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La era romántica

Berlin afirmó que la «propuesta básica» del comunismo y de otras ideologías totalitarias era que si
alguien conoce la forma en que los seres humanos deben vivir y en que la sociedad se debe ordenar,
«puede, en nombre de la razón, imponer de forma despiadada [este conocimiento] a los otros, pues, si
son racionales, estarán de acuerdo voluntariamente y si no están de acuerdo, no son racionales». La
postura totalitaria afirma que «sólo existe una condición saludable o eficiente para el alma»: la
armonía con las leyes de la necesidad histórica. Quienes no logren ajustarse a la necesidad «no
merecen ser escuchados, y en verdad son una molestia […] que debe erradicarse como un obstáculo
para el progreso» .1

Libertad en la era romántica pdf p. 44

Éste es uno de los argumentos más fuertes y peligrosos de la historia del pensamiento humano. Si
gamos su desarrollo una vez más: el bien objetivo se puede descubrir a través de la razón; imponerlo a
otros sólo es despertar la razón que en ellos duerme; liberar a las personas tan sólo es hacer por ellos
aquello que, si fueran racionales, harían por sí mismos, sin importar lo que realmente quieran; por lo
tanto, algunas de las formas más violentas de coacción equivalen a la libertad más absoluta

Libertad en la era romántica pdf p. 183

Por supuesto, ésta es la gran justificación del despotismo de Estado por el que Hegel y todos sus
seguidores, de Marx en adelante, propugnaban. El paso crucial para establecer esta paradoja
monstruosa es que l o que es bueno para mí es independi ente de aquello que creo desear de la forma
más ferviente, lo que es bueno para mí es lo que mi yo real desea, aunque mi yo cotidiano ignore por
completo a dicha entidad, y cuando la autoridad del Estado, la Iglesia o el dictador me fuerzan a
buscar los verdaderos fines de mi así llamado yo real , lo único que hacen es «obligarme a ser libre» ;

p. 183

Quizá podamos aventurarnos a afirmar que confundía las condiciones necesarias para el
entendimi ento con su contenido, que su concepto mismo de entendimiento era altamente
metafísico y, en última instancia, no difería en mucho del conocimiento a priori de los
teólogos y l os metafísicos prekantianos; y que su contenido, como suele suceder , no hace
más que mostrarnos con claridad el mundo que añoraba, pues desacreditó el intelecto para abrir
espacio a una visión de la vi da conformada en parte por el mundo social de su padre en Gi nebra y en
parte por sus propias aberraciones emocionales, y no ofreci ó ningún argumento serio para el idilio
particular que describe en Emilio o de la educación o en Julia o la nueva Eloísa, sólo pasajes de
excelsa retórica que comparan una vida fundada sobre este ti po de pensami ento con l os cálculos
despiadados, la desolación y la injusticia de la aristocracia y la intelligentsia parisi nas. Sin embargo,
Rousseau dio forma a un nuevo aspecto de la concienci a europea: la idea de que las soluciones infal i
bles a preguntas políticas y moral es no debían buscarse en las ciencias o a través de l a especul aci ón
filosófica, la contemplación de las esencias platónicas, la lectura de textos sagrados, la introspección
empírica cuidadosa acompañada de la observación social que Hume recomendaba, tampoco a través
del estudio y la formulación de leyes generales de la vida social que promovían los utilitarios, ni en los
pronunciamientos de una religión organizada o en la iluminación de naturalezas místicas excepcional
es sometidas a condiciones anormales, si no en los pronunciamientos de personas con un tipo
específico de adaptación moral que viven en condiciones propicias para el desarrollo de dichas
constituciones, mismas que las dotan de un senti do casi instintivo para distinguir entre lo correcto y
lo incorrecto, lo verdadero y lo falso, la belleza y la fealdad, pues tienen una facultad interna que l es
permite ver el corazón de las cosas, las personas y las situaciones (entendimi ento, intuición,
sabiduría, superioridad moral). Sus corazones están en su lugar y tienen una fiabilidad moral e
intelectual superior—y , en casos excepcionales, incluso genio moral—, que es i mposible de obtener
de otra manera.

p.186 (VERIFICADO pág 140 de la edición e FCE de un pdf escaneado)

Ya que todo el lenguaje es hasta cierto punto metafórico, resulta inútil preguntarnos, en el caso de un
escritor tan poético y acrítico como Rousseau, en dónde termina el uso literal del lenguaje y
comienzan las metáforas; en qué momento, si existiera alguno, abandona la tierra firme de la
observación empírica y los datos sociales ordinarios y cuándo regresa a ella. Su verdadero hallazgo —
así lo creía él—
haber descubierto una situación única, sólo una, en la que la libertadabsoluta coincide por completo
con la vida justa, aquella que siguelas reglas estrictas que las leyes y las normas obligan a cumplir al
mismo tiempo que las personifican y aplican rigurosamente; y es cuandolos hombres desean lo que
es verdaderamente bueno para ellos (loque prescribe la naturaleza). Para él, todos los problemas y
conflictosde la vida social tienen su origen en el hecho de que los deseos de loshombres, sus creencias
y acciones, continuamente los dañan, mientras que refrenarlos de este daño conduce, en el peor de
los casos, aldespotismo ciego, la esclavitud y la perversión de los seres humanose, incluso en el mejor
de los casos, a la privación de la libertad a travésdel control social. Sin embargo, para Rousseau las
acciones de loshombres parecen carentes de valor moral si no se realizan como actos de libre
decisión, elecciones conscientes tomadas por un individuo entre, al menos, dos alternativas posibles;
su valor moral dependede que no estén determinadas mecánicamente, ni sean resultado de
lacoacción o de un hábito inalterable. No obstante, las decisiones delos hombres a menudo resultan
fatalmente desastrosas y conducen ala esclavitud que la noción misma de decisión contradice; los
hombres deben ser libres de decidir lo que es bueno: ese bien que puede encontrarse en el Estado y
por los medios que Rousseau describe deforma tan conmovedora, pero que debe desearse libremente
o de locontrario su búsqueda carece de valor. En cualquier situación existesolamente una alternativa
correcta ( por la que la naturaleza nos compele a optar), que satisface a nuestro yo verdadero; por lo
tanto, conel fin de garantizar nuestra felicidad y virtud, se deben crear circunstancias que garanticen
que elijamos esa alternativa especifica y nootra, pero que nos permitan mantener nuestra libertad
intacta. Cuando Rousseau llega a este punto central de su tesis, cuando discute eseúnico punto
geométrico en el que la libertad y la autoridad se intersecan, se vuelve enérgico y dictatorial; ya no
apela al corazón, encambio plantea su solución con un dogmatismo que no admite críticaalguna.
Rousseau trata su gran hallazgo como si fuera una piedra filosofal que él descubrió, capaz de convertir
todas las cosas en oro, y seaferra a ella con una intensidad fanática.
pp. 153154

Rousseau nunca se retractó de la vasta construcción del Contratosocial,en cuyas entrañas reside, por
supuesto, la famosa voluntad general. ¿Qué esla voluntad general? «En tanto que muchos
hombresreunidos se consideran como un solo cuerpo, no tienen más que unavoluntad» y perciben «el
bien común» gracias al «buen sentido».23«L a voluntad constante de todos los miembros del Estado
es la voluntad general»;24 «el cuerpo político es también un ser moral dotado de voluntad».28 Tiene
autoridad absoluta, es decir aquello que«penetra hasta el interior del hombre y no se ejerce menos
sobre lavoluntad que sobre las acciones».26 ¿Con qué derecho? Porque unEstado gobernado por la
voluntad común es «una forma de asociación que deñenda y proteja de toda fuerza común a la
persona y a losbienes de cada asociado, y por virtud de la cual cada uno, uniéndosea todos, no
obedezca sino a sí mismo y quede tan libre como antes».27 Con razón, Mili opondrá a esto que cuando
se obedece a lamayoría (sin importar cuán necesario sea) no se obedece a uno mismo: que la palabra
todostomada de forma colectiva no puede sustituirse por todosen su sentido distributivo. Poco
importaría esto a Rousseau: yo me obedezco porque mi voluntad coincide con la voluntadgeneral, y
hacer lo que yo habría deseado, incluso si ningún decretose hubiera pasado por la asamblea, esestar
libre de coacción, ser libre.La coincidencia lo es todo, pero aún prima la libertad. Para ser
verdaderamente libre debo también tener la libertad de abandonar laasamblea, renunciar al contrato
social y lanzarme solo por el mundo,Rousseau concede este derecho: siempre y cuando haya
cumplidociertas obligaciones adquiridas como miembro de la sociedad, puedo abandonar mi
sociedad. No obstante, según este mismo razona

miento, la sociedad (el Estado que encarna a la voluntad general)también debe ser absolutamente
libre. Nada debe restringirlo, su soberanía debe ser absoluta. El soi communno puede tener menos
libertadque sus constituyentes. En consecuencia la soberanía es una e indivisible: no hay nada en la
tierra que pueda resistirse con justicia al soberano cuando ejerce su verdadera voluntad; su autoridad
provienede su identificación con la voluntad de sus miembros, y sus derechosprovienen de «la ley de
la naturaleza — esa ley santa, imprescriptible, que habla al corazón del hombre así como a su razón—
» ,28 queson uno solo. Ésta es la única autoridad definitiva existente — elhombre es un receptáculo
sagrado de las órdenes de la naturaleza— ,resistirse a la unión de los hombres que encarnan de forma
colectiva la voluntad de la naturaleza es pecar contra lo más sagrado en eluniverso.Es inútil
preguntarse — como hicieron muchos de sus posteriores críticos— si la voluntad general es general
porque desea de formageneral (es decir, toma la forma de proposiciones generales que noadmiten
excepciones individuales y que se pueden aplicar a todas laspersonas en cualquier situación) o
porque la desea una entidad «general» (la comunidad, los hombres en general). Sin duda, Rousseau
consideraría esto meras sutilezas: la voluntad es general porque es eldeseo de lo correcto en hombres
que actúan como un todo para ase gurar su bienestar, pues todos los objetos del verdadero deseo
delyo verdadero coinciden, y las resoluciones vinculan a todos porquetodo el proceso del deseo
colectivo se ha acordado libremente, puessólo aquello que las personas imponen libremente sobre sí
mismas esvinculante. La voluntad es general porque sus objetos son vinculantes de forma general y
provienen de hombres que actúan juntos, sinque haya diferencias entre ellos como agentes racionales
que desean,más allá de las discrepancias espaciales y temporales. La consecuencialógica de esto es
que, si deseo sinceramente (es decir, si mi voluntades un acto de mi yo real en su estado correcto, y
libre de toda influencia negativa), puedo argüir que, ya que estoyseguro de que deseo deesta forma (y
toda la teoría de Rousseau se cae si no puedo asegurarlo
— o si nadie más puede— , pues de lo contrarío, ¿cómo podría al guien encontrar la verdadera
diferencia entre bueno y malo?), puedoestar seguro de que todos los que deseen de este modo
llegarán a lasmismas conclusiones y que, si no lo hacen, es porque no están de seando bien: por lo
tanto, puedo imponer a otros tranquilamente loque me parece correcto, casi sin necesidad de
consultarlos,29 pues sifueran seres racionales ellos mismos habrían llegado a la misma con clusión y
no se les impondría nada que no se impongan librementeya, o se sentirán coaccionados, es decir que
la decisión que tomé porellos no coincide con aquello que desean con vehemencia, pero esosólo sería
una clara muestra de que no están pensando de forma racional y, por lo tanto, puedo sentirme
tranquilo al ignorar su resisten cia. Cuando los obligo a someterse a la decisión racional que tomé por
ellos y por mí, no hago más que obligarlos a ser racionales — es decir, a hacer lo que habrían hecho
solos si fueran racionales— : a ser libres. Así es como Rousseau llega a la famosa paradoja de los dos
tipos de compulsión: la irracional, que proviene de los caprichos delos tiranos, ya sean individuos,
oligarquías o incluso asambleas, y la queno es compulsión porque proviene del juicio racional y es
aquelloque todos los hombres verdaderamente libres harían de forma espon tánea y a la que es
irracional, incluso perverso, resistirse; pues, final mente, lo que llamamos nuestro yo no es nuestro yo
verdadero, tan sólo es su reflejo.

Kant, Fichte, Novalis y todos los filósofos y poetas románticosalemanes eran herederos políticos de
Rousseau cuando desarrollaronesta gran tesis religiosa. Éste es el centro de la doctrina que
otorgapoder ilimitado a cualquier hombre u organismo que crea poseer lanorma correcta para
gobernar a los hombres. Siempre y cuando de see correctamente, la autoridad es absoluta: esto es
válido tanto paralas instituciones como para los individuos. £ 1 Estado o la Iglesia pue den coaccionar,
encarcelar y castigar con impunidad pues actúan ennombre de la naturaleza racional o «real» de los
hombres, como untutor o un maestro; no con la finalidad de imponer su voluntad sobreun niño o un
tonto, sino para hacer que hagan lo que ellos mismosharían si supieran lo que su voz interior (que no
puede oír porque

son demasiado inmaduros o están demasiado trastornados) les diríaque hicieran. Un comentarista
resume de manera sucinta la opiniónde un jacobino posterior: «Nadie es libre cuando hace el mal.
Impedírselo es hacerlo libre».30 Éste es tal cual el Rousseau del Contratosocial,y el destino de la
palabra liberaciónha vuelto su significado mássiniestro desde sus días. Precisamente esta certeza
interior de lo correcto justifica el gobierno despótico de Calvino en Ginebra y el detodos los
dictadores, en cualquier lugar y en cualquier momento, inspirados por la convicción en su propia
superioridad moral y en suacceso único a la voz de Dios o de la naturaleza, quienes
gobernaban,castigaban y destruían con algo más en mente que el simple bienestarde sus sujetos
(pues eso los mantendría como esclavos); en busca delbien que sus sujetos desearían, si al menos en
verdad se entendieran así mismos, y que, por lo tanto, (es un paso muy pequeño) ya deseanen cierto
modo — si bien no abiertamente, quizá, sino en el interior de su yo verdadero, enterrado por el peso
de sus desafortunadas naturalezas empíricas— ; de forma callada, en potencia.

Es un paso pequeño, pero uno en verdad fatal. Hay una gran diferencia entre lo que en verdad deseo y
lo que alguien más cree quedebo desear; entre lo que realmente deseo y aquello que, ya que debería
desearlo, dicen que deseo ya en un sentido más profundo, aunque quizá yo no lo sepa. En algún
momento me veré obligado a protestar, como las minorías y mayorías oprimidas han hecho siempre y
siempre harán; a afirmar que ser libre es tener la capacidad de satisfacer los deseos propios y no
aquellos deseos «potenciales» o «ideales» que surgen de nuestras naturalezas «ideales» ocultas y que
casualmente coinciden con los de nuestros amos, pero que nosotros, esté bien o mal, no sentimos y
los que, de hecho, a veces rechazamos con vehemencia o contra los que nos sublevamos.

pp.160-163

Los verdaderos herederos de Rousseau son todos los jacobinos ycualquier otra teoría totalitaria que
permita que individuos o gruposindependientes impongan su voluntad sobre otros, les guste o no,
yno lo hagan en nombre de un contrato en el que los otros jugaronuna parte consciente, ni por
razones utilitarias o en nombre de principios abstractos totalmente independientes de las voluntades
humanas, sino en nombre del yo verdadero de los otros, a los que aseguran liberar («obligar a ser
libre»)31 mediante la coacción.
p.164

Sin duda todos los inquisidores honestos que hayan castigado ydestruido en nombre de estos
principios creían una parte de lo anterior, y su falta total de reparos mientras colgaban y quemaban a
hombres y mujeres (en apariencia inocentes) en nombre del alma inmortal — pero inarticulada— de
las mismas víctimas ha sorprendido a lasgeneraciones posteriores.
p.165

Sin duda, el autor del Contrato socialpuede reclamar todo el crédito por su forma moderna. Esta
monstruosa farsa política lleva todas las marcas de su origen: un rígido esquema lógico impuesto a la
fuerza sobre una versión trastornada dela noción de libertad moral; la proclamación de un reino de la
libertad tan absoluto y universal que mantiene a todos, en todo el mundo,encadenados, y la
afirmación de que esta rigurosa opresión es lo quetodos los hombres desearían si en verdad supieran
cómo alcanzar lalibertad que tanto desean.
p.166

El hombre debeconducir su vida según las reglas establecidas eternamente en la mentede Dios y en
el seno de la naturaleza. Todas las sociedades siemprehan sentido, de muchas formas imperfectas,
que estas reglas son laverdadera ley moral y política, llamada por algunos ley divina y porotros ley
natural, concebida como la ley de la razón por los estoicosy como la ley de las naciones, los
fundamentos de las creencias generales de la humanidad, por los juristas romanos; aceptada como
fundamento de la ley y la moral igualmente por santo Tomás que por Gro-tius; y, en verdad de forma
mucho más difundida, por los cristianos,los judíos, los musulmanes e incluso por los paganos
ilustrados; unconjunto de reglas generales que según los racionalistas sólo podíandescubrir aquellos
que concebían todo a partir de ideas racionalesclaras que se relacionan entre sí por un
razonamiento deductivo claro;mientras que otros, como Vico o Herder, aseguraban no haberlo des-
cubierto mediante el análisis racional cartesiano sino por un acto decomprensión intuitiva — lo que
hacía que la imaginación fuera casimás necesaria que la razón—, enterrado en las tradiciones, los
mitosy las lenguas de los pueblos, en su poesía y sus mitos, en sus artes ysus religiones, y en las
múltiples formas en que los hombres intentaban expresar sus actitudes, sentimientos e ideas, y nacía
de la interacción del espíritu humano con su entorno natural. No obstante, sinimportar cuál fuera
el camino, las verdaderas respuestas a los grandesproblemas estaban en estas grandiosas leyes, se
las podía descubriren las creencias y filosofías de los pueblos, pero de manera más claray mejor en la
naturaleza y en su espejo, el corazón del hombre.
p.167

Lo que tiene interés y relevancia aquí es que una conducta sóloes moral si procede de un acto de
voluntad libre, con el que un hombre obedece un mandato que él entiende como de tipo ético, es
decir,absoluto. Hacer algo simplemente porque uno lo desea, porque loencuentra agradable o
considera que le traerá placer o felicidad, no esmás que el simple descubrimiento empírico de que
ciertos mediosconducen a ciertos fines o de que ciertos medios en verdad tienen elpoder de
atraemos: lo primero es una pieza de simple conocimientoempírico; lo segundo, una pieza de
conocimiento específicamente psicológico, y no por eso menos empírico, sobre nuestra condición.
p.169

La ley moral de Kant — el famoso imperativo categórico— es laposesión especial de todo ser que sea
humano y, por lo tanto, en elextraño sentido que Kant da a esta palabra, racional; no es un objeto
enel mundo material sino un sujeto. Un sujeto es una entidad autónoma, algo que percibe de forma
racional y que decide libremente obedecer o desobedecer la voz de su razón (no empírica), que le pide
haceresto o aquello.
p.170

Kant eliminó lasbases para este argumento al afirmar que el contenido del deber notenía nada en
común con el objeto del deseo, y el hecho de que eldeber suela ser difícil o doloroso está
completamente ausente, puessu adecuación — o falta de ella— a los deseos, gustos y aversiones
delos hombres no forma parte de esta noción.
p.173
ghj

La postura de Rousseau hacia la libertad individual y la soberanía absoluta de la voluntad general ya


tenía este sabor, pero Kant es mucho más claro, inequívoco y carece de ese vago brillo
sentimentalpresente en la elocuencia de Rousseau. Los hombres en cuanto talesson sagrados
porque sus conciencias (sus voluntades) son lo únicoen el mundo que es absolutamente bueno,
absolutamente valioso.
pp.174-175
ghj

Sin duda Kant exagera,como parecerá a algunos, hasta el punto del absurdo, pero al menossu tesis
es clara: la ética y la política no son ciencias o artes que enseñen a los hombres cómo obtener la
felicidad. La ética no busca explicar lo que un hombre debe hacer para ser feliz sino lo que debe
hacerpara ser digno de la felicidad; este valor depende de la forma en queun individuo actúa — o
actuaría— en una situación que implicaratoma de decisiones, así como de los motivos para actuar
de esa manera. Este valor, al que Kant llama «buena voluntad», es el único valorabsoluto existente;
p.176

Kant obtuvo de Rousseau, y en especial de su Emilio,la nociónde que las normas distan de ser fuerzas
que inhiban severamente losimpulsos espontáneos de los hombres, por el contrario, pueden surgir de
las profundidades de la naturaleza común del hombre y estarllenas de contenido emocional. Kant
comenzó comparando a la pequeña minoría — no podría ser de otra forma— de seres
ilustrados,autónomos, contenidos y superiores (los filósofos), liberados por supropia moralidad, que
subyugó sus impulsos caóticos y su deseo defelicidad, con el resto de la humanidad, indefensa y a la
merced de susdeseos y de sus circunstancias, heterónoma, más cercana a los objetos que a los
sujetos, incapaz de elevarse a esa otra esfera, más sobriay libre. Kant aseguraba que Rousseau le
había enseñado que las normas antes que disminuir el impulso moral, y por lo tanto el
imperativocategórico, se originan en él, que surge de manera más pura en el rebosante corazón del
hombre común (Wolmar) que en los palacios yen las salas de conferencia: de ahí una renovación de la
fe en la moralde la humanidad, en la democracia y en la igualdad. Ya que la personalidad humana es
el origen de esas normas y por lo tanto de toda laética y la política, de todo lo que es correcto, justo
y equitativo, detoda la felicidad racional, de toda la libertad, de todo valor estético omoral, el
individuo tiene, como en la interpretación cristiana, «valorabsoluto».
p.177
ghj
LAS RAICES DEL ROMANTICISMO

La mayor importancia del roanticismo se debe a que constituye el mayor movimiento reciente
destinado a transformar la vida y el pensamiento del mundo occidental. Lo considero el cambio
puntual ocurrido en la conciencia de Occidente en el curso de los siglos XIX y XX de más envergadura y
pienso que todos los otro que tuvieron lugar durante ese periodo parece en comparación, menos
importantes y estar, de todas maneras, profundamente influenciados por éste.
p.20

Está claro que los principios bajo los que se llevó a cabo la Revolución Francesa fueron los de lla razón
universal, del orden, de la justicia; principios en absoluto conectados con aquel sentido de unicidad,
de profunda instrospección emocional, de diferencia de las cosas, de dismimilitudes más que de
similitudes, con los que se asocia usualmente al movimiento romántico.
¿Pero qué pasa con Rousseau? Por supuesto, se le relaciona –acertadamente- con el movimiento
romántico y está considerado como un o de sus progenitores. Sin embargo, e Rousseau responsable
de las ideas de Robespierre y de las de los jacobinos franceses no es, me parece a mí, el que mantiene
una conexión obvia con el romanticismo. Aque Rousseau es el que escribió el contrato social, un
tratado típicamente clásico que se refiere al retorno del hombre a aquellos principios primarios
originales que todos los hombres comparten; al reino de la razón universal que une a los hombres
frente al de las emociones, que los distancian; al reino de la justicia y paz universal por oposición a los
conflictos, la turbulencia y los desórdenes que enajenan los corazones humanos de la mente y que
dividen a los hombres.
Hay ciertas expresiones características que reaparecen en todos los escritos de Schiller, tant en sus
escritos filosóficos como en sus obras teatrales. Él se refiere constantemente a la libertad espiritual: a
la libertad de la razón, al reino de la libertad, al ser libre, a la libertad interior, a la libertad del
pensamiento, a la libertad moral, a la libertad de la inteligencia – una frase favorita –, a la sagrada
libertad, a la inexpugnable ciudadela de la libertad; y hay muchas otras expresiones donde en lugar de
usar la palabra “libertad” utiliza la palabra “independencia”. La teoría de la tragedia de Schiller se
funda sobre esta noción delibertad; su obra trágica y su pesía rezuman esta concepción. Es de este
modo – y ya no tanto a través de la lectura directa de Kant – que esta idea ejerció una influencia tan
importante sobre el arte romántico, tanto en la poesía como en la plástica. La tragedia no consiste en
una mera observación del sufrimiento: si el hombre fuera pura razón no sufriría en absoluto. El
sufrimient desahuciado, el sufrimiento humanamente inevitable, el de un hombre abrumado por la
desgracia, no es objeto de tragedia, sino meramente causa de horror, de compasión y tal vez de
disgusto. La única cosa que puede propiamente considerarse trágca es la resistencia del hombre a
aquello que lo oprime.
p.112

El desafío –que es moral para Sciller y no cualquier desafío; es e desafío en nombre de algún ideal con
el que nos comprometemos seriamente– es lo que hace tragedia a la tragedia, pues crea un conflicto
en el que el hombre se enfrenta a fuerzas que lo superan, ampliamente o no, según sea el caso.
p.112

Vislumbramos qué significa comportarse como un hombre, y el objetivo del arte –o al menos el
propósito del arte dramático que se ocupa de los hombres– consiste en representar a los hombres
conduciéndose del modo más humano posible. Ésta es la doctrina de Schiller y ella se deriva
directamente de la doctrina kantiana.

La naturaleza es indiferente al hombre, es amoral, y nos destruye del modo más despiadado y
horrendo. Esto es, precisamente, lo que nos hace comprender que no formamos parte de ella.
Permítaseme hacer una referencia a un fragmento típico de Schiller:
La circusntancia misma de que la naturaleza, considerada en su totalidad, se mofe de todas las reglas
que el entendimiento prescribe para ella, de que siga un curso libre y caprichoso, y eche por tierra, sin
contemplación alguna, las creaciones de la sabiduría; de que se apodere de lo significativo y de lo
trivial, de lo noble y de lo ordinario, y los implique en un único y espantoso desastre; de que proteja el
mundo de las hormigas y tome al hombre, su más gloriosa criatura, en sus brazos de gigante y llo
despedace; de que, con frecuencia, destruya las obras más árduas del hombre, que son en realidad
sus propias obras; todo ello en apenas una hora mientra se entrega durante siglos a la creación de
obras destinadas […] (Schiller citado por Isaiah Berlin)

pp-13-14

Paulatinamente, habiendo concluido las invasiones napoleónicas y surgido el sentimiento


nacionalista en Alemania, Fichte descubrió que, tal vez, lo que había dicho Herder sobre los seres
humanos era cierto; que son otros hombres los que hacen al hombre, que la educación y el lenguaje
convierten al hombre en hombre. El lenguaje no es invenci´n propia, ,sino que fue inventado por
otros, y yo soy un elemento más en este flujo compartido. Mis tradiciones, mis costumbres, mi
perspectiva, todo lo relativo a mi persona es de alguna manera, creación de otros hombres, con
quienes conformo una unidad orgánica. Así, gradualmente, Fichte pasó de concebir la noción del
individuo como algo más amplio, digamos, por ejemplo, una nación, una clase social o una secta. Y
una vez que concebimos al individuo así, entonces, es su tarea actura, es su responsabilidad ser libre,
y serlo para una nación significa ser independiente de otras naciones, y si aquellas la obstruyen en su
anhelo de libertad debe declarar la guerra.

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