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por
JORGE E. SÁNCHEZ
Desde la iglesia primitiva, se llama parábola una historia contada por Jesús para ilustrar
su enseñanza. La voz griega parabole tiene la idea de la comparación. El tenor de las parábolas
gusta de hablar e instruir en forma de comparación; también tiene afición al enigma que pica la
curiosidad e incita a la búsqueda. En las escrituras hebreas, en especial Proverbios 10:26, halla-
mos el eco de las sentencias de los sabios que gustan de utilizar el método de la parábola. Hay
real para significar las realidades reveladas por Dios, imágenes que las más de las veces recla-
Parábola y alegoría
Tenemos que algunas veces la comparación no se relaciona con el conjunto de una histo-
ria. Todos los detalles tienen una significación propia que requiere una interpretación particular.
Entonces la parábola se convierte en alegoría. Tal es el caso de varios textos del las escrituras
hebreas. Es muy frecuente que las parábolas contengan algunos rasgos alegóricos; así Jesús
cuando habla de Dios y de Israel bajo una descripción como amo de la viña (Mateo 21:33). Los
evangelistas acentúan este carácter al sugerir ya una interpretación; así Mateo alegoriza en nues-
tro Señor, el señor de la casa, del que Jesús habla en parábola (Mateo 24:42) y Lucas refiere la
parábola del buen samaritano en términos que hacen pensar en Cristo (Lucas 10:33, 35).
En los evangelios
El misterio del Reino y de la persona de Jesús es tan nuevo en los evangelios que no se
puede manifestarse sino gradualmente y según la receptividad de los oyentes. Por eso Jesús, en
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la primera parte de su vida pública, recomienda a sus discípulos que mantengan el secreto me-
siánico, tan evidentemente puesto de relieve en Marcos 1:34; 3:12. Por eso también el Jesús de
los evangelios gusta de hablar en parábolas que, aun dando una primera idea de su doctrina, obli-
gan a reflexionar y a tener necesidad de explicación para ser perfectamente comprendido. Así se
llega a una enseñanza en do grados; por ejemplo, en Marcos 4:33-34: el recurso a los temas clá-
sicos (la viña, el pastor, la siembra) pone sobre el camino a los oyentes en conjunto; pero a los
discípulos los dispone a tener que profundizar en la doctrina dada por Jesús, cuyas preguntas re-
cuerdan las intervenciones de los videntes en los Apocalipsis (Mateo 13:10-13). Las parábolas
aparecen como una mediación necesaria para que la razón se abra a la fe: cuanto más penetra el
creyente el misterio revelado, tanto más entra en la inteligencia de las parábolas; y cuanto más
rechaza el ser humano el mensaje de Jesús, tanto más se le cierra el acceso a las parábolas del
Reino. Los evangelistas resaltan esto cuando, impresionados por el endurecimiento de mucho
judíos frente al evangelio, muestran a Jesús respondiendo a los discípulos con una cita de Isaías:
las parábolas pone de relieve la obcecación de los que se niegan a abrirse al mensaje de Cristo
(Mateo 13:10-15).
Al uno ponerse en el contexto bíblico en que hablaba Jesús, resulta más fácil interpretar
las parábolas. Su tema de discusión son los humildes hechos de la vida diaria, sobre todo los
grandes acontecimientos de la historia sagrada. Son temas clásicos, fáciles de descubrir, carga-
dos de sentido por su trasfondo en las escrituras hebreas en el momento en que Jesús los utiliza.
No debe asombrar al lector de las parábolas los relatos que son compuestos libremente y ordena-
dos a la enseñanza. El lector tampoco debe extrañarse de la actitud de ciertos personajes de las
parábolas que evocan un razonamiento particular (por ejemplo, Lucas 16:1-8). Hay que ilustrar
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el tenor teocéntrico de la mayoría de las parábolas. Sea cual fuere la medida exacta de la alego-
ría, es el Padre de los cielos (Mateo 21:28) o Cristo mismo – sea en su misión histórica (el sem-
brador de Mateo 13:3), sea en su gloria futura (el esposo de Mateo 25:1) – al que las más de las
veces debe evocar el personaje central; y son el Padre y el Hijo (Mateo 20:1-16). Tan cierto es
que el amor del Padre es testimoniado a los seres humanos por el envío de su Hijo como la gran
revelación aportada por Jesús. Para esto sirven las parábolas, que muestran el remate perfecto
Lo anterior es necesario para desarrollar una interpretación de Historias que Jesús con-
tó, que aparecerán con alguna regularidad para la lectura de pastores y laicos interesados en las
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Los párrafos anteriores son una adaptación de Vocabulario de Teología Bíblica, publicad bajo la dirección de
Xavier León-Dufour. Barcelona: Editorial Herder © 1980; páginas 640-644.
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Exégesis sencilla
Con esta parábola Jesús anuncia las buenas nuevas a los despreciados y abandonados.
Debería llamarse la parábola del amor del padre y el hermano indignado (el padre, y no el hijo
arrepentido, ocupa el puesto central). Esta historia está sacada de la vida. Jesús no interpreta su
parábola para nosotros, sino que nos deja discernir su significado utilizando nuestro mejor enten-
dimiento y sentido.
La parábola consta de dos partes: los versículos 11-24 y los versículos 25-32. Cada parte
enfoca a un hijo diferente y sus relaciones con el padre. El padre no es Dios, sino un padre te-
rrenal. Sin embargo, se entiende que en su amor se ve la imagen de Dios. Ambas partes de la
parábola se unen en la figura del padre quien toma la iniciativa de ir a ambos hijos. La narrativa
contiene diálogos y discursos. La primera parte consiste de los versículos 12, 17-19 y 21-23. La
segunda parte consiste de los versículos 27, 29-30 y 31-32. Los siervos mencionados en el tras-
fondo (los versículos 17, 19, 22 y 26) sirven para contrastar las relaciones de los hijos con el pa-
dre.
Podemos culpar al hijo menor por haber abandonado al padre cuando le reclama la parte
que le corresponde (15:12), es decir, una tercera parte de los bienes (el primogénito recibe doble
que los demás hijo). La situación legal es la siguiente: había dos formas de transferir bienes de
padre a hijo: por testamento y por donación en vida. En caso de donación, el beneficiario recibía
el capital enseguida. El hijo mayor es designado como único futuro propietario (15:31) y el pa-
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dre disfruta los bienes (15:22 y 29). El hijo menor exige el derecho de propiedad y también el de
disponer de los bienes, queriendo se recompensado para organizar una vida independiente.
Los versículos 13-16 describes al hijo menor una vez que recibe sus bienes, emigra a un
país donde quizás había judíos de la diáspora. Allí tiene que tratar con animales impuros. No
puede santificar el sábado, es decir, ha caído en lo más bajo posible, viéndose obligado a negar
su religión. No puede comer la comida de los cerdos por repugnancia y quizás tenga que robar
para alimentarse.
sí). El hijo menor decide regresar aunque no tiene derecho de reclamar ni siquiera alimentación
y vestido del padre. Al verlos, el padre corrió, algo desacostumbrado y poco digno para un
oriental de su edad, aunque tuviera tanta prisa. El padre le besó [repetidamente] (expresión omi-
En 21-24 el hijo menor confiesa, pero su padre no le deja terminar las palabras. Trata al
que regresa no como jornalero, sino como invitado de honor dándole una alta distinción (el re-
vestirse de un nuevo vestido puede ser símbolo de salvación). Hay fiesta y regocijo tras las ór-
denes que da el padre manifestando perdón y restablecimiento del hijo perdido. El cambio se
En 25-32 el hijo mayor reprocha al padre negando el nombre del hermano que regresa al
El amor de Dios no tiene límites. Jesús obra como corresponde a la naturaleza y a la vo-
luntad de Dios. La parábola se explica como una afirmación de los poderes de Jesús, que recla-
Podemos aplicar el mensaje de la parábola al hijo pródigo como figura del arrepentimien-
to y la gracia de Dios para el arrepentido. La parábola estimula el espíritu hacia un cambio per-
sonal. El joven que emigra al extranjero experimenta un reavivamiento tremendo. Sus circuns-
la confesión.
y hacerse responsable de sus acciones. Es también oportunidad para elevar nuestra autoestima
porque el Padre nos revela el valor que tenemos como criatura suyas. La conducta de autodes-
trucción se cancela. Los estilos de vida cambian. La alienación fue eliminada y se logró e auto
respeto. Hay catarsis cuando hay confesión sincera; arrepentimiento es buenas nuevas.
por una de gozo. El arrepentimiento que de él se requiere toma la forma del gozo del Reino.
La parábola trata también de la relación entre el padre que se compadece y el hijo que es
hostil. Hay dos respuestas al retorno del hijo pródigo. Un padre que se compadece y que recibe
al muchacho con amor. Él se negó a sí mismo y corrió hacia su hijo, dejando atrás su dignidad.
Por otro lado, el hijo mayor, indignado, no es como el padre. Este tuvo reservas y sus críticas no
becerro gordo. Su conducta fue sin amor y muy crítica de otros, quizás gozándose secretamente
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por los fracasos de su hermano menor. Lo peligroso de esta actitud es que tal hostilidad interna
puede ser expresada e falsa alegría pero que en realidad es desprecio y rebeldía. ¡Cuánto cuida-
do hay que tener de no alejar a los pródigos que se acercan a la iglesia buscando el perdón de
Dios! La parábola abre la posibilidad de que el hermano mayor se una a la fiesta en honor a su
hermano menor.
La alienación del hermano mayor nos ayuda a entender mejor Lucas 15:29:
El hermano mayor nunca vio que todas mis cosas son tuyas (15:31, sino que piensa que
realmente está separado del padre y esa es la razón de su conducta, en vez estar con el padre y
participar de sus cosas como heredero. Podemos ser una nueva criatura cuando somos uno con y
en Cristo. Helecho de vivir en la casa del padre o ser miembro de una iglesia no garantiza que
¿Cómo debemos reaccionar cuando a nuestras iglesias regresan, después de haberse ido a
otras congregaciones por razones doctrinales, los que una vez fueron líderes activos?
La parábola del hijo pródigo trata el tema de lo perdido. Junto con el amor de Dios, del
que sean las figuras del padre y sus dos hijos las que en la parábola quedan contrapuestas, desta-
ca también de manera clara el pensamiento central de que el ser humano es objeto del amor divi-
to de uno y la indignación del otro representan nuestra situación humana. El padre, amando a los
dos por igual, representa a Dios. La parábola del hijo pródigo es el evangelio del evangelio.
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