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Un 28 de febrero, aquí o allá

Ritsu Hyung

Ritsu Hyung

Los inviernos en el hotel de su padre suelen ser bastantes


solitarios para Donghae, sin embargo aquel invierno, un 28 de
febrero, llegará a su hotel y a su vida un nuevo huésped: Lee
Hyukjae. Con alma y filosofía de artista, el nuevo inquilino le
enseñará a Donghae un nuevo lado del amor, uno más simple,
más puro, más inmaterial.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Un 28 de Febrero
Aquí o Allá
Capítulo 1 ............................................................................. 4
Capítulo 2........................................................................... 13
Capítulo 3 .......................................................................... 24
Capítulo 4 .......................................................................... 33
Capítulo 5........................................................................... 42
Capítulo 6 .......................................................................... 51
Capítulo 7 ........................................................................... 60
Capítulo 8 .......................................................................... 71
Capítulo 9 .......................................................................... 80
Capítulo 10 ......................................................................... 89

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Capítulo 1
Era fines de febrero, el frío y las tormentas habían hecho de
la temporada una de las más pobres y solitarias que yo hubiese
presenciado. Me la pasaba el día entero repasando las baldosas de
los pasillos que lamentablemente volvían a estar inundados de la
arena que se encaprichaba en entrar por alguna parte. Si no era la
entrada principal eran las ventanas, si no eran las ventanas eran
las grietas en la pared, pero el punto era que cada pasillo volvía a
estar sucio cada mañana sin necesidad de que un sólo pié pasara
por encima de él. Pero no me quejaba, en realidad tampoco me
amargaba. Me gustaba el invierno no sólo por el frío y las
lloviznas sino también por la tranquilidad que me brindaba la
soledad en el hotel viejo de mi padre.
Vivía y me encargaba de él desde su muerte y me encantaba.
El hotel era una casona enorme de doce habitaciones, un comedor
esplendido, una cocina generosa y un ático lleno de chucherías;
con una relación íntima con la puesta de sol y la playa que bañaba
mi mirada cada mañana y cada tarde. De hermosas paredes
celestes y ventanas blancas era para mí el cielo, pese a que mi
hermano solía llamarle la pensión estacionaria. Para él era el
último error de mi padre y para mí era el mejor regalo que podía
haberme dado. Yo añoraba ver crecer este lugar porque era el
sueño de mi padre y mi dicha era cumplirlo. Estaba aferrado a él
desde las entrañas y creía que nada ni nadie tenía lugar en mí. Sin
embargo, y como cualquiera pudiese suponer, la vida iba a darme
una bofetada. No sé si fue porque realmente la necesitaba o si

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simplemente a Dios le gusta jugar con nosotros, pero lo cierto es


que sucedió.
No eran más de las doce cuando escuché llegar el auto
siempre averiado de mi único vecino y que estaba a casi un
kilómetro de distancia. Kyuhyun, de enormes y redondos ojos y
de bella y generosa boca, se había vuelto el mejor amigo que
necesitaba cuando menos me atreví a pedirlo. Lo conocí poco
tiempo después de la muerte de papá y en una situación bastante
graciosa. Resulta ser que él conocía a mi padre y solían hablar y
verse a menudo, y fue así que una noche y luego de haberse
enterado de su muerte le resultó no sólo extraño sino totalmente
perturbador ver las luces encendidas y mi silueta en la ventana —
Creí que era la manifestación en joven de tu padre, por todos los
cielos— había alegado cuando entró a la casa a hurtadillas y
usando la llave bajo el tapete que incluso yo desconocía. Esa
misma noche terminamos a carcajadas y me sacó de hecho la
primera risa luego de la tormenta que fue la muerte de papá.
Ahora, después de dos años, me visita a menudo y nos hemos
vuelto mejores amigos; llegó incluso a confesarme que le resultaba
tan imprescindible ahora que estaba divorciado como él me lo
resultó cuando estaba solo entre estos pasillos. Nos habíamos
vuelto compañeros de vida.
—¿Ya llegó? —Había gritado una vez que había salido del
cacharro que él llamaba auto. Yo me asomaba a penas por la
galería mientras me arropaba las solapas del abrigo grueso sin
botones.
—No, aún no llegó pero no ha de tardar.

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La noche anterior había recibido una llamada de algún


desconocido solicitando reservar un cuarto. Yo habría deseado
poder reír cuando con toda amabilidad preguntó —¿Hay algún
cuarto disponible? —pero hubiese sido desde luego descortés. En
cuanto el verano se esfumaba y la primavera se veía aún lejana las
habitaciones quedaban vacías y sólo llegaban por casualidad y
buena suerte algún que otro inquilino estacional que llegaba con
las nubes grises y desparecía con el claro del sol. Pero la
temporada de verano me mantenía lo bastante ocupado como para
desear unos meses de tranquilidad en invierno, sin embargo un
inquilino jamás era mal recibido, más por la compañía y logro
personal que por las ganancias.
—He traído tan sólo un cuarto de más que de costumbre,
aquello de necesitar el doble, mi buen amigo, me ha parecido una
exageración —Había comentado Kyuhyun mientras acarreaba las
bolsas con comida hasta la entrada —O un exceso de confianza —
Agregó.
—Yo le llamaría optimismo, mi querido Kyuhyun. Un
exceso de optimismo —Aseguré— Sin embargo he de darte la
razón, quizás el doble era demasiado. Quizás sólo esté de paso.
—Todos están de paso —Me corrigió sabiamente—. Es un
hotel, Donghae, no una pensión.
—No, no es una pensión, pero...
—Pero te he entendido. Ahora no te quedes ahí mirando y
ayúdame con esto.
Kyuhyun era dueño del mercado en el pequeño pueblo
costero y por ser tan amigo mío me daba el gusto y me traía

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siempre la comida justa para el mes. Solíamos siempre hacerlo


cada finales de mes para estar listos y preparados para el siguiente.
Aquel febrero nos tocó un 28. Y no habíamos acabado de guardar
los guisantes en la alacena cuando el timbre me hizo dar un
respingón.
—Te lo dije —le comenté a Kyuhyun quien afirmando mi
victoria había omitido un discreto movimiento de cabeza— Iré a
abrir. ¿Quieres apostar?
—Quiero. ¿Qué apostaremos esta vez?
—Que tal una cena cuando se haya marchado.
—Me parece justo.
—Bien comienzas tú, primer dato: Es joven. Segundo dato:
Es Hombre. Ahora dime: ¿Profesión?
—Artista en busca de inspiración, tal vez escritor, tal vez
pintor —se arriesgó Kyuhyun mientras íbamos por el pasillo.
—Desempleado y estudiante, visita a la familia o... ¡No!
¡Desafía a la familia, eso es! —Me arriesgué yo mientras bajaba la
voz para que el nuevo huésped, al otro lado de la puerta, no
descubriera que lo utilizábamos como instrumento de nuestros
infantiles juegos de adivinanzas.
—Buenas tardes —Dijimos al unísono.
El joven tras la puerta parecía habernos estado esperando con
una sonrisa enorme tatuada en los labios. Tenía el cabello de un
color castaño que casi parecía caramelo en el punto exacto. Tenía
la piel blanca y tan pálida que el frio le coloreaba las mejillas y la
punta de la nariz. Y vestido con una chaqueta gruesa verde militar

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con falsas insignias de la armada, jeans rotos y gastados, sus


bolsos viejos y estirados y el atril en su espalda di por hecho la
victoria de Kyuhyun. Artista en busca de inspiración, más
precisamente pintor. Y él, que era por sobre muchas cosas un
fanfarrón, no tardó en darme un puntapié justo sobre los talones al
que yo respondí con un codazo justo en las costillas.
—Te estábamos esperando.
El muchacho simplemente sonrió y dio un paso dentro hotel.
Y no sabría cómo siquiera comenzar a explicar lo que sentí.
Porque fue tan sutil, tan personal, tan íntimo, imperceptible e
imposible de recrear que a veces pienso que en cualquier momento
lo olvidaré. Pero básicamente sentí que volvía a encontrarme, sí, a
mí mismo, a él, a los dos, no lo sé, quizás los dos siempre
habíamos sido uno.
Recuerdo su perfume, era extraño, dulce, ácido, pero suave y
casi infantil ¡Y tan delicioso! Me había embriago de él con la
rapidez con la que él había dado dos pasos junto a mí y se había
hecho así mismo en el improvisado lobby del hotel. Y yo, que me
sentía repentinamente abrumado por algo tan insulso como un
aroma, corrí como loco a abrir las ventanas.
El viento helado me dio en el rostro casi como una bofetada
y me di cuenta recién entonces que el desconocido y Kyuhyun
platicaban a mis espaldas.
—Ha sido una total locura llegar aquí. Se han empeñado en
estar al final del mundo. —Yo sonreí sin estar seguro si aquello
era un alago, un regaño o tal vez ¿Una queja? ¿Tan temprano?
Pero me había parecido poesía, un simple y bonito hilvanar de
palabras que casualmente se escuchaban hermosas juntas. Y su

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voz ¡Oh, su voz! Su voz era suave, cálida, a veces como la de una
madre, a veces como el viento, algunas otras como la niebla y en
tantísimas ocasiones como la de un amante susurrando miles de te
amo. Claro que en aquel momento pensé simplemente en la paz
que me transmitía y supe de inmediato que pasaría un invierno en
grata compañía.
—Oh, sí —Dije entonces y crucé por su lado. No pude evitar,
así, respirar de su perfume y correr tras el mostrador. Él por su
parte, girando tan sólo en sus pies, me siguió con la mirada hasta
que sus oscuros ojos estuvieron sobre mí. Y no lo sé, quizás
alucino, quizás exagero y quizás incluso lo idealizo demasiado,
pero sé que ambos nos quedamos ahí por unos segundos. Él me
miró como si dijera —Te conozco— y yo lo miré como si le
contestara un silencioso —Sí, soy yo— y luego ambos nos
sonreímos y susurramos en la mente un —¡pero qué digo, si eres
un completo desconocido!
—Y es extraño que llegaras —Agregué y rompí el hechizo
cuando dejé de mirarlo y garabateé la fecha de aquel día: 28 de
febrero, en la libreta y en su ficha de inquilino —En verano la
gente corre hacía la playa, cuanto más cerca mejor; mientras que
en invierno, los que se atreven a venir, prefieren refugiarse y
mirar el mar desde lo alto de algún hotel cinco estrellas de la
ciudad más aledaña.
—Ilusos —Dijo entonces— yo adoro la playa en invierno. El
viento, la lluvia, las olas rugiendo —Y sonreí porque me resultó
gracioso, un soñador, un niño, un adolescente recitando frasecillas
de tarjetas de San Valentín, sin embargo cuando levanté la mirada
lo encontré con la playa, el cielo gris y las olas rompiendo en las

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rocas reflejadas en sus ojos. Él contemplaba aquello tras la ventana


y sus palabras, sus frasecillas de tarjetas, se volvieron realidad tan
rápido como pestañeó y volvió a mirarme.
Entonces oí a Kyuhyun despedirse en algún plano muy
lejano y de manera automática recite un —Adiós, gracias por todo,
nos veremos— y sin haber despegado la mirada del inquilino
pregunté:
—¿Cuánto tiempo vas a quedarte...
—Hyukjae —Me completó— Lee Hyukjae.
Sólo logré salir de mi estado hipnótico y casi automático
cuando Hyukjae, Lee Hyukjae, mencionó que su estancia era
relativamente indefinida.
—Por lo pronto será un mes, pero estoy casi seguro que
terminaré quedándome dos meses y con mucha suerte puede que
sean tres —Y pensé de inmediato que un mes era fantástico, dos
hubiese sido perfecto y tres simplemente soñado. El fin del
invierno y comienzo de primavera en la playa era bellísimo y
ansiaba que el fuese parte del paisaje.
—Como eres el único huésped puedes escoger la habitación
que más te agrade. —Él sonrió agradecido y con la humildad que
lo caracterizaba murmuró:
—La que tú prefieras será perfecta.
Y no dudé en elegir aquella que era la reina de las
habitaciones, la más amplia, la más hermosa y dueña del bellísimo
balcón que tenía la primicia de tantos atardeceres. Se encontraba
en el primer piso y Hyukjae me siguió sumiso por los pasillos; y el

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cuarto de hermosas y brillantes paredes azules brilló en sus ojos


cuando la puerta se abrió. Él pasó por delante, dejó sus bolsos en el
suelo y el atril junto a la pared, dio largas zancadas por el cuarto y
se sirvió de él a su gusto. Acarició con la punta de los dedos los
muebles, las paredes, las sábanas blancas de la cama; se detuvo
frente al espejo y se miró a la cara, luego desvió sus ojos y ellos,
oscuros e intensos, quedaron en mí sin el menor tapujo, y yo, que
sin proponérmelo lo había seguido en sus pasos, no logré
sostenerle la mirada, sólo me atreví a volver a mirarlo cuando el
emprendió una vez más su recorrido, esta vez hacia el balcón. Y
fue una belleza espectral la que me pareció ver en su rostro cuando
extendió sus brazos, abrió las ventanas y corrió las cortinas. Lo vi
cerrar los ojos, tomar aire y abrirlos una vez más cuando exhaló
algo que era mucho más que aire pues pareció nutrirse del sol, del
viento, del olor a mar, de las olas y la playa misma. Cuando volvió
a mirarme sus ojos brillaban el doble y yo me quedé petrificado
ante su mirada. No logré darme cuenta del descaro con el que lo
contemplaba hasta que el volteó y me miró de frente, supe
entonces que debía irme y con pasos torpes retrocedí hasta que mi
espalda chocó con alguna parte de la pared y el marco de la puerta.
Me despedí con un —Te dejo tranquilo, cualquier inconveniente
estaré abajo— y sonreí antes de cerrar las puertas.
El resto de la tarde me entretuve como siempre, como tantas
otras veces, mantuve la cabeza puesta en el trabajo, lave los pisos,
el porche y limpie las ventanas por segunda vez en el día.
El primer día no solía sofocar a los clientes ofreciéndoles los
muchos servicios que no solo el hotel sino también el pueblo podía
ofrecerles, pues en verano todos corrían a la playa y en invierno
tomaban largas y eternas siestas, como si viajaran hasta allí sólo

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para invernar. Y no sé exactamente que habrá hecho él en el


primer día pero no lo oí dar un solo paso en el cuarto, quizás
también durmió eternas siestas o quizás siguió alimentándose del
sol y la playa hasta que estos quedaron ocultos bajo el manto de la
noche.

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Capítulo 2
Revoloteé como una avispa por el pasillo enorme del primer
piso del hotel. La puerta del cuarto de Lee Hyukjae estaba
completamente cerrada y no había sonido que evidenciara la
presencia de mi silencioso inquilino. No sabía si dormía, si había
salido o si estaba metido en algún tipo de trance de artista; pero
eran las diez de la mañana y el chocolate caliente llevaba listo
desde las ocho.
Con alguna especie de profunda culpa me aventuré a tocar la
puerta, primero fueron golpes suaves y luego lo intenté con más
insistencia, y al cabo de unos minutos di por hecho que mi
inquilino se había marchado. Fue así que su ausencia no me
sorprendió cuando abrí la puerta y encontré el cuarto
completamente vacío; bueno "vacío" es una forma de decir, no
sería hasta después que comprendería que sin él cualquier lugar se
hallaba vacío para mí.
La habitación parecía impecable, como si Lee Hyukjae
hubiese sido alguna especie de espectro, un alma en pena que por
caprichos del universo fue a parar a mi hotel, como si fuese un
fantasma que en su misteriosa existencia, a la mañana siguiente,
desaparecía. La cama estaba impecable, sus bolsos en algún sitio y
sólo el atril junto a la ventana me aseguraron que mi inquilino era
real y no alguna alucinación extraña. Sin embargo, el atril, se
hallaba vacío también y no pude evitar preguntarme que habría
estado pintando, e inmerso en aquella curiosidad muy impropia de
mí me aventuré en el cuarto con la auto excusa de aprovechar su
ausencia para hacer el aseo, aunque no llevaba escoba, ni guantes,

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ni perfume ni nada que me sirviera como prueba de mis muy


dudosas intenciones; pero ahí estaba yo, husmeando entre las
pocas cosas que él había dejado al alcance. Sobre una enorme
cajonera habían un menjunje de papeles, papeles blancos y otros
color sepia, estaban llenos de dibujos, dibujos hermosos, dibujos
que él había hecho con sus propias manos, con su propia
inspiración y sus propios paisajes y eran bellísimos. Recuerdo a la
perfección los detalles de cada uno de ellos, recuerdo una mariposa
preciosa con millones de trazos negros hechos a base de carbonilla,
recuerdo también el perfil de un león con una melena increíble
dibujado cabello por cabello y, por último, recuerdo dos ojos. Dos
ojos rasgados, tristes, brillantes, míos.
—Hola. —Su voz me había hecho sobresaltar y tirar por
todos lados sus preciosas creaciones. Hyukjae, Lee Hyukjae, mi
inquilino espectral, estaba en la puerta del cuarto, observándome
entre confundido y estupefacto quizás por haberme encontrado
allí o porque mi rostro ha de haber sido un poema. Y yo, que
sentía un terremoto y un sin fin de huracanes desatando su
naturaleza destructiva dentro de mí, no pude hacer más que
tartamudear y lanzarme al suelo a juntar sus dibujos. Las manos
me temblaban y de pronto me sentía un completo inútil, incapaz
de ordenarlas, con tal inestabilidad mental que ni siquiera fui
capaz de percibir que él estaba junto a mí, no fui consciente de ello
hasta que me levanté y su rostro perfecto y con él su mirada chocó
intensa con la mía. Me observaba con alguna expresión extraña,
parecía curioso, curioso por mí, por mi reacción y presumía que
sabía de ante mano que había visto el dibujo de mis ojos, y por
otra parte lucia divertido, y eso era entendible.

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—Ah, lo siento —Murmuré y algo dentro de mí me recordó


de mis dudosas intenciones y me obligué a volver a mi papel. —
Yo..., vine a avisarte sobre el desayuno y noté que no estabas y
pensé que era el momento perfecto para el aseo y... —La excusa
era perfecta, claro que lo era, porque tenía sentido, era justificada
y bastante normal, lo que no encajaba en la historia eran los
dibujos y en ese instante tenía dos opciones: Fingir demencia o ir
al grano, y fingir siempre se me había dado bien, así que dejé los
dibujos donde estaban, me sacudí las manos y sonreí.
—Disculpa el atrevimiento, pero dibujas bellísimo —Y ese
era mi final del tema. En mi cabeza, en segundos, lo había
planeado todo, me voltearía, tomaría las sabanas, las quitaría de la
cama y tranquilamente la cambiaria para luego invitar a Lee
Hyukjae a desayunar abajo, y sin embargo apenas llegué a la fase
en la que me volteaba cuando él, como si nada sucediera,
murmuró:
—Disculpa el atrevimiento tú, pero tienes unos ojos
bellísimos.
Y mi mundo entero se derrumbó.
¿Han sentido alguna vez ese Bum dentro de ustedes? Es
como si por el cuerpo te recorriese un calor bastante extraño
porque en sí no calienta, pero se siente, y es como si el corazón te
latiera tan aprisa que uno es capaz de escucharlo latir en sus oídos.
Bueno, más o menos, eso era lo que había sentido, quizás por él o
porque no era muy habitué a los halagos. Pero de alguna parte
había resurgido en mí la compostura y logré voltearme y mirarlo a
los ojos.

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—Oh, ¿entonces son míos? —Y claro que eran míos, eran


mis ojos y los reconocería donde fuese —Digo, fue lo primero que
pensé pero... ¿Cómo habrías de recordarlos con tantísimos
detalles?
Hyukjae sonrió y quebró con su sonrisa aquel ambiente
tajante, incluso su postura se relajó y de pronto se vio al menos
tres años más joven.
—No lo sé, recuerdo las cosas que me gustan y me impactan,
y tus ojos me han gustado e impactado. Como he dicho, tienes una
mirada bellísima. —Y él, que había tomado los dibujos en sus
manos, separó por un lado aquel de mis ojos y me lo entregó —
Quédatelo, ya los he guardado aquí —Aseguró y tocó con el dedo
índice alguna parte de su cabeza —y puedo volver a dibujarlos
cuando quiera.
Me dejó sonriendo y desorientado, y para evitar que lo
notara sólo murmuré un —Gracias, está precioso— y volví a
voltearme para quitar las sabanas de la cama.
—¿Sabes? No hace falta que lo hagas. —Dijo con un aire
distraído.
—¿El qué? —pregunté confundido mientras cambiaba las
sabanas por unas limpias de entre las que tenía guardadas en la
parte baja del único armario de la sala.
—Cambiar las sabanas. Lo puedo hacer yo, sólo dime dónde
poner las sucias y lo haré cada vez que lo considere necesario.
Estupefacto y bastante incrédulo me quedé inmóvil con la
mitad del cuerpo estirado sobre la cama en mi esfuerzo sobre

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humano de lograr que las sabanas y el edredón quedasen bien


ordenados al otro extremo.
—¿Quieres hacerlo tú? ¿Y eso por qué?
Entonces Hyukjae sonrió, se encogió de hombros y caminó
al otro lado de la cama, estiró el edredón y lo ordenó en un
completo silencio que parecía tener la intención de decirlo todo.
—Estás de vacaciones y eres la primera persona que conozco
o que ha llegado aquí que no espera que la traten como un príncipe.
—Pero qué tontería. En primer lugar, no estoy de vacaciones,
no es algo que haga una vez al año, es algo de lo que vivo —
Comentó sin dar más explicaciones, pero yo presumí que se
refería a viajar— y nada me parece más aburrido que jugar a ser
príncipe.
—¿Hablas enserio? —Dejé escapar una carcajada porque
realmente me parecía gracioso, no por él claro, sino por el
concepto en sí —¿Ni siquiera un príncipe heroico, fuerte, viril, que
sale de cacería con una doncella montada en su corcel?
Y está vez quien rió fue él. Una enorme carcajada se escapó
de su garganta y comenzó a negar con su cabeza mis palabras
como si estas fuesen lo más ridículo que hubiese oído en su vida.
—Lo cierto es que no, antes que ser un príncipe de cacería
preferiría mil veces ser un lobo. Así me siento, como un lobo y es
la vida que vengo a buscar. — Él se volvió a encoger de hombros y
comenzó a caminar desde la cama hasta la puerta y yo, metido en
algún trance muy profundo, lo seguí con la mirada hasta que se
detuvo en el marco de la puerta —Soy salvaje, un animal... —Dijo
y elevó una ceja —Y estoy hambriento.

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De un momento a otro se había perdido por el pasillo y luego


por las escaleras. Para cuando llegué a la cocina, él se encontraba
observándolo todo. Era la primera vez que un inquilino pisaba la
cocina con tanta soltura, al menos, y no a hurtadillas. Hyukjae
parecía no sentir el menor pudor por servirse de cada detalle que
pudiese apreciar. Era curioso, curioso como un felino, como un
niño, quería conocerlo todo, quería saberlo todo, probarlo todo,
vivirlo todo y yo hubiese deseado que ese todo terminase en mí,
pero en aquel instante poco sabía de Hyukjae y poco sabía de lo
que él significaría en mi vida, así que sólo fui capaz de observarlo
intentando entender que era lo que llamaba tanto su atención,
luego entendería que nada en especial llamaba tanto su atención
como el todo de las cosas.
—Te puedo servir el desayuno en la sala comedor, hay varias
mesas, puedes ocupar la que quieras. —Hasta entonces me di
cuenta que él no se había percatado de mi presencia, pues se volteó
con los ojos abiertos como platos y al cabo de unos segundos de
haber dejado su mirada en mí sonrió, luego se giró en sus pies y
señaló la pequeña mesa para dos que tenía frente al refrigerador.
—¿Y por qué no aquí?
—¿En la cocina? ¿Quieres desayunar aquí?
—Claro —contestó como si fuese lo más natural del
mundo— A menos que te moleste desayunar acompañado, en ese
caso bien podría hacerlo solo en donde tú me indiques.
—Oh —Parpadeé incrédulo, observé la mesa, luego la
cafetera donde había preparado el chocolate caliente— Pero resulta
que ya he desayunado.

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—¿Ya?
—Ya, me levanto muy temprano.
—¿A qué hora desayunas?
—No lo sé, a las ocho, creo, depende, a veces más tarde o a
veces más temprano.
Él se detuvo un instante, elevó la mirada y pareció sacar
cuentas en su cabeza y al cabo de unos segundo sus ojos
estuvieron en mí otra vez.
—Despiértame para desayunar contigo ¿Sí?
Él sonrió y yo lo hice también.
—Claro, lo haré.
Aquel día era un extraño 29 de febrero muy soleado y cálido
para las fechas, el aire seguía tan húmedo como siempre pero no
esperaba más ni mucho menos por el mar. Mi inquilino, luego de
desayunar, había subido a su cuarto y se había perdido en el
silencio como la noche anterior y yo, que me había quedado sin
tareas que hacer, aproveché ese tiempo para escapar un par de
horas a la compañía de Kyuhyun.
Me sentía extrañamente agotado, abrumado, abatido,
realmente no lo sabía y en momentos así mi mejor amigo era el
opio de mis días.
Su tienda era tan acogedora como tradicional y agradable.
Con el tamaño justo, ubicada frente a la plaza principal, con los
colores apropiados y el aroma dulce de las frutas frescas que traía

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cada mañana, su tienda se había convertido en uno de mis lugares


preferidos en el pueblo entero.
Cuando entré el frio de allí era bastante distinto al frio
habitual del invierno, más que frio era frescura. Las enormes
góndolas se ubicaban en hileras por rubros y sabores, mientras que
en góndolas especiales y decoradas para la ocasión la vinatería y la
frutería parecían dos negocios independientes aunque se
encontrara todo dentro del mismo lugar. Y Kyuhyun, que nunca
se hallaba en ningún sitio sino más bien en todos, como siempre,
estaba dando vueltas, dando órdenes y regaños.
—Aún no es media jornada y ya le jodes el día a estos chicos
—Kyuhyun se había volteado como una fiera y en cuanto vio mi
rostro su expresión de león enfurecido se aplacó y sus bonitos
labios se estiraron en aquella sonrisa dulce que solía llevar cada
vez que lo veía.
—Estos canallas se lo merecen —Contestó mientras me
estrechaba en aquellos abrazos que solía darme como si no me
hubiese visto en años.
—"Estos canallas" mantienen este lugar impecable, a decir
verdad te quejas de lleno.
Luego de su divorcio su mundo había dejado de ser su esposa
y se había convertido en el trabajo. Tenía la loca costumbre de
pensar que debía demostrarle a Molly, la mujer con la que había
estado casado tan sólo tres años, que no todo lo que tocaba lo
arruinaba y que podía con sus manos construir algo mucho más
fuerte que su matrimonio, y así fue que en meses aquel mercado
había crecido el doble de lo que pudo haberlo hecho en más de dos

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años. Más allá de todo tenía la increíble capacidad de hacer de los


fracasos sus victorias, para bien o para mal.
—¿Entonces has venido a criticarme o a verme? ¿O es que
acaso yo voy a tu hotel a decirte cómo manejarlo? —Yo me
carcajee y elevé una ceja y él, muy astuto, levantó las manos y se
apresuró a agregar —Mejor no me contestes.
—He venido a verte, desde luego.
—¿Y tu inquilino? ¿Lo has dejado solo?
—Es un pintor, lleva encerrado desde el desayuno. No lo he
oído siquiera caminar y yo me muero de aburrimiento. Es muy
extraño, ¿sabes?
Kyuhyun rápidamente puso una mano delante de mi rostro y
me obligó a retroceder del susto.
—¡NO! No me digas que es otro de "esos inquilinos".
—¿"Esos inquilinos"?
—Sí, esos inquilinos, de los que llegan cada tanto, de los que
me cuentas a veces. Cada cierta temporada llega alguno y tú
vienes tras ello a contarme sus extrañeces. ¿Recuerdas la
muchacha que colocaba amapolas en todas las ventanas? ¿O el
aciano que dejó sal gruesa en las esquinas de su cuarto?
—O la señora que no comía los bordes de la comida, claro
que los recuerdo. Pero éste es diferente —Le aseguré y revolví en
mi bolsillo hasta encontrar el papel doblado a la mitad— Mira esto.

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Kyuhyun entonces tomó aquel dibujo entre sus manos. Lo


observó tan detenidamente que los segundos que tardó en volver a
mirarme me resultaron eternos.
—Son tus ojos —Dijo incluso antes de comparar el dibujo
con mi rostro —¿Modelaste para él?
—¡Claro que no! —Espeté histérico —Él sólo lo dibujó, eso es
extraño.
Los ojos de Kyuhyun iban del dibujo a mis ojos, de mis ojos
al dibujo, al cabo de un momento se echó a reír.
—No sé qué es lo extraño, es un pintor, eso hacen; pintan,
dibujan...
—Pero es diferente. Él sólo me ha mirado una vez y me ha
dibujado a la perfección, no es normal.
—No es normal que te pongas histérico por tonterías —Me
contestó mientras me devolvía el dibujo y emprendía su marcha
hacia la vitrina. Yo, por mi parte, le seguí los pasos con la mirada
perdida en el dibujo y fue recién entonces que noté que llevaba las
puntas de los dedos pintadas con la carbonilla; me pregunté
vagamente cuanto tiempo había pasado en casa observándolo y
tocándolo sin siquiera haber sido consciente de ello.
—No me pongo histérico —Le respondí —Sólo me resulta
extraño o gracioso o... —me detuve a su lado, frente a la vitrina y
dejé mi mirada puesta en algún sitio mientras mi mente divagaba
en un universo de conceptos— encantador, supongo.
—¿Encantador?
—Encantador —Le aseguré.

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Ritsu Hyung

Kyuhyun me observó confundido y bastante desorientado


por mi caprichosa elección de palabras, pero yo me hallaba lo
bastante perdido también para notar el por qué. Luego, y antes de
que de su boca saliera alguna frasecilla picante de las suyas, su
atención se perdió al otro lado del ventanal.
—¿Y si es un acosador?
Me descoloqué por completo y volví la mirada furtiva a su
rostro pero éste lejos de lucir sombrío y dramático parecía más que
cualquier otra cosa divertido y comprendí con rapidez que se
estaba burlando de mí, luego lo vi levantar una mano y sacudirla
hacía algún sitio y antes de que pudiese entender que sucedía él
murmuró:
—Tu inquilino te saluda, Donghae, está allí en frente.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Capítulo 3
Su cabello danzaba con el viento de una manera grácil, libre,
jovial y casi artística diría yo, mientras su sonrisa se dibujaba en
sus labios y sacudía su mano al otro lado de la calle. Se veía
encantado de encontrarme por casualidad aunque hubiésemos
pasado la mañana conversando en la cocina, y yo realmente no
sabía cómo me sentía, pues unos nervios escandalosos me
tensaron el estómago y subieron como miles de hormigas hasta mi
pecho. Me quedé inmóvil, sin mover ningún musculo hasta que
Kyuhyun me dio un codazo justo sobre las costillas, entonces
reaccioné y lo saludé también.
Hyukjae se hallaba en el parque, al otro lado de la calle,
sentado en un pequeño banco, con su atril delante y tras él un
muchacho que a lo lejos no había reconocido. Y yo me sentí de
pronto atraído por la curiosidad, aquella que me había sido ajena
hasta que el castaño de labios rojos había puesto un pie en mi
hotel, entonces todo lo que él hacía me intrigaba y corrí preso de
aquel sentimiento fuera del mercado y hacía el parque. Él no
parecía sorprendido por verme, al contrario, fue como si hubiese
hecho exactamente lo que él esperaba que hiciera.
—Así que estás aquí —Le dije y él asintió con una sonrisa,
luego me señaló con su mano al muchacho tras el atril y noté
hasta entonces que había olvidado su existencia.
—Él es Heechul. Lo he conocido por casualidad ésta mañana
y me ha servido de modelo —Mis ojos llevaban puestos sobre el
muchacho desde que había dicho su nombre. Tenía el cabello largo
hasta el mentón y de un rojizo bastante natural aunque sabía de

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

antemano que no lo era. Lo conocía, trabajaba en uno de los únicos


dos bares del pueblo y sabía también de los rumores que corrían
por allí y estaba bastante seguro de que eran ciertos. Su manera al
pararse, al hablar, su forma de vestir y su cabello servían de cartel
centelleante sobre su cabeza diciendo: Soy homosexual. Pero yo
no iba a juzgarlo, no me importaba lo que la gente hiciera de su
vida pero aun así evité admitir que lo conocía y sólo me estiré a
estrecharle la mano y decir mi nombre. Luego volví mis ojos al
atril y al lienzo vacío y me pregunté vagamente, o tal vez no, si
Hyukjae podría dibujar los ojos de Heechul de memoria también,
y entonces me descubrí más que curioso de ello. Algún
sentimiento absurdamente territorial me había invadido y me
negaba a salir de allí, me quedé plantado a su lado, escuchando la
conversación de él y Heechul sobre las luces, el paisaje y
participando con monosílabos cada vez que Hyukjae me hacía
alguna pregunta totalmente ajena a su conversación con el otro
muchacho.
Mi mente y mi ser completo pareció perderse en las manos
de Hyukjae cuando éste tomó un lápiz y comenzó a moverse sobre
el lienzo. No me había fijado hasta entonces lo bellísimas de sus
manos, lo estéticas que eran, lo suave que parecían y lo grácil de
su movimiento. Me perdí siguiendo cada trazo que hizo sobre el
lienzo y me olvidé por completo de los ojos de Heechul, sólo podía
preguntarme cómo se sentirían tocar esas manos, tenerla entre las
mías y quizás besarlas pero el pensamiento se esfumó tan rápido
como llegó cuando encontré la mirada de Hyukjae puesta
directamente sobre mí.
—Me pones nervioso— Dijo él y dejó escapar una carcajada.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

—¿Por qué? —Pregunté aún sumido en mi éxtasis sin sentido.


—Porque no dejas de mirarme.
Y yo sentí en ese mismo instante como la sangre me subía a
la cabeza, al rostro y pintaba de carmesí mis mejillas.
—Lo siento— Le contesté y oí de fondo la risa del otro
muchacho, pero por alguna razón me resultaba más cómodo
ignorarlo.
—Te dejo tranquilo— Agregué y sólo le di tiempo de sonreír
cuando me volteé y corrí hacía mi refugio de siempre.
El fresco del mercado me alivió lo caliente de las mejillas y
como si fuese un desesperado corrí en busca de Kyuhyun. Lo
encontré con el celular pegado al pecho y una sonrisa dibujada en
el rostro, y antes de que pudiese decir algo murmuré:
—Molly, ¿verdad? —Y él asintió como un niño rebalsando
de emoción.
Molly... Molly solía hacer aquello cada tanto, llamar a
Kyuhyun, dejarlo embriago de esperanzas y no volver a llamarlo
en meses. La preocupación que sentí por él me había hecho perder
de vista el asunto de Hyukjae y su modelo homosexual, incluso la
curiosidad sobre el trazo de aquellos ojos. Sólo pude preguntarme
a qué estaría jugando Molly ahora, que le había dicho a Kyuhyun
y qué iba a hacer él con todo aquello.
—Molly me ha dicho que vendrá el domingo, quiere que
hablemos.
Tomé muchísimo aire y suspiré obligándome a cerrar la boca.
No era quién para decirle a Kyuhyun que dejara de soñar con

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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recuperar a una mujer que parecía despreciarlo pero me negaba


rotundamente a ser parte de aquel juego así que decidí cerrar
aquella conversación con una simple pregunta:
—¿Y ahora qué querrá?
Volví a casa poco después y sentí que el silencio nunca me
había pesado tanto como aquella tarde. El sol llegó a la cima del
cielo, almorcé, me duché, limpié los pisos y las ventanas y a las
siete y media de la tarde el sol se había escondido bajo el infinito
del océano. Hyukjae estaba perdido en alguna parte del pueblo,
dibujando siluetas y quizás otros ojos de memoria. Mi mente, por
su parte, había llevado toda la tarde dividida en dos. Por un lado
pensaba en Kyuhyun y en Molly, y por otro lado pensaba en
Hyukjae y en Heechul; —Es el aburrimiento— me dije a mí
mismo como si buscase alguna forma de justificar mi errático
pensamiento, y con la cena terminada y aún caliente esperando en
el horno me serví una copa de vino y corrí hacía la playa.
El mar, la tranquilidad, el viento e incluso el frío en invierno
me embriagaban de alguna nostalgia que, por muy irónico que
parezca, me hacía sentir completo. Me gustaba pensar que era
simplemente el sentimiento de haberlo tenido y que aquello me
conformaba aunque era muy poco consciente del objeto de mis
nostalgias. Sólo la sentía, la sentía no sólo en el paisaje, la sentía
en el viento, la sentía en el aire, en el aroma a tierra mojada, en las
gotas de lluvia que resbalan por la ventana del autobús, en la
última canción de un disco, en hermosas manos blancas, en
hermosos trazos negros y en la ausencia de Hyukjae.
Hyukjae. Vaya golpe que había sido para mí, para mi vida y
mi sentir. Incluso en aquel tiempo sentí el impacto de la vida

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

penetrar en mi cuerpo, mis entrañas y mi alma. No sabía aún lo


que me sucedía con él, ni lo sospechaba ni pensaba en ello siquiera,
pero si sentía mi alma y mi ser, aquello que va mucho más allá del
cuerpo, ligados a alguna parte de Hyukjae.
El pintor de suaves y tersas manos se había colado en mis
pensamientos el día entero y me turbaba por completo. Con el día
dando sus últimos pasos me sentí abatido y cansado, frustrado por
no poder sacarlo de mis pensamientos. Ni siquiera el frío de la
noche o de la arena que traspasaba la manta donde me hallaba
sentado frente al mar o el dulce del vino perdiéndose en mi
paladar y mi garganta lograban traspasar mis sentidos más básicos
y llegar a mi cabeza.
Sentía mi cuerpo en un divorcio casi explícito con lo que
quedaba de mi ser, ya sea mi alma o mi mente, y sólo logré volver
a ser uno cuando el viento arrastró el mar hasta la punta de mis
pies y vi en el reflejo del agua cristalina la silueta difusa del pintor
que dibujaba cada pensamiento que cruzaba por mi cabeza.
Hyukjae estaba detrás de mí, observándome con alguna expresión
bastante indescifrable en su rostro. Poco después comprendería
que todo él lo era.
—Pareces perdido —Dijo y se sentó a mi lado.
—Tú lo has estado durante toda la tarde.
Y él sonrió y dejó la mirada perdida sobre el mar mientras
yo esperaba expectante a que me contase donde había estado todas
estas horas, pero él parecía muy poco dispuesto hablar y guardó
silencio los minutos que restaron hasta que las gaviotas
sobrevolaron nuestras cabezas y rompieron el silencio. Entonces
me sentí obligado a decir algo, cualquier cosa, lo que fuese.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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—La cena está lista.


—¿Has cenado? —Los ojos de Hyukjae estaban de nuevo
sobre mí y los míos sobre él y tomé nota de que el frío y la noche
parecían alimentarlo de aquella energía espectral que lo hacía lucir
como un espíritu mitológico bastante antiguo. Y sofocado por lo
que su simple rostro me hacía sentir volví la mirada hacía el
horizonte oscuro que nos regalaba el mar.
—No, no tengo hambre. ¿Y tú? ¿Quieres cenar ya?
—No —Contestó y pese a que no lo estaba viendo podía
sentir su mirada sobre mí. —¿Tienes planes para esta noche?
Fruncí el ceño y aterrado por encontrar su rostro otra vez
volteé intentando enfocarme en cualquier otro sitio de su ser,
quizás su cabello o las insignias falsas de su chaqueta verde.
—No, no los tengo ¿Por qué?
Él pareció pensárselo detenidamente y al cabo de un
momento me observó con mayor seguridad. Se puso de pie y me
tendió una mano para que me levantara.
—Acompáñame a caminar.
Había olvidado por completo lo bonita que era la playa
mucho más allá del muelle, donde los turistas no llegaban ni lo
hacía tampoco la iluminación de las calles que habían terminado
junto al muelle unos cuantos metros atrás. Aquí la playa se volvía
diferente, se desdoblaba de su ser y dejaba de ser lo que la gente
esperaba de ella; se volvía salvaje y el viento golpeaba las olas
contra las rocas haciéndolas rugir de placer o disgusto. Parecía
gritar en aquel punto, liberarse, desatarse por completo, incluso

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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los árboles que se las ingeniaban para crecer sobre la arena


meneaban sus hojas totalmente perdidos en la frenética melodía
del viento. Sin embargo la tranquilidad que aquel desorden
producía me resultó una burla para el capricho, la risa, el llanto y
los gritos de la naturaleza.
Hyukjae y yo habíamos caminado en silencio, en un acuerdo
mutuo de paz, y disfruté de ello hasta el punto en que me descubrí
anhelando oír su voz.
—¿Terminaste la pintura?
Hyukjae me observó con la mirada perdida y pareció costarle
unos minutos salir del trance en que la playa lo había sumergido.
—No, no he siquiera terminado los trazos. Aún no sé qué
haré con él.
Y quizás lo pensé incluso aún más de lo que me gustaba
admitir, pero lo cierto es que la frase se disparó sin mediaciones de
mi cabeza hacia mi boca.
—¿A él no puedes dibujarlo de memoria?
Y Hyukjae más que sorprendido pareció divertido por mis
ocurrencias.
—No, me temo que no es un talento que tenga, es sólo algo
excepcional que sucede a veces.
—¿Al azar?
Hyukjae se detuvo, me miró a los ojos y yo miré los suyos
cuando mi fuerza de voluntad me lo permitió.
—Viéndote he dejado de creer en el azar.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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No pregunté qué quería decir aquello y él pareció no estar


interesado en explicármelo, incluso sé que no pretendió ser
enigmático, creo que sólo supuso que lo entendería o quizás lo
recordaría de alguna otra vida juntos. Claro, que en aquel
momento no pensaba en otras vidas y mucho menos en un
"juntos", pero lo cierto fue que no sentí necesidad de preguntar
nada más. Luego me perdí viéndolo quitarse los zapatos y los
calcetines y me impacté cuando corrió hacia el mar.
—Quítate los zapatos y ven— Gritó desde la orilla, donde el
agua le daba por los talones.
Y yo que, pese a sentir desde un comienzo la mitad del
cuerpo entumecido por el frío, me sentí preso y esclavo de sus
órdenes y obedecí sin decir más.
Corrí descalzo hacia el agua helada y sumergí los pies en ella.
El frío del agua era tal que creía poder sentirlo colándose por mis
huesos y transmitiendo un dolor que nunca antes había sentido.
Era diferente, no porque no pudiese soportarlo, lo era porque me
hacía sentir vivo. En un segundo tuve los sentidos totalmente
alertas y el corazón sofocado por un sentimiento que jamás había
encontrado de aquella forma.
Hyukjae reía a carcajadas como si el frío fuese su razón de
ser y acabase de encontrarlo y sentí exactamente lo mismo y no
pude evitar carcajearme a su lado. Corrimos por la playa, por el
agua, por la orilla. Dimos patadas al aire, al mar y nos
perseguimos durante horas. Me contó entre risas que en la
mañana había estado en una cafetería dibujando cosas al azar y
Heechul cayó como un ángel del cielo pues había modelado antes
para un fotógrafo y deseaba hacerlo, esta vez, para un pintor. Yo

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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por mi parte le pregunté sobre sus pinturas, sobre qué cosas había
pintado, sobre qué cosas le gustaría pintar; y él entonces se detuvo
y dijo:
—Lo cierto es que me encantaría pintarte a ti.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Capítulo 4
En un primer momento me quedé atónito, expectante a que
Hyukjae lanzara una carcajada y dijera que todo era una buena
broma. Sin embargo me bastó con mirarlo a los ojos para darme
cuenta de que iba en serio, lucía como si aquella fuese la mejor
idea que hubiese cruzado por su cabeza mientras yo aún luchaba y
me esforzaba por no verla simplemente ridícula. Me costaba
concebir la idea de que un artista dedicara sus recursos y tiempo
en pintarme a mí, porque yo no era Heechul, no tenía su
femenino rostro ni sus largas piernas; muy por el contrario
siempre había pensado que mi cuerpo era más bien tosco y por
otra parte no tenía la paciencia para estarme quieto por horas.
Tenía todos los puntos en mi contra y el "no" rotundo
parecía repiquetear en mi garganta bastante inquieto por salir y
romper el rugir de las olas; y sin embargo algo sucedió. Aquella
fue la primera de tantas otras veces que aún hoy consideraría
eternas, pero desde luego que no lo supe y consideré el caótico
momento mental y emocional como un caso aislado y actué sin
pensar. Hyukjae ejercía sobre mí algún hechizo extraño, una
fuerza irracional que me volvía preso de mis más profundos
impulsos. A mí me gustaba creer que su espíritu había penetrado
tanto en el mío que me había dejado el alma partida en dos y con
ella mi voluntad. A su lado me volvía incapaz de detenerme y
pensar, quizás porque me gustaba tanto que mis pensamientos
iban directos a mi boca atraídos por alguna fuerza extra natural a
su ser, o porque sabía cuán tiranos eran los instantes a su lado y
consideraba que pensar era una pérdida irracional del tiempo. Sea

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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cual sea la razón lo cierto es que, preso y esclavo de mis impulsos


violentos por permanecer a su lado, murmuré:
—Claro que sí.
Y a él se le iluminó el rostro, sonrió y rompió alguna barrera
auto inmune que me había bloqueado los sentidos por completos.
Sentí entonces la mitad de las piernas empapadas, los pies
entumecidos y como mis dientes rechistaban por el frío. Yo estaba
temblando mientras Hyukjae seguía viéndose radiante, nutrido
totalmente del frío, el mar y el viento. Y pese a que él se veía
completamente a gusto con estar allí no tardamos en regresar.
En el camino y durante la cena me habló sobre cómo
deseaba pintarme, qué prendas quería que usara, como quería que
posara y delante de qué paisaje lo haríamos. Me maravilló incluso
antes de haber llegado a casa y tan intenso fue que cuando me
acosté estuve horas imaginando como seria aquel momento. Y me
sentí extraño. Avergonzado por antelación al imaginarme horas
delante de ojos ajenos, nervioso como en cualquier otra primer vez
y asustado de no dar la talla. Era tan ajeno a los complejos como al
amor propio y pese a que no me sentía incómodo con mi cuerpo
tampoco había llegado nunca a sentirme hermoso, y en aquel
tiempo tenía la idea de que el arte trataba de lo bello y que lo bello
ya estaba dicho en el mundo y yo estaba muy por fuera de él. Me
preocupaba no ser digno del arte, de las manos de Hyukjae y su
ser completo en sí. Pero luego de horas meditándolo me obligué a
entregarme al letargo de la noche.
En la mañana todo dentro de mí parecía menos caótico. La
cocina entera olía a café, tostadas y mermelada de naranja, no

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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perdía de vista las agujas del reloj a la espera de que dieran las
ocho.
Mi inquilino aún dormía o eso me hacía sospechar el
silencio tras la puerta de su cuarto cuando subí las escaleras y fui a
buscarlo. Antes de golpear intenté dejar de lado la culpa inmensa
que me producía el despertarlo a tales horas de la mañana pero él
había vuelto a insistir con ello en la cena de la noche anterior. Así
fue que golpeé unas cuantas veces, dos, tres, cuatro, cinco, seis y
en la séptima me decidí a entrar sin más. La puerta igual que en la
mañana anterior estaba sin llave y eso me sorprendió pues nunca
un inquilino se había expuesto de aquel modo, aunque yo tuviese
copia de todas las puertas, y mucho menos cuando aún se hallaba
dentro durmiendo. Enredado entre las sábanas y el edredón,
Hyukjae, mi angelical inquilino, se encontraba sumergido en un
algún sueño que parecía exquisito de dormir y exquisito de
apreciar. Y a mí, desde luego, se me perdió el aliento en un
ridículo jadeo. Me quedé prendido de la radiante imagen de sus
labios rojos por la mañana. Se veían tan suaves, húmedos y dulces
que estoy seguro que en algún punto inconsciente de mí debo
haber deseado besarlo. Perderme en su boca, sus besos, su sonrisa
junto a la mía. Pero en aquel tiempo poco comprendía de lo que
pasaba conmigo y aquel magnetismo que tenía él sobre mí. No era
siquiera capaz de pensar o preguntarme por qué caminaba hacia él
tan dispuesto a tocarlo; incluso si lo hubiese hecho no sería nunca
capaz de detenerme. Me sentía hechizado y, perdido en sus
hechizos, de pronto me encontré junto a él. Estaba arrodillado
junto a su cama, observándolo tan de cerca que sentía el calor que
su cuerpo emanaba fundirse con el mío y adentrarse tanto en mí
que llegaba incluso a calentarme el alma.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Su hermoso rostro, su hermosa piel, el dulce compás de su


respiración y el rojo de sus labios me tenían embelesado. No
intentar tocarlo, en algún momento, había quedado fuera de mis
posibilidades y, sin pensar, expuesto al dominio de mis impulsos,
estiré mis dedos hacía su rostro, hacia sus labios y lo toqué.
Y él despertó en ese mismo instante.
Me observó como riendo con la mirada ¿Saben? Podría jurar
que así lucia. Y supe entonces que él había estado despierto todo
ese tiempo y sólo esperó el momento correcto para abrir los ojos.
Pero yo no iba a asumir jamás que acababa de arrodillarme a su
lado para tocarle el rostro ni él pareció estar dispuesto a decir nada.
Los dos, en algún acuerdo de perpetuo silencio, retrocedimos
como si nuestros cuerpos quemaran al rozarse. Él se sentó en la
cama y yo me puse de pie tan rápido como pude. Me volteé
intentando recuperar el aire en los segundos en los que le di la
espalda para que cuando volviese a mirarlo al menos no luciera
tan acalorado como me sentía en realidad, pero estoy seguro de
haber fallado en el intento. Cuando volví a mirarlo él me
observaba más angelical que nunca. Tenía el cabello revuelto y la
camiseta de su pijama, que más que un pijama en sí parecía alguna
prenda muy vieja, se le caía por uno de sus hombros. Y me
encontré de pronto desbordándome de alguna cosa, algún sentir de
extrema violencia emocional que surgía de mi pecho y se expandía
como las olas ocultas de la playa por el resto de mi cuerpo. Las
dimensiones que alcanzaban mis sentimientos por él eran
ridículamente desquiciadas y destructivas para cualquier barrera
emocional o mental que me hubiese propuesto construir antes o
después de conocerlo. Era irracional lo que sentía con sólo verlo.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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Irracional por la intensidad, por lo real de algo que en realidad no


podía ver ni tocar. Y yo era incapaz de comprenderlo.
De ese caótico momento sólo recuerdo haber murmurado
alguna cosa, quizás un —El desayuno está listo—, y haber corrido
fuera del cuarto, escaleras abajo y luego hacía el frío del afuera. El
rugido del mar me recibió como siempre y el viento me abrazó
como un viejo amigo añorando mi llegada. Sólo podía pensar en
Hyukjae, en su rostro y cada centímetro de él. Tan abrumado me
sentía que de pronto deseé sumergirme en el agua helada y
dejarme ir hasta quedar perdido en algún sitio a la espera de que
todo dentro de mí se calmara. Pero era tan consciente de la
inexistencia de aquel limbo como de mi incapacidad por reconocer
lo que sentía. Era tan ignorante a lo intangible que me desesperaba
por encontrar una razón física a mi sentir, una que fuese más real
que el mismísimo Hyukjae.
Cuando volví a dentro me lo encontré sentado en la cocina.
Me observó y pude notar la delicadeza de su mirada. Me estaba
analizando como si no me dejase ya lo bastante expuesto. Pero me
descubrí haciendo lo mismo, aunque él era mucho más
indescifrable y sólo pude entender de su mirada que él no iba a
decir nada y yo tampoco, así que irremediablemente me obligué a
sonreír.
El intenso del café me sirvió de cachetada mental y logré
estabilizar algo dentro de mí y entablar una conversación que
fuese mínimamente decente.
—¿La noche ha estado bien?

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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Él acababa de dar un sorbo a su taza de café cuando se metió


un trozo de tostada y comenzó a masticar. Me contestó elevando
los hombros y al cabo de unos segundos omitió un:
—Sí, ha estado bien.
—¿No extrañas tu cama?
—¿Mi cama?
—En tu hogar, digo.
Y él se carcajeó como si lo que acabase de decir fuera algo
ridículo.
—Mi último hogar fue un hotel en Berlín. No tengo un
"hogar" como tú lo llamas. Mi hogar es el mundo. —Y como si no
hubiese más que decir que se metió lo que le quedaba de tostada en
la boca mientras yo intentaba reconciliarme con su idea de
desarraigo total.
—No lo entiendo —Le dije entonces— Cuando terminas un
viaje, ¿A dónde vas? En navidad, en tu cumpleaños, cuando estás
enfermo...
—Nunca he terminado un viaje, me queda más de medio
mundo que recorrer. Y en navidad no voy a ningún sitio, tampoco
en mi cumpleaños y cuando estoy enfermo, no lo sé, hay
hospitales en todas partes.
Estaba indignado. Vivir así, tan ajeno a lo propio, tan
desarmado de recuerdos físicos como lo sería un hogar y tan
volátil como el viento me parecía totalmente descabellado.
Inconcebible. Pero él pareció no notarlo y el resto del desayuno lo

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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hizo en silencio, y luego de acabar se perdió por horas en su cuarto


haciendo alguna cosa. No fue hasta la hora del almuerzo que bajó.
—Debo irme— Me dijo desde el umbral de la puerta— Pero
te veré antes del atardecer ¿verdad?
Y yo, que hasta entonces lo había observado quizás perdido
en el sentimiento de desolación que me producía verlo marcharse,
recibí el recordatorio de la pintura como una cachetada del viento.
Un oleada caliente me golpeó el pecho y abrumado por los nervios
no pude hacer más que asentir. Y él sonrió provocando que algo
dentro de mí se alterara incluso aún más.
—Antes del atardecer. No lo olvides.
Agoté una hora de lo que quedaba del día limpiando. Cada
tanto me asomaba al porche a observar el mar y luego mi mirada
se perdía por el sendero que llevaba al secreto de la playa, aquel
apartado natural donde Hyukjae y yo habíamos correteado como
niños, y el escenario de su futura pintura. Él había dicho que
quería verme salvaje, apartado de lo que debía ser, natural, quería
verme desatado del mundo, libre... y no pude pensar en otra cosa
que no fuese el viento arrancándome las prendas mientras mis
pies hicieran salpicar el agua al correr tras un espíritu antiguo, uno
de hermosos ojos negros, cabello castaño y labios rojos que me
condujera al horizonte de algún sitio que sólo él conociera. Y el
sólo hecho de imaginarlo me hacía sentir unos nervios
inexplicables en el estómago, pero lejos de ser algún malestar
recibía el sentir con gratitud, me hacía sentir vivo, completo en
algún punto.
No había notado hasta aquel día que estar solo terminaba de
destruirme por completo. Las horas se me pasaban más lentas y no

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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podía dejar de pensar en el pintor que había hospedado en mi hotel.


Pasé horas intentando hacer cualquier cosa que se llevara el
tiempo pero no fue hasta las tres de la tarde que mi cabeza se alejó
del limbo emocional en el que Hyukjae me había sumergido. El
teléfono había chillado y cuando corrí a atender me encontré con
una voz partida en miles de pedazos. Escuché a Kyuhyun al otro
lado de línea y mi mundo se desmoronó junto al suyo.
—Tienes que venir— Me suplicó y yo no pensé en nada más
que no fuese estar a su lado.
Conduje tan rápido como pude y en minutos estuve en su
casa.
La bonita casita de paredes azules lucía por dentro como si
acabase de atravesar una brava tormenta de verano. Había cosas
en el piso y yo no dejaba de buscar con la mirada a Kyuhyun. Lo
encontré arrojado en el sofá de la sala, que parecía más caótica de
lo normal, deshaciéndose entre lágrimas que resbalaban por su
rostro y caían sobre el papel que tenía en sus manos. Me acerqué
creyendo poder sentir desde ya el mal sabor de boca. Incluso antes
de que me lo dijera sabía lo que traía consigo y me aventuré a
sentir su dolor como propio.
—Molly me ha pedido el divorcio. El definitivo. Ha traído
un abogado y he firmado.
Me senté a su lado y lo rodeé con los brazos tan fuertes
como me fue posible.
—Algún día tenía que pasar, Kyuhyun. Estás mejor así, tú
mismo lo dijiste alguna vez.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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Y él hundió su rostro en mi cuello y se quedó allí por un


tiempo. Una hora, dos, no lo sé, pero para cuando recobré el
sentido del tiempo el sol había comenzado su camino bajo el mar
y mi mente sólo pensó en una cosa... Hyukjae. Y entonces
recordé:
—Antes del atardecer. No lo olvides.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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Capítulo 5
El sol, tarde o temprano, acabó por quedar sumergido en el
horizonte tras el mar. No fue hasta que Kyuhyun se durmió que
me atreví a salir de su casa y para entonces la luna ya posaba sobre
mi cabeza suplicando clemencia y mi perdón. Conduje lento, sin
prisas, sintiéndome derrotado hasta el último instante. El Hotel se
veía oscuro con todas las luces apagadas, parecía una casona vieja
y abandonada, un hogar sin alma. Hyukjae no estaba allí.
Entonces, con pensamientos inciertos dominando mis pies,
comencé a caminar por el sendero desdibujado de la arena húmeda
sintiendo como el viento helado, mi fiel camarada, me abrazó con
fuerza mientras las olas del mar se volvían cada instante más
severas, parecían rugir de rabia reclamándome por el dolor de su
nuevo amante de cabellos castaños y labios rojos. No dejaba de
pensar en él. Quería verlo y encontrar las palabras correctas para
decirle cuánto sentía no haber estado allí, y sin embargo cuando
llegué al secreto de la playa, donde ésta se volvía salvaje e intensa,
el viento mismo me abofeteó. Sobre la arena y junto al mar infiel
ardía brillante y cálida una fogata iluminando las perfectas
facciones del perfecto Kim Heechul mientras Hyukjae, mi
angelical inquilino, tenía sus tobillos sumergidos en el agua que el
mar se encargada en llevar hasta él para besarle entre sus olas los
pies.
Me había quedado sin habla, sintiéndome ridículamente
traicionado. Estaba enfadado, tan furioso como parecía estarlo el
mar. Heechul fue el primero que notó mi presencia, él me miraba
directamente, pero yo lo esquivé desde el primer momento y me

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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concentré en que Hyukjae notara que estaba allí. Claro, que no


contaba con lo que sentiría cuando él finalmente me mirara. Sus
ojos oscuros parecieron quemar en mí. Tenía la mirada dura, los
labios apretados y su mandíbula aún más marcada de lo habitual.
Y, aunque en aquel tiempo hubiese ignorado totalmente mi propio
sentir, hoy sé que estaba perdido en el pavor que me provocó y en
lo mucho que me atraía cuando se ponía así. Me sentía abrumado.
Ambos parecíamos estarlo, pues nos quedamos en silencio
dejando que el viento despeinara nuestros cabellos, hiciera danzar
nuestras prendas y helara nuestra piel completa.
¡Santo cielo!
Si mis ojos se hubiesen demorado un segundo más en su
bonito rostro yo me hubiese abalanzado contra él, a sus brazos, a
su cuerpo helado y le hubiese suplicado perdón, pero mucho antes
de caer esclavo de mis violentos impulsos por él, mis ojos
quedaron presos de la figura a medio pintar en un lienzo sobre el
mismo trípode que había visto antes en su cuarto. Heechul había
posado para él y en mi lugar. Entonces mi boca comenzó a
balbucear palabras sueltas —Imaginé que estarías aquí —luego un
despreocupado— Lamento no haber venido— y finalmente un
simple y cruel —Salí con Kyuhyun y lo olvidé— y lo siguiente que
hice fue voltearme y volver por el mismo sendero perdido en la
arena rebelde hasta el Hotel y mi completa soledad, pues aquella
noche Hyukjae no vino a cenar.
En casa sólo dejé que las horas perdidas me encontraran en
mi cuarto vacio. Había cenado, había limpiado una última vez y
había bebido cuanto vino necesité para que lo que vería horas
después me pareciera un completo delirio.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Eran pasadas las dos de la madrugada cuando oí la puerta


principal abrirse, supe que era Hyukjae porque podía oír su voz,
sus risas y sus constantes "shh". Para cuando él subió las escaleras
yo estaba sentado en la cama e intentando hacer funcionar hasta el
último de mis sentidos. Tras él lo seguía una voz que, aunque me
era poco familiar, sabía a la perfección que se trataba de Heechul.
Esperé hasta que los pasos quedaron ahogados en alguna parte y
luego, alimentando del valor que supongo que el vino me otorgó,
salí de la cama y fui en su búsqueda.
No sé qué esperaba encontrar, no sé en realidad que esperaba
decir o hacer y francamente no sabía si quiera que hacía de pie
siguiendo los rastros de un inquilino, pero quizás el efecto nocivo
que Hyukjae tenía en mí, aquella fuerza magnética que me llevaba
hasta su cuerpo, o su dominio total por mis impulsos, me hicieron
preso de la necesidad irrefrenable de subir por las escaleras hasta
el cuarto de paredes azules donde la puerta entreabierta dejaba
deslumbrar la luz tenue que iluminaba el cuarto.
—Haz silencio... —había dicho una voz.
—Quítate eso —contestó otra, y para cuando me asomé mis
ojos impactaron con la atroz imagen de mi espíritu salvaje,
amante del frío y el mar, y el perfecto Kim Heechul devorándose
en besos tan sedientos como eróticos y devastadores para una
parte de mi alma.
Retrocedí con torpeza, sintiendo la mitad de mi cuerpo
helado y tembloroso, con mi corazón latiendo en mis oídos y
oyendo tres voces gritando dentro de mi mente. Una de ellas dijo...
—Hyukjae es homosexual— otra de ellas dijo aún más alto —él y
Heechul harán el amor— y la última, irónicamente, susurró

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

cizañera contra mi piel —Y tú mueres de celos, mueres por estar


en su lugar —y corrí a mi cuarto, a mi cama y me escondí bajo mis
sabanas obligándome, de algún modo, a dormir.
Aquella noche me soñé entre sabanas blancas, paredes azules
y helados brazos que me sujetaban mientras labios rojos y
calientes me devoraban la boca y el cuello en un desenfrenado
frenesí.
Cuando desperté me sentía tan perdido y desorientado que
los amargos recuerdos parecían parte de un horrible sueño.
Recuerdo que subí una vez más las escaleras, esta vez con la luz
del sol iluminando mis pasos, y encontré en silencio a Hyukjae
dormido y solo. Heechul, si es que acaso su presencia había sido
real, se había marchado mucho antes de que amaneciera, pues
llevaba horas despierto y no lo había oído bajar ni salir.
No pude dejar de pensar en ello en lo que quedó del día. El
sabor amargo en la boca permaneció en mí hasta pasado el medio
día cuando Hyukjae se dignó a bajar. Aquel día no desayunó ni
almorzó y sólo me dedicó un "Buenas tardes" al bajar y otro al
salir de casa, sumado a los monosílabos que usó para responder
mis monótonas preguntas.
En su ausencia yo corrí escaleras arriba para tomar y quitar
las sábanas intentando deshacerme de la fatídica evidencia, no
quería pensar en ello, ni en Hyukjae, ni en Heechul, ni en ellos
besándose, ni en mi sentir o cualquier cosa que Hyukjae lograra
provocar en mí. Como siempre acabé intentando sumergir mi
mente en algún otro lado y aquel día el clima cooperó para que el
viento corriera con más fuerza y dejara el hotel lleno de arena cada
tres horas exactas. La tormenta fiera se asomaba temeraria desde

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

lo más lejano del mar y agradecía que la lluvia fuese como un


somnífero real para mí.
Recuerdo que aquel día Hyukjae llegó con la lluvia, estaba a
punto de anochecer y el cielo había comenzado a tronar. Cuando
lo vi cruzar el umbral noté que estaba completamente empapado
de la cabeza hasta los pies y que subió las escaleras dejando por el
suelo el húmedo rastro de las gotas de agua cayendo por todo su
cuerpo. Lo seguí casi por impulso logrado atajar del cuarto de baño
una toalla seca que llevé hasta su habitación. Él, como siempre,
había dejado la puerta abierta así que no me molesté en golpear.
Cuando entré me quedé embelesado de su rostro pálido y su
flequillo húmedo peinado con las manos hacía a un lado. Se había
quitado la chaqueta y el suéter y cada gota que caía de su cabello
resbalaba por su pecho desnudo y acabe perdido en lo perfecto de
su abdomen. Era impresionante. Descaradamente atractivo y yo
me hallaba ridículamente enamorado de él, aunque incluso aquel
día adjudicara el inexplicable calor que se había apoderado de mi
cuerpo a la intimidad que los recuerdos de la noche anterior
infundían en mí al estar en ese mismo cuarto. Entonces, de pronto,
había dejado de estar enfadado con él por la pintura o por la atroz
escena, y sólo me dediqué a sentirme mareado en algún punto
surrealista de mi propio estado físico.
—Estás empapado —le había dicho cuando le ofrecí la toalla
que él usó luego para sacarse el cabello.
—Gracias —me contestó y estuvo a punto de decir algo más
cuando un estruendo enorme hizo agitar las ventanas y un
relámpago plateado iluminó el cielo y la noche acabando con la luz
del hotel completo. De un instante al otro ya no había electricidad

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

y Hyukjae y yo quedamos a oscuras, dejándonos iluminar


solamente por la insignificante luz de la noche misma.
—¿Eso fue un rayo?
—Sí —contesté y esforcé mi mirada para encontrar la suya
entre la oscuridad. Sus ojos intensos me observaban y me pareció
entonces que él estaba haciendo el mismo esfuerzo que yo. —
Deben haber sido los fusibles, saldré a ver —agregué y me volteé
dispuesto a caminar pero en ese preciso instante él me tomó del
brazo y me detuvo. Tenía las manos heladas y suaves, y sus dedos
finos acariciaron los míos una y otra vez mientras hablaba.
—Iré contigo, necesitas alguien que sostenga la vela e
ilumine ¿verdad? —recordé vagamente la luz de emergencia en el
pórtico pero me obligué a olvidar rápidamente aquel dato esencial.
—Sí, supongo que sí, te lo agradecería —Le contesté y ambos
emprendimos el camino escaleras abajo.
Él caminaba tan pegado a mí que de vez en cuando sentía sus
pies chocar con los míos o su mano en mi hombro como si
esperara que yo lo guiara entre las sombras.
No fue hasta que estuvimos fuera y lo oí rechistar los dientes
que recordé que llevaba el torso desnudo. Lo sentía pegarse a mí
en busca de calor mientras él sostenía la vela que había tomado de
la cocina.
Intenté analizar del modo más sensato posible el calor que la
cercanía de su cuerpo lograba encender dentro y en lo más
profundo de mi pecho, pero mi mente era un completo caos. No
lograba pensar en nada que no fuese su piel chocando contra mi
espalda y no lograba hacer más que imaginarnos piel con piel

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

dándonos mutuo calor. Al cabo de unos minutos decidí que era


imposible arreglar los fusibles con las manos temblorosas y la
cabeza puesta en aquel limbo dentro del cual Hyukjae lograba
dejarme varado, así que suspiré y lo di por perdido. Pasaremos la
noche a oscuras, iluminados por la dulce luz de las velas.
Cuando regresamos corrí a encender la chimenea y le ofrecí
a Hyukjae un suéter que había dejado olvidado sobre el sofá en la
mañana, luego pensé que había sido estúpido pues él tenía ropa en
alcoba y sin embargo, con la chimenea encendida, me volteé
encontrándolo con mi ropa puesta. Se sentía increíble.
Él caminó hasta mí y se paró a mi lado, delante del fuego y
del calor. Estaba con sus manos extendidas hacia él y yo lo imité
por el simple gusto de ver nuestras manos juntas. La rudeza de las
mías y la delicadeza de las suyas contrastaban sin la menor gracia,
pero a mí me fascinaba verlas y cuando volteé a mirarlo lo
encontré con una pequeña sonrisa iluminando sus labios, él
parecía observar y pensar lo mismo que yo.
Sólo habíamos encendido una vela que ahora iluminaba la
sala desde el centro de la mesa. La tormenta parecía gritar de dolor
y el viento azotaba las ventanas como las olas del mar lo hacían
contra las rocas.
—Es impresionante ¿no crees? —Oír su voz me había traído
al mundo otra vez, aunque sólo fuese para dejarme perdido en el
movimiento de sus rojos labios. Él pareció notar mi desconcierto
así que sonrió y señaló con el mentón el enorme ventanal que
tenía vista al mar —La lluvia, la tormenta, ¿no crees que sea
impresionante?

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Las tormentas en la playa eran algo de otro mundo, era cierto,


pues los rayos impactan sobre la arena y el cielo se iluminaba cada
instante en plateados destellos que se reflejaban sobre el mar; pero
no lo había notado hasta aquel día. Hyukjae caminó hacia el
ventanal y se sentó en el piso cruzado de piernas y no pude hacer
más que seguirlo al pie de la letra. De pronto me encontré a su
lado, buscando con la mirada lo que fuese que fascinaba a la suya
hasta que noté que se estaba deleitando con el espectáculo de luces
que el cielo nos estaba regalando.
—Está furioso —dijo.
—¿El mar? —pregunté, él sonrió y asintió.
—El mar, las olas, el cielo... y tú —me quedé sin palabras —
Estabas enfadado conmigo porque crees que llevé a Heechul en tu
lugar.
—¿Y acaso no fue así? —le contesté y él me miró, llevaba
mirándolo desde que había comenzado a hablar.
—No, no fue así. Heechul insistió en ir, quería verme pintar
y no supe cómo decirle que no y, aunque lo pinté, aquello no se
comparaba con lo que quería hacer contigo. Él sólo posó para mí, a
ti te quería libre de cualquier atadura, desatado de cualquier cosa.
Él es un modelo y tú una inspiración. Él permaneció inmóvil
fingiendo una expresión y yo pinté una mentira, a ti te quería
corriendo sobre la arena, contándome de ti, haciéndote reír, no lo
sé, te quería diferente a como he tenido a Heechul. —Cuando
acabó de hablar volvió la mirada al cielo mientras yo no podía
apartar la vista de su rostro. Mi corazón ardía y mi alma había
salido de mi cuerpo para rodear el suyo, acariciar su cabello y
mecerlo entre sus brazos.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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—Hyukjae... —susurré— no olvidé lo de aquel día, te lo juro.


Pero Kyuhyun tenía una urgencia y no tenía modo de cómo no
estar allí, pero lo siento. Oh, pero cuánto lo siento.
Entonces él sonrió, se volteó y susurró:
—Lo sé, Donghae, lo sé.
Y ambos nos quedamos en silencio, en paz, observando la
lluvia caer por la ventana y el cielo iluminarse entre relámpagos.
No decir una palabra era un placer extraño que había encontrado
en su compañía, me gustaba estar así, me hacía sentir bien y sólo
me gustaba romper con el silencio cuando mi necesidad por él
reclamaba oírlo recitar poesías que él llamaba "conversación".
Recuerdo que en algún momento uno de los dos se levantó por
una de las mantas que cubrían los sofá a modo de decoración y nos
cubrimos, en algún otro momento su cabeza cayó sobre mi
hombro y lo abracé dándole de mi calor.
—Adoro las tormentas, adoro las tormentas de verano en
soledad —había dicho con la vista perdida en el paisaje absorto en
caos.
—¿Y las de invierno?
El sonrió, levantó la mirada buscando la mía y contestó:
—Las de invierno las adoro contigo.

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Capítulo 6
Al día siguiente la mañana me encontró en la sala de estar,
dormido sobre el suelo frío, cubierto con una manta, helado y
entre los brazos de Hyukjae. Habíamos caído dormidos en algún
momento de la noche luego de prometernos, sin la menor lealtad o
el menor éxito, ir cada uno a su cuarto. Él era una compañía
extraordinaria y simplemente me hacía sentir bien. A su lado el
tiempo se me iba de las manos, se perdía entre sus risas, sus
palabras, sus cuentos, sus gestos y cada una de sus expresiones
haciéndome desear que las horas se detuvieran en el preciso
instante en que sus labios comenzaban a moverse y así poder oírlo
lunas enteras.
Recuerdo haberme quedado quizás una hora inmóvil,
tumbado de lado, observando el bonito rostro de Hyukjae, el
blanco de su piel y el rojo de sus carnosos labios. Su cuerpo estaba
tan helado como lo estaba el mío pero en aquel instante no me
importó, me quería quedar ahí, a su lado, sintiendo su brazo
rodear mi cintura e imaginar que tan pegados habían estado
nuestros cuerpos en algún punto de la noche. Entonces, con mis
ojos puestos en su bonito rostro, lo asumí. Me gustaba, me atraía
él como hombre, como ser, como alma incluso. Me gustaba como
nunca me había gustado nadie en el mundo, y aquello iba más al
allá del hecho de que nunca me hubiese gustado un hombre. Creo
que aquello fue lo que menos me había impactado, pues imagino
que todo mi cuerpo lo sabía y lo había asumido, menos la parte
más sensata de mí ser. Pero la intensidad casi violenta de mis
sentimientos hacía él seguía abrumándome hasta el punto de

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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provocarme un ardor abrasador alrededor de mi pecho y una


necesidad insensata por tocarlo, por tenerlo cerca, incluso por
besarlo. Entonces él despertó. Sus bonitos ojos oscuros se abrieron
como los de un niño, despacio, perezoso y le tardó minutos estar
despierto completamente. Pero cuando lo hizo me miró y ambos
nos contemplamos unos segundos. Él no parecía estar incómodo
con mi mirada ni yo lo estaba con la suya, y no fue hasta que el
frío del suelo lo obligó a levantarse que quitó su brazo de mi
cuerpo, yo hubiese deseado amanecer en una cama y que
pudiéramos quedarnos así el resto de la mañana.
—¿Tienes frío? —le pregunté sin poder pensar en nada más.
Es decir, pensaba en muchas cosas y todas mis ideas
desembocaban en él, pero en aquel instante mi boca se negaba a
dejar salir algo más que no fuese el clima. Había descubierto que
hablar sobre el calor, el frío, la lluvia o el viento se había
convertido en un arma para mí cuando mi cabeza no podía pensar
o pensaba demasiado.
—Un poco ¿y tú? —me contestó y sonrió abrazándose a sí
mismo mientras yo terminaba de ponerme de pie y doblaba la
manta con la que nos habíamos cubiertos.
—También un poco —le contesté y ambos reímos cómplices
de nuestras mentiras, porque los dos estábamos helados, tiritamos
y yo incluso sentía inflamada y dolorida la garganta.
—Me daré una ducha e iré al pueblo por fusibles nuevos,
¿quieres venir? —le dije luego, pues aunque pudiese reparar la
energía eléctrica con lo que había en casa no me vendría mal
comprar un sistema nuevo para futuras tormentas, aunque el cielo

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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lucía azul y espléndido como si jamás hubiese pasado por aquí una
tormenta, ni afuera ni entre nosotros.
Pasado el medio día, Hyukjae y yo, ya íbamos camino al
pueblo. Las carreteras si habían sufrido los estragos de la tormenta
y lucían cubiertas de hojas, arena y basura que el mar arrastraba a
la playa y el viento a la carretera. Otro que sufría los efectos del
invierno, la lluvia y una noche sobre el suelo era Hyukjae, pues
llevaba rato hablando o tarareando canciones que se oían a la azar
en el radio con la voz áspera y ronca, imaginé que llevaba la
garganta tan o más dolorida que yo. Intenté dejar fijo en mi mente
el recordatorio mental de comprar medicina para ambos. Luego mi
cabeza hizo un espacio enorme para recordarme que debía visitar a
Kyuhyun en el mercado, saber cómo estaba y disculparme por no
haberlo llamado antes.
Cuando finalmente estuvimos en el pueblo nos detuvimos
directamente en el negocio de reparaciones. Hyukjae permanecía a
mi lado, oyendo atentamente cada cosa y herramienta que pedía,
luego me confesó que le sorprendía que supiese tanto de
electricidad y dijo algo sobre mis manos aunque apenas puedo
recordarlo. Creo que había dicho que lucían trabajadoras y yo le
había contestado algo sobre las suyas referido al arte, intentando
no desbordar por mi boca la fascinación que me provocaba
tocarlas o lo delicada de su belleza, o el arte que era verlas
moverse sosteniendo un pincel mientras dibujaba trazos de colores
sobre algún lienzo vacío. Y sin embargo no pude evitar decir —
Adoro tus manos porque no sólo son bonitas, son suaves.
Hyukjae me volvía vulnerable a sus encantos, a mis ideas, a
mis impulsos y a todo lo que sentía por él. A su lado decía

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exactamente aquello que mi cabeza repetía que no dijera y hacia


aquello otro que yo mismo me prohibía hacer, pero su presencia
me intoxicaba, me volvía preso del frenesí y el éxtasis que su
aroma y su mirada hacían crecer a borbotones en mi sangre.
Hyukjae y sus efectos siempre me serían abrumadores.
Aquella fue la primera vez que recorrimos juntos mi bonito
pueblo costero. Hyukjae era una compañía excelente,
simplemente se dejaba llevar por los caminos inciertos a los que
mis pasos lo conducían. Él caminaba a mi lado, sumergido en el
silencio cálido que se cernía sobre nosotros mirando en todas
direcciones, apreciando las gárgolas de la majestuosa catedral,
deteniéndose de vez en cuando para arrancar flores silvestres que
se empeñaban en crecer sobre las grietas de las viejas veredas y
finalmente quedando prendido de la sombría tienda de
antigüedades.
—¿Qué clase de lugar éste? —había dicho con un asombro
tan real y auténtico que por un instante lució casi ingenuo y
mucho más joven de lo que realmente era.
La tienda se llamaba "Lo que la marea se llevó" y era bellísima
a su estilo. Las paredes eran de un color celeste demasiado claro y
lucía marmolado por la amarillenta madera que se dejaba ver tras
la pintura saltada. Era una combinación ridículamente hermosa.
Los pisos eran de una madera tan vieja como la de las paredes pero
de un color más oscuro. Había por doquier piedras hermosas,
troncos con extrañas formas, pinturas, relojes viejos y nuevos,
estatuas, joyas e incluso guantes de los años 30. Y dentro de ella
olía a humedad, té e incienso de miel.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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—Es una tienda de antigüedades —le expliqué mientras me


deleitaba viéndolo caminar entre los escaparates. Él era curioso
como un niño y parecía hallarse en su mundo —Casi todo lo ha
traído el mar a las costas, en especial en días de tormentas —
Entonces él se volvió hacia mí y me observó con los ojos brillantes
e intensos.
—¿Crees que hoy haya algo interesante en las costas?
Las costas frente al hotel estaban repletas de basura, nada
interesante, pero aún así asentí por el sólo gusto de verlo sonreír
con aquella sonrisa suya que me devolvía el alma. Le prometí que
saldríamos a caminar por la playa esa misma tarde. Luego él se
quedó curioseando mientras yo me escapé unos instantes y recorrí
tres cuadras hasta llegar al mercado de Kyuhyun. Me sorprendió
saber que no estaba allí, que de hecho desde lo de Molly no se
había presentado, aunque sus empleados sólo pensaran que estaba
resfriado. Lo llamé un par de veces antes de salir, apagado.
Cuando desistí y volví de camino a la tienda no tuve que llegar
hasta ella para encontrar a Hyukjae, él estaba a mitad de camino,
con una bolsa de papel en las manos y el perfecto Kim Heechul en
frente. Yo los vi desde lejos, escondido con sutileza detrás de un
árbol. Heechul sonreía y balanceaba sus brazos provocando que la
punta de sus dedos tocaran las delicadas manos de Hyukjae. Mi
estómago se había tensado en ese preciso instante. Luego vi a
Hyukjae sacudir la cabeza, levantar los hombros, suspirar y mirar
hacia cualquier otro sitio como si intentara evitar la mirada de
Heechul, y si yo lo noté a metros de distancia, él que estaba
delante lo notó de inmediato y el encuentro de ambos acabó
enseguida. Se despidieron con un beso en la mejilla y Hyukjae
siguió con la mirada la silueta fina y esbelta de su modelo hasta

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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que éste desapareció doblando la esquina, entonces lo vi suspirar,


echar la cabeza hacia atrás, mirar el cielo y luego cerrar sus ojos.
Parecía suplicar por paciencia, por perdón o por aire, quizás,
porque Heechul lo abrumaba tanto como él me abrumaba a mí.
Hyukjae me dejaba sin aire, sí, pero el cielo no podía hacer nada
por mí.
Quizás por celos, la idea de pensar en lo que sentía por él me
hacía sentir agotado, pero por otro lado pensar en lo que él sentía
por Heechul me llenaba de intriga. Y además me sentía
confundido. Había caído preso en los encantos de un hombre
luego de una vida entera de fiel heterosexualidad, y el foco de
todas mis emociones era demasiado críptico, demasiado ambicioso
y yo no lo conocía lo suficiente para entender lo que pasaba dentro
de su ser. Por momentos fugaces pensaba que Hyukjae y yo
compartimos una especie de conexión porque ambos nos
atraíamos del mismo modo, luego pensaba en él y en Heechul
juntos y me convencía de que, mi inquilino angelical, estaba
totalmente fuera de mi alcance.
Era estresante no poder destapar su alma como él lograba
hacerlo con la mía. Era estresante sentirme tan vulnerable junto a
él y no poder hacer nada para evitarlo; y más estresante aún era
saber que no había cosa en éste mundo que me gustara más que
estar a su lado.
Cuando finalmente logré neutralizar mis pensamientos y las
oleadas de sentimentalismo que mi corazón bombeaba por mis
venas, salí de mi escondite y regresé a su encuentro. Él lucía
encantado de verme otra vez y cualquier sentimiento amargo que

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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me hubiese invadido en algún momento al verlo con Heechul se


había desvanecido. No podía hacer más que sonreír.
De camino a casa él permaneció extrañamente callado y
aferrado a la bolsa de papel, y por algún motivo se me había
pasado por completo preguntarle por ello, pero cuando estuve a
punto de hacerlo volteé a verlo y lo encontré medio dormido,
además sus labios estaban más rojos de lo natural y aún sin tocarlo
podía asegurar que tenía fiebre. Aún así solté una mano del
volante y toqué su frente unos segundos, estaba ardiendo y había
olvidado la medicina para la garganta.
Cuando llegamos lo desperté y él se movió con pasos lentos
y perezosos fuera del auto y dentro de hotel, subió a su cuarto con
los pies a rastras y prometí subir con él en cuanto restableciera la
electricidad. En la tienda de reparaciones él había mencionado que
deseaba verme trabajar y aprender y, quizás porque me había
generado alguna ilusión, cuando lo vi subir sentí una punzada
muy fina y débil de tristeza dentro de mi pecho. Pero al menos me
aliviaba saber que estaría descansando pronto.
Con la electricidad funcionando a la perfección corrí de prisa
a la cocina y tome un cuenco que llené con agua fría y dos paños
que estuvieron húmedos en segundos.
—¿Ya estás dormido? —pregunté cuando entré al cuarto sin
golpear. Hyukjae estaba acurrucado bajo las mantas, tapado hasta
la nariz, luciendo incluso aún más adorable que en la mañana —La
lluvia nos jugó una mala pasada, eh —bromeé mientras me
sentaba a su lado y sobre la cama. Él entonces se destapó lo
suficiente para que pudiese verle el rostro y sonrió.
—¿También te sientes mal?

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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—Supongo que no tanto como tú —Le contesté y coloqué


sobre su frente la primera compresa húmeda y fría —La próxima
vez podemos ver la lluvia desde aquí, tienes buena vista —agregué
y me detuve un momento para repensar mejor lo que acababa de
decir, luego tomé valor y levanté la mirada para enfrentarlo.
Hyukjae lucía totalmente indiferente, es decir, lucía cómodo con
ello, con la idea de estar juntos en su cuarto y con la idea de una
próxima vez.
—Me encantaría —contestó entonces, y finalmente respiré
aliviado. Aquel día sería una de las tantas veces en las que
Hyukjae se convertía para mí en una bomba a punto de estallar.
Era tan discreto cuando se trataba de él que me costaba saber
dónde encontrar sus límites. Avanzar en él era como cruzar un
campo minado, me imaginaba dando pequeños pasos y saltitos,
apretando los ojos y esperando temeroso el oír de una mina
estallar bajo mis pies y destruirme en miles de pedazos. Incluso,
que fuese tan discreto me hacía temer preguntar cualquier cosa,
desde qué había comprado en la tienda hasta qué había sucedido
con Heechul. Él, por el contrario, siempre quería saberlo todo.
—Creo que no saldremos a buscar antigüedades en la costa
¿cierto? —me preguntó luego con un aire aniñado y derrotado.
—Me temo que no, los dos acabaríamos aún más enfermos.
Él resopló exageradamente y puse los ojos en blanco y reí
porque su actitud me resultaba divertida.
—¿El servicio de enfermero está dentro de los privilegios del
hotel? —me preguntó mientras sacaba la compresa tibia y ponía
una nueva tan húmeda y fría como la primera.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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—Digamos que sí —le contesté y ambos nos miramos


sabiendo que jamás haría esto por alguien más, quizás sólo por
Kyuhyun pero él desde luego era mi mejor amigo, tenía sentido.
—Digamos —agregué —Que eres un inquilino con privilegios
especiales.
—¿Eso me convierte en alguien especial? —preguntó pícaro.
—Eso creo —le contesté en el mismo tono, entonces él se
sentó en la cama dejando que la compresa se cayera de su frente.
—¿Es decir que puedo pedir un privilegio más?
Elevé una ceja.
— Depende. A ver, dime cual.
Él sonrió y contestó.
—Déjame que te pinte, por favor, pero ésta vez hagámoslo aunque
el sol se esconda de nosotros, la luna se oculte tras las nubes, el
cielo llore y grite en furiosas tormentas y sólo la luz de las velas te
iluminen. Déjame que te pinte, por favor.

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Capítulo 7
En la mañana siguiente ambos habíamos amanecido mucho
más repuestos y sanos, aunque mi estómago era un caos total.
Sentía las entrañas contraídas en unos nervios abismales y tan
devastadores como cualquiera de los sentimientos que surgían de
los efectos nocivos que Hyukjae provocaba en mí. Había aceptado
que él me pintara a su antojo, desde luego, y él había dicho que no
podía esperar para hacerlo, aunque desde luego aquella tarde cayó
preso de la fiebre y durmió la noche entera hasta casi entrado el
mediodía. Yo, por el contrario, había despertado tan temprano
como siempre.
Recuerdo que estaba en la cocina preparando una bandeja con
lo que podía ser bien un desayuno o un almuerzo para Hyukjae
cuando escuché la entrada principal abrirse. Supe incluso antes de
verlo que se trataba de Kyuhyun, pues no sólo conocía su forma
de caminar sino que era él único, además de los inquilinos, que
tenía llaves de la entrada. Verlo me había provocado un menjunje
de sentimientos que noté recién entonces que había estado
suprimiendo en alguna parte de mi mente. En primer lugar había
estado preocupado por él y por otro lado, cuando lo vi a los ojos,
pensé de inmediato la infidencia para con él de mis recientes
descubrimientos. Me sentía atraído por otro hombre, por mi
inquilino y lo lógico sería que mi mejor amigo lo supiera; pero yo
no estaba preparado aún, así que ese día no dije nada al respecto.
Sólo me limité a cruzar el arco que dividía la cocina del vestíbulo
y caminar hasta el comienzo de las escaleras donde lo encontré y
ambos no estrechamos en un abrazo. Nuestros cuerpos quedaron

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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presos del otro en un abrazo sincero, no sólo porque aún sentía su


dolor colarse hasta mis huesos, sino porque genuinamente lo había
extrañado muchísimo.
—Lamento no haber ido a verte —le dije.
—No te preocupes —me contestó él —Sé que has estado
ocupado, siempre lo estás, además has ido al mercado a verme. No
fui desde aquel día, pero ya me siento mejor.
Ya no nos abrazábamos, pero nos sosteníamos de los
antebrazos, nos dábamos palmadas y de vez en cuando Kyuhyun
sobaba mi brazo desde mi hombro hasta abajo. Y no recuerdo cual
de aquellas tres cosas estábamos haciendo cuando Hyukjae bajó
por las escaleras. Creo que él no se había dado cuenta de nuestra
presencia hasta que estuvo a mitad de camino, pues se detuvo allí
y pareció vacilar entre volver a subir o bajar y salir corriendo.
Luego miró a Kyuhyun, luego a mí, luego nuestros brazos y
nuestras manos y finalmente miró hacia algún otro sitio.
—Hola —Había dicho en un tono extraño y sin esperar una
respuesta de nosotros pasó por nuestro lado y caminó hacia la
puerta. Allí se detuvo y se volteó —Saldré un momento, estaré en
las costas caminando un poco.
Aquella había sido la primera vez que Hyukjae anunciaba a
donde iba. Pues solía salir hecho un adolescente rebelde sin
decirme a donde iba o cuando iba a volver, y no era que tuviese
que hacerlo, claro está. Luego de verlo atravesar la puerta pensé en
cuatro posibilidades. En primer lugar, y seguramente la más
surrealista de todas mis ideas, pensé que quizás lo decía para
hacerme saber que no estaría con Heechul y, fuese su intención o
no, el saberlo me hacía sentir especialmente aliviado. Por otro lado,

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

quizás tan improbable como mi primera idea, surgió aquella en la


que Hyukjae deseaba dejarme claro que estaba cerca, que podía
volver en cualquier momento, entonces me pregunté qué pensaría
él de Kyuhyun. Y, finalmente, pensé que tal vez quería que me
reuniera con él más tarde en algún sitio de la playa y la idea me
fascinó.
Kyuhyun tomó té conmigo, comió galletas, me contó sobre
Molly, me dijo que ambos habían vuelto a hablar, que se pidieron
disculpas, que bebieron vino y recordaron viejos tiempos y
finalmente se despidieron. Yo sólo podía pensar y rogar que
aquello no fuese otra de las tácticas de Molly para tener a
Kyuhyun comiendo de su mano como un mendigo de rodillas.
Pero por otro lado me aliviaba verlo tan repuesto y confortado
después de haberlo visto hecho añicos.
Cuando finalmente se marchó decidí tomar en cuenta la idea
número tres de mi manojo de ocurrencias y cargué, envuelto
dentro de un mantel rojo que nunca había usado, una hogaza de
pan, un frasco de mermelada de fresa, un plato y un cuchillo, al
termo con chocolate caliente lo llevé en las manos, y salí
disparado hacia la playa.
Hyukjae no estaba ni remotamente lejos, sino más bien
frente a la casa, sentado en la arena que debía estar mojada. Me
pregunté vagamente si se había encontrado con Kyuhyun y luego
me sentí ridículo por prestarle tanta atención a aquel tema
insignificante. Cuando él me vio llegar su rostro había parecido
iluminarse y se hizo a un lado como si me hiciera un sitio en la
playa inmensa.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

—Creí que tendría que rastrear tus pasos sobre la arena antes
de encontrarte —Le había dicho y él contestó con una sonrisa.
—¿Volví demasiado pronto? —Preguntó y por alguna razón
su tono me hacía sentir que aquello era algo más que una pregunta.
Sin embargo, yo parpadeé e intenté lucir indiferente —
Entonces si te fuiste, creí que te habías quedado aquí —pero no le
permití contestar y extendí el mantel para luego acabar ordenando
lo que sería nuestro desayuno, aunque yo hubiese bebido una taza
de té.
Estábamos a la mitad del pan cuando él finalmente se volteó
dispuesto a comenzar con sus preguntas. Noté como sus ojos se
encendían y su mirada se volvía más suspicaz, incluso más
profunda. Era excelente analizando a las personas o a cualquier
situación que lo rodease y llamase su atención. Él hacía las
preguntas apropiadas para conocer el rumbo que lo llevaría a tus
secretos, el resto del camino lo trazaba sobre ti tan sólo viéndote.
Y a mí me encantaba aunque me hiciese sentir extremadamente
vulnerable, pues él quería saberlo todo y yo no hallé nunca un
modo que me hiciese callar todo lo que había dentro de mí.
Recuerdo que, con el correr del tiempo, solía molestarlo diciéndole
que era muy egoísta, pues se servía a su gusto de la privacidad
ajena mientras era tan mezquino con la propia, y a él solía
molestarle mucho aquella broma y por un tiempo creí que lo
ofendía hasta que finalmente comprendí que lo que le molestaba
era que lo dejase en evidencia, que descubriese quién era y lo que
había dentro de su alma. Por otro lado, con el resto de las cosas él
era extremadamente generoso, como si quisiera compensar lo poco
que dejaba ir de él con un centenar de favores.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

—Kyuhyun es tu mejor amigo, ¿cierto? —me dijo fingiendo


indiferencia mientras se metía un trozo de pan untado en
mermelada en la boca. Sólo asentí sumándome al juego de la
indiferencia, sabiendo perfectamente que no lo engañaba ni un
poco.
—¿Y cómo se conocieron?
Adoraba contar esa historia así que me permití contarla con
entusiasmo y él parecía divertido oyéndome.
—Luego cuando se divorció él me necesitó a su lado como yo
lo necesité cuando mi padre murió, y desde entonces somos
mejores amigos —Cuando acabé con la historia él lucía pensativo,
tenía la mirada en mí y luego en el mar.
Lo conocía muy poco en ese entonces, pero con el tiempo
comprendería que en ese instante sólo estaba analizándolo todo,
tejiendo una rama de conclusiones. Él estaba pensando que, si
Kyuhyun se había divorciado, lógicamente había habido un
casamiento previo, así que Kyuhyun era heterosexual, porque los
casamientos homosexuales no eran válidos en esos años, y en
conclusión no había razones para estar celoso; porque yo asumí
tiempo después que él sentía celos de mi mejor amigo, no porque
Kyuhyun presentase algún peligro, sino porque era celoso en
general. Claro, que aquel día yo apenas si lo sospechaba y cada vez
que la idea se atrevía a cruzar por mi cabeza la tachaba como un
exceso de optimismo y de confianza.
Cuando acabamos el desayuno, que también nos sirvió de
almuerzo, volvimos al hotel y él confesó que antes de bajar había
recorrido las habitaciones vacías. Me dijo entre risas que las había
visto todas desde la cerradura y yo no pude hacer más que estallar

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

en risas al imaginarlo como un niño metiendo las narices donde


no debería.
—Hay uno en especial que me encantó —dijo mientras lo
seguía con llaves en manos por las escaleras —No me encanta más
que el mío, pero creo que es perfecto para la pintura —Y allí
estaban de nuevo los nervios irrefrenables y la ansiedad subiendo
por mis pies y entumeciendo mi cuerpo hasta el centro del
estómago.
Cuando finalmente llegamos y abrí la puerta me encontré
con que el cuarto era uno de los más bonitos que había en el hotel.
Las paredes eran de un color coral muy claro y el papel tapiz tenía
pequeñas flores dibujadas muy separadas la una de la otra. Tenía
una ventana amplia y generosa que, a pesar de no tener vista al
mar, regalaba un paisaje igualmente hermoso de lo largo de la
playa y el muelle creciendo a lo lejos. La luz entraba intensa y el
cuarto, en su sencillez, lucía casi mágico. Entendía a la perfección
lo que Hyukjae había visto en él.
—Me hace sentir en primavera —Dijo mientras entraba y
extendía sus brazos dentro respirando del aire ahogado y quizás,
nutriéndose de la luz que entraba por la ventana. —Aquí tiene que
ser —me dijo decidido —Aquí quiero pintarte y tiene que ser
ahora —Apenas si me dio tiempo a pensar o recuperarme de la
nueva oleada de nerviosismo que me había golpeado con más
fuerza, cuando me tomó de la mano y me llevó de vuelta por el
pasillo, esta vez hasta su cuarto. No perdí oportunidad de sentir su
piel, sus largos y finos dedos enredarse con los míos.
—Compré esto para ti —Exclamó levantando con orgullo la
bolsa de papel a la que se había aferrado después del paseo. No

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

pude evitar dar pequeños saltitos internos de emoción al saber que


por fin sabría que había dentro. —Quiero que lo uses para la
pintura, vístete y mientras yo llevaré todo esto. Ah, y ve descalzo
—Él me entregó la bolsa y luego salió cargando el atril, un lienzo
blanco y una bolsa de tela llena de manchas de pintura donde
supongo que llevaba todo lo demás. Me quedé pasmado, sin
mucho más que decir y con la bolsa de papel en las manos. Estaba
ansioso de ver lo que sea que hubiese dentro porque ciertamente
tenía que ser algo excéntrico y no podía imaginar qué. En la tienda
de antigüedades había de todo y de todas las épocas menos la
nuestra. Cuando saqué lo que había dentro supe que no me
equivocaba. Eran dos prendas y, aunque el pantalón oscuro
pudiese pasar de ser percibido, la camisa blanca de mangas anchas
con el fruncido en los puños y el escote hasta mitad del pecho era
ciertamente algo de otro mundo. Era de un estilo victoriano y me
pregunté sinceramente si era auténtica, luego me sentí tímido al
imaginarme con ella puesta.
Cuando finalmente me vestí, caminé descalzo por el pasillo
que se me hizo eterno y mucho más helado de lo que creía. Me
asomé despacio y empujé la puerta que se deslizó chillante tras mi
mano. Hyukjae no tardó en voltearse hacia mí y yo no tardé en
estar temblando bajo su mirada. Sus ojos me recorrían el cuerpo
de arriba hasta abajo y viceversa mientras yo tonteaba con la
puntilla que traían las mangas.
—Te ves increíble —me dijo volviendo a quedar boquiabierto,
luego sus ojos se quedaron prendidos en la parte de mi pecho que
la camisa dejaba al descubierto hasta que, luego de unos segundos,
estuvieron de nuevo sobre mi rostro —¿Te gusta? Porque si te
sientes incomodo no tiene caso.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

En realidad, no había tenido tiempo de pensar en si me


gustaba o no, porque apenas me había atrevido a mirarme. Así que
busqué con la mirada el espejo que había en todos y cada uno de
los cuartos y me encontré con mi extraño reflejo. El quitarme la
ropa me había dejado despeinado y parecía recién levantado de la
cama, pero por alguna razón el resultado no acababa de
desagradarme lo suficiente como para arreglarlo. Luego me miré
los pies asomándose por la botamanga del pantalón que era
apretado como los que alguna vez se habían usado en una época
más medieval. Y finalmente la camisa. La llevaba metida dentro
del pantalón pero era lo bastante larga para acabar volcada
alrededor de mi cintura, lucía suelta y fresca al igual que las
mangas y, aunque al comienzo había creído que la puntilla estaba
de más, ahora me gustaba; y qué decir del escote. Me dejaba el
pecho al descubierto y el sol brillaba sobre la unión de mis
pectorales. Me gustaba todo, me sentía cómodo y atractivo.
—Me gusta —le dije entonces y me volteé hacia él
descubriéndome alimentado y nutrido de una confianza que pocas
veces había sentido en mí. No era el perfecto Kim Heechul, pero
tampoco estaba nada mal. E, inundado de aquel nuevo
sentimiento, comencé a caminar hasta quedar sentado sobre una
pequeña mesita pegada a la ventana. Sentía como el sol calentaba
mi espalda y el viento meneaba mis cabellos, Hyukjae había
abierto una de las hojas de la ventana.
—Deberías usar esa ropa a diario, te ves muy atractivo —me había
dicho mientras se paraba detrás del atril. Aún seguía extasiado de
la confianza y el amor propio que corría por mis venas así que
sonreí y me atreví a contestarle. —Tú también te ves atractivo tal
y como estás —Y él de inmediato desvió la mirada mí. Estaba

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

completamente avergonzado y no supe cómo reaccionar así que


sólo reí. Hyukjae era un mejunje de contradicciones y aquello me
resultaba extremadamente divertido. Él mismo chico que decía
halagos sin parar y que se pasaba horas observando personas
mientras las dibujaba y las pintaba, sentía vergüenza al recibir un
elogio. —No creí que fueras tan tímido —le dije y lo vi ocultar una
sonrisa tras el atril. Entonces tomé nota de que ya había
comenzado a pintar. —No lo soy —Me había contestado, pero no
me miraba a los ojos y sabía que mentía. —¿Por qué eres tímido?
¿No crees que seas atractivo? —Él sólo me miraba segundos y
escondía risitas tras su escudo de tela y madera. —Te he dicho que
no lo soy —me contestó tan divertido como lo estaba yo. —
Entonces levanta la mirada y mírame —Él pareció dudarlo pero
rápidamente levantó el mentón y encontré su rostro por sobre el
atril. Recuerdo que lo miré con intensidad, sintiendo como mi
cuerpo se cargaba de adrenalina, nervios y alguna otra cosa
abrumadora. Supe de inmediato que aquello último venía de
Hyukjae y del hecho de estarlo viendo a los ojos. Tragué saliva y
él pareció contener la respiración hasta que finalmente logré decir:
—Eres hermoso —y entonces él suspiró y parpadeó tardándose
unos segundos de más en abrir los ojos, como si mis palabras le
hubiesen atravesado el alma del mismo modo que él lo había
hecho conmigo. No dijo nada, sólo me miró con aquellos ojos
vivos, sonrió un poco y volvió a mirar el lienzo sobre el cual
pintaba; pero supe aún sin conocerlo que no sólo estaba
avergonzado, sino encantado también. —Tú también lo eres —me
contestó luego de un minuto que pareció tan eterno que por un
instante creí olvidar de lo que hablaba. Pero en cuanto caí en
cuenta sonreí. Nos estábamos coqueteando y no me cabía duda. La
confianza que anteriormente me había invadido ahora ardía como

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

el fuego dentro de mí, y ebrio de seguridad me sentía capaz de


decirle cualquier cosa. Me descubrí deseando que notara cuanto lo
deseaba, lo desquiciado que estaba por él y que era capaz de
derretirme en sus brazos si él me tomaba en ellos. —Me encantan
tus labios —le dije —Y tus ojos, tu piel, tu aroma, la forma en la
que dices las cosas... y tus manos, pero eso ya lo sabes. Lo que no
sabes es que me perdería viéndolas moverse sobre ese lienzo,
sostener ese pincel y hacer arte —Él no dijo nada, sólo se quedó
estático un momento. Respiraba muy lento, pero dejaba que el aire
le llegase muy profundo en los pulmones y a mí me daba la
sensación de que sentía dentro de su pecho el mismo vacío que
tenía yo. Estaba intentando llenarlo de aire y yo estaba
suplicándole que lo llenara conmigo. Entonces, de pronto, recordé
a Heechul y su imagen golpeó el pilar de confianza que había
construido y me dejó sobre el piso. Y no noté que era tan evidente,
pero recuerdo que de pronto la mirada de Hyukjae cambió y él
salió con el pincel en mano de detrás del lienzo. —¿Qué sucede? —
me había dicho con la voz cargada de un deje de preocupación.
Fingí que no sucedía nada y lo miré intentando lucir
desconcertado. De pronto me sentía tímido, estúpido y ridículo al
intentar coquetear con el hombre que tenía delante —Algo te
sucede —me dijo él cuando llegó a mi lado; a mi aterró lo mucho
que me conocía en tan poco tiempo —Estás encorvado, bajaste el
mentón... ¿Qué sucede? —Como no le contesté él se acercó más y
se acomodó dejando que una de mis piernas acabase entre las
suyas. Estaba tan cerca de mí que sentía el calor de su cuerpo
fundirse con el mío y meterse bajo mi piel. —Nunca bajes la
mirada —me dijo con la voz suave y serena —Tienes unos
hermosos ojos, Donghae —y entonces con el mango del pincel que
traía levantó mi mentón hasta que mis labios estuvieron casi a la

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

altura de los suyos. Sentía el corazón latiendo en mis oídos y la


sangre correr caliente por mi cuerpo. Hasta la piel me picaba de
deseo. Y, mientras todo eso sucedía, la mirada de Hyukjae
quemaba sobre la mía y su respiración entraba en mis labios
mientras yo me desesperaba por apropiarme de ella, por
apropiarme de él completamente. —¿Qué sucede, Donghae? —
susurró contra mis labios y supe que ya no se trataba sólo de mí —
Dime que sucede entre tú y yo. Dime si es cierto que nos
deseamos tanto... —y entonces lo besé.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Capítulo 8
En los primeros segundos me pareció estar metido en una
especie de trance. Me sentía ajeno a todo, y ese todo incluía el
mundo, mis complejos, Heechul e incluso a Hyukjae y a mí
dentro del plano físico. De pronto me hallé metido en un plano
inmaterial que me dejó extasiado, sumergido en una nube lo
bastante suave como para sentir cualquier cosa, luego sentí los
labios de Hyukjae. Él comenzó a besarme lenta y pausadamente y
yo me descubrí perfectamente alineado a su ritmo. Nuestros
labios se tomaban, se soltaban y volvían a tomarse tan deprisa que
daba la impresión de que ambos estaban enviciados con el otro. Y
yo estaba enviciado con él y él conmigo. Mis sentidos, entonces,
comenzaron a ampliarse y volverse aún más agudos. Sentí su
mano en una de mis mejillas y en la otra sentí las hebras del pincel
pintar mi cara de algún color, luego lo oí caer en la mesa, rebotar y
acabar tintineando en el piso. Podía sentirlo todo, su respiración,
el sonidos de nuestras bocas, el sonido de nuestra ropa rozándose
y el de nuestros corazones latiendo, aunque quizás sólo oía el mío
que latía por los dos.
Cuando nuestros labios se separaron resignados, él
permaneció un instante con su frente sobre la mía, tenía mis ojos
cerrados y me imaginaba que él también. No hallaba que decir,
luego entendí que no quería decir nada y sólo rodeé su cuello con
mis brazos y lo abracé. Él tardó un momento en corresponderme,
pero cuando lo hizo me abrazó con fuerza, incluso con necesidad.
Entonces me di cuenta de cómo todo aquello que días atrás me
abrumaba se había aplacado. No sentía ningún tipo de escalofríos,

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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no me sentía desvanecer y mi corazón había vuelto a latir


tranquilo dentro de mi pecho. No había ningún sentimiento capaz
de golpearme y hacerme sentir perdido, y no es que lo que sintiese
no fuese intenso, lo era, pero se sentía diferente. Por el contrario,
sentí como una simple felicidad me invadía llevándose con ella
todo el caos que había habido dentro de mí. Estaba calmado,
completo y totalmente seguro que aquel torbellino de cosas era
simplemente mi alma tirándome hacia él. Ahora que estaba en sus
brazos todo mi ser estaba en paz.
Cuando finalmente nos separamos sus manos bajaron hasta
mi cintura y me sostuvo mientras mis brazos eran incapaces de
soltar su cuello, quería poder verlo a los ojos, pero no lo quería
lejos de mí. En el momento en el que nuestras miradas se
encontraron sentí mi pecho ser envuelto de un calor abrasador, se
sentía tan bien que hubiese podido ronronear contra su cuello de
placer. Luego el sonrió examinando mi cara y llevó su mano a mi
mejilla, lo sentí dibujar algo con su dedo y comprendí aún sin
verme que ahora había un corazón trazado en ella con la pintura
con la que el pincel me había ensuciado mientras nos besábamos.
—Entonces es cierto —Dijo rompiendo el silencio suave que
nos abrazaba y nos había dejado perdidos en aquel limbo que yo
había visitado muchas veces antes, pero esa vez no lo hice sólo.
Por la forma en la que él me miraba y el modo vago con el que
salían sus palabras, supe que Hyukjae estaba tan perdido como yo.
Y, de hecho, me costó unos segundos recobrar el hilo de la
conversación que habíamos llevado antes. Él me preguntó que
sucedía entre ambos, si acaso era cierto que nos deseábamos tanto.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

—Te deseo —susurré entonces sintiendo como mi rostro


ardía. No me sentía especialmente tímido, sino más bien envuelto
en una intimidad que llegaba incluso a ser sensual. La mano con la
que él había dibujado mi rostro estaba de vuelta en mi cintura y su
pulgar no dejaba de acariciarme, mientras llevaba tiempo jugando
con su cabello, dejando sobre él delicados masajes.
—Y ahora me tienes —me contestó y se inclinó sobre mí
para besarme. El beso fue corto porque en ese mismo instante una
idea atroz me golpeó con fuerza. Kim Heechul estaba de nuevo en
mi cabeza.
Me preguntaba con una amarga insistencia qué hacía que lo
tuviera, ¿el hecho de que me hubiese besado significaba que era
mío? ¿Entonces había sido de Heechul mientras estaba en sus
labios? o quizás se refería a tenerlo de un modo literal, porque lo
tenía contra mi cuerpo y entre mis brazos. Fuese como fuese, la
felicidad que antes me había invadido se desvaneció cuando una
mezcla extraña de tristeza, celos y rabia pasó por encima de ella.
Era un libro abierto y él un ávido lector, así que no le demoró
más que segundos saber que algo malo pasaba dentro de mí. Sus
brazos se habían cerrado alrededor de mi cintura y me sostenía
con fuerza provocando que nuestros cuerpos estuvieran uno
contra otro, y me descubrí enterrando mis dedos entre sus cabellos,
luego acariciándole la cara.
—Ahí está de nuevo —me había dicho buscando mis ojos con
intensidad, como si intentara ver más allá de ellos, como si
intentara ver mi alma. Lo que él no sabía aún, o tal vez sí, es que
mi alma estaba postrada a sus pies suplicando que escuchara todo
lo que ella tenía para decirle.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

—Dime lo que te atormenta —su rostro reflejaba una


preocupación tan genuina que decidí dejar de lado mis miedos,
mis inseguridades y el temor por contar que su intimidad me
provocaba. Estaba de nuevo sobre aquel campo minado, dando
pasos inciertos, sin saber cuándo avanzaría y una mina explotaría
bajo de mí llevándome lejos de él y de su vida. Pero quería estar
con él, quería seguir con él y sabía que no tenía caso temer el resto
de mi vida. Tampoco quería vivir atormentado por la imagen de
Heechul.
Él había bajado su rostro hacia el mío y me acarició con la
nariz algunas partes de la cara. Antes de hablar, busqué sus labios
desesperadamente y volví a besarlo. Para cuando nuestros labios
se separaron me sentía más fuerte y seguro.
—La otra noche... —comencé a decir —te oí llegar muy tarde,
oí mucho ruido y salí —intentaba omitir el hecho de que, lo que
me había llevado tras sus pasos, había sido algo más que simple
curiosidad —cuando pasé por tu cuarto escuché más voces, tenías
la puerta abierta y me asomé. Te vi besando a Heechul.
Él se había quedado pasmado y supe que no esperaba que yo
supiera lo de aquella noche. Aún así no supe que pensaba, era
imposible saberlo. Él era enigmático y yo siempre me había
empeñado en descifrar sus jeroglíficos, pero aquel día, quizás
porque no lo conocía lo suficiente para saber por dónde empezar,
sólo esperé. Él estuvo en silencio como si no hallara las palabras
correctas, luego comenzó a mover sus labios y pasaron segundos
hasta que su voz pudiese salir de ellos formulando dos palabras.
—Lo siento —me quedé pasmado. No comprendí si me pedía
disculpas por haber tenido un revolcón en mi hotel, si me pedía

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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disculpas por lo incómoda que fue aquella situación, o porque


realmente veía el dolor en mi mirada. Fuese como fuese, ya lo
había perdonado. Pero quería que me lo explicara todo. O mejor
aún, quería que me dijera que no había significado nada.
—Eso fue un error y no quiero estar aquí dándote alguna
excusa demasiado típica, no estaba ebrio pero si enojado y aún así
aquello no lo justifica. Yo, no lo sé... —dijo entonces y noté la
dificultad con la que salían las palabras de su boca, y sé que estaba
arrepentido pero le costaba una vida hablar de sí mismo. Así que
decidí que ya había oído suficiente. Lo atraje contra mi cuerpo, lo
abracé y volvimos a besarnos. Luego tomó mi rostro y me miró a
los ojos, después susurró —Siempre te quise a tí.
Aquel día el lienzo siguió vacío, ninguno se atrevió a
separarse del otro y permanecimos besándonos el resto de la tarde.
Tampoco hablamos de nosotros, de lo que sucedía, de cómo
comenzó a suceder y de cómo seguiría. Sólo recuerdo que en algún
momento de esa tarde me separé de él para verme en el espejo. Me
veía distinto, estaba acalorado y mis mejillas lucían teñidas de un
rubor bastante impropio en mí. Para entonces mis labios ya
estaban hinchados, rojos y suaves, tan empapados de pasión como
lo estaban mis ojos. Brillaban oscuros y vivos. Luego miré el
corazón dibujado sobre mi mejilla, era de color azul.
—Mi color preferido —Hyukjae había aparecido por mi
espalda y había rodeado mi cuerpo con sus brazos. En ese instante
tomé nota de dos cosas, su color preferido era el azul y el reflejo de
ambos era mágico.
—El mío es el rojo —le contesté y alcé una mano para tocar
su rostro, luego me volteé y descansé escondido contra su cuello.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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Él olía a vainilla y su piel era tan suave como la de sus manos. No


me resistí a dejar sobre ella un pequeño beso que él respondió
estrechándome aún más contra su cuerpo.
Estar con él me hacía sentir tan en paz que todo mi cuerpo
entraba en un estado de relajación tal que solía sentirme incluso
adormilado. Y sus caricias siempre eran perfectas. Aquel día, una
de sus manos iba de mi cabello hasta mi espalda delineando con
sus dedos mi columna vertebral. Nos resultaba tan fácil estar en
silencio que la mayor parte del tiempo no hablábamos, sólo nos
limitábamos a estar juntos.
No salimos del cuarto hasta que el sol comenzó a caer tras el
horizonte del mar. Habíamos pasado tanto tiempo sumergidos en
la habitación luminosa de paredes color coral que el resto del hotel
parecía un lugar extraño. Caminamos en silencio por el pasillo
aún tomado de las manos, a él lo dejé en su cuarto y me dirigí al
mío.
Cuando me quité la ropa de otra época me di cuenta que ésta
había quedado impregnada del aroma dulce de Hyukjae, luego lo
encontré incluso sobre mi piel. Entonces decidí dejar la ducha para
la última hora del día y tampoco me atreví a quitar el corazón de
mi mejilla.
Habíamos acordado encontrarnos para cenar, o más bien
para cocinar la cena, pero en cuanto estuve a solas me descubrí
sintiéndome tímido e intimidado por volver a verlo fuera de
nuestro de refugio color coral. Y no salí hasta al menos diez
minutos después de haberlo oído bajar las escaleras.
Lo encontré sentado en la cocina. Vestía ropa más ligera, una
camiseta negra con un escote amplio que dejaba ver su piel suave

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

y lechosa y unos pantalones de mezclilla que llevaban rotos a lo


largo de sus piernas. Se veía años más joven de lo que era en
realidad. Se veía descaradamente atractivo.
—Aún traes el corazón —me dijo cuando nuestros ojos se
encontraron en la cocina. Me llevé una mano a mi mejilla y
acaricié con la yema de mis dedos los trazos ásperos de la pintura,
decidí ocultar que lo había dejado ahí a propósito y sólo fingí que
había olvidado su existencia.
No recuerdo que comimos aquel día, sólo tengo la nítida
imagen de nosotros picando verduras, luego la imagen de los dos
totalmente satisfechos y sentados frente a la chimenea mientras
bebía té y él café porque no toleraba mi herbática bebida.
Recuerdo pensar en cuánto deseaba volver a besarlo y en lo
ridículo y difícil que era estar cerca de él otra vez. No dejaba de
buscar alguna excusa para tocarlo, para volver a sus brazos y a sus
labios. Y entonces la vi. Tenía una pequeña cicatriz bastante
reciente en la palma de su mano, así que dejé la taza de té sobre la
mesita frente a nosotros y tomé su mano para verla de cerca,
aunque sólo quisiera tocar su piel una vez más.
—¿Qué te sucedió? — le pregunté intentando lucir interesado
mientras con mi dedo pulgar acariciaba la cicatriz rosada.
—Una herida de guerra —Dijo en broma —Creo que me la
hice en Berlín. Aquí tengo otra —había bajado el cuello de su
camiseta y me mostró alguna parte de su cuello. Fingí no poder
ver bien y me acerqué para verlo y tocarlo mejor, entonces el
aprovechó y pasó su mano por mi cintura, me atrajo a su cuerpo y
yo me recosté contra su pecho. Comprendí que ambos estábamos
deseando lo mismo, que los dos anhelábamos el contacto del otro.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

—Fue un accidente de bicicleta, tengo una cicatriz aún


mayor en la pierna —Me explicó pero no se movió un centímetro
para enseñármela aunque fuese, de las tres, la que mayor interés
debería producir. Por mi parte, estaba agradecido de que no lo
hiciera, quería quedarme contra su cuerpo, acurrucado entre sus
brazos.
—¿Eres de los apasionados a ponerse en peligro por un
instante de adrenalina? —pregunté riendo y rodeé su torso entre
mis brazos. Estaba bromeando, pero lo cierto era que imaginarlo
en peligro provocaba en mí alguna angustia intensa.
—Algo así —me contestó y se encogió de hombros —¿Y tú
eres de los apasionados a estar siempre en casa sano y salvo?
Yo reí porque había dado en el clavo.
—Bingo —le contesté —Jamás podría llevarte el ritmo —
agregué y entonces una especie de bomba, una mina de mi propio
campo minado, explotó.
Hyukjae era un viajero, se iría algún día, se iría en tres meses.
—Algún día haremos algo divertido y arriesgado y sé que
acabarás adicto a la adrenalina —lo oí decir, pero mi mente se
quedó perdida en aquel Algún día. Sonaba tan lejano, tanto que me
costaba pensar en ponerle un límite de tres meses, incluso menos.
Luego me pregunté si acaso tenía conquistas en cada sitio al que
viajaba, algún muchacho al que pintaba, si acaso yo era parte del
tour. Pero, por el contrario, le pregunté:
—¿Nunca vuelves a casa? —ya me lo había dicho, pero quería
saber más. Quería saber si en alguna parte del mundo tenía una
familia, si había un sitio al que llamara hogar, incluso quería saber

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qué hacía para vivir, cómo lograba viajar por todo el mundo,
quería saber si algún día se detendría... o en especial, quería saber
si se quedaría conmigo.
—Supongo que te refieres al sitio donde me crié —me dijo y
su mirada quedó perdida en un sentimiento de añoranza —Volví
dos veces, pero no lo haría otra vez —¿Conflictos familiares?
¿Vivía acaso una eterna rebeldía? ¿Su hogar albergaba espantosos
recuerdos, quizás una muerte de un familiar? No podía siquiera
imaginarlo.
—¿Y no piensas detenerte nunca? —me miró con intensidad.
—¿Tú abandonarías todo para vivir un mes en cada ciudad
del mundo? — Entonces yo también lo miré del mismo modo.
El hotel era mi vida, mi familia y Kyuhyun también lo eran.
Abandonarlo todo, nunca hubiese podido estar dentro de mis
planos. Me sentía como un árbol aferrado a sus raíces. Además,
abandonar el hotel era abandonar a papá, lo último que me
quedaba de él. Y sin embargo abrí mis labios y respondí:
—No lo sé.
Y él me contestó: —Entonces yo tampoco lo sé.

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Capítulo 9
Los días y finalmente las semanas comenzaron a correr y
Hyukjae y yo parecíamos estar cada instante más enviciados con
el otro. Nos descubrimos despertando más temprano y durmiendo
más tarde sólo para permanecer más tiempos juntos. Estar con él
seguía siendo un sueño y su compañía seguía llevándome a
experimentar aquella calma que me dejaba varado en un limbo
para dos. Por otra parte, el resto del mundo parecía comenzar a
alinearse a nuestro alrededor.
Heechul había ido un día al hotel, pero Hyukjae sólo lo
recibió un instante en el vestíbulo, supe luego que le había dado
uno de los dos retratos que había pintado de él, el último jamás lo
había terminado. Y esa fue su última visita, sólo volvimos a verlo
en escasas ocasiones cuando Hyukjae y yo visitábamos el pueblo,
pero ellos sólo se saludaban fríos y distantes. Desconocía si
Heechul sabía lo que había entre nosotros, tanto por si Hyukjae se
lo había contado o porque veía la pasión arder en el oscuro de
nuestra mirada cuando estábamos juntos. De cualquier modo, no
me importaba. Heechul había pasado de ser un espectro maligno
en mi cabeza a un simple recuerdo vago y ajeno a mí, a Hyukjae y
a aquel Nosotros que había entre los dos.
En algún punto mi mundo se había quedado estático frente
al chico de cabello castaño y labios rojos que me sonreía cada
mañana y me besaba en cada atardecer. En semanas habíamos
descubierto juntos sitios en mi hermoso pueblo costero que
incluso los antiguos habitantes desconocían. Nos aventurábamos
con frecuencia a los confines de la playa y veíamos cada tormenta

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

desde la ventana de la sala, sentados sobre una manta y envueltos


en los brazos del otro. Había aprendido a amar lo desconocido
tanto como él y comprendía ahora su curiosidad por el resto del
mundo. Incluso, en la soledad de mi cuarto, cuando el sol caía y
sólo la luna me iluminaba desde mi ventana, solía cerrar los ojos y
soñarme corriendo tras sus pasos. A veces eran desiertos, bosques,
selvas o praderas cubiertas en nieve; solía soñarme lejos de aquí,
recorriendo el mundo tomado de su mano. Pero en cada ocasión
me despertaba sintiéndome abrumado y confundido, a tal punto
que, en algún momento, había decidido dejar el tema a un costado
tantas veces que, cada vez que sucedía, la simple idea acababa
confinada a un espacio de mi mente intelectualmente desierto. Sin
importar que, al final de día, Hyukjae era como un pájaro
preparando sus alas, a punto de migrara hacia algún lugar del
mundo, el horizonte siempre parecía esperarlo; yo, por el contrario,
era como un sauce aferrado a sus raíces, contemplando el bello
pájaro posado entre mis ramas, resignado a saber que jamás
anidaría en mí.
La pintura que comenzamos el día de nuestro primer beso,
demoró semanas en estar lista. Pues nuestro pequeño paraíso de
cuatro paredes y papel tapiz color coral parecía infringir sobre
nosotros un efecto frenético y abrumador. Cada pincelada era
interrumpida por besos, abrazos o palabras dulces que salían de
mis labios o de los suyos. Y luego de aquello seguía un largo
momento en el que ninguno se atrevía a escapar de los brazos del
otro, quedando confinados en silencios eternos en los cuales sólo
nuestras almas se susurraban promesas cósmicas jurando
reencontrarse siempre fieles a la otra en quién sabe cuántas vidas

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

y en quién sabe cuántos mundos. Para entonces, ya lo amaba


frenéticamente.
Desconocía cuándo había comenzado a amarlo, pues el amor
que sentía por él a veces parecía tener origen en nuestro primer
beso, en la noche de la tormenta, cuando correteamos por la arena
y el mar helado o incluso en aquel mágico 28 de febrero. Amarlo
era tan fácil que sé que pude haberlo hecho en cuanto lo vi cruzar
el umbral de la puerta y oí salir la primera palabra de su boca.
Amarlo era tan bello que podía seguir haciéndolo el resto de mi
vida. Amaba todo de él. Amaba su curiosidad, su coraje, la manera
en la que hacía de las catástrofes simples tormentas pasajeras.
Amaba lo que decía, sus silencios, sus risas. Amaba sus secretos,
aquellos que callaba y los que me contaba en madrugadas de lluvia.
Amaba con locura su alma de niño, la pasión con la que me besaba,
la intensidad con la que sus brazos me rodeaban y la dulzura con
la que susurraba mi nombre contra mis labios. Amaba cada parte
de su ser, con cada parte del mío. Y lo amaba más conforme él me
dejaba seguir el rastro de migajas hasta lo más profundo de su
alma.
Con el tiempo él comenzó a hablarme de sus viajes, me
contaba anécdotas y yo tomaba nota de todo lo que podía. Supe
entonces que adoraba el bosque, el frío y el viento. Supe que
amaba el silencio tanto como a la música, y que con cualquier
ritmo movido él bailaba hecho una mezcla demencial de pasos
descoordinados y divertidos.
Él era extraño, porque de pronto era un ser envuelto en paz y
luego un torbellino de entusiasmo y energías. A veces yo me
quedaba viéndolo, con una sonrisa suave en mis labios, intentando

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

comprender qué clase de criatura hermosa era la que tenía delante.


Lo cierto es que nunca lo comprendí hasta que me resigné a
entender que era un ser único en la tierra, comprendiendo a su vez
el porqué de la necesidad que había encaprichado al mundo
haciéndolo desear tenerlo en cada rincón de sus vastos paisajes,
entonces me sentí egoísta por haberlo querido sólo para mí. Sin
embargo, lo deseaba tanto que, pese a cualquier capricho del
mundo, lo quería siempre preso de mis brazos.
Recuerdo que era una tarde extrañamente cálida. La pintura
finalmente estaba lista y estaba ansioso de verla. Las últimas
pinceladas las había hecho Hyukjae encerrado de madrugada con
el simple recuerdo de mi figura, y yo comenzaba a pensar que
tenerme posando era una excusa para observarme.
Tengo el recuerdo nítido de su voz llamándome escaleras
arriba. Él estaba en su cuarto y finalmente me dejaría ver su arte.
Subí despacio porque la ansiedad y los nervios de verme plasmado
en lienzo y pintura, tenían a mis músculos rígidos y temblorosos.
Hyukjae me recibió como un escolta en el último escalón y reí
cuando él cubrió mis ojos con sus dos manos y caminamos a
tropezones dentro de su cuarto. En algún momento habíamos
fantaseado con que la pintura se quedara en nuestro paraíso color
coral, pero luego Hyukjae dijo que quería verme siempre antes de
dormir y no pude evitar pensar en cuánto deseaba lo mismo que él,
pero no lo quería en una pintura, lo quería en carne y hueso, a mi
lado, bajo mis sábanas.
Cuando finalmente entramos en su cuarto, él me dejó de pie
frente a la cómoda que había junto al espejo.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

—¿Estás listo? —me preguntó con la voz desbordando de


energía y ansiedad.
—Muero por verlo —le contestó sintiendo mi cuerpo
envuelto en nervios.
Entonces él destapó mis ojos y delante de mí me vi a mi
mismo luciendo como una criatura sobrenatural, hermosa,
deseable y mágica. Aquel ser era idéntico a mí y aún así apenas si
podía reconocerme en él, entonces me pregunté si acaso Hyukjae
me veía de ese modo. Fuese como fuese, me volteé conmovido por
su arte, su talento y la admiración que provocaba en mí, para
atraparlo entre mis brazos y besarlo con fuerza y necesidad.
—Amo lo que eres capaz de hacer con esas hermosas
manos— Le dije intentando no decir que, en realidad, lo amaba a
él completamente.
—¿Entonces te gustó? —me preguntó con una sonrisa, con
los ojos chispeantes y las mejillas encendidas.
—Me encantó. Has hecho arte conmigo —le dije y volví a
besarlo.
— Entonces ahora déjame hacer arte sobre ti.
Recuerdo haber reído, seguro de que sus palabras no eran
más que parte de uno de los tantos versos que salían de sus labios,
pero me miró de inmediato de aquel modo que me hizo saber que
era completamente literal.
Mucho antes de que siquiera me atreviera a decir algo, ya me
hallaba totalmente a su merced. Estaba sin camisa, tumbado sobre
su cama, sintiendo mi corazón latir desesperadamente dentro de

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

mi pecho. El cuarto entero se había impregnado de un aroma


dulzón que venía de las pinturas que Hyukjae mezclaba sobre una
paleta vieja. Iba a pintar sobre mí, sobre mi pecho ardiente. Y no
supe si fue la desnudez de mi piel o su cuerpo junto a mí sobre la
cama lo que provocó la nube de intimidad que acabó por rodearnos
a ambos.
El aire de pronto se tornó caliente y ninguno parecía capaz
de decir nada, luego Hyukjae tapó el silencio con música.
Comenzó a sonar un popurrí de bandas y solistas que él había
cosechado entre sus viajes, la primer canción era de una banda que
había conocido en Estados Unidos, creo que su nombre era Never
shout never.
La voz joven del cantante cantó su primer verso en el mismo
instante en el que Hyukjae daba su primera pincelada sobre mí. Él
estaba tumbado a mi lado, sostenido por su codo y el antebrazo
mientras su mano, la que sostenía el pincel, dibujaba figuras en el
aire y en mi piel. El pincel era tan suave que me provocaba
cosquillas, pero yo estaba tan concentrado en imaginar los trazos
sobre mi cuerpo que no hallaba espacio para las risas. Sólo la
mirada de Hyukjae me desconcentra cuando sus ojos estaban
sobre mi rostro.
—No me veas —le había dicho avergonzado por lo íntima
que me resultaba la situación, no podía además soportar su mirada
ardiente sobre mis ojos.
—Ahora eres arte —me contestó y desvió su mirada hacia mi
abdomen donde su pincel trazaba una línea recta que, según mi
imaginación, terminaba por darle forma a la mano que había

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

dibujado sobre mi piel. Luego volvió a mirarme, intenso y sensual


—no puedo hacer más que apreciarte.
Contesté respirando profundamente y mordiendo mi labio,
intentando contener aquel Te amo desesperado por salir de mi boca
y llegar a sus oídos. Cuando me sentí seguro de poder hablar sin
desbordar mi alma entre palabras liberé mis labios de la prisión
que mis dientes habían formado para mi seguridad emocional.
—Tú haces arte conmigo —le dije y él sonrió —pero no hablo
de pinturas, ni de lienzos ni pinceles —Entonces sus ojos me
miraron con intensidad —Hablo de lo que me haces sentir... haces
arte conmigo, con mi alma, con lo que sea que esté dentro de ella.
Él se quedó en silencio y sin una sola palabra de por medio,
me besó. Sus labios atraparon los míos tan sedientos como yo
recibí los suyos. Hyukjae tenía un modo tan único de besar... su
boca se posaba sobre la mía y me acariciaba lenta y suavemente
hasta que acababa devorándome y haciéndome sentir aturdido y
tan vulnerable que no podía hacer más que dejarme perder entre
sus brazos. Y, en algún momento de todo aquello, él dejó caer su
pincel junto a mi cadera y su mano, suave y cálida, se posó en mi
abdomen y se arrastró hasta mi pecho. Entonces lo comprendí, el
dibujo en mi piel era su mano acariciándome, el arte era su deseo
por mí.
—Te necesito, Hyukjae —había susurrado totalmente
involuntario a mis palabras.
Mi descubrimiento me había golpeado de tal modo que había
sacudido mi propio deseo por él. Aquel que hacía arder mi sangre
y aceleraba mi corazón.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

—Y yo te necesito a ti —me contestó separándose de mí lo


suficiente para poder verme a los ojos. Su mirada estaba
impregnada de la misma necesidad que sus labios profesaban. Me
miró unos segundos y supe que estaba intentando ver más allá de
mí, leer mi cuerpo, mi mente y mi deseo por él. Luego se mordió
su propio labio y se irguió, segundos después su pecho estaba tan
desnudo como el mío; y sentía como todo mi deseo, mi sed por él,
se concentraba en un sólo punto de mi cuerpo.
No fue hasta que Hyukjae estaba sobre mí, entre mis piernas
y besándome de nuevo que me sentí completo una vez más. Él era
todo lo que quería, y lo necesitaba en todas las formas existentes.
Recuerdo que en ese mismo instante comencé a oír una
canción, la conocía y la recordaba de memoria. Kt Tunstall
comenzó a cantar Other Side of the world y me dejé ir como una
balsa al deriva entre su voz, sus versos y Hyukjae deshaciéndome
entre caricias, beso y palabras dulces que encendían mi piel y cada
uno de mis sentidos.
Mi cuerpo no podía evitar reaccionar a su tacto, sentía como
un calor irradiaba desde el punto donde sus labios se unían a mi
cuerpo, él me besaba el cuello y yo gemía. Luego Kt Tunstall
cantó: Tú eres el otro lado del mundo para mí...
Y, el miedo a perderlo en el horizonte incierto al que su alma
desarraigada de todo podía llevarlo, hizo a que me aferrara a él, a
su cabello y buscara desesperadamente sus labios. Lo besé y lo hice
con tanta necesidad y miedo que recuerdo haber mordido sus
labios y oírlo gemir en respuesta. Por alguna razón sé que él sabía
lo que pensaba, sabía de mi miedo a perderlo, quizás porque él

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

también lo temía. Entonces, como si la cantante también lo


supiera, la música dejó ir versos que decían:
¿Puedes ayudarme?
¿Puedes dejarme ir?
¿Puedes seguir amándome cuando no me veas nunca más? Y en ese
instante, como si la estrofa hubiese salido de los labios de Hyukjae,
él susurró contra míos: —Te amo, Donghae. Y le respondí. —Te
amo, Hyukjae. Y Kt Tunstall cantó una vez más el estribillo, pero
esa vez escuché: Tú estás al otro lado del mundo para mí...

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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Capítulo 10
La primavera llegó envuelta de mi agonía por ver cada
amanecer y cada atardecer cernirse sobre el cielo recordando cada
instante que los días iban y venían, que el reloj de arena que el
destino había volteado aquel 28 de febrero ya tenía una de sus
puntas prácticamente vacías. Mientras, yo intentaba detener el
tiempo proponiendo planes cada noche en un intento absurdo de
prometernos a ambos otra mañana juntos, como si aquello evitara
que el tiempo corriese y se escapara de entre mis dedos como el
agua. Pero lo cierto era que mi pueblo costero se había acabado, ya
no existía rincón que no hubiésemos recorrido juntos, ni secretos
o historias que Hyukjae no hubiese oído. Mi mente estaba allí casi
siempre, perdida en el horizonte incierto que amenazaba a la playa
y a mí con llevarse a nuestro bello espíritu. Él único que lograba
desprenderme de mi terror demencial por perderlo era él.
Pasábamos a veces los días leyendo, a veces cantando, otras tantas
nos perdíamos en los confines de la playa y acabábamos tan lejos
del mundo que solíamos hacer el amor sobre la arena o dentro del
mar, perdidos en el otro, en aquel nosotros que habíamos
construido. Aprendí de él en tres meses, lo conocí de pies a cabeza,
desde su mente hasta su alma y entendí con ello que Hyukjae no
era egoísta ni mezquino consigo mismo, él sólo cuidaba del resto
del mundo. Su desarraigo tenía razón y motivos, no tenía sentido
que alguien supiera más que su nombre, pues al fin y al cabo él se
marcharía y ese alguien lo olvidaría. Pero en algún punto yo había
sido diferente, quizás él sabía que siempre lo recordaría, que jamás
dejaría de amarlo. Y sin embargo, pese a todo, cuando la noche
caía y Hyukjae dormía, me aferraba a su cuerpo y al miedo que

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

sentía por perderlo. Era tal mi pavor, que aún dormido, solía
despertar en cuanto mis brazos se separaban de su cuerpo,
entonces Hyukjae solía susurrar para calmarme —Estoy aquí... —
y aquello bastaba para llevarme de nuevo al sueño.
La mitad de mi primavera fue una seguidilla de pesares que
me hizo temer a las tardes, al sol hundiéndose tras el mar y a la
noche llevándose un día más. Eran inútiles mis intentos por
olvidarlo todo, por dejar mi mente sumergida en nuestro limbo
donde no había horizonte, ni tiempo, ni adiós, tampoco un hasta
luego. Sólo él logró apaciguar las pesadillas donde despertaba una
mañana sin su cuerpo cálido a mi lado.
Recuerdo aquella tarde, estábamos tumbados en la cama de
nuestro paraíso color coral. Nos hallábamos jadeantes, con la piel
ardiente, desnudos y envueltos en los brazos del otro. Me
encontraba sumergido en aquel ensueño al que me llevaba entre
besos y palabras dulces, tenía los ojos cerrados y sentía sus mano
acariciar mi espalda. Él llevaba callado demasiado tiempo y yo no
estaba seguro si se hallaba pensando o sólo disfrutando de nuestro
cálido silencio. Luego sus labios besaron mi frente y me obligué a
mirarlo a los ojos.
—¿Qué piensas del amor? —Me preguntó. Y sentí que tenía
tantas cosas para decir al respecto que no sabía por dónde empezar.
Sin embargo, con la mente atorada por el centenar de cosas
que quería decir, sólo fui capaz de responder con un:
—Creo que es hermoso. Solo míranos —dije y me moví de
modo que acabé sobre su pecho mientras mis piernas se enredaron
entre las suyas.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Él suspiró.
—Esto no es el amor —me dijo y frunció el ceño como si mi
respuesta hubiese removido en él algún pesar que lo atormentaba
—El amor va más allá —me dijo luego y su gesto se suavizó.
Estaba cautivado por él, por su rostro, por aquella expresión
que ponía cuando estaba a punto de desbordar en filosofía y
pensamientos que superaban mis límites intelectuales y culturales.
Era hipnótico como hablaba, como dejaba ir todo aquello que
pensaba.
—Es una mentira bien contada ésta que dice que el amor se
encuentra en una fotografía de ambos delante de una puesta de sol,
en un ramo de rosas rojas un 14 de febrero, en un beso bajo la
lluvia, en hacer el amor entre sabanas blancas. Es una mentira
bien contada en que el amor se encuentre. Donghae, no se
encuentra, se siente. Y se siente en un plano tan inmaterial que
nada tienen que hacer nuestros sentidos. No importa si nos vemos,
si nos tocamos, si nos probamos.... el amor se siente aquí —me
dijo y deslizó una mano entre nuestros cuerpos hasta que su dedo
índice tocó mi corazón, aunque sabía que iba más allá, hablaba de
mi alma, de mi espíritu —siempre se sentirá aquí. Y se sentirá de
una manera única que jamás nadie podrá explicar, porque no
existe nada en la tierra que le de forma al amor, no hay nada con
lo cual compararlo. Quien hable del amor acabará recitando una
seguidilla de metáforas sin sentido y será tachado de loco, porque
nos han contando tantos cuentos donde el amor se encuentra en
un Felices para siempre que no podemos comprender que el amor es
amor y nada más. El amor para el mundo es un negocio —
s1entenció —y nos han vendidos tantos paradigmas de amores

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

perfectos que ahora tememos amar irracional y ridículamente. El


amor no tiene reglas, no tiene modos, no tiene cuentos.... el amor
es lo más puro que tenemos, el amor es para todos, no sólo para
aquellos que son príncipes y princesas, que pueden verse cada dia,
besarse cada noche. Dime —dijo y su mirada me recibió intensa y
cargada de una pasión idealista que me hizo admirarlo más de lo
que ya lo hacía —Si acaso estuviese a un metro de ti, ¿aún me
amarías?
Respondí sin dudarlo.
—Claro que lo haría.
—¿Y si estuviese fuera de la habitación donde no pudieses
verme ni tocarme, tampoco oírme desde luego?
Sonreí.
—Aún te amaría.
—¿Y si me alejara un kilómetro de ti?
—Te amaría, Hyukjae.
Entonces él se acercó a mi rostro y sus labios estuvieron tan
cerca de los míos que sentía su cálido aliento fundirse con el mío
dentro de mi boca.
—¿Y si me fuese a cientos, miles, millones de kilómetros?
Tomé aire y susurré.
—Te amo, Hyukjae. Siempre te amaré, no importa lo lejos
que puedas estar.
Entonces lo entendí. Luego nos besamos.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Aquella tarde lo había cambiado todo. Dejé de tener sueños


dentro de los cuales lo perdía, por el contrario despertaba aún
entre sus brazos pero seguro de que su alma siempre estaría
conmigo. Recibía las tardes entre risas y por las noches me
entregaba a su cuerpo y hacíamos el amor como dos dementes,
como si aquella pudiese ser la última vez. Ya no le temía al Adiós
ni al Hasta luego. Y perderlo ya no significaba tenerlo lejos de mí.
El amor era otra cosa, estaba mucho más allá, y lo amaba y él a mí.
Las cosas siguieron siendo inevitables, pero ya no importaba,
ya no le tenía miedo al tiempo ni al reloj de arena.
Supe que iba a irse a finales de primavera. Estábamos
sentados en la arena, en aquel confín dentro del cual el mar se
volvía salvaje. Aquella tarde, sin embargo, las olas llegaban hasta
nuestros pies descalzos como suaves caricias de una playa que ya
se lamentaba la partida de su fiel amante. Parecía despedirse,
incluso el viento soplaba cálido, como si el cielo quisiera besarlo.
Recuerdo que lo supe cuando lo encontré con la mirada perdida en
el horizonte, luego entendí que observaba a la manada de pájaros
que volaban hacia algún sitio. Él era un ave añorando volar, y yo
lo imaginé revoloteando en una jaula que luego eran mis brazos.
Hyukjae seguía siendo mi bello pájaro y yo aquel sauce aferrado al
suelo. Me había enamorado de él y de sus alas, ¿cómo habría
podido impedirle volar?
Recuerdo que él me encontró con mis ojos puestos en su
bonito rostro y sonrió. Él sabía lo que pensaba, sabía que la sonrisa
de mis labios era un suave: —Ve, mi vida, vuela y se feliz.
Nos besamos sin ninguna prisa, como si por primera vez
tuviésemos tiempo y un Para siempre esperándonos al final del día.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
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Luego nos quedamos allí, pegados el uno al otro, dejando que el


viento nos envolviera y el mar nos dejara ir, como una balsa a la
deriva, hasta nuestro limbo donde sólo éramos él y yo.
—Dime, Donghae —me dijo mientras me estrechaba con
más fuerza entre sus brazos —¿Sabes que te amo?
Sonreí y le besé el mentón —Claro que lo sé.
—Sólo quería estar seguro de que lo supieras —me contestó
divertido y buscó mis labios para besarme —también quiero que
sepas que siempre te amaré. Nunca lo olvides —susurró.
No pude hacer más que sentir aquella paz que el tenerlo me
producía, y aquello iba más allá de tenerlo junto a mí, sentía que
su alma se mecía entre los brazos de la mía.
—Nunca lo olvidaré —le contesté —Tampoco olvides que te
amo, que siempre lo haré.
Luego nos besamos una vez más y nos perdimos en el otro
sin esperar hallarnos en ningún destino.
—Dime, ¿a qué lugar te gustaría viajar? —me preguntó
cuando nuestros labios se atrevieron a separarse.
Respondí casi sin pensar.
—Italia, es donde me gustaría ir.
Entonces él me miró con aquella pasión, con esa intensidad
propia de sus ojos.
—Entonces volvamos a encontrarnos en Italia, algún otro 28
de febrero. Sólo di que sí.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

—Sí, algún otro 28 de febrero...


En la madrugada del día siguiente, él se marchó.
No lo he visto desde entonces, sólo la playa me trae
recuerdos cuando llueve, cuando el mar arrastra hasta mis costas
objetos que estoy seguro que le encantarían. Sólo el viento me
susurra su nombre, sólo el frío me besa las mejillas recordando
que él alguna vez me ha besado. Sólo tengo su recuerdo
desgravado de mi piel, de mis labios; sólo tengo su alma besando
la mía, susurrándole aquellas promesas de encuentros cósmicos en
otras vidas.
Lo he extrañado, desde luego, y aún lo hago. Pero duermo
cada noche lejos de él y a su lado. Lo amo, siempre lo haré,
entregado a la inmaterialidad a la que el mismo amor que nos
confinó algún día. Y no, quizás no hay un Juntos para siempre,
quizás no hay un beso al final del cuento, pero así es el amor a
veces.
Y ya no hay recuerdos que contar, él no ha vuelto desde
aquel día. Así que sólo me basta decir dos cosas...
En primer lugar, amen. Amen ajenos al amor que han visto
en libros, cuentos y en el cine. Amen sin oír lo que la gente tenga
que decir sobre el amor.
Reivindiquemos el amar sin restricciones, el amor ridículo,
sin sentido. Reivindiquemos el amar sin ser correspondidos, el
amar sin reglas, el amar sin besos, el amor a distancia. Volvamos
a amar sabiendo que sólo se trata de sentir, que el amor es de todos,
que el amor es así.
Amen y no le tengan miedo al imposible.

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Un 28 de febrero, aquí o allá
Ritsu Hyung

Sólo amen...
Y en segundo lugar, déjenme decir sencillamente: Italia es
un lugar hermoso y hoy es un precioso 28 de febrero.

FIN

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