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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

COMPENDIO DE JUEGOS, ACERTIJOS CUENTOS, ENIGMAS MATEMATICOS.

Juegos numéricos.
La cantidad de pasatiempos, como los que aquí se describen, que pueden usarse en
clase es muy amplia. Se presenta la clasificación basada en dos grandes bloques: por
un lado los de ordenación, en los que hay que colocar los números en determinados
lugares según unas exigencias previas, y por otro lado los de cálculo, en los que se
puede ir desde los más simples con sumas, hasta las operaciones más complicadas.

Las características que debe reunir un buen juego para ser empleado en clase de
matemáticas se resumen en cuatro:

1. Tener reglas sencillas y desarrollo corto.


2. Ser atractivos en su presentación y desarrollo.
3. No ser puramente de azar.
4. Juegos que el alumno conozca y que puedan ser "matematizados".

Para nosotros como profesores, los juegos que se proponen mediante problemas
numéricos o pasatiempos numéricos tienen características didácticas atractivas, como
las siguientes:

æ Son altamente motivadores.


æ Sirven para introducir cualquier tema del bloque numérico, tomándolos
directamente de la prensa o de libros de matemáticas recreativas, o adaptándolos
a nuestra conveniencia (ver Muñoz y otros; 1998).

æ Complementan o refuerzan el bloque numérico de Primaria o Secundaria.


æ Agilizan el cálculo mental.

Hemos seleccionado ocho juegos con nivel adecuado para ser usados en Primaria. El
éxito de este tipo de problemas se debe a que son entretenimientos que se basan en
operaciones básicas conocidas por todo el mundo, que sin embargo no suelen ser
evidentes; es más, algunos pueden entrañar bastante complejidad en su resolución.

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1.- Siete números en la Y griega

Coloca las cifras del 1 al 7 en el siguiente


tablero, de manera que dos números
consecutivos no estén juntos ni vertical, ni
horizontal, ni diagonalmente.

2.- La rueda numérica

Sitúa los números del 1 al 9 en los cuadros del


tablero, de forma que todas las líneas de tres
números sumen 15.

3.- El triángulo que suma igual


Distribuye las cifras del 1 al 6 en el tablero, de
forma que la suma de cada lado del triángulo
sea la misma.

4.- El cuadro de números.

Coloca los ocho primeros números en el


tablero, de forma que cada número que esté
en un cuadrado, sea la diferencia de los que
están en los círculos a sus lados.

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5.- Ocho números en línea

Coloca las cifras del 1 al 8 en los cuadros de la siguiente línea, de forma que la
diferencia, en un orden o en otro, entre dos números vecinos, no sea nunca menor
que 4

6.- Pares e impares en una suma

Con los números del 1 al 9 realiza la


suma que aparece en el tablero,
colocando los números pares en los
cuadrados y los impares en los círculos.

7.- La serpiente súmica

Sitúa sobre los círculos de la serpiente


los números del 1 al 9, de manera que
cada línea de tres números, sume 13.

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8.- El producto con nueve números

Coloca las cifras del 1 al 9 sobre el


tablero, de forma que el producto
resultante sea correcto.

JUEGO: Los naipes o juegos de cartas

Los juegos de naipes que aquí se proponen son juegos de estrategias, es decir aquellos
en los que los jugadores deben buscar estrategias para ganar. Estos juegos permiten
ejemplificar los procesos heurísticos o estrategias generales para resolver problemas e
iniciar a los estudiantes en el desarrollo de procesos propios del pensamiento
matemático. George Polya aconseja para resolver un problema (que en este caso es una
estrategia ganadora) es necesario:
· Comprender el problema.
· Concebir un plan.
· Ejecutar el plan.
· Examinar la solución obtenida

Los naipes son juegos de procedimientos conocidos, pues el educando los conoce en su
vida extraescolar. Las barajas están muy internalizadas en el entorno cotidiano de los
educandos, más aún estos suelen llevarlas a la escuela y jugar en los ratos libres.

Las barajas o naipes españoles, son muy populares en los países latinos pues fueron
introducidas en América con la llegada de los españoles, aunque sus orígenes son
incierto.

Los cuatro palos de las barajas, son alegorías de los estamentos medievales, es decir,
que los oros representan la burguesía, las copas representan el clero, las espadas la
nobleza y los bastos los campesinos.

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Si se observa con profundidad, en el juego de barajas, se puede reconocer un interesante


potencial para la enseñanza de la matemática, que se ponen una vez más de manifiesto,
si sobre éstas barajas se hacen algunas variaciones. Existen una serie de juegos de
naipes, diseñados por los profesores Fernando Corbalán y José Maria Gairin que son
muy interesantes.

Tema: Representación de los Nùmeros Naturales.

Pesacartas : El juego consta de 40 naipes distribuidos de la siguiente forma:


1 del número 0
6 del número 1
6 del número 2
5 del número 3
5 del número 4
4 del número 5
3 del número 6
2 del número 7
2 del número 8
1 del número 9
1 del número 10
4 comodines

Este juego permite:


* Reconocer la representación de los 10 primeros números en cuatro formas diferentes:
· En forma natural, (con los dedos).
· Dígito.
· Escrito.
· Como cardinal.

* Potenciar la descomposición de los primeros números


* Fomentar el cálculo mental
* Iniciarse en la búsqueda de las estrategias ganadoras.

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Tema: Los Números Racionales.

Escoba Fraccionada: El juego consta de 48 naipes distribuidos de la siguiente


forma:
9 con la fracción ½
6 con cada uno de las fracciones 1/6; ¼ y 1/3
3 con cada una de las fracciones 5/12; 1/2; 7/12; 2/3; 3/4; 5/6 y 11/12.

Este juego permite:


* Potenciar la operatividad de las sumas con fracciones.
* Visualizar la representación gráfica del mecanismo (cada carta tiene la representación
gráfica de la fracción y la escritura de dicha fracción.)
* Potenciar el cálculo mental
* Buscar estrategia de cálculo mental.

Tema: Mínimo común múltiplo y Máximo común divisor.

Múltiplos y divisores: El juego consta de 51 naipes distribuidos de la siguiente


forma:
48 con los números desde el 1 al 48
3 comodines.

Este juego permite:


* Practicar el concepto de múltiplos y divisores
* Manejar el concepto de divisor común a dos números
* Utilizar los conceptos de m.c.m. y m.c.d.
* Desarrollar el cálculo mental
* Introducir los restos potenciales.

Tema: Representación de Nùmeros Racionales y Decimales.

Las pandillas: El juego consta de 55 naipes distribuidos de la siguiente forma:


5 cartas para representar cada uno de los siguientes números:
0; 1; ½; 1/3; 2/3; ¼; ¾; 1/5; 2/5; 3/5 y 4/5.

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Este juego permite:


* Reconocer el significado y la representación de números fraccionarios y decimales.
* Identificar las representaciones decimales y fraccionarias.
* Relacionar representaciones gráficas de decimales y fracciones por porcentajes.
* Visualizar fracciones equivalentes, destacando la representación más simple.

Tema: Operaciones fundamentales en Z (+,-.x,).

La escalada: El juego consta de 64 naipes distribuidos de la siguiente forma:


2 de cada uno de los números 0; 1; 2; 3; 4; 5; 6; 7; 8 y 9
8 con los signos de suma y resta
6 con los signos de multiplicación y división
4 con la palabra potencia exponente
12 con los signos de paréntesis

Este juego permite:


* Utilizar correctamente las operaciones
* Agilizar el cálculo mental
*Utilizar el principio de valor relativo de las cifras,
*Potenciar el significa de las operaciones.

Tema: Sistema de Medidas.

Medir con Sistema: El juego consta de 64 naipes distribuidos de la siguiente


forma:
7 con la unidad, múltiplos y submúltiplos de longitud
7 con la unidad, múltiplos y submúltiplos de superficie
7 con la unidad, múltiplos y submúltiplos de volumen
7 con la unidad, múltiplos y submúltiplos de capacidad
9 con la unidad, múltiplos y submúltiplos de peso
2 de cada uno de los siguientes números:
10; 100; 1000; 10000; 1000000; 0,1; 0,01; 0,001; 0,0001 y 0,000001 (con sus notaciones
científicas respectivamente)

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Este juego permite:


* Conocer las diferentes unidades del sistema métrico decimal y sus abreviaciones.
* Ordenar las diferentes medidas de correspondencia a cada magnitud.
* Practicar con las relaciones existentes entre las diferentes unidades.
* Utilizar la equivalencia entre volumen; capacidad y peso.

Tema: Operaciones fundamentales en Z (+,-.x,).


Multimedia: El juego consta de 45 naipes distribuidos de la siguiente forma: 3 cartas de
cada uno de los números desde el 0 al 14.

Este juego permite:


* Manejar el orden de magnitudes de las cantidades, apreciando la forma en que aumenta
o disminuyen las suma, resta, multiplicación y división.
* Practicar cálculo mental.
* Buscar estrategias ganadoras.

Cuando se incorpora estos juegos se pretende que la utilización en clase de matemática


sea efectiva y que los objetivos puedan lograrse. Para ello la estrategia tiene que cumplir
con una serie de condiciones. A este respecto son interesantes las propuestas hechas
por Corbalán.

1. "No se deben esperar resultados mágicos. En la enseñanza de las matemáticas no hay


varitas mágicas que produzcan efectos maravillosos. Sí que es previsible, en cambio, que
se mejoren los resultados, siempre que los recursos sean apropiados y haya interés y
dedicación en aplicarlos adecuadamente por parte del profesorado.

2. Hay que utilizarlos de manera sistemática y planificada. Aunque no esté de más su


utilización episódica, si se quiere obtener una influencia duradera, hay que utilizarlos
dentro de la programación habitual y con regularidad.

3. La utilización de los juegos tiene que considerarse como un derecho del alumnado, no
como una concesión del profesorado. Si se considera que los juegos son un instrumento
pertinente para la enseñanza de las matemáticas, es un derecho del alumno que se lo

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proporcione con normalidad, no como un premio a su buen comportamiento o por otras


causas ajenas a la programación del curso."

4. Lo más enriquecedor de utilizar juegos en clase de matemáticas no está en los juegos


en sí, sino más bien en el proceso posterior, que siempre debe llevarse a cabo, de
análisis de los procesos de resolución, de discusión de soluciones, y de generalización, si
es posible, de los resultados.

No se trata sólo de jugar, sino de aprovechar el juego como recurso didáctico. La


aplicación de los juegos de matemática debe hacerse siguiendo unas pautas básicas, que
favorezcan el éxito de su aplicación:

* No presentar el juego como un trabajo.


* Elegir el juego y preparar las tácticas adecuadas para llevar a los escolares a adquirir
aquellos conceptos que se desean impartir.
* Compensar de forma equilibrada el nivel del juego con el de los alumnos.
* Ir graduando la dificultad del juego al conocimiento matemático a asimilar.
* Conocido el juego ensayar tácticas ganadoras.
* Realizar sencillas investigaciones sobre el juego adecuadas al nivel de los alumnos.

Tema: múltiplo y divisor de un número entero, descomposición de un número en


producto de factores y manejo de números primos.

JUEGO #: EL SALTO DEL FACTOR


Juego para dos jugadores

Material
- Lápiz y goma.
- Un tablero con los números del 1 al 100.

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Reglas del juego:


æ El primer jugador tacha en el tablero un número par.

æ A continuación y por turno, cada jugador debe tachar un múltiplo o divisor del
número que ha elegido su compañero y que no haya sido aún tachado.

æ Si un jugador elimina un número que no cumple las características anteriores y el


contrario lo descubre, la jugada no tiene validez y el jugador pierde.

æ Cuando un jugador no encuentra ningún número que suprimir, pierde la partida.

Características del juego:


1) Este es un juego de conocimiento en el que se manejan los siguientes contenidos:
múltiplo y divisor de un número entero, descomposición de un número en producto de
factores y manejo de números primos.

2) El juego puede utilizarse al principio de la secundaria para afianzar los conceptos


relativos a divisibilidad en enteros. Conceptos que previamente se habrán explicado y
trabajado en clase. Si se utilizan en cursos posteriores, pueden servir para repasar esos
mismos conocimientos antes de adentrarnos en otra parte de la materia.

3) Es deseable que se utilice el cálculo mental para descubrir cuál es la jugada que se
debe hacer. Si en el grupo hay alumnos con más dificultades se les puede permitir que
realicen los cálculos con papel e incluso con calculadora, pero potenciando que usen
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estos medios para asegurarse el cálculo, es decir, que elijan mentalmente el resultado y
lo comprueben posteriormente a mano o con la calculadora.

4) Si se utiliza el juego en cursos bajos, es interesante no utilizar todos los números en un


primer momento, sino comenzar sólo con números del 1 al 50 o incluso menos. En
sucesivas partidas se puede ir ampliando la cantidad de números que se utilizan.
5) La primera regla del juego es necesaria porque si no existe una estrategia que permite
ganar siempre sin más que comenzar por elegir un número primo superior a 50. Es
interesante proponer el juego la primera vez sin esa condición y cuando los alumnos
comiencen a encontrar la estrategia ganadora, entonces imponer la primera condición.

6) Las primeras partidas que se realizan suelen ser lentas pues los alumnos no manejan
bien los números primos y los divisores de un número, pero posteriormente las partidas
son muy rápidas por lo que en poco tiempo se practican varias veces los conceptos que
hemos comentado.

7) Una de las mayores dificultades que encuentran los alumnos es localizar todos los
posibles divisores de un número no primo para encontrar alguno que no esté tachado,
puede ser deseable repasar estructuras en árbol o cualquier otro método que permita
encontrar todos los divisores.

8) El tablero puede servir para realizar la Criba de Eratóstenes pues cuando los alumnos
han descubierto estrategias basadas en los números primos, les interesa conocer cuáles
son estos y sobretodo los números primos grandes que son los que permiten aislar al
contrario.

9) Después de jugar varias veces, los alumnos llegan con facilidad a descubrir que caer
en el número 1 es equivalente a perder la partida, pues al contrario le basta tachar un
primo mayor que 50 para quedarse sin posibilidades de jugar.

10) El tablero del juego puede servir para varias partidas si se tachan los números con
lápiz que pueda ser borrado. Pueden utilizarse también fichas para tapar los números y
así no tener que andar borrando.

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Tema: Factorización polinomios de grado tres con dificultades de todo tipo (raíces

reales simples, raíces dobles o triples, factores del tipo ( ), factor x, factores
, usando factores comunes, el teorema del factor o la regla de Ruffini.

JUEGO #: SOPA POLINÓMICA


Este juego está diseñado para que jueguen desde uno hasta cuatro jugadores, y cada
grupo debe tener un tablero y dieciséis tarjetas con polinomios como las que vienen a
continuación
Tablero:

TARJETAS

Reglas del juego:

æ Se barajan las 16 tarjetas y se colocan boca abajo sobre la mesa y cada jugador,
por turno, elige una tarjeta hasta totalizar cuatro de ellas.

æ Los jugadores factorizan sus polinomios, y buscan, en la sopa de factores que


aparece en el tablero, los factores consecutivos de cada factorización y los
marcan.

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æ Gana el jugador que consigue marcar primero las descomposiciones de sus cuatro
polinomios, en un tiempo fijado de antemano. Si nadie lo ha conseguido será
ganador el que más polinomios haya descompuesto.

Explicación del juego:

Esta actividad se basa en el conocido pasatiempo de "Sopa de Letras", un juego clásico


que puede readaptarse y ser utilizado en clase de Matemáticas. Según la clasificación
utilizada por el profesor Fernando Corbalán pertenecería a los Juegos de Procedimiento
Conocido con Modificaciones, pues sus reglas generales son conocidas por los alumnos
fuera del ámbito escolar. En nuestra adaptación proponemos que los alumnos trabajen la
factorización de polinomios por lo que las palabras se sustituyen por polinomios y las
letras de la sopa por factores.

Los objetivos que pretendemos con este juego son los siguientes:

1) Factorizar polinomios de grado tres con dificultades de todo tipo (raíces reales simples,

raíces dobles o triples, factores del tipo ( ), factor x, factores ( )), usando
factores comunes, el teorema del factor o la regla de Ruffini.

2) Comprobar que hay polinomios que no pueden factorizarse totalmente en factores de


grado 1, razonando el porqué.

3) Trabajar el cálculo mental.

4) Trabajar la relación raíz (o solución o cero) de un polinomio con la de factor y


viceversa.

5) Resolver ecuaciones.

La presentación de esta actividad permite modificaciones sobre la que hemos


presentado. Así, los polinomios que aparecen en las tarjetas no tienen por qué ser todos
de grado tres, se pueden colocar de distintos grados aunque entonces habría que
modificar la regla ( 3), pues la suerte en la elección puede hacer que se necesite más

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tiempo según los polinomios que toquen. También se pueden modificar los polinomios no
incluyendo factores de grado superior a uno.

Una dificultad que presenta el juego tal como está planteado son aquellos polinomios
cuyos coeficientes principales son negativos, pues al descomponer en factores el alumno
debe decidir en cuál de los tres tiene que incluir el signo menos y para ello tiene que
fijarse muy bien en el tablero. Esto puede simplificarse poniendo todos los polinomios con
coeficiente principal positivo.

La dinámica del juego también puede cambiarse, modificando las reglas de juego que
podrían ser las siguientes:
1) Las tarjetas se barajan y se colocan boca abajo sobre la mesa.
2) El jugador que tiene el turno toma una tarjeta y descompone el polinomio, señalando
los factores en la sopa. Si lo hace correctamente se anota un punto y pasa el turno al
siguiente jugador y la tarjeta utilizada es eliminada del juego.

3) Si el jugador no sabe descomponer el polinomio pierde su turno y no se anota ningún


punto. El jugador siguiente tiene la oportunidad de descomponer el polinomio ganando un
punto extra por rebote. En caso de no hacerlo pasaría a su siguiente.

4) Si el jugador que le toca se equivoca en su descomposición y algún contrincante lo


descubre, el jugador pierde su turno y el contrario se anota un punto por haber hecho
correctamente la descomposición.

5) La partida acaba después de haber dado cuatro rondas, pasando por todos los
jugadores. Gana quien tenga más puntuación.

También podría jugarse sin tarjetas, solamente utilizando el tablero. Jugarían dos
alumnos y cada uno de ellos con el tablero por delante, construiría cuatro polinomios
eligiendo dos o tres factores del tablero. Después los jugadores se intercambian los
polinomios para factorizarlos y señalarlos en la sopa de factores. El primero que consiga
señalar los cuatro polinomios gana la partida.

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Con esta modalidad, antes de la factorización hay que repasar las operaciones de suma,
resta y producto de polinomios.

Hay una última variante que podemos presentar. Una vez consolidada la factorización y
conocidas las reglas del juego éstas se pueden variar para trabajar el concepto de raíz (o
solución o cero) de un polinomio, y relacionarlo con los factores de ese mismo polinomio,
de modo que en vez de buscar en la sopa los factores del polinomio correspondiente se
busquen sus raíces reales.

De esta forma, al descomponer por ejemplo el primer polinomio:

x3-2x2-x+2 = (x-1)•(x+1)•(x-2) señalamos sus raìces.

En esta modalidad hay polinomios, como el 2º, que sólo tienen una raíz real y por lo tanto
sólo se marcaría una casilla en la sopa; y otros, como el 9º, con raíces múltiples donde se
marcaría la misma raíz tantas veces como su multiplicidad.

JUEGOS DE LÁPIZ Y PAPEL

JUEGO #: Cinco en línea


Es un juego muy antiguo que se llama también las cinco estacas o los cinco botines. En
China se le conoce con el nombre de Go-moku.

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En Japón se le llama Go-bang, pues se juega sobre el


go-ban, o tablero del Go (un damero de 18x18 con
200 fichas cada jugador). Este juego también es
conocido como Pente y puede ser jugado con fichas
(o piedrecillas de cristal) sobre un tablero
cuadriculado.

Se juega sobre papel cuadriculado donde se marca el


terreno de juego trazando un cuadrado de 19x19
líneas, aunque no importa si es de 15x15 o de 13x13.

Reglas de juego:

æ Cada jugador escoge un símbolo identificativo para jugar (por ejemplo uno
juega con “x” y otro con “o”).
æ El turno de comienzo se hace a suerte.
æ Cada jugador, en su turno, dibuja su símbolo en una de las intersecciones del
tablero (o bien en uno de los cuadros si se toma ese acuerdo).
æ Gana el jugador que primero consigue alinear horizontal, vertical o
diagonalmente cinco marcas propias.

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Tema: Líneas verticales y horizontales.

JUEGO :BRIDG-IT

Bridg-it fue inventado por un profesor de la Brown University (EE.UU.), David Gale, a
finales de los años 50.

Es un juego de lápiz y papel para dos personas


que deben jugar con sendos bolígrafos de
distintos colores, construyendo inicialmente el
"tablero" a base de igual cantidad de puntos de
cada color y dispuestos de igual forma a como se
ve en la figura (los círculos huecos serían de un
color y los llenos de otro).

Reglas de juego:

æ Se sortea el orden de juego. A continuación se van alternando los movimientos


de los jugadores.
æ Cada jugada consiste en unir con un trazo cualquier par de puntos, del color
correspondiente al jugador, que sean adyacentes horizontal o verticalmente,
pero no en diagonal.
æ No está permitido cruzar un trazo ya dibujado en el tablero.
æ El juego finaliza cuando uno de los jugadores consiga construir un camino que
una dos lados opuestos del tablero a base de trazos de su color,
proclamándose ganador de la partida.

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Como ejemplo presentamos una partida en la


que gana el jugador que ha dibujado los trazos
continuos.

Tema: Construcciòn de un hexágono.

JUEGO : EL SIM

Sobre el papel se dibujan puntos


colocados de manera que sean
vértices de un polígono (por ejemplo
seis puntos para formar un hexágono).
La cantidad de puntos condiciona la
duración de la partida.

Reglas de juego:

æ Se sortea el orden de salida.


æ Cada jugador juega con un lápiz de un color distinto y traza segmentos que
unan dos puntos cualesquiera del tablero.
æ No se puede trazar un segmento sobre otro ya trazado.
æ Pierde el jugador que al trazar el segmento correspondiente a su turno forma
un triángulo con tres lados del mismo color.

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JUEGO : SENDEROS

Se juega sobre una retícula


dibujada en el papel. La
cantidad de puntos depende
de la duración que se quiera
dar al juego.

Reglas de juego:

æ Se sortea el orden de salida.


æ El primer jugador traza, donde quiera, un segmento que una dos puntos
consecutivos del tablero en horizontal o en vertical, pero nunca en diagonal.
æ El otro jugador, y a partir de él cada uno en turno, dibuja un segmento que una dos
puntos consecutivos del tablero en horizontal o en vertical, pero no en diagonal.
Los segmentos se han de trazar a partir de uno de los dos extremos del camino ya
dibujado.
æ Pierde la partida el jugador que al trazar su segmento cierra el camino.

Tema: Calculo de área o bien para sistema de medidas el caso de superficie .


JUEGO # : ROMPECABEZAS DE AVIONES

Los rompecabezas más conocidos actualmente son los de piezas que hay que encajar
para reproducir una imagen; en ellos la dificultad estriba en el número de piezas que lo
componen y la propia imagen con tonos parecidos y piezas casi iguales.

Los rompecabezas matemáticos juegan también con las múltiples formas de colocar las
fichas y a veces, además de con la forma, con el color. Son menos conocidos pero muy
frecuentes, desde principios de siglo, en el mundo publicitario plano o tridimensional

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suelen ser fáciles de construir en madera o cartón y siguen siendo muy interesantes
como juego didáctico.

Comenzamos con cuadrados y colores.


Construye fichas cuadradas de igual superficie, divídelas en cuatro partes iguales y cada
una píntala de un color distinto (necesitas cuatro colores). Puedes escoger una de estas
divisiones:

1.- ¿Cuántas fichas distintas podemos construir?

2.- Si las colocamos una junto a otra siguiendo la regla: “lados adyacentes, colores
iguales”, ¿cuántas disposiciones distintas son posibles?

3.- ¿Y cuántas fichas y cuáles tenemos que repetir para construir un cuadrado de 3x3
fichas en el que los lados adyacentes tengan los mismos colores?

Basándose en la idea anterior os presentamos un rompecabezas que regalaban las


líneas aéreas suizas “Swissair” en sus vuelos.

Consta de 9 fichas cuadradas que tienen dibujadas: dos cabezas y dos colas de avión,
dispuestas en todas las fichas de la misma manera. La diferencia de las piezas está en el
color de cada elemento. Utiliza cuatro colores.

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Para empezar aquí tienes dos soluciones distintas con un pequeño problema: se nos han
borrado los colores.

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Coge las fichas, juega y encontrarás las soluciones que te damos y seguro que otras
muchas.

Tema : Contenidos geométricos.


JUEGO #: ¿QUIÉN TIENE...? YO TENGO…

El juego consta de 40 tarjetas, que en una cara tienen una pregunta y en la otra una
respuesta que no corresponde a la pregunta que acompaña.

REGLAS DEL JUEGO:

Se entrega una tarjeta a cada alumno de la clase y se sigue la siguiente dinámica:

a) Un alumno, elegido al azar, lee la pregunta que figura en su tarjeta, comenzando por la
frase “¿Quién tiene...?”

b) El alumno que posea en su tarjeta la respuesta a esa pregunta la lee en voz alta,
comenzando con las palabras “Yo tengo...”

c) A continuación el alumno que ha respondido da la vuelta a su tarjeta y formula la


pregunta que figura en ella.

d) El proceso se sigue hasta que se cierra el circuito, lo que sucede cuando responde a la
última pregunta el alumno que lanzó la primera pregunta.

PUNTUALIZACIÓN:

Si al terminar de cerrarse el circuito, quedasen tarjetas sin utilizar (algo más corriente de
lo que parece) es debido a que en algún momento no se ha dado la respuesta correcta a
la pregunta. Es aconsejable localizar donde ha ocurrido el fallo.

TARJETAS:

Cada tarjeta tiene un anverso (donde figura una pregunta) y un reverso (con una
respuesta). Para formar las tarjetas, cada hoja se dobla por la línea central, de esa
manera las dos caras quedan opuestas, si se pegan y se recortan quedan formadas las
tarjetas. Si estas dos partes se hacen por separado conviene pegarlas. En cualquier caso
conviene plastificar las tarjetas una vez recortadas, lo que permite utilizarlas muchas
veces.

¿Quién tiene un sector Yo tengo:


Dos puntos
circular?

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¿Quién tiene la unidad


de masa?

Yo tengo:

¿Quién tiene una recta Yo tengo:


tangente la una Un kilogramo.
circunferencia?

Yo tengo:
¿Quién tiene el
Valor de  ?

Yo tengo:
Quién tiene dos
Circunferencias 3.1415927
secantes?

¿Quién tiene la Yo tengo:


intersección
de dos rectas que
se cortan?

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¿Quién tiene un
hexaedro? Yo tengo:
Un punto.

Yo tengo:
El segmento que une
¿Quién tiene un el centro con un punto
ángulo de 40º? de la circunferencia

¿Quién tiene un Yo tengo:


octaedro? Un ángulo agudo

¿Quién tiene una curva Yo tengo:


cerrada y plana cuyos Una circunferencia
puntos estàn a la
misma distancia de
otro punto llamado
centro?

Yo tengo:
¿Quién tiene àngulos
complementarios?

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

¿Quién tiene el Yo tengo:


perímetro multiplicado Dos àngulos que
por la apotema y suman 90º
dividido entre dos?

¿Quién tiene dos Yo tengo:


La fórmula para
circunferencias
calcular el área de un
tangentes interiores?
polígono regular

Yo tengo:
¿Quién tiene un
segmento circular?

Yo tengo:
¿Quién tiene un
polígono de tres lados
con un ángulo recto?

Yo tengo:
¿Quién tiene la longitud
de la circunferencia?

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Yo tengo:
¿Quién tiene un L= 2**R
cilindro?

Yo tengo:
¿Quién tiene un
ángulo recto?

¿Quién tiene la Yo tengo:


fórmula para calcular Un ángulo de 90º
el área de un
triángulo?

Yo tengo:
¿Quién tiene la unidad La base por la altura
de longitud? dividida entre dos

¿Quién tiene dos Yo tengo:


àngulos que suman El metro
180º?

¿Quién tiene el Yo tengo:


segmento que une al Àngulos
centro con el punto suplementarios
medio de un lado en
un polígono regular?

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

¿Quién tiene el cuerpo Yo tengo:


de revolución descrito La apotema
por un triángulo
rectángulo que gira
sobre sus catetos?

¿Quién tiene un
ángulo de 102º? Yo tengo:
Un cono

¿Quién tiene un
poliedro formado por
cuatro triàngulos Yo tengo:
equiláteros? Un ángulo obtuso

A corona
¿Quién tiene la recta
perpendicular a un Yo tengo:
segmento que pasa Un tetraedro
por su punto medio?

¿Quién tiene un
poliedro formado por Yo tengo:
veinte triàngulos La mediatriz
equiláteros?

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

¿Quién tiene un Yo tengo:


prisma regular? Un icosaedro

Yo tengo:
¿Quién tiene una
corona circular?

Yo tengo:
¿Quién tiene una
región del espacio
limitada por un
nùmero finito de
polígonos?

¿Quién tiene la
semirrecta que divide Yo tengo:
a un àngulos en dos Un poliedro
partes iguales?

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

¿Quién tiene un
cuerpo de Yo tengo:
revoluciones que se La bisectriz de un
obtiene girando un ángulo
semicírculo sobre su
diámetro?

¿Quién tiene la Yo tengo:


medida de un ángulo Una esfera
cóncavo?

¿Quién tiene la Yo tengo:


capacidad de un cubo Un ángulo de 215º
de un metro de arista?

¿Quién tiene un Yo tengo:


poliedro formado por Un dodecaedro
doce pentágonos
regulares?

¿Quién tiene una Yo tengo:


pirámide regular? Un ángulo de 115º

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

¿Quién tiene la
medida de un ángulo Yo tengo:
convexo? Un litro

Yo tengo:
¿Quién tiene un
cuadrilátero con sus
cuatro lados
paralelos?

Yo tengo:
¿Quién tiene los
elementos necesarios
para determinar una
recta?
ACLARACIONES:

Hemos presentado un juego de contenidos geométricos, pero es posible construir juegos


equivalentes en cualquier otro bloque. La forma más fácil de construir las tarjetas es
escribir una pregunta y en la tarjeta siguiente escribir la respuesta correspondiente, así
hasta el final, en el que la respuesta a la pregunta de la última
tarjeta se colocaría en la primera tarjeta. El número de
tarjetas puede ser el que se desee; basta hacer más o menos
preguntas con sus respuestas. Si sobran tarjetas se reparten
a criterio del profesor pues todas las tarjetas han de formar
parte del juego.

El objetivo de la actividad es realizar un repaso rápido de los


conceptos estudiados en un determinado bloque.

Como la realización de la actividad requiere poco tiempo, en


una sesión de clase se puede jugar varias veces, barajando
las tarjetas y repartiéndolas de nuevo, con lo que cada
alumno tendrá que responder a preguntas distintas.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Tema: Los Nùmeros Decimales.

JUEGO # : DECIMALES CON CALCULADORA


ATRAVIESA EL PANAL.

Es un juego para dos jugadores. Se necesitan un tablero como el que aparece a


continuación, una calculadora y un puñado de fichas de dos colores, uno para cada uno
de los jugadores.

Como puede apreciarse el tablero hexagonal tiene dos extremos en negro (izquierda y
derecha) y otros dos en blanco (arriba y abajo). Cada jugador elige una de esas parejas y
su objetivo es unir mediante una línea poligonal de fichas (no necesariamente recta) los
dos extremos que ha elegido.

La forma de jugar es la siguiente:

1) Por turno un jugador elige dos números (distintos) del recuadro superior y una
operación, producto o división.

2) A continuación realiza la operación (con la calculadora si es necesario) y coloca la


ficha en una casilla del panal donde aparezca el resultado de esa operación. Si el
resultado obtenido no aparece en el panal o está ya esa casilla ocupada, el jugador
pierde el turno.

3) Gana la partida el primero que consigue unir los dos extremos que ha elegido (ambos
blancos o ambos negros) mediante una línea continua de fichas de su color. Si ninguno
de los jugadores puede unir sus extremos, la partida se considera en tablas.

Para jugar a este juego es necesario tener en cuenta los siguientes aspectos:

a) Hay resultados de operaciones que no figuran en el panal.

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b) No es obligatorio colocar las fichas en una casilla adjunta a la que se ha colocado la


anterior, ni es necesario comenzar a colocar fichas junto a uno de los extremos. Las
fichas pueden situarse en el tablero de forma arbitraria.

c) La calculadora no puede utilizarse para realizar pruebas, es decir, sólo puede usarse
después de haberse elegido los números y la operación a realizar, con el objetivo de
comprobar la solución.

d) Aunque en la primera partida, los números suelen elegirse al azar y por su facilidad,
tras varias partidas es usual que muchos alumnos realicen las operaciones mentalmente
antes de elegir su tirada, con lo que se está potenciando este tipo de cálculo.

e) El tablero está preparado de forma que todos los números se obtienen con alguna
operación de los cinco números elegidos, sin necesidad de repetir los números. Si se
quieren simplificar los cálculos se puede permitir que los números que se eligen para
realizar la operación sean repetidos.

Este juego está basado en un juego de tablero llamado HEX, que se juega sobre un
tablero hexagonal (con las casillas vacías) y donde se colocan las fichas de dos colores
con el objetivo ya indicado de unir los dos extremos que hayan correspondido a cada
jugador. Ambos juegos tienen una estrategia ganadora, es decir, es posible jugar de
forma que siempre se gane. Dejamos para la investigación de los lectores la búsqueda de
esa estrategia ganadora.

La estructura de juego puede mantenerse modificando las operaciones y los números que
figuran, tanto en el tablero como en la regleta rectangular. Así podemos adaptarlo para
trabajar en Primaria, colocando sólo números naturales en la regleta y utilizando la suma
y la resta para encontrar las soluciones que estarán sobre el tablero (como es lógico en
este caso no se permitiría la calculadora). También podríamos colocar números
convenientes de forma que su máximo común divisor o mínimo común múltiplo
estuviesen en las casillas del tablero. O una regleta con polinomios y otra con números y,
en las casillas, los valores numéricos de esas expresiones. La forma de jugar se
mantiene en todos los casos, sólo se cambian los términos que aparecen en la regleta y
las operaciones a realizar.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Tema; Los Nùmeros Decimales


JUEGO #: LABERINTO DECIMAL.
El siguiente es un juego para realizar con toda la clase. Cada jugador dispondrá de una
calculadora y un tablero como el de la figura.

El modo de jugar es el siguiente:

1) Se parte de la SALIDA tecleando el número 100 en la calculadora. Cada jugador


recorre el tablero hasta llegar a la META con las siguientes reglas:

a) En cada segmento que se recorre se realiza la operación indicada sobre el número


que en ese momento se tenga en la calculadora. El alumno tiene que anotar la
operación correspondiente y el número obtenido.

b) No puede pasarse dos veces por el mismo segmento.


c) La dirección es siempre desde la SALIDA a la META y no se puede retroceder.

2) Gana el jugador que consigue llegar a la META con el valor más alto.
Una vez encontrado el camino, el alumno debe escribir en su cuaderno la expresión
completa de las operaciones que ha realizado para llegar a su resultado, atendiendo
especialmente al buen uso de la jerarquía de operaciones.

Después de las primeras partidas se puede modificar el objetivo del juego cambiándolo

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por los siguientes:


· Gana el jugador que consigue llegar al final con el menor valor.
· Gana el jugador que llega al final a un resultado lo más cercano posible al número
original (100).
· Gana el jugador que obtiene el mayor valor al final después de haber pasado por todas
las casillas.

Después de realizar dos o tres recorridos distintos se les puede pedir que intenten
encontrar qué segmentos (es decir que operaciones) han influido en que los resultados
sean mayores o menores.

Esta actividad es especialmente interesante porque rompe algunos esquemas erróneos


que poseen los alumnos. En concreto nos referimos a la idea de que siempre que se
multiplica se aumenta, y que al dividir disminuye el resultado.

Si se trabaja con alumnos con dificultades, puede plantearse un objetivo más simple.
Bastaría que el alumno hiciera un recorrido por el tablero, siguiendo las condiciones
propuestas y que escribiera correctamente la lista de operaciones que dan lugar al
resultado obtenido.

JUEGO # : SUDOKU
Tienes que rellenar con los números del uno al nueve (sin repetir ninguno) las casillas
que conforman cada fila, cada columna y cada celda.

Sudoku es un pasatiempo que se popularizó en Japón en 1986, aunque es originario de


Suiza, y se dio a conocer en el ámbito internacional en el 2005. El objetivo es rellenar una
cuadrícula de 9×9 celdas (81 casillas) dividida en subcuadrículas de 3×3 (también
llamadas "cajas" o "regiones") con las cifras del 1 al 9 partiendo de algunos números ya
dispuestos en algunas de las celdas. No se debe repetir ninguna cifra en una misma fila,
columna o subcuadrícula.

Método de resolución

La estrategia para resolver este rompecabezas se puede considerar como la combinación


de tres procesos: escaneo, marcado y análisis.

Escaneo

El escaneo se realiza desde el principio y periódicamente, durante toda la resolución. El


escaneo puede ser ejecutado varias veces entre periodos de análisis. El escaneo consta
de dos técnicas básicas: trama cruzada y recuento, que pueden usarse alternativamente.

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Trama cruzada: se trata del escaneo de filas (o columnas) para identificar qué línea en
una región particular puede contener un número determinado mediante un proceso de
eliminación. Este proceso se repite entonces con las columnas (o filas). Para obtener
resultados más rápidos, los números son escaneados de forma ordenada, según su
frecuencia de aparición. Es importante realizar este proceso sistemáticamente,
comprobando todos los dígitos del 1 al 9.

Recuento: 1-9 por regiones, filas y columnas para identificar números perdidos. El
recuento basado en el último número descubierto puede aumentar la velocidad.

Marcado

El escaneo viene a interrumpirse cuando no pueden descubrirse nuevos números. En


este punto es necesario centrarse en algún análisis lógico. La mayoría encuentra útil
guiar este análisis mediante el marcado de números candidatos en las celdas vacías. Hay
dos notaciones populares: subíndices y puntos. En la notación de subíndice, los números
candidatos se escriben en pequeño en las celda. La segunda notación es un patrón de
puntos con un punto en la esquina superior izquierda representando un 1 y un punto en la
esquina inferior derecha representando un 9.

Análisis

Hay dos aproximaciones principales - eliminación y "y-si"

Eliminación: el progreso se realiza mediante la sucesiva eliminación de números


candidatos para una o más celdas, hasta dejar sólo una elección. Después de lograr cada
respuesta, debe realizarse un nuevo escaneo (habitualmente comprobando el efecto del
último número). Hay una serie de tácticas de eliminación. Una de las más comunes es el
"borrado del candidato no coincidente". Las celdas con idéntica configuración de números
candidatos se dice que coinciden si la cantidad de números candidatos en cada una es
igual al número de celdas que los contienen. Por ejemplo, se dice que celdas coinciden
con una particular fila, columna o región si dos celdas contienen el mismo par de números
candidatos (p, q) y no otros, o si tres celdas contienen el mismo triplete de números

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

candidatos (p, q, r) y no otros. Estas son, esencialmente, contingencias coincidentes.


Estos números (p, q, r) que aparecen como candidatos en cualquier lugar en la misma
fila, columna o región en celdas no coincidentes, pueden ser borrados.

"y-si": se selecciona una celda con sólo dos números candidatos y se realiza una
conjetura. Las etapas de arriba se repiten a menos que se encuentre una duplicación, en
cuyo caso el candidato alternativo es la solución. En términos lógicos este método se
conoce como reducción al absurdo. "Nishio" es una forma limitada de esta aproximación:
para cada candidato para una celda, la cuestión que se plantea: ¿entrará un número
particular de una configuración en otro emplazamiento? Si la respuesta es sí, entonces
ese candidato puede ser eliminado.

Ejemplo de Soduko y su soluciòn.

1 4 9 5

3 6 8 1

9 1 4 7

2 6 7

6 9 1

9 7 5 3 2 6

7 4 1 6 2

5 7 4 9

6 2 3

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Adivinanzas, Acertijos o Enigmas.


Adivinanzas son dichos populares en los que, de una manera encubierta, se describe
algo para que sea adivinado por pasatiempo.

Son juegos de ingenio que tienen como objetivo


entretener y divertir a pequeños y mayores, pero
que, además, contribuyen al aprendizaje, la
enseñanza de nuevo vocabulario y a la difusión
de las tradiciones.

No es fácil la diferenciación conceptual entre


adivinanza, acertijo y enigma. El Diccionario de la
Real Academia Española no aclara suficientemente
los conceptos. Define adivinanza como acertijo.

Acertijo como enigma o adivinanza que se propone


como pasatiempo. Y enigma como dicho o conjunto
de palabras de sentido artificiosamente encubierto
para que sea difícil entenderlo o interpretarlo.

Sin embargo la tradición popular española suele


denominar «adivinanza» a los dichos que están
en verso. Cuando están en prosa se denominan
«acertijos» y se reserva para «enigma» un
significado más elevado o culto.

ADIVINANZAS
1. "Soy redondo como el queso, y en las 2. Cuatro patas tienen y no puede
mujeres penetro hasta el hueso". andar. También cabecera sin saber hablar.
Respuesta: Un anillo. Respuesta: Una cama

3. "Entre pared y pared hay una santa 4. Señoras y señoritas, casadas y


mujer que con su diente llama a su gente", solteritas, se las meten estiradas y las
sacan arrugaditas.
Respuesta: Una campana,
Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 37
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Respuesta: Las medias

ADIVINANZAS
5. "Cien amigas tengo, todas sobre una 6. Entra seca y arrogante y sale fofa y
tabla. Si no las tocas, no te dicen nada." chorreante.

Respuesta: Un piano. Respuesta: Una magdalena.


7. Que es lo que se repite una vez cada 8. En el monte grita, en la casa mudita
minuto, dos veces cada momento y
nunca en cien años? Respuesta: El hacha.

Respuesta: La letra o.
9. "Soy la redondez del mundo, sin mí no 10. Te la digo y no me entiendes,
puede haber Dios. Papas y cardenales sí. te la repito y no me comprendes.
pero obispos no". ¿Qué será?
Respuesta: La tela.
Respuesta: La letra o.
11. Si me nombras desaparezco, ¿quien 12. Qué será, qué es?: mientras más
soy? grande, menos se ve.

Respuesta: El silencio. Respuesta: La oscuridad.


13. Yo tengo millones de brazos pero no 14. Yo tengo calor y frío, y no frío sin calor,
tengo cuerpo, tengo miles de años pero no y sin ser mar ni río peces en mí he visto yo.
me comprenden, no tengo fuerza pero
controlo dos hemisferios .¿Quien soy? Respuesta: Un sartén.

Respuesta: El cerebro.
15. ¿Qué es lo que es algo y a la vez 16. ¿Qué cosa no ha sido y tiene que ser,
nada? y que cuando sea dejará de ser?

Respuesta: Un pez Respuesta: El día de mañana


17. Todos pasan por mí yo no paso por 18. En el mar yo no me mojo, en las
nadie todos preguntan por mí y yo no brasas no me abraso, en el aire no me
pregunto por nadie. caigo y me tienes en tus brazos.

Respuesta: La calle Respuesta: La letra A.


19. En las manos de las damas a veces 20. En medio del mar estoy, no soy ni
estoy metido unas veces estirado y otras buque ni vela y si vas al arsenal me
veces encogido. encontrarás la primera.

Respuesta: Un guante. Respuesta: La letra A.


21. "Por un caminito adelante va 22. Mi madre es tartamuda, mi padre es
aminando un bicho y el nombre de ese cantor, tengo blanco mi vestido, amarillo el

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bicho ya te lo he dicho" corazón.

Respuesta: Una vaca. Respuesta: Un huevo.


ADIVINANZAS
23. Por más que me cubren, al final me 24. Alta, altanero, gran caballero, resta de
descubren. grana, capa y, espuela de acero.

Respuesta:La mentira. Respuesta: El gallo.


25. Aunque al dormir me consultan, 26. ¿Qué es mayor que Dios, más maléfico
nunca suelo contestar. que el Demonio, los pobres lo tienen, los ricos
lo necesitan, y si lo comes, morirás.
Respuesta: La almohada.
Respuesta: La almohada.

Ejemplos de Acertijo.

1.- Un pastor tiene que pasar un lobo, una cabra y una lechuga a la otra orilla de un río,
dispone de una barca en la que solo caben el y una de las otras tres cosas. Si el lobo se
queda solo con la cabra se la come, si la cabra se queda sola con la lechuga se la come,
¿cómo debe hacerlo?

Solución

El pastor pasa primero la cabra, la deja en la otra orilla y regresa a por el lobo, al cruzar
deja al lobo y vuelve con la cabra, deja la cabra y cruza con la lechuga, deja la lechuga
con el lobo y regresa a por la cabra.

2.- Un oso camina 10 Km. hacia el sur, 10 hacia el este y 10 hacia el norte, volviendo al
punto del que partió. ¿De que color es el oso?

Solución

El color del oso es blanco, por ser un oso polar.

Los únicos lugares donde se cumple la condición de regresar al punto de partida son el
Polo Norte y cualquier punto situado a 10 km al norte de los paralelos que midan 10 km
de circunferencia, puesto que al hacer los 10 km al este volveremos al punto de partida.

En cualquiera de estos casos estaremos en uno de los Polos, por lo que el oso será
blanco.

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3.- Un hombre está al principio de un largo pasillo que tiene tres interruptores, al final
hay una habitación con la puerta cerrada. Uno de estos tres interruptores enciende la luz
de esa habitación, que esta inicialmente apagada.

¿Cómo lo hizo para conocer que interruptor enciende la luz recorriendo una sola vez el
trayecto del pasillo?

Pista: El hombre tiene una linterna.

Solución

Al principio del pasillo hay tres interruptores, A,B y C, nuestro personaje pulsa el
interruptor A, espera 10 minutos, lo apaga, pulsa el B y atraviesa el pasillo.

Al abrir la puerta se puede encontrar con tres situaciones:

Si la luz está encendida el pulsador será el B.


Si la luz está apagada y la bombilla caliente será el A.
Y si está apagada y la bombilla fría será el C.

4.- En una mesa hay tres sombreros negros y dos blancos. Tres señores en fila india se
ponen un sombrero al azar cada uno y sin mirar el color.

Se le pregunta al tercero de la fila, que puede ver el color del sombrero del segundo y el
primero, si puede decir el color de su sombrero, a lo que responde negativamente.

Se le pregunta al segundo que ve solo el sombrero del primero y tampoco puede


responder a la pregunta.

Por ultimo el primero de la fila que no ve ningún sombrero responde acertadamente de


que color es el sombrero que tenía puesto.

¿Cuál es este color y cuál es la lógica que uso para saberlo?

Solución

El último de la fila puede ver el color del sombrero de sus compañeros, si no puede saber
cuál es el color del suyo es porque los otros dos no son blancos, por lo que o son los dos
negros o es uno de cada color.

El segundo de la fila puede ver el color del sombrero del primero y ya ha deducido lo que
penso el tercero, si tampoco responde a la pregunta es porque ve que el color del primero
es negro, si fuera blanco sabría que el suyo es negro.

El primero por ese mismo planteamiento deduce que su sombrero es negro.


Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 40
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

5. Un prisionero está encerrado en una celda que tiene dos puertas, una conduce a la
muerte y la otra a la libertad. Cada puerta esta custodiada por un vigilante, el prisionero
sabe que uno de ellos siempre dice la verdad, y el otro siempre miente. Para elegir la
puerta por la que pasara solo puede hacer una pregunta a uno solo de los vigilantes

¿Cómo puede salvarse?

Solución

La pregunta podría ser: ¿Sí yo le pregunto al otro guardián por qué puerta tengo que salir
que me respondería?".

En el caso de que estemos hablando con el que siempre miente te diría "El otro guardián
te diría que la puerta por la que debes salir es ... (la puerta falsa)".

En el caso de que le preguntes al otro te diría algo así "El otro guardián te diría que la
puerta por la que debes salir es ... (la puerta falsa)

De esta manera solo deberás preguntarle a cualquiera de los dos y escoger la puerta
opuesta a la que ellos te indiquen.

6. Tenemos doce monedas aparentemente iguales, pero una de ellas tiene un peso
ligeramente superior. Usando una balanza de platillos y con solo tres pesadas encontrar
la moneda diferente.

Solución

Ponemos cuatro monedas en un platillo y otras cuatro en el otro, si la balanza se equilibra


sabemos que la mas pesada esta entre la que no hemos puesto en la balanza y si no es
así estará en el platillo que incline esta, ya sabemos que la moneda mas pesada esta en
un grupo de cuatro, de las que ponemos dos en cada platillo, hacemos esta operación
una vez mas con el grupo de las dos que inclinen la balanza y ya sabemos cual es la mas
pesada.

7. Tres amigos con dificultades económicas comparten un café que les cuesta 30
pesetas, por lo que cada uno pone 10.

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 41


Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Cuando van a pagar piden un descuento y el dueño les rebaja 5 pesetas tomando cada
uno una peseta y dejando dos en un fondo común.

Más tarde hacen cuentas y dicen:


Cada uno ha pagado 9 pesetas así que hemos gastado 9x3=27 pesetas que con las dos
del fondo hacen 29 ¿dónde esta la peseta que falta?

Solución

No falta ninguna peseta, tan solo hay un error de calculo, las dos pesetas del fondo no
hay que sumarlas a lo pagado, sino restarlas, la operación correcta seria 9x3=27 pts
pagadas 27-2=25 pts gastadas.

8. Un encuestador se dirige a una casa donde es atendido por una mujer:

¿Cantidad de hijos? Tres dice ella.

¿Edades? El producto de las edades es 36 y la suma es igual al número de la casa,


responde.

El encuestador se va pero al rato vuelve y le dice a la mujer que los datos que le dio no
son suficientes; la mujer piensa y le dice: tiene razón, la mayor estudia piano.

Esto es suficiente para que el encuestador sepa las edades de los hijos. ¿Cuáles son?

Solución

El encuestador pregunta las edades y al obtener como respuesta que el producto de


estas es 36 y su suma el número de la casa, mira el número de esta, que nosotros no
conocemos pero el si.

El encuestador descompone el 36 en sus factoriales y realiza las siguientes


combinaciones de edades. (todas las posibles)

1-1-36
1-2-18
1-3-12
1-4-9
1-6-6
2-2-9
2-3-6
3-3-4

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 42


Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Solo queda saber cuál de estas combinaciones de edades suman el numero de la casa,
entonces se da cuenta de que le falta algún dato, solo puede ser porque hay dos
combinaciones que suman igual:

1+6+6=13
2+2+9=13

Al regresar y saber que la mayor estudia piano, deduce que solo hay una mayor, no dos,
por lo que las edades serán 2, 2 y 9 años.

9. El alcalde de una cárcel informa que dejara salir de la prisión a una persona al azar
para celebrar que hace 25 años que es alcalde.

Eligen a un hombre y le dicen que quedara libre si saca de dentro de una caja una bola
blanca, habiendo dentro 9 bolas negras y solo 1 blanca.

El prisionero se entera por un chivatazo que el alcalde pondrá todas las bolas de color
negro, al día siguiente le hace el juego, y el prisionero sale en libertad.

¿Cómo ha conseguido salir de la cárcel si todas las bolas eran negras?

Solución

El prisionero al sacar la bola, la mira, la guarda sin que nadie la vea y dice que es blanca.

Enseñala, dice el alcalde, a lo que le responde: No es necesario, mira el resto de las


bolas, la blanca no está en la caja, es la mía.

10. A un joyero le dan cuatro trozos de cadena de tres eslabones cada uno, y le
encargan que los una para hacer con ellos una pulsera.

Al hacer el presupuesto de la reparación el joyero calcula que tiene que soldar cuatro
eslabones, a un Euro cada uno el precio sería de cuatro Euros, pero el cliente no esta de
acuerdo y le dice como hacerlo soldando solo tres eslabones.

¿Cómo lo hizo?

Solución

El joyero tiene que separar los tres eslabones de uno de los trozos de cadena y con ellos
unir los otros tres, solo es necesario, soldar tres eslabones.

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11. Un excursionista es capturado por caníbales y le dicen:

Si dices una mentira te matamos lentamente y si dices una verdad te matamos


rápidamente.

¿Que dice para que no lo maten?

Solución

Me vais a matar lentamente.

Si es tomado como verdad habría que matarlo rápidamente, por que la respuesta sería
mentira, y si se toma como tal habría que matarlo lentamente, por lo que sería verdad.

12. Entre vacas, ovejas y gallinas.

El amo le dio al criado 500 pesetas para que fuese al mercado a comprarle 100 cabezas
de ganado, teniendo este que comprar: vacas, ovejas y gallinas y emplear justo las 500
monedas.

Cuando llego al mercado comprobo que las vacas costaban 25 monrdas, las ovejas 5
monedasy las gallinas un real.

¿Cuantas cabezas de ganado compro de cada?

Solución

80 gallinas X 1 real = 80 reales = 20 monedas

1 oveja a 5 monedas

19 vacas a 25 monedas= 475 monedas

80 gallinas = 20 monedas
1 oveja = 5 monedas
19 vacas = 475 monedas

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 44


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13. En un matadero el jefe le dice al empleado:

Hay que matar estas 30 ovejas en 15 días, matando al menos una por día y siempre
numero impar.

¿Puede el empleado cumplir la orden de su jefe?

Solución

El problema nos pide matar al menos una por día, partiendo de matar una oveja por día
en 15 días se matan 15 ovejas y nos quedan otras 15 por matar.

Si en un día cualquiera matamos X ovejas en vez de una, y siendo X un número impar, el


número total de ovejas muertas ese día aumenta en un número PAR.

Como no se puede llegar a 15 sumando números pares, no se pueden matar las 15


ovejas restantes aumentando un número par de ovejas muertas por día.

14.Terencio es un jugador empedernido que cuando dispone de dinero se lo juega a los


dados.

Siempre lo hace de la misma forma: gane o pierda, apuesta la mitad del dinero que tiene;
a la segunda jugada, apuesta la mitad del dinero que tiene entonces; en la tercera jugada,
la mitad de lo que tiene después de la segunda; y así sucesivamente.

Cierta tarde tenía 16 euros y jugó 6 veces, ganó tres y perdió otras tres.

¿Con cuánto dinero acaba?

Solución

El orden de pérdidas y ganancias es indiferente, acaba perdiendo 9 euros y 25 céntimos.

15. ¿Cómo hacemos para que a veinte, agregándole uno nos dé diecinueve?

Solución

Veinte en número romanos es XX si le agregamos un uno en el medio nos queda XIX.

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 45


Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

16. Dos pastores hablaban:

- ¿Por que no me das una de tus ovejas, así tendremos igual cantidad?

A lo que su amigo le responde:

- Mejor dame una de las tuyas así yo tendré el doble de ovejas que tú.

¿Cuantas ovejas tenia cada uno?

Solución

Un pastor tenía 5 ovejas y el otro 7.

17. En una extraordinaria batalla, por lo menos el 70% de los combatientes perdió un
ojo; el 75% una oreja, por lo menos el 80% perdió una mano y el 85% una pierna.

¿Cuántos, por lo menos perdieron los cuatro órganos?

Solución

Por lo menos el 45% perdió el ojo y la oreja.

Por lo menos el 65% perdió la mano y la pierna.

Por lo menos el 10% perdió los cuatro órganos.

18. ¿serías capaz en únicamente 15 segundos responder la siguiente pregunta?

¿qué es más grande el 36% de 67 o el 67% de 36?

Solución

Si has sido capaz en 15 segundos de hacer las operaciones o si has pensado en la


propiedad conmutativa de la multiplicación ya habrás observado que los dos números son
el mismo.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

19. - Tenemos una garrafa con 10 litros de agua y otra con 10 litros de vino, se echan
tres litros de agua en la garrafa de vino y se mezcla, después se vuelven a echar tres
litros de la mezcla en la garrafa del agua.

¿Qué habrá después del cambio, mas agua en la garrafa de vino o más vino en la garrafa
del agua?

Solución

Hay dos modos de resolver este acertijo, por medio de la aritmética o de la lógica.

Opción aritmética.

Al echar tres litros de agua en el vino tendremos en la garrafa de vino 13 litros de mezcla
de los que 3/13 partes serán agua y 10/13 partes vino.

Al devolver los tres litros de mezcla a la garrafa de agua habremos devuelto 3*10/13 litros
de vino al agua, o lo que es lo mismo 30/13 litros de vino en la garrafa de agua.

Cuando teníamos 13 litros de mezcla en la garrafa de vino 3 litros eran de agua, y


decíamos que teníamos 3/13 partes de agua y 10/13 partes de vino, al devolver 3 litros a
la garrafa de agua devolvemos 3*3/13 litros de agua, o lo que es lo mismo sacamos 9/13
litros de agua a la garrafa de vino, por lo tanto quedaran 3 – 9/13 litros de agua en el vino,
que es igual a 39/13-9/13 que es igual a 30/13 litros de agua en el vino.

Por lo tanto por el medio aritmético sabemos que en la garrafa de vino tenemos 30/13 de
litros de agua y en la de agua 30/13 de litros de vino.

Opción lógica.

Después de hacer la mezcla en las dos garrafas continuamos teniendo 10 litros, por lo
tanto el agua que nos falte de una garrafa ha sido sustituida por la misma cantidad de
vino y a la inversa en la otra garrafa, en las dos garrafas tendremos la misma cantidad de
liquido de la otra que es lo que nos preguntaba el problema.

Esta ultima solución es más rápida, sabemos que la respuesta al enigma es que en las
dos garrafas hay la misma parte de la otra, pero no conocemos cual es la cantidad, por el
medio aritmético si lo sabíamos.

20. La mitad de dos mas dos ¿son tres?

Solución

La espuesta del acertijo es SI.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

La mitad de dos es uno, y uno más dos son tres.

Magia Matemática. (Matemagia)

Escribe en un papel el número 12345679 (ojo, falta el 8)

Pide a un amigo que te diga una cifra del 1 al 9.

Multiplícala mentalmente por 9, escribe el resultado bajo el número 12345679 y pide a tu


amigo que multiplique las dos cifras.

Se asombrara del resultado.

Pon sobre la mesa un sobre cerrado, un papel y un lapicero.

Pide a un amigo que escriba en él papel cualquier número de tres cifras, por ejemplo 528.

Pídele que escriba este mismo número con las cifras invertidas, en nuestro ejemplo 825 y
que reste el menor del mayor, 825-528=297.

y por último que sume los dígitos del número obtenido, 2+7+9=18.

Entonces abre el sobre y saca un papel que pusiste antes de cerrarlo con la frase "El
número obtenido es el 18"

¿Qué como lo sabias?


El resultado siempre es 18, únicamente una precaución, el numero inicial no puede ser
capicúa, al hacer la resta daría 0 de resultado.

Pon otro sobre encima de la mesa y pide que escriban esta vez un numero de 4 dígitos,
por ejemplo 2536.

Debajo de ese número que escriba otro con los mismos dígitos pero en diferente orden,
por ejemplo 3265.

Que resten el menor del mayor, 3265-2536=729 y que sumen los dígitos del número
obtenido, 7+2+9=18.

Si el resultado es un número de dos dígitos que los sumen entre si, 1+8=9.

Abre el sobre y saca el papel donde escribiste "El número obtenido es el 9"
¿Sorprendido?

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Enviado por Felipe Márquez.

Piensa en el número de veces a la semana que te gustaria salir a cenar fuera.

Multiplícalo por 2 y súmale 5

Multiplícalo por 50

Dependiendo de tu fecha de cumpleaños:


- Si ya pasó tu fecha de cumpleaños súmale 1755
- Si aún no ha pasado suma 1754

Réstale el año de tu nacimiento incluyendo las 4 cifras.

Obtuviste un número de 3 cifras:


- La primera es el número de veces que pensaste al principio
- La segunda ¡es tu edad!

Enigmas
Para determinado tipo de problemas no es suficiente el uso del álgebra y las
matemáticas...

Aquí encontrarás problemas que para resolverlos lo más importante es un buen


razonamiento mental. Estos enigmas no encierran ninguna clase de trampa gramatical ni
dificultad matemática. Por lo que si quieres puedes empezar a poner a prueba tu
capacidad de razonamiento lógico.

Los tres sabios:

En un reino en crisis, el rey Magnánimus pretende eliminar a sus tres sabios consejeros,
pero les propone una acertijo que si lo resuelven les perdonará la vida. El rey coloca a los
tres sabios en fila india. - "Dispongo de cinco sombreros, tres blancos y dos negros. Os
colocaré a cada uno de vosotros uno de estos sombreros en lo alto de vuestra cabeza, de
manera que seréis capaces de ver el sombrero que lleva el que está enfrente vuestro
pero no el vuestro (de modo que el último sabio de la fila ve a los otros dos, el segundo
sabio solo ve al primero y el primer sabio no ve a ninguno de los otros sabios). El juego
consiste en que debéis de adivinar lo antes posible el color del sombrero que lleváis y

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 49


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justificar como lo habéis adivinado. Pero si uno de vosotros se equivoca, morireis los
tres!!!" - dijo el Rey. Entonces el Rey colocó a cada uno de los tres uno de los sombreros
blancos y guardó los dos negros. Empezó preguntando al último de la fila que no
respondió nada. Continuó preguntando al segundo que tampoco respondió. Y cuando le
tocó al primero, éste respondió: - "Majestad, ¡mi sombrero es blanco!!" -.

¿Por qué?.

Solución: Tenemos tres personajes A, B y C:

Ghandi siempre dice la verdad.


Goebbles miente siempre
Gaulle no se sabe.

El más problemático es Gaulle, por lo que intentaremos formular una pregunta para
eliminarlo: preguntamos a A: ¿es el enunciado de que eres Gandhi equivalente al
enunciado de que B es Gaulle?

1. Supóngase que responde Sí:


Si A es Ghandi, B tiene que ser Gaulle ya que Gandhi siempre dice la verdad
y si el primer enunciado es verdadero el segundo enunciado también tiene que
ser verdadero.
Si A es Goebbles, B tiene que ser Gaulle ya que como que Goebbles siempre
miente, los dos enunciados no pueden ser equivalentes (uno es verdadero y
otro falso), entonces, nos dirá que si. Lo cual significa que C no es
Gaulle.
Si A fuese Gaulle, un si volveria a significar que C no es Gaulle.
Por lo que un si siempre significará que C no es Gaulle.

2. Si A responde No:
Al igual que antes: si A responde que no entonces B no es Gaulle.

Por lo que si responde SI escogeremos a C y si dice NO escogeremos a B. Al que


hayamos escogido le preguntaremos: "¿Es el enunciado de que eres Gandhi
equivalente al enunciado de que este camino lleva al cielo? Una respuesta SI
significa que si que lleva al cielo, una respuesta NO significa que el camino que
lleva a cielo es el otro. Este último razonamiento te le dejo para ti.

En la audiencia:

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 50


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El inspector cero solía ir a la audiencia para observar los juicios. De esta forma ponía a
prueba su capacidad de razonamiento. Uno de los casos con los que se encontró es el
siguiente:

Tenemos cuatro acusados: A, B, C y D. Se establecieron los siguientes hechos:

- Si A es culpable, entonces B era cómplice.

- Si B es culpable, entonces o bien C era cómplice o bien A es inocente.

- Si D es inocente, entonces A es culpable y C inocente.

- Si D es culpable, también lo es A.

¿Quiénes son inocentes y quiénes culpables?

Soluciòn : los cuatro son culpables.

Cinco piratas:
En lo más profundo del Caribe, cinco piratas enterraron sus tesoros en una misma isla.
Debéis descubrir en que playa desembarco cada pirata, donde enterró su tesoro y en qué
consistía este.

1-Ningún pirata enterró el tesoro en la misma playa en que desembarco.

2-El Capitán Blood enterró monedas de oro, pero no lo hizo en el centro de la isla.

3-Quien desembarco en la playa este (no fue el Capitán Muerte) llevo tejidos de seda y
oro.

4-Quien desembarco en la playa sudoeste enterró el tesoro en la playa oeste.

5-El Capitán Negro desembarco en la playa oeste. No llevaba vasijas.

6-En la playa sur se desembarcaron diamantes que no se enterraron en la playa norte.

7-El Capitán Murder desembarco en la playa norte, pero no enterró su tesoro en el centro
de la isla.

8-Las perlas se enterraron en la playa este.

Y las variables son:


Piratas: Blood, Maldito, Muerte, Murder, NegroDesembarco: Este, Norte, Oeste,

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Solución:
Pirata---------Desembarco---------Tesoro-----------Entierro
Blood----------Sudoeste-----------Monedas-------------Oeste
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Sudoeste, SurTesoro: Diamantes, Monedas, Perlas, Tejidos, Vasijas


Entierro: Centro, Este, Norte, Oeste, Sur

Los cofres de Porsia

En el mercado de Venecia de Shaquespare, Porsia tenía 3 cofres, uno de oro, uno


de plata y otro de plomo, y en uno de ellos estaba su retrato.

El pretendiente de Porsia tenía que escoger un cofre, y si hubiera sido tan


afortunado o sabio de escoger aquel con el retrato, habría podido pedir la mano
de Porsia.

Porsia hizo esculpir sobre los cofres las siguientes inscripciones:

Oro: El retrato esta en este cofre.


Plata: El retrato no esta en este cofre.
Plomo: El retrato no esta en el cofre de oro.

Porsia explicó al pretendiente, que cuando mucho una de las 3 afirmaciones era
verdadera. ¿Cuál de los cofres contenía el retrato?.

El pretendiente escogió de forma correcta y se casaron y vivieron felices y


contentos por lo menos por un cierto tiempo, un día Porsia hizo el siguiente
razonamiento: "podemos decir que mi esposo mostró poseer una cierta inteligencia
al escoger el cofre correcto, pero el problema no era muy difícil. Hubiera
tenido que hacerlo más arduo para poder tener un esposo verdaderamente
inteligente." Así se divorcio inmediatamente para poder escoger un esposo más
inteligente, esta vez hizo esculpir las siguientes inscripciones:

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Oro : El retrato no está en el cofre de plata


Plata: El retrato no está en este cofre
Plomo: El retrato está en este cofre.

Porsia explico al pretendiente que por lo menos una de las tres afirmaciones era
verdadera y que por lo menos una era falsa.

Como quiso el destino, el pretendiente no fue nada menos que el primer esposo.
Resolvió este problema y se casaron otra vez.

Solución : Oro: El retrato esta en este cofre.


Plata: El retrato no esta en este cofre.
Plomo: El retrato no esta en el cofre de oro.

La primera afirmación no puede ser cierta porque la segunda seria falsa y el retrato
estaría en dos cofres. La segunda tampoco será cierta porque la primera y la
tercera no pueden ser falsas las dos ya que se contradicen. Solo queda la tercera.
Si la tercera afirmación es verdadera quiere decir que el cofre está en el cofre de
plata.

El segundo razonamiento te lo dejo para ti.

Ajedrez

Una antiquísima leyenda cuenta que Sheram, príncipe de la India, quedó tan maravillado
cuando conoció el juego del ajedrez, que quiso recompensar generosamente a Sessa, el
inventor de aquel entretenimiento. Le dijo: "Pídeme lo que quieras". Sessa le respondió:
"Soberano, manda que me entreguen un grano de trigo por la primera casilla del tablero,
dos por la segunda, cuatro por la tercera, ocho por la cuarta, y así sucesivamente hasta la
casilla 64". El príncipe no pudo complacerle, porque el resultado de esa operación S = 1 +
2 + 4 +... + 263 es aproximadamente 18 trillones de granos. Para obtenerlos habría que
sembrar la Tierra entera 65 veces.

Pulula por los círculos matemáticos un sorprendente final de la historia. Sheram,


preocupado al haber empeñado su palabra, mandó llamar al matemático del reino, un tal
Pepe Martínez Aroza, el cual razonó de la siguiente manera:

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"Alteza, puesto que no tenéis trigo suficiente para pagar la deuda contraída con Sessa,
igual os daría deberle aún más. Sed, pues, magnánimo y aumentad vuestra recompensa
a la cantidad S = 1 + 2 + 4 + 8 +... hasta el infinito.

¿Por qué propuso esta solución el matemático?

Solución: El gran matemático continuó diciendo:

Observad que, a partir de la segunda casilla, todas las cantidades a sumar son
pares, lo cual nos permite escribir S = 1 + 2 × ( 1 + 2 + 4 + 8 + ... ), o lo que es lo
mismo, S = 1 + 2 × S. Ahora, vos mismo podéis resolver esta sencilla ecuación de
primer grado y, veréis que la única solución es S = -1. Podéis decir a Sessa que no
solamente puede considerarse pagado con creces, ya que habéis aumentado
enormemente vuestra recompensa, sino que actualmente os adeuda un grano de
trigo."

Cinco casas:
Hechos:

1: Tenemos 5 casas de 5 diferentes colores (cada casa de un color).


2: En cada casa vive una persona con nacionalidad diferente.
3: Estos 5 dueños beben una bebida diferente, fuman una cierta marca y tienen alguna
mascota.
4: Ningún dueño tiene la misma mascota, fuma la misma marca o bebe el mismo tipo de
bebida que otro.

Detalles:

1: El Inglés vive en la casa Roja.


2: La mascota del Sueco es un perro.
3: El Danés bebe té.
4: La casa verde es la inmediata de la izquierda de la casa blanca.
5: El dueño de la casa verde toma café.
6: La persona que fuma Pall Mall cría pájaros.
7: El dueño de la casa amarilla fuma Dunhill.
8: El hombre que vive en la casa del centro toma leche.
9: El Noruego vive en la primera casa.

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10: La persona que fuma Blend vive junto a la que tiene gatos.
11: El hombre que tiene caballos vive junto al hombre que fuma Dunhill.
12: La persona que fuma Blue Master bebe cerveza.
13: El alemán fuma Prince.
14: El Noruego vive junto a la casa azul.
15: El hombre que fuma Blend tiene un vecino que bebe agua.

La pregunta es... ¿QUIEN TIENE POR MASCOTA PESCADOS?

Soluciòn. El alemàn tiene por mascotas pescados.


Tuercas y clavos

Hay tres cajas , una contiene tornillos , otra tuercas y la otra clavos . El que ha puesto las
etiquetas de lo que contenían se ha confundido y no ha acertado con ninguna . Abriendo
una sola caja y sacando una sola pieza ¿ Cómo se puede conseguir poner a cada caja su
etiqueta correcta ?

Solución :

La solución del acertijo está en leer bien el enunciado : " no ha acertado con ninguna
etiqueta ".Imagina que las etiquetas son :

 caja 1 ------ tornillos


 caja 2 ------ tuercas
 caja 3 ------ clavos

Al abrir la 1ª supongamos que vemos que tiene clavos (no puede tener tornillos ya que
esta es su etiqueta)

En la caja 2ª pone de etiqueta tuercas por lo que no las contiene , y como la 1ª tiene
clavos , quiere decir que es la que tiene tornillos que es lo único que nos queda .

En la tercera caja estarán las tuercas por eliminación.

En el campo

Escúchame bien, le grito Alfredo a Pepe, el dueño del club de fútbol de Villaconejos, llevo
20 años produciendo deportes por televisión y la regla numero uno es la siguiente: si
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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

quieres ganar, tienes que controlar la pelota. Y para controlar la pelota, tienes que contar
con un deportista estrella, que lleve la ofensiva y marque tantos. Contrata un buen
delantero y cerramos el trato. De lo contrario, olvídalo. Mientras Pepe se levantaba para
salir, Alfredo volvió a gritar, y recuérdalo, no importa que se trate de baloncesto, fútbol o
béisbol. ¡El equipo que toma la ofensiva es el que controla la pelota ! Pues no siempre es
así, respondió Pepe.

¿ a què se refería Pepe ?

Solución:

al béisbol. En el béisbol, quien controla la pelota es la defensa.

La contraseña.

Un grupo de policías está investigando a un grupo de delincuentes que trafican en un


local bien custodiado. Desde un coche camuflado vigilan la entrada al local. Quieren
infiltrar a un grupo de policías de paisano, pero no saben la contraseña. En ese momento
llega un cliente. Llama a la puerta y desde el interior le dicen: “18”. El cliente responde:
“9”. La puerta se abre y accede al interior. Los policías se miran, creen tener la respuesta.
Pero deciden esperar. Viene otro cliente. Desde dentro le dicen: “8”. Él responde: “4”. La
puerta se abre. Los policías sonríen. “Ya lo tenemos. Se trata de responder la mitad del
número que te dicen desde dentro”. Llega otro cliente. Desde dentro dicen: “14”. El cliente
contesta: “7”. La puerta se abre. “¿Lo veis?” dice el jefe de policía. Deciden enviar a un
agente. Llama a la puerta. Desde dentro le dicen: “0”. El policía se queda parado.
Después de unos breves segundos responde: “0”. Se oye una ráfaga de disparos y el
policía muere. Los agentes que hay en el coche se quedan sorprendidos, pero deciden
enviar a otro agente. Desde dentro se oye: “6”. El policía contesta muy convencido: “3”.
Pero la puerta no se abre. Se oye una ráfaga de disparos y el policía muere. ¿Por qué?

Solución:

La respuesta no es la mitad del número. Es el número de letras que tiene.


Dieciocho tiene nueve letras. Ocho tiene cuatro letras. Catorce tiene siete letras.

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Cuando desde dentro dicen “0” deberían haber contestado “cuatro” y cuando dicen
“6”, debían haber respondido “cuatro”

Las dos corredoras

A la una del mediodía Loli y Pepa salen las dos de un mismo punto y empiezan a correr
por una pista circular. Loli corre en el sentido de las agujas del reloj y Pepa en sentido
contrario. A las tres de la tarde las dos se encuentran otra vez en el punto de partida. Si
Loli ha dado 10 vueltas a la pista y Pepa ha dado 14 vueltas, ¿cuántas veces se han
cruzado durante la carrera?

Solución :

lSe habrán cruzado tantas veces como vueltas han dado las dos menos 1 (al final
no se cruzan, solo se encuentran). Por lo que se habrán cruzado 23 veces.

Acertijos
A veces nos acostumbramos a pensar en una sola dirección dando por obvio cosas
que no son tan obvias!... los acertijos juegan con las expectativas del oyente: lo
embroman (y embruman) con pistas falsas, mientras, como un tahúr, se guardan en
la manga la respuesta más obvia. Para llegar a buen puerto, hay que desconfiar de
la rutina mental y estar listos para darle más de una vuelta a cada enunciado.

Tipos de cuentos matemáticos


Aunque no se trata de realizar una clasificación exhaustiva de todas las
clases de cuentos matemáticos existentes, hay algunos que merecen ser reseñados, por
diferentes motivos:

** Cuentos protagonizados por objetos matemáticos: Se trata de historias de


tema más o menos libre cuyos protagonistas son objetos matemáticos (figuras
geométricas, números, etc...). Generalmente en la historia se hace mención a

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 57


Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

características específicas de dichos objetos, las cuales influyen de forma determinante


en su comportamiento. Ejemplos claros de este tiop de cuento serían:

* “Planilandia”, de E. Abbot, una novela protagonizada por figuras planas


que intenta satirizar el clasismo de la sociedad inglesa de finales del siglo
XIX.

* “Miralandia”, de C. Alsina, cuento que narra aventuras de unos seres


conocidos como “miras” (espejos), en las que se trabajan diferentes
propiedades y características de las simetrías.

** Cuentos que tratan temas matemáticos: En ellos se proponen o trabaja sobre


problemas concretos (generalmente expuestos a modo de historias cortas o
pasatiempos). Algunos ejemplos de este tipo serían:

* “El hombre que calculaba”, de M. Tahan, que relata pequeñas historias


protagonizadas por Beremiz Samir, en cada una de las cuales resuelve
diferentes situaciones con medios matemáticos.

* “Un cuento enmarañado”, de Lewis Carroll, que contiene una relación


de pequeños (y preciosos) cuentos en los que se plantean acertijos y
problemas de lógica, cálculo, etc.

** Cuentos en los que las matemáticas constituyen el centro de la


trama: En este apartado englobamos aquellas obras que tratan sobre temas
específicamente matemáticos. Generalmente tratan de acercar las matemáticas al público
más joven, con historias en las que personajes mágicos o fantásticos nos acercan a este
mundo. Tres ejemplos claros serían:

* “Ojalá no hubiera números”, de Esteban Serrano, cuento en el que los números


desaparecen del mundo a causa del deseo de un niño harto de hacer cuentas. Nos hace

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 58


Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

ver la necesidad de la existencia de los números y la cantidad de lugares en los que


podemos encontrarlos.

* “Ernesto, el aprendiz de matemago”, de José Muñoz, que trata del acercamiento de


un niño al mundo de las matemáticas con la ayuda de un mago que le enseña “trucos”
basados en diferentes propiedades numéricas, geométricas, etc.

* “El diablo de los números”, de H. Enzensberger, en el que un diablo se aparece a un


niño que odia las matemáticas y le enseña a aprenderlas de una manera fácil y divertida.
**Cuentos geométricos
En último lugar comentaré brevemente algunas características específicas del trabajo
original que presento en esta charla. Se trata de dos cuentos geométricos (en realidad el
segundo cuento es la continuación del primero) titulados “Mosaicos. Un cuento en dos
dimensiones” y “Poliedros, aventuras de otra dimensión”. Estos cuentos son originales
(aunque la autoría sea compartida por mí y por la profesora Teresa Fernández Blanco, de
la Universidad de Santiago) y nacen de la idea de buscar actividades novedosas y
divertidas para los alumnos de la materia optativa “Obradoiro de Matemáticas”, del primer
ciclo de la ESO.

La trama del cuento se basa en diferentes aventuras protagonizadas por figuras planas
(casi en su totalidad polígonos) y a lo largo de cada capítulo se plantean a los alumnos y
alumnas diversas actividades relacionadas con conceptos matemáticos como:

* Construcción de figuras geométricas (bidimensionales y tridimensionales).


* Análisis de propiedades geométricas.
* Cálculo y estimación de medidas. Análisis de errores.
* Búsqueda de información sobre personajes y hechos matemáticos.
* Relación de las matemáticas con otros campos de la vida y de la ciencia.
* Métodos de resolución de problemas. Inducción y deducción.

Pese a que los alumnos y alumnas realizan estas actividades como parte del trabajo del
área, como todo buen cuento (perdónese la inmodestia) como más gusta es cuando lo

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 59


Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

oyen contar (actividad que corre a cargo del profesor), no sólo por el mayor o menor
interés del cuento en sí, sino también por otros factores como son:
* La sorpresa de ver a un profesor de Matemáticas (algo “tan serio”) contando cuentos
(algo “tan poco serio”) en clase.
* El ver a su profesor disfrutando realmente con las matemáticas.

Esto resulta muy importante, pues aunque casi todos defendemos la belleza de esta
materia, casi nunca logramos transmitir a los alumnos este sentir. Por esta razón es
importante trabajar uniendo facetas de las Matemáticas y de la vida que nos hagan
disfrutar (teatro, magia, fotografía, arte, historia,…).

Muestra a nuestros alumnos que el profesor hace algo más que seguir un libro, que
trabajamos para que ellos aprendan más y este reconocimiento suele traducirse en una
mejora inmediata de la actitud.

Presentaremos unos cuentos matemáticos en los cuales encontrarás sugerido el tema en


los que puedes relatarlos y usarlos como recurso para hace la clase divertida o por lo
menos diferente.

Érase una vez... un Problema


CUENTO # 1: ARITMÈTICA Y GEOMETRÌA
Autor: Joaquín Collantes

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 60


Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Observación: Se recomienda contar esta historia cuando se introduce geometría para ver que la
Aritmética es importante y útil pues sirve de herramienta a la Geometría para dar solución a
los problemas que se presentan en ella.

Pellegrino Pellegrini, también llamado El Tibaldi, pintor y arquitecto italiano, terminó por
fin, aquella mañana fría de primavera, su pintura al fresco en el techo de la Biblioteca del
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Había aceptado con entusiasmo el encargo que le ofreció, en carta firmada y lacrada, el
propio Rey Don Felipe II, para decorar el claustro y el techo de la biblioteca del
monasterio que levantaba cerca de Madrid. Pero su alegría se había ido evaporando a
medida que hacía frente a las dificultades de pintar a tal altura del suelo, sobre andamios
y escaleras temblequeantes y pasando frío hasta en verano. Y tanto frío pasó en El
Escorial que ya de vuelta en Italia, repetiría una frase que le hizo célebre: “Yo el invierno
que más frío pasé en mi vida fue un mes de agosto en El Escorial”.

Pellegrino Pellegrini estuvo trabajando en el monasterio desde 1588 a 1595 y ya lo único


que deseaba era volver cuanto antes a su cálido pueblo, Puria in Valsolda, que allá en
Italia, lo esperaba.

Así que aquella mañana en que dio la pincelada final a su obra, se sintió feliz y satisfecho
ante la obra bien hecha.

Dio las órdenes necesarias para que al día siguiente retiraran los andamios y se quedó
ensimismado contemplando su obra, hasta que un crujido en los peldaños de la escalera
que subía hasta la última plataforma sobre la que se encontraba, le alertó de la presencia
inesperada de dos visitantes.

-Buenas días –saludaron, jadeantes, los recién llegados.

-Buenos días –contestó Pellegrino ante los que no habían anunciado su visita, como era
normal hacerlo.

A pesar de todo ya estaba acostumbrado a este tipo de visitas, pues subían a verlo, de
vez en cuando, algún que otro monje del monasterio más interesado en libros y pinturas
que al humo del incienso; algún funcionario real, más que nada por controlar si se
cumplían las previsiones establecidas en el contrato del pintor respecto al número de
figuras, colores y tiempo de ejecución de la pintura; miembros de algún tribunal de la
Inquisición y hasta el mismísimo Inquisidor General, que subió en un par de ocasiones,
para comprobar si se cumplían las reglas emanadas en el Concilio de Trento sobre
pintura y escultura, o sea, sobre la censura en el arte.

Hasta allá arriba también subió un día el propio Rey que, siempre vigilante y renqueante,
quiso contemplar de cerca las pinturas... y jugar a desorientar al italiano con una de sus
habituales propuestas-trampa, a las que era tan aficionado:

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-Vamos a ver, ¿qué prefiere, mi admirado señor Pellegrini? –Preguntó Felipe II al pintor-
¿llevarse todas las monedas de 1 escudo de oro que sea capaz, con la condición de
contarlas de una en una, en voz alta y sin detenerse, o los 15.000 escudos que le vamos
a pagar, según lo estipulado en su contrato?

El pintor se quedó sin habla, desconcertado, sin capacidad de reacción ante lo que no
sabía si era una magnífica oferta o una aviesa trampa del Rey para ahorrarse dinero en el
pago a sus servicios.

-Podrá llevarse todos los escudos de oro que sea capaz, repito, todos los que haya
contado de uno en uno y sin parar. ¿Qué me dice? Y conteste rápido, que no tengo toda
la mañana.

El italiano, desconcertado ante la mirada maliciosa del Rey, contestó que se quedaba con
lo estipulado en el contrato, pensando que más valían 15.000 escudos en mano que vete
tú a saber cuántos volando.

Pero lo que más le desconcertó aún fue la sutil carcajada que soltó el rey al despedirse,
carcajada que mantuvo mientras descendía por la escalera de mano; y más que seguía
riéndose mientras se alejaba hacia la salida de la biblioteca seguido de su séquito, que
también reía a carcajadas, aunque no supiera muy bien por qué, que para eso están los
séquitos, para reír las gracias de sus señores.

Todo esto recordaba el pintor, sin estar seguro aún de si habría acertado o no en la
propuesta del Rey, cuando llegaron los dos visitantes que ahora, a su lado, admiraban
sus pinturas, hasta que el más joven de ellos se presentó:

-Soy paisano suyo. Y al enterarme que un italiano pintaba el techo de la biblioteca me


decidí a visitarlo –y tendió la mano derecha, presentándose -me llamo Niccolo Fontana
Tartaglia, y soy matemático de profesión. Y este señor que me acompaña es Arquímedes
de Siracusa.

-Encantado –dijo el pintor estrechando la mano del que se acababa de presentar; pero al
ir a estrechar la mano de Arquímedes, que también se la tendió para saludarlo, éste se
esfumó en el aire, desapareciendo de su vista.

Pellegrino retrocedió espantado ante la desaparición del segundo visitante, sorprendido a


su vez de que el primero de ellos no se extrañara ante éste hecho, como si le pareciera
de lo más normal que alguien pudiera desvanecerse así, de repente.

Ante la expresión de pánico del pintor, Tartaglia le explicó:


-No se preocupe, señor Pellegrino, que no pasa nada. Es que no sé si usted sabrá que
Arquímedes de Siracusa murió hace unos... 1.767 años, más o menos, aunque nunca me
haya puesto a calcularlo exactamente, a pesar de ser matemático.

-Sí, pero, ¿qué hace aquí Arquímedes si ha muerto hace tantos años?

-Es que se me aparece con bastante frecuencia, su espíritu, claro. –contestó Tartaglia -
Como yo lo admiraba tanto, un día, desde el más allá, decidió que se me aparecería para
echarme una mano, para ayudarme a resolver ciertos problemillas, ciertas cuestiones en

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las que me atascaba, las intersecciones de dos cónicas, sin ir más lejos... Pero no se lo
diga usted a nadie, porque pienso pasar a la posteridad como matemático famoso y
tampoco es cosa de que la posteridad diga que, en parte, debo mi fama al espíritu de
Arquímedes.

Mientras tanto, Arquímedes había vuelto a recuperar su forma lentamente. Cuando


estuvo ya totalmente visible, sonrió y le dijo al pintor:

- Perdone por el susto que le he dado, pero es que, como soy un espíritu, cuando me
tocan me desvanezco en el aire.

-Ya, ya –dijo Pellegrino, que aún no las tenía todas consigo, aunque añadió, para
congraciarse con él – La verdad es que para la edad que tiene se conserva usted
estupendamente.

-Bueno, es que el espíritu es el espíritu.

-Claro, claro.

Entonces intervino Tartaglia:

-Es que estábamos viendo las pinturas desde abajo y nos preguntábamos cuántos
círculos tiene la greca que recorre la pintura del techo.

-Pues usted que es matemático lo calculará enseguida –contestó el pintor- ya que he


utilizado para pintar la greca una conjetura capicúa. El número de círculos debía ser
exactamente el segundo cubo capicúa de un número entero.

-¡No me lo diga, no me lo diga! –exclamó Tartaglia –que intentaré calcularlo esta noche
en mi habitación.

-Podría decirnos, al menos, cuántas cifras tiene al famoso cubo capicúa –propuso
Arquímedes.

Y cuando el pintor iba a decir el número de cifras del capicúa, Tartaglia le volvió a cortar,
exclamando:

-¡No me lo diga, no me lo diga! –y preguntó- ¿Y todo el número capicúa lo convirtió usted


en círculos?

-No; eran demasiados. Era un número muy grande como para pintar tantos círculos. Sólo
pinté los círculos que me indicaba el número que estaba justo a mitad de camino entre el
primero y el segundo cubo capicúa. Y eso que este número también me obligó a pintar
muchos círculos, ya que era el...

-¡No me lo diga, no me lo diga! –volvió a insistir Tartaglia, que, para cambiar de


conversación, preguntó: -¿Y quienes son todas estas señoras que ha pintado en el
techo?

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-Son alegorías. Son las alegorías de, por este orden y como podrán ver, la Teología, la
Astrología, la Geometría, la Música, la Aritmética, la Dialéctica, la Retórica, la Gramática y
la Filosofía –contestó Pellegrino.

-Hombre, qué alegría ver que se ha acordado de la Aritmética y la Geometría –dijo


Tartaglia.

-Sí, y especialmente de la Geometría, en la que veo que se ha recreado usted


especialmente. Yo también la prefiero. –dijo Arquímedes.

-No, a las dos las he pintado con el mismo cariño, ya que a las dos admiro –dijo el pintor.

-Pues yo prefiero la Aritmética –dijo Tartaglia.

-Pues yo la Geometría –insistió Arquímedes.

-Yo la Aritmética.

-Yo la Geometría.

Y así, discutiendo sus preferencias los dos italianos y el espectro del griego-italiano,
Arquímedes nació en Siracusa, al sur de Italia, se bajaron del andamio, mientras que
arriba, la Aritmética y la Geometría se reían de ellos. Y aunque les hizo gracia la
discusión, después de la risa empezaron a discutir también ellas sobre la importancia de
cada una.

-Yo soy mucho más importante que tú –dijo la Aritmética- ya que soy la base, el pilar y los
cimientos del conocimiento matemático. Además me imagino que sabrás que mi nombre
significa Ciencia de los Números. Fíjate si seré antigua, que mis orígenes se remontan a
Babilonia y al Egipto de los faraones. Y ya lo dijo Pitágoras, ¡todo es número!

-¡Que tontería! Más importante soy yo –exclamó la Geometría- que soy la medida de
todas las cosas, que ya sabes que mi nombre significa, nada menos, que Medida de la
Tierra. Además a ti, en Babilonia y en Egipto te establecieron, que tuvieron que ser
Thales, Pitágoras y Platón los que te definieran tal como eres. Mientras que a mí... fíjate
si seré importante que Euclides, el gran geómetra, fue profesor, nada menos que del rey
Tolomeo I de Alejandría.

-¡Ah, sí! Y tú que eres tan lista, ¿a que no sabes cómo se llamaba el hermano de
Tolomeo? –preguntó la Aritmética.

-¿. Simeón?

-¡Qué ordinaria! Ese sí que es un chiste de mal gusto.

-Sí, todo lo que tú quieras, pero este monasterio no se habría podido construir sin mis
números y mis cálculos –dijo la Aritmética.

-Ni sin mis trazados, que todo en este monasterio: cúpulas, bóvedas, arcos... todo es
pura geometría –argumentó la Geometría.

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-Pues ya que eres tan lista, -dijo muy enfadada la Aritmética- resuélveme este problema:
Demuestra que no existen 3 números naturales tales que la suma de los cuadrados de 2
de ellos sea el triple del cuadrado del otro. ¡Venga, atrévete!

-Muy bien. –dijo la Geometría- Pero a ver si me resuelves tú este otro: A ver cómo te las
arreglarías si te dieran un triángulo con todos sus ángulos agudos y te dijeran que
encontraras un punto interior cuya suma de distancias a los vértices fuera la mínima.
Así se quedaron la Aritmética y la Geometría, pintadas en el techo de la biblioteca y
discutiendo todo el día.

Mientras tanto, las obras del monasterio terminaron y se inauguró la Biblioteca, pero ellas
seguían discutiendo y discutiendo, intentando demostrar cual de las dos era la más
importante.

La biblioteca se llenó de libros, de instrumentos científicos, de globos terráqueos y de


mapas, y de lectores y estudiosos a través de los años, mientras seguía la discusión
interminable en el techo.

Y seguía 500 años después aunque, eso sí, la Aritmética y la Geometría cuando la
biblioteca estaba abierta al público, para no molestar a los lectores ni a los turistas,
discutían en voz baja.

FIN.

CUENTO # 2:LA FAMILIA GORDÓN MANTECA


Autor: Joaquín Collantes

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Observación: se recomienda la historia para el tema de sistema de medidas (masa o peso).

Pedro Gordón Manteca, de premonitorios apellidos, estaba gordo. No podía


negarlo, aunque quisiera, y mucho menos disimularlo, aunque lo intentara vistiendo
siempre de negro y caminando de perfil por la calle. Su desesperación comenzaba cada
mañana, cuando el espejo y la báscula, crueles, le gritaban la verdad a la cara: ¡Estás
gordo, gordísimo, mismamente una foca! Y para colmo, le acababan de regalar una
báscula parlante, de esas que, además de señalar el peso en una pantalla, una voz
metálica dice tu peso en voz alta. La primera vez que se subió en la báscula lo hizo
ilusionado con el estreno. Pero su ilusión duraría bien poco ya que, nada más subirse
encima, después de un sospechoso crujido de muelles, se oyó la voz, más angustiada
que metálica que decía: ¡Por Dios! Súbanse de uno en uno.

Para quitarse la depresión, desayunó 4 huevos fritos acompañados y bien acompañados


con un kilo de morcilla de Burgos, untado todo con una generosa cantidad de pan y 3
cafés con leche.

Pedro Gordón Manteca estaba casado con Teresa Oronda Grande que tenía, centímetro
más o menos, la talla y contorno de su marido, aunque no su complejo ya que, inteligente
y equilibrada, decidió no deprimirse a partir de usar la talla XXXXXLLL.

Teresa y Pedro tenían 3 hijas y 2 hijos que, en vez de heredar una finca en Extremadura,
por ejemplo, heredaron el metabolismo y la tendencia a engordar de la que eran buenos
representantes sus padres. Y es que el lamento general de la familia era: ¡Nos engorda
hasta el agua! (Lo que no confesaban era que acompañaban al vaso de agua con un
bocadillo de chistorra frita.)

Los 5 hijos, alertados por los lamentos de su padre cada vez que se pesaba, decidieron
pesarse en grupo, para disimular, pero en la balanza industrial que tenía la tienda de la
esquina, ya que la báscula parlante pedía auxilio y retrocedía hasta la pared cada vez
que solos, o en grupo, entraban en el cuarto de baño.

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Una mañana, las 3 niñas bajaron a la tienda a comprar 3 docenas de huevos y 5 kilos de
patatas para hacer una tortilla -tamaño familiar- y el tendero, después de servir la
mercancía, les dijo, señalando a una clienta que hablaba con él:

-Esta señora y yo hablábamos, precisamente, de vosotras y...

-Claro, diciendo que estamos como focas –dijo la hermana mayor, interrumpiendo al
tendero.

-Pues no, aunque sí. Nos preguntábamos cuántos años tendríais.

-Pues las edades de nosotras 3 -contestó la hermana mediana, que de mediana no tenía
nada- bien sumadas dan lo mismo que 3 veces la mía, y multiplicadas equivalen a 12
veces mi edad.

-Pero bueno, ¿cuántos años tenéis cada una? –preguntó la clienta.

-Pues ya se lo ha dicho bien claro mi hermana –contestó la hermana pequeña, que sólo
era pequeña en edad, que no en peso.

El tendero y la clienta no se molestaron en calcular las edades de las niñas, ya que se


quedaron con la duda de si no les habrían tomado el pelo, así que el tendero preguntó
:
-A ver, ¿qué más quieren The fat sisters?

- ¡Cuidadito! Que sabemos inglés, elderly and stupid shopkeeper –dijeron las 3 a la vez.
En ese momento entraron en la tienda los 2 hermanos que, después de saludar, le dijeron
al tendero:

-Venimos a pesarnos, que hemos hecho régimen 10 minutos y queremos ver los
resultados. Pero antes queremos pesarnos con nuestras hermanas, los 5 juntos.

-¿Por qué? -preguntó el tendero.

-Porque hemos descubierto que pesándonos de 2 en 2 e intercambiándonos de uno a


uno cada vez, sabremos el peso de los 5 gastándonos solamente una moneda –dijo el

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hermano pequeño, sujetándose los pantalones, convencido de que en los 10 minutos de


régimen había rebajado una talla.

-Además, hemos comprobado -dijo la hermana mediana- que pesándonos a pares


pesamos 89 kilos, 85, 84, 83, 82, 81, 80, 78, 76 y 74. Y además cada uno de nosotros
pesa más que el que le sigue en edad.

-No entiendo nada –dijo el tendero.

- Pues es muy fácil, lo que pasa es que usted sabrá mucho inglés, pero lo que es
matemáticas..., bueno, a lo hemos venido: queremos pesarnos en la superbáscula.

-Muy bien. ¿Queréis un caramelo? Pero solamente UNO –recalcó el tendero, antes de
que le pidieran 20 o 30, poniendo uno de los paquetes de caramelos sobre el mostrador.

-Espere, ¿de qué sabor son los caramelos?

-Los tengo de naranja y de limón. Un paquete de cada.

-¿Y ese tercer paquete?

-En ese están mezclados de naranja y de limón. Es que acabo de recibir 3 paquetes de
caramelos, con 100 caramelos cada paquete. En el primer paquete hay caramelos de
naranja, en el 2º de limón y en el 3º mezclados, mitad y mitad: 50 de naranja y 50 de
limón. Lo que pasa es que las 3 etiquetas de los 3 paquetes han venido, por error,
cambiadas. Entonces, no sé cuántos caramelos tendré que sacar como mínimo para
averiguar el contenido de cada paquete. A ver, vosotros que sois tan listos, averiguadlo.

-Es muy fácil: 32 –contestó la hermana pequeña.

-No le engañes –le advirtió el hermano mayor.

-Bueno..., pues 23.

-No le haga usted caso, que mi hermana es muy bromista.

-Entonces, ¿cuántos caramelos tendré que sacar? –preguntó el tendero.

-Se lo decimos si nos regala los 300 caramelos –propusieron los 5 hermanos al mismo
tiempo.

El tendero, por supuesto, no aceptó el trato, así que los 5 hermanos se pusieron en fila
dispuestos a pesarse en la superbáscula. En ese momento entró en la tienda la madre
que, arrobada, contempló cómo sus hijos se pesaban. Cuando terminaron la complicada
operación, les preguntó:

-A ver, hijos míos; ¿cuánto pesáis?

-Seguro que el señor tendero podrá responderte, ya que le hemos dado todos los datos
para averiguar cuánto pesamos cada uno de nosotros.

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-Si..., claro..., por supuesto..., pero ahora es que no tengo tiempo. Y, por cierto, ¿cuántos
años tienen las niñas? –preguntó el tendero, cambiando de conversación.

-¡No se lo digas, mamá! Que también le hemos dado todos los datos para que lo averigüe
–gritaron las 3 niñas.

-Es cierto –reconoció el tendero- pero es que son ustedes muy complicados. La verdad
es que no me he enterado ni cuántos años tienen las 3 niñas, ni cuánto pesan los 5.

-Bueno, es que a nosotros, además de la fabada, nos gustan mucho los juegos y los
cálculos matemáticos –dijo la madre, muy orgullosa de sus hijos.

-Claro, claro. En fin, ¿qué desea usted, doña Teresa?

-Vamos a ver... póngame manzanas, peras, melocotones y...

-¡Espera, mamá! -exclamó la hija mayor- déjame a mí.

-Muy bien, hija, adelante.

-Atención, señor tendero: si 3 manzanas y un melón pesan lo mismo que 10 melocotones,


y 6 melocotones y una manzana pesan lo mismo que un melón. ¿Cuántos melocotones
serán necesarios para equilibrar un melón?

El tendero, furioso, no lo dudó más, y convencido de que en esa familia, además de estar
gordos, no estaban en su sano juicio, exclamó:

-¡Marchando 10 kilos de manzanas, 15 de melocotones y 5 de peras! –añadiendo, con


sorna- Bueno, con esto ya tendrán ustedes por lo menos hasta la noche. Y procure que
los niños coman mucha fruta, no sea que les ataque la anemia perniciosa, que los noto
como desfallecidos.

Doña Teresa y sus hijos salieron de la tienda. Y el tendero y la clienta vieron como, en la
misma puerta, la madre reñía a los niños porque ya se habían comido todas las peras. Lo
último que oyeron es que la hermana mayor, con la boca llena, reñía al hermano
pequeño, diciéndole:

-Cómo tengo que decirte que no te comas los melocotones de 3 en 3, que un día te vas a
atragantar.

FIN.

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CUENTO # 3: CHARLIE Y EL CHOCOLATE


Autor: Joaquín Collantes

(Este relato es uno de los contenidos en el libro MATECUENTOS-CUENTAMATES 3 de


J. Collantes y A. Pérez Ed. NIVOLA 2006)

A Charlie no le gustaba el chocolate. Sin embargo a su madre sí le gustaba el chocolate;


a su padre le gustaba mucho el chocolate; a sus dos hermanos les gustaba muchísimo el
chocolate; todos sus amigos se volvían locos por el chocolate y a él, que era amigo del
señor Bonca, el dueño de la fábrica de chocolate, no le gustaba el chocolate.

-Estás loco, Charlie. Estás como una cabra. Cómo es posible que a ti no te guste el
chocolate. Si te gustara, el señor Bonca te regalaría todo el chocolate que quisieras. Y en
cambio a nosotros, que nos gusta muchísimo, nunca nos regala nada, ni una miserable
chocolatina, ni siquiera un bombón –le decían su madre, su padre, sus hermanos y sus
amigos.

El señor Bonca tenía una fábrica de chocolate a las afueras del pueblo de Villachoco. Era
la fábrica más grande y más moderna del país y hasta del mundo. Producía tal cantidad
de chocolate que, decían, si hubiera un escape de chocolate líquido y se vaciaran de
pronto sus grandes depósitos, el chocolate cubriría todas las calles del pueblo, todas las

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carreteras, todos los campos y llegaría por lo menos hasta Villalate, un pueblo que estaba
a 60 kilómetros.

El señor Bonca era muy tacaño, un auténtico avaro. Nunca regaló ni una sola tableta de
chocolate a nadie. Solamente tenía un amigo y ese era Charlie. En el pueblo decían que
si el señor Bonca había aceptado a Charlie como su amigo era precisamente por eso:
porque no le gustaba el chocolate. Así no tendría que regalarle ni tan siquiera un bombón.
Incluso muchas veces, adivinando cual sería la repuesta, el señor Bonca con pérfida
sonrisa, le preguntaba:

-Charlie, ¿quieres un poco de chocolate?


Y Charlie contestaba lo que él esperaba:
-No, muchas gracias; ya sabe usted que a mí no me gusta el chocolate.
Hasta que un día, harto de que siempre le ofreciera chocolate, en vez de un donut, o una
coca-cola, o un bocadillo de jamón, por ejemplo, Charlie contestó que sí, que sí quería
chocolate.

El señor Bonca se quedó paralizado por la sorpresa: ahora no tendría más remedio que
regalarle una chocolatina a su amigo Charlie, él, que nunca había regalado nada a nadie.
A sí que, se le ocurrió una idea:
-Querido Charlie, tendrás que ganártelo. Te daré todo el chocolate que quieras si aciertas
un acertijo y me resuelves tres problemas que serán: el primero fácil, el segundo un poco
más difícil y el tercero un poco más complicado. Hoy te pondré el acertijo y durante tres
días seguidos cada uno de los problemas. ¿Estás de acuerdo?

Charlie se quedó muy cortado porque se le daban muy bien los acertijos pero mal las
matemáticas, aunque aceptó inmediatamente ya que se le ocurrió un plan para sacarle
todo el chocolate posible al tacaño del señor Bonca. Así que le dijo que estaba de
acuerdo.
-Sí, pero si fallas en algún problema, si no lo sabes hacer o lo resuelves mal tendrás que
devolver todo el chocolate que te haya dado antes. Vamos allá. Si aciertas este acertijo te
daré una tableta de chocolate.

-Ni hablar, tienen que ser 5 tabletas –propuso Charlie.


-¡¡ 5 Tabletas!! ¡Tú estás loco! –exclamó indignado el señor Bonca.
-Si no son 5 tabletas, no juego.

El señor Bonca, por miedo a perder al único amigo que tenía aceptó a regañadientes.

Está bien. Ahí va el acertijo: “Tres niños tienen que repartirse entre sí 21 vasos, de los
cuales 7 están totalmente llenos de chocolate, otros 7 están llenos de chocolate hasta la
mitad, y 7 están vacíos. ¿Pueden repartirse los vasos y el chocolate de tal modo que
cada niño se lleve la misma cantidad de chocolate y una misma cantidad de vasos?
(Todos los vasos son iguales y está prohibido pasar chocolate de un vaso a otro.)”
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Charlie se concentró, echó sus cuentas, sumó con los dedos... y en tres minutos le dio la
respuesta al señor Bonca. La respuesta era correcta. A pesar de lo furioso que estaba al
ver que su amigo había acertado el acertijo, le dio las 5 tabletas de chocolate prometidas.

Aquella tarde lo celebró con sus amigos que estaban maravillados: Charlie había
conseguido ganarle al tacaño del señor Bonca nada menos que ¡¡ 5 tabletas de
chocolate!! 5 tabletas de delicioso chocolate con leche y con almendras, el chocolate más
rico que se hacía en la fábrica, el más delicioso. Pero mientras todos lo celebraban y se
comían el chocolate Charlie y sus hermanos preparaban el plan que se le había ocurrido
y que no podía fallar. El plan para darle su merecido al avaro señor Bonca.
Al día siguiente, en su visita de todos los días, el dueño de la fábrica recibió sonriente a
su amigo.

-Buenas días, amigo Charlie. ¿Estás preparado? Ayer me cogiste por sorpresa con un
acertijo facilísimo, pero hoy te lo voy a poner un poco más difícil. Ya veo que vienes
preparado con tu cuaderno y tu bolígrafo, así que, vamos allá con el primer problema, que
es el más fácil de los tres: “La distancia de Villachoco a Villalate es de 60 km. Charlie y
Olga caminan desde Villachoco hasta Villalate a una velocidad constante de 5km/h. Cada
10 minutos sale un tren de Villachoco a Villalate, que viaja a una velocidad constante de
80km/h. ¿Cuántos trenes que viajan de Villachoco a Villalate ven pasar Charlie y Olga
durante su caminata si salen de Villachoco al mismo tiempo que sale un tren?”

-Muy bien –dijo Charlie- pero si resuelvo bien el problema me tendrá que dar tantas
chocolatinas como la velocidad a la que viaja el tren.
-¡¡ Ochenta chocolatinas!! ¡Tú estás loco! ¡Ni hablar!
-Pues no hago el problema.

El señor Bonca, desesperado y furioso daba vueltas por su despacho. No podía aceptar
ese chantaje... pero, por otro lado estaba convencido de que Charlie no conseguiría
resolver el problema. Así que decidió aceptar.

-Está bien. Pero el problema tiene que estar bien resuelto, perfecto. Como haya el
mínimo error, te quedas sin chocolate.

-Muy bien –contestó Charlie, y se puso a resolver el problema.

Lo que menos podía imaginar el señor Bonca es que Charlie había instalado un pequeño
micrófono en su bolígrafo que actuaba como emisor. De esta manera el enunciado del
problema fue escuchado por sus hermanos y sus amigos que estaban en el parque. Ellos
fueron resolviendo el problema para ir dictándoselo a Charlie, que lo escuchaba a través
de un receptor en miniatura, un mini altavoz que llevaba instalado en la oreja y camuflado
entre el pelo largo. A Charlie se le había ocurrido esta idea recordando que el padre de su
amigo Jesús tenía una tienda en Villalate que se llamaba “La Tienda del Espía”. En esa

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tienda vendían todo lo necesario para espiar: prismáticos de láser para ver en la
oscuridad, mini cámaras digitales de fotos, grabadoras ocultas en un encendedor,
micrófonos tan pequeños como un botón... y bolígrafos con mini micrófono y receptores
miniatura para esconder en el pabellón de la oreja. Así que, allí estaba Charlie,
disimulando, haciendo como que resolvía el problema cuando en realidad lo estaban
haciendo entre todos en el parque y dictándole los resultados que él iba anotando en el
cuaderno.

-Ya está. Era un problema facilísimo –dijo Charlie.


Al señor Bonca le dio un ataque de nervios cuando vio que Charlie había resuelto
correctamente el problema. Se tiró al suelo pataleando, mordió los bordes de la alfombra,
lloró desconsoladamente... pero tuvo que darle a Charlie sus 80 chocolatinas.
Fiesta en el parque. Los hermanos y amigos de Charlie le llevaron a hombros como si
fuera un torero triunfador, mientras se ponían morados a comer chocolatinas.
Al día siguiente, de nuevo en la fábrica, Charlie se preparó para atacar el segundo
problema. Con el bolígrafo-micrófono en la mano y el mini-receptor bien ajustado en la
oreja derecha, dijo: Preparado.

Entonces el señor Bonca, que no había podido dormir a causa del disgusto, dictó el
segundo problema: “Con tres dígitos distintos se forman seis números de tres cifras
distintas. Si se suman estos seis números el resultado es 4218. La suma de los tres
números más grandes menos la suma de los tres más pequeños es igual a 792. Hallar los
tres dígitos.”

-Muy bien –dijo Charlie- pero a cambio de hacerlo quiero, quiero, quiero... tantas
chocolatinas como suman los seis números del problema.
-¡¡ 4218!! ¡Imposible! ¡Me niego! ¡Eres un chantajista!

-Muy bien, pues me voy –dijo Charlie poniéndose en pie.


-No, no... espera. Negociemos. ¿Que te parece si en vez de 4218 chocolatinas te diera la
otra cifra del problema, es decir 792 bombones.

-De acuerdo, pero que sean 792 chocolatinas en lugar de bombones.


-¡Chantajista, ladrón, me vas a arruinar! Pero... está bien. De acuerdo. Empieza a hacer
el problema, que estoy seguro de que me voy a ahorrar las 692 chocolatinas. Seguro que
no sabrás resolverlo.

-¡ 792 ¡ -recalcó Charlie.


-Es verdad, que tonto, me había equivocado.
-Sí, qué casualidad, siempre se equivoca usted a su favor.

Mientras tanto, en el parque, hacían entre todos el problema. Y como les dio tiempo a
resolverlo mientras Charlie y el tacaño señor Bonca discutían, se lo dictaron tan rápido
que en un momento el niño ya lo tenía copiado sobre el papel. El señor Bonca estudió
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detenidamente las operaciones y el resultado del problema. Sacó una lupa del cajón para
verlo mejor, lo volvió a repasar y al comprobar que estaba bien y que acababa de perder
792 chocolatinas cayó desvanecido sobre la alfombra. Pero Charlie se dio cuenta que
estaba fingiendo. Así que, dijo en voz alta:

-Pobre señor Bonca. En fin, que le vamos a hacer. Llamaré a su secretaria para que le
ayude y mientras tanto yo me llevaré las 892 chocolatinas que he ganado.
-¡¡¡ 792 !!! –exclamó el falso desmayado, levantándose de un salto.
-Es verdad, que tonto, me había equivocado –dijo Charlie, imitando la voz del que
siempre se equivocaba a su favor.

Cuando Charlie llegó al parque en la furgoneta en la que llevaba las 792 chocolatinas
estalló la fiesta. Todos aplaudían entusiasmados mientras Charlie tiraba chocolatinas por
la ventanilla. Y aún sobraron para que al día siguiente se pusieran morados todos los
alumnos de su colegio, que desde entonces llamaron a su amigo Charlie el Chocolatero.
Al día siguiente volvió a la fábrica dispuesto a resolver el tercer y último problema. O
mejor dicho, a fingir que resolvía el tercer problema. Los mejores alumnos del colegio en
matemáticas estaban preparados en el parque. Todo preparado.

En el despacho del dueño de la fábrica también estaba todo preparado... todo menos el
receptor que estaba escondido en la oreja de Charlie ya que, aunque él aún no lo sabía,
se había estropeado.

-Muy bien, amigo mío. ¿Qué tal te sentó el chocolate que me ganaste ayer? Pues
prepárate que hoy no te va a resultar tan sencillo. Vamos, toma nota que te voy a dictar el
tercer problema: “Si se escribe hoy la edad de Alejandro y a continuación la edad de
Carlos, se obtiene un número de cuatro cifras que es un cuadrado perfecto. Si se hiciera
lo mismo dentro de 11 años, se tendría de nuevo un cuadrado perfecto de cuatro cifras.

Hallar las edades actuales de Alejandro y Carlos.”


-Bueno, vamos a ver que quiero hoy a cambio. Quiero, quiero... tantas tabletas de
chocolate de las grandes como años tiene Alejandro...
-Ah, eso está muy bien –dijo muy contento el señor Bonca.
- ...multiplicado por los años que tiene Carlos... –añadió Charlie.
-Oye, oye, no te pases.

- ... y multiplicado ese número por cien. Y esa cantidad me la dará todos los años en
Navidad, para que yo la reparta entre todos los niños del pueblo.
El señor Bonca ya ni protestó. Se resignó con la esperanza de que su amigo no supiera
resolver el problema. Mientras tanto, en el parque había problemas de otro tipo: ya
habían resuelto el problema pero no podían decírselo a su amigo ya que el receptor que
Charlie llevaba escondido en la oreja se había estropeado. Charlie se dio cuenta de que
algo no funcionaba. Y acercándose el bolígrafo-emisor a los labios preguntó: ¿Qué pasa?

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-¿Qué quieres decir con “qué pasa”? –preguntó el señor Bonca.


-No, nada –contestó el niño, disimulando.

Charlie estaba perdido. El receptor no funcionaba. No podría resolver el problema. No


solo no ganaría la última apuesta sino que tendría que devolver todo el chocolate que
había ganado hasta ese momento...¡¡ Y que ya se habían comido!! Palideció, empezó a
sudar, sintió que se mareaba. El señor Bonca esperaba y el receptor estaba mudo, nadie
le decía cómo tenía que hacer el problema. El dueño de la fábrica de chocolate se dio
cuenta de que algo raro pasaba y preguntó: ¿Qué te pasa?
-No, nada, que estoy un poco mareado.

-Si quieres lo dejamos, ya que estás malo... o te has puesto malo al ver que no sabes
hacer el problema –insinuó el señor Bonca, sonriendo.

A Charlie le dio una rabia horrible el sarcasmo del dueño de la fábrica. Y terror al pensar
en cómo se las arreglaría para devolver todo el chocolate que debía. Así que, decidió que
intentaría resolver el problema. Se concentró, volcó toda su energía mental, atacó el
problema leyendo atentamente el enunciado, empezó a hacer cálculos y operaciones,
tachó los números veinte veces, rompió diez o doce hojas del cuaderno, sufrió y sudó
pero.... para su sorpresa ¡resolvió el problema! Sin estar seguro de si estaría bien, así
que se lo entregó temblando al señor Bonca que lo cogió, lo repasó, lo volvió a repasar, lo
repasó cien veces... y cayó desplomado sobre la alfombra, pero está vez echando
espuma por la boca y pataleando.

Charlie, convencido de que el ataque de rabia era la confirmación de que había hecho
bien el problema empezó a dar saltos de alegría.

En el pueblo, al conocer la noticia, recibieron a Charlie como un héroe cuando llegó con
el camión cargado de tabletas de chocolate. Aplausos, vítores, fuegos artificiales, las
calles engalanadas, todo el pueblo en la calle para aclamar a Charlie que, subido el lo
alto del camión, arrojaba a la multitud tabletas y más tabletas de chocolate.

El señor Bonca reconoció su derrota y llegó a la conclusión de que no le importaba nada


regalar todas las navidades esa cantidad de chocolate, que no era ni el 10% de la
producción de su fábrica. Así, podría seguir disfrutando de la amistad de Charlie el
Chocolatero. A partir de entonces, el día de Navidad el pueblo de Villachoco se iluminaba
con luces de fiesta. Y todos los niños salían bien abrigados a la calle a esperar el gran
camión que traía las tabletas del chocolate más delicioso del mundo.
FIN.

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CUENTO # 4: EULER Y SU PROLE


Autor: Joaquín Collantes

Durante siglos se ha creído, y aún hoy se cree, que Suiza es un país cuya única
aportación a la civilización occidental ha sido el reloj de cuco y el chocolate con leche (de
ser los guardianes –léase banqueros- de lo que roban todos los ladrones que en el
mundo han sido no hablemos, para evitar conflictos diplomáticos). Pero para los
matemáticos y los amantes de las matemáticas, Suiza es el país en el que nació
Leonhard Euler... y eso ya es suficiente como para redimir a un país, y más si a este
nombre se une el del clan de los Bernoulli. Lo cierto es que se supone y se supone bien
que la Madre Naturaleza hizo nacer a Euler en Suiza para dignificar al pequeño país
centroeuropeo (...que se libra de todas las guerras precisamente porque todos los que las
provocan tienen allí guardado su dinero o esperan guardar el que roben, también
precisamente, mediante las guerras provocadas).

Aquella tarde de primavera del año 1780, Euler trabajaba en su estudio rodeado de sus
13 hijos, 29 nietos, 9 sobrinos, 34 amigos de los hijos y de los nietos y de unos cuantos
vecinos – unos 24, aproximadamente- cuando su mujer, la paciente Madame Euler, entró
para servir el té con pastas (12 litros de té y 16 kilos de pastas). En ese momento, al
sentir el aroma de la infusión, Euler, dejando a un lado el trabajo en el que estaba
inmerso y extendiendo la mano para que le dieran su taza de té, preguntó:
-¿Os he contado alguna vez el encontronazo que tuve con monsieur Diderot en San
Petersburgo?

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Y a pesar de que todos -hasta Willhem, el nieto más pequeño, que tenía 2 años- habían
oído la historia cientos de veces, contestaron al unísono: Pues no, nunca nos la contaste
(y la razón es que todos, familiares y amigos, adoraban al matemático por ser la persona
más afable, familiar y generosa que conocían... y sabían que le encantaba contar
historias sobre su pasado matemático).

-Pues estaba aquí, en San Petersburgo, hace ya unos cuantos años, cuando me enteré
que visitaba la Corte Imperial Rusa el enciclopedista francés Denis Diderot. Me dijeron
que me criticaba por ser yo un calvinista piadoso que tenía una sólida fe y creía en Dios,
ya que él presumía de agnóstico, cuando no de ateo. Así que le cité en la Academia de
Ciencias, ante la Emperatriz y toda la Corte, diciéndole que yo estaba en posesión de la
demostración algebraica de la existencia de Dios. Cuando llegó, muy orgulloso él,
después de los saludos de cortesía, le espeté en francés:

Monsieur Diderot:
“ , donc Dieu existe: répondez!”

Que, más o menos, quiere decir: “Señor Diderot: , luego Dios existe, así que:
¡responda!”

Os podéis imaginar que se quedó de piedra, mudo de estupor, pues yo sabía que, a
pesar de ser el padre de la Enciclopedia, no andaba muy fuerte en matemáticas. Así que
aproveché para rematar la faena y le puse este sencillo problema: “Mi mujer escribe un
número entero de menos de treinta cifras y que termina en 2. Yo borro el 2 del final y lo
escribo al principio. El número que queda escrito es igual al doble del número que había
escrito mi mujer. ¿Qué número escribió mi mujer?”

El caso es que no supo hacer ni siquiera este sencillo problema y se excusó, saliendo de
inmediato de la Academia. La verdad es que no lo volví a ver por San Petersburgo, y me
dijeron que hasta se había ido de Rusia.

Los 110 presentes –incluida su mujer- rieron por septuagésima quinta vez la anécdota y
aplaudieron al final. Y siguieron disfrutando del té con pastas sin darse cuenta que Euler
había vuelto a su trabajo, ayudado por uno de sus hijos que escribía lo que su padre le
dictaba, con un nieto sentado en cada rodilla y otro encima de sus hombros que, además,
se estaban peleando... y él totalmente ausente del caos que se desarrollaba a su
alrededor, que ya tiene mérito. Euler tenía el don de la concentración y conseguía, a
pesar de que a su alrededor estallara el mundo (y es de suponer que en un hogar con 13
hijos estallaría de vez en cuando) encerrarse en una intensa meditación de la que nada
de lo que ocurría a su alrededor podía sacarle. Además, era un hombre de una inmensa
curiosidad con interés no sólo en las matemáticas, sino que le apasionaba todo lo relativo
a los diversos campos de la ciencia, pero también la teología, la medicina, la astronomía,

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la física y las lenguas antiguas, modernas y orientales (escribía normalmente en latín y en


francés, a pesar de que su lengua materna era el alemán). Y abstraído estaba en sus
cálculos cuando escuchó la palabra Eneida, a la vez que alguien lo zarandeaba
violentamente para bajarlo de las nubes:
-¿Qué?

-Que dice este señor, que es el nuevo vecino, que es imposible que te sepas la Eneida de
memoria –le dijo uno de sus hijos, señalando al recién llegado que ya estaba con su taza
de té en la mano.

Y Euler, una vez más, sonriendo ante la expectación levantada a su alrededor, empezó a
recitar la obra de Virgilio, hasta que a los tres cuartos de hora, convencido el vecino de
que era cierto lo que le habían asegurado, se disculpó para volver a su casa (a tomarse
tres medidas de ácido acetilsalicílico) acompañado de la risa de la familia del matemático
que despedía así al incrédulo, mientras él volvía a sus cálculos ayudado por tres de sus
hijos. (No creo necesario decir, pero lo digo, por si acaso, que en 1738. Euler perdió la
vista de su ojo derecho, como consecuencia de su intenso trabajo sobre la realización de
un mapa geográfico de Rusia. En 1741 aceptó la invitación de Federico el Grande de
Prusia para incorporarse a la Academia de Berlín, ciudad en la que residiría veinticinco
años durante los cuales fue perdiendo progresivamente la visión. Catalina la Grande lo
llamó en 1766 para que volviese a ocupar su puesto en la Academia de San Petersburgo
y ese mismo año supo que estaba perdiendo definitivamente la vista del único ojo sano,
así que se preparó para la ceguera total escribiendo sus cálculos sobre una pizarra en
grandes caracteres y dictando sus trabajos a sus hijos. A pesar de esta terrible limitación,
a lo largo de su vida el matemático publicó más de 500 libros y artículos. Y la lista de sus
obras contiene 886 trabajos, pues produjo una media de unas 800 páginas anuales, lo
que le ha convertido en el matemático más prolífico de la historia de esta ciencia.)

Media hora después de que se fuera el aturdido vecino, Euler salió de su meditación
empujado esta vez por el ruido ya que, como cada día, 18 de sus 29 nietos y otros tantos
amigos suyos hacían cola ante su mesa. El matemático les ayudaba a hacer los deberes
escolares así que, dejando a un lado su artículo semanal para la revista de investigación
Commentari Academiae Scientiarum Imperiales Petropolitanae -el boletín de la Academia
de San Petersburgo que el prolífico Euler, para alegría de sus editores, inundaba con un
torrente de artículos matemáticos- y armándose de paciencia, empezó con el primero de
la cola.

-A ver, ¿cuál es tu problema?... y nunca mejor dicho.

-Es muy difícil, abuelo –contestó el nieto número 22 en la escala de nietos - te cuento:
2
“¿Qué número es del doble del triple de 5?”
3

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-Pero eso es un acertijo más que un problema. Intenta resolverlo tú, que una cosa es que
os ayude con los problemas y otra muy distinta es que os los resuelva yo. Y si no lo
sabes hacer, te ayudaré. A ver, el siguiente.

Otro de los nietos, el número 14, el que estudiaba el nivel equivalente a 2° del
Bachillerato actual (que como aún no se había inventado ni la televisión ni la Play Station
dedicaba su tiempo libre a estudiar), preguntó a su abuelo:

-¿Abuelo: es verdad que fuiste tú el que inventó el uso de las letras A, B y C para los
ángulos de un triángulo, y de las minúsculas a, b y c para los lados respectivamente
opuestos a ellos?

-Sí, ¿por qué?

-Pues porque el profesor de Geometría dice que está encantado con el invento y no para
de ponernos problemas de triángulos. Como éste, sin ir más lejos:

“En la figura parece que la distancia del baricentro G, al ortocentro O es el doble que la
distancia de G al circuncentro C. ¿Es cierto?, ¿será casualidad en este triángulo o se
verifica en todos?”

-Pero éste problema es muy fácil.


-Será para ti, pero yo llevo una hora dándole vueltas y ni idea... y es que ya me sale
humo del cráneo.

-Pues fíjate que curioso –dijo Euler- los griegos ya estudiaron las rectas y los puntos
notables de un triángulo que, como sabes, son: el ortocentro, que es el punto de corte de
las tres alturas y se le llama punto arquimediano del triángulo, y por algo será; el
baricentro, formado por la intersección de las tres medianas y que fue estudiado por

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Arquímedes en la proposición 13 del primer libro de su obra Sobre el equilibrio de los


planos hacia 225 a. de C; el circuncentro, situado en la intersección de las mediatrices y
aparece en la proposición 5ª del libro IV de los Elementos del gran Euclides; y el incentro,
punto de corte de las bisectrices, que también aparece en la proposición 4ª del mismo
libro.
-¡Es increíble! –exclamó el nieto número 14.

-Pues más increíble es que desde los clásicos griegos hasta ahora nadie, absolutamente
nadie, se hubiese dado cuenta de que tres de esos cuatro puntos, baricentro, ortocentro y
circuncentro, estaban alineados... ¡en cualquier triángulo! El primero que se dio cuenta fui
yo, y de paso lo demostré. Y bauticé a esa recta con mi nombre, que con él pasará a la
posteridad: la Recta Euler. Bueno, ya está bien; a ver, el siguiente –dijo el matemático,
después de resolverle las dudas a su nieto.

Ya había atendido a 12 nietos y a 9 amigos de nietos cuando su hijo mayor entró en el


estudio para anunciarle:
-Padre, han llegado dos caballeros franceses que quieren hablar contigo.
Y entraron los dos caballeros que después de saludar cortésmente se sentaron ante el
matemático. Euler percibió con toda intensidad el aroma del perfume que, siguiendo la
moda de París, exhalaban los recién llegados ya que desde que se quedara totalmente
ciego, el matemático había desarrollado notablemente el olfato. Así que, en broma,
preguntó a su hijo:
-¿Dos caballeros o dos damas?
Los caballeros franceses rieron la broma, uno más que el otro, hasta que el que menos
había reído que, además, era el mayor de los dos, dijo:
-Señor, soy Denis Diderot, al que recordaréis... y vengo a vengarme.
El silencio se cernió sobre el estudio del matemático ante lo que parecía una amenaza.
Hasta que el más joven de los recién llegados añadió:
-Nada temáis nada de mi sanguíneo compañero, caballero, ya que habla solamente de
venganza intelectual, pues dice que le ridiculizasteis hace unos cuantos años ante toda la
corte. Y me ha traído para que le ayude en su venganza ya que yo soy matemático.
-¿Y quién sois vos? –preguntó Euler.

-Joseph Louis Lagrange, para servirle.


-¿Sois el joven Lagrange, el de la famosa Mécanique analityque, considerada por todos
como un auténtico poema científico?, ¿el mismo que hace ya unos pocos años me envió
una carta con la demostración del problema isoperimétrico? –preguntó Euler.
-El mismo, señor. ¿Y quién sois vos? Porque monsieur Diderot me convenció para que le
acompañara pero sin decirme quien era usted.
-Joven Lagrange, soy Leonhard Euler, también para servirle.
-¡¡¡ Euler !!! ¿Sois el gran Euler? –exclamó Lagrange, y se volvió indignado hacia Diderot-
¿Pero cómo no me habíais advertido que me enfrentaría nada menos que al gran Euler?

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Los dos matemáticos se levantaron de sus asientos para fundirse en un emotivo abrazo y
comenzar a intercambiarse conocimientos hasta que, tres horas después, Diderot, para
hacerse presente, carraspeó, tosió y hasta bailó un vals alrededor de los abstraídos
matemáticos.

-Tenéis que zarandearlos –propuso el hijo mayor de Euler- Es la única manera de


sacarlos de su mundo, por lo menos en lo que se refiere a mi padre, que así es como lo
bajamos de las nubes.
Una vez de vuelta a este mundo, ambos matemáticos miraron a Diderot que,
timidamente, insinuó:
-Monsieur Lagrange, se supone que habíais venido para ayudarme a vengarme del señor
Euler.

-Sin saber que era el señor Euler, así que mi venganza será vengarme de vos...
quedándome junto a este genio todo el tiempo que pueda, que no se si sabréis, aunque
imagino que no, que mi compañero Pierre Simon Laplace dijo y muy bien dicho: “Leed a
Euler, leed a Euler, es el maestro de todos nosotros” –dijo Lagrange dándose media
vuelta para seguir hablando con Euler.

-¿Y yo qué hago? –preguntó, desconcertado, Diderot.


-Podéis ir haciendo este problema, que es más difícil que el que os puse hace años –dijo

Euler sacando unos naipes y poniéndolos sobre la mesa- Vamos, tomad nota, que es un
problema para tahúres, con perdón, y que se llama el “Juego del Trece” o “Reencontré” y
estas son las reglas: “Un jugador baraja un paquete de 13 cartas de una baraja francesa
desde el As hasta el Rey. Puestas boca abajo comienza a levantarlas de una en una
diciendo uno al levantar la primera, dos al levantar la segunda, tres la tercera... y así
hasta la décimo tercera carta. Se gana si la carta que se levanta coincide con el número
cantado. En 1708, cuando yo tenía solo un año, Pierre Remond de Montmort estudió
matemáticamente este juego. ¿A qué conclusión llegó? ¿Apostarías a acertar? ¿Cuál es
la probabilidad de ganar?”

Y allí se quedó Diderot, en un extremo de la larga mesa, intentando resolver el nuevo


problema, mientras Euler y Lagrange confraternizaban, afianzaban su amistad e
intercambiaban conocimientos y problemas. Y la verdad es que les dio tiempo de sobra a
confraternizar, a afianzar su amistad y a intercambiar de todo ya que, a los seis meses,
Diderot aún seguía sentado al extremo de la mesa del estudio de Euler tratando, sin éxito,
de resolver el problema de las 13 cartas boca abajo. Dicen que a su vuelta a París -sin
haber resuelto el problema, por supuesto y aunque la Historia no haya dejado testimonio
de ello- tuvo problemas con la Justicia ya que incendió todas las fábricas de naipes de la
ciudad, sin que quisiera explicarle a los jueces el porqué de su actitud, pues se limitó a
contestar: “Pregúntenles a Euler... y Lagrange”.
FIN.

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CUENTO # 5: EL CERO DE FIBONACCI


Autor: Joaquín Collantes

EL CERO DE FIBONACCI
A Leonardo de Pisa todo el mundo le llamaba Fibonacci, es decir: hijo de Bonaccio, que
era el nombre de su padre. De esta manera, Leonardo ha pasado a la posteridad siempre
acompañando de ese sobrenombre y del nombre de la ciudad en la que nació, allá por el
año 1180: Leonardo de Pisa... que esa era la costumbre de aquella época, como lo
demuestra el dato de que el otro gran Leonardo italiano, también pasaría a la posteridad
acompañado del nombre de la ciudad en que nació: Leonardo da Vinci.

Bonaccio, el padre de Leonardo, era un comerciante hábil y aventurero que no se


contentó con mercadear en la península italiana, sino que expandió con éxito sus
negocios por el norte de África, llegando a ser el representante comercial en Argelia de la
próspera ciudad de Pisa. Y en estos viajes de negocios siempre le acompañaría su hijo
Leonardo que, desde muy joven, fue un apasionado de las matemáticas que pronto
destacaría en la contabilidad mercantil. Durante estos viajes, en los que recorrería Egipto
y el norte de Siria, así como Grecia y Sicilia, el joven Leonardo aprovechó las largas
estancias para profundizar en su aprendizaje de las matemáticas bajo la tutela de
profesores árabes. Y se entusiasmó con la cultura árabe, con el avanzado nivel y
desarrollo de las matemáticas y, sobre todo, con el sistema de numeración indoarábigo.
Tanto en Italia como en el resto de Europa se utilizaba el sistema de numeración romano
y Fibonacci, al entrar en conocimiento con el sistema indoarábigo, quedó impresionado
por su sencillez y, sobre todo, por el descubrimiento del Cero, inexistente en la notación
romana.

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En el año 1202 publicó su obra más importante, el Liber Abaci, el Libro del ábaco, titulo
un tanto desconcertante porque en esta obra Leonardo hace una apasionada defensa del
sistema indoarábigo -el que ahora todo Occidente utiliza sin dificultades- en contra de los
que aún seguían haciendo sus operaciones numéricas apoyándose en el ábaco, el
antiguo instrumento de operaciones de calculo. Leonardo, en esta obra, trata de
convencer a sus contemporáneos de las ventajas de los nuevos números, de su correcta
utilización, y de sus ventajas para la contabilidad y el cambio de moneda, como ventajas
más importantes. Y también presenta la mezcla de números en busca de cifras, el cálculo
con números enteros y la descomposición de un número en sus factores primos, así
como el estudio y demostración de pruebas de números y problemas de álgebra de
primer grado.

A partir de este momento, ya nada sería igual, pues comenzaría una larga discusión entre
los defensores de cada sistema de numeración: los llamados “abacistas” o partidarios del
ábaco y de la vieja notación romana, y los “algoristas”, entusiastas partidarios del nuevo y
revolucionario método. Con todo, habría que esperar más de 300 años, (entonces las
cosas iban así de lentas) hasta bien entrado el siglo XVI, para que el nuevo sistema de
numeración se hiciera universal y lo empezaran a utilizar tal y como lo utilizamos ahora.

A su vuelta a Pisa, Leonardo se encontró con la incomprensión y hasta con el abierto


rechazo de sus paisanos. Así que, aquella mañana de otoño del año 1202, en la
presentación del Libro del Ábaco en la Plaza del Mercado de Pisa, Leonardo trató de
mantener la calma ante el abucheo de los afiliados al GCP (Gremio de Comerciantes de
Pisa). Después de intentar mantener el tipo junto al alcalde de la ciudad, y de esquivar un
par de tomates lanzados contra él, el matemático tomó la palabra:
-Queridos paisanos y compatriotas...
-¡Fuera! –gritaban sus detractores.
-¡Dejadle que hable! –exclamaban sus defensores.
-La nueva numeración que propone es una revolución –decían unos.
-¡Es un lío! Yo prefiero seguir contando en romano –decían otros.
-¡Progresistas!
-¡Inmovilistas!

Leonardo, sin inmutarse ante las exclamaciones, colocó una pizarra sobre el estrado en
que se encontraba y escribió la fecha del día en que se encontraban en ambos sistemas,
pero con todos los números juntos: 28-11-1202 y XXVIII-XI-MCCII. Ante lo escrito en la
pizarra la sorpresa fue total y absoluto entre los presentes.

-¿Eso qué es? –preguntó el presidente del GCP.


-La fecha de hoy en ambos sistemas: 28 de noviembre de 1202. A ver, ¿qué cifra es más
sencilla?

Y volvió a escribir las cifras por separado:

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XXVIII = 28 XI = 11 MCCII = 1202


Ante las nuevas cifras escritas, el desconcierto, acompañado del silencio, volvió a
abatirse sobre la Plaza del Mercado.
-¿O sea, que la C es 100, la D 500 y la M 1.000? –preguntó Bianca Latte, la lechera.
-Eso es.
-¡Madre mía! ¡!Que lío! ¿Y a cuánto cobro yo el litro de leche?
-¿Y cómo se escribe, por ejemplo, MDCCCXXXVII? –preguntó Denario Lira d´Oro, el
prestamista.
-Pues así: 1.837.
-¡Qué disparate! Eso es muchísimo menos dinero.
-Pero si es la misma cantidad –dijo Fibonacci.
-¡Pues abulta mucho menos!

Entonces, para que el prestamista se calmara -entre otras cosas porque le debía
MCCCLVII liras- el alcalde preguntó:
-¿Y que significa ese rosco entre los demás números?
-Eso no es un rosco, ni un circulo: ese es el CERO, el número mágico, el más importante
de todos, el número que no significa nada y el que lo es todo, el que no vale nada y es el
que más puede llegar a valer, según dónde se le coloque.

-¡La gallina! –exclamó el alcalde. Y ante el silencio y la cara de sorpresa de Leonardo,


añadió avergonzado: -Perdón, creí que se trataba de un acertijo.

Ante tal salida, Leonardo creyó conveniente, para calmar los ánimos, explicar lo que eran
números pares e impares para proponer, a modo de juego, una adivinanza aprendida en
Argelia. Y dijo en voz alta, para que lo oyeran todos:

-Yo puedo adivinar cualquier número par que cualquiera de ustedes piense... y lo voy a
demostrar. Y escribió en la pizarra lo siguiente:
“Propongo a alguien que piense un número par, que lo triplique, que el producto obtenido
lo divida por dos y que el cociente lo triplique de nuevo. Antes de que enuncie el resultado
de las operaciones propuestas yo le diré cual es el número que ha pensado”.
Leonardo se volvió de espaldas mientras el alcalde escribía el número pensado en la
pizarra y hacía las operaciones a la vista de todos, para que fueran testigos del juego.
Una vez terminadas las operaciones, y sin volverse, Leonardo dijo en voz alta el número
que, para sorpresa de todos, era el que el alcalde había escrito en la pizarra. Y estaba
recibiendo los aplausos de sus seguidores y el silencio de sus detractores cuando Fra
Giovanni Tradizione, el párroco de la iglesia de Santa Maria dei Fiore, la iglesia que
estaba en un extremo de la plaza -eso si, el extremo principal- se abrió paso entre la
multitud hasta llegar al estrado hecho un basilisco y enarbolando amenazador un
gigantesco crucifijo gritó, indignado y a punto de una apoplejía:

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-¡Anatema! ¡Herejía! ¡Eso es magia! ¡Eso es ir contra la tradición de nuestros mayores! Y


la Iglesia la prohíbe por...

Hasta que el alcalde -descaradamente “algorista”- le interrumpió con un autoritario gesto:


-¡Que anatema, ni que gaitas florentinas! Esto es progreso, señor cura, Pro-gre-so. ¿Lo
entiende? Así que usted, a sus misas y su incienso.

En cuanto se retiró el cura, aplaudido por unos y abucheado por otros, Leonardo propuso
como ejemplo un sencillo problema a partir de la nueva numeración. Así que borró lo
escrito en la pizarra y, esgrimiendo de nuevo la tiza, escribió:

“Mi padre eligió tres dígitos distintos entre sí y distintos de 0, y formó con ellos seis
números de tres cifras distintas. La media de estos seis números es un número natural
terminado en 5. Hallar los tres dígitos que eligió mi padre. Dar todas las posibilidades.”
Y de nuevo la batalla entre defensores y detractores de los nuevos números. Con el
inconveniente de que los “abacistas” se hicieron un lío al intentar resolver el sencillo
problema manejando sus ábacos de bolsillo o mediante números romanos, mientras que
los “algoristas” lo resolvieron fácilmente utilizando la nueva numeración.

Uno de los detractores se subió al estrado para exponer:

-Vamos a ver: yo soy tratante de ganado y a pesar de creer en el progreso, creo que los
nuevos números son muy fáciles de falsificar.

-¿Sí? A ver, ¿cómo? –pregunto Fibonacci.

-Pues muy sencillo, mire... –y cogió la tiza para escribir... –A pesar de cómo ya he dicho
soy partidario de la nueva numeración, el famoso Cero es sencillísimo de falsificar. Al O,
si se le añade un rabito, se convierte en un 9. Y si el rabito es hacia arriba se convierte en
un 6. O sea, que si yo compro 60 ovejas, puede venir al día siguiente el vendedor con la
factura para decirme que solamente le he pagado 60 cuando él me había vendido 69... y
que aún le debo 9 ovejas. Y voy más lejos: –y dio tres pasos hacia delante- el 1 puede
cambiarse fácilmente por un 7 añadiéndole el trazo, con lo cual, imagínese el lío.
-En cambio, para problemas y cálculos, es mucho más sencilla la nueva numeración –dijo
el profesor de matemáticas del centro de enseñanza de la ciudad, del IES Torre de Pisa –
Y voy a poner un ejemplo sencillo –añadió, escribiendo en la pizarra:

“Escribe la lista de todos los números naturales de cuatro dígitos, con todos los dígitos
distintos de 0, tales que en cada número la diferencia entre el mayor de sus dígitos y el
menor de sus dígitos es menor o igual que 2. Calcula, antes de terminar de escribirlos, la
cantidad de números de cuatro dígitos que tiene la lista”

Fibonacci, encantado de tener un aliado entre los presentes resolvió el problema


rápidamente, para que todos se convencieran de que con los números indoarábigos todo
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era más sencillo y, sobre todo, más rápido. Y estaba recibiendo los aplausos de los
seguidores de la nueva numeración cuando Fra Giovanni Tradizione, sin darse por
vencido, gritó desde lo alto del campanario de si iglesia:
-¡Pues yo no estoy de acuerdo! ¡Y qué pasa si a mí, en vez de pagarme XVIII liras por un
funeral, vienen y me dan 18 monedas!
-¡Pero si es la misma cantidad! –adujo, también a gritos, Fibonacci, un poco harto ya de la
historia.

-¡Eso lo dirá usted! ¡A mi me parece que mi amigo el prestamista tiene razón: parece
mucho mayor la cifra escrita en números romanos porque abulta más! Además, mi hijo...
perdón, mi sobrino Pierino (risas, silbidos y aplausos de todos los congregados en la
plaza) que está estudiando para agente de cambio dice que con los nuevos números es
mucho más difícil operar.

En ese momento Fibonacci, decidido a poner fin a la discusión, levantando la voz,


preguntó:
-¿Está entre los presentes Bonanno Pisano?
Y de nuevo volvió el silencio a la plaza. Bonanno Pisano era el arquitecto del campanario
del conjunto de catedral, baptisterio, cementerio y campanario que se estaba
construyendo en un prado cercano. Las obras del campanario habían comenzado en el
año 1174 y casi desde el primer momento surgieron los problemas. El suelo arenoso
comenzó a ceder por el peso de la torre del campanario y cuando estaba a medio
construir los cimientos comenzaron a hundirse en el lecho arenoso y, consiguientemente,
la torre a inclinarse. El arquitecto, avergonzado, siguió acudiendo a la obra pero oculto
cada día en un disfraz distinto que enmascaraba su humillación. Y aquel día, disfrazado
de mendigo leproso y mezclado entre los vecinos de Pisa que estaban ante el estrado, no
contestó al oír su nombre. Entonces Fibonacci, informó:

-Llamaba al arquitecto de la Torre, para que explicara por qué se está inclinando la torre.
Si me hubiera hecho caso, el campanario no se habría inclinado. El problema es que ha
hecho los cálculos con números romanos y claro, se ha liado, calculando mal la
cimentación que llevaba una sucesión de 4 - 5 - 6 - 7 y 9 pilotes en círculo. Que esta
sucesión la sacó del enunciado de este problema que le di y que, además, no supo
resolver –y escribió en la pizarra el enunciado del problema:

“Usando algunos (o todos) los dígitos de la lista: 4 - 5 - 6 - 7 - 9 una ó más veces, hay que
formar dos números de tres cifras de modo que cada número no tenga cifras repetidas y
la suma de los dos números sea múltiplo de 9. ¿Cuántas soluciones se pueden formar?”
Y otra vez “abacistas” y “algoristas” empezaron a calcular, cada uno con su numeración el
problema expuesto, hasta que el alcalde gritó.

-¡Ahí está! ¡Ahí está el arquitecto! Disfrazado de mendigo leproso, que es la quinta vez
que se pone ese disfraz este mes.

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El arquitecto, al verse descubierto, echó a correr entre abucheos... hasta que un siniestro
crujido silenció de terror a los presentes, que huyeron en todas direcciones: la Torre de
Pisa se había inclinado dos grados más, haciendo exclamar al arquitecto, que se había
refugiado en Santa Maria dei Fiore buscando el amparo de su amigo el párroco:
-Que pena que la posteridad no pueda llegar a contemplar mi obra. Estoy seguro que, de
no haberse inclinado, mi torre habría sido uno de los monumento de Italia más admirados
en el futuro.
FIN.

CUENTO # 6: NEWTON Y LA LEY DE GRAVEDAD


Autor: Joaquín Collantes

NEWTON Y LA LEY DE GRAVEDAD

A Isaac Newton le nombraron Interventor de la Casa de la Moneda de Londres en el mes


de abril de 1696. Eso lo sabe todo el mundo... o al menos todos los que lo saben. Su
influyente amigo Charles Montague había sido nombrado dos años antes Canciller de la
Hacienda Real, algo así como el actual Ministro de Hacienda. Y a principios del año 1696

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llama a su amigo Newton para ofrecerle el importante cargo. El Parlamento Británico


aceleró su nombramiento para que el matemático pusiera orden en aquella institución que
se encontraba dentro del recinto de la Torre de Londres. Una antigua leyenda decía y
dice que Londres sobrevivirá mientras habiten en los jardines de la Torre los cuervos que
allí anidan. Y también se decía entonces –y no sé si aún se dirá ahora- que había dentro
de la Casa de la Moneda más cuervos de los que pululaban por sus jardines.

El Parlamento británico se enfrentaba en aquella época a un grave problema que


afectaba a las finanzas del Estado: la manipulación de las monedas de curso legal. Las
monedas siempre se habían acuñado a mano y su contorno era irregular, así que los
desaprensivos limaban los contornos para sisarle material. De esta manera las monedas
cada vez eran más pequeñas y su peso en oro o plata no se correspondía a la realidad.

Este problema terminó cuando en Francia, hacia la mitad del siglo XVII, se comenzaron a
acuñar monedas por innovadores procedimientos mecánicos. Las nuevas monedas
acuñadas tenían el borde regular y estriado (como las monedas actuales) lo que impedía
la delictiva rebaja de material. En Inglaterra se comenzaron a fabricar inmediatamente las
nuevas monedas “antirrobo”, pero el Estado cometió el error de no retirar de la circulación
las monedas viejas. Así, los ciudadanos, convivieron con las dos monedas, pero al fiarse
más de las monedas nuevas que de las viejas, las acapararon al comprobar que las
nuevas tenían el peso real que marcaban, quedando de nuevo las viejas en circulación.

El Parlamento, alarmado, decidió resolver el problema retirando poco a poco las viejas
para, paulatinamente, ir acuñando mayor cantidad de nuevas monedas hasta que
solamente éstas estuvieran en la calle. Y en este momento es cuando nombraron
Interventor de la Casa de la Moneda a Isaac Newton.

Al llegar Newton a su puesto de trabajo se encontró con un nuevo problema: al


desaparecer las monedas de acuñación antigua y con ellas los desaprensivos que
alteraban su peso, aparecieron con las nuevas monedas nuevos delincuentes: los
falsificadores. En realidad este fue el segundo problema con que se encontró Newton: el
primero (aunque éste no haya pasado a la Historia) fue el de dos trabajadores que
discutían al no ponerse de acuerdo en el reparto de cierta cantidad de dinero.

-A ver, don Isaac: ayer, dos compañeros nuestros se repartieron 7 libras, recibiendo uno
3 libras más que el otro. Y quisiéramos saber cuántas libras le tocaron a cada uno –dijo
uno de los que discutían, el más alto.

-Sí, don Isaac; y otros dos compañeros tuvieron que dividir 25 peniques en dos partes, de
tal manera que una parte fuera 49 veces mayor que la otra, ya que uno había trabajado
más –añadió el otro, el más bajo.

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-Y quieren que yo les resuelva el problema –dedujo Newton.


-Los problemas, señor Newton, los problemas.
-Y ustedes creen que yo no tengo otra cosa que hacer.
-Para eso es usted matemático, ¿no?
-El Parlamento me ha enviado a esta casa para resolver problemas, no problemillas tan
fáciles, así que o los resuelven ustedes solos... o les despido. Quiero tener a mi cargo el
personal más competente. ¿Esta claro?

Y Newton se fue para entrevistarse con Thomas Neale, el Director de la Casa de la


Moneda, que le esperaba para darle la bienvenida.

-Buenos días, señor Newton, sea usted bienvenido a esta real institución que yo dirijo,
aunque mis enemigos digan que bastante mal. Le recuerdo que ha sido nombrado
Interventor para que intervenga organizando la reacuñación de las nuevas monedas y la
retirada de las viejas y, sobre todo, para que atrape a los delincuentes, estafadores y
falsificadores que están robando a nuestra monarquía.

-Muy bien: queda usted detenido –le espetó, aunque, ante la cara de estupor del Director
y del vahído que estaba a punto de darle, Newton se apresuró a añadir –Era una broma,
hombre ¿se encuentra usted bien?

-Perfectamente, perfectamente –contestó el Director al recuperarse, aunque, indignado,


añadió –Yo seré incompetente, pero honrado, que quede bien claro. Y ahora soy yo el
que pregunta: ¿Cuál fue el sueldo que dijeron que cobraría, señor Newton?
-20 libras.

-Pues no sé, no sé... a lo mejor se lo rebajo a 11 libras, por gracioso.


-¿Y por qué no a 9? –propuso Newton

El Director, cada vez más sorprendido, aceptó la propuesta sin contar con que Newton, a
su vez, propondría:

-Acepto rebajar mi sueldo de 20 a 11, y de 11 a 9... si usted resuelve un sencillo problema


que tiene como protagonistas a estas tres cantidades. Y si no sabe resolverlo, cobraré las
20 libras estipuladas. ¿De acuerdo?

El Director se vio obligado a aceptar el reto sin poder imaginar que no sabría resolver el
sencillo problema y que, por lo tanto, Newton se saldría con la suya. Antes de irse, el
recién nombrado Interventor escribió en un papel el problema que entregó a su Director
(a su breve Director... ya que lo que ninguno de los dos sabía en ese momento es que
Thomas Neale moriría en el mes de diciembre de ese mismo año, sustituyéndole Newton
en el cargo)

El enunciado del problema decía:


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“Cada letra representa una cifra distinta

Y además, las cifras de VEINTE suman veinte: V + E + I + N + T + E = 20. ¿Qué número


corresponde a cada letra?”

Newton decidió visitar el taller de acuñación para revisar la nueva maquinaria... y volvió a
encontrarse con los dos trabajadores que seguían discutiendo, ante lo cual, Newton,
armándose de paciencia y de un martillo por si la discusión iba a más, preguntó:
-A ver, señores, ¿qué pasa ahora?
-Pues nada, señor Newton...

-Pues mal empezamos: si no pasa nada y están ustedes discutiendo con tal vehemencia,
qué será cuando tengan motivos verdaderamente importantes para discutir.
-Es que éste –dijo el más alto señalando al más bajo- me tiene loco con sus problemas.
-Y éste –dijo el más bajo señalando al más alto- que se dice mi amigo, no hace nada por
ayudarme.

-Bueno, vamos a ver. Intentemos resolver el problema y después se ponen ustedes a


trabajar, que desde que he llegado lo único que les he visto hacer es discutir.

Explíquenme cual es ahora el problema –propuso Newton armándose aún más de


paciencia y desarmándose del martillo, al ver que los que discutían se habían calmado.

-Es que con el lío de las monedas viejas y las nuevas... –dijo el más alto, hablando bajo.
-...ahora solamente hay en circulación monedas de 3 y 5 peniques –añadió el más bajo,
hablando alto al ver que su compañero hablaba bajo.

-... y yo le quiero comprar a mi novia unos pendientes que cuestan 19 peniques –dijo el
más alto, hablando aún más bajo.

-¿Y cual es el problema? –preguntó Newton, aguzando el oído.

-Pues que como casi no se encuentran monedas de 3 y de 5... -dijo el más bajo,
hablando más alto al comprobar que su compañero se empeñaba en hablar muy bajo.

-... yo sólo tengo monedas de 3 peniques... –dijo el más alto, hablando cada vez más
bajo.

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-... y el joyero sólo tiene monedas de 5... –dijo el más bajo, hablando cada vez más alto.
-... y no sé cómo me las arreglaré para efectuar la operación –musitó, casi inaudible, el
más alto. Tan bajo, tan bajo, que el más bajo repitió sus palabras más alto, casi gritando:
-¡Que dice que no sabe cómo efectuar la operación!

Newton decidió dejar por imposible a los dos discutidores y se encerró en su despacho
para intentar resolver el problema de los falsificadores de monedas. Y se le ocurrió un
procedimiento que funcionó a la perfección desde el primer día: reclutó un autentico
ejercito de espías para que espiaran –que para eso eran espías- en tabernas y tugurios
de los bajos fondos de Londres con el fin de recabar información sobre los falsificadores
(Se sabe que consiguió detener y encarcelar –y en algunos casos hasta enviar a la horca-
a más de un centenar de falsificadores) Resuelto el problema de las falsificaciones
apareció otro problema: el jefe de los espías le informó que raro era el día en que no
desparecían un cierto número de monedas de oro, pocas, que escapaban al control
establecido en los talleres de la Casa de la Moneda. El STCML (Sindicato de

Trabajadores de la Casa de la Moneda de Londres), sindicato bravo, reivindicativo y


peleón -no como otros actuales, y no es por comparar y menos aún faltar- prohibía a los
patrones registrar a sus empleados a la salida del lugar de trabajo. Y el espía estaba
seguro de que algunos trabajadores se llevaban monedas escondidas en la ropa. A
Newton se le ocurrió una idea, así que reunió a todos los trabajadores y les preguntó:
-A ver, ¿qué saben de la Ley de Gravedad?

Los trabajadores le miraron estupefactos, así que Newton añadió:


-De siempre he estado obsesionado por la fuerza de atracción de la Tierra. Es decir de
que todo objeto lanzado al aire caiga inmediatamente al suelo. Observando un noche la
Luna me pregunté, ¿por qué la Luna no cae sobre la Tierra y en cambio si lanzo una
pelota lo más alto posible sí cae? Pues bien, todas estas observaciones me llevaron a
deducir que todos los cuerpos en el espacio tienen un poder de atracción hacia su centro,
hacia su núcleo. Esa atracción será mayor cuanto más cerca esté el cuerpo atraído del
que lo atrae, y al contrario. Por eso, en el caso de la Luna, al estar tan lejos, la fuerza de
atracción de la Tierra se compensa con la fuerza centrífuga, y no nos cae sobre nuestras
cabezas.¿Me explico?

Y los que le escuchaban sin entender nada, asintieron, convencidos de que así terminaría
cuanto antes la, para ellos, inexplicable perorata.
-Todo esto me llevó a deducir que la fuerza de atracción también acercaría a los planetas
al Sol, y estudié sus órbitas. Es cierto que me apoyé en los estudios de Kepler y Hooke,
pero en mi opera magna Philosophiae naturalis principia mathematica he estructurado
correctamente y de una forma claramente matemática la teoría del movimiento en el
Universo. Así, puedo demostrar que...
-Jefe...
-¿Sí? –preguntó Newton, sorprendido por la interrupción del espía.

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-Se está desviando del tema, con perdón.

Newton, bajado de las nubes con mayor violencia que si hubiera sido absorbido por la
fuerza de gravedad, carraspeó, se atusó la peluca, tosió un par de veces para disimular, y
ordenó a los trabajadores:
-¡Todo el mundo a hacer el pino!

Y tuvo que repetir la orden ante el desconcierto y la sorpresa de los trabajadores, que uno
a uno, fueron reaccionando e hicieron el pino contra la pared. Y en ese momento los
ladrones fueron descubiertos... gracias a la Ley de Gravedad. El alto y el bajo, el alto que
hablaba bajo y el bajo que hablaba alto, los trabajadores poco trabajadores y muy
discutidores se denunciaron como los ladrones buscados. Al ponerse cabeza abajo
contra la pared cayeron de sus bolsillos las 10 monedas de una libra que ese día
pretendían robar. Una vez todo el mundo de nuevo en pie, Newton dijo:

-Este ejemplo es demostrativo de que la ciencia es capaz de resolver hasta los problemas
más simples, y de que la gravedad de la Tierra, desafortunadamente para ustedes,
funciona a la perfección. ¡A la cárcel!

-Piedad, señor Newton, nosotros no somos ladrones. Somos unos pobre padres que
solamente pretendíamos incrementar nuestro escaso sueldo con estas monedas... -dijo el
alto.
-...para poder pagar la hipoteca del piso que les hemos comprado a nuestros hijos...
añadió el más bajo.
-...para que así se vayan de una vez de casa...
-... que ya tienen 36 años, los angelitos.

Newton, consciente del problema de la vivienda entre los jóvenes ingleses allá por la
mitad del siglo XVII, hizo jurar solemnemente a los “incrementadores de sueldo” que no
volverían a caer en la tentación, y que si caían en ella fuera al menos una caída teórica,
es decir, sin coger monedas. A cambió, decidió torturarles con un problema realmente
difícil:

-Muy bien –les dijo- Para ganarse el perdón deberán resolver un problema... pero aquí,
en el taller. Tienen todo el tiempo que necesiten, pero una vez terminada su jornada
laboral Y no podrán salir hasta que lo resuelvan. A cambio, y como muestra de mi
generosidad, si lo resuelven bien serán suyas las 10 monedas que pretendían robar.
Y les dio por escrito, el siguiente enunciado:

“Alrededor de un círculo se colocan diez monedas de 1 cm de radio como se indica en la


figura. Cada moneda es tangente al círculo y a sus dos monedas vecinas.

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Demuestra que la suma de las áreas de las diez monedas es el doble del área del
círculo.”

Se sabe que los trabajadores no volvieron a salir a la calle al no saber resolver el


problema, considerando a la Casa de la Moneda, con el paso de los años, como una
prisión en la que cumplían cadena perpetua. También se sabe que, desaparecidos de la
circulación sus padres, sus hijos se quedaron a vivir definitivamente como dueños y
señores de las casas en las que habían nacido. En las casas que pertenecieron a sus
padres... hasta un mal día en que se les ocurrió robar unas cuantas monedas.

FIN.

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CUENTO # 7: SIMIOS Y HUMANOS: PRIMOS HERMANOS


Autor: Joaquín Collantes

SIMIOS Y HUMANOS: PRIMOS HERMANOS

Francisco Lerdo y Josefa Corta eran investigadores en comisión de servicios en el Muy


Real Instituto de Investigaciones Científicas y Antropológicas Lógicas e incluso Ilógicas.
Eternamente becados, elaboraban voluminosos informes que nadie leía (se sospechaba
que ni ellos mismos) acerca de los más variopintos temas, incluidos los que nada tenían
que ver con su especialidad que, por otra parte, nadie sabía cual era. Su trabajo más
divulgado (lo leyeron hasta ellos) fue “Gorilas, orangutanes, chimpancés, macacos,
hombres, mujeres y otros simios” título, éste también, de su celebrada tesis doctoral
(celebrada por ellos cuando al fin, después de 12 años de trabajo, según ellos, la
terminaron) que llevaba el subtítulo de “Simios y Humanos: primos hermanos... o cómo
reconocer a un simio simplemente con mirarte a un espejo”. Su tesis fue calificada, como
todas, con Sobresaliente cum laude, lo que demuestra que el tribunal no se molestó en
leerla, que es lo que suelen hacer los tribunales de los distintos departamentos de
cualquier universidad cuando tienen que enfrentarse a tochos de 978 páginas, como era
el caso.

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Aquel comienzo de curso, Francisco y Josefa, como buenos investigadores, investigaban


el calendario escolar para contar las fiestas y puentes que disfrutarían. En ese momento,
entró en su despacho su Jefe de Departamento –en comisión de servicios y becado
eterno como ellos- para informarles, con una sonrisa entre malévola e inquietante, que
habían sido becados –una vez más- para que investigaran lo que pudieran aunque
pudieran poco, acerca de la vida, costumbres, comportamientos lúdicos, actividad sexual,
inteligencia si la tuvieren y modos de vida de los grandes simios de Borneo... pero esta
vez en directo.

Aterrados ante la orden de salir de su despacho, por vez primera, para una investigación
de campo, lo primero que hicieron, una vez superado el susto, fue buscar en un atlas
dónde estaba ese lugar que imaginaban, y con razón, ignoto y lejano llamado Borneo,
comprobando horrorizados que estaba lejísimos... de su despacho. Y se prepararon, a
regañadientes, para el viaje.

Ya en Borneo, su primer problema les llegó en forma de problema, aunque fuera muy
sencillo. El conductor del todoterreno que fue a buscarlos, después de darles los buenos
días, un salacof y pastillas de quinina para la malaria, les espetó:

-A ver, ustedes que son investigadores, investíguenme esto: A mi padre le dio por
cambiar con sus vecinos conejos por gallinas. Por cada 2 conejos pedía 3 gallinas. Cada
gallina ponía huevos en número igual a la tercera parte del número total de gallinas. Mi
padre, al vender los huevos, pedía por cada 9 huevos tantos borneuros como huevos
ponía cada gallina, y ganó 72 borneuros. Y ahora pregunto, señores investigadores:
¿Cuántas gallinas y cuántos conejos tenía mi padre?

-¿Qué son borneuros? –preguntó Francisco Lerdo, dando pruebas de su agudeza mental.
-La moneda nacional, caballero –contestó el conductor.

-Que curioso –añadió Josefina Corta, para disimular que no tenía ni idea de cómo
resolver el sencillo problema- No sabía que en Borneo se vendieran los huevos de 9 en 9.
-¿Cómo se venden en España? –preguntó el conductor.
-Por docenas –contestó Josefina.
-Y aquí también.
-Pero la docena tiene 12 huevos.

-¿Con lo que han subido de precio? Aquí, el Ministro de Economía, para evitar la
inflación, en lugar de subir los precios, ha bajado la docena a nueve huevos... y en lugar
de Docena la llamamos Novena, como la de Beethoven, ya saben.
Y como ni Corta ni Lerdo sabían, decidieron callar, convencidos de que aquel país era
muy raro. Y alucinaron al escuchar que el conductor cantaba a grito pelado la parte coral
de la Novena Sinfonía, en la parte que dice: "Freude, schöner Götterfunken, Tochter aus

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Elysium, Wir betreten feuertrunken, Himmlische, dein Heiligtum!". (No lo hemos traducido
porque en español significa lo mismo que en alemán.)

Lerdo y Corta no creían en la Teoría de la Evolución. Y consideraban a Darwin un


impostor y hasta un blasfemo. Ante sus directivos y compañeros del Instituto, con el único
objeto de conservar sus comisiones de servicio y sus eternas becas, ocultaban sus
verdaderos sentimientos, pero en el fondo despreciaban a los simios al considerar al
humano el rey de la Creación. Aunque cuando les preguntaban: ¿De qué creación?,
disimulaban fingiendo repentinos ataques de tos, afonías, sorderas instantáneas, flato y
hasta estupidez congénita, que era lo que mejor fingían por proximidad (el uno de la otra
y viceversa).

Así que se sorprendieron, y tomaron apuntes para su informe, cuando el conductor les
llevó hasta la reserva Dramid... y vieron la primera prueba de la inteligencia de los que
ellos consideraban seres irracionales. Los cuidadores de la reserva, como cada día,
dejaron bajo un gran árbol 100 medidas maíz, que era el alimento que más les gustaba a
los chimpancés. Pronto aparecieron 5 chimpancés que empezaron a repartirse las 100
medidas de maíz de tal forma que el segundo reciba más que el primero, el tercero más
que el segundo, el cuarto más que el tercero y el quinto más que el cuarto. Además los
dos primeros obtienen 7 veces menos que los tres restantes.

-¿Qué, qué les parece, señores investigadores? –preguntó uno de los cuidadores.
-Muy interesante; sí... mucho –respondieron a dúo Lerdo y Corta.
-Sí, pero, ¿a que no saben cuánto maíz corresponde a cada uno?
El primero en reaccionar fue Francisco Lerdo, que aseguró:
-Bueno, es que nosotros no somos matemáticos.
-Nosotros somos investigadores –apostilló Josefina Corta.
-Bueno, pues investiguen el resultado de ese problemilla.

En ese momento un gran alboroto se escuchó a la orilla del cercano río Zaramannes. Y
hacia allá corrieron los investigadores, no se sabe si por la curiosidad de investigar la
causa del alboroto o por huir del cuidador, que insistía en que averiguaran el resultado del
problema del maíz. Ya en la orilla del río se quedaron boquiabiertos ante el espectáculo:
cerca de 100 gorilas, orangutanes, chimpancés y macacos aplaudían y jaleaban a unos
cuantos compañeros entretenidos en jugar a tirar de una larga cuerda. Y los
investigadores observaron y anotaron que 4 orangutanes tiran tan fuerte como 5
chimpancés, 2 chimpancés y un orangután tiran tanto como un gorila. Pero si el gorila y 3
chimpancés se enfrentan a 4 orangutanes... ¿quién ganará?

Los investigadores sabían (era de lo poco que sabían y porque lo habían aprendido en
una enciclopedia comprada por fascículos en el quiosco de prensa cercano a su casa)
que, de entre los simios, los más fuertes eran los gorilas, después los orangutanes, y por
último los chimpancés, que eran los más débiles. Y no salían de su asombro, al ver las

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combinaciones que hacían y los equipos que formaban con objeto de ganar el juego. Y
más que se asombraron -no por ver tirar de la cuerda a chimpancés, orangutanes y al
gorila- sino al darse cuenta de que otro gran gorila se había acercado a ellos para
preguntarles por el idioma universal de los gestos quién creían que ganaría el juego: ¿el
equipo del gorila y los 3 chimpancés o el de los 4 orangutanes? Sorprendidos, los
investigadores disimularon fingiendo que no entendían, ante lo cual el gorila preguntón se
dio media vuelta para desaparecer tras unos matorrales... y para volver con el problema
de la cuerda escrito en un papel con una letra perfecta, es más: con redondilla inglesa.

Los investigadores empezaron a inquietarse al comprobar que los 100 simios que
participaban en el juego empezaban a rodearles, exigiéndoles, con gestos más o menos
amenazantes, que resolvieran el problema que ellos ya habían resuelto en directo,
dejando bien claro que una cosa es la práctica y otra la teoría. Afortunadamente, el
cuidador les sacó del aprieto al acudir sonriente, para decirle a los simios:
-Vamos, ya está bien, que estos señores no son matemáticos, que son investigadores.
Y los simios se retiraron mostrando gestos de desprecio, risas y hasta más de un corte de
mangas, volviendo todos al juego de la cuerda.

-Discúlpenles –dijo el cuidador- Ustedes, como investigadores ya saben que los simios
son muy suyos, es más, ni siquiera son nuestros, que llevan aquí bastantes miles de años
antes que nosotros. Que ya saben que el genoma humano y el del chimpancé
comenzaron a separarse hace millones de años. Los científicos de Harvard, en su
investigación publicada en el último número de Nature, revelan que esta separación se
produjo a lo largo de cuatro millones de años. Así, a pesar de caminar juntos, los cambios
genéticos comunes al hombre y al chimpancé empezaron hace 11 millones de años para
separarse definitivamente hace -siglo más, siglo menos- 5 millones y medio de años...
Bueno, pero que tonterías estoy diciendo. Esto lo sabrán ustedes de sobra, como
investigadores que son.

-Claro, por supuesto, ya lo sabíamos, pero no se preocupe y siga hablando, por favor,
más que nada para entretenernos hasta la hora de la cena –dijo Lerdo, mientras tomaba
apuntes como un loco, mientras comprobaba de reojo que su compañera hacía lo mismo.
-Pues como les iba diciendo, la primera separación fue el “Australopithecus” por un lado
como representante de lo que serían los humanos, y el “Pan troglodytes” para los simios.
De esta manera, hace dos millones de años la evolución hace que aparezca el “Homo
erectus” que evolucionaría hasta convertirse en el “Homo sapiens”, que son ustedes, con
perdón. Actualmente, de los grandes simios, es el chimpancé el más parecido al hombre,
genéticamente hablando... bueno, y en algunos casos hasta físicamente, y no es por
señalar.

-Pero... ¿y Adán y Eva? –preguntó Francisco Corto.


-Ah, esos; ahí están –contestó el cuidador.
-¿Cómo? –preguntaron, estupefactos, los investigadores.

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-Sí, que ahí están. ¡Adán, Eva, venid aquí! –exclamó el cuidador.
Y acudiendo a la llamada se aproximaron dos chimpancés cogidos de la mano y
exhibiendo una espectacular sonrisa.
-Les presento a Adán y a Eva –dijo el cuidador, y dirigiéndose a los simios, añadió- Aquí,
estos señores, que son investigadores.

Los orangutanes, muy educados, estrecharon la mano de los investigadores, que, de


sorpresa en sorpresa, no podían creer lo que estaban presenciando.
Durante la cena siguieron tomando apuntes de las explicaciones que les daba el
cuidador. Los investigadores no probaron bocado entretenidos como estaban en anotar
todo lo que el cuidador decía y que en ese momento, ya en el postre, terminaba su larga
disertación:

-... eso sin tener en cuenta el descubrimiento del famoso Cráneo de Toumaï, el cráneo
del Sahelanthropus tchadensis, el fósil más antiguo que tiene los rasgos característicos
más relacionados con los del ser humano. Es el primer homínido conocido, ya saben –y
ellos: sí, sí- que tiene entre 6,4 y 7,4 millones de años de antigüedad. Fue encontrado en
Chad, el año 2002.

-¿Y en cuanto a sus relaciones sexuales? –preguntó Josefina Corta.


-Estupendas, señorita –contestó el cuidador, atusándose el pelo.
-No; me refiero a las de los grandes simios.
-Ah... pues mejores que las mías, tengo que reconocerlo.
Al día siguiente, convencidos de que ya tenían datos suficientes para elaborar el trabajo
que justificara su beca, se despidieron del cuidador, del conductor, de los simios y, sobre
todo de Adán y Eva... con la duda que les corroía el estómago y el espíritu : ¿Mira que si
Darwin tuviera razón?

En el viaje de vuelta optaron por viajar en barco desde el poblado en el que se


encontraban hasta el pueblo más próximo, con ánimo de tomar allí un autobús hasta la
capital para tomar, a su vez, el avión de regreso a España. Ya en la cubierta del barco, se
despidieron del cuidador y de Adan y Eva que habían ido a despedirlos, cuando, de
repente, apareció el gran gorila que escribía en letra redondilla inglesa. Llevaba un papel
en la mano y se lo dio al cuidador. Éste, después de ojearlo, les dijo a los investigadores,
cuando el barco ya soltaba amarras:

-Que dice aquí Pazanal que su barco tiene un problema.


Los investigadores se miraron aterrados, pero el cuidador añadió:
-No, no tengan miedo. Lo que pasa es que la corriente de este río juega con los barcos, y
el suyo, en concreto, tarda 5 horas en ir río abajo desde este poblado hasta el pueblo. En
cambio, fíjense qué cosas, para el viaje de regreso invierte 7 horas. Así que mi amigo
Pazanal, que es muy listo, pregunta: ¿Cuál es la velocidad de la corriente? Ahí les dejo
con ese problemilla, para que se entretengan por el camino.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Los investigadores no supieron resolver el problema de la velocidad de la corriente, pero


sí escribir, a su vuelta a su despacho, un trabajo de 750 páginas sobre los grandes simios
de Borneo, titulado: “Del “Sahelanthropus tchadensis” pasando por el “Australopithecus”,
el “Pan troglodytes” y el “Homo erectus”... y por gorilas, orangutanes, chimpancés y
macacos hasta llegar al Homo sapiens... eso, el que haya llegado”.

El estudio tuvo una gran difusión –lo leyeron sus padres, algunos familiares (pocos) y el
hijo de su portera, que era aficionado a la pornografía y se dejó engañar por lo de Homo
erectus. Los investigadores intentaron publicarlo en la revistas Nature y National
Geographic, pero se lo rechazaron. Al fin, tras arduas negociaciones sobre los derechos
de autor, consiguieron publicarlo en la Hoja Parroquial de su barrio, con gran éxito de
crítica y público, eso sí, que todo hay que decirlo.

FIN.

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 99


Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

CUENTO # 8: LOS 7 SABIOS DE GRECIA


Autor: Joaquín Collantes

LOS 7 SABIOS DE GRECIA


Los siete sabios de Grecia eran conocidos –en Grecia, claro- además de por sabios, que
lo eran, por lo que de práctico tenía su sabiduría. Y es que además de ser tiranos,
políticos, estadistas, legisladores y reformadores sociales eran, por si fuera poco,
famosos por sus aforismos y sentencias, es decir por sus frases estudiadas y meditadas
con las que pretendían guiar la conducta de los hombres.

A los siete sabios se les suponía una gran sabiduría porque para eso eran sabios. Y
todos en su época decían que se les recordaría perpetuamente, aunque solamente uno
de ellos, Tales de Mileto que además era el único matemático de los siete, ha pasado a la
posteridad para que sigamos recordando y estudiando su obra como muestra de que las
matemáticas son inmortales (de Mileto).

A Tales de Mileto la Historia le impuso la injusticia del orden alfabético al confeccionar la


lista que incluía a los siete sabios. El tiempo ha demostrado que la lista se ha invertido
pasando el último a ser el primero en el respeto y la admiración de los humanos que le
hemos seguido desde entonces hasta ahora. Así la lista que ha llegado a nosotros a
través de los siglos, con el injusto orden alfabético mencionado, es la siguiente:
Bias de Priene: Eminente político griego y famoso legislador.

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Cleóbulo de Lindos: Tirano de Lindos, en la isla de Rodas.

Periandro de Corinto: Tirano, como su nombre indica, de Corinto, isla famosa por sus
pasas. Se dice de él que reglamentó y humanizó el régimen de trabajo de los esclavos.
Bajo su mandato Corinto conoció una duradera prosperidad.

Pitaco de Mitilene: Estadista que intentó restringir el poder de la nobleza dando más
protagonismo a las clases populares.

Quilón de Esparta: Político que militarizó la vida civil de los espartanos dando a la
juventud una educación castrense.

Solón de Atenas: Legislador y reformador social.

Tales de Mileto: Matemático, filósofo, geómetra, ingeniero y político dotado de una gran
sabiduría práctica y poseedor de una ingente cantidad de conocimientos.
Aquel día Tales de Mileto estaba especialmente feliz. Habían elegido una de sus
sentencias para grabarla en el frontón del templo de Apolo en Delfos. Y allí estaba Tales
viendo como los escultores retiraban los andamios después de dejar grabada para la
posteridad su sentencia: “Conócete a ti mismo”.

Tales había invitado a la inauguración de la sentencia a sus colegas sabios y allí estaban
todos menos Solón de Atenas y Bias de Priene. Y cuando se estaban preguntando qué
podría haberles pasado aparecieron jadeando colina arriba hasta llegar a la puerta del
templo donde los otros cinco le esperaban.

-Pero bueno, queridos colegas, ¿Qué os ha pasado que venís tan agitados?

-Casi nada –contestó Solón- que yo, mucha fama de sabio y Bias me engaña como a un
cretense, que todavía no podemos decir como a un chino ya que aún no sabemos que
existe China.

-¿Qué te ha pasado? –preguntó Tales.

-Explícamelo tú, que para eso eres matemático: Bias y yo teníamos que recorrer una
distancia de 50 kilómetros. Teníamos un caballo que marchaba a 10 km/h pero sólo podía
llevar a uno.

-Pues vaya caballo –dijo Tales, sonriendo.

-Sí, qué le vamos a hacer, pero no teníamos otro. Pues bien, yo caminaba a razón de 5
km/h y Bias a 8 km/h.

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-¿Y eso? –preguntó Cleóbulo de Lindos.

-Es que Bías es más joven que yo –contestó Solón- Así que, decidimos turnarnos
andando y cabalgando. Cada uno ataba el caballo a un árbol tras su cabalgada, para que
lo recogiera el otro, y continuaba a pie. De esta forma llegamos a la mitad del camino al
mismo tiempo y descansamos media hora. Después repetimos la misma combinación
para llegar simultáneamente al final del trayecto. Y como estoy hecho un lío, pregunto: ¿A
qué hora hemos llegado a nuestro destino si salimos a las 6 de la mañana? O sea, ¿qué
hora es? –preguntó Solón después de plantear el problema.

Todos iban a consultar sus relojes de arena de bolsillo, menos Pitaco de Mitilene que lo
llevaba sujeto a la muñeca con una correa de cuero convencido de que era un invento
con futuro, cuando Tales exclamó:

-¡No! ¡Quietos! Ya que sois tan sabios, ¿Por qué no intentáis resolver la historia como un
problema?

-Hombre, porque yo, por ejemplo, soy más tirano y sabio que matemático, y a mí los
cálculos, la verdad… -reconoció Periandro de Corinto, y añadió- Pero, en cambio, ayer se
me ocurrió una sentencia agudísima, escuchad: “Los placeres son mortales, las virtudes
inmortales”.

-¿Y a qué viene eso? –preguntó Bías de Priene, aún agotado por el cansancio de la
caminata.

-No, si yo era para que vierais que, a pesar de que no se me den bien las matemáticas,
también quiero que se me considere sabio.

-Pues a mí se me acaba de ocurrir otra sentencia –dijo Cleóbulo de Lindos- escuchad:


“Ocupémonos de comportarnos bien con el cuerpo y con el alma”.

-Pues a mí se me ha ocurrido otra… -empezó a decir Solón.

-Y a mí otra… -dijo Quilón.

-Y a mí… -gritó Pitaco.

-Y a mí… -exclamó Bías.

-¡Un momento, por favor!

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Todos se volvieron al escuchar la llamada de atención del extraño que, saliendo del
templo, se dirigía sonriente al grupo.

-Soy Quinótides, profesor de geometría y estoy atascado en un problema. Así que me he


dicho: si estos señores son los siete sabios de Grecia pues bien me podrían echar una
mano. Así que ahí va el enunciado del problema que me tiene loco: “Dadas dos
circunferencias concéntricas trazamos una tangente a la interior que cortará a la exterior
en 2 puntos. La distancia entre cualquiera de estos puntos y el punto de tangencia es 1
m. ¿Puedes hallar el área de la corona circular que determinan las dos circunferencias?”

-Bueno, es facilísimo –dijo Cleóbulo.

-Realmente sencillo –añadió Solón.

-Pero fácil, fácil –indicó Quilón.

-Una tontería –observó Bías.

-Muy simple –aseguró Pitaco.

-Elemental, elemental –señaló, muy pedante, Periandro.

-Muy bien –dijo el profesor de geometría, y preguntó: -Pero, ¿Cuál es la solución?

-Bueno, yo es que ahora no tengo tiempo porque estoy puliendo una sentencia preciosa –
se disculpó Quilón, a ver si os gusta: “Que tu lengua no se adelante a tu razón”. Y se
despidió de Tales para bajar hacia el centro de Delfos mientras disimulaba fingiendo estar
abstraído en la elaboración de una nueva sentencia.

Los demás, al ver como su compañero se quitaba el problema de en medio le siguieron


fingiendo estar ocupadísimos en pensar sentencias que era a lo que se dedicaban,
fundamentalmente, todos los sabios menos Tales.

-“Si eres adolescente aplícate en la acción, si eres anciano en la sabiduría” –¿a que está
bien esta sentencia? –le preguntó Bías a Periandro dándole un codazo.

-Sí, pero la mía es mejor –dijo Pitaco- escuchad: “No cuentes tus proyectos, porque si
fracasas se reirán de ti”.

-Y que me decís de esta: “Cuando hayas aprendido a obedecer, sabrás mandar” –dijo
Solón.

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-Pues anda que esta: “En las ocasiones buenas no seas orgulloso y en las malas no te
humilles” –dijo Cleóbulo mirando hacia atrás para ver la cara de estupor del profesor de
geometría.

-Y además “Sé previsor en todas las cosas”, así que ya sabes “Es mejor morir con dinero
ahorrado que vivir necesitado” –añadió Periandro.

-¡Eh, un momento! Eso no vale. No se pueden decir las sentencias de dos en dos -saltó
Solón.

-¿Y por qué no?

-Pues… no lo sé; pero en Atenas somos muy sentenciosos y no presumimos de ello. Yo


tengo un montón de sentencias que pasarán a la Historia y no voy por ahí diciéndolas de
dos en dos.

-Más tengo yo y tampoco voy presumiendo de ellas. Tengo patentadas lo menos 200
sentencias –dijo Pitaco.

-¡Y yo 300! –exclamó Bías.

Y así, discutiendo quién era el que más sentencias había creado llegaron al mesón en el
que habían quedado para celebrar la sentencia de su colega Tales de Mileto, recién
grabada en el frontón del templo.

Y allí seguían discutiendo y gritando “Y yo más, y yo más” cuando entraron Tales y


Quinótides contentos de haber resuelto el problema de las dos circunferencias
concéntricas.

-¿Qué tal, mis queridos colegas? Ya veo que seguís dándole vueltas a sentencias y
apotegmas pero yo me pregunto, ¿no tenéis curiosidad por saber el resultado del
problema de las dos circunferencias? Pues vais a tener vuestro justo castigo. Escuchad:
las autoridades de Delfos, para festejar la grabación de mi sentencia en el templo de
Apolo nos invitaban a éste ágape. Y he dicho “nos invitaban” porque les he propuesto que
donen el dinero para que erijan un estatua al auriga vencedor de la próxima carrera de
caballos que espero que sea más rápidos que el de Solón y Bías. Seguro que esta
escultura se hará famosísima y se la conocerá como “El auriga de Delfos”.

-¿Y quién pagará el ágape? –preguntaron los seis sabios al unísono.

-El último en resolver este problema, tomad nota e intentad resolverlo por separado:
“Tales intercambió los dígitos de un número de 3 cifras de modo que ningún dígito quedó
en su posición original. Después restó el número viejo menos el número nuevo y el

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resultado fue un número de 2 cifras que es cuadrado perfecto. Hallar todos los resultados
que pudo obtener Tales”.

-Pero… -iba a pretextar Cleóbulo.

-Pero nada. Mucha sentencia mucha sentencia y no eres digno de ellas. Vamos a ver,
Cleóbulo, tú mucho decir “La moderación es la cosa mejor” y eres un inmoderado que
abusa de la comida y la bebida y de otros placeres que el decoro me impide nombrar. Y
tú no te rías, Solón ya que predicas que “Nada en demasía” y estoy viendo que se te ha
ido la mano en el vino. Y tú lo mismo Quilón, que mucho decir “Cuando bebas guárdate
de hablar mucho, pues cometerás faltas” y veo la jarra de tinto que ya está vacía a tu
lado. Y tú, Pitaco, mucho decir que “Devuelve lo que se te haya confiado” y aún me debes
80 monedas de plata desde hace dos años. Y a ver si prestas atención, Bías, que tu
sentencia preferida es “Se un oyente complaciente” y no nos estás haciendo ni caso. Y no
digamos Periandro que de tanto repetir “El descanso es cosa buena” no pega golpe en
casa, que me lo ha dicho su mujer. Así que, calladitos y a trabajar. Vamos.

Tales dio dos sonoras palmadas como punto final a su largo y acusador parlamento y
sirvió dos copas de vino para él y para su amigo Quinótides, mientras observaba cómo
sus colegas, avergonzados, empezaban a hacer sus cálculos aterrados ante la
posibilidad de tener que pagar la cuenta que seguro que como en el problema,
ascendería a un número de tres cifras.

-Está bien esto de las sentencias –dijo el profesor de geometría.

-Ya lo creo. Además, mis seis amigos sabios y yo estamos muy contentos ya que a
finales del siglo IV a. de C., más o menos, Demetrio de Fáleros, que será discípulo de mi
discípulo Aristóteles, recogerá todas nuestras sentencias para que pasen a la posteridad
y se puedan leer hasta por Internet.

-¿Y en qué trabajas ahora, querido maestro?

-Pues acabo de determinar el número exacto de días que tiene un año y un método
infalible para que los marinos se guíen a través de la Osa Mayor.

-¡Qué maravilla! –exclamó Quinótides.

-Pues eso no es nada; ahora estoy muy entretenido con sacar adelante un teorema que
se llamará, por supuesto, El Teorema de Tales, que para eso lo estoy inventando yo. Es
que aquí hay que ponerle tu nombre a todo, que luego cualquiera de estos –y señaló a
sus seis colegas que se devanaban los sesos tratando de resolver el problema- se lo
adjudica. Aunque mi problema mayor es el agua ya que “El principio original de todas las
cosas es el agua, de la que todo procede y a la que todo vuelve”. Y el mesonero que nos

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ha servido este vino debe de estar de acuerdo con este principio, porque tienes que
reconocer que está bautizado en exceso. Así que vamos a otro mesón a ver si
encontramos mejor vino y a lo mejor, con suerte, mejores sabios.

Y Tales y Quinótides salieron del mesón dejando a los seis sabios enfrascados, y no
como el vino, precisamente, en otra discusión ya que ninguno avanzaba en la resolución
del problema del número de tres cifras.

Nota: Demetrio de Fáleros cuenta también que ninguno de los seis sabios logró resolver
el problema, así que, maldiciendo a Tales, decidieron pagar la cuenta del ágape a escote.

CUENTO # 9: SABIOS Y VACAS


Autor: Joaquín Collantes

¡Más respeto, Que soy Isaac Newton!

-¡Y yo, Robert Hooke!

-¿Dónde va usted a comparar?

-Eso digo yo.

-Pues le advierto que yo pienso pasar a la posteridad.

-¡Y yo!

-¿Usted; no sé cómo?

-Pues con mi ya famosa “Micrographia”. Que sepa que yo he inventado el microscopio y a


mí se debe la palabra “Célula”.

-Pues lo que dicen por ahí es que usted lo único que hace es dibujar las pulgas de su
peluca, viéndolas a través de su famoso microscopio –dijo Newton, riéndose
descaradamente de su vecino.

-Pues más vale pasar a la posteridad como observador y dibujante de pulgas que no con
unos “Principios fundamentales de la Dinámica”, que se quedan en eso, en muy principios
y en poco fundamentales.

-Ah, ¿sí?. pues se lo repito por última vez: ¡Saque a sus vacas de mi jardín!

-¿A “esto” le llama jardín? Esto es un prado.

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-¿Cómo que un prado? ¡Esto es un jardín! –exclamó Newton.

-¡Esto es un prado... y mal cuidado! –insistió Hooke.

-¡Es un jardín!

-¡Es un prado!

Isaac Newton y Robert Hooke vivían en fincas colindantes aunque eran vecinos mal
avenidos por culpa de las vacas del segundo, que todos los días traspasaban los límites
que separaban ambas fincas para pastar tranquilamente en el jardín-prado (según qué
versión) que rodeaba la casa del primero.

Newton, además de por la invasión diaria, se ponía furioso porque las vacas, con sus
mugidos le interrumpían es su trabajo, eso por no hablar de las bostas que pisaba
continuamente cuando se le ocurría pasear por su propiedad. Estaba muy ocupado en
repasar las pruebas y añadidos de la segunda edición de sus “Principios matemáticos de
la filosofía natural” que la Royal Society le iba a volver a publicar.

Aquella mañana de primavera, contra todo pronóstico, no llovía, y ni siquiera la niebla que
a esas hora venía desde el río se había hecho presente. Newton, en su gabinete,
repasaba una vez más el último capítulo de su obra cuando, de repente, los mugidos de
las vacas de su vecino le sacaron de sus cálculos, una vez más. Furioso, tiró papel y
pluma al suelo de un manotazo y bajando de dos en dos las escaleras salió al jardín (para
él era jardín) dispuesto a terminar, de una vez por todas, con el problema de las vacas de
su molesto vecino.

Por su parte, Robert Hooke, al ver desde su casa que su vecino salía como una
exhalación a su prado (para él era prado) y empezaba a empujar a las vacas para
echarlas de su propiedad, salió también de su casa.

-¡No toque a mis vacas! ¡Majadero! –gritó Hooke corriendo hacia donde estaba Newton,
que no conseguía, a pesar de sus esfuerzos, mover a la vaca del sitio en que pastaba.
-¡Más respeto, que soy Isaac Newton!

Así comenzó la discusión que abre este relato, centrada más en si el jardín era un prado
o el prado un jardín, hasta que Newton, tratando de calmarse, reaccionó diciendo:

-Tranquilicémonos, que nos estamos desviando de la esencia del problema, y el


problema son las vacas. Así que se lo repito con toda corrección: llévese a sus vacas de
mi jardín, y procure que no vuelvan.

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-No, si reconozco que tiene razón, señor Newton, pero es que ellas tienen inercia por
venir a este prado.

-La palabra “inercia” está mal empleada en este caso –corrigió Newton, haciendo un
esfuerzo por olvidar que su vecino había vuelto a calificar a su jardín de prado.

-Ah, ¿sí?

-Pues sí, porque en mi Primera Ley, titulada “Principio de Inercia” explico bien claro que
todo cuerpo, en este caso una vaca, permanece en su estado de reposo mientras no
actúe alguna fuerza sobre él, o, en este caso, sobre ella. Y eso es lo que estoy haciendo
ahora –dijo Newton congestionado del esfuerzo por empujar a la vaca- actuando como
fuerza sobre su maldita vaca para echarla de mi jardín. Por cierto, ¿cuántas vacas tiene?

-No estoy muy seguro. Eso me pasa por comprar tantos animales –contestó Hooke,
ayudando a Newton a empujar a la vaca, que seguía pastando sin hacer el menor caso a
los que la empujaban, sin ningún éxito, por cierto- Compré el mes pasado 100 animales
para mi granja y me costaron 100 libras. Las vacas me costaron 10 libras cada una; los
cerdos 3 libras cada uno y las gallinas media libra cada una. Y claro, no sé ni cuántas
vacas, ni cuántos animales de cada especie he comprado. Calcúlelo usted, que para eso
es matemático.

-Sí, no tengo otra cosa que hacer.

Agotados por el esfuerzo, Newton y Hooke se sentaron en la hierba, Newton, como es de


suponer, sobre una enorme bosta de vaca, lo que le llevó a levantar los ojos al cielo y a
exclamar:

-Que un físico, matemático y astrónomo como yo se vea relegado a estos menesteres...


-Pues anda que yo, que soy más cosas que usted –replicó Kooke.

-Ah, ¿sí?

-Por supuesto, porque yo soy astrónomo, filósofo, arquitecto y, además, inventor.

-Pues a ver si inventa un procedimiento para sacar a las vacas de aquí.

-Voy a llamar a un amigo mío, alemán, que está pasando unos días en mi casa, para que
nos ayude. Además, él sí que es sabio... y no otros –dijo Hooke, con retintín, poniéndose
en pie para volver a su casa.

Mientras tanto, Newton, sentado sobre la mullida bosta llegó a la conclusión de que con la
vaca que él empujaba se cumplía lo calculado en su Tercera Ley, adaptándola: cuando

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un hombre ejerce una fuerza sobre una vaca, la vaca ejerce otra fuerza igual y en sentido
contrario sobre el hombre, o sea, sobre él, en este caso, como bien demostraba su
agotamiento. Aunque ahora, a solas, tenía que reconocer que tampoco le venía tan mal
que las vacas de su vecino invadieran su jardín ya que, al menos, se comían la hierba
dejándola al ras, que ya estaba harto de segarla, y ellas la cortaban mejor que la
segadora. Lo único que habría que calcular es cuántas vacas serían necesarias para que
se comieran bien toda la hierba dejando el jardín como recién segado.

En estas meditaciones estaba cuando escuchó, tras la vaca, la voz de su vecino que le
decía:

-Señor Newton, le presento a mi amigo Gottfried Wilhelm Leibniz, filósofo y matemático.

-¡Bueno, el que faltaba! –exclamó Newton entre dientes, levantándose como impulsado
por un resorte.

Por supuesto que Newton había oído hablar del alemán, así como Leibniz sabía muy bien
quién era el inglés. Entre ellos, sin conocerse, se había creado, azuzada por sus
seguidores, una enconada rivalidad científica.

El inglés y el alemán se saludaron cortésmente mal disimulando su desprecio hasta que


Newton, chusco, le dijo:

-A ver si con las vacas, que no se mueven ni empujándolas, sirve para algo su “Teoría del
Movimiento Abstracto”.

-Pues resuelva usted el problema de las vacas con su Cálculo infinitesimal, que seguro
que no sabe ni cuántas vacas tiene Hooke –dijo Leibniz, dolido.

-Calcúlelas usted con su absurdo Cálculo diferencial.

-¿Absurdo mi Cálculo diferencial? Usted sí que es absurdo, que todas sus teorías y
cálculos se basan en Descartes, que todo el mundo lo sabe: que ha copiado todo de
Galileo y Descartes. Es muy fácil hacer frases como; “Si he podido ver más allá que
algunos es porque me he apoyado sobre los hombre de gigantes”. Sí, sí, apoyado;
copiado, eso es lo que usted ha hecho. Y, otra cosa: ¿no seré yo ese “algunos” de su
famosa frase, verdad? –acabó preguntando Leibniz amenazándole con su puño.

Entonces es cuando Hooke, al ver el cariz que tomaba la discusión se interpuso entre
ambos para separarlos cuando ya estaban a punto de llegar a las manos, aunque no
pudo impedir que, al menos verbalmente siguiera la discusión, cuando Newton dijo:
-¿Y usted, qué? A ver si va a negarme ahora que es cartesiano, y que, además, no está
influenciado por Bacon, Spinoza y Campanella.

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-Bueno, vamos, ya está bien –intervino de nuevo Hookw, conciliador, sobre todo para
calmar a Leibniz, que era el más excitado- les propongo que tomemos una taza de té en
mi casa, a ver si nos tranquilizamos. Y usted, señor Leibniz, cálmese, que lo importante
es que nos calmemos y que nos entendamos. (Se dice que a partir de esta discusión,
Leibniz empezó a meditar sobre lo que, años después, en 1704, cristalizaría como
“Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano”)

Ya sentados ante las tazas de té, Newton se disculpó diciendo:

-Si a mí, en realidad lo que me molesta de sus vacas, señor Hooke, es que se comen las
manzanas de mis árboles, y si no veo caer las manzanas no me va a ser posible
interrogarme sobre la fuerza de la gravedad, con el perjuicio consiguiente para la
posteridad.

Y así estaban, ya mucho más tranquilos, cuando Newton recordó el pensamiento en el


que estaba enredado mientras su vecino fue a buscar al alemán. Así que, después de
beber un sorbo de té, les digo a sus colegas:

-A ver si me sacan de una duda: en mi jardín crece la hierba con igual rapidez y
espesura. Imaginen que 70 vacas se comerían la hierba en 24 días, y 30 vacas en 60
días. Y ahora pregunto: ¿Cuántas vacas se comerían toda la hierba del jardín en 96 días?

Y los tres, cada uno por su lado, se puso a intentar resolver el problema, aunque Hooke
estuviera distraído y preocupado por averiguar cuántas vacas, cerdos y gallinas había
comprado.

Lo cierto es que solamente se tuvieron noticias de este problema, aunque no de las


causas que lo provocaron, cuando Isaac Newton lo planteó en su “Aritmética Universal”,
aunque lo que nunca se ha sabido es quién de los tres, es de imaginar que Hooke no, lo
resolvió primero.

CUENTO # 10: CAMINO DE SANTIAGO


Autor: Joaquín Collantes

Un peregrino que hacía el Camino de Santiago durmió en la ciudad navarra de Estella.


Descansó de sus fatigas, lavó con esmero su cuerpo y su ropa y repuso fuerzas con una
opípara cena, aunque se le fue la mano a la hora de beber el magnífico vino de Rioja que
le sirvieron.

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En realidad eso no constituyó un hecho extraordinario ya que, aficionado al zumo de la


uva, se justificaba a sí mismo y ante los demás diciendo que el vino da alegría al espíritu,
fortaleza al corazón y energía al cuerpo, tres cosas de las que está bien necesitado todo
peregrino que se precie.

Aquella noche, arropado por el cansancio, el buen comer y el mejor beber, cayó en la
cama como un fardo y soñó que se le aparecía el mismísimo apóstol Santiago, montado
en su caballo blanco para decirle:

-A que no sabes de qué color es el caballo blanco de Santiago.

El peregrino, que en el sueño soñaba que dormía y que soñaba, se enfadó al ser
despertado con una pregunta tan absurda y dándose media vuelta intentó volver a dormir,
ante la sorpresa de Santiago, que enfadado, le dijo:

-Pero bueno, me aparezco en tus sueños y ¿en vez de caer de hinojos, te das media
vuelta? ¡Ay, Señor! Estos peregrinos ya no son como los de antes. Pues bien, aunque no
te lo mereces te voy a decir un consejo de caminante: si avanzaras 5 pasos más por
minuto llegarías 5 días antes a Santiago de Compostela.

-No tengo prisa –repuso el peregrino sin volverse, intentando conciliar el sueño.

-Y si caminaras 10 pasos más por minuto llegarías 8 días antes.

-¿Cómo que 8 días antes? Por lógica, tendría que llegar diez días antes.

-Sí, pero la lógica es más parte de la Filosofía que de la Matemática, y aquí, sobre el
Camino, tienes que contar con las cuestas arriba ya que subiéndolas los pasos son más
cortos. Tienes que contar con ese margen. Es lógico.

-Sí, pero un razonamiento lógico puede ser falso en su conclusión.

-Pero bueno, usted qué es, ¿peregrino o filósofo? Además, tampoco hay tantas cuestas
ni son tan empinadas –dijo Santiago, tratando de cambiar de conversación.

-Sí, claro, eso es muy fácil decirlo yendo a caballo. ¡Así ya se puede ser peregrino!

-Hombre, pero es que yo soy el inventor del Camino, y además soy santo.

-Ya, pero el que va andando soy yo, y estoy como para ir contando los pasos. Por cierto,
¿por qué a usted le llaman Santiago, en vez de San Santiago, como a todos los santos?

-Para evitar la cacofonía.

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-¿La cacoqué?

-La repetición de dos sonidos iguales. Hace feo.

-Pues podía llamarse Tiago y así, ya sabe... Porque la verdad, mucho Camino y mucho
de todo pero usted es el santo menos santo de todos sin el tratamiento. Es como si a los
ejecutivos de una gran empresa los trataran a todos con el don por delante y a uno de
ellos sin él.

-Pues a mí no me molesta, aunque la verdad, nunca me había parado a pensarlo.

-Pues yo en su lugar reivindicaría el tratamiento. Venga, y ahora déjeme dormir, que


mañana me espera una buena jornada.

Y el santo se fue evaporando, como sueño o aparición que era, repitiendo en voz baja
“San Santiago, San Santiago... pues no suena tan mal”.
El peregrino se despertó con una ligera resaca y con la duda de si la presencia del santo
habría sido un sueño dentro de un sueño, o una aparición dentro de un sueño, o una
aparición normal, si es que puede calificarse de normal que se te aparezca en tu
dormitorio el apóstol Santiago montado sobre su caballo blanco. Recordando todo esto
empezó a calcular que Estella estaba a 643,8 km de Santiago de Compostela, que cada
una de sus zancadas medía 70 cm y que si daba 53 pasos por minuto, tardaría en
llegar...

-Buenos días.

-Buenos días –contestó al peregrino que le había alcanzado para caminar a su lado,
interrumpiéndole en sus cálculos.

-Muy distraído te veo, compañero de fatigas –dijo el recién llegado.

-Es que pensaba en...

-En el excesivo peso que lleva en su mochila –interrumpió de nuevo el segundo


peregrino- seguro que no sabe que un peregrino solamente debería cargar con el 10% de
su peso. A ver, ¿cuánto pesas?

-82 kilos.

-Pues el 10% de su peso son 8 kilos 200 gramos, así pues, su mochila no debería de
pesar más de 8, 2 kilos. ¿Cuánto pesa la mochila?

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-No lo sé.

-A ver, déjame.

El segundo peregrino le quitó la mochila al primer peregrino y la cogió en sus manos para
sopesarla. Se la pasó de una mano a otra, la levanto por encima de su cabeza, se la
cargó a la espalda, cerró los ojos y dictaminó:

-Esta mochila pesa 22 kilos con 350 gramos.

-¿Y cómo puedes precisar el peso con tanta exactitud?

-Porque soy tendero y estoy acostumbrado a pesar genero del más variopinto, y a
envolverlo en papel grueso para aumentar el peso de lo que peso en el peso. ¿Llevas
vino en la mochila? Me ha parecido olerlo.

-Una botella de un litro.

-Pues mira, si nos la bebiéramos a medias, aligeraríamos el peso de su mochila en 1 kilo,


más el envase. Algo es algo.

Como en el tema del vino el primer peregrino era fácil de convencer, pues eso, se dejó
convencer inmediatamente por el segundo peregrino. Hicieron un alto en el camino
decididos a echar un trago que fueron dos y luego tres y después cuatro que terminaron
con el contenido de la botella y con la botella, que se quedó en el borde del camino. Así,
aligerado del peso del vino, repartido al 50% con el segundo peregrino, el primer
peregrino se dispuso a retomar el cálculo de cuánto tardaría en llegar a Santiago de
Compostela cuando de nuevo se distrajo al llegar ante el Monasterio de Irache.

Iban a entrar a visitarlo cuando vieron que frente al monasterio estaban las Bodegas de
Irache, famosas por su buen vino. Los dueños de las bodegas, conocedores de las
fatigas del peregrino que pasaba ante ellas, habían puesto en la fachada principal una
fuente con dos caños, uno de los cuales proporcionaba vino tinto y el otro agua fresca.
En una repisa al lado de la fuente había dos vasos de igual tamaño para que los
peregrinos se sirvieran agua o vino, a su elección. El primer peregrino se sirvió un vaso
de vino, mientras que el segundo peregrino se sirvió en su vaso igual cantidad de agua.

Cuando el primer peregrino iba a beber vino de su vaso, el segundo peregrino le dijo:

-Espera, compañero. Después de la resaca de anoche y del medio litro de vino que has
bebido para aligerar el peso de tu mochila, creo que sería mejor que bebieras agua, ya
que si no acabarás caminando haciendo “eses” y tardarás más en llegar a Santiago.

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 113
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

-¿Cuánto más?

-Pues teniendo en cuenta que el sendero tiene 3 metros de ancho, las “eses” serían de
1,5 metros de radio en cada una de sus dos curvas –dijo el segundo peregrino dibujando
una “ese” sobre la tierra del canino- y las 2 curvas de una “ese” equivaldrían al perímetro
de una circunferencia completa de 3 metros de diámetro, y dado que hemos caminado 4
km desde Estella y que te quedan por lo tanto 639,8 km hasta tu meta, y que caminas 30
km diarios, pues tardarías en llegar...

-Me estas levantando dolor de cabeza –dijo el primer peregrino interrumpiendo los
cálculos de su compañero.

-Yo no, el vino. Bebe agua, como yo.

-Es que no me gusta el agua, me da náuseas. Si hasta cuando me cepillo los dientes me
enjuago con vino.

-Bueno, pues te propongo una solución: ¿Llevas una cuchara en tu mochila?

-Sí.

-Muy bien, pues echa una cucharada del vino de tu vaso en mi vaso de agua.
El primer peregrino sacó de su mochila una cuchara sopera y metiéndola en su vaso la
llenó de vino para vaciarla en el vaso de agua de su compañero, viendo como el agua se
teñía de rojo.

-Y ahora –propuso el segundo peregrino- echa una cucharada de la mezcla de mi vaso


en el tuyo.

El primer peregrino, llenando esta vez la cuchara de la mezcla de agua y vino del vaso de
su compañero la vació en su vaso de vino. Una vez acabada la operación, el segundo
peregrino propuso:

-Ahora, toma tú mi vaso y dame tú el tuyo.

-Sí, que listo; así bebes tú más vino que yo.

-O más agua.

-No, más vino.

-No, más agua.

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En ese momento el padre despensero del monasterio, que salía, como cada mañana,
para tomarse sus 2, o 3, o 4, o 5 vasitos de vino de aperitivo, vio a los dos peregrinos
discutiendo, cada uno con su vaso lleno en las manos y les preguntó:

-Pero bueno, ¿por qué discutís?

El primer peregrino, al que ya se le atrancaba la lengua no reaccionó ante la pregunta del


fraile y fue el segundo peregrino el que contestó, después de explicarle el motivo de la
discusión:

-Discutíamos la siguiente cuestión: ¿Hay más vino en el vaso de agua o más agua en el
vaso de vino?

El fraile se puso a meditar la cuestión hasta que le sobresaltó el primer peregrino que, de
repente, exclamó:

-¡¡33 días!!

El fraile y el segundo peregrino lo miraron como si se hubiera vuelto loco y el peregrino, al


ver la cara que ponían, se apresuró a explicar:

-Eso es lo que tardaría en llegar Santiago de Compostela haciendo “eses” de un lado a


otro del camino. Ahora voy a calcular cuánto tardaría caminando sin hacer “eses” y
siguiendo los consejos de Santiago.

Y al fraile, del sobresalto, se le olvidó la solución del problema de los dos vasos, cuando
ya tenía la solución en la punta de la lengua.

CUENTO # 11: ROJOS, AMARILLOS Y MORADOS


Autor: Joaquín Collantes

Una conocida marca de ropa deportiva (cuyo nombre no mencionaremos para no hacer
publicidad, y menos gratuita) organiza un concurso multitudinario para jóvenes de entre
15 y 25 años.

Cita a todos los que quieran participar un domingo por la mañana a las afueras de la
ciudad, ante una montaña de fácil escalada y de 127,8 metros de altura. Los
organizadores del concurso se sorprenden del éxito de la convocatoria al ver que han
acudido muchos más participantes de los que imaginaban, así que deciden dividir el
grupo en 3 equipos, repartiendo entre ellos camisetas de 3 colores con el anagrama de la
marca, para así distinguir a cada equipo por su color.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

El organizador del concurso, megáfono en mano y subido a una plataforma de 5 metros


de altura, ordena a los concursantes que se separen en 3 bloques, cada uno de un color.
Así, los participantes forman 3 equipos con los colores rojo, amarillo y morado de las
camisetas que ya todos se han puesto.

Cuando va a comenzar el juego, el organizador, desde su altura, ve que en el equipo rojo


hay una mancha amarilla, que en el equipo morado 3 manchas rojas y que en el equipo
amarillo 7 manchas moradas y, fijándose más, observa que en el equipo rojo también hay
una extraña mancha verde.

-¡A ver! –grita a través del megáfono- ¿Qué hace esa camiseta amarilla en el equipo rojo?

-¡Es que yo quiero estar con Luis! –grita la que lleva la camiseta amarilla.

-¿Y quién es Luis?

-¡El novio de Lola!

-¿Y quién es Lola?

-Yo.

-¿Y por qué te has puesto una camiseta amarilla en vez de una roja?

-Yo me he puesto la que me han dado.

-¡Pues vete al bloque amarillo!

-¡Ni hablar! Yo quiero estar con mi novio.

-Pues cambia la camiseta con alguien. A ver: ¿Quién quiere cambiar su camiseta por la
de Lola? –pregunta el organizador.

Comienza el tumulto. Todos los que visten camiseta roja quieren cambiarla por la
camiseta amarilla de Lola que, encantada con su éxito, sonríe a todos los que se le
acercan, y se le acercan todos, ante el mosqueo de Luis, al ver cómo se pelean por la
camiseta de su novia y, sobre todo, por quitársela.

Al fin, el que ha conseguido la camiseta, despeinado, magullado, con un ojo morado y


cojeando se pasa al equipo amarillo haciendo la señal de victoria, entre los aplausos de
sus antiguos compañeros, que lo despiden como a un héroe.

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-¡Muy bien! El equipo rojo, arreglado. –grita el del megáfono- Y ahora, ¿qué hacen esos 3
rojos en el equipo morado?

-¡Es que somos trillizos!

-Y, ¿qué?

-Pues que estamos siempre juntos.

-Muy bien, pues que os cambien las camisetas.

-Es que a nosotros no nos las quiere cambiar nadie.

-Pues pasaos los 3 al equipo rojo, que ya hemos perdido bastante tiempo.

Una vez colocados los trillizos en el equipo rojo, el organizador se dirige a los 7 que
visten camisetas moradas, pero que están en el equipo amarillo.

-Y a vosotros, ¿qué os pasa?

-Es que hemos venido juntos desde nuestro pueblo y no queremos separarnos por si nos
perdemos.

-Pues usad la cabeza, caramba.

Y los siete morados empiezan a peinarse, mirándose en el espejo que uno de ellos ha
sacado del bolsillo.

-¡¡Que os paséis al equipo morado!! –grita, fuera de sí, el organizador.


Y los 7 morados abandonan el equipo amarillo y se incorporan al suyo entre risas y
abucheos.

-Y ya, al fin (espero) –dice el organizador de la desorganizada organización- ¿qué haces


tú ahí?

Todas las miradas se vuelven hacia el que viste una camiseta verde y que está justo en el
centro de la masa de camisetas rojas. Al verse observado por tantos ojos el que viste la
camiseta verde se encoge y grita:

-¡Es que soy daltónico!

Silencio.

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Se hace el silencio por unos segundos para dar paso al caos, ya que todos, rojos,
amarillos y morados corren para ver al daltónico, como si fuera un marciano,
mezclándose de nuevo ante la desesperación del organizador que cae desplomado
echando espuma por la boca. Un sustituto toma el megáfono tratando de poner orden
mientras una ambulancia se lleve al primer organizador. Entonces, el 2º organizador
pregunta:

-Pero, ¿qué tiene que ver que seas daltónico con que lleves una camiseta verde?

-Porque me la he traído de casa, y aunque usted diga que es verde, para mí es roja
porque la veo roja, o sea: que es roja, aunque usted diga que es verde.

-¡Pues que te la cambien! ¡A ver, dadle una camiseta roja!

-No, porque yo la veré verde.

-¡¡Pero nosotros no!! ¡Y se acabó! –grita el 2º organizador, mientras el daltónico se quita


su camisa verde, que para él es roja, y se pone una roja, que para él es verde- Y ahora,
todos a su sitio, tú también, el daltónico... ¿cómo te llamas?

-No me acuerdo cómo me llamo, pero sí que mi nombre está formado por algunas de las
letras de los nombres de los trillizos.

-Oye, ¿tú eres así de complicado todos los días o sólo los domingos?

-Bueno, usted, en realidad, debería de haberme preguntado cómo se llaman los trillizos.

-Muy bien: ¿cómo se llaman los trillizos? –pregunta el 2º organizador, sintiendo que
comienza a temblarle el párpado del ojo izquierdo.

-Pregúnteselo a ellos.

Al borde del ataque de nervios, el 2º organizador pregunta:

-A ver, los trillizos: ¿cómo os llamáis?

Y los trillizos responden, los 3 a la vez:

-¡Alfonso, Ramón y Diego!

-Y ahora, ¿qué? –pregunta el 2º organizador, tomándose un bocadillo de Valium que le


ha preparado el organizador 3º, ya preparado para sustituirle.

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-Pues que mi nombre está formado por... , no se ponga usted nervioso, por la 3ª letra del
nombre del primer trillizo, la 3ª letra del nombre del tercer trillizo, la 1ª del nombre del 2º,
la 5ª del 1º, la 2ª del 2º, la 5ª del 2º, la 1ª del 3º y la 7ª del 1º.

Todos se ponen a tratar de averiguar el nombre del daltónico mientras que una nueva
ambulancia se lleva al 2º organizador, sustituido ya por un 3º que, estrenando su
cometido grita por el megáfono:

-¡¡Ya está bien de tonterías!! ¡Todos a sus puestos!

De nuevo el caos de los rojos, los amarillos y los morados corriendo a ocupar sus
puestos. Por fin, todos en sus equipos correspondientes, el organizador 3º explica las
normas del juego:

-Vamos a ver, hay un premio de 901 euros. Cada componente del equipo que suba
primero a la montaña recibirá un euro, repartiendo lo demás a partes iguales entre los
restantes jugadores, pero de la siguiente manera:

A) Si llegan arriba del todo primero los rojos, los demás jugadores recibirán medio euro,
1
2
1
B) Si suben primero los amarillos, los demás recibirán un tercio de euro, .
3

C) Si suben hasta arriba primero los morados, los demás jugadores recibirán un cuarto de
1
euro, .
4

-Pues vaya premio cutre –dijo el 3º de los trillizos.

-¿Cómo que cutre? –protestó el tercer organizador.

-Claro, porque con todos los que somos no vamos a tocar ni a un euro –dijo el 2º mellizo.

-Tú, echa cuentas –propuso el tercer organizador.

-¿Cómo? –preguntó el primer mellizo.

-Cuenta los participantes que hay en cada equipo y lo sabrás.

-Sí, ya, con todos los que somos. ¿Usted sabe cuántos jugadores hay en cada equipo.

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-No, pero esa es una buena pregunta para mi estadística de empresa: ¿Cuántos
jugadores hay en cada equipo?, y ya puestos a preguntar: ¿Cómo se llama nuestro amigo
daltónico?.

CUENTO # 12: PRESOS EN FUGA

Autor: Joaquín Collantes

Ramón, en la cárcel por intentar estafar (ingenuo, él) a una compañía de seguros, se
aficionó a la lectura como remedio para matar el tiempo.

Al terminar de leer “El Conde de Montecristo” reconoció que el bibliotecario de la cárcel


tenía razón: en la lectura está la clave de la sabiduría.

Apasionado con las desventuras más que aventuras de Edmundo Dantés excavando un
túnel, centímetro a centímetro con una cuchara, un palillo, con las uñas, año tras año, se
imaginó a sí mismo excavando su propio túnel y dijo: ¿Por qué no?

-Pues porque no. –contestó Cajal, su compañero de celda, cuando Ramón le propuso la
fuga a través de un túnel- Una cosa es ser el protagonista de una novela y otra bien
distinta estar recluido en esta cárcel. Si estuviéramos encerrados en la mazmorra
subterránea de un castillo, como en la novela de Alejandro Dumas, podría ser más o
menos fácil excavar un túnel para poder escapar. Pero te recuerdo que estamos en una
celda que está en el tercer piso de un penal moderno, y que desde aquí no hay ninguna
posibilidad de hacer ningún túnel.

-Está todo previsto. Ése será nuestro túnel –dijo Ramón señalando el conducto del aire
acondicionado que había en el techo.

Aquella noche Ramón y Cajal esperaron a que todos durmieran para, con todo sigilo,
desmontar la rejilla del aire acondicionado introduciéndose por el conducto. Una vez
dentro, lo recorrieron gateando hasta llegar al final en el que el conducto bajaba en
vertical.

Ramón y Cajal se miraron, aunque inútilmente, ya que la oscuridad dentro del conducto
era total y, por lo tanto, no se vieron. Aunque lo que sí vieron es que el final del pozo, allá
abajo, estaba ligeramente iluminado. También pudieron ver que se podría bajar hasta ese
final iluminado a través de una escalera de mano que el pozo de sección cuadrada tenía
en uno de sus lados.

-¿Vamos? –preguntó Ramón, que iba el primero.

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-Vamos –contestó Cajal, que iba el segundo y último, entre otras cosas porque sólo iban
dos.

Comenzaron a bajar por la escalera de mano hasta que Ramón, deteniéndose, preguntó:

-¿Cuánto tendremos que bajar?

-Mucho.

-Hombre, hasta ahí llego. Quiero decir que a qué distancia estará esa luz.

-Es fácil –contestó Cajal- cada peldaño está separado del anterior 30 cm. Si hemos
bajado ya 12 peldaños quiere decir que hemos recorrido 360 cm, o lo que es lo mismo: 3
metros y 60 centímetros.

-¿Y qué? –preguntó Ramón, poniéndose de nuevo en marcha.

-Pues que cuando lleguemos abajo no tendremos más que multiplicar el número de
peldaños bajados por 30. Así sabremos cuánto medía el tramo recorrido.

-Pero, ¿para qué nos sirve conocer la distancia recorrida una vez que hemos llegado
abajo. Yo la querría saber ahora. ¡Qué listo eres! Por cierto, ¿por qué estás en la cárcel?

-Le propuse al Ministerio de Hacienda un procedimiento para defraudar en la declaración


de la renta –contestó Cajal.

-Lo que yo imaginaba: eres realmente inteligente –dijo Ramón.

-Es que estaba muy orgulloso de mi procedimiento. Pero cuando el ministro se enfado de
verdad fue cuando le dije que el método era infalible, ya que yo llevaba haciéndolo
durante años y que, además, exigía derechos de autor.

Y así, hablando de sus cosas, llegaron al final de la escalera que desembocaba en una
gran sala cuadrada que estaba casi a oscuras, ya que apenas estaba iluminada por una
bombilla de 40 w que colgaba del centro del techo. La escalera terminaba justo en la
mitad de uno de las paredes, y allí se quedaron los dos amigos, acostumbrando sus ojos
a la penumbra.

-¿Habrá alguna salida al exterior? –preguntó Ramón.

-Yo no veo ninguna. Bueno, la verdad es que yo no veo nada, ¿qué hacemos?– preguntó
a su vez Cajal.

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 121
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

-Esta habitación es cuadrada...

-O sea, que tiene las cuatro paredes iguales –dijo Cajal, interrumpiendo a su amigo.

-Pues claro, por eso es cuadrada.

-¿Y no hay cuadrados de lados desiguales?

-Tiene que haber alguna salida. No tenemos más que buscarla –dijo Ramón, sin hacer
caso del comentario de su compañero.

-¡Ya está! ¡45 metros! –exclamó Cajal.

-¿Qué?

-Que hemos bajado 45 metros, es decir 150 peldaños a...

-No empieces otra vez. Vamos, busquemos una salida. Tú vete hacia la derecha que yo
iré hacia la izquierda. Lo mejor es que corramos pegados a la pared hasta recorrer los
lados del cuadrado, que así seguro que uno de nosotros encontrará una salida.

-¡Ni hablar! Vamos los dos juntos.

-No seas absurdo. Por separado encontraremos antes una salida.

-Ya, pero es que a mí me da miedo la oscuridad, y ya que nos hemos escapado juntos lo
mejor es que sigamos juntos.

-En primer lugar aún no nos hemos escapado del todo –puntualizó Ramón- y en segundo
lugar tienes que reconocer que es más lógico y práctico que busquemos por separado.
No tenemos más que recorrer los lados del cuadrado bien atentos y corriendo a la misma
velocidad, es decir, manteniendo una velocidad constante, incluso cuando giremos en los
rincones, para encontrar la salida cuanto antes sin que ninguno de los dos se retrase.
Vamos, salgamos de dos puntos distintos y en distintas direcciones hasta que nos
crucemos. El que encuentre primero una puerta que se lo diga al otro.

Iban a ponerse en marcha cuando Cajal le dijo a Ramón:

-Mira, aquí, en la pared hay un plano de la habitación y, en efecto, es cuadrada. Además,


mide 683 metros cuadrados. ¿Cuánto medirá cada pared?

-Déjate de cálculos y pongámonos en marcha.

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 122
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

-Y como la habitación tiene 9 metros de altura de techo, ¿Cuántos metros cúbicos


medirá?

-¿Y yo qué sé? –contestó ramón impaciente- Yo me pongo en marcha.

Ramón se separó de su amigo unos cuantos metros, se volvió para ver a su amigo que
seguía quieto en el mismo sitio y, levantando la voz, le dijo:

-Yo empezaré a correr desde aquí y tú hacia allá. A ver dónde nos encontramos. Una,
dos y ... tres.

Y salieron corriendo en direcciones opuestas, pegados a la pared. Recorrieron un vuelta


completa y se cruzaron en uno de los rincones. Al ver que su amigo venía corriendo hacia
él, Cajal, sin pararse, le preguntó: ¿Has encontrado algo? Y Ramón, sin aminorar la
marcha, contestó: No, demos otra vuelta, por si acaso. Y siguieron corriendo hasta que se
volvieron a cruzar en otro rincón distinto al anterior, y como tampoco habían visto ninguna
puerta decidieron seguir dando vueltas, convencidos de que encontrarían una salida.
Mientras tanto, dos ratones, que se llamaban Mickey y Mouse, contemplaban la escena
desde el centro de la sala, y uno le dijo al otro:

-Mira que son raros los humanos –dijo Mickey.

-Desde luego –dijo Mouse- en vez de buscar una salida tan tranquilos, no hacen más que
dar vueltas cruzándose siempre en rincones distintos. Por cierto: ¿Un humano que vive
en La Coruña puede, según la Ley, ser enterrado en Londres?

-¿Y yo qué sé?

-No, si lo decía porque como los humanos son tan raros, a lo mejor no... ¡Mira, mira!, se
van a cruzar otra vez.

Y Ramón y Cajal, visiblemente cansados, pero sin disminuir su velocidad igual y


constante, se cruzan por tercera vez pero en otro rincón distinto al 1º y al 2º.

Entonces Mickey le dice a su amigo Mouse:

-Oye, yo creo que esos dos se han vuelto locos.

-¿Por qué?

-Porque ya llevan tres vueltas al circuito y cada vez se han cruzado en un rincón distinto.
Y eso que se ve bien claro que corren a la misma velocidad.

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 123
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

-Pues eso será que, a pesar de las apariencias, uno corre más rápido que el otro, pero,
¿cuánto más rápido va uno que el otro?.

-Además, ya verás que risa cuando descubran que esta sala no tiene salida y que están
corriendo más de lo que pensaban, ya que el que escribió la cantidad de metros
cuadrados en el plano bailó los números y en vez de 683 metros cuadrados, mide 863.

-¿Y de altura? –preguntó Mouse.

-No, de altura está bien.

-Bueno, yo ya me he cansado de ver a esos dos. Mira, van a cruzarse en otro rincón
distinto. ¿Nos vamos?.

-Sí. Te invito a cenar. He empezado las Obras Completas de Kierkegaard.

-¿Y qué tal?

-Densas. Pero con sal y mostaza no están mal.

FIN.

CUENTO # 13: TURISTAS EN LONDRES


Autor: Joaquín Collantes

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 124
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Aquella Semana Santa, Silvia y Pablo viajaron a Londres con sus padres dispuestos a
hacer turismo.

El primer día en la capital inglesa, y dado que su hotel estaba en una calle perpendicular
a Bayswater Road, justo frente a Hyde Park, decidieron comenzar su recorrido turístico
por el parque, al que entraron por la puerta que todos conocían como Marlborough Gate.

No habían hecho más que caminar unos minutos por los Jardines de Kensington,
bordeando el lago Serpentine, cuando se encontraron con el monumento dedicado a
Peter Pan. Ante la escultura de bronce, Silvia le dijo a su hermano:

-Mira, es Peter Pan.

-Ya lo veo: Es una pena que me quedara a medio leer el libro, que está claro que es
muchísimo mejor que la película de Walt Disney.

-¿Y por que no terminaste de leer el libro? –preguntó la niña.

-Porque una polilla hambrienta se comió el libro. Así que me quedé sin saber qué les
pasaba a Wendy y a los Niños Perdidos que estaban en manos de los piratas del Capitán
Garfio. Además, la famosa polilla no sólo se comió “Peter Pan”, sino también “Alicia en el
País de la Maravillas”, “El Mago de Oz”, “La Historia Interminable” y “El Principito”.

-¿Se comió cinco libros?

-Bueno, por lo menos los agujereó, les hizo un boquete bien grande de parte a parte. Yo
los tenía ordenados en mi estantería de tal manera que el 1º era “El Principito” y estaba a
la izquierda del todo, y el último de la derecha, “El Mago de Oz”, era el 5º. La polilla
empezó a comer papel y a abrirse camino, de página en página, a través de los libros y
en línea recta, justo desde la cubierta anterior de “El Principito” hasta la cubierta posterior
de “El Mago de Oz”.

-¡Qué barbaridad! ¿Y cómo no me lo dijiste? –exclamó y preguntó su hermana.

-Pues porque como eres tan miedosa, lo mismo te asustabas con la historia de la polilla
librófoga y no podías dormir pensando en que pudiera trepar a tu cama y comerse tu
pijama como se comió mis libros –contestó Pablo.

-¿Qué significa eso de ... libro... no sé qué?

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 125
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

-Pues que come libros. Me acabo de inventar la palabra, ¿a que suena bien? Bueno,
pues como te iba diciendo, la polilla atacó los 5 cuentos, y eso que cada libro medía 3 cm
de grueso.

-O sea, que en su devastador y literario avance recorrió... lo menos...

-No lo sé; lo que sí sé es que me quedé sin saber qué le pasaba a Wendy y a los Niños
Perdidos –dijo Pablo, interrumpiendo los cálculos de su hermana.

Esa misma tarde, mientras sus padres visitaban la National Gallery, para ver de nuevo
“La Venus del Espejo”, Silvia y Pablo, después de contemplar el cuadro de Velázquez (la
joya del museo, como decían sus padres) pidieron permiso para salir un rato a la calle
con la promesa de volver a entrar a la media hora.

Así, aprovechando que en Londres los museos son como tienen que ser, o sea, gratuitos,
salieron a dar una vuelta por Trafalgar Square que, como todo el mundo sabe es una
plaza, por mucho que se empeñen los ingleses en llamar Square a una plaza; que mira
que se ve bien claro que es una plaza, pues nada, ellos: Square.

Como hacía un día espléndido, cosa rara en la capital inglesa, la plaza estaba llena de
turistas entre los que se mezclaron los dos hermanos hasta llegar al lugar donde se alza
la columna en honor del almirante Nelson.

-Esta columna fue erigida en el año 1843. Es de estilo corintio y ese señor que está ahí
arriba es un almirante que se llamaba Nelson. La columna mide 200 pies de altura y tiene
un diámetro de 16 pies y 8 pulgadas –dijo Pablo, muy serio.

-Y tú, ¿cómo sabes todo eso? –pregunto su hermana.

-Porque lo leí esta mañana en la guía que ha traído mamá, y me lo he aprendido de


memoria para impresionarte.

-Oye, ¿y cuántos metros son doscientos pies?

-No tengo ni idea. Ya sabes que los ingleses son muy raros para sus cosas; pero así, a
ojo... mucho.

Silvia y Pablo bordearon la base de la columna mirando hacia arriba, y estuvieron a punto
de pisar el dibujo que, con tizas de colores, hacía en el suelo un niño más o menos de su
edad; aunque vete tú a saber -pensó Silvia- que con lo raros que son los ingleses, lo
mismo miden los años de otra manera.

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 126
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

-¡Cuidado! –exclamó el pintor. Y los hermanos frenaron ante la enorme cabeza pintada en
el suelo.

-¿Quién es? ¿Es el retrato de alguien? –preguntó Pablo señalando la cabeza pintada.
El pintor, sonriendo, contestó:

-No tengo hermanos, ni hermanas, pero el padre del retratado es el hijo de mi padre.
Los dos niños se quedaron desconcertados ante la respuesta, hasta que Silvia le
preguntó, en voz baja, a su hermano:

-Pero, ¿quién es el retratado?

-No tengo ni idea, que ya te dije que los ingleses son muy raros. Anda, que vaya
respuesta. Lo mismo dice que es David Beckham, aunque la verdad, mucho no se
parece.

Al lado del pintor una señora pelirroja y con un sombrero lleno de cerezas ofrecía a gritos
una libra a quien resolviera el juego que proponía, también pintado en el suelo. Prometía
una libra de premio, aunque el que quisiera jugar tenía que pagar media libra. El juego
estaba representado por 9 estrellas de colores pintadas en el suelo y alineadas de 3 en 3.
Y lo que proponía era lo siguiente:

-A ver, ¿quién se atreve a trazar 4 rectas de manera que pasen por las 9 estrellas? Pero,
atención, que aquí está lo difícil: ¡Sin levantar la tiza del suelo!

Como los niños no llevaban dinero encima, desistieron de jugar, aunque se quedaron
para ver cómo un turista holandés fracasaba en el intento
.
Siguiendo en su paseo alrededor de la columna se dieron cuenta de que junto al pintor y
a la señora que ofrecía el juego de las 9 estrellas, había muchas más personas que
proponían juegos y adivinanzas, así que, para no ser menos, Pablo y Silvia se pusieron a
pensar algún problema. Sentados en los escalones del monumento pensaban y
pensaban, imitando en su postura al Pensador, la escultura de Rodin, hasta que Silvia,

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 127
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

poniéndose en pie y después de volver a contemplar la columna de Nelson, le preguntó a


su hermano:

-¿A que no sabes cuanto mide la guirnalda que, en espiral, circunda a la columna 5
veces?

Pablo, entusiasmado con el problema planteado por su hermana se levantó, y dando dos
sonoras palmadas para hacerse oír, gritó a los que le rodeaban:

-A ver, ¿Cuánto mide la guirnalda que trepa por la columna?

Todos dejaron de jugar a los acertijos y adivinanzas, y hasta el pintor dejó de pintar, para
rodear a Pablo y a la columna, en un subir y bajar cabezas un tanto mareante. Pablo,
ante la mirada interrogante de todos, disimulando, se acercó a su hermana y le preguntó
al oído:

-Pero bueno, ¿cuánto mide?

-¿Y yo qué sé? Lo he dicho para que vean que a nosotros también se nos ocurren
problemas.

En ese preciso momento, mientras todos en la plaza trataban de resolver el problema,


apareció Spiderman, el hombre araña con una cinta métrica en la mano.

-¡Yo mediré la guirnalda! –exclamó, y comenzó a trepar por la columna siguiendo la


espiral de la guirnalda ante la mirada de los presentes que no se sorprendieron de su
llegada, como si fuera tan normal que apareciera, así, de repente, el hombre araña, ante
cuya presencia los dos hermanos se llevaron un buen susto.

Cuando estaba a punto de llegar al final de la guirnalda, apareció Superman y volando


hasta lo alto de la columna empezó a pelearse con Spiderman, intentando quitarle la cinta
métrica para medir él la guirnalda.

En ese momento, y para sorpresa y susto de los niños, que no para los demás que no
parecían sorprenderse ante lo que estaba pasando, la estatua de Nelson cobró vida, se
movió, se estiró y bostezando exclamó:

-¡Vaya tontería de problema! Mi guirnalda mide...


Pero en ese momento un ensordecedor trueno retumbó en la plaza acallando las
palabras del almirante. Segundos después comenzó a llover con una intensidad tal que
en un momento se borró del suelo el retrato y el juego de las 9 estrellas, sin que los niños
pudieran averiguar la solución.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Todos corrieron a refugiarse en el pórtico de la National Gallery. En su carrera, Pablo y


Silvia sintieron que alguien les cogía de la mano y cuando se volvieron se encontraron
con que Peter Pan corría entre ellos. Antes de que les diera tiempo a recuperarse de la
sorpresa vieron que también corría a guarecerse de la tromba de agua Alicia y el Conejo
del Reloj, y la protagonista de El Mago de Oz junto con el León, el Robot y el
Espantapájaros, que llevaba en brazos al Principito, mientras que Bastián, el héroe de La
Historia Interminable, se reía de ellos y trataba de ponerles la zancadilla.

En la puerta del museo los niños encontraron a sus padres en compañía de Flaminia
Triunfi, la modelo que posó para La Venus del Espejo, que había cubierto su cuerpo con
la colcha de raso sobre la que se tumbaba en el cuadro.

Y todo el mundo tan tranquilo, como si lo que estaba ocurriendo fuera de lo más normal;
menos Silvia y Pablo que, alucinados, miraban sin poder creer lo que estaban viendo:
nada menos que a los personajes de sus cuentos preferidos. Hasta que Peter Pan,
sentándose con ellos en el primer escalón de la escalinata de acceso al museo, les dijo:

-Bueno, amigos míos, aprovechando el aguacero os contaré la maravillosa aventura que


se comió la polilla tragona.
**********
-Venga, arriba. Levantaos de una vez.
La madre de Pablo y Silvia zarandeó a los niños para que se despertaran.

Habían terminado su primer día de turismo en Londres agotados, después de recorrer


con sus padres todo Hyde Park, y de callejear y visitar la National Gallery.

Ya por la tarde, y mientras descansaban sentados en los escalones del monumento a


Nelson, estuvieron a punto de quedarse dormidos, vencidos por el cansancio. Así que,
nada más llegar al hotel, cayeron en la cama como fardos para recuperar fuerzas, ya que
su padre les advirtió: Venga, a descansar, que mañana nos espera otra dura jornada, ya
que dura es la vida del turista.

Pablo se despertó justo en el momento en que Peter Pan le comenzaba a contar la parte
que faltaba en su cuento, mientras que Silvia abría los ojos en el preciso instante en que
Nelson, sonriendo, le decía:

-Silvia, querida, mi guirnalda mide...

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CUENTO # 14: CUENTO DE NAVIDAD


Autor: Joaquín Collantes

CUENTO DE NAVIDAD
-¿Quiénes sois? –preguntó Lucas, retrocediendo aterrado.

-Somos los Espíritus de las Matemáticas –contestó uno de los tres espectros que habían
aparecido de improviso ante el joven que estudiaba en su cuarto.

-Yo soy el Primero de los Tres Espíritus de las Matemáticas –añadió el espíritu que había
hablado. Y señaló a sus compañeros, que dijeron:

-Yo soy el Segundo de los Tres Espíritus de las Matemáticas.

-Y yo el Tercero de los Tres Espíritus de las Matemáticas.

Pero la explicación no tranquilizó al asustado estudiante. Y aunque no creía en


fantasmas, la presencia de aquellos tres misteriosos espectros que habían aparecido de
improviso flotando a un palmo del suelo e irradiando una extraña fosforescencia que
iluminaba con una intensa luz amarillenta la habitación, le había sobresaltado. Dos de

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ellos vestían con ropa parecida, lo que demostraba que pertenecían a la misma época,
más o menos, calculó Lucas, de los siglos XVII o XVIII: chaqueta larga y calzón de
terciopelo hasta la rodilla, camisa blanca de amplios puños y pañuelo también blanco al
cuello, medias blancas y zapatos negros de cuero con ligero tacón y hebilla de plata, y
peluca empolvada y rizada cayendo sobre los hombros en el caso del Segundo

Fantasma, y más sencilla, peinada hacia atrás y recogida en cola de caballo en el caso
del Tercer Fantasma. Y también les distinguía el hecho de que el Tercer Fantasma
ocultaba sus ojos tras unas gafas con cristales ahumados y llevaba un fino bastón en la
mano con el que tanteaba el suelo al desplazarse, al modo de los ciegos. En cuanto al
que se había presentado como el Primer Fantasma no tenía nada que ver en cuanto a
indumentaria con sus compañeros, ya que vestía una amplia túnica de algodón blanco
con una banda azul recorriendo el borde y calzaba unas sencillas sandalias de cuero, era
calvo y mostraba una gran barba blanca y rizada, con todo el aspecto de ser un filósofo
griego o un patricio romano. Lo único que les unía es que los tres cargaban con libros,
cuadernos, hojas sueltas y rollos de pergamino que se les caían continuamente
provocando un trajín de agacharse para recogerlos para volverse a agachar al minuto
siguiente, sobre todo el que se había presentado como el Tercer Espíritu, que cargaba
con un montón de libros y carpetas que llegaban hasta el techo.

A Lucas, el asustado estudiante de Matemáticas, le eran familiares sus fisonomías, auque


a pesar de ello siguiera inquieto ante la inesperada aparición… hasta que recordó que
sobre su mesa estaba el libro titulado “Canción de Navidad”, el clásico de Dickens que
había leído de pequeño y que ahora estaba releyendo. Entonces es cuando cayó en la
cuenta de la similitud entre la escena que estaba viviendo y el argumento del libro. Así
que, dudando si estaría soñando o no y haciendo un esfuerzo para superar el temor que
aún sentía, preguntó:

-¿Son ustedes los tres espíritus de las navidades que se le aparecen a Evenezer
Scrooge?
-¿A quién? –preguntaron a su vez los tres espíritus.

-A Scrooge, al protagonista de “Canción de Navidad”, el cuento de Charles Dickens que


estoy leyendo. Al avaro más miserable, cicatero, ruin, tacaño, roñoso, cutre, egoísta,
usurero y despreciable del mundo.

-Se ve que le tienes aprecio –dijo, chusco, El Tercer Fantasma.

-Pues no, no somos los tres espíritus de las navidades que dices –dijo el Tercer Espíritu.

-Es que como estamos en Navidad… A Scrooge, por si no lo sabían, que me da la


impresión que no lo saben, se le aparecen tres espíritus en Navidad para darle un
escarmiento por su inhumana avaricia. Y estos tres espíritus son el Espíritu de las

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Navidades Pasadas, el de la Navidad Presente y el de las Navidades Futuras. Por eso, al


verlos ahí a los tres plantados, pues pensé que podían ser los Tres Espíritus que
buscaban a Scrooge… y que se habían equivocado de dirección.

-En primer lugar, y tal como has insinuado, no conocíamos el cuento del tal Charles
Dickens; en segundo lugar nosotros no somos los espíritus de las navidades y en tercer
lugar… bueno… en tercer lugar… pues… no se me ocurre nada para ponerlo en tercer
lugar –dijo el que se había presentado como el Primer Espíritu, un tanto avergonzado.

-Pues en tercer lugar… podríamos añadir que nosotros no somos los espíritus que dices
porque somos, como te dijimos al principio, los Espíritus de las Matemáticas, o al menos
tres de sus grandes espíritus, ya que hay tantos grandes espíritus de matemáticos como
grandes matemáticos ha habido. –añadió el Segundo Espíritu, saliendo en ayuda de su
compañero.

-Porque eso sí: para ser espíritu de matemático tienes que ser un matemático muerto –
añadió, a modo de explicación innecesaria, el Tercer Espíritu.

-Entonces, si no os habéis equivocado de dirección y no habéis venido a mostrarme las


navidades pasadas, presentes y futuras, ¿a qué habéis venido? –preguntó Lucas, algo
más tranquilo, y añadió: -Por cierto, ¿no estaré soñando?

-No, hombre, no –contestó el Primer Espíritu- Ese es el recurso de los malos escritores o
de los malos guionistas de cine, es el cuento de siempre: al protagonista le suceden una
serie de acontecimientos fantásticos y de pronto se despierta y todo ha sido un sueño.
No, eso sería demasiado fácil. Esto que te está pasando es real. Y si nos hemos
aparecido precisamente a ti es porque tú, aunque ahora no lo sepas, serás un gran
matemático. Y nosotros, que todo lo sabemos, nos aparecemos para animar a los
jóvenes futuros matemáticos.

-¿Y ganaré la Medalla Field? –preguntó Lucas.


-Hombre, tampoco te pases. De momento confórmate con saber que serás un gran
matemático, que ya es algo, ¿no? Por cierto, ¿qué es esa cuadrícula que tienes sobre la
mesa?

-Un problemilla muy fácil que le estaba preparando a un amigo mío. Es que nos
inventamos problemas y nos los ponemos…

-Para fastidiaros el uno al otro… –dijo el Primer Espíritu, sonriendo.

-No, no, qué va; lo hacemos porque nos gustan las matemáticas.

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-A ver, a ver, déjame verlo –dijo el Primer Espíritu, cogiendo el papel de encima de la
mesa, a la vez que se le caían de las manos unos cuantos pergaminos que llevaba
enrollados… y leyó:

“Completa el cuadrado”
1 3 ?
13 1 5
8 21 2

-Bueno, tienes razón, este problema es sencillísimo. Y eso que yo soy ante todo
geómetra… y la verdad es que con la numeración indo-arábiga no me llevo muy bien ya
que la he tenido que aprender ya de espíritu, que cuando yo estaba en activo en mi
Siracusa natal ni siquiera teníamos la numeración romana. También me ha ayudado que,
como espíritu, he seguido atentamente la trayectoria de mis trabajos en particular y de las
matemáticas en general, desde mi siglo hasta ahora, por eso sé que la numeración indo-
arábiga, que tengo que reconocer que está muy bien, la trajo a Europa el gran Fibonacci.
Y con todo, como los humanos somos muy brutos no tuvo autentica divulgación hasta por
lo menos el siglo XV.

-Pues sí, más de 300 años después de que él la trajera –dijo Lucas, para que el anciano
de la túnica se diera cuenta de que sabía de lo que estaba hablando.

-Pero, en fin, lo dicho: que este problema es un problemilla. Por cierto, señor Newton, le
podríamos facilitar a este alevín de matemático algún problema un poco más difícil que el
de la cuadrícula, para que fastidie a su amigo, ¿qué le parece?
-Muy bien, le podríamos poner el de… -contestó el aludido.

-Un momento, un momento… ¿Usted es Isaac Newton? –preguntó Lucas, sin poder
reprimir la sorpresa. Y antes de que el Segundo Espíritu le respondiera, se volvió hacia el
Tercer Espíritu de las Matemáticas y preguntó: -¿Entonces usted, por su aspecto, seguro
que es…?
-Leonhard Euler, a su disposición –contestó, haciendo una historiada reverencia.
-Y usted, así, por el atuendo, yo diría que es Arquímedes, ¿no?

-Has acertado… y eso que mira que me representáis mal. Como de Newton y Euler hay
retratos y grabados, pues os podéis hacer mejor una idea de cómo fueron, pero de mí… -
contestó el Espíritu de Arquímedes.

-Y yo que creí en un primer momento que eran ustedes los Reyes Magos que venían
disfrazados. Esta situación empieza a ser surrealista. Ahora sí que estoy seguro que
estoy soñando.

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-¿Por qué? –preguntó el Espíritu de Newton- O sea, que te crees que somos los Espíritus
de las Matemáticas, incluso que somos los Reyes Magos disfrazados… y no te crees que
somos Arquímedes, Euler y yo.

-Porque estaba influenciado por el cuento de Dickens… y porque estamos en Navidad –


contestó Lucas, y añadió, ya bastante más tranquilo- Pero, ¿de qué problema hablaban?
-Bueno –dijo el Espíritu de Arquímedes- ponedle el problema, señor Newton. Y ya que
vos sois también astrónomo, ponedle un problema planetario.

Y el Espíritu de Newton, escribió sobre un papel un breve texto y un dibujo, entregándole


el papel a Lucas, que leyó el enunciado en voz alta:
“Dos planetas giran alrededor de una misma estrella. El exterior tarda doce años en
completar una órbita y el interior, diez. Ahora mismo se encuentran alineados con la
estrella. ¿Cuándo volverán a alinearse otra vez?”

-¿No será demasiado difícil para un joven del siglo XXI? Tened en cuenta que ahora los
jóvenes, con tanta televisión y tanta PlayStation, tienen las neuronas un tanto… -dijo el
Espíritu de Arquímedes.
-¿Difícil? A mi me parece bastante normal… y hasta propondría otro más difícil.
Cualquiera de mis trece hijos sabría resolver ese problema de los planetas a la primera -
dijo el Espíritu de Euler, agachándose de nuevo para recoger, una vez más, tanteando el
suelo ayudado por sus dos compañeros, unas libros que se le habían caído al suelo.
-Me están poniendo nerviosos con el trajín que se traen recogiendo libros, papeles y
rollos del suelo. ¿Por qué llevan tantos libros y papelotes en las manos?

-Es que siempre viajamos con lo más esencial de nuestra obra, por si acaso. Y claro, en
mi caso he elegido los tres tomos de la primera edición de mi opera magna: mis
Philosophiae naturalis principia matematica. En el caso de Arquímedes es más
complicado, ya que como en su época no encuadernaban los trabajos en forma de libro
pues viaja con todos esos rollos, lo cual es incomodísimo. Y no digamos Euler, míralo, se
empeña en viajar con su obra completa encima. Y por si no lo sabías, publicó más de 500
libros y artículos, ya que se calcula que escribió una media de 800 páginas al año lo que
le hace el matemático más prolífico de la Historia de las Matemáticas –y añadió, bajando
la voz y aprovechando que a Euler se le habían vuelto a caer un montón de libros y que

Arquímedes le ayudaba a cogerlos –Además, como está ciego, que así pasó los últimos
años de su vida terrenal, pues tenemos que ayudarle y acabamos agotados de tanto
agacharnos y levantarnos… y es que ya no tenemos cuerpo para esto, bueno, ni para
esto ni para nada, dado que somos espíritus.

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En cuanto estuvieron todos los papeles de Euler recogidos, dentro de lo que cabía, se
hizo un incómodo silencio en la habitación, hasta que el Espíritu de Newton, dijo: -Bueno,
pues nosotros nos vamos.
-¿Tan pronto? –preguntó Lucas, que ya se había acostumbrado a la presencia de los
espíritus.
-Es que tenemos que aparecernos aún a otros tres estudiantes de matemáticas para
decirles, como te hemos dicho a ti, que serán grandes matemáticos en el futuro. El
problema es que uno vive en Francia y otro en Alemania, que por lo menos nos quedan
cerca… pero es que el tercero vive en Australia. Además, tenemos que contar con la
diferencia horaria, que no te creas que esto de aparecerse es tan sencillo, sobre todo
porque nos aparecemos de noche, ya que la aparición es más espectacular que de día –
añadió el Espíritu de Arquímedes.

Entonces, el Espíritu de Euler preguntó: -¿Quieres o no quieres un problema más difícil


para ponerle a tu amigo?

-De acuerdo, puede ser una buena idea.

-Muy bien, pues anota el enunciado, que es muy fácil de copiar, aunque el problema sea
difícil.

“Hallar todos los números naturales de 4 cifras, que sean iguales al cubo de la suma de
sus cifras.”

-¿Ya está? –preguntó Lucas, asombrado -¿Y este enunciado tan sencillo es de un
problema difícil?

-Prueba a hacerlo –contestó Euler, sonriendo.

Y el Espíritu de Newton, adelantándose y dando la aparición por terminada, extendió la


mano para que Lucas la estrechara, a la vez que le decía:
-En fin, Lucas, mucha suerte en tus estudios y que no se te suba a la cabeza lo que
hemos dicho de que serás un gran matemático, que si lo llegas a ser será porque te has
preparado convenientemente.

Lucas estrechó las manos de los espíritus de Arquímedes y de Newton, y no pudo hacer
lo mismo con el de Euler ya que no tenía manos más que para sujetar su inmensa obra. Y
en un momento, tal y como habían aparecido, desaparecieron dejando tras de sí el
resplandor fosforescente que tardó prácticamente toda la noche en desaparecer y un tan
penetrante como extraño olor mezcla de incienso, nuez moscada, queso de roquefort y
vainilla.

Al día siguiente, la madre de Lucas, al entrar a su dormitorio para despertarlo para que
fuera a la facultad, torciendo el gesto, le dijo:
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-Por Dios, Lucas, esta habitación huele a rayos. Te he dicho mil veces que saques tus
zapatillas al balcón por la noche… y que ventiles la habitación de vez en cuando.
P.S: A Lucas le fue concedida la Medalla Field en el ICM del 2032… y los espíritus de
Arquímedes, Newton y Euler, aunque ya lo supieran de antemano, aplaudieron
entusiasmados.

FIN.

CUENTO # 15: CUENTO DE REYES


Autor: Joaquín Collantes

CUENTO DE REYES
El choque fue muy violento. Al salir de una curva muy cerrada, el trineo -que circulaba a
una velocidad excesiva, inadecuada para el mal estado de la carretera helada- no pudo
frenar al encontrarse de frente a la caravana, y después de una forzada maniobra para
evitar un desastre, se estampó contra un abeto. Los componentes de la caravana, aún
asustados, bajaron de sus monturas y se acercaron corriendo al lugar del accidente para
encontrarse que la nieve caída del abeto a consecuencia del impacto había sepultado al

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que había provocado el accidente. A toda prisa y utilizando sus coronas como palas,
retiraron a toda prisa la nieve que cubría totalmente el trineo para sacar a Papá Noel
medio aturdido por el golpe y completamente cubierto de nieve.

-Pero bueno, ¿es que no ven ustedes por dónde van? –exclamó, enfadado, una vez
recuperado del susto.

-¿Cómo que no vemos por dónde vamos? El que no lo veía era usted. A ver si encima
quiere echarnos la culpa del accidente, que cara más dura… –contestó el Rey Melchor,
secando la corona con el manto, antes de ponérsela de nuevo en la cabeza.

-Yo iba por mi derecha, mientras que ustedes iban ocupando casi toda la calzada con
esos horribles camellos…
-No son camellos, son dromedarios –puntualizó el Rey Melchor, interrumpiendo al
congestionado Papá Noel, ya totalmente recuperado del susto, aunque sacudiéndose
furioso la nieve de la barba.
-Qué más da.

-No, que más da, no. A usted le gustaría que a sus renos les llamaran ciervos.
-Pues no… porque se ve claramente que son renos.

-Y nuestros dromedarios se ve claramente que son dromedarios.

-Bueno, bueno, no discutamos. Afortunadamente no ha pasado nada –dijo, pacificador, el


Rey Baltasar, y añadió: -Pero que quede claro que son dromedarios, que dromedarios
son los que tienen una joroba y camellos los que tienen dos.

-Pues en los paquetes de cigarrillos Camel aparece dibujado un camello… y sólo tiene
una joroba –insistió Papá Noel.

-Ya lo sabemos. El que diseñó el paquete, en su ignorancia, se equivocó… y la


equivocación ha continuado hasta nuestros días. Pero que se va a esperar del tabaco
norteamericano… -dijo otra vez el Rey Baltasar.

-¿Y que tiene usted contra los norteamericanos? –preguntó Papá Noel, poniéndose en
jarras.
-No, nada, pero últimamente no tiene usted más que echar una ojeada a los periódicos
para…

-¿Se refiere a la guerra de Irak?

-Bueno, ese podría ser un buen ejemplo –dijo esta vez el Rey Gaspar.

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-Claro, como ustedes tienen pinta de ser árabes… Seguro que son de Irán, o Afganistán,
o del mismo Irak, sin ir más lejos… -dijo Papá Noel, con retintín.

-Nosotros somos los Reyes Magos de Oriente y vamos hacia Belén siguiendo una
estrella.

-Sí, sí, siguiendo una estrella; lo mismo es un satélite espía o un misil… Sigo creyendo
que ustedes son árabes y van hacia Palestina, o hacia la franja de Gaza… y vete a saber
a qué.

-Pero bueno, qué disparate. ¡Y que lo diga usted, un anglosajón pro americano! –exclamó
Melchor, indignado.

-¿Yo? ¿Anglosajón yo? Pero si soy de las Tierras Árticas, de las lejanas tierras heladas
donde me paso el año preparando los juguetes para…

-¡Para los niños norteamericanos e ingleses! –le interrumpieron los tres reyes al mismo
tiempo.

-¡¡Para los niños de todo el mundo!! –gritó Papá Noel.

-¡Y un cuerno! Usted es conocido, sobre todo, en Norteamérica y en Inglaterra, por más
que la publicidad nos lo quiera hacer tragar. Donde vas a comparar la tradición de los
Reyes Magos con la suya. Además usted existe solamente desde el siglo pasado, o como
mucho desde finales del XIX, mientras que nosotros nos remontamos al nacimiento de la
era cristiana. ¡Casi nada!
-Pero mi presencia tiene más incidencia en los pueblos ricos y civilizados y no en los
subdesarrollados.

-Debería saber, a sus años, que generalmente las palabras rico y civilizado no casan
bien, así que dejémonos de ricos y subdesarrollados.

-Bueno, bueno –intervino Baltasar de nuevo, interponiéndose entre Melchor y Papá Noel,
que estaban a punto de llegar a las manos- ya está bien de discusiones. Que cada uno lo
reparta donde quiera.

-Sí, lo que es yo, no sé qué es lo que voy a repartir. Miren cómo ha quedado el trineo.

Y entonces fueron conscientes del estado en que había quedado el trineo estrellado
contra el abeto: completamente inútil para el reparto. Además, con el estruendo del golpe
los renos, asustados, habían huido dejando plantado a su dueño. En vista del desastre,
los Reyes Magos ayudaron a Papá Noel a recoger los paquetes de regalos diseminados
por la nieve y decidieron prestarle aún más ayuda a su contrincante. Así que le

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propusieron que cargara sus juguetes a uno de los camellos de servicio de la caravana y
que, a su vez, subiera en él. El ataque de risa fue monumental no sólo entre los tres
Reyes Magos sino entre todos los ayudantes que formaban la caravana, que a Papá Noel
le parecía que hasta los camellos (insistía en que eran camellos) se reían de él, al ver los
esfuerzos que tenía que hacer para subir en la incomodísima montura. Cuando por fin
estuvo montado sobre la joroba del dromedario, Melchor dio la señal para que la
caravana partiera siguiendo a la estrella que, afortunadamente, había frenado su carrera
para darles tiempo a resolver el incidente.

A las tres horas de viaje, hicieron una parada en una posada que había al lado del
camino para cenar algo y para descansar un rato. Sentados a la mesa y mientras les
servían la cena hablaron de mil temas, aunque al final la conversación se centró en los
dos deportes favoritos de los que cenaban: el fútbol y el béisbol… y siguió la discusión.

-Dónde vas a comparar: el fútbol es el deporte rey… y no el absurdo ese del béisbol, que
no lo entiende nadie, yo creo que no siquiera los que lo juegan –dijo el Rey Gaspar,
mientras se servía una copa de vino.

-No lo entenderán ustedes los europeos, pero en Estados Unidos en el deporte nacional -
dijo Papá Noel.

-Ya estamos con Estados Unidos. El fútbol es el deporte rey, repito, porque, entre otras
cosas, es dificilísimo meter un gol. Mire, por ejemplo, qué le parece esto –dijo otra vez
Gaspar, sacando un lapicero y un papel y dibujando una circunferencia con una serie de
líneas de trazos y letras.

-¿Qué es eso?
-“Eso” es lo siguiente: en un partido de fútbol, como le decía, es muy difícil meter un gol.
Además los delanteros pierden la ocasión de marcar un gol porque, como ellos dicen,
muchas veces “se quedan sin ángulo ante la portería”.

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-¿Y qué? –preguntó de nuevo Papá Noel, que no entendía nada.


-Mire atentamente la figura que le he dibujado y conteste a esta pregunta: ¿Desde qué
posición: C, D o E se ve la portería con un ángulo mayor?

En ese momento llegó el cordero asado que habían pedido para cenar y el problema,
para suerte de Papá Noel, se quedó sin resolver sobre la mesa, aunque era un problema
muy sencillo. Después de los postres y antes de ponerse de nuevo en camino, fue Papá
Noel el que propuso un problema, este algo más complicado.

-Bueno, ya que me ha puesto usted un problema referente al absurdo juego del fútbol…
-Que no ha sabido resolver… –dijo Melchor esta vez, exhibiendo una sonrisa maliciosa.
Como les decía -dijo, con tono enojado, Papá Noel mirando de reojo a Melchor y
aceptando la copa de aguardiente que le servía el Rey Baltasar con el pretexto de que
deberían prepararse para combatir el frío de la noche- el Béisbol es un juego complicado
y cerebral, incluso, dicen, demasiado cerebral para los europeos. Esta, bien, está bien, no
me interrumpan y déjenme continuar –y calmó con un gesto de la mano a los tres que le
escuchaban- El Béisbol es un juego geométrico en el que todo está medido y en el que el
estudio de los movimientos y las carreras es clave para la victoria. Miren, miren…
Y esta vez fue él el que trazó en un papel un círculo también con una serie de rectas y
letras. Y puso el dibujo ante los tres comensales.

Ante el silencio de los Reyes Magos, Papá Noel explicó:


-Como pueden ver, las rectas AB y AC son tangentes al círculo. Y el ángulo BAC es de
50º.

-Pues sí, ya lo vemos. ¿Y qué? –preguntó Melchor.

-Pues que podemos considerar el círculo como el espacio de campo útil sobre el que
juegan al béisbol los jugadores. Y el vértice A el punto desde el que se batean las

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pelotas. Así que ustedes deben calcular las medidas de los ángulos del cuadrilátero
BCDE.

-¿Para qué?

-Bueno, primero para saber resolver el problema con los datos que les he dado… y
después para saber que una vez resuelto el problema sabríamos datos que influirían en
la consecución de las carreras.

-¡Qué cosas! –exclamó Melchor, suspirando.

-Sí, disimule. Lo que pasa es que no sabe hacer el problema ni comprende la


idiosincrasia del béisbol.

-Vamos, vamos, dejémonos de juegos y pongámonos en marcha que tenemos mucho


trabajo. Parece que nos olvidamos que es la Noche de Reyes –dijo Baltasar.

De nuevo en marcha, la caravana se aproximó a un pueblo. Al avistar las primeras luces,


el Rey Melchor, que iba al frente, dio la señal de alto deteniendo su dromedario. Como
siempre hacían al llegar a una población en la que tenían a niños esperando sus regalos,
los Reyes Magos hacían una parada para seleccionar los regalos pedidos, los cargaban
en tres enormes sacos y se acercaban en silencio a las casas ellos solos montados en
sus dromedarios, mientras que los ayudantes, con el resto de la caravana permanecía a
la espera. Papá Noel repasó su lista de encargos, comprobando que en aquel pueblo no
tenía que hacer ninguna entrega, aunque se unió a los tres reyes para ver sus métodos
de trabajo.

Al llegar los cuatro ante las primeras casas decidieron dejar, como hacían siempre, sus
dromedarios en un prado cercano, para que esperaran pastando. Pero como aquella
noche, a pesar de que ya no nevaba, empezaba a levantarse ventisca, le pidieron a Papa
Noel, ya que él no tenía reparto, que se quedara en el prado con los dromedarios, no
fuera que se espantaran. Papá Noel accedió a hacerles el favor como respuesta al le
habían hecho a él… y vio como los Reyes Magos se alejaban cargando sus grandes
sacos hacia la primera calle del pueblo. Una vez a solas y para entretenerse, observó
atentamente el prado en el que ya pastaban los cuatro dromedarios. Afortunadamente,
después de las nevadas de días anteriores, la noche estaba despejada y la luna brillaba
iluminando el prado lo suficiente como para que Papá Noel se pudiera hacer idea de sus
dimensiones. Y lo recorrió a grandes zancadas, yendo y viniendo y tomando notas en un
cuaderno. Y así lo encontraron los Reyes Magos al volver, una vez terminado el reparto
de juguetes y regalos.

-¿Qué hace? –preguntó Melchor.

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-Unos cálculos.

-Pues déjese de cálculos y montemos en los dromedarios cuanto antes… tengo los pies
helados –propuso Melchor.
-Pues de dromedarios se trata –dijo Papá Noel.

Y ante la cara de sorpresa de los reyes Magos, añadió:

-A ver como está el nivel de matemáticas allá por Oriente.


-Pues estupendamente –le cortó Melchor- Porque si tiene usted idea de lo que habla
sabrá que, precisamente los árabes pueden ser consideraros y con razón los
divulgadores de la gran Matemática en Occidente.

-Por no hablar de la numeración, que si no fuera por nosotros en todo Occidente


seguirían contando con números romanos, sin ir más lejos, a nuestros dromedarios los
contarían así: I, II, III y IV en lugar de 1, 2, 3 y 4. ¿Qué le parece? –dijo esta vez el Rey
Gaspar, chusco.

-Me parece que se dejen de cuentos y contesten a una pregunta que les voy a hacer
después de observar a sus cuatro dromedarios y el prado en el que pastan –contestó
Papá Noel, y añadió:

-He deducido que en este prado podríamos apacentar los cuatro camellos… perdón, los
cuatro dromedarios durante cuatro días, o dos dromedarios durante diez días, antes de
que se comieran toda la hierba. Además, me he dado cuenta de que todos los
dromedarios pastan a la misma velocidad. Así que, aquí viene la pregunta: ¿Cuánto
tiempo podríamos alimentar a un solo dromedario con el pasto de este prado?

No se sabe si los Reyes Magos no supieron o no quisieron resolver el problema


planteado por Papá Noel. Pero lo que sí se sabe es que, pretextando que se les estaba
retrasando la entrega de juguetes, montaron a toda prisa en sus dromedarios alejándose
del prado rápidamente. Y que de vuelta al lugar del accidente remolcaron el trineo
accidentado hasta un taller mecánico donde explicaron a su dueño que aparte de la
reparación de chapa y pintura, descubrieron en el trineo que estaba escaso de líquido de
frenos, mal de bujías y que la batería estaba a punto de agotarse. Y, además le avisaron
de que tendría que pasar la ITV antes de las próximas navidades. Ante este dictamen, los
Reyes Magos preguntaron:
-¿Pero entonces, los renos…?

Y, un tanto avergonzado, Papá Noel se sinceró, reconociendo:

-Son de adorno. La tradición, ya saben, los niños me esperan ver llegar sobre mi trineo
tirado por los renos… y no puedo prescindir de ellos a pesar de que el trineo funcionaría

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

solo. Me he creado una imagen y ya no puedo prescindir de ella, como, por ejemplo,
siempre vestido con este ridículo trajecito rojo que odio, con el que paso un frío terrible,
que donde este un buen anorak.

Los Reyes Magos dejaron a Papá Noel a la espera de que le repararan el trineo, mientras
telefoneaba a Laponia para que le enviaran un segundo juego de renos.

Mientras que los niños que recibían los regalos de los Reyes Magos los recibieron
puntualmente en la Noche de Reyes, los niños que esperaban los de Papá Noel los
recibieron a finales de enero, cuando ya había empezado los colegios. Fue un retraso
muy comentado. Un auténtico desastre.

FIN.

CUENTO # 17: MARIDOS CELOSOS


Autor: Joaquín Collantes

Un matemático, un biólogo y un filósofo disfrutan, junto a sus esposas -una matemática,


una filósofa y una bióloga- de un día en el campo.

El matemático está casado con la bióloga; el biólogo con la filósofa y el filósofo con la
matemática.

Los tres hombres, a pesar de la inteligencia que se les supone y de la capacidad de


raciocinio y equilibrio intelectual que aseguran tener, son muy celosos. No pueden
superarlo. Hacen esfuerzos intentando racionalizar el problema, comprenderlo, hasta han
intentado hacerle frente con un programa de ordenador del Instituto de Psiquiatría
Colateral de Buenos Aires titulado “¡Ay de mí, los celos que yo sentí...!”, pero nada. Los
celos les consumen de tal manera que no pueden soportar ni siquiera que sus mujeres
hablen con otros hombres, ni aceptan dejarlas a solas con otro hombre, aunque sea un
amigo.

El filósofo se apoya en la lógica para hacer frente a sus celos razonando que una mujer
inteligente, noble y enamorada como la suya no es lógico que sea infiel, pero...; el
matemático recurre al cálculo de probabilidades para sopesar las sospechas de que una
mujer como la suya pueda serle infiel y el resultado obtenido aparece con un apabullante
saldo a favor de ella, pero...; en cuanto al biólogo, razona que la Naturaleza nos ofrece
múltiples ejemplos de mamíferos de comportamiento monógamo, entre ellos los
humanos, y que, por lo tanto sería ilógico y absurdo que su mujer se saliera de la
estadística natural, pero...

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Haciendo un esfuerzo, cada uno de ellos ha presentado a su mujer a sus otros dos
amigos con la idea de salir todos juntos de vez en cuando, así que ese mismo fin de
semana deciden pasarlo en una pequeña ciudad cercana para recorrer los alrededores
con calma. Camino de esa ciudad cruzan un puente sobre un caudaloso río y ante la
belleza del entorno deciden dejar aparcados los coches para dar un paseo por la orilla. La
mañana es espléndida y la temperatura agradable así que, al cabo de un rato, deciden
sentarse en la hierba a descansar. Los problemas empiezan a surgir cuando la bióloga se
levanta y, aproximándose a un árbol, le dice al biólogo:

-Mira, colega, un caracol.

El biólogo acude a su llamada con la consiguiente inquietud del matemático que no pierde
detalle de la escena, aunque disimule sus celos con una media sonrisa y mirando de
reojo.

-Mira qué gracioso este caracol –dice la bióloga- mira cómo trepa por el tronco, aunque
resbale de vez en cuando.

-Esto me recuerda a un caracol que se empeñaba en trepar por la tapia de mi jardín la


primavera pasada. –dice el biólogo- Lo estuve observando y subía a lo largo del día 30
cm, aunque por la noche resbalaba 20 cm. Pero nada, al día siguiente, seguía en su
intento de subir hasta lo alto de la tapia, que medía 2 metros de altura.

-¡Dos metros! ¿Y cuantos días tardó en llegar arriba?

Mientras tanto, el matemático se enfurecía por momentos al ver en tan animada charla a
su mujer con su colega, ya que relacionaba al caracol con los temidos cuernos, aunque
supiera que los cuernos del caracol no eran cuernos, a pesar de que como tal los
calificara la letra de la canción infantil. Pero él nada, seguía furioso pensando que el
caracol, además de cornudo, con la casa a cuestas, que ya era el colmo. Es más, al ver
que su mujer lo miraba y sonreía después de mirar al caracol le hizo imaginar que
comparaba. Y ya no pudo soportarlo más cuando ella comenzó a cantar: “Caracol, col,
col, saca los cuernos al sol...”. Así que, para contrarrestar, se cambió de sitio sentándose
junto a su colega, la matemática.

-¿Qué tal, colega?

Antes de que le diera tiempo a responder, su marido, el filósofo, contestó:

-Está muy bien. ¿Qué pasa?

-Nada, hombre, nada. Cosas entre compañeros de profesión.

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El filósofo no se mueve de su sitio disimulando que está tan tranquilo, cuando en realidad
está tan intranquilo. Y más que se intranquiliza al oír que su mujer es la que lleva las
riendas de la conversación, intimando, a su juicio, demasiado.

-Tienes tres hijas, ¿no? ¿Qué edades tienen?

-El productos de sus edades es 36 –contesta el matemático

-¡Hombre! Olvida por unos momentos tu profesión y dame algún dato más.

-Muy bien; pues la suma de sus edades es el número que decías ayer que era el que más
te gustaba.

La matemática, divertida al ver que su marido no la pierde de vista ni un segundo,


recuerda el número citado, e insiste:

-Ya lo recuerdo, pero dame algún dato más.

-Está bien: a mi hija mayor le gustan mucho las fresas.

-¡Estas completamente loco! –exclama ella riéndose a carcajadas.

El filósofo decide imitar a su mujer, e intentando disimular sus celos, se aproxima a hablar
con la mujer del biólogo. Señala con un gesto de la cabeza al marido de la filósofa que
habla con la mujer del matemático, y le dice:

-Mira tu marido, qué gracioso, cómo se divierte con el caracol.

-Sí, ya lo veo –contesta ella- le encantan los sofismas, aunque no sé si lo que ha dicho
del caracol es una falacia, o sea, que haya cometido un error de argumentación, o un
sofisma, o sea, que esté tratando de persuadir a tu mujer, incluso engañándola.

El filósofo se encrespa ante las palabras de su colega y dice:

-Es que lo del caracolito me ha molestado mucho porque, según la lógica, si todos los
caracoles tienen cuernos y todos los que tienen cuernos no sólo son caracoles, todos los
que no son caracoles, o sea, entre ellos yo, tienen cuernos.

-Yo creo que exageras. Tu mujer y mi marido solamente se entretienen, así, a simple
vista, con cualquier razonamiento no válido con apariencia de validez.

-¿Qué quieres decir con eso de “así, a simple vista”? –pregunta el filósofo, susceptible
hasta decir basta.

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-Nada, hombre, nada –contesta la filósofa, riéndose de sus injustificados celos, pero
divertida de provocarlos.

-En una palabra: que ella me engaña.

-Oye, estás un poco paranoico, ¿no?

Afortunadamente para los tres hombres, en ese momento, la filósofa se pone en pie y
propone:

-Escuchad; en esta guía turística que he traído dicen que al otro lado del río, justo en ese
pueblo que hay ahí enfrente –y señala unos tejados y la torre de una iglesia que asoman
tras una loma- hay una iglesia, que imagino que será aquella, que tiene una portada
románica impresionante. ¿Por qué no vamos a verla?
Todos se agrupan a su alrededor hasta que el biólogo, al ver que con el pretexto de
consultar la guía, el matemático y el filósofo se están acercando demasiado a su mujer,
pregunta:

-Pero, ¿cómo cruzaremos el río?

-Podemos volver a los coches –propone el biólogo.

-Y por qué no cruzamos en esa barca –propone, a su vez, el matemático, señalando una
barca que está varada en la orilla apenas a unos metros de ellos.

Pero al acercarse a la barca se dan cuanta de que es tan pequeña que solamente
podrían pasar dos de ellos en cada viaje.

Y entonces surgen los celos de los tres hombres, aumentados con que la barca escribe
su nombre en grandes letras rojas: “Sodoma”.

Cada uno de ellos piensa: Si la barca tiene que hacer viajes de ida y vuelta para que
pasemos los 6 a la otra orilla, y en cada viaje solamente pueden cruzar 2 personas,
quiere decir que mi mujer se tiene que quedar sola en la otra orilla, si es que pasa
conmigo, mientras yo vuelvo a recoger a otra persona. O pasa ella sola con cualquiera de
mis amigos, lo que no me hace ninguna gracia, que yo no dejo a mi mujer sola con un
hombre, y menos en una barca que se llama “Sodoma”. O se queda aquí con mis 2
amigos mientras yo cruzo en barca con la mujer de unos de ellos, y tampoco quiero que
se quede, aunque esté con ella una de las mujeres.

En esos pensamientos estaban enredados cuando la bióloga preguntó:

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-Bueno, ¿pasamos o qué?

-Es que... –dice, sin decir nada, el filósofo.

-Lo que pasa es... –empieza a decir el matemático.

-Claro, pero... –dice, por último, el biólogo.

-¡Hasta aquí hemos llegado! –dice la matemática- ¿Pero no os da vergüenza? Lo que os


pasa es que ninguno de vosotros quiere que su mujer se quede con otro hombre sin estar
él delante ¿no?

Los tres hombres disimulan como pueden, aunque pueden poco, hasta que la bióloga
pregunta:

-¿Cómo podemos arreglar el problema provocado por los celos de estos tres nastuerzos?
O sea, ¿cómo nos las arreglaremos para cruzar todo el río, sin ahogar a estos tres
celosos inveterados, aunque nos quedemos con las ganas?

Las tres mujeres se ríen de sus maridos, mientras que el filósofo y el biólogo le dicen al
matemático:

-Este problema lo lógico es que lo resuelvas tú...

Todos se le quedaron mirando con impaciencia, mientras su cara se iba poniéndo roja por
momentos.

-¿Y qué pasaría si fuéramos 4 parejas y pudiéramos pasar 3 personas en cada viaje? –
planteó, para amargarle definitivamente el día, la bióloga.

-¿Y si son n parejas y en cada viaje pueden pasar n-1 personas? - pregunta, divertida, la
matemática.

En ese momento, la filósofa, mirando hacia el recodo que hace el río, dice:

-Mirad, ahí mismo hay una islita en medio del río en la que podríamos recalar. Así
podríamos, en la barca de dos plazas, pasar n parejas haciendo paradas en la isla. No sé
si esto arreglaría o complicaría el problema...
-Pero bueno, ¿os habéis vuelto locas? Vamos a ver cómo nos las arreglamos para cruzar
el río nosotros, con esta barca y desde este punto, y luego ya veremos –dice el
matemático, cansado de preguntas y propuestas.

Y allí se quedaron las 3 parejas intentando resolver el problema.

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Para complicar las cosas, ya que las cosas siempre son susceptibles de empeorar, han
comenzado a formarse unos negros y espesos nubarrones que no presagian nada bueno.
Además, y esto ellos aún no lo saben, el hotel en el que pensaban dormir ha anulado por
error sus reservas y no tienen habitación para ellos esa noche.

Pero a estos otros dos problemas se enfrentarán cuando resuelvan, si es que lo


resuelven, el de cómo cruzar el río de dos en dos.

CUENTO # 18: El Sabio y el Herrero


Autor: Joaquín Collantes

Un ilustre sabio que se creía en poder del Conocimiento Absoluto –así, con mayúsculas-
paseaba por el campo cuando se percató de que su caballo cojeaba.

Preocupado, se bajó de su montura y comprobó que una de las herraduras había perdido
3 clavos, así que decidió quitársela para que no se perdiera. Con la herradura en el
bolsillo y viendo que a lo lejos aparecía la torre de la iglesia de un pueblo, decidió
acercarse hasta ese lugar caminando al lado de su renqueante jumento, para tratar de
encontrar un herrero que le volviera a colocar la herradura, al caballo, por supuesto.

-La Herradura de Oro –leyó en voz alta el sabio que se creía El Más Sabio de entre
Todos los Sabios. Y lo leyódel letrero que tenía pintada, además, una gran herradura
dorada. El letrero colgaba sobre un portón del que salían sonoros golpes metálicos de
martillo contra yunque, por si aún había alguna duda.

-Esto es una herrería –dedujo brillantemente el que se creía El Más Sabio entre Mil. Y,
con el caballo sujeto de las riendas, traspasó el portón.

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-Buenos días, señor herrero.


-Buenos días, pero... ¿Cómo ha adivinado usted mi apellido?
-Bueno, es que soy sabio.

-Y yo herrero. Me llamo Juan Herrero Fernández, de profesión herrero –dijo el herrero


alargando la mano para saludar al recién llegado.

-Ya veo, ya veo. En efecto, esto parece una herrería –dijo, a su vez, el sabio que se creía
El Más Sabio, mirando a su alrededor.

-¿Y usted, cómo se llama? –preguntó Herrero, el herrero.

-Me llamo Calixto Resabio Listo, y soy sabio de profesión –contestó el que se creía El
Más Sabio de los Sabios, estrechando la mano del herrero Herrero.
-¿Eso es una profesión?
-Ya lo creo; y esforzada.

-Hombre, esforzada, esforzada, la mía –dijo el herrero que se apellidaba Herrero, dando
un sonoro martillazo sobre el yunque, a modo de rúbrica.
-Yo doy martillazos con mi sabiduría.

-Pues yo con mi martillo, que martillazo viene de martillo.

-Bueno, en fin, yo quisiera que volviera a calzar a mi descalzado caballo, pues se le cayó
un zapato y no quiero que se le haga un callo, así que ya no hablo más, y para no
entretenerlo, me callo.

El herrero cogió la herradura que le dio el sabio, y después de darle un par de martillazos,
a la herradura, no al sabio, dijo:
-Muy bien, señor sabio, lo que le pasa a esta herradura es que es de segunda mano, es
decir, de segunda pezuña. Le haré una nueva y, de paso, una interesante propuesta.
-De acuerdo; diga, diga, digo yo.
-Pues yo digo que ya que es usted tan sabio, bien podrá darse cuenta de que su tal
caballo es un pobre jamelgo, más parecido a Rocinante que a Bucéfalo. Así pues, lo que
le propongo es lo siguiente: le vendo este maravilloso alazán –y como apoyo a su
propuesta salió de la herrería camino de la cuadra, para volver al minuto con un precioso
caballo bayo, que entró en la herrería piafando vigoroso, ante la sorpresa del sabio, que
tuvo que reconocer que no había comparación posible entre ese precioso animal y su
pobre jaco.

-¿Y cuanto me costaría?


-El precio lo iremos midiendo, si le parece, mediante una progresión.

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-Muy bien –contestó el que estaba convencido de ser El Más Sabio de Todos los Sabios
Sabios.

-Usted sabe que un caballo lleva puestas 4 herraduras, y que cada herradura tiene 8
clavos. Pues bien, usted me dará 1 céntimo de euro por el clavo 1º; 2 céntimos de euro
por el 2º clavo; 4 céntimos por el 3º; 8 por el 4º; 16 por el 5º; 32 por el 6º... y así hasta que
lleguemos al clavo número 32. ¿Qué le parece?

-Acepto, acepto –exclamó entusiasmado el que se creía Por Encima de Todos los Sabios
mientras pensaba: Este pobre palurdo es tonto, hay que ver que propuesta tan absurda;
me llevaré el caballo por muy poco dinero.

El herrero Herrero, muy tranquilo, empezó a echar sus cuentas sobre un papel,
calculando clavo tras clavo, y cuando llegó al clavo número 32 y le dijo al sabio Resabio
lo que tenía que pagarle por el caballo bayo, éste, el sabio, que no el caballo, se desmayó
de la impresión ante el monto de la cantidad.

Deprimido y enfadado, el sabio que se creía ya un poco menos sabio después de la


estafa del herrero Herrero, se sentó junto a la fragua a sopesar su futuro arruinado
después de darse de cabezazos contra el yunque. Y en estas estaba cuando entró en la
herrería un vecino del herrero que se llamaba Balbino, y que tenía una taberna, la
Taberna Moderna; después de saludar, dijo:
-Vecino, a ver si me ayudas: tengo 6 trozos de cadena y cada trozo tiene 4 eslabones;
pues bien, quisiera hacer con todos ellos una sola cadena, es decir, que me suelde los 4
trozos.

-Muy bien, ¿algo más? –dijo el herrero.


-No, gracias; nada más. Por cierto, ¿quién es este señor que está tan apenado?
-Nada menos que un sabio que ha descubierto que es mucho menos sabio de lo que
pensaba. Por cierto, Balbino, querido vecino, el que vende buen vino, le cobraré 5 euros
por soldar 1 eslabón y 1 euro por cortarlo.

-Pero, ¿en cuanto me saldrá la cadena? –pregunto Balvino, el vecino que vendía vino.
-Pues no sé. Pregúntele aquí al señor sabio ya menos sabio.

-¡Yo no quiero saber nada! –exclamó, indignado, el sabio que se sentía cada vez menos
sabio, incluso menos sabio que el menos sabio de entre todos los menos sabios , que es
lo que les suele pasar a los que se creen sabios.

-Pero, ¿por qué esta usted tan enfadado? –preguntó Balbino, el que vendía buen vino.
-Porque este herrero estafador me ha robado todo el dinero que tenía ahorrado tras una
vida de ingentes sacrificios.

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-¿Le queda algo?


-Bueno, aquí, en el bolsillo, aún me quedan 5 euros.
-Pues le voy a dar la oportunidad de recuperar algo de su pecunio perdido. Le propongo
un juego; si gana le daré 1.000 veces su dinero; si pierde, solamente perderá sus 5 euros.

Atento, señor sabio: –dijo el tabernero, sacando un dado del bolsillo- Lanzamos este dado
sobre esta mesa repetidas veces.

-Muy bien.

-Y le vamos sumando el número que aparezca en cada tirada.

-Muy bien –dijo el sabio Resabio, ya algo más animado.

-Y dejaremos de tirar en cuanto la suma sea superior a 15. Y ahora, la pregunta: ¿Qué
suma final es la que se presentará más veces?

Al sabio, que se creía que volvía a ser El Más Sabio, se le iluminaron los ojos y dio su
respuesta... y perdió sus últimos 5 euros al demostrarle el tabernero que se había
equivocado.

Alarmada ante el ruido provocado por los golpes de la cabeza del sabio contra el yunque,
entró en la herrería María, la de la floristería, que, a su vez, era la mujer de Balbino, el
que vendía buen vino, y vecina también de Herrero, el herrero.Después de saludar,
preguntó:

-¿Qué le pasa a este señor?


-Nada –contestó su marido- que se creía un Super Sabio y se ha dado cuenta que no es
ni super, ni sabio.
-Qué cosas más raras hacen los de la ciudad –comentó ella al ver que el Nada Sabio
seguía dándose cabezazos contra el yunque, y añadió, dirigiéndose de nuevo hacia su
marido- Por cierto, mañana es tu cumpleaños, ¿a que no te acordabas?

-Claro que me acordaba, y, además, ¿te has dado cuenta de que mi edad solamente fue
múltiplo de la tuya una vez?

-Es verdad; y es más: no volverá a suceder –dijo ella.


-Además –añadió Balvino- la edad de nuestro hijo es el máximo común divisor de las
nuestras.

-Sí; y el mínimo común múltiplo de nuestras edades es el año en que estamos. ¡Qué
cosas! Mira esto. Parece mentira que pasen estas cosas estando en pleno siglo XX –dijo

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María, la de la floristería, cambiando de conversación y enseñándole a su marido un


artículo del periódico que tenía en la mano.

-Pero bueno, ¿cuántos años tiene usted, señora? –preguntó intrigado el sabio, mientras
se tomaba una aspirina.

-¡Qué grosero! Eso no se le pregunta a una señora, pero le daré una pista: mi hijo es más
pequeño que yo.

-Pues vaya pista, ¿y cuántos años tiene su hijo?


-Menos que yo.

-Está bien, está bien; le haré la pregunta de otra manera: ¿En que año han nacido usted
y su hijo?

-Buena pregunta, que yo contestaré: en años distintos.


-Pero...
-Pero nada, señor sabio. Averígüelo usted, que para eso es el que se creía El Sabio más
Sabio del Universo Mundo.

María, la de la floristería; Balbino, el que vendía buen vino y el herrero Herrero


empezaron a reírse del cada vez menos sabio que, entre deprimido y furioso, decidió
coger su caballo, que ya tenía colocada su nueva herradura, para salir de allí cuanto
antes. Cuando ya había traspasado el portón, el tabernero, levantando la voz, le dijo:

-Calcule la edad de mi mujer y mi hijo, ya que es tan sabio.

El sabio que ya no tenía nada de sabio, aunque esa misma mañana se creyera que era El
Más Sabio de Todos los Sabios, se alejó del pueblo montado sobre su caballo que, por lo
menos, ya no cojeaba. Y cuando ya no se divisaba a lo lejos la torre de la iglesia del
pueblo, se bajó de su monturay le propuso al caballo que montara sobre su espalda, que
se lo merecía.
Y así, con el caballo a caballo, caballero descaballado, siguió su camino tratando de
comprender cómo podía haberse arruinado por culpa de los 32 clavos, con el postre
añadido del dado maldito y la historia de la cadena rota. Aunque lo que no dejaba de
darle vueltas en la cabeza era la historia de las edades de Maria, la de la floristería, y de
su hijo.

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CUENTO # 19: ARQUÍMEDES Y EL JOYERO LADRÓN

ARQUÍMEDES Y EL JOYERO LADRÓN

Hierón II, tirano de Siracusa, sospechaba que Ladróntides, el joyero de su mujer, le


engañaba, en el buen sentido de la palabra, es decir, en el peso de las joyas que le
encargaba.

Las sospechas comenzaron el día en que le proporcionó al joyero 500 gramos de oro
para que le hiciera a su mujer una cadena de 23 eslabones, tantos como años llevaban
casados. Al recibir la cadena, se dio cuenta de que así, tanteando al peso con una mano,
ésta no pesaba más de 300 gramos. El tirano mandó llamar a palacio al joyero y le dijo:
-Querido Ladróntides, estoy dudando entre dos posibilidades: cortarte la cabeza o
contarte una edificante historia, es decir, estoy dudando entre cortarte o contarte, fíjate lo
importante que es el cambio de una letra en una palabra.

El joyero palideció al ver a su egregio cliente jugueteando con la cadena en sus manos,
convencido de que había descubierto el más que notorio fraude. Así que más aterrado
que arrepentido, se postró a los pies del tirano suplicando por su miserable vida y
camuflando el robo de equívoco:

-Piedad mi tirano, que todo ha sido un absurdo error. Tengo una balanza de dos platillos
que está desequilibrada. Si se coloca un montoncito de oro en polvo en el platillo de la
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derecha pesa 9 gramos, mientras que si se coloca en el platillo de la izquierda pesa 5


gramos. Así que me pregunto, ¿cuál es el peso real del montoncito de oro? Pues eso es
lo que yo me preguntaba en cada pesada. Así que se conoce que me fui equivocando
pesada a pesada y…, sin pretenderlo, claro… pues la cadena… pesa un poco menos.
-Claro, claro, lo comprendo. Pero lo tuyo debe de ser de familia, porque tu hermano
Mangánteles…

-Sí, pero a él lo condenaron porque multiplicaba muy mal. Como cajero del Consorcio de
Vinateros de Siracusa, al hacer las operaciones del arqueo multiplicaba el número de
monedas de oro y decía, por ejemplo: 5 x 5 = 25 y me llevo 2… y se las llevaba; pero era
solamente para no equivocarse en las operaciones. Pero lo malinterpretaron, que la gente
es muy mal pensada y empezaron a murmurar que a ver de dónde había salido esa
carroza de 12 caballos y esa villa en Marbellópolis. Pero yo soy honrado, mi tirano.

-Ahora lagrimitas, no. Así que me he decidido, de momento, por contarte la historia
edificante, chorizo (*Nota: el origen de la palabra no es claro ya que no existen
referencias escritas de la existencia del citado embutido en la Siracusa antigua, ni de por
qué a los ladrones se los denominaba así, con el nombre convertido en adjetivo
degradante que ha llegado a nuestros días.) Así pues, Hierón II, arrellanándose en su
trono, le contó al postrado y lloroso joyero la siguiente historia:

-En la antigua Grecia y más en concreto en la Atenas del gran Pericles, hacia el año 432,
más o menos, trabajaba un famoso escultor llamado Fidias, reconocido y respetado por la
perfección de sus esculturas… hasta que cayó en la misma tentación en que tú has
caído. La ciudad le encargó una escultura que representara a Atenea Parthenos para que
la ejecutará mediante la técnica de la Criselefantina, es decir con oro y marfil como únicos
materiales. Así, le procuraron a Fidias la cantidad necesaria de oro y de marfil. Todos
quedaron maravillados ante la escultura, pero también todos se dieron cuenta de que así,
a simple vista, faltaba una buena cantidad de oro (solamente me he quedado un poco
para hacerme una corona para una muela, alegó en su defensa Fidias). Con lo cual y
acusado de ladrón al descubrir que se había quedado oro no para una muela sino como
para fabricarse 600 dentaduras, el escultor fue a parar a la cárcel. Así que, si eso le paso
al gran Fidias, que no te pasará a ti, que eres un vulgar joyero.

Ante las súplicas de Ladróntides, Hieron II decidió darle una segunda oportunidad:
-Llévate esta cadenilla miserable y mañana mismo apareces aquí con la cadena de
verdad. Y de paso me resuelves un problema al que le estoy dando vueltas desde hace
un par de días…

-Vaya, además de tirano, ingenioso –masculló el joyero, envalentonado al ver que había
salvado la vida.

-¿Decías? –preguntó el tirano, por alusiones, al medio escuchar al joyero.

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-No nada, que estoy deseando escuchar el enunciado del problema.

-No te pases de listo, Calixto, que tú serás ladrón pero yo soy el tirano más tirano que ha
tenido Siracusa y sus alrededores. Así que, ahí va el enunciado: Quinotóteles, autor de
comedias pero corto de entendimiento en todo lo relativo a los números, tiene una cadena
de 23 eslabones. Se aloja en una posada y como no tiene dinero le propone al dueño
dejarle cada día un eslabón de la cadena como prenda hasta completar sus 23 días de
estancia en la posada. Cuando reciba el dinero que espera pagará su cuanta y el dueño
de la posada le devolverá los 23 eslabones de la cadena. Pero se pone a pensar un
procedimiento para romper la cadena en el menor número de trozos, ya que si le da un
eslabón diario al dueño de la posada habrá roto la cadena en 23 trozos. Así que se le
ocurre lo siguiente: el primer día le da al posadero un eslabón que corta de la cadena. El
segundo día le pide el eslabón y le da un trozo con dos eslabones con lo cual ya se ha
ahorrado un corte. El tercer día le da el primer eslabón así el posadero tendrá 2+1=3
eslabones correspondientes a los 3 días de estancia en la posada. El cuarto día le pide
todos los eslabones y le da un trozo con 4 eslabones. Lo importante es que el posadero
tenga siempre el mismo número de eslabones que días de estancia de su huésped en su
posada. De esta manera Quinotóteles cortará el menos número posible de eslabones,
habrá pagado su deuda y todos tan contentos. Pero Quinotóteles se pregunta: ¿Cuál es
el número mínimo de eslabones que debe cortar para pagar los 23 días de estancia en la
posada?

Al día siguiente el joyero apareció con la nueva cadena que, ahora sí, pesaba
exactamente 500 gramos y con la solución del problema que el tirano guardó en un cajón
para exponerlo ante sus cortesanos en cuanto tuviera ocasión. Pero como Hierón II no se
fiaba del joyero llamó a Arquímedes, el célebre matemático, astrónomo, físico e ingenioso
inventor que en aquel momento estaba inventando para el tirano una máquina de guerra
que matar no mataba mucho, pero asustaba muchísimo dado su imponente aspecto.
-
Sabio Arquímedes, el joyero me ha entregado esta cadena y aunque ahora sí que parece
que pesa medio kilo..

-Pensáis que el joyero os ha engañado –terminó la frase Arquímedes.


-Sí, pero no sé cómo, ya que pesa medio kilo.

-Pero podría ser que no todo el peso correspondiera al oro. Puede que haya mezclado el
oro con otros metales no tan preciosos, robando así la parte de oro correspondiente.
-¿Y tú podrías descubrirlo?

-Puedo intentarlo.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

-Muy bien, y de paso te llevas también mi corona nueva, la que el mismo joyero me hizo
el mes pasado, que ya no me fío.

-Muy bien –dijo Arquímedes- dadme la corona y la cadena que voy a darme un buen
baño.

Sin comprender muy bien las palabras del matemático, Hierón II se despidió de él
convencido de que resolvería el enigma para atrapar al joyero ladrón. Al llegar a su casa,

Arquímedes se metió en la bañera con la corona y con la cadena puestas. Y en remojo


estaba cuando de pronto, saltando de la bañera, corrió desnudo por toda la ciudad
gritando ¡Eureka! (¡Lo he encontrado!) al descubrir, por gravedad específica, que el joyero
había mezclado tanto en la cadena como en la corona otro metal con el oro, después de
observar en el baño el desplazamiento de agua producido por su cuerpo. Así descubrió la
artimaña del joyero que pretendía timar por segunda vez al tirano.

Enterado Hierón II, juró empalar al joyero, pero como era un tirano muy poco tirano
decidió darle otra oportunidad, pero haciéndosela sudar. Así que llamó de nuevo a

Arquímedes y le propuso que le pusiera un problema al joyero, pero relacionado con su


profesión, para disimular, y añadió:

Por cierto, vaya numerito el de esta mañana, que no se habla de otra cosa en la ciudad:
el gran Arquímedes corriendo desnudo por la Plaza del Mercado.

Fue a causa de la alegría del descubrimiento. Además voy a patentar lo de “¡Eureka!”,


porque estoy seguro que será una exclamación que pasará a la posteridad. Es que esto
de inventar exclamaciones y frases famosas da mucho juego. Se me ha ocurrido una
sentencia estupenda relativa a la palanca, escuchad: “Dadme una palanca y moveré el
mundo”. ¿A que suena bien? ¿Qué os parece? Estoy seguro de que se hará también
famosa.

Ya en su casa, y después de recoger con la fregona el agua que había en el suelo como
consecuencia de su precipitada salida de la bañera, Arquímedes preparó el siguiente
problema para el joyero: Un joyero tiene una varilla de oro de 15 centímetros de longitud
que tiene un defecto, una pequeña muesca en un punto de su longitud. Le han encargado
un colgante con forma de triángulo rectángulo, así que decide cortar la varilla en 3
segmentos correspondientes a los 3 lados del triángulo para soldarlos después. Da el
primer corte en la varilla por la muesca obteniendo así el primero de los 3 lados del
triángulo. ¿En qué punto tiene que dar el segundo corte para tener la varilla cortada en
los 3 segmentos que necesita?

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Al día siguiente llevó el enunciado del problema a Hierón II que, complacido, mando
llamar al joyero y entregándoselo, le dijo:
-Ladróntides, aquí tienes esta varilla de 15 centímetros. Quiero que le hagas un colgante
a Arquímedes con forma de triángulo rectángulo, como pago a sus excelentes servicios.
Pero primero tienes que resolver este problema y una vez resuelto sabrás como construir
el colgante.

-Pero, tirano mío -dijo el joyero- en el enunciado dice que la varilla de 15 centímetros es
de oro y la que me habéis dado es de plomo.
Bueno, pero como he descubierto que eres experto en sustituir metales estoy seguro de
que convertirás el plomo en oro.

-¿Has descubierto la piedra filosofal? –preguntó, impresionado, Arquímedes.


Y el joyero, sin contestar a la pregunta del matemático, salió del palacio furioso al ver que
le había salido mal el negocio aunque, al menos de momento, siguiera con la cabeza
sobre los hombros… sin saber que tendría que utilizarla y hasta exprimirla para resolver
el problema del colgante con forma de triángulo rectángulo.

CUENTO #20: GALLINAS, CONEJOS, CABALLOS Y EUROS.

Un labrador estaba sembrando trigo en un campo cercano a su granja. Aprovechando el


buen tiempo, su familia decidió acompañarlo, y allí estaban todos, la madre y sus 4 hijos,
viendo como el cabeza de familia trabajaba. Y en estas estaban, cuando un forastero que
pasaba con su coche por el sendero que limitaba con el sembrado, que aún no estaba
sembrado porque el sembrador estaba en ello, se bajó del vehículo para preguntar:

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-Buenos días, felices lugareños, ¿podría decirme si voy bien para llegar al castillo de don
Jesús del Castillo del Castillo?.

-Hombre: castillo, lo que se dice castillo... -contestó la mujer, que tenía a su hijo pequeño
en brazos.

-Sí, sí; se apellida del Castillo del Castillo.

-No, si no lo digo por el apellido; lo digo por el castillo que, la verdad, es más mansión
que castillo. Y sí, va usted bien. En cuanto suba esa loma verá usted la casa que busca.

-Muchas gracias, señora. Qué día más espléndido, ¿verdad?

-Sí que lo es. Por cierto, va usted muy elegante, caballero.

-Sí; es que yo soy muy elegante, me gusta siempre ir impecable. Además, soy jugador
profesional y voy a jugar una partida de póquer a “El Caballo de Troya”, la finca del señor
del Castillo del Castillo.

-Vaya, qué casualidad, precisamente nosotros trabajamos las tierras de don Jesús.

-Y yo me trabajaré sus tierras, es decir, que intentaré ganarle todo lo que pueda, porque
soy uno de los mejores jugadores de cartas que conozco.

-¿Es usted buen jugador? –preguntó la mujer, dejando al niño en el suelo.

-Ya le he dicho: uno de los mejores que conozco.

-Y modesto, por lo que veo.

-Sí, señora: me llamo Modesto Sencillo Recatado, para servirla –dijo el forastero,
acompañando a sus palabras con una aparatosa reverencia que causó la rechufla de la
prole.

-Muy bien, pues ya que es jugador, juguemos. Mire, ahí mismo, en el corral, tengo
gallinas y conejos. ¿A que no adivina cuántos conejos y gallinas tengo?

-Bueno, eso no es un juego: es una adivinanza.

-Déjese de pretextos y conteste, señor jugador.

-Bueno, es fácil, pero necesitaría algún dato más.

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En ese momento, y cuando la campesina le iba a dar más datos, uno de los niños, con
las manos embadurnadas del chocolate que se acaba de comer, se las limpió en el que
era impoluto pantalón blanco del forastero, mientras le decía:

-Señor; yo sé cuántos conejos y gallinas hay en nuestro corral.

-Calla, guapo, que ahora estoy hablando con tu madre. Qué gracioso el niño... –responde
el forastero, visiblemente molesto al ver la mano del niño impresa en la pernera de su
pantalón.

-Si me da un euro, le digo cuantos conejos y gallinas tenemos –insiste el niño, insistiendo
también en limpiarse las manos chocolateadas en el pantalón del forastero, cada vez
menos impecable.

En ese momento, el sembrador, dejando de sembrar, se acerca al grupo:

-Buenos días.

-Buenos días, esforzado sembrador. Aquí estamos, jugando a resolver problemas muy
sencillos que yo resolveré fácilmente. Es que soy jugador profesional, y de los buenos,
¿sabe?.

-Ah, pues no, no lo sabía. Pues ya que es tan listo, a ver si sabe usted cómo resolvimos
el otro día un problema que nos trajo de cabeza 3 meses. Es que mi padre, en su
testamento, nos dejó 17 caballos a mis 2 hermanos y a mí.

-Mira qué bien. ¿Y cuál era el problema?

-Pues que mi padre, como era muy bromista dejó escrito que nos repartiéramos los 17
caballos de tal forma que la mitad fuera para mí, 1/3 para mi hermano Braulio y 1/9 para
el Endelecio, mi hermano pequeño.

-¿Y...?

-Cómo que ¿Y...?. Pues que estábamos volviéndonos locos para hacer el reparto, hasta
que, afortunadamente, pasó por aquí la maestra del pueblo, montada en su caballo, y nos
resolvió el problema en un momento. Ella sí que es lista, y no otros..., y no miro a nadie –
dijo, mirando al forastero, claro.

El forastero empezó a pensar en cómo se las arreglaría para repartir los 17 caballos,
cuando se dio cuenta de que uno de los niños, el de la camiseta de rayas, había cogido
su sombrero, que había dejado sobre la cerca junto a la que estaban y lo había tirado a
una charca que más que cerca estaba cercana. Y no contento con eso, el niño tiraba

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piedras contra el sombrero, con patente ánimo de hundirlo. El forastero iba a acudir en
auxilio de su sombrero, cuando sintió que lo sujetaban de los pantalones. Cerró los ojos
resignado, imaginando más manchas de chocolate, pero se equivocó, ya que las
manchas eran de chorizo frito y venían de las manos y del bocadillo de otro de los niños.
Cuando volvió a abrir los ojos pudo comprobar que además de haberse multiplicado en
cantidad y colorido las manchas en su pantalón, había perdido definitivamente el
sombrero, desaparecido ya en las cenagosas aguas de la charca.
Hizo un esfuerzo para controlarse, pero perdió definitivamente los nervios cuando el niño
de las manos manchadas de chocolate blando y pegajoso, insistió:

-Que yo sé cuántos conejos y gallinas tenemos.

-Y a mí qué me importa.

-Y yo también lo sé –dijo el pequeño, que estaba otra vez en brazos de su madre.

-Ah, ¿sí? A ver, ¿Cuántos? –preguntó el forastero, haciendo esfuerzos para no darle una
patada a otro de los niños, el de la camiseta de cuadros, que, en ese momento hacía pis
en sus zapatos, en los del forastero, por supuesto.

-Pues hay un total de 109 cabezas y 318 patas.

-Complicadito, el nene –le dijo el forastero al padre que, sonriente, contestó:

-Es que ya sabe, los de pueblo somos muy brutos; no podemos compararnos con
ustedes, los de ciudad.

El forastero sacudía los pies empapados, cuando el niño de la camiseta de rayas volvió al
ataque:

-Pues en el corral tenemos...

-¡No! No se lo digas. Que este señor es muy listo y lo averiguará el solo.

Pero el forastero, en lo único que estaba pensando era en irse de allí cuanto antes. Y ya
iba a ponerse en marcha hacia el coche, cuando el campesino le dijo:

-Pero, hombre, no se vaya así. Vamos a jugar de verdad. ¿Lleva usted dinero encima?

El forastero llevaba bien repleta la cartera con vistas a la partida de cartas a la que se
dirigía, y pensó que ahora podría vengarse de las afrentas recibidas: mira por donde voy
a sacarle el dinero a este patán. Este paleto no sabe con quién va a jugar. Así que
contestó:

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-Sí, llevo bastante dinero. Pero le advierto que soy jugador profesional. Luego no se
lamente.

-Pues vamos a jugar. Mire, ¿ve ese mojón de piedra? –y el campesino señaló con el
azadón un mojón de piedra de base cuadrada, de 1,70 m de altura por 30 cm de lado,
que estaba cerca, exactamente al lado de la cerca -Pues bien, ese mojón es mágico, y
tiene la propiedad de duplicar el dinero que se deposite bajo él.

El forastero aceptó jugar, convencido de que fuera cual fuera el juego, lo ganaría; y de
paso le dio un sonoro capón al niño de las manos sucias de chocolate ya que se las
acababa de limpiar definitivamente en su corbata, en la del forastero, claro.

-Muy bien. Pues le propongo lo siguiente: yo pondré su dinero bajo el mojón y usted me
pagará 700 euros cada vez que el mojón duplique su dinero.

El forastero, convencido de que el labrador era tonto, le dio su dinero no sin antes apartar
delicadamente de una patada al niño de la camiseta de cuadros, que acababa de
estamparle una ciruela madura en la chaqueta.

El campesino depositó el dinero del forastero bajo el mojón y tras una teatral pausa, lo
retiró duplicado y se lo dio al forastero, después de descontar los 700 euros acordados. El
forastero, no podía dar crédito a lo que veía... y se puso a dar saltos de alegría, mientras
el labrador y su familia se miraban pensando: estos de la ciudad están como cabras, con
perdón para las cabras.

Con el resto del dinero, el duplicado menos los 700 euros, el forastero, con las manos
temblándole de codicia, volvió a repetir el asombroso experimento dos veces más
pagando cada vez 700 euros al campesino. Al final, y tras pagar por tercera vez al
campesino, el forastero descubrió, anonadado, que no le quedaba ni un solo euro.

La familia, dando por terminada la provechosa jornada, recogió sus cosas y, después de
despedirse del abrumado forastero, se encaminó hacia su granja, dispuestos a dar de
comer a sus conejos, gallinas y caballos. El niño de la camiseta a rayas, a modo de
cariñosa despedida, le tiró una bosta de vaca al forastero que, al intentar esquivarla, le
produjo un agudo lumbago.

Esa tarde, además, el forastero perdió a las cartas todo el dinero que sus compañeros de
mesa le prestaron para volver a ganárselo, que es lo que hacen los jugadores cuando
alguien les pide dinero.

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Además, tuvo que soportar la humillación de pedir ropa prestada al dueño de la casa, con
el añadido de que sus compañeros de juego, no se sabe muy bien si en serio o en broma,
decían, entre jugada y jugada:

-Huele a caca de vaca, ¿no?

-No, yo creo que huele a orina.

-No, más bien a chocolate.

-No, yo creo que huele a una mezcla de chocolate y cieno.

-No, no: a lo que huele realmente es a chorizo frito.

-Tampoco, tampoco. A lo que huele, definitivamente, es a euros que han volado –aseguró
el dueño de la casa, entre el jolgorio de todos menos del protagonista de las bromas,
furioso por los comentarios de sus compañeros de mesa, furioso por el lumbago que lo
tenía baldado y, sobre todo, furioso al comprobar que había vuelto a perder.

CUENTO #21: LAS CUATRO CABRAS

Un campesino tenía 4 cabras que, al estar sueltas, estaban todo el día haciendo
estropicios.

Un día, el vecino de la granja de al lado fue a protestar porque las 4 cabras habían
entrado en su huerto y habían hecho estragos entre su plantación de repollos. Después

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de pedir disculpas a su vecino, el dueño de las cabras, dispuesto a hacerse cargo de los
gastos, preguntó:

- Lo siento mucho, querido vecino, pero como el sentirlo no arregla nada, estoy dispuesto
a pagarle por los destrozos causados, ¿cuántos repollos se han comido mis cabras?
- No lo sé; muchos.
- ¡Vaya respuesta! ¿Y como voy yo a indemnizarle si no sabe cuántos repollos se han
comido mis cabras?

- ¿Pero cómo voy a saberlo; que se cree, que me paso el día contando los repollos que
tengo?
- Pues eso ayudaría, ¿no?

- Lo único que sé es que mi huerto es cuadrado, y que mi plantación cuadrada de repollos


es más grande de la que tenía el año pasado, y que este año me daría 111 repollos más
que el año pasado.

- ¿Más que el año pasado?


- Sí; más que el año pasado.

- Está usted muy pesado con eso de “más que el año pasado”.

- Pues es la verdad; el huerto más grande y más repollos que el año pasado.
- ¿Cuántos repollos dice usted que tendría este año?

- 111 más que el año pasado, de no haber sido por sus cabras.
- Pero, entonces, ¿cuántos repollos?

- ¿Y yo qué sé?
- Pues calcúlelo y le indemnizaré con 25 céntimos por repollo.
- ¿Y cuánto será el total? ¿Mucho o poco dinero?
Calcúlelo y vuelva a decirme la cantidad.

Y el campesino de la finca de al lado volvió a su casa sin saber si habría hecho o no un


buen negocio. Al llegar, se encontró con su mujer que estaba muy enfadada ya que las 4
cabras, además de comerse gran parte de los repollos que tenían sembrados, habían
roto la empalizada que cerraba el corral de las ovejas y se había escapado todo el
rebaño.

El campesino se olvidó del calculo de cuántos repollos habría recogido ese año y se
apresuró a salir en busca de sus ovejas, que, aprovechando su inesperada libertad se
habían dispersado por los prados cercanos. El pobre hombre se pasó toda la mañana
recogiendo ovejas ayudado por su perra Tara hasta que, agotado, decidió hacer un alto a

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la sombra de un castaño, para descansar. Y entonces, meditando, llegó a la conclusión


de que la culpa de todas sus complicaciones la tenían las 4 cabras de su vecino, así que,
decidió volver a protestar ante el dueño de las culpables del desaguisado.

Al verlo llegar, el dueño de las 4 cabras, sonriente, le preguntó:


- Qué, ¿ha calculado ya el número de repollos que “iba” a tener este año?

El vecino, notó un cierto retintín en las palabras del dueño de las cabras, lo que unido a la
fatiga por culpa de sus carreras por los prados persiguiendo a sus ovejas, le enfureció
aún más de lo que ya estaba, y estaba mucho. Así que, para calmarlo, el dueño de las
cabras le invitó a que se sentara a la sombra del porche, bajo el emparrado, para tomar
un vaso de vino.
Ya más tranquilo, gracias al descanso y a los cuatro vasos de vino, el campesino
afectado por las travesuras de las cabras, le dijo a su vecino:

Bueno, vamos a ver cómo arreglamos el problema.

- ¿El de los repollos?


- No; el de las ovejas?

- ¿Qué ovejas? –preguntó el dueño de las cabras.

- Las ovejas que se han escapado por culpa de sus cabras –contestó el dueño de las
ovejas huidas, explicándole a su vecino el nuevo desastre provocado por sus 4 cabras.

- ¿Y cuantas ovejas tenía usted en el cercado?


-Unas cuantas.

- ¡Vaya respuesta! Eso no es un número. ¿Cuantas?


- No sé cuantas, ya que cada vez que las contaba, y las contaba todos los días, me
pasaba una cosa muy rara: si las cuento de 2 en 2, me sobra una; y lo mismo me pasa si
las cuento de 3 en 3, y de 4 en 4, etc..., hasta si las cuento de 10 en 10.
- ¿Y?
- Pues que no sé cual es el rebaño más pequeño que se ajusta a estas condiciones.
- Vecino, ¿sabe que es usted un poco complicado para sus cosas? Con lo fácil que sería
decirme cuantos repollos pensaba recolectar este año y cuantas ovejas tenía... y me
viene con todo este lío. En fin, y mientras arregla sus problemas, lo único que puedo
decirle, para su tranquilidad, es que desde ahora mismo ataré a mis 4 cabras, para que
no hagan más estropicios.

El vecino se fue más tranquilo, intentando calcular el número de repollos y de ovejas,


mientras que el dueño de las 4 cabras lo preparaba todo para atarlas al día siguiente en
el prado que había detrás de la casa.

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A la mañana siguiente, el campesino se despertó a las siete en punto de la mañana y al


cotejar el canto del gallo con el despertador se dio cuenta de que el gallo atrasaba diez
minutos, así que, dando un codazo a su mujer, le dijo:

- Recuérdame que lleve a arreglar el gallo al relojero: atrasa diez minutos.


- Y a ti al psiquiatra, de paso –contestó ella, dándose media vuelta para dormir otro rato.

El campesino, después de un desayuno ligero (un plato de sopas de ajo, 2 huevos fritos
con chorizo, 3 tazas café con leche con 3 rebanadas de pan con mantequilla y dos copas
de orujo), se puso en marcha para tratar de solucionar el problema de sus cabras locas.

El prado situado detrás de la casa era un cuadrado perfecto de 100 metros de lado, así
que el campesino, provisto de cuatro cuerdas, ató a cada una de las 4 cabras en cada
una de las 4 esquinas del prado. Así, calculó, cada cabra tendría la posibilidad de comer
la misma cantidad de hierba, dado que las cuerdas que las sujetaban del cuello medían
50 metros de longitud, desde el clavo al que estaban sujetas en el vértice del cuadrado
justo hasta su cuello, al lado de la boca. Una vez atadas las cabras, el campesino
observó que la longitud de la cuerda permitía a cada cabra comer una cierta parte de
hierba del prado, aunque quedaba en el centro un trozo de prado que ninguna de las 4
cabras, por mucho que tiraran de la cuerda, podían alcanzar.

Pasó el verano sin que el vecino consiguiera averiguar cuantos repollos habría tenido su
cosecha de no haber sido por las cabras repollicidas, ni cual podría ser el rebaño más
pequeño que se ajustara a los cálculos que él hacía. Pero, por lo menos estaba más
tranquilo desde que su vecino, tal y como le prometió, mantenía atadas a sus cabras
locas.

Las 4 cabras se quedaron en una, ya que su dueño, como hacía cada otoño, vendía parte
de los conejos y gallinas que tenía, añadiendo al lote ese año a 3 de las 4 cabras, ya que
al ser tan comilonas estaban arrasando la hierba del prado en el que estaban atadas.

Como ya solamente quedaba una cabra en el prado, el campesino pensó que bien podría
alargarle la cuerda que la sujetaba a su esquina, de tal manera que el área sobre la que
pudiera pastar fuera la equivalente al área sobre la que pastaban antes las 4, para que
así comiera más.

Aquella noche, durante la cena, la mujer del campesino le dijo:


- Ya he visto que le has dado más cuerda a la cabra.
- Sí, al darle cuerda al despertador me di cuenta de que podría darle más cuerda a la
cabra.

- ¿Y por qué?

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- Porque me he dado cuenta de que no sé si el gallo atrasa o es el despertador el que


adelanta, así que tendré que llevarlos a arreglar.
- No, hombre, no; qué por qué le has dado más cuerda a la cabra.
-Ah; para que así coma toda la hierba que quiera. Es que, con la cuerda nueva, podrá
pastar más, a pesar de seguir atada a su esquina.
- ¿Y qué longitud le has dado a la cuerda?

- Pues la verdad es que no lo sé. Luego la mediré, cuando vuelva de llevar el gallo al
relojero y el despertador al veterinario.

- ¡Madre mía! Estás como una cabra..., bueno, como 4 cabras.


Pero a su vuelta, el campesino, preocupado al enterarse de que en realidad era el gallo
el que atrasaba, se olvidó de la cuerda y, por lo tanto, se quedó sin saber cuanto medía.

CUENTO #22: TRES BOMBEROS


Autor: Joaquín Collantes

Entre incendio e incendio, Fernando Cienfuegos y Carlos Llamas, bomberos de profesión,


se entretienen jugando a las cartas cuando están de guardia en el Parque de Bomberos.

Mientras ellos se distraen, un tercer bombero, Gustavo Fogoso, prepara la merienda en la


cocina mientras escucha como Cienfuegos se enciende de rabia cada vez que pierde una
partida, así que, haciendo una pausa, decide intervenir, así que sale de la cocina
diciendo:

-Pero bueno, ya estáis como siempre. Es que no sabéis entreteneros con algo que no
termine en una fogosa discusión.

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-A ver, ¿con qué? -pregunta Cienfuegos.

-¿Yo qué sé? Pero algún fuego habrá más tranquilo, ¿no?

-Será algún juego, ¿no?

-Es verdad, que tonto, en qué estaría yo pensando.

-Podemos jugar a los montones –propone el bombero Llamas.

-¿Qué juego es ese? –preguntan sus compañeros.

-Se trata de poner 3 montones de lo que sea..., por ejemplo de cerillas, sobre la mesa, y...

-¡Huele a quemado! –exclama Cienfuegos, interrumpiendo la explicación y poniéndose en


pie, levantando la nariz para olfatear, a la vez que se vuelve hacia la cocina.

-¡El pan! –grita Fogoso, recordando en ese momento que ha dejado unas tostadas sobre
el fuego de la cocina.

Y los tres bomberos, empujados por la deformación profesional, corren a ponerse sus
trajes forrados de amianto y sus cascos para, hachas y extintores en mano, correr
atropelladamente hacia la cocina. Al llegar ante la puerta, en vez de abrirla girando el
pomo, como hubiera sido lo normal, se detienen, la estudian atentamente hasta que
Llamas, en un exceso de celo, grita ¡Dejadme!... y convierte la puerta en astillas con el
hacha. Entran finalmente, después de atascarse al querer entrar los tres a la vez, para
encontrarse con que encima del fuego de la cocina de gas, las tostadas que Fogoso
preparaba para la merienda han dejado de ser tostadas para convertirse en abrasadas.
Cienfuegos, Llamas y Fogoso se miran desconcertados ante el estropicio provocado por
su desproporcionada intervención, aunque intentan justificarla apoyándose en el
refranero:

-Más vale prevenir que curar –dice, muy serio, Cienfuegos.

-Por el humo se sabe dónde está el fuego –añade Llamas.

-En trece y martes, ni te cases ni te embarques –dice Fogoso.

-¿Y qué tiene que ver eso con el fuego?

-No, nada; pero es que no se me ocurría otro refrán –contesta fogoso, apartando con el
pie las astillas que llenan el suelo.

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-Por cierto, -dice Cienfuegos- el incendio lo has provocado por poner tantas tostadas de
una vez. ¿Cuántas pusiste en la sartén?

-3 para cada uno.

-¡Qué bruto! Pero si está bien claro que en la sartén solamente caben 2 rebanadas de
pan.

-Ya, pero como somos 3... Es que calculé que como tenía que tostar los 2 lados de cada
tostada, y cada lado tarda 30 segundos en tostarse, lo quise hacer lo más rápido posible.
Así que, ¿cómo me las puedo arreglar para tostar 3 rebanadas por los 2 lados en minuto
y medio?, que tampoco es cosa de estar toda la tarde preparando la merienda, digo yo.
-Nosotros no tenemos ni idea, así que, calcúlalo tú, que eres el que se ocupa de las
famosas tostaditas –contesta Cienfuegos, con sorna.

-De las abrasaditas, diría yo –dice Llamas, riéndose.

-De las quemaditas.

-De las incendiaditas.

-De las chamuscaditas.

-De las achicharraditas.

-De las carbonizaditas.

-De las incineraditas.

Así, riéndose de su compañero, Fernando Cienfuegos y Carlos Llamas vuelven a la sala,


a la espera de que Gustavo Fogoso termine, por fin, de preparar la merienda.
-¿Cómo era el juego ese de los montones de cerillas?

-Es muy sencillo –contesta Llamas, poniendo sobre la mesa una caja de cerillas –
ponemos sobre la mesa 48 cerillas repartidas en 3 montones. Pero tú no mires.

-Muy bien –contesta Cienfuegos tapándose los ojos.

-Si del montón 1º pasamos al 2º tantas cerillas como hay en éste; del 2º montón al 3º
tantas cerillas como hay en este último y, por fin, pasamos del 3º al montón 1º tantas
cerillas como éste tiene ahora, los 3 montones tendrán el mismo número de cerillas.

-Oye, tú eres un trilero, el bombero trilero.

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-No disimules y ataca el problema. Y ahora, ahí va la pregunta: ¿cuántas cerillas había al
principio en cada montón? –pregunta Llamas, procurando tapar los montones de cerillas
para que su compañero no los vea.

Justo en ese momento Cienfuegos vuelve a ponerse en pie, levantando la nariz,


venteando, como si fuera un perro de caza, ante lo cual, Carlos Llamas, con un cigarrillo
en la mano, pregunta:

-¿Fuego?

-No, el pan, que ya está tostado.

-No, que me des fuego.

En ese momento entra en la sala Gustavo Fogoso con la merienda.

En sus manos lleva una bandeja con la tetera, 3 tazas, el azucarero, una jarrita con leche
fría y en un plato, las 3 tostadas, afortunadamente tostadas. Y sin darse cuenta deja la
bandeja sobre la mesa, desbaratando los montones de cerillas.

Sin hacer caso de las protestas de sus compañeros, el bombero Fogoso, levanta la tapa
del azucarero, que contiene azúcar en terrones, y, ante la sorpresa de Llamas y
Cienfuegos, coloca 6 terrones y las 3 tazas sobre la mesa, mientras dice:

-A ver si sois tan listos como presumís: tenéis que colocar los 6 terrones de azúcar en las
3 tazas, de tal manera que cada taza contenga un número impar de terrones. Por
supuesto, se deben de usar los 6 terrones enteros, sin partirlos –esto último lo dice
Fogoso al ver que Cienfuegos acerca la mano al hacha.

-Oye, oye, no nos líes, que estábamos jugando con las cerillas –protesta el bombero
llamado, que no llameado, Llamas.

-Ya, pero recuerda que quien juega con fuego se quema.

-Y que el mejor guiso se cuece a fuego lento.

-Pues yo recuerdo un juego que dice: Si tienes 3 armas de fuego... -propone Cienfuegos,
pero es interrumpido por sus compañeros, que exclaman:

-¡No, por favor! Más fuego, no.

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Mientras tanto, Carlos Llamas, que sigue sin encender su cigarrillo, saca otra caja de
cerillas del cajón de la mesa, comprobando, al abrirla, que quedan 20 cerillas, las justas
para encender los 20 cigarrillos de la cajetilla recién comprada. Pero, por si acaso, y
como no le gusta quedarse sin fuego, retira un número de cerillas menor que 9. Además,
calcula que si suma los dígitos de la cifra que queda y retira esas cerillas, siempre puede
adivinar las cerillas que quedan, sin que sepa explicar el por qué. Y así se lo iba a decir a
sus compañeros para que le ayudaran a resolver el problema, cuando Cienfuegos lanzó
un lastimero aullido:

-¡Me he quemado! –gritó, soplándose la mano derecha.

-¡Pues vaya bombero! Además, no te has quemado, te has abrasado al coger la tetera
caliente –puntualiza Fogoso.

-Pues tampoco. A ver si hablamos con propiedad: te has escaldado con el té caliente. Y
ya se sabe que el gato escaldado, del agua fría huye –añadió Llamas.

-Será que, el bombero escaldado del té frío huye

-¡Por favor! Más refranes, no; ya está bien por hoy.


Y en esas estaban cuando, de pronto, sonó la alarma.

En su precipitación al levantarse, tiraron la mesa con la merienda, el problema de las


cerillas y el de los terrones de azúcar encima. Corrieron hasta la barra por la que se
deslizaron para bajar al garaje, entrando en un segundo en el camión rojo con el que
salieron del parque a toda velocidad, con la sirena a toda potencia y con todas las luces
de alarma intermitentes.

Así, se perdieron calle abajo a tal velocidad que no pudieron ver cómo, por debajo de la
nueva puerta recién colocada de la cocina, salía una gran humareda que era la que había
hecho saltar la alarma. Como tampoco pudieron ver que las dos últimas rebanadas de
pan que Gustavo Fogoso había dejado tostándose en la sartén, se convertían en dos
carbones humeantes.

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CUENTO # 23: EL AVIÓN DE LEONARDO


Autor: Joaquín Collantes

EL AVIÓN DE LEONARDO

Leonardo da Vinci observaba desde la ventana de su estudio el vuelo de las golondrinas,


y las dibujaba con una punta de plata sobre el papel.

Obsesionado con la idea de construir una máquina voladora para que los hombres
volaran como los pájaros, había abandonado otros proyectos. Acababa de pintar su
cuadro “La adoración de los Reyes Magos” y el éxito había sido tal que le llovían los
encargos, pero él dedicaba todo su tiempo al estudio de los mecanismos necesarios para
construir su maquina.

Ya había construido el prototipo de la nave y estaba a la espera de voluntarios que se


atrevieran a probarla, cuando se abrió la puerta del estudió y apareció el gran Luca
Pacioli. El recién llegado era matemático y tratadista, y también amigo y profesor de
geometría de Leonardo. En ese momento estaba ultimando su gran tratado titulado “DE

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DIVINA PROPORTIONE” que llevaría ilustraciones de Leonardo, complicados dibujos de


poliedros en perspectiva, y esa era la razón de su visita: recoger una de las ilustraciones,
la que representaba un dodecaedro hueco en perspectiva que el maestro tituló en latín
“DUODECEDRON ELEVATUS VACUUS”.

-Qué, ¿cómo va la maquina voladora?, maestro Leonardo.

-Muy bien, maestro Pacioli, ¿queréis probar el prototipo?

-No, muchas gracias. Os lo agradezco, pero declino tal honor.

-Es que en esta ciudad son unos ignorantes sin ningún espíritu de sacrificio por la
Ciencia. He pegado pasquines en todas las paredes pidiendo voluntarios para probar la
máquina voladora y no se ha presentado ni uno, ¿qué os parece?

-Una prudente medida, mi querido Leonardo, ¿o acaso olvidáis que se han estrellado seis
de vuestros ayudantes en el intento?

-¡Pioneros de la aviación, se les llamará algún día!

-Sí, pero de momento se les llama pacientes del hospital, sección de traumatología –
puntualizó Luca Pacioli y, para cambiar de conversación, preguntó- ¿Y que hacéis ahora?
Aparte de enviar ayudantes al hospital.

-Estoy trazando el radio de un círculo.

-Pero eso es muy fácil, querido alumno.

-No tanto, teniendo en cuenta la figura que acabo de trazar en la pizarra y los datos de
que dispongo. Mirad –dijo Leonardo señalando la pizarra- Así que os pregunto: Teniendo
en cuenta la figura dibujada y los datos que contiene, ¿se puede hallar el radio del
círculo?

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Mientras el matemático se disponía, tiza en mano, a resolver el problema, Leonardo cogió


una esfera de hierro que estaba sobre el alfeizar de una ventana y la traslado, con
visibles esfuerzos por su parte, hasta una mesa sobre la que había un cilindro hueco lleno
de agua.

Luca Pacioli se distrajo con la operación y optó por acudir en ayuda de Leonardo, al
observar que apenas si podía levantar la esfera para meterla dentro del receptáculo
cilíndrico.

-Pero, ¿qué trajín os traéis ahora, maestro Leonardo?

-Un experimento sobre volumen y densidad, mi querido maestro y sin embargo amigo. Y
gracias por echarme una mano.

-¿Una mano? Y también las dos. Esta esfera pesa al menos 50 kilos.

-No; solamente 40.

-¿Y por qué queréis meterla dentro del cilindro?

-Bueno, el problema es el siguiente: Coloco suavemente esta esfera de 40 kilos de peso


dentro de este cilindro lleno de agua en el cual entra exactamente. Y he podido observar
que después de esta operación el cilindro y su contenido pesan 20 kilos más. Y ahora me
pregunto: ¿Cuál es el volumen del cilindro? ¿Cuál es la densidad de la esfera?

-Y yo me pregunto: ¿por qué no os dedicáis a pintar, en vez de complicaros la vida de


esta manera? Sin contar con que pintar es más cómodo, rentable y placentero.

-Porque quiero pasar a la Historia como el Hombre Orquesta.

-¿ … ?

-Sí, como pintor, científico, geómetra, escultor, botánico, químico, inventor, arquitecto,
ingeniero, anatómico, geólogo… y hasta cocinero, que tengo previsto escribir un libro de
recetas de cocina.

-¿Y qué es lo que más os gusta de todo?

-Inventar. Tengo previsto escribir unos cuantos códices en los que dejaré constancia
escrita de mis inventos. Estoy seguro de que, a partir de ellos, en el futuro y cuando la
ciencia y la técnica estén más desarrolladas, la Humanidad podrá disfrutar plenamente de
mis ideas. Pero no nos distraigamos con problemas y proyectos. ¿Qué, os animáis?

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-¿A qué? –contestó Luca Pacioli, poniéndose en guardia.

-A probar el futuro. A volar con mis alas de murciélago. Venid conmigo y no tembléis, que
en la terraza del torreón tengo el nuevo prototipo mejorado. Esta vez no fallará, os lo
aseguro –dijo Leonardo, sujetando por un brazo al aterrado matemático cuando se
disponía a huir.

-Sí, también me dijisteis “No fallará, os lo aseguro” cuando me hicisteis probar el casco
aerodinámico, como primer paso para inventar la motocicleta.. ¿Y qué pasó? Que al
golpearlo con una maza se rompió en mil pedazos con mi cabeza dentro.

-Un pequeño fallo en la aleación del metal.

-Claro… y conmoción cerebral. ¿Y cuando inventasteis la parada, como primer paso para
inventar el autobús? Pues que estuve en la parada hora y media esperando al prototipo
del autobús y cogí una pulmonía de la que aún no me he recuperado.

-La culpa la tiene el ayuntamiento.

-Ya, ¿y cuando hice de modelo para los estudios de anatomía? Con el pretexto de
estudiar el funcionamiento de los músculos de la pierna me convencisteis para que me
dejara hacer “una pequeña incisión a la altura de la ingle”. ¿Una pequeña incisión? ¡Me
despellejasteis la pierna desde la ingle hasta el tobillo!

-Sí, pero con anestesia.

-¡No! ¡Con orujo! Que además de despellejado, llegué borracho al hospital.

-Maestro Pacioli, por favor, vos sois un hombre de ciencia. No me podéis fallar.

-Está bien. Os ayudaré por última vez, pero con una condición: que me ayudéis a resolver
un problema en el que me he atascado.

-De acuerdo –contestó Leonardo, frotándose las manos.

-El problema es el siguiente: Cómo colocar en cada casilla de un tablero de 4 x 4 casillas


un número de tal manera que cada número colocado resulte ser el promedio de dos de
los números que están en las casillas colindantes (es decir, que comparten un lado de
dicha casilla).

Convencido de que Leonardo no podría resolver el problema, Luca Pacioli respiró


tranquilo pensando que se había librado de hacer de cobaya en el experimento aéreo.

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Pero su tranquilidad duraría poco ya que a los tres minutos Leonardo ya había resuelto el
problema en la pizarra, y se acercaba sonriente con otro casco en las manos.

-¡No! ¡El casco no me lo pongo! Que tengo cascofobia.

-Éste sí, maestro Pacioli, que tiene ventilación asistida y posibilidad de adaptación de
MP3 de 2 gigas con capacidad para 40 CD´s.

-¿Y eso qué es?

-Algo que inventarán en el siglo XXI, aunque yo ya le estoy dando vueltas al asunto.

Y así, explicándole proyectos, Leonardo empujó al matemático escaleras arriba hasta lo


alto del torreón. Cuando quiso darse cuenta, Luca Pacioli ya tenía puesto el casco y
colocado el arnés que sujetaba las alas voladoras. Para tranquilizarlo, Leonardo añadió:
-Ya no hay riesgo porque he añadido a las alas un dispositivo adaptable a la dirección del
viento. He observado que las alas de los pájaros funcionan según leyes matemáticas: se
elevan con movimientos circulares semejantes al tornillo para descender con suave
oblicuidad.

Al borde del vacío, Leonardo animó de nuevo al aterrado piloto:


-¡Sois un pionero! El primer aviador de la Historia, de la recién nacida Aviación. En un
lejano futuro, los cielos de Italia se llenarán de máquinas voladoras y la compañía que las
explote bien podría llamarse Alitalia, así que voy a patentar también el nombre. ¡Animo,
pionero!

Y tras las palabras de aliento llegaría el empujón que precipitaría a Luca Pacioli al vacío
en busca de la gloria… y del suelo, al que llegaría mucho antes de lo previsto, y no “con
suave oblicuidad”, precisamente.

Nota: En el famoso retrato de Luca Pacioli, pintado por Jacopo de´ Barbari en el año 1494
y que se conserva en el Museo de Capodimonti (Nápoles), el matemático aparece pintado
de cintura para arriba, tras una mesa cubierta con un tapete verde que oculta el aparato
ortopédico (también invención de Leonardo da Vinci) que tuvo que llevar en la pierna
derecha de por vida como consecuencia del aterrizaje. El personaje que aparece tras él
en el cuadro, parece ser que es el guardaespaldas que el matemático contrató para
impedir que Leonardo se le acercara para proponerle alguna otra “gesta científica”.

FIN.

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CUENTO # 24: VINO FRUTA Y MADERA


Autor: Joaquín Collantes.

Observación: Se recomienda contar este cuento como preámbulo al tratar las razones y
proporciones.

Un frutero y un carpintero, cuya tienda y taller estaban muy próximos a la taberna de un


amigo, tenían la costumbre de reunirse en ella todas las tardes, al terminar su jornada
laboral. La taberna se anunciaba mediante un aparatoso letrero en el que se podía leer:
“La Taberna de Bautista”, con las letras doradas sobre fondo verde y con el fondo
adornado con racimos de uvas.

Aquella tarde, como todas las tardes de lunes a viernes, el frutero y el carpintero entraron
el la taberna saludando al dueño, que estaba, como siempre, trajinando detrás de la
barra.

-Buenas tardes, Bautista.

-Buenas tardes, amigos. ¿Qué, cómo van los negocios?

-Muy bien, pero yo tengo un pequeño problema con mi balanza –dijo el frutero.

-¿Y que le pasa a la balanza? –pregunto el tabernero.

-A la balanza nada, lo que pasa es que solamente tengo 2 pesas, porque se me han
perdido las demás.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

-¿Y cuanto pesan las pesas?

-Las pesas no son muy pesadas. Una pesa, pesa 10 gramos, y la otra pesa, es decir, la
pesa que más pesa, pesa 40 gramos.

-Oye, está un poco pesado con lo de las pesas –dijo el carpintero, y añadió- Bautista,
anda, sírvenos un par de vinos.

El tabernero llenó 2 copas de vino tinto y volvió a la carga, preguntando al frutero:

-Bueno, ¿y qué pesa con las pasas, digo, que pasa con las pesas, con la que pesa más y
con la que pesa menos?

-Pues que tengo que pesar en la balanza, mañana por la mañana, 1.800 gramos de
cerezas.

-¿Y qué?

-¿Cómo que y qué? Pues que no sé cómo me las arreglaré para pesar el encargo, o sea:
dividir los 1.800 gramos de cerezas en 2 paquetes, uno de 400 gramos para un cliente y
otro de 1.400 gramos para otro, pesando solamente con las dos pesas que tengo, y lo
más importante, realizando sólo tres pesadas.

-Pues eso es muy fácil, hombre, lo que tienes que hacer es...

-Déjate de cálculos y pon otro vino, que éste ya se ha evaporado –dijo el carpintero,
interrumpiendo al tabernero, cuando le iba a dar la solución al frutero.

En ese momento se abrió la puerta para dar paso a un cliente que, con un periódico,
debajo del brazo, llegó hasta la barra y, apoyándose en ella, pidió:

-Por favor, me pone 5 gin tonic.

El tabernero, el frutero y el carpintero lo miraron extrañados ante semejante petición,


hasta que el cliente repitió el pedido, ante lo cual, el tabernero le sirvió sus 5 copas que,
ante su sorpresa, se las bebió una tras otra, mientras ojeaba la prensa.

-Me pone 4 gin tonic –volvió a pedir.

Más extrañado aún, el tabernero le sirve las 4 copas, viendo como se las bebe una tras
otra.

-Me pone 3 gin tonic.

Se las bebe y vuelve a pedir, con voz pastosa:

-Me pone 2 gin tonic.

Y, finalmente, agarrándose al mostrador para no caerse, pide:

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

-Me pone un gin tonic.

El cliente, después de tomarse su última copa, pagó las consumiciones, se despidió de


los presentes tartamudeante y se dirigió hacia la salida tambaleándose. Cuando ya
estaba en la puerta, se dio media vuelta y alzando los hombros dirigiéndose al tabernero
le dijo:

-No lo entiendo, cuanto menos bebo más borracho estoy.

Y salió a la calle, dejando desconcertados y divertidos a Bautista y a los dos amigos que,
aprovecharon para pedir otro vino. El tabernero, después de llenar las copas vacías, les
dijo a sus clientes:

-Pues yo también tengo que resolver un problema. Y mucho más difícil que el de tu
balanza –le dijo al frutero.

-A ver, cuéntanos.

-Ya que me acusáis injustamente de echarle vino al agua, es decir de bautizarlo...

-Es que tú, también, vaya profesión que has elegido llamándote Bautista, y apellidándote
Aguado –dijo el carpintero, chusco.

-Pues anda, que tú, apellidarte Madero.

El frutero se echó a reír, ante lo cual, el carpintero, ofendido, le espetó:

-¿Y tú, de qué te ríes? Apellidarte Lechuga, siendo frutero.

-¿Qué?

-Y de segundo apellido Tapia, estando como estás medio sordo.

-Oye, que yo no estoy gordo.

Después de la demostración de la sordera del frutero, Bautista, después de servir otro


vino a sus amigos, decidió seguir con la explicación de su problema:

-Pues como iba diciendo: una mezcla de vino y de agua está en la proporción

vino: total = k: m.

-¿Eso que quiere decir? –preguntó Madero.

-Déjame terminar; sigo: si añadimos x unidades de agua o si quitamos x unidades de


vino, nos origina la misma nueva proporción vino: total.

Calcular el valor de esta proporción.

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-Pero bueno, ¿te has vuelto loco?, eso es dificilísimo. Me has levantado dolor de cabeza,
estoy hecho viruta –exclamó Madero, el carpintero.

-A ti lo que te pasa es que eres un tarugo –dijo, con sorna, el frutero.

-¡Y tú en melón! A ver si lo resuelves tú.

-Oye, estás como un tomate –le dijo el tabernero al frutero.

-Es del calor, ponme otro vino para refrescarme. ¿Por qué no jugamos a los dardos, para
entretenernos? –propuso el frutero, bebiéndose de un trago el vino recién puesto.

-¿Y a cual de las dos dianas tiramos? –preguntó el carpintero, que también se había
bebido de un trago su vino.

-A la que está en la pared. Y ahora pregunto yo: a ver cómo nos las arreglamos para
hacer 50 puntos exactos con el menor número de impactos.

-Pero, ¿cuántos números hay en la diana? –preguntó el frutero, entornando los ojos para
intentar ver cual de las dos dianas que veía sería la verdadera.

-¿No los ves? La diana tiene 5 números, correspondientes a las 5 puntuaciones: 3, 5, 11,
13 y 19.

El primero en tirar fue el carpintero, lanzando su dardo a la diana que creía que era y
acertando en la diana que no era, o sea, en la pared y justo en el que creía que era el
número 13.

-¡26! –exclamó entusiasmado.

El tabernero y el frutero no pudieron contener la risa, aunque Bautista Aguado le quitó los
dardos para que no le estropeara aún más la pared. En ese momento volvió a abrirse la
puerta para dejar paso a un cliente que le preguntó al tabernero:

-Bautista, ¿me has preparado las cajas?

-Ahora mismo se las preparo. Vuelva dentro de media hora.

El cliente se fue después de decir que volvería a la media hora. El tabernero colocó
encima del mostrados 6 cajas de cartón vacías y 25 botellas de vino de rioja. Ante la
operación, Jesús Madero y Antonio Lechuga preguntaron a su atareado amigo:

-¿Qué haces?

-Nada.

-¿Cómo que nada? ¿Qué vas a hacer con esas 6 cajas y con esas 25 botellas?

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-Pues preparar el encargo de mi cliente. Es que tengo que colocar estas 25 botellas en
estas 6 cajas, aunque me gustaría que en cada caja hubiera un número impar de
botellas. Y, ahora que lo pienso, no sé cómo hacer el reparto.

-Ya está, yo tengo la solución –exclamó el carpintero- 25 entre 6 igual a 4. Mete 4 botellas
en cada caja.

-Pero sobre una –dijo el tabernero.

-Esa me la bebo yo –dijo el carpintero, cogiendo la botella sobrante.

-Deja esa botella, que ya estás como una cuba –se apresuró a decir el tabernero,
recuperando la botella que había cogido el carpintero- Además, ya he dicho que me
gustaría que en cada una de las cajas hubiera un número impar de botellas.

-¿Por qué?

-Porque soy muy supersticioso y no me gustan los números pares.

El tabernero y el frutero se quedaron, cada uno en su lado de la barra, intentando resolver


el problema de las 25 botellas y las 6 cajas, olvidándose del problema del vino y el agua y
del de la balanza.

El frutero, convencido de que ya había bebido bastante -lo cual era cierto- decidió irse a
su casa, intrigado con quién podría estar moviendo el bar, que no paraba de dar vueltas.
Así que, pensando en el problema de la diana y los dardos, se dirigió hacia las dos
salidas del bar que veía, saliendo, por supuesto, por la puerta que no era.

FIN.

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CUENTO # 25: EL NÚMERO CERO


Autor: Carlos Peñalver Hernández

Como siempre digo cuando voy a contarle a alguien la historia de mi vida… Escuchadla
con mucha atención, porque la creáis o no, eso es lo de menos, creo que disfrutareis
oyéndola, es realmente fantástica.

Sólo me gusta contarlo en ocasiones especiales, como ahora, ante unas pocas personas
que me escuchen de verdad y así, evitar, las reacciones lógicas en cierto modo, de los
más incrédulos.

Antes de nada, para situaros, deciros que soy un número cero, digo un número porque
hay otros muchos como yo, en mi mundo, soy gordito, simpático y tengo muchas amigos.
Mis padres siempre me dicen que soy un inútil pero no es verdad, yo soy un poco
especial. Mis padres no son malos, lo que pasa es que en mi mundo todo es muy exacto,
muy estricto y no hay segundas lecturas, las cosas son como son… Aquí es mejor no
equivocarse.

Ellos son dos vectores perpendiculares, son un producto desde hace mucho tiempo y por
eso nací solo, sin hermanos, nací número cero.
Mi familia es muy antigua y de una gran relevancia social, formamos un problema de más
de dos caras de hoja y siempre se nos ha tenido un gran respeto aquí en el cuaderno de
Maribel García García, 2º C.

Es muy dura la vida, en el miserable mundo de los cuadernos, es un mundo sucio y


peligroso que no pega mucho con nuestra naturaleza exacta y perfecta. Por eso mi
aspiración, como la del resto de mis amigos y de todos los habitantes de los cuadernos
en general, sería, algún día, poder llegar a los libros. Eso es lo más grande que hay para
nosotros, son ciudades perfectas, exclusivas para números, sin errores, donde todo es
orden y limpieza y donde a todos nos hubiera gustado nacer…

Eso lo saben nuestros creadores, especialmente Maribel que es muy aplicada y cuida
mucho de nosotros aquí en el cuaderno, aunque, todos andamos un poco alborotados
desde que hace unos días, se dice que un determinante de Van Der Monde vio como
borraba, justo al lado suyo, a todo un logaritmo resuelto y todo, sin dar explicación.

Son cosas que tenemos que aceptar, tenemos que vivir con ellas y resignarnos porque, al
fin y al cabo, todo se lo debemos a ella.

Mis padres tampoco me dejan pensar de este modo, tener creencias, hablar de Maribel
concretamente… Les molesta que hable de ella con tanta seguridad en su existencia.
Porque aquí en los cuadernos, no todos piensan como yo, no todos creen en Maribel y
aún en estos tiempos, algunos analfabetos piensan que las equis de las ecuaciones se

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despejan solas, por pura lógica, sin darse cuenta, de que antes ha estado Maribel
pensando en ello durante un rato, y de que ella es la causa de todo lo que ocurre aquí, de
que estamos en forma vectorial y no en paramétrica, por ejemplo, porque ella así lo ha
querido.

Ahora viene lo más fantástico de mi historia, lo que cambió por completo mi aburrida vida
de número.

Yo detestaba la vida de los cuadernos, sentía vergüenza de mí mismo al compararme


con los robustos y perfectos números en negrita de los libros, y, como cualquier otro de
mis compañeros hubiera dado hasta mi potencia cúbica para salir de aquí si me fuera
posible… Pues bien, éste que era mi sueño, iba a cumplirse en unas horas, así fue como
ocurrió.

Ese día me había despertado muy tarde, debajo de la diagonal principal, estábamos
donde siempre, cerca de las anillas dentro de la matriz transpuesta de A, con mis amigos
y algunos parámetros, cuando sin más ocurrió.

Maribel abrió el cuaderno por nuestra página, el número nueve enmudeció. Cuando esto
ocurre, suele ser un acontecimiento, ella no es muy estudiosa y todos nos callamos y la
observamos expectantes. Todos juraríamos que nos estaba mirando a nosotros, con sus
azulas ojos brillantes, esa niña rubia de casi 17 años… No lo podíamos creer… Alargó su
dedo índice oteando nuestras cabezas y con una precisión aterradora lo dirigió justo
hacia mí, me iba a tocar a mí, me iba a tocar, me iba…

Ya no pude pensar nada más. Cuando me quise dar cuanta de qué había pasado, de
dónde estaba, no daba crédito.

Estaba en su dedo, toda la tinta de mi pequeño cuerpecito redondo y gordito, había ido a
parar allí, a la punta de su dedo índice.

Me fui alejando de mis amigos más y más, de la matriz, de la hoja, de la libreta, del
pupitre… Había salido de los cuadernos y lo estaba viendo todo, estaba, estaba viendo
que había algo más allá, el mundo real, un mundo que en mi interior siempre supe que
existía.
Pero muy lejos de las maravillas que esperaba encontrar, mi decepción fue inmensa
cuando vi, lo triste y caótica que era la vida fuera de las matemáticas. Decenas de
hombres como Maribel andaban sin orden ni control en este nuevo mundo, destrozando
todo y cuanto encontraban a su paso. No pude reprimir mis lágrimas, cuando vi el
maltrato al que éstos, sometían a los números.

Vi los cuadernos tirados por el suelo, abiertos de cualquier manera, viejos y descuidados
y amontonados en grandes pilas. Vi a un niño que borraba sin parar, vi a otro que escribía

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algo y furioso, arrugaba el papel estampándolo con fuerza contra el suelo… vi cosas
dantescas. También vi como un hombre, de un solo golpe, tachaba con una línea roja
todo un sistema de tres incógnitas con parámetros al cubo, perfectamente clasificado y
resuelto por el viejo Cramer (Era un tipo larguirucho y muy pesado pero que siempre se
había llevado bien con los nuestros).

También había una pared donde colgaba un extraño aparato, como una cárcel de cristal,
donde un puñado de números asustados estaban encerrados dentro, tratando de pedirme
ayuda golpeando el cristal, al tiempo que esquivaban 3 peligrosas agujas de diferentes
tamaños que se dirigían a todas partes.

Había visto muchas cosas horribles, pero aún no había visto lo peor… Solo os puedo
asegurar que es cierto esto que os digo. Un niño se levantó de repente y alzando al aire
un libro abierto, cogió fuertemente una de sus páginas y… Antes de que me diera tiempo
a girar la vista, por desgracia pude ver como la… Como la arrancaba de cuajo.

No quise ver nada más. Todo para mí había perdido el sentido, así que decidí volver a mi
viejo mundo de los cuadernos, que, aunque imperfecto, era mi mundo y el de los míos y
era allí donde quería estar, fuera o no, este mundo mío de las matemáticas el mundo real.
Aproveché que Maribel iba a escribir algo y me colé por un pequeño orificio que separa el
exterior del boli con el tubo de la tinta negra, me mezclé entre la tinta y cuando recobré el
sentido, ya estaba allí de nuevo, dispuesto como buen número que soy a decir
únicamente la verdad y a contarles a todos, que no se estaban perdiendo nada ahí
fuera…

FIN.

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CUENTO # 26: ¿EL DOCTOR LIVINGSTONE, SUPONGO?


Autor: Joaquín Collantes

¿EL DOCTOR LIVINGSTONE, SUPONGO?

-¿El señor Stanley, supongo? –preguntó el doctor Livingstone.


-Un momento, un momento –contestó Stanley, desconcertado, y añadió: -Se supone que
eso tengo que preguntarlo yo.

-¿Por qué? –volvió a preguntar el doctor Livingstone.

-Porque he sido yo el que lo ha encontrado a usted… y además porque estoy seguro de


que esta pregunta se hará muy famosa en el futuro y quisiera aparecer yo como autor de
la misma.

-Bien, por mi parte no hay inconveniente, puede usted preguntarme si soy yo.

Compilados por Magistra Maydeé Zambrano Núñez. Año 2009. Página 184
Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Y Henry M. Stanley retrocedió seguido de su expedición hasta la entrada de la aldea de


Ujiji, para repetir la entrada. Así, se acercó a la cabaña en cuyo porche le esperaba el
doctor Livingstone… y le preguntó:

-¿El doctor Livingstone, supongo...?

Así ha pasado a la posteridad, tanto la frase como el hecho de que el periodista y


aventurero Stanley encontrara en África al misionero y médico Livingstone. O al menos
así lo cuenta la Historia partiendo, claro está, de la crónica escrita por el periodista para
su periódico, “The New York Herald”. Pero así como todos sabemos que la Historia a
veces no cuenta toda la verdad (y si la cuenta la adorna convenientemente) imagínense
si la Historia, además, se ha apoyado en la crónica escrita por un periodista.

El doctor Livingstone no estaba perdido en África. Simplemente había dejado de


comunicarse con el llamado “mundo civilizado” por decisión propia. Y vivía cómodamente
instalado y tratado con gran consideración por los nativos en la aldea de Ujiji, cerca del
lago Tanganica.

La historia de esta aventura comienza en Madrid, ciudad donde Stanley se encontraba en


el año 1869 como corresponsal de su periódico para escribir una crónica sobre el general
Prim. Fue entonces cuando recibió una carta del director de su periódico citándole en
París para un importante asunto. Y el asunto no era otro que encontrar al doctor
Livingstone, al que se daba por perdido en África al no haber tenido noticias suyas desde
hacía tres años. El director del periódico, Gordon Bennet, demostrando que la Geografía
no era su fuerte, le ordenó:

-Vaya en busca de Livingstone y encuéntrelo, pero antes, y ya que está en el norte de


África, podría asistir a la inauguración del Canal de Suez y enviar la crónica. Después, y
ya que está por ahí arriba podría acercarse a Jerusalén y a Constantinopla, pasando
también por Crimea para informar de la guerra, y también podría dirigirse al Cáucaso y al
mar Caspio… y desde allí a India atajando por Persia y ya puestos, desviarse un poco
hasta Bagdad, ya que le queda de camino, más o menos. Y de vuelta a India ya puede
embarcarse tranquilamente hacia África. Estoy seguro de que enviará al periódico
crónicas muy interesantes… pero no olvide que lo prioritario del viaje es encontrar al
doctor Livingstone. ¿Qué le parece?

A Stanley, a pesar de su espíritu aventurero, le pareció un disparate pero una buena


ocasión de hacer turismo antes de que se hubiera inventado el turismo. Así que se puso
inmediatamente en marcha hacia su destino sin saber exactamente cual era su destino,
ya que no había tomado nota de todas las propuestas, aunque contaba con el dato
importante de que Livingstone estaba obsesionado con encontrar las fuentes del río Nilo
así que, pensó, quizá remontando el Nilo lo encontraría.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

En cuanto llegó al continente africano, después del disparatado periplo, Stanley remontó
el río Nilo hacia el lago Tanganica con una expedición de lujo pagada generosamente por
su periódico. La expedición estaba formada por una gran escolta armada y decenas de
porteadores que acarreaban tiendas de campaña, grandes fardos con toda clase de
alimentos y mercancías de intercambio, cocinas de campaña, utensilios de aseo y de
cocina y hasta una bañera para el jefe de la expedición que iba a su frente fuertemente
armado y enarbolando una gran bandera de los Estados Unidos… Y todo eso para
encontrar a un hombre que todo el mundo sabía donde estaba, al menos en África, como
lo demostró el hecho de que a la primera persona que se encontró Stanley nada más
bajar del barco, un descargador de muelle, contestó así a su pregunta:

Qué si conozco al doctor Livingstone? Pues claro.

-¿Y dónde se encuentra? -preguntó Stanley, desconcertado.

-Por allá abajo –contestó el descargador, haciendo un gesto de cabeza hacia el sur y sin
molestarse en dejar en el suelo el saco de cien kilos de café que cargaba a su espalda.
-¿No podría ser más preciso? –dijo Stanley.

-Hombre, ya que ha venido usted a buscarlo con toda esa puesta en escena –y señaló
con otro gesto de cabeza a los componentes de la numerosa expedición que esperaban
al pie del barco- lo menos que podría hacer es esforzarse un poquito, ¿no?
Una generosa propina hizo el milagro:

-Dicen que vive en Ujiji, al otro lado del lago Tanganica. Bueno, al otro lado dependiendo
del lado por el que usted llegue al lago, ya que puede estar a este lado del lago o al otro
lado del lago. Pero es muy sencillo: si no lo encuentra usted en el lado por el que llegue
es porque ese no es el otro lado del lago Tanganica, sino este lado del lago Tanganica,
así que no tendrá más que ir al lado que es el otro lado, o sea al lado que está
enfrente del lado que no es, y ese sí que es el otro lado del lago Tanganica ¿está claro?
Convencido de que el descargador le había tomado el pelo y aún desorientado (aunque
se volvió a orientar con ayuda de la brújula) Stanley y su caravana se pusieron en camino
hacia el sur.

En su camino, preguntaron en todas las aldeas que encontraron y en todas conocían al


doctor Livigstone, añadiendo que vivía al otro lado del lago Tanganica. Después de varias
jornadas (no tantas ni tan incómodas como el periodista narró en sus crónicas con el fin
de justificar sus gastos) acamparon en un claro ya que habían calculado que al día
siguiente llegarían al lago… con la angustia de no saber por qué lado. Stanley, que
escribía en su tienda la crónica del día, se vio interrumpido por una gran algarabía. Y al
asomarse vio que junto al fuego, un grupo de porteadores discutían y hasta se peleaban
a bastonazos. Al acercarse para poner orden, los contendientes dejaron de pelearse y le
gritaron:

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-¡No lo pise, no lo pise!


Y al mirar a sus pies Stanley se dio cuenta de que estaba en medio de una gran
circunferencia trazada sobra la arena con una serie de puntos señalados con guijarros
fuera y dentro de ella. Y preguntó:
-¿Qué es esto?

-Esto es el lago Tanganica –contestó el guía.

"
-Ah –dijo Stanley, por decir algo, pero el que había hablado, al ver que no se había
enterado de nada, precisó:

Estamos haciendo apuestas sobre qué lado del lago vamos a llegar –y al ver que Stanley
seguía con la misma expresión, el guía añadió: -Imaginando que la circunferencia trazada
es el lago, aunque sea mucho imaginar, la mitad de nosotros apostamos que estamos en
el punto B exterior a la circunferencia, y la otra mitad que estamos en el punto D; cuatro o
cinco opinan que estamos en el punto C más próximo a D pero eso sería absurdo porque
entonces estaríamos ya en la misma orilla del lago… y, para colmo, el cocinero asegura
que estamos en el punto A, sin darse cuenta que es el centro de la circunferencia y, por lo
tanto, el centro del lago… con lo cual ahora estaríamos nadando.
-
¿Y por que no esperar a mañana, en lugar de discutir tanto?

-Porque, de paso, nos entretenemos. Además de las apuestas sobre la orientación


respecto al lago resolvemos un problema muy sencillo: si desde el punto B trazamos
segmentos que unan dicho punto con los puntos C de la circunferencia: ¿Qué figuras
forman los puntos medios de esos segmentos? Es que a nosotros disfrutamos mucho con
las matemáticas.

-¿Ustedes saben matemáticas? –preguntó Stanley, sorprendido.

-Y también inglés, desde el momento que estamos hablando con usted. Es que eso del
negrito ignorante tiene mucho de leyenda. Yo, por ejemplo, he estudiado matemáticas en

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

Oxford. Sí, no ponga esa cara. Pasé en cayuco a Europa, me instalé en Inglaterra y
trabajando de camarero me pagué mis estudios. Al terminar me propusieron quedarme
como profesor adjunto, pero como la vida en Europa me decepcionó y gano mucho más
de guía de ingleses y norteamericanos ignorantes del terreno que pisan que de profesor,
pues por eso estoy aquí.

Stanley, avergonzado no sólo por no saber resolver el sencillo problema que ya habían
resuelto la mayoría de los porteadores, sino también por todo lo escuchado, pretextó para
despedirse que al día siguiente tendrían que madrugar. Y cuando se alejaba hacia su
tienda, escucho la voz del guía que le decía, con un punto de sorna:

-Bwana Stanley, bwana Stanley, tenga este problemilla para que se entretenga antes de
dormir. Es medio problema, medio juego, y muy entretenido… aunque no tan sencillo
como pueda parecer a primera vista –y le entregó un papel en el que estaba el enunciado
escrito en impecable letra redondilla inglesa acompañado del siguiente dibujo:

“Divide el cuadrado en cuatro partes iguales en forma y tamaño, de tal forma que cada
parte contenga un círculo y un cuadrado, aunque no necesariamente en las mismas
posiciones.”

Syanley no supo resolver el problema y se levantó agotado a la mañana siguiente,


cuando ya estaba la caravana preparada para la marcha.

A las cuatro horas de marcha llegaron a la orilla del lago Tanganica… con la duda de en
qué lado estarían: en el lado de Ujiji o en el otro lado. Viendo que un pastor apacentaba
su rebaño de cabras, el periodista se acercó para preguntarle:

-¿Sabe usted si éste es este lado del lago Tanganica o el otro lado del lago Tanganica?

-Éste es este lado del lago Tanganica, el otro lado del lago Tanganica es aquél –contestó
el pastor, señalando con el bastón la otra orilla del lago.
Y ya se iban a poner en marcha hacia el otro lado del lago Tanganica cuando el guía le
preguntó a Stanley:

-¿Y si llegamos al otro lado del lago y nos dicen que el otro lado es éste? No sería más
sencillo por la aldea de Ujiji.

Y antes de que les diera tiempo a preguntar, el pastor dijo:

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-Haber empezado por ahí. En ese caso sí que están ustedes al otro lado del lago
Tanganica, que es este lado, ya que Ujiji está ahí mismo, a un tiro de piedra. Además,
seguro que vienen a buscar al doctor Livingstone pensando que se ha perdido. Por cierto,
¿quieren ustedes un chivo expiatorio?

-¿Para qué? –preguntó Stanley, que no salía de su asombro.

-Pues para echarle la culpa de todo, que es lo que se hace con los chivos expiatorios. Es
que nosotros somos más civilizados que ustedes los blancos, y cuando tenemos que
culpar a alguien de algo, en vez de arremeter contra él pues lo hacemos con el chivo
expiatorio. Yo soy el pastor del rebaño de chivos expiatorios. Qué, ¿no me compran uno?
Convencido, Stanley compró un chivo expiatorio para poder echarle la culpa en el caso
de que algo fallara en la expedición. Y con el chivo entró en Ujiji el 10 de noviembre de
1871, donde, para su sorpresa, todos le esperaban a él ya que había llegado la noticia de
que una gran caravana se acercaba a la aldea. Todos los aldeanos y una gran cantidad
de mercaderes árabes se congregaban en la plaza y fueron abriendo paso a Stanley. Así,
le encaminaron hasta una choza más grande y confortable que las demás ante la que
esperaba un hombre blanco con una larga barba canosa, pálido y de aspecto enfermizo,
que cubría su cabeza con un gorro azul con bordados dorados y que vestía una camisa
roja con anchas mangas y un pantalón a cuadros. A su lado, sus dos fieles criados Susi y
Chuma. Entonces fue cuando se produjo el intercambio de frases de saludo que abren
este relato, tras las cuales El doctor Livingstone y Stanley se sentaron en el porche de la
cabaña para descansar y para contarse lo que ambos estaban deseando escuchar: uno
las peripecias del otro en su periplo africano, y el otro qué es lo que había acontecido en
Europa y el resto del mundo en su larga ausencia.

En ese momento, Susi y Chuma entraron con un recipiente, una especie de extraño
barreño lleno de agua para que Stanley se refrescara.

Al periodista le pareció una idea extraordinaria, y ya se estaba quitando la sudada camisa


cuando el guía de la expedición, el apasionado de las matemáticas, advirtió:
-¿Se han dado cuenta de que el recipiente está formado por seis pentágonos regulares?
Miren, si abriéramos el recipiente cortando dos lados de cada pentágono tendríamos una
figura así –y dibujó en la arena la figura desarrollada -Ven qué curioso, ¿ven los seis
pentágonos? –preguntó a los anonadados espectadores, que no entendía adónde quería
ir a parar.

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-Sí, los vemos, ¿y qué? –preguntó Stanley, visiblemente molesto, ya que el guía se
interponía entre él y el barreño.

-Pues que si ahora observan el recipiente que contiene el líquido verán que los seis
pentágonos unidos han dado paso a un problema que tengo que reconocer tiene su
dificultad. La figura, como ya he dicho, se compone de seis pentágonos regulares de 1
metro de lado. Se dobla por las líneas de puntos hasta que coincidan las aristas no
punteadas que confluyen en cada vértice y ya tenemos el recipiente.

-¿Y qué? –volvió a preguntar el periodista, impaciente.

-Pues que ahora pregunto: -¿Qué volumen de agua cabe en el recipiente formado?

A una orden de Livingstone, que no era muy aficionado a las matemáticas, Susi y Chuma
echaron al guía y, por fin, Stanley pudo refrescarse teniendo cuidado con no pincharse
con lo que antes creía que eran simples picos, pero sabiendo ahora que eran los vértices
superiores de los cinco pentágonos que cerraban el recipiente.

Esa noche, instalado en la cabaña del doctor Livingstone, tampoco pudo dormir dándole
vueltas al problema de los seis pentágonos… hasta que recordó que atado a la puerta
estaba el chivo expiatorio. Así que salió, le echo la culpa de no saber resolver los
problemas y de vuelta a la cama, ya pudo conciliar el sueño.
P.D: El doctor Livingstone (1813-1873) médico, misionero y explorador trató, sin éxito de
encontrar las fuentes del Nilo, aunque descubrió una serie de importantes lagos y las
cataratas Victoria. Hombre desprendido, abnegado y antiesclavista ofreció su vida en
servicio de los demás y murió en el transcurso de una expedición más en busca del
nacimiento del Nilo, cerca del lago Bangwelu que él mismo había descubierto. Sus fieles
criados Susi y Chuma le extrajeron el corazón y lo enterraron en aquel lugar,
embalsamaron su cuerpo y lo llevaron en andas durante 1.600 kilómetros hasta la costa
para embarcarlo hacia Inglaterra. La Royal Geographical Society los condecoró por esta
hazaña y cuando volvieron a Zanzíbar se convirtieron en guías de caravanas.
Henry M. Stanley (1841-1904) era el polo opuesto al doctor Livingstone. Aventurero
inquieto, racista, duro y agresivo, se alió con mercaderes de esclavos para así mejor
llevar a cabo sus expediciones por el continente africano en las que trabajo para
Leopoldo II de Bélgica, el gran explotador de Congo, país que manejó, para vergüenza de
Europa, como su finca particular. Pero eso no le importaba a Stanley, que se aliaba al
mejor postor, haciéndolo después con los colonialistas ingleses. Sin embargo, su
deleznable actuación no empaña su importancia como explorador, descubridor y autor de
artículos y libros de éxito. Se retiró a una lujosa mansión en Inglaterra y fue miembro del
Parlamento y nombrado Sir.
FIN.

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CUENTO # 26: AMOR ENTRE FRACCIONES


Autora: Sandra Jordán Martín

Observación: se recomienda introducir el relato antes de iniciar con las Fracciones o Nùmeros
Racionales.

Uno más uno igual a dos, dos y dos son cuatro, cinco por cinco es veinticinco, así
empezamos todos las matemáticas, pero conforme pasan los años aprendemos cosas
nuevas que a muchos niños no les gusta: Las matemáticas; de esta asignatura lo que
más me gusta es el número 1:

Si multiplicas:
1x1= 1
11x11=121
111x111=12321
1111x1111=1234321

Y así sucesivamente; lo que menos me gusta es el número dos:


Si multiplicas:
2x2= 4
22x22= 484
222x222=49284
Lo más normal.
1
Bueno, que me voy por otro lado, os presento a mi protagonista: .
4

1
era ya mayor de edad, quería casarse y tener hijos, pero su marido debía de ser
4
2 3
equivalente a ella, por ejemplo se podía casar con con c.
8 12

1 1
Un día decidió salir a dar una vuelta con su amiga se fueron a cenar y después se
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fueron a la discoteca.

1
Como era normal , se fue a bailar y se hizo amiga de una fracción que no era
5
equivalente a ella, pero le daba igual, porque al día siguiente ni se acordaría, como solía
decir solo es un rollito de un día.

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Compendio de juegos, acertijos , cuentos , enigmas para enseñar Matemática.

1
se fue a la barra a tomarse un refresco, cuando estaba casi dormida, miró el reloj y vio
4
1
que era ya muy tarde y fue a buscar a a la pista para irse a casa. Sin querer una
5
1
fracción que pasaba por allí le tiró una cocacola por encima, se enfadó mucho, porque
4
era su vestido favorito, además, era un chico y le parecía un poco macarra, este le dijo
1
que le pagaba el traje; le dijo que no hacía falta, y se pusieron a hablar, nuestra
4
protagonista no se dio cuenta pero se había enamorado, le preguntó como se llamaba y
2
este le dijo que se llamaba y que estaba esperando una fracción equivalente a él para
8
1
casarse, entonces ella le dijo que ella se llamaba y que también buscaba una fracción
4
equivalente. Como ya era muy tarde quedaron para seguir hablando al día siguiente y
conocerse mejor.

1 1
volvió a la pista otra vez para buscar a que estaba bailando, y se fueron a casa, esa
4 5
2
noche tuvo un sueño en el que se casaba con . ¡Deseaba hacer realidad ese sueño!
8

2
Cuando llegó la hora de la cita, se arregló y fue al lugar donde habían quedado. la
8
estaba esperando en un deportivo muy bonito, se montó y decidieron ir al cine y a dar un
1
paseo. Cuando se hizo la hora de cenar fueron a un restaurante de cinco tenedores,
4
dedujo, que su “amigo” era rico porque ella no podía pagar ese restaurante y su deportivo
también lo demostraba.

Cuando terminaron de cenar empezaron a hablar y a hablar y no pararon hasta muy


tarde, contaron muchas cosas y se hicieron buenos amigos. A partir de ese día quedaban
todas tardes para tomar algo y todos los fines de semana para cenar.

Se hicieron tan amigos que decidieron comprarse una casa en las afueras, para ver que
tal les iba un día entero juntos. Les iba tan bien que decidieron casarse, la ceremonia no
fue religiosa porque en el mundo de las matemáticas no entienden de Religión. Se
casaron en el Ayuntamiento del pueblo y de luna de miel se fueron a un cuaderno de
matemáticas de una chica que se llama Sandra. Allí se lo pasaron muy bien porque
estaba todo lleno de números y fracciones.
1
Tuvieron hace unos meses una hija que la llamaron porque:
2

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1 2 4 4 8 1
+ = + = =
4 8 16 16 16 2

Como tuvieron una hija y cuando creciera tendría que ir a la escuela, decidieron vender el
chalet que tenían en las afueras, y se compraron una casa con un gran jardín, que estaba
situada en el centro del pueblo para estar más cerca del colegio.

FIN.

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