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Yerma

Yerma es una joven casada con Juan, hombre que su padre escogió para que fuera su esposo. A pesar de la
poca pasión en el matrimonio, Yerma respeta a su marido y cumple con lo que considera que son sus
obligaciones como esposa. Espera con ansias tener hijos, ya que cree que con ello su vida será más llevadera
y tendrá algún sentido. Su amiga María, que está embarazada, la anima y le dice que no pierda la fe, que los
hijos ya vendrán. Pero las palabras de María no calman a Yerma en lo inmediato. Juan, por su parte, es un
hombre del campo, consagrado al trabajo. Pasa mucho tiempo en sus labores, para que no falte nada en su
casa, ni a su esposa. Desea que su esposa pase el tiempo en su casa, y que lo atienda según se espera. Yerma,
sin embargo, no se siente satisfecha, ya que no ha podido cumplir su anhelo de tener hijos. Habla con otras
mujeres cuando le llevan comida a los hombres; también cuando están lavando en el río o buscando agua en
la fuente. El tema recurrente de Yerma es su deseo no cumplido. Otras mujeres le hablan de esperar, o de
buscar que la relación sea más apasionada. Yerma recuerda que lo más parecido a la pasión que ha sentido,
ocurrió con Víctor, amigo de la infancia. Pero ahora no puede permitirse esas pasiones. Como a Juan no le
gusta que su esposa salga de casa, trae a la casa a sus dos hermanas. De ellas no se sabe mucho. Andan de
acá para allá en la casa, siempre vestidas de luto y conversan poco. Con el paso del tiempo, el carácter de
Yerma se hace más sombrío y la relación con Juan se deteriora. Una noche, Yerma sale a escondidas a la casa
de una mujer llamada Dolores, donde lleva a cabo un ritual mágico para que se le conceda tener hijos. A
punto de salir al clarear, Juan irrumpe en la vivienda y tiene una fuerte discusión con ella. Posteriormente,
tiene lugar una fiesta pueblerina, a la que acude la pareja. Yerma se encuentra con una vieja a la que conocía,
y la anciana le indica que su falta de hijos es culpa de su marido. Le propone que abandone a Juan y se vaya a
vivir con su hijo, con el cual sí podrá tener descendencia. A pasar de sentirse insatisfecha con Juan, Yerma
tiene un fuerte sentido de la honra, y rechaza la propuesta. Juan ha estado oyendo la conversación sin que
supieran, y reclama a su mujer la situación. Yerma se queja de su vida vacía y de la falta de hijos, en tanto que
Juan le confiesa que no le importa eso, y que de hecho, prefiere la vida sin descendencia. Intenta abrazar y
besar a su mujer, diciéndole que se resigne a una vida sin hijos, y en ese momento ella lo atrapa por el cuello
hasta estrangularlo. Yerma termina diciendo que ahora sí podrá estar tranquila, aunque viva marchita.

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