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La compleja tarea de leer textos académicos

Estela Mattioli - Analía Demarchi

Introducción

Construir conocimiento dentro de un determinado campo de la ciencia implica adueñarse de los


conceptos y del discurso de las disciplinas que lo constituyen, las cuales presentan particularidades que las
diferencian y también algunas similitudes entre sí. Por ejemplo, si elegimos estudiar una carrera como
ingeniería, bioquímica o veterinaria, tendremos que adentrarnos en el mundo de la química y la
matemática, materias que en general forman parte de los planes de estudio de esas carreras y, que si bien
responden a objetos de estudios diferentes, presentan algunos aspectos más cercanos entre sí que las alejan
de otras asignaturas como pueden ser historia o economía.

Estas apropiaciones de conceptos y discursos que mencionábamos más arriba no se concretan


independientemente una de la otra, ya que no hay posibilidad de manejar los contenidos de una ciencia si
no se lee, se escribe y se habla sobre ella: no hay internalización de ideas sin reelaboración, y esta última
depende en buena medida del análisis y la escritura que hagamos de los textos académicos que nos ofrece el
profesor en cada asignatura.

Al mismo tiempo, comprender un texto en el ámbito universitario no significa aprenderlo de


memoria, sino identificar la información clave que el texto ofrece como tema central o principal (tema
textual que se desarrolla a lo largo de todo el texto, tomándolo como una unidad de significado cerrada,
aunque sólo se trate de un capítulo) y otras ideas no tan generales pero igualmente importantes
desarrolladas en los distintos parágrafos o secciones que colaboran, naturalmente, con la construcción del
tema principal.

Poder identificar esa información y garantizar que la recordemos en el tiempo, implica realizar el
trabajo de lectura de un modo diferente a como se leen otros textos no académicos; requiere un esfuerzo
bastante importante y una dedicación mayor de tiempo, porque habrá que relacionar la información que
se presenta en ese texto con los conocimientos que posee el lector (los de su cultura general y lo que sabe
sobre el tema, porque ya se lo ha trabajado en clase o porque ya ha sido leído en otros discursos), y también
con lo que se busca en el texto (la intencionalidad del autor). Identificar el objetivo que persigue el autor, así
como la intención comunicativa del profesor o el motivo por el cual les acerca determinada lectura a sus
alumnos, tiene que ponerse de manifiesto en los primeros momentos de la experiencia de lectura.

Como vemos, la comprensión verdadera implica desarrollar todo un proceso que atienda a
distintos aspectos: el contexto comunicativo (reconocimiento del campo temático en el que se inscribe el
texto, los participantes en el proceso de lectura, los conocimientos previos, la disposición del lector, etc.) y
el contenido propiamente dicho del texto que se está leyendo. A la vez, la comprensión más completa es
aquella que tiene en cuenta no solamente la información explícita sino también la implícita que se puede
inferir o deducir a partir de toda la información contextual a la que hicimos referencia previamente.

Por lo general, estos textos expositivos, como otros que pretendan desarrollar un tema de modo
completo y cumplir con su función comunicativa, respetan ciertas convenciones de formato y contenido
que se relacionan con el concepto de género que ya hemos tratado en otros apartados. Conocer esas
características es muy importante tanto para el lector como para el escritor, porque dicho conocimiento, en
un caso, orienta la total interpretación y, en otro, el camino a seguir para cumplir el objetivo comunicativo y
dar respuesta a las expectativas de la audiencia.

No obstante esto, es fundamental tener presente que esas convenciones de formato y contenido
no siempre se manifiestan de acuerdo a normas rígidas sino que, casi siempre, están presentes de manera
flexible y muchas veces ni siquiera responden a ellas, proponiendo un desarrollo informativo guiado
básicamente por el orden de razonamiento realizado por el experto-autor. Como es de imaginar, esto
complica aun más la difícil tarea de lectura comprensiva que se espera que realice un estudiante
universitario desde el primer día en que inicia sus estudios.

Considerando lo anterior, en este artículo nos proponemos estimular la reflexión sobre el lenguaje
académico a partir de presentar inicialmente algunos conceptos teóricos relacionados con la construcción
de la información dentro de los textos (lo que esperemos encontrar en ellos), la observación del modo en
que ellos en la realidad se concretan (lo que verdaderamente encontramos en ellos y cómo se presenta) y
algunas conclusiones devenidas de esa contrastación, a través de reflexiones metalingüísticas (sobre el
propio lenguaje), nuevos interrogantes surgidos de este proceso y la incorporación de otros conceptos
complementarios que nos ayudarían a la interpretación de cada uno de los textos ejemplares analizados en
función de sus particularidades. La idea es poder aportar una alternativa más de observación que se integre
a las que ofrecen los distintos capítulos del material de estudio del curso de Lectura y Escritura del Textos
Académicos.

Nuestra propuesta tiene como objetivo final orientar a los ingresantes a transitar estas primeras
experiencias de contacto con la escritura académica que, ya les adelantamos, además de complejas, siempre
resultarán únicas, asombrosas y, por supuesto, sumamente enriquecedoras, como lo es cada vez que nos
proponemos sumergirnos en el conocimiento de los temas de la carrera elegida a partir del contacto con las
palabras q tratan de él.
1. Comencemos por la identificación de las secciones (qué esperamos encontrar)

Un texto expositivo presenta la estructura básica de introducción, desarrollo y conclusión. Si bien


el contenido de cada sección está convencionalmente estipulado, se presentan variaciones según se trate de
temas sencillos o más complejos, que describan investigaciones completas, refieran a conceptos teóricos,
planteen discusiones entre distintas posturas, etc.. También la variación estará dada según se trate de textos
de expertos para expertos o de expertos para legos, es decir que autor y receptor presenten similar o
distinto nivel de conocimientos.

Un caso particular es el que presentan los textos académicos con función didáctica, elaborados
generalmente para estudiantes. Estos textos si bien por lo general presentan las tres secciones
mencionadas, a lo largo de todo su extensión se observa una fuerte presencia de la función interpersonal, es
decir la apelación al lector para ir guiándolo en el camino de interpretación, presentando ciertas estrategias
específicas como ejemplificaciones o comparaciones, así como consignas que propongan ejercitaciones
relacionadas con las explicaciones que se van presentando, de modo de asegurar la construcción del
conocimiento.

En cualquier caso, las convenciones de escritura académica plantean cuál es el contenido que se
espera encontrar en cada una de las partes:

a- La introducción:

Aquí se expone el tema a tratar y se explicitan ciertos datos relevantes, los cuales anticipan el contenido del
desarrollo propiamente dicho del texto y cuyas características pueden variar dependiendo del género. Éstos
son:

Básicos o imprescindibles:

- Presenta al lector el tema general o tema marco del trabajo, que puede presentarse apelando
a distintas estrategias, como por ejemplo, haciendo referencia a un aspecto más amplio del
tema a tratar, a un caso real o mayormente anecdótico, a una cita correspondiente a otro
texto, etc.

- Expone la problemática o el aspecto específico que el texto aborda, que puede estar formulado
como una pregunta directa (“¿Por qué….?”) o indirecta (“Les proponemos analizar en qué
consiste…”)

- Propone una justificación de la relevancia de su tratamiento.

- Explicita el objetivo o intencionalidad comunicativa del texto.


Secundarios o alternativos en función del contenido a desarrollar, del género discursivo y de la extensión del
texto:

- Presenta el estado del arte o los antecedentes que existen sobre la cuestión a abordar. Esta
información consiste en un resumen de la problemática que plantea el tratamiento del tema
que se analiza, de las investigaciones realizadas previamente, de las perspectivas posibles
respecto del mismo y sus conclusiones más destacables.

- Anticipa los distintos ejes o subtemas que se tratarán en el desarrollo, es decir, presenta la
organización de la información.

- Indica las fuentes consultadas para la elaboración del texto. En este punto no encontraremos el
detalle de los datos bibliográficos, sino simplemente el nombre de los principales autores que
han sido tenidos en cuenta para la elaboración del trabajo.

b- El Desarrollo:

La mayor extensión de un texto expositivo, naturalmente, corresponde al desarrollo, que


constituye el núcleo informativo del tema textual. Esta sección presenta más complejidad porque es allí
donde se construye la explicación propiamente dicha del tema en su totalidad. Generalmente el subtítulo
inicial que lo encabeza no hace referencia a la sección (como sí ocurre en la introducción y en la conclusión)
sino que expresa concretamente la problemática central del texto.

En esta parte se exponen los distintos ejes o subtemas de la cuestión abordada, organizados en
distintos apartados encabezados por subtítulos anticipatorios del contenido (para los subtítulos se
recomienda el uso de nominalizaciones). Dependiendo del género, los ejes pueden ser tratados desde la
perspectiva de dos o más autores; si es así, el escritor deberá relacionar adecuadamente las distintas
posturas o aportes analizados, según se confronten (si son opuestas o disímiles), o se complementen (si
existe acuerdo entre ellas).

En todos los textos, se puede identificar un tema principal (la información que se reitera) y
subtemas o temas derivados de él (información complementaria). Para que la identificación se produzca,
cada subtema se presenta desarrollado en un párrafo o apartado y, por ende, cada vez que varía el aspecto
del asunto analizado, encontraremos un punto y aparte.

Cada uno de los apartados presenta la siguiente estructura interna: El primer párrafo funciona
como una presentación del subtema que se va a tratar. En cada uno de los párrafos que siguen se expone la
explicación y/o postura de los distintos autores consultados. Si la exposición es clara, estará incluida una
formulación sintética de la idea central del autor con respecto al tema de análisis (propia o de otros autores)
y también una explicación o ampliación de la misma a través del uso de diversas estrategias (reformulación,
ejemplificación, definición, comparación, citas, narración, descripción), las que se utilizarán según el
destinatario y las intenciones del escritor.

El texto brinda al lector índices o pistas de la relación que se establece entre las ideas o autores
citados a través del uso de conectores. Por ejemplo: si existen coincidencias, aparecerán enlaces como
“asimismo”, “de igual modo”, “de acuerdo con”. Si se oponen pueden usarse “en cambio”, “por el contrario”,
“por otra parte”, “pero”, “sin embargo”.

Recordemos que esta fase del texto es la que incluye más información de los expertos, por lo tanto
encontraremos la referencia de las fuentes consultadas: Para Pérez y otros (2014), esta problemática debe
ser abordada de manera…; “Si se tienen en cuenta estos factores, se deriva que ….” (Martínez, 2010). En
estas referencias no encontraremos el título del texto consultado, sino solamente el apellido del autor y año
de edición (información indispensable). Con estos datos, luego nos remitiremos a la bibliografía donde se
encuentra la información completa acerca de la fuente.

En cuanto a la estructura global del desarrollo, un texto académico bien elaborado permite
evidenciar una determinada estructura jerárquica entre los subtítulos/subtemas del desarrollo (por ejemplo,
organización de lo general a lo particular o viceversa, también, cuáles son las ideas incluyentes y las
inclusivas, cuáles están en un mismo nivel de importancia, cuáles son las principales y cuáles las secundarias,
etc.), lo cual resulta sumamente provechoso para asegurar su interpretación. En esta instancia, resulta muy
útil ir chequeando el índice correspondiente.

Para contribuir a la coherencia del texto, los autores suelen organizar el desarrollo según cierta
lógica interna que permite articular toda la información y cuyo reconocimiento por parte del lector es
fundamental para asegurar la interpretación. A continuación, transcribimos los modos en que puede
presentarse esta lógica interna dentro del texto, según Sánchez Miguel (1993):

Causativa: Se presenta un hecho seguido o antecedido por los motivos que lo han producido.

Problema solución: Se presenta un problema y a continuación un razonamiento tendiente a solucionarlo.

Descriptiva: Se describen las características de seres, hechos o cosas.

Por secuencia: Se narran hechos o procesos que se suceden en un orden temporal determinado.

Comparativa: Implica una comparación entre los elementos y los fenómenos objeto de la explicación. En
este caso, los contenidos se organizan en paralelo, indicando en cada caso las semejanzas y diferencias que
presentan.

Cabe señalar que, por lo general, en los textos académicos se puede identificar una estructura
general y, dentro de ella, otras menores para elaborar distintos segmentos informativos (por ejemplo,
una estructura general secuencial y, dentro de una de las secuencias, una estructura menor descriptiva).
c- La conclusión

Constituye la última parte del texto, lo cierra, y por eso es que se cumplen en ella funciones como la
síntesis de las posturas de las distintas fuentes expuestas en el desarrollo. El resumen que se realiza se
presenta generalmente marcado por algunos organizadores como: “en síntesis”, “en resumidas cuentas”,
“para resumir”, “en suma”, “en pocas palabras”. Por lo general, aquí no se observa el uso de citas, sino la
exposición de la idea fundamental que se puede extraer de cada parágrafo o apartado del desarrollo.

En esta sección se da cuenta de la conclusión propia a la que se ha llegado después de realizado el


análisis, es decir, de lo que el autor pretende dejar en claro a sus destinatarios. Se retoma la pregunta o
problemática y el objetivo formulados en la introducción y se da una respuesta basada en las fuentes leídas;
aunque, recordemos, constituye una posición o reflexión propia del autor del texto, no de los expertos.
Algunos indicadores lingüísticos de que se está presentando la idea central pueden ser: “De lo dicho hasta
aquí puede deducirse que…” / “Puede decirse que…” / “Resulta claro que…” / “La conclusión a la que se ha
arribado es…” Cabe aclarar que la exposición de esta postura más personal no significa de ninguna manera
que se pierdan los rasgos de objetividad propios de este tipo de textos.

Hasta aquí hemos detallado las secciones y la información que se espera encontrar dentro de los
escritos académicos, ahora veremos cómo se manifiestan esas convenciones en dos ejemplares reales, uno
de química y otro de matemática, que han formado parte del material de estudio de esos cursos
disciplinares en ediciones anteriores. La intención es establecer relaciones entre teoría y práctica, para
aprovechar los conceptos desarrollados en este apartado sobre el género e intentar analizar concretamente
el modo en que se presenta el conocimiento disciplinar que cada uno de los textos plantea.

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BIBLIOGRAFÍA

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Sánchez Miguel, E.: Los textos expositivos. Estrategias para mejorar su comprensión. Madrid. Aula XXI
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Zamudio, B. y Atorresi, A. El texto explicativo. Buenos Aires. Prociencia, 1998.

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