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Infarto del miocardio

Infarto de miocardio
El corazón es el principal órgano del
sistema cardiovascular. Es un músculo
palpitante que bombea sangre de forma
continua al resto del cuerpo. Las arterias
coronarias suministran al corazón el
oxígeno y los nutrientes necesarios para
funcionar con eficacia.
Los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y
otras sustancias fluyen libremente hacia el corazón y otras partes del cuerpo. En una persona
sana, las paredes de la arteria son lisas y de espesor uniforme. Con el tiempo, sin embargo,
una concentración elevada de colesterol circulante puede provocar la acumulación de
depósitos de grasa, llamados placas.
A medida que se deposita la placa, puede endurecerse y hacer que la arteria se estreche y se
vuelva menos flexible, una afección llamada ateroesclerosis. Si se desarrolla ateroesclerosis
en las arterias coronarias, la afección se denomina enfermedad de la arteria coronaria, o EAC.
Si el flujo sanguíneo se interrumpe de forma grave puede producirse un infarto de miocardio.
El término infarto de miocardio, o IM, es otro término empleado para ataque al corazón. Si la
obstrucción de una arteria coronaria supera el 70 por ciento, aumenta el riesgo de sufrir un
ataque cardíaco; el riesgo es casi seguro cuando la placa obstruye completamente una arteria
coronaria.
La coronariopatía también puede aumentar el riesgo de un infarto de miocardio mediante el
desarrollo de un coágulo de sangre. A menudo, puede aparecer una grieta en el lugar de
acumulación de placa. Cuando esto sucede, la sangre puede coagularse, o agruparse, en el
lugar de la grieta, o bien un coágulo de sangre llamado trombo puede aumentar de tamaño
hasta obstruir por completo la circulación de la sangre.
La extensión del daño sufrido por el corazón durante un infarto de miocardio depende de la
gravedad y la ubicación de la obstrucción, así como de la rapidez con la que se recibe el
tratamiento médico. Afortunadamente, existen muchas maneras de prevenir la ateroesclerosis
y reducir el riesgo de sufrir un infarto de miocardio.
EL INFARTO
Es la necrosis o muerte de las células de un órgano o parte de él por falta de riego sanguíneo
debido a una obstrucción o estenosis (estrechez) de la arteria correspondiente.
Localización del infarto
El infarto de miocardio afecta sobre todo el ventrículo izquierdo, pero la lesión puede
extenderse al ventrículo derecho o las aurículas. El infarto del ventrículo derecho suele
deberse a la obstrucción de la arteria coronaria derecha o de una arteria circunfleja izquierda
dominante y se caracteriza por el aumento de la presión de llenado del ventrículo derecho, a
menudo asociado con una insuficiencia tricuspídea grave y una reducción del gasto cardíaco.
El infarto inferoposterior causa cierto grado de disfunción del ventrículo derecho en
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aproximadamente el 50% de los pacientes y causa trastornos hemodinámicos en el 10 al 15%


de los casos. Debe sospecharse una disfunción del ventrículo derecho en todo paciente con
infarto de miocardio inferoposterior y aumento de la presión en la vena yugular asociados con
hipotensión arterial o shock. El infarto del ventrículo derecho que complica un infarto del
ventrículo izquierdo aumenta significativamente el riesgo de mortalidad.
Los infartos anteriores tienden a ser más grandes y a presentar peor pronóstico que los
inferoposteriores. En general, se deben a una obstrucción de la arteria coronaria izquierda, en
especial de la arteria descendente anterior, mientras que los infartos inferoposteriores reflejan
una obstrucción de la arteria coronaria derecha o de la arteria circunfleja izquierda dominante.
Extensión del infarto
El infarto puede ser
 Transmural
 No transmural
Los infartos transmurales comprometen todo el espesor del miocardio, desde el epicardio
hasta el endocardio, y suelen caracterizarse por ondas Q anormales en el ECG.
Los infartos no transmurales o subendocárdicos no se extienden a través de toda la pared
ventricular y sólo causan alteraciones del segmento ST y la onda T (ST-T). Los infartos
subendocárdicos suelen comprometer el tercio interno del miocardio, donde la tensión mural
es máxima y el flujo sanguíneo miocárdico es más vulnerable a producir cambios en la
circulación. Estos infartos pueden presentarse tras un período prolongado de hipotensión
arterial. Dado que la profundidad transmural de la necrosis no puede determinarse con
precisión mediante la evaluación clínica, los infartos suelen clasificarse como IMEST o
IMSEST en función del hallazgo de supradesnivel del segmento ST u ondas Q en el ECG. El
volumen de miocardio necrosado puede estimarse en forma aproximada de acuerdo con la
extensión y la duración del aumento de la concentración de creatina cinasa (CK) o por los
niveles máximos de las troponinas medidas con mayor frecuencia.
El infarto de miocardio sin elevación del segmento ST (IMSEST, infarto de miocardio
subendocárdico) representa la necrosis miocárdica (reflejada a través de los marcadores
cardíacos en sangre, con incremento de las concentraciones de troponina I o troponina T y
CK) sin elevación aguda del segmento ST. Pueden encontrarse cambios electrocardiográficos
como infradesnivel del segmento ST, inversión de la onda T o ambos.
El infarto de miocardio con supradesnivel del segmento ST (infarto de miocardio
transmural) es una necrosis miocárdica asociada con cambios en el ECG como supradesnivel
del segmento ST que no revierte rápidamente cuando se administra nitroglicerina. Los
marcadores cardíacos, troponina I o troponina T, y CK están elevados.
Signos y síntomas
Los síntomas de ambos tipos de infartos son los mismos. Aproximadamente dos terceras
partes de los pacientes presentan síntomas prodrómicos  entre varios días y semanas antes del
evento, que incluyen angina inestable o progresiva, disnea y fatiga.
El primer síntoma del infarto suele ser el dolor visceral subesternal profundo descrito por el
paciente como un dolor continuo o una compresión, que suele irradiar a la espalda, la
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mandíbula, el brazo izquierdo, el brazo derecho, los hombros o a todas estas áreas. El dolor
es similar al de la angina de pecho, pero suele ser más intenso y prolongado y se asocia con
mayor frecuencia con disnea, sudoración, náuseas y vómitos y se alivia menos o sólo
temporalmente con reposo o administración de nitroglicerina. No obstante, las molestias
pueden ser leves y alrededor del 20% de los infartos agudos de miocardio es silente (o sea,
asintomático o que causa síntomas indefinidos que el paciente no reconoce como una
enfermedad), con mayor frecuencia en los pacientes con diabetes. Los pacientes suelen
interpretar estas molestias como indigestión, en particular porque pueden atribuir el alivio
espontáneo erróneamente a la emisión de eructos o al consumo de antiácidos.

En algunos individuos, el infarto se manifiesta con síncope.


Las mujeres tienen más probabilidades de presentar molestias torácicas atípicas. Los ancianos
pueden informar disnea con mayor asiduidad que dolor torácico de tipo isquémico. En los
episodios isquémicos graves, el paciente suele experimentar dolor muy intenso, inquietud y
miedo. También puede presentar náuseas y vómitos, en especial cuando el infarto de
miocardio afecta la pared inferior. En ocasiones, predomina la disnea y la debilidad provocada
por insuficiencia del ventrículo izquierdo, edema de pulmón, shock o una arritmia grave.
La piel puede ser pálida, fría y sudorosa. Puede identificarse cianosis periférica o central. El
pulso puede ser filiforme y la tensión arterial es variable, aunque muchos pacientes presentan
cierto grado de hipertensión arterial cuando recién empiezan a percibir el dolor.
Los ruidos cardíacos suelen auscultarse algo distantes y casi siempre se detecta un cuarto
ruido. También puede identificarse un soplo sistólico apical suave de tono agudo (que refleja
la disfunción del músculo papilar). En el examen inicial, el hallazgo de un roce o un soplo
más llamativo sugiere una cardiopatía preexistente u otro diagnóstico. La detección de un roce
pocas horas después del establecimiento de los síntomas del infarto de miocardio hace
sospechar una pericarditis aguda en lugar de un infarto de miocardio. No obstante, los roces,
en general evanescentes, suelen identificarse durante el segundo y el tercer día posteriores al
infarto de miocardio con supradesnivel del segmento ST. En alrededor del 15% de los
pacientes, suele hallarse hipersensibilidad a la palpación de la pared torácica.
En general, el infarto del ventrículo derecho (VD) los signos incluyen un aumento de las
presiones de llenado de este ventrículo, con distensión de las venas yugulares (a menudo
conocido como signo de Kussmaul), campos pulmonares limpios e hipotensión arterial.

El infarto de miocardio
El infarto de miocardio o trombosis coronaria (familiarmente denominado ataque al corazón)
es la destrucción de parte de la capa muscular del corazón debido a la falta de oxígeno.
Un infarto de miocardio suele ocurrir cuando se forman coágulos de sangre en una de las
arterias coronarias (los vasos sanguíneos que comunican con el corazón) lo que bloquea el
aporte de sangre al corazón. A veces, el bloqueo puede deberse a un espasmo (estrechamiento
repentino) de una arteria coronaria.
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Con frecuencia, un infarto de miocardio causa dolor agudo y aplastante en medio del pecho.
El dolor puede irradiarse del pecho al cuello, mandíbula, orejas, brazo y muñecas.
Los infartos de miocardio son bastante más probables cuando existe un estrechamiento de las
arterias. Con frecuencia, el estrechamiento sucede a causa de los depósitos grasos que se
forman en las paredes de las arterias. El riesgo de formación de depósitos grasos puede
aumentar con el tabaco, la alimentación deficiente, la falta de ejercicio y la obesidad.
Los hombres tienen el triple de posibilidades de tener un infarto que las mujeres.
Síntomas del infarto del miocardio
El síntoma más reconocible de un infarto de miocardio es el dolor en el centro del tórax, que
irradia a la espalda, a la mandíbula o al brazo izquierdo. En pocas ocasiones, el dolor se
propaga hacia el brazo derecho. El dolor también se puede sentir en una o en varias de estas
zonas y no en el pecho. El dolor del infarto de miocardio es similar al de la angina de pecho,
pero suele ser más intenso, dura más tiempo y no remite con el reposo ni al administrar
nitroglicerina. En escasas ocasiones, el dolor se percibe en el abdomen y puede confundirse
con una indigestión, ya que se alivia de forma parcial o transitoria al eructar. Por alguna razón
desconocida, las mujeres suelen presentar síntomas distintos y menos identificables.
En alrededor de un tercio de los casos de infarto de miocardio no se siente dolor torácico. Esto
es más probable que ocurra en las mujeres, en personas de ascendencia no caucásica, en
personas de más de 75 años, en las que padecen insuficiencia cardíaca o diabetes y en las que
han tenido un accidente cerebrovascular.
Otros síntomas incluyen sensación de desvanecimiento o síncope, sudoración abundante de
aparición súbita, náuseas, dificultad respiratoria y latidos cardíacos muy intensos
(palpitaciones).
Durante un infarto de miocardio, se percibe inquietud, sudoración y ansiedad, y puede
experimentarse una sensación de muerte inminente. Los labios, las manos o los pies adquieren
una leve coloración azulada.

A edad avanzada, los síntomas no son los habituales; el principal suele ser disnea. Los
síntomas pueden parecerse a los de un malestar gástrico o un accidente cerebrovascular. Puede
haber desorientación. Sin embargo, alrededor de dos tercios de los individuos de edad
avanzada sienten dolor torácico, como las personas jóvenes. Las personas mayores, sobre todo
las mujeres, suelen tardar más tiempo que los jóvenes en aceptar que están enfermas o en
solicitar asistencia médica.
A pesar de todos los síntomas posibles, 1 de cada 5 personas que sufre un infarto de miocardio
tiene solo síntomas leves o ninguno en absoluto. El infarto de miocardio asintomático solo
puede detectarse cuando se realiza un ECG de control al cabo de algún tiempo.
Durante las horas siguientes a un infarto de miocardio, se escuchan soplos y otros ruidos
cardíacos anómalos con el fonendoscopio
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Las causas
Los factores que aumentan el riesgo de un infarto son: el envejecimiento (los hombres con
más de 45 años y las mujeres con más de 55 corren mayor riesgo), el tabaco, el sobrepeso, la
obesidad y la tensión arterial alta.
Otros factores son: nivel alto de colesterol en la sangre, diabetes, antecedentes familiares de
infartos de miocardio y la falta de ejercicio físico regular.

El riesgo de un infarto también aumenta si se tiene angina de pecho (dolor de pecho o


malestar debido a la falta de oxígeno en el corazón), o si ya ha tenido un infarto o le han
operado del corazón.
A veces, se puede confundir la angina de pecho con un infarto miocardio porque los signos
son parecidos. Sin embargo, a diferencia del infarto, la angina suele desaparecer a los 15-20
minutos de descansar o tomarse el medicamento.
El diagnóstico
Electrocardiografía
Análisis de sangre
Por lo general, cuando un hombre mayor de 35 años o una mujer mayor de 40 se queja de
dolor torácico, se considera la posibilidad de un síndrome coronario agudo. No obstante,
otros cuadros diferentes causan un dolor similar: la neumonía, un coágulo de sangre en el
pulmón (embolia pulmonar), la pericarditis, la fractura de una costilla, un espasmo del
esófago, una indigestión o el dolor a la palpación en los músculos torácicos después de una
lesión o de realizar un esfuerzo.
Por lo general, el ECG y ciertos análisis de sangre ayudan a confirmar el diagnóstico en
unas pocas horas.
Si hay sospecha de que tiene un infarto, normalmente le llevarán al hospital para hacerle unas
pruebas y confirmar el diagnóstico.
Con un electrocardiograma (ECG) se pueda trazar la actividad eléctrica del corazón. Cada vez
que late el corazón, se produce una pequeña señal eléctrica. El ECG es un aparato que registra
estas señales marcándolas sobre una hoja, lo que permite ver al médico cómo funciona el
corazón. La prueba es indolora y dura unos cinco minutos.
Cuando el corazón ha sufrido daños a consecuencia de un infarto, se empiezan a filtrar
lentamente determinadas enzimas en la sangre. Las enzimas son unas proteínas especiales que
contribuyen a regular las reacciones químicas que se producen en el organismo.
Si hay sospecha de que ha tenido un infarto, se tomará una muestra de sangre para analizar
si contiene estas "enzimas del corazón".
También puede hacerse una radiografía del pecho para comprobar si ha habido
agrandamiento (hinchazón) del corazón.
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Electrocardiografía
El ECG es el procedimiento diagnóstico inicial más importante cuando se sospecha un
síndrome coronario agudo. Este procedimiento proporciona una representación gráfica de la
corriente eléctrica que da lugar a cada latido cardíaco. En muchos casos, muestra de forma
inmediata que una persona está sufriendo un infarto de miocardio. Las anomalías detectadas
en el ECG permiten determinar el tipo de tratamiento necesario, así como el lugar en que el
miocardio ha sufrido el daño. Si se tienen antecedentes de problemas cardíacos que puedan
alterar el ECG, es más difícil detectar un daño más reciente. En este caso, debe llevarse
consigo una pequeña copia del ECG para que, si aparecen síntomas de síndrome coronario
agudo, se pueda comparar el ECG anterior con el actual. Si los distintos ECG registrados en
el curso de varias horas son completamente normales, se considera que es poco probable
que se trate de un infarto de miocardio.
Marcadores cardíacos
Medir las concentraciones de ciertas sustancias (denominadas marcadores cardíacos) en la
sangre también ayuda a diagnosticar un síndrome coronario agudo. Por lo general, estas
sustancias se encuentran en el miocardio y se liberan a la sangre solo cuando el miocardio
resulta dañado o muere. Las sustancias que se miden con mayor frecuencia son las proteínas
del miocardio denominadas troponina I y troponina T y una enzima denominada CK-MB
(creatinina-cinasa o creatinina-quinasa, subunidades del músculo y del cerebro). Las
concentraciones en sangre se elevan durante las 6 horas posteriores a un infarto de
miocardio y se mantienen elevadas durante varios días. Las concentraciones de marcadores
cardíacos suelen medirse cuando se ingresa al paciente en el hospital y, a intervalos de 6 a
12 horas, durante las 24 horas siguientes.

El tratamiento (durante el infarto)


La mayoría de los infartos de miocardio pueden tratarse con éxito si reciben atención
médica inmediata. Cuanto antes se hace el tratamiento, más eficaz será y mayor la
probabilidad de sobrevivir.
Si una persona no respira, tose, se mueve o responde a los estímulos (tocarla o hablarle),
deberá comenzarse inmediatamente el tratamiento de reanimación cardiopulmonar.
La reanimación cardiopulmonar consiste en un masaje cardiaco mediante 30 compresiones
de pecho por cada dos insuflaciones de aire boca a boca.
Si el corazón se ha detenido (paro cardiaco), el equipo médico tratará de reanimarlo usando
un aparato denominado desfibrilador. Con esto se envía un electrochoque al pecho para que
el corazón vuelva a latir.
Si tiene un infarto de miocardio, generalmente le darán una dosis única de aspirina. Esto
contribuye a evitar que el coágulo de sangre que hay en la arteria coronaria se haga más
grande.
Asimismo, los trombolíticos sirven para disolver (romper) el coágulo de sangre en la arteria
coronaria, lo que permite que la sangre vuelva a fluir a la parte dañada de la capa muscular
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del corazón. Los trombolíticos se administran mediante inyección lo antes posible, lo ideal
es que se haga en un plazo de una hora del comienzo de los síntomas.
El tratamiento (después del infarto)
Después de un infarto de miocardio, es posible que deba tomar varios medicamentos para
reducir el riesgo de tener otro infarto.
Los antiplaquetarios contribuyen a reducir la “pegajosidad” de las plaquetas (pequeñas
partículas de la sangre que contribuyen a su coagulación). Cuando una gran cantidad de
plaquetas se pegan a los depósitos grasos del interior de una arteria, pueden formar un
coágulo. Si esto sucede en una arteria coronaria, se provoca un infarto de miocardio.
Los betabloqueantes contribuyen a proteger el corazón después de un infarto. Hacen que el
corazón lata más lentamente y con menos esfuerzo para reducir el volumen de trabajo que
debe realizar.
Lo inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina (ECA) abren los vasos
sanguíneos y bajan la tensión arterial para aliviar la carga del corazón.
Las estatinas contribuyen a bajar el nivel de colesterol en la sangre impidiendo su formación
en el hígado. Si el corazón ha sufrido daños graves, puede ser necesaria una operación
quirúrgica para reparar los vasos sanguíneos dañados.
La recuperación
Recuperarse de un infarto de miocardio puede llevar tiempo y es importante que no trate de
acelerar el proceso de rehabilitación. Cada persona que ha tenido un infarto se enfrenta a
problemas y retos distintos.
Es importante mantenerse activo después de un infarto. Mantenerse activo fortalece el
corazón y también reduce el riesgo de tener otro infarto.
Dependiendo de su estado físico y mental, generalmente podrá volver enseguida a sus
actividades diarias normales. Sin embargo, es importante que las actividades no sean
demasiado agotadoras o físicamente duras.
También podrá volver al trabajo, aunque el cómo y el cuándo dependerán de las necesidades
de cada persona y del estado físico.
Si tiene que conducir un automóvil o una motocicleta y sufre un infarto no tiene que
informar de ello a la Driver and Vehicle Licensing Agency (DVLA), que es la dirección
general de tráfico británica. Si embargo, la DVLA recomienda encarecidamente que deje de
conducir durante al menos cuatro semanas después del infarto.
Las complicaciones inmediatas
La complicación inmediata de un infarto de miocardio es una frecuencia cardiaca irregular
(demasiado rápida o lenta). Esto se denomina arritmias.
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También puede notar una bajada repentina y peligrosa de la tensión arterial. Esto se
denomina choque cardiogénico. Este choque hace que el corazón no pueda aportar bastante
sangre al organismo para que funcione debidamente.
Un infarto también puede causar hipoxemia, que es una bajada en los niveles de oxígeno de
la sangre. Asimismo, se puede producir una acumulación de líquido en los pulmones o su
alrededor (edema pulmonar).
Se pueden formar coágulos de sangre en las venas profundas de las piernas o la pelvis. Esto
se denomina trombosis venosa profunda. Los coágulos pueden bloquear u obstaculizar el
flujo de la sangre por la vena.
La rotura de miocardio sucede cuando la pared del corazón se daña a consecuencia de un
infarto. A veces, puede hacer que se rompa la pared del corazón. El aneurisma ventricular es
la formación de un bulto en uno de los ventrículos del corazón (cavidades).
Las complicaciones posteriores
Las complicaciones posteriores de un infarto de miocardio son la formación de tejido
cicatricial en la pared dañada del corazón, lo que puede provocar una dilatación
(aneurisma). Un aneurisma puede causar frecuencia cardiaca anormal, coágulos de sangre y
tensión arterial baja
La pericarditis es una afección que causa inflamación del saco fibroso que envuelve el
corazón. La angina de pecho es un trastorno que causa síntomas parecidos a los de un
infarto. Sin embargo, a diferencia del infarto, el dolor de pecho de la angina desaparece de
forma natural, normalmente a los 10 minutos.
La insuficiencia cardiaca congestiva sucede cuando el corazón sólo late muy débilmente, lo
que a menudo provoca dificultad para respirar.
La depresión, pérdida de confianza y de deseo sexual, y el miedo a tener relaciones
sexuales son síntomas comunes después de un infarto. Existe también un aumento del riesgo
de tener otro infarto de miocardio en el futuro.
Si acude a las revisiones médicas regulares y sigue el programa de rehabilitación, reducirá
considerablemente el riesgo de tener complicaciones
Para su diagnóstico, te pueden realizar las siguientes pruebas:
Electrocardiograma
Es la prueba definitiva para detectar si se está sufriendo un infarto. Registra la actividad
eléctrica del corazón y es una prueba sencilla y no dolorosa.
Resonancia magnética cardíaca en reposo
Se realiza sólo en casos dudosos.

Tratamiento del infarto de miocardio


Tratamientos quirúrgicos:

 Angioplastia – Cateterismo Cardíaco


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Consiste en colocar un material en forma de malla (stent) en la


pared de la arteria coronaria para hacer fluir la sangre
correctamente.

A través de las arterias de las extremidades (la arteria


femoral, en el muslo, o radial, en el antebrazo), se introduce
un catéter (tubo, generalmente largo,

delgado y flexible) que sirve como conducto para hacer


llegar el stent a la arteria coronaria.
El stent puede ser:
Convencional: Elaborado con metal.

Farmacoactivo: Liberadores de fármacos que evitan la obstrucción del stent a lo largo de los
siguientes meses o años de su implantación.Los pacientes con stent deben tomar
antiagregantes para evitar el riesgo de trombosis. Tu médico te recetará los que considere más
adecuados.
Se añade una malla en la pared estrecha
que se hincha y permite que la sangre pueda
fluir correctamente:

Bypass coronario:
Intervención quirúrgica que consiste en
implantar un puente para que la sangre
pueda esquivar el bloqueo provocado por
la obstrucción. Consiste en unir una vena
de la pierna (vena safena) o una arteria
del antebrazo (arteria radial) y la arteria
coronaria.
.Los tratamientos quirúrgicos pueden complementarse o sustituirse por fármacos. Tu médico
te indicará

qué es mejor en tu caso. Si sufres algún factor de riesgo, como la diabetes o la hipertensión,
tendrás que tomar también

Medicación como prevención secundaria, para evitar que se produzca un segundo evento
cardiovascular.

Tratamientos farmacológicos:
Los fármacos más comunes son:
Estatinas: Reducen los niveles de colesterol en la sangre.
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Acido acetilsalicílico: Evita la acumulación de placas en las arterias.

Betabloqueantes: Reducen la presión arterial y mejoran la circulación de la sangre. El


corazón necesita menos fuerza para latir, con el uso de estos fármacos.
Anticoagulantes: Evitan la formación de coágulos de sangre o plaquetas.

Vasodilatadores: Relajan los vasos sanguíneos y aumentan el suministro de sangre y oxígeno


al corazón, reduciendo a su vez la carga de trabajo.

Diuréticos: Permiten eliminar el exceso de líquidos y sodios del cuerpo. Ayudan a aliviar la
carga de trabajo del corazón.

Prevención
Después de un infarto de miocardio, se recomienda tomar una aspirina (ácido acetilsalicílico)
para niños, media aspirina (ácido acetilsalicílico) de adultos o una aspirina (ácido
acetilsalicílico) de adultos entera. Esto se debe a que la aspirina (ácido acetilsalicílico), que
evita que las plaquetas formen coágulos, reduce el riesgo de muerte y el riesgo de un segundo
infarto de miocardio de un 15 a un 30%. También deben recibir aspirina (ácido acetilsalicílico)
todos los días quienes no han sufrido un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular,
pero tienen más de 50 años de edad y 2 o más factores de riesgo, con el fin de prevenir posibles
infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares. Si existe alergia a la aspirina (ácido
acetilsalicílico), se puede tomar clopidogrel en su lugar.

Por lo general, se recetan beta-bloqueantes (como el metoprolol), porque estos fármacos


reducen en cerca de un 25% el riesgo de muerte. Cuanto más grave haya sido el infarto de
miocardio, mayor es el beneficio que proporcionan los betabloqueantes. Sin embargo, en
ocasiones estos medicamentos no se toleran por sus efectos secundarios (como sibilancias,
cansancio y sensación de frío en las extremidades) y no siempre se obtiene alguna mejoría.

Tomar hipolipemiantes (medicamentos que reducen la concentración de lípidos) y cambiar


de alimentación disminuye el riesgo de muerte después de un infarto de miocardio. Si existe
un riesgo alto (sobre todo, en las personas obesas con diabetes), aunque no se hayan tenido
infartos de miocardio ni accidentes cerebrovasculares con anterioridad, los hipolipemiantes
pueden causar una mejoría.

Tras un infarto de miocardio se suelen recetar inhibidores de la enzima convertidora de la


angiotensina (IECA), como el captopril, el enalapril, el perindopril, el trandolapril, el
lisinopril y el ramipril. Estos medicamentos ayudan a prevenir la muerte y la aparición de
insuficiencia cardíaca, sobre todo si se ha sufrido un infarto de miocardio masivo o si se tiene
insuficiencia cardíaca.

Es necesario introducir cambios en el estilo de vida. Se deben consumir alimentos que


contengan pocas grasas y aumentar la cantidad de ejercicio que se practica. Si existe
hipertensión o diabetes, estos trastornos deben mantenerse controlados. Es necesario dejar de
fumar.

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