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MONOGRAFIA
CUENTO EL MUQUI
ALUMNO:
Cerro de pasco
2017
INTRODUCCION
circunstancia.
interior de las minas o en las zonas de explotación minera. Esto explica el carácter
La palabra muqui viene de la palabra quechua murik ‘el que asfixia’. Otra traducción
sugiere la palabra mukiq, como ‘el acto de torcer’ o ‘ahorcar’, en clara alusión al
silicio, gas letal que produce la silicosis, grave enfermedad respiratoria. Muqui
muqui como un ser de estatura pequeña, que nunca llega al metro de altura, es
fornido, desproporcionado y camina como pato. Su cabeza está unida al tronco, por
largos, de color rubio brillante y su rostro es colorado y está cubierto por una larga
barba blanquecina.
que tiene dos pequeños cuernos en la cabeza, que utiliza para romper rocas y
señalar las vetas de mineral. Suele vestir como minero, calza bota de agua,
Además, dicen que antes llevaba una lámpara de carburo, y hoy una eléctrica.
presentarse entre ellos. Es muy bromista y despierta a los mineros que descansan
sin motivo aparente. Sin embargo, se le atribuye el generar potentes silbidos, para
observado sin que lo advierta. Es en ese momento que algún minero audaz podría
de oro.
dependiendo de la simpatía que tenga por ciertos mineros. Otorga castigos para los
mineros que no hayan cumplido con sus pactos, tal como acordados. Casi siempre,
el duende pide un pago en hojas de coca y alcohol por realizar el trabajo del minero.
minas de plata de Potosí. Sin embargo, es en la sierra central del Perú donde logró
Copper Corporation, algunos mineros percibían la presencia de un ser diminuto y gracioso, el cual
les jugaba algunas bromas a los que descansaban plácidamente en horas de trabajo, escondiéndoles
sus pertenencias, pintándoles la cara con hollín, y haciendo muchas travesuras en aquellas minas.
Pero cierto día un minero anciano, visiblemente desgastado por el trabajo, contó que aquél que
lograse atrapar al enano, tendría la posibilidad de pedirle el oro que éste guardaba en su escondrijo:
¡Pero cuidado! advirtió de repente; ¡No hay que hacer ningún trato con él! ¡Es muy astuto el
bandido!
¡Si que es un bandido! gritaba el viejo minero mientras se alejaba riéndose como un demente.
Pasó mucho tiempo, tal vez semanas, tal vez años, hasta que aquel rumor llegó a los oídos de
Octavio, un joven minero, recién casado y que llevaba un mes en la empresa. Octavio, llegaba cada
Pero las conversaciones se volvieron ideas y las ideas se volvieron sueños y los sueños se
convirtieron en obsesión; hasta que Octavio empezó a urdir un plan para capturar al Muqui y con él
a todo su oro.
Ya los mineros congeniaban de manera amistosa (aunque sin verlo) con el Muqui, ellos le dejaban
un poco de coca y cigarrillos en algún rincón de la mina a cambio de que éste no los haga víctimas
de sus travesuras.
El Muqui recogía los regalos (o mejor dicho el pago respectivo) de manera tan misteriosa que
absolutamente nadie sabia como ni cuando se aparecía. Pero para Octavio, en quien el Muqui se
Octavio había decidido atrapar al Muqui aquella noche, para lo cual se fue a hacer guardia junto a
los regalos que ese día le dejarían los trabajadores al pequeño ser, en lo más profundo del socavón.
Se tapó con una manta negra dejando una pequeña abertura para sus ojos. La zona estaba iluminada
por una pequeña antorcha, la cual le daba un aspecto más misterioso aún a aquella situación. Esperó
una, dos, cinco horas y nada; pero ya cuando bordeaban las cuatro de la madrugada, Octavio, quién
se había echado a dormir, sintió un gran peso sobre su espalda y aún sin moverse abrió totalmente
¡Este es el momento!
Entonces se levantó de improviso, trató de atrapar al Muqui con su manta, pero, cayó de bruces
sobre el piso, mientras el Muqui se reía como loco, burlándose del pobre Octavio.
-¡Anda, ponte de pie! gritó el Muqui. Octavio se levantó y así con la poca luz de la antorcha pudo
ver al Muqui.
-Es que las medicinas están muy caras y en la mina te pagan poco.
-Por favor señor Muqui dijo Octavio mientras se acercaba lentamente al enanito burlón y de un
felino salto, pudo cogerlo de las manos, forcejearon muy poco pero muy duro y por fin, ahí en el
suelo envuelto en la manta oscura estaba Octavio, sí el Muqui lo había atrapado a él.
-¿¡Así que querías oro, no!? Le resondró el Muqui, mirándolo con cierta ironía.
Mencionó el Muqui algunas palabras en quechua arcaico y se alejó riendo como siempre, como un
loco.
Mientras envuelto en la manta oscura, un gran bulto de oro en forma humana, descansaba en el
suelo. La esposa de Octavio, cansada de esperar y llorar, se fue a vivir a La Oroya, donde cada noche
tenía un sueño muy raro: un extraño resplandor la llamaba a través de un túnel profundo y se
despertaba sobresaltada cuando en el mismo sueño escuchaba una risa vesánica, demente... pero