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GLOBALIZACION ECONOMICA Y ESTRATEGIAS DE LAS MUJERES:

ARTICULANDO LO GLOBAL Y LO LOCAL (*)

Profesora Mónica Colombara(*)

Abstract:

El objetivo de esta ponencia es poner de manifiesto aspectos de la relación existente entre


lo global y lo local desde el enfoque de género. En este caso se plantean algunos cuestiones de
cómo el actual proceso de internacionalización de la economía –proceso que se da a macro-
escala- afecta la vida de las mujeres y sus familias, es decir, a micro-escala. El acercamiento a una
correcta interpretación debe tener en cuenta las interacciones entre estas dos escalas de análisis.

La globalización de la economía está generando, en la mayor parte de las regiones, un


aumento de la carga laboral para las mujeres que se ven obligadas a superponer trabajo
productivo y reproductivo. Se modifican los comportamientos familiares, las relaciones de género y
se elaboran estrategias. Estas son planteadas según tres categorías: las destinadas a la
generación de recursos, a mejorar la eficacia de los recursos existentes y aquellas que inciden en
la estructura, composición y organización de la familia.

Los grandes cambios económicos y tecnológicos producidos a lo largo de la


historia de la humanidad han sido siempre analizados tomando a lo masculino
como criterio normativo. Sin embargo no debe olvidarse que han tenido
consecuencias diferenciadas para varones y mujeres, al modificar la división de
trabajo, las relaciones de género (1) y la propia posición de las mujeres en la
sociedad. Tal es el caso de las transformaciones provocadas por la revolución
agrícola, el proceso de industrialización generado a partir del siglo XVIII, el de
colonización-descolonización de los siglos XIX y XX en amplios sectores del
planeta o el actual proceso de globalización económica de fines de siglo XX.

En este sentido, cabe recordar que antes de la expansión del modelo de


producción capitalista, la unidad familiar formaba una unidad de producción,
consumo y reproducción donde no había diferenciación de roles ni división del
() Trabajo presentado en el Congreso Nacional de Geografía. 59ª Semana de Geografía. Bs. As. 1998
(**) Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
Domicilio particular: Espora 457. Temperley. CP 1834. Buenos Aires. Argentina.
Tel/Fax: 54.1.245-9973. E-mail: monica.colombara@gmail.com

(1) Género: es el concepto que hace referencia a todas las diferencias entre mujeres y hombres
construidas socialmente. Es una interpretación social de lo biológico. La diferencia según sexo
está basada en la constitución biológica. Por género se entiende a aquellos aspectos
esenciales de la conducta humana que, aún habiéndose ligado al sexo, no dependen de
factores biológicos. Es decir, el sexo tiene un carácter biológico y el género un carácter
psicológico y cultural.
El psicólogo estadounidense Money (1955) es quien utiliza por primera vez este término.
Stoller (1968) establece ampliamente la diferencia entre sexo y género.
trabajo según género (2). Es a partir del proceso de industrialización cuando
comenzó la distinción entre las actividades relacionadas con la producción
mercantil y las actividades de subsistencia, es decir, entre el trabajo remunerado
(considerado productivo) y el trabajo doméstico (considerado improductivo). Es
cierto que el surgimiento de las fábricas permitió una mejor organización de la
fuerza de trabajo y una mayor eficacia pero también dificultó que las mujeres
pudieran coordinar trabajo doméstico y trabajo asalariado.

De esta forma las mujeres fueron quedando relegadas a la esfera privada


caracterizada por el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos mientras que el
trabajo remunerado se convirtió en prerrogativa masculina. Lo importante a
destacar son las connotaciones valorativas que esta dicotomía plantea dado que
el empleo masculino es el que está reconocido socialmente. Los detalles de este
proceso han variado de acuerdo a períodos históricos o áreas geográficas sin
embargo, los efectos han sido sorprendentemente semejantes.

También se han estudiado los efectos que la colonización tuvo en extensos


territorios por parte de las grandes potencias europeas sin embargo no se han
tenido en cuenta los efectos diferenciales en varones y mujeres. En este sentido,
Sabaté Martínez et al. (1995, 75) expresan que la situación actual de las mujeres
en América Latina, India o Africa es fruto tanto de la situación originaria como de
los efectos diferenciales de la colonización. Por ejemplo, en regiones como el
Africa Subsahariana o en Australia, donde las mujeres tenían una participación
reconocida e importante en la producción económica, las decisiones colectivas, la
religión o la propiedad, la colonización anglosajona trasladó los esquemas de la
división de trabajo según género (3) propia de la Inglaterra del siglo XIX; por otro
lado, los programas de descolonización han seguido ignorando la función
económica desempeñada por las mujeres en esas regiones.

El objetivo de esta ponencia es poner de manifiesto algunos aspectos de la


relación existente entre los procesos globales o de macro-escala, en especial de
los procesos económicos característicos de estos últimos años, y los locales o de
micro-escala desde el enfoque de género.

Actualmente se vive una nueva etapa del capitalismo caracterizada por la


internacionalización de los mercados. Esta globalización de la economía afecta .a
la mayor parte de la humanidad y provoca profundas alteraciones en las
estrategias familiares, lo que a su vez, repercute en la división del trabajo entre
varones y mujeres, las relaciones de género y como consecuencia en la utilización
diferencial del espacio.

(2)División del trabajo según género: se refiere a la atribución de determinados trabajos a los
hombres y otros a las mujeres. Está directamente vinculado con la división de roles o funciones de
género. La división del trabajo por género está presente en todas las culturas pero con grandes
variaciones territoriales.
La lógica de la economía global radica en el abaratamiento de los costes de
producción y en la división internacional del trabajo. El objetivo de sus estrategias
económicas es conseguir mano de obra tan barata como sea posible; esto
produce profundos cambios sociales, culturales y territoriales.

En este contexto, Sabaté Martínez et al. (1995, 75-81) analizan este


proceso contemporáneo, desde la perspectiva de género, en dos planos
estrechamente imbrincados: el proceso de la globalización de la economía
propiamente dicho y las crisis económicas.

a) Para la economía global las mujeres constituyen un mercado de trabajo


peculiar puesto que son mano de obra barata, abundante, poco calificada y poco
conflictiva, reuniendo por lo tanto todos los requisitos que el sistema demanda.

Según Lourdes Benería (1991), el trabajo de las mujeres ha cobrado un


protagonismo indiscutible en esta nueva situación. La infravaloración social de su
trabajo y la carga del trabajo reproductivo les fuerza a aceptar salarios muy bajos
e incorporarse al mercado de trabajo en condiciones precarias. En todos los
contextos las mujeres reciben salarios menores que los hombres, se ven
obligadas a trabajar de forma muy irregular (a tiempo parcial, estacional, sin
contratos, etc.) por lo tanto constituyen una mano de obra barata, flexible y dócil
que satisface todas las necesidades del sistema.

Los procesos globales pueden ocasionar resultados opuestos en distintos


contextos. Por ejemplo, la desindustrialización de los países ha destruido el
empleo masculino en las antiguas regiones de minería e industria pesada, pero ha
creado gran cantidad de empleo para las mujeres en otras regiones, debido al
crecimiento del sector servicios (3).

En Africa Subsahariana, la necesidad de disponer de divisas por los


gobiernos impulsa la extensión de los cultivos de exportación, generalmente
realizada por hombres, mientras que el peso de los cultivos de subsistencia recae
en forma creciente y mayoritaria en las mujeres.

En otras regiones del mundo, la especialización en cultivos intensivos para


la exportación -dominados por empresas multinacionales- demanda mano de obra
femenina por su disponibilidad para trabajar de forma temporal, discontinua y con
bajos salarios. Por ejemplo, en Colombia, el 70% de la población empleada en el
cultivo de flores son mujeres.

La relación más evidente y conocida entre economía global y el mercado de


trabajo femenino se da en los países que experimentan el proceso de la
industrialización periférica, como ser el caso de los países del sudeste asiático, o
el de las maquiladoras en las proximidades de la frontera de México con Estados
Unidos. También cabría mencionar, según las mismas autoras aquellos estudios

(3) Women and Geographic Study Group, 1984.


que constatan que en algunos lugares, las empresas sólo contratan mujeres
jóvenes y solteras, sin hijos, para eludir los gastos sociales derivados de las
licencias por maternidad y lactancia. Lo cual, en palabras de Lourdes Arizpe, se
debe a “las ventajas de una situación desventajosa”.

Los procesos globales tienden a modificar las conductas familiares. Por


ejemplo, la economía-mundo que propicia el traslado de fábricas al sureste de
Asia ha supuesto la incorporación al trabajo remunerado de mujeres muy jóvenes
que nunca antes habían salido de sus hogares o de las áreas rurales de origen.

A su vez, las relaciones de género a escala familiar y las pautas culturales y


sociales que determinan que las mujeres perciban salarios más bajos que los
hombres explican la localización cambiante de la industria a nivel mundial, que se
desplaza en busca de mano de obra barata. Todo ello pone de manifiesto que
determinadas estrategias locales y familiares favorecen a su vez los procesos
globales.

En otras palabras, en los casos analizados, tanto en las zonas de industrias


descentralizadas como de agricultura intensiva, hay más oportunidades de trabajo
para las mujeres que para los hombres, lo que da lugar a situaciones nuevas y
conflictivas. Por ejemplo, en la frontera norte de México, el desempleo de los
hombres llega al 30%, en cambio no falta trabajo para las mujeres, o de la
República Dominicana, donde la única alternativa laboral es la emigración a
España como personal de servicio, en tanto los hombres quedan al frente de los
hijos y del hogar.

Estos son algunos ejemplos de cómo la economía global está produciendo


cambios radicales en la escala familiar y en las relaciones de género (4) al
romperse el estereotipo del hombre como sustentador de la familia.

La incorporación de las mujeres al trabajo remunerado en el marco de la


economía global se ve reforzada por lo que ocurre en la escala opuesta, o sea a
nivel familiar y local. La monetarización reciente de las economías a nivel mundial,
el crecimiento demográfico, el incremento en los niveles del desempleo, el
endeudamiento de los pequeños productores, son algunos de los procesos que
obligan a las familias a buscar nuevos ingresos.

El resultado es la incorporación de nuevos miembros de la familia al trabajo


asalariado tales como niños de ambos sexos y mujeres con hijos. En el primer
caso implicaría una reducción de la escolarización y en el segundo, significa la
incorporación al mercado laboral pero sin un cambio en las pautas culturales en
cuanto a la división del trabajo por género.

(4) Relaciones de género: se refiere a las relaciones de poder existentes entre hombres y mujeres.
En la mayor parte de los ámbitos espaciales, culturales y temporales existe, aunque con
diferencias, una relación de subordinación de las mujeres respecto de los hombres.
Como consecuencia, la globalización de la economía está suponiendo en la
mayor parte de las regiones un aumento de la carga laboral para las mujeres, que
se ven obligadas a superponer trabajo productivo y reproductivo.

Las mujeres por tanto se incorporan al trabajo remunerado como


consecuencia de dos procesos distintos: la oferta de puestos de trabajo mal
remunerados que responde a un proceso global y la necesidad de mejorar los
ingresos de sus familias que se manifiesta a escala local y familiar.

b) Un aspecto diferente de la globalización son las crisis económicas. Por


ejemplo, durante la llamada “década perdida”, los países pobres sufrieron un
hundimiento generalizado de sus economías expresado en la caída del precio de
las materias primas, la imposibilidad de hacer frente a la deuda externa, la
inflación, la disminución del poder adquisitivo de las clases trabajadoras y el
desempleo.

Ante esta situación los organismos financieros internacionales,


especialmente el Banco Mundial, impusieron medidas de ajuste muy restrictivas a
esos países para poder tener acceso a las ayudas financieras correspondientes.
La primera acción ha sido siempre la reducción de la inflación, los salarios y el
gasto público, mediante la disminución de los gastos en educación, sanidad,
transporte público e infraestructuras básicas urbanas.

Por otro lado, desde fines de los años ochenta, el fracaso de los regímenes
comunistas de Europa Oriental y la antigua URSS también ha sumido a estos
países en una profunda crisis similar a la descrita anteriormente (inflación alta,
aparición masiva del desempleo -especialmente del sector público, que es el más
feminizado-, la reducción drástica de los servicios sociales, etc.).

Estos procesos globales tienen efectos desiguales a escala local e


individual y por tanto las crisis económicas también pueden ser reinterpretadas
desde una perspectiva de género, ya que afectan de diferente manera a hombres
y mujeres. En este sentido, el Informe de las Naciones Unidas de 1992, señala
que “las crisis económicas y los programas de estabilización y ajuste ha impuesto
penurias cada vez mayores a gran parte de la población del mundo en desarrollo,
en particular en los países gravemente endeudados, y han afectado en especial a
la mujer”. La reducción de los gastos sociales gubernamentales repercute en
forma directa sobre las mujeres, endureciendo aún más las condiciones en que
realizan el trabajo reproductivo, al carecer de servicios e infraestructuras básicos
(CEPAL).

Las mujeres son las más afectadas por el deterioro de los servicios
públicos, al ser también sus principales usuarias, como responsables de la
escolarización de los hijos, de la salud de la familia y depender totalmente de los
transportes públicos; por otra parte, la falta de agua, alcantarillado o electricidad
en la vivienda y/o barrio incrementa el tiempo y el esfuerzo dedicado al trabajo
reproductivo, generando lo que varias autoras denominan la “triple jornada de
trabajo”.

Según el Informe de Desarrollo Humano (PNUD, 1995) alrededor de 70%


de la gente que vive en la pobreza absoluta son mujeres. Otro dato interesante es
que hacia fines de los años 80, el 75% de la pobreza de Estados Unidos estaba
concentrada entre las mujeres, particularmente madres solas y mujeres
afroamericanas más ancianas. En América Latina, la falta de inversiones públicas
en infraestructuras y servicios básicos ha deteriorado de forma especial las
condiciones materiales de vida de mujeres y niños dando lugar a la denominada
“feminización de la pobreza”, reflejándose en:
 la disminución de los niveles de escolarización, en especial de las niñas,
durante los años 80.
 el deterioro de las condiciones materiales de vida (carencia de viviendas
dignas, agua, electricidad, redes cloacales , etc.), adquiriendo especial
dramatismo en los barrios marginales de las grandes ciudades.
 la menor ingestión de alimentos .
 el aumento del desempleo de los hombres y la consiguiente emigración de los
mismos, lo cual provoca un aumento del número de hogares cuya cabeza de
familia es una mujer con hijos.
La inflación y la caída del poder adquisitivo de los trabajadores endurece
aún más las condiciones del trabajo reproductivo pues las mujerescultades
crecultades crecientes prrlosonseguir los productos básicos para la alimentación y
supervivencia de sus familias.

El desempleo en períodos de crisis también tiene un fuerte sesgo de


género; de forma paradójica se destruye empleo estable y bien remunerado, pero
prolifera el inestable, informal y mal retribuido. En otras palabras, se destruyen
empleos masculinos y se generan otros para mujeres y niños.

La enorme correlación entre liderazgo familiar femenino y pobreza resulta


de la alta dependencia de los niños hacia sus madres, la insuficiente ayuda de los
padres -muchas veces ausentes- y las diferencias de género en el acceso a los
recursos y al empleo productivo. El liderazgo familiar femenino varía con la región
y dentro de los países. Las más altas proporciones se encuentran en el Caribe
(35%); América Latina cuenta con 21%.

En nuestro país (5), entre 1980 y 1990, las mujeres aumentaron su


participación en el mercado de trabajo. Así es como en el área metropolitana de
Buenos Aires, la tasa de actividad de las mujeres de 14 y más años de edad
creció de 33 a casi 38%, en el gran Rosario de 31 a 35%, en Neuquén de 40 a
45%, en Salta de 32 a 38%. En tanto, los varones de las mismas edades
mantuvieron su nivel de participación en alrededor del 70% o inclusive lo
disminuyeron como es el caso de Neuquén (de 84 a 77%).

(5 ) Informe Nacional. Situación de la Mujer en la República Argentina.


El proceso de feminización de la fuerza de trabajo durante esta década
siguió la tendencia ascendente iniciada en la década anterior. Pero tanto varones
como mujeres vieron fuertemente deterioradas sus condiciones generales de
empleo y el empleo precario aumentó para ambos. En suma, la fuerza de trabajo
ocupada se feminizó, junto con la subocupada, y la desocupada se masculinizó.

Las mujeres aumentaron su presencia en la población ocupada en forma


similar a como lo hicieron en la población activa (39% para 1990) pero también
aumentaron su presencia en la población subocupada. Mientras esto ocurría, los
varones ganaron terreno entre la población desocupada llegando a representar en
1990 el 63%.

El crecimiento de la actividad laboral de las mujeres en nuestro país no ha


de entenderse como resultado de la industrialización, crecimiento y modernización
de la economía o del surgimiento de nuevos puestos de trabajo que habrían
mejorado su situación social sino como el de la necesidad extrema de
supervivencia en marco recesivo, de desocupación, subocupación, deterioro de
los salarios, precariedad e informalidad del mercado del empleo.

Desde una perspectiva de género hay que plantear el modo en que las
crisis económicas modifican los comportamientos familiares, qué estrategias se
generan desde este nivel y cómo afectan las relaciones de género. Dos actitudes
son universales en tiempos de crisis: la reducción del consumo doméstico y la
búsqueda de nuevas rentas que equilibren la pérdida del poder adquisitivo y del
empleo (generalmente del cabeza de familia).

La reducción del consumo doméstico implica de forma invariable un


aumento del trabajo reproductivo, y por tanto de la carga laboral de las mujeres.
Estos productos y servicios vuelven a ser suministrados desde la unidad
doméstica por las mujeres.

Por otra parte, la necesidad de nuevas rentas obliga a todos los miembros
de la familia a buscar algún trabajo remunerado; dadas las mayores posibilidades
de trabajo informal, las mujeres se incorporan por esta vía al trabajo productivo,
para aportar ingresos monetarios a la unidad familiar.

Lo mencionado precedentemente y las investigaciones en este campo han


logrado identificar y sistematizar las variadas respuestas de los hogares de
escasos recursos para hacer frente al deterioro de sus condiciones de existencia.
Salles y Tuirán (1994), tomando ideas de Cornia (1987), agruparon las estrategias
en tres categorías: las destinadas a la generación de recursos, a mejorar la
eficacia de los recursos existentes y aquellas que inciden en la estructura,
composición y organización de la familia.

a) estrategias destinadas a la generación de recursos: tienen por objeto


proteger el nivel de ingresos del hogar (en dinero o en especie), o al menos, a
contener su descenso dentro de ciertos límites para poder satisfacer las
necesidades esenciales de sus miembros. Para lograr este objetivo, puede ocurrir
que los hogares –de acuerdo a su disponibilidad de recursos humanos, a la
división sexual del trabajo imperante dentro de ellos y a la existencia de
oportunidades remuneradas- busquen intensificar y/o diversificar la participación
de sus miembros en la actividad económica. Estudios realizados en varios países
de América Latina analizan la inserción de mano de obra femenina e infantil.

b) estrategias para mejorar la eficacia de los recursos existentes: tiene por


finalidad contribuir a moderar el descenso de los niveles de consumo material y de
bienestar familiar a raíz de una disminución generalizada de los recursos
disponibles. Entre las numerosas estrategias que pueden ser agrupadas en este
rubro cabe distinguir los cambios en los hábitos de compra, en las pautas
dietéticas, así como en los hábitos de preparación de alimentos y en la distribución
intra-familiar de los mismos. Existen indicios que permiten sostener que dicha
reestructuración fue altamente diferenciada según regiones y estratos
socioeconómicos. La crisis y el ajuste económico contribuyeron a empeorar la
situación nutricional de la población que se halla por debajo o cerca del nivel de
pobreza absoluta, dejando como saldo dietas aún más innsuficientes y
desequilibradas.

c) estrategias que afectan el tamaño y la estructura familiar: diversos


estudios realizados en áreas urbanas latinoamericanas permiten conocer los
cambios en el tamaño, composición y estructura del hogar para “aumentar el
potencial de ingresos o modificar la relación entre necesidades y recursos”. En
México, entre 1985 y 1988, se observó un incremento en la proporción de hogares
extendidos con respecto al total y, además, una mayor cantidad de personas por
hogar.

En otras palabras, tanto la globalización de la economía como los períodos


de crisis ocasionan de forma inequívoca un reforzamiento del trabajo para las
mujeres, sea productivo o reproductivo; a ello se añaden, en los países del Sur,
los problemas derivados del deterioro de los servicios públicos y del
endurecimiento del trabajo reproductivo.

Actualmente es necesario tener en cuenta las distintas escalas espaciales:


los procesos globales -que actúan en el ámbito mundial- están modificando las
condiciones de vida y trabajo de las familias e individuos –en el ámbito local-; de
esta manera existe una interacción mutua entre ambas escalas. Ello ha reforzado
el interés por la diversidad (que predomina en la escala local), tema clave dentro
de las ciencias sociales.

Los procesos globalizadores tienden a producir efectos similares en todo el


mundo, y en consecuencia las relaciones de género están cambiando con iguales
tendencias en ámbitos territoriales muy dispares.

El equilibrio entre lo local y global debe mantenerse prestando una mayor


atención a los efectos que los procesos globales tienen en las escalas básicas
(individuo, familia, ámbito local). Estos procesos están marcando nuevas formas
de utilización del espacio por parte de hombres y mujeres, en función sobre todo
de unas formas de división del trabajo que también son nuevas. El acercamiento
a una correcta interpretación debe tener en cuenta las interacciones mutuas entre
las dos escalas básicas de análisis.

Los procesos globales se dan a escala mundial, mientras que las


estrategias individuales y familiares se dan a escala local. Dentro de las
estrategias familiares, las relaciones de género tienen una importancia decisiva.

Escala Mundial = Procesos Globales

Escala local = Estrategias familiares y


relaciones de género

Fuente: Sabaté Martínez et. al. pág. 65

La interacción entre las escalas mundial y local, entre los ámbitos global y
familiar es un concepto clave para interpretar los procesos de cambio en el mundo
actual; la teoría feminista nos recuerda que la perspectiva de género es
imprescindible para interpretar los procesos globales.
Bibliografía:

Benería, Lourdes (1991): “Globalización de la economía y el trabajo de las


mujeres”. Mientras tanto. 42, pp.65-75.

Sabaté Martínez, Ana et al. (1995): “Mujeres, espacio y sociedad. Hacia una
geografía del género”. Espacios y Sociedades. Serie Mayor. Editorial Síntesis.
Madrid.

Salles, Vania y Tuirán , Rodolfo (1994): “Familia, género y pobreza” en El


Cotidiano. Revista de la realidad mexicana actual. México. (Este informe
elaborado para UNIFEM como parte del Informe de las ONGs para la Conferencia
Mundial de la Mujer en Beijing, 1995).

Women and Geographic Study Group of the Institute of British Geographers


(1984): “Geography and Gender. An introduction to feminist geography”.Londres.
Hutchinson. 160 pp.

República Argentina. 1994. Informe Nacional: Situación de la Mujer en la


República Argentina.

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