Sei sulla pagina 1di 43

I

(í)
~~ }')
RICARDO'; ELIZONDO ELIZONDO
f) ., o
1'
r._.

/
'¡ 1
1 ,) Relatos de mar, desierto
y muerte

1:
r
Ftpt
~'rii'
t,;·' .
f~¡
,r1
J
E.·
.1

~©W
~ EDITORIAL J
ficción
Universidad Veracruzana
Xalapa México, 1980
!

l
/>'l ,O.e;::J_.J;

--~ L/3~ r 316;-j88

DONATA

Primera edición, 1980·


Derechos reservados © conforme a la Ley por:
UNIVERSIDAD VERACRUZANA
Lomas del Estadio, Xalapa, Ver., Méxim

Dirección Editorial
Sierra Nevada 319
México 10, D. F.

ISBN 968-590-00H
Concha era su nombre. Así. Simple. Como el
nido del molusco. Dicen que porque nació
junto al mar, a su orillita casi. Era vieja, tan
vieja como el aire, como las ilusiones. Vieja y
requemada como los tabachines de la plaza del
puerto pueblo. Fue maestra empírica. Enseñaba
a los niños entre bocanadas de calor y con el
azul del mar siempre cerca. Ninguno aprendía
gran cosa. Lo más sumar y leer. Escribir muy
poco, si acaso el nombre y nada más. Mujer
grande y prieta, siempre floreada. Tenía la piel
brillante y mirada de tortuga. Lagrimosa. Ma-
ternal. Poseedora de la dignidad del mar con su
giro eterno y su estar ahí desde antes que la
tierra fuera, aún desde antes de la luz. Cuando
ya no sirvió como mujer se le antojó tener un
hijo. De tanto tener los ajenos, nunca pensó
en los propios. Era muy tarde. Ya no sentía
más el parentesco entre la mujer y el creciente.

9
Ya no sentía más romperse los diques de su ser situación sólo le dio una parte, la porción que
cuando el mar crecía gordo una vez al mes. Re- adentro tenía de su padre. El padre de Concha,
cogió una niña. Hija de no sé quién venida viril marinero de siete mares que llevaba la rosa
de no sé dónde. La llamó Donata, como el lan- de los vientos estampada en el paladar, y que
chón de su padre, que servía para ir y venir de por el sabor del aire sabía de las rocas trampa
los barcos al muelle y llevar también los muer- a flor de agua, de la cercanía de la tierra y de la
tos del puerto a la mar profunda. profundidad del mar que se continuaba en el
Concha jamás, ni un solo día de su vida dejó pozo dulce de su mirada obscura. Fresco como
de ver el mar. Ya muy anciana, tan acabada brisa de tormenta llegó una tarde al puerto vie-
que ni fuerza tenía para pelear con sus recuer- jo del pueblo de la madre. Venía de lejos, de la
dos y lo único que comía eran trozos de pescado costa remota de una tierra que hablaba la misma
hervido y machacado y piedritas de azúcar que lengua. Lucidor. Guapo como el faisán de la
dejaba diluir en la boca, pedía casi como ora- China. Enorme hebilla de plata abrochaba su
ción que la dejaran meterse al mar para acabar cintura. Cuero suave en la bota para el caminar
de una vez, quería respirar el agua y que sus danzarín del hombre acostumbrado al movi-
pulmones se llenaran de azul. Donata ya para miento. A la sombra de su espalda, Concha-niña
entonces no le prestaba atención, no la oía, vivía se cobijaba de la mar picada. El marino conoció
sumergida en su pasión desquiciante. La vieja a su madre en una callejuela y al calor del me-
era para ella un algo que vivía dentro de casa, diodía. El barco marinero de las velas .blancas
sin mayor importancia. Desde la pubertad había fue vendido a un rubio comerciante. En su lu-
abandonado el cariño de su madre postiza, qui- gar apareció Donata -lancha gorda de lento
zás porque nunca la quiso. Muy pequeña supo viaje- y la casa de madera fresca verdeazulosa
su condición, pero la causa de su desafecto no en que aún vivía. Concha siempre lo traía entre
era esa, la realidad es que Donata estaba impe- ceja y ceja. Concha aún estaba enamorada de
dida por naturaleza para sentir cariño, al menos su padre. Nunca lo sabría, pero la causa de su
en la forma que todos entendían. soltería era el recuerdo del hombre de la sonrisa
La madre circunstancial trató de enseñar y blanca como espuma de sal que murió afiebrado
dar a la pequeña todo su ser. Mas por extraña cuando ella aún no estrenaba el sostén de los

10 11
quince años. Al cumplir los diecisiete enterró a controlada del sueño, veía a una gran tarántula,
su madre. araña peluda con escote blanco y la cara morena
Era curioso, pero muy poco recordaba de de su madre muerta. En ocasiones el olor de un
ella. Como que su imagen se le confundía en la guiso o el recuerdo de los plátanos en tentación
infancia y aun cuando tenía un baúl de madera revivían obscuramente a su madre-rival, pero
olorosa lleno de las pequeñas pertenencias de la Concha entonces se apresuraba a tomar agua
mujer de pueblo que fue, desde que las metió fresca o a respirar profundo, porque aquellos
ahí un mes después de haber fallecido ella, ja- sabores le revolvían el estómago, le daban náu-
más las había vuelto a ver. Salvo la ocasión en seas. Incapaz de discernir culpaba a los guisos
que Donata siendo niña, sin aviso levantó la del sufrir de sus vísceras, sin imaginar que la
pesada cubierta y mil cucarachas impresionaron madeja de todo estaba en el increíble odio y so-
los sueños de la pequeña por meses y meses. berano desprecio que sentía por la esposa de su
Desde entonces subió el cajón mostrenco sobre padre. Pero eso nunca lo sabría, nunca tan si-
el tapanco de atrás, junto a las sillas rotas y las quiera lo pensaría.
tinajas para las fiebres y deposiciones. Para sus Desde que murió el padre, Concha tuvo que
recuerdos hubiera dado lo mismo tener el baúl trabajar. Heredera del prestigio pueblerino de
junto a la cama, sabía qué era, sabía qué conte- la familia de la madre, que sin figurar nunca,
nía, pero nunca emparentaba aquello con el habían sido por generaciones el continuo musi-
afecto. Cuando su madre murió, murió aplastan- cal de la melodía del pueblo, no recibió contra
te y definitivamente. No la pensó ya más. No la para iniciarse y aprender practicando un oficio
tomó como punto de referencia para cosa algu- necesario y respetado. Porque oficio y no pro-
na. Al menos eso era en la superficie. Porque fesión era en el puerto-pueblo enseñar a los ni-
profundamente, en el recoveco gelatinoso y ma- ños. Más importante era que salieran al mar o
sudo, en la abismal obscuridad de su yo desco- encargarlos desde pequeños a las recuas comer-
nocido, ahí la tenía, ahí la llevaba. Por eso ciantes que como cordón de hormigas iban hasta
cuando tenía pesadillas que después olvidaba, en la lejana capital, más allá de los manglares y las
el instante angustioso del despertar ·.violento, palmeras, más allá de la montaña, donde para
cuando detrás de sus ojos estaba la imagen in- estupor de Concha no se veía, y más aún, no se

12 13
conocía el mar. Comenzó enseñando -no sabía prendía de Concha que los hacía retirarse. Quizás
ni cómo- bajo una choza abierta a los cuatro su mirada esquiva, de lado, o el rictus supremo
vientos. Temerosa siempre, se desmañanaba para que siempre nadaba en sus labios. Los hombres
enseñar veintiocho letras y dos operaciones arit- no le importaban. Ninguno llegó a rascar su
méticas. El Ayuntamiento le pagaba por aquel deseo. Era fría como manojo de algas. Sus car-
fingimiento una pequeña mensualidad. Maestra nes no destilaban humor alguno, ni tan siquiera
por accidente, tenía la letra como ropa en ten- sudaba. Parecía una gran ropería. Con todo y
dedero y ni ella misma sabía leer de corrido y eso no faltaron hombres cansados, deseosos de
sin error. Pero era buena, decente, ejemplo para una hembra tranquila de mirar ausente. Iban
los niños. Sin sentir le pasaron los años en aque- detrás de una casa ya hecha y con la ilusión de
lla posición obscura y luminosa. Siempre sin pre- envejecer cuidados por mano de mujer. En Con-
tensiones todos la conocían. Compraba cuatro cha no encontraron respuesta. No devolvía su
peces por semana y medio pollo los domingos, mirada, ni su plática y hubo alguno que varios
una canasta de verduras y un pilón de azúcar años, en todos los viajes que lo traían al puerto,
prieta. A nadie recibía, a nadie frecuentaba. Su iba a ser visto a la choza-escuela,y ya muy tarde,
mutismo era proverbial. Hablaba en la escuela cerca del ocaso,pasabay repasaba frente al balcón
y una vez al mes en el Ayuntamiento. Silencio donde la maestra sin inmutarse, veía al mar sen-
de montaña grande y lejana. Su estar por las tada en la mecedora.
tardes floreada y limpia en la vasta mecedora Así pasaron los años sin pasarle verdadera-
viendo el mar, era para los vecinos símbolo de mente, hasta que un día se sintió vieja y vol-
tranquilidad y permanencia. El día que Concha teando hacia atrás vio el vacío enorme que tenía
no vea el mar -decían las gentes- algo malo al frente. Entonces ya no tuvo descanso. No
sucederá. buscó desesperada un hombre, más bien espe-
Sola, nadie la vio jamás con varón. Sola tam- raba una señal. Algo que le indicara el principio
bién hada su ropa siempre de telas floreadas o el final de todo. No sabía qué podía ser, un
-y sin amigas se pasaba- fiestas y cumpleaños. rayo en noche de tormenta o una espina de pes-
Siendo moza varios pretendientes estuvieron bus- cado atorada en la garganta daban lo mismo.
cando la forma de encontrarla, pero algo se des- Nunca sospechóque el cambio lo daría el grito

14 15
madre. Aquella criatura le pertenecía. No le im-
pelado de un recién nacido. Aunque no lo ad-
portaba ni quería saber de quién era. La había
mitía, su virginidad ahora le pesaba. Había sido
encontrado en su escuela, de su propiedad 'por
como el arrecife pelón que está donde el flujo
treinta y seis años, eso era suficiente. No se pre-
y reflujo de la marea se juntan. Ninguna barca
ocupó de si alguien pudiese reclamarla. Nadie
había podido tocarlo, ni tan siquiera el mejor
lo hizo.
nadador. Tan inasequible era, que entre los lu-
Esa mañana no dio escuela. El envoltorio de
gareños mencionar la roca pelada era decir em-
enaguas traía dentro una niña. Pequeña y clara
presa imposible. Así de inútil como el arrecife
criatura de pelo muy negro. Había nacido de
-inútil e impracticable- había sido su vida de
una adolescente e inexperta dama de puerto.
mujer fértil. Si hubiera sabido a tiempo que
Vino al mundo después de un parto asombro-
si en la juventud el corazón está lleno de ambi-
samente fácil. La madre, muñeca porteña, sólo
ciones y sentimientos, en la vejez es un músculo
esperaba eso para irse lejos y sola. Más por co-
doliente cuyo vacío terrible acompaña de día y modidad que por cariño dejó en la escuela su
amarga las noches. Por eso la mañana aquella producto. Mucho mejor para la criatura. Seis
de sus cincuenta y tres años, cuando en medio de meses después la linda muchachita de las tetas
la tormenta matinal, mojada hasta los tuétanos, al de limón, querida entre las queridas del burdel
llegar a la escuela vio sobre la mesa de su ense-
de tablas y botellas de ron, por culpa de un ala-
ñanza un envoltorio inconfundible, muy pro- crán irritable moría en el camastro, siete veces
fundo en su alma también llovió y por primera usado aquella noche, de un aislado campo ca-
vez en su vida su ser olió a tierra mojada. Desde
caotero.
ese día y por varios años la criatura que encon- La niña pues, se quedó. Curiosa maternidad
tró sería como un aire lozano cargado de hu- la de Concha. Secaslas manos y secoslos pechos.
medad, de promesa. Al ver aquella pequeña Escondida en la casa fresca se metía la botella
humanidad y sentirla cerca de sí, se dio cuenta de mamar entre los senosy se hada la ilusión de
que por mucho tiempo había deseadoser madre, que al fin amamantaba. Sin saber cómo arrullar,
mas sus confusas emociones y lo perdida que tarareaba tonadas de su padre marinero. Tona-
estaba entre sus kilos de soledad le habían ale- dillas que guardaba con recelo y que viendo el
jado el sentimiento. Ahora se sentía madre, era
17
16
mar las recordaba. Con voz quedita canturreaba, darse cuenta del poder brujo con que la niña
buscando perlas y caracoles le vi los ojos a una piel de playa disponía de los mocitos de su edad.
mujer eran tan grandes corno faroles corno fa- Donata quería una fortaleza grande sobre la cual
roles. . . y recordando la melodía recordó la se- sentarse. La vieja Concha sesentona, vestido de
guridad que su padre le daba y Concha con la verde mango floreado de roca y sol, sentada sobre
niña pensaba en él y la niña tomó de Concha la arena veía el agua, veía el mar. La niña dale
el carácter del marinero risa de sal y desde en- que dale con un cuenco y todo el ardor, amon-
tonces se sintió barquito y la permanencia no le tonaba en una lomita los cimientos de su poder.
gustaba. A cada instante cambiaba de sitio. Lo Era muy poco lo que avanzaba, ella quería un
que en otros niños era energúmeno infantil en cerro grande donde sentarse. Vio a unos niños
Donata era conciencia de no estar amurallada. cerca muy cerca; con la mano, la piel y una son-
Necesidad de amplio espacio y mucho aire para risa, de los chicos pidió su ayuda. Cuadrilla de
sus ojos. Sin ser bonita, la pequeña tenía gran- esclavos niños apasionados. No era explicable,
des los ojos y muchos y negros cabellos. Poseía simplemente sucedía. Concha vio cómo la loma
la cadencia suave de las pequeñas olas caracola- creció y vio también cómo Donata, hinchada de
das. Sabía abrazar en redondo y por completo, satisfacción,extendió sus pequeñas piernas sobre
corno si su ser fuera suficiente para contenerlo el bastión.
todo, como si su ser fuera de mar. Era natural, Aquella tarde ambas descubrieron cosas.Para
porque viendo los ojos de Concha veía el mar, Concha, Donata estaba preñada de señales y sig-
siguiendo su vista lo encontraba, oyéndola lo nificados, esa tarde se dio cuenta que signos y
oía, sintiéndola lo sentía. Así la niña se volvió promesas ella los había puesto y que no tenían
de mar y fue corno él, indomable y hechicero, por qué cumplirse. Pero estaba en un error. La
placentero y traidor. También como el mar, niña sí llegaría a ser la Donata-lancha de su pa-
cuando Donata creció no quería a las mujeres, dre marinero, la que le daría el sustento y la
mas se llenaba de placer dando confianza a los llevaría al fondo obscuro de la muerte fría. An-
hombres para después hundirlos, tragarlos. tes pasarían muchos años, muchas cosas. Concha
Concha intuyó esto desde que Donata era alcanzaría a ver hilos blancos en la noche selvá-
pequeña. Lo confirmó un atardecer lejano al tica de la cabellera de su hijastra. Seguiría junto

18 19
con ella, desde la mecedora grande de las noches jero y comerciante. No pensaba en el ·mañana,
de desvelo, los cientos de orgasmos que Donata simplemente recorría con su cuerpo el mar de la
vivió. Sentiría el navajazo helado de su cariño pasión. Anclaba por momentos en el hombre que
sin resohancia. Y nunca pudo hacer nada por- elegía para descargar sus inagotables bodegas de
que el esguince fue permanente. No se daba sensualidad,los profundos toneles retacadosde ca-
cuenta que repetía moldes de la odiada y muerta ricias. Porque era el deseo de Donata, frondoso
esposa de su padre. Concha era pueblo, tradi- y sin inhibiciones. Brotaba desde muy hondo y
ción y cementerio. Arquetípica conducta de ge- como fumarola se desprendía. Le salía por entre
neraciones de gentes inamovibles en su tierra, en los cabellos negros y abundantes. Se hacía nido
su casa, en los sentimientos y costumbres. Amaba y nudo en el eje abanico de sus brazos peritos
el mar porque le recordaba al padre, pero como en dar la caricia que amarra la voluntad. Por el
auténtica mujer de mesa, silla y mecedora, nunca deseo sus caderas eran como las olas, fuertes
había navegado más allá de donde se ve la tierra. al golpe y suaves al tacto. Poseer aquella hembra
Era fija, patrimonial, aún usaba la misma cara" -decían los marinos- 'era como ser tragado por
cola con que de niña se bañó, presumía de tener la arena movediza.Porque su profunda succión le
el mismo cuchillo que usó su padre y hasta el venía desde el alma. Deseosasiempre de abarcar-
peine de marfil era el mismo que peinó a su lo todo, hacía que sus adentros se reacomodaran,
abuela. Por eso no pudo hacer nada. No tenía tomaran la igual forma del hombre que por mi-
vocabulario para entenderse con su hijastra. Do- nutos contenían. Abrazando a lo largo y a lo an-
nata hablaba una lengua en eterno cambio. Dan- cho estrechaba el cerco en el centro de su univer-
zarina en ilusiones, no tenía ambición alguna. Lo so. Entre la mata de pelo y sus redondos talones
único fijo en ella era su pasión por hombres siem- el desafortunado compañero se volvía río desafo-
pre diferentes. Ese ser en movimiento lo llevaba rado, tormentosa corriente electrizada de pasión
en el arco lindo de su pie, en la gota de oro tem- cavando y cabalgandoen un surco-valle-olaa cada
blorosa prendida del oído, en la cintura· fina y en instante más envolvente, más insatisfecho.Mujer
el cañón profundo que dividía sus nalgas don- de agua salada, artesana del placer intolerable,
de el aire de la playa formaba remolinos. Era infinitamente prolongado y por lo tanto doloro-
abierta, mutante y misteriosa como puerto vía- so. Como el mar, jalaba mientras el náufrago

20 21
perdido en su naturaleza tuviera fuerza. Para sal- nos desconocidos. Los niños del muelle con algo
varse había que aparentar la muerte. Bajar las en las manos, casi a diario subían la loma hasta
velas. Deponer las armas. Sólo así el marino aman- la casa verdeazulosa. Llevaban desde peces recién
te podía volver a respirar. Fingirse ahogado para atrapados, hasta caracolas iridiscentes de asombro-
que el océano maldito lo aviente de su ser, lo so colorido traídas de más allá de no sé dónde.
arroje de su adentro y lo vuelva a la superficie. Cajas y cajitas de maderas claras y pulidas. Pie-
Después, por días, reponerse de un cansancio me- zas de telas finas· se amontonaban en el ropero.
dular. Embotados los sentidos. Con la estrella an- Decenas de pulserillas de plata y cobre, de hierro
clada. Y poco a poco sentir la gana de dominar y y bronce. Muchas monedas raras que Concha
volver a la empresa y de nuevo volver a simular aventaba a un jarro gordo. Donata no se inmu-
la muerte. Así hasta que queden fuerzas para apa- taba. Bien podían traerle una barca con velas de
rentar el ahogo, única salvación. Hasta el instan- oro, si el hombre que la traía no le gustaba, nada
te en que ni fingir se puede y entonces sí es ca- valía.
dáver lo que regresa. La antes desquíciante y des- La fama de Donata fue creciendo. Las demás
garradora excitación, deseo, ira en .paroxismo de mujeres ya no competían. La que había comen-
placer, ahora es caricia maternal que acuna a lo zado como puta clandestina se estaba volviendo
sin vida y lo lleva a la playa del puerto último. un mito. Ella elegía sus machos. Su presencia en
Hotelucho sórdido. Cuarto de atrás de fonda en- los burdeles detenía la música. Entraba en ellos
gañosa. Arena raspante en noche de luna. como barca grande, limpia y con olor de brisa
Donata no tenía un lugar fijo para dar su fresca. Siempre vestida con la flor del algodón,
amor. Ni tampoco un tiempo determinado. Siem- faldas anchas y escote largo. Cabeza hermosa re-
pre dispuesta, la única limitación era su propio ventada en mil cabellos acariciables. Pies de san-
gusto. Jamás lo hizo sin querer o por obligación. dalia donde la fina pierna se volvía muslo apeti-
Pese a que los hombres le daban todo por una toso y duro. Donata era su cuerpo y el palpitar
de sus caricias y aún por nada, ni eso la conmo- sudoroso de los marinos ansiosos y vehementes:
vía. Fuera de todo precio resultaba más cara que Su sola mirada a la cintura viril encendía a los
un cargamento de especias. En la casa de Concha machos y los dejaba lujuriosos, jadeantes, con su
se acumulaban los presentes enviados por mari- enhiesta lanza rompiendo las bragas. Reía, y el

22 23
316583
arco perfecto de su dentadura paralizaba la car- cigarros y tres cervezasle dio la espalda cuando
ne de hombre deseosa de restregar en aquella llegó. Esa noche no hubo música, ni canto en la
cueva el hombro, el cuello y el vientre firme y playa, ni enfermo de amor. Donata no vio a na-
peludo. Antojo de llevar tatuada esa boca justo die. Detrás del mozo y sobre su nuca, los ojos
encima de la ingle. Que sus brazos morenos es- negros de la porteña flameaban llenos·de amor
tuvieran pegados al costado del garrido piernas carnal. El joven tibio cintura estrecha pensaba
de acero. La desesperación por tenerla provoca- mientras en su ilusión. Para ella fue empantanar-
ba masacres de represión pestilente. Estando ella se, sumirse en una necesidad más allá de ponde-
nada importaba, ninguna brillaba. Su magia, su ración. No podía ser, no debía ser. Pero fue.
carne, su olor y su risa enloquecían. Ningún hom- El marino de largas pestañas se fue a los tres
bre había resistido jamás el poder animal que des- días sin haber tocado a Donata, Sólo una vez la
tilaba, hasta el día aciago en que llegó el eunuco vio, pero para siempre y hasta el final de sus días,
de su impaciencia. la morena palmas de nácar llevaría dentro la daga
Parido por cándido vientre, fruto de mala le- del recuerdo de aquel hombre fino entre los fi-
che, con la simiente podrida, envenenado el alien- nos, bello para su angustia y estéril, seco, maldi-
to, hijo de la puta y de las mil putas. . .. entre to, enfermo, loco y todo, todo lo que en el mundo
borracheras y ahogada de alcohol Donata gritaba. hubiera para calificar,marcar, distinguir al único
Porque aunque se resistió, la risa del macho es- hombre que pudo haber amado...
téril se le había metido entre sus tetas prietas, Donata ya no fue igual, llevaba dentro una
pero al muy imbécil le gustaban los muslos de pasión malsana sin liquidar que le emponzoñaba
hombre y contra eso nada podía. Ni todo su en- el alma. A vuelta de meses todos habían olvida-
canto, ni todo su cuerpo, ni toda su peste de mu- do el incidente, menos ella. Tatuado muy aden-
jer deseosa. Donata estaba perdida. El muelle, el tro lo llevaba y con su ansia loca por borrarlo,
puerto y los siete burdeles callaron broncos por el amor carnal lo hacía más y mejor que nunca.
la. desgracia. El marino guapo de allende el mar Entonces sí su placer no tuvo límites. Estar
llegó con luna de mal presagio. Redondas nal- con ella era recorrer los cielos en vertiginosovue-
gas, fuertes las piernas, ancha la espalda, tiernas lo, sumirse hasta donde nace la carcajada y el
las manos, sentó sus reales en una mesa y entre grito y llegar hasta más allá, a donde deja para

24 25
siempre de fluir el llanto, donde el ojo pierde
brillo y se detiene el corazón. Donata mata a los
hombres, empezó a murmurarse, pero la seguían
probando, al fin puerto de marinos descreídos
enfantochadosen su virilidad. Fue entonces cuan-
do murió la Concha y Donata se la llevó al mar
profundo.
Pasó el tiempo, pasaron los años. En la vieja
mecedora de la casa verdeazulosa, Donata cin-
LA VISITA
cuentona veía al puerto con sus barcas y marinos,
tantos que llegan y todos se van. Estaba sola.
Quiso ser madre. Ya era tarde. De tanto usarse,
la maternidad se le había atrofiado. Hacía tantas
lunas que ya ni recordaba cuándo. Cada día ja-
laba más la caja grande donde guardaba las cosas
simples de Concha la muerta. Una noche de su
fortuna alguien le trajo una niña prieta. Chiqui-
lla limpia recién nacida, hija de señorita buena
del pueblo viejo. Le dijeron que lloraba junto
al mar. La llamó Concha. Así. Simple. Como el
nido del molusco...

26
El caserío, escondido en un rincón aislado del
inmenso desierto, poco a poco se fue despoblando.
Primero se fueron los hombres, los de piernas
duras y brazos fuertes. Hada tantísimos años sa-
lieron alborotados porque iban a pelear por la
tierra. Bonita la cosa,si aquí la tierra nadie la pe-
lea, quién quería: lomas secas y pelonas, ensali-
tradas llanuras quemadas por un sol más fuerte
que dolor de muelas. Los pocos que regresaban,
se iban de nuevo a la semana con bártulos, mu-
jeres e hijos. Fue la época de la hambruna. Sin
espaldas que cargaran la piedra cal y los cristales
de alumbre, las carretas que venían lastradas de
alimentos desde más allá de la laguna seca y re-
gresaban atoradas de piedras por el mismo ca-
mino, dejaron de hacer su viaje. Por aquellos días
fue tanta la necesidad, que los ancianos tuvie-
ron que recordar costumbres indias, tan viejas y
olvidadas que casi las inventaron. Aprendieron

29
entonces a comer las gruesas raíces de arbustos decían lo mismo, más allá de los arenales siguen
que al aire no llegaban a la rodilla, tendieron mantos de gobernadora y después más arenales.
trampas para serpientes y ratones de covacha, y Ellos sólo conocían hasta la estación del tren,
un día que los trashijados niños tenían la mirada pero sabían, Por pláticas, que a muchas horas de
más triste que nunca, las mujeres se juntaron y camino y de sed, había un lugar donde todo era
mataron una mula rejega que andaba suelta por verde y llovía todos los días. Le costaba creerlo.
la cañada. A partir de entonces las más preca- Un hombre de aquellos le regaló una botella de
vidas sembraron calabaza ·y frijoles, haciendo co- vidrio verde, el más maravilloso regalo de su in-
verturas de quiote y albarda para proteger las fancia. La guardaba envuelta en un trapo limpio
plantas del sol endemoniado. y todos los días, con ella a los ojos, se paraba fren-
Ahí nació, no sabía dónde ni cuándo, pero ahí te a la secazón reverberante para verla toda de
nació. Lo más que recordaba es que fue la sép- verde.
tima de los hermanos y la segunda de las mujeres Pronto creció, siempre esperando la lluvia,
que a su madre se le logró. Creció fregándose el siempre jalando muy duro. A los doce años ya
lomo rompiendo el maíz en el metate. Tenía los sabía cómo criar a un niño y qué hacer para no
hombros duros, como de hombre, se le habían ser carga en la familia. !A los catorce se dio cuen-
hecho de cargar las tinajas con agua, lo mismo ta que él existía y a los quince se amancebó. Su
los chamorros y el pie talludo. Era fuerte como hombre era tonto, más tonto que una gallina aso-
caballo, podía caminar horas y horas envuelta la leada, pero lo quería, y lo quería bien.
cabeza y cubierta la boca. De las más valientes, Una mañana de ventolera, poco después del
si fuera necesario iba sola hasta la 'última loma, nacimiento de su hijo, recién llegados los carre-
tan lejana que no se veía, pero ahí estaba. Desde tones empezó el alborotamiento. Los hombres de
niña se acostumbró a la muerte y al silencio, ha- allende la secazón traían noticias de guerra, cu-
bía visto secarse muchas vidas, de niños más que chillo, grito y caballo. Que había pelea grande,
de otras. A veces,en el mediodía ardiente, ence- que se estaban juntando los hombres y había pa-
guecida por el sol se preguntaba qué habría más saje libre en el tren, que el pleito era bueno, ha-
allá del espejo maldito de los arenales. También bía comida y paga seguido, sin contar con el pi-
a vecescuestionaba a los carretoneros. Siempre le llaje y las albricias, Porque la verdad sea dicha,

30 31
el que gana la cabra es dueño del cabrito. Con fondo vacío del cesto de frijoles; entonces cam-
las promesas a los caleros se les iluminó mansa- biaron las peñas salitrosaspor los mantos de yer-
mente la mirada, -pa' comprarte una tele boni- bajos y gobernadora. Vehementes, con un mache-
ta, para eso quiero ir, terca y dura como piedra te y la soledad que les aplanaba el vientre, em-
bola la mujer miraba el suelo- después en el pezaron a rasguñar todo lo que fuera comible.
aire se juntaron, unos a otros se apoyaron y al Probaron de cuanto había, los ancianos primero.
día siguiente junto con los carretones partieron Las ratas, nudos de cordelesy secazón, los susten-
los primeros, al atardecer los segundos y al tercer taron por meses,mientras, raquíticamente, se vol-
día los que quedaban. En dos noches el poblado vían agricultores.
quedó sin maridos y sin hermanos. Habían di- Casi un año después llegó uno de los arras-
trados por la revolución, venía estragado, enfla-
cho que pronto volvían, antes que se te acabe el
costal de maíz, pero no lo cumplieron. Pasaron quecido y sin nada bueno. Contó que aquello no
las semanas y empezó la angustia. El hambre an- había sido lo que esperaban, que los habían su-
daba suelta rondando por el lomerío, la muy trai- bido a un tren y por días viajaron, que una. tar-
dora se metía por las noches entre las casuchas de y sin aviso, muchos hombres de a caballo de-
haciendo que los niños pidieran más y jugaran tuvieron la máquina, que todo fue confusión,que
menos, y hasta en la mirada inquieta de los an- los que pudieron saltaron del tren y se metieron
cianos y en la cara marchita y atormentada de las corriendo por entre los magueyes y nopales, ésos
mujeres se dibujaba. Resecofantasma torcido raíz se salvaron de las balas, pero quién sabe si del
de mezquite vete muy lejos. Pero el hambre se desierto. Muchos nos quedamos calladitos dentro
reía y rumbera bailaba todo el día su danza de de los carrotes, grandes como tres jacales juntos,
muerte. La única esperanza eran los carretones, fue lo mejor, porque los de a caballo nos pregun-
que vinieran por el alumbre, que les trajeran ali- taron que si oponíamos resistencia, que con qué
mentos. Las manos válidas se fueron a juntar la general nos movíamos, que por quién peleába-
níedra mientras los ojos en vano oteaban el ho- mos, y la verdad es que no sabíamosnada, quere-
rizonte. Continuaron juntando los cristalesrelum- mos tortillas y frijoles y si se puede algún ahorri-
brosos y la piedra blanca hasta que encontraron to pa' la vieja y los muchachos.Nos pusieron con
a la vieja hambrienta, acunada y cantando en el las patas abiertas entre los rieles y ahí nos .tuvie-

32 33
ron mucho rato, hasta que llegó uno más impor- Los carretones ya nunca volvieron y muy po-
tante en un caballote. Desde que lo vimos de al cos de sus hombres lo hicieron. Llegaban con-
tirito se nos figuró que era el mero jefe, se nos tando muchas cosas que a ella, desde que supo
quedó viendo y de repente le aventó su carabina lo de su hombre, le sonaban a lo mismo. Traba-
a uno y el zonzo la agarró por el fierro y el hom- jaba desde antes que saliera al sol, le hizo el agu-
brón se soltó riendo y nos gritó que éramos unos jero más hondo a la noria, su hijo, chiquito, des-
anacuas y que ya podíamos cerrar las patas. Ya de arriba, con un mecate trenzado por ellos, sa-
casi de noche nos subieron al tren y por Ia ma- caba arenisca remojada en una cubeta cascarón
drugada llegamos donde estaban las mujeres y de tortuga. Una vez, buscando un panal de mos-
comida caliente... cos, encontró una coneja con su camada. En lu-
Toda la noche se pasó contando mientras las gar de matarlos los crió. De puro milagro se lcr
mujeres y viejos del poblacho de cal y alumbre graron. Después fue más fácil, con la caca de pe-
se lo bebían con los ojos, ansiosos de más noti- rros y conejos fertilizó la parcelita cultivable, la
cias. Por acuerdo ninguno interrumpió, mejor no rodeo de arbustos espinososy resistentespara pro-
preguntar, a lo mejor el muy endino se equivoca tegerla del viento arrastradamente caliente. Ahí
y de un manotazo apaga la linternita esperanza- sembró maíz, calabazay frijol, y con yerba y no-
da. Pero el ansia se sorbió los mocos y una vie- pal sancochadoalimentó a los conejos. A vuelta
jita escupió muy fuerte y mis tres caballos bron- de años tenía suficiente para regalar o cambiar.
cos dónde están. Entonces sí se soltó la tolvanera Ella quería una gallina, pero el único que las
de preguntas tupidas como tormenta de polvo, al poseía no quería cambiar ninguna y hasta las te-
tiempo que la tristeza y el llanto les iba empan- nía dentro del jacal para mejor cuidarlas. Al fin,
tanando las orejas de zumbidos. Ella no pregun- después de mucho insistir, el viejito le cambió
tó, pero de referencia se lo dijeron. Ya lo imagi- un pollito y una pollita por cuatro conejos, dos
naba, era tan tonto. Como sombra de pajarote calabazasy un cesto mediano de frijoles limpios.
se levantó, con el hijo flaco y dormido entre los Le habían. costado tan caros que durante meses
brazos se sentó a la puerta de su jacal y sobó los descuido la parcela con tal de vigilarlos,mandaba
talones, resecosy sonoros cuando su mano los ta- a su hijo a los mantos de gobernadora a buscar
llaba. gusanos blancos y mariposas grises, y hasta que

34 35
no vio los pollos grandes y vigorosos,les dejó de
dos en el patio jugando a los escondites imagi-
hervir el agua que tomaban.
narios, oyeron fuertes gritos de mujeres, como de
Mientras vivía sumerja en el trabajo constan-
llanto, como de risa. Lo primero que pensaron
te, el poblado fue quedándose solo. Al principio
no le importaba ni ponía atención. Que vino y fue que alguno de los viejos había fallecido, sin
mucha prisa buscaron con los oídos la dirección.
mañana se va con\su mujer y los chamacos,que
Gran sorpresa, a la luz del sebo de candelilla,
la abuela no quiere irse porque a lo mejor se
dos pantalones y dos camisas tan bellas y colori-
muere en el camino, que junto se van a ir las
das como jamás las hubieran imaginado. Alrede-
hermanas que viven solas. Qué nos importan a
dor de estas ropas a todas luces desconocidas,el
nosotros los demás, no tenemos a nadie en nin-
gún lado, mientras estemos fuertes hijo, no falta- pueblo entero revoloteaba, eran tan pocos, que
rá comida. Pero se dio cuenta que su hijo tenía juntos todos cabían en un jacal. Rápido recono-
·~
una lucecita en la mirada y su misma curiosidad ció a los visitantes. Uno era su hermano, nunca
valiente cuando de niña miraba los carretoneros, tuvieron noticias de él y como nada supieron, lo
o cuando aplastaba con una piedra grande la ca- dieron por muerto. Resulta que los dos que lle-
beza de una víbora. Tenía miedo, mucho miedo garon, antes que terminara la pelea, se fueron
y no tenía religión porque nunca se la enseña- muy lejos, decían que para el norte, allá traba-
ron. Su hijo era silente como el padre, pero no jaron con una señora muy blanca con los ojos
era tonto, no, no era nada tonto. Cómo iba a como tu botella verde. Por los cuerpos les fue
serlo si a fuerza de puro pensar ideó los canali- muy bien, estaban gruesos y cachetones,no como
tos para regar la tierra y gracias a él tenían mos- los que regresaron de la lucha. Tanto le gustó la
cos propios que les daban miel todo el año. Por camisa que te la doy para el muchacho y para tí
eso tenía miedo, miedo a que también se alboro- estos lentes, para que sigas viendo lo amarillo,
verde. Traían dos bolsasgrandes con mucha ropa,
tara y se fuera, era lo único que tenía, pero no
a todos les dieron algo. Esa noche pues no dur-
I! voy a detenerlo, si acaso quiere que vuele lejos,
mieron, tanto contaron que ella sintió mareos y
aunque me seque trabajando sola, qué tanto ha-
brá detrás de la última loma seca. mejor se fue, mató un conejo, con yerbas de per-
Una noche que estaban ella y su hijo senta- fume antiguo lo sazonó,y hervido con agua y sal
lo puso en su mejor plato, uno despostillado y
36
37
opaco. Lo presentó a los recién ·llegadoscomo lo cargaba de más pedruscos resquebrajados en· el
mejor de ella y todo el poblajo de tierra ensa- cesto hechizo que colgaba del hombro.
litrada. En un momento en que llegó a la barda, de
Los visitantes estuvieron dos semanas. Si su- espaldas siempre a su jacal, sintió los brazos del
piera cosasdel mundo les hubiera dado el cali- hijo que la apretaban fuerte y su llanto limpio
ficativo que en vano buscaba y rebuscaba en su sobre la nuca, entonces ya no pudo más y se re-
minúscula colección de adjetivos. Parecían evan- veló violenta contra el sentimiento que guarda-
gelistas,pregonaban de cosasbuenas de tierra le- ba, sentimiento de perra podrida, engusanada y
jana y echaban pestes y vociferacionesdel punto egoísta. Sus entrañas se abrieron de nuevo para
maldito en que nacieron. Lo que tanto temía la vaciar los puños de bondad que traían dentro, y

• mujer llegó y llegó como una hoguera sorda que en medio del sol desquiciante que era el pacto
llenaba los ojos de su hijo ahora diferente. Mu- estúpido de su tierra desolada y estragada,le dio
chas veces,aquellos días, lo pescó mirándola con su comprensión de mujer pródiga.
temor quemante, y aunque sabía lo que .pensaba, Una vez más vio cómo los hombres marcha-
lo que él quería, sacaba distracción para no en- ban rumbo a las vías del tren. Ella le dio un sa-
contrarlo. Una tarde -todo en orden, lo p<>rha- quito lleno de piedras bonitas del desierto, y no
cer hecho- en lugar de quedarse como tantas le habló, porque la.sangre entera se le cuajó en la
veces en lo fresco de su jacal, se inventó que ha- boca.
bía que ponerle una hilera más a la cerca de pie-
dra, preferible esto a que él me lo diga. Pero el
muchacho estaba decidido, esperó una hora vien- Asombradoy tímido se subió al tren. Ademásde
do a su madre recortada como visión temblorosa, lo que traía puesto, todo regalo del tío al, que
nadando entre las bocanadasde luz ardiente que acompañaba, sólo cargaba un lienzo doblado en
venían del desierto, fue la hora más terrible de forma de botija, dentro: maíz hervido, secoy mo-
su desazón y angustia. Ella lo sabía,.sentía una lido, galletas de frijol con miel, trozos gruesos
piedra inmensa suspendida en la .boca del estó- de sal mineral, pedacitosde biznaga para el dolor
mago, no quería mirar a su jacal, no quería pen- y el saquito de piedras bonitas. Como descono-
sar ya más. Como mula enterquecida y azonzada, cía el movimiento ajeno a sus piernas, dos días

38 39
vivió un infierno de mareos sin final. Le acon- grande lleno de bancas y de hombres igualmente
sejaron que mirara lejos, lo más lejos que pu- parecidos.
diera, pero sus ojos, acostumbrados a mirar bajo Ahí estuvieron hasta que vinieron los de la
-sólo así el viento y el sol no los ardían- tercos contrata, la aplicación decía el tío; no digas men-
volvían al vértigo de nopaleras y pedruscos que tiras, si te preguntan qué sabes hacer les enseñas
pasaban veloces y le torcían las órbitas y le vol- las manos, te van a encuerar y después te van a
vían el estómago. Por fin, el desvencijado movi- mojar con un aire apestoso,cuando lo hagan, aun-
miento de tablas y fierros formó parte de su car- que te sientas ardido alégrate, porque sólo a los
ne y el estómago se acostumbró a recibir los ali- humeados los dejan pasar; te van a revisar por
mentos en el temblor constante. Una madrugada detrás y también el pedacito de carne, la cabeza,
sintió que el armatoste rechinaba, poquito atrás los sobacosy la boca, no tengas miedo, es como si
poquito adelante, de nuevo atrás de nuevo ade- compraran caballos, hay que revisarlos porque si
lante, asustado porque aquello se detenía desper- no la venta es engañosa; a lo mejor te quitan el
tó al tío. Habían llegado. morralito, dame lo que quieras que te cuide, como
Cuántas casas,cuánta gente, cuántas cosasque yo estoy enlistado nomásme echan el humo y ya;
en su mente no tenían nombre. De asombro en no abras la boca ni los ojos porque ese aire es ve-
asombro ni se percató que no era el final. Cruza- neno, yo te espero a la salida. Los tuvieron vein-
ron a pie un puente largo de piedra, madera y ticuatro horas en un edificio blanco, a él le llora-
fierro, entonces sí fue el acabose. Hacía un rato ba de ardores la piel, igual que si se hubiera re-
veía cosasque no conocía ni les sabía el nombre, volcado en la cal de su pueblo, nomás mójate la
pero cuando menos entendía algo de lo que las cara y las manos, no te rasques porque te salen
,,
gentes decían, ahora ni eso. Los hombres habla- grietas calenturientas. Les dieron carne con papas
ban como imitando el chocar de cuchillos o de y vasos de leche, ni la conocía. No durmió. Ade-
platos. Al temblor de llevar el tren adentro se más de la picazón, a media noche la compuerta
unió un temblor de miedo y la serpiente de sus de sus víscerasestalló en chorros pestilentes, tuvo
intestinos revolviéndose inquieta y un nido de mareos y calenturas. Estoico, como su madre, no
moscoszumbándole del estómagoa la cabeza.J un- se quejó, al tío lo despertaron diciéndole que el
to a otros parecidos a ellos pasaron a un corralón chamaco estaba en el excusado con la cabeza en-

40 41
tre las patas. Lo llevó a la enfermería, le dieron los demás los cortaba; le pagaban por árbol. De
un líquido blanco igual que la leche. pero con nuevo acabose el trabajo y en un camión, ahora
sabor a polvareda. Como quiera no durmió. A sentados,los llevaron a una tierra fresca y perfu-
mediodía de nuevo les dieron carne con papas y mada llena hasta el infinito de nogales.Los hom-
un bebedizo de hierbas que sí le gustó. En la tar- bres fuertes con una vara larga los apaleaban, él
de los formaron y les repartieron trozos de ja- recogía las nueces en cestos,por la tarde y hasta
bón, nunca había visto tantos chorros de agua; la noche las limpiaba, le pagaban doble; por ces-
mójate bien y enjabónate tres veces.Aún cuando to recogido y por caja limpia. Su tío le regaló un
así lo hizo, una semana después la piel le seguía cinturón panza de víbora, lo traía pegado a su
ardiendo. piel, dentro guardaba el dinero. Aprendió a con-
El camión grande que los levó a la finca ..,..a tar y supo que diez papeles con un mono equiva-
dos días de camino desde la frontera- era usado lían a uno con otro mono y q~e diez de los del
comúnmente para transportar marranos. La tra.• mono pelón a uno del mono con lentes. Él prefe-
bazón de madera que formaba la jaula tenía olor ría los últimos, no hacían tanto bulto y en el
de peste constipada, a él le tocó quedar enmedio cinto cabían más. En la finca nogalera pasaron
del amasijo humano, elástico fue hasta un extre- todo el invierno. Por días y días barrieron hojas,
mo, junto a una rendija por ahí vio la maravilla las metían en un molino y después extendían el
de un verdor constante. Sus ojos obscurosapren- desmenuzaderoen un campo amplio, cercado en
dieron cosasmientras las manos, ansiosas,espera- forma de pileta; capa de hojas y capa de tierra,
ban el momento para hundirse, sedientas, en la capa de hojas y capa.de tierra, así interminable-
tierra jugosa. Llegando al rancho estuvo dos me- mente, para desesperación de todos menos para
sescosechandopapas, le pagaban por canasto; des- él, porque le.gustaba trabajar. Cuando estaban en
pués un mes en la empacadora. De entre cientos pleno frío algo pasó, no entendía absolutamente
de papas separaba las prietas de las blancas; le nada, pero decían que el dinero no vale o que
pagaban por día. Cuando terminó el trabajo, otro sí vale. Ajeno a la desbandada general seguía
camión los llevó nunca supo a dónde. Ahí subía madrugando y con el rastrillo en las manos reco-
ligero en una escaleray en cada rama de los ar- rría el campo de nogales. El tío le dijo un día
bolitos de durazno, dejaba tres o cinco, depende, que iba a la ciudad, vente conmigo, él tomó la

42 43
traía en el cinto, él les enseñó las manos; y los
petición por orden. Caminaron hasta llegar a una
hombres leyeron en su mirada la honradez y tra-
carretera amplia, siguieron caminando por la ori-
taron de explicarle que nada malo le pasaría. Lo
lla, un desconocido compatriota viose en ellos y
mandaron a una escuela-taller para corregir des-
los subió a su tartana y no paró de hablar hasta
carriados. El trabajo de nuevo se impuso y en
que los dejó. El tío lo llevó a una casa llena de
un año aprendió el oficio de la madera rústica y
mujeres y hombres que fumaban y bailaban. Des-
la forma de hablar un poco con la lengua arru-
pués de un rato, voy a hechar una miada, ahí es-
gada. No perdía la esperanza de ver llegar al tío.
pérame. El tío siguió miando cada media hora
Un día le dijeron que ya era útil y le empezaron
hasta que yo también tengo ganas y lo acompa-
a buscar trabajo. Lo contrataron por carta, un
ñó, entonces se dio cuenta que el miar no era ti-
hombre que vivía muy lejos y que envió el dine-
rarla sino tomarla. Al final del mingitorio su tió
ro para el pasaje. Dejó un recado para el herma-
tocó dos veces, una madera corrió y salieron dos
no de su madre. Jamás nadie lo reclamó.
vasitos llenos de líquido amarillento, era aguar-
Era un aserradero, minúsculo, comparado al
diente; ten para que vayasaprendiendo, los meros
enorme boscaje que lo rodeaba. Nada más llegó y
de arriba no quieren que la gente tome, pusieron
ley seca, pero si para todo hay modo, conti'más sin que nadie se lo pidiera, en lugar de esperar
pa' la tomada. Le hubiera gustado no hacerlo, no sentado como tantos otros, recogió las virutas y
por nada, nomás porque aquello raspaba, pero el cortezasdesperdigadasen el claro que había fren-
tío insistía y no en balde era su tío. Cuatro veces te al taller, después acomodó unos toneles que es-
recorrió en conciencia el camino al excusado,des- taban al fondo, mientras lo hacía, parece que eres
bueno, muchacho; nos vamos a entender. Com-
pués no me acuerdo nada, señor. Los hombres
que hablaban como chocar de cuchillos le hacían prendió poco, pero por el tono y la sonrisa supo
que era bienvenido. Al mes había desplazadoen
preguntas, a ratitos entendía, pero de verdad no
me acuerdo nada, señor. Eran gentes del orden, la confianza del patrón a tres paisanos. Al año
uno que hacía el aseo se lo dijo, también le dijo era el mayordomo de los que hablaban su lengua.
que habían encerrado a todos los que pescaron, El patrón lo llevó al banco, le explicó -lo mejor
porque muchos corrieron. Quiso saber del tío pero que pudo que ahí le pagaban por tener su dine-
nadie le entendió. Cuando le preguntaron qué ro, él entendió y frente a los ojos del descreído

44 45
gerente desgarró su cinto retacado de cuatro años La beneficiaria no había hecho el reclamo, los
de trabajo, bonita cantidad muchacho. El nombre intereses pagados a la cantidad original a su vez
de su madre se estampó como beneficiaria, vi- ganaban intereses. Así año tras año. Si la suma
viente en un pueblo de cal, alumbre y silencio, fue en un principio respetable, ahora era un
más allá del río gordo, en una arruga del desierto considerable capital. Consultaron al viejo ma-
yunque de sol, donde hablaban su lengua y ella derero, les contó de las pesquisas hechas los pri-
lo esperaba. meros años, todas sin resultados, autorizó a pagar
Pasaron tres otoños más mientras su cuenta con los intereses acumulados una investigación
bancaria. seguía creciendo. Un mediodía soleado, formal para dar con la única dueña del capital.
los hombres blancos quejábanse del calor, el due- La cadena bancaria contrató los servicios de
ño rubio del aserradero comía elote desgranado, una oficina de investigación especializadaen lo-
pasta de papas y carne frita; patrón, patrón, se calización de bienes y personas. El investigador
rodaron los troncos en el depósito. Alarma y gri- que llegó al aserradero encontró muy pocos da-
to y sonar de triángulo metálico. No pudieron tos, básicamente se concretaban a las líneas es-
hacer nada. El mayordomo de más allá del río critas hacía veinticuatro años en el contrato de
gordo, el que era trabajo, confianza y tranquili- beneficio; fulana de tal de un pueblo calero
dad, .chorreaba despanzurrado su limpia sangre más allá del río gordo. No había otro camino
entre los troncos que olían a bueno y a poderoso. que estar lo más próximo posible al desierto
Doce veces multiplicó el patrón la cantidad mencionado, ya desde ahí, en alguna forma, con-
que el chico muerto tenía en el banco. Su nom- cretizar la pesquisa.
bre y el de su madre fueron inscritos en las tu- Fue contratado por el extranjero para reco-
pidas listas que colgaban en las oficinas de las rrer los pueblos del desierto, no importa el tiem-
fronteras, al sur. Muchos años ahí estuvieron. po que te lleves, para buscar a una mujer que
Era un hecho que los tales listados nadie los leía. quizás ya estaba muerta. Para mí es lo de menos
Mediado el siglo el banco cercano al aserra- que viva o no, lo que necesito es un testimonio,
dero fue absorbido por una poderosa cadena me pagan lo mismo, cómo quisiera encontrarla,
bancaria. Los auditores que llegaron encontra- ya ·estoyde polvo hasta el hígado, sólo me falta
ron el ·depósito de hacía veinte años triplicado. cagar espumarajos y serpientes.

46 47
No debía ser, pero era. El erial baldío de su o se morían, fue convirtiéndose en guardiana de
espera se le estaba volviendo hediondez, cocham- sus bienes. Se hizo de más platos, más cazuelas
bre de amargura pegado en lo más profundo. Al y más trapos. De los diferentes jacales abando-
principio no fue así, no sabía ni cómo ni en qué nados fue tomando lo que estuviera mejor, tro-
momento su hijo volvería, pero en las mañanas zos de fierro, troncos, pedazos de lámina, una
sosegadas, cuando en el silencio de la resolana que otra tabla. Día con día durante años estuvo
sofocante sólo traía en el laberinto de su oreja cargando, arrastrando, girando empeños e ilusio-
el zumbido de su propia vida, sentía en el fondo nes. A su jacal le agregó un amplio techo tejido
del alma brisa de noche de luna y el calorcillo de albarda y fibra de maguey, ahí puso la cone-
extraño del que espera con esperanza. Fue des- jera; al lado sur, la parte más fresca, construyó
pués, quizá después que enterró al último, en- el gallinero, lo techó. De los dos pollitos origi-
tonces las madrugadas empezaron a saberle a hiel nales ahora tenía diez gallinas ponedoras y dos
y las noches a desolación. El trabajo nunca le gallos, cada tres semanas mataba un pollo y a
faltó, como una maldición tenía que descoyun- excepción del tiempo que las aves se llenaron
tarse el lomo rompiendo el campo yermo de su de gorupos, siempre tuvo huevos para comer.
labranza. Tuvo más tierras, todas las abandona- Recién se fue su hijo su faena aumentó, termi-
das, iguales de pobres y chamuscadascomo la de naba el día agotada, extenuada de sol y viento,
ella. Cuando vino su hermano le dijo que que- la noche fue su refugio; tan afanada estaba que
mara los yerbajos y lo más que pudiera de male- nada más cerraba la obscuridad se dormía, sin
za sobre los surcos, porque la ceniza era buena pensar en su espera, sin maltratarse el corazón
para el cultivo. Varias veces lo hizo hasta que se con suposiciones.
dio cuenta que servía más para las calabazas, Sólo habían quedado los viejos, los de rostro
desde entonces sólo en ellas lo usaba. También de arenisca y cabellos polvosos de cal. Seguros
tuvo más agua, pudo elegir el pozo más dulce. todos que ahí morirían y que nada ni nadie los
Aparte de saborearlo tanteaba la delgadez del sacaría del candente perol de cinabrio en que
líquido usándolo para hervir frijoles, entre más vivían, empezaron, formando una sombría her-
pronto estuvieran suaves, más buena y mejor era mandad, a cavar sus propias tumbas. Consunción
el agua. En la medida en que los vecinos se iban, de sol de tarde y sombras largas de vejetes cha-

48 49
muscados, Terminadas las labores del sustento, soledad que jamás la usaría. Porque tendría
dos y tres se acompañaban, resueltos en su faena fuerza para esperar a su hijo, aunque tuviera
abrían las mil capas calcáreas y duras que for- que hacer barbaridades, no le importaba con tal
maban el entresuelo de la minúscula parcela en de llegar a verlo. De niña le dijeron que los
la loma de la muerte. Entre raíces retorcidas y indios viejos alargaban su vida comiéndose,aún
matorrales cenicientos destapaban palmo a pal- caliente, el vientre fecundo de animales hembra,
mo el resumidero de sus esperanzas.Pinche tie- pues hasta eso haré, cuando adivine el pajarote
rra pinche que nunca les dio dulzura alguna. cerca me como el vientre de mis conejas, aun-
Potra salvaje y endemoniada que la caricia que sienta que me abren en canal, aunque sienta
pagábala con escupitajos de cardos y espinas sus animalitos moviéndose en mi boca y llore
lacerantes. Maldita de maldición entera, rotun- por dentro, he. de vivir para verlo venir; de por
da, como los mediodías de fuego tatemante que allá por donde pasa el tren, vendrá cargado de
los envolvía día con día. Ninguno conoció jamás chamacosy me llevará con él; porque no quiero
el regalo de una fruta fresca, ni la opulencia de morirme sola...
tener agua para sumergirse y envolverse entre La energía estuvo en ella hasta muchísimo
sus pálidas ondas. Ninguno pensó jamás que esas después, cuando sólo quedaron dos y el otro la
cosas existieran. espiaba para ver cuál ya no se levantaba. Afian-
Durante dos lustros los agujeros en la tierra zada en su convicción y espera, estaba segura
amarilla no se usaron, quedáronse así, abiertos que tendría que arrastrar hasta el cerrito al ve-
al calor. Después las muertes se sucedieron y en cino aquel de toda su vida. Así fue. Un anoche-
un año enterraron a tres; de ahí en adelante, en cer extrañó la lucecita temblorosa que denun-
la oquedad obscura de los jacales del poblucho, ciaba la presencia del otro, se percató entonces
los ojos tristes de mirar inconmovible aguarda- que toda la tarde había oído alboroto de gallinas
ban la tétrica visita de tiempo atrás esperada. hambrientas, de pronto le faltó el aire, sintió el
Sólo ella se reveló al designio y destino visible cascabeleode la muerte fría y las piernas clava-
en los gestosde sus vecinos. Cavó su tumba por- das en el centro de su congoja. Lo encontró tie-
que todos lo hicieron, pero mientras sacaba pe- so, con un hilo de sanguasa saliéndole por la
druscos juró por ella misma y por sus años de boca y una lagartija grande chupándole los ojos.

50 51
Hizo una cama india y en la mañana lo arrastró entre el matorral y las caderas sanjando las pun-
hasta la loma del olvido. Regresó pedregosa, con· tas largas, luminosas, del maguey.
los dientes de arena y sus ilusiones casi inci- Ojos suyos acostumbrados al mirar distante,
neradas. desde antes que el visitante atrofiado de sol pu-
El paso del tiempo se le hizo obsesión, lo me- diese tan siquiera ver algo distinto en el hori-
día por el desplume de las gallinas y la floración zonte de sombras arrastrantes, ella lo precisó en
de las nopaleras. Cada noche se sentaba en el sus recuerdos y un calambre con sabor a fierro
patio con un amasijo de trapos entre los brazos, la estampó, hierática, contra la lejanía cobalto de
lo apretaba fuerte y hablaba en voz alta. El sue- por donde empieza la noche. Regresó lo andado
ño era un visitante cada vez más incumplido, lenta, muy lentamente, sacó brasas del hogar y
aun cuando trabajara mucho, pasaba las noches encendió frente a su patio una pira grande de
viendo las estrellas o imaginando a los hijos de ramazones de candelilla, para que el forastero
su hijo. tuviera guía, para que su ciclo de sed por fin
Desde que venía muy lejos lo vio, un puntito descansara.
apenas en la monotonía desértica. Estaba sacan- No me llamo así, ni la conozco; por aquí no
do agua, las sombras largas comenzaban a lamer queda nadie, años hace que vivo sola con mis
el suelo y el aire de horno de la palangana in- conejos y las gallinas; si hubiera alguien se lo
candescente comenzaba también su diario deam- diría, pero por aquí no queda nadie ... Asom-
bular. Se le abrió el pecho de emoción y sintió bro y lástima ·enla cara del visitante. Llegó inso-
el canal de entre sus senos reventársele de palpi- lado, con las comisuras de los labios blancas, la
taciones. Con temblor de músculo conmovido frente enrojecida y las manos resquebrajadas
corrió para recibirlo, sin el trapo en la cabeza, como tierra de sequía. Conocedora del suplicio
con risa de loca y sorda de agitación. Iba lloran- de la sed y del martirio de los que por andar
do, hirviéndole los ojos, pisando entre pedruscos bajo aquel sol se lo tragaron entero, de rato en
y sin sentir las mil espinas arañantes; viene mi rato le dio bucaritos de agua con sabor a sal,
chamaco, viene mi chamaco; hormiguero asusta- para así apagarle, poco a poco, el fuego de sus
do eran sus pelos y toda su piel y la insufrible adentros. Remojó trozos limpios de trapos viejos
cerrazón de garganta y la pierna abriendo brecha y se los colocó en los antebrazos, en la frente y
52 53
en la planta de los pies. No lo dejó hablar m obscuro y envuelta cuidadosamente en una tela
moverse. Le siguió dando agua hasta que el hom- inmaculada, una antigua botella verde.
bre le dijo que ya no podía beber más si antes
Con el dolor de los años anudándole cada
coyuntura, fue resbalándose hasta quedar senta-
no tiraba la que traía dentro, lo dejó que fuera
da. Tantos años de estar ahí, respirando fuego,
diciéndole que ya podía moverse y hablar, por-
chupando el agua empinada al suelo, cuidando
que la hoguera de antes ya era ceniza.
su tierra yerma...
Por primera vez en tantísimos años preparó
cena caliente, estando sola la comida se le em-
ponzoñaba en la cazuela, se le volvía vinagre y Junto a las vías del tren, una esmeralda botella
burbujas entre el calor atosigante. El hombre le verde fue rota en mil pedazos, y en el piñón
habló de un trabajador muerto a los veinticua- maldito de albayalde y cal, escondido en una
tro años, de una fortuna dejada a la madre, hacía arruga del desierto, una mujer se dejó morir, de
de eso más de veinte años, por eso tenía que frente al espejo reverberante de los arenales
encontrarla; si en un tiempo vivió ya no existe, de sol, de frente al calor que le acartonó la piel
ha de estar muerta y reseca, con los huesos de sa- y le cristalizólos ojos,seca por dentro y por fuera.
litre; por aquí no queda nadie, desde hace mucho
todos murieron, por aquí no queda nadie.
Después de la cena el hombre se durmió, ella
se quedó viéndolo vacía de sus entrañas. Liberó
a los conejos, distribuyó las gallinas entre los
perfiles cenicientos, derruidos, del abandonado
pueblo calero. Hizo un bártulo con maíz cocido
y quebrado, galletas de frijol con miel, un ba-
rrilito de madera con agua y un puño de sal de
la tierra. Cuando el sol temprano iluminaba
quedo el hombre se fue, ella le dio el envoltorio
con alimentos, unos vetustos lentes de r
vidrio

54 55
LA CASA CANARIA
Cuando sopla el viento alto rugiendo por todas
partes, cuando se mueven las farolas bailoteando
por los aires encontrados, la loca se pone peor
que nunca, entonces sí es brava. Recorre las ca-
lles golpeteando las puertas y gritando desespe-
rada sabe qué tantas cosas,pero sólo cuando so-
pla el viento. El resto del tiempo anda con el
bote colgando del cuello, sin mirar a nadie,
como contándose historias...

A Sebastián lo trajeron al pueblo cuando tenía


dos años, su origen era desconocido y como la
mujer con la que vino vivía enfurruñada, nadie
le preguntó jamás nada. Se desataron conjetu-
ras y habladurías, pero después de un tiempo a
ninguno le preocupó el origen y sólo lo llamaban
el entenado de Zoila.
Lo cierto era que Sebastián,huérfano de ma-
dre, fue encomendado a la mujer por el abuelo

59
del pequeño, pretendiente en sus años mozos de con la profunda y cursi esperanza de ser llama-
Zoila la solterona. Ella lo aceptó más por el re- do, o mejor aún, necesitado algún día. El mu-
cuerdo del antiguo amor que por la piedad que chacho envidiaba la casa de Don Joel, la espiaba,
el huérfano le despertaba. Tan pronto lo tuvo miraba atormentado las idas y venidas de los hi-
en casa ya no supo qué hacer con él, así que lo jos y los padres. A mediodía pasaba y repasaba
confió a su sirvienta, quien cumplió en la prác- por la ventana que daba al comedor y cocina
tica los oficios de madrastra. Y vaya que si lo de la casa del boticario; Don Joel, de frente a la
cumplió. Violenta, antojadiza y enferma de malas ventana, nunca lo notó, tan feliz era cuando
calenturas, nunca tuvo el menor dejo de con- comía con los hijos mientras su mujer, silente
ducta maternal. El niño pasó su primera infan- servidora, levantábase pronta hasta el fogón. No
cia en los cuartos de atrás, junto a las higueras, había comparación con la casa de Zoila, ni los
jugando con perros y trozos de tablas y viendo gorriones ni tantas matas servían para nada, ahí
cómo nadan pollos, gatos y pajaritos. Ya más no había calor, la solterona no le prestaba aten-
grandecito y sin autoridad clara a quién obede- ción y mejor no recibir la que le daba su nana.
cer, Sebastián, brincando las bardas de atrás, se Era inútil cuanto hiciera, la mujer que lo reco-
iba a la plaza primero, a los barrancos de junto gió vivía tranquila ordenando que le dieran de
al río después y ya para cuando tenía doce años, comer y regalándole, una vez al año, dos panta-
era asiduo concurrente de billares y cantinas. Iba lones, dos camisasy dos huaraches. Con tan poca
de mirón a ganarse unas monedas haciendo man- tierra fértil en la casa que lo recogió, a Sebastián
dados, porque Sebastián era bueno, mandable, le reventaban las semillas de cariño en el alma.
muchacho alegre por fuera y niño triste por den- Sentía la noche tan sola en los cuartos de atrás,
tro, necesitado de afecto. De natural inteligencia, que como no queriendo fue prolongando su des-
aprendió -pegado a la hielera grande rebosada velo y aumentando su callejear. Un día se quedó
de cervezaso junto a la mesa verde donde aco- dormido en el billar y no la pasó tan mal, total,
modaba las bolas brillantes- a tratar a la gente ahí sí estaba solo y no esperaba nada de nadie.
y más que todo, a no ser como otros. Aunque no Desde entonces no volvió a dormir a casa de
tenía para qué, cada noche, entre ocho y diez, Zoila, pero muy adentro seguía buscando, ima-
iba a la casa de Zoila, nada más para ser sentido, ginando. Ansioso, pero evasivo como perro mal

60 61
tratado, quería una casa donde su nombre reso- los cachetes y una pequeñísima boca sin propor-
nara bonito, donde sus manos y sus pies y la ción. Ella Jo vio bien. en la penumbra del jaca-
salud de su sangre fueran usados por gente ca- lón, jamás nadie había dicho Señora Guadalupe
riñosa. Lo encontró. con tanto respeto, le vio los pies en sus huaraches
viejos, la camisa desteñida en la que alguna vez
cacarearon gallos amarillos, los ojos grandes y el
La pobre demente a veces se viste de flores, las corazón bueno del muchacho. Le preguntó el
enreda entre sus greñas, se las pone en el escote nombre, dónde vivía y qué hacía y ya no comió
sucio y roto. Con ellas regocijada baila una dan- porque el refresco se lo dio y la carne sola, sin
za triste y descompasada, canción de cuna olvi- tortilla, para que te nutra. Se levantó por una
dada en la última estancia de sus recuerdos ... bolsa de caramelosy entonces él le vio los inmen-
En las afueras del pueblo, al lado opuesto del sos senos como melones de Castilla. Sebastián,
cementerio, vivían y ventilaban sonrisas y pier- reprimido, de la bolsa ofrecida tomó un dulce,
nas, las mujeres alegres del uso cotidiano. Un ella le llenó las manos, ten el fuete y ven pron-
día, un pariente del billar mandó a Sebastián a to. Así lo hizo, a la hora estaba de regreso y
buscar su fuete negro, olvidado la noche anterior Guadalupe le enseñó el burdel, con naturalidad,
en el negocio de Lupe Pechos. Casas desvenci- como si mostrara las habitaciones de una casa de
jadas formando calleja tortuosa. No más de quin- huéspedes a un amigo de muchos años. Sebastián
ce eran los negocios, de madera reseca, rosas memorizó todo, el lugar del papel y las pastillas
unos, verdes otros, todos con suelo de tierra. El de jabón, el número de licores siempre en exhi-
más lujoso tenía gramófono de cuerda y en las bición pero nunca más de los que están, las cajas
paredes cuadros de mujeres encueradas, lechosas con candado donde guardaba el resto de las be-
y con apariencia de cuinas. Sebas llegó pregun- bidas, los paquetes de cigarros y el escondrijo
tando por la Señora Guadalupe Pechos a una del dinero para comprar a la autoridad y pagar
mujer que comía fideos y que estaba sentada la música, caso de que no haya quién lo haga.
frente a un platón de carne frita y una botella Sin pensar ni calcular, en una tarde Sebastián
grande de refresco rojo. Ancha como ropero de se volvió socio trabajador del negocio de Lupe
dos lunas era la mujer, de ojos derramados sobre Pechos. No preguntó cuánto ganaría ni cuáles

62 63
serían sus obligaciones, simplemente usó la es- cara, tírase pedrazcos de sonidos ininteligibles
coba, fue hasta la plaza para ver si había llegado que brotan de su garganta desecha de tanto grito
el hielo, lo trajo, acomodó la bebida, prendió las y tanto llanto ...
lámparas de gas y con cara de circunstancia y
responsabilidad, de pie detrás de la barra, adi-
vinábale el pensamiento a la matrona, feliz de Después de dos años, cuando Sebastián tenía quin-
sentirse importante porque de cuando en vez, ce, había acumulado ya muchas horas de desvelo
Guadalupe lo llamaba y muy en intimidad, contando el número de copas de cada cliente
desatendiéndose del baileque de las mujeres, le -zarrapastrosos pastores y endomingados campe-
comentaba cosas como pidiéndole opinión y has- sinos desde el sábado en la tarde-, el contacto
ta le dio el reloj de colguije para que marcara con el aire de creolina y las madrugadas amargas
el tiempo que se usaban los cuartos. Pobre Se- de mujeres despaturradas le encurtió los senti-
bastián. Memorizaba todo porque si leía un poco mientos, conservándolosajenos a todo salvo a los
no escribía nada. Guadalupe arregló el asunto al ojos de Guadalupe, a la que sí quería. Siempre
día siguiente poniéndolo a escribir planas del la llamó Señora, jamás la tocó. Ella sabía -al fin
abecedario. Después de algunas semanas le hacía madama vieja en faroles, navajazos y colchones
dictado de revistas olvidadas, etiquetas de bote- perfumados con olor a carne- que por mucho
llas y hasta de la novena del santo de las vidas que enredara el cordón alrededor del chico nun-
amargas. También aprendió las cuatro operacio- ca lograría amarrarlo al negocio de su vida, Se-
nes y las tablas de multiplicar hasta el veinte. bastián traía por dentro la estampa de una fami-
lia con niños y mujer de fogón, aguja y cabellos
limpios y trenzados. Cómo se le había metido
La loca deambula por entre las casas, las vecinas · tan adentro, no lo supo ni lo sabría nunca. Lo
le dan de comer. Trozos de pan, una papa co- que sí sabía, cuando despertaba amensada por
cida, naranjas, higos; todo acepta, de todo come la luz rosa que llenaba su cuartito, luz de ven-
siempre y cuando esté frío. Brama adolorida tana velada por colcha de puta, era que el mu-
cuando algo caliente toca sus labios, desespe- chachole había dado sabor a su pan. Tan pronto
rada y llorosa se retuerce con las manos en la abría los ojos, lo primero que hacía era recordar

64 65
a 'Sebastián, antes que a nadie; eso la alegraba, mejor me resultas ganadero. A la mañana si-
luego, chancleteando y moviendo su gelatinoso guiente, Ramiro, el carnicero, fue mandado lla-
amasijo de nalgas y chiches, salía presurosa a mar del negocio de la Pechos; échale números a
preparar el almuerzo, porque a Sebas sólo yo, la becerra prieta que está en el patio, aquí mi
ninguna de las otras, ninguna muela podrida con Sebas se la sacó, es todita de él. Después que
el gusto por otra boca va a cocinar para él. Los Ramiro dio su parecer en pesosy centavos,Gua-
dos vivían bien, Sebastián sin sueldo pero apren- 1
dalupe se fue decidida hasta su cuarto y al volver
diendo y sintiéndose en casa propia, la Pechos le dio a Sebastián, contantes y sonantes, nueve
más tranquila y pasando su infancia de vieja con moneditas de oro, el resto te lo debo. Ahora yo
el presente fertilizado. Un sábado de aquellos, te compro la becerra, le dijo Ramiro, pero no la
día de mucho trabajo, por la tarde -la Pechos vendo, la vaca es mía y se va a llamar Gloria.
lo recordaría siempre, aun después de la desgra- Guadalupe sintió en ese momento que Sebastián
cia, impedida y gotosa viviendo en un pueblo se le iba lejos, que su suerte estaba echada, para
lejano-, tarde de calosfríos,el sol caliente y la comprobar consultó las barajas mientras veía al
sombra helada. El burdel estaba abarrotado de muchacho acariciar a la vaca en medio del patio.
clientela, porque a instancias de Sebas, que así Caballo de bastos, negocio. As de oros, dinero
lo había visto en la cantina del pueblo, ahora ,se en abundancia. Reina de copas, mujer propia.
servían sazonadosbocados, que en realidad cos- Seis de copas, muchos hijos. Y dos cartas más
taban poco pero que hacían que la venta de que no quiso leer porque con sus filos le reba-
bebida se doblara, Guadalupe feliz de mesa en naron el alma.
mesa, alegrando a los hombres con chistes pican-
tes, en uno de tantos grupos alguien le pidió
permiso de rifar una vaquilla; aquí mismo, no· La loca no soporta un techo sobre su cabeza,
más que se vendan los boletos, el número que pasa la noche en descampado. Cuando arrecia
usted elija se lo regalo, con tal que me dé el per- el frío se mete entre los borregos, los pastores la
miso. Sebastián escogió el número, el 26 me dejan estar, al fin no daña a nadie. Nunca se
gusta, si tu papel sale premiado te quedas con acerca al fuego, a lo lejos se mueve como som-
la becerra y yo te doy su valor en efectivo, a. lo bra doliente, después, ya muy noche, su canto

66 67
quebrado alborota a los perros, le canta a la luna Sebastián no iba a dormir, se resignó, doliéndole
y a las estrellas con voz insana, de lunática ... muy adentro la suerte del muchacho.
Con una de las monedas que le dio la Pechos,
Su primera siembra fue de sorgo. Bonitas has-
Sebastián compró pastura, de la mejor. La Gloria
ta lo indecible le parecían las plantitas cuando
creció, diario la vigilaba, le llevaba agua y mu-
comenzaron a verdear la negrura pizarra de la
cha comida. Un día amaneció con la cabeza ven-
parcela. Cuando el zacatón verde le llegó arriba
teando el aire, tallándose las ubres y montándose
de la rodilla, Sebastián, de pie enmedio de su
sobre los costales de alimento. Anda buscando
campo malaquita perfumado, hinchado de satis-
macho, le dijo Guadalupe. Sebastián fue a la
facción dejaba que el hormigueo de su piel le
cantina y preguntó quién tenía el mejor toro,
llevó a la Gloria y pagó otra monedita para que llegara a los huesos mismos. Luego, con curiosi-
el animal grande, encerrado en el corral, se mon- dad montuna, vio cómo se doblaron los esmeral-
tara en su vaquilla. dinos tallos por el peso de las panojas, opulentas
La Gloria tuvo una becerra y dio mucha le- de granos, gordas de agradecimiento. Llegada la
che, toda la vendía, con su producto rentó un cosecha escogió la mejor espiga, la más hermosa,
terreno para hacerles un corral. Sebastián aún grande como su torso y dorada como muslo de
vivía con la Pechos, en apariencia como al prin- mujer apetitosa. La llevó con la Pechos, sin ha-
cipio, pero ambos sabían que su sociedad no iba blarle, sin decirle nada, se la dio en el centro del
a ser para siempre. La becerra de la Gloria cre- destartalado salón de baile. A Guadalupe los pe-
ció y ambas fueron fecundadas, ambas tuvieron zones se le juntaron en la garganta, lo abrazó
vaquillas. A los cinco años de que se ganó la vaca, llorosa chinita de la emoción.
Sebastián tenía dos vacas lecheras, dos cargadas
y las cuatro a punto de ahijar. Al sexto año a
dos becerros los castró, al otro lo vendió y rentó En tiempos de calores la infeliz trastornada se
una parcela para sembrar. Tenía cinco vacas y una pasa el día en los charcos del río, mojada y re-
buena tierra. Como había que cuidar su siembra, mojada. Cuando ve niños jugando algo recuerda
poco a poco dejó de ir con la Pechos. Un día que le duele, llora silencito, calladita. Estampada
Guadalupe se percató que hada dos meses que donde la pescó el recuerdo puede estar por ho-

68 69
ras, volteada para adentro como :víscera, como ampliosa una calle de la plaza, los utilizaba como
estómago que cocina cosas inescrutables, después oficina. Sebas, el entenado, fue llamado Don Se-
regurgita energía y con un palo suena puertas y bastián. Veintiocho años en su mano franca, sim-
rejas, desorbitados los ojos, moviendo desespe- patía y respeto en las gentes del pueblo, mucha-
rada sus brazos pellejos flacos ... chas bonitas que lo miraban abiertas. Sebastián
seguía solo y célibe.
Más que ninguna otra actividad, Sebastián
Sebastián cambió, el bozo púber se transformó sentía especial atracción por la ganadería. Le
en vigoroso bigote. La extraña figura de cuando gustaba ver a los animales pastando a media tar-
llegó a casa de Guadalupe -huesudas manos de, oir sus mugidos por la noche. Elegía las cru-
huesudos pies, largo de brazos y nariz, parecía zas, al principio adivinando, por pura intuición,
zancudo- se volvió recia y viril. Bien proporcio- los fracasos que tuvo a lo más que llegaron fue
nado, compraba con la sonrisa limpia y lo recto al matadero. Entendió que lo que necesitaba era
de su mirar. Trabajador y afortunado en los ne- un fino toro semental, los de la región servían,
gocios, hizo grupo y fama. Dos años más vivió pero no eran lo mejor. Empezó a guardar dinero
todavía en el campo de labranza, después se con la mira puesta en llegar a poseer el macho
mudó a la única casa de huéspedes. Alquiló el más espléndido de leguas a la redonda. Meseslec
mejor cuarto; con baño, tres comidas, lavado y costó juntar lo suficiente, al final prácticamente
planchado. Osado en las inversiones, cabalgando sólo tenía cinco vacas escogidas-la Gloria entre
veloz el dinero, compraba, vendía y se compro-
ellas- y la suma gruesa que costaba el semental.
metía. El éxito le cantó a la oreja fuerte y melo-
Dejando las cosas como estaban y sin avisar a
dioso desde que empezó a prestar. Todos eran
nadie, .una mañana salió rumbo a las tierras del
sujetos de crédito, siempre y cuando tuviesen ga-
norte, cabalgó de pueblo en pueblo sin hablar
rantía, a veces aun sin eso. El dinero regresaba
si no en monedas en especie. Los arrieros juga- de sus intenciones, sabía dónde enterarse de .lo
dores le dejaban mulas, telas y peines de concha que quería sin hacer preguntas. Llegaba a la can-
y marfil. Tuvo cabras y becerras y partidas he- tina, fingía· pobreza, pedía de lo más barato, a
diondas de cuero curtido. Rentó dos cuartos las dos horas de estar, el cantinero ya le había

70 71
contado su vida y la del lugar, al anochecer deci- El viejo Zacaríasfue dueño del tendajón "Santo
día si valía la pena quedarse. Fue así como se Santiago" desde antes de nacer. Su madre y una
enteró de la feria de Santo Santiago, donde tía lo instalaron cuando una se quedó viuda y
se juega y apuesta. Por experiencia sabía que el embarazada y la otra arrimada y sin oficio pro-
agricultor raras veces es apostador, no así el ga- ductivo. Con la única esperanza de tener el dia-
nadero, que por su naturaleza asoleada y erra- rio sustento y velar por los días del hijo-sobrino
bunda hallaba gran placer en acariciar las bara- que venía, las dos mujeres empeñaron medallas
jas y sonar los dados. Corrigió el rumbo hacia y cadenas, sortijas y zarcillos. En el cuarto gran-
de que daba a la calle pararon dos toneles con
Santo Santiago, seguro que ahí encontraría su
tablones encima, a modo de mostrador, de cor-
semental. Nunca imaginó que también encon-
deles colgaron chorizos y longanizas sazonadasy
traría la Reina de Copas que las cartas de la
hechos por la embarazada, muy buena en la co-
Pechos le habían profetizado.
cina. También pusieron platotes cubiertos de
servilletas pulcras que dejaban escapar perfuma-
do aroma de panadería. Ambas se levantaban os-
Sus momentos más tranquilos los vive durante cura la mañana; la tía abría la tienda, la madre,
la época de lluvias. El pueblo se dio cuenta que venteando el fogón, preparaba jarros de atole
esos días, chiclosas y grises las calles de lodo y acanelado y tinajas de tamales de dulce y man-
agua, mientras la impertinencia de la lluvia em- teca. Antes de media mañana las vasijas ense-
papa bobos entristecía el cielo, la loca se volvía ñaban la boca del fondo vacía, para entonces la
si no cuerda sí accesible. Amanecía con mirada madre ya tenía en el perol hirviente los trozos
de paloma triste sentada en el quicio de alguna de carne que a mediodía, crujientes y calientes,
puerta, tres y cuatro de las piadosas la limpia- desaparecían rápido de encima del mostrador. El
ban, le cortaban los cabellos y las uñas, le revi- tendajón consolidó su posición mientras Zacarías
saban la piel curtida y endurecida, la vestían con corría y crecía entre bultos de maíz y frijol. La
telas gruesas y resistentes. Siempre lejos del fue- madre y la tía envejecieron y murieron, Zacarías
go, nunca con agua caliente; siempre sin que casósecon mujer enfermiza que le dio una hija
viera niños, nunca en lugar cerrado... enfermiza también. Para entonces la tienda ya

72 73
era punto de referencia, daba para los gastos,
pero por alguna deficiencia del dueño =falta de
visión o valentía- nunca fue veta de fortuna. La
l
;··~··1·
\'~
blancos, taciturno la fue pasando detrás del mos-
trador. La nieta se hizo cargo de la tienda.
Natalia tenía los ojos sombreados y las cade-
esposa enfermiza murió y.la hija de Zacarías a los ras redondas y generosas..El pelo muy negro lo
:i~
quince, tenía achaques de setentona, no obstante, anudaba encima y no sonreía. Sin sentimientos
eso no le impidió enamorarse cuando tenía vein- aparentes vivía, o sobrevivía, la decadencia de
tiocho. El hombre aquel la dejó babeando el día \ su casa. El viejo abuelo desde la muerte de su
que la besó y llorando su desventura cuando a hija inició el paseo que la sangre de los suyos
los tres meses, el sujeto ya no volvió y como en algún momento recorría. Las tan nombradas
recuerdo le regaló mareos, desmayos y una ro- fundadoras lo hicieron casi al mismo tiempo,
tunda panza que llenó su falda. Zacarías, juicio- murieron sin saber que lo hacían, atarantadas
samente, tomó el embarazo .de su hija con natu- en una vaciedad desorbitada. Dicen que la tía,
ralidad. Nació niña, la llamaron Natalia. Silen- ya vieja, se volvió coqueta y salamera, que con
ciosa desde que nació, heredó el carácter de las cinabrio del más rojo y blanco albayalde se tem-
fundadoras de la tienda. Al tiempo que la nieta plaba la cara hasta parecer muñecota de cartón
crecía, la hija de Zacarías intensificó sus dolen- y trapo, que con pasta de comer teñida se hacía
cias; toses, dolores, vahidos, inapetencias, reúmas, largos, quebradizos y multicolores collares, hasta
palpitaciones y demás. Un buen día ya no se ahí fue aguantable, porque al final de sus días,
quejó y a la semana murió. Natalia, que nunca niña demente, con hilos de saliva y perlas de
se sintió hija y sí esclava de medianoche -hazme moco los engarzaba. El largo paseo de su madre
un té de verdolaga, Dios mío me estoy muriendo, sólo ella, que la cuidó, lo supo. Siendo niña Na-
calienta los trapos que el dolor no me deja, di- talia, su madre se empeñó en decir que dentro
chosa tú que no estás enferma, no me tuerzas la de la cabeza traía un diamante, brillante como
boca porque se te seca la mano, dame una friega los ojos del mal hombre que fue tu padre, me
de alcohol, de vinagre, de agua de romero y cla- gustaría enviárselo, un día de éstos con el hacha
vo, traeme el orinal, ponme un emplasto demos- te lo voy a sacar, no te preocupes, después con
taza- la verdad, la verdad, como que descansó. clara de huevo te pego los huesos. Infierno noc-
A. Zacarías le dolió la muerte, pero viejo bigotes turno el de Natalia asustada, aprendió a dormir

74 75
.,.l~i
1
1 1¡
con un ojo para vigilar su cabeza con el otro. La voz le llegó como badajazo. Cuando lo miro
A partir de entonces tuvo el sueño tan ligero •.·
•..•.· un cuchillo de fuego helado le rasgó las.piernas
desde su centro hasta los pies. No podía dejar de
como suspiro de bebito. Le conoció tantas chi- ·~.·.:l.~
...•·.\
fladuras a su madre que no se preocupó el día ;l.:~-1 verlo, la boca se le llenó de agua y después
que ya no habló, porque según dijo, como la voz f: .1 de arena y de nuevo de agua, el labio le tem-
..•.•...
viene de la punta del dedo gordo me alborota 1 • blaba y las manos torpes no encontraban los
los dolores cuando pasa. A los cuantos días mu- · · cigarros, Él la miró despacito, sin parpadear;
rió, chuecos los dientes del esfuerzo que hizo las manos, los senos, el huequito del cuello,
para no despegarlos. Ahora el abuelo tenía de cuando la vio a los ojos, Natalia eclipsó con bri-
amigos a tres cucarachos, dos ---decíael viejo-- llo deslumbrante el obscuro tendajón, una gran
son trabajadores y confiables, al otro más vale sonrisadesconocidarebosó su cara, inmensa como
tenerlo bien porque es un enemigo en potencia. su emoción, radiante como relumbre de espejos.
Nada más amanecía, Zacarías, arrastrando los Sebastián se quedó alucinado, con el corazón
pies iba a decir los buenos días a los tres insec- acogotado en el cuello, la piel de los brazos y
tos. Increpaba a Natalia su mala educación por vientre inflamado, sentían unas ganas inauditas
no dar, antes de abrir la tienda, afectuososaludo de restregar su nariz por el costado y entre las
a sus amigos; pareces arriera, te levantas enje- carnes de Natalia, olerla hasta saciarse, emba-
tada, qué culpa tienen los muchachos que no durnar todo su cuerpo de hembra joven con el
tengas novio, ayer me dijeron que pareces galli- deseo que se le volvía beso y saliva, que la cabe-
na, por eso te tienen miedo, pobre de ti si te los llera negra y abundante se anidara entre su cuello
comes, con la tranca de la puerta te rompo el y hombro. Enloqueció de deseo y con timbre de
lomo, tú no tienes corazón, ya te tengo bien trompeta apasionada le preguntó su nombre.
medida, los respetas porque no me despego un Esa noche Natalia salió a verlo, caminaron
momento, si no ya les hubieras dado un chan- hasta la plaza, la regaló con helados y confituras,
clazo.Por eso Natalia no sonreía. Una tarde, un platicaron un poco del futuro y mucho del pa-
hombre pidió unos cigarros de hoja, Natalia, de sado. De regreso la tomó de los hombros, la abra-
espalda al mostrador, acomodaba en un anaquel ' zó rotunda y le dio un beso que aún recuerda.
jabones de espuma suave y brillantinas de olor. A la semana Natalia era un cascabely Sebas-

76 77
tián no se acordaba del toro. Se quedó en Santo fue una tela de su exacto color, radiante se veía
Santiago tres meses, ella sacó de pronto la fuerza la mujer vestida de luz, capullo de retama la lla-
de su carácter y en 4 semanas liquidó la tienda, .~ ·\ maba ahogando los labios en su nuca. Llegaron
los bienes que tenía, la casa donde vivía junto . a vivir a la pensión. Natalia le entregó todo el
con la huerta, y llevó al abuelo con el médico .1 dinero, huelga decir que el éxito de Sebastián
para medir su energía. Se casaron de madruga- continuó sin ruptura alguna. Como canalito de
da, sin fiesta y sin nada. Compraron el ~oroy en agua limpia constante, el trabajo y su producto
una carreta grande, con las cosas más indispen- \ fertilizó campos y animales, el resto lo acumuló
sables, amarrado el abuelo entre felpas y cojines, en aljibes hasta completar para comprar la casa.
el toro atrás, manso a fuerza de permanganato, En eso estaba cuando el abuelo murió, hada tres
Natalia y Sebastián iniciaron el viaje de regreso. semanas que se la pasaba cantando frijolitos pin-
tos claveles morados que trabajos pasan los ena-
morados. Sebastián, después de comer, dibujaba
La loca es el recuerdo vivo de la desgracia. Nin- con el dedo sobre el muslo de su mujer el plano
guno podía olvidar. A los niños se les enseñaba de la casa; el techo no sirve ni tiene rejas en las
a respetarla y quererla, a no hacer burla de sus ventanas, pero es de piedra con muros altos, son
danzas, a comprender el dolor de la que en no- cinco 'cuartos seguidos,el primero tiene dos puer-
che de viento ,sin deber ni temer, sin merecerlo tas, a la calle y al patio, los otros cuatro sólo
ni expiarlo, fue partida por rayo de mala muer" tienen ventanas, ya les voy a mandar hacer las
te, le rompieron el alma dentro del pecho, se le rejas, de hierro, con descanso para que pongas
hostigó el cuerpo por su destino de vidrios rotos, macetasy el gancho para el farol, el primer cuar-
de oídos perforados por clavos de fuego, de nu- to, el de las puertas, tiene chimenea y un bancón
barrón de moscosmasticados y vomitantes... de piedra para que pongas los trastes, aquí en el
muro hay un nicho para despensa, ¿te gusta? No
pudo decir que sí porque un grito gangoso del
A Sebastián le gustaba el color amarillo, color abuelo les avisó que los frijoles pintos que traía
del centro de la amapola y de las mañanas de sol en la cabeza se le estaban quemando. Natalia se
temprano. El primer regalo que le hizo a Natalia metió el vestido y descalzafue corriendo, Sebas-
78 79
....,,
.

tián la alcanzó sin camisa y abrochándose los pan- mera vez sentíase descansar en el suelo firme y
talones. Encontraron al viejo Zacarías hecho nudo seguro que la mujer madura y amorosa traía en
en el suelo, como queriéndose arrancar el cora- el alma. La quiso sin más, porque sí, porque con
zón. Sebastián lo cargó y lo puso en la cama, ella habló de todo, de sus infinitos temores ya
descalzo y descamisado fue corriendo a buscar al lejanos, de la infancia alucinada, de la soledad
doctor. Cuando llegaron el viejito ya estaba flá- en su casa de enfermos, del amor que sentía por
cido y casi frío, Natalia le cruzó las manos sobre Sebastián, y sin tapujos, de lo mucho que gozaba
el pecho y le cerró los ojos. Descontaron del di- con su cama y sus caricias. Guadalupe, avisando
nero para comprar la casa lo suficiente para un en intimidad a Sebas, la aleccionó, la enseñó a
terreno en el panteón. Muchos del pueblo fueron gozar de su apetito con naturalidad, sin ver-
al velorio, en la oficina de Sebastián, a dos cua- güenza alguna. La pareja integróse circunferen-
dras de la plaza. Guadalupe Pechos no abrió el cial y completamente.
negocio, al anochecer, envuelta en trapos negros,
fue a la pensión. Natalia lloró un poco sobre las Las dos semanas que siguieron a la tragedia, con
rotundidades de la Pechos, después se puso el sábanas dobladas tuvieron a la mujer amarrada
velo y juntas fueron a velas el cuerpo. a una cama. La boca deshecha, inflamada la len-
Se quisieron desde el primer día, Guadalupe gua y tumefactos los labios, era impracticable
traía mucha madre adentro, tan pronto supo que para recibir alimento. La alimentaron por la na-
Sebas llegó con mujer, sacó del escondrijo dos riz con caldo tibio seis veces al día. Para tran-
gotitas de oro y una medalla grande, se vistió de quilizar sus músculos de serpiente rabiosa, junto
tierra con pintitos de espuma, llenó una canasta con el caldo hervían manzanas de amapola. Den-
con pan fino y así, ensombrillada y como sulta- tro del cuarto quemaron día y noche hojas de
na, se apersonó en la casa de huéspedes. Sebas- menta, lechuga y marihuana, para que respirando
tíán la presentó a su mujer con una sonrisa gran- los vapores narcóticos adormeciera su congoja.
de y de nuevo sucedió; Guadalupe, la matrona Envuelta en humos y amarras estuvo la loca dos
sapiente en crueldades de existencia, abrió su semanas. Consumiéndose en un dolor infinito
amplio abrazo para Natalia quien de pronto se que no era de la carne. Desmigajando su con-
sintió querida por ser quien era y que por prí- ciencia. Deshaciéndose deshizo su memoria, su

80 81
contacto con el presente, porque su realidad era destartalado burdel, la flor y crema .de la sapien-
más angustiosa y repulsiva que nidada de ala- cia en problemas de mujer. La Flaca Ignacia
cranes. Un día se quedó silente, apelmazada, llegó amarrándose una pañoleta, la Turnia ca-
errática de cuerpo y alma ... minando desviado como solía, en el negocio de
enfrente Guadalupe llamó a la Borrega y a la
Patas de Catre. Juntas todas y comandadas por
Sebastián compró la casa, la techó con vigas y la Pechos, a ritmo de seis Por ocho, recorrie-
zacatón para hacerla más fresca, le puso sólidas ron las veinte calles que había hasta la Casa
verjas en las ventanas y fuertes postigos de ma- Canaria. De una en una, tienen cinco minutos
dera olorosa a pino de montaña, por último la para ver lo que tiene, que comience la Borrega.
pintó de amarillo. Tan limpio era el color y de El doctor se encrespó, atufado se quedó en un
tan brillante tono, que la casa perfilábase domi- rincón; viene de hombros, o la abro o se muere.
nante aun a pleno mediodía, cuando por la re- Carmen la Borrega la miró, la midió, iba a to-
solana cegadora lo amarillo confundíase con la carla cuando no la tientes que traes las manos
reverberación, la arena y el sol. Dos veces al año puercas, un aguamanil con alcohol junto a la
la repintaban, del mismo color. Fue llamada la cama, Ignacia, tú que te entiendes con Don J oel
Casa Canaria, la teñida con flor de nopal, con ve a tocarle para que abra la farmacia. No fue
hongo de Cuaresma, con nube luminosa de atar- necesario porque Don Joel aquí estoy para lo
decer de verano. que guste y mande, las vecinas también Doña
Natalia tuvo seis hijos, uno detrás de otro. Guadalupe en lo que Podamos servir, afuera to-
·Seis capullos, seis tesoros, seis gritos que rebo- das, a las bardas, a la calle, ya verán cómo esta
taban en los patios. Al nacer el sexto tuvo pro- recua de mulas va a sacar a Natalia del atolla-
blemas, Sebastián llorando fue a media noche al dero. Y lo hicieron. Cómo voltearon al niño sólo
negocio de la Pechos. Suspensión de labores. ellas. El caso es que cuando desde la cocina el
Junta de parteras prostitutas; vete corriendo al doctor oyó el grito pelado del recién nacido,
Burro Verde que venga rápido la Flaca Ignacia, lo único que dijo fue mis respetos, mis respetos.
tú vete por la Turnia dile que la necesito. En un En lo que sí no pudieron fue en quitarle los
espérame tantito Guadalupe reunió, afuera del dolores a Natalia, no tuvo malas calenturas ni

82 83
flujos, sólo un dolor distendido, molesto. Gua- jaba desde el alba -Sebastián desayunaba con el
dalupe le prohibió a Sebastián que la tocara; quinqué prendido- además, los remedios de
va a ser muy duro muchacho, tienes que respe- Guadalupe la habían tranquilizado; tómate me-
tarla, no hagas caso cuando te llame, cuando te dio vaso al pardear, antes que se oculte el sol,
mire de lado, tápate la nariz para que no la hue- después te bañas con agua fría. A las dos horas
las, no te olvides que si la cargas, a lo mejor se de anochecido los ojos le bizqueaban de sueño,
nos muere. metía a los muchachos,atrancaba la puerta de la
calle, abría un postigo de la que daba al patio,
Dividieron el lecho conyugal. Sebastián, para
tendía un colchón en el suelo, apagaba las velas
proteger su debilidad, se fue a dormir al último
y lámparas, cepillaba sus cabellos y viendo la
cuarto, rodeado de chamacos. Natalia los prime-
noche por el ventanuco abierto se quedaba dor-
ros meses se quedó en la cama matrimonial del
mida de una pieza, como saco de papas.
tercer cuarto, después notó que por sobre los
dolores, algunas noches no dormía de tanto pen-
sar en su marido. Guadalupe no permitió que Guadalupe, la robusta, la enérgica matrona, se
la carne defalleciera, le dio bebedizos para en- resquebrajó con la desventura. Un hombre de a
friarle la sangre, para bajarle las calenturas, des- caballo vino a avisarle cuando sólo ella quedaba
pués le dijo que se acostara en el suelo de la en el negocio, estaba contando el dinero de la
cocina, junto a la puerta que daba al patio. El venta y sacando la cuenta de la comisión de
niño cumplió tres años y la prohibición seguía. las muchachas.Llegó cuando el silencio de la ma-
Natalia, para no sentirse durmiente solitaria, ro- drugada podía cortarse con machete. Llanto de
gaba a alguno de sus hijos que la acompañara, mujeres en la calle, tristeza amargosa y sólida en
pero, tan pronto creían que la madre dormía los grupos de hombres, el olor aquel ensortiján-
escapaban al último cuarto porque allá la diver- dose en las tapias y, por sobre todo, impactante
sión era en grande. Jugaban luchas, cantaban, en su clamor lastimero, con crujir de dientes y
Sebastián les inventaba cuentos, imitaba anima- helar de tuétano, la joven mujer hecha un basi-
les, les hacía apuestas y entre gritos y risas caían
lisco, maniatada, atenazada por manos y brazos,
dormidos, rodeando a su padre bueno. También manos y brazosde caras que lloraban impotentes,
es cierto que Natalia no insistió mucho, traba- desesperaciónhecha gesto, lástima y rebeldía di-

85
84
bujada en rictus. Guadalupe recordó las barajas, dos y el humo sofocante le picó en la lengua,
las dos cartas que no quiso leer porque con sus entonces despertó sobresaltada y se asustó de lo
filos le habían predicho el fatal desenlace. La que parecía sueño. Toda su casa iluminada de
gruesa madama, oropelada y restregada, se vino amarillo, toda su casa prendida en llamas del co-
abajo. Minada en todo su ser, un pantano cena- lor del símbolo de su marido. Las vigas lengüe-
goso le ensombreció la frente. Para qué pregun- teaban flamazosfuriosas, las paredes blancas res-
tar, para qué saber nada de nada, maldijo el tallaban con color de azufre. En ese instante
sábado que Sebastián se ganó a la Gloria, mal- rompieron la puerta y la arrastraron fuera. Su
dijo sus nueve moneditas de oro, se insultó a sí cabezagiró y hasta su oído llegó el tañir de cam-
misma, a sus huesos y carne de puta irredenta pana que tocaba a desgracia, sonar embravecido
que no merecían vivir y sacando su última par- que llamaba por calles y casasimplorando ayuda
tida de salud, abrió su brazo al cuerpo enloque- urgentemente. Hombres y mujeres corriendo con
cido de Natalia. Temblorosa y sumida en el do- tinajas y baldes y mantas y palas. Impotencia
lor, organizó las exequias. El negocio de Lupe histérica de hombres latigando desesperadoslas
Pechos jamás se volvió a abrir ... bestias que jalaban carretas con toneles llenos
de agua. Todos a una que la Casa Canaria se está
quemando, todos a una con manos y brazos. El
Sucedió una noche de primavera, primavera seca viento chisqueante soplaba su furia de burla y
que vino después de un invierno seco también. carcajada. Grupos de niños lanzaban tinajas a
Fuertes vientos siseaban día y noche arrullando la noria sin descanso, mujeres empuercando sus
con su ulular el sueño y la vigilia, dentro de las mejores mantas con tierra y agua y sudor angus-
casas el tiro de la chimenea suspiraba currucús ,,, tioso, cadenas de hombres pasándose sin pensar
de codorniz.Nunca supieron a ciencia cierta qué en fatiga pesadas cargas de agua, picos y palas
lo provocó, sólo lo lamentaron por siempre. Na- tratando de arrancar las sólidasrejas y envueltos
talia, entre sueños, oyó gritos y clamores, no ,, algunos en las mantas enlodadas, se metían al
quiso despertar, seguro eran los gritos de sus fuego para rescatar lo que pudieran. Mis hijos
hijos anidando en sus orejas. Siguió· dormida gritó Natalia mientras el silbido del viento ar-
hasta que el amarillo aquel perforó sus párpa- diente levantaba sus enaguas. Mis hijos siguió

86 87
gritando mientras su casa de inflorecencias de
retama continuaba su limpio tono y su amarilla
espuma en las plumas danzarinas de incontables
llamas incendiarias. El viento rugía espantosa-
mente, las tinajas de agua y la tierra lanzada nada
podían, la noche se tiñó del color de Sebastián.
Envuelta en colchas de lodos arrastrantes, Nata-
lia se aferró a las rejas del último cuarto, con voz fNDIOE
estridente invocó a los santos y a Dios Padre,
llamó muy fuerte a todos sus hijos, iracunda pi- Pág.
dió clemencia a la Providencia, pidió perdón por Donata .................. ' . 7
sus pecados, se arañó la cara y a punto de enlo- La visita 27
quecer mordió el fusil calcinado de su hijo de
siete años. Cuatro hombres la sujetaron y el llan- La casa canaria ........................ 57
to vino a sus ojos; y grito y· llanto, dolor y angus-
tia vinieron juntos. Un instante después se des-
plomaron los techos, las vigas se desgarraron y
de los cuartos ya sólo llegó, chillar chispeante de
maderas, y pestilencia de muerte tatemante ...

88
89

Potrebbero piacerti anche