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Abordajes hacia la transformación.

Una mirada desde el enfoque de Acción sin daño a los caminos tomados por comunidades e
instituciones en torno a 5 casos de conflictos agrarios y territoriales

Presentación

La deuda histórica del Estado-Nación colombiano en cuanto al abordaje de los conflictos agrarios y
territoriales, sigue en rojo. Mientras el país atraviesa por un contexto de reformas transicionales
con ocasión del Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable
y duradera parece que la equidad y la justicia en lo rural no avanzan. En suma, esta nueva
oportunidad ha puesto sobre la mesa la necesidad de completar un largo listado de tareas
pendientes que den el paso no sólo al cese de la guerra sino a la transformación de la sociedad
donde se superen las profundas inequidades y desigualdades.

De forma general, se debe trabajar sobre los conflictos agrarios y territoriales, que por causa de los
impactos desproporcionados del conflicto armado, parecen haberse profundizado. Por décadas y
generaciones, las sociedades campesinas, pueblos y grupos étnicos tuvieron que aplazar sus
demandas históricas y apuestas por el territorio, a cambio de la exigencia del derecho a la vida.

La violencia ha reemplazado el espacio político necesario para resolver los conflictos de


tenencia de tierras entre los campesinos y los grandes propietarios, está acelerando la
descampesinización del país y ha detenido la expansión de la frontera agropecuaria,
excepto en las zonas de cultivos ilícitos. Esto tiene como efecto que los campesinos dejan
de ser agentes de sus propios conflictos, para llegar a ser objeto de la polarización como
base social de los grupos armados. (Reyes, 1999, p. 209)

Esta investigación se interesa en las prácticas sociales de abordaje de los conflictos agrarios y
territoriales. El proceso de indagación se desarrolla en medio de la intervención que busca llevar a
cabo el proyecto “Fortalecimiento de capacidades de comunidades y funcionarios públicos para la
transformación de conflictos por la tierra en 7 regiones de Colombia”, del cual hacen parte la
Universidad Popular del Cesar, Universidad de Cartagena, La Universidad de Córdoba,
Universidad de Los Llanos, Universidad de la Amazonía, la Universidad Nacional, la Procuraduría
General de la Nación, el Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (Dejusticia), la
Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) y en el que participan las entidades
encargadas de adelantar la tarea principal de implementar el punto 1 de los Acuerdos de la
Habana.

En este contexto, la construcción del problema de investigación vincula los enfoques de Acción Sin
Daño y construcción de paz (ASD-CP) y de transformación de conflictos, con los cuales se propone
un ejercicio reflexivo entorno a la capacidad de las instituciones y los demás actores sociales que
hacen parte del proceso, de analizar y abordar los conflictos. Se parte de la confirmación que las
acciones que se proponen efectivamente generarán una transformación de esas conflictividades,
que son dinámicas con el potencial de generar tanto nuevos procesos de profundización y
exacerbación de las tensiones e inercias hacia la solución violenta, como de provocar impactos
positivos sobre los contextos, las poblaciones y colectivos vinculados, dependiendo del grado de
reconocimiento que las organizaciones hagan de su interacción con los contextos regionales y
subregionales en los que actúan.

1
Conflictos agrarios y territoriales, en el contexto colombiano

Sobre los conflictos territoriales, la cuestión agraria en Colombia y su relación con la guerra y la
paz se han producido aportes, reflexiones, políticas públicas, planes y proyectos que albergan en
sus planteamientos el propósito fundacional de la construcción de modernidad que tiene ya dos
siglos en mora, por un capitalismo que imperfectamente se asentó sobre la base de la tensión
entre la acumulación de poder político basado en la permanencia de una estructura rígida de
propiedad de la tierra (Machado, 2013, p.17), que tuvo como figura permanente la hacienda y los
distintos modos que la transformaron en el tiempo (Fals, 1975) y por otro lado, la presión
expresada especialmente en los procesos de colonización campesina y movilización social que
forzaron cambios y reformas-contrarreformas cíclicas (Legrand, 988).

Esta investigación centra su mirada en el abordaje de los conflictos agrarios y territoriales estos,
como causa y consecuencia del conflicto armado que se pretende superar con el Acuerdo Final
para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera suscrito entre el
gobierno y las FARC-EP.

Para iniciar, el territorio es definido como un concepto teórico y metodológico que explica y
describe el desenvolvimiento espacial de las relaciones sociales que establecen los seres humanos
en los ámbitos cultural, social, político o económico1. Es entendido dentro de

[...] una concepción relacional en la cual se sugiere un conjunto de vínculos de dominio,


poder, apropiación y pertenencia entre una porción o una totalidad de espacio geográfico y
de un determinado sujeto individual o colectivo. De ahí, que cuando designamos un
territorio siempre estamos asumiendo, aun de manera implícita, la existencia de un lugar y
de un sujeto que ejerce sobre él cierto dominio, una relación de poder o una facultad de
apropiación. (Santos, 1996, en Pérez, 2004, p.67).

En el territorio convergen un sin número de relaciones, entre ellas de poder, lo que ocasiona
diversos conflictos territoriales, a los que Pérez refiere

Sobre los conflictos territoriales, su origen se presenta cuando el control y el dominio sobre
espacios geográficos estratégicos se traducen en intereses de carácter político y
económico. Es decir, a través de fuerzas que quieren retirar del paso a competidores que
cuestionan su poder. Estos conflictos se ubican en espacios en donde no sólo se estima su
valor, por cuanto su función productiva, pueden ser también áreas de disputa de las
economías transnacionales, control de las administraciones locales, área de paso o de
poblamiento (Pérez, 2004, 65)

Como se puede observar, el territorio es un espacio de poder donde se desenvuelven las


relaciones sociales, políticas y económicas. Sus conflictos se producen como una lucha por el
control y el dominio territorial. En ese sentido, el control del territorio tiene una íntima relación con
la regulación del uso y la tenencia de la tierra, es allí donde surgen las raíces del conflicto agrario y
armado.

Colombia es en esencia un país rural, donde la tierra es fuente de riqueza y de poder, pues la
estructura agraria sustenta en gran medida el desarrollo económico del país y es así cómo se
producen los conflictos agrarios, derivados de la distribución de la propiedad rural, sus usos y las
políticas públicas que afectan e impactan a las poblaciones rurales, a la tierra y al territorio.
1 El Concepto del Territorio y la Investigación en las Ciencias Sociales. Disponible en:
http://ceppia.com.co/Documentos-tematicos/TERRITORIAL/CONCEPTO-TERRITORIO.pdf

2
De acuerdo a las distinciones que plantea el PNUD

El conflicto rural involucra el conflicto agrario y el armado interno. Pero, aunque ambos
tienen como escenario el mundo rural, se diferencian por sus objetivos, sus protagonistas,
el papel estratégico de la tierra en uno y otro, y las prácticas a las que apelan los actores.
La lucha por la tierra, por condiciones de bienestar y por inclusión política es el motor del
primero; el control del territorio y de la población y la disputa de soberanía al Estado
animan al segundo. El actor, por excelencia, del conflicto agrario es el campesinado a
través de la organización y la movilización social. Los protagonistas del conflicto armado
son la guerrilla y los paramilitares mediante su capacidad de ejercer coerción armada para
disputarle soberanía al Estado. En el primer caso, la tierra es un fin en sí mismo. En el
segundo, la tierra es un medio de acumulación (poder económico), de prestigio (vía de
legitimación en un orden social jerarquizado), de influencia (poder político) y de control
territorial (para garantizar corredores de paso en una lógica militar o, rutas de tráfico en
una lógica criminal) (PNUD, 2011, p. 56).

En el análisis de varios autores2, los principales factores que engloban los conflictos agrarios son: i)
la distribución inequitativa de la propiedad rural ii) la informalidad en la tenencia de la tierra; iii) el
atraso en los sistemas de información; iv) los conflictos por el uso y tenencia de la tierra y
finalmente, v) la ausencia del Estado o su presencia diferenciada que genera un déficit en el goce
efectivo de derechos - GED de las comunidades rurales.

El problema agrario no ha sido resuelto pues no se ha hecho una reforma rural integral, que
reglamente el acceso a la propiedad rural y promueva su democratización. Aunque a lo largo del
siglo XX se expidieron leyes3 que regulan el uso y la tenencia de la tierra, su implementación ha
sido un fracaso, pues a pesar de estos esfuerzos la inequitativa distribución de la propiedad rural
no se resolvió. Así lo demuestra el índice de Gini que señala en 2016 un 0,89 4 de concentración de
la propiedad rural, donde 0 significa total igualdad y 1 plena desigualdad, esto indica que casi el
90% de la tierra en Colombia está concentrada en pocas manos, es decir, que la distribución de la
propiedad de la tierra es altamente desigual e inequitativa y esta es una de las principales causas
del conflicto agrario.

En el mismo sentido Ibáñez y Helo destacan que:

En el año 2010 el número de hectáreas bajo propiedad privada y de destinación


agropecuaria en Colombia ascendió a 39,2 millones de hectáreas (ha), lo cual equivale a
un 31% del territorio nacional. La estructura de la propiedad se concentra en propiedades
grandes y medianas: 42% de esta área está compuesta por propiedades de más de 200

2 Varios autores describen esos factores como los más importantes del conflicto. Se destacan: Sánchez, C.
2017. Tierra en transición. Justicia transicional, restitución de tierras y política agraria en Colombia.
Chaparro, Sergio, Revelo, Javier y Sánchez, Camilo (2016). La restitución de tierras y territorios.
Justificaciones, dilemas y estrategias. Módulo pedagógico.
3 Las más importantes fueron la Ley 200 de 1936, la Ley 135 de 1961, la Ley 1° de 1968 y la Ley 160 de 1994.
4 Recuperado de:
http://www.eltiempo.com/economia/sectores/desigualdad-en-la-propiedad-de-la-tierra-en-colombia-32186
Así lo ha establecido el IGAC (2012) en el Atlas de la Distribución de la Propiedad Rural en Colombia,
disponible en:
http://www.igac.gov.co/wps/wcm/connect/8beae7804dc8d75abb1efb36b39898f6/1_notas_sobre_la_evolu
cion_historica_con_cubierta_1.pdf?MOD=AJPERES

3
has, 40% por propiedades medianas entre 20 y 200 has, y un 18% corresponde a
propiedades con extensiones de menos de 20 hectáreas. (Ibáñez y Helo, 2011, p. 123)

Es por ello que la Comisión Histórica del Conflicto Armado y sus Víctimas ha reiterado que la
concentración de la propiedad de la tierra es uno de los grandes problemas estructurales del
conflicto armado interno5, pues llevó al campesinado6 a la lucha por vías de hecho, por la tierra y su
distribución equitativa.

Además

[...] el modelo de desarrollo rural construido es altamente inequitativo y excluyente, propicia


innumerables conflictos rurales, no reconoce las diferencias entre los actores sociales, y
conduce a un uso inadecuado y a la destrucción de los recursos naturales. Acentúa la
vulnerabilidad de los municipios más rurales en relación con los más urbanos, y no permite
que se genere la convergencia entre lo rural y lo urbano. Además, se ha fundamentado en
una precaria y deteriorada institucionalidad pública que le abre más espacios a la
actuación de las fuerzas del mercado en una sociedad llena de desequilibrios e
inequidades (PNUD, 2009).

En cuanto a la informalidad en la tenencia de la tierra, esta es definida por Misión Rural como

todas las posesiones sobre predios rurales privados que carecen del reconocimiento
judicial del derecho y/o de la inscripción de un justo título en el registro; también
comprende la falta de registro de títulos entregados por el Estado, e incluso se extiende a
la ocupación de los predios que pertenecen a la Nación. (Misión Rural, 2015, p.76)

Desde otra perspectiva de lo mismo

De acuerdo con el índice municipal de formalidad estimado por la UPRA con base en el
ICARE, solo 71 municipios (6%) tienen un grado de formalidad entre el 75 y el 100%; 276
municipios (25%) alcanzan entre el 50 y el 75% de formalidad. El grado de formalidad del
resto de los municipios, 506 (45%), oscila entre 0 y el 50%: 325 municipios (29%) entre el
25 y el 50%, y 181 municipios (16%) entre el 0 y el 25%. (Misión Rural; 2015: 61)

El atraso en los sistemas de información catastral, registral y predial, ocasiona inseguridad jurídica
sobre los derechos de propiedad, ocupación y tenencia. Esta situación acentúa la informalidad en
la tenencia de la tierra, arriba señalada, pues no se tiene claridad sobre estos derechos. El catastro
nacional se encuentra así

En la actualidad, el 28% del territorio nacional no cuenta con información catastral, y el


63,9% del área formada tiene catastros desactualizados (722 municipios). Así mismo, de
un total de 187 municipios históricamente afectados por una alta incidencia del conflicto
armado, el 79% son, a su vez, municipios que hoy no cuentan con información catastral
básica. A lo anterior se suma una cartografía nacional desactualizada y que, en un 59% del
territorio, no tiene la escala, ni la representación apropiadas para la gestión catastral y
demás usos de política pública. (Conpes 3859, 2016, p.3)

5 ver Fajardo, D. Comisión Histórica del conflicto y sus víctimas. Estudio sobre los orígenes del conflicto social
armado, razones de su persistencia y sus efectos más profundos en la sociedad colombiana. 2014. Pp. 5 y ss.
6 Al respecto ver: Pineda, F. La lucha por la tierra en Colombia: génesis de un conflicto que no acaba.
Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/gol/article/view/61171/57660

4
En síntesis, según el Conpes

El catastro nacional actual no cuenta con una orientación multipropósito y presenta


importantes deficiencias al menos en tres aspectos estructurales: (i) no es completo, no
está formado en 28% del territorio nacional; (ii) no está actualizado en el 63,9% del
territorio (722 municipios) y; (iii) no está integrado con otros sistemas de información sobre
el territorio (Conpes 3859, 2016, p.9)

De otro lado, los conflictos de uso y tenencia de la tierra, se dan cuando no se usa adecuadamente
la tierra de acuerdo a su vocación, para el IGAC

Diversos estudios departamentales y regionales han demostrado que muchas de las tierras
con vocación agropecuaria se encuentran actualmente utilizadas inadecuadamente, siendo
en algunos casos subutilizadas, zonas de grandes latifundios, o sobre explotadas en zonas
de minifundio; ello conduce a que gran parte de la actividad productiva se localice en
tierras con menor capacidad para estos usos, coadyuvando a la degradación del medio
natural y al empobrecimiento paulatino y creciente de la población campesina (IGAC,
2002, p xxx)

Finalmente, el Estado y sus instituciones no han hecho presencia en gran parte del territorio
nacional, para Mauricio García Villegas y José Rafael Espinosa La presencia del Estado en todo el
territorio nacional es un propósito constitucional que no se cumple de manera absoluta. Por ello,
utilizan la expresión apartheid institucional

para señalar lo que ocurre en amplias zonas del territorio nacional en donde el Estado es
precario o inexistente y, como resultado de ello, las poblaciones que habitan esos
territorios resultan discriminadas por el hecho de que sus derechos no son reconocidos ni
protegidos (García y Espinosa, 2013, p 12)

Así pues, quien vive en el campo tiene menos posibilidades de gozar de sus derechos y acceder a
los servicios públicos básicos domiciliarios. Dejusticia plantea que la ciudadanía de los habitantes
rurales es restringida en los ámbitos, sociales, políticos y sociales por las siguientes razones:

● Restricción política. El debilitamiento del movimiento campesino, el silencio que impone el


conflicto armado y la ausencia de mecanismos de participación adecuados han acallado a
los habitantes rurales del campo político. En este contexto, sus demandas son difícilmente
escuchadas por los gobernantes.
● Restricción social. Los habitantes rurales están excluidos socialmente y esto no sólo se
evidencia en los pésimos indicadores sociales, sino también en el escaso reconocimiento
que el Estado hace del papel del campesinado en la construcción de país.
● Restricción cultural. Las tradiciones, saberes y costumbres del campo han sido silenciadas
y menospreciadas. Es difundida la idea de que en el campo se encuentra lo más atrasado,
premoderno, retardatario y medieval de nuestra sociedad. (Machado, 2011 citado por
Chaparro, S. Revelo, J. Sánchez, C., 2016, p. 34)

Todo lo anterior se intensificó bajo el contexto de conflicto armado interno, dado que hubo una
violación masiva, sistemática y generalizada de los derechos humanos y del derecho internacional
humanitario, en donde las comunidades rurales se vieron obligadas a desplazarse forzadamente lo
que ocasionó, entre otras circunstancias, el abandono y/o despojo de sus tierras. De acuerdo con

5
el Registro único de Víctimas (RUV) hasta la fecha 7 se han registrado 8.250.270 víctimas del
conflicto armado, 7.305.936 son víctimas de desplazamiento forzado, eso equivale alrededor del
16% de la población total colombiana 8. Esta situación llevó a la Corte Constitucional a declarar la
situación de desplazamiento forzado no solo como una consecuencia del conflicto armado sino
como una violación a los derechos humanos, que constituyen un Estado de Cosas Inconstitucional
- ECI9.

Darío Fajardo (2014) distingue factores internos y externos, económicos y político-ideológicos que
han facilitado y contribuido a la persistencia del conflicto armado. Estos factores son descritos así

En cuanto a los primeros se destacan la inamovilidad de la estructura de la propiedad


agraria como la de participación política. En cuanto a los factores externos ha sido
preponderante la aceptación por parte de la dirigencia colombiana de las directrices de la
política norteamericana en términos económicos, políticos y militares. En cuanto al régimen
agrario destaca dos procesos que toman fuerza en el marco del conflicto: de una parte, el
afianzamiento y recomposición de la gran propiedad como base de la producción
agroexportadora. De otra, la persecución y el desmantelamiento permanente de las
organizaciones agrarias limitan su desarrollo social, técnico y económico e impiden el
fortalecimiento de sus capacidades como ciudadanos y como productores, tareas que
deben adelantar en medio de grandes dificultades” (Fajardo, 2014, p. 32)

El conflicto armado confluye y se relaciona con el conflicto agrario, pues la estructura agraria de la
tierra permanece inamovible, facilitando el afianzamiento de la gran propiedad y limitando el
ejercicio pleno de las capacidades ciudadanas de las comunidades rurales, existe una intersección
entre las causas del conflicto agrario y las causas del conflicto armado. En diferentes estudios se
ha comprobado el efecto desempoderante que tuvo el conflicto armado en los periodos de más
álgida violencia, sobre la capacidad de gestión de los conflictos agrarios y territoriales, que en gran
medida fueron tramitados por la vía de la movilización social organizada del campesinado y los
grupos étnicos. Alejandro Reyes (1999, p. 207) reseña el estudio hecho por Carlos Salgado quien
demostró cómo “por efecto de la violencia ha disminuido radicalmente la expresión abierta de los
conflictos agrarios”.

El Centro de Memoria Histórica también ha documentado las agendas de victimización que


establecieron ciertos actores armados en contextos específicos, que tomaron como objetivo las
comunidades y organizaciones que lideraron procesos de gestión y manifestación abierta de
conflictos por la tierra, como ocurrió con los procesos de recuperación de tierras liderados por la
ANUC línea Sincelejo, que fue blanco de los grupos armados paramilitares y en algunos casos por
guerrillas, encontrándose una constante de afectación sobre procesos como empresas
comunitarias, proyectos de autogestión comunitaria de tierras que fueron adjudicadas como efecto
de la movilización social y presión por la distribución de la tierra (CNNR, 2010).

El escalonamiento del conflicto armado también ocasionó los fenómenos de abandono y despojo
de la tierra10, lo que llevó al gobierno a promulgar políticas de justicia transicional como la Ley 1448

7 Unidad para las Víctimas. Registro Único de Víctimas con corte a Noviembre 1 de 2017. Recuperado de:
https://rni.unidadvictimas.gov.co/RUV
8 Con base en la proyección poblacional de Colombia.Departamento Administrativo Nacional de Estadística
para noviembre de 2017. Recuperado de: http://www.dane.gov.co/reloj/
9 Al respecto ver: Corte Constitucional, sentencia T-025 de 2004.
10 La ley 1448 de 2011 define en el artículo 74. el despojo como la acción por medio de la cual,
aprovechándose de la situación de violencia, se priva arbitrariamente a una persona de su propiedad,

6
de 2011 con el fin de reparar integralmente y restituir a las víctimas los predios que perdieron como
consecuencia de la guerra, pues según estimaciones de la Comisión de Seguimiento a la política
pública sobre desplazamiento forzado el total de hectáreas abandonadas y/o despojadas
corresponde al 6,65 millones de hectáreas (Comisión de seguimiento, 2010).

Por lo tanto, la transformación de las condiciones de inequidad rural que se acentuaron con el
conflicto pretendieron ser restituidas mediante la ley 1448 de 2011, dentro de un contexto de
violencia, pero no buscaron hacia el futuro transformar las condiciones de inequidad sobre la tierra.
La Ley 1448 tiene como objeto revertir el despojo y lograr una reparación transformadora, es decir,
retornar al campo en condiciones de dignidad con acceso a derechos fundamentales, económicos,
sociales y culturales. Sin embargo, su fin no es distribuir la tierra o democratizar su acceso, salvo
las situaciones donde el predio restituido supera la Unidad Agrícola Familiar-UAF, la restitución no
pretende afectar la concentración de la propiedad rural.

Esta situación llevó al Gobierno Nacional y a la guerrilla de las FARC-EP a buscar una solución
negociada al conflicto armado, como resultado de este proceso, se logró llegar a un Acuerdo Final
para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera firmado entre
los delegados del Gobierno de la República de Colombia y las FARC-EP (2016).

El Acuerdo Final consta de 6 puntos, y precisamente el punto 1 titulado “Hacia un nuevo campo
colombiano: Reforma Rural Integral”, propone la transformación estructural del campo. El punto 1
comprende el conflicto agrario como causa y consecuencia del conflicto armado desde diferentes
perspectivas, ya que para el gobierno debe “contribuir a reversar los efectos del conflicto y cambiar
las condiciones que han facilitado la persistencia de la violencia en el territorio” y para las FARC,
“debe contribuir a solucionar las causas históricas del conflicto,” en cuestiones como la
incertidumbre sobre la propiedad de la tierra, “su concentración, la exclusión del campesinado y el
atraso de las comunidades rurales” (Nuevo Acuerdo, 2016, p.xxx)

Los aspectos centrales del punto 1 son los siguientes: primero, acceso a tierras; segundo,
Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial; y, tercero, Planes Nacionales para la Reforma
Rural Integral. La primera medida, acceso a tierras, punto 1.1. propone la creación de un Fondo de
Tierras para democratizar su acceso, la formalización masiva de la pequeña y mediana propiedad
rural; la creación de mecanismos de resolución de conflictos de tenencia y uso; la formación y
creación del catastro rural, integral y multipropósito; el cierre de la frontera agrícola y la protección
de zonas de reserva, entre otras.

La segunda medida tiene que ver con los “Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial,” punto
1.2, cuyo propósito es, entre otros, garantizar “el bienestar y buen vivir de la población en zonas
rurales, haciendo efectivos los derechos políticos, sociales y culturales” (Nuevo Acuerdo, 2016,
p.xxx). Para ello se establecen mecanismos de participación activa de las comunidades y se crean
instancias en los distintos niveles territoriales para garantizar la participación ciudadana en el
proceso de toma de decisiones.

posesión u ocupación, ya sea de hecho, mediante negocio jurídico, acto administrativo, sentencia, o
mediante la comisión de delitos asociados a la situación de violencia.
Se entiende por abandono forzado de tierras la situación temporal o permanente a la que se ve abocada una
persona forzada a desplazarse, razón por la cual se ve impedida para ejercer la administración, explotación y
contacto directo con los predios que debió desatender en su desplazamiento.

7
La tercera medida relacionada con los Planes Nacionales para la Reforma Rural Integral, punto
1.3, tiene como objetivo “la superación de la pobreza y la desigualdad, así como la integración y el
cierre de la brecha entre el campo y la ciudad” (Nuevo Acuerdo, 2016, p.xxx). Para ello se
propone infraestructura y adecuación de tierras, eléctrica y de conectividad. En cuanto al desarrollo
social, se proponen medidas de atención en salud, educación, vivienda y agua potable para
erradicar la pobreza.

El punto 1 del Acuerdo Final busca solucionar varias de las problemáticas agrarias ya señaladas,
igualmente, no es posible distinguir entre el conflicto agrario y armado, pues se diluyen los límites
que diferencian un conflicto del otro. Estos conflictos por sus características requieren de análisis
complejos y de acciones de diverso orden dada la violación masiva y sistemática de los derechos
humanos y fundamentales. Por lo anterior, nuestro interés se centra en ver cómo se configuran los
conflictos agrarios y territoriales, dentro de un contexto “post conflicto” o “post acuerdo”, en los
departamentos de Bolívar, Córdoba, Caquetá, Cesar, Sucre, Guaviare y Meta. Teniendo en cuenta
las nuevas perspectivas que se abren con los escenarios, mecanismos e instrumentos
comprendidos en el Acuerdo Final.

Este trabajo pretende en primer lugar potenciar las capacidades locales de transformación de los
conflictos. En segundo lugar busca profundizar el análisis en una muestra de conflictos agrarios y
territoriales que se presentan en las regiones mencionadas; así como identificar los mecanismos
usados a nivel local para abordarlos (de tipo administrativo, judicial, alternativo o popular); para
finalmente, aportar mediante el enfoque de Acción sin Daño herramientas potenciales promover la
autogestión de las comunidades, la reconstrucción de proyectos de vida y de los tejidos sociales,
así como la acción institucional asertiva con el fin de fortalecer las capacidades locales de paz. En
otras palabras, se pretende conocer y analizar los conflictos por la tierra y el territorio, identificando
su ciclo, los mecanismos usados para abordarlos, y los aspectos estructurales y relacionales
involucrados a fin de entender cómo este proceso se ha dado y cómo podría darse a futuro a fin de
generar capacidades locales (comunitarias e institucionales) para abordar adecuadamente los
conflictos.

Aunque empoderar resulta un término problemático hace parte de la reflexión de este trabajo, pues
encierra un debate amplio entorno a quién empodera y la relación de estas nociones con la
reproducción de relaciones de dominación. En comunidades rurales implica aportar al
reconocimiento de herramientas propias para el abordaje de los conflictos agrarios que promueva
una cultura de paz.

Una noción dinámica de conflicto

El presente estudio se sitúa en el campo de los estudios sociojurídicos y especialmente, toma


aportes teóricos de la sociología jurídica, una rama especializada de la sociología de naturaleza
interdisciplinar, que estudia el derecho como fenómeno social contextualizado en su interacción
con las prácticas sociales y por consiguiente, busca vincularlo con otros saberes y reflexiones
como la ética, la historia, la economía, la geografía, privilegiando el trabajo empírico para entender
el fenómeno jurídico como resultado de procesos societales (Pacheco y Carvajal, 2005).

Los estudios sociojurídicos también se sitúan desde dos constataciones históricas: la distancia
entre los marcos legales y las prácticas sociales y la noción de pluralismo jurídico que define las
sociedades como “constelaciones de juridicidades” (Sousa, 2001, p.2)

De esta manera, la aproximación a los conflictos agrarios y territoriales desde un enfoque


sociojurídico parte de comprenderlos como problemas sociales que se encuentran regulados
normativamente y que los efectos de dichas regulaciones y sus cambios en el tiempo han estado

8
relacionadas y han influido en la dinámica de dichos conflictos, que en algunos casos representan
disputas por la definición de derechos de distinto tipo y alcance especialmente, derechos
patrimoniales y derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Desde esta perspectiva
nos proponemos identificar una definición de conflicto que permita un análisis comprensivo del
problema planteado.

Las ciencias sociales casi desde su fundación se han planteado la preocupación por el análisis de
los conflictos sociales, por ello es posible rastrear una constelación de teorías y escuelas que
analizan la naturaleza del conflicto, sus causas y consecuencias, características y dimensiones, su
dinámica como proceso. Así por ejemplo, los enfoques positivistas han comprendido el conflicto
como un desequilibrio, anomalía e incluso patología social cuyas causas se encuentran fuera de la
sociedad, mientras en otro polo para los enfoques críticos que alimentan las corrientes marxista y
liberal, la conflictividad, la tendencia al desorden son la muestra de vitalidad en las sociedades y
por ende, el juego de fuerzas entre los grupos sociales son la fuente del cambio social y la
renovación.

Otros se han planteado analizar cómo se llega a o produce estabilidad o movimiento, conflicto o
cooperación entre los actores sociales, destacándose los enfoques funcionalistas que consideran
los conflictos como parte de las estructuras sociales, con matices que van desde los que lo
entienden como disfunciones o problemas hasta quienes los ven con un papel integrador y de
cohesión de las sociedades (Bobbio et al; 2000:302).

De manera reciente, María Lucía Zapata (2009) señala que el interés por estudiar el conflicto social
y sus formas de abordaje data de la segunda guerra mundial y toma fuerza en los años 70 con la
consolidación de la disciplina de los estudios de paz en Europa.

En general el conflicto se asocia a diferencia, pelea, enfrentamiento o disputa. Lewis Coser aporta
una de las definiciones clásicas de conflicto, quien en sintonía con Marx, lo entiende como una
lucha de intereses entre individuos o grupos cuyos fines se contraponen por la escasez de los
recursos en juego. Sin embargo para él, conflicto es también una lucha con respecto a valores y
derechos (Coser, 1967). Su visión del conflicto reconoce los aportes metodológicos planteados por
Marx, en el sentido que la lucha es una de las formas que puede tomar el conflicto, sin embargo, el
autor, proveniente de la escuela funcionalista considera otras salidas diferentes a la conciencia
para sí de la clase dominada que conduce a su movilización, ejemplificadas en fenómenos como
la delincuencia que Coser identificó en el contexto de las sociedades industriales.

Norberto Bobbio en el Diccionario de política busca condensar un acuerdo general sobre la


definición de conflicto y lo concibe en forma de “interacción entre individuos, grupos,
organizaciones y colectividades que implica enfrentamientos por el acceso a recursos escasos y su
distribución” (Bobbio et al, 2000,p.298), lo que no implica la exclusión de otras formas de
interacción y generación de procesos sociales, entre ellos la cooperación. Para el autor, cada
conflicto tendrá especificidades según el tipo y ámbitos en que se presente la confrontación,
mientras los recursos escasos pueden ser objetivos o subjetivos que regularmente toman la forma
de poder, riqueza y prestigio; además, dichos recursos podrán ser valorados por los actores
sociales como fines en sí mismos o como medios que representen posiciones desde las cuales se
pueda prever la participación en nuevos conflictos.

Siguiendo esta definición, para describir el conflicto es necesario mencionar la diversidad de


configuraciones sociales en que pueden presentarse y son las que a su vez determinan cómo se
producen los conflictos, por lo tanto, no podrán clasificarse a priori sin tener en cuenta los
contextos donde estos tienen lugar.

9
La Fundación Arcoíris plantea una definición de conflicto, que relaciona aspectos del enfoque
crítico mientras señala la interacción con el contexto, un elemento propio del análisis de conflictos
desde el enfoque de Acción Sin Daño- ASD al cual nos referiremos más adelante

la desavenencia o el choque que ocurre entre partes, en procura de un interés concreto


determinado. Se presenta siempre en una estructura o contexto socio – político concreto,
que incide en el conflicto y sus actores, pero que también es impactado por la presencia
misma de la situación conflictiva (Nuevo Arcoíris, 2003, p. 9).

En esta misma línea, Lederach resalta el carácter fluido del conflicto. Para el autor no es negativo,
ni positivo, pero tampoco es estático. Así, el conflicto fluye de la vida. Antes de verlo como una
amenaza lo podemos entender como una fuente de oportunidades para crecer e incrementar la
comprensión de nosotros mismos, de los otros y de las estructuras sociales. Los conflictos en
todos los niveles de las relaciones son oportunidad de hacer un alto, evaluar y tomar conciencia
(2009, p.19).

Para referirse a su carácter dinámico, Lederach señala que los conflictos se caracterizan por
momentos de flujos y reflujos, lo cual con frecuencia se constata al ver “su aumento y disminución,
su escalada y desescalada, sus picos y valles; de hecho, frecuentemente enfocamos un pico o un
valle específico, una iteración o repetición en particular de un episodio conflictivo” (2009, p.17) el
reto está más que enfocarse en un pico o un valle, en visualizar la cordillera completa.

El dinamismo hace que el conflicto entre en una paradoja que radica en que por un lado, puede
tornarse en fuerza de avance si lo abordamos en su potencialidad para generar cambios
constructivos pero por otro, puede romper relaciones y causar destrucción en términos de vidas y
proyectos provocando daños a veces irreparables en personas y grupos. Para autores como
López, hay que enfatizar en que el conflicto en sí no es un problema, la dificultad está en la forma
en que este se aborda. “Para quienes están afectados o inmersos en los conflictos es muy
complicado establecer sus potencialidades, siendo sin embargo, la necesidad de manejarlos más
crucial justamente cuando se dan amenazas de violencia o se rompen abruptamente relaciones”
(López, 2008, citado por Vásquez 2011, p.9).

La dimensión relacional está representada por cambios en las relaciones cara a cara, es decir, en
la manera en que se expresan los patrones de comunicación e interacción entre sujetos. “Aquí
consideramos las relaciones afectivas, el poder y la interdependencia, así como los aspectos
expresivos, comunicativos e interactivos del conflicto” (Lederach, 2009, p.27). Más allá de las
situaciones visibles, la dimensión relacional se enfoca en los cambios subyacentes producidos por
el conflicto como por ejemplo “los patrones de percepción de las personas, lo que desean, lo que
persiguen, y la manera cómo estructuran las relaciones interpersonales al igual que las
intergrupales e intragrupales” (Lederach, 2009, p.28).

La dicotomía antes mencionada se basa en la distinción entre conflicto y violencia donde la primera
es parte de la dinámica en las interacciones entre personas o grupos y la segunda el uso de
recursos que afectan derechos de otros, que incluso llevan a la aniquilación física de otros para la
obtención de recursos o satisfacción de los intereses en juego (Coser, 1970). Otra es la relación
entre conflicto y cambio social, su dinámica transforma las estructuras sociales, genera o activa
conflictos que subyacen en un contexto particular donde se gestan nuevos cambios (GTZ, 2010).

Al comprender el conflicto como interacción social será necesario centrar la mirada sobre las
interpretaciones que hacen los actores sobre la disponibilidad de recursos simbólicos y materiales

10
y la posición relativa de los otros (lo que hacen) y no únicamente sobre los hechos mismos (las
manifestaciones visibles de los conflictos), de allí se desprende la necesidad de comprenderlos
desde el punto de vista intersubjetivo; en consecuencia, el conflicto resulta de actores que definen
una situación con puntos de vista y lugares del espacio social distintos, que actúan sobre la base
de las incompatibilidades entre sus diversas percepciones o fines (CSG, 2012).

En el capítulo anterior mencionamos que esta investigación está centrada en los conflictos agrarios
y territoriales, que estos se encuentran en la base como factores determinantes del conflicto social
y armado. Por esta razón, el contexto colombiano ilustra más fielmente las dinámicas y vasos
comunicantes entre ellos. A su vez su persistencia constituye la razón de ser de los múltiples
esfuerzos colectivos y luchas que históricamente han tenido lugar en el país, por contener la
violencia política sostenida y el constante uso de la aniquilación del otro, como forma de oposición
a estas. Esto demuestra el carácter diverso del concepto de conflicto por el rol del contexto, sus
dimensiones y superposición, lo que nos lleva a hacer referencia a ellos en plural (GTZ, 2006).

Sobre el análisis de los conflictos y los diversos caminos para su transformación


En esta investigación asumimos tanto el análisis como el abordaje de conflictos desde un enfoque
transformador centrado a la vez en las manifestaciones del conflicto como en sus patrones
relacionales, históricos, con miras a generar cambios sociales de fondo, constructivos, desde la
acción y decisión de los sujetos.

La construcción de paz implica como lo entiende Galtung, el concepto de paz positiva, entendida
como el producto de una relación donde media la transformación no violenta de los conflictos, a
través del abordaje de las dimensiones estructurales y culturales de la violencia y la búsqueda de
la equidad social, por tanto, la experiencia de los conflictos confronta e implica la transformación de
la sociedad, trascendiendo las fronteras de la llamada paz negativa o ausencia de guerra
(Galtung, 1985). Esta noción de paz está relacionada con el cambio social y la transformación de
las condiciones de desigualdad entre los grupos y colectividades.

La construcción de paz positiva implica la coherencia entre medios y fines. Cuando los conflictos
son abordados asertivamente, en cambio de crear condiciones para que surjan opciones violentas
se crean las condiciones para alcanzar la paz, entendida como la “fase superior de los conflictos”
que lejos de un ideal abstracto, significa emplear medios pacíficos, como la práctica de la empatía,
la creatividad y la no violencia.

Las fases del conflicto se caracterizan por tener diferentes fases o momentos algunas veces en
escalada (ver figura 1). Entender en qué fase del conflicto se está, determinará el diseño de la
intervención y el abordaje del mismo. La figura de Glasl contenida en el documento de Cercapaz
(2011) “Transformación de conflictos mediante el diálogo: Herramientas para practicantes”, señala
una aproximación al respecto.

Figura 1. Escalada del conflicto de Glasl

11
En el análisis de los conflictos también es importante reconstruir las acciones desplegadas para su
abordaje (ver figura 2). Estas acciones pueden caracterizarse por la búsqueda de soluciones
mediante mecanismos reactivos o proactivos (ver figura de Hizkias, Citado en Cercapaz, 2011).

El presente proyecto se orienta en estos últimos a partir de estrategias donde con base en el
análisis histórico del conflicto, se privilegie la atención sobre los escenarios de encuentro que
propicien el diálogo entre instituciones del Estado, comunidades rurales y sociedad civil para el
establecimiento de salidas a partir de diálogos constructivos, acuerdos y la generación de
confianza.

Figura 2

Desde estos enfoques se han creado metodologías, mecanismos y experiencias que han sido
diseñados tanto para el análisis como para el abordaje de los conflictos. Uno u otro camino no
puede ser calificado a priori como válido o no, posiblemente los matices o combinaciones en su
uso serán necesarios o efectivos en un contexto determinado. Unos están centrados en la “gestión
o tramitación de los conflictos”, otros se identifican más con la “resolución de los conflictos” y
también están los que se enfocan en la “transformación” de los mismos.

12
A continuación haremos un breve recuento de las más representativas, que serán orientadores
para los propósitos de esta investigación.

Solución o resolución de conflictos


Comúnmente se escucha que hay que resolver los conflictos y en este sentido, lo que se expresa
es la intención por eliminar de manera definitiva las situaciones que emergen y hacen manifiesto el
conflicto, es decir, los episodios 11. La intención está en desescalar el conflicto y por ello, el énfasis
está en la negociación, en la resolución que se expresa en forma de la pregunta ¿Cómo acabamos
con algo indeseado?

Este enfoque se origina en un grupo corriente interactiva (Parra, 2016, p.58), de la cual su
exponente más reconocido es Jurgên Habermas con su conocida Teoría de la acción comunicativa.
Habermas plantea la posibilidad que los seres humanos lleguen a consensos a través del uso
racional de la acción y el diálogo entre iguales que lleva a relaciones de colaboración.

El uso de técnicas de negociación y mediación es común en las relaciones cara a cara o de


vecindario, donde los factores estructurales que originan el conflicto son secundario frente a los
coyunturales. Son empleadas comúnmente en la respuesta de empresas y entidades del Estado
para atender episodios de acción colectiva o situaciones de crisis por ejemplo en conflictos
ambiental (ver Nuñez, 2014 y Gutiérrez Sanín, 2016).

La gestión de conflictos
Esta es la vía clásica que se enfoca especialmente en la construcción de consensos entre los
actores sociales en disputa. El contrato social es el paradigma de la materialización de esta gestión
a nivel colectivo en el Estado capitalista moderno, dicho acuerdo está basado en la asignación al
Estado del monopolio de la resolución de conflictos12.

En ese sentido, se han creado “dispositivos” e instituciones a las cuales se ha asignado esta
función a través de la adjudicación de conflictos en los poderes legislativo, judicial o ejecutivo,
dando respuesta a las demandas sociales a través de políticas públicas, normas y la
administración de justicia que falla en derecho. En este contexto, los ciudadanos deben hacer uso
de los “servicios” del Estado y hacer trámite de los conflictos teóricamente para “todos” en un juego
desigual de poderes.

Esta estructura ha tenido diferencias entre los países más y menos desarrollados viéndose en
consecuencia, diferencialmente afectados por la crisis que dichas instituciones han experimentado
con la emergencia del neoliberalismo. Al final de los años 80 y principios de la década del 90 en el
siglo pasado, tuvieron lugar reformas constitucionales en países como Colombia, Ecuador, Perú,
Bolivia que han institucionalizado y reconocido las justicias propias, jurisdicciones especiales bajo
la denominación de Mecanismos Alternativos de Resolución de Conflictos-MASC en el marco
constitucional. En el caso de Ecuador se ha reconocido a la naturaleza como sujeto de derechos
(Ariza;2010). Mediante esas reformas políticas los Estados han reconocido e incorporado al

11 Hace referencia a los problemas, la crisis, la ruptura, el contenido de las controversias expresados en
tiempo discontinuo. Son las manifestaciones evidentes del conflicto (Lederach, 2009).

12 No obstante la gestión de los conflictos no es monopolio del Estado en estricto sentido, las comunidades
y los particulares también están facultados para resolver los conflictos, desde sus propios mecanismos que
en muchos casos resultan ser más efectivos y vinculantes.

13
sistema de administración de justicia, algunas prácticas que incluso tienen origen en el seno de los
pueblos indígenas o comunidades campesinas tradicionales.

Aunque los MASC de acuerdo a su nombre refieren a la “resolución” o “solución” de conflictos, los
hemos identificado como gestión por hacer parte del Sistema de administración de Justicia. Sobre
ellos aún hay un debate sobre su naturaleza formal o informal pues aunque están
institucionalizados, aplican principios de justicia en equidad, primordialmente responden a los
contextos socioculturales donde tienen asiento y responden a lógicas del ámbito comunitario. Estos
mecanismos pueden variar según acuda a vías de abordaje autocompositivo (los actores
involucrados son quienes toman las decisiones sin intervención de un tercero) o al abordaje
heterocompositivo (se delega en un tercero la decisión).

Los MASC son definidos como atribuciones que confiere la ley a los particulares, para que, en
determinados casos, puedan resolver los conflictos sin la intervención directa del órgano judicial del
Estado.

En Colombia, la constitución de 1991 introdujo dichos mecanismos en “donde los particulares


actúan como conciliadores o árbitros para fallar en derecho o en equidad (art. 116 C.P). Asimismo,
la Constitución estableció funciones jurisdiccionales, en determinadas circunstancias a autoridades
administrativas (art. 116 C.P); además, creó las llamadas por la constitución jurisdicciones
especiales, a saber, los jueces de paz (art. 247 C.P) y el ejercicio de funciones jurisdiccionales por
las autoridades de los pueblos indígenas (246 C.P). Todos estos mecanismos a pesar de sus
diferencias parten de una cierta desconfianza frente a la justicia formal del Estado puesto que no la
consideran un instrumento eficaz, transparente y adecuado para zanjar las controversias cotidianas
entre los colombianos. Estos mecanismos buscan ser alternativas más próximas a la comunidad y
al ciudadano ordinario para que éste pueda resolver de manera más rápida sus conflictos.”
(Uprimny;1994:72)

Si bien existió un impulso dirigido a los MASC por los Estados y la cooperación internacional en
América Latina, su institucionalización también responde a pujas sociales por el reconocimiento.
Como respuesta a la crisis de los mecanismos de justicia formal para la democratización, se les ha
asignado un papel de alivio a las necesidades emergentes del sistema de administración de
justicia como la descongestión judicial. En una posición de alerta también se llama la atención
sobre la sub valoración de la responsabilidad del Estado y de sobre valoración de las
potencialidades y criterio de la justicia en equidad (Uprimny,1994). Por otro lado tenemos una
aproximación a estos mecanismos como prácticas sociales expresión de un campo relativamente
autónomo, el de las Justicias Comunitarias, que se encuentran entre la disputa del monopolio de la
resolución de los conflictos al Estado al “profanar” el campo jurídico o la complementariedad (ver
Ariza, 2010; Ardila, 2008; y Osorio, 2010).

Existe también una corriente que ha construido la noción de “justicias populares” que
principalmente se ubica en un lugar liminar entre la Justicia Comunitaria y la disputa total de la
hegemonía de la administración de justicia al Estado (Mery, 2003)

Frente al tema de esta investigación, existen en la actualidad una propuesta para el abordaje de
conflictos en procesos de formalización de la propiedad rural y derechos sobre la tierra a través de
los MASC diseñada por USAID (2016). Sin embargo algunos autores -por ejemplo Ariza, 2010, y
Uprimny, 2003- coinciden en afirmar que los conflictos agrarios y territoriales no pueden ser abordados por la
justicia comunitaria ni por la justicia informal y al menos de forma limitada por la Justicia Especial Indígena.
Basan su afirmación en el argumento de la alta complejidad de estos conflictos, la estrecha relación que puede
haber con la garantía de Derechos fundamentales y la capacidad de estos mecanismos ya que se encuentran
en un nivel de baja resolución, concediendoles un espacio limitado a resolver la “pequeña conflictividad”.

14
A pesar de ello, el punto 1 del Acuerdo de paz incorpora la modificación normativa y puesta en
marcha de una Jurisdicción Agraria, la cual plantea la necesidad de promover la utilización de los
MASC para su articulación a dicha jurisdicción. En complemento, el Acuerdo contempla entre sus
disposiciones la puesta en marcha de una Estrategia de Respuesta Rápida a través del proyecto
Justicia local para la paz, que se enfoca en la construcción de capacidades locales para la gestión
de conflictos y el fortalecimiento de la institucionalidad para afianzar el acceso a la justicia en los
municipios más afectados por el conflicto armado.

Transformación de conflictos
Cuando además de la resolución y la gestión se incluye la preocupación por el contexto de los
patrones relacionales, es decir el epicentro13 de los conflictos según Lederach (2009). La pregunta
que orienta el abordaje toma un giro y entonces no solo queremos saber ¿Cómo acabamos con
algo indeseado? Sino a la vez ¿Cómo construimos algo que deseamos? En este sentido, “la
transformación involucra tanto el desescalamiento del conflicto como el compromiso con este en
búsqueda del cambio constructivo (…) La transformación aborda tanto el episodio como el
epicentro del conflicto” (Lederach, 2009, p.36)

Para lograrlo se deben desarrollar plataformas de transformación del conflicto

[...] que deben simultáneamente dar respuesta en el corto plazo y ser estratégicas a largo
plazo. Debe[n] tener la capacidad para generar y regenerar procesos de cambio que
respondan tanto a los episodios como al contexto o epicentro. Debido a su dinamismo y
complejidad, la plataforma es estructura-proceso (…). Una plataforma de transformación
debe ser adecuada si entiende que el conflicto y el cambio son constantes, pero las
soluciones específicas y las formas que toman son efímeras. La transformación del
conflicto es un camino circular con un propósito. Emprender esta jornada requiere
preparación (Lederach, 2009, p.52)

Y en el camino de la preparación el autor señala que se debe por un lado, explorar la situación
conflictiva es decir visualizar el problema, los patrones y la historia del conflicto; luego es
importante recrear el horizonte de futuro, es decir visualizar lo que esperamos construir o lo que
nos gustaría ver operando; finalmente, se debe abordar un tercer movimiento que trata de definir
los procesos de cambio que unen a los dos –situación actual y horizonte de futuro (Lederach,
2009).

Justicia transicional y Acción sin Daño


Un enfoque de transformación por excelencia, surgido con el objetivo de hacer viable el paso de
situaciones de vulneración de derechos y conflictos armados a relaciones democráticas es la
justicia transicional. Este es un sistema o tipo de justicia de características específicas, que debe
aplicarse de manera excepcional en la medida en que aspira a superar una situación de conflicto o
posconflicto haciendo efectivos, en el mayor nivel posible, los derechos a la verdad, la justicia y la
reparación de las víctimas frente a un pasado de graves y sistemáticas violaciones de los derechos
humanos14. Los mecanismos de justicia transicional tienen como límite la medida de lo que resulte

13 El epicentro por su parte, corresponde a los contextos y a la red de patrones relacionales visibles solo
cuando se tiene una perspectiva histórica del conflicto. Equivale a las raíces del conflicto y por estar en su
base, forma patrones o modelos relacionales que se repiten.

15
conducente al logro y mantenimiento de la paz social 15. En consecuencia, la justicia transicional
busca solucionar las fuertes tensiones que se presentan entre la justicia y la paz, entre los
imperativos jurídicos de satisfacción de los derechos de las víctimas y las necesidades de lograr el
cese de hostilidades16.

El enfoque de Acción sin Daño, como uno de los enfoques sensibles al conflicto, tendría la
posibilidad de hacer un aporte a la paz y en ese sentido, de articularse a los procesos y
mecanismos derivados de la justicia transicional en su búsqueda, especialmente como un
mecanismo de construir bases para evitar la repetición de los hechos. De manera resumida, este
enfoque llama la atención sobre los impactos que tienen los programas y proyectos
-independientemente de sus buenas intenciones - en tanto pueden exacerbar conflictos, generar
dependencias, anular las capacidades de las personas, suplantar al Estado en su tarea como
garante de derechos, entre otros. A estas situaciones se les conoce como daños de la intervención.
Sin embargo, las acciones tramitadas bajo el enfoque ASD tienen el potencial de promover la
resolución pacífica de los conflictos y las tensiones, generar independencia y autogestión y en sí,
potenciar las capacidades locales de paz.

El enfoque tiene varios puntos de partida: 1- La constatación de que la intervención hace parte del
contexto y por tanto, tiene la potencialidad de generar daños o de aportar a la construcción de paz;
2- Debido a lo anterior, la necesidad de hacer una lectura cuidadosa de los contextos en que se
interviene 3- El imperativo de que ante la evidencia de cualquier impacto negativo o daño
identificado es necesario y también posible, proponer opciones que lo mitiguen. Y, finalmente, la
referencia a la ética de las acciones, la cual es una adición que le da una identidad especial al
enfoque en nuestro país.

La ASD ofrece aportes metodológicos a la construcción de paz, que señala la intención no solo de
no generar daños en los términos ya señalados, sino en la posibilidad de trabajar sobre los
conflictos, es decir sobre el análisis de sus causas, y sobre acciones concretas que busquen su
transformación desde los actores involucrados. De la misma manera, el enfoque de ASD plantea
analizar y potenciar las capacidades locales para la transformación de conflictos.

Desde nuestro punto de vista se abordará el enfoque de ASD en relación con tres tipos de relación:

● Como orientador de la investigación - intervención del proyecto mismo y los actores que
participan en él. En ese sentido la reflexión no sólo ocupa a los equipos que conforman el
proyecto como actores externos a las comunidades. También se vincula e invita a la
reflexión al actor comunitario como practicante del diálogo social (GIZ, 2011,p. 26).
● Como punto de vista en la investigación para ampliar la mirada sobre los conflictos y
adentrarse con elementos conceptuales y metodológicos que complementen y vayan más
allá de la noción de pluralismo jurídico.
● Como herramienta de observación para recopilar recomendaciones a otros actores como
las instituciones a cargo de las políticas públicas

Aplicar el enfoque de ASD a la transformación de los conflictos agrarios y territoriales puede


aportar herramientas novedosas para analizar y actuar sobre los factores asociados a sus causas
estructurales, encontrando vías para la interrelación de recursos y el uso comprensivo de las

14 Corte Constitucional, sentencias C-771 de 2011 y C-579 de 2013, citado en Bolívar y Vásquez,
2017
15 Corte Constitucional, sentencias C-771 de 2011 y C-579 de 2013, citado en Bolívar y Vásquez,
2017.
16 Corte Constitucional, sentencia C-579 de 2013, citado en Bolívar y Vásquez, 2017.

16
diversas metodologías y formas de resolución y gestión en complemento a la transformación, que
desde una lectura contextual, histórica profunda del conflicto facilite que las opciones que se tomen
tengan mejores impactos. Analizar los conflictos y su abordaje comprende las diferentes
metodologías, prácticas sociales y mecanismos que existen para resolver, gestionar y transformar
los conflictos.

Es así como desde un enfoque proactivo de análisis y acción sobre los conflictos, este proyecto
centra su interés en las diferentes formas de abordaje que a través del tiempo han empleado las
comunidades y el Estado.

Pregunta orientadora y objetivos del estudio


¿De qué manera el Estado y las comunidades han abordado los conflictos agrarios y territoriales
hacia su transformación?

Objetivo general
Identificar la manera en que el Estado y las comunidades han abordado los conflictos agrarios y
territoriales hacia su transformación.

Objetivos específicos
1. Caracterizar algunos casos de conflictos agrarios y territoriales en las regiones de
intervención del proyecto.
2. Identificar y analizar las opciones que desde las comunidades y el Estado se han tomado a
lo largo del ciclo del conflicto para abordarlo.
3. Determinar los posibles aportes del enfoque de ASD a los procesos de caracterización de
conflictos, así como a su abordaje.

Diseño metodológico
La pregunta planteada acerca de las formas de abordaje de los conflictos y cómo estas los
transforman, indaga sobre los actores sociales e institucionales y las prácticas que desarrollan. Por
ello, se plantea una investigación de corte cualitativo que explore dos asuntos: los conflictos y las
formas de abordaje desde su contexto, sus dinámicas y actores.

Definir la investigación cualitativa, pasa por reconocer que ésta se encuentra sujeta a las
perspectivas desde las cuales se concibe, en este sentido, esta investigación se reconoce como
cualitativa, en los términos de Creswell (1998) como

[…] un proceso interpretativo de indagación basado en distintas tradiciones metodológicas


–la biografía, la fenomenología, la teoría fundamentada en los datos, la etnografía y el
estudio de casos– que examina un problema humano o social. Quien investiga construye
una imagen compleja y holística, analiza palabras, presenta detalladas perspectivas de los
informantes y conduce el estudio en una situación natural (Citado por Vasilachis, 2009,
p.24)

La pregunta que atañe a este proceso requiere un análisis en profundidad de los contextos, actores
y dinámicas que involucra, con el fin de obtener respuestas que satisfagan la complejidad que las
aproximaciones teóricas han mostrado.

17
Así, el corte cualitativo de este estudio adopta una variedad de características que enriquecen su
alcance, según lo propuesto por Flick (1998, p.5 citado por Vasilachis, 2009, p.26-27) la
investigación cualitativa se caracteriza por “la adecuación de los métodos y las teorías […] la
perspectiva de los participantes y su diversidad […] la reflexividad del investigador y de la
investigación [y...] la variedad de enfoques y métodos”; con esto, las posibilidades metodológicas
para responder a los objetivos planteados privilegiarán “la profundidad [y…] las experiencias
vitales” (Whittemore, Chase y Mandle, 2001,p. 524), siendo el estudio de caso la figura de
aproximación fundamental al objeto de análisis de la presente investigación.

El estudio de caso presenta una posibilidad interesante para la presente investigación, pues tal
como lo presentan Neiman y Quaranta (2008, citado por Serna, 2017, p.58) “Los estudios de casos
tienden a focalizar, dadas sus características en un número limitado de hechos y situaciones para
abordarlos con la profundidad requerida para su comprensión holística y contextual”, por lo que se
opta por una exploración múltiple de 5 casos sobre conflictos por la tierra y el territorio, que estarán
situados en cada una de las universidades que son protagonistas el desarrollo de este proyecto: la
Universidad Popular del Cesar, la Universidad de Cartagena, La Universidad de Córdoba, la
Universidad de la Amazonia, y la Universidad de Los Llanos.

Al respecto, como criterios para la elección de dichos casos buscamos comprender la dimensión
temporal, en tanto se espera que los casos seleccionados tengan episodios recientes y a la vez
una historia duradera que evidencie las raíces contextuales del conflicto; un aspecto normativo, en
conflictos que hayan sido o son aquejados por cambios en las políticas; un elemento de diversidad
en sus actores, protagonistas, orígenes y demás; una perspectiva de derechos, mientras los
conflictos involucren afectaciones a derechos fundamentales; y un criterio de acceso a la
información de los casos sea favorable a los propósitos de la investigación.

Teniendo en cuenta las potencialidades del estudio de caso, es importante inscribirlo en el contexto
cualitativo, como lo plantea Serna

[…] dentro de los diseños de estudio de caso es posible desarrollar elaboraciones de índole
cualitativa y cuantitativa o la combinación de métodos, para el presente trabajo se privilegió
la investigación cualitativa. Como proceso de “entradas múltiples” (Bonilla Castro y
Rodríguez, 1997) la investigación cualitativa no sigue una trayectoria lineal por etapas, por
el contrario es flexible debido a la retroalimentación constante de experiencias y
conocimientos, que enriquecen el proceso investigativo. Por esta razón, las etapas de
revisión teórica, recolección de datos, organización y análisis de los mismos se encuentran
estrechamente ligadas (2017, p.59)

Junto a esto, el presente estudio se sitúa en el campo de los estudios socio jurídicos y
especialmente toma aportes teóricos de la sociología jurídica, una rama especializada de la
sociología, interdisciplinar entendida en un sentido amplio que busca vincular el derecho con otros
saberes y reflexiones como la ética, y lo estudia demás como fenómeno social y por consiguiente,
contextualizado en interacción con las prácticas sociales, privilegiando el trabajo empírico para
entender el fenómeno jurídico como resultado de dichos procesos.

Así, el acercamiento a estos procesos estará mediado por la implementación de técnicas de


investigación que contribuyan a la recopilación de información que responda a los
cuestionamientos planteados. La búsqueda de información secundaria, a través de informes
académicos e institucionales, tesis, prensa etc, permitirán establecer un contexto para inscribir y
analizar la información primaria, obtenida de entrevistas a profundidad, semiestructuradas,

18
cartografías sociales y demás, considerando la necesidad de flexibilizar los procesos y adaptarlos a
las condiciones que la investigación misma plantee.

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