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INTRODUCCIÓN
Una de las cosas más reprochadas a los sistemas procesales con tendencias inquisitivas es la
preeminencia de la prueba escrita en el proceso penal como medio para justificar la imposición de
condenas. En este tipo de sistemas procesales, el testimonio no es que el testigo brinda en el juicio
oral a viva voz, sometido a preguntas y repreguntas (cros – examination) bajo la observación directa
del juez, sino que era una simple información contenida en un acta de declaración, generalmente
recogida durante la investigación y respecto de la cual no se puede ejercer adecuadamente
contradicción ni tampoco obtener inmediación judicial, garantías procesales esenciales que hoy
tanto se reclama. Una reforma procesal que pretenda privilegiar el principio de oralidad en la
actuación probatoria, para ser eficaz, no puede simplemente contentarse con un cambio legislativo
en la forma de incorporación de la prueba, sino que además es necesario que los operadores
jurídicos apliquen esas normas bajo una óptica distinta a la que están habituados normalmente. En
cuanto a la actuación probatoria se refiere, el problema de fijar reglas claras para decidir la
admisibilidad y el valor probatorio de las declaraciones previas rendidas antes del juicio (sobre todo
si estas se encuentran contenidas en un soporte escrito) es lo que resulta meridianamente como
una de las cuestiones más relevantes y problemáticas de la práctica procesal penal; sin embargo,
paradójicamente es también una de los problemas menos estudiados en nuestro medio. En ese
sentido, la verdadera intención de este trabajo es ir un poco «contracorriente».
Estoy convencido que cualquier intento de aprender técnicas de litigio y estrategias procesales, sería
imposible sin un previo y adecuado conocimiento de las cuestiones dogmáticas referidas a la
prueba. Esta afirmación que parece elemental, sin embargo, es muchas veces ignorada. Muchos
operadores jurídicos, suelen darle más importancia a la técnica procesal que al conocimiento
dogmático, y esa confusión muchas veces termina por inducir al juez a rechazar un medio prueba o
una concreta forma de actuación probatoria nada más porque el abogado defensor o el Fiscal no
hizo un «uso adecuado de las técnicas de litigación oral».
No estoy de acuerdo con esta forma de entender la importancia de la técnica procesal. A mi juicio,
la carencia de una técnica adecuada para introducir la prueba es sólo una especie de «poena
naturalis» que debe soportar la parte poco preparada en la práctica del litigio. Salvo en supuestos
muy excepcionales una defensa deficiente puede generar consecuencias procesales relevantes para
la decisión de fondo, pero lo común es que la técnica mal desarrollada sea un hecho superable en
juicio, ese es el rol del juez.
No me refiero con ello que el juez deba suplantar en su rol a las partes, pero entiéndase que
normalmente esta sustitución sólo se produce cuando el juez asume las cargas probatorias propias
del fiscal o del acusado. En todo caso, por regla general, aunque la técnica sea deficiente, lo más
importante deberá ser analizar si desde un punto de vista positivo (lege lata) un medio de prueba
es admisible o no.
Reconozco el correcto lugar en importancia que ocupan las técnicas de litigación oral en la práctica
forense; sin embargo, es mi interés en este trabajo, abordar más bien el problema de las
manifestaciones anteriores de un testigo en juicio, desde un punto de vista dogmático-procesal en
vinculación con la doctrina referida a la admisibilidad y valoración de la prueba penal.
Debo aclarar también que aquí trataré únicamente sobre el uso de las declaraciones previas de un
testigo que se hayan dado de forma oral o escrita. El problema de las conductas no verbales, por el
momento se deja de lado, pues no sólo añadirían una complejidad innecesaria al análisis, sino que,
además - en líneas generales - todo lo que se pueda decir en cuanto a las manifestaciones anteriores
orales o escritas, pueden ser de aplicación también a las manifestaciones no verbalizadas.
3.1 Definición El concepto de declaración previa, en el ámbito procesal penal, debe ser preciso del
que se puede esperar en un ámbito coloquial. Una declaración previa es toda manifestación (oral,
escrita o una conducta no verbal) de una persona - prima facie -apta para declarar en un proceso
penal (testigo, agraviado, perito o imputado), y que es dada en momentos anteriores al juicio oral.
Esta declaración puede haber sido registrada en un medio documental público o privado (acta,
escrito, libros, revistas, medio magnetofónico, medio electrónico, etc.); o, por el contrario, puede
simplemente no haber sido registrada en ningún medio, pero existe un testigo que puede acreditar
que la declaración fue hecha (testigo de referencia).
Dada la definición propuesta, tal vez resulte mejor hablar de «manifestaciones anteriores» de un
testigo antes que de «declaraciones» previas. Este último término favorece la creencia de que solo
puede confrontarse a un testigo con actos testificales anteriores, lo cual es incorrecto pues, testifical
o no, toda manifestación anterior puede ser utilizada en juicio siempre y cuando se respete las reglas
de admisibilidad probatoria.
En otras palabras, para que pueda ser introducida en juicio una manifestación anterior lo
determinante no es que la declaración esté contenida en un documento de carácter testimonial
(acta testifical, acta de denuncia, acta de registro personal, de registro domiciliario, de inspección,
de allanamiento, etc.), pues también los documentos de carácter informativo - descriptivo
(informes, esquelas, inventarios, etc.), así como los documentos de carácter dispositivo (contratos,
memorándums, resoluciones, sentencias, etc.) pueden ser utilizados en juicio, ello en atención a su
pertinencia como prueba sustantiva o como medio para refrescar la memoria de un testigo o
impugnar5 su testimonio. Ello es así, pues el derecho a la contradicción sólo puede restringirse, por
respeto al principio de legalidad de la prueba, cuando la ley expresamente lo señale.
Pueden tomarse muchos criterios para clasificar los tipos de manifestaciones anteriores al juicio
dadas por un testigo; sin embargo, las clasificaciones expuestas aquí son las que estimo operativas
para el desarrollo de la exposición.
i) Declaraciones previas dadas extra proceso: cuando la declaración ha sido ha sido dada
fuera de los márgenes de la investigación (con independencia de que hayan sido
incorporadas luego en el proceso). Aquí se puede incluir tanto manifestaciones orales como
escritas. En caso de las manifestaciones escritas, esta puede constar tanto en un
documento testimonial como en un documento dispositivo.
ii) Declaraciones previas dadas intra proceso: cuando la declaración previa ha sido recabada
formalmente por la policía, el fiscal o el Juez de Investigación Preparatoria, justamente para
fines de averiguación del delito durante el proceso de investigación. Estamos ante
documentos generalmente testimoniales (actas testificales, actas de entrevista, etc.).
Por el contrario, una declaración previa se hace valer como prueba de no sustantiva
(impropiamente llamada «prueba»), cuando lo que se pretende con ella, no es sustentar un
condena (probar el hecho objeto de imputación o un hecho impeditivo, los elementos del delito,
o la pena), sino únicamente negar la credibilidad y la suficiencia probatoria de un medio de
prueba presentado por la contra parte, impugnar la credibilidad de un testigo o rehabilitarlo,
refrescar su memoria o demostrar simplemente que la declaración fue hecha.
En este caso, al juez le está prohibido utilizar la prueba no sustantiva como medio para justificar
su sentencia. Negar la credibilidad de un testimonio tras haber sino eficazmente impugnado con
una declaración previa, por ejemplo, permite simplemente concluir que «no hay prueba de lo
que se afirma», pero nada más. No es posible lógicamente inferir que está acreditado lo
contrario a lo que se dijo en el testimonio.
5.1.1 Uso de la declaración previa como prueba sustantiva por incorporación al testimonio
No está demás precisar que no basta con dar lectura a la declaración previa para ésta se
«incorpore» al testimonio dado en juicio, sino que es necesario que el testigo retome el sentido
de su declaración anterior y abandone su retracción.
5.1.2 Uso de la declaración previa como prueba de referencia (la verdad un conocimiento
personal ajeno)
5.1.2.1 Definición
La prueba de referencia es todo aquel medio que se hace valer como prueba sustantiva para
probar la “verdad” de un conocimiento personal ajeno, puede tomar la forma de prueba
documental (escrita) o también la forma de un testimonio oral (testifical), en este último caso
hablamos de un testigo de referencia.
5.1.2.2 Características
La nota esencial de la prueba de referencia es la indisponibilidad del testigo en juicio para ser
interrogado o la indisponibilidad de su testimonio. En tal sentido, no sólo es prueba de
referencia aquella declaración de un testigo que no concurre a la audiencia de juicio oral; sino
también aquella declaración anterior (previa) de un testigo que, estando presente en la
audiencia, aun así, no brinda testimonio (ya sea porque posee algún privilegio, o porque no
recuerda, o porque simplemente nada responde o se niega a contestar).
En sistemas acusatorios más cercanos al modelo angloamericano (como sucede en Puerto Rico
o Colombia), por el contrario, la inadmisibilidad de la prueba de referencia es la regla general, y
solo bajo contadas excepciones es admitidas. Esta diferencia, es muy importante a tener en
cuenta al momento de estudiar el Código Procesal Penal peruano.
La regla de admisibilidad general, sin embargo, se encuentra atenuada por reglas tasadas que
afectan sólo el ámbito de la valoración. Así, existe una tarifa legal negativa que impone al juez
de juzgamiento la prohibición de fundamentar la condena únicamente un testimonio de
referencia aislado.
Esto quiere decir, que para dar por acreditada la existencia del hecho imputado a través de
prueba de referencia, esta deberá estar corroborada por otros medios de prueba autónomos y
objetivos (eso es a lo que la doctrina jurisprudencial llama «corroboraciones periféricas de
carácter objetivo»).
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que no es posible corroborar una prueba de referencia
con otra prueba de referencia, pues la sospecha de falibilidad – hablando desde un punto de
vista epistemológico - que pesa sobre prueba de referencia, no puede superarse con otro medio
de prueba igualmente falible.
Finalmente, conviene distinguir también entre prueba de referencia audito propio (cuando el
testigo narra lo que personalmente escuchó) y la prueba de referencia audito alieno (cuando el
testigo narra lo que a su vez una tercera persona dice que escuchó).
El Tribunal Constitucional Español asume que la audito alieno, más allá de servir como simple
acto de investigación para lograr la identificación de una persona, no posee alcance probatorio
autónomo alguno (STC 217/1989, F.J. 5). Esta posición me parece acertada, pues el problema
de la prueba de referencia es que limita enormemente la posibilidad de contradicción. En caso
de la audito alieno, las limitaciones a este derecho son casi absolutas.
Tratándose se supuestos de audito propio, por lo menos se puede traer al testigo de referencia
a juicio para interrogarle sobre la circunstancia, el momento, el lugar y los medios por los cuales
obtuvo conocimiento de lo dicho por el titular original de la información (art .166 NCPP). En la
audito alieno, ello no es posible y sólo quedaría contentarse con el interrogatorio de una
persona a quien no le constan todas las circunstancias en que se dio la información que se
pretende introducir como verdadera en juicio, lo cual sería un despropósito.
5.1.3.1 Definición
Esta doctrina surgió en España como medio de evitar vacíos de impunidad que se generaban
porque en su texto, la Ley de Enjuiciamiento Criminal Española (LECrim), sólo admitía como
medios de prueba «los que fueron actuados en juicio oral», y bajo ese entendimiento, las actas
de declaraciones testificales (y otro tipo de actas) recabadas durante la etapa sumarial (de
instrucción o investigación) no poseían - en principio - valor probatorio.
Reiterada y asentada doctrina del Tribunal Constitucional Español, así como del Tribunal
Supremo Español, aceptó excepcionalmente - a pesar de lo que decía la ley - conceder valor
probatorio a las actas recabadas en la etapa de investigación, a condición de que cumplan una
serie de requisitos.
Así, se creó pretoriamente la figura de la prueba pre constituida (propiamente dicha) para
referirse a aquella que, si bien no se actuaba en juicio directamente, poseía validez y eficacia
como medio probatorio para justificar la absolución o la condena, en tanto presentara algunas
garantías de fiabilidad, que trataremos a continuación
iv) Formal: La incorporación en juicio de la prueba pre constituida debe hacerse mediante
la lectura o reproducción, a fin de asegurar un mínimo contradictorio por las partes en
juicio.
Como puede observarse del artículo 383 del NCPP, la doctrina de la prueba pre
constituida parece haber sido plasmada positivamente en nuestro ordenamiento
procesal. Ahora bien, como la flexibilización para admitir como prueba las diligencias a
nivel de la instrucción no fue suficiente, la doctrina jurisprudencial española extendió la
posibilidad de considerar como prueba pre constituida (impropia), a aquellas diligencias
que no obstante no se realizaron en presencia del juez (ante el fiscal para el caso del
Perú) fueran: i) urgentes e inaplazables, y ii) objetivas e irreproducibles en juicio.
Sin embargo, ese no parece ser el criterio de la Corte Suprema del Perú (Casación 158-
2016-Huara), pues nuestra jurisprudencia nacional parece admitir que las declaraciones
testificales dadas ante la policía, sin presencia fiscal, sí pueden tener, a veces,
justificación para ser actuadas en juicio; por lo menos en aquellos casos en los que se
demuestren que fueron tomadas así por situaciones de urgencia y necesidad. La ley
misma parece expresamente considerar esa posibilidad (art. 68 NCPP); aunque, aun así,
los criterios para juzgar esa urgencia por parte de la Corte Suprema, a mi parecer,
resultan muy estrechos y poco flexibles.
La doctrina del TC español parece más razonable, pues conviene interpretar que a pesar
de que es posible que las actas testificales dadas en sede policial, sin presencia el fiscal,
puedan haber sido recabadas en situación de emergencia o necesidad, ello es en muy
pocos casos demostrables. Casi siempre será posible acreditar más bien que el
Ministerio Público pudo, precisamente por urgencia, concurrir inmediatamente a tomar
la declaración del testigo, así como designar a un defensor de turno para garantizar la
mínima posibilidad de contradicción en dicha diligencia.
Expuestas, así las cosas, la doctrina de la prueba pre constituida ha servido como una
suerte de corrección para la admisibilidad de prueba de referencia escrita en juicio, pues
en este caso, el requisito de indisponibilidad ya no es suficiente per se, sino que es
necesario además demostrar dos cosas: i) una mínima posibilidad de contradicción en
la etapa de investigación y, ii) necesaria intervención del Ministerio Público (o en su
defecto demostrar haber actuado bajo urgencia y necesidad).
Aun así, que el Perú haya adoptado como regla general la admisibilidad de la prueba de
referencia en lugar de su inadmisibilidad como principio (como sucede en los sistemas
acusatorios del Common Law, Puerto Rico y Colombia), es la razón por la cual
prácticamente cualquier testifical escrita puede ser introducida en juicio oral. La
doctrina la prueba pre constituida disminuye, es cierto, esa posibilidad en alguna
medida, pero de una manera muy tímida y poco eficaz.
Se pueden usar las declaraciones previas consistentes para refrescar la memoria. Según lo
establece expresamente el art. 378.6 del NCPP, «si un testigo o perito declara que ya no se
acuerda de un hecho se puede leer la parte correspondiente del acto sobre su interrogatorio
anterior para hacer memoria».
i) Cuando se usa el término “leer” parece referirse a que el abogado o el fiscal pudiese
leer en voz alta el acta que contiene la declaración anterior, esto, sin embargo,
implicaría aceptar que el abogado o el fiscal puede introducir suficientemente prueba
escrita sustantiva a pesar que el testigo está disponible en juicio, vulnerando así el
principio de indisponibilidad de la prueba de referencia.
ii) La norma procesal también parece señalar que la declaración previa sólo puede estar
referida a «un interrogatorio interior» dado dentro el proceso de investigación fiscal. Si
esto es así, a partir del texto, a lo mucho puede incluirse como declaración previa para
refrescar la memoria, los dichos anteriores del testigo contenidos en una declaración
intra procesal dada en etapa de investigación.
Así, parece que no sería posible, para refrescar la memoria, facilitarle al testigo la lectura
de otro tipo de documentos testimoniales como, por ejemplo, un acta de intervención,
un acta de registro, un acta de allanamiento, una resolución que se expidió en otro
proceso administrativo o judicial (si se trata de un funcionario público). etc.
Además de los problemas de técnica legislativa, se pueden anotar otros problemas asociados más
con la práctica referida al uso de declaraciones previas para refrescar memoria en juicio:
i) Sucede que en algunas ocasiones el testigo no recuerda, a pesar de ofrecerle el escrito
que contiene su declaración anterior, los datos - tal vez - muy específicos que allí se
consigna. En este caso, resulta necesario introducir el escrito conteniendo la declaración
anterior para que sea valorada por el juez, a esto la doctrina le denomina escrito de
pasada memoria.
Esto es posible, pues la falta de recuerdo equivale a la indisponibilidad del testimonio,
lo único que hay que cuidar - por tratarse de declaraciones escritas - es que para
proceder a su necesaria lectura se cumplan otros requisitos adicionales ya antes
señalados para la prueba pre constituida (posibilidad de contradicción ante el fiscal, o
en su defecto, urgencia).
No hay que confundir este medio de prueba (escrito de pasada memoria) con el uso del
escrito para refrescar memoria, en el primer caso estaremos frente a una prueba
sustantiva; en el segundo caso, ante una prueba no sustantiva.
ii) No obstante, lo señalado, sucede también que las declaraciones que el testigo no
recuerda, no se encuentran en interrogatorios dados ante el fiscal (con posibilidad de
contradicción) sino que más bien se encuentran en actas testificales o de interrogatorio
brindadas en sede extra procesal (SUNAT, comisiones del congreso, otras sedes
administrativas disciplinarias, etc.). Este tipo de actas testificales obviamente no
cumplen con los requisitos para su oralización conforme lo exigido en el art. 383.1.,
literales c) y d) del NCPP, por lo que la pregunta es si dichas declaraciones, ante la falta
de memoria del testigo, pueden ser ofrecidas como prueba sustantiva para su lectura
en juicio.
Esto obviamente no es aplicable en el caso del uso de las declaraciones previas extra
procesales contenidas en documentos no declarativos o no testimoniales (cartas,
correos electrónicos, memorándums, oficios, informes, etc.), pues su uso sustantivo,
como ya se dijo, no constituye prueba de referencia ni tampoco es apropiada analizarla
bajo los alcances de la doctrina de la prueba pre constituida, sino que constituye prueba
documental directa, cuya admisibilidad se rige más bien por lo dispuesto en el art. 383.1
literal b), lo que hace incluso posible incorporarlas al proceso - de ser necesario - a través
de los supuestos previstos en el art. 385.2 del NCPP.
Asimismo, tampoco se aplica lo dicho en relación a documentos extra procesales para el caso del
uso de declaraciones previas para fines de impugnación (que pueden darse incluso en caso del
propio testigo ofrecido, cuando se establece que es hostil), pues en este caso tampoco se los utiliza
como prueba sustantiva.
Este uso es permitido y admisible, en tanto, a pesar de que el testigo está presente en juicio, la
declaración anterior tampoco se hace valer como prueba de referencia sustantiva.
Sin embargo, hay que tener presente que una declaración anterior consistente del mismo testigo
que declara en juicio sólo es admisible como prueba de rehabilitación, siempre y cuando resulte
necesaria luego de que el testigo haya sido impugnado en el contrainterrogatorio alegándose un
caso de conducta mendaz o de la falta de persistencia en su incriminación, antes de eso, el uso de
la declaración anterior consistente para «reforzar» la credibilidad es impertinente y no supera el
requisito de necesidad probatoria (puede resultar hasta sobre abundante). Insistir en lo contrario,
sería aceptar que es legítimo que los sujetos procesales asuman como premisa que el testimonio
que ofrecen como prueba inicialmente es «poco creíble», lo cual es absurdo.
Lo dicho en el párrafo anterior, sin embargo, no puede ser de aplicación a las declaraciones sobre
las cuáles pesa una tarifa legal negativa para efectos de su valoración, como los testimonios de la
parte agraviada cuando es testigo único, la confesión del acusado, las declaraciones incriminatorias
del co acusado, etc. En estos casos, el propio ordenamiento jurídico parte de una presunción iuris
tantum de falibilidad epistemológica, que impone la necesidad de que sólo con otras pruebas dichas
declaraciones puedan fundamentar una condena. Luego, es derecho de las partes presentar desde
un inicio todas aquellas pruebas que «refuercen» la credibilidad de sus testigos.
Con todo, el juez debe tener mucho cuidado con no flexibilizar demasiado este requisito, pues si
bien en teoría este es un uso no sustantivo de la prueba, en la práctica es imposible desligar el juicio
sobre la credibilidad del testigo rehabilitado, del juicio sobre la verdad o falsedad de lo que el testigo
de rehabilitación declara (uso sustantivo inadmisible si no existe indisponibilidad del testimonio),
de allí la necesidad de establecer, en líneas generales, previamente la necesidad y pertinencia de la
prueba de rehabilitación sólo a partir del contra interrogatorio, salvo las excepciones ya anotadas.
La lógica de impedir que el testimonio de referencia escrito ingrese al juicio (insisto) está en que no
se puede utilizar como prueba del hecho una prueba indirecta cuando al mismo tiempo el testigo
directo se encuentra presente en la audiencia y ambas declaraciones son consistentes, se rompe el
principio de indisponibilidad, amen la posibilidad de aceptar prueba sobre abundante.
Por ello, cuando se ofrece una declaración consistente con el testimonio rendido en juicio para fines
distintos a probar el hecho objeto del proceso, la punibilidad o el quantum de la pena, esa
declaración no constituye prueba sustantiva de referencia, y por tanto, su uso es claramente
admisible. En este sentido, existen muchos casos adicionales a los ya tratados líneas arriba en los
cuáles es admisible una declaración previa para simplemente probar que la declaración fue hecha y
no si el contenido de esta es verdadero o falso.
Un ejemplo puede aclarar mejor esto: Suponga que se cita a un efectivo policial como testigo de
referencia para que declare sobre lo que le dijo un testigo en la comisaría, debido a que el acta de
denuncia o de declaración correspondiente no pudo ser introducida al juicio porque esta no llegó a
cumplir con los requisitos necesarios para ser considerada como prueba pre constituida (ni siquiera
de forma impropia).
En tal caso, luego de la declaración del efectivo policial, el acta de declaración policial puede
ofrecerse como medio para «reforzar» la credibilidad del testigo. Nótese que aquí no se pretende
fundamentar la condena (el juez no podría hacerlo) en la verdad o falsedad de lo dicho en el acta de
declaración, sino que esta se utiliza únicamente como prueba de que la declaración fue hecha y con
ello se logra dotar de credibilidad la declaración del testigo de referencia (efectivo policial). Los
supuestos de incorporación de declaraciones previas con el único propósito de que la declaración
fue hecha no tienen por qué ser numerus clausu:
Solo queda precisar que en estos casos, dado que también existe en la práctica una gran dificultad
para impedir que el juez tome indebidamente el contenido del acta escrita como determinante al
momento de formar su juicio de culpabilidad (aunque sea sólo en un contexto de descubrimiento),
se impone como necesario que el uso de declaraciones previas para esta finalidad también sea
permitido sólo cuando el testigo de referencia (efectivo policial) ha sido impugnado en su
credibilidad en el contrainterrogatorio; es decir, solo cuando exista nuevamente necesidad, utilidad
y pertinencia de la prueba en juicio y ésta no devenga en sobre abundante.
Como se dijo, es posible utilizar testimonio previo de un testigo que declara en juicio a fin de
impugnar su credibilidad, estrictamente la declaración anterior es prueba de referencia que sería
inadmisible si se hace valer como sustantiva, (por falta de requisito de indisponibilidad, pues el
testigo está presente en juicio), pero dado que su fin solo es el de impugnación su utilización es
admisible y no constituiría ya prueba de referencia.
5.2.2.2 Requisitos
Es necesario demostrar necesidad y utilidad del uso de la declaración previa («sentar las bases»),
esto permite respetar además del principio de economía procesal, el principio de pertinencia de la
prueba. Asimismo, al «sentar las bases» también se evita que la prueba extrínseca de refutación15
(el escrito conteniendo la declaración previa) no sea sorpresiva, permitiendo otorgar más bien una
oportunidad razonable al testigo de explicar su discrepancia.
Según Chiesa Aponte (2005), para sentar las bases, «lo que se hace es preguntarle al testigo en
contrainterrogatorio si hizo la delación anterior, indicándole los aspectos centrales: el momento y
lugar en que se hizo, a quién y en qué consiste. Si el testigo niega haber hecho tal declaración o
testifica no recordar, se permite entonces [recién] la evidencia extrínseca [el documento], si el
testigo admite haber hecho la declaración, entonces la evidencia extrínseca es innecesaria» (págs.
425-426).
Sin duda, alguna de las cuestiones problemáticas que serán señaladas, merecen soluciones que
deben ser expuestas con mayor detenimiento de lo que, por cuestiones de espacio, me permito
aquí. Sin embargo, me parece útil dejar anotadas, por lo pronto, algunas consideraciones.
i) Las declaraciones del imputado (lo que incluye obviamente su declaración previa) no
puede servir como medio de prueba pues únicamente es un medio de defensa, de
resistencia de la acusación, y no un medio de prueba.
iii) El imputado es una parte interesada en el proceso y no puede ser tratada como testigo.
iv) Someterle a contrainterrogatorio y formularle preguntas sugestivas, vulnera el art.
376.2, literal d) y el art. 376.4 del NCPP, así como su derecho a no auto incriminarse. iv)
Asimismo, la posibilidad de leer sus declaraciones previas (art. 376.1 NCPP) 16 vulnera
su derecho a no declarar, pues se introduce en contra de su decisión de guardar silencio
su declaración anterior, lo que vacía de contenido esta garantía.
v) Finalmente, se dice que el imputado tiene derecho a mentir y por tanto, es
inconducente impugnar su credibilidad, mediante lectura de declaraciones previas.
BIBLIOGRAFÍA
Edición ed.). (L. A. Abraham, Ed.) Puerto Rico, U.S.A.: Publicaciones JTS
Thomson Reuters.
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