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Cuando el juego se convierte en un problema Los videojuegos ya son parte de nuestra cultura, no es posible

evitarlos de manera total e indefinida. DIEGO TACHELLA*


Martes 15 de enero de 2019 - 00:01 | Actualizado: 15/01/2019 - 02:35

Jugar es parte de la vida humana (de algunos animales también); es parte de la vida divertirnos, disfrutar de
tomar un elemento del entorno y transformarlo en un juguete con la imaginación: un palo en una espada, una
caja de cartón en un castillo, y una muñeca y una silla en un aula.

Además de ser fuente de placer, puede ser una instancia de aprendizaje. Con algunos juegos se aprenden
conceptos de ciencia, de geografía, de matemáticas, de lógica, de las emociones; se aprenden los colores y las
formas; se agilizan algunos procesos cognitivos, entre otras muchas cosas.

A qué jugamos tiene que ver con la cultura, la edad, el género. En gran medida, según el entorno en que
estemos, vamos a jugar de una o de otra manera. En algún momento del día, solos o con amigos, seguramente
lo hacemos. Jugar es saludable.

En las últimas décadas, el empleo de los videojuegos para cubrir esta necesidad de jugar viene en aumento y
se ha convertido en una preocupación de padres, de educadores y de quienes trabajamos en relación con
temas de salud. Incluso, se ha generado un diagnóstico en la clasificación de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) de 2018 para definir un uso problemático, si bien aún está en discusión cómo y cuándo jugar
videojuegos sería patológico.

Es necesario que podamos ver si algunas situaciones se presentan para poder evaluar si el juego se está
convirtiendo en un problema: la dificultad para detenerse en el juego; que sea la única fuente de placer; que se
interrumpan o no se desarrollen otras actividades lúdicas; el sedentarismo; la falta de momentos de
socialización y la conformación de grupos; que el único tema de conversación o interés sea en torno al
videojuego; fracasar en los intentos de limitarse en el tiempo empleado, y otros síntomas como irritabilidad o
ansiedad por no poder conectarse por cierto tiempo a su juego.

Los videojuegos ya son parte de nuestra cultura, no es posible evitarlos de manera total e indefinida.

Necesitamos conocer que implican riesgos y que el uso responsable incluye, como tareas de los adultos,
controlar la cantidad de horas dedicadas al juego, ayudar a fomentar las relaciones sociales y otras actividades
culturales, mantener las relaciones cara a cara (dentro de la familia y en otros espacios) y propender al
desarrollo de actividades grupales presenciales.

Si se piensa que esta conducta representa un problema, lo mejor es buscar ayuda profesional, despejar las
dudas y adquirir herramientas para enfrentar la situación.

* Psicólogo

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