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Ciudad e industria.

Algunas reflexiones sobre el concepto de ciudad


industrial

Las actividades económicas han configurado históricamente la morfología y


funcionalidad de las ciudades, territorios y regiones, desde los barrios de artesanos
que marcan la fisonomía de partes de la ciudad antigua, medieval y moderna, a las
posteriores poblaciones preindustriales surgidas en la proximidad de fuentes de
energía y materias primas, o hasta la configuración de áreas urbanas y colonias
destinadas a la industria masiva en los siglos XIX y XX. Los paisajes urbanos
industriales constituyen una herencia de las funciones urbanas de la ciudad, y
posibilitan el análisis de su cualidad como producto cultural derivado de los usos
económicos asumidos a lo largo de la historia o en un momento determinado del
tiempo[1].

Desde hace varias décadas el concepto de ciudad industrial ha sido objeto de diversas
reflexiones críticas por parte de la historiografía de la ciudad, centradas en la posibilidad de
definir al menos dos realidades que comparten pero también divergen en sus contenidos y
significados. Una de sus acepciones, la más empleada genéricamente, es la referida a las
estructuras urbanas afectadas por los procesos capitalistas y sistemas de producción
mecanizada desarrollados principalmente desde el siglo XIX, esto es, la ciudad que recoge
la influencia de los cambios productivos determinados por la Revolución Industrial con todas
sus implicaciones políticas, económicas, o sociales. Pero además, partiendo de una
clasificación funcional, se pueden tipificar genéricamente como “ciudad industrial” aquellas
poblaciones creadas ex novo, por y para ejecutar uno o varios procesos productivos de
manera unívoca o en simbiosis con otras actividades económicas. En estos casos, se
planifican alojamientos para los trabajadores y administradores, así como los equipamientos
necesarios para el desarrollo de la vida cotidiana[2].

En este último supuesto la ciudad industrial sería una categoría de ciudad,


definida por la actividad dominante, mientras que en el primero sería un enunciado
referido a una fase o período de su desarrollo histórico. Por ello, para algunos
expertos sería inexacta la aplicación de esta clasificación nominal en este último
caso, apostando por el término más adecuado de “ciudad de la edad
industrial”, ciudad burguesa, o ciudad moderna[3], ya que, como afirman Louis
Bergeron y Marcel Roncayolo, existe una ambigüedad en la aplicación del término
industrialización, al no constituir éste el único factor de crecimiento urbano en el
S. XIX, ni imponerse como fenómeno de una sola vez y de manera sincrónica en
todas las regiones europeas, ni centrarse y extenderse a todas las actividades
productivas por igual, al mismo ritmo y a la sociedad tanto sectorialmente como
geográficamente[4].

Al hilo de estas consideraciones, es preciso agregar que la ciudad no ha poseído


históricamente el monopolio de la implantación industrial, y según los momentos
y las regiones no es tampoco el lugar prioritario. Las industrias antes y después de
la revolución de los transportes se ubicaron a menudo en la proximidad de las
fuentes de energía y las materias primas, desplazándose hacia localizaciones
estratégicas del medio rural por motivos diversos: proximidad a las materias
primas, facilidad de comunicación entre puntos de destino, menor coste del suelo,
mayor control de la producción y del factor humano. En la transición de la etapa
preindustrial a la industrial, si los núcleos urbanos consolidados comenzaban a ser
el lugar privilegiado para la actividad productiva, esta realidad coexistía con una
tradición preindustrial basada en una red de centros de producción rurales que
materializaron lo que los enciclopedistas denominaron “industrias o manufacturas
dispersas”, consistentes tanto en formas de producción mixta como en la
fragmentación de las actividades en el territorio. Los asentamientos rurales
dedicados a la industria precedieron, acompañaron y subsistieron a las grandes
revoluciones industriales urbanas. Ambas realidades, manufacturas
concentradas frente a manufacturas dispersas serían objeto de sendos debates en
la Europa del siglo XVIII en función de las ventajas de cada variante respecto al
tipo de artículos a producir. Por estas razones, parece oportuno, desde los orígenes
de la industrialización, expandir el estudio de la ciudad industrial a la región
industrial, ya que la ciudad desde antiguo comprende también su área rural
circundante, y por ello cualquier metodología de estudio debería implicar la
organización territorial de lo urbano[5]. Del mismo modo que la ciudad o
población industrial no siempre constituye un ente unifuncional, siendo el binomio
industria-agricultura la solución más extendida en la formación de colonias y
ciudades industriales en la edad moderna y contemporánea.

La eclosión de buena parte de ciudades o colonias industriales contemporáneas se


produjo como consecuencia de la mala reputación que fue adquiriendo el
crecimiento urbano debido a la industrialización masiva. De este modo, en la
propia génesis de la ciudad industrial emergió una potente e influyente tendencia
crítica antiurbana y anti-industrializadora contra los organismos urbanos
aniquilantes y distorsionadores de las formas de vida preindustriales vinculadas a
los modos de producción artesanales y a los medios de vida rurales[6].
Principalmente en Inglaterra y Francia proliferan en el siglo XIX propuestas de
reformadores sociales y filántropos que reaccionan ante los desaciertos de un
medio urbano en constante progreso expansivo y demográfico por el avance del
sistema de producción capitalista[7]. Pensadores y políticos como Engels, Marx,
Fourier, Proudhon, Carlyle, Considérant, Ruskin, Pugin, Robert Owen o Morris
enarbolaron una crítica a la “ciudad industrial” existente y plantearon en muchos
casos nuevas fórmulas ideológicas, funcionales y morfológicas que constituyeron
las bases de las colonias y ciudades creadas para la industria. Algunas de estas
propuestas teóricas trataron de vislumbrar la posibilidad de una “arcadia
industrial” semi-rural, donde los principios del pensamiento utópico-positivista
sobre la armonía de clases dentro del mundo del trabajo pudieran materializarse.
Con una fuerte impronta paternalista, se promoverá una mejora del hábitat, del
equipamiento y el espacio público encubriendo en el fondo la búsqueda de la
máxima rentabilidad de la producción mediante el control sistemático de los
espacios y tiempos de los individuos, la homogeneización de las mentalidades, y
la racionalización de los itinerarios y los espacios en los que se desarrollaban los
procesos humanos y mecánicos[8]. En estas colonias y ciudades se plantea una
nítida zonificación –residencial, industrial, equipamientos, zonas verdes y
cultivos-, que preludia el proyecto de ciudad industrial de Tony Garnier, el
movimiento de las ciudades-jardín, las ciudades industriales del des-
urbanismo soviético, filtrándose finalmente en la ideología urbana del
Movimiento Moderno.

Las primeras experiencias de planificación urbana para la industria

En los siglos de la Edad Moderna aparecen los primeros ejemplos de poblaciones


industriales en las que se plantea una segregación del mundo del trabajo, antes
inscrito o mezclado en los ganglios de la ciudad de origen antiguo o medieval,
conformando organismos urbanos que a menudo expresan en sus trazados un
orden que no obedece sólo a la necesidad económica sino también a la expresión
de funciones ideológicas. También un corpus teórico que alimenta una idea de
ciudad que servirá como punto de partida para entender en qué presupuestos se
cimentó la cultura urbanística que subyace en la planificación de Nuevo Baztán.

Sin duda recogiendo el sentir de su tiempo, la Nueva Atlántida (1638)[9] de


Francis Bacon anuncia un cambio de mentalidad respecto a las utopías anteriores,
al presentar una suerte de utopía científica que apuesta por el conocimiento
experimental, el impulso de la industria y el utilitarismo de las máquinas,
elementos que constituirán la génesis de la Revolución Industrial inglesa. A su
vez, la Descripción de la Sinapia, península en la tierra austral, manuscrito
anónimo y no datado, atribuido a su propietario, el Conde de Campomanes, refleja
las transformaciones operadas en la transición hacia el siglo ilustrado en su
valoración económica de la ciudad y el territorio para adaptarlos a las nuevas
necesidades del comercio, la industria o la agricultura, a través de un nuevo
modelo de ciudad plasmado en un trazado cartesiano extensible al territorio,
reflejando en su malla espacial isótropa una suerte de mundo igualitario y
armónico donde se dignifica el mundo del trabajo[10].

En la Europa del S. XVII asistimos a la aparición de ciudades o poblaciones


vinculadas a diversas actividades industriales por iniciativa privada o
estatal, unidas a la firme voluntad de activación socio-económica de territorios
pobres y despoblados, pero a menudo también pensadas como mecanismos de
poder y ascenso social. En Francia aparecen algunos de estos ejemplos pioneros,
en ocasiones manteniendo elementos simbólicos y formales de los esquemas
organizativos tradicionales del poder eclesiástico-civil. Es el caso de la ciudad de
Charleville, fundada en 1606 por el duque Carlo Gonzaga Nevers con el fin de
atraer colonos ofreciendo tierras y privilegios a todos los que quisieran establecer
manufacturas. El grabado de hacia 1626 que representa la ciudad a vista de pájaro
muestra un esquema ideal de urbe fortificada de perímetro abaluartado que
encierra un trazado en retícula fuertemente jerarquizado en torno a la plaza ducal
central (Figura 1). De mayor trascendencia, algunas manufacturas promovidas por
Colbert en Francia se organizan como pequeñas ciudades autosuficientes: la
fábrica de espejos de Tour-la-Ville, cerca de Cherburgo (1666); la de tejidos de
Villeneuvette (1667), las factorías textiles de Van Robais en Abbeville (1665) y
Sedan. Algunas de estas ciudades planificadas de nueva planta deben su origen a
la defensa militar vinculada a la expansión del comercio marítimo. La ciudad de
Rochefort fue fundada en 1665 como arsenal y puerto naval de la marina por
iniciativa de Colbert sobre un lugar de la costa del Atlántico en la desembocadura
del río Charente, en un emplazamiento elegido por una comisión real de la que
Blondel formaba parte. Su trazado en semicírculo irregular se adapta a la curvatura
del río y revela una clara zonificación en función de las necesidades y usos de cada
parte de la ciudad, por ello, tal como se aprecia en el plano de 1785, el cambio
respecto a Charleville resulta evidente, ya que en este caso, los esquemas teóricos
y su valor estético se subordinan a la función que determina la clara organización
de los diversos grupos de edificaciones[11] (Figura 2).

Figura 1. Charleville. Plano de Moreau. Figura 2. Detalle del plano de la ciudad, del
Siglo XVII. puerto y del arsenal de Rochefort (1785).
Fuente: Lavedan et al. L´urbanisme à l´époque A.N. Archives de la Marine.
moderne. XVIe-XVIIIe siècles. Fuente: Lavedan et al.

Con el tiempo, la industria de promoción estatal crearía un repertorio importante


de nuevos núcleos apareciendo una simbiosis de antiguos y nuevos repertorios
lingüísticos y urbanísticos. Las salinas de Chaux, en el Jura, construidas entre las
poblaciones de Arc y Senans según el proyecto de Ledoux de 1774, constituyen
un ejemplo de ciudad industrial fundada ex novo, incorporando un programa de
reformas en dos niveles: el acomodo físico de los trabajadores en la estructura
social de producción; y la expresión arquitectónica, capaz de dotar a la industria
de un lenguaje que reforzara tanto la vigilancia como la vida en común[12]. Como
han estudiado Anthony Vidler y Thomas Markus, a lo largo del siglo XVIII
asistimos a la concreción formal de la industria y a la aparición de tipos
especializados que emergerán en el seno de ciudades utópicas de la producción,
en las que también surge la plasmación del discurso sobre la vigilancia en la forma
compositiva del conjunto, como ocurre en el plano de Pierre Toufaire para la
siderúrgica de Le Creusot en la Borgoña francesa (1781)[13], donde el eje axial
conecta simbólicamente la casa del patrón en la parte superior con los edificios
productivos y la fundición en el extremo inferior, uniendo en el mismo eje control
e inversión, y situándose los trabajadores en las márgenes del conjunto. Así, en el
caso de Chaux el espacio destinado al patrón se sitúa en el punto central del
panóptico desde donde ejercer simbólicamente un supuesto control –más
simbólico que visual- sobre los espacios perimetrales destinados a los
trabajadores.

Pero además, al margen de sus enfáticas composiciones urbanas, como reflejan las
salinas de Chaux, estas poblaciones industriales llevaban implícita una
organización territorial y regional de la actividad que transformaría el carácter del
territorio tanto funcional como físicamente de ahora en adelante. Las láminas de
los diversos proyectos utópicos de Ledoux constituyen un documento excepcional
que expresa la dimensión iconográfica y estética conferida a la industria de
promoción estatal, y a su vez, la asignación a ésta de un papel de reactivación del
territorio nacional en el seno del pensamiento ilustrado. Los proyectos en torno al
bosque de Chaux y los valles vecinos, entre 1775 y 1800 preveían la instalación
de fábricas, talleres, instituciones y viviendas de todo tipo, destinados a revelar un
nuevo orden industrial que incluía el campo, puesto que la producción de la sal y
el hierro se mantenía gracias a una gran fuerza de trabajo y materias primas
procedentes del bosque, de una “Economía rústica”, como la había denominado
Diderot, que demostraba la estrecha interrelación entre industria y agricultura en
el período que nos ocupa. Cobra así sentido el comentario de Vidler sobre las
salinas de Arc et Senans, “(…) la geometría centralizada de las salinas se expandía
radialmente y a lo largo de sus ejes para controlar todo un territorio, como si en el
propio acto de medición, trazado y construcción de una red de comunicaciones la
tierra quedara destinada al cultivo productivo” (Figura 3)[14].

La asimilación del pensamiento ilustrado sobre el necesario y urgente impulso de


la industria y el comercio por parte del Estado, se materializaron en España en la
creación de Reales Manufacturas y otras experiencias productivas, fábricas de
artículos suntuarios, metalurgia y textiles, que serían controlados en régimen de
monopolio. No obstante, desde el punto de vista urbanístico las industrias del siglo
XVIII en contadas ocasiones produjeron grandes transformaciones urbanas y
edificatorias en las poblaciones ya existentes, siendo también muy escasa la
creación de poblaciones de nueva fundación de relieve[15]. Merece destacarse en
este punto la importación del debate político-económico sobre la tipología de las
manufacturas en función de su emplazamiento, de forma semejante a como se
planteaba en el artículo Manufacture contenido en la Encyclopédie ou
dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des metiers (1751-1765). En suma
lo que se planteaba era la disociación entre emplazamientos urbano y rural para la
industria, y la conveniencia de adoptar una u otra fórmula en relación al tipo de
artículos fabricados: la manufactura dispersa por un lado, formada por talleres
artesanales y asociada al ámbito rural; y la manufactura concentrada, en contextos
urbanos y adoptando generalmente el modelo de fábrica que reunía en un único
recinto las diversas fases del proceso productivo y destinada a producir artículos
suntuarios y otros demandados en la ciudad[16].

La industria en el ámbito rural daría lugar a la aparición de los primeros núcleos


que incluyen sistemáticamente equipamientos residenciales o poblaciones de
nueva planta con fines productivos. Algunos conjuntos fabriles surgen en el
medio rural por motivos de optimización de las materias primas y fuentes de
energía. Es el caso de las Reales Fábricas de Municiones de Hierro de Eugui
(1766) y Orbaiceta (1784), o de la Real Fábrica de latón, cobre y cinc de San
Juan de Alcáraz (1773-1800)[17], a modo de conjuntos que siguen ordenaciones
orgánicas, distribuyendo sus edificios productivos, viviendas y otros
equipamientos en diversas cotas adaptadas a la orografía del terreno.

Sin embargo, estas experiencias no adoptaron el rango de poblaciones industriales.


Nuevo Baztán y el Real Sitio de San Fernando de Henares, en el SE de la provincia
de Madrid, son las únicas poblaciones creadas ex novo con fines productivos en el
ámbito rural que surgen en la primera mitad del siglo XVIII en España. San
Fernando, próximo a la Corte, fue incorporado a la Corona en 1746 a instancias
del rey Fernando VI con el objetivo de establecer una Real Fábrica de Paños [18].
En su trazado urbano, nunca colmatado según la idea original y profundamente
desvirtuado con el tiempo, se produce un trasvase a fines utilitarios de esquemas
de composición barrocos vinculados a elementos representativos. Como refleja la
cartografía y planos conservados, la Corona no busca aquí expresar su prestigio
personal creando una ciudad cortesana con la industria subordinada al contenedor
palacial, sino que reclama su papel de promotora de la industria. El difundido
plano del Real Sitio firmado por Vargas Machuca hacia finales del S. XVIII,
confirma en sus rotulaciones la función predominantemente fabril que tuvo la
población y no la regia residencial que le asignaron algunos autores como
Lavedan, quien plantea una lectura algo distorsionada del concepto de estas
primeras poblaciones industriales españolas cuya memoria del trabajo se pierde o
desvirtúa con el paso del tiempo.

El Real Sitio de San Fernando es una muestra de ejemplo simbiótico, como Nuevo
Baztán y otros ejemplos coetáneos, entre manufactura concentrada y manufactura
dispersa pues nace como una entidad autosuficiente formada por el núcleo
poblacional y su territorio circundante, donde se hallaban cultivos, huertas, una
red canales y azudes, un batán, un tinte, un molino de papel y carbón, instalaciones
secundarias de la industria pañera que servían a la factoría principal, alejadas del
núcleo de población por la proximidad a la fuente de energía y a la materia prima,
o para evitar riesgos e impactos medioambientales nocivos (Figuras 4 y 5).
Figura 3. C. N. Ledoux. Proyecto de Salinas Figura 4. Plano Geométrico del
de Arc et Senans, 1775-1779. Real Sitio de San Fernando y su
Fuente: A. Vidler. El espacio de la Ilustración. Jurisdicción. Detalle.
Carlos Vargas Machuca, 1796-1799. AGP.
Fuente: Comunidad de Madrid. El
patrimonio arqueológico y paleontológico.

En síntesis, en estos primeros asentamientos planificados para la industria en el


tránsito entre la cultura urbanística barroca a la ilustrada aparecen en toda Europa
varias particularidades influyentes en el futuro: el discurso sobre la vigilancia, las
respuestas a la voluntad de zonificación funcional mediante la materialización de
un plano ideal basado en composiciones axiales y simétricas, o en la aplicación
severa de sencillos esquemas en damero combinados con elementos
escenográficos -plazas y ejes de perspectiva, o bien en ordenaciones que buscan
un efecto más orgánico y pintoresco. Formas urbanas donde se evidencia una
voluntad que excede el mero funcionalismo como ocurre en la ciudad lituana de
Kunsztow (Figura 6) creada en 1780 sobre el río Lolosna, a instancias de la
dirección de la Tesorería Real de las manufacturas del Estado para la producción
de mercancías de lujo como cristalería, sedas, naipes, y a otras industrias pesadas
como fundiciones, forjas, fábricas de munición, cuyo proyecto, realizado sólo
parcialmente, destaca por el experimentalismo de su diseño unido a la ubicación
funcional de los diversos sectores productivos en relación a la fuente de energía
hidráulica. El serpenteante curso fluvial parece determinar un trazado que huye de
la regularidad y la simetría para plantear un flexible esquema policéntrico a modo
de diagrama abierto e intercambiable, variado y orgánico, constituido a partir de
la organización de fábrica y viviendas obreras en torno a circus o plazas
conectadas por vías radiales. En fechas cercanas, en Nápoles, el rey Fernando IV
de Borbón, fundador de la colonia sedera de San Leucio como parte del Belvedere
Real del Parque de Caserta, remodelado en 1778 con objeto de albergar una serie
de industrias de la seda destinadas a suministrar materiales a las ricas residencias
aristocráticas del reino y del exterior, y que incluía además equipamientos como
casas para los obreros, iglesia, escuela, y aposentos reales, vislumbró la idea de
emprender en sus posesiones una “gran comunidad obrera”[19] alojada en un
ambicioso proyecto experimental, Ferdinandopoli, una ciudad para la industria de
la seda cuidadosamente planificada según los esquemas de una ciudad ideal radio-
concéntrica, con una plaza central de trazado radial con catedral, casino real y
teatro (Figuras 7-8).

Por último, es preciso reiterar los efectos inducidos por estos núcleos de actividad
en su territorio. Un territorio modificado por la industria, como se ha venido
demostrando, contenedor de las redes y nexos que dotan de significado a estos
conjuntos, por tanto, los análisis de las tramas urbanas y de los efectos territoriales
y paisajísticos son elementos imprescindibles a considerar en toda investigación
histórica y en las políticas de recuperación del patrimonio industrial.

Figura 5. Plano Geométrico Figura 6. Planta del Figura 7-8. Planta de la Colonia
del Real Sitio de San poblado industrial de de San Leucio (Nápoles).
Fernando y su Jurisdicción. Kunsztow. Hipótesis de adaptación a la fundación
Fragmento. Lituania, 1780. de Ferdinandopoli
C. Vargas Machuca, 1796-1799. Fuente: Th. Markus, Buildings Fuente: Sica, Historia del Urbanismo. El
& Power. siglo XVIII.

Nuevo Baztán: planificación urbana y territorio de la industria

Nuevo Baztán es una población industrial de nueva fundación creada en los


primeros años del siglo XVIII al sureste de la provincia de Madrid. El núcleo se
emplaza sobre una llanura de la región natural de los Páramos -Páramo de
Pozuelo- dentro del área territorial de la Meseta madrileña (a 831 metros de
altitud), sobre un terreno que desciende abruptamente por la parte oriental hacia
el arroyo de la Vega, eje fluvial que discurre de norte a sur a modo de grieta
geológica que lo separa del término de la Olmeda de las Fuentes. Desde época
medieval tenemos noticias documentadas de la existencia de núcleos establecidos
de manera lineal a lo largo de las riberas del arroyo de la Vega o del río Tajuña,
que fomentaron relaciones territoriales a lo largo de la Historia.

La fundación de Nuevo Baztán aparece como experimento pionero y precedente


de los impulsos del reformismo borbónico del siglo XVIII, centrados en una
política de estímulo de la industria, el comercio y las redes de transporte y
comunicaciones, así como de colonización de amplias zonas del país. Experiencias
promovidas por hombres del talante de Don Juan de Goyeneche (1656-1735),
fundador de Nuevo Baztán, al ensayar en los territorios donde implantó sus
industrias y actividades los principios del colbertismo. Nacido en Arizcún, en el
Valle del Baztán en 1656, Goyeneche fue un personaje polifacético y
emprendedor, escritor y editor de la “Gaceta de Madrid”. Vinculado a las
tesorerías de la Corte de Carlos II y de Felipe V, su trayectoria se centra en una
exitosa carrera administrativa al servicio de la monarquía, plataforma desde donde
se lanzó al desarrollo de múltiples negocios y actividades financieras y mercantiles
ocupando puestos que les procuraron grandes beneficios y un rápido ascenso
social[20].

No obstante, Juan de Goyeneche no fue simplemente un arribista, sino que destacó


por una sólida formación cultural. Formado en el Colegio Imperial de los Jesuitas
de Madrid, siendo allí su preceptor el Padre Bartolomé Alcázar, son constantes las
referencias a la fama que acumuló su biblioteca[21], así como su afición a los
temas históricos, sus diversas empresas editoriales, y su labor de mecenazgo
coincidente con la organización de una tertulia literaria presuntamente en su casa-
palacio de Nuevo Baztán. Faceta intelectual y humanista que ayuda a entender el
contexto cultural en que se concibe la traza de la población y su arquitectura.

Sus biógrafos y amigos ya ensalzaron en su tiempo la labor de promoción


industrial llevada a cabo en la Olmeda y el Nuevo Baztán. La célebre obra de
Gerónimo de Uztáriz Theorica y practica de Comercio y Marina (1724, 1757)
resulta un texto clave para entender el contexto en que Goyeneche emprende su
actividad industrial en Nuevo Baztán, y en el que se alaba la creación de la fábrica
de cristales de Nuevo Baztán, así como las fábricas de paños de esta población y
las de la Olmeda. Goyeneche, relacionado con el grupo de los denominados
“novatores”, se sitúa en la élite avanzada de su época, dentro de los españoles que
aspiraban a compatibilizar el trabajo y la nobleza y eran innovadores en sus
actividades económicas, austeros, cultos y profundamente religiosos en su vida
privada. Las relaciones entre Goyeneche y Gerónimo de Uztáriz, analizadas por
Reyes Fernández[22], debieron ser estrechas y amistosas hasta el punto de afirmar
que posiblemente la Theorica surge de aquellas tertulias cultas en la casa de Juan
de Goyeneche, a las que asistía también el padre Feijoo, y donde nació un grupo
de publicaciones vinculadas a los intereses económicos de Goyeneche, como el
libro de Pierre Daniel Huet Comercio de Holanda (1699) que prologó el propio
Uztáriz. En esta misma línea editorial Goyeneche también costeó la edición y
traducción de otra obra francesa, Economía general de la casa de campo,
traducida en Nuevo Baztán por don Francisco de la Torre y Ocón en 1724 y
dedicada a Juan de Goyeneche, siendo un tratado sobre agricultura que ofrece
datos relevantes sobre la compatibilidad económica entre industria y agricultura,
aspecto éste que contribuye a ilustrar algunos aspectos implícitos en la concepción
de Nuevo Baztán.
Centrándonos en las industrias que emprendió, su apoyo económico y militante al
candidato borbónico en la larga Guerra de Sucesión, fue determinante, como
explica Eugenio Larruga, para la fundación de una fábrica de paños en el término
de La Olmeda de la Cebolla (hoy de las Fuentes) con el objetivo de contribuir al
abastecimiento de uniformes al ejército, evitando así los gastos de importación de
los mismos. Es así como ideó la fundación de un conjunto industrial receptor de
población, creado “desde sus fundamentos”, según consta en una Real Cédula de
Fernando VI en 1749, para lo cual obtuvo del rey por su apoyo incondicional
diferentes exenciones, franquicias y privilegios con los que activar sus industrias,
sentando de este modo las bases de las futuras Reales Manufacturas y de algunos
proyectos posteriores de ciudades industriales y colonias fabriles de nueva planta.

En Nuevo Baztán, el objetivo originario de abastecimiento de uniformes para el


ejército, fue ampliándose hacia otro de tipo de fábricas y manufacturas que
abarcaron una gran diversidad de géneros, siendo la producción de paños y la
Fábrica de vidrios finos los productos en los que el fundador invirtió mayores
esfuerzos[23]. Pero a las aspiraciones filantrópicas de Goyeneche, habría que
sumar, en la génesis del proyecto, la voluntad de afirmación del prestigio personal
de su fundador, y la necesidad de reconocimiento de su linaje dentro la sociedad
madrileña, como prueba su obra manuscrita Executoria de la nobleza, antigüedad
y blasones del valle del Baztán, que dedica a sus hijos y originarios [24] (1685),
donde Goyeneche exalta la antigüedad de su linaje y sus orígenes hidalgos para
avalar su ascenso social.

La construcción de la nueva población se realizó según el proyecto del célebre


arquitecto José Benito de Churriguera entre 1709-1713 según las fechas más
aceptadas. A pesar de los obstáculos geográficos y la precariedad de los caminos
entre ambas poblaciones, es preciso considerar que desde ahora, Nuevo Baztán y
La Olmeda se convirtieron en centros gestores de las industrias de Goyeneche,
propiciando el desencadenamiento de efectos territoriales, la transformación del
paisaje mediante la introducción de cultivos, la mejora de la red caminera, y la
explotación de recursos hidráulicos en el arroyo de la Vega y la ribera del Tajuña.
Además de la modificación socio-económica y demográfica del entorno, como
consecuencia directa de los efectos de repoblación con inmigrantes –mano de obra
cualificada y sin cualificar, artesana o agraria-, y población local destinada al
trabajo en las industrias y labores agrícolas paralelas, asunto interesante pero
excluido evidentemente de nuestro estudio[25]. No obstante, el sueño que fraguó
su promotor basado en una avanzada concepción de industrialización comarcal a
través de la puesta en marcha de esta ambiciosa experiencia entraría pronto en un
proceso de irreversible obsolescencia, pues a pesar de los esfuerzos de sus
herederos, desde la fecha de la muerte de Juan de Goyeneche, 1735, comienza el
lento pero progresivo declive de sus industrias.

Sobre las causas de la crisis de esta empresa se ha debatido ampliamente desde el


mismo siglo XVIII, argumentando la convergencia de varios motivos: la presión
ejercida por la competencia internacional, unida a la propia competencia de las
fábricas nacionales; el fracaso de un sistema de producción posiblemente próximo
a lo artesanal y de unos planteamientos económicos pronto superados por otros
más avanzados; los sucesivos problemas técnicos y obstáculos en la puesta en
funcionamiento de los hornos de la fábrica de cristal; la escasez de combustible,
al consumir y agotar las materias primas de los bosques cercanos para alimentar
el horno de la fábrica de vidrios, y también, por qué no, la dificultad y precariedad
de las comunicaciones entre algunos puntos, así como su posición intermedia entre
las rutas radiales que desde Madrid se dirigían a los litorales.

En consecuencia, el territorio y la población industrial de Nuevo Baztán entran en


un proceso de estancamiento y fosilización, que conducirá no sólo a la degradación
patrimonial sino también a la pérdida de memoria e identidad por parte de la
comunidad hacia su pasado. Con el tiempo, la imagen transmitida es la de un
conjunto monumental señorial inscrito en un espacio de economía rural, marco en
el que irá adquiriendo progresivos valores paisajísticos y patrimoniales.

Desde esta óptica, a continuación se procede a analizar algunos de los conceptos


y elementos de su trazado urbanístico primigenio vinculado a la industria y de su
estructura y bienes territoriales asociados, como ingredientes constitutivos de su
valor patrimonial, superando la visión típicamente monumentalista del conjunto
que los primeros estudios del conjunto potenciaron.

Imbricación entre trazado viario, función industrial y morfología urbana

La traza general de Nuevo Baztán conjuga dos intereses básicos: responder a la


necesidades representativas de Goyeneche de erigir un señorío nobiliario como
signo de diferenciación y prestigio personal –intención jerárquico-monumental-;
y al tiempo realizar una aportación a la economía pública, desde el punto de vista
demográfico, agrario e industrial, siguiendo las doctrinas colbertistas. En el plano
de Nuevo Baztán están presentes diversas instancias de la cultura urbana de su
tiempo. Su trazado se basa en un riguroso empleo de la geometría y la perspectiva
dentro de un orden lineal, extensible y abierto, que asume los principios
cartesianos del urbanismo barroco en su afán de ordenación racional de la
naturaleza, para sugerir un entramado supuestamente prolongable en el territorio,
a partir del marcaje de un centro semántico y sus recorridos, en su doble papel
representativo y funcional. La historiografía tradicional ha destacado el
carácter“castizo” materializado en la combinación de plazas cerradas relacionadas
entre sí que rodean el núcleo monumental configurando una especie de cortijo-
pueblo de estilo barroco castellano o población cortesano-señorial[26].

A falta de datos documentales sobre el proyecto, permanece la incógnita respecto


a los modelos o referencias concretas que pudo emplear José de Churriguera.
El plano ortogonal o damero, empleado en la fundación de ciudades de diversos
orígenes, funciones, y variantes morfológicas en el tiempo y lugares, se consolida
ahora como un eficaz instrumento de orden y racionalidad en la distribución de las
funciones económicas, industriales y comerciales, al tiempo que recoge resquicios
simbólicos del poder y el orden jerárquico de tradición clásica[27]. En la cultura
urbanística de los siglos XVII y XVIII se incorporan además de las ideas emanadas
del Discurso de Descartes y su inclinación por el orden racional encarnado en
ciudades proyectadas de una sola pieza[28], el corpus de experiencias, normativas
e instrumentos con que se había poblado el Nuevo Mundo a partir de las
Ordenanzas de Indias promulgadas por Felipe II en 1573. En estas ciudades
hispanoamericanas fructificó, si bien con flexibilidad y variantes, el modelo de
trazado ortogonal de calles rectilíneas, manzanas normalmente cuadradas, y
plazas con edificios representativos en posición central. En este contexto, la
influencia de las fundaciones llevadas a cabo por la Compañía de Jesús desde 1609
en el territorio oriental del actual Paraguay es ampliamente reconocida en su
dimensión urbanizadora y económica.

Aunque sea un argumento de cierta ingenuidad, resulta sencillo dentro de este


entramado ideológico, entrever ciertos paralelismos entre la fundación de Nuevo
Baztán a comienzos del siglo XVIII por Juan de Goyeneche, y las poblaciones
creadas en la huerta de Murcia en 1734 por el cardenal Belluga, reconocida su
labor colonizadora en las “Pías Fundaciones” como precursora del clima de
reformas y proyectos colonizadores de Fernando VI y su ministro Ensenada, y
las posteriores que emprendió Carlos III en Andalucía desde 1767[29]. Las
investigaciones realizadas por Javier Ortega en su tesis doctoral concluyeron
hace décadas que las fundaciones jesuíticas actuaron como modelos de
referencia en las poblaciones fundadas por el Cardenal[30]. Habida cuenta de la
estrecha relación de Juan de Goyeneche con la orden, pues, como Belluga, se
había educado en sus colegios, ejercía de protector y poseía directos vínculos
familiares en la misma, no es descabellado pensar que el mecenas de Nuevo
Baztán tuviera en mente algunas de estos modelos de ciudades
hispanoamericanas que retroalimentaban la experiencia española (Figura 9).
Figura 9. Plano del pueblo de San Ignacio Miní
según sus ruinas, levantado en 1899 por el
agrimensor Juan Queirel.
Fuente: E. Maeder, R. Gutierrez: Atlas territorial y urbano de las
misiones jesuíticas de guaraníes.

Vinculadas a su vez al ámbito español, en los S. XVI y XVII hallamos


experiencias semejantes en las nuevas fundaciones de colonización en Sicilia, en
forma de pequeños centros agrícolas promovidos por la nobleza feudal, algunos
como Vittoria o Paceco debidos a la iniciativa de nobles relacionados con la Corte
y a la administración española. Al igual que en el caso de Nuevo Baztán, para sus
fundadores eran instrumentos de escala social y política, pero a la vez resolvían el
problema de las tierras sin cultivar en los grandes latifundios[31].

Un primer aspecto que llama la atención en Nuevo Baztán es la relación entre la


ubicación de las plazas respecto a la distribución de las industrias y las funciones
adoptadas por los diferentes caminos en el trazado urbano. Estos dos objetivos se
materializan en la dirección que adoptan los viarios en la estructura urbana, una
encrucijada de caminos en la que confluyen dos ejes ortogonales principales: el
Camino de Alcalá en sentido Norte-Sur –desdoblado, uno atraviesa la población
y llega hasta la fachada del palacio y el otro paralelo, sin atravesar la población
continua hasta Villar del Olmo, Ambite, Orusco, Carabaña y otros núcleos de la
Vega del Tajuña. Y un segundo eje, el Camino desde Loeches en sentido Oeste-
Este, con continuidad en el camino que partiendo del núcleo se dirige hacia la
Olmeda, continuando hasta el límite de la provincia con Guadalajara.
Los dos ejes principales Norte-Sur y Oeste-Este, limitan una trama en cuadrícula
que se despliega linealmente y se segmenta en seis manzanas. Por tanto, las vías
de acceso adquieren un carácter funcional y estratégico en relación al
emplazamiento de las industrias, instalaciones, fuentes de energía, y distribución
de los productos, además de delinear y señalar los ejes de los futuros crecimientos
del núcleo, a modo de ciudad lineal extensible. Y por otra parte, asumen un
carácter escénico-representativo- sobre todo el eje Oeste-Este que desemboca en
la fachada del conjunto palacio-iglesia, plenamente barroco, generador de
perspectivas con fines monumentales y simbólicos (Figuras 10 y 11). Junto al
esquema racional en cuadrícula, la idea de eje de aproximación es un mecanismo
compositivo cuyo fin es potenciar la imagen de la ciudad como panorámica de
inmediata percepción visual, contando con el instrumento de la perspectiva[32],
imagen reforzada por la presencia de hileras de olmos a ambos lados de los
caminos, desaparecidos luego por enfermedades y rectificaciones de viales.

Figura 10. Reconstrucción del trazado de Nuevo Baztán en el siglo XVIII a partir de
la cartografía histórica.
Elaboración propia. Gráfica: Ángel Cuadrado.
Figura 11. Accesos a Nuevo Baztán: Desdoblamiento de la carretera Alcalá-Nuevo Baztán al entrar en la población.
Reflejan con algunas transformaciones y rectificaciones el trazado de los antiguos caminos.
Fotos: Autora.

La traza de Nuevo Baztán revela además una significativa ordenación jerárquica


del conjunto en torno al bloque formado por el palacio-iglesia, y la serie de plazas
concatenadas que lo circundan de forma “orgánica”. Beatriz Blasco ha analizado
el carácter estas plazas en relación con las cualidades formales y funcionales de
los edificios que las conforman, y desde la confluencia o irradiación en ellas de
los viarios: la plaza del jardín frente a la fachada principal del palacio, magnifica
esta construcción al acceder por el camino de Pozuelo. En ángulo recto con la
anterior, la plaza del mercado cuenta con un sencillo soportal de pies derechos,
por ello, su ubicación debía ser destacada y solventar las necesidades derivadas de
su uso y función, facilitando la comunicación con la villa de la Olmeda donde
estaban otras industrias similares, y con Madrid. Por último, la denominada plaza
de fiestas, en la trasera del palacio, sobre la que aún quedan algunas dudas sobre
la auténtica función de los espacios de sus crujías perimetrales, destinada
hipotéticamente a viviendas de los operarios o servidumbre del palacio, casas de
oficios con caballerizas, cocheras, almacenes de palacio, o talleres. La hoy
desaparecida Fábrica de vidrio fue instalada en 1720 fuera del recinto urbano, pero
en lugar bien comunicado, en las márgenes del camino de Pozuelo y del de Alcalá,
de manera que la presencia de los hornos y calderas no comprometieran la
seguridad de la población.

Una segunda jerarquización de la trama revela una clara voluntad de zonificación


de tipo socio-económico, y afecta al tamaño y forma de las manzanas y a la
distribución y al carácter de la edificación residencial. Desde el centro, con la casa-
palacio del fundador flanqueada por las viviendas de maestros y oficiales -con una
mejor construcción y distribución-, hasta la periferia, en que progresivamente el
caserío, destinado a operarios industriales y a labradores, se hace de menor
proporción, y adopta un carácter rural en proximidad a las instalaciones
agropecuarias y a los terrenos de labranza, huertas y campos de cultivo[33].
El conjunto dista de la monumentalidad y estrategias semánticas que adquirirá la
arquitectura industrial de la Ilustración, como se observa en algunos ejemplos
como el proyecto de las salinas de Arc et Senans de Ledoux. Sin embargo, ambos
proyectos coinciden en la voluntad de imposición de una lógica ordenadora a
través de la geometría[34], radial en Ledoux, lineal y cartesiana en Churriguera,
que implica la expansión virtual de este orden hacia el territorio objeto de
explotación a través de la fluidez de las vías de comunicación, integrando la red
de calles en las carreteras principales que conectan la población con los otros
centros del territorio. Se podría finalmente barajar la hipótesis de un supuesto
orden ideal expresado en esta ciudad señorial-industrial que se sitúa a modo de
rótula en el centro de un territorio que decididamente pretende controlar tanto para
el prestigio propio como para la generación de riqueza, anunciando un cambio de
mentalidad evidente en el papel rector que asume ahora la nobleza como
productora de riqueza a través del comercio y la industria, sobrepasando su
función de mera terrateniente, y materializando así los ideales divulgados décadas
más tarde por los pensadores ilustrados.

La dimensión territorial de la industria

La nueva fundación representaba en gran medida los ideales que progresivamente


se irían implantando en la mentalidad de la clase dirigente española, ya que preveía
la instalación de un complejo industrial y agrícola, que contribuyera al tiempo al
fomento de la industria nacional y a frenar la situación de alarmante despoblación
de esta zona rural, un “sitio despoblado y yermo”, como se describe en el Libro de
la Fundación. Goyeneche se anticipa a la denominada utopía ilustrada
estableciendo un espacio de Poder definido desde la utilización económica del
territorio[35], comprendiendo la necesidad de actuar y transformar la naturaleza,
repoblándola, transformando la tierra por los cultivos y fomentando la
construcción de obras públicas, entre ellas obras hidráulicas, nuevos caminos y
carreteras, puentes y presas.

Nuevo Baztán, por esta condición, como ocurría en las Salinas de Chaux o en el
Real Sitio de San Fernando, debe entenderse como un conjunto vinculado a su
territorio histórico, en el cual, subsisten, abandonados o deteriorados
irreversiblemente, algunos elementos o evidencias físicas que formaron parte de
la actividad industrial del siglo XVIII. Un territorio suministrador de materias
primas, fuentes de energía, e industria secundaria. En el engranaje productivo de
la población imperan los mecanismos de una industria rural dispersa, debida sobre
todo a la dependencia de las fuentes de energía hidráulica para determinadas
actividades de las fábricas de paños, y que también afectará a la implantación de
cultivos, parcelaciones, obras de canalización y mejora o construcción caminos,
lo que cualificó el paisaje de un páramo despoblado, en parte yermo y en parte
boscoso, con el carácter que Paul Delsalle atribuye a los paisajes proto-industriales
anteriores al Revolución Industrial, en los que la integración de la industria en el
medio agrícola es un rasgo principal, visible en este ejemplo por la introducción
de cultivos, olivares y huertas[36]. Industria y agricultura eran esferas
interrelacionadas a comienzos del siglo XVIII, por ello es preciso enfatizar el valor
patrimonial del paisaje agrario de la industrialización por la fragilidad que
evidencia este elemento histórico del territorio de cara a su protección.

En cualquier caso, la condición del lugar como encrucijada de caminos


preexistentes[37] debió influir en gran medida en la elección del sitio para la
implantación del complejo industrial de Nuevo Baztán, así como las condiciones
topográficas, un terreno llano pero en el borde de una zona más accidentada ligada
a las fuentes de energía. Sobre la existencia de materias primas y fuentes de
energía, los documentos de la época sitúan la fundación del nuevo núcleo en un
páramo próximo al denominado Bosque o Monte de Acevedo compuesto entre
otras especies, de encinas, robles, quejigos, que sería altamente deforestado como
consecuencia de su tala para el suministro de combustible al horno de la fábrica
de vidrio y jabones. Las Relaciones histórico-geográficas de los pueblos de
España –Relaciones Topográficas-, elaboradas entre 1575 y 1580 por orden de
Felipe II, nos proporcionan algunas noticias sobre las poblaciones o villas
limítrofes de Pezuela, Olmeda, Ambite, Orusco, y Villar del Olmo, como el hecho
que distaban entre sí de media a una legua, que estaban comunicadas por caminos,
que existían relaciones históricas entre ellas, muchas basadas en la economía, y
que se encontraban en funcionamiento por entonces puentes, batanes y molinos en
las vegas o riberas del Tajuña, algunos de los cuales, arrendará o comprará para
su producción industrial Goyeneche[38].

La política ilustrada de impulso y progreso de las comunicaciones [39], fue


anticipada por Juan de Goyeneche en Nuevo Baztán para asegurar el transporte y
la venta de los productos, lo que se tradujo en la construcción y mejora de caminos
que facilitaran las relaciones de la fundación con Madrid y con los pueblos
vecinos, y también en la construcción de diversas obras públicas como presas que
lo abastecieran de agua y para el regadío, puentes, sistemas de alcantarillado, y
otros equipamientos.

Las realizaciones documentadas de Goyeneche en el terreno de la mejora de los


caminos indican la construcción de una carretera de Nuevo Baztán a Pozuelo del
Rey, una calzada toda de piedra de medio cuarto de legua, noticia señalada por
Uztarriz al referir que ha compuesto el camino que viene de Madrid, quitando
algún rodeo, con nueva carretera[40]. Este camino era precisamente el camino
directo a la Corte. Tomás López en su Descripción de la provincia de Madrid[41],
señala el recorrido y la distancia De Madrid al Nuevo Bastan, en un total de siete
leguas, recorriendo las poblaciones de Madrid, Mejorada, Loeches, Pozuelo del
Rey y Nuevo Baztán. En el Mapa Topográfico de 1877, el primero de la larga serie
de esta naturaleza que poseemos del territorio estudiado, se pueden observar los
diversos caminos y vías pecuarias que atraviesan el término y su entorno, parte de
los cuales se han alterado posteriormente (Figura 12). En segundo lugar, a partir
de la cartografía histórica podemos vertebrar el alcance territorial y disperso de la
industria de Goyeneche en el sureste de la provincia de Madrid, excediendo la
ubicación o concentración de fábricas y manufacturas en los núcleos de Nuevo
Baztán y La Olmeda. Nuevo Baztán depende y a la vez incide en la estructura del
territorio, urdiendo un entramado jerárquico de relaciones y funciones entre las
diversas actividades de producción establecidas en los municipios próximos del
arroyo de la Vega –Pezuela de las Torres, Olmeda, Villar del Olmo- y de la vega
del río Tajuña –Ambite, Orusco, Carabaña-, cuyas poblaciones se aglutinaron en
torno a las industrias de Goyeneche. Su posición estratégica lo convierte en foco
de mercado y comercio, extralimitando la provincia de Madrid, para comprender
Guadalajara y Cuenca, donde Goyeneche tenía posesiones e intereses en Illana,
Almonacid de Zorita, o Villanueva de Alcorón, lugar éste último donde trasladó
su fábrica de vidrio tras la experiencia truncada de Nuevo Baztán.

Figura 12. Mapa Topográfico de la Provincia de Madrid (1877).


Detalle. Escala 1:50.000. (I.G.N.).

Las Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas
de España (1787-1800), de Eugenio Larruga, constituyen una fuente
imprescindible para conocer el alcance territorial de la industria de Goyeneche
aportándonos datos sobre emplazamientos de instalaciones, fuentes de energía y
red caminera. Además de esta obra, la Theoria y Practica de Comercio y de
Marina de José de Uztáriz (1742), el Catastro del Marqués de Ensenada
(1750)[42], así como otras fuentes del siglo XIX, sobre todo Sebastián Miñano
(1826) y Pascual Madoz (1849), paralelamente a la más fiable y abundante
cartografía del siglo XIX, posibilitan una reconstrucción de las instalaciones
industriales ligadas a las fuentes de energía hidráulica en el contexto del paisaje
rural de la zona.

Las instalaciones vinculadas a la industria del Nuevo Baztán se situaron


longitudinalmente a lo largo del cauce del arroyo de la Vega y del río Tajuña,
desde Pezuela a Carabaña. La fabricación de paños conllevó la dispersión de
instalaciones auxiliares para posibilitar, entre otras, las diversas sub-operaciones
del bataneo que serían ejecutadas en las riberas de los cauces fluviales, sobre todo
en Ambite, Orusco o Carabaña, lo que implicaba viajes continuos entre La
Olmeda, Nuevo Baztán y los batanes del Tajuña a lomos de mulas o caballería por
muy accidentados caminos de herradura. En la Olmeda, existió una fábrica de
tejidos, fábrica de antes y gamuzas y en el arroyo Valmores[43], casa del tinte y
batanes[44]. En estas implantaciones se observa una tímida intencionalidad
medioambiental que determina el emplazamiento de estas instalaciones nocivas o
desagradables, ya que tanto la tenería y casa de tintes, por los olores y productos
químicos empleados, como la fábrica de vidrio, por el peligro de incendio de los
hornos, se distancian del caserío construido. González Tascón en su estudio sobre
las fábricas hidráulicas históricas ha analizado la planificación industrial de estos
ingenios del río Tajuña en el siglo XVIII, en la zona comprendida entre Nuevo
Baztán y Villarejo, y apoyándose en la disposición que les otorga Tomás López
en el Diccionario Geográfico, deduce que la ubicación de molinos harineros,
molinos de papel y batanes en este orden aguas abajo fue debido a la menor o
mayor contaminación de las aguas que producían por entonces estos ingenios[45].

En Ambite se utilizaron diversos molinos como el Molino del Fraile, hoy


semiarruinado; el Molino del puente, y un batán. En esta localidad subsiste el
puente de Ambite o del Molino, en el que reza una inscripción con la fecha de su
reparación, 1756, seguramente sobre el lugar de un antiguo puente al que hacen
referencia las Relaciones de Felipe II; y el puente de los Once Ojos que cruza
sobre el arroyo de la Vega[46]. En Orusco de Tajuña destacan un antiguo batán y
un molino de papel, la denominada Fábrica de Arriba[47], cuyo origen es el
antiguo molino harinero o batán de la Bellaescusa, que fue arrendado en 1715 por
Juan de Goyeneche para la fábrica de paños de la Olmeda. Posteriormente
Goyeneche lo compró y lo convirtió en fábrica de papel parece ser que en 1726,
según Larruga[48]. Carabaña, otro de los términos comprometidos con la actividad
industrial del XVIII, vivió un esplendor en el XVIII por la influencia de las
industrias de la dinastía Goyeneche, contando con batán y molinos
harineros[49] (Figuras 13 y 14).
Figura 13. Plano de síntesis que muestra la relación de las
instalaciones industriales y los municipios vinculados a la
industria de Goyeneche en Nuevo Baztán.
Elaboración propia. Gráfica: Ángel Cuadrado.
Figura 14. Ambite: Molino del Fraile (izquierda); Orusco: Fábrica de Arriba
(centro); Ambite: Puente del Molino en la M-215. 1756 (reforma).
Fotos: Autora.

En el plano de Francisco Coello de la provincia de Madrid (Figura 15)


se detallan algunas de estas instalaciones, si bien las primeras referencias
cartográficas que se conocen sobre la representación territorial de estos bienes
son los dibujos de Tomás López que custodia la Biblioteca Nacional de los
alrededores de Carabaña y la vega del Tajuña fechados en las últimas décadas
del siglo XVIII[50].

Figura 15. Francisco Coello – Pascual Madoz.-


Provincia de Madrid. Segunda Edición (1853).
Escala 1:200.000. Detalle.
Fuente: Institut Cartográfic de Catalunya.

La extensión en los datos precedentes posee el objetivo de reforzar la incidencia


de la explotación económica del territorio por parte de Juan de Goyeneche. La
existencia de una modesta arquitectura vinculada históricamente al agua, ligada
constructivamente a las técnicas de la arquitectura popular, las instalaciones
hidráulicas, obras públicas y edificaciones preindustriales de este entorno
configuraron un paisaje ribereño escasamente modificado en su momento. La
posterior reconversión de estos elementos en centrales eléctricas, fábricas o fincas
particulares, no ha evitado los procesos de desfiguración y la ruina de los mismos
producto de su irreversible obsolescencia.

El valor patrimonial del conjunto urbano y el territorio de la industria

La progresiva ampliación de los límites conceptuales del patrimonio, así como la


consolidación de la Arqueología Industrial como disciplina desde los años setenta
del siglo XX, han posibilitado la valoración y protección de grandes conjuntos de
ruinas y paisajes industriales desmantelados, así como de antiguas poblaciones
industriales, que precisan de una metodología de investigación, interpretación,
protección, y restauración desde una perspectiva territorial[51]. Diversas
poblaciones nacidas de la concentración fabril, de la construcción de líneas
ferroviarias (poblados ferroviarios) o de la explotación de recursos in
situ (poblados mineros) son objeto de atención por parte de normativas y planes
directores o proyectos de actuación emprendidos por diversos organismos y
administraciones públicas en todo el mundo, tanto los asentamientos
preindustriales como los conjuntos de la industrialización de los siglos XIX y XX.
Entre estos últimos, en la localidad de Ironbridge en el Reino Unido se crea a
comienzos de los años sesenta el Ironbridge Gorge Museum que recupera la
memoria de la producción carbonífera asociada a la Revolución Industrial inglesa.
Además, la colonia textil de Crespi d´Adda en Lombardía (Italia), los poblados de
New Lanark en Escocia, y Saltaire (Reino Unido), o las Salinas de Arc et Senans
(Francia) son lugares declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO. En todos
los casos, se aplican criterios de preservación integral que mantenga la filosofía
del mundo del trabajo materializado en un conjunto de bienes e instalaciones
heterogéneas –como trazados urbanos, edificaciones industriales y residenciales,
obras públicas e instalaciones-. Las localidades industriales obsoletas fueron
también objeto de las experiencias de los denominados “ecomuseos”, cuya
paternidad ideológica fue emprendida por el museólogo francés G. H. Rivière para
designar precisamente la idea de un territorio-museo, un museo diseminado en el
tiempo y el espacio formado por extensiones territoriales susceptibles de abarcar
desde poblaciones hasta bienes paisajísticos y cuya meta sería entre otras la
revitalización social y económica de comunidades castigadas por la reconversión
industrial. El ecomuseo de Le Creusot-Montceau-Les Mines, creado en 1973 en
la región borgoñona francesa como Museo del Hombre y de la Industria respondía
a este principal objetivo, la recuperación del patrimonio industrial de un extenso
territorio conformado desde finales del siglo XVIII por el desarrollo de
actividades industriales básicamente ligadas al carbón y a la metalurgia. En
España, los proyectos de rehabilitación de algunas colonias textiles de la cuenca
del Llobregat en Cataluña constituyen muestras de un enfoque conservacionista
amplio e integrado.

En estas prácticas, conviven experiencias que posibilitan la recuperación temática


prácticamente integral, con otros procesos de recuperación urbana y del
patrimonio arquitectónico en núcleos industriales originarios que han
experimentado notables crecimientos y transformaciones posteriores, como ocurre
en la ciudad de Rochefort en Francia, donde algunos de los contenedores e
instalaciones del antiguo arsenal se han destinado a usos culturales y terciarios
desde el año 1974.

Como se ha comentado, en estos planes y proyectos se hace especial hincapié en


el valor que adquiere toda una zona de influencia de extensión variable como
factor decisivo para la explicación y significación de un conjunto urbano
industrial, englobando los lugares de producción de energía, las materias primas,
las transformaciones y los impactos en el paisaje del ámbito rural y urbano.

De hecho, la Arqueología Industrial como fenómeno que irrumpe en la práctica


patrimonial europea en los setenta ha generado una serie de problemas y
reflexiones que, como señala Massimo Negri, abarcan una dimensión física y
conceptual novedosa por la necesidad de conservar y exhibir elementos
“anclados” en el territorio, infraestructuras o complejos como canales, puentes,
líneas ferroviarias, además, de paisajes, o partes del tejido urbano dedicadas a usos
industriales, valorando de manera creciente el concepto de paisaje industrial [52].
Como efecto de este planteamiento, en nuestro país, el Plan Nacional de
Patrimonio Industrial contempla entre las tipologías de bienes industriales: los
conjuntos industriales (conservación de componentes materiales y funcionales así
como su articulación); y los paisajes industriales, donde se conservan visibles en
el territorio todos los componentes esenciales de los procesos de producción de
una o varias actividades industriales relacionadas entre sí[53].

Además, sobre todo desde los años sesenta del siglo pasado, teorías y tendencias
arquitectónicas y patrimoniales han otorgado máxima preeminencia a la
conservación de la morfología urbana histórica como constante y elemento
significativo de cada lugar. Esto significa en la práctica una deriva hacia la
valoración de los tejidos y tramas urbanas históricas, aún legibles con el paso del
tiempo. El concepto de patrimonio no sólo afecta los monumentos aislados. La
necesidad de renovar las definiciones de patrimonio a través de una mirada
transversal, comprensiva del conjunto simbiótico de elementos naturales y
culturales, tangibles e intangibles, integrando aspectos funcionales y socio-
económicos, se completa en la Convención Europea del Paisaje (Florencia, 2000),
al reconocer la potencialidad del paisaje como recurso económico favorable para
las comunidades gestoras, y como elemento de identidad, tanto los espacios de
reconocida belleza excepcional como los más cotidianos y degradados, aspectos
sustanciales que afectan de lleno al patrimonio y al paisaje industrial.
El conjunto urbano de Nuevo Baztán, a pesar de su origen industrial, no cumple
la expectativa de ofrecer un paisaje industrial tipo asociado a la etapa álgida de la
industrialización, ni conserva singulares inmuebles e instalaciones de la industria
desaparecida. En Nuevo Baztán parte de estos contenidos de la industria han
desaparecido, manteniéndose un paisaje cultural no exclusivamente industrial sino
agrícola, nacido en los tiempos de la colonización y fundación del poblado
industrial. Si bien, los procesos de deterioro son comunes a todos los elementos
patrimoniales inmuebles que han perdido la función original, en el caso de las
actividades industriales, ligadas a un objetivo de mero uso material, estos bienes
son objeto de un abandono material que conduce a la desaparición de sus
contenidos y significados, o a la desintegración física aparejada a la des-
identificación de la población, vinculada a la colonización del territorio por una
actividad nómada y pasajera llevada a cabo por una población flotante,
generalmente asociada a condiciones inhumanas de trabajo. Esta des-
identificación sumada a la pérdida de función, y a la poca atención que en círculos
profesionales se ha concedido a este patrimonio en España hasta fechas recientes
conduce inexorablemente a una situación que posee notas comunes: abandono
físico, actos de vandalismo, deterioro progresivo, especulación con el suelo
recalificado, musealización de fragmentos, privatización y refuncionalización sin
respeto absoluto por el bien y su entorno.

De este panorama se desprende que la lógica del diseño de la conservación y


recuperación de Nuevo Baztán comparta dos planteamientos, uno tendente a la
conservación del conjunto en su morfología, imagen urbana histórica y
edificación; y otro, atendiendo a los nexos históricos entre el conjunto urbano y su
territorio circundante, en aras de poder reintegrar la identidad y la memoria
industrial, en suma, el significado del lugar.

Durante el siglo XIX, ya en avanzado declive industrial, Madoz en el tomo XII de


su Diccionario recoge noticias sobre esta zona del arroyo de la Vega, y alude a la
existencia de buenos paseos y alamedas[54], describiendo de este modo el paisaje
de Nuevo Baztán: “situada en terreno llano y rodeada de monte bajo hasta cerca
de las casas, tiene 60 casas de mediana construcción divididas en 6 calles… En las
inmediaciones del pueblo se encuentra un estenso cercado con frutales, olivar y
un bello jardín; varios pozos surten a los vecinos de agua (...)”. Esta descripción
coincide cronológicamente con la litografía de Bernardo Blanco Vista de Nuevo
Baztán desde el Camino de la Fuente (Figura 16), fechada hacia 1850, en la que
se representa el camino de Villar del Olmo a Nuevo Baztán, haciendo referencia
el título a la fuente histórica de La Almunia. Esta obra constituye uno de los
primeros documentos gráficos donde se evidencia el papel estético de los accesos
a la población como soporte de las perspectivas y visuales del conjunto histórico
y constituye una fuente documental básica ya que nos informa sobre el trazado de
la población prácticamente inalterado, si exceptuamos la construcción de una
manzana al sureste, la existencia de un antiguo camino hacia Villar –paralelo a la
carretera y hoy clausurado-, así como la ubicación de la fábrica de vidrio, cuyos
restos son aún visibles a la izquierda de la imagen.

Figura 16. Bernardo Blanco: Vista de Nuevo Baztán desde el Camino de la Fuente(h.
1850).

Debido probablemente a su relativa posición de estancamiento económico en los


últimos dos siglos, el conjunto urbano de Nuevo Baztán y su territorio circundante
se han visto escasamente transformados a lo largo de la historia, preservando su
identidad histórica, hecho que ha propiciado por otra parte un abandono y
descuido de su patrimonio histórico construido[55]. La evolución de los criterios
y medidas de protección a lo largo de la segunda mitad del siglo XX se
materializan en la evolución del propio tratamiento jurídico que ha recibido el
conjunto, declarado Monumento Histórico-Artístico mediante decreto de 16 de
octubre de 1941, afectando esta declaración “sólo” al palacio, iglesia, la plaza de
fiestas y la del jardín, por entonces en manos de propietarios particulares. El
proyecto de Delimitación de Suelo Urbano y Normas sobre Uso del Suelo y
Edificación para el término municipal de Nuevo Baztán (1977)[56], amplía el radio
de protección, calificando de suelo no urbanizable especialmente protegido un
área en el entorno del casco histórico, el valle del arroyo de la Vega y dos áreas
de olivares existentes, además de las huertas del sector W de la población, en
razón de su excepcional valor agrícola, forestal, ganadero, de las posibilidades
de explotación de recursos naturales, de sus valores paisajísticos, históricos y
culturales, equilibrio ecológico…, recomendando a su vez tener en cuenta el
medio físico en la redacción de planes especiales y estudios de detalle, entre ellos
los panoramas, fondos visuales, horizontes, y vistas a conservar hacia y desde el
sitio. Progresivamente, se ha potenciado una mayor sensibilidad hacia el papel de
los viales y parcelas que rodean el acceso, encargados tanto de vehicular las vistas
“pintorescas”, como de delimitar los propios bienes patrimoniales inmuebles o
zonas de cultivos, huertas, cercas, fuentes, entre otros.

Tras su incoación en 1979, Nuevo Baztán fue declarado BIC en el año 2000 en la
categoría de Conjunto Histórico, delimitando la protección en forma de un
polígono irregular que incluye el casco histórico, e incluyendo en el perímetro la
finca situada en la parte posterior del palacio, el olivar, las cercas históricas, la
Alquería del Cuarto Lote, el Palomar y la Fuente de la Almunia(Figura 17)[57].

Figura 17. Plano del Nuevo Baztán con Vista aérea de la población en la
delimitación del perímetro de protección actualidad.
y el crecimiento del término municipal. Google Earth.
Elaboración propia. Gráfica: Ángel Cuadrado.

En lo referente al casco histórico, a pesar de esta declaración y aún considerando


los esfuerzos invertidos y los proyectos de restauración y rehabilitación que se han
sucedido en los últimas décadas por parte de la administración municipal y
autonómica (gestora del conjunto monumental desde 1989)[58], entre ellos el
Centro de Interpretación ubicado en las antiguas bodegas del palacio; el resultado
sigue siendo parcial, quedando pendiente la restauración y rehabilitación integral
no sólo del conjunto monumental sino del conjunto edificado residencial, pues la
mayor parte de viviendas se hallan abandonadas y en serio estado de deterioro y
ruina.

Desde el punto de vista de su trazado histórico, la tensión entre normativas de


protección y el riesgo de activación de planes de destrucción ambiental y
paisajística ha sido la tónica de los últimos decenios. En el término de Nuevo
Baztán, desde los años sesenta se observan diversos crecimientos a partir de la
trama original: por un lado, residenciales y dotacionales, en una variante del
camino hacia Loeches, y más recientemente hacia el sur, a lo largo de la carretera
hacia Villar del Olmo; y por otro lado, industriales y comerciales, hacia el norte
de la población, en el extremo de la carretera de Alcalá, no obstante, siguiendo la
expansión en general los ejes ortogonales del trazado. Pero lo más destacado del
crecimiento del término ha sido desde las mismas fechas la construcción de varias
urbanizaciones que han transformado la fisonomía del paisaje de la zona, al
convertir gran parte del encinar y campos de cultivo en suelo urbanizable
residencial y de equipamientos, abriendo nuevos viales y alterando parte de los
trazados de sendas y vías históricas. Sin embargo, la disposición gravitatoria de
las urbanizaciones respecto al casco histórico, no altera la traza del conjunto.

A la espera de la redacción de un Plan Especial, actualmente en curso, las


vigentes Normas Subsidiarias de Planeamiento Municipal aprobadas en abril de
1987, inciden en la identificación de la silueta urbana y la calidad ambiental como
objetivos prioritarios, así como la protección del paisaje agrario de su entorno[59],
constituido por caminos, veredas y sendas que atraviesan el término y a los que se
debe asignar un tratamiento especial, en cuanto que forman parte de algunos
trayectos de valor histórico o ecológico, como la Senda de Valmores, habilitada
por el Ayuntamiento como vía ecológica y que contiene parte de las ruinas de los
restos de las instalaciones de la producción industrial del S. XVIII.

Si bien la reivindicación de protección del patrimonio arquitectónico y paisajístico


debe ser compatible con la lógica evolución y dinamismo del núcleo y el entorno,
el riesgo de destrucción de su trazado histórico siempre ha gravitado sobre la
población, constituyendo el último episodio la redacción el Plan General del
Municipio (2007), paralizado en parte por la oposición suscitada por la propuesta
de recalificación del suelo y espacios protegidos. Este plan, un ejemplo evidente
de las agresiones que la especulación inmobiliaria ejercen sobre el ámbito rural,
desvirtuaba el trazado existente y las visuales del casco, atentando contra el
entorno de protección del BIC y la identidad histórica y ambiental[60].

Complementando el punto de vista anterior, en que se aborda la conservación


integral de todo el conjunto urbano, surge la necesidad de rescatar la memoria
histórica del lugar abordando una escala más amplia, la relacionada con los restos
de la explotación preindustrial ligada a su territorio. Algunas de estas instalaciones
como los molinos y batanes han sido objeto de sendas investigaciones en los
últimos años, destacando la llevada a cabo por el arquitecto José Luis García
Grinda, que contribuye a reivindicar los valores territoriales, testimoniales,
históricos, o ambientales de estos elementos[61].

La conservación de Nuevo Baztán, como reflejaban los primeros estudios sobre el


lugar, se ha entendido tradicionalmente desde la óptica de un conjunto
monumental –en parte reducido a su núcleo palacio-iglesia y sistema de plazas–,
segregando el pueblo de su territorio histórico, ignorando elementos y huellas que
ayudan a explicar la actividad industrial desarrollada. Elementos y bienes
descuidados, abandonados o arruinados, cuando no desaparecidos, en suma,
transmutados en buena medida en una memoria invisible, hasta cierto punto
inmaterial. Por tanto, sería deseable que la rehabilitación patrimonial, económica
y demográfica de Nuevo Baztán se planteara en un futuro no sólo como la
recuperación de unos espacios y edificios singulares y monumentales, sino desde
una unidad superior, comprendiendo la edificación residencial, los elementos
agropecuarios, los bordes fluviales, los caminos, las sendas, la visión de paisaje
urbano, y los itinerarios del territorio, potenciando los valores culturales asociados
a su origen como población creada de nueva planta para la producción industrial
pionera de la mentalidad ilustrada, y como tal, no desvinculada de su territorio.
Finalmente, no puede existir conservación ni mantenimiento sin una realidad
socio-económica y cultural que la soporte, sin la inserción de actividades
compatibles con la conservación, que dinamicen y no musealicen la herencia
urbana y arquitectónica.

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