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LA ERA DEL GUANO

La explotación del guano empezó en 1841 en las islas de Chincha, las de


Lobos de Afuera y Lobos de Adentro y las islas del sur hasta Tarapacá.
El interés que paulatinamente despertó esta lucrativa actividad se
plasmó en la inestabilidad de los tres primeros contratos de explotación,
firmados entre 1841 y 1842, en los que el Estado buscaba obtener cada
vez un beneficio mayor. Así, lo que empezó siendo un sistema de
contrato de alquiler concedido a un inversionista, Francisco Quirós,
derivó en un convenio que otorgaba al Estado el 64 por ciento de los
beneficios y, finalmente, se pactó entregarle a este el 75 por ciento del
ingreso líquido.

LA EXPLOTACIÓN DEL GUANO


Inicialmente se recurrió a esclavos y presidarios para la extracción del
guano en las islas. A partir de 1850, cuando empezó la inmigración
asiática, los culis fueron los más requeridos. Si bien en sus contratos de
introducción al Perú se especificaba que no podían trabajar en el guano,
los culis fueron sometidos a tantos atropellos que su situación pasó ser
similar a la de los esclavos. También se utilizaron obreros chilenos,
aunque en menor escala. Los trabajadores no contaban con seguridad
para evitar accidentes o enfermedades y sus jornadas de trabajo podían
llegar a ser de 16 horas.

LOS INVERSIONISTAS
El Estado se encontraba en crisis fiscal pues no había logrado cubrir los
gastos que se habían generado desde las batallas de la independencia.
En esas condiciones, ni el Estado ni los capitalistas nacionales podían
competir con las compañías europeas y estadounidenses en la inversión
que significaba la explotación del guano. El predominio de extranjeros y
la ausencia de inversionistas peruanos fueron cuestionados en la década
de 1850 por el Congreso, que decidió que no se firmasen nuevos
contratos si no se incluía a capitalistas nacionales. Así, los extranjeros
formaron empresas mixtas, pero sin permitir que la participación
nacional los sobrepasara.
LAS CONSIGNACIONES O INVERSIONES
El Estado acordó ceder a los empresarios la explotación del guano en
lugares específicos y por un periodo determinado que no superaba los
nueve años. Estos inversionistas o consignatarios debían asumir todos
los gastos, desde la extracción hasta la venta. Al ingreso bruto se le
descontaban los gastos y el producto neto se dividía entre el fisco y los
consignatarios. Este acuerdo acabó por convertir al Estado en deudor de
los consignatarios, pues estos adelantaban los beneficios que
correspondían al fisco en calidad de préstamos que debían ser
amortizados con elevados intereses. El acaparamiento de la explotación
del guano por los capitalistas extranjeros, así como su deshonestidad
provocaron denuncias contra el sistema. Las principales sospechas
recayeron sobre la casa británica Gibbs y la casa francesa Montané. Los
empresarios vendían el guano en el exterior a un precio menor al oficial,
perjudicando la venta del guano del Estado.

EL CONTRATO DREYFUS
La ruptura con los consignatarios ocurrió durante el gobierno del
presidente José Balta. Este le encargó al ministro de Hacienda, Nicolás
de Piérola, que convocara una licitación en París para vender dos
millones de tonelada de guano, sin informas de esto a los
consignatarios. La buena pro fue otorgada a la firma francesa Augusto
Dreyfus y hermanos, que ofreció excelentes condiciones, entre ellas,
cubrir la deuda externa con cinco millones de soles. Los consignatarios
llevaron el caso ante el Poder Judicial, pero el convenio con Dreyfus
siguió adelante. Las ventajas del contrato se esfumaron pronto, pues no
se invirtieron los ingresos en actividades productivas a corto plazo sino a
ferrocarriles. El contrato se canceló en 1875.

GUANO Y PROGRESO
Los ingresos producidos por la explotación del guano permitieron
atenuar las deudas que se arrastraban desde la independencia. los
beneficios de este nuevo negocio se vieron particularmente en los
gobiernos del presidente Ramón Castilla.

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