco para el que nace, si es que se
consigue. Hay parejas que se separan
durante el proceso o incluso al nacer el
hijo, ¿cuales pueden ser las razones?


La razón principal suele ser la diferencia en
la potencia del deseo. Puede ocurrir que en
un proceso de infertilidad uno de los dos
decida parar antes. Suelen ser
mayoritariamente los hombres quienes
pueden reorganizar su vida sin hijos,
pueden aceptar antes y seguir adelante.
Esto abre una grieta profunda en la pareja
donde aparecen invitados poco
compatibles con el amor, como el
resentimiento, la culpa y la autopercepción
de soledad.
En todo caso, el nacimiento de un hijo,
incluso el propio embarazo es una
situación nueva y estresante donde los
afectos, los vínculos, los tiempos, todo
debe reorganizarse.
Esta ya es en si misma una situación de
presión que hay que resolver en
condiciones normales. Si a esto le
sumamos un recorrido previo de desgaste,
de tiovivo emocional, de contradicciones
constantes, de culpa, de sentimientos de
inferioridad, de ira, de frustración, de pelea
contra no se sabe muy bien que, de
revisión incluso de nuestra propia pareja,
no es difícil intuir que el escenario descrito
pone a la relación en una situación de
suma fragilidad. Se necesita mucho
equilibrio y mucha solidez emocional para
salir triunfante de algo así. Y no digo ileso,
ileso no sale nadie.
Pero, a veces, los diagnósticos fallan,
como fallaron contigo ¿verdad?
La medicina conoce algunas variables, casi
siempre físicas. Pero no todas. Hay una
infinidad de cosas que reconocen
abiertamente desconocer. Son capaces de
clonar la vida pero no de explicarla cuando
surge sin que los caminos para ello estén
disponibles.
Si, la vida siempre es un milagro, incluso
cuando creemos que la hemos creado
conscientemente. Y como tal ocurre.
Independientemente de lo que la medicina
sabe y creo que sabe bastante y que
afortunadamente ha ayudado a muchas
personas a ver cumplido su mayor deseo, y
creo también que hay que dejarse ayudar si
es que pueden ayudarnos, pero insisto, en
el milagro de la vida la medicina no tiene
todas las respuestas.
Le agradecemos a la psicóloga y madre
Olga Carmona que haya concedido esta
hermosa entrevista a Bebés y más y os
invitamos a seguir esta semana el resto de
artículos que dedicaremos al tema de la
infertilidad.
 

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