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Ritsu Hyung
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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung
Un 28 de Febrero
Aquí o Allá
Capítulo 1 ............................................................................. 4
Capítulo 2........................................................................... 13
Capítulo 3 .......................................................................... 24
Capítulo 4 .......................................................................... 33
Capítulo 5........................................................................... 42
Capítulo 6 .......................................................................... 51
Capítulo 7 ........................................................................... 60
Capítulo 8 .......................................................................... 71
Capítulo 9 .......................................................................... 80
Capítulo 10 ......................................................................... 89
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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung
Capítulo 1
Era fines de febrero, el frío y las tormentas habían hecho de
la temporada una de las más pobres y solitarias que yo hubiese
presenciado. Me la pasaba el día entero repasando las baldosas de
los pasillos que lamentablemente volvían a estar inundados de la
arena que se encaprichaba en entrar por alguna parte. Si no era la
entrada principal eran las ventanas, si no eran las ventanas eran
las grietas en la pared, pero el punto era que cada pasillo volvía a
estar sucio cada mañana sin necesidad de que un sólo pié pasara
por encima de él. Pero no me quejaba, en realidad tampoco me
amargaba. Me gustaba el invierno no sólo por el frío y las
lloviznas sino también por la tranquilidad que me brindaba la
soledad en el hotel viejo de mi padre.
Vivía y me encargaba de él desde su muerte y me encantaba.
El hotel era una casona enorme de doce habitaciones, un comedor
esplendido, una cocina generosa y un ático lleno de chucherías;
con una relación íntima con la puesta de sol y la playa que bañaba
mi mirada cada mañana y cada tarde. De hermosas paredes
celestes y ventanas blancas era para mí el cielo, pese a que mi
hermano solía llamarle la pensión estacionaria. Para él era el
último error de mi padre y para mí era el mejor regalo que podía
haberme dado. Yo añoraba ver crecer este lugar porque era el
sueño de mi padre y mi dicha era cumplirlo. Estaba aferrado a él
desde las entrañas y creía que nada ni nadie tenía lugar en mí. Sin
embargo, y como cualquiera pudiese suponer, la vida iba a darme
una bofetada. No sé si fue porque realmente la necesitaba o si
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voz ¡Oh, su voz! Su voz era suave, cálida, a veces como la de una
madre, a veces como el viento, algunas otras como la niebla y en
tantísimas ocasiones como la de un amante susurrando miles de te
amo. Claro que en aquel momento pensé simplemente en la paz
que me transmitía y supe de inmediato que pasaría un invierno en
grata compañía.
—Oh, sí —Dije entonces y crucé por su lado. No pude evitar,
así, respirar de su perfume y correr tras el mostrador. Él por su
parte, girando tan sólo en sus pies, me siguió con la mirada hasta
que sus oscuros ojos estuvieron sobre mí. Y no lo sé, quizás
alucino, quizás exagero y quizás incluso lo idealizo demasiado,
pero sé que ambos nos quedamos ahí por unos segundos. Él me
miró como si dijera —Te conozco— y yo lo miré como si le
contestara un silencioso —Sí, soy yo— y luego ambos nos
sonreímos y susurramos en la mente un —¡pero qué digo, si eres
un completo desconocido!
—Y es extraño que llegaras —Agregué y rompí el hechizo
cuando dejé de mirarlo y garabateé la fecha de aquel día: 28 de
febrero, en la libreta y en su ficha de inquilino —En verano la
gente corre hacía la playa, cuanto más cerca mejor; mientras que
en invierno, los que se atreven a venir, prefieren refugiarse y
mirar el mar desde lo alto de algún hotel cinco estrellas de la
ciudad más aledaña.
—Ilusos —Dijo entonces— yo adoro la playa en invierno. El
viento, la lluvia, las olas rugiendo —Y sonreí porque me resultó
gracioso, un soñador, un niño, un adolescente recitando frasecillas
de tarjetas de San Valentín, sin embargo cuando levanté la mirada
lo encontré con la playa, el cielo gris y las olas rompiendo en las
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Capítulo 2
Revoloteé como una avispa por el pasillo enorme del primer
piso del hotel. La puerta del cuarto de Lee Hyukjae estaba
completamente cerrada y no había sonido que evidenciara la
presencia de mi silencioso inquilino. No sabía si dormía, si había
salido o si estaba metido en algún tipo de trance de artista; pero
eran las diez de la mañana y el chocolate caliente llevaba listo
desde las ocho.
Con alguna especie de profunda culpa me aventuré a tocar la
puerta, primero fueron golpes suaves y luego lo intenté con más
insistencia, y al cabo de unos minutos di por hecho que mi
inquilino se había marchado. Fue así que su ausencia no me
sorprendió cuando abrí la puerta y encontré el cuarto
completamente vacío; bueno "vacío" es una forma de decir, no
sería hasta después que comprendería que sin él cualquier lugar se
hallaba vacío para mí.
La habitación parecía impecable, como si Lee Hyukjae
hubiese sido alguna especie de espectro, un alma en pena que por
caprichos del universo fue a parar a mi hotel, como si fuese un
fantasma que en su misteriosa existencia, a la mañana siguiente,
desaparecía. La cama estaba impecable, sus bolsos en algún sitio y
sólo el atril junto a la ventana me aseguraron que mi inquilino era
real y no alguna alucinación extraña. Sin embargo, el atril, se
hallaba vacío también y no pude evitar preguntarme que habría
estado pintando, e inmerso en aquella curiosidad muy impropia de
mí me aventuré en el cuarto con la auto excusa de aprovechar su
ausencia para hacer el aseo, aunque no llevaba escoba, ni guantes,
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—¿Ya?
—Ya, me levanto muy temprano.
—¿A qué hora desayunas?
—No lo sé, a las ocho, creo, depende, a veces más tarde o a
veces más temprano.
Él se detuvo un instante, elevó la mirada y pareció sacar
cuentas en su cabeza y al cabo de unos segundo sus ojos
estuvieron en mí otra vez.
—Despiértame para desayunar contigo ¿Sí?
Él sonrió y yo lo hice también.
—Claro, lo haré.
Aquel día era un extraño 29 de febrero muy soleado y cálido
para las fechas, el aire seguía tan húmedo como siempre pero no
esperaba más ni mucho menos por el mar. Mi inquilino, luego de
desayunar, había subido a su cuarto y se había perdido en el
silencio como la noche anterior y yo, que me había quedado sin
tareas que hacer, aproveché ese tiempo para escapar un par de
horas a la compañía de Kyuhyun.
Me sentía extrañamente agotado, abrumado, abatido,
realmente no lo sabía y en momentos así mi mejor amigo era el
opio de mis días.
Su tienda era tan acogedora como tradicional y agradable.
Con el tamaño justo, ubicada frente a la plaza principal, con los
colores apropiados y el aroma dulce de las frutas frescas que traía
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Capítulo 3
Su cabello danzaba con el viento de una manera grácil, libre,
jovial y casi artística diría yo, mientras su sonrisa se dibujaba en
sus labios y sacudía su mano al otro lado de la calle. Se veía
encantado de encontrarme por casualidad aunque hubiésemos
pasado la mañana conversando en la cocina, y yo realmente no
sabía cómo me sentía, pues unos nervios escandalosos me
tensaron el estómago y subieron como miles de hormigas hasta mi
pecho. Me quedé inmóvil, sin mover ningún musculo hasta que
Kyuhyun me dio un codazo justo sobre las costillas, entonces
reaccioné y lo saludé también.
Hyukjae se hallaba en el parque, al otro lado de la calle,
sentado en un pequeño banco, con su atril delante y tras él un
muchacho que a lo lejos no había reconocido. Y yo me sentí de
pronto atraído por la curiosidad, aquella que me había sido ajena
hasta que el castaño de labios rojos había puesto un pie en mi
hotel, entonces todo lo que él hacía me intrigaba y corrí preso de
aquel sentimiento fuera del mercado y hacía el parque. Él no
parecía sorprendido por verme, al contrario, fue como si hubiese
hecho exactamente lo que él esperaba que hiciera.
—Así que estás aquí —Le dije y él asintió con una sonrisa,
luego me señaló con su mano al muchacho tras el atril y noté
hasta entonces que había olvidado su existencia.
—Él es Heechul. Lo he conocido por casualidad ésta mañana
y me ha servido de modelo —Mis ojos llevaban puestos sobre el
muchacho desde que había dicho su nombre. Tenía el cabello largo
hasta el mentón y de un rojizo bastante natural aunque sabía de
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por mi parte le pregunté sobre sus pinturas, sobre qué cosas había
pintado, sobre qué cosas le gustaría pintar; y él entonces se detuvo
y dijo:
—Lo cierto es que me encantaría pintarte a ti.
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Capítulo 4
En un primer momento me quedé atónito, expectante a que
Hyukjae lanzara una carcajada y dijera que todo era una buena
broma. Sin embargo me bastó con mirarlo a los ojos para darme
cuenta de que iba en serio, lucía como si aquella fuese la mejor
idea que hubiese cruzado por su cabeza mientras yo aún luchaba y
me esforzaba por no verla simplemente ridícula. Me costaba
concebir la idea de que un artista dedicara sus recursos y tiempo
en pintarme a mí, porque yo no era Heechul, no tenía su
femenino rostro ni sus largas piernas; muy por el contrario
siempre había pensado que mi cuerpo era más bien tosco y por
otra parte no tenía la paciencia para estarme quieto por horas.
Tenía todos los puntos en mi contra y el "no" rotundo
parecía repiquetear en mi garganta bastante inquieto por salir y
romper el rugir de las olas; y sin embargo algo sucedió. Aquella
fue la primera de tantas otras veces que aún hoy consideraría
eternas, pero desde luego que no lo supe y consideré el caótico
momento mental y emocional como un caso aislado y actué sin
pensar. Hyukjae ejercía sobre mí algún hechizo extraño, una
fuerza irracional que me volvía preso de mis más profundos
impulsos. A mí me gustaba creer que su espíritu había penetrado
tanto en el mío que me había dejado el alma partida en dos y con
ella mi voluntad. A su lado me volvía incapaz de detenerme y
pensar, quizás porque me gustaba tanto que mis pensamientos
iban directos a mi boca atraídos por alguna fuerza extra natural a
su ser, o porque sabía cuán tiranos eran los instantes a su lado y
consideraba que pensar era una pérdida irracional del tiempo. Sea
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perdía de vista las agujas del reloj a la espera de que dieran las
ocho.
Mi inquilino aún dormía o eso me hacía sospechar el
silencio tras la puerta de su cuarto cuando subí las escaleras y fui a
buscarlo. Antes de golpear intenté dejar de lado la culpa inmensa
que me producía el despertarlo a tales horas de la mañana pero él
había vuelto a insistir con ello en la cena de la noche anterior. Así
fue que golpeé unas cuantas veces, dos, tres, cuatro, cinco, seis y
en la séptima me decidí a entrar sin más. La puerta igual que en la
mañana anterior estaba sin llave y eso me sorprendió pues nunca
un inquilino se había expuesto de aquel modo, aunque yo tuviese
copia de todas las puertas, y mucho menos cuando aún se hallaba
dentro durmiendo. Enredado entre las sábanas y el edredón,
Hyukjae, mi angelical inquilino, se encontraba sumergido en un
algún sueño que parecía exquisito de dormir y exquisito de
apreciar. Y a mí, desde luego, se me perdió el aliento en un
ridículo jadeo. Me quedé prendido de la radiante imagen de sus
labios rojos por la mañana. Se veían tan suaves, húmedos y dulces
que estoy seguro que en algún punto inconsciente de mí debo
haber deseado besarlo. Perderme en su boca, sus besos, su sonrisa
junto a la mía. Pero en aquel tiempo poco comprendía de lo que
pasaba conmigo y aquel magnetismo que tenía él sobre mí. No era
siquiera capaz de pensar o preguntarme por qué caminaba hacia él
tan dispuesto a tocarlo; incluso si lo hubiese hecho no sería nunca
capaz de detenerme. Me sentía hechizado y, perdido en sus
hechizos, de pronto me encontré junto a él. Estaba arrodillado
junto a su cama, observándolo tan de cerca que sentía el calor que
su cuerpo emanaba fundirse con el mío y adentrarse tanto en mí
que llegaba incluso a calentarme el alma.
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Capítulo 5
El sol, tarde o temprano, acabó por quedar sumergido en el
horizonte tras el mar. No fue hasta que Kyuhyun se durmió que
me atreví a salir de su casa y para entonces la luna ya posaba sobre
mi cabeza suplicando clemencia y mi perdón. Conduje lento, sin
prisas, sintiéndome derrotado hasta el último instante. El Hotel se
veía oscuro con todas las luces apagadas, parecía una casona vieja
y abandonada, un hogar sin alma. Hyukjae no estaba allí.
Entonces, con pensamientos inciertos dominando mis pies,
comencé a caminar por el sendero desdibujado de la arena húmeda
sintiendo como el viento helado, mi fiel camarada, me abrazó con
fuerza mientras las olas del mar se volvían cada instante más
severas, parecían rugir de rabia reclamándome por el dolor de su
nuevo amante de cabellos castaños y labios rojos. No dejaba de
pensar en él. Quería verlo y encontrar las palabras correctas para
decirle cuánto sentía no haber estado allí, y sin embargo cuando
llegué al secreto de la playa, donde ésta se volvía salvaje e intensa,
el viento mismo me abofeteó. Sobre la arena y junto al mar infiel
ardía brillante y cálida una fogata iluminando las perfectas
facciones del perfecto Kim Heechul mientras Hyukjae, mi
angelical inquilino, tenía sus tobillos sumergidos en el agua que el
mar se encargada en llevar hasta él para besarle entre sus olas los
pies.
Me había quedado sin habla, sintiéndome ridículamente
traicionado. Estaba enfadado, tan furioso como parecía estarlo el
mar. Heechul fue el primero que notó mi presencia, él me miraba
directamente, pero yo lo esquivé desde el primer momento y me
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Capítulo 6
Al día siguiente la mañana me encontró en la sala de estar,
dormido sobre el suelo frío, cubierto con una manta, helado y
entre los brazos de Hyukjae. Habíamos caído dormidos en algún
momento de la noche luego de prometernos, sin la menor lealtad o
el menor éxito, ir cada uno a su cuarto. Él era una compañía
extraordinaria y simplemente me hacía sentir bien. A su lado el
tiempo se me iba de las manos, se perdía entre sus risas, sus
palabras, sus cuentos, sus gestos y cada una de sus expresiones
haciéndome desear que las horas se detuvieran en el preciso
instante en que sus labios comenzaban a moverse y así poder oírlo
lunas enteras.
Recuerdo haberme quedado quizás una hora inmóvil,
tumbado de lado, observando el bonito rostro de Hyukjae, el
blanco de su piel y el rojo de sus carnosos labios. Su cuerpo estaba
tan helado como lo estaba el mío pero en aquel instante no me
importó, me quería quedar ahí, a su lado, sintiendo su brazo
rodear mi cintura e imaginar que tan pegados habían estado
nuestros cuerpos en algún punto de la noche. Entonces, con mis
ojos puestos en su bonito rostro, lo asumí. Me gustaba, me atraía
él como hombre, como ser, como alma incluso. Me gustaba como
nunca me había gustado nadie en el mundo, y aquello iba más al
allá del hecho de que nunca me hubiese gustado un hombre. Creo
que aquello fue lo que menos me había impactado, pues imagino
que todo mi cuerpo lo sabía y lo había asumido, menos la parte
más sensata de mí ser. Pero la intensidad casi violenta de mis
sentimientos hacía él seguía abrumándome hasta el punto de
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lucía azul y espléndido como si jamás hubiese pasado por aquí una
tormenta, ni afuera ni entre nosotros.
Pasado el medio día, Hyukjae y yo, ya íbamos camino al
pueblo. Las carreteras si habían sufrido los estragos de la tormenta
y lucían cubiertas de hojas, arena y basura que el mar arrastraba a
la playa y el viento a la carretera. Otro que sufría los efectos del
invierno, la lluvia y una noche sobre el suelo era Hyukjae, pues
llevaba rato hablando o tarareando canciones que se oían a la azar
en el radio con la voz áspera y ronca, imaginé que llevaba la
garganta tan o más dolorida que yo. Intenté dejar fijo en mi mente
el recordatorio mental de comprar medicina para ambos. Luego mi
cabeza hizo un espacio enorme para recordarme que debía visitar a
Kyuhyun en el mercado, saber cómo estaba y disculparme por no
haberlo llamado antes.
Cuando finalmente estuvimos en el pueblo nos detuvimos
directamente en el negocio de reparaciones. Hyukjae permanecía a
mi lado, oyendo atentamente cada cosa y herramienta que pedía,
luego me confesó que le sorprendía que supiese tanto de
electricidad y dijo algo sobre mis manos aunque apenas puedo
recordarlo. Creo que había dicho que lucían trabajadoras y yo le
había contestado algo sobre las suyas referido al arte, intentando
no desbordar por mi boca la fascinación que me provocaba
tocarlas o lo delicada de su belleza, o el arte que era verlas
moverse sosteniendo un pincel mientras dibujaba trazos de colores
sobre algún lienzo vacío. Y sin embargo no pude evitar decir —
Adoro tus manos porque no sólo son bonitas, son suaves.
Hyukjae me volvía vulnerable a sus encantos, a mis ideas, a
mis impulsos y a todo lo que sentía por él. A su lado decía
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Capítulo 7
En la mañana siguiente ambos habíamos amanecido mucho
más repuestos y sanos, aunque mi estómago era un caos total.
Sentía las entrañas contraídas en unos nervios abismales y tan
devastadores como cualquiera de los sentimientos que surgían de
los efectos nocivos que Hyukjae provocaba en mí. Había aceptado
que él me pintara a su antojo, desde luego, y él había dicho que no
podía esperar para hacerlo, aunque desde luego aquella tarde cayó
preso de la fiebre y durmió la noche entera hasta casi entrado el
mediodía. Yo, por el contrario, había despertado tan temprano
como siempre.
Recuerdo que estaba en la cocina preparando una bandeja con
lo que podía ser bien un desayuno o un almuerzo para Hyukjae
cuando escuché la entrada principal abrirse. Supe incluso antes de
verlo que se trataba de Kyuhyun, pues no sólo conocía su forma
de caminar sino que era él único, además de los inquilinos, que
tenía llaves de la entrada. Verlo me había provocado un menjunje
de sentimientos que noté recién entonces que había estado
suprimiendo en alguna parte de mi mente. En primer lugar había
estado preocupado por él y por otro lado, cuando lo vi a los ojos,
pensé de inmediato la infidencia para con él de mis recientes
descubrimientos. Me sentía atraído por otro hombre, por mi
inquilino y lo lógico sería que mi mejor amigo lo supiera; pero yo
no estaba preparado aún, así que ese día no dije nada al respecto.
Sólo me limité a cruzar el arco que dividía la cocina del vestíbulo
y caminar hasta el comienzo de las escaleras donde lo encontré y
ambos no estrechamos en un abrazo. Nuestros cuerpos quedaron
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—Creí que tendría que rastrear tus pasos sobre la arena antes
de encontrarte —Le había dicho y él contestó con una sonrisa.
—¿Volví demasiado pronto? —Preguntó y por alguna razón
su tono me hacía sentir que aquello era algo más que una pregunta.
Sin embargo, yo parpadeé e intenté lucir indiferente —
Entonces si te fuiste, creí que te habías quedado aquí —pero no le
permití contestar y extendí el mantel para luego acabar ordenando
lo que sería nuestro desayuno, aunque yo hubiese bebido una taza
de té.
Estábamos a la mitad del pan cuando él finalmente se volteó
dispuesto a comenzar con sus preguntas. Noté como sus ojos se
encendían y su mirada se volvía más suspicaz, incluso más
profunda. Era excelente analizando a las personas o a cualquier
situación que lo rodease y llamase su atención. Él hacía las
preguntas apropiadas para conocer el rumbo que lo llevaría a tus
secretos, el resto del camino lo trazaba sobre ti tan sólo viéndote.
Y a mí me encantaba aunque me hiciese sentir extremadamente
vulnerable, pues él quería saberlo todo y yo no hallé nunca un
modo que me hiciese callar todo lo que había dentro de mí.
Recuerdo que, con el correr del tiempo, solía molestarlo diciéndole
que era muy egoísta, pues se servía a su gusto de la privacidad
ajena mientras era tan mezquino con la propia, y a él solía
molestarle mucho aquella broma y por un tiempo creí que lo
ofendía hasta que finalmente comprendí que lo que le molestaba
era que lo dejase en evidencia, que descubriese quién era y lo que
había dentro de su alma. Por otro lado, con el resto de las cosas él
era extremadamente generoso, como si quisiera compensar lo poco
que dejaba ir de él con un centenar de favores.
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Capítulo 8
En los primeros segundos me pareció estar metido en una
especie de trance. Me sentía ajeno a todo, y ese todo incluía el
mundo, mis complejos, Heechul e incluso a Hyukjae y a mí
dentro del plano físico. De pronto me hallé metido en un plano
inmaterial que me dejó extasiado, sumergido en una nube lo
bastante suave como para sentir cualquier cosa, luego sentí los
labios de Hyukjae. Él comenzó a besarme lenta y pausadamente y
yo me descubrí perfectamente alineado a su ritmo. Nuestros
labios se tomaban, se soltaban y volvían a tomarse tan deprisa que
daba la impresión de que ambos estaban enviciados con el otro. Y
yo estaba enviciado con él y él conmigo. Mis sentidos, entonces,
comenzaron a ampliarse y volverse aún más agudos. Sentí su
mano en una de mis mejillas y en la otra sentí las hebras del pincel
pintar mi cara de algún color, luego lo oí caer en la mesa, rebotar y
acabar tintineando en el piso. Podía sentirlo todo, su respiración,
el sonidos de nuestras bocas, el sonido de nuestra ropa rozándose
y el de nuestros corazones latiendo, aunque quizás sólo oía el mío
que latía por los dos.
Cuando nuestros labios se separaron resignados, él
permaneció un instante con su frente sobre la mía, tenía mis ojos
cerrados y me imaginaba que él también. No hallaba que decir,
luego entendí que no quería decir nada y sólo rodeé su cuello con
mis brazos y lo abracé. Él tardó un momento en corresponderme,
pero cuando lo hizo me abrazó con fuerza, incluso con necesidad.
Entonces me di cuenta de cómo todo aquello que días atrás me
abrumaba se había aplacado. No sentía ningún tipo de escalofríos,
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qué hacía para vivir, cómo lograba viajar por todo el mundo,
quería saber si algún día se detendría... o en especial, quería saber
si se quedaría conmigo.
—Supongo que te refieres al sitio donde me crié —me dijo y
su mirada quedó perdida en un sentimiento de añoranza —Volví
dos veces, pero no lo haría otra vez —¿Conflictos familiares?
¿Vivía acaso una eterna rebeldía? ¿Su hogar albergaba espantosos
recuerdos, quizás una muerte de un familiar? No podía siquiera
imaginarlo.
—¿Y no piensas detenerte nunca? —me miró con intensidad.
—¿Tú abandonarías todo para vivir un mes en cada ciudad
del mundo? — Entonces yo también lo miré del mismo modo.
El hotel era mi vida, mi familia y Kyuhyun también lo eran.
Abandonarlo todo, nunca hubiese podido estar dentro de mis
planos. Me sentía como un árbol aferrado a sus raíces. Además,
abandonar el hotel era abandonar a papá, lo último que me
quedaba de él. Y sin embargo abrí mis labios y respondí:
—No lo sé.
Y él me contestó: —Entonces yo tampoco lo sé.
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Capítulo 9
Los días y finalmente las semanas comenzaron a correr y
Hyukjae y yo parecíamos estar cada instante más enviciados con
el otro. Nos descubrimos despertando más temprano y durmiendo
más tarde sólo para permanecer más tiempos juntos. Estar con él
seguía siendo un sueño y su compañía seguía llevándome a
experimentar aquella calma que me dejaba varado en un limbo
para dos. Por otra parte, el resto del mundo parecía comenzar a
alinearse a nuestro alrededor.
Heechul había ido un día al hotel, pero Hyukjae sólo lo
recibió un instante en el vestíbulo, supe luego que le había dado
uno de los dos retratos que había pintado de él, el último jamás lo
había terminado. Y esa fue su última visita, sólo volvimos a verlo
en escasas ocasiones cuando Hyukjae y yo visitábamos el pueblo,
pero ellos sólo se saludaban fríos y distantes. Desconocía si
Heechul sabía lo que había entre nosotros, tanto por si Hyukjae se
lo había contado o porque veía la pasión arder en el oscuro de
nuestra mirada cuando estábamos juntos. De cualquier modo, no
me importaba. Heechul había pasado de ser un espectro maligno
en mi cabeza a un simple recuerdo vago y ajeno a mí, a Hyukjae y
a aquel Nosotros que había entre los dos.
En algún punto mi mundo se había quedado estático frente
al chico de cabello castaño y labios rojos que me sonreía cada
mañana y me besaba en cada atardecer. En semanas habíamos
descubierto juntos sitios en mi hermoso pueblo costero que
incluso los antiguos habitantes desconocían. Nos aventurábamos
con frecuencia a los confines de la playa y veíamos cada tormenta
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Capítulo 10
La primavera llegó envuelta de mi agonía por ver cada
amanecer y cada atardecer cernirse sobre el cielo recordando cada
instante que los días iban y venían, que el reloj de arena que el
destino había volteado aquel 28 de febrero ya tenía una de sus
puntas prácticamente vacías. Mientras, yo intentaba detener el
tiempo proponiendo planes cada noche en un intento absurdo de
prometernos a ambos otra mañana juntos, como si aquello evitara
que el tiempo corriese y se escapara de entre mis dedos como el
agua. Pero lo cierto era que mi pueblo costero se había acabado, ya
no existía rincón que no hubiésemos recorrido juntos, ni secretos
o historias que Hyukjae no hubiese oído. Mi mente estaba allí casi
siempre, perdida en el horizonte incierto que amenazaba a la playa
y a mí con llevarse a nuestro bello espíritu. Él único que lograba
desprenderme de mi terror demencial por perderlo era él.
Pasábamos a veces los días leyendo, a veces cantando, otras tantas
nos perdíamos en los confines de la playa y acabábamos tan lejos
del mundo que solíamos hacer el amor sobre la arena o dentro del
mar, perdidos en el otro, en aquel nosotros que habíamos
construido. Aprendí de él en tres meses, lo conocí de pies a cabeza,
desde su mente hasta su alma y entendí con ello que Hyukjae no
era egoísta ni mezquino consigo mismo, él sólo cuidaba del resto
del mundo. Su desarraigo tenía razón y motivos, no tenía sentido
que alguien supiera más que su nombre, pues al fin y al cabo él se
marcharía y ese alguien lo olvidaría. Pero en algún punto yo había
sido diferente, quizás él sabía que siempre lo recordaría, que jamás
dejaría de amarlo. Y sin embargo, pese a todo, cuando la noche
caía y Hyukjae dormía, me aferraba a su cuerpo y al miedo que
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sentía por perderlo. Era tal mi pavor, que aún dormido, solía
despertar en cuanto mis brazos se separaban de su cuerpo,
entonces Hyukjae solía susurrar para calmarme —Estoy aquí... —
y aquello bastaba para llevarme de nuevo al sueño.
La mitad de mi primavera fue una seguidilla de pesares que
me hizo temer a las tardes, al sol hundiéndose tras el mar y a la
noche llevándose un día más. Eran inútiles mis intentos por
olvidarlo todo, por dejar mi mente sumergida en nuestro limbo
donde no había horizonte, ni tiempo, ni adiós, tampoco un hasta
luego. Sólo él logró apaciguar las pesadillas donde despertaba una
mañana sin su cuerpo cálido a mi lado.
Recuerdo aquella tarde, estábamos tumbados en la cama de
nuestro paraíso color coral. Nos hallábamos jadeantes, con la piel
ardiente, desnudos y envueltos en los brazos del otro. Me
encontraba sumergido en aquel ensueño al que me llevaba entre
besos y palabras dulces, tenía los ojos cerrados y sentía sus mano
acariciar mi espalda. Él llevaba callado demasiado tiempo y yo no
estaba seguro si se hallaba pensando o sólo disfrutando de nuestro
cálido silencio. Luego sus labios besaron mi frente y me obligué a
mirarlo a los ojos.
—¿Qué piensas del amor? —Me preguntó. Y sentí que tenía
tantas cosas para decir al respecto que no sabía por dónde empezar.
Sin embargo, con la mente atorada por el centenar de cosas
que quería decir, sólo fui capaz de responder con un:
—Creo que es hermoso. Solo míranos —dije y me moví de
modo que acabé sobre su pecho mientras mis piernas se enredaron
entre las suyas.
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Él suspiró.
—Esto no es el amor —me dijo y frunció el ceño como si mi
respuesta hubiese removido en él algún pesar que lo atormentaba
—El amor va más allá —me dijo luego y su gesto se suavizó.
Estaba cautivado por él, por su rostro, por aquella expresión
que ponía cuando estaba a punto de desbordar en filosofía y
pensamientos que superaban mis límites intelectuales y culturales.
Era hipnótico como hablaba, como dejaba ir todo aquello que
pensaba.
—Es una mentira bien contada ésta que dice que el amor se
encuentra en una fotografía de ambos delante de una puesta de sol,
en un ramo de rosas rojas un 14 de febrero, en un beso bajo la
lluvia, en hacer el amor entre sabanas blancas. Es una mentira
bien contada en que el amor se encuentre. Donghae, no se
encuentra, se siente. Y se siente en un plano tan inmaterial que
nada tienen que hacer nuestros sentidos. No importa si nos vemos,
si nos tocamos, si nos probamos.... el amor se siente aquí —me
dijo y deslizó una mano entre nuestros cuerpos hasta que su dedo
índice tocó mi corazón, aunque sabía que iba más allá, hablaba de
mi alma, de mi espíritu —siempre se sentirá aquí. Y se sentirá de
una manera única que jamás nadie podrá explicar, porque no
existe nada en la tierra que le de forma al amor, no hay nada con
lo cual compararlo. Quien hable del amor acabará recitando una
seguidilla de metáforas sin sentido y será tachado de loco, porque
nos han contando tantos cuentos donde el amor se encuentra en
un Felices para siempre que no podemos comprender que el amor es
amor y nada más. El amor para el mundo es un negocio —
s1entenció —y nos han vendidos tantos paradigmas de amores
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Sólo amen...
Y en segundo lugar, déjenme decir sencillamente: Italia es
un lugar hermoso y hoy es un precioso 28 de febrero.
FIN
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