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EL ESPÍRITU SANTO EN LA FAMILIA

La familia es el lugar donde se gestan los valores humanos y


cristianos, es transmisora de vida, el lugar esencial donde se
conoce a Dios, donde se forman personas idóneas y responsables
para construir una sociedad justa y equilibrada. Los principales
responsables de esta formación son los esposos, quienes con su
testimonio de vida impregnan en sus hijos dichos valores que los
capacitan para vivir bien.

Pero ¿cómo podemos fomentar los valores humanos y cristianos en


la familia, en medio de una sociedad que solo piensa en el
consumismo, la moda, el dinero, los placeres, los vicios?¿Cómo
tener una familia estable, comprometida, que se mantenga firme y
constante y que pueda seguir adelante en medio de las dificultades,
las diferencias, el pesimismo, la desconfianza…?
La respuesta está en reavivar el don del Espíritu Santo que se nos
ha dado desde el Bautismo; es la toma de conciencia de que si no
dejamos actuar a Dios en nuestras vidas, será muy difícil
sostenernos como personas y por lo tanto será muy difícil mantener
una familia.

Veamos como el Espíritu Santo actúa en la Familia, la sana, la


restaura y le da la fuerza para seguir adelante.
Las Sagradas Escrituras nos muestran como en la fiesta de
Pentecostés los discípulos fueron transformados por el poder del
Espíritu Santo. Pedro lleno del Espíritu Santo exhorta a los judíos a
que reciban el poder que viene de lo alto: «Pedro les contestó:
«Conviértanse y que cada uno de ustedes se haga bautizar en el
nombre de Jesucristo, para remisión de sus pecados; y recibirán el
don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para ustedes y para sus
hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor
Dios nuestro.» (Hch.2, 38-39).

Tres palabras claves para reavivar el don del Espíritu Santo:


1. Conviértanse.
Convertirse equivale a dar un giro en la vida, a volverse hacia Dios,
es el cambio de mentalidad, es una opción por Jesucristo y por su
estilo de vida. La conversión conlleva a dar la espalda al pecado y
volverse a Jesucristo
La conversión no busca que los demás cambien sino que yo sea
mejor persona. Yo soy el que cambio y de esa manera puedo
observar que las cosas son hermosas.

2. Bautizarse en el nombre de Jesucristo.


Dice la Palabra de Dios que Juan bautizó con agua, pero Jesús nos
bautizará con Espíritu Santo (Mc 1, 8). No se trata de bautizarnos
nuevamente, sino de revivir las gracias y carismas dadas el día del
Bautismo.
Bautizar significa sumergirse en el amor de Dios, en su poder, en
su acción.

3. Recibir el don del Espíritu Santo


Recibir el don del Espíritu Santo es:
-Recibir, el aliento vivificante de Dios que nos hace nacer de nuevo
(Jn. 3, 5)
-Tener una vida nueva, ser un hombre y una mujer nuevos (Col. 3,
10).
-Despojarse del vestido viejo y harapiento, que son los miedos, las
ataduras, los chismes, las críticas, etc. para revestirnos de la nueva
vestidura de los hijos de Dios.
-Estar llenos de su presencia, de su fuerza, de su bendición,
dejándonos iluminar y guiar por Él.

La familia que recibe el don del Espíritu Santo es una familia que
puede tener los mismos sentimientos de Jesús, que puede amar
como amo Jesús, perdonar como Él perdonó, servir y acoger a los
demás como lo hizo el Maestro, tener un corazón manso y humilde.

Solo la gracia del Espíritu Santo hará familias nuevas, que se amen
y se fortalezcan para afrontar los retos del día a día.

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