Sei sulla pagina 1di 2

—¿Por qué tantos afanes en la jornada

POEMA SEMBRANDO
sin buscar recompensa?— dije. Y el loco
De aquel rincón bañado por los fulgores murmuró, con las manos sobre la azada:
del sol que nuestro cielo triunfante llena; —«Acaso tú imagines que me equivoco;
de la florida tierra donde entre flores acaso, por ser niño, te asombre mucho
se deslizó mi infancia dulce y serena; el soberano impulso que mi alma
envuelto en los recuerdos de mi pasado, enciende;
borroso cual lo lejos del horizonte, por los que no trabajan, trabajo y lucho;
guardo el extraño ejemplo, nunca si el mundo no lo sabe, ¡Dios me
olvidado, comprende!
del sembrador más raro que hubo en el
monte. »Hoy es el egoísmo torpe maestro
a quien rendimos culto de varios modos:
Aún no se si era sabio, loco o prudente si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro.
aquel hombre que humilde traje vestía; ¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!
sólo sé que al mirarle toda la gente En la propia miseria los ojos fijos,
con profundo respeto se descubría. buscamos las riquezas que nos convienen
Y es que acaso su gesto severo y noble y todo lo arrostramos por nuestros hijos.
a todos asombraba por lo arrogante: ¿Es que los demás padres hijos no
¡hasta los leñadores mirando al roble tienen?...
sienten las majestades de lo gigante! Vivimos siendo hermanos sólo en el
nombre
Una tarde de otoño subí a la sierra y, en las guerras brutales con sed de robo,
y al sembrador, sembrando, miré risueño; hay siempre un fratricida dentro del
¡desde que existen hombres sobre la tierra hombre,
nunca se ha trabajado con tanto empeño! y el hombre para el hombre siempre es un
Quise saber, curioso, lo que el demente lobo.
sembraba en la montaña sola y bravía;
el infeliz oyóme benignamente »Por eso cuando al mundo, triste,
y me dijo con honda melancolía: contemplo,
—Siembro robles y pinos y sicomoros; yo me afano y me impongo ruda tarea
quiero llenar de frondas esta ladera, y sé que vale mucho mi pobre ejemplo
quiero que otros disfruten de los tesoros aunque pobre y humilde parezca y sea.
que darán estas plantas cuando yo muera. ¡Hay que luchar por todos los que no
luchan! flores
¡Hay que pedir por todos los que no lo mismo en la montaña que en la llanura,
imploran! y hay que vivir la vida sembrando
¡Hay que hacer que nos oigan los que no amores,
escuchan! con la vista y el alma siempre en la
¡Hay que llorar por todos los que no altura».
lloran!
Hay que ser cual abejas que en la colmena Dijo el loco, y con noble melancolía
fabrican para todos dulces panales. por las breñas del monte siguió trepando,
Hay que ser como el agua que va serena y al perderse en las sombras, aún repetía:
brindando al mundo entero frescos —«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre
raudales. sembrando!...»
Hay que imitar al viento, que siembra
AUTOR: Marcos Rafael Blanco Belmonte

Potrebbero piacerti anche