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EL PROBLEMA DE LA DESIGUALDAD

El tópico al que nos hemos debido enfrentar es el de la desigualdad. Problema


que aparece atravesado en todos los aspectos analizables del sistema educativo,
incluso en el mismo concepto de educación que este conciba. Dentro de este tópico
estudiamos acerca de temas como la justicia curricular, la visión de la educación a
través de las distintas etapas históricas del sistema educativo y las estructuras
sociales. Y es en este último en el que nos vamos a centrar para el planteo y
argumentación de nuestra situación problemática, ya que esta tratará acerca de los
tiempos del sistema educativo con respecto a las desigualdades entre alumnos de
zonas urbanas y rurales.

Integrantes de este grupo hemos realizado las observaciones institucionales


para la comisión del nivel secundario en la Escuela Normal N° 9-006 de Rivadavia
Mendoza. Esta escuela, con orientación humanística, se encuentra situada en Ciudad
de Rivadavia, a pocas cuadras del centro del distrito. Y es a partir de ello que
planteamos nuestra problemática: ya que la Escuela se encuentra en un zona urbana,
pero esta zona (por las características del departamento al que pertenece) es
relativamente pequeña y se encuentra rodeada de cerca por zonas rurales. Esto le da
la particularidad a la escuela de contar con alumnos pertenecientes a ambos sectores.
Aunque la gran mayoría de estudiantes pertenecen a la zona urbana del centro de
Rivadavia, una considerable cantidad de chicos viajan desde distintos sectore rurales
para asistir al establecimiento.

Durante la observación mencionada, que se dio durante la última hora del turno
mañana (turno único) notamos que varios alumnos se retiraron muchos minutos antes
del toque de timbre, y que este accionar parecía estar contemplado previamente por
las autoridades. Es por esto que luego, en las entrevistas, preguntamos acerca de la
razón, y nos explicaron que esto se debía a que los chicos retirados vivían en distritos
rurales y que los únicos colectivos que les permitían llegar a sus casas no tenían
contemplados los horarios de salida, por lo que debían sacrificar a veces hasta medio
módulo de clase para estar en sus casas a una hora razonable.

Por otro lado, mediante testimonios y aportes de distintos miembros de esa


comunidad educativa, descubrimos que existía otro problema que tenía algunos
puntos en común con el anterior. Y es que, aunque parte de ese porcentaje de
alumnos de distritos rurales vive en barrios y su ritmo de vida no dista del de chicos
del distrito urbano (más allá de temas de transporte), otra parte posee un ritmo de
vida mucho más ajustado a las particularidades, necesidades y actividades de su
entorno rural. Lo que sucedía era que estos chicos tenían problemas con la
distribución del calendario escolar, ya que este no contempla las épocas en las que
los alumnos de mayor edad deben ayudar en los trabajos de cosecha. Y es que varias
instancias evaluativas o etapas clave del cursado coincidían con los meses en que se
realiza dicha actividad.

A partir de estas dos observaciones generamos la siguiente situación


problemática: ¿Desde qué enfoques se pueden contemplar las necesidades y
particularidades de los alumnos de sectores rurales que desean asistir a una
institución con orientaciones humanísticas en la conformación del horario y
calendario escolares?

Para generar algunas posibles respuestas a esta situación nos apoyaremos,


centralmente, en el texto “Elegir para actuar” de Francois Dubet. En este texto, el
autor nos describe las dos principales posturas existentes frente a la evidente
desigualdad social:
Una de estas posturas es la que busca una mayor “igualdad de
posiciones”, planteando una reducción en las distancias entre sectores. La otra
apunta a una “Igualdad de oportunidades” para que cualquiera pueda acceder a
cualquier posición social.

En este caso no nos enfrentamos a una cuestión de desigualdades entre


clases bajas y altas desde necesariamente el ingreso económico, sino de
desigualdades entre sectores urbanos y rurales, entendiendo que el calendario
escolar general se encuentra sincronizado con los tiempos de los primeros y no así
de los segundos.

En primer lugar nos resulta pertinente analizar qué distintos espacios se ven
atravesados por esta problemática. En primer lugar, el espacio de la clase (el vínculo
alumno - profesor) se ve afectado en el momento en el que el docente debe ajustar la
distribución de su clase sabiendo que algunos chicos contarán con entre treinta y
cuarenta minutos menos que otros. En segundo lugar el espacio de la institución, que
deberá, por un lado visualizar estos problemas para que sean tratados y se busque
alguna resolución justa , y por otro encargarse de tratar inmediatamente esos
problemas. En este caso, por ejemplo, la escuela tuvo que hacer excepciones para
que esos chicos se puedan retirar en horarios diferenciados y por su propia cuenta,
sin que esto sea contado como una media falta. Desde un espacio contextual,
aparecen también, un reclamo hacia las empresas de transporte que no han tenido
en cuenta particularidades como estas. Luego desde una visión más general del
sistema educativo se tratan las cuestiones de calendario escolar para sectores
rurales. Incluso aparece contemplada una modalidad rural.

Ahora, retomando el enfoque de Dubet, ¿Cómo podrían actuar las posturas


planteadas en el texto frente a esta problemática?. Por un lado, la postura que apunta
a una “igualdad de oportunidades” pone el peso en la posibilidad a todos los individuos
de moverse entre posiciones sociales, sin negarle esa posibilidad a nadie pero sin
fijarse en qué tan grandes son las distancias entre estas posiciones. Este enfoque no
aportaría una solución justa a este problema, debido a que se centraría en que los
chicos de sectores rurales que deseen estudiar en una institución con orientación
humanística sean recibidos tanto en la escuela como en el sistema educativo sin
ningún tipo de diferenciación, de la manera que está funcionando actualmente. El
problema es que el sistema en el que están siendo “recibidos” no está sincronizado
con sus tiempos de vida, no prevé sus necesidades o particularidades, por lo que
requiere de una esfuerzo mayor al del resto para conseguir resultados similares. Si
son incluídos haciendo vista ciega al lugar, sector o cultura de la que provienen bajo
una bandera de “igualdad de oportunidades” , no se le está dando la posibilidad a los
chicos de desarrollarse en armonía con su estilo de vida, deberán ajustarse
forzosamente a la de sus compañeros de “sectores urbanos”. En el caso de que
logren, mediante un mayor esfuerzo, ajustarse a esos tiempos y los resultados
positivos, los chicos habrían llegado a cambiar su posición en la estructura social y ya
no se identificarían como chicos con estilos de vida rural, sino con un ritmo de vida
urbano. Y en el caso de que el chico no haya logrado ajustarse y sus resultados no
sean positivos, sería interpretado como un fracaso individual y no como una falla del
propio del sistema pues, “las oportunidades las tuvo”

Sin embargo, la otra postura, la que busca una reducción de la “desigualdad


de posiciones” también presenta sus conflictos. Este enfoque, a diferencia del
anterior, no se centra en la movilidad de los individuos entre las diversas posiciones
desiguales de la estructura, sino que su objetivo apunta mucho más a corregir dicha
estructura, a disminuir las desigualdades que presenta. En este caso las respuestas
que se podrían dar a la problemática son muy diferentes, no se haría vista ciega al
sector de proveniencia del chico, sino que se trabajaría especificamente desde ahí.
Si se observa que el calendario educativo general, y el horario del establecimiento
está contemplado para el estilo de vida de un solo sector se apuntará a alternativas
que permitan a los alumnos que no compartan ese estilo de vida desarrollarse en
armonía con las particularidades de su contexto. Es aquí donde aparece, por ejemplo,
la modalidad rural, contemplada en la vigente Ley de Educación Nacional de nuestro
país. Esta garantiza que la población que habita en zonas rurales tenga acceso a los
niveles obligatorios del sistema educativo, adecuándose a sus necesidades y
particularidades. De esta manera se solucionan tanto el problema de calendario ya
que tendría en cuenta las épocas de cosecha y distintas actividades propias de los
sectores rurales, así como se arreglaría también la problemática del transporte ya que
los horarios estarían ajustados exclusivamente a estos factores.

Ahora, ¿Qué sucede si un chico de sectores rurales desea estudiar en una


institución con el enfoque y las orientaciones propias de una institución como la
nombrada al principio de este trabajo? ¿Se le negará la oportunidad de ser recibido
en pos de la “igualdad de posiciones? Aquí es donde nos parece importante remarcar
la necesidad de trabajar desde la observación y problematización y no desde la
estigmatización y el prejuicio. Si se dan por sentado que los intereses y las
capacidades de un alumno serán unas determinadas por el sector del que proviene,
sin dar lugar a la observación y al tratamiento de estos casos se lo estará limitando al
alumno a idealizaciones ajenas a él, y, claramente, esto no es deseable.

Retomando entonces la pregunta inicial podemos pensar que hay dos


enfoques principales para tratar este problema: El que se centra en una “igualdad de
oportunidades” y el que apunta a una “igualdad de posiciones”. Es esta última, para
nosotros, la que aporte soluciones más claras al problema, sin embargo, es
importante no limitar a los individuos ni renegar totalmente de su libertad de querer
moverse entre las posiciones de esta estructura social.

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