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ADICCION AL CELULAR

Adès y Lejoyeux (2003) mencionan que, dentro de las adicciones no


convencionales, debemos incluir Internet, el sexo, el deporte, las compras, el trabajo
y el dinero. Una revisión más reciente del tema, por parte de Salas (2014), agrega
las adicciones tecnológicas, la adicción a los celulares y las adicciones a las redes
sociales.

El término adicciones tecnológicas fue acuñado por Griffiths (1995) y comprende


Internet, los celulares, los videojuegos y cualquier aparato tecnológico, siempre que
su uso sea dependiente, injustificado y desmedido; además, involucran la
interacción hombre-máquina, y se dividen entre pasivas (como la televisión) y
activas (Internet, celular y videojuegos).

La aparición de las nuevas tecnologías móviles, ha facilitado la comunicación entre


las personas de todo el mundo, pero también ha producido cambios en todos los
niveles de convivencia en la sociedad. En ese sentido, se observa de manera
constante y muy extendida que las personas, especialmente los jóvenes, hacen un
uso excesivo del celular y hasta de manera dependiente, ya sea por el uso de
servicio de telefonía, el WhatsApp, mensajes de texto, Internet, funciones
multimedia, etc.

El uso des adaptativo del móvil puede llegar a ser un abuso, pero no una adicción,
porque no se producen ni las alteraciones emocionales rápidas ni el juego de
identidades que pueden producirse en chats y juegos de rol en línea.

En un estudio sobre el uso del móvil en 2,486 adolescentes realizado por


Chóliz, Villanueva y Chóliz (2009) reveló que es entre los 14 y 18 años que se
perciben mayores síntomas y signos son:

Abstinencia cuando no podían usar el celular, además de interferencia con la


realización de actividades cotidianas, dificultad para controlar el impulso de usar el
celular, y problemas con familiares y profesores ocasionados por el uso excesivo
del celular.
También se ha señalado que hasta el 53% de usuarios de teléfonos celulares
presenta síntomas de nomofobia, que es la fobia a quedarse sin celular por tiempo
prolongado. Esta patología tecnológica consiste en tener miedo irracional a salir a
la calle sin celular, olvidarlo, perderlo, que se descargue la batería o estar en una
zona sin cobertura de red, pudiendo desencadenar conductas de agresividad,
inestabilidad o dificultades de concentración (García & Fabila, 2014).

Se ha reportado que el uso excesivo del celular se relaciona con problemas del
sueño, estrés y síntomas de depresión (Forunati y Magnarelli, 2002).

De hecho, se suelen reconocer varios síntomas similares a los de las adicciones a


sustancias. Muñoz-Rivas y Agustín (2005), sostienen que los efectos psicológicos
de la adicción al celular abarcan aislamiento de los demás y soledad, alteraciones
de conducta y del estado de ánimo, comportamiento compulsivo, problemas de
comunicación, problemas en el lenguaje y problemas emocionales.

En los casos más graves, se puede llegar a robar y a mentir con tal de tener y usar
un celular porque la adicción es tan severa que puede anular el autocontrol de las
personas.

Los elementos diagnósticos esenciales de las adicciones son:

La dependencia psicológica incluye el deseo, ansia o pulsión irresistible (craving),


la polarización o focalización atencional, la modificación del estado de ánimo
(sensación creciente de tensión que precede inmediatamente el inicio de la
conducta; placer o alivio o incluso euforia mientras se realiza la conducta; agitación
o irritabilidad si no es posible realizar la conducta) y la incapacidad de control e
impotencia.

Los efectos perjudiciales tienen que ser graves y alterar tanto el ámbito intrapersonal
(experimentación subjetiva de malestar) como el interpersonal (trabajo, estudio,
finanzas, ocio, relaciones sociales, problemas legales, etc.).

Los síntomas deben estar presentes durante un periodo de tiempo continuado. En


el DSMIV la duración mínima para establecer un diagnóstico de dependencia de
sustancias es de 12 meses.
Las consecuencias negativas que conlleva el uso excesivo del celular:

A nivel físico: daños al cerebro y al oído.

A nivel social: se tiene la desconexión de la persona de su entorno físico por prestar


atención al celular, lo cual afecta sus relaciones interpersonales, el cyberbullying,
que es cada vez más frecuente por celular, se advierten ciertas implicancias
económicas, pues las personas tienden a renovar muy frecuentemente su equipo
móvil a pesar de no ser una necesidad primaria, lo cual contribuye con el crecimiento
de las redes de telefonía celular (Vargas-Hernández, 2014), en desmedro de la
economía personal cuando los ingresos no permiten tener este estilo de vida.

A nivel escolar: el plagio es facilitado por el uso de celulares que son también un
elemento distractor de los quehaceres académicos (García y Fabila, 2014). En ese
sentido, el uso del celular para enviar mensajes de texto breves (SMS) de manera
telegráfica, está generando el olvido del uso correcto de la sintaxis y la morfología
de las palabras, lo que se refleja en la pésima ortografía que tienen los estudiantes,
y su escasa capacidad para comunicarse de manera formal con otras personas
(Sánchez, 2011, 2012).

A nivel psicológico: que se observan mayores efectos negativos en las personas,


ya que la dependencia que genera afecta las demás esferas del comportamiento.

Los factores son:

La adolescencia se considera un factor de riesgo porque los adolescentes


representan un grupo que se conecta con más frecuencia a Internet y a la telefonía
móvil, en parte porque están más familiarizados y, además, tienden a buscar nuevas
sensaciones, siendo más receptivos a un nuevo espectro relacional (Batalla, Muñoz
y Ortega, 2012; Sánchez-Carbonell et al., 2008). En la literatura sobre el tema
proliferan diversos etiquetajes, tales como iuventus digitalis e iuventus
ludens (Moral y Ovejero, 2005) o generación digital (Bringué y Sádaba, 2008) y se
analizan las conexiones entre la cultura juvenil digital y las tecnologías de la
comunicación.
En cuanto al uso problemático de Internet, el hecho de ser mujer constituye un factor
de riesgo, según Rial, Golpe, Gómez y Barreiro (2015), y se ha confirmado que las
adolescentes muestran más consecuencias emocionales negativas por el uso
problemático del teléfono móvil (Jenaro, Flores, Gómez-Vela, González-Gil y
Caballo, 2007; Sánchez-Carbonell et al., 2008; Sánchez-Martínez y Otero, 2009).
El uso tanto de Internet como del teléfono móvil es más problemático en la
adolescencia y se normaliza con la edad para convertirse en un uso más profesional
y con menor carácter lúdico (Beranuy et al., 2009), si bien cabe destacar que Bianchi
y Philips (2005) concluyeron que el uso problemático del móvil era una función de
la edad. Se confirma que a medida que aumenta la edad se incrementa la
percepción del problema que supone el tiempo excesivo dedicado al uso de Internet
y del teléfono móvil y sus posibles consecuencias adversas (Labrador y Villadangos,
2010), aunque en otros estudios con adolescentes no se han encontrado diferencias
significativas (Muñoz-Rivas et al., 2003). Respecto al género, se verifica que los
chicos utilizan más tiempo Internet (Estévez, Bayón, de la Cruz y Fernández-Liria,
2009; Muñoz-Rivas et al., 2003), aunque, según Sabater y Bingen (2015), las chicas
gestionan más sus roles públicos y privados a través de las nuevas tecnologías, si
bien las TIC representan una herramienta de socialización en ambos géneros.

De acuerdo con Echeburúa (2013), hay ciertas características de personalidad y


estados emocionales que aumentan la vulnerabilidad psicológica a las adicciones,
de modo que los sujetos que hacen usos problemáticos de las nuevas tecnologías
presentan estados emocionales como disforia, impulsividad e intolerancia a los
estímulos displacen teros y, entre otras, experimentación de emociones fuertes.
Asimismo, se han hallado puntuaciones más elevadas en la búsqueda de
novedades (Estévez et al., 2009), así como en pensamientos negativos (García et
al., 2008). En el caso concreto de los usos problemáticos del teléfono móvil, en la
revisión de la literatura realizada por Pedrero, Rodríguez y Ruiz (2012), se estima
que el rasgo de personalidad más consistentemente asociado al uso problemático
es la baja autoestima, de modo que las chicas con baja autoestima representan el
grupo más vulnerable. Asimismo, el potencial predictivo de la baja afabilidad sobre
el abuso se maximiza cuando coincide con mayores niveles de neuroticismo y se
asocia consistentemente al rol de impulsividad (Billieux, van der Linden y Rochat,
2008; Chóliz, 2010; Zulkefly y Baharudin, 2009).

https://www.researchgate.net/publication/288663406_Adiccion_al_celular_en
_universitarios_de_la_UNSA_y_la_UCSP

https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2171206916300011

http://ucsp.edu.pe/investigacion/psicologia/wp-content/uploads/2015/12/1.-
Adicci%C3%B3n-al-celular-en-la-UNSA-y-la-UCSP.pdf

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