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Simeón ve la salvación de Dios

(Lucas 2:25-35)
Mi nombre es Simeón, vivo en Jerusalén y por muchos años he vivido esperando ver
cumplida la promesa de Dios de poder ver al redentor del mundo.
Recuerdo que en mis tiempos de comunión con Dios el Espíritu Santo me entrega una de
las revelaciones más impresionantes y bellas que jamás haya recibido. Como ustedes saben, yo
soy judío, y he esperado como todos mis hermanos judíos que el Mesías se manifieste entre
nosotros, sin embargo, pareciera que esta oportunidad de conocerlo cada vez se hacía imposible,
pero como les he mencionado, Dios en su misericordia me prometió que antes que yo muriera
vería al Ungido suyo.
Desde ese momento es que pacientemente espero tal evento, hasta que un día despierto
por la mañana y el Espíritu Santo me inquieta a que vaya al Templo. Muchas veces Dios me
ordenaba a que fuese al Templo y allí adorara, no obstante, ese día fue diferente.
Cuando llegué al Templo el Espíritu Santo me guía hacia un matrimonio que llevaba su
hijo para cumplir el rito de la circuncisión. En ese momento no sabía que sucedería, sin embargo,
al acercarme a ellos y ver al niño inmediatamente el Espíritu Santo me revela que ese niño sería
lo que por tanto tiempo mi pueblo y yo estábamos esperando. Lo tomé en mis brazos y bendije al
Señor por la bendición de poder conocerlo. También bendije a sus padres y les di a entender cuál
sería en parte lo que habrían de vivir siendo los padres del Salvador.
Ahora, en estos momentos solo espero que Dios se acuerde de mí y me haga descansar
junto a mi pueblo que me antecede. Mi nombre es Simeón, soy solo un hombre, pero soy quién
ha visto a nuestro Señor y espera su Salvación.

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