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SEIS TEXTOS DE JOHN LOCKE

Bajo el nombre de Carta sobre la tolerancia se engloban las cartas que John
Locke publicó entre los años 1689 y 1690, y que ofrecen las bases ideológicas
esenciales para su teoría política expuesta por las mismas fechas en Dos
tratados sobre el gobierno civil.

Texto 1: Estado de la Naturaleza

Pero, aunque ese estado natural sea un estado de libertad, no lo es de

licencia; aunque el hombre tenga en semejante estado una libertad sin

límites para disponer de su propia persona y de sus propiedades, esa libertad

no le confiere derecho de destruirse a sí mismo, ni siquiera a alguna de las

criaturas que posee, sino cuando se trata de consagrarla con ello a un uso

más noble que el requerido por su simple conservación. El estado natural

tiene una ley natural por la que se gobierna, y esa ley obliga a todos. La

razón, que coincide con esa ley, enseña a cuantos seres humano quieren

consultarla que, siendo iguales e independientes, nadie debe dañar a otro en

su vida, salud, libertad o posesiones; porque, siendo los hombres todos la

obra de un Hacedor omnipotente e infinitamente sabio, siendo todos ellos

servidores de un único Señor soberano, llegados a este mundo por orden

suya y para servicio suyo, son propiedad de ese Hacedor y Señor que los hizo

para que existan mientras le plazca a Él y no a otro. Y como están dotados de


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idénticas facultades y todos participan en una comunidad de Naturaleza, no

puede suponerse que exista entre nosotros una subordinación tal que nos

autorice a destruirnos mutuamente, como si los unos hubiésemos sido

hechos para utilidad de los otros, tal y como fueron hechas las criaturas de

rango inferior, para que nos sirvamos de ellas. De la misma manera que cada

uno de nosotros está obligado a su propia conservación y a no abandonar

voluntariamente el puesto que ocupa, lo está así mismo, cuando no está en

juego su propia conservación, a mirar por la de los demás seres humanos y a

no quitarles la vida, a no dañar esta, ni todo cuanto tiende a la conservación

de la vida, de la libertad, de la salud, de los miembros o de los bienes de otro,

a menos que se trate de hacer justicia en un culpable."

Texto 2: Ley natural, Ley positiva

La libertad natural del hombre consiste en no verse sometido a ningún otro

poder superior sobre la tierra, y en no encontrarse bajo la voluntad y la

autoridad legislativa de ningún hombre, no reconociendo otra ley para su

conducta que la de la Naturaleza. La libertad del hombre en sociedad

consiste en no estar sometido a otro poder legislativo que al que se establece

por consentimiento dentro del Estado, ni al dominio de voluntad alguna, ni a

las limitaciones de ley alguna, fuera de las que ese poder legislativo dicte de

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acuerdo con la comisión que se le ha confiado. No es, por consiguiente, la

libertad eso que sir Robert Filmer nos dice ser1 : "La facultad que tienen

todos de hacer lo que bien les parece, de vivir según les place, y de no

encontrarse trabados por ninguna ley." La libertad del hombre sometido a un

poder civil consiste en disponer de una regla fija para acomodar a ella su

vida, que esa regla sea común a cuantos forman parte de esa sociedad, y que

haya sido dictada por el poder legislativo que en ella rige. Es decir, la facultad

de seguir mi propia voluntad en todo aquello que no está determinado por

esa regla; de no estar sometido a la voluntad inconstante, insegura,

desconocida y arbitraria de otro hombre, tal y como la libertad de Naturaleza

consiste en no vivir sometido a traba alguna fuera de la ley natural.”

Texto 3: Inconvenientes de estado de naturaleza

Tenemos, pues, que la finalidad máxima y principal que buscan los hombres

al reunirse en Estados o comunidades, sometiéndose a un gobierno, es la de

salvaguardar sus bienes; esa salvaguardia es muy incompleta en el estado de

Naturaleza. “En primer lugar se necesita una ley establecida, aceptada,

conocida y firme que sirva por común consenso de norma de lo justo y de lo

injusto, y de medida común para que puedan resolverse por ella todas las

disputas que surjan entre los hombres. Aunque la ley natural es clara e

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inteligible para todas las criaturas racionales, los hombres, llevados de su

propio interés, o ignorantes por falta de estudio de la misma, se sienten

inclinados a no reconocerla como norma que los obliga cuando se trata de

aplicarla a los casos en que está en juego su interés." "125. En segundo lugar,

hace falta en el estado de Naturaleza un juez reconocido e imparcial, con

autoridad para resolver todas las diferencias, de acuerdo con la ley

establecida. Como en ese estado es cada hombre juez y ejecutor de la ley

natural, y como todos ellos son parciales cuando se trata de sí mismos, es

muy posible que la pasión y el rencor los lleven demasiado lejos; que tomen

con excesivo acaloramiento sus propios problemas y que se muestren

negligentes y despreocupados con los problemas de los demás." "126. En

tercer lugar, se carece con frecuencia en el estado de Naturaleza de un poder

suficiente que respalde y sostenga la sentencia cuando esta es justa, y que la

ejecute debidamente. Quienes se han hecho culpables de una injusticia rara

vez dejarán de mantenerla si disponen de fuerza para ello. Esa resistencia

convierte muchas veces en peligroso el castigo, resultando con frecuencia

muertos quienes tratan de aplicarlo.

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Texto 5 Dinero. Trabajadores.

“La humanidad se ha puesto de acuerdo en otorgar un valor imaginario al oro

y la plata en razón se su durabilidad, escasez y dificultad de ser falsificados y

los ha convertido, por consenso general, en la prenda común, por lo que el

hombre está seguro de recibir a cambio de ellos cosas igualmente valiosas

que aquéllas de las que se ha desprendido por una cantidad de esos metales.

[...] Consideremos primero a los trabajadores que viven generalmente con lo

justo para subsistir [...] .... (refiriéndose a la multiplicación de intermediarios)

...consumen una cuota demasiado grande de las ganancias del comercio,

causando de esa manera hambre en los trabajadores y empobreciendo a los

propietarios, cuy interés debe ser especialmente protegido, siendo ésta una

preocupación constante en el Estado.”

“...(Refiriéndose al cristianismo)...una religión adecuada a las capacidades del

vulgo y a la condición de la humanidad en este mundo, destinada a trabajar y

a traficar....La mayor parte del género humano no tiene tiempo para el

aprendizaje y la lógica, ni tampoco para las sutiles distinciones de las

escuelas. Cuando la mano se emplea para manejar el arado y la azada, la

cabeza raramente se eleva a ideas sublimes o se ejercita en razonamientos

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misteriosos. Basta que los hombres de ese rango (por no decir nada del otro

sexo) puedan comprender proposiciones claras...”

Texto 6 Consentimiento

He aquí la contestación a la primera de estas objeciones: No tiene nada de

sorprendente que la historia nos cuente muy pocas cosas de los hombres

cuando estos vivían en el estado de Naturaleza. En cuanto los inconvenientes

de esa clase de vida, y el amor y la necesidad de una sociedad juntaron a

cierto números de personas, las llevaron inmediatamente a unirse e

integrarse, si deseaban continuar juntas. Y si no se nos autoriza a suponer

que los hombres hayan estado nunca en el estado de Naturaleza, porque no

sabemos gran cosa de los tiempos en que lo estuvieron, tampoco podremos

suponer que los hombres de los ejércitos de Jerjes fueron nunca niños,

porque poco o nada sabemos de ellos hasta que fueron hombres y se

incorporaron en ejércitos. Los gobiernos son en todas partes anteriores a los

documentos, y rara vez se cultivan las letras en un pueblo hasta que una

larga continuación de la sociedad civil trae a este la seguridad, el bienestar y

la abundancia, gracias al desarrollo de otras artes más necesarias. Entonces

empiezan a investigar la historia de quienes la fundaron, y rebuscan en sus

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épocas primitivas cuando han sobrepasado ya el recuerdo de las mismas. A

las comunidades suele ocurrirles lo que a las personas particulares, que

desconocen por regla general su propio nacimiento e infancia primera; y si

algo saben, se lo deben a relatos casuales que otros dejaron. Los que

poseemos acerca del comienzo de las sociedades políticas, con excepción de

la de los judíos, en la que Dios intervino directamente, y que no habla ni

mucho menos en favor del poder paternal, constituyen ejemplos bien claros

de la clase de iniciación que he mencionado, o son, por lo menos, huellas

evidentes de la misma."

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