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Johan Reyes

C.I: 26.573.495
Artes escénicas II

La idea del vaivén

La imagen de tres mujeres casi inmóviles. Velas en todo el espacio.Una mujer


muerta. Es la primera impresión que se tiene de la obra El Marinero, del poeta
portugués Fernando Pessoa, bajo la dirección de Guillermo Díaz Yuma; con las
actuaciones de Silvia Gouverneur, Patricia Castillo y Bella Aboulafia como las
tres veladoras, y participación de Marisela Montiel como la mujer muerta.

Luz, música y poesía, son los valores lo que le da que le dan (¿?) el carácter Commented [SG1]: Confuso. Aclarar

sublime a la representación. Durante el inicio la pieza alude a su título, El


Marinero, puesto que ofrece desde el primer momento la idea ligera de una
liquidez, que va a caracterizar el resto de la obra. El mar es evocado por
imágenes a través de una ventana, y brinda esa fluidez que va de un lado a
otro como su oleaje, como los movimientos de las veladoras, como el vaivén de
la llamas de las velas, como los sueños, como la vida, como la muerte.

El espacio muestra su lado más etéreo, un ambiente sutil que se eleva gracias
a las telas blancas diáfanas, al suelo azul y a la luz de las velas que sostienen
las tres mujeres. Las veladoras hacen recordar a Las Moiras de la mitología
griega, puestas en escenas casi listas para un ritual, y que se ven como
esfumadas, como si se diluyeran y reaparecieran ante la sombra y la luz del
espacio callado. Son tres mujeres en actitud de velar a una cuarta, que se
encuentra al lado derecho del escenario, entre ellas se llaman “hermanas”,
pero más que hilos de sangre podría pensarse que lo que más las une es la
voz. Cuando crean todo un universo con sus armonías vocales en canciones
como “Canción de las simples cosas” de Cesar Isella, exponen a su vez el lado
más poético del ambiente, una cercanía sutil, cuya musicalidad hace recordar a
la película El Seductor, de Sofía Coppola.

Las tres veladoras no se mueven mucho, y a pesar de ello han movido todo lo
que las rodea, poniendo en duda los cimientos de la vida y la existencia. Estas
son la tragedia viva de la muerte, de lo que no se comprende de ella, del
cuerpo que tienen cerca.

Hay un diáalogo existencial que cuestiona hasta el motivo de su habla, lo que


trae una especie de confusión entre la vida y el sueño, entre la nostalgia por un
pasado vivo o no, en un lugar donde el límite es la luz del día. Asimismo, el
texto es evocador, está lleno de colores y matices, de tonos y ritmos suaves,
donde el silencio es muy importante. La acción es la voz, es la mirada y es la
escucha. Esta negación del movimiento propone el misterio de la existencia, a
través de palabras y no de acciones, y que junto a la velas proyecta el enigma
de la revelación del alma con preguntas.
La obra hace destacar al trabajo del actor. El actor que baila, que recita y que
canta, tan importantes herramientas a la hora de crear, no porque sea una
cualidad más de la capacidad que expande posibilidades laborales, sino porque
en el proceso de creación es el poder de la música lo que más conecta con el
ser.

La vida de las velas se enciende, es efímera y muere, así como el alma, que
vela a la muerte.

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