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EMOCIONAL
La Alfabetización Emocional.
A convivir sin violencia también se aprende (Primera parte)
LA CONVIVENCIA EN LA ESCUELA
Enseñar a convivir no es sólo tarea de los docentes, es una labor de toda la comunidad
educativa y de la sociedad. Es preciso crear nuevas y más estrechas formas de colaboración
entre la escuela, la familia y el entorno, incrementando la presencia y la participación de los
padres y otras instituciones en la vida de las escuelas, desde propuestas basadas en el
respeto mutuo y orientando la colaboración hacia la búsqueda conjunta de soluciones.
En la escuela la vida social de los alumnos y alumnas se amplía, pasa del ámbito restringido
de la familia a compartir tareas y recreos con otros chicos y chicas de su edad. Si aprendemos
a convivir respetando a los demás, sintiendo que la dignidad del otro es igual a la nuestra, si
desde pequeños compartimos aprendizaje y diversión con personas de diferente sexo,
cultura, ideología o religión en un ambiente de concordia, el respeto hacia el otro no habrá
que reclamarlo, quedará impreso en nuestro código de valores, formará parte de nuestras
creencias más arraigadas y lo aplicaremos a diario en la convivencia con los demás.
Las escuelas que desean favorecer un clima social de buena convivencia, necesitan partir de
una concepción integral de la comunidad educativa, reflexionando e interviniendo sobre el
conjunto de factores que determinan un tipo de clima social u otro. Todo comportamiento
de un miembro de la comunidad educativa influye en los demás.
Los problemas de convivencia deben abordarse como una situación que afecta a la
comunidad educativa en sí misma. Todos somos responsables del clima que caracteriza a
nuestras escuelas, pero para poder ocuparnos de él debemos conocer más sobre la
convivencia humana.
En esta propuesta formativa, nos acercaremos desde una mirada integradora a aquellos
aspectos que no podemos descuidar para “aprender a vivir juntos”.
Los seres humanos somos esencialmente sociales. Desde que nacemos nos es imposible
sobrevivir sin un entorno social, sin otros que se ocupen de nuestras necesidades más
básicas, tanto desde el punto de vista biológico como emocional. Las necesidades básicas se
refieren a la necesidad de ser alimentado, de ser cuidados frente a las inclemencias del
tiempo y frente a las enfermedades, de ser protegidos de los peligros externos y, por sobre
todo, a la necesidad de afecto, la más propiamente humana de todas las necesidades
básicas.
Entre las instituciones sociales que sirven para el desarrollo de mujeres y hombres, la familia
y la escuela son fundamentales. Aunque no lo percibamos directamente, la experiencia
positiva de sí mismo, del mundo, y de la relación posible con él, tiene sus comienzos en la
vida intrauterina. Son conocidos los trabajos de Spitz en relación a la comunicación especial
que llama “cenestésica” entre la madre y el bebé que luego se establecerá mediante las
percepciones a distancia. No es lo mismo haber sido un hijo deseado y amado que un hijo
tolerado o mucho menos no querido y vivido como un intruso.
La familia es el núcleo social básico, el primer modelo de las relaciones sociales, el primer
espacio donde los niños y las niñas exploran sus propias habilidades, donde aprenden a
tener confianza en sí mismos o ser temerosos, donde desarrollan las primeras imágenes
acerca de sí, donde aprenden a percibirse como alguien querido y valorado o más bien como
alguien a quien se quiere y se valora poco, donde ejercitan la expresión de sus emociones y
aprenden a expresarse libremente o a esconder sus deseos o afectos, donde pueden
desarrollar una sordera emocional o aprenden a sintonizarse con las emociones de los que
los rodean. La familia, influya de manera positiva o negativa, representa el primer escalón de
la identidad personal.
Con los primeros aprendizajes alcanzados en este ambiente que representa la familia, en la
mayoría de los casos el niño y la niña hacen sus primeras incursiones en el mundo externo
cuando ingresan a la escuela. En ese momento la familia deja de tener la exclusividad como
contexto moderador del niño y de la niña. Aparecen los docentes y los otros niños como
figuras influyentes en su desarrollo.
Al conocer las cifras de nuestras realidad social, sea ésta global o local, comprendemos lo
mal que hemos hecho el bien que pretendíamos. Comenzamos el siglo XX alardeando sobre
cómo los adelantos científicos y técnicos terminarían con la pobreza, las enfermedades, el
hambre, el analfabetismo y hasta las guerras, y a poco de transitar el siglo XXI sólo
observamos un irresponsable fracaso.
Por un lado, los grandes avances en el campo científico y tecnológico, le han mostrado el
enorme potencial que ha sido capaz de acumular a lo largo de los años para dar respuesta a
muchas de sus inquietudes, necesidades y satisfacciones, pero por otro lado, se enfrenta con
un siglo cargado de violencia, egoísmo, corrupción, indiferencia, en donde se ensancha cada
vez más las grietas sociales, excluyendo a grandes masas humanas de las condiciones
mínimas para vivir dignamente, en donde la guerra y el terrorismo golpean sin piedad a los
sectores más vulnerables.
Otras violencias, como la intrafamiliar, que sufren los niños de nuestra región, muestran a
más de seis millones de ellos padeciéndola y a ochenta mil que mueren anualmente en el
lugar donde tendrían que estar más protegidos (OPS): el hogar. Por si quedaban dudas, le
preguntamos a los mismos niños y adolescentes (Estudio mundial sobre violencia contra la
infancia, Buenos Aires, 2005) y una de las conclusiones para Latinoamérica fue que perciben
los hogares y las familias como el entorno en el que, contradictoriamente, se violan más sus
derechos bajo distintas formas de violencia (maltrato físico, verbal y abuso sexual, exposición
cotidiana a expresiones de violencia entre padres y madres, etc.)
Según un minucioso trabajo de investigación (UNAM, México 2005), la mayoría de los adultos
entrevistados percibe a la Argentina como una sociedad anómica, en la cual las leyes en
general y la Constitución en particular, no son respetadas por los ciudadanos ni por los
dirigentes, y donde el Estado no impone ni garantiza su cumplimiento. Así, el 86% considera
que en nuestro país se vive la mayor parte del tiempo al margen de la ley, el 88% opina que
los argentinos somos desobedientes y transgresores, pero la mayoría no se ubica a sí mismo
en esa categoría.
Existe una inmensa brecha entre lo que deseamos ser como sociedad y lo que somos, una
gran distancia entre la sociedad y la Constitución y sus leyes. Reclamamos legalidad y líderes
respetuosos de las leyes y somos una sociedad que conociendo la constitución no la cumple,
opinando el 41% que “hay momentos en que es necesario desobedecer la ley”, el 38% que “si
piensa que tienen razón está dispuesto ir en contra de lo que manda la ley” y un 23% que “no
está dispuesto a obedecer una decisión que no le gusta, aunque haya sido adoptada por la
mayoría”. Por ese motivo un 18% de los entrevistados tampoco considera justo que se
aplique la ley “si alguien pasa una luz roja”.
La Alfabetización Emocional.
A convivir sin violencia también se aprende (Segunda parte)
EL APRENDIZAJE DE LA VIOLENCIA
Hablar de violencia supone referirse a algo cuyo sentido es, en principio, ambiguo. El término
violencia tiene muchas connotaciones, y en su definición intervienen juicios morales y
aproximaciones de naturaleza funcional.
Violencia viene del latín violentia, que remite a vis (fuerza, vigor, empleo de la fuerza física o
de los recursos del cuerpo para ejercitar su fuerza vital). Esa fuerza se vuelve violencia
cuando traspasa un límite a partir de acuerdos tácitos y reglas que ordenan relaciones,
adquiriendo una carga negativa. Es entonces la percepción del límite o de la perturbación (y
del sufrimiento que provoca) lo que va a caracterizar al acto como violento, percepción que
varía cultural e históricamente.
La agresividad
El conflicto
Mientras la violencia no es innata en los seres humanos sino que, como ya vimos, implica es
un aprendizaje, más que eliminar el conflicto, de lo que se trata es de encararlo creativa y
constructivamente de forma no violenta, ya que es una energía y una oportunidad para el
cambio.
El conflicto, como una situación de confrontación entre dos partes, puede escalar hasta la
respuesta violencia cuando fallan los recursos mediadores. Si se usan procedimientos
agresivos, aparecerán sucesos que pueden destruir o dañar al otro. Eso es la violencia, el uso
deshonesto, prepotente y oportunista de poder sobre el contrario.
Aceptemos, pues, que un cierto nivel de agresividad se activa cuando el ser humano se
enfrenta a un conflicto, especialmente si éste se le plantea como una lucha de intereses. El
dominio de uno mismo y la tarea de contener y controlar la agresividad del otro en
situaciones de conflicto, es un proceso que se aprende, pero en el que no todos tenemos el
mismo grado de éxito.
Aprender a dominar la propia agresividad y a ser hábiles para que no nos afecte la de los
otros, con los que muchas veces vamos a entrar en conflicto, es una tarea compleja. Cuando
un niño es torpe, porque no aprendió bien esta tarea, está en desventaja para establecer
relaciones interpersonales, que circulen mediante la negociación y la palabra; y la situación
será peor aún si aprendió a enfrentarse con los conflictos sin palabras ni negociación.
Los procesos psicológicos tienen dos grandes raíces: la biológica y la sociocultural, y ambas
son productoras de principios de enfrentamiento con los demás. La raíz social, comunicativa
e interactiva, le aporta a la persona elementos para su proceso de socialización, pero
también un mundo conflictivo, que tiene que aprender a dominar mediante la negociación y
la construcción conjunta de normas y significados. La raíz biológica, entonces, lo enfrenta a la
confrontación natural, que quizás ha sido el origen de nuestra supervivencia hasta este nivel
de la historia. Sin embargo, ninguna de las dos justifica la violencia.
La violencia
Existe entonces, cierto consenso en definir la violencia como “el uso o amenaza de uso, de la
violencia física o psicológica, con intención de hacer daño de manera recurrente y como una
forma de resolver conflictos”.
La inseguridad
Una investigación llevada a cabo en EE.UU., que analizó 188 estudios realizados durante el
periodo 1957-1990, concluyó que:
“En general, la mayor parte de los estudios, fuera cual fuera su metodología,
mostraban que la exposición a la violencia en televisión provocaba un comportamiento cada
vez más violento, tanto en el momento como con el paso del tiempo”.
El desarrollo de la tecnología moderna, la televisión por cable o por satélite, las imágenes
generadas por computadora o Internet, dificultan en gran medida el control por parte de los
Estados del contenido de los medios de comunicación disponibles para el público, incluidos
los niños. Por este motivo insistimos en la importancia del rol de los padres y otros
educadores. Hay un claro acuerdo sobre la necesidad de sensibilizar tanto a los niños como a
los padres y a otros educadores en el conocimiento crítico de los medios de comunicación
modernos.
En aquellos países donde existe una elevada preocupación hacia la violencia, estas
consideraciones han llevado a la combinación de una regulación estatal (códigos para los
locutores y exigencia de una clara indicación en las emisiones del nivel de violencia de los
programas y productos, clasificación de los vídeos según edad, retransmisión de programas
para adultos a ciertas horas, sistemas de quejas y procedimientos para ejecutar la ley), junto
a controles voluntarios por parte del sector privado, y educación respecto a los medios de
comunicación en escuelas y para el público en general, incluidos, especialmente, los padres.
Es importante reflexionar sobre la forma en que nuestros niños se ven afectados por
distintos tipos de violencia. Hablamos de la violencia que experimentan con diferentes
pasatiempos y juguetes, de la exposición a la violencia de la vida real que muestran los
medios de comunicación y de la violencia a la que se exponen diariamente en su relación
con la comunidad en general. Sin embargo, es importante destacar que el mayor
porcentaje de niños, se ven afectados por la exposición a la violencia crónica en el hogar.
La Alfabetización Emocional.
A convivir sin violencia también se aprende (Tercera parte)
Repasando titulares de diarios y revistas de los últimos años, vemos que los medios de
comunicación reflejan con mucha frecuencia situaciones de violencia en las escuelas. Estos
hechos suelen adquirir, en muchas ocasiones, características estremecedoras: docentes que
son agredidos por sus alumnos o por los padres de estos; crueldad muy acentuada en las
relaciones entre los propios alumnos; heridos o muertes por armas de distinto tipo, etc.
En una primera apreciación tenemos reconocemos que es cierto que suceden estas cosas. Lo
que ocurre es que muchos quieren ver en estos acontecimientos la “punta del iceberg” de
una situación general dramática o cuanto menos alarmante.
La aproximación a los estudios existentes sobre estos temas, hace darnos cuenta que la
situación de nuestro país, en cuanto a problemas de auténtica violencia escolar, permite
considerar los hechos mencionados en la prensa, la televisión, como reales, pero no
frecuentes, sino esporádicos y, por supuesto no cotidianos en nuestras aulas. En todo caso
nos preocupan más otras violencias, que como veremos más adelante, son muy habituales,
pero que por sus características pasan desapercibidas para los adultos, pero son bien
conocidas por los alumnos.
No compartimos, por tanto, las visiones apocalípticas que, desde determinadas posiciones,
pretenden crear un estado de opinión que sólo favorece a corto y medio plazo tomar
medidas duras y estrictamente disciplinarias o bien creando procesos en las escuelas que
resuelven todo segregando a los “malos alumnos de los “buenos”, para que estos últimos
puedan estudiar.
El ambiente escolar es uno de los contextos más importantes de convivencia de los niños y
adolescentes con sus compañeros y es también el escenario en el que reciben más influencia
de ellos. Un ambiente escolar negativo puede conducir a los alumnos a comportarse
antisocialmente. De la misma manera, distintas evidencias señalan que hay más
confrontación entre los alumnos en las escuelas en las que no existen reglas claras o estas
son arbitrarias e injustas. Lo mismo ocurre cuando las conductas desviadas son ignoradas y
cuando las escuelas carecen de recursos suficientes para la enseñanza.
Es lógico pensar que los conocimientos y los procedimientos nuevos, son contenidos que los
alumnos suelen aprender de sus docentes, pero hay otros contenidos, especialmente los que
se refieren a las actitudes y los valores, que no siempre son objeto de atención por parte de
los educadores.
Los alumnos adquieren, por imitación o adaptación muchos de sus hábitos y actitudes. La
ausencia de control y responsabilidad respecto de estos contenidos, hace que sepamos poco
sobre cómo se elaboran y construyen las actitudes y los valores que van penetrando en la
personalidad de los niños.
Muchas de las experiencias en las que participan los alumnos tienden a edificar normas de
convivencia, costumbres y reglas no escritas. Con frecuencia, son normas y pactos que se
A veces, el grupo de alumnos incluye claves de dominio y sometimiento que van más allá de
lo moralmente tolerable, y entonces el grupo puede convertirse en un modelo de referencia
negativo para el desarrollo social. Aparece la prepotencia, o el desequilibrio en el rol que un
chico establece con otro o que un grupo establece con un estudiante en particular: son
esquemas de malas relaciones que pueden adquirir diferentes grados de peligrosidad para el
desarrollo personal, social y la convivencia en la escuela.
Todos recordarnos la existencia de pactos y formas de maltrato entre los chicos en todos los
tiempos; en la experiencia personal de muchos de nosotros están aquellos sucesos en los
que un compañero abusaba, mediante burlas, insultos, ridiculizaciones o rumores, de otro
niño, que, por distintas razones, padecía estos abusos sin saber cómo salir de la situación.
A cualquier edad es necesario sentirse lo suficientemente bueno como para que los demás
quieran estar cerca, conversar y hacer cosas con nosotros. Pero, especialmente, en los años
de la primera adolescencia es muy importante tener amigos y ser aceptado por los otros.
Los amigos deben aceptarse. Así, tener amigos exige acercar, en alguna medida, el
comportamiento, los hábitos y las rutinas personales a una línea invisible compuesta por las
alianzas que el grupo considera aceptables. Éstas, como hemos dicho, no son claramente
manifestadas, ni democráticamente decididas. Las convenciones sobre lo que es atractivo
para los otros y, por tanto, fuente de afinidad afectiva, son siempre variables y no dependen
Hasta hace poco, la psicología de las relaciones interpersonales había señalado dos tipos de
chicos: el socialmente aceptado, o popular, y el socialmente rechazado, o impopular; pero
ésta es una clasificación algo elemental, que dista mucho de la realidad. Entre los dos polos –
popularidad e impopularidad- existe una amplia gama de matices; gente diversa y corriente
que, ni son del todo populares, ni viven marginados. Entre el chico al que todos los demás
escuchan, con el que quieren estar y compartir actividades y el que nunca es escuchado ni
provoca el más mínimo deseo de compañía, existen una amplia gama de matices de
sociabilidad, que dan una riqueza extraordinaria al campo de la vida social. En esta zona
amplia se encuentran la mayoría de los alumnos, a los que la “asignatura” tener amigos y
sentirse aceptados les ocupa tanto o más tiempo que las Matemáticas o la Lengua.
Pero el grupo puede imponerle actividades y normas que no siempre le permiten discutir, o
que son claramente contrarias a sus propios criterios de conducta. Así, el conflicto entre la
necesidad de integración social y la discrepancia normativa, se convierte en un conflicto
personal que, cuando se inclina a favor del individuo, vuelve a provocar el aislamiento y la
soledad, con la consiguiente creencia en la incapacidad para hacer amigos; pero cuando se
inclina hacia el grupo, provoca dependencia, sumisión y a veces indefensión.
Afortunadamente los chicos aprenden desde muy pequeños esta ley de la reciprocidad
social. A partir de los primeros fracasos, cuando, en el preescolar, comprobaron que el hecho
de que ellos prefirieran el juguete de su amigo no le daba ninguna garantía de que lo
llegarían a obtener, se abría en sus vidas sociales un camino duro, pero clarificador, sobre lo
que se podía y no se podía esperar de los otros compañeros.
A veces, la vida intelectual avanza más rápidamente que la vida social, y muchos chicos, que
se saben con derecho a la reciprocidad, son incapaces de dominar las destrezas sociales que
les permitirían ejercitar dicho derecho. Otros, aun sabiendo que están forzando la ley que da
a los otros sus mismos derechos, prefieren gozar del beneficio del abuso de poder. Dominar
este principio de la reciprocidad no es sólo una cuestión de capacidad cognitiva, es, sobre
todo, una cuestión de habilidad social.
La violencia va a la escuela.
La escuela, como toda institución, genera procesos al margen de los discursos formales en
los que se basa su organización. Es lo que se conoce como “currículum oculto” , o sea el
conjunto de procesos que circulan por debajo del control educativo que los docentes realizan
de forma consciente y planificada. Gran parte de ese currículum silencioso está formado por
los sistemas de comunicación, las formas que adquieren el poder y los estilos de convivencia
que tienen lugar en la escuela. No es fácil, aunque se pretenda, ser consciente de lo que
sucede en todos los espacios de la convivencia escolar, pero uno de los sistemas que más se
escapa al control de los docentes es el que componen los alumnos entre sí.
Los alumnos se relacionan entre ellos bajo afectos, actitudes y emociones a los que nuestra
cultura educativa nunca ha estado muy atenta. Desgraciadamente, los sentimientos, las
emociones y, en gran medida, los valores, no siempre son materia de trabajo escolar.
Es evidente que siempre ha habido ciertos adultos que han abusado de algunos alumnos
pero, históricamente, parte de este abuso se ha enmascarado bajo la apariencia de formas
eficaces y necesarias de autoridad. También se han dado siempre situaciones en las que
No saber a qué ajustarse provoca inseguridad y miedo, lo que es un campo propicio para el
comportamiento dependiente y sumiso y para la aparición de la prepotencia y el abuso. La
disciplina incoherente o autoritaria contribuye a crear confusión sobre lo que está bien y lo
que está mal y esto a su vez, es un factor determinante para que aparezca la violencia.
La sociedad ha sido muy tolerante hacia comportamientos y actitudes que los más fuertes
han desplegado hacia los que ocupan un lugar de sometimiento a ese poder. Estos
fenómenos siempre están relacionados con una disciplina autoritaria basada también en la
ley del más poderoso. El paso de una disciplina autoritaria a un estilo democrático y
participativo, puede crear conflictos puntuales como consecuencia de la aparente falta de
autoridad, pero, al final del proceso, si se ha sido consistente, lo normal es que aparezca un
nuevo modelo de convivencia que excluya la violencia.
MALTRATO FÍSICO:
- Directo
Amenazar con armas
Pegar
- Indirecto
Esconder cosas
Romper cosas
Robar cosas
MALTRATO VERBAL:
- Directo
Insultar
Burlas, poner apodos
- Indirecto
Hablar mal de alguien (calumnias, murmuraciones)
EXCLUSIÓN SOCIAL:
Ignorar a alguien
No dejar participar a alguien en una actividad
MIXTO:
Todas estas formas de maltrato pueden ser esporádicas, pero cuando se producen
con cierta persistencia, cuando existe hostigamiento, podemos comenzar a hablar
de acoso escolar.
Las experiencias entre los alumnos, sean compañeros de clase o amigos del barrio,
constituyen un importante contexto de desarrollo para los niños y adolescentes. A través de
estas vivencias se adquieren, durante el largo período anterior a la edad adulta, un amplio
repertorio de habilidades y actitudes que influyen en la adaptación social de la persona a lo
largo de la vida. Los grupos de niños y adolescentes son un factor de socialización que
contribuye, junto con otros ámbitos tales como la familia, la escuela, a su bienestar y ajuste
social, emocional y cognitivo. Sin embargo, no siempre los iguales son un factor de influencia
positiva en el desarrollo de la persona, ni las relaciones entre ellos están libres de conflictos.
Por este motivo, es tan importante que docentes y padres reconozcan estos procesos de
convivencia que se producen entre los chicos. Hoy estamos absolutamente convencidos que
las relaciones que se establecen entre ellos, influyen no sólo en el desarrollo personal y
social, como ya vimos, sino también en el rendimiento escolar y la permanencia de muchos
chicos en la escuela. Preocuparnos y ocuparnos de estos nuevos fenómenos, contribuirá no
sólo a que la escuela alcance sus objetivos educativos, sino a una infancia y adolescencia más
feliz.
Ciber-Violentos
¿El padecimiento de algunos niños, empieza al entrar en la escuela y finaliza a la hora de
salida? La realidad nos está indicando que no. El amplio uso de la telefonía móvil y de la
Internet ha dado lugar a nuevas modalidades de violencia y acoso. Las víctimas hoy son
atacadas cara a cara dentro de la escuela y también fuera de ella, a través de las nuevas
tecnologías que hoy están a disposición de niños y adolescentes.
En todos los tiempos, el ser humano ha sabido sacar provecho de los adelantos científicos y
técnicos, y también, ha hecho mal uso. Por cada gran desarrollo que beneficia al hombre,
encontraremos un uso para la guerra, el crimen y el sufrimiento de la misma humanidad. Los
hombres violentos siempre se las han arreglado para potenciar los efectos destructivos
contra el otro, haciendo uso de las tecnologías a su alcance.
Sabemos que los adolescentes no sólo se sienten tremendamente atraídos por todo lo
relacionado con las nuevas tecnologías, sino que además las operan muy bien. Así es que los
Básicamente, este tipo de violencia, consiste enviar burlas, insultos, mensajes intimidatorios,
o generar situaciones dentro del ámbito escolar, para luego registrarlas mediante fotos en la
cámara del celular o en video y poder exhibirlas como trofeo en Internet (happy slapping).
El efecto que causa en las víctimas este tipo de agresiones varía. En algunas es mínimo ya
que el ataque les resulta indiferente. En otras es traumático, bajan su rendimiento, inventan
excusas para faltar, buscan cambiar de escuela o abandonan los estudios. Lamentablemente
también conocemos casos en los cuales niños han caído en una depresión que los ha llevado
al suicidio o a tomar revancha contra aquellos compañeros que realizan el hostigamiento.
La capacidad de los colegios de controlar o parar estos hechos que tienen lugar fuera de su
perímetro es muy limitada. Los casos aumentan, los autores no imaginan el daño psicológico
que infligen a la víctima y los padres se desesperan porque no saben cómo hacer para que no
se difundan las fotos o frenar el video. Los niños expresan que preferirían tener un ojo
morado o un brazo roto a sufrir los rumores o las burlas en masa que circulan en Internet.
En varios estados europeos se comienza a prohibir a los alumnos tomar fotos o grabar videos
dentro de la escuela. Algunos han llegado a permitir a la dirección a expulsar al alumno que
utilice estas fotos y videos para abusar de un compañero. Esta es la sanción más severa,
mientras que hay otros países que proponen tareas educativas, suspensión de varios días,
etc. Lo cierto, es que la mayoría de los directivos encuentran muchas veces en los propios
padres, el principal obstáculo para limitar el uso de los celulares u otros dispositivos en la
escuela.
Los códigos de disciplina y convivencia, deben incluir estas nuevas formas de maltrato y
violencia. Pero para que las normas sean educativas, no basta publicarlas, deben ser
trabajadas mostrando el valor que protegen, ya que por lo general, los niños y adolescentes
no miden el daño que pueden provocar con estos actos, y es por esto que sólo limitar sin
explicar el motivo, estimula en alumnos trasgresores, el deseo de superar aquellas reglas que
parecen importar sólo “al adulto”.
La Alfabetización Emocional.
A convivir sin violencia también se aprende (Cuarta parte)
A convivir se aprende, y como las conductas surgen de ese lento aprendizaje en la primera
escuela que es la familia, a través de los omnipresentes medios de comunicación y en la
interacción con los demás en los distintos ámbitos de encuentro… o “desencuentro”. Así, el
niño, los adultos, sean docentes o padres, entran a la escuela con sus distintas formas de
relacionarse, y en esa interacción, surge un clima social que puede favorecer o impedir que
se cumplan los objetivos educativos pretendidos. También sabemos que aquellas escuelas
que buscan no dejar al azar las distintas prácticas, que se organizan y que establecen
claramente normas participadas a todos los integrantes de la comunidad educativa, son
escuelas que logran minimizar aquellos conflictos que podrían escalar a violencia.
Hoy hablaremos del clima escolar y cómo se convierte en un indicador de calidad educativa.
También examinaremos qué sucede con los docentes frente a este nuevo clima social escolar
en el que debe realizar su diaria tarea y, así como analizamos la interrelación entre los
alumnos, veremos ahora algunos aspectos significativos de la convivencia de los docentes.
Desde hace algunas décadas se viene desarrollando en distintas partes del mundo un intento
sistemático por identificar y caracterizar el funcionamiento de aquellas instituciones
escolares que alcanzaban mayores logros de aprendizaje. Desde entonces sabemos, entre
otras cosas que:
Existen escuelas eficaces donde los alumnos socialmente desfavorecidos logran niveles
instructivos iguales o superiores a los de las instituciones que atienden a la clase media.
Los factores que caracterizan a estas escuelas eficaces podrían integrarse en los
conceptos de clima escolar y tiempo real de aprendizaje, siendo su factor principal, la
frecuencia y calidad de la convivencia.
Una vez cubiertas una dotación mínima de recursos, ya no son los recursos disponibles,
sino las formas de relacionarse en la escuela, lo que realmente diferencia a unas de otras
en los efectos obtenidos en el aprendizaje (Redondo, 1997).
Vemos entonces como el estudio del ambiente o clima social escolar es uno de los
principales enfoques a nivel internacional para estudiar la convivencia en la escuela y su
relación con los resultados de la misma.
Si buscamos una definición lo suficientemente general, podemos decir que el clima social
escolar es «el conjunto de características psicosociales de una escuela, determinadas por
aquellos factores o elementos estructurales, personales y funcionales de la institución que,
integrados, confieren un estilo propio a dicha escuela, condicionante a la vez de los distintos
procesos educativos»
Son muchos los estudios realizados en diferentes contextos y con distintos instrumentos, que
hablan de una relación directa entre un clima escolar positivo y variables como: rendimiento,
adquisición de habilidades cognitivas, aprendizaje efectivo y desarrollo de actitudes positivas
hacia el estudio. Por otra parte, varios autores señalan una relación muy importante entre la
percepción del clima social escolar y el desarrollo emocional y social de alumnos y docentes.
Líder autoritario.- Todo lo que debe ser hecho es determinado por el líder. Los grupos de
trabajo son también formados por el líder, que determina lo que cada uno debe hacer. El
líder no dice a sus dirigidos cuáles son los criterios de evaluación y las notas no admiten
discusión. Lo que dice él dice es ley. El líder no participa activamente de las actividades de la
clase; simplemente distribuye las tareas y da órdenes.
Líder democrático.- Todo lo que es hecho es objeto de discusión del grupo; cuando hay
necesidad de un consejo técnico el líder sugiere varios procedimientos alternativos a fin de
que los miembros del grupo escojan. Todos son libres para trabajar con los compañeros que
quieren, cayendo a todos la responsabilidad por la conducción de las actividades. El líder
debe discutir con el grupo los criterios de evaluación y participar en las actividades del
grupo.
Líder permisivo.- El líder desempeña un papel bastante pasivo, da libertad completa al grupo
y a los individuos, a fin de que éstos determinen sus propias actividades. El líder se coloca a
disposición para ayudar en caso de ser solicitado. El líder no se preocupa de evaluar la
actividad del grupo, permaneciendo ajeno a lo que está sucediendo.
En el liderazgo permisivo, se observó que los niños no llegaban a organizarse como grupo y
dedicaban más tiempo a las tareas propuestas en ausencia del líder. En ausencia del líder
surgían otros líderes, que asumían y conducían las actividades de los aquellos niños
interesados en trabajar.
Investigaciones realizadas en la escuela, demuestran que a los docentes que les gusta lo que
hacen, son más generosos en las evaluaciones, se muestran más tolerantes y amigos, oyen a
los alumnos y estimulan la participación; y logran mejores resultados que los docentes
competentes en su materia pero más fríos y distantes con relación a la clase. Cuanto más
pequeños sean los alumnos, más importante será la relación afectiva. Una sonrisa, un abrazo,
una palabra amiga, frecuentemente tienen efectos más positivos sobre el aprendizaje que
muchos consejos y órdenes.
Las normas son exigencias de convivencia, que se eligen a partir de los valores que deseamos
proteger entre toda la comunidad. Son consignas verbales, escritas o gráficas que orientan el
comportamiento de niños y adultos. Sirven para crear un clima familiar estable y seguro, sin
incertidumbre, porque indican qué es lo que tenemos que hacer, cómo y qué consecuencias
acarrea el hacerlo o no.
Los límites hacen que un niño se sienta protegido. Sin ellos, se vuelven ansiosos e inseguros.
Estamos así haciendo que el niño adquiera hábitos y le inculcamos criterios de
responsabilidad y decisión.
Cuando alguien no cumple con alguna de esas normas decimos que ha desobedecido, que ha
cometido una indisciplina que afecta el clima escolar.
Para mejorar la eficacia educativa de las medidas disciplinarias conviene tener en cuenta que:
1.- Uno de los objetivos de la disciplina es enseñar a respetar ciertos límites. Los estudios
realizados sobre este tema reflejan que el respeto de dichos límites mejora cuando las normas
son claras y coherentes, han sido elaboradas por todos los miembros de la comunidad escolar,
incluidos los alumnos, y éstas se aplican a todos según principios previamente aceptados.
4.- El respeto a los límites mejora cuando se aprenden habilidades no violentas de resolución
de conflictos. Ayudarles a descubrir y enseñarles procedimientos sistemáticos para resolver de
forma más inteligente y justa sus tensiones y conflictos es un procedimiento muy eficaz para
prevenir la violencia. Los estudios realizados sobre este tema reflejan que dichos jóvenes
suelen tener alterado todo el proceso a partir del cual se analizan y resuelven en la vida
cotidiana los problemas interpersonales.
Si la mayoría de los alumnos de un grupo comparten las mismas normas la presión de éstas
inducirá a los demás del mismo grupo a participar. Pero si no existen normas compartidas, la
clase no funcionará como grupo, y seguirá siendo un conjunto de individuos.
Esta percepción de que sus alumnos no aprenden, que es difícil enseñar, que el clima escolar
es adverso, provoca un estado de estrés que los especialistas llaman en general “síndrome
de Burnout” o de desgaste profesional.
Burnout fue utilizado por primera vez por el psicólogo clínico Herbert Freudenberger para
definir el desgaste extremo de un empleado. Luego, lo adoptaron los sindicatos y abogados
como elemento de ayuda para mencionar los problemas físicos generados por un grado de
agotamiento excesivo. En la actualidad es una de las causas más importante de incapacidad
laboral.
En estos casos, se produce una cierta frustración derivada de la forma y condiciones en que
se realiza el trabajo, por lo que es la propia actividad laboral la que desencadena la aparición
de la afección psíquica.
1er nivel - Falta de ganas de ir a trabajar. Dolor de espaldas y cuello. Ante la pregunta ¿qué te
pasa?, la respuesta es "no sé, no me siento bien"
2do nivel -Empieza a molestar la relación con otros. Comienza una sensación de persecución
("todos están en contra mío"), se incrementa el ausentismo y la rotación
La Alfabetización Emocional.
A convivir sin violencia también se aprende (Quinta parte)
Los educadores observan a diario que sus alumnos, además de diferenciarse por su nivel
académico, también lo hacen por sus competencias emocionales. No hace mucho más de
dos décadas que la ciencia insiste ya con pruebas contundentes en que las habilidades
emocionales (personales y sociales) influyen de forma decisiva en la adaptación psicológica
del alumno en clase, en sus logros académicos y en su futuro laboral.
Hoy poseemos suficiente información como para fundamentar la importancia de que los
niños y niñas, a la edad de 6 años, hayan adquirido a través de una adecuada alfabetización
de las emociones, la habilidad de socializarse por lo menos en un grado mínimo, ya que de lo
contrario, existiría una alta probabilidad de riesgos en diversos ámbitos de su vida adulta.
Si existe una habilidad para comprender las emociones propias y ajenas, y una capacidad
para regularlas y expresarlas, es decir, si existe lo que se llama inteligencia emocional, esa
habilidad puede ser mejorada mediante la educación. Por tanto, si es posible educar las
emociones, es también posible mejorar las relaciones humanas reconociendo nuestras
emociones, controlándolas, y aprendiendo a reconocer y a comprender las emociones de los
otros.
Las investigaciones realizadas a este respecto indican que las habilidades sociales no mejoran
por la simple observación ni por la instrucción informal; se necesita una instrucción directa.
Hoy se tiene claro que determinadas habilidades, por ejemplo algunas relacionadas con la
solución de problemas cognitivo-sociales, no se adquieren si no se llevan a cabo actividades
b- Proyecto Curricular (PCI) donde el área interpersonal debe estar presente en las
decisiones que se tomen respecto al qué, cómo y cuándo enseñar y evaluar.
Todo esto nos lleva a poner de manifiesto la necesidad de incluir programas de enseñanza de
las habilidades sociales dentro del currículum educativo habitual en todos los niveles, con un
doble objetivo: por una parte, de promoción de la adecuada competencia social y de
prevención de posibles desajustes en los alumnos “sin” dificultades, y por otra parte, de
intervención con el alumnado de riesgo y con los que presentan problemas de
incompetencia social.
AUTOCONTROL EMOCIONAL
- Mejora en el reconocimiento y la designación de las propias emociones.
- Mayor capacidad para entender las causas de los sentimientos.
- Reconocimiento de la diferencia entre sentimientos y acciones.
Si existe algo que puede derrumbar todos los esfuerzos por enseñar a nuestros alumnos
habilidades sociales y que estas den por resultado un niño o adolescente competente
socialmente, es la falta de formación de los mismos docentes para iniciar este proceso
educativo. Por esto, los docentes necesitan formación conceptual, procedimental y
actitudinal para el desempeño de distintas funciones:
Manteniendo determinadas actitudes en el trato con los niños y con los padres de las
víctimas, de los niños que intimidan y de los que permanecen como espectadores.
Las medidas preventivas pueden reducir los factores de riesgo, aumentar los factores de
protección y tratar los factores determinantes de la violencia. Es por esto que muchos
continuamos creyendo que la educación es el camino más propicio para prevenir y
desaprender las violencias porque, por inverosímil que hoy parezca para la sociedad, ante el
enorme menoscabo que ha sufrido la escuela en las últimas décadas, todavía hay en ellas
miles de docentes inquietos buscando a través de la formación de los niños un mejor futuro
para nuestros pueblos.
Buenos Aires, agosto de 2008. Según una encuesta nacional llevada a cabo por el
Observatorio de la Convivencia Escolar de la Universidad Católica Argentina (Cátedra
UNESCO, Juventud y Sociedad), de más de 6 mil alumnos entre 10 y 18 años, casi 1 de cada 4
manifestó tenerle “miedo” a alguno de sus compañeros y 1 de cada 3 entre 12 y 15 años.
En las edades más tempranas interviene más lo físico directo y lo verbal, mientras
que en el secundario se transforma en indirecto -murmuraciones, amenazas, robos- y
lo social -rechazo y aislamiento-, algo muy preocupante ya que la aceptación en el
grupo es crucial.
El 32% dice sufrir a veces agresiones físicas y el 62% agresiones verbales. Aunque
también hacen autocrítica: el 62% confió haber maltratado a sus compañeros a veces
y el 6% continuamente.
Los maestros y padres son los últimos en enterarse del problema. Ante reiterados
hechos de violencia, el 57% de los niños se calla y del resto, el 70%, se lo comunica a
sus amigos, después a los padres y finalmente al docente. Esto hace que se
incremente su invisibilidad y sea tan difícil de prevenir.
El 78% cree que las dificultades en el desempeño del trabajo afectan su salud.
Por otro lado, se calcula que un 50 por ciento de los padres sabe que sus hijos tienen acceso
a Internet, pero sólo el 20 por ciento ha establecido normas para asegurarse de que los
menores hagan un buen uso de este recurso, mientras que un 40 por ciento reconoce que no
establece ninguna regla. Es la televisión la que aparece como el medio que más preocupa a
los padres, quienes aseguran imponer normas a sus hijos sobre el tiempo y la programación.
Por lo general, los padres suelen coincidir en las normas por las cuales prohíben visitar
ciertas páginas de Internet o limitan navegar demasiadas horas por la red, pero hoy queda
claro que del mismo modo deberían enseñar a sus hijos los riesgos que puede implicar el uso
de Internet (enviar datos personales, concurrir a citas, etc.)
La Alfabetización Emocional.
A convivir sin violencia también se aprende (Sexta parte)
Hable con el director de la escuela, el consejero de orientación, los colegas, los estudiantes,
los padres de familia y los dirigentes comunitarios para llegar a un entendimiento común
acerca del problema de la violencia en su escuela. Los docentes por sí solos no pueden
impedir la violencia en la escuela. La comunidad escolar en su conjunto debe reunirse para
elaborar de común acuerdo un mensaje firme y claro, según el cual la violencia, el
hostigamiento sexual, el acoso y la intolerancia son inaceptables en el medio escolar.
Cuando todo el mundo sea consciente de las diferentes maneras en que se produce la
violencia, las personas a las que afecta y sus consecuencias, será mucho más fácil encontrar
soluciones.
Examine la forma en que su escuela puede reducir los factores de riesgo, por ejemplo,
procurando que el entorno físico esté bien iluminado o transmitiendo a los estudiantes
aptitudes para resolver los conflictos de modo no violento. Para lograr que la escuela sea
segura, es fundamental limitar las ocasiones en que se propicia la violencia y dotar a los
estudiantes de los medios para prevenirla.
Actividad en el aula: Pida a los estudiantes que hablen sobre la violencia escolar con sus
compañeros, su profesor y el consejero de orientación.
Actividad en el aula: Pida a los estudiantes que analicen con usted y con sus compañeros lo
que es violento y lo que no lo es. ¿Qué derechos concretos se ignoran en los actos de
violencia? Proponga maneras de concientizar a los estudiantes sobre los derechos humanos
en la escuela y de lograr que se respeten y valoren las diferencias, por ejemplo, mediante
debates, viajes de estudio, juegos, actividades teatrales y relatos.
En función del carácter de la mala conducta, se podrían utilizar algunos de los métodos
disciplinarios siguientes:
- reservar tiempo después de las clases o durante los recreos para examinar la mala
conducta (por qué surgió y qué debería hacerse para corregirla);
- pedir al estudiante que se disculpe;
- cambiar la disposición de los asientos;
- enviar notas a los padres o hacer visitas a los hogares;
- analizar la gravedad de la situación y tomar la decisión de remitir al estudiante a la
oficina del director de la escuela, en función de las circunstancias.
Aplique sistemáticamente sanciones en los casos de agresión verbal y física. Las sanciones
eficaces presentan las siguientes características:
- son reducidas, de modo que se puedan utilizar constantemente;
- su gravedad aumenta si se repiten las agresiones;
- son previsibles e inmediatas;
- se basan en las mismas expectativas para todos los estudiantes.
Ayude a los estudiantes que son víctimas de los acosadores. Anímelos a hablar con los
profesores y los consejeros escolares, colaborando simultáneamente con los padres de
familia, los estudiantes y el personal para evitar que sean constantemente objeto de
victimización.
Faculte y conciencie a quienes presencien los hechos para que los denuncien a los adultos,
apoyen a las víctimas y desalienten el acoso. Con ese fin, se pueden organizar programas de
mediación y resolución de conflictos entre pares que enseñen a los estudiantes a ayudarse
entre sí, a informar acerca de los actos de acoso y a aprender estrategias para resolver
conflictos.
Reconozca y valore la actuación de los estudiantes que se ayudan entre sí para poner fin al
acoso. Es igualmente importante garantizar que quienes denuncian los hechos no sufran
represalias.
Pida a los estudiantes que escenifiquen una situación, por ejemplo, “¿qué ocurriría si
tuvieras que enfrentarte con un acosador? ¿qué harías?”. Al crear situaciones que
momentáneamente son reales, los estudiantes pueden practicar para hacer frente a
situaciones estresantes, desconocidas o complejas. Organice igualmente juegos en los que
los estudiantes asuman un nuevo papel, como el que podrían estar afrontando otros
compañeros, para fomentar la empatía. Pida a los estudiantes que analicen cómo se
sintieron y qué soluciones dieron buenos resultados.
Haga saber a sus estudiantes que los actos y palabras de carácter violento, por insignificantes
que sean, no serán tolerados. La aplicación sistemática de medidas disciplinarias aplicadas a
raíz de las infracciones cometidas en la escuela, transmiten a los estudiantes el claro mensaje
de que los comportamientos abusivos y la falta de respeto de los derechos de una persona,
son inaceptables.
Actividad en el aula: Organice actividades teatrales en el aula en las que los estudiantes
representen conflictos violentos. Pida a los estudiantes que estudien cada conflicto y las
maneras de resolverlo de forma pacífica.
Ponga fin a los estereotipos y a las distintas expectativas que se tienen respecto de las niñas
y mujeres y los niños y hombres. Fomente una mayor sensibilización acerca de los prejuicios
de género en el aula y aliente a sus colegas a hacer lo mismo. Los niños varones son autores
y víctimas de la violencia sexual en la escuela y, por tanto, los docentes no deberían
concentrarse únicamente en la victimización de las niñas.
Aliente a su escuela a poner en marcha un programa de formación para los docentes, los
estudiantes y la comunidad a fin de entender y detectar los casos de violencia sexual y por
razones de género y tomar medidas al respecto. En la formación se debe concientizar acerca
de los prejuicios de género que provocan la violencia por razones de género y se debe
reconocer que existe un vínculo entre la violencia contra las niñas en la escuela y las
reducidas tasas de asistencia y permanencia escolar de éstas.
Recomiende que el personal de la escuela reciba formación sobre la violencia sexual y por
razones de género y que se fortalezca la representación de las mujeres en las estructuras de
administración. Si se imparte formación al personal para que detecte y apoye a las víctimas
de la violencia sexual y por razones de género, será más fácil prevenir la violencia. Cuando las
mujeres ocupan puestos de dirección, se presta un mayor apoyo a las víctimas y se fomenta
la denuncia de la violencia sexual.
Actividad en el aula: Proponga que se organicen reuniones de diálogo con los docentes, los
estudiantes, el director de la escuela y el consejero de orientación a fin de preparar un
código de conducta escolar para todos.
Señale la necesidad de disponer de baños privados y seguros para las niñas y mujeres. Un
motivo simple, aunque importante, por el que las niñas no van a la escuela es la ausencia de
retretes seguros y limpios y otros servicios que garanticen la intimidad.
Trabaje conjuntamente con otros empleados para garantizar que los patios de la escuela
sean seguros gracias a la presencia de adultos que supervisen a los estudiantes. Estos
necesitan lugares seguros para jugar entre las clases y después de la jornada escolar.
Actividad en el aula: Proponga iniciar una campaña a favor de un entorno escolar seguro
localizando los lugares del recinto escolar que carecen de iluminación o son inseguros.
Enseñe a los estudiantes a actuar como mediadores para resolver de modo constructivo los
conflictos de sus compañeros de clase.
Elija un problema que podría surgir o haya surgido entre dos de sus estudiantes.
Haga que dos estudiantes escenifiquen el problema y pida a un tercero que ayude a sus
compañeros a llegar a un acuerdo. Solicite al tercer estudiante que utilice sus conocimientos
sobre sus compañeros y sobre el problema para proponer lo que a su juicio sería un buen
arreglo.
Una vez que todos los estudiantes hayan adquirido las aptitudes de negociación y mediación,
designe a dos estudiantes cada día, de preferencia un niño y una niña, para que actúen como
mediadores o conciliadores oficiales.
Haga rotar las funciones de mediador oficial entre todos los estudiantes para asegurarse de
que todos ellos conozcan bien las técnicas. Los mediadores oficiales sirven para mediar en
todos los conflictos que no pueden ser resueltos por las partes interesadas.
Toda persona tiene derecho a ser respetada por ser quien es. Puede ser necesario realizar
una labor similar en las reuniones de padres de familia y profesores.
Actividad en el aula: Pida a los estudiantes que dispensen a sus compañeros de clase el
mismo trato que les gustaría recibir de ellos, especialmente a los que podrían ser diferentes,
proceder de culturas distintas o tener limitadas sus capacidades físicas o mentales. Recuerde:
hay que valorar las diferencias y toda persona tiene derecho a ser diferente.
“Investigaciones, Intervenciones,
Evaluaciones y Políticas Públicas”