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TELAS HISPANOMUSULMANAS:

SIGLOS X-XIII
ANA CABRERA LAFUENTE
(Universidad Autónoma de Madrid)

Desde muy temprano en la Historia del hombre se tiene constancia del uso de fibras
animales o vegetales para su abrigo.
En la Edad Media son cuatro las principales fibras o materias primas utilizadas, dos
de origen animal: la seda y la lana, y dos de origen vegetal: el lino y el algodón. A conti-
nuación se realiza un breve esbozo sobre el origen, preparación y lugares de cultivo en al-
Andalus de cada una de ellas.

FIBRAS
• Seda: fibra textil rodeada de leyenda que ha sido protagonista de una de las más re-
nombradas vías de comunicación de la historia: la ruta de la seda. Durante siglos fue mo-
nopolio de los chinos, más tarde de los sasánidas y bizantinos hasta que con la llegada de
los musulmanes se extiende por todo el Mediterráneo (siglos VII al XI). Su cultivo tiene
como límite máximo la latitud 40° Norte, debido a que la morera, alimento del capullo de
seda, no puede crecer en condiciones climáticas más severas.
A España llega en fecha indeterminada, pero ya en el Calendario de Córdoba (961
A.D.) aparecen enumeradas las etapas de cultivo y producción de la seda. Su producción
se concentra principalmente en la zona de Sierra Nevada, las Alpujarras, y los valles de
Almería y la región de Niebla (Huelva). Siendo la ciudad de Almería el centro sericultor
por excelencia (Lombard, 1978).
El procedimiento de obtención de la seda comienza con el ahogamiento de los capu-
llos de seda, después se deshilvana el capullo (hecho de un filamento continuo de seda de
300 a 1.500 metros) y se limpia de una materia gomosa, la sericina, mediante el purgado
y el batido; el último proceso es el torcido para dar al hilo la máxima resistencia.

Lana: esta materia textil fue tejida en España desde la Antigüedad. La lana andalusí
era famosa por su calidad, siendo exportada a los centros textiles de Oriente, los lugares
de producción lanera eran las serranías a ambos lados del Gualdaquivir, las Baleares y La
Mancha (Serjeant, 1972). Valencia era, al parecer, el principal mercado y centro textil la-
nar de al-Andalus, junto con Murcia, Bocairente, Chincilla y Cuenca. En época islámica
cámienza la cría de ganado merino, que sería más tarde conocido por toda Europa.
Los procesos a los que se somete la lana para transformarla en fibra textil son el la-
vado y desecado, y posteriormente el cardado e hilado (Niño, 1942).

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Lino: es de las plantas textiles la empleada desde más antiguo. Necesita ciertas con-
diciones ambientales para su cultivo, siendo las tierras de aluvión las mejores para el
mismo. Dependiendo del tipo de tela que se quiere fabricar, la planta se recoge en distin-
tos momentos de su madurez para luego comenzar varios procesos, el enriado que separa
las fibras textiles del tallo, luego el agramado que separa las fibras entre sí, pasando para
su acabado por el peinado y el blanqueo (Lombard, 1978).
En época musulmana la llanura de Valencia producía finas telas de lino, especialidad
de la zona. Durante el siglo X Málaga también tenía una importante producción de esta
materia textil. Los valles de Sierra Nevada y del río Segre en los alrededores de Lérida
también fueron zona productoras de lino.
Conviene señalar que el cultivo del lino fue retrocediendo frente a los cultivos de
huerta y algodón, planta que fue introducida por los árabes en la Península Ibérica.
Algodón: procedente de las llanuras mesopotámicas se extiende por todo el Medite-
rráneo en época musulmana. Esta planta tropical necesita de zonas calurosas y lluviosas o
irrigadas. El algodón es la materia fibrosa que envuelve a la semilla de la planta. Su ela-
boración comienza con la separación de la semilla, continúa con el prensado para su lim-
pieza y una vez limpio, pasa por el cardado, peinado y estirado; el último proceso es el
hilado, que lo deja dispuesto para tejer.
El algodón llega a España desde el Magreb; su primera mención se encuentra en el
Calendario de Córdoba. El cultivo se localizaba en la región de Sevilla, el Aljarafe y en
general toda Andalucía.

Por último dentro del apartado de fibras textiles conviene destacar el uso de los meta-
les preciosos, como el oro y la plata, para enriquecer telas de gran lujo. El empleo del oro
es conocido desde la Antigüedad, se utilizaba una lámina de oro muy fina enrollada a un
hilo de seda. Durante la Edad Media se empezó a utilizar el oropel u oro de Chipre;
actualmente se llama a este tipo hilos entorchados y consiste en una membrana de origen
animal (normalmente estómago de oveja) cubierta de panes de oro y cortada en tiras muy
finas que se enrrollaban a un hilo de seda o lino (Figuras la y lb). Esta técnica también
se empleaba con plata o plata dorada (Jaro, 1990; Indictor et al., 1988).

TINTES

Todas las fibras textiles tras los procesos que hemos visto pasaban a ser tintadas o a
ser tejidas. Los tintes utilizados en este tiempo son en su mayoría de origen vegetal, ex-
cepto el rojo, de origen animal, los ocres, de origen mineral, y el verde, de origen quí-
mico (Lombard, 1978).

Rojos:
Tintes vegetales: rubia, alheña, alazor, sésamo y palo del brasil. La rubia, la alheña
y el alazor se cultivaban en España.
Tintes animales: murex (muy poco usado), el quermes, la cochinilla polaca y la laca.
El quermes es un insecto que se encuentra en España, especialmente asociado a la encina, por
lo que es muy abundante. Su comercio fue una actividad muy importante durante la Edad
Media. Las fuent,ts hablan que se recolectaba para el tiraz o telar palatino de Córdoba.

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Figura la: Macrofotograffa de un hilo entorchado de la tela de Otia

Figura I b: Macrolotografía de la sección de un hilo entorchado (51 aumentos). El centro


(de color claro) es seda, la línea negra externa la membrana de animal (40 micras) y al
exterior se pueden ver los restos del pan de oro (10-15 micras)

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Amarillos:
Tintes vegetales: azafrán. Este árbol se comenzó a cultivar en España en época mu-
sulmana. La región de Valencia y la zona de Tortosa eran conocidas por la calidad de su
azafrán, exportándose a Oriente y a los reinos cristianos. El azafrán fue un producto anda-
lusí conocido en todo el mundo islámico.
Tintes minerales: ocre rojo y amarillo, es una mezcla de arcilla y peróxido de hierro
hidratado y se usaba en España para teñir telas y madera. Se localizaban vetas de ocre ex-
plotables para este fin en la zona de Lorca (Murcia).

Azules:
Tintes vegetales: sólo dos plantas tienen el patrimonio del tinte de color azul, el añil
o índigo y el pas .el. Esta última planta se cultivaba en España, en los alrededores de To-
ledo, mientras que el índigo, como su nombre indica, sólo se cultivaba en la India, siendo
su comercio uno de los más activos de este tiempo.

Verdes:
Tintes minerales: cardenillo. Se preparaba el color verde, uno de los más difíles de
obtener y fijar, mezclándose el cardenillo con un fijador de color, por ejemplo vinagre, tal
y como indica el Calendario de Córdoba.

Negros:
Tintes vegetales: zumaque, un arbusto del que se obtenía un polvo que servía para
teñir telas y cuero. Se cultivaba en España.

TEJIDOS

El tejido es el entrelazo de dos órdenes de hilos perpendiculares entre sí. Los hilos
colocados de forma vertical reCiben el nombre de urdimbre mientras que los hilos que cru-
zan a éste se denominan trama. Los entrelazos se llaman ligamentos.
Según se cruzan los hilos de la trama con los de la urdimbre dan lugar a diversas cla-
ses de armaduras o telas de diferente aspecto. Las armaduras fundamentales se reducen a
tres: tafetán o lienzo, sarga y raso. Todas las demás clases de telas son variantes de estos
tres grupos. Las armaduras se pueden complicar tejiéndose con doble trama o doble ur-
dimbre para crear efectos de brillo, de color y de decoración, como veremos más adelante
(Niño, 1942).
El tafetán, si la tela es de seda, o lienzo, cuando es de otro tipo, es el tejido más sen-
cillo. La trama pasa alternativamente por encima y por debajo de cada uno de los hilos de
la urdimbre (Figura 2a).
En la sarga, la trama pasa por encima de dos, tres o cuatro hilos de urdimbre y por
debajo de uno solo, el cual en las pasadas sucesivas es el inmediato, dando lugar a un te-
jido de líneas diagonales (Figura 2b).
Por último, el raso, más complicado, resulta de ligar un hilo de la trama con uno de
la urdimbre, pasando por encima de tres o más, alternándose en las pasadas siguientes.
Así, por ejemplo, si se empieza por el primero, en la siguiente será el quinto, en la otra
bajo el tercero, etc. (Figura 2c). El tejido queda con una superficie lisa y brillante, en este
tipo de tejido la urdimbre queda casi oculta (Niño, 1942; Partearroyo, 1992).

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Figura 2:
2-a: Dibujo esquemático de un tejido de tafetán o lienzo
2-b: Dibujo esquemático de un tejido de sarga
2-c: Dibujo esquemático de un tejido de raso
Es importante observar dónde y cada cuánto se entrecruzan los hilos de la urdimbre con
los de la trama, porque es lo que diferencia y define a cada uno de los tipos de tejido

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Estos tipos de tejidos son la base de las telas hispanomusulmanas que según la téc-
nica empleada se pueden dividir en tres grandes grupos: copto, oriental y norteafricano.

Copto: engloba a aquellas telas de lienzo o tafetán que llevan una franja decorada te-
jida a punto de tapiz, es decir, la decoración se hacía mientras se tejía la tela, los hilos de
colores se utilizaban y se dejaban pasar al envés cuando no era necesario el color utilizado
(Bernis, 1954). De este grupo destacan la llamada Franja del Pirineo (en el Instituto Va-
lencia de Don Juan, Madrid), el Almaizar de His_ham II (en la Real Academia de la Histo-
ria, Madrid) y la hace poco descubierta tela de Colls (Museo de Huesca). Todas llevan la
decoración en una franja a punto de tapiz. Los motivos decorativos son variados: vegeta-
les, animados, geométricos y epigráficos. La tela de base es lino y la decoración es seda y
llevan hilos de oro o entorchados (Kuhnel, 1939).

Oriental: este grupo se compone de las telas trabajadas de una sola vez, ya sean
sargas o tafetanes, son tejidos de seda y muchos de ellos llevan hilos entorchados. De las
telas de este grupo una gran mayoría siguen la misma técnica que los tejidos de Bagdad,
los llamados Attabi (un barrio de esta ciudad). Se da el caso de que Almería era muy co-
nocida por la producción de imitaciones de las telas bagdadíes. En este grupo destacan la
Tela de Oña (Iglesia Parroquia] de Oña, Burgos) (Figuras 3a y 3b), la Casulla de Juan de
Ortega (Iglesia Parroquial de Quintanaortuño, Burgos) o la Túnica del Infante D. García
(también en la Iglesia de Oña). La decoración se organiza en grandes círculos y los temas
decorativos son animados, vegetales, geométricos y epigráficos (Figura 4).

Norteafricano: se caracteriza por la utilización del tafetán y el raso, con presencia


de dobles tramas y/o urdimbres, en seda y oro, éste último muy abundante. A este grupo
pertenecen algunas de las telas del Panteón de Las Huelgas de Burgos y ejemplares del
Museo Arqueológico Nacional e Instituto Valencia de Don Juan (Madrid) (Bernis, 1956).
La decoración se organiza en franjas y desaparecen los círculos, sustituidos por redes de
rombos, círculos, estrellas o polígonos; los motivos fundamentales son geométricos,
epigráficos, vegetales y animados (May, 1957; Partearroyo, 1992).

Los tres grupos arriba mencionados se han establecidos en función de la técnica de


trabajo, sin embargo, falta por determinar qué relación cronológica existe entre las
diversas producciones, y si se tratan o no de importaciones, dada la pujante actividad del
comercio en el Meditarráneo durante la época que nos ocupa.
Hasta la fecha los estudios cronológicos han sido abordados mediante la comparación
de los motivos estilísticos y sus paralelos con otras artes menores tanto andalusíes como
orientales. Por este motivo las cronologías propuestas deberían ser replanteadas combi-
nando tanto rasgos técnicos como estilísticos para conseguir una mejor y más completa
aproximación al desarrollo de la industria textil hispanomusulmana.
La necesidad de este replanteamiento cronológico puede entenderse fácilmente a
través del caso que plantea la Tela de Oña, recientemente estudiada y fechada a principios
del siglo X, en función únicamente de los diversos y variados motivos decorativos
(Casamar y Zozaya, 1991). La tela, única en el mundo por su riqueza estilística y la ra-
reza de los motivos, está realizada de una manera muy especial: sobre una base de lino se
han bordado a hilos tendidos, acu pictae y cordoncillo (González Mena, 1974: 106, n. 12)
los motivos decorativos en diversos colores (rojo, verde, azul pastel, negro o azul índigo,
crudo y rosa), en los espacios entre los motivos decorativos están los hilos entorchados dis-

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Figura 3: Dos muestras de la variedad de motivos de la Tela de Oña, un caballo con azor
(a) y un ave rodeada de motivos vegetales (b); el fondo lo forman hilos entorchados

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Figura 4: Tejido en seda y oro conservado en la Catedral de Salamanca,


segunda mitad del siglo XII

puestos en estrechas filas que recorren la tela de lado a lado. La técnica empleada tiene pa-
ralelos en otros tejidos orientales que se datarían en torno al último tercio del siglo XI y
siglo XII (bordados fatimíes), cronología que quedaría corroborada también por el uso de
hilos entorchados, técnica que se comienza a utilizar en el siglo XI (Jaro, 1990). Por
tanto, el estudio técnico ofrece una cronología diferente a la propuesta mediante el estudio
de la decoración de la tela.

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Las discutibles comparaciones estilísticas utilizadas por Zozaya y Casamar en apoyo


a una cronología del siglo X pueden ser contrarrestadas por otro argumento del mismo
tipo y no sólo por la descripción técnica. Otros posibles paralelos estilísticos y técnicos
son los bordados fatimíes, como el que se encuentra en el Museo Benaki de Atenas con la
figura de una harpía (Schuette y Muller-Christiansen, 1963: 28, n. 52), similar a las que
decoran la tela de Oña, fechado en los siglos XI-XII, que a su vez es comparado con uno
de los bordados de la Mitra de San Valero (Roda de Isábena, Huesca) y datado también en
los siglos XI-XII (Niño, 1941: 140-145).
En conclusión, sería necesario incorporar a los estudios de tejidos, los de técnicas de
fabricación textil así como los datos aportados por los análisis de las fibras, tintes y de
los metales utilizados, para definir las características reales de estas producciones, con el
fin de tener una visión lo más completa posible sobre el panorama textil de la Alta Edad
Media.

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