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1.1 INTRODUCCCION
Cualquier análisis que se realice sobre la importancia de los alimentos funcionales y/o de
los nutracéuticos, tiene que ser visualizado desde el punto de vista de cómo utilizamos con
fines nutricionales los principales componentes de nuestra alimentación. Por lo cual, como
Capítulo inicial del Diploma, realizaremos una revisión de los aspectos más fundamentales
de la digestión y absorción de los nutrientes habituales en nuestra alimentación; los
carbohidratos, los lípidos, y las proteínas. ¿Qué es lo que comemos? En términos generales,
nuestra dieta debería estar compuesta idealmente en un 58% por carbohidratos (entre
complejos y refinados), un 30% de lípidos y un 12% de proteínas, considerados como los
macro nutrientes. Además, la dieta debería aportar cantidades mínimas de minerales y
vitaminas, considerados como los micronutrientes. Para una mejor comprensión de este
Capítulo, se sugiere revisar aspectos básicos sobre la estructura de los carbohidratos, lípidos
y proteínas.
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enzimas digestivas. La figura 1.1 muestra el contenido de carbohidratos de diferentes
alimentos.
FIGURA 1.1
La saliva, además del efecto lubricante que ejerce sobre los alimentos, contiene una gran
variedad de enzimas con poder para degradar a los carbohidratos, aún los más complejos.
Estas enzimas se conocen como amilasas salivales y actúan sobre los enlaces alfa-
glicosídicos de los polisacáridos como los almidones y el glucógeno, pero no sobre los
disacáridos. Aunque son muy activas, debido a que el tiempo de residencia del alimento en
la boca no es prolongado (y para algunos, muy corto), no pueden convertir a todos los
polisacáridos totalmente en disacáridos y monosacáridos. Así, se forman estructuras de
tamaño intermedio que se conocen como dextrinas (también denominadas dextrinas
límite u oligosacáridos), las que siguen su curso hacia el estómago después de la
deglución. En el estómago, debido a su alta acidez (pH 1-1,5) se desactivan las amilasas
salivales, por lo cual no ocurren cambios importantes con las dextrinas. Además, el
estómago no produce enzimas capaces de degradar a las dextrinas. Después de permanecer
aproximadamente tres a cuatro horas en la cavidad gástrica el alimento, ya parcialmente
digerido, pasa al intestino delgado.
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En el intestino delgado, específicamente en el duodeno, el alimento convertido en una masa
semi-líquida, recibe la secreción del páncreas (jugo pancreático), la que contiene amilasas
tan activas como las secretadas por la saliva. Estas amilasas pancreáticas, cuya acción se
ejerce durante un tiempo mucho más prolongado, degradan casi totalmente las dextrinas, u
oligosacáridos, para formar una mezcla de monosacáridos y disacáridos. Finalmente, es el
propio intestino delgado el que produce un grupo de enzimas denominadas disacaridasas e
isomaltasas, las que finalizan el proceso de hidrólisis de los carbohidratos. Las
disacaridasas más importantes son la maltasa (degrada maltosa a glucosa), la sacarasa
(degrada sacarosa a glucosa + fructosa), y la lactasa (degrada lactosa a glucosa +
galactosa). Las isomaltasas degradan las dextrinas límite u oligosacáridos remanentes a la
hidrólisis por parte de las enzimas pancreáticas, transformándolos totalmente a glucosa.
Hay oligosacáridos que no son degradados por las enzimas pancreáticas y por la isomaltasa,
y que pasan al intestino grueso donde se degradan por acción de las bacterias intestinales
(microbiota intestinal), por lo cual son considerados como parte de la fibra alimentaria. Es
el caso de los fructooligosacáridos y galactooligosacáridos como la rafinosa (un
trisacárido), la estaquiosa (un tetrasacárido) y la verbascosa (un pentasacárido), que se
hayan en diversas leguminosas (arvejas, porotos, lentejas). Las llamadas maltodextrinas,
moléculas que contienen hasta 9 unidades de glucosa, no se encuentran en forma natural en
los alimentos, sino que se obtienen por hidrólisis química o enzimática del almidón, y se
utilizan en la preparación de fórmulas lácteas infantiles de inicio, y también en fórmulas
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para uso enteral. De todos los almidones que se ingieren, una cantidad no despreciable, que
puede oscilar entre el 2% y el 5%, no es atacada por las enzimas digestivas del intestino
delgado. Esto ocurre cuando el alimento que contiene almidón se calienta y luego se enfría,
como ocurre con las papas, el arroz, o en la fabricación del pan. Parte de este almidón, que
con el calentamiento se gelatiniza, al enfriarse se transforma estructuralmente (proceso
conocido como retrogradación) lo que impide que sea degradado por las enzimas
digestivas. Esta fracción, que no es degradada por las enzimas del intestino delgado, y que
se denomina “almidón resistente”, pasa al intestino grueso donde se degrada por la flora
bacteriana, comportándose así como una fibra soluble. Durante la degradación del almidón
resistente, se producen gases (hidrógeno, dióxido de carbono y metano) y ácidos grasos de
cadena corta (acetato, propionato y butirato) los que se absorben rápidamente en lo
colonocitos o células del colon. La figura 1.2 esquematiza el proceso de digestión de los
carbohidratos.
FIGURA 1.2
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1.2.2 La absorción de los monosacáridos
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que se obtenían por diferencia de los otros macronutrientes y del agua. Hoy día existe un
creciente interés por conocer la composición y tipo de carbohidratos de un alimento, para lo
cual se han implementado técnicas específicas para la medición de cada uno de sus
componentes (cromatografía liquida de alta presión, HPLC). Es así como interesa la
composición de oligosacáridos, de disacáridos, de fibra dietaria, y de almidón resistente de
un alimento. Ahora sabemos más sobre la biosíntesis de los diferentes carbohidratos, de sus
propiedades físicas, químicas, y fisiológicas, de cómo son absorbidos y fermentados en el
intestino grueso. Muchos de ellos, antes no considerados de valor nutricional, tienen
propiedades funcionales. Valorizamos la funcionalidad de la inulina, antes considerada
como “no nutricional”, de los fructanos símiles de inulina, de la oligofructosa, de la
lactulosa, etc. Son muchos los ejemplos en los cuales los carbohidratos han encontrado una
nueva valorización.
La digestión de los lípidos es un proceso mucho más complejo que la digestión de los
carbohidratos y también de las proteínas. En términos de consumo, nuestra alimentación
aporta una variedad de lípidos mucho mayor que de carbohidratos. Consumimos
triglicéridos y fosfolípidos que contienen diferentes tipos de ácidos grasos (saturados,
monoinsaturados, y poliinsaturados) y de diferente tamaño de cadena (de cadena corta,
media, larga, y muy larga), consumimos además esteroles de origen animal, como el
colesterol, o de origen vegetal, como los fitoesteroles. Además, algunos alimentos vegetales
aportan ceras, que son ácidos grasos unidos a alcoholes de gran tamaño, y que
habitualmente no son absorbidas. Sin embargo, porcentualmente el mayor consumo es el de
triglicéridos (95% aproximadamente de los lípidos de la dieta) provenientes de aceites y
grasas de origen vegetal y/o animal. Por esta razón se analizará la digestión y absorción de
los triglicéridos, principalmente. La digestión y absorción del colesterol y de los esteroles
en general, será tratada en un Capítulo específico referido a la funcionalidad de los
fitosteroles. La figura 1.3 muestra el contenido de ácidos grasos de distintas materias
grasas, y la figura 1.4 el contenido de lípidos de alimentos de consumo habitual.
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mezcla de diglicéridos, una pequeña proporción de monoglicéridos, y ácidos grasos libres.
A este nivel digestivo prácticamente ya no quedan triglicéridos. Los ácidos grasos de
cadena corta liberados desde los tri y diglicéridos (en la boca y estómago), y en menor
proporción los de cadena media, pueden ser absorbidos directamente en el estómago y
transportados al hígado, constituyendo así una fuente de energía de rápida disponibilidad.
Este aspecto es muy importante, ya que ha permitido el desarrollo de los llamados
triglicéridos de cadena corta y media, los cuales aportan rápidamente energía y que son
muy útiles en tratamientos nutricionales de pacientes con problemas de absorción a nivel
del intestino.
FIGURA 1.3
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secreción de la bilis. La bilis, que contiene las sales biliares, fosfolípidos, y colesterol,
ejerce un efecto detergente y emulsionante de los monoglicéridos y de los ácidos grasos
libres, atrapándolos en unas microgotitas de composición compleja identificadas como
micelas mixtas
FIGURA 1.4
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absorbiéndose aproximadamente en un 50% en las células intestinales. El 50% restante se
elimina con las deposiciones.
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medio que las rodea. La concentración de los componentes inmersos en la capa acuosa no
miscible y en el interior de la célula intestinal es más baja que la del medio circundante, en
consecuencia, los productos de la hidrólisis fluyen a favor de la gradiente y por lo tanto
hacia la célula intestinal. Las proteínas que en el intestino se unen a los ácidos grasos,
facilitan el desplazamiento de los productos de la digestión a través de la membrana de las
células intestinales. La concentración de tales proteínas se ha correlacionado con la tasa de
absorción lipídica. La variación de la respuesta metabólica a la dieta entre un individuo y
otro ha sido atribuida, en parte, al polimorfismo de una proteína que liga ácidos grasos.
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lo cual se produce una absorción reducida de las grasas dietarias. Es el caso del
medicamento Orlistat (Xenical®). El Orlistat es un derivado sintético hidrogenado de la
lipstatina (hidroxilipstatina), un inhibidor natural de las lipasas pancreáticas, producido por
el hongo Streptomyces toxytricini, que bloquea la hidrólisis de los triglicéridos al unirse
covalentemente a un residuo de serina en el sitio activo de las lipasas. El consumo de
Orlistat en dosis de 120 mg, tres veces al día, puede disminuir hasta en un 30% la digestión
de los triglicéridos dietarios. Algunos productos que se utilizan como sustitutos de grasas
dietarias, pero que son de bajo o nulo efecto energético, basan su efectividad en el hecho
que aunque poseen muchas características similares a las grasas dietarias (apariencia, color,
plasticidad, en algunos casos sabor, etc), su estructura química les impide ser hidrolizados
por las lipasas intestinales. El Olestra es un producto que fue desarrollado por Procter &
Gamble (USA) y que se trata de una molécula de sacarosa cuyos grupos hidroxilos están
sustituidos por ácidos grasos de diferente tamaño de cadena. Esta unión no es hidrolizada
por las lipasas, por lo cual el Olestra no se absorbe y su aporte energético es equivalente a 0
cal. Aunque no ha sido un éxito como se esperaba, se le utiliza en la preparación de
diferentes “snacks” y de productos de confitería.
El proceso de absorción del colesterol es muy complejo y regulado y será tratado con
detalle en el Capítulo 3 (Módulo A) referido a los fitoesteroles como agentes
hipocolesterolémicos. La figura 1.5 esquematiza el proceso de digestión y absorción de los
lípidos dietarios.
Las sales biliares de las micelas no se absorben junto con los productos de la digestión de
los lípidos, sino en forma independiente por medio de mecanismos pasivos y activos de alta
eficiencia ya que aproximadamente un 97% a 98% de las sales biliares son reabsorbidas en
el íleon y retornadas al hígado, a través del circuito identificado como circulación entero-
hepática.
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FIGURA 1.5
Las proteínas son nutrientes que cumplen una gran variedad de funciones: estructurales,
reguladoras, defensivas, de transporte, y energéticas. Debido a estas importantes funciones,
es que nuestro organismo “cuida” mucho a las proteínas, regulando de tal forma su
metabolismo de modo que solo una pequeña cantidad sea utilizada en forma normal con
fines energéticos. Solo en condiciones de deficiencia de carbohidratos, y principalmente de
lípidos, es cuando se realiza un proceso más activo de degradación de proteínas tisulares
con la finalidad de producir glucosa y energía en desmedro de sus otras funciones. La
necesidad de ingerir proteínas deriva del requisito nutricional de contar con sus elementos
estructurales, los aminoácidos. No necesitamos de todos los aminoácidos provenientes de
las proteínas, ya que varios de ellos los puede biosintetizar nuestro organismo (son los
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aminoácidos no esenciales). Sin embargo, dado que no podemos formar un grupo de ellos
(aminoácidos esenciales), es que se justifica la necesidad de consumir proteínas en nuestra
dieta. La figura 1.6 muestra el contenido de proteínas de algunos alimentos.
FIGURA 1.6
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posteriormente pasan al intestino delgado. En esta cavidad, el jugo pancreático, que cuenta
con una gran variedad de enzimas proteolíticas, continúa el proceso. Las enzimas
pancreáticas también son secretadas en forma inactiva, transformándose en sus formas
activas, inicialmente por efecto de enzimas secretadas por el propio intestino, y
posteriormente en una cadena de activaciones iniciada por una de las enzimas pancreáticas
ya activadas. El proceso ocurre de la siguiente manera: el tripsinógeno es transformado a
tripsina activa por efecto de la enzima enteroquinasa, que es secretada por las células
intestinales. Posteriormente, la tripsina realiza la activación en cadena del
quimotripsinógeno a quimotripsina, de la procarboxipeptidasa a carboxipeptidasa, de
la procolagenasa a colagenasa y de la proelastasa a elastasa. La acción conjunta de todas
estas enzimas transforma a las proteínas y péptidos de mayor tamaño, en pequeños péptidos
de dos a cuatro aminoácidos (di, tri y tetrapéptidos). Posteriormente, son enzimas
secretadas por las células intestinales las que finalizan el proceso. Estas son di y
tripeptidasas, capaces de transformar a los péptidos pequeños en aminoácidos libres. La
figura 1.7 esquematiza el proceso de activación de los zimógenos, y la figura 1.8 la
digestión de las proteínas.
FIGURA 1.7
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FIGURA 1.8
Los aminoácidos formados por el proceso hidrolítico realizado por las peptidasas son
absorbidos por las células intestinales a través de transportadores específicos de acuerdo a
la estructura de los diferentes grupos de aminoácidos. Sin embargo también se absorbe una
cierta proporción de dipéptidos y tripéptidos, los que son posteriormente hidrolizados a sus
respectivos aminoácidos en el interior de las células intestinales y transportados a la sangre.
Por lo tanto, en el período post prandial también se observará un aumento del nivel de
aminoácidos en la sangre, el que se conoce como aminoacidemia post prandial. Es
destacable que ciertos dipéptidos y tripéptidos no son hidrolizados en las células
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intestinales pudiendo alcanzar la circulación sanguínea. Se ha establecido que la presencia
de estos di y tripéptidos en la sangre produce importantes efectos hipotensores, aspecto que
los ha llevado a ser incorporados en algunos alimentos con la finalidad de producir efectos
benéficos en la presión vascular. Un excelente ejemplo para el desarrollo de alimentos
funcionales.
La secreción pancreática de las enzimas digestivas que secreta esta glándula, está sujeta a
un fino control hormonal. Las células del duodeno distal y del yeyuno proximal producen
una pequeña hormona peptídica, la colecistoquinina (antes llamada pancreozimina) frente
a la presencia de los lípidos y de las proteínas parcialmente digeridas que alcanzan estas
regiones del intestino delgado. La colecistoquinina actúa sobre la vesícula biliar,
produciendo su contracción y la liberación de la bilis, y sobre las células exocrinas del
páncreas, causando la liberación de las enzimas digestivas. La hormona también reduce la
motilidad gástrica, con lo cual disminuye el flujo del contenido gástrico (el quimo) desde el
estómago al intestino delgado, permitiendo así una mejor digestión gástrica de los
alimentos por un mayor tiempo de permanencia de estos en el estómago. Otras células
intestinales producen otro pequeño péptido, la secretina en repuesta al bajo pH del quimo
que proviene del estómago. La secretina causa que el páncreas y el hígado, este último vía
el conducto biliar, secreten una solución acuosa rica en bicarbonato que tiene como
finalidad neutralizar el contenido gástrico, generando así el pH adecuado para la acción de
las enzimas pancreáticas. La figura 1.9 resume el control del proceso digestivo.
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FIGURA 1.9
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1.7 REFERENCIAS GENERALES
Bracco, U. (1994). Effect of triglyceride structure on fat absorption. Am. J. Clin. Nut. 60,
1002S-1009S.
Stahl, A., Hirsch, DJ., Gimena, RE., et al. (1999). Identification of the major intestinal fatty
acid transport protein. Mol. Cell. 4, 299-308.
Valenzuela, A., Sanhueza, J., Nieto, S. (1997). Digestión, absorción y transporte de los
ácidos grasos: una perspectiva diferente en la interpretación de sus efectos nutricionales.
Aceites & Grasas X, 582-588.
Wilson, MD., Rudel, L. (1994). Review of cholesterol absorption with emphasis on dietary
and biliary cholesterol. J. Lipid Res. 35, 943-955.
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