Historia de Colombia David Camilo Santa Bohórquez Antropología 07/05/2019 En los siguientes apartados realizaré una reseña crítica correspondiente a la bibliografía asignada. El texto en cuestión se titula Tensión entre tradición y modernidad (1904-1945) de Luis Javier Orjuela y perteneciente al libro Historia de las ideas políticas en Colombia. Luis Javier Orjuela es un abogado y politólogo colombiano vinculado a la Universidad de los Andes. Sus investigaciones y preocupaciones académicas han girado en torno a la teoría política, el Estado y los regímenes políticos y el narcotráfico. Ha publicado numerosos artículos en torno a las temáticas señaladas en múltiples revistas nacionales e internacionales (académicas) y entre sus obras se destaca un libro publicado en el año 2005 La sociedad colombiana en los años noventa: fragmentación, legitimidad y eficiencia. Orjuela, desde el principio, intenta dilucidar los factores políticos e ideológicos que han dado forma a la coyuntura nacional de principios del Siglo XX en Colombia. La disputa se encuentra entre las tendencias reformistas modernizantes que empezaban a emerger en el país desde mediados del siglo XIX y el tradicionalismo ortodoxo de un sector conservador: los nacionalistas. De la misma manera, se plantea una divergencia entre la “mentalidad” de las partes rurales —con una perspectiva más conservadora— y la “mentalidad” urbana —más de carácter progresista- socialista, encarada por los liberales—. Esta pugna en cuanto a la perspectiva a largo plazo que debería tomar el país adquiere relevancia alrededor de la idea —siempre problemática— de «Progreso». A pesar de la ruptura que empezaba a presentarse con el tradicionalismo después de la Regeneración, éste lanza su cruzada contra el liberalismo, lo «masónico» y contra el Comunismo, tendencias que empezaban a emerger cada vez con más fuerza en Europa. Estas posturas marcarían la primera mitad del siglo XX en Colombia expresada en los mandatos presidenciales que tuvieron lugar durante ese periodo. Así pues, el autor se focaliza en tres periodos de tiempo que permiten ver los contrastes entre las ideas y sus manifestaciones prácticas, así como también sus consecuencias para el devenir del país. Estos tres periodos van desde 1904 a 1914 y de 1914 a 1930 marcado por gobiernos conservadores con tintes moderados y modernizantes y una hegemonía liberal, de 1930 a 1945. La primera etapa, pese a la evidente influencia de la Iglesia Católica en el ala conservadora, se vislumbraba ciertas facciones más moderadas que abogaban por reformas de carácter más liberal. Los denominados por la historiografía conservadores históricos, con su natural tradicionalismo, se decantaban más por una modernización; no obstante, ambos partidos —liberal y conservador— coincidían en la racionalización de la acción política, el orden y la transformación material e ideológica, lo que los diferenciaba entonces era la religión. El mandato de Rafael Reyes (1904- 1910) se caracterizó por una necesidad de integración territorial y política; por una mezcla de intervencionismo borbónico, antimodernismo y nacionalismo cultural hispanófilo, como menciona Orjuela. La idea de modernización capitalista tomaba fuerza, aun sin una base productiva que diera respuesta a esas reformas económicas verticales provenientes de la Capital. Consecuentemente, las fluctuaciones económicas no se hicieron esperar: inflación y desorden en las tasas de cambio como efecto directo, hay que resaltarlo, de la economía de guerra que dejó la Guerra de los Mil Días. Las centrales obreras, de manera paralela, comenzaban a emerger por aquellas fechas y la vez que defensa de la industria nacional, es decir, el proteccionismo; la modernización capitalista que se pretendía necesitaba institucionalidad, educación e integración de la mano de una visión secular. Las ideas liberales comenzaban a penetrar de manera sigilosa de la mano de figuras como Benjamín Herrera y Uribe Uribe. Censura a opositores, conflictos internos y un naciente corporativismo (copia aparente del pragmatismo norteamericano) —amalgama e incestuosa relación entre el sector público y el sector privado—, los sectores históricos del conservadurismo y los liberales (civilistas y bélicos) su unían en pos de sacar adelante reformas. En el ala del liberalismo se encontraban Benjamín Herrera y Rafael Uribe Uribe quienes de la mano de esta suerte de «convivencia política» abandonaron principios liberales clásico como el libre cambio y la limitación del poder del Estado, por el intervencionismo y lo que se denominó “función social del Estado”, acercándose más al ideario socialista de la época (nada que ver con el Liberalismo al menos económico). El gobierno de Reyes iba tomando cada vez más tintes autoritarios y un rechazo, que ya había provocado escisiones en el mismo partido conservador, por parte de aquellos conservadores [nacionalistas] que gobernaban para las zonas rurales. Con la salida de Reyes del Gobierno y la entrado de Carlos E. Restrepo (1910-1914), la alianza entre liberales y conservadores continúa, incluso con con las diferencias que les mantenían en las antípodas y, mientras que se generaba una coalición entre los conservadores históricos y los nacionalista, Restrepo mantiene las reformas modernizantes que acentúan todavía más la conformación de un sector obrero cada más más fuerte y debido a la manifestación de crecientes desigualdades materiales. La erosión, por ejemplo, de las relaciones laborales hacendadas comenzaban a modernizarse, por lo que se empiezan a estimar y consolidar peticiones en torno a los derechos de los trabajadores El intento de Restrepo, señala el autor, es de carácter suprapartidista, lo que significa que, desde su concepción republicana, Restrepo le apostó ya no sólo a gobernar con coalición con las fuerzas políticas existentes, sino a incluir además los sectores populares. Restrepo se enfoca en la delimitación del poder presidencial y la ampliación del sufragio para Presidente y Cámara —A través de una Asamblea Nacional Constituyente—. En el gobierno de Restrepo se avanzó en la consolidación de un Estado de Derecho de protecciones civiles ante el gobierno que recibió bastantes críticas de parte del conservadurismo radical, pero que no dudó plantarles cara en contra de la agenda de censura que seguían pretendiendo. Con tradicionalismo fortalecido, unos años más tarde, contrataca. José Vicente Concha (1914- 1918): refuerza el clientelismo y el patrimonialismo ya con la unificación del partido conservador. En contraste, las reivindicaciones obreras y la perspectiva del “liberalismo social” se enfoca en la eliminación de los privilegios, los monopolios y las arbitrariedades —consignas auténticamente liberales, cabe destacar— a la vez que se reclamaban más derechos laborales; la racionalización y modernización entre las relaciones entre capital y trabajo (lo que coincidía con lo que planteaba Uribe Uribe). La tendencia conservadora continuaría en el gobierno de Marco Fidel Suárez: huelgas por no proteger la industria nacional y el rampante tradicionalismo volvía a tomar aires. Se reestablece el impuesto sobre la renta y la consigna de que debía prevalecer la caridad por sobre la intervención estatal. La necesidad de capital estadounidense se intensifica y surge una oposición a la utilización de los recursos como el petróleo por parte de capital foráneo por lo que se propone la nacionalización de los hidrocarburos, najo el principio de soberanía liberal. El país entonces comienza a abrirse al crédito norteamericano y se toman los 25 millones de dólares del desembolso por indemnización por la pérdida de Panamá. Con la asunción de Pedro Nel Ospina (1922-1926) la economía del país da otro paso en la modernización; se reanuda la construcción de vías de comunicación, se expande el sistema bancario y financiero; se comienza a racionalizar las cuentas del Estado y, en consecuencia, con toda esta ayuda técnica de los Estado Unidos con la Misión Kemerer, se crea el Banco de la República y la Contraloría General de la Nación. Poco después, parece ocurrir, como expone Orjuela, un retroceso durante el gobierno de Miguel Abadía (1926-1930) donde se desataron conflictos con la clase trabajadora en torno a huelga; los trabajadores de Tropical Oil Company y de United Fruitr Company —el hito histórico de la «masacre de las bananeras», donde se estima que murieron màs de 3.000 personas— se unieron y desataron huelgas y disturbios, por lo que el gobierno de turno no tuvo otra opción que aplicar la fuerza. Esto evidencia la creciente polarización social como consecuencia, se arguye, de una estructura de clases bastante rígida, clasista, racista y además oligárquica, lo que dificulta además el proceso de construcción de unidad nacional. La ofensiva decisiva de parte de las élites liberales modernizadoras no se hizo esperar; pese a la falta de asunción de un liderazgo —Olaya Herrera, a la cabeza de los liberales, no cree que pueda tomar las riendas del partido y asumir los problemas de la nación—. En 1934, sin embargo, asume la presidencia, como representante de un sector, de la élite financiera modernizante. Comienza entonces una aceleración dela industrialización, la formación de clase obrera, la expansión de los mercados y las relaciones salariales; no obstante, si por algo se caracterizó el gobierno de López Pumarejo fue por su creciente intervencionismo en nombre del “bienestar social”: planteamientos de reforma tributaria y agraria, redistribución del ingreso, integración de sectores populares marginados y secularización de la sociedad. Se apostó por la creación de un lenguaje común, en donde primara la cohesión a través del liderazgo. La protección de la industria nacional (proteccionismo) y la construcción de una idea de nación sobresalieron en su gobierno. Aumento de impuesto sobre la renta y de sucesiones. La reacción conservadora no se hizo esperar y el inminente crecimiento del Estado —contra el que cualquier liberal debería levantarse— ya era una realidad palpable sobre los individuos. El texto que presenta Orjuela es preciso y no divaga; intenta dilucidar las coyunturas sobre todo políticas e ideológicas de manera histórica, por lo que profundizar en ciertos hitos históricos no le interesa mucho. Considera que la exposición de esta primera mitad (casi) del siglo XX se hace de manera magistral, ya que es a través de la ideas políticas y su aplicación práctica —ahí es donde se hacen patentes las contradicciones y traiciones ideológicas a los programas políticos— que es posible entender mejor cuáles fueron precisamente esos elementos que han dado forma a la historia de nuestro país en el último siglo. Sin embargo, dado que se trata de un artículo académico, las situaciones expuestas deben ser delimitadas y relegarse, como he mencionado, a las coyunturas políticas que dan forma a nuestro devenir nacional. Pienso además de que a pesar de que la historia debe ser descriptiva y no valorativa (Wertfrei), cuando se trata de política y de la aplicación de la misma, esta debe ceñirse a aquello que ha demostrado por sus efectos ser adecuado para la consecución de ciertos fines y consignar la acción humana en diferentes contextos de tiempo y lugar. Bibliografía
Ocampo, J. (2008). Historia de las ideas políticas en Colombia: de la independencia
hasta nuestros días., Orjuela, L., Cap. V. Tensión entre modernidad y tradición (1904- 1945). Bogotá, Colombia: Taurus