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RESUMEN
Antes que lamentar la pérdida de un supuesto sentido primordial atenderemos a los usos expresivos y situacio-
nales de las danzas ceremoniales vascas.
SUMMARY
Rather than lamenting the loss of a so-called primordial sense we will attend the situational and expressive
uses of the Basque ceremonial dances.
LABURPENA
Ustezko funtsezko zentzuko galera sentitu ordez arreta ipiniko diegu euskal dantza zeremoniatsuen erabilera
adierazkor eta situazionalei.
Kobie. Antropología Cultural 18, año 2014 Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao.
ISSN 0214-7971
DANZAS PÍRRICAS Y EZPATADANTZA. ALGUNAS NOTAS COMPARATIVAS 137
Afirmo que la ciudad entera es la escuela de apotropaica, cúltica, iniciática, lúdica, en palestra) con
Grecia, y creo que cualquier ateniense puede lograr simultáneas ritualidades y versiones locales, donde el
una personalidad completa en los más distintos aspec- adjetivo pírrica se emplea, como ya señalara W.E.
tos y dotada de la mayor flexibilidad, y al mismo tiem- Downes (1904), tanto de modo genérico, para incluir
po el encanto personal. (Pericles) toda danza armada, o de manera más específica para
Tucídides II. 41 indicar alguna de sus formas particulares. Asimismo,
la mayoría de las fuentes que presentan danzas arma-
das son textos tardíos helenísticos, donde las palabras
1. INTRODUCCIÓN. cambian de sentido y las danzas se confunden con la
hoplomaquia, ejercicio gimnástico de habilidad con
armas (Wheeler 1982) o se convierten en mero espec-
El esfuerzo de la Antropología por describir formas táculo cuando no en evocaciones más o menos contex-
de vida social sin desfigurarlas nos lleva a emprender tualizadas que las etimologías tratan de respaldar.
reflexiones sobre las categorías que usamos como ins-
trumentos de comprensión de la realidad. En el mundo griego la danza procura al individuo
la oportunidad de expresar con formularia vivacidad
En la tarea de cuestionar aquellos supuestos refe- su aptitud social, una preparación para la competición
renciales con los que procesos discursivos y narrativos y la victoria en un contexto agónico de rivalidad y
cristalizan en juicios de valor y etiquetas sociales, de emulación (Lonis 1979) que señala una visión conflic-
explorar las acotaciones que alimentan simplificacio- tiva de la convivencia; más que un entrenamiento
nes semánticas y definitivas definiciones, de perturbar específico para ser guerrero contribuye a asumir una
en suma la autocomplacencia cultural, esta comparati- predisposición para actuar como ciudadano – soldado,
va apunta a revisar adherencias y lineamientos extra- la verificación de jerarquías sociales (Canfora 2014),
nocionales2 en los modos de imaginar y construir el la selección de un ejército de elite profesional en
pasado. Esparta y un afianzamiento de la ciudadanía en una
Atenas que no conoció más que milicias improvisadas
Un ilustrativo ejemplo de lo que venimos diciendo de ciudadanos y soluciones defensivas hasta su humi-
lo encontramos en los escolios y en las anotaciones a llante derrota en el Peloponeso.
los textos clásicos griegos que reducen las pyrrhiché a
una precisa y unívoca danza pírrica como combate Mientras que la preparación individual, psicológi-
simulado, con movimientos de defensa y ataque, que ca, para el combate se encomienda a la caza (Vidal-
entrena para la actividad bélica3, omitiendo la diversi- Naquet 1983) y a las reuniones o exhibiciones atléti-
dad de sus concreciones y transformaciones espacio – cas, las luchas rituales desbordan el dominio militar
temporales, las facetas que sus dispares propuestas para afirmar la unidad comunitaria traduciendo las
etimológicas delatan y desplazando la central impor- tensiones sobre las que descansa su equilibrio (Vernant
tancia que adquirió su puesta en escena por coros 1968), y la adquisición de cualidades como el orden y
danzados, mediante la recitación compartida como la disciplina apuntan al contenido moral de la música
recurso para mantener convenciones sociales y esta- (Marrou 1985) inculcado por repetición (Powell 1994),
blecer actitudes cívicas (Havelock 1996), propiciato- por lo que no podemos sentenciar con L. Rawlings
rias o epideícticas. (2000) que la pírrica se establezca como una prepara-
ción específica de la infantería espartana para comba-
Cualquier evaluación de las danzas armadas grie- tir en formación de falange.
gas debe ser considerada con gran reserva, ya que ni
las fuentes literarias ni las gráficas permiten establecer
sólidas conclusiones sobre su puesta en escena. 2. ESCENARIOS DE DESENVOLVIMIENTOS
MÍTICOS.
Concurren en esta (de)limitación varias realidades.
El calificativo enoplos orchesis no distingue (Alonso
2011:250) entre danza guerrera, más rítmica y gesticu- 2.1. Creta.
lante que próxima al esgrima, y danza armada en la
que se manejan (y chocan) armas o escudos, no nece-
Los Curetes son benevolentes figuras legendarias
sariamente marcial (Harrison 1912), si bien se vincu-
nacidas de la tierra, si bien sus habilidades se vierten
lan a los mismos contextos de representación (agónica,
sobre otras localizaciones y se versionean bajo diver-
sas denominaciones (Coribantes, Dáctilos Ídeos,
2 Designaciones que convierten características de los conceptos en
Dióscuros, Telquinos...). Se les tributa la gloria de ser
sus propiedades (Frege 1984). diestros en descubrimientos civilizadores, beneficio-
3 Nominación acuñada por PLATóN en Leyes 815; a pesar de que sos para la comunidad, en particular la agricultura y la
no describe la de su tiempo sino que imagina una mímesis para la metalurgia (Diodoro Sículo V, 64-65).
formación del ciudadano ideal sobre un supuesto modelo
espartano, ha sido adoptada como arquetipo en cualquier
divagación sobre el tema.
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Son sin duda conocidos por la danza circular o construida por los filósofos de la Atenas clásica es una
prylis que ejecutan haciendo entrechocar o sonar con tradición poco histórica (Jaeger 1962: 90) que respon-
estrépito sus espadas y escudos, que interpretamos de, en su búsqueda de una norma absoluta de la acción
más cercanos a ceremonias propiciatorias asociadas a humana, a la proyección sobre el cosmos espartano de
la regulación iniciática de la vida social y a la regene- una estructuración sistemática de la vida individual
ración del mundo natural4 mediante una danza con gobernada por el principio de disciplina o agogé,
armas cúlticas (Gabaldón 2004), que a una pretendida capaz de acoger una austera clase señorial armada
por Estrabón (X.4.16) danza pírrica guerrera ligada a libre de las preocupaciones del trabajo.
entrenamientos belicosos, útil para la guerra.
Frente al descontento ante el desorden y la inesta-
Este papel como mediadores resulta más evidente bilidad causada por intrigantes con ambiciones sin
en los sacerdotes Salios, versión romana de los escrúpulos, esclavos de sus pasiones, los filósofos
Curetes según Dionisio de Halicarnaso (II.70), que (Ollier 1933) muestran su simpatía por un pueblo
salen del santuario y toman la calle con sus danzas: el robusto y sano, fiel a sus costumbres, a un pasado
estrépito del chocar de sus escudos o rodelas contiene venerable, disciplinado, donde habita esa eunomía que
un sentido apotropaico, ya sea conjurar el rayo y las acepta el mando de los mejores, de una selección entre
lluvias torrenciales (Ovidio), acabar con el azote de los más preparados.
pestilentes enfermedades (Plutarco) o alejar espíritus
maléficos de las cosechas5, mientras golpean el suelo Impugnando la noción de singularidad helena en la
con sus pies en ritmo anapéstico, ternario, de dos pies configuración del sistema educativo espartano, N.M.
breves y uno largo, enérgico. Consagrados a Marte, a Kennell (1995) describe su desarrollo, incluyendo el
quien también se invoca con motivo de la lustratio, sistema de grados de edad y competiciones físicas,
ceremonia agrícola de purificación ya descrita por como similar a otros efebatos del orbe griego, si bien
Catón y posteriormente practicada en los campamen- con un carácter físico más sobrecargado y absorvente.
tos del ejército (Le Bonniec 1969).
Así, tanto la rhetra atribuida a Licurgo como los
El modo de vida cretense, moderado y frugal, se poemas de Tirteo6 muestran que la educación esparta-
modela sobre una educación basada en el endureci- na no era algo acabado sino en proceso de formación,
miento físico y en la exaltación de la valentía. Entre una realidad discontinua (Flower 2002) influida por
sus costumbres, que heredan y colectivizan (Willetts las sublevaciones mesenias, la introducción de la caba-
1980) los lacedemonios, donde serán conocidas, llería o de hábitos extranjeros disolventes, donde la
comentadas e interpretadas con más detalle, interesa ciudad se halla desde el principio del siglo IV cada vez
destacar la organización de simulacros de combate más en manos de una casta cerrada de guerreros, ese
entre los jóvenes; en ciertos días determinados se contexto en el que se elabora el concepto clásico de
enfrentan entre sí marchando hacia el combate al paideia espartana que conocemos por Jenofonte, y en
ritmo de la flauta, tal como es costumbre en las gue- el que todos los esfuerzos se dirigían a la preparación
rras (Estrabon X.4.20). militar, al desarrollo de la fuerza física (Marrou 1985).
Documenta por su parte Polibio (IV. 20) que entre Tendencia que se exagerará endureciendo sus ras-
los arcadios se acostumbra a los niños a entonar him- gos bajo el patrocinio de un pasado legendario, acen-
nos y peanes y a danzar en los teatros cada año con tuando sus exigencias totalitarias en su decadencia
gran emulación acompañados de flautistas profesiona- helenística e imperial mediante una progresiva exage-
les, mientras los jóvenes se ejercitan en marchas mili- ración de sus rigores: en la época romana, y sólo en
tares al son de la flauta y se entrenan en estas danzas ella, las pruebas de resistencia y las ceremonias en el
para ofrecer un espectáculo todos los años en el teatro. santuario de Artemisa Orthia se transforman en salva-
jes flagelaciones ante una muchedumbre atraida por el
2.2.Esparta. espectáculo hasta tal punto de construir un teatro semi-
circular para acoger a los turistas (Ibídem: 45).
La visión de una Esparta idealizada instalada en
Viajeros que contaban con la Guía de Pausanias,
una arcaica inmovilidad de pregnancias cretenses
quien intercala entre sus descripciones topográficas –
que acogen grandezas monumentales y referencias
míticas del pasado- desalmadas escenas de los juegos
4 En analogía con el relámpago, el trabajo del metalúrgico,
ambivalente ante los beneficios del arado y los peligros de la
rituales de los efebos espartanos en los Platanistas
guerra, ligado a la extracción de los frutos de la tierra –metales y (Descripción de Grecia III.14.8).
alimentos- (Eliade 1974), que se condensa en el dominio de la
naturaleza (Gernet y Boulanger 1960), exige la transmisión
hereditaria de los secretos del oficio, donde se incluyen las danzas
de espadas iniciáticas.
5 “Las epidemias y la sequía, las guerras, escaseces, langostas
ratones, granizo y, en fin, todos los otros azotes con los cuales se 6 Dedicados a un ejército dividido entre las antiguas tribus
ven perturbados los quehaceres humanos” (Arnobio I.3) gentilicias (Adrados 1956).
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En Laconia no existe evidencia de la pírrica bajo sincronizados, saltos y giros, sin necesidad de pareja o
ese nombre aunque practicaban danzas armadas cur- adversario real10. Más polémica resulta la afirmación
tiéndose en el peán7 como himno de marcha, en un de que bailan la pírrica desnudos, con lanza y casco, al
priorizar del intimidar y aterrorizar al enemigo al com- modo de las imágenes de los ejercicios en la palestra
pás de la música sobre el elemento sorpresa enfatizan- que circulan por las vasijas decoradas.
do la formación compacta de la tropa que ensalza
Tucídides (V.70). A.L. Boegehold (1996) cuestiona la interpretación
dominante del relieve Atarbos11, que muestra ocho
Es Plutarco8 quien nos lleva a identificar la danza hombres desnudos y una mujer con túnica como pyrr-
espartana de armas con un peán propiciatorio de la hichistai, proponiendo que los jóvenes son miembros
victoria: de un coro que caminan con los premios -escudos- que
han ganado en el concurso de euandria o elegancia
“Tres coros correspondientes a las tres edades masculina, mientras que según Ateneo (XIV.629) la
(ancianos, hombres maduros y niños) se presentaban pírrica se baila con armadura, como ya recalcara K.
en las fiestas. El ritmo de sus cantos de marcha incita Latte (1913)
a la valentía, la audacia y al menosprecio de la muer-
te; hacen uso de ellos en los coros y cuando marchan Dionisíacas. Aunque se ha negado la existencia de
al son del aulós contra el enemigo”. una danza pírrica dionisíaca, como J.C. Poursat (1967)
que cuestiona las inscripciones y la sintaxis de los
Finalmente, sobre la danza más renombrada del testimonios de Iseo.36 y Lisias.21, o se la ha calificado
festival de las Gimnopedias convenimos con B. de degradación, como denuncia Ceccarelli (1995), de
Sergent (1993) en que se trata de un tributo al sol de una noble danza guerrera, estas visiones parecen
carácter grave, lento y majestuoso, en el que los figu- anclarse en descripciones poéticas y míticas del culto
rantes, desnudos y sin armas, mostrando su madurez a Dionisio12 como turbamulta, donde junto a las fre-
física, agradecen y celebran las beneficiosas fuerzas cuentes libaciones e improvisados arrebatos el nombre
solares y que, en su desarrollo tardío, deriva en una de la danza asociada al himno en su loor o ditirambo
gratuita prueba de resistencia al calor, la fatiga y la es tyrbasia, desorden, confusión.
insolación. El programa también incluye elegías
lamentando los caídos en combate y la danza armada Término que continua usándose cuando su natura-
realizada por jóvenes de metro anapéstico (Valerio leza se ha modificado y sus ritmos sugieren movi-
Máximo II.6.2) que en Esparta se denomina kastoreion mientos activos, vivaces y aún así dignificados, majes-
o detrás de Cástor (Nobili 2011:39). tuosos (Lawler 1950) con su conversión en coros
cíclicos (circulares), con frecuencia pírricos13, que se
2.3. Atenas. trasvasan al drama.
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marcial la estética de la moderación recomendada por edificante escenificación de la unidad cívica basada en
Ateneo (XIV. 629-630), una dignificación del cuerpo la imitación y obediencia de sus nobles ancestros.
atlético disciplinado como estado de gracia que desa-
rrolla el vigor, la elegancia y la destreza mediante dos Y en la ciudad platónica, como nos recuerda
danzas clásicas panhelénicas que en Atenas se deno- Reverdin (1945), la apolínea música y la armónica
minan: danza de los festivales religiosos ocupan un lugar cen-
tral en la formación moral e intelectual de los ciudada-
- gymnopaidiké, ejercicio que imita la lucha, simi- nos.
lar a la antigua anapalé, en el que los muchachos bai-
lan desnudos realizando movimientos rítmicos y Brauronias y Tauropolias. Dedicadas a Artemisa,
nobles figuras. diosa ambivalente, silvestre y maternal, que habita en
los márgenes, confines territoriales y zonas despobla-
- pyrrhikhé, rápida danza con gestos bélicos por das. A lo largo de las costas áticas de la península de
jóvenes imberbes (Lisias 21.4) armados parcialmente. Crimea recalamos en dos de sus santuarios, fundados
por orden de Atenea17, por la importancia de sus dan-
Es decir, el citarista enseña al muchacho en la zas pírricas.
palestra algunos movimientos y figuras de danza
(eschemata), elementos del llamado arte de cheirono- En Braurón las mujeres atenienses solteras baila-
mia o gesticulación, una de cuyas formas o denomina- ban alrededor de su altar con antorchas o guirnaldas
ciones según Ateneo (XIV.631) es pírrica, un entrena- durante toda la noche (pannychides), tal como mues-
miento preparatorio para la elaborada danza ritual, tran los abundantes y pequeños vasos votivos cónicos
parte indispensable de la antigua disciplina coral o krateriskoi descubiertos en sus alrededores (Simon
(Freeman 1912: 129; Morrow 1960: 336 y 361), de tal 1983) como parte de su período iniciático, de madura-
manera que se ha denominado pírrica tanto al entrena- ción y preparación o domesticación (Sourvinou –
miento individual en la palestra con movimientos de Inwood 1990) antes de su matrimonio, así como de
manos (Plutarco: Quest. Conviviales XVI.1) y de pies propiciación de la natalidad (Parker 2005).
(Heródoto VI.127) como al conjunto coral acompaña-
do de cantos y danzada en grupo y que llega a ser el En Halai Araphenides, un culto cívico local, se
ornamento natural de los festivales cívicos. suceden los agones de las danzas pírricas de efebos
(Jones 2004) con las nocturnas donde que participan
Esta secuencia culmina en el teatro de Dionisio con mujeres bailando con espadas, según colige C. Bron
la marcha trágica de los efebos, un pequeño grupo de (1996) por influencia del culto a Artemisa Himnia en
danza virtuosa en coordinación y refinamiento, donde Éfeso que refieren Calímaco (Himno III. 237) y
pueden actuar en coros rectangulares, de mayor preci- Diodoro de Sicilia (II.46).
sión y destreza que los más holgados circulares.
Apaturias. Fiesta de las fatrías, de presentación y
En tanto la atenta audiencia debe de confirmar el aceptación de los nuevos efebos. El aition refleja en un
espíritu competitivo individual y la pretendida unidad duelo fronterizo la habilidad del joven héroe para batir
cívica, el evento como ensayo de madurez se convier- con un ardid a un enemigo de fuerza abrumadora.
te en un acto de disciplinamiento social durante la Culmina con una danza triunfal.
transición de la juventud. El cuerpo así confeccionado
(Iriarte 2003), modelado en los gimnasios y exhibido
en su desnudez, se hace bello también en la medida en 3. ETIMOLÓGICAS.
que refleja la autodisciplina que habilitará al joven
ciudadano para la defensa de su patria y el buen
gobierno del sistema político que su propio físico Según K. Latte (1913) pírrico es un diminutivo de
encarna como arma, un capital corporal que le distin- pyrros significando rojo, el color de la ropa de los
gue (Bourdieu 1988) como adulto15 antiguos guerreros, argumento más plausible que su
pretendida asociación con el color y vivacidad de la
Precisamente Aristófanes recurre a la endeblez de llama de la pira funeraria de Protoclo (Odisea XXIV.
los muchachos de su tiempo al practicar la pírrica 68), una forma de arcaizante de despertar una concien-
(Nubes 948 y ss.) como síntoma visible y muestra evi- cia panhelénica rememorando un pasado heroico.
dente de la nefasta nueva educación16 que socava tal
Otras derivaciones parecen encerrar legitimacio-
15 El ideal corporal se centra en la adultez como maduración física nes más explícitas, suponiendo su invención atribuida
antes que en el conocimiento de las leyes o la incipiente capacidad
oratoria (Robertson 2004). Advierte P. Zanker (1993: 220) en la
estela helenística una reluctancia a mostrar al joven desnudo autoridad reverencial (Garland 1993; Wohl 2004).
paralela a la importancia concedida a la preparación intelectual, 17 (Eurípides: Ifigenia entre los tauros. 1462 y ss.), si bien no hay
adquisición de una cultura general o Enkyklios Paideia. más tradición literaria ni evidencia material alguna que coloque a
16 Reflejo del racionalismo filosófico sofista que introduce disensión, esta heroína – sacerdotisa – deidad en el segundo emplazamieno
disolución del consenso, del respeto generacional y fractura de la (Hollinshead 1985)
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a un tal Pírrico de mítica cuna o bien pretendiendo que Todos estos rituales cívicos o gestos que organizan
fue puesta en uso por Pirro, el hijo de Aquiles, ya que categorías espaciotemporales, vínculos y reciprocida-
el primer testimonio de este sobrenombre para referir- des sociales (Bruit & Schmitt 2003) contienen una
se al joven y rubio Neoptólemo se debe a Teócrito dimensión religiosa legitimadora de los valores insti-
(Idilios XV. 140) en su empeño por halagar y ganarse tucionalizados e institucionalizables de la sociedad
el favor (Legrand 1968: 54) de Pirro, rey de Epiro, griega; un mundo en el que no se dibujan líneas distin-
quien reclamaba entre sus ancestros la presencia de tivas entre “religión”, filosofía o moralidad18 (Storey
Aquiles al tratar de remedar la figura de Alejandro, & Allan 2005).
como recogerá Plutarco en su genealogía y recalcará
Pausanias (X.26.4) en su niveladora reafirmación del La pírrica, en una sociedad en la que grupos de
prestigio cultural griego ante el predominio político de danzas salen a escena en eventos públicos con diferen-
Roma. tes coreografías, registros e imágenes corporales, más
que acotar la forma concreta de una danza con armas
o con elementos del equipamiento para el combate, se
4. HERMENEÚTICA. nos presenta como una denominación que acredita el
interés público de su realización como emblema de
edificación cívica y garantía del vigor y sincronía del
Desatendiendo la capacidad de los símbolos ritua- cuerpo social, que puede ser bailada de diferentes
les para acumular sentidos sin desprenderse de evoca- maneras y aglutina los roles que F.G. Naerebout
ciones y matices se sigue citando sin criba a partir de (2006) asigna a la danza helena:
las afirmaciones de K. Latte (1913: 63) sobre la pérdi- • distinguir la ocasión como especial
da del noble carácter de la pírrica, su deriva helenística • movilizar una audiencia “entregada”, complaciente
en una especie de ballet (Poursat 1968) que degenera
en una pantomima o danza espectacular (Sach 1943) • emitir mensajes sencillos, emotivos, comunitarios
cuando es posible destacar entre sus vicisitudes, más • proponer experiencias vicarias en la búsqueda agó-
que una primaria expresión de agilidad y soltura nunca nica de la excelencia
eclipsada (Martin 2003), un carácter distintivo contex-
tual integrador y de progresiva auto – percepción En definitiva, un rasgo definitorio de la manera
(Ceccarelli 2004) donde arraigar un emblemático griega de tratar con la realidad parece residir en esa
pasado glorioso, anterior al desmoronamiento de la búsqueda por construir una sociedad concorde19 con
Atenas hegemónica y autárquica con sus cleruquías los ideales mesurados y formulados.
tributantes, la decadencia de una refinada ciudadanía
acostumbrada a la abundancia y la disipación y el En este despliegue helénico la imaginación poética
ocaso de la guerra leal, ordenada, que lamenta y la persuasión racional van descubriendo insuficien-
Demóstenes en sus Filípicas (III.47-50). cias y lagunas en un ideal aristocrático vuelto hacia un
esplendoroso y remoto pasado, en la atemporal imita-
Es decir, no cabe hablar de un significado primor- ción de una figura idealizada de sí misma que acaba
dial sino de los usos del concepto y de la carga plásti- por transferirse20 y ser aceptada por capas más amplias
ca acumulada en sus escenificaciones para aderezar de la población.
intenciones propiciatorias.
Se añade a la creencia en la virtud heredada de los
Los concursos musicales como la pírrica, atléticos antepasados21 la fe en el poder de la educación, donde
o ecuestres pasan a formar parte de una ceremonia la mímesis no reside en la simple imitación de gestos
religiosa porque los juegos se establecen para honrar a
un dios o a un héroe y porque a los vencedores se les y movimientos sino que se vuelca en su capacidad
considera favorecidos por los dioses, mientras que los propiciatoria o poderosa fuerza de la expresión corpo-
coros con acompañamiento de cantos pueden pasar a ral de actitudes para transformar por completo al dis-
formar parte temporal de su servicio (Filóstrato Vida cípulo (Fitton 1973:261) donde apaciguar el temple
de Apolonio IV.2)
Más difícil resulta desgajar en los festivales áticos, 18 Y donde no es relevante disponer de un cuerpo supuestamente
como acomete P.J.Rhodes (2006), un aspecto estricta- unificado de doctrinas a semejanza del modelo hegemónico
mente religioso donde encajar la procesión que condu- teológico occidental pretendidamente transcultural ni una estática
observancia formal (Fitzgerald 2000).
ce al precinto dionisíaco y el posterior banquete [ 19 Rodríguez Adrados 1988
pompe y komos ] de sus preliminares políticos donde 20 Entre profundas tensiones sociales; con su intervención en la
exhibir el desfile de huérfanos de guerra, la renovación defensa de la ciudad, las clases bajas exigen su participación en el
de alianzas, la entrega de tributos y la proclamación de ordenamiento social, sus derechos ciudadanos.
21 Ya comunes o panhelénicos, ensalzados y glorificados en los
ciudadanos y extranjeros distinguidos. amplios excursos de Heródoto o volcándose en hechos
contemporáneos de valor de personajes atenienses que engrandecen
su ciudad con sus formas de proceder de las que Tudícides (II.4)
extrae lecciones eternas.
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corporal y encauzar conductas que honran el manteni- - en cadena (hilt and point; poignée et pointe); los
miento del respeto de una autoridad generacional. dantzaris van unidos por la empuñadura de su espada
en la mano derecha y por la punta de la de su compa-
ñero en la izquierda trenzando puentes, arcos y figuras
5. REFERENCIALIDADES. [Deba, Zumarraga (G), Lesaka (N)] para acabar ele-
vando al capitán sobre una peana formada por las
espadas [Arretxinaga (B), Legazpi (G)].
Si ya los logógrafos y otras fuentes literarias son
hospitalarios a la hora de acoger noticias fabulosas en - en hilera, los dantzaris cruzan e intercambian
sus obras (Gascó 1987) en una amalgama que ensaya golpeos con sus espadas o instrumentos (palos, arqui-
y visualiza los distintos efectos de la hybris o desme- llos, bastones, broqueles...) mientras truecan sus posi-
sura al rebasar determinados límites y esferas de ciones [Dantzari Dantza del Duranguesado (B),
acción en el universo propio, los historiadores helenís- Tolosa, Oñati (G), Elciego, Piapón, Villabuena, Yécora
ticos durante la expansión imperial someten a sanción (A)].
cultural los descontextualizados excesos de los bárba-
ros como proyecciones de lo indeseable (Coleman - Un acontecimiento que las Crónicas registran en
1997). ocasiones especiales, visitas de personajes reales, ecle-
siásticos o ilustres como muestra de vistoso rendi-
miento, respeto, compostura y gesto civilizado, disci-
plinado, lejos de cualquier textura bélica o amenazan-
te. Por su perfil reverencial estas ceremonias ambu-
lantes, gremiales y rurales se insertan durante el siglo
XVII en las procesiones del Corpus Christi. En la de
San Sebastián de 1660 bailaron 100 hombres una
danza de espadas blancas ante el monarca Felipe IV,
Figura 1. Escena de danza. Cerámica ibérica de Liria (Valencia) en según refiere el encomiástico Diario oficial del viaje
L.Pericot (1954: 37) (Del Castillo y Fernández del Campo 1666). J.I.
Iztueta (1824) se aferra a la referencia para validar su
afirmación de que “en todos los pueblos de Guipúzcoa
solíase representar la danza de espadas los días de
Será Estrabón quien destaque en consignar todos Corpus y del Santo Patrono” (1968: 77, 99 y 203).
aquellos caracteres supuestamente menos civilizados
atribuidos al bárbaro con el fin de señalar la benéfica - Una forma de prestigiar y visibilizar el poder
influencia de la civilización romana (Bermejo 1982: local mediante el patrocinio municipal o de ensalzar el
22) en contraste con entornos salvajes. Así, cuanto linaje con la donación de sufragios y mandas testa-
más avanzamos hacia las zonas septentrionales en el mentarias para su anual ejecución, como realizara el
Tomo III de su Geografía, el dedicado a Iberia, el ilustre hijo de la villa de Legazpi D. Gregorio López
punto de vista se vuelve más etnográfico y la presencia de Lazarraga en 1624 (Murua 1986: 21), y de una
romana como agente civilizador se hace más palpable: manera más puntual, con la manutención de los 51
son territorios sin historia hasta la llegada de Roma dantzaris que hicieron la danza de la procesión del
(Cruz Andreotti 2007: 65). Al desordenado uso de Corpus de 1682 en Oiartzun, a cargo de los bienes de
fuentes indirectas y a la ausencia de noticias fidedig- Dª Mariana Zubieta, vecina de dicho valle (Lekuona
nas en la exposición de los desmedidos géneros de 1959: 146).
vida de los pueblos del norte hay que añadir que la
celebrada afirmación del panegírico referente a que las - Un emblema donde reificar costumbres y natura-
mujeres bailan con los hombres cogidos de las manos lizar reivindicaciones étnicas y permeables asociacio-
(III.3.7) es un inciso que se sitúa en Bastetania, en la nes edificantes, honestas, frente a inmorales bailes
Bética del sudeste peninsular como contraste (Caro exóticos de salón (Larrañaga 1930: 75; Aroma 2010).
Baroja 1977: 86) por su analogía con las coreografías
griegas y las escenas representadas en la cerámica - un recurso que concita usos, matices e intensida-
ibérica de Liria (fig. 1) ante un discurso denigratorio des y construye situaciones comunitarias donde impli-
sobre una ruda diferencia inventada. carse que demuestran una evidente capacidad de
adaptación y fascinación a contextos locales celebrati-
vos (Corrsin 1997), a momentos donde evocar viven-
6. LA EZPATADANTZA ES. cias extraviadas en el tiempo.
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