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A LOS SUSCRITORES

Se avisa que terminando con la


presente entrega el primer año del
“Album de la Guerra del P aragu ay ”,
pueden mandar buscar á esta A d m i­
nistración (Florida 34) los indices de
texto y grabados y Portada de este
primer volumen, desde el 25 de A b ril
en adelante, siendo indispensable re­
quisito, para recabarlos, la presenta­
ción del recibo correspondiente á la
entrega 24.

E L A D M IN IS T R A D O R
EL CIRUJANO MAYOR honor,. al Paraguay, 1á
D'póto'i*' 'P.ori' . ■; ■ prestar sus s e r v i c i o s
como Cirujano Principal
jé M. Díaz de Bedoya ; lu ó bé* le: nombróy ya
fuera enlas batallas como
í en los. hospitales, ya ex-
una denlas ; ' |trayendo balas: y ampu-
simpáticas figuras . tando. miembros .como
que en.la Duerra ’del. Pa­ curando, tifus y-disente­
raguay . sev. destacan;’del rias contagiosas!
cuadro dé abnegación de Pué actor en todos los
todo él Gueipo Médico; •hechos dé armas dé la
Hijo de Salta,r donde fiizo magna guerra, que tér­
sus primeros» ¡:estudios, mino-1 conj el'ascenso á
marcho á Baríé, en busca C iru j ano Mayor, -vol­
dé mayo# .ambiente ¡cieii-i viendo á Buenos Aires
tífico, que satisfaciera *sn*.- con los últimos batallo­
ambición de saber, dedi­ nes de la Guardia TN a­
cándose á la ! médicinav ti cionál. ..
con; talahíhco1y, apreven ^ Concluida lá gulrra,
chamientov 'que antes de Retiróse á sú ciudad natal
loshseisíaño.s. (^estudios., : y á la vida privada.
(eii i á18S6.)| graduó#6- de i. Cumplidos sus .deberes
DoCtori jen-; Medicina y,; para con la Patria, juzgó*;,
CM ijía,:¿regresando |in-t ‘ i necesario cumplirlos con
mediatamente al lugar la sociedad, formando
delsujnaeiiniént'O. Ñopo-,; una familia por medió’del
dian permanecer ocultos matrimonio que/contrajo
los- particulares 1méritos, ; en 187.8/con Da A velina
del JDóctqr, Biáz de B e­ Sola.
doya, razón por- la cual . No le fue posible dis­
merecióú ser: | nombrado;; frutar mucho , tiempo de
Diputado aliCongréso. él , ! su tiueyo. estado, pues
año 1862! y: posterior-, enfermedades continuas,
mente-: el- 66, cuándose- . adquiridas. en el Para­
e n c o n tra b a eii; París, guay, le condujeron á la
dondénuev ámente Ihabía ív< , f. D r. J o a q p ln M . D í a z d e B e d o y a ’
tumba, prematuramente
C irujano M a y o r d e l E jército Argen tin o en' la- Guerra- del P aragu ay
id'O' Cóníel objeto de -estu- en 1880, á los 4$ años de
diar- los adelantos , de la ¡ . edad.
ciencia á que había dedi-. . ' Salta, póri*3medió \ d©^.
cado, su „vida toda. Volvió precipitadamente, en dicho todas sus clases sociales, demostró su gratitud al Doctor
año; a l regazo de.la madre patria, no para ocupar la cu- Díáz de Bedoya, interesándose vivamente por su salud
rul del representante, sino para márchar al campó del mientras duró la enfermedad postrera y hcoihpnñhndo

/
2 ALBUM DE L A GUERRA DEL PARAGUAY

sus restos, convirtiendo su entierro en un duelo pú­ de sus contraídas fauces, arroja el último furor al ad­
blico, una vez apagada la vida que no había sido versario.
dedicada sino al servicio de la Patria y al bien de A llí donde Díaz muere impasible como el estoico del
la Humanidad. patriotismo, y Paz, Sarmiento y toda aquella juventud
'. . >* :s—x-ir-3-: ■■; ébria de entusiasmo en aras de la patria se inmola.
A llí donde la materia prima de ese poema de fuego,
el soldado; ese héroe ignorado del peligro, improvisa
C U R U P A Y T í (1) una gloria imperecedera sin ambicionar sus lauros.
22 d e Setiem bre d e 1866
Es allí, en aquel paisaje apacible y risueño donde
voy á reflejar los recuerdos más tristes de mi vida. A
(Á M aximio AL-c o r ia ) todas las grandes desgracias se. sobreponen las de la
.patria: ver desaparecer un pueblo de bravos, sentir
■la grandeza del dolor de un cementerio de amigos, de
:sus hermanos de armas, contemplar á la muerte des­
apiadada que impasible, yerta, hace un vacío solemne,
ombras de bravos, yó os evoco como un recuerdo les un negro contraste de espíritu,... pesa y oprime
inmortal. ¿¿embruña montaña de plomo.... y,evocando coh sincero
Aquella perspectiva sangrienta, reminiscencia lúgu­ ■.entusiasmo este charco de sangre, tan glorióso para
bre de vuestras hazañas, se anima en aquel glorioso los ^argentinos, pediré á mis recuerdos, el ■Vivo colorido
cuadro velado hoy por la tristeza de la muerte, sublime de aquel memorable episodio.
por el valor desgraciado, brillante por el movimiento
homérico de la batalla, fúnebre por los amargos recuer­ HI
dos de la tumba, que en aquella atmósfera transparente,
vibran en el susurro de las brisas como el murmurio Primer aniversario en este día. L a venganza tarda
doliente de una gran desventura. impaciente. Aún el insolente vencedor como un trofeo
Ese cielo claro y azulado, especie de brillante bóveda de victoria guarda vuestros despojos, esparcidos en el
suspendida sobre frondosos bosques, hermosa vegeta­ suelo de la batalla; en aquel suelo legendario donde la
ción que exhala un ambiente perfumado, era el paisaje constancia, la ábnegación y el coraje de la desespera­
elegido para el animado dramas de nuestra más noble ción füé la última atmósfera que respirasteis; Lidiando
derrota. sin esperanza moríais fíéleá á vuestra fama! Raza de
¡Desastre terribleI gloria, comprada con raudales de leones amamantados en los peligros, nada os arredraba !
sangre: sangre que fugazmente ya se ha evaporado en E l valor argentino no desmintió su tradición lejana:
las sombras del olvido y la bruma de la distancia. alimentaba vuestra vida, y al extinguirse el uno, se
Sí; porque todo se olvida; ley inexorable que extin­ evaporaba la otra entre el humo del cañón.
gue indiferente la veneración que infunden los mártires ¡Oh fecha inmortal!... Era un día sereno de pri­
del patriotismo, y solo aquellos que han sobrevivido á mavera. L a naturaleza había enmudecido en todas sus
tanta gloria, reviven en su recuerdo tan nóbies cama- armonías. ( :) Elocuente soledad iluminada por un sol
radas.... En vano es que los invoquen.... nadie responde, ardiente como la inspiración del combate. Apesar del
la tumba no tiene éco.... Aquellos bizarros combatien­ brillo del paisaje, parecía que aquellos campos silen­
tes, como por una ironía de las grandezas humanas, ciosos, atónitos, esperaban el desenlace del sangriento
han vuelto á la nada, al átomo que se pierde en el drama que pronto iba á tener lugar. E l espíritu preocu­
infinito. pado identifica todas las situaciones con los latidos de
H su corazón.;, aquel silencio, aquella soledad, aquel
desierto en donde se movían las columnas sin producir
Nobles camaradas, ya no animaréis las legiones á un eco, era imponènte.
la lid !... Hoy solo sois un lóbrego silencio, y el Las tropas argentinas han hecho alto. Un profundo
viandante al pisar indiferente el palenque de la lucha, silencio reinaren sus filas : cuando el alma habla, enmu­
no sentirá el epitafio inmortal del héroe griego, allí decen los lábios. E l soldado, al frente de la muerte,
donde caísteis como esforzados caballeros para dormir espera impasible la orden de avanzar y el ojo escudri­
el sueño de la eternidad de los- tiempos, en aquella ñador, vivo y centelleante se dirige hácia el horizonte
soledad extranjera. buscando al adversario. Es ese momento rápido de
A llí donde Fraga, profeta de su inmortalidad (2) des­ la guerra, comienzo de la combinación sangrienta de la
cansa estremecido por las tempestades que cantaji sus batalla.
proezas; para aquel soldado de fierro, era necesario ¡Qué supremo instante es para el recluta, aquel,
que el trueno al conmover su tumba, imitase con la antes del combate! Ese silencio de sombras absorve
grandeza de lo insondable, el bárbaro rumor de la todo su sentido en la más profunda melancolía, siente
batalla. agitado el ruido subterráneo de su corazón: aquel ba­
A llí donde Roseti, fanático de su abnegación, pudo dajo de las pasiones humanas es movido por un im­
salvar su vida, cuando por primera vez le hiere el plomo pulso extraño: no se da cuenta de ese sacudimiento
fatal, más ¡ a y ! su hidalguía militar hizo un sombrío misterioso, y el pensamiento en alas de mejores tiempos
pacto con la muerte: aquel canto de guerra necesitaba vuela á los lugares más queridos de su alma ó el
un nombre..... su sangre grabó esa cifra. recuerdo de un amargo desencanto le hace desear una
A llí donde Charlone, el león arrogante de la arena: bala compasiva: todo le sonríe con’ tristeza ; absorto
en su ardor salvaje hace pedazos el venablo que en lo pasado, pasan para él desapercibidos los prepa­
atraviesa su pecho, y entre la espuma sanguinolenta rativos de la matanza. Esta situación excepcional en la
vida del soldado, desaparece al clamor de la pelea. L a
(*) E s te es un artículo puramente literario, escrito com o homenaje a l soldado
argentino. • . • v
(9) En un alm uerzo que tuvo lugar un momento antes d e la batalla, donde se ( i) Fué aquel m om ento d e silencio imponente que sucedió a l bom b ard eo d e la
encontraban reunidos Charlone, Roseti, D iaz, Luis M . Campos y otros. F ra g a escuadra que había durado desde e l amanecer hasta las d oce y cuarto del día,
profetizó su muerte, y Roseti, Charlone, y D iaz cada uno la suya y las heridas que hora en que se hizo la señal del ataque. E sa señal fatal lanzó á aquel asalto imposi­
recibieron otros jefes. T o d o salió fatalmente cierto. b le ocho m il combatientes.
ALBUM DE L A GUERRA DEL PARAGUAY 3

gloria con su explendor de hazañas, vence, domina, E l General en jefe y su Estado Mayor toma posición
arrastra á aquella nostalgia misteriosa. ' sobre una altura, entre las columnas de asalto y las
reservas generales, en donde con esa pereza de tener
IV miedo va á soportar con calma estoica el terrible fuego
de la artillería enemiga.
Las fuerzas argentinas, del primer cuerpo de ejército, Frente á la-izquierda del adversario se establece
al mando del bravo General Paunero, forman la tercera una batería de campaña á las órdenes del Gene­
y cuarta columna de ataque en el sistema general del ral Vedia y mandada por el Teniente Don Domingo
asalto. C1) Y iej obueno.
A la cabeza de la tercera columna de ataque está la Una vez establecidas las reservas generales en los
cuarta división del primer cuerpo, mandada por el puntos de apoyo, en donde como una muralla de
valeroso soldado de la defensa de Montevideo, el Coro­ carne, van á sufrir el fuego de la artillería paraguaya, la
nel Sussini, y constituyen su fuerza hercúlea como orden de avanzar se trasmite, veloz al cuerpo del asalto.
músculos de acero, los batallones Santa. Pé, 5o de línea, A la cabeza de aquellos gallardos, batallones, derra­
Salta y Legión 2a de Volun­ mados en dos soberbias co­
tarios; Para sostener aquel lumnas de combate, marchan
brioso avance, marcha ense­ los jefes* renombrados, que
guida la primera división que siempre lo& han conducido á
la forman los bizarros batallo­ la victoria, y una juventud
nes I o de línea, San Nicolás, valerosa por ^sangre, y orjsfu-
8o de línea y Legión Militar. llósa de patriotismo al frente
Esta división de fierro, de ocho de las compañías se mueve
cuerpos afamados, serán con­ entusiasta. Las tropas ligeras
ducidos á la batalla por el ,van á vanguardia mandadas
Coronel Rivas que, un ^mo­ por Ricardo Mendez, bravo
mento más, y habrá de inmor­ Capitán del I o de línea elegido
talizar su nombre. (?) por su denuedo para iniciar la
Como inmediata reserva de batalla. ( ]) Aquellos soldados
aquella masa de ataque va la por su reputación gloriosa,
segunda división mandada por serán los primeros que entonen
el Coronel Arredondo, el in ­ el.himno del combate.
trépido; allí están el 4o y 6? de En esos aguerridos batar
línea, que debieran llamarse el llones se encuentra bien re­
granito, el R ioja y la. primera presentada la patria de Tos
Legión de Voluntarios; jóve­ argentinos. A l lado d e! bravo*
nes cuerpos, que van á rivali­ porteño., de altiva presencia
zar con las veteranas legiones. que ostenta el orgullo de las
E l valiente Coronel Esqui- heroicas tradiciones de su pro­
vel manda la tercera división, vincia en su estampa sarcás­
en cuyas filas se destacan los tica, lanzando bromas de héroe
batallones I o de Corrientes, al peligro, 'marcha tranquilo
Rosario, Catamarca y Tucu- sin inmutarse el cordobés que
mán como ún abrazo de her­ ha demostrado que aquellos
manos. que piensan en Dios en la
’ Esta fuerza, situáda pró­ batalla son denodados, ante la
xima á las trincheras enemigas, servirá dé reserva á muerte. E l entreriano y el santafesino altaneros y de
las columnas que van á lanzarse al asalto. hermoso continente, llevan el tacto de codos con el
Las tropas, del 2o cuerpo que constituyen las reservas noble correntino de erguida frente poique siempre
generales, bajo la hábil dirección del General Emilio fué el adalid de las libertades argentinas; astuto y
Mitre, briosa y gigantesca figura que se destaca sobre audaz va sereno como á la caza del tigre. E l salteño
un enorme caballo que piafa impaciente, van tomando y el jujeño, humildes pero valientes, van animados
sus posiciones dé combate. L a cuarta división, man­ por el espíritu de Güemes, mascando la coca el
dada por el fogoso Mateo Martínez, forma cercana último,, que le dará fuerza en el momento difícil de
al cuerpo del asalto el primer escalón. L a 3a á las la fátiga. E l santiagueño, impasible, á quien nada
órdenes del viejo veterano Corone!Díaz, jefe del Estado arredra, no habla porque ¿no entiende, su idioma, y
Mayor, del 2o cuerpo, se establece de sostén inmediato solo sabrá morir por la patria. E l tucumano de glo­
de aquella. L a segunda que obedece al impasible Coro­ riosas tradiciones camina con desenvoltura, en silen­
nel Agüero, se sitúa paralela con la batería páraguaya cio: es que ya rimando la vidalita de la victoria. E l.
de la derecha, que va á enfilar én su marchará las riojano duro y tenaz espera impaciente .el cuerpo, á
columnas de ataque, y por último, cubriendo nuestro cuerpo de la sangrienta lid. E l puntano inquebrantable
flanco derecho, se posesiona á la I a división, al man­ echa de menos la pica y el corcel de sus proezas. E l
do del sereno Coronel Bustillos, en una abra de monté, mendocino, el sanjuanino, el catamarquefio con sü.
también frente á una batería dél adversario. (3) * calma estoica, disciplinados, marchan indiferentes al
combate. Los fieles representantes del pueblo argen­
- ( ') E l asalto se lle v ó en cuatro columnas., d e. ataque, dos brasileras y. dos ar­
gentinas, d e m o d o que el ataque central, lo constituían una columna brasilera y
tino unido,' caracterizados en nuestra historia por
o tra argentina. L a prim era colum na d e nuestra izquierda lle v ó el m ejor cam ino su corazón esforzado, ansiosos se dirigen á disputar
p o r entre el bosque d e la orilla del río Paran á; las del centro tuvieron - algunas'
dificultades á causa del terreno encharcado, y lá d e nuestra derecha que la for-' el •premio del heroísmo en ese torneo de la patria,
■naba la tercera división del prim er cuerpo estuvo á vanguardia d e las reservas,
generales, muy aproxim ada al fuego y sufrió pérdidas d e consideración. '
( l) M ás tarde la desgracia abatió sus alas sob re este-valiente o fic ia l; pero'que
(*) Fué hecho G eneral en é l cam po d é b atalla . a l menos, en e l silencio d e su profunda .pena, tenga e l consuelo d e v e r figurar su
(?) E n ése puesto sufrió el fuego d é la s baterías d e la izquierda’ -paraguaya. nom bre con distinción en los m em orables com bates d e la cam paña del P araguay
4 ALBUM D 'E L A GUERRA DEL PARAGUAY

. En cada cincuenta Centímetros'foVman una hilera y


padres. en esta formación Se les vé en toda la extensión de la
E l aspecto de las columnas es grave é imponente, su línea amenazada y así esperan el comienzo de la
uniforme sombrío; llevan sobre sí todo el material del batalla. .Y?
asalto, hachas, palas, escaleras, faginas: los granaderos Más á retaguardia se resguardan las reservas del
de apostura arrogante van á la cabeza de los batallones, fuego del asalto; y más lejos aun-la caballería fottnada
su estatura hercúlea y su paso firme imprimen á la en línea cón grandes intervalos en escuadrones com­
escena una actitud de triunfo que borra la duda en los pactos, con el sable filoso en la mano Ó la lanza ávida
más tímidos . de sangre, espera indiferente acuchillar á siís /compa ­
Los .batallones marchan con lentitud, serpenteando, triotas si retroceden cobardes ó al -vencedor si' áUuaz
sin guardar una rigurosa formación; alguna vez su entra embravecido*. Cabalga sobre caballos-^quebranta­
paso se hace difícil por entre los matorrales entreteji­ dos por la fatiga, pero en el momento de su intervención
dos, salpicados de pantanos. terrible, sabrán comunicarles el ardor de lá desesperan
Aqueüas pesadas columnas parecen agigantados ción con sus iniñeñsas espuélás nazarenas, tan bárbaras
monstruos que despertados de cómo su Coraj e. •’
im profundo sueño avanzan ; Aquella faja ondulante- ^
hácia el imprudente enemigo negra, imponente y taciturna,
que há turbado su> reposo. L a que arranca de la orilla- del
luz centelleante de las bayo­ Paraná, se extiende serpén*
netas, oscila como una aureola teandó hácia Tuyütí copió Una
que. se cierne sobre las cabezas boa de mar (pie se* pierde éíi
de los héroes que impertérritos un paisaje de agua y^ de espe=
marchan á la muerte. En ese sos bosques; que un lejos;va^
avance magestuoso hay algo porosó hade 'entrever azulado.
de la indiferencia del mártir • Esta- línea formidable dé
que en. aras del fanatismo ángulos salientes,* está artin
escala el leño ardiendo: la dis­ liada por cuarenta [y nueve
ciplina y el patriotismo son piezas de posición, -cuyas tro-
cadenas que atan al deber y al n’eras se distinguen como niáiD
entusiasmo, y de estos senti­ chas oscuras, y frecé coheteras
mientos pueden esperarse los que harán más infernal' el
mayores esfuerzos, que al fin combate* y defendidos és.táú
librarán á una república her­ Sus glacis por una tala de ár­
mana de su más sangriento boles verdes, 'recién cortados;
tirano. de imposible incendio y difícil
Aquella calma precursora abceso. ■1 :
de un huracán humano pronto Los Capitanes r G il >y Sa-
va á desaparecer; husmeando guier mandan las báterías de
van los leones la pólvora y la la derecha y centro, y -el
matanza; en cuanto sientan CoronelV Hermosa las de la
ese vapor embriagador, será izquierda;¿
aquel un infierno de coraje - Ciúcó m il hombres de' tropa
estupendo. aguerrida y fanática, á { las
Y a están al alcance del ca­ inmediatas órdenes del Coro^
ñón enemigó; -, un m omento nel González,. sostendrán sel
más, y tendrán que atravesar aquella zona mortífera, empuje de nuestras bravas tropas;, y e l ‘brioso gene­
campo descubierto de pantanos' sombrío y páramo de ral Díaz mandando el todo, y ansioso de vengar- á
la muerte, en que se pondrá una vez más á prúeba Curuzú, dará nervio á aquélla resistencia.-
el valor de los argentinos.
En este momento de ansiedad sublime, por entre los V I
intersticios de los árboles, que aún medio ocultan la
marcha de nuestras columnas, se alcanza á distinguir Son las doce y media del día. Las tropas ligérás pisan:
en un lejano transparente, la negra línea de las posi­ ya el terreno descubierto. Empieza la batalla.
ciones enemigas. Como una inmensa explosión truena de repente él
Unos bultos oscuros de forma esférica, .equidistan­ cañón con fragor y espanto, la artillería que defiende la
tes í 1), sobresalen de sus parapetos, y algunos árboles posición enemiga, por medio de fuegos convergentes,'
de poca altura, á intervalos, se levantan silenciosos arroja la confusión y la muerte en nuestras, filas: uñ>
•allá más lejos. alarido de entusiasmo acoj e este gritó de la tumbar
A la derecha, próxima á una choza de la que solo se el toque de ataque vibra ardoroso en el •espacio * los;
distingue su techumbre, izada está sobre un asta medio tambores con estruendo dé entusiasmo baten la carga*:
torcida una gran bandera paraguaya; espera impasible y la 4a y la I a división cerradas en masa se han- preci-i
sin flamear ál viento, que la vayan á tomar. pitado al baluarte del. tirano : lar metralla comol uri)
Como puntos muy pequeños que se mueven, se ven granizo rasante abré sendos claros en sus filas; ál im-!
aquellos morriones paraguayos de heroica recordación; pulso del fierro y del plomo saltan en revuelta confu­
es lo único que se alcanza á distinguir de esas tropas sión,, hombres, escaleras; faginas* armas, girones san­
que están inmediátas. al parapeto. grientos; pero siempre una voz enérgica se ;sobrép'oné á;
la escena: aquella voz que avasalla el espiritu.de. con­
t1) Eran los polvorines, especie d e casam atasa bovedadas, con un espeso reves-
servación y hace temblar al pusilánime, se hace oir á
tiraento d e tierra.: E l arm azón-interior era d e m adera dura y sé descendía por cada agujero de la columna: .¡N o es nada, cierren lf?s
unji pequeña escalera para sa c a r la. munición. E s ta b a n . c olocados’ á retaguardia
d e los parapetos á una distancia lateral d e las piezas. . claros, adelante/, ¡Adelante! repiten los soldados 'y
ALBUM DE L A GUERRA DEL PARAGUAY 5

saltan sobre los muertos, y el moribundo que cae des­ señala con la espada la escalada gloriosa, el jefe supe­
pedazado por la metralla también murmura: ¡Adelante! rior en aquel désorden fatal ordena los movimientos
Á los vítores, del asalto responde el cañón con ronco del asalto, el sacerdote ( 1) inclinado sobré él moribundo
acento que, va rebotando en1 el .espacio con lúgubre ijjhace eñtrever el paraíso de los héroes y bendice el
cadencia; semeja cavernoso reir ciclópeo que hace iro­ último suspiro, haciéndole morir resignado; el cirujano
nía del esfuerzo ' del contendor. al lado del herido, con los dedos contiene la hemorra­
Ápéñas descubiertas nuestras columnas estalla el gia de la muerte, é impasible ni vuelve la cabeza al
combate én todo su esplendor, entre una atmósfera de sentir el choque seco de los proyectiles sobre los árboles.
humo y de sangre, de olor á pólvora y trapo quemado. Toda la gerarquía militar está allí, afanosa por su
E l entusiasmo, el valor, la confusión y el dolor dominan renombre dando con noble abnegación la tinta roja
aquella sangrienta liza. para escribir esa página que en la epopeya de la histo­
Nuestros soldados, salvando con inauditos esfuerzos ria se llama ¡ Curupaytí!
un terreno encharcado, se han lanzado como un tor­ Los esfuerzos continúan: una segunda masa dé
bellino de rayos, al primer obstáculo que les presentan columnas se mezcla al primer asalto’, con el mismo,
las fortificaciones enemigas: impulso violento é igual tena­
es Un primer foso que marca cidad. Estas nuevas tropas
la línea exterior de los atrin- son lanzadas' á la lucha ‘ á
chérañiieñtós del adversario; causa de un avito inexacto,
unos 1$ saltan, otros caen en que recibe el General en Jefe.
t él,.: sé emplean las escaleras, Impasible en su serenidad de
las,faginas y ;todo lo que.está General, soportando a q u el
á nuestro : alcance para sai­ fuego tremendo^ seguía lá
vàrio: Vencido este:primer con­ progresión del combate cuando
tratiempo, avanzan cón mayor deseando conéipp la Verdadera
audacia:' creen segura la vic­ situación de la batalla por-
toria, péro aquel brio de leones nuestra izquierda, donde bi­
se estrella contra lo inexpug­ zarramente se bate Porto A le ­
nable; las talas de: árboles gre, se ordena á dos ayudantes"
construidas sobre el glacis, al se dirijan á aquel punto: la
borde dèi gran foso1que res­ respuesta es un error: nuestro
guarda el parapeto paraguayo caudillo ha sido engañado?- se
del asalto ; los espinosos tron­ le dice que los brasileros han
cos dé entretegidás rámas de- tomado la primera trinchera
atienen las columnas hechas enemiga, que han oído sus
pedazos, y .ante la imposibili­ dianas entusiastas__ entonces
dad, de salvar un obstáculo* es que se ordena el segundo
insuperable, se estrella ; la ataque ( 2)
constancia. de' los argentinos, L a división de Arredondo;
y su valor de leyenda se ex-' el 9o y 12 de línea, y el 3o de
tingué en un suspiro " helado Entre-Rios, con la cabeza baja
por c i soplo de'la muerte. y á la carrera se precipitan á la
E n .este momento los pa­ ya empeñada batalla, con vio­
raguayos dominados por el lencia se lanzan sobre la iz­
impulso viólenle del ataque R ic a r d o S o u t o n quierda de las tropas qué eom-
retroceden; ab an d on an por Cirujano d e Cuerpo en el ie r Cuerpo dei Ejército. báten desesperadas, desplegan*
un instante • las trincheras ; y empieza para estos bravos ba­
pero. sus bravas o fic ia le s tallones esa lucha sin nombre(3)
previenen ese terror pasajero con una severidad ex­ E l esplendor del fuego aumentaba con más variados
trema; vuelven entonces á las piezas, se acercan á los al­ episodios; la mosquetería acrece su intensidad: la crepi­
tos parapetos con sus figuras escuálidas, medio desnudos, tación incesante anuncia mayor encarnizamiento: rena­
él ojo centelleante; se agazapan detrás de aquella masa cen nuevos bríos, alienta la esperanza.
de tierra no dejando ver más que sus morriones de
cuero, y recostando nerviosamente sus fusiles sobre la m. édico ( l> E sta alusión es-un homenaje que rindo al b ra vo F ra y Fortunato y al tu e rp o
que 'nunca sé ecqnqm izó al p eligro. B ed o ya, Viedm a, Ortiz, Gallegos,
línea de fuegos vomitan una mosquetería infernal; á Soler, M orra, D am iaoovieh, Gólfarini, Gutiérrez y tantos otros fueron tan héroes
diez metros fusilan á mansalva á nuestros soldados, los com o .lo s que.combatieron.
(2) E s te episodio m e ha sido narrado del m od o siguiente p or un testigo ocular
tacos dé sus cañones los derriban y el humo los ahóga y ayudante del General M itre.
Algún tiem po ..después-de iniciarse el primer ataque, el General en je fe ordenó
como uña atmósfera del infierno; algunos han conse­ 'á dos. dé sus ayudantes que se trasladasen al cam po d e la acción d e nuestros
guido abrirse paso por ‘èlitre los ' espinosos troncós á aliados y averiguasen'la verd ad era situación del com bate. R egresaron algún tiempo
después diciendo que los brasileros habían tom ad o la trinchera;, probablem ente
fuerza d,e improbó trabajo y temerario arrojo ; llegan al cónfundieron el primer foso que salvam os con la trinchera principal.' En esta'cir-
cunstancia, se ordenó el segundo ataque: operación justa y razon able,porqu e e r a ..
gran foso exhaustos de fatiga, el sudor chorreando por necesario coadyuvar inmediatamente á la supuesta ventaja obtenida, al mismo
aquellos nobles rostros tostados por el sol de las ba­ cuerpo tiem po que.se acudía al cam po d e b atalla dónde las tropas brasileras del 2°
pedían refuerzo. Siguió su transcurso el com bate, y .muy. pronto sé aper­
tallas, sus ropas en girones... ¡Oh! terrible desengaño: cibió el General que el desbande aumentaba. E n esta circunstancia ordenó á los
ayudantes B alza y V e rg a ra hiéran á ver. á P o rto A le g re y trajesen noticia exacta
las. escaleras nò alcanzan, el inundado foso tiene cuatro del .estad o d e las cosas. C on grandes dificultades cumplieron sú-comisión, y v o l­
metros de profundidad y otro tanto de ancho, las faginas vieron para anunci.ar e l1d esastre: entonces fué que-se tocó retirada.
E n honor d e la verdad,- los brasileros se batieron bizarramente y fueron recha­
que se arrojan están á flote, y en el último "esfuerzo de zados casi al- m ism o' tiem po que los argentinos.
aquella volcánica desesperación intentan,salvarlo y caen constituían (s) Cuando la división A rred on d o lle gó sobre la’ trinchera, la 4a y la I a qué
la prim era columna d e ataque d e los argentinos, estaba en su m ayo r
para no levantarse más, sumergidos en la negruzca p a r te fuera d e com bate y los pocos soldados que aun quedaban, seguían lidiando
’en aquel duelo desigual, casi sin jefes ni oficiales, á tan corta distancia, que
agua dé ese abismo de muerte. Apesar de todo nadie hablan sido preferidos éstos p or la impunidad del’ fuego enemigó:
desmaya, es tan héroe el recluta como el veterano, nadie la Entonces, en esta circunstancia, fué que se v ió al C oronel Süssini, solo, con
bandera argentina, paseándose entre sus infortunados camaradas, desafiando
sé economiza al peligró., el oficial con el brazo airado la muerte con el valor d e G aribaldi, y cuando se aproximaron los nuevos ata-
6 ALBUM DE L A GUERRA DEL PARAGUAY

Es horrible el combate en este momento, y heroica trado de su artillería es horrible: la puntería de sus
la tenacidad de nuestras tropas. Aquel gran esfuerzo fusiles de precisión, fatal: matan, siguen matando,
aumentado con la nueva masa de carne humana, em­ destruye todo lo que se pone á su alcance: su furia
pieza á declinar, van cayendo uno á uno. E l simoun salvaje elije las víctimas; generales, jefes, oficiales,
d éla batalla va haciendo allí un desierto. sargentos son los preferidos. ¡Qué caros cuestan los
Admira tanta constancia; aquel desprecio estoico honores militares en el campo de batalla!
de la vida solo se comprende por la energía inque­ En el fondo del cuadro, allá á lo lejos, se vé como una
brantable del patriotismo. *nube de sangre que avanza bramando á la batalla: son
E l moribundo en su ultima convulsión oprime con las tropas paraguayas de encarnado traje que vienen
sus crispados dedos las ramas como si aún tratara de de Paso-Pucú; el paso apresurado y sus alaridos de
abrirse paso para llegar al enemigo. Alguna vez guerra anuncian hambre de matanza.. . . . llegan tar­
el toque de ataque tartamudea sangriento, suena de....... ya no es necesaria su carnicería. C1)
convulsivo, entre espumarajos de pulmón deshecho, L a tragedia toca á su fin, nuestros batallones mez­
sin aliento: ha sido herido el trompa y de sus lívidos clados en terrible confusión, son un torbellino de hom­
lábiós explota ese sublime bres que caen, y los que aún
recuerdo de valor: es el úl­ viven sintiendo extinguirse
timo adiós de la victoria la esperanza de la victoria,
que se pierde en el trueno ceden á la imposición de la
d éla batalla. desgracia que extiende ’ su
Es repugnante el aspecto vuelo sombrío sobre este
de este suelo, cubierto con puñado de argentinos. E l
sangrientos despojos, san­ coraje humanó había lle­
gré noble y generosa que gado á la meta, su más allá
humea como una antorcha está en la tumba.
funeraria que pronto se va Después de aquella suce­
á extinguir. L a metralla al sión sangrienta de esfuerzos
chocar contra el fango de desesperados contra una
los esteros levanta un tor­ posición inexpugnable, se
bellino de agua negruzca resuelve la retirada. Las
mezclada con fragmentos de diezmadas legiones despa­
carne humana. rramadas y en desorden
En esta lucha desigual abandonan ese' campo in-
nuestros fuegos son sin •sostenible. Aún contra la
éxito; esfuerzos que un des­ fatalidad flamean al -viento
tino implacable burla, todo del fierro mortífero los giro­
es en vano, es imposible lu­ nes de sus sagradas ense­
char contra lo imposible; y ñas , glorioso santuario de la
aún así los que sobreviven patria escoltado por aque-
no desmayan. Los corazo­ . líos que han sobrevivido á
nes esforzados en los más la Catástrofe.
grandes reveses vislumbran Aquella retirada es terri­
siempre la victoria hija del ble,-el fuego de la muerte
denuedo, y creen en su deli­ es más tranquilo, más refle­
rio de héroes que van á T e n i e n t e C o r o n e l R a m ó n -G. M o r a l e s xionado, certero, horrible,
vencer desafiando inútil­ Jefe del B atallón L e g ió n M ilitar f en 1870 en el P aragu ay.
' incesante, insufrible, es una
mente la muerte; así, se agi­ epidemia de plomo que hace
tan enfurecidos y mueren palidecer á los más bravos:
como el león acosado en su. jaula, sin combatir, ru­ los heridos se arrastran con inauditos esfuerzos, caen, se
giendo de rabia: fusilados impunemente, y sin poder levantan pálidos, color de cera, helados por la proximi­
alcanzar un solo paraguayo con la punta de sus bayo­ dad de una muerte inmortal, dan pasos vacilantes de­
netas; resguardados detrás del alto parapeto, solo jando Un ancho surco de sangre, y vuelven á caer exá­
asoman el morrión de cuero cuando van á herir. nimes: desesperados los que más aliento tienen, en vano
¡Escena grandiosa! tres horas de recibir la muerte á se empeñan por seguir á sus banderas; suplican con
quema ropa, iluminada por aquellos rostros sudoro­ ayes desgarradores; increpan con voz doliente s sus ca­
sos, estremecidos por las contracciones del furor su­ maradas que no los abandonen en esa hora tan tremenda
blime: es digna de un poema que aún no se ha escrito. ó los ultimen por compasión; los moribundos ahogan el
E l enemigo que impaciente prosigue la lucha, sin­ estertor de su agonía en el silbido de la metralla que
tiéndose invencible, redobla su ardor, el fuego cóncen- horada nuevas víctimas.
cantes, les gritó con aquella v o z estentórea que to do s le conocem os en lo s Esta infernal marcha retrógada es el tétrico desfila­
ejércitos d e linea: « Y a ven com pañeros: todos ha n m u e rto y y o n o pu ed o
m o r ir : venga la bandera d e l ó ° q u e se ju n te con la mta. A h o r a á Vdes.st
dero de la tumba donde la matanza es más espesa,
E stá bien, contestó A rredon do, y á cab allo y con poncho b lan co lle g ó a la más atroz, más á sangre fría, va acompañada de alari­
. trinchera, donde perm aneció haciendo los m ayores esfuerzos para que los .solda­
dos escalasen el parapeto. dos salvajes y de las dianas de la victoria, es la cruel­
L a m ayo r parte d é los je fes entraron á cab allo, p e ro muy pronto fueron des­ dad de la guerra que saluda con los rugidos del tigre
montados y solo llegaron R om ero, R o c a y otros que no recuerdo.
A lejan dro D íaz dem ostró una. serenidad adm irable á diez m etros d e los para­ aquellos espectros móviles, aquel montón de cadáve­
guayos, se paró sob re un tronco do un árbol, y com o e ra un excelente blanco
fué. muerto a l momento. res. i. y esas tropas tan bravas, tan constantes, tan
E n aquel com bate con algunas tristes excepciones no hubo actos d e debilidad,
unos murieron com o héroes, otros fueron heridos com o b ra vo s y otros com ba­
inmortales, abrumadas de Cansancio, nerviosas por la
tieron con esa calm a adm irable que engendra las hazañas. emoción de un supremo esfuerzo, se retiran lentamente
E n él existen muchos y variados episodios, pero- los estrechos lím ites d e un
artículo literario y la gran de extensión que traería la narración d e los hechos d e (*V Casi al final del com bate, L ó p e z envió d e refuerzo algunos batallones de
los diez y siete batallones que se comprometieron, m e o b lig a con sentimiento á Paso-Pucú. Sin duda, al v e r nuestras reservas imponentes tem ió otro ataque. •
presentar incompleto este cuadro tan g lorios o que, p o r otra parte, m erece un v o ­ Estas tropas venían vestidas d e cam iseta punzó y muy entusiasmadas, dando
luminoso libro, reservado sin duda para otra pluma m ás correcta que la mía. vivasy
ALBUM DE L A GUERRA DEL PARAGUAY 7

cediendo el terreno palmo á palmo. En aquel instante rándose sobre el caballo con su pequeña figura, pero
solemne, rodeados por el silencio del peligro y el ruido que infundía respeto: tieso, disimulando su pena y
de la victoria, se manifiestan dignas de su nombre; relampagueando sus pequeños ojos, donde se veía bri--
hasta el último momento del retroceso desafían la llar el sagrado fuego de su. alma: ni Curupaytí había
muerte con la cabeza erguida, y antes de abandonar aplastado su orgullo. Su altanería dominaba, porque
aquel campo, de su posteridad, se detienen con el corazón era la vanidad fundada que surgía erguida en aquel
oprimido para contemplar, por última vez, ese paisaje inmenso abatimiento: pasó, nos saludamos con el cariño
ahumado; allí donde se pierde en el retumbo de la de nuestra amistad de la infancia y sentí una secreta,
matanza ese adiós desgarrador de la última despedida inmensa alegría al verlo vivo.
de los que quedan ón ese poema panorámico indeleble, También v i salir un soldado sucio, desabrochado,
regado por la sangre de los campeones argentinos. cubierto de lodo: venia solo, agobiado de fatiga; su
paso era pesado y vacilante: caminaba demostrando
VI el cansancio angustioso del día; conducía una enseña
despedázada, mugrienta, ennegrecida, con una borla
En esta situación las reservas intervienen, que cortada por un balazo: en su rostro sudoroso, velada
hasta ese momento han estado soportando á pié firme por una expresión sombría indescriptible, se escondían
el fuego de la artillería paraguaya; avanzan con el- dos ojos enérgicos y refulgentes, inyectados de sangre:
paso firme y en silencio; toman nuevas posiciones, y cejijunto el ceño, revelaba algo de feroz' aquella cara
recojen los restos de aquellas ga­ africana: cuando estuvo próximo,
llardas columnas de ataque: enton­ se echó el kepí hácia atrás y ha­
ces fúé que admiré á sangre fría ciendo vibrar el estandarte con ga­
todo el horror de aquella fatal llardía nos lanzó una altiva mirada
retirada. y gritó, como si fuera el vencedor
V i á Sarmiento, muerto,!condu­ del infortunio:
cido en una manta por cuatro sol­ «Y o soy el soldado Carranza del
dados heridos: aquella faz lívida, 1° de línea y esta es su bandera.»
llena de lodo tenía el aspecto bru­ Aquella mirada, aquella actitud,
tal de la muerte. No brillaba ya aquella frase, tenía toda la subli­
esplendorosa la noble inteligencia midad de la escena.
que en vida, bañó su frente tan no­ ¡A h ! en ese momento en que
ble; apreté su mano helada y si­ todos los corazones estaban opri­
guió su marcha ese convoy fúne­ midos, aquel rudo veterano no
bre que tenía por séquito el dolor sospechaba que un modesto capi­
y la agonía. tán de guardia nacional salvaría
Seguía el casi cadáver de Fran­ del olvido al héroe ignorado. ( !)
cisco Paz; oscilaba con; el movi­ L a gallarda figura de Florencio
miento dél paso vacilante • é Romero, lujosamente ataviado al
interrumpido por el cansancio de frente de los restos del 4 de línea,
los conductores, el cabello le caía que abandonaba el campo en rigu­
desgreñado sobre la frenté; los ojos rosa formación, aumentó el esplen­
entreabiertos y vidriosos; los lá- dor de aquel cuadro tan solemne­
bios contraídos y cárdenos; á la + M a y o r A u g u s to A . G a r e ía mente hermoso.
distancia parecía que sonreía, era 'SirVjó en el I® d e L ín e a y L e g ió n M ilitar e n la G. d e l P aragu ay Rivas, tan valeroso en aquella
la sonrisa de la próxima muerte, jornada, coronado con la aureola
última expresión de una vida de inmortal de general en el campo
esperanzas qué se evaporaba al momento. de batalla, le v i gimiendo por su herida; anomalía de
I V i entonces á Martín Viñales destilando sangre por los bravos: muchas veces su propia sangre los atribula
uña hemorrágia sin trégua que sé escapaba por tres lejos del ardor de la matanza.
heridas: le grité.estúpidamente: «H erid o?» Contestóme Ayala, Calvete, Yictorica, Mansilla, G-aspar Campos,
con entrecortado acento: « N o es nada, un brazo me­ Morel, Lora, Retolaza, Sastre, Pico', y qué sé #yo
nos; ila patria merece m ás» y sus ojos entristecidos cuantos más, todos heridos, chorreando sangre; se
se clavaron ,en el cuerpo inanimado del intrépido A le ­ retiraban en silencio, sin prorrumpir un gemido son­
jandro Diaz,. que en ese momento era conducido con riendo algunos, saludando otros, cuando la muerte nó
solemne respeto por sus fieles compañeros. estaba próxima.
.Aquel discípulo de Saint-C yr probó á la envidia Era interminable aquella procesión de harapos san­
y á los ignorantes que la ciencia no había reñido con grientos, entre los que iba Darragueira sin cabeza; de
la bravura. moribundos, de héroes ¡ inquebrantables, de armones
Arredondo, con su poncho blanco, con aquella cara destrozados, de piezas sin artilleros, de caballos sin
angulosa de acero que había intimidado al peligro, im­ atalages; los viejos y los jóvenes batallones en frag­
perturbable, frió, sin emociones, se retiraba al paso mentos, los vivos mezclados á los muertos, los muertos
tranquilo de su caballo, que hambriento se detenía balanceando los brazos al son del paso de. los conduc­
alguna vez á roer la yerba de la orilla del camino. tores ó mostrando horribles heridas, y de cuando en
V i á la distancia que Roca salía solitario con una cuando como el último adiós de la muerte, una que otra
bandera despedazada; en torno de aquella gloriosa bala embravecida que cruzaba sobre nuestras cabezas
enseña reinaba el vacío de la tumba; cuando se aproxi­ desgajando árboles, ya que no podía matar más argen­
mó y soslayó su mohino caballo, pude distinguir que tinos; y haciendo contraste á tanta angustia, v i tam-(i)
alguno venía sobre la grupa: era Solier bañado en
( i) H abiendo sid o herido el Teniente U ñ a rte abanderado del I® _de linea, el
sangre; el amigo había salvado al amigo. s old ad o Carranza le tom ó la b andera; ésta le fué, exijida p o r el Capitán Puentes
del m ism o cuerpo ¡ Carranza p idió entonces a l Com andante R oseti que le p erm i­
Por otro lado salía Luis M. Campos al frente de un tiera e l honor d e conducirla en esa jornada; R oseti accedió a l ruego patriótico
grupo del bizarro 6o de línea; siempre el mismo, esti­ del b ra vo soldado, dando origen esta escena al hecho que hemos narrado.
ALBUM.. DJ¿. L A , GUERRA ,-UEL, PARAGUAY

bjén la hermosa figura del General Vedia, con-su


habitual compostura, de guante blanco, parecía que se
retiraba d.e una parada: aquel hombre intacto que había
AGI
sido respetado por las balas, se destacaba como un
consuelo en aquella hora tan triste: al frente de sus H oy ese lugar que hace •latir non tristeza nuestro
bravos artilleros había quemado hasta el último, cartu­ corazón está solitario; las brisas murmuran siempre
cho: le seguían los Capitanes José Melchor Romero y eñ aquellos hermosos bosques,,y al .sentir su perfumado
Jo,sé C. Soto, los Tenientes Viejobueno (D om ingo) y aliento no se suspiran, los 'recuerdos- de la .tumba:
Morillo, el Alférez Ipola y la acribillada batería. aquella poesía tropical no hace sospechar los horrores
En este momento el sol de Curupaytí iba ocultando de un combate desgraciado: ha crecido la yerba, los
sú disco sangriento, detrás de ese hacinamiento de árboles desgajados tienen nuevas ramas, las flores
hombres despedazados, é iluminaba con una luz vaga abren sus pétalos en un suelo de esmeralda matizado
y. triste aquel eua- por el brillante co­
dro de desolación. lorido de la pra-
Entonces, fué qué ^Isl dera. En ese suelo,
apareció ante mis á cierta, distancia
ojos,- fatigados de de uno de los bos-
tanto horror,. el quecillos que ani­
C om an d an te en man aquel paisaje,
jefe con su Estado se . ha . levantado
Mayor. E l , bravo una cruz de fábri­
General Paunero ca tosca y reem -
seguía á su lado, plazado el lema de.
su. nevada barba inmortal recuerdo
le daba el aspecto con esta, irónica
de un guerrero an­ inscripción: T u m ­
tiguo cantado por ba .ele la gloria
el bardo * caledo- .. argentina! ■ Q ué
nio. Balza el in­ horror haber..sal-..
trépido ayudante, picado con el lodo
y. otros que no re­ de tal blasfemia
cuerdo, venían en el símbolo de la
p.os. fé! Si , es. verdad
E l General mon- que no vencieron,
taba un caballo en su; derrpta fue­
oscuro! Mages- ron inmortales. Él
tuoso animal! pa­ rayp e x te rm in ó
recía de raza: ve­ las legiones ar­
nía sereno con la g e n tin a s , no. el
actitud solem n e brazo, y tal fué el
de la desgracia. dominio del asal­
Cuando yo miré to, que el vencedor
aquella, fa z tan- tembló victorioso :
noble y aquella y no se atrevió á :
herm osa fren te tomar la ofensiva
hundida por un C o r o n e l A le ja Y » c J r o M o n t e s d e O c a
sobre aquel pu­
Capitán del 4o d e línea en la Guerra del P aragu ay
proyectil lejano; ñado de soldados
ese hombre de gra­ que escapó al de­
nito que como el «KiKi« iKiKI« iWiMtK!K!W sastre.
bi^avo de los bra­ Encerrados en
cos fen Quatre - sus parapetos, res-
JSras, hubiera de­ p ir a r o n cuando
seado que todas las balas le entrasen en el pecho, que se vieron alejarse los rotos batallones y pudieron contem­
1sobreponía á tanto infortunio y que más tarde sentiría plar con inhumana y frenética alegría aquella inmensa
todo el peso de la inmensa y despiadada responsabili­ carnicería.
dad que tal vez no tenía; entonces, recién sufrí emo­ Esa hecatombe es nuestro-.orgullo, representa nues­
cionado el silencio tétrico del alma: esa soledád de tro heroísmo, y esta virtud de los grandes pueblos ha
fantasmas de la derrota, y comprendí por primerá vez sido escrita con sangre; porque ese licor generoso de la
en mi vida lo que era un gran desastre nacional. vida es el último tributo que en aras de una causa se
liba á la patria, á ese sentimiento que -en todas las
circunstancias de la vida domina al hombre, habita en
Sobrevino la noche.. . . . aquella noche inolvidable, lo más recóndito del alma, palpita en todas las
de torturante recuerdo; aquella negra noche envuelta emociones grandes y generosas,. y mueve los lábios
en el silencio de los muertos, y el lejano y amargo ru­ convulsivos del moribundo al evaporarse en su
mor de la victoria festejando crueldades de bárbaros. último delirio; á esa patria qué amamos tanto, por la
_Una luz rojiza clareando débilmente el horizonte, allá cual vosotros guerreros de la . civilización habéis
á lo lejos, nos anunciaba un incendio de carne huma­ sido mártires, llevando, al sacrificio la encarnación
na. ,. el campo donde yacían nuestros heridos chisporro­ de una idea en vuestro indomable. valor . . . . .
teaba entre las llamas y los ayes de los moribundos. Es á vosotros, soldados argentinos, que dirijo este débil
Aquel supremo horror fué digno del genio del Dante. homenaje inspirad o. en vuestra virtud héróica. A voso-
ALByJM^Pít,» HA ¡G Ü E H ^ ^ jD ^ L / rlfA ^ A G ^ A ¡6 ¡ ,■ 0!

tros, hijQS; del ¡pueblo,; qi?e, sois la última gerarquía dq . ¡vuestros superiores,! Aryo^ofros vencedores anónimos de
la clase militar eñ la vida y la primer^ en la muerte; , las batallas, que habéis lab|qdq. ql .tfonq de ^a. libertad
que njorís .sin que nadie; pronunciepomposos discuvsQS . •de la-República^ éon:tópúnia^deJvuestras, bal^cm^tas y
en vuestra tumba; sin que magníficos sarcófagos guar-,: habéis muerto en extranjera,tierra, donde aún vagan
den vuestros despojos-;.sin que ese. pueblo q.ue-;tos una , ¡vuestras almas en los pliegues' de sus vientos... Es á
parte de vosotros miamos, qs acompañe al último des- ; vesotroSí, héroes' ignorudps |de;>(^rupaytÍ5, <int'r.é|^í||Gfe^
cansoy llevando el sentimiento ,en su contristada:,faz< ; cauipeones ;^e una^ .caMa •saixtq;xque -saluda
A vosotros que í vivís en esclavitud de la disciplina, dome con veneración ^njtejvi^es'tr^^^^d^^i. },■y;jo*
míseros, hambrientos, haraposos, sufriendo en silenció^ (r$éguirá el Apéndice j ) -n i vi:/ :.v \
sin quejaros, y abandonáis la, vida contentos, atados ^ - :vl í •-José 1. GAéMEisma . m
la cadena dpi deber; fieles á vuestra bandera y sumisós U;

EL CAPITÁN DON GERMÁN MUÑOZ * Á ■montoneras dpl Chacho. dondei estuvo hastnila ¡decía-
ración |de Já-Guerrá del Paraguay; -•á cu ya1campaña

<
, (V é a s e (orno '!<> p ágin a 362) marchó en dicho Batállón 6, incorporándose’ál 1er-©uér-:
po de Ejército mandado por'el General Pauneron en 'la
Provincia de Corrientes1; áiinmediafeióneS' de Esquina, v
I M ^ Ó en Buenos Aires en el mes de Junio de 1840,; . .continuando, en dicho batallón á las órdenes,del énton- |
f W m ingresó al Batallón I o de G. N. que'mandaba "i cés Mayor D. Luís M; Campos, qué'cóñ el Batallón 4 á
D; Emilio Castro, en la clase de. soldado, y marchó- á la las órdenes del Comandante Fraga,’ formábanla I a Bri­
campaña de Cepeda,, volviendo después de concluida, gada de la 2a División mandada por el Coronel.Arre- *
de Sargento!; en la clase de Sub teniente marchó en eP: dondo. Por sús especiales méritos ascendió á Capitán,
mismo cuerpo á la campaña de Pavón,: terminada l a , S¡habiéndose hallado en lá Batálla de Yátay, en la ren- •
cual pasó con el mismo; empleo al Batallón 9 deln-, dicipn dé Uruguayana; en el: pasage al territorio parar:
fantería de Línea; como Teniente del Batallón expresado; guayo, en el Combate del Estero Bellaco, en éL avahcé
hizo la expedición al desierto, que salió del Pueblo 25 de . á Tuyutí; en la Batalla de Tuyutí, én los combates de :
Mayo en los años 1862 y 63 á las' órdenes del entonces Yataity-Corá, pasando en Setiembre á Ouruzú. con el •
Coronel Vedia. Cuando, el Batallón 9 se refundió en él Ejército; sa halló én él asalto á Curupaytí ' dónde fuá
Regimiento 5 de Caballéría, Muñoz pasó al Batallón 6 ■ herido de metralla, falleciendo, dos días después, en
de Infantería á'las órdenes del'entóneos Coronel Arre­ el Hospital de Corrientes'.! |
dondo que estaba en las Provincias persiguiendo/á las
10 ALBUM DE LA GUERRA DEL PARAGUAY

EL CAPITAN DEL 5° DE LINEA que se rindieron en el sitio de la Uruguayana el 18 de


Setiéinbre del mismo año.
DON JOSÉ MONTES DE OCA Una vez efectuada la rendición de aquel punto en
( Véase tom o I o p ág . 142) territorio brasilero, repasó nuevamente nuestro ejército
el río Uruguay, trayendo los prisioneros en número
jEIj^ENTÓ plaza á los 16 años de edad el 59 en el de 6000 y tantos, para organizarse y emprender marcha
Í >ÜJ)S Regimiento n° 13 de G. N. de Campaña y el 61 en dirección al Paso de la Patria donde debíamos
pasó como aspirante al 4o de línea reunirnos con nuestros aliados
y asistió, ya como abanderado, á para efectuar el pasaje al territo­
la batalla de Pavón; hizo la cam­ rio enemigo.
paña de Santa Fé, mandando el En este tiempo fué cuando la
batallón el entonces Mayor Fraga, división prisionera en la Urugua­
después de la que fué ascendido á yana comunicó el contagió de la
Teniente 2o y á Ayudante Mayor disenteria á nuestro ejército’, gene­
después, el año 62, en el mes de ralizándose esta enfermedad de un
Noviembre. modo rápido y violento, con un
Perteneció al 4o de línea hasta carácter epidémico y síntomas in­
Mayo de 1865, en que pasó al 5o, tensos de suma gravedad.
donde fué ascendido á Capitán, Antes de expresar bien las cau­
pero no pudo ser de los primeros sas que motivaron el desarrollo de
en salir á campaña, declarada la esta enfermedad, diré algo de los
guerra al Paraguay, por encon­ síntomas . con que se presentó,
trarse herido de un balazo en un diezmando principalmente los sol­
hombro, con motivo de la suble­ dados paraguayos que se encon­
vación del “ Tucumán77en el Cuar­ traban en condiciones lastimosas
tel del Retiro á fines del 65, que por los sufrimientos y privaciones
procuró sofocar como comandante de todo género en el estrecho límite
de Cuartel en su batallón. á qüe habían sido reducidos por el
Restablecido de su herida.se in­ sitio de nuestras fuerzas—
corporó á su cuerpo en campaña, Esta se presentaba algunas ve­
á tiempo de tomar parte en el Paso f. M a y o r A u g u s tin V a le p g a ces con síntomas generales, pero
de la Patria, combate de Estero L e g ió n M ilitar lo más común era que se manifes­
Bellaco y en la batalla dé Tuyutí, tasen desde el principio los lo­
apesar de estar gravemente enfermo, dejando la cama cales de la afección. Cuando venía precedida de pró­
para ponerse al frente de su compañía. dromos, estos consistían en una cefalgia más ó menos
Herido de bala en el pecho en esa gloriosa acción de intensa, calofríos, suciedad de la lengua, aversión á los
guerra, fué remitido al Hospital de alimentos, vómitos, frecuencia de
Corrientes, donde falleció el 6 de Ju­ pulso y aumento de calor en la piel,
nio de 1866. en algunas Ocasiones se declaraba
una ligera diarrea y ésto era lo más
general y á esta se seguían todos los
síntomas verdaderos de la disentería.
Enfermedades reinantes en la campaña Pero casi siempre invadía esta de
un modo continuo, con deyecciones
DEL PARAG U AY frecuentes; las materias evacuadas
P o r e l D o c to r L u c ilo d e l C a stillo eran.de naturaleza mucosa mezclada
con sangre, su expulsión ocasionaba
( Continuación, véase pag. 3 8 0 )
ardor en el ano en la mayor parte de
los enfermos. Estos eran atacados al
. . Se#pudo organizar así, de un modo mismo tiempo de un fuerte tenesmo y
más ventajoso, la asistencia, médica de retorcijones de los intestinos, lós
que requerían y evitar, en lo posible, deseos de deponer se renovaban á
el desarrollo de alguna enfermedad cada instante, los pacientes hacían
epidémica que' pudiera diezmar la esfuerzos sin poder espeler con tra­
tropa, pues esto no era nada difícil, bajo más que una corta' cantidad de
en atención al estado miserable de un moco viscoso, blanquecino y san­
postración y desaseo en que se en­ S u b - T e n ie n te L e o n id a s P ie o
guinolento de un olor particular i süí
contraban los soldados paraguayos, L e g ió n Militar.
generis, sin mezcla de. verdadera^
hacinados en los puntos á que habían H o y Teniente Coronel. heces ventrales. Cuando se declaraba
sido destinados. ya la enfermedad, las cámaras se ha­
Sin embargo, á pesar de estas circunstancias, una cían más freeuentés, los retorcijones y el pujo su­
vez provistos de toda clase de recursos y mejorada mamente considerables. Las evacuaciones se repe­
la asistencia médica con el concurso de los doctores tían hasta veinte, treinta y más veces en las veinte
Mallo, Bedoya, Gutierrez y Laureiro; el primero Jefe y cuatro horas; su color y consistencia eran muy
del cuerpo médico del 1er Cuerpo del Ejército que aca­ variables; algunas veces consistía la deyección en
baba de convalecer de una herida recibida en la pierna una materia mucosa, la que se secretaba ligeramente
en el combate del 25 de Mayo en Corrientes, se redobló coloreada de sangre, otras la sangre era abundante
así el servicio facultativo con los ya existentes en el ejér­ y salía tiñendo todas las materias evacuadas, en mu­
cito, Doctores Biedma, Golfarini y el qué escribe estas chos casos no deponían los enfermos más que sangre
líneas, y qué más tarde nos trajo el contacto de los pura y al parecer sin mezcla de otras materias,
ALBUM DE LA GUERRA DEL PARAGUAY 11

coagulada ó líquida, en otras, pero con poca frecuen­ volvía el calor, el apetito y el sueño, se recuperaban las
cia, evacuaban muchas bilis ó una materia verdosa fuerzas y finalmente a ! cabo de algunos días volvíanlas
ó de color .de heces de vino ó bien semejante á las lava­ funciones á Su estado normal*
duras de carne; con esta materia se arrojaba algunas Terminaremos esta exposíció|i de síntomas cuyos
veces copos ó pedazos* de materias membranosas que apuntes tomábamos en el tiempo corto que teníamos
parecían verdaderas porciones de la mucosa intestinal de que disponer lo mismo que otros sobre varias enfer­
ó pelotillas de aspecto y consistencia sebacea. Cuándo medades con el objeto de escribir algún día, como ha­
la enfermedad se veía algo adelantada, las evacuacio­ bíamos pensado, para llenar la última prueba exigida
nes venían mezcladas de verdadero pus, y el olor que por la Facultad. Una breve consideración sobre el curso
entonces.exhalaban era fetidísimo é insoportable. Ih y duración de esta enfermedad terminará este punto,
tenesmo, que es un síntoma constante de la disentería pudiendo asegurarse que ella no tiene curso fijo ni du­
y característico de ella, persistía siempre en todos sus ración determinada; unas veces se desarrollan con vio ­
períodos y era el último que lencia sus síntomas desde el
desaparecía, según hemos primer día, y ptras veces si­
GALERÍA ORIENTAI
tenido ocasión de observar guen una marcha progre­
en los enfermos que-tenía­ siva hasta su mayor inten­
mos á nuestro cargo. Mien­ sión, ó cesa de repente ó dis­
tras que la enfermedad era minuye por grados. Si es
poco intensa,, producía poca benigna se termina comun­
molestia á los enfermos, mente en cuatro ú ocho días.
pero cuando Se agravaba, fcn la forma grave se pro­
era tan continuo, tan vehe­ longa por veinte ó treinta,
mente é incómodo el te­ siendo su duración media
nesmo, que obligaba á los de uno á tres septenarios.
enfermos- á estar largo Habláremos rápidamente
tiempo en actitud de défe-; de las causas que produje-
car, siendo muy naturai que ron esta enfermedad qué
cuanto más frecuente era causó tantos estragos en el
éste, menos cantidad de ejército y principalmente en
materia se arrojaban. En prisioneros paraguayos, que
estos casos el orifìcio del ano fueron diezmados por e$ta
se ponía rojo ó Se escoriaba terrible dolencia.
en algunos, en otros venía L a disenteria, como sabe­
un astado de relajación con mos, es una de las enferme­
procedencia del rècto., dades más graves y peligro­
Cuando el tenesmo era sas de cuantas acometen á
muy cónsiderable, sobreve- los ejércitos, pero cáúsa ad­
n(án desmayos, temblores miración los estragos y el
en las extremidades, ruido sin número de víctimas que
en los oídos, convulsiones y hizo esa epidemia én nues­
hemorragias riasálés, com­ tras tropas, á pesar de lá
plicándose este estado á ve­ actividad y laboriosidad del
ces con tenesmo vesical que cuerpo médico militar pára
exasperaba el padecimiento atender á los enfermos, y del
espasmódico. A estos sínto­ especial cuidad0 que e l Ge­
mas, que acabo de describir neral en Jefe tenía para; pro­
se acompañaban casi siem­ veer á los hospitales de todo
C o r o n e l D o n C a n d id o R o v id o
pre otros generales, los en­ aquello que en tales circuns­
fermos perdían el apétito, te­ tancias podía necesitarse.
nían una sed que los devoraba, obligándolos muchas Nunca será bástante elogiada esta conducta, llegándosus
veces á salir del punto en que estaban acostados, arras­ atenciones y cuidado por los enfermos y heridos, hasta el
trándose, burlando la vigilancia de los asistentes, á . casó de renunciar á sus mejores vinos y alimentos pura
beber agua en los charcos allí vecinos, hástá que el mandarlos á los hospitales en las circunstancias más aciar
desmayo, la postración y la languidez los hacían que­ gas porque ha pasado el desgraciado Soldado en campaña.
dar en aquel punto de donde eran recogidos para colo­ É l estado del pueblo de la Uruguay ana en la época á
carlos en sus camas; la piel se les ponía caliente y seca que me refiero, había llegado á un estado deplorable de
al principio; se enfriaba después, empezando por las escasez de víveres y toda Clase de recursos de subsistencia.
extremidades; el pulso frecuente y duro al principio, se L a división paraguaya encerrada en el estrecho ,límite
hacía luego pequeño y filiforme, desaparecía el sueño, de aquel pueblo, en número de 6 á 7000 hombres no tenía
se alteraba las facciones, expresando agitaciones é suficiente espacio* para moverse con libertád ni respirar
inquietudes, las fuerzas se abatían, venía el enflaqueci­ un aire puro. Encerrados la mayor parte de los soldados
miento, se aumentaba el frío, las lipotimias se hacían en habitaciones cubiertas de inmundicias, hacinados en
continuas, sobrevenía el hipo y meteorismo, el pulso se un gran número en pequeños departamentos, acosados
ponía intermitente y morían los enfermos, unas veces por la miseria y el hambre, rodeados de ánimales muertos,
en un estado de estupor y otras conservando íntegra la en putrefacción, que infestaban la atmósfera que tenían
inteligenciá. Cuando la disenteria terminaba por la que respirar aquellos individuos, y habiendo sufrido las
curación, se atenuaban todos los síntomas enumerados; peripecias de la campaña y las calamidades del sitio, las
se, disminuían los retorcijones y eí tenesmo; se presen­ condiciones higiénicas eran lo peor que podía imaginarse.
taban los materiales estercoraceos en las deposiciones, (C on tin u a rá )
se hacían estas menos frecuentes, se humedecía la piel,
ALBUM DE LA GUERRA DEL PARAGUAY
12

LA T ABERA DE LAS ANIMAS Luego, creía ver á Cecilia, se me im ­


ponía como una aparición, me tendía la
C U E N T O C R ÍO LLO
mano y parecía reconvenirme dulce­
'A m i distinguido mente;ámigo e l D lar . Víctor
veía - flotar en las sombras del
r i a n o E . M o n t e s .
crepúsculo,
J o s é C. So t o
invitándome á su pobre ca-
sita, en medio á sus enredaderas, a sus
( C o n t i n u a c i o n ) pájaros y á sus flores, devolviendome
¡Y
o,quem
ejuzguecapazd
egober- aquella hospitalidad que m i madre le
n a r rectam en te m is acciones; y o , que diera en su horfandad, y á la cual había
creia tener el dominio de mí mismo, yo respondido yo con la más, n egra trái-
todo un hombre
b
lrd
a
e
u
q ción .
yo a q u ie n m i padre ponía por primera A lli, en el teatro donde se había dé-
v e z e n e l c a s o d e manejar una opera- sarróllado el idilio de nuestra primera.
ción comercial relativamente delicada, falta, había sido un felino en la floresta
h ab ia em pezado por indisponerme con donde v iv ía tranquila y feliz la inócente
e l agente mas ésencial para el éxito de corza.
l a empresa, aún antes de empezarla, Bajo este orden de reflexiones me iba
lanzandom e en seguida aturdido y ciego internando hácia el Sud Oeste, en la so-
en una aventura amorosa violando ledad dé los campos.
com prom isos religiosos con m i concien- La lu n a sé
c i a , d esviándome del objetivo del viajé h a b ia levanta­
para asignarme el rol pásiv o y v ergon- do magestuosa
zo s o d é dejar que todo se sobré el hori­
h trai ña c iiniciativa.e r a pcon o
m menoscabó
d
rs
te
in r e x - de los zonte; dé cuan-
padre, que eran los mios d o en cu a ndo
propios! llegabañ
Ah!m ebastabacerralosojosyrea
- m oidiolos
concentrarme un poco para ver el
ceño lejanos
adusto y l a mirada severa d r
ia
m
e b a
lid
os
q u e m e p r e g u n t a b a c o n a c e n t o ir o - d e l o s
nico reproche si era aquello, el feliz en- rebañ
osen
ce-
sayo que me acreditaba para manejar intereses ajenos! rra d o s cerca d e
p e r r o s y esos ruidos de la naturaleza
Por fin deje aquel pueblo que tan fa- que duerme.
ta l h a b ia
aturdimiento. M i caballo, á quién la Vida de pésebre
s i d o a m i j u v e n i l tenía brioso y con ganas de galopar,
Aquella m ism a tarde, al ponerse el sol, llevaba ésa marcha levantada y serena
t o m e el camino que crei me podria so- d e l o s quéestán acostumbrados á las
b
relah
u
elad
elcon
voy. .
largas jornadas y que se sienten con
a l s a lv a r la s u ltim a s q u in ta s , a l a b a n - fuérzás dé sobra para realizarlas:
donar aquellos sitios a y e r lle n o s dé en- N o sé cuanto tiempo hábría transcur­
canto y hoy confundidos con la sombra rid o desde mi salida de Lujan, pero no
d e m i i ntranquila conciencia, oí e l lejeco an
odelaca
mp
an
aquetoca
b
aelA
n
- debían bajar de seis horas, puesto qué.
la luna estaba en medio del cielo y al
gelus- A q u e lla vibracion sonora del sa- caballo lo notaba cubierto de sudor.
grado bronce trajo hasta el fondo de m i ¿ Y el convoy? me parecía que yá era
alma, no se por que asociacion de ideas. tiempo de encontrarlo ó por lo menos
u na m ezcla informé de recuerdos y de haber cortado sus rastros, y, sin em­
am
argacen
su
ra,qu en
oeraotracosa bargo, aún no veía sus huellas.
que el t o r c e d o r interno d e l r e m o r d i- Era imposible qué una tropa dé ochó
miento.
k %

carros, no déjára bien marcado su paso hacia el occide n te lás estrellas brillla-
á través de aquella selva de cardos, si- ba n con esa pureza de las noches dé
guiendo l a angostura d e los caminos nuéstro hemisferio, despues que un c o -
vecinales, que tenía necesariamente que pioso rocio ha purificado lá atmosfera
cortar, par a tomar el caminó reál que cargada por el calor del dia.
condu c i a d el O este, por e l Puènte dé La frescura que se siente a esa hora
M a rq u e z a l a Capital. o r o t r a parte nò levanta él perfumé e los campos y con-
era creible que prefiriese un hombre tan vida a l repo s o .
baqueano como Quirog a , el cam ino dél seguramentehubiera deseadoper-
Norte, que lo lléva rîa al Paso d el Cañón. manecer quieto hastá la aurora, pero
E ra un caminó maló, poco frecuentado era necésario á mi amor propio alcan­
y un p a s o p e l i g r ó s ò zar el convoy y que el capataz qu e me
D e s p u e s d e r e fle x io n a r r e s o lv i des­ llamó niño, comprendiera que había he-
cansar un momento parà d a r un resue- cho la jornada solo,e n medio de la no-
llò àl c a b a llo , a rreg la r la s cin ch as y che.
seguir v ia je hasta encontrar la tròpa. Me levanté decidido y me dirijí a des­
E s fu e ra de toda duda que la soledad manear el caballo. A l aproximarme
d e l a pam pà es imponente; luego, la in- volaron asustadas tres lechuzas que se
fluencia de l a hòra sobre el espiritu, el habían parado sobre l a montura; el
silencio, la conciencia del abandono y caballo d io u n resoplido y se quedó
de la imposibilidad de todo auxilio èx- qüie t o .
traño,lejosdelapoblaciones,enm
edio Aqquello, aunque violente mi vanidad,
de un cardal inmenso, donde se le puede confíeso que no m e gusto: m e parecio
detener á un viajero tomandose el ca- de mal augurio porque siempre he sido,
ballo de la brida, sin que se apercíba sin p od erlo remediar, muy supersti-
del peligró hastà despues dé caer en la c i o s o .
celada: todo esto exige en l a persona Quité la manea, la colgue al fiador y
que s e decide a cruzar de noche los monte á caballo.
campos cierto grado de valor personal, E l tordillo estaba inquieto por galo-
ciertaintrépidézy confianza en sus pro- par y , ásí que l o puse sobre el camino
pias f u e r z a s . y l e aflojé la rienda, tomó su aire de
R e s o lv i hacer altó. Cuando m e des- marcha ordinario, escarceando y pa-
móntée n mediò de l a senda,note qué el rando lás orejas en la dir e c i ón qué sen­
cardal exdedía en altura mas que lo su- t ía el menor ruido extrañ o ó él timbre
ficiente para permanecer u n a persona Cascado de algun cencerro lejano, que á
dentro de el, completamente oculta. él solo lé era dado percibir y que lere-
E s t a observación no dejó de im pre- velaba lá vida libre dé a l g u n a
s i o n a r m e . manada a campo.
Arregle la m ontura, ajusté las c in - Aún no habría galopado diez minutos
chas, tendí mi póncho y m e acosté un, cuando e n c o n tre una gran rastrillada
momento. El caballo piafaba impa- de Norte a Sud, que no podia ser otra
ciénte, maneado, ramoneando, á pesar que la del c o n v o y .
del freno l a s gramíneas de la orilla de Por allí debió pasar sin duda porque
lá senda. se' notaba claram ente 1a huella de los
Precaucionalmente lleve la mano a cárros.
mis pistolas, examiné á la lu z de la luna ¿Pero, cuándo había pasado? Mis c o -
los pistones y volví tranquilamente a nócimientos de rastreador no me daban
colocarlas en e l cinto. co mo pará apreciar por horas la pre-
L a hora de la noche debía ser muy sión de las ruedas sobre el campo. S e
avanzada porque y a la luna declinaba necesitaba s e r C a l i b a r .
14 ALBUM DE L A GUERRA DEL PARAGUAY

Sin embargo tomé sin vacilar aque­ cidos en despoblado tenían que relacio­
lla huella, me detuve un momento para narse íntimamente.
observar si escuchaba algún ruido que A pesar de m i estolidez y de m i
me revelase la proximidad de la tropa tenacidad en rehusarme á seguir car­
y, cuando me convencí que nada se oía, rera científica, no dejaba de tener cierto
seguí resueltamente hácia el Sud. grado de instrucción, obténido sin mé­
De pronto el caballo, sin razon apa- todo y sin dirección, con la lectura ar­
rente, empezó á inquietarse, paraba las bitraria, á veces clandestina, de la bi­
orejas hácia el centro del cardal y daba blioteca de m i padre.
resoplidos de alarma. Con esa rapidez vertiginosa del pen­
Una idea súbita y sombría cruzó por samiento en las grandes ocasiones, me
m i mente: recordé con cierta inquietud dije: ¿Pero existe el demonio ó nó? Si
que debía hallarme cerca de lo que la no existe ¿qué significa la tentación de
leyenda del pago llamaba lá Tapera de la serpiente, de los libros sagrados he­
las animas, que las consejas de fogón ha­ breos? qué la de la montaña en la, hora
bían revestido con los colores más té­ inicial de la redención? ¿Qué es el Phi-
tricos. ton de los griegos en el oráculo de Del-
Reminiscencias lejanas me hicieron fos, el Arimanes de los antiguos persas
récordar que en la senda extraviada que y los m il génios del mal de las religiones
llevaba de los Manantiales al camino antiguas y aún modernas ?
del Puente de Márquez estaba aquella ¿ A qué poder sobrenatural invoca­
tapera maldita, cuyas ruinas se liga­ ban los Magos de los Faraones para
ban con lejanas historias de devasta­ contrarestar los m ilagros que Moisés
ción hechas por los indios y una trage­ realizaba en nombre de su Dios, que es
dia del tiempo de las montoneras. el mío?
A qu el sitio maldecido fué teatro de ¿ A qué génio invocó la Pitonisa de
dramas sangrientos durante la invasión Endór para evocar la sombra de Sa­
de 1840 y testigo de nuevos horrores en muel, cuando Saúl, inquieto por el re-
el combate de la vanguardia del Gene­ sultado de la batalla que iba á dar á los
ral Urquiza, tres días antes de Caseros. Filisteos, fué á consultarla, prescin­
Era un campo creado expresamente diendo de su Dios y sus profetas?
para presenciar atrocidades! ¿Qué espíritu afligió á Job? N o está
Sin pensarlo, había venido á tropezar afirmada su existencia por autoridades
con aquel sitio extraviado, lejos de toda como Orígenes, San Justino, Lactancio,
población, y del cual se contaban cosas San Gregorio, San Gerónimo y San
sobrenaturales, que helaban de espanto Agustín? Entonces no cabe discusión.
aún á los más despreocupados entre ¿En los días de la redención no más, la
los sencillos habitantes de aquellos palabra dulce é incisiva de Jesús no los
campos. lanzaba de los poseídos y desamparados
A la verdad, como ya he tenido oca­ y se posesionaban de la prim er piara de
sión de hacerlo presente, y o no creía en puercos que encontraban á su paso para
duendes ni en el poder del demonio para ir á sepultarse en el abismo del mar?
presentarse á intervenir en las acciones ¿N o ha continuado su iglesia, que es
humanas con el fin manifiesto de asus­ la mía, lanzándolos en su nombre, casi
tar á la gente, ni en brujas ni apareci­ hasta nuestros días?
dos.
¿Había de lanzarlos aquel, en presen­
En nada de eso creía, pero no sé por­ cia de las turbas asombradas si no tu­
qué, en aquel momento la hilación de vieran los demonios potestad para apo­
mis ideas siguió un orden diametral­ derarse de los hombres y mortificarlos?
mente opuesto. E l demonio y los apare­ Y , en cuanto á los aparecidos, ¿no
ALBUM DE L A QUERRA DEL PARAGUAY 15

estaba m i educación llena de ejemplos, Resueltamente, debía haber en esto


no anda por ahí una teoría moderna, algo de sobrenatural.
cortada sobre patrón antiguo, que sos­ E l tordillo bailaba encabritado en el
tiene la doctrina, al parecer reñida con mismo sitio, acosado por el rebenque;
la razón, dé la comunicación inmediata daba botes enormes, bufaba, paraba las
y dirécta de los vivo s con los espíritus orejas en dirección á un sitio que no me
de los muertos? era dádo descubrir, y miraba espantado
Confieso que una vez en este orden algo que le hacía v er su instinto, pero
de ideas y en aquel momento y sitio, la que yo no veía.
sangre se me heló de espanto. M i tenacidad, sin embargo, erá supe­
Cuando una persona acepta á priori rior á su resistencia. N o tengo por que
una premisa aventurada, tiene que acep­ ocultar que y o y a había perdido la sere­
tar toda la série de los consecuentes, sin nidad; que estaba asustado!.... E l miedo,
discutir. Y o acababa de aceptar la exis­ como cualquier otro sentimiento, una
tencia del demonio y tenía que concluir vez que se apodera de una persona la
por aceptar que era m uy posible que domina por completo, la hace irrespon­
me saliera al camino. sable porque la destituye del dominio
M i caballo se encabritaba tiritando y tranquilo dé la razón.
soplaba con fuerza. E l chirrido estri­ Todas las ideas que se sucedían en
dente y cercano de una lechuza con­ m i cerebro eran tendentes á aumentar
cluyó por hacerme perder del todo la el pánico de que estaba poseído.
serenidad.
Castigué fuertemente al pobre bruto,
le hundí cruelmente los espolines en los
hijares y, de un bote, salvó el recodo
que hacía la huella. Entonces descubrí
la próxim a tapera, oculta casi por
completo en el cardal, al borde del
camino.
Sin poderlo evitar noté que el pelo se
me erizaba, hasta el extremo de com­
prometer la seguridad del sombrero.
Todavía un resto de razón me hizo
acariciar el puño de mis pistolas y pre­
guntarme in petto, ¿pero, es este acaso P or fin, un salto desesperado de mi
un peligro m ayor que el de Cepeda? caballo me hizo doblar el segundo re­
Decididamente, fué este último relám­ codo y pude v er claramente, á la luz de
pago de luz que iluminó el claustro la luna, una persona parada con cierta
oscuro dé m i razón, porque v o lv í inme­ indolencia frente á las ruinas, en la
diatamente á ser presa de un terror orilla del cardal y sin salir de él.
invencible. Estaba en calzoncillos y en mangas
N o hay agente más grande del miedo, de camisa, cubierta la cabeza con una
que lo desconocido. de esos antiguos sombreros de paja,
E l caballo se negaba resueltamente á de alas angostas y en forma de cono
pasar frente á la tapera. N i los azotes, ni truncado.
el acicate, ni las enérgicas incitaciones Dejé caer el rebenque en la muñeca
que le hacía con las piernas, eran bas­ y saqué inmediatamente una de mis
tantes á salvar la pequeña distancia pistolas, que levanté en alto, apoyando
que me separaba del codo que hacía el el dedo pulgar en el martillo. . . . . pero
camino frente al obstáculo. no tuve fuerza suficiente para montarlo.
A lbu m D E L A D E L P A R A G U A Y

Entonces me dom inó el terror. Sujeté de haberle dicho qué si dudaba de m i


el caballo, mientras hacía desesperados valor e n cualquier momento podía sa­
esfu erzos p or montar mi arma pero mis lir de la curiosidad! . . . .
fuerzas musculares sé negaron resuel- S eñ o r! p o r qu é habies castigado mi
tamente á obedecer. soberbia arrastrando en el p olvo el
Creo que llo re de rabia impotente. ... único timbre de mi orgullo: m i valor
E n esé m om ento me acorde, sin saber personal. . . .
porqué de m i prom ésa á la virgen de Mañana, aunque no se atrevan á m a-
Luján y de no sé que otras deudas re- nifestarlo claramenté, v o y á ser el ludí-
lígiósa q u e tenía olv idadas y sin chan- brio de aquellos que me deben respeto.
c e la r .... Diós mío ! Dios mío! qué vergüenza! ..
In u tiliza d o para usar m is pistolas y Santiagueño bribón, aún es tiempo dé
rápido como e l pensamiento, sin darme que me la pagues ! ..
cuenta del proceso que en m i s e estaba Una especié dé reacción instantánea
operando, ni de lo que hacía, tal vez me volvió Ja circulación rápida de la
para asustar m i miedo, grité al sugeto sangre, el corazón empezó á latir con
q u e permanecia tranquilo en su puesto. fuerza, sentí palpitación en las sienes,
como convenía á un ente sobrenatural eché resueltamente pié á tierra y tomé
¡¡ Buenas noches, amigo !. . . . la pistóla que me quedaba. V
Pero la nota que debía salir gráve y Entonces v i con cierta feroz satisfac­
son ora breve y re d o n d a , s a lio semi- ción que pude montarla fácilmente.
trèmula y en falsete. En vez de un do En seguida miré hácia atrásy alcancé
de pecho fue un la de garganta. á v er la persona que había sido c ausa
Aturdido, c o rrid o , humillado, quise dé m i espanto.
inmediatamente correjirm e y, sin espe- Pero, fuera que m i nueva posición
rar contestación, repetí él saludo, pero el pedestre hubiera cambiado la perspec-
resultadó fue p e o r . tiva, haciendo que el punto de vista no
P erd id a toda la sérenidad y, sin dar­ fuera el mismo, ó efecto de la intranqui­
me cuenta de lo que hacía, atropellé el lidad de m i espíritu, el hecho es que
obstáculo tratando d e salvar él mal noté que el gaucho no Ocupaba y a su
paso y de abocar á la pasada la pistola, antigua y tranquila posición.
que nò había podido amartillar ; pero L o v i echado hacia adelante como
la relajación dé mis nervios me hizo acechándome.
soltar el arma al enfrentar al aparecido Me dirigí hácia él, dominado por una
y , cuando m i caballo se tranquilizó á éspecie de furor homicida!
unas sesenta varas más allá, eché de
Gaucho picaro, le iba á hacer pagar
menos l a pistola y una idea revestida cara su hazaña! U n a nube de sangre
de ciérto tinte d e razón me invadió de cubrió el campo de m i visión y em­
g o l p e .
prendí el ataque resuelto con el brazo
Y el capataz? N o será éste el mismo
extendido y el dedo firme sobre él
Quiroga que h a tratado de asustarme? ga tillo !
N o m e llamo niño? N o me emplazó ¡ A y de Quiroga! había elegido la ta ­
diciendo intencionadamente; parece que pera de las ánimas para una travesura
se tuviera fé ?. . . .
que me ridiculizara y había encontrado
Dios mío! ¡ como he dado un fiasco-
su B arranca- Y aco !!
tan. grand, tan ridículo, tan vergon­ ( Continuará)
zoso! ¿ y m i pistola? Mañana me la
devolverá en medio de la risa burlona
de los peones.. . . . y y o tendré que so­
portar humillado la devolución después I m p . J a c o b o P e u s e r , B u e n o s A ir e s

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