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Intro y Cap 1
Introducción
Reflexión sobre el trabajo sobre los otros, es decir, el conjunto de actividades profesionales
que participan en la socialización de los individuos (Educación, salud, trabajo social).
Hay 3 perspectivas dominantes sobre el estudio del trabajo sobre los otros:
1) Francia, finales de los ‘70. Analiza el trabajo a partir de sus consecuencias y de sus
funciones ‘objetivas’. El trabajo sobre los otros y la socialización se acotan a una
función de control social.
2) Francia, en los últimos 20 años. Analiza el trabajo de sociabilización como un
conjunto de interacciones más o menos organizadas, y la organización como el
producto más o menos estable de esas interacciones. Comprender cómo nuestra
sociedad fabrica individuos en el marco de una actividad profesional organizada.
Comprender cómo se construye la experiencia de trabajo y como jerarquizan sus
orientaciones y elecciones culturales
3) (Hipótesis central) El programa institucional. Modo de sociabilizacion/tipo de
relación con el otro.
● Considera que el trabajo sobre el otro es una mediación entre los valores
universales y los individuos particulares
● Afirma que el trabajo de sociabilización es una vocación
● Inculca normas que configuran al individuo y simultáneamente lo vuelven
autónomo y “libre”.
Este programa se encuentra hoy en decadencia. En los últimos 30 años se produjo
una crítica hacia las instituciones. El programa institucional se sitúa “antes” de las
instituciones políticas y no enfrenta a iguales; el maestro y el alumno no son
considerados iguales. El declive del programa institucional hace emerger nuevas
figuras de dominación y de control.
*El programa institucional: Es el proceso social que transforma valores y principios en
acción y en subjetividad por el sesgo de un trabajo profesional específico y organizado:
Valores/principios → Vocación/profesión → Socialización: individuo y sujeto
Se conciben los valores/principios directamente proclives a una actividad específica y
profesional de socialización como una vocación, y cuando dicha actividad tiene por objeto
producir un individuo socializado y un sujeto autónomo.
Este programa debe ser construido como un tipo ideal, para diferenciar aquello que aún hoy
se debe a él, y aquello que puede tener y tiene de nuevo en cómo nuestra sociedad fabrica
individuos y sujetos.
*De la Iglesia a la escuela: Durkheim: La iglesia “inventa” la escuela porque cuenta con un
proyecto de dominación universal sobre las almas. Modelo escolar: conversión, entendida,
no sólo como un adiestramiento, sino también como una revelación del yo. La escuela es
lugar de aprendizaje y un espacio moral.
Esta escuela se adapta y modifica de acuerdo a los cambios del mundo, pero su estructura
no cambia. Debe combinar la adaptación al mundo y la educación moral. Debe sustentarse
sobre la vocación de los maestros. Debe producir sujetos libres, ciudadanos; debe mantener
el orden establecido y el de la justicia.
Todos los intentos de formar un programa institucional moderno deberían cambiar a la
organización sin trastocar la naturaleza profunda. Denominaremos programa institucional a
esa estabilidad de su forma pura.
*Valores y principios: El programa institucional se funda sobre valores, principios, dogmas,
mitos, creencias laicas o religiosas pero siempre sagradas. Estos no son reflejo de la
comunidad y sus costumbres, sino que se construyen sobre un principio universal “fuera del
mundo”. Esa exterioridad implica una acción voluntaria, en el caso de la escuela, en que el
programa institucional quiere arrancar a los actores de la experiencia banal y familiar de su
propio mundo.
Fuera del mundo: Es una característica “extrasocial” porque se sitúa “por encima” de la
diversidad de los grupos y clases, de sus intereses privados y de sus costumbres. En la
medida que la modernidad se presente como un proyecto cultural coherente, universal y
racional, no deja de construir programas institucionales susceptibles de producir individuos
a su vez universales junto con sus creencias y sus costumbres específicas, y “por encima” de
ellas. Los profesionales de las instituciones no pueden ceder, sin que decaigan o traicionen
sus compromisos a las presiones de los individuos y de las familias. Lo universal no puede
ceder a lo particular.
*La vocación: Forma de compromiso total que choca de lleno contra valores de reflexividad,
de profesionalismo y de dominio de sí.
*Una paradoja resuelta: La prolongada crítica contra las instituciones acabó por imponer la
imagen de simples máquinas para conformar y disciplinar, destruyendo toda individualidad.
La “institución” quedó reducida a sistema de control total de los cuerpos y las almas, a
sistema de puro adiestramiento para destruir toda subjetividad autónoma.
La relación como institución: Según Parsons, existe una continuidad funcional y formal entre
la cultura (los valores), la sociedad (los roles), y las personalidades (los motivos de la acción).
La socialización tiene por función asegurar esta continuidad entre la estructura social y la
personalidad, haciendo de la personalidad una unidad singular.
En el programa institucional, no debo amar al maestro para amar el conocimiento; estos
sentimientos no son más que medios y no se incrementan sino una vez que se separan.
Cuando los sentimientos y las pasiones se instalan, el programa institucional se ve
corrompido. En el programa inst., el profesional no socializa ni educa al otro si no es
concebido como el mediador de principios generales.
*La violencia y la salud: Si el programa institucional funciona más para la disciplina que para
la recompensa y si el psicoanálisis llega a reforzarla, por más que no sea el diseño más
perfecto, este programa reposa sobre una antropología negativa. Para la escuela católica o
republicana, hay que predisponer y adiestrar al niño, ya que nada le dispone naturalmente a
plegarse a la disciplina y a desear conocer.
conocer. Para Freud como para Durkheim, la naturaleza humana no está hecha sino de
deseos siempre insaciables cuando no está limitada por nada más que ella misma. El
hombre es peligroso para sí mismo ya que no puede satisfacerse viviendo naturalmente.
Entonces debe aprender a vivir apaciblemente eligiendo el único régimen del miedo al
castigo. Para conducir al hombre hacia su verdadera naturaleza humana, el programa
institucional debe pasar por la disciplina.
Para ser moral y eficaz, para promover al sujeto, la sanción escolar debe ser medida,
desprovista de crueldad, debe ser neutra y objetiva. La sanción no tiene como objeto sólo
mantener la paz, participa de una actividad moral; diferida, muy lejos de la venganza,
recuerda que existe una ley y una libertad en cada sujeto. En el fondo, postula que cada
sujeto anhela reconocer su falta y quiere ser castigado para renacer en él mismo.
Los castigos físicos que se acostumbraban antes en el ámbito educativo son inconcebibles
en el trabajo cotidiano del programa constitucional.
*Una máquina para reducir lo trágico: Las representaciones más corrientes de las
instituciones de socialización suelen ser de gran sencillez, como si fueran máquinas. Si se
considera como una máquina al programa institucional, sería una máquina para reducir las
dimensiones trágicas del trabajo sobre otros para volverlo coherente y soportable.
Las ficciones necesarias: El programa inst. e ngendra un tipo particular de creencia: las
ficciones necesarias que los actores no creen verdaderamente, pero a las que no pueden
renunciar sin que su trabajo se vacíe de sentido. Son cuadros cognitivos y morales
indispensables para cumplir el proyecto de socialización: todos los docentes saben que no a
todos los alumnos les irá bien, pero hacen como si a todos les pudiera ir bien.
El programa hace compatibles los principios de justicia y de normas que, en su propia lógica,
no lo son.
Como es un santuario, puede atribuir sus fracasos y dificultades al mundo exterior: en el
caso de la escuela, la contradicción entre el principio de igualdad de todos los alumnos y la
necesidad de clasificarlos y así volverlos desiguales, no se percibe como una contradicción
porque todo lo que altera la compatibilidad de esos dos principios opuestos se remite fuera
de las murallas del santuario escolar: es culpa del capitalismo o de la desigualdad natural de
los “dones” de los alumnos. No se excluye que el programa propone un repertorio de
consuelos; dado que el trabajo del programa se hace directamente con lo que se percibe
como naturaleza, conviene aceptar un cierto fatum: el programa expulsa el mal fuera de sus
muros (no es culpa de la escuela si los alumnos siguen siendo desiguales a pesar de su
igualdad en la institución).
Esa capacidad de anular las condiciones trágicas de la acción produce un orden que sería
erróneo percibir como total. Los valores son intangibles y rara vez impugnados; la fuerza
misma de esos valores autoriza una capacidad crítica interna porque son tan “elevados” que
apenas se presentan oportunidades de realizarlos plenamente, y la crítica de la institución
refuerza la institución en la medida en que apela a los principios que la fundan. La mayor
parte de las reformas de las instituciones ha sido realizada en nombre de los principios
fundamentales de esas instituciones.
La decadencia del programa inst. no es total ni homogénea. Aún hoy subsisten muchos
elementos del tipo puro que acabamos de proponer, mientras otros se han desmoronado. Si
se admite definir el programa inst. como un tipo de relación social y de trabajo institucional
sobre los otros, debe comprenderse que su decadencia es un fenómeno mayor que afecta
no sólo al trabajo sobre los otros sino que va más allá y llega hasta nuestra concepción
misma de la vida social y de la acción. El programa resulta admirable por su fuerza, su
coherencia y sus capacidades mágicas de reducción de un número considerable de
tensiones y paradojas.
Si aceptamos que el trabajo sobre los otros fue construido en la forma del programa
institucional, sus mutaciones tienen un alcance que excede muy ampliamente los meros
cambios de condiciones y de modelos de ese trabajo, porque no consiste en nada menos
que en la producción de los actores y de la historicidad de las sociedades.