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Parte I
Siete décadas de historia ovni han aportado innumerables hechos y sucesos, acciones
y reacciones, iniciativas militares y civiles, sesiones parlamentarias, simposios,
declaraciones de científicos y de legos, e incontables presentaciones sobre ovnis en los
medios de comunicación y a través del cine, la televisión y las editoriales,
bombardeando e influyendo diariamente en los ciudadanos. Sin mencionar los millones
de presuntos avistamientos de ovnis proporcionados por el público y la
retroalimentación que produjeron. Y no olvidemos el notable efecto producido por miles
de proponentes de la realidad ovni en todo el mundo, personas a las que James
Carrion, ex-jefe ejecutivo de MUFON, la más importante organización sobre ovnis del
mundo, caracterizó como “auto-proclamados investigadores o periodistas de
investigación, cuyo modus operandi es perpetuar el misterio, no resolverlo”. Visto
desde una perspectiva europea, este diagnóstico da exactamente en el blanco.
Pero la información ovni solo la consumen los mismos ufólogos. Los análisis que
parecen confirmar descubrimientos (imágenes anómalas, efectos biológicos en el suelo
o en el tejido vegetal, interferencias electromagnéticas a equipos, etc.) son casi
siempre realizados por creyentes, con independencia si poseen o no una adecuada
experiencia o tienen altos grados académicos. Los supuestos hallazgos asombrosos no
se entregan a una revisión por pares en las principales revistas científicas, y en las
raras excepciones que se hace éstos no generan ningún comentario positivo. Sólo la
continuada investigación en el futuro revelará cuánta mala y equivocada ciencia
firmaron físicos, ingenieros y otros científicos pro-ovni.
La TET
La teoría de que los platillos volantes son visitantes del espacio fue adoptada
inmediatamente, especialmente por escritores de libros buscando sensacionalismo. No
fue una suposición que necesitó medio siglo para evolucionar luego que se recolectara
gran cantidad de evidencia fidedigna y verificada. Sin duda no. Los libros publicados en
1950 definitivamente vincularon los platillos volantes al espacio exterior. Debemos
mirar retrospectivamente y considerar la calidad y magnitud de la “prueba” que existió
entre 1947 y 1949 para respaldar tales aserciones, porque constituyó el fundamento del
caso a favor de ovnis extraterrestres.
Tomemos los mejor comprobados, más detallados y más extraños informes recogidos
durante los primeros tres años del fenómeno de los platillos volantes. Examinémoslos
de manera neutral y objetiva. El resultado no respaldará la noción de que los ovnis
vienen de otro planeta. Pero para entonces las creencias e impresiones derivadas de
esos informes ya habían lanzado una vívida e influyente idea de visitas extraterrestres.
La carencia de evidencia probatoria no fue nunca un obstáculo para la hipótesis
extraterrestre (HET). O más bien debería decir TET, porque para los creyentes la idea
no servía como mera hipótesis de trabajo sino como una teoría establecida y dada por
segura por todos los principales ufólogos de ese tiempo. La teoría se afirmó como un
hecho aceptado aún antes de los aterrizajes y los encuentros con ocupantes, las
fotografías y las filmaciones, y muchos de los incidentes de militares y pilotos que
dieron forma a la imaginería del fenómeno ovni tal como la conocemos. La TET
precedió a la mayoría de los sucesos ahora citados como prueba de que la TET es
cierta (verbigracia, los aterrizajes de 1954 en Francia, la oleada mundial de 1965, los
casos de humanoides en EE.UU. en 1973, y un largo etcétera). Fueron sucesos o
episodios posteriores los que deberían realmente sostener un origen extraño para los
informes ovni, SI fueran realmente ciertos. Pero todo esto ocurrió muchos años
después que la TET estuviera ya vigente.
De modo que nos enfrentamos aquí con una interesante situación: una idea
fundamentada basada en incidentes pobremente investigados y moldeada por la fértil
imaginación de escritores amantes del sensacionalismo, finalmente creó un fenómeno
“real” que a la vez acoge y extrae su sustancia empírica (observacional) de esos
previos y poco significativos relatos. ¿Cómo es eso posible? Esto ha sido posible por la
conjunción de un continuo flujo de nuevas historias de ovni, crecientemente extrañas y
absurdas, y el combustible contribuido por revistas y libros, películas, filmes de
televisión y documentales. Una vez establecida la creencia, las observaciones nunca
cesan de alimentar el sistema, y una nueva mitología crece y madura.
Estoy convencido que un trabajo similar en otros países expondría las tendencias,
influencias y factores motivadores que solidificaron la creencia en los platillos volantes
como vehículos procedentes de otros mundos. Nos daríamos cuenta que, en muchos
países, esta creencia desatada por los medios precedió a las oleadas locales de ovnis,
las que luego fueron exhibidas como ejemplos de manifestaciones verídicas de ovnis.
Actitudes
Entre investigadores escépticos y creyentes radicales hay una amplia escala de
investigadores que sostienen posiciones que van desde un leve escepticismo a una
firme convicción en naves espaciales. Los primeros usualmente soportan adjetivos
despectivos tales como “pelicanistas”, desprestigiadores, mentirosos y otros peores; los
segundos tienen una exquisita tendencia a la aceptación acrítica y a la credulidad. Pero
todos ellos están de acuerdo públicamente de que la mayoría de las denuncias de
observaciones son percepciones erróneas y basura fenomenológica. Típicamente, sin
embargo, los segundos se esfuerzan por sostener que los casos que ellos han
investigado o catalogado cualifican como ovnis: si más del 90% de los acontecimientos
son ovis (objetos volantes identificados), este porcentaje desciende drásticamente
cuando se trata de sus casos favoritos. De cierta forma podría aplicarse aquí esta frase
de Mark Twain: “No puedes depender de tus ojos cuando tu imaginación está
desenfocada”.
Una y otra vez, un incidente ovni aparentemente indiscutible hace agua y se hunde.
Incluso historias de casos que adquirieron fama y que demandaron libros para ser
relatados, hallan finales ignominiosos. Uno se da cuenta cómo aún los relatos más
impresionantes terminan siendo increíbles, simplemente implausibles. Pero el creyente
cambia pronto su anterior decepción por un nuevo, brillante y seguramente insoluble
“desconocido”. Y así el carrusel continúa. El creyente nunca se da por vencido.
El Gobierno
En Estados Unidos de América, la USAF desclasificó (relevó el carácter de secreto) a
unos 15.000 casos, que suponen unas 150.000 páginas, y el gobierno estadounidense
a través de los Departamentos de Defensa, Estado y del Ejército, más las agencias
CIA, DIA y NSA y FBI dio a conocer cerca de 12.000 páginas adicionales de
documentos relacionados con ovnis. Sin embargo, ni la Fuerza Aérea, el Gobierno, los
servicios de inteligencia o el estamento universitario han sabido seleccionar, aprender y
extraer lecciones de las miles de informes ovni. Nada cercano a “ingeniería inversa”
para ayudar a mejorar la investigación espacial o la industria de armamentos.
¿Incompetencia? ¿Nadie se dio cuenta que tenían en sus manos una mina de oro con
el notable potencial de hacer progresar la ciencia y la tecnología? ¿Todos dejaron
escapar esta oportunidad a sabiendas?
Muchos otros países tuvieron su propia cuota de informes ovni y sus Fuerzas Aéreas
estuvieron implicadas en la evaluación de casos denunciados a las autoridades
militares. La mayoría de los gobiernos han desclasificado o liberado sus archivos
oficiales sobre el tema ovni: Inglaterra, Australia, Canadá, Suecia, Brasil, Italia, Nueva
Zelanda, España, Noruega, Dinamarca, Finlandia (y la lista no termina aquí) han puesto
en el dominio público cerca de 100.000 páginas de documentos ovni, correspondientes
a más de 25.000 informes. Aquellos Gobiernos como el Reino Unido, con una unidad
oficial interna para estudiar este problema, la cerraron en años recientes. Todos
coincidieron hacer públicos sus archivos, afirmando al momento que los informes de
avistamientos no representaban un peligro para la seguridad nacional o la seguridad
aérea y que no se obtuvo ninguna información científica durante la investigación de los
mismos.
En Europa, sólo Francia mantiene un programa ovni desde 1977, conducido bajo la
agencia espacial francesa CNES. Desde 2007, el GEIPAN dio a conocer en línea
2.500 informes ovni (~50.000 páginas). La razón por la cual Francia permanece en el
asunto ovni (perdón, Fenómenos Aeroespaciales No Identificados, PAN por la sigla en
francés) tiene mucho que ver con el tradicional interés en el tema por funcionarios de
alto nivel y científicos reconocidos, probablemente influidos por pensadores de la talla
de Aimé Michel. Sin embargo, GEIPAN afirma que sólo el 2% de los casos recogidos
en los últimos 10 años no es identificado y no hay indicios de ninguna actual o
previsible explotación teórica o tecnológica de los datos de los informes ovni.
Temas epistemológicos
Desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia, la ufología es un tema anormal,
comenzando por el objeto de estudio que es una negativa, o sea, reúne lo que no
podemos identificar. Eso significa que hay infinitos objetos de estudio. Por la falta de
una definición positiva y otras razones no es posible replicar experimentos. La
Estadística, que es un medio clave para replicar experimentos es inútil aquí ya que el
contenido de las muestras es diferente según quién las colecciona. Las anomalías en
ciencia son importantes, por ejemplo la anómala precesión del perihelio de Mercurio, lo
que ayudó a establecer la teoría de la relatividad. Pero esto requiere hallar constantes
en los datos y el fenómeno ovni está desprovisto de constantes. Las teorías científicas
son predictivas, pero ¿qué predice la teoría de los ovnis? ¿Qué experimentos podemos
hacer para refutar o validar la teoría? Una hipótesis tiene que ser falsable. La TET no
puede ser falsable…a menos que un platillo volante aterrice en el jardín de la Casa
Blanca.
Sin datos exactos no se puede efectuar una auténtica evaluación. Es esencial que la
información visual no esté corrupta, pero esto es a menudo difícil de lograr. Estoy
convencido que muchos “desconocidos” son el resultado de este tipo de corrupción.
Ello probablemente produce la mayoría del residuo típicamente invocado como el
núcleo del “auténtico” fenómeno ovni. Pero he aquí que las “propiedades” estadísticas
de los supuestos ovnis genuinos son inseparables de las propiedades descritas en los
informes ovi, y este mismo dilema persigue a las supuestas semejanzas en la
estructura narrativa de los encuentros cercanos, aterrizajes y relatos de humanoides.
Aún los pretendidos efectos psicológicos o fisiológicos, o los efectos mecánicos y
eléctricos, son similares cuando se comparan ovnis “verdaderos” y ovis resueltos. Esta
indistinguibilidad entre sucesos anómalos y convencionales (el concepto de
indiscernibilidad) sugiere que ambos tienen un origen común: los ovnis proceden del
espacio interior.
Entonces ¿dónde está la evidencia sustancial? ¿Parece homogénea? Por ahí circulan
varias listas de los 10 mejores casos imposibles de resolver. ¿Se trata de incidentes
bien documentados, atestiguados por múltiples observadores, que han desplegado
características que están lejos del actual conocimiento de la ciencia y la tecnología?
Los científicos estarán deseosos de analizarlos. Las publicaciones científicas en física
atmosférica, investigación aeronáutica o espacial ciertamente están deseosas de
publicar descubrimientos revolucionarios.
Epílogo
Permítaseme ser perfectamente claro: el fenómeno ovni tiene una significación
trascendente sólo en tanto que una forma de vida extraterrestre visita la Tierra. Es esta
posibilidad la que hizo la TET popular y apremiante desde el inicio. Pero me temo que
70 años de incidentes aéreos, encuentros cercanos, captaciones por radar, fotos y
videos y otras experiencias aparentemente sorprendentes no alcanzan ni de lejos a
probar que tales visitas han tenido lugar. Esta evidencia es inadecuada como prueba.
Siendo realista, sin embargo, sé que la gente no abandonará el mito de los platillos
volantes. Su impacto en la creencia popular y en toda la sociedad ha sido profundo y
universal, habiendo permeado todos los niveles de educación y clase social. De alguna
forma, esta mitología perdurará para siempre. Después de todo, las soluciones triviales,
comunes y usuales son aburridas y grises en comparación y no interesan a nadie
aparte de a un puñado de estudiosos.
En una razonable prognosis para el futuro, la presente situación social en torno a los
fenómenos ovni no espero que cambie a nivel popular. Los activos propagandistas de
los ovnis continuarán defendiendo la Teoría Extraterrestre contra viento y marea a
través de libros, radio, televisión y sitios web porque este negocio tiene un mercado.
Ellos están a prueba de desaliento y prestan oídos sordos a la información procedente
de todos lados acerca de la creciente cantidad de informes dados de baja luego que un
análisis expone su naturaleza convencional. Van a responder a los desafíos de los
escépticos con insultos, reciclando viejas historias y adulterando la escena con
afirmaciones sin base y teorías conspirativas. Entre tanto, el número de aquellos
investigadores serios y objetivos que creen en la realidad de un fenómeno ovni distinto
a lo conocido, irá declinando a medida que el tiempo y la falta de prueba jueguen en
contra de mantener una mera fe, la esperanza de un contacto, o la regularmente
pronosticada (y miserablemente fracasada) expectativa de un reconocimiento por parte
de las autoridades. Por otro lado, no es difícil sospechar que la perspectiva cultural de
los fenómenos ovni será tratada por eruditos y académicos universitarios como un tema
digno de estudio, pero por otras razones que las propuestas por los creyentes.
Si vamos a sacar provecho de este espléndido mito que hemos creado, nunca
debemos perder de vista lo que es – sólo un mito.
Agradecimientos
El autor desea agradecer al Dr. Félix Ares de Blas, a Manuel Borraz Aymerich y al Dr.
Thomas E. Bullard sus valiosos comentarios. Y a Milton Hourcade su traducción al
español.
Parte II
Thomas E. Bullard
Han pasado los setenta años bíblicos (toda una vida en aquella época) desde que
Kenneth Arnold informó haber visto el primer “platillo volante”. Quizá este aniversario
marca mejor que ninguno un momento simbólico en la historia del asunto, una ocasión
para valorar lo que hemos aprendido, para mirar al futuro y para formularse algunas
preguntas peliagudas.
Sus pensamientos en dicho artículo no son los habituales para alegrar a los creyentes,
tampoco es una declaración de avances logrados, ni siquiera planes para
investigaciones futuras. Su tema es más profundo, y su tono más sombrío y hasta
triste. Ballester se pregunta si el tema de los ovnis se ha agotado. ¿Ha llegado el
momento de admitir que hemos llegado al final?
El autor recuerda cómo se inició en el estudio de los ovnis con el mismo entusiasmo
juvenil que muchos compartimos y recordamos, atraído por la esperanza de que seres
de otros mundos estuvieran visitando la Tierra y el deseo de estar a la vanguardia en la
solución del mayor misterio de todos los tiempos. Y también ha compartido la
decepción que muchos de nosotros hemos sentido con el paso de los años cuando la
tan deseada solución sigue mostrándose esquiva.
A diferencia de algunos defensores de los ovnis, Ballester Olmos no ha cerrado los ojos
a las deficiencias de la ufología, ni se ha comprometido a defender el fenómeno contra
toda razón. Por el contrario, ha confrontado la evidencia con juicios científicos claros y
concluye que, a pesar del enorme tiempo y esfuerzo invertido en la investigación de los
ovnis, no se ha alcanzado ninguna evidencia convincente para indicar que naves
extraterrestres hayan visitado la Tierra.
En esta ocasión, los pensamientos que nuestro colega ha escrito no nos llaman a
redoblar nuestros esfuerzos y seguir incansables hacia adelante; más bien sirven como
un obituario para una búsqueda fallida. No me gusta oír que nos hemos enfrentado a
simples molinos de viento durante décadas, pero muy a mi pesar, tengo que estar de
acuerdo con la mayoría de lo que dice.
Ballester Olmos argumenta que los ovnis constituyen una creencia mítica más que un
fenómeno accesible a la ciencia. La base de la creencia descansa en avistamientos
genuinos, pero los avistamientos mismos se reducen a fenómenos convencionales,
remodelados en algo extraño por las ideas de lo que son los ovnis, cuál es su aspecto y
qué hacen. El término operacional aquí es ideas, más que una verdad objetiva que les
corresponda. La teoría extraterrestre rápidamente tomó el control de la comprensión
popular de los ovnis. Los ufólogos aceptaron esta propuesta, los medios de noticias y
entretenimiento la promovieron, y los testigos conformaron sus informes a las
expectativas así sembradas. Los informes se multiplicaron y se hicieron más extraños
conforme tanto los testigos como los ufólogos se fueron comprometiendo
emocionalmente con dichas creencias. La historia se expandió, sus partidarios la
racionalizaron y defendieron, y al final se encerraron en su burbuja de creencias, una
narrativa mítica autoconfirmada e impermeable al desafío que había adquirido la
apariencia de verdad.
Aunque los ufólogos buscan retratar sus esfuerzos como ciencia, la evidencia que
recogen no cumple con los estándares científicos. Es voluminosa, pero en gran parte
anecdótica y sujeta a las deficiencias de la observación humana, las ilusiones, las
percepciones erróneas y las preconcepciones que pueden convertir a Venus en una
nave espacial brillante a punto de aterrizar. Con las evidencias ovni no es posible la
replicación, ni los experimentos controlados, ni las predicciones o la falsabilidad. Las
fotografías son abundantes, pero casi invariablemente cuestionables ya sea como
fenómenos convencionales o como engaños. Ninguna evidencia material convincente,
ninguna tecnología alienígena, ha caído nunca en manos humanas excepto como
rumores. Las consistencias en los datos sobre los ovnis son pocas y en su mayor parte
atribuibles a los estereotipos derivados de las expectativas populares, y las
propiedades reportadas para los ovnis son indistinguibles de las propiedades
reportadas para los ovis. El fenómeno ha sido objeto de investigación científica y ha
sido debatido en más de un foro oficial, pero no ha surgido ninguna razón para
acreditarlo como un fenómeno desconocido genuino. La queja de que la ciencia ignora
la evidencia ovni es más bien el reconocimiento de que los ovnis no han producido
ninguna evidencia digna de atraer la atención científica.
Es innegable que existen casos anómalos. Los mismos aportan cierto misterio, pero en
cualquier volumen grande de evidencias basada en la observación humana existirá un
residuo de casos inexplicables. Su estado inexplicado es más probable que sea debido
a factores humanos, como esa tendencia a combinar observaciones no relacionadas y
atribuirles un significado deseado, que a un fenómeno desconocido distintivo. Ninguna
recurrencia destacada distingue el cuerpo de desconocidos como coherente y único.
Incluso los mejores casos van disminuyendo en número bajo una más estrecha
investigación escéptica, lo que sugiere con cada vez mayor probabilidad de que los
ovnis no son fenómenos objetivos sino productos de la imaginación, el error, las
expectativas y los deseos humanos. Los ovnis provienen del espacio interior, de la
imaginación humana y de la capacidad de crear mitos. Proporcionan temas para
sociólogos, psicólogos, folcloristas y similares, pero al final Condon tenía razón: el
estudio de los ovnis no contribuye nada al conocimiento científico de lo físico, y mucho
menos a la prueba de visitas alienígenas.
Esta sentencia es dura pero justa. Presenta a la ufología como algo tan estéril en sus
resultados que cualquier persona que dude de que ésta sea la última palabra casi se
traiciona como un verdadero creyente comprometido. Por mi parte, estoy de acuerdo
con el razonamiento seguido en el argumento, pero todavía no puedo aceptar el
carácter absoluto de la conclusión. Sigo encontrando cierta sustancia entre los informes
de ovnis y veo un camino, aunque estrecho, que puede conducir a un verdadero
fenómeno anómalo, sin necesidad de desviarse entre los "hechos alternativos" de la
mitología OVNI.
Tanto Ballester Olmos como yo estamos de acuerdo en que los ovnis tienen carácter
mítico. Creo que también estamos de acuerdo en que el sentido apropiado de "mito"
aquí no es la mera falsa creencia de uso popular, o el sentido algo más sofisticado de
una forma de entender experiencias que no es reconocida por un consenso de
autoridad. Los ovnis son míticos porque en torno a ellos ha crecido un sistema
complejo de hechos ciertos, hechos supuestos, acuerdos, argumentos y
especulaciones. Muchas personas aceptan todo o parte de este sistema y ven algunos
aspectos del mundo como si los ovnis fueran verdades fácticas, a pesar de que tanto la
evidencia como las interpretaciones atribuidas a los ovnis siguen siendo cuestionadas.
Actualmente, las ideas sobre los ovnis conforman tanto el entretenimiento como la
imaginación. Se convierten en parte de la educación informal e informan las
expectativas de las cosas que pueden verse en el cielo. El mito influye –o contamina–
la percepción, la concepción, la memoria, la formulación verbal, la comunicación, la
argumentación; en otras palabras, todos los aspectos de la narrativa ovni y los debates
al respecto. No escuchamos, ni hablamos, ni siquiera observamos un fenómeno puro.
Nuestra relación con los ovnis está siempre mediatizada por el mito.
Los ovnis tal como los conocemos son indiscutiblemente productos humanos que
sirven a propósitos humanos, pero el mito no es necesariamente todo. La gente todavía
ve algo. A menudo, el objeto de la observación es convencional pero extraño por las
influencias distorsionadoras del mito. A veces, tal vez, el objeto observado es extraño
en sí mismo y transformado en la forma "ovni" adecuada por la fuerza de la expectativa
y la necesidad de asignar lo desconocido a una categoría comprensible. El mito
distorsiona en ambos sentidos.
Ese embrollo perjudicial entre la observación y la comprensión es algo habitual del ser
humano. La situación empeora en el caso de los ovnis, ya que las interpretaciones
oficiales parecen inadecuadas o insatisfactorias y las versiones no oficiales asumen el
control. La ufología presenta ejemplos vívidos de distorsión extrema, como el caso de
una reentrada satelital en 1968, donde varias personas reportaron ventanas y hasta
placas metálicas en un objeto desplazándose a nivel de las copas de los árboles
cuando el estímulo real eran media docena de fragmentos en llamas sobrevolando a
unas cien millas de altitud en la atmósfera superior. Sin embargo, la aparición de
visiones anómalas no significa automáticamente el fin de la objetividad. Muchos otros
observadores de esta reentrada la describieron con precisión, aunque no identificasen
lo que realmente era. Existen bastantes pruebas de que las personas merecen más
crédito del que reciben como observadores de visiones extrañas en el cielo. Por
ejemplo, un monje del siglo XII, John de Worcester, incluyo en su crónica un relato
detallado de lo que ahora reconocemos como un buen ejemplo de un gran bólido
brillante. Se limitó a una descripción clara de un fenómeno desconocido para él, sin
ningún intento para forzar la observación dentro de un esquema interpretativo
medieval.
¿Son míticos los ovnis? Por supuesto que lo son, y nuestro sesgo humano siempre
amenazará con confundir las observaciones y nuestros esfuerzos humanos para dar
sentido a las experiencias se inmiscuirán en la realidad que deseamos entender. Estas
complicaciones son ineludibles, pero no necesariamente fatales. Una enfermedad
puede explicarse como resultado de gérmenes, humores o brujería, pero mientras las
interpretaciones difieren, la enfermedad sigue siendo la misma y muy real. Los ovnis
pueden ser míticos y reales al mismo tiempo. Esta dualidad complica el trabajo de
comprensión, pero podemos vivir con ella y superarla aprendiendo a separar las
contribuciones humanas de la base objetiva.
Ballester Olmos admite sin problemas que la ufología tiene sus incógnitas. Su
preocupación es que no permanezcan como tales para siempre y que acaben cediendo
tarde o temprano a una solución convencional. Este destino se ha convertido
ciertamente en familiar. La "nave nodriza gigante” vista en el Yukón en 1996 y las
llamadas “luces de Phoenix” de 1997 atrajeron una gran cantidad de atención entre los
ufólogos. Estos casos parecían fuertes hasta que los escépticos proporcionaron
explicaciones convincentes de una reentrada satelital para el primero y un vuelo de
aviones militares para el otro. Sin embargo, los escépticos no siempre son una apuesta
segura. El caso de Exeter de 1965 ha tenido numerosas soluciones, algunas que sí se
centraron en la observación y otras que eran risibles. La mejor propuesta de los
escépticos fue cuando atribuyeron el ovni a un ejercicio de reabastecimiento de
combustible en vuelo. Se trataba de una propuesta inteligente, pero que se desmoronó
bajo un análisis más detallado, como con las anteriores. Alrededor de una cuarta parte
de los casos investigados por el Comité Condon acabaron clasificados como
desconocidos. Algunos casos, entre ellos los mejores en los archivos, parecen ser
"fortalezas volantes" defendibles contra las soluciones convencionales. Por el contrario,
algunas explicaciones como las empleadas por miembros del Proyecto Libro Azul
utilizado para aclarar informes difíciles, equivalen a poco más que excusas
descuidadas que no explican nada. Algunas de las soluciones propuestas sirven más
bien como recordatorios de que la racionalización de los escépticos puede distorsionar
la verdad tan gravemente como la credulidad de los entusiastas de los ovnis.
Todavía existe un volumen respetable de casos inexplicados dentro del misterio ovni.
Ello podría indicar que la aparente espiral descendente hacia el cero, o hacía un
mínimo residuo de eventos insolubles en lugar de verdaderamente anómalos, puede
ser después de todo una ilusión histórica más que algo inevitable. Tal vez persista un
nivel mínimo de casos inexplicados a lo largo de toda la historia de los ovnis. El nivel de
ocurrencia puede ser bajo, pero quizá una serie de casos “inexpugnables” debidamente
reconocidos podría emerger como una señal clara en el ruido. ¿No deberíamos al
menos considerar esta hipótesis antes de rendirnos por completo?
Nada es tan molesto y doloroso para los ufólogos como el rechazo de sus esfuerzos
por parte de la ciencia oficial. Consideran su empresa como científica y anhelan la
aprobación, sólo para encontrarse como los niños pequeños expulsados del campo de
juego por los niños grandes que les cierran la puerta. Las quejas de que los científicos
no escuchan o ignoran los hechos pasan por alto la naturaleza de la evidencia ovni. Es
descuidada en extremo, abrumadoramente anecdótica e intangible. Los ovnis ofrecen
poco o nada que llevar al laboratorio para su análisis o experimentación. Las raras
excepciones han resultado poco concluyentes o al menos no convincentes. Esta
ausencia de elementos contrastables, junto con su reputación como pseudociencia,
aseguran que la ufología seguirá siendo rechazada por los científicos de laboratorio.
Si los informes individuales inexplicados son la base de partida para la defensa del
fenómeno ovni, los patrones de coherencia en estos informes añaden la siguiente capa
esencial. Cada caso inexplicado independiente puede ser impresionante en sí mismo,
pero sólo cuando existen muchos casos con similitudes significativas pueden
constituirse en pruebas de un fenómeno recurrente. Sin este apoyo, las incógnitas
siguen siendo rarezas aleatorias y pueden no tener mayor significado. Con un patrón
consistente para unificarlas, estas rarezas comienzan a adquirir una identidad. Los
casos inexplicados y sus patrones se proporcionan apoyo mutuo y el caso a favor de
los ovnis gana en fortaleza. Pero, desde luego, sólo si encontramos tales patrones.
Los estudios más habituales que se realizan sobre los datos ovni masivos son
comparaciones estadísticas, ya sea análisis de contenido para aquellas descripciones
consistentes de apariencias y actividades, o la búsqueda de frecuencias de patrones en
el tiempo y lugar de los eventos ovni. Estos esfuerzos han dado lugar a resultados
escasos. Un hallazgo como el de que se observan más ovnis a primera hora de la
noche que en cualquier otro momento puede ser consistente, pero no sorprendente,
mientras que descubrir que los informes de ovni son más frecuentes en un determinado
día de la semana que en cualquier otro puede ser una sorpresa, pero no tiene
significado aparente. Las búsquedas de un patrón de recurrencia en las oleadas ovni
han conducido a éxitos predictivos, pero no duraron mucho tiempo y podrían haber sido
erróneos después de todo. Los análisis de contenido que muestran que la mayoría de
los ovnis son redondos y la mayoría de los ocupantes son humanoides cortos gozan de
una robustez inconfundible, pero como advierte Ballester Olmos, tales hallazgos son
igualmente válidos para los casos ovi y reflejan imágenes populares.
Este tipo de análisis ofrece a la ufología su mejor opción para defender a los ovnis con
los datos en la mano. En lugar de esperar a que un pedazo de nave espacial caiga en
nuestras manos, o que el Gobierno nos muestre los cadáveres alienígenas, todos esos
intrigantes casos que hemos acumulado pueden transformarse de archivos
polvorientos en herramientas para el trabajo científico real. Pero, ¿no hemos ya
intentado y fallado en esta empresa? No lo creo. Un ejemplo personal: una
comparación entre los informes de abducción con alta fiabilidad y los de baja fiabilidad
reveló que la consistencia en la secuencia de eventos y el contenido descriptivo era
mucho mayor en los casos de alta fiabilidad. En los casos de baja confiabilidad donde
presumiblemente la mayoría de las historias eran engaños o fantasías, las tramas y el
contenido variaron mucho más. Una comparación entre dos muestras de casos ovni
con ocupantes encontró preferencias más fuertes para ciertas opciones descriptivas
entre los informes de alta fiabilidad que en el general.
La razón detrás de estas consistencias podría ser la influencia cultural o el sesgo del
investigador, pero la causa también podría ser una observación real. Por lo menos, vale
la pena explorar dicha posibilidad. La existencia de tantos informes ovi en la muestra,
de tantos errores humanos y defectos en las descripciones contaminan el registro y
amenazan con sofocar la señal que representa en volumen mucho más pequeño de
verdaderos ovnis. En el pasado nos hemos tenido que conformar con trabajar con
datos malos limitados en cantidad y calidad, y los resultados decepcionantes no
resultan una sorpresa. Hoy en día tenemos muestras mucho más grandes y datos de
mejor calidad para escapar del problema del “garbage in-garbage out” que hizo
fracasar nuestros esfuerzos anteriores. Tengo razones para creer que podemos llegar
a identificar algunas consistencias distintivas en el fenómeno, y que la utilización de
casos de calidad como base de datos revelará esas consistencias con mayor claridad.
Por lo menos, pienso que debemos hacer el esfuerzo antes de descartar la nave
espacial.
Agradecimientos
El autor desea agradecer a Luis R. González su traducción al español.