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Prólogo El TLCAN: Algunas Controversias El Tratado de Libre Comercio de Norteamérica

(TLCAN) se acerca ya al vigésimo segundo aniversario de haber entrado en vigor. El éxito del
tratado se mide en muchos foros y audiencias con base al abultamiento del volumen de
comercio entre sus socios, el cual entre México y Estados Unidos ha crecido de 81.5 mil
millones de dólares estadounidenses (USD) en 1993 a USD 534.5 mil millones en el 2014. Los
defensores del tratado, citando estos números, declaran la victoria del acuerdo. Sus
detractores se enfocan en la fuga de empleos de Estados Unidos a México, el desplazamiento
de los campesinos mexicanos, la erosión del poder adquisitivo de los salarios en ambos lados
de la frontera, y los efectos sobre el medio ambiente y la infraestructura. La evidencia empírica
muestra que hay contundencia en los argumentos de ambos lados. Es preciso pues entender
las externalidades negativas y positivas de tratados de libre comercio como el TLCAN, si se han
de ampliar sus beneficios y reducir perjuicios. Esto se hace más apremiante ante la
impopularidad del TLCAN en Estados Unidos y en México y la posibilidad de nuevos tratados.
Sin duda, el TLCAN ha mejorado el desempeño de la economía Norteamericana en su
conjunto, fundamentalmente a través de la reducción de las ineficiencias inherentes en la
producción autárquica de bienes y servicios y con base en una división del trabajo en cadenas
productivas de escala continental. Además, esta integración económica ha resultado en una
mayor interdependencia entre las economías norteamericanas, generalmente considerado
algo positivo porque ata los destinos nacionales al buen desempeño del vecino. Esto es lo
positivo. Sin embargo, una economía crecientemente continental requiere de una aparato
regulatorio continental mucho más sofisticado que el que pueden proveer los Estados-nación
de manera individual. El resultado es que las corporaciones han utilizado los vacíos entre los
aparatos regulatorios nacionales y los propios mecanismos del TLCAN para debilitar las
regulaciones y las normatividades nacionales y debilitar e incluso evadir su responsabilidad
social y el principio de rendición de cuentas. Por otro lado, la integración de la cadena
productiva a escala continental ha significado una utilización muy reducida de la fuerza laboral
mexicana, la cual se encuentra atrapada principalmente en empleos de corte maquilador y de
la fuerza laboral menos calificada en Estados Unidos que para competir debe ofertar su mano
de obra más barata. Es decir, se genera una competencia entre las clases trabajadoras basada
en el número de empleos y la flexibilidad salarial, con una reducida consideración por el poder
adquisitivo de los salarios mismos. De hecho, el poder adquisitivo de las clases trabajadoras en
Estados Unidos se ha estancado en las últimas décadas y en México ha experimentado una
reducción real sustantiva durante este mismo período, de casi el 80% de acuerdo a un estudio
de la UNAM. El TLCAN no ha podido revertir esta tendencia y pudiera haber contribuido a la
misma. Desde una perspectiva positiva, la integración de los mercados agrícolas ha resultado
en una reducción de los precios de los alimentos en general, lo cual beneficia a los
consumidores, pero también ha desplazado a millones de campesinos en México a favor de las
grandes agroindustrias y a pequeños granjeros en los Estados Unidos, aunque la política
agrícola estadounidense es en parte responsable por su desaparición. Los campesinos
mexicanos en particular fueron desplazados y generaron una migración importante hacia el
norte en los 1990s y principios de los 2000s. Esta migración apunta hacia una importante
omisión de los tratados de libre comercio: que generan integración laboral sin provisiones para
administrarla de manera legal y ordenada y, por definición, generan un desplazamiento
desordenado de trabajadores, a quienes se les criminaliza por percibir correctamente y
obedecer las señales del mercado laboral. Otro gran tema que no ha sido explorado
debidamente es la composición del comercio entre los tres países y quién realmente se
beneficia de éste. A pesar de que se citan los miles de millones de dólares netos en comercio
binacional como prueba del éxito del acuerdo, gran parte de la actividad comercial es intra-
firma e intra-industria, con un monto realmente reducido de comercio real en bienes y
servicios producidos por medianas y pequeñas empresas, las cuales generan la mayor parte del
empleo. Es decir, los grandes corporativos han sabido utilizar el marco comercial del TLCAN
para integrar sus cadenas productivas, pero las pequeñas y medianas empresas continúan en
desventaja porque no cuentan con la flexibilidad de desplazamiento, la capacidad financiera,
las redes productivas integradas, o los incentivos comerciales rentables con una envergadura
continental. Así pues, el TLCAN ha tenido sus ventajas y sus desventajas y ha tenido efectos
negativos y positivos. Si no sopesamos cada uno de éstos, será imposible ampliar sus ventajas
y neutralizar sus desventajas. El TLCAN se encuentra con vida artificial. La mayor parte del
crecimiento económico, las ganancias en base a las economías de escala, y los beneficios
generales se agotaron antes de la crisis del 2008. A partir del 2006, de hecho, los indicadores
muestran que el marco establecido por el TLCAN para generar crecimiento se agotó. Si se
quiere un nuevo ímpetu al comercio en Norteamérica, se deberá negociar un nuevo tratado de
libre comercio, el TLCAN 2.0, por así decirlo. Sin embargo, a pesar de la voluntad política del
ejecutivo en los Estados Unidos para impulsar nuevos tratados comerciales, tanto el público
estadounidense como el Congreso se oponen mayoritaria y estructuralmente a nuevas
aperturas, principalmente en base a la percepción de que el TLCAN tuvo un impacto negativo
en las clases trabajadoras de los Estados Unidos. En México, se podrán impulsar nuevos
tratados de libre comercio, pero comienza a generarse un nuevo entendimiento de que los
tratados comerciales en sí no generan un nuevo modelo económico. La promesa de que
nuevos tratados comerciales por sí generan mejores empleos, mayores salarios, y constituyen
un modelo de desarrollo económico es altamente cuestionables. Permiten al gobierno
mexicano, además evadir la responsabilidad de contar con una política nacional de desarrollo
económico que trascienda la eliminación de barreras comerciales. Con base en esto, la
probabilidad de un TLCAN 2.0 es mínima y no debemos esperar que la oposición pública
permita renegociar el TLCAN en favor de una ampliación. Las condiciones políticas e
ideológicas tendrán que cambiar para lograr un nuevo impulso hacia una nueva reducción de
barreras comerciales en el futuro. Tony Payan, Ph.D. Director, Mexico Center Rice University’s
Baker Institute for Public Polic

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