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ISBN: 84-301-0916-1
Depósito legal: S. 772-1990
Printed in Spain
Imprime: Gráficas Ortega, S.A.
Polígono El Montalvo - Salamanca, 1990
CONTENIDO
Prólogo ..................................................................................................... 9
Siglas .......................................................................................................... 11
W E R N E R H . S C H M ID T
SIGLAS
AB Anchor Bible.
AnBib Analecta Bíblica.
AOAT Alter Orient und Altes Testament.
ATD Altes Testament Deutsch.
AThANT Abhandlungen zur Theologie des Alten und Neuen Testa-
ments.
AzTh Arbeiten zur Theologie.
BAT Die Botschaft des Alten Testaments.
BBB Bonner Biblische Beitráge.
BET Beitráge zur Biblischen Exegese und Theologie.
BevTh Beitráge zur evangelischen Theologie.
Bibl Bíblica.
BK Biblischer Kommentar.
BSt Biblische Studien.
BThSt Biblisch-Theologische Studien.
BWANT Beitráge zur Wissenschaft vom Alten und Neuen Testa
ment.
BZ Biblische Zeitschrift.
BZAW Beiheft zur Zeitschrift für de Alttestamentliche Wissen
schaft.
CAT Commentaire de l’Ancien Testament.
CBQ Catholic Biblical Quarterly.
CTM Calwer Theologische Monographien.
D = Dt Deuteronomio (libro quinto de Moisés).
DBS Dictionnaire de la Bible. Supplément.
dt. deuteronómico.
dtr. deuteronomístico (cf. cap. 10, 1, 5).
E elohista.
EdF Ertráge der Forschung.
EThST Erfurter Theologische Studien.
ETRel Etudes Théologiques et Religieuses.
EvTh Evangelische Theologie.
Ex Exodo (libro segundo de Moisés).
FRLANT Forschungen zur Religión und Literatur des Alten und
Neuen Testaments.
12 Siglas
Fs Festschrift.
FzB Forschung zur Bibel.
Gen Génesis (libro primero de Moisés).
GesStud Gesammelte Studien.
HAT Handbuch zum Alten Testament.
HUCA Hebrew Union College Annual.
Interpr Interpretation.
J yahvista.
JBL Journal of Biblical Literature.
JSS Journal o f Semitic Studies.
Jud Judaica.
KAT Kommentar zum Alten Testament.
KHC Kurzer Hand-Commentar zum Alten Testament.
KISchr Kleine Schriften.
KuD Kerygma und Dogma.
Lev Levítico (libro tercero de Moisés).
Núm Números (libro cuarto de Moisés).
OBO Orbis Biblicus et Orientalis.
OTL Oíd Testament Library.
OTS Oudtestamentische Studien.
PW A. Pauly-G. Wissowa, Real-Encyclopüdie der klassischen
Altertumswissenschaft.
RB Revue Biblique.
RGG Die Religión in Geschichte und Gegenwart.
SAT Die Schriften des Alten Testaments.
SBB Stuttgarter Biblische Monographien.
SBS Stuttgarter Biblische Studien.
SBT Studies in Biblical Theology.
StTh Studia Theologica.
StANT Studien zum Alten und Neuen Testament.
STL Studia Theologica Lundensia.
THAT Theologisches HandwOrterbuch zum Alten Testament I-II,
1971/6.
ThR Theologische Rundschau.
ThRev Theologische Revue.
ThSt Theologische Studien.
ThVers Theologische Versuche.
ThViat Theologia Viatorum.
ThWAT Theologisches WOrterbuch zum Alten Testament, 1970s.
ThWNT Theologisches WOrterbuch zum Neuen Testament, 1933s.
ThZ Theologische Zeitschrift.
TThZ Trierer Theologische Zeitschrift.
VF Verkündigung und Forschung.
VT Vetus Testamentum.
VTS Vetus Testamentum. Supplement.
WdF Wege der Forschung.
WMANT Wissenschaftliche Monographien zum Alten und Neuen
Testament.
Siglas 13
L Nombre y estructura
El antiguo testamento debe su condición de «antiguo» al
nuevo testamento. Ya el nombre, contrapuesto al de «nuevo tes
tamento», suscita el problema de la interpretación cristiana de
este cuerpo que recoge los materiales de una tradición. Pero la
propia expresión «nuevo testamento», acuñada por la conciencia
cristiana, remonta a los textos del antiguo testamento, más exac
tamente a la expectativa profética del futuro: Dios se reconciliará
con su pueblo después del castigo. Según la promesa de Jer
31 31, una nueva alianza (en latín testamentum) vendrá a susti
tuir a la antigua quebrantada. Esta palabra «alianza» muestra ya
de modo ejemplar cómo el antiguo testamento se puede superar
a sí mismo en virtud de la esperanza. La conciencia cristiana
puede conectar con esta expectativa de superación de su propio
horizonte que anima al antiguo testamento. El nuevo testamento
pone en relación las promesas proféticas con el futuro iniciado
en Jesús (cf. 2 Cor 3; Heb 8). Hay que hacer notar, con todo,
que la expresión «antigua alianza o testamento» aplicada a los
libros del AT no aparece aún en el nuevo testamento.
El nuevo testamento cita el antiguo como autoridad (por
ejemplo: Le 10 25 s), como «escrito inspirado por Dios» (2 Tim
3 16). El AT es «el escrito» o «los escritos» sin más (Le 4 21;
24 27 s, etc.). Esta calificación refleja una gran estimación, un
prestigio único en cierto modo; pero no debe malentenderse co
mo si el AT fuese la palabra escrita frente al nuevo, que sería la
palabra oral. El AT nació en buena parte, sobre todo en el men
saje profético, de la predicación oral, y sólo posteriormente se
leía y comentaba durante el culto religioso (Neh 8 8; Le 4 17).
18 Panorama del antiguo testamento y de su historia
PROBABLE FIJACION
NOMBRE CONTENIDO
(«CANONIZACION»)
reino septentrio
nal: Israel,
reino meridional:
Judá
Presión aramea
(esp. 850-800) Elias, Elíseo,
Hegemoníaasiria ¿elohísta?
(ca. 750-630) ca. 733 Guerra siro-efraimita Amós (ca.
contraJudá (2 Re 760) Oseas
16 5; Is 7) (ca. 750-725)
Isaías (ca.
740-700)
Tiempo de Judá 732 Pérdidas territoriales
de Israel (2 Re 15 29) y
722 Conquista de Samaría
por los asirios (2 Re
17)
701 Asedio de Jerusalén
por los asirios (2 Re
18-20 = Is 36-39;
1 4-8)
Hegemonía babi
lónica (desde 605) ca. 622 Reforma de Josias (2
Re 22 s; Deuterono-
mio) Jeremías (ca.
626-586)
597 Primera destrucción
de Jerusalén; diez
años después: Ezequiel
IV. Exilio 587 Destrucción definitiva
de Jerusalén por los
babilonios (2 Re 24
s; Jer 27 s). Lamentacio
nes historia
d e u te r o n o -
mista: Dt 2
Re (ca. 560)
Escrito sa
cerdotal Dt-
Isaias
26 Panorama del antiguo testamento y de su historia
1. La prehistoria nómada
Gén 11 20 s cita nombres propios, com o Najor o Harán, que son topó
nimos de Mesopotamia septentrional; en el propio AT aparece también
Harán como lugar (Gén 11 31 s; 28 10). Pero es poco probable que
aquella región, y menos aún la más lejana Ur (11 28.31), fuera la patria
de los antepasados de Israel. Existían simplemente con aquella pobla
ción relaciones de parentesco (27 43; 22 20 s; 24 4 s), como también con
los vecinos más próximos del este' y del sur, Amón, Moab (19 30 s) y
Edom (36 lo s), que procedían del movimiento migratorio arameo.
Epocas de la historia de Israel 27
del Jordán (Rubén, Gad). Entre las tres zonas habitadas del oes
te del Jordán avanzaban un cinturón nórdico de ciudades-estado
cananeas, atravesando la llanura de Jezrael (Jue 1 27; Jos 17 u ),
y otro meridional, que se extendía desde Jerusalén hacia el oeste
(Jue 1 21.29.35). Pero este pasillo apenas representaba una verda
dera separación de «Israel».
En cualquier caso, durante el tiempo, algo tardío, de los jueces pudo
haber comunicación de personas o de tribus procedentes de Palestina
central y de Galilea (Jue 4 s; 6 s). ¿Existían también relaciones con Ju
dá en el sur? (cf. Jos 7 i . 16; 15 16 con Jue 3 9; eventualmente 12 8)?
El grupo que forman las seis tribus de los hijos de Lía tienen probable
mente un pasado propio; se habían asentado ya, quizá, en Palestina
central antes de la penetración de los hijos de Raquel, José y Benjamín,
después de abandonar Egipto, llevando consigo, acaso, la fe yahvista e
introduciéndola en Israel. El texto de Jos 24 ¿guarda recuerdo de este
hecho?
Una vez unificadas las doce tribus desde el sur hasta el nor
te, debieron de existir también ciertos usos comunes entre todas
ellas, tal vez una organización colectiva.
La idea, más lógica, según la cual Judá en el sur y las tribus mediopa-
lestinas Efraín/Manasés, con el epicentro de la fe yahvista alrededor de
Epocas de la historia de Israel 35
Siquén (cf. Gén 33 18-20; Jos 24 y passim), sólo poseen una historia co
mún desde David, minimiza en exceso la organización de la época pre
estatal. En todo caso, con tal hipótesis apenas cabe dar una respuesta
satisfactoria a la ardua pregunta sobre el modo cómo se impuso la fe
yahvista en el sur.
Las tradiciones patriarcales suponen unas relaciones muy estrechas
entre Berseba (Gén 26 23 s) o Hebrón (Gén 18) al sur y Siquén (12 6 y
passim) al norte. Todas las tradiciones de los libros de Josué y los
Jueces, difundidas también en el sur (Jos 7; 10; Jue 3 9, y passim)
¿pueden proceder de la época de los reyes? La misma descripción de
Jue 1 hace alusión a las normativas sobre propiedad que regían en Ju
dá. La lista de los «jueces menores» que ofrece Jue 10 1 s; 12 8 s conser
va quizá recuerdos de un tribunal de justicia para el norte o incluso pa
ra todo Israel.
3. El período monárquico
Jehú (845-818) llegó al poder gracias a una revolución apoyada por los
círculos fieles a Yahvé. Aunque se opuso a la orientación sincretista de
la corte (2 Re 9 s), fue rechazado más tarde por el profeta Oseas a
causa de sus crueldades (1 4 s). Jehú fundó la dinastía de mayor dura
ción, que reinó casi un siglo. A ella perteneció Jeroboán II (787-747),
que parece haber conocido un período de prosperidad en su reino (2 Re
14 25 s). En el último cuarto de siglo se fueron sucediendo los usurpado
res (entre ellos Menajén, Pecajías, Pécaj), hasta que comenzó la deca
dencia durante el régimen de Oseas 722 a.C. (2 Re 17).
Hombre
«Casa», es decir, hogar o familia
Clan
Tribu
La comunidad básica no es la tribu, sino la (gran) familia.
Podía comprender, posiblemente ya en la época nómada, con
seguridad posteriormente, tres o cuatro generaciones: la mujer y
las concubinas (1 Sam 1 i s; Jue 19 i s; 8 30), los hijos casados,
sus hijos y quizá nietos, las hijas solteras (Núm 30 4) y las her
manas y hermanos del padre de familia (cf. Dt 25 5; Sal 133 1;
Lev 18; Dt 27 20 s).
2. La posesión de la tierra
La sedentariedad convierte a los nómadas en labradores y
habitantes de poblados. Incluso cuando un clan se establece
aisladamente en un lugar o varios clanes fundan un poblado en
común, la vecindad se hace poco a poco más fuerte que las rela
ciones de parentesco; los vínculos territoriales se superponen u
oprimen la estructura de clan.
1. La propiedad rural pasa a ser la base existencial del clan
o de la familia y asegura al mismo tiempo la posición social del
hombre libre (cf. Miq 2 2: «un hombre... su casa... su he
redad»). Así debe mantener para sus necesidades vitales una
parcela suficiente de terreno. Probablemente existió además la
posesión comunal. No consta si en un principio toda la tierra
pertenecía al grupo y se distribuía regularmente a suerte entre
los padres de familia, ya que el antiguo testamento habla del re
parto por sorteo como un acto único y no como un rito repetí-
52 Panorama del antiguo testamento y de su historia
1. Nombre y estructura
Los cinco libros de Moisés llevan en hebreo el nombre de to-
rá, que sería más correcto traducir por «instrucciones» que por
«ley». Torá es en un sentido inmediato una exhortación de los
padres (Prov 1 8; 4 3 s y passim) o la enseñanza del sacerdote en
un caso concreto (Ag 2 11 s). Sólo posteriormente asume el tér
mino el significado general de (libro de la) «ley», que abarca to
das las normas (Dt 4 44 s; 17 18; 31 9 s) y va ligado al nombre de
62 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
\ R °(tr)
Son cada vez más numerosos los autores que se pronuncian por la de
pendencia literaria del elohísta respecto del yahvista (o incluso a la in
versa); pero la verdad es que las convergencias entre los textos son ra
ras. Ya H. Gunkel juzgó con razón que «entre J y E no existen rela
ciones literarias: ni J tomó nada de E, ni E de J. Si las dos fuentes
coinciden a veces literalmente, el hecho debe explicarse por la tradición
común» (Gén LXXXIII).
Esta conclusión se justifica sobre todo teniendo en cuenta que ambas
fuentes tienen su origen en lugares distintos: J en el reino meridional y
E en el septentrional.
Como sea, también dentro de las adiciones redaccionales hay que es
tablecer distinciones, por razones metodológicas, para que quede bien
delimitada la parte deuteronomística.
(2) Los añadidos al Deuteronomio ¿ofrecen por tanto un lenguaje pre o
protodeuteronómico (del siglo VII a.C.) o pertenecen más bien al
período postexílico? ¿Hay que postular a veces una redacción estratifi
cada que alcanza desde lo protodeuteronómico a lo deuteronomístico?
Pero ¿es suficiente para hacer tal distinción el argumento lingüístico?
(3) La redacción deuteronómico-deuteronomística ¿coincide temporal
mente con la integración del Deuteronomio en el Pentateuco o es poste
rior a ella? La redacción hace pensar más bien, al menos en ocasiones,
en estratos tardíos del Deuteronomio o en textos deuteronomísticos.
¿El Dt constituía la introducción a la obra histórica deuteronomística,
de suerte que hubo durante cierto tiempo una obra literaria que abarca
ba desde Gén 2 hasta 2 Re y la redacción deuteronomística delata aún
en el Pentateuco esta obra? ¿O la integración del Dt en los estratos de
fuentes y, por tanto, la redacción deuteronómico-deuteronomística se
produjeron sólo después de la unificación de J/E con P? Lo cierto es
que se encuentran de modo esporádico, en fragmentos sacerdotales, al
gunas partes escritas en lenguaje deuteronomístico (por ejemplo Núm
14 8; también en el código de la santidad).
No está aún claro si la formación del Pentateuco debe expresarse con la
fórmula J-E-D-P o con esta otra: J-E-P-D.
El iniciador de esta vía fue H. Gunkel. Este autor aplicó la nueva ópti
ca —fecunda lo mismo para la comprensión de los salmos como de los
textos proféticos— de modo particular al Génesis (Schdpfung und
Chaos in Urzeit und Endzeit [Creación y caos en el tiempo originario y
en el tiempo final], 1895; Génesis, 3!910), partiendo de las leyendas más
antiguas (infra, cap. 5 2 a). Su discípulo H. Gressmann (Mose und seine
Zeit, 1913) aplicó el análisis al libro del Exodo. G. v. Rad completó el
método en una línea de síntesis: la composición y la concepción global
en la que se integra actualmente el material primitivo (Das fo rm -
El Pentateuco 79
tlcl sacrificio de Isaac (Gén 22): en éste «sólo se subraya aquello que es
importante para el fin de la acción, el resto queda en la penumbra; se
acentúan los puntos decisivos de la acción, lo accesorio no tiene impor-
l uncia; el lugar y el tiempo son indefinidos y sólo se pueden conjeturar;
los pensamientos y los sentimientos está implícitos, se sugieren por el si
lencio y el diálogo fragmentario; toda la escena, orientada con máxima
e ininterrumpida tensión hacia su objetivo, y por ello mucho más unita-
liu, resulta enigmática y misteriosa» (Mimesis, 31964, 13 s).
«No basta, en vista del carácter folklórico de esta tradición, hacer cier
tas reservas sobre su credibilidad histórica y retener luego el resto como
‘núcleo histórico’... Se trata de fijar con la mayor precisión posible los
presupuestos históricos del origen y desarrollo de estas tradiciones para
cada caso concreto... Sólo el que ha averiguado las circunstancias en
que surgieron y el fin que persiguen, puede saber por qué, entre la serie
de sucesos, narran justamente aquello que narran, y entonces podrá dis
cernir qué le pueden enseñar y qué no, y qué peso hay que otorgar a lo
que dicen y a lo que silencian». En cualquier caso, las respuestas a esta
pregunta no pueden ser inequívocas, sino que se deben buscar «ponde
rando todas las circunstancias... de modo combinatorio» (M. Noth,
Geschichte Israels, 31956, 49).
b) Temas etiológicos
En una leyenda surge a menudo la pregunta: ¿por qué apare
ce un nombre, un lugar, un estado o un uso? ¿cómo han surgi
do estas realidades? La respuesta «es siempre que las circunstan
cias presentes se explican por una conducta de los antepasados».
Las circunstancias que provocan la pregunta del «porqué» «son
históricas, pero el tipo de explicación es poético» (H. Gunkel,
fíen XXI). De un fenómeno llamativo se infiere un hecho histó
rico, que puede explicarlo (por ejemplo, la mujer de Lot en Gén
19 o la conquista de Jericó en Jos 6). El término de la etiología
es histórico, pero ¿también el punto de partida?
Por eso, el problema de la historicidad de las etiologias, en
especial en los relatos del libro de Josué, pueden desencadenar
una discusión general, aunque hace tiempo que perdió virulen
cia. Muchas veces se ha visto, en efecto, que el tema etiológico
no coincide con los momentos culminantes de una narración (C.
Westermann), e incluso representa un aditamento (B. S. Childs,
B. O. Long). Entonces la narración no apunta a una etiología
conclusiva —«hasta este día», «por eso se llama»... etc.—, sino
que ésta añade un nuevo aspecto, justamente el etiológico. Tam
poco la conclusión etiológica dispensa, pues, de la tarea de inda
gar su trasfondo histórico y sus intereses o intenciones.
c) La leyenda de santuario
La leyenda de santurrio (hierós lógos) representa, no por la
forma, sino por el contenido y por la función, un tipo peculiar
de leyenda, en cierto modo un modo especial de etiología. De
ahí los nombres que se designan: etiología cúltica o leyenda de
la fundación cúltica. Ella legitima un santuario como meta de
peregrinación, narrando una revelación acaecida en su emplaza
miento y poniendo así de manifiesto el carácter sacral del mis
mo. En un lugar relevante —un manantial (Gén 16 7), un árbol,
una roca o el vado de un río— se ha aparecido la divinidad a un
ser humano, que no puede menos de exclamar: «Qué terrible es
este lugar: es nada menos que la morada de Dios» (Gén 28 16 s),
o escucha «Él sitio que pisas es terreno sagrado» (Ex 3 5). El fa
vorecido por la revelación reacciona construyendo un altar o
92 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
3. La novela de José
E n la tr a n s ic i ó n d e l G é n e s is a l li b r o d e l E x o d o , la h is to r i a d e
J o s é s e ñ a la el c a m in o d e lo s h ij o s d e J a c o b - I s r a e l a E g ip to y e s
ta b le c e a s í la c o n e x ió n d e la é p o c a d e lo s p a tr ia r c a s c o n la d e
M o isé s. P e r o e s t a c o n e x ió n ¿ e s o r i g in a r i a o e s p o s t e r io r (s u p r a ,
c a p . 2 i)? ¿ Q u é a n tig ü e d a d p r e s e n ta n lo s e p is o d io s e g ip c io s (c o
m o G é n 4 1 45.50; 40 i s; 43 32) d e l a n a r r a c ió n ? A u n q u e la h is to
ria p o lític a d e E g ip to n o d e j a m a r g e n a lg u n o p a r a la p e r s o n a y
el c a rg o d e J o s é , la tr a d ic i ó n d e b e te n e r a lg ú n a r r a ig o e n la h is
to r ia . L a le y e n d a d e J o s é e n s u f o r m a m á s a n t i g u a p a r e c e h a b e r
n a c id o m á s b ie n e n el r e in o s e p t e n tr io n a l o e n el e s p a c io m e -
d io p a le s tin o (48 22; J o s 17 16 s; 24 3 2 ; J u e 1 2 2 s), q u e m a n tu v o
m u y p r o n t o re la c io n e s c o n E g ip t o (c f . G é n 46 1 s). L a e x p re s ió n
96 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
1. Cuestiones introductorias
1. Importancia. Entre las fuentes escritas del Pentateuco se
otorga con razón el rango principal al estrato yahvista. Este estra
to «contiene el elemento teológico más significativo que se expre
sa en la narración del Pentateuco» (M. Noth): de un lado, la idea
radical de la culpa humana (Gén 6 5; 8 21); y de otro, la promesa
de bendición sobre «todas las familias del mundo» (12 3). La ex
posición yahvista es también la obra histórica más antigua dentro
de sus notables dimensiones, que abarcan diversas épocas, aun
que el antiguo oriente conoció ya la combinación de historia pri
mitiva e historia cronológica, de relatos anteriores y posteriores al
gran diluvio. El yahvista es «el primero que concibió la idea de
una historia universal en cuyo marco el acontecimiento de Israel
posee una función muy determinada y decisiva» (J. Hempel).
W / «,v tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
Sem (i (es decir, a Israel) y a Jafet (es decir, a los filisteos): «Bendi
to Ya'ahvé, Dios de Sem. Sea Canaán siervo de los dos», presupo
ne lasas circunstancias del gran reino davídico. Otro tanto cabe de
cir dede la alusión indirecta a David como «estrella de Jacob»
(Númm 24 15-19) y al sometimiento y la liberación de Edom en
tiempipo de Salomón (cf. Gén 25 23; 27 40 a con 2 Sam 8 13 s; Gén
27 40 b añadido conforme a 1 Re 11 u s). d) El hecho de que J
asumida en su exposición algunas tradiciones de Judá (Gén 38) o
del stsur (Gén 4; 19; también Núm 13 s; 16) está en consonancia
con e el rango que ostentaba Judá desde el reinado de David (2
Sam y 2). e) La descripción de la esclavitud de Israel en Egipto Ex
1 11 p parece tener por base las circunstancias de la actividad cons
tr u c to r a de Salomón (1 Re 9 15.19; cf. 5 29; 11 28): los pueblos so-
metididos fueron empleados en los trabajos de construcción. Así,
la apiparición de la obra yahvista pudo coincidir aproximadamente
con e el período constructivo de Salomón, f) Esta época, en fin,
no sególo experimenta un florecimiento político y económico, sino
tamb'bién cultural: es la «ilustración salomónica» (G. v. Rad). De
hechcho, el yahvista revela una gran cultura y delata su familiari
dad c con la corriente sapiencial que, quizá, se cultivaba en aquella
escueiela de funcionarios. La historia primitiva ¿no viene a dar
una i respuesta narrativa a la pregunta sapiencial (Sal 8 5 y pas-
sim )) sobre la naturaleza del hombre?
2. Intenciones teológicas
1. La obra yahvista, y posteriormente el Pentateuco, pre
sentan una dimensión universal gracias al relato preliminar
sobre los orígenes. Cuando el yahvista (a diferencia de E y P)
emplea al nombre de Yahvé desde la creación y supone que los
hombres le adoran desde el principio (Gén 4 26 ¿añadido?; cf.
8 20 ; 9 26), el Dios del pueblo israelita aparece como Dios de la
humanidad, como juez de los pueblos (Gén 4; cf. 24 3.7). El
yahvista, en su relato de la historia originaria, describe el desti
no del hombre en su alternativa: multiplicación y disminución,
poder e impotencia, gracia y justicia.
En el siglo X a.C. no era algo obvio para Israel que Yahvé se presenta
ra, no sólo como auxiliador en los trances históricos, sino como creador
(Gén 14 19 s; 1 Re 8 12; también Sal 24 2 y passim). En cualquier caso,
la idea de que Yahvé rige la lluvia (Gén 2 5; 7 4), el ritmo de la siembra
y la cosecha, el verano y el invierno (8 22), la fecundidad, en suma, era
cuestionada aún uno o dos siglos más tarde (1 Re 17 s; Os 2).
La obra histórica yahvista 103
Como Gén 3 s, también el relato del diluvio en Gén 6-8* presenta el te
ma de la conservación de la humanidad: Dios puede aniquilar lo que ha
creado; pero tiene piedad de un hombre. J interpreta una tradición uni
versal desde una doble perspectiva:
En primer lugar, J justifica el diluvio, en frases de libre formulación
(6 5-8; 8 21 s después de la conclusión tradicional 8 20), con la maldad
del hombre. Esas palabras dan a Dios la razón, al entender la catástrofe
como consecuencia de la voluntad pecadora del hombre. Así, el diluvio
se convierte en castigo que el hombre puede comprender, porque va li
gado a su comportamiento.
En segundo lugar, la tradición popular sobre la «honradez» de Noé (Ez
14 14.20; cf. Gén 6 9P; 5 29J) aparece remodelada en una línea pasiva:
Noé «halló gracia» (6 8), fue considerado como «hombre honrado»
(7 1; cf. 18 3; 19 19). Así se evita atribuir a la moralidad y piedad de
Noé su privilegio de ser el «resto» en medio de la masa corrompida (co
mo hace Heb 11 7).
Por lo demás, tampoco J pinta a sus protagonistas como figuras idea
les: ni Abrahán (Gén 12 10 s; 16) ni Jacob (Gén 27) ni Moisés (Ex 2)
aparecen como gente virtuosa o modelos de conducta.
1. Cuestiones introductorias
El yahvista fue el primero en poner por escrito un esbozo del
Pentateuco. Pero no quedó ahí la exposición de la historia pri
mitiva de Israel; la obra fue completada por otra redacción, la
elohísta, tan bien refundida con la yahvista que se habla de un
«jehovista» J/E . Resulta difícil, en efecto, delimitar con preci
sión ambas fuentes ya en el relato de José, y sobre todo desde el
Exodo. Por eso, en este terreno de la asignación de fuentes es
preciso muchas veces proceder con cautela: «La distinción de J
y de E es la labor más ardua de análisis de textos, y en muchos
casos no es posible» (H. Holzinger, EinlHex 485 y passim).
1. Independencia. Esta circunstancia hace que la fuente
elohísta constituya en la investigación un tema debatido en los
aspectos literario, histórico y teológico. No sólo hay discrepan
cias sobre sus límites, sino que se discute la misma existencia de
un texto elohísta (P. Volz, W. Rudolph, S. Mowinckel y otros).
Pero hay diversas razones que inclinan a considerar al
elohísta como relator independiente: a) Se encuentra una serie
de duplicaciones del mismo material, en especial los pasajes de
la tentación de Eva (Gén 20 E; 12 ío s J; 26 7 s J) y de la huida
de Agar (Gén 21 9 s E; 16 i s J). b) Hay relatos paralelos donde
se entrecruzan redacciones yahvistas y elohístas. Los ejemplos
principales son el sueño de Jacob Gén 28 ío s, la vocación de
110 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
Como prueba de ello puede servir tal vez Ex 3 15. El versículo intercala
do por la redacción entre Ex 3 14 E y 3 16 J parece tener su origen en
Sión, más exactamente en el culto religioso de Jerusalén (cf. Sal 102 13;
135 13).
2. Intenciones teológicas
El hecho de que el elohísta no contenga una historia de los
orígenes implica por lo pronto la ausencia de la orientación uni
versal del yahvista. Yahvé no está actuando desde la creación
del mundo, sino que se manifiesta sólo en la vocación de
Moisés (Ex 3). Si cabe concluir por este argumentum e silentio
que E se ocupa exclusivamente del pueblo de Israel y de su mi
sión particular, esta conclusión queda confirmada en la senten
cia de Balaán:
1. Cuestiones introductorias
1. El espíritu del escrito sacerdotal se revela ya en sus tres
características más importantes:
a) Ninguna otra fuente es tan fácilmente identificable por
el vocabulario y por las cualidades estilísticas; sólo la literatura
deuteronómica y deuteronomística posee un bagaje lingüístico
tan específico. Expresiones peculiares de P son, por ejemplo:
«creced, multiplicaos» (Gén 1 28 y passim), «recordar el pacto»
(9 15 s y passim) o «el faraón, rey de Egipto» (41 46 y passim).
Las leyes se introducen con fórmulas típicas, más o menos este
reotipadas (Ex 16 16; Lev 1 i s y passim). Ya Th. Nóldeke halló
como notas características de P, además de la «predilección por
las expresiones fijas», «los grandes períodos con frecuentes re
peticiones. El escrito básico carece en general de vida, de plasti
cidad, del detalle pintoresco y del calor del lenguaje... los perso
najes aparecen simplemente esbozados, sin sus rasgos concre
tos» (133). En realidad, el elemento narrativo pasa a un segundo
plano en comparación con las fuentes más antiguas. La unifor
midad produce una impresión ambigua: puede rayar en lo subli
me (Gén 1), y también degenerar en lo rígido, esquemático e
incluso pedante. La falta de plasticidad puede significar tanto
una actitud de fuerte reserva frente a las representaciones
miticas (por ejemplo Gén 1 14 s) como una potenciación de lo
maravilloso (por ejemplo Ex 14; 16). En todo caso, el estilo pro
lijo con sus frecuentes incisos puede revelar una determinada in
tención. Pretende una descripción exacta de cada fenómeno (por
ejemplo Gén 1 n s.29 s) y busca concentrarse en principios teoló
gicos para llevar «el pensamiento del lector, más allá de la letra
directa, al fondo de las cosas» (K. Elliger, 189).
b) El escrito sacerdotal presenta en una mayor medida que
las fuentes antiguas una serie de cifras... desde las medidas del
arca (Gén 6 15 s con 7 20) hasta el censo del pueblo (Núm 1). P
contiene, en especial, una cuidadosa cronología en proyección
retrospectiva, comenzando prudentemente con el recuento de los
días en el relato de la creación y pasando por la fecha del dilu
vio, desconocida aún en las tradiciones anteriores (Gén 7 n; 8 13
y passim), hasta otras indicaciones de años, meses y días (Gén
17 t.24 s; Ex 12 2.18.40 s; 19 i y passim). Los números y los
El escrito sacerdotal 121
Ya antes del comienzo del libro de las genealogías, P hace uso del tér
mino toledot, ampliado en una «historia de los orígenes», para explicar
la creación del mundo (Gén 2 4 a).
Moisés y sus relaciones con Madián (Ex 2-4; 18JE). Lo más chocante
son las enmiendas que introduce en la historia del diluvio y de los
patriarcas, que P narra partiendo del supuesto de que el culto tuvo su
inicio en el Sinaí. Si J habla inspirándose en la tradición páleo-oriental
sobre un sacrificio que Noé ofrece después de su liberación (Gén 8 20 s
J), P nada dice del sacrificio ni de la construcción del altar, ni de la dis
tinción entre los animales puros e impuros (6 19 s; 7 15 s P frente a 7 2;
8 20 J). P omite asimismo las informaciones sobre el culto en la época
premosaica, porque contradicen a su idea de que el verdadero sacrificio
dio comienzo en la revelación sinaítica (Ex 25 s).
una parte para ei séptimo día. Así Israel guarda, más o menos a la
fuerza, el descanso sabático (Ex 16 22 s). Como el trabajo en sábado
resulta superfluo y hasta imposible gracias a la divina providencia, no
hay necesidad de promulgar un mandamiento sabático en sentido
estricto. El mandamiento aparece sólo como adición posterior junto
con las instrucciones para la construcción del santuario; en aquella co
yuntura es el único mandamiento que se inculca a la comunidad (Ex
31 12-17 Ps). El día de descanso, de estricta observancia, es el «signo»
para todas las generaciones de que Yahvé ha «santificado» o segrega
do a Israel (cf. Ez 20 12.20).
sólo puede lanzar una mirada desde los montes de Moab a la tierra pro
metida (27 12 s) antes de morir (Dt 34 7 s), pero con la certeza de que la
comunidad obedecerá a su sucesor Josué (Núm 27 15 s; Dt 34 9) y —si
cabe concluir así— de que la promesa se cumplirá en la siguiente gene
ración. ¿No evoca este relato la carta de Jeremías en el exilio (29 5 s.io),
según la cual la generación viviente no volvería a pisar el país, sino sólo
una generación futura?
2. Intenciones teológicas
J. Wellhausen, que impuso la cronología tardía del escrito
sacerdotal, lo designó con la sigla Q para expresar su condición
de liber quattuor foederum, el libro de las cuatro alianzas. P di
vide, en efecto, la historia en cuatro períodos. Al comienzo de
cada período tiene lugar un acontecimiento de relieve, como un
acto ritual o unas disposiciones sobre el culto religioso:
10 10; 20 25; 11 u s). P explica por la bendición divina (Gén 1 28; 9 1.7) el
aumento de la población de la tierra; confirman su cumplimiento las
breves genealogías que inserta antes y después del diluvio (Gén 5; 10;
11 10 s*).
Si la promesa de la fecundidad arranca de la tradición patriarcal, para
P. a la inversa, la promesa hecha a Abrahán y a Jacob (17 2 s; 28 3;
35 11; 48 11) viene a ser la renovación de la bendición inicial y de la ben
dición a Noé. Cuando Israel se convierte en un pueblo numeroso, se
realiza de modo ejemplar, prototípico y representativo la promesa
hecha a la humanidad (cf. también Ex 1 7 con Gén 1 28).
Toda criatura cumple una misión a los ojos de Dios: «Y era muy
bueno» (1 31). Pero este juicio no incluye el derramamiento de sangre
(Gén 1 29 s; cf. 2 16 J y la transformación escatológica de Is 11 6s y pas-
sim). La violencia sólo viene al mundo por el hombre y hace que Dios
modifique su juicio: «La tierra está corrompida» (6 11 s P).
Como el mundo, también el tiempo está articulado; la creación se reali
za a modo de historia. Al final de los seis días de trabajo llega, como
conclusión y meta, el descanso, reservado primero a Dios solo (Gén
2 2 s). El descanso es una alusión y un anticipo de aquello que el
hombre habrá de hacer más tarde (Ex 16). Así el sábado de la creación
no ostenta aún el carácter de «signo».
Yo soy E l Shaddaj.
Procede de acuerdo conmigo
y sé honrado (Lutero: piadoso)
(o en sentido consecutivo):
entonces serás intachable (Gén 17 1).
Parece ser que el escrito sacerdotal mantiene aún el recuerdo de las divi
nidades El que dominaban en Canaán (supra, cap. 2 1 a): El Shaddaj se
revela sólo en esta región; pero nada se sugiere sobre una vinculación
local. El escrito sacerdotal, o cuando menos su época (cf. Ez 10 5), pa
rece haber formado el doble nombre con los dos elementos antiguos El
y Shaddaj (Núm 24 4.16; cf. Gén 43 14; 49 25) para resumir en él las di
versas tradiciones de la época patriarcal y destacar al mismo tiempo su
alteridad frente al tiempo anterior y frente al período mosaico siguiente.
Quizá P ve en el nombre Shaddaj, ciertamente difícil de interpretar, la
transcendencia y el poder de Dios.
136 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
del prodigio del mar Rojo, culminación del relato de las plagas,
la palabra de Dios anticipa de nuevo los acontecimientos: «Haré
que el faraón se empeñe en perseguiros, y me cubriré de gloria
derrotando al faraón y a sus ejército, y sabrán los egipcios que
yo soy Yahvé» (14 4.17 s; cf. 7 5; de Israel: 16 6 . 12).
4. La expresión «cubrirse de gloria» (kbd Ex 14 4.17 s; Lev
10 3), que aparece en la última predicción, pasa a ser como sus
tantivo «gloria (kabod) de Yahvé» la palabra clave del relato sa
cerdotal sobre la estancia en el desierto y sobre la revelación
sinaítica.
I. Formas jurídicas
1. El derecho casuista describe un caso en todos sus aspec
tos —con los condicionamientos que se producen en la vida
cotidiana— y determina la sanción; por ejemplo;
«Cuando surja una riña entre dos hombres y uno hiera al otro a puñe
tazos o a pedradas, sin causarle la muerte, pero obligándole a guardar
cama, si el herido puede levantarse y salir a la calle con ayuda de un
bastón, entonces el que lo hirió será declarado inocente: tendrá que pa
gar únicamente los gastos de la cura y la convalecencia» (Ex 21 18 s; al
go análogo 21 2- 11.20 s).
Se puede presumir con A. Alt (KISchr I, 341 s) que la fórmula del ta
lión u otra semejante se utilizaba también en la sustitución del sacrifi
cio, por ejemplo, en el rescate del primogénito (Ex 34 19) por un animal
(cf. Gén 22 13).
2. Compilaciones legales
a) El decálogo
En comparación con estas formas jurídicas, destaca el carác
ter peculiar de los diez mandamientos (Ex 20; Dt 5). El decálogo
constituye el ejemplo principal de las series de prohibiciones que
se imponen directamente al individuo: «No harás esto...» (cf.
Lev 18 7 s; también Ex 22 17.20 s.27; 23 1 s).
Los diez mandamientos son también categóricos, incondi
cionales, es decir, no indican las circunstancias de una acción,
sino que permanecen en el terreno de lo general y lo fundamen
tal y conminan al hombre sin ningún tipo de reserva. Para su
mejor retención están formulados con extrema brevedad; y para
abarcar los diversos ámbitos de la vida se ordenan en serie, pu
diéndose contar con los dedos de las manos, como las maldi
ciones de Dt 27, que eran diez en su origen. Pero no se especifi
can las sanciones, por lo cual el decálogo no puede servir como
normativa para la administración de justicia. Los mandatos y
las prohibiciones sin la sanción correspondiente ¿pertenecen a la
categoría de las cláusulas jurídicas? Los preceptos del decálogo
previenen ante delitos aún no cometidos, son instrucciones para
la vida; atañen más al ethos que al ius.
La antigüedad del decálogo —ya en su forma literaria,
mucho más en sus formas orales— es objeto de discusión. El Dt
El derecho veterotestamentario 147
Se puede estudiar este proceso por diferentes vías: mediante una com
paración de Ex 20 con el texto más reciente de Dt 5, o investigando la
forma de los mandamientos, o por comparación con estatutos jurídicos
o con enunciados proféticos paralelos.
No sólo la fundamentación de los mandamientos es diversa (cf. sobre el
precepto sabático Ex 20 n con Dt 5 13 s) y, por tanto, hasta cierto punto
secundaria, sino que las propias formulaciones de los mismos son osci
lantes e imprecisas (cf. el tratamiento de la mujer en el décimo manda
miento Dt 5 21 frente a Ex 20 17). La cadena de las prohibiciones se in
terrumpe con el precepto sabático y de amor a los padres, en formula
ciones positivas. Los mandamientos difieren también mucho en exten
sión. Además, sólo el primero y la fundamentación del segundo (Ex
20 3-6) llevan el sello del «yo» divino, al estar enunciados en primera
persona singular. Estas divergencias de estilo delatan un origen tardío
del decálogo.
Es poco probable, aunque se ha supuesto muchas veces, que el decálogo
proceda de otro «decálogo ancestral» que incluyera ya los diez manda
mientos. Hay que decir más bien que la serie de diez se compone de otras
series breves, independientes entre sí, que abarcarían de uno a cuatro pre
ceptos. Pero sólo cabe distinguir con cierta claridad dos subgrupos: el pri
mero y segundo mandamientos de un lado (cf. Lev 19 3 s; Ex 34 i4 s) y las
tres prohibiciones del homicidio, el adulterio y el robo, de otro (cf. Ex
21 12 s; Os 4 2 y passim), formaban probablemente una unidad indepen
diente. Como en el dodecálogo de las maldiciones de Dt 27 y en otros tex
tos legales, los mandamientos éticos y teológicos son de formación secun
daria en el plano histórico (¿incluso en el plano literario?).
No está claro si el profeta Oseas (3 i; 4 2; 13 4) en el siglo VIII y
Jeremías (7 9) conocen ya el decálogo pocos años antes del exilio y lo ci
tan en fórmulas libres, o simplemente se hallan insertos en una corrien
te de tradiciones que dio origen más tarde al decálogo.
b) El código de la alianza
La compilación legal Ex 20 22-23 19 (33) se insertó posterior
mente en la perícopa sinaítica mediante elementos narrativos
precedentes y subsiguientes (20 18-22; 24 3 s), y su nombre está
relacionado con dicha perícopa (24 7). El código de la alianza
constituye en lo formal y en el contenido una amalgama. Por
eso, tanto su estructura como, sobre todo, su origen, suscitan
muchas controversias.
Como el dodecálogo de las maldiciones (Dt 27 15.26) y el có
digo de la santidad (Lev 17; 26 15), también el cuerpo legal ofre
ce un marco —aunque tardío— teológico y cúltico, que tiene
por objeto la clara distinción frente a la religión cananea (20 22-
26; 23 1019 ). El prólogo, con una fórmula tardía de prohibición
de imágenes, que contrapone el Dios del cielo a los dioses de
metal (20 22 s), y con la ley sobre el altar, precede al título. El
calendario festivo (23 10 s) presenta estrechas relaciones con el
denominado decálogo cúltico (34 10 s). Sigue un epílogo con otra
estructura, como palabra de despedida de Yahvé (Ex 23 20-33).
El fragmento principal tiene dos partes. La primera (21 2-
22 16) comprende sobre todo cláusulas casuistas en las que se in
sertan las penas de muerte (21 12-17). La segunda, mucho menos
homogénea (22 17-23 9), se caracteriza (como ya el prólogo 20 22-
26) por prohibiciones «no harás...» (22 17.27 s) y por justifi-
¡50 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
c) El código de la santidad
Si el código de la alianza es la compilación legal más anti
cua, el código de la santidad Lev 17-26 (= H) es la más reciente
y se suele fechar en la época del exilio. También este texto com
bina temas diversos y se fue formando gradualmente, en varios
estratos. Recoge materiales muy antiguos (por ejemplo en Lev
18; 19) y recientes, para elaborarlos y reinterpretarlos. Predomi
na en él la parénesis comparativamente al código de la alianza;
de modo análogo a la exhortación deuteronómica, evoca la his
toria y exhorta a la obediencia (Lev 18 2 s.24 s y passini). No está
claro si H, como se suele suponer, fue independiente en sus
orígenes, para ser integrado posteriormente en el escrito sacer
dotal (PG), o si fue redactado como complemento del mismo
(K. Elliger). H acoge a veces prescripciones deuteronómicas, las
amplía o las adapta (A. Cholewiñski). Aparte las normas de cul
to, he aquí algunas disposiciones importantes:
b) 16
(v,18)-18 disposiciones sobre personajes oficiales:
jueces (16 18-17 13), rey (17 14-20),
sacerdotes (18 1-8), profetas (18 9-22; cf. 13 2-6)
c) 19-25 preceptos de diverso contenido, esp. sobre la
conducta social
19 derecho de asilo (cf. 4 41 s; Núm 35; Jos 20)
20 legislación bélica (cf. 21 lo s; 23 9 s; 24 5 s)
21 s; 24 s leyes matrimoniales y otras
23 1-8 ley comunitaria (cf. Is 56)
d) 26 apéndice litúrgico
(primicias, diezmos, credo)
II. Dt 27-28 Primera conclusión
27 Maldición (v. 15 s dodecálogo de maldi
ciones)
Ebal y Garizim (cf. 11 26 s; Jos 8 30 s)
28 bendición y maldición
III. Dt 29-30 Segunda conclusión (parénesis)
28 69 alianza en Horeb y en Moab
30 n s posibilidad de guardar la ley
IV. Dt 31-34 Final del Pentateuco. Apéndices
31 9 s lectura de la ley cada 7 años
32 cántico de Moisés
33 bendición de Moisés (v. 2-5.26-29) y senten
cias a las tribus (v. 6-25; cf. Gén 49)
34 muerte de Moisés (P: v. 1 a .7-9)
2. Intenciones teológicas
En rigor, habría que indagar las intenciones teológicas del Dt en cada
uno de los estratos interpretativos. Pero hasta ahora no se han podido
164 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
1. Cuestiones introductorias
El paso a los libros históricos supone el ingreso en un espa
cio diferente. Pero el conocimiento de la singularidad de sus
condiciones literarias frente al Pentateuco o al Tetrateuco es
una adquisición bastante reciente. Las ideas que vertió M. Noth
en su comentario al libro de Josué (1938) le indujeron a propo
ner la hipótesis de una obra histórica deuteronomística ( = dtr.)
que comprende desde el Dt hasta el segundo libro de los Reyes
(Überlieferungsgeschichte Studien [Estudios sobre historia de la
tradición] 1943, 1957). Jepsen llegó de modo independiente a
análogos resultados (Die Quellen des Kónigsbuches [Las fuentes
del libro de los Reyes] 1953).
Antes se explicaba esta parte de los libros históricos vetero-
testamentarios de modo similar al Pentateuco, donde las fuentes
escritas ofrecen ya ciertas unidades narrativas. Sin duda no se
ignoraban los pasajes deuteronómicos del libro de Josué y de los
La obra histórica deuteronomística 175
I. Tiempo de Moisés
Dt 1-3 (4) Moisés evoca la migración desde el Horeb hasta el
este del Jordán; designación de Josué como su suce
sor
Dt 31 1-8; 34 Discurso de despedida de Moisés, investidura de Jo
sué, muerte y sepultura de Moisés.
2. Intenciones teológicas
1. Israel quedó profundamente afectado por la decadencia
del reino septentrional y, sobre todo, por la catástrofe que ter
minó en el destierro de Babilonia. Por eso la obra histórica dtr.
iba destinada a contestar a una pregunta que antes de ella nin
gún relato o crónica se había planteado: la pregunta sobre la
existencia y el destino del pueblo de Dios. Así, la obra persigue
(a diferencia, posteriormente, del cronista 2 Crón 10 s) la histo
ria de los dos estados; interesaba «la historia del pueblo de Is
rael como tal» (M. Noth, ÜSt 95). Los reinos septentrional y
meridional ¿no eran partes de un mismo pueblo de Dios que
cargaban con culpas semejantes y por eso hubieron de sufrir
uno tras otro análogo destino (2 Re 17; 21; 24 3 s)? Pero la idea
de la unidad del pueblo de Dios no corresponde sólo a un enfo
que impuesto por la situación, sino que adopta al mismo tiempo
el esquema del mensaje profético y un ideal básico del Deutero-
nomio (supra, 10 2 c).
180 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
«Ni antes ni después hubo un rey como él, que se convirtiera a Yahvé
con todo el corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, confor
me en todo con la ley de Moisés» (2 Re 23 25; cf. 22 2).
el primer rey Jeroboán se desvió del camino recto por sus ini
ciativas de independización del culto y determinó así la falsa
orientación del futuro (cf. 1 Re 14 7 s; 2 Re 17 21 s con 1 Re
12 26 s). Con la organización de un culto propio que perduró du
rante toda la historia de este estado, con el «pecado de Jero
boán» (1 Re 14 16 y passim; 2 Re 17 21), parece que la decaden
cia quedó sellada irremediablemente (cf. 2 Re 17 2).
Los criterios de la obra histórica dtr. son, pues, muy unilate
rales. Nada dice sobre faltas éticas o políticas, sobre la injusticia
social, que tanto censuran los profetas. Sólo recuerda por lo
general delitos religiosos: entrega a dioses extranjeros, transgre
sión del primero y segundo mandamientos, rotura de la unidad
y de la pureza cúlticas. Pero coincide con el talante profético en
hacer más hincapié en los desvíos que en el llamamiento a la
conducta justa. Aun «la adoración de Dios no aparece tanto en
la perspectiva del desarrollo positivo de sus posibilidades como
en las claudicaciones históricas»; la obra muestra poco interés
en la misma práctica efectiva del culto (M. Noth, ÜSt 103 s).
Sin embargo, con todo lo que pueda tener de visión simplifica-
dora o injusta, esta obra expresa la idea de que la salvación y la
desgracia se deciden en la historia a través de la fidelidad o la
infidelidad a la propia fe, que implica la exclusividad.
3. La reducción de la culpa al ámbito religioso-cúltico,
contrariamente a la predicación profética, sorprende tanto más
por cuanto la obra dtr., al menos en su forma definitiva, otorga
un amplio espacio a los relatos de profetas y asigna a los pro
pios profetas una gran importancia para la interpretación del
acontecer histórico. La palabra de Dios que, según el mensaje
profético, resuena esporádicamente en el tiempo (Is 9 7), se con
vierte ahora en actor de la historia, como fue la creadora del
mundo según el escrito sacerdotal (Gén 1) y rigió los destinos de
la historia ulterior (supra, cap. 8 2 e). La exposición dtr. nace de
la palabra de Dios, que se deja oír como promesa y como ame
naza (1 Re 11 29 s; 14 7 s y passim) y como hacedora de futuro
(cf. los múltiples signos de cumplimiento, como Jos 21 43 s;
23 14; también 1 Re 15 29; 16 12 y passim).
Si en los relatos sobre profetas éstos anuncian la muerte a
los reyes, como hizo Elias (1 Re 21; 2 Re 1), la obra dtr. puede
generalizar estos anuncios —sin duda por influencia del profe-
La obra histórica deuteronomística 183
«Que Yahvé, nuestro Dios, esté con nosotros, como estuvo con
nuestros padres; que no nos abandone ni nos rechace. Que incline hacia
La obra histórica deuteronomística 185
a) El libro de Josué
El libro de Josué presupone la investidura de éste antes de la
muerte de Moisés (Dt 312 s; cf. 3 21 s; Núm 27 15 s) y abarca
desde la confirmación en el cargo (Jos 1) hasta su muerte (Jos
24). En cuanto al contenido, describe la toma de Canaán por
Israel en dos etapas principales: la conquista (cap. 2-12) y la
distribución del país (13 s).
III || | || ||
La obra histórica deuteronomística 187
ración deuteronomística. Por eso hay que contar con dos redacciones
deuteronomísticas en el libro de Josué.
Existen también algunos versículos del escrito sacerdotal, o más bien
próximos en el lenguaje y en la intención al escrito sacerdotal —que
concluye con la muerte de Moisés— ; en especial, el relato de la pascua
Jos 5 10-12, la mención de los sacerdotes y del arca en 4 15 s; 14 i s; 18 i;
19 51; 21 i s; también 9 15 s y passim.
Aun la parte narrativa (cap. 2 s) carece, al parecer, de unidad literaria.
La pertenencia de algunos textos del libro de Josué a uno de los dos
estratos más antiguos del Pentateuco (cf. por ejemplo la coincidencia de
la frase de Jos 5 15 con Ex 3 5 s J) no se puede demostrar, en cambio,
con seguridad.
El propio Josué, que procede de la región efraimita (cf. Jos 24 30; Núm
13 8), pudo haber actuado de modo similar a los héroes carismáticos del
tiempo de los jueces en Palestina central (cf. Jos 10), aunque no parece
que desempeñara un papel tan relevante como le atribuye el libro (Jue
1 22 s no le menciona para nada).
En todo caso, su nombre, en el que se expresa por primera vez el
nombre de Dios («Yahvé ayuda»), parece confirmar que Josué se esfor
zó con energía en favor del culto yahvista (cf. Jos 24). ¿Es éste el moti
vo de que la tradición le considere como servidor y sucesor de Moisés
(Ex 33 l i ; Núm 11 28; 27 15 s; Dt 31 14.23; 34 9; Jos 1)?
L a i n t e r p r e t a c i ó n d tr . se e x p r e s a y a en la i n t r o d u c c i ó n J u e
2 6 s, q u e s e c o r r e s p o n d e c o n el d i s c u r s o c o n c l u s i v o d e 1 S a m
12; a v e c e s , e n p a s a j e s d e c i e r t a e x t e n s i ó n ( J u e 10 6 - 16), i n c l u s o
e n la s p a l a b r a s d e u n p r o f e t a ( 6 7-io); f i n a l m e n t e , e n t o d o t i p o d e
o b s e r v a c i o n e s s u e l t a s (8 33 s y p a ssim ). E s t a e x p o s i c i ó n h i s t ó r i c a
p a r e c e t e n e r c o m o b a s e p r i n c i p a l d o s t r a d i c i o n e s d i s t i n t a s d e la
190 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
A unque los hechos que relatan las leyendas heroicas son es
porádicos y particulares, su im portancia fue grande en el curso
de la historia de las tradiciones. En paralelo con el proceso que
realizan las sagas y las leyendas de santuario del período
patriarcal, los relatos tribales del tiem po de los jueces se re
fieren a to d o Israel y constituyen un testim onio de fe yahvista.
La iniciativa hum ana queda relegada, para que Israel no se
engría diciendo: «M i m ano m e ha dado la victoria» (7 2). Esta
interpretación teológica (tardía) culm ina en el rechazo de la
dignidad regia por Gedeón: «N i yo ni mi hijo serem os vuestro
jefe. V uestro jefe será Y ahvé» (8 22 s; cf. sobre la historia de la
tradición W . Beyerlin).
La obra histórica dtr. inserta las tradiciones en su m arco
general y transform a lo que según la tradición acon teció esp o
rádicam ente en un acontecer típico, recurrente de m o d o casi
uniform e: ap ostasía de Y ahvé, ataque enem igo, in vocación a
Yahvé, salvación y nueva ap ostasía. Por eso hay que pregun
tar, desde una perspectiva crítica, «si Israel, a la luz de este es
quem a de teología de la historia que propone el libro de los
Jueces, n o paga un peligroso tributo al pensam iento cíclico del
antiguo orien te» (G. v. Rad, T e o l.A T I4, 408). El libro de los
Jueces describe sin duda una situación que se repitió varias ve
ces. Pero la aparente orientación cíclica form a una espiral que
se dirige a una determ inada m eta. La serie de los acon tecim ien
tos ofrece, adem ás del m ovim ien to regresivo, otro m ovim iento
prospectivo: el tiem po de los jueces apunta desde el principio
hacia el período m onárquico.
c) L o s lib ro s de S am uel
Los dos libros de Sam uel con tien en , aparte relatos sueltos
(com o Jue 9; 2 Re 9 s), las obras más antiguas de la historiogra
fía israelita. Esta apareció probablem ente después del nacim ien-
¡94 Las tradiciones y las fuentes escritas del Pentateuco
Una cuestión histórica especial es saber hasta qué punto Samuel, juez
menor en sus orígenes (1 Sam 7 15 s), tomó parte en las innovaciones ra
dicales. Su importancia en los acontecimientos va en aumento con la
distancia histórica (unción de Saúl 10 1; convocatoria del pueblo 10 17;
apéndices 11 7. 12-14; cf. cap. 13 4).
d e l r e l a t o d e l a s c e n s o r e s id e e n la c o n s t a t a c i ó n d e q u e Y a h v é e s
t a b a « c o n » D a v id (1 S a m 17 37; 18 12. 14. 28), c o n l a q u e c o m i e n z a
y c o n c l u y e : « D a v i d i b a c r e c i e n d o e n p o d e r í o y Y a h v é , el D io s
d e lo s e j é r c i t o s , e s t a b a c o n é l» (2 S a m 5 10; c f . t a m b i é n 7 3.8 s;
1 Sam 10 7). P o r lo v i s t o , e n la é p o c a d a v í d i c a y s a l o m ó n i c a se
e x p lic ó el é x i t o d e I s r a e l p o r e s e « e s t a r c o n » d e Y a h v é ; a s í , e n el
c u r s o « n a t u r a l » d e lo s a c o n t e c i m i e n t o s s e r e c o n o c i ó l a e f i c ie n c i a
( i n d i r e c t a ) d e D io s y el b u e n r e s u l t a d o n o se a t r i b u y ó a la h a b i l i
d a d h u m a n a . E l y a h v is ta , m á s o m e n o s c o n te m p o r á n e o , ¿ a d o p
t a e s t a p e r s p e c t i v a p a r a la i n t e r p r e t a c i ó n d e la s le y e n d a s d e lo s
p a t r i a r c a s ( G é n 2 6 3; 2 8 15 y p a s s im )?
S e d i s c u t e si r e m o n t a n a é p o c a t e m p r a n a o p r o c e d e n d e u n
e s t r a t o t a r d í o l o s j u i c i o s t e o l ó g i c o s q u e e n el r e l a t o d e la s u c e
s i ó n a l t r o n o c o n s i d e r a n la m a r a ñ a d e c u l p a y d e s u f r i m i e n t o
q u e i n v a d e la c o r t e r e a l c o m o u n a p r o v i d e n c i a d e D io s : « Y a h v é
lo d i s p u s o a s í » (2 S a m 17 14; c f . 11 27 b; 12 4 b; 14 14 y p a ssim ).
S e i m p o n e d e n u e v o u n a c o m p a r a c i ó n c o n la f u e n t e e s c r i t a m á s
a n t i g u a d e l P e n t a t e u c o ; c o n r a z ó n el r e l a t o d e l a s u c e s i ó n a l t r o
n o , q u e p r e s e n t a la s u b l i m i d a d y e l a b i s m o , la s p o s i b i l i d a d e s y
la s d e b i l i d a d e s d e l s e r h u m a n o , h a c e p e n s a r a lo s e s t u d i o s o s e n
la v is ió n r e a l i s t a d e l h o m b r e q u e o f r e c e la o b r a h i s t ó r i c a y a h v is
t a (G é n 4 ; 8 21).
d) L o s lib ro s d e los R e ye s
L o s l i b r o s d e lo s R e y e s a b a r c a n d e s d e la m u e r t e d e D a v id y
l a i n v e s t i d u r a d e s u s u c e s o r , S a l o m ó n (1 R e 1 s ) , p a s a n d o p o r la
h i s t o r i a d e lo s d o s r e i n o s , h a s t a l a d e s t r u c c i ó n d e J e r u s a l é n y el
d e s t i e r r o d e B a b i l o n i a (2 R e 2 5 ). E s t e e s p a c i o d e t i e m p o d e c e r
c a d e c u a t r o s i g lo s p u e d e d i v i d i r s e e n t r e s s e c c i o n e s :
3 4 s; 9 revelaciones de Dios
3; 59 s sabiduría de Salomón
4 funcionarios de Salomón (cf. 1 Sam 8 16 s;
20 23 s) y gobernadores en las doce pro
vincias de Israel
5-8 construcción del templo y del palacio
10-11 actividad comercial (9 26 s), relaciones in
ternacionales, política exterior
apostasía de Salomón, anuncio de su caí
da.
1 Re 12-
2 Re 17 Historia de los reinos separados Israel y Judá (926-
722 a.C.)
12 División del reino. Jeroboán (I) y Ro-
boán. Los dos becerros de oro
17-19; 21; Elias
2 Re 1 18 Juicio de Dios en el Carmelo
«¿Hasta cuándo vais a caminar con mu
letas?» (v. 21)
19 Teofanía en el Horeb (cf. Ex 33 18 s)
vocación de Elíseo (v. 19 s)
21 viña de Nabot
1 Consulta de Acozías a Belcebú
20 Profeta anónimo en la guerra de los ára
meos
22 Miqueas, hijo de Yimlá
Frente a los profetas cortesanos, el único profeta de
calamidades; dos visiones
2 Re 2-9; 13 Elíseo
2 Elias es arrebatado al cielo
Elíseo recibe dos tercios (cf. Dt 21 n) del
espíritu de Elias (2 9)
2; 4; 6 s Prodigios
3 Guerra con Mesá, de Moab
5 Curación de Naamán el sirio. Una carga
de tierra
9s La revolución de Jehú (cf. 1 Re 19 16 s)
11 Atalía de Judá
17 Conquista de Samaria por Sargón (II)
recolonización del país.
III. 2 Re 18-25 Historia del reino meridional de Judá (hasta 587 ó
561 a.C.)
La obra histórica deuteronomística 199
Ajías de Silo 1 Re 11 29 s; 14
Miqueas, hijo de Yimlá 1 Re 22
Elias 1 Re 17-19; 21; 2 Re 1
Eliseo 2 Re 2-9; 13 (1 Re 19 19 s)
Isaias 2 Re 18-20 (= Is 36-39)
1. La Crónica
Es sorprendente que junto a los libros de Samuel y de los Re
yes exista en el antiguo testamento otro relato del período mo
nárquico, que en lo esencial corre paralelo, pero con una orienta
ción diferente: los libros de las Crónicas. La designación hebrea
de «diarios o anales» {(libre hajjamim) fue traducido por san Je
rónimo como «Crónica», y Lutero aceptó la denominación.
El término grecolatino de Paralipomena o «lo omitido» ¿pretende signi
ficar que los dos libros de las Crónicas ofrecen algunos materiales que
«se omitieron» en los libros de Samuel y de los Reyes? ¿O se refiere só
lo a la traducción griega, en la cual los libros de las Crónicas, justamen
te por su paralelismo con los de Samuel y los Reyes, podían ser «relega
dos», para ser asumidos más tarde como apéndices?
2. Esdras y Nehemías
Para la composición de los libros de Esd/Neh, que hablan
del regreso de los exiliados, de la construcción del templo y de
la muralla y de la reorganización de la comunidad jerosilimita-
na, el Cronista tuvo a su disposición distintas fuentes.
1. El documento más amplio y más importante es la
«autobiografía de Nehemías» (Neh 1 i), denominada fuente o
memorias de Nehemías, que está considerada como obra históri
ca de gran categoría (cf. Kellermann). Narra principalmente la
investidura de Nehemías y habla de las medidas tomadas para la
construcción de la muralla Neh 1 1-7 5 a; 12 27-43 (con pequeños
complementos) y más brevemente sobre determinadas reformas
13 4-31*. Las «memorias» no se distinguen sólo por el empleo de
la primera persona singular frente al relato en tercera persona,
sino que muestran también diversas peculiaridades estilísticas
(por ejemplo la indicación de los meses por el nombre 1 1; 2 1 en
lugar del número 8 2).
La Biblia latina clasifica los libros Esd y Neh como 1 y 2 Esd. Se consi
dera como apócrifo 3 Esd, que en su forma actual abarca desde la pas
cua de Josías 2 Crón 35 hasta la lectura de la ley Neh 8 y añade mate
rial no bíblico (apuesta de los pajes de Darío sobre qué es lo más pode
roso del mundo: el vino, el rey, las mujeres o la verdad). El cuarto libro
de Esdras es un apocalipsis, importante por la distinción que establece
entre la era presente y la futura y por su expectativa mesiánica.
Habida cuenta que el libro tercero de Esdras —utilizado también por
Josefo en su Antiquitates— deja de lado la fuente Nehemías 1-7, algu
nos estudiosos se han preguntado si esta versión no conserva un estadio
de tradición más antiguo y, en consecuencia, si la fuente Nehemías no
se incluyó tardíamente en la obra cr. (cf. Pohlmann). Pero la omisión
en 3 Esd ¿no es intencionada?
3. Intenciones teológicas
El Cronista «pretendía exponer la historia del nacimiento de
la comunidad postexílica en la que vivió» (M. Noth, 172). Es el
continuador de la obra histórica dtr. y a veces constituye su «in
terpretación» (Th. Willi). Esta interpretación se produce a me
nudo mediante la palabra amonestadora y previsora de los pro
fetas (2 Crón 12 5 s; 15 2 s y passim). En cualquier caso, el Cro
nista expone el pasado desde la visión de su época y lo configu
ra, revaloriza, corrige e idealiza. Su intención se puede precisar
estableciendo la comparación con los libros de Samuel y de los
Reyes: ¿qué es lo que omite, qué es lo que añade?
1. El criterio decisivo es el «principio de retribución», la
«sanción personal», puesta de manifiesto por la historia. Así, la
lepra del rey Ozías se explica por su violación de los derechos
sacerdotales (2 Crón 26 16 s contra 2 Re 15 5). Mientras que en
Ozías se distingue un primer período de honestidad y otro poste
rior de maldad, en Manasés ocurre a la inversa: a un período de
pecado sigue la humillación ante Dios, provocada por el
cautiverio en Babilonia; esta conversión hace comprensible el
reinado extraordinariamente largo del rey (2 Crón 33 1.10 s).
Detrás de tal versión histórica está el principio tantas veces
expresado: el que es fiel a Dios, es conservado por Dios; el que
abandona a Dios, es abandonado (1 Crón 28 9 ; 2 Crón 15 2 y
passim).
2. Al igual que la obra histórica dtr., también la cr. otorga
una gran importancia a David. Es un «hombre de Dios» (2 Crón
8 14), ejemplo de fidelidad a la ley (7 17 y passim)-, Yahvé
—evocación del título de Dios en la época patriarcal— es llama
La obra histórica cronística 211