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1. Introducción
El juez afirmó, al emitir el auto de prisión preventiva, que para evaluar el arraigo
se deben tener en cuenta: el arraigo domiciliario, el arraigo laboral y el arraigo
familiar.
* Abogado del Estudio Oré Guardia. Máster en Justicia Criminal por la Universidad Carlos III de Madrid
de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Integrante del taller de Derecho procesal penal de esta
casa de estudios.
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No queda claro este aspecto en la audiencia, pero parece ser que actualmente la procesada vive en una
casa alquilada y que el predio que ha comprado recién está en construcción. Por eso ella afirmó en la
audiencia que, si le dan tiempo, puede presentar recibos que demuestren su arraigo domiciliario.
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efectuada por notario público. En cuanto a los dos últimos tipos de arraigo –
laboral y familiar–, el juez consideró que sí existen.
En suma, para el juez existe peligro de fuga: primero, porque la Sra. Velásquez
no tiene arraigo domiciliario; segundo, por la gravedad del delito; y, finalmente,
por la magnitud del daño causado y la ausencia de una actitud voluntaria de
repararlo.
De otro lado, en cuanto al peligro de obstaculización, el juez afirmó que este está
latente toda vez que en el colegio donde enseña la procesada también estudian
los agraviados y, por tanto, ella podría influir para que cambien su versión,
debido a que solo se tiene el acta de entrevista y todavía no han brindado su
declaración.
2La Corte IDH ha sido claro al respecto, pues ha manifestado que “al ser la prisión preventiva una
medida cautelar y no punitiva, existe una obligación estatal de no restringir la libertad del detenido
más allá de los límites estrictamente necesarios para asegurar que aquél no impedirá el desarrollo
del procedimiento ni eludirá la acción de la justicia”. Corte IDH. Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela, de
20 de noviembre de 2009, párr. 144.
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para afirmar que hay peligro de entorpecimiento probatorio. A continuación,
analizaremos brevemente cada uno de ellos.
3 Corte IDH. Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela, de 20 de noviembre de 2009, párr. 144.
4 Comisión IDH; informe n.o 2/97, casos 11.205, 11.236, 11.238, 11.239, 11.242, 11.243, 11.244,
11.247, 11.248 11.249, 11.251, 11.254, 11.255, 11.257, 11.258, 11.261, 11.263 11.305, 11.320,
11.326, 11.330, 11.499, Y 11.504 Argentina; 11 de marzo de 1997, párr. 29.
5 Comisión IDH, Demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso de Francisco
Usón Ramírez (Caso 12.554) contra la República Bolivariana de Venezuela, párr. 172.
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Siendo ello así, el razonamiento del juez en este caso debió ser como sigue:
el fiscal ha acreditado con datos objetivos que la imputada no cuenta con
arraigo domiciliario, y no debió trasladarle dicha carga a esta. Y es que el
hecho de que la procesada no haya podido acreditar el arraigo domiciliario
no supone necesariamente que no lo tenga.
61 CIDH. Informe n.° 84/10, Caso 12.703, caso: Díaz Peña vs. Venezuela, 13 de julio de 2010, párrs.
150, 152, 153, y 172; ComIDH, Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las américas, 2013,
http://www.cidh.org
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son, por sí mismos, justificación suficiente de la prisión preventiva; pues
“aún verificado este extremo, la privación de libertad del imputado no puede
residir en fines preventivo-generales o preventivo-especiales atribuibles a
la pena, sino que sólo se puede fundamentar […] en un fin legítimo, a saber:
asegurar que el acusado no impedirá el desarrollo del procedimiento ni
eludirá la acción de la justicia”7.
El juez afirma que el criterio de “La magnitud del daño causado y la ausencia
de una actitud voluntaria de la imputada para repararlo”, también
fundamenta, en este caso, la presencia del peligro de fuga. En efecto, el juez
considera que no hay una voluntad para reparar el daño, debido a que la
imputada permaneció en su vehículo y no bajó para auxiliar a los menores
agraviados.
Este criterio se encuentra regulado en el art. 269.3 del CPP de 2004, el cual
prescribe que el peligro de fuga puede evaluarse a la luz de “La magnitud del
daño causado y la ausencia de una actitud voluntaria del imputado para
repararlo”.
San Martín Castro afirma que una interpretación literal de dicho criterio es
“(…) desacertado, pues condiciona la valoración de la conducta del
procesado frente a un hecho futuro e incierto como es el pago de una
eventual reparación civil y, además, adopta un canon para la determinación
7 CIDH, Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador, de 21 de noviembre de 2007, párr. 103;
Caso Barreto Leiva Vs. Venezuela, de 17 de noviembre de 2009, párr. 111; entre otros.
8 Sentencia casatoria n.° 626-2013-Moquegua (cons. 48).
9 Sentencia casatoria n.° 626-2013-Moquegua (cons. 49).
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de la pena como es el hecho de analizar su comportamiento frente a la
víctima”10.
Del Río Labarthe, por su parte, afirma que este criterio debe ser
interpretado, si es que se tiene en consideración, siempre en forma favorable
al procesado, como indicador de su buena conducta procesal, y como un
criterio que desincentiva el riesgo de fuga”11. Se entiende, en consecuencia,
que no podrá ser tomado con consideración como un criterio en contra del
imputado para afirmar que existe peligro de fuga. Es decir, si el imputado
busca resarcir el daño causado, se valorará positivamente esta conducta
para sostener que no hay peligro de fuga; pero si el imputado no asume tal
posición, simplemente no se tendrá en consideración este criterio. Esta
interpretación sería, coincidiendo con la Corte Suprema y con los autores
citados, la única que resulta compatible con la finalidad de la prisión
preventiva.
Así las cosas, queda claro que la decisión del juez en este extremo ha
distorsionado la finalidad de la prisión preventiva, ya que la interpretación
que ha realizado no guarda sintonía con la manifestada por la Corte Suprema
ni con los autores citados, sino que su interpretación apunta a que hay
ausencia de voluntad de reparar el daño porque la procesada no se bajó del
auto y, por tanto, no ayudó a los menores.
4. Peligro de obstaculización
10SAN MARTÍN CASTRO, César, Derecho procesal penal. Lecciones, Lima (Inpeccp), 2015, p. 461
11DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo, Prisión preventiva y medidas alternativas, Lima (Instituto
Pacífico), 2016, p. 214.
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La pregunta que resulta evidente es: ¿hay algo que pueda obstaculizarse en este
caso?, ¿la declaración de los menores sería fundamental para la acreditación del
hecho delictivo?, ¿puede existir peligro de obstaculización, en este caso, si la
procesada no cuestiona el primer presupuesto y, además, les proporciona dinero
a las víctimas?
Este tema resulta sumamente cuestionable y lamentable que un juez afirme que
pueda existir peligro de obstaculización porque ella enseña en el mismo colegio
donde los menores estudian y que, por tanto, puede influir en su declaración. Y
es lamentable porque no advierte que en este caso los hechos están claros, no es
un aspecto, por los vídeos que existen, que tenga que discutirse, de ahí que sea
llamativo que la procesada no se acoja a un proceso especial. Si los hechos están
claros, ¿sobre qué podría influir la procesada en la declaración de los menores?,
¿sobre qué declararían los menores, respecto a si fueron atropellados por la
procesada?
5. Conclusión
Finalmente, debemos recordar las palabras del profesor Julio Maier: la prisión
preventiva “quiere decir, en principio, que desconfiamos del imputado en grado
sumo, pues él es capaz de poner en peligro la realización del procedimiento o la
consecución de sus fines, razones por las cuales, para evitar esos riesgos, la ley
propone mantenerlo prisionero durante el procedimiento penal, caso
excepcional –definido jurídicamente– frente a la regla de la libertad personal”12.
La pregunta es: ¿la profesora a quien se le impuso la prisión preventiva ponía en
peligro la realización del proceso?
12 MAIER, Julio, Derecho procesal penal, t. III, Buenos Aires (Del puerto), 2011, p. 416.