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Las visiones culturales de cada época han influido en las imágenes de María y se han
potenciado unos aspectos y ocultados otros no menos importantes, Pablo VI escribe en
la Marialis Cultus: “aunque la Iglesia valora la larga historia de la piedad mariana y la
continuidad del hecho cultural que se da en ella, sin embargo, no se vincula a los
esquemas representativos de las varias épocas, ni a las concepciones antropológicas
que subyacen en ellas y que pueden no ser válidas para otras épocas y civilizaciones
distintas” (MC 36).
Presenta a María en un contexto de santidad legal, la presenta desde pequeña, a los tres
años, en el templo como consagrada al Señor y después desposada, por consejo de los
sacerdotes, con el viudo José y por último comprueban su virginidad después del parto
de Jesús. Parece quiere defender la virginidad de María, antes, durante y después
del parto, para ello intenta colmar y rellenar los vacíos que encontramos en los
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MARIOLOGÍA HISTÓRICO-DOGMÁTICA
En La Dormición de María se habla del final de su vida, de cómo llama a los apóstoles
y familiares. Así nos cuentan los comienzos y el final de la vida de María y la califican
de santa, virgen y bendita por siempre y le atribuyen carismas a favor del pueblo de
Dios.
En el Transitus, escrito apócrifo de origen romano y en los Oráculos sibilinos, así como
en el texto gnóstico egipcio Pistis Sophia se revelan detalles acerca del valor que la
primera comunidad daba a la “virginidad” y a la “intercesión” de María, la
“Bienaventurada”. En algunos escritos poéticos del s. II también se constata esta visión
acerca de su virginidad y culto1.
La teología en la que convergen los Santos Padres para mantener íntegro el depósito de
la fe, tiene cuatro características:
-Orientación bíblica: en general se alejan del uso de los apócrifos mientras se remiten
constantemente a la Escritura. Sus reflexiones sobre María nacen de los comentarios
que hacen a los textos bíblicos en los que ella aparece.
1
Cfr. J.C.R. GARCÍA PAREDES, Mariología, pp. 169 - 176; S. DE FIORES, María, Madre de Jesús, pp.131-137;
en S. DE FIORES; S. MEO; E. TOURÓN, Nuevo diccionario de Mariología, pp 1515- 1522.
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Son muchos los Padres que hablan de María como Madre de Dios ya en el s. III y IV.
La primera monografía mariana de carácter doctrinal aparece a mitad del siglo IV. Otros
Padres se ocupan de la virginidad de María en sus textos. Subrayar el amplio
monográfico sobre María: “Contra los nestorianos” de Leoncio de Bizancio ya en el s.
VI.
1.2.- El paralelismo Eva-María: Los Padres lo emplean como respuesta a las ideas
gnósticas del mundo y de la historia. El tema paulino de la recapitulación de todas las
cosas en Cristo, ellos lo amplían y lo aplican también a María:
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1.2.- La Theotókos
La teología cristiana se inició con la cristología pero al afirmar que Cristo no sólo fue
concebido por obra del Espíritu sino que nació de mujer hizo necesario ocuparse
también de la Madre de Jesús. Los avatares de la mariología están unidos a las
controversias cristológicas.
No fue fácil creer en la encarnación del Hijo de Dios. Los ebionitas lo negaban,
admitían una encarnación “sui generis” del Espíritu de Dios en el Bautismo del Jordán.
No creían en un Hijo de Dios distinto del Padre y decían que María acogió al Padre para
revestirlo y engendrarlo hombre.
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Los gnósticos unos lo negaban porque decían que Jesús no era el Hijo de Dios o porque
no se encarnó en María, simplemente paso por ella. Ireneo los acusa de incoherencia y
lo explica con Gal 4,4; en sus respuestas Justino e Hipólito a Noeto, los dos se oponían
a la autoencarnación del Padre. La Virgen perfecciona al Logos no por hacerle Hijo sino
por manifestar su identidad de Hijo.
Los Padres del s. II entendían la maternidad de María como el medio que Dios escogió
para abajarse hasta nosotros. María aportó los medios para esta kénosis del Logos.
El uso del término “Theotókos” aparece relativamente pronto, el primero que
lo utiliza fue Alejandro de Alejandría, poco después en el siglo III aparece en el himno
Sub tuum presidium. La cuestión estaba en entender la relación entre lo divino y lo
humano de Jesús. Atanasio en sus controversias con los arrianos lo empleó
frecuentemente.
A partir de esta época se va haciendo cada vez más frecuente en los textos y homilías de
los teólogos y pastores de la Iglesia, así: Orígenes, Alejandro, Atanasio, Eusebio de
Cesarea, Basilio, Gregorio de Nisa, Gregorio Nacianceno, Apolinar, Ambrosio y
Epifanio entre otros. Aunque sea a modo de crítica, aparece también en un escrito
extraevangélico del emperador Juliano llamado “el apóstata” (m. 363).
Hay toda una profundización teológica acerca de la “maternidad divina” de María que
queda resumida en tres grandes líneas:
a) Verdadera maternidad
Dídimo Alejandrino (m. 398), cuya expresión queda fijada y recogida hasta
hoy: “hecho de mujer, no por medio de mujer”.
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MARIOLOGÍA HISTÓRICO-DOGMÁTICA
b) Fundamento de la salvación.
La maternidad divina de María es considerada como fundamento de toda la economía
salvífica.
María es vista por la apologética literaria del siglo IV como la “cadena de oro” que une
la Divinidad con la humanidad.
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Para Agustín es obvio que, si hubiera de hacerse una diferencia entre la maternidad de
María “según la carne” y “según el espíritu” primaría siempre ésta... Pero esta
contraposición no se dio en María, ya que es madre de Cristo cumpliendo siempre la
voluntad del Padre.
La cuestión era explicar cómo lo divino asume lo humano de Cristo y por lo tanto si ¿es
apropiado llamar a María Theotokos, en sentido estricto de “Genetrix Dei” (Madre de
Dios). La controversia generó división entre las iglesias de Constantinopla y de otras
comunidades, especialmente aquellas que tradicionalmente se venían distinguiendo por
su diversa aproximación a los temas teológicos, es decir: la escuela de Antioquía
(Nestorio) y la escuela de Alejandría (Cirilo)
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Cirilo convoca un Sínodo en Alejandría (430) y Celestino papa, otro en Roma ese
mismo año.
El término “Theotókos” era más bien cristológico que mariológico. El pueblo de Éfeso
que había seguido el concilio aclamó por sus calles a María como la “Theotókos”. No
obstante los Padres de Éfeso no pretendían privilegiar a María, sino dar cuenta de su fe
cristológica: confesar que el Hijo de Dios nacido de mujer, fue verdadero hombre.
María forma parte aquí de los grandes argumentos teológicos aportados al debate
cristológico. Los Padres del concilio quedaron muy por detrás del fervor y devoción
popular a María.
No todos los padres utilizaron este término, así Jerónimo y Agustín no lo usaron,
Ambrosio lo hace dos veces, pero sí confesaban lo que significaba
La reflexión teológica sobre María como madre de Dios estuvo fuertemente ligada en
Occidente al desarrollo dogmático de la Inmaculada, la Asunción, la Co-redención y la
Mediación2.
2
Cfr. J.C.R. GARCÍA PAREDES, Mariología, pp. 242- 251; S. DE FIORES, María, Madre de Jesús, pp. 148-156;
en S. DE FIORES; S. MEO; E. TOURÓN, Nuevo diccionario de Mariología, pp 1179- 1190; K. HEINZ MENKE,
María en la historia de Israel y en la fe de la Iglesia, pp. 126 -162
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En los primeros siglos de la Iglesia se multiplican por doquier las imágenes, mosaicos y
esculturas en las que María aparece junto a Cristo y a los santos en catacumbas e
iglesias. En el 727 comienza la persecución iconoclasta promovida por el emperador
León Isaúrico que ha dejado su huella hasta hoy, sobre todo en la Iglesia de Oriente, en
la cual la imagen se traduce sólo a través del “icono”. El problema iconográfico es
esencialmente cristológico, porque decían que pintar a Cristo significaba “negar” su
divinidad; contra esto Juan Damasceno (m. 733), defensor de la iconografía en sentido
de economía salvífica, dice que negar la posibilidad de pintarlo o “imaginarlo” significa,
por otra parte, negar la realidad de la Encarnación, ve el icono “rebosante de energía y
gracia divina...” María es la garante de la “visibilidad” de Cristo, de su verdadera
humanidad.
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S. DE FIORES, María, Madre de Jesús, pp 171-172
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Fueron muchos los Padres que aceptaron la virginidad en el parto, todos los grandes
teólogos de los siglos III, IV, V (Atanasio, Basilio, Gregorio de Nisa, Gregorio
Nacianceno, Cirilo de Jerusalén, Epifanio, Ambrosio, Agustín, Jerónimo).
El año 390, el Sínodo de Milán presidido por Ambrosio, y un Sínodo de Roma, bajo el
Papa Silicio en el año 393, presentaron oficialmente la “virginidad en el parto” como
doctrina de fe de la Iglesia.
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Cfr. J.C.R. GARCÍA PAREDES, Mariología, pp. 223 - 233; S. DE FIORES, María, Madre de Jesús, pp.137-148;
en S. DE FIORES; S. MEO; E. TOURÓN, Nuevo diccionario de Mariología, pp 1521- 1527; 2016-2020. K. HEINZ
MENKE, María en la historia de Israel y en la fe de la Iglesia, pp. 104 -109
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Esta enseñanza se expresa también en la carta dogmática del Papa León I: “Ad
Flavianum”, en el canon 6 del II Concilio de Constantinopla del año 553 y
finalmente, en los cánones 2-4 del Sínodo lateranense bajo el Papa Martín I, el año 649
y considerado después como ecuménico.
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El concilio Lateranense del 649 establece en el tercer canon que: “si alguno no
confiesa de acuerdo con los Santos Padres (...) que María es santa, siempre virgen e
inmaculada Madre de Dios, que concibió bajo la acción del Espíritu Santo (...)
permaneciendo ella aun después del parto en su virginidad intacta, sea condenado”.
Defiende la real maternidad junto a lo prodigioso de su parto que no rompió su integridad
virginal. Este concilio aunque en un principio no era ecuménico por la expresa solicitud
epistolar del Papa a los obispos de oriente y occidente de que lo acepten se puede considerar
ecuménico y por tanto la perpetua virginidad de María se convierte en una definitiva verdad de
fe, al menos en virtud de la autoridad papal.
En los tres primeros siglos la virginidad era una auténtica confesión de fe cristológica,
expresaba la maternidad trascendente de María por ser la Madre del Hijo de Dios. Más
tarde confesar a María como la siempre virgen, adquiría un matiz ejemplar y fue
desprendiéndose de la maternidad, hasta ser presentada María como modelo de las
monjas y de los monjes que son vírgenes, sin tener en cuenta la maternidad o
paternidad.
5
Cfr. J.C.R. GARCÍA PAREDES, Mariología, pp. 233 - 242; S. DE FIORES, María, Madre de Jesús, pp.156-163;
en S. DE FIORES; S. MEO; E. TOURÓN, Nuevo diccionario de Mariología, pp 1521- 1527; 2020-2025. K. HEINZ
MENKE, María en la historia de Israel y en la fe de la Iglesia, 109 -111.
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