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BIBLIOTECA CONCILIO VATICANO II

Comentarios a la
AUTORES CRISTIANOS
Declarada de interés nacional CO N S T I T U C I Ó N
sobre
ESTA COLECCIÓN $É*.*PUBLIJ:A BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA
DIRECCIÓN DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
LA IG L E S I A
LA COMISIÓN DE DICHA' PONTIFICIA UNIVER-
SIDAD ENCARGADA DE LA INMEDIATA RELA- A U T O R E S :
CIÓN CON LA B . A. C. ESTÁ INTEGRADA EN EL
AÑO 1 9 6 6 POR LOS SEÑORES SIGUIENTES:
J. A . A l d a m a S. I., J. M . Alonso C . M . F . , J. Collantes S. I.,
R. Gabás, N . García Garcés C . M . F . , J. M . G . G ó m e z -
H e r a s , B . J i m é n e z D u q u e , T . I. J i m é n e z Urresti, J. Leal S. I.,
PRESIDENTE : R . L ó p e z Gallego, N . L ó p e z Martínez, M . L l a m e r a O . P . ,
B . M o n s e g ú C . P . , J. Salaverri S. I., A . Sanchís O . P . , E . Sau-
ras O . P . , L . T u r r a d o , M . Useros
Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. MAURO RUBIO REPULLÉS, Obispo
de Salamanca y Gran Canciller de la Pontificia Universidad.
EDICIÓN DIRIGIDA POR S. EXC. a RVDMA. DON
VICEPRESIDENTE : limo. Sr. Dr. TOMÁS GARCÍA BARBERE-
CASIMIRO MORCILLO GONZÁLEZ
NA, Rector Magnífico.
ARZOBISPO DE MADRID-ALCALÁ
VOCALES :Dr. Luís ARIAS, O. S. A., Decano de la Facultad
de Teología; Dr. ANTONIO GARCÍA, O. F. M., Decano de
la Facultad de Derecho Canónico; Dr. ISIDORO RODRÍGUEZ,
O. F. M., Decano de la Facultad de Filosofía y Letras;
Dr. JOSÉ RIESCO,. Decano adjunto de la Sección de Filoso-
fía; Dr. CLAUDIO VILÁ PALÁ, Soh. P., Decano adjunto de
Pedagogía; Dr. JOSÉ MARÍA GUIX, Subdirector del Instituto
Social León XIII, de Madrid; Dr. MAXIMILIANO GARCÍA
CORDERO, O. P., Catedrático de Sagrada Escritura; Dr. BER-
NARDINO LLORCA, S. I., Catedrático de Historia Eclesiástica;
Dr. CASIANO FLORISTÁN, Director del Instituto Superior de
Pastoral.
SECRETARIO : Dr. MANUEL USEROS, Profesor.

LA EDITORIAL CATÓLICA, S. A. —-APARTADO 466


B I B L I O T E C A DE AUTORES CRISTIANOS
MADRID • MCMLXVI MADRID • MCMLXVI
ÍNDICE GENERAL

Págs.

Siglas xi

CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA SOBRE LA IGLESIA


CAPÍTULO I.—El misterio de la Iglesia 3
CAPÍTULO II.—El pueblo de Dios 15
CAPÍTULO III.—Constitución jerárquica de la Iglesia, y particular-
mente el episcopado 30
CAPÍTULO IV.—Los laicos 53
CAPÍTULO V.—Universal vocación a la santidad en la Iglesia 65
CAPÍTULO VI.—De los religiosos 74
CAPÍTULO VII.—índole escatológica de la Iglesia peregrinante y su
unión con la Iglesia celestial 81
CAPÍTULO VIII.—La Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios
en el misterio de Cristo y de la Iglesia 89
I. Proemio 89
II. Oficio de la Bienaventurada Virgen en la economía de la
salvación 91
III. La Bienaventurada Virgen y la Iglesia 96
IV. Culto de la Bienaventurada Virgen en la Iglesia 100
V. María, signo de esperanza cierta y consuelo para el pueblo
de Dios peregrinante 102
Notificaciones comunicadas por el Excmo. Secretario general del
Concilio en la congregación general 123, del día 16 de no-
viembre de 1964 104
Nota explicativa previa 105

COMENTARIOS A LA CONSTITUCIÓN SOBRE LA IGLESIA


CAPÍTULO I.—El misterio de la Iglesia (n.1-8) 113
Introducción (n.l), por Joaquín Salaverri, S. 1 113
La «Lumen gentium» y Jos otros temas conciliares 114
Variedad de temas sobre la Iglesia en los Concilios 115
Algo sobre la historia de la Eclesiología 116
El tratado «De Ecclesia» 120
La Eclesiología del Vaticano II 123
Criterios de interpretación 126
Ecclesia de Trinitate (n.2-4), por Joaquín María Alonso, C. M. F. 138
I. La génesis del texto 141
•II. La doctrina del texto 143
III. Ecclesia de Trinitate. Una síntesis teológica 152
N I H I I . OBSTAT: DR. ANDRÉS DE LUCAS, CENSOR. IMPRIMATUR : DR. RICARDO El reino de Dios (n.5-6), por Justo Collantes, S. 1 166
BLANCO, VIC. GEN. MADRID, 31 MARZO 1 9 6 6 Las varias figuras de la Iglesia 169
Registro núm. 2540-1966.—Depósito legal M 4782-1966 El misterio de la Iglesia y la figura del Cuerpo místico (n.7-8),
por Emilio Sauras, O. P 176
VIH índice general índice general IX
Pígs. Págs.

I. Proceso de la elaboración del u.7 sobre la doctrina del Sacramentalidad del episcopado (n.21), por Bernardo Monse-
«Cuerpo místico» 179 gú, C. P 403
II. Enmarcamiento de la doctrina sobre el Cuerpo místico La doctrina del Vaticano II sobre el colegio episcopal (n.22, 23
en el, capítulo primero y en la totalidad de la cons- y 27), por Teodoro Ignacio Jiménez Urresti 427
titución .182 I. Introducción 427
III. Exposición del contenido doctrinal del n.7, sobre el II. Comentario al texto conciliar 445
Cuerpo místico 187 Del colegio apostólico al colegio episcopal 445
IV. Relaciones del n.7 con los capítulos siguientes a través Relaciones de los miembros del colegio entre sí: soli-
deln.8 218 citud ¡universal 488
CAPÍTULO II.—El pueblo de Dios (n.9-17) 226 El miembro del colegio, su iglesia particular y la co-
legialidad 494
Introducción (n.9, 12 y 13), por Emilio Sauras, O. P 226
III. Conclusión 503
I. La elaboración del capítulo sobre el pueblo de Dios ... 227
Potestad de magisterio (n.24-25), por Joaquín Salaverri, S. I. ... 506
II. Contenido doctrinal de la figura del pueblo de Dios ... 233
III. Exposición de los números 9, 12 y 13 245 El oficio de santificar de los obispos (n.26), por Baldomero Ji-
El sentido de la fe y de los carismas en el pueblo cris- ménez Duque 531
tiano 252 Los presbíteros (n.28), por Nicolás López Martínez 540
Universalidad y catolicidad del único pueblo de Dios. 256 Restauración conciliar del diaconado (n.29), por Manuel Useros
El sacerdocio común de los fieles (n.10-11), por Bernardo Mon- Carretero 5 59
segú, C. P 264 I. La decisión del Vaticano II 559
I. Su existencia, su naturaleza y su diversidad del je- II. El movimiento preconciliar en favor de la restauración
rárquico 264 del diaconado 563
II. El ejercicio del sacerdocio común en los sacramentos. 297 III. Retorno conciliar a la tradición de la Iglesia primitiva. 572
IV. La sacramentalidad del diaconado 591
Situación de la humanidad con respecto al pueblo de Dios V. Motivos pastorales a la restauración del diaconado ... 598
(n.14-17), por Ramiro López Gallego 316 VI. El nuevo diácono en la Iglesia del futuro 606
La nueva nomenclatura 316
Los católicos y los catecúmenos 318 CAPÍTULO IV.—Los laicos (n.30-38), por Bernardo Monsegú, C. P. 619
Vínculos de la Iglesia con los cristianos no católicos 324 ., Comentario a los números 30-31 619
Los no cristianos 326 Introducción: El laieado en la historia de la Iglesia 619
Carácter misionero de la Iglesia 330 Peculiaridad laical 630
CAPÍTULO III.—Constitución jerárquica de la Iglesia y particular- Qué se entiende por laicos 639
mente del episcopado (n.18-29) 334 El apostolado laical (n.32-33), por Ramiro López Gallego 654
Proemio y comentario (n.18), por Joaquín María Alonso, C. M. F. 334 La dignidad de los laicos en la Iglesia 654
I. Breve historia genética del capítulo 335 Principios fundamentales del apostolado laical 658
II. El valor teológico del texto 337 Consagración del mundo (n.34), por Bernardo Monsegú, C. P. 663
III. La interpretación del texto conciliar 343 El testimonio de su vida (n.35-38), por José María G. Gómez-
IV. Valor interpretativo de la nota 346 Heras 674
V. Breve explicación de la nota previa 347 En las estructuras del mundo 691
VI. Contenido doctrinal del n.18 353 Relaciones entre jerarquía y lateado 706
La institución del colegio apostólico (n.19), por Lorenzo Turrado. 357 Los cristianos, alma del mundo 721
I. Elección de los Doce 358 CAPÍTULO V.—Universal vocación a la santidad en la Iglesia (n.39-
II. Institución a modo de colegio, con Pedro a la cabeza ... 360 42), por Baldomero Jiménez Duque 723
III. Misión que Cristo les confía 363 CAPÍTULO VI.—De los religiosos (n.43-47), por Marceliano Lla-
IV. Visión panorámica de la Iglesia 364 mera, O. P., y Antonio Sanchís, O. P 793
Los obispos, sucesores de los apóstoles (n.20) 368 I. Origen divino de los consejos evangélicos y desarrollo
Parte I: Exposición bíblica, por Juan Leal, S. 1 368 eclesial de la vida religiosa (n.43) 801
I. La institución y actuación del colegio de los Doce ... 369 II. Virtualidades o valores de la profesión de los consejos
evangélicos (n.44) 823
II. La sucesión en general 373
III. Reglamentación eclesial de la vida religiosa (n.45) 843
III. La sucesión en particular 376
Epígrafe final: La vida religiosa es la faz de la Iglesia ... 848
Parte I I : Exposición teológica, por Joaquín Salaverri, S. I. 379
X índice general
Págs.
IV. Ventajas personales y .sociales de las renuncias evangéli- PRINCIPALES SIGLAS
cas (n.46-47) • 849
Conclusión: Deber de perseverancia 881
CAPÍTULO VII.—índole escatológica de la Iglesia peregrinante y su
unión con la Iglesia celestial (n.48-51), por Raúl Gabás 882
índole escatológica de nuestra vocación en la Iglesia (n.48) ... 883 AAS Acta Apostolicae Sedis.
I. 'La Iglesia no ha llegado a su perfección 884 ASS Acta Sanctae Sedis.
II. La Iglesia será llevada a su plena perfección «cuando lle- CB Corpus Berolinense.
gue el tiempo de la restauración de todas las cosas» CIC Codex luris Canonici.
(Act 3,21) 887 CSEL Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum.
III. Ya comenzó la restauración de todas las cosas en Cristo. 899 CSIC Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
IV. Hasta que llegue el último día pesa sobre nosotros la DENZ. o D Denzinger, Enchiridion Symbolorum.
decisión de nuestra existencia 907 DM Documentos Marianos.
Comunión de la Iglesia celestial con la Iglesia peregrinan- DTC Dictionnaire de Théologie Catholique.
te (n.49) 910 EphThLov Ephemerides Theologicae Lovanienses.
Relaciones de la Iglesia peregrinante con la Iglesia celestial EstEcI Estudios Eclesiásticos.
(n.50-51) 915 EstMar Estudios Marianos.
I. La Iglesia terrena y los fieles del purgatorio 917 GCS Die griechischen chrisrlichen Schriftseller der ersten drei
II. La Iglesia terrestre y la celestial 919 Jahrhunderte = CB.
Consideración final 921 LMD La Maison Dieu.
MG, ML J. P. Migne, Patrologiae cursus completus: Series graeca,
CAPÍTULO VIII.—De la Bienaventurada Virgen María, Madre de Series latina.
Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia (n.52-69) 924 MGh Monumenta Germaniae histórica.
Introducción preliminar (n.52-59), por Narciso García Gar- MiseCom Miscelánea Comillas.
cés, C M. F 924 NouvRevTh .... Nouvelle Revue Théologique.
I. Proemio conciliar 928 OCSHA Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana.
La Santísima Virgen y la Iglesia 933 PG, PL J. P. Migne, Patrologiae cursus completus: Series graeca,
Intención del Concilio 941 Series latina.
II. Del oficio de la B. Virgen en el plan divino de la sal- RevEspTeol Revista Española de Teología.
vación 947 RevBibl Revue Biblique.
La Madre del Mesías en el Antiguo Testamento 947 RevScPhTh Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques.
María en la Anunciación 953 RevScRel Revue des Sciences Religieuses.
La Santísima Virgen y el Niño Jesús 961 RevThom Revue Thomiste.
María en la vida pública de Jesús 968 SThS Sacrae Theologiae Summa.
La B. Virgen después de la Ascensión 974 TeolEsp Teología Espiritual.
III. La Santísima Virgen y la Iglesia (n.60-65), por Marceliano TheolQuartsch . Theologische Quartalschrift.
Llamera, O. P 982
ThSt Theological Studies.
La misión maternal de María hacia los hombres 982
VD Verbum Domini.
1. Sentido de la cooperación o mediación maternal de
María 984
2. María, Madre nuestra espiritual 99-7
3. María, tipo y ejemplar maternal de la Iglesia 1032
IV. El culto de la Santísima Virgen en la Iglesia (n.66-69), por
José Antonio de Aldama, S. I 1048
V. María, señal de firme esperanza y de consuelo para el pue-
blo de Dios, que peregrina por la tierra 1075
Epílogo 1080
índice de Sagrada Escritura 1085
índice de nombres 1094
índice de materias . 1103
CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA SOBRE
LA IGLESIA
CAPÍTULO I

EL MISTERIO DE LA IGLESIA
1. Por ser Cristo luz de las gentes, este sagrado Concilio,
reunido bajo la inspiración del Espíritu Santo, desea vehemen-
temente iluminar a todos los hombres con su claridad, que res-
plandece sobre la faz de la Iglesia, anunciando el Evangelio a
toda criatura (cf. Me 16,15). Y como la Iglesia es en Cristo
como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión
con Dios y de la unidad de todo el género humano, insistiendo
en el ejemplo de los concilios anteriores, se propone declarar
con mayor precisión a sus fieles y a todo el mundo su naturaleza
y su misión universal. Las condiciones de estos tiempos aña-
den a este deber de la Iglesia una mayor urgencia, para que to-
dos los hombres, unidos hoy más íntimamente con toda clase de
relaciones sociales, técnicas y culturales, consigan también la ple-
na unidad en Cristo.
[La voluntad del Padre Eterno sobre la salvación universal]
2. El Padre Eterno creó el mundo universo por un libérrimo
y misterioso designio de su sabiduría y de su bondad, decretó
elevar a los hombres a la participación de la vida divina y, caí-
dos por el pecado de Adán, no los abandonó, dispensándoles
siempre su ayuda en atención a Cristo Redentor, que es la imagen
de Dios invisible, primogénito de toda criatura (Col 1,15). A to-

CAPUT I

DE ECCLESIAE MYSTERIO
1. LUMEN GENTIUM cum sit Christus, haec Sacrosancta Synodus, in
Spiritu Sancto congregata, omnes homines claritate Eius, super faciem
Ecclesiae resplendente, ¡Iluminare vehementer exoptat, omni creaturae Evan-
gelium annuntiando (cf. Me 16,15). Cum autem Ecclesia sit in Christo
veluti sacramentum seu signum et insrumentum intimae cum Deo unionis
totiusque generis humani unitatis, naturam missionemque suam univer-
salem, praecedentium Conciliorum argumento instaras, pressius fidelibus
suis et mundo universo declarare intendit. Condiciones huius temporis
huic Ecclesiae officio urgentiorem vim addunt, ut nempe homines cuncti,
variis hodie vincülis isocialibus, technicis, culturalibus arctius coniuncti,
plenam etiam unitatem in Christo consequantur.
2. Aeternus Pater, libérrimo et arcano sapientiae ac bonitatis suae
consilio, mundum universum creavit, homines ad participandam vitam di-
vinara elevare decrevit, cosque lapsos in Adamo non dereliquit, semper
eis auxilia ad salutem praebens, intuitu Christi Redemptoris, qui est ¡mago
Dei invisibilis, pr'unogenitus omnis creaturae (Col 1,15)- Omnes autem
4 Constitución sobre la Iglesia. 2-3 C.l. El misterio de la Iglesia. 3-4 5
dos los elegidos desde toda la eternidad el Padre los conoció de si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí (lo 12,32 gr.).
antemano y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Cuantas veces se renueva sobre el altar el sacrificio de la cruz,
Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos en que nuestra Pascua, Cristo, ha sido inmolada (1 Cor 5,7),
(Rom 8,29). Determinó convocar a los creyentes en Cristo en se efectúa la obra de nuestra redención. Al propio tiempo, en
la Santa Iglesia, que prefigurada ya desde el origen del mundo, el sacramento del pan eucarístico se representa y se reproduce
preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo
el Antiguo Testamento', constituida en los últimos tiempos, fue (cf. 1 Cor 10,17). Todos los hombres son llamados a esta unión
manifestada por la efusión del Espíritu Santo y se perfeccionará con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vi-
gloriosamente al fin de los tiempos. Entonces, como se lee en los vimos y hacia quien caminamos.
Santos Padres, todos los justos descendientes de Adán, «desde
Abel el justo hasta el último elegido» 2, se congregarán delante [El Espíritu santificador de la Iglesia]
del Padre en una Iglesia universal. 4. Consumada, pues, la obra que el Padre confió al Hijo
en la tierra (cf. lo 17,4), fue enviado el Espíritu Santo en el
[Misión y obra del Hijo'] día de Pentecostés para que indeficientemente santificara a la
3. Vino, pues, el Hijo, enviado por el Padre, que nos eligió Iglesia, y de esta forma los que creen en Cristo pudieran acer-
en El antes de la creación del mundo, y nos predestinó a la adop- carse al Padre en un mismo Espíritu (cf. Eph 2,18). El es el
ción de hijos, porque en El se complació restaurar todas las cosas Espíritu de la vida o la fuente del agua que salta hasta la vida
(cf. Eph 1,4-5 y 10). Cristo, pues, en cumplimiento de la volun- eterna (cf. lo 4,14; 7,38-39), por quien vivifica el Padre a to-
tad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos dos los muertos por el pecado hasta que resucite en Cristo sus
reveló su misterio, y efectuó la redención con su obediencia. La cuerpos mortales (cf. Rom 8,10-11). El Espíritu habita en la
Iglesia, o reino de Cristo, presente ya en el misterio, crece visi- Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo
blemente en el mundo por el poder de Dios. Comienzo y expan- (1 Cor 3,16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de la adop-
sión significados por la sangre y el agua que manan del costado ción de hijos (cf. Gal 4,6; Rom 8,15-16 y 2 6 ) . Con diversos
abierto de Cristo crucificado (cf. l o 19,34) y anunciados por dones jerárquicos y carismáticos dirige y enriquece con todos
por las palabras de Cristo sobre su muerte en la cruz: Y yo, sus frutos a la Iglesia (cf. Eph 4,11-12; 1 Cor 12,4; Gal 5,22),
a la que guía hacia toda verdad (cf. lo 16,13) y unifica en co-
electos Pater ante saecula praescivit et praedestinctvit conformes fieri ima- munión y ministerio. Hace rejuvenecer a la Iglesia, la renueva
ginis Filii sui, ut sit Ipse primogenitus in multis jratribus (Rom 8,29).
Credentes autem in Christum convocare statuit in sancta Ecclesia, quae si exaltatus fuero a térra, omnes traham ad Meipsum (lo 12,32 g r . ) .
iam ab origine mundi praefigurata, in historia populi Israel ac foedere Quoties sacrificium crucis, quo Pascha nostrum inmolatus est Christus
antiquo mirabiliter praeparata', in novissimis temporibus constituía, ef- (1 Cor 5,7), in altari celebratur, opus nostrae redemptionis exercetur.
fuso Spiritu est manifestata, et in fine saeculorum glorióse consummabi- Simul sacramento pañis eucharistici repraesentatur et efficitur unitas fide-
tur. Tune autem, sicut apud sanctos Parres legítur, omnes iusti inde ab lium, qui unum corpus in Christo constituunt (cf. 1 Cor 10,17). Omnes
Adam, ab Abel iusto usque ad ultimum electum 2 in Ecclesia universali nomines ad hanc vocantur unionem cum Christo, qui est lux mundi, a
apud Patrem congregabuntur. quo procedimus, per quem vivirnus, ad quem tendimus.
3. Venit igitur Filius, missus a Patre, qui nos in Eo ante mundi 4. Opere autem consummato, quod Pater Filio commisit in térra
constitutionem elegit ac in adoptionem ftliorum praedestinavit, quia in faciendum (cf. lo 17,4), missus est Spiritus Sanctus die Pentecostés, ut
Eo omnk instaurare sibi complacuit (cf. Eph 1,4-5 et 10). Christus ideo, Ecclesiam iugiter sanctificaret, atque ita credentes per Christum in uno
ut voluntatem Patris impleret, regnum caelorum in terris inauguravit Spiritu accessum haberent ad Patrem (cf. Eph 2,18). Ipse est Spiritus
nobisque Eius mysterium revelavit, atque oboedientia sua redemptionem vitae seu fons aquae salientis in vitam aeternam (cf. lo 4,14; 7,38-39),
effecit. Ecclesia, seu regnum Christi iam praesens in mysterio, ex virtute per quem Pater nomines, peccato mortuos, vivificar, doñee eorum morta-
Dei in mundo visibiliter crescit. Quod exordium et incrementum signi- lia corpora in Christo resuscitet (cf. Rom 8,10-11). Spiritus in Ecclesia
ficantur sanguine et aqua ex aperto latere Iesu crucifixi exeuntibus (cf. lo et in cordibus fidelium tamquam in templo habitat (cf. 1 Cor 3,16; 6,19),
19,34), ac praenuntiantur verbis Domine de morte sua in cruce: Et Ego, in cisque orat et testimonium adoptionis filiorum reddit (cf. Gal 4,6;
Rom 8,15-16 et 26). Ecclesiam, quam in omnem veritatem inducit (cf. lo
1
Cf. SAN CIPRIANO, Epist. 64,4: PL 3,1017; CSEL (Hartel), III B p.720; SAN 16-13) et in communione et ministratíone unificat, diversis donis hierar-
HILARIO PICT., In Mt. 23,6: PL 9,1047; SAN AGUSTÍN, passim; SAN CIRILO A L E J . , chicis et charismaticis instruir ac dirigit, et fructibus suis adornat (cf. Eph
GUph. in Gen. 2,10: PG 69.110A.
2
Cf. SAN GREGORIO M., Hom. in Evang. 19,1: PL 76.1154B; SAN AGUSTÍN. 4,11-12; 1 Cor 12,4; Gal 5,22). Virtute Evangelü iuvenescere facit Ec-
Seria. 341,2,11: PL 39,1499s; SAN J. DAMASCENO, Aiv. ¡conocí. 1 1 : PG 96,1358. clesiam eamque perpetuo renoval et ad consummatam cum Sponso suo
6 Constitución sobre la Iglesia, 4-5 C.l. El misterio de la Iglesia. 5-6 7
constantemente y la conduce a la unión consumada con su Es- Pero habiendo resucitado Jesús, después de morir en la cruz
poso ". Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: ¡Ven! por los hombres, apareció constituido para siempre como Señor,
(cf. Apoc 22,17). como Cristo y como Sacerdote (cf. Act 2,36; Hebr 5,6; 7,17-21),
Así se manifiesta toda la Iglesia como «una muchedumbre y derramó en sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre
reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» 4. (cf. Act 2,33). Por eso la Iglesia, enriquecida con los dones de
su Fundador, observando fielmente sus preceptos de caridad, de
\_El reino de Dios}
humildad y de abnegación, recibe la misión de anunciar el Reino
5. El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fun- de Cristo y de Dios, de establecerlo en medio de todas las gentes,
dación. Pues nuestro Señor Jesús fundamentó su Iglesia predi- y constituye en la tierra el germen y el principio de este reino.
cando la buena nueva, es decir, el Reino de Dios prometido Ella en tanto, mientras va creciendo poco a poco, anhela el reino
muchos siglos antes en las Escrituras: Porque el tiempo está cum- consumado, espera con todas sus fuerzas y desea ardientemente
plido, y se acercó el reino de Dios (Me 1,15; cf. Mt 4,17). Ahora unirse con su Rey en la gloria.
bien, este reino comienza a manifestarse como luz delante de
los hombres por la palabra, por las obras y por la presencia [Las varias figuras de la Iglesia}
de Cristo. La palabra de Dios se compara a la semilla depo- 6. Como en el Antiguo Testamento la revelación del Reino
sitada en el campo (Me 4,14); quienes la reciben con fidelidad se propone muchas veces bajo figuras, así ahora la íntima natu-
y se unen a la pequeña grey (Le 12,32) de Cristo, recibieron el raleza de la Iglesia se nos manifiesta también bajo diversos símbo-
Reino; la semilla va germinando poco a poco por su vigor inter- los, que tomados de la vida pastoril, de la agricultura, de la cons-
no, y va creciendo hasta el tiempo de la siega (cf. Me 4,26-29). trucción, de la familia y de los esponsales, se vislumbran ya
Los milagros, por su parte, prueban que el Reino de Jesús ya en los libros de los profetas.
vino sobre la tierra: Si expulso los demonios por el dedo de La Iglesia es, pues, un «redil», cuya única y obligada puerta
Dios, sin duda que el Reino de Dios ha llegado a vosotros es Cristo (lo 10,1-10). Es también una grey, cuyo Pastor será
(Le 11,20; cf. Mt 12,28). Pero, sobre todo, el Reino se mani- el mismo Dios, según las profecías (cf Is 40,11; Ez 34,llss),
fiesta en la persona del mismo Cristo, Hijo del hombre, que vino y cuyas ovejas, aunque aparezcan conducidas por pastores huma-
a servir y a dar su vida para redención de muchos (Me 10,45). nos, son guiadas y nutridas constantemente por el mismo Cristo,
buen Pastor y jefe rabadán de pastores (cf. lo 10,11; 1 Petr 5,4),
unionem perducit *. Nam Spiritus et Sponsa ad Dominum Iesum dicunt que dio su vida por las ovejas (cf. lo 10,11-15).
«Veni!» (cf. Apoc 22,17).
Sic apparet universa Ecclesia sicuti «de unitate Patris et Filii et Spi- Cum autem Iesus, mortem crucis pro hominibus passus, resurrexerit,
ritus Sancti plebs adunata» \ tamquam Dominus et Christus Sacerdosque in aeternum constitutus ap-
5. Ecclesiae sanctae mysterium in eiusdem fundatione manifestatur. paruit (cf. Act 2,36; Hebr 5,6; 7,17-21), atque Spiritum a Patre promis-
Dominus enim Iesus Ecclesiae suae initium fecit praedicando faustum sum in diseipulos suos effudit (cf. Act 2,33). Unde Ecclesia, donis sui
nuntium, adventum scilicet Regni Dei a saeculis in Scripturis promissi: Fundatoris ínstructa fideliterque eiusdem praecepta caritatis, humilitatis
Quoniam impletum est tempus, et appropinquavit Regnum Dei (Me 1,15; et abnegationis servans, missionem accipit Regnum Christi et Dei annun-
cf. Mt 4,17). Hoc vero Regnum in verbo, operibus et praesentia Christi tiandi et in ómnibus gentibus instaurandi, huiusque Regni in terris ger-
homioibus elucescit. Verbum nempe Domini comparatur semini, quod men et initium constituit. Ipsa interea, dum paulatim increseit, ad Reg-
in agro seminatur (Me 4,14): qui illud cum fide audiunt et Christi pusillo num consummatum anhelat ac totis viribus sperat et exoptat cum Rege
gregi (Le 12,32) adnumerantur, Regnum ipsum susceperunt; propria dein suo in gloria coniungi.
viftute semen germinar, et increseit usque ad tempus messis (cf. Me 4,
6. Sicut in Vetere Testamento revelado Regni saepe sub figuris pro-
26-29). Miracula etiam Iesu Regnum iam in terris pervenisse comprobant:
pooitur, ita nunc quoque variis imaginibus intima Ecclesiae natura nobis
Si in digito Dei eiicio daemonia, projecto pervenit in vos Regnum Dei
innotescit, quae sive a vita pastorali vel ab agricultura, sive ab aedifica-
(Le 11,20; cf. Mt 12,28). Ante omnia tamen Regnum manifestatur in
tione aut etiam a familia et sponsalibus desumptae, in libris Prophetarum
ipsa Persona Christi, Filii Dei et Filii hominis, qui venit ut ministraret,
praeparantur.
et daret animam suam redemptionem pro multis (Me 10,45).
Est enim Ecclesia ovile, cuius ostium unicum et necessarium Christus
est (lo 10,1-10). Est etiam grex, cuius ipse Deus pastorem se fore prae-
* Cf. SAN IRENEO, Adv. haer. III 24,1: PG 7,966; HARVEY, 2,131; ed. SAGNARD, nuntiavit (cf. Is 40-11; Ez 34,llss), et cuius oves, etsi a pastoribus hu-
Sources Chr. p.398.
' SAN CiPRrANO, De oral. dom. 23: PI. 4.553; HARTEL, III A p.285; SAN manis gubernantur, indesinenter tamen deducuntur et nutriuntur ab ipso
AGUSTÍN, Serm. 71,20,33: PL 38,463s; SAN J. DAMASCF.NO. Adv. iconocl. 1 2 : P G Christo, bono Pastore Principeque pastorum (cf. lo 10,11; 1 Petr 5,4),
96.1358D. qui vitam suam dedit pro ovibus (cf. lo 10,11-15).
8 Consliliirióir sobre la Iglesia. 6
C.l. El misterio de la Iglesia. 6-7 9
La Iglesia es «agricultura» o arada de Dios (1 Cor 3,9)- En
este campo crece el vetusto olivo, cuya santa raíz fueron los pa- La Iglesia, que es llamada también «la Jerusalén de arriba»
triarcas, en la cual se efectuó y concluirá la reconciliación de los y «madre nuestra» (Gal 4,26; cf. Apoc 12,17), se representa como
judíos y de los gentiles (Rom 11,13-26). El celestial Agrícola la la inmaculada «esposa» del Cordero inmaculado (Apoc 19,7;
plantó como viña elegida (Me 21,33-43 par.; cf. Is 5,lss). La 21,2 y 9; 22,17), a la que Cristo amó y se entregó por ella, para
verdadera vid es Cristo, que comunica la savia y la fecundidad a santificarla (Eph 5,26), la unió consigo con alianza indisoluble
los sarmientos, es decir, a nosotros, que estamos vinculados a El por y sin cesar la alimenta y abriga (Eph 5,29), y a la que, limpia
medio de la Iglesia, sin el cual nada podemos hacer (lo 15,1-5). de toda mancha, quiso ver unida a sí y sujeta por el amor y la
Muchas veces la Iglesia se llama también «edificación» de fidelidad (cf. Eph 5,24), a la que, por fin, enriqueció para siem-
Dios (1 Cor 3,9). El mismo Señor se comparó a una piedra pre con tesoros celestiales, a fin de que podamos comprender la
rechazada por los edificadores, pero que fue puesta como pie- caridad de Dios y de Cristo para con nosotros, que supera toda
dra angular (Mt 21,42 par.; cf. Act 4 , 1 1 ; 1 Petr 2,7; Ps 117,22). ciencia (cf. Eph 3,19). Pero mientras la Iglesia peregrina en esta
Sobre aquel fundamento levantan los apóstoles la Iglesia (cf. 1 tierra lejos del Señor (cf. 2 Cor 5,6), se considera como deste-
Cor 3,11) y de él recibe firmeza y cohesión. A esta edificación rrada, de forma que busca y piensa las cosas de arriba, donde
se le dan diversos nombres: casa de Dios (1 Tim 3,15), en que está Cristo sentado a la diestra de Dios, donde la vida de la
habita su «familia»; habitación de Dios en el Espíritu (Eph 2, Iglesia está escondida con Cristo en Dios, hasta que se mani-
19-22), tienda de Dios con los hombres (Apoc 21,3) y sobre fieste gloriosa con su Esposo (cf. Col 3,1-4).
todo «templo» santo, que los Santos Padres celebran represen-
[La Iglesia, Cuerpo místico de Cristo}
tado en los santuarios de piedra, y en la liturgia se compara jus-
tamente a la ciudad santa, la nueva Jerusalén 5. Porque en ella 7. El Hijo de Dios, encarnado en la naturaleza humana,
somos ordenados en la tierra como piedras vivas (1 Petr 2,5). redimió al hombre y lo transformó en nueva criatura (cf. Gal
San Juan, en la renovación del mundo, contempla esta ciudad 6,15; 2 Cor 5,17), superando la muerte con su muerte y resu-
bajando del cielo, del lado de Dios, ataviada como esposa que rrección. A sus hermanos, convocados de entre todas las gentes,
se engalana para su esposo (Apoc 21,ls). los constituyó místicamente como su cuerpo, comunicándoles su
Espíritu.
Est Ecclesia agricultura seu ager Dei (1 Cor 3,9). In illo agro crescít En este cuerpo, la vida de Cristo se comunica a los creyentes,
antiqua oliva, cuius radix sancta fuerunt Patriarchae, et in qua Iudaeorum que se unen misteriosa y realmente a Cristo paciente y glorificado
et Gentium reconciliado facta est et fiet (Rom 11,13-26). Ipsa plantata est
a caelesti Agrícola tamquam vinea electa (Mt 21,33-43 par.; cf. Is 5,lss). Ecclesia etiam, «quae sursum est lerusalem» et «mater nostra» ap-
Vitis vera Christus est, vitam et fecunditatem tribuens palmitibus, scílicet pellatur (Gal 4,26; cf. Apoc 12-17), describitur ut sponsa immaculata
nobis, qui per Ecclesiam in ipso rnanemus, et sine quo nihil possumus Agni immaculati (Apoc 19,7; 21,2 et 9; 22,17), quam Christus dilexit,
faceré (lo 15,1-5). et seipsum tradidit pro ea, ut illam sanctijicaret (Eph 5,26), quam sibi
Saepius quoque Ecclesia dicitur aedificatio Dei (1 Cor 3,9). Dominus foedere indissolubili sociavit et iñdesinenter nutrit et fovet (Eph 5,29), et
ipse se comparavit lapidi, quem reprobaverunt aedificantes, sed qui factus quam mundatam sibi voluit coniunctam et in dilectione ac fidelitate sub-
est in caput anguli (Mt 21,42 par.; cf. Act 4,11; 1 Petr 2,7; Ps 117,22). ditam (cf. Eph 5,24), quam tándem bonis caelestibus in aeternum cumu-
Super illud fundamentum Ecclesia ab Apostolis exstruitur (cf. 1 Cor 3,11), lavit, ut Dei et Christi erga nos caritatem, quae omnem scientiam superar,
ab eoque firmitatem et cohaesionem accipit. Quae constructio variis ap- comprehendamus (cf. Eph 3,19). Dum vero his in terris Ecclesia pere-
pellationibus decoratur: domus Dei (1 Tim 3,15), in qua nempe habitat grinatur a Domino (cf. 2 Cor 5,6), tamquam exsulem se habet, ita ut
eius familia, habitaculum Dei in Spiritu (Eph 2,19-22), tabernaculum quae sursum sunt quaerat et sapiat, ubi Christus est in dextera Dei sedens,
Dei cum hominibus (Apoc 21,3), et praesertim templum sanctum, quod ubi vita Ecclesiae abscondita est cum Christo in Deo, doñee cum Sponso
in lapidéis sanctuariis repraesentatum a Sanctis Patribus laudatur, et in suo appareat in gloria (cf. Col 3,1-4).
Liturgia non immerito assimilatur Civitati sanctae, novae lerusalem s . In
7. Dei Filius, in natura humana Sibi unita, morte et resurrectione sua
ipsa enim tamquam lapides vivi his in terris aedificamur (1 Petr 2,5).
mortem superando, hominem redemit et in novam creaturam transformavit
Quam sanctam civitatem Ioannes contemplatur, in renovatione mundi
(cf. Gal 6,15; 2 Cor 5,17). Communicando enim Spiritum suum, fratres
descendentem de caelis a Deo, paratam sicut sponsam ornatam viro suo
suos, ex ómnibus gentibus convocatos, tamquam corpus suum mystice
(Apoc 21,ls).
constituit.
5
Cf. ORÍGENES, In Mt. 16,21: PG 13.1443C; TERTULIANO, Aiv. Mure. 3.7: In corpore illo vita Christi in credentes diffunditur, qui Christo passo
PL 2.357C; CSEL 47,3 p.386. Para los documentos litúrgicos, cf. Sacramentarían!
Gregorianum: PL 78.160B; C. MoHLBERG, Líber SacrameMorum romana: ecclesiae (Romae 1960) p . l l l X C : «Deus qui ex omni coaptacione sanctorum aeternum tibí
condis habitaculum...» El himno JJrbs lerusalem beata, en el Breviario monástico, y
Caeleitis urbs lerusalem, en el Breviario Romano.
10 Constitución sobre la Iglesia. 7 C.l. El misterio de la Iglesia. 7 11

por medio de los sacramentos". Por el bautismo nos configura- miembros sufren con él; o si un miembro es honrado, gozan
mos con Cristo: Porque también todos nosotros hemos sido bau- juntamente todos los miembros (cf. 1 Cor 12,26).
tizados en un solo Espíritu (1 Cor 12,13). Rito sagrado con el La cabeza de este cuerpo es Cristo. El es la imagen del Dios
que se representa y efectúa la unión con la muerte y resurrec- invisible, y en El fueron creadas todas las cosas. El es antes que
ción de Cristo: Con El hemos sido sepultados por el bautismo, todos, y todo subsiste en El. El es la cabeza del cuerpo, que es
para participar en su muerte, mas si hemos sido injertados en la Iglesia. El es el principio, el primogénito de los muertos, para
El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de que tenga la primacía sobre todas las cosas (cf. Col 1,15-18).
su resurrección (Rom 6,4-5). En la fracción del pan eucarístico, El domina con la grandeza de su poder los cielos y la tierra y
participando realmente del cuerpo del Señor, nos elevamos a una
llena de riquezas con su eminente perfección y su obra todo el
compenetración con El y entre nosotros mismos. Porque el pan
cuerpo de su gloria (cf. Eph 1,18-23) '.
es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos
de ese único pan (1 Cor 10,17). Así todos nosotros quedamos Es necesario que todos los miembros se asemejen a El hasta
hechos miembros de su cuerpo (cf. 1 Cor 12,27), pero cada uno que Cristo quede formado en ellos (cf. Gal 4,19). Por eso somos
es miembro del otro (Rom 12,5). asumidos en los misterios de su vida, conformes con El, conse-
Pero como todos los miembros del cuerpo humano, aun- pultados y resucitados juntamente con El, hasta que correinemos
que sean muchos, constituyen un cuerpo, así los fieles en Cristo con El (cf. Phil 3,21; 2 Tim 2,11; Eph 2,6; Col 2,12, etc.). Pe-
(cf. 1 Cor 12,12). También en la constitución del cuerpo de regrinos todavía sobre la tierra, siguiendo sus huellas en el su-
Cristo hay variedad de miembros y de ministerios. Uno mismo frimiento o en la persecución, nos unimos a sus dolores como el
es el Espíritu, que distribuye sus diversos dones, para el bien cuerpo a la Cabeza, padeciendo con El, para ser con El glori-
de la ígiesia, según sus riquezas y Ja diversidad de ios minis- ficados (cf. Rom 8,17).
terios (cf. 1 Cor 12,1-11). Entre todos estos dones sobresale la Por El «el cuerpo entero, alimentado y trabado por las co-
gracia de los apóstoles, a cuya autoridad subordina el mismo yunturas y ligamentos, crece con crecimiento divino» (Col 2,19).
Espíritu incluso los carismáticos (cf. 1 Cor 14). Al unificar el El dispone constantemente en su cuerpo, es decir, en la Iglesia,
cuerpo, el mismo Espíritu, por sí y con su virtud por la interna los dones de los servicios por los que en su virtud nos ayudamos
conexión de los miembros, produce y urge la caridad entre los mutuamente en orden a la salvación, para que, viviendo sincera-
fieles. Por tanto, si un miembro tiene un sufrimiento, todos los
patiuntur omnia membra; sive si unum membrorum honoratur, congaudent
atque glorifícate», per sacramenta arcano ac reali modo uniuntur'. Per omnia membra (cf. 1 Cor 12,26).
baptismum enim Christo conformamur: Etenim in uno Spiritu omnes nos
Huius corporis Caput est Christus. Ipse est imago Dei invisibilis, in
in unum corpus baptizan sumus (1 Cor 12,13). Quo sacro ritu consociatio
Eoque condita sunt universa. Ipse est ante omnes et omnia in Ipso constant.
cum morte et resurrectione Christi repraesentatur et efficitur: Consepulti
enim sumus cum lllo per baptismum in mortem; si autem complantati facti Ipse est caput corporis quod est Ecclesia. Ipse est principium, primogenitus
sumus similitudini mortis Eius: simul et resurrectionis erimus (Rom 6,4-5). ex mortuis, ut sit in ómnibus primatum tenens (cf. Col 1,15-18). Magni-
In fraccione pañis eucharistici de Corpore Domini realiter participantes, tudine virtutis suae caelestibus et terrestribus dominatur, et supereminenti
ad communionem cum Eo ac ínter nos elevamur. Quoniam unus pañis, perfectione et operatione sua totum corpus gloriae suae divitiis replet
unum corpus multi sumus, omnes, qui de uno pane partiápamus (1 Cor (cf. Eph 1,18-23) '.
10,17). Ita nos omnes membra illius Corporis efficimur (cf, 1 Cor 12,27), Omnia membra Ei conformari oportet, doñee Christus formetur in
singuli autem alter alterius membra (Rom 12,5). eis (cf. Gal 4,19). Quapropter in vitae Eius mysteria adsumimur, cum Eo
Sicut vero omnia corporis humani membra, licet multa sint, unum configurad, commortui et conresuscitati, doñee cum Eo conregnemus
tamen corpus efformant, ita fideles in Christo (cf. 1 Cor 12,12). Etiam in (cf. Phil 3,21; 2 Tim 2,11; Eph 2,6; Col 2,12, etc.). In terris adhuc pe-
aedificatione corporis Christi diversitas viget membrorum et officiorum. regrinantes, Eiusque vestigia in tribuiatione et persecutione prementes,
Unus est Spiritus, qui varia sua dona, secundum dividías suas atque minis- Eius passionibus tamquam corpus Capiti consociamur, Ei compacientes, ut
teriorum neoessitates, ad Ecclesiae utilitatem dispertit (cf. 1 Cor 12,1-11) • cum Eo, congloríficemur (cf. Rom 8,17).
ínter quae dona praestat gratia Apostolorum, quorum auctoritati ipse Spi- Ex Eo totum corpus, per nexus et coniunctiones subministratum et con-
ritus etiam charismaticos subdit (cf. 1 Cor 14). ídem Spiritus per Se suaque structum, crescit in augmentum Dei (Col 2,19). Ipse in corpore suo, scili-
virtute atque interna membrorum connexione corpus unificans, caritatem cet Ecclesia, dona ministrationum iugiter disponit, quibus Ipsius virtute
Ínter fideles producit et urget. Unde, si quid patitur unum membrum, com- nobis invicem ad salutem servitia praestamus, ut veritatem facientes in
1
" Cf. SANTO TOMÁS, Summa Theol. 3 q.62 a.5 ad 1. Cf. Pío XII. ene. Myilici Corporis. 29 jua. 1943: AAS 35 (1943) 208.
12 Constitución sobre la Iglesia. 7-8
C.l. El misterio de la Iglesia. 8 13
nicnlc en Ja caridad, crezcamos por todos los medios en El, que
dotada de bienes celestiales, no han de considerarse como dos
es nuestra Cabeza (cf. Eph 4,11-16 g r . ) .
cosas distintas, porque forman una realidad compleja, constituida
Mas para que incesantemente nos renovemos en El (cf. Eph
por un elemento humano y otro divino 10. Por esta profunda ana-
4,23), nos concedió participar de su Espíritu, que siendo uno
logía se asimila al Misterio del Verbo encarnado. Pues así como
mismo en la Cabeza y en los miembros, de tal forma vivifica,
la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como órgano de sal-
unifica y mueve todo el cuerpo, que su operación pudo ser com-
vación a El indisolublemente unido, de forma semejante la unión
parada por los Santos Padres con el servicio que realiza el prin-
social de la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo, que la vivifica,
cipio de la vida, o alma, en el cuerpo humano 8.
para el incremento del cuerpo (cf. Eph 4,16) l l .
Cristo ama a la Iglesia como a su propia Esposa, como el
Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confe-
varón que, amando a su mujer, ama su propio cuerpo (cf. Eph 5,
samos una, santa, católica y apostólica 12, la que nuestro Salvador
25-28) ; pero la Iglesia, por su parte, está sujeta a su Cabeza
entregó después de su resurrección a Pedro para que la apacen-
(ibid., 23-24). Porque en El habita corporalmente toda la -pleni-
tara (lo 21,17), confiándole a él y a los demás apóstoles su difu-
tud de la divinidad (Col 2,9), colma de bienes divinos a la Igle-
sión y gobierno (cf. Mt 28,18ss), y erigió para siempre como
sia, que es su cuerpo y su plenitud (cf. Eph 1,22-23), para que
columna y fundamento de la verdad (1 Tim 3,15).
ella anhele y consiga toda la plenitud de Dios (cf. Eph 3,19).
Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como so-
\La Iglesia visible y espiritual a un tiempo~\ ciedad, permanece en la Iglesia católica, gobernada por el su-
8. Cristo, Mediador único, estableció y mantiene continua- cesor de Pedro y por los obispos en comunión con é l " , aunque
mente ' a su Iglesia santa, comunidad de fe, de esperanza y de se encuentren fuera de ella muchos elementos de santificación y
caridad en este mundo como una trabazón visible, por la cual co- de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, im-
munica a todos la verdad y la gracia. Pero la sociedad dotada de pulsan hacia la unidad católica.
órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la sociedad Mas como Cristo efectuó la redención en la pobreza y en la
visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia persecución, así la Iglesia es llamada a seguir ese mismo camino
para comunicar a los hombres los frutos de la salvación. Cristo
caritate, crescamus in Illum per omnia, qui est Caput nostrum (cf. Eph 4,
11-16 g r . ) . caélestibus bonis ditata, non ut duae res considerandae sunt, sed unam rea-
Ut autem in Illo íncessanter renovemur (cf. Eph 4,23), dedit nobis de litatem complexam efformant, quae humano et divino coalescit elemento 10.
Spiritu suo, qui unus et idem in Capite et in membris exsistens, totum Ideo ob non mediocrem analogiam incarnati Verbi mysterio assimilatur.
corpus ita vivificat, unificat et mover, ut Eius officium a sanctis Patribus Sicut enim natura assumpta Verbo divino ut vivum organurn salutis, Ei
comparan potuerit cum ¡muñere, quod principium vitae seu anima in cor- indissolubiliter uniturn, inservit, non dissimili modo socialis compago Ec-
pore humano adimplet 8 . clesiae Spiritui Christi, eam vivificanti, ad augmentum corporis inservit
Christus vero diligit Ecclesiam ut sponsam suam, exemplar factus viri (cf. Eph 4,16) " .
diligentis uxorem suam ut Corpus suum (cf. Eph 5,25-28); ipsa vero Ec- Haec est única Christi Ecclesia, quam in Symbolo unam, sanctam, ca-
clesia subiecta est Capiti suo (ib. 23-24). Quia in Ipso inhabitat omnis tholicam et apostolicam profitemur 12, quam Salvator noster, post resurrec-
plenitudo divinitatis corporaliter (Col 2,9), Ecclesiam, quae corpus et ple- tionem suam Petro pascendam tradidit (lo 21,17), eique ac ceteris Apostolis
nitudo Eius est, divinas suis donis replet (cf. Eph 1,22-23), ut ipsa proten- diffundendam et regendam commisit (cf. Mt 28,18ss), et in perpetuum ut
dat et perveniat ad omnem plenitudinem Dei (cf. Eph 3,19)- columnam et jirmamentum veritatis erexit (1 Tim 3,15). Haec Ecclesia,
in hoc mundo ut societas constituta et ordinata, subsistit in Ecclesia catho-
8. Unicus Mediator Christus Ecclesiam suam sanctam, fidei, spei et lica, a successore Petri et Episcopis in eius communione gubernata " , licet
caritatis communitatem his in terris ut compaginem visibilem constituir extra eius compaginem elementa plura sanctificationis et veritatis invenian-
et indesinenter sustentat 9 , qua veritatem et gratíam ad omnes diffundít. tur, quae ut dona Ecclesiae Christi propria, ad unitatem catholicam im-
Societas autem organis hierarchicis instructa et mysticum Christi Corpus, pellunt.
coetus adspectabilis et cofnmunitas spiritualis, Ecclesia terrestris et Ecclesia Sicut autem Christus opus redemptiomis in paupertate et persecutione
8
Cf. LEÓN XIII, ene. Dhinum illud, 9 mayo 1897: ASS 29 (1896-1897) 650; perfecit, ita Ecclesia ad eamdem viam ingrediendam vocatur, ut fructus
Pfo XII, ene. Mystici Corporii, I . c , p.219-220; DENZ. 2288 (3807): SAN AGUSTÍN,
Serta. 268,2: PL 38,1232 y en otros lugares; SAN J. CRISÓSTOMO, ln Eph. bom. 10
Cf. Pío XII, ene. Mystici Corporis, I . c . p.221ss; ID., ene. Humani generis,
9.3: PG 62,72; DÍDIMO A I E J , , Trin. 2 , 1 : PG 39,449s; SANTO TOMXS, ln Col. 1,18 12 ag. 1950: AAS 42 (1950) 571.
lect.5; ed. MARIETTI, II n.46: «Sicut constituitur unum corpus ex unitate animae, 11
LEÓN XIII, ene. Satis cognitum, I.c., p.713.
ita Ecclesia ex unitate Spiritus...» 12
Cf. Symbolum Apostolicam: DENZ. 6-9 (10-13); Symb. Nic.-Const.: DENZ. 86
9
LEÓN XIII, ene. Sapientiae christianae, 10 jun. 1890: ASS 22 (1889-90) 392; (41);13 col. Prof. fidei Trid.: DENZ. 994 y 999 (1862 y 1868).
lo., ene. Satis cognitum, 29 jun. 1896: ASS 28 (1895-96) 710 y 724ss; Pío XII, Se dice «Sancta (catholica apostólica) Romana Ecclesia»; Prof. fidei Trid., I . c ,
ene. Mystici Corporis, I.c.. p.299-300. y CONC. VAT. I, ses.3. const. dogm. De fide catb.: DENZ. 1782 (3001).
14 Constitución sobre la Iglesia. 8 C.2. El pueblo de Dios. 9 15
Jesús, existiendo en la forma de Dios, se anonadó a sí mismo,
tomando la forma de siervo (Phil 2,6), y por nosotros se hizo CAPÍTULO II
pobre, siendo rico (2 Cor 8,9); así la Iglesia, aunque para el cum- EL PUEBLO DE DIOS
plimiento de su misión necesita recursos humanos, no está consti-
tuida para buscar la gloria de este mundo, sino para predicar la [Nuevo pacto y nuevo pueblo~\
humildad y la abnegación incluso con su ejemplo. Cristo fue en- 9. En todo tiempo y lugar son aceptos a Dios los que le
viado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los temen y practican la justicia (cf. Art 10,35). Quiso, sin embar-
oprimidos (Le 4,18), para buscar y salvar lo que estaba perdido go, el Señor santificar y salvar a los hombres no individualmente
(Le 19,10); de manera semejante la Iglesia abraza a todos los y aislados entre sí, sino constituir un pueblo que le conociera
afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los en la verdad y le sirviera santamente. Eligió como pueblo suyo
pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y el pueblo de Israel, con quien estableció un pacto y a quien
paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades, y pretende servir instruyó gradualmente manifestándosele a Sí mismo y sus divi-
en ellos a Cristo. Pues mientras Cristo, santo, inocente, inmacu- nos designios a través de su historia, y santificándolo para Sí.
lado (Hebr 7,26), no conoció el pecado (2 Cor 5,21), sino que Pero todo esto lo realizó como preparación y símbolo del nuevo
vino a expiar sólo los pecados del pueblo (cf. Hebr 2,17), la pacto perfecto que había de efectuarse en Cristo, y de la plena
Iglesia, recibiendo en su propio seno a los pecadores, santa al revelación que había de hacer por el mismo Verbo de Dios hecho
mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca carne. He aquí que llega el tiempo, dice el Señor, y haré un
sin cesar la penitencia y la renovación. nuevo pacto con la casd de Israel y con la casa de Judá. Pondré
La Iglesia «va peregrinando entre las persecuciones del mun- mi ley en sus entrañas y la escribiré en sus corazones, y seré Dios
do y los consuelos de Dios» ", anunciando la cruz y la muerte para ellos, y ellos serán mi pueblo... Todos, desde el pequeño
del Señor, hasta que El venga (cf. 1 Cor 11,26). Se vigoriza con al mayor, me conocerán, afirma el Señor (ler 31,31-34). Pacto
la fuerza del Señor resucitado, para vencer con paciencia y con nuevo que estableció Cristo, es decir, el Nuevo Testamento en
caridad sus propios sufrimientos y dificultades internas y externas, su sangre (cf. 1 Cor 11,25), convocando un pueblo de entre los
y descubre fielmente en el mundo el misterio de Cristo, aunque judíos y los gentiles, que se condensara en unidad no según la
entre penumbras, hasta que al fin de los tiempos se descubra con carne, sino el Espíritu, y constituyera un nuevo Pueblo de Dios.
todo esplendor. Pues los que creen en Cristo, renacidos de germen no corruptible,
salutis hominibus eomrnunicet. Christus Iesus, cum in forma Dei esset,
... semetipsum exinanivit, jormam serví accipiens (Phil 2,6) et propter nos CAPUT II
egenus factus est, cum esset dives (2 Cor 8,9) : ita Ecclesia, licet ad mis-
sionem suam exsequendam humaras opibus indigeat, non ad gloriam ter- DE POPULO DEI
restrem quaerendam erigitur, sed ad humilitatem et abnegationem etiam
9. In omni quidem tempore et in omni gente Deo acceptus est qui-
exemplo suo divulgandas. Christus a Patre missus est evangelizare paupe-
cumque timet Eum et operatur iustitiam (cf. Act 10,35). Placuit tamen
ribus, ... sanare contritos corde (Le 4,18), quaerere et salvum faceré quod
Deo nomines non singulatim, quavis mutua eonnexione seclusa, sancti-
perierat (Le 19,10) : similiter Ecclesia omnes infirmitate humana afflictos ficare et salvare, sed eos in populum constituere, qui in veritate Ipsum
amore circumdat, imo in pauperibus et patientibus imaginem Fundatoris agnosceret Ipsique sánete serviret. Plebem igitur israeliticam Sibi in po-
sui pauperis et patientis agnoscit, eorum inopiam sublevare satagit, et pulum elegit, quocum foedus instituit et quem gradatim instruxit, Sese
Christo in eis inservire intendit. Dum vero Christus, sanctus, innocens, atque propositum voluntatis suae in eius historia manifestando eumque
impollutus (Hebr 7,26), peccatum non novit (2 Cor 5,21), sed sola delicta Sibi sanctificando. Haec tamen omnia in praeparationem et figuram conti-
populi repropitiare venit (cf. Hebr 2,17), Ecclesia in proprio sinu pecca- gerunt foederis illius novi et perfeoti, in Christo feriendi, et plenioris
tores comiplectens, saneta simul et semper purificanda, poenitentiain et re- revelationis per Ipsum Dei Verbum carnem factum tradendae. Ecce dies
novationem continuo prosequitur. veniunt, dicit Dominus, et feriam domui Israel et domui luda foedum
«ínter persecutiones mundi et consolationes Dei peregrinando Pr0' novum... Dabo legem meam in visceribus eorum, et in corde eorum scribam
currit» 1 4 Ecclesia, crucem et mortem Domini annuntians, doñee venia* eam, et ero eis in Deum, et ipsi erunt Mihi in populum... Omnes enim
(cf. 1 Cor 11,26). Virtute autem Domini resuscitati roboratur, ut afflic- cognoscent Me, a mínimo usque ad máximum, ait Dominus (ler 31,31-34).
tiones et difficultates suas, internas pariter et extrínsecas, patientia et ca- Quod foedus novum Christus instituit, novum scilicet testamentum in suo
ritate devincat, et mysterium Eius, licet sub umbris, fideliter tamen M1 sanguine (cf. 1 Cor 11,25), ex Iudaeis ac gentibus plebem vocans, quae
mundo revelet, doñee in fine lumine pleno manifestabitur. non secundum carnem sed in Spiritu ad unitatem coálesceret, essetque novus
14
SAN AGUSTÍN. DI civ. Dii XVIII 51.2: PI 41.614. Populus Dei. Credentes enim in Christum, renati non ex semine corrup-
16 Constitución sobre la Iglesia. 9 C.2. El pueblo de Dios. 9-10 17

sino incorruptible, por la palabra de Dios vivo (cf. 1 Petr 1,23),


desierto, es llamado alguna vez Iglesia de Dios (cf. Num 20,
no de la carne, sino del agua y del Espíritu Santo (cf. lo 3,5-6),
4, etc.), así el nuevo Israel que va avanzando en este mundo hacia
son hechos por fin linaje escogido, sacerdocio red, nación santa,
la ciudad futura y permanente (cf. Hebr 13,14) se llama Iglesia
pueblo de adquisición..., que en un tiempo no era pueblo y ahora
de Cristo (cf. Mt 16,18), porque El la adquirió con su sangre
es pueblo de Dios (1 Petr 2,9-10).
(cf. Act 20,28), la llenó de su Espíritu y la proveyó de los me-
Ese pueblo mesiánico tiene por Cabeza a Cristo, que fue en-
dios adecuados de una unión visible y social. La congregación de
tregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación
todos los creyentes que miran a Jesús como autor de la salvación
(Rom 4,25), y habiendo conseguido un nombre que está sobre
y principio de la unidad y de la paz es la Iglesia convocada y cons-
todo nombre, reina ahora gloriosamente en los cielos. Tiene por
tituida por Dios para que sea sacramento visible de esta unidad
suerte la dignidad y libertad de los hijos de Dios, en cuyos co-
salutífera para todos y cada u n o ' . Rebasando los límites de tiem-
razones habita el Espíritu Santo como en un templo. Tiene por ley
pos y naciones, entra en la historia humana con la obligación de
el mandato del amor, como el mismo Cristo nos amó (cf. lo 13,
extenderse a todos los continentes. Caminando, pues, la Iglesia a
34). Tiene últimamente como fin la dilatación del Reino de Dios,
través de peligros y de tribulaciones, de tal forma se ve confor-
incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que sea consumado
tada por la fuerza de la gracia de Dios que el Señor le prometió,
por El mismo al fin de los tiempos, cuando se manifieste Cristo,
que en la debilidad de la carne no pierde su fidelidad absoluta,
nuestra vida (cf. Col 3,4), y la misma criatura será libertada de
sino que persevera siendo digna esposa de su Señor, y no de/a
la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de
de renovarse a sí misma bajo la acción del Espíritu Santo hasta
los hijos de Dios (Rom 8,21). Aquel pueblo mesiánico, por tan-
que por la cruz llegue a la luz sin ocaso.
to, aunque de momento no contenga a todos los hombres y mu-
chas veces aparezca como una pequeña grey, es, sin embargo, el [El sacerdocio común"]
germen firmísimo de unidad, de esperanza y de salvación para 10. Cristo, Señor, Pontífice tomado de entre los hombres
todo el género humano. Constituido por Cristo en orden a la (cf. Hebr 5,1-5), a su nuevo pueblo «lo hizo reino y sacerdotes
comunión de vida, de caridad y de verdad, es empleado también para Dios, su Padre» (cf. Apoc 1,6; 5,9-10). Los bautizados son
por El como instrumento de la redención universal y es enviado consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la re-
a todo el mundo como luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5, generación y por la unción del Espíritu Santo, para que por me-
13-16).
Así como el pueblo de Israel según la carne, el peregrino del Ecclesia iam appellatur (2 Esdr 13,1; cf. Num 20,4; Deut 23,lss), ita
novus Israel qui in praesenti saeculo incedens, futuram eamque manentem
tibili, sed incorruptibili per verbum Dei viví (cf. 1 Petr 1,23), non ex civitatem inquirit (cf. Hebr 13,14), etiam Ecclesia Christi nuncupatur
carne sed ex aqua et Spiritu Sancto (cf. lo 3,5-6), constituuntur tándem (cf. Mt 16,18), quippe quam Ipse sanguine suo acquisivit (cf. Act 20,28),
genus electum, regale sacerdotium, gens sancta, populus acquisitionis... qui suo Spiritu replevit, aprisque mediis unionis visibilis et socialis instruxit.
aliquando non populus, nunc autem populus Dei (1 Petr 2,9-10). Deus congregationem eorum qui in Iesum, salutis auctorem et unitatis
Populus ille messianicus habet pro capite Christum, qui traditus est pacisque principium, credentes aspiciunt, convocavit et constituit Eccle-
propter delicta nostra et resurrexit propter iustificationem nostram (Rom 4, siam, ut sit universis et singulis sacramentum visibile huius salutiferae
25), et nunc nomen quod est super omne nomen adeptas, glorióse regnat unitatis'. Ad universas regiones extendenda, in historiam hominum intrat,
in caelis. Habet pro conditione dignitatem libertatemque filiorum Dei, in dum tamen simul témpora et fines populorum transcendit. Per tentationes
quorum cordibus Spiritus Sanctus skut in templo inhabitat. Habet pro lege vero et tribulationes procedens Ecclesia virtute gratiae Dei sibi a Domino
mandatum novum diligendi sicut ipse Christus dilexit nos (cf. lo 13,34). promissae confortatur, ut in infirmitate carnis a perfecta fidelitate non
Habet tándem pro fine Regnum Dei, ab ipso Deo in terris inchoatum, ul- deficiat, sed Domini sui digna sponsa remaneat, et sub actione Spiritus
terius dilatandum, doñee in fine saeculorum ab Ipso etiam consummetur, Sancti, seipsam renovare non desinat, doñee per crucem perveniat ad lu-
cum Christus apparuerit, vita nostra (cf. Col 3,4), et ipsa creatura liberabi- cera, quae nescit occasum.
tur a servitute corruptionis in l'tbertatem gloriae filiorum Dei (Rom 8,21).
10. Christus Dominus, Pontifex ex hominibus assumptus (cf. Hebr 5,
Itaque ipopulus ille messianicus, quamvis universos nomines actu non com-
1-5) novum populum jecit regnum et sacerdotes Deo et Patri suo (Apoc
prehendat, et non señad ut pusillus grex appareat, pro toto tamen genere
1,6; cf. 5,9-10). Baptizati enirn, per regenerationem et Spiritus Sancti
humano firmissimum est germen unitatis, spei et salutis. A Chnsto in
unctionem consecrantur in domum spiritualem et sacerdotium sanctum, ut
communionem vitae, caritatis et veritatis constitutus, ab Eo etiam ut instru-
per omnia opera hominis christiani spirituales offerant hostias, et virtu-
mentum redemptionis omniurn adsumitur, et tamquam lux mundi et sal
terrae (cf. Mt 5,13-16), ad universum mundum emittitur. 1
Cf. SAN CIPRIANO, Epiít. 69,6: PL 3.1142B; HARTEL, 3B p.754: «inseparabile
Sicut vero Israel secimdum carnem, qui in deserto peregrinabatur, Dei unitatis sacramentum».
18 Constitución sobre la Iglesia. 10-11 C.2. El pueblo de Dios. 11 19
dio de todas las obras del hombre cristiano ofrezcan sacrificios cristiana, y, regenerados como hijos de Dios, tienen el deber de
y anuncien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a la confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios
luz admirable (cf. 1 Petr 2,4-10). Por ello todos los discípulos por medio de la Iglesia4. Por el sacramento de la confirmación
de Cristo, perseverando en la oración y alabanza a Dios (cf. Act 2, se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con
42-47), han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y la fortaleza especial del Espíritu Santo, y de esta forma se obli-
grata a Dios (cf. Rom 12,1) ; han de dar testimonio de Cristo gan con mayor compromiso 5 a difundir y defender la fe con su
en todo lugar, y, a quien se la pidiere, han de dar también razón palabra y sus obras como verdaderos testigos de Cristo. Partici-
de la esperanza que tienen en la vida eterna (cf. 1 Petr 3,15). pando del sacrificio eucarístico, fuente y cima de toda vida cris-
El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial tiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y a sí mismos juntamente
o jerárquico se ordenan el uno para el otro, aunque cada cual con ella 6 ; así, tanto por la oblación como por la sagrada comu-
participa de forma peculiar del único sacerdocio de Cristo. Su nión, todos toman parte activa en la acción litúrgica, no confusa-
diferencia es esencial, no sólo gradual2. Porque el sacerdocio mente, sino cada uno según su condición. Después, una vez sacia-
ministerial, en virtud de la sagrada potestad de que goza, mo- dos con el cuerpo de Cristo en la asamblea sagrada, manifiestan
dela y dirige al pueblo sacerdotal, efectúa el sacrificio eucarístico concretamente la unidad del pueblo de Dios aptamente signi-
ofreciéndolo a Dios en nombre de todo el pueblo; losfieles,en ficada y maravillosamente producida por este augustísimo sacra-
cambio, en virtud de su sacerdocio real, asisten a la oblación de mento.
la eucaristía3, y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen
la oración y acción de gracias, con el testimonio de una vida el perdón de la ofensa hecha a Dios por la misericordia de éste
santa, con la abnegación y caridad operante. y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que, pecan-
do, ofendieron, la cual, con caridad, con ejemplos y con oracio-
[El ejercicio del sacerdocio común en los sacramentos^ nes, les ayuda en su conversión. La Iglesia entera encomienda
11. La índole sagrada y orgánicamente estructurada de la al Señor paciente y glorificado a los enfermos, con la sagrada
comunidad sacerdotal se actualiza tanto por los sacramentos como unción y con la oración de los presbíteros, para que los alivie
por las virtudes. Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bau- y los salve (cf. Iac 5,14-16); más aún, los exhorta a que, unién-
tismo, quedan destinados por tal carácter al culto de la religión dose libremente a la pasión y a la muerte de Cristo (Rom 8,17;
Col 1,24; 2 Tim 2,11-12; 1 Petr 4,13), contribuyan al bien
tes annuntient Eius qui de tenebris eos vocavit in admirabile lumen suura
(cf. Petr 2,4-10). Ideo universi discipuli Christi, in oratione perseverantes coram hominibus profiteri tenentur 4 . Sacramento confirmationis perfectius
et collaudantes Deum (cf. Act 2,42-47), seipsos hostiam viventem, sanc- Ecclesiae vinculantur, speciali Spiritus Sancti robore ditantur, sicque ad
tam, Deo placentem exhibeant (cf. Rom 12,1), ubique terrarum de Christo fidem tamquam veri testes Christi verbo et opere sfcnul diffundendam et
testimonium perhibeant, atque poscentibus rationem reddant de ea quae defendendam arctius obligantur". Sacrificium eucharisticum, totius vitae
in eis est spe vitae aeternae (cf. 1 Petr 3,15). christianae fontem et culmen, participantes, divinam Victimam Deo of-
Sacerdotium autem commune fidelium et sacerdotium ministeriale seu ferunt atque seipsos cum Ea 6; ita tum oblatione tum sacra communione,
hierarchicum, dicet essentia et non gradu tantum differant, ad invicem non promiscué sed alii aliter, omnes in litúrgica actione partem propriam
tamen ordinantur; unurn enim et alterum suo peculiari modo de uno Christi agunt. Porro corpore Christi in sacra synaxi refecti, unitatem Populi Dei,
sacerdotio participant 2 . Sacerdos quidem ministerialis, potestate sacra qua quae hoc augustissimo sacramento apte significatur et mirabiliter efficitur,
gaudet, populum sacerdotalem efformat ac regit, sacrificium eucharisticum modo concreto exhibent.
in persona Christi conficit illudque nomine totius populi Deo offert; fide- Qui vero ad sacramentum poenitentiae accedunt, veniam offensionis
les vero, vi regalis sui sacerdotii, in oblationem Eucharistiae concurrunt 3 , Deo illatae ab Eius misericordia obtinent et simul reconciliantur cum Ec-
illudque in sacramentis suscipiendis, in oratione et gratiarum actione, testi- clesia, quam peccando vulneraverunt, et quae eorum conversión! caritate,
monio vitae sanctae, abnegatione et actuosa caritate exercent. exemplo, precibus adlaborat. Sacra infirmorum unctione atque oratione
11. índoles sacra et organice exstructa comimunitatis sacerdotalis et presbyteroruim Ecclesia tota aegrotantes Domino patienti et glorificato
per sacramenta et per virtutes ad actum deducitur. Fideles per baptismum commendat, ut eos alleviet et salvet (cf. Iac 5,14-16), immo eos hortatur
in Ecclesia incorporati, ad cultum religionis christianae charactere deputan- ut sese Christi passioni et morti libere sociantes (cf. Rom 8,17; Col 1,24;
tur et, in filios Dei regenerad, fidem quam a Deo per Ecolesiam acceperunt
« Cf. SANTO TOMAS, Summa Theol. 3 q.63 a.2.
5
2 Cf. SAN CIRILO HIEEOS., Catech. 17, de Spiritu Sancto, II 35-37: PG 33,1009-
Cf. Pío XII, aloe. Magnifícate Dominum, 2 nov. 1954: AAS 46 (1954) 669; 1012; N i c . CABASILAS, De vita in Christo 1.3. «de utilitate chrismatis»: PG 150,569-
ene.3 Mediator Dei, 20 nov. 1947: AAS 39 (1947) 555. 580; SANTO TOMAS, Summa Theol. 3 q.65 a.3 y q.72 a.l y 5.
Cf. Pío XI, ene. Miserenlissimus Redemptor, 8 mayo 1928: AAS 20 (1928) • Cf. Pío XII, ene. Mediator Dei, 20 nov. 1947: AAS 39 (1947) praesettim 552s.
171s; Pío XII, aloe. Vous nous avez, 22 sept. 1956: AAS 48 (1956) 714.
C.2. El pueblo de Dios. 12 21
20 Constitución sobre la Iglesia, 11-12
alabanza, fruto de los labios que bendicen su nombre (cf. Hebr
del Pueblo de Dios. Además, aquellos que entre los fieles se 13,15). La universalidad de los fieles que tienen la unción del
distinguen por el orden sagrado, quedan destinados en el nom- Santo (cf. 1 lo 2,20 y 27) no puede fallar en su creencia, y ejerce
bre de Cristo para apacentar la Iglesia con la palabra y con la ésta su peculiar propiedad mediante el sentido sobrenatural de
gracia de Dios. Por fin, los cónyuges cristianos, en virtud del la fe de todo el pueblo, cuando «desde el obispo hasta los últi-
sacramento del matrimonio, por el que manifiestan y participan mos seglares» 8 manifiesta el asentimiento universal en las cosas
del misterio de la unidad y del fecundo amor entre Cristo y de fe y de costumbres. Con ese sentido de la fe que el Espíritu
la Iglesia (Eph 5,32), se ayudan mutuamente a santificarse en Santo mueve y sostiene, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del
la vida conyugal y en la procreación y educación de los hijos, magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de
y, por tanto, tienen en su condición y estado de vida su propia los hombres, sino la verdadera palabra de Dios (cf. 1 Thess 2,13) ;
gracia en el Pueblo de Dios (cf. 1 Cor 7,7) '. Pues de esta unión se adhiere indefectiblemente a la fe dada de una vez para siempre
conyugal procede la familia, en la que nacen los nuevos ciudadanos a los santos (cf. Iud 3); penetra más profundamente en ella con
de la sociedad humana, que por la gracia del Espíritu Santo que- rectitud de juicio y la aplica con mayor amplitud en la vida.
dan constituidos por el bautismo en hijos de Dios para perpetuar Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y
el Pueblo de Dios en el correr de los tiempos. En esta como dirige al Pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios
Iglesia doméstica los padres han de ser para con sus hijos los y lo enriquece con las virtudes, sino que, distribuyéndolas a cada
primeros predicadores de la fe, tanto con su palabra como con uno según quiere (1 Cor 12,11), reparte entre los fieles gracias
su ejemplo, y han de fomentar la vocación propia de cada uno, de todo género, incluso especiales, con que los dispone y prepa-
y con cuidado especial la vocación sagrada. ra para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para
Los fieles todos, de cualquier condición y estado que sean, la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia, según
fortalecidos por tantos y tan poderosos medios, son llamados por aquellas palabras: A cada uno se le otorga la manifestación del
Dios, cada uno por su camino, a la perfección de la santidad Espíritu para común utilidad (1 Cor 12,7). Estos carismas, tanto
por la que el mismo Padre es perfecto. los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho
[El sentido de la je y los carismas en el pueblo cristiano'] de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Igle-
sia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo. Los dones
12. El pueblo santo de Dios participa también del don pro- extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que
fético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio sobre todo por
la vida de fe y de caridad y ofreciendo a Dios el sacrificio de la fundendo, et Deo hostiam laudis offerendo, fructum labiorum confiten-
tium nomini Eius (cf. Hebr 13,15). Universitas fidelium, qui unctionem
2 Tim 2,11-12; 1 Petr 4,13), ad bonum Populi Dei conferant. Iterum, qui habent a Sancto (cf. 1 lo 2,20 et 27), in credendo fallí nequit, atque hanc
inter fideles sacro Ordine insigniuntur, ad Ecclesiam verbo et gratia Dei suam peculiarem proprietatem mediante supernaturali sensu fidei totius
pascendam, Christi nomine instituuntur. Tándem coniuges christiani, vir- populi manifestat, cum «ab Episcopis usque ad extremos laicos fideles» 8
tute matrimonii sacramenti, quo imysterium unitatis et fecundi amoris universalem suum consensum de rebus fidei et morum exhibet. Illo enim
inter Christum et Ecclesiam significant atque participant (cf. Eph 5,32), sensu fidei, qui a Spiritu veritatis excitatur et sustentatur, Populus Dei
se invicem in vita coniugali necnon prolis susceptione et educatione ad sub ductu sacri magisterii, cui fidei iter dbsequens, iam non verbum homi-
sanctitatem adiuvant, ideoque in suo vitae statu et ordine proprium suum num, sed veré accipit verbum Dei (cf. 1 Thess 2,13), semel traditae sanctis
in Populo Dei donum habent (cf. 1 Cor 7,7) '. Ex hoc enim connubio pro- fidei (cf. Iud 3), indefectibiliter adhaeret, recto iudicio in eam profundius
cedit familia, in qua nascuntur novi societatis humanae cives, qui per penetrat eamque in vita plenius applicat.
Spiritus Sancti gratiam, ad Populum Dei saeculorum decursu perpetuan- ídem praeterea Spiritus Sanctus non tantum per sacramenta et minis-
dom, baptismo in filios Dei constituuntur. In hac velut Ecclesia domestica teria populum Dei sanctificat et ducit eumque virtutibus ornat, sed dona
parentes verbo et exemplo sint pro filiis suis primi fidei praecones, et voca- sua dividens singulis prout vult (1 Cor 12,11), inter omnis ordinis fideles
tionem unicuique propriam, sacram vero peculiari cura, foveant oportet. distribuit gratias quoque speciales, quibus illos aptos et promptos reddit
Toto ac tantis salutaribus mediis muniti, christifideles omnes, cuiusvis ad suscipienda varia opera vel officia, pro renovatione et ampliore aedifka-
conditionis ac status, ad perfectionem sanctitatis qua Pater ipse perfectus tione Ecclesiae proficua, secundum illud: Unicuique datur manijestatio
est, sua quisque via, a Domino vocantur. Spiritus ad utilitatem (1 Cor 12,7). Quae charismata, sive clarissima, sive
12. Populus Dei sanctus de muñere quoque prophetico Christi parti- etiam simpliciora et Jatius diffusa, cum sint necessitatibus Ecclesiae ap-
cipar, vivum Eius testimonium máxime per vitam fidei ac caritatis dif- prime accommodata et utilia, cum gratiarum actione ac consolatione acci-
7
1 Cor 7,7: «Unusquisque proprium donum (idion charisma) habet ex Deo:
alius quidem sic, alius vero sic». Cf. SAN AGUSTÍN, De dono perserv. 14,37: PL 45, 8
Cf. SAN AGUSTÍN, De praed. ¡anct. 14,27 : PL 44,980.
1015s: «Non tantum, continentia Dei donum est, sed coniugatorum etiam castitas».
22 Constitución sobre la Iglesia. 12-13 C.2. El pueblo de Dios. 13 23

esperar de ellos con presunción los frutos de los trabajos apos- que los indios son también sus miembros»". Pero como el Reino
tólicos, sino que el juicio sobre su autenticidad y sobre su aplica- de Cristo no es de este mundo (cf. lo 18,36), la Iglesia, o Pueblo
ción pertenece a los que presiden la Iglesia, a quienes compete de Dios, introduciendo este Reino, no arrebata a ningún pueblo
sobre todo no apagar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo bien temporal alguno, sino al contrario, todas las facultades, ri-
bueno (cf. 1 Thess 5,12 y 19-21). quezas y costumbres que revelan la idiosincrasia de cada pueblo,
en lo que tienen de bueno, las favorece y asume; y al recibirlas
[Universalidad y catolicidad del único Pueblo de Dios] las purifica, las fortalece y las eleva. Pues sabe muy bien que
13. Todos los hombres son llamados a formar parte del debe asociarse a aquel Rey a quien fueron dadas en heredad to-
Pueblo de Dios. Por lo cual este Pueblo, siendo uno y único, das las naciones (cf. Ps 71[72],10; Is 60,4-7; Apoc 21,24),
ha de abarcar el mundo entero y todos los tiempos, para cum- y a cuya ciudad llevan dones y presentes. Este carácter de uni-
plir los designios de la voluntad de Dios, que creó en el prin- versalidad, que distingue al Pueblo de Dios, es un don del mismo
Señor por el que la Iglesia católica tiende eficaz y constante-
cipio una sola naturaleza humana y determinó congregar en un
mente a recapitular la Humanidad entera con todos sus bienes,
conjunto a todos sus hijos, que estaban dispersos (cf. lo 11,52)- bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu 10.
Para ello envió Dios a su Hijo, a quien constituyó heredero uni-
En virtud de esta catolicidad, cada una de las partes ofrece
versal (cf. Hebr 1,2), para que fuera Maestro, Rey y Sacerdote
sus dones a las demás y a toda la Iglesia, de suerte que el todo
nuestro, Cabeza del nuevo y universal pueblo de los hijos de y cada uno de sus elementos se enriquecen con la aportación mu-
Dios. Para ello, por fin, envió al Espíritu de su Hijo, Señor y tua de todos y con la tendencia común de todos a la plenitud en la
Vivificador, que es para toda la Iglesia y para todos y cada uno unidad. De donde resulta que el Pueblo de Dios no sólo congrega
de los creyentes principio de asociación y de unidad en la doctri- gentes de diversos pueblos, sino que en sí mismo está integrado
na de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en por diversos elementos. Porque hay diversidad entre sus miem-
la oración (cf. Act 2,42 gr.). bros, ya según los oficios, pues algunos desempeñan el ministerio
Así, pues, de todas las gentes de la tierra se compone el sagrado en bien de sus hermanos; ya según la condición y orde-
Pueblo de Dios, porque de todas recibe sus ciudadanos, que lo nación de vida, pues muchos en el estado religioso, tendiendo
son de un reino, por cierto no terreno, sino celestial. Pues todos a la santidad por el camino más arduo, estimulan con su ejemplo
los fieles esparcidos por el haz de la tierra se unen en el Es-
píritu Santo con los demás, y así «el que habita en Roma sabe esse» \ Cum autem Regnum Christi de hoc mundo non sit (cf. lo 18,36),
ideo Ecclesia seu Populus Dei, hoc Regnum inducens, nihil bono temporali
cuiusvis populi subtrahit, sed e contra facultates et copias moresque popu-
pienda sunt. Dona autem extraordinaria non sunt temeré expetenda, ñeque lorum, quantum bona sunt, fovet et assumit, assumendo vero purificat,
praesumptuose ab eis sperandi sunt fructus operarum apostolicarum; sed roborat et elevat. Memor est enim se cum illo Rege colligere deberé, Cui
iudkium de eorutn genninitate et ordinMo exeratío ad eos pertiner, qui in gentes in hereditatem datae sunt (cí. Ps 2,8), et in Cutas civitatem dona
Ecclesia praesunt, et quibus speciatim competir, non Spiritum exstinguere, et muñera adducunt (id. Ps 71[72),10; Is 60,4-7; Apoc 21,24). Hic univer-
sed omnia probare et quod bonum est tenere (cf. 1 Thess 5,12 et 19-21). salitatis character, qui Populum Dei condecorar, ipsius Domini donum est,
13. Ad novum Populum Dei cuncti vocantur homines. Quapropter quo catholica Ecclesia efficaciter et perpetuo tendit ad recapitulandam
hic populus, unus et uníais manens, ad universum mundum et per omnia totam humanitatem cum ómnibus bonis eius, sub Capite Christo, in unitate
saecula est dilatandus, ut proposítum adímpleatur voluntatis Dei, qui Spiritus Eius 10.
naturam humanam in initio condidit unam, filiosque suos, qui erant di- Vi huius catholicitatis, singulae partes propria dona ceteris partibus et
spersi, in unum tándem congregare statuit (cf. lo 11,52). Ad hoc enim misit toti Ecclesiae afferunt, ita ut totum et singulae partes augeantur ex ómnibus
Deus Filium suum, quem• constituit heredem universorum (cf. Hebr 1,2), invicem communicantibus et ad plenitudinem in unitate conspirantibus.
ut sit Magister, Rex et Sacerdos omnium, Caput novi et universalis populi Inde fit ut Populus Dei non tantum ex diversis populis congregetur, sed
filiorum Dei. Ad hoc tándem misit Deus Spiritum Filii sui, Dominum et etiam in seipso ex variis ordinibus confletur. Adest enim Ínter membra
Vivificantem, qui pro tota Ecclesia et singuüis universisque credentibus eius diversitas, sive secundum officia, dum aliqui sacro ministerio in bo-
principium est congregationis et unitatis in doctrina Apostolorum et com- num fratrum suorum funguntur, sive secundum condicionem, et vitae ordi-
munione, fractione pañis et orationibus (cf. Act 2,42 gr.). nationem, dum plures in statu religioso, arctiore via ad sanctitatem ten-
Ómnibus itaque gentibus terrae inest unus Populus Dei, cum ex ómni- dentes, fratres exemplo suo stimulant. Inde etiam in ecclesiastica com-
bus gentibus mutuetur suos cives, Regni quidem indolis non terrestris, 9
sed caelestis. Cuncti «nim per orbem sparsi fideles cum ceteris in Spirita Cf. SAN J. CRISÓSTOMO. In lo. hom.65.1 : PG 59,361.
10
Cf. SAN IRENEO, Adv. haer. III 16.6; III 22,1-3: PG 7.925C-926A y 958A;
Sancto communicant, et sic «qui Romae sedet, Indos scit membrum suum HARVEY, 2.87 y 120-123; SAGNARD, ed. Sources Chrét. p.290-292 y 372ss.
C.2. El pueblo de Dios. 14 25
24 Constitución sobre la Iglesia. 13-14
(cf. Me 16,16; lo 3,5), confirmó a un tiempo la necesidad de
a los hermanos. Además, en la comunión eclesiástica existen la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como
Iglesias particulares, que gozan de tradiciones propias, permane- puerta obligada. Por lo cual no podrían salvarse quienes, sa-
ciendo íntegro el primado de la Cátedra de Pedro, que preside biendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como
todo el conjunto de la caridad", defiende las legítimas varie- necesaria, desdeñaran entrar o no quisieran permanecer en ella.
dades, y al mismo tiempo procura que estas particularidades no A la sociedad de la Iglesia se incorporan plenamente los
sólo no perjudiquen a la unidad, sino incluso cooperen a ella. que, poseyendo el Espíritu de Cristo, reciben íntegramente sus
De aquí dimanan, finalmente, entre las diversas partes de la disposiciones y todos los medios de salvación depositados en ella,
Iglesia, los vínculos de la íntima comunicación de bienes espiri- y se unen por los vínculos de la profesión de la fe, de los sa-
tuales, de operarios apostólicos y de ayudas temporales. Los miem- cramentos, del régimen eclesiástico y de la comunión, a su orga-
bros del Pueblo de Dios están llamados a esta comunicación de nización visible con Cristo, que la dirige por medio del Sumo
bienes, de forma que a cada una de las Iglesias pueden aplicarse Pontífice y de los obispos. Sin embargo, no alcanza la salvación,
las palabras del apóstol: El don que cada uno haya recibido, aunque esté incorporado a la Iglesia, quien, no perseverando en
póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores la caridad, permanece en el seno de la Iglesia «en cuerpo», pero
de la multiforme gracia de Dios (1 Petr 4,10). no «en corazón» 12. No olviden, con todo, los hijos de la Iglesia
Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del que su excelsa condición no deben atribuirla a sus propios mé-
Pueblo de Dios, que prefigura y promueve la paz, y a ella per- ritos, sino a una gracia especial de Cristo, y si no responden a
tenecen de varios modos o están ordenados tanto los fieles católi- ella con el pensamiento, las palabras y las obras, lejos de salvar-
cos como los otros cristianos, e incluso todos los hombres en se, serán juzgados con mayor severidad ".
general, llamados a la salvación por la gracia de Dios. Los catecúmenos que, por la moción del Espíritu Santo, so-
[Los fieles católicos'] licitan con voluntad expresa ser incorporados a la Iglesia, se
14. El sagrado Concilio pone su atención ante todo en los unen a ella por este mismo deseo, y la madre Iglesia los abraza
fieles católicos. Porque enseña, fundado en la Escritura y en la ya amorosa y solícitamente como a hijos.
tradición, que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. (cf. Me 16,16; lo 3,5), necessitatem Ecclesiae, in quam homines per bap-
Pues solamente Cristo es el mediador y el camino de salvación, tismum tamquam per ianuam intrant, simul confirmavit. Quare illi ho-
presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y El, inculcan- mines salvari non possent, qui Ecclesiam Catholicam a Deo per Iesum
Christum ut necessariam esse conditam non ignorantes, tamen vel in eam
do con palabras concretas la necesidad de la fe y del bautismo intrare, vel in eadem perseverare noluerint.
lili pléne Ecclesiae societati incorporantur, q>ui Spiritum Christi ha-
munione legitime adsunt Ecclesiae particulares, propriis traditionibus fruen- bentes, integram eius ordinationem omniaque media salutis in ea instituta
tes, integro manente primatu Petri Cathedrae, quae universo caritatis coe- accipiunt, et in eiusdem compage visibili cum Christo, eam per Summum
tui praesidet u , legitimas varietates tuetur et simul invigilat ut particularia, Pontificem atque Episcopos regente, iunguntur, vinculis nempe professionis
nedum unitati noceant, ei potius inserviant. Inde denique ínter diversas fidei, sacramentorum et ecclesiastici regiminis ac communionis. Non salva-
Ecclesiae partes vincula intimae communionis quoad dividas spirituales, tur tamen, licet Ecclesiae incorporetur, qui in caritate non perseverans, in
operarios apostólicos et temporalia subsidia. Ad communicandum enim Ecclesiae sinu «corpore» quidem, sed non «corde» remanet 12 . Memores
bona vocantur membra Populi Dei, et de singulis etiam Ecclesiis valent autem sint omnes Ecclesiae filii condicionem suam eximiam non propriis
verba Apostoli: Unusquique, sicut accepit gratiam, in alterutrum Mam meritis, sed peculiari gratiae Christi esse adscribendam; cui si cogitatione,
administrantes, sicut boni dispensatores multiformis gratiae Dei {l Petr 4,10). verbo et opere non >respondent, nedum salventur, severius iudicabuntur 13.
Ad hanc igitur catholicam Populi Dei unitatem, quae pacem univer- Catechumeni qui, Spiritu Sancto movente, explícita volúntate ut Eccle-
salem praesignat et promovet, omnes vocantur nomines, ad eamque variis siae incorporentur expetunt, hoc ipso voto cum ea coniunguntur; quos
modis pertinent vel ordinantur ¡sive fideles catholici, sive alii credentes in iam ut suos dilectione curaque complectitur Mater Ecclesia.
Christo, sive denique omnes universaliter nomines, gratia Dei ad salutein
12
vocati. Cf. SAN AGUSTÍN, Eapt. c. Dottat. V 28,39: PL 43,197: «Certe manifestum
est, id quod dicitur, in Ecclesia intus et foris, in corde, non in corpore cogitandum».
14. Ad fideles ergo catholicos imprimís Sancta Synodus animum Cf. ibid.. III 19,26: col.152; V 18,24: col.189; ln lo. tr.61,2: PL 35,1800. y en
vertit. Docet autem, Sacra Scriptura et Traditione innixa, Ecclesiam hanc otros lugares.
13
peregrinantem necessariam esse ad salutem. Unus enim Christus est Me- Cf. Le 12.48: «Omni autem, cui mulhim datum est, multum quaeretur ab eo».
Cf. Mt 5,19-20; 7.21-22; 25,41-46; lac 2,14.
diator ac via salutis, qui in Corpore suo, quod est Ecclesia, praesens nobis
fit; Ipse autem necessitatem fidei et baptismi expressis verbis inculcando
11
Cf. SAN IGNACIO M., Ad Rom. praef. : ed. FUNK, I p.252.
26 Constitución sobre la Iglesia. 13 C.2. El pueblo de Dios. 15-16 27
de esperar y de trabajar, y exhorta a todos sus hijos a la santifica-
[Vínculos de la iglesia con los cristianos no católicos} ción y renovación, a fin de que la señal de Cristo resplandezca
15. La Iglesia se siente unida por varios vínculos con aque- con mayores claridades sobre el haz de la Iglesia.
llos que se honran con el nombre de cristianos, por estar bautiza- [Los no cristianos}
dos, aunque no profesan íntegramente la fe o no conservan la 16. Finalmente, los que todavía no recibieron el Evange-
unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro 14. Pues son muchos lio están relacionados con el Pueblo de Dios por varios moti-
los que conservan con honor la Sagrada Escritura como norma de vos ". En primer lugar, aquel pueblo a quien se confiaron las
fe y de vida, y manifiestan sincero celo apostólico, creen con amor alianzas y las promesas y del que nació Cristo según la carne
en Dios Padre todopoderoso y en Cristo, Hijo de Dios Salva- (cf. Rom 9,4-5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa
dor 1=; están marcados con el bautismo, con el que se unen a Cris- de los padres: porque los dones y la vocación de Dios son irre-
to, e incluso reconocen y reciben en sus propias iglesias o comu- vocables (cf. Rom 11,28-29). Pero el designio de salvación abarca
nidades eclesiales otros sacramentos. Muchos de ellos tienen también a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales
episcopado, celebran la sagrada Eucaristía y fomentan la piedad están en primer lugar los musulmanes, que, confesando profesar
hacia la Virgen Madre de Dios ls. Hay que contar también la co- la fe de Abraham, adoran con nosotros a un solo Dios, miseri-
munión de oraciones y de otros beneficios espirituales; más aún, cordioso, que ha de juzgar a los hombres en el último día. Este
cierta unión en el Espíritu Santo, puesto que también éste obra mismo Dios tampoco está lejos de otros que entre sombras e
en ellos con su virtud santificante por medio de dones y de gra- imágenes buscan al Dios desconocido, puesto que les da a todos
cias, y a algunos de ellos les dio la fortaleza hasta la efusión de la vida, la inspiración y todas las cosas (cf. Act 17,25-28), y el
su sangre. De esta forma el Espíritu promueve en todos los discí- Salvador quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tim 2,4).
pulos de Cristo el deseo y la colaboración para que todos se unan Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo
en paz, en un solo rebaño y bajo un solo pastor, como Cristo de- y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo
terminó 1T. Para cuya consecución la madre Iglesia no cesa de orar, el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad,
conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la
salvación eterna". La divina Providencia no niega los auxilios
15. Cum illis qui, baptizati, christiano nomine decoran tur, integram necesarios para, la salvación a los que sin culpa por su parte no
autem fidem non profitentur vel unitatem communionis sub Successore Pe-
tri non servant, Ecclesia semetipsam novit plures ob radones coniunctam 14.
llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios y, sin embargo,
Sunt enim multi, qui sacram Scripturam ut normam credendi et vi-
vendi in honore habent sincerumque zelum religiosum ostendunr, amanter renovationem exhortatur, ut signum Christi super faciem Ecclesiae clarius
effulgeat.
credunt in Deum Patrem omnipotentem et in Christum, Filium Dei Salva- ?
torem 15, baptismo signantur, quo Christo coniunguntur, imo et alia sacra- ' 16. Ii tándem qui Evangelium nondum acceperunt, ad Populum Dei
menta in propriis Eeclesiis vel communitatibus ecclesiasticis agnosount et diversis rationibus ordinantur I8 . In primis quidem populus ille cui data
recipiunt. Plures Ínter illos et episcopatu gaudent, Sacram Eucharistiam fuerunt testamenta et promissa et ex quo Christus ortus est secundum
celebrant necnon pietatem erga Deiparam Virginem fovent 16 . Accedit carnem (cf. Rom 9,4-5), populus secundum electionem carissimus propter
patres: sine poenitentia enim sunt dona et vocatio Dei (cf. Rom 11,28-29).
orationum aliorumque beneficiorum spiritualium communio; imo vera
Sed propositum salutis et eos amplectitur, qui Creatorem agnoscunt, Ínter
quaedam in Spiritu Sancto coniunctio, quippe qui donis et gratiis etiam in quos imprimís Musulmanos, qui fidem Abrahae se tenere profitentes,
illis sua virtute sanctificante operatur, et quosdam illorum usque ad san- nobiscum Deum adorant unicum, misericordem, nomines die novissimo
guinis effusionem roboravit. Ita Spiritus in cunctis Christi discipulis desi- iudicaturum. Ñeque ab alus, qui in umbris et imaginibus Deum ignotum
derium actionemque suscitat, ut omnes, modo a Christo statuto, in uno quaerunt, ab huiusmodi Deus ipse longe est, cum det ómnibus vitam et
grege sub uno Pastore pacifice u n i a n t u r " . Quod ut obtineat, Ecclesia inspirationem et omnia (cf. Act 17,25-28), et Salvator velit omnes homines
Mater precari, sperare et agere non desinit, filiosque ad purificationem et salvos fieri (cf. 1 Tim 2,4). Qui enim Evangelium Christi Eiusque Eccle-
siam sine culpa ignorantes, Deum tamen sincero corde quaerunt, Eiusque
'« Cf. LEÓN XIII, carta apost. Praeclara gratulationis, 20 jun. 1894: ASS 26 voluntatem per conscientiae dictamen agnitam, operibus adimpiere, sub
(1893-94)
15
707. gratiae influxu, conantur, aeternam salutem consequi possunt l í . Nec
Cf. LEÓN XIII, ene. Satis cognittim, 29 jun. 1896: ASS 28 (1895-1896) 738- divina Providentia auxilia ad salutem necessaria denegat his qui sine culpa
ene. Caritatis studium, 25 jul. 1898: ASS 31 (1898-1899) 1 1 ; Pío XII, mensaje
radiofón. Nell'alba, 24 dic. 1941: AAS 34 (1942) 21.
18
Cf. Pío XI, ene. Kerum Orientalium, 8 sept. 1928: AAS 20 (1928) 287- '" Cf. SANTO TOMÁS, Summa Theol. i q.8 a.3 ad 1.
Pío XII, ene. Orientalis Ecclesiae, 9 abr. 1944: AAS 36 (1944) 137. 19
" Cf. instr. S. S. C. S. OFICIO, 20 dic. 1949: AAS 42 (1950) 142. Cf. Epist. S. C. S. OFICIO al arzob. de Boston : DF.NZ. 3869-72.
C.2. El pueblo de Dios. 17 29
28 Constitución sobre la Iglesia. 16-17
establecidas nuevas iglesias y éstas continúen la obra evangeliza-
se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una dura. Por eso se ve impulsada por el Espíritu Santo a poner todos
vida recta. La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero que los medios para que se cumpla efectivamente el plan de Dios,
entre ellos hay, como preparación evangélica 2°, y dado por quien que puso a Cristo como principio de salvación para todo el
ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida. Pero mundo. Predicando el Evangelio, mueve a los oyentes a la fe
con demasiada frecuencia los hombres, engañados por el ma- y a la confesión de la fe, los dispone para el bautismo, los arran-
ligno, se hicieron necios en sus razonamientos y trocaron la ver- ca de la servidumbre del error y de la idolatría y los incorpora
dad de Dios por la mentira sirviendo a la criatura en lugar del a Cristo, para que crezcan hasta la plenitud por la caridad hacia
Criador (cf. Rom 1,21 y 2 5 ) , o viviendo y muriendo sin Dios El. Con su obra consigue que todo lo bueno que hay ya depo-
en este mundo están expuestos a una horrible desesperación. Por sitado en la mente y en el corazón de los hombres, en los ritos
lo cual la Iglesia, recordando el mandato del Señor: «Predicad y en las culturas de estos pueblos, no solamente no desaparezca,
el Evangelio a toda criatura» (cf. Me 16,16), fomenta encareci- sino que cobre vigor y se eleve y se perfeccione para la gloria de
damente las misiones para promover la gloria de Dios y la sal- Dios, confusión del demonio y felicidad del hombre. Sobre todos
vación de todos. los discípulos de Cristo pesa la obligación de propagar la fe se-
[Carácter misionero de la Iglesia] gún su propia condición de vida 21 . Pero aunque cualquiera puede
17. Como el Padre envió al Hijo, así el Hijo envió a los bautizar a los creyentes, es, no obstante, propio del sacerdote el
apóstoles (cf. lo 20,21) diciendo: Id y enseñad a todas las gen- consumar la edificación del Cuerpo de Cristo por el sacrificio
tes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espí- eucarístico, realizando las palabras de Dios dichas por el pro-
ritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. feta: Desde el orto del sol hasta el ocaso es grande mi nombre
Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo entre las gentes y en todo lugar se ofrece a mi nombre una obla-
(Mt 28,18-20). Este solemne mandato de Cristo de anunciar la ción pura (Mal 1,11) 22. Así, pues, ora y trabaja a un tiempo la
verdad salvadora la Iglesia lo recibió de los apóstoles con la en- Iglesia para que la totalidad del mundo se incorpore al pueblo
comienda de llevarla hasta el fin de la tierra (cf. Act 1,8). De de Dios, Cuerpo del Señor y templo del Espíritu Santo, y en
aquí que haga suyas las palabras del Apóstol: ¡Ay de mí si no Cristo, Cabeza de todos, se rinda todo honor y gloria al Creador
evangelizara! (1 Cor 9,16), por lo que se preocupa incansable- y Padre universal.
mente de enviar evangelizadores hasta que queden plenamente Sancto enim ad cooperandum compellitur, ut propositum Dei, qui Christum
principium salutis pro universo mundo constituit, effectu compleatur. Prae-
ad expressam agnitionem Del nondum pervenerunt et rectam vitam non dicando Evangelium, Ecclesia audientes ad fidem confessionemque fidei
sine divina gratia assequi nituntur. Quidquid enim boni et veri apud illos allicit, ad baptismum disponit, a servitute erroris eripit, eosque Christo
invenitur, ab Ecclesia tamquam praeparatio evangélica aestimatur 2° et ab incorporat, ut per caritatem in Illum usque ad plenitudinem crescant.
Illo datum qui illuminat omnem hominem, ut tándem vitam habeat. At Opera autem sua efficit ut quidquid boni in corde menteque hominum vel
saepius nomines, a Maligno decepti, evanuerunt in cogitationibus suis, et in propriis ritibus et culturis populorum seminatum invenitur, non tan-
commutaverunt veritatem Dei in 'mendacium, servientes creaturae magis tum non pereat, sed sanetur, elevetur et consummetur ad gloriam Dei, con-
quam Creatori (cf. Rom 1,21 et 25) vel sine Deo viventes ac morientes in fusionem daemonis et beatitudinem hominis. Cuilibet discípulo Christi
hoc mundo, extremae desperationi exponuntur. Quapropter ad gloriam Dei onus fidei disseminandae pro parte sua incumbit 2 l . Sed si quilibet creden-
et salutem istorum omnium promovendam, Ecclesia, rnemor mandati Do- tes baptizare potest, sacerdotis tamen est aedificationem Corporis sacrificio
mina dicentis: Praedicate Evangelium omni creaturae (Me 16,16), missiones eucharistico perficere, adimplendo verba Dei per prophetam: Ab ortu
fovere sedulo curat. solis usque ad occasum magnum est nomen meum in gentibus, et in omni
17. Sicut enim Filius missus est a Patre, et Ipse Apostólos misit loco sacrificatur et offertur nomini meo oblatio munda (Mal 1,11) 22. Ita
(cf. lo 20,21), dicens: Euntes ergo docete omnes gentes, baptizantes eos in autem simul orat et laborat Ecclesia, ut in Populum Dei, Corpus Domini
nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti, docentes eos servare omnia quae- et Templum Spiritus Sancti, totius mundi transeat plenitudo, et in Christo,
cumque mandavi vobis. Et ecce Ego vobiscum sum ómnibus diebus usque omnium Capite, reddatur universorum Creatori ac Patri omnis honor et
ad consummationem saeculi (Mt 28,18-20). Quod solemne Christi manda- gloria.
tum annuntiandi veritatem salutarem Ecclesia ab Apostolis recepit adim- 21
plendum usque ad ultimum terrae (cf. Act 1,8). Unde sua facit verba Cf. BENEDICTO XV, carta apost. Máximum illud: AAS 11 (1919) 440, espe-
cialmente p.451ss; Pío XI, ene. Rerum Ecclesiae: AAS 18 (1926) 68-69; PÍO XII,
Apostoli: Vae... mihi est si non evangelizaverol (1 Cor 9,16), ideoque in ene. Fidei donum, 21 abr. 1957 : AAS 49 (1957) 236-237.
mittendis preconibus indesinenter pergit, usquedum novellae Ecclesiae ple- 22
Cf. Didaché 14: ed. FUNK, I p.32; SAN JUSTINO, Dial. 4 1 : PG 6,564; SAN
ne constituantur arque opus evangelizandi et ipsae continuent. A Spiritu IRENEO, Adv. haer. IV 17,5: PG 7,1023; HARVHY, 2 p.l99s; CoNC. TRID., ses.22
e l : DENZ. 939 (1742).
20
Cf. E u s i i M o Cl-s.. Praeparatio evangélica 1 , 1 : PG 21.27AB.
30 Constitución sobre la Iglesia. 18 C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 18-19 31
infalible, el santo Concilio la propone nuevamente como objeto
firme de fe a todos los fieles y, prosiguiendo dentro de la misma
CAPÍTULO III *
línea, se propone, ante la faz de todos, profesar y declarar la
CONSTITUCIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA doctrina acerca de los obispos, sucesores de los apóstoles, los
Y PARTICULARMENTE EL EPISCOPADO cuales, junto con el sucesor de Pedro, Vicario de Cristo2 y Ca-
beza visible de toda la Iglesia, rigen la casa del Dios vivo.
[Proemio^ '
18. Para apacentar el pueblo de Dios y acrecentarlo siem- [La institución de los doce apóstoles']
pre, Cristo Señor instituyó en su Iglesia diversos ministerios or- 19- El Señor Jesús, después de haber hecho oración al Pa-
denados al bien de todo el Cuerpo. Porque los ministros que dre, llamando a sí a los que El quiso, eligió a los doce para
poseen la sagrada potestad están al servicio de sus hermanos, que viviesen con El y enviarlos a predicar el reino de Dios
a fin de que todos cuantos son miembros del pueblo de Dios (cf. Me 3,13-19; Mt 10,1-42); a estos apóstoles (cf. Le 6,13)
y gozan, por tanto, de la dignidad cristiana tiendan libre y orde- los instituyó a modo de colegio, es decir, de grupo estable, y
nadamente a un mismo fin y lleguen a la salvación. puso al frente de ellos a Pedro, elegido de entre ellos mismos
Este santo Concilio, siguiendo las huellas del Vaticano I, (cf. lo 21,15-17). A éstos envió Cristo, primero a los hijos de
enseña y declara con él que Jesucristo, Pastor eterno, edificó la Israel, luego a todas las gentes (cf. Rom 1,16), para que, con
santa Iglesia enviando a sus apóstoles como El mismo había sido su potestad, que les comunicaba, hiciesen discípulos suyos a to-
enviado por el Padre (cf. lo 20,21) y quiso que los sucesores dos los pueblos, los santificasen y gobernasen (cf. Mt 28,16-20;
de éstos, los obispos, hasta la consumación de los siglos, fuesen Me 16,15; Le 24,45-48; lo 20,21-23) y así dilatasen la Iglesia
los pastores en su Iglesia. Pero para que el episcopado mismo y la apacentasen, sirviéndola, bajo la dirección del Señor, todos
fuese uno solo e indiviso, estableció al frente de los demás após- los días hasta la consumación de los siglos (cf. Mt 28,20). En
toles al bienaventurado Pedro, y puso en él el principio y funda- esta misión fueron confirmados plenamente el día de Pentecos-
mento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión *. tés (cf. Act 2,1-26), según la promesa del Señor: Recibiréis
Esta doctrina de la institución, perpetuidad, fuerza y razón de la virtud dd Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis
ser del sacro primado del Romano Pontífice y de su magisterio mis testigos así en Jerusalén como en toda la Judea y Samarla
y hasta el último confín de la tierra (Act 1,8). Los apóstoles,
CAPUT III
gisterío, Sacra Synodus cunctis fidelibus firmiter credendam rursus propo-
DE CONSTITUTIONE H1ERARCHICA ECCLESIAE nit, et in eodem incepto pergens, doctrinam de Episcopis, sucessoribus
ET ÍN SPECIE DE EPISCOPATU Apostolorum, qui cum suoessore Petri, Christi Vicario 2 ac totius Ecclesíae
visibili Capite, domum Dei viventis regunt, coram ómnibus profiteri et
18. Christus Dominus, ad Populum Dei pascendum semperque augen- declarare constituit.
dum, in Ecclesia sua varia ministeria instituit, quae ad bonum totius Cor- 19. Dominus Iesus, precibus ad Patrem fusis, vocans ad Se quos
poris tendunt. Ministri enim, qui sacra potestate pollent, fratribus suis in- voluit Ipse, duodecim constituit ut essent cum Illo et ut mitteret eos prae-
serviunt, ut omnes qui de Populo Dei sunt, ideoque vera dignitate chris- dicare Regnum Dei (cf. Me 3,13-19; Mt 10,1-42); quos Apostólos (cf Le
tiana gaudent, ad eumdem finem libere et ordinatim conspirantes, ad sa- 6,13) ad modum collegii seu coetus stabilis instituit, cui ex iisdem electum
lutem perveniant. Petrum praefecit (cf. lo 21,15-17). Eos ad filios Israel primum et ad
Haec Sacrosancta Synodus, Concilii Vaticani primi vestigia premens, omnes gentes mísít (cf. Rom 1,16), ut suae participes potestatis, omnes
cum eo docet et declarat Iesum Christum Pastorem aeternum sanctam aedi- populos discípulos Ipsius facerent, eosque sanctificarent et gubernarent
ficasse Ecclesiam, missis Apostolis sicut Ipse missus erat a Patre (cf. lo (cf. Mt 28,16-20; Me 16,15; Le 24,45-48; lo 20,21-23), sicque Ecclesiam
20,21); quorum successores, videlicet Episcopos, in Ecclesia sua usque ad propagarent, eamque sub ductu Domini ministrando pascerent, ómnibus
consumrnationem saeculi pastores esse voluit. Ut vero Episcopatus ipse diebus usque ad consummationem saeculi (cf. Mt 28,20). In qua missione
unus et indivisus esset, beatum Petrum ceteris Apostolis praeposuit in die Pentecostés plene confirmati sunt (cf. Act 2,1-26) secundum promissum
ipsoque instituit perpetuum ac visitóle unitatis fidei et communionis prin- Domini: Accipietis virtutem supervenientis Spiritus Sancti in vos, et entis
cipium et fundamentum \ Quam doctrinam de institutione, perpetuitate, Mihi testes in lerusalem, et in omni ludaea et Samarla, et usque ad ultt-
vi ac ratione sacri Primatus Romani Pontificis deque eius infallibili Ma- mum terrae (Act 1,8). Apostoli autem praedicando ubique Evangeliurn
* Para la recta interpretación de la doctrina contenida en este capítulo, véase la 2
Cf. CONC. FLOR., Decretum pro Gratas: DENZ, 694 (1307). y CONC. VAT. I.
«Nota explicativa» (p.105). const. dogm. Pastor aeternus: DENZ. 1826 (3059).
' Cf. CONC. VAT. I, ses.4, cotist. dogm. Pastor atttrnus: DENZ. 1821 (3050sí.
32 Constitución sobre la Iglesia. 19-20 C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 33

pues, predicando en todas partes el Evangelio (cf. Me 16,20), e


se hiciesen cargo del ministerio . Entre los varios ministerios que
que los oyentes recibían por influjo del Espíritu Santo, reúnen ya desde los primeros tiempos se ejercitan en la Iglesia, según
la Iglesia universal que el Señor fundó en los apóstoles y edi- testimonio de la tradición, ocupa el primer lugar el oficio de
ficó sobre el bienaventurado Pedro su cabeza, poniendo como aquellos que, constituidos en el episcopado, por una sucesión que
piedra angular del edificio a Cristo Jesús (cf. Apoc 21,14; surge desde el principio', conservan la sucesión de la semilla
Mt 16,18; Eph 2,20) 3. apostólica primera 8 . Así, según atestigua San Ireneo, por medio
de aquellos que fueron establecidos por los apóstoles como obis-
[Los obispos, sucesores de los apóstoles] pos y como sucesores suyos hasta nosotros se pregona" y se con-
20. Esta divina misión confiada por Cristo a los apóstoles serva la tradición apostólica en el mundo entero I0.
ha de durar hasta el fin de los siglos (cf. Mt 28,20), puesto que Así, pues, los obispos, junto con los presbíteros y diáconos ",
el Evangelio que ellos deben transmitir es en todo tiempo el recibieron el ministerio de la comunidad para presidir en nombre
principio de toda vida para la Iglesia. Por lo cual los apóstoles, en de Dios 12 sobre la grey, de la que son pastores, como maestros
esta sociedad jerárquicamente organizada, tuvieron cuidado de de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros dotados de
establecer sucesores. autoridad " . Y así como permanece el oficio concedido por Dios
En efecto, no sólo tuvieron diversos colaboradores en el mi- singularmente a Pedro, el primero entre los apóstoles, y se trans-
nisterio 4, sino que, a fin de que la misión a ellos confiada se mite a sus sucesores, así también permanece el oficio de los após-
continuase después de su muerte, los apóstoles, a modo de testa- toles de apacentar la Iglesia que permanentemente ejercita el or-
mento, confiaron a sus cooperadores inmediatos el encargo de aca- den sacro de los obispos ". Enseña, pues, este sagrado Sínodo que
bar y consolidar la obra por ellos comenzada \ encomendándoles los obispos han sucedido 15 por institución divina a los apósto-
que atendieran a toda la grey en medio de la cual el Espíritu San- les como pastores de la Iglesia, y quien a ellos escucha, a Cristo
to los había puesto para apacentar la Iglesia de Dios (cf. Act
alii viri probati exciperent 6 . ínter varia illa ministeria quae inde a primis
20,28). Establecieron, pues, tales colaboradores y les dieron la temporibus in Ecclesia exercentur, teste traditione, praecipuum locum tenet
orden de que, a su vez, otros hombres probados, al morir ellos, munus illorum qui, in episcopatum constituti, per successionem ab initio
decurrentem', apostolici seminis traduces habent*. Ita, ut testatur S. Ire-
(cf. Me 16,20), ab audientibus Spiritu Sancto operante acceptum, Eccle- naeus, per eos qui ab Apostolis ínstituti sunt Episcopi et successores
siam congregant universalem, quam Dominus in Apostolis condidit et su- eorum usque ad nos, traditio apostólica in toto mundo manifestatur 9 et
pra beatum Petrum, eorum principem, aedifkavit, ipso summo angulari custoditur 10.
lapide Christo Iesu (cf. Apoc 21,14; Mt 16,18; Eph 2,20) 3. Episcopi igitur communitatis ministerium cum adiutoribus presbyteris
et diaconis susceperunt " , loco Dei praesidentes gregi 12 , euius sunt pas-
20. Missio illa divina, a Christo Apostolis concredita, ad finem tores, ut doctrinae magistri, saeri cultus sacerdotes, gubernationis minis-
saeculi erit duratura (cf. Mt 28,20), cum Evangelium, ab eis tradendum, tri 13. Sicut autem permanet munus a Domino singulariter Petro, primo
sit in omne tempus pro Ecclesia totius vitae principium. Quapropter Apos- Apostolorum, conoessum et successoribus eius transmittendum, ita perma-
toli, in hac societate hierarchice ordinata, de instituendis successoribus cu- net munus Apostolorum pascendi Ecclesiam, ab ordine sacrato Episcoporum
ram egerunt. iugiter exercendum " . Proinde docet Sacra Synodus Episcopos ex divina
Non solum enim varios adiutores in ministerio habuerunt 4 , sed ut institutione in locum Apostolorum successisse u , tamquam Ecclesiae pasto-
missio ipsis concredita post eorum mortero continuaretur, cooperatoribus
suis immediatis, quasi per modum testamenti, demandaverunt munus per- 6
7
SAN CLEM. ROM., Ad Cor. 44,2; ed. FUNK, I p.l54s, col.4,11 y passim.
ficiendi et confirmandi opus ab ipsis inceptum s , commendantes illis ut Cf. TERTULIANO, Praescr. haer. 32: PL 2,52s; SAN IGNACIO M., passim.
" Cf. TERTULIANO, Praescr. haer. 32: PL 2,53.
attenderent universo gregi, in quo Spiritus Sanctus eos posuit pascere Ec- 9
Cf. SAN IRENEO, Adv. haer. III 3 , 1 : PG 7.848A; HARVEY, 2,8; SAGNARD,
clesiam Dei (cf. Act 20,28). Constituerunt itaque huius modi viros ac p.lOOs, «manifestatam».
10
deinceps ordinationem dederunt, ut cum decessissent, ministerium eorum Cf. S A N IRENEO, Adv. haer. I I I 2 , 2 : P G 7 , 8 4 7 ; H A R V E Y , 2 , 7 ; SAGNARD, p . 1 0 0 ,
«custoditur», cf. ibid., I V 2 6 , 2 , c o l . 1 0 5 3 ; H A R V E Y , 2,236, y I V 3 3 , 8 , c o l . 1 0 7 7 ;
H A R V E Y , 2,262.
3 11
Cf. Líber sacramerttorum S. GREGORII, Praefatio in Cathedra S. Petri, in natali S A N IGNACIO M . , Philad. pref.; e d . F U N K , I p . 2 6 4 .
13
S. Mathiae et S. Thomae: PL 78,50,51 y 152; SAN HILARIO, In Ps. 67,10: PL S A N IGNACIO M . , Philad. 1 , 1 ; Mag». 6 , 1 ; e d . F U N K , I p . 2 6 4 y 234.
13
9,450: CSEL 22 p.286; SAN JERÓNIMO, Adv. Iovin. 1,26: PL 23,247; SAN AGUS- SAN CLEMENTE R O M . , I . C , 42,3-4; 44,3-4; 57,1-2; ed. F U N K , I 152,156,172;
TÍN, In Ps. 86,4: PL 37,1103; SAN GREGORIO M., Mor. in lob. XXVIII, V : PL S A N IGNACIO M . , Philad. 2 ; Smyrn. 8 ; Magn. 3 ; Trall. 7 ; e d . F U N K , I p . 2 6 6 . 2 8 2 .
76,455-456; PRIMASIO, Comm. in Apoc. V : PL 68.924C; PASCASIO RADB., In Mt. 232.246s, e t c . ; S A N J U S T I N O , Apoc. 1 , 6 5 : P G 6 , 4 2 8 ; S A N C I P R I A N O , Bpist. passim.
14
1.8 c.16: PL 120.561C; cf. LEÓN XIII, carta El sane, 17 dic. 1888: ASS 21 Cf. L E Ó N X I I I , e n e . Satis cognilum, 29 j u n . 1 8 9 6 : A S S 28 (1895-96) 732.
Ia
(1888) 321. Cf. C O N C . T R I D . , ses.23, decr. De sacr. Ordinis c . 4 ; D E N Z . 960 ( 1 7 6 8 ) ;
1 C O N C V A T . I, ses.4, const. d o g m . 1 De Ecclesia Christi c . 3 : D E N Z . 1828 ( 3 0 6 1 ) ;
Cf. Act 6,2-6; 11,30; 13,1; 14,23; 20,17; 1 Thess 5,12-13; Phil 1,1.
5
Cf. Act 20,25-27; 2 Tim 4,6s = 1 Tim 5,22; 2 Tim 2,2; Tit 1,5; SAN CLEM. Pío X I I , e n e . Mystici Corporis, 29 j u n . 1 9 4 3 : A A S 35 (1943) 209 y 2 1 2 ; Cod. lur.
ROM.. Ad Cor. 44,3; ed. FUNK, I p.156. Can. can.329 § 1.

2. C.Vaticano 2
34 Constitución sobre la Iglesia, 20-21 C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21-22 35

escucha, y quien los desprecia, a Cristo desprecia y al que le envió Este santo Sínodo enseña que con la consagración episcopal
(cf. Le 10,16) "'. se confiere la plenitud del sacramento del orden, que por esto se
llama en la liturgia de la Iglesia y en el testimonio de los Santos
[El episcopado como sacramento'] Padres «supremo sacerdocio» o «cumbre del ministerio sagra-
21. Así, pues, en los obispos, a quienes asisten los presbí- do» ". Ahora bien, la consagración episcopal, junto con el oficio
teros, Jesucristo nuestro Señor está presente en medio de los fieles de santificar, confiere también el oficio de enseñar y regir, los
como Pontífice Supremo. Porque, sentado a la diestra de Dios cuales, sin embargo, por su naturaleza no pueden ejercitarse sino
Padre, no está lejos de la congregación de sus pontífices ", sino en comunión jerárquica con la Cabeza y miembros del Colegio.
que principalmente, a través de su servicio eximio, predica la En efecto, según la tradición que aparece sobre todo en los ritos
palabra de Dios a todas las gentes y administra sin cesar los sa- litúrgicos y en la práctica de la Iglesia, tanto de Oriente como de
cramentos de la fe a los creyentes y, por medio de su oficio pa- Occidente, es cosa clara que con la imposición de las manos y las
ternal (cf. 1 Cor 4,15), va agregando nuevos miembros a su Cuer- palabras consecratorias se confiere 2° la gracia del Espíritu Santo
po con regeneración sobrenatural; finalmente, por medio de la y se imprime el sagrado carácter 2L, de tal manera que los obispos
sabiduría y prudencia de ellos orienta y guía al pueblo del Nuevo en forma eminente y visible hagan las veces de Cristo, Maestro,
Testamento en su peregrinación hacia la eterna felicidad. Estos Pastor y Pontífice, y obren en su nombre ". Es propio de los obis-
pastores, elegidos para apacentar la grey del Señor, son los mi- pos el admitir, por medio del sacramento del orden, a nuevos ele-
gidos en el cuerpo episcopal.
nistros de Cristo y los dispensadores de los misterios de Dios
(cf. 1 Cor 4,1) y a ellos está encomendado el testimonio del Evan- [El colegio de los obispos y su Cabeza]
gelio de la gracia de Dios (cf. Rom 15,16; Act 20,24) y la admi-
22. Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los
nistración del Espíritu y de la justicia en gloria (cf. 2 Cor 3,8-9).
demás apóstoles forman un solo colegio apostólico1, de igual modo
Para realizar estos oficios tan altos fueron los apóstoles enri-
se unen entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los
quecidos por Cristo con la efusión especial del Espíritu Santo
(cf. Act 1,8; 2,4; lo 20,22-23), y ellos, a su vez por la impo- I i consecratione plenitudinem conferri sacramenti Ordinis, quae n i m i r u m et
sición de las manos transmitieron IS a sus colaboradores el don litúrgica Ecclesiae consuetudine et voce Sanctorum P a t r u m s u m m u m ¡sacer-
dotíum, sacri ministerii s u m m a n u n c u p a t u r " . Episcopalis a u t e m conse-
del Espíritu (cf. 1 Tim 4,14; 2 Tim 1,6-7), que ha llegado hasta crado, eum m u ñ e r e sanctificandi, m u ñ e r a q u o q u e confert docendi et regendi,
nosotros en la consagración episcopal. quae tamen n a t u r a sua nonnisi in hierarchica c o m m u n i o n e eum Collegií
Capite et rnembris exerceri possunt. E x traditione enim, quae praesertim
res, quos qui audit, C h r i s t u m audit, qui vero spernit, Christum spernit l i t u r g i a s ritibus et Ecclesiae t u m Orientis t u m Occidentis usu declaratur,
et E u m qui Christum misit (cf. Le 10,16) 10 . perspicuum est m a n u u m impositione et verbis consecrationis g r a t i a m Spiri-
2 1 . In Episcopis igitur, quibus presbyteri assistunt, adest in medio tus Sancti ita c o n f e r r i 2 0 et sacrum characterem ita i m p r i m i 2 1 , ut Episcopi,
credentium D o m i n u s Iesus Christus, Pontifex Sumrnus. Sedens enim ad eminenti ac adspectabili m o d o , ipsius Christi Magistri, Pastoris et Ponti-
dexteram D e i Patris, n o n deest a suorum c o n g r e g a d o n e pontificum 17 , sed ficis partes sustineant et i n Eius persona a g a n t 2 2 . Episcoporum est per
imprimís per e o r u m e x i m i u m servitium v e r b u m D e i ómnibus gentibus prae- Sacramentum Ordinis novos electos in corpus episcopale assumere.
dicat et credentibus sacramenta fidei continuo administrat, e o r u m paterno 22. Sicut, statuente D o m i n o , sanctus Petrus et ceteri Apostoli u n u m
m u ñ e r e (cf. 1 Cor 4 , 1 5 ) nova tnembra C o r p o r i suo regeneratione superna Collegium apostolicum constituunt, pari ratione R o m a n u s Pontifex, succes-
incorporat, e o r u m denique sapientia et p r u d e n t i a P o p u l u m N o v i Testamenti 10
En la Trad. Apon. 3 ; ed. BOTTE, Sourcei Chr., p.27-30, al obispo se atri-
in sua ad aeternam beatitudinem peregrinatione dirigir, et o r d i n a l . H i pasto- buye el «primatus sacerdotii». Cf. Sacramentar'tum Leon'tanum, ed. C. MOHLBERG,
res ad pascendum d o m i n i c u m g r e g e m electi, ministri Christi sunt et dis- Sacramentarium Veronense (Romae 1955) p.119: «ad summi sacerdotii ministerium...
C^omple in sacerdotibus tuis mysterii summam»... ; ID., Líber Sacramentorum Roma-
pensatores mysteriorum D e i (cf. 1 Cor 4 , 1 ) , quibus coneredita est testifica- tiae Ecclesiae (Romae 1960) p.121-122: «Tribuas eis, Domine, cathedram cpiscopalcm
tio Evangelii gratiae D e i (cf. R o m 15,16; Act 2 0 , 2 4 ) , atque ministrarlo, ad regendam Ecclesiam tuam et plebem universam». Cf. PL 78,224.
Spiritus et iustitiae in gloria (cf. 2 Cor 3,8-9). -" Trad. Apost. 2; ed. BOTTE, p.27.
- l CONC. TRID., ses.23 c.4, «docet Ordinis sacramentum imprimere characterem
A d tanta m u ñ e r a explenda, Apostoli speciali effusione supervenientis indelebilem»: DENZ. 960 (1767). Cf. JUAN XXIII. aloe, lubilate Deo, 8 mayo 1960:
Spiritus Sancti a Christo ditati sunt (cf. Act 1,8; 2,4; l o 2 0 , 2 2 - 2 3 ) , et AAS 52 (1960) 466; PABI.0 VI, homilía en la Bas. Vaticana, 20 oct. 1963: AAS 55
(1963)
12
1014.
ipsi adiutoribus suis per impositionem m a n u u m d o n u m spirituale tradi- SAN CIPRIANO, Epiít. 63,14: PL 4,386; HARTEI., 1LIB p.713: «Sacerdos vice
derunt (cf. 1 T i m 4,14; 2 T i m 1,6-7), quod u s q u e ad nos in episcopali Christi veré fungitur». SAN J. CRISÓSTOMO. In 2 Tim. hom.2,4: PG 62,612: Sacer-
dos est «symbolon» Christi. SAN AMBROSIO, ln Ps. 38,25-26: PL 14,1051-52: CSEL
consecratione transmissum e s t ' " . Docet autem Sancta Synodus episcopa- 0 f.203-204. AMBROSIASTER, ln 1 Tim. 5,19: PL 17.479C, e In Epb. 4,11-12:
16
Cf. LEÓN XIII, epíst. Et sane, 17 dic. 1888 : ASS 21 (1888) 321s. coi 387C- TEODORO MOPS., Hom. Catech. XV 21 y 2 1 : ed. TONNEAU, p.497 y 503;
17
SAN LEÓN M., Serm. 5,3: PL 54,154. IIESIQUIO HIEROS., ln Lev. 2,9,23: PG 93.S94B.
18
CONC. TRID., ses.23 c.3 cit. 2 Tim 1,6-7, «ut demonstret Ordinem esse verum
sacramentum»: DENZ. 959 (1766).
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 37
36 Constitución sobre la Iglesia. 22
terio y en el régimen pastoral al colegio apostólico, más aún, en
obispos, sucesores de los apóstoles. Ya la más antigua disciplina, quien perdura continuamente el cuerpo apostólico, junto con su
conforme a la cual los obispos establecidos por todo el mundo Cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta Cabeza, es también
comunicaban entre sí y con el obispo de Roma con el vínculo de sujeto de la suprema y plena potestad sobre la universal Iglesia ",
la unidad, de la caridad y de la paz 23, como también los conci- potestad que no puede ejercitarse sino con el consentimiento del
lios convocados 24 para resolver en común 25 las cosas más impor- Romano Pontífice. El Señor puso solamente a Simón como roca
tantes, contrastándolas con el parecer de muchos 26 , manifiestan la y portador de las llaves de la Iglesia (Mt 16,18-19) y le consti-
naturaleza y forma colegial propia del orden episcopal. Forma que tuyó Pastor de toda su grey (cf. lo 21,15ss); pero el oficio que
claramente demuestran los concilios ecuménicos que a lo largo dio a Pedro de atar y desatar (Mt 16,19) consta que lo dio tam-
de los siglos se han celebrado. Esto mismo lo indica también el bién al colegio de los apóstoles unido con su Cabeza (Mt 18,18;
uso, introducido de antiguo, de llamar a varios obispos a tomar 28,16-20) 28. Este colegio expresa la variedad y universalidad del
parte en el rito de la consagración cuando un nuevo elegido ha de Pueblo de Dios en cuanto está compuesto de muchos, y la unidad
ser elevado al ministerio del sumo sacerdocio. U n o es constituido de la grey de Cristo, en cuanto está agrupada bajo una sola Ca-
miembro del cuerpo episcopal en virtud de la consagración sa- beza. Dentro de este colegio, los obispos, guardando fielmente el
cramental y por la comunión jerárquica con la Cabeza y miem- primado y principado de su Cabeza, gozan de su potestad propia
bros del colegio. en bien no sólo de sus propios fieles, sino incluso de toda la
El colegio o cuerpo episcopal, por su parte, no tiene autori- Iglesia, siendo el Espíritu Santo el que robustece sin cesar su
dad si no se considera incluido el Romano Pontífice, sucesor de estructura orgánica y su concordia. La potestad suprema que este
Pedro, como Cabeza del mismo, quedando siempre a salvo el colegio posee sobre la Iglesia universal se ejercita de modo so-
poder primacial de éste, tanto sobre los pastores como sobre los lemne en el concilio ecuménico. N o puede haber concilio ecumé-
fieles. Porque el Pontífice Romano tiene, en virtud de su cargo nico que no sea aprobado o al menos aceptado como tal por el
de Vicario de Cristo y Pastor de toda Iglesia, potestad plena, su- sucesor de Pedro. Y es prerrogativa del Romano Pontífice convo-
prema y universal sobre la Iglesia, que puede siempre ejercer car estos concilios ecuménicos, presidirlos y confirmarlos 20. Esta
libremente.
En cambio, el orden de los obispos, que sucede en el magis- rum, qui collegio Apostolorum in magisterio et regimine pastorali succedit,
immo in quo corpus apostolicum continuo perseverat, una cum Capite suo
Romano Pontífice, et numquam sine hoc Capite, subiectum quoque supre-
sor Petri, et Episcopi, sucessores Apostolorum, ínter se coniunguntur. Iam mae ac plenae potestatis in universam Ecclesiam exsistit"', quae quidem
perantiqua disciplina, qua Episcopi in universo orbe constituti ad invicem potestas nonnisi consentiente Romano Pontífice exerceri potest. Dominus
et cum Romano Episcopo communicabant in vinculo unitatis, caritatis et unuiri Simonem ut petram et clavigerum Ecclesiae posuit (cf. Mt 16,18-19),
pacis 23, itemque concilia coadunata %i, per quae et altiora quaeque in cora- eumque Pastorem totius sui gregis constituit (cf. lo 21,15ss); illud autem
mune statuerentur 2°, sententia multorum consilio ponderata 26 , ordinis ligandi ac ¡solvendi ¡munus, quod Petro datum est (Mt 16,19), collegio quo-
episcopalis indolem et rationem collegialem significant; quam manifesté que Apostolorum, suo Capiti coniuncto, tributum esse constat (Mt 18,18;
comprobant Concilia oecumenica decursu saeculorum celebrata. Eandem 28,16-20) 2S. Collegium hoc quatenus ex multis compositum, varietatem et
vero iam innuit ipse usus, antiquitus induetus, plures advocandi Episcopos universalitatem Populi Dei, quatenus vero sub uno capite collectum unita-
qui in novo electo ad summi sacerdotii ministerium elevando partem ha- tem gregis Christi exprimit. In ipso, Episcopi, primatum et principatum
berent. Membrum Corporis episcopalis aliquis constituitur vi sacramentalis Capitis sui fideliter servantes, propria potestate in bonum fidelium suorum,
consecrationis et hierarchica communione cum Collegii Capite atque immo totius Ecclesiae funguntur, Spiritu Sancto organicam structurami eius-
membris. que concordiam continenter roborante. Suprema in universam Ecclesiam
Collegium autem seu corpus Episcoporum auctoritatem non habet, nisi potestas, qua istud Collegium pollet, sollemni modo in Concilio Oecume-
simul cum Pontífice Romano, successore Petri, ut capite eius intellegatur, níco exercetur. Concilium Oecumenicum numquam datur, quod a Succes-
huiusque integre rnanente potestate Primatus in omnes sive Pastores sive sore Petri non sit ut tale confirmatum vel saltem receptum; et Romani Pon-
fideles. Romanus enim Pontifex habet in Ecclesiam, vi muneris sui, Vicarii tificis praerogativa est haec Concilia convocare, iisdem praesidere et eadem
scilicet Christi et totius Ecclesiae Pastoris, plenam, supremam et universa- confirmare 29. Eadem potestas collegialis una cum Papa exercerí potest ab
lem potestatem, quam semper libere exercere valet. Ordo autem Episcopo-
-' Cf. Relatio officialh ZINELI.I, en el CONC. VAT. I; MANSI, 52,1109C.
28
-% Cf. EUSEBIO, llist. Eccl. V 24,10: GCS II 1 p.495 ; ed. BABOY, Sources Cbr. Cf. CONC. VAT. I, esquema const. dogm. II, De Ecclesia Christi, c.4: MAN-
II p.69; DIONISIO, en EUSEBIO, ibid., VII 5,2: GCS II 2 p.638s; BARDY, II p.l68s. SI, 53,310. Cf. Relatio KLEUTGEN de schemate reformato: MANSI, 53.321B-322B et
21 declarado ZINELLI : MANSI, 52.1110A. Cf. también SAN LEÓN M., Serm. 4 , 3 : PL
Cf. EUSEBIO, Hist. Eccl. V 21-24: GCS II I p.438ss; BARUY, II p.66ss. et 5Í.15JA.
passim; CONC. NICENO, can.5 : Conc. Oec. Decr. p.7. 2y
-° TERTULIANO, De leiun. 13: PL 2.972B; CSEL 20 p.292, lin.13-16. Cf. Cod. lur. Can. can.277.
26
SAN CIPRIANO, Epist. 56,3; HARTEL, IIIB p.649; BAYARD, p.154.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 23 *>"
38 Constitución sobre la Iglesia. 22-2}
de jurisdicción, contribuye, sin embargo, grandemente al progreso
misma potestad colegial puede ser ejercitada por los obispos dis- de la Iglesia universal. Todos los obispos, en efecto, deben pro-
persos por el mundo a una con el Papa, con tal que la Cabeza del mover y defender la unidad de la fe y la disciplina común en
colegio los llame a una acción colegial, o por lo menos apruebe toda la Iglesia, instruir a los fieles en el amor del Cuerpo místico
la acción unida de ellos o la acepte libremente para que sea un de Cristo, sobre todo de los miembros pobres y de los que sufren
verdadero acto colegial. o son perseguidos por la justicia (cf. Mt 5,10) ; promover, en fin,
[Relaciones de los obispos dentro del colegio~\ toda acción que sea común a la Iglesia, sobre todo en orden a la
dilatación de la fe y a la difusión plena de la luz de la verdad
23. La unión colegial se manifiesta también en las mutuas entre todos los hombres. Por lo demás, es cosa clara que, gober-
relaciones de cada obispo con las Iglesias particulares y con la nando bien sus propias Iglesias como porciones de la Iglesia uni-
Iglesia universal. El Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, versal, contribuyen en gran manera al bien de todo el Cuerpo
es el principio y fundamento 3° perpetuo y visible de unidad, así místico, que es también el cuerpo de todas las Iglesias 34.
de los obispos como de la multitud de los fieles. Del mismo modo
El cuidado de anunciar el Evangelio en todo el mundo per-
cada obispo es el principio y fundamento visible de unidad en
tenece al cuerpo de los pastores, ya que a todos ellos en común
su Iglesia particular, formada a imagen de la Iglesia universal,
dio Cristo el mandato imponiéndoles un oficio común, según ex-
y de todas las Iglesias particulares 3l queda integrada la única plicó ya el papa Celestino a los padres del Concilio de Efeso'".
Iglesia católica 32 . Por eso cada obispo representa a su Iglesia, Por tanto, todos los obispos, en cuanto se lo permite el desem-
tal como todos ellos a una con el Papa representan toda la Iglesia peño de su propio oficio, deben colaborar entre sí y con el sucesor
en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad. de Pedro, a quien particularmente se ha encomendado el oficio
Cada uno de los obispos que es puesto al frente de una Iglesia de propagar la religión cristiana 3Í . Deben, pues, con todas sus
particular ejercita su poder pastoral sobre la porción del Pueblo fuerzas proveer a las misiones no sólo de operarios para la mies,
de Dios que se le ha confiado, no sobre las otras Iglesias ni sobre sino también de socorros espirituales y materiales, ya sea directa-
la Iglesia universal. Pero, en cuanto miembros del colegio epis- mente por sí, ya sea excitando la ardiente cooperación de los fieles.
copal y como legítimos sucesores de los apóstoles, todos deben
tener aquella solicitud por la Iglesia universal que la institución tamen confert ad Ecclesiae universalis emolumentum. Debent enim omnes
y precepto de Cristo exigen 33 , que, aunque no se ejercite por acto Episcopi promoveré et tueri unitatem fidei et disciplinam cunctae Ecclesiae
communem, fideles edocere ad amorem totius Corporis mystici Christi,
praesertim membrorum pauperum, dolentium et eorum qLÜ persecutionem
Episcopis in orbe terrarum degentibus, dummodo Caput Collegü eos ad patiuntur propter iustitiam (cf. Mt 5,10), tándem promoveré omnem actuo-
actionem collegialem vocet, vel saltem Episcoporum dispersorum unitam sitatem quae toti Ecclesiae communis est, praesertim ut fides incrementum
actionem approbet vel libere recipiat, ka ut verus actus collegialis efficiatur. capiat et lux plenae veritatis ómnibus hominibus oriatur. Ceterum hoc
23. Collegialis unió etiam in tnutuis relationibus singulorum Episco- sanctum est quod, bene regendo propriam Ecclesiam ut portionem Eccle-
porum cuna particularibus Ecclesiis Ecclesiaque universali apparet. Roma- siae universalis, ipsi efficaciter conferunt ad bonum totius mystici Corporis,
nus Pontifex, ut successor Petri, est unitatis, tum Episcoporum tum fide- quod est etiam corpus Ecclesiarum 34.
lium multitudinis, perpetuum ac visibile principium et fundamentum 30 . Cura Evangelium ubique terrarum annuntiandi ad corpus Pastorum
Episcopi autem singuli visibile principium et fundamentum sunt unitatis in pertinet, quibus ómnibus in commune Christus mandatum dedit imponen-
suis Ecclesiis particularibus 31 , ad knaginem Ecclesiae universalis formatis, do commune officium, ut iam Papa Caelestinus Patribus Ephesini Concilii
in quibus et ex quibus una et única Ecclesia catholica exsistit 32 . Qua de commendavit 35 . Unde singuli Episcopi, quantum propria eorum perfunctio
causa singuli Episcopi suam Ecclesiam, omnes autem simul cum Papa totam muneris sinit, in laborum societatem venire tenentur ínter se et cum suc-
Ecclesiam repraesentant in vinculo pacte, amoris et unitatis. cessore Petri, cui grande munus christiani nominis propagandi singulari
Singuli Episcopi, qui particularibus Ecclesiis praeficiuntur, régimen modo demandatum est 28 . Quare missionibus tum messis operarios, tum
suum pastoraje super portionem Populi Dei sibi commissam, non super etiam auxilia spiritualia et materialia, tam per se directe, quam suscitando
alias Ecclesias ñeque super Ecclesiam universalem exereent. Sed qua mera- fidelium ardentem cooperationem, suppeditare ómnibus viribus debent.
bra Collegü episcopalis et legitimi Apostolorum successores singuli ea solli-
31
citudine pro universa Ecclesia ex Christi institutione et praecepto tenen- Cf. SAN HILARIO PICT., In Ps. 14,3: PL 9,206; CSEL 22 p.86; SAN GRE-
tur 3 3 , quae, etiamsi per actum iurisdictionis non exerceatur, summopere GORIO
35
M., Moral. IV 7,12: PL 75.643C; Ps. BASILIO, In Is. 15,296: PG 30.637C.
SAN CELESTINO, Epist. 18,1-2, ad Conc. Eph.: PL 50.505AB; SCHWARTZ,
30 Acta Conc. Oec. I 1,1 p.22. Cf. BENEDICTO XV, epist. apost. Máximum illud: AAS
31
Cf. CONC. VAT. I, const. dogm. Pastor aeternus: DENZ. 1821 (3050s). 11 (1919) 44c; Pío XI, ene. Rerum Ecclesiae, 28 febr. 1926: AAS 18 (1926) 69;
Cf. SAN CIPRIANO, Epist. 66,8: HARTEL, III 2 p.733: «Episcopus in Ecclesia Pío33XII, ene. Fidei donum, l.c.
et Ecclesia
s
in Episcopo». LEÓN XIII, ene. Grande munus, 30 sept. 1880; ASS 13 (1880) 153. Cf. Col.
- Cf. SAN CIPRIANO, Epist. 55,24: HARTEL, p.642 lín.13: «Una Ecclesia peí lur. Can. can.1327; can.1350 § 2.
totum
33
mundum in multa membra divisa». Epist. o6A'. HARTEL, p.575 lín.20-21.
Cf. Pío XII, ene. Fidei douum, 21 abr. 1957: AAS 49 (1957) 237.
i
40 Constitución sobre la Iglesia. 23-24 C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 24-25 41
Procuren, finalmente, los obispos, según el venerable ejemplo de miento de los mandamientos (cf. Mt 28,18; Me 16,15-16; Act 26,
la antigüedad, prestar fraterna ayuda a las otras Iglesias, sobre 17s). Para el desempeño de esta misión, Cristo Señor prometió
todo a las Iglesias vecinas y más pobres, dentro de esta universal a sus apóstoles el Espíritu Santo, a quien envió de hecho el día
sociedad de la caridad. de Pentecostés desde el cielo para que, confortados con su vir-
La divina Providencia ha hecho que las varias Iglesias funda- tud, fuesen sus testigos hasta los confines de la tierra ante las
das en diversas regiones por los apóstoles y sus sucesores, con el gentes y pueblos y reyes (cf. Act 1,8; 2,lss; 9,15). Este encargo
correr de los tiempos se hayan reunido en grupos orgánicamente que el Señor confió a los pastores de su pueblo es un verdadero
unidos que, dentro de la unidad de fe y la única constitución servicio y en la Sagrada Escritura se llama muy significativamente
divina de la Iglesia, gozan de disciplina propia, ritos litúrgicos «diaconía», o sea ministerio (cf. Act 1,17 y 25; 21,19; Rom 11,
propios y de un propio patrimonio teológico y espiritual. Entre las 13; 1 Tim 1,12).
cuales, concretamente las antiguas Iglesias patriarcales, como ma- La misión canónica de los obispos puede hacerse ya sea por
dres en la fe, engendraron a otras y con ellas han quedado unidas las legítimas costumbres que no hayan sido revocadas por la po-
hasta nuestros días por vínculos especiales de caridad tanto en la testad suprema y universal de la Iglesia, ya sea por las leyes dic-
vida sacramental como en la mutua observancia de derechos y tadas o reconocidas por la misma autoridad, ya sea también di-
deberes "7. Esta variedad de Iglesias locales, dirigida, sin embargo, rectamente por el mismo sucesor de Pedro, y ningún obispo puede
a un solo objetivo, muestra admirablemente la indivisa catolici- ser elevado a tal oficio contra la voluntad de éste, o sea cuando
dad de la Iglesia. Del mismo modo, las Conferencias episcopales él niega la comunión apostólica 38 .
hoy día pueden desarrollar una obra múltiple y fecunda a fin
de que el afecto colegial tenga aplicación concreta. [El oficio de enseñar de los obispos}

{El ministerio de los obispos} 25. Entre los oficios principales de los obispos se destaca la
predicación del Evangelio 30 . Porque los obispos son los prego-
24. Los obispos, en su calidad de sucesores de los apóstoles,
neros de la fe que ganan nuevos discípulos para Cristo y son los
reciben del Señor, a quien se ha dado toda potestad en el cielo
maestros auténticos, es decir, herederos de la autoridad de Cristo,
y en la tierra, la misión de enseñar a todas las gentes y de predi-
car el Evangelio a toda criatura, a fin de que todos los hombres que predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que
logren la salvación por medio de la fe, el bautismo y el cumpli- ha de creerse y ha de aplicarse a la vida, la ilustran con la luz

Episcopi denique, in universal i caritatis societate, fraternum adiutorium fidem, baptismum et adimpletionem mandatorum salutem consequantur
alus Ecclesiis, praesertim finitimis et egentioribus, secundum venerandum (cf. Mt 28,18; Me 16,15-16; Act 26,17s). Ad hanc missionem implendam,
antiquitatis exemplum, libenter praebeant. Christus Dominus Spiritum Sanctum promisit Apostolis et die Pentecostés
Divina autem Providentia faetum est ut variae variis in loéis ab Aposto- e cáelo misit, cuius virtute testes Eidem essent usque ad utimum terrae,
lis eorumque successoribus institutae Ecclesiae decursu temporum in plures coram gentibus et populis et regibus (cf. Act 1,8; 2,lss; 9,15). Munus
coaluerint coetus, organice coniunctos, qui, salva fidei imítate et única divi- autem illud, quod Dominus pastoribus populi sui commisit, verum est
na constiitutione universalis Ecclesiae, gaudent propria disciplina, proprio servitium quod in sacris Litteris diakonia seu ministerium significanter
litúrgico usu, ¡theologico spiritualique patrimonio. ínter quas aliquae, nota- nuncupatur (cf. Act 1,17 et 25; 21,19; Rom 11,13; 1 Tim 1,12).
tim antiquae Patriarchales Ecclesiae, veluti matrices fidei, alias pepererunt Episcoporum autem missio canónica fieri potest per legitimas consue-
quasi filias, quibuscum arctiore vinculo caritatis in vita sacramentali atque tudines, a suprema et universali potestate Ecclesiae non revocaras, vel per
in mutua iurium et officiorum reverentia ad nostra usque témpora connec- leges ab eadem auctoritate latas aut agnitas, vel directe per ipsum Succes-
tuntur 3r . Quae Ecclesiarum localium in unum conspirans varietas indivisae sorem Petri; quo renuente seu communionem Apostolicam denegante, Epi-
Ecclesiae catholicitatem lucuientius demonstrat. Simili ratione Coetus Epi- scopi in officium assumi nequeunt s ".
scopales hodie multiplicem atque fecundam opem conferre possunt, ut col- 25. ínter praecipua Episcoporum muñera eminet praedicatio Evange-
legialis affectus ad concretam applicationem perducatur. lii M. Episcopi enim sunt fidei praecones, qui novos discipulos ad Christum
24. Episcopi, utpote Apostolum successores, a Domino, cui omnis adducunt, et doctores authentici seu auctoritate Christi praediti, qui populo
potestas in cáelo et in térra data est, missionem accipiunt docendi omnes sibi commisso fidem credendam et moribus applieandam praedicant, et sub
gentes et praedicandi Evangelium omni creaturae, ut homines universi, per 38
Cf. Cod. Iuris pro Eccl. Orient. can.216-314: «de Patriarchis»; can.324-339:
37
«De iuribus Sedium patriarchalium», cf. CONC NICENO, can.6 «de Alexan- «de Archiepiscopis maioribus» ; can.362-391 : «de alus dignatariis»; esp. can.238 § 3 ;
dria et Antiochia», y can.7 «de Hierosolymis»: Conc. Oec. Decr., p.8. CONC LATER., 216.240.251.255:
39
«de Episcopis a Patriarcha nominandis».
IV, año 1215, const. V: De digtiitate Patriarcharum: ibid., 6,212. CONC. FERK.- Cf. CONC. TRID., decr. De reform. ses.5 can.2 n.9 y ses.24 can.4; Conc. Oec.
FLOR. : ibid., p.5()4. Decr. p.645 y 739.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia, 25 43
42 Constitución sobre la Iglesia. 2}
los maestros y jueces de la fe y de la conducta para la Iglesia
del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación las universal, y sus definiciones de fe deben aceptarse con sumisión ".
cosas nuevas y las cosas viejas (cf. Mt 13,52), la hacen fructificar Esta infalibilidad que el Divino Redentor quiso que tuviese
y con vigilancia apartan de la grey los errores que la amenazan su Iglesia cuando define la doctrina de fe o de moral, se ex-
(cf. 2 Tim. 4,1-4). Los obispos, cuando enseñan en comunión tiende a todo cuanto abarca el depósito de la divina Revelación
con el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como entregado para la fiel custodia y exposición. Esta infalibilidad
los testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte, compete al Romano Pontífice, Cabeza del colegio episcopal, en
tienen obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión razón de su oficio, cuando proclama como definitiva la doctrina
del espíritu al parecer de su obispo en materias de fe y de cos- de fe o de conducta 42 en su calidad de supremo pastor y maestro
tumbres cuando él las expone en nombre de Cristo. Esta religiosa de todos los fieles, a quienes ha de confirmarlos en la fe (cf. Le
sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular 22,32). Por lo cual, con razón, se dice que sus definiciones, por
se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando sí y no por el consentimiento de la Iglesia, son irreformables,
no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reve- puesto que han sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu
rencia su magisterio supremo y con sinceridad preste adhesión al Santo prometida a él en San Pedro, y así no necesitan de ninguna
parecer expresado por él según el deseo que haya manifestado él aprobación de otros ni admiten tampoco la apelación a ningún
mismo, como puede descubrirse, ya sea por la índole del docu- otro tribunal. Porque en esos casos el Romano Pontífice no da
sentencia como persona privada, sino que, en calidad de maes-
mento, ya sea por la insistencia con que repite una misma doctri-
tro supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente re-
na, ya sea también por las fórmulas empleadas.
side el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma, expone
Aunque cada uno de los prelados por sí no posea la prerro- o defiende la doctrina de la fe católica " . La infalibilidad prome-
gativa de la infalibilidad, sin embargo, si todos ellos, aun estando tida a la Iglesia reside también en el cuerpo de los obispos cuando
dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comu- ejercen el supremo magisterio juntamente con el sucesor de Pe-
nión entre sí y con el sucesor de Pedro, convienen en un mismo dro. A estas definiciones nunca puede faltar el asenso de la Igle-
parecer como maestros auténticos que exponen como definitiva sia por la acción del Espíritu Santo, en virtud de la cual la grey
una doctrina en las cosas de fe y de costumbres, en ese caso anun- toda de Cristo se conserva y progresa en la unidad de la fe " .
cian infaliblemente la doctrina de Cristo " . Pero esto se ve toda-
vía más claramente cuando, reunidos en concilio ecuménico, son cilio Oecumenico coadunad, pro universa Ecclesia fidei et morum doctores
et ¿udices isunt, quorum definitionibus fidei obsequio est adhaerendum " .
Haec autem infallibilitas, qua Divinus Redemptor Ecclesiam suam in
lumine Sancti Spiritus illustrant, ex thesauro Revelationis nova et vetera definienda doctrina de fide vel moribus instructam esse voluit, tantum patet
proferentes (cf. Mt 13,52), eam fructificare faciunt erroresque gregi suo quantum divinae Revelationis patet depositum, sánete custodiendum et fide-
impendentes vigilante* arcent (cf. 2 Tim 4,1-4). Episcopi in communione liter exponendum. Qua quidem infallibilitate Romanus Pontifex, Collegii
cum Romano Pontífice docentes ab ómnibus tamquam divinae et catholicae Episcoporum Caput, vi muneris sui gaudet, quando, ut supremus omnium
veritatis testes venerandi sunt; fideles autem in sui Episcopi sententiam de christifidelium pastor et doctor, qui fratres suos in fide confirmat (cf. Le 22,
fide et moribus nomine Christi prolatam concurrere, eique religioso animi 32), doctrinam de fide vel moribus definitivo actu proclamat "2. Quare de-
obsequio adhaerere debent. Hoc vero religiosum voluntatis et intellectus finitiones eius ex sese, et non ex consensu Ecclesiae, irreformabiles mérito
obsequium singulari ratione praestandum est Romani Pontificis authentico dicuntur, quippe quae sub assistentia Spiritus Sancti, ipsi in beato Petro
magisterio etiam cum non ex cathedra loquitur; ita nempe ut magisterium promissa, prolatae sint, ideoque nulla indigeant aliorum approbatione, nec
eius supremum reverenter agnoscatur, et sententiis ab eo prolatis sincere ullam ad aliud iudkium appellationem patiantur. Tune enim Romanus
adhaereatur, iuxta mentem et voluntatem rnanifestatarn ipsius, quae se pro- Pontifex non ut persona privata sententiam proferí, sed ut universalis Ec-
dit praecipue sive Índole documentorum, sive ex frequenti propositione clesiae magister supremus, in quo charisma infallibilitatis ipsius Ecclesiae
eiusdem doctrinae, sive ex dicendi ratione. singulariter inest, doctrinam fidei catholicae exponit vel tuetur 4 3 . Infalli-
Licet singuli praesules infallibilitatis praerogativa non polleant, quando bilitas Ecclesiae promissa in corpore Episcoporum quoque inest, quando
tamen, etiam per orbem dispersi, sed communionis nexum Ínter se et cum supremum magisterium cum Petri Successore exercet. Istis autem defiriitioni-
Successore Petri servantes, authentice res fidei et morum docentes in unam bus assensus Ecclesiae numquam deesse potest propter actionem eiusdem Spi-
sententiam tamquam dafinitive tenendam conveniunt, doctrinam Christi ritus Sancti, qua universus Christi grex in unitate fidei servatur et proficit".
infallibiliter enuntiant"'. Quod adhuc manifestáis habetur quando, in Con- il
Cf. Cod. lur. Can. can.1322-1323.
42
40 Cf. CONC. VAT. I, const. dogm. Pastor Aelernus: DENZ. 1839 (3074).
Cf. CONC. VAT. I, const. dogm. Dei Filius 3 ; DENZ. 1712 (5011). Cf. nota al " Cf. GASSER al CONC VAT. I : MANSI, 52.1213AC
esquema I De Eccl. (SAN ROB. BELARMINO) : MANSJ, 51.Í79C; coment, KLEUTGEN : " GASSER, ibid.; MANSI, 1214A.
MANSI, 53.313AB; Pío IX, epíst. Tutu Ubenter: DENZ. 1638 (2879).
44 Constitución sobre la Iglesia. 25-26 C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 26 45

Cuando el Romano Pontífice o con él el cuerpo episcopal de- el cuerpo y la sangre del Señor quede unida toda la fraterni-
finen una doctrina, lo hacen siempre de acuerdo con la Revela- dad»'''. En todo altar, reunida la comunidad bajo el ministerio
ción, a la cual deben sujetarse y conformarse todos, la cual, o por sagrado del obispo i3 , se manifiesta el símbolo de aquella caridad
escrito o por transmisión de la sucesión legítima de los obispos, y «unidad del Cuerpo místico de Cristo, sin la cual no puede
y sobre todo por cuidado del mismo Romano Pontífice, se nos haber salvación» " . En estas comunidades, por más que sean con
transmite íntegra y en la Iglesia se conserva y se expone con re- frecuencia pequeñas y pobres o vivan en la dispersión, Cristo
ligiosa fidelidad, gracias a la luz del Espíritu de la verdad 4J. El está presente, el cual con su poder da unidad a la Iglesia, una,
Romano1 Pontífice y los obispos, como lo requiere su cargo y la católica y apostólica " . Porque «la participación del cuerpo y san-
importancia del asunto, celosamente trabajan con los medios ade- gre de Cristo no hace otra cosa sino que pasemos a ser aquello
cuados " , a fin de que se estudie como se debe esta Revelación que recibimos» " .
y se la proponga apropiadamente, y no aceptan ninguna nueva Ahora bien, toda legítima celebración de la Eucaristía la di-
revelación pública dentro del divino depósito de la fe 47 . rige el obispo, al cual ha sido confiado el oficio de ofrecer a la
Divina Majestad el culto de la religión cristiana y de adminis-
[El oficio de los obispos de santificar']
trarlo conforme a los preceptos del Señor y las leyes de la Iglesia,
26. El obispo, revestido como está de la plenitud del sacra- las cuales él precisará con mayor detalle según su propio criterio,
mento del orden, es «el administrador de la gracia del supremo adaptándolas a su diócesis.
sacerdocio» 48, sobre todo en la Eucaristía, que él mismo distri- Así, los obispos, orando por el pueblo y trabajando, distribu-
buye, ya sea por sí, ya sea por otros", y que hace vivir y crecer yen de muchas maneras y abundantemente la plenitud de la santi-
a la Iglesia. Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente dad de Cristo. Por medio del ministerio de la palabra comunican
en todas las legítimas reuniones locales de los fieles, que, unidos la virtud de Dios a todos aquellos que creen para la salvación
a sus pastores, reciben también el nombre de iglesias en el Nue- (cf. Rom 1,16), y por medio de los sacramentos, cuya adminis-
vo Testamento s0. Ellas son el Pueblo nuevo, llamado por Dios tración sana y fructuosa regulan ellos con su autoridad 56, santi-
en el Espíritu Santo y plenitud (cf. 1 Tfaess 1,5). En ellas se fican a los fieles. Ellos regulan la administración del bautismo,
congregan los fieles por la predicación del Evangelio de Cristo por medio del cual se concede la participación en el sacerdocio
y se celebra el misterio de la Cena del Señor «a fin de que por regio1 de Cristo. Ellos son los ministros originarios de la confir-

Cum autem sive Romanus Pontifex sive Corpus Episcoporum cum eo Domini, «ut per escam et sanguinem Domini corporis traternitas cuneta
sententiam definiunt, eam proferunt secundum ipsam Revelationem, cui copuletur»". In quavis altaris communitate, sub Episcopi sacro ministe-
omnes stare et conforman tenentur et quae scripta vel tradita per legitimam rio " , exhibetur symbolum illius caritatis et «unitatis Corporis Tnystici, sine
Episcoporum suceessionem et imprimís ipsius Romani Pontificis cura inte- qua non potest esse salus» 53. In his communitatibus, licet saepe exiguis et
gre transmittitur, arque praelucente Spiritu veritatis in Ecclesia sánete pauperibus, vel in dispersione degentibus, praesens est Christus, cuius vir-
servatur et fideliter exponitur " . Ad quam rite indagandam et apte enun- tute consociatur una, sancta, carbólica et apostólica Ecclesia si. Etenim «non
tiandam, Romanus Pontifex et Episcopi, pro officio suo et rei gravitate, aliud agit participatio corporis et sanguinis Christi, quam ut in id quod
per media apta, seduío operam navant"; novam vero revelationem publi- sumimus transeamus» 55 .
cam tamquam ad divinum fidei depositum pertinentem non accipiunt'". Omnis autem legitima Eucharistiae celebratio dirigitur ab Episcopo, cui
26. Episcopus, plenitudine sacramenta Ordinis insignitus, est «oecono- officium commissum est cultum christianae religionis Divinae Maiestati
mus gratiae supremi sacerdotii» 48 , praesertim in Eucharistia, quam ipse deferendi atque admiinistrandi secundum praecepta Domini et Ecclesiae
offert vel offerri curat*', et qua continuo vivit et crescit Ecclesia. Haec leges, eius particulari iudicio ulterius pro dioecesi determinatas.
Christi Ecclesia veré adest in ómnibus legitimis fidelium eongregationibus Ita Episcopi, orando pro populo et laborando, de plenitudine sanctitatis
localibus, quae, pastoribus suis adhaerentes, et ipsae in Novo Testamento Christi multiformiter et abundanter effundunt. Per ministerium verbi vir-
ecclesiae vocantur 50. Hae sunt enim loco suo Populus novus a Deo vocatus, tutem Dei credentibus in salutem communicant (cf. Rom 1,16), et per ¡sa-
in Spiritu Sancto et in plenitudine multa (cf. 1 Thess 1,5). In eis praedica- cramenta, quorum regularem et fructuosam distributionem auctoritate sua
tione Evangelii Christi congregantur fideles et celebratur mysterium Coenae ordinant 5S , fideles sanctificant. Ipsi regunt collationem baptismi, quo re-
galis sacerdotii Christi participatio conceditur. Ipsi sunt ministri originarii
« GASSER, ibid.; MANSI, 1215CD.1216-1217A.
sl
" GASSER, ibid.; MANSI, 1213.
52
Oración mozárabe: PL 96.759B.
"48 CONC. VAT. I, const. dogm. Pastor Aeternus 4 : DENZ. 1S36 (3070). Cf. SAN IGNACIO M., Smyrn. 8,1: ed. FUNK, I p.282.
53
«Oratio consecrationis episcopalis in ritu byzantino: Eucbologion to mega» SANTO TOMÁS, SUmma Theol. 3 q.73 a.3.
54
(Romae
49
1873) p.139. Cf. SAN AGUSTÍN, C. Faustum 12,20: PL 42,265; Serm. 57,7: PL 38,389, etc.
55
s
Cf. SAN iGNACro M., Smyrn. 8,1: ed. FUNK, I p.282. SAN LEÓN M.. Serm. 63,7: PL 54.357D.
° Cf. Act 8,1; 14,22-25; 20,17 y passim. " Traditio Apostólica Hippolyti, 2-3: ed. Borra, p.26-30.
46 Constitución sobre la Iglesia. 26-27 C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 27 47

marión, dispensadores de las sagradas órdenes y moderadores de A ellos se les confía plenamente el oficio pastoral, es decir,
la disciplina penitencial. Ellos solícitamente exhortan e instruyen/ el cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas, y no deben ser
a su pueblo a que participe con fe y reverencia en la liturgia y/ \tenidos como vicarios del Romano Pontífice, ya que ejercitan
sobre todo en el santo sacrificio de la misa. Ellos, finalmente/ potestad propia y son, en verdad, los jefes del pueblo que go-
deben edificar a sus subditos con el ejemplo de vida, guardan- biernan 50. Así, pues, su potestad no queda anulada por la po-
do su conducta no sólo de todo mal, sino, con la ayuda de testad suprema y universal, sino que, al revés, queda afirmada,
Dios, transformándola en bien dentro de lo posible para llegar robustecida y defendida"°, puesto que el Espíritu Santo mantiene
a la vida eterna juntamente con la grey que se les ha confiado " . indefectiblemente la forma de gobierno' que Cristo Señor esta-
bleció en su Iglesia.
[El oficio de los obispos de regir}
El obispo, enviado por el Padre de familias a gobernar su
27. Los obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, familia, tenga siempre ante los ojos el ejemplo del Buen Pas-
las Iglesias particulares que se les han encomendado ! s , con tor, que vino no a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20,28;
sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero tam-
Me 10,45) y a entregar su vida por sus ovejas (cf. lo 10,11).
bién con su autoridad y con su potestad sagrada, que ejercitan
Sacado de entre los hombres y rodeado él mismo de flaquezas,
únicamente para edificar su grey en la verdad y la santidad, te-
puede apiadarse de los ignorantes y de los errados (cf. Hebr 5,
niendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el
1-2). N o se niegue a oír a sus subditos, a los que como a ver-
menor y el que ocupa el primer puesto como el servidor (cf. Le
daderos hijos suyos abraza y a quienes exhorta a cooperar ani-
22,26-27). Esta potestad que personalmente poseen en nombre
mosamente con él. Consciente de que ha de dar cuenta a Dios
de Cristo es propia, ordinaria e inmediata, aunque el ejercicio
de sus almas (cf. Hebr 13,17), trabaje con la oración, con la
último de la misma sea regulado por la autoridad suprema, y
aunque, con miras a la utilidad de la Iglesia y de los fieles, pue- predicación y con todas las obras de caridad por ellos y también
da quedar circunscrita dentro de ciertos límites. En virtud de por los que todavía no son de la única grey; a éstos téngalos por
esta potestad, los obispos tienen el sagrado derecho y ante Dios encomendados en el Señor. Siendo él deudor para con todos, a
el deber de legislar sobre sus subditos, de juzgarlos y de regu- la manera de Pablo, esté dispuesto a evangelizar a todos (cf.
lar todo cuanto pertenece al culto y organización del apostolado. Rom 1,14-15) y no deje de exhortar a sus fieles a la actividad

Ipsis munus pastorale seu habitualis et cotidiana cura ovium suarum


confirmationis, dispensatores sacrorum ordinum et moderatores disciplinae plene committitur, ñeque vicarii Romanorum Pontificum putandi sunt, quia
poenitentialis, atque populos suos, >ut in liturgia et praesertim in sacro Mis- potestatem gerunt sibi propriam verissimeque populorum quos regunt, An-
sae sacrificio partes «uas fide et reverencia impieant, sollicite exhortantur tistites dicuntur 5B. Eorum itaque potestas a suprema et universali potestate
et •instrmint. Eis denique quibus praesunt exemplo conversátionis suae pro- non eliditur, sed e contra asseritur, roboratur et vindicatur 60, Spiritu Sancto
ficere debent, mores suos ab omni malo temperantes et quantum poterint, constitutam a Christo Domino in sua Ecclesia regiminis formam indefecti-
Domino adiuvante, ad bonum commutando, ut ad vitam, una cuín grege biliter servante.
sibi crédito, perveniant sempiternam " . Episcopus, missus a Patrefamilias ad gubernandam famiüam suam, ante
27. Episcoipi Ecctesias particulares sibi commissas ut vicarii et legati oculos teneat exemplum Boni Pastoris, qui venit non ministran sed mi-
Christi regunt 58 , consiliis, suasionibus, exemplis, verum etiam auctoritate nistrare (cf. Mt 20,28; Me 10,45) et animara suam pro ovibus poneré
et sacra potestate, qua quidem nonnisi ad gregem suum in veritate et sancti- (cf. lo 10,11). Assumptus ex hominibus et círcuindatus infirmitate, con-
tate aedificandum, utuntur, memores quod qui maior est fíat sicut minor et doleré potest iis qui ignorant et errant (cf. Hebr 5,1-2). Subditos, quos
qui praecessor est sicut ministrator (cf. Ix 22,26-27). Haec potestas qua, ut veros filios suos fovet et ad alacriter secuim cooperandum exhortatur,
nomine Christi personaliter funguntur, est propria, ordinaria et immediata, audire ne renuat. Pro animabas eorum rationem redditurus Deo (cf. Hebr
licet a suprema Ecclesiae auctoritate exercitium eiusdem ultimatim regatur 13,17) oratione, praedicatione omnibusque operibus caritatis curam habeat
et certis limitibus, intuitu utilitatis Ecclesiae vel íidelium, circumscribi pos- tum eorumdem, tum etiam illorum qui de uno grege nondum sunt, quos in
sit. Vi huius potestatis Episcopi sacrum ius et coram Domino officium ha- Domino commendatos sibi habeat. Ipse, cum sicut Paulus Apostolus cunctis
bent in suos subditos leges ferendi, iudicium faciendi, atque omnia, quae debitor sit, promptus sít ómnibus evangelizare (cf. Rom 1,14-15), fidelesque
ad cultus apostolatusque ordinem pertinent, moderandi.
59
57
Cf. «textus examin'u in initio consecrationis episcopalis, et Oratio in fine Mis- LEÓN XIII, ene. Satis cognitum, 29 jun. 1896: ASS 28 (1895-96) 732;
sae s seiusdem consecrationis, post Te Deum». ID., epist. Officio sanctíssimo, 22 dic. 1887: ASS 20 (1887) 264; Pío IX, carta
apost. ad lípiscopos Germaniae, 12 marzo 1875, y aloe, consist., 15 marzo 1875 ;
BENEDICTO XIV, breve Romana Bcclesia, 5 oct. 1752 § 1: Bullaríum Bene- DENZ. 3112-3117, en la nueva ed. solamente.
dicti XIV t.4 (Romae 1758) 21 : «Episcopus Christi typum gerit, líiusque muñere 60
CONC. VAT. I, const. dogm. Pastor Aeternus 3 : DENZ. 1828 (3061). Cf. Re-
fungitur» Pío XII, ene. Mystici Corporis, l . c , p.21: «Assignatos sibi greges singuli latió ZINEELI : MANSI, 52.1114D.
singulos Christi nomine pascunt et regunt».
48 Constitución sobre la Iglesia. 27-28 C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 49

apostólica y misionera. Los fieles, por su lado, deben estar uni- para celebrar el culto divino. Participando, en el grado propio de
dos a su obispo como la Iglesia lo está respecto de Cristo y como su ministerio del oficio de Cristo, único Mediador (1 Tim 2,5),
Cristo mismo lo está con el Padre, para que todas las cosas se anuncian a todos la divina palabra. Pero su oficio sagrado lo
armonicen en la u n i d a d " y crezcan para la gloria de Dios; ejercitan sobre todo en el culto eucarístico o comunión, en don-
(cf. 2 Cor 4,15). / de, representando Ja persona de Cristo 6? y proclamando su Mis-
terio, juntan con el sacrificio de su Cabeza, Cristo, las oracio-
[Los presbíteros. Sus relaciones con Cristo, con los obispos, I
con el presbiterio y con el pueblo cristiano'] ¡
nes de los fieles (cf. 1 Cor 11,26), representan y aplican" en
el sacrificio de la misa, hasta la venida del Señor, el único
28. Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo Sacrificio del Nuevo1 Testamento, a saber: el de Cristo, que se
(lo 10,36), ha hecho partícipes de su consagración y de su mi- ofrece a sí mismo al Padre como hostia inmaculada (cf. Hebr
sión a los obispos por medio de los apóstoles y de sus suce- 9,11-28). Para con los fieles arrepentidos o enfermos desempe-
sores " . Ellos han encomendado legítimamente el oficio de su ñan principalmente el misterio de la reconciliación y del alivio.
ministerio en diverso grado a diversos sujetos en la Iglesia. Así Presentan a Dios Padre las necesidades y súplicas de los fieles
el ministerio eclesiástico, de divina institución, es ejercitado en di- (cf. Hebr 5,1-4). Ellos, ejercitando G°, en la medida de su autori-
versas categorías por aquellos que ya desde antiguo se llamaron dad, el oficio de Cristo, Pastor y Cabeza, reúnen la familia de
obispos, presbíteros, diáconos GS. Dios como una fraternidad 7°, animada y dirigida hacia la unidad,
Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y por Cristo en el Espíritu la conducen hasta el Padre, Dios. En
y en' el ejercicio de su potestad dependen de los obispos, con medio de la grey le adoran en espíritu y en verdad (cf. lo 4,24).
todo, están unidos a ellos en el honor del sacerdocio" y, en Se afanan, finalmente, en la palabra y en la enseñanza (cf. 1
virtud del sacramento del orden'% han sido consagrados como Tim 5,3 7), creyendo en aquello que leen cuando meditan en la.
verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento 61 ', según la imagen ley del Señor, enseñando aquello en que creen, imitando aquello
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote (Hebr 5,1-10; 7,24; que enseñan " .
9,11-28), para predicar el Evangelio y apacentar a los fieles y
Los presbíteros, como próvidos colaboradores" del orden
suos a d operositatem apostolicam e t missionalem e x h o r t a n . Fideles autem
episcopal, como ayuda e instrumento suyo llamados para servir al
Episcopo adhaerere debent sicut Ecclesia l e s u Christo, e t s k u t Iesus Chris-
tus Patri, u t omnia p e r unitatem c o n s e n t i a n t " ' , et abundent i n gloriam D e i cipes in suo g r a d u ministerii, ómnibus verbum d i v i n u m annuntiant. Suum
(cf. 2 C o r 4 , 1 5 ) . vero m u n u s sacrum m á x i m e exercent in eucharistico cultu vel synaxi, qua
28. Christus, quem Pater sanctificavit et niisit in m u n d u m ( l o 1 0 , 3 6 ) , in persona Christi agentes " E i u s q u e mysterium proclamantes, vota fidelium
consecrationis missionisque suae p e r Apostólos suos, eorum successores, sacrificio Capitis i p s o r u m coniungunt, et u n k u m sacrificium N o v i Testa-
videlicet Episcopos participes effecit G 2 , q u i m u n u s ministerij sui, vario gra- menti, Christi scilicet Sese Patri immaculatam hostiam semel offerentis
du, variis subiectis i n Ecclesia legitime tradiderunt. Sic ministerium eccle- (cf. H e b r 9 , 1 1 - 2 8 ) , i n sacrificio Missae u s q u e ad adventum D o m i n i
siasticum divinitus institutum diversis o r d i n i b u s exercetur a b illis q u i i a m (cf. 1 C o r 11,26) frepraesentant et a p p l i c a n t " . P r o fidelibus autem poeni-
ab antiquo Episcopi, Presbyteri, D i a c o n i v o c a n t u r 6 J . Presbyteri, quamvis tentibus vel aegrotantibus ministerio reconciliationis et alleviationis sum-
pontificatus apicem n o n habeant e t i n exercenda s u a potestate ab Episcopis irle funguntur, e t oecessitates ac preces fidelium ad D e u m Patrem afferunt
pendeant, c u m eis t a m e n sacerdotali h o n o r e coniuncti s u n t 6 4 e t vi sacra- (cf. H e b í 5,1-4). M u n u s Christi Pastoris et Capitis p r o sua p a r t e aucto-
menti O r d i n i s e s , ad i m a g i n e m Christi, s u m m i atque aeterni Sacerdotis ritatis exercentes 6 °, familiam D e i , u t fraternitatem in u n u m a n i m a t a m 7",
( H e b r 5,1-10; 7,24; 9 , 1 1 - 2 8 ) , ad Evangelium piraedicandum jidelesque pas- colligunt et p e r C h r i s t u m i n Spiritu ad D e u m Patrem adducunt. I n m e -
cendos et a d d i v i n u m c u l t u m celebrandum consecrantur, u t veri sacerdotes dio gregis E u m in spiritu e t veritate adorant (cf. l o 4 , 2 4 ) . I n verbo de-
N o v i T e s t a m e n t i 6 " . M u n e r i s u n i d Mediatoris Christi (1 T i m 2,5) parti- m u m et doctrina laborant (cf. 1 T i m 5,17), credentes quod in lege D o m i n i
meditantes legerint, docentes quod crediderint, imitantes quod docuerint " .
61
Cf. SAN IGNACIO M.. Ad Ephes. 6,1: ed. FUNK, I p.217, y Martyrium Polycarpi Presbyteri, ordinis Episcopalis providi cooperatores " eiusque adiuto-
12,2:62 ibid., p.328. rium et o r g a n u m , ad Populo D e i inserviendum vocati, u n u m , presbyte-
63
Cf. SAN IGNACIO M., Ad Ephes. 5,1 : ed. FUNK, I p.216.
Cf. CONC. TRID., ses.23. De sacr. Ordinis can.2: DENZ. 958 (1765), y can.6:
DENZ.
64
966 (1776). «7 Cf. CONO. TRID., ses.22: DENZ. 940 (1743) ; Pío XH, ene. Mediator Dei,
Cf. INOCENCIO I, Epist. ad Decentium: PL 20.554A; MANSJ, 3,1029; DENZ. 20 nov. 1947: AAS 39 (1947) 553; DENZ. 2300 (3850).
68
98 (215) : «Presbyteri, licet secundi sint sacerdotes, pontificatus tamen apicem non Cf. CONC. TRID., ses.22: DENZ. 938 (1739-40); CONC. VAT. II, const. De
habent»; SAN CIPRIANO, Epist, 61,3: ed. HARTEL, p.696. Sacra
69
Liturgia n.7 y n.47.
5
« Cf. CONC. TRID., l . c , DENZ. 956a-968 (1763-1778), y esp. can.7 : D E N Z . 967 70
Cf. Pío XII, ene. Mediator Dei, l . c , sub. n.67.
(1777); Pío XII, const. apost. Sacramentum Ordinis: DENZ. 2301 (3857-61). 71
Cf. SAN CIPRIANO, Epist. 11,3: PL 4.242B; HARTEL, II 2 p.497.
«« Cf. INOCENCIO I, l . c ; cf. SAN GREGORIO NAO., Apol. II 22: PG 35.432B; 73
Ordo consecrationis sacerdotalis, en la imposición de los ornamentos.
Ps.-DIONISIO, Eccl. Hier. 1,2: PG 3.372D. Ordo consecrationis sacerdotalis, en el prefacio.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28-29 51
"O Constitución sobre la Iglesia. 28
trina han engendrado espiritualmente (cf. 1 Cor 4,15; 1 Petr
pueblo de Dios, forman, junto con su obispo, un presbiterio "/ i,23), tengan la solicitud de padres en Cristo. Haciéndose de
dedicado a diversas ocupaciones. En cada una de las congregado/ buena gana modelos de la grey (1 Petr 5,3), gobiernen y sirvan
nes locales de fieles ellos representan al obispo,, con quien están a su comunidad local de tal manera que ésta merezca llamarse con
confiada y animosamente unidos, y toman sobre sí una parte de la el nombre que es gala del Pueblo de Dios único y total, es decir,
carga y solicitud pastoral y la ejercitan en el diario trabajo. Ellos, Iglesia de E)ios (cf. 1 Cor 1,2; 2 Cor 1,1 y passim). Acuérdense
bajo la autoridad del obispo, santifican y rigen la porción de la
que con su conducta de todos los días y con su solicitud muestran
grey del Señor que se les ha confiado, hacen visible en cada lugar
a fieles e infieles, a católicos y no católicos, la imagen del verda-
a la Iglesia universal y prestan eficaz ayuda a la edificación del
dero ministerio sacerdotal y pastoral, y que deben dar ante la faz
cuerpo total de Cristo (cf. Eph 4,12). Preocupados siempre por el
de todos el testimonio de la verdad y de la vida y que como
bien de los hijos de Dios, procuren cooperar en el trabajo pastoral
buenos pastores deben buscar también (cf. Le 15,4-7) a aquellos
de toda la diócesis y aun de toda la Iglesia. Los presbíteros, en vir-
que, bautizados en la Iglesia católica, han abandonado, sin em-
tud de esta participación en el sacerdocio y en la misión, reconoz-
can al obispo como verdadero padre y obedézcanle reverentemente. bargo, ya sea la práctica de los sacramentos, ya sea incluso la fe.
El obispo, por su parte, considere a los sacerdotes como hijos y Como el mundo entero cada día más tiende a la unidad ci-
amigos, tal como Cristo a sus discípulos ya no los llama siervos, vil, económica y social, así conviene que cada vez más los sacer-
sino amigos (cf. lo 15,15). Todos los sacerdotes, tanto diocesa- dotes, uniendo sus esfuerzos y cuidados bajo la guía de los
nos como religiosos, están, pues, adscritos al cuerpo episcopal y obispos y del Sumo Pontífice, eviten todo conato de dispersión,
sirven al bien de toda la Iglesia según la vocación y la gracia de para que todo el género humano venga a la unidad de la familia
cada cual. de Dios.
En virtud de la común ordenación sagrada y de la común [Los diáconos']
misión, los presbíteros todos se unen entre sí en íntima fraterni-
29- En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos,
dad, que debe manifestarse en espontánea y gustosa ayuda mutua,
que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio,
tanto espiritual como material, tanto pastoral como personal, en
sino en orden al ministerio " . Así, confortados con la gracia sa-
las reuniones, en la comunión de vida, de trabajo y de caridad.
cramental, en comunión con el obispo y su presbiterio, sirven al
Respecto de los fieles, a quienes con el bautismo y la doc-
pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de
rium " cum suo Episcopo constituunt, diversis quidem officiis mancipatum.
In singulis localibus fidelium eongregationibus Episcopum, quocum fidenti (cf. 1 Cor 4,15; 1 Petr 1,23), curam tamquam patres in Christo agant.
et magno animo consociantur, quodammodo piaesentem reddunt eiusque Forma facti gregis ex animo (1 Petr 5,3) suae communitati locali ita prae-
muñera et sollicitudinem pro parte suscipiunt et cura cotidiana exeroent. sint et inserviant, ut ista digne vocari possit illo nomine, quo unus et
Qui sub auctoritate Episcopi portionem gregis dominici sibi addictam sanc- totus Populus Dei insignitur, Ecclesiae scilicet Dei (cf. 1 Cor 1,2; 2 Cor
tificant et regunt, Ecclesiam universalem in suo loco visibilem faciunt et 1,1; et passim). Memores sint se sua cotidiana conversatione et sollicitu-
in aedificando toto corpore Christi (cf. Eph 4,12) validam opem afferunt. dine fidelibus et infidelibus, catholicis et non catholicis, faciem ministerii
Ad bonum autem filiorum Dei semper intenti operara suam ad opus pasto- veré sacerdotalis et pastoralis exhibere, omnibusque testimonium veritatis
rale totius dioeceseos, immo totius Ecclesiae conferre studeant. Propter hanc et vitae reddere deberé, et ut boni pastores illos quoque quaerere (cf. Le
in sacerdotio et missione participationem Presbyteri Episcopum veré ut 15,4-7), qui baptizad quidem in Ecclesia catholica a praxi sacramentorum,
patrem suum agnoscant eique reverenter oboediant. Episcopus vero Sacer- vel imo a fide defecerunt.
dotes cooperatores suos ut filios et amicos consideret, sicut Christus discí- Quia genus humanum hodie magis magisque in unitatem civilem, oeco-
pulos suos iam non servos, sed amicos vocat (cf. lo 15,15). Corpori igitur nomicam et socialem coalescit, eo magis oportet ut sacerdotes, coniuncta
Episcoporum, ratione Ordinis et ministerii, omnes sacerdotes, tum dioece- cura et ope sub ductu Episcoporum et Summi Pontíficis, omnem rationem
sani tum religiosi coaptantur et bono totius Ecclesiae pro sua vocatione et dispersionis elidant, ut in unitatem familiae Dei totum genus humanum
gratia inserviunt. adducatur.
Vi communis sacrae ordinationis et missionis Presbyteri omnes ínter se 29. In gradu inferiori hierarchiae sistunt Diaconi, quibus «non ad sa-
intima fratemitate nectuntur, quae 'sponte ac libenter sese manifestet in cerdotium, sed ad ministerium» manus imponuntur 7 ". Gratia etenim sacra-
mutuo auxilio, tam spirituali quaim material!, tam pastorali quam personali, mentali roborati, in diaconia liturgiae, verbi et caritatis Populo Dei, in
in conventibus et communione vitae, laboris et caritatis. communione cum Episcopo eiusque presbyterio, inserviunt. Diaconi est,
Fidelium vero, quos spirítualiter baptismate et doctrina genueriint
74
73
Cf. SAN IGNACIO M., ¥ hilad. 4 : ed. FUNK, I p.266; SAN CORNELIO I. en Constitutiones Ecclesiae aegyptiacae III 2 : ed. FUNK, D/dascalia II p.103; Sía-
SAN CIPRIANO, Epist. 48,2: HARTEL, III 2 p.610. tula Bccl. Ant. 37-41: MANSI, 3,954.
C.4. Los laicos. 30 53
52 Constitución sobre la Iglesia. 29
la caridad. Es oficio propio del diácono, según la autoridad com-/ CAPÍTULO IV
pétente se lo indicare, la administración solemne del bautismo, el
conservar y distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la LOS LAICOS
Iglesia y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribun- [Peculiaridad]
dos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al 30. El santo Sínodo, una vez declaradas las funciones de la
pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los jerarquía, vuelve gozosamente su espíritu hacia el estado de los
sacramentales, presidir los ritos de funerales y sepelios. Dedicados fieles cristianos llamados laicos. Cuanto se ha dicho del pueblo de
a los oficios de caridad y administración, recuerden los diáconos Dios se dirige por igual a los laicos, religiosos y clérigos; sin
el aviso de San Policarpo: «Misericordiosos, diligentes, procedan embargo, a los laicos, hombres y mujeres, en razón de su condi-
en su conducta conforme a la verdad del Señor, que se hizo ser- ción y misión, les corresponden ciertas particularidades cuyos fun-
vidor de todos» ". damentos, por las especiales circunstancias de nuestro tiempo, hay
Teniendo en cuenta que, según la disciplina actualmente vi- que considerar con mayor amplitud. Los sagrados pastores cono-
gente en la Iglesia latina, en muchas regiones no hay quien fácil- cen muy bien la importancia de la contribución de los laicos al
mente desempeñe estas funciones, tan necesarias para la vida de bien de toda la Iglesia. Pues los sagrados pastores saben que ellos
la Iglesia, se podrá restablecer en adelante el diaconado como no fueron constituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la
grado propio y permanente en la jerarquía. Tocará a las distintas misión salvífica de la Iglesia cerca del mundo, sino que su excelsa
conferencias episcopales el decidir, con la aprobación del Sumo función es apacentar de tal modo a los fieles y de tal manera re-
Pontífice, si se cree oportuno para la atención de los fieles, y en conocer sus servicios y carismas, que todos, a su modo, cooperen
dónde, el establecer estos diáconos. Con el consentimiento del Ro- unánimemente a la obra común. Es necesario, por tanto, que todos,
mano Pontífice, este diaconado se podrá conferir a hombres de abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos
edad madura, aunque estén casados, o también a jóvenes idóneos, a Aquel que es nuestra cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo,
pero para éstos debe mantenerse firme la ley del celibato. trabado y unido por todos los ligamentos que lo unen y nutren
para la operación propia de cada miembro, crece y se perfecciona
prout ei a competenti auctoritate assignatum fuerit, solemniter baptismum en la caridad (Eph 4,15-16).
administrare, Eucharistiam servare et distribuere, matrimonio Ecclesiae
nomine adsistere et benedicere, Viaticum >moribnndis deferre, fidelibus
sacram legere Scripturam, populum instruere et exhortan, fidelium cultui CAPUT IV
et orationi praesidere, sacramentalia ministrare, ritui funeris ac sepulturae
praeesse. Caritatis et administrationis officiis dediti, memimerint Diaconi DE LA1CIS
moniti Beati Polycarpi: «Misericordes, seduli, incedentes iuxta veritatem 30. Sancta Synodus, rnuneribus Hierarchiae declaratis, libenter ani-
Domini, qui omnium minister factus est» " . mum advertit statui illorum christifidelium qui laici nuncupantur. Quodsi
Cum vero haec muñera, ad vitam Ecclesiae summopere necessaria, in omnia quae de Populo Dei dicta sunt, ad laicos, religiosos et clericos
disciplina Ecclesiae latinae hodie vigenti in pluribus regionibus adimpleri aequaliter diriguntur, laicis tamen, viris et rnulieribus, ratione condicionis
difficulter possint, Diaconatus in futurum tamquam proprius ac permanens et missionis, quaedam partkulariter pertinent, quorum fundamenta ob spe-
gradus hierarchiae restituí poterit. Ad competentes autem varii generis ter- cialia rerum adiuncta nostri temporis rnagis expendenda sunt. Pastores
ritoriales Episcoporum caetus, approbante ipso Summo Pontífice, spectat enim sacri probé norunt quantum laici ad bonum totius Ecclesiae confe-
decernere, utrum et ubinam pro cura animarum huiusmodi diáconos instituí rant. Sciunt enim Pastores se a Christo non esse institutos, ut totam mis-
opportunum sit. De consensu Romani Pontifkis hic diaconatus viris matu- sionem salvificam Ecclesiae versus mundum in se solos susoipiant, sed
rioris aetatis etiam in 'matrimonio viventibus conferri poterit, necnon iuve- praeclarum rnunus suum esse ita pascere fideles eorumque ministrationes
nibus idoneis, pro quibus tamen lex coelibatus firma remanere debet. et charismata ita recognoscere, ut cuncti suo modo ad commune opus una-
nimiter cooperentur. Oportet enim, ut omnes veritatem jacienles in carita-
»5 SAN POLICARPO, Ad Phil. 5,2: ed. FUNK, I p.300: Cristo es llamado «om- te, crescamus in lllo per omnia, qui est caput Christus: ex quo totum corpus
nium diaconus factus». Cf. SAN CLEMENTE ROM., Ad Cor. 15,1: ibid., p.32; SAN
IGNACIO M., Trall. 2,3: ibid., p.242. Comtitutiones Apostolorum 8,28,4: ed. FUNK, compactum et connexum per omnem ¡uncturam subministrationis, secundum
Didascalia I p.530. operationem in mensuram uniuscuiusque membri, augmentum corporis
facit in aedificationem sui in caritate (Eph 4,15-16).
54 Constitución sobre la Iglesia. 31 C.4. Los laicos. 31-32 55
[Qué se entiende por laicos] y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrecha-
31. Por el nombre de laicos se entienden aquí todos los fíeles mente vinculados de tal manera, que se realicen continuamente
cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la glo-
sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Igle- ria del Creador y del Redentor.
sia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a
\_Unidad en la diversidad]
Cristo mediante el bautismo, constituidos en pueblo de Dios y
hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profetica 32. La Iglesia santa, por voluntad divina, está ordenada y
y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el se rige con admirable variedad. Pues a la manera que en un solo
pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo. cuerpo tenemos muchos miembros y todos los miembros no tienen
El carácter secular es propio y peculiar de los laicos. Los que la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo
recibieron el orden sagrado, aunque algunas veces pueden tratar cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros
asuntos seculares, incluso ejerciendo una profesión secular, están miembros (Rom 12,4-5).
ordenados principal y directamente al sagrado ministerio, por ra- El pueblo elegido de Dios es uno: un Señor, una je, un bau-
zón de su vocación particular, en tanto que los religiosos, por su tismo (Eph 4,5) ; común dignidad de los miembros por su rege-
estado, dan preclaro y eximio testimonio de que el mundo no neración en Cristo, gracia común de hijos, común vocación a la
puede ser transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las perfección, una salvación, una esperanza y una indivisa caridad.
bienaventuranzas- A los laicos pertenece por propia vocación bus- Ante Cristo y ante la Iglesia no existe desigualdad alguna en ra-
car el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asun- zón de estirpe o nacimiento, condición social o sexo, porque no
tos temporales. Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una hay judio ni griego; no hay siervo o libre; no hay varón ni mu-
de las actividades y profesiones, así como en las condiciones ordi- jer. Pues todos vosotros sois «uno» en Cristo jesús (Gal 3,28 gr.;
narias de la vida familiar y social con las que su existencia está cf. Col 3,11).
como entretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su Aunque no todos en la Iglesia marchen por el mismo camino,
propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo sin embargo, todos están llamados a la santidad y han alcanzado
que, igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santifi- la misma fe por la justicia de Dios (cf. 2 Petr 1,1). Y si es cierto
cación del mundo y de este modo descubran a Cristo a los demás, que algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos para
brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, en la fe, espe- los demás como doctores, dispensadores de los misterios y pas-
ranza y caridad. A ellos, muy en especial, corresponde iluminar tores, sin embargo, se da una verdadera igualdad entre todos en
lo referente a la dignidad y a la acción común de todos los fieles
31. Nomine laicorum hic intelleguntuir omnes christifídeles praeter
membra ordinis sacri et status religiosi in Ecclesia sanciti, christifideles coniunguntur, ita ¡Iluminare et ordinare, ut secundum Christum iugiter
scilicet quí, utpote baptismate Christo concorporati, in Populum Dei fiant et crescant et sint in laudem Creatoris et Redemptoris.
constituti, et de muñere Chrvsti sacerdotali, prophetico et regali suo modo 32. Ecclesia sancta, ex divina institutione, mira varietate ordinatur et
participes facti, pro parte sua missionem totius populi christiani in Ecclesia regitur. Sicut enim in uno corpore multa membra habemus, omnia autem
et in mundo exercent. membra non eundem actum babent: ita multi unum corpus sumus in
Laicis Índoles saecularis propria et peculiaris est. Membra enim ordinis Christo, singuli autem aller alterius membra (Rom 12,4-5).
sacri, quamquam aliquando in saecularibus versari possunt, etiam saecula- Unus est ergo Populus Dei electas: unus Dominus, una fides, unum
rem professionem exercendo, ratione suae particularis vocationis praecipue baptisma (Eph 4,5); communis dignitas membrorum ex eorum in Christo
et ex professo ad sacrum ministerium ordinantur, dum religiosi suo statu regeneratione, communis filiorum gratia, communis ad perfectionem voca-
praeclarum et eximium testimonium reddunt, mundum transfiguran Deo- tio, una salus, una spes indivisaque caritas. Nulla igitur in Christo et in
que offerri non posse sine spiritu beatitudinum. Laicorum est, ex vocatio- Ecclesia inaequalitas, spectata stirpe vel natione, condicione sociali vel sexu,
ne propria, res temporales gerendo et secundum Deum ordinando, regnum quia non est ludaeus ñeque Graecus: non est servus ñeque liber: non est
Dei quaerere. In saeculo vivunt, scilicet in ómnibus et singulis mundi masculus ñeque femina. Omnes enim vos «.unus» estis in Christo íesu
officiis et operibus et in ordinariis vitae familiaris et socialis condicionibus, (Gal 3,28 gr.; cf. Col 3 , U ) .
quibus eorum existentia quasi contexitur. Ibi a Deo vocantur, ut suum Si igitur in Ecclesia non omnes eadem via incedunt, omnes tamen ad
proprium munus exercendo, spiritu evangélico ducti, fermenti instar ad sanctitatem vocantur et coaequalem sortiti sunt fidem in iustitia Dei (cf. 2
mundi sanctifieationem velut ab intra conferant, sicque praeprimis testimo- Petr 1,1). Etsi quídam ex volúntate Christi ut doctores, mysteriorum dis-
nio vitae suae, fide, spe et caritate fulgentes, Christum alus manifestent. pensatores et pastores pro alus constituuntur, vera tamen ínter omnes viget
Ad illos ergo peculiari modo spectat res temporales omnes, quibus arete aequalitas quoad digniratem et actionem cunctis fidelibus commimem c'uca
56 Constitución sobre la Iglesia. 32 CA. Los laicos. .3.3 57

para la edificación del Cuerpo de Cristo. La diferencia que puso [El apostolado de los laicos']
el Señor entre los sagrados ministros y el resto del pueblo de 33. Los laicos congregados en el pueblo de Dios y consti-
Dios lleva consigo la unión, puesto que los pastores y ios demás tuidos en un solo Cuerpo de Cristo bajo una sola Cabeza, cuales-
fieles están vinculados entre sí por necesidad recíproca; los pas- quiera que sean, están llamados, a fuer de miembros vivos, a pro-
tores de la Iglesia, siguiendo el ejemplo del Señor, pónganse al curar el crecimiento de la Iglesia y su perenne santificación con
servicio los unos de los otros y al de los demás fieles, y estos todas sus fuerzas, recibidas por beneficio del Creador y gracia
últimos, a su vez, asocien su trabajo con el de los pastores y del Redentor.
doctores. De este modo, en la diversidad, todos darán testimonio El apostolado de los laicos es la participación en la misma
de la admirable unidad del Cuerpo de Cristo; pues la misma di- misión salvífica de la Iglesia. A este apostolado todos están lla-
versidad de gracias, servicios y funciones congrega en la unidad a mados por el mismo Señor en razón del bautismo y de la confir-
los hijos de Dios, porque todas estas cosas son obras del tínico mación. Por los sacramentos, especialmente por la Sagrada Euca-
e idéntico Espíritu (1 Cor 12,11). ristía, se comunica y se nutre aquel amor hacia Dios y hacia los
Si, pues, los seglares, por designación divina, tienen a Jesu- hombres, que es el alma de todo apostolado. Los laicos, sin em-
cristo por hermano, que siendo Señor de todas las cosas, vino, sin bargo, están llamados, particularmente, a hacer presente y operan-
embargo, a servir y no a ser servido (cf. Mt 20,28), así también te a la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede
tienen por hermanos a quienes, constituidos en el sagrado minis- ser sal de la tierra si no es a través de ellos 2. Así, pues, todo
terio, enseñando, santificando y gobernando con la autoridad de laico, por los mismos dones que le han sido conferidos, se con-
Cristo, apacientan la familia de Dios de tal modo que se cumpla vierte en testigo e instrumento vivo, a la vez, de la misión de la
por todos el mandato nuevo de la caridad. A este respecto dice misma Iglesia en la medida del don de Cristo (Eph 4,7).
hermosamente San Agustín: «Si me aterra el hecho de que soy Además de este apostolado, que incumbe absolutamente a to-
para vosotros, eso mismo me consuela porque estoy con vosotros. dos los fieles, los laicos pueden también ser llamados de diversos
Para vosotros soy el obispo, con vosotros soy el cristiano. Aquél modos a una cooperación más inmediata con el apostolado de la
es el nombre del cargo, éste el de la gracia; aquél, el del peligro; jerarquía 3 , como aquellos hombres y mujeres que ayudaban al
éste, el de la salvación» '. apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho en el Se-
ñor (cf. Phil 4,3; Rom l6,3ss). Por lo demás, son aptos para que
aedificationem Corporis Christi. Distinctio enim quam Dominus posuit
ínter sacros ministros et reliquum Populum Dei, secumfert coniiunctionem, 33. Laici in Populo Dei congregati et in uno Corpore Christi sub
cum Pastores et alii fideles inter se communi necessitudine devinciantur; uno icapite constituti, quicumque sunt, vocantur, ut taínquam viva membra
Ecclesiae Pastores, exemplum Domini secuti, sibi invicem alüsque fidelibus ad Ecclesiae incrementumi eiusque iugem sanctificationem vires suas omnes,
ministrent, hi autem alacriter Pastoribus et doctoribus sociam operam beneficio Creatoris et gratia Redemptoris acceptas, conferant.
praestent. Sic in varietate omnes testimonium perhibent de mirabili imítate Apostolatus autem laicorum est participado ipsius salvifkae missionis
in Corpore Christi: ipsa enim diversitas gratiarum, ministrationum et ope- Ecclesiae, ad quem apostolaturn omnes ab ipso Domino per baptismum
rationum filios Dei in unum colligit, quia haec omnia operatur unus atque et confirmationem deputantur. Sacramentis autem, praesertim sacra Eucha-
Ídem Spiritus (1 Cor 12,11). ristia, comrriunicatur et alitur illa caritas erga Deurn et homines, quae
Laici igitur sicut ex divina dignatione fratrem habent Christum, qui anima est totius apostolatus. Laici autem speciatim ad hoc vocantur, ut
cum sit Dominus omnium, venit tamen non rninistrari sed ministrare praesentem et actuosam reddant Ecclesiam in eis locis et rerum adiunctis,
(cf. Mt 20,28), ira etiam fratres habent eos, qui in sacro ministerio positi, ubi ipsa nonnisi per eos sal terrae evadene potest 2 . Sic omnis laicus, ex
auctoritate Christi docendo et sanctificando et regendo familiam Dei ita ipsis donis sibi collatis, testis simul et vivum instrumentum missionis
pascunt, iut mandatum novum caritatis ab ómnibus impleatur. Quocirca ipsius Ecclesiae exsistit secundum mensuram donationis Christi (Eph 4,7).
pulcherrime dicit S. Augustinus: «Ubi me terret quod vobis sum, ibi me Praeter hunc apostola¡tum¡, qui ad omnes omnino christifideles spectat,
consolatur quod vobiscum isum. Vobis enim sum episcopus, vobiscum sum laici insuper diversis modis ad cooperationem magis immediatam cum
christianus. Illud íest nomen officii, hoc gratiae; iilud pericuii est, hoc apostolatu Hierarchiae vocari possunt 3 , ad modum illorum virorum ac
salutis» '. mulierum, qui Paulum apostolum in Evangelio adiuvabant, multum in
1
SAN AGUSTÍN, Serm. 340,1 : PL 38,1483. Domino laborantes (cf. Phil 4,3; Rom l6,3ss). Praeterea aptitudine gau-
- Cf. Pío XI, ene. Quadragesimo anno, 15 mayo 1931: AAS 23 (1931) 221s;
Pío XII, aloe. De quelle consolation, 14 oct. 1951: AAS 43 (1951) 790s.
3
Cf. Pío XII, aloe. Six ans se sont écotilés, 5 oct. 1957: AAS 49 (1957) 927.
De «mandato» et missione canónica, cf. decr. De apostolatu laicorum cA n.16, con
notas 12 y 15.
58 Constitución sobre la Iglesia. 33-34 C.4. Los laicos. 34-35 59
la jerarquía les confíe el ejercicio de determinados cargos ecle- mente al Padre. Así también los laicos, como adoradores que en
siásticos, ordenados a un fin espiritual. todo lugar obran santamente, consagran a Dios el mundo mismo.
Así, pues, incumbe a todos los laicos colaborar en la hermosa
empresa de que el divino designio de salvación alcance más y más [El testimonio de vida"]
a todos los hombres de todos los tiempos y de todas las tierras. 35. Cristo, Profeta grande, que por el testimonio de su vida
Abráseles, pues, camino por doquier para que, a la medida de y por la virtud de su palabra proclamó el Reino del Padre, cum-
sus fuerzas y de las necesidades de los tiempos, participen tam- ple su misión profética hasta la plena manifestación de la gloria,
bién ellos celosamente en la misión salvadora de Ja Iglesia. no sólo a través de la jerarquía, que enseña, en su nombre y con
su potestad, sino también por medio de los laicos, a quienes, por
[Consagración del mundó\
ello, constituye en testigos y les ilumina con el sentido de la fe y
34. Cristo Jesús, supremo y eterno sacerdote, desea conti- la gracia de la palabra (cf. Act 2,17-18; Apoc 19,10), para que
nuar su testimonio y su servicio también por medio de los laicos; la virtud del Evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y so-
por ello, vivifica a éstos con su Espíritu e ininterrumpidamente cial. Ellos se muestran como hijos de la promesa cuando, fuertes
los impulsa a toda obra buena y perfecta. en la fe y la esperanza, aprovechan el tiempo presente (cf. Eph
Pero a aquellos a quienes asocia íntimamente a su vida y mi- 5,16; Col 4,5) y esperan con paciencia la gloria futura (cf. Rom
sión también les hace partícipes de su oficio sacerdotal, en orden 8,25). Pero que no escondan esta esperanza en la interioridad del
al ejercicio del culto espiritual, para gloria de Dios y salvación alma, sino manifiéstenla en diálogo continuo y en un forcejeo
de los hombres, Pot lo que los laicos, en cuanto consagrados a
con los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus
Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, tienen una vocación ad-
malignos (Eph 6,12), incluso a través de las estructuras de la
mirable y son instruidos para que en ellos se produzcan siempre
vida secular.
los más abundantes frutos del Espíritu. Pues todas sus obras,
preces y proyectos apostólicos, la vida conyugal y familiar, el Así como los sacramentos de la nueva ley, con los que se
trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo, si se reali- nutre la vida y el apostolado de los fieles, prefiguran el cielo
zan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida si se sufren pa- nuevo y la tierra nueva (of. Apoc 21,1), así los laicos se hacen
cientemente, se convierten en hostias espirituales, aceptables a Dios valiosos pregoneros de la fe y de las cosas que esperamos (cf. Hebr
por Jesucristo (cf. 1 Petr. 2,5), que en la celebración de la Euca- 11,1), si asocian, sin desmayo, la profesión de fe con la vida de
ristía, con la oblación del cuerpo del Señor, ofrecen piadosísima- fe. Esta evangelización, es decir, el mensaje de Cristo pregonado
con el testimonio de la vida y de la palabra, adquiere una nota
dent, nt ad quaedam muñera ecclesiastica, ad finem spiritualem exercenda,
ab Hierarehia adsumantur. Sic et laici, qua adoratores ubique sánete agentes, ipsum mundum Deo
Ómnibus igitur laicis onus praecterum incumbir adlaborandi, ut divi- consecrant.
num salutis propositum ad universos nomines omnium temporum et ubique 35. Christus, Propheta magnus, qui et testimonio vitae et verbi virtute
terrarum magis magisque pertingat. Via proinde eisdem undequaque patear, Regnum proclamavit Patris, usque ad plenam manifestationem gloriae suum
ut pro suis viribus temporumque necessitatibus opus salutare Ecclesiae rnunus propheticum adimplet, non solum per Hierarchiam, quae nomine
naviter et ipsi participent. et potestate Eius docet, sed etiam per laicos, quos ideo et testes constituit
34. Supremus et aeternus Sacerdos Christus Iesus, cum etiam per et sensu fidei et gratia verbi instruit (cf. Act 2,17-18; Apoc 19,10), ut
laicos suum testimonium suumque servitium continuare velit, eos suo virtus Evangelii in vita quotidiana, familiarí et sociali eluceat. Ipsi se
Spiritu vivificat indesinenterque impellit ad omne opus bonum et perfectum. praebent ut filios repromissionis, si fortes in fide et spe praesens momen-
lilis enim, quos vitae et tnissioni suae intime coniungit, etiam sui mu- tum redimunt (cf. Eph 5,16; Col 4,5) et futuram gloriam per patientiam
neris sacerdotalis partem tribuit ad cultum spiritualem exercendum, ut exspeetant (cf. Rom 8,25). Hanc autem spem non in animi interioritate
glorificetur Deus et salventur homines. Qua de causa laicí, utpote Quisto nbscondant, sed conversione continua et colluctatione odversus mundi rec-
dicati et Spiritu Sancto uncíi, mirabiliter vocantur et instruuntur, ut ube- tores tenebrarum harum, contra spiritualia nequitiae (Eph 6,12) etiam
riores semper fructus Spiritus in ipsis producantur. Omnia enim eorum per vitae saecularis structuras exprimant.
opera, preces et incepta apostólica, conversatio coniugalis et familiaris, Sicut sacramenta Novae Legis, quibus vita et apostolatus fidelium
labor quotidianus, animi corporisque relaxatio, si in Spiritu peragantur, al i tur, caelum novum et terram novam (cf. Apoc 21,1) praefigurant, ita
imo molestíae vitae si patíenter sustineantur, fiunt spirituales hostiae, laici evadunt valídí praecones fidei sperandarum rerum (cf. Hebr 11,1)»
acceptabiles Deo per Iesum Christum (cf. 1 Petr 2,5), quae in Eucharistiae si cum vita ex íide professionem fidei inhaesitanter coniungunf. Haec
celebratione, »cum dominiri Corporis oblatione, Patri piissime offeruntur. evangelizatio, nuntium Qiristi scilicet et testimonio vitae et verbo prolatum,
60 Constitución sobre la Iglesia. 35-36 C.4. Los laicos, 36 61

específica y una peculiar eficacia por el hecho de que se realiza de su reino; a El están sometidas todas las cosas hasta que El se
dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo. someta a sí mismo y todo lo creado al Padre, para que Dios sea
En este quehacer es de gran valor aquel estado de vida que todo en todas las cosas (cf. 1 Cor 15,27-28). Tal potestad la
está santificado por un especial sacramento, es decir, la vida ma- comunicó a sus discípulos para que quedasen constituidos en
trimonial y familiar. Aquí se encuentra un ejercicio y una hermo- una libertad regia y vencieran en sí mismos el reino del pecado
sa escuela para el apostolado de los laicos, donde la religión cris- (cf. Rom 6,12), e incluso sirviendo a Cristo también en los de-
tiana penetra toda la institución de la vida y la transforma más más, condujeran en humildad y paciencia a sus hermanos hasta
cada día. Aquí los cónyuges tienen su propia vocación para que aquel Rey, a quien servir es reinar. Porque el Señor desea dila-
ellos entre sí y ante sus hijos sean testigos de la fe y del amor de tar su reino también por mediación de los fieles laicos; un reino
Cristo. La familia cristiana proclama muy alto tanto las presentes de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino
virtudes del Reino de Dios como la esperanza de la vida bienaven- de justicia, de amor y de paz ', en el cual la misma criatura que-
turada. Y así, con su ejemplo y testimonio, arguye al mundo de dará libre de la servidumbre de la corrupción en la libertad de
pecado e ilumina a los que buscan la verdad. la gloria de los hijos de Dios (cf. Rom 8,21). Grande, realmen-
Por tanto, los laicos, también cuando se ocupan de las cosas te, es la promesa y grande el mandato que se da a los discípu-
temporales, pueden y deben realizar una acción preciosa en orden los: Todas las cosas son vuestras, pero vosotros sois de Cristo y
a la evangelización del mundo. Porque si bien algunos de entre Cristo es de Dios (1 Cor 3,23).
ellos, al faltar los sagrados ministros o estar impedidos éstos en Deben, pues, los fieles conocer la naturaleza íntima de todas
caso de persecución, les suplen en determinados oficios sagrados las criaturas, su valor y su ordenación a la gloria de Dios, y, ade-
en la medida de sus facultades, y aunque muchos de ellos consu- más, deben ayudarse entre sí, también mediante las actividades
men todas sus energías en el trabajo apostólico, conviene, sin seculares, para lograr una vida más santa, de suerte que el mun-
embargo, que todos cooperen a la dilatación e incremento del rei- do se impregne del espíritu de Cristo y alcance más eficazmente
no de Cristo en el mundo. Por ello, conságrense los laicos con su fin en la justicia, la caridad y la paz. Para que este deber pue-
todo cuidado a conocer más profundamente la verdad revelada e da cumplirse en el ámbito universal, corresponde a los laicos el
impetren insistentemente de Dios el don de la sabiduría. puesto principal. Procuren, pues, seriamente que por su compe-
[En las estructuras humanas} tencia en los asuntos profanos y por su actividad, elevada desde
36. Cristo, hecho obediente hasta la muerte y, en razón de dentro por la gracia de Cristo, los bienes creados se desarrollen
ello, exaltado por el Padre (cf. Phil 2,8-9), entró en la gloria al servicio de todos y cada uno de los hombres y se distribuyan

notam quamdam specificam et peculiarem efficacitatem acquirit ex hoc, iiciuntur, doñee Ipse se cunctaque creata Patri subiiciat, ut sit Deus omnia
quod in communibus condícíoníbus saeculi completur. in ómnibus (cf. 1 Cor 15,27-28). Quam potestatem dicipulis comimuni-
Quo in muñere magni pretil apparet ille status vitae, qui speciali sa- cavit, ut et illi in regali libértate constituantur et sui abnegatione vitaque
cramento sanctificatur, scilicet vita matrimonialis et familiaris. Ibi exerci- sancta regnum peccati in seipsis devincant (cf. Rom 6,12), immo ut Christo
tium et schola praeclara apostolatus laicorum habetur, ubi religio christia- etiam in alus servientes, fratres suos ad Regem, cui serviré regnare est,
na totam vitae institutionem pervadit et in dies magis transformat. Ibi humilitate et patientia perducant. Dominus enim regnum suum etiam per
coniuges propriam habent vocationem, ut sibi invicem et filas sint testes laicos fideles dilatare cupit, regnum scilicet veritatis et vitae, regnum sanc-
fidei et amoris Christi. Familia christiana tum praesentes virtutes Regni titatis et gratiae, regnum iustitiae, amoris et pacis 4; in quo regno ipsa
Dei tum spem vitae beatae alta voce proelamat. Ita exemplo et testimonio creatura liberabitur a servitute corruptionis in iibertatem gloriae filiorum
suo arguit mundum de peccato et eos qui veritatem quaerunt illuminat. Dei (cf. Rom 8,21). Magna sane promissio, rnagnumque mandatum disci-
Proinde laici, etiam quando curis temporalibus occupantur, pretiosam pulis datur: Omnia enim vestra sunt, vos autem Christi, Christus autem
actionem ad evangelizandum mundum exercere possunt et debent. Quodsi Dei (1 Cor 3,23).
quídam eorum, deficientibus sacris ministris, vel iisdem in regimine perse- Fideles igitur totius creaturae intimam naturam, valorem et ordinatio-
cutionis impeditis, quaedam officia sacra pro facúltate supplent; et si plures nem in laudem Dei agnoscere, et per opera etiam saecularia se invicem ad
quidem ex eis totas vires suas in opere apostólico impendunt; universos sanetiorem vitam adiuvare debent, ita ut mundus spiritu Christi imbuatur
tamen oportet ad dilatationem et incrementum Regni Christi in mundo co- atque in iustitia, caritate et pace finem suum effícacius attingat. In quo
operan. Quapropter laici sollerter in profundiorem cognitionem veritatis officio universaliter adimplendo laici praecipuum locum obtinent. Sua igi-
revelatae incumbant, et instanter a Deo sapientiae donum impetrent. lur in profanis disciplinis competentia suaque activitate, gratia Christi in-
36. Christus, factus oboediens usque ad mortem et propter hoc a Patre
4
exaltatus (cf. Phil 2,8-9), in gloriam regni sui intravit. Cui omnia sub- Del prefacio de la fiesta de Cristo Rey.
62 Constitución sobre la Iglesia. 36 C.4. Los laicos. 36-37 63
mejor entre ellos, según el plan del Creador y la iluminación de miento de los fieles para que la misión de la Iglesia pueda res-
su Verbo, mediante el trabajo humano, la técnica y la cultura ponder mejor a las circunstancias particulares del mundo de hoy.
civil, y que a su manera estos seglares conduzcan a los hombres Porque, así como debe reconocerse que la ciudad terrena, vincula-
al progreso universal en la libertad cristiana y humana. Así Cris- da justamente a las preocupaciones temporales, se rige por princi-
to, a través de los miembros de la Iglesia, iluminará más y más pios propios, con la misma razón hay que rechazar la infausta
con su luz a toda la sociedad humana. doctrina que intenta edificar a la sociedad prescindiendo en abso-
A más de lo dicho, los seglares han de procurar, en la me- luto de la religión y que ataca o destruye la libertad religiosa de
dida de sus fuerzas, sanear las estructuras y los ambientes del los ciudadanos \
mundo que inciten al pecado, de modo que todas ellas se con-
formen a las normas de la justicia y favorezcan, más bien que [Relaciones con la Jerarquía]
impidan, la práctica de las virtudes. Obrando así impregnarán 37. Los seglares, como todos los fieles cristianos, tienen el
dé sentido moral la cultura y el trabajo humano. De esta ma- derecho de recibir con abundancia" de los sagrados pastores, de
nera se prepara a la vez y mejor el campo del mundo para la entre los bienes espirituales de la Iglesia, ante todo, los auxilios
siembra de la divina palabra, y se abren de par en par a la Iglesia de la palabra de Dios y de los sacramentos, y han de hacerles
las puertas por las que ha de entrar en el mundo el mensaje de saber, con aquella libertad y confianza dignas de los hijos de Dios
la paz. y de los hermanos en Cristo, sus necesidades y sus deseos. En
En razón de la misma economía de la salvación, los fieles han la medida de los conocimientos, de la competencia y del prestigio
de aprender diligentemente a distinguir entre los derechos y obli- que poseen, tienen el derecho y, en algún caso, la obligación de
gaciones que les corresponden por su pertenencia a la Iglesia y manifestar su parecer' sobre aquellas cosas que dicen relación
aquellos otros que les competen como miembros de la sociedad al bien de la Iglesia. Hágase esto, si las circunstancias lo requie-
humana. Procuren acoplarlos armónicamente entre sí, recordando ren, mediante instituciones establecidas al efecto por la Iglesia,
que en cualquier asunto temporal deben guiarse por la conciencia y siempre con veracidad, fortaleza y prudencia, con reverencia y
cristiana, ya que ninguna actividad humana, ni siquiera en el or- caridad hacia aquellos que, por razón de su oficio sagrado, perso-
den temporal, puede sustraerse al imperio de Dios. En nuestro nifican a Cristo.
tiempo, concretamente, es de la mayor importancia que esta dis-
tinción y esta armonía brille con suma claridad en el comporta- modo agendi fidc-lium elucescant, ut missio Ecclesiae particularibus mundi
hodierni condicionibus plenius responderé valeat. Sicut enim agnoscendum
est terrenam civitatem, saecularibus curis ¿ure addictam propriis regí princí-
trinsecus elevata, valide conferant operam, ut bona creata secundum Creato- piis, íta infausta doctrina, quae societatem, nulla habita religionis ratione,
ris ordinationem Eiusque Verbi illuminationem humano labore, arte tech- exstruere contendit et libertatem religiosam civium impugnat et eruit, mé-
nica, civilique cultura ad utilitatem omnium prorsus hominum excolantur, rito reiicitur 5.
aptiusque ínter illos distribuantur, et suo modo ad universalem progressum 37. Laici, sicut omnes christifideles, ius habent ex spiritualibus Ec-
in humana et christiana libértate conducant. Ita Christus per Ecclesiae mera- clesiae bonis, verbi Dei praesertim et sacramentorum adiumenta a sacris
bra totam societatem humanam suo salutari lumine magis rnagisque illu- Pastoribus abundanter accipiendi 8 , hisque necessitates et optata sua ea li-
minabit. bértate et fiducía, quae filios Dei et fratres in Christo decet, patefaciant.
Larri praeterea, collafis quoque viribus, instituta et condiciones mundi, Pro scientia, competentia ©t praestantia quibus pollent, facultatem, immo
si quae mores ad peccatum incitant, ita sanent, ut haec omnia ad iustitiae nliquando et officium habent suam sententiam de iis quae bonum Ecclesia
normas conformentur et virtutum exercitio potras faveant quam obsint. respiciunt declarandi 7 . Hoc fi'at, si casus ferat, per instituta ad hoc ab
Ita agendo culturara operaque humana valore moraii imbuent. Hoc modo Ecclesia stabilita, et semper in veracitate, fortítudíne et prudentia, cum
simul ager mundi melius pro semine verbi divini paratur, et Ecclesiae latius reverentia et caritate erga illos, qui ratione sacri sui muneris personam
patent portae, quibus praeconium pacis in mundutn introeat. Christi gerunt.
Propter ipsam oeconomiam salutis, fideles discant sedulo distinguere
ínter iura et officia quae eis incumbunt, quatenus Ecclesiae aggregantur, 5
Cf. LEÓN XIII, ene. Immortale Dei, 1 nov. 1885: ASS 18 (1885) l66ss;
et ea quae eis competunt, ut sunt humanae societatís membra. Utraque ll)., ene. Sapientiae christianae, 10 en. 1890: ASS 22 (1889-90) 397ss; Pío XII,
ínter se harmonice consonare satagent, memores se, in quavis re temporali, aloe. Alia vostra filíale, 23 marzo 1958: AAS 50 (1958) 220: «la legittima sana
laicitá dello Stato».
christiana conscientia duci deberé, cum nulla humana activitas, ne in rebus 6
Cod. lur. Can can.682.
7
temporalibus quidem, Dei imperio subtrahi possit. Nostro autem tempore Cf. Pío XII, aloe. De quelle consolalion, I.c., p.789: «Dans les batailles dé-
máxime oportet ut distinctio haec simul et harmonía quam clarissime in cisives, c'est parfois du front que partent les plus heureuses initiatives...»; ID., aloe.
I.'importance de la presse catbolique, 17 febr. 1950: AAS 42 (1950) 256.
64 Constitución sobre la Iglesia. 37 C.5. Vocación a la santidad en la Iglesia. 37-39 65
Procuren los seglares, como los demás fieles, siguiendo el pueda cumplir con mayor eficacia su misión en favor de la vida
ejemplo de Cristo, que con su obediencia hasta la muerte abrió del mundo.
a todos los hombres el gozoso camino de la libertad de los hijos
de Dios, aceptar con prontitud y cristiana obediencia todo lo que [Como el alma en el cuerpo~\
los sagrados pastores, como representantes de Cristo, establecen 38. Cada seglar debe ser ante el mundo testigo de la resu-
en la Iglesia actuando de maestros y de gobernantes. Y no dejen rrección y de la vida de nuestro Señor Jesucristo y señal del Dios
de encomendar en sus oraciones a sus prelados para que, ya que verdadero. Todos en conjunto y cada cual en particular deben
viven en continua vigilancia, obligados a dar cuenta de nuestras alimentar al mundo con frutos espirituales (cf. Gal 5,22) e in-
almas, cumplan esto con gozo y no con angustia (cf. Hebr 13,17). fundirle el espíritu de que están animados aquellos pobres, man-
Los sagrados pastores, por su parte, reconozcan y promuevan sos y pacíficos, a quienes el Señor, en el Evangelio, proclamó
la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Ha- bienaventurados (cf. Mt 5,3-9)- En una palabra, «lo que es el
gan uso gustosamente de sus prudentes consejos, encárguenles, alma en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo» 9.
con confianza, tareas en servicio de la Iglesia, y déjenles libertad
y espacio para actuar, e incluso denles ánimo para que ellos, es-
pontáneamente, asuman tareas propias. Consideren atentamente CAPÍTULO V
en Cristo, con amor de padres 8 , las iniciativas, las peticiones y UNIVERSAL VOCACIÓN A LA SANTIDAD
los deseos propuestos por los laicos. Y reconozcan cumplidamen- EN LA IGLESIA
te los pastores la justa libertad que a todos compete dentro de
la sociedad temporal. [Llamamiento a la santidad]
De este trato familiar entre laicos y pastores son de esperar 39- La Iglesia, cuyo misterio trata de exponer este sagrado
muchos bienes para la Iglesia, porque así se robustece en los se- Concilio, goza de indefectible santidad, ya que Cristo, el Hijo
glares el sentido de su propia responsabilidad, se fomenta el en- de Dios, a quien con el Padre y el Espíritu llamamos «el solo
tusiasmo y se asocian con mayor facilidad las energías de los fieles Santo» \ amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a sí
a la obra de los pastores. Pues estos últimos, ayudados por la mismo por ella para santificarla (cf. Eph 5,25-26), la unió a sí
experiencia de los laicos, pueden juzgar con mayor precisión y mismo como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del
aptitud lo mismo los asuntos espirituales que los temporales, de Espíritu Santo para gloria de Dios. Por eso todos en la Iglesia,
suerte que la Iglesia entera, fortalecida por todos sus miembros,
clesia, ab ómnibus membris suis roborata, suam pro mundi vita missionem
Laici, sicut omnes christifideles, illa quae sacri Pastores, utpote Chris- efficacius compleat.
tum representantes, tamquam magistri et rectores in Ecclesia statuunt, 38. Unusquisque laicus debet esse eoram ¡saeculo testis resurrectionis
christiana oboedientia prompte amplectantur, Christi exemplum secuti, qui, et vitae Domini Iesu atque signum Dei vivi. Omnes insimul et unusquisque
sua oboedientia usque ad mortem, beaíam libertatis filiorum Dei viam óm- pro sua parte imundum fructibus spiritualibus aiere debent (cf. Gal 5,22),
nibus hominibus aperuit. Ñeque omittant precibus suis Praepositos suos in eumque spiritum diffundere, quo animantur illi pauperes, mires et pa-
Deo commendare, quippe qui pervigilant quasi rationem pro animabus nos- cifici, quos Dominus in Evangelio beatos proclamavit (cf. Mt 5,3-9). Uno
tris reddituri, ut cum gaudio hoc faciant et non gementes (cf. Hebr 13,17). verbo, «quod anima est in corpore, hoc sint in mundo christiana» *.
Sacri vero Pastores laicorum dignitatem et responsabilitatem in Ecclesia
agnoscant et promoveant; libenter eorum prudenti consilio utantur, cum
CAPUT V
confidentia eis in servitium Ecclesiae officia committant et eis agendi liber-
tatem et spatium relinquant, immo animum eis addant, ut etiam sua sponte DE UNIVERSALI VOCATIONE AD SANCTITATEM IN ECCLESIA
opera aggrediantur. Paterno cum amore coepta, vota et desideria a laicis
proposita atiente in Christo considerent 8 . Iustam autem libertatem, quae 39. Ecdesia, cuius mysterium a Sacra Synodo proponitur, indefectíbi-
ómnibus in civitate iterrestri competir, Pastores observanter agnoscent. liter sancta creditur. Christus enin\ Dei Filius qui cum Paire et Spiritu
Ex hoc familiari commercio Ínter laicos et Pastores permulta bona «solus Sanctus celebratur \ Ecclesiam tamquam sponsam suam dilexit, Seip-
Ecclesiae exspectanda sunt: ita enim in laicis roboratur propriae responsabi- sum tradens pro ea, ut illam sanctificaret (cf. Eph 5,25-26), eamque Sibi
litatis sensus, fovetur alacritas, et facilius laicorum: vires Pastorum operi ut corpus suum coniunxit atque Spiritus Sancti dono cumulavit ad gloriam
associantur. Hi vero, laicorum experientia adiuti, tam in rebus spiritualibus ° Epist. ad Diognetum 6: ed. F U N K , I p . 4 0 0 . Cf. S A N J . C R I S Ó S T O M O , ln Mt.
quam in temporalibus, distinctius et aptius iudicare valent, ita ut tota Ec- hum.46 (47) 2 : P G 58,478 del fermento en la masa.
1
Misal R o m a n o , Gloria in excehis. Cf. Le 1,35; M e 1,24; Le 4 , 3 4 ; l o 6,69
• Cf. 1 Thess 5.19 y 1 Jo 4 . 1 . (ho hagios ton Theou); Act 3 , 1 4 ; 4,27 y 3 0 ; H e b r 7 , 2 6 ; 1 l o 2 . 2 0 ; A p o c 3,7.

2. C.Vaticano 3
66 Constitución sobre la Iglesia. 39-40 C.5. Vocación a la santidad en la Iglesia. 40 67

ya pertenezcan a la jerarquía, ya pertenezcan a la grey, son lla- de El, en la fe del bautismo han sido hechos hijos de Dios y
mados a la santidad, según aquello del Apóstol: Porque ésta es partícipes de la divina naturaleza, y por lo mismo santos; con-
la voluntad de Dios, vuestra santificación (1 Thess 4,3; cf. Eph viene, por consiguiente, que esa santidad que recibieron sepan
1,4). Esta santidad de la Iglesia se manifiesta incesantemente y conservarla y perfeccionarla en su vida con la ayuda de Dios.
se debe manifestar en los frutos de gracia que el Espíritu Santo Les amonesta el Apóstol a que vivan como conviene a los santos
produce en los fieles; se expresa de múltiples modos en todos (Eph 5,3) y que, como elegidos de Dios, santos y amados, se
aquellos que, con edificación de los demás, se acercan en su revistan de entrañas de misericordia, benignidad, humildad, mo-
propia vida a la cumbre de la caridad; pero aparece de modo destia, paciencia (Col 3,12), y produzcan los frutos del Espíritu
particular en la práctica de los que comúnmente llamamos con- para santificación (cf. Gal 5,22; Rom 6,22). Pero, como todos
sejos evangélicos. Esta práctica de los consejos, que por impulso tropezamos en muchas cosas (cf. Iac 3,2), tenemos continua ne-
del Espíritu Santo algunos cristianos abrazan, tanto en forma pri- cesidad de la gracia de Dios y hemos de orar todos los días:
vada como en una condición o estado admitido por la Iglesia, Perdónanos nuestras deudas (Mt 6,12) 3.
da en el mundo, y conviene que lo dé, espléndido testimonio y Fluye de ahí la clara consecuencia de que todos los fieles, de
ejemplo de esa santidad. cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud
de la vida cristiana y a la perfección de la caridad \ que es una
[Cristo, Maestro y Modelo de toda perfección']
forma de santidad que promueve aun en la sociedad terrena un
40. Nuestro Señor Jesucristo predicó la santidad de vida, modo de vida más humano. Para alcanzar esa perfección, los fie-
de la que El es Maestro y Modelo, a todos y cada uno de sus les, según la diversa medida de los dones recibidos de Cristo,
discípulos, de cualquier condición que fuesen. Sed, pues, vosotros deberán esforzarse para que, siguiendo sus huellas y amoldándo-
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5,48) 2. se a su imagen, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se
Envió a todos el Espíritu Santo, que los moviera interiormente, entreguen totalmente a la gloria de Dios y al servicio del próji-
para que amen a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con mo. Así la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abun-
toda la mente y con todas las fuerzas (cf. Me 12,30), y para que dantes, como brillantemente lo demuestra en la historia de la
se amen unos a otros como Cristo nos amó (cf. lo 13,34; 15,12). Iglesia la vida de tantos santos.
Los seguidores de Cristo, llamados y justificados en Cristo nues-
tro Señor, no por sus propios méritos, sino por designio y gracia
fidei baptismate veré filii Dei et consortes divinae naturae, ideoque ireapse
sancti effecti sunt. Eos proinde oportet sanctificationem quam acceperunt,
Dei. Ideo in Ecclesia omnes, si ve ad Hierarchiam pertinent sive ab ea Deo dante, vivendo tenere atque perficere. Ab Apostólo monentur, ut vivant
pascuntur, ad sanctitatem voeantur, iuxta illud Apostoli: Haec est enim sicut decet sánelos (Eph 5,3), et induant sicut electi Dei, sancti et dilecti,
voluntas Dei, sanctificatio vestra (1 Thess 4,3; cf. Eph 1,4). Haec autem viscera misericordiae, benignitatem, humilitatem, modestiam, patientiam
Ecclesiae sanctitas in gratiae fructibus quos Spiritus in fidelibus producit, (Col 3,12), fructusque Spiritus habeant in sanctificationem (cf. Gal 5,22;
incessanter manifestatur et manifestad debet; multiformiter exprimitur apud Rom 6,22). Cum vero in multis offendamus omnes (cf. Iac 3,2), miseri-
¡singulos, qui in suo vitae ordine ad perfectionem caritatis, aedificantes cordiae Dei iugiter egemus atque orare quotidie debemus: Et dimitte no-
alios, tendunt; proprio quodam modo apparet in praxi consiliorum, quae bis debita nostra (Mt 6,12) 3 .
evangélica appellari consueverunt. Quae consiliorum praxis, Spiritu Sancto
Cunctis proinde perspicuum est, omnes christífideles cuiuscumque sta-
impeliente, a multis christianis assurnpta, sive privatim sive in conditione
tus vel ordinis ad vitae christianae plenitudinem et caritatis perfectionem
vel statu in Ecclesia sancitis, praeclarum in mundo fert, et ferré oportet,
vocari 4 , qua isanctitate, in societate queque terrena, humanior vivendi mo-
eiusdem sanctitatis testimonium et exemplum.
das promovetur. Ad quam perfectionem adipiscendam fideles vires secun-
40. Omnis perfectionis divinus Magister et Exemplar, Dominus Iesus, dum mensuram donationis Christi acceptas adhibeant, ut Eius vestigia
sanctitatem vitae, cuius Ipse et auetor et consummator exstat, ómnibus et sequentes Eiusque imagini conformes effecti, voluntatem Patris in ómnibus
singulis discipulis suis cuiuscumque conditionis praedicavit: Estote ergo vos obsequentes, gloriae Dei et servido proximi íoto animo sese devoveant.
perfecti, sicut et Pater vester caelestis perfectus est (Mt 5,48) 2. In omnes Ita sanctitas Populi Dei in abundantes fructus excresoet, sicut in Ecclesiae
enim Spiritum Sanctum misit, qui eos intus moveat, ut Deum diligant ex historia per tot Sanctorum vitam luculenter commonstratur.
todo corde, ex tota anima, ex tota mente et ex tota virtute sua (cf. Me 12,
30), et ut invicem se diligant sicut Christus eos dilexit (cf. lo 13,34; 3
Cf. S A N A G U S T Í N , Retrae!. II 1 8 : PL 3 2 , 6 3 7 s ; P í o X I I , e n e . Mysttct Corpotis.
15,12). Christi asseclae a Deo non secundum opera sua, sed secundum 29 j u n . 1 9 4 3 : A A S 35 (1943) 225.
4
propositum et gratiam Eius vocati atque in Iesu Domino iustificati, in Cf. P í o X I . ene. Rerum omnium, 26 en. 1 9 2 3 : A A S 15 (1923) 50 y p . 5 9 - 6 0 ;
ene. Casti connubii, 31 d i c . 1 9 3 0 : A A S 22 (1930) 5 4 8 ; P í o X I I , const. apost. Pró-
2
Cf. ORÍGENES, Comm. Rom. 7.7: PG 14.1122B; Ps.-MACARIO, De Orationi 1 1 : vida Mater, 2 febr. 1 9 4 7 : A A S 39 (1947) 1 1 7 ; aloe. Annus sacer, 8 d i c . 1 9 5 0 :
PG 3 4 . 8 6 1 A B ; SANTO T O M Á S , Summa Theol. 2-2 q.184 a . 3 . AAS 43 (1951) 2 7 - 2 8 ; aloe. Nel darri, 1 j u l . 1 9 5 6 : A A S 48 (1956) 574s.
CJ. Vocación a la santidad en la Iglesia. 41 69
68 Constitución sobre la Iglesia. 41
[La santidad en los diversos estados}
conserven el vínculo de la comunión sacerdotal, abunden en to-
da clase de bienes espirituales y den a todos un testimonio vivo
41. Una misma es la santidad que cultivan en cualquier cla- de Dios \ emulando a aquellos sacerdotes que en el transcurso
se de vida y de profesión los que son guiados por el Espíritu de los siglos, nos dejaron muchas veces, con un servicio humilde
de Dios y, obedeciendo a la voz del Padre, adorando a Dios y y escondido, preclaro ejemplo de santidad, cuya alabanza se di-
al Padre en espíritu y verdad, siguen a Cristo pobre, humilde runde por la Iglesia de Dios. Ofrezcan, como es su deber, ora-
y cargado con la cruz, para merecer la participación de su gloria. ciones y sacrificios por su grey y por todo el Pueblo de Dios,
Según eso, cada uno según los propios dones y las gracias reci- reconociendo lo que hacen e imitando lo que tratan s. Así, en
bidas debe caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, vez de encontrar obstáculo en sus preocupaciones apostólicas,
que excita la esperanza y obra por la caridad. Es menester, en peligros y contratiempos, sírvanse más bien de todo ello para
primer lugar, que los pastores del rebaño de Cristo cumplan con elevarse a más alta santidad, alimentando y fomentando su acti-
su deber ministerial, santamente y con entusiasmo, con humildad vidad con la frecuencia de la contemplación, para consuelo de
y fortaleza, según la imagen del Sumo y Eterno sacerdote, pastor toda la Iglesia de Dios. Todos los presbíteros, y en particular
y obispo de nuestras almas; cumplido así su deber, será para ellos los que por el título peculiar de su ordenación se llaman sacer-
un magnífico medio de santificación. Los escogidos a la plenitud dotes diocesanos, recuerden cuánto contribuirán a su santificación
del sacerdocio reciben como don, con la gracia sacramental, el el fiel acuerdo y la generosa cooperación con su propio obispo.
poder ejercitar el perfecto deber de su pastoral caridad 5 con la Son también participantes de la misión y de la gracia del su-
oración, con el sacrificio y la predicación, en todo género de pre- premo sacerdote, de una mane, a particular, los ministros de orden
ocupación y servicio episcopal, sin miedo de ofrecer la vida por inferior, en primer lugar los diáconos, los cuales, administrando
sus ovejas y haciéndose semejantes a ellas (cf. 1 Petr 5,3). Así, los misterios de Cristo y de la Iglesia °, deben conservarse inmu-
incluso con su ejemplo, han de estimular a la Iglesia hacia una nes de todo vicio y agradar a Dios y ser ejemplo de todo lo bueno
ante los hombres (cf. 1 Tim 3,8-10 y 12-13). Los clérigos, que
creciente santidad.
llamados por Dios y apartados para su servicio se preparan para
Los presbíteros, a semejanza del orden de los obispos, cuya los deberes de los ministros bajo la vigilancia de los pastores,
corona espiritual forman \ participando de la gracia del oficio
de ellos por Cristo, eterno y único Mediador, crezcan en el amor proximique amore crescant, communionis sacerdotales vinculum servent,
de Dios y del prójimo por el ejercicio cotidiano de su deber, in omni bono spirituali abundent atque vivum Dei testimonium ómnibus
praestent \ aemuli eorum sacerdotum, qui saeculorum decursu, in humili
41. lo variis vitae generibus et officiis una saoctitas excolitur ab óm- saepe et abscondito servitio praeclaruim sanctitatis specimen reliquerunt.
nibus, qui a Spiritu Dei aguntur, atque vori Patris oboedientes Deumque Quorum laus est in Ecclesia Dei. Pro plebe sua et toto Populo Dei ex of-
Patrón in spiritu et ventare adorantes, Christum pauperem, humilem, et ficio precantes et sacrificium offerentes, agnoscendo quod agunt et imitando
crucem baiulantem sequuntur, ut gloriae Eius mereantur esse consortes. quod tractant 8 , nedum apostolicis curis, perieulis et aerumnis impedian-
Unusquisque vero secundum propria dona et muñera per viam fidei vivae, tur, per ea potius ad altiorem sanctitatem ascendant, ex abundantia con-
quae spem excitat et per caritatem operatur, incunctanter incedere debet. templationis actionem suam nutriendo et fovendo, in oblectamentum totius
Gregis Christi Pastores imprimís oportet ut ad imaginem summi et Ecclesiae Dei. Omnes presbyteri et speciatim illi qui peculiari suae ordi-
aeterni Sacerdotis, Pastoris et Episeopi animarum nostrarum, sánete et nationis titulo sacerdotes dioecesani vocantur, meminerint quantumn ad
alaeriter, hemiliter et fortiter exsequantur ministerium suum, quod ita suam sanctificationem conferant cum suo Episcopo fidelis coniunctio atque
adimpletum, etiam pro eis erit praecelsum sanctifkationis médium. Ad ple- generosa cooperario.
nitudinem sacerdotii electi, sacramentali gratia donantur, ut orando, sacri- Missionis autem et gratiae supremi Sacerdotis peculiari modo participes
ficando et praedicando, per omnem formam episcopalis curae et servitii, sunt inferioris quoque ordinis ministri, imprimís Diaconi, qui mysteriis
perfeetum pastoralis caritatis munus exerceant *, animam suam pro ovibus Christi et Ecclesiae servientes °, ab omni vitio puros se custodire atque Deo
poneré ne timeant et forma facti gregis (cf. 1 Petr 5,3), Ecclesiam etiam placeré et omne bonum coram hominibus providere debent (cf. 1 Tim 3,
exemplo suo ad rnaiorem in dies sanctitatem promoveant. 8-10 et 12-13). Clerici, qui a Domino vocati et in partem Eius sepositi,
Presbyteri in similitudinem ordinis Episcoporum, quorum spiritualem sub vigilantia Pastorum ad officia ministrorum se praeparant, mentes et
coronam efformant 6, de eorum muneris gratia participantes per Christum,
7
aeternum et unicum Mediatoreni, quotidiano oíficii sui exercitio in Dei Cf. S A N P Í O X , exhort. Haerent animo, 4 a¡». 1 9 0 8 : A S S 41 (1908) 560s;
Cod. lur. Can. c a n . 1 2 4 ; P í o X I . ene. Ad catholici sacerdotii, 20 d i c . 1931) : A A S
5 28 (1936) 22s.
Cf. SANTO TOMXS, Summa Theol. 2-2 q.184 a.5 y 6; De perf. vitae spir. c.18; H
Ordo comecrationis sacerdotalis, en la exhortación inicial.
ORÍGENKS, In Is. hom.6,1 : PG 13,239. " Cf. S A N IGNACIO M . . Trall. 2 , 3 : e d . F U N K , I p . 2 4 4 .
" Cf. SAN IGNACIO M., Magn. 13.1: ed. FUNK, I p.240.
70 Constitución sobre la Iglesia. 41 C.5. Vocación a la santidad en la Iglesia. 41-42 71
están obligados a ir adaptando su manera de pensar y sentir a ranza, ayudándose unos a otros a llevar sus cargas, y sirviéndose
tan preclara elección, asiduos en la oración, fervorosos en el también del trabajo cotidiano para subir a una mayor santidad
amor, preocupados siempre por la verdad, la justicia, la buena incluso apostólica.
fama, realizando todo para gloria y honor de Dios; a los cuales Sepan también > que están unidos de manera especial con
todavía se añaden aquellos seglares, escogidos por Dios, que, en- Cristo en sus dolores por la salvación del mundo todos los que
tregados totalmente a las tareas apostólicas, son llamados por el se ven oprimidos por la pobreza, la enfermedad, los achaques y
obispo y trabajan en el campo del Señor con mucho fruto 1 ". otros muchos sufrimientos, o padecen persecución por la justi-
Conviene que los cónyuges y padres cristianos, siguiendo su cia: rodas aquellos a quienes el Señor en su Evangelio llamó
propio camino, se ayuden el uno al otro en la gracia, con la fide- bienaventurados, y a quienes: El Señor... de toda gracia, que nos
llamó a su eterna gloria en Cristo Jesús, después de un toco de
lidad en su amor a lo largo de toda la vida, y eduquen en la
sufrimiento, nos perfeccionará El mismo, nos confirmará, nos so-
doctrina cristiana y en las virtudes evangélicas a la prole que el
lidificará (1 Petr 5,10).
Señor les haya dado. De esta manera ofrecen al mundo el ejem-
Por consiguiente, todos los fieles cristianos, en cualquier con-
plo de un incansable y generoso amor, construyen la fraternidad
dición de vida, de oficio o de circunstancias, y precisamente por
de la caridad y se presentan como testigos y cooperadores de la
medio de todo eso, se podrán santificar de día en día, con tal de
fecundidad de la Madre Iglesia, como símbolo y al mismo tiem-
recibirlo todo con fe de la mano del Padre celestial, con tal de co-
po participación de aquel amor con que Cristo amó a su Esposa
operar con la voluntad divina, manifestando a todos, incluso en el
y se entregó a sí mismo por ella u . Ejemplo análogo dan los
propio servicio temporal, la caridad con que Dios amó al mundo.
que, en estado de viudez o de celibato, pueden contribuir no
poco a la santidad y actividad de la Iglesia. Y por su lado, los [Los consejos evangélicos"}
que viven entregados al duro trabajo, conviene que en ese mismo
42. Dios es la caridad, y el que permanece en la caridad per-
trabajo humano busquen su perfección, ayuden a sus conciuda-
manece en Dios y Dios en El (1 lo 4,16). Y Dios difundió su
danos, traten de mejorar la sociedad entera y la creación, pero caridad en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos
traten también de imitar en su laboriosa caridad a Cristo, cuyas ha dado (cf. Rom 5,5). Por consiguiente, el don principal y más
manos se ejercitaron en el trabajo1, y que continúa trabajando por necesario es la caridad con la que amamos a Dios sobre todas
la salvación de todos en unión con el Padre; gozosos en la espe- [as cosas y al prójimo por El. Pero a fin de que la caridad crezca
corda sua tam praeclarae electioni conformare tenentur, in oratione assidui,
en el alma como una buena semilla y fructifique, debe cada uno
amore ferventes, quaecumque sunt vera, justa et bonae formae cogitantes,
omnia in gloriam et honorem Dei perficientes. Quibus accedunt illi a Deo ratur, in actuosa caritate ¿mitentur, spe gaudentes, alter alterius onera
electi laici, qui, ut plene se dedant apostolicis operibus, ab Episcopo vo- portantes, atque ipso suo quotidiano labore ad altiorem ascendant sancti-
cantur et ia agro Dotnini cura multo ítuctu laborant u\ tatem etiam apostolkam.
Coniuges autem parentesque christiani oportet ut propriam viam se- Specialiter etiam Quisto pto salute mundi patienti se uniri sciant ii,
quentes, amore fideli, totius vitae decursu se dnvicem in gratia sustineant, qui paupertate, infirmitate, morbo, variisque aerumnis opprimuntur, vel
et prolenj amanter a Deo acceptam christianis doctrinis et evangelios persecutionem propter iustitiam patiuntur, quos Dominus in Evangelio
virtutibus knbuant. Ita enim exemplum indefessi et generosi amoris óm- beatos praedicavit et quo's Deus... omnis gratiae, qui vocavit nos in aeter-
nibus praebent, fraternitatem caritatis aedificant, et foecunditatis Matris nam suam gloriam in Christo Iesu, modicum passos, Ipse perficiet, con-
Ecclesiae testes et cooperatores exsistunt, in signum et participationem illius jirmabit solidabitque (1 Petr 5,10).
dilectionis, qua Giristus Sponsam suam dilexit Seque pro ea tradidit 11 . Omnes igitur christifideles in vitae suae conditionibus, officiis vel cir-
Simile exemplum alio modo praebetur a viduis et innuptis, qui ad sancti- cumstantiis, et per illa omnia, in dies magis sanctificabuntur, si cuneta e
tatem et operositatem in Ecclesia, et ipsi haud parum conferre possunt. manu Patris caelestis cum fide suscipiunt et voluntati divinae cooperantur,
Ii vero, qui laboribus saepe duris incumbunt, oportet ut humanis operibus cantatem qua Deus dilexit mundum in ipso temporali servitio ómnibus
seipsos perficiant, concives adiuvent, totamque soeietatem et creationem ad manifestando.
meliorem statum promoveant, verum etiam ut Christum, cuius manus fa- 42. Deus caritas est et qui manet in caritate, in Deo manet et Deus in
brilibus se exercuerunt et qui semper cum Patre ad salutem omníum ope- eo (1 lo 4,16). Deus autem caritatem suam in cordibus nostris diffudit
per Spiritum Sanctum qui datus est nobis (cf. Rom 5,5); ideoque donum
10
Cf. Pfo X I I , aloe. Sous U tnalemelle protection, 9 dic. 1 9 5 7 : AAS 50 primum et máxime necessarium est caritas, qua Deum super omnia et pro-
(1958) 36. xímum propter Illum diligímus. Ut vero caritas tarnquam bonum semen in
11
PÍO X I , ene. Casti connubii, 31 dic. 1930: AAS 22 (1930) 548s. Cf. SAN
J. C R I S Ó S T O M O , In Ephes. h o m . 2 0 , 2 : P G 62,136ss. anima increscat et fructificet, unusquisque fidelis debet verbum Dei libenter
72 Constitución sobre la Iglesia. 42 C.5. Vocación a la santidad en la Iglesia. 42 73
de los fieles oír de buena gana la palabra de Dios y cumplir con La santidad de la Iglesia se fomenta también de manera
las obras su voluntad con la ayuda de la gracia, participar especial en los múltiples consejos que el Señor propone en el
frecuentemente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía,
Evangelio para que los observen sus discípulos 13 , entre los que
y en otras funciones sagradas, y aplicarse de manera constan-
descuella el precioso don de la gracia divina, que el Padre da
te a la oración, a la abnegación de sí mismo, a un fraterno
a algunos (cf. Mt 19,11; 1 Cor 7,7), de entregarse más fácil-
y solícito servicio de los demás y al ejercicio de todas las virtu-
des. Porque la caridad, como vínculo de la perfección y plenitud mente sólo a Dios en la virginidad o en el celibato, sin dividir
de la ley (cf. Col 3,14; Rom 3,10), gobierna todos los medios con otro su corazón (cf. 1 Cor 7,32-34) ". Esta perfecta conti-
de santificación, los informa y los conduce a su fin 12. De ahí que nencia por el reino de los cielos siempre ha sido considerada por
el amor hacia Dios y hacia el prójimo sea la característica distin- la Iglesia en grandísima estima, como señal y estímulo de la ca-
tiva del verdadero discípulo de Cristo. ridad y como manantial extraordinario de espiritual fecundidad
Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su caridad ofreciendo su en el mundo.
vida por nosotros; por ello, nadie tiene mayor amor que el La Iglesia considera también la amonestación del Apóstol,
que ofrece la vida por El y por sus hermanos (cf. 1 ío 3,16; quien, animando a los fieles a la práctica de la caridad, les ex-
lo 15,13). Pues bien: ya desde los primeros tiempos algunos horta a que sientan en sí lo que se debe sentir en Cristo Jesús,
cristianos se vieron llamados, y otros se encontrarán llamados que se anonadó a sí mismo tomando la forma de esclavo... hecho
siempre, a dar este máximo testimonio de amor delante de todos, obediente hasta la muerte (Phil 2,7-8) y por nosotros se hizo po-
principalmente delante de los perseguidores. El martirio, por con- bre, siendo rico (2 Cor 8,9). Y como los discípulos tienen que
siguiente, con el que el discípulo llega a hacerse semejante al dar siempre este testimonio e imitación de la caridad y humil-
Maestro, que aceptó libremente Ja muerte por la salvación del dad de Cristo, se alegra la Madre Iglesia de encontrar en su
mundo, asemejándose a El en el derramamiento de su sangre, es seno a muchos hombres y mujeres que siguen más de cerca el
considerado por la Iglesia como supremo don y la prueba ma- anonadamiento del Salvador y lo ponen en más clara evidencia,
yor de la caridad. Y si ese don se da a pocos, conviene que aceptando la pobreza con la libertad de los hijos de Dios y renun-
todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los ciando a su propia voluntad, pues ésos se someten al hombre por
hombres y a seguirle por el camino' de la cruz en medio de las
persecuciones que nunca faltan a la Iglesia.
Sanctítas Ecclesiae ítem speciali modo fovetur multiplicibus consiliis,
quae Dominus in Evangelio discipulis suis observanda proponit". ínter
audire Eiusque voluntatem, opitulante Eius gratia, opere complere, sacra- quae eminet pretiosum gratiae divinae donum, quod a Patre quibusdam
mentó, praesertim Eucharistiae, et sacris actionibus frequenter participare, datur (cf. Mt 19,11; 1 Cor 7,7), ut in virginitate vel coelibatu facilius
seseque orationi, sui ipsius abnegationi, fraterno actuoso servitio et omnium indiviso corde (cf. 1 Cor 7,32-34) Deo solí se devoveamt". Haec perfecta
virtutum exercitationi constanter applicare. Caritas enim, ut vinculum per- propter Regnum caelorum continentia semper in honore praecipuo ab Ec-
fectionis et plenitudo legis (cf. Col 3,14; Rom 13,10), ornnia sanctificationis clesia habita est, tamquam signum et stimulus caritatis, ac quidam pecu-
media regit, informat ad finemque perducit 12 . Unde caritate tum in Deum liaris fons spiritualis foecunditatis in mundo.
tum in proximum signatur verus Christi discipulus.
Cum Iesus, Dei Filius, caritatem suam manifestaverit, animam suam Ecclesia etiam Apostoli monitionem recogitat, qui fideles ad caritatem
pro nobis ponendo, nemo maiorem habet dilectionem, quam qui animam provocans, eos exhortatur, ut hoc in se sentiant quod et in Christo Iesu,
suam pro Eo et fratribus suis ponit (cf. 1 lo 3,16; lo 15,13). Ad hoc ergo qui semetipsum exinanivit formam servi accipiens, ... factus oboediens usque
máximum amoris testimonium reddendum coram ómnibus, praesertim per- ad mortem (Phil 2,7-8) et propter nos egenus jactus est, cum esset dives
secutoribus, aliqui christiani iam a primo tempere vocati sunt et semper (2 Cor 8,9). Buius caritatis et humilitatis Christi imitationem et testimo-
vocabuntur. Martyrium igitur, quo discipulus Magistro pro mundi salute nium cum a discipulis semper praeberi necesse sit, gaudet Mater Ecclesia
mortem libere accipienti assimilatur, Eique in effusione sanguinis confor- plures in sinu suo inveniri viros ac mulieres, qui exinanitionem Salvatoris
matur, ab Ecclesia eximium donum supremaque probatio caritatís aestima- pressius sequuntur et clarius demonstrant, paupertatem in filiorum Dei
tur. Quod si paucis datur, omnes tamen parati sint oportet, Christum coram libértate suscipientes et propriis voluntatibus abrenuntiantes: illi scilioet
hominibus confiteri, Eutnque ínter persecutiones, quae Ecclesiae numquam
desunt, in via crucis subsequi. 13
«De consiliis in genere», cf. ORÍGENES, Comm. Rom. X 14: PG 14.1275B;
SAN AGUSTÍN, De s. virginitate 15,15: PL 40,403; SANTO TOMÁS, Summa Theol. 1-2
12 q.100 a.2C (al fin); 2-2 q.44 a.4 ad 3.
Cf. SAN AGUSTÍN, Enchir. 121,32: PL 40,288s; SANTO TOMÁS, Summa Theol. 14
«De praestantia sacrae virginitatis», cf. TERTULIANO, Exhort. Cast. 10: PL
2-2 q.184 a . l ; Pío XII, exhort. apost. Mentí nostrae, 23 sept. 1950: AAS 42 2.925C; SAN CIPRIANO, Hab. virg. 3 y 22: PL 4.443B y 46lAs; SAN ATAÑASIO.
(1950) 660. De virg.: PG 28,252ss; SAN J. CRISÓSTOMO, De virg.: PG 48,533ss.
74 Constitución sobre la Iglesia. 42-43 C.6. Los religiosos. 43-44 75

Dios, en materia de perfección, más allá de lo que están obliga- práctica y determinar también las formas estables de vivirlos. De
dos por el precepto, para asemejarse más a Cristo obediente 15. ahí ha resultado que han ido creciendo, a la manera de árbol
Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cris- que se ramifica espléndido y pujante en el campo del Señor a
tianos a buscar la santidad y la perfección de su propio estado. partir de la semilla puesta por Dios, formas diversísimas de vida
Vigilen, pues, todos por ordenar rectamente sus sentimientos, no solitaria o vida en común, con gran variedad de familias que
sea que en el uso de las cosas de este mundo y en el apego a las se desarrollan, ya para ventaja de sus propios miembros, ya
riquezas encuentren un obstáculo que les aparte, contra el espí- para el bien de todo el Cuerpo de Cristo \ Y es que esas fa-
ritu de pobreza evangélica, de la búsqueda de la perfecta cari- milias ofrecen a sus miembros todas las condiciones para una
dad, según el aviso del Apóstol: «Los que usan de este mundo, mayor estabilidad en su modo de vida, una doctrina experimen-
no se detengan en eso, porque los atractivos de este mundo pa- tada para conseguir la perfección, una comunidad fraterna en
san» (cf. 1 Cor 7,31 gr.) 16. la milicia de Cristo y una libertad mejorada por la obediencia,
de modo que puedan guardar fielmente y cumplir con seguridad
su profesión religiosa, avanzando en la vida de la caridad con
espíritu gozoso 2 .
CAPÍTULO VI
Un estado así, en la divina y jerárquica constitución de la
DE LOS RELIGIOSOS Iglesia, no es un estado intermedio entre la condición del clero
y la condición seglar, sino que de ésta y de aquélla se sienten
[Castidad, pobreza y obediencia"] llamados por Dios algunos fieles al goce de un don particular
43. Los consejos evangélicos, castidad ofrecida a Dios, po- en la vida de la Iglesia para contribuir, cada uno> a su modo, a
breza y obediencia, como consejos fundados en las palabras y la misión salvífica de ésta 3 .
ejemplos del Señor y recomendados por los apóstoles, por los
[Distintivo especial]
padres, doctores y pastores de la Iglesia, son un don divino que
la Iglesia recibió del Señor, y que con su gracia se conserva per- 44. Por los votos, o por otros sagrados vínculos análogos
petuamente. La autoridad de la Iglesia, bajo la guía del Espíritu a ellos a su manera, se obliga el fiel cristiano a la práctica de
Santo, se preocupó de interpretar esos consejos, de regular su
praxim moderari et etiam stabiles inde vivendi formas constituere curavit.
Quo faotum est ut, quasi in arbore ex germine divinitus dato mirabiliter
sese homini propter Deum in re perfectionis ultra mensuram praecepti et rnultipliciter in agro Domini ramificata, variae formae vitae solitariae
subiiciunt, ut Christo oboedienti sese plenius conformen* 15. vel eommunis, variaeque familiae creverint, quae tum ad profectum: soda-
Orones igitur christífideles ad sanotitatem et proprii status perfectionem lium, tum ad bonum íotius Corporis Christi opes augent \ Illae enim fa-
prosequendam invitantur et tenentur. Attendant igitur omnes, ut affectus miliae sodalibus suis adminicula conferunt stabflitatis in modo vivendi
suos recte dirigant, ne usu rerurn mundanarum et adhaesione ad divitias firmioris, doctrinae ad perfectionem prosequendam probatae, communionis
contra spíritum paupertatis evangelicae a caritate perfecta prosequenda im- in militia Christi fraternae, libertatis per oboedientiam roboratae, ita ut
pediantur, rnonente Apostólo: Qui utuntur hoc mundo, in eo ne sistant: suam religiosam professionem secure implere et fideliter custodire valeant,
praeterit enim figura huius mundi (cf. 1 Cor 7,31 gr.) " . atque in caritatis via spiritu gaudentes progrediantur s .
Status huiusmodi, ratione habita divinae et hierarchicae Ecclesiae con-
CAPUT VI
stitutionis, non est intermedius Ínter clericalem et laicalem conditionem,
sed ex utraque parte quidam christífideles a Deo vocantur, ut in vita
DE REL1GIOSIS Ecclesiae peculiari dono fruantur, et suo quisque modo, eiusdem missioni
salvificae prosint'.
43. Consilia evangélica eastitatis Deo dicatae, paupertatis et oboedien- 44. Per vota aut alia sacra ligamina, votis propria sua ratione assi-
tiae, utpote in verbis et exemplis Domini fundata et ab Apostolis et Pa- mi'Iata, quibus chrisrifidelis ad tria praedicta consiiia evangélica se obligat,
tribus Ecclesiaeque doctoribus et pastoribus commendata, sunt donum di-
1
vinum, quod Ecclesia a Domino suo accepit et gratia Eius semper conservat. Cf. ROSWEYDUS, Vitas Patrum (Antwerpiae 1628), Apophtegmata Patrum: PG
Ipsa autem auctoritas Ecclesiae, duce Spiritu Sancto, ea interpretan, eorum 65; PALADIO, Historia Lausiaca: PG 34,991ss; ed. C. BUTLER, Cambridge 1898
(1904); Pío XI, const. apost. Vmbratilem, 8 jul. 1924: AAS 16 (1924) 386-387;
Pío XII, aloe. Nous sommes heureux, 11 abr. 1958: AAS 50 (1958) 283.
15 2
«De spirituali pauperlale et oboedientia testimonia praecjpua S. Scripturae eE 3
PABLO VI, aloe. Magno gaudio, 23 mayo 1964: AAS 56 (1964) 566.
Patrum afferuntur in Relatione» p.152-153. Cf. Cod. lur. Can. can.487 y 488,4.s; Pío XII, aloe. Annus sacer, 8 dic. 1950:
16 AAS 43 (1951) 27s; Pío XII, const. apost. Provida Mater, 2 febr. 1947: AAS 39
«De praxi effectiva consüiorum quae non ómnibus imponitur», cf. SAN J. C R I -
SÓSTOMO, In Mt. hom.7,7: PG 57,81s; SAN AMBROSIO, De viduis 4,23: PL l6,241s. (1947) 120ss.
76 Constitución sobre la Iglesia, 44 C.6. Los religiosos. 44-45 "'
los tres consejos evangélicos antes citados, entregándose total- de Dios ciudadanía permanente en este mundo, sino que bus-
mente al servicio de Dios sumamente amado, en una entrega que ca la futura, el estado religioso, que deja más libres a sus se-
crea en él una especial relación con el servicio y la gloria de guidores frente a los cuidados terrenos, manifiesta mejor a todos
Dios. Ya por el bautismo había muerto al pecado y se había los presentes los bienes celestiales—presentes incluso en esta
consagrado a Dios; ahora, para conseguir un fruto más abun- vida—y sobre todo da testimonio de la vida nueva y eterna
dante de la gracia bautismal, trata de liberarse, por la profesión conseguida por la redención de Cristo y preanuncia la resurrec-
de los consejos evangélicos en la Iglesia, de los impedimentos ción futura y la gloria del reino celestial. Y ese mismo estado
que podrían apartarle del fervor de la caridad y de la perfección imita más de cerca y representa perpetuamente en la Iglesia aque-
del culto divino, y se consagra más íntimamente al divino servi- lla forma de vida que el Hijo de Dios escogió al venir al mundo
cio 4. Esta consagración será tanto más perfecta cuanto por víncu- para cumplir la voluntad del Padre, y que dejó propuesta a los
los más firmes y más estables se represente mejor a Cristo, unido discípulos que quisieran seguirle. Finalmente, pone a la vista de
con vínculo indisoluble a su Esposa, la Iglesia.
todos, de manera peculiar, la elevación del reino de Dios so-
Y como los consejos evangélicos tienen la virtud de unir con
bre todo lo terreno y sus grandes exigencias; demuestra tam-
la Iglesia y con su misterio de una manera especial a quienes los
bién a la Humanidad entera la maravillosa grandeza de la virtud
practican, por la caridad a la que conducen, la vida espiritual de
de Cristo, que reina, y el infinito poder del Espíritu Santo, que
éstos es menester que se consagre al bien de toda la Iglesia 5. D e
obra maravillas en su Iglesia.
ahí nace el deber de trabajar según las fuerzas y según la forma
de la propia vocación, sea con la oración, sea con la actividad Por consiguiente, un estado cuya esencia está en la profesión
laboriosa, por implantar o robustecer en las almas el Reino de de los consejos evangélicos, aunque no pertenezca a la estructura
Cristo y dilatarlo por el ancho mundo. De ahí también que la jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, de manera in-
Iglesia proteja y favorezca la índole propia de los diversos insti- discutible a su vida y a su santidad.
tutos religiosos.
Por consiguiente, la profesión de los consejos evangélicos [Reglas y constituciones}
aparece como distintivo que puede y debe atraer eficazmente 45. Siendo deber de la jerarquía eclesiástica el apacentar
a todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento al pueblo de Dios y conducirlo a los pastos mejores (cf. Ez 34,
los deberes de la vocación cristiana. Porque, al no tener el pueblo 14), toca también a ella dirigir con la sabiduría de sus leyes
la práctica de los consejos evangélicos, con los que se fomenta de
Deo summe dilecto totaliter mancipatur, ita ut ipse ad Dei servitium Eius-
que honorem novo et peculiari titulo referatur. Per baptismum quidem mor- modo singular la perfección de la caridad hacia Dios y hacia
tuus est peccato, et Deo sacratus; ut autem gratiae baptismalis uberiorem
fructum percipere queat, consiliorum evangelicorum professione in Eccle- manentem civitatem non habeat, sed futuram inquirat, status religiosus, qui
sia liberan intendit ab impedimentis, quae ipsum a caritatis fervore et suos asseclas a curis terrenis magis liberat, magis etiam tum bona caelestia
divini cultus perfectione retrahere possent, et divino obsequio intimius iam in hoc saeculo praesentia ómnibus credentibus manifestat, tum vitam
consecratur 4. Tanto autem perfectior erit consecrado, quo per firmiora et novam et aeternam redemptione Christi acquisitam testificat, tum resurrec-
stabiliora vincula magis repraesentatur Christus cum sponsa Ecclesia indis- tionem futuram et gloriam Regni caelestis praenuntiat. Formam quoque
solubili vinculo coniunctus. vitae, quam Filius Dei accepit, mundum ingressus ut faceret voluntatem
Cum vero evangélica consilia suos asseclas, per caritatem ad quam Patris, quamque discipulis Ipsum sequentibus proposuit, idem status pres-
ducunt 5 , Ecclesiae eiusque mysterio speciali modo coniungant, spiritualis sius imitatur atque in Ecclesia perpetuo repraesentat. Regni Dei denique
horum vita bono quoque totius Ecclesiae devoveatur oportet. Inde oritur super omnia terrestria elevationem eiusque sumrnas necessitudines peculiari
officium pro viribus et secundum formam propriae vocationis, sive oratione, modo patefacit; supereminentem quoque magnitudinem virtutis Christi
sive actuosa quoque opera, laborandi ad Regnum Christi in animis radican- regnantis atque infinitam Spiritus Sancti potentiam, in Ecclesia mirabiliter
dum et roborandum, illudque ad omnes plagas dilatandum. Unde et Eccle- operantem, cunctis hominibus demonstrat.
sia propriam indolem variorum Institutorum religiosorum tuetur et fovet. Status ergo, qui professione consiliorum evangelicorum constituitur, licet
Evangelicorum proinde consiliorum professio tamquam signum apparet, ad Ecclesiae structuram hierarchicam non spectet, ad eius tamen vitam et
quod omnia Ecclesiae rnembra ad officia vocationis christianae impigre sanctitatem inconcusse pertinet.
adimplenda efficaciter attrahere potest ac debet. Cum enim Populus Dei hic
45. Cum ecclesiasticae Hierarchiae munus sit Populum Dei pascere et
4

5
PABLO V I , l . c , p . 5 6 7 . ad pascua ubérrima ducere (cf. Ez 34,14), ad ipsam spectat evangelicorum
Cf. S A N T O T O M Á S , Summa Theol. 2-2 q.184 a.3 y q . 1 8 8 a . 2 ; SAN BUENAVENTU-
RA, opuse. 1 1 , Apología pauperum c.3,3 : e d . Opera (Quaracchi 1K98) t . 8 p.245s.
consiliorum praxim, quibus perfectio caritatis erga Deum et proximum
78 Constitución sobre la Iglesia. 45 C.6. Los religiosos. 45-46 79

el prójimo ". La misma jerarquía, siguiendo dócilmente el impulso los votos de los profesos, les obtiene del Señor, con la oración
del Espíritu Santo, admite las reglas propuestas por varones y pública, los auxilios y la gracia divina, les encomienda a Dios,
mujeres ilustres, y las aprueba auténticamente cuando han sido y les imparte una bendición espiritual, asociando su oblación al
más adelante ordenadas, y además está presente con su autori- sacrificio eucarístico.
dad vigilante y protectora en el desarrollo de los institutos, eri-
[Purificación del alma']
gidos por todas partes para la edificación del Cuerpo de Cristo,
a fin de que crezcan y florezcan según el espíritu de sus fun- 46. Pongan, pues, especial solicitud los religiosos en que,
dadores. por ellos, la Iglesia muestre cada día mejor a fieles e infieles el
El Sumo Pontífice, por razón de su primado sobre toda la rostro de Cristo, ya entregado a la contemplación en el monte, ya
Iglesia, mirando a la mejor providencia por las necesidades de anunciando el Reino de Dios a las turbas, sanando enfermos y
toda la grey del Señor, puede eximir de la jurisdicción de los heridos, convirtiendo los pecadores a una vida correcta, bendi-
ordinarios y someter a su sola autoridad cualquier instituto de ciendo a los niños, haciendo el bien a todos, siempre obediente
perfección y a todos y cada uno de sus miembros '. Y por la a la voluntad del Padre que le envió °.
misma razón pueden ser éstos dejados o confiados a la autoridad Tengan por fin todos bien entendido que la profesión de
patriarcal propia. Los miembros de estos institutos, en el cum- los consejos evangélicos, aunque lleva consigo la renuncia de
plimiento de sus deberes para con la Iglesia, según la forma pe- bienes que indudablemente se han de tener en mucho, sin em-
culiar de su Instituto, deben prestar a los obispos la debida re- bargo, no es obstáculo para el enriquecimiento de la persona
verencia y obediencia según las leyes canónicas, por su autoridad humana, sino que, por su misma naturaleza, la favorece gran-
pastoral en las iglesias particulares y por la necesaria unidad y demente. Porque los consejos evangélicos, aceptados volunta-
concordia en el trabajo apostólico*. riamente según la vocación personal de cada uno, contribuyen
La Iglesia no sólo eleva con su sanción la profesión religiosa no poco a la purificación del corazón y a la libertad de espíritu,
a la dignidad de estado canónico, sino que la presenta en la excitan continuamente el fervor de la caridad y, sobre todo, como
misma acción litúrgica como estado consagrado a Dios. Ya se demuestra con el ejemplo de tantos santos fundadores, son ca-
que la misma Iglesia, con la autoridad recibida de Dios, recibe paces de asemejar más la vida del hombre cristiano a la vida
virginal y pobre que para sí escogió Cristo Nuestro Señor y
singulariter fovetur, legibus suis sapienter moderari °. Ipsa etiam, Spiritus abrazó su Madre, la Virgen. Ni piense nadie que los religiosos,
Sancti impulsus dociliter sequéis, regulas a praeclaris virís et mulieribus por su consagración, se hacen extraños a la Humanidad o inúti-
propositas recipit et ulterius ordinatas authentioe adprobat, necnon Insti-
tutis ad aedificationem Corporis Christi passim erectis, ut secundum spiri- commissa, profitentium vota suscipit, prece sua publica eis auxilia et gra-
tus fundatorum crescant atque floreant, auctoritate sua invigilante et pro- tiam a Deo impetrat, eos Deo commendat cisque spiritualem benedictionem
tegente adest. impertitur, oblationem eorum sacrificio eucharistico adsocians.
Quo autem melius necessitatibus totius dominici gregis provideatur,
46. Sollicite attendant neligiosi, ut per ipsos Ecclesia revera Christum
quodcumque perfectionis Institutum ac sodales isinguli a Summo Pontífice,
in dies, sive fidelibus sive infidelibus, melius coimmonstret, vel in monte
ratione ipsius in universam Ecclesiam primatus, intuitu utilítatis communis,
contemplantem, vel turbis Regnum Dei annuntiantem, vel aegrotos et sau-
ab Ordinariorum loci iurisdictione eximí et ei soli subiici possunt'. Simi-
cios sanantem ac peccatores ad bonam frugem convertentem, vel pueris
liter possunt propriis auctoritatibus patriarchalibus relinqui aut committi.
benedicentem, et ómnibus benefacientem, semper autem voluntati Patris
Ipsi sodales, in officio erga Ecclesiam ex peculiar! suae vitae forma adim-
qui Eum misit oboedientem 9.
plendo, reverentiam et oboedientiam secundum canónicas leges praestare
deben* Episcopis, ob eorum in Ecclesiis particularibus auctoritatem pasto- Omnes tándem perspectum habeant, consiliorum evangelicorum pro-
ratem et ob necessariam in labore apostólico unitatem et concordiam 8. fessionem, quamvis renuntiationem secumferat bonorum quae indubie mag-
ni aestimanda veniunt, tamen personae humanae vero profectui non obstare,
Ecclesia autem professionem religiosam non tantum sua sanctione ad sed natura sua ei summopere prodesse. Consilia enim, secundum cuiusquam
status canonici dignitatem erigit, sed eam ut statum Deo consecratum etiam personalem vocationem voluntarte suscepta, ad cordis purificationem et
actione sua litúrgica exhibet. Ipsa enim Ecclesia, auctoritMe sibi a Deo spiritualem libertatem non parum conferunt, fervorem caritatis iugiter exci-
6
Cf. CONC. VAT. I, esquema De Ecclesia Christi c.15, y anot. 48: MANSI, 51, tant et praesertim ad genus vitae virginalis ac pauperis, quod sibi elegit
549s y 6l9s; LB6N XIII, epíst. Au milieu des consoUtions, 23 dic. 1900: ASS 33 Christus Dominus, quodque Mater Eius Virgo amplexa est, hominem chris-
(1900-01) 361; Pfo XII, const. apost. Próvida Mater l . c , p.H4s. tianum magis conformare valent, ut exemplo tot sanctorum fundatorum
1
Cf. LEÓN XIII, const. Romanos Pontífices, 8 mayo 1881: ASS 13 (1880-81)
483;8 Pío XII, aloe. Annus sacer, 8 dic. 1950: AAS 43 (1951) 28s. comprobatur. Nec quisquam aestimet religiosos consecratione sua aut ab
Cf. Pío XII, aloe. Annus sacer l . c . p.28; ID., const. apost. Sidti Sapitntiai,
31 mayo 1956: AAS 48 (1956) 355; PABLO VI, l . c , p.570-571. • Cf. Pío XII, ene. Mystici Corporis, 29 jun. 1943: AAS 35 (1943) 214s.
80 Constitución sobre la Iglesia. 46-47 C.7. índole escatológica. 48 81

les para la ciudad terrena. Porque, aunque en algunos casos no


CAPÍTULO VII
estén directamente presentes ante sus coetáneos, los tienen, sin
embargo, presentes, de un modo más profundo, en las entrañas ÍNDOLE ESCATOLÓGICA DE LA IGLESIA PEREGRINAN-
de Cristo, y cooperan con ellos espiritualmente para que la edi- TE Y SU UNION CON LA IGLESIA CELESTIAL
ficación de la ciudad terrena se funde siempre en Dios y se dirija
a El, «no sea que trabajen en vano los que la edifican» I°. [Índole escatológica de nuestra vocació?2 en la Iglesia]
Por eso este sagrado Sínodo confirma y alaba a los hombres 48. La Iglesia, a la que todos hemos sido llamados en Cris-
y mujeres, hermanos y hermanas que, en los monasterios, en las to Jesús y en la cual, por la gracia de Dios, adquirimos la san-
escuelas y hospitales o en las misiones, ilustran a la Esposa de tidad, no será llevada a su plena perfección sino cuando llegue el
Cristo con la constante y humilde fidelidad en su consagración tiempo de la restauración de todas las cosas (Act 3,21) y cuando,
y ofrecen a todos los hombres generosamente los más variados con el género humano, también el universo entero, que está ínti-
servicios. mamente unido con el hombre y por él alcanza su fin, sea per-
fectamente renovado (cf. Eph 1,10; Col 1,20; 2 Petr 3,10-13).
[Perseverancia"]
Porque Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo hacia
47. Esmérese, por consiguiente, todo el que haya sido lla- Sí a todos los hombres (cf. lo 12,32 gr.) ; resucitando de entre
mado a la profesión de estos consejos, por perseverar y destacarse los muertos (cf. Rom 6,9) envió a su Espíritu vivificador sobre
en la vocación a la que ha sido llamado, para que más abunde sus discípulos y por El constituyó a su Cuerpo que es la Iglesia,
la santidad en la Iglesia y para mayor gloria de la Trinidad, una como sacramento universal de salvación; estando sentado a la
e indivisible, que en Cristo y por Cristo es la fuente y origen de diestra del Padre, sin cesar actúa en el mundo para conducir a
toda santidad. los hombres a su Iglesia y por Ella unirlos a Sí más estrechamen-
te, y alimentándolos con su propio Cuerpo y Sangre hacerlos par-
hominibus ¡alíenos aut inútiles in civitate terrestri fieri. Nam etsi qiiando-
que coaetaneis suis non directe adsistunt, profundiore tamen ¡modo eos in
tícipes de su vida gloriosa. Por tanto, la restauración prometida
visceribus Christi praesentes habent atque cum €Íí spiritualiter cooperan- que esperamos, ya comenzó en Cristo, es impulsada con la venida
tur, ut aedificatio terrenae civitatis semper in Domino fundetur ad Ipsum- del Espíritu Santo y continúa por medio de El en la Iglesia, en la
que dirigatur, ne forte in vanum laboraverint qui aedificant eam 10. cual por la fe somos instruidos también acerca del sentido de
Idcirco denique Sacra Synodus confirmat et laudat viros ac mulleres,
Eratres ac Sórores, qui in rnonasteriis, vel in scholis et nosocomiis, vel in
nuestra vida temporal, en tanto que con la esperanza de los bienes
missionibus, constanti et hurnili fidelitate in praedicta consecratione Spon-
sam Christi condecorant, omnibusque hominibus generosa ac diversíssima
servitia praestant. CAPUT VII
47. Unusquisque autem ad professionem consiliorum vocatus sedulo DE ÍNDOLE ESCHATOLOGICA ECCLESIAE PEREGRINANTIS
curet, ut in quam vocationem a Deo vocatus est, in ea perrnaneat atque EIUSQUE UNIONE CUM ECCLESIA CAELESTI
magis excellat, ad uberiorem Ecclesiae sanctitatem, ad maiorem gloriara
unius et indivisae Trinitatis, quae in Christo et per Christurn est omnis 48. Ecclesia, ad quam in Christo Iesu vocamur otnnes et in qua per
sanctitatis fons et origo. gratiam Dei sanctitatem acquirimus, nonnisi in gloria caelesti consumma-
10 bitur, quando adveniet tempus irestitutionis omniurn (Act 3,21) atque cum
Cf. PÍO XII, aloe. Annus sacer l . c , p.30; aloe. Souí la maternelle proiection, genere humano universus quoque mundus, qui intime cum nomine coniun-
9 dic. 1957: AAS 50 (1958) 39s.
gitur et per eum ad finem suum aecedit, perfecte in Christo instaurabitur
(cf. Eph 1,10; Col 1,20; 2 Petr 3,10-13).
Christus quidem exaltatus a térra omnes traxit ad seipsum (cf. lo 12,
32 gr.); resurgens ex mortuis (cf. Rom 6,9) Spiritum suum vivificantem in
discípulos immisit et per eum Corpus suum quod est Ecclesia et univer-
sale saluitís sacramentum constituit; sedens ad dexteram Patria continuo
operatur in mundo ut nomines ad Ecclesiam perducat arctiusque per eam
(>ibi coniungat ac proprio Corpore et Sanguine illos nutriendo gloriosae
vitae suae faciat esse participes. Restitutio ergo quam promissam exspec-
tamus, iam incepit in Christo, provehitur in missione Spiritus Sancti et
per Eum pergit in Ecclesia in qua per fidem de sensu quoque vitae nostrae
temporalis edocemur, dum opus a Patre nobis in mundo commissum¡ cum
C.7. Índole escatológica. 48-49 83
82 Constitución sobre la Iglesia. 48
nio y poder resistir en el día malo (cf. Eph 6,11-13). Y como
futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado en no sabemos ni el día ni la hora, por aviso del Señor, debemos
el mundo y labramos nuestra salvación (cf. Phil 2,12). vigilar constantemente para que, terminado el único plazo' de
La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, hasta nosotros nuestra vida terrena (cf. Hebr 9,27), si queremos entrar con El
(cf. 1 Cor 10,11) y la renovación del mundo está irrevocable- a las nupcias, merezcamos ser contados entre los escogidos (cf.
mente decretada y empieza a realizarse en cierto modo en el Mt 25,31-46); no sea que como aquellos siervos malos y pere-
siglo presente, ya que la Iglesia, aun en la tierra, se reviste de zosos (cf. Mt 25,26) seamos arrojados al fuego eterno (cf. Mt
una verdadera, si bien imperfecta santidad. Y mientras no haya 25,41), a las tinieblas exteriores en donde habrá llanto y rechi-
nuevos cielos y nueva tierra, en los que tiene su morada la san- nar de dientes (Mt 22,13 y 25,30). En efecto, antes de reinar
tidad (cf. 2 Petr 3,13), la Iglesia peregrinante, en sus sacramen- con Cristo glorioso, todos debemos comparecer ante el tribunal
tos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, lleva consigo la d-e Cristo para dar cuenta cada cual según las obras buenas o ma-
imagen de este mundo que pasa, y Ella misma vive entre las las que hizo en su vida mortal (2 Cor 5,10) ; y al fin del mundo
criaturas que gimen entre dolores de parto hasta el presente, en saldrán los que obraron el bien para la resurrección de vida; los
espera de la manifestación de los hijos de Dios (cf. Rom 8,19-22). que obraron el mal, para la resurrección de condenación (lo 5,29;
Unidos, pues, a Cristo en la Iglesia y sellados con el sello cf. Mt 25,46). Teniendo, pues, por cierto, que los padecimientos
del Espíritu Santo, que es prenda de nuestra herencia (Eph 1,14), de esta vida presente son nada en comparación con la gloria fu-
somos llamados hijos de Dios y lo somos de verdad (cf. 1 lo 3,1) ; tura que se ha de revelar en nosotros (Rom 8,18; cf. 2 Tim 2,
pero todavía no hemos sido manifestados con Cristo en aque- 11-12), con fe firme, esperamos el cumplimiento de la esperanza
lla gloria (cf. Col 3,4) en la que seremos semejantes a Dios, bienaventurada y la llegada de la gloria del gran Dios y Salva-
porque lo veremos tal cual es (cf. 1 lo 3,2). Por tanto, mientras dor nuestro Jesucristo (Tit 2,13), quien transfigurará nuestro po-
habitamos en este cuerpo, vivimos en el destierro lejos del Señor bre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante al Suyo (Phil 3,21)
(2 Cor 5,6) y, aunque poseemos las primicias del Espíritu, ge- y vendrá para ser glorificado en sus santos y para ser la admira-
mimos en nuestro interior (cf. Rom 8,23) y ansiamos estar con ción de todos los que han tenido fe (2 Thess 1,10).
Cristo (cf. Phil 1,23). Ese mismo amor nos apremia a vivir más
y más para Aquel que murió y resucitó por nosotros (cf. 2 Cor {^Comunión de la Iglesia celestial con la Iglesia peregrinante^
5,15). Por eso ponemos toda nuestra voluntad en agradar al Se- 49. Así, pues, hasta cuando el Señor venga revestido de
ñor en todo (cf. 2 Cor 5,9), y nos revestimos de la armadura majestad y acompañado de todos sus ángeles (cf. Mt 25,31) y,
de Dios para permanecer firmes contra las asechanzas del derno- destruida la muerte, le sean sometidas todas las cosas (cf. 1 Cor

spe futurorum bonorum ad finan perducimus et salutem nostram opera- in die malo (cf. Eph 6,11-13). Cum vero nesciamus diem ñeque horam,
mur (cf. Phil 2,12). monente Domino, constanter vigilemus oportet ut, expleto único terrestris
Iam ergo fines saeculorum ad nos pervenerunt (cf. 1 Cor 10,11) et reno- nostrae vitae cursu (cf. Hebr 9,27), cum Ipso ad nuptias intrare et cum
vatio mundi irrevoeabiliter est constituía atque in hoc saeculo reali quodatn benedictis connumeran mereamur (cf. Mt 25,31-46), ñeque sicut servi mali
modo anticipatur: etenim Ecclesia iam in terris vera sanctitate licet imper- et pigri (cf. Mt 25,26) iubeamur discere in ignem aeternum (cf. Mt 25,41),
fecta insignitur. Doñee tamen fuerint novi caeli et nova térra, in quibus in tenebras exteriores ubi erit jletus et stridor dentium (Mt 22,13 et
iustitia habitat (cf. 2 Petr 3,13), Ecclesia peregrinans, in suis sacramentis et 25,30). Etenim, antequam cum Christo glorioso regnemus, omnes nos
¿nstitutionibus, quae ad hoc aevum pertinent, portar, figuram huius saeculi manifestabim'ur ante tribunal Christi, ut referat unusquisque propria cor-
quae praeterit et ipsa Ínter creaturas degit quae ingemiscunt et parturiuQt poris, prout gessit sive bonum sive malum (2 Cor 5,10) et in fine mundi
usque adhuc et exspectant revelationem filiorum Dei (cf. Rom 8,19-22). procedent qui bona jecerunt in resurrectionem vitae, qui vero mala egerunt,
Coniuncti ergo Christo in Ecclesia et signati Spiritu Sancto qui est in resurrectionem iudicii (lo 5,29; cf. Mt 25,46). Existimantes proinde
pignus hereditatis nostrae (Eph 1,14), veré filii Dei nominamur et sumus quod non sunt condignae passiones huius temporis ad juturam gloriam
(cf. 1 lo 3,1), sed nondum apparuimus cum Christo in gloria (cf. Col 3,4) ) quae revelabitur in nobis (Rom 8,18; cf. 2 Tim 2,11-12), fortes in fide
in qua símiles Deo erimus, quoniam videbimus Eum sicuti est (cf. 1 lo 3,2). exspectamus beatam spem et adventum gloriae magni Dei et Salvatoris
Itaque dum sumus in corpore, peregrinamur a Domino (2 Cor 5,6) et nostri lesu Christi (Tit 2,13), qui reformabit corpus humilitatis nostrae
primitias Spiritus habentes intra nos gemimus (cf. Rom 8,23) et cupimus conjiguratum corpori claritatis suae (Phil 3,21) et qui veniet glorifican in
esse cum Christo (cf. Phil 1,23). Eadem autem caritate urgemur ut magi s sanctis suis, et admirabilis fieri in ómnibus qui crediderunt (2 Thess 1,10).
vivamus Ei, qui pro nobis mortuus est et resurrexit (cf. 2 Cor 5,15). Con- 49. Doñee ergo Dominus venerit in maiestate sua et omnes Angelí
tendimus ergo in ómnibus placeré Domino (cf. 2 Cor 5,9) et induimu s cum eo (cf. Mt 25,31) et, destructa morte, lili subiecta fuerint omnia
armaturam Dei, ut possimus stare adversus insidias diaboli et resistero
C.7. Índole escMológica. 49-50 85
84 Constitución sobre la Iglesia. 49
la Iglesia, lo que falta a las tribulaciones de Cristo (cf. Col 1,24) ! .
15,26-27), algunos entre sus discípulos peregrinan en la tierra; Su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad.
otros, ya difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados
contemplando claramente al mismo Dios, Uno y Trino, tal cual [Relaciones de la Iglesia peregrinante con la Iglesia celestial}
e s ' ; mas todos, aunque en grado y formas distintos, estamos 50. La Iglesia de los peregrinos desde los primeros tiempos
unidos en fraterna caridad y cantamos el mismo himno de gloria del cristianismo tuvo perfecto conocimiento de esta comunión de
a nuestro Dios. Porque todos los que son de Cristo y tienen su todo el Cuerpo místico de Jesucristo y así conservó con gran pie-
Espíritu crecen juntos y en El se unen entre sí, formando una dad el recuerdo de los difuntos" y ofreció sufragios por ellos,
sola Iglesia (cf. Eph 4,16). Por tanto, la unión de los peregrinos porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los di-
con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo, de ninguna funtos para que queden libres de sus pecados (2 Mach 12,46).
manera se interrumpe, antes bien, según la constante fe de la Siempre creyó la Iglesia que los apóstoles y mártires de Cristo,
Iglesia, se fortalece con la comunicación de los bienes espiritua- por haber dado un supremo testimonio de fe y de amor con el
les 2. Por lo mismo que los bienaventurados están más íntima- derramamiento de su sangre, nos están íntimamente unidos: a
mente unidos a Cristo, consolidan más eficazmente a toda la ellos junto con la Bienaventurada Virgen María y los santos án-
Iglesia en la santidad, ennoblecen el culto que Ella misma ofrece geles, profesó peculiar veneración ' e imploró piadosamente el
a Dios en la tierra y contribuyen de múltiples maneras a su más auxilio de su intercesión. A éstos luego se unieron también aque-
llos otros que habían imitado " más de cerca la virginidad y la
dilatada edificación (cf. 1 Cor 12,12-27) 3. Porque ellos llegaron
pobreza de Cristo y, en fin, otros cuyo preclaro ejercicio de
ya a la patria y gozan de la presencia del Señor (cf. 2 Cor 5,8) ;
virtudes cristianas 9 y cuyos divinos carismas los hacían recomen-
por El, con El y en El no cesan de interceder" por nosotros ante
dables a la piadosa devoción e imitación de los fieles 10.
el Padre; presentando por medio del único Mediador de Dios y
Al mirar la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo,
de los hombres Cristo Jesús (1 Tim 2,5), los méritos que en la
nuevos motivos nos impulsan a buscar la ciudad futura (cf. Hebr
tierra alcanzaron; sirviendo al Señor en todas las cosas y comple- 13,14 y 11,10) y al mismo tiempo aprendemos cuál sea, entre
tando en su propia carne, en favor del Cuerpo de Cristo que es
carne sua pro Corpore Eius quod est Ecclesia (cf. Col 1,24) 5. Eorum
(cf. 1 Cor 15,26-27), alü e diseipulis Eius in terris peregrinantur, alii hac proinde fraterna sollicitudine infirmitas nostra plurimum iuvatur.
vita fuñen' piurificantur, alii vero glorificantur intuentes «clare ipsum Deum 50. Hanc communionem totius Iesu Christi Mystici Corporis apprime
trinum et unum, sicuti est» 1; omnes tamen, gradu quidem tnodoque diver- agnoscens, Ecclesia viatorum inde a primaevis christianae religionis tem-
so, in eadem Dei et proximi caritate communicamus et eundem hymnum poribus, defunctorum memoriam magna cum pietate excoluit" et, quia
gloriae Deo nostro canimus. Universi enim qui Christi sunt, Spiritum Eius sancta et salubris est cogitatio pro dejunctis exorare ut a peccatis solvantur
habentes, in unam Ecclesiam coalescunt et invicem cohaerent in Ipso (2 Mach 12,46), etiam suffragia pro illis obtulit. Apostólos autem et mar-
(cf. Eph 4,16). Viatorum igitur unió cum fratribus qui in pace Christi dor- tyres Christi, qui sui sanguinis effusione supremum fidei et caritatis testi-
mierunt, minime intermittitur, immo secundum perennem Ecclesiae fidem, monium dederant, in Christo arctius nobis coniunctos esse Ecclesia semper
spiritualium bonorum communicatione roboratur 2 . Ex eo enim quod caeli- credidit, eos simul cum Beata Virgine María et sanctis Angelis peculiari
tes intimius cum Christo uniuntur, totam Ecclesiam in sanctitatem firmius affectu venerata est', eorumque intercessionis auxilium pie imploravit.
consolidant, cultum, quem ipsa hic in terris Deo exhibet, nobilitant ac Quibus mox adnumerati sunt alii quoque qui Christi virginitatem et pau-
multipliciter ad ampliorem eius aedificationem con.tribuunt (cf. 1 Cor 12, pertatem pressius erant imitati 8 et tándem ceteri quos praeclarum virtutum
12-27) 3. Nam in patriara recepti et praesentes ad Dominum(cf. 2 Cor 5,8), christianarum exercitium" ac divina charismata piae fidelium devotioni et
per Ipsum, cum Ipso et in Ipso non desinunt apud Patrem pro nobis in- imitationi commendabant I0 .
tercederé 4, exhibentes menta quae per unum Mediatorem Dei et homi- Dum enim illorum conspicimus vitam qui Christum fideliter sunt secu-
num, Christum Iesum (cf. 1 Tim 2,5) in terris sunt adepti, Domino in ti, nova ratione ad futuram Civitatem inquirendam (cf. Hebr 13,14 et
ómnibus servientes et adimplentes ea quae desunt passionum Christi in 11,10) incitamur simulque tutissimam edocemur viam qua Ínter mundanas
1 5
2
CONC. FLORENTINO, Decretum pro Graecis: DENZ. 693 (1305). Cf. Pío XII, ene. Mystici Corporis: AAS 35 (1943) 245.
«Praeter documenta antiquiora contra quamlibet formam evocationis spirituum 6
Cf. «Plurimae inscriptiones in Catacumbis romanis».
inde ab Alexandro IV (27 sept. 1258). cf. instr. S. C. S. O F F I C I I , De magnetismi 7
Cf. GELASIO I, Decretal De libris recipiendis 3 : PL 59,160: DENZ. 165 (353).
abusu, 4 ag. 1856: ASS (1865) 177-178; DENZ. 1653-1654 (2823-2825); responsio- 8
Cf. SAN METODIO, Symposion VII 3: GCS (BONWETSCH) 74.
nem S. C. S. OFFICII, 24 abr. 1917 : AAS 9 (1917) 268; DENZ. 2182 (3642). 9
Cf. BENEDICTO XV, Decretum approbationis virtutum in Causa beatificationis et
3
«Videatur synthetica expositio huius doctrinae paulinae», en Pío XII, ene. Mys- canonizationis Serví Dei Joannis Nepomuceni Neumann: AAS 14 (1922) 2 3 ; otras
tici 4 Corporis: AAS 35 (1943) 200 y passim. aloe, de Pío XI «de Sanctis»: Inviti all'eroismo. Discursos t.1-3 (Roma 1914-1942)
Cf., i. a., SAN AGUSTÍN, Enarr, in Ps. 85,24: PL 37,1099; SAN JERÓNIMO, passim; Pío XII, Discorsi e Radiomessaggi t.10 (1949) p.37-43.
tibir contra Vigilantium 6: PL 23,344; SANTO TOMÁS, In 4 Sent. d.45 q.3 a.2; 10
Cf. Pío XII, ene. Mediator Dei: AAS 39 (1947) 581.
SAN BUENAVENTURA, In 4 Sent. d.45 a.3 q.2, etc.
86 Constitución sobre la Iglesia. 50 C.7. índole escalológica. 50-51 87

las mundanas vicisitudes, el camino seguro, conforme al propio por nosotros a los bienaventurados, por su misma naturaleza, se
estado y condición de cada uno, que nos conduzca a la perfecta dirige y termina en Cristo, que es la «corona de todos los san-
unión con Cristo, o sea a la santidad " . Dios manifiesta a los tos» 16 y por El a Dios, que es admirable en sus santos y en ellos
hombres en forma viva su presencia y su rostro, en la vida de es glorificado» 1!.
aquellos, hombres como nosotros, que con mayor perfección se Nuestra unión con la Iglesia celestial se realiza en forma nobi-
transforman en la imagen de Cristo (cf. 2 Cor 3,18). En ellos lísima, especialmente cuando en la sagrada liturgia, en la cual «la
El mismo nos habla y nos ofrece un signo de ese reino suyo 12, virtud del Espíritu Santo obra sobre nosotros por los signos sacra-
hacia el cual somos poderosamente atraídos, con tan gran nube mentales», celebramos juntos, con fraterna alegría, la alabanza de
de testigos que nos cubre (cf. Hebr 12,1) y con tan gran testi- la Divina Majestad 1B, y todos los redimidos por la Sangre de Cris-
monio de la verdad del Evangelio. to de toda tribu, lengua, pueblo y nación (cf. Apoc 5,9), congrega-
Y no sólo veneramos la memoria de los santos del cielo por dos en una misma Iglesia, ensalzamos con un mismo cántia> de ala-
el ejemplo que nos dan, sino aún más, para que la unión de la banza al Dios Uno y Trino. Al celebrar, pues, el sacrificio eucarís-
Iglesia en el Espíritu sea corroborada por el ejercicio de la ca- tico es cuando mejor nos unimos al culto de la Iglesia celestial en
ridad fraterna (cf. Eph 4,1-6). Porque así como la comunión una misma comunión, venerando la memoria, en primer lugar,
cristiana entre los viadores nos conduce más cerca de Cristo, así de la gloriosa siempre Virgen María, del bienaventurado' José y
el consorcio de los santos nos une con Cristo, de quien dimana de los bienaventurados apóstoles, mártires y santos todos 10 .
como de Fuente y Cabeza toda la gracia y la vida del mismo
[Disposiciones pastorales}
Pueblo de Dios 13. Conviene, pues, en sumo grado, que amemos
a estos amigos y coherederos de Jesucristo1, hermanos también 51. Este sagrado Sínodo recibe con gran piedad tan venera-
nuestros y eximios bienhechores; rindamos a Dios las debidas ble fe de nuestros antepasados acerca del consorcio vital con
gracias por ellos " , «invoquémoslos humildemente y, para impe- nuestros hermanos que están en la gloria celestial o aún están
trar de Dios beneficios por medio de su Hijo Jesucristo, único purificándose después de la muerte; y de nuevo confirma los de-
Redentor y Salvador nuestro, acudamos a sus oraciones, ayuda y cretos de los sagrados Concilios Niceno II M, Florentino 21 y Tri-
auxilios» l5. En verdad, todo genuino testimonio de amor ofrecido dentino 22. Junto con esto, por su solicitud pastoral, exhorta a

varietates, secundum stafcum ac condicionen! unicuique propriam, ad per- ris testimonium caelitibus a nobis exhibitum, suapte natura tendit ac ter-
feotana cum Christo unionem seu sanctitatem pervenire poterimus". In minatur ad Christum qui est «corona Sanetorum omnium» 18 et per Ipsum
vita eorum qui, humanitatis nostrae consortes, ad imaginem tamen Christi ad Deum qui est mirabilis in Sanctis suis et in ipsis magnificatur 1T.
perfectius transiórmantur (cf. 2 Cor 3,18), Deus praesentiam vultumque Nobilissima vero ratione unió nos-tra cum Ecclesia caelesti actuatur,
suum hominibus vivide manifestat. In eis Ipse nos alloquitur, signumque cum, praesertim in sacra Liturgia, in qua virtus Spiritus Sancti per signa
nobis praebet Regni sui 1 2 , ad quod tantam habentes impositam nubem sacramentalia super nos agit, divinae miaiestatis laudem socia exsultatione
testium (cf. Hebr 12,1), talemque contestationem veritatis Evangelii, po- concelebramus 18, et universi, in sanguine Christi ex omni tribu et lingua
tenter attrahimur. et populo et natione redempti (cf. Apoc 5,9) atque in unam Ecclesiam con-
Nec tamen solius exempli titulo caelitum memoriam colimus, sed magis gregati, uno cántico laudis Deum unum et trinum magnificamus. Eucha-
adhuc ut totius Ecclesiae unió in Spiritu roboretur per fraternae caritatis risticum ergo sacrificium celebrantes cultui Ecclesiae caelestis vel máxime
exercitium (cf. Eph 4,1-6). Nam sicut christiana Ínter viatores communio iungimur communicantes et memoriam venerantes in primis gloriosae sem-
propinquius nos ad Christum addueit, ita consortium cum Sanctis nos per Virginis Mariae, sed et beati Ioseph et beatorum Apostolorum et
Christo coniungit, a quo tamquam a Fonte et Capite omnis gratia et ipsius Martyrum et omnium Sanetorum **.
Populi Dei vita promanat 13 . Summopere ergo decet ut hos Iesu Christi 51. Quam venerabilem maiorum nostrorum fidem circa vitale consor-
amicos et coheredes, fratres quoque nostros et benefactores eximios diliga- tiurn cum fratribus qui in gloria caelesti sunt vel adhuc post mortem puri-
mus, debitas pro ipsis Deo rependamus gradas " , «suppliciter eos invoce- ficantur, magna cum pietate haec Sacrosancta Synodus recipit et decreta
mus et ob beneficia impetranda a Deo per Filium eius lesum Christum, Sacrorum Conciliorum Nicaeni II 2 0 , Florentini 21 et Tridentini 22 rursus
Dominum nostrum, qui solus noster Redemptor et Salvator est, ad eorum 16
B R E V I A R I O ROMANO, lnvitatorium in festa Sanetorum Omnium.
oraciones, opero auxiliumque confugiamus» 1S. Omne enim genuinum amo- 11
Cf., v . g . , 2 Thess 1,10.
18
11
Cf. Hebr 13,7; Eccli 44-50; Hebr 11,3-40. Cf. también Pío XII, ene. Media- 19
CONC. VATICANO II, const. De Sacra Liturgia c.5 n.104.
tor Dei: AAS 39 (1947) 582-583. Canon de la misa romana.
20
12 CONC. NICENO II, act.7: DENZ. 302 (600).
Cf. CONC. VATICANO I, const. De fide catholica c . 3 : D E N Z . 1794 (3013). 21
13
Cf. Pío XII. ene. Mystici Corporis: AAS 35 (1943) 216. CONC FLORENTINO, Decretum pro Graecis: DENZ. 693 (1304).
33
11
«Quoad gratitudinem erga ipsos Sanctos», cf. E. D I E H L , lnscriptionei lattnae CONC TRIDENTINO, ses.25, De invocatione, veneratione et reliquiis Sanetorum
ebriitianai vtteres I (Berlín 1925) n.2008.2382 y passim. et sacris imaginibus: DENZ. 984-988 (1821-1824); ses.25, Decretum de Purgatorio:
ls
CONC TRIDENTINO, res.25, De invocatione... Sanetorum: DENZ. 984 (1821). DENZ. 983 ( 1 8 2 0 ) ; ses.6, Decretum iustifteatione can.30 : D E N Z . 840 (1580).
C.8. La Virgen María. 51-52 89
88 Constitución sobre la Iglesia. 51
todos aquellos a quienes corresponde, para que traten de apartar Al que está sentado en el Trono y al Cordero: la alabanza, el
honor y la gloria y él imperio por los siglos de los siglos (Apoc
o corregir cualesquiera abusos, excesos O' defectos que acaso se
5,13-14).
hubieran introducido y restauren todo conforme a la mejor ala-
banza de Cristo y de Dios, Enseñen, pues, a los fieles que el au-
CAPÍTULO VIII
téntico culto a los santos no consiste tanto en la multiplicidad de
los actos exteriores cuanto en la intensidad de un amor práctico, LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, MADRE DE
por el cual, para mayor bien nuestro y de la Iglesia, buscamos DIOS EN EL MISTERIO DE CRISTO Y DE LA IGLESIA
en los santos «el ejemplo de su vida, la participación de su inti-
midad y la ayuda de su intercesión» z3. Y por otro lado expliquen I. PROEMIO
a los fieles que nuestro trato con los bienaventurados, si se con- [La Bienaventurada Virgen Marta en el Misterio de Cristo'}
sidera en la plena luz de la fe, lejos de atenuar el culto latréutico
debido a Dios Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo, más bien lo 52. El benignísimo y sapientísimo Dios, al querer llevar a
término la redención del mundo, cuando llegó la plenitud del
enriquece ampliamente 2 \
tiempo, envió a su Hijo hecho de mujer... para que recibiésemos
Porque todos los que somos hijos de Dios y constituimos la adopción de hijos (Gal 4,4-5). «El cual por nosotros, los hom-
una familia en Cristo (cf. Hebr 3,6), al unirnos en mutua caridad bres, y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encar-
y en la misma alabanza de la Trinidad, correspondemos a la ín- nó, por obra del Espíritu Santo, de María Virgen» *. Este mis-
tima vocación de la Iglesia y participamos 23 con gusto anticipado terio divino de salvación se nos revela y continúa en la Iglesia,
de la liturgia de la gloria perfecta del cielo. Porque cuando Cristo a la que el Señor constituyó como su Cuerpo, y en ella los fieles,
aparezca y se verifique la resurrección gloriosa de los muertos, la unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos sus Santos,
claridad de Dios iluminará la ciudad celeste y su Lumbrera será deben también venerar la memoria, «en primer lugar, de la glo-
el Cordero (cf. Apoc 21,24). Entonces toda la Iglesia de los riosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor
santos, en la suma beatitud de la caridad, adorará a Dios y al Jesucristo» 2 .
Cordero que jue inmolado (Apoc 5,12), a una voz proclamando:
Sedenti in throno, et Agno; benedictio, et honor, et gloria, et poteslas in
proponit. Simül autem pro pastorali sua sollicitudine omnes ad quos speotat saecula saeculorum (Apoc 5,13-14).
hortatur, ut si qui abusus, excessus vel defectus hic illicve irrepserint, eos
areere aut corrigere satagant ac omnia ad pleniorem Christi et Dei laudem CAPUT VIII
instaurent. Doceant ergo fideles authenticum Sanctorum cultum non tam
in acitiuumi exteriorum multiplicitate quam potius in intensitate amoris nostri DE BEATA MARÍA VIRGINE DEIPARA IN MYSTERIO
CHRISTI ET ECCLESIAE
actoosi consistere, quo, ad maius nostrum et Ecclesiae bonum, Sanctorum
quaerimus «et conversatione exemplum et communione consortium, et in- I. PROOEMIUM
tercessione subsidium»'". Ex altera vero parte instruant fideles nostram
cum caelitibus conversationem, dummodo haec in pleniore fidei luce con- 52. Benignissimus et sapientissimus Deus, mundi redemptionem com-
cipiatur, nequáquam extenuare latreuticum cultum, Deo Patri per Christum plere volens, ubi venit plenitudo temporis, misit Filium suum, factum ex
in Spiritu tributum, sed illum e contra impensius ditare 24. muliere, ... ut adoptionem jiliorum reciperemus (Gal 4,4-5). «Qui propter
Nam omnes qui filii Dei isumus et unam familiam in Christo constitui- nos hotnines et propter nostram salutem descendit de caelis, et incarnatus
mus (cf. Hebr 3,6), dum in mutua caritate et una sanctissimae Trinitatis est de Spiritu Sancto ex María Virgine» \ Quod salutis divinum mysterium
laude invicem communicamus, intimae Ecclesiae vocationi correspondemus nobis revelatur et continuatur in Ecclesia, quam Dominus ut corpus suum
et consummatae gloriae liturgiam praegustando participamus ~s. Quando constituir, et in qua fideles Christo Capiti adhaerentes atque cum ómnibus
enim Christus apparebit et gloriosa mortuorum resurrectio erit, claritas sanctis Eius communicantes, memoriam etiam venerentur oportet «in pri-
Dei illuminabit caelestem Civitatem et eius lucerna erit Agnus (cf. Apoc mis gloriosae semper Virginis Mariae, Genitricis Dei et Domini nostri
lesu Christi» a .
21,24). Tune tota Ecclesia sanctorum in summa caritatis beatitudine ado-
rabit Deum et Agnum qut occisus est (Apoc 5,12), una voce proclamans: 1
Credo de la misa romana: Símbolo constantinopolitano: MANSI, 3.566. Cf. CONC.
EFESINO, ibid., 4,1130 (c. ibid., 2,665 y 4,1071); CONC CALCEDONENSE, ibid., 7,111-
23
«Ex Praefatione, aliquibus dioecesibus concessa». 116;2 CONC CONSTANTINOPOLITANO II, ibid., 9,375-396.
24
Cf. SAN PEDRO CANISIO, Catechismus Maior seu Summa Doctrinae christianae Canon de la misa romana.
c.3 23(ed. erit. F. STEEICHER) I p.15-16 n.44 y p.100-101 ti.49.
Cf. CONC. VATICANO II, const. De Sacra Liturgia c. 1 n.8.
90 C.8. La Virgen María. 54-55 91
Constitución sobre la Iglesia. 53-54
[La Bienaventurada Virgen y la Iglesia} cial de los creyentes, sin que tenga la intención de proponer una
completa doctrina de María, ni tampoco dirimir las cuestiones no
53. En efecto, la Virgen María, que según el anuncio del
llevadas a una plena luz por el trabajo de los teólogos. «Conser-
ángel recibió al Verbo de Dios en su corazón y en su cuerpo
van, pues, su derecho las sentencias que se proponen libremente
y entregó la vida al mundo, es conocida y honrada como verda-
en las escuelas católicas sobre Aquella que en la santa Iglesia
dera Madre de Dios Redentor. Redimida de un modo eminente,
ocupa, después de Cristo, el lugar más alto y el más cercano a
en atención a los méritos futuros de su Hijo y a El unida con
nosotros» 4 .
estrecho e indisoluble vínculo, está enriquecida con la suma pre-
rrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo y, por tanto,
la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu Santo; con II. O F I C I O DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN EN LA ECONOMÍA
un don de gracia tan eximia, antecede con mucho a todas las DE LA SALVACIÓN
criaturas celestiales y terrenas. Al mismo tiempo ella está unida [La Madre del Mesías en el Antiguo Testamento']
en la estirpe de Adán con todos los hombres que han de ser sal-
55. La Sagrada Escritura del Antiguo y del Nuevo Testa-
vados; más aún, es verdaderamente madre de los miembros de
mento y la venerable Tradición muestran en forma cada vez más
Cristo por haber cooperado con su amor a que naciesen en la
clara el oficio de la Madre del Salvador en la economía de la
Iglesia los fieles, que «son miembros de aquella cabeza» 3 , por
salvación, y, por así decirlo, lo muestran ante los ojos. Los libros
lo que también es saludada como miembro sobreeminente y del
del Antiguo Testamento describen la historia de la salvación, en
todo singular de la Iglesia, su prototipo y modelo destacadísimo
la cual se prepara, paso a paso, el advenimiento de Cristo al
en la fe y caridad y a quien la Iglesia católica, enseñada por el
mundo. Estos primeros documentos, tal como son leídos en la
Espíritu Santo, honra con filial afecto de piedad como a Madre
Iglesia y son entendidos bajo la luz de una ulterior y más plena
amantísima.
revelación, iluminan cada vez con mayor claridad la figura de la
[Intención del Concilio'] mujer Madre del Redentor; ella misma, bajo esta luz, es insinua-
54. Por eso, el sacrosanto Sínodo, al exponer la doctrina de da proféticamente en la promesa de victoria sobre la serpiente
la Iglesia, en la cual el divino Redentor realiza la salvación, quie- dada a nuestros primeros padres, caídos en pecado (cf. Gen 3,15).
re aclarar cuidadosamente tanto la misión de la Bienaventurada Así también, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo
Virgen María en el misterio del Verbo Encarnado y del Cuerpo cuyo nombre será Emmanuel (cf. Is 7,14; Mich 5,2-3; Mt 1,
místico como los deberes de los hombres redimidos hacia la Ma-
matrem hominum, máxime fidelium, quin tamen in animo habeat comple-
dre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, en espe- tam de Maria proponere doctrinam, ñeque quaestiones labore theologorum
nondum ad plenam lucem perductas dirimere. Servantur itaque in suo
53. Virgo enim María, quae Angelo nunriante Verbum Dei corde et iure sententiae, quae in scholis catholicis libere proponuntur de Illa, quae
corpore suscepit et Vitam mundo protulit, ut vera Mater Dei ac Redemp- in Sancta Ecclesia locum oceupat post Christum altissimum nobisque má-
toris agnoscitur et honoratur. Intuitu meritorum Filii sui sublimiore modo xime propinqiuum *.
redempta Eique arcto et indissolubili vinculo unita, hoc summo muñere
ac dignitate ditatur ut sit Genitrix Dei Filii, ideoque praedilecta filia Pa-
tris necnon sacrarium Spiritus Sancti, quo eximiae gratiae dono ómnibus II. D E MUÑERE B. VIRGINIS IN OECONOMIA SALUTIS
alus creaturis, caelestibus et terrestribus, longe antecellit. Simul autem cum
ómnibus hominibus salvandis in stirpe Adam invenitur coniuncta, immo 55. Sacrae Litterae Veteris Novique Testamenti et veneranda Tradi-
«plañe mater membrorum (Christi), ... quia cooperata est caritate ut fide- tio tnunus Matris Salvatoris in salutis oeconomia modo magis magisque
les in Ecclesia nascerentur, quae illius Capitis membra sunt» 3. Quapropter dilucido ostendunt et veluti conspiciendum proponunt. Libri quidem Ve-
etiam ut supereminens prorsusque singulare membrum Ecclesiae necnon teris Testamenti historiam salutis, qua Christi in mundum adventus lento
eius in fide et caritate typus et exemplar spectatissimum salutatur eamque gradu praeparaitur, describunt. Quae primaeva documenta, qualiter in Ec-
Catholica Ecclesia, a Spiritu Sancto edocta, filialis pietatis affectu tam- clesia leguntur et sub luce ulterioris et plenae revelationis intelliguntur,
quam matrem amantissimam prosequitur. clarius pedetentim in lucem proferunt figuram mulieris, Matris Redempto-
ris. Ipsa, sub hac luce, iam prophetice adumbratur in promissione, Japsis
54. Ideo Sacrosancta Synodus, doctrinam de Ecclesia, in qua divinus in peccatum primis parentibus data, de victoria super serpentem (cf. Gen
Redemptor salutem operatur, exponens, ¡Ilustrare sedulo intendit tum mu- 3,15). Similiter haec est Virgo quae concipiet et pariet Filium, cuius nomen
nus Beatae Virginis in mysterio Incarnati Verbi et Corporis Mystici, vocabitur Emmanuel (cf. Is 7,14; Mich 5,2-3; Mt 1,22-23). Ipsa prae-
tum hominum redemptorum officia erga Deiparam, matrem Christi et
4
3 Cf. PABLO VI, Allocutio tn Concilio, 4 dic. 1963 : AAS 56 (1964) 37.
SAN AGUSTÍN, De s. virgimtate 6: PL 40,399.
C.8. La Virgen María. 56-57 93
92 Constitución sobre la Iglesia. 55-56
mentó de pecado alguno, se consagró totalmente a sí misma, cual
22-23). Ella misma sobresale entre los humildes y pobres del Se- esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo
ñor, que de El esperan con confianza la salvación. Enfin,con ella, al misterio de la Redención con El y bajo El, por la gracia de
excelsa Hij a de Sión, tras larga espera de la promesa, se cumple Dios omnipotente. Con razón, pues, los Santos Padres estiman
la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía, cuan- a María no como un mero instrumento pasivo, sino como una
do el Hijo de Dios asumió de ella la naturaleza humana para cooperadora a la salvación humana por la libre fe y obediencia.
librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne. Porque ella, como dice San Ireneo, «obedeciendo fue causa de la
[María en la anunciación} salvación propia y de la del género' humano entero» 8. Por eso
no pocos padres antiguos, en su predicación, gustosamente afir-
56. El Padre de las Misericordias quiso que precediera a la man: «El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la
encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada, para obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por la increduli-
que así como la mujer contribuyó a la muerte, así también con- dad, la Virgen María lo desató por la fe» '; y comparándola con
tribuyera a la vida. Lo cual vale en forma eminente de la Madre Eva, llaman a María «Madre de los vivientes» s, y afirman con
de Jesús, que difundió en el mundo la vida misma que renueva mayor frecuencia: «la muerte vino por Eva; por María, la vida» '.
todas las cosas, y fue enriquecida por Dios con dones dignos de
tan gran dignidad. Por eso no es extraño que entre los Santos Pa- [La Bienaventurada Virgen y el Niño Jesús]
dres fuera común llamar a la Madre de Dios toda santa e inmu-
ne de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu 57. La unión de la Madre con el Hijo en la obra de la sal-
Santo y hecha una nueva criaturas. Enriquecida desde el primer vación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal
instante de su concepción con esplendores de santidad del todo de Cristo hasta su muerte; en primer término, cuando María se
singular, la Virgen Nazarena es saludada por el ángel por man- dirige a toda prisa a visitar a Isabel, es saludada por ella a causa
dato de Dios como llena de gracia (cf. Le 1,28), y ella responde de su fe en la salvación prometida y el precursor saltó de gozo
al enviado celestial: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí (cf. Le 1,41-45) en el seno de su Madre; y en la Natividad,
según tu palabra (Le 1,38). Así, María, hija de Adán, aceptando cuando la Madre de Dios, llena de alegría, muestra a los pasto-
la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús, y, abrazando la vo- res y a los Magos a su Hijo primogénito, que lejos de disminuir
luntad salvífica de Dios con generoso corazón y sin el impedi-
peccato, complectens, semetipsam ut Domini ancillam personae et operi
Filii sui totaliter devovit, sub Ipso et cum Ipso, omnipotentis Dei gratia,
cellit Ínter humiles ac pauperes Domini, qui salutem cum fidueia ab Eo mysterio redeptionis inserviens. Mérito igitur SS. Paires Mariam non mere
sperant et accipiunt. Cum Ipsa tándem praecelsa Filia Sion, post diuturnam passive a Deo adhibitam, sed libera fide et oboedientia humanae salud
exspectationem promissionis, complentur témpora et nova instauratur cooperantem censent. Ipsa enim, ut ait S. Irenaeus, «oboediens et síbí et
Oeconomia, guando Filius Dei humanam naturam ex ea assumpsit, ut universo generi humano causa facta est salutis» 6. Unde non paucí Parres
mysteriis carnis suae hominem a peccato liberaret. antiqui in praedicatione sua cum eo libenter asserunt: «Hevae inoboedien-
56. Voluit autem misericordiarum Pater, ut acceptatio praedestinatae tiae nodum solutionem accepisse per oboedientiam Mariae; quod alligavit
matris incarnationem praecederet, ut sic, quemadmodum femina contulit virgo Heva per incredulitatem, hoc virginem Mariam solvisse per fidem» ;
ad mortem, ita etiam femina conferret ad vitam. Quod praecellentissime et comparatione cum Heva instkuta, Mariam «matrem viventium» ap-
valet de Matre Iesu, quae ipsam Vitam, omnia renovantem, mundo effudit, pellant 8 , saepiusque affirmant: «mors per Hevam, vita per Mariam» 9 .
et a Deo donis tanto muñere dignis praedita est. Unde nii mirum apud 57. Haec autem Matris cum Filio in opere ¡sakitari coniunctio a tem-
Sanctos Paires usum invaluisse quo Deiparam appellarunt totam sanctam pore virginalis conceptionis Christi ad Eius usque mortem manifestatur;
et ab omni peccati labe immunem, quasi a Spiritu Sancto plasmatam no- in primis quidem cum María, exsurgens cum festinatione ad visitandam
vamque creaturam formatam 5 . Singularis prorsus sanctitatis splendoribus Elisabeth, ab ea ob fidem suam in salutem protnissam beata salutatur et
a primo instante suae conceptionis ditata, Nazarethana Virgo ab Angelo praecursor in sinu matris exsultavit (cf. Le 1,41-45); in natívitate vero,
nuntiante, Dei mandato, ut gratia plena, salutatur (cf. Le 1,28), et caelestí cum Deipara Filium suum primogenitum, qui virginalem eius integritatem
nuntio ipsa respondet: Ucee Ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum
tuum (Le 1,38). Ita María filia Adam, verbo divino consentiens, facta est r
' SAN IRENEO, Adv. haer. III 22,4: PG 7.959A; HARVEY, 2.123.
Mater Iesu, ac salvificam voluntatem Dei, pleno corde et nullo retardata 7
SAN IRENEO, ibid.; HARVEY, 2,124.
8
5 9
SAN EPIFANIO, Haer. 78,18: PG 42.728CD-729AB.
Cf. SAN GERMÁN CONST., Hom. in Annunt. Deiparae: PG 98.328A; In Dorm. SAN JERÓNIMO, Epist. 22,21: PL 22,408. Cf. SAN AGUSTÍN, Serm. 51,2,3: P1-
2, col.357; ANASTASIO ANTIOCH.. Serm. 2 de Annunt. 2 : PG 89.1377AB; Serm. 3,2, 38,335; Serm. 232,2, col.1108; SAN CIRILO JEROS.. Catech. 12,15: PG 33.741AB;
col.L388C; SAN ANDRÍSS CRKT., Can. in II. V. Hat. 4 : PG 97.1321B; In Ti. V. Nal. SAN J. CRISÓSTOMO, In Ps. 44,7: PG 55,193; S. J. DAMASCENO, Hom. 2 in dorm.
1, c o l . 8 1 2 A ; Hom. in dorm. 1, C0I.IO68C; S A N S O F R O N I O , Or. 2 in Annunt. 18: n. M. V. 3 : PG 96,728.
P G 87 (3) 3237BD.
C.8. La Virgen María. 58-59 95
94 Constitución sobre la Iglesia. 57-58
dada como Madre al discípulo por el mismo Cristo Jesús, mo-
consagró su integridad virginal10. Y cuando, ofrecido el rescate
ribundo en la cruz, con estas palabras: ¡Mujer, he ahí a tu hijo!
de los pobres, lo presentó al Señor, oyó al mismo tiempo a Si-
(lo 19,26-27) ".
meón que anunciaba que el Hijo sería signo de contradicción y
que una espada atravesaría el alma de la Madre para que se ma- [La Bienaventurada Virgen después de la ascensión}
nifestasen los pensamientos de muchos corazones (cf. Le 2,34-35). 59- Comoquiera que plugo a Dios no manifestar solemne-
Al Niño Jesús perdido y buscado con dolor, sus padres lo halla- mente el sacramento de la salvación humana antes de derramar
ron en el templo, ocupado en las cosas que pertenecían a su Pa- el Espíritu prometido por Cristo, vemos a los apóstoles antes del
dre, y no entendieron su respuesta. Mas su Madre conservaba día de Pentecostés perseverar unánimemente, en la oración, con
en su corazón, meditándolas, todas estas cosas (cf. Le 2,41-51). las mujeres y María la Madre de Jesús y los hermanos de Este
(Act 1,14), y a María implorando con sus ruegos el don del
[La Bienaventurada Virgen en el ministerio público de Jesús}
Espíritu Santo, quien ya la había cubierto con su sombra en la
58. En la vida pública de Jesús, su Madre aparece signi- anunciación. Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada in-
ficativamente: ya al principio, durante las bodas de Cana de mune de toda mancha de culpa original12, terminado el curso de
Galilea, movida a misericordia, consiguió por su intercesión el la vida terrena, en alma y en cuerpo fue asunta a la gloria celes-
comienzo de los milagros de Jesús Mesías (cf. lo 2,1-11). En tial " y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para
el decurso de la predicación de su Hijo recibió las palabras con que se asemejara más plenamente a su Hijo, Señor de los que
las que (cf. Le 2,19 y 51), elevando el Reino de Dios por sobre dominan (Apoe 19,16) y vencedor del pecado y de la muerte".
los motivos y vínculos de la carne y de la sangre, proclamó bien-
aventurados a los que oían y observaban la palabra de Dios, como genitae immolationi amanter consentiens; ac demum ab eodem Christo Iesu
ella lo hacía fielmente (cf. Me 3,35 par.; Le 11,27-28). Así tam- jn cruce moriente uti mater discípulo, hisce verbis data est: Mulier, ecce
bién la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la filius tuus (lo 19,26-27) " .
59- Cum vero Deo placuerit humanae salutis sacramentum non ante
fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, en solemniter manifestare quam promissum a Christo Spiritum effunderet,
donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cf. lo 19,25), Apostólos videmus ante diem Pentecostés perseverantes unanimiter in ora-
se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con tione cum mulieribus, et Maria Matre Iesu et jratribus Eius (Act 1,14),
corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la in- Mariam quoque precibus suis implorantem donum Spiritus, qui in Annun-
tiatione ipsam iam obumbraverat. Denique Immaculata Virgo, ab omni
molación de la víctima engendrada por Ella misma, y, por fin, fue originalis culpae labe praeservata immunis 12, expleto terrestris vitae cursu,
corpore et anima ad caelestem gloriam assumpta est I 3 , ac tamquam uni-
non minuit sed sacravit", pastoribus et Magis laetabunda ostendit. Cum versorum Regina a Domino exaltata, ut plenius conformaretur Filio suo,
autem Bum in templo, dono pauperum oblato, Domino praesentavit, audi- Domino Dominantium (cf. Apoc 19,16) ac peccati mortisque victori 14.
vit Simeonem simul praenuntiantem Filium futurum contradictionis signum 11
Cf. P í o X I I , e n e . Mystki Corporis, 29 j u n . 1943 : A A S 35 (1943) 247-248.
et matris animam gladium pertransiturum, ut revelarentur ex rnultis cor- 12
Cf. P í o I X , b u l a lnefjabilis, 8 d i c . 1 8 5 4 ; Acta Pii I X , 1 I p . 6 1 6 ; D E N Z .
dibus cogitationes (cf. Le 2,34-35). Puerum Iesum deperditum ac oum do- 1641 (2803).
13
Cf. PÍO X I I , const. apost. Munificentissimus, 1 n o v . 1 9 5 0 : A A S 42 (1950) ;
lóte quaesitum, parentes eius in templo invenerunt in his quae Patris Eius D E N Z . 2333 ( 3 9 0 3 ) . Cf. S A N J . D A M A S C E N O , Ene. in dorm. Dei genitricis h o m . 2 y 3 :
erant oceupatum; verbumque Filü non intellexerunt. Mater veto Eius om- P G 96,722-762, espec. c o l . 7 2 8 B ; S A N G E R M Á N C O N S T A N T I N O P . , In S. Dei gen. dorm.
nia haec in cotde suo meditabunda conservabat (cf. Le 2,41-51). s e r m . l : P G 98 (3) 3 4 0 - 3 4 8 ; s e r m . 3 , col.362 ; S A N M O D E S T O H I E R . , In dorm. SS. Dei-
parae: P G 86 (2) 3277-3311.
11
58. In vita publica Iesu, Mater Eius signanter apparet, in initio qui- Cf. PÍO X I I , e n e . Ad caeli Reginam, 11 oct. 1 9 5 4 : A A S 46 (1954) 6 3 3 - 6 3 6 ;
D E N Z . 3 9 1 3 S S . Cf. S A N A N D R É S C R E T . , Hom. 3 in dorm. SS. Deiparae: P G 97 1089-
dem, cum ad nuptias in Cana Galilaeae, misericordia permota, initium 1109; S A N J . D A M A S C E N O , De fide orth I V 1 4 : P G 94,1153-1168.
signorum Iesu Messiae intercessione sua induxit (cf. lo 2,1-11). In decursu
praedicationis Eius ¡suscepit verba, quibus Filius, Regnum ultra rationes et
vincula carnis et sanguinis exfolíeos, audientes et custodientes verbum Dei,
sicut ipsa fideliter faciebat (cf. Le 2,19 et 51), beatos proclamavit (cf. Me
3,35 par.; Le 11,27-28). Ita etiam B. Virgo in peregrinatione fidei proces-
sit, suamque unionem cum Filio fideliter sustinuit usque ad crucem, ubi
non sine divino consilio stetit (cf. lo 19,25), vehementer cum Unigénito
suo condoluit et sacrificio Eius se materno animo sociavit, victimae de se
10
Cf. CONC. LATERANENSE, año 649, caá.3: MANSI, 10,1151; SAN LEÓN M.,
Epist. ad Flan.: PL 54,759; CONC. CALCEDONENSE : MANSI, 7,462; SAN AMBROSIO,
De inslit. virg.: PL 16,320.
vt
C.8. La Virgen Maria. 61-62
96 Constitución sobre la Iglesia. 60-61
tauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es
III. L A BIENAVENTURADA VIRGEN Y LA IGLESIA nuestra Madre en el orden de la gracia.
[María, esclava del Señor, en la obra de la redención [Mediadora] "":;
y de la santificación}
62. Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la eco-
60. Único es nuestro Mediador según la palabra del Apos- nomía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asenti-
to! : Porque uno es Dios y uno el Mediador de Dios y de los hom- miento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de
bres, un hombre, Cristo Jesús, que se entregó ¿t Si mismo como la cruz hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues
precio de rescate por todos (1 Tim 2,5-6). Pero la misión mater- una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino
nal de María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni que continúa alcanzándonos, por su múltiple intercesión, los do-
disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien mues- nes de la eterna salvación ". Por su amor materno cuida de los
tra su eficacia. Porque todo el influjo salvífko de la Bienaven- hermanos de su Hijo que peregrinan y se debaten entre peligros
turada Virgen en favor de los hombres no es exigido por ninguna y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a
ley, sino que nace del divino beneplácito y fluye de la superabun-
la patria feliz. Por eso la Bienaventurada Virgen es invocada en
dancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella
la Iglesia con los títulos " de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Me-
depende totalmente y de la misma saca toda su virtud, y, lejos
de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con diadora. Lo cual, sin embargo, se entiende de manera que nada
Cristo. quite ni agregue 17 a la dignidad y eficacia de Cristo, único Me-
diador. Porque ninguna creatura puede compararse jamás con el
[Maternidad espiritual] Verbo encarnado nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio
61. La Bienaventurada Virgen, predestinada desde toda eter- de Cristo es participado de varias maneras, tanto por los minis-
nidad cual Madre de Dios junto con la encarnación del Verbo tros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios
por designio de la divina Providencia, fue en la tierra la escla- se difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así
recida Madre del divino Redentor y en forma singular la gene- también la única mediación del Redentor no excluye, sino que
rosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava
del Señor. grante caritate, ad vitam animarum supernaturalem restaurandam. Quam
ob causam mater nobis in ordine gratíae exstitit.
Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presen- 62. Haec autem in gratiae oeconomia maternitas Mariae indesinenter
tándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras perdurat, inde a consensu quem in Annuntiatione fideliter praebuit, quem-
El moría en la cruz, cooperó en forma del todo singular, por la que sub cruce incunctanter sustinuit, usque ad perpetúan! omnium eíecto-
obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la res- rum consummationem. In caelis enim assumpta salutiferum hoc munus non
deposuit, sed multiplici intercessione sua pergit in aeternae salutis donis
nobis conciliandis 15 . Materna sua caritate de fratribus Filü sui adhuc
III. D E BEATA VIRGINE ET ECCLESIA peregrinantibus necnon in periculis et angustiis versantibus curat, doñee ad
60. Unicus est Mediator noster secundum verba Apostoli: Unus enim felicem patriam perducantur. Propterea B. Virgo in Ecclesia, titulis Advo-
Deus, unus et Mediator Dei et hominum, homo Christus lesus, qui dedit catae, Auxiliatricis, Adiutricis, Mediatricis invocatur 16 . Quod tamen ita
redemptionem semetipsum pro ómnibus (1 Tim 2,5-6). Mariae autem ma- intelligitur, ut dignitati et effícacitati Christi unius Mediatoris nihil de-
ternum munus erga homines hanc Christi unicam mediationera nullo roget, nihil superaddat".
modo obscurat nec minuit, sed virtutem eius ostendit. Omnis enim saluta- Nulla enim creatura cum Verbo incarnato ac Redemptore connumerari
ris Beatae Virginis influxus in homines non ex aliqua rei necessitate, sed umquam potest; sed sicut sacerdotium Christi variis modis tum a ministris
ex beneplácito divino exoritur et ex superabundantia meritorum Christi tum a fideli populo partícipatur, et sicut una bonitas Dei in creaturis modis
profluit, Eius mediationi innititur, ab illa omnino dependet, ex eademque diversis realiter diffunditur, ita etiam única mediatio Redemptoris non ex-
totami virtutem haurit; unionem autem immediatam credentium cum Chtis-
to nullo modo impedir sed fovet. 15
Cf. KlEUTGEN, texto reformado De mysterio Verbi incarnati cA: MANsr, 5 3 .
290. Cf. SAN ANDRÉS CRET., In nat. Mariae serm.4: PG 97.865A; SAN GERMÁN
61. Beata Virgo, ab aeterno una cum divini Verbi incarnatione tam- CONSTANTINO?., In ann. Deiparae: PG 98.322BC; In dorm. Deiparae I I I : col.362D;
quam Mater Dei praedestinata, divinae Providentiae consilio, his in terris SAN J. DAMASCENO, In dorm. B. V. Mariae hom.l : PG 96.712BC-713A.
18
exstitit alma divini Redemptoris Mater, singulariter prae alus generosa Cf. LEÓN XIII, ene. Adiutricem populi, 5 sept. 1895 : ASS 15 (1895-96) 303 ;
socia, et humilis ancilla Domini. Christum concipiens, generans, alens, in SAN Pío X, ene. Ad diem illum, 2 febr. 1904: Acta I p.154; DENZ. 1978a (3370)';
Pío XI, ene. Miserentissimus, 8 mayo 1928: AAS 20 (1928) 178; Pfo XII, mensaje
templo Patri sistens, Filioque suo in cruce morienti compatiens, operi Sal- radiof., 13 mayo 1946: AAS 38 (1946) 266.
17
vatoris singular! prorsus modo cooperata est, oboedientia, fide, spe et íla- SAN AMBROSIO, Epist. 6 3 : PL 16.1218.
2. C.Vaticano 4
C.8. La Virgen María. 64-65 99
98 Constitución sobre la Iglesia. 62-63
{Fecundidad de la. Virgen y de la Iglesia"]
suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa
de la fuente única. 64. Ahora bien, la Iglesia, contemplando su arcana santidad
La Iglesia no duda en atribuir a María tal oficio subordi- e imitando su caridad, y cumpliendo fielmente la voluntad del
nado; lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón Padre, también ella es hecha Madre por la palabra de Dios, fiel-
de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se mente recibida; en efecto, por la predicación y el bautismo en-
unan más íntimamente al Mediador y Salvador. gendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por
el Espíritu Santo y nacidos de Dios. Y también ella es virgen
[María como Virgen y Madre, tipo de la Iglesia'] que custodia pura e íntegramente la fe prometida al Esposo, e
63. La Bienaventurada Virgen, por el don y la prerrogativa imitando a la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu San-
de la maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, to conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la
y por sus singulares gracias y dones, está unida también íntima- sincera caridad 20.
mente a la Iglesia. La Madre de Dios es tipo de la Iglesia, como
ya enseñaba San Ambrosio, a saber: en el orden de la fe, de la [Virtudes de María que han de ser imitadas por la Iglesia]
caridad y de la perfecta unión con Cristo 1S. Porque en el miste- 65. Mientras que la Iglesia en la Beatísima Virgen ya llegó a
rio de la Iglesia, que con razón también es llamada madre y vir- la perfección, por la que se presenta sin mancha ni arruga (cf. Eph
gen, la Bienaventurada Virgen María la precedió, mostrando en 5,27), losfieles,en cambio, aún se esfuerzan en crecer en la santi-
forma eminente y singular el modelo de la virgen y de la ma- dad venciendo al pecado, y por eso levantan sus ojos hacia María,
dre ", pues creyendo y obedeciendo engendró en la tierra al que brilla ante toda la comunidad de los elegidos como modelo de
mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón, cubierta con la virtudes. La Iglesia, reflexionando piadosamente sobre ella y con-
sombra del Espíritu Santo, como nueva Eva, prestando fe, no templándola en la luz del Verbo hecho hombre, llena de vene-
adulterada por duda alguna, no a la antigua serpiente, sino al ración entra más profundamente en el sumo misterio de la En-
mensajero de Dios. Dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó carnación y se asemeja más y más a su Esposo. Porque María,
como primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29), a saber: que, habiendo entrado íntimamente en la historia de la salvación,
los fieles, a cuya generación y educación coopera con materno amor. en cierta manera en sí une y refleja las más grandes exigencias
de la fe, mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes
cludit, sed suscitat variam apud creaturas participatam ex único fonte eo- hacia su Hijo y su sacrificio y hacia el amor del Padre. La Iglesia,
operationem.
Tale autem munus subordinatum Mariae Ecclesia profiteri non dubi-
tat, iugiter experitur et fidelium cordi commendat, ut hoc materno fulti 64. Iamvero Ecclesia, eius arcanam sanctitatem contemplans et ca-
praesidio Mediatori ac Salvatori intimius adhaereant. ritatem imitans, voluntatemque Patris fideliter adimplens, per verbum
Dei fideliter susceptum et ipsa fit mater: praedicatione enim ac baptismo
63- Beata autem Virgo divinae maternitatis dono et muñere, quo cum filios, de Spiritu Sancto conceptos et ex Deo natos, ad vitam novam et
Filio Redemptore unitur, -suisque singularibus gratiis et muneribus, etiam immortalem generat. Et ipsa est virgo, quae fidem Sponso datam integre
cum Ecclesia intime coniungitur: Deipara est Ecclesiae typus, ut iam doce- et puré custodit, et imitans Domini sui Matrem, virtute Spiritus Sancti,
bat S. Ambrosius, in ordine scilieet fidei, caritatis et perfectae cum Christo virginaliter servat integram fidem, solidam spem, sinceram icaritatem"".
unionis " . In rnysterio enim Ecclesiae, quae et ipsa iure mater vocatur et
virgo, Beata Virgo Maria praecessit, eminenter et singulariter tum virginis 65. Dum autem Ecclesia in Beatissima Virgine ad perfectionem iam
tum matris exemplar praebens 1B. Ctedens enim et oboediens, ipsum Fi- pertingit, qua sine macula et ruga existit (cf. Eph 5,27), christifideles
lium Patris in terris genuit, et quidem viri nescia, Spiritu Sancto obum- adhuc nituntur, ut devincentes peccatum in sanctitate crescant; ideoque
brata, tamquam nova Heva, non serpenti antiquo, sed Dei nuntio prae- oculos suos ad Mariam attollunt, quae toti electorum communitatí tamquam
stans fidem, nullo dubio adulteratam. Filium autem peperit, quem Deus exemplar virtutum praefulget. Ecclesia de Ea pie recogitans Eamque in
posuit primogenitum in multis fratribus (Rom 8,29), fidelibus nempe, ad lumine Verbi hominis facti contemplans, in summum incarnatíonis myste-
quos gignendos et educandos materno amore eooperatur. rium venerabunda penitius intrat, Sponsoque suo magis magisque con-
formatur. Maria enim, quae, in historiam salutis intime ingressa, máxima
18
SAN AMBROSIO, Bxpos. Le. II 7 : PL 15,1555. fidei placita in se quodammodo unit et reverberar, dum praedicatur et
10
Cf. Ps.-PEDRO DAM., Serm. 6 3 : PL 144.861AB; GODEFRIDO DE SAN VÍCTOR, colitur, ad Filium suum Eiusque sacrificium aíque ad amorem Patris cre-
ln nat. B. AI., ms. París, Ma2arine, 1002, fol.l09r; GERHOHUS REICH., De gloria
et honore Filii hominis 10: PL 194.1105AB. 20
SAN AMBROSIO, l.c. y Expos. Le. X 24-25: PL 15.1810; SAN AGUSTÍN. In lo.
ir.13,12: PL 35,1499. Cf. Serm. 191,2,3: PL 38,1010, etc. Cf. también VEN. BEDA,
In Le. Expos. I c.2 : PL 92,330; ISAAC DE ESTRELLA, Serm. 3 1 : PL 194.1863A.
C.8. La Virgen Marta. 66-67 101
100 Constitución sobre la Iglesia, 65-66
que es poderoso (Le 1,48). Este culto, tal como existió siempre
a su vez, buscando la gloria de Cristo, se hace más semejante a
en la Iglesia, aunque es del todo singular, difiere esencialmente
su excelso modelo, progresando continuamente en la fe, la espe-
ranza y la caridad, buscando y obedeciendo en todas las cosas la del culto de adoración que se da igualmente al Verbo encarnado y
divina voluntad. Por lo cual también en su obra apostólica la al Padre y al Espíritu Santo, y contribuye poderosamente a él.
Iglesia mira con razón hacia aquella que engendró a Cristo, conce- Pues las diversas formas de la piedad hacia la Madre de Dios, que
bido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente la Iglesia ha aprobado dentro de los límites de la doctrina sana y
para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones ortodoxa, según las condiciones de los tiempos y lugares y según
de los fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto la índole y modo de ser de los fieles, hacen que, mientras se honra
materno con el que es necesario estén animados todos los que a la Madre, el Hijo1, por razón del cual son todas las cosas
en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a (cf. Col 1,15-16) y en quien tuvo a bien el Padre que morase
los hombres. toda la plenitud (Col 1,19), sea mejor conocido, amado, glorifica-
do, y sean mejor cumplidos sus mandamientos.
IV. CULTO DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN EN LA IGLESIA
{Espíritu de la predicación y del culto}
{Naturaleza y fundamento del culto}
67. El sacrosanto Sínodo enseña en particular y exhorta al
66. María, que por la gracia de Dios, después de su Hijo, mismo tiempo' a todos los hijos de la Iglesia a que cultiven ge-
fue exaltada sobre todos los ángeles y los hombres, en cuan- nerosamente el culto, sobre todo litúrgico, hacia la Bienaven-
to que es la Santísima Madre de Dios, que intervino en los mis- turada Virgen, como también estimen mucho las prácticas y ejer-
terios d e Cristo, con razón es honrada con especial culto por la cicios de piedad hacia ella recomendados en el curso de los siglos
Iglesia. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos la Bien- por el Magisterio, y que observen religiosamente aquellas cosas
aventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, que en los tiempos pasados fueron decretadas acerca del culto de
a cuyo amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acu- las imágenes de Cristo, de la Bienaventurada Virgen y de los
den con sus súplicas ~\ Especialmente desde el Sínodo de Efeso, santos 22. Asimismo exhorta encarecidamente a los teólogos y a
el culto del Pueblo de Dios hacia María creció admirablemente los predicadores de la divina palabra que se abstengan con cui-
en la veneración y el amor, en la invocación e imitación, según dado tanto de toda falsa exageración como también de una exce-
las palabras proféticas de ella misma: Me llamarán bienaventu- siva estrechez de espíritu al considerar la singular dignidad de
rada todas las generaciones, porque hizo en mí cosas grandes el
dentes advocat. Ecclesia vero, gloriam Christi prosequens, praecelso suo generationes, quia fecit míhi magna qui potens est (Le 1,48). Qui cultus,
Typo similior efficitur, continuo progrediens in fide, spe et caritate, ac prout in Ecclesia semper exstitit, singularis omnino quamquam est, essen-
divinam voluntatem in ómnibus quaerens et obsequens. Unde etiam in tialiter differt a cultu adorationis, qui Verbo incarnato aeque ac Patri et
opere suo apostólico Ecclesia ad Eam mérito respicit, quae genuit Christum, Spiritui Sancto exhibetur, eidemque potissimum favet. Variae enim forrnae
ideo de Spiritu Sancto conceptum et de Virgine natum, ut per Ecclesiam in pietatis erga Dei Genitricem, quas Ecclesia intra limites sanae et ortho-
cordibus quoque fidelium nascatur et crescat. Quae Virgo in sua vita exem- doxae doctrinae, pro temporum et locorum conditionibus et pro Índole
plum exstkit materni illius affectus, quo euncti in missione apostólica ingenioque fidelium approbavit, id efficiunt ut, dum Mater honoratur, Fi-
Ecclesiae cooperantes ad regenerandos homines animentur oportet. lius, propter quem omnia (cf. Col 1,15-16) et in quo aeterno Patri com-
placuit omnem plenitudinem inhabitare (Col 1,19), rite noscatur, ametur,
glorificetur, Eiusque mandata serventur.
IV. D E CULTU BEATAE VIRGINIS IN ECCLESIA 67. Hanc catholicam doctrinam Sacrosancta Synodus consulto doeet,
simulque omnes Ecclesiae filios admonet, ut cultum, praesertim liturgicum,
66. Maria, per gratiam Dei post Filium prae ómnibus angelis et erga Beatam Virginem generóse foveant, praxes autem et exercitia pietatis
hominibus exaltata, utipote sanctissima Dei Mater, quae mysteriis Christi erga Eam saeculorum cursu a Magisterio commendata magni faciant et
interfuit, speciali cultu ab Ecclesia mérito honoratur. Et sane ab antiquis- ea quae anteactis temporibus de cultu imaginum Christi, Beatae Virginis et
simis temporibus Beata Virgo sub titulo «Deiparae» colitur, sub cuius Sanctorum decreta fuere, religiose servent 2 ". Theologos autem verbique
praesidium fideles in cunctis periculis et necessitatibus suis deprecantes divini praecones enixe exhortatur, ut aeque ab omni falsa superlatione,
confugiunt 21 . Inde praesertim ab Ephesina Synodo cultus populi Dei quemadmod'um et a nimia mentís angustia, in singulari Deiparae dignitate
erga Mariam mirabiliter crevit in veneratione et dilectione, in invocatione
et imitatione, secundum ipsius verba prophetica: Beatam me dicent omnes - CONC. NICENO II, año 787: MANSI, 13,378-379; DENZ. 302 (600-601); CONC.
21 THIDENT., ses.25: MANSI, 33,171-172.
«Sub tuum praesidium».

i
102 Constitución sobre la Iglesia. 67-68 C.8. La Virgen María. 69 103
23
la Madre de Dios . Cultivando el estudio de la Sagrada Escri- [Que nos alcance formar un solo pueblo}
tura, de los Santos Padres y doctores y de las liturgias de la
69- Ofrece gran gozo y consuelo para este sacrosanto Si-
Iglesia, bajo la dirección del Magisterio, ilustren rectamente los
nodo el hecho de que tampoco falten entre los hermanos sepa-
dones y privilegios de la Bienaventurada Virgen, que siempre es-
rados quienes tributan debido honor a la Madre del Señor y Sal-
tán referidos a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad;
vador, especialmente entre los orientales, que corren parejos 2i con
eviten celosamente todo aquello que, sea de palabra, sea de obra,
nosotros por su impulso fervoroso y ánimo devoto en el culto
pueda inducir a error a los hermanos separados o a cualesquiera
de la siempre Virgen Madre de Dios. Ofrezcan todos los fieles
otros acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia. Recuerden,
súplicas insistentes a la Madre de Dios y Madre de los hombres
pues, los fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un
para que ella, que estuvo presente a las primeras oraciones de
afecto estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que pro-
la Iglesia, ahora también, ensalzada en el cielo sobre todos los
cede de la fe verdadera, por la que somos conducidos a conocer la
bienaventurados y los ángeles, en la comunión de todos los san-
excelencia de la Madre de Dios y somos excitados a un amor
tos, interceda ante su Hijo para que las familias de todos los
filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes.
pueblos, tanto los que se honran ron el nombre cristiano como
los que aún ignoran al Salvador, sean felizmente congregados
V. MARÍA, SIGNO DE ESPERANZA CIERTA Y CONSUELO PARA EL con paz y concordia en un solo pueblo de Dios para gloria de
PUEBLO DE Dios PEREGRINANTE la Santísima e individua Trinidad.
[Antecede con su luz al pueblo de Dios} Todas y cada una de las cosas que en esta constitución dog-
mática han sido consignadas han obtenido el placet de los Pa-
68. Entre tanto, la Madre de Jesús, de la misma manera
dres. Y Nos, en virtud de la potestad apostólica a Nos confiada
que ya glorificada en los cielos en cuerpo y en alma es la ima-
por Cristo1, todo ello, juntamente con los venerables Padres, lo
gen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el fu-
aprobamos, decretamos y estatuimos en el Espíritu Santo, y or-
turo siglo, así en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor
denamos que lo así establecido por el Sínodo se promulgue para
(cf. 2 Petr 3,10), antecede con su luz al pueblo de Dios pere-
gloria de Dios.
grinante, como signo de esperanza segura y de consuelo.
En Roma, en San Pedro, 21 de noviembre de 1964.
consideranda sedulo abstineant M . Studium Sacrae Seripturae, Sanctorum Yo, PABLO, obispo de la Iglesia católica.
Patrum et Doctorum Ecclesiaeque liturgiarum sub ductu Magisterii exco-
lentes, recte illustrent muñera et privilegia Beatae Virginis, quae semper 69. Sacrosanctae huic Synodo magnum affert gaudium et solatium,
Christum spectant, totius veritatis, sanctitatis et pietatis originem. Sedulo etiam ínter fratres seiunctos non deesse, qui Matri Domini ac Salvatoris
arceant quaecumque sive in dietis sive in factis fratres seiunctos vel alios debitum afferunt honorem, speciatim apud Orientales, qui ad cultum
quoscumque in errorem circa veram Ecclesiae doctrinam inducere possent. Deiparae semper Virginis férvido impulsu ac devoto animo concurrunt 31 .
Meminerint porro fideles veram devotionem ñeque in sterili et transitorio Universi christifideles supplicationes instantes ad Matrem Dei et Matrem
affectu, ñeque in vana quadarn credulitate consistere, sed a vera fide proce- hominum effundant, ut Ipsa, quae primitiis Ecclesiae precibus suis adstitit,
deré, qua ad Dei Genitricis excellentiam agnoscendam adducitnur, et ad nunc quoque in cáelo super omnes beatos et angelos exaltara, in omnium
filialem erga Matrem nostram amorem eiusq-ue virtutum imitationem ex- Sanctorum Communione apud Filium suum intercedat, doñee cunctae
citamur. familiae populorum, sive quae christiano nomine decorantur, sive quae
Salvatorem suum adhuc ignorant, cum pace et concordia in unum Populum
V. MARÍA, SIGNUM CERTAE SPEI ET SOLATII PEREGRINANTI POPULO D E I Dei feliciter congregentur, ad gloriam Sanctissimae et individuae Trinitatis.
Haec omnia et singula quae in hac Constitutione dogmática edicta sunt
68. Interim autem Mater Iesu, quemadmodum in caelis corpore et placuerunt Patribus. Et Nos, Apostólica a Christo Nobis tradita potestate,
anima iam glorificata, ¡mago et initium est Ecclesiae in futuro saeculo illa 'Una cum Venerabilibus Patribus, in Spirku Sancto approbamus, decer-
consummandae, ita his in terris, quoadusque advenerit dies Domini nimus ac statuimus et quae ita synodaliter statuta sunt ad Dei gloriam
(cf. 2 Petr 3,10), tamquam signum certae spei et solatii peregrinanti Po- promulgan iubemus.
pulo Dei praelucet. Romae, apud S. Petrum, die xxi mensis Novembris anno MCMLXIV.
23
Cf. Pfo XII, mensaje tadiof., 24 oct. 1954: AAS 46 (1954) 679; ene. Ad caeli Ego PAULUS, Catholicae Ecclesiae Episcopus.
Reginam, 11 oct. 1954: AAS 46 (1954) 637.
21
Cf. Pío XL ene. Ecclesiam Dei, 12 nov. 1923: AAS 15 (1923) 581; Pío XII
ene. Fulgeni corona, 8 sept. 1953: AAS 45 (1953) 590-591.
104 Constitución sobre la Iglesia Nota explicativa previa 105
Por autoridad superior se comunica a los Padres la nota ex-
NOTIFICACIONES
plicativa previa a los Modos referentes al capítulo tercero del es-
COMUNICADAS POR EL EXCMO. SECRETARIO GENERAL DEL CONCILIO quema de Ecclesia. De acuerdo con el sentido y el tenor de esta
EN LA CONGREGACIÓN GENERAL 123, DEL DÍA 16 DE NOVIEMBRE nota debe explicarse y entenderse la doctrina expuesta en dicho
DE 1964 capítulo tercero.

Se ha preguntado cuál deba ser la calificación teológica de


la doctrina expuesta en el esquema de Ecclesia y que se somete «NOTA EXPLICATIVA PREVIA»
a votación.
La Comisión doctrinal ha respondido a la pregunta, al exa- «La Comisión ha decidido poner al frente de la discusión de
minar los Modos referentes al capítulo tercero del esquema de las enmiendas las siguientes observaciones generales:
Ecclesia, con las siguientes palabras:
1. a El término colegio no se entiende en un sentido estric-
«Como es por sí mismo evidente, el texto del Concilio debe
tamente jurídico, es decir, de una asamblea de iguales que con-
ser interpretado siempre según las reglas generales de todos co-
fieren su propio poder a quien los preside, sino de una asamblea
nocidas».
estable, cuya estructura y autoridad deben deducirse de la reve-
En esta ocasión, la Comisión doctrinal remite a su Declara-
lación. Por este motivo, en la respuesta a la enmienda 12 se dice
ción del 6 de marzo de 1964, cuyo texto transcribimos aquí:
explícitamente de los doce apóstoles que el Señor los constituyó
«Teniendo en cuenta la costumbre conciliar y el fin pastoral
«a manera de un colegio o asamblea estable»... Cf. también
del presente Concilio1, este santo Sínodo define que deben man-
Mod.53, c. Por la misma razón se aplican también con frecuen-
tenerse por la Iglesia como materias de fe o de moral solamente
cia al colegio de los obispos las palabras «orden» o «cuerpo». El
aquellas que como tales declarare abiertamente».
paralelismo entre Pedro y los demás apóstoles, por una parte, y
«Todo lo demás que el santo Sínodo propone como doctrina
el Sumo Pontífice y los obispos, por otra, no implica la transmi-
del supremo Magisterio de la Iglesia, todos y cada uno de los
sión de la potestad extraordinaria de los apóstoles a sus suceso-
cristianos deben recibirlo y abrazarlo de acuerdo' con la mente
res ni, como es evidente, la igualdad entre la Cabeza y los miem-
del propio santo Sínodo, la cual se conoce, ya por la materia con-
bros del colegio, sino solamente la proporcionalidad entre la pri-
creta, ya por la forma de expresión, según las normas de la in-
mera relación (Pedro-apóstoles) y la segunda (Papa-obispos). Por
terpretación teológica».
Superiore dein Auctoritate communicatur Patribus nota explicativa
NOTIFICATIONES praevia ad Modos circa caput tertium Schematis De Ecclesia, ad cuius notae
FACTAE AB EXCMO. SECRETARIO GENERALI SS. CONCILII IN CONGRETATIONE
mentem atque sententiam explican et intelligi debet doctrina in eodem
GENERALI CXXIII DIEI XVI NOV. MCMLXIV
capite tertio expósita.

Quaesitum est quaenam esse debeat qualijicatio theologica doctrinae,


quae in Schemate De Ecclesia exponiíur et suffragationi subicitur. NOTA EXPLICATIVA PRAEVIA
Commissio Doctrinalis quaesito responsionem dedit, in expendendis
Modis spectantibus ad caput tertium Schematis De Ecclesia, hisce verbis: «Commissio statuit expensioni Modorum sequentes observationes gene-
«Ut de se patet, textus Concilii semper secundum regulas generales, rales praemittere.
ab ómnibus cognitas, interpretandus est». 1.° Collegium non intelligitur sensu stricte iuridico, scilicet de coetu
Qua occasione Commissio Doctrinalis remittit ad suam Declarationem aequalium, qui potestatem suam praesidi suo demandarent, sed de coetu
6 martii 1964, cuius textura hic transcribieras: stabili, cuius structura et auctoritas ex Revelatione deduci debent. Qua-
«Ratione habita moris conciliaris ac praesentis Concilii finis pastoralis, propter in Responsione ad Modum 12 explicite de Duodecim dicitur quod
haec S. Synodus ea tantum de rebus fidei vel morum ab Ecclesia tenenda Dominus eos constituit «ad modum collegii seu coetus stabilis». Cf. etiam
definit, quae ut talia aperte ipsa declaraverit». Mod. 53, c. Ob eandem rationem, de Collegio Episcoporum passim etiam
«Cetera autem, quae S. Synodus proponit, utpote Supremi Ecclesiae adhibentur vocabula Ordo vel Corpus. Parallelismus inter Petrum ceteros-
Magisterii doctrinam, omnes ac singuli christifideles excipere et amplecti que Apostólos ex una parte, et Summum Pontificem et Episcopos ex altera
debent iuxta ipsius S. Synodi mentem, quae sive ex subiecta materia sive parte, non implicat transmissionem potestatis extraordinariae Apostolorum
ex dicendi ratione innotescit, secundum normas theologicae interpreta- ad successores eorum, ñeque, uti patet, aequalitatem inter Caput et mem-
tionis». bra Collegii, sed solam proportionalitatem inter primam relationem (Petrus-
106 Constitución sobre la Iglesia Nota explicativa previa 107

lo que la Comisión determinó escribir (n.22) no de la «misma», gánica, que exige forma jurídica y al mismo tiempo está animada
sino de «semejante» manera. Cf. Mod.57. por la caridad. Por lo que la Comisión determinó, casi con uná-
2. a El carácter de miembro del colegio se adquiere por la nime asentimiento, que había de escribirse «en jerárquica comu-
consagración episcopal y por la comunión jerárquica con la Ca- nión». Cf. Mod.40 y también lo que se dice de la misión canó-
beza y miembros del colegio. Cf. n. 22 § 1 al final. nica, sub. n.24.
En la consagración se da una participación ontológica de los Los documentos de los Sumos Pontífices contemporáneos so-
ministerios sagrados, como consta, sin duda alguna, por la tra- bre la jurisdicción de los obispos deben interpretarse en el senti-
dición, incluida la litúrgica. Intencionadamente se emplea la pa- do de esta necesaria determinación de potestades.
labra «ministerios» y no la palabra «potestades», porque esta 3. a Del colegio, que no se da sin su Cabeza, se dice: «Que
última podría entenderse de la potestad expedita para el ejerci- es sujeto1 también de la suprema y plena potestad sobre la Iglesia
cio. Para que se tenga tal potestad expedita debe añadirse la de- universal». Necesariamente hay que admitir esta afirmación para
terminación jurídica o canónica por la autoridad jerárquica. Esta no poner en peligro la plenitud de potestad del Romano Pon-
determinación de la potestad puede consistir en la concesión de tífice. Porque el término «colegio» comprende siempre y de for-
un oficio particular o en la asignación de subditos, y se confiere ma necesaria a su propia Cabeza, la cual conserva en el seno del
de acuerdo con las normas aprobadas por la suprema autoridad. colegio íntegramente su función de Vicario de Cristo y Pastor
Esta norma ulterior está requerida por la propia naturaleza de la de la Iglesia universal. La distinción no se da entre el Romano
cosa, ya que se trata de ministerios que deben ejercerse por mu- Pontífice y los obispos colectivamente considerados, sino entre
chos sujetos, que cooperan jerárquicamente por voluntad de Cris- el Romano Pontífice separadamente y éste junto con los obispos.
to. Es evidente que esta «comunión» en la vida de la Iglesia fue Por ser el Sumo Pontífice la Cabeza del colegio1, él por sí solo
aplicada, según las circunstancias de cada época, antes que queda- puede realizar ciertos actos que de ningún modo competen a los
se como codificada en el derecho. obispos; por ejemplo, convocar y dirigir al colegio, aprobar las
Por todo lo cual, de forma explícita se afirma que se requie- normas de acción, etc. Cf. Mod.81. Pertenece al juicio' del Sumo
re la comunión jerárquica con la Cabeza y miembros de la Igle- Pontífice, a quien está confiado el cuidado de todo el rebaño de
sia. La comunión es una noción que fue tenida en gran honor Cristo, determinar, según las necesidades de la Iglesia, que va-
en la Iglesia antigua, como hoy también sucede sobre todo en el rían con el decurso del tiempo, el modo que convenga tener en
Oriente. Su sentido no es un vago afecto, sino una realidad or- la realización de dicho cuidado, ya sea un modo' personal o un
Apostoli) et alteram (Papa-Episcopi). Unde Commissio statuit scribere quae iuridicam formad exigir, et simul caritate animatur. Unde Commissio,
in n.22: non eadem sed pari ratione. Cf. Modum 57. fere unanimi consensu, scribendum esse statuit: «in hierarchica commu-
2° Aliquis fit membrum Collegii vi consecrationis episcopalis et com- nione». Cf. Modum 40 et etiam illa quae dicuntur de missione canónica,
munione hierarchica cum Collegii Capite atque membris. Cf. n.22, § 1 in sub n.24.
fine. _ . . . . •*'! Documenta recentiorum Summorum Pontifkum circa iurisdictionem
In consecratione datur ontológica participado sacrorum munerum, ut Episcoporum interpretanda sunt de hac necessaria determinatione potes-
indubie constat ex Traditione, etiam litúrgica. Consulto adhibetur voca- tatum.
bulum munerum, non vero potestatum, quia haec ultima vox de potestate 3. a Collegium, quod sine Capite non datur, dicitur: «subiectum quo-
ad actum expedita intelligi posset. Ut vero talis expedita potestas habeatur, que supremae ac plenae potestatis in universam Ecclesiam existere». Quod
accederé debet canónica seu iuridica determinatio per auctoritatem hierar- necessario admittendum est, ne plenitudo potestatis Romani Pontificis in
chicam. Quae determinatio potestatis consistere potest in concessione par- discrimen poneretur. Collegium enim necessario et semper Caput suum
ticularis officii vel in assignatione subditorum, et datur iuxta normas cointelligit, quod in Collegio integrum servat suum munus Vicarii Christi
a suprema auctoritate adprobatas. Huiusmodi ulterior norma ex natura reí et Pastoris Ecclesiae universalis, A. v. distinctio non est ínter Romanum
requiritur, quia agitur de muneribus quae a pluribus subiectis, hierarchice Pontificem et Episcopos collective sumptos, sed ínter Romanum Ponti-
ex volúntate Christi cooperantibus, exerceri debent. Evidens est quod haec ficem seorsim et Romanum Pontificem simul cum Episcopis. Quia vero
«communio» in vita Ecclesiae secundum adiuncta temporum applicata est, Summus Pontifex est Caput Collegii, ipse solus quosdam actus faceré potest,
priusquam in iure velut codificata fuerit. qui Episcopis nullo modo competunt, v.gr. Collegium convocare et diri-
Quapropter signanter dicitur, requiri hierarchicam communionem cum gere, normas actionis approbare, etc. Cf. Modum 81. Ad iudicium Summi
Ecclesiae Capite atque membris. Communio est notio quae in antiqua Ec- Pontificis, cui cura totius gregis Christi commissa est, spectat, secundum
clesia (sicut etiam hodie praesertim in Oriente) in magno honore habetur. necessitates Ecclesiae decursu temporum variantes, determinare modum
Non intelligitur autem de vago quodam affectu, sed de realilate orgánica, quo haec cura actuari conveniat, sive modo personali, sive modo collegiali.
108 Nota explicativa previa 109
Constitución sobre la Iglesia
modo colegial. El Romano Pontífice, para ordenar, promover, N . B.—Sin la comunión jerárquica no puede ejercerse el mi-
aprobar el ejercicio colegial, con la mirada puesta en el bien de nisterio sacramental-ontológico, el cual debe distinguirse del as-
la Iglesia, procede según su propia discreción. pecto canónico-jurídico. La Comisión juzgó, sin embargo, que no
4. a El Sumo Pontífice, como Pastor supremo de la Iglesia, debía entrar en las cuestiones de licitud y validez, las cuales que-
puede ejercer libremente su potestad en todo tiempo, como lo dan a la discusión de los teólogos, especialmente en lo que toca
exige su propio ministerio. El colegio, sin embargo, aunque exis- a la potestad que de hecho se ejerce entre los orientales sepa-
te siempre, no por ello actúa en forma permanente con una acción rados, y sobre cuya explicación existen varias sentencias».
estrictamente colegial, como consta por la tradición de la Iglesia. f PERICLES FELICI,
No siempre se halla «en plenitud de ejercicio»; más aún, sólo Arzob. tit. Samosata, Secretario general
actúa a intervalos con actividad estrictamente colegial, y sólo con del Concilio Vaticano 11.
el consentimiento de su Cabeza. Se dice «con el consentimiento
N. B.—Sine communione hierarchica munus sacramenta¡le-ontologieum,
de su Cabeza» para que no se piense en una dependencia vincu- quod distinguendum est ab aspectu canonico-iuridico, exerceri non potest.
lada a algún extraño; el término «consentimiento» evoca, por el Commisio autem censuit non intrandum esse in quaestiones de liceitate
contrario, la comunión entre la Cabeza y los miembros, e implica et validitate, quae relinquuntur disceptationi theologorum, in specie quod
la necesidad del acto que compete propiamente a la Cabeza. Esto se attinet ad potestatem quae de facto apud Orientales seiunctos exercetur,
et de cuius explicatione variae exstant scntcntiae».
afirma explícitamente en el n.22 § 2, y se explica ibíd., al final.
La fórmula negativa «sólo» comprende todos los casos, por lo + PERICLES FELICI
que es evidente que las normas aprobadas por la suprema autori- Archiepiscopus tit. Samosatensis,
Ss. Oecumenici Concilii Vaticani 11
dad deben observarse siempre. Cf. Mod.84. Secretarius generalis.
En todo ello aparece claro que se trata de la unión de los
obispos con su Cabeza y nunca de la acción de los obispos inde-
pendientemente del Papa. En este caso, al faltar la acción de la
Cabeza, los obispos no pueden actuar como colegio, como lo
prueba la misma noción de «colegio». Esta comunión jerárquica
de todos los obispos con el Sumo Pontífice está reconocida so-
lemnemente sin duda alguna en la Tradición.

Romanus Pontifex ad eollegiale exercitium ordinandum, promovendum, ap-


probandum, intuitu boni Ecclesiae, secundum propriam discretionem pro-
cedit.
4.° Summus Pontifex, utpote Pastor Supremus Ecclesiae, suam potes-
tatem omni tempore ad placitum exercere potest, sicut ab ipso suo mu-
ñere requiritur. Collegium vero, licet semper exsistat, non propterea per-
manenter actione stricte collegiali agit, sicut ex Traditione Ecclesiae con-
stat. A. v. non semper est «in actu pleno», immo nonnisi per intervalla
actu stricte collegiali agit et nonnisi consentiente Capite. Dicitur autem
«consentiente Capitel), ne cogitetur de dependentia velut ab aliquo extraneo;
terminus «consentiens» evocat e contra communionem inter Caput et rnem-
bra, et implicat necessitatem actus qui Capiti proprie competir. Res affir-
matur explicite in n.22, § 2 et explicatur ibid., in fine. Formula negativa
«nonnisi» omnes casus comprehendit: unde evidens est quod normae a
suprema Auctoritate approbatae semper observari debent. Cf. Modum 84.
In ómnibus autem apparet quod agitur de coniunctione Episcoporum
cum Capite suo, numquam vero de actione Episcoporum independenter
a Papa. In quo casu, deficiente actione Capitis, Episcopi agere ut Col-
legium nequeunt, sicut ex notione «Collegii» patet. Haec hierarchica com-
munio omnium Episcoporum cum Summo Pontifice in Traditione certe
solemnis est.
COMENTARIOS A LA CONSTITUCIÓN
SOBRE LA IGLESIA
CAPÍTULO I

,/ \EL MISTERIO DE LA IGLESIA

INTRODUCCIÓN
Por Joaquín Salaverri, S. I.

1. Por ser Cristo luz de las gentes, este sagrado Concilio, re-
unido bajo la inspiración del Espíritu Samo, desea vehementemente
iluminar a todos los hombres con su claridad, que resplandece sobre
la jaz de la Iglesia, anunciando el Evangelio a toda criatura
(cj. Me 16-15). Y como la Iglesia es en Cristo como un sacramen-
to o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad
de todo el género humano, insistiendo en el ejemplo de los concilios
anteriores, se propone declarar con toda precisión a sus fieles y
a todo el mundo su naturaleza y su misión universal, has condi-
ciones de estos tiempos añaden a este deber de la Iglesia una mayor
urgencia, para que todos los hombres, unidos hoy más íntimamente
cotí toda clase de relaciones sociales, técnicas y culturales, consigan
también la plena unidad en Cristo.

La constitución dogmática De Ecclesia, proyectada por la co-


misión teológica preparatoria del Concilio y presentada en el aula
conciliar en 1962, comenzaba con las palabras «Aeternus Unige-
niti Pater». El número extraordinario de L'Osservatore Romano
del 11 de octubre de 1962, dedicado a la inauguración solemne
del Concilio en ese día, al pie de una espléndida fotografía del
Papa en colores, de la cubierta, llevaba el siguiente autógrafo:
Ecclesia Christi - lumen gentium. loannes XXIII P. P. La cons-
titución dogmática De Ecolesia, promulgada solemnemente en
1964, comienza afortunadamente con las palabras del gran pon-
tífice : «Lumen gentium» \
El Vaticano II es, sin duda, el Concilio que más por extenso
y con mayor originalidad nos ha expuesto la doctrina sobre la
Iglesia. La sola constitución dogmática «Lumen gentium» en ex-
tensión redaccional supera por lo menos en un cuarto a todo lo
que sobre la Iglesia trató y había proyectado tratar en sus dos es-
quemas el Vaticano I \
Juan XXIII, en su motu proprio Appropinquante Concilio, el
6 de agosto' de 1962, resumía en pocas palabras lo que había de
ser el contenido del Concilio: «instruir a los hombres en las co-
sas relativas a la fe y buenas costumbres, y recordar más y más
1
Véase el texto auténtico en AAS 57 (1965) 5-75.
- Los textos en ASS 6 (1870) 40-47; MANSI, 51,539-553; 53,308-317.
t
114 Joaquín Salaverri, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia. 1 115
cuál es la íntima naturaleza de la Iglesia, cuáles son sus deberes \
y sus fines» s. Como se ve, destacaba la atención primordial que VARIEDAD DE TEMAS SOBRE LA IGLESIA EN LOS CONCILIOS
el Concilio había de dedicar a la Iglesia. Después de definida en Trento, de frente al protestantismo, la
jerarquía de Orden y sus funciones esenciales s, el Vaticano I, en
L A «LUMEN GENTIUM» Y LOS OTROS TEMAS CONCILIARES los títulos de los 25 capítulos proyectados en sus dos esquemas,
No sólo en la Lumen gentium, uno también en todos los de- recogía los resultados de las investigaciones teológicas logradas
más esquemas, aparece manifiestamente que el Vaticano II se hasta el año 1870 sobre la Iglesia como Cuerpo místico y en cuan-
propuso estudiar la Iglesia en los principales de sus múltiples to instituida por Cristo como sociedad visible, indefectible, indis-
aspectos. Los temas de los demás documentos conciliares están pensable para salvarse, independiente del Estado y de índole je-
relacionados con los de la Iglesia y se pueden reducir a la doctrina rárquica, con potestades sagradas de jurisdicción y magisterio '.
sobre ella, a) De la Iglesia como depositaría de la verdad revela- Esos eran también los temas de actualidad entonces y que era ne-
da y como consagrada al culto y adoración de Dios tratan las cesario defender de las impugnaciones de los estatistas, indife-
constituciones De la divina revelación y De la sagrada liturgia, rentistas y racionalistas del siglo xix. Sobre todo era urgente
b) De la Iglesia en las funciones de sus órganos jerarquizados afianzar en el pensamiento de los fieles la fe en la potestad ma-
se ocupan los decretos sobre El cargo pastoral de los obispos, so- gisterial del Papa, en el grado supremo de su infalibilidad '.
bre Las Iglesias orientales, sobre El ministerio sacerdotal, sobre Esa diferencia que se advierte en la exposición de un mismo
La vida y apostolado de los religiosos, sobre La formación de los tema, como es el de la Iglesia, en los distintos Concilios, se expli-
sacerdotes, c) De la Iglesia en la vida de su múltiple apostolado ca por la finalidad propia del magisterio eclesiástico. Su función
entienden los decretos sobre La actividad misionera, sobre El no es mera ni principalmente teórica, sino sobre todo' apostólica
apostolado de los laicos, sobre Los instrumentos de comunicación y pastoral. De ahí que las enseñanzas de los Concilios estén con-
social, d) De la Iglesia en sus distintas relaciones a las diversas dicionadas por las exigencias de la vida del cristianismo, en con-
comunidades eclesiales o religiosas tratan el decreto sobre el tacto inevitable con las corrientes variables del pensamiento hu-
Ecumenismo, y las declaraciones sobre la libertad religiosa y sobre mano. La Iglesia, consciente de su deber pastoral, trata de dar
las religiones no cristianas, e) De la Iglesia como educadora del la respuesta adecuada a los interrogantes que en cada tiempo le
hombre y como promotora de las actividades humanas del mundo formula la vida de la fe y de la moral de los suyos. Como el Va-
se ocupan la declaración sobre la educación cristiana y la constitu- ticano I abordó los temas eclesiales exigidos por las orientacio-
ción pastoral sobre La Iglesia en el mundo de hoy. De suerte que nes de la vida y pensamiento a fines del siglo' xix, así el Vatica-
con razón se puede decir que todos los documentos del Vaticano II no II se ocupó valientemente de los aspectos de la Iglesia en
tienen por base la constitución dogmática De Ecclesia, giran en torno a los cuales la mentalidad de nuestro siglo formula los
torno a ella y tienden a complementar y aplicar a la vida sus fe- problemas más urgentes de la vida cristiana. De ahí la origina-
cundas enseñanzas. Por eso con acierto pudo afirmar Pablo VI, en lidad y actualidad de las cuestiones resueltas en el Vaticano II.
el discurso de clausura de la sesión segunda, que «en este Con- Esas cuestiones han surgido como espontáneamente: a) De la
cilio, continuador del Vaticano I, de lo que preponderantemente mayor promoción cultural y social de los individuos y sus agru-
se trata es de la Iglesia Santa»; idea que el mismo Pontífice des- paciones humanas; b) del impulso vigoroso del espíritu misional
arrolló más ampliamente en el discurso inaugural de la sesión y actividades de apostolado extendidas a todos los sectores; c) de
tercera 4 . la profunda religiosidad comunitaria promovida por la práctica
3
AAS 54 (1962) 610.
de la piedad litúrgica; d) del feliz encuentro dialogal de las igle-
1
AAS 56(1964) 36-37.809-813. sias, que caracteriza al movimiento ecuménico; e) de la intensa
Bibliografía abundante sobre la eclesiología en general, y en particular sobre los
distintos temas eclesiológicos, puede hallarse en nuestro tratado De Ecclesia Cbristi: renovación y mejor metodización de los estudios teológicos, exe-
Sacrae Theologiae Summa I, ed. 5.5, BAC (Madrid 1962) n.19-28, y al comienzo géticos e históricos; f) de las oportunísimas orientaciones y múl-
de cada tesis. Ulterior bibliografía puede verse en U. DOMÍNGUEZ DEL VAL, L*J
eclesiología en los últimos años (1950 1964) : Salmant 12 (1965) 319-394; A. A.' E S - 5
TEBAN ROÍMERO, El Colegio episcopal I (Madrid 1964) p.19-54. W. BEINERT, Vm Sesiones 13, 22 y 23, sobre el sacramento del orden y sobre la Eucaristía como
das dritte Kirchenattribut II (1964) p.589-629; «La Civiltá Cattolica» da abundante sacramento
8
y sacrificio.
bibliografía sobre los temas del Vaticano II en casi todos los fascículos, en las MANSI, 51,539-553; 53,308-317.
secciones que dedica a La preparación del Concilio y al Concilio Vaticano II, des- ' L'Ecclésiologie au XIX» siecle (obra de colaboración) ; Unam Sanctam 34
de 1962-IV p.288 hasta hoy. La misma bibliografía, completada, se hallará en G. CA- (1960) ; U BETTI, La costituzíone dommatica «Pastor aeternus» del Conc. Vat. 1
PRILE, S. I., Croniche del Conc. Vat. II: La Civiltá Cattolica vol.1-5 (1965). (1961); J. P. TORRELL, L'lnfaillib. pontif.: RvScPhTh 45 (1961) 229-45.

1
116 Joaquín Siilaverri, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia, 1 117
tiples enseñanzas de los pontífices romanos, desde León XIII has- envío a vosotros: Recibid el Espíritu Santo; a los que perdona-
ta Pablo VI. reis los pecados les serán perdonados, y a los que se los retuvie-
Certeramente recalca este último factor el actual Pontífice, reis les serán retenidos». «Todo lo que atareis en la tierra será
cuando en su encíclica Ecclesiam suam, como preludiando la cons- atado en los cielos, y lo que desatareis sobre la tierra será des-
titución Lumen gentium, dice que «sería prolijo mencionar los atado en los cielos». «Id, pues, y haced mis discípulos a todos
copiosísimos escritos de los teólogos que han tratado de la Igle- los hombres, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del
sia en éste y en el precedente siglo, como no menos largo sería Espíritu Santo, acostumbrándolos a observar todas las cosas que
enumerar los documentos en los que los obispos católicos y los os he mandado. El que creyere y se bautizare, se salvará, y el que
Sumos Pontífices expusieron un tema de tanta amplitud y tanta no creyere se condenará». «Y he aquí que yo estaré con vosotros
importancia. Sin embargo, no puede dejar de mencionar, como todos los días hasta la consumación de los siglos» 10.
merecedoras de peculiar alabanza, las admirables encíclicas Satis Estas solemnes y absolutas promesas son un elemento genui-
cognitum, de León XIII, y Mystici Corporis, de Pío XII, en las namente divino e indefectible, sobre el que descansa inconmo-
que con tanta amplitud y lucidez se propone la doctrina sobre vible el edificio de la Iglesia. El Cristo Redentor, anunciado y es-
la Iglesia» 8. A continuación no se dedigna Pablo VI de tributar perado en el Antiguo Testamento, ha venido ya. Con él la huma-
«honrosas y merecidas alabanzas a los hombres doctos de nues- nidad ha entrado en directa comunicación con Dios, y el Espíritu
tros días, que, siguiendo el ejemplo del magisterio católico, han Santo nos ha sido dado en don permanente y con largueza. El
sobresalido por la agudeza de ingenio y por la idoneidad para nuevo Pueblo de Dios, heredero legítimo de las divinas promesas,
investigar y exponer las sagradas disciplinas, contribuyendo efi- es la Iglesia de Cristo, que recibió de lo alto el Verbo del Padre,
cazmente a la labor acertada y fructífera de ilustrar con sus es- Mediador único entre Dios y los hombres, Pan sustancial de vida
critos la doctrina de la Iglesia» 9. Fruto en parte de las excelsas eterna ". La Iglesia, con la plenitud de los poderes mesiánicos y
orientaciones pontificias y de las meritorias investigaciones de los animada por el Espíritu vivificante, es el Cuerpo místico de Cris-
teólogos son, sin duda, la originalidad y la oportunidad de los to, la Esposa inmaculada del divino Salvador, el Templo santo
temas de la Lumen gentium. de Dios; y por eso tiene el privilegio de ser el arca única de sal-
vación y la columna firme de la verdad 13.
ALGO SOBRE LA HISTORIA DE LA ECLESIOLOGÍA
Los Santos Padres, recogiendo las enseñanzas de la Escritura,
Siendo tan capital para el cristiano la doctrina sobre la Igle- se contentan con tratar de Cristo, de los Sacramentos, de la co-
sia, podrá sorprender que los Concilios no se hayan ocupado de munión de los Santos, de los misterios del Cuerpo místico, y no
ella hasta los dos Vaticanos. La razón, en general, es porque esa se ocupan, sino incidentalmente y de pasada, de los elementos
doctrina fue vivida sin especial contradicción en los siglos de fe estructurales y jurídicos, sobre los que posteriormente se constru-
que precedieron; y de ahí que el magisterio solemne no haya yó la eclesiología. Bien conocidas son las ideas que sobre la Igle-
sentido la necesidad de empeñar su autoridad para mantenerla sia se encuentran en las Cartas de Clemente Romano e Ignacio
incólume. Sin embargo, en la historia de los dogmas, el capítulo Antioqueno; en los tratados Adversus haereses, de Ireneo; De
sobre ella y sobre su planteamiento y desarrollo en las distintas praescriptione haereticorum, de Tertuliano; De catholicae Eccle-
épocas resulta aleccionador. siae unitate, de Cipriano; De schismate donatistarum, de Optato
La doctrina sobre la Iglesia arranca del mismo' Evangelio. De Milevitano; en las Cartas a los novacianos, de Paciano. Sobre todo
la boca augusta del divino Redentor brotaron las promesas más San Agustín nos ha dejado abundante doctrina en sus tratados
firmes y absolutas de la Nueva Alianza. «Sobre esta piedra edifi- De unitate Ecclesiae, De utilitate credendi, De moribus Ecclesiae
caré mi Iglesia y las puertas del averno no prevalecerán contra catholicae, De chítate Dei y en sus incomparables Enarrationes in
ella». «Rogaré al Padre y os enviará el Paráclito, el Espíritu de Psaimos. Esta doctrina patrística se puede matizar además con la
verdad, que permanecerá con vosotros eternamente: él os ense-
ñará y sugerirá todas las cosas que os he dicho yo: él os dará 10
Mt 16,18: lo 14,16.26; 16,13; lo 20,21.23; Mt 16,19; 18,18; Mt 28,19-20;
Me 1116,16; Mt 28,20. Cf. A. MEDEBIELLE, Eglise: Dic. bib. Supp. 2,487-691.
a conocer toda la verdad». «Como me envió el Padre, así yo os Gal 3,29; lo 1,1-14; 1 Tim 2,5; lo 6,35.48.51.53.58. Cf. J. SALAVERRI, La
8 Eucaristía, sacramento de unión: EstEcI 26 (1952) 453-465.
LEÓN XIII, Satis cognitum: ASS 28,708-739; Pío XII, Mystici Corporis: AAS 12
Mt 28,18-20; lo 20,21-23; Act 1,8; 2,4; «Credo in Spiritum Sanctum Domi-
35,193-248. num et vivificantem»; 1 Cor 12,12; Eph 1,23; 4,12.16; Col 2,19; Eph 5,23-27;
9
PABLO VI, Ecclesiam suam: AAS 56 (1964) 620-621. 1 Cor 3,16-17; 6,19; 2 Cor 6,16; Act 4,12; 1 Tim 3,15.
118 Joaquín Salaverri, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia. 1 119

de Cirilo de Jerusalén en sus Catecheses; Ja de León Magno en Santo Tomás y Jos grandes escolásticos consideran la Iglesia
sus Sermones; la de Vicente de Leríns en su Commonitorium y principalmente desde el punto de vista preferido por los Santos
las de los insignes Padres griegos 13. D e todos ellos se podría de- Padres, como misterio de santidad sobrenatural, continuadora de
ducir una doctrina eclesiológica de considerable amplitud, como la misión salvadora del divino Redentor, instrumento de Cristo
lo demuestran los estudios de los investigadores que se dedicaron en la acción santificadora, puerto único de salvación, Cuerpo mís-
a explorarla " . tico de Cristo, templo del divino Espíritu y Esposa inmaculada
Los Santos Padres orientan sus enseñanzas eclesiológicas a sa- del Cordero sin mancilla. Por eso el Angélico, comentando la
tisfacer las exigencias de su tiempo. Conocidas son las múltiples doctrina de San Pablo sobre la Iglesia «sin mancha ni arruga»,
cuestiones que les plantearon las desviaciones doctrinales (gnosti- suscribe la interpretación patrística, que la entiende no sólo de
cismo), las contiendas cismatizantes (iglesia de Corinto y dona- la Iglesia triunfante, sino también de la militante, cuando dice:
tismo), las exageraciones espiritualistas (montañismo), las ten- «Indecens est quod immaculatus Sponsus Sponsam duceret macu-
dencias particularistas (novacianismo) y la ambición de someter latam; et ideo sibi exhibet eam immaculatam, hic per gratiam,
la Iglesia al Estado (arrianismo), de los siete primeros siglos de sed in futuro per gloriam» " .
la Iglesia. Respondiendo pastoralmente a esas necesidades, escri- Los grandes teólogos de la época tridentina no reunieron las
bieron las obras a que nos hemos referido, cuyo contenido' se cuestiones eclesiológicas en un tratado autónomo. Centrando su
puede reducir, en síntesis, a Jas cuatro propiedades fundamentales atención en los problemas planteados por el protestantismo, sobre
de la Iglesia: su unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. el pecado, la justificación, los sacramentos y el sacerdocio, se de-
El magisterio auténtico de la época patrística juzgó suficiente tuvieron preferentemente en el estudio de ellos. De los temas
mantener la fe de los fieles centrada en esas cuatro propiedades eclesiológicos se ocupan según les van saliendo al paso en los
características; y por eso las fue incluyendo sucesivamente en los otros grandes tratados de la teología. Su doctrina sobre la Iglesia
símbolos de la fe, y las sancionó definitivamente en el llamado se ha de buscar o en sus comentarios a la Suma del Aquinate,
Niceno-Constantinopolitano (Denz. 8 6 ) . como en Cayetano, Vitoria, Báñez, Toledo, Molina, Vázquez, Va-
La teología medieval sustancialmente se contentó con seguir lencia y otros; o en sus tratados sobre la fe, como lo observa-
elaborando la doctrina sintetizada en los símbolos. En los fecun- mos en Suárez, Tanner, Billuart y otros ". Entre los anteriores al
dos siglos x n y XIII no hallamos el tratado sistemático De Eccle- siglo xvín, aquellos de los que pudiéramos esperar un tratado
sia ni en los más insignes representantes de la escolástica. En los autónomo «De Ecclesia» serían sobre todo Melchor Cano y Belar-
grandes autores se hallan numerosas cuestiones eclesiológicas trata- mino. Pero también éstos incluyeron sus doctrinas eclesiológicas
das con la maestría que distingue a sus preclaros ingenios. En un en otros tratados, como Cano en los libros iv a vi de sus Loci theo-
tratado sobre la Iglesia ni han pensado. D e las doctrinas eclesio- logici, y BelarminO' en las controversia^ m y iv de su amplia
lógicas de los grandes corifeos de la escolástica se han ocupado
obra De controversiis jidei. Como típico merece mencionarse el
notables investigadores, que nos hacen entrever y añorar los in-
caso de Salmerón, que en su comentario a San Pablo dedica la
signes tratados sobre la Iglesia de aquellos ingenios si las cir-
parte m del libro i a darnos un tratadito « D e Ecclesia» (p.226-
cunstancias los hubieran puesto en la precisión de escribirlos ".
13
C L E M E N T E , Ad Corinthios, e d . F U N K , PP. Apost. I p . 9 8 ; IGNACIO (siete car-
tas), ed. F U N K , PP. Apost. I p . 2 1 2 ; IRENEO : P G 7 ; TERTULIANO: P L 2 , 1 2 ; C I - Dr. Seraphici (1934) ; R. S I L I C , Christus und die Kirche nach der Lehre des hl. Bo-
PRIANO: P L 4,495 y CSEL 3 , 1 , 2 0 7 ; O P T A T O : P L 11,942 y CSEL 2 6 , 3 2 ; P A C I A N O : naventura (1939) ; M . G R A B M A N N , Die lehre des hl. Thomas von der Kirche (1903) ;
PL 1 3 , 1 0 5 1 ; A G U S T Í N : PL 4 3 , 3 9 1 ; 4 2 , 6 5 ; 4 1 , 1 3 ; 3 2 , 1 3 0 9 ; 3 6 , 1 5 2 ; C I R I L O : P G J. G E I S E L M A N N , Christus Und die Kirche nach Thomas von Aquin: TheolQuartSch
3 3 , 1 0 4 3 ; L E Ó N : P L 5 4 , 1 3 7 ; D E L E R Í N S : P L 50,637. Cf. F . C A Y R É , Patrologie I I . 107 (1926) 198-222; 108 (1927) 2 3 3 - 2 5 5 ; T . M . KAEPPELI, Zur Lehre des hl. Tho-
table doctrínale, F ) L'Église. Los Padres griegos que m á s defendieron la libertad de mas vom Corpus. Christi mysticum ( 1 9 3 1 ) ; Y . M . J . CONGAR, L'idée de l'Église
la Iglesia, sabido es q u e fueron A T A N A S I O , B A S I L I O y los dos GREGORIOS NAZIAN- cbez S. Thomas d'Aquin: R v S c P h T h 29 (1940) 3 1 - 5 8 ; Esquisses du Mystére de
CHNO y N Y S E N O , como los l a t i n o s H I L A R I O y A M B R O S I O . l'Église ( 1 9 5 3 ) ; F . O r r , Der Kirchenbegriff bei den Scholastikern: F r a n S t u d (1938)
14 3 3 1 - 5 3 ; M . U S E R O S , «Statula et sacramenta Ecclesiae» en la Eclesiología de Santo
S. H . S c o r r . The eastern Churches and the Papacy (1928) ; J. Z E I L L E R , La Tomás (1962).
conception de l'Église aux 4 premien siecles : RvHistEcc 29 (1933) 551 y 8 2 5 ; 16
G. BARDY, La Théologie de l'Église. I . De S. Clément a S. írénée (1945) ; I I . De SANTO T O M Á S , Super epist. ad Ephes. 5,27 lee.8. Sin embargo, en la Summa
S. írénée au Concite de Nicée (1947) ; H . H O F M A N N , Der Kirchenbegriff des Theol. 3 q.8 a.3 a d 2, d i c e : « N o n habentem m a c u l a m : h o c erit in staru patriae,
hl. Augustins (1933) ; J . R A T Z I N G E R , Volk und Hau\s Gottes in Augustinus Lehre non autem in statu viae». Cf. J . SALAVERRI, LO divino y lo humano en la Iglesia:
von der Kirche (1954) ; E . B E N Z , Augustins Lehre von der Kirche (1954) ; S T . T. G R A - EstEcI 27 (1953) 1 7 6 - 1 8 1 ; C H . JOURNET, L'Église du Verbe lncarné I (1941) 3 1 4 ;
B O W S K I , The Church: Introduciion to the Theology of St. Augustine (1957); E. LA- II (1951) 903-920,1103.
17
MIRANDE, Bibliographie sur Vecclésiologie augustinienne (1899-1954). Cf. J. SALAVERRI, La Eclesiología de Francisco Suárez: Actas d e su I V cen-
15 trnario ( M a d r i d 1950) p . 3 9 - 5 4 ; El concepto de Iglesia de Luis de Molina:
J. V . B A I N V E L . L'idée de l'Église au moyen age (1899) ; W . S C H E R E R , Des
RevEspTeol 20 (1960) 199-230.
Albertus Ai. Lehre der Kirche (1928) ; D . C U L H A N E , De Corpore mystico doctrina
120 Joaquín Salaverri, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia. 1 121

364) ; pero lo restringe a exponer las notas de la Iglesia y la Concilio a suprimir pura y simplemente a los Templarios ". En
legitimidad del Vicario de Cristo. defensa del poder papal publicó HERVEO el De potestaie Papae
Procediendo de ese modo, aquellos teólogos seguían el ejem- en 1320.
plo del Sínodo de Trento. Pues a pesar de que la coyuntura era El segundo golpe de escena ocurrió en marzo de 1324 entre
de las más propicias, ya que el protestantismo1 había puesto en Luis de Baviera y Juan XXII. En junio del mismo año, MARSILIO
tela de juicio la esencia de la Iglesia como sociedad visible y ne- DE PADUA, de la Universidad de París, publicó su Defensor pa-
gaba los poderes jerárquicos de jurisdicción y magisterio, sin em- rís, ad Imperatorem Ludovicum IV, adversus usurpatdm Romani
bargo, la sangrante acerbidad de la polémica protestante contra Pontificis iurisdictionem. En defensa del Pontífice salieron: AGUS-
el Papa y la Iglesia católica aconsejaba cautela, creyendo1 que po- TÍN TRIUNFO, Summa de potestate ecclesiastica, ca.1328; A. FA-
dría hallar la satisfacción anhelada en los decretos tridentinos SITELLI, De Ecdesiae potestate, dedicado a Juan XXII, ca.1333,
sobre la reforma, que indefectiblemente acompañaron a los de- y ALVARO PELAYO, De planctu Ecdesiae, ca.1350. Estos siguie-
cretos de doctrina. ron la línea de los anteriores, defendiendo las potestades del Papa
y de la Iglesia.
E L TRATADO « D E ECCLESIA» La contienda en Inglaterra se manifiesta en el último tercio
El motivo que indujo a los autores a elaborar un tratado au- del siglo xiv. JUAN W I C L I F F publica en 1378 su Tractatus de
tónomo fue la necesidad de defender las potestades eclesiásticas y Bcclesia: es la primera obra que aparece con ese título, y otro
sobre todo las supremas del Papa. A mediados del siglo xni, la De potestate Papae, ca.1384. En ambas obras Wicliff restringe
autoridad de los grandes Papas de la época llamada «gregoriana» o niega las potestades eclesiásticas y exalta las del poder regio.
llegó al cénit de su esplendor, tanto que llegaron a desautorizar Las mismas ideas defiende JUAN H U S , en su Tractatus de Eccle-
a los príncipes y a deponer los emperadores, como Inocencio IV, sia, en 1413, tomándolas casi por entero de los tratados de Wi-
a Federico II en el Concilio I de Lyón del año 1245. Los prín- cliff "°. Directamente contra Hus salieron E. ZNAIM, De romana
cipes sintieron indebidamente disminuidas sus legítimas prerroga- Eccíesia, 1414; E. PÁLECZ, Tractatus de Ecclesia, 1415; T. N . DE
tivas y, con el deseo de recobrarlas en toda su integridad, entra- WALDEN, Doctrínale fidei cathalicae, ca.1430; JUAN DE RAGUSA,
ron en conflicto con los Papas. Tractatus de Ecclesia, 1431 21.
El primer sonado encuentro ocurrió, a fines del siglo x m , Estos tratados son polémicos, ordenados a defender las po-
entre Bonifacio VIII y el rey Felipe de Francia. En defensa de testades de la Iglesia en general, y en particular las del Papa. Los
la potestad papal, en los primeros años del siglo xiv, se difun- otros temas, sobre la naturaleza y vida sobrenatural de la Iglesia,
dieron los libros, que son considerados como los primeros cona- en que insistían los Santos Padres y los grandes teólogos ante-
tos de una eclesiología sistemática. Aparecieron: E. DE CREMONA, riores, pasaron a un segundo plano o dejaron de estudiarse. Cons-
De potentia Papae, 1301; EGIDIO ROMANO, De potestate eccle- tituye una excepción JUAN DE TORQUEMADA, que en el Concilio
siastica, 1302; JUAN DE PARÍS, De potestate regia et papali, 1302; de Constanza conoció a fondo las doctrinas de Wicliff y las teo-
JACOBO DE VITERBO, De regimine christiano, 1302. El más com- rías conciliaristas 22. Tal vez eso le indujo1 a concebir su obra ma-
pleto es el último, dedicado a Bonifacio VIII, que a juicio de gistral, Summa de Ecclesia, publicada en 1489, en la que vemos
Arquilliére, su editor crítico en 1926, es «el más antiguo tratado felizmente coordinadas la tradición patrística y teológica anterior
sobre la Iglesia», y que, por las dos partes en que está dividido, al siglo xiv con la de los tratados autónomos defensores de las
podía llevar el título de Tractatus de Ecdesia et de Romano Pon- potestades de la Iglesia. Con la aparición del protestantismo hubo
tífice ls . Asegurado por esos autores, Bonifacio VIII, en noviem- un conato de continuar el sistema de los tratados monográficos.
bre de 1302, en su bula Unam Sanctam, reclamó para sí, en con-
10
tra del rey, la potestad sobre los «dos gladios», el espiritual y el Cf. H. HOLSTEIN, La Constitution dogmatique sur l'Église: Etud 322
(1965) 240.
temporal, ambos en servicio de la Iglesia (Denz. 469). El rey 20
21
J. LOSERTH, editor crítico de Wicliff, demostró esta dependencia.
acusó el golpe; pero aprovechó la ocasión que le ofreció el Con- M. GRABMANN, GesMchte der katholische Theologie (1930) p.109, dice del
de Walden que es lo más importante que se escribió contra Wicliff y Hus. A juicio
cilio de Vienne para tomar la revancha, obligando al Papa y al de BINDER, Wesen und Eigenschaften der Kirche (1955) p.7-10, es mejor la obra
del de Ragusa, que a lo que sabemos se halla aún inédita en Basilea y en el ma-
nuscrito 1439 del fondo latino de la Biblioteca de París.
18 22
H. X. ARQUILLIÉRE, Le plus anden traite de l'Église: De regimine Christiano Cf. M. CANDAL, /. de Torquemada, Oratio synodalis de Primatu: Conc.
de ]. de Viterbe (1302) (1926). Florent. ser.B vol.4 fase.2 (1954). Torquemada murió en 1468,
C.l. El misterio de la Iglesia. 1 123
122 Joaquín Salaverri, S. I.
A este género pertenecen, por ejemplo', los opúsculos de CAYE- LA ECLESIOLOGÍA DEL VATICANO II
TANO Tractatus de comparatione auctoritatis Papae et Concilii,
La eclesiología fundamental, infaliblemente fijada en el Va-
contra los galicanos, en 1511, y De divina institutione Pontifica-
ticano I, ulteriormente desarrollada en las encíclicas de León XIII
tus Romani Pontificis, dedicado a León X, en 1521. Al mismo
y estrenuamente cultivada por los teólogos de nuestro siglo, ha
género se pueden también referir las Relecciones que dedica
alcanzado un grado de notable perfección 2". Con las nuevas orien-
F. DE VITORIA, dos a la potestad de la Iglesia, y a continuación
taciones del Vaticano II y de Pablo VI, la eclesiología dogmática
de ellas, otra a la potestad del Papa y del Concilio 2 \ La gran
recibe el más vigoroso impulso, orientador de su futuro des-
obra de Torquemada no halló continuadores entre los insignes
arrollo 2°.
teólogos de las épocas tridentina y postri dentina. En los si-
glos xvii y xvni prevaleció la apologética de las cuatro notas; El Vaticano II restaura felizmente la aspiración pastoral de
en el XIX, la del milagro, que distingue la Iglesia, y la histórico- la era patrística, y por eso sus exposiciones tienen un matiz mar-
crítica en el x x ". cadamente positivo y rico en citas de la Escritura y de los Santos
Padres,
Como aparece por esta rápida síntesis, en la historia de la
Pablo VI, en su primera encíclica, publicada antes de promul-
Eclesiología nos encontramos con dos maneras principales de
garse la constitución Lumen gentium, refleja muy bien la misma
enfocar el estudio sobre la Iglesia: una, que podemos llamar
orientación, siendo por ello la mejor y más autorizada introduc-
horizontal, arranca de las instituciones visibles de la Iglesia, esta-
ción al estudio de la constitución conciliar. Puede decirse que la
blecidas en la tierra y confiadas al ministerio de los hombres;
coincidencia de ambos escritos es fundamentalmente perfecta, no
otra, que llaman vertical, porque toma como punto de partida a
sólo por la forma de actualidad pastoral, sino también en el fon-
Cristo, de cuya misión soteriológica es legítima continuación mi-
do doctrinal, como con su reconocida maestría lo acaba de demos-
nisterial la obra de la Iglesia. La horizontal corresponde a la teo-
trar el insigne eclesiólogo cardenal Journet 30 .
logía apologética o fundamental, nacida a fines del siglo x m ,
al choque polémico con las pretensiones estatales de absorción. Resulta difícil reducir a breve síntesis la multiplicidad de ma-
La vertical corresponde a la eclesiología dogmática, preferida por tices de la Lumen gentium. Un certero encuadramiento de ella
los Santos Padres y los grandes teólogos 35 . Estas dos concepcio- lo hizo Pablo VI, después de promulgarla, en la alocución de
nes no se contradicen ni se excluyen, sino que mutuamente se clausura de la sesión n i : «La realidad de la Iglesia no se agota
complementan ~\ como es necesario que se complementen la teo- en su estructura jerárquica, su liturgia, sus sacramentos, sus orde-
logía fundamental y la dogmática. La fundamental demuestra los namientos institucionales. Su virtualidad profunda, la fuente ori-
fundamentos racionales e históricos de la fe católica y establece ginal de su eficacia santificadora, se han de buscar en su mística
los principios del conocimiento dogmático, mientras que la dog- unión con Cristo» 31 . Esa mística unión con el Redentor es en
mática es la ciencia de las cosas divinas deducida de sus princi- realidad el faro que orienta y la columna que sostiene todas las
pios a la luz de la fe ~\ enseñanzas de la Lumen gentium.
28
23
Cf. T. URDÁNOZ, El Concilio ecuménico y la reforma de la Iglesia según Suficiente comprobación de ello son las amplias bibliografías que los trata-
F. 24
de Vitoria: MiscCom 34 (1960) 119-150. dos de teología fundamental nos ofrecen. Véase la muestra en De Ecclesia Christi:
Sacrae Theologiae Summa I (BAC, 1962) n.20-25.
Muy numerosos son los tratados que se escribieron en los siglos x v n a XX, 29
Nos permitimos mencionar algunos trabajos, con los que hemos procurado es-
conforme a las tres distintas orientaciones indicadas. Véanse datos abundantes en tudiar anteriormente algunos aspectos fundamentales de la eclesiología dogmática o
A. M. VELLICO, De Ecclesia (1940) p.16-95 ; G. THILS, Les Notes de VÉglise dans el misterio de la Iglesia: a) En cuanto congregación de los fieles justos y pecadores:
i' Apologetique catholique depuis la Reforme (1937) ; T. ZAPELENA, De via Nota- Lo divino y lo humano en la Iglesia: Actas de la XII Semana Española de Teo-
rum in recenti quodam opere (Thils) : Gregorianum 19 (1938) 88-109,445-468; logía (1953) p.325-362. b) En la esencial ministerialidad de sus potestades jurídicas :
J. T H . TSENG, De apologética methodo quae «via empírica» audit (1959) ; S. PESCE, El derecho en el misterio de la Iglesia: Actas del Vil centenario de la Universidad
La Chiesa cattolica perenne motivo di credibilitd (1960) ; ST. JÁKI, Les tendances de Salamanca, sec.3.& (1956) p.1-54. c) Por la acción de Cristo en el cargo ecle-
nouvelles de l'Ecclésiologie (1957) ; De Ecclesia: SThS I (BAC. 1962) n.5-28. siástico: Christus und das kirchliche Amt: MünchTheolZtsch 13 (1962) 280-296.
25
Cf. J. SALAVERRI, La noción de Iglesia de Luis de Molina: RevEspTeol 20 d) Por la acción divina en su magisterio: La potestad de magisterio y asentimiento
(1960)
2e
199-204. que le es debido: Actas XIV Semana Española de Teología. (1955) p.75-108.
No creemos objetivo ni justo el juicio desfavorable que de la eclesiología e) Por sus propiedades esenciales: El misterio de la unidad, santidad y catolicidad
postridentina dan algunos autores. Cf. JÁKI, l.c. en nota 24. De esto véase el jui- de la Iglesia: Divinitas 4 (1962) 39-97. f) Por el dinamismo de su apostolicidad:
cio de A. DE LA HUERGA, Análisis teológico de la potestad entregada por Cristo a El concepto de sucesión apostólica: MiscCom 27 (1957) 6-59. g) En la vitalidad
su Iglesia:
27
La potestad de la Iglesia (Barcelona 1960) p.14-16. del sentido de su fe: Sentido de la Tradición en Trento: EstEcl 39 (1964) 5-29.
VATICANO I ses.3 c.4: «recta ratio fidei fundamenta demonstrat, eiusque lumine 30
C H . CARDENAL JOURNET, Le mystere de VÉglise selon le deuxieme Concite du
illustrata rerum divinarum scientiam excolit». Cf. J. SALAVERRI, Algunos problemas Vatican: RevThom 65 (1965) 5-51; La Constitution Lumen gentium sur VÉglise:
sobre metodología teológica: EstEcI 36 (1961) 283-301. Relations (1965) 7-11.
31
AAS 56 (1964) 1014.
124 Joaquín Salaverri, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia. 1 125
A manera de introducción a su estudio, creemos que sus ocho 3." Misterio de santidad ya poseída y siempre anhelada. Po-
capítulos se pueden reducir a los cuatro binomios siguientes: seída en el continuo dinamismo' de vitalidad santificadora que en
1.° La Iglesia, misterio de unidad divino-humana ( e l y 2 : De la Iglesia ejercen Cristo y el divino Espíritu, en la liturgia del
Ecclesiae mysterio y De populo Dei). 2° La Iglesia, misterio de sacrificio y los sacramentos y en el ánimo de todos los que son
apostolicidad jerárquico-comunitaria (c.3 y 4 : De Ecclesiae hie- dóciles a sus luces y mociones sobrenaturales. Santidad siempre
rarchia y De laicis). 3.° La Iglesia, misterio de santidad ya po- anhelada, por el incoercible y constante impulso de las virtudes
seída y siempre anhelada (c.5 y 6: De universali vocatione ad teológicas y morales, que nunca dicen «¡basta!» e impelen siem-
sanctitatem y De religiosis). 4° La Iglesia, misterio de catolicidad pre a seguir más de cerca al divino modelo de toda santidad. De
peregrinante y escatológica (c.7 y 8: De Ecclesia peregrinante in esa santidad anhelada son testimonio evidente, en particular, los
unione cum Ecclesia caelesti y De Maria in mysterio 'Christi et religiosos, que en su profesión son asociados litúrgicamente por
Ecclesiae). Los cuatro binomios se pueden caracterizar por su rela- la Iglesia al sacrificio de caridad de los altares y con sus votos se
ción respectiva a la unidad, apostolicidad, santidad y catolicidad, inmolan y obligan a aspirar sin descanso' a la perfección evangé-
que son las propiedades destacadas por los Santos Padres y por lica. En la realidad perenne de ese divino dinamismo santificador
los símbolos de la fe como esenciales y distintivas de la Iglesia. y de esa respuesta de fidelidad humana radica el misterio de la
1.° El misterio de la unidad divino-humana consiste en el santidad de la Iglesia ".
eterno consejo del Padre de salvar a todos los hombres, en la 4." Misterio de catolicidad peregrinante y escatológica. Pere-
caridad del Hijo hecho hombre para ser Redentor y mediador de grinante, por el impulso insobornable de su marcha hacia el ideal,
la humanidad caída, en la efusión del divino Espíritu para ser el apetecido por todos y esperado en su eterna plenitud; pero sólo
principio de unión y santificación de los redimidos y en el llama- y misteriosamente poseído en sus primicias de paz mística por los
miento de todos a formar el pueblo de Dios y obtener la digni- dóciles a la gracia de Dios. Escatológica, porque la posesión por
dad de la filiación divina en la hermandad con el Unigénito del la fe del Bien ofrecido a todos es, en realidad enigmática, la
Eterno Padre. En esa dedicación de todos los hombres al único misma filiación divina, que en el cielo se ha de descubrir con
y verdadero Dios y en la sobrenatural protección que a todos dis- esplendores de gloria en la familia eterna de todos los predesti-
pensa el Redentor y único Mediador entre Dios y los hombres nados. Peregrinante a la vez y escatológica, por el misterio de
radica en su mayor profundidad todo el misterio de la unidad María, que, como madre de todos los redimidos, nos asiste solí-
de la Iglesia 32 . cita en los azares de nuestra peregrinación y, como Reina asunta
2.° Misterio de apostolicidad jerárquico-comunitaria. jerár- a los cielos, intercede por todos y a todos confirma en la espe-
quica, por la institución divina de sus obispos, sucesores de los ranza cristiana de la resurrección, merecida, motivada e inspirada
apóstoles, que, en comunión jerárquica bajo' el sucesor de San por la resurrección de Cristo, redentor y salvador de toda la hu-
Pedro, constituyen el colegio episcopal, y porque heredan de ellos manidad. En el íntimo anhelo' y positiva invitación de todos los
las potestades de sacerdocio, magisterio y régimen, recibidas por hombres a la posesión del Bien infinito, en la interna luz y suave
sacramental consagración para ejercerlas ministerialmente, como moción que a todos ofrece el Redentor para responder a ese an-
heraldos e instrumentos de Cristo al servicio de la verdad y de helo e invitación y en la plenitud de verdad y gracia que a dis-
la gracia reveladas. Comunitaria, por la esencial finalidad de esas posición de todos pone la Iglesia para garantizarles la salvación :
potestades apostólicas, ordenadas a la sobrenatural promoción de en esa universalidad del bien para todos, que dimana de la bon-
la comunidad de los creyentes, y también por la real participa- dad del mismo1 Dios, se contiene el gran misterio divino-humano
ción, pasiva y activa, de todos los bautizados del laicado, en el de la catolicidad de la Iglesia 3!.
ejercicio y en los frutos de esas potestades recibidas de los após- A vista de este rápido bosquejo, que por necesidad tiene que
toles. En la realidad perenne de esa sucesión y en la eficacia so- 34
Const. dogm. humen gentium c.5, De universali vocatione ad sanctitatem in
brenatural de esas potestades apostólicas consiste el misterio de Ecclesia;
35
c.6, De Religiosis: AAS 57,44-53.
Const. dogm. humen gentium c.l. De índole escbatologica. Ecclesiae peregri-
la apostolicidad de la Iglesia'". nantis eiusque unione cum Ecclesia caelesti; c.8, De Beata Maria Virgtne Deipara
32
in mysterio Christi et Ecclesiae: AAS 57,53-67. La universalidad del mismo don infi-
Const. dogm. humen gentium c.l, De Ecclesiae mysterio; c.2, De populo Dei: nito que ofrece a todos el único Dios, véase en lo 3,14-18; 1 lo 4,9-10; Rom 5,
AAS33 57 (1965) 5-21. 6-10; 8,32; 1 Tim 2,1-6. Cf. J. SALAVERRI, El dogma de la catolicidad y la espi-
Const. dogm. Lumen gentium c.3, De constitutione bierarchica Ecclesiae; cA, ritualidad misionera: Misiones Extranjeras 3 (1953) 6-32; Katholizitdt der Kirche:
De laicis: AAS 57,37-49. LThK 6,90-92.
126 Joaquín Salaverri, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia.- 1 127
36
ser muy incompleto , observamos lo atinadamente que Pablo VI cando que se reducía a la vida y la acción de la práctica pastoral.
define a la Iglesia, llamándola «ihominum mater et magistra salu- «Lo que a nuestro Concilio sobre todo interesa es custodiar y
tis» ". A la vez advertimos cómo el contenido de la Lumen gen- proponer en forma más eficaz el sagrado depósito de la doctrina
tium se halla orientado' y condicionado por la eclesiología patrís- cristiana». «Sin embargo, no es nuestro intento el custodiar sola-
tica, reducida en síntesis a las cuatro propiedades del símbolo. mente ese precioso tesoro..., sino, al presente, lo que se necesita es
Sobre este tema, Juan XXIII se detuvo con cariño repetidas que toda la doctrina cristiana sea aceptada por todos los hombres
veces en sus alocuciones, y con especial complacencia lo men- de nuestros tiempos. Y para que sea más amplia y profunda-
cionó en el discurso de clausura de la sesión i, haciendo1 notar mente conocida de todos, conviene que sea investigada y expuesta
cómo el Concilio «había ofrecido a las miradas de los hombres, de la manera que exigen nuestros tiempos, para la más plena ins-
con fulgor resplandeciente, la Iglesia una, santa, católica y apos- trucción y formación de las almas. Porque una cosa es el mismo
tólica», idea que el papa Juan esculpió en su medalla conciliar, depósito de la je, o las verdades que se contienen en nuestra
y que también Pablo VI volvió a subrayar en la inauguración de veneranda doctrina, y otra el modo como esas mismas verdades
la sesión m 38. se enuncian. A ese modo de enunciación se ha de prestar mucha
atención, cultivándolo pacientemente, a fin de introducir aquellas
CRITERIOS DE INTERPRETACIÓN maneras de expresión que sean más congruentes con el magis-
1) FINALIDAD PASTORAL DEL CONCILIO. El contenido doc- terio, cuya índole es preferentemente pastoral. En todo tiempo,
trinal de la Lumen gentium es ciertamente muy rico y ofrece nue- la Iglesia se opuso a los errores y frecuentemente los condenó
vas perspectivas de gran interés para la vida de la Iglesia. Por con firme severidad. Al presente la esposa de Cristo se complace
eso es más necesario fijar los criterios orientadores de su recta in- en usar la medicina de la misericordia más que el arma de la
teligencia y adecuada valoración. severidad, persuadida de que a las necesidades de nuestros días,
Todos los Concilios tienen la finalidad pastoral de la Iglesia, mejor que condenando, se proveerá explicando con mayor ampli-
en cuanto que van ordenados a la instrucción, gobierno y santi- tud las virtualidades de nuestra doctrina. Lo que el Concilio ecu-
ficación de las almas, según la norma fundamental dictada por ménico Vaticano II más desea y se propone lograr es que el men-
el mismo Cristo: «el buen pastor conoce a sus ovejas, que son saje de salvación sea recibido por los hombres, a fin de que la
las que oyen su voz, creen en él, le siguen y reciben sus dones ciudad terrena se asemeje más a la ciudad del cielo, en la que,
de vida eterna " . Pero, dentro de esa finalidad integral, los Con- según San Agustín, «el rey es la verdad, la ley es la caridad y la
cilios se caracterizan por un matiz peculiar que los distingue. La medida es la eternidad» 4°.
finalidad que especifica al Vaticano II la determinó claramente Pablo VI, en la alocución inaugural de la sesión n del Con-
Juan XXIII en la misma alocución inaugural del Concilio, expli- cilio, expresamente hizo suyas las más características afirmaciones
36
Véanse los intentos de otros a u t o r e s : C H . JOURNET, Le mystere de l'Église
de su predecesor sobre la finalidad pastoral del Concilio '". Y los
selon le deuxieme Conc. du Vat.: R e v T h o m 65 (1965) 5 - 5 1 ; G . LANGEVIN, L'Église Padres conciliares se hacían eco de las mismas consignas en el
de «Lumen gentium»: Relations (1965) 164-167; J. D A N I É L O U , Le depót immuable
de la foi: Christus 12 (1965) 356-364; G . D E J A I F V E , La «magna chana» du Va- mensaje dirigido al mundo en los primeros días de la sesión i,
tican lie: N o u v R e v T h 87 (1965) 3 - 3 2 ; O . S E M M E L R O T H , Die Selbstdarstellung der diciendo: «nos esforzaremos por exponer a los hombres de nues-
Kirche auf dem II. Vatikan. Konzil: T h e o l . A k a d . 1 (1965) 5 3 - 7 3 ; H . H O L S T E I N ,
La Constitution dogmatique sur l'Église: Etud 322 (1965) 239-254; P . P Á R E N T E , tra edad íntegra y pura la verdad de Dios de modo que ellos la
La costiluzione de Ecclesia, Introduzione (1965) p . 7 - 2 1 ; A . GRANADOS, El «Misterio
de la Iglesia» en el Conc. Vatic. II. Comentario a l a constit. Lumen gentium (Edic entiendan y la acojan de buen grado» 4~. Y otra vez Juan XXIII,
Rialp, M a d r i d 1965) 514 p .
37
al fin de la sesión i, volvió a insistir en que «lo único que se
PABLO V I , ene. Ecclesiam suam: A A S 56,609. E n esta definición brevísima
se destacan el destino esencial d i v i n o - h u m a n o y la d i g n i d a d del ser sobrenatural de propuso y lo que con mayor anhelo procuró fue lograr que los
la Iglesia. El mismo Pablo V I expresamente reduce a la doctrina sobre la Iglesia
la obra realizada en el V a t i c a n o I I , pues en el Diploma de asistencia al S í n o d o , hombres de nuestros tiempos conozcan más y más el Evangelio
entregado a cada u n o de los P P . conciliares en la Congregación general 168.^, ú l -
tima del Concilio, el 6-XII-1965, dice «que fueron convocados y acudieron al
de Cristo, lo practiquen con gusto y lo hagan llegar con paso
Conc. Ecum. V a t . I I , para deliberar con el Papa sobre la Iglesia de Cristo, q u e se seguro a todos los campos de la humana cultura. Este fue el
h a de renovar para su m á s n í t i d o esplendor y para su m á s diligente actividad».
Y el mismo d í a , en la bula con q u e p r o m u l g a el jubileo extraordinario, leída en único propósito que nos indujo a convocar el Concilio, y esto es
la misma congregación general, afirma q u e «el Concilio con t o d o derecho recibe
su apelativo de la Iglesia»; «Concilium iure mérito ab Ecclesia appellationem traxit». 40
J U A N X X I I I , aloe, inaugural Gaudet mater Ecclesia, 11-10-1962: A A S 54
• " J U A N X X I I I : A A S 55 (1963) 3 6 ; cf. A A S 52 (1960) 960-62.293-94.526; 54
(1962) 4 3 8 ; PABLO V I : A A S 56 (1964) 806. (1962) 790-794; cf. 5 4 , 4 4 1 - 4 3 ; SAN AGUSTÍN, Epist. 1 3 8 , 3 , 1 7 : P L 3 3 , 5 3 3 .
30
Cf. l o 1 0 , 2 - 4 ; 14,26-28. <" PABLO V I , aloe. Sálvete, Fratres, 29-9-1963: A A S 55 (1963) 844-845.
•»= A A S 54 (1962) 8 2 2 .
C.l. El misterio de la Iglesia. 1 129
128 Joaquín Salaverri, S. 1.
ral que se propuso el Concilio, como se desprende de los textos de
lo que con grande expectación y confianza deseamos todos los Juan XXIII citados anteriormente 47 .
que en la santa Iglesia tenemos la responsabilidad del oficio Hablando con propiedad, el Concilio ordena sus documentos
pastoral» " . a orientar, facilitar y fomentar las actividades pastorales de los
N o puede caber duda alguna de que el Concilio, en la inten- pastores de las almas. Así se explica la diferencia sorprendente
ción de ambos Pontífices, fue condicionado por su orientación que existe entre los textos del Vaticano II y los de todos los
pastoral. De esto eran también conscientes los Padres conciliares, demás Concilios ecuménicos que le precedieron. El Vaticano II
que en sus intervenciones juzgaban de los textos que se discutían es eminentemente escriturístico, abunda en citas de Santos Padres
según que fuesen o no conformes al estilo pastoral propio del y lleva un atuendo muy importante de notas ilustrativas, ordena-
Concilio. das a facilitar y fecundar los estudios y actividades pastorales de
En el cargo pastoral de la Iglesia es ya clásico el distinguir los ministros de la Iglesia y de los demás dedicados al aposto-
tres funciones, de enseñar, santificar y regir, correspondientes a lado. Son tres aspectos de matiz pastoral, en los que el Vatica-
los poderes mesiánicos de maestro, sacerdote y rey, propios de no II supera con mucho a los demás Concilios ecuménicos. Así,
Cristo Redentor " . Esta triple función recurre muchas veces enun- por ejemplo, en los veinte Concilios que le precedieron, las citas
ciada en la Lumen gentium y en los demás documentos del Vati- de la Escritura son en total 340, las patrísticas se acercan a las 50
cano II. La mencionaba ya Juan XXIII en su motu proprio Appro- y las notas ilustrativas al pie de página no las usan. En nuestro
pinquante Concilio al afirmar que «lo que el Sínodo ecuménico Concilio, sólo en la constitución Lumen gentium, las citas de la
se proponía era cumplir el mandato de Cristo a los apóstoles: Biblia llegan a 415, las de Santos Padres son unas 150 y las
«Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas y acostumbrán- notas con múltiples referencias son 195 ". En los demás Conci-
dolas a observar todas las cosas que os he mandado» (Mt 28,19). lios son raras las citas de Sumos Pontífices, mientras que en el
«Porque tres son los cargos de los obispos, sucesores de los apósto- Vaticano II abundan, llegando a citar en la Lumen gentium
les : enseñar, santificar y regir a los fieles, para lo cual Cristo Jesús 15 Pontífices, de los que el más citado es Pío XII, 53 veces, al
les prometió su asistencia hasta el fin de los siglos» 4°. La misma que sigue León XIII, con 18 citas 49 .
distinción expresa Pablo VI en la alocución inaugural de la se- 2) VALORACIÓN DOGMÁTICA DE LA «LUMEN GENTIUM».—
sión ni cuando dice: «Es deber nuestro reconocer que los obis- Como hemos indicado, el Vaticano II destacó, casi como exclu-
pos son los maestros, los pastores y los santificadores del pueblo siva, su índole pastoral; de ahí que desde el principio se plan-
cristiano, ya que la jerarquía ha sido instituida para perpetuar teara el problema sobre el valor doctrinal de sus enseñanzas. Los
en el tiempo y propagar por toda la tierra el mismo cargo salva- Concilios ecuménicos precedentes no dudaron en arriesgar su
dor de Cristo en los obispos, como maestros de la fe, pastores autoridad con decisiones definitivas; por eso sus dictámenes en
de las almas y dispensadores de los misterios de Dios» " .
47
Véanse los pasajes citados en las notas 40 a 4 3 .
Según esto, al cargO' pastoral, y, por consiguiente, también a 48
D a t o s de interés sobre las citas de Escritura en la Lumen gentium. En todos
la finalidad pastoral del Concilio, corresponde la función docen- los demás Concilios ecuménicos, las citas, en su inmensa m a y o r í a , son directas,
por e j - , Gal 5 , 6 ; 6 , 1 5 ; en el Vaticano II, la inmensa mayoría d e esas citas va
te. Pero, como pastoral, más que a decidir cuestiones disputadas precedida de la abreviatura cf. (— c o n f e r ) , verbi gratia cf. l o 2 0 , 2 1 ; cf. M t 28,20, y
en muchos casos no aparece claro el sentido del cf. D e los demás Concilios, el m á s
y difíciles doctrinal y teóricamente, se dirige a hacer accesible y rico en citas de Escritura es el de T r e n t o , pues de las 340 de todos ellos, son del
asimilable a todos la buena doctrina mediante la instrucción cate- T r i d e n t i n o 2 1 1 . Puede ser instructiva la siguiente comparación del T r i d e n t i n o y el
Vaticano II en esto. Los datos están tomados d e D E N Z .
quética, la exposición homilética, la explicación exegética, la ex- TRIDENTINO
hortación o amonestación parenética y otras formas propias de Decretum de iustificatione St.a = 8 7 ; cf. St.a = 6 ; total = 93 citas.
Los demás Decr. dogmáticos » = 8 4 ; » » = 34; » = 118 »
la función pastoral. De esta índole parece ser la finalidad pasto-
En total St.a = 1 7 1 ; cf. St.« = 4 0 ; total = 211 citas.
43 V A T I C A N O II
J U A N X X I I I . aloe. Singulari prorsus, 7-12-1962: AAS 55 (1963) 34. La «.Lumen gentium», c.l St.a = 41 • cf. St.a = 6 4 ; total = 105 citas.
44
Cf. J. SALAVERRI, La triple potestad de la Iglesia: MiscCom 14 (1951) 1-84; c.3 » = 10; » » = 84; » = 94 »
De Ecclesia Christi: S T h S (BAC, 1962) n.1284-1345, en d o n d e se explica cómo y T o d o s los demás cap » = 52; » » = 1 6 4 ; » =216 »
por q u é la triple potestad mesiánica es la ley primaria de la iglesia, según la doc-
trina de P í o X I I : En la Iglesia «ex ipso divini Redemptoris m a n d a t o m u ñ e r a Christi
En total St.a = 1 0 3 ; cf. St.a = 3 1 2 ; total = 415 citas.
Regis, Doctoris, Sacerdotis perennia fiunt». El m i s m o Señor «triplicem Ecclesiae po- 49
testatem impertiit, regendi nempe, docendi et sanctificandi, q u a m primariam legem S i g u e n : Pío X I = 1 4 ; Gregorio I y Pablo V I = 5 cada u n o ; León 1 = 4;
statuit totius Ecclesiae» (ene. Mystici Corporis: A A S 35 [ 1 9 4 3 ] 2 0 0 , 2 0 9 ) . Pío IX y Benedicto X V = 3 cada u n o ; Inocencio I y P í o X = 2 cada u n o ; Corne-
45
AAS 54 (1962) 6 1 0 ; cf. 54,440-42. lio I, Celestino, I, Gelasio I, Benedicto X I V y J u a n X X I I I = 1 cada uno.
46
Aloe, ln signo crucis, 14-9-64: A A S 56 (1964) 806.812.
2. C.Vaticano 5
130 ]oaquín Salaverri, S. I.
C.l. El misterio de la Iglesia. 1 131
materia de fe y de costumbres, sólo por el hecho de ser juicios
Cristo, y rigurosamente prohibe que en adelante nadie crea, pre-
solemnes de los maestros de la Iglesia universal, se consideran
dique o enseñe cosa distinta de lo que se establece en este decre-
justamente como infalibles 5°.
to» (Denz., 792a). Al fin de los 16 capítulos de que consta el
La índole pastoral de un Concilio de suyo no excluye ni la decreto, como introducción a los cánones condenatorios que si-
posibilidad ni la intención de decidir infaliblemente. La razón guen, vuelve a decir: «Después de esta doctrina católica de la
fundamental es porque en el mismo oficio de apacentar toda la justificación, sin cuya fiel y firme aceptación nadie podrá ser 'jus-
grey cristiana, con el que «el buen Pastor» constituyó a Pedro tificado, pareció al Concilio añadir los cánones siguientes, para
su Vicario y Pastor universal de la Iglesia, va necesariamente que todos sepan no sólo lo que han de aceptar y seguir, sino
incluida la potestad suprema e infalible del magisterio, como lo también los errores que han de evitar y huir» (Denz., 810). Se-
definió el Vaticano I (Denz., 1832). Lo cual aparece con clari- mejantes afirmaciones ocurren en las introducciones a los capí-
dad inequívoca en la definición misma de la infalibilidad ponti- tulos y a los cánones de los siguientes decretos dogmáticos del
ficia, en la que expresamente se lee que el Romano Pontifice es Tridentino " .
infalible cuando «ejerce su cargo de Pastor y Doctor de todos
Una equivalente afirmación explícita ocurre en cada una de
los cristianos», con suprema autoridad e imponiendo a todos la
las introducciones a las dos constituciones dogmáticas del Vati-
aceptación de lo que define S1. Luego la misma infalibilidad va
cano 1 55 . Pero en este caso toda duda posible queda disipada por
incluida en el cargo pastoral supremo del Pontífice, cuando ese
la fórmula solemne con que Pío IX confirmó y promulgó en las
cargo de Pastor ejerce precisamente la función de Doctor («Pas-
respectivas sesiones públicas cada una de esas dos constitucio-
toris et Doctoris»), que es una de sus tres funciones, como que-
nes. Fue la siguiente: «Decreta et cañones, quae in Constitutione
da explicado anteriormente ". Sin embargo, es necesario que cons-
modo lecta continentur, placuerunt Patribus. Nosque, sacro appro-
te de la intención de definir (tenencia dejinit), de lo cual «ha de
bante Concilio, illa et illos, ut lecta sunt, definimus et apostólica
constar manifiestamente» (CIC 1323,3).
auctoritate confirmamus» 5°. En esa fórmula aparece indudable-
En el caso del Vaticano II se plantea este problema, porque mente que el carácter de definición solemne corresponde tanto a
Juan XXIII, hablando de la índole «pastoral» del Concilio, dijo los capítulos como a los cánones («illa et illos») de las constitu-
que «la Iglesia en todo tiempo se había opuesto a los errores y ciones así confirmadas.
los había condenado frecuentemente con firme severidad; pero
¿Cuál fue la fórmula de la aprobación pontificia en el Vati-
que al presente la esposa de Cristo se complacía en usar la medi-
cano II? Este es el interrogante que ocurre para resolver el pro-
cina de la misericordia más que el arma de la severidad». Es
blema planteado después de lo dicho sobre el Vaticano I. Pero
necesario, pues, averiguar si efectivamente es cierta la intención
existe una diferencia sustancial, porque la fórmula usada por
de definir del Vaticano II 5 3 .
Pablo VI es la misma para todas las constituciones, los decretos
La intención manifiesta de empeñar su autoridad infalible la y las declaraciones del Vaticano II, y es la siguiente: «Haec om-
expresaron los Concilios de diversas maneras, sobre todo exigien- nia et singula, quae in hac (constitutione vel decreto vel decla-
do la adhesión irrevocable e inapelable de todos los fieles, ya sea ratione) edicta sunt, placuerunt Sacrosancti Concilii Patribus. Et
bajo la condena de anatema, ya sea declarando que no hay salva- Nos, Apostólica a Christo Nobis tradita potestate, illa, una cum
ción para los que no prestaren tal adhesión a sus enseñanzas. Venerabilibus Patribus, in Spiritu Sancto approbamus, decerni-
Así, por ejemplo, el Tridentino, en la introducción al decreto mus et statuimus, et quae ita synodaliter statuta sunt ad Dei glo-
sobre «la justificación», dice que «expone a todos los fieles cris- riam promulgari iubemus» 5 '. Adviértase bien que en esta fórmula,
tianos la verdadera doctrina de la justificación, enseñada por que nos consta haber sido preparada cuidadosamente, se omite
50
la palabra definimus de la fórmula de Pío IX, que es capital
Cf. DENZ., 1792; CIC can.1323.
51
D E N Z . , 1839. La explicación de esto, en De Ecclesia Chrisli: S T h S I (BAC, para responder a la cuestión propuesta.
1962) n.594-595.599-600.
52
Este extremo lo recalca C. M A R T Í N , obispo de Paderborn, que en el V a t . I
51
fue el que dio la última m a n o al texto definido: Der wahre Sinn der vaiikanische Véanse en D E N Z . , 792a y 8 1 0 ; 873a y 8 8 2 ; 893a y 9 1 0 ; 937a y 9 4 7 ; 956a
Leherentscheidung über die Unfehlbarkeit des Papstes, 1871 y 960.
53 55
J U A N X X I I I . aloe, i n a u g u r a l : AAS 54 (1962) 790-794. Sobfe este particular Cf. D E N Z . , 1781 y 1821. Véase De Ecclesia: S T h S I (BAC, 1962) n.906-907.
56
véase el bien p o n d e r a d o estudio de D . I T U R R I O Z Autoridad doctrinal del Conc. Va- M A N S I , 5 1 , 4 3 6 ; 52,1335.
57
ticano II: E s t E d 40 (1965) 283-300. Menos exacto nos parece lo que dice R. Rou- AAS 57 (1965) 67. Las fórmulas usadas en la sesión I V del V a t . II son como
rjUETTE, Les derniers jours de la / / / e session: E t u 4 322 (1965) 105 nota \. la transcrita, que sólo accidentalmente, en la redacción estilísticamente m á s correcta,
se distinguen de las anteriores.
132 Joaquín Salaverri, S. 1. C.l. El misterio de la Iglesia. 1 133

3) LA INTENCIÓN, DEFINITORIA O NO, del Vaticano II hay el vigor de su doctrina, más que condenando errores con severi-
que deducirla de las manifestaciones autorizadas. En las reunio- dad» ". Como se ve, el Papa se limitó también a anunciar que el
nes de la Comisión teológica preparatoria del Concilio, a los teó- Concilio se abstendría de fulminar anatemas.
logos les sorprendía que se quisiese abstener de definiciones infa- Más explícitamente que su predecesor, manifestó su pensa-
libles, sobre todo habiéndose propuesto tratar temas de doctrina. miento Pablo VI en la alocución inaugural de la sesión II, el
Sería un caso único en la historia de los Concilios ecuménicos. 29 de septiembre de 1963: «Nos parece llegado el tiempo de
Se podría, sí, prescindir de cánones con anatema, como lo hicie- explorar, penetrar y exponer más y más la doctrina relativa a
ron el Concilio Calcedonense y el Lateranense IV en su capítulo la Iglesia de Cristo; tal vez no con aquellas solemnes enuncia-
«Firmiter», que son dos casos notabilísimos de definiciones dog- ciones que llaman definiciones dogmáticas, sino más bien en for-
máticas infalibles sin anatema5". Además, los cánones con anate- ma de declaraciones, por las que la Iglesia, con magisterio más
ma hallaron tenaz oposición en las deliberaciones de la sesión III explícito y ponderado, manifieste lo que ella de sí misma sien-
del Vaticano I. Una minoría inteligente y aguerrida juzgaba que te» "2. Sin prejuzgar las decisiones conciliares («tal vez»), clara-
de hecho serían inútiles y contraproducentes; y por eso, aunque mente formuló ya la posibilidad de prescindir de las solemnes
por voto de la mayoría subsistieron los 18 anatemas de la consti- definiciones dogmáticas en las declaraciones conciliares sobre la
tución De jide catholica, en la sesión siguiente se redujeron a doctrina de la Iglesia.
cuatro los anatemas de la constitución De Ecclesia ". De todo lo Más claramente aún se manifestó el propósito del Concilio
cual se concluía que, siendo un hecho sin precedente el que un cuando el secretario, en la congregación general 78. a , el 29 de
Concilio ecuménico se abstuviese de definiciones infalibles en sus noviembre de 1963, anunció la sesión pública del 4 de diciem-
constituciones o decretos doctrinales, sería necesario que esta in- bre, que era la primera en que se procedería al acto de promul-
tención se hiciese patente en alguna declaración oportuna y auto- gación. Se habían de promulgar la constitución De la sagrada
rizada. liturgia y el decreto' Sobre los instrumentos de comunicación so-
Una primera manifestación de tal decisión se hizo el 29 de cial. «La importancia—dijo—de la sesión pública es grandísima,
septiembre de 1962, en la conferencia que Mons. Felici, secreta- ya en sí, ya también en relación a la finalidad pastoral del Con-
rio general del Concilio, pronunció en el Círculo Romano sobre cilio, el cual no pretende en ella proceder a una definición dog-
el tema A la vigilia del Concilio ecuménico Vaticano II. Hacia mática. Si algún día el Concilio creyera conveniente pronunciar
el final, aludiendo a los argumentos que se habían de tratar, alguna definición, los Padres serán expresamente advertidos de
dijo: «Los hombres de nuestros días necesitan ser instruidos en ello, y el texto estará redactado en forma adecuada. Los esque-
las verdades de la fe y buenas costumbres. Hoy no existen gran- mas que serán votados y promulgados el próximo 4 de diciem-
des herejías que sea necesario combatir; no existen errores que bre son de naturaleza únicamente disciplinar»". Con esto apa-
no hayan sido ya denunciados y que deban ser solemnemente reció manifiesto que el Concilio era de ídole pastoral y quería
rechazados por esta Asamblea. Lo que se necesita es despertar prescindir de definiciones dogmáticas, a no ser que las creyese
en la vida del cristiano el espíritu de la fe y de la moral evan- oportunas, en cuyo caso precedería la declaración explícita de
gélicas. De esto es de lo que se ocuparán los Padres concilia- ese propósito.
res» °°. Con esto prudentemente se dio a conocer el propósito de En el discurso inaugural de la sesión m , la que había de
prescindir de condenas. decidir sobre la constitución dogmática De Ecclesia, Pablo VI se
La primera manifestación solemne la hizo Juan XXIII en la expresó de forma que pareció dejar abierto el camino para una
alocución inaugural del Concilio el 11 de octubre de 1962: «Una definición solemne: «El divino Espíritu—dijo—está aquí presen-
cosa—dijo—es el depósito de la fe, y otra el modo de enunciarlo. te para iluminar el Concilio y dirigirlo a la utilidad de la Iglesia.
A este modo de enunciación se han de dirigir nuestros pacientes Afirmamos esto porque ya hemos llegado al trance de que la
cuidados. La Iglesia juzga que a las necesidades de nuestros tiem- Iglesia diga de sí lo que Cristo pensó y quiso al instituirla. Con-
pos conviene atender exponiendo con misericordia ampliamente viene que la Iglesia se defina a sí misma. De este modo se com-
pletará la doctrina que el Concilio ecuménico Vaticano I se había
18
ss
DCNZ., 148,428-430. 61
DENZ., 1801-1818.1823.1825.1831.1840. Sobre esto puede verse una nota bien AAS 54 (1962) 792.
documentada en De Ecclesia: SThS I (BAC, 1962) n.911-912. " PABLO VI, Sálvete, Fratres: AAS 55 (1963) 848-849.
60 " L'Osservatore Romano, 30-11-1963, p.3 col.4.
L'Osservatore Romano, 30-9-1962.
134 Joaquín Salaverri, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia. 1 135

propuesto enunciar, pero, interrumpido por obstáculos externos, ridad superior» habían sido leídas, impresas y repartidas a todos.
no pudo definir. Propio es de este solemne Sínodo dirimir cier- Volvió a recordarles expresamente «que la votación de este día,
tas laboriosas controversias teológicas sobre los pastores de la 19 de noviembre, y la definitiva en la sesión pública del 21, se
Iglesia, con las prerrogativas que legítimamente fluyen del epis- habían de hacer y entender a la luz de las Notificaciones dichas,
copado, y sobre ellas pronunciar sentencia cierta. Hemos de las cuales habrán de tener siempre valor y se incorporarán a las
declarar cuál es la verdadera noción de los órdenes jerárquicos actas del Concilio» " . En este supuesto se procedió a la votación
y decidir con autoridad y certeza, que no sea licito poner en decisiva de la constitución De Ecclesia el 19 de noviembre, y fue
duda» 6 \ Estas manifestaciones hicieron creer a algunos que el aprobada por 2.134 votos contra 11. Repetida solemnemente la
Papa deseaba se procediera en el Vaticano II, sobre la doctrina votación en la sesión pública definitiva, el 21 de noviembre, fue
de la Iglesia, con la misma autoridad infalible del Vaticano I, aceptada por 2.151 votos contra sólo cinco.
por ser el legítimo continuador y complemento de él. Para ello La notificación dice: «Como de suyo es patente, el texto de
pensaban que sería necesario proceder a otra redacción del es- un Concilio siempre se ha de interpretar según las reglas genera-
quema, adecuada a ese fin. les conocidas de todos. Teniendo en cuenta el uso conciliar y
Tal vez para evitar la posible confusión, el cardenal decano, el fin pastoral del presente Concilio, este Sínodo, en materias de
en nombre del Consejo de la Presidencia, al que correspondía fe o de moral, solamente propone a la Iglesia como perentoria-
«resolver las dudas que ocurrieren» '"', en la congregación gene- mente definido aquello que él mismo declarare ser tal. Las demás
ral del día siguiente leyó un saludo y comunicado, en el que en cosas que el Concilio propone, por ser doctrina del supremo ma-
segundo lugar decía: «Es conveniente recordar que este Concilio gisterio de la Iglesia, todos y cada uno de los fieles las deben
ecuménico, como el Sumo Pontífice Juan XXIII afirmó una y recibir y aceptar según la mente del mismo Sínodo, que se de-
otra vez («iterum iterumque»), de ningún modo se propone duce ya de la materia de que trata, ya de la manera de formular-
establecer nuevos capítulos de doctrina: su propio' fin es hacer la, según las normas de interpretación teológica» cr.
que se incremente la actividad pastoral de la Iglesia. Según esta Las Notificaciones las hizo expresamente suyas Pablo VI en la
norma han sido redactados todos los esquemas, y a eso se han misma sesión pública del 21 de noviembre de 1964, en la que
de dirigir nuestras discusiones y nuestros trabajos, a no ser que con su autoridad apostólica aprobó y promulgó solemnemente la
sobre esto se estableciere otra cosa». Esta comunicación oportuna constitución dogmática De Ecclesia, diciendo: «En cuanto a la
del Consejo de la Presidencia se repartió impresa a todos los doctrina del Episcopado era necesario que el Concilio Vaticano I
componentes del Concilio, y resolvió las dudas que pudieran fuese completado. Se ha hecho de manera que—teniendo en cuen-
ocurrir. ta las explicaciones añadidas acerca del valor teológico que, según
La Comisión conciliar «De doctrina fidei et morum» había la mente del Concilio, se ha de atribuir a la doctrina propuesta—
preparado con tiempo su respuesta a las dudas sobre «la califi- no dudamos promulgar, con la ayuda de Dios, esta constitución
cación teológica de la doctrina contenida en los esquemas dog- sobre la Iglesia» cs. La fórmula solemne con que el Papa apro-
máticos del Concilio', supuesta su índole pastoral». Al acercarse bó definitivamente la constitución no contiene la voz clásica «de-
las votaciones últimas y definitivas de la constitución dogmática finimus», a diferencia del Vaticano I que la destaca expresamen-
De Ecclesia, el secretario general en la congregación 123. a del te, como dejamos dicho G0. Finalmente, las Notificaciones fueron
16 de noviembre de 1964, leyó unas Notificaciones muy impor- impresas a continuación de la constitución, bajo el título: «Ex
tantes, «por orden de autoridad superior» (o sea, del Papa). En Actis sacrosancti oecumenici Concilii Vaticani II» ;o.
la segunda se resolvía la duda sobre la calificación teológica. En En el mismo propósito de no empeñar su autoridad doctrinal
la congregación general siguiente, la 124. a , se repartieron impre- con definiciones dogmáticas propiamente dichas, se mantuvo el
sas esas Notificaciones. El 19 de noviembre, en la congregación Concilio hasta el fin. La segunda y la última oportunidad que se
general 126. a , inmediatamente antes de proceder a la votación le ofrecía era cuando se acercaba la promulgación de la otra
decisiva del esquema íntegro De Ecclesia, el secretario general
68
recordó a los Padres las Notificaciones que «por orden de auto- 67
L'Osservatore Romano, 20-11-1964.
AAS 57 (1965) 72.
"8
G!)
PABLO VI, aloe. Post dúos menses: AAS 56 (1964) 1009.
Véanse las notas 56 y 57.
«65 PABLO VI, In signo crucis: AAS 56 (1964) 808-809. 70
AAS 57 (1965) 72-75.
Ordo Concilii oecumenici Valicani II (1963) a.4,1.
136 Joaquín Salaverri, S. 1.
C.l. El misterio de la Iglesia. 1 137
constitución dogmática Sobre la divina revelación, que tuvo lugar
en Ja sesión pública del 18 de noviembre de 1965. El secretario fice, y de ahí procede su obligación suprema de aquilatar lo que
general, respondiendo a las preguntas de algunos Padres sobre se haya de promulgar.
la nota teológica, en la congregación general 161 dijo que valía Con el de Juan XXIII coincide en este punto el pensamiento
y estaba vigente para la constitución de la revelación la misma de Pablo VI. Lo manifiesta en su encíclica Ecclesiam suatn. Con
notificación y volvió a leerla íntegra ". En la congregación gene- profundo respeto hacia el Episcopado reunido, desea «que una
ral siguiente, la 162, se distribuyó impresa a los Padres esa noti- Asamblea de tanto peso y autoridad disfrute de libertad en la
ficación sobre la cualificación teológica de la constitución dogmá- investigación y discusión de los temas propuestos». Sin embargo,
tica. En este supuesto, en la sesión pública del 18 de noviembre recuerda también que se reserva el derecho de manifestar su sen-
de 1965, fue definitivamente votada y aprobada con 2.344 votos tir en las ocasiones que juzgue oportunas. En ese caso, su mayor
positivos contra seis negativos. Según esto, los criterios para deseo es que su parecer resulte conforme con el de los Padres
valorar teológicamente los enunciados de la constitución De Eccle- conciliares " .
sia son, como la notificación lo dice, los mismos que se contienen Esa reserva la hizo efectiva «con superior autoridad» en la
en las normas de la interpretación teológica, que se pueden ver en Nota previa al capítulo III de la constitución De Ecclesia, sobre la
los probados autores ' 2 . colegialidad episcopal, en la notificación sobre la calificación teo-
4) LAS NOTAS EXPLICATIVAS DE PABLO VI.—Las Notifica- lógica y también en las Observaciones relativas al decreto sobre
ciones que hemos mencionado, «comunicadas a los Padres por el ecumenismo: Notas y observaciones comunicadas oportunamen-
superior autoridad, a fin de que según la mente y la sentencia te a las Comisiones respectivas y a la Asamblea conciliar, con el
de ellas se haya de explicar y entender la doctrina» de los textos fin de evitar interpretaciones ambiguas de los textos de suyo
conciliares a que se refieren, han sido objeto de varias y aun en- correctos, y para que las siguientes votaciones definitivas se hi-
contradas interpretaciones 7S. ciesen en sentido inequívoco, lo que el Papa juzgaba oportuno.
A este propósito es oportuno recordar lo que, después de ce- Así lo hicieron efectivamente los Padres con voto casi unánime ' 6 .
lebrada la sesión I del Concilio, Juan XXIII escribía a los obis- Este modo de proceder es perfectamente legítimo, y el dere-
pos : «Es oficio sagrado y propio de los obispos la dedicación cho de intervenir en ocasión oportuna es irrenunciable. Porque
solícita a los trabajos del Concilio; pero también es necesario el Papa no es meramente la voz o el heraldo del Episcopado, ni
que lo que en el Sínodo fuere constituido sea al fin comprobado solamente el presidente con voto calificado para decidir los acuer-
por el Sumo Pastor de la Iglesia, de cuya autoridad apostólica dos del Colegio episcopal puramente por mayoría. El Papa, ade-
todos los decretos conciliares han de recibir su definitiva fuerza más, en cuanto Cabeza y principio de unidad del Cuerpo episco-
de ley. A los Padres del Concilio toca proponer esos sagrados de- pal ", es el juez decisivo, sin cuyo asentimiento no se da la
cretos, estudiarlos maduramente, redactarlos en forma adecuada unidad, requerida de derecho divino, en el consentimiento de los
y suscribirlos al fin juntamente con el Romano Pontífice» ". Se- obispos; y en cuanto Vicario universal de Cristo y Cabeza visible
gún esto, los decretos preparados por los Padres conciliares han de toda la Iglesia, es en ella el arbitro supremo, con potestad
de ser sometidos a la «comprobación» del Papa, del que han de plena y definitiva, a la que deben subordinación y obediencia je-
recibir la fuerza obligatoria definitiva. De donde se deduce que rárquicas todos los fieles y todos los pastores de la grey cristiana
la mayor y más decisiva responsabilidad es la del Romano Pontí- tanto individual como colectivamente 7S.
71
Eugenio IV se vio obligado a ejercer en su plenitud ese de-
72
AAS 57 (1965) 72. recho, rechazando expresamente, el 4 de septiembre de 1439, los
Los principales pueden verse citados en De Ecclesia Chriiti: SThS I (BAC,
1962) n.884-905. Añádase D. ITÜRRIOZ, La autoridad doctrinal de las Constituciones decretos ya promulgados por el Concilio Constanciense en sus se-
y Decretos del Conc. Vat. II: EstEd 40 (1965) 283-300. Pueden verse también los
autores
73
que Itürrioz aduce en la nota 46. siones IV y V. Esto fue necesario para «salvaguardar el derecho,
Cí. Irenikon 37 (1964) 465-466; 508-523; G. DEJAIFVE, La «magna chana» la dignidad, la preeminencia y la potestad que en la persona de
du Vat. II: NouvRevTh 87 (1965) 3-32; O. SEMMELROTH, Die Lehre von der kolle-
gialem Hirtengewalt über die Gesamtkirche unter Berücksichtigung der angejührten Pedro concedió Cristo a los que legítimamente le suceden en la
Erkldrungen: Scholastik 40 (1965) 161-179; cf. S. TROMP, Declaraciones: Echo der
Zeit. 22-8-1965; R. ROUQUETTE, La fin de la Ule session: Etud 322 (1965) 100-120;
H. HOLSTEIN, La constitution dogmatique sur l'Église: Etud 322 (1965) 339-354; 75
PABLO VI, ene. Ecclesiam suam: AAS 56 (1964) 622.
J. M. ALONSO, Relación de lo ocurrido en la Ses. III del Vat. II: IlustrCIer 58 76
(1955) 380-89; G. CAPRILE, // Conc. Vat. II vol.4, II terzo período (1965). 77
AAS 57 (1965) 67-75.
" JUAN XXIII, epist. Mirabilis Ule, 6-1-1963: AAS 55 (1963) 149-159. 78
Conc. Vat. I, Constit. de Ecclesia, proem.: DENZ., 1821.
Conc. Later. V, ses.11: DENZ., 740; Vatic. I, De Ecclesia c.3 : DENZ., 1827
y 1831.
138 ]oaquín /lí. Alonso, C. M. F. C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 139

Sede Apostólica», como declaró el mismo Pontífice, el 22 de ju- 3. Vino, pues, el Hijo, enviado por el Padre, que nos eligió
en El antes de la creación del mundo, y nos predestinó a la adop-
lio de 1446 " . ción de hijos, porque en El se complació restaurar todas las cosas
El caso del Vaticano II es muy distinto. Porque en él las (cf. Eph 1,4-5 y 10). Cristo, pues, en cumplimiento de la voluntad
notificaciones fueron propuestas, como criterios de interpretación, del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló
su misterio y efectuó la redención con su obediencia, ha Iglesia,
antes de proceder a las votaciones decisivas, con las que se dieron o reino de Cristo, presente ya en el misterio, crece visiblemente
por aceptadas conciliarmente. De esas notificaciones no se dice en el mundo por el poder de Dios. Comienzo y expansión sig-
que fuesen necesarias. Respecto a su oportunidad y conveniencia nificados por la sangre y el agua que manan del costado abierto
nadie puede juzgar mejor que el que, investido de suprema res- de Cristo crucificado (cf. lo 19,34), y preanunciados por las pa-
labras de Cristo sobre su muerte en la cruz: Y yo, si fuere le-
ponsabilidad, se inclinó a que con «superior autoridad» fueran vantado de la tierra, atraeré a todos a mí (lo 12,32 gr.). Cuantas
publicadas 8°. veces se renueva sobre el altar el sacrificio de la cruz, en que
El valor dogmático de esas notificaciones creemos que, por lo nuestra Pascua, Cristo, ha sido inmolada (1 Cor 5,1), se efectúa
la obra de nuestra redención. Al propio tiempo, en el sacramento
menos, es el de una interpretación auténtica de los mismos do- del pan eucarístico se representa y se reproduce la unidad de los
cumentos conciliares a los que van referidas. fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo (cf. 1 Cor 10,17).
Todos los hombres son llamados a esta unión con Cristo, luz del
mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien
caminamos.
ECCLESIA DE TRINITATE 4. Consumada, pues, la obra que el Padre confió al Hijo en
la tierra (cf. lo 17,4), fue enviado el Espíritu Santo en el día de
Por Joaquín María Alonso, C. M. F. Pentecostés para que indeficientemente santificara a la Iglesia, y
de esta forma los que creen en Cristo pudieran acercarse al Paire
2. El Padre Eterno creó el mundo universo por un libérrimo en un mismo Espíritu (cf. Eph 2,18). El es el Espíritu de la vida
y misterioso designio de su sabiduría y de su bondad, decretó ele- o la fuente del agua que salta hasta la vida eterna (cf. lo 4,14;
var a los hombres a la participación de la vida divina y, caídos 7,38-39), por quien vivifica el Padre a todos los muertos por el
por el pecado de Adán, no los abandonó, dispensándoles siempre pecado hasta que resucite ett Cristo sus cuerpos mortales (cf. Rom
su ayuda en atención a Cristo Redentor, que es la imagen de Dios 8,10-11). El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de
invisible, primogénito de toda criatura (Col 1,15). A todos los los fieles como en un templo (1 Cor 3,16; 6,19) y en ellos ora
elegidos desde toda la eternidad el Padre los conoció de antemano y da testimonio de la adopción de hijos (cf. Gal 4,6; Rom 8,15-16
y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para y 26). Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige y en-
que éste sea el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29). riquece con todos sus frutos a la Iglesia (cf. Eph 4,11-12; 1 Cor
Determinó convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia, 12,4; Gal 5,22), a la que guía hacia toda verdad (cf. lo 16,13) y
que prefigurada ya desde el origen del mundo, preparada admi- unifica en comunión y ministerio. Hace rejuvenecer a la Iglesia, la
rablemente en la historia del pueblo de Israel y en el Antiguo Tes- renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su
tamento, constituida en los últimos tiempos, fue manifestada por Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: ¡Ven!
la efusión del Espíritu Santo y se prefeccionará gloriosamente al (cf. Apoc 22,17).
fin de los tiempos. Entonces, como se lee en los Santos Padres, Así se manifiesta toda la Iglesia como «una muchedumbre re-
todos los justos descendientes de Adán, «desde Abel el justo hasta unida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
el último elegido», se congregarán ante el Padre en una Iglesia
universal.
INTRODUCCIÓN
79
Los comprobantes véanse en DENZ., 657 nota 2, y más ampliamente en A. FRAN- Los números 2, 3 y 4 de la constitución dogmática Lumen
ZEN, El Conc. de Constanza: Concilium (1965-VII) 31-77. También León I reprobó
el can.28 del Conc. Calcedonense el año 453 (cf. COeD [1962} 58). gentium constituyen una unidad perfecta de doctrina y se aden-
80
Lo que hemos dicho sobre el fin pastoral del Concilio Vat. II y sobre su
propósito de abstenerse de definiciones dogmáticas extraordinarias se confirma por las tran en lo más profundo del misterio de la Iglesia. Es en la Tri-
explícitas declaraciones sobre ambos puntos que Pablo VI hizo en la misma solem-
nísima alocución clausural del Concilio, en la sesión pública del 7-12-1965. Los es- nidad beata en donde la Iglesia tiene su primer origen, donde
tudios del Concilio, dijo, «se han de atribuir a aquella solicitud pastoral que el subsiste en su vida más oculta y a donde tiene que volver en la
Concilio quiso seguir como norma propia de sus trabajos». Además, observó: «Con-
viene advertir ahora que la Iglesia, por su magisterio, aunque ningún capítulo de consumación de los tiempos.
doctrina quiso definir con sentencias dogmáticas extraordinarias, sin embargo, acerca
de muchas cuestiones propuso con autoridad su doctrina, a la que como norma los Hemos, pues, dado a este comentario un título que resume
hombres de hoy deben adaptar su conciencia y sus obras». En este segundo pasaje se
ve expresado con otras palabras lo mismo que anteriormente hemos visto en la todo lo que vamos a decir con una fórmula de San Cipriano que
anotación sobre la calificación teológica: L'Osservatore Romano, 8-12-1965, alocu- después encontraremos. La Iglesia es una misteriosa realidad, un
ción Hodie Concilium p.2 col.7, y p.3 col.l.
140 Joaquín Ai. Alonso, C. M. F. \ C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 141

misterio que está esencialmente vinculado al primordial misterio si¿»logía actual, toda ella centrada en el misterio de la Iglesia.
cristiano: el de la Santísima Trinidad. Esto es lo que primaria- Nosotros decimos que el núcleo de ese misterio está en su rela-
mente intenta decirnos el Concilio Vaticano II en esos tres núme- ción mistérica con el misterio de la Trinidad. Y que el orden
ros de la constitución. mismo de los párrafos 2-3-4, con su inmediata colocación des-
La importancia doctrinal que en la eclesiología católica están pués de la introducción, está ya indicando por sí mismo la im-
llamados a despertar esos tres números, consiste en que se llama portancia que el Concilio les concede.
poderosamente la atención de los eclesiólogos sobre una relación Nuestro método en este comentario será el siguiente: tratare-
que todavía no había logrado un primado de honor en los trata- mos primero brevemente de la génesis doctrinal del texto conci-
dos sobre la Iglesia. Quiero decir: la relación real y profunda liar; después, de su misma doctrina; finalmente, queremos aven-
que existe entre la esencia de la Iglesia y el misterio de la Santí- turar una muy sucinta, pero densa síntesis teológica, sobre el tema
sima Trinidad. Ecclesia de Trinitate. Lo hacemos apuntando únicamente hacia un
Ciertamente, como veremos luego, no faltan autores, sobre tratado eclesiológico que adoptará definitivamente esa insoslaya-
todo entre los orientales, que se han dado cuenta de ello y hasta ble estructura trinitaria del tratado sobre la Iglesia.
la han convertido en el eje mismo estructural de todo el tratado Advertimos, finalmente, que la bibliografía está toda recogi-
eclesiológico; pero siempre son autores aislados. Podemos afirmar da en las notas y que no ofrecemos más que aquella bibliografía
con una seguridad suficiente que también aquí la constitución seleccionada que nosotros mismos hemos utilizado.
dogmática Lumen gentium se adelanta proponiendo perspectivas
y abriendo horizontes dilatados a la inmediata y futura labor de /. La génesis del texto
los eclesiólogos.
En te época que inmediatamente precede al Concilio, es sabi-
Por otra parte, el tema tenía sus dificultades, que no han de- do que en las tendencias eclesiológicas dominantes existía una
jado de manifestarse en la misma elaboración conciliar del tema. preocupación fundamental por rehacer y completar Ja eclesiología
Esas dificultades provenían unas veces de ciertos peligros de que clásica tridentina y del Vaticano I ' , dando a la Iglesia su carác-
Ja inteligencia trinitaria de la Iglesia no fuera contaminada por ter sobrenatural de «misterio» e intentando superar un cierto dua-
falsas perspectivas tanto eclesiológicas como trinitarias. Otras ve- lismo eclesiológico entre un juridismo—se decía—excesivamente
ces las dificultades provenían de que el tema, aun gozando de destacado y una Iglesia concebida interiormente como comunión
una venerable antigüedad, como veremos, no ha adquirido aque- en la caridad.
lla elaboración teológica que hace reposar los problemas a veces
Los mismos Padres conciliares, en sus peticiones a la Comi-
en una falsa claridad de estancamiento.
sión preparatoria del Concilio, proponían, desde luego, el tema
Hay que advertir, con todo, inmediatamente que el texto con- de la Iglesia, y ya entonces ciertamente como central. En esas mis-
ciliar es casi exclusivamente de índole escriturística: presenta el mas peticiones se destacaban sobre todo los aspectos más interio-
kerigma primitivo con sus expresiones directas. Diríamos que, lo res de la Iglesia, como Cuerpo místico de Cristo, de sacramento
mismo que sucede con casi todos dos temas neotestamentarios, y de misterio.
también en éste aparece la función dinámica y vital de la primi- La Comisión teológica presentó en la primera sesión del Con-
tiva comunidad cristiana contemplando el misterio de la Iglesia cilio un primer esquema de constitución sobre la Iglesia con once
en función de las personas trinitarias. Son ellas quienes intervie- capítulos. El primero de éstos se titulaba: «Sobre la naturaleza
nen en la Iglesia siguiendo su propio ritmo nocional y personal de la Iglesia militante». Dejamos para otros comentaristas el ex-
y guardando siempre la misteriosa armonía que las reúne en una plicarnos el sentido de ese título. Lo cierto es que ya aquí, y en
sola melodía. sus números 1-2, no pudo menos de hacerse relación al «consejo
N o hay, pues, que ir a buscar al texto una teología sistemática de Dios Padre» ( n . l ) y a «la ejecución del consejo del Padre
del tema, y nuestro comentario distinguirá siempre la doctrina por el Hijo» (n.2). ¿Había ya en ello un sincero deseo de abrir
que ofrece el Concilio, de la doctrina que ofrecen nuestras propias la perspectiva trinitaria sobre la Iglesia? N o lo creemos. Se tra-
reflexiones de síntesis teológica. taba simplemente en el n.l de una especie de prólogo, y en el n.2,
El tema sobre la relación entre Iglesia y Trinidad entra con 1
Sobre el Concilio Vaticano I hemos reunido una bibliografía selecta en De cor-
pleno derecho en esta renovación de la problemática de la ecle- pore seu collegio episcopal! (Romae, Claretianum, 1964) p.26-29.
142 Joaquín M. Alonso, C. M. F.
, C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 143
de la fundación de la Iglesia por Cristo. Todo esto permanecía
todavía muy extrínseco al tema mismo de una Iglesia conside- te\contra la misma relación íntima que necesariamente tiene la
rada dentro del misterio trinitario'. Además y sobre todo, a esos Iglesia con el dogma de la Trinidad. Todos estaban conformes en
dos párrafos no seguía en un ritmo necesario otro nuevo párrafo que la eclesiología tiene unas relaciones indiscutibles con la Tri-
dedicado a la acción del Espíritu Santo. Esta divina persona no nidad. Lo que únicamente hoy no está todavía claro entre los
aparecía sino más tarde, y únicamente como alma del Cuerpo teólogos es el mismo modo de sistematizar el dogma trinitario,
místico. en el que caben dos perspectivas: una, que puede llamarse «no-
cional», en la que la consideración de las personas priva sobre la
Pero es sabido que al final de la sesión primera (diciembre
consideración de la unidad de la esencia divina; otra, en la que
de 1962) se rehacen totalmente todos los esquemas presentados
la unidad de la esencia priva sobre la trinidad de personas. Y, na-
y el Concilio toma un rumbo nuevo, mucho más dirigido hacia
turalmente, después y muy lógicamente, cada una de esas concep-
el tema exclusivo de la Iglesia. Es interesante observar que tanto
ciones, puramente teológicas y que no afectan al dogma mismo
en las breves discusiones sobre algunos capítulos del primitivo
en cuanto tal, tienen sus repercusiones cuando se trata de apli-
esquema sobre la Iglesia como en los trabajos de la intersesión
carlas a una eclesiología consecuente.
van apareciendo unas críticas y unas enmiendas, tanto de los
Padres como de los teólogos, que van a ser decisivas para los tres Pero el texto mismo conciliar—y es norma general y cierta
párrafos (2, 3 y 4) que comentamos. para todos los textos del Vaticano II—no intenta resolver ningu-
na de las cuestiones controvertidas entre los teólogos. Por eso
Se critica sobre todo—así se decía—su excesiva carga de je-
creemos que es inútil insistir en si efectivamente el texto favo-
rarquismo y de juridismo, y se pide que se considere más la Igle-
rece o no a una de esas opiniones: por ejemplo, a una doctrina
sia en sus aspectos internos.
de las «apropiaciones», ya que muy explícitamente no se lo pro-
Ya en abril de 1963 tienen los Padres conciliares un nuevo pone. El texto no hace más que proponer, y de un modo exclu-
texto, que habría de presentarse a la segunda sesión, comenzada sivamente escriturario, la doctrina que la Sagrada Escritura ofrece
el 29 de septiembre. En ese esquema aparece ya la estructura ge- viva y dinámicamente sobre los modos de operar las divinas per-
neral y hasta la doctrina que sólo muy ligeramente retocada ha- sonas en el misterio del origen, del desarrollo vital y de la con-
bría de aprobarse en la sesión tercera, el 16 de septiembre de 1964. sumación del fin para que fue instituida la Iglesia. La misma frase
Y ya aquí, decimos, aparece el n . l , que sirve de introducción. final de San Cipriano no ofrece a este respecto ninguna dificul-
En él se declara abiertamente a la Iglesia como «signo», «instru- tad. Marca, en cambio, netamente el tema trinitario dentro de la
mento», «sacramento». Sobre todo, el título de todo el primer eclesiología más tradicional. Ese último escrúpulo de un Padre
capítulo es el de «Sobre el misterio de la Iglesia». A este número conciliar, que hace suprimir la palabra «su» (...vida) para evitar
primero siguen los números 2-3-4, siendo el párrafo 4 un núme- dificultades trinitarias, no tenía sentido, porque, efectivamente,
ro totalmente nuevo: «El Espíritu Santo como santificador de la ¿de quién procede la vida, a la que el Padre llama a participar,
Iglesia». Además se termina con el célebre texto de San Cipriano: sino de El mismo, a quien llama la tradición «fuente de la di-
la Iglesia es como un pueblo unido en la unidad del Padre, del vinidad» ?
Hijo y del Espíritu Santo. Superadas, pues, esas pequeñas dificultades del texto y habien-
Con ello aparecía en el texto una clara contextura trinitaria. do añadido el número 4, dedicado al Espíritu Santo, el Concilio
Y muchos lo alabaron por ello. Así, un grupo de teólogos decía: Vaticano II, por primera vez en la historia de la eclesiología, nos
La perspectiva de esos tres números es a la vez trinitaria e histó- ha dado unos principios doctrinales con los que ya es posible
rica. Esto permite situar a la Iglesia en lo más profundo del mis- pensar en una eclesiología verdaderamente trinitaria. Y esto obli-
terio cristiano: Dios trino y sus relaciones con el mundo y la ga mucho a los futuros eclesiólogos.
Historia. Otros, en cambio, manifestaron sus preocupaciones di-
ciendo que esa contextura trinitaria podría inducir al error de se- //. La doctrina del texto
parar la acción de una de las divinas personas. Superadas estas
dificultades, el texto queda definitivamente elaborado en su natu- En la doctrina del texto conciliar, decimos, nadie vaya a bus-
ral perspectiva trinitaria. car una exposición teológico-sistemática o escolástica al uso. No,
ciertamente, porque esas exposiciones no sean siempre necesarias
Nadie piense, con todo, que esas dificultades iban direetamen-
en la Iglesia de Dios y de dos hombres desde su doble vertiente
144 ]oaquín M. Alonso, C. M. F. C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 145

apologética y positiva, sino porque el Concilio, Vaticano 11/ se


propuso expresamente presentar la doctrina de urí modo pastoral, E L PADRE Y LA IGLESIA
propio para ser comprendido por todos. / A la primera Persona trinitaria se la llama «Padre», con un
El Concilio, pues, en estos tres números (2, 3 y 4) nos da nombre que era ya conocido en el Antiguo Testamento como un
más bien algo así como un resumen de teología bíblica sobre la nombre de misericordia y de providencia: «Yo seré para él como
acción de las divinas personas sobre la Iglesia. Nosotros vamos un padre» (2 Reg 7,14), se le promete a David respecto de su
a seguir el texto fielmente ahora; solamente luego, en el último hijo Salomón; el salmo 88,27 lo repite: «El me invocará: Tú
párrafo, podemos intentar una síntesis teológica, la cual, en cuan- eres mi padre». Isaías (63,16; 64,8) también le invocará como
to tal, será solamente nuestra. padre: «Tú, Señor, eres nuestro padre, aunque Abrahán nos ol-
Sería muy interesante, sin embargo, descubrir el contexto lite- vide e Israel ya no se acuerde de nosotros». Y el libro de la Sa-
rario en que se nos da este kerigma primitivo que el Concilio biduría dirá confiadamente: «Tu providencia, ¡oh Padre!, lo go-
toma exclusivamente de la Sagrada Escritura. Pero no podemos bierna todo...» (14,3).
hacerlo porque desbordaría demasiado nuestro comentario. Pero la revelación plena y real de ese nombre la hace única-
Digamos solamente que hoy ya se ve claro que la línea de la mente el Hijo al convertirlo en el nombre habitual y propio con
revelación escrituraria sobre la Iglesia aparece en un esquema de que siempre llamará a su Padre, haciéndolo nuestro: «Cuando
historia de la salvación, en el que la acción de las divinas perso- oréis, decid: Padre nuestro...» (Mt 6,9).
nas va entrando cada vez con su acento peculiar, y esto responde A esta divina persona se la determina con los calificativos si-
perfectamente a ese ritmo interior que constituye la vida divina guientes, que están expresando los atributos nocionales y perso-
intratrinitaria. El texto, por su parte, guarda absolutamente ese nales suyos: «eterno», en cuanto principio sin principio; «libre»,
ritmo, aunque los enunciados mismos de los títulos (suprimidos, «oculto», «sabio», «bueno». AI Padre se atribuye la creación y el
finalmente, porque no pertenecían al texto promulgado) no hayan decreto de elevación sobrenatural y de providencia redentora. La
sabido siempre guardarlo. Así, el n.2 está muy bien enunciado frase que dice: «...dándoles siempre los auxilios para la salva-
de este modo: «El consejo del Padre Eterno sobre la salvación ción en previsión del Cristo Redentor...» insinúa una verdad
universal». Con ello se marcaba tanto lo característico de la pri- teológica, según la cual todos los hombres, aun los que existieron
mera Persona como la primera razón de la existencia de la Igle- antes de Cristo, están vinculados por el decreto del Padre a reci-
sia. El n.3 llevaba este título: «La misión del Hijo». Y, efecti- bir su salvación de ese mismo Cristo. Por eso la Iglesia, que ha
vamente, era expresivo, porque lo que define teológicamente la sido predestinada en Cristo y por Cristo, tiene la misma coexten-
encarnación es precisamente el concepto de misión. Pero el n.4 sión formal que el Cristo en el tiempo y en la eternidad.
se titulaba así: «El Espíritu santificador de la Iglesia». Y con ello Con ello se prepara la inteligencia del párrafo siguiente, cuya
se rompía de una cierta manera la conexión con los dos títulos importancia eclesiológica no se puede descuidar:
anteriores. El título adecuado hubiera sido: «La misión del Es-
píritu Santo por el Padre y el Hijo». Con ello se hubiera deter- «A todos los creyentes en Cristo determinó (el Padre) convocarlos
minado mejor que toda la acción del Espíritu Santo sobre la en la Santa Iglesia, la cual, ya prefigurada desde el origen del mundo,
preparada de un modo admirable en la historia del pueblo de Israel y
Iglesia debe ser pensada como una misión que realizan el Padre por el Antiguo Testamento, constituida en los últimos tiempos, mani-
por el Hijo. festada por la efusión del Espíritu, será gloriosamente consumada en el
Pero, decimos, los títulos no pertenecen al texto mismo pro- fin de los siglos. Y entonces, como se lee en los Santos Padres, todos
mulgado. Este, ciertamente, concibe la acción de las divinas per- los justos desde Abel serán congregados junto al Padre en la Iglesia
universal.»
sonas en la Iglesia dentro de una «economía» que manifiesta per-
fectamente su propia vida interna. Pues bien: la participación a He aquí cómo aparece el Padre en el origen de la Iglesia y
esa vida intratrinitaria constituye el misterio más profundo del cómo ésta retorna, finalmente, al Padre, de donde salió. En ese
ser mismo de la Iglesia. Veámoslo.
párrafo, el concepto de Iglesia no se reduce ciertamente a la Igle-
sia «militante», como hacían los antiguos manuales, sino que
aparece en una visión grandiosa, en la que toda la historia de la
salvación, con su predestinación en Cristo y con su retorno al
C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 147
146 Joaquín M. Alonso, C. M. F.
dantemente, que bien podría hacerse un libro entero sobre la cris-
Padre, aparecen dando unidad histórica y teológica a todas las tología de la constitución conciliar.
fases por las que va pasando la única Iglesia.
Pero hemos de reducirnos a presentar sola y brevemente aque-
El texto nos ha dicho que esa idea de Iglesia «universal» es llos rasgos fundamentales que unen a Cristo con la Iglesia.
conocida por los Padres. Citemos sólo este texto de San Agustín: Está en primer lugar la predestinación que la Iglesia tiene en
«Miembros de Cristo y cuerpo suyo lo somos todos a la vez, y no Cristo, según los textos magníficos de las epístolas a los Romanos,
solamente los que estamos en este lugar, sino también todos los que ha- Gálatas y Efesios que el texto conciliar cita. A esta visión pre-
bitan la tierra universal; ni sólo tampoco los de nuestro tiempo, sino destinadora y en esos mismos textos se añade la idea de recapi-
que, por así decirlo, los que desde Abel el justo hasta el fin de los si-
glos han existido y han pasado por esta vida... Todo ello es un solo
tulación, bien expresada así por San Ireneo:
cuerpo de Cristo... Esta Iglesia que ahora es peregrina se añade a aque- «El hombre es hechura de Dios, y Dios lo ha recapitulado todo en
lla Iglesia celeste, >en la que tenemos a los ángeles como conciudada- el hombre... Pero el Verbo-hombre lo ha recapitulado todo en sí mismo,
nos... Y se hace una sola Iglesia, la ciudad del Gran Rey»» '. y de todo, de lo celeste y espiritual, así como de lo visible y corporal, el
Verbo es príncipe y tiene el primado de todo, ya que asume a sí y se
Con este desarrollo de fases en que el decreto del Padre se constituye cabeza de la Iglesia, para atraerlo todo a sí en el tiempo opor-
va realizando, éste aparece al principio y al fin de la Iglesia con tuno» 3 .
sus características de primer Principio de la Trinidad y último
A la predestinación, que abarca todo el orden de la providen-
Fin al que el Hijo por el Espíritu Santo conduce todo el orden
cia sobrenatural del Padre, y a esa recapitulación universal, por
del universo elevado en Cristo a ser «Iglesia».
la que nada escapa a la influencia de Cristo-Cabeza, siguen las
Por ello, las funciones que propiamente se han asignado al
etapas realizadoras, concebidas siempre como una misión, que
Padre, siguiendo estrictamente Jos textos escriturarios, son: el
ahora viene a set la idea predominante, cuando se llega al orden,
consejo, el decreto, la elección, la «llamada», o vocación o «con-
temporal de la realización. La misión, según define la teología
vocación», y la misión. Precisamente hoy se conviene en que el
este concepto, es el efecto temporal producido por el envío de
mismo nombre de «Iglesia» hay que hacerlo derivar de «con-vo-
una persona divina como reflejo de su procesión eterna. Por eso
cación», de asamblea reunida porque ha sido llamada a reunirse
el Padre nunca es enviado, porque no procede; son enviadas las
por el Padre. La Iglesia es, por tanto, la asamblea de los llama-
otras divinas personas: el Hijo por sólo el Padre, y el Espíritu
dos por el Padre a ser reunidos en el Hijo y por el Hijo, y así
Santo por el Padre y el Hijo.
poder recibir el Espíritu Santo.
La encarnación es, pues, la «misión del Hijo» en este mundo,
que viene a cumplir la voluntad del Padre, revelando y realizan-
E L H I J O Y LA IGLESIA
do el misterio de la Iglesia, a la que redime, por la que se sa-
La segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, apare- crifica en la cruz, a la que sostiene con el pan eucarístico, unién-
ce siempre en la Sagrada Escritura como el «Enviado» por el dole a sí en una unidad mística, pero realísima, de incorpora-
Padre, y éste algunas veces aparece simplemente como el «Mi- ción; la Iglesia, por ello, viene a ser el «Cuerpo de Cristo».
tente». El texto conciliar proclama solemnemente que es a esta incor-
La segunda persona recibe varios nombres: Hijo, Verbo, Ima- poración en Cristo y en la Iglesia a la que son llamados todos
gen, que expresan su propia realidad personal. Pero, además de los hombres. Cristo se convierte en la luz del mundo, el Lumen
ellos, el texto conciliar, no solamente aquí, sino a lo largo de genúum 4.
toda la constitución, nos describe la persona del Cristo tan abun- Estas ideas son ampliadas en diversos lugares de la constitu-
2
ción, que serán comentadas por otros comentaristas. Por eso nos
Serm. 341,9,11: PL 39,1499ss. Cf. SAN GREGORIO M., Homil. in Evang. 19: reducimos simplemente a enunciar los títulos que unen a Cristo
PL 76,1154; SAN IRENEO, Adv. baer. 4,11: PG 7,1001-1003; íbid., 4,38: col.1105-
1109; ibid., 5,36: col.1221-1224; ORÍGENES, In cant. 2 : PG 13,134; Comm. Ser. con la Iglesia: Cristo es el Fundador de la Iglesia, la Cabeza del
in Mt. 5 1 : PG 13.1679BC; SAN AGUSTÍN, Enarr. in Ps. 118,29 n . 9 : PL 37,1589;
ID., In Ps. 142,3: PL 37,1846; SAN LEÓN MAGNO, Serm. 30,7: PL 54,234; SAN JUAN Cuerpo que es la Iglesia; es el Maestro, Sacerdote, Rey y Profeta
DAMASCENO, Adv. ¡con. 1 1 : PG 96,1258; SANTO TOMÁS DE AQUINO, 3,8,3 ad 3.
3
Cf. para esta cuestión CONGAR, Ecchsia ab Abel, en Festchrift Karl Adam (Dussel- Cf. Gal 3,28; Col 1,17; SAN IRENEO, Adv. bíter. 3,16,6: PG 7,925; cf. 3,22,2:
dorf 1952) p.97-98. PG 4 7,956. , . .,
También el tema sobre la preparación evangélica del Antiguo Testamento es clá- La frase Lumen gentium ha sido adoptada como titulo de la constitución dog-
sico. Cf. SAN CIPRIANO, Epist. 64,4,3 (edic. Hartel, p.720) ; SAN HILARIO, In Matb. mática, ya que comienza por ella. Para el origen de la frase, cf. Is 60,1-3; Le 2,32;
23,6: PL 9,1046; ORÍGENES, In Num. 9,4: PG 12,628; SAN CiRito ALEJ., Glapb. lo 1,8.
in Gen. 2,10: PG 69.110A.
148 Joaquín M. Alonso, C. M. F. C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 149
del Nuevo Pueblo de Dios; Cristo es el Mediador, Abogado, Es- al Espíritu Santo como dos puntos paralelos que luego conver-
poso y Pastor. Cristo es también el ejemplar sacramental y en- gen hacia el punto en que convienen; se trata más bien y siempre
carnado: « . . . l a Iglesia se asemeja al misterio del Verbo encar- de un solo punto, el Padre, que comunica todo lo que tiene al
nado con una analogía no despreciable. Así como la naturaleza Hijo, para terminar en el Espíritu Santo. Por eso el Hijo no pue-
asumida sirve al Verbo como un órgano vivo de salvación que le de ser excluido de la procesión del Espíritu Santo, aunque tam-
está unido indisolublemente, así, de un modo muy semejante, la poco puede ser puesto en relación paralela con el Padre, ya que
unidad social de la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo, que la vi- éste no puede perder su razón de principio.
vifica para el aumento de su Cuerpo» (Eph 4,16). De este modo se entiende que el Padre haya decretado que
la misión plena del Espíritu Santo no pudiera verificarse sino
E L ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA cuando el Hijo ha sido plenamente justificado por la glorifica-
Aunque este número cuarto de la constitución dogmática so- ción de su humanidad. Por ello decía Cristo a sus apóstoles: «Os
bre la Iglesia no agota propiamente toda la doctrina de la rela- conviene que yo me marche, porque, si no marchare, el Paráclito
ción que tiene el Espíritu Santo a la Iglesia, pero ciertamente da no vendrá a vosotros; pero, si marchare, os lo enviaré» (lo 16,7).
un resumen tan fuertemente sintético, que sólo una lectura muy El texto conciliar se fija más expresamente en la misión apa-
detenida y reflexiva puede llegar a comprenderla. ratosa y visible del día de Pentecostés, no ciertamente porque
En el n.7, en el que se habla de la Iglesia como Cuerpo místi- haya que poner en ese día la fundación de la Iglesia, la cual ya
co de Cristo—y que otros comentan—, el Espíritu Santo aparece ha sido dejada bien establecida por el mismo Cristo, sino porque
sobre todo en su función de unificación y vivificación, y se vuel- en ese día la Iglesia comienza su misión sobre la tierra, como
ven a repetir muchas de las ideas enunciadas rápidamente en este una continuación de la venida del Espíritu Santo sobre ella en
número 4. Pero intentemos destacar bien estas ideas que de un lenguas de fuego, símbolo de la fuerza irresistible de que va a
modo tan sucinto nos da este magnífico número de la consti- estar dotada para siempre.
tución. El segundo concepto expresado en el texto es el de «santifi-
El Espíritu Santo, ante todo, es enviado; de ahí que todas cación». Se trata más bien de una santificación por la que la Igle-
sus funciones haya que entenderlas como una misión que recibe sia es santa porque está animada por el Espíritu Santo. Se trata,
del Padre y del Hijo: «Yo rogaré al Padre y os enviará otro Pa- pues, de una santificación de tipo «comunitario» y no individual,
ráclito, que permanecerá con vosotros para siempre» (lo 14,16). de la cual decía San Pablo: «Cristo amó a la Iglesia y se entregó
Y añadía: «El Espíritu Santo Paráclito que el Padre enviará en por ella para santificarla, lavándola por la aspersión del agua y
mi nombre, él os enseñará todo y os interpretará todo lo que por la palabra de vida para presentarla ante sí como una Iglesia
yo os dijere» (lo 14,26). Y todavía determinaba más el sentido gloriosa, sin mancha ni defecto ni nada parecido, sino para ser
de esa misión: «Cuando viniere el Paráclito que yo os enviaré santa e inmaculada» (Eph 7,25-27).
desde el Padre, y que es un Espíritu de verdad que procede del El texto conciliar expresa esa santificación aplicando al Espí-
Padre, él dará testimonio de mí» (lo 15,26). Y explicaba todavía ritu Santo los textos de San Jua (4,14; 7,38-39) sobre el Espí-
mejor: «...tengo muchas cosas que deciros todavía, pero ahora ritu de vida, como una fuente de agua viva que salta hasta la
no las podéis entender. Cuando viniere el Espíritu de verdad, vida eterna.
os enseñará toda verdad; aunque no hablará de sí mismo, sino El tercer concepto, solamente insinuado por el texto conciliar,
que hablará todo lo que oirá (de otro) y os anunciará el futuro. es el de «vivificación». Es al Espíritu Santo a quien se ha atri-
El me glorificará, porque recibirá de mí y os lo anunciará, ya buido en la tradición cristiana la función de vivificar no sola-
que todo lo que tiene el Padre es mío; he ahí por qué dije: lo mente las almas, sino también los cuerpos, siguiendo el célebre
recibirá de mí y os lo anunciará» (lo 16,12-15). texto paulino: «Porque si el Espíritu de aquel (el Padre) que
N o podía explicarse mejor el sentido de la misión del Espí- resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, ese mis-
ritu Santo: es enviado tanto por el Padre como por el Hijo, aun- mo resucitará vuestros cuerpos mortales a causa del Espíritu que
que se dice expresamente que procede originariamente del Padre. habita en vosotros» (Rom 8,11).
La teoría griega converge aquí con la latina: no se trata de una El cuarto concepto, muy brevemente expresado, pero funda-
procesión «ab utroque», en la que el Padre y el Hijo produzcan mental en la vida cristiana, es el de «inhabitación». Para ello, el
150 Joaquín M. Alonso, C. M. F. C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 151
texto conciliar se remite a los dos textos claves de San Pablo: to) estableció que algunos fueran apóstoles; otros, profetas; otros,
«¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios evangelistas; otros pastores y doctores, con el fin de conseguir la
habita en vosotros?» (1 Cor 3,16). «¿No sabéis que vuestros perfección de los santos en la obra ministerial para edificación
miembros son templo del Espíritu Santo que está en vosotros y del cuerpo de Cristo» (Eph 4,11-12).
que habéis recibido de Dios, no siendo ya vuestros?» (1 Cor 6,19).
Estas son funciones ministeriales, que no pueden ser conside-
La inhabitación no es puesta por el texto conciliar en relación
radas en este contexto como «carismas»; aunque, por otra parte,
con la santificación ni con la gracia, evitando cuidadosamente
no sea fácil determinar el alcance de cada una de ellas.
muchas cuestiones que en estos puntos discuten los teólogos. Úni-
En cambio, en el texto de 1 Cor e l 2 , San Pablo, aun sin
camente el texto conciliar se refiere a dos efectos bien señalados
hacer explícitamente una distinción, incongruente entonces, dis-
por la Sagrada Escritura: el Espíritu Santo ora en nosotros y por
tingue con suficiente claridad las «gracias», los «ministerios» y
nosotros y da testimonio de nuestra filiación adoptiva (Gal 4,6;
Rom 8,15-16 y 26). las «operaciones» (obras milagrosas), que, siendo innumerables,
son realizadas por un solo y mismo Espíritu. Y como todas ellas
El quinto concepto, muy importante, bien destacado por el son «ad utilitatem aliorum», podrían recibir justamente el título
texto conciliar, es el de «asistencia», como carisma de la verdad. de «carismas».
La Iglesia custodia infaliblemente la verdad recibida, y esto no Finalmente, para los frutos, el texto conciliar se remite al
por propia virtud, sino en virtud de la asistencia del Espíritu. texto de San Pablo: «Los frutos del Espíritu son: caridad, gozo,
Y así como este Espíritu no ha sido dado a la Iglesia para que paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre,
le «descubra» nada que no hubiera sido ya descubierto y entre- fe, modestia, continencia, castidad (Gal 4,22-23).
gado por Cristo o por sí mismo o por la predicación apostólica, El octavo concepto que expresa el texto conciliar como atri-
del mismo modo la función del Espíritu en la Iglesia no consiste buido al Espíritu Santo es el de la «perennidad siempre joven»
en «aumentar» las verdades; éstas ya han sido entregadas por que su presencia produce en la Iglesia. El Concilio emplea un
Cristo, y el mismo Cristo dice, refiriéndose a esta doctrina, que texto maravilloso de San Ireneo que dice:
«el Espíritu lo recibirá de él»; la función del Espíritu es, pues,
la de asistir infaliblemente a la Iglesia para que guarde fielmente «Esa predicación, recibida por la Iglesia, la guardamos, y, conservada
siempre por el Espíritu de Dios como un eximio depósito en un óptimo
e interprete sin posibilidad de error el depósito de la revelación vaso, está ¡siempre joven y rejuvenece al mismo vaso que la contiene...
que le confió Cristo. Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios, y donde está el Es-
El sexto concepto que se atribuye al Espíritu Santo es el de la píritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia» s .
«unificación» por la comunión y por el ministerio. Es decir: el El noveno y último concepto que el texto conciliar aplica al
Espíritu Santo unifica a la Iglesia de dos modos: en el orden ex- Espíritu Santo es de un interés extraordinario: El Espíritu Santo
terior del ministerio y de la jerarquía y en el orden interior de sostiene primero y después hace cumplir la realidad escatológica
la comunicación de gracia. Ambos órdenes no están absolutamen- que constituye a la Iglesia. El Espíritu Santo, nos ha dicho antes
te separados, sino que precisamente la unificación externa se or- con un texto de San Pablo (Gal 4,6), clama en nosotros: «Abba,
dena para conseguir mejor la unificación interna. Y ésta a su vez Pater», deseando que se realice la perfecta filiación que se ha de
guarda y preserva el régimen externo de jerarquía y ministerio manifestar en la gloria. Pero, además, el mismo Espíritu está
para que se mantenga dentro del orden de servicio para el que dando testimonio, es decir, está confortando a nuestro espíritu
ha sido constituido. de que somos realmente hijos de Dios (Rom 8,16). Pero también,
El séptimo concepto expresado por el texto conciliar es el de como conoce nuestra debilidad, la está sosteniendo para que se-
«donación» de carismas, de dones y de frutos. Se distinguen do- pamos orar lo que nos conviene. Hasta que finalmente, llegado
nes «jerárquicos» y «carismáticos», aunque también otros autores el tiempo de la parusía del Señor, vuelve insistentemente a cla-
distinguen simplemente los carismas en jerárquicos y carismáti- mar con los mismos gemidos inenarrables: «Ven, Señor Jesús»
cos. Efectivamente, parece mucho mejor la distinción establecida (Apoc 22,17). Cuando San Juan, en esa última página del Apo-
por el Concilio: la «jerarquía» propiamente no es un carisma, calipsis, une al Espíritu con la Esposa (la Iglesia) en ese supremo
como tampoco ló son—a nuestro parecer—los otros dones enu- clamor: «Ven», no hace más que recapitular toda la doctrina
merados por San Pablo en el texto siguiente: «Y él mismo (Cris-
5
SAN IRENEO, Adv. baet. 3,24,1: PG 7.966B.
C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 153
152 Joaquín M. Alonso, C. M. F.
1. E L LUGAR ECLESIOLÓGICO DE LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD
sobre la acción continua, potente y eficaz del Espíritu Santo so-
bre la Iglesia en su origen, en su desarrollo y en su consumación Una primera cuestión que se presenta es la siguiente: ¿Qué
en la gloria. vinculación con la eclesiología hay que atribuir al dogma trini-
tario? ¿La eclesiología debe seguir una línea teo-céntrica, Cristo-
CONCLUSIÓN
céntrica o pnéumato-céntrica? Esta cuestión no es bizantina, y tie-
Esta espléndida síntesis de eclesiología trinitaria que nos ha ne consecuencias importantes en el orden de la sistemática teo-
dado por primera ve2 en la historia un texto conciliar se termina lógica de que aquí tratamos.
con un texto de San Cipriano: Es conocida la discusión que existe en torno al «sujeto» de la
teología \ Santo Tomás 10 se encontró ya con la discusión, y su
«El sacrificio mayor p a r a D i o s es nuestra paz y nuestra concordia
fraterna y u n pueblo unido en la unidad del Padre, del H i j o y del Es- opinión fue que «todo se trata en esta sacra doctrina sub ratione
píritu Santo» 6 . Dei». Ahora bien, esta ratio Dei es indudablemente aquella que
procede de la revelación, o, como dice él mismo: «según que son
Pero estos textos patrísticos en que los Padres relacionan la
divinamente reveladas» (a.3). Y, de un modo que no deja lugar
unidad de la Iglesia con la unidad trinitaria son innumerables.
a dudas, repite: «La doctrina sagrada propísimamente determina
Así estos dos textos citados en las notas del texto conciliar:
de Dios, en cuanto que es altísima causa; porque no solamente
«La u n i d a d social (societas unitatis) d e l a Iglesia d e D i o s , fuera d e se refiere a lo que es cognoscible por las criaturas..., sino tam-
la cual n o hay remisión d e los pecados, c o m o p r o p i o es obra del Espí- bién a lo que es conocido a El sólo de sí mismo, y a los demás
ritu Santo, cooperando ciertamente el P a d r e y el H i j o , ya q u e el Espíritu
comunicado por revelación» (a.6).
Santo mismo es en cierto m o d o la sociedad del P a d r e y del H i j o » ' .
«Creemos en l a Iglesia d e Dios, una, santa, católica y apostólica, en Ahora bien, ese Dios, «sub ratione deitatis supernaturali», no
la q u e somos instruidos. T a m b i é n aquí conocemos al Padre, al H i j o y al es otro que el Dios trino. La evolución natural de la metodología
Espíritu Santo, y somos bautizados en el n o m b r e del Padre, del H i j o y teológica también lo indica: es cierto que la teología bíblica co-
del Espíritu Santo» 8 .
mienza por centrarse en Cristo y en su obra salvadora; después
debe concordarse con el estricto monoteísmo, y surgen las fórmu-
///. Ecclesia de Trinitate. Una síntesis teológica las bimembres: el Padre y el Hijo. Finalmente, y esto ya en la
tradición cristiana más primitiva, el kerygma anuncia las fórmu-
Hemos dicho que el texto conciliar no pretende explícitamen- las trinitarias que se recogen en los primitivos símbolos. Son estos
te más que una presentación de las relaciones que las divinas per- los que darán la primera estructura teológica, que será, natural-
sonas tienen con la Iglesia, siguiendo una línea puramente histó- mente, trinitaria.
rica y vital escriturística. Es, por lo tanto, un modo de exposi- N o es, pues, la cristología la que debe ocupar el centro de
ción dinámico, concreto e histórico el adoptado por el texto con- una teología integral de la revelación cristiana. Y mucho menos
ciliar. si esa cristología es presentada bajo la antigua tara de una so-
Era, además, este modo de exposición el que mejor respondía teriología en cuanto absorbente amartiología.
a los fines intentados por el Concilio Vaticano I I : dar a conocer Pero, supuesto ya que la teología en general debe aceptar
el misterio de la Iglesia a nuestro tiempo. como «sujeto» la Trinidad, hay que preguntarse, además, sobre
Sin embargo, es cierto que el texto mismo orienta ya hacia el propio lugar de la misma eclesiología. Se podría responder en
una teología en la que la eclesiología no pueda prescindir de primer lugar que la eclesiología total, la que tiene que moverse
esas consideraciones fundamentales trinitarias. Por lo demás, esa dentro de todas sus fases teológicas, comienza con la predesti-
eclesiología existe ya, por lo menos en esbozo. Nosotros quisié- nación del Padre, que realiza el Hijo y que consuma el Espíritu
ramos recogerla aquí en una síntesis teológica que pueda hacer Santo. Y que, como ya han insinuado algunos autores u , un con-
resaltar todavía mejor la rica perspectiva que el Concilio abre a 9
la eclesiología en este punto. Ello nos dará ocasión igualmente Cf. J. M. ALONSO, C M. F., Hacia una Mariologia trinitaria: Est. Mar. 10
(1950) p.141-143. Cf. CONGAR: DTCh XV/l,456ss; A. STOLZ, Manuale Theol. fasc.l
para reunir en las notas la bibliografía esencial sobre el tema. p.68ss; M. CAMPS, O. S. B., Bases de una metodología teológica (Montserrat 1954)
p.l62ss; ST. JAKI, O. S. B., Les tendances nouvelles de Vecclésiologie (Herder,
G 1957) p.257.
SAN CIPRIANO, De orat. dom. 23 : PL 4,553. 10
7
SAN AGUSTÍN, Serm. 71,20,33: PL 38,463ss. Cf. Suma 1,1,3 y 7; 1 Sent. prol. a.4; In Boet. 5,4.
11
s
SAN JUAN DAMASCENO, Adv. icón. 12: PG 9á,1358D; cf. SAN FULGENCIO R U S P \ . Así C H . JOURNET en su conocida obra L'Eglise du Verte Incarné.
Ad montm. 2.11: PL 65,190s; SAN CIRILO JER.. Cath. 5 append.: PG 33.535-6.
154 Joaquín M. Alonso, C. M. F. C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 155
cepto de Iglesia dinámico la iría colocando en los tres grandes más " y ya habían insinuado los Santos Padres. Así, San Ireneo:
apartados, de los cuales el primero se refiere a la creación y ele- «Donde está el Espíritu, allí está la Iglesia» 14. Y esto sin que
vación, atribuidos al Padre; el segundo, a la encarnación y re- sea necesario llegar ni a las exageraciones de Losky " ni tampoco
dención del Hijo; el tercero, a la santificación por el Espíritu que haya que hablar—como lo hace Scheeben—de una «encar-
Santo. nación del Espíritu Santo en la Iglesia» ". Pero es indudable que
Esta solución, que da ciertamente un contenido a la doctrina el Espíritu Santo dice una relación propia a la Iglesia ".
sobre la Iglesia y que la da a conocer en amplia perspectiva teo-
lógica, no es una solución muy «pedagógica». Pedagógicamente 2. LA SÍNTESIS DE TEOLOGÍA BÍBLICA
nos podemos preguntar: ¿el tratado sobre la Iglesia debe seguir
Hoy, como advierte Schnackenburg IS, la teología bíblica si-
colocándose en el contexto de la llamada «teología fundamental»
gue buscando su verdadero camino, y esto también en el tema
o de la teología dogmática? Y si se coloca en la dogmática, ¿cuál
de la Iglesia ". Pero por lo que se refiere a poner en conexión
es su lugar: la cristología (doctrina del Cuerpo místico) o la
los temas eclesiológico y trinitario, apenas se ha hecho otra cosa
pneumatología (doctrina sobre los sacramentos) ?
que marcar bien el sentido de la fórmula fundacional de la Igle-
Por lo que se refiere a la primera pregunta, nosotros diríamos sia del bautismo de Mateo'".
que la Iglesia, considerada «apologéticamente» como norma últi- Sin embargo, es indudable que la catcquesis primitiva y el
ma de la fe, pertenece indudablemente al ámbito de la teología kerygma apostólico, aunque de un modo implícito y de forma
fundamental, cuya finalidad consiste en hacer posible la teología práctico-vital, destacan mucho esa relación. N o importa que esa
dogmática. Ciertamente que con una visión «apologética» de la «teología primitiva» ponga su interés primario en la cristología
Iglesia no se agota su ser; pero tampoco puede descuidarse ese y aun ésta entendida como una soteriología en acción; de hecho,
aspecto, por el que la Iglesia surge como norma última de la fe el monoteísmo estricto heredado del Antiguo Testamento va poco
y como sociedad constituida jerárquicamente por Cristo. a poco cediendo hasta aparecer primero en una formulación bi-
Pero, por otra parte, decimos, todo el aspecto de estructura membre, hasta que, finalmente y pronto, se encuentra la defini-
jurídica y de conexión vital interna con la Cabeza-Cristo, funda- tiva formulación trinitaria que ya daba la fórmula bautismal.
dor, parece que invitaría a colocar a la Iglesia en el lugar en que Abandonando, pues, como demasiado numerosos los textos
Santo Tomás, en su cristología, trata de Cristo como Cabeza de bimembres, y aun ateniéndonos sólo a las fórmulas trinitarias que
su Cuerpo místico. expresen, no ya una simple relación individual a la santificación,
Queda, sin embargo, todavía una última consideración que a sino una función comunitaria, he aquí una síntesis breve de las
nosotros nos atrae más: la de colocar el tratado sobre la Iglesia relaciones que presenta la Escritura entre Trinidad y eclesiología.
entre la Cristología y la misteriología, como un puente de unión En los sinópticos son dos los lugares destacados: el relato
entre Cristo y todos los medios sacramentales de comunicación lucano de la anunciación (Le l,35ss) y la fórmula del bautismo
de gracia. Es esta posición metodológica la que mejor expresaría de San Mateo (28,18). Sobre el primero, los exegetas no acaban
en primer lugar la propia naturaleza de la Iglesia, que es conti- de ponerse de acuerdo sobre la repartición de títulos que allí apa-
nuar la obra de Cristo y sus funciones salvadoras "*. En la nueva recen, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Con todo, no parece
eclesiología hoy se destaca este carácter mistérico y sacramental que se pueda eludir el problema de una clara formulación trini-
de la Iglesia 12, que explicaría muy unitariamente su doble carác- taria, según la cual las tres divinas personas aparecen obrando en
ter visible e invisible, jerárquico y carismático. Con ello, además, la encarnación del Verbo. También aquí todo parece orientarse
la Iglesia, como tal, entra en relación más directa con el Espíritu
"14 Cf. Suma 2-2,19 ad 5 ; 3 Sen!, d.25,1,2 ad 5.
Santo, cuya misión del Padre y del Hijo se realiza en la santi- Adv. haer. 3,24,1 : PG 7,966.
15
ficación y custodia de la Iglesia. Cf. D. E. LANNE, Le Mystére de l'Eglise dans la perspective de la théologie
orlhodoxe: Iren. 35 (1962) p.177.
Es, pues, la persona del Espíritu Santo quien tiene una rela- 10
17
Cf. Dogmatik V 276 n.1612.
Cf L'Esprit Saint dam l'Eglise: Lumiére et Vie 10 (1953) p.51-74; CONGAR,
ción del todo peculiar con la Iglesia, como advierte Santo To- Le S. Esprit et le Corps apostolique, realisateurs de l'oeuvre du Christ: Esquisses du
mystére
18
de l'Eglise (Unam Sanctam, 2.a ed. 1953).
n
* Así lo hace J. RANFT, Die Stellung der Lehre von der Kirche in dogmatischen 19
La théologie du N. Test.: Studia Neotest. I (Bruges 1961) p.51-62.
Sysitem. (Aschoffenburg 1927) p.l92ss. Cf. R. SCHNACKENBURG, L'Eglise dans le N. Test.: Unam Sanctam 47 (Pa-
12
Sobre todo SEMMELROTH, Pie Kirche ais Ursakrament (J. Knecht, Frankfurt rís 201964).
an M. 1953) p.207ss. Cf. M. MEINERTZ, Théologie des N. Test. (Bonn 1960) vol.l p.122.195.245;
vol.2 p.79.256.275.342.
156 Joaquín M. Alonso, C. Al. F. C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 157
en lo que Laurentin ha llamado una «teología alusiva». Según San Judas igualmente nos ha transmitido una fórmula de
ella, el relato lucano, en una forma redaccional propia, logra dar tantas como la primitiva tradición plasmaba ya de un modo natu-
la visión—posible entonces—del dogma trinitario 21. ral su forma de oración: «...orando en el Espíritu, preservaos
Sobre el texto de San Mateo nada tenemos que añadir. Ese en el amor de Dios, esperando la misericordia de Nuestro Señor
texto, de una factura tan primitiva y tan expresiva, está diciendo Jesucristo para la vida eterna» (Iudae 20-21).
cómo la Iglesia ha vivido el dogma trinitario desde el primer En los Hechos de los Apóstoles es, sobre todo, el Espíritu
kerigma apostólico. Santo quien entra en una actividad directa sobre la Iglesia inci-
Es San Pablo quien nos ha dejado una larga serie de fórmulas piente. Sobre la Iglesia se cumple la promesa mesiánica del derra-
trinitarias, cuyo origen redaccional constituye hoy uno de los in- mamiento del Espíritu predicha por Joel y Oseas (Act 2,16;
tereses más actuales de la exegesis. 2,33-34). Sobre la Iglesia viene el Espíritu en su manifestación
En primer lugar, San Pablo da una primera serie de fórmulas de Pentecostés (Act 2,1-4; 4,31). En el bautismo, el Espíritu
referidas a la obra interna que la Trinidad de conjunto obra en Santo se difunde (2,38-39; 8-17; 10,44; 19,6). Y todos los difu-
el fiel, individualmente considerado 22. sores de la Buena Nueva aparecen llenos del Espíritu. San Pedro
Otra serie de fórmulas se refiere particularmente al Espíritu (4-8); los diáconos (6,3ss). Y la Iglesia toda aparece llena de la
Santo y la Iglesia: El Espíritu es el revelador del misterio (1 Cor consolación del Espíritu (9,31). El Espíritu hace la segregación
2,10; Eph 3,5; Hebr 3,7; 10,15). Pero, sobre todo, es el gran de los apóstoles (13,2-3). Y, finalmente, el Espíritu asiste a las
Unificador: de la revelación y de los carismas de la Iglesia primeras decisiones fundamentales del concilio de Jerusalén:
(1 Cor 12), lo mismo que de su unidad orgánica (1 Cor 12,12). «... ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros» (15,28).
Es, sobre todo, el Unificador en cuanto vínculo de la caridad y
de la paz (Eph 2,11-22; 4,3-16). Es él quien causa la unidad 3. LA SÍNTESIS PATRÍSTICA
social, la «sociedad del Espíritu» (Phil 2,1-4), y la «comunica-
La Iglesia primitiva, la que recoge inmediatamente la heren-
ción del Espíritu» (2 Cor 13,13). Por eso, en la Iglesia todo tie-
cia apostólica, vive de la Trinidad como de su propio ambiente
ne que ser servicio mutuo de caridad en el Espíritu, para «cami-
vital.
nar en el Espíritu» y para «vivir en el Espíritu» (2 Cor 5,13
La liturgia del bautismo ofrece testimonios innumerables. La
y 16-25).
Didaché, a finales del siglo i, indica claramente la fórmula y la
En San Juan, las fórmulas bimembres son continuas; pero
práctica del rito que anexionaba a los nuevos fieles en nombre
también el Espíritu Santo aparece en su característica función
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo 22*. Lo mismo atestigua-
eclesial, como enviado y Paráclito del Padre y del Hijo (14,16-17
ban San Justino y Tertuliano, vinculándose a la práctica apostó-
y 26; 15,26; 16,7 y 13-15).
lica 2 \ Por eso Tertuliano dirá de la Trinidad que es la «sustan-
San Pedro, en su primera epístola canónica, nos ha conserva-
cia de la Iglesia» 24, añadiendo en otro lugar que «donde están
do en el exordio una disposición trinitaria que se compendia en
los Tres..., allí está la Iglesia» 25 . Y ya San Cipriano condenaba
una fórmula perfecta: la presciencia de Dios Padre, la santifica-
que pudiera darse un verdadero bautismo administrado fuera de
ción del Espíritu, la obediencia y el derramamiento de la sangre
la Iglesia y sin la invocación de la Trinidad, sólo por la invoca-
de Jesucristo... (1 Petr 1,2). Y, al final de esta misma epístola,
ción de Cristo 2 \ La profesión de la fe trinitaria se había conver-
el juicio del cristiano se remite a los tres: el padecer por Cristo
tido, pues, en la fe sobre la misma Iglesia ".
y por el honor y la gloria del Padre y de su Espíritu (1 Petr 4,14).
La liturgia eucarística encerraba igualmente la profesión de la
La primera epístola de San Juan, además de los textos no
Trinidad. Así lo afirma San Justino en el siglo n, y lo corrobora
auténticos (1 lo 5,5-9), que, sin embargo, demuestran una tra-
San Cirilo de Jerusalén en sus Catequesis 2S.
dición primitiva trinitaria, nos ha dejado la incomparable fórmu-
22
la del exordio: «...para que también vosotros tengáis partici- 23
« Didaché 7,1: FUNK, 1,16.
De Bapt. 13: PL 1,1211; SAN JUSTINO, Apol. 63: PG 6,420; cf. ORÍGENES,
pación con nosotros, y esa unión de comunicación sea con el Pa- ín Rom. 5,8: PG 14,1036; ID., ln Select. ¡n Ps. 23,1: PG 12,1265.
24
dre y con el Hijo Jesucristo» (1 lo 1,3). 25
Adv. Prax. 31.
26
De Bapt. 6: PL 1,1206.
21 27
Episl. 73,18: PL 3,1120.
22
Cf. R. LAURENTIN, Structure et Théologii de Luc I-II (París 1957). Cf. el magnífico capítulo primero de la Méditation sur l'Eglise de H. DE LUBAC.
Cf. Rom 5,1-5; Cor 6,11; 2 Cor 5,1-5; Rom 8.11 y 15; 14,18; 1 Cor 3,16-17; 28
SAN JUSTINO, Apología 65: PG 6,428; SAN CIRILO ALEJ., Catecbeses 19 (Mys-
6,19; 2 Cor 6,16; 2 Tim 1,14. tagogica 1) 7: PG 33,1072.
C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 159
158 Joaquín M. Alonso, C. M. F.
Santo ha sido fundida en una sola cosa; por tanto, aunque pa-
Pero el dogma trinitario no sólo está presente en la fórmula rezca dividirse en partes por el lugar corporal, pero en modo algu-
que da vida a la Iglesia, sino que también lo está en cuanto cau- no puede ser corrompido en su integridad el sacramento de su
sa y ejemplar de la unidad de la misma Iglesia. Es un tema muy íntima unidad. La caridad se ha difundido en nosotros por el Es-
repetido por los Padres y que San Cipriano había desarrollado píritu Santo que se nos ha dado (Rom 5 ) . Este es, pues, el Es-
extraordinariamente. píritu que sin duda es uno y múltiple por los diversos carismas
«Dice el Señor: Yo y el Padre somos una sola cosa (lo 10,30). y dones que da a la Iglesia, en plenitud, para que en su universa-
Y también está escrito del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: «Y es- lidad sea una y en sus partes sea toda...»
tos tres son una sola cosa» (1 lo 5,7). Y ¿puede admitir alguno que La escolástica, aunque no se haya fijado mucho en la realidad
esta unidad, que proviene de la firmeza divina y que se fortalece con
sacramentos celestes, pueda romperse en la Iglesia y pueda separarse por eclesial, la ha vivido, con todo, como una realidad que iba cre-
el divorcio de voluntades que se separan ? El que no mantiene esta uni- ciendo en su dimensión humana y jerárquica 36 .
dad no mantiene la ley de Dios, no mantiene la fe del Padre y del Y ya al final del medievo, los grandes eclesiólogos que fueron
Hijo, no mantiene la vida y la salvación» =9. Viterbo y Torquemada recogían esta doctrina de la unidad de
La idea luego es constante en los Padres: Orígenes, San Ci- la Iglesia, fundada en la unidad trinitaria de un modo sistemá-
rilo, San Agustín, San Fulgencio 3°. Otras veces, la idea se tras- tico, siguiendo el fondo común en esta época de las apropiacio-
lada a la misma unidad jerárquico-episcopal. Así, San Cornelio nes trinitarias. Así, por ejemplo, Torquemada:
papa dice: «Tampoco ignoramos que existe un solo Dios, un solo
Cristo Señor que confesamos, un Espíritu Santo, un obispo en «La unidad de la Iglesia, como su ser, es el efecto común de toda
la Trinidad. Porque, según San Agustín y el bienaventurado Dionisio,
la Católica» " . Y los Cánones apostólicos, en el siglo iv, adver- las obras exteriores son el efecto indiviso y común de toda la Trinidad.
tían: «Conviene que los obispos de cada pueblo sepan quién es Sin embargo, la unidad de la Iglesia puede ser, bajo diversos aspectos,
el primero de ellos y le reconozcan como cabeza, y que no hagan apropiada a cada una de las Personas. A veces es apropiada al Padre,
nada importante sin deliberar sobre ello con él; que lleven a cabo porque es el principio de toda la deidad. Ahora bien: la unidad tiene
razón de principio... Otras veces, la unidad de la Iglesia es apropiada
lo que concierne a su propia comunidad y a las regiones que de- al Hijo; porque por la naturaleza que ha tomado es, a título especial,
ben administrar. Pero que el primero-principal no haga nada sin cabeza de la Iglesia. Hay, en efecto, conformidad de naturaleza entre El
deliberar con los demás. Así es como habrá unidad de pensamien- y los miembros de la Iglesia... Y todavía vemos que la unidad de la
Iglesia es apropiada al Espíritu Santo, al cual son apropiadas, como lo
to, y como Dios será glorificado por el Señor en el Espíritu San- muestra San Agustín, la conexión, la unión, la comunión...» 3\
to, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo» 3=.
La patrística siguió siempre considerando todas las actividades Esta doctrina, sin variantes especiales, es la que recoge la teo-
eclesiales bajo el signo trinitario. Lo hemos visto respecto del logía tridentina y posterior sin darle grande relieve, ya que la
bautismo y de la eucaristía. Pero es cierto igualmente respecto de eclesiología, por razones conocidas, tiene que dirigirse más bien
todos los demás sacramentos 3 \ Todo lo hacemos, decía San Am- a los aspectos apologéticos y jerárquicos 3S. Las encíclicas magnas
brosio ", respetando el misterio de la Trinidad. sobre eclesiología, como son la Divinum illud, de León XIII,,
Esta doctrina pasa al medievo y encuentra un eco maravillo- y la Mystici Corporis, de Pío XII, darán una importancia extra-
so en San Pedro Damiano en su opúsculo precioso Dominus vo- ordinaria al elemento interno, y, con ello, la obra del Espíritu
biscum. «Porque la Santa Iglesia, dice '", aunque sea diversa por Santo en la Iglesia quedará de nuevo revalorizada mucho. Sin
la multiplicidad de las personas, pero por el fuego del Espíritu embargo, se puede afirmar que el tema mismo de una eclesiolo-
gía concebida trinitariamente sigue siendo un tema por desflorar
2» De Cath. Ecclesiae Vnit. 6: PL 4,502; cf. De oral. 23: PL 4,536; Epist. 66,? •
PL 30
4 406; Epist. 70,2-3: PL 3,1043; Epist. 74,4: PL 3,1131. en la teología de todos los tiempos.
ORÍGENES, Select. in Ps. 23,1: PG 12,1265; SAN CIRILO ALEJ., Super ¡o.
17,20-21; 1.11,11: PG 74,55ss; cf. col.541-545. Cf. N . CHARLIE, C. SS. R.. La 36
doctrine sur le Saint-Esprit dans le «Thesaums» de S. Cyrille: Studia Patr. II (Texte Sobre eclesiología preescolástica, cf. J. BEUMER, Zur Ekklesiologie der Friih-
und Unt 64) (1957) p.187-193; SAN AGUSTÍN, De fide et symbolo 9,19: PL 40,191; scholastik: Scholastik 26 (1951) 364-389; ID., Ekklesiologische Probleme der Frúhscho-
Serm. 71,20,33: PL 38,463; Enchir. 56: PL 40,259; cf. E. MERSCH, Le Corps Mystt- lastik: Scholastik 27 (1952) 183-209. Sobre eclesiología tomista y autores contempo-
que II p.35-138 ; E. BENZ, Augustinus Lehre von der Kirche (Abh. Akad. Wiss. Lit. ráneos, cf. CONGAR, en Esquisses... p.61.
37
Wiesbaden 1954). En Summa de Ecclesia 1.1 c.56 (cit. por JOURNET, II p.475). Cf. el texto pare-
31 cido de JACOBO DE VITERBO, De regimine christiano, edic. crítica por H. X. ARQÜIL-
Epist. ad Cyprianum 2: PL 3,722.
33 LIÉRE (París 1926) p.107-109.
Can. 34: PG 137,103. 38
33
Cf. C. VAGAGGINI, /7 senso teológico della liturgia (Roma, 2.8 ed. 1958) p.l92ss. Bibliografía sobre estos períodos, cf. en J. M, ALONSO, C. M. F-, La infali-
34 bilidad conciliar: Claretianum 2 (1962) p. 14-19,
De Sacramentis VI 2,5,8.
35
SAN PEDRO DAMIANO, Dominus vobiscum c.6: PL 145,231-252.
160 ]oaquin M. Alonso, C. M. F, C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 161
colectivo y las fuerzas parciales forman la potencia total. Que se borren
4. LA OBRA DE ALGUNOS TEÓLOGOS esas nociones indignas de nuestra sociedad, que tiene su tipo en la socie-
Con los elementos que preceden parece obvio que se pudiera dad del Padre y del Hijo Jesucristo.
elaborar una síntesis teológica en la que el misterio trinitario des- Ahora bien: así como el Padre da al Hijo el obrar junto con él y así
como la operación permanece toda entera del Padre, aunque la comunique
plegara su riqueza interior sobre un concepto de Iglesia rico de al Hijo, así el Vicario de Jesucristo, Cabeza de la Iglesia y del Episco-
vitalidad interior y dinámica. pado, da a éste él obrar con él y por él, aunque la acción permanezca
Sin embargo, ni la teología dogmática ni la eclesiología pa- siempre entera e indivisible y principaliter suya. La verdadera grandeza
recen haber desarrollado suficientemente estos puntos centrales. del Episcopado no está, por tanto, en entrar a partes con la Cabeza y di-
vidir con él aquella autoridad que es indivisible, sino más bien en reci-
A la Trinidad se la ha contemplado, sí, en su proyección santi- bir de él y ejercer de conjunto con él esta única e indivisible autoridad.
ficadora e inhabitadora de las almas de los fieles, y en especial al Lo sabemos: en ello hay un misterio, y los argumentos tomados de las
Espíritu Santo se le ha contemplado en su acción santificadora, analogías humanas no valen. Los gobiernos de los hombres y los regíme-
como alma de la Iglesia; pero una visión trinitaria de conjunto nes de los Estados no ofrecen nada semejante. Es necesario elevarse más
alto y buscar, hasta llegar a la Santísima Trinidad, la razón y el tipo
no se ha abordado con la claridad, extensión y profundidad que de toda la vida de la Iglesia» 40.
se merecía.
Es sabido que en la primera mitad del siglo xix, en la escuela He ahí cómo dom Gréa supo encontrar no solamente la razón
católica de Tubinga se anuncian ciertos movimientos de vitaliza- de la unidad interna de fe, sino también la externa y jerárquica,
ción de la eclesiología, en los que ésta empieza a recobrar su ele- en la Trinidad con esa aplicación tan actual y tan verdadera a la
mento interior, un poco oscurecido por la eclesiología apologética colegialidad episcopal.
postridentina. Así, sobre todo, Móhler y Scheeben en Colonia 39. Más tarde el tema aparece esporádicamente en algunos ecle-
En Francia, a principios de siglo, dom Gréa tiene el mérito siólogos. Así en Dieckmann, quien lo hace derivar únicamente
de haber escrito la primera obra eclesiológica en la que la estruc- a la acción del Espíritu Santo en la Iglesia 41 . Así, Kosters, en su
tura fundamental es trinitaria. En ella, por ejemplo, se dice: breve pero excelente tratado, dice: «La Iglesia tiene la fuente y
el principio de su esencia y de su acción en la Santísima Trini-
«La Iglesia es la humanidad reunida y elevada por el Hijo a la
sociedad del Padre y del Hijo; y, por El, admitida a participar de ella dad; le está vinculada sin poder jamás separarse» i2. Al tema alude
completamente transformada e íntimamente penetrada por esa sociedad di- igualmente el tratadito de Clerissac cuando dice que él Espíritu
vina (1 lo 1,3). La Iglesia no lleva solamente en sí ios rasgos del orden Santo, como persona, da una «personalidad» a la Iglesia 4S.
(externo) como todas las obras de Dios, sino la realidad de la misma
jerarquía divina». Journet, en su monumental obra eclesiológica " , toca muchas
veces el tema; pero es lástima que su manera excesivamente rígi-
La unidad desciende de la unidad trinitaria. da de entender las apropiaciones trinitarias hace que sus especu-
Las operaciones jerárquicas de la Iglesia imitan las manifestaciones laciones, por lo demás excelentes, obtengan sólo muy poca fuerza
de la operación divina: «Son su imagen y la reproducen con una viva eclesiológica.
y fiel semejanza. Hay en ellas una cabeza, que es el principio, Jesús, Entre los más modernos eclesiólogos ha sido, sin duda, Con-
o su vicario en la Iglesia universal; el obispo en la Iglesia particular.
Hay una mística comunicación de Jesucristo a los obispos y del obispo gar quien ha tocado muchas veces el tema, aunque siempre de
a su presbiterio; hay una CIRCUMINSESIÓN de Jesucristo y de la Iglesia modo accidental y ocasional. Ya en 1937 publicaba un pequeño
católica, de la que el Colegio episcopal es la parte principal; del obispo y estudio con el título, tomado de San Cipriano, Ecclesia de Trini-
de su Iglesia particular y contenida en el colegio sacerdotal».
El Concilio imita el consejo de las divinas personas... La acción es tate, en el que afirma:
siempre toda entera del vicario de Jesucristo, que es la Cabeza, y es 40
comunicada, sin dividirse, al Colegio de los obispos, que son los miem- A. GRÉA, Della Chíesa e della sua divina cosíiiurjone, trad. por Mons. Lancia
(Roma 1904) vol.l p.27-28.105-183.186-187.
bros. Este colegio está en el orden en que fue establecido, no usurpa la 41
H. DIECKMANN, De Ecchsia. Tractatus historico-dogmaiici. I-ÍI (Freiburg Br.
acción principal y tampoco aparece secundario en la obra que se realiza... 1925). Cf. vol.2 p.206-258.
42
Ciertos galicanos lo han pretendido... ¿Para qué el Concilio?, dicen... No Traducción francesa: L'Eglise de notre foi p.265-267.
43
Le mystere de l'Eglise (París 1918) p.59.
comprendían el misterio de la Cabeza y de la Iglesia, de Jesucristo y del 44
C H . JOURNET, L'Eglise du Verbe Incamé vol.2 (París 1951). No estamos de
episcopado y de sus mutuas comunicaciones. Buscaban el tipo y la razón acuerdo sobre todo con el excunus 2 del voí.2 p.358ss, en que la doctrina de las
de la sociedad eclesiástica en las asociaciones humanas, en que todo es apropiaciones trinitarias deshace todo el valor trinitario «real». Es frecuente leer en
Journet: «La Trinité Sainte, l'Esprit Saint...» Con ello se cae en el nominalismo tri-
35
Bibliografía, cf. en ibid., p.28-32. nitario y se hace imposible dar un verdadero valor teológico ai elemento trinitario
en su acción en la Iglesia.
2. C.Vaticano 6
162 ]oaquin M. Alonso, C. M. F.
C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 163
«La unidad de la Iglesia es una comunicación y una extensión de la
misma unidad de Dios. La vida que es eternamente en el seno del Pa- Santo tiene como atributo «ecuménico» la «koinonia», la comunión entre
dre, después de haberse comunicado en Dios mismo para constituir allí nosotros, basada en la participación a la misma soberana realidad (2 Cor
la sociedad divina, la de las tres personas de la Santísima Trinidad, se 13,13). Se puede demonstrar que este atributo conviene como propio a la
comunica por gracia a las criaturas espirituales, a los ángeles primero; tercera Persona; y verificar de este modo el interés de la praxis que
después, a nosotros. Y eso es la Iglesia: la extensión de la vida divina tanto amaba la tradición patrística de introducirse en la «teología» par-
a una multitud de criaturas». tiendo de la «economía». La característica de la acción del Espíritu Santo
—es decir, el efecto que le es propio, basándonos sobre cuanto Dios nos
Y, desarrollando la idea, volvía a decir: ha dicho—es exactamente el realizar la interioridad escatológica, vencer la
exterioridad y las divisiones que el espacio y el tiempo nos quieren im-
«La Iglesia es la comunidad de las almas que viven una misma vida, poner y que impiden la presencia y aun la distinción de las personas; esa
que es la vida trinitaria, porque su objeto de vida es el mismo». distinción impide a su vez la comunicación entre las conciencias, y por
tanto la comunión» 4S.
Y ya, deduciendo importantes consecuencias, t e r m i n a d i c i e n d o :
Otros autores también actuales se han referido más o menos
«... si la Iglesia no es otra cosa que la comunicación de la vida tri- explícitamente a estos temas. Así Przywara, en varios traba-
nitaria, es necesariamente una con la misma unidad de Dios, y, por con-
siguiente, única como Dios es único: una sola Iglesia, como no existe jos". Le Gillou, en unas insinuaciones sobre la comunión visi-
y porque no existe más que un solo Dios, un solo Señor, un solo Padre, ble-jerárquica como signo y fundamento de la comunión al mis-
una sola fe» (Eph 4,4-6). terio trinittario50. Alonso aplica el dogma trinitario para hacer
«... puesto que la unidad de la Iglesia viene de arriba, de Dios, no ver que la colegialidad «jurídica» destruiría la «jerarquía» de la
puede ser rota por la secesión de tal y tal de sus miembros; ni siquiera
por ello es propiamente tocada ni disminuida...» Iglesia, diciendo:
«... puesto que la Iglesia es la comunicación misma de la vida tri-
nitaria en el Cristo, no hay salvación más que en ella» " . «No se trata ciertamente de una «unitas in solidum», que en modo
alguno podría ya ser jerárquica. Se trata de una unidad comunicada o
Esta idea de la unidad eclesial la ha perfeccionado Congar en participada al modo de la Santísima Trinidad, en la cual el Padre comu-
otros trabajos, en los que vuelve el tema trinitario a dar el fondo nica toda la esencia divina al Hijo que engendra, y ambos al Espíritu
Santo. No se trata, por tanto, de no sé qué cierta unidad abstracta y pla-
de su especulación. Así su primer concepto de «colegialidad» tónica, o de una cierta forma o esencia platónica separada y preexistente...
(que no tenía que ver con el desarrollado con ocasión del Conci- Sino que se trata de una unidad concreta (la esencia divina es algo con-
lio Vaticano II), en respuesta a la idea pravoslava de Sobornost creto), la cual es una «potestad» (la «potencia» se atribuye al Padre)
en «Jaions...» 46 ; así la idea de la unipluralidad y unidiversidad que se encuentra en primer lugar en el Padre, de donde desciende al
Hijo, el cual la dejó toda a su vicario en la tierra, aunque necesariamente
de la Iglesia en su obra Sainte Eglise"; así su idea de «comu- y de derecho divino para ser comunicada al cuerpo episcopal» SL.
nión», por ejemplo, cuando dice:
La idea de «communio» la ha desarrollado muy bien dom
«Uno de los temas más prometedores de la teología de la Iglesia-
Comunión será ciertamente el de desarrollar efectivamente la teología de Leclercq". Schmaus, en su tratado sobre la Iglesia53, ha tocado
la comunión; es decir, el 'modelo y el principio que la Iglesia tiene suficientemente el tema. Y Jaki, en su óptima síntesis sobre las
en el misterio de Dios. Desde diversos puntos, principal, aunque no tendencias de la eclesiología actual, al tratar del sujeto de la ecle-
únicamente, en Oriente, se ha demostrado que la Iglesia reproduce los siología, no ha dudado en afirmar en contra de ciertas tendencias
rasgos del misterio trinitario; la perfecta comunión de las personas en
el gozo de la misma naturaleza, de los mismos bienes, de la misma glo- cristológicas: «La idea de Cristo total, o de Cuerpo místico, está
ria; su unanimidad, su mutua presencia». absolutamente subordinada al misterio de la Trinidad; luego no
puede llenar su misión de objeto formal de la teología. Con todo,
Así igualmente, por este tiempo, la idea que Congar se hacía esa idea es la más sintética entre los objetos materiales de la re-
de la «colegialidad», más vinculada al sentido de comunión que
de jerarquía, diciendo: 48
49
Utilizamos la traducción italiana: II Concilio e i Concilii (Roma 1961) p.437.
E. PRZYWARA, S. I., Théologie der Kirche: Scholasük 16 (1941) p.321-334;
«Una teología de la colegialidad supone una teología del Espíritu ID., 50Das Dogma ron der Kirche. Ein Aufbau: Theol. Quartalsch. 125 (1944).
M.-J. LE GrLLOCJ, O. P., Mission et unilé: Unam Sanctam 33-34 (París 1960).
Santo. Es él el creador de la comunión, de la unanimidad. El Espíritu Cf. 51vol.2 p.164-165.
J. M. ALONSO. C. M. F., De corpore seu «collegio episcopali» (Roma, Clare-
45
Ecclesia de Trinitate: Irentkon 14 (1937) p.131.132.145-146. tianum,
52
1964) p.68-69 y 78ss.
46
Jaions pour une théologie du Laicat: Unam Sanctam 23 (1953) p.380-382. J. LECLERCQ, Calholica Unitas. Communion des Saints: Cahiers de ¡a Vie Spir.
392-393. (París
53
1945) p.38ss.
41
Sainte Eglise: Unam Sanctam 41 (1963) p.125. Teología dogmática vol.5 (trad. española, Edit. Rialp, 1962) p.60ss.314ss.
548ss.558.
164 Joaquín M. Alonso, C. M. F. C.l. El misterio de la Iglesia. 2-4 165
54 bien nuestra razón principal de preferir una orientación cris-
velación . Vagaggini, desde su punto de vista litúrgico, ha dado
una síntesis perfecta del tema " . Y Semmelroth, en su celebrada tológica de la teología de la Iglesia a una orientación pneuma-
obra sobre la Iglesia como protosacramento, tiene el mérito de tológica (como las de Komiakoff o de Móhler). Porque, además,
haber dedicado un capítulo entero al tema con el título «Imagen la Iglesia, en tanto que un todo, tiene como centro personal a
sacramental de la Trinidad». La Iglesia, dice, que es protoimagen sólo Cristo, ni es tampoco una encarnación del Espíritu Santo, del
de la redención, es, a su vez, copia (Abbild) de la Trinidad. Es cual, en cuanto comunidad, es simple depositaría. Ella es exacta-
«sacramentum», no sólo de la redención de Cristo (la «res»), sino mente el cuerpo de Cristo, Señor encarnado. Se encuentra ahí lo
de otra «cosa» (res) más alta: del Dios Trino» 5 6 . que nos salva del unipersonalismo, sin que, con todo, nos entre-
Pero, decimos, los teólogos occidentales han desarrollado el gue a ninguna personificación humanista. Cristo, el Señor, es la
tema siempre un poco marginal y ocasionalmente. Han sido los única Cabeza y el único dueño de la Iglesia (Eph 2,21-22). La
teólogos orientales, principalmente desde Komiakoff para acá, cristología de la Iglesia no nos conduce a las nebulosidades de
quienes, conectándose con la antigua tradición patrística, han dado vanas especulaciones ni a un misticismo quimérico»"'.
al tema una importancia más fundamental 57 . Hoy, finalmente, esa dirección cristológica señalada por Flo-
Entre ellos Lossky, en su conocida obra 58 , hacía unas aplica- rovsky toma un acento más «eucarístico» en el grupo ortodoxo de
ciones eclesiológicas del misterio de las personas divinas, no exen- profesores del Instituto de San Sergio de París 63.
tas de peligros. «La unión de las hipóstasis humanas al interior Nosotros seguimos pensando, con todo, que la orientación tri-
del Cuerpo de Cristo y divinizadas por el don del Espíritu Santo nitaria de la Iglesia, tal como nos la ha presentado el texto con-
no puede ser del mismo orden que el de las hipóstasis de la Tri- ciliar del Vaticano II, lejos de conducir a especulaciones abstrac-
nidad en la naturaleza divina común 59. Este acentuar el misterio tas y peligrosas, puede y debe dar a la eclesiología católica un
de la Trinidad puede ciertamente llevar a extremos condenables. dinamismo y una interioridad de grande vigor teológico. La Igle-
Por ejemplo, citando a Florensky, dice de nuevo Lossky: «Según sia se reconoce no solamente como una vida sobrenatural ligada
el P. Florensky, un teólogo ruso moderno, no habría otro escape estrechamente al misterio vital de las personas divinas en el que
para el pensamiento humano que el de admitir la antinomia trini- participa, sino que hasta puede encontrar la verdadera razón de
taria para encontrar la estabilidad absoluta: arrojando la Trinidad su ser jerárquico en aquella misteriosa y admirable «jerarquía»
como fundamento único de toda realidad, de todo pensamiento, de las personas divinas, que se despliega maravillosamente sobre
se expone uno a una vía sin salida; se termina en una aporía, en el ser mismo jerárquico de la Iglesia. Es el Padre quien entrega
una insania, en el desgarramiento del ser, en la muerte espiritual. toda su «exousía» al Hijo, ya desde la eternidad, cuando lo en-
Entre la Trinidad y el infierno no hay otra solución. En verdad que gendra como Hijo; en la encarnación, el Hijo recibe de nuevo,
se trata de una cuestión esencial en el sentido literal de esta pala- temporalmente, toda esta potestad del Padre, según El mismo lo
bra: el dogma trinitario es una cruz del pensamiento humano» 6 0 . repite constantemente. Finalmente, esa potestad pasa a la Iglesia
Por eso otros autores ortodoxos orientan su pensamiento por en la persona de su vicario, el Papa, quien la transmite al cuerpo
una línea más cristológica. Así, de Florovsky dice Lanne: «La episcopal.
idea de organismo (la Iglesia como «cuerpo») debe ser comple- Esta teología trinitaria de la Iglesia es, además, propísima
tada por la de la sinfonía de las personas (en la que se refleja el para darnos una visión clara del dinamismo que invade toda la
misterio de la Santísima Trinidad (lo 17,21 y 23), y que es la historia concreta de la Iglesia, hasta su consumación escatológica,
esencia de la «sobornost», de la catolicidad 61. Tenemos ahí tam- ya que la Iglesia está realizando, en un retorno que dura hasta
31
la parusía, aquel principio interno de que está animada y que la
ST. JAKI, O. S. B., Les iendances nouvelles de V' Eclesiologie (Herder, 1957)
p.257. lleva a un movimiento de perenne clamor hacia su principio:
55
56
En o.c., p.l63ss. hacía el Padre. Por eso, San Juan presenta a la Iglesia, a la Es-
SEMMSLROTH, S. I., Die Kirche ais Vrsakrament (Knecht, Frankfurt a. M
1953) p.207ss. Cf. también una interesante exposición en P. BROUTIN, S. I., Myste- posa, como penetrada por el clamor del Espíritu para decir con-
tium57 Ecclesiae, en A VOrante (Palís 1944) p.3ss.
D. E. LANNE, Le mystere de l'Eglise dans le perspective de la théologie ortbo- tinuamente: Ven, Señor Jesús. Amén.
doxe:
58
Irenikon 35 (1962) p.171-212.
Théologie mystique de l'Eglise d'Orient (Aubier 1944). 62
59
Así LANN, O . C , p.177. G. FLOROVSKY, L'Eglise, sa nature et sa tache, en L'Eglise universelle dans le
60
Así LOSSKY, O.C, p.64. dessein de Dieu t.l (Delachaux et N., 1949) p.75-76.
61
Cf. G. FLOROVSKY, Sobornost. The Catholiáty of the Church: The Church of . «* Cf. B. SCHULTZE, Eucbaristie und Kirche in der russischen Theologien det
God. An Anglo-Russian Symposium (Edic. E. L. Mascaíl, Londres 1935). Gegenwart: Zeitsch. f. k. Theol. 77 (1955) 257-300.
166 Jusío Colíantes, S. 1. C.l. El misterio de la Iglesia. 5 167

EL REINO DE DIOS*
Cristo, y en el segundo, la índole pneumática y escatológica del
reino.
Por Justo Collantes, S. I. El misterio de la Iglesia se manifiesta en su fundación. La
Iglesia es, sin duda, una sociedad visible, que puede ser regis-
5. El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su funda-
ción. Pues nuestro Señor Jesús fundamentó su Iglesia predicando la trada como se hace con cualquier sociedad. Pero las estructuras
buena nueva, es decir, el reino de Dios prometido muchos siglos eclesiásticas encierran algo que escapa a todo control humano. La
antes en las Escrituras: Porque el tiempo está cumplido, y se acer- Iglesia visible es a la vez misteriosa. La Iglesia es un misterio.
có el reino de Dios (Me 1,15; cf. Mt 4,17). Ahora bien, este Diríamos que es el misterio de la voluntad salvífica universal,
reino comienza a manifestarse como luz delante de los hombres
''•por la palabra, por las obras y por la presencia de Cristo. La pa- socializado.
labra de Dios se compara a la semilla depositada en el campo Este carácter misterioso tiene que aparecer en los actos funda-
(Me 4,14): quienes la reciben con fidelidad y se unen a la pequeña cionales de la Iglesia. Es decir, que la Iglesia, como misterio, debe
grey (Le 12,52) de Cristo, recibieron el reino; la semilla va ger-
minando poco a poco por su vigor interno, y va creciendo hasta manifestarse en su misma fundación. La fundación no se hizo en
el tiempo de la siega (cf. Me 4,26-29). Los milagros, por su parte, un acto solo. Se fue haciendo a través de la vida de Cristo por
prueban que el reino de Jesús ya vino sobre la tierra: Si expulso una serie de actos históricos y misteriosos a la vez, que marcaron
los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios la naturaleza de la Iglesia: a) Las palabras de Cristo. Cristo anun-
ha llegado a vosotros (Le 11,20; cf. Mt 12,28). Pero, sobre todo,
el reino se manifiesta en la persona del mismo Cristo, Hijo del ció que el reino de Dios, prometido en el Antiguo Testamento,
hombre, que vino a servir y a dar su vida para redención de mu- había llegado. Ya respecto del número 3 del esquema reformado
chos (Me 10,45). habían propuesto algunos Padres que no se hablara simplemente
Pero habiendo resucitado Jesús, después de morir en la cruz de la promesa del reino en el Antiguo Testamento, sino de la
por los hombres, apareció constituido para siempre como Señor, incoación. La Comisión teológica mantuvo la forma de hablar del
como Cristo y como Sacerdote (cf. Act 2,36; Hebr 5,6; 7,17-21), y
derramó en sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre esquema, puesto que el reino de Dios no se inauguró realmente
(cf. Act 2,Sí). Por eso la Iglesia, enriquecida con los dones de sino cuando el Rey-Mesías estuvo presente en el mundo. Claro
su Fundador, observando fielmente sus preceptos de caridad, de está que, si se entiende el reino como una aceptación del dominio
humildad y de abnegación, recibe la misión de anunciar el reino de Dios sobre las voluntades de los hombres, ya se realizaba de
de Cristo y de Dios, de establecerlo en medio de todas las gentes,
y constituye en la tierra el germen y el principio de este reino. alguna forma en el Antiguo Testamento. Pero ése no era el reino
Ella en tanto, mientras va creciendo poco a poco, anhela el reino anunciado, prometido y prefigurado en la Antigua Alianza. La co-
consumado, espera con todas sus fuerzas y desea ardientemente unir- munidad de Israel era el tipo, el símbolo, la prehistoria, si se
se con su Rey en la gloria. quiere, de la comunidad mesiánica que había de agruparse en
El número 5 * es completamente nuevo. En absoluto no era torno al Mesías.
necesario, pues ya en los números anteriores se había hablado de Al venir Cristo anuncia la realización de las esperanzas me-
la inauguración del reino, de la índole visible y espiritual del siánicas, o sea la presencia de ese reino esperado. Reino que con-
mismo y de su aspecto escatológico. Pero muchos Padres pidieron serva la tensión y la esperanza de su plena manifestación en el
que este tema se expusiera en párrafo aparte, por la sencilla ra- futuro trascendente.
zón de que en los Evangelios es éste un tema frecuente, y así El anuncio de la presencia del reino de Dios lo hizo Cristo
se hizo. por medio de su palabra. El resumen de la predicación de Jesús,
Se desarrolla en dos partes: en el primer párrafo se expone ya desde el principio de su ministerio', y el esquema que da a
la realización histórica de la institución del reino, que nos consta sus discípulos cuando los envía a predicar 2, es que el reino de
por las palabras, los milagros y, sobre todo, por la persona de Dios ya ha llegado- Más tarde su predicación tiende a hacer co-
* BIBLIOGRAFÍA: E. S E M M E R L R O T H , Reich Gottes und Kirche: Zeit. Syst. T h e o l .
nocer mejor la naturaleza de ese reino, que es presente y futu-
16 (1939-1940) 562-575 ; E. C. D E I B L E R , The Relalion of the Church lo the King- ro 3 ; se da en este mundo, pero no es mundano 4 ; tiene estruc-
dom: Bibl. Sacra 97 ( 1 9 4 0 ) ; T . D I P P E R , Die Kirche und das Reich Gottes: Für
Arbeit und Besinnung 5 (1951) 218-225.242-248; J. B R I G H T , The Kingdom of God tura visible, pero es espiritual.
in Bible and Church (Nueva Y o r k 1953) ; L. D E N I S , L'Évangile, le Regne et l'Églrse
chez les Synoptiques: Rev. Clergé Afr. 8 (1953) 309-318.410-420; H . R O B E R T S , Jesús 1
Mt 3 , 2 . 4 . 1 7 ; M e 1,15.
and the Kingdom of God (Londres 1955) ; H . S C H L I E R , Reich Gottes und Kirche: 2
Stud. Cath. 32 (1957) 178-189; R. SCHNACKENBURG, Gottes Herrschaft und Reich. Mt 1 0 , 7 ; Le 10,9-11.
3
Eine biblisch-theologische Studie (Friburgo 1 9 6 1 ) . Mt 13,24-50.
4
lo 18,26.
168 Justo Collantes, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia. 6 169
b) Por las obras de Cristo. Porque en Cristo ha comenzado va extendiéndose continuamente Cristo y, por consiguiente, van
a actuar el reino. «Si yo lanzo los demonios en virtud del poder ampliándose los límites del reino con la incorporación de los
de Dios, es que ya ha llegado el reino de Dios a vosotros» 5. nuevos pueblos a la Iglesia.
A los enviados de Juan Bautista les muestra con los hechos que Aun cuando el Espíritu Santo habita ya en la Iglesia, dándo-
aquello que Isaías vislumbraba como futuro lejano 8 , ya es una le un elemento interior de unidad en Dios, esta unidad se ve
realidad presente'. asaltada por múltiples imperfecciones. N o es, pues, de extrañar
c) Vero, sobre todo, el reino se manifiesta en la persona del que el anhelo de la Iglesia se concentre en la esperanza escato-
mismo Cristo. Las obras milagrosas podrían haberse realizado sin lógica, que suspira por la perfecta y consumada unión en el cielo.
la presencia de Cristo. Pero lo que verdaderamente caracteriza al Esta tensión escatológica es tan esencial a la Iglesia como es inse-
reino es la presencia del Rey. Así lo atestigua suficientemente en parable el Espíritu Santo de Cristo mismo. Ese Espíritu mismo,
Nazaret ante sus compatriotas 8, donde, además, afirma la conti- en nombre de la Iglesia, suspira por la unión consumada: «El
nuidad entre el reino inaugurado por él y el anunciado en el An- Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: ¡Ven!»
tiguo Testamento. El mismo título de Hijo del hombre, que ya
desde el comienzo de la vida pública se atribuye a sí mismo',
está en íntima relación con el reino anunciado por Daniel 1 0 . Y es
que el reino de Dios tiene ante todo un significado primario con- Las varias figuras de la Iglesia *
creto: el Rey, o abstracto: el poder real11. Secundariamente es el 6. Como en el Antiguo Testamento la revelación del reino
conjunto de todos aquellos que están unidos al Rey o sometidos se propone muchas veces bajo figuras, así ahora la íntima natura-
a su dominio. Es así como el reino mesiánico está misteriosamen- leza de la Iglesia se nos manifiesta también bajo diversos símbolos,
te anunciado en Daniel, donde a veces se identifica el Hijo del que, tomados de la vida pastoril, de la agricultura, de la construc-
ción, de la familia y de los esponsales, se vislumbran ya en los libros
hombre con los santos del Altísimo 12. Y, en efecto, el reino de de los profetas.
Dios, que es la Iglesia, lo formarán todos aquellos que vitalmen- La Iglesia es, pues, un «.redil», cuya única y obligada puerta
te se inserten en Cristo para constituir con él un Cristo total. es Cristo (lo 10,1-10). Es también una grey, cuyo Pastor será el
mismo Dios, según las profecías (cf. Is 40,11; Ez 34,llss), y
Siendo así esto, el reino de Dios tiene unas características mis- cuyas ovejas, aunque aparezcan conducidas por pastores humanos,
teriosas, que trascienden todo lo puramente empírico y que re- son guiadas y nutridas constantemente por el mismo Cristo, buen
quieren en el origen mismo de su constitución una virtud abso- Pastor y rabadán de pastores (cf. lo 10,11; 1 Petr 5,4), que dio
lutamente sobrenatural. Esta virtud desciende, como de su fuen- su vida por las ovejas (cf. lo 10,11-15).
te, del misterio pascual: vida, muerte y glorificación del Señor. La Iglesia es «.agricultura» o arada de Dios (1 Cor 3,9). En
este campo crece el vetusto olivo, cuya santa raíz fueron los pa-
En virtud de este misterio pascual, Dios hizo a su Hijo Señor, triarcas, en la cual se efectuó y concluirá la reconciliación de los
Cristo y sacerdote 13, mostrando así que había aceptado su sacri- judíos y de los gentiles (Rom 11,13-26). El celestial Agrícola la
ficio y haciéndolo capaz de enviarnos el Espíritu Santo que fuera plantó como viña elegida (Mt 21,33-43 par.; cf. Is 5,1 ss). La ver-
dadera vid es Cristo, que comunica la savia y la fecundidad a los
el principio interior que trasvasase a la Iglesia la vida del Hijo sarmientos, es decir, a nosotros, que estamos vinculados a El por
y así ampliara indefinidamente los límites del reino de Dios. medio de la Iglesia, sin el cual nada podemos hacer (lo 15,1-5).
Así, pues, el reino es Cristo1, prolongado en la Iglesia. De Muchas veces la Iglesia se llama también «edificación» de Dios
aquí se sigue lógicamente que la Iglesia participa de la misma (1 Cor 3,9). El mismo Señor se comparó a una piedra rechazada
misión de Cristo, es decir, la de anunciar el reino y establecerlo por los edificadores, pero que fue puesta como piedra angular
(Mt 21,42 par.; cf. Act 4,11; 1 Petr 2,7; Ps 117,22). Sobre aquel
en todas las naciones- Mediante la misión y la obra de la Iglesia fundamento levantan los apóstoles la Iglesia (cf. 1 Cor 3,11) y de
5
él recibe firmeza y cohesión. A esta edificación se le dan diversos
Le 11,20.
6
Is 3 5 , 5 ; 6 1 , 1 . Cf. M a l 3 , 1 ; D a n 9,26. * BIBLIOGRAFÍA: R. B R U N E T , Figures et images de l'Église, en Dict. Spir. IV
7
M t 1 1 , 1 - 1 2 ; Le 7,18-28. (París 1959) 384-401 ; J. PFAMMATTER, Die Kirche ais Bau. Eine exegetiscb-theologi-
8
Le 4 . 2 1 . sche Studie zur Ekklesiotogie der Paulusbriefe (Roma 1960) ; C. C H A V A S S E , The Bride
' M e 2,10.28, etc. of Christ. An Inquiry inio ihe Nuptial Elsment in Early Christianiíy (Londres 1940) ;
10
D a n 7,13.14, etc. I. A . MtHRHEAD, The Bride of Christ: Scot. J o u r n . T h e o l . 5 (1952) 175-187; A . M I -
11
F . Z O R E L L , Zeitschrift für Kathol. 1'beol. (1903) 581ss; Lexikon graecum (Pa- ÑÓN, L'Église, Épouse du Christ: Rev. Eccl. Liége 40 (1953) 6 1 - 7 9 ; C H . J O U R N E T ,
r í s 1961) 215ss. L'Église, Épouse du Christ: N o v . et Vet. 30 (1955) 2 3 1 - 2 3 6 ; A . ALCALÁ, La Iglesia,
12
D a n 7,14. El Hijo del hombre es u n a persona física, pero a la vez es u n a Misterio y Misión ( M a d r i d 1963) ; A . IBÁÑEZ A R A N A , El tema del matrimonio de
colectividad ( 1 8 . 2 2 . 2 5 . 2 7 ) . Dios con Israel en el A. T . : Lumen 9 (1960) 4 0 4 - 2 6 ; I D . , La Iglesia, esposa d$
13
Act 2 , 3 6 ; Hebr 5 , 6 ; 17-21. Cristo en el N. T.: Lumen 10 (1961) 97-132.
170 Justo Collantes, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia. 6 171
nombres: casa de Dios (1 Tim 3,15), en que habita su «familia»; 5
es cordero a la vez, cordero inmolado por sus ovejas ' para dar-
habitación de Dios en el Espíritu (Eph 2,19-22), tienda de Dios
con los hombres (Apoc 21,3) y sobre todo «templo» santo, que
les la vida 16- Así, la vida del Pastor se trasvasa para constituir
los Santos Paires celebran representado en los santuarios de pie- el rebaño de sus ovejas, a quienes alimenta con su propia vida,
dra, y en la liturgia se compara justamente a la ciudad santa, la es decir, con su propia carne de cordero: «Mi carne es verdadero
nueva Jerusalén. Porque en ella somos ordenados en la tierra manjar» 17 , y «si no comiereis de mi carne no tendréis vida en
como piedras vivas (1 Petr 2,5). San ]uan, en la renovación del
mundo, contempla esta ciudad bajando del cielo, del lado de Dios, vosotros» ". Aun cuando estas ovejas estén guiadas por pastores
ataviada como esposa que se engalana para su esposo (Apoc 21,ls). humanos, éstos son vicarios de Cristo, porque el único pastor ca-
La Iglesia, que es llamada también «la Jerusalén de arriba» y paz de constituir rebaño de las ovejas participantes de su vida es
«madre nuestra» (Gal 4,26; cf. Apoc 12,17), se representa como Cristo. Todos los temas encerrados en la concepción de la Iglesia
la inmaculada «esposa» del Cordero inmaculado (Apoc 19,7; 21,2
y 9; 22,17), a la que Cristo amó y se entregó por ella, para san- como Cuerpo de Cristo están ya apuntados en esta delicada y
tificarla (Eph 5,26), la unió consigo con alianza indisoluble y sin profunda metáfora del Pastor.
cesar la alimenta y abriga (Eph 5,29), y a la que, limpia de toda
mancha, quiso ver unida, a si y sujeta por el amor y la fidelidad
2. La Iglesia es agricultura de Dios.—Aquí está tomada la
(cf. Eph 5,24); a la que, por fin, enriqueció para siempre con palabra Iglesia en un sentido más bien espacial: En este campo
tesoros celestiales, a fin de que podamos comprender la caridad de crece... De esta misma manera hablaba Cristo cuando enseñaba
Dios y de Cristo para con nosotros, que supera toda ciencia a las turbas la naturaleza de la Iglesia 10. Evidentemente, se usa
(cf. Eph 3,19). Pero mientras la Iglesia peregrina en esta tierra
lejos del Señor (cf. 2 Cor 5,6), se considera como desterrada, de
aquí el continente por el contenido, como lo muestran las dos
forma que busca y piensa las cosas de arriba, donde está Cristo metáforas del olivo °°, y sobre todo la de la vid 21. En esta metá-
sentado a la diestra de Dios, donde la vida de la Iglesia está es- fora, con el estilo cíclico característico de San Juan, se va expo-
condida con Cristo en Dios, hasta que se manifieste gloriosa con su niendo todo lo esencial del misterio de la unión de Cristo con su
Esposo (cf. Col 3,1-4).
Iglesia. Cristo es la vid. La vid es de la misma naturaleza que
los sarmientos, a quienes comunica la vida (toda la iniciativa par-
Con los nombres se pretende designar una naturaleza. Pero, te de Cristo) y el poder de dar frutos abundantes " . La comuni-
tratándose de la Iglesia, es imposible, porque la realidad que cación de la vida de Cristo consiste en la comunicación y acepta-
encierra la Iglesia es demasiado rica y compleja para poderla ción de su palabra 23, que es vida ", y de su amor 25. La señal de
encerrar en un solo concepto. Por eso a veces se define por medio que se permanece unido a Cristo por la fe (la palabra) y la ca-
de conceptos distintos y aun contrarios. Y es que la sobreabun- ridad (el amor) de Cristo es que se guardan los mandamientos
dancia interior de la Iglesia estalla en una serie de múltiples as- de Cristo 26. Ahora bien, el mandamiento de Cristo es el manda-
pectos que dan origen a otros tantos nombres distintos con que miento del amor ".
designarlos. Así lo hizo la Sagrada Escritura cuando quiso revelar Esta es la que los teólogos llaman la comparación biológica
la naturaleza del reino usando de figuras diversas y de símbolos. de la Iglesia. Con ella se resaltan muy bien los elementos inter-
Esto ocurre también en el Nuevo Testamento, donde la íntima nos de la misma: poder de Dios que la constituye, principio inte-
naturaleza de la Iglesia se nos despliega por medio de figuras rior que le anima, naturaleza de ese principio interior consistente
tomadas de la vida pastoril, de la agricultura, de la construcción, en la fe y la caridad, por la cual se participa de la naturaleza
de la familia y de los esponsales. Por lo demás, estas figuras ya divina; libertad física de los miembros, que no pierden su per-
están de algún modo presentidas y prediíhas en el Antiguo Tes- sonalidad y que pueden incluso libremente no dar frutos, por lo
tamento. cual deberán ser cortados y echados al fuego. Es decir, que son
1. La Iglesia es un redil.—Al comenzar con esta imagen, el responsables y, por consiguiente, libres.
Concilio pretende destacar una nota de la esencia de la Iglesia, Una comparación similar es la usada por San Pablo. La Iglesia
cual es la iniciativa divina sobre ella ". En efecto, la Iglesia es es un olivo cuyas primeras ramas son los judíos, cortados por su
un redil y un rebaño. Como redil, Cristo es la puerta; como re- 15 22
A p 5,6. lo 15,5.
baño, Cristo es el Pastor. Es decir, que Cristo está en el origen 16
l o 10,11-16. 23
lo 15.7.
7 24
l o 6,56. lo 6,64.
de la Iglesia. Porque Cristo es un Pastor especial. Un pastor que 8
lo 6,54. 25
lo 15,9.
26
' M t 13,24. lo 15,10.
!0 27
11 Rom 11,13-26. lo 15,12.
Schema p.21. !I
l o 15,lss. Cf. M t 2 1 , 2 3 - 4 3 ; ls 5,lss.
172 Justo Collantes, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia. 6 173

infidelidad, pero cuya fe les hará insertarse en él más tarde- Las de Dios, consolidando entre los hombres la obra de salvación del
raíces de este olivo son los patriarcas, en cuya raza se preparó la género humano. Es Dios mismo uniendo a los hombres en una
venida del Señor. Una vez llegado Cristo, hizo posible la recon- familia divina.
ciliación entre los judíos y los gentiles. En efecto, tanto unos En Ef 2,17-21 se acentúa la interior habitación de Dios. Los
como otros podrán insertarse en Cristo. Los judíos, como por gentiles convertidos también son domésticos de Dios, y todos,
derecho propio. Los gentiles, como injertos de olivos salvajes. gentiles y judíos, forman un pueblo sacerdotal.
Pero bien entendido que para esta incorporación no bastaba la En Hebr 3,1-6 se pone sobre todo el acento en la interior
descendencia de la raza de Abraham, sino la fe de Abraham. habitación de Dios, y más bien que casa, como lugar de habita-
3. La Iglesia se llama edificación de Dios.—La metáfora es ción 3S, tiene el sentido de familia, estirpe 3 '.
compleja y adquiere en la Sagrada Escritura diversas formulacio- Todos estos matices se intensifican en la metáfora de templo
nes y matices, todos los cuales descubren algo del insondable con- de Dios". El verdadero templo de Dios es Cristo, donde habi-
tenido de la Iglesia. Se llama simplemente edificación 2S. En efec- taba la plenitud de la divinidad y donde se rendía a Dios el único
to, esta edificación no se hace de piedras materiales, sino vivas culto digno de sí mismo. Destruid este templo y en tres días lo
y racionales 2S , unidas vitalmente a la piedra fundamental que reedificaré". Los judíos fueron los encargados de destruir el
es Cristo 30 . D e Cristo recibe su fuerza, su fortaleza y su cohe- templo de la carne de Cristo, pero en tres días resucitó el Padre
sión. N o con una relación histórica de fundador meramente, sino un nuevo templo en el espíritu l% formado por su cuerpo glorioso
sobre todo con un influjo vital, radicado en su presencia hasta la
y por todos los que muriendo con Cristo resucitarán con él. En
consumación de los siglos " .
este templo, que es la Iglesia, habita Dios y se da a Dios el único
Esta edificación misteriosa es llamada también casa de Dios.
culto digno de sí mismo. La liturgia de la consagración de una
La comunidad de Israel no sé que hubiera sido llamada casa de
Iglesia no se entiende si no es teniendo en cuenta el riquísimo
Dios. La Iglesia, sí. En 1 Tim 3,15 es claro que Pablo tiene ante
contenido de estas metáforas.
los ojos, al hacer estas reflexiones, a la Iglesia en su proyección
interior, en cuanto que la Iglesia es la comunidad de los verda- Continuando en esta misma línea, la casa o el templo pueden
deros adoradores en espíritu y en verdad 32. Las instrucciones que tener el aspecto de una ciudad, toda ella edificada con piedras
da a su discípulo inmediatamente antes tienen por objeto el re- vivas, bajada del cielo, y ataviándose para recibir en ella a su
gular el culto de la comunidad- Pero al usar esta expresión, di- divino esposo. Es la nueva Jerusalén, la Jerusalén de arriba que
rectamente tomada ¿del Antiguo Testamento 33 , quiere acentuar la será llamada-
presencia de Dios dentro de la comunidad cristiana3*. El nombre 4. También madre nuestraÍZ.—El título de madre se encuen-
propio de la Iglesia, no como templo hecho por manos de hom- tra explícitamente dado por San Pablo a la Iglesia y tal vez tam-
bres, sino como asamblea de fieles, es el lugar donde Dios está bién por San Juan " . Los autores cristianos primitivos se lo die-
presente y donde obra de una manera dinámica. Porque, como en ron sin duda " . Ya aparece en algún símbolo, v.gr., el conservado
Cristo habita toda la plenitud de la divinidad 35, así en la Iglesia por Vigilio de Tapso: «Credo in Spiritum Sanctum, in Sanctam
habita Dios. Pablo la llama la Iglesia del Dios vivo. En el Nuevo Matrem Ecclesiam...»" En un mosaico norteafricano, que pro-
Testamento es Pablo quien más usa de esta expresión 3\ con el cede de Thabraca (Tabarka), se ve una iglesia con esta inscrip-
significado del Dios verdadero, en oposición a los falsos dioses " ,
38
y con el sentido del Dios que no miente, que es fiel a sus prome- Cf. Gen 28,17.22; 35,7; Is 2,2; 56,7; Ier 7,11; Ez 43,5, etc.
•"
40
los 24,15; Esth 4,14; Ez 43,18, etc.
sas de salvación. Esto quiere decir que la Iglesia es la presencia 41
1 Cor 3,16-17; 2 Cor 6,16; Eph 2,21.
42
lo 2,19; cf. Me 14,58.
lo 2,21-22. Cf. A. M. DUBARLE, he signe du Temple: Revue Bibl. 48 (1939)
28
1 Cor 3,9. 21-45; C. MONDESERT, A propos du signe du Temple: Rev. de Se. Reí. 36 (1949)
39
1 Petr 2.5. 580-584; X . LÉON-DUFOUR, Le signe du Temple selon St. Jean: Rev. de Se. Reí. 39
30
Mt 21,42ss; cf. 1 Cor 3,11; Act 4,11; 1 Petr 2,7; Ps 117,22. (1951-52) 155-175; Y. M. J. CONGAR, Le mystere du Temple (París 1958) p.139-180.
43
31
Mt 28,20. 44
Gal 4.22-31.
32
lo 4,23. 2 lo 1.13.
45
•" Gen 28,22; 31,13; Iud 18,31; 1 Sam 10,3; 1 Reg 12,27; Is 56,7, etc. SAN IRENEO, Adv. baer. III 2 4 , 1 : PG 8,966; SAN CLEMENTE ALEJANDRINO,
31
2 Cor 6,16. Paedag. I 6: PG 8,299; SAN CIPRIANO, Líber de Lapsis 9: PL 4,487. Cf. P. BROU-
35
Col 2,9. TIN,46 donde pueden verse otros muchos textos.
36 Cf. A. HAHN, Bibliothek der Symbole (Breslau 1877) n.41 ; F. KATTENBUSCH.
Act 14,14; 1 Thess 1,9; 1 Tim 4,10; 2 Cor 6,16; 1 Tim 3,15; 6,17. Das Apostolische Symbol (Leipzig 1900) I p.145. .- • •
37
Act 14,15.
174 Justo Collantes, S. I. C.l. El misterio de la Iglesia. 6 175
ción: Ecclesia Mater, y debajo está el nombre de la difunta: Va- en su existencia, porque fue hecha del varón 54 , así la Iglesia
lentía in pacae (sic). existe por Cristo, que la adquirió con su sangre 55 , entregándose
La Iglesia es madre fecunda porque nos da la fe (es la depo- por ella en una muerte redentora ae y conscientemente libre 5'. El
sitaría de la Palabra) y por su acción sacramental. La liturgia es sueño de Adán puede ser símbolo de la muerte de Cristo, de cuyo
el regalo del esposo, en el que viene juntamente con la presencia costado salió la Iglesia en el agua de la regeneración 58. Así lo
de éste el poder de regenerar sacramentalmente a los hombres. han visto los santos Padres. Pero la mujer depende del marido
Sin la liturgia no podría la Iglesia ejercer su función maternal. también en su subsistencia. Aquí la metáfora queda muy desbor-
Pero téngase en cuenta que toda la Iglesia es madre, no sólo la dada por la realidad- Porque Cristo alimenta a la Iglesia con su
jerarquía, sino también cada uno de los fieles en la medida en propia carne 50. La alegoría del Buen Pastor y la promesa de la
que se vincula a su misión santificadora. Claro está que el que Eucaristía tienen una íntima relación Gü. La metáfora de la esposa
propiamente hace hijos suyos es el Padre, por medio de la Iglesia. descubre también un gran misterio de colaboración. Adán sintió
la soledad, y Dios le dio un «adiutorium», una colaboradora, para
La Iglesia es instrumento. Por eso podría llamarse la maternidad
la procreación del género humano. Cristo es el nuevo Adán 6I,
de la Iglesia una maternidad dispositiva. De todas formas es cier-
que también necesitaba, según los planes de Dios, de una nueva
to el dicho de San Cipriano: «El que no ama a la Iglesia como
Eva. La Iglesia es no sólo la virgen purificada por el bautismo
madre, no puede tener a Dios por Padre» ". para ser presentada a su esposo 62, sino la esposa que engendra
5. La Iglesia es la inmaculada esposa del Cordero. En el hijos para Cristo. La metáfora de la esposa está en íntima rela-
Antiguo Testamento se compara el amor de Dios a su pueblo ción con la de madre, pero también con la siguiente, de cuerpo
con el amor del esposo ", pero nunca al futuro Mesías se le llama de Cristo.
esposo de su pueblo. En el Nuevo Testamento es ésta una de las Por último, descubre también el misterio de la esperanza es-
metáforas predilectas- Dios prepara cuidadosamente las nupcias catológica. Aunque ya está de alguna manera en posesión de su
de su Hijo 4 9 ; Juan Bautista se alegra con la venida del esposo, Esposo, Cristo, sin embargo, vive apartada de su posesión glo-
Cristo 50 , y el mismo Cristo es el que deja entrever que es El el riosa. Por eso anhela continuamente unirse a su esposo, y ese
verdadero esposo de la Iglesia S1. Pero sobre todo es San Pablo anhelo lo lleva entrañado en su misma esencia. La constitución
quien más detenidamente desentraña el contenido de la metáfora. De Ecclesia, del Vaticano II, tal vez sea el documento eclesiás-
Según él, está prefigurada la Iglesia como esposa de Cristo desde tico en que más se ha subrayado este carácter escatológico de la
el comienzo de la humanidad S2. El matrimonio, como institución Iglesia. N o sólo le dedica un capítulo entero, sino que en este
primer capítulo, en el que se trata del misterio de la Iglesia, se
natural 53 , tiene una función misteriosa de significar la unión en-
ha hecho notar insistentemente la tendencia escatológica de la
tre Cristo y la Iglesia. Eva nació del costado de Adán; la Iglesia,
Iglesia en los cinco números anteriores.
del costado de Cristo. El hombre dejará a su padre y a su madre
Y es que la esperanza escatológica es esencial a la Iglesia,
para unirse con una mujer; Cristo dejó la gloria de su Padre
tanto que el cristiano puede definirse felizmente como el hombre
para salvar a los hombres. En el intercambio vital que se obtiene
que espera la venida del Señor". Esta esperanza le mantiene fir-
por la unión del hombre y la mujer se realiza toda la amplitud me en medio de las luchas del mundo. Y puede ajustar su con-
de lo humano, haciéndose esos dos seres una misma carne. El ducta al hecho de la segunda venida de Cristo "'*, precisamente
que se une a Cristo en el espíritu se hace un solo espíritu con porque no es un futuro incierto y nebuloso, sino que se ha hecho
él. La metáfora, pues, descubre el gran misterio de la unidad de ya de alguna manera presente en la transfiguración del Señor, en
la Iglesia en Cristo. Pero descubre también el misterio de su de-
54
pendencia en su mismo ser. Como la mujer depende del varón 55
1 Cor 11,12; 1 Tim 2,13.
56
Eph 5,25-26.
51
Ibid.
47
De imítate Eccles. 9: PL 4,519. 58
lo 10,18.
48
Os 2.19; Ier 31,32; 9,2; Ez 16 y 17; Is 54,4-8; 60,15; 62,5. ss
Eph 5,26.
49
Mt 22,2. lo 6,54.
50
lo 3,29. <"> J. LEAL, La Eucaristía y la parábola del Buen Pastor: EstE 27 (1953) 317-24.
61
51
Mt 9,15. 62
1 Cor 15,45.
52
Eph 5,32. 63
Eph 5,27.
33
Gen 2,24; Mt 19,4-7; Eph 5,31. 2 Tim 4,8.
«4 1 Cor 1,7; Phil 3,18-20.
176 Emilio Samas, O. P. C.l. El misterio de la Iglesia. 7 177

la que San Pedro ve un anticipo de la parousía , y sobre todo S5 lpuesto» (Eph 3,3), dice en la epístola a los Efesios después de
de la resurrección de Cristo ". Así puede con toda razón decirse ¡hablarles de la incorporación de los hombres a Cristo 2 .
que el cristianismo es una doctrina de la esperanza y de la pose- Destaca la figura paulina del cuerpo por muchos capítulos.
sión. Posesión de Cristo resucitado por la fe, y juntamente espe- Primero, por la frecuencia con que se ve utilizada en las epístolas
rado sin velos ni enigmas; abrazado ya en la noche oscura de este del Apóstol. Segundo, por la riqueza de detalles con que expone
mundo con la esperanza cierta de que, llegada la aurora de la su contenido. Habla de la cabeza, de los miembros, de la vida
parousía, pueda ser visto cara a cara en la gloria- que de aquélla desciende a éstos. Habla del espíritu que anima
el cuerpo; de la organización de sus diaconías y ministerios; de
los carismas con que se ve enriquecido. Tercero, porque es como
el punto clave que ilumina la dogmática y la moral que predica
EL MISTERIO DE LA IGLESIA Y LA FIGURA en sus correrías apostólicas y enseña en sus escritos 3. Y así, el
DEL CUERPO MÍSTICO ' dogma de la supremacía de la gracia sobre el pecado (Gal 5,16-26).
Y así, el de la gratuidad de la gracia (I Cor 29-31). Y así, el de
Por Emilio Sauras, O. P.
la eucaristía (1 Cor 10,17). Otro tanto sucede con la moral. El
hombre debe evitar la fornicación por muchas razones. Y a todas
Entre las muchas figuras bíblicas de la Iglesia destaca por mu-
ellas añadirá otra el cristiano: la de ser miembro de Cristo
chos capítulos la figura paulina del cuerpo. Y, en razón de su (1 Cor 6,15-18). Todo hombre debe evitar el pecado del cisma
importancia, la constitución dogmática le dedica un número muy porque es social por naturaleza. Pero el cristiano lo evitará tam-
extenso, el 7, con una riqueza de doctrina que más adelante ten- bién porque «Cristo no está dividido» (1 Cor 1,13). Son muchos
dremos oportunidad de exponer. En el sn.6 se recuerdan las del los motivos por los que se debe evitar 2a idolatría.. El cristiano
redil, de la grey, de la agricultura, de la edificación, del templo, tiene uno más: el de haberse hecho uno con el Señor mediante
de la madre y de la esposa. En todas ellas aparece alguna carac- la incorporación eucarística (1 Cor 10,14-22).
terística de la vida íntima del Señor participada por la sociedad La tradición patrística se dio cuenta de la importancia que
eclesial de la que El se declara pastor, cultivador, inquilino y es- tiene esta figura del cuerpo y la utilizó con profusión 4. Los Pa-
poso. Todas estas figuras, contenidas en los evangelios o en las dres vieron la riqueza de su contenido y lo desentrañaron minucio-
epístolas, eran ya utilizadas en el Antiguo Testamento. Israel era samente, utilizando con frecuencia expresiones vivas y atrevidas
todo esto para Yahvé. que igualan incluso a las de San Pablo 5 . Y otro tanto hizo la
Pero, como hemos dicho, destaca sobre todas la figura paulina tradición teológica. Entre las afirmaciones no bien pensadas ni jus-
del cuerpo. Es exclusivamente neotestamentaria. N o la encontra- tas con que se alude peyorativamente a la teología escolástica
mos utilizada en el Testamento Antiguo. Más aún, es exclusiva- está la de que en la apreciación y exposición del misterio del
mente paulina, porque tampoco la encontramos en los evange- Cuerpo místico ocupa un lugar de segundo plano, que supone un
lios. San Pablo dice que le fue revelada a él. «Por una revelación paso atrás comparada con la teología patrística. «La tradición
agustiniana sufre un retroceso entre los escolásticos» '. La afirma-
me fue dado a conocer el misterio que brevemente os dejo ex-
3
La doctrina que Pablo enseñaba sobre «el misterio» le fue revelada a él, se-
M
2 Petr 2,16. gún testimonio expreso del Apóstol. La crítica racionalista ha querido ver en ella
06
1 Cor 15,12. un contenido de la filosofía estoica y platónica. Las afirmaciones del Apóstol sobre
1
La bibliografía sobre el Cuerpo místico es abundante. Nos limitamos a citar, el origen de lo que predicaba son taxativas (cf. MERCHS, Le corps mystique du
como de gran utilidad, las siguientes obras: ANGER, La doctrine du, corps mystique Christ t.l p.114-116; SAURAS, El Cuerpo místico de Cristo 2.a ed. p.113-122).
3
de Jésu-Christ d'aprés les principes de la tbéologie de Saint Tbomas (París 1929) ; Véase a este propósito el esquema que Santo Tomás hace de las catorce epís-
CBRFAUX, La tbéologie de l'Eglise suivant Saint Paul (Col. Unam Sanctam) ; CONGAR, tolas del Apóstol a base de la gratia Christi o de la gracia capital como punto clave
Esquisses du mystére de l'Eglise (Col. Unam Sanctam) ; D E LA TAILLE, Mysterium y realidad básica de todas sus enseñanzas (In omnes Sti. Pauli Apostoli epístolas com-
fidei ed. 3.a (París 1931); D E LUBAC, Corpus mysticum (París 1949); JOURNET, mentaria vol.l p.3, Marietti, 1922).
L'Eglise du Verbe Incarné; JURGENSMEYER, Der Mystiche Leib Christi 5.a ed. (Pa- * Cf. TROMP, Corpus Christi quod est Ecclesia; De Spiritu Sancto, anima cor-
derborn 1935) ; MERSCH, Le orps mystique du Christ. Etudes de tbéologie historique poris mystici. Testimonia selecta e Patribus graecis et latinis (Roma 1932) ; MERSCH,
(París 1936) ; ID., La tbéologie du corps mystique (París 1946) ; MITTERER, Geheim- Le corps mystique. Etudes de tbéologie historique (París 1946) ; D E LUBAC, Corpus
nisvoller Leib Christi nacb St. Tbomas von Aquin und nach Papst Pius XII (Viena mysticum (París 1949); SAURAS, El Cuerpo místico de Cristo (Madrid 1956).
5
1950) ; MURA, Le corps mystique du Christ, sa nature et sa vie divine 3.3 ed. (Pa- Nadie aventajó a San Agustín en la utilización de fórmulas y expresiones pro-
rís 1947) ; PIOLANTI, 11 corpo místico et le sue relazioni con l'Eucaristía in S. Alberto fundamente significativas. Algunas han sido luego consagradas por el uso. La Igle-
Magno (Roma 1939); SAURAS, El Cuerpo místico de Cristo 2.» ed. (Madrid 1956); sia es la prolongación de Cristo, es el Cristo integro, el Cristo total. Cf., a guisa
SCHEEBEN, Die Mysterien des Christentums (Friburgo de Brisgovia 1865. Trad. espa- de ejemplo, Enarraliones in Ps. 37: PL 36,400.
e
ñola, Barcelona 1950); TROMP, Corpus Christi quod est Ecclesia (Roma 1937-1960). Cf. MERSCH, o . c . t.2 p.158-159.
C.l. El misterio de la Iglesia. 7 179
178 Emilio Samas, O. P.
\diciones patrística y teológica y en el magisterio ejercido en la
ción no es exacta. N o utilizarán quizá los escolásticos un lenguaje ¡
Iglesia hasta ahora. El acto magisterial del Vaticano II no intenta
agustiniano, pero el contenido de la realidad de este cuerpo miste-
ser exhaustivo en esta materia, pero tiene, desde luego, mucho
rioso lo abordaron, lo expusieron y lo utilizaron abundantemente.
contenido, como veremos más adelante cuando expongamos la
Su lenguaje no era tan vivo. Era más técnico. Pero,expresaba con
doctrina contenida en el n.7.
exactitud lo mismo que expresaban los Padres con sus términos
Este número, además, es el resultado de un proceso lleno de
menos técnicos. Frente a las expresiones de sabor agustiniano de
interés. Su contenido y su formulación han logrado superar una
Cristo íntegro, Cristo total, plenitud de Cristo (expresión también
disputa no siempre bien llevada por los teólogos. Se trata de las
paulina), pueden colocarse las escolásticas de la gracia cristiana
figuras de cuerpo y de pueblo, las dos con un contenido en parte
como forma que nos perfecciona intrínsecamente, de la inhabita-
coincidente, en parte complementario y nunca excluyente el uno
ción, de la persona mística que formamos con Cristo. Y si de las
del otro, como veremos a lo largo del comentario. El Vaticano II
fórmulas pasamos al contenido, nos encontramos, por ejemplo, con
da a la figura del cuerpo la amplitud de un capítulo y la encua-
Santo Tomás, que estructura toda la tercera parte de la Suma, o el dra en el capítulo dedicado a lo que vamos a llamar dimensión
estudio de los misterios de la encarnación, de la redención y de la yital e interna de la Iglesia. Y a la del pueblo le dedica el capítulo
aplicación de ésta mediante los sacramentos, basándola en la doc- segundo, que se ocupa de lo que llamaremos su dimensión ex-
trina que estudia en la cuestión octava de dicha parte, que es. terna y social.
precisamente la gracia capital \
Vamos a dedicar al estudio de este n.7 y del problema del
La figura del Cuerpo místico ha sido asimismo sujeto de las Cuerpo místico en el Vaticano II los cuatro apartados siguientes:
ocupaciones del magisterio, no ya sólo del ordinario, sino tam-
bién del solemne. Conocidas son las dificultades con que trope- I. Proceso de la elaboración del n.7.
zaba el Concilio Vaticano I cuando intentaba estructurar el esque- II. Su enmarcamiento doctrinal en el c.l y en la totalidad de la cons-
titución.
ma De Ecclesia a base de la idea del Cuerpo místico s, y más tarde III. Exposición de la doctrina del número en cuestión.
las desorientaciones a que tuvo que salir al paso la encíclica Mys- ' IV. Relaciones de este n.7 con ios c.2, 3 y 4 a través del n.8.
tici Corporis °. Y lo que en definitiva el magisterio ha enseñado
tanto en el indicado Concilio 10 como en la encíclica de Pío XII, /. Proceso de la elaboración del n.7 sobre la doctrina
en la que se nos presenta una visión total y acabada de la Iglesia del «Cuerpo místico»
y un tratado teológico sobre ella basado en la concepción paulina
del Cuerpo. Una vez que Juan XXIII anunció al mundo su propósito de
Por todo lo dicho no es extraño que el Vaticano II dedicara convocar un concilio ecuménico para trabajar por el acercamiento
apartado especial en la constitución dogmática sobre la Iglesia y, si era posible, por la unión de los cristianos, se empezó a pre-
a una figura que reviste en sí tanto interés y que ha sido tan parar todo lo concerniente a él. Y lo que interesaba más era la
apreciada por el magisterio, por los Padres y por la teología. En materia que se debía estudiar y sobre la que se debía decidir.
el capítulo primero, que habla del «misterio de la Iglesia», en Para ello envió el Papa una circular a todos los obispos de la
el que se recogen las principales figuras bíblicas de la misma cristiandad y a muchas instituciones docentes y apostólicas requi-
salvo la del «pueblo de Dios», a la que se reserva lugar especial riendo su parecer sobre el asunto. El elenco de las materias pro-
en el capítulo segundo, se le dedica todo el n.7. Hay, además, puestas al estudio conciliar por unos Padres o por otros, por unas
indicaciones abundantes a la figura que nos ocupa en otros mu- instituciones o por otras, se haría interminable. Hubo, sin embar-
chos números de la constitución. go, temas significativamente coincidentes. El de la Iglesia, por
El n.7, que empezamos a comentar, no es un tratado completo ejemplo. El de la Virgen, también.
de eclesiología, como el que nos ofrece, por ejemplo, la aludida La inmensa mayoría de los consultados pidieron que el Con-
encíclica de Pío XII. Faltan muchas cosas que ya se conocen por cilio estudiara el tema de la Iglesia. Y que lo estudiara precisa-
hallarse explícitas en el propio San Pablo y expuestas en las tra- mente a través de la figura del Cuerpo místico. Las dos peticio-
nes, la del estudio de la Iglesia y la de que se estudiara a través
7
8
Cf. SAUHAS, O . C , p.20ss. de la figura paulina del cuerpo, se justifican por razones obvias.
Cf. MANSI, 51 col.751ss.
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AAS 35 (1943) 197. Por una parte, la Iglesia constituye en nuestros tiempos un
CottStitutio dogmática «Pastor aeternusn: ASS 6 (1870) 40ss.
180 Emilio Sauras, O. P. C.l, El misterio de la Iglesia. 7 181
tema de teología viva en todos los sentidos: en el doctrinal, en El proyecto se atenía a lo que los Padres habían pedido. Pre-
el apostólico y pastoral, en el ecuménico. En el doctrinal, porque sentaba a la Iglesia como una realidad viva, figurada por la figu-
en los últimos tiempos ha avanzado mucho la teología sobre la ra del Cuerpo místico 11 . La presentaba con su doble dimensión:
Iglesia, y, además, quedaba por terminar la labor que no terminó la interna, o santificante, y la social, externa y santificadora. La
el Vaticano I cuando dejó sin estudiar y sin decidir nada sobre primera, que es la Iglesia de la gracia y de la caridad; y la se-
la gran porción de la jerarquía que es el episcopado. Se precisa- gunda, que es la Iglesia institucional y del derecho (n.4,5,6).
ba, pues, sancionar no pocos avances de la moderna teología ecle- Y afirmaba la coincidencia de las dos Iglesias en una misma, la de
siológica, los del laicado, por ejemplo, y terminar una labor inte- Pedro (n.7). Luego hablaba de los miembros de dicho cuerpo,
resante iniciada por el concilio anterior y no acabada por haberse utilizando una terminología que fue objeto de vivas críticas en
clausurado la asamblea inesperadamente. A estos motivos de ca- el aula conciliar (n.9).
rácter doctrinal se añaden los apostólicos y pastorales. La Iglesia, Pero el proyecto no fue bien recibido en el aula. Ya desde
continuadora de la obra de Cristo, se consideraba a sí misma su- el primer momento se le acusaba de fallos muy graves, al parecer
jeto de reforma. Algunas de sus instituciones seculares estaban de los críticos. Se dijo que presentaba una figura triunfalista de
desfasadas y entorpecían la eficacia de su misión salvadora. Era la Iglesia; que ésta aparecía más como una institución jurídica
asunto de someterlas a revisión. Y revisión necesitaban también que como un instrumento de salvación; que estaba el proyecto
muchas cosas para posibilitar el intento primordial del Concilio, elaborado en un estilo falto de cordialidad y de simplicidad evan-
el acercamiento de los cristianos. Revisión de instituciones, revi- gélica. Pero hubo otra crítica en la que se insistió mucho, la re-
sión de actitudes y revisión también, en algunos casos, de fórmu- ferente al apartado de «los miembros» del Cuerpo místico, bajo
las y de doctrinas. cuya figura se exponía la doctrina, siguiendo la petición de la
Y por otra parte aparece claro por qué se deseaba en las pe- gran mayoría de los Padres. La doctrina de «los miembros», tal
ticiones que el estudio del tema eclesial se hiciera a través de la como venía expuesta en el n.9, encontró una oposición cerrada,
figura paulina del cuerpo. Más arriba hemos indicado ya la fundada en razones doctrinales y en razones ecuménicas. A los
importancia que en la revelación, en las tradiciones patrística y pocos días, el proyecto de constitución sobre la Iglesia se retiraba
teológica y en el magisterio ha tenido siempre esta figura. Figu- para nueva elaboración.
ra, por lo demás, que no resulta anacrónica en el día de hoy, como En las intervenciones de los pocos días dedicados al estudio
lo demuestran el favor con que el mundo cristiano recibió la de la Iglesia durante la primera etapa conciliar se advirtió un in-
encíclica de Pío XII y el gran bien que en el orden doctrinal o terés especial por el estudio del tema a través de otra figura bíbli-
teológico y en el apostólico y espiritual produjo. ca, la del «pueblo de Dios», a la que el proyecto suspendido ape-
Es de notar a este propósito, porque proyecta luz sobre acti- nas dedicaba breves líneas. Pero el contenido de esta figura es
tudes y acontecimientos posteriores, que la petición a que veni- muy rico y muy importante. Se advertía, pues, su fallo, que se ha
mos aludiendo no era sol© notabilísima cuantitativamente. Lo visto ampliamente subsanado en la constitución que comentamos.
era también geográficamente. Padres e instituciones de todo lu- La retirada del proyecto elaborado por la Comisión doctrinal
gar y de toda latitud: de misiones, de América, de la Europa preparatoria del Concilio sucedía a primeros de diciembre de 1962.
meridional. Y también de la central. El 30 de enero de 1963 se reunió en Roma la Comisión coordina-
Se hizo selección de todo el inmenso material temático. Se dora de los trabajos del Concilio, y en ella se aprobó la consigna
nombraron comisiones preparatorias que deberían ir estudiando de elaborar un nuevo esquema sobre la Iglesia, cuyo capítulo 1.°,
los temas y preparando los esquemas. Entre ellas, la Comisión titulado «De Ecclesiae misterio», debía exponerse con arreglo a
doctrinal. Y esta Comisión doctrinal elaboró un proyecto de cons- las siguientes normas: «Afírmese decididamente el lazo que hay
titución sobre la Iglesia, sometido luego a la Comisión central, entre la Iglesia y Cristo: a) como cabeza invisible suya; b) como
de la que obtuvo el visto bueno para ser presentado a la asamblea cabeza del Cuerpo místico y fuente de toda la vida del mismo».
conciliar. El día 10 de noviembre de 1962, abierta ya y en mar- 11
cha la primera sesión del Concilio, el cardenal secretario de Es- El esquema primitivo elaborado por la Comisión doctrinal preparatoria hacía
alusión a otras figuras bíblicas de la Iglesia en su n.3. En el n.2 y en el_ párra-
tado entregó a los padres el proyecto en nombre de Juan XXIII fo 1.a del 3 especificaba más la figura del pueblo de Dios, a la que hacía más
tarde referencias también en el capítulo 6.9 Pero dedicaba estudio especial a la
para que fuera discutido. figura del Cuerpo místico, a la que dedicaba prácticamente dos capítulos enteros:
los n.4.5.6 y 7 del capítulo l.s y la totalidad del capítulo 2.2
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Recibidas estas consignas y enviadas a las diversas jerarquías hablar de las sociedades terrenas. Esto sería jugar al equívoco.
episcopales, elaboraron algunas de éstas sus proyectos de constitu- Los poderes de docencia y de gobierno en la Iglesia tienen mis-
ción, que enviaron a Roma para que la Comisión doctrinal del terio; y la obediencia del cristiano y su sumisión, también.
Concilio los examinara. El resultado del laborioso examen de to- Tras el título, el contenido. El contenido de este capítulo 1.°, al
dos ellos fue el proyecto que oficialmente se presentó a la mesa que se refiere el misterio puesto en su título, es un contenido
conciliar y que se examinó en las sesiones segunda y tercera, los íntimo y formalmente santijicador. Y, sin embargo, de vez en
años 1963 y 1964, y se aprobó en la tercera sesión. cuando aparecen pequeñas excursiones, filtrándose en la exposi-
La constitución dogmática aprobada mantiene el título de la ción el misterio de la vida social de la Iglesia. Así, por ejemplo,
consigna en su capítulo 1.°: «El misterio de la Iglesia». Y en di- la brevísima síntesis que en el n.2 se hace de la historia del pue-
cho capítulo se expone la doctrina eclesiológica a través, entre blo de Dios; así también lo referente a la organización externa
otras, de la figura del cuerpo, como se mandaba también en la del Cuerpo místico, de la que se hace constancia en el n.7. Y así,
consigna aludida, dando, desde luego, a esta figura un relieve sobre todo, la totalidad del n.8, que más bien es el pórtico del
que no se da a las demás y desentrañando mucho de su fecundísi- capítulo siguiente sobre el pueblo de Dios.
mo contenido. Esta lógica pastoral y viva, que va utilizando en cada casó
avances y retrocesos, reiteraciones de lo ya dicho e inclusiones
/ / . Enmarcamiento de la doctrina sobre el Cuerpo de algo no pertinente al sujeto de que se trata, ayuda no poco a
místico en el capítulo primero y en la totalidad de que el asunto en cuestión quede fácilmente grabado en la inteli-
la constitución gencia elemental y sencilla del pueblo y a que emerja en ella sin
mucho esfuerzo la idea que el maestro o el pastor quieren in-
Los documentos que el Vaticano II viene aprobando no se culcarle.
atienen a los conocidos módulos escolares. El proceso de sus ex- Sin embargo, en esta constitución doctrinal-pastoral sobre la
posiciones no se sujeta a una lógica férrea y rigurosa. Más bien Iglesia se aprecia también, al menos en los grandes rasgos de sus
es una secuencia fluida de afirmaciones y de textos bíblicos, en capítulos, una lógica que vamos a llamar científica y rigurosa.
los que se aprecia más la trabazón viva que la trabazón científica. Prueba de ello la tenemos en el encuadramiento del n.7 dentro
A esta característica sobre el proceso o la lógica conciliar hay que del capítulo 1.° y dentro de la totalidad de la constitución.
añadir otra sobre los términos que usa. En ocasiones no son tér- Desde el principio se advierte ya que la Iglesia tiene dos di-
minos con un sentido preciso y escolástico. Se nota una gran di- mensiones. De las dos habla el primer número del capítulo, que
ferencia entre un documento del Vaticano II y otro del Triden- es el 2, cuando alude a la salvación, que se obtiene por la gracia,
tino. En uno hablan los Padres y Pastores. En otro, los Maestros y cuando describe incidentalmente el proceso histórico y miste-
y Teólogos. Todo esto son los obispos, jerarquía pastoral y jerar- rioso a la vez de la iglesia como pueblo de Dios. A la primera de
quía docente; padres y maestros de los fieles. estas dos dimensiones vamos a llamarla interna, vital o mística.
Una confirmación de las características a que venimos alu- Sin mucho esfuerzo podríamos hacerla coincidir con la que hoy
diendo está en el capítulo primero de la constitución sobre la Igle- viene llamándose la Iglesia de la caridad. A la segunda, que lla-
sia. Y también en el n.7, cuyo contenido explicaremos luego. maremos externa, social o histórica, también la podríamos hacer
El título del capítulo 1.° reza: «El misterio de la Igle- coincidir sin gran esfuerzo con la que hoy se viene llamando
sia». Y, a juzgar por lo que tras el título se expone, es claro que Iglesia del derecho. N o Iglesia del derecho humano o eclesiástico
se trata del misterio de la vida. íntima de la institución eclesial: solamente, sino Iglesia del derecho divino en primer lugar, en la
presencia trinitaria, gracia capital de Cristo. Pero no es menos que entra, por lo tanto, su organización en estamentos de origen
claro que es misterio de la Iglesia también el contenido de los divino,' a los que se pertenece por auténticas consagraciones, como
capítulos siguientes. Misterio hay en los elementos consagradores son el laical, el sacerdotal y el episcopal; y del derecho humano
que hacen el pueblo de Dios y que aparecen en el capítulo 2.°; y o eclesiástico después, en la que entra, por lo tanto, su organiza-
en los poderes jerárquicos, de los que se habla en el 3.° Todo esto ción en áreas diocesanas, parroquiales y otras de inferior cuantía.
es sobrenatural y misterioso, y por eso no se pueden utilizar para Las notas características de cada una de estas dos Iglesias o
hablar de la sociedad eclesial los módulos que se utilizan para de cada una de estas dos dimensiones eclesiales serían las siguien-
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tes: De la primera, la posesión de los elementos formalmente do principalmente el capítulo 1.°, está mejor representada en la
santificantes: inhabitación trinitaria, gracia cristiana derivada de figura paulina del cuerpo que en las otras. Mientras que la di-
Cristo cabeza, virtudes infusas y dones del Espíritu. En una pa- mensión social, a la que se dedica expresamente el capítulo 2.°,
labra, lo fundamental de cuanto se encuentra en los primeros está mejor representada en la figura del pueblo de Dios. Bien en-
números de este capítulo y en el n.7. N o en balde este capítulo tendido, sin embargo, que ninguna de las dos figuras son exclu-
está dedicado de una manera primordial a estudiar la dimensión yentes de los elementos característicos de la otra. Y así, en la fi-
interna. En cambio, de la segunda sería nota característica princi- gura del cuerpo, característica de lo vital, cabe la organización,
pal la posesión de los poderes sagrados con los que se transmiten que es nota de la figura segunda. Y, de hecho, en el n.7, dedica-
de manera directa o de manera indirecta los elementos formalmen- do a dicha figura, se hace mención de esta organización. Y, por el
te santificado-res. Tales son los poderes sagrados laicales de que se mismo motivo, en la del pueblo de Dios, característica de lo so-
habla en el capítulo 2.°, y los jerárquicos, de que se habla en cial, cabe lo formalmente santificador, propio de la dimensión
el 3.° Tales son también los carismas, los ministerios, los sacra- vital e interna.
mentos. Las dos Iglesias, o mejor, las dos dimensiones de la una y
Pero hay que tener en cuenta un detalle al hablar de todos única Iglesia son misterio. N o es misterio sólo la dimensión pri-
estos elementos que caracterizan las dos dimensiones de que esta- mera, a la que está dedicado el capítulo 1.°, titulado precisamente
mos hablando. Detalle de trascendental importancia en la cons- así: «El misterio de la Iglesia». Es misterio también la dimensión
titución dogmática que comentamos. Y es el carácter comunitario social, a la que están dedicados los capítulos 2.°, 3.° y 4.° Porque
de los mismos, además del carácter personal que tienen y que misterio en esta constitución, que no es técnica, sino pastoral, no
siempre se les ha reconocido. La Iglesia no es la reunión de mu- es algo que se contradistinga de lo místico o de lo sacramental,
chos, responsable cada uno de ellos de lo divino que en él hay. como se podría enseñar en una lección escolar. N i tampoco algo
Es la unión de todos ellos sintiéndose uno con los demás y posee- que trasciende a nuestro conocimiento, sin más especificación,
dores de elementos divinos y sobrenaturales que, además de ser sentido en el cual puede llamarse y se llama misterio a muchas
personales, tienen repercusión en los otros y, en consecuencia, cosas de orden natural. Misterio aquí es algo que no es mensu-
poseen un inestimable valor social. rable con nuestras medidas ni comprensible con nuestras catego-
La constitución insiste mucho en este valor colectivo de los rías mentales precisamente por ser sobrenatural. Y sobrenatural
elementos sobrenaturales que caracterizan a la Iglesia en sus dos hay en la vida íntima de la Iglesia; sobrenatural hay en los pode-
dimensiones. Ya en el n.2, por ejemplo, cuando habla del desig- res divinos de ella, sean laicales o jerárquicos; sobrenatural hay
nio de salvar al hombre caído, se hace notar que no sólo determi- en sus instituciones divinas, como son los sacramentos; sobrenatu-
nó Dios salvar al individuo. Determinó también «convocar a los ral hay en la vida misma de la institución eclesial, en la que se
creyentes en Cristo en la Santa Iglesia». Y en el n.3, después de mezcla mucho de divino y mucho de flaqueza, mucho de gracia y
decir que el Padre nos predestinó a la adopción de hijos, aspecto mucho de pecado. A pesar de lo cual no deja de ser santa ni se
personal de la salvación, se añade que «Cristo, en cumplimiento anula su capacidad santificadora de los demás.
de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los Después de cuanto acabamos de decir sobre las dos dimensiones
cielos, nos reveló su misterio y efectuó la redención con su obe- de la Iglesia, sobre el alcance que tiene la palabra misterio, que
diencia... Y al propio tiempo, en el sacramento del pan eucarísti- abarca a las dos, y sobre las figuras en las que cada una de ellas
co se representa y se reproduce la unidad de los fieles, que cons- se encarna de una manera principal, creemos que ya será relativa-
tituyen un solo cuerpo en Cristo». mente fácil encontrar la lógica interna de los cuatro primeros ca-
La revelación suele presentarnos a la Iglesia a través de figu- pítulos de la constitución dogmática. Y luego la de los números
ras. Como figuras, son siempre representaciones parciales 12. Hay, que constituyen el capítulo 1.°, uno de los cuales es el 7, referente
sin embargo, unas figuras cuyo valor representativo es mayor que al Cuerpo místico. Y será relativamente fácil también encuadrar
el de otras. La dimensión vital de la Iglesia, a la que está dedica- en la totalidad del documento conciliar, y más concretamente en el
capítulo 1.°, el referido n.7 y la doctrina que contiene. Creemos,
12
La analogía siempre es una representación parcial. Mucho más si la analogía además, que cuanto hemos dicho sobre las dimensiones eclesiales y
es metafórica. Y esto debe tenerse en cuenta cuando se hace teología a base de
metáforas y de figuras, como sucede en el tratado sobre la Iglesia (cf. SAURAS, sobre las figuras y el misterio, y cuanto vamos a decir, como con-
o.c, p.l45ss).
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secuencia de todo ello, sobre el encuadramiento del número en expresión de su vida divina, tratándose precisamente del Padre,
cuestión, era imprescindible para entender bien la doctrina que el fue sujeto de minucioso estudio. Por una parte estaba el criterio
número contiene. general mantenido por el Concilio de no cerrar las puertas a nin-
La constitución dogmática estudia todo el misterio de la Igle- guna opinión teológica legítimamente expresada en la Iglesia y de
sia. El de su vida íntima y el de su vida social, entendida esta no consagrar tampoco ninguna, de suerte que su consagración
vida social por el desarrollo histórico del misterio salvador, o por supusiera la proscripción de las demás. Y por otra estaba el
lo que viene llamándose hoy «historia de la salvación». Cuando hecho de que la presencia trinitaria se explica en la teología de
aquí hablamos de dimensión social y de vida social, estamos muy diversas maneras. Admitido el hecho de la presencia, hay quienes
ajenos a implicar en ello el contenido del esperado esquema 13 del lo explican a través de una explicitación de la gracia santificante,
Concilio. El misterio de la dimensión íntima se estudia principal- que se comunica por una acción conjunta de las tres personas. Hay
mente en el capítulo 1.° El de la dimensión social, en los capí- quienes la explican por comunicaciones personales, directas y pro-
tulos 2.°, 3.° y 4.° En todos los capítulos hay, sin embargo, en pias. Parecía que la fórmula «El Padre Eterno... decretó elevar a
gracia de la lógica pastoral a la que ya aludimos anteriormente, los hombres a participar de su vida divina» daba facilidades para
breves excursiones al tema de los demás capítulos. que los exegetas del texto conciliar pensaran que el Concilio con-
Y fijando la atención en la totalidad del capítulo 1.°, dedica- sagraba la explicación de la presencia a través de comunicaciones
do casi por completo a la dimensión vital, se advierten en él tres propias y directas del Padre, quien comunicaría a los hombres no
partes. La primera estudia la presencia trinitaria en la Iglesia (n.2. la vida divina de los tres, que se especifica simplemente por ser
3.4). La segunda, la presencia en la Iglesia de la gracia reden- divina, sino la vida divina del Padre, que se especifica o se dis-
tora o la influencia que en ella ejerce Cristo como cabeza (n.7). tingue por el acto generador. Y, en consecuencia, se decidió
Y la tercera es un pórtico a los capítulos siguientes. Trata de la cambiar está fórmula por la más simple de que «decretó elevar
identificación entre la Iglesia de la caridad, de la que se ha ha- a los hombres a participar de la vida divina» ".
blado, y la del derecho, de la que se va a hablar en los capítulos
que van a venir.
Nuestra exposición se ciñe al texto de los n.7 y 8. Pero cree- ///. Exposición del contenido doctrinal del número 7,
mos oportuno' hacer dos advertencias concernientes a la proyec- sobre el Cuerpo místico
ción trinitaria sobre la Iglesia, de la que hablan los n.2-4. La 7. El Hijo de Dios, encarnado en la naturaleza humana, redi-
primera se refiere al rango conciliar que con este texto adquiere mió al hombre y lo transformó en nueva criatura (cf. Gal 6,15,'
la eclesiología trinitaria. Nuestra teología dogmática y nuestra es- 2 Cor 5,17), superando la muerte con su muerte y resurrección.
piritualidad se detenían mucho en el estudio de la presencia de la A sus hermanos, convocados de entre todas las gentes, los consti-
tuyó místicamente como su cuerpo, comunicándoles su Espíritu.
Trinidad en el alma justa. La inhabitación trinitaria es tema dog- En este cuerpo la vida de Cristo se comunica a los creyentes,
mático, derivado del dogma de las misiones, y tema de espiritua- que se unen misteriosa y realmente a Cristo paciente y glorificado
lidad. Pero no se han detenido tanto en el estudio de la presencia por medio de los sacramentos. Por el bautismo nos configuramos
de la Trinidad en la Iglesia. Esta presencia es tema de preocupa- con Cristo: Porque también todos nosotros hemos sido bautizados
en un solo Espíritu (1 Cor 12,13). Rito sagrado con el que se
ción y estudio preferente en la eclesiología moderna. Con la cons- representa y efectúa la unión con la muerte y resurrección de Cris-
titución que comentamos ha saltado de los libros de teología al to: Con El hemos sido sepultados por el bautismo, para participar
rango de doctrina conciliar. en su muerte, mas si hemos sido injertados en El por la seme-
janza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección
La segunda se refiere a la estudiada fórmula con que empieza (Rom 6,4-5). En la fracción del pan eucarístico, participando
el n.2, fórmula que merece una glosa ponderativa de la pruden-
cia doctrinal del documento. El texto primitivo, sobre el que la se elaboró otro, que tuvo varias redacciones. A la primera de éstas es a la que nos
referimos
14
en el texto cuando utilizamos el término primitivo.
Comisión doctrinal trabajó para elaborar el que definitivamente Hay a veces descuidos en las traducciones. Aquí aparece un descuido en alguna
traducción castellana. Como decimos en el texto, hubo sumo interés en hacer des-
iban a estudiar los Padres en el aula, decía así: «El Padre Eterno... aparecer la fórmula su vida divina, sustituyéndola por la de la vida divina. La
decretó elevar a los hombres a participar de su vida divina» ". La razón de este interés no era gramatical ni literaria, sino doctrinal y de fondo.
La traducción castellana, sin embargo, utiliza la fórmula retirada. Sería conve-
13 niente que se corrigiera, y que en el entretanto lo tuvieran en cuenta los lectores.
Sobre la Iglesia hubo un número grande de proyectos y de esquemas. Uno, No es éste el único descuido. Hay algún otro, aunque no de la importancia de
elaborado por la Comisión doctrinal preparatoria, y que se retiró ya en la primera éste. En el n.8 aparecerá otro, del que daremos cuenta oportunamente. No tiene
sesión conciliar. Luego, durante el interregno eje la primera a la segunda sesión, trascendencia doctrinal como el de ahora, sino social.
188 Emilio Samas, O, P.
C.l. El misterio de la Iglesia. 7 189
realmente del cuerpo del Señor, nos elevamos a una compenetra-
ción con El y entre nosotros mismos. Porque el pan es uno, somos (Col 2,9), colma de bienes divinos a la Iglesia, que es su cuerpo
muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan y su plenitud (cf. Eph 1,22-23), para que ella anhele y consiga
(1 Cor 10,17). Así todos nosotros quedamos hechos miembros de toda la plenitud de Dios (cf. Eph 3,19).
su cuerpo (cf. 1 Cor 12,27), pero cada uno es miembro del otro El n.7 constituye un fecundo arsenal de doctrina, convergente
(Rom 12,5). toda ella en la figura paulina del cuerpo. N o estaríamos en lo
Pero como todos los miembros del cuerpo humano, aunque
sean muchos, constituyen un solo cuerpo, así los fieles en Cristo (cf. cierto si pensáramos que el Concilio nos da aquí una exposición
1 Cor 12,12). También en la constitución del cuerpo de Cristo hay exhaustiva del misterio de la incorporación a Cristo. Es mucho
variedad de miembros y de ministerios. Uno mismo es el Espíritu, más completo, por ejemplo, el cuerpo doctrinal que sobre el tema
que distribuye sus diversos dones, para el bien de la Iglesia, según nos ofrece la encíclica Mystici Corporis, de Pío XII. Repetimos,
sus riquezas y la diversidad de los ministerios (cf. 1 Cor 12,1-11).
sin embargo, que el contenido de este pasaje conciliar es muy
Entre todos estos dones sobresale la gracia de los apóstoles, a cuya
autoridad subordina el mismo Espíritu incluso los carismáticos grande.
(cf. 1 Cor 14). Al unificar el cuerpo, el mismo Espíritu por sí La exposición del misterio del Cuerpo místico, o de nuestra
y con su virtud y por la interna conexión de los miembros, pro- incorporación a Cristo, tiene 8 apartados en los que se exponen
'duce y urge la caridad entre los fieles. Por tanto, si un miembro los puntos siguientes:
tiene uti sufrimiento, todos los miembros sufren con él; o si un
miembro es honrado, gozan juntamente todos los miembros (cf. 1. Existencia del Cuerpo místico, o de la redención, con la consiguiente
1 Cor 12,26). comunicación de la vida divina.
La cabeza de este cuerpo es Cristo. El es la imagen del Dios 2. Medios por los que la vida de la cabeza llega a los miembros que
invisible, y en El fueron creadas todas las cosas. El es antes que se incorporan a ella.
yodos, y todo subsiste en El. El es la cabeza del cuerpo que es la 3. Organización y carácter social, por lo tanto, del Cuerpo místico.
Iglesia. El es el principio, el primogénito de los muertos, para que 4. Cristo, además de ¡ser cabeza comunicadora de vida, posee la ca-
tenga la primacía sobre todas las cosas (cf. Col 1,15-18). El domi- pitalidad de orden y de dominio sobre todas las cosas.
na con la grandeza de su poder los cielos y la tierra y llena de 5. Los miembros incorporados a Cristo deben asemejarse a la cabe-
riquezas con su eminente perfección y su obra todo el cuerpo de za y vivir los misterios de la misma.
su gloria (cf. Eph 1,18-23). 6. El Cuerpo místico es un cuerpo sujeto a desarrollo progresivo.
Es necesario que todos los miembros se asemejen a El has- 7. En este Cuerpo, el Espíritu Santo ejerce funciones parecidas a las
ta que Cristo quede formado en ellos (cf. Gal 4,19). Por eso so- que el alma ejerce en los nuestros.
mos asumidos en los misterios de su vida, conformes con El, con- 8. La Iglesia, que es cuerpo, es también esposa. Y Cristo la ama y la
sepultados y resucitados juntamente con El, hasta que correinemos trata como a tal.
con El (cf. Phil 3,21; 2 Tim 2,11; Eph 2,6; Col 2,12 etc.). Pere-
grinos todavía sobre la tierra, siguiendo sus huellas en el sufri- 1. EXISTENCIA DEL CUERPO MÍSTICO, O DE LA REDENCIÓN, CON
miento o en la persecución, nos unimos a sus dolores como el cuer- LA CONSIGUIENTE COMUNICACIÓN DE LA VIDA DIVINA A NOSOTROS
po a la Cabeza, padeciendo con El, para ser con El glorificados
(cf. Rom 8,17). En el primer apartado, el Concilio afirma la existencia del
Por El «.el cuerpo entero, alimentado y trabado por las coyun- Cuerpo místico, que no es otra cosa más que la reunión de todas
turas y ligamentos, crece con crecimiento divino» (Col 2,19). El las gentes mediante la comunicación del Espíritu. Esta comuni-
dispone constantemente en su cuerpo, es decir, en la Iglesia, los do- cación se efectúa por obra y gracia de la redención realizada por
nes de los servicios por los que en su virtud nos ayudamos mutua-
mente en orden a la salvación, para que, viviendo sinceramente en la Cristo, que resulta por ello ser el principio o la cabeza del cuerpo
caridad, crezcamos por todos los medios en El, que es nuestra Ca- en cuestión. Los actos redentores son su muerte y su resurrección.
beza (cf. Eph. 4,11-16 gr.). Dos son las principales enseñanzas de este primer apartado,
Mas para que incesantemente nos renovemos en El (cf. Eph en el que se afirma la existencia de la incorporación vital a Cristo,
4,23), nos concedió participar de su Espíritu, que siendo uno mis- o de la realidad llamada Cuerpo místico. La primera se refiere
mo en la Cabeza y en los miembros, de tal forma vivifica, unifica al sujeto realizador de la incorporación, que es al mismo tiempo
y mueve todo el cuerpo, que su operación pudo ser comparada por
sujeto al que nos incorporamos. La segunda se refiere a los actos
los Santos Padres con el servicio que realiza el principio de la
vida, o alma, en el cuerpo humano. mediante los cuales se efectúa la incorporación. El sujeto es «el
Cristo ama a la Iglesia como a su propia Esposa, como el varón Hijo de Dios, encarnado en la naturaleza humana». Los actos
que amando a su mujer ama su propio cuerpo (cf. Eph 5,25-28); son «su muerte y su resurrección».
pero la Iglesia, por su parte, está sujeta a su Cabeza (ibid,, 23-24). Quien instituye el cuerpo y es a la vez su cabeza no es el Hijo
Porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad de Dios; es el Hijo de Dios encarnado. Con ello confirma el
C.l. El misterio de la Iglesia, 7 191
190 Emilio Sauras, O. P.
bre ejerce la función capital. Son su muerte y su resurrección. La
Concilio la ya tradicional superación de las antiguas disputas so-
redención hace que quede superada y vencida nuestra doble muer-
bre si la cabeza de este cuerpo pertenecía a Cristo en cuanto
te, la muerte del pecado y la muerte biológica. Superación que se
Dios o en cuanto hombre. Personalmente le pertenece en cuanto
hace mediante la comunicación de la vida divina que el Redentor
Dios, porque en él no hay más que persona divina. Y esto su-
posee. Y la redención la realizó muriendo y resucitando. Con esto
cede no solamente en plan de atribución o lógico, sino en plan
ha aparecido ya el misterio pascual activo, que es el de Cristo;
etiológico y de realización. Cristo Dios, el Verbo, es a quien se
misterio de muerte y de vida; de muerte a la vida terrena y de
atribuye y quien realiza el misterio de la incorporación. Pero la
vida nueva y resucitada. Y con esto aparecerá en el apartado si-
persona, sujeto de atribución y principio activo de lo que se le atri-
guiente el misterio pascual de los hombres, sus hermanos, misterio»
buye, hace lo que hace utilizando medios o instrumentos de acción.
también de muerte a la vida de pecado y de vida nueva de la.
Y así, por ejemplo, la persona del hombre es la que come, la
gracia.
que duerme y la que piensa. Pero hace estas cosas con distintos
Para ver la importancia de estos dos actos fundamentales con
medios o instrumentos activos: el cuerpo material con sus órga-
los que Cristo hombre ejerce su capitalidad en el Cuerpo místico-
nos o el alma espiritual con sus potencias.
será preciso recordar el principio soteriológico que puede formu-
Cristo era una y única persona, y ésta divina. Tenía, sin em-
larse así: Los símbolos causan lo que significan. Así sucede en
bargo, dos naturalezas o dos medios con los cuales ejercer su
la soteriología aplicada, que es la de los sacramentos y la de los
actividad. La naturaleza con que ejerció y ejerce la función ca-
sacramentales. En unos y en otros, los símbolos causan lo que
pital en el Cuerpo místico, fundándolo e incorporando los hom-
significan, aunque en los sacramentos lo causen de manera distinta
bres a Sí, es la humana. Cristo es cabeza del Cuerpo místico en
a como lo causan en los sacramentales.
cuanto hombre y no en cuanto Dios. La acción capital no es una
acáóa divina, sino teándrica. Doctrina que puede tener insospe- Y así sucede también en la que podríamos llamar soteriología
chadas derivaciones pastorales y espirituales. El Concilio subraya fontal, en la actuación redentora de Cristo, de la que reciben su
esta doctrina con la afirmación de que los incorporados a Cristo, valor y su eficacia los instrumentos de la soteriología aplicada que
que somos nosotros, somos «sus hermanos». acabamos de recordar. También la muerte y la resurrección del
Redentor tienen valor simbólico y eficacia salvadora. Son dos ac-
Cabe todavía subrayar un detalle más a este propósito. En el
tos que significan y dos actos que causan lo que significan. Dos
número siguiente, y aludiendo a la función capital de que se
actos con valor lógico o de signo y con valor ontológico o de
.habla aquí, utiliza el documento conciliar la expresión siguiente:
causa. La muerte de Cristo significa nuestra muerte al pecado,
«La naturaleza asumida sirve al Verbo divino como órgano de
y la causa. La resurrección de Cristo significa nueva vida de gra-
salvación». Porque la asunción y el órgano pueden referirse a un
cia, y la causa.
instrumento en el que no se inmerge y con el que no se identifica
Esto es lo que San Pablo nos enseña más de una vez. «Con
en identidad personal la persona que lo utiliza. Se asumen y se
El hemos sido sepultados por el bautismo para participar en su
utilizan, por ejemplo, instrumentos separados, como la máquina
muerte, para que, como El resucitó de entre los muertos por la
con la que estoy escribiendo. El instrumento asumido por el Verbo
gloria del Padre, así también nosotros vivamos una nueva vida.
en su función capital, que es la naturaleza humana, no es un
Porque, si hemos sido injertados en El por la semejanza de su
instrumento asumido cuya personalidad permanece ajena a la del
muerte, también lo seremos por la de su resurrección» (Rom 6,4-5).
Verbo, como la mía es ajena a la de mi máquina de escribir. Es
La muerte de Cristo significa nuestra muerte al pecado, y el Após-
un instrumento en el que el Verbo se entraña, se encarna. Hasta
tol dice que murió para quitarlo (Rom 4,25). Su resurrección
el punto de que el Verbo se hace hombre y es hombre. Y este
significa nuestra nueva vida de la gracia, y también el Apóstol
Dios-hombre, nuestro hermano, es nuestro hermano mayor y nues-
dice que resucitó para dárnosla o para justificarnos (ibid.).
tra cabeza 15.
Al valor capital de los actos de Cristo citados por el docu-
Tras esta primera enseñanza conciliar del primer apartado,
mento conciliar en el primer apartado, que son los actos que cons-
referente al sujeto que es cabeza del Cuerpo místico, aparece muy
tituyen el misterio pascual del Redentor, le ha dado mucha im-
marcada la segunda, referente a los actos con los que Cristo hom-
portancia la teología clásica le . La misma división de la gracia en
15
En la Suma de Santo Tomás (3,2,6 ad 4) puede verse esta profunda refle- 16
Son fundamentales a este respecto el artículo 6 de la cuestión 50, sobre las
xión, a la que da lugar la comparación de las dos fórmulas casi iguales de los relaciones de la muerte de Cristo y nuestra muerte al pecado, y toda la cuestión 56,
n.7 y 8.
192 Emilio Sauras, O. P.
C.l. El misterio de la Iglesia. 7 193
sanante y elevante viene a ilustrar lo que decimos y lo que aquí Oportunamente trae la constitución una cita de Santo Tomás,
enseña el Concilio. La obra de nuestra rehabilitación implica dos en quien encontramos la explicación al día de una doctrina tan
pasos que se dan en un mismo tiempo: el paso de limpiar lo sucio al día también como la del misterio de muerte y vida en Cristo
o curar el mal, que corre por cuenta de la gracia en lo que tiene y de muerte y vida en el cristiano. Puesto que el Concilio abre
de sanante, y el paso de infundir el bien divino, que corre por aquí marcha con esta cita de la Suma y otra de San Pablo, en el
cuenta de la misma gracia en lo que tiene de elevante o divini- Apóstol y en Santo Tomás vamos a encontrar expuesta la doctri-
zadora. Porque bien hubiera podido suceder que se limitara Cristo na conciliar.
a limpiarnos el mal moral y nos dejara luego sin el pecado, pero
Es indudable que el Verbo pudo hacer la segunda etapa de
también sin la participación de su vida divina, disfrutando en
la redención con el instrumento u órgano asumido, en el que se
este caso nosotros de una perfección natural solamente. Pero no
entrañó y se encarnó y al que comunicó su personalidad divina.
fue así. A la labor de limpiar añadió la de elevar. Y sobre esta
Con él nos redimió y con él pudo aplicarnos el fruto de la re-
doble fase de nuestra rehabilitación, sobre estos dos pasos que
dención. Pero no quiso hacerlo así. La etapa aplicativa quiso ha-
se dan a un mismo tiempo, sobre estos dos misterios de muerte
cerla asumiendo otros instrumentos redentores, en los que no se
al pecado y de vida nueva y divina, que constituyen el misterio
entrañó ni se encarnó y a los que no' comunica su personalidad.
pascual de cada uno de los miembros del Cuerpo místico, se re-
Se llaman instrumentos separados de él; que no son él. A éstos
fleja la eficacia de los dos pasos que constituyen la actividad capi-
no les comunica su persona, sino solamente su virtud.
tal de Cristo y que vienen a constituir también su misterio pascual.
Esta virtud que comunica a los sacramentos para, a través de
ellos, incorporarnos a sí y hacernos vivir su misterio- de vida y
2. MEDIOS POR LOS QUE LA VIDA DE LA CABEZA LLEGA
muerte, es virtud que se deriva de su propia muerte y de su propia
A LOS MIEMBROS QUE SE INCORPORAN A ELLA
vida recuperada o de su resurrección. Todo esto hace que quien
La constitución hace sobre el particular tres afirmaciones. Pri- los recibe reciba en sí la vivencia del misterio de Cristo y repro-
mera, que «la vida de Cristo en este cuerpo se comunica a los duzca en sí también el misterio de su muerte y de su vida. En
creyentes, que se unen misteriosa y realmente a Cristo paciente definitiva, el misterio pascual. Para comprenderlo habrá que re-
y glorificado' mediante los sacramentos». Segunda, que el misterio cordar que los sacramentos tienen eficacia para dos cosas: para
de muerte y vida por el que Cristo se hace cabeza, y que se trans- remitir los pecados original y actuales y aminorar las malas incli-
mite a los creyentes a través de los sacramentos, se transmite de naciones que en nosotros quedan después de remitidos. Y para
manera particular a través del sacramento del bautismo. Tercera, comunicarnos la vida sobrenatural y capacitarnos así para rendir
que la fracción del pan eucarístico, o el sacramento de la euca- a Dios el culto que se le debe dar ". Ni se diga que todo esto
ristía, tiene también particular eficacia en este asunto. se produce en nosotros sólo mediante la virtud que en los sacra-
Ha empezado la exposición doctrinal de este n.7 hablándonos mentos ha dejado la muerte del Señor, porque de hecho la jus-
de la redención hecha por la muerte y resurrección de Cristo, tificación que los sacramentos nos dan es fruto de la muerte del
actos con los que nos incorpora a Sí, instituyendo de esta manera redentor y no de su resurrección. Responderá el Angélico que
su Cuerpo místico. Pero la redención tiene dos etapas. Con pala- «la justificación se atribuye a la resurrección por el término a que
bras técnicas, que no acostumbra usar el texto conciliar, estas conduce, que es la nueva vida de la gracia. Y a la pasión como
etapas suelen llamarse redención objetiva y redención subjetiva. a su origen, que es el perdón de la culpa» ls . En la explicación
La primera es la redención realizada o hecha objeto. La segunda, de la eficacia de los sacramentos, como en la de la eficacia de la
la aplicada, o la metida en el sujeto redimido, o la llegada ya a redención, aparecen de nuevo los dos aspectos de la gracia, el de
nosotros. De esta segunda habla en el segundo apartado que la sanante y el de la elevante. Así queda bien de relieve el mis-
empezamos a explicar. Y dice que se realiza mediante los sacra- terio de la muerte y la vida, de la pasión y la resurrección.
mentos. Después de la afirmación primera del segundo apartado, que
se refiere a todos los sacramentos, viene la segunda, que se refiere
sobre las relaciones de la resurrección del Señor con nuestra nueva vida. El misterio
pascual del Señor y su vivencia en nosotros, sobre el que tanto insisten hoy ios íitur- particularmente al del bautismo. El texto conciliar lo define como
gistas y los maestros de espiritualidad, es un asunto minuciosa y sólidamente estu-
diado por la teología clásica, como puede verse ea las referencias que acabamos 17
Cf. Sum. Teol. i q.62 a.5.
de dar de la tercera parte de la Suma. 11
Cf. ibid.. ad i.
2. C.Vaticano 7
194 Emilio Sauras, O. P. C.l. El misterio de la Iglesia. 7 195
un «rito sagrado con que se representa y efectúa la unión con la vida biológica son «sensibilidad» y «movimiento», o capacidad
muerte y resurrección de Cristo». Justifica la definición apelando sensitiva y capacidad motiva. Las dos se atribuyen a la influencia
al conocido texto paulino de la epístola a los Romanos: «Con El de la cabeza sobre los miembros. Los términos clásicos que la
hemos sido sepultados por el bautismo para participar en su muer- manifiestan en la vida sobrenatural son «sentido de la fe» y «mo-
te... Si hemos sido injertados en El por la semejanza de su muer- vimiento de la caridad». De Cristo cabeza se comunica a los miem-
te, también lo seremos por la de la resurrección» (Rom 6,4-5). bros la gracia cristiana, que se despliega en la capacidad percep-
Es necesario insistir en la estructura doctrinal que venimos tiva de lo sobrenatural que da la fe y en la capacidad motiva que
advirtiendo en este ti.7. Es un número dedicado al Cuerpo místico, da la caridad. Fe y, sobre todo, caridad, que no se dan sin la
en el que la mente discurre con naturalidad derivando hacia la muerte al pecado y sin la nueva vida en la que esta muerte des-
cabeza del cuerpo, hacia la incorporación de los miembros, hacia emboca.
la comunicación de Ja vida que de aquélla desciende a éstos. La Dos detalles se insinúan todavía en las palabras conciliares
constitución presenta la misma doctrina desde otro ángulo: desde sobre el bautismo como sacramento de la incorporación. Uno es
el misterio pascual, misterio de muerte y vida en Cristo, con el que se trata de una incorporación completa, que abarca los dos
que funda el cuerpo. Misterio también de muerte y vida en la aspectos de muerte y vida. El bautismo quita el pecado y hace
comunicación de la virtud redentora a los sacramentos, como aca- al bautizado hijo de Dios. El texto completo de San Pablo, del
bamos de ver. Misterio, en fin, de muerte y de vida, que vuelve que el texto conciliar cita sólo dos frases, explica las relaciones
a aparecer ahora, hablando ya concretamente del bautismo. de la muerte al pecado y de la vida nueva en orden a la causali-
N o disiente de esta explicación del misterio la presentación dad del sacramento. Este causa la muerte al pecado por una virtud
tradicional, según la cual el bautismo es el sacramento de la «in- divina que hay en el rito. Y la vida, por una teleología divinamen-
corporación» ". Con él el hombre se incorpora a Cristo o se hace te impuesta a la muerte que se acaba de producir. La muerte al
miembro de su Cuerpo místico. La incorporación no es un endoso pecado no tiene entre cristianos razón de fin. Sucedería esto si tu-
o un simple ayuntamiento; es una unión vital. N o se incorpora viéramos que contentarnos con una perfección de tipo natural en
al cuerpo una pieza ortopédica, por ejemplo, por la que no dis- la que no hubiera pecado ni vida divina. Tal perfección no se
curre la vida. Esto quiere decir que el término «incorporación» da. Si se muere al pecado es para poseer y por poseer la vida de
con el que se resume el misterio de la eficacia del bautismo viene la gracia. San Pablo dice que «hemos sido sepultados por el bau-
a coincidir en el fondo con la fórmula paulina y conciliar de tismo para participar en su muerte para que, como El resucitó de
«muerte y vida». Porque si la incorporación implica comunica- entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
ción de vida, como en definitiva la vida divina de que aquí se vivamos una vida nueva». Lo cual viene a dar base a una fecunda
trata es la de la gracia, que lleva consigo la muerte al pecado por doctrina teológica sobre la unión entre el bautismo, sacramento
su aspecto sanante y la participación de la vida de Oíos por su que da la muerte al pecado, que borra y limpia el mal tal como
aspecto elevante, resulta que las dos perspectivas doctrinales son indican su materia, que es agua, y sus palabras, que dicen «yo
coincidentes. Muerte y vida es la incorporación, e incorporación te lavo», y la eucaristía, que da la vida, como enseña el Señor al
son la muerte y la vida. decir que, «si no coméis, no tendréis la vida en vosotros». La
Haríamos mal si pensáramos que la presente exposición de la vida la alcanza el bautizado porque con el bautismo se incorpora
eficacia del bautismo desde el ángulo del misterio pascual excluye vitalmente a Cristo. Es, pues, por alguna relación existente entre
su exposición desde el misterio de la «incorporación». De San él y el sacramento del que la vida procede. En el bautismo, a
Pablo son las dos exposiciones. El nos habla del bautismo como juzgar por la teleología vital de la muerte que causa la vida, de
de misterio de vida y muerte en las palabras a los Romanos que la que nos habla San Pablo en las palabras citadas, y a juzgar
recoge aquí el texto conciliar. Y nos habla también del bautismo por las enseñanzas de la teología, recogidas en un artículo de
como de un misterio de incorporación en un pasaje de la epístola Santo Tomás 3°, hay un voto objetivo y real de la eucaristía, una
a los Efesios (5,26). tendencia a ésta como fuente que es de la vida divina; voto y
La incorporación implica una comunicación de la vida con tendencia en virtud de los cuales el sacramento de la incorpora-
dos derivaciones. Los términos clásicos que las manifiestan en la ción produce la vida divina que produce.
1!>
Cf. Sum. Theol. 3 q.69 a.5. =° Cf. Sum. Teol. 3 q 73 a.3.
196 Emilio Samas, O, P. C.l. El misterio de la Iglesia. 7 197
El segundo detalle que deseábamos advertir se refiere a que La eucaristía nos une también con los cristianos. San Pablo
el bautismo no es todo lo que el cristiano recibe, ni recibe sólo dice que «porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo,
lo que el bautismo le da. Con él se inicia la vida nueva. Como pues todos participamos de ese único pan» (1 Cor 10,17). Estas
dice San Pablo en las palabras que cita el documento conciliar, palabras del Apóstol encontraron eco en la liturgia, en la teología
el bautismo «nos injerta» en Cristo. Hace falta luego que esta y en los documentos del magisterio. «Quiso el Salvador—dice el
vida inicial, esta muerte al mal y esta vida nueva, aumenten. Por- Concilio de Trento—que la eucaristía fuera símbolo del cuerpo
que el Cuerpo místico y nuestra incorporación al Señor son cosas del que El es cabeza y al que deseó que todos estuviéramos uni-
sujetas a desarrollo y perfeccionamiento. De ello se habla expre- dos con lazos estrechos de fe, esperanza y caridad» 21. Es clásica
samente en el apartado 6° la relación agustiniana entre la multitud de granos con que se
Ya hemos comentado las dos primeras afirmaciones del apar- forma el pan y de uvas con que se forma el vino por una parte,
tado 2°: la que se refiere a todos los sacramentos y la que se y la unidad eclesial por otra. Como de muchos granos se hace
refiere al sacramento de la incorporación. La tercera se refiere al una cosa, así todos cuantos participamos del sacramento confec-
de la eucaristía. Dice así: «En la fracción del pan eucarístico, cionado con los granos unificados nos hacemos unos. Unos con
participando realmente del cuerpo del Señor, nos elevamos a una Cristo y unos entre nosotros.
compenetración con El y entre nosotros mismos». La teología se ha hecho la pregunta de si «la unidad del Cuer-
La eucaristía nos compenetra con Cristo y con los cristianos: po místico es efecto de la eucaristía» 22 , y la ha contestado afirma-
con todos cuantos constituyen el Cuerpo místico. Vamos a co- tivamente. Para llegar a esta afirmación ha sido necesario un pro-
mentar por orden las dos partes de esta tercera enseñanza con- ceso de elaboración teológica muy largo S3. Pero con ello queda
ciliar. ya la puerta abierta para darse cuenta de la justeza de lo que
La eucaristía nos compenetra con Cristo. La presencia real de aquí enseña el documento conciliar. En definitiva viene a decir
Cristo en la eucaristía tiene tres razones de ser. Una, sacrificial: que la eucaristía nos une íntimamente con Cristo y con los cris-
está allí como víctima y como hostia que se ofrece al Padre. El tianos; que constituye con todos ellos una unidad entrañable. Esto
acto eucarístico al que se refiere esta razón presencial es la misa. es también lo que enseña el Señor cuando dice «el que come mi
Otra, sacramental: está allí como alimento nuestro. El acto al carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él» (lo 6,56), y lo que
que se ordena esta segunda razón de su presencia es la comunión. escribe San Pablo en la ya citada epístola a los Corintios. A esta
Y una tercera, social: está allí para ser nuestro compañero y enseñanza evangélica y paulina que el Concilio hace suya llega
nuestro confidente. El acto con el que se satisface esta tercera también la teología partiendo del principio de que en soteriología
razón es la visita. Y en las tres razones se advierte la compenetra- las cosas hacen lo que significan. La eucaristía es un signo de
ción con Cristo. Compenetración de junción: en la misa son los unidad eclesial. Y la eucaristía produce esta unidad. San Juan
cristianos todos, es el Cuerpo místico el que ofrece el sacrificio y San Pablo no se limitan a decirnos que la comunión es un
juntamente con el sacerdote principal, que es el Señor. Y son símbolo de nuestra unión con Cristo y con los cristianos. Sus afir-
los cristianos todos los que se unen como víctimas a la víctima maciones son más ambiciosas; dicen que sin la comunión no hay
principal, que es el Señor también. Compenetración de vida: en comunidad de vida con Cristo y que, porque comulgamos, somos
la comunión es Cristo quien se nos da. La finalidad no es darnos todos unos, Y esto vale tanto como decir que entre la eucaristía
su cuerpo, porque ya dijo El que «la carne no aprovecha»; la y la unidad del Cuerpo místico hay una auténtica relación de
finalidad es darnos su espíritu o su gracia; su vida divina, en de- causa y efecto.
finitiva. En los otros sacramentos, el medio transmisor de esta
gracia es el signo sacramental; en éste es el signo sacramental 3. ORGANIZACIÓN Y CARÁCTER SOCIAL DEL CUERPO MÍSTICO
(especies sacramentales) y lo que bajo él se contiene (el cuerpo El cuerpo del que se viene hablando en los dos apartados pri-
del Señor) ; al recibir todo esto recibimos la gracia que nos vi- meros de este número, y del que se seguirá hablando en los suce-
vifica. Y, por último, compenetración de intimidad y afectiva: sivos, no es un cuerpo amorfo ni una masa informe. Se ha dicho
en la visita al Santísimo se ofrece un marco ambiental para nues- ya que tiene cabeza y que tiene miembros. Hay, pues, en él di-
tros diálogos con el amigo, que se quedó precisamente para estar 21
Ses.13, decreto sobre la Eucaristía, c.2 : D 875.
con nosotros. 22
23
Cf. Sum. Teol. 3 q.73 a.3.
Cf. SAURAS, O . C , p.l22ss y 604ss.
C.l. El misterio de la Iglesia. 7 199
198 Emilio Sauras, O. P.
lagros, las virtudes; después, las gracias de curación, de asisten-
versidad. Sin embargo, el cuerpo es uno, a pesar de la multipli- cia, de gobierno, los géneros de lenguas...
cidad que en él se advierte. Donde hay unidad de muchos hay
Pero quiero mostraros un camino mejor. Y si, hablando len-
orden, y donde hay orden hay organización.
gua de hombres y de ángeles, no tengo caridad, soy como bronce
Aquí la hay. Basta parar la atención en los nombres con que que suena y címbalo que retiñe. Si, teniendo el don de profecía
se designan el Cuerpo místico y sus partes para ver que se trata y conociendo todos los misterios y toda la ciencia y tanta fe que
de un cuerpo orgánico. Se le llama Iglesia, que quiere decir trasladase los montes, no tengo la caridad, no soy nada. Y si re-
reunión, convocación de uno bajo muchos. La conjugación de los partiera toda mi herencia y entregare mi cuerpo al fuego, no te-
conceptos de unidad y de multitud da por resultado la organi-
niendo caridad, nada me aprovecha» (1 Cor 12,4-31; 13,1-3).
zación.
Comparando el texto paulino y el texto conciliar se llegan a
Este tema del carácter orgánico y social del Cuerpo místico, apreciar claramente las dos afirmaciones siguientes: Primera, el
cuya dimensión vital es el objeto preferente del capítulo 1.°, será hecho de que en el Cuerpo místico, que es la Iglesia, hay multi-
estudiado particularmente en los capítulos siguientes. La consti- tud de oficios y de dones, como hay multitud de personas. Se-
tución dogmática, sin embargo, por presión de la lógica pastoral gunda, la organización de esta multiplicidad donal y personal a
a la que ya aludimos más arriba, trae a colación aquí el aviso de base de tres clases de datos o de dones distribuidos por el Espí-
que lo que nos está exponiendo tiene otras perspectivas, añadidas ritu: los dones carismáticos, milagros, profecía, don de lenguas;
a las que van siendo ahora objeto de su estudio. los dones de enseñanza y de gobierno, centrados principalmente
Oportunamente trae a colación el documento conciliar una en los apóstoles; los dones intrínsecamente santificadores, con-
referencia de la primera epístola a los Corintios. Vamos a copiar cretamente la caridad.
el texto. Es largo, pero en él se encuentran explicitadas y razo- Estas tres clases de dones, cada una de las cuales admite di-
nadas todas las enseñanzas que la constitución nos ofrece en este versidad múltiple, y así hay muchos carismas, muchos grados en
apartado 3.° En consecuencia, casi holgará que por nuestra parte el poder de gobierno, muchos grados en la posesión de la gracia
hagamos ningún comentario. Alguno haremos, sin embargo. y de la caridad; repetimos que estas tres clases de dones, preci-
«Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. samente por admitir diversidad múltiple, dan origen a tres clases
Hay diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay de jerarquía en la Iglesia: la jerarquía carismática, la jerarquía
diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra de gobierno y enseñanza y la jerarquía de la santidad.
todas las cosas en todos. Y a cada uno se le otorga la manifes- De estas tres clases de organizaciones y de jerarquías, las dos
tación del Espíritu para común utilidad. A uno le es dada por primeras son más propiamente sociales y reciben unidad de los
el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro, la palabra de ciencia dos principios que dan unidad a los cuerpos morales, que son el
según el mismo Espíritu; a otro, fe en el mismo Espíritu; a otro, agente externo que los gobierna y el bien común o la común
don de curaciones en el mismo Espíritu; a otro, operaciones de utilidad a la que se ordenan. La tercera, que es la particularmente
milagros; a otro, profecía; a otro, discreción de espíritus; a otro, mística, interna y vital, recibe la unidad del principio interna-
género de lenguas; a otro, interpretación de lenguas. Todas estas mente animador, que es el Espíritu Santo, que por la gracia se
cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada hace presente dentro de este cuerpo realizando las funciones de
uno según quiere. alma. «Si comparamos el Cuerpo místico con el moral, observa-
Porque así como, siendo el cuerpo uno, tiene muchos miem- mos que la diferencia que existe entre ambos no es pequeña, sino
bros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un de suma importancia y trascendencia. Porque, en el que llamamos
cuerpo único, así también Cristo. Porque también todos nosotros moral, el principio de unidad no es más que el fin común y la
hemos sido bautizados en un solo Espíritu para constituir un cooperación de todos a un mismo fin por medio de la autoridad
solo cuerpo...
social, mientras que en el Cuerpo místico de que tratamos, a esta
D e esta suerte, si padece un miembro, todos los miembros cooperación se añade otro principio interno que, existiendo de
padecen con él, y si un miembro es honrado, todos los otros a hecho y actuando en toda la contextura y en cada una de sus
una se gozan. Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno partes, es de tal excelencia que por sí mismo sobrepuja inmen-
en parte, según la disposición de Dios en la Iglesia, primero samente a todos los vínculos de unidad que sirven para la tra-
apóstoles, luego profetas, luego doctores, luego el poder de mi-
200 Emilio Sauras, O. P.

bazón del cuerpo físico o moral. Es éste un principio no de orden C.l. El misterio de la Iglesia. 7 201
natural, sino sobrenatural; más aún, absolutamente infinito e in- tores. La gracia y la caridad son dones indefinidamente partici-
creado en sí mismo, a saber: el Espíritu Santo, quien, como dice pables. Pero no sólo hay diversidad de grado en la organización
el Angélico, siendo uno y el mismo numéricamente, llena y une de la santidad; hay diversidad también en lo que pudiéramos
a toda la Iglesia» 2l. llamar psicología de la perfección. Vamos a ampliar esta idea:
A la luz de los textos de San Pablo y de Pío XII se adquiere A la perfección cristiana le es esencial sólo una cosa: la cari-
perfecta comprensión de las expresiones de este tercer apartado dad. San Pablo lo ha dicho al final del largo texto que hemos
del documento conciliar cuando habla de dones, de carismas, de citado anteriormente. Las virtudes morales, que son muchas, de-
apostolado y de caridad. ben ir informadas por ella. Y la caridad se puede manifestar a
Hemos dicho antes que un elemento a base del cual el Cuerpo través de las mismas de múltiples maneras. Hay justos cuya cari-
místico se organiza sotialmente es el carisma. De los carismas dad se manifiesta más a través de obras pertenecientes a una virtud
habla el texto conciliar que comentamos, y de ellos nos ha dado moral determinada, y otros en los que se manifiesta más a través
un elenco bastante lleno el propio San Pablo. No son dones per- de otra. La psicología sobrenatural tiene muchas facetas. Los san-
manentes, sino transitorios. Y no ya transitorios en la persona tos no están cortados todos por el mismo patrón. La suavidad de
que los tiene, sino en la misma Iglesia o en el mismo Cuerpo la providencia de Dios dispuso las cosas sobrenaturales de suerte
místico. La Iglesia primitiva era acusadamente carismática, según que se acomodaran a la manera de ser de los hombres en gene-
se refleja en los Hechos y en las Epístolas. En épocas determi- ral y de cada hombre en particular. Hay caracteres, maneras de
nadas y en lugares también determinados, el carisma ha apare- ser, temperamentos, que tienen mucho de aprovechable y que,
cido con abundancia. En otras ocasiones, sin embargo, no se ha aunque no tengan en sí valor positivo sobrenatural, pueden ser
notado su presencia. Esto quiere decir que se trata de dones de elevados por la gracia y la caridad. Y su vida sobrenaturalizada
los que el Cuerpo místico puede prescindir sin menoscabo de lo se manifiesta a través de las virtudes y de los dones que mejor
que es. Pero cuando no prescinde y cuando los tiene, debe some- se acomodan a dichas maneras de ser o a dichos caracteres.
terlos a la discriminación de los apóstoles. San Pablo lo indica La diversidad psicológica y la diversidad de grado que cabe
a los Corintios (1 Cor 14), y el texto conciliar lo recuerda. en la vida de caridad de los fieles persiste en la vida de caridad
El segundo elemento a base del cual aparece la organización de los bienaventurados. Los grados de gloria no son iguales en
social es el poder de gobierno y de magisterio. Este no es tran- todos. A cada cual se le da allá según la gracia que poseyó aquí
sitorio, sino permanente. La Iglesia, como estructura social, no y según las obras que con ella hizo. Cada uno recibirá la gloria
existiría sin los dones, que son los poderes de enseñar y de go- que corresponda a ios méritos que contrajo, porque el cielo no
bernar. Los ha tenido siempre y en todo lugar. El laicado, con es sólo un fin; es también un premio y una corona °5.
los dones sobrenaturales que lo constituyen, en virtud de los El apartado 3.° termina con una afirmación que debe hacer
cuales aparece como una estructura básica, común y activa en la pensar mucho al cristiano. Puesto que muchos constituimos una
Iglesia; el sacerdocio, con su poder sagrado, cultual y santifica- unidad, es natural que lo de cada uno repercuta en todos. De
dor; el episcopado, con su poder docente y gobernante, han exis- donde se debe concluir que nuestra vida en Cristo no tiene un
tido siempre en el Cuerpo místico y siempre existirán. En este alcance meramente personal; tiene un alcance universal. En con-
apartado se insinúa solamente el aspecto social que al Cuerpo secuencia, el buen uso de los dones del Espíritu, sean simple-
místico le dan estos dones. La constitución dogmática dedicará mente carismáticos, sean de magisterio y gobierno, sean interna-
más adelante los capítulos 2.°, 3.° y 4.° a exponerlos con holgura. mente santificadores, no cede sólo en beneficio de quien los po-
Y el elemento tercero nombrado en el documento conciliar see; cede también en beneficio de los otros miembros y de la
es la caridad. También hay organización y jerarquía a base de totalidad del cuerpo. Por la misma razón, el mal uso de tales
ella. Es la organización y la jerarquía de la santidad, que no es dones o simplemente el desuso de los mismos cuando se deben
necesario que coincida con las jerarquías anteriores. Y así sucede usar, como sucede con los de gobierno y, sobre todo, con los
en ocasiones que es más santo quien es menos carismático y me- santificadores, no cede sólo en perjuicio de quien no los usa o
nos jerarca, y un simple fiel puede superar en gracia a sus pas- los usa mal; cede también en perjuicio de los demás y de la to-
talidad del organismo. «Si un miembro tiene sufrimiento, todos
Eoc. Mystici Corporis: AAS 35 (1943) 222.
25
Concilio de Florencia, Decretum pro graecis. Cf. D.693.
C.l. El misterio de la Iglesia. 7 203
202 Emilio Sátiras, O. P.
para que tenga la primacía sobre todas las cosas. Y plugo al Pa-
los miembros sufren con él, o si un miembro es honrado, gozan dre que en El habitase toda la plenitud, y por El reconciliar con-
juntamente todos los miembros». sigo, pacificando por la sangre de su cruz todas las cosas, así las
La solidaridad de los miembros es cierta. La enseña San Pa- de la tierra como las del cielo» (Col 1,13-20).
blo; la repite aquí la constitución conciliar. Por lo demás, es cosa En este texto aparece Cristo al frente de toda la creación. El
que se percibe en el cuerpo humano y en el cuerpo social, de los es el primero, el primogénito, anterior a todo, y todo fue hecho
que el Apóstol ha tomado la analogía para la explicación que nos en El, por El y para El. El es la imagen del Dios invisible. Todo
da. El proceso que sigue la influencia de un miembro en el otro esto tiene una referencia clara a Cristo en cuanto Dios, o a la
podrá ser directo de miembro a miembro, ya que los dos poseen segunda persona trinitaria; al Verbo, no en cuanto encarnado, de
la misma vida que los unifica, o podrá ser a través de la cabeza lo que resulta Cristo, sino en sí mismo. En cuanto tal, en cuanto
a la que los dos se han incorporado y en la que los dos encuen- persona que procede del Padre por vía de entendimiento y de
tran la fuente común y el punto inicial de convergencia. generación, se entiende lo que el Apóstol dice. El es, con el Pa-
dre, el creador de todo y el fin al que todo lo creado se refiere.
4. CAPITALIDAD DE ORDEN Y DE DOMINIO QUE CRISTO TIENE
De El dice la Sabiduría que en el principio estaba dictando cuanto
SOBRE TODAS LAS COSAS
Dios iba haciendo; es la idea de las cosas hecha subsistencia en
Hasta ahora ha hablado la constitución dogmática del influjo «1 seno de Dios. Aparece, pues, bien clara, bajo esta concepción
vital ejercido por Cristo sobre los hombres, comunicándoles la grandiosa, una capitalidad universal. Y para mayor abundamiento
gracia redentora principalmente a través de los sacramentos. trae a colación San Pablo el otro nombre de la segunda persona
Y después de hacer una breve excursión en el apartado 3.° a trinitaria que tiene sentido personal, el de imagen. El es, dice, la
lo que venimos llamando dimensión social de la Iglesia, vuelve imagen del Dios invisible. A las personas divinas se las nombra
de nuevo a la capitalidad para contemplarla desde dos ángulos en ocasiones con nombres comunes; en ocasiones con nombres
nuevos. La que se estudió en los otros apartados era una capi- propios o personales. Los personales de la segunda son los de
talidad de comunicación de vida. Esta es, además, una capitalidad «Hijo», porque procede por vía de generación, y las procesiones
de orden y de dominio. Cristo es principio ordenador de todas son las que dan origen a las personas. «Verbo», porque procede
las cosas, puesto que todas dicen alguna referencia a El y El por vía de entendimiento. «Imagen», porque este nombre implica
dice alguna referencia a todas. Es asimismo quien posee dominio semejanza obtenida por vía de procedencia 26 .
y poder sobre todo, dominio y poder manifestados en una dona- Pero ya nos advirtió la constitución desde el principio de
ción universal de perfección y de gracia. Estas capitalidades de este n.7 que el Hijo de Dios constituye su Cuerpo místico, y, por
orden y de dominio se basan, como la del influjo vital, de la que lo tanto, es cabeza de él en cuanto encarnado, y que lo constituye
se habló ya, en él hecho de la redención o en el misterio de la mediante sus dos actos teándricos de muerte y resurrección. Y, al
muerte y de la vida. Tales son las enseñanzas que la constitución transferir la capitalidad del plano vital santifícador a este plano
propone en el apartado 4.° utilizando dos referencias casi litera-
cósmico del orden universal, no se puede prescindir de un detalle
les de San Pablo, a las que vamos a hacer alusión de continuo
de tanta importancia. Cristo, no sólo por lo que tiene de Verbo
en nuestro comentario.
o de persona divina, sino también por lo que tiene de hombre
El texto paulino que el documento conciliar trae a colación o de humanidad asumida, es cabeza de la creación entera. San
para probar la capitalidad de orden sobre todas las cosas dice Pablo nos lo dice repetidamente en el texto que hemos citado.
en su transcripción completa: «El Padre nos libró del poder de La constitución conciliar, aunque no lo repite tanto, fija también
las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en quien la atención en el detalle. El Apóstol habla de «aquel en quien
tenemos la redención y la remisión de los pecados; que es la tenemos la redención y la remisión de los pecados»; del «primo-
imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque génito de los muertos»; de quien «reconcilió con Dios y pacificó
en El fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las todas las cosas por la sangre de su cruz». El documento conciliar
visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los prin- recuerda solamente que quien posee la primacía de orden es «el
cipados, las potestades; todo fue creado por El y para El. El es primogénito de los muertos».
antes que todo y todo subsiste en El. El es la cabeza del cuerpo 26
Cf. Sum. Teol. 1 q.35.
de la Iglesia; El es el principio, el primogénito de los muertos,
204 Emilio Sauras, O. P.
C.l. El misterio de la Iglesia. 7 . 205
Es claro que el Verbo encarnado no estaba presente en el prin-
cipio señoreando las cosas que iban apareciendo al conjuro del poder para con nosotros, los creyentes, según la fuerza de su
divino poder. La encarnación apareció en el tiempo y no estaba poderosa virtud que El ejerció en Cristo, resucitándole de entre
en el principio. Pero esta aparición en el tiempo no obstaculiza los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima
su presencia en el principio. Pudo ser entonces y fue, sin duda, de todo principado, virtud, potestad y dominación y de todo cuan-
un fin, un ideal y una meta con la que se preveía y se deseaba to tiene nombre, no sólo en este siglo, sino también en el venidero.
que todo cuanto iba apareciendo se relacionara. A El sujetó todas las cosas bajo sus pies y le puso por cabeza de
Interesan a propósito de esta capitalidad de orden que Cristo, todas las cosas en la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del
el Verbo encarnado, tiene sobre todas las cosas, que se pongan que lo acaba todo en todos» (Eph 18-23).
de relieve dos detalles que no escapan a las enseñanzas concilia- El Apóstol habla aquí del poder de Dios manifestado en los
res. El primero es que la supremacía universal o cósmica, de la hechos de la resurrección de Cristo, de haberle sentado a su de-
que se está hablando, la obtiene por la redención, por la sangre recha y sujetado todas las cosas bajo sus pies, o sea dándole a El
de la cruz, en cuanto es el primogénito de los muertos. Todo esto también poder sobre todas las cosas. Luego determina la natura-
hace referencia a una encarnación en carne pasible, a una encar- leza de este poder, como veremos en seguida.
nación por nosotros y por nuestros pecados. La historia de la teo- El poder de referencia no lo recibió Cristo por el hecho de
logía menciona, además de ésta, otras explicaciones de la capi- ser el Verbo encarnado, sino por el hecho de ser el Verbo en-
talidad universal y cósmica del Verbo encarnado, explicaciones carnado y resucitado. Para resucitar necesitó morir. Es, pues, un
que posiblemente sean una realidad. El Concilio se limita a hacer poder redentor. O, lo que es lo mismo, es el poder que llamamos
suya la que tradicionalmente es admitida y creída por todos los gracia capital o gracia redentora, a la que ya se ha hecho alusión
teólogos y por los fieles, sin dar pie a avances ulteriores por posi- repetidas veces en este n.7. De esta gracia capital dice Santo To-
bles y todavía inciertos caminos. más que encierra en sí la perfección de todas las gracias: «Porque
El segundo detalle es que la universalidad cósmica alcanzada Cristo es cabeza de todos, tiene la perfección de las gracias de to-
por la capitalidad de Cristo tiene explicación a través del hombre dos. Entre los demás hay quien es legislador, quien es sacerdote
Redentor y redimido. Esta idea de que el hombre es la síntesis y quien es rey. Y todos estos oficios concurren en Cristo» 27. En
de la creación porque en él se dan cita todos los elementos y por- nosotros los dones se diversifican y se reparten: uno es el don, la
que todo se hizo para él se transfiere a la teología de la reden- gracia o el poder de mandar; otro el don, la gracia o el poder
ción. Y, en consecuencia, cuando Cristo le redime, redime con él cultual; otro el don, la gracia o el poder santificador. El don o la
a todas las cosas de que él consta, a las que él preside y de las gracia de Cristo, por ser capital, encierra todas estas virtualidades.
que usa. Por ello Cristo es principio de todo con una principali- Pues bien, Dios manifestó su poder sujetando todas las cosas
dad redentora. Redime al hombre y, por lo tanto, se hace prime- a Cristo resucitado, o dando a Cristo resucitado poder sobre todas
ro y principal en la creación; primero y principal en todas las las cosas. Este poder es la gracia capital. Y así se entiende per-
cosas, porque todas han quedado redimidas, adquiriendo una vir- fectamente la apostilla del texto conciliar, según el cual con este
tud sobrenatural de la que vamos a hablar en seguida al comentar poder (con esta gracia, diríamos) «llena de riquezas todo el cuer-
la capitalidad de dominio y de poder, citada a continuación por po de su gloria». Este cuerpo, nos ha dicho San Pablo en el texto
el documento conciliar. que citamos anteriormente, son «todas las cosas». En consecuen-
Después de hablar de la capitalidad de orden que acabamos cia, la conclusión a la que se llega es que Cristo tiene una gracia
de exponer, habla la constitución dogmática de la capitalidad de con la que santifica todo. La tiene por ser resucitado y, por lo
dominio y de poder, bien entendido que este dominio y este po- tanto, por haber muerto, ya que sin muerte no tiene sentido la
der se refieren, como veremos a través de la explicación, a un resurrección. Y esto quiere decir que la tiene por y para ser Re-
dominio y un poder santificadores. Las breves palabras del docu- dentor. La redención, pues, no alcanza al hombre sólo, sino a
mento son resumen de un texto de San Pablo al que hacen refe- todo el universo. Por la redención ha sido todo instaurado y
rencia. Dice así: «Con esto entenderéis cuál es la esperanza a reunido en El, como asegura también San Pablo.
que os ha llamado (Dios), cuáles las riquezas y la gloria de la Esta instauración de todas las cosas por obra de la redención
herencia otorgada a los santos y cuál la excelsa grandeza de su y como resultado de la comunicación de la gracia redentora a las

Sum. Tiol. i q.22 a.l ad 3.
206 Emilio 5'auras, O. P. C.l. El misterio de la Iglesia. 7 207
mismas tiene un sentido antropológico a la vez que cósmico y tos a través de los cuales actúa, conocido todo esto, repetimos,
universal. Como ya dijimos hablando de la capitalidad de orden, la profunda doctrina de nuestra transformación en Cristo y de la
la referencia de Cristo a las cosas se entiende en cuanto éstas se vivencia de Cristo en nosotros se nos hace bastante perceptible.
refieren al hombre. El vino al mundo a salvarnos a nosotros. Tal La gracia es un ser nuevo, añadido al que Dios nos da al
es el fin de la encarnación. San Pablo, en el texto que estamos hacernos hombres. Es un sobre ser; divino, por añadidura. San
comentando, habla del poder de Dios «para con nosotros» ejerci- Pedro la define como una participación de la misma naturaleza
do al resucitar a Cristo de entre los muertos, o, lo que es lo mis- de Dios (2 Petr 1,4). En virtud de ello, quien la posee se llama
mo, al capacitar a Cristo para morir y luego resucitarlo. y es hijo suyo. Los cristianos hemos recibido el espíritu de adop-
Pues bien, el poder de Cristo sobre las cosas no se puede des- ción que nos da derecho a llamar Padre a Dios (Rom 8,14-17).
ligar, según el pensamiento del Apóstol, de la referencia de las Pero hace falta entender bien el contenido de nuestra adopción
cosas a los hombres. Esto quiere decir que su dominio universal divina para darnos cuenta de la realidad de nuestra transforma-
se manifiesta en la capacidad santificadora de las cosas para que ción en Cristo. La palabra quizá pudiera conducir a error, por-
éstas puedan servir al hombre de instrumento y medio de su pro- que el término «adopción» no expresa bien la realidad de las
pia salvación. Porque hemos de considerar que al hombre, por la relaciones del cristiano con Dios, El hijo adoptivo, según el de-
caída, las cosas se le volvieron adversas. Fue Cristo quien, al re- recho, es aquel a quien el padre adoptante le da el nombre y
dimirle, dio a éstas capacidad salvadora, de suerte que, utilizán- el derecho a la herencia. Nunca le dará su propio ser. Esto es
dolas nosotros, pudiéramos encontrar en ellas un instrumento de privativo del padre auténtico y carnal. Y estaríamos equivocados
justicia, en frase de San Pablo, o un medio de santificación. si pensáramos que la gracia que nos hace hijos adoptivos de Dios
se limita a darnos su nombre y el derecho al reino. La gracia es
5. LOS MIEMBROS DEL CUERPO MÍSTICO DEBEN ASEMEJARSE el mismo ser del padre que se nos comunica. Y por eso quienes
A LA CABEZA la recibimos no sólo nos llamamos hijos, sino que, además, lo
somos. «Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos
El apartado 5.° trata de la transformación del cristiano en llamados hijos de Dios y lo seamos» (1 lo 3,1). Y esto sucede
Cristo y del proceso que sigue dicha transformación. Es necesario porque la adopción divina o teológica de la que hablan San Pa-
volver a los apartados 1.° y 2.° El 1.° se inicia ya con una afir- blo y San Juan es mucho más que la adopción humana de la que
mación decidida de lo que en este apartado 5.° se expone dete- habla el derecho. Santo Tomás escribe así: «La adopción divina
nidamente. «El Hijo de Dios, encarnado en la naturaleza huma- supera a la humana en que Dios, al adoptar a un hombre, le
na, redimió al hombre y lo transformó en una nueva criatura». hace idóneo, por el don de su gracia, para recibir la heredad»"'".
Esta transformación le llega principalmente a través de los sa- Dios, cuando adopta, no da sólo el nombre y el derecho a la
cramentos. herencia, que es el reino de los cielos; da también su ser, su na-
La doctrina de nuestra transformación en Cristo está conte- turaleza, la gracia, con la que el adoptado se hace idóneo para
nida en una serie de textos paulinos sumamente expresivos. El la gloria. Si a esta filiación, que implica la donación de la na-
texto conciliar hace referencia a algunos. En la epístola a los turaleza del Padre, se le llama adoptiva entre cristianos, no es
Gálatas dice de sí mismo: «Estoy crucificado con Cristo y ya no porque sólo dé nombres y derechos, como la adopción humana,
vivo yo. Es Cristo quien vive en mí» (2,19-20). Y por la misma sino porque, aunque dé, además, la realidad de la naturaleza
razón por la que en él vivía Cristo se esforzaba el Apóstol para paterna, no la da en plenitud como la da al Hijo natural, que es
que viviera también en los cristianos de Galacia: «Hijos míos, el Verbo. Hay en el misterio cristiano una filiación real plena,
por quienes sufro dolores de parto hasta ver a Cristo formado la del Verbo, y una filiación real participada, la nuestra, llamada
en vosotros» (4,19). también adoptiva para distinguirla de la primera.
Para entender esta profunda doctrina hace falta partir del
supuesto de que lo que de Cristo se comunica al cristiano es la La gracia, pues, que es naturaleza de Dios, nos ha transfor-
gracia que le santifica. Luego, sabido qué es la gracia y conocido mado, nos ha divinizado. Pero no es ésta la totalidad de las en-
el proceso que sigue desde Dios, que es su origen primero, hasta señanzas paulinas y conciliares. Los textos de San Pablo que ci-
nosotros, que la usufructuamos y nos beneficiamos de ella, pa- tamos más arriba y el apartado conciliar que estamos comentando
sando por la humanidad asumida por Cristo y por los sacramen- 28
Srnn. Teol. 3 q.23 a.l.
208 Emilio Sauras, O. P.
C.l. El misterio de la Iglesia. 7 209
no hablan de nuestra transformación en Dios, sino de nuestra
transformación en Cristo. Es necesario, pues, dar un paso más.
Cristo es Dios, pero no sólo es Dios: es el Dios encarnado, o el 6. E L CUERPO MÍSTICO ES UN CUERPO SUJETO A DESARROLLO
Dios hecho hombre. Y precisamente bajo esta razón se ha consti- PROGRESIVO
tuido nuestro Redentor y nuestra cabeza, según ya se indica en El Cuerpo místico es un organismo vivo sujeto a desarrollo
el apartado primero de este n.7. Nuestra transformación en Cris- progresivo. Hay una vida que no tiene progresos ni regresos; des-
to implica nuestra divinización, que nos viene por la gracia di- de el principio fue ya vida en plenitud, por lo que no puede
vina. Pero implica también que esta divinización esté matizada desarrollarse progresivamente. Y en ella no cabe movimiento re-
por la humanización. Sólo así la gracia divina se hará gracia cris- gresivo. Es la vida de Dios. Nuestra vida divina y cristiana no
tiana, y sólo así el hombre se cristianizará. Vamos a ver el pro- alcanza la plenitud desde el principio. Es más, la plenitud no se
ceso para llegar a la vivencia de los misterios de Cristo en el alcanzará nunca en este mundo. Cuanto más gracia se tiene, ma-
cristiano. yor capacidad hay para gracia ulterior. De ahí que la meta no
El proceso que sigue la gracia para llegar a nosotros empieza se alcance nunca y siempre haya lugar a mayor conato y a mayor
en Dios. En Cristo en cuanto Dios. Pero tras este inicio viene la aspiración.
utilización de la humanidad asumida, de la que ya hemos visto La constitución dogmática habla en este apartado 6." de dos
más arriba que el Verbo utiliza como de órgano o de instrumento crecimientos en el Cuerpo místico. Los apartados anteriores han
unido personalmente a El para realizar el acto capital de la re- hecho repetidas alusiones a un desarrollo tercero. Este tercero,
dención. D e ella utiliza también para hacer llegar a cada uno de que no va a ser ahora objeto de comentario porque no se men-
nosotros el fruto de la obra redentora. Todo esto en El es teán- ciona en el apartado que nos ocupa, es el que se obtiene cubrien-
drico; es virtud y obra divino-humana. Y lo hace con los actos do las tres etapas de la muerte, de la resurrección y de la glori-
de su vida que constituyen sus misterios: los misterios de muerte ficación. Las dos primeras se cubren aquí, en el período de la
y resurrección, terminados en la glorificación. Iglesia peregrina; aquí tienen lugar la muerte al pecado y la re-
Pues bien, es sabido que en la actividad de dos causas con- surrección a la vida de la gracia. La resurrección en la que va
cadenadas y subordinadas, una principal y otra instrumental, el implicada la glorificación es el término de la etapa peregrina y
impulso y la virtud viene de la primera; pero la segunda modi- el inicio de la etapa final y definitiva.
fica o, si se quiere, tonaliza esta virtud. Y así, el instrumento que Los dos crecimientos de que expresamente habla el texto con-
es el pincel hace que la virtud humana del hombre se canalice ciliar son el de la Iglesia o cuerpo como conjunto, cuando dice,
y encarne en una obra pictórica y no en una obra musical. Todo haciendo suyas unas palabras de San Pablo, que «el cuerpo entero
esto viene a caso porque la humanidad, instrumento del Verbo crece con crecimiento divino». Y el de cada miembro del cuerpo
en el proceso de nuestra divinización o de nuestra transforma- o cada individuo perteneciente a la Iglesia, cuando dice que, «si-
ción, tonaliza esta obra transformadora o divinizadora. A nos- guiendo la verdad en la caridad, crezcamos por todos los medios
otros, la gracia no nos transforma ni nos diviniza como transfor- en El, que es nuestra cabeza».
ma y diviniza a los ángeles, a quienes no llega a través de la obra «El cuerpo entero crece con crecimiento divino». Esta afirma-
redentora del Dios-hombre, sino sólo a través de la obra grati- ción puede tener dos explicaciones. Una sería la del crecimiento
ficadora de Dios. A nosotros nos transforma y diviniza en cuanto extensivo, o numérico o geográfico; otra, la del crecimiento cua-
pasa por la muerte, la resurrección y la glorificación del Dios litativo y en hondura. Los dos se dan en la Iglesia como conjunto.
encamado o del Dios hecho hombre. Y nuestros padecimientos, Tiene un crecimiento extensivo, numérico y geográfico. Esto
nuestra muerte y nuestra glorificación, obtenidos bajo el impulso es una alusión a la Iglesia misionera, tema de gran importancia
de la gracia, constituyen la transformación de que hablamos y en el ambiente conciliar del Vaticano II, que mereció que se crea-
la vivencia de los misterios de Cristo en nosotros. ra para él una comisión especial, que ha sido objeto de un es-
quema particular también sometido al estudio y aprobación de
los Padres, y que, por último, tiene dedicado un número entero
en esta constitución dogmática, el 17. Es un hecho que Cristo
nos ganó a todos para Dios y que, por lo tanto, todos le perte-
necemos. Pero en demasiados casos y para demasiadas personas
210 Emilio Sauras, O. P. C.l. El misterio de la Iglesia. 7 211
esto queda en el terreno del derecho. Le pertenecen de derecho, mental, pero a la vez cordial y entrañable. El cristiano ha de co-
pero de hecho no los tiene ni están con El. San Pablo espera que nocer lo divino cada vez más, y con un conocimiento que llegue
«todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del incluso a ser penetrativo y dpnal. Esa es su meta, y ha de esfor-
Hijo de Dios» (Eph 4,13). Y es él asimismo quien asegura que zarse en conquistarla.
al fin de los tiempos la fe alcanzará también al pueblo de Israel. El apartado 6.° recoge, a propósito del crecimiento de cada
Pero el crecimiento cuantitativo y misionero, con ser mucho, miembro del Cuerpo místico, la idea de la solidaridad y de la
no es todo. El cuerpo crece, además, en hondura. Es poseedor ayuda mutua que ya apareció en el apartado 3.° Aquí aparece
de un tesoro de gracia y de otro tesoro de verdad. Ninguno de insinuando uno de los procesos que la ayuda y la solidaridad
los dos son tesoros estancos. Son vivos y están sujetos a desarro- puede seguir. Estamos acostumbrados a decir que para que nues-
llo. El tesoro de la verdad se desarrolla porque es una verdad tra ayuda a los demás alcance valor condigno debe realizarse a
fecunda, una verdad con capacidad de desdoblamiento, de apli- través de la cabeza, que es Cristo. Nosotros no podemos ayudar
caciones y de asimilaciones imposible de superar. Y es la Iglesia a nuestros hermanos con una obra que merezca para ellos con
como cuerpo quien la va desentrañando y la va aplicando en mérito condigno o de justicia auténtica; sólo podemos pedir e
cada caso a cada individuo y en cada lugar. Esto, indudablemen- impetrar, y, si queremos merecer, hemos de transferir a los de-
te, es un desarrollo, una explicitación y un crecimiento. más nuestros méritos a través de la cabeza, que es Cristo. Esto
Sucede otro tanto con el depósito de la gracia. San Juan la es verdad. Pero no deja de ser verdad también que existen rela-
define como «semilla de la gloria». La misma palabra indica ya ciones directas entre miembro y miembro y que hemos de «ayu-
que se trata de una realidad sujeta a crecimiento. Un crecimiento darnos mutuamente en orden a la salvación». Para ello precisa-
que no terminará hasta que se alcance en el cielo la plenitud. mente el Señor repartió dones y estableció servicios en la Iglesia,
«Dispone constantemente en su cuerpo, es decir, en la Igle- como nos dice la constitución.
sia, los dones de los servicios por los que en su virtud nos ayuda-
mos mutuamente en orden a la salvación, para que, siguiendo la 7. EN ESTE CUERPO, EL ESPÍRITU EJERCE FUNCIONES PARECIDAS
verdad en la caridad, crezcamos por todos los medios en El, que A LAS QUE EN EL NUESTRO EJERCE EL ALMA
es nuestra cabeza». Con estas palabras alude el texto al crecimien- El apartado 7.° está dedicado al Espíritu Santo. El cuerpo tie-
to individual de cada uno dentro de la contextura total del Cuer- ne cabeza, tiene miembros, tiene vida que de la primera desciende
po místico. El Señor ha dispuesto diaconías y servicios para que a la segunda. Y, si es un cuerpo vivo, tendrá algún principio
cada uno crezcamos en la verdad y en la caridad. internamente animador. De este principio se va a hablar ahora.
Aquí ya no se trata solamente del crecimiento de la verdad, Es el Espíritu, que ejerce funciones de alma.
como se trataba en el caso anterior. No es ya sólo que la Iglesia Las enseñanzas del Concilio sobre el particular son sobrias,
como cuerpo vaya desentrañando la verdad divina, que es fecun- claras y completas. El Espíritu «de tal manera vivifica, unifica y
dísima. Se trata de que cada cristiano, o cada miembro de la mueve todo el cuerpo, que su operación pudo ser comparada por
Iglesia, vaya creciendo en el conocimiento de esa verdad que el los Santos Padres con el servicio que realiza el principio de la
Señor le reveló y la Iglesia desentraña y explica para que la co- vida, o el alma, en el cuerpo humano».
nozcamos. A este efecto, el Señor ha establecido servicios y dia- Es de notar, en primer lugar, la ausencia del término forma.
conías. El alma humana, que vivifica, unifica y mueve todo nuestro cuer-
A este efecto de lo que pudiéramos llamar desarrollo o creci- po, empieza, por ser forma sustancial del mismo. Y como deri-
miento subjetivo de la verdad divina, que no es otra cosa sino el vaciones inmediatas de esto vienen las tres funciones que se aca-
desarrollo y el aumento del conocimiento por parte nuestra, uti- ban de señalar. La primera función del alma en nosotros es del
liza el texto de la constitución dogmática una expresión tomada orden del ser: da al cuerpo ser, subsistencia y personalidad. El
de San Pablo: «la verdad en la caridad». Con ello viene a indi- Espíritu, que tiene funciones de alma en la Iglesia, no es forma
car que no se contenta con afirmar en nosotros un crecimiento de la misma. Esto no lo han enseñado los Padres ni lo enseña
que pudiéramos llamar especulativo y que se estancaría en una tampoco el Concilio. La comparación establecida entre las dos
simple adhesión mental a la verdad divina. Se trata de un des- almas y los dos cuerpos no llega a este detalle. Y es que la afir-
arrollo y de un aumento en el conocimiento y en la adhesión mación de que el Espíritu Santo, por ejercer funciones de alma,
212 Emilio Sauras, O. P. C.l. El misterio de la Iglesia. 7 213

ejerce la de forma, llevaría a alguna de estas dos interpretaciones: con sus fallos, origina nuestras evoluciones regresivas. Crecer y
o se une con la Iglesia, de la que se presenta como alma, con aumentar es vivir; actuar es vivir. Ni se crece, ni se actúa, ni se
una unión formal y sustancial, con lo que se incidiría en una vive si no se tiene alma. El que no está animado y no hace nada
especie de panteísmo eclesial, o se une de una manera personal, de esto está muerto. También es el alma la que unifica las dis-
respetando su diversidad sustancial, con lo que se incidiría en tintas partes del cuerpo entre sí. De hecho, cuando ella falta, el
una repetición del misterio hipostático. Lo primero no lo admite cuerpo no sólo pierde su forma y el ser humano que la forma
la razón; Dios no entra en composición sustancial con nada y no le daba; pierde también la cohesión de sus partes, desaparece la
puede ser forma de ninguna cosa. No es necesario que aquí nos fuerza que las unía, se descompone. Cada parte recupera su auto-
detengamos en probar esta afirmación elemental de un curso de nomía y su independencia. Todos los días podemos constatar que
teología. Y lo segundo, que en hipótesis podría darse, no cuerpo muerto o cuerpo sin alma es cuerpo que lleva dentro de
se da de hecho. Es inaudito en la dogmática cristiana lo de la
sí el germen de la disgregación.
repetición del misterio de la encarnación.
Y estas tres funciones realiza el Espíritu Santo en la Iglesia.
Por todo ello, cuando al término alma se le da la traducción Por ello los Santos Padres lo comparan al alma; la teología le ha
de forma, en vez de acudir al Espíritu, la teología acude a otros llamado alma, y el magisterio, en algunas ocasiones, también,
principios sobrenaturales. Hay opiniones para muchos gustos. El como vamos a ver en seguida.
alma, para unos, es la gracia; para otros, la caridad; para otros,
El Espíritu Santo es el que nos vivifica sobrenaturalmente. De
la fe. Todas estas maneras de pensar caben dentro del silencio
conciliar sobre el caso. Cualquiera de estas cosas podrá ser forma, esta idea están llenas las epístolas de San Pablo, quien enseña
y cualquiera de ellas puede, además, ejercer las otras funciones que en nosotros está El; que está, no como un principio vivi-
del alma, que son las de vivificar, unificar y mover. Por eso se ficador desde fuera o trascendente, a la manera como la cabeza
les puede llamar también alma de la Iglesia; en este caso, alma vivifica a los miembros estando fuera de ellos, sino como un
creada. El alma increada es el Espíritu, que, aunque no informa, principio vivificador desde dentro, y esto es el alma. Está dándo-
vivifica, unifica y mueve. nos la vida divina, puesto que es El quien nos da la filiación
Y es de notar, en segundo lugar, en las palabras conciliares adoptiva, que se obtiene por la vida de Dios trasplantada a nos-
la pensada calificación y enumeración de lo que el Espíritu es otros. «Porque los que son movidos por el Espíritu de Dios, ésos
en la Iglesia. En realidad no dicen que sea alma, sino que los son hijos de Dios. Que no habéis recibido el espíritu de siervo
Santos Padres lo pudieron comparar con el servicio que el alma para caer en el temor; antes bien, habéis recibido el espíritu de
realiza en nuestro cuerpo. Con lo que la constitución dogmática adopción, por el que clamamos Abba! ¡Padre! El Espíritu mismo
del Vaticano II hace suya la severa advertencia doctrinal que hizo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y,
ya Pío XII en la Mystici Corporis29, o sea, que se está haciendo si hijos, también herederos» (Rom 8,14-17).
teología y proponiendo explicaciones de un altísimo misterio a Y el Espíritu es también el que nos unifica con Cristo, el que
base de sentidos trasladados, analógicos, con la analogía más nos unifica a todos unos con otros y el que hace de Cristo y nos-
imperfecta, que es la metafórica. Esto se puede hacer, pero con- otros una sola unidad. Es el que nos une a Cristo cabeza hasta
viene saber que se hace así para evitar equívocos y errores. el extremo de que, cuando no lo tenemos, no sólo carecemos de
La analogía metafórica la explican suficientemente los Padres, vida sobrenatural en nosotros; es que también se ejerce un seccio-
y el documento conciliar insiste en la explicación. Se trata de una namiento entre nosotros y Cristo. «Pero, si alguno no tiene el
analogía funcional. El Espíritu Santo no es alma, sino que hace Espíritu de Cristo, ése no es de Cristo» (Rom 8,9). Unifica tam-
algo parecido a lo que hace el alma. Y lo que el alma hace en bién entre sí a los diversos miembros que pertenecen al Cuerpo
nuestro cuerpo, después de darle el ser humano porque es su místico: «Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu
forma, es vivificarlo, darle unidad y darle movimiento. La vida para común utilidad. A uno le es dada por el Espíritu la palabra
es un movimiento que procede de un principio interno, y es el de sabiduría; a otro, la palabra de ciencia, según el mismo Es-
alma, principio interno de nuestro cuerpo, quien explica el mo- píritu; a otro, fe en el mismo Espíritu...» Todo esto son mani-
vimiento progresivo de nuestro ser. Y es ella también la que, festaciones diversas de la virtualidad sobrenatural de los miem-
29
bros de la Iglesia. Y termina San Pablo diciendo que todas estas
AAS 35 (1943) 234.
manifestaciones se unifican en el Espíritu: «Todas estas cosas las
¿
214 Emilio Sátiras, O. P.

obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según C.l. El misterio de la Iglesia. 7 215
quiere» (1 Cor 12,7-11). Después de enseñarnos San Pablo que
el Espíritu nos une a Cristo y que nos une entre nosotros tam- entre los diversos miembros y este mismo Espíritu es el que los
bién, dice que si todos, Cristo, nosotros y los demás, formamos vivifica» 3 '. Por ello no tiene inconveniente el Angélico en utili-
un cuerpo solo, es porque todos tenemos el mismo Espíritu: zar la fórmula metafórica que más tarde consagraron León XIII
«Porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un en la Divinum illud y Pío XII en la Mystici Corporis de «alma
solo Espíritu para constituir un solo cuerpo, y todos, ya judíos, de la Iglesia» o del Cuerpo místico. «Como el cuerpo es uno por
ya gentiles, ya siervos, ya libres, hemos recibido el mismo Es- la unidad del alma, la Iglesia es una por la unidad del Espí-
píritu» (ibid., 13). ritu» 3 \
Los Padres hacen suya esta doctrina del Apóstol sobre las Y el magisterio, en diversas ocasiones, ha consagrado tam-
funciones que el Espíritu Santo hace en nosotros y en la Iglesia: bién la fórmula. El mismo documento conciliar recuerda en re-
su función vivificadora y unificadora; lo que, para expresarlo con ferencia marginal que León XIII y Pío XII la utilizaron en dos
un término que abarque todo, decimos que es virtud de santificar, documentos memorables, sobre todo el de Pío XII. Y a la utili-
lo traduce la tradición patrística con una serie de metáforas su- zación de la fórmula en estos dos actos del magisterio habrá que
añadir en adelante la del acto más solemne todavía del propio
mamente expresivas. El Espíritu es el agua, el rocío, el viento,
documento conciliar.
la grosura, el germen, la virtud magnética. Cuando decimos que
la tradición de los Padres afirma que el Espíritu es el alma o Nada añade la constitución sobre el particular. Afirma el he-
actúa como el alma, no queremos decir que utilicen precisamente cho de la animación del Espíritu en razón de los actos propios
del alma, que son unificar y vivificar. El modo como el Espíritu
este término. Utilizan muchos otros, con los que vienen a signi-
se hace presente para realizar estos actos lo deja a la libre ex-
ficar una misma cosa, la que ya queda expuesta y recuerda el
plicación de los teólogos. Ya advertimos más arriba, refiriéndonos
documento conciliar: la de vivificar y unificar.
a las palabras con que se abre este primer capítulo de la consti-
El que utiliza con alguna frecuencia la analogía del alma para tución, el cuidado que se tuvo de que no apareciera la acción del
hablar de la actividad del Espíritu es San Agustín, quien, al uti- Padre como una acción propia, con lo que hubiera quedado con-
lizarla, no quiere decir precisamente que el Espíritu informe a sagrada una de las explicaciones de la acción de las personas
la Iglesia como el alma informa al cuerpo. Ya dijimos más arriba fuera de la Trinidad y excluidas, en consecuencia, las demás. Las
que esta interpretación queda descartada. Se coloca en la línea cosas quedan en este punto como estaban, y la presencia del Es-
señalada por la Escritura y por la tradición anterior a él. En la píritu puede explicarse, como más comúnmente se explica, a tra-
Escritura aparece el Espíritu, como ya hemos visto, animando, vés de las apropiaciones o, como es menos común, a través de las
vivificando y moviendo, o sea, ejerciendo la acción vital, dando propiedades.
el impulso interior que el alma da a los miembros que anima.
Esta acción es la que se manifiesta también en las diversas metá- 8. LA IGLESIA, QUE ES EL CUERPO, ES TAMBIÉN LA ESPOSA.
foras de los Padres, que acabamos de enumerar. CRISTO LA AMA Y LA TRATA COMO A TAL
La teología clásica ha enseñado al respecto lo que hemos vis-
to en la Escritura y acabamos de decir que se contiene también Este último apartado del n.7 es ejemplar típico del proceso
en la tradición patrística, a la que el texto conciliar hace en nota y de la lógica característicos de los textos conciliares. Una lógica
algunas referencias 30 . Vamos a referirnos, como ejemplo y ex- un poco cazadora, con paso adelante y vuelta atrás, según los
ponente de ella, sólo a Santo Tomás. Refiriéndose a las funciones movimientos de la pieza. Podría calificarse de adelanto expositivo
de unificar y vivificar atribuidas al alma en nosotros y al Espíritu a salto de mata. Este n.7 está dedicado a exponer la doctrina
en la Iglesia, escribe así: «A la manera como en el cuerpo na- del misterio de la Iglesia tal como aparece en la figura paulina
tural los miembros conservan la unión por el espíritu vivificador del Cuerpo místico. Anteriormente habla la constitución dogmá-
y, cuando éste desaparece, los miembros se disgregan, así en el tica de otras figuras, ni tan usadas en la Biblia ni expuestas en
cuerpo de la Iglesia es el Espíritu Santo quien conserva la paz ella con tanto detalle como ésta. Son las del redil, la grey, el
campo, la casa, la familia, la madre. Y la esposa. Después de
30
Cf. TROMP, De Spiritu Sancto anima corporis tnystici. I. Testimonia selecta decir algo sobre cada una de ellas, pasa a proponernos práctica-
e Patribus Graecis. II. testimonia selecta e Patribus Latinis (Roma 1932).
S1
32
Sum. Teo!. 2-2 q.183 a.2 ad 3.
Coment. a los Col. c.l lee.5.
216 Emilio Sauras, O. P. C.l. El misterio de la Iglesia. 7 217
mente un tratado teológico de la Iglesia vista a través de la figura entre el Verbo y todos nosotros. Dice, por ejemplo, hablando de
del cuerpo. Al final de cuya exposición surge otra vez, sin espe- la anunciación: «Fue conveniente que se anunciara a la bienaven-
rarlo, la figura de la esposa. Es el apartado 8.° turada Virgen que iba a concebir a Cristo... En cuarto lugar para
La Iglesia es la esposa de Cristo. Y Cristo la ama como a tal. que quedara de manifiesto el matrimonio espiritual contraído por
Está unida íntimamente a El hasta el punto de que la ama como el Hijo de Dios con la naturaleza humana. Para ello, en la anun-
se ama a Sí mismo, por la misma razón por la que el marido ciación se pidió el consentimiento de la Virgen, que representa-
ama a la mujer como ama a su propio cuerpo. Como el esposo ba a toda la naturaleza humana»33.
es hombre Dios y posee la plenitud de la divinidad, colma de Otra vez aparece Cristo desposado con la humanidad que
bienes a la esposa para que ella consiga también la plenitud de constituye la Iglesia. Con ella se desposó en la cruz (Eph 5,
la perfección. 25-30). Pero cabe advertir, a propósito de estas uniones espon-
La figura de la esposa tiene abolengo viejotestamentario. Isaías salicias, que se realizaron mediante la comunicación de distin-
dice que Dios es el esposo y los hombres la esposa. La venida tos dones. Los desposorios del Verbo con la humanidad entera
del Mesías marcará el tiempo de los desposorios (Is 62,1-5). Por se realizaron mediante la comunicación a ésta de la personalidad
ello, llegada la plenitud de los tiempos, Jesucristo es reconocido divina del esposo, ya que en el misterio de la encarnación la
como esposo. Juan, que anuncia su venida, se llama a sí mismo humanidad asumida fue elevada a la dignidad personal de Dios.
«el amigo del esposo». «Yo no soy el Mesías, sino que he sido Bien entendido que, de una manera directa, esto se realizó sólo
enviado ante El. El que tiene esposa es el esposo. El amigo del con la naturaleza humana individua engendrada en las entrañas
esposo, que le acompaña y le oye, se alegra grandemente de oír de María34, y sólo de una manera representativa con todo el gé-
la voz del esposo. Pues así este mi gozo es cumplido» (lo 3,27-29)- nero humano. Y los desposorios con la Iglesia, mediante la co-
Y surge inmediatamente la pregunta. ¿Quién es la esposa de municación de una gracia que no es la sustancial de la divina
Jesucristo? Pregunta a la que en la misma Escritura encontramos personalidad, sino la habitual que poseía Cristo hombre, y con
varias respuestas. la que se capacitó para realizar la redención. Es la gracia capital
La esposa unas veces es el hombre o el alma. «El reino de o redentora.
los cielos es semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámpa- Hubo desposorios en la encarnación. También los hubo en la
ras, salieron al encuentro del esposo» (Mt 25,1). Cristo es el redención que se efectuó en la cruz. Los primeros, con toda la
esposo del alma, que viene a desposarse con ella y no quiere en- humanidad; los segundos, con la Iglesia. Y hay desposorios en
contrarla desapercibida en la hora de la decisión. Los desposorios la meta, en la escatología, en lo que hoy es todavía esperanza.
que contrae con quien tiene la lámpara encendida continúan en La Jerusalén celestial se nos presenta también como la esposa
la gloria, donde los bienaventurados son también esposas del del Cordero. «Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que des-
Cordero. cendía del cielo del lado de Dios, ataviada como una esposa que
Otras veces la esposa es un ente colectivo. Será la humanidad se engalana para el esposo» (Apoc 21,2).
entera, con la que se desposa al encarnarse. Será la Iglesia, con Los desposorios implican donaciones divinas del esposo a la
la que se desposa en la cruz. Será la nueva Jerusalén, con la que esposa. El texto conciliar lo dice: «Porque en El habita corporal-
está desposado en el cielo. Todas estas explicaciones se encuen- mente toda la plenitud de la divinidad, colma de bienes divinos
tran en el Nuevo Testamento. a la Iglesia, que es su cuerpo, para que ella anhele y consiga
La esposa es unas veces la humanidad entera, con la que toda la plenitud de Dios». Cuando Isaías habla de los desposo-
el Verbo se desposó al tomar carne en las entrañas de Santa Ma- rios entre Dios y los hombres, que debían realizarse en los tiem-
ría Virgen y cuando la redimió en la cruz. Se desposó con ella pos mesiánicos, se detiene a pormenorizar los cuidados del esposo
cuando se encarnó porque, aunque entonces asumió sólo una na- "34 Sum. Teol. 3 q.30 a.l.
turaleza individua, en ella estaba representada toda la humani- El misterio de la encarnación, mediante el cual el Verbo (el esposo) comu-
nica a la naturaleza humana asumida (la esposa) su propia personalidad, no le
dad, y en virtud de esta representación todo el género humano parece a Santo Tomás bien representado por la figura de los desposorios. Teológi-
camente, la aplicación es inexacta. Para que haya desposorio hace falta que los
quedó ennoblecido, pues en cierta manera fue elevado hasta la desposados se unan, y por esta parte el simbolismo es válido. Pero hace falta
también que conserven su propia personalidad. Y por esta parte no vale, porque
divinidad al ser elevada la naturaleza individua en la que estaba !a naturaleza asumida no tenía personalidad propia. Si, pues, la tradición utiliza
representado. Santo Tomás alude alguna vez a este matrimonio alguna vez este simbolismo, habrá que aceptarlo sólo en una parte, en la primera
de las dos que acabamos de señalar (cf. In IV Sententiarum dist.49 C.4 a.3 ad 2).
218 Emilio Sauras, O. P.
C.l. El misterio de la Iglesia. 8 219
para embellecer a la esposa, a fin de que, «como la esposa hace
las delicias del esposo, así hagas tú las delicias de tu Dios» mando la forma de siervo (Phil 2,6) y por nosotros se hizo pobre,
(Is 62,5). Ezequiel pormenoriza todavía más el afán que Dios siendo rico (2 Cor 8,9); así la Iglesia, aunque para el cumplimien-
to de su misión necesita recursos humanos, no está constituida para
esposo tiene de embellecer a la esposa: «Te lavé con agua, te buscar la gloria de este mundo, sino para predicar la humildad y la
quité de encima la sangre, te ungí con óleo, te vestí con reca- abnegación incluso con su ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre
mado, te calcé de piel de tejón, te ceñí de lino fino y te cubrí a evangelizar a los pobres, y levantar a los oprimidos (he 4,18),
de seda. Te atavié con joyas, puse pulseras en tus brazos y colla- para buscar y salvar lo que estaba perdido (Le 19,10); de manera
semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad
res en tu cuello, arillos en tus narices, zarcillos en tus orejas y humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la
espléndida diadema en tu cabeza» (Ez 16,9-12). imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus
A Cristo, el esposo, no le interesan los adornos exteriores. El necesidades y pretende servir en ellos a Cristo. Pues mientras Cris-
to, santo, inocente, inmaculado (Hebr 7,26), no conoció el pecado
texto viejotestamentario es sólo un símbolo. Un símbolo de los (2 Cor 5,21), sino que vino a expiar solo los pecados del pueblo
dones de gracia con que iba a revestir a su esposa en los tres (cf. Hebr 2,17), la Iglesia, recibiendo en su propio seno a los pe-
momentos en los que realiza sus desposorios. En el de la encar- cadores, santa al mismo tiempo que necesitada de purificación
nación, comunicándole su personalidad divina; en el de la cruz, constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación.
dándole la gracia redentora, y en el de la gloria, entregándole La Iglesia «va peregrinando entre las persecuciones del mundo
y los consuelos de Dios», anunciando la cruz y la muerte del Se-
la plenitud del gozo de Dios. ñor, hasta que El venga (cf. 1 Cor 11,26). Se vigoriza con la fuer-
za del Señor resucitado, para vencer con paciencia y con caridad sus
propios sufrimientos y dificultades internas y externas y descubre
IV. Relaciones del número 7 con los capítulos fielmente en el mundo el misterio de Cristo, aunque entre penum-
siguientes a través del número 8 bras, hasta que al fin de los tiempos se descubra con todo es-
plendor.
8. Cristo, Mediador único, estableció y mantiene continuamen-
te a su Iglesia santa, comunidad de je, de esperanza y de caridad, El n.8, último del capítulo 1.°, es un número de transición.
en este mundo como una trabazón visible, por la cual comunica En este capítulo viene hablando la constitución dogmática de la
a todos la verdad y la gracia. Vero la sociedad dotada de órganos
jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la sociedad visible y la
vida íntima de la Iglesia, del misterio que consiste en la presencia
comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia dotada de los de la Trinidad en la vivencia de la gracia de Cristo, redentor y
bienes celestiales, no han de considerarse como dos cosas distintas, cabeza suya. El misterio de la Iglesia, sin embargo, no es esto
porque forman una realidad compleja, constituida por un elemento sólo. Además de la vida interna, tiene una vida exterior, y ade-
humano y otro divino. Por esta profunda analogía se asimila al
Misterio del Verbo encarnado. Pues así como la naturaleza asumida más de los elementos santificadores de que se ha hecho mención
sirve al Verbo divino como órgano de salvación a El indisoluble- y se han estudiado, hay otros elementos sobrenaturales que, aun-
mente unido, de forma semejante la unión social de la Iglesia sirve que no santifican formalmente, como la gracia, sí son principios
al Espíritu de Cristo, que la vivifica, para el incremento del cuerpo activos que la comunican; son los poderes sagrados y los caris-
(cf. Eph 4,16).
mas, bien sean del pueblo o bien de la jerarquía. Todo esto es so-
Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesa-
mos una, santa, católica y apostólica, la que nuestro Salvador en- brenatural y constituye también misterio. De todo esto hablará la
tregó después de su resurrección a Pedro para que la apacentara constitución largamente en los capítulos 2.°, 3.° y 4.°. Por eso
(lo 21,17), confiándole a él y a los demás apóstoles su difusión el n.8, último del capítulo 1.°, da paso al estudio de los si-
y gobierno (cf. Mt 28,18ss), y la erigió para siempre como columna guientes.
y fundamento de la verdad (1 Tim 3,15).
Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como socie- El número empieza afirmando la existencia de las dos Iglesias
dad, permanece en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de o de las dos facetas eclesiales. A la una la llama Cuerpo místico,
Pedro y por los obispos en comunión con él, aunque se encuentran comunidad espiritual, Iglesia dotada de bienes celestiales, y a la
fuera de ella muchos elementos de santificación y de verdad que, otra, sociedad dotada de órganos jerárquicos, reunión visible, Igle-
como dones propios de la Iglesia de Cristo, impulsan hacia la uni-
dad católica. sia terrestre. Estas Iglesias vienen a coincidir con las que hoy se
Mas como Cristo efectuó la redención en la pobreza y en la llaman Iglesia de la caridad e Iglesia del derecho. Está bien re-
persecución, así la Iglesia es llamada a seguir ese mismo camino conocer la existencia de las dos. Y está mal diversificarlas hasta
para comunicar a los hombres los frutos de la salvación. Cristo contraponerlas. La constitución empieza distinguiéndolas y dife-
Jesús, existiendo en la forma de Dios, se anonadó a s! mismo, to-
renciándolas. Pero para decir luego que las dos se unifican en la
C.l. El misterio de la Iglesia. 8 221
220 Emilio Sauras, O. P.
única Iglesia de Cristo, que es «la que en el símbolo confesamos sacerdote y de rey. El sacramento no es otra cosa más que la unión
una santa, católica y apostólica, la que nuestro Salvador entregó de un principio activo sobrenatural y otro elemento material y
después de su resurrección a Pedro para que la apacentara, con- visible en el que Dios ha puesto dicho principio, destinando a la
fiándole a él y a los demás apóstoles su difusión y gobierno, y la santificación del hombre el uso del complejo resultante de los
erigió para siempre columna y fundamento de la verdad». En dos. Un complejo de este género es la Iglesia. En ella hay parte
muchos lugares repite el texto conciliar la idea de que las dos visible y terrena: somos los hombres que la constituimos. En ella
Iglesias se unifican en la Iglesia de Pedro; pero propone el asunto hay poderes divinos activos, destinados a la santificación del hom-
de manera especial en el capítulo 3.° bre. Los hay en el elemento popular, en los simples fieles, como
se va a decir en el capítulo 2.°, y los hay en el elemento elegido
La explicación que de la unión de las dos Iglesias da el con-
o jerárquico, como se dirá en el capítulo 3-°. Son los tres pode-
cilio es muy teológica y muy profunda. Se basa en una analogía
res: el profético o apostólico, el sacerdotal o cultual y el real.
de la que el propio documento conciliar saca tres interesantísimas
No hace falta nada más para que una institución pueda llamarse
conclusiones: una de la que hace mención en el n.l y en el 9,
sacramental. Y, en consecuencia, a la Iglesia se le llama ya en
y dos de las que hace mención expresa aquí, y a las que alude de
ocasiones sacramento; uso del término que el documento conci-
pasada en otros lugares. Se trata de la analogía entre el Verbo en-
liar hace suyo en el n . l , en el que dice que «la Iglesia es en
carnado y la Iglesia, como punto de partida. Y de la sacramen-
Cristo como un sacramento». Bien entendido que esto no signi-
talidad de la Iglesia, de la existencia misteriosa de la gracia fuera
fica la rectificación del n.7 canonizado en uno de los cánones de
de la Iglesia visible y de la llamada «Iglesia de los pobres», como
Trento. Son siete los sacramentos establecidos por el Señor para
temas de aplicación. El primero, el de la sacramentalidad de la
con cada uno de ellos dar al hombre el don de una gracia particu-
Iglesia, lo afirma en los n.l y 9- Los otros dos temas de aplica-
lar y que le remediará un mal o le facilitará la vivencia cristiana
ción los aborda en este mismo n.8, y de paso vuelven a aparecer
en una coyuntura concreta. Pero por encima de estos sacramentos
en otros números de la constitución.
particulares, que son siete, están los sacramentos generales, las
Las dos Iglesias forman «una realidad compleja, constituida
instituciones superiores y más universales, de las que los siete
por un elemento humano y otro divino. Por esta profunda analo-
dependen en su constitución (dependen así del sacramento gene-
gía se asimila al misterio del Verbo encarnado. Pues como la
ral que es el Verbo encarnado, como vamos a decir en seguida)
naturaleza humana sirve al Verbo1 divino como órgano de salva-
o en su uso (dependen así también del sacramento general que
ción a El indisolublemente unido, de forma semejante la unión
es la Iglesia).
social de la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo que la vivifica, para
el incremento del cuerpo». De una manera similar hablaba el En estos tiempos de renovación teológica y pastoral no es ex-
primitivo esquema De Ecclesia elaborado por la Comisión prepa- traño oír voces poco apreciadoras de lo que en la Iglesia se ha
ratoria y retirado cuando se empezó a discutir en la primera se- hecho y se ha dicho en otros tiempos. Esto procede muchas ve-
sión del Concilio, como recordamos más arriba en la introducción ces del desconocimiento del pasado y de sus valores. Un caso es
histórica. El n.6 de dicho esquema contenía el mismo punto de el de la teología clásica, a la que tanto debe la Iglesia en el te-
arranque, la analogía entre el misterio del Verbo encarnado y el rreno doctrinal. Pues bien, la fecunda analogía entre el misterio
de la Iglesia, y hacía referencia en nota a la fuente de donde del Verbo encarnado y el misterio de la Iglesia, que ha llevado a
lo tomaba, que es la encíclica Satis cognitum, de León XIII. El concluir la sacramentalidad de esta última, es una analogía en la
uso de esta analogía es ahora frecuente, y es, como hemos recor- que la teología escolástica pide la palabra para dejarse oír. Y se
dado y el documento conciliar lo confirma con los hechos, un deja oír con la voz de Santo Tomás. El es quien afirma que el
camino por el que se llega a muchas e interesantísimas apli- misterio del Verbo encarnado es como un sacramento. N o tiene
caciones. inconveniente en utilizar el nombre 3S. Y en exponer su conteni-
do 3°. Si al Verbo encarnado se le puede llamar sacramento
Una de ellas es la sacramentalidad de la Iglesia, entrevista,
porque es una realidad espiritual e invisible encerrada en otra
aunque no afirmada expresamente en este n.8. El elemento visible
visible y destinada a nuestro bien espiritual, nada extraño pare-
sirve en la Iglesia al Espíritu para la edificación y el incremento
del cuerpo de Cristo. Y esto porque dicho elemento está dotado 35
Sum. Teol. i q.60 a.6.
de los carismas o de los poderes sobrenaturales de profeta, de 36
Ibid., q.62 a.5.
222 Emilio Samas, O. P. C.l. El misterio de la Iglesia. 8 223

cera que también se le pueda llamar a la Iglesia, que refleja en números 15 y siguientes. Interesa, sin embargo, que junto a esta
su propio misterio el misterio de la encarnación. Ella es también afirmación, que la teología encuentra justificada y de la que acaba
una unidad compleja, compuesta de los dos elementos aludidos, de dar testimonio el llamado «diálogo de la India» o la reciente
porque tiene poderes activos santificadores y los tiene encerrados visita de Pablo VI al subcontinente asiático, se ponga la otra, que
en la realidad visible y terrena de su constitución social. Y todo también nos hace la constitución que comentamos: las gracias que
ello, poderes espirituales y hombres reunidos en sociedad, ha sido se encuentran fuera del cuerpo de la Iglesia católica tienen rela-
conjuntado por el Señor para santificar a los redimidos y para ción con ella. En definitiva, no hay gracia ni salvación que no
así construir el edificio de su Cuerpo místico. venga de Cristo, y Cristo está donde está Pedro. Los modos mis-
Después de esta primera aplicación de la analogía existente teriosos de dependencia no los expone el Concilio, pero afirma
entre el misterio de la Iglesia y el del Verbo encarnado, la cons- el hecho.
titución dogmática hace otra referente a la inadecuación entre los Hay, por último, una tercera aplicación de la analogía que
dos elementos que constituyen el misterio y el sacramento. Son venimos comentando. Se refiere a la llamada «Iglesia de los po-
el invisible o espiritual y el visible o humano. La expresa el do- bres». «Mas como Cristo efectuó la redención en la pobreza y
cumento conciliar con las palabras siguientes: «Esta Iglesia, cons- en la persecución, así la Iglesia es llamada a seguir ese mismo ca-
tituida y ordenada en este mundo como una sociedad, permanece mino para comunicar a los hombres el fruto de la salvación». Es
en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por interesante ver la larga exposición que el Concilio hace de este
los obispos en comunión con él, aunque puedan encontrarse tema tan de hoy, tan conciliar y tan socorrido por las gentes que
fuera de ella muchos elementos de santificación y de verdad que, esperad del Concilio cosas espectaculares. La exposición de la
como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la uni- constitución dogmática es modelo de doctrina, de ponderación
dad católica». y de prudencia. Tres notas cabe destacar sobre eí asunto. La pri-
La unión de los dos elementos que constituyen a Cristo no es mera se refiere a la Iglesia misma. ¿En qué cifra el Concilio la
adecuada. Esto quiere decir que no ajustan entre sí, de suerte pobreza de la Iglesia cuando se refiere a lo que viene hoy lla-
que el uno no dé de sí más de lo que el otro permite. En otros mándose «Iglesia de los pobres»? La segunda se refiere a las
términos, la capacidad que la persona del Verbo tiene para hipos- personas con las que trata y a las que se dirige. ¿Qué entiende
tasiar o comunicar su personalidad divina no queda agotada el Concilio por pobres cuando se refiere a los destinatarios de
por la que la naturaleza humana tiene de ser hipostasiada o per- las preocupaciones de la Iglesia? La tercera, a las relaciones de la
sonada. El Verbo tiene un poder personificados infinito, como Iglesia con los bienes materiales.
lo tienen el Padre y el Espíritu Santo. La teología enseña que La pobreza de la Iglesia la hace consistir el Concilio en «la
cualquiera de las tres personas se pudo encarnar; y que, una vez humildad y en la abnegación, que debe predicarlas con la pala-
encarnada, puede volver a encarnarse cuantas veces quiera y en los bra y con el ejemplo 3S. Preocupa más que sea humilde y abne-
individuos y en las cosas que estime oportuno " . gada que no que sea pobre y necesitada. Es cierto que no debe
Este hecho, trasladado al misterio de la Iglesia, se convierte buscar la riqueza; y es cierto que la pobreza material no debe
en las afirmaciones que nos ha hecho la constitución dogmática ser en ella una preocupación primordial. Luego se nos dirá algo
en las palabras citadas. En ella hay un elemento invisible, que sobre esto. Es, pues, necesario que fijemos la atención en la ne-
es la gracia sobrenatural; y otro visible, el hombre socialmente cesidad de que la sociedad eclesial se muestre humilde y abnega-
organizado. La conjunción de los dos constituye la Iglesia cató- da y que en su porte y en su actuación «no busque la gloria de
lica. Pero el elemento espiritual, la gracia, puede tener manifes- este mundo».
taciones más allá de lo que da de sí el elemento social en el que ¿Qué pobreza es la de los destinatarios de las solicitudes de
está encarnada. Estamos ante el hecho de la existencia de dones la Iglesia? ¿Acaso la pobreza material? ¿Se ha de dirigir la Igle-
divinos más allá de lo que es la Iglesia visible. 38
La traducción por algunos de este pasaje de la constitución dogmática creemos
Esta doctrina teológica tradicional la repite en otras ocasiones (jue no es lo suficientemente clara y que no expresa bien el sentido que la constitución
le da. Decir que la Iglesia no está constituida para buscar la gloria de este mundo,
el documento conciliar. En el capítulo siguiente tendremos oca- sino para predicar la humildad y la abnegación incluso con su ejemplo» es decir una
sión de verla expuesta con bastante detalle; sobre todo en los verdad. Pero una verdad que se presta a falsa interpretación. El incluso con su
ejemplo podría significar el caso limite. Y no es ése el sentido que tiene la fórmula
latina que dice «etiam exemplo suo». Ha de predicar la humildad y la abnegación
»' Cf. Sum, Tiol. 3 q.J a.4-8. también con el ejemplo. No en caso extremo, sino siempre.
224 Emilio Sauras, O. P. C.l, El misterio de la Iglesia. 8 225

sia sólo a éstos o principalmente a éstos? N o es éste el pensa- la penitencia y la renovación». La Iglesia ha tenido y tiene fallos
miento del Concilio. Los pobres con los que la Iglesia ha de en sí y en el ejercicio de su misión. Los fallos no vienen de arri-
tratar y a los que se ha de dirigir son «todos los afligidos por la ba, sino de abajo. En ella hay gracia que viene de Dios; en ella
debilidad humana», expresión que no se refiere sólo a los deshe- hay dones divinos con los que se capacita para ser perfecta y para
redados de la fortuna. También los ricos, en medio de sus rique- actuar perfectamente. Pero en ella hay hombres pecadores. Es
zas, son víctimas frecuentemente de la debilidad humana que los más, está constituida por hombres pecadores. Y esta condición
aflige. Enfermedades, enemistades, falta de calor y de afecto, ma- se deja sentir en sus actuaciones. N o todo en ella es infalible
terialización del espíritu, carencia de gracia y ausencia de Dios. o indefectible. Hay fallos y hay caídas.
Esto se da con la abundancia y con la escasez de bienes de fortu- La actitud digna ante todo esto es la de reconocerlo, arrepen-
na. Y a todo esto ha de acudir «la Iglesia de los pobres» y a todo tirse y enmendarse. El propio Pablo VI reconoció los fallos en el
ello ha de intentar poner remedio. acto solemne de la apertura de la segunda sesión conciliar. Sería
injusto, y pastoralmente improcedente, atribuir sólo triunfos y
Marcar predominantemente el acento en los pobres materiales
bienes a la Iglesia. De ella se puede decir lo que San Pablo dice
es una especie de demagogia espiritual. La Iglesia ni quiere ser
del sacerdote: que tiene defectos y está sujeto a pecados, por lo
ni ha de ser clasista. Su fundador vino a redimir a todos, y la ins-
que es necesario que ofrezca sacrificios también por sí. Y esta
tituyó para que acudiera a todos. Más a los más necesitados. Y los
debilidad es hasta cierto punto conveniente, porque así sabrá
más necesitados son los que menos gracia tienen. Las otras nece-
compadecer a los demás cuando ellos caigan (Hebr 5,2-3). Así la
sidades que no son precisamente de gracia también son objeto
Iglesia. También ella tiene fallos; también ha de ofrecer sacri-
de su solicitud. Ella acudirá a los enfermos, a los afligidos, a los
ficios por sus deficiencias. Y hasta cierto punto es conveniente
que carecen de afecto, a los que no tienen pan. Bien entendido
que las tenga, porque tenerlas es un aprendizaje de comprensión.
que estas solicitudes deben supeditarse a la solicitud por llevar a
los hombres las gracias de salvación.
¿Qué actitud ha de tomar frente a los bienes de fortuna ? Fren-
te a los que los poseen ya se ha dicho que ha de acudir a ellos
en cuanto necesitados de bienes no materiales, que serán el con-
suelo, la amistad o la gracia, según los casos. Y frente a los que
no los poseen, también. Y si está en sus manos aliviarles la indi-
gencia material, deberá hacerlo, sin que éste sea su quehacer es-
pecífico ni su específica diaconía. Sería de temer que, por huir
de una Iglesia clasista de los ricos, se cayera en el defecto de
otra Iglesia clasista de los pobres, cuando lo evangélico es una
Iglesia sin clases y de todos en la medida de las necesidades de
cada uno. Necesidades que se han de ponderar empezando por
las más trascendentes, que son las de la gracia.
Los bienes de fortuna no son incompatibles con la Iglesia.
«El cumplimiento de su misión exige recursos humanos». Es ésta
una verdad elemental, y que oportunamente recuerda aquí el
Concilio. N o debe apegarse a ellos; no debe buscar en ellos nin-
guna gloria de este mundo. Debe mirarlos y tenerlos como medios
sin los cuales no es humanamente posible el cumplimiento de
su misión.
Una última aplicación de la doctrina expuesta sobre la unión
de los elementos espiritual y humano en la unidad de la Iglesia.
«Recibiendo en su propio seno a los pecadores, santa al mismo
tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar
2. CVat'icano 8
C.2. El pueblo de Dios 227
CAPÍTULO II En este ambiente se presenta la oportunidad de estudiar el
tema de la Iglesia en un acto del magisterio solemne. Las discu-
EL PUEBLO DE DIOS siones que le precedieron fueron sin duda extraordinariamente
útiles; pero hubo también que vencer en el propio proceso conci-
liar más de una dificultad y esclarecer más de un equívoco. Re-
sultado de todo esto es el capítulo 2.°, que constituye una expo-
INTRODUCCIÓN
sición magistral del contenido encerrado en la figura del pueblo
Por Emilio Sauras, O. P. de Dios. N o hay contraposición entre esta figura y la del Cuerpo
místico. Sí hay distinción entre las dos, distinción que no es excíu-
Este capítulo tiene un interés especial. Por su contenido y por yente la una de la otra, sino más bien complementaria. Por lo que
las etapas que tuvo que quemar en su elaboración, en su discu- las notas específicas de las dos figuras pueden conjuntarse y de
sión y en su aprobación. El interés se mostró desde el principio, hecho se conjuntan en una misma institución. Algo de ello diji-
como vamos a verlo en seguida. Se interfirieron dificultades de mos ya al comentar el n.8.
método y de fondo. Hubo incluso algún malentendido doctrinal. Vamos a dividir el estudio en los tres apartados siguientes:
Y se llegó a la meta, que es el capítulo que empezamos a comen-
tar, meta espléndida, como el lector comprobará. Hubo que em- I. La elaboración del capítulo 2." dentro del Concilio.
pezar venciendo resistencias para incluirlo en la constitución. II. Contenido doctrinal de conjunto de la figura del «Pueblo de
Dios».
Y, una vez vencidas, <fue necesario determinar el lugar que el III. Exposición particular de los n.9, 12 y 13.
tema del pueblo de Dios debía ocupar en el documento dogmá-
tico sobre la Iglesia. La cuestión del lugar era muy importante
/. La elaboración del capítulo sobre el pueblo de Dios
porque iba aneja a ella otra cuestión de fondo: la de su conte-
nido. Se determinó colocarlo entre el capítulo 1.°, dedicado al A la primera sesión conciliar fue presentado un proyecto de
misterio de la vida sobrenatural de la Iglesia, y el 3.°, en el que constitución dogmática sobre la Iglesia elaborado por la Comisión
se estudia la jerarquía. Más adelante veremos las razones que ins- doctrinal preparatoria y aprobado por la Comisión central. Tenía
piraron este orden. once capítulos, ninguno de ellos dedicado al «Pueblo de Dios».
Recientes disquisiciones teológicas, y algunas polémicas tam- Esto no quiere decir que la Comisión se hubiera despreocupado
bién, no aclararon suficientemente el problema de las relaciones de proponer al Concilio la figura del pueblo y, sobre todo, su
entre la figura del «pueblo de Dios» y otras figuras bíblicas de mucho contenido, del que gran parte venía aflorando en estos
la Iglesia, sobre todo la del «Cuerpo místico». El magisterio y últimos tiempos gracias a los estudios teológicos y exegéticos que
las tradiciones patrística y teológica venían dando mucho relieve acabamos de citar en la nota bibliográfica. Por eso, aunque en el
a esta última. Al igual que se lo da la misma Escritura, en la proyecto a que aludimos no hubiera ningún capítulo dedicado al
que no hay ninguna figura tan estudiada como ella. En cambio, pueblo, sí se hacía frecuente mención de él. A él se dedicaban
de la del «pueblo» hablan poco los libros del Nuevo Testamento, el n.2 y el párrafo segundo del n.3. Más adelante, en el capítu-
aunque digan lo suficiente. También habla poco la tradición. Y lo lo 6.°, titulado «De los laicos», se volvía a hablar con insistencia
mismo el magisterio. El último documento, carta magna de la de esta figura bíblica. Y así, en los n.20.21 y 22, aludiendo a
eclesiología católica, la encíclica Mystici Corporis, no nombra la las consagraciones procedentes del bautismo y con las que el nue-
vo pueblo de Dios se constituye, consagraciones que se estudian
figura del pueblo de Dios. Los teólogos no siempre acertaban al
expresamente en este capítulo 2.° que empezamos a comentar.
comparar las dos figuras, y no faltaban casos en los que parecía
que entre una y otra había notas discordantes. Discordantes en Comentando el n.7 de la constitución dogmática, que segui-
contenido y, sobre todo, discordantes en primacía y en interés. mos comentando ahora, dijimos ya cuál fue la suerte del esquema
Estamos refiriéndonos a los tiempos relativamente recientes, ante- primitivo. Fue sujeto de vivas críticas en el aula conciliar. Se
riores a la convocatoria del Concilio \
Monografías como la del protestante Oepke y las de los católicos Koster y Cerfaux;
1
apartados reservados al tema en obras de contenido más general, como en las de
El tema del pueblo de Dios se encuentra muy repetido en las modernas publi- Schmaus, Congar, Ratzinger, Beumer; artículos de revistas profesionales. Véase una
caciones sobre la teología de la Iglesia y en la exegesis de las figuras bíblicas que la bibliografía bastante completa sobre el tema del pueblo de Dios en el n.l de Con-
representan. Atrae la atención de los teólogos y exe^etas protestantes y católicq.§. cilium p.l07ss.
228 Emilio Sanras, O. P. C.2. El pueblo de Dios 229

decía que era triunfalista y juridista; que obstaculizaba la labor la epístola de San Pedro (1 Petr 2,10). Es un pueblo sagrado,
ecuménica, una de las finalidades del Concilio, porque hería a a diferencia del pueblo que no es sagrado, que no se llama laos,
los cristianos separados al no clasificarlos dignamente entre los sino ethne. Por eso, los que forman el pueblo de Dios, o el pue-
miembros del cuerpo que es la Iglesia. Y, cosa digna de adver- blo consagrado, son los laicos, y los que forman el pueblo sim-
tirse, el capítulo 6.°, dedicado a los laicos, en el que se aludía plemente, o el pueblo no consagrado, son los étnicos. En el ca-
repetidamente al pueblo de Dios y se exponía buena parte del pítulo se estudiaban los elementos consagradores de este pueblo,
contenido teológico de la figura, se salvaba de las críticas. En las elementos con los que de étnico se convertía en laico. Y estos
reflexiones de viva voz y en las observaciones escritas que de elementos son precisamente los que forman el pueblo de Dios.
muchas procedencias se proponían al esquema, se alababa la ex- En consecuencia, parece que el título del capítulo debería ser
posición del capítulo 6.° más simple. Debería titularse «el pueblo de Dios», sin más. Es
El esquema se retiró cuando terminaba la primera sesión con- cierto que a través de todo el capítulo se hacía referencia a los
ciliar, a principios de diciembre del 62. Dos meses después, a simples fieles, que son todos los consagrados por el bautismo, y
finales de enero del 63, se da la orden de elaborar otro esquema a otros fieles específicos, que son los laicos. Pero la diferencia
sobre la Iglesia, que, en vez de los once capítulos del retirado, que aparecía entre unos y otros no era constitutiva, sino apostó-
debería tener cuatro. El tercero, dedicado a los laicos, elaborado lica. Constitutivamente y por definición, todo bautizado es laico
a base del contenido del capítulo perteneciente a los laicos en el o pueblo de Dios. Hay, sin embargo, elementos en este pueblo
esquema retirado. O sea, manteniendo el contenido de la figura que son especialmente asumidos por la jerarquía para determi-
del pueblo de Dios, pero sin dedicar ningún capítulo especial a nadas actividades apostólicas, y a éstos en ocasiones se les llama
ella. Resultado de esta consigna fue la presentación de muchos laicos también. En una constitución dogmática o doctrinal, sin
proyectos particulares de constitución sobre la Iglesia. Y la Comi- embargo, debe prevalecer la claridad. Por ello el capítulo conve-
sión doctrinal elaboró uno a base de las consignas dadas a finales nía que se titulara simplemente: «El pueblo de Dios».
de enero del 63, en las que se decía que debía tener el esquema Ya sobre la marcha la discusión del esquema en el aula con-
cuatro capítulos: el primero, sobre el misterio, a base de Cristo ciliar, el cardenal Suenens presentó una enmienda, que encontró
cabeza y fuente de vida; el segundo, sobre la institución jerár- favorable acogida entre los Padres. Proponía que los cuatro ca-
quica de la Iglesia, y principalmente sobre los obispos; el tercero, pítulos se convirtieran en cinco, para lo que el del pueblo de Dios
sobre los laicos, y el cuarto, sobre los estados para adquirir la y los laicos se convertiría en dos. La proposición implicaría el
perfección evangélica. traslado de determinados números pertenecientes al capítulo pri-
mero sobre «el misterio de la Iglesia» y la añadidura de algunos
El proyecto definitivo de la Comisión se presentó al aula con-
números más.
ciliar. Los capítulos referentes a la jerarquía, a los laicos y a los
La enmienda del primado de Bélgica fue aprobada. Con ella
reí igiosos fueron objeto de largos diálogos. Se proyectó titularlos
la figura del pueblo de Dios, como representación de la Iglesia,
con una especie de coletilla especificadora y determinante. Aquí
adquirió un rango especial. Y quedó incorporada a este capítulo
apareció ya por primera vez el título de «Pueblo de Dios» enca-
mucha doctrina que el esquema primitivo y retirado contenía en
bezando un capítulo, que se conjuntaba con el de los laicos. Se
su capítulo sobre los laicos, capítulo del que ya dijimos que obtu-
intentaba titular así los capítulos en cuestión: «De la institución
vo una significativa aprobación en medio de las críticas duras de
de la jerarquía, y principalmente de los obispos»; «Del pueblo
que era objeto todo el esquema.
de Dios, y principalmente de los laicos»; «De la vocación de la
Iglesia a la santidad, y principalmente de los estados de per- El resumen de lo que en el aula conciliar manifestaron los
fección». Padres respecto a la inclusión del capítulo es el siguiente:
Más de trescientas intervenciones se adhirieron a la inclusión
La titulación «El pueblo de Dios, y principalmente los laicos»
del capítulo sobre el pueblo de Dios. Y entre ellas había algu-
no pareció a muchos que fuera exacta. Y de viva voz y por es-
nas colectivas. Sólo se registró una intervención contraria. Algu-
crito expusieron sus escrúpulos exegéticos y doctrinales. En efec-
nas hubo que, sin rechazar la inclusión, pedían que en el capí-
to, la primera parte del título, «pueblo de Dios», quiere decir
tulo propuesto hubiera cambios sustanciales. Hubo un Padre que
lo mismo que la segunda, «laicos»; la titulación, pues, venía a
pidió que, en vez de titular el capítulo «El pueblo de Dios», se
ser una simple tautología. El pueblo de Dios es llamado laos en
230 Emilio Sauras, O. P. C.2. El pueblo de Dios 231
titulara: «El pueblo cristiano». El motivo de la petición era ecu- a toda institución humana. Nada de esto oscurece su carácter so-
ménico: para que no creyeran los que no pertenecen a este pueblo brenatural y divino, puesto de manifiesto en otras figuras ya es-
que nosotros, que pertenecemos, pensamos de ellos que son el tudiadas en páginas precedentes. Consideración ésta que expusie-
pueblo del demonio. ron muchos Padres y que fue objeto de una proposición colectiva
Lo que acabamos de indicar se refiere a las voces que se oye- de la jerarquía alemana.
ron en el aula. A la hora de decidir, los números indicados se Cuarta, porque con esta figura recibe nueva luz la idea, que
quedaron cortos, porque la aprobación fue prácticamente uná- ya aparece en otras, como en la del cuerpo, por ejemplo, de la
nime. unidad que se da entre todos los que forman parte de la Iglesia.
Lo que acabamos de decir se refiere a números. Es necesario Un cuerpo es una unidad; un pueblo es también una unidad. Hay
pararse a considerar también las razones por las que los Padres en él jerarquías que mandan y subditos que obedecen. En la
propusieron y aprobaron la inclusión del capítulo, porque son Iglesia hay clases, clérigos, religiosos, seglares. La figura del pue-
dignas de consideración. Cualquier observador pudo registrar por blo, basada en la consagración común e igual de todos ellos, que
su cuenta, entre otras de menor cuantía, las cuatro siguientes: es el bautismo, pone de manifiesto la unidad que existe entre
Primera, porque en la utilización de la figura del pueblo se todos los ciudadanos.
aprecia con menos dificultad la continuación de la vida de Cristo Como se advierte, son razones que justifican la apelación que
en el mundo. Cristo continúa en los hombres después de efec- con esta figura se da a la Iglesia. Y vienen todas ellas a resu-
tuada la redención y de haber subido a los cielos. Continúa co- mirse en lo que ya dijimos en la introducción al n . 7 : la Iglesia
municándoles su vida sobrenatural. Esta comunicación se aprecia tiene una dimensión vital e interna, encarnada de un modo espe-
bien a través de la figura del cuerpo, en el que hay miembros cial en la figura paulina del cuerpo y expuesta en el capítulo 1."
que reciben la vida de la cabeza. Pero esta figura, perfecta en de la constitución, y otra dimensión histórica y social, encarnada
muchos detalles, presenta también determinadas dificultades. En- de un modo especial en la figura del pueblo y expuesta en el
tre ellas, la de no poner en claro la conexión de Cristo con quie- capítulo 2.°. Con lo que insistimos en lo ya dicho varias veces:
nes no son miembros suyos y, sin embargo, reciben de El algún la teología de las dos figuras no es excluyente la una de la otra,
influjo vital, como son los hermanos separados y, sobre todo, los sino mutuamente complementaria.
paganos. Esta dificultad no se presenta tan viva en la figura del El orden en las cosas y el método seguido para tratarlas no
pueblo, porque el elemento unificador de un pueblo no es tan suele ni debe ser arbitrario. Deben acomodarse a la naturaleza,
íntimo como el de un cuerpo. Por ello se ve mejor cómo Cristo al ser y a la trascendencia de las mismas. Cuando no se tiene en
pueda llegar a los no cristianos, que no le están muy unidos, cuenta este criterio, suele proyectarse oscuridad y confusión so-
si se utiliza esta nueva figura. bre ellas. De ahí el cuidado en ordenar bien los capítulos de la
Segunda, porque en la figura del pueblo adquiere manifesta- constitución que comentamos. El tema preocupó a los Padres con-
ción y relieve la idea, tan necesaria siempre y más en la pastoral ciliares, y precisamente con ocasión de incluir este capítulo 2."
de hoy, de que los oficios en la Iglesia y las jerarquías de la que estamos comentando.
misma son ministerios y servicios. Así lo expusieron colectiva- Parecía natural que fuera después del capítulo dedicado al
mente en un voto los obispos de Polonia. Las jerarquías y los misterio de la Iglesia. Este capítulo estudia a la Iglesia con visión
ministros en un pueblo bien organizado salen del pueblo y son tomada desde la eternidad: decreto del Padre de salvar al hombre
asumidos en orden al bien de los regidos. caído convocándolo en una colectividad de creyentes. Este decreto
Tercera, porque la Iglesia, institución divina, es a su vez una se dio ya en el principio. Y en el mismo capítulo 1.° se estudia
institución humana, encuadrada en el espacio y en el tiempo, y el contenido interno y vital de la congregación a la que los cre-
cuya existencia se mide por la historia. La Iglesia fundada por yentes han sido convocados: la gracia salvadora del Redentor.
el Señor, la sujeta a Pedro, no ha aparecido por generación es- Todo esto pedía que fuera el primero el capítulo del misterio.
pontánea. Tiene abolengo y precedencia conocida. La Iglesia que Luego tendría lugar lo que en esta congregación hay de temporal,
le precedió se llamaba también pueblo de Dios. Seguir llamán- de histórico y de humano. La dimensión interna debía ir delante
dolo a la actual es indicar que se trata de una institución de aquí, de la dimensión social y externa.
de los hombres, con los avatares y las circunstancias que rodean
Pero resulta que en el marco temporal e histórico entran to-
232 Emilio Sauras, O. P. C.2. El pueblo de Dios 233

dos los hombres y cada uno de sus estamentos: el jerárquico, el


religioso y el seglar. A todos debía preceder el capítulo que va- //. Contenido doctrinal de la figura del pueblo de Dios
mos a llamar comunitario, el del pueblo de Dios. Porque este El dominico P. Koster publicó en 1940 un libro que iba a
pueblo se constituye por algo que es común a todos los estamen- tener mucha resonancia 2. No por su importancia intrínseca, pues-
tos y que se comunica con el sacramento del bautismo: la con- to que sus aportaciones doctrinales han sido enmendadas y lar-
sagración a Dios mediante la gracia y el carácter sacramental, la gamente superadas en estos años conciliares, sino porque suscitó
santidad, el sacerdocio común que destina al culto divino, el sen- una serie de estudios sobre el tema que el libro ponía sobre la
tido de la fe, el profetismo. Luego seguirían los capítulos de los mesa. Se trataba de estudiar la teología sobre la Iglesia a través
estamentos particulares, que se constituyen por dones particulares de la figura, bastante olvidada, del pueblo de Dios. Para el autor,
también: el de la jerarquía, por los tres poderes sobrenaturales esta figura es la que define cabalmente la naturaleza de la Iglesia.
de santificar, de enseñar y de gobernar; el de los seglares orga- Poco después publicaba Cerfaux otro libro, también sobre la
nizados en comunidad apostólica asumida por la jerarquía; el de Iglesia como pueblo de D i o s ' . La concepción paulina de la Igle-
los religiosos. sia, según él, se basa en esta figura bíblica. Los recursos a la figu-
Una dificultad, sin embargo, se planteaba a los Padres a este ra del cuerpo son adjetivos y tienen sentido en función de las
respecto. La jerarquía es la generadora de los fieles; es la que, relaciones que la Iglesia, el pueblo de Dios, tiene con el Cristo
consagrándolos, los introduce en la sociedad que llamamos pue- celeste. En estas dos obras, que abren marcha en la moderna y
blo de Dios. Es la generadora de este pueblo. En consecuencia, abundante literatura eclesiológica dedicada a la figura que estu-
parece que deba ser ella antes que el pueblo y que merezca ella diamos, aparece una marcada preterición de la eclesiología a base
un capítulo anterior en la constitución. Todo esto es cierto. Pero de la figura del cuerpo. Aquí está el fallo de los dos autores, que
no es menos cierto que la jerarquía, antes de ser tal, es ella misma no alcanzaron a concordar el contenido de la figura que rehabi-
pueblo, porque los jerarcas, antes de recibir la consagración jerár- litaban con el de la otra, tan fecunda como la que era objeto de
quica, recibieron la popular o común que tenemos todos los cris- sus estudios y que había sido objeto, además, de amplias expo-
tianos. De donde se sigue que siempre venimos a concluir que la siciones y consensos en el magisterio y en las tradiciones patrís-
consideración comunitaria y popular debe preceder a la jerárquica. tica y escolástica.
Añádase a esto el hecho indudable de que la jerarquía tiene La posición de estos dos pioneros de la eclesiología propuesta
sólo y exclusivamente razón de medio. No es el pueblo para ella, a base de la figura que estamos ahora estudiando ha sido ya to-
sino ella para el pueblo. Si el Señor la instituyó, no fue por el talmente superada. Ño procedía hacer una teología del pueblo
placer de presentar una sociedad bien organizada, sino porque de Dios a base de preterir la teología del Cuerpo místico, porque
quiso que esta organización fuera útil a los hombres en orden ni la Escritura, ni el magisterio, ni las tradiciones patrística y
a su santificación. Ahora bien, es claro que los medios se supe- teológica lo permitían, sino más bien a base de concordancias y
ditan a los fines. El fin tiene carácter primacial. En consecuencia, complementaciones. Que es lo que en definitiva ha venido a hacer
el capítulo del pueblo, que tiene razón de fin, debía preceder al el Vaticano II en la constitución dogmática que comentamos.
capítulo de la jerarquía, que tiene razón de medio. Pero aunque la posición doctrinal de estos autores tenga el
Y téngase en cuenta, por último, que a la consideración par- fallo fundamental que acabamos de señalar, tienen los dos el mé-
cial, propia de cada uno de los capítulos dedicados a los tres rito de haber provocado la atención de los exegetas y de los teó-
estamentos: el jerárquico, el seglar y el religioso, debía preceder logos hacia la figura en cuestión, con lo que ha avanzado mucho
la consideración común a todos, que es la de pueblo consagrado. la teología sobre la Iglesia. Tres series bien marcadas de publica-
Todas estas consideraciones se hicieron los Padres en la hora ciones sobre ella se pueden apreciar en la moderna bibliografía
de ordenar la materia de la constitución dogmática. Y fruto de teológica. Una, a base de la figura del pueblo de Dios 4 , que parte
ellas fue la colocación del capítulo dedicado al pueblo de Dios de las dos obras que ya hemos mencionado. Otra, a base de la
en segundo lugar. Debía venir inmediatamente después del capí- figura del cuerpo, que ya se venía exponiendo antes del año 1943
tulo dedicado al misterio de la Iglesia, según se ha dicho, y antes 2
M. D. KOSTER, Ekklesiologie im Werden (Paderborn 1940).
de los tres capítulos dedicados a la jerarquía, a los seglares y a 3
L. CERFAUX, La théologie de VEglUe sutvant Saint Paul (París 1942).
los religiosos. * Cf. las notas bibliográficas de Congar y de Schnackenburg ea el n.l de Con-
cilium p.l3ss y 107ss.
234 Emilio Sauras, O. P. C.2. El pueblo de Dios 235
y que se acrecentó después de la publicación de la Mystici Cor- tual, en el moral y en el religioso. Es la Iglesia del diálogo y la
poris 5. Y otra, que viene tratando de concordar las dos figuras, Iglesia misionera.
por ser una complemento de la otra 6.
Sobre el pueblo de Dios se ha escrito mucho en estos últimos 1. CARÁCTER ANTROPOLÓGICO DEL PUEBLO DE DIOS
veinte años. Hay monografías y artículos en el campo protestante
y en el campo católico. En el desarrollo de su contenido ha habi- La Iglesia, pueblo de Dios, no es una sociedad de ángeles.
do también aportaciones españolas 7. En la literatura producida Está constituida por hombres. Aún se podría pensar que quienes
sobre el tema se advierte la facilidad que tenemos los hombres la constituyen son hombres cabales, con todas las perfecciones
para la dispersión de ideas sobre un tema cualquiera, y cómo, que la naturaleza humana debería tener por derecho constitutivo,
a pesar de ello, afloran datos y orientaciones que vienen a ser Pero este hombre cabal no existe. Es una ficción mental. El hom-
como el denominador común que unifica toda la dispersión. bre existencial es un ser caído, y, como tal, desposeído de muchas
A través de exposiciones diversas, coincidentes o complemen- perfecciones que normalmente considerado debería tener. Tiene
tarias 8, se puede ver que la figura del pueblo nos ofrece la idea ya la imperfección del límite que, como criatura perteneciente a
de la que venimos llamando dimensión social e histórica, como un determinado grado ontológico, le pertenece. Y tiene, además,
complementaria de la dimensión interna o vital que nos da la las imperfecciones inherentes a su estado caído, ya que por caer
figura del cuerpo. Y por ello, el Concilio dedica los dos primeros perdió no poco de cuanto por pertenecer a su grado particular
capítulos de la constitución a estudiar las dos figuras claves. N o en la escala de los seres tenía ya. El hombre de la Iglesia es un
como contrapuestas y excluyentes, sino como incluyentes la una ser limitado y caído o desposeído de algo que naturalmente le
de la otra. Bien entendido, sin embargo, que la exposición conci- pertenecía a pesar de su limitación. Fue el Señor quien nos dijo
liar de la figura del pueblo como entidad social, sobre todo en que había venido a buscar a los pecadores. Y en esta búsqueda
la etapa segunda, que es la cristiana (la primera es la judía y la
está empeñada hoy la Iglesia. Va tras los caídos, los admite en
tercera la de la escatología), se hace superando las perspectivas
su seno, y, aunque los regenera, no lo hace hasta el extremo de
institucionales y jurídicas y considerando al pueblo a través de
angelizarlos. Siguen con su límite ontológico y con fallos que
los dones sagrados que le hacen ejecutor del plan divino de la
no han sido superados todavía por los dones sobrenaturales que
salvación, como veremos en las páginas siguientes.
reciben.
Esta dimensión social se aprecia en las tres notas siguientes:
1) Carácter antropológico del pueblo de Dios; 2) historicidad El hombre eclesial, que no es el que salió de las manos de
del mismo pueblo; 3) su universalidad. La primera nota pone Dios en un principio, creado en justicia y santidad, sino el que
contrapunto a una concepción de la Iglesia que adolecería de an- cayó y perdió estos dones y se malhirió en su propia naturaleza
gelismo. Está constituida por hombres de carne y hueso, con todo tras la pérdida de los mismos, tiene su psicología propia; con-
lo que esto lleva consigo. Es cierto que hay en ella elementos serva determinadas aptitudes buenas, porque la caída no le supu-
divinos, pero encarnados en el hombre. La segunda conecta a la so una pérdida total de lo bueno que recibió del Señor. Tiene
Iglesia cristiana con el pueblo de las promesas y con la Iglesia capacidad de adelanto y de progreso. Capacidad también de re-
de los cielos nuevos y de la nueva tierra, a la vez que la contem- trocesos y de nuevas caídas. Y esto a pesar de los dones divinos
pla desenvolviéndose en medio de las realidades temporales. Y la que la Iglesia le da cuando lo admite. Estos dones no tienen en
tercera pone de relieve las relaciones que tiene con todos los el mundo confirmación definitiva y no hacen indefectibles a quie-
hombres, con lo que en ellos hay de bueno en el orden intelec- nes los poseen. Respetan en nosotros la libertad y no nos inducen
5
Cf. la nota bibliográfica que dimos al margen de nuestro comentario al n.7 de
al bien por coacción. Podemos utilizarlos y podemos malgastarlos.
la constitución
6
dogmática. Esta es la antropología del pueblo de Dios como realidad
Esta posición es la que toma el Concilio al proponer la doctrina eclesiológica
en los capítulos sobre el misterio y sobre el pueblo y al entreverar la exposición de social. Se trata de una sociedad de individuos sujetos a fallos no
cada7 uno de los dos con conceptos trasvasados del uno al otro.
Cf. F. ASENSIO. Yahvé y su pueblo: Analecta gregoriana vol.58; P. TENA. superados totalmente por los elementos divinos que poseen. Su-
Ekklesia. Historia y teología de la palabra en la Sagrada Escritura y en los docu- jetos a evoluciones progresivas y a involuciones regresivas; que
mentos
8
cristianos primitivos (Barcelona 1957).
Puede verse un elenco de explicaciones y exposiciones, diversas unas veces, coin- conocen la virtud y conocen el pecado; que saben acomodarse a
cidentes otras y complementarias todas, en el proceso histórico del desarrollo del
tema en los últimos años, publicado en el n.l de Concilium por R. SCHNACKENBURG situaciones difíciles e incómodas aprovechando lo útil de la in-
236 Emilio Sauras, O. P. C.2. El pueblo de Dios 237

comodidad y de la dificultad, y saben también protestar del bien que no hay sólo cuestión de palabras, sino de fondo. La Iglesia
como si fuera mal y desaprovechar lo bueno que se les ofrece es una institución divina que viene a resultar para nosotros un
en abundancia. sacramento. Y actúa en cada caso utilizando alguno de los siete
a fin de hacernos llegar la gracia y acrecentar así el reino de
2. LA HISTORICIDAD DEL PUEBLO DE D I O S Dios. Lo que quiere decir que hay grandes semejanzas entre ella,
Y este hombre, así descrito, es el beneficiario y el actor del sacramento mayor, y los siete sacramentos particulares. A la his-
designio salvador de Dios. Como hombre que es, vive en el tiem- toricidad de éstos dedica Santo Tomás un artículo en la Suma,
po y no en la eternidad. Y como actor y ejecutor de los planes en el que aparecen exactamente las tres etapas en las que en el
divinos, desarrolla en el espacio su actividad. Por eso el pueblo estudio de la figura del pueblo de Dios suelen los exegetas y los
de Dios tiene su historia. Es el pueblo que va cubriendo a través teólogos modernos parcelar la historia de la salvación y del pue-
del tiempo y del espacio las etapas de la historia de la salvación. blo que la protagoniza °.
a) Historicidad del pueblo de Dios en el tiempo,—El pue- b) El pueblo de Dios que es la Iglesia y el pueblo de Dios
blo de Dios ha recorrido dos etapas ya y vive con la esperanza que fue Israel.—Todo el Antiguo Testamento está lleno de la
de la tercera. La primera, que fue la etapa de la promesa, abarca idea de que Israel es el pueblo de Dios. Y en el Nuevo se hace
desde Adán, a quien se hizo el primer anuncio de la salvación, alusión también a ello alguna vez, comparando el pueblo antiguo,
hasta Cristo, que fue quien puso en práctica lo prometido. En la que era figura y esperanza, con el presente, que es realidad y po-
segunda estamos viviendo ahora: es la etapa cristiana. La tercera sesión. Era el pueblo elegido, separado, sujo. Y, como elegido,
será la de la escatología. Israel tenía una finalidad: guardar la permanencia de la promesa
Es interesante contemplar Ja Iglesia de la segunda etapa, la y hacerla llegar a fin. En Israel estuvo gestándose durante siglos
nuestra, no como una realidad social despreocupada del tiempo, el Redentor.
sino enclavada en él. Esto le hace ver su conexión, y hasta cierto La elección de Israel implicaba doble compromiso. Uno por
punto su dependencia del pueblo de Dios que fue Israel. La Igle- parte del pueblo y otro por parte de quien lo eligió. El pueblo
sia actual es la heredera de la Iglesia de las promesas. Tiene elegido era un pueblo consagrado y dedicado al culto de Yahvé.
conexiones y parecidos con ella y, naturalmente, tiene cosas tam- Debía honrarle y venerarle. Yahvé, por su parte, era el que sal-
bién que la diferencian. Vamos a aludir en seguida a todo esto. varía al pueblo. Y de hecho le recuerda muchas veces sus inter-
Y es interesante también contemplar la segunda etapa, la nuestra, venciones salvadoras. Le sacó de la esclavitud de Egipto, le con-
en su conexión con la etapa tercera, hacia la cual camina y en orden dujo durante la peregrinación por el desierto, le dio una tierra
a la cual se considera peregrina. Esta nota de pueblo vial y pe- ubérrima para morada. Luego le fue liberando de sus enemigos
regrinante, de pueblo que no ha alcanzado la meta y que vive a través de su historia. Y, por fin, le da la máxima salvación: el
todavía con la esperanza, de pueblo con retrocesos, con estanca- Prometido.
mientos y con avances, porque de todo hay en una peregrina- Esta alianza entre el pueblo elegido y Dios que lo eligió, que
ción, es una llamada a la realidad, no siempre placentera, y sordi- obligaba a aquél a rendirle culto porque para eso era un pueblo
na eficaz para el triunfalismo. sagrado y sacerdotal, y obligaba a Yahvé a salvar al pueblo, sal-
Antes de detallar las relaciones del pueblo de Dios que es vación que terminaría en la venida del Prometido, esta alianza,
nuestra Iglesia con el pueblo de Dios que era Israel será opor- repetimos, revestía dos notas. Una era el límite geográfico. Dios,
tuno llamar la atención sobre la historicidad de lo eclesial, a la al elegirse un pueblo para Sí que le rindiera culto y al constituir
que hoy se da la importancia extraordinaria que tiene, y las en- un pueblo sacerdotal, lo quiso circunscrito dentro de unos límites.
señanzas sobre la misma que se encuentran en la teología tradi- Su pueblo no eran todas las gentes. De ahí que el acrecentamiento
cional, no siempre lo debidamente conocidas por quienes prego- del mismo no fuera por expansión fuera de la tierra prometida,
nan sus fallos sin conocerlas. sino por multiplicación interna. Por vía de generación. El pueblo
La constitución dogmática habla en el n.l de este capítulo 2.° de Israel no era pueblo misionero, que creciera por atracción de
de la Iglesia diciendo que es un sacramento. Fórmula que ya los demás; era un pueblo que crecía por fecundidad biológica.
utilizó en el número prologal. Comentando el n.8, aludíamos a La otra nota era que la consagración y el culto tenían un valor
la importancia que tiene la utilización de dicha fórmula, en la 8
Sum. Teol. 3 q.60 a.3.
238 Emilio Sátiras, O. P. \ C.2. El pueblo de Dios 239
destacadamente legal. Adviértanse estas dos notas, porque a las había en el anterior; más honda y más viva. Se trata ahora de un
dos habrá que aludir cuando se trate de ver las relaciones entre «linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido
el primer pueblo de Dios que es Israel y el segundo que es la para pregonar el poder de quien os llamó de las tinieblas a la luz
Iglesia. A ellas aluden también los textos neotestamentarios como admirable», pero no a la manera como era también linaje escogi-
superación de las mismas por las notas del nuevo pueblo y de do y pueblo sacerdotal el del Viejo Testamento (Ex 19,6), sino
la nueva alianza. a la manera como lo pide el hecho de tener a Cristo por cabeza
El Israel del Antiguo Testamento es el Israel carnal; el del y de estar incorporados a El con el bautismo del agua y del Es-
Nuevo, en cambio, es el del espíritu. Así llama San Pablo a los píritu. «Vosotros, como piedras vivas, sois edificados en casa
dos. La Iglesia es la sucesora y la continuadora de la sinagoga. espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales
Sucesora y continuadora en el tiempo; sucesora y continuadora aceptos a Dios en Jesucristo (1 Petr 2,5). La consagración del
en el hecho de la elección; sucesora y continuadora, por lo tanto, nuevo Israel lo destina al servicio de Dios en Jesucristo hacién-
en el hecho de str el pueblo de Dios y para Dios. Pero nada dole pueblo sacerdotal. Y le convierte también en misionero, por-
más. Las notas que caracterizaban al primero no se ven repetidas que en estos tiempos de plenitud y de llegada del Prometido han
en el segundo. desaparecido las fronteras y es preciso convocar a todas las gen-
El nuevo pueblo ya no vive de sombras y de promesas, sino tes para que todos participen del beneficio de la redención.
de realidades y de posesiones divinas; las donaciones que el Señor El texto conciliar expone de mano maestra el contenido de
le hace no son beneficios terrenos, como la salida de Egipto y la la nueva alianza establecida entre Dios y nosotros en el Israel del
entrada en una tierra feraz. El misterio pascual de Cristo y de Espíritu: «El pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo... Tiene
los cristianos es otro; es el misterio del paso por la muerte en la por suerte la dignidad y libertad de los hijos de Dios... Tiene por
cruz a la vida gloriosa de la resurrección, y de la muerte al pe- ley el mandato del amor, como el mismo Cristo nos amó. Tiene,
cado a la nueva vida de la gracia (Rom 6,3ss). últimamente, como fin la dilatación del reino de Dios, incoado
Este nuevo pueblo elegido no tiene tampoco fronteras ni se por el mismo Dios en la tierra, hasta que sea consumado por El
aparta celosamente de los otros. Antes bien, rompe las vallas de mismo al fin de los tiempos» (n.9).
separación que mantenían al primero encerrado en sí mismo, para c) Naturaleza y constitución interna del nuevo pueblo de
que vengan a formar parte del nuevo los que antes se conside- Dios.—Acabamos de señalar las notas coincidentes de los dos
raban ajenos a Dios. Los que antes no eran pueblo, tenían que pueblos de Dios, el de la promesa y el de la realidad; coinciden-
serio ahora, porque la Iglesia, a diferencia de la sinagoga, no era tes, no en el sentido de que sean idénticas, sino en el de que las
para algunos, sino para todos. Así lo manifestó el primer Papa del segundo son continuación superada y perfeccionada de las
en el discurso de apertura del primer concilio (Act 15,8ss) y así del primero. Vamos a ver ahora la constitución interna del se-
lo proclamó también el apóstol más celoso de los privilegios ju- gundo pueblo; los elementos y razones, más teológicos que jurídi-
díos : «Oídme, hermanos: Simón nos ha dicho de qué modo Dios cos, que dan realidad social al Cuerpo místico del Señor.
por primera vez visitó a los gentiles para consagrarse de ellos
La Iglesia fundada por Jesucristo está hecha a su imagen y es
un pueblo a su nombre» (Act 15,14).
continuadora de su misión 10. Esta sencilla afirmación nos da la
El pueblo de Dios ya no es el Israel carnal, para pertenecer clave para conocer los dones divinos que la constituyen socialmen-
al cual hacía falta la consagración legal de la herida de la circun- te. No haremos alusión a los dones que son los poderes sobrenatu-
cisión. Es el Israel del Espíritu, porque el Espíritu se difunde en rales jerárquicos, que no constituyen el pueblo en su estamento
quien a este pueblo quiere pertenecer y se derrama generosamente común y popular, del que precisamente habla este capítulo 2.°. Nos
sobre él cuando se bautiza, transformándolo en una nueva cria- referimos a los dones divinos y comunes que se encuentran en la
tura. El bautismo, puerta por la que se entra en el nuevo pueblo, base del pueblo y que poseen todos los que por el bautismo han
es una regeneración, realiza un cambio radical en el bautizado, ingresado en él.
es la muerte al hombre viejo. Con él, el nuevo ciudadano del
pueblo de Dios se transforma en Cristo. 10
Esta animación es básica para la comprensión de la naturaleza del nuevo pue-
blo de Dios. La constitución dogmática la fundamentó ya en el n.8. cuando vindi-
En consecuencia, la estructura sagrada de este nuevo pueblo caba para la Iglesia un elemento visible, a la manera como el Verbo lo tuvo en la
varía por completo. Hay en él una consagración distinta a la que naturaleza humana asumida, y cuando añadía que su misión era incrementar en el
mundo el reino de Dios. Véase el comentario que escribimos al apartado l.o del n 8
240 Emilio Samas, O. P. C.2. El pueblo de Dios 241
Cristo es el mediador entre Dios y los hombres. Y la Iglesia, Tras la consagración discriminadora vienen las dos funciones
hecha a su imagen y continuadora de su obra, tiene dones media- activas para las que el carácter capacita. Con él el cristiano se ca-
dores y ejerce funciones de mediación. Esto, que es básico en la pacita para el culto divino, o para la función sacerdotal y media-
teología eclesial, explica el constitutivo sobrenatural de la Iglesia dora en orden ascendente. Y, además, para la función sacerdotal
como nuevo pueblo de Dios. Como mediadora entre Dios y los y mediadora en orden descendente, que consiste en comunicar a
hombres, está en posesión de cuanto es necesario para llevar lo los hombres la gracia y la doctrina salvadoras. Todo el poder
nuestro a Dios y para hacer llegar a nosotros lo que Dios nos ha sagrado de la Iglesia, todo el carácter sagrado del pueblo de Dios,
destinado. Lo que de los hombres sube a Dios se resume en el se resume en los dos que acabamos de nombrar. Santo Tomás los
sacrificio, acto principal de la virtud de la religión ]1 y acto es- llama «poder sobre el cuerpo real» y «poder sobre el Cuerpo
pecífico del sacerdote, de quien dice el Apóstol «que ha sido místico» ls . El poder que se proyecta sobre el cuerpo real es el
instituido para las cosas que miran a Dios, para ofrecer ofrendas poder de culto, con el que todo cristiano puede ofrecer al Padre
y sacrificios por los pecados» (Hebr 5,1). El pueblo de Dios, me- la hostia que el sacerdote ministro sacrifica en el altar. El poder
diador entre los hombres y El, es un pueblo sacerdotal. «Y nos que se proyecta sobre el Cuerpo místico, o sobre los redimidos,
ha hecho un reino y sacerdotes de Dios» (Apoc 1,6). De Dios es el apostólico, el que se ejerce sobre el pueblo para comunicarle
llegan a nosotros las dos cosas que quiso darnos para que nos la gracia y enseñarle la doctrina.
pudiéramos salvar: la verdad que ilumina y la gracia que santifi- Cuando se habla de la capacidad sobrenatural de la Iglesia,
ca. Cristo, que vino al mundo para salvarnos, se nos manifestó se suele aludir a los tres poderes sagrados de culto, de magiste-
«lleno de gracia y de verdad». Esta gracia y esta verdad de que rio y de administración de lo divino en favor de los hombres.
estaba lleno se nos comunica, y quien la comunica es la sociedad Son los tres poderes divinos que tuvo Cristo como mediador. Fue
que continúa en el mundo su obra. Es un pueblo santo y a la vez sacerdote, destinado al sacrificio; profeta, que vino a enseñarnos
santificado* y misionero. la doctrina salvadora, y rey, que debía administrar la gracia sal-
Los dones sobrenaturales, con los que el pueblo de Dios se vadora. La Iglesia, continuadora de su obra y mediadora como
constituye mediador, tienen un nombre: son los caracteres sacra- El, es un pueblo consagrado para todo esto también. Es una socie-
mentales. N o los de la jerarquía, de la que ya dijimos antes que dad sacerdotal, destinada a ofrecer culto agradable al Dios vivo.
no se hablaba aquí, sino los de la comunidad de los cristianos. Es una sociedad apostólica también, destinada a llevar a los hom-
Son los caracteres comunes los que reciben o deben recibir todos bres la gracia y la doctrina. Pero estos tres poderes sagrados que
los que forman parte de este pueblo: los del bautismo y de la tuvo Cristo y que constituyen la quintaesencia de la estructura
confirmación. El carácter sacramental en su contextura ontológi- teológico-social del pueblo de Dios no se participan de igual
ca es una cualidad activa, una potencia. Se define precisamente manera ni en el mismo grado por todos los que pertenecen al
como una potestas sacra I2. Y su contextura religiosa consiste en pueblo. Los poderes unas veces son jerárquicos, y entonces ya no
una «participación del poder sacerdotal de Jesucristo» 13. son del pueblo, sino de la fracción elegida del mismo, de la je-
La cualidad activa y la participación del sacerdocio de Cristo, rarquía. Ya no son del laos, sino del clero. De la facción del
que es el carácter en cuya posesión está todo hombre pertenecien- pueblo que se llama jerarquía y de las notas características de
te al pueblo de Dios, hace tres cosas, una previa y otras dos de sus tres poderes habla el capítulo 3.°. Estos poderes se distribu-
orden funcional. La previa consiste en separar o discriminar al yen en ella en sentido vertical. El capítulo 2.°, que estamos co-
cristiano de los que no lo son. Este atributo teológico del carác- mentando, habla de los mismos poderes sagrados distribuidos
ter está tomado del lenguaje común, ya que, de ordinario, a la en sentido horizontal, poseídos por todos los fieles, también por
insignia, a la característica solemos darle valor discriminador. El los jerarcas, A ellos se refieren los n.10, 11 y 12.
carácter sacramental es un signo, una insignia, un elemento dife- d) El pueblo de Dios y el misterio de sus deficiencias.—Es
renciador ". preciso ahora conjugar todos estos datos divinos que acabamos de
exponer, y que dan al cuerpo de Cristo el carácter social de pue-
11
12
Cf. Sttm. Teol. 2-2 q.85. blo, con las deficiencias que ha tenido y seguirá teniendo en el
Sum. Teol. 3 q.63 a.2.
13
Sum. Teol. 3 q.63 a.3. Esta definición la hace suya Pío XII, aplicándola al desarrollo histórico de su misión mediadora. Para ello es necesa-
carácter
14
del bautismo, en la Mediator Del. Cf. AAS 39 (1947) 555.
D 855; Sum. Teol. 3 q.63 a.l. 15
Sum. Teol. Supl. q.8 a . l ; q.36 a.2 i d 1.
242 Emilio Samas, O. P.
C.2. El pueblo de Dios 243
rio recordar lo que decíamos al hablar del carácter antropológico
de la Iglesia. Para constituir la Iglesia y darle la encomienda de 3. UNIVERSALIDAD DEL PUEBLO DE DIOS
continuar la obra mediadora de Cristo rindiendo culto a Dios y
distribuyendo lo divino entre los hombres, pudo el Señor elegir Decíamos al principio de este comentario de conjunto al ca-
criaturas en estado de inocencia y poseedoras de una gran santidad. pítulo 2.° que la dimensión social del cuerpo de Cristo, o su ca-
Esta es la Iglesia de la escatología. La que nos ocupa no es así. rácter de pueblo de Dios, aparecía, entre otras, en las tres notas
La Iglesia de hoy es una realidad, en la que los elementos sobre- de su contenido antropológico, de su encuadramiento en la his-
naturales con los que se rinde culto a Dios y se santifica a los toria y de su universalidad. A esta universalidad están dedicados
hombres, el sacerdocio y el apostolado, se sostienen en un so- los últimos números del capítulo.
porte de barro, frágil y, frecuentemente, sucio y malo. La Iglesia Todos los hombres hemos sido convocados para pertenecer al
es indudablemente santa porque los elementos divinos que la pueblo de Dios. Y el pueblo, ya constituido, debe rendir tributo
constituyen lo son y porque con ellos puede santificar a los hom- a esta verdad y hacer cuanto pueda para que la reunión de todos
bres. Pero indudablemente también los hombres que la forman los convocados llegue a realizarse. La convocatoria universal es
no son santos en la medida en que deberían serlo, y a veces no lo un hecho dogmático. El Apóstol dedica un capítulo de su carta
son en medida alguna. Unos tienen mucho que adelantar todavía; a los Romanos a comparar la obra y la influencia de los dos Ada-
y otros tienen mucho que enmendar. El Señor quiso presentarse nes. Por el primero entraron en el mundo el pecado y la muerte.
a Sí mismo la Iglesia «gloriosa, sin mancha, ni arruga ni cosa En él pecamos todos y por él morimos todos. Pero donde abun-
semejante, sino santa e intachable». Es su esposa y la amó «para dó el pecado sobreabundó la gracia. Y ésta, por obra del segundo
santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la pa- Adán. Y la Iglesia, pueblo elegido para continuar la obra de
labra» (Eph 5,25-27). Pero esta belleza y santidad no fue cosa aca- Jesucristo, no debe cejar en su empeño de ir aplicando el bene-
bada desde el principio. Más bien es una meta por alcanzar. Cristo ficio redentor a las gentes de todo tiempo y de todo lugar.
la dotó desde el principio de medios perfectamente santificadores. «Constituido (el pueblo) por Cristo en orden a la comunión de
Pero ella no es perfectamente santa desde entonces. El albur que vida, de caridad y de verdad, es empleado también por El como
su santidad ha corrido es bastante azaroso. instrumento de la redención universal y es enviado a todo el
La historia de sus veinte siglos de existencia conoce épocas de mundo como luz del mundo y sal de la tierra», dice la constitu-
esplendor y épocas de decadencia. Han abundado las necesidades ción en el párrafo 2° del n.9.
de reforma, lo que indica que ha habido tiempos de infidelidad. Esta labor acrecentadora del pueblo que el mismo pueblo
Pero sinceramente reconocida, puesto que ella se ha asumido el debe realizar para que la vida, la caridad y la verdad lleguen en
oficio de reformadora, imponiéndose la reforma a sí misma. Ha plenitud a todos los hombres, se realizará basándola en varios su-
habido necesidades de estímulo y de aliento; lo que quiere decir puestos. Unos se refieren al pueblo mismo, a su constitución, a
que no han faltado momentos de decaimiento y de flojedad. Todo su naturaleza, a los dones que posee. De todo ello ya se ha habla-
esto es fruto del sujeto sustentador de los dones divinos. El sujeto do. Otros se refieren a las gentes que se han de atraer para
es el hombre caído, al que el Señor regeneró, pero al que dejó adscribirlas a la sociedad eclesial. Estos segundos supuestos se re-
también el ejercicio de su libertad. La constitución dogmática se sumen en el hecho de que dichas gentes se hallan en posesión de
hace cargo de este detalle deficiente de la Iglesia en varios luga- algunos datos positivos, pertenecientes también al pueblo de Dios,
res. Ya lo advertimos comentando el n.8. Vuelve a aparecer en y que constituyen el punto de contacto que facilitará el diálogo,
el n.9, primero de este capítulo, cuando afirma que, aunque el acercamiento y, en definitiva, el ingreso de los alejados en el
débil y necesitada de renovación, no pierde, sin embargo, nunca pueblo de Dios.
su fidelidad absoluta. La Iglesia totalmente fiel, la que llenará los El pueblo ha de llegar a todo lugar, porque en todo lugar
deseos del esposo, reflejados en las palabras de San Pablo que ya hay gentes convocadas, con derecho a pertenecer a él por haber
hemos citado, es la Iglesia de la etapa tercera, de la que hablará sido redimidas. Esas gentes tienen un acervo cultural, quizá pri-
el capítulo 7.° merizo, quizá muy desarrollado. Y ese acervo no está constituido
todo él con desviaciones y con errores. Todas las culturas huma-
nas tienen algo de bien; y muchas tienen mucho bien. El bien,
poco o mucho, es aprovechable en una labor de diálogo y de
244 Emilio Sauras, O. P.
245
C.2. El pueblo de Dios. 9
acercamiento. Lo que venimos diciendo tiene base dogmática fir-
me, y la constitución la utiliza y saca buen partido de ella en los universal en el sentido de que debe aprovechar todo el bien hu-
últimos números de este capítulo 2.°. mano, moral, cultural y psicológico que poseen las personas y los
Hay dos hechos incuestionables para el teólogo. Uno, el de pueblos que ya le pertenecen, sobrenaturalizándolos y poniéndo-
que el hombre caído no quedó en estado totalmente negativo en los al servicio de Dios y de toda la comunidad.
orden al conocimiento de las verdades religiosas y morales, y ni Y el último número, dedicado al carácter misionero de la Igle-
siquiera en orden a la posesión de las verdades sobrenaturales sia, afirma lo que varias veces se ha recordado ya sobre el fin y
que Dios reveló al padre común de todos antes de que cayera. la meta de los diálogos y de los contactos. Estos no deben conver-
Y otro, el de que, asimismo, el hombre caído no quedó en un tirse en diversión dialéctica o en simple signo de convivencia.
estado moral de incapacidad para todo bien. No todo lo que hace Si no tuvieran una meta apostólica, no serían auténticos diálogos
es malo; mucho de lo que hace es moralmente recto; aunque no del pueblo de Dios. Porque, en definitiva, como se afirma repe-
vaya valorizado por la gracia santificante ni por la caridad. Y pue- tidamente en la constitución, este pueblo es el que continúa en
de tener hasta cierto valor sobrenatural si se considera que es la tierra la misión del Señor, quien no vino a conversar ni a con-
acto bueno natural movido por la gracia actual a la que se somete vivir, sino a salvar.
al obrar bien, aunque la desconozca.
El pueblo de Dios, en razón de su universalidad, ha de acer- ///. Exposición de los números 9, 12 y 13
carse a todas las gentes y a todas las culturas. Ha de tomarlas, es-
tudiarlas, aprovecharlas. Y ver los puntos de convergencia. El NUEVO PACTO Y NUEVO PUEBLO
evangelio no es traducible sólo a las culturas clásicas, y no sólo 9. En todo tiempo y lugar son aceptos a Dios los que le temen
las culturas clásicas poseen datos especulativos y morales apro- y practican la justicia (cf. Act 10,35). Quiso, sin embargo, el Se-
vechables en y por la cultura cristiana. A estas horas, después del ñor santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados
espectacular viaje de Pablo VI a Bombay, se habla mucho del entre si, sino constituir un pueblo que le conociera en la verdad y
le sirviera santamente. Eligió como pueblo suyo el pueblo de Is-
«diálogo con la India». Porque en la India, y en China, y en los rael, con quien estableció un pacto, y a quien instruyó gradualmente,
países árabes y en otros de culturas inferiores hay verdades y hay manifestándosele a Si mismo y sus divinos designios a través de su
bienes. Hay incluso residuos de una revelación primitiva que se historia, y santificándolo para Sí. Pero todo esto lo realizó como
hizo al padre común de todos y que ha ido adulterándose de ge- preparación y símbolo del nuevo pacto perfecto que había de efec-
tuarse en Cristo y de la plena revelación que había de hacer por el
neración en generación. Es necesario recoger ese residuo, aprove- mismo Verbo de Dios hecho carne. He aquí que llega el tiempo,
charlo y purificarlo. Si todas las naciones piden hoy su lugar al dice el Señor, y haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la
sol en el concierto humano, el pueblo de Dios no puede negarles casa de Judá. Pondré mi ley en sus entrañas y la escribiré en sus
el pan y la sal en el concierto religioso como si en sus religiones corazones, y seré Dios para ellos, y ellos serán mi pueblo... Todos,
desde el pequeño al mayor, me conocerán, afirma el Señor (ler 31,
no hubiera dato alguno aprovechable por la verdad, por la moral 31-34). Pacto nuevo que estableció Cristo, es decir, el Nuevo Testa-
y por la religión evangélicas. mento en su sangre (cf. 1 Cor 11,25), convocando un pueblo de
Estos datos positivos se acrecientan en quienes no son las gen- entre los judíos y los gentiles, que se condensara en unidad no se-
gún la carne, sino en el Espíritu, y constituyera un nuevo Pueblo
tes, sino que son ya creyentes. Los datos positivos que hay en las de Dios. Pues los que creen en Cristo, renacidos de germen no co-
religiones no cristianas y en sus culturas y los datos positivos que rruptible, sino incorruptible, por la palabra de Dios vivo (cf. 1 Petr
hay en la iglesias cristianas no católicas son dones que provienen 1,23), no de la carne, sino del agua y del Espíritu Santo (cf. lo
por vía misteriosa del Redentor de todos y que, en consecuencia, 3,5-6), son hechos por fin linaje escogido, sacerdocio real, nación
santa, pueblo de adquisición..., que en un tiempo no era pueblo, y
unen también asimismo de modo misterioso en algún grado con ahora es pueblo de Dios (1 Petr 2,9-10).
el pueblo de Dios a quienes viven en tales religiones y en tales Ese pueblo mesiánico tiene por Cabeza a Cristo, que fue entre-
iglesias. El pueblo de Dios ha de aprovechar estos datos en sus gado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación (Rom
contactos con las personas y con los pueblos que todavía no le 4,25), y habiendo conseguido un nombre que está sobre todo nom-
pertenecen en plenitud para que le pertenezcan en el futuro. bre, reina ahora gloriosamente en los cielos. Tiene por suerte la
dignidad y libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habi-
A este aspecto de la universalidad del pueblo, recogido en los ta el Espíritu Santo como en un templo. Tiene por ley el mandato
n.15 y 17, se añade el del n.14. El pueblo de Dios es también del amor, como el mismo Cristo nos amó (cf. lo 13,34). Tiene úl-
timamente como fin la dilatación del reino de Dios, incoado por el
246 Emilio Sauras, O. P. 247
C.2. El pueblo de Dios. 9
mismo Dios en la tierra, hasta que sea consumado por El mismo al
fin de los tiempos, cuando se manifieste Cristo, nuestra vida
perfeccionamiento hasta que «por la cruz llegue a la luz sin
(cf. Col 3,4), y la misma criatura será libertada de la servidumbre ocaso».
de la corrupción para participar en la libertad de los hijos de Dios La relación presentada antes de que se aprobara el capítulo
(Rom 8,21). Aquel pueblo mesiánico, por tanto, aunque de momen- advertía que en este n.9 se exponen o se insinúan muchas ideas
to no contenga a todos los hombres y muchas veces aparezca como
una pequeña grey, es, sin embargo, el germen firmísimo de unidad,
expuestas en otros lugares. Así, la de Cristo cabeza, la de la in-
de esperanza y de salvación para todo el género humano. Consti- habitación, la del reino, la de la libertad de los hijos de Dios, la
tuido por Cristo en orden a la comunión de vida, de caridad y de de la escatología, la de las tribulaciones de la Iglesia, la de su
verdad, es empleado también por El como instrumento de la re- renovación. La repetición de ideas no es exclusiva de este número.
dención universal y es enviado a todo el mundo como luz del mun-
do y sal de la tierra (cf. Mt 5,13-16). Acompaña a otros números del capítulo, y aun diríamos que a la
Asi como el pueblo de Israel según la carne, el peregrino del mayor parte de los de toda la constitución. La reiteración y la
desierto, es llamado alguna vez Iglesia de Dios (cf. Num 20,4, etc.), insistencia es una nota inherente a la pastoralidad del tema y al
así el nuevo Israel que va avanzando en este mundo hacia la ciudad interés por que se grabe bien en la conciencia de los cristianos.
futura y permanente (cf. Hebr 13,14) se llama Iglesia de Cristo
(cf. Mt 16,18), porque El la adquirió con su sangre (cf. Act
20,28), la llenó de su Espíritu y la proveyó de los medios adecuados l. EL PROCESO DEL PUEBLO DE DIOS EN EL TIEMPO
de una unión visible y social, ha congregación de todos los creyentes, Y EN LA PERFECCIÓN
que miran a Jesús como autor de la salvación y principio de la
unidad y de la paz, es la Iglesia convocada y constituida por Dios Empieza este primer apartado formulando, con palabras to-
para que sea sacramento visible de esta unidad salutífera para to- madas de los Hechos, una sugerencia hecha al Concilio por los
dos y cada uno. Rebasando los límites de tiempos y naciones, en- obispos de Argelia, Túnez y Marruecos. Se refería a la multitud
tra en la historia humana con la obligación de extenderse a to- de gentes que, viviendo conforme al dictamen de su conciencia,
dos los continentes. Caminando, pues, la Iglesia a través de peli-
gros y de tribulaciones, de tal forma se ve confortada por la fuerza contribuyeron a la edificación de la ciudad de Dios antes de la
de la gracia de Dios que el Señor le prometió, que en la debilidad venida del Señor y también después, a pesar de vivir en la genti-
de la carne no pierde su fidelidad absoluta, sino que persevera lidad. La sugerencia necesitaba mucha labor de lima, y la recibió.
siendo digna esposa de su Señor, y no deja de renovarse a sí misma Se convirtió en la fórmula que encabeza el apartado, y que dice
bajo la acción del Espíritu Santo hasta que por la cruz llegue a
la luz sin ocaso. así: «En todo tiempo y lugar son aceptos a Dios los que le temen
y practican la justicia». Estas palabras de San Pedro, pronuncia-
El n.9, titulado nuevo pacto y nuevo pueblo, tiene tres apar- das en el momento de bautizar al gentil Cornelio, dan testimonio
tados. El primero es una exposición del proceso histórico del pue- de los valores positivos que puede haber en quien todavía no
blo de Dios en sus dos primeras etapas, la judía y la cristiana pertenece al pueblo de Dios, valores de los que hablará luego la
en la que actualmente vivimos y a la que se va a referir luego constitución expresamente en los n.13, 15, 16 y 17.
todo el capítulo. La etapa tercera, la de la escatología, queda re- Pero, a pesar de que hay valores positivos fuera del pueblo
servada para el capítulo 7.°. El proceso histórico se expone con elegido, quiso el Señor que la salvación de los hombres se hicie-
referencia al tiempo, porque un pueblo sigue al otro; y también ra mediante la convocatoria y la pertenencia de los mismos a una
con referencia a la perfección, porque el segundo no es sólo una comunidad en la que se le conociera y se le sirviera. Quiso, por
sucesión, sino también una superación del primero. ello, que la salvación, negocio personal de cada uno, se obtuviera
Luego, en el apartado 2.°, se expone la estructura social de perteneciendo a una entidad social. A esta realidad social o a
nuestra, etapa o de nuestro pueblo cristiano a base de términos esta comunidad de salvación, especialmente elegida, la llamó su
que suenan a estructuración jurídico-humana, como rey, ley, fin, pueblo.
pero que tienen un fuerte contenido teológico. El rey es la cabeza El primer pueblo de Dios fue Israel, y con él estableció el
vivificadora del cuerpo, que es la sociedad o el pueblo; la ley es Señor un pacto. El elegía al pueblo y se comprometía a ir ins-
el amor; el fin es la dilatación del reino de Dios hasta que sea truyéndole gradualmente en la manifestación de Sí mismo y de
consumado al final de los tiempos. sus designios o, lo que es lo mismo, a hacerle depositario de la
El apartado 3.° presenta a la Iglesia como pueblo peregrinan- revelación de los misterios de la divinidad y de los planes divi-
te, con tensión de avance en dos direcciones: en la cuantitativa, nos sobre nosotros, que eran planes de salvación. Se comprometía
misionera y de conquista; y en la cualitativa, escatológica y de también a hacerle depositario de la promesa primera hecha a la
248 Emilio Samas, O. P. 2 4 9
C.2. El pueblo de Dios. 9
humanidad. Dios, después de la caída, prometió para todos la
sean judíos o gentiles, griegos o romanos, esclavos o libres. Y la
rehabilitación. La depositaría de esta promesa venía siendo la inclusión y pertenencia al pueblo no se realiza por la vía carnal
humanidad entera. A partir de la elección, el depositario sería de la generación, sino por la vía de la regeneración espiritual en
el pueblo de Israel. De él vendría la salvación. Y se comprome- el agua y en el Espíritu.
tía, por último, si el pueblo le era fiel, a llenarlo de felicidad. Por todo ello, a este segundo pueblo podría definirlo San Pe-
El pacto implica obligaciones por las dos partes contratantes. dro, con más razón que al antiguo, «linaje escogido, sacerdocio
El pueblo contraía también sus obligaciones con Yahvé. Se obli- real, nación santa, pueblo de adquisición». Es un pueblo mayor
gaba a serle fiel y cumplir lo que Yahvé había establecido mi- en extensión y de mayor hondura en su consagración.
nuciosamente en los libros legales, que eran el código de su actua-
ción. El pueblo, por gracia de la elección, había sido constituido 2. LA ESTRUCTURA SOCIAL DEL SEGUNDO PUEBLO
en linaje sacerdotal y quedaba consagrado, por lo tanto, al culto Insistiendo en la superación del primer pueblo por el segun-
divino. Dios lo había elegido para Sí, y el pueblo debía entre- do, expone el segundo apartado del n.9 la estructura social del
garse a su servicio y a su culto. pueblo mesiánico. Un pueblo no es una aglomeración de perso-
Pero este pueblo y este pacto, además de constituir en sí mis- nas. Se distingue de la masa en que ésta es un conjunto amorfo,
mos una realidad histórica, tenían un valor de símbolo, de sombra mientras que aquélla es una reunión o una comunidad organi-
y de anuncio de otro pueblo que debía seguirle y superarle: el zada. La organización básica de una sociedad, y, por lo tanto, de
cristiano, con el que Dios establecería otro pacto nuevo, que mo- un pueblo, no puede prescindir de estos cuatro elementos: el rec-
dificaría las cláusulas del primero. Algunas del primero caduca- tor; el sometido o gobernado; la ley o norma a la que deben
ron, como caduca el símbolo cuando llega lo simbolizado y des- ajustar su acción el elemento rector o gobernante y el regido o
aparece la sombra cuando llega la realidad. Otras fueron supe- gobernado, y, por último, la meta que uno y otro, o la comuni-
radas por las del nuevo pueblo. En la constitución podemos en- dad en conjunto, deben alcanzar.
contrar insinuadas como cláusulas superadoras las siguientes: A señalar todo ello en el pueblo de Dios que somos nosotros
Dios revelaría al nuevo pueblo toda la verdad. Con el Verbo dedica su atención el segundo apartado. El elemento rector es
encarnado y con el Espíritu que el Verbo nos enviaría nada más Cristo; los regidos somos los hombres; la ley es el amor; la meta,
terminada su misión en la tierra, los hombres conocerían ya toda la plenitud del reino de Dios. Cada una de estas afirmaciones
la verdad divina incluida en los planes salvadores de Yahvé. necesita glosa y comentario. Porque no se ha de olvidar que se
Mientras Israel iba desenvolviendo su vida entreverada de infide- trata de la estructura de un pueblo superador. Superador sobre
lidades y servicios, Yahvé le iba hablando por Moisés y los pro- todo por el sentido teológico y divino de su contenido.
fetas. En los últimos tiempos, venido ya su Hijo al mundo y ma- El elemento rector es Cristo. Podría pensarse que rige el pue-
nifestándose lleno de gracia y de verdad, nos habló a nosotros blo de Dios con el poder de dirección y de gobierno que le fue
(Hebr 1) y prometió que el Espíritu completaría sus enseñanzas conferido. Y lo hace. Pero lo hace, además y sobre todo, con el
manifestándonos la verdad en plenitud. poder vivificador. Porque el pueblo cristiano no es una sociedad
Este nuevo pueblo no debería regirse por una ley escrita en más; es una sociedad mística, vital, esencialmente distinta de toda
tablas, sino por otra esculpida en el corazón. N o era ley escrita, otra sociedad, ya que tiene como elemento diferenciador la vida
sino vivida. No era ley reguladora, sino transformadora. Por Je- del Espíritu ". Este pueblo, además de sociedad, es misterio de
remías anunció que lo haría, y San Pablo nos recuerda que lo vida sobrenatural, como quedó expuesto en el capítulo 1.° Todo
hizo. Consecuencia de ello tenía que ser que la comunidad social esto condiciona las características del elemento director y gober-
de este segundo pueblo no era sólo exterior y de fachada, sino nante, que es Cristo. No es sólo El en cuanto revestido del poder
también íntima y cordial. a que acabamos de aludir, sino también y principalmente en
Otra nota distintiva de los dos es la audiencia que a cada uno cuanto cabeza, en cuanto Redentor «que fue entregado por nues-
concedió el Señor. El primero era un pueblo circunscrito a de- tros pecados y resucitó para nuestra salvación». Con ello, este
terminados límites geográficos y que se mantenía y propagaba por primer elemento estructural del pueblo de Dios adquiere una luz
vía de generación. El segundo no conoce límites. Las fronteras teológica muy superadora.
geográficas desaparecen, y a él son convocados todos los hombres, 18
Cf. encíclica Mystici Corporh: AAS 35 (1943) 222.
C.2. El pueblo de Dios. 9 251
250 Emilio S'auras, O. P.

El elemento gobernado somos los hombres. El hombre es el El apartado 3.° inicia la exposición de este peregrinaje afir-
sujeto de toda sociedad humana, y la Iglesia de Cristo lo es. mando que la Iglesia ha sido convocada y constituida por Dios
Pero es sujeto de ella no en cuanto hombre, sino en cuanto posee «para que sea sacramento visible» de la unidad salvadora de to-
«la dignidad y la libertad de los hijos de Dios», en cuyos cora- dos y de cada uno. Remitimos al lector al comentario que hici-
zones habita el Espíritu Santo como en un templo», dice el texto mos al apartado 1.° del n.8, donde justificábamos esta manera de
conciliar. El hombre, como subdito, se mueve en este pueblo con hablar y explicábamos la alcurnia teológica de la misma y el
libertad; no con una libertad carente de límite y de norma, sino significado de la fórmula.
con la libertad de los hijos, que se someten, más que por disci- El sacramento es una institución de carácter vial; no tiene
plina familiar, o por temor al castigo, o por respeto a los padres, razón de fin, sino de medio; es un instrumento destinado a la
por el amor que les profesan. comunicación de un bien sobrenatural. La Iglesia, que es sacra-
Y la ley que rige la actuación de todos en este pueblo no está mento, es también vial, caminante, peregrina. Es un medio útil
escrita en ningún código, sino en el corazón. Es la ley del amor. para un fin que es su meta. El fin y la meta de la Iglesia es doble.
También esto merece glosa. Decía Aristóteles que la nota carac- Ella peregrina en dos direcciones: en una que ya hemos llamado
terística del hombre, como ser destinado a vivir en sociedad, es anteriormente cuantitativa, misionera y de conquista, y en otra
que aprecie y viva la amistad. Para el Filósofo, el amor venía a que calificábamos de cualitativa, escatológica y de perfección. En
ser como la ley y la norma de la convivencia humana. La de la el apartado que comentamos se explica esto con bastante claridad.
convivencia humana en la sociedad que es el pueblo de Dios en Esta institución social y visible la estableció el Señor para
la etapa cristiana es «la del amor como el mismo Cristo nos amó», ampliar el reino de día en día en extensión. Dios tenía plan de
según especifican las palabras del documento conciliar. Es de salvar a todos, y para salvar a todos mandó a su Hijo. Su Hijo
advertir la precisión rigurosa como va determinando el carácter a todos nos redimió, y para que el fruto de la redención llegara
teológico de cada uno de los datos estructurales de la sociedad a todos instituyó la Iglesia. Ella, en su estructura social, consti-
eclesial. tuye el sacramento visible que Dios utiliza para, con avances
Toda sociedad tiene un fin. La unión social, a la vez que diarios, hacer que a todos llegue la salvación. Va avanzando con
mística y vital, de Cristo con nosotros, rigiéndonos todos por la dificultad. Es peregrina. La plenitud de este avance cuantitativo
ley del amor del que el propio Cristo nos dio ejemplo, tiene por llegará al fin de los tiempos o en la escatología temporal: lo que
fin el bien común, o el bien de la comunidad formada por El y llamamos fin del mundo. La Iglesia peregrina, «rebasando todos
por nosotros. Este bien no se ha alcanzado todavía plenamente. los límites de tiempos y lugares, entra en la historia humana con
Se está alcanzando, porque, como se va a decir en el apartado la obligación de extenderse a todas las naciones». Así se expresa
tercero, la Iglesia de ahora tiene razón peregrinante. N o ha llega- el documento conciliar. Estamos ante la Iglesia misionera,
do a la meta. El fin, pues, es ir dilatando el reino de Dios. Dila- Pero, además de esta meta cuantitativa, tiene señalada otra.
tándolo en las dos direcciones que se nos van a señalar en el La salud traída por Cristo, de la que la Iglesia es sacramento
apartado siguiente. En esta doble dilatación se resume el bien comunicador, además de extensión, tiene hondura. Es una salud
sobrenatural para el que fue establecido y fue elegido y consa- para todos y que se va comunicando a todos. Pero es también una
grado el pueblo: la salvación de todos y, por lo tanto, la consa- salud que cada día se hace mayor. Quiere esto decir que en los
gración de todos al mejor servicio de Dios. hombres que reciben la gracia del Señor a través de la Iglesia
debe haber progreso en la santidad y en el vivir la vida divina. El
3. E L PUEBLO DE D I O S , PUEBLO PEREGRINANTE pueblo de Dios es sacramento de esta labor perfeccionadora y al
Al pueblo de Dios del Antiguo Testamento le llaman los mismo tiempo se beneficia de la misma. Esta segunda meta la
Números Iglesia (cf. c.20,4). También se llama Iglesia el nuevo señala el documento con estas palabras: «no deja de renovarse
(Mt 16,18). Y entre los dos existe la semejanza de la peregri- a sí misma bajo la acción del Espíritu Santo hasta que por la
nación. El primero fue peregrino en el desierto. Esta peregrina- cruz llegue a la luz sin ocaso». Estamos ante la Iglesia peregrina
ción era una realidad para él y un símbolo para el pueblo futu- hacia la meta de la escatología eterna. Meta que no se adquirirá
ro, que peregrina también, aunque su peregrinación tiene otro al final de los tiempos, como la anterior, sino en el cielo, donde
sentido distinto a la de Israel en el desierto. la perfección llegará a la plenitud.
252 Emilio Sauras, O. P. C.2. El pueblo de Dios. 12 253
tre las gracias carismáticas a las que en común se hace referencia
E L SENTIDO DE LA FE Y DE LOS CARISMAS EN EL PUEBLO
en el último apartado. La profecía se define aquí como «la difu-
CRISTIANO
sión del testimonio de Cristo». Dando a la palabra su sentido
12. El pueblo santo de Dios participa también del don pro- natural, el profeta es el que habla por otro; en el caso presente,
fético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio sobre todo por la el que habla a los hombres comunicándoles las enseñanzas de
vida de je y de caridad y ofreciendo a Dios el sacrificio de la Dios y haciéndoles conocer el testimonio de Cristo.
alabanza, fruto de los labios que bendicen su nombre (cf. Hebr 13,
15). La universalidad de los fieles que tienen la unción del Santo Esta locución viene a indicar el documento conciliar que se
(cf, 1 lo 2,20 y 27) no puede fallar en su creencia, y ejerce ésta hace de tres maneras: Primera, mediante el testimonio, al que
su peculiar propiedad mediante el sentido sobrenatural de la fe de dedica escasamente dos líneas. Segunda, mediante el sentido de
todo el pueblo, cuando «desde el obispo hasta los últimos fieles
seglares» manifiesta el asentimiento universal en las cosas de fe
la je, al que dedica toda la continuación del apartado 1.° Tercera,
y de costumbres. Con ese sentido de la fe que el Espíritu Santo mediante los carismas, a los que dedica el apartado 2.°
mueve y sostiene, el pueblo de Dios bajo la dirección del magis- 1. El testimonio.—«El pueblo santo de Dios participa tam-
terio, al que sigue fidel'tsimamente, recibe no ya la palabra de los
hombres, sino la verdadera palabra de Dios (cf. 1 Thess 2,13); se bién del don profético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio
adhiere indefectiblemente a la fe dada de una vez para siempre a sobre todo por la vida de fe y de caridad, ofreciendo a Dios el
los santos (cf. ludae 3); penetra más profundamente en ella con rec- sacrificio de la alabanza, el fruto de los labios que bendicen su
titud de juicio y la aplica con mayor plenitud en la vida. nombre» (Hebr 13,15). N o dice más el texto sobre el profetismo
Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y di- del testimonio. Es indudable que los hechos, la vida y la conduc-
rige al pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios y lo
enriquece con las virtudes, sino que, distribuyéndolas a cada uno
ta hablan tan claro y más aún que las palabras. Y si ser profeta
según quiere (1 Cor 12,11), reparte entre los fieles gracias de es decir a los hombres las cosas de Dios, una manera de decír-
todo género, incluso especiales, con que los dispone y prepara selas es vivirlas atando con ellos se convive.
para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la
renovación y una más amplia edificación de la Iglesia, según aque-
El Señor reprochó alguna vez a los maestros de Israel que
llas palabras: A cada uno se le otorga la manifestación del Espí- decían y no hacían o que no acompasaban sus enseñanzas con
ritu para común utilidad (1 Cor 12,7). Estos carismas, tanto los su conducta. Reproche en el que va implícita una recomendación
extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho del profetismo de testimonio. Este profetismo está recomendado,
de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, además, por la virtud moral de la sinceridad. Y no menos por
hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo. Los dones ex-
traordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que es- la psicología de la percepción. Se habla para que el interlocutor
perar de ellos can presunción los frutos de los trabajos apostólicos, perciba y entienda. Y frecuentemente se entiende mejor lo que
sino que el juicio sobre su autenticidad y sobre su aplicación per- se ve que lo que se oye, porque los ojos son ventanas más abier-
tenece a los que presiden la Iglesia, a quienes compete sobre todo tas que los oídos.
no apagar el Uspíritu, sino probarlo todo y retener lo bueno
(cf. 1 Thess 5,12 y 19-21). Como se ve, abundan las razones de toda clase que abonan
la conveniencia del profetismo de testimonio o de la necesidad
En los n.10 y H ha hablado la constitución dogmática del de hablar a los hombres lo de Dios llevando la práctica por de-
sacerdocio común del pueblo de Dios, sacerdocio que ejerce parti- lante. Nuestra vida, según el texto conciliar, ha de dar testimo-
cipando en el culto del sacrificio y de los sacramentos. Pero Cris- nio de fe, de caridad y de alabanza. De sumisión a las enseñanzas
to, cabeza del pueblo, además de sacerdote, era profeta. Y como divinas; de amor de Dios y de los demás y de dedicación al ser-
hace a sus fieles participar la dignidad de su sacerdocio, les hace vicio y al culto del Señor.
participar también la de su profetismo. De esta participación ha- 2. El sentido de la je.—La constitución dogmática presenta
bla el n.12, en el que hay un robusto contenido doctrinal y este sentido de la fe como una realidad del pueblo cristiano ca-
pastoral. racterizada por las notas siguientes: Es un fruto de la unción del
Empieza el número proponiendo la definición del profetismo. Espíritu Santo. El Espíritu Santo, al descender sobre el que se
Cuando se habla de la profecía y de los profetas hay propensión regenera por el agua y la palabra, lo consagra sacerdote. Lo unge
a pensar en el conocimiento del futuro. Y esto es sólo una clase también profeta y le hace heraldo de la palabra divina. Y esto úl-
de profetismo. A ella precisamente no se refiere lo que aquí en- timo mediante la infusión del sentido sobrenatural de lo divino o
seña el Concilio. Cuando más, estará incluida implícitamente en- del olfato de lo revelado. Sentido de fe que, al infundirlo a todos
C.2. El pueblo de Dios. 12 255
254 Emilio Sátiras, O. P.
coincide con el concepto que la teología clásica tiene de las gra-
los bautizados, se convierte en nota característica de todo el pue- cias llamadas gratis datae. En la pastoral nos da consejos para
blo cristiano y no sólo de una porción de él. «Desde el obispo saber cómo comportarnos ante estas gracias, que no son de suyo
hasta los últimos fieles seglares» manifiestan el asentimiento uni- santificantes, y que de ordinario tienen algo o mucho de espec-
versal en las cosas de fe y de costumbres. A esta universalidad taculares.
debe añadirse otra nota: la uniformidad en el asentimiento. To- De los carismas nos da el Concilio dos definiciones, negativa
dos los fieles han recibido del Espíritu el sentido de la fe, pero una y otra positiva. El carisma no es un sacramento, ni un mi-
no siempre se manifiesta uniforme. Cuando el sentido de la fe nisterio, ni una virtud. Es, sin embargo, una gracia especial que
dictamina algo con asentimiento universal, lo dictaminado es pa- el Espíritu da a quien quiere y como quiere, destinada, más que
labra de Dios. En estas condiciones, el dictamen no puede fallar. al bien y a la santificación propia, al bien de la comunidad ".
Este es el hecho enseñado por la teología y ratificado por el Como dependientes exclusivamente de la voluntad del Espí-
Concilio. Pero las explicaciones que los Padres dieron en sus ritu, su existencia y su distribución no se ajustan a cánones que
votos a este hecho incuestionable no eran coincidentes. Hubo nos sean conocidos. N o podemos decir que solamente existen ta-
quien aseguraba que la infalibilidad del sentido de la fe de los les carismas determinados, cuando el Espíritu tiene iniciativa y
fieles es pasiva. Es la infalibilidad de la creencia, fruto o efecto poder para hacer aparecer infinitos más. Tampoco podemos decir
del asentimiento a lo que la jerarquía propone infaliblemente en que determinados carismas son para determinadas personas, por-
su enseñanza. Con esta explicación, el sentido de la fe se conver- que el Espíritu los da a quien quiere. En consecuencia, es impo-
tía en una simple testificación de lo que el magisterio ha pro- sible catalogar estos dones exhaustivamente y exponer las normas
puesto a lo largo de los tiempos. Otros Padres dieron otra expli- que rigen su distribución.
cación, expuesta, como la anterior, como opinión viable en teo- Esto, sin embargo, no quiere decir que haya anarquía en la
logía. La intervención del sentido de la fe no es simplemente aparición y en la distribución de los carismas. Todo esto depende
pasiva ni se reduce al asentimiento a lo que el magisterio propo- de la voluntad del Espíritu, que no es ciega, porque está ordena-
ne. Es también activa; adivina lo que es divino o lo que se ajusta da por la sabiduría del propio Espíritu. San Pablo nos ha dejado
a lo divinamente revelado, y lo adivina yendo delante del dicta- varios elencos de gracias carismáticas, y el espíritu ordenador y
men magisterial. Hay un proceso que va del Espíritu a los fieles, arquitectónico de Santo Tomás entrevio en ellos un orden que
infundiéndoles el sentido en cuestión; de los fieles a la jerarquía, pudo muy bien ser el que el Espíritu se propuso al concederlas.
que encuentra en su asentimiento común lo que el Espíritu les Así es de ingenioso, y así pudo ser de verdadero ". Pero repeti-
ha dictado. Es un hecho constatado que la jerarquía compulsa mos que, al hablar de estos dones, no se debe perder de vista que
con frecuencia este sentido común antes de ejercer un acto de su se juega con gracias fundamentalmente contingentes.
magisterio ". A continuación, la constitución dogmática da varios consejos;
La relación que precedió a la aprobación del texto describe a quienes hayan de recibir o hayan recibido algún carisma, sea la.
este sentido como una facultad de toda la Iglesia para discernir Iglesia en general, sean personas particulares. Hay que recibirlos;
entre lo verdadero y lo falso en las cosas de fe. El texto conci- con agradecimiento. Es natural que se reciban así. A la palabra,
liar afirma la existencia de este sentido procedente del Espíritu, gracia, como sinónima de don gratuito, corresponde la palabra
que lo mueve y lo sostiene. El sentido de la fe del que es posee- gracia como sinónima de gratitud. En el primer caso se hace la-
dora la Iglesia se relaciona con la actuación de la porción jerár- gracia de dar lo que se da; en el segundo se dan gracias por lo
quica de la misma, sometiéndose a su dirección fidelísimamente, que se recibió. Y los carismas son dones gratuitos. De ahí la ne-
penetrando profundamente y con rectitud de juicio en lo revelado cesidad del reconocimiento y la gratitud. A esta reflexión se pue-
y aplicándolo más íntegramente en la vida. de añadir otra, y es que, aunque los carismas no tengan como
3. Los cansinas.—El apartado referente a los carismas tiene finalidad específica la santificación de quien los posee y se orde-
dos partes: una doctrinal y otra pastoral. En la doctrinal nos pro- nen al bien de la comunidad, de alguna manera, sin embargo, se
pone el Concilio una descripción de los dones carismáticos, que relacionan con la gratificación del poseedor. En algún sentido l e
17
Para tener un conocimiento cabal del sentido de la fe puede consultarse ha 18
Cf. Sum. Teol. 3 q.7 a.7.
evolución homogénea del dogma católico (BAC, Madrid 1952), escrita por el 19
P. MARÍN-SOLA, c.4 sec.5 y 6. En las p.408-409 se verá la diferencia que hay entre Qí. Contení, in 1 ad Cor. c.12 lec.5.
la infalibilidad de este sentido de la fe y la del magisterio ordinario de la Iglesia.
256 Emilio Sauras, O. P.
C.2. El pueblo de Dios. 13 257
hacen también grato a quien se los da, en este caso a Dios 2°. Es son también sus miernbrosfy. Pero como el reino de Cristo no es
debido, pues, el agradecimiento. de este mundo (cf. lo 18,36), la Iglesia, o Pueblo de Dios, in-
N o se deben pedir a Dios. Otros dones gratuitos se piden, troduciendo este reino, no arrebata a ningún pueblo bien tempo-
y el Señor nos recomienda que lo hagamos. Sobre todo el don ral alguno, sino al contrario, todas las facultades, riquezas y cos-
tumbres que revelan la idiosincrasia de cada pueblo, en lo que
de la gracia santificante. Las gracias carismáticas, sobre no orde- tienen de bueno, las favorece y asume; y al recibirlas las pu-
narse de suyo al bien de quien las posee, suelen encerrar peligro rifica, las fortalece y las eleva. Pues sabe muy bien que debe aso-
personal por lo que tienen de ostentosas. ciarse a aquel Rey a quien fueron dadas en heredad todas las
N o debe fiarse a ellas el fruto de los trabajos apostólicos. Una naciones (cf. Ps 71 [72), 10; Is 60,4-7; Apoc 21,24) y a cuya
ciudad lleva dones y presentes. Este carácter de universalidad, que
gracia carismática es una ayuda de Dios fuera de serie y fuera distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor por el
de norma, porque ya dijimos antes que esta clase de gracias no que la Iglesia católica tiende eficaz y constantemente a recapitular
está normalizada. En consecuencia, no es algo que deba aparecer. la Humanidad entera con todos sus bienes, bajo Cristo como Ca-
Y lo que sí es normal o sujeto al módulo que Dios mismo esta- beza, en la unidad de su Espíritu.
bleció en su gobierno y en su providencia, tanto natural como so- En virtud de esta catolicidad, cada una de las partes ofrece sus
dones a las demás y a toda la Iglesia, de suerte que el todo y cada
brenatural, es que fiemos en nuestro esfuerzo y en nuestro trabajo uno de sus elementos se enriquecen con las aportaciones mutuas de
cooperador. N a d a viene sin El y todo depende de El. Pero quiso todos y con la tendencia común de todos a la plenitud en la unidad.
que viniera y que dependiera actuando nosotros bajo su dependen- De donde resulta que el Pueblo de Dios no sólo congrega gentes
cia. Y actuando como El quiso que actuáramos. En el caso del de diversos pueblos, sino que en sí mismo está integrado por diver-
sos elementos. Porque hay diversidad) entre sus miembros, ya según
apostolado, quiso que lo ejerciéramos con un gran espíritu de ca- los oficios, pues algunos desempeñan el ministerio sagrado en bien
ridad y de amor, más que con un espíritu fiado en lo carismático. de sus hermanos; ya según la condición y ordenación de vida, pues
Por último, caso de que en la comunidad eclesial o en las muchos en el estado religioso, tendiendo a la santidad por el ca-
mino más arduo, estimulan con su ejemplo a los hermanos. Además,
personas aparezca alguna gracia carismática, «el juicio sobre su
en la comunión eclesiástica existen iglesias particulares, que gozan
autenticidad y su aplicación pertenece a los que presiden la Igle- de tradiciones propias, permaneciendo íntegro el primado de la
sia». Ellos son en la tierra los jueces de lo divino, y «a ellos Cátedra de Pedro, que preside todo el conjunto de la caridad,
compete no apagar el Espíritu, sino probarlo todo y quedarse con defiende las legítimas variedades, y al mismo tiempo procura que
estas particularidades no sólo no perjudiquen a la unidad, sino in-
lo bueno», repite el texto conciliar refiriéndose a unas palabras cluso cooperen a ella. De aquí dimanan, finalmente, entre las di-
de San Pablo a los tesalonicenses. versas partes de la Iglesia los vínculos de la íntima comunicación de
bienes espirituales, de operarios apostólicos y de ayudas temporales.
UNIVERSALIDAD Y CATOLICIDAD DEL ÚNICO PUEBLO DE D I O S Los miembros del pueblo de Dios están llamados a esta comuni-
cación de bienes, de forma que a cada una de las iglesias pueden
13. Todos los hombres son llamados a formar parte del Pue- aplicarse las palabras del apóstol: El don que cada uno haya reci-
blo de Dios. Por lo cual este Pueblo, siendo uno y único, ha de bido, póngalo ai servicio de los otros, como buenos administra-
abarcar el mundo entero y todos los tiempos, para cumplir los de- dores de la multiforme gracia de Dios (1 Petr 4,10).
signios de la voluntad de Dios, que creó en el principio una sola
naturaleza humana, y determinó congregar en un conjunto a todos Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del
sus hijos, que estaban dispersos (cf. lo 11,52). Para ello envió Dios pueblo de Dios, que prefigura y promueve la paz, y a ella perte-
a su Hijo, a quien constituyó heredero universal (cf. Hebr 1,2), necen de varios modos o están ordenados tanto los fieles católicos
para que fuera Maestro, Rey y Sacerdote nuestro, Cabeza del nue- como los otros cristianos, e incluso todos los hombres en general,
vo y universal pueblo de los hijos de Dios. Para ello, por fin, llamados a la salvación por la gracia de Dios.
envió al Espíritu de su Hijo, Señor y Vivificador, que es para
toda la Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes principio El n.13 estaba redactado en una enmienda propuesta por el
de asociación y de unidad en la doctrina de los apóstoles y en la cardenal Suenens, de la que se hizo mención ya en la introducción
comunión, en la fracción del pan y en la oración (cf. Act 2,42 gr.). a este capítulo. Los Padres la sometieron a minucioso estudio en
Así, pues, de todas las gentes de la tierra se compone el Pueblo el aula conciliar, y el texto presentado por el cardenal con el
de Dios, porque de todas recibe sus ciudadanos, que lo son de un
reino, por cierto no terreno, sino celestial. Pues todos los fieles título De populo uno et universali fue objeto de correcciones, su-
esparcidos por el haz de la tierra se unen en el Espíritu Santo presiones y añadiduras, convirtiéndose en el que se va ahora a
con los demás, y así «el que habita en Roma sabe que los indios comentar. La finalidad del número en cuestión era exponer los
-" Cf. SANTO TOMÁS, Compendium Theologiae c.214; SAURAS, El Cuerpo místico principios generales sobre la unidad y la universalidad del pueblo
de Cristo p.683-684 (BAC, Madrid 1956). de Dios antes de pasar a describir en los números siguientes,
2. C.Vaticano 9
258 Emilio Sainas, O. P. C.2. El pueblo de Dios. 13 259

del 14 al 17, los diversos modos y grados como los hombres co- la única naturaleza humana que creó se ajusta perfectamente a
nectan con este pueblo. Tras el estudio al que fue sometido el la manera de ser de esta naturaleza. El creador no la hizo indi-
texto pareció necesario ampliar la audiencia de la unidad y la vidualista, sino social. El hombre salió de las manos de Dios
universalidad y extenderla no sólo a los hombres, sino también destinado a convivir. Y la gracia respeta la manera de ser de
a sus valores. «La Iglesia católica—como se dice al final del apar- quienes la reciben. En este caso respetó el carácter social del
tado segundo—tiende eficaz y constantemente a recapitular la hu- hombre. Y, en consecuencia, convirtió a los hombres en pueblo.
manidad entera con todos sus bienes, bajo Cristo como cabeza, en En pueblo de Dios, al que deberían pertenecer todos por tener
la unidad de su Espíritu». Se trata, pues, de dar cabida en ella todos idéntico destino sobrenatural.
a todos los hombres y a todos sus legítimos bienes y valores. Esta La segunda razón se basa en el valor de la obra realizada por
perspectiva axiológica fue propuesta por bastantes Padres, desta- Cristo. «Para ello (para congregar a todos en uno) envió Dios a
cando los africanos en proponerla. Era, en efecto, conveniente que su Hijo, a quien instituyó heredero universal». La venida del
se hiciera alusión al hecho de que la economía de la encarnación Hijo tenía finalidad redentora con una amplitud tan grande, cuan-
tiene capacidad de asumir las culturas y las tradiciones de los do menos, como la amplitud y el alcance de la caída del primer
pueblos. Adán. En éste pecamos todos y por él entró en el mundo el pe-
El n.13 tiene cuatro apartados. El primero propone las ense- cado y la muerte que todos heredamos. Por el segundo entra la
ñanzas referentes a la universalidad antropológica del pueblo de gracia, a la que estamos llamados todos, y entra porque es fruto
Dios, al que son llamados todos los hombres. El segundo amplía de la redención de todos también. Y siendo la Iglesia el pueblo
la universalidad extendiéndola a los legítimos valores que pueden que en la tierra recibe la herencia del Redentor y continúa su
encontrarse en los diversos pueblos, y que el pueblo de Dios obra, será un pueblo en el que tienen cabida todos los hombres.
asume, eleva y utiliza. El tercero se ocupa de la unidad que debe Y la tercera razón de la universalidad de la Iglesia aparece
guardarse en medio de la diversidad de hombres y de valores. El en el envío del Espíritu Santo, «Señor y vivificador, que es, para
cuarto es una brevísima recapitulación de cuanto se enseña en los toda la Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes, principio
apartados anteriores. de asociación y de unidad en la doctrina de los apóstoles, en la
fracción del pan y en la oración». Estas palabras parece que se
l. UNIVERSALIDAD ANTROPOLÓGICA DEL PUEBLO DE D I O S refieran a la universalidad de la presencia del Espíritu en los cre-
yentes que ya pertenecen al pueblo de Dios, más que a la universa-
«Todos los hombres son llamados a formar parte del pueblo lidad de los llamados para que logren pertenecer, que son en este
de Dios. Por lo cual, este pueblo, siendo uno y único, ha de abar- caso todos los hombres, aunque no crean ni tengan el Espíritu.
car el mundo entero y todos los tiempos». Así empieza el apar- Sin embargo, es cierto que, aunque el Espíritu esté sólo en los
tado 1.° Y a continuación recuerda tres razones que abonan la creyentes, vino' para estar en todos los hombres; en los infieles
universalidad que acaba de afirmar. también. San Pedro dijo en el Concilio de Jerusalén que Dios
La primera razón estriba en la unidad de la naturaleza huma- había determinado hacer suyo el pueblo de la gentilidad, y sobre
na. Dios en el principio determinó crear una sola naturaleza hu- este pueblo vio bajar el Espíritu en la persona de Cornelio, como
mana. En consecuencia, todos los individuos de esta única natu- símbolo de la llamada de todos a posesionarse de esta presencia.
raleza debían encuadrarse y formar dentro del destino de la
misma. El destino que dio el Señor a esta naturaleza fue un des- 2. UNIVERSALIDAD AXIOLÓGICA DEL PUEBLO DE D I O S
tino salvador. Creó al hombre para participar la vida divina. Lo
creó en estado sobrenatural. Pero quiso que esta vida divina la Pero n o sólo ¡son llamados a formar parte de este pueblo todos
viviera el hombre en sociedad. El hecho de participar la vida de los hombres. Se dan cita también en él los valores humanos autén-
Dios les hace hijos suyos y hermanos entre sí. Dios, pues, quiso ticos que hay en todos los pueblos y en todos los individuos.
que vivieran la vida sobrenatural en familia o en comunidad. «Pero como el reino de Cristo no es de este mundo, no arrebata
Y, de hecho, cuando el hombre pecó y perdió la gracia, vino a ningún pueblo ningún bien temporal, sino, todo lo contrario,
Jesucristo a dársela de nuevo, y al hacerlo «congregó en un con- todas las facultades, riquezas y costumbres que revelan la idio-
junto a todos los hijos que estaban dispersos». Por lo demás, este sincrasia de cada pueblo, en lo que tienen de bueno, las favorece
aspecto comunitario del destino sobrenatural señalado por Dios a y asume; pero, al recibirlas, las purifica, las fortalece y las eleva».
260 Emilio Sauras, O. P. C.2. El pueblo de Dios. 13 261
Estas palabras tan ciaras del documento conciliar tienen un feccionar lo natural que en nosotros encuentra, no sería fiel a su
subyacente dogmático muy importante. Se trata del estado en que misión. El Señor no le encomendó una obra de humanismo, sino
el hombre quedó después de la caída. San Agustín lo resume de salvación.
diciendo que la caída supuso para él el despojo de los bienes San Pablo habla de la capitalidad de Cristo sobre todos y
de gracia y la disminución de los bienes naturales. Esto quiere sobre todo; sobre todos los hombres y sobre todas las cosas,
decir que, a pesar de vivir sin gracia y en pecado, el hombre está Y también asegura que todo se recapitula en El. No acertaría,
en posesión de valores humanos. N o tan íntegros y florecientes por lo tanto, quien quisiera referir a Cristo una porción de la
como pudo poseerlos caso de haber permanecido en gracia; pero, humanidad o una porción de valores humanos. El hecho de que
aunque rebajados, auténticos y verdaderos. Tiene valores psico- durante siglos el casamiento de Cristo con la humanidad y con
lógicos porque el orden de sus facultades no quedó totalmente sus valores haya tenido determinados límites geográficos y cul-
deshecho. Tiene valores culturales porque el pecado no anuló la turales no quiere decir que tales límites sean infranqueables y que
capacidad de su inteligencia. Y tiene valores morales porque tam- no se hayan de pasar. «Este carácter de universalidad que distin-
poco anuló en su voluntad la capacidad para el bien. Sería nece- gue al pueblo de Dios, dice el final del apartado que comenta-
sario acudir a doctrinas proscritas por nuestra dogmática católica mos, es don del mismo Señor por el que la Iglesia católica tiende
para asegurar que el hombre caído es incapaz de conocer la ver- eficaz y constantemente a recapitular la humanidad entera con
dad religiosa y de practicar cualquier acto bueno. todos sus bienes, bajo Cristo como cabeza, en la unidad de su
Cuando Cristo vino al mundo, trajo consigo un bagaje de Espíritu».
bienes distinto al de los bienes que aquí habían quedado después
de pecar. Estos eran valores humanos rebajados, como dijimos. 3. UNIDAD EN LA UNIVERSALIDAD
Los que Cristo trajo eran valores divinos del orden de los que La universalidad es el resultado de la cita de muchos y muy
el hombre poseyó antes de pecar; eran valores de verdad y de diversos. En el pueblo de Dios no hay uniformidad, pero sí uni-
gracia sobrenaturales. De ellos hizo depositaría a la Iglesia, el dad. Es necesario conjugar todos estos elementos: la universali-
pueblo de Dios por El establecido. dad, la diversidad, con la que se alcanza el carácter universal que
Al enfrentar estos valores sobrenaturales con los que poseía el hemos comentado, y la unidad, que no se rompe a pesar de po-
mundo que venía a redimir, no lo hizo para hacerlos desaparecer. seer elementos tan diversos. El pueblo de Dios es una multitud
N o eran malos; ni rechazables, por lo tanto. Eran restos útiles de organizada, y resulta, en consecuencia, que «cada una de las par-
un naufragio. Y los utilizó. Lo que hizo Cristo lo hace también tes ofrece sus dones a las demás y a toda la Iglesia, de suerte que
su pueblo. La Iglesia asume todos los valores humanos, estén el todo y cada uno de sus elementos se enriquecen con las apor-
donde estén y vengan de donde vinieren. Para ella basta que taciones mutuas de todos y con la tendencia común de todos a la
sean valores positivos, porque, siéndolo, fácilmente encuentran plenitud en la unidad». Así empieza este apartado 3.°
casamiento con los sobrenaturales de que es administradora. Fa- La unidad del pueblo de Dios, en la que confluyen la multi-
vorece todo bien humano que encuentra en los pueblos, en sus tud de personas que lo constituyen y la multitud de valores de
costumbres, en sus tradiciones, en sus culturas. Purifica todo lo que están dotadas, no es una unidad sustantiva que llegue a quitar
que en todo esto tiene necesidad de purificación, porque, al ser a los que pertenecen al pueblo su propia personalidad y subsis-
valores restos de una caída, tendrán adheridos los polvos y los tencia. Decir esto sería caer en una especie de panteísmo o de
lodos de la contienda. Favorecidos, desarrollados y purificados, hipostasismo eclesial. Quienes constituyen el pueblo no son una
viene el tiempo de la utilización. Los asume y los utiliza, ponién- continuidad sustantiva ni personal de su cabeza; conservan su pro-
dolos al servicio de su quehacer privativo, que es administrar los pia subsistencia y su propia personalidad. Pío XII nos previene
bienes de la salvación. Estos frecuentemente los hace llegar la contra «un falso misticismo' que se insinúa fraudulentamente y
Iglesia a nuestras manos encerrados en la envoltura humana y que, esforzándose por suprimir los límites inmutables que separan
fraternal de los bienes naturales. Y, por último, los sobrenatura- las criaturas del Creador, adultera las Sagradas Escrituras» 31. Es-
liza también. Utilizarlos para nuestro bien espiritual y sobrena- tos límites están bien señalados. Aun después de unirnos a Cristo
turalizarlos son funciones de las que la Iglesia no puede prescin- y constituir con El una unidad, conservamos nuestro ser y nuestra
dir. Si prescindiera de esto y se limitara sólo a fomentar y per-
21
Ene. Mystici Corporís: AAS 35 (1943) 197.
262 Emilio Samas, O. P. C.2. El pueblo de Dios. 13 263
persona. «En el cuerpo natural, el principio de unidad traba las vía no han alcanzado la fe. Todos ellos de alguna manera perte-
partes, de suerte que éstas se ven privadas de la subsistencia pro- necen al pueblo de Dios.
pia; en el cuerpo místico, por el contrario, la fuerza que opera Dos reflexiones de suma importancia añade el apartado 3."
la recíproca unión, aunque íntima, junta entre sí los miembros que estamos comentando. Una se refiere al papel que Pedro des-
de tal modo, que cada uno disfruta plenamente de su propia per- empeña en el quehacer de mantener la unidad sin destruir la
sonalidad» 22. diversidad. De este papel hablará la constitución extensamente
El pueblo de Dios no es una unidad sustantiva, sino social. en el capítulo 3.° Y la otra, a la comunicación de bienes. En el
Pero sería grave error medir su unidad con la medida de la uni- hecho de que una multitud constituya una unidad organizada,
dad que tienen los demás cuerpos sociales. Tiene la de ellos, pero y mucho más si constituye una unidad vital, ya va implícita esta
alcanza, además, otra mayor. Pío XII nos pone en guardia contra comunicación. Cada miembro trasvasa al otro su propio bien a
«el llamado naturalismo vulgar, que ni ve ni quiere ver en la través de los elementos unificadores. «El todo y cada uno de sus
Iglesia nada más que vínculos meramente jurídicos y sociales» "3. elementos se aumentan por todos los que mutuamente se comu-
Y explica: «Si comparamos el Cuerpo místico con el moral, obser- nican y tienden a la plenitud en la unidad», nos recuerda el texto
vamos que la diferencia que existe entre ambos no es pequeña, conciliar al principio de este apartado 3.° Y al final hace suyas
sino de suma importancia y trascendencia. Porque, en el que lla- las siguientes palabras de San Pedro: «El don que cada uno haya
mamos moral, el principio de unidad no es más que el fin común recibido póngalo al servicio de los otros, como buenos adminis-
y la cooperación común de todos a un mismo fin por medio de tradores de la multiforme gracia de Dios».
la autoridad social. Mientras que, en el Cuerpo místico, a esta
cooperación se añade otro principio interno, que existiendo de 4. RECAPITULACIÓN DE TODO EL N . 1 3
hecho y actuando en toda la contextura y en cada una de sus par-
Este brevísimo apartado es una recapitulación de lo que se
tes, es de tal excelencia, que por sí mismo sobrepuja inmensa-
ha dicho en los apartados anteriores. «Todos los hombres son
mente a todos los vínculos de unidad que sirven para la trabazón
llamados a la unidad católica del pueblo de Dios». Aquí tene-
del cuerpo físico o moral» M. La unidad del pueblo de Dios es
mos afirmada, a manera de colofón, la diversidad en la unidad.
social, y le viene de donde viene la unidad a los organismos so-
Luego afirma el texto que los modos de pertenencia al pueblo
ciales : fin común y cooperación con la autoridad para lograrlo.
de Dios son distintos en el católico, en los cristianos separados
Pero posee, además, la unidad íntima que le viene de su incor-
y en los hombres que no conocen a Cristo. De estos modos habla-
poración vital a Cristo cabeza y de su vivificación por el Espíritu.
rá expresamente en los números que siguen a continuación.
«La Iglesia católica tiende eficaz y constantemente a recapitular
la humanidad entera con todos sus bienes, bajo Cristo como ca-
beza, en la unidad de su Espíritu». Así termina el segundo apar-
tado de este número 2S.
En la unidad del pueblo de Dios hay estamentos, comparti-
mientos, oficios, funciones. Unos son de origen divino; otros han
ido apareciendo en el correr de los tiempos. En este apartado cita
expresamente a los que «ordenan su vida en el estado religioso»
y a las «Iglesias particulares, que gozan de tradiciones propias».
En muchos lugares de la constitución se ha hablado ya de otras
diferenciaciones en los pertenecientes al pueblo de Dios, y en los
capítulos sucesivos sobre todo se dedicará estudio especial a al-
gunas de ellas. En los números siguientes de este mismo capítu-
lo 2." se discriminan los católicos, los cristianos y los que toda-
•'•- Ibid., 2 2 1 .
-:< Ibid., 197.
=4 I b i d . , 2 2 1 .
2r
> Cf. SAUKAS, El Cuerpo místico de Cristo c.6 p.861-91 í (BAC, M a d r i d 1962).
264 Bernardo Monsegt't, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 265
para la comunión de vida en caridad y verdad, pasa el santo Con-
EL SACERDOCIO COMÚN DE LOS FIELES* cilio a declararnos algunas d e las notas distintivas, características
Por Bernardo Monsegú, C. P. y comunes a t o d o el pueblo' cristiano o a los que d e él forman
parte. Y p o n e en p r i m e r lugar la nota sacerdotal o el sacerdocio
común de los fieles.
I. Su existencia, su naturaleza y su diversidad
Sería inútil y fuera de lugar buscar en el texto d e la constitu-
del jerárquico
ción arriba transcrito o en cualquiera otra parte de la misma u n a
10. Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres doctrina completa y sistematizada del sacerdocio cristiano. La m e n -
(cf. Hebr 5,1-5), a 'su nuevo pueblo «.lo hizo reino y sacerdotes te de los Padres n o era la d e volver sobre doctrinas q u e ya ha-
para Dios, su Padre» (cf. Apoc 1,6; 5,9-10). Los bautizados son
consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la rege- bían sido debidamente expuestas o enseñadas p o r otros concilios
neración y por la unción del Espíritu Santo, para que por medio o p o r el magisterio de los Pontífices, sino sencillamente la de re-
de todas las obras del hombre cristiano ofrezcan sacrificios y anun- coger aquellos p u n t o s de doctrina que mejor respondieran a la
cien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a la luz ad-
finalidad pastoral y ecuménica del Concilio, haciendo de ella las
mirable (cf. 1 Petr 2,4-10). Por ello todos los discípulos de Cris-
to, perseverando en la oración y alabanza a Dios (cf. Act 2,42-47), aplicaciones convenientes para el acrecentamiento y perfecciona-
han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios m i e n t o d e la vida cristiana según las exigencias d e los tiempos.
(cf. Rom 12,1), han de dar testimonio de Cristo en todo lugar, y,
a quien se la pidiere, han de dar también razón de la esperanza que la théologie du sacrifice: L'Année Théologique Augustinienne 13 (1952) ; P . D A B I N ,
Le sacerdoce royal des fidéles dans la tradition ancienne et moderne (Lovaina 1950) ;
tienen en la vida eterna (cf. 1 Petr 3,15). P. J. LÉCUYER, Essai sur le sacerdoce des fidéles chez les Peres: L M D 27 (1951) ;
El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o I D , , El sacerdocio en el misterio de Cristo (Salamanca 1959) ; I D . , El sacerdocio
(1960) ; E. N T E B E C K E R , Das allgemeine Priestertum der Glaubigen (Paderborn 1936) ;
jerárquico se ordenan el uno para el otro, aunque cada cual parti- L. C E R F A U X , Regale Sacerdotium: RevScPhTh 28 ( 1 9 3 9 ) ; N . R O C H O L L , Von Laien-
cipa de forma peculiar del único sacerdocio de Cristo. Su diferencia priestertum (Paderborn 1940) ; J. E D R E A , The Common Priesthood of the Members
es esencial, no sólo gradual (cf. Pío XII, al. Magnifícate Domi- of the mystical Body (Westminster 1947) ; F. PALMER, The Lay Priesthood: Real or
Methaphorical?: T h S t u d 8 ( 1 9 4 7 ) ; B . D U R S T , Dreifaches Priestertum (Neresheim
num: AAS 46 [19541 669; ene. Mediator Dei: AAS 39 [1947] 1 9 4 7 ) ; F . PALMER, Lay Priesthood: Toward a Terminology: T h S t u d 10 ( 1 9 4 9 ) ;
555). Porque el sacerdocio ministerial, en virtud de la sagrada J. A . JUNGMAN, El sacrificio de la Misa (Madrid 1951) ; J. M . R O S E , The Priesthood
potestad de que goza, modela y dirige al pueblo sacerdotal, efec- of all Believers: Expository Times 63 ( 1 9 5 1 ) ; M . DE T U Y A , Existencia y naturaleza
del sacrificio sacramental eucarístico: Ciencia Tomista 243 ( 1 9 5 2 ) ; Y V E S CONGAR,
túa el sacrificio eucarístico en persona de Cristo, ofreciéndolo a Jalones para una teología del laicado cA principalmente (Barcelona 1961) ; E. SAU-
Dios en nombre de todo el pueblo; los fieles, en cambio, en vir- RAS, El lateado y el poder cultual sacerdotal. ¿Existe un sacerdocio laical?: RevEspTh
tud de su sacerdocio real, asisten a la oblación de la eucaristía 14 (1954) ; R. L A U R E N T I N , Marie, l'Église et le sacerdoce (París 1953) ; B . M O N -
SEGÚ, Concepto específico y concepto analógico del sacerdocio cristiano: X I I I Semana
(cf. Pío XI, ene. Miserentissimus Redemptor: AAS 20 [1928] Española de Teología (Madrid 1954) p . 1 7 3 - 2 2 0 ; I D . , La problemática del sacerdocio
171s; Pío XII, al. Vous nous avez: AAS 48 [1956] 714) y lo en la actualidad: RevEspTh 14 (1954) 529-566; ID., Por qué no son propiamente
ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción sacerdotales los caracteres del bautismo y la confirmación: X I V Semana Española de
Teología ( M a d r i d 1955) p . 3 3 3 - 3 4 5 ; I D . , El Papa, la teología y el sacerdocio del
de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la abnegación laicado: RevEspTh 63 ( 1 9 5 6 ) ; J. M . 8 A L O N S O , Santo Tomás y el llamado sacerdocio
y caridad operante. de los fieles: X I I I Semana Española de Teología (Madrid 1594) p . 1 3 1 - 1 6 9 ; A . B R U
BORRAS, Los efectos sacramentales del bautismo y la confirmación y el sacerdocio de
los fieles a la luz de San Agustín: X I V Semana Española de Teología (1955) p.309-
332; B A S I L I O DE S A N PABLO, Precisión de conceptos y posible conciliación de opinio-
T E N O R Y SENTIDO DEL TEXTO CONCILIAR nes (a propósito del sacerdocio laical y el discurso del Papa Pío X I I a cardenales y
obispos al declarar Reina a la Virgen en 1954) : X I V Semana Española de Teología
U n a vez descrito el p u e b l o de D i o s como el n u e v o Israel de (Madrid 1955) p . 3 4 7 - 3 6 3 ; J. CACCIATORE y colaboradores, Enciclopedia del sacerdo-
cio: trad. esp. t.2 princip. (Madrid 1 9 5 6 ) ; L. PELLAND, Le sacerdoce des fidéles:
la promesa y la predilección, sujeto de u n n u e v o pacto establecido ScEccl 2 (1949) 5-26; P I O L A N T I , II sacerdozio dei fedeli: Euntes et Docete 6 (1953)
166-187; G . RAMBALDI, Sacerdozio gerarchico e sacerdozio non gerarchico: CivCart
en Cristo, q u e lo' selló con su sangre y l o vivificó con su Espíritu 102 (1951) 345-347; J. B E Y E R , Nature et position du sacerdote: N o u v R e v T h 76
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266 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo ele Dios. 10 267
En consecuencia, dando por supuesta la doctrina del Triden- tas, no sólo en grado. Como que el sacerdote ministerial, «en vir-
tino acerca del sacerdocio y el sacrificio visible de la Nueva Ley ', tud de la sagrada potestad que posee, modela y dirige al pueblo
así como la relativa al sacramento del orden y los distintos grados sacerdotal, efectúa el sacrificio eucarístico en la persona de Cristo,
de la jerarquía formulada por ese mismo Concilio, el Vaticano II, ofreciéndolo a Dios en nombre de todo el pueblo».
que ya no tiene enfrente la herejía protestante, negadora del Con lo que se dice implícitamente que el sacerdocio de los
sacerdocio ministerial o jerárquico, se limita a dar fe del sacer- fieles no es una verdadera potestad en la Iglesia, según más ade-
docio común a todo el pueblo cristiano para avivar en los fieles lante veremos de un modo más detenido, ni capacita para hacer
la conciencia no sólo de una prerrogativa sacerdotal, sino también, propiamente el sacrificio eucarístico, único sacrificio institucional
y más aún, de un deber que les obliga a convertir toda su vida cristiano propiamente dicho, ni siquiera para ofrecerlo en nombre
en sacerdocio. de todo el pueblo.
En efecto, nos dice la constitución, Cristo Señor, Pontífice Por su sacerdocio real (la palabra real tiene aquí el valor de
tomado de entre los hombres, ha hecho de su nuevo pueblo un regio, según el texto conciliar latino, cargado de resonancias bí-
reino sacerdotal, queriendo a los suyos sacerdotes para Dios, su blicas), lo que pueden los fieles es asistir a la oblación eucarística
Padre. Los bautizados quedan consagrados y regenerados por la y convertir la recepción de los sacramentos, así como la oración
unción del Espíritu Santo a fin de que todo su obrar sea un ofre- y la acción de gracias y el testimonio de una vida santa, en ejer-
cer sacrificios, anunciando las maravillas de Dios, que les llamó cicio de su realeza sacerdotal.
de las tinieblas a la luz. Y por eso mismo, perseverando en la Nos encontramos, pues, a tenor de la declaración conciliar,
oración y alabanza a Dios, han de ofrecerse a sí mismos en sa- frente a un tipo de sacerdocio que, más bien que institucional y
crificio como hostia viva, santa y grata a Dios, y han de dar tes- jurídico, podemos decir espiritual y teológico. Sabemos a ciencia
timonio de Cristo con su vida en todo lugar, así como razón de cierta que no se confunde con el sacerdocio ministerial o jerár-
la esperanza que tienen en la vida eterna, si alguno se la pidiere. quico, pero resulta difícil determinar la naturaleza y el valor del
En el número siguiente, que luego comentaremos, concreta y mismo. De ahí la dificultad en hallarle un calificativo a propó-
perfila más el Concilio la ley de ejercicio y desenvolvimiento del sito, expresivo de su nota constitutiva y diferencial.
sacerdocio común de los cristianos siguiendo la línea sacramental La letra de la constitución deja campo libre a las discusiones
de la Iglesia o la falsilla de los distintos sacramentos. Aquí se y especulaciones de los teólogos a propósito de la naturaleza o
limita a establecer la realidad de dicho sacerdocio, juntamente con índole del sacerdocio común.
la ley de interdependencia que vige entre el sacerdocio común y
el sacerdocio ministerial, y la subordinación que ambos dicen con PROBLEMAS QUE PLANTEA AL TEÓLOGO EL SACERDOCIO COMÚN
respecto al único sacerdocio de Cristo. Y así leemos textualmen-
te : «El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial Acabamos de decir que, ateniéndonos a la letra conciliar, pue-
o jerárquico se ordena el uno para el otro, aunque cada cual par- den seguir los teólogos discutiendo acerca de la naturaleza e ín-
ticipa de forma peculiar del único sacerdocio de Cristo». dole del sacerdocio común. Y esto nos permite entrar con entera
Pero, teniendo en cuenta las observaciones hechas por algu- libertad a tratar del sacerdocio, exponiendo su problemática actual,
nos Padres referentes al peligro que podría originarse de con- las distintas soluciones ofrecidas y lo que la investigación teoló-
fundir en uno pueblo y jerarquía, cayendo en el comunitarismo gica puede aventurar sobre el tema, habida cuenta de las defini-
sacerdotal con que se enfrentó el Tridentino, el Vaticano II, si- ciones o declaraciones conciliares, así como de las enseñanzas del
guiendo las luminosas enseñanzas del magisterio de Pío XII en magisterio pontificio y los esfuerzos clarificadores que se han he-
la alocución Magnifícate Dominum2 y en la Mediator Dei \ cho en los últimos años.
advierte que, a pesar de esa interdependencia y subordinación vi- La Comisión encargada de cribar y examinar los modos o re-
gente entre los dos sacerdocios, «su diferencia es esencial, no sólo
paros puestos por los Padres conciliares menciona uno que pide
gradual».
que el acápite puesto al n.10: De sacerdotio communi, fuera com-
Es decir, que son cosas específicamente, esencialmente distin-
pletado añadiendo: o metafórico, o regio, o laudatorio. Pero la
' Ses.22 e l , y ses.23 e l : D 938 y 957. Comisión optó por mantener el texto tal cual, hablando sencilla-
- Pío X I I , Magnifícate Dominum, 2 nov. 1 9 5 4 : AAS 46 (1954) 669.
3
I D . , Mediator Dei, 20 n o v . 1 9 4 7 : A A S 59 (1947) 555. mente del sacerdocio común, porque con toda intención quería
268 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 269

abstenerse de entrar en la cuestión de la índole metafórica, ana- La problemática sacerdotal se mueve en un plano donde la
lógica o propia, etc., del sacerdocio común. analogía desempeña un papel capitalísimo, que todos reconocen,
Estamos, pues, de lleno, dentro de la letra y el espíritu del pero que no todos valoran de la misma manera. De ahí las di-
Concilio, usando de la libertad que se nos concede para profun- ferencias de opiniones y también de denominaciones. Lo que es
dizar el problema, utilizando no sólo el texto de la constitución, propio para unos resulta impropio para otros; donde unos ven
sino también la reflexión y la deducción teológica. realidad viva y forma sacerdotal auténtica, otros no ven más
Ya hemos dicho que el Concilio no ha querido entrar en una que pura metáfora.
exposición sistemática y acabada de la doctrina católica sobre el Ni siquiera están de acuerdo los autores en señalar cuál es
sacerdocio cristiano. Tampoco ha querido, al tratar del sacerdocio el primer analogado de la analogía sacerdotal. Para unos, el pri-
común a todos los fieles, definir lo que es exactamente ese sacer- mer analogado sería el sacerdocio interior o espiritual, que es
docio, declarando su naturaleza. una realidad sacerdotal auténtica, descomponible o diferenciable
Sin embargo, ha dicho lo bastante para que el sacerdocio lai- en la triple formalidad de sacerdocio místico, sacerdocio bautis-
cal no sea desfigurado ni por carta de más ni por carta de menos. mal y sacerdocio ministerial. Para otros, el verdadero primer ana-
Para ello ha comenzado por encuadrarlo en el todo sacerdotal logado es el sacerdocio jerárquico, por orden al cual ha de me-
que es la Iglesia, o pueblo de Dios, fruto del sacerdocio de Cristo, dirse la propiedad de las demás denominaciones sacerdotales.
que la hizo nacer inmolándose sobre la cruz. Hay quienes en la noción del sacerdocio cristiano acentúan
Los que han sido llamados a la unidad de esta Iglesia, funda- más la nota sacramental que la sacrificial, atienden más a la gra-
da en el Espíritu según el pacto de la Nueva Ley establecido en cia que al carácter, dado que éste está en función de aquélla. Así
la sangre del Cordero, ésos son los que forman el «linaje esco- dice, por ejemplo, el P. Congar: «En breve, el verdadero sacer-
gido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de adquisición» *. docio, lo mismo que el verdadero sacrificio (nótese que los subra-
Junto a esto está el principio básico del único sacerdocio de yados son suyos), se sitúa sobre el plano de la res de toda la
Cristo, clave de bóveda y razón iluminadora de todo otro sacer- economía sacramental, es decir, sobre el plano de la gracia; pero
docio. Y está igualmente la precisa declaración conciliar sobre la en el régimen presente implican un sacerdocio y un sacrificio pro-
esencial diferencia que vige entre el sacerdocio común y el sacer- piamente sacramentales. Y este último sacerdocio se distribuye
docio jerárquico. Con estos datos ya podemos entrar en la expo- en actividad de donación (ministerio o jerarquía) y actividad de
sición de las doctrinas teológicas sobre el sacerdocio cristiano. recepción (sacerdocio sacramental bautismal)» 3 .
La doctrina tocante al sacerdocio cristiano merece una aten- En consecuencia, según esta opinión, el sacerdocio espiritual
ción particularísima por tres razones principalmente: a) porque es el que juega el papel de primer analogado en la analogía
es de suyo fundamental en todo el dogma católico y en el plano sacerdotal, como también es el sacrificio espiritual el supremo
constitucional de la Iglesia; b) porque afecta a uno de los puntos y principal sacrificio. Por orden a él debe hacerse juicio de los
que más profundamente dividen a católicos y protestantes; c) por- otros analogados. Y como sacerdocio y sacrificio son correlati-
que es fecundísima en consecuencias o aplicaciones prácticas. vos, también el sacerdocio espiritual prima sobre los demás.
Esto explica la cuidadosa atención con que el magisterio ha Y como el verdadero sacrificio, siguiendo un pensamiento agus-
seguido siempre el desarrollo y esclarecimiento teológico del mis- tiniano, «no es otro que el del hombre mismo en su unidad fi-
terio sacerdotal cristiano y el empeño con que la misma teología nalmente realizada, sacrificio que tiene en Cristo el auténtico
ha procurado penetrar en la entraña de esta gran realidad eclesial. sacerdote, nosotros sólo somos sacerdotes en la medida en que
El problema sacerdotal hunde sus raíces en el suelo de toda somos miembros de Cristo. Así que el verdadero sacerdocio es
la teología sacramental, con todo el claroscuro de la especu- el de la gracia santificante, que nos incorpora a Cristo como
lación teológica acerca de los sacramentos y su causalidad, del membra unius sacerdotis: sacerdocio, por tanto, espiritual, que
símbolo y la realidad, la gracia y el carácter, sacerdocio y sacri- acaso se diga mejor real, porque va infartado en las res o reali-
ficio, sacrificio institucional y sacrificio espiritual, sacerdocio mi- dad del sacrificio, al que se anuda toda la economía presente».
nisterial y sacerdocio universal, sacerdocio jerárquico y sacerdocio En esta concepción, el sacerdocio de orden o jerárquico sigue
comunitario, sacerdocio místico y sacerdocio sacramental, etc.
5
Cf. RevScPhTh (1949) 458-459. Véase más ami/liamente: Jalones para una teo-
4
1 Pctr 2.0-10. logía del lateado (Barcelona 1961) p.l72ss.
270 Bernardo Monsegt'i, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 271

ocupando un lugar señalado, como que sin él no se concibe' la saínente por la gracia capital que se derrama en el Cuerpo místico
Iglesia, pero siempre subordinado al orden de la gracia, la prin- de W Iglesia, sino por la gracia de unión, que le unge tal en el
cipalidad de la cual fundamenta la principalidad del sacerdocio monVento mismo de su encarnación. La unión hipostática es la
que a ella se refiere, lo mismo que el culto exterior se subordina que consagra a Cristo sacerdote para realizar el sacrificio que nos
al interior, la realidad visible de la Iglesia a la invisible. merecerá la gracia cristiana que a nosotros nos comunica.
Esta doctrina no cree el P. Congar que se oponga a la en- Visto a esta luz, el carácter sacramental adquiere una catego-
señanza oficial de la Iglesia, particularmente de la Mediator Dei; ría suprema en el orden ontológico sacerdotal. Porque se enraiza
antes bien, opina que concuerda perfectamente con ella. Y su in- o entronca con lo más alto que hay en Cristo, Sumo Sacerdote,
tención al proponerla mira a justificar y revalorizar el papel del que es su eterno sacerdocio, por referencia a la gracia de unión
sacerdocio laical, fundando sobre un mismo principio y de un solo y no a la gracia capital.
golpe, du méme coup et par le méme principe, la realidad del En virtud del carácter quedamos directamente configurados
sacerdocio espiritual del Cuerpo místico y la del sacerdocio sa- con Cristo sacerdote, aunque de diversa manera y en distinto gra-
cramental, ya jerárquico o ministerial, ya bautismal °. do, según sea el carácter recibido.
Aunque difiriendo en algunos puntos, se colocan también en De la consagración sacerdotal causada por el carácter derivan,
la línea de Congar dom B. Durst', M. Masure B y Sauras ' entre como un postulado consentáneo y lógico, la acción y la santifica-
otros. Todos ellos convienen en dar prevalencia a la gracia sobre ción sacerdotales. Hay que usufructuar santamente el carácter
el carácter, a lo espiritual sobre lo ministerial en la analogía sacerdotal valiéndonos de la gracia. A cada sacerdocio su gracia
sacerdotal. correspondiente. Por ella ejercemos santamente nuestro sacer-
Otros, sin embargo, siguiendo la que parece ser línea clásica docio.
en teología sacerdotal, no comparten esta concepción minimista Lo que no quiere decir que la gracia derive del carácter ni
del carácter sacerdotal ni del carácter sacramental, en general, siquiera que éste deba decirse propiamente disposición para aqué-
frente a la gracia. Y es partiendo del carácter y del sacerdocio lla. La gracia, como enseña Santo Tomás, es el efecto principal
jerárquico como razonan y exponen la teología del sacerdocio. de los sacramentos y es común a todos los sacramentos, incluso a
Así, v.gr., M. J. Ed Rea 10, que hace del sacerdocio jerárquico los que no dan carácter. Si se diera por el carácter, donde no
el primer analogado sacerdotal, midiendo por él el tanto de rea- hay carácter no habría gracia. Y no es así. Luego por naturaleza
lidad sacerdotal que hay en el sacerdocio común de los fieles. Por la gracia no deriva del carácter. Y, aunque quien da el carácter
su parte, M. Masure encuentra la oposición de B. P i a u l t " en lo da de suyo también la gracia para usar bien de él, no es su
que dice a propósito del carácter y de su reducción a segundo secuela necesaria. Pero sólo con la gracia se usa bien del carácter
plano en el estudio de la teología del sacerdocio. sacerdotal.
En efecto, el carácter es algo más que una simple participa- Hay todavía otro punto de vista en la moderna teología del
ción de poderes, como que es una ontológica y misteriosa inser- sacerdocio, del que conviene hacer mención para hacernos cargo
ción en el ser sacerdotal de Cristo. Es ante todo una consagración de la problemática que plantea dicho sacerdocio y también para
del ser, y secundariamente un poder. Y, al hablar del sacerdocio, proceder con el debido conocimiento de causa a la exposición de
es sobre él y no sobre la gracia sobre lo que hay que poner ante una teología aceptable del mismo, teniendo en cuenta lo que aho-
todo el acento. ra acaba de decirnos el Vaticano II y lo que antes dijeron otros
La minimización o subestimación del carácter está aquí fuera concilios, particularmente el de Trento, así como los Papas que
de lugar, porque es él precisamente el que nos pone en relación ex profeso tocaron la materia.
con el sacerdocio de Cristo y nos da participabilidad en el mis- Este punto de vista aludido es el que antepone el poder re-
mo. Ya que, como luego diremos, Cristo es sacerdote no preci- gio o pastoral de Cristo a su poder sacerdotal y prefiere, para de-
finir el sacerdocio jerárquico, relacionarlo ante todo y principal-
6
7
Ibid. mente con el Cuerpo místico de Cristo y no con su cuerpo real
8
B. DURST, Dreifaches Priestertum (Neresheim 1947). o eucaristía.
9
M. MASURE, Le sacrifice du Chef (París 1944).
10
E. SAURAS, El Cuerpo místico de Cristo (Madrid 1952). Prácticamente, pues, en esta perspectiva, el sacerdocio de Cris-
J. ED. REA, The Common Priesthood o¡ the members oj the Mystical Body...
(Westminster,
11
U. S. A., 1947). to, por orden al sacrificio de la cruz, queda reducido a segundo
B. PIAULT, cf. NouvRevTh 10 (1949) 1030-1044.
272 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 273

plano; y el sacerdocio ministerial o jerárquico no se define por Yá es bueno hacer notar que todo el Vaticano II discurre a la
orden al sacrificio de la misa o poder sobre el cuerpo real/de luz de Cristo lo mismo en su vertiente dogmática que en la prác-
Cristo, sino por orden al gobierno o potestad sobre el Cuírpo tica o pastoral. Es el misterio de Cristo lo que el Concilio quiere
místico. descubrir en su Iglesia, y es a Cristo a quien la Iglesia mira para
Para Piault, en efecto, uno de los patrocinadores de esta teo- reconocerse a sí misma.
ría, el supremo analogado del sacerdocio del cristiano está cier- Contestando^ a preguntas de un redactor de La Croix, con fe-
tamente en Cristo, y en Cristo en cuanto Hombre-Dios por la cha 29 de septiembre de 1964, el pastor Herbert Roux, obser-
gracia de unión; pero la formalidad precisa de ese sacerdocio no vador en el Concilio y representante del Consejo mundial de las
está en la unción por orden al sacrificio de la cruz, sino en la iglesias presbiterianas y reformadas, destacaba con simpatía y
potestad pastoral o potestad regia que a Cristo le compete sobre plena conformidad este carácter cristocéntrico de la labor del Va-
el pueblo cristiano en virtud de la unión hipostática. ticano II.
Mira con ello a exaltar la jerarquía episcopal sobre la sim- El «cristocentrismo», decía, se ha convertido en criterio de
plemente sacerdotal o presbiterial. Aquélla, participando del po- investigación y de renovación eclesial para este Concilio. Y «para
der regio o pastoral de Cristo, tiene poder también sobre la nosotros, que ponemos el acento sobre Cristo, único Salvador,
eucaristía, manda en el cuerpo real y en el Cuerpo místico del Se- único Mediador, esto sólo puede constituir un motivo de alegría.
ñor. Esta se circunscribe al poder sobre la eucaristía solamente, La tradición protestante ha insistido siempre sobre el Christus
y subordinadamente a la primera. salus; y la tendencia católica sobre el Christus totus, el Cristo
Como la pasión y la eucaristía son cosa subordinada a la po- total, al que la Iglesia se encuentra incorporada. No se da tanta
testad pastoral de Cristo obrando la salvación del mundo, así el oposición entre las dos posturas si Cristo es el único Salvador, el
poder del sacerdote sobre el cuerpo real de Cristo se subordina único Mediador, si la renovación de la Iglesia debe hacerse con
al del obispo, con poder pastoral sobre el Cuerpo místico. Al fin referencia a Cristo».
y al cabo, la eucaristía no tiene más que función de medio con Y Pablo VI, en el discurso inaugural de la segunda sesión
respecto a la misión de la Iglesia. El presbiterado es un instru- del Concilio, afirmaba resueltamente que todas las cuestiones de-
mento' de la labor pastoral del episcopado. batidas en él debían partir de Cristo para volver a Cristo. «Que
El obispo es superior al presbítero incluso por respecto al acto preste este Concilio plena atención a la relación múltiple y úni-
primario de su sacerdocio o poder sobre el Cuerpo místico. Su ca, firme y estimulante, misteriosa y clarísima, que nos apremia
poder pastoral dice relación directa a Cristo Rey, del que el sa- y hace dichosos, entre nosotros y Jesús bendito, entre esta santa
cerdocio, como potestad sacrificial, no pasa de ser más que una y viva Iglesia y Cristo, del cual venimos, por el cual vivimos y al
función o una manifestación subordinada a su potestad real o cual vamos. Que no se cierna sobre esta reunión otra luz si no es
regia. Cristo, luz del mundo». Y poco más adelante insistía: «Es con-
veniente, a nuestro juicio, que este Concilio arranque de esta vi-
CRISTO, CLAVE Y RAZÓN DEL SACERDOCIO CRISTIANO sión, más aún, de esta mística celebración, que confiesa que El,
Hemos querido exponer estas breves nociones sobre la proble- nuestro Señor Jesucristo, es el Verbo encarnado, el Hijo de Dios
mática del sacerdocio para que así pueda ser mejor comprendida y el hijo del hombre, el Mesías del mundo, esto es, la esperanza
la doctrina conciliar acerca del sacerdocio de los fieles. El Con- de la humanidad y su único supremo Maestro. El el Pastor, El
cilio no ha querido entrar en las disputas de los teólogos, y ha el Pan de vida, El nuestro Pontífice y nuestra Víctima. El el
evitado adrede toda palabra que pudiera interpretarse en sentido único Mediador entre Dios y los hombres, el Salvador de la tie-
favorable a una u otra corriente teológica. Pero en la constitu- rra; El el que ha de venir Rey del siglo eterno...
ción dogmática sobre la Iglesia hay una serie de puntos o enun- Si nosotros, venerables hermanos, colocamos delante de nues-
ciados acerca del sacerdocio que merecen atenta reflexión. Por tro espíritu esta soberana concepción: que Cristo es nuestro Fun-
eso insistimos sobre ellos. dador, nuestra Cabeza, invisible, pero real, y que nosotros lo re-
Y sobre lo primero que queremos llamar la atención es sobre cibimos todo de El, que formamos con El el «Cristo total», del
el cristocentrismo de la teología sacerdotal, según se nos ofrece que habla San Agustín y del que está penetrada toda la teología
en la constitución dogmática De Ecclesia salida del Vaticano II. de la Iglesia, podremos comprender mejor los fines principales de
274 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios, 10 275
este Concilio, que, por razones de brevedad y de mejor inteligen- teros, comienza también: «Cristo, a quien el Padre santificó y
cia, reduciremos a cuatro puntos: el conocimiento, o, si se prefiere envió al mundo, ha hecho participantes de su consagración a los
de otro modo, la conciencia de la Iglesia, su reforma, la recons- obispos», etc. Añadiendo a continuación: «Los presbíteros, aun-
trucción de la unidad de todos los cristianos y el coloquio de la que no tienen la cumbre del pontificado y en el ejercicio de su
Iglesia con el mundo moderno» 12. potestad dependen de los obispos, con todo, están unidos con
De un modo parecido se expresó luego en la Ecclesiam suam ellos en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del
y también al inaugurarse la tercera sesión conciliar. En la encícli- orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del Nue-
ca nos dice que el primer fruto de la conciencia profundizada de vo Testamento, según la imagen de Cristo Sumo y Eterno Sacer-
la Iglesia sobre sí misma es el renovado descubrirtiiento de su re- dote». Por su ministerio y en el grado que les es propio partici-
lación vital con Cristo. Es éste, añade, el capítulo central de pan, pues, del oficio de Cristo, único Mediador, representando
nuestro patrimonio religioso. Sólo espejándose en Cristo, la Igle- la persona de Cristo sobre todo en el sacrificio eucarístico, el
sia se entiende y se perfecciona a sí misma. Cristo es para ella único sacrificio del Nuevo Testamento, en el que Cristo se ofrece
camino, verdad y vida. No es tanto cambiando sus leyes, las le- a sí mismo al Padre como hostia inmaculada.
yes que ella misma se ha dado en el afán de secundar mejor la En todo lo cual no se hace sino recoger a grandes trazos lo
voluntad de su divino Fundador, como ella debe renovarse, cuan- que de un modo más parsimonioso y orgánico fijó el Tridentino
to poniendo interiormente su espíritu en actitud de obedecer a al tratar del sacrificio de la misa y del sacramento del orden.
Cristo, y, por consiguiente, de observar esas leyes, Cristo es el Sacerdote de la Nueva Ley, Sacerdote para siempre,
Y a lo largo de las deliberaciones conciliares se hizo con fre- que, ofreciéndose a sí mismo al Padre una sola vez sobre el ara
cuencia hincapié en esta perspectiva cristocéntrica de toda la teo- de la cruz, no quiso, sin embargo, que con la muerte se extinguie-
logía de Ja Iglesia. No es posible, decía Mons. Genny, auxiliar se su sacerdocio ni acabase su sacrificio. Y para ello legó a su es-
de Cambray, hablar de la Iglesia sin hablar de Cristo. Y mon- posa la Iglesia un sacrificio visible, el de la misa, perpetuación
señor Charrue, obispo de Namur, recordaba que ni la Iglesia ni sacramental del de la cruz, donde sigue ofreciéndose al Padre
la teología se pueden construir sobre otro fundamento ni ilumi- por medio de sus ministros, pues en él «se contiene e incruen-
nar a otra luz que la de Cristo. El es la piedra angular. El es la tamente se inmola aquel mismo Cristo que una sola vez se ofreció
Cabeza, El el único Mediador y el único gran Sacerdote. a sí mismo cruentamente en el altar de la cruz» ''. Y, en conse-
Si esto vale en cualquier campo de la teología, vale de un cuencia, instituyó un sacerdocio visible, ya que «el sacrificio y el
modo eminentísimo cuando^ se trata del sacerdocio, como ahora sacerdocio están tan unidos por ordenación de Dios, que en toda
vamos a ver. ley han existido ambos» ".
Toda consideración acerca del sacerdocio cristiano presupone De tal manera resume y personaliza Cristo el sacerdocio cris-
el reconocimiento de esta verdad fundamental, a saber: uno es tiano, que fuera de él la realidad sacerdotal no tiene consisten-
el Mediador, uno el Sacerdote de la Nueva Ley según el orden cia ni tiene sentido en la Nueva Ley. Y la condición sacerdotal
de Melquisedec y por toda la eternidad, Cristo Jesús. Esta es la de Cristo es tan consustancial con él y con su obra, que fuera de
gran verdad de que hay que partir para entender como es debido ella ni el Cristo histórico ni el Cristo místico tienen explicación
la gran realidad sacerdotal de la Iglesia y ordenar como es debido adecuada.
las distintas participaciones sacerdotales. Toda la vida de Cristo y todos sus actos, comenzando desde
He ahí por qué la constitución De Ecclesia del Vaticano II, la encarnación, fueron cosa sacerdotal por la misión y el fin sa-
cuando trata del sacerdocio común o del sacerdocio jerárquico, crificial que traía el Hombre-Dios. De no ser por esta finalidad
hace referencia siempre al misterio sacerdotal de Cristo. Así, ini- sacrificial, los actos del Dios humanado, en cuanto teándricos
ciando el n.10, que habla del sacerdocio laical, dice: «Cristo Se- sencillamente, no se dirían sacerdotales; ni el Verbo, en cuanto
ñor, Pontífice tomado de entre los hombres, a su nuevo pueblo encarnado, sería sacerdote. Pero el sacrificio de la cruz, que fi-
lo hizo reino y sacerdotes para Dios, su Padre». Y en el n.28, naliza en un cierto sentido toda la obra redentora, hizo que Cris-
donde se describe el sacerdocio ministerial de los simples presbí- to, por el mero hecho de ser, fuese sacerdote sin carácter alguno
'- PAULO Vi, discurso de apertura de la segunda sesión del Vaticano II. Texto 13
de la Oíicina de Prensa: Ecclesia O oct. 1963) p.6-7. Cf. D 940.
14
lbid., 957.
276 Bernardo Monsegñ, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 277
sobreañadido y que todo en su vida implicara una función sa- posesión de un sacerdocio inmutable, que ni empezó con el tiem-
cerdotal por referencia al sacrificio de la cruz. po ni tendrá sucesor en el tiempo» "\ Y es que, como enseña
El sacerdote es esencialmente mediador. Y a Cristo le cons- Santo Tomás, aun cuando no digamos a Cristo sacerdote en cuan-
tituye mediador la propia encarnación y la misión salvadora que to Dios, sino en cuanto hombre, y como hombre empezó en el
trae. Ortológicamente, la mediación de Cristo consiste en la tiempo, su sacerdocio es eterno y eternamente sacerdote le deno-
unión personal de las dos naturalezas que hay en él. Y el ser mina la Escritura, porque untes tamen et ídem juit sacerdos et
mediador de Cristo recibe unidad de la persona divina que une Deus.
las dos naturalezas. La razón formal de la mediación de Cristo La sacerdotalidad está, pues, entrañada en todo el ser y el
sólo en abstracto puede ponerse en la humanidad. En concreto y obrar de Cristo y alcanza al Christus totus, al Cristo real o físi-
con plena verdad, la sentencia de San Agustín: «La divinidad co y al Cristo místico. La Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, tie-
sin la humanidad no es medianera, y la humanidad sin la divi- ne un nacimiento, una constitución y una nervatura esencialmen-
nidad tampoco», sintetiza y formula el auténtico constitutivo de te sacerdotales. Y la clave del arco de la sacerdotalidad eclesial
la mediación de Cristo, que ha de reponerse en la unidad perso- la tiene el sacerdocio personal de Cristo.
nal de ambas naturalezas. Con razón pudo, pues, exclamar Bossuet en sus Réflexions
Esa unidad ontológica de la mediación de Cristo, considerada sur Vagóme de N. S. Jesús-Chrisl: «Nada hay más grande que
en su ser, personal, se prolonga en el orden operativo por la uni- Jesucristo en el universo; pero en Jesucristo nada hay más gran-
dad ceándrica que tienen todas las acciones de Cristo. Todo en de que su sacrificio». Y es que, como dice San Agustín, Jesucris-
Cristo es mediación. Y la función mediadora es única, aunque to vence muriendo, ideo victor quia victima.".
distingamos en ella diferentes modalidades, como son las de efi- Lo que equivale a decir que Cristo reina por su sacerdocio,
ciencia, de mérito, de satisfacción, de reconciliación, de sacri- culminante en el sacrificio de la cruz. Por eso canta la Iglesia:
ficio ' \ regnabit a. ligno Deus. Su misión fue esencialmente sacerdotal.
La mediación por naturaleza, en el orden oncológico, supone Para cumplir con ella se ofrece como víctima al Padre y queda
que el mediador sea verdadero Dios y verdadero hombre. Y esto ungido sacerdote a la hora misma en que se encarna. Y ya toda
se da en Cristo por su sola encarnación. En el orden moral con- su obra será sacerdotal y todo lo que de El proceda traerá esta
siste en la reconciliación de los hombres con Dios. Radicalmente impronta sacerdotal. Visto a esta luz, el título de sacerdote es el
o en acto primero se halla ya en la mediación ontológica. Fun- más augusto y expresivo de Jesús.
cionalmente o en acto segundo consiste en el oficio redentor que
ejerce Cristo. LA PARTICIPACIÓN DEL SACERDOCIO DE CRISTO
Encarnado para redimirnos, la mediación ontológica, que na-
turalmente le compete, se ordena y exige la mediación moral, La esencia y plenitud del sacerdocio cristiano sólo en Cristo se
que se realiza por los actos meritorios y satisfactorios puestos por realiza perfectamente. Sólo El es sacerdote con toda propiedad,
el Hombre-Dios, subordinados todos en la economía presente, por naturaleza y derecho propio. Todos los demás lo son por
al sacrificio de la cruz. analogía, por voluntad suya y con dependencia suya. «La noción
del sacerdocio cristiano se mide y estructura esencialmente de
En consecuencia, Cristo, por el mismo camino que es media-
arriba abajo: partiendo de la cualidad mediadora de Cristo, del
dor, es sacerdote, y su sacerdocio es tan natural y tan consustan-
sacrificio redentor realizado en la cruz, de la tradición del rito
ciado con su ser personal como su mediación.
eucarístico, y no de abajo arriba. Lo que preside todo el desarro-
Cierto que Cristo no es sacerdote en cuanto Dios, sino en
llo de la noción del sacrificio cristiano es el sacerdocio vivido por
cuanto hombre. Pero bien entendido que la naturaleza humana
Cristo-Cabeza, y expresado luego por la epístola a los Hebreos.
no es más que el principio inmediato de las operaciones sacerdo-
Los sacerdotes son reconocidos tales porque continúan y repre-
tales que pone Cristo sacerdote. El sujeto del sacerdocio es Cris-
sentan visiblemente el sacerdocio de Cristo. N o lo son sino por
to, la Persona del Verbo encarnado. Y por respecto a ella es por
virtud y en el nombre del Sacerdote eterno, cuyas veces hacen
lo que se dice que el sacerdocio de Cristo es eterno. Así leemos
en el tiempo. Elevar el sacerdocio sacramental a la función de
en San Cirilo Jerosolimittano: «Cristo es el Sumo Sacerdote en
10
P G 33,679.
,r
' SANTO T O M Á S , 2 q.22 a.3 ad 1. ' ; PI. 32,ROS.
278 C.2. El pueblo de Dios. 10 279
Bernardo Momegú, C. P.

primer analogado quoad nos es, pues, poco conforme con la his- del sacerdocio, eso es lo que aquí pretendemos. El término de
toria de la teología. Hay que guardarse de olvidar la referencia referencia no puede ser otro que el sacerdocio de Cristo, porque,
esencial de los signos sacramentales al misterio de Cristo» ls . según doctrina tomista, «todos los nombres que analógicamente
En orden a Cristo sacerdote y al sacrificio sacerdotal por él se predican de muchos, necesariamente se les aplican en virtud
puesto y por él instituido y hecho permanentemente visible, de la relación que tienen con una misma cosa, razón por la cual
aunque de un modo sacramental, en la misa, es como hay que ésta entra en la definición de todos ellos, y puesto que el concepto
hacer juicio de la participación sacerdotal, de su significación y que el nombre significa es la definición, como dice Aristóteles,
alcance y de la propiedad con que los participantes se denomi- es forzoso que el nombre recaiga ante todo en la cosa que entra
nan, en consecuencia, sacerdotes. en la definición de los demás, y después en las otras, según el
Sólo así apreciaremos en su justo valor lo que el Vaticano II orden con que, en más o en menos, se acerquen a la primera» ]".
ha querido decirnos al hablarnos del sacerdocio común de los Nuestro sacerdocio es cristiano porque deriva de Cristo y tiene
fieles. N o ha querido terciar en la disputa teológica acerca de la consistencia en Cristo. Como nuestra gracia se dice cristiana por-
naturaleza y propiedad de ese sacerdocio. Sino sencillamente afir- que participa de la plenitud de la gracia de Cristo, así se dice
mar que los bautizados todos tienen una auténtica participación cristiano nuestro sacerdocio.
sacerdotal en el sacerdocio de Cristo, sacando de ella consecuen- Pero esta comunión de sacerdocio se verifica de modo muy
cias en orden al ejercicio de la vida cristiana. Toca a los teólogos distinto en Cristo, en los simples fieles y en los llamados por anto-
declarar y determinar hasta qué punto la participación sacerdotal nomasia sacerdotes. Cristo no tiene un sacerdocio recibido o parti-
de los fieles, que nadie puede negar, se apropia las esencias todas cipado; nosotros, sí. Cristo no es sacerdote por un carácter o acci-
del sacerdocio de Cristo, definible siempre por orden a su sa- dente que sobrevenga a su ser personal; nosotros, sí. Cristo es el
crificio, hecho permanente y visible para la Iglesia en la eucaristía. sacerdote por esencia; nosotros, por participación. Cristo es sus-
Y ya hemos visto que no todos coinciden en el punto de par- tancialmente sacerdote de la misma manera y por lo mismo que
tida para hacer juicio exacto de esa participación sacerdotal, pues es sustancialmente santo o ungido por virtud de la unión hipostá-
ni fundamentan en lo mismo la formalidad sacerdotal de Cristo tica. «El sacerdocio de Cristo no pone en su ser humano—dice
y de los cristianos, ni del sacrificio por antonomasia o como su- Suárez—una cualidad real, a modo de carácter, sino que es la
premo analogado piensan de la misma manera. dignidad y el poder conveniente a Cristo sacerdote por razón de
Nosotros nos limitamos a recoger, teniendo en cuenta lo que la misma unión hipostática. En virtud de esa unión, la humanidad
el Concilio dice y lo que el Concilio supone, establecido por el o, por mejor decir, el hombre Cristo, de un modo eminente y
magisterio oficial de la Iglesia, singularmente en Trento y últi- perfecto, viene separado de los demás hombres, recibiendo el po-
mamente por boca de Pío XII, que de un modo particular trató der de interceder por ellos, de ofrecer sacrificio por ellos y de
el tema, lo que nos parece doctrina más segura y generalizada santificarlos. Esta dignidad y este poder implican en quien los
acerca de la participabilidad del sacerdocio de Cristo y de la pro- posee la capitalidad o jefatura sobre la humanidad y el poder de
piedad con que la nota sacerdotal se verifica en los distintos su- merecer y satisfacer plenamente por los demás hombres, lo mismo
jetos del sacerdocio' cristiano. que la potencia productora de la gracia. Y, finalmente, redama
Notamos, empero, desde el primer momento que no hay por parte de Dios una disposición especial, en virtud de la cual
teólogo católico que confunda el sacerdocio laical con el sacer- Cristo queda constituido mediador entre Dios y los hombres» "".
docio jerárquico ni que pretenda equiparar, al modo protestante, La plenitud sacerdotal de Cristo tiene por razón la unión hi-
clérigos y seglares. postática, que le consagra formalmente sacerdote, santificando
Jerarquía y fieles, aun reconociendo en ambos carácter sacer- también formalmente su humanidad, porque de esa unión surge,
dotal, son dos estratos perfectamente diferenciados de la sociedad como dote natural, la gracia capital que le santifica.
cristiana o Iglesia, y, por lo tanto, el sacerdocio no puede predi- En nosotros, la participación sacerdotal sólo analógicamente
carse de ambos con la misma propiedad y con idéntico sentido. conviene con el sacerdocio de Cristo. El sacerdocio no nos com-
Averiguar qué género de propiedad sacerdotal es la que tienen pete por esencia o naturaleza, sino en virtud de un carácter que
los simples fieles y en qué sentido y por qué entran en la línea
í!t
1 q.13 a.6 corp.; S. RAMÍREZ, introd. a la q.13.
R. LAURENTIN, Marie, l'Eglise et le Sacerdoce (París 1953) p.65-66. -" SUÁREZ, Dhp. 46 sect.3 n.2.
280 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 281
se nos da, pero que ni formalmente santifica ni exige la gracia redimido. Gracia plena, gracia social, principio de mérito y de
de un modo connatural o como efecto resultante. De ahí que funciones mediadoras.
podamos recibir el carácter sin la gracia, y que, participando de El Cuerpo místico de Cristo, gran sacramento social destinado
un sacerdocio santo, no seamos siempre santos. a prolongar y perpetuar la obra redentora de Cristo, supone uni-
Ello no obstante, la consagración sacerdotal que recibimos por dad en el todo y diversidad en los miembros. La Iglesia o cuerpo
el carácter está reclamando de nosotros la gracia y la santidad de social cristiano no es un monolito funcional. Hay en ella una or-
vida para usar dignamente de nuestro sacerdocio. denación jerárquica, y los miembros que la integran reciben una
El carácter sacramental es primordialmente una consagración estructuración y una configuración a tono con el puesto o función
del ser que deviene cristiano, un cuño o sello que se le imprime. social que en el todo desempeñan. De esta estructuración o con-
Y es esta consagración la que impide reducir el carácter a algo figuración están precisamente encargados los distintos caracteres
puramente jurídico o de funcionalidad social. sacramentales. La gracia debe llenar de vida esas estructuras.
El carácter tiene una metafísica u ontología propias, de orden Tanto gracia como carácter son una comunicación sacramental,
sobrenatural misterioso, todo lo difícil de explicar que queramos, pero con finalidad y virtualidad distintas. Lo distintivo del carác-
pero real y auténtica. El ser que recibe el carácter, aunque no ter es constituir y señalar al miembro de la comunidad cristiana,
reciba la gracia, es un ser transformado, contraseñado para toda asignándole una función dentro de ella. En acertar a determinar
una eternidad. exactamente lo que cada carácter significa y causa en cada cristia-
Son distintas en teología las opiniones acerca de la naturaleza no que lo recibe está la mejor base o el mejor camino para resol-
íntima del carácter. Pero parece evidente que no se resuelve en ver el problema de la discriminación social y de las diferencias
pura relación, sino que es algo en que se funda una relación, funcionales de ese común sacerdocio que, por virtud del carácter,
según estas palabras de Santo Tomás: «Hay, pues, que poner en compete a todo cristiano. La existencia de un sacerdocio común
el alma algo sobre lo que se funde esa relación, y ese algo consti- para todos no excluye la de otro sacerdocio, privativo de algunos.
tuye la esencia, del carácter» 21. La Iglesia, como institución, doblaje social, místico y sacra-
mental de Cristo, no tiene otro sacrificio que el de la misa. Este
EL SACERDOCIO COMO INSTITUCIÓN SOCIAL es el único auténtico sacrificio cristiano, por orden al cual Cristo
mismo instituyó un sacerdocio oficial visible.
La razón de ser de Cristo, en consonancia con los fines con- Las definiciones de Trento y la tradicional inteligencia del
cretos de la encarnación, puede decirse que es una razón social. sacerdocio, como investidura oficial en orden al sacrificio, obligan
1.a, gracia de unión fue ciertamente una gracia exclusivamente per- a poner todo sacerdocio cristiano1 en relación íntima y necesaria
sonal. Pero, dada la misión que traía el Verbo encarnado, misión con la eucaristía.
recibida del Padre y por Cristo libremente aceptada, el sujeto de En este sacrificio eucarístico, Cristo sigue siendo la causa prin-
cal gracia no sólo quedaba ipso jacto constituido mediador entre cipal, y los que recibieron la investidura o consagración sacerdotal
Dios y los hombres, jefe y representante de la humanidad, sino por el sacramento del orden, la causa ministerial. De forma que
que, además, exigía, como tal Cabeza, una gracia adecuada a la hay que reconocer, en conformidad con la definición del Triden-
solidaridad social con los miembros. tino 22 , que el sacrificio de la cruz y el sacrificio de la misa son
A esta posición y a esta misión características del Hombre-Dios esencialmente una misma cosa, aunque realizada de distinta ma-
corresponde, pues, una gracia del todo singularísima, la llamada nera, porque uno es el sacerdote principal y una la víctima en
gratia capttis o gracia capital, cuyo fundamento y raíz está en la ambos, Cristo Jesús. Allí inmolándose personalmente, aquí a tra-
gracia de unión, pero que propiamente es la gracia habitual, san- vés de sus ministros; allí de un modo cruento, aquí incruento;
tificante de la naturaleza humana asumida por el Verbo como re- allí en su propia figura carnal y visible, aquí bajo las especies de
presentación de la humanidad. Es la gracia de Cristo en cuanto pan y de vino, de un modo sacramental y misterioso.
principio de santificación de los miembros del Cuerpo místico. Así se explica la unidad del sacerdocio cristiano propiamente
Es su gracia personal, no en cuanto le santifica sustancialmente dicho, porque Cristo es siempre quien sacrifica y se ofrece en
a él como individuo, sino como cabeza o jefe del género humano víctima. La jerarquía sacerdotal no obra en nombre propio, aun-
21
3 q.63 a.2 ad 3. -= D 938-940.
282 Bernardo Momegt'i, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 283

que goza de verdadera potestad en orden a Ja eucaristía, porque una preeminencia jerárquica, un carácter que les deputa oficial-
actúa con la representación de Cristo, in persona Christi, según mente para el ministerio sacerdotal, para ofrecer ese sacrificio
leemos en la constitución dogmática De Ecclesia que estamos único, visible y público que hay en el pueblo cristiano: el de la
comentando, y con la representación del pueblo para ofrecer a misa.
Dios el sacrificio de la misa. Representación que sólo el sacerdo- La exaltación del sacerdocio laical no puede oscurecer nunca
cio ministerial asume, porque sólo él se apropia la persona de esta gran verdad de un sacerdocio jerárquico en el que únicamente
Cristo en cuanto cabeza del pueblo cristiano y sacerdote hecho se cumplen con todo rigor y exacta propiedad las condiciones de
mediador entre Dios y los hombres. todo sacerdocio, singularmente del sacerdocio cristiano. Ese es el
«Todo sacerdote—nos dice San Pablo—es sacado de entre los sacerdocio verdaderamente institucional y constitucional de la
hombres y toma la representación de ellos en orden a las cosas Iglesia según la doctrina católica que Trento resumió de esta ma-
de Dios para ofrecerle dones y sacrificios» 23. La misma palabra nera: «El sacrificio y el sacerdocio están tan unidos por ordena-
assumptus empleada por San Pablo está indicando que se trata ción de Dios, que en toda ley han existido ambos. Habiendo,
de una elevación o jerarquía. En efecto, los que en la Iglesia tie- pues, en el Nuevo Testamento recibido la Iglesia católica por
nen la misión de perpetuar el sacerdocio de Cristo, obrando su institución del Señor el santo sacrificio visible de la eucaristía, hay
mismo sacrificio en la misa, son una jerarquía, una clase especia- también que confesar que hay en ella un nuevo sacerdocio, visible
lizada, segregada de la masa común por el carácter de su or- y externo, en el que fue trasladado el antiguo. Y éste es aquel que
denación. fue instituido1 por el mismo Señor Salvador nuestro, y que a los
En virtud de su ordenación sacerdotal, ellos únicamente son apóstoles y sucesores suyos en el sacerdocio les fue dado con el
los que pueden tomar la representación de Cristo y la represen- poder de consagrar, ofrecer y administrar el cuerpo y la sangre
tación del pueblo para ofrecer su sacrificio. Su ministerio1 tiene del Señor, así como el de retener y el de perdonar los pecados.
carácter oficial. Son vicarios e instrumentos de Cristo al celebrar Cosa es ésta que las Sagradas Letras manifiestan y la tradición
la misa. Lo que Cristo tuvo por su misma encarnación, en virtud de la Iglesia católica enseñó siempre» ~l.
de la unión hipostática, que le constituyó sacerdote por esencia, La idea fundamental con que juega el autor de la epístola
eso tienen sus ministros por la consagración sacerdotal de la orde- a los Hebreos, tratando del sacrificio de Cristo, es precisamente
nación, que les da participación en el sacerdocio de Cristo, en ese esta de su superioridad sobre el sacrificio aaronítico, al que susti-
orden capital exclusivo de Cristo, pues sólo el carácter de la orde- tuye y hace inútil, por su eficacia y por su perennidad. Tomando
nación es el que hace del cristiano sujeto ministerial del sacer- pie de la historia de Melquisedec, sacerdote sin datación en la
docio que compete a Cristo mismo, como Cabeza de la comunidad Escritura, ni en el principio ni en el fin de su vida, saca de ahí ar-
cristiana. Gracias a ese carácter, en efecto, pueden tomar la re- gumento para la semejanza y perennidad del sacerdocio del Hijo
presentación personal de Cristo para ofrecer su mismo sacrificio. de Dios. Y previa la demostración de la primacía del sacerdocio
Así es como surge dentro de la masa o cuerpo sacerdotal cris- de Melquisedec sobre el levítico, arguye seguidamente a la su-
tiano un sacerdocio que no es de masa, porque es auténtica jerar- premacía y excelencia del sacerdocio de Cristo sobre el de Aarón
quía, en cuanto que el ordenado se asimila y configura con Cristo y Melquisedec. Porque si lo que era figura y tipo estaba ya sobre
Cabeza, y, por tanto, superior al cuerpo como tal. Nunca la co- el sacerdocio aaronítico, ¿cuánto más no lo estará la misma rea-
munidad cristiana como tal ni ninguno de los cristianos que no lidad del sacerdocio de Cristo?
recibieron la ordenación sacerdotal podrán ofrecer realmente el El sacerdocio de la Antigua Ley era temporal y transitorio;
sacrificio eucarístico, en cuanto esa realidad es identificación sus- el de Cristo es eterno. Y de tanta perfección, que hará inútil el
tancial con lo que Cristo hizo, porque para ello necesitarían poder antiguo sacrificio. Cristo, que permanece eternamente, tiene tam-
obrar en persona de Cristo mismo, cosa que sólo la ordenación bién un sacerdocio eterno. Y no tiene propiamente sucesores en
concede. su sacerdocio, sino simplemente ministros y vicarios suyos, los que
Se debe, pues, distinguir debidamente entre el sacerdocio co- obran con la representación y el poder suyo. Tampoco hay suce-
mún a todos los fieles y el sacerdocio jerárquico, exclusivo de los sión en el sacrificio, porque el de la cruz se ha puesto una vez
que recibieron el sacramento del orden. Esto implica en la Iglesia para siempre. Y en el de la cena del Señor, que conmemora y
=•> D 957.
•3 H e b r 5 , 1 .
284 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 285

perpetúa la eucaristía, no se hace sino lo mismo que se hizo la al hablar del sacerdocio de los fieles: los poderes y las funciones
noche de la última cena, como anticipación de lo del Calvario, propiamente sacerdotales, sobre todo con respecto a la eucaristía,
no cambiando sino lo accidental. único sacrificio cristiano propiamente dicho, son privativos de una
Idea igualmente fundamental en San Pablo es la de que el categoría especial de personas, los clérigos, como lo fueron en
auténtico sacerdote cristiano1, inaugurado en Cristo, sustituye visi- la Antigua Ley los de los levitas respecto de los sacrificios mo-
ble y oficialmente al de la Antigua Ley. Por tanto, por analogía saicos.
con los ministros del antiguo sacerdocio, se ha de hacer juicio Es lo que expresamente enseñó Pío XII en la Mediator Dei
de los del nuevo. Aquéllos eran y éstos son una clase especial en al afirmar que el verdadero sacerdote actúa con la representación
la Iglesia. de Cristo y de su Iglesia, representación que no viene a su per-
sona por delegación del pueblo o Iglesia, sino de Cristo mismo,
SACERDOCIO Y PODERES SACERDOTALES único que puede dar a otro su representación personal. Y El se la
El sacerdocio cristiano, según la mente de la epístola a los da precisamente como Cabeza del Cuerpo místico. «Por eso—son
Hebreos y la formulación dogmática del Tridentino, ha venido palabras textuales del Pontífice—el sacerdote va al altar como
a subrogar y sustituir al levítico. Y aun dentro de ese sacerdocio, ministro de Cristo, siendo inferior a El, pero superior al pueblo.
los ministros del altar se hallan en una línea jerárquica parecida El pueblo, en cambio, no representando por ningún motivo a la
a la que ocupaban los levitas en el aaronítico. persona del divino Redentor y no siendo mediador entre sí mismo
y Dios, no puede en ningún modo gozar de poderes sacerdota-
Aunque en el Antiguo y en el Nuevo Testamento se hable,
les» 2S. Esto es de la competencia de aquellos que a este fin reci-
pues, de todo el pueblo de Dios como de un linaje sacerdotal,
bieron el sacramento de la ordenación sacerdotal.
la rigurosa denominación de sacerdotes no es aplicable al común
En el Cristo histórico o individual, siendo sacerdote por esen-
de los cristianos. Participan del sacerdocio y, sin embargo, no son
cia, la misma persona hacía a un tiempo, en virtud de la divino-
propiamente sacerdotes. Forman parte de un todo sacerdotal, son
humanidad, las veces de representante de la humanidad y de
fruto de un sacerdocio, reciben una estructura o configuración
humanidad representada. Esta aparecía, en la naturaleza humana
sacerdotal, insertos en el cuerpo sacerdotal cristiano, pero no que-
de Cristo, en postura ministerial y como pasiva, típica del pueblo
dan por eso constituidos propiamente sacerdotes. Algo así como
frente a su sacerdote. Pero en el Cristo místico o Iglesia ya no es
podemos denominar humano a cualquier miembro de nuestro
posible esta síntesis sacerdotal verificada en Cristo Mesías. Por
cuerpo; pero no podemos denominarle hombre ni siquiera al
eso hay en ella sacerdotes y fieles, porque fue Cristo mismo el
cuerpo entero. El sacerdote en cuanto^ tal es una preeminencia
que instituyó la noche de la última cena, juntamente con el sa-
dentro del cuerpo sacerdotal cristiano. Preeminencia que le viene
crificio visible y ritual del pueblo cristiano, los sacerdotes del mis-
de la potestad que le confiere la investidura sacerdotal u ordena-
mo como sucesores suyos.
ción para actuar en nombre y con la representación de Cristo; por
Razón por la cual el sacerdocio cristiano propiamente dicho
consiguiente, en posición de superioridad sobre la comunidad cris-
no es una institución comunitaria, ya que ni viene del pueblo ni
tiana y de representante de la misma para ofrecer el sacrificio1.
está principalmente al servicio del pueblo, sino que viene de Dios
Es lo que la constitución, hablando del sacerdocio común, pa-
y a la gloria o culto de Dios se ordena principalmente. Dios se
rece indicar cuando, a raíz de certificar el sacerdocio de los fieles
elige de entre el pueblo cristiano sus sacerdotes en Cristo para
según la Escritura, advierte que ambos sacerdocios, el común y el
perpetuar la misión sacerdotal de Cristo.
jerárquico, aunque participaciones del mismo sacerdocio de Cris-
Aquí está la base de la gran diferencia que se da entre la
to, son esencialmente diferentes y la participación es peculiar en
sociedad eclesial y la sociedad civil, como nota muy bien Vitoria.
cada uno. El sacerdote ministerial, en efecto, goza de potestad,
Los miembros de la comunidad civil guardan entre sí una cierta
modela y rige a la comunidad, y, tocante al sacrificio eucarístico,
relación de igualdad, aunque haya algunos investidos de autori-
lo hace en persona de Cristo y representando al pueblo. Los fieles,
dad por razón del origen inmediatamente comunitario que tiene
en cambio, en fuerza de su regio sacerdocio, concurren a la obla-
el poder o autoridad civil. Pero esto no sucede en la Iglesia.
ción de la eucaristía y ponen en ejercicio su nota sacerdotal a lo
Ni la potestad de orden ni la de jurisdicción están inmedia-
largo de toda su vida cristiana.
En consecuencia, este presupuesto ha de mantenerse siempre -•• P í o X I I , ene. Mediator Dei: A A S 39 (1947) 555.
286 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 287
tamente en la comunidad cristiana, sino en algunos miembros de veces en teología se toma el oferre sacrum por sacrificar, entonces
ella, los que Cristo hace sus ministros, que son precisamente los la oblación lleva implicada la inmolación. El sacrificio visible,
sacerdotes. La autoridad en la Iglesia tiene más bien un movimien- auténtico, social, ha sido y es en toda religión algo institucional,
to descendente que ascendente, es algo personalista, no colectivis- irreducible a categoría puramente espiritual, según lo que luego
ta. «Toda potestad espiritual—añade Vitoria—es un don divino. vamos a decir.
Y lo es más la potestad eclesiástica, don absolutamente sobrena- Mientras, recojamos este texto preciso de Pío XII en el dis-
tural. Y así como los otros dones de gracia, de caridad, de fe y curso, ya citado, a los cardenales y obispos reunidos en Roma con
profecía no se concedieron primariamente a la Iglesia toda, sino motivo de la proclamación de la realeza de María Santísima, el 2
a determinadas personas de la Iglesia, y la Iglesia tiene fe porque de noviembre de 1954. Discurso significativo, porque en él trata
hay quien cree, así también la potestad eclesiástica se dio primero ex profeso el tema, saliendo al paso de ciertas desorbitaciones del
a determinadas personas y por ellas la tiene la Iglesia» =6. sacerdocio laical. Queremos, dijo, hablaros hoy de propósito acer-
Teniendo la mente puesta en cristianos y judíos, nos dice el ca del sacerdocio. He aquí el texto en su integridad, según la
autor de la epístola a los Hebreos que los sacerdotes son elegidos traducción de la revista Ecclesia n.697 (1954) :
de entre el pueblo e instituidos para el culto de las cosas que mi- «El principal poder y función del sacerdote es ofrecer el úni-
ran a Dios para ofrecer el sacrificio, y que nadie se toma por sí co y sublime sacrificio del Sumo y Eterno Sacerdote, Cristo Señor,
este honor sino el que es llamado por Dios. Cristo mismo no se el mismo que el divino Redentor ofreció en la cruz de manera
exaltó a sí mismo al venir como sacerdote, sino que le exaltó el cruenta, anticipándolo incruentamente en la última cena, y que
que le dijo: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de quiso se repitiera indefinidamente al mandar a los apóstoles: «Ha-
Melquisedec» 2r. En la Nueva Ley, Cristo no tendrá ya por minis- ced esto en memoria mía» (Le 22,19).
tros o partícipes de su capital sacerdocio más que a aquellos de Es, pues, a los apóstoles y no a todos los fieles a los que Cris-
entre los cristianos que, fuera de la predestinación general, fue- to hizo y constituyó sacerdotes dándoles potestad de sacrificar.
ren llamados al sacerdocio con potestad sobre el cuerpo y la san- De esta tan elevada misión de sacrificar en el Nuevo Testamento
gre del Señor. dice así el Concilio Tridentino: «En este divino sacrificio que se
Ni la pureza de intención o de vida, ni la asociación afectiva, realiza en la misa está contenido e incruentamente se inmola aquel
ni tan siquiera la simple consagración bautismal darán al cristiano mismo Cristo que se ofreció a sí mismo cruentamente una sola
participación del auténtico poder sacerdotal de Cristo en orden vez en el ara de la cruz. Es una idéntica la hostia, y el que ahora
al sacrificio eucarístico, único sacrificio de la Nueva Ley, con su ofrece por ministerio de los sacerdotes es el mismo que entonces
correspondiente correlativo sacerdotal. Necesitan para ello un tí- se ofreció en la cruz, diferenciándose únicamente en la forma»
tulo especial que, al par que una consagración cuasi-ontológica (ses.22 c.2: D 940). Por tanto, el sacerdote celebrante, y él solo,
del ser cristiano, en virtud del carácter, es también base jurídica representando a Cristo, es quien sacrifica; no son ni el pueblo,
para la función genuinamente sacerdotal. Sólo así surge la autén- ni los clérigos, ni aun siquiera los sacerdotes que pía y religiosa-
tica potestad sacerdotal, la que hace propiamente sacerdotes, co- mente sirven al sacerdote celebrante, aunque todos puedan tener
locando al cristiano que la tiene en la estricta línea sacerdotal de y tengan parte activa: «Por el hecho de que los fieles participen
Cristo Sacerdote y Cabeza de la comunidad cristiana. en el sacrificio eucarístico, no por eso—decíamos en nuestra carta
encíclica Mediator Dei2S—gozan de poder sacerdotal».
N o se niega con ello la nota sacerdotal del pueblo cristiano,
sino que se la pone en su punto para no caer en un confusionis- Sabemos que... no faltan quienes atribuyen a todos,. aun a los
mo sacerdotal de tipo protestante. seglares que asisten al sacrificio de la misa, verdadero poder de
No basta, pues, ofrecer ni sumarse interior o espiritualmente sacrificar. Contra éstos distingamos sin ambigüedades lo cierto
a quien inmola o sacrifica la víctima para sacrificar verdadera- de lo falso. Ya hace siete años que en la misma carta encíclica
mente ; es menester hacer algo, sucrum faceré, inmutando la ofren- condenamos el error de quienes no dudaban en afirmar que «el
da o víctima para que surja el sacrificio auténtico y, por ende, precepto dado por Jesús en la última cena a los apóstoles de que
el sacerdote verdadero. Sacrificar no es sinónimo de ofrecer. Si a hiciesen lo que El había hecho se refiere a toda la Iglesia de los
fieles y que el sacerdocio jerárquico no se introdujo hasta más tar-
2fí
VITORIA, Relecciones 11 (Madrid 1934) p.125.
-7 Hehr 5,1-7. =8 AAS 39 (1947) 553.
288 Bernardo Mot?segi'i, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 289

de. Sostienen por esto que el pueblo goza de una verdadera po- son factor de conocimiento y factor de ser. La ciudadanía cris-
testad sacerdotal, mientras que el sacerdote actúa únicamente por tiana es una auténtica naturalización, no una simple legalización
oficio delegado de la comunidad. Creen, en consecuencia, que el o estimación jurídica. La carta de nacionalidad dada a un ciuda-
sacrificio eucarístico es una verdadera y propia concelebración, dano extraño al país que lo nacionaliza no le hace nacer en ese
y que es mejor que los sacerdotes concelebren juntamente con el país ni le da su idiosincrasia, ni menos su sangre. Pero la carta
pueblo presente que el que ofrezcan privadamente el sacrificio en de ciudadanía cristiana, que se nos da por el carácter bautismal,
ausencia de éstos». Y en la misma ocasión recordamos también sí que nos hace nacer de nuevo espiritualmente, nos regenera en
la razón por la que el sacerdote celebrante puede decirse que Cristo y para Cristo, encajándonos de lleno en la estructura social
«hace las veces del pueblo»; es decir, «porque representa la per- del Cuerpo místico.
sona de Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto es Cabeza de todos Gracias al carácter, la acción bautismal o el signo sacramental
los miembros y se ofrece a sí mismo por ellos; por esto (el sacer- del bautismo no sólo indica nuestra pertenencia a Cristo, sino que
dote) va al altar como ministro de Cristo, siendo inferior a él, la causa; no es sólo símbolo de una configuración cristiana, sino
pero superior al pueblo. El pueblo, en cambio, no representando que efectivamente la causa. El bautizado no sólo queda declarado
por ningún motivo a la persona del divino Redentor y no siendo y certificado miembro de Cristo, sino que es hecho miembro suyo.
mediador entre sí mismo y Dios, no puede en ningún modo gozar Queda acuñado por Cristo de forma tan sustantiva y eficaz, que
de poderes sacerdotales» 2". quien recibió el carácter bautismal ya no puede borrar jamás ese
Estas y otras razones son las que nos obligan a concebir el sello. Se debe a perpetuidad a Cristo.
sacerdocio propiamente dicho con relación tan precisa y trascen- En el famoso texto de San Pablo a los Romanos (6,5), el ca-
dental al sacerdocio y al sacrificio de Cristo, en cuanto perenni- rácter viene descrito como sigilación o impresión de una imagen
zado visiblemente en su Iglesia por la santa misa, que quien, por en ei bautizado, a modo de reproducción plástica del original, que
oficio y ordenación sacramental, no venga capacitado para cele- es Cristo. Osear Cullman ha desafiado a Barth a que le presente
brar in persona Christi et in persona Ecclesiae, no es ni puede un solo pasaje neotestamentario por el que pueda probar su afir-
decirse propiamente verdadero sacerdote. Recobran así actualidad mación de que el bautismo es sólo signo indicativo o de conoci-
y mantienen todo su vigor estas palabras con que Vitoria encabeza miento y no causativo o de ser. El carácter bautismal, en efecto,
la tesis primera de la segunda de sus Relecciones: Ni todos los no sólo acredita la ciudadanía cristiana, sino que la concede ins-
cristianos son sacerdotes ni todos son iguales, sino que hay un trumentalmente.
orden en la Iglesia y hay grados en Id potestad M. Carácter y gracia nos configuran con Cristo, pero a tenor dis-
tinto. El carácter nos asimila con El en cuanto es precisamente
EL CARÁCTER SACRAMENTAL, FUNDAMENTO Y RAZÓN Sacerdote, seu prout Homo-Deus, como Hombre-Dios, La gracia,
DE LAS DIVERSAS PARTICIPACIONES SACERDOTALES en cuanto es Cabeza y principio de vida divina, la que a nosotros
Y es la diferente significación y causación de los caracteres nos hace hijos adoptivos de Dios, seu prout Filius Dei est. La
sacramentales lo que funda y explica la diferenciación sacerdotal configuración que da el carácter dice orden a Dios en cuanto po-
del pueblo cristiano, haciendo inconfundibles laicado y jerarquía, der o potestad, attenditur ad Deum secundum participationem
así como la diversidad de sus funciones. divinae potestatis, quae non est ñeque per gratiam virtutum, ñe-
Todo sacramento que da carácter nos hace participantes del que per naturam31. Participación de potestad, participación de
ser sacerdotal y de la misión cultual de Cristo, metiéndonos en vida: he ahí dos notas diferenciales del carácter y la gracia.
el todo sacerdotal del Cuerpo místico y disponiéndonos personal- El acento, pues, cuando se habla de constitutivo sacerdotal,
mente para el culto cristiano. Y esto lo hace significando y cau- hay que ponerlo más sobre el carácter que sobre la gracia. Y no
sando. Porque el sacramento no tiene sólo valor de símbolo, sino se puede minimizar nunca la importancia y significación del ca-
también de signo causativo, que produce lo que significa. rácter frente a la gracia, cuando se tiene en cuenta que es partici-
En un organismo social, como es la Iglesia, la realidad sacra- pación del ser sacerdotal de Cristo, sacerdocio que tiene por fun-
mental no es sólo jurídica, sino también física. Los sacramentos damento lo que hay en Cristo de más excelso: la gracia de unión
29
Ibid. 31
30
Rehcciones (Madrid 1934). 3 q.63 >.2 j í ; D. SOTO, ln IV Sent. d.l q.4 a.2.
2. C.Vaticano 10
290 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 291
o unión Iiipostática, sobre que se fundamenta y de que deriva la El carácter de la confirmación, según ya lo indica la misma
gracia capital. palabra confirmar, corrobora el del bautismo, está en su misma
Y aunque de hecho el carácter no se identifica con la gracia línea complementándolo. El confirmado se hace fuerte en la pro-
y es posible tener carácter sacerdotal y estar, sin embargo, en des- fesión cristiana. Ya no es niño, sino adulto y soldado de Cristo.
gracia de Dios, la consagración sacerdotal que da el carácter está Puede y debe luchar por él. Tanto por el carácter bautismal como
reclamando una vida santa. Y Dios, que da el carácter, da tam- por el de la confirmación, comunes a todo fiel cristiano, no se
bién la gracia a quien no le ponga óbice. Por eso se dice que el tiene jerarquía propiamente dicha dentro de la comunidad cris-
carácter es disposición para la gracia, no secundum se, sino se- tiana. Se tiene sencillamente ciudadanía cristiana a dos estadios
cundum usum. Debe honrar bien a Dios, usando debidamente de O' niveles distintos, pero sin salir de la condición de simple ciu-
su sacerdocio, el que para ello recibió el carácter. Y tanto más dadano cristiano. La milicia no hace jerarquía, aunque redoble
santamente cuanto más alta, significativa y propia sea la partici- obligaciones y dé nuevo timbre de honor.
pación sacerdotal. Por su carácter, el sacerdocio jerárquico viene El sacramento del orden es el que constituye propiamente en
más obligado a la santidad que el sacerdocio común. jerarquía, dando a los que lo reciben un puesto de preeminencia
Tenemos, pues, diferenciado de esta manera el sacerdocio en el organismo eclesial, con potestad en orden a las cosas divinas
común, o impropiamente dicho, del sacerdocio jerárquico, o pro- que tiene y administra la Iglesia. Ministerialmente han de actuar
piamente dicho. Todo fiel cristiano, en virtud del carácter bautis- autoritativamente en las cosas atañentes al culto, pues para eso el
mal, entra a participar del sacerdocio de Cristo, encajando en el carácter de la ordenación les constituye en jerarquía separándolos
cuerpo sacerdotal cristiano y disponiéndose en orden al culto di- de los laicos.
vino. «Todos sacerdotes, porque miembros de un sacerdote, Cris-
to», que dijo San Agustín. Por la gracia puede usar debidamente SACERDOCIO CRISTIANO Y SACRIFICIO EUCARÍSTICO
de su sacerdocio, apropiándose los sentimientos interiores de Je-
sús al ofrecer su sacrificio. El sacramento de la confirmación sigue Hay, pues, un sacerdocio común a todos los fieles, según la
en la línea del bautismo, al que corrobora. enseñanza de la constitución dogmática del Vaticano I I ; pero su
esencia es otra distinta de la del sacerdocio jerárquico. Sólo ana-
El bautismo opera una transformación en el alma humana,
lógicamente pueden convenir ambos sacerdocios.
haciéndola pasar del Adán terreno al Adán celestial. El hombre
recibe forma cristiana. Forma que da el carácter. Forma objetiva, Los seglares gozan del sacerdocio y son sujeto de atribución
causada por la acción misma del rito sacramental, como ¡nstru- del mismo en cuanto miembros de un todo sacerdotal, con una
mentum incamationis Christi pro et in nobis, independientemente gracia y un carácter penetrados de función sacerdotal, porque son
de las disposiciones del sujeto, porque adscrita por Dios a la po- fruto de un sacerdocio y porque la comunidad formada por los
sición del signo sacramental. Y no se trata de una realidad pasiva, participantes del carácter y la gracia cristianos, o sea la Iglesia, está
sino dinámica, en orden a una función u operación. Por su carác- regida y presidida por una jerarquía sacerdotal. Las ciudades re-
ter, el cristiano es cristiano y puede y viene obligado a vivir cris- ciben su denominación según la naturaleza del régimen que las
tianamente. representa. Si el régimen es republicano, hablamos de república;
si monárquico, de reino. El régimen sacerdotal que preside y go-
Todo carácter mira de suyo a posibilitar y asegurar a quien
bierna la Iglesia hace de todo el pueblo cristiano un sacerdocio, y
lo recibe un puesto estable en el organismo del Cuerpo místico.
con toda propiedad decimos que la Iglesia es un reino sacerdotal.
Es signo de integración cristiana y también de jerarquización cris-
Pero todavía con mayor razón atribuimos la nota sacerdotal al
tiana. Pero los distintos caracteres sacramentales: el del bautismo,
pueblo cristiano, porque ya no se trata sólo de un pueblo cuya
el de la confirmación y el del orden, cumplen de distinta manera
jerarquía rectora es sacerdotal, sino que en el pueblo mismo, en
su finalidad, realizando el objetivo institucional de los mismos.
cada uno de los cristianos, hay estructura y vida sacerdotal, en
El carácter bautismal concede la carta de ciudadanía cristiana,
fuerza del carácter que hace cristianos. Es como si todos los sub-
haciéndonos nacer para Cristo y su Iglesia, poniéndonos el sello
ditos de una nación monárquica, a más de estar bajo un régimen
de nuestra pertenencia a ellos, dándonos la configuración adecua-
monárquico, tuvieran sangre real en sus venas. N o se les podrá
da para poder encajar, como piedras vivas, en el edificio espiri-
decir propiamente reyes, pero sí que llevan la realeza en Ja sangre,
tual y social de la Iglesia, templo vivo de Dios.
son algo regio. Pues algo parecido vale del sacerdocio común de
292 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 10 293

los fieles. No choca hablar del sacerdocio laical ni poner de re- terminada. Esto vale para los sacerdotes no cristianos y vale tam-
lieve las virtualidades de ese sacerdocio. Pero sí choca denomi- bién para los cristianos. Es ley universal de sacerdocio.
narlos sacerdotes y empeñarse en atribuirles un sacerdocio propia- Las sociedades humanas, en efecto, enseña Santo Tomás en la
mente dicho. secunda secundae de la Summa, lo mismo que instituyeron los
Es que la formalidad última, definitoria del sacerdote cristiano, ritos cultuales denominados sacrificios, instituyeron también los
no consiste en esa participación comunitaria del sacerdocio, sino ministros o sacerdotes encargados de realizarlos. Quedaron así
en una participación peculiarísima, que pone por encima de la constituidos representantes del pueblo para mediar entre él y sus
comunidad, asimilando a Cristo Cabeza y Sacerdote con preemi- dioses. Ninguno podía por su cuenta constituirse en sacerdote,
nencia jerárquica y con poderes singularísimos en orden al sacri- ni nadie podía establecer a capricho el rito sacrificial propiamente
ficio de la misa. «La misión específica y principal del sacerdote dicho. Ambas cosas eran de institución positiva y pública.
fue siempre sacrificar, de manera que donde no hay verdadero
Y da la explicación el mismo Doctor Angélico, la que nos-
poder de sacrificio tampoco encontramos propiamente verdadero
otros aquí en síntesis reproducimos. Porque, aunque es cosa na-
sacerdocio» 32 . N o sacrificando verdaderamente los fieles en la
tural que el hombre se sirva de lo sensible para expresar sus sen-
misa, tampoco son verdaderos sacerdotes.
timientos íntimos, utilizando, por ejemplo, las cosas con vida,
La común participación sacerdotal no hace propiamente sacer- sacrificándolas para testimoniar su dependencia de Dios y el poder
dotes. El sacerdote verdadero surge cuando llega el carácter de o dominio absoluto de Dios, sin embargo, no es cosa natural o
la ordenación sacramental. Este carácter es el constitutivo de la fijada por ley de naturaleza determinar qué cosa ha de conside-
jerarquía sacerdotal. Esta jerarquía entra en la línea del sacerdo- rarse como acto público de religión, como sacrificio expresivo de
cio de Cristo precisamente en cuanto Jefe de la comunidad cris- la religiosidad de un pueblo, ni a cuáles normas ha de ajustarse
tiana, porque en virtud del sacramento del orden ya no nos hace- para que sea considerado tal. N o puede uno por sí mismo consti-
mos simplemente miembros de un cuerpo sacerdotal, sino que tuirse en sacerdote o ministro en orden al sacrificio como acto
nos asimilamos a Cristo Cabeza y Señor de ese cuerpo por orden público de religión. Esto es de la competencia de la autoridad
a su sacrificio, que es la misa. El sacerdote actúa, por título propio que preside la comunidad. Nadie se toma por sí mismo el honor
sacerdotal, en el nombre y con la representación personal de sacerdotal sino el que es llamado. Y esto vale lo mismo en la
Cristo. Antigua que en la Nueva Ley. Se necesita de una positiva deter-
Esto es lo que separa profundamente, no sólo en grado, sino minación, bien por parte de Dios mismo, si se trata de un sacri-
también en especie, como dice la constitución dogmática, el sacer- ficio de institución divina; bien por parte de la autoridad pública,
docio jerárquico del sacerdocio laical o común. Este no puede ni que convencionalmente fija las condiciones del sacrificio y deter-
ofrecer ni sacrificar en persona de Cristo y su Iglesia. Realmente mina los sujetos del sacerdocio.
no sacrifica. Porque el sacrificio espiritual que puede poner todo
El mismo Santo Tomás pone una analogía: Así como el ha-
cristiano no llena los requisitos del auténtico sacrificio cristiano
blar, expresando ideas y sentimientos, es cosa natural al hombre,
en la Nueva Ley, que es el sacrificio de la misa, en cuanto sus-
mas no el expresarlos con tales o cuales signos o vocablos, que
tancialmente idéntico con el del Calvario.
esto depende de algo convencional, variable según nacionalidades
El punto de partida para una exacta noción del sacerdocio o idiomas, así también, aunque el ofrecer sacrificios sea cosa na-
debe ser siempre el sacrificio. Pero no el sacrificio espiritual, sino tural y espontánea en el hombre, no lo es fijar las condiciones
el sacrificio real eucarístico, si queremos definir con propiedad al del sacrificio como acto supremo de religión. Esto no pertenece
sacerdote. Así lo exige la concepción y realización social y sacra- al derecho natural, sino al positivo. Y cuando se habla de sacri-
mental de la Iglesia, como una religión con su culto, del que el ficio, lo mismo que cuando se habla de sacerdotes, la propiedad
acto más perfecto es el sacrificio social y visiblemente estableci- del vocablo se reserva exclusivamente para el sacrificio auténtico,
do. Sólo aquellos serán sacerdotes verdaderamente que se hallen con la autenticidad indicada, y para el sacerdote instituido corre-
investidos de poderes sacerdotales en orden a poner el sacrificio lativamente a ese sacrificio. Concisamente lo dice Vázquez, co-
reconocido como acto público de religión en una comunidad de- mentando este punto de la Suma: «Para que uno sea verdadera-
;i2
Pío Xll. Discurso en la proclamación de la realeza Je María, 2 nov. 1954:
mente sacerdote no basta con que sacrifique la víctima y se la
Ecclesia n.697 p.*>. ofrezca a Dios, sino que se requiere también que por institución
C.2. El pueblo de Dios. 10 295
294 Bernardo Monsegú, C. P.

y elección de la pública autoridad haya sido constituido sacerdote COORDINACIÓN ENTRE SACERDOCIO COMÚN Y SACERDOCIO
en orden a ese sacrificio». Que es, en resumidas cuentas, lo que JERÁRQUICO
San Pablo enseña cuando dice que todo sacerdote viene elegido
Conviene notar, empero, que el sacerdocio común de los fie-
e instituido, y que nadie se toma por sí mismo este honor, sino
les, diferenciándose profundamente del sacerdocio jerárquico,
que le viene dado.
guarda con él una íntima relación, pues, como dice la constitu-
Y la deducción de todo esto para clarificar la cuestión que ción, «se ordena el uno para el otro».
nos ocupa, relativa a la propiedad del sacerdocio laical, es lógica.
Nace esto de la unidad del Cuerpo místico de Cristo, del que
Así como de la propiedad del sacrificio no se hace juicio partien-
ambos sacerdocios son participación. Cuantos por el bautismo han
do de la natural u ontológica jerarquía de las cosas o acciones
sido incorporados a Cristo en su Iglesia, deben cooperar juntos
que a Diios pueden ofrecerse en sacrificio, sino partiendo de la
a la edificación del Cuerpo místico. N o es posible concebir des-
positiva convención o determinación que ha instituido el sacri-
unidos, sin subordinación ni cooperación recíproca, a los miembros
ficio religioso por antonomasia, sacrificio visible, comunitario y
de un mismo cuerpo. El buen ser y el perfeccionamiento del cuer-
público, así también de la propiedad del sacerdocio no ha de
po social cristiano, cuerpo sacerdotal, depende de la unión y
juzgarse por la natural jerarquía o valor, ya de la persona, ya de
subordinación que guarden entre sí sacerdotes y fieles, o el sacer-
la acción que pueden ostentar muchas virtudes sacerdotales o sa-
docio común y el sacerdocio ministerial.
crificiales, sino por la positiva determinación, que puede tradu-
La unidad viviente del organismo del Cuerpo místico com-
cirse por una consagración, un carácter o una investidura oficial,
prende ambos sacerdocios, y esa unidad se esencializa e integra
que le constituye a uno sacerdote. Quien no esté en posesión de
por los dos aspectos completivos del organismo social de la Igle-
este título sacerdotal ni tenga potestad por oficio para ofrecer el
sia : el pneumático o espiritual, y el jurídico o visible. Sacerdotes
sacrificio religioso con carácter visible y social, ése no es propia-
y fieles han de cooperar al bien común de la Iglesia guardando la
mente sacerdote.
constitución jerárquica de la Iglesia misma, no tratando de arro-
He ahí por qué no compartimos la opinión de algunos auto- garse los unos las funciones características de los otros, sino sen-
res, como dom B. Burst y Congar, que parecen poner, como pri- cillamente siguiendo la propia ley de vida y actuando en confor-
mer analogado del sacerdocio y del sacrificio, el sacerdocio y el midad con su ser y la misión que les compete en el conjunto
sacrificio espirituales. Menos todavía la que pretende definir el moral del Cuerpo místico.
sacerdocio más por orden al sacramento que al sacrificio, por la Por consiguiente, consagrados los fieles todos, como enseña
gracia que por el carácter. Menos aún la que lo define por orden el Concilio, en casa espiritual y sacerdocio santo en virtud del
al Cuerpo místico y no al eucarístico. bautismo y por la unción del Espíritu Santo, están en el deber
Esta doctrina no es sólo diametralmente opuesta al pensa- de cumplir con su misión sacerdotal, ofreciendo sacrificios por
miento de Santo Tomás, sino que, además, carece de toda base medio de todas las obras.
auténticamente teológica. Son muchas las razones que la contra-
Esta misión recae primariamente sobre sí mismos, en el senti-
dicen. Las de más peso son: contradice el sentir y la tradición
do de que, configurados por el carácter sacramental con Cristo
sacerdotal de todos los pueblos, que siempre entendieron el sacer-
sacerdote, han de tener conciencia refleja de su sacerdocio, de su
docio como institución positiva que constituye a algunos de entre
inserción en Cristo, procurando, a base de virtudes, identificarse
la comunidad como representantes de la misma en orden a las
plenamente con Cristo. La consagración sacerdotal, que da el ca-
cosas del culto, del sacrificio sobre todo, sacrificio visible y por
rácter, reclama la santificación sacerdotal, que da la gracia. De
la autoridad pública fijado; no se compagina con lo que el Con-
aquella ontología se siguen esta psicología y esta ética sacerdota-
cilio de Trento enseña acerca de la correlación sacerdocio y sa-
les cristianas. La actualización del sacerdocio ha de hacerse, como
crificio, no sacerdocio y sacramento, de lo que ya hemos dicho
enseña la constitución en el n . l l , a base de sacramentos y virtu-
algo; oscurece la noción de sacerdocio cristiano, siempre enten-
des. Hay que llenar de vida santa y sacerdotal la estructura santa
dida por orden al poder sobre el cuerpo real de Cristo o euca-
y sacerdotal que tiene todo cristiano.
ristía, y desvaloriza la significación del sacerdocio jerárquico so-
«Por ello—y recogemos las palabras textuales de la constitu-
brevalorando el sacerdocio espiritual, que no es exactamente el
ción certificando el sacerdocio común—todos los discípulos de
sacerdocio de Cristo.
296 Bernardo Monsegú, C. P.
C.2. El pueblo de Dios. 11 297
Cristo, perseverando en la oración y la alabanza a Dios, han de
ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios; han //. El ejercicio del sacerdocio común en los
de dar testimonio de Cristo en todo lugar». Testimonio que sacramentos
entonces reviste un carácter típicamente sacerdotal cuando se cen-
tra en torno al misterio eucarístico, razón y culmen de todo el 11. La índole sagrada y orgánicamente estructurada de la co-
sacerdocio cristiano. Es en virtud de su sacerdocio como «asisten munidad sacerdotal se actualiza tanto por los sacramentos como
por las virtudes. Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautis-
a la oblación de la eucaristía». Y ese sacerdocio se manifiesta y mo, quedan destinados por tal carácter al culto de la religión cris-
se ejerce también en la recepción de los demás sacramentos. tiana, y, regenerados como hijos de Dios, tienen el deber de confe-
Todo el texto conciliar está evocando el texto de San Pedro, sar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio
al que la constitución hace referencia: «Acercaos a él (Cristo) de la Iglesia (SANTO TOMÁS, Summa Theol. 3 q.63 a.2). Por el
sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la
—decía San Pedro a los cristianos a quienes escribía—, piedra Iglesia, se enriquecen con la fortaleza especial del Espíritu Santo,
viva, rechazada por los hombres, pero elegida y honrada por Dios, y de esta forma se obligan con mayor compromiso (cf. SAN CIRI-
y también vosotros, como piedras vivas, estáis edificados sobre él LO JEROSOLIMITANO, Catequesis 11: PG 33,1009-1012; N . CABASI-
para que podáis ser una construcción espiritual, un sacerdocio LAS, De vita in Christo: PG 150,569-580; SANTO TOMÁS, Summa
santo, que ofrezcáis víctimas espirituales gratas a Dios por me- TheoJ. 3 q.65 a.3 y q.72 a.l y 5) a difundir y defender la fe con
su palabra y sus obras como verdaderos testigos de Cristo. Parti-
diación de Jesucristo... Vosotros (los que creéis) formáis una es- cipando del sacrificio eucarístico, fuente y cima de toda vida cris-
tirpe elegida, un sacerdocio real, un pueblo de propiedad reser- tiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y a sí mismos juntamente
vada a Dios» (1 Petr 2,4-5,9). con ella (cf. Pío XII, Mediator Dei: AAS 39 [1947] en especial
Se ve claramente, por el texto y contexto, que lo que el após- p.552s); así, tanto por la oblación como por la sagrada comunión,
todos toman parte activa en la acción litúrgica, no confusamente,
tol pide a todo cristiano es el ejercicio espiritual de su espiritual sino cada uno según su condición. Después, una vez saciados con
sacerdocio. N o es el ofrecimiento ritual o litúrgico el que les pide, el cuerpo de Cristo en la asamblea sagrada, manifiestan concreta-
sino el espiritual. Se trata de víctimas espirituales y sacrificio es- mente la unidad del pueblo de Dios, aptamente significada y ma-
piritual. Todo muy acorde con la naturaleza del sacerdocio espi- ravillosamente producida por este augustísimo sacramento.
ritual, característico de los fieles. Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen el
perdón de la ofensa hecha a Dios por la misericordia de éste y al
Sin embargo, teniendo en cuenta que por el carácter bautismal mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que, pecando, ofen-
todo cristiano queda inserto en el sacerdocio de Cristo y que este dieron, la cual, con caridad, con ejemplos y con oraciones, les ayu-
sacerdocio se centra ahora, para la realidad social del Cuerpo mís- da en su conversión. La Iglesia entera encomienda al Señor, pa-
tico, sobre el sacrificio eucarístico, esta participación sacerdotal ciente y glorificado, a los enfermos, con la sagrada unción y con
la oración de los presbíteros, para que los alivie y los salve
les liga necesariamente al sacrificio de la misa. La razón es que (cf. lac 5,14-16); más aún: los exhorta a que, uniéndose libre-
toda la vida cristiana ha de ser un rendir culto a Dios, según la mente a la pasión y a la muerte de Cristo (Rom 8,17; Col 1,24;
mente de San Pablo en Hebr 9,14, acercándonos a Dios por Je- 2 Tim 11,12; 1 Petr 4,13) contribuyan al bien del Pueblo de Dios.
sucristo, que nos posibilitó ese acercamiento por el sacrificio de Además, aquellos que entre los fieles se distinguen por el orden
sagrado quedan destinados en el nombre de Cristo para apacentar
su cruz, hecho permanente de modo misterioso en la eucaristía.
la Iglesia con la palabra y con la gracia de Dios.
La significación cultual de nuestra vida ha de culminar, pues, y
centrarse también en el ofrecimiento de la Hostia santa. Toda Por fin, los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del
matrimonio, por el que manifiestan y participan del misterio de la
nuestra vida cristiana debe tener una orientación eucarística. unidad y del fecundo amor entre Cristo y la Iglesia (Eph 5,32),
se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la
procreación y educación de los hijos y, por tanto, tienen en su con-
dición y estado de vida su propia gracia en el Pueblo de Dios.
(cf. 1 Cor 7,7). Pues de esta unión conyugal procede la familia,,
en la que nacen los nuevos ciudadanos de la sociedad humana, que-
por la gracia del Espíritu Santo quedan constituidos por el bautis-
mo en hijos de Dios para perpetuar el Pueblo de Dios en el co-
rrer de los tiempos. En esta como Iglesia doméstica, los padres han
de ser para con sus hijos los primeros predicadores de la fe, tanto'
con su palabra como con su ejemplo, y han de fomentar la vocación
propia de cada uno, y con cuidado especial la vocación sagrada.
C.2. El pueblo de Dios. 11 299
298 Bernardo Monsegú, C. P.
La Iglesia, pues, tanto y más que instrumento de nuestra san-
Los fieles todos, de cualquier condición y estado que sean, for- tificación, es instrumento o medio de glorificación divina. Si toda
talecidos por tantos y tan poderosos medios, son llamados por Dios,
cada uno por su camino, a la perfección de la santidad por la que
ella es gracia para nosotros, sacramento, toda ella es gloria, sacri-
el mismo Padre es perfecto. ficio, para Dios. Y el símbolo más apropiado del cristianismo es
un tabernáculo llevando en su frontis a Cristo crucificado y esta
LA PLENITUD ECLESIAL DEL SACERDOCIO inscripción: «Caridad».
Lo que la constitución ha dejado ya insinuado en el n.10 acer- Nuestra religión, como toda religión, es ante todo un culto.
ca de la manera con que los fieles han de dar prueba del sacer- Y los sacramentos los tiene y administra la Iglesia en orden al
docio común a todo cristiano, en el n.ll lo declara y especifica culto y como medios para tenernos unidos con Dios, fin a que se
más, refiriéndolo a cada uno de los sacramentos. ordena toda religión, de donde le viene el nombre: religa a Dios.
Pero antes de iniciar esta aplicación del sacerdocio común a Santo Tomás ha escrito maravillosamente: «Los sacramentos se
cada uno de los sacramentos del cristiano encontramos una cláu- ordenan al culto divino de tres modos diferentes: o bien la acción
sula, cuyo comentario juzgamos del máximo interés para dar el sacramental es en sí misma un culto, o bien procura los ministros
máximo rendimiento al ejercicio del sacerdocio común. La cláu- del culto, o bien suministra sujetos pacientes del auto. El sacra-
sula es ésta: «La condición sagrada y orgánicamente constituida mento que es obra cultual por su misma acción es la eucaristía,
de la comunidad sacerdotal se actualiza tanto por los sacramen- culto divino por excelencia porque es el sacrificio de la Iglesia...
tos como por las virtudes». El sacramento que dice relación al culto divino, proveyendo los
Contiene esta proposición una riqueza enorme de contenido ministros del mismo, es el del orden, que destina a algunos de
teológico, que se reparte en dos sentidos: hacia el aspecto comu- entre los hombres a la administración de las cosas santas, par-
nitario, social, del sacerdocio cristiano y hacia el aspecto íntimo, ticularmente de los sacramentos. Finalmente, el sacramento que
personal, que supone. Dicho de otro modo: lo visible y lo invi- es obra cultual porque prepara los sujetos del culto es el bautis-
sible, lo sacramental y lo espiritual se dan aquí cita para conse- mo, por el cual el hombre se hace capaz de recibir los otros sa-
guir, por su interacción, que el ejercicio del sacerdocio común cramentos. Por eso se le llama puerta de todos los sacramentos.
tenga plenitud santificadora para el que lo ejerce y para quienes A la categoría sacramental del bautismo, en su misma línea, se
reciben su influjo. reduce el sacramento de la confirmación» 33.
El cristiano, en posesión de su sacerdocio, no puede perder La Iglesia resulta así para nosotros medio y ministerio de sal-
nunca de vista la realidad comunitaria en que está inmerso, y ha vación. Es la suya una función de servicio. Y los primeros servi-
de tener conciencia de la solidaridad de los miembros todos del dores de la Iglesia son sus ministros. Y los más obligados al ser-
Cuerpo místico a la hora en que trata de vivir su sacerdocio. Es vicio de la comunidad cristiana son los ministros del altar. Lo
parte de un todo sacerdotal, y no puede perder nunca de vista está diciendo su propia denominación de ministros.
ni el interés de ese todo ni la constitución jerárquica del mismo. Y como el todo es por las partes, así las partes deben mirar
Ha de actuar, pues, en, con y subordinadamente a la jerarquía. por el todo. Cuantos entran a formar parte del sacramento social
K\ mismo tiempo ha de procurar no caer en una especie de de la Iglesia y participan de sus sacramentos deben estar penetra-
fetichismo sacramental o litúrgico, olvidándose de la condición dos y tener conciencia de la dimensión social que les caracteriza.
de medio o instrumento que los sacramentos tienen, cifrando en Su función individual, si es eclesial, debe ser necesariamente so-
la práctica litúrgica o sacramental toda la sustancia y eficacia de cial. Todos han de contribuir a la edificación y al perfecciona-
su sacerdocio. No. Junto a los sacramentos hay que poner las miento del Cuerpo místico de Cristo. Y deben contribuir como
virtudes. Sólo las dos cosas juntas actualizan plenamente el sacer- lo que son, de modo humano; por consiguiente, consciente y li-
docio. Y lo más importante es siempre nuestro encuentro perso- bremente, activamente.
nal con Dios, a base de fe, esperanza y caridad, aunque, en la *3 Summa 3 q.63 a.6. Cf. A. VoNlliR, La cle¡ de la doctrine euchürhtique (Lyón
presente economía, ese encuentro no puede ser a capricho, sino 1943) p . 5 0 5 .

que supone necesariamente el medio establecido por Dios, que es


el sacramento de su Iglesia y el uso de los otros sacramentos. Pero
en esta participación sacramental hay que poner mucha vida espi-
ritual, mucha fe y mucho amor.
300 Bernardo Monseg/'t, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 11 301

hombre en su empeño de religiosidad o acercamiento a lo divino.


SACERDOCIO CRISTIANO Y SACRAMENTOS
Lo es en un orden puramente natural y lo es todavía más en el
Todo en el orden de la salud discurre sobre el paradigma de sobrenatural.
la divino-humanidad de Cristo. El Cristo histórico y el Cristo Porque, siendo Dios naturalmente invisible y el hombre un
místico siguen un mismo tenor, tienen la misma avenida para ser para el que lo sensible es ley de esencia y de actividad, se
llevarnos a la posesión de la gracia y de la vida eterna, de la que necesita un puente para presencializar el encuentro que entre los
ella es germen. Es un tenor sacramental. dos acontece en la religión. Ese puente lo constituye la sacra-
Por medios exteriores y visibles quiere Dios que tengamos mentalidad, según ya hemos descrito. Sacramentalidad más im-
noticia y posesión de lo espiritual e invisible. La virtud que nos periosa cuando entramos en el mundo de lo sobrenatural. La re-
salva brota en primer lugar de la divinidad de Cristo, trámite ligión sobrenatural sólo se hace accesible al hombre en el plano
su humanidad. Tenemos el sacramentum passionis Christi. En se- sacramental de la revelación hecha palabra y carne, et Verbum
gundo lugar, de los sacramentos. N i la humanidad de Cristo ni caro factum est, o de la gracia, vida divina, convertida en vida
los sacramentos obran a modo de causa principal, sino simple- nuestra por el sacramento de la pasión de Cristo, por el de la
mente instrumental. Pero son medios necesarios porque así Dios Iglesia y por los sacramentos que ella administra.
lo ha establecido. Como medio es también la Iglesia. La función sacramental mira, por tanto, fundamentalmente a
Edificados sobre el fundamento de la fe, los sacramentos, por facilitar y certificar nuestra entrega a Dios y la entrega de Dios
medio de signos exteriores, nos meten en el torrente de la vida a nosotros. Pero como sólo Dios es el repartidor de sus dones,
divina. Esas señales visibles son garantía de una realidad invisi- si bien en todo tiempo y por propia iniciativa hayan tenido los
ble. Por los signos sacramentales nos hacemos partícipes de los hombres sus sacramentos para indicar su acercamiento a Dios, de
frutos del sacramento de la pasión de Cristo. La pasión de Cristo, ahí los sacrificios y otros ritos religiosos, no está en manos del
de hecho, o Cristo muerto sobre la cruz, y la fe en esa pasión, hombre sujetar la gracia de Dios a ningún signo sensible, ins-
juntamente con la posición de los signos sacramentales, es lo que tituyendo un sacramento propiamente dicho, significativo y cau-
da eficacia al sacramento. Los sacramentos son medios objetiva- sativo de gracia divina. Esto es privilegio exclusivo de Dios y su
mente eficaces que, sin embargo, no excluyen, sino que exigen Cristo. La sacramentalidad propiamente dicha es, pues, de origen
también nuestra activa cooperación. Nuestro óbice voluntario pue- divino. Y sólo ateniéndonos a la voluntad divina, esto es, po-
de neutralizar su acción. niendo en juego aquellos medios determinados más o menos ex-
Por analogía con el primer gran sacramento cristiano, Cristo plícitamente por Cristo para comunicarnos su gracia, podemos
Jesús, que dio gloria a Dios y obró nuestra salvación haciéndose tener garantía de que esa gracia llega efectivamente a nosotros
sacrificio y sacramento, también los sacramentos tienen una fina- y de que nuestra religiosidad realiza el genuino encuentro perso-
lidad cultual y otra salvífica. Dar gloria a Dios y santificar al hom- nal en que se cifra toda religión.
bre, he ahí la doble finalidad sacramental. En cuanto ordenados De ahí que nadie pueda suprimir, alterar o hacer de menos
al bien del hombre, los signos salvíficos se dicen propiamente los cuadros sacramentales prefijados por Cristo a su Iglesia, pre-
sacramento; en cuanto ordenados a la gloria de Dios, son más tendiendo entendérselas a solas personalmente con Dios. Hay que
bien sacrificio. En el centro y ápice de toda la vida sacramental, estar a lo que Dios ha dispuesto. Y Dios ha dispuesto que nadie
que es la eucaristía, es donde la doble vertiente sacramental apa- se salve sino por el sacramento de su Iglesia, y, como tal, visible
rece en toda su plenitud y grandiosidad. El misterium fidei es el e invisible a la vez. Como misterio y como institución, la Iglesia
sacramento por excelencia. encarna a Cristo, que sigue presente y operante en ella. En ella
En última instancia es siempre Dios quien principalmente nos continúa, siendo para nosotros camino, verdad y vida. Camino,
salva. Primero por mediación del Hombre-Dios inmolándose vi- por la sucesión jerárquica y apostólica, que viene de Cristo y re-
sible y cruentamente sobre la cruz; luego por mediación de su presenta a Cristo; verdad, por la profesión de una misma fe,
Iglesia, que perpetúa la acción mediadora de Cristo y nos admi- como se contiene en el Credo; vida, por la participación de unos
nistra los sacramentos. mismos sacramentos, los que la Iglesia administra por medio de
La sacramentalidad, en efecto, comienza por ser algo así como sus sacerdotes.
el plano general de operaciones religiosas correspondiente al
302 Bernardo Aíonsegú, C. P. 303
C.2. El pueblo de Dios. 11

SACERDOCIO, BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN además de quedar por el carácter incorporado al sacerdocio de


Cristo, entrando en el cuerpo sacerdotal de la Iglesia y quedando
Todos los sacramentos pertenecen, per modum actionis, al destinado, como dice el texto conciliar, al culto de la religión
culto de Dios. Son, en efecto, de institución religiosa y actos ma- cristiana, viene también obligado a «confesar delante de los hom-
nifestativos del culto cristiano. En este sentido, todo sacramento, bres la fe» que ha recibido de Dios por medio de la Iglesia. Por-
incluso el que no imprime carácter, es participación en el sacerdo- que sacramento y virtudes deben ayudarse recíprocamente. El
cio de Cristo, porque su recepción es ya un acto cultual que recibe que ha sido consagrado cristiano y, hasta cierto punto, sacerdote
valor y eficacia del sacrificio sacerdotal de Cristo sobre la cruz. debe llevar vida santa y hacer de ella un sacerdocio, glorificando
Pero participación sacerdotal rigurosa sólo se tiene por aque- a Dios y mirando por el bien de sus hermanos. El carácter sacer-
llos sacramentos que imprimen carácter. Y no en todos de la dotal recibido está exigiendo en él el estado de gracia para ejer-
misma manera ni el mismo grado. En efecto, los sacramentos pue- cer dignamente su sacerdocio.
den ser considerados como medios de santificación o como sig- «Por el sacramento de la confirmación se vinculan (los cris-
nos y ceremonias de culto. En el primer caso, su efecto propio y tianos) más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una
principal es la gracia. En el segundo, el carácter. El carácter se fortaleza especial del Espíritu Santo y de esta forma se obligan
da para que uno sea capaz de participar del culto divino; la gra- con mayor compromiso a difundir y defender la fe con su pa-
cia, para que esa participación se haga como es debido. labra y sus obras como verdaderos testigos de Cristo».
Todos los fieles—dice Santo Tomás—se hallan investidos de En estas palabras de la constitución se resume la doctrina
un carácter en virtud de alguno o algunos de los sacramentos. teológica corriente acerca del sacramento de la confirmación. Ellas
Puede haber discusión sobre la esencia del carácter, pero no sobre indican que, por su carácter, la confirmación mira, como ya la
su existencia en el cristiano. No obstante, en líneas generales palabra misma lo indica, a ratificar y confirmar la acción sacra-
puede decirse que todos están de acuerdo en considerar el carác- mental del bautismo.
ter, recibido sacramentalmente, como algo configurativo y distin- El carácter confirmante, en efecto, está en la misma línea del
tivo del cristiano del que no lo es y algo penetrado de funcionali- bautismo, como lo está la gracia que confiere. Por tanto, no pone
dad social en la Iglesia. El carácter no es visible en sí mismo, en el cristiano una nueva especie de participación sacerdotal. Se
pero lo es a través de la señal del sacramento. La nota cultual limita a consolidar y hacer más expedita y urgente la potenciali-
es la más típica del carácter. Porque, como nota Soto, mediante dad sacerdotal recibida por el bautismo.
el carácter uno se constituye en miembro de la religión cristiana, Santo Tomás define la potestad bautismal «quasi quaedam
que es una sociedad cultual, y se capacita o viene deputado para spiritualis potestas passiva», en cuanto que potencia para recibir
algo en orden a ese culto. Notando que no cualquier deputación los otros sacramentos. Dice «quasi», porque implica un cierto gé-
supone carácter, sino sólo aquella qua deputatus perjichur, con
nero de actividad en orden a actuar en las cosas del culto por lo
perfección que diviniza y faculta para las cosas divinas. El culto
menos espiritualmente. La confirmación sigue en la misma línea.
divino, en efecto, consiste o en recibir o en administrar las cosas
Pero crea una urgencia mayor de desplegar una actividad cris-
divinas " .
tiana, como de adulto, no de recién nacido; como de soldado, no
El carácter bautismal nos configura con Cristo sacerdote, ca- simplemente de ciudadano, para profesar la fe privada y pública-
rácter sustancial del Padre, autor y punto de referencia de todo el mente, defendiéndola contra sus enemigos y lanzándose de lleno
culto cristiano, en orden al cual se nos dan los caracteres. Por a las obras de apostolado. Mete oficialmente al cristiano en la
eso se dice que, mediante el carácter, entramos a participar del vida pública y le impele a una obra de acción y de conquista.
sacerdocio de Cristo. Porque nos capacita para el culto, cristifi-
cándonos y haciéndonos consacerdotes Christi, atque adeo sacerdo- SACERDOCIO Y EUCARISTÍA
tes in aetemum, sicut est ipse 3S.
El bautismo es, pues, el sacramento de nuestra pertenencia a El sacerdocio común de los fieles es en el misterio eucarístico
Cristo y supone nuestra fe en él. He ahí por qué todo bautizado, donde recibe su máxima significación y debe actuarse de manera
más cumplida y eficiente.
31
D. SOTO, IB IV Sent. d.l q.4 a.5. La razón más profunda estriba en que la misteriosa realidad
" Ji!.. ibid.. a.í. del Cuerpo místico, como perpetuación social de la obra reden-
304 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 11 305
tora de Cristo, ha de mantener la misma línea salvífica guardada
formalmente un «leiturgein», el desempeño de una función pro-
en su actuación personal por el Cristo histórico o personal. Esa
piamente sacerdotal, que no es un simple rendir culto ni un ofre-
línea discurre sobre el plano sacramental de la humanidad del
cer espiritualmente, sino un sacrificar de verdad, poniendo fun-
Verbo, ofreciéndose en sacrificio sobre el ara de la cruz y mere-
ciones sacerdotales análogas a las que, con respecto a los antiguos
ciéndonos la gracia que salva. Ahora bien, la eucaristía ha sido
sacrificios, ponían los sacerdotes levitas.
instituida por el mismo Cristo como recuerdo vivo de su pasión;
De esta participación espiritual, pasiva desde un punto de
es frente a la redención aplicada, lo que ha sido la pasión de
vista, pero desde otro muy activa, en el sacrificio eucarístico por
Cristo frente a la redención causada. La Iglesia, doblaje místico
parte de los fieles, tenemos argumento y testimonio en la tradi-
de Cristo, tiene en el sacrificio de la misa la realización perenne
ción y en la enseñanza oficial de la Iglesia. En las oraciones de
del sacrificio del Calvario. Como alguien ha dicho, la eucaristía
la misa se hace referencia constante a esta participación laical, con
se articula con la encarnación.
el pluralismo que revisten gran número de oraciones: «Te ofre-
Y así como en el misterio de la encarnación del Verbo todo cemos, Señor, el cáliz de salud». «Recibe, ¡oh Trinidad Santísima!,
gira y se reconcentra alrededor del sacrificio de la cruz, así en el esta oblación que te ofrecemos». «Orate, fratres, ut meum ac ves-
misterio del Cuerpo místico todo se centra y culmina alrededor trum sacrificwm acceptabile fiat...; orad, hermanos, para que
del altar. Insertos y encarnados nosotros, por decirlo así, en la mi sacrificio y vuestro sacrificio sea acepto, etc.».
realidad cristiana del Cuerpo místico en virtud del sacramento del Pío XI pone directamente en la encíclica Miserentissimus
bautismo, formamos unidad con él, entramos en consorcio con Redemptor (8 de mayo de 1928) el sacerdocio real de los fieles
Cristo. La eucaristía es el monumento máximo y la máxima ex- con la oblación eucarística, diciendo: «Una vez hechos partícipes
presión de esta unificación cristiana y esta nuestra unión con de su sacerdocio (del de Cristo), debemos ofrecer dones y sacrifi-
Cristo. Al decir de Scheeben, «la grandeza de la eucaristía reside cios por los pecados (Hebr 5,7). De este arcano sacerdocio, en
en que en ella es terminada y sellada la real unidad del Hijo de efecto, y de este deber de satisfacer no tienen solamente la dicha
Dios con todos los hombres y en que los hombres son incorpora- de participar aquellos que el Pontífice, Jesucristo, ha elegido
dos a El de la más íntima y real manera a fin de participar, como como sus ministros en la ofrenda inmaculada que a su nombre
miembros suyos, en su vida» ". se ofrece en todo lugar desde que nace hasta que muere el sol
En los demás sacramentos fluye a nosotros una partícula o (cf. Mal 11), sino que toda la comunidad cristiana, llamada por
gota de la gracia. En la eucaristía es la misma fuente de la gra- esta razón, según el Príncipe de los Apóstoles, estirpe elegida,
cia la que se nos entrega. En aquéllos, Cristo se hace sentir con real sacerdocio (1 Petr 2,9), debe ofrecer dones por los pecados
su acción; en ésta se nos da en persona. La «res» o realidad de propios y por los ajenos, del mismo modo casi que el sacerdote y
este sacramento es la sustancia de Cristo, mientras que la de los el pontífice escogido de entre los hombres y para bien de los
otros es un accidente cristiano. Por eso se dice de la eucaristía hombres, investido de todo aquello que se refiere a Dios».
que es la cifra y compendio de todos los sacramentos. También Pío XII en varias ocasiones destacó esta interven-
En ninguno como en él aparece la doble vertiente sacramen- ción activa de los fieles en el ofrecimiento de la misa, singular-
tal de la Iglesia: la que hace vivo el sacrificio, que mira a la gloria mente en la Mediator Dei.
de Dios, y la que se orienta al sacramento, que mira a los hom- En esta carta magna de la liturgia católica se comienza des-
bres, como medio de salvación. tacando justamente la misión salvífica de Cristo por el misterio
En la misa, no sólo el sacerdocio jerárquico, sino también el de su pasión y muerte para hacernos asistir luego a la prolonga-
laical tienen su más genuina y espléndida manifestación con las ción de ese misterio en la Iglesia por medio de la eucaristía. En
diferencias y características que a cada cual compete. Para el consecuencia, se pide a los cristianos todos que «se acerquen al
sacerdocio laical, esa presencia y participación en la misa es ante altar de Dios profesando la misma fe, obedeciendo a la misma
todo y casi exclusivamente un rendir culto (latreuein), según la ley, participando en el mismo sacrificio con un solo entendi-
idea paulina de la epístola a los Hebreos, ofreciendo interna y miento y una sola voluntad» 3Í.
espiritualmente, en unión con el sacerdote, la víctima santa; para La misa, en efecto, sigue diciendo, es el «culto integral del
el sacerdocio jerárquico, la actuación sacerdotal es sobre todo y Cuerpo místico de Jesucristo, esto es, de la cabeza y de sus miem-
3li 3?
SCHEEBEN. LOS misterios del cristianismo (Barcelona 1960) p.507. Pío XII. Mediator Dei: AAS 39 (1947) 555.
306 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 11 307

bros», por el que se da la máxima gloria a Dios (sacrificio) y alimentamos de un rnismo¡ pan, dice San Pablo. La fracción del
por el que los mayores bienes vienen a los hombres (sacramento). pan, o sea el banquete eucarístico, era y servía de signo o lazo de
Ambas cosas en unidad sacramental admirable. He ahí por qué unión entre los primitivos cristianos, al mismo tiempo que signo de
la Iglesia «congrega a los cristianos alrededor del altar y con in- comunión con Cristo en el misterio pascual. «La comunión—dice
sistentes invitaciones los exhorta a celebnar y tomar parte en el Jungmann—es precisamente el estado normal de los cristianos vi-
sacrificio eucarístico y los alimenta con el pan de los ángeles para vientes, al que hay que asegurar. Toda la vida de la comunidad
que estén cada vez más fuertes». tiene sentido de comunión, y ella arde en llamas cada vez que la
Congregados en torno al altar, damos testimonio visible y celebración del sacrificio concluye con la recepción del cuerpo y
público de nuestra solidaridad cristiana participando en el más de la sangre del Señor».
sublime y significativo acto de culto religioso. Participación a un Ser invitados a comer en una misma mesa es señal de amistad
tiempo visible e invisible, donde ofrecemos y nos ofrecemos, hu- y benevolencia. Los que se sientan juntos a la mesa eucarística
millamos nuestro cuerpo y presentamos a Dios un corazón obe- deben testimoniar con su vida la fraternidad que les une. Es in-
diente y contrito. De todos debe ser bien sabido que no se puede concebible, es por lo menos escandaloso, que los que están unidos
honrar dignamente a Dios si en nuestras prácticas sacramentales para comulgar anden luego divididos por odios y rencores. Esto
y litúrgicas no ponemos mucho espíritu interior, trabajando por es poner disensión y desgarro en el Cuerpo místico de Cristo, faltar
el perfeccionamiento de nuestra vida. a la finalidad salvífica del misterio eucarístico.
Por consiguiente, hay que sumar a la acción de Dios nuestra Por otra parte, el sacrificio eucarístico es esencialmente un sa-
cooperación; junto al rito sacramental nuestro esfuerzo perso- crificio comunitario, porque en él se ofrece Cristo como Cabeza
nal ; al mérito de la obra hay que añadir el del operante. «Es ne- y representante de la comunidad cristiana. En él y por él es todo
cesario, pues, venerables hermanos, que todos los fieles consideren el Cuerpo místico quien ofrece y se ofrece en sacrificio. La unidad
como su principal deber y mayor honor participar en el sacrificio óntica del Cuerpo místico la funda el bautismo. Pero la eucaristía
eucarístico no con una asistencia negligente, pasiva y distraída, la perfecciona, poniendo en ella vivencia cristiana, espíritu de sa-
sino con tal empeño y fervor, que entren en íntimo contacto con crificio, conciencia viva de nuestra identificación con Cristo y me-
el Sumo Sacerdote, cumpliendo lo que dice el Apóstol: «Tened en dio el más a propósito y de mayor eficacia para dar gloria a Dios
vosotros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús» (Phil y promover nuestro propio perfeccionamiento. Identificados todos
2,5)». con Cristo en virtud de nuestra inserción en el Cuerpo místico,
Aunque hay que mantener firmemente que los simples fieles no debemos, comulgando, convertir en vida esa identificación.
gozan de verdadero poder sacerdotal respecto del sacrificio eucarís- El Cuerpo místico y la sagrada eucaristía están en una rela-
tico, sin embargo, «se debe afirmar que ofrecen la víctima divina ción singularísima, ha observado Jürgensmeier: «Por una parte,
bajo un aspecto distinto» del que lo hace el sacerdocio jerárquico. el Cuerpo místico recibe su más alta perfección por la sagrada
La constitución dogmática del Vaticano II recoge este testi- eucaristía, y por otra, la sagrada eucaristía es la más alta expre-
monio de Pío XII y dice: «Participando del sacrificio eucarístico, sión de la unidad del Cuerpo místico» 38. Es el sacrificio y el sa-
fuente y cima de toda vida cristiana, ofrecen a Dios la víctima di- cramento de todo el cuerpo de la Iglesia. Por consiguiente, es en
vina y a sí mismos juntamente con ella; y así, tanto por la obla- él donde el sacerdocio común se ejerce en unidad con el sacer-
ción como por la sagrada comunión, todos toman parte activa en docio de la Cabeza del Cuerpo místico y en comunión con los
la acción litúrgica, no confusamente, sino cada uno según su con- miembros todos de ese Cuerpo. «En la nueva alianza—dice Santo
dición». Tomás—el verdadero sacrificio de Cristo se comunica (verum
sacrijicium commuritcatur) bajo las especies de pan y de vino»39.
Y no sólo esto, sino que, «una vez saciados con el cuerpo de
Todos los fieles, en unión con Cristo y representados por el sacer-
Cristo en la asamblea sagrada, manifiestan concretamente la uni-
dote que celebra, pueden y deben ofrecer ante el altar el mismo
dad del pueblo de Dios, aptamente significada y maravillosamente
y único sacrificio de Cristo, porque todos forman la unidad del
producida por este augustísimo sacramento», dice el Concilio.
Cuerpo místico, cuya Cabeza es Cristo y cuya forma es su Espí-
Con lo que se nos da a entender que por la eucaristía no sólo
se crea y se fomenta una unidad de vida entre Cristo y nosotros, 3S
F. JüKGENSMniKR, El Cuerpo místico de Cristo (Buenos Aires 1936) p.260.
sino también entre los cristianos entre sí. Todos uno, los que nos s
» 3 q.22 a.6 ad 2.
308 Bernardo Monsegú, C. P. C.2. El pueblo de Dios. 11 309
ritu, el que llena y unifica a todos los miembros del Cuerpo mís- sacerdotes propiamente dichos, pueden aplicarse perfectamente
tico. Como sacrificio propiamente de Cristo, lo ofrece el sacerdo- también al sacerdocio común de los fieles. El sacerdocio es una
cio jerárquico, que actúa in persona Christi, según hemos visto cosa santa, y santamente debe ser llevada y tratada.
por la constitución conciliar; como sacrificio del Cuerpo místico, De ahí la necesidad de que todo fiel cristiano, en uso de su
todos cuantos forman en la unidad del mismo, es decir, todos sacerdocio, se sienta solidario del santo sacerdocio que en sí par-
los que han recibido el sacerdocio común por su inserción eclesial ticipa, llevando una vida santa y llorando con penitencia los pe-
en virtud del bautismo. En fin de cuentas, es la Iglesia la que cados contra Dios, que le hizo participante del sacerdocio de
ofrece ese sacrificio, en la Cabeza y en los miembros. Los minis- Cristo.
tros del altar son los licurgos de ese sacrificio; los simples fieles Este arrepentimiento y el perdón divino consiguiente quiere
son los participantes de la realidad cultual que significa ese sa- el Señor que se ajusten al tenor sacramental de la economía de
crificio, porque son sacerdocio por orden y con dependencia de la gracia. Y para eso está el sacramento de la penitencia. Al reci-
ese sacrificio. birlo, todo cristiano ha de saber convertirlo en un verdadero acto
El sacerdote sube al altar representando a Cristo, pero tam- de religión, en su aspecto sacrificial o de holocausto a Dios, y en
bién a la Iglesia, al pueblo cristiano. Por eso la misa es con verdad el propiamente sacramental, o de provecho propio, recuperando
sacrificio del pueblo cristiano. Lo es constitutiva u ónticamente, o acrecentando la gracia por la acción sacramental puesta y las
virtudes en ella concurrentes. A esto le invita su sacerdocio. Nin-
por la naturaleza del Cuerpo místico, y debe serlo también ascé-
guna ocasión mejor para ofrecerse a sí mismo en sacrificio, humi-
tica y psicológicamente. Los fieles deben sumarse activamente,
llándose ante Dios en la persona de su ministro, para obrar una
pues para ello les faculta su sacerdocio, al ofrecimiento del sacri-
verdadera conversión o transmutación de su alma, pasándola de
ficio del Cuerpo místico, ofreciéndolo personalmente como si fue-
la servidumbre del diablo a la de Cristo, de la tibieza al fervor,
ra cosa propia. N o es el suyo un ofrecimiento personalmente li-
del alejamiento de Dios a su acercamiento en el misterio de su
túrgico, pero es plenamente sacrificial en virtud de su sacerdocio.
Iglesia. Es Jesucristo el que ha dispuesto que la autenticidad de
La misa debe ser, por lo tanto, para todo cristiano comunidad de
nuestra penitencia y nuestra reconciliación con Dios se sometan
oración y comunidad de sacrificio, como debe ser luego comunidad a la prueba y a la garantía de la posición del signo sacramental
de vida por la comunión, que simboliza la unión de todos los que la Iglesia administra.
cristianos: «Porque el pan es uno, somos muchos en un solo cuer-
po, pues todos participamos de ese único pan» 4°.
SACERDOCIO, UNCIÓN DE ENFERMOS Y ORDEN

E L SACERDOCIO COMÚN Y LA PENITENCIA «La Iglesia entera encomienda al Señor, paciente y glorificado,
«Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen el perdón
a los que sufren, con la sagrada unción de los enfermos y con
de la ofensa hecha a Dios por la misericordia de éste, y al mismo tiempo la oración de los presbíteros, para que los alivie y los salve
se reconcilian con la Iglesia, a la que, pecando, ofendieron, la cual, con (cf. Iac 5,14-16) ; más aún, los exhorta a que, uniéndose libre-
caridad, con ejemplos y con oraciones, les ayuda en su conversión». mente a la pasión y a la muerte de Cristo (Rom 8,17; Col 1,24;
Por estas palabras declara el Concilio la aplicación del sacer- 2 Tim 2,11-12; 1 Petr 4,13), contribuyan al bien del pueblo de
docio común a la práctica de la penitencia sacramental. Y esto Dios».
en su doble aspecto de detestación o alejamiento de la culpa u Refiriéndolo al sacramento llamado antes de la extremaunción
ofensa inferida a Dios por el pecado y de acercamiento a El re- y ahora de la unción de los enfermos, nota el Concilio que el
conciliándose con la Iglesia por medio de la caridad. ejercicio del sacerdocio común se hace sentir o se manifiesta en
En la Escritura leemos: «Los sacerdotes... que se acercan a primer lugar en la materna solicitud o cuidado, verdaderamente
Dios, santifíquense para que no los castigue»". «Llorarán los sacerdotal, con que la misma Iglesia se interesa por los que sufren
sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: Perdona, Señor, perdona o enferman. Y en uso de su sacerdocio hace oración por los que
a tu pueblo» 42 . Palabras que, aunque dirigidas propiamente a los sufren, encomendándoles de un modo especial a Cristo, que pa-
40
deció y fue luego glorificado. Y esto lo hace singularmente por
1 Cor 10.17.
41
E i 19.22. la unción y la oración de sus ministros o presbíteros.
" Jod 2.17. Les exhorta, en consecuencia, a que, puesto que han sido con-
310 Bernardo Aionsegi'i, C. P.
C.2. El pueblo de Dios. 11 311
figurados con Cristo por la inserción en su sacerdocio, al quedar
Como sacrificio del Cuerpo místico, el sacrificio de la misa
constituidos miembros del cuerpo sacerdotal cristiano o Cuerpo
nos pertenece a todos los cristianos, que, incorporados a la unidad
místico, que es la Iglesia, en su enfermedad y última agonía vi-
de la Iglesia, con ella y en ella sacrificamos participando del sacer-
van ascéticamente esa su participación sacerdotal.
docio como partes de un todo sacerdotal y fruto de un sacerdocio.
Cristo nos salvó por el ejercicio de su sacerdocio, sacrificán-
Pero, como sacrificio personal de Cristo, sólo quienes pueden
dose por nosotros sobre la cruz. De esa su pasión ha brotado y
tomar la representación personal de Cristo pueden poner perso-
toma fuerza la sacramentalidad del sacerdocio cristiano. Luego es
nalmente y en la persona de Cristo el sacrificio eucarístico. Estos
natural y consecuente que quienes participan del sacerdocio de
son los sacerdotes, que para eso precisamente reciben el carácter
Cristo lo vivan en constante referencia a esa pasión, ya por el
de su ordenación sacerdotal. Por él quedan constituidos con en-
recuerdo afectivo, ya sobre todo por la asimilación vital, apro-
tera verdad ministros o representantes de Cristo. Reciben una
piándose los sentimientos de Cristo en su pasión, ofreciéndose al
configuración con Cristo Cabeza y una deputación oficial para
Padre en beneficio de su Iglesia. Y eso es lo que el Concilio re-
actuar como cabezas del pueblo cristiano.
comienda que hagan los fieles de un modo particular a la hora
Ni el simple cristiano ni siquiera la totalidad del Cuerpo mís-
de recibir la unción de los enfermos.
tico pueden por sí mismos ofrecer en persona de Cristo el sacri-
«Además, aquellos que entre los fieles se distinguen por el ficio de la misa. En orden al sacrificio auténtico de Cristo, la
orden sagrado quedan destinados, en el nombre de Cristo, para Iglesia, y a fortiori los simples cristianos, no pueden actuar sino
apacentar la Iglesia con la palabra y la gracia de Dios». a través de los ministros de Cristo.
Se señalan por estas palabras compendiosas las funciones ca-
racterísticas de los que participan del sacerdocio jerárquico: pre- E L SACERDOCIO COMÚN Y EL MATRIMONIO
dicar y administrar los sacramentos. El ejercicio del sacerdocio
común adquiere en ellos auténtica jerarquía y doblado título de Por fin, los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimo-
nio, por el que manifiestan y participan del misterio de la unidad y del
urgencia y ejemplaridad. fecundo amor entre Cristo y la Iglesia (Eph 5,32), se ayudan mutuamente
En el misterio del Cristo histórico o personal, síntesis de lo a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de los
divino y lo humano, en unidad personal del Verbo, era y fue hijos y, por tanto, tienen en su condición y estado de vida su propia
posible que nuestro gran sacerdote, el sacerdote por esencia, gracia en el Pueblo de Dios (cf. 1 Cor 7,7). Pues de esta unión conyugal
procede la familia, en la que nacen los nuevos ciudadanos de la sociedad
hiciera al mismo tiempo las veces de representante y de parte humana, que por la gracia del Espíritu Santo quedan constituidos por el
representada; estuviera como Cabeza de la humanidad y como bautismo en hijos de Dios para perpetuar el pueblo de Dios en el co-
humanidad representada en la Cabeza. rrer de los tiempos.
Pero en el Cristo social o místico, que es la Iglesia, esta sín- En esta como Iglesia doméstica los padres han de ser para los hijos
los primeros predicadores de la fe, tanto con su palabra como con su
tesis personalista ya no es posible. Precisamente por su condición ejemplo, y han de fomentar la vocación propia de cada uno, y con cuidado
social y porque también el Cristo místico sigue, como el Cristo especial la vocación sagrada.
histórico, concentrado en torno al mismo sacrificio, que ahora se
llama eucaristía o misa. Como no podía ser menos, tratándose del pueblo de Dios en
Para poner este sacrificio, como obra sacerdotal del mismo general o del común de los cristianos, el santo Concilio consagra
Cristo, son necesarios cristianos que puedan obrar en la persona una atención particular, hablando del ejercicio del sacerdocio co-
de Cristo, haciendo lo mismo que Cristo hizo, aunque de otra mún en los sacramentos, al sacramento del matrimonio.
manera. Y esto sólo lo da el sacramento del orden. Por él, Cristo La razón es bien sencilla. Se trata del sacramento que podría-
Nuestro Señor excogitó el medio apropiado para obtener que en mos decir más típico del estado seglar y donde el sacerdocio se-
en el Cuerpo místico o Cristo total perdurara la acción personal glar tiene más oportunidades para expandirse y manifestarse en
del mismo Cristo, ofreciéndose por nosotros en sacrificio. El ca- una serie de actuaciones que afectan profundamente no sólo a
rácter de la ordenación configura con el sacerdocio del Jefe y hace la vida familiar de cada casado, sino también de toda la Iglesia.
que quienes lo reciben celebren el sacrificio eucarístico como sa- Las palabras conciliares, pues, arriba transcritas miran funda-
crificio a doble título: el de sacrificio de Cristo y sacrificio de su mentalmente a dar a todo cristiano, puesto frente al matrimonio,
Iglesia. conciencia de la naturaleza eclesial y sacramental del mismo para
vivirlo en consecuencia siguiendo 'a exigencia de su sacerdocio.
C.2. El pueblo de Dios. 11 313
312 Bernardo Monsegú, C. P.
ejemplo, y han de fomentar la vocación propia de cada uno y,
He ahí por qué lo primero que ha de notarse en ellas es lo con mimo especial, la vocación sagrada».
que el Concilio dice acerca del sacramento del matrimonio, como El ejercicio del sacerdocio común tiene tanta mayor razón de
expresión y participación del misterio de la Iglesia, invocando ser en la vivencia sacramental del matrimonio cuanto que es éste
palabras de San Pablo. El Apóstol considera al matrimonio como el único sacramento donde un simple fiel es ministro de su pro-
el símbolo o sacramento de la unión de Cristo con su Iglesia. pio sacramento y lo administra como por derecho propio. De
El marido, cabeza de la mujer, representa a Cristo, cabeza de la ahí el deber en que están los casados o, mejor, los que van a ca-
Iglesia. El amor matrimonial debe discurrir sobre el paradigma sarse, de hacerlo en gracia de Dios, apropiándose los sentimientos
de los amores entre Cristo y su Iglesia. Su unión ha de hacerse sacerdotales de Cristo y llevando luego una vida matrimonial
a la luz de la misteriosa unión que tienen Cristo y su Iglesia. santa.
«Este misterio (el del matrimonio) es grande», «mas yo lo digo También los casados están llamados a la santidad. Lo están
en orden a Cristo y su Iglesia». como cristianos y lo están como casados. Como institución natu-
El matrimonio es un sacramento. He ahí la primera y más ral, el matrimonio se ordena a la conservación del género huma-
consoladora realidad que la economía cristiana presenta para va- no, a procurar a la Iglesia los miembros que han de integrarse
lorizar y enaltecer una realidad que es, por otra parte, tan hu- en el organismo visible de la misma a lo largo del tiempo. Pero,
mana. «¿No habéis considerado nunca, queridos esposos—pregun- como estado de vida, el matrimonio mira principalmente al buen
taba Pío XII—cómo entre los diversos, entre las diversas formas ser y al perfeccionamiento de los casados en orden a la consecu-
de vida de los cristianos, sólo hay dos de ellas para las cuales ha ción del fin último de toda vida humana, que es Dios, De ahí
instituido Nuestro Señor un sacramento? Son el sacerdocio y el que nada puedan hacer los casados que haga imposible la conse-
matrimonio» " . cución de ese fin; y el que, si quieren cumplir cristianamente con
Ser una cosa sacramento—decíamos en nuestro libro Marido su condición de casados, deban esforzarse por vivir su vida ma-
y mujer ll—quiere decir que significa y que causa gracia, que es trimonial, frente a sí y a los hijos, en conformidad con los prin-
una cosa sagrada y santa. Casarse es cosa santa, como lo es bauti- cipios de la fe, tratando de identificarse con Cristo, según ley de
zarse o confirmarse. La sacramentalidad del matrimonio consiste sacerdocio, y usufructuando la gracia sacramental que para ello
en la significación sagrada que recibe el mismo contrato matrimo- les ha sido dada.
nial, y en su elevación al orden sobrenatural por la gracia que el «El matrimonio es santo en su esencia y exige una perfección
signo sacramental causa y la ordenación que a lo divino trae todo específica en razón de su santidad esencial, intrínseca, sacramen-
cristiano por su bautismo. La unión matrimonial de los cristianos tal», dice Jürgensmeier 15. Por ser sacramento, el matrimonio está
es el signo sacramental de la unión de Cristo con su Iglesia. La doblemente vinculado al designio santificador y salvífico de Cris-
gracia matrimonial consiste en hacer de los esposos, a través de to en su Iglesia. Para entender esto no hay más que fijarse en lo
su unión conyugal, seres más unidos entre sí estando más unidos que entraña el sacerdocio común, patrimonio de todo cristiano,
a Dios. La alianza matrimonial debe ser un remedo de la alian- y en lo que supone toda participación sacramental. Sacerdocio y
za establecida por Cristo con su Iglesia. Los esposos la represen- sacramento se centran en el Calvario, en la pasión de Cristo, de
tan y deben vivirla. Para ello el rito sacramental les da una gracia donde derivan y de donde deben tomar eficacia y ejemplaridad.
particular. Según los Padres de la Iglesia, ésta nació del desposorio de
Cristo con la humanidad, y más propiamente de su inmolación
He ahí por qué han de valerse de su sacerdocio para hacer
sobre la cruz. Para los casados esto es una gran lección. Puesto
de su hogar una pequeña Iglesia, comenzando por conformarse
que su matrimonio simboliza la unión de Cristo con su Iglesia,
ellos con Cristo y con su Iglesia, ofreciéndose en holocausto re-
su amor debe probarse en el sacrificio. Sacramento y sacrificio
cíproco para santificarse mutuamente por la ordenación de su
andan muy juntos en el misterio cristiano. Y el matrimonio es
vida a Dios. Es lo que indica la constitución: «En esta como
una gran escuela de abnegación y de sacrificio. Precisamente por-
Iglesia doméstica, los padres han de ser para con sus hijos los
que nace de amor. El amor se prueba en el sacrificio. Por eso se
primeros predicadores de la fe tanto con la palabra como con el
ha dicho con grafismo que el matrimonio es una procesión de
43
Cf. La familia cristiana (San Sebastián 1943) p.207. " O . c , p.275.
44
B. MONSEGÚ, Marido y mujer (Madrid 1961) p.41s.
314 Bernardo Monsegú, C. P.
C.2. El pueblo de Dios. 11 315
gloria, en la que va siempre delante la cruz. Para llevarla como
es debido, los esposos cristianos han de vivir en constante comu- pierde mucho de su encanto y su transcendencia si no se convier-
nión de vida, ayudándose mutuamente a santificarse, como dice te, como ha dicho un escritor, en el pórtico deleitable de la pa-
la constitución. ternidad. Renovarse en los hijos, multiplicarse en ellos, proyec-
La tarea fundamental del matrimonio, como institución natu- tarse, por la descendencia, sobre el futuro de la humanidad, he
ral elevada por Cristo a la categoría de sacramento, consiste en ahí la voz de la sangre, la misión primera de la vida matrimonial.
proporcionar nuevos miembros al Cuerpo místico de Cristo, trans- Los hijos son una bendición. Como recordaba Pío XII a unos
mitiendo la vida que ha de entrar en comunión con ese Cuerpo recién casados: «la mujer se salvará por su misión de madre, con
por la fe y el sacramento de la regeneración cristiana, que es el tal de que permanezca en la fe, en la caridad y en la santidad
bautismo. La sacramentalidad del matrimonio no depende del con la modestia. Una cuna consagra a una madre de familia. Va-
sacerdocio jerárquico. Es cosa inherente al mismo contrato natural rias cunas la santifican y la glorifican ante su marido y ante sus
del matrimonio cuando es puesto por hombres en posesión del hijos, ante la Iglesia y ante la patria».
sacerdocio común por el carácter bautismal. Los mismos contra- Y en otra ocasión, destacando la significación del matrimonio
yentes atraen sobre sí directamente de Cristo la gracia sacramen- como cooperación al plan divino para perpetuar y acrecentar la
tal de su matrimonio o, por mejor decir, convierten su contrato gloriosa realidad del Cuerpo místico, decía: «El amor de Dios
en sacramento, actuando su sacerdocio bautismal. El matrimonio ha hecho surgir de la nada el mundo y la humanidad; el amor de
es el único sacramento que no cae directamente bajo el ministerio Jesús hacia la Iglesia engendra las almas a la vida sobrenatural;
sacerdotal. el amor del esposo cristiano hacia su esposa participa de estas
El sacramento del orden y el sacramento del matrimonio guar- dos efusiones divinas, en cuanto que, según la voluntad formal
dan entre sí y por orden al Cuerpo místico no pocos puntos de del Creador, el hombre y la mujer preparan la habitación de un
contacto. Ambos, como instituciones, tienen preponderantemente alma en que el Espíritu Santo vivirá con su gracia. Así los espo-
una función social, miran a la edificación del Cuerpo místico. sos, en la misión providencial a ellos asignada, son propiamente
«El sacerdocio forma, cuida y alimenta al cuerpo de Cristo según los colaboradores de Dios y de su Cristo; sus mismas obras tienen
su ser sobrenatural espiritual; el matrimonio forma, alimenta y algo de divino; también aquí pueden llamarse consortes de la
cuida al mismo cuerpo de Cristo según su ser sobrenatural corpo- divina naturaleza» ".
ral» ". Los casados, por la virtud de su sacerdocio común y la Los casados, pues, han de saber conjugar en uno los fines
gracia del mismo sacramento que reciben, han de dar un sentido todos del matrimonio, haciéndole servir para su propia santifica-
sobrenatural a su unión conyugal y al acto procreador, ordenán- ción por la cooperación mutua, y para el bien de la Iglesia por la
dolo a su debido fin. Su oficio es santo y sacramental, como dice crianza y educación cristiana de los hijos. Todo a base de amor
Carlos Adán. y espíritu de sacrificio. Así llevarán a pleno rendimiento el ejer-
La fecundidad es un deber santo. Un deber humano y cristia- cicio sacerdotal de su vida cristiana y pondrán en ella la pletitud
no; por consiguiente, consciente y reflexivo, que no puede con- de significación sacramental y santificadora que tiene su matri-
fiarse al solo instinto, sino que debe cumplirse razonable y so- monio en el misterio de Cristo y su Iglesia.
brenaturalmente. Quien da la vida, debe procurar conservarla y Hermosas a este propósito son estas palabras del cardenal
llevarla a su perfeccionamiento en el doble aspecto que supone Goma: «Nada hay más santo que Jesucristo, santidad esencial;
una vida humana y cristiana, física y moralmente, natural y sobre- nada hay en el mundo más santo que la Iglesia, que Cristo hizo
naturalmente, por la alimentación y la educación. Que es lo que para sí inmaculada; nada hay más santo que la unión, por el lazo
recuerda a los casados expresamente la constitución en el núme- de la caridad, de Dios con los hombres. Después de esta unión,
ro que estamos comentando. que yo llamaría social-divina, no hay unión social-humana más
La prole es el primer bien del matrimonio. Da permanencia santa que la unión conyugal. ¡Qué grande aparece a esta luz la
al acto pasajero conyugal. Pone un nuevo sello al amor mutuo frase paulina: «Este sacramento es grande; lo digo por lo que
de los esposos. respecta a Cristo y a la Iglesia»! Desde este momento todo es
Los hijos son un gran lazo de unión. El amor matrimonial santo en el matrimonio: Jesucristo, que lo preside; la Iglesia, que
lo bendice; la gracia, que lleva a la santidad de Dios a todo lo
46
ID., p.278. 47
Pío XII, cit. en La familia cristiana p.187.
316 Ramiro López Gallego C.2. El pueblo de Dios. 14 317

que es de su constitución, de su vida, de su atmósfera. Santos siones (miembros en acto, miembros en potencia, miembros perfec-
son los contrayentes que, como hemos dicho, hacen y reciben el tos, miembros imperfectos, miembros visibles, miembros invisi-
sacramento, y santa es la unión que de aquí resulta, en sí misma bles, etc.), sobre las que todavía no se ha logrado la unanimidad
y en sus funciones primordiales». entre los teólogos, y, sin llegar a la desautorización de su uso,
Concluyendo el santo Concilio la exposición de la manera en tampoco ha querido canonizarlo, y ha adoptado por su cuenta
que el sacerdocio común de los fieles se traduce en ejercicio por una nueva nomenclatura menos equívoca y metafórica, más rea-
y en cada uno de los sacramentos, hace una breve exhortación lista y pastoral, cuyos precedentes ya se encuentran en la encí-
a la santidad diciendo; clica «Mystici Corporis» 1*.
«Los fieles todos, de cualquier condición y estado que sean, Para justificarla arranca de dos verdades inconcusas, una de
fortalecidos por tantos y tan poderosos medios, son llamados por carácter dogmático y otra experimental: todos los hombres están
Dios, cada uno por su camino, a la perfección de la santidad por llamados a formar parte de la Iglesia (verdad revelada); no to-
la que el mismo Padre es perfecto». dos los hombres han entrado de hecho o están dentro de la Igle-
No se trata más que de un apunte sobre la «universal voca- sia (verdad de experiencia).
ción a la santidad», que va a ser tema de todo un capítulo, el Atendiendo a esta doble verdad, el Concilio distingue dos
quinto de la misma constitución dogmática que comentamos. grandes categorías de hombres: los que pertenecen a la Iglesia
Podemos notar sobre dicho apunte que arranca de la sacramen- y los que todavía no pertenecen, pero están ordenados a ella. He
talidad misma de la vida cristiana y de la participación sacerdotal aquí sus palabras al final del n.13:
que supone para presentar la obra de nuestra santificación como «Todos los hombres están llamados a esta unidad católica del Pueblo
una exigencia y un deber demandados e imperados por el sacra- de Dios... y a ella pertenecen (pertinent) de varios modos o están orde-
mento de la Iglesia y nuestra participación en los sacramentos. nados (ordinantur) tanto los fieles católicos como los otros cristianos,
e incluso todos los hombres en general, llamados a la salvación por la
Sacerdocio y sacramento, gracia y carácter (opus operatum) gracia de Dios».
han de entrar en unión y perfecta simbiosis con el opus operantis,
o esfuerzo y buena disposición del que participa del sacerdocio y Pertenencia y mera ordenación es la nueva nomenclatura adop-
recibe los sacramentos, mediante el ejercicio de todas las virtu- tada por el Concilio 2 .
des, singularmente la fe, la esperanza, la caridad y la religión, Pertenecen a la Iglesia los que han aceptado el Evangelio.
para que la vida cristiana alcance la santidad y quede convertida Están meramente ordenados a ella quienes, llamados por Dios
toda ella en un acto cultual a gloria de Dios y bien y glorifica- al Evangelio, todavía no lo han aceptado 3.
ción nuestra, por Cristo Nuestro Señor. Pero dentro de una y otra categoría hay grados de perfección.
N o todos los que pertenecen a la Iglesia están unidos a ella del
SITUACIÓN DE LA HUMANIDAD CON RESPECTO mismo modo, sino que «pertenecen a ella de varios modos» (va-
riis modis), se dice al final del n.13.
AL PUEBLO DE DIOS
Por Ramiro López Gallego PELENA, De Ecclesia Christi II (Roma 1954) p.359ss; TOMÁS SARTORY, La iglesia y
las Iglesias, en Panorama de la teología actual, versión española de Fragen der Tbeo-
logie Hesite (Ediciones Guadarrama, Madrid 1951) p.423-428. En estas obras se reco-
ge una amplia y selecta bibliografía clásica y moderna sobre la materia de este co-
La nueva nomenclatura mentario.
i» Cf. AAS 35 (1943) 243.
2
En los últimos números del capítulo 2.° de la constitución dog- Decimos mera ordenación y no ordenación sin más, porque tal parece ser la
mente del Concilio. A su juicio, todos los hombres—y, por tanto, también los que
mática sobre la Iglesia, que trata del nuevo pueblo de Dios, el pertenecen a la Iglesia—están ordenados a ella, ya que la vocación de Dios es
Concilio expone su pensamiento sobre los diversos modos como universal.
Pero mientras unos ya se han incorporado y su relación para con la Iglesia es de
ios hombres se hallan en relación con este pueblo. Es el problema pertenencia, otros todavía no lo han hecho, y su relación se queda en mera orde-
nación.
conocido con el nombre de los miembros de la Iglesia, según la 3
La segunda afirmación la hace explícitamente el Concilio al comienzo del n.16,
expresión más tradicional en teología \ dedicado a los no cristianos. De donde se infiere fácilmente—por contraste—la pri-
mera : que no están solamente ordenados, sino que pertenecen a la Iglesia los que
Pero la venerable asamblea ha rehuido conscientemente de han aceptado el Evangelio. Son éstos los cristianos—católicos o no—, por estar
bautizados, y los catecúmenos, que todavía no han recibido el bautismo, pero ya lo
emplear el término «miembro» y sus múltiples y variadas divi- han solicitado con voluntad expresa. De los bautizados y de los catecúmenos tratan
1 los n.14 y 15, y de ellos se dice que están incorporados o unidos a la Iglesia, como
Sobre el conjunto de este problema véanse JOAQUÍN SALAVERRI, De Ecclesia en seguida veremos.
Cbristi, en Sacrae Tbeologiae Summa I (BAC, Madrid 1950) p.811ss; TIMOTEO ZA-
318 Ramiro López Gallego C.2. El pueblo de Dios. 14 319

Así también, al comienzo del n.15, al hablar de los meramen- los obispos. Sin embargo, no alcanza la salvación, aunque esté in-
corporado a la Iglesia, quien, no perseverando en la caridad, per-
te ordenados a la Iglesia, advierte que lo están por diversas razo- manece en el seno de la Iglesia «en cuerpo», pero no «en cora-
nes, divertís rationibus. zón». No olviden, con todo, los hijos de la Iglesia que su ex-
¿Cuál es el criterio para distinguir estos grados de perfección? celsa condición no deben atribuirla a sus propios méritos, sino a
Si tenemos en cuenta la doctrina que en seguida vamos a es- una gracia especial de Cristo, y si no responden a ella con el pen-
samiento, las palabras y las obras, lejos de salvarse, serán juzgados
cuchar, parece claro que es el siguiente: con mayor severidad.
El mayor o menor grado de pertenencia a la Iglesia depende Los catecúmenos, que por la moción del Espíritu Santo solicitan
del mayor o menor número de lazos con los que están vinculados con voluntad expresa ser incorporados a la Iglesia, se unen a ella
a ella cuantos han abrazado el Evangelio, es decir, del mayor o por este mismo deseo, y la madre Iglesia los abraza ya amorosa y
solícitamente como a hijos.
menor número de los elementos divinos constitutivos de la Iglesia
que se acepten y practiquen; Este número consta de tres párrafos: en el primero habla de
mientras que el mayor o menor grado de mera ordenación la necesidad de la Iglesia para la salvación; en el segundo, de la
depende del mayor o menor número de bienes que, como prepa- plena incorporación a la Iglesia; en el tercero, de los catecú-
ración al Evangelio, se encuentran en las religiones no cristianas menos.
o en los hombres que no profesan religión alguna \
1. NECESIDAD DE LA IGLESIA PARA LA SALVACIÓN

De los pertenecientes a la Iglesia trata la constitución dogmá- «El sagrado Concilio pone, ante todo, su atención en los fieles ca-
tólicos».
tica en dos números: en el 14, de los católicos y catecúmenos;
en el 15, de los cristianos no católicos. Dedica luego el n.16 a Y comienza dirigiéndose a ellos.
los que están meramente ordenados a la Iglesia, es decir, a los Pero antes de exponer los lazos con que los católicos están
no cristianos, y, finalmente, tomando pie de lo que se dice en vinculados a la Iglesia, el Concilio interrumpe la línea de su dis-
este último número, expone en el 17 el carácter misionero de la curso y de un modo inesperado dedica sus primeras palabras a
Iglesia. Con él acaba el capítulo 2.° de la constitución dogmática. manifestar cuál es su pensamiento sobre la necesidad de la Iglesia
para la salvación. ¿Qué razones le han movido a proceder de esta
Los católicos y los catecúmenos manera? La constitución no lo dice; pero, tal vez, por ser éste
un lugar muy a propósito para recordar una doctrina con la que
14. El sagrado Concilio pone su atención ante todo en los quedan justificadas las enseñanzas que vienen después.
fieles católicos. Porque enseña, fundado en la Escritura y en la Si el Concilio se propone enseñar los diversos modos como
tradición, que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. se hallan los hombres con respecto a la Iglesia, no lo hace por
Pues solamente Cristo es el mediador y el camino de salvación,
que se nos hace presente en su Cuerpo, que es la Iglesia, y El, incul- satisfacer una simple curiosidad científica o especulativa, sino mo-
cando con palabras concretas la necesidad de la fe y del bautismo vido por razones prácticas y pastorales gravísimas. La Iglesia tie-
(cf. Me 16,16; lo 3,5), confirmó a un tiempo la necesidad de la ne conciencia de ser necesaria para la salvación de los hombres,
Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por la
puerta. Por lo cual no podrían salvarse quienes, sabiendo que la
y por eso las relaciones de éstos para con ella no son cosa indi-
Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, desde- ferente ni sobre las que cada cual pueda gobernarse según su
ñaran entrar o no quisieran permanecer en ella. libre albedrío: está en juego nada menos que la salvación eterna
A la sociedad de la Iglesia se incorporan plenamente los que, del hombre. Por eso es preciso conocer bien la doctrina revelada
poseyendo el Espíritu de Cristo, reciben íntegramente sus disposi- sobre el alcance de esta necesidad para luego, a su luz, juzgar
ciones y todos los medios de salvación depositados en ella, y se
unen por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos, con acierto las posibilidades objetivas de salvación inherentes a
del régimen eclesiástico y de la comunión, a su organización vi- las diversas situaciones en que los hombres se encuentran con
sible con Cristo, que la dirige por medio del Sumo Pontífice y de respecto a la Iglesia.
4
Por ser universal la vocación de Dios, su llamamiento a formar parte de la Empieza, pues, el Concilio a tratar de este asunto y
Iglesia se extiende a todos los hombres sin excepción. Mas esta vocación, expre-
sión de la voluntad divina, que es siempre eficaz, pone en los Jlamados o vocados «enseña, fundado en ia Sagrada Escritura y en la Tradición, que esta
disposiciones creadas que los inclinan y orientan hacia la Iglesia. A estos bienes Iglesia peregrina es necesaria para la salvación».
o disposiciones nos referimos aquí, y de ellos habla la constitución en el n.16.
320 Ramiro López Gallego C.2. El pueblo de Dios. 14 321

La Iglesia peregrina, a diferencia de la Iglesia purgante o la Iglesia por el bautismo no podrán salvarse, sino que no podrán
triunfante, es la Iglesia militante, la que despliega su vida en salvarse quienes, sabiendo o teniendo conocimiento de que la Igle-
este mundo peregrinando hacia el cielo durante todo el tiempo sia es necesaria—conocimiento no sólo de su existencia, sino de
que transcurre entre la primera y segunda venida de Jesucristo °. su necesidad para la salvación—, se nieguen a entrar en ella si
Pues bien: de esta Iglesia peregrina afirma el Concilio de una estuviesen fuera, o a permanecer en su seno si ya estuvieran dentro.
manera clara y precisa que es necesaria para salvarse. Y apela para Sin prejuzgar, pues, todo el alcance de la prueba, que parece
sentar tan grave afirmación a las Sagradas Escrituras y a la Tradi- afirmar de un modo absoluto la necesidad del bautismo, y, por lo
ción cristiana, que son las fuentes cognoscitivas de la revelación tanto, de la Iglesia, para la salvación, el Concilio en este lugar se
divina. limita a establecer una necesidad menor: Quien conozca la. necesi-
N o desarrolla, sin embargo, toda la prueba, sino que se con- dad de la Iglesia para salvarse y no haga caso de este conocimien-
tenta con indicarla de un modo sintético, diciendo: to, no podrá salvarse 8 . Pero ¿y quien no la conozca?
«Solamente Cristo es el mediador y el camino de salvación, que se El Concilio deja sin respuesta esta pregunta, a la que dará
nos hace presente en su Cuerpo, que es la Iglesia». cumplida satisfacción en el n.16, cuando trata de los que pueden
¿Qué fuerza tiene este argumento? " encontrarse en ese estado de ignorancia; pero éste no es el caso
Es verdad que Jesucristo es el único mediador y el camino de de los católicos, a quienes se dirige expresamente en este n.14.
salvación: «Yo soy el camino», dice El mismo, «nadie va al Pa- Una vez establecida la necesidad de la Iglesia para la salva-
dre si no es por Mí» (lo 14,6). Y San Pablo nos asegura que, ción, el Concilio vuelve a coger el hilo de su interrumpido dis-
así como Dios es único, así Jesucristo es también único mediador curso y, comenzando a tratar de los pertenecientes a la Iglesia,
entre Dios y los hombres (cf. 1 Tim 2,5). enseña en primer lugar quiénes, a su juicio, están plenamente
incorporados a ella. Expone, pues, el grado más perfecto de per-
Es verdad también que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y que
tenencia.
en este Cuerpo está Cristo presente a todos nosotros 7 .
Pero ¿quiere decirse con ello que fuera de este Cuerpo no po- 2. L A PLENA INCORPORACIÓN A LA IGLESIA
demos encontrar a Jesucristo, que si no nos unimos a la Iglesia
es imposible nuestra unión con el único Mediador? «A la sociedad de la Iglesia se incorporan plenamente los que, pose-
Así parece que hay que entenderlo, pues el mismo Jesucris- yendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegro su ordenamiento con todos
los medios de salvación establecidos en ella».
to—sigue hablando el Concilio—,
«inculcando con palabras expresas la necesidad de la fe y del bautismo Admite el Concilio de manera explícita una incorporación a
(cf. Me 16,16; lo 3,3), confirmó al mismo tiempo la necesidad de la la Iglesia que califica de plena. Con lo cual: 1) da a entender la
Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por la existencia o posibilidad de otras incorporaciones reales, pero que
puerta». no son plenas, que son menos perfectas, y 2) rectifica o matiza
Es decir: el bautismo es necesario para salvarse; pero como el el adverbio «reapse» del que hizo uso la encíclica Mystici Corpo-
bautismo es la entrada en la Iglesia, la entrada en la Iglesia es ris, y que, al parecer, excluía tal posibilidad'.
necesaria para salvarse. Tres son los requisitos que se precisan para estar plenamente
Entonces: ¿no podrán salvarse quienes no reciban el bau- incorporados a la Iglesia:
tismo? 1) Poseer el Espíritu de Cristo, es decir, bailarse en estado
El Concilio contesta:
de gracia.
«En consecuencia, no podrán salvarse quienes, sabiendo que la Igle- Un católico, por consiguiente, en pecado mortal, aunque no
sia católica ha sido establecida en nombre de Dios por Jesucristo como
necesaria, no quisieran entrar o permanecer en ella». le falten los otros requisitos de que hablamos a continuación, no
8
Como se ve, la contestación del Concilio está muy matizada. También en este punto la constitución dogmática evita cuidadosamente el em-
pleo de la conocida nomenclatura teológica sobre las diversas clases de necesidad:
N o dice simplemente que los que no se bauticen o no entren en necesidad de medio o de sólo precepto; necesidad de medio in re o in re vel in
voto; necesidad de medio in voto explícito o implícito. Da la doctrina y deja
5
Cf. n.48 y 49 de esta constitución. luego a los teólogos que la encasillen según la técnica que iu2;íuen más acertada.
6 9
Para su desarrollo véanse los autores citados en la nota 1, y B. WILLEMS, La Dice la encíclica: «Pero entre los miembros de la Iglesia sólo se han de
necesidad
7
de la Iglesia para la salvación: Concilium 1 (1965) 114-127. contar de hecho (reapse) los que recibieron las aguas regeneradoras del bautismo
Cf. supra, a.7 y 8. y. profesando la verdadera fe, no se hayan separado miserablemente ellos mismos
2. C.Vaticano 11
322 Ramiro López Gallego
C.2. El pueblo de Dios. 14 ' 323
está plenamente incorporado a la Iglesia. Su incorporación no es
«Sin embargo, no alcanza la salvación, aunque esté incorporado a la
perfecta, sino imperfecta. Iglesia, quien, no perseverando en la caridad, permanece en el seno de
la Iglesia «en cuerpo», pero no «en corazón» " .
2)Aceptar en toda su integridad el ordenamiento divino
de la Iglesia. Y a continuación añade esta grave admonición:
Tampoco, pues, están incorporados de lleno a la Iglesia, sino «No olviden, con todo, los hijos de la Iglesia que su excelsa condi-
sólo imperfectamente, quienes no admiten íntegramente el orde- ción no deben atribuirla a sus propios méritos, sino a una gracia especial
namiento que Jesucristo ha dado a su Iglesia, aun en el supuesto de Cristo; y si no responden a ella con el pensamiento, las palabras y
las obras, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad» I2 .
de que estuvieran en estado de gracia.
3) Estar unidos con Cristo en la organización visible de la Una dificultad. Acabamos de ver que, a juicio del Concilio,
son tres los requisitos necesarios para la plena incorporación a la
Iglesia con todos los lazos establecidos por El:
Iglesia. Un cristiano a quien le falte alguno de ellos no está, por
«y por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del ré- tanto, plenamente incorporado a la Iglesia.
gimen eclesiástico y de la comunión están unidos en la organización vi-
sible de la Iglesia con Cristo, que la dirige .por medio del Sumo Pon-
¿Qué decir entonces de aquellos cristianos que, estando bauti-
tífice y de los obispos». zados y en estado de gracia, no rechazan los otros requisitos, pero,
por falta de uso de razón o de suficiente evolución mental—los
Fue el mismo Jesucristo quien dotó a su Iglesia de esta di- niños y los adultos rudos o intelectualmente subdesarrollados—,
mensión visible, y por eso nadie que la rechace puede conside- no están capacitados para cumplirlos o para cumplirlos debida-
rarse plenamente incorporado a la Iglesia: rechazaría una parte mente? Un niño, incapaz todavía de actos libres, no puede, v.gr.,
de su constitución divina l0 . hacer los actos de profesión de fe.
La unión con esta estructura visible, según el Concilio, se rea- El Concilio, manteniéndose en la cima de los principios, no
liza por la profesión de una misma fe, por el uso de los mismos desciende a casos particulares y deja la puerta abierta para que
sacramentos—y en primer lugar del bautismo—, por el acata- se precise a la luz de esos principios el grado de pertenencia que
miento de un mismo régimen eclesiástico dirigido por el Romano corresponda a cada uno de ellos. En cambio, sí habla explícita-
Pontífice y los obispos, y por la comunión o mutua unión de ca- mente de un caso muy especial, el de los catecúmenos, sobre los
ridad entre todos los fieles. que pudiera caber la duda de si pertenecen a la Iglesia o sola-
Fuera de los católicos, ninguno de los demás cristianos admi- mente están ordenados a ella.
te en su integridad estos cuatro vínculos, que, por institución
divina, enlazan a los fieles con la estructura visible de la Iglesia, 3. LOS CATECÚMENOS
sino que se contenta con aceptarlos y practicarlos parcialmente, «Los catecúmenos que, por la moción del Espíritu Santo, solicitan con
unos más y otros menos, y de ahí que su incorporación a la Igle- voluntad expresa ser incorporados a la Iglesia, se unen a ella por este
sia no sea plena o perfecta. mismo deseo; y la madre Iglesia los abraza ya amorosa y solícitamente
como a hijos».
Solamente los católicos, si se hallan en estado de gracia, cum-
plen los tres requisitos exigidos por el Concilio y, en consecuen- El hecho de esta clase de hombres que, movidos por la gracia
cia, se encuentran plenamente incorporados a la Iglesia. de Dios, tienen voluntad de ser incorporados a la Iglesia y la han
¿Quiere esto decir que los católicos ya pueden estar seguros manifestado de una manera expresa, determina un tipo especial
de su salvación? de pertenencia. Todavía no están bautizados, no han entrado real-
mente en la Iglesia, pero ya están ligados a ella intencionalmente
De ninguna manera. Sólo se salvarán si por la misericordia
por su deseo expreso de incorporación.
de Dios perseveran en esas disposiciones.
La constitución es terminante a este respecto: El Concilio, por tanto, no dice que ya estén incorporados ple-
11
Cf. SAN AGUSTÍN, Bapt. c. Donat. V 28,39 (PL 43,197): «Certe manifes-
de la contextura del Cuerpo ni hayan sido apartados de él por la legítima autori- tum est, id quod dicitur, in Ecclesia intus et foris, in corde, non in corpore cogi-
dad a causa de gravísimas culpas...» (Colección de encíclicas, Junta Técnica Na- tandum». Cf. ibid., III 19,26: col.152; V 18,24: col.189; In lo. 61,2: PL 35,1800,
cional
10
de la A. C. Española (Madrid 1955] p.708). et alibi saepe.
Cf. n.10 de esta constitución. 12
Cf. Le 12,48: «Omni autem, cui multum datura est, mukum quaeretur ab eo»
(cf. etiam Mt 5,19-20; 7,21-22; 25,41-46; lac 2,14).
324 Ramiro López Gallego C.2. El pueblo de Dios. 15 325

ñámente, pero dice «que están unidos (coniunguntur) a ella por orientales, los protestantes, los anglicanos, etc., aunque no los
este mismo deseo». nombre expresamente.
Es un modo de pertenencia imperfecto, pero distinto del que Tiene, en cambio, interés por declarar los principales vínculos
tiene un católico en pecado mortal; distinto también del de un con que la Iglesia se siente ligada a las diversas iglesias y comu-
cristiano que no admite íntegramente la constitución divina de la nidades eclesiales no católicas sin que al hacerlo intente afirmar
Iglesia, como vamos a ver en el número siguiente. que con cada una de ellas se encuentra unida por los mismos lazos.
Y así dice que
«muchos se honran en tener a la Sagrada Escritura como norma de fe y
Vínculos de la Iglesia con los cristianos de vida,
no católicos manifiestan un celo religioso sincero,
creen con amor en Dios Padre Todopoderoso y en Cristo Salvador, Hijo
15. La Iglesia se siente unida por varios vínculos con aque- de Dios " ;
llos que se honran con el nombre de cristianos, por estar bautiza- están marcados por el bautismo, con el que se unen a Cristo,
dos, aunque no profesan integramente la je, o no conservan la e incluso reconocen y reciben en sus propias iglesias o comunidades ecle-
unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro. Pues son muchos siales otros sacramentos» " .
los que conservan con honor la Sagrada Escritura como norma de
je y de vida, y manijiestan sincero celo apostólico, creen con amor La constitución no dice «los demás», sino «otros» sacramen-
en Dios Padre todopoderoso, y en Cristo, Hijo de Dios Salvador, tos; con ello quiere expresar que no se refiere a todos ellos.
están marcados con el bautismo, con el que se unen a Cristo, e Pero, además de estos vínculos comunes a la mayor parte de
incluso reconocen y reciben en sus propias iglesias o comunidades nuestros hermanos separados, existen otros, aunque menos co-
eclesiales otros sacramentos. Muchos de ellos tienen episcopado,
celebran la sagrada Eucaristía y jomentan la piedad hacia la Virgen munes :
Madre de Dios. Hay que contar también la comunión de oraciones «No pocos de ellos tienen episcopado, celebran la sagrada eucaristía
y de otros benejicios espirituales; más aún, cierta unión en el Es- y fomentan la piedad hacia la Virgen Madre de Dios» l s .
píritu Santo, puesto que también éste obra en ellos con su virtud
santijicante por medio de dones y de gracias, y a algunos de ellos No insistimos en la declaración de cada uno de los vínculos
les dio la jortaleza hasta la ejusión de su sangre. De esta jorma expuestos, pues las palabras de la constitución nos parecen sufi-
el Espíritu promueve en todos los discípulos de Cristo el deseo
y la colaboración para que todos se unan en paz, en un solo rebaño
cientemente claras ".
y bajo un solo pastor, como Cristo determinó. Para cuya consecu- El Concilio, sin embargo, no contento con haber enumerado
ción la madre Iglesia no cesa de orar, de esperar y de trabajar, y toda esa serie de lazos con que la Iglesia está unida a los cristia-
exhorta a todos sus hijos a la santijicación y renovación a jin de nos no católicos, continúa diciendo:
que la señal de Cristo resplandezca con mayores claridades sobre
el haz de la Iglesia. «Hay que señalar también la comunión de oraciones y de otros bene-
ficios espirituales; más aún: cierta unión en el Espíritu Santo, puesto
Sigue hablando la constitución de los hombres que pertenecen que también obra en ellos con su virtud santificante por medio de dones
a la Iglesia, pero en este número trata ya de los que por defecto y de gracias y a algunos de ellos les dio la fortaleza hasta para derramar
su sangre».
del segundo y tercer requisitos no pertenecen a ella plenamente,
es decir, de los cristianos que no son católicos. Hay que admitir, por lo tanto, que el Espíritu Santo actúa
con sus dones no sólo en la Iglesia católica, sino también en las
«La Iglesia se siente unida por varias razones con los que se ador-
nan con el nombre de cristianos por estar bautizados, aunque no profesan
otras iglesias o comunidades cristianas, aunque en estas últimas
íntegramente la fe o no conservan la unidad de comunión bajo el suce- no con tan amplia medida como en aquélla ". Por eso habla de
sor de Pedro» 13. cierta unión y no de unión sin más del Espíritu Santo con los
¿Quiénes son en concreto esos bautizados? ¿Cuáles son los cristianos no católicos. Y la razón hay que buscarla en los víncu-
vínculos con que la Iglesia está unida a ellos? los que ha venido exponiendo: por ser verdaderos vínculos los
14
Respecto del primer interrogante, el Concilio no desciende a Cf. LEÓN XIII, ene. Satis cognitum, 29 junio 1896: ASS 28 (1895-1896)
738; ene. Caritatii studium, 25 julio 1898: ASS 31 (1898-1899) 1 1 ; Pío XII,
detalles. De un modo general puede asegurarse—por el contex- Nell'alba, 24 dic. 1941: AAS 34 (1942) 21.
15
Cf. Pío XI, ene. Rerum Orientalium, 8 sept. 1928: AAS 20 (1928) 287;
to—que se refiere a nuestros hermanos separados, los ortodoxos Pío ,fiXII, Orkntalh Bcchsiae, 9 abril 1944: AAS 36 (1944) 137.
17
Para un conocimiento más detallado, cf. T. SARTORY, O.C., p.455ss.
13
Cf. LEÓN XIH, epíst. apost. Praeclara gratulationii, 20 junio 1894: ASS 26 De la mayor abundancia de dones en la Iglesia católica habla la constitución
(1893-94) 707. supra, en el n.8.
326 Ramiro López Gallego C.2. El pueblo de Dios. 16 327

que tienen con la Iglesia, se puede hablar de que están unidos a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro
conocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por
a ella y, por su medio, al Espíritu Santo; pero, por no estar uni- la gracia divina, en conseguir una vida recta. La Iglesia aprecia
dos con todos los vínculos queridos por Jesucristo, esa unión con todo lo bueno y verdadero que entre ellos hay, como prepara-
la Iglesia y con el Espíritu Santo no es perfecta, es una cierta ción evangélica, y dado por quien ilumina a todos los hombres,
unión. para que al fin tengan la vida. Pero con demasiada frecuencia los
hombres, engañados por el maligno, se hicieron necios en sus ra-
Dfe esta unión, aunque imperfecta, derivan todos los dones zonamientos y trocaron la verdad de Dios por la mentira, sirvien-
que el Espíritu Santo confiere a nuestros hermanos separados, do a la criatura en lugar del Criador (cf. Rom 1,21 y 25), o vivien-
hasta el concedido a algunos de ellos para derramar su sangre do y muriendo sin Dios en este mundo están expuestos a una
en defensa de la fe. ¿Se trata de un verdadero martirio? El Con- horrible desesperación. Por lo cual la Iglesia, recordando el man-
dato del Señor: «Predicad el Evangelio a toda criaturaf> (cf. Me
cilio prescinde de esta determiaación y deja a los teólogos que se 16,16), fomenta encarecidamente las misiones para promover la
ocupen en esclarecerla. gloria de Dios y la salvación de todos.
También reconoce la constitución que a los dones que el Es-
píritu Santo derrama no sólo en la Iglesia católica, sino sobre En los dos números anteriores de la constitución dogmática
todos los cristianos, hay que atribuir el movimiento moderno queda recogido el pensamiento del Concilio sobre la situación de
ecumenista: los cristianos y de los catecúmenos con respecto a la Iglesia: -per-
tenecen a ella, aunque no todos de la misma manera.
«De esta forma, el Espíritu promueve en todos los discípulos de Cris-
to el deseo y la colaboración paia que todos se unan en paz, en un reba-
En este número se ocupa ya de los que no son cristianos, de
ño y bajo un solo Pastor, como Cristo determinó " . los que no pertenecen a ella ni siquiera por el deseo expreso del
Para cuya consecución la madre Iglesia no cesa de orar, de esperar y bautismo, y enseña que, a pesar de esta falta de pertenencia, no
de trabajar, y exhorta a todos sus hijos a la santificación y renovación por eso puede afirmarse que carezcan de toda relación con la
para que la señal de Cristo resplandezca con mayores claridades sobre el
haz de la Iglesia».
Iglesia. He aquí sus primeras palabras:

Con estas últimas palabras, el Concilio ha preparado el cami- «Por fin, los que todavía no recibieron el Evangelio están ordenados
al pueblo de Dios por diversas razones» " .
no a su ulterior decreto sobre el «Ecumenismo».
Esta mera, pero real y universal ordenación, es efecto, como
señalamos más arriba, de la vocación divina universal.
Los no cristianos
Es real ordenación, porque la vocación divina que la causa es
16. Finalmente, los que todavía no recibieron el Evangelio real y eficaz. Es mera ordenación, porque todavía no es relación
están relacionados con el Pueblo de Dios por varios motivos. de pertenencia como la de los cristianos y catecúmenos. Y es
En primer lugar, aquel pueblo a quien se confiaron las alian- universal, porque afecta a todos los hombres sin excepción. Sin
zas y las promesas y del que nació Cristo según la carne (cf. Rom
9,4-5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los pa- embargo, no afecta a todos por igual, sino que en ella—advierte
dres: porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables el Concilio—hay diversos grados o modos, según sean más o me-
(cf. Rom 11,28-29). Pero el designio de salvación abarca también nos los bienes que, como preparación al Evangelio, han recibido
a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales están en pri-
mer lugar los musulmanes, que, confesando profesar la fe de Abra-
de Dios, como se verá a continuación.
ham, adoran con nosotros a un solo Dios, misericordioso, que ha Entre estos hombres meramente ordenados a la Iglesia, la
de juzgar a los hombres en el último día. Este mismo Dios tampoco constitución señala en primer lugar a los judíos, luego a los mu-
está lejos de otros que entre sombras e imágenes buscan al Dios sulmanes y, por último, a todos los demás.
desconocido, puesto que les da a todos la vida, la inspiración y
todas las cosas (cf. Act 17,25-28), y el Salvador quiere que todos De los judíos dice, aunque sin nombrarlos:
los hombres se salven (cf. 1 Tim 2,4). Pues los que inculpable-
mente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan «En primer lugar, por cierto, (está) aquel pueblo a quien se confiaron
con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia las alianzas y las promesas y del que nació Cristo según la carne
en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen (cf. Rom 9,4-5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los
de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. La di- padres, porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables» (cf. Rom
vina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación 11,28-29).
18
Cf. mstr. S. C. S. OFICIO, 20 dic. 1949: AAS 42 (1950) 142. >» Cf. SANTO TOMÁS, Summa Theol. ? q.8 a,? ad 1,
328 Ramiro López Gallego C.2. El pueblo de Dios. 16 329

Nadie fuera de la Iglesia ha recibido tantos bienes sobrena- la constitución en este número, con tal que no sean culpables de
turales de Dios como el pueblo judío. Todos sus bienes, sin em- su ignorancia—pues, de lo contrario, no tendrían excusa—y con
bargo, tenían y siguen teniendo—pues Dios no se arrepiente de tal que se esfuercen, ayudados de la gracia—que nunca falta,
sus decisiones—la finalidad de prepararlo para recibir el Evan- dada la voluntad salvífica de Dios—, por cumplir la voluntad di-
gelio. Es San Pablo quien nos asegura que la ley judía era vina tal y como la conocen a través del dictado de su conciencia.
sombra de los bienes que habían de venir en los tiempos me- Y la razón es que
siánicos (cf. Hebr 10,1) y nuestro pedagogo con vistas a Cristo «la divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salva-
(cf. Gal 3,24). ción a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro co-
Entre los meramente ordenados a la Iglesia por el designio nocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia
divina, en conseguir una vida recta».
divino de salvación se hallan también quienes reconocen a Dios
como creador, entre los cuales ocupan el primer puesto los mu- Si así no fuera, como hemos indicado hace un momento, la
sulmanes : voluntad salvífica de Dios sería irrisoria. El, y no quienes hacen
cuanto está en su mano para salvarse, sería el responsable único
«Pero el designio de salvación abarca también a aquellos que reco- de la condenación de estos hombres. Lo que sólo pensarlo es
nocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes,
que, confesando profesar la fe de Abraham, adoran con nosotros a un blasfemo.
solo Dios, misericordioso, que ha de juzgar a los hombres en el últi- «La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero que entre ellos se da,
mo día».
como preparación evangélica "1, y otorgado por quien ilumina a todos los
hombres para que al fin tengan la vida».
Sin aludir a ningún otro grupo concreto de comunidades re-
ligiosas no cristianas, el Concilio se expresa, con respecto a los Con estas palabras reconoce la constitución que en las comu-
demás hombres que no han recibido el Evangelio de una manera nidades religiosas n o cristianas y aun en los hombres que no pro-
general, en estos términos: fesan religión alguna no todo es falso y malo, sino que existen
verdades y bienes, otorgadas por el mismo Jesucristo con fines
«Este mismo Dios tampoco está lejos de otros que entre sombras salvíficos y como preparación al Evangelio.
e imágenes buscan al Dios desconocido, puesto que les da a todos la
vida, la inspiración y todas las cosas (cf. Act 17,25-28), y el Salvador Todos ellos, si no traicionan a su conciencia y siguen la orienta-
quiere que todos los hombres se salven» (cf 1 Tim 2,4). ción que les marcan estas verdades y estos bienes, pueden salvarse.
Pero una cosa es que pueden y otra que les sea fácil lograrlo.
Todos ellos no sólo tienen de común con nosotros los bienes
Al carecer de los abundantes medios que proporciona el cristia-
naturales, sino también la común llamada de Dios a la salvación
nismo, encontrarán muchas dificultades para llevar la vida recta
con las gracias necesarias para alcanzarla, pues el Salvador quiere
que su conciencia les intima. La voz de la historia así lo certifica:
que todos se salven, como nos consta por la cita de San Pablo a
Timoteo. Ahora bien, esta voluntad salvífica universal sería irri- «Con demasiada frecuencia, los hombres, engañados por el Maligno,
se hicieron necios en sus razonamientos y trocaron la verdad de Dios por
soria—cosa que no cabe pensar de Dios—si no llevase aparejada la mentira, sirviendo a la criatura en lugar del Creador (cf. Rom 1,21
la concesión de los medios necesarios para su cumplimiento. y 25), o viviendo y muriendo sin Dios en este mundo están expuestos a
Por lo tanto, infiere la constitución: una horrible desesperación».

«Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Igle- Sin pertenecer, pues, a la Iglesia es posible, pero es muy difí-
sia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la cil, salvarse. De ahí la consecuencia que saca la constitución:
gracia en cumplir con las obras su voluntad, conocida por el dictamen
de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna» 20. «Por lo cual la Iglesia, recordando el mandato del Señor: «Predicad
el Evangelio a toda criatura» (cf. Me 15,16), fomenta encarecidamente
La constitución contesta con estas palabras al interrogante que las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos».
dejamos suspenso en el n.14. Allí quedó bien claro que no po- Y con estas palabras acaba el n.16 de la constitución dogmá-
drán salvarse los que, sabiendo que la Iglesia es necesaria para tica sobre la Iglesia y pasa al último número del c.2, dedicado a
la salvación, no hacen caso de este conocimiento. Y quienes ca- declarar con mayor amplitud el valor de las misiones que acaba
rezcan de él, decíamos entonces, ¿se podrán salvar? Sí, responde de encarecer.
20 21
Cf. epíst. S. C. S. OFICIO al arzob. de Boston: D 3869-72. Cf. EUSEBIO C E S . . Praeparatio Evangélica 1.1 : PG 21.27AB.
330 Ramiro López Gallego C.2. El pueblo de Dios. 17 331
«Como el Padre envió al Hijo, así el Hijo envió a los apóstoles
Carácter misionero de la Iglesia (cf. lo 20,21) diciendo: «Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a
17. Como el Padre envió al Hijo, asi el Hijo envió a los guardar todo lo que os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta
apóstoles (cf. lo 20,21) diciendo: Id y enseñad a todas las gentes, la consumación del mundo» (Mt 28,18-20).
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Yo es- El Hijo de Dios encarnado, Jesucristo, es el misionero o en-
taré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo (Mí 28, viado de Dios para la salvación de los hombres. Los apóstoles son
18-20). Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad los misioneros de Jesucristo, encargados de continuar su misión
salvadora, la Iglesia lo recibió de los apóstoles con la encomienda
de llevarla hasta el jin de la tierra (cf. Act 1,8). De aquí que en toda la tierra, con la garantía prometida por Jesucristo mismo
haga suyas las palabras del Apóstol: ¡Ay de mi si no evangelizara! de que no desfallecerán en el cumplimiento de este mandato. Y la
(1 Cor 9,16), por lo que se preocupa incansablemente de enviar Iglesia lo ha recibido a su vez de los apóstoles con la plena con-
evangelizadores hasta que queden plenamente establecidas nuevas ciencia de su gravedad.
iglesias y éstas continúen la obra evangelizadora. Por eso se ve
impulsada por el Espíritu Santo a poner todos los medios para «Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora, la
que se cumpla efectivamente el plan de Dios, que puso a Cristo Iglesia lo recibió de los apóstoles con la encomienda de llevarla hasta el
como principio de salvación para todo el mundo. Predicando el fin de la tierra (cf. Act 1,8). De aquí que haga suyas las palabras del
Evangelio, mueve a los oyentes a la fe y a la confesión de la fe, Apóstol: «¡Ay de mí si no evangelizara!» (1 Cor 9,16).
los dispone para el bautismo, los arranca de la servidumbre del
error y de la idolatría y los incorpora a Cristo, para que crezcan
2. E L OBJETIVO DE LAS MISIONES
hasta la plenitud por la caridad hacia El. Con su obra consigue
que todo lo bueno que hay ya depositado en la mente y en el «Y por eso se preocupa incansablemente de enviar evangelizadores
corazón de los hombres, en los ritos y en las culturas de estos hasta que queden plenamente establecidas nuevas Iglesias y éstas continúen
pueblos, no solamente no desaparezca, sino que cobre vigor y se la obra evangelizadora».
eleve y se perfeccione para la gloria de Dios, confusión del de-
monio y felicidad del hombre. Sobre todos los discípulos de Cristo Tal es, a juicio del Concilio, el objetivo inmediato de esos
pesa la obligación de propagar la fe según su propia condición esfuerzos: dejar establecidas en los territorios paganos nuevas
de vida, Pero, aunque cualquiera puede bautizar a los creyentes,
es, no obstante, propio del sacerdote el consumar la edificación del Iglesias que prosigan después la tarea evangelizadora. Y el último
Cuerpo de Cristo por el sacrificio eucarístico, realizando las pa- objetivo, lograr la plena realización del plan salvífico de Dios:
labras de Dios dichas por el profeta: Desde el orto del sol hasta
el ocaso es grande mi nombre entre las gentes y en todo lugar se «Pues se ve impulsada por el Espíritu Santo a poner todos los me-
ofrece a mi nombre una oblación pura (Mal 1,11). Así, pues, dios para que se cumpla efectivamente el plan de Dios, que puso a Cristo
ora y trabaja a un tiempo la Iglesia, para que la totalidad del como principio de salvación para todo el mundo».
mundo se incorpore al pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y templo
del Espíritu Santo, y en Cristo, Cabeza de todos, se rinda todo 3. ETAPAS DE LA ACTIVIDAD MISIONERA
honor y gloria al Creador y Padre universal.
Esta actividad se va desarrollando por sucesivas etapas, y sus
De manera sobria, pero clara y precisa, expone el Concilio principales efectos vienen así enumerados por el propio Concilio:
en este número: 1) el fundamento dogmático del carácter misio- «Predicando el Evangelio, mueve a los oyentes a la fe y a la confe-
nero de la Iglesia; 2) el objeto de las misiones; 3) las etapas de sión de la fe, los dispone para el bautismo, los arranca de la servidumbre
la actividad misional; 4) el modo de evangelizar; 5) la obliga- del error y los incorpora a Cristo para que crezcan hasta la plenitud por
la caridad hacia El».
ción de la tarea misionera, y 6) sus fines. Un epítome autorizado
de misionología. Los subrayados son nuestros, y con ellos basta para darnos
cuenta del pensamiento conciliar.
1. FUNDAMENTO DOGMÁTICO DEL CARÁCTER MISIONERO
DE LA IGLESIA 4. E L MODO DE EVANGELIZAR

Entre los fundamentos dogmáticos que pueden alegarse para Con este subtítulo no nos referimos a los diversos métodos o
poner de manifiesto el carácter misionero de la Iglesia, la consti- procedimientos prácticos que ha de emplear la tarea misionera se-
tución recuerda el más importante y evidente: el mandato de Je- gún las circunstancias de personas, lugares y tiempos—y de los
sucristo. que aquí no trata la constitución—, sino a un modo general de
332 C.2. El pueblo de Dios. 17 333
Ramiro López Gallego
«Pero—añade nuestra constitución—-, aunque cualquiera puede bauti-
misionar que se ha de tener en cuenta, cualesquiera que sean los zar a los creyentes, es, no obstante, propio del sacerdote el consumar
métodos que se utilicen: hay que hacerlo respetando las diversas la edificación del Cuerpo de Cristo por el sacrificio eucaristía), realizando
culturas. El Concilio tiene gran interés en dejar bien sentado este las palabras de Dios dichas por el profeta: «Desde el orto del sol hasta
punto, origen de no pocas discordias, declarando que en su labor el ocaso es grande mi nombre entre las gentes y en todo lugar se ofrece
a mi nombre una oblación pura» (Mal 1,11) " .
evangelizadora la Iglesia no pretende aniquilar nada de lo que
sea compatible con los principios cristianos, sino asumirlo y ele- 6. LOS FINES DE LA ACCIÓN MISIONERA
vario. H e aquí sus palabras:
En este último párrafo del n.17, el Concilio resume la acción
«Con su obra (la Iglesia) consigue que todo lo bueno que hay depo- misionera de la Iglesia y señala sus fines, próximo y remoto.
sitado en la mente y en el corazón de estos hombres, en los ritos y en las
culturas de estos pueblos, no solamente no desaparezca, sino que cobre «Así, pues, la Iglesia reza y trabaja al mismo tiempo (resumen de su
vigor y se eleve y se perfeccione para la gloria de Dios, confusión del de- acción misionera) para que la totalidad del mundo se incorpore al Pue-
monio y felicidad del hombre». blo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu Santo (fin próxi-
mo), y en Cristo, Cabeza de todos, se rinde todo honor y gloria al Crea-
5. L A OBLIGACIÓN MISIONERA dor y Padre Universal (fin remoto)».

Incumbe en primer lugar a la jerarquía. Hemos hablado más Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor, Templo del Espíritu Santo,
arriba del gravísimo mandato de la evangelización impuesto por tres expresiones de la misma realidad, la Iglesia 26, que hacen eco
Jesucristo a los apóstoles y a sus sucesores. Pesa, pues, sobre la al mandato misional de Jesucristo «bautizar a todas gentes en el
jerarquía eclesiástica de un modo especial la obligación misione- nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
ra. Pero la constitución dogmática afirma ahora que también los Como salta a la vista, la doctrina sobre el carácter misionero
demás fieles no sólo pueden, sino que deben colaborar con ella de la Iglesia, expuesta en este último número de la segunda par-
en esa labor: te de la constitución dogmática, no puede ser más clara y precisa,
como decíamos al comienzo, dentro de su brevedad. El Concilio
«Sobre todos los discípulos de Cristo pesa la obligación de propagar
la fe según su propia condición de vida» 22. se ha ceñido a destacar lo más esencial, dejando para el decreto
sobre la «Actividad misionera de la Iglesia» las normas prácticas
¿En qué se apoya el Concilio para hacer tan amplia afirma- que han de regular su ejercicio.
ción? 25
Para justificarla no hace otra cosa que remitirnos a tres docu- Cf. Didaché 14: ed. FUNK, I p.32; SAN JUSTINO, Dial. 4 1 : PG 6,564;
SAN IRENEO, Adv. huer. IV 17,5: PG 7,1023; HARVEY, 2 p.l99s; CONC. TRID.,
mentos papales donde podemos ver las razones; pero la misma ses.22
26
e l : D 939 (1742).
Cf. supra, n.9.7 y 6 de esta constitución.
constitución las recoge más abajo, al hablar del apostolado común
de los fieles: todos los discípulos de Cristo están obligados a con-
tribuir según sus posibilidades al crecimiento de la Iglesia 23.
Todos los fieles, por tanto, no sólo por precepto eclesiástico
si la jerarquía, en uso de sus atribuciones, les impone el deber
de colaborar, sino por precepto divino, en virtud de la solidaridad
que ha de existir entre los miembros vivos del mismo Cuerpo,
están obligados a no dejar sola a la jerarquía y a prestarle el apo-
yo que esté en sus manos para que cumpla lo mejor posible el
mandato de Jesucristo.
Pueden incluso bautizar en caso de necesidad, es decir, si fal-
tare el ministro oficial del bautismo, como siempre ha enseñado
la Iglesia " .
22
Cf. BENEDICTO XV, epíst. apost. Máximum illud: AAS 11 (1919) 440,
praesertim p.451ss; Pío XI, ene. Rerum Ecclesiae: AAS 18 (1926) 68-69; Pío XII,
ene. 23 Fidei ionum, 21 abril 1957: AAS 49 (1957) 236-237.
21
Véanse los o.30 y 33.
Cf. D 696.
C.3. Constitución jerirquica de la Iglesia. 18 335
CAPÍTULO III

CONSTITUCIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA /. Breve historia genética del capítulo


Y PARTICULARMENTE DEL EPISCOPADO El primer texto-esquema presentado a la sesión primera del
Concilio (octubre 1962) tenía, por lo que se refiere a la doctrina
sobre la Iglesia, los siguientes títulos:
I. Sobre la naturaleza de la Iglesia militante.
PROEMIO Y COMENTARIO II. Sobre los miembros de la Iglesia militante y su necesidad para la
Por Joaquín Marta Alonso, C. M. F. salvación.
III. Sobre el episcopado, como grado supremo del sacramento del or-
den, y sobre el sacerdocio.
18. Para apacentar el pueblo de Dios y acrecentarlo siempre,
Cristo Señor instituyó en su Iglesia diversos ministerios ordenados IV. Sobre los obispos residenciales: la función y la dignidad de los
al bien de todo el Cuerpo. Porque los ministros que poseen la obispos, primado y episcopado, relación de los obispos a toda la
sagrada potestad están al servicio de sus hermanos, a fin de que Iglesia, el colegio de los obispos.
todos cuantos son miembros del pueblo de Dios y gozan, por tanto, V. El magisterio de la Iglesia: existencia y naturaleza, objeto, sujeto.
de la dignidad cristiana tiendan libre y ordenadamente a un mismo
fin y lleguen a la salvación. Puede advertirse, pues, que ya entonces el primer esquema
Tiste santo Concilio, siguiendo las huellas del Vaticano l, ense- presentado ofrecía los mismos problemas que el actual texto pro-
ña y declara con él que Jesucristo, Pastor eterno, edificó la santa mulgado ha iluminado con su alta autoridad.
Iglesia, enviando a sus apóstoles como El mismo había sido enviado Pero es bien sabido que, hacia el final de la primera sesión,
por el Padre (cf. lo 20,21), y quiso que los sucesores de éstos,
los obispos, hasta la consumación de los siglos, fuesen los pastores todos los esquemas presentados por las Comisiones fueron so-
en su Iglesia. Pero para que el episcopado mismo fuese uno sólo metidos a profundas revisiones, y muchos definitivamente des-
e indiviso, estableció al frente de los demás apóstoles al bienaven- cartados. Además, el Concilio adoptó una postura neta: el tema
turado Pedro, y puso en él el principio y fundamento, perpetuo y
visible, de la unidad de fe y de comunión. Esta doctrina de la
central, hacia el que todo debía converger, era el de la Iglesia,
institución, perpetuidad, fuerza y razón de ser del sacro primado hacia dentro considerada, y hacia fuera en su relación al mundo
del Romano Pontífice y de su magisterio infalible, el santo Con- de hoy. Con ello, los temas de este capítulo no solamente no fue-
cilio la propone nuevamente como objeto firme de fe a todos los ron suprimidos, sino muy reforzados. El tema del episcopado en
fieles y, prosiguiendo dentro de la misma línea, se propone, ante
la faz de todos, profesar y declarar la doctrina acerca de los obis-
sus relaciones con el primado y con la Iglesia universal vino a
pos, sucesores de los apóstoles, los cuales, junto con el sucesor constituir el tema central de todo el esquema sobre la Iglesia.
de Pedro, Vicario de Cristo y Cabeza visible de toda la Iglesia, En las breves discusiones de los últimos días de la sesión pri-
rigen la casa del Dios vivo. mera dedicados a esos temas se habían expresado por los Padres
los siguientes juicios:
El n.18 de la constitución dogmática Lumen gentium viene
a) Que el texto no hacía suficiente mención del Concilio Va-
a ser una introducción, un «prooemium» a todo el capítulo 3.° que
ticano I en un punto en el que el primado del Romano Pontífice
encabeza, ya que, por una parte, lo pone en conexión con el an-
debía quedar perfectamente a salvo; b) que la palabra «colle-
terior capítulo 2°, en el que se trataba en general del «Pueblo de
gium» no ofrecía un sentido definido; c) que las citas escriturarias
Dios»; y, por otra, dada la importancia de la doctrina que se va
eran muy poco seguras; d) que se resolvían de un modo definiti-
a proponer en este capítulo 3.°, la presenta vinculada esencial-
vo algunas cuestiones sobre la naturaleza sacramental del epis-
mente a la tradición católica más cercana, como es la doctrina del
copado que no estaban maduras entre los teólogos actuales;
Vaticano I.
e) que, sobre todo, se empleaba un «concepto» de «colegio» que
Nuestro comentario va a contener en primer lugar una breve
para unos era contradictorio; por ejemplo, se afirmaba que su
historia de los avatares del capítulo en general y de este n.18 en
potestad venía del sacramento del orden y, sin embargo, se la
particular. Después necesitamos saber los criterios establecidos
llamaba «extraordinaria». Para otros, que se oponían a ese con-
tanto para conocer su valor doctrinal como su sentido teológico.
cepto, que se empleaba una noción que ni estaba madura ni po-
Y aquí haremos una breve explicación de las célebres «Notificatio-
día probarse en el actual estado teológico.
nes». Finalmente, expondremos su contenido doctrinal.
De aquí que todo el interés eclesiológico del Concilio se vio
336 Joaquín M. Alonso, C. M. F. C-í, Constitución jerárquica de la Iglesia. 18 337
unilateralmente lanzado en una discusión fuerte sobre la colegiali- quirido los estudios teológicos, la propagación de la Iglesia católica por
dad episcopal, sin grande utilidad pastoral. todo el orbe y las cuestiones que todos los días se proponían para ser
resueltas a la Iglesia; las cuales nacían del ejercicio cotidiano pastoral
En la intersesión, el texto fue profundamente transformado y de los votos de muchos obispos que esperaban una explicación de la
y se presentó a la segunda sesión (septiembre 1963) otro texto doctrina que a ellos se refería. También era conveniente el modo em-
con la siguiente estructura: pleado para ello; de tal modo que no dudamos nada—habida razón de
las explicaciones que han sido añadidas, ya para interpretar las pala-
I. El misterio de la Iglesia. bras empleadas, ya para atribuir, según la mente del Concilio, el valor
II. La constitución jerárquica de la Iglesia, y en especial el episcopado. teológico a la doctrina propuesta—, nada dudamos, decimos, con el au-
xilio de Dios, el promulgar esta constitución sobre la Iglesia» (AAS 56
Los principales cambios habían sido: a) hacer una mención [1964] 1009).
bien explícita del Concilio Vaticano I; b) una reelaboración del El Papa, en su discurso, seguía hablando de la perfecta con-
concepto de «colegio» más clara y un uso más moderado del nom- cordia establecida entre la actual doctrina y la Tradición: «Lo
bre; c) haber sintetizado en este capítulo los c.3.°, 4.° y 7.° del que ya existía, ha permanecido». Lo que siempre enseñó la Igle-
primer esquema. sia, esto mismo enseña hoy.
Este capítulo se discutió largamente en la sesión tercera, sin
llegarse a votar. Con todo, el 30 de octubre se sometieron a los //. El valor teológico del texto
Padres cinco proposiciones, de las cuales, cuatro afectaban a la
doctrina de la colegialidad y una al diaconado. El sentido de esta Llamamos «valor teológico del texto» no tanto al valor «doc-
votación exploratoria era claro, tal como se proponía en los pre- trinal» especulativo que el texto tenga, sobre el cual luego habla-
liminares : dar a la Comisión competente un elemento de juicio remos, cuando comentemos su contenido doctrinal, sino al grado
sobre la opinión de los Padres. Sin embargo, los acontecimientos de asentimiento que el texto exige de los fieles en su propio te-
posteriores demostraron suficientemente que el tema de la cole- nor doctrinal.
gialidad estaba necesitando un reajuste muy ponderado. En las discusiones del aula y, sobre todo, en los medios teo-
De todas esas discusiones y del consiguiente trabajo de las lógicos conciliares se venía hablando insistentemente y hasta
Comisiones resultó todavía un tercer texto, que sería presentado con exceso del sentido «pastoral» de este Concilio. Efectivamente
a Ja tercera sesión (septiembre 1964) ya como capítulo 3.°, pues- esto era cierto. Los documentos preparatorios del Concilio habla-
to que se había introducido un capítulo 2.° («De populo Dei»). ban todos en este sentido. El Concilio se dirigía no sólo a los ca-
Sobre las discusiones en el aula y sobre las dificultades serias tólicos, sino a todos los hombres '. Se dirigía a los hombres de
que seguía suscitando el tema de la colegialidad, la historia crí- nuestro tiempo y quería servir las necesidades mis actuales, esta-
tica del Concilio tendrá mucho que escribir, y no es éste el lugar bleciendo un diálogo fecundo con ellos 2. Por eso, después de la
de extenderse en ello. Finalmente, y en virtud de la nota expli- breve experiencia de la primera sesión, el Concilio se orientó en
cativa previa de que vamos luego a hablar, el texto obtiene la un sentido pastoral decidido. «Hay que proponer—decía el Papa
aprobación con una casi unanimidad. Juan XXIII—aquellas razones y modos de exposición que estén
El n.18, que debemos comentar, obtenía la aprobación el día más congruentes con el magisterio, cuya índole es preferentemente
21 de septiembre de 1964, con 2.166 votos contra 53, de los 2.200 pastoral» 3 . «Nos parece que ha llegado el tiempo—decía Pa-
votantes. blo VI—-en que se deba explorar, investigar y exponer cada vez
La necesidad de este capítulo 3.° la exponía así Su Santidad más la verdad sobre la iglesia, acaso no con aquellas enunciacio-
el Papa Pablo VI en su discurso final de clausura de la tercera nes solemnes que llaman definiciones dogmáticas, sino más bien
sesión: empleando declaraciones con las que la Iglesia, con una forma
de enseñanza más grave y más clara, se declara a sí misma qué es
«... séanos lícito exponer brevemente lo que sentimos de este capí- lo que de sí misma siente» i. Y, cuando se trató de renovar los
tulo. Y esto es ante todo lo que queremos confesar: que nos hemos 1
agradado mucho en que esta doctrina haya sido tratada con una grande Cf. JUAN XXIII, Appropiquante Concilio, 6 agosto 1962: AAS 54 (1962)
609-610; PABLO VI, Epistula ai Card. Tisserant, 12 sept. 1963, cf. Osserv. Rom.
abundancia de estudios y de discusiones y con una no menor claridad 15 sept. 1963.
2
de conclusiones. Era ciertamente necesario que el Concilio Vaticano I 3
Cf. PABLO VI, Epistula «Horum temporum», 14 sept. 1963.
fuese completado. Y para ello había llegado el tiempo oportuno; lo JUAN XXIII, Allocutio ad Concilium «Gaudet Mater Ecclesia», 11 oct. 1962:
AAS 54 (1962) 792.
exigían también los grandes adelantos que en nuestros días habían ad- 4
Allocutio ítd Concilium «'Sálvete, Fratres», 29 sept. 1963.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 18 339
338 Joaquín M. Alonso, C. M. F.
a) Una doctrina es de «fe divina» cuando se encuentra for-
primeros esquemas, recomendaba Pablo V I : «Se ha tenido cuida-
malmente en las fuentes de la revelación.
do, en la renovación de los esquemas, que la índole pastoral so-
b) «Teológicamente cierta» cuando se deduce evidentemente
bresaliera» 5.
de la revelación; y, por ello, los teólogos consienten en ella.
¿Quería esto decir, sin embargo, que un texto que llevaba
c) «Infaliblemente cierta» cuando el órgano magisterial que
como título «Constitución dogmática» pudiera ser tomado como
la propone intenta proponerla de un modo infalible.
una simple norma directiva de una acción pastoral sin que la
d) «Auténticamente cierta» cuando el órgano que la pro-
Iglesia empeñara en nada una inteligencia especulativa de los tex-
pone no intenta proponerla como infalible, pero sí con su autori-
tos? Este interrogante, que era general para todos los textos de
dad jerárquica.
este Concilio «pastoral», se hacía mucho más insistente respecto
Pues bien, esa «notificatio» quiere que, en cuanto a la «nota
del capítulo tercero, ya que en él se jugaba con varios conceptos
teológica», nos atengamos a la doctrina general de los teólogos;
nuevos, sobre los cuales los teólogos siempre habían discutido y
sin embargo, para determinar con mayor precisión esa doctrina
seguían discutiendo vivamente durante el Concilio mismo. ¿Qué
en el caso concreto de la doctrina conciliar del Vaticano II, hace
criterio adoptar?
las siguientes advertencias, cuya claridad no puede ser mayor:
Esta pregunta fue hecha a la Secretaría del Concilio por mu-
a) Este Concilio, ya desde su convocación y en multitud de
chos Padres conciliares. Y se le dio una respuesta clara y contun-
ocasiones, ha declarado que su finalidad no es doctrinal, sino
dente por la misma Secretaría del Concilio, el día 16 de noviem-
pastoral.
bre de 1964, en una notificación que decía:
b) Que, por lo tanto, no es su intención definir nada que
«Se ha preguntado cuál debe ser la cualificación teológica («qualifi- explícitamente no sea propuesto como tal por el Concilio.
catio theologica») de la doctrina que se expone en el esquema sobre la c) En cuanto a todo lo que propone, «puesto que es doctri-
Iglesia y que se somete a votación. La Comisión doctrinal dio respuesta
a la demanda en el examen de los modos que se referían al capítulo 3." na del magisterio supremo de la Iglesia», debe ser recibido según
del esquema sobre la Iglesia con estas palabras: la «mente» del Concilio; la cual se debe conocer: 1) por la ma-
«Como es evidente por sí mismo, el texto del Concilio debe ser teria de que trate; 2) por el modo de tratarlo; 3) siguiendo las
interpretado según las reglas generales conocidas por todos». normas de la interpretación teológica.
Con ocasión de esto, la Comisión doctrinal remite a su declaración
del 6 de marzo de 1964, cuyo texto transcribimos: Así las cosas, es conveniente recordar aquí un párrafo del n.25,
«Teniendo en cuenta la costumbre conciliar y el fin pastoral de este el cual, aunque sea comentado más largamente por otro comenta-
Concilio, este Santo Sínodo solamente define como para ser tenido por rista, lo traemos brevemente porque acaba de precisar este punto.
la Iglesia aquello sobre la fe y las costumbres que, como tal, abierta- Dice así:
mente él mismo declarare».
Lo demás que el Santo Sínodo propone, puesto que es doctrina del «... los fieles deben acceder a una doctrina sobre fe y costumbres que
magisterio supremo de la Iglesia, lo deben recibir y abrazar todos y su obispo en nombre de Cristo pronunciare; y esto con la obediencia
cada uno de los fieles según la mente del mismo Santo Sínodo. Ello se religiosa interior («religioso animi obsequio»). Esta obediencia religiosa
da a conocer, ya a causa de la materia de que trata, ya a causa del modo de voluntad y entendimiento, de un modo singular debe ser concedido
de ser dicha, según las normas de la interpretación teológica»". al auténtico magisterio del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex
Adviértase que esta «notificación-respuesta», leída solemne- cathedra; de tal manera que su magisterio supremo sea reconocido y
mente por el secretario del Concilio en la sesión general 123, el que se adhiera sinceramente a la doctrina por él propuesta, según la
mente y voluntad del mismo; ésta se manifiesta principalmente, ya por
día 16 de noviembre de 1964, responde a una pregunta en la la índole de los documentos, ya por la frecuente proposición de la misma
que se quiere saber la «cualificación teológica» de la doctrina so- doctrina, ya por el modo de hablar».
bre la Iglesia que se va a someter inmediatamente a votación.
Esta palabra «cualificación teológica» equivale evidentemente Con esto tenemos ya unos criterios seguros para proceder,
al término técnico usado por los teólogos de «nota teológica». porque se distingue netamente una forma de proposición «infa-
Con él se quiere significar el grado de acercamiento a la verdad lible» de otra forma solamente «auténtica». En la primera, el
revelada y, al mismo tiempo, el criterio para conocerlo'. Así se magisterio de la Iglesia no solamente empeña su «autoridad»,
distinguen: sino también su «verdad». Mientras que, en la forma meramente
5 «auténtica» de proposición, el magisterio no empeña más que su
Bpislula ad CarJ. Tisserant, 12 sept. 1963.
» Cf. AAS 57 (1965) 72-75. «autoridad». O, si se quiere, con una distinción más sencilla: en
' Cf. la obra de C. KosER, O. E. M., De nolis theologtcis (Petrópolis 1963).
340 Joaquín AI. Alonso, C. AI. F. C3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 18 341
el magisterio «infalible», el magisterio se empeña con toda la una doctrina es segura; es decir, está concorde con la regla de fe, por
autoridad que recibió de Cristo; mientras que en el magisterio lo menos con aquella probabilidad que es suficiente para que uno la
pueda aceptar...»
solamente «auténtico» se empeña solamente en tanto en cuanto
sea necesario para dirigir a los fieles en ciertos y determinados Y Billot sigue luego exponiendo el caso de las Congregacio-
casos. Por ello, mientras que en la infalibilidad no puede haber nes Romanas con la misma claridad:
grados, sí los hay en la autenticidad.
«... cuando las Sagradas Congregaciones declaran que una doctrina no
Ahora bien, la infalibilidad va unida a la «definición»; y ésta puede enseñarse con seguridad, estamos obligados a aceptar que esa doc-
es reducida por el Concilio a los casos en que expresamente lo trina es no digo errónea o falsa y cosa parecida, sino simplemente «no
diga. ¿Existen estos casos? Creemos que no existe ninguno en el segura»... Y, si declararen que iuna doctrina no puede ser negada con
seguridad, estamos obligados a aceptar que tal doctrina es no solamente
que el Concilio Vaticano II haya definido infaliblemente nada. segura, sino que, en cuanto tal, debe ser seguida y aceptada. Pero, ha-
Cuando lo hace, él mismo se vincula expresamente a otros conci- blando con rigor, lo que, en este momento no es seguro... puede más
lios. Y es evidente que una misma doctrina no puede ser «formal- tarde serlo, si acaso la autoridad competente, volviendo a discutir la
cuestión y pesadas nuevas razones, toma otra decisión...
mente» definida más que una sola vez. Ni siquiera, hablando propia y formalmente, podría decirse que la
Se trata, pues, con toda certeza de un magisterio meramente decisión posterior reforma la precedente, ya que no hay lugar a reforma...
«auténtico» el que quiere ejercer expresamente el Concilio Va- Puesto que lo que ahora no es seguro, según el estado presente de las
razones, puede más tarde venir a serlo con nuevas razones...» *
ticano II. ¿Cuáles son las obligaciones que surgen de un magis-
terio auténtico? ¿Por qué surgen esas obligaciones? Pues bien, pensamos que esta doctrina puede y debe aplicarse
La autenticidad del magisterio de la Iglesia tiene su funda- al magisterio meramente «auténtico» que este Concilio Vaticano II
mento en la autoridad comunicada de Cristo; de ahí que nuestra intenta expresamente ejercer. N o importa que esa autenticidad
obediencia al magisterio sea una obediencia al mismo Cristo. se manifieste en sumo grado, porque, en esta cuestión, el grado
Por eso se la llama «religiosa», es decir, de tipo «sobrenatural», de autenticidad aumenta, sí, la intensidad de obediencia religiosa
fundada en la fe que prestamos a la institución divina de la Igle- e interior, pero en modo alguno la cambia de especie.
sia. Y tiene que ser interior, porque se vincula al mismo Dios, De aquí una consecuencia importante que afecta a la obli-
que penetra los corazones; por eso se dice en el n.25: «de volun- gatoriedad del asentimiento religioso e interno. Este debe ser
tad y entendimiento». dado, sin duda alguna, siempre que no existan razones suficientes
Sin embargo, la distinción entre magisterio «infalible» y «au- y prudentemente graves para no darlo. Por lo tanto, no se trata
téntico» también afecta al orden mismo de la verdad, ya que en aquí, ante todo, de jugar con un minimismo teológico de asenti-
miento, que no se conformaría con la mente del Concilio ni, mu-
el magisterio infalible «nos hallamos con una asistencia del todo
cho menos, con el sentido general y cierto de la obediencia de
especial» por la que el Espíritu Santo asiste a su Iglesia para
la fe católica, que debe ser generosa y confiada.
que, cuando proponga algo como definitivo, no pueda errar. En
Pero decimos en segundo lugar que los teólogos siguen afir-
cambio, en el magisterio meramente «auténtico», el magisterio es
mando que, cuando esas razones suficiente y prudentemente gra-
asistido por el Espíritu Santo solamente con una asistencia gene- ves existan, el asentimiento puede suspenderse hasta que nuevas
ral, según la cual procede «con seguridad» en sus juicios. Esta decisiones del magisterio arrojen mayor claridad.
seguridad afecta, ciertamente, también al orden de la verdad, pero También aquí, en un punto más bien delicado, queremos va-
va dirigida sobre todo al orden de la prudencia de gobierno. lemos de la autoridad de Straub:
Billot ha expuesto todo esto con suma claridad, y para con-
firmar autoritativamente lo que acabamos de decir, traducimos «(A estos decretos de que tratamos, sólo auténticos) de suyo les con-
viene el asentimiento que puede llamarse implícita o interpretativamente
lo siguiente: condicionado, en cuanto que el hijo de 3a Iglesia, sabiendo que tal de-
Se distingue entre decretos en los que se define infaliblemente una creto no es perentorio, está dispuesto de tal suerte, que no es que qui-
verdad especulativa, y decretos en los que se atiende a la seguridad de siera no dar el asentimiento si alguna vez la Iglesia con sentencia infa-
la doctrina sin llegar a formales definiciones... Promulgar un decreto en lible juzgara de otro modo. Ya que, accidentalmente, puede suceder que
el que no se define una verdad especulativa, sino que se mira a la segu- algún decreto parezca a alguno, o ciertamente falso, u opuesto a una
ridad de una doctrina, no es otra cosa que establecer auténticamente que 8
L. BILLOT, De Ecclesia (ed. 1927) p.445-47.
342 Joaquín Ai, Alonso, C. M. F.
C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 18 343
razón tan sólida, que la fuerza de esta razón no sea suprimida por la
fuerza de la autoridad sacra. Pues bien; como lo que se pide es una Esto puede extrañar a quien coloque este Concilio de un modo
«obediencia razonable», si tal aconteciera, será lícito disentir; si no, unívoco con los anteriores. Con ello se cometería un grave error
será lícito dudar o, por lo menos, tener como probable la doctrina con- de criteriología teológica. Este Concilio, como en general todos
traria al decreto; aunque, a causa de la reverencia a la autoridad sacra, los demás, no solamente propone su doctrina, sino que declara
no se deberá contradecir públicamente..., sino que habrá que observar
el que llaman «obsequio religioso», o bien se expondrá la dificultad su propia intención al proponerla. Debe ser, por lo tanto, enten-
modestamente al sagrado tribunal, o habrá que recurrir a un tribunal dido según su propia criteriología.
más alto y a un juicio infalible»". Este fenómeno ya había sucedido parcialmente con los ante-
riores. También el Tridentino y el Vaticano I dejaron muchas
Así expuesta la doctrina, la aplicación al Vaticano II nos pa-
cuestiones pendientes en la fase de discusión teológica en que las
rece segura y clara: Se trata, sí, del magisterio más alto (ya que
encontraron. Una grave reserva que futuros historiadores tendrán
al Papa sólo nosotros no lo tenemos como autoridad más alta que
que presentar contra este Concilio consistirá precisamente en que
el Concilio, puesto que éste necesariamente incluye a aquél, como
habiéndose propuesto de un modo tan abiertamente claro unos
a su Cabeza) que ejerce la más alta «autenticidad»; pero queda en
fines pastorales, y esto por los Sumos Pontífices bajo quienes se
firme la «posibilidad» o, mejor, «posibilidades» señaladas por
desarrollaba, luego los órganos administrativos y directores del
Straub. Mientras, pues, se mantengan las condiciones señaladas
mismo permitieran que las intervenciones en el aula y las intro-
por el mismo Concilio Vaticano II, que dicen:
misiones de ciertos peritos fueran tan excesivamente dirigidas ha-
«que se reconozca reverentemente su magisterio supremo, y se adhiera cia cuestiones que los teólogos acaban de plantearse o que esta-
sinceramente a la doctrina por él propuesta, según la mente y la voluntad ban evidentemente inmaturas para ser introducidas, ni siquiera
manifiesta del mismo...» como indicaciones, en el texto conciliar. Con ello más bien se
se ha entrado en el campo de posibilidades certeramente señala- oscurecían los fines pastorales.
das por Straub.
Aquí no debemos ahora hacer una aplicación general a todas ///. La interpretación del texto conciliar
las doctrinas expuestas por el Vaticano II, lo cual corresponde a
otros comentaristas, pero por lo que afecta más directamente a La interpretación de los textos conciliares estuvo sujeta siem-
este n.18 que debemos comentar, decimos lo siguiente: pre a una difícil criteriología, que determinaban esencialmente las
1. Que el Vaticano II vuelve a confirmar de un modo so- circunstancias histórico-doctrinales en que cada Concilio se vio
lemne la doctrina sobre el primado del Romano Pontífice en este envuelto.
punto. Con el Concilio Vaticano II ha sucedido algo insólito: que
2. Que, respecto de la doctrina sobre los obispos, solamente una parte del texto, el capítulo 3.°, ha recibido «otro» texto que
quiere continuar la línea del Vaticano I y confesarla y proponer- figura como su interpretación «oficial». Tratemos de explicar esto.
la. De modo que, respecto de toda la doctrina sobre los obispos, Pero dejando para futuros historiadores la ingrata tarea de
no nos hallamos con nada definitivamente propuesto, aunque sí una historia «anecdótica» y «psicológica», que explicarían, final-
auténticamente. mente, la necesidad de ese recurso, más bien extraño, a un texto
interpretativo de otro, nosotros damos primero simplemente el
3. Por tanto, existe la real y cierta posibilidad de una re-
texto, seguido de una breve explicación, precediendo a todo una
consideración teológica, dentro de los límites de la prudencia, de
breve introducción sobre la autoridad y el sentido formal inter-
la doctrina expuesta tanto sobre la sacramentalidad del episco-
pretativo que reviste la célebre Nota explicativa praevia.
pado como, sobre todo, sobre la así dicha «coíegialidad episcopal».
El día 16 de noviembre de 1964, en la sesión general 123, el
Nos encontramos, pues, curiosamente—y tal vez por primera
secretario del Concilio, después de haber leído la primera notifica-
vez en la historia—, con proposiciones doctrinales promulgadas
ción, que hemos comentado en el párrafo anterior, leía íntegra-
por el más alto magisterio de la Iglesia, que declara expresamente
mente una segunda notificación, que era introducida con las si-
no querer haberse más que como un magisterio auténtico no in-
guientes palabras:
falible.
» A. STRAUB, De Ecclesta Chrislt (cd. 1912) n.968ss.
«Después, por autoridad superior, se comunica a los Padres una nota
explicativa previa a los modos sobre el capítulo 3.° del esquema sobre
314 Joaquín Ai. Alonso, C. Ai, F. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 18 345
la Iglesia, a cuya mente y doctrina debe explicarse y entenderse la doc- el texto de la constitución sobre la Iglesia teniendo en cuenta la
trina contenida en el mismo capítulo 3."»
nota explicativa praevia. Esperamos que, por lo menos respecto
Naturalmente, lo primero que ocurre preguntar en este texto de la «intención» del Papa, nadie se atreverá a decir que también
es quién es la autoridad superior de que se trata. Y, abandonando hubiera votado el texto y no la nota.
una literatura nada seria sobre este tema, vamos a decir lo que 3. El día 3 de marzo de 1965, el Osservatore Romano traía
creemos que es absolutamente seguro y serio. un texto en primera página, y en lugar central preferente y en
Decimos en primer lugar que hoy ya no se puede dudar que recuadro. Se presenta, además, entrecomillado el texto, indicando
la nota explicativa praevia tiene la suprema autoridad auténtica y que viene dado a la dirección del periódico y que no es un texto
es una fuente auténtica de interpretación del capítulo 3.° de la del que se haga responsable. Dice así:
constitución dogmática sobre la Iglesia. Las pruebas son evidentes:
1. Los Padres conciliares votaron el texto del capítulo 3.°, La «Nota explicativa praevia» fonte autentica d'interpretazione
según la interpretación de la nota, dos veces: en la congregación della costituzione dogmática «De Ecclesia»
general 123, del día 16 de noviembre, y en la congregación públi- «En fecha (traducimos del texto italiano) 30 de enero pasado ha
ca final ante el Papa. Luego si votaron el texto según la interpre- sido publicado el primer fascículo de las Acta Apostolicae Sedis. Con-
tación de la nota, es evidente que no sólo el texto, sino la nota, tiene los tres documentos conciliares aprobados y promulgados en la
son elevados a categoría de documentos conciliares, aunque siem- sesión pública del 21 de noviembre pasado, con la cual se concluyeron
los trabajos del tercer período del Concilio Vaticano I I : la constitución
pre el texto sea texto y la nota permanezca en las actas del Conci- dogmática De Ecclesia; decreto De Ecclesiis Orientalibus; decreto De
lio como nota explicativa praevia. La nota, por tanto, tiene una ecumenismo.
autoridad sobre la cual no existe otra en la Iglesia de Dios. Después de la constitución dogmática sobre la Iglesia se traen, «ex
Actis Ss. ecumenici Concilii Vaticani II» las nolificationes hechas por
Ni siquiera queremos hacer mención, ni merecen refutación el secretario general, por autoridad superior, en la congregación gene-
quienes, con una inconsciencia inconcebible, se han atrevido a de- ral 123, del 16 de noviembre de 1964. Entre dichas notificaciones aparece
cir que la «intención» de la mayoría no fue nunca el votar el también la Nota explicativa praevia al capítulo 3.Q, de la constitución,
texto con la nota, sino únicamente el texto. Los que eso han es- que trata de la «constitución jerárquica de la Iglesia y en particular del
crito hacen a los Padres de la «mayoría» reos de un fraude ante episcopado. Puesto que la constitución dogmática ha sido aprobada por
el Concilio y promulgada por el Sumo Pontífice según la mente y a la
la Iglesia inadmisible. Pero, aun en la hipótesis imposible de que luz de dicha nota, ésta permanece fuente auténtica de interpretación del
su «intención» fuera la que esos autores irresponsables les han grande documento conciliar».
atribuido, nos atendríamos al hecho: los documentos no se juzgan
por las «intenciones» ocultas, sino por las votaciones suscritas, De estas breves, precisas y fundamentales razones se deduce
y los Padres, con una unanimidad admirable, votaron el texto que la célebre nota explicativa praevia tiene toda la autoridad
según la nota. conciliar y papal como fuente auténtica de interpretación del ca-
pítulo 3.° de la constitución dogmática sobre la Iglesia.
2. El Papa, en su discurso final de la sesión, dijo expresa-
Pero los autores han discutido, con una pasión digna de mejor
mente :
causa y no siempre movidos por razones verdaderamente teológi-
«... teniendo en consideración las explicaciones que han sido añadidas, cas, si, en el momento en que el secretario general la leyó en el
o bien para interpretar las palabras empleadas, o bien para atribuir la aula, tenía esa misma autoridad. Esto, que, sin embargo, tiene
fuerza teológica de la doctrina propuesta según la mente del Concilio, ya menos importancia, es igualmente cierto: la «AUTORIDAD SUPE-
no hemos dudado en modo alguno, decimos, en promulgar, con el auxilio
de Dios, esta constitución sobre la Iglesia» 10. RIOR», por la que se impuso a los Padres el votar el capítulo 3.°
según la nota, es, decimos, igualmente evidente que no podía ser
Ahora bien, en estas palabras se hace referencia explícita a otra autoridad que la del Romano Pontífice, único que puede im-
las dos notificaciones dichas, de las cuales la primera se refiere poner al Concilio tan graves decisiones. La historia crítica dirá
a la nota explicativa praevia. Luego, si antes la nota ha recibido en su tiempo el origen y la génesis de dicha nota y cómo fue
toda la autoridad de los Padres conciliares y en la congregación absolutamente necesaria en última instancia. Pero una cosa es cier-
pública recibía, además, la aprobación del Papa, ahora es el Papa, ta sin ningún género de duda: que en aquellos momentos, los
personalmente, quien declara su propia intención de haber votado más graves por los que ha pasado el Concilio Vaticano 11, nadie,
" Allocuíio itPost dúos meases», 21 nov. 1964: AAS 56 (1964) 1009. ni los moderadores ni el Consejo de Presidencia, tenían autori-
346 Joaquín M. Alonso, C. M. F. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 18 347
dad para imponer a todo el Concilio un modo de votación según al texto no es de carácter mutuo formal, sino que, por parte del
un texto que se les imponía. texto, es «material»; es decir, el texto es un texto material que
Indudablemente que los Padres quedaron perfectamente libres dice una relación formal a la nota, la cual posee un valor formal
de votar el capítulo tercero o no votarlo; pero, de hacerlo, una que no tiene el texto respecto de la nota.
autoridad superior les impuso que lo hicieran según el texto que De aquí una consecuencia importante: en el caso de conflicto
se les había dado. Esa autoridad superior tiene que ser el Romano (que no se debe presumir) es la nota, con su carácter formal,
Pontífice, de tal modo que, de no ser él, se hubiera realizado con quien tiene la primacía. N o puede serlo el texto, que se halla
todo el Concilio un fraude imponente. Lo cual nadie admitirá. como algo «material» que necesita ser interpretado.
Resulta, por lo tanto, inaudito que algún autor de nota, en 4. Es cierto—y necesita ser confesado paladinamente—que
una revista italiana, haya podido afirmar lo contrario. Y que en el que un texto conciliar del Vaticano II haya necesitado de una
una revista francesa, célebre por sus tendencias progresistas, se nota interpretativa está indicando por sí mismo algo insólito y
haya podido afirmar igualmente que la nota, pasado un tiempo, grave que estaba sucediendo en el Concilio y que futuros histo-
sería una simple anécdota del Concilio. riadores críticos podrán aclarar. Nosotros únicamente nos permi-
timos decir que fue un hecho saludable con el que el Sumo
IV. Valor interpretativo de la nota Pontífice Pablo VI salvó una situación conciliar que parecía deses-
perada.
Después de haber puesto en evidencia el valor «autoritativo» Ese hecho insólito y gravísimo ha sido desvelado por un teó-
de la nota, conviene que digamos algo sobre su valor «interpre- logo de fama actual, quien refiere la siguiente frase oída a un
tativo». teólogo de la Comisión doctrinal, cuando aquél descubría su
Puede resumirse en las siguientes proposiciones: preocupación a éste por lo poco «colegial» que era todavía el texto;
1. La nota explicativa, como su mismo nombre lo dice, no entonces, para tranquilizarle, le dijo: «Nosotros lo decimos ahora
fue propuesta a los Padres como un texto más que votar. N o tie- de un modo diplomático, pero después del Concilio sacaremos
ne, pues, carácter de texto conciliar. Su valor conciliar no es, por las conclusiones implícitas». En esta situación «psicológica», y no
tanto, materialmente tal. Y sólo en este sentido puede admitirse ya seriamente teológica, todo quedaba falseado y ambiguo. La
la afirmación de que los Padres votaron el texto del capítulo 3.° solución del Papa, al imponer «su» nota explicativa previa, vino
y no la nota. a deshacer todos los turbios manejos y a dar tranquilidad a la
2. La nota explicativa tiene, pues, valor «interpretativo», que minoría conciliar. En ese clima se pudo, finalmente, llegar a la
es siempre de un carácter formal. Fue entonces cuando la votaron votación unánime.
los Padres, una luz bajo la cual debían entender el texto del
capítulo 3.°, y ha quedado, como lo afirma la nota inserta del
Osservatore que hemos citado, «una fuente auténtica de interpre- V. Breve explicación de la nota previa
tación». Explicados ya los sentidos «autoritativo» e interpretativo de
3. Luego ya, «a priori», están en el error quienes intenten la nota, debemos dar brevemente el sentido mismo doctrinal.
ver cualquier clase de contradicción, o material o formal, entre La nota contiene cuatro números y dos párrafos finales. Da-
el texto y la nota. En primer lugar, no puede haber una contra- mos el sentido de cada uno de ellos.
dicción material, porque sería sumamente extraño que en la nota 1. La palabra «colegio» no debe entenderse en sentido es-
se hubiera contradicho el texto material del capítulo 3.°. Es más: trictamente jurídico, es decir, de una sociedad de iguales que
hay que admitir que, sin graves fundamentos, no se puede afirmar delegan su potestad a un presidente, sino de una asamblea
que la nota «añada» materialmente, o quite algo, al texto del ca- (= coetus — reunión, congregación) estable, cuya estructura y
pítulo 3.° Es más: si eso se diera, esas añadiduras o supresiones autoridad deben deducirse de la revelación. Por eso en el texto
no habría que tomarlas como tales «materialmente», sino sola- se dice (n.19) que «instituyó (Cristo) a los apóstoles a modo de
mente como un criterio formal de interpretación del texto. Pero, colegio o congregación estable...». Y, por la misma razón, ha-
decimos, tampoco pueden admitirse «a priori» contradicciones u blando del colegio de los obispos, se emplean frecuentemente
oposiciones formales, precisamente porque la relación de la nota también las palabras ordo ( = orden) y corpus ( = cuerpo).
348 Joaquín Ai. Alonso, C. M. F. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 18 349
Con estas observaciones queda absolutamente claro tanto el Pero para que tal expedita potestad se tenga, es necesario que
contenido esencial «negativo» del concepto cuanto el uso del mis- se añada la determinación jurídica o canónica por Id autoridad
mo nombre «colegio». Pero la nota continúa: el paralelismo entre jerárquica.
Pedro y los demás apóstoles, por una parte, y el Sumo Pontífice Aquí también hay que estar muy atento para no atribuir a la
y los obispos, por otra, no implica la transmisión de la potestad nota una doctrina que no enseña. Porque así como en el párrafo
extraordinaria de los apóstoles a sus sucesores, ni, como es evi- anterior no ha querido definir la discusión de si la consagración
dente, la igualdad entre la Cabeza y los miembros del colegio, concede o no una potestad, y se ha limitado a decir que, conceda
sino solamente una proporcionalidad entre la primera relación lo que conceda, no puede ser entendido como una potestad expe-
y la segunda. Esta ha sido la razón de por qué en el texto (n.22) dita para el acto, así también ahora tampoco afirma positivamente
se dice: «no del mismo modo, sino de un modo semejante». que la «determinado iuridica» conceda esa potestad, sino que
En estas observaciones de la nota se advierte que no se debe simple y negativamente afirma que no se da la potestad expedita,
pasar unívocamente del «coetus» apostólico al «coetus» episcopal, para el acto (provenga de donde provenga) sino por la determi-
sino que se debe ponderar «teológicamente» la proporcionalidad nación jurídica. Después explica los modos como puede realizarse
que pueda existir, según los datos de la revelación. La adverten- esa determinación canónico-jurídica:
cia era necesaria, porque ciertos autores han procedido demasiado La cual determinación de la potestad puede consistir en la
a la ligera trasladando un concepto «a priori» del colegio apostó- concesión de un oficio particular o en la asignación de subditos,
lico al colegio episcopal. Con ello se introducían confusiones enor- y se concede según las normas aprobadas por la suprema autori-
mes. La nota explicativa pone en guardia contra esos procedi- dad. Una tal norma ulterior es exigida «ex natura rei» porque se
mientos unívocos. trata de funciones (muñera) que deben ser ejercidas por muchos
2. Uno viene a ser (fit) miembro del colegio por la consa- sujetos que cooperan jerárquicamente por voluntad de Cristo. Es
gración episcopal y por la comunión jerárquica con la Cabeza del claro que esta «comunión» en la vida de la Iglesia ha sido
colegio y con los miembros. aplicada según los tiempos antes de que fuera codificada en el
En este párrafo, la nota repite literalmente casi la doctrina derecho.
del n.22 sobre las causas que producen la agregación al colegio Dicho lo anterior, la nota pasa a precisar la causalidad incor-
episcopal. Son dos: la consagración episcopal y la comunión je- porativa de la segunda causa, la «communio», del siguiente modo:
rárquica. Naturalmente que la nota no especifica la función de Por ello, de un modo expreso se dice que es necesaria la co-
cada una de ellas; solamente dice que son las dos. Luego la única munión jerárquica con la Cabeza de la Iglesia y los miembros.
conclusión que podemos deducir es que se trata de dos causas «Communio» es una noción que en la antigua Iglesia (como tam-
necesarias, sin las cuales no se da la agregación al colegio. Para bién hoy principalmente en Oriente) es tenida en grande honor.
entender la función característica de esas causas hay que leer con No se entiende de un cierto afecto vago, sino de una realidad
atención lo que sigue: orgánica, que exige una forma jurídica y al mismo tiempo que
En la consagración se da una participación de las funciones esté animada de la caridad.
( = muñera) sagradas, como consta indubiamente de la tradición He aquí una exacta noción de «comunión» que anda tan am-
aun litúrgica. Y se usa expresamente el vocablo «funciones», y no biguamente expuesta por ahí entre los autores. Esta noción abarca
«potestades», porque esta última palabra podría ser entendida de dos realidades, unidas en la misma naturaleza una y sacramental
una potestad expedita al acto. de la Iglesia. Por eso la comunión supone tanto Ja unión de cari-
En este párrafo, de suyo, no se afirma ni se niega que lo que dad como la realidad jurídico-jerárquica de la Iglesia. Por ello
da la consagración sea una «potestad». De esto se prescinde. Lo su propia causalidad de agregación al colegio se extiende a los
que únicamente se quiere excluir negativamente es que aquello dos dominios: al interior de la caridad y al exterior de una je-
que da no puede ser entendido como una potestad expedita ya rarquía organizada. Luego sigue este párrafo, que tiende a disi-
para el acto. Con esto no se resuelve la disputa teológica existente par una seria dificultad para los que opinan que la potestad, en
hace tanto tiempo; pero ciertamente se excluye siempre que «eso» cuanto tal, no puede ser comunicada por el Romano Pontífice a
que concede la consagración pueda nunca ser interpretado como los obispos.
una potestad expedita para el acto. Pero sigue el texto: Los documentos de los Sumos Pontífices acerca de la juris-
351
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 18
a5(J Lo que hay que admitir necesariamente para no poner en dis-
Joaquín M. Alonso, C. Al. P.
dicción de los obispos han de interpretarse de esta necesaria de- cusión la plenitud de potestad del Romano Pontífice. Ya que el
terminación de potestades. colegio supone siempre y necesariamente a su Cabeza, la cual con-
serva en el colegio su función íntegra de Vicario de Cristo y de
Adviértase de nuevo que la frase es «afirmativa» y no «ex-
Pastor de la Iglesia universal. La distinción, pues, no se establece
clusiva». Por tanto, no se resuelve nada en torno a la cuestión
debatida sobre la comunicación de potestad por el Papa a los entre el Romano Pontífice y los obispos colectivamente tomados,
obispos. sino entre el Romano Pontífice aparte y el Romano Pontífice
¿A qué documentos se alude? Nosotros creemos que alude a junto con los obispos.
algunos documentos de Pío XII en los que se había afirmado de La nota explicativa, pues, no deja lugar a duda: siempre que
un modo muy explícito que los obispos recibían la potestad del se hable de colegio episcopal no hay ninguna contraposición al
Papa 11 . ¿Quiere esto decir que ahora se desautorice a Pío XII? Papa, puesto que lo supone necesariamente. Y, además, guardan-
Entendemos que no; precisamente por lo que antes hemos dicho. do íntegra su función de Cabeza, no sólo del colegio episcopal,
Ya que antes no se ha querido resolver la cuestión sobre si la sino de toda la Iglesia. N o comprendemos, por tanto, cómo cier-
consagración o la comunión jerárquica producían la misma potes- tas teorías «colegialistas» pueden seguir sosteniéndose ante la
tad, y sí solamente se ha afirmado que, la produzcan o no, lo cierto claridad de estos textos.
es que la primera no la produce «in actu», y que la segunda es En lo que sigue, la nota explicativa nos dice con suma clari-
necesaria para que sea una potestad expedita «in actu»; así ahora dad el modo distinto de ejercicio de la potestad en el Papa y en
solamente se quiere interpretar auténticamente a Pío XII diciendo el colegio. Primero, respecto del Papa, de este modo:
que, sea cualquiera la sentencia que suponen sobre la concesión
de la misma potestad, lo cierto es que hay que interpretarlos no «Y como el Sumo Pontífice es Cabeza del colegio, él sólo puede rea-
necesariamente de la misma potestad, sino de la determinación. lizar ciertos actos que a los obispos no competen en modo alguno; por
ejemplo, convocar y dirigir el colegio, aprobar las normas de acción, etc.
Con ello se puede seguir sosteniendo la discusión conocida entre Al juicio del Sumo Pontífice, a quien se ha entregado el cuidado de
teólogos, y, desde luego, se puede seguir citando a Pío XII como toda la grey de Cristo, compete, según las necesidades de la Iglesia,
una autoridad en favor de una opinión, pero en modo alguno se que varían con los tiempos, el determinar el modo como este cuidado
le puede obligar a citar como un «magisterio». debe ser actuado, ya de un modo personal, ya de un modo colegial. El
Romano Pontífice, al ordenar, promover, aprobar el ejercicio colegial,
3. Al colegio, que no se da sin la Cabeza, se le dice que es con miras al bien de la Iglesia, procede según propia discreción».
también sujeto de suprema y plena potestad en la Iglesia uni- En este párrafo magnífico se han excluido todas las dudas que
versal. pudiera haber en torno a vagas y equívocas ingerencias de tipo
Para nosotros es claro que tanto el texto del capítulo 3-° como «colegialista» en las actividades absolutamente personales del Ro-
estas palabras de la nota hablan de dos sujetos que poseen la «su- mano Pontífice, las cuales se dejan a su discreción. Todos aque-
prema, la plena, la universal potestad». Estos dos sujetos son el llos, pues, que pensaban poder establecer en la Iglesia un régimen,
Romano Pontífice y el cuerpo episcopal. Ahora bien, como a éste decían, «constitucional», se han equivocado lastimosamente.
no se le puede concebir sin su Cabeza, el Romano Pontífice, te- La nota explicativa habla ahora del modo de ejercicio del
nemos la teoría clásica ya de Franzelin: dos sujetos, de los cuales colegio:
uno, el colegio episcopal, es inadecuadamente distinto del otro,
el Papa. 4. El Sumo Pontífice, como Pastor supremo de la Igle-
Ciertamente que este modo de hablar, que es justísimo, trae sia, puede ejercer su potestad en todo tiempo y «ad placi-
consigo multitud de cuestiones teológicas que los teólogos siguen tum», según viene exigido por su propio cargo. El colegio,
discutiendo. Pero entendemos que el Concilio mantiene con cla- en cambio, aunque siempre exista, no por ello obra perma-
ridad los dos sujetos de potestad. Y adviértase la razón que da nentemente con una acción estrictamente colegial, como cons-
la nota para atribuir «también» (quoque) al colegio la suprema ta por la tradición de la Iglesia. Adviértase, además, que
potestad: no siempre está «in actu pleno» y que, con acto estrictamen-
" Cf P í o X I I , Myitici Corporis: AAS í 5 (1943) 212; I D , , Ad Synarum gen- te colegial, no obra sino por intervalos y no sin consenti-
tes 7 oct 1954: A A S 47 (1955) 9 ; I D . , Ad Aposioloium Principes, 29 j u n i o 1 9 5 8 : miento de la Cabeza. Se dice «con consentimiento de la Ca-
AÁS 50 (1958) 610.
352 ]oaquhi M. Alonso, C. M. F. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 18 353
bezo» para que no se prense de una dependencia como de válida». La cuestión queda, pues, como antes, a las disputas de
tin otro extraño; el término «con consentimiento-i) evoca, por los teólogos. Lo mismo que esta misma cuestión referida al ejer-
el contrario, una comunión entre la Cabeza y los miembros cicio de esa potestad entre los orientales separados.
e implica la necesidad de un acto que propiamente compete
a la Cabeza, Esto se afirma explícitamente en el n.22 § 2 y VI. Contenido doctrinal del n.18
se explica allí en el final. La fórmula negativa «y no sin»
comprende todos los casos, de donde es evidente que las Dicho todo lo que precede, como introducción a todo el ca-
normas aprobadas por la Autoridad suprema se deben obser- pítulo, llagamos ya un breve comentario doctrinal al n.18.
Este n.18 de la constitución dogmática sobre la Iglesia debe
var siempre.
ser tenido como una especie de introducción a todo el capítulo,
¿Podían desearse mayores aclaraciones? La diferencia entre el en el que se declaran las intenciones y los fines del Concilio al
modo de obrar del Papa, libre del colegio, y el modo de obrar proponer la doctrina sobre el episcopado. Consta de dos párrafos:
del colegio, siempre y necesariamente dependiente del Papa, se el primero declara los fines del ministerio jerárquico en la Iglesia,
ha puesto de manifiesto de una manera evidente. Adviértase cómo y el segundo explica la relación que, por lo que se refiere a esta
se ha marcado bien que todo acto del colegio (persona moral) doctrina, tiene el Vaticano II con el I.
debe ser necesariamente ejercido por la Cabeza, que es una per-
§ 1. E L MINISTERIO, SERVICIO DE CARIDAD
sona física, no sólo en cuanto a la «representatividad»—lo cual
sería poco en este «colegio» sui generis—, sino en cuanto a la En este párrafo, con diferentes nombres: «Pueblo de Dios»,
misma validez «colegial» del mismo acto. «Iglesia» y «Cuerpo», se dice que Cristo instituye en la Iglesia
En los dos párrafos últimos, el primero trata del sentido de varios ministerios para bien de todo el Cuerpo. Añadiendo que
la palabra «communio» que de ahí se sigue, y el segundo, ade- ese servicio de caridad, de servicio y de salvación son los verda-
más de hacer una alusión a cuestiones disputadas que se evitan, deros fines por los cuales Cristo quiso que en su Iglesia hubiera
se refiere más explícitamente a una aplicación a los orientales. «ministerios» y «ministros».
Dice así el primer párrafo: Efectivamente, la doctrina general católica no puede, es cier-
to, reducir de tal modo el concepto de «ministerio»—como lo
«En todos los casos es evidente que se trata de una contundió (== vincu- hace la doctrina protestante—, que venga a ser un simple servi-
lación) de los obispos con su Cabeza, nunca empero de lina acción de
¡os obispos independientemente del Papa. Ya que, en este caso, faltando cio de caridad que algunos de los fieles aceptan para edificación
la acción de la Cabeza, los obispos no pueden obrar como colegio, tal de todo el cuerpo social. N o ; para la doctrina católica queda
como aparece de la noción de colegio. Esta comunión jerárquica de to- siempre en claro que el ministerio es algo instituido por Cristo co-
dos los obispos con el Sumo Pontífice es ciertamente célebre en la tra- mo perteneciente a la estructura esencial de la Iglesia, en cuanto
dición».
congregación de fieles reunidos bajo'una dirección jerárquica. Pero,
El último párrafo se ofrece como una N(ota) B(ene) que afirmado esto, la doctrina católica ha entendido siempre el minis-
dice: terio como un «servicio de caridad para la caridad» (Pablo V I ) .
Esta idea, que se repite insistentemente a lo largo de toda la
«Sin la comunión jerárquica, la función saeramental-ontológica, que constitución dogmática, tiene aquí un valor especial, ya que este
hay que distinguir del aspecto canónico-jurídico, no puede ejercitarse. capítulo trata sobre todo de la jerarquía más alta: el episcopado.
La comisión juzgó que no se debía entrar en las cuestiones sobre la
liceidad y validez, las cuales se dejan a las disputas de los teólogos; en § 2. VATICANO I Y VATICANO II
particular por lo que se refiere a la potestad que de hecho se ejerce entre
los orientales separados, sobre cuya explicación existen varias sentencias Que el Vaticano II tenía que ser una continuación y comple-
entre los teólogos». mento del Concilio Vaticano I es una idea que se venía repi-
tiendo desde el primer anuncio del Concilio, Esta continuación
Estas palabras finales determinan primeramente que la comu-
se contemplaba sobre todo por lo que se refiere a la doctrina del
nión jerárquica es de tal modo necesaria para el ejercicio de la
episcopado y a sus relaciones con el primado 12.
función sacramental jurídica, antes establecida, que por lo menos 12
es «ilícita», sin que el Concilio quiera decidir si, además, es «in- Cf. bibliografía completa en J. M. ALONSO, C. M. F., La infalibilidad con-'
ciliar: Claretianum 2 (1962) 18 nt.í9.
2. C.Vaticano 12
354 Joaquín M. Alonso, C. M, F. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 18 355

Este segundo párrafo del n.18 recoge todas estas ideas y les 6. Su magisterio ordinario infalible (D. 1.839).
da cauce y una ordenación segura. Comienza, pues, por afirmar Lo único que faltaba, decimos, era esa nota de «colegialis-
que «siguiendo las huellas del Concilio Vaticano I». En efecto, mo» que, en fin de cuentas, ha quedado reducido a sus justos
el Concilio Vaticano I, en un primer esquema sobre la Iglesia, límites en el Concilio Vaticano II y que, por lo demás, ya estaba
apenas había hecho referencia al tema del episcopado, tal vez por implícita en la doctrina del Vaticano I.
no creerlo necesario, ya que el Concilio Tridentino ya lo había Tiene, pues, perfecta razón el Vaticano II al decir que quiere
tratado suficientemente. En un segundo esquema ciertamente se continuar la doctrina del Vaticano I.
hablaba expresamente de los obispos, sucesores de los apóstoles; Pero el texto, además, se refiere explícitamente a la doctri-
pero la interrupción del Concilio fue causa de que no se tratara. na del Vaticano I sobre el primado del Romano Pontífice, la
Pero, preguntamos, ¿era acaso cierto que el Concilio Vatica- cual quiere de nuevo proponer firmemente a todos los fieles.
no I no había tratado suficientemente del episcopado? Nosotros He aquí una síntesis de esta doctrina.
creemos que no. Si se exceptúa el tema de la «colegialidad» y 1. El primado es el principio y fundamento perpetuo y
sus peligrosas derivaciones, tal como era propuesto por un núme- visible de la unidad de fe y de comunión para que el mismo
ro considerable de Padres conciliares del Vaticano II, es abso- episcopado permanezca uno e indivisible (D. 1.821). Esto lo ex-
lutamente cierto que el Vaticano I había ya dado todos los prin- presaba el Vaticano I así:
cipios fundamentales para que el tema del episcopado, bajo el «... de este modo (por institución) quiso que en su Iglesia hubiera
aspecto de «comunión jerárquica», pudiera ser desarrollado. En hasta la consumación de los siglos pastores y doctores. Pero, para que
cuanto al aspecto sacramental, los hechos han demostrado que el mismo episcopado fuera uno e indivisible y, de este modo, a través
todavía el estado de la cuestión entre los teólogos no podía de la unidad mutua del sacerdocio, toda la multitud de creyentes se con-
servara en la unidad de fe y de comunión, poniendo al bienaventurado
permitir tratar el tema más allá de lo que lo había discutido el Pedro sobre los demás apóstoles, instituyó en él el principio y visible
Concilio Tridentino. El Vaticano II ciertamente ha afirmado la fundamento de ambas unidades (la de los obispos y la de los fieles)...»
sacramentalidad del episcopado, pero esto no es el nervio de la
cuestión, ya que esto era afirmado comúnmente por los teólo- Esto lo repite el Vaticano II tanto aquí, en este n.18, cuanto
gos. Lo que se discute y se seguirá discutiendo es la sacramen- después, en el n.23, en donde se dice: El Romano Pontífice,
talidad específica del episcopado. Y esto lo ha dejado perfecta- como sucesor de Pedro, es principio y fundamento perpetuo y
mente libre el Vaticano II. visible tanto de los obispos como de la multitud de los fieles» 13.
2. En el primado, por tanto, más que en los obispos, to-
Pero, decimos, ya el Vaticano I había dado los principios
mados colectivamente, está «toda la fuerza y solidez de la Igle-
fundamentales para una justa teología del episcopado. Lo que
sia».
ha sucedido es que ciertos autores, deseosos de novedades, no
3. Al Papa le compete ese primado por ser «Vicario de
estudian suficientemente la doctrina tradicional. Así, por ejem-
Cristo» y «Cabeza visible de toda la Iglesia». El título de «Vi-
plo, respecto del episcopado, teníamos:
cario de Cristo», que define exactamente la posición fundamen-
1. Ya el Tridentino había determinado el episcopado como
tal y única del sucesor de Pedro en la Iglesia, se encuentra ya
«sacramento» y como superior jerárquicamente al presbiterado
en el siglo III entre los Padres, sobre todo latinos, aunque pri-
(D. 967).
meramente referido a los obispos; poco a poco, este título que-
2. El Vaticano I enseña la continuidad de sucesión apos-
da casi reservado para el Romano Pontífice ".
tólica en los obispos (D. 1.821).
La doctrina, pues, sobre el primado, tal como la expone el
3. La unidad y la indivisión del episcopado, fundada en Vaticano I, no es, como exageradamente se ha dicho, una ex-
que la Cabeza, Pedro, es su principio y fundamento. En él se posición unilateral y desequilibrada, sino que aparece en perfecta
establece la fuerza y solidez de toda la Iglesia (D. 1.821). conexión con la doctrina del episcopado y de la Iglesia. Esta doc-
4. Se afirma explícita y solemnemente la concordancia en- trina, como hubieran querido algunos, no puede construirse
tre el primado y el episcopado (D. 1.828). 13
Adviértase que remite ese número 22, en su nota 30, a D 1.821; ton lo que
5. Se afirma la potestad episcopal, en cuanto recibida de queda en claro que la doble unidad no es la de fe y comunión, sino la de epis-
los apóstoles, como inmediata y ordinaria potestad de jurisdic- copado y fieles.
i4
Cf. M. MACARRONE, Vicarias Christi. Sloria del litólo pápale (Lateranum,
ción (ibid.). Romae 1952).
356 Joaquín M. Alonso, C. M. F. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 19 357
partiendo del «colegio episcopal», y menos de una base «demo- Respetando, naturalmente, las intenciones de quienes así proce-
crática». Después de las definiciones vaticanas, tanto del Con- dieron, decimos que los hechos demostraron que, tanto en este
cilio Vaticano I como II, todos esos intentos que, sin duda, se n.18 como la nota explicativa previa, fueron necesarios para que
renovarán cien veces en la historia de la Iglesia, están llamados toda ambigüedad fuera excluida. Fue ciertamente necesario, en
al fracaso de la herejía. el clima en que muchos presentaron la doctrina de la colegia-
Pablo VI no ha dejado de advertir siempre que puede cómo lidad episcopal, el que el Concilio Vaticano II hablara bien ex-
no puede olvidarse esa íntima conexión existente entre el pri- plícitamente de su perfecta concordia con el Vaticano I. Con
mado, tal como la expuso el Concilio Vaticano I, y el episcopa- ello se ha logrado, finalmente, que la doctrina católica del pri-
do, tal como la ha expuesto el Vaticano II. mado y del episcopado formen un todo homogéneo, como con-
«Este nuestro Concilio—decía terminando la segunda sesión—, no viene a toda doctrina católica.
en contra, sino confirmando las prerrogativas que proceden de Cristo y
que, como reconocidas al Sumo Pontífice y como enriquecidas de toda
autoridad, son necesarias para el gobierno de toda la Iglesia, intentará
luego iluminar, según la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo y la tra- LA INSTITUCIÓN DEL COLEGIO APOSTÓLICO
dición sincera de la Iglesia, la naturaleza y las funciones del episcopado,
instituido por Dios...» Por Lorenzo Turrado

Y en el discurso conclusivo de la tercera sesión decía de un 19- El Señor Jesús, después de haber hecho oración al Padre,
modo que invita a la reflexión sobre ciertos acontecimientos que llamando a sí a los que El quiso, eligió a los doce para que vivie-
sen con El y enviarlos a predicar el reino de Dios (cf. Me 3,13-19;
precedieron a la promulgación: Mt 10,1-42); a estos apóstoles (cf. Le 6,13) los instituyó a modo
de colegio, es decir, de grupo estable, y puso al frente de ellos a
«No sin un cierto afecto de piedad, nos agrada considerar que la Pedro, elegido de entre ellos mismos (cf. lo 21,15-17). A éstos
función primaria, singular, universal, que Cristo Señor concedió a Pe- envió Cristo, primero a los hijos de Israel, luego a todas las gentes
dro y a sus sucesores, es decir, a los Romanos Pontífices, se transmite... (cf. Rom 1,16), para que, con su potestad, que les comunicaba,
Esa función, decimos, es reconocida muchas veces y reverenciada en el hiciesen discípulos suyos a todos los pueblos, los santificasen y go-
solemne documento que acabamos de promulgar. Y no puede menos de bernasen (cf. Mt 28,16-20; Me 16,15; Le 24,45-48; lo 20,21-23)
sernos esto grato, no tanto por la dignidad que de ello venga sobre y así dilatasen la Iglesia y la apacentasen, sirviéndola, bajo la di-
nosotros, cuanto ciertamente por el honor debido a la palabra de Cristo, rección del Señor, todos los días hasta la consumación de los siglos
por la confirmada concordia con la tradición sagrada y d magisterio (cf. Mt 28,20). En esta misión fueron confirmados plenamente
de la Iglesia; finalmente, por tutela sancionada, ya de la misma unidad el día de Pentecostés (cf. Act 2,1-26), según la promesa del Señor:
de la Iglesia, ya de la acción coherente y eficaz, la cual hay que poner «Recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros,
siempre a salvo en el régimen de la Iglesia. Importaba en gran manera y seréis mis testigos así en Jerusalén como en toda la Judea y Sa-
reconocer abierta y definidamente estas prerrogativas del Sumo Pontífice maría y hasta el último confín de la tierras (Act 1,8), Los após-
en el momento en que había que resolver la cuestión de la autoridad toles, pues, predicando en todas partes el Evangelio (cf. Me 16,20),
episcopal en la Iglesia; de tal modo que tal autoridad (episcopal) de que los oyentes recibían por influjo del Espíritu Santo, reúnen la
ningún modo pareciera contradecir, antes plenamente estar conforme, con Iglesia universal que el Señor fundó en los apóstoles y edificó so-
la potestad del Vicario de Cristo y Cabeza del colegio episcopal, según bre el bienaventurado Pedro, su cabeza, poniendo como piedra angu-
el derecho constitutivo de la Iglesia. lar del edificio a Cristo Jesús (cf. Apoc 21,14; Mt 16,18; Eph 2,20).
A causa de esta íntima unión, fundada en la misma naturaleza de las
cosas, el episcopado ¡se convierte en un cuerpo entre sí coherente, que Este párrafo de la constitución es de carácter prevalentemen-
tiene en el obispo sucesor de Pedro una potestad, ni diversa ni externa,
sino que es, por el contrario, su cabeza y como su centro...» 15 te histórico con referencia a hechos acaecidos en los días mismos
de la fundación de la Iglesia por Jesucristo. Son hechos básicos,
Cuando fue introducido este n.18 en el texto del esquema, que sirven luego de apoyo para todo cuanto se dice sobre la es-
no faltaron protestas de quienes se sentían ofendidos porque esas tructura orgánica de la Iglesia. Esa estructura, tal como la quiere
afirmaciones de vinculación del Vaticano II al Vaticano I y esas Jesucristo, queda ya aquí manifiesta en sus líneas esenciales.
afirmaciones repetidas sobre las prerrogativas del primado del Para mayor claridad, distinguiremos cuatro apartados, si-
Romano Pontífice les parecían que venían a descubrir unas sos- guiendo el orden mismo del texto conciliar.
pechas inexistentes en torno a la doctrina de la colegialidad...
15
Aloe. Post dúos mensas, 21 nov. 1964: AAS 56 (1964) 1011.
C.3. Constitución jerárquica de ¡a Iglesia. 19 359
358 Lorenzo Turrado
Desde luego, no negamos que en esa elección precisamente
i. Elección de los Doce de doce haya que poner cierto simbolismo en relación con el an-
tiguo Israel. Lo más probable, aunque en todo esto queda siem-
El hecho es manifiesto. Jesucristo, de entre sus discípulos,
pre mucho de conjetura, es que Cristo elija doce, y no otro nú-
elige a doce, a los que distingue de manera especial. Negar esto
mero cualquiera, en atención a que doce habían sido los patriar-
sería negar todo valor histórico a nuestros Evangelios y demás
cas, hijos de Jacob, progenitores del antiguo Israel. También
escritos neotestamentarios. Incluso se nos dan repetidas veces
ahora para la constitución del nuevo Israel, la Iglesia, quiere
los nombres de esos Doce (cf. Mt 10,2-4; Me 3,16-19; Le 6,10-
Jesucristo que sean doce sus progenitores o padres en la fe. Ellos
16; Act 1,13).
constituirán, conforme a la conocida imagen del Apocalipsis, los
Sobre esa base histórica, el texto conciliar se fija en tres datos:
cimientos de la Iglesia o nueva Jerusalén (cf. Apoc 21,14). Claro
oración de Jesús al Padre antes de la elección («...precibus ad
es que todo eso en nada se opone a que, ya desde un principio,
Patrem fusis»), plena libertad en la elección («...quos voluit
Cristo los elija en orden a una «misión» muy concreta: la de ser
Ipse»), y finalidad de la elección («...ut essent cum Illo et ut mit-
los continuadores de su obra en el mundo. Creemos que es ésta
teret eos praedicare regnum Dei»). Las citas confirmativas están
precisamente la finalidad primaria y fundamental de la elección
tomadas de Me 3,13-19 y Mt 10,1-42. Es de notar, sin embargo,
de los Doce (cf. Mt 28,18-20; lo 20,21; 2 Cor 5,20). Lo otro, es
que lo de la oración al Padre no está señalado explícitamente en
a saber, el ofrecer también cierto simbolismo respecto del antiguo
las citas aludidas, sino más bien en Le 6,12-13, pasaje que quizás
Israel, es más secundario. De eso el texto conciliar no dice nada,
no se citó aquí, junto con los de Me y Mt, a fin de no repetir
contentándose con señalar la finalidad principal: «... para que vi-
la cita, dado que había de hacerse en la línea siguiente por razón
viesen con El y enviarlos a predicar el reino de Dios». Ambas
de una nueva idea sugerida por el término «apóstoles», cuestión
cosas están íntimamente relacionadas. Primeramente «vivir con
de que trataremos en el apartado siguiente.
El», es decir, gozar de su intimidad y trato continuo durante de-
Nada diremos de los dos primeros datos señalados por el terminado tiempo, para que luego, una vez muerto El, puedan ser
Concilio: oración de Jesús al Padre y plena libertad en la elección, predicadores autorizados de su mensaje. Cuando el fallo de Judas,
pues no creemos que sea éste el lugar de insistir en su comentario. una de las condiciones que exige Pedro para quien haya de sus-
Basta con señalarlos. En cuanto al tercer dato: finalidad de la tituirle es precisamente la de haber sido testigo de la vida y hechos
elección, es ya necesario que nos detengamos un poco. El punto de Jesús (cf. Act 1,21-22). El que los apóstoles entiendan o no
es importante. La perspectiva con que muchos críticos actuales entiendan todo el alcance de su «misión» ya desde un principio
miran este problema es bastante distinta de la del Concilio. N o es cosa aparte. Está claro, en efecto, que ello estaba íntimamente
quieren admitir la idea de «misión» para los Doce sino como algo relacionado con sus ideas sobre la naturaleza del reino mesiánico,
posterior a la muerte y resurrección de Cristo, fruto de la evolu- y éstas, incluso después de la resurrección de Cristo, no parece
ción histórica de las cosas. Durante su vida terrena, Cristo, al que fueran siempre del todo ajustadas a la realidad, habiendo de
elegir a los Doce, no habría pensado en confiarles «misión» al- esperar a la futura iluminación del Espíritu Santo en Pentecostés
guna particular en orden a la conversión del mundo, sino sobre (cf. Act 1,6-8). Eso, sin embargo, en modo alguno puede apli-
todo en que, al llegar su triunfo escatológico, fueran símbolo de carse a Cristo, quien desde un principio sabía bien el porqué y
Israel con sus doce tribus, que así lograban su salvación. Ni ven para qué de la elección de los Doce.
directamente en esos Doce a la parte jerárquica o directiva de
En cuanto a la expresión «predicar el reino de Dios», es una
la Iglesia, sino sencilla y llanamente a todo el nuevo Israel, que
frase bíblica (cf. Mt 21,31; Me 1,15; Le 4,43; lo 3,5; Act 1,3),
luego se llamará Iglesia de Cristo 1.
1
cuyo significado en el texto conciliar no se precisa. Más o menos,
Cf. H. D. WENDLAND, Die Eschatologie des Reicbes Goltes bei Jesús (Gü- parece que aquí «reino de Dios» viene a ser equivalente de «men-
tetsloh 1931) ; F. HEILER, Vrkirche und Ostkirche (München 1937) ; H. VON
CAMPENHAUSEN, Kirchliches Amt und geistliche Vollmacht in den ersten drei Jahr- saje evangélico», que es como se leía en el esquema primitivo,
hunderten (Tübingen 1953).
También algunos autores católicos, sin llegar tan lejos, naturalmente, en sus y que se cambió, buscando' una expresión más bíblica. Ya en el
conclusiones, se inclinan a presentar las cosas bajo una perspectiva muy semejante,
dejando totalmente en penumbra la idea de «misión». Oigamos, v. gr., a J. RAT- Antiguo Testamento se habla con frecuencia del «reino de Dios»,
ZINGER : «Originariamente, la tarea de estos hombres £I°S Doce] no es, en primer con alusión evidente al reino mesiánico, época de especial dominio
término, hacer o realizar algo determinado, sino ser un signo anunciador de que
el fin de los tiempos está muy cerca, de que Dios cumple su promesa y congrega de Dios sobre el mundo y de comunicaciones más íntimas con los
al Israel definitivo» (}. RATZINGER, Implicaciones pastorales de la doctrina de la
colegialidad de los obispos: Concilium 1 (1965} p.35).
360 Lorenzo Turrado
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 19 361
hombres. En las descripciones proféticas no siempre aparece cla- de los católicos sobre este aspecto de la constitución jerárquica de
ramente el carácter espiritual de ese «reino», de ahí que incluso la Iglesia, que el otro aspecto, el de la coiegialidad apostólica,
los apóstoles tuvieran ideas equivocadas (cf. Le 24,21; Act 1,6). había quedado totalmente en penumbra. Es ahora, en el Concilio
Fue Cristo (cf. Mt 16,21-28; 20,26-28; Le 17,20-21; 18,31-34; Vaticano II, cuando, reafirmando nuevamente, como es obvio, el
lo 18,36), y de modo definitivo el Espíritu Santo (cf. Act 2,1-36), primado de Pedro, se saca también a plena luz el otro aspecto,
quien les aclaró la verdadera naturaleza de ese «reino» que de- el de la coiegialidad apostólica incluido Pedro.
bían predicar. En visión de conjunto podemos decir que es un
«reino» de carácter complejo, con etapa de preparación (cf. Act Llama la atención el que afirmación tan fundamental como la
17,30; Rom 3,26; 1 Petr 1,11), de inauguración (cf. Me 1,15; Gal de la «coiegialidad» apostólica, que afecta a la constitución mis-
4,4; 1 Tim 2,6), de desarrollo (cf. Mt 13,30; Rom 11,25; 13,11; ma de la Iglesia, no vaya acompañada en el texto conciliar de las
2 Cor 6,2; 1 Thess 5,1-11) y de consumación definitiva (cf. Mt correspondientes citas bíblicas, al igual que suele hacerse con las
24,36; 25,31-46; Rom 2,5-11; 1 Cor 1,7-8; 2 Thess 1,6-10). La otras afirmaciones de este párrafo. Evidentemente, ello es inten-
presente constitución «De Ecclesia» no es sino una explicitación cionado. Tanto más, que en los debates conciliares hubo Padres
de la naturaleza de dicho reino. que explícitamente pidieron que se añadieran esas citas. Nos cons-
ta que se discutió el asunto en la Comisión doctrinal, optando
por no ponerlas y presentando nuevamente el texto sin ellas a
//. Institución a modo de colegio, con Pedro los Padres en la sala conciliar, que fue así aprobado. Sabemos
a la cabeza también cuál fue la razón de la omisión: evitar meterse en terre-
no disputado y si tal texto bíblico o tal otro había de ser o no
Fue éste un punto muy debatido en las sesiones conciliares.
citado. Se prefirió hacer escuetamente la afirmación. N o es este
Se trataba de encontrar la fórmula adecuada para expresar la ver-
o aquel texto; es todo un conjunto de textos, que mutuamente
dadera naturaleza de ese grupo de los Doce, instituido por Cris-
se complementan, los que sirven de base bíblica. Esos textos están
to, de que antes hablamos. Su repercusión sobre todo cuanto lue- en la boca de todos. Hay unos que hacen referencia más o menos
go se dirá sobre Papa y obispos es evidente. De ahí también el directamente al hecho o modo de la elección, hablando de «los
interés especial del tema. Doce» en plural, siempre como grupo, a los que se encarga, y no
En el texto conciliar hay dos afirmaciones fundamentales: que sólo a Pedro, una misión especial respecto de toda la Iglesia
los apóstoles fueron instituidos por Cristo a modo de colegio, y (cf. Mt 10,1-42; 18,18; 28,16-20; Me 3,13-19; 16,14-18; Le 6,
que uno de ese colegio, Pedro, fue puesto a la cabeza. Previa a 12-16; lo 20,19-29); hay otros que suponen ya actuando a ese
estas dos cuestiones hay otra latente, que es de mucha menor im- grupo, una vez subido Cristo al cielo, y siempre como grupo com-
portancia, pero a la que conviene también aludir: la relativa al pacto, llevando sobre sí la dirección suprema de la Iglesia (cf. Act
término «apóstoles», con que son designados los Doce, dando ex- 1,26; 2,14; 6,2; 8,14; 9,27; 15,2; 1 Cor 15,5-11; Gal 1,18-2,10).
presamente la cita de Le 6,13. Con todo, para no comenzar com- De la lectura de todos estos textos se saca claramente la impre-
plicando la exposición con problemas accesorios, dejaremos esto sión de que los apóstoles no eran doce personajes que habían
para el final, tratando antes de las dos cuestiones fundamentales. recibido aisladamente determinados poderes de Jesucristo y que
Primeramente, la afirmación de que Cristo instituyó a los luego, por unas u otras razones de carácter práctico, a impulsos
apóstoles «a modo de colegio o asamblea estable». No hay duda de una misma fe y caridad, ellos mismos se habían unido en
de que esta afirmación será considerada en el futuro como una grupo estable. No. Es Cristo mismo quien los elige como grupo
de las tesis más características del Concilio Vaticano II. N o que se o cuerpo moral, de modo que por el hecho mismo de pertenecer
trate de una doctrina nueva, descubierta ahora; pues, para no ci- a ese grupo tienen ya asignada una determinada misión en la
tar sino sólo un ejemplo, desde siglos venimos refiriéndonos en Iglesia.
el rezo del santo rosario a la bajada del Espíritu Santo sobre el No es, sin embargo, un grupo de iguales, como equivocada-
colegio apostólico. Sin embargo, nunca de modo explícito y di- mente podría alguno ver insinuado en la palabra «colegio». Uno
recto, en un documento oficial de la Iglesia, se había hecho esa de entre los apóstoles, perteneciente también al colegio, está pues-
afirmación. Más aún, el Concilio Vaticano I, al definir solemne- to a la cabeza, y esto no porque el conjunto de los miembros del
mente el primado de Pedro, había fijado de tal manera la atención grupo así lo quiera y determine, sino porque así lo ha determi-
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 19 363
362 Lorenzo Turrado
parece indicar el texto de Lucas. Sería un nombre que sólo se
nado Jesucristo. Esta segunda idea es también básica, no menos les habría aplicado posteriormente, una vez que comenzaron a
que la primera. Es por eso que el texto conciliar, para prevenir difundir el mensaje evangélico por el mundo, y que Lucas re-
malentendidos, no dice simplemente que Jesucristo instituyó a ios trotrae, poniéndolo en boca de Cristo 2 . Confesamos que las ra-
apóstoles «como colegio», sino que los instituyó «a modo de co- zones alegadas, de carácter siempre más o menos genérico y con
legio o asamblea estable». Con la elección de esa frase más vaga su mucho de hipótesis, no logran convencernos a dejar la inter-
se trata de evitar, conforme se advierte en la «nota explicativa» pretación obvia del texto de Lucas; sin embargo, es evidente que
de la Comisión doctrinal, incorporada a las actas del Concilio el texto conciliar no tenía por qué entrar en terreno discutible.
como fuente de interpretación auténtica, que el término «colegio» Tanto más que, para la sustancia de la doctrina, el que el nombre
se entienda en un sentido estrictamente jurídico, como asamblea de «apóstoles», o su correspondiente arameo «seluhim», fuera
de iguales que confiaran su propio poder a quien los preside. o no impuesto directamente por Jesús, no importaba gran cosa.
La cita bíblica confirmativa de este primado de Pedro está Lo importante era señalar que esos Doce, conocidos con el nombre
tomada de lo 21,15-17, pasaje en que se narra la escena de Cristo de apóstoles, fueron constituidos por Jesús a modo de colegio, con
confiando a Pedro el apacentamiento de sus corderos y ovejas. Pedro a la cabeza. Esto era lo realmente fundamental, incluso en
Sin duda que podrían haberse citado también otros textos (cf. Mt el terreno práctico, pues lleva como consecuencia el que no es
16,18-19; Le 22,32; lo 1,42), pero este de San Juan los resume sólo Pedro, valiéndose de colaboradores, sino que son todos los
todos. Ha habido autores que bajo la imagen de «corderos» han apóstoles, como cuerpo moral estable, bajo la jefatura de Pedro,
querido ver a los fieles en general, y bajo la de «ovejas», a los quienes deberán apacentar la Iglesia.
superiores jerárquicos, que son los más directamente encargados Quiero, sin embargo, hacer una observación. Y es la siguiente:
de engendrar para la Iglesia nuevos fieles (•=• corderos). Sin em- aunque la cuestión de nombre es de suyo innocua en el terreno doc-
bargo, no creemos que haya base para suponer en las palabras trinal, puede llevar unido algo que ya no es innocuo, sino de mu-
de Cristo tales sutilezas. El primado de Pedro queda afirmado no cho fondo, como sería el negar que Cristo, al elegir a los Doce,
porque el término «ovejas» arguya en su sentido real una signi- pensara en confiarles una «misión» determinada en orden a la
ficación distinta de la de «corderos», sino porque bajo esos dos conquista del mundo. Precisamente es ésta una de las razones por
términos, con que suele designarse la totalidad de un rebaño, que no gusta a muchos críticos el término «apóstoles» ( = envia-
queda incluida toda la Iglesia. Nadie, dentro de la Iglesia, queda dos) en boca, de Cristo, y, al contrario, gustan mucho del término
fuera del alcance de este poder dado a Pedro. Y nótese que las «los Doce», fácilmente acomodable a una concepción puramente
palabras de Cristo van dirigidas exclusiva y selectivamente a Pe- escatológica del reino que se anunciaba.
dro, no obstante estar presentes allí también otros apóstoles.
Queda, por fin, la cuestión relativa al término «apóstoles». En
el esquema presentado primeramente a los Padres se leía: «quos III. Misión que Cristo les confía
et apostólos nominavit (cf. Le 6,13), et ad instar instituit cuius- Ya al principio del párrafo, al hablar de la elección de los
dam collegíi», lección que en la Comisión doctrinal fue cambiada Doce, quedó indicado cuál era la misión fundamental a la que
por esta otra aprobada luego por el Concilio: «quos apostólos Cristo los destinaba: «enviarlos a predicar el reino de Dios». Esa
(cf. Le 6,13) ad modum collegii seu coetus stabilis instituit». El misión se especifica ahora más.
cambio principal está en la supresión del inciso «apostólos nomi- Su ámbito es universal; pues son enviados «a todas las gentes»,
navit». N o pareció conveniente a la Comisión dar, como afirma- sin distinción de razas ni de culturas. Quiere, sin embargo, Cristo
ción directa, ese texto de Lucas, y esto, «a fin de evitar las con- que haya cierta primacía de orden histórico por parte de los judíos,
troversias surgidas entre los exegetas sobre el sentido preciso de
2
ese nominavit». Así se dice expresamente en la relación explica- J. DUPONT, he nom ¿'Apotres a-t-il été donné aux Douze par Jésus?: L'Orient
Chr. 1 (1956) 267-290; 425-444; L. CERFAUX, Ponr l'histoire du titre Apostólos
tiva presentada a los Padres. dans le N. T.: Rev. de Se. Relig. 48 (1960) 76-92; G. KLEIN, Die zwolj Apoitel.
Ursprung und Gehalt einer Idee (Gottingen 1961).
En efecto, son bastantes los críticos actuales que, aplicando a También _ respecto de Pablo tratan algunos críticos de retrasar la idea de «apos-
nuestro caso el método de la Formgescbichie (Historia de las fot- tolado». Así A. Fridrichsen, quien dice que Pablo comenzó como un simple con-
vertido, sin conciencia de que tuviera una determinada «misión» en orden a los
mas), niegan que el nombre de «apóstoles», con que designamos gentiles. Esta idea la fue luego adquiriendo gradualmente (A. FRIDRICHSEN The
a los Doce, les fuera impuesto directamente por Cristo, conforme Apostle and bis Message, Upsala 1947).
364 Lorenzo Turrado C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 19 365
la nación privilegiada elegida para depositaría de las promesas me- do de hecho por todas partes el Evangelio, y a ese acto externo por
síánicas (cf. Rom 3,2; 9,1-6). Eso significa la fórmula: «a los hi- parte de los apóstoles correspondía una actividad interna en el
jos de Israel primeramente», tomada de Rom 1,16. No que el Evan- corazón de los oyentes por parte del Espíritu; es así como surge
gelio haya de tener mayores ventajas para los judíos que para los esa Iglesia universal ideada y querida por Cristo, «que fundó sobre
gentiles (cf. Act 10,34-35; Eph 2,14-18), sino que los judíos ten- los apóstoles y edificó sobre el bienaventurado Pedro, su cabeza,
drán cronológicamente cierta preferencia, ya que sólo a ellos había siendo Cristo Jesús mismo la piedra suprema angular».
predicado personalmente Cristo (cf. Mt 10,6; Me 7,27), y por Son muy de notar las dos ideas que el Concilio hace resaltar
ellos habían de comenzar también predicando los apóstoles (cf. Act en orden a la aceptación del Evangelio: predicación externa de
2,14-36; 3,26; 13,46). parte de los apóstoles y acción interna de parte del Espíritu Santo.
Para poder llevar a cabo esa misión universal, Cristo les hace Por lo demás, ambas ideas se encuentran ya claramente en la Sa-
«partícipes de su poder», constituyéndoles sus enviados o plenipo- grada Escritura (cf. Me 16,20; lo 6,65; Rom 10,14-15; 1 Cor 3,7;
tenciarios, con la triple potestad de enseñar, santificar y gobernar. Phil 2,13). También es de notar la descripción que el Concilio
Las citas bíblicas en apoyo de esta afirmación básica están toma- nos da de la estructura de la Iglesia, en relación a Cristo, Pedro y
das una de cada evangelista, y muy bien escogidas (cf. Mt 28,16-20; los apóstoles, con imágenes tomadas de tres conocidos textos bíbli-
Me 16,15; Le 24,45-48; lo 20,21-23). N o creemos que sea propio cos (cf. Apoc 21,14; Mt 16,18; Eph 2,20). A primera vista parece
de este lugar detenernos a hablar por extenso' de cada una de estas una descripción sencilla, sin complicaciones especiales; sin embar-
tres potestades, que la Iglesia siempre ha defendido 3 . Aquí nos go, fue un párrafo muy debatido. El punto de roce estaba no en lo
basta con tomar nota del hecho. que se refiere a Cristo, fundamento último indiscutible de todo el
También tomamos nota de otra afirmación fundamental: la de edificio de la Iglesia, sino en lo que se refiere a Pedro y a los
la asistencia que Cristo promete a los apóstoles «hasta la consuma- apóstoles. ¿En qué sentido podía hablarse de los apóstoles como
ción de los siglos». Es cita de Mt 28,20, y son palabras de enorme fundamento de la Iglesia? ¿Quedaban a salvo las prerrogativas de
alcance, dirigidas a los apóstoles, no a título personal, pues ellos Pedro? En el fondo era el mismo problema que al hablar de la
personalmente no habían de durar siempre, sino en cuanto pleni- «colegialidad».
potenciarios suyos con una misión de duración indefinida, sea por Por tratarse de un tema de suma importancia, vamos a comen-
sí, sea por sus sucesores. Una prueba visible de esa asistencia, que zar tomándolo un poco de lejos. En el esquema presentado pri-
iba a tener lugar a muy corto plazo, sería la efusión extraordinaria meramente a los Padres, este párrafo sonaba así: «... aedificatam
del Espíritu Santo en Pentecostés, que el mismo Cristo les había super Petrum. (cf. Mt 16,18), fidelibus ómnibus superaedificatis
prometido varias veces (cf. Le 24,49; lo 14,16; 16,7; Act 1,8). super fundamentum Apostolorum et Prophetarum, ipso summo
Nos place advertir que esta referencia explícita al Espíritu Santo, angulari lapide Christo Iesu» (Eph 2,20; cf. Apoc 21-14). N o hay
en conexión con la misión de los apóstoles, no estaba en el esque- duda de que la redacción era confusa. Se pretendía, evidentemente,
ma primeramente presentado en la sala conciliar, pero muy acer- en consonancia con lo dicho antes sobre la colegialidad, presentar
tadamente fue luego añadida, a petición de muchos Padres. también a los apóstoles, y no sólo a Pedro, como fundamento de la
Iglesia. Pero el texto elegido de Eph 2,20, citado literalmente, no
IV. Visión panorámica de la Iglesia parecía el más indicado. Aparte de resultar una composición de
imágenes («edificada... sobreedificados») poco feliz, es ese un
No se trata propiamente de añadir nuevos datos en orden a la texto cuya interpretación es dudosa, y lo más probable es que no
institución del colegio apostólico. En realidad, lo esencial está ya se aluda solamente al grupo de los Doce, sino, con sentido mucho
dicho. Las últimas líneas del texto conciliar son más bien condu- más amplio, a todos aquellos predicadores del Evangelio favoreci-
sión o, mejor, especie de visión panorámica de esa Iglesia, que se dos con el carisma de «apostolado» (cf. 1 Cor 12,29), que, con
supone ya fundada y en movimiento. carácter itinerante, iban de país en país fundando nuevas comu-
En efecto, se afirma lo siguiente: esos apóstoles, de quienes nidades 4, por lo que, en cuanto primeros testigos allí de la doctri-
antes se habló, mensajeros autorizados de Cristo, fueron extendien- na de Cristo, podían ser considerados como sostén o cimiento de
3
Cf. Conc. Trid. (D 961); Conc. Vatic. I (D 1827-1831); Pío IX. epíst. la fe de esas comunidades. Además, el texto paulino, al hablar de
Gravissimas ínter (D 1676); LEÓN XIII, ene. Satis cognitum (D 1957-1958);
Pío XI. ene. Quas primas (D 2194-2196) ; Pío XII, ene. Mystici Corporis (D 2287). 1
Cf. Didaché 11,3-6.
366 Lorenzo Turrado C3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 19 367
«sobreedificación», es con relación a Cristo, piedra angular y pri- texto, Cristo anuncia claramente a Pedro, a él en concreto, presen-
mer fundamento, no con relación a Pedro. Hubo Padres que, para tes allí los otros apóstoles, que sobre él edificará su Iglesia (nou
evitar dificultades y equívocos, propusieron suprimir todo el inciso, TTIV EXHÁno-íav) : lo que es el cimiento de un edificio mate-
terminando en la frase precedente: «... Ecclesiam congregant uni- rial, eso deberá ser Pedro en el edificio de la Iglesia. En otras pa-
versalem». Sin embargo, la Comisión doctrinal optó por la no su- labras, tenemos aquí la promesa del primado de Pedro; ese prima-
presión, dando al párrafo una redacción más clara y precisa, que do a que se refiere el texto de lo 21,15-17, citado también por
fue la aprobada luego en la sala conciliar. el Concilio, y que comentamos poco ha ".
En esta nueva redacción se sigue manteniendo la tesis de que Queda, finalmente, el texto de Apoc 21,14, citado expresa-
también los apóstoles, y no sólo Jesucristo y Pedro, deben ser con- mente por el Concilio como base bíblica de que también los após-
siderados como fundamento de la Iglesia. Ello no quiere decir, toles son fundamento de la Iglesia. Cierto que en ese texto del
como es evidente, que cada una de las tres categorías de persona- Apocalipsis no se alude directamente a la Iglesia de aquí abajo,
jes (Jesús-Pedro-apóstoles) hayan de ser fundamento en el mismo sino a la Iglesia o Jerusalén celeste; sin embargo, aparece clara-
sentido y con la misma amplitud. Está claro que no lo son. El texto mente como trasfondo la Iglesia terrestre, y si los apóstoles son
conciliar, sin embargo, no especifica las diferencias, contentándose presentados como fundamento de la ciudad celeste, es sin duda
con remitir a Apoc 21,14 (para los apóstoles), a Mt 16,18 (para por su papel en la Iglesia terrestre. Por lo demás, el hecho de con-
Pedro) y a Eph 2,20 (para Cristo). Dejados así los términos, sin siderar a la Iglesia fundada sobre los apóstoles aparece con fre-
más determinaciones, la tesis es incuestionable; pues apenas se hace cuencia en los Padres' y también en la liturgia 8 . En el fondo, no
otra cosa que citar las palabras de tres textos bíblicos. Será tarea se trata sino de expresar de otro modo la idea de la «colegialidad».
de los exegetas y teólogos, atendido el contexto de cada uno de 6
Este texto de Mt 16,18-19, prometiendo a Pedro el primado sobre toda la
esos tres textos y el conjunto todo de la revelación, hacer ulterio- Iglesia, ha sido y sigue siendo uno de los pasajes de la Sagrada Escritura más
res determinaciones. discutidos por los críticos. Ello es lógico, dada su extraordinaria importancia doc-
trinal. Modernamente, apoyándose en el método de la «Historia de las formas»,
Por lo que se refiere a Cristo, no hay dificultad especial, al los críticos acatólicos suelen considerar este pasaje como un logion fuera de su
contexto. Algunos, como E. Brunner y H. von Campenhausen, afirman abierta-
menos en líneas generales. Enviado y plenipotenciario del Padre mente que es de época muy posterior, formado más tarde en la Iglesia con ideas
que no son de Jesucristo; otros, como E. Lehmann, no van tan lejos, y dicen que
(cf. Mt 28,18; lo 3,16-18; 20,21; Phil 2,9-11; Hebr 1,2-4), El se trata de un hecho o acontecimiento pascual, mezclado luego con los hechos de
es el fundamento último de la Iglesia, quien le ha dado el ser y le Cesárea en la relación de Mateo; otros, en fin, como Cullmann, creen que el lugar
propio^ del logion es el discurso de la cena, cuando Cristo anuncia a Pedro su
está dando la consistencia (cf. Act 4,12; 1 Cor 3,11; Eph 1,10). negación, conforme se nos cuenta en Le 22,31-32.
El texto de Eph 2,20, citado por el Concilio, nos presenta a Cristo También en el campo católico hay hoy bastantes autores (A. Vógtle, P. Benoit,
J. Weber, M. Zerwick, etc.) que se inclinan a esta manera de ver, aunque rete-
bajo la imagen de «piedra angular» (áKpoycoviaTos). N o parece niendo, claro está, la historicidad de la perícopa. Es decir, no discuten sobre la
historicidad de la promesa del primado a Pedro por Cristo, sino sobre fecha y
que San Pablo, al expresarse de ese modo, esté pensando en la circunstancias en que esa promesa fue hecha. Creen que la hipótesis de Cullmann
es muy digna de tenerse en cuenta. Así se explicaría más fácilmente el que Marcos
clave de bóveda o piedra que cierra el edificio, conforme han inter- y Lucas, a pesar de que narran también el episodio de Cesárea, no aludan para
pretado algunos, sino en la piedra que hace esquina en los cimien- nada a este logion de Mateo. Sería un caso parecido al del «Padre nuestro», na-
rrado en Le 11,2-4, y que Mateo (6,9-13) parece que saca de su lugar histórico,
tos, uniendo dos laterales'. Esos dos laterales del edificio son los trasladándolo al sermón del monte (cf. P. BENOIT, La primauté de Pierre selon
le N. T..- Istina 2 [1955] 305-334; A. VÓGTLE, Mesüasbekenntnis und Petrus-
judíos y los gentiles, que Cristo ha juntado en un solo cuerpo, de verheissung. Zur Komposition Mt. 16,13-23: Bibl. Zeitschrift 1 [1957] 252-272;
quienes el Apóstol ha hablado poco antes (cf. v.16). N o es fácil 2 [1958] 85-103; J. J. WEBER, Tu es Petrus. Notes exégétiques: L'Ami Clergé 72
[1962] 113-121).
que de la imagen, en sí considerada, pueda deducirse más; sin 7
Cf. SAN HILARIO, In Ps. 67,10: PL 9,450; SAN JERÓNIMO, Adv. ¡ovin. 1,26:
embargo, parece claro que el Apóstol, como se ve por lo que dice PL 23,247; SAN AGUSTÍN, In Ps. 86,4: PL 37,1103; SAN GREGORIO M.. Mor. in
lob 28,5: PL 76,455-456; PRIMASIO, Comm. in Apoc. 5: PL 68,924; PASCASIO
luego (v.21-22: «en quien se alza...»), en la imagen de piedra RADB., In Matth. 8,16: PL 120,561.
s
angular incluye también la imagen de piedra fundamento. Es so- Así, v.gr., en un antiguo prefacio de la misa «de Apostolis»: «Veré dignum...,
quam [Ecclesiam] in Patriarchis mundasti, et in Apostolis condidisti; ex quibus
bre todo en este sentido como parece citar el texto el Concilio. beatum Petrum, apostolorum principan, ob confessionem Unigénita Filii tui, per os
eiusdem Verbi tui confirmatum in fundamento domus tuae, mutato nomine, caeles-
En cuanto al texto de Mt 16,18, aplicado a Pedro, no creemos tium claustrorum praesulem custodemque fecisti».
De modo parecido, en el prefacio de las festividades de la Cátedra de San
necesario ponernos a dar aquí explicaciones. Es texto conocidísimo, Pedro y de la fiesta de San Matías: «in quibus [Apostolis] Ecclesiae tuae funda-
el más traído y llevado en nuestros manuales de teología. En ese menta constituís» (Liber sacramentorum S. Gregorii: PL 78,50 y 51). Y en la
fiesta de Santo Tomás: «Ecclesiam tuam in apostolicis tribuisti consistere funda-
mentís, de quorum collegio beati Thomae, apostoli tur, solemnia celebrantes...»
5 (ibid.: PL 78,152).
Cf. S. LYONNET, De Chrhto summo angular! lapide sec. Eph. 2,20. Lapís
lastigii an lapis fundamenti?: Verbum Domini 27 (1949) 74-83.
368 ]uan Leal, S. 1. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 369

y pastoral se resume en aquella sentencia de Cristo: «He venido


LOS OBISPOS, SUCESORES BE LOS APOSTÓLES a servir y no a ser servido» (Mt 20,28), y en la lección que sacó
20. Esta divina misión confiada por Cristo a los apóstoles del simbolismo del lavatorio: «Si yo, el Señor y Maestro, os he
ha de durar basta el fin de los siglos (cf. Mi 28,20), puesto que lavado los pies, también vosotros debéis lavar los pies unos a
el Evangelio que ellos deben transmitir es en todo tiempo el prin- otros» (lo 13,14). Que era tanto como decir que la misión de
cipio de toda vida para la Iglesia. Por lo cual los apóstoles, en esta
sociedad jerárquicamente organizada, tuvieron cuidado de estable- enseñar, gobernar y santificar que les confiaba, como a enviados
cer sucesores. suyos, debía enmarcarse en un corazón auténticamente humilde
En efecto, no sólo tuvieron diversos colaboradores en el mi- y caritativo, en un servicio humilde y sacrificado1.
nisterio, sino que, a fin de que la misión a ellos confiada se Dejando, pues, el aspecto pastoral y ascético del número, que
continuase después de su muerte, los apóstoles, a modo de testa-
mento, confiaron a sus cooperadores inmediatos el encargo de aca- es, sobre todo, para ser meditado a la luz de los ejemplos de
bar y consolidar la obra por ellos comenzada, encomendándoles Cristo y de los dos grandes apóstoles, San Pedro y San Pablo, la
que atendieran a toda la grey en medio de la cual el Espíritu Santo panorámica bíblica de nuestro trabajo tendrá las siguientes líneas:
los había puesto para apacentar la Iglesia de Dios (cf. Act 20,28). 1) La institución y actuación del colegio de los Doce. Hecho
Establecieron, pues, tales colaboradores y les dieron la orden de
que, a su vez, otros hombres probados, al morir ellos, se hiciesen bíblicamente bien comprobado y fundamento de toda la jerarquía
cargo del -ministerio. Entre los varios ministerios que ya desde eclesiástica.
los primeros tiempos se ejercitan en la Iglesia, según testimonio 2) La sucesión en general, sin precisar ni su medida hori-
de la tradición, ocupa el primer lugar el oficio de aquellos que, zontal (funciones o poderes que permanecen) ni su línea vertical
constituidos en el episcopado, por una sucesión que surge desde el
principio, conservan la sucesión de la semilla apostólica primera. (personas que suceden). Hecho también bíblicamente claro.
Así, según atestigua San lreneo, por medio de aquellos que fueron 3) La sucesión en particular, concretando tanto la línea ho-
establecidos por los apóstoles como obispos y como sucesores su- rizontal de las funciones y poderes que se transmiten como las
yos, hasta nosotros se pregona y se conserva la tradición apostólica
en el mundo entero.
personas que suceden a los Doce. La respuesta bíblica es aquí
Así, pues, los obispos, junto con los presbíteros y diáconos,
menos precisa, y necesita la luz de la historia eclesiástica.
recibieron el ministerio de la comunidad para presidir en nombre
de Dios sobre la grey, de la que son pastores, como maestros
de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros dotados de /. La institución y actuación del colegio de los Doce
autoridad. Y así como permanece el oficio concedido por Dios
singularmente a Pedro, el primero entre los apóstoles, y se trans- Como se trata de un hecho histórico suficientemente claro en
mite a sus sucesores, así también permanece el oficio de los após- el N . T., nos contentamos con trazar la línea literaria de la ins-
toles de apacentar la Iglesia que permanentemente ejercita el orden
sacro de los obispos. Enseña, pues, este sagrado Sínodo que los titución y la actuación de los Doce en cuanto colegio.
obispos han sucedido por institución divina a los apóstoles como
pastores de la Iglesia, y quien a ellos escucha, a Cristo escu- A) Los EVANGELIOS
cha, y quien los desprecia, a Cristo desprecia y al que le envió
(cf. Le 10,16). 1) Elección de los Doce apóstoles (Mt 10,2; Le 6,13). Doce
«para que fuesen sus compañeros y para enviarlos a predicar»
P A R T E I . — E x p o s i c i ó n bíblica (Me 3,14).
Por Juan Leal, S. I. 2) Misión de los Doce discípulos (Mt 10,1; Me 6,7; Le 9,1).
3) En la crisis galilea, Jesús dice a los Doce: «¿Queréis
El n.20 de la constitución dogmática De Ecclesia trata de los también vosotros dejarme?» Respondióle Simón Pedro: «¿A quién
obispos como sucesores de los apóstoles. Juzgamos muy útil pre- vemos a ir?... Nosotros hemos creído...» (lo 6,67-68). «Simón
sentar ante todo una síntesis bíblica de la función y misión epis- Iscariote, uno de los Doce » (lo 6,71).
copal como se contiene en el Nuevo Testamento. Atenderemos 4) La tercera predicción de la pasión se hace «tomando
a su ser y fundamento teológico, que cimenta nuestra fe y res- aparte a los Doce» (Mt 20,17; Me 10,32; Le 18,31).
peto a la autoridad, y dej aremos el aspecto ascético y pastoral, 5) Con motivo de la petición de la madre de los Zebedeos,
que afecta a los propios pastores en sus relaciones de enorme los dos primeros evangelistas hablan de los otros diez (Mt 20,24;
responsabilidad ante Cristo y ante la Iglesia. Este aspecto ascético Me 10,41).
370 ]uan Leal, S. I. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 371
6) En la última cena se puso a comer con los Doce (Mt 26, Así queda expuesto el carácter colegial del apostolado, no sólo
20; Me 14,17), con sus apóstoles (Le 22,14). por el nombre (los Once, los Doce), separado del común de los
7) Judas (lo 6,71; Mt 26,47; Me 14,43; Le 22,47) y To- fieles (los ciento veinte hermanos), sino también por el fin y fun-
más (lo 20,24) tienen la particularidad de ser uno de los Doce. ción colegial: dar testimonio a una con nosotros acerca de la re-
8) Cuando muere Judas, se empieza a hablar de los Once surrección de Jesús.
(Le 24,33; Me 16,14; Mt 28,16). «Los Once» se distinguen de 2) La acttiación colegial de los Doce adquiere un relieve
todos los demás. Es significativa la frase de Le 24,33: Los Once singular e histórico en el resto del libro de los Hechos:
y sus compañeros. «Los Once» reciben la misma misión de Jesús a) El día de Pentecostés, Pedro se levanta con los Once.
(Mt 28,16s; lo 20,21-23). El autor del libro le hace hablar en plural y respaldado por la
Los Doce primero y los Once después forman un grupo par- presencia de los Once, que están de pie a su lado para testificar
ticular dentro del general de los discípulos. Han sido escogidos y confirmar cuanto él dice (2,14). Porque el discurso de Pedro
especialmente por Jesús para que estuvieran permanentemente es como si lo hubieran pronunciado los Doce, la turba que lo
con él, para que predicasen y obrasen milagros. Después del trán- escucha se dirige a Pedro y a los demás apóstoles (2,37). Los
sito de Jesús, los Doce quedan como vicarios suyos en la tierra, convertidos perseveran en la doctrina de los apóstoles y los mi-
con su misma misión y revestidos de sus poderes mesiánicos: lagros se hacen por los apóstoles (2,42-43).
«Como el Padre me envió, así yo os envío» (lo 20,21). b) Toda la escena del paralítico de la puerta Especiosa se
desenvuelve «colegialmente» en lo que tiene de hechos y de pa-
B) E L LIBRO DE LOS HECHOS labras. Pedro no obra individualmente, sino en nombre de su
La línea de los Doce se mantiene en el libro de los Hechos compañero ]uan (3,1.4.5.8.11.12.15). Las consecuencias del mi-
para ser mejor definida en su esencia y en su actuación: lagro también se exponen en la línea colegial (4,1-3.9.13.16.
1) Con motivo de la elección de Matías, tenemos las si- 19.20).
guientes características: c) A medida que crece el número de los fieles se especifica
a) Los apóstoles se siguen distinguiendo de entre el co- mejor la actuación de los apóstoles, que es siempre colegial: como
mún de los fieles, que son unos ciento veinte (cf. Act 1,15.17. testimonio, como gobierno y como realización de milagros (4,12.
20-22). 18.21.25.29.32.33.40.42). La actuación gubernativa se refleja en
b) El apostolado es definitivo como «ministerium», «diako- la administración de los bienes que renuncian los fieles (4,34.36.
nia» y «episcopatum» (Act 1,17.20) que debe permanecer y pa- 37; 5,2) y en la elección de los siete. Los Doce convocan a la
sar al sucesor de Judas. N o de manos de Judas, que ha muerto, muchedumbre (5,2) para que ella presente a siete (5,3.5). Los
sino directamente de manos del Señor, a quien se hace la ora- Doce son los que luego constituyen en dignidad, poniendo las
ción para que él revele aquel a quien él ha elegido para recibir manos a los siete presentados (5,3.5).
«el ministerio» (diakonia) y «el apostolado» (v.24-25) que aban- d) La actuación directiva de los apóstoles se manifiesta con
donó Judas. motivo de la conversión de Samaría y Antioquía. La actuación es
Tres nombres definen el cargo de los Doce: apostolado, mi- siempre colegial. Los apóstoles conocen que Samaría ha recibido
nisterio y episcopado. A la elección de los primeros precedió la la fe y envían a Pedro y a Juan (8,14). La actuación de Pedro y
oración personal de Jesús; ahora precede la oración de los pro- de Juan es también común. Los dos hacen oración e imponen las
pios discípulos. La elección viene del mismo Jesús. Por el rito manos; los dos enseñan (8,15.25).
de las suertes se pretende conocer aquel que Jesús mismo ha En el caso de la conversión de Antioquía no se habla expre-
elegido. samente de los apóstoles, sino de la Iglesia de ]erusalén. La Igle-
c) Las cualidades que se exigen para el sucesor correspon- sia de Jerusalén es la que es informada y ella es la que envía a
den al fin del cargo: debe haber acompañado a Jesús desde el Bernabé (11,22).
bautismo hasta la Ascensión, porque debe ser «testigo de la re- e) Como último caso de actuación colegial de los apóstoles
surrección juntamente con los otros once». La función esencial registremos la presentación que hace Bernabé a los apóstoles:
es la de dar testimonio colectivo, colegial, nobiscum. Por esto se Saulo es presentado por él a todos los apóstoles (9,27). Poco des-
dice al final: adnumeratus est Undecim Apostolis (Act 1,26). pués, en casa de Cornelio, Pedro no habla como particular, sino,
372 Juan Leal, S. I. C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 373

en nombre de los Doce (10,39-41.42). Aunque habla él solo, se


apoya en el testimonio colectivo de los Doce, haciendo también //. La sucesión en general
memoria de la orden de predicar y dar testimonio que recibieron La idea de sucesión en general está implícita en la elección
los Doce. Lo más llamativo de este episodio es que Pedro se sien- misma que hace Cristo de los Doce para una misión de propor-
te obligado de explicar su conducta a los apóstoles y a los her- ciones universales y duraderas hasta el fin de los siglos. Si Cristo
manos de Jerusalén (11,1). confía a los Doce una misión que trasciende los límites acorta-
/ ) Pablo, en sus viajes apostólicos, cuida muy bien de actuar dos de la personal e individual existencia, es claro que su inten-
en unión con los apóstoles de Jerusalén. En Antioquía se resuel- ción es que a los Doce sucedan otros indefinidamente hasta el
ve de modo colegial que Pablo y Bernabé suban a Jerusalén, fin de los siglos. La Iglesia debe durar hasta el final, con una
«a los apóstoles y a los presbíteros» (15,2). En Jerusalén son re- misión santificadora y continuadora de la misma misión mesiá-
cibidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros (15,4). Nó- nica de Jesús. Los sucesores de los Doce, con poderes más o me-
tese el triple artículo con función enfática. Para resolver el pro- nos recortados o extensos, no deberán faltar nunca. En los Evan-
blema que plantean los enviados de la Iglesia de Antioquía se gelios existen indicios de la sucesión, que se presupone y entrevé
reúnen «los apóstoles y los presbíteros» (15,6). El resultado final latente. En el libro de los Hechos la sucesión es tangible como
fue que pareció bien «a los apóstoles, a los presbíteros y a toda una realidad viviente. Y lo mismo vale para las cartas de San
la asamblea elegir una comisión que fuera a Antioquía con Pablo Pablo.
y Bernabé (15,22). Llevan una carta que firman «los apóstoles y
los presbíteros» (15,23). En ella se afirma que los perturbadores A) Los EVANGELIOS
de Antioquía no llevaban misión oficial (15,24). Los de ahora sí
la llevan: placuit nobis. Los de ahora van escogidos y enviados 1) La elección y la misión de los Doce no es exclusiva en
por nosotros (15,25.26). Frente a la misión anterior, que no era los Evangelios. Se habla en ellos también de una elección y mi-
oficial ni auténtica, ahora se habla de otra misión auténtica y ofi- sión de más amplias proporciones: la misión de los setenta y dos
cial. La misión oficial la componen Judas y Silas, dos miembros discípulos (Le 10,1), operarios de la mies del Señor (Le 10,2).
beneméritos de la Iglesia de Jerusalén (15,27). Judas y Silas van También ellos deben predicar y curar a los enfermos (10,9). Esta
en nombre de la autoridad central de Jerusalén, que es la que misión, al mismo tiempo que destaca la elección de los Doce,
habla en la carta y la que interpreta y ordena (15,28). prueba también la variedad de los miembros jerárquicos en el
cuerpo de la Iglesia, como la fundó Cristo.
Terminada la misión de Judas y de Silas en Antioquía, el pri-
mero se vuelve a Jerusalén; el segundo prefiere quedarse en An- 2) En la misión final de los Doce hay implícita una suce-
tioquía, para ser en adelante fiel compañero y colaborador de sión de los mismos, una proyección ilimitada de poderes jerár-
Pablo (15,34). quicos. La misión de los Doce es universal, con extensión de
Este ejemplo es muy significativo para la historia bíblica del naciones y de tiempo. «A todas las gentes». «Hasta el fin de los
centralismo jerárquico cristiano, de la actuación colegial y de la siglos». Ahora bien, los Doce no pueden personalmente abarcar
misión oficial, que se extiende a miembros que ya no pertenecen esta extensión ilimitada. Se imponen, pues, otros que, revestidos
al grupo de los Doce, como son Judas y Silas. Tenemos también de sus poderes y de su misión, bauticen, prediquen y enseñen.
un ejemplo de la que hoy llamamos misión canónica, como con- La sucesión está implícita, pero muy clara.
tradistinta de la misión no canónica, y que recae sobre dos miem-
bros que no pertenecen al colegio de los Doce, aunque son pro- B) Los HECHOS DE LOS APÓSTOLES
fetas.
Aunque se prescinda de la idea y práctica de la sucesión den-
En su segundo viaje apostólico, «Pablo y Silas» irán promul-
tro del judaismo, que es el seno en donde nace la Iglesia, el
gando «los preceptos» de los apóstoles y presbíteros de Jerusa-
libro de los Hechos nos da la tesis de la sucesión jerárquica de
lén (16,4).
una manera vital e histórica.
1) El problema de la sucesión se plantea desde el primer
día con motivo de la desaparición de Judas (Act 1,15-26). Pedro
ha comprendido que la misión y los poderes transmitidos por
374 Juan Leal, S. I.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 375
Jesús a los Doce deben permanecer, aunque las personas indivi-
duas vayan desapareciendo. Su primera actuación como cabeza Ananías, cristiano de Damasco, que impone las manos a Pablo,
de los Doce es la de proveer a la sucesión de Judas. Lo intere- lo cura de la ceguera y lo llena del Espíritu Santo (9,17), para
sante es que, después de la Ascensión de Cristo, de su actuación todo lo cual ha recibido encargo especial de Jesús (9,18). Ber-
directa y visible, una persona nueva entra a formar parte del co- nabé tampoco figura entre los siete y, sin embargo, está en rela-
legio. El colegio permanecerá, aunque mueran las personas par- ción con los Doce. El presenta a Pablo en Jerusalén (9,27), luego
ticulares. es enviado oficialmente por la Iglesia de Jerusalén para visitar
La oración y el rito de las suertes sirve para conocer la elec- a los conversos de Antioquía (11,22). Misión de inspección o
ción divina. Existe distinción entre «ministerio, episcopado, apos- episcopal, de predicación. Misión oficial.
tolado» y personas. Ha cesado una persona concreta, pero su mi- 4) Al lado de los apóstoles encontramos a los presbíteros
nisterio, su episcopado y su apostolado no puede cesar. Debe entre los años 40 y 50. Si al principio vemos que los bienes se
recaer sobre otra persona. Pasa la persona, pero el cargo y el entregaban a los apóstoles, ahora vemos que Pablo y Bernabé los
oficio no pasa, sino que permanece. Pedro considera «la sucesión» entregan a los presbíteros (11,30). En los años 49-50, los pres-
como plan de Dios. Este es el valor bíblico que tiene el verbo bíteros figuran al lado de los apóstoles, cuando ya Pablo y Ber-
«conviene» (Act 1,16.21). «Conviene que otro suceda...». Dios nabé habían vuelto de su primer viaje apostólico y habían puesto
lo quiere. La sucesión pertenece a la economía divina, al derecho «presbíteros» al frente de las Iglesias que iban fundando (14,22).
divino. En Antioquía vemos que hacia el año 44-45, cuando empieza
2) La historia de Pablo, que se equipara a los Doce (1 Cor el primer viaje apostólico de Pablo, los projetas y doctores, en
9,1; 15,8.9), abre un gran paso en la historia de la sucesión. un acto litúrgico, reciben orden del Espíritu de «separar a Pablo
Pablo no sucede a ninguno, pero entra en el colegio de los Doce y a Bernabé». Hacen oración, les imponen las manos y luego los
porque el número no es clausus. Pablo viene a hacer el número dos elegidos parten para su misión. Estos doctores y profetas de
trece. El número es accidental. Lo esencial es el colegio. Pablo Antioquía no habían nacido por generación espontánea. Recuér-
entra en la función apostólica antes de la muerte de Santiago el dese cómo la Iglesia de Antioquía había sido visitada por una
Mayor y nunca se relaciona su ingreso con la defección de ningún misión oficial de la Iglesia madre de Jerusalén. En Antioquía
otro apóstol. Pablo ha sido escogido personalmente por el Señor existía una jerarquía con poderes de gobierno, de santificación
y ha visto al Señor. Es testigo de la resurrección y ha recibido y magisterio en comunión y subordinación a los apóstoles de
misión de testimoniarla. Jerusalén.
3) La elección de los siete, conocidos vulgarmente con el Pablo, en su último viaje apostólico, convoca en Mileto a los
nombre de diáconos, es un nuevo paso^ en la historia de la suce- presbíteros de la vecina ciudad de Efeso y les encarga que miren
sión. Los Doce no pueden atender a todas las funciones recto- «por todo el rebaño», porque el Espíritu Santo los ha puesto como
ras, porque su función principal es el ministerio de la palabra obispos para regir la Iglesia de Dios (20,29). Su misión es velar
(Act 6,2). Entonces proponen a la comunidad que señalen siete. por la verdad de la doctrina. Los presbíteros de Efeso son una
Y ellos les imponen las manos y los constituyen delegados su- autoridad episcopal y magisterial, subordinada a Pablo, que existe
yos, dándoles parte de su ministerio. Sin que haya sucesión pro- en vida de él y que debe continuar parte de su misión después
piamente tal, hay aquí comunicación y transmisión de poderes de su muerte.
mediante el rito de la imposición. Hay separación del común de Todos estos casos nos van mostrando de una manera vital y
los fieles para un determinado cargo a favor de la comunidad. dispersa cómo, a medida que la Iglesia iba creciendo, la autoridad
Esta separación se hace por la legítima autoridad apostólica y de los apóstoles se iba extendiendo también a determinadas per-
por un rito determinado (6,2-5). sonas, arrancando siempre, en una forma o en otra, de los pro-
pios apóstoles. Si mientras ellos viven no existe propiamente la
Aunque la elección de los siete parece hacerse en orden al
sucesión, sí existe la comunicación de poderes para el gobierno,
servicio material de las limosnas, de hecho tiene un fin más am-
el magisterio y la administración de los sacramentos. Los após-
plio y espiritual, pues los vemos actuando en el plano de la pre-
toles no podían por sí mismos atender a todos y a todas partes.
dicación y de la administración del bautismo. Recuérdese la his-
toria de Esteban y de Felipe (8,36-38). Entre los siete no figura
376 Juan Leal, S. 1. C3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 377
Iglesia de Efeso (4,11). «La presidencia» debe decir relación con
III. La sucesión en particular las asambleas litúrgicas que se mencionan en 1 Cor.
En Filipos hay una clara distinción entre los simples fieles y
Hemos visto la sucesión de los poderes apostólicos en gene-
los obispos y diáconos (1,1).
ral. Veamos ahora las personas concretas en quienes los Doce re-
parten sus poderes, qué clases de poderes comunican y, por últi- En la carta a los Romanos (12,6-8) se habla de los profetas,
mo, los vestigios bíblicos del actual obispo monárquico. de los ministros, de los maestros y de los que presiden, como
1) Los primeros que entran en la participación de los pode- funciones diversas.
res apostólicos por medio de la imposición de las manos son ios En suma: los cargos y las funciones eclesiásticas existen cla-
siete, que llamamos diáconos (Act 6,2-6). Dos fueron notables ramente en tiempo de los apóstoles y recaen sobre personas de-
evangelistas o predicadores del Evangelio: San Esteban y San Fe- terminadas entresacadas del común de los fieles. Los nombres
lipe (6,8-10; 8,35). cambian, pero la triple función de magisterio, de gobierno y de
2) Por orden cronológico vienen después los presbíteros de santificación es siempre constante, como participación de la mi-
Jerusalén. Figuran al lado de los apóstoles con verdadera auto- sión y del poder conferido a los apóstoles.
ridad y como centro de unidad y tradición. Pablo y Bernabé en- 4) Los apóstoles.—En la terminología paulina, este nombre
tregan las limosnas a los presbíteros (11,30). En este caso no se tiene una extensión mayor que en los Evangelios. Designa a los
menciona a los apóstoles. En la controversia de los judaizantes, Doce (Gal 4,19; 1 Cor 15,1-11), al propio Pablo (1 Cor 1,1;
Pablo y Bernabé son enviados por la comunidad de Antioquía 2 Cor 1,1; Eph 1,1; Col 1,1; Gal 1,1; Rom 1,1) y a Silvano
a los apóstoles y a los presbíteros (15,2), que actúan en el Con- y Timoteo (1 Thess 2,7). En Rom 16,7 se llama apóstol a Andró-
cilio de Jerusalén al lado de los apóstoles (15,4.22.23). ¿Quiénes nico y a Junias: «apóstoles muy señalados». Existen también los
eran estos presbíteros? Al final del tercer viaje de Pablo acuden «apóstoles de Cristo» (2 Cor 11,13), distintos de los Doce y que
todos los presbíteros a casa de Santiago (21,18). Poco antes Pablo se contraponen a los «pseudoapóstoles». Esto quiere decir que el
había convocado a los presbíteros de Efeso. Es decir, que los nombre de apóstoles ha ido adquiriendo un sentido amplio, como
presbíteros estaban por debajo de los apóstoles, pero participaban el de profetas, doctores y taumaturgos. Dios ha constituido prime-
parte de su misión: la de regir, la de enseñar, la de vigilar, como ro apóstoles; luego, profetas y doctores (1 Cor 12,28; Eph 4,11).
guardianes de la grey (Act 20,28.30). Parece que presbítero es San Pablo se ha ido escogiendo diversos colaboradores con
nombre de dignidad y obispo nombre funcional. Los dos se re- quienes reparte sus poderes, y así se explica que a veces les dé
fieren a las mismas personas (cf. Act 21,17.28). Eran los más el mismo nombre de apóstoles. Anuncian como él a Jesucristo
cercanos a los apóstoles. Muertos ellos, quedan al frente de las (2 Cor 1,19), poseen la capacitación divina, que los hace dignos
Iglesias. ministros del Nuevo Testamento (2 Cor 3,5-6). Todos son lega-
3) Los projetas y maestros.—En Antioquía hay cinco pro- dos de Cristo (2 Cor 5,20).
fetas y maestros. Entre ellos, Bernabé y Pablo (Act 13,1). N o son Al mismo tiempo son delegados del propio Pablo. Por eso
simples carismáticos, sino ministros investidos de una función los envía a diversas Iglesias en su nombre. Así a Timoteo (1 Thess
litúrgica por lo menos (13,2). La expresión que usa el texto es 3,2; 1 Cor 16,10), a Tito (2 Cor 8,23), a Tíquico (Eph 6,21;
Col 4,7). Cuando Pablo se siente cercano a la muerte, el papel
la misma que emplean los LXX para expresar las funciones sacer-
de sus delegados toma más importancia. Ellos van a quedar en
dotales en el templo. A ellos se les comunica el Espíritu, y ellos
su lugar con toda la autoridad y responsabilidad necesaria para
imponen las manos sobre Bernabé y Pablo para renovar o aumen-
continuar la obra apostólica y el gobierno de las diversas Iglesias.
tar la gracia recibida en la primera consagración (13,3). En las pastorales, los legados de Pablo aparecen fundando y or-
En Corinto, los profetas y doctores aparecen después de los ganizando comunidades. Tienen poder incluso sobre los presbí-
apóstoles (1 Cor 12,28). A su lado están también los que gobier- teros y los diáconos. Siempre al dictado de Pablo y con la consig-
nan o dirigen el timón de la nave cristiana, si queremos mantener na de mantener «el depósito de la doctrina». Timoteo y Tito
el matiz del término griego (1 Cor 12,28). poseen los auténticos poderes que hoy ejerce el obispo monárqui-
En Tesalónica existen los que trabajan, presiden y amonestan co. Tienen autoridad de magisterio, de gobierno y pueden hasta
a los fieles (1 Thess 5,12). Son los pastores y maestros de la ordenar (2 Tim 2,2), como lo ha hecho Pablo (2 Tim 1,6). En
378 Juan Leal, S. 7.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 379
vida de Pablo no aparecen adscritos a una determinada Iglesia,
excepción. Basta para explicar el texto sagrado que la mayor par-
sino a disposición del Apóstol. Se podrían llamar obispos auxi-
te de los Doce creyeran y que muchos de los parientes no cre-
liares o coadjutores del propio Pablo.
yeran.
5) Los obispos.—En la Iglesia de Filipos existen «obispos»
y «diáconos» (1,1). Los presbíteros de Efeso son también obispos 7. El ángel de la Iglesia.—En el libro del Apocalipsis, las
(Act 20,17.28) y tienen como misión ser pastores de la Iglesia siete Iglesias están simbolizadas por los siete candeleras, entre
(Act 20,28). Esta misma función se relaciona con el magisterio los cuales aparece el Hijo del Hombre. Los ángeles de las Igle-
en Eph 4,11, donde los «maestros» son llamados «pastores». Pa- sias se simbolizan por las siete estrellas que lleva Cristo en su
rece, pues, que existe cierta equivalencia entre estos diversos tér- mano derecha (1,20).
minos : «presbíteros, maestros, obispos y pastores». En todos estos ¿Quiénes son estos ángeles? Desde luego, no se trata ni de
casos, los obispos van en plural. En las cartas pastorales se habla los mensajeros o legados que envían las Iglesias ni de los que
en singular del «obispo» (1 Tim 3,1-7; Tit 1,7-9) y en plural se envían a las Iglesias. Todo hace pensar que se trata de los jefes
de «los presbíteros y diáconos». Por otra parte, vemos que las que presiden y representan a las Iglesias. San Agustín los iden-
cualidades del obispo son las mismas que las de los presbíteros tifica con el obispo residencial. Le siguen muchos exegetas. El
(Tit 1,5-6). En efecto, después de enumerar las cualidades que Apocalipsis se inspira en el libro de Daniel, donde los superiores
deben tener «los presbíteros», se resume todo diciendo que «el son llamados ángeles (Dan 12,3). En Malaquías 2,7 el sacerdote
obispo» debe ser (Tit 1,7). Parece, pues, que los presbíteros se es llamado «ángel del Señor de los ejércitos».
identifican con el obispo.
Con todo, algunos los distinguen: primero1, porque el obispo CONCLUSIÓN
va siempre en singular en las cartas pastorales. Segundo, porque
En la Iglesia, como se refleja en la historia bíblica, existen
las cualidades y las funciones del obispo parecen sobrepasar a
diversidad de nombres para expresar la autoridad sagrada que
las de los presbíteros. Tercero, porque el obispo representa a toda
encarnan determinados miembros entresacados del común de los
la Iglesia, especialmente con relación a los de fuera. Así se ex-
fieles. Al lado de los Doce, que poseen la plenitud de la autori-
plica que algunos hayan creído que el obispo era el presidente
dad mesiánica, están los otros llamados apóstoles, que controlan
de todo el cuerpo presbiteral, afirmación que no es fácil demos-
a los obispos, presbíteros y diáconos. El que más semejanza tiene
trar ni refutar. En todo caso es cierto que tanto Timoteo como
con el obispo actual es Santiago, hermano del Señor. Si no perte-
Tito están siempre por encima de los presbíteros, del obispo y
necía a los Doce, tenemos aquí un ejemplo claro del obispo re-
de los diáconos. Ellos encarnan al actual obispo monárquico.
sidencial. Los ángeles de las siete Iglesias también nos orientan
6. Santiago, el hermano del Señor.—En Jerusalén aparece hacia el obispo monárquico. Los Doce han repartido entre sus
siempre como suprema autoridad local Santiago, el hermano del colaboradores los poderes que no eran puramente personales y
Señor. Es el caso más claro del obispo residencial. No es tan claro t que, por su misma naturaleza, debían permanecer en la Iglesia:
que se trate de uno de los Doce, como generalmente se afirma, gobierno, magisterio y santificación.
o de un simple pariente del Señor elevado a la dignidad episco-
pal. Nosotros creemos que era realmente uno de los Doce. Sólo
así se explica la autoridad que ejerce en medio de los mismos PARTE II.—Exposición teológica
Doce. El respeto que le tenía el propio San Pedro. Sin hablar de
Por Joaquín Salaverri, S. I.
San Pablo, en cuya psicología e historia apostólica pesa tanto.
La razón que suele alegarse para excluir a Santiago del cole- En el número 20 de la constitución Lumen gentium se pro-
gio de los Doce está tomada de lo 7,5 y de Me 3,21. Los Doce pone la doctrina de la sucesión apostólica de los obispos; doctrina
vienen contrapuestos a los parientes del Señor. Los Doce, se dice, de capital importancia, dado que en ella se funda la propia y
creían en Jesús. Los parientes no creían. Preguntamos nosotros: superior autoridad de los obispos en la Iglesia 1 .
¿cómo debe entenderse el sujeto de los que creen y de los que
1
no creen? N o se puede demostrar que el Evangelio afirme que BIBLIOGRAFÍA. Sobre este tema es abundantísima. Hasta 1961 puede verse en
J. SALAVERRI, De Bcclesia: SThS I (BAC, 1962) n.330. Se puede completar has-
los Doce creían sin excepción, ni que los parientes no creían sin ta 1964 con A. DE ESTEBAN ROMERO, Nota bibliográfica, en Colegio Episcopal I
(1964) 19-54, y con las de los distintos trabajos de esta obra de colaboración. Ulte-
380 Joaquín Salaverri, S. I. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 381
a
El Concilio de 7'rento, en la sesión 22 sobre la institución del pueden reducir a las siguientes: 1 . De la perennidad e identidad
sacrificio eucarístico, enseña: «Como no> se había de extinguir el de misión sigúese la sucesión. 2. a Por la tradición sabemos que
sacerdocio de Cristo con su muerte, nuestro divino Redentor, en esos sucesores son los obispos. 3. a índole ministerial de los suce-
la última cena, para dejar a su amada Esposa, la Iglesia, un sa- sores. 4. a Como perdura el sucesor de Pedro, así perdura tam-
crificio visible, que representara al suyo en la cruz y perpetuara bién la sucesión dé, los apóstoles en el orden episcopal. 5. a Con-
su memoria hasta el fin de los siglos..., ofreció a Dios Padre su clusión: Por institución divina, los obispos suceden a los apósto-
cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y vino, y los entregó les como pastores de la Iglesia.
para que los tomaran a sus apóstoles, a quienes constituyó en-
tonces sacerdotes del Nuevo Testamento, mandándoles a ellos y 1.a D E LA PERENNIDAD E IDENTIDAD DE MISIÓN SÍGUESE
a sus sucesores en el sacerdocio que los ofrecieran, con estas pa- LA SUCESIÓN 6

labras: Haced esto en memoria mía (Le 22,19). Y el mismo Con-


cilio, en la sesión 23, sobre el sacramento del Orden, añade que, 1) La perennidad.—La voluntad divina de la sucesión apos-
«instituyendo el cargo sacerdotal, el divino Salvador dio a los tólica nos la reveló Cristo, más que con frases explícitas, en el
apóstoles y a sus sucesores en el sacerdocio la potestad de consa- sentido eminentemente profético de sus palabras institucionales,
grar, ofrecer y administrar su cuerpo y sangre» en la Eucaristía 2. con el carácter de perennidad que imprimió a la obra realizada
con sus discípulos, pero destinada a la salvación de todos los
Según estas enseñanzas de Trento, se puede decir que todos
hombres '. La obra de Cristo es aquel pusillus grex formado por
los sacerdotes son ciertamente sucesores de los apóstoles en el sacer-
el Maestro con sus discípulos, pero al que Dios se ha dignado
docio, y que en esta sucesión apostólica va expresada su excelsa
confiar su reino universal (Le 12,22) ; es como un diminuto grano
dignidad sacerdotal; dignidad que el Concilio Vaticano II, por
de mostaza, pero destinado a desarrollarse inmensamente, para
su parte, explicó diciendo: «El don espiritual que los presbíteros
acoger en sus ramas a todas las aves del cielo (Mt 13,31) ; la
reciben en su ordenación los prepara no para una limitada y res-
Iglesia, en fin, es aquella heredad del Padre de familias, tan di-
tringida misión, sino para la amplísima y universal misión salva-
latada como el mundo (ager autem est mundus), en la que el
dora hasta los confines de la tierra (Act 1,8), dado que cualquier
Hijo del hombre, con la ayuda de sus ángeles o enviados, ha de
misión sacerdotal participa de la misma universal amplitud de la
sembrar su buena semilla y ha de cuidar de que el buen trigo
misión que Cristo encomendó a los apóstoles» s.
de su siembra no perezca, hasta su final recolección en la consu-
Sin embargo, el mismo Vaticano II rectamente advierte que mación de los siglos (Mt 13,37-43). Tal es la profunda razón
los «presbíteros participan del cargo de los apóstoles en la parte de la perennidad que indica el Concilio diciendo: «El Evangelio,
que les es propia», o sea como «cooperadores del orden episco- que han de transmitir los apóstoles, es para la Iglesia de todos
pal» \ Y la razón es porque en ellos esa sucesión apostólica se los tiempos principio de toda vida».
refiere al poder de «consagrar, ofrecer y administrar el cuerpo y
sangre del Señor» sacramentado, y no es tan plena como la de La misma perennidad la halla el Concilio expresada explíci-
los obispos, a los que en la consagración episcopal se les con- tamente en las palabras del Salvador en su mandato misional
fiere la plenitud del sacramento del Orden, como el mismo Vati- definitivo: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tie-
cano II expresamente enseña s . rra. Id, pues, y haced mis discípulos a todas las gentes, bauti-
zándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
De esta más plena sucesión apostólica trata el número 20 de
enseñándolas a guardar todas las cosas que os he mandado; y
la constitución Lumen gentium, y las cosas que en él enseña se
he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta la con-
nórmente, U. DOMÍNGUEZ DEL VAL, Orientación bibliográfica sobre la Eclesiología en sumación de los siglos» (Mt 28,18-20). La misma intención de
los años 1930 a 1964: Salmanticensis 12 (1965) 319-394. Otros trabajos no incluidos perennidad salvadora la manifestó el Señor en otras ocasiones.
en las bibliografías anteriores: J. LÉCUYER, Études sur la collégialité episcopal (1964) ;
G. D'ERCOLE, Communio-Collegialítd-Primato e sollicitudo ornnium Ecclesiarum (1964) ; Así, en la solemne cena pascual con sus discípulos les mandó
La collégialité épiscopale: Unam Sanctam 52 (obra de colaboración, 1965) ; O. DE
LA BROSSE, Le Pape et le Concite: Unam Sanctam 58 (1965) ; Vatican 11. La consti- 6
Cf. texto conciliar.
tution «.Lumen gentium» (texto latín-francés y comentarios) : Unam Sanctarn 51a y 7
51b (obra de colaboración, 1965). Destacan la índole profética de las palabras institucionales L. CERFAUX, $. Fierre
et sa succession: RchScRel 41 (1953) 182-202; J. CAMBIER, Dialogue avec M. Cull-
- DEN7., 938 y 957.
:1 mann: IiphThLov 29 (1953) 646-653; A. VÓGTLE, Der Petras der Vorheíssung und
De preshyterorum ministerio et rita ri.10. Ibjñllung: Münch'l'bZeitsch 5 (1954) 1-47; P. BENOIT, La Primante de 5. Pietre
''s De preshyterorum ministerio et rita n.2.4.12, etc. ¡clon le N. T.: Istina 2 (1955) 305-334, y otros.
Cunst. Lumen gentium n.2i.
382 Joaquín Salaverrt, S. 1. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 383
que en memoria suya hiciesen ellos aquello' mismo que acababa que El había recibido del Padre. Esto lo prometió primero y
de hacer El, hasta su segunda venida al fin de los tiempos; y lo después lo realizó» (lo 17,18; 20,21) ". Como es evidente, esta
que El había hecho fue ofrecer de presente al Eterno Padre el identidad perenne no puede entenderse de las personas físicas
sacrificio de la «sangre del Nuevo Testamento en remisión de de sus discípulos, porque todos habían de morir, sino que se
los pecados» de los hombres 8. entiende de la identidad moral y jurídica que se da en la suce-
Esa perennidad y universalidad salvadora era lo más carac- sión, que es la sustitución de sujetos en el desempeño de un cargo,
terístico y propio de la misión que Cristo recibió del Padre, sin cambio alguno de los derechos y obligaciones del mismo
como El mismo lo expresó con palabras inequívocas, que el após- cargo. De esta suerte, los discípulos fueron encargados por Cris-
tol San Juan nos transmitió en sus escritos: «Porque así amó to, a perpetuidad, de transmitir sus enseñanzas, de urgir sus
Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el mandatos y de administrar sus sacramentos, de tal manera que «el
que cree en El no perezca, sino' obtenga la vida eterna. Porque que a ellos oyese y recibiese le oiría y recibiría a El, y lo que
no envió Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo, ellos decidiesen o mandasen sería decisión o mandato del mismo
sino para que el mundo se salve por El. Porque yo descendí del Dios, pues no habían de ser meramente ellos los que hablarían
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de aquel que o actuarían, sino que el mismo Espíritu del Padre hablaría y
me envió... Ahora bien, la voluntad de mi Padre, que me envió, actuaría en ellos» 12.
es ésta: que todo el que ve al Hijo y cree en El obtenga la La misma identidad perenne la expresa el Salvador, revelando
vida eterna y yo' le resucite en el último día» \ a sus discípulos que El mismo y su divino Espíritu habían de
De esa perennidad y universalidad salvadora hizo' Cristo par- continuar en ellos y por ellos ejerciendo1 sin interrupción esa mi-
tícipes a sus apóstoles, confiándoles la misión recibida del Padre sión redentora. La perspectiva del Mesías, que hablaba a sus
en beneficio de la humanidad, ya que, según San Pedro, «en apóstoles, y la autoridad del Hijo de Dios, que daba a sus pro-
ningún otro hay salvación, ni existe debajo' del cielo otro nombre mesas un valor de verdad definitiva, era una perspectiva eminen-
dado a los hombres por el cual debamos salvarnos» (Act 4,12). temente profética y una autoridad formalmente divina, por las
Y de aquí arranca la otra razón de la que también se sigue por que es imposible dudar de su perfecta realización y continuación
necesidad la sucesión. hasta el fin de los siglos. «Como me envió el Padre, así yo os
2) La identidad de misión exige la sucesión. El mismo' San envío' a vosotros a predicar el perdón de los pecados y la peni-
Juan nos habla de esa identidad de misión, transmitiéndonos las tencia a todas las naciones. Esperad en la ciudad hasta que seáis
palabras con las que el divino Maestro se dignó revelarla: «Como revestidos de la virtud de lo alto; porque voy a enviaros el Pa-
me envió a mí el Padre, así yo os envío a vosotros» (lo 17,18; ráclito, el prometido del Padre, el Espíritu de verdad, para que
20,21). Y explicando el contenido de esta misión, que con- os enseñe y recuerde todas las cosas que yo os he dicho y para
fiaba a sus discípulos, les recuerda cómo les comunicó la misma que permanezca con vosotros y more en vosotros para siempre.
doctrina, el mismo mandato, el mismo oficio que Cristo en Y he aquí que también yo estaré con vosotros todos los días
cuanto hombre había recibido del Padre, para que después de su hasta la consumación de los siglos. De suerte que, después de re-
Ascensión continuaran ejerciendo la misma misión mesiánica en cibir la virtud del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros,
los aspectos que tiene de humana y sensible10. Esta identidad seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaría y
de misión, fundada en su perennidad y deducida de los mismos hasta en los últimos confines de la tierra» ".
pasajes de San Juan, la afirmó vigorosamente León XIII, dicien-
do: «Como era necesario que el cargo divino de Cristo fuese 11
LEÓN XIII, ene. Satis cognitum: ASS 28 (1896) 709.712.717. Esta identidad
perenne y perpetuo, por eso reunió en torno a sí algunos discípu- de misión se entiende no de la potestad de autoridad, que Cristo poseía como Dios
y es incomunicable a la creatura, ni de la potestad de excelencia, que era propia de
los de sus enseñanzas y los hizo partícipes de su potestad. Por- Cristo como hombre unido hipostáticamente a la divinidad, sino de aquellas funcio-
nes humanas y visibles de las potestades mesiánicas, a las que vinculó un efecto sobre-
que en la Iglesia que constituyó y al instituirla, ¿qué es lo que natural. Estas las comunicó a los apóstoles y a sus sucesores, disponiendo que al
se propuso y quiso Cristo? Se propuso y quiso transmitirla, para ejercicio ministerial y humano de ellas indefectiblemente acompañaría su actuación
de agente principal, para producir por ellas el efecto sobrenatural dispuesto. Así se
que se continuara en ella el mismo cargo, el mismo mandato entienden las explicaciones de LEÓN XIII, según la analogía de la fe y conforme a
la doctrina del Aquinate (S. Th. 3 q.64 a.3.4 y 5; q.7 a.7; q.12 a.3; 4 CG 74).
13
8 Mt 10,20-40; 16,19; 18,18; Le 10,16. Nótese que en el pasaje de Le el Señor
0
Cf. Mt 26,26-28; Le 22,19-20; 1 Cor 11,23-27; Conc. Tiento, DENZ., 938-949. se refería a los 72 discípulos enviados de dos en dos (cf. Le 10,1).
lo 3,14-18; 6,39-40. '" lo 17,7.8.14.18. 13
Le 24,47-49; lo 14,16.17.26; Mt 28,20; Act 1,8.
384 Joaquín Salaverri, S. 1. C.3. Constitución jerárquica, de la Iglesia. 20 385

Estos tan insistentes mandatos y pronósticos del Salvador no continuada y perenne inmanencia activa de Cristo, Cabeza del
sólo expresan su voluntad decisiva de que sus discípulos conti- Cuerpo místico, y de su Espíritu, alma de la Iglesia, en los órga-
nuaran ejerciendo hasta el fin del mundo la misión salvadora que nos humanos y visibles de su obra redentora. Porque esta obra
El había recibido del Padre, sino que además nos manifiestan de salvación de los hombres, en su fase terrena, por disposición
que la misión de los apóstoles y sus sucesores es la verdadera de Dios, se ha de iniciar humanamente y perfeccionar en lo po-
continuación y prolongación directa, de la misma misión de Cristo, sible por la predicación, los sacramentos y la dirección autoriza-
en cuanto que El por sí mismo y por su divino Espíritu la seguirá da de los pastores visibles, ministros de Cristo, que sigue ejer-
ejerciendo sin interrupción, aunque invisiblemente, por medio ciendo continuamente su oficio ineludible del buen Pastor, Prín-
de ellos. De esta suerte, la identidad de la misión perenne se cipe de los pastores y Obispo de nuestras almas ". Esa iniciación
extiende hasta su mismo ejercicio, de modo que el valor y la y perfeccionamiento visibles no serían sobrenaturalmente eficaces
eficacia de la actuación visible de sus enviados y ministros pro- si no los consumara invisiblemente la acción santificadora y di-
cederán del influjo real y perenne del Paráclito y del mismo vina del mismo Cristo y de su santo Espíritu.
Cristo, autores primarios o principales de la docencia, del sacer- La misteriosa inmanencia divina en los ministros sagrados, de
docio y del régimen visibles de sus representantes. De esta suerte que venimos hablando, la enseñó inequívocamente el divino1 Maes-
y hablando con propiedad, no hay en la Iglesia más que una sola tro cuando dijo: «En aquel día (después de recibir la efusión del
misión, la del Hijo del hombre, que El ejerció invisible y visi- Paráclito en Pentecostés) conoceréis que vosotros estáis en mí y
blemente por sí mismo durante su vida mortal, y que después de yo en vosotros, y que el Espíritu Santo permanecerá con vosotros
su Ascensión sigue ejerciendo en todo lo que esa misión tiene y estará también en vosotros». «En aquella hora se os dará lo
de divino, principal e invisible, dejando tan sólo a los hombres, que habéis de hablar; porque no' sois vosotros los que habláis,
sus enviados hasta el fin de los siglos, el ejercicio de lo que la sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros» ".
misma misión tiene de humano, ministerial y sensible ". En esto Esta inmanencia real del mitente en el enviado es caracterís-
hay verdadera sucesión entre los apóstoles y sus legítimos conti- tica y exclusiva del concepto de misión sobrenatural, ejercida pri-
nuadores. Pero el mismo Cristo no tiene ni puede tener sucesión mero por Cristo y transmitida después a sus apóstoles plenipo-
en el ejercicio de sus poderes más excelsos, cuales son su poder tenciarios. Esta nota singular de inmanencia nos es conocida sólo
de autoridad y su poder de excelencia. N o puede tener sucesión porque el mismo Jesucristo1 se ha dignado revelárnosla, insistien-
en el poder de autoridad, porque le corresponde a El en cuanto do en ella de varias maneras en las instrucciones a sus discípulos:
Dios y es incomunicable a la criatura. Tampoco tiene sucesión «El que me envió está conmigo y no me ha abandonado. N o
en el poder de excelencia, porque le corresponde a Cristo en cuan- estoy solo, sino que soy yo y el que me ha enviado». «Aquel a
to hombre unido hipostáticamente a la divinidad, lo cual sólo y quien Dios envió, habla las mismas palabras de Dios». « N o sois
exclusivamente fue concedido a Cristo. Sin embargo1, el ejercicio vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que
de esos dos excelsos poderes, privativos de Dios y del Hombre- habla en vosotros». Y, por eso, «el que os oye a vosotros a mí
Dios, tienen por fuerza que acompañar el ejercicio visible y hu- me oye, y el que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que a
mano de las potestades mesiánicas, por los efectos sobrenaturales mí recibe, recibe al Padre, que me envió» ".
y de orden divino que producen ". Aunque el Salvador parece hablar de la misma manera de la
3) El misterio en la sucesión apostólica.—De lo que acaba- inmanencia del Padre en El y de la suya en sus enviados, sin
mos de exponer se deduce que, por institución divina, la suce- embargo, la analogía de la fe, el dogma y la teología explican
sión apostólica no es más que la perduración del mismísimo cargo la diferencia esencial que existe entre esas inmanencias; porque
divino-humano de los apóstoles ^en sus sucesivos y legítimos posee- la del Padre en Cristo es sustancial, no así la de Cristo en sus
dores hasta el fin de los tiempos, en lo cual se contiene suficien- enviados, que son puros hombres. De esta divina inmanencia ac-
temente expresado el verdadero misterio contenido en la suce- tiva era consciente también San Pablo cuando escribía: «No me
atrevo a hablar de aquellas cosas que no hace por mí Cristo para
sión apostólica. Este misterio consiste sobre todo en la admirable,
16
11
Cf. J. VODOPIVEC. L'Église, continUation du Cbrist: EuntDoc 7 (1954) 315s. Cf. lo 10,11-16,26-28; 21,15-18; 1 Petr 2,25; 5,1-5; Hebr 13,20.
15
Cf. J. SALAVERRI, El derecho en el misterio de la Iglesia: RvEspTeol 14 (1954) " lo 14,17.20; Mt 10,19-20.
18
260-267. lo 8,16.29; 3,34; Le 10,16; Mt 10,19.40.
2. C.Vaticano 1?
386 C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 387
Joaquín Salaverri, S. 1,

obtener la obediencia de las gentes, de palabra y obra, en la fuer- muy superior al puramente humano y jurídico, pues hace de la
za de señales y prodigios, en la virtud del Espíritu Santo». «Por- serie de los sucesores como un órgano visible por medio del
que no adulteramos la palabra de Dios, sino que con sinceridad cual se continúa ejerciendo en la Iglesia, de un modo permanen-
hablamos como (lo recibimos) de Dios, en presencia de Dios, te y a perpetuidad, la acción invisible y soberana que procede de
en Cristo (sed sicut ex Deor coram Deo, in Christo loquimur)». Cristo, Cabeza del Cuerpo místico. Las fuentes evangélicas y el
«Y es que no nos sentimos suficientes para pensar algo por nos- catolicismo con ellas no quitan nada de lo que tiene de verdad
otros como nuestro, sino que nuestra suficiencia nos viene de el influjo sobrenatural, que llaman «vertical» y «directo», sobre
Dios, que nos ha hecho idóneos ministros del Nuevo Testamen- las almas y las facultades humanas de todos y cada uno de los
to, no con la letra, que mata, sino con el Espíritu, que vivifica». creyentes «ad obediendum fidei» (Rom 1,5) ; pero, además, re-
«¿Por ventura intentáis conocer por experiencia cómo en mí ha- conoce el influjo no menos verdadero y evangélico, llamado
bla Cristo?»". «horizontal» y «mediato», que el mismo Dios ejerce en los mis-
mos fieles por medio de sus ministros jerárquicos.
Existe, como es sabido, una inmanencia vital y santificadora del
Hijo y del Espíritu Santo juntamente con el Padre en las almas En tiempos anteriores, las iglesias evangélicas tenían dificul-
en gracia. A ella se refería principalmente Cristo en su bella tad en aceptar esta verdad. Al presente, desde que un sano ecu-
comparación de la vid y los sarmientos, exhortándonos «a que menismo viene ejerciendo influjo muy saludable en sus mentalida-
permanezcamos en El y El en nosotros, porque sin El nada pode- des, ya no faltan autores destacados que en lo sustancial aceptan
mos hacer». A la misma inmanencia santificadora aludía, sin esta doctrina, como, por ejemplo, el profesor de la Universidad
duda, el divino Maestro cuando, dirigiéndose al Padre en su ora- de Upsala y miembro de la Iglesia evangélica de Suecia, Olof
ción sacerdotal de la última Cena, decía: «Rogo ut omnes unum Linton, que resume sus investigaciones neotestamentarias sobre
sint, sicut tu Pater in me et ego in te, ut et ipsi in nobis unum esta materia en tres afirmaciones, que son las siguientes: « 1 . a El
sint... ut sint unum sicut et nos unum sumus: Ego in eis et tu cargo (Amt) neotestamentario incluye en sí la participación en el
in me ut sint consummati in u n u m » " . Esta inmanencia santifi- servicio y autoridad de Cristo. 2. a El cargo neotestamentario está
cante es la que se consuma en la vida de fe principalmente por condicionado por su consonancia (Zusammenklang) con Cristo y
la Eucaristía, según aquella promesa del Salvador: «El que come con el Espíritu Santo. 3. a El cargo neotestamentario incluye en sí
mi carne y bebe mi sangre, ése está en mí y yo en él» 21. el servicio (Dienst) a los hermanos» 23. Como se puede apreciar,
estos asertos significan un positivo acercamiento a la doctrina
La inmanencia que pudiéramos llamar potestativa, o ministe-
católica.
rial, sin ser de suyo necesariamente santificadora, sin embargo, no
es menos real y activa que la de santificación. Es la que se da 4) El proceder de los apóstoles comprueba la misma doctri-
en los ministros jerárquicos, en virtud de la cual «se les da a co- na.—Fieles a las exigencias de la institución divina, los apóstoles,
nocer lo que han de hablar; porque no son ellos los que hablan, por necesidad, habían de proceder, y de hecho procedieron desde
sino el Espíritu del Padre, que habla en ellos», de modo que el principio, a la designación de sus cooperadores y continuadores
puedan expresar aun aquellas cosas que exceden su capacidad en el ejercicio de su cargo pastoral. En las fuentes aparecen en
natural, como excedían la de los apóstoles, los cuales antes de re- primer lugar designados los siete diáconos como cooperadores de
cibir al Paráclito «no podían entender muchas cosas que les que- los apóstoles, a fin de que ellos quedasen más libres para dedi-
ría manifestar el Maestro, pero sí después, porque el mismo Es- carse «a la oración y al ministerio de la predicación». Los nom-
píritu de verdad les había de enseñar toda la verdad» 22. bres de esos siete están consignados en los Actos de los Apóstoles,
De esta suerte, la verdadera naturaleza de la sucesión apostó- y a dos de ellos, Esteban y Felipe, los vemos dedicados a la obra
lica no es meramente de índole jurídica y humana, sino más bien importantísima de la propagación del Evangelio, sobre todo entre
teológica, por estar plenamente bajo el influjo principal o asis- los gentiles; razón por la cual estos diáconos fueron escogidos de
tencial del mismo Dios. Este divino influjo la eleva a un orden 23
O. LINTON, Kirche und Amt in Neaen Testament: en la obra de colaboración
19 de 20 teólogos de la Iglesia sueca Ein Buch von der Kirche (1951) 110-144 p.118.
Rom 15,18-19; 2 Cor 2,17; 3,5-6; 13,3. Véase también en la misma obra R. JOSEFSON, Das Amt der Kirche 386-401. Mucho
20
21
lo 15,1-6; 17,21-23. más afín a la católica es la doctrina de la sucesión de los teólogos angUcanos. Véanse
lo 6,56; cf. J. SALAVERRI, ha Eucaristía, sacramento de unión: EstEcl 26 diez trabajos de algunos de ellos en la obra de colaboración The apostolis Ministry
(1952)
22
453-465. Enssays on the doctrine of Episcopacy (1947) 590 p.
Mt 10,19-20; lo 16,12-13.
388 Joaquín Salaverri, S. I. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 389
entre «los hermanos de mejor fama y llenos del Espíritu Santo ros como verdaderos pastores, equiparables al apóstol y respon-
y de sabiduría», pues habían de desempeñar funciones propias sables ante el que llama «Princeps Pastorum» 28.
de los mismos apóstoles 24. Correlativamente a estos encargos que los apóstoles hacen a
También en Jerusalén aparecen los llamados presbíteros coo- los presbíteros, exhortan a los fieles a que sean dóciles y sumisos
peradores de los apóstoles, y de tan alta categoría que entraron a los que «les presiden y trabajan entre ellos en el Señor», a los
a deliberar con los apóstoles para decidir la cuestión gravísima cuales Pablo llama también «obispos y diáconos», de los cuales
resuelta en el llamado Concilio de Jerusalén, y entraron no como da varios nombres, mencionando entre ellos a Marcos, Epafras,
meros consejeros, sino con autoridad, y por eso encabezaron con Tíquico, Demás, Lucas, Crescente, Tito y otros, a los que además
los apóstoles («Apostoli et Séniores») el decreto enviado y pro- encomendaba sus embajadas a otras iglesias lejanas 29 .
mulgado en todas las demás iglesias 2 \ No sin fundamento, el Además advierte el Concilio que a estos cooperadores los
probado exegeta Pablo Gaechter ha planteado el problema de apóstoles, «a modo de testamento, les encargaban de consolidar
saber si esos presbíteros y diáconos, de que hablan los Actos de la obra por ellos comenzada, a fin de que la misión apostólica,
los Apóstoles, tenían o no las facultades episcopales propiamente recibida de Cristo, continuase después de su muerte». Este pen-
dichas, aunque en vida de los apóstoles fuesen en realidad de samiento ya hemos visto cómo está incluido e inculcado por Pablo
verdad sus colaboradores "\ en el pasaje citado del discurso de Mileto. La misma preocupa-
Por su parte, el apóstol San Pablo, en sus correrías apostólicas, ción aparece insistentemente en las llamadas «epístolas pastora-
dejaba al frente de las iglesias por él fundadas presbíteros, a los les» del Apóstol de las Gentes. A Tito le dice que le «dejó en
que, reunidos en Mileto, en un discurso de despedida antes de Creta para que supla lo que falta y para que corrija y constituya
partir para Jerusalén, temiendo que las insidias de los judíos no presbíteros (u obispos) en las distintas cuidades», cosas éstas que
le permitirían volver a verlos, les exhortó encarecidamente a que eran de las mis propias del cargo apostólico. A Timoteo, después
perseverasen fieles a la obra de predicación y de ministerio pas- de instruirle al detalle de las condiciones que han de tener los
toral que les había encomendado, diciéndoles: «Sabéis que sin que se designen para obispos, diáconos o presbíteros, y de lo que
subterfugios os anuncié todos los designios de Dios. Atended, ha de procurar que sean los jóvenes, las viudas y los demás
pues, a vosotros y a toda la grey, en la cual el Espíritu Santo os fieles, le dice expresamente: «Todo esto te lo escribo a fin de
constituyó obispos para apacentar la Iglesia de Dios, que adquirió que, faltando yo, sepas cómo es necesario que procedas y actúes
con su sangre». Después de anunciarles las insidias y disensiones en la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad».
que habían de sobrevenirles, añade que «por eso sean vigilantes Y al mismo Timoteo, con el afecto y emoción del que sabe que
y recuerden cómo durante tres años, de noche y de día, no había es inminente su muerte, le dice: «Y tú, hijo mío, afiánzate en la
cesado de amonestar con lágrimas a cada uno de ellos. Y ahora gracia que es de Cristo Jesús, y lo que oíste de mí, comprobado
os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es pode- con muchos testimonios, eso mismo encomienda a los hombres
roso para edificar y dar la herencia a todos los santificados» 27. fieles, que sean idóneos para enseñar a los demás... Entiende lo
En estas palabras aparece el intento de Pablo de encomendar que te digo: el Señor te dará en todas las cosas inteligencia...;
totalmente las iglesias a aquellos presbíteros, que considera como cuida solícitamente hacerte digno de la aprobación de Dios, un
verdaderos pastores «de toda ¡a grey» y como «obispos encarga- operario que no tenga de qué avergonzarse y que sabe tratar rec-
dos de apacentar la Iglesia de Dios», después de la desaparición tamente la palabra de la verdad... Tú has comprendido mi doc-
del Apóstol. Por su parte, San Pedro consideraba a los presbíte- trina, mi modo de proceder, el fin que me he propuesto, mi fe,
27
longanimidad, amor y paciencia... Persevera en lo que has apren-
Act 14,23 (presbíteros al frente de las iglesias) ; Act 20,17-32 (el discurso de dido y te ha sido encomendado... Te conjuro en la presencia de
Mileto). Los exegetas no aciertan a decidir si en Act 20,28 se habla de obispos en
sentido estricto. Sin embargo, en los Concilios de Trento y en los Vaticanos I y II, Dios y de Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos
y con muchísima frecuencia en el magisterio simplemente auténtico de los Papas, se
interpretan de tales obispos (cf. De Ecclesia: SThS I (BAC, 1962) n.352 nt. 13.
25
al tiempo de su venida en su reino, que prediques la palabra (de
Mención de los presbíteros: Act 11,30; 15,2.4; actuación en el llamado Conc. Dios), que instes oportuna e importunamente; reprende, ruega,
de 26
Jerusalén: Act 15,6-12.22-29.
P. GAECHTER, Pelrus und seine Zeit c.4: Die Sieben... der Presbyter (1958)
105-154.
24
Elección de los diáconos: Act 6,2-6; milagros, predicación y martirio de Este- 28
1 Petr 5,1-4; cf. P. BENOIT, Les origines de l'Épiscopat dans le N. T . : Exé-
ban : Act 6,8-7,60; predicación y milagros de Felipe fuera de la Judca: Act 8,4-
13.26-40. gése et Theologie 2 (1961) 232-246.
29
1 Thess 5,12-13; Phü 1,1; Col 4,7-14; 2 Tim 4,10-12.19-21.
390 Joaquín Salaverri, S. I. C3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 391
exhorta con toda paciencia y doctrina... Sé vigilante y trabaja en que en la Iglesia todo se ha de hacer según la ordenación de
todo, haz labor de evangelista, cumple tu ministerio, sé sobrio. Dios, «el cual por su misma soberana voluntad determinó dónde
Porque yo ya estoy a punto de ser inmolado y se acerca el día y por quiénes quiere que los oficios sagrados se celebren». A con-
de mi muerte. H e combatido con valor, he concluido mi carrera, tinuación compara la jerarquía por ordenación de Dios estable-
he guardado la fe. Nada me resta sino aguardar la corona de cida en el Viejo Testamento con la de la Nueva Ley, y afirma:
justicia que me está reservada, y que me dará el Señor en su día «Jesucristo fue enviado por Dios, y los apóstoles fueron consti-
como justo juez» 3°. El pensamiento de San Pablo en los pasajes tuidos predicadores del Evangelio por Jesucristo, Señor nuestro.
que acabamos de mencionar incluye de manera inequívoca la Por consiguiente, estas dos cosas, Cristo enviado por Dios y los
plena realidad de su sucesión apostólica. apóstoles por Cristo, ambas se hicieron por ordenación y por vo-
Por eso, con sobrada razón, el Concilio no duda en hacer su- luntad divina. Por su parte, los apóstoles, en virtud del mandato
yas, como legítima conclusión de la doctrina del Apóstol, aquellas recibido..., con la confianza cierta que el Espíritu Santo les infun-
palabras solemnes de Clemente Romano, discípulo del mismo día, constituyeron obispos y diáconos de los creyentes a los con-
Apóstol, en las que ve formulada la ley divina de sucesión apos- vertidos que hallaron comprobados por el espíritu. D e esta suerte
tólica: «Los apóstoles han sido constituidos por Cristo nuestro perfectamente informados, constituyeron los cargos dichos y die-
Señor los predicadores del Evangelio a los hombres. Por eso, re- ron orden para que, cuando ellos muriesen, les sucedieran en el
cibido el mandato, con la plena certeza y confirmación de la pa- ministerio otros probados varones» 33.
labra de Dios, que les dio la resurrección de Cristo, se dedicaron Si en este pasaje el pronombre ellos designa a los apóstoles,
a anunciar el advenimiento del reino de Dios, con la segura con- como creen algunos autores, entonces el texto expresaría más
fianza que el Espíritu Santo les infundía. Predicando de esta suer- explícitamente la sucesión apostólica; pero si ese «ellos» son los
te la palabra de Dios por regiones y ciudades, de las primicias ministros designados por los apóstoles como «obispos y diáco-
de la fe, comprobadas por el espíritu, constituyeron obispos y nos», entonces la sucesión apostólica sólo se puede deducir con
diáconos de Jos creyentes y dieron orden de que, cuando ellos suficiente certeza de todo el tenor del pasaje de San Clemente.
muriesen, les sucediesen en su ministerio otros probados va- De todas suertes, el Concilio se abstuvo de decidir esta duda " ,
rones " . y aduce el texto, primero como fiel conclusión de la doctrina de
la Escritura, volviendo ahora a citarlo como puente de transi-
2. a L A TRADICIÓN DICE QUE ESOS SUCESORES SON LOS OBISPOS ción o lazo de unión con los testimonios directos de la Tradición
que siguen.
De Jo expuesto hasta aquí vemos que Ja institución divina de
Ja sucesión apostólica en Jas divinas Escrituras o se halla implíci- San Ignacio Antioqueno, en sus preciosas cartas, ya nos habla
tamente contenida o al menos de ellas se deduce lógicamente. de los obispos en sentido propio y estricto, como distintos de los
Para hallar la afirmación formal y explícita de esa doctrina nos presbíteros, mencionando insistentemente juntos, unidos y subor-
es necesario recurrir a Jos monumentos de Ja Tradición apostóJica. dinados entre sí a los obispos, presbíteros y diáconos, como los
Así Jo hace también eJ Concilio aJ habJar de que Jos obispos en tres grados de una misma jerarquía, en la que un solo obispo
particular son aquellos, de todos los continuadores de los após- está acompañado y tiene a sus órdenes a varios presbíteros y diá-
toles, en los cuales se realiza en la Iglesia la ley divina de suce- conos en plural; de modo que al obispo le atribuye plena autori-
sión apostólica 32. dad sobre los demás, tanto simples fieles como diáconos o pres-
bíteros " .
1) Clemente Romano e Ignacio Antioqueno nos ofrecen los
testimonios de la Tradición más cercanos a los apóstoles, de suerte 33
C L . ROM., Ad Cor. 42,1-4: ed. FUNK, 1 442. Cf. A. JAVIERRE, La succession
que pueden considerarse como inmediatos continuadores de ellos. des Apotres dans la littér. cbrét. primitive, en la obra de colaboración L'Épiscopat et
lÉglise universelle: Unam Sanctam 39 (1962) 161-221. Según esta su doctrina, es
San Clemente en su exposición procede del principio general de lógico que Cl. Rom. concluya «que no pueden ser removidos sin causa del episcopado
los así designados», y que los demás «deben subordinarse y obedecer a sus presbí-
30
Tit 1,5; 1 Tim 2.1-12; 3,1-15; 5,1-22; 2 Tim 2,1.2.7.15; 3,10-14; 4,1-2.5-8. teros» ( l . c , 44,3-4; 57,1-2: ed. FUNK, 156 y 171).
31
SANTO TOMÁS, refiriéndose a la 1 Tim, la caracteriza diciendo: «Est haec epístola Conc. Vatic. II, const. dogmat. De Ecclesia, Modi a PP. propositi et a Com-
quasi pastoralis regula, quam Apostolus tradit Timotheo, instruens de ómnibus quae missione examinati, III, c.3 ad n.20 modus 21.
spectant ad régimen Praelatorum» (ln 1 Tim. prol. et c.l lect.2). *•'SAN IGNACIO, Magn. 6 , 1 ; Trall. 2,1-3; 7; Philad. introd.; 4 ; Smirn. 8:
31 ed. FUNK, I 234.244.246.264.266.282. En estos pasajes. San Ignacio menciona jun-
CL. ROM., Ad Cor. 42,1-4; 44,2: ed. FUNK, PP. Apost. I
32
Cf. texto conciliar. tos unidos y subordinados entre sí a los «obispos, presbíteros y diáconos» como tres
grados de una misma jerarquía.
392 Joaquín Salaverri, S. 1.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 393
Además, es de notar que añade la razón por la que al obispo
con insistencia lo compara al Padre o a Cristo, como superiores ya que querían que fuesen muy perfectos e irreprensibles en todas
a las otras personas con las que compara a los presbíteros y diá- las cosas aquellos que dejaban por sucesores suyos, entregándoles
conos. Esa razón la expresa diciendo: «Os exhorto que procuréis su mismísimo puesto de magisterio (quos et successores relinque-
proceder en todas las cosas con la concordia de Dios, presidiendo bant, suum ipsorum locum magisterii tradentes)».
el obispo en lugar de Dios, y los presbíteros en lugar del senado No contento con eso, desciende a detalles más concretos, y
apostólico, y los diáconos, para mí tan queridos, como los que afirma que puede dar los nombres de aquellos «que los apóstoles
tienen encomendado el ministerio de Jesucristo». Y la razón por hicieron obispos y sus sucesores hasta los días de Ireneo». Advier-
qué «el obispo debe ser reverenciado por todos es porque, así te, sin embargo, que, si no lo hace, es «porque resultaría muy
como aquel a quien el Padre de familia envía para gobernar la prolijo enumerar en el libro que escribía las sucesiones de todas
familia debe ser recibido como el mismo que le envía, así es ma- las iglesias; por lo cual se contenta con transmitirnos la de la
nifiesto lo necesario que es recibir al obispo como el mismo Señor. Iglesia máxima, antiquísima y de todos conocida, fundada y cons-
De suerte que, para vivir según la verdad, conviene no oír a otro tituida en Roma por los dos gloriosísimos apóstoles Pedro y Pa-
sino a él, ya que por él, en realidad, habla Jesucristo a los blo, la cual posee la tradición recibida de los apóstoles y la fe
fieles» 36. anunciada a los hombres, transmitidas por las sucesiones de los
obispos hasta nosotros» 3S . A continuación, uno por uno nos da
Esas afirmaciones de Ignacio son suficientemente explícitas.
los nombres de los que como obispos sucedieron a Pedro y Pablo
Su fuerza es aún más convincente si se leen en el contexto pleno
en la Iglesia romana hasta Eleuterio, contemporáneo de Ireneo
de sus cartas. De lo que acabamos de citar consta que, según él,
en los días en que componía su libro. Por esta muestra ya nos
se puede decir de los obispos lo mismo que Cristo decía de los
es fácil ver con la máxima exactitud el sentido en que Ireneo
apóstoles: «El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que
entendía la que llamaba «sucesión apostólica de los obispos», que
a vosotros oye, a mí me oye» (Mt 10,40; Le 10,16); lo cual
era en el más propio sentido que se conserva en la doctrina del
obtiene su pleno sentido si a los obispos se les reconoce la misma
catolicismo. Por ese modelo podemos ya adivinar lo que serían las
autoridad de los apóstoles, como sus legítimos sucesores. De ahí
sucesiones de las demás iglesias apostólicas, que Ireneo nos dice
la insistencia con que San Ignacio recalca Ja obligación de obe-
que se halla en grado de enumerar y que referiría si los límites
diencia plena al obispo: «Obedeced todos al obispo, como Jesu-
del libro no se lo desaconsejasen. Esas sucesiones serían, por lo
cristo obedeció al Padre, y al presbiterio como a los apóstoles.
menos, las de las iglesias que el mismo Ireneo menciona; tales son
A los diáconos reverenciadlos, conforme al mandato de Dios.
las de Germania, de los iberos, de los celtas (en la Galia), del
Separadamente del obispo, nadie haga cosa alguna de aquellas
Oriente, de Egipto, de la Libia y del «mundo intermedio» 3S.
que pertenecen a la Iglesia. En dondequiera que estuviere el obis-
po, allí esté a su lado la multitud (de los fieles), del mismo modo Tertuliano, aunque varía algo en la terminología, en el pen-
que donde está Cristo Jesús, allí está la Iglesia católica. Sin el samiento de la sucesión apostólica de los obispos, entendida en
obispo no es lícito ni bautizar ni celebrar el ágape (eucarístico). sentido estricto, se halla en perfecto acuerdo con San Ireneo. Ar-
Todo lo que él aprobare, eso es conforme al beneplácito de Dios, guyendo vigorosamente contra los herejes, les dice: «Si algunas
a fin de que sea firme y válido todo lo que se hace» ". herejías se atreven a inscribirse en la edad apostólica, y de ahí
pretenden ser transmitidas por los apóstoles, porque existieron
2) Ireneo y Tertuliano nos ofrecen ya explícitamente la doc-
bajo ellos, les podemos decir: Publiquen, pues, los orígenes de
trina y la terminología de la sucesión apostólica de los obispos.
sus iglesias; desarrollen el orden de sus obispos, procediendo por
San Ireneo, rebatiendo las pretensiones infundadas de los gnós-
las sucesiones desde el principio, de manera que el primero de
ticos, dice: «Si los apóstoles tuvieran misterios escondidos para
sus obispos haya tenido por autor o antecesor a alguno de los
comunicarlos secreta y exclusivamente a los iniciados o perfectos
apóstoles o de los varones apostólicos que haya perseverado fiel
(tal era la pretensión gnóstica), se los hubieran comunicado ante
a los apóstoles. Así es como las iglesias apostólicas hacen sus
todo a los obispos, a los que encomendaban las mismas iglesias,
censos». Menciona a la de Esmirna y a la Romana, y continúa:
«Ciertamente también las demás presentan a aquellos que, consti-
•'376 SAN IGNACIO. Ad Magn. 6,1; Ad Ephes. 6.1-2: ed. FUNK, I 234.218.
SAN IGNACIO, Ad Smyrn. 8,1-2; Ad Philad. introd.; Ad Trall. 7,2; Ad
Magnes. 3 : ed. FUNK. I 282.264.248.232. 38
Aiv. haer. 3,3,1-2; 3,2,2; 4,26,2; 33,8: PG 7,847-48,1053.1077.
" Adv. baer. 1,10,2; 3,3,3: PG 7,552.849.
C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 395
394 Joaquín Salaverri, S. 1.
Las sucesiones de los santos apóstoles son, en la intención de
ruidos en el episcopado por los apóstoles, son los transmisores
Eusebio, el objeto primordial de los siete primeros libros de su
de la simiente apostólica (apostolici seminis tradices habent). In-
Historia. Las primeras palabras con que comienza su obra nos
venten algo semejante los herejes»".
manifiestan en síntesis el contenido de ella. Son las siguientes:
Entre las iglesias apostólicas que presentan su sucesión a par- «Las sucesiones de los santos apóstoles, juntamente con los hechos
tir de los apóstoles menciona Tertuliano, además de las de Roma que han ocurrido desde el nacimiento de nuestro Salvador hasta
y Esmirna, las de Corinto, Filipos, Tesalónica y Efeso. Y, ele- nuestros días» " . Esta idea la confirma al fin del libro séptimo,
vando el tono al terreno de los principios, enuncia la ley divina que es el último de historia propiamente dicha, pues los tres si-
de sucesión apostólica casi con los mismos términos con que la guientes se reducen a narrar algunas de las cosas más interesantes
hemos visto enunciada por San Clemente de Roma: «La verdad contemporáneas al autor; por consiguiente, al fin de su Historia
se nos ha de adjudicar a nosotros los que caminamos sobre aque- nos vuelve a decir: «En estos (siete libros) hemos descrito la ma-
lla regla que fue transmitida a la Iglesia por los apóstoles, a los teria de las sucesiones desde el nacimiento de nuestro Salvador
apóstoles por Cristo y a Cristo por Dios». De donde concluye hasta la destrucción de las iglesias en la persecución» (de Diocle-
victorioso: «Si esto es así, consta de la certeza de lo que afirma- ciano, 303-311). Y como si esto no bastara, comienza el siguiente
mos, a saber, que no se deben admitir los herejes a deliberar libro octavo diciendo: «Después de haber descrito la sucesión de
sobre las Escrituras, porque sin las Escrituras demostramos que los apóstoles en todos los siete (anteriores) libros» 4". De donde
no pertenecen a las Escrituras. Porque, si son herejes, no pueden se deduce la capital importancia que tiene el tema de la sucesión
ser cristianos, y los no cristianos ningún derecho tienen para en- apostólica en la Historia de Eusebio, y la posibilidad de hallar
tender las Escrituras. Con razón les hemos de decir: ¿Quiénes reflejado en ella, sobre el particular, el pensamiento de la Iglesia
sois? ¿Cuándo y de dónde venís? ¿Qué estáis sembrando y apa- de los tres primeros siglos.
centando aquí a vuestra voluntad? Mía es la posesión; la poseo
Reconocida la importancia del tema y conocedor Eusebio de
con anterioridad; tengo firmes los originales de los mismos auto-
su amplitud y de la dificultad de hallar sobre él los testimonios
res de los que fue la cosa. Yo soy el heredero de los apóstoles» 4l .
escritos que él desea, nos advierte hacia el fin del prólogo que
De este modo, Tertuliano añade a las nociones de sucesión de
«se dará por satisfecho si logra salvar las sucesiones, si no de
sus predecesores el concepto de herencia, que es la sucesión
todos, al menos de los más ilustres apóstoles de nuestro Salvador,
de distintos poseedores en la misma heredad, sin cambio algu-
en aquellas iglesias que fueron las más célebres desde el prin-
no de derechos y obligaciones. Este es el concepto estricto de
cipio» ". Esta primordial preocupación de recoger los datos es-
sucesión que certeramente Tertuliano aplica a los obispos con
critos de las sucesiones apostólicas se manifiesta de nuevo1 cada
relación a los apóstoles.
vez que se le ofrece historiar la muerte de algún apóstol. Así,
3) Ensebio de Cesárea, aunque el Concilio en este número después de narrar los martirios de Pedro y Pablo, refiere a conti-
no lo cita, sin embargo es el mejor complemento y confirmación nuación la sucesión de Lino en la iglesia de Roma y dedica un
de la doctrina sobre la sucesión apostólica de Ireneo y Tertuliano. capítulo a averiguar y mencionar «quiénes han sido tenidos por
Lo que Ireneo dice que podía hacer y Tertuliano afirma que se dignos de regir (poimainein) las iglesias fundadas por los após-
podía ir a verificar en las distintas iglesias es lo que Eusebio se toles»; pero, ante la dificultad de hallar datos de muchos de los
propuso consignar en su Historia eclesiástica con los datos posi- apóstoles, confiesa «que no le es fácil» cumplir su palabra; pero,
tivos escritos que tenía a su disposición en las riquísimas biblio- con todo, vuelve a prometer, al fin del capítulo, «que en el de-
tecas de Alejandría y de Cesárea de Palestina. En su Historia se curso de la obra y a su debido tiempo anotará lo que hallare
demuestra el mejor conocedor de la literatura eclesiástica de los (escrito) de la sucesión de los apóstoles según las épocas» " .
tres primeros siglos; por eso su testimonio es de la mayor auto- Así lo hace, y basta leer los títulos de los capítulos del libro
ridad, dado que es fidelísimo en las citas y no afirma sino lo que tercero, correspondiente al término de la época apostólica, para
ellas contienen, entretejiendo los mismos textos a la letra 42 .
43
40
HE I 1,1 (así citaremos la edición crítica del Corpus Berolinense de
41
TERTUL., Praecr. haeret. 32: PL 2,44. E. SCHWARTZ, Eusebias II 1-3,1903.1908.1909: PG vol.20, HE de Eusebio).
TERTUL., Praecr. haeret. 36-37 : PL 2,49-50. 44
42 15
HE VII 32,32; VIII introd.
Cf. J. SALAVERRI, La idea de Tradición. El origen de la Revelación y sus ga- HE I 1,4.
rantes. La sucesión apostólica en la Historia eclesiástica de Eusebio el Cesariense: 46
HE II 25; III 1.2.4 tít.3.11.
Gregorianum 1} (1932) 211-240; 14 (1933) 219-247; 16 (1935) 349-373.
396 Joaquín Salaverri, S. I. C3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 397
ver el interés con que Eusebio busca y anota las sucesiones de cuatro listas completas y en los datos que anota de las incomple-
los apóstoles. Con todo, llegando al término de la época en que tas de otras iglesias, vemos con evidencia que Eusebio recoge de
«el sagrado coro de los apóstoles consuma de diversas maneras la literatura de los tres primeros siglos de la Iglesia un pensa-
los días de su vida y en la que desaparece la generación de los miento coincidente por completo con los que hemos hallado en
que merecieron escuchar con sus propios oídos la divina sabidu- Ireneo y Tertuliano s°.
ría», Eusebio no logra transmitirnos datos concretos y suficientes
de las sucesiones sino de las iglesias de Roma, Alejandría, An- 3.a ÍNDOLE MINISTERIAL DE LA SUCESIÓN APOSTÓLICA
tioquía y Jerusalén, contentándose, bien a pesar suyo, con anotar
algunos datos escasos de las iglesias de Efeso, Creta, Atenas, La ministerialidad de los cargos de la Iglesia es una propiedad
Hierápolis, Esmirna, Magnesia y Tralles, y en frase general ates- que el Concilio Vaticano II inculca con insistencia en todos sus
tigua «que entonces, y contemporáneos a los que menciona, fue- documentos. Por eso no es extraño que también la recalque aquí,
ron notables otros muchos que obtuvieron el primer orden de al hablar de los sucesores de los apóstoles; porque si el oficio de
los apóstoles y continuaron edificando las iglesias fundadas por los apóstoles era esencialmente ministerial, el de sus sucesores,
ellos» ". si han de ser sus continuadores sin cambio alguno en sus obliga-
Con esto no cumple Eusebio lo que nos había prometido, y ciones y derechos, tiene por necesidad que ser ministerial51.
la razón no es sólo la dificultad de recoger los datos que buscaba, 1) El derecho divino de la sucesión de los apóstoles se halla
sino la imposibilidad de hallarlos, como ingenuamente lo confie- así incluido necesariamente en el concepto cristiano de ministerio.
sa: «Siéndonos imposible mencionar por sus nombres a todos En los libros inspirados del cristianismo aparece manifiesto el
cuantos en las iglesias del orbe fueron pastores O' evangelistas designio de Dios, por el que ha querido valerse perennemente
de la primera sucesión apostólica, justo es que, por lo menos, de hombres elegidos como de instrumentos o auxiliares visibles
dejemos por escrito el recuerdo nominalmente de aquellos en de la acción, con que el mismo Señor ha dispuesto ser el que
cuyas obras ha llegado hasta nosotros la tradición de la doctrina principalmente enseña, santifica y gobierna a sus fieles en la Igle-
de los apóstoles» ". Esta imposibilidad no impidió, sin embargo, sia hasta la consumación de los siglos.
que Eusebio siguiera considerando a las sucesiones de los apósto- Diakonos e hjpéretés son los términos que más frecuente-
les como el objeto primordial de su historia hasta el fin del libro mente designan la idea de ministerialidad. Hjpéretés designa al
séptimo sobre los comienzos del siglo iv. Con el mismo interés remero de la nave a las órdenes del patrón, y expresa más bien
que en el libro tercero, sigue recogiendo1 cuidadosamente en los la acción del auxiliar o asistente de otro. Así se llaman en el N. T.
libros siguientes, hasta el séptimo inclusive, los datos que encuen- los ayudantes o asistentes de los reyes y otras personas de autori-
tra sobre su tema favorito, y por eso puede con razón afirmar en dad sz. Por eso Marcos es llamado el hjpéretés de Pablo y Ber-
las últimas palabras del libro séptimo y en las primeras del octavo nabé, y lo mismo1 se designan los apóstoles por su oficio' de pre-
que, en cuanto le fue posible, nos «describe la sucesión de los dicadores auxiliares al mando de Cristo 53.
apóstoles en los siete primeros libros» de su Historia ". Diakonos es la palabra ordinaria que mejor expresa el matiz
Si analizamos las cuatro sucesiones apostólicas que nos trans- peculiar del ministerio cristiano. Verdad es que a veces se usa
mite íntegramente, las de Roma, Alejandría, Antioquía y Jeru- en sentido semejante al de hjpéretés, para designar, por ejemplo,
salén, observamos que en su contextura e ideología coinciden lo relativo a los convites"; pero su sentido prevalente es el de
plenamente con la que Ireneo nos transmitió de Roma, con la' una cooperación más íntima del sirviente con relación a su señor.
diferencia de que Eusebio anota, además, el número de años que Significa la prestación personal por- la que se ayuda a otro para
cada uno de los titulares sucesivos ocupó su cátedra, lo cual es realizar los dos una misma acción. Así, el diakonos incluye- el
un complemento que en nada modifica la doctrina misma sobre concepto de cooperación como instrumental a la acción misma de
la sucesión apostólica de los obispos. Analizando, además, la ter-
50
minología y la mentalidad que se ponen de manifiesto en esas 14 51
Cf. J. SALAVERRI, ha sucesión apostólica en la HE de Eusebio: Gregorianum
(1933) 219-247.
53
Cf. texto conciliar.
lo 7,32.45.46; 18,3.12.18.22.36; 19,6; Mt 5,25; 26,58; Me 14,34.56; Le 4,20;
" HE III 32,8; III 4,5,10; 36,1,2,5; 37,1.
48 Act 5,22.26.
HE III 4,3,11; 37,4. 53
Act 13,5; 26,16; 1 Cor 4,1.
" HE VII 32,32; VIII introd. 54
Mt 4,11; Me 1,13.31; Le 10,40; 12,35-37; 17,8; lo 12,2; Act 6,2.
C.5. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 399
398 Joaquín Salaverri, S. I.

la causa o agente principal. Este sentido, típicamente neotesta- supremo de la cristiana caridad, dado que «no hay caridad supe-
mentario, incluye la noción más genuina de sucesión apostólica. rior a la del que da su vida por los que ama» s s . En esto está el
2) Cristo mismo, en el contexto en que se revela a sus dis- misterio, la profundidad teológica y la mayor originalidad del
cípulos como el Juez supremo, les dice que es (en cuanto hombre) ministerio de Cristo y sus apóstoles. Esa entrega total por cari-
Ministro o Diákonos (del Padre) en favor de ellos (Le 22,26-29) dad hace que sean una misma cosa los servicios al prójimo, a
Y corrigiendo la ambición a los primeros puestos de Santiago y Cristo y a Dios, elevando al enviado o misionero evangélico a la
Juan, hace saber a sus apóstoles que el Hijo del hombre ha ve- superior categoría de ministro o instrumento del mismo Dios en
nido no a ser servido, sino para servir (diakonésai), y a conti- la distribución de la verdad y de la gracia, en unión íntima de
nuación recomienda el mismo espíritu de servicio a sus discípulos, acción con Dios por caridad.
indignados por las pretensiones de los hijos del Zebedeo, pro- El Príncipe de los Apóstoles penetró muy bien en la profun-
poniéndoles su ejemplo y diciéndoles «que todo el que de ellos didad de este misterio cuando destaca sobre todo el motivo de
quisiere llegar a superior ha de hacerse el diákonos o servidor la caridad, a impulso de la cual el ministro evangélico ha de ser
de los demás» 55. administrador fidelísimo de la multiforme gracia del Señor, sin
olvidar la inmanencia activa de la virtud del mismo Dios, que
Con la misma recomendación comienza la instrucción pastoral
actúa y confiere realidad sobrenatural a su ministerio s9 . De esta
a sus apóstoles, transmitida con tantos pormenores en los Evan-
suerte, la doctrina de la ministerialidad viene a completar y ma-
gelios. En el camino habían disputado los discípulos sobre «quién
tizar la que anteriormente expusimos sobre el misterio de la su-
de ellos era el mayor». Y, llegados a la casa de Pedro en Cafar-
cesión apostólica.
naúm, dice Marcos «que se sentó el Señor, llamó a los Doce y
3) La doctrina de San Pablo contribuye a esclarecer más el
les dijo: El que quisiere ser el primero, ha de hacerse el último
mismo misterio. San Pablo, que pone a la caridad por encima de
y el ministro de todos (pantón diákonos)» 56.
todos los demás dones del cielo, llama ministerio a toda actividad
Cristo, pues, ha venido como ministro, para servir a los hom-
que los cristianos ejercen por caridad para la edificación de la
bres, haciendo en esto la voluntad del Padre; pues para eso bajó
Iglesia. Habla de diversidad de ministerios como de variedad de
del cielo, no para hacer su voluntad, sino la voluntad de aquel
(Carismas. Pone las funciones de diaconía y evangelización en el
que le envió, y su manjar era hacer la voluntad del que le envió
mismo plano de los carismas de profecía y didascalia, dando a
a perfeccionar su obra (la del Padre); porque las obras de Cristo
entender que Dios actúa por medio de sus ministros o diáconos
eran obras del Padre, que actuaba en unión con El, e inmanente
como agente principal, lo mismo que en los carismáticos 6°.
en El, el mismo Padre hacía las obras del Hijo; de suerte que
Definiéndose a sí mismo como apóstol, San Pablo dice «que
por sus obras todos podían ver cómo el Padre estaba en El y El
no es un adulterador de la palabra de Dios, sino que con toda
en el Padre 5 7 . La ministerialidad de Cristo, bajo la acción prin-
sinceridad habla como movido por Dios, en la presencia de Dios
cipal del Padre y al servicio de los hombres, se halla bien mani-
y en unión con Cristo (sicut ex Deo, coram Deo, in Christo lo-
fiestamente expresada en las palabras de Cristo que acabamos de
quimur)». Y a los fieles de Corinto, convertidos por su ministerio,
resumir. Pues ése es el modelo que propone a sus apóstoles para
les dice «que son como una carta de Cristo, escrita por el Espí-
que lo emulen.
ritu de Dios vivo mediante el ministerio del apóstol, ya que,
Lo nuevo y original del ministerio^ encomendado por Cristo por lo que tiene de sí, no es suficiente para pensar algo como
a sus discípulos arranca de esa sublime ejemplaridad divina y se suyo, sino que toda su suficiencia le viene de Dios, que le consti-
caracteriza porque ha de ser, como el de Cristo, como una obla- tuyó diácono o ministro idóneo del Nuevo Testamento por el
ción y entrega plena al servicio de los demás por el sublime mo- divino Espíritu»". De este modo manifiesta que su actuación
tivo de la divina caridad. Tal es la recomendación expresada por como apóstol es la propia de un instrumento de Cristo movido
Jesús cuando les dijo: «El Hijo del hombre no ha venido para por el Espíritu de Dios. Consciente de que Dios actúa por él,
ser servido, sino para servir (diakonésai) y dar su vida por la dice «que no desfallece en los trabajos, ni adultera la palabra
redención de muchos»; servicio o ministerio que encierra el grado
58
59
Mt 20,28; Me 10,45; lo 15,13.
53
Me 10,35-45; Mt 20,20-29. 60
1 Petr 4,7-11
56
Me 9,33-49; Mt 18,1-35. 41
1 Cor 13,1-13; 12,4-11.28-30; Eph 4,11-12; Rom 12,7; Act 6.4.
57
lo 4,34; 6,38; 9,4; 10,37.38; 14,10. 2 Cor 2,17; 3,1-18.
400 Joaquín Salaverri, S. 1. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 20 401
de Dios, ni se predica a sí mismo, sino a Jesucristo, en obsequio ejerciendo invisiblemente y sin interrupción hasta el fin de los
al cual se llama esclavo de los creyentes», recalcando así hasta tiempos, para lo cual es ineludible que Pedro y los apóstoles ten-
lo sumo su total entrega personal al ministerio, que es todo de gan perpetuos sucesores.
Dios y nada propio suyo 62.
La misma idea explica, hasta con detalles e imágenes poéticas, 4.a COMO PERDURA EL SUCESOR DE PEDRO, ASÍ TAMBIÉN
a los de Corinto, que, divididos en bandos, se atribuían a sí sim- LA SUCESIÓN DE LOS APÓSTOLES EN LOS OBISPOS
plemente la acción pastoral. San Pablo los reprende «porque pien-
san todavía según la carne, cuando, contendiendo entre sí, dicen Supuesta la doctrina de la perennidad del Primado en el su-
unos: «Yo soy de Apolo», y otros: «Yo soy de Pablo». E, indig- cesor de San Pedro, que formal y explícitamente definió el Con-
nado, añade: «¿Qué es Pablo? ¿Qué Apolo? N o más que minis- cilio Vaticano I, nuestro Concilio anota la paridad que existe de
tros (diakonoi) por los que Dios os trajo a la fe, y sólo en la la divina institución de ambas sucesiones ".
medida que Cristo dio a cada uno. Yo planté, Apolo regó, pero Esta paridad ya la había enseñado León XIII, al que cita el
Dios fue el que os dio el crecimiento. Nada es el que planta, Vaticano II. «Si plena y suma—dice León XIII—es la potestad
nada el que riega, sino el que da el crecimiento. Nosotros no de Pedro y sus sucesores, sin embargo no se piense que está sola.
somos más que coadjutores de Dios, y vosotros sois el cultivo, la Porque el que puso a Pedro por fundamento de su Iglesia, el
edificación de Dios. En todo, pues, nos hemos de portar como mismo eligió a los doce y los nombró apóstoles. Y así como es
verdaderos ministros del Señor, y los hombres no nos han de tener necesaria la permanencia de la autoridad de Pedro en el Romano
por otra cosa sino por meros ministros de Cristo y dispensadores Pontífice, de modo análogo los obispos, por ser sucesores de los
de los misterios de Dios» 63 . Claramente nos dice San Pablo que apóstoles, obtienen por herencia la potestad ordinaria de ellos;
el apóstol no es más que ministro, a modo de instrumetito, como de tal suerte que el orden de los obispos necesariamente perte-
él lo explica, y en este sentido se le aplica al apóstol esa deno- nece a la íntima constitución de la Iglesia» °8.
minación repetidas veces en el Nuevo Testamento " . Este misterio La razón aducida de la institución divina es la más funda-
revelado por Dios de la acción divina, inmanente en el ministerio mental y decisiva de la paridad anotada. Existe, además, una
humano de los apóstoles y perenne para la salvación de los hom- razón de congruencia. Porque siendo verdad, como el mismo
bres hasta la consumación de los siglos, exige por necesidad el Vaticano II repetidas veces lo enseña, que una de las funciones
reconocimiento de la sucesión apostólicaG5. capitales de Pedro y sus sucesores es la de ser cabeza visible del
Y es que, como enseña Pío XII 6 6 , Cristo, como Cabeza del colegio de los apóstoles y de su sucesor el colegio episcopal, sería
Cuerpo místico, es el que efectivamente gobierna, enseña y santi- la de Pedro una sucesión mutilada en sus facultades principales
fica divina e invisiblemente, hasta la consumación de los siglos, si no perseverara un cuerpo de obispos, sucesor del de los após-
toles, sobre el que ejerciera el sucesor de Pedro la capitalidad a
a todos los miembros de su Iglesia. En esta su acción principal
él encomendada por Cristo diciendo: «Confirma a tus hermanos»
y capital ha dispuesto que Pedro y los demás apóstoles fueran
(Le 22,32).
sus auxiliares o instrumentos, para ejercer humanamente, después
Además, si comparamos la doctrina expuesta sobre la sucesión
de su Ascensión, la parte visible de la acción rectora, docente y
episcopal de los apóstoles con la doctrina definida en el Vatica-
santificadora que, como agente principal, el mismo Cristo seguirá
no I sobre la sucesión primacial de Pedro, nos encontramos con
62
2 Cor^4,l-5. ARISTÓTELES tiene una doctrina sobre el instrumento. A los mi-
otra paridad notable. Y es que el Vaticano I, de la institución
nistros (hyperetés) los llama instrumentos animados, entre los cuales incluye a los divina del Primado, como fundamento perenne sobre el que Cris-
esclavos (Étbica Nicom. VIII 11,6; Politica I 2,4-6). Esta doctrina del Éstagirita
ejerció su influjo en la de los escolásticos sobre el ministro como instrumento. to mismo con su divina virtud ha de edificar su Iglesia hasta el
63
6
1 Cor 1,12; 3,4-10; 4 , 1 ; 2 Cor 6,4. fin de los siglos, legítimamente deduce la ley divina de perenni-
* Act 1,17.25; 17,1.12; 20,24; 21,19; Rom 11,13; 2 Cor 4,1 ; 6,3.4; 11,8.
6
j* Véanse explicados los términos de diakoneo, diakonia, diakonos, hypéreteo, dad del Primado en la Iglesia. Por consiguiente, nada dice sobre
byperetes en los diccionarios bíblicos más renombrados; por ejemplo, en los de
ZORELL, BEYER, BATOR, KITTEL, etc. si la efectiva realización de esa sucesión se ha de verificar por
66
Pío XII, ene. Mystici Corporis; AAS 35 (1943) 200.210.238. Una ulterior expo-
sición de esta doctrina de Pío XII y la explicación de ella en San Agustín y Santo
Tomás pueden verse en J. SALAVERRI, Christus und das kirchliche Amt: MünchTh 67
Cf. texto conciliar.
Ztsch 13 (1962) 280-296. •' LEÓN XIII. ene. Satis cognitum: ASS 28 (1896) 732.
402 Joaquín Salaverri, S. I. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 403
institución divina en la Iglesia romana. Este segundo punto lo el mundo. Las principales de esas potestades extraordinarias fue-
demuestra tan sólo por los testimonios de la Tradición °9. ron, según las fuentes neotestamentarias: a) La misión e instruc-
Como hemos expuesto, ésta es la manera como también el ción plenas recibidas inmediatamente de Cristo, b) La universa-
Vaticano II llega a comprobar la sucesión apostólica de los obis- lidad de los oficios de enseñar, santificar y regir a los hombres
pos. Pues a base de la misión divina y perenne encomendada a creyentes, por lo menos en donde Cristo no había sido predicado
los apóstoles establece la ley divina de sucesión apostólica, pe- aún por otro apóstol, c) La prerrogativa de ser ellos los que ha-
renne, y para pasar de ahí a la afirmación de que esa ley divina bían de establecer los fundamentos doctrinales e institucionales
se verifica en los obispos, recurre a la Tradición, diciendo: «Entre sobre los cuales se habían de edificar todas las iglesias, d) La
los varios ministerios que ya desde los primeros tiempos se ejer- infalibilidad personal en la doctrina de la fe y las costumbres 72 .
cieron en la Iglesia, según testimonio de la Tradición, ocupa el Del derecho divino de la sucesión apostólica, que corresponde
primer lugar el oficio de los obispos». La paridad, pues, entre la a los obispos, el Concilio concluye, con toda razón, aplicando a
sucesión de Pedro y la de los demás apóstoles existe hasta en el ellos aquellas palabras que el Señor dijo a sus apóstoles: «El que
modo como se demuestran de la Escritura y de la Tradición. a vosotros escucha, a mí me escucha, y el que a vosotros despre-
cia, me desprecia a mí y al que me envió»; aplicación que ya la
5. a CONCLUSIÓN hemos visto hecha por San Ignacio Mártir; que León XIII hizo
además auténticamente, en el pasaje que el Concilio cita, y que
De todo lo que llevamos expuesto es manifiesta la legitimi- el Concilio Constantinopolitano IV del 869 hizo también, di-
dad de la conclusión que el Concilio deduce ?°. La doctrina que ciendo: «Las palabras que Cristo dirigió a sus apóstoles y discí-
el Sínodo solemnemente enseña, a saber: que los obispos han su- pulos (Mt 10,40; Le 10,16) creemos que las dirigió también a
cedido por institución divina en el lugar de los apóstoles, como todos los que, después de ellos y como ellos, han sido constitui-
pastores de la Iglesia, es indudablemente cierta y se halla conte- dos sumos pontífices y príncipes de los pastores en la Iglesia
nida en los pasajes de los Concilios Tridentino y Vaticano I y en católica, cuales son en particular los que presiden en las sedes
los de Pío XII y del Código del Derecho Canónico, a que el patriarcales, y principalmente el santísimo Papa de la antigua
mismo Vaticano II remite en nota. A ellos se pudieran añadir Roma» ".
otros muchos, y en particular la doctrina ampliamente expuesta
por León XIII en su encíclica Satis cognitum ", que fácilmente
se pueden hallar en los probados autores.
SACRAMENTALIDAD DEL EPISCOPADO *
En esos mismos autores se puede además hallar expuesta la
razón que justifica la limitación insinuada, al afirmar que los Por Bernardo Monsegú, C. P.
obispos suceden a los apóstoles no simplemente y sin restricción
alguna, sino en cuanto pastores de la Iglesia. La razón de esa 21. Así, pues, en los obispos, a quienes asisten los presbíteros,
Jesucristo nuestro Señor está presente en medio de los fieles como
limitación es porque los apóstoles, además de las potestades de Pontífice Supremo. Porque, sentado a la diestra de Dios Padre,
enseñar, gobernar y santificar a los hombres, que poseían como no está lejos de la congregación de sus pontífices, sino que prin-
pastores de la Iglesia, y que en la terminología teológica y ca- cipalmente, a través de su servicio eximio, predica la palabra
de Dios a todas las gentes y administra sin cesar los sacramentos
nónica se llaman ordinarias, por haber sido vinculadas de modo de la fe a los creyentes y, por medio de su oficio paternal (cf. 1 Cor
estable y por institución de Cristo al cargo pastoral erigido a
perpetuidad; decimos que, además de esas potestades, que inte- '- Cf. ]. SALAVERRI, De Ecclesia: SThS I (BAC, 1962) n.255: a) Mt 13,9-17;
28,19; Me 4,34; Le 24,44-49; lo 14,25-26; 20,21; Act 1,3-8; Gal 1,11-18. b) Mt
gran la jigura teológica y jurídica del pastor de la Iglesia, los 18,18; 28,19; Me 16,15; Act 1,8; Rom 15,20-21. c) Eph 2,20. d) 1 Thess 2,13;
Gal 1,6-9. Cf. A. STRAUB, De Ecclesia t.7 n.195-244.
apóstoles poseían otras potestades, llamadas extraordinarias, que " SAN IGNACIO, cf. nota 36; LEÓN XIII, epíst. Et sane: ASS 21 (1888) 321-22;
Cristo les concedió de por vida, para poder satisfacer a las exi- Conc. Constantinopolitanum IV: DENZ., 341.
« BIBLIOGRAFÍA: CONCILIO VATICANO II, Constituciones. Decretos. Declaracio-
gencias extraordinarias de la primera plantación de la Iglesia en nes (BAC, Madrid 1965); J. COLSON, Vévéque dans les communautés primitives:
Unam Sanctam (París 1951) ; J. CONGAR, Faits, problémes et reflexions a propos du
69 pouvoir et des rapports entre le presbyterat et V épiscopat: La Maison-Dieu 14 (1948)
Vaticano I: DENZ., 1821-1825. Cf. J. SALAVERRI, De Ecclesia Chrlsti: SThS I 10-128; J. M. ALONSO, Orden y jurisdicción: dos potestades, una sola jerarquía en
(BAC,
70
1962) n.161-329.383-458. la constitución intima de la Iglesia y de su economía sacramental, en XVI Sem. Es-
Cf. texto conciliar. pañola de Teología (Madrid 1957) 363-454; JOURNET, Vues recentes sur le sacrement
71
LEÓN XIII. ene. Satis cognitum: ASS 28 (1896) 708-739. de Vordre: Rev. Thom. 53 (1953) ; LÉCUYER, Aux origines de la théologie thomiste
404 Bernardo Monsegú, C. P. C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 405
4,15), va agregando nuevos miembros a su Cuerpo con regenera- Concilio Vaticano II. Y esto no sólo desde el punto de vista
ción sobrenatural; finalmente, por medio de la sabiduría y pruden- doctrinal o dogmático, sino también pastoral y práctico.
cia de ellos orienta y guia al pueblo del Nuevo Testamento en su
peregrinación hacia la eterna felicidad. Estos pastores, elegidos para Con la afirmación conciliar del carácter sacramental del epis-
apacentar la grey del Señor, son los ministros de Cristo y los dispen- copado no sólo se ha removido la entraña teológica de la ense-
sadores de los misterios de Dios (cf. 1 Cor 4,1) y a ellos está en- ñanza tradicional acerca del sacramento del orden, sus grados,
comendado el testimonio del Evangelio de la gracia de Dios sus potestades, su conexión y su subordinación, sino que también
(cf. Rom 15,16; Act 20,24) y la administración del Espíritu y de
la justicia en gloria (cf. 2 Cor 3,8-9). se ha descubierto una corriente doctrinal capaz de influir y de
Para realizar estos oficios tan altos fueron los apóstoles enri- dar nuevos tonos a la acción pastoral de los obispos, ya frente
quecidos por Cristo con la efusión especial del Espíritu Santo al pueblo fiel en general, ya frente a los otros grados de la je-
(cf. Act 1,8; 2,4; lo 20,22-23), y ellos, a su vez, por la imposi- rarquía, ora con respecto a la potestad de orden, ora de la de
ción de las manos transmitieron a sus colaboradores el don del jurisdicción.
\ Espíritu (cf. 1 Tim 4,14; 2 Tim 1,6-7), que ha llegado hasta nos-
otros en la consagración episcopal. Este santo Sínodo enseña que Y otro tanto se diga con respecto a la colegialidad, cuya tras-
con la consagración episcopal se confiere la plenitud del sacra- cendencia doctrinal corre parejas de la trascendencia y multipli-
mento del orden, que por esto se llama en la liturgia de la Igle- cidad de aplicaciones prácticas, ora se la vea vertical, ora hori-
sia y en el testimonio de los Santos Padres (.(.supremo sacerdocio»
o «cumbre del ministerio sagrado». Ahora bien, la consagración
zontalmente, ya a escala nacional, ya ecuménica.
episcopal, junto con el oficio de santificar, confiere también el ofi- Limitándonos ahora a la sacramentalidad episcopal, punto el
cio de enseñar y regir, los cuales, sin embargo, por su naturaleza, más saliente y sustancioso del número 21 de la constitución que
no pueden ejercitarse sino en comunión jerárquica con la Cabeza comentamos, observaremos, en primer lugar, que los Padres con-
y miembros del Colegio. En efecto, según la tradición, que apáre-
te sobre todo en los ritos litúrgicos y en la práctica de la Iglesia, ciliares fueron plenamente conscientes de que aquí se tocaba un
tanto de Oriente como de Occidente, es cosa clara que con la impo- punto delicado de la doctrina católica acerca del episcopado.
sición de las manos y las palabras consagratorias se confiere la Lo prueba, por una parte, el tono marcadamente magisterial
gracia del Espíritu Santo y se imprime el sagrado carácter, de que al formular esta doctrina presenta el texto de la constitución:
tal manera que los obispos en forma eminente y visible hagan las
veces de Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice, y obren en su nom- «Docet autem Sancta Synodus...», este santo Sínodo enseña, etc.
bre. Es propio de los obispos el admitir, por medio del sacra- Y por otra, las reservas puestas por algunos Padres tanto al fondo
mento del orden, a nuevos elegidos en el cuerpo episcopal. de la cuestión, o sea a que el Concilio se pronunciase en favor
de la sacramentalidad episcopal, cuando no todos los teólogos
TRASCENDENCIA Y ENFOQUE DEL TEXTO CONCILIAR católicos andaban concordes, como a la manera de darle solución.
Tanto los que pedían una atenuación del texto conciliar como los
La sacramentalidad y la colegialidad del episcopado son, sin que querían que se le diese aún mayor solemnidad eran conscien-
lugar a duda, los dos pronunciamientos mayores que hallamos tes de que el Concilio decía algo grave.
en la constitución dogmática Lumen gentium y acaso en todo el Ni unos ni otros, que, dicho sea de paso, eran poco numero-
sos, recibieron satisfacción por parte de la Comisión, que mantuvo
de l'Épiscopat: Gregor. 35 (1954) 56-89; La gráce de la consécration episcopal:
RevScPhTh 36 (1952) 389-417; MARTIMORT, De l'évíque: La Clarté-Dieu (París la redacción tal cual fuera votada del 21 al 29 de septiembre
1946) ; MONSEGÚ, La problemática del sacerdocio en la actualidad: RevEspTeol XIV de 1964, en la tercera sesión conciliar; y el texto fue definitiva-
n.57 (1954) 529-566; Concepto específico y concepto analógico del sacerdocio cris-
tiano, en XII Sem. Española de Teología (Madrid 1954) 171-220.; Los obispos, ¿son mente; aprobado y luego promulgado tal como ahora aparece.
sucesores de los apóstoles directa e inmediatamente, como miembros del colegio, o
más bien en cuanto personalmente consagrados o investidos de su oficio?, en XVI Se- Con lo que aparece claro que el Concilio, sin.querer llegar a
mana Española de Teología (Madrid 1957) 216-247; El constitutivo formal del epis-
copado, en XXII S.em, Española de Teología (1963) 65-84; D. FERNÁNDEZ, Distin- una definición auténtica del asunto en cuestión, no quiso tampo-
ción entre episcopado y presbiterado y su problemática respecto del ministro extra- co dejarlo de libre discusión, y sancionó con el peso de la auto-
ordinario del sacramento del orden, en XV Sem. Española de Teología (Madrid
1956) 121-228; C. DILLENSCHNEIDER, Teología y espiritualidad del sacerdote (Sala- ridad conciliar la doctrina, ya corriente entre los teólogos, sobre
manca 1964), en particular la segunda parte: El sacerdocio de la comunidad eclesial;
LÓPEZ MARTÍNEZ, La distinción entre obispos y presbíteros, en XXII Sem. Española
de Teología (Madrid 1963) 85-156; Constitución jerárquica de la Iglesia: Nuestro au premier Concile Vatican (París 1961) ; E. BouLARAND, La consécration episcopal
Tiempo n.133-134 (1965); 27-42; Y. CONGAR-B. D. DUPUY, L'Épiscopat et l'Église est-elle sacramentóle?: Bull. Lit. Eccl. 54 (1953) 3.36; J. SALAVERRI, La triple
universelle (París 1962) ; O. ROUSEAU, Le vrai valeur de l'Épiscopat dans l'Église potestad de la Iglesia: Miscelánea Comill. 14 (1950) 9-84; C. STRATER, L'Épiscopat:
d'apres importants documents de 187}: Irenikon 29 (1956) 121-150; M. MCGOUGH, ses relations avec la prélrise et la papauté: Scienc. Eccles. 12 (1960) 39-58; J. ES-
The inmediate source of episcopal jurisdiction: The Irish Eccl. 86 (1956) 83-97; 87 PEJA, O. P., Sacramentalidad del episcopado: Teología Espiritual 19-20 (1963) 99-
(1957) 91-109.305-323; J. PEGÓN, Episcopal et hierarchie au Concile de Trente: 130* C. Pozo, La teología del Episcopado en el capitulo 3.e de la constitución «De
Nouvelle Rev. Théologiquc 82 (1960) 580-588; TORRELL, La théologie de ¡'episcopal Ecclesia»: Estudios Eclesiásticos 153 (1965) 139-161.
406 Bernardo Monscgú, C. P. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 407
todo a partir de Trento, de la sacramentalidad del episcopado. Pero firme en su posición, sabiendo que la doctrina enseñada
Puede haber diferencias de criterios y de matices en la valoración sobre la sacramentalidad episcopal estaba firmemente anclada en
de esa sacramentalidad, sobre todo en lo tocante a su específica la tradición y certificada por el más alto magisterio pontificio, no
razón de ser, por contraposición a la del presbiterado y a lo que creyó procedente subordinar la teología a la historia ni hacer de
directamente hace referencia: al poder sobre el cuerpo real de un caso particular óbice para un ordenamiento general. La solu-
Cristo o eucaristía o sobre su Cuerpo místico, la Iglesia; pero en ción concreta de cada dificultad de ese tipo y la conciliación entre
lo que no cabe discrepancia es en la aceptación de la sacramenta- un hecho particular y la ley general que preside una institucio-
lidad del episcopado, expliqúese como se quiera. La consagración nalización no es cosa propia de un Concilio, sino más bien de
episcopal es cosa sacramental, y sacramentalmente le vienen, de los teólogos.
un modo u otro, todos sus poderes, aunque no estén todos some- Y esto se dijo expresamente en la expensio tnodorum del ca-
tidos a una misma ley de validez o invalidez en su ejercicio. pítulo 3.° de la Lumen gentium a la votación séptima. ¿Cómo
Y dos cosas resulta interesante destacar en la forma adoptada aplicar—preguntaban algunos—esta doctrina conciliar al caso de
por el Concilio para proclamar la sacramentalidad episcopal: pri- aquel que, sin ser obispo, fuera, por ejemplo, elegido papa ? ¿Qué
mera, que no quiso acceder a las peticiones que le fueron hechas potestades le competen antes de su consagración? A lo que res-
en el sentido de una redacción que favoreciese la contemplación pondió la Comisión: «Un texto de orden general no tiene en
del episcopado como supremo complemento del sacramento del cuenta un caso tan particular. De todos modos, el así elegido,
orden, su plenitud o su más perfecta participación; segunda, que una vez que acepta, queda constituido por Dios Jefe de la Iglesia,
adrede o intencionadamente quiso hacer de la sacramentalidad y se supone en él voluntad de recibir la consagración. Para más
pivote o fulcro de todos los poderes episcopales. explicaciones, acúdase a los teólogos».
N o quiso lo primero, porque en esas peticiones se suponía lo
que el Concilio no quería suponer, a saber: que ya el sacerdocio LA SACRAMENTALIDAD EN LA ECONOMÍA CRISTIANA
sea la plenitud del sacramento del orden, quedando como com-
plemento la consagración episcopal. Mientras que la redacción El tenor seguido por Dios en la obra de nuestra redención
conciliar mira a que sea considerado el sacerdocio como una par- y justificación, mediante la encarnación y la pasión, en el sacra-
ticipación de la plenitud episcopal; cosa muy distinta. mento de la humanidad del Verbo, se mantiene y continúa en la
Quiso, en cambio, lo segundo, porque deliberadamente bus- obra santificadora que Dios completa en nosotros, aplicándonos
caba revalorizar la función y el papel de los obispos en la Iglesia los frutos de la pasión de Cristo por medio del sacramento de su
de Dios, evitando que nadie les considere, en ningún sentido, Iglesia, en el misterio del Cuerpo místico.
como simples legados o mandatarios del Papa, o que sus poderes Si el misterio del Verbo encarnado es el sacramento primero
se digan de origen eclesiástico, siendo así que son ministros y y fundamental de nuestra santificación, porque de la redención
vicarios de Cristo, sucesores de los apóstoles, con poderes directa- por El operada, mediante el sacrificio realizado visiblemente en
mente recibidos del mismo Cristo, por su consagración, para el su sacrosanta humanidad, deriva, como de causa meritoria y efi-
gobierno de la grey cristiana. ciente, la gracia que salva y santifica, el misterio del Cuerpo mís-
La sacramentalidad se pone, pues, en el texto conciliar como tico es el segundo gran sacramento, por el que la obra del pri-
cimiento de la hegemonía episcopal dentro de la línea misma del mero se continúa y llega a su plenitud; se subjetiva, por decirlo
orden sacerdotal y como razón también del origen divino inme- así, la obra objetiva de la redención, tomando cuerpo visible y
diato de todos sus poderes, del munus episcopale, así como de la social lo que en el Cristo del Calvario era sólo cosa personal e
colegialidad, que la consagración episcopal construye o funda- individual.
menta. En la Iglesia, el hecho irreversible del sacramento de la pa-
No se le ocultaban al Concilio las dificultades de orden histó- sión de Cristo se perpetúa y se prolonga a través de los tiempos
rico y también de aplicación que esta doctrina suponía. Los teólo- en un horizonte visible, cual es el de la sacramentalidad de la
gos se habían ocupado largamente de las primeras, y algunos de misma Iglesia, perdiéndose en lejanías de eternidad. Lo que en
los Padres se hicieron cargo en sus enmiendas o votaciones moda- y por la Iglesia, a todo el mundo visible, Dios opera en nosotros
les de las segundas. de un modo invisible, no es más que el punto medio entre el
C3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 409
408 Bernardo Monsegú, C. P.
dención. Y sólo mediante ella se realiza el plan salvífico previsto
punto inicial de la línea de santificación y divinización que co-
por Dios en su Cristo desde toda la eternidad. En su seno, como
mienza para nosotros en el misterio del Verbo encarnado y el
de madre, se gestan y se configuran aquellos que, oyendo la pa-
punto final de su consumación, por la glorificación en nuestra
labra de Dios, fueron capacitados para hacerse hijos suyos 3 , he-
definitiva unión con Dios, a que se ordena la parusía.
chos a imagen del Primogénito entre muchos hermanos 3, congre-
La vida cristiana es, pues, un aprovechamiento y una espera.
gados y alimentados por la madre Iglesia.
Aprovechamiento de lo que Cristo nos mereció y puso a nuestra
Como los sacramentos, ella es también una institución de
disposición. Espera de lo que Cristo nos promete y nosotros he-
Cristo, que, secundando la voluntad del Padre, quiso constituirla
mos de merecer con el auxilio de la gracia, que también Cristo
en instrumento de la restauración cristiana inaugurada por El en
pone a nuestra disposición.
el mundo y que tuvo su ápice personal en el sacrificio de la cruz.
Pero tanto en la fase adquisitiva de nuestros medios de san-
Pero fue en la misma cruz donde comenzó el reinado de Cristo
tificación como en la aplicativa de los mismos, Dios tiene en cuen-
por su Iglesia, cumpliéndose lo que dijera por San Juan: «Y yo,
ta nuestra condición humana y quiere que nuestro acercamiento
cuando fuere levantado sobre la tierra, todo lo atraeré a mí» 4.
y nuestra unión con El tengan una expresión, una manifestación,
Por la Iglesia se perpetúa visiblemente entre nosotros el sacrificio
un signo y hasta un cauce visible.
de la cruz mediante el sacrificio y el sacramento del altar, en el
Para eso, el sacramento primero de la humanidad del Verbo;
que nuestro acercamiento a Dios, nuestra unión con El y la uni-
para eso, el sacramento del Cuerpo místico, que es la Iglesia, y
dad de la Iglesia tienen la más viva y expresiva realidad.
para eso también, y con mayor propiedad, los siete sacramentos
con que la Iglesia nos hace partícipes de los tesoros de gracia Así resulta la Iglesia la comunidad santa, el pueblo congre-
y de santidad que Cristo depositó en ella, y que tienen el honta- gado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo 5 .
nar primero en el gran sacramento de la humanidad del Verbo. Reino y figura visible de una comunión de vida invisible; comu-
Es la economía cristiana una economía constitutiva y funcional- nión de gracia y de caridad, vaciada en una auténtica institución
mente sacramental. social.
La definición de la Iglesia como sacramento se inserta plena-
Esta estructura y esta planificación sacramental que Dios ha
mente en la línea de encamación, digámoslo así, que guarda la
querido para la obra de nuestra salvación en el misterio de Cristo
economía salvadora.
y en el misterio de su Iglesia es un dato que la teología viene
El Verbo encarnado señala la pauta y la directriz de esa línea.
considerando desde muy antiguo, pero que sólo en nuestro tiempo
Está como centro y paradigma de toda la economía salvífica. En
ha adquirido relieve capital a través de los muchos trabajos teo-
su humanidad se hizo carne la divinidad. Lo invisible se hizo
lógicos que a él se han consagrado y, sobre todo, merced a la
visible, la vida de Dios se comunicó a los hombres. Por consi-
consagración oficial que del mismo ha hecho el Vaticano II de-
guiente, «en su mismo centro—diremos con el P. Martelet—, que
finiendo la Iglesia sacramentalmente, a modo de sacramento:
es Cristo, la economía de la encarnación es una economía sacra-
veluti sacramentum \
mental, puesto que es la manifestación y comunicación de lo in-
La Iglesia, a tenor de las doctrinas conciliares, sería ante todo visible por medio de lo visible, que de aquello se hace signo.
un misterio, el misterio de Cristo, entendiendo por la palabra Comprender los sacramentos y la eficacia que les es propia es,
«misterio» no tanto una realidad escondida e inasequible a la pues, referirlos al sacramento por antonomasia, que es la huma-
mente humana cuanto una realidad salvífica y trascendente que nidad de Cristo, y ver que allí está la realidad que condiciona
se nos revela y se nos manifiesta. directamente, en el Espíritu Santo, su existencia y su eficacia» \
Y precisamente por esta su condición de signo de salud es
Definir, pues, sacramentalmente a la Iglesia equivale a me-
por lo que se la denomina también «sacramento», sin equipararla
terla de lleno en la corriente cristológica que la explica y la sos-
por ello exactamente con los llamados por antonomasia sacramen-
tiene. Es el misterio de Cristo el que explica el misterio de la
tos. Es ella, en efecto, como un sacramento, señal e instrumento 3
de salud y santificación. Por ella y en ella se nos revela el miste- 3
lo 1,12 y 11,52.
1
Rom 8,29-30.
rio de Cristo y se nos hace la aplicación de los frutos de la re- lo 12,32.
5
11,52. Cf. SAN CIPRIANO, De oratione dominica 23: PL 4,553.
1
* G. MARTELET, Horizon théologique de la deuxieme session du Concite: Nou-
humen gentium proemio n.l. Cf. CONCILIO VATICANO II, Constituciones, etc. velle Revue Théologique 86 (1964) p.452.
(BAC. Madrid 1965) p.9.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 411
410 Bernardo Monsegú, C. P.
De ahí, repetimos, que la condición de medio esté más en la
Iglesia. Y la razón de ser de ésta podemos decir que es una razón
Iglesia en su aspecto visible que en el invisible. N o sólo porque
ministerial. Porque su misión y su ministerio consisten en pro-
a través de éstos llegamos a aquéllos, sino también porque, de
longar, perpetuar y aplicar la obra de Cristo, según lo que el
suyo, lo visible de la Iglesia queda en la pura categoría de medio
Vaticano I definió al sentar las bases de la constitución dogmática
y con su existencia terrena acabará; mientras que lo invisible,
Pastor aeternus: «El Pastor eterno y guardián de nuestras almas
como la gracia y los dones del Espíritu y el mismo Espíritu Santo
(1 Petr 2,25), para convertir en perenne la obra saludable de la
que se nos comunica, a más de no ser de suyo visibles ni propia-
redención, decretó edificar la santa Iglesia, en la que, como en
mente cosas sociales, tampoco quedan en la pura categoría de
casa del Dios vivo, todos los fieles estuvieran unidos por los
medios, pues ya, formalmente, de un modo incoativo, constitu-
vínculos de una sola fe y una sola caridad» '.
yen la misma salvación y santificación del hombre y perdurarán
Toda la constitución Lumen gentium ha sido elaborada sobre
más allá del tiempo.
este plano sacramental de la Iglesia. Aquí se esconde la riqueza
Bien entendido, empero, que el ministerio eclesiástico, la Igle-
y la fecundidad del misterio que el Concilio nos ha descrito en
sia que llaman social y jurídica, no se es fin a sí misma, sino que
el primer capítulo de esa constitución. Aquí está también el méri-
está al servicio de Cristo y de los cristianos. La autoridad, la le-
to y el progreso doctrinal que en eclesiología nos ha legado y será
gislación y el gobierno visible de la Iglesia tienen un origen so-
timbre de gloria del Vaticano II. En esta perspectiva no sólo los
brenatural, se ordenan a un fin sobrenatural y con espíritu sobre-
sacramentos de la Iglesia se ven a su propia luz y descubren todo
natural se ejercitan.
su vigor, sino que la misma Iglesia es algo sacramental y, como
tal, signo e instrumento de Cristo, que la penetra y condiciona La idea adecuada del Cuerpo místico, mientras peregrina sobre
del fondo a la sobrehaz, en el contenido y en las estructuras. la tierra, supone, de un modo igualmente esencial, ambos ele-
mentos : el visible y el invisible, el pneumático y el jurídico. El
La jerarquía resulta así como un sacramento de la autoridad
primero, como informante y vivificante; el segundo, como infor-
de Dios. Y los dones divinos de que la Iglesia es depositaría,
mado y vivificado. Pero éste es garantía y certificación de la pre-
sacramentalmente se nos comunican por medio de los siete sacra-
sencia y autenticidad de aquél.
mentos que Cristo puso a su disposición, comunicación sacramen-
tal rigurosamente dicha. Pero también por la intervención de la
jerarquía de orden, de magisterio y jurisdicción, instituida por LOS SIETE SACRAMENTOS
el mismo Cristo y a nosotros patente a través de las personas que
ocupan visiblemente el puesto de Dios, sobre las que se fundan De las nociones dadas acerca de la sacramentalidad fácil es
unos vínculos y unas estructuras sociales también visibles y tam- deducir lo que son los sacramentos y cómo deben ser por nosotros
bién portadores de gracia divina, y, en este sentido, están en po- considerados si queremos luego que la sacramentalidad del epis-
sesión de una nota de sacramentalidad, menos estrictamente dicha, copado nos descubra toda su riqueza y quede de manifiesto lo
pero de auténtica verdad. que el Concilio ha querido decir al hacer de ella nota constitutiva
Como medio social, la Iglesia no es inteligible sino a base de del oficio o ministerio episcopal.
vínculos sociales, y como medio social visible, esos vínculos so- Como la Iglesia en general hemos dicho que es a modo de un
ciales tienen que ser también forzosamente visibles. Junto al Cris- gran sacramento, en cuanto como sociedad visible es señal de una
to invisible que vive en ella y que es su fundamento y su Cabeza realidad invisible, que en ella en cierta manera se encarna, to-
sustantiva, el Cristo visible, que visiblemente personifica a Cristo, mándola como medio para hacer permanente entre nosotros y
haciendo veces de su representante y vicario, para poner unidad aplicarnos la obra redentora de Cristo, así los llamados por anto-
y fundamento en el cuerpo social visible de la Iglesia. Junto a nomasia y comúnmente sacramentos no son otra cosa que la ex-
la profesión de fe interna y la gracia interior que se derrama en presión visible de una realidad invisible, a la que sirven, presen-
las almas por el Espíritu Santo, especie de alma de la Iglesia, la cializando y aplicando a las distintas situaciones de la vida huma-
profesión de fe externa, la sumisión a la jerarquía, la inserción na la virtud salvífica que dimana, como de hontanar primero,
visible, a través de los sacramentos, en la invisible comunión de canalizado por la Iglesia, del gran sacramento de la pasión de
vida y de dones que supone el misterio del Cuerpo místico. Cristo.
7
Son, pues, signos sagrados, como su propio nombre lo está
PBNZ., 1821.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 413
412 Bernardo Alonsegú, C. P.
pende de quien lo recibe, sino de la obra puesta, que viene con-
indicando, destinados a significar una cosa santa y causarla. siderada como acción de Cristo. Lo que quiere decir que las dis-
Y precisamente los decimos sacramentos—escribe San Isidoro en posiciones del sujeto que recibe el sacramento no son causa ver-
sus Etimologías VI 19,40—porque, bajo la cubierta de cosas cor- dadera de la eficacia de ese sacramento. La gracia no deriva de
porales, es la virtud divina la que de un modo misterioso causa esas disposiciones, sino de un acto eficaz de Cristo operando a
lo que esos sacramentos significan; de ahí que los denominemos través del rito sacramental puesto. Así son los sacramentos ver-
sacramentos, bien por referencia a su misteriosa acción o por lo daderamente un don de Cristo, como es un don todo el misterio
sagrado que implican. de la gracia que salva y que sacramentalmefite se nos comunica.
Importa mucho notar que los sacramentos propiamente dichos, Ese gran misterio de donación y de causación de la gracia,
los siete que la Iglesia católica profesa, no son sólo signo, sino en cuya intimidad invisible nadie puede penetrar, se hace para
también causa de algo sacro o santo. Significan causando y cau- nosotros algo visible y palpable en el rito sacramental que lo
sando significan. N o se trata, pues, de signos o símbolos que sólo encubre y que se construye sobre el plano sacramental de la Igle-
hablan a la inteligencia o que a ella principalmente se dirijan, sia como sociedad visible.
sino de señales vitales y prácticas, que obran lo que significan.
No son, pues, primordialmente objeto de especulación, sino de
aceptación vital y con función vital. Su sacramentalidad no puede LA DOBLE FUNCIÓN DE LOS SACRAMENTOS
en manera alguna desvincularse ni explicarse al margen de la
Los sacramentos pueden ser considerados de dos maneras:
sacramentalidad general de la Iglesia, ni menos del sacramento
como ritos y ceremonias de culto y como medios y remedios de
de la pasión de Cristo, que explica y da eficacia a esa doble sa-
salvación o de salud. En el primer caso, su efecto propio es el
cramentalidad. Sólo participará del beneficio de la pasión de Cris-
carácter. En el segundo, la gracia. El carácter se ordena a capaci-
to aquel que de una manera u otra entrare en la órbita sacra-
tarnos para el culto divino; la gracia, a disponernos para ejercer
mental trazada por el mismo Cristo.
debidamente ese culto. Por el carácter quedamos constituidos
Los sacramentos no son signos puramente naturales ni mera- miembros del Cuerpo místico de Cristo, recibimos estructura cris-
mente artificiales o caprichosos. N o son signos propiamente natu- tiana, digámoslo así. Por la gracia, esos miembros tienen vida, se
rales, porque nada natural es capaz, de suyo, de significar y menos llenan de contenido salvífico y santificativo esas estructuras. El
causar un efecto sobrenatural. N o son cosa puramente artificial, carácter consagra propiamente; la gracia, santifica. Por el carácter
porque su simbolismo resulta apropiado para lo que se pretende. tenemos potestad para algo; por la gracia podemos usar bien de
Sólo Dios puede santificar y sólo él puede hacer que lo natu- ese poder o potestad.
ral signifique y cause lo sobrenatural, tomándolo como medio o
instrumento. Por eso sólo admite la Iglesia como sacramentos Aunque gracia y carácter son, ambos a dos, cosa divina y cris-
aquellos que Cristo instituyó por tales. Ni la Iglesia misma puede tiforme, lo son de distinta manera. La configuración cristiana
instituir verdaderos sacramentos, ya que son ellos los que edifican motivada por el carácter está en la línea de participación de la
la Iglesia. La Iglesia lo que tiene es la administración de los divina potestad, según doctrina del Angélico; la que origina la
sacramentos. gracia lo está en la línea de la misma vida divina. La primera
está reclamando la segunda. Por su carácter cristiano, todo fiel
En los sacramentos, el pasado, el presente y el futuro se hacen
tiene el deber de vivir cristianamente. Y la gracia se le da para
en cierta manera—según una hermosa doctrina de Santo Tomás—
que así de hecho viva.
posesión unitaria y actual nuestra, porque ellos nos recuerdan la
pretérita pasión de Cristo, significan la gracia presente y prefigu- Según otra doctrina del Angélico, hecha patrimonio común
ran la gloria futura 8. El sacramento es un signo objetivo de la de la teología, el carácter nos pone en la línea de participación
pasión, de la gracia y de la gloria. del sacerdocio de Cristo. Participación que puede ser, y efectiva-
Para que un rito o señal determinada sea verdaderamente sa- mente lo es, de maneras muy distintas, desde la diferencia de es-
cramento, aparte la institución de Cristo, se necesita, pues, que, pecie a la diferencia de grados. Ni en especie convienen, por
una vez puesto válidamente, signifique y cause una realidad sa- ejemplo, la participación sacerdotal que da el carácter bautismal
grada en virtud de la señal puesta. Su eficacia y eficiencia no de- y la que da el carácter de la ordenación sagrada. En cambio, den-
8
tro del orden, hay diversos grados de participación del sacerdocio.
SANTO TOMÁS, 3 q.60 a.3.
414 Bernardo Monsegú, C. P. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 415

Cristo es el supremo analogado del sacerdocio cristiano. Gra- Pero el sacrificio, como acto social y público de religión, no
cia y carácter dicen referencia y subordinación a El. Pero mien- puede ponerlo quien quiera y como quiera, sino sólo aquel que
tras el carácter nos configura con Cristo sacerdote en cuanto es fue constituido sacerdote para ofrecer el sacrificio propiamente
Hombre-Dios, prout Homo-Deus, que dice Santo Tomás, la gracia dicho.
lo hace en cuanto es Hijo de Dios, prout Filius Dei est, es decir,
en cuanto, como Cabeza del Cuerpo místico, nos comunica la vida CARÁCTER, SACRIFICIO Y SACERDOCIO
divina. El sacrificio social cristiano propiamente dicho no es más que
uno: el de la eucaristía. En orden, pues, al sacrificio eucarístico
LOS SACRAMENTOS QUE DAN CARÁCTER se ha de definir nuestro sacerdocio, y, según sea nuestro poder
y nuestra participación en ese sacrificio, así será también nuestro
Sólo tres sacramentos confieren carácter, según la doctrina sacerdocio y nuestro carácter sacerdotal. No es la gracia sacra-
tradicional y constante en la Iglesia católica: el del bautismo, el mental la que debe dar razón de nuestro sacerdocio, o mejor, ser
de la confirmación y el del orden. título justificativo de nuestra acción e intervención sacerdotal,
Los tres son, pues, participación cristiana del sacerdocio de sino el carácter que nos coloca en línea con la potestad sacerdo-
Cristo. Participación accidental en los tres, porque sólo Cristo tal de Cristo. La gracia es esencialmente idéntica en todos, aunque
es sacerdote sustantivo, sustancialmente sacerdote, en cuanto que, unos tengan más o menos gracia que otros. Sobre esa base todos
en virtud de la unión hipostática, queda sustancialmente ungido serían igualmente sacerdotes.
sacerdote, y sacerdote eterno, por la filiación divina del Verbo En cambio, el carácter no es específicamente el mismo para
encarnado. La accidentalidad de nuestro sacerdocio se funda pre- todos. Sobre él se fundamenta, pues, el título jurídico sacerdotal
cisamente en la condición de accidente, de algo sobreañadido'; para hacer el sacrificio o para participar en él; y también la di-
califiqúese teológicamente como se quiera tal accidente, que en ferenciación de los poderes y participaciones sacerdotales.
esto no convienen los teólogos. Cristo no necesita de carácter Quien puede poner por derecho oficial y público la acción
sacerdotal para ejercer sus funciones sacerdotales, porque es sacer- que realiza el único sacrificio social y visible que hay en la Igle-
dote por esencia o naturaleza. Nosotros sí lo necesitamos, porque sia, que es el de la consagración del cuerpo y de la sangre del
no somos sacerdotes por naturaleza; y si Cristo no nos faculta para Señor, ése es verdadera y propiamente hablando sacerdote, según
entrar en posesión de su sacerdocio, jamás podremos nada sacerdo- el concepto universal del sacerdocio, que lo considera función y
talmente. Para eso precisamente instituyó los sacramentos y con oficio público, exigiendo designación y título adecuado para ello.
ellos el medio de comunicación, no sólo de su vida sacerdotal, Quien eso no puede, sólo impropiamente y por analogía se dice
que fluye a nosotros por la gracia, sino también de su potestad sacerdote.
sacerdotal, que nos llega por el carácter. En el primer caso están los que recibieron en la Iglesia el sa-
Esta participación sacerdotal que da el carácter se coloca y cramento del orden. En el segundo, los que sólo recibieron el
nos coloca en la línea fundamental del sacerdocio de Cristo. El bautismo y la confirmación. Los primeros, en virtud de su carác-
sacerdocio de Cristo tenía, por la misión que traía el Hombre- ter, pueden hacer lo mismo que Cristo hizo; ofreciendo su carne
Dios, una función redentiva y social. Ahora bien, todo sacerdocio y su sangre en sacrificio, pues por él toman la representación de
se define y se constituyó siempre por orden al sacrificio. Sacerdo- la persona misma de Cristo como Cabeza del pueblo cristiano.
cio y sacrificio son cosas correlativas. Así leemos en Trento: «El Los segundos, en cambio, no teniendo en modo alguno, según
sacrificio y el sacerdocio están tan unidos por ordenación de Dios, enseña la Mediator Dei, la representación de la persona de Cristo,
que en toda ley han existido ambos» (DENZ. 957). También ni pueden hacer veces de Cabeza ni pueden hacer propiamente
Pío XII, en el discurso a los obispos reunidos en Roma para la el sacrificio mismo de Cristo, que exige actuar en la persona de
canonización de Pío X, junio de 1954, les decía: «La misión Cristo y de la Iglesia. Su participación sacerdotal es de otro gé-
específica y principal del sacerdote fue siempre y lo es la de sa- nero, como de miembros sacerdotales, pero sin entrar en la je-
crificar, de manera que, donde no hay verdadero poder de sa- rarquía sacerdotal,
crificio, tampoco encontramos, propiamente hablando, verdadero
sacerdocio».
416 Bernardo Monsegú, C. P. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 417

E L SACRAMENTO DE LA JERARQUÍA
social cristiano, como sucesores de los apóstoles, no se les puede
imaginar desprovistos del carácter sacerdotal. Antes al contrario,
En la jerarquía sacerdotal, para el desempeño de un oficio y el episcopado realiza en plenitud el sacerdocio. Y es más confor-
de una función rigurosamente sacerdotales, sólo se entra por me a teología, y acaso también a historia eclesiástica, que lo epis-
medio de la ordenación sacerdotal. Sólo el sacramento del orden copal norme y subordine a sí, bajo todos los aspectos, a lo me-
hace propiamente sacerdotes, dando participación en el sacerdocio ramente presbiterial. D e manera que la perspectiva teológica del
del Jefe en cuanto Jefe, para poder poner el mismo sacrificio sacerdocio no sea la de hacer del obispo un simple complemen-
del Jefe. La participación del sacerdocio de Cristo que viene por to y como remate del sacerdocio presbiterial, sino la de hacer
los otros sacramentos: bautismo y confirmación, no es de asimi- de éste participación y grado inferior de la plenitud del sacerdo-
lación o configuración con la Cabeza, sino más bien de adapta- cio episcopal.
ción sacerdotal con la Cabeza para poder ser asumidos sacerdotal- La peculiar y fundamental misión confiada por Dios a los
mente, constituyendo partes sacerdotales de un todo sacerdotal; obispos en el ordenamiento jerárquico de su Iglesia, Iglesia de
todo que por el sacerdocio se explica y sacerdotalmente se or- impronta y estructura sacramenta], está reclamando que el episco-
dena. pado, cima y fulcro de la jerarquía, sea concebido y conferido
El sacramento del orden es, pues, el sacramento constitutivo sacramentalmente.
de la jerarquía cristiana. Jerarquía, por lo tanto, sacerdotal. Je- N o obstante, cosa tan lógica ni en teología ni en historia
rarquía que debe definirse por orden a la potestad sobre el cuer- aparecía comprobada con la suficiente claridad. Teológicamente,
po real de Cristo, o eucaristía, antes que por la que hace refe- los autores discrepaban porque no veían claro ni de la misma
rencia al poder sobre el Cuerpo místico, o Iglesia, según algunos manera cómo el rito de la consagración episcopal puede ser signo
modernamente han pretendido, en el afán de revalorizar el epis- sagrado de tal naturaleza que deba decirse sacramento y no pue-
copado. da quedar en la simple categoría de sacramental. Los sacramen-
N o necesitamos tirar por ese camino para que la sacramen- tales no son los sacramentos. Y no todo rito sacramental es de
talidad del episcopado quede justificada, y aparezca en todo su suyo un sacramento. ¿No podría pensarse la consagración epis-
esplendor la suprema dignidad de su sacerdocio y el origen di- copal como un sacramental, mediante el cual la Iglesia hace ex-
vino de su ministerio episcopal. pedito el ejercicio de unos poderes que ya estaban en el simple
N o necesitamos y creo que tampoco debemos. Porque la línea ordenado de sacerdote?
doctrinal seguida en este punto por los teólogos y recogida por Históricamente, las dificultades se acrecían con la confusión
el magisterio aparece claramente contraria a toda alteración de de nombres y hasta de funciones que a lo largo de la historia,
la correlación sacerdocio y sacrificio eucarístico y a toda sombra sobre todo en los primeros siglos, había tenido lugar. Las pala-
de atenuación de lo que supone la potestad sobre el cuerpo real bras «epíscopos» y «presbíteros» se aplicaban indistintamente.
de Cristo, o potestad de orden, sobre la de jurisdicción, o poder Luego, los simples presbíteros llegaron a desempeñar muchas de
sobre el Cuerpo místico. las funciones que primitivamente eran peculiares de los obispos.
El sacramento del orden, destinado a constituir los ministros Con lo que se acreció la confusión. D e ahí la pregunta de San
del sacrificio cristiano, es también el sacramento de la jerarquía Jerónimo: «¿Qué hace el obispo que no pueda hacer el presbí-
eclesiástica. Por ese sacramento, unos son clérigos en la Iglesia tero ?» 9
y otros no. Y por ese sacramento son los clérigos sujeto apropiado
para la administración de las cosas santas y para el régimen de OBISPOS POR INSTITUCIÓN DIVINA
la comunidad eclesial. Por este camino llegaron algunos a considerar el episcopado,
en cuanto contradistinto del sacerdocio, como de institución me-
SACERDOTES DE PRIMER ORDEN ramente eclesiástica y no de origen divino. Y, por consiguiente,
a negarle todo carácter propiamente sacramental, ya que los sa-
Los obispos son, ante todo, los sacerdotes de primer orden, 9
J COLSON, Les fonctions ecclésiales aux deux premíers siecles (París 1956) ;
como fueron denominados en la antigüedad. Y siendo los obis- M. GUERRA GÓMEZ Epíscopos y presbíteros... (Burgos 1962); NICOLÁS LÓPEZ MAR-
pos, por institución divina, piedras fundamentales del edificio TÍNEZ, La distinción entre obispos y presbíteros, en XXII Semana Española de Teo-
logía (Madrid 1963) 85-155.
2. C.Vaticano 14
418 Bernardo Monsegú, C. P. C.3' Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 419
cramentos son de origen divino, reduciéndolo a una función u sacramento de la confirmación, ordenan a los ministros de la
oficio en la Iglesia, pero en fuerza exclusivamente de una inves- Iglesia y pueden hacer muchas más cosas, en cuyo desempeño
tidura jurídica. ninguna potestad tienen los otros de orden inferior» (DENZ. 960).
Con ello no negaron nunca que los obispos tuvieran una au- Es verdad que puede muy bien sostenerse que en Trento no
téntica preeminencia jurisdicional sobre los simples presbíteros, se definió la sacramentalidad del episcopado, sino más bien se
pero sí se encaminaron a negarles, como obispos, mayor potestad rehuyó. Ni que siquiera se definiese que la superioridad afirmada
de orden que a los simples sacerdotes, ya que algunos colocaban del obispo sobre el simple presbítero sea de origen divino. Pero
al episcopado hasta fuera del sacramento del orden. el hecho de que a partir de Trento hayan corrido las aguas en
El Concilio de Trento vino a sentar las premisas de una so- esta dirección, hace pensar que en la doctrina tridentina están los
lución recta al problema episcopal, enfrentándose con los refor- pródromos de las conclusiones ahora sacadas.
madores, que negaban prácticamente la constitución jerárquica de Por lo pronto, notemos que el Derecho canónico dice formal-
la Iglesia y hacían de los sacerdotes y de los obispos simples mente que la jerarquía sagrada de orden consta, por institución
mandatarios o ministros de la comunidad eclesial, en vez de con- divina, de obispos, presbíteros y diáconos. León XIII, en la Apos-
siderarlos vicarios y ministros de Cristo. tolicae curae, escribe: «Pero éste [el episcopado] pertenece, a no
Comenzó para ello por definir que la institución del sacer- dudarlo, por institución de Cristo, con toda verdad al sacramento
docio en la Nueva Ley tiene origen divino, pues donde se ins- del orden» (DENZ. 1965). Y Pío XII, en el discurso a los carde-
tituye nuevo sacrificio hay que instituir nuevo sacerdocio. Insti- nales y obispos con ocasión de la canonización de Pío X : «Por
tución que se hizo sacramentalmente, o sea por el sacramento divina institución a vosotros, sucesores de los Apóstoles..., com-
del orden. De ahí el canon 3 de la sesión 23, que dice así: «Si peten el magisterio, el sacerdocio y el régimen» " . Y Juan XXIII,
alguno dijere que el orden no es verdadera y propiamente sa- al ditigirse a los obispos con motivo del Vaticano II, dice en la
cramento, instituido por Cristo Señor, o que es una invención epístola Ad singulos Catholicae Ecclesiae episcopos que el día
humana excogitada por hombres ignorantes de las cosas eclesiás- conmemorativo de la Cena del Señor, día de la institución del
ticas, o que es sólo un rito para elegir a los ministros de la pala- sacerdocio cristiano, debe decirse con mayor razón día del epis-
bra de Dios y de los sacramentos, sea anatema» (DENZ. 963). copado, pues ese día Jesucristo consagró a sus Apóstoles obispos,
Acto seguido declara la existencia de grados en el sacerdocio cuyos sucesores son los pastores de la Iglesia l2.
y diversidad de grados en el ejercicio de su ministerio. Y en el
canon 5 declara ser de origen divino la jerarquía episcopal: «Si INSTITUCIÓN DIVINA INMEDIATA
alguno dijere que en la Iglesia católica no existe una jerarquía,
instituida por ordenación divina, que consta de obispos, presbí- Opinamos, pues, que tanto los textos del Tridentino como
teros y diáconos, sea anatema» (DENZ. 966). Afirmando en los los posteriores del más alto magisterio eclesiástico reclaman una
siguientes cánones la superioridad de los obispos sobre los pres- lectura en la que el episcopado sea considerado como una institu-
bíteros y condenando a los que digan que los obispos designados ción divina, y esto de origen inmediato.
por el Papa no son verdaderos obispos, sino una simple creación He aquí la razón: Son los obispos los que verdaderamente
humana. suceden a los Apóstoles y hacen sus veces, como consta por los
Nótese cómo el Concilio, centrando su enseñanza sobre el ori- Padres de la Iglesia y han declarado expresamente los Concilios
gen divino del sacerdocio y definiendo la ordenación sacerdotal de Florencia (DENZ. 697), de Trento (DENZ. 960), del Vatica-
como verdadero sacramento, coloca a los obispos en primer lugar, no I (DENZ. 1828) y el Vaticano II {Lumen gentium III 20).
declarando expresamente, en el capítulo a que se corresponden Luego en la persona de los Apóstoles el oficio o ministerio epis-
los cánones citados, que, «sobre los demás grados eclesiásticos, copal (munus) hay que decirlo de origen divino. Por derecho
los obispos, que han sucedido en el lugar de los apóstoles, per- divino suceden los obispos a los Apóstoles y por derecho divino
tenecen principalmente a este orden jerárquico y están puestos, está instituido el ministerio episcopal.
como dice el mismo Apóstol, por el Espíritu Santo para regir la Cabe, sin embargo, la posibilidad de concebir que, aun siendo
Iglesia de Dios 10, son superiores a los presbíteros y confieren el 11
AAS 46 (1954) 314.
12
!° Act 20,28. AAS 54 (1962) 563-564.

'\
420 Bernardo Monsegú, C. P. C.3. Constitución jerárquica ie la Iglesia. 21 421

el ministerio o cargo episcopal de institución inmediatamente di- Por tanto, dejó a un lado aquellos modos o enmiendas que
vina, no lo sean todas las potestades que el oficio o munus im- proponían que se especificará más sobre las distintas potestades,
plica. Que esta posibilidad es razonable lo prueba el hecho mis- su validez y su licitud, su subordinación y su conexión. Como
mo de que son muchos los teólogos que, aun admitiendo la insti- también aquellos otros que pedían se corrigiera el texlo de for-
tución divina inmediata del episcopado, no admiten que la po- ma que dijera que la consagración confiere el ministerio {munus')
testad episcopal de jurisdicción goce de esa misma inmediatez. de santificar, disponiendo y haciendo así apto al sujeto para los
En Trento fueron los teólogos y obispos españoles en general oficios de enseñar y regir. O que hablaban de una colación en
•—aparte los dos famosos teólogos pontificios Láinez y Salmerón, raíz, aptitudinal, dispositiva virtual, en potencia o en acto pri-
que estaban por la contraria—los que batallaron duramente por mero, según opiniones de escuela.
que se sentenciara que toda la potestad episcopal derivaba inme- Todavía aceptó menos la propuesta de limitarse a decir que
diatamente de Cristo. En la misma línea se pusieron, en deter- lo que se daba era simplemente gracia para ejercer bien aquellos
minado momento, los obispos franceses, aunque luego se rajaron, oficios.
como vulgarmente suele decirse. Pero la mayoría, aun estando por Se rechazaron todas estas variantes porque, como anunció el
el origen divino del episcopado, no admitían que ello supusiera relator, contradecían el texto aprobado en principio. Texto que
la inmediatez divina de la potestad de jurisdicción. Por tanto, afirma expresamente que en la consagración, con el oficio de
decían con Láinez, en la consagración se da inmediatamente la santificar, se conceden también los de {muñera) regir y enseñar,
potestad de orden, pero no la de jurisdicción. La plenitud de ésta con esta restricción: que los dos últimos no tienen posibilidad de
se halla en el sucesor de Pedro y, mediante el Papa, la partici- ejercicio fuera de la comunión con la cabeza del colegio episco-
pan los obispos. pal, o sea el Papa.
Algunos documentos pontificios, sobre todo de Pío XII, se Si a esto añadimos el hecho de que se dieron en la historia
prestan también a hacer conciliable el que se diga o afirme, por consagraciones episcopales válidas sin que los sujetos fueran pre-
un lado, que el episcopado es de institución inmediatamente di- viamente sacerdotes, la inferencia sacramental a favor del episco-
vina, y por otro, que no es de derecho inmediatamente divino la pado se hace más imperante. Bien puede hablarse de ese episco-
potestad jurisdiccional que compete a los obispos. pale sacramentum, al que se refería Juan XXIII consagrando
obispos a 12 cardenales el jueves santo de 1962: «Henos aquí
—decía—ante la oportunidad, la hermosura que... va supuesta
PROCEDENCIA SACRAMENTAL DEL OFICIO EPISCOPAL
por esta parificación de todos los componentes del Sacro Cole-
El Vaticano II se ha pronunciado claramente por la cola- gio Cardenalicio en una misma dignidad... la del sacramento epis-
ción, al consagrado obispo, de la triple potestad de santificar, en- copal : episcopale sacramentum» ".
señar y regir, en virtud de la consagración episcopal misma, que
confiere todo el oficio propio de los obispos. Ha puesto, por LA ANDADURA DEL TEXTO CONCILIAR
tanto, la doble potestad de orden y de jurisdicción en una misma
línea de directa o inmediata procedencia sacramental, aunque no El texto conciliar, en la primera parte del número que co-
de ejercicio. mentamos, destaca que los obispos, como sucesores, por institu-
N o ha querido entrar en las discusiones teológicas acerca de ción divina, de los apóstoles, ocupan su lugar en la Iglesia; por
la conexión, interdependencia y forma precisa de colación de las tanto, «en los obispos, a quienes asisten los presbíteros, Jesu-
dos potestades; de si ambas se confieren formalmente o sólo radi- cristo Nuestro Señor está presente en medio de los fieles como
cal o aptitudinalmente la de jurisdicción, como muchos querían, Pontífice Supremo». Donde son de notar dos cosas: que se hace
relativamente al poder jurisdiccional. El Concilio se ha limitado, de la sucesión apostólica argumento de la prelacia episcopal, y
como observaba la relación de los modos puestos por los Padres que se hace de los presbíteros asistentes de los obispos. Es la
a este punto, a afirmar el hecho general de la colación por la perspectiva conciliar, tendente a hacer resaltar que en la conside-
consagración de la plenitud del sacramento del orden y de todo ración del orden sacerdotal cristiano ha de darse preferencia de
el ministerio episcopal, comprendente de los oficios de santificar, mira y significación al sacerdocio episcopal sobre el presbiterial.
enseñar y regir, sin determinar sus conexiones. 13
AAS 54 (1962) 287.
422 Bernardo Monsegú, C. P.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 423
A continuación, dentro de esa misma primera parte, el Con-
vas de un todo integral o universal unívoco, sino como grados
cilio describe la función y misión episcopales como prolongación
de un todo potestativo y análogo. En cada grado se salva la esen-
de la obra de Cristo mismo, que, sentado a la diestra de Dios
cia del sacramento del orden. Pero cada uno la realiza en un
Padre, no está lejos de la congregación de sus pontífices, sino
grado distinto. Sólo el grado episcopal la realiza en su plenitud.
que principalmente, a través de su servicio eximio, predica la pa-
Pasa algo parecido a lo que ocurre, según ejemplo propuesto
labra de Dios a todas las gentes, administra sin cesar los sacra-
por Santo Tomás, con la potestad de mando o autoridad en un
mentos de la fe a los creyentes y, por medio de su oficio paternal,
pueblo. Uno es el poder, aunque sean varios los que lo tienen.
agrega nuevos miembros a su Cuerpo con la regeneración sobre-
natural. Ellos son los rectores, guías y maestros del pueblo de Uno lo tiene en plenitud; los otros, participada y subordinada-
Dios, en marcha hacia la eterna felicidad. Ellos los pastores ele- mente.
gidos para apacentar la grey cristiana; ellos los «ministros de El ejemplo, sin embargo, debe recibirse con cautela, pues sólo
Cristo y los dispensadores de los misterios de Dios» y los verda- parcialmente conviene a nuestro caso. Es el mismo Santo Tomás,
deros testigos del Evangelio como gracia divina. por otra parte, el que nos recuerda que toda similitud o analogía
de una a otra esfera claudica en algo.
Y en la segunda parte se destaca, primero, que esta sublime
En efecto, aunque la plenitud sacerdotal o de orden esté sólo
misión episcopal es herencia de los apóstoles, que la transmitieron
en los obispos y no en los presbíteros, y aunque pueda hablarse
a sus sucesores «por la imposición de las manos», cosa que «ha
llegado hasta nosotros en la consagración episcopal». Y segundo, de una cierta subordinación de grado de la potestad presbiterial
como ya antes se ha insinuado, que «con la consagración episco- con respecto a la episcopal, todavía no es exacto decir que esen-
pal se confiere la plenitud del sacramento del orden», con todos cial y ontológicamente la potestad o el sacerdocio de los presbí-
los oficios correspondientes de santificar, enseñar y regir. teros esté subordinado, natura sua, al del obispo. Si así fuera, los
Como complemento de esta doctrina está lo que, acto seguido, sacerdotes. no podrían consagrar válidamente contra la voluntad
añade el Concilio a modo de prueba de la sacramentalidad del de sus obispos o del Papa. Hay una subordinación jerárquica y
episcopado que acaba de enseñar. «En efecto—dice—, según la nada más.
tradición, que aparece sobre todo en los ritos litúrgicos y en la Los sacerdotes, tanto de primero como de segundo orden, o
práctica de la Iglesia, tanto de Oriente como de Occidente, es los obispos y los presbíteros, quedan directamente, en virtud de
cosa clara que con la imposición de las manos y las palabras con- su consagración, constituidos por derecho divino, no eclesiástico,
sagratorias se confiere la gracia y se imprime el sagrado carácter, ministros de Cristo, no propiamente de la Iglesia. Por eso pueden
de tal manera que los obispos en forma eminente y visible hagan ejercer válidamente siempre, aunque no siempre lícitamente, la
las veces de Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice, y obren en su potestad de orden sacerdotal.
nombre». N o pasa lo mismo con la potestad de jurisdicción, o poder
Si hay, pues, un rito sensible o visible, el de la imposición de sobre el Cuerpo místico, que es la Iglesia. Esta potestad, por re-
las manos y las palabras consagratorias, y si por ese rito se con- ferirse directamente al poder sobre la comunidad eclesial, no
fiere la gracia y se imprime el carácter, como el Concilio declara, sobre la eucaristía o los sacramentos, se atempera, en su legiti-
apelándose a la tradición, ¿qué nos falta para sentenciar que el midad de ejercicio, no sólo de licitud, sino también de validez,
episcopado es como tal un verdadero sacramento? a la comunión y a la subordinación jerárquicas.
N o se trata de afirmar que con ello el sacramento del orden Es un contrasentido—advertía ya Vitoria—que alguien pueda
se divida o escinda en dos especies distintas: la presbiterial y la entrar a mandar en una colectividad o que mande contra la vo-
episcopal. N o hay más que un sacramento del orden, que se rea- luntad y disposición del jefe de esa comunidad. Repugna, por
liza esencialmente tanto en el episcopado como en el presbiterado. tanto, que goce de jurisdicción en la Iglesia el que no es miem-
Realización sacerdotal, definible siempre, primordialmente, en re- bro de la Iglesia, como repugna que sea cabeza el que no es ni
lación con el sacrificio. Pero cuya realización primera y suprema siquiera miembro. También repugna que aun de la misma potes-
y perfecta la da el episcopado, que por algo se dice plenitud y tad de orden alguien pueda usar legítimamente contradiciendo
suma del sacerdocio. Los tres grados jerárquicos del orden no han disposiciones de quien tiene el régimen de la comunidad a cuyo
de concebirse ni como partes integrantes ni como partes subjeti- servicio se ordena esa potestad. Sólo en virtud de la subordina-
424 Bernardo Monsegú, C. P. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 425
ción jerárquica se hace lícito el uso de la potestad de orden. Pero, No por eso, sin embargo, se ha de decir que el episcopado,
sobre todo, repugna que se pueda mandar o ejercer la jurisdicción como ministerio jerárquico u oficio para regir en la Iglesia, sea
sin dependencia jerárquica. algo puramente eclesiástico, por lo menos respecto de la juris-
dicción. N o ; el Concilio declara expresamente que toda la pleni-
tud episcopal, toda, sin distinguir entre potestad y potestad, pro-
ES EL OFICIO O MINISTERIO LO QUE DA LA CONSAGRACIÓN,
viene de la consagración, del sacramento; tiene un origen divino
NO LA POTESTAD PROPIAMENTE DICHA O EJERCICIO
inmediato.
Esto explica la repugnancia que sentían no pocos Padres con- Lo que no tiene inmediatez divina es el ejercicio de la potes-
ciliares a votar, sin alguna aclaración, este punto del origen sa- tad jurisdiccional, que compete a los obispos por su oficio. Y no
cramental de las potestades todas episcopales. Y esto explica el la tiene porque no ha querido Cristo que la tuviera, al hacer de-
que surgiese a última hora, pero oportunísimamente, la famosa pender ese ejercicio de la sumisión y subordinación de los obispos
Nota explicativa previa, emanada de la autoridad pontificia, in- al Papa.
dispensable para entender correctamente lo que el Concilio dice Si por potestad, pues, se entiende la facultad expedita para
sobre este punto. Nota, por lo demás, condicionante de la vota- obrar, eso no lo da la consagración episcopal. La da la comunión
ción misma definitiva del texto conciliar. jerárquica y la dependencia del Papa. Y desde este punto de vista
En esa nota se hace constar, a nuestro propósito, que en la es- es exacto lo que dijo Pío XII en la Mystici Corporis: «Cada obis-
fera episcopal sólo se entra por la consagración episcopal y por po pastorea y gobierna en nombre de Cristo como verdadero pas-
la comunión jerárquica con la Cabeza y los miembros del colegio. tor el rebaño a él confiado. Y es claro que en esta actividad no
Al margen de la comunión con la sede de Pedro no existe autén- son del todo independientes, sino que están sometidos al poder
tica jerarquía episcopal. El obispo debe ser un miembro del todo que conviene al Papa, aunque posean un poder ordinario de ju-
eclesial y debe mantener comunión con la Cabeza de ese todo. risdicción, que inmediatamente les fue concedido por el mismo
¿Qué quiere decir, pues, que en la consagración se le confie- Papa».
ren al obispo todas las potestades, incluida la de jurisdicción? Referido al ejercicio o entendido este poder como de potestad
Nos lo declara la Nota previa, aunque ya se contiene implícita- expedita para obrar, el Concilio dice lo mismo que dijo Pío XII.
mente en el mismo texto conciliar, que no habla propiamente de Pero referido al ministerio u oficio episcopal, ni la lectura de
poderes o potestades, sino de oficios: muñera. «Intencionada- Pío XII es correcta ni el Concilio sanciona la inmediatez papal
mente se emplea la palabra «ministerios» (muñera)—dice la Nota de los poderes episcopales, sino todo lo contrario. El ministerio
previa—y no la palabra «potestades», porque esta última podría episcopal proviene directamente de la consagración sacramental,
entenderse de la potestad expedita para el ejercicio. Para que se y en ese ministerio está implicada ontológicamente, o en raíz, la
tenga tal potestad expedita debe añadirse la determinación jurí- potestad misma de jurisdicción.
dica o canónica por la autoridad jerárquica. Esta determinación de Así las cosas, aún podría hablarse con ciertos visos de verdad
la potestad puede consistir en la concesión de un oficio particular de que la potestad de jurisdicción les viene a los obispos inme-
o en la asignación de subditos, y se confiere de acuerdo con las diatamente del Papa, no de la consagración. N o entendiendo por
normas aprobadas por la suprema autoridad. tal potestad el «ministerio» o munus, que nace directamente de
«Esta norma ulterior está requerida por la propia naturaleza la consagración, sino su facultad de ejercicio.
de las cosas (el subrayado es nuestro), ya que se trata de minis-
Pero la lectura obvia del texto conciliar es la de comprome-
terios que deben ejercerse por muchos sujetos, que cooperan je-
ternos en una afirmación que atribuye al episcopado, como mi-
rárquicamente por voluntad de Cristo».
nisterio jerárquico, carácter auténticamente sacramental. Cristo lo
N o se trata, pues, de potestad en sentido jurídico, sino de
instituyó, al ponerlo en la línea de la sucesión apostólica, tiene
«una participación ontológica de los ministerios sagrados», como
un rito sagrado, a través del cual, como dice el Concilio, se con-
dice la misma nota. Participación ontológica que de suyo, si da
fiere gracia y se imprime carácter. Luego es sacramento, pues tiene
el oficio, no da la potestad para ejercerlo jurisdiccionalmente. Con
todos los requisitos para ello.
sola esa participación, los obispos ni lícita ni válidamente pueden
mandar en la Iglesia. Hasta qué punto este carácter es nuevo o go2a de autonomía
426 Bernardo Monsegú, C. P. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 427

con respecto al sacerdotal no lo dice el Concilio, y queda abierta de las relaciones o conexiones que median entre las distintas po-
la discusión entre los teólogos. Lo que no admite duda es que la testades episcopales. Pero lo sustancial ha sido satisfecho. El epis-
consagración episcopal goza de autonomía sacramental. copado ha sido declarado sacramento, y su ministerio enraizado
plenamente en la consagración episcopal; ministerio que no es
HASTA QUÉ PUNTO SE AFIRMA LA AUTONOMÍA SACRAMENTAL
sólo potestad de orden, sino también de jurisdicción. Potestad de
DEL EPISCOPADO
orden que les hace sobreeminentemente sacerdotes, o sacerdotes
de primer orden, y que además les da poder para hacer a otros
Estando a las palabras y a la intención del Concilio, tienen sacerdotes y miembros del cuerpo episcopal. Pues, como añade el
más puntos a su favor la novedad y la autonomía del carácter Concilio al terminar este punto, «es propio de los obispos el ad-
episcopal con respecto al simplemente sacerdotal. Por eso no mitir, por medio del sacramento del orden, a nuevos elegidos en
viene expresamente enseñado. Como tampoco se enseña la clase el cuerpo episcopal».
de conexión que vige entre una y otra potestad episcopal, la de
orden y la de jurisdicción.
El Concilio se limita a afirmar la sacramentalidad del minis- LA DOCTRINA DEL VATICANO II SOBRE EL
terio episcopal en sus dos vertientes: la que dice referencia a la COLEGIO EPISCOPAL
potestad de santificar, centrada en el poder sobre el cuerpo real
Por Teodoro Ign. Jiménez Urresti
de Cristo y el poder de ordenar a los ministros del sacrificio euca-
rístico, y la que dice referencia a la potestad de jurisdicción,
o poder de regir la comunidad cristiana o Cuerpo místico de I. Introducción
Cristo.
El paso dado ha sido* grande. El papel de la jerarquía episco- 1. AMBIENTE TEOLÓGICO PRECONCILIAR
pal ha sido altamente revalorizado. Se ha explicitado una verdad
El tema de la colegialidad episcopal, que ha cobrado primer
que andaba un tanto confusa y oscurecida. Y se ha abierto in-
relieve en las tareas conciliares, es en la teología un tema que se
cluso un nuevo punto de coincidencia con el pensamiento oriental.
ha suscitado en vísperas del Concilio; es un tema nuevo, plantea-
A este propósito nos place recordar lo que decíamos antes de
do con alguna amplitud, con dedicación propia, con conciencia re-
la promulgación de la constitución Lumen gentium en nuestro
fleja y detenimiento de estudio, hace pocos años, más o menos,
artículo El constitutivo formal del episcopado, con ocasión de
después del año 1 9 5 0 ' , en progresión ascendente 2 .
la XXII Semana Española de Teología 14: «¿No podría el próxi-
Cuando se inicia el Concilio, no todos los teólogos ni los obis-
mo futuro concilio definir más concretamente cómo va aneja al
pos han dedicado suficiente reflexión al tema \ Por ello, las dis-
oficio episcopal la potestad de jurisdicción y, sobre todo, cómo 1
se entronca o entraña con la potestad de orden en su plenitud por Cf. los índices o notas bibliográficas específicas siguientes: M. USEROS, Ecle-
siologia del Episcopado a la hora del Concilio: Salmanticensis 9 (1962) 203-229
el rito, ya de la ordenación presbiterial, ya por el de la consagra- (reseña 18 trabajos); L. SERENTHA, Rassegna bibliográfica sull' episcopato: La Scuo-
la Cattolica (1963) 243-271, suplem. 3 (simple elenco bibliográfico) ; G. DEJAIFVE,
ción episcopal? "Tal vez el derecho constitucional de la Iglesia Bibliographie: Primauté, Collégialité, Épiscopat: Nouvelle Revue Théologique 96
oriental—decíamos citando a Schmaus 15 —, con su determinación (1964) 815-819 (reseña de ocho obras); U. DOMÍNGUEZ DEL VAL, La eclesiología
en los últimos años (1950-1964) • Orientaciones bibliográficas: Salmanticensis 12
de que el oficio episcopal es adquirido por el orden, ofrezca el (1965) 319-394, en p.347-366, con un breve resumen de cada obra; D. B. DUPUY,
Bulletin d'histoire des doctrines: la théologie de VÉpiscopat: Revue des Sciences
punto de partida para una nueva elaboración del problema de Philos. et Théol. 49 (1965) 288-342, con resumen y crítica general de las obras
cuál es la relación en que están el poder episcopal y el papal". expuestas; A. A. ESTEBAN ROMERO, Nota bibliográfica, en El colegio episcopal
(C. S. 1. C , Madrid 1964) vol.l p.19-54 (el índice más completo y rico, con
En todo caso, si la consagración sacerdotal no significa concesión mera mención de los trabajos).
2
Como índice de la progresión de las publicaciones pueden servir los datos si-
de poder episcopal, sí que hay que reconocer en ella una disposi- guientes: Domínguez del Val expone 184 títulos sobre colegialidad, que se distri-
ción y una ordenación a él». buyen así: a los años 1950-1959, ambos inclusive, corresponden 13 títulos; al 1960,
8; al 1961, 16; al 1962, 35; al 1963, 46; al 1964, 66 títulos. Esteban Romero
N o todo este deseo o presentimiento ha sido satisfecho por ofrece sobre colegio-primado-episcopado y obispos 214 títulos, que van: de 1947 a
1959, ambos inclusive, 49 títulos; en 1960, 24; en 1961, 17; en 1962, 49, y
el Concilio. Este rehusó expresamente bajar a la determinación en 1963, 75.
3
Por parte de algunos de ellos se atribuía a la doctrina de la colegialidad los
14
B. MONSEGÚ, C. P., El constitutivo formal del episcopado, en XXII Semana calificativos teológicos de «desviación dogmática», de «incompatible con el Vatica-
Española de Teología (Madrid 1963) 84. no I», de «doctrina nueva», de «error en la fe», -y aun algunas veces de «herejía».
15
M. SCHMAUS, Teología dogmática IV (Madrid 1960) p.471. No hace falta citar nombres. Por ese motivo publicamos nuestro trabajo La colé-
428 Teodoro I. Jiménez Urresli C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 429
elisiones conciliares tuvieron que ser más movidas, más intensas e
incluso, en no pocos casos, hasta temidas. Apenas si había estu- 2. AMBIENTE CONCILIAR DEL VATICANO I Y DEL VATICANO II
dios sobre su fundamento escriturístico, su desarrollo histórico, su El Vaticano I, por su suspensión, no pudo tratar del episco-
exposición en los Padres y en el magisterio pontificio y episcopal. pado, como programó para su «segunda constitución sobre la Igle-
Pero el Concilio mismo, en el que se preveía como tema fundamen- sia». Sólo tuvo tiempo para tratar la «primera constitución» sobre
tal este de la colegialidad, originó toda una larga serie de estu- la Iglesia, que versó sobre el primado del Papa, y aun así, lo trató
dios, sobre todo artículos monográficos. Y ya hoy es casi imposi- más bien aisladamente, es decir, en sí mismo, sin haber logrado
ble poder seguir toda la producción literaria suscitada, que va lle- un estudio suficiente sobre su esencial vinculación con los obispos:
nando las amplias lagunas que había hace tan sólo tres años. la Cabeza está esencialmente vinculada al Cuerpo.
Es preciso tener en cuenta estas circunstancias para compren- No diremos, sin embargo, que el haberse cortado el estudio
der no sólo las discusiones conciliares, sino también incluso el re- que hacía el Vaticano I haya causado «funestas consecuencias»,
sultado de las mismas en el texto conciliar. El texto es ciertamente como algunos interpretaron la historia posterior ante la insistencia,
satisfactorio, teniendo en cuenta tales circunstancias históricas, sobre el primado y desatención a la teología del episcopado. Más
pero podría haber sido más rico y dinámico en orden a formular bien fue providencial la suspensión del Concilio. Y ello por dos
sus consecuencias si los teólogos hubieran al menos estado más en razones. La primera, para que así se asentase bien en la conciencia
contacto en sus estudios con las enseñanzas mismas pontificias a de todos los fieles y pastores la doctrina del primado en sus datos
partir del Vaticano I, ya que tal magisterio papal «ha sido bastan- más esenciales y capitales, sobre todo frente al conciliarismo y al
te más claro y adelantado que la enseñanza de los libros de texto galicanismo, que impedían la clara y exacta visión del papado y,
de teología» \ por consecuencia, incluso del episcopado mismo. Tal fue también
Está por hacerse—y no es nuestro intento hacerlo ahora aquí— la visión y la intención del Vaticano I, que, antes de detenerse a
una síntesis de los trabajos abarcando los diversos aspectos de la estudiar el episcopado, quiso, aun contra la petición de unos ciento
colegialidad: escriturístico, patrístico, histórico, litúrgico, canónico, veinte Padres, definir con claridad y nitidez el primado para
de historia de la teología, etc. Sería un trabajo demasiado amplio cortar de raíz todo asomo conciliarista o galicanista; y después, y
resumir cuanto se ha publicado. Nuestro objetivo es limitarnos a solamente después, estudiar el episcopado, cosa que le hubiera
una visión doctrinal, comentando el texto conciliar de la colegia- sido sumamente costoso y difícil, ya que—y ésta es la segunda
lidad; es exponer no lo que los teólogos han logrado decir sobre razón—aún no se había elaborado una episcopología ni tampoco
la colegialidad, sino lo que de hecho ha proclamado el Concilio siquiera un tratado completo sobre la constitución de la Iglesia s.
y es, por tanto, doctrina «conciliar». De lo dicho se derivan dos datos importantes para comprender
gialidad episcopal. Síntesis de exposición doctrinal: Scriptorium Victoriense 10 el desarrollo del Vaticano II. El primero, que el Vaticano II tenía
(1963) 117-219, escrito en agosto de 1963. que completar la exposición de la constitución de la Iglesia del
Pueden verse nuestros otros trabajos: El binomio «Primado-Episcopado». Tema
central del próximo Concilio Vaticano (Desclée de Brouwer, Bilbao ¡962) 114 p. concilio anterior con una exposición del episcopado, como decía-
Cf. sobre esa obra nuestra: J. FÁBREGAS COLL, Algunos problemas eclesiológicos
actuales: Teología Espiritual 7 (1963) 557-596, en p.587-593, y T. URDÁNOZ, ha mos antes de iniciarse el concilio 6 y como de hecho ha sido y
naturaleza teológica de los concilios... y la colegialidad, en El colegio episcopal ha reconocido ampliamente Pablo VI en sus alocuciones de aper-
(C. S. I. C , Madrid 1964) 589-752, en p.656-657; y por contraste, DUPUY, Bulle-
tin... (citado en n.l) 325-326. tura y clausura de las sesiones de 1963 y 1964, y lo demuestra
— Del Colegio apostólico al colegio episcopal: Revista Española de Derecho
Canónico 18 (1963) 5-43. todo el capítulo 3.° sobre «La Iglesia».
— La discusión sobre el colegio episcopal en la segunda sesión del Vaticano II: El segundo, que el estudio y exposición de la doctrina del Va-
Hechos y Dichos (enero 1964) ; y en Un Concilio para el hombre de hoy (en co-
laboración) (El Mensajero del Coman de Jesús, Bilbao 1964) 47-71. ticano I se elaboró y expuso en un ambiente y perspectiva dialécti-
— ¿Qué es la colegialidad episcopal?: Ecclesia 24 (1964) 279-282.
— La colegialidad episcopal en el Magisterio pontificio desde el Vaticano I al cos, o sea teniendo enfrente los errores galicano-febrónianos que
Vaticano II, en El colegio episcopal (C. S. I. C . Madrid 1964) vol.2 p.411-521. lo condicionaron. De donde resulta a veces difícil la comprensión
— La jefatura del Romano Pontífice sobre el colegio episcopal y, mediante él,
sobre la Iglesia universal: Revista Española de Teología 24 (1964) 379-433. Traduc- justa y el alcance exacto de algunas expresiones suyas, como, por
ción francesa, Vautorité du Poniife romain sur le collége épiscopale et, par son ínter-
mediaire, sur l'Église universelle, en La Collegialité épiscopale: Unam Sanctam 52 ejemplo, los calificativos de «episcopal» e «inmediata», dados a
(Du Cerf, París 1965) 223-287. la potestad papal. El Vaticano II, en cambio, se ha esforzado
4
Tal fue la conclusión de nuestro estudio La colegialidad episcopal en el Ma-
gisterio... (cf. nota anterior) p.485. 5
Cf. nuestra obra El binomio «Primado-Episcopado» (cf. nota 3) c.3, en que
ofrecemos
6
fuentes.
Ibid.., 23 y 25.
430 Teodoro I. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 431

ejemplarmente en superar esa actitud, por consigna expresa de doctrina conciliar del Vaticano II sobre la Iglesia, sobre todo de
Juan XXIII, tratando simplemente de exponer en forma positiva su c.3. También el Vaticano II ha quedado condicionado por su
la doctrina de la Iglesia. ambiente histórico.
Por otra parte, y como consecuencia de la actitud antigalicana,
y también por trayectoria histórica de la teología llamada postriden- 3. METODOLOGÍAS DIVERSAS EN LOS DOS CONCILIOS VATICANOS '
tina, el Vaticano I expresó la doctrina del papado con un ambiente También es digna de tenerse en cuenta la diferente metodo-
y categorías del mundo del derecho, con fuerte sabor juridicista y logía sustentada en cada uno de los Concilios Vaticanos en lo que
menoscabo del planteamiento estricta y básicamente teológicos, a la cuestión de relaciones Papa-obispos se refiere. Y resulta curio-
como aparece claramente en la expresión misma de «primado de so constatar este parangón entre el Vaticano I y el II.
jurisdicción». El Vaticano II, en cambio, se ha esforzado laudable- En el Vaticano I había una mayoría de Padres en favor de
mente por superar (aunque no siempre lo ha logrado) tal plantea- los atributos de la potestad papal y en especial de la infalibili-
miento, procurando distinguirlo lo más aquilatadamente del teoló- dad del Papa. Por ello fueron llamados los infalibilistas. Frente
gico, al que se ha consagrado, y cuidando relegar el campo y la a ellos estaba una minoría de anti-infalibilistas, constituida princi-
expresión canónicos a los «decretos» o al futuro Código de Dere- palmente por obispos de Centro-Europa. En tercer término, otro
cho canónico anunciado. Por último, el Vaticano I se expresó en grupo minoritario, constituido también por obispos de esa región,
terminología, estilo y mentalidad latinos, sin cabida, como hecho de «anti-oportunistas» de la definición de la infalibilidad papal.
histórico, para una directa comprensión oriental, ecumenista y de En el Vaticano II, los papeles se han trocado: el grupo mino-
catolicidad cualitativa, como ha procurado hacerlo el Vaticano II ritario de oposición, el de los anti-colegialistas ha estado formado
(aunque tampoco con satisfacción de todos). Por todo ello, el Va- más bien por obispos latinos (un grupo de italianos, un grupo de
ticano I originó una fuerte insistencia práctica y doctrinal en la los españoles, aunque no exclusivamente). Ha habido otro grupo
centralización romana, acusada por ello de «centralismo», contra minoritario de anti-oportunistas de la doctrina de la colegialidad,
el que se ha levantado la mayor parte de la literatura teológico- por no considerarla madura para su trato conciliar (un grupo de
canónica sobre el Concilio en los años preconciliares al Vaticano II, españoles y otro de italianos, aunque tampoco exclusivamente).
así como ciertas expresiones de interés oriental, a veces un tanto Y la mayoría, formando un bloque del 80 por 100 (la unanimidad
abruptas. moral requerida por la reglamentación conciliar, que pedía los
Quienes no valoraban todo este conjunto del Vaticano I y dos tercios más uno) en favor de la colegialidad. La minoría opo-
no estaban suficientemente informados, no ya sólo de la evolución sicionista ha cambiado de geografía.
(homogénea) de la eclesiología desde el Vaticano I, sino incluso Pero más curioso resulta observar la raíz de actitud de ambas
del giro de mentalidad de las últimas décadas, sobre todo después minorías en ambos Concilios.
de la última guerra (que ha originado el replanteamiento de las En el Vaticano I, la minoría «anti» se basaba en una actitud
eclesiologías eucarística, trinitaria, ecumenista y de la comunión), metodológica pro-episcopal, que, como consecuencia, se desviaba
interpretaban que la doctrina del papado y del obispo en sus re- hacia una postura doctrinal anti-infalibilista papal.
laciones con el mismo «estaba perfectamente hecha por el Vati- En el Vaticano II, en cambio, la minoría partía de una actitud
cano I» y vivían un tanto parados en los planteamientos, ambiente metodológica pro-papal, que, como consecuencia, se desviaba hacia
y mentalidad de aquel Concilio. Esto hizo que se sintieran desazo- una postura anti-colegial. De esta actitud resultaba una postura
nados ante el planteamiento de la doctrina del episcopado y sobre doctrinal mucho más delicada, ya que, partiendo su metodología
todo de la colegialidad episcopal. Pues, en efecto, esta doctrina de arriba hacia abajo (del Papa hacia los obispos), partía positiva-
obliga no ya sólo a replantear desde nuevas perspectivas los temas mente de una base firme que nadie podía impugnar: la del pri-
mado del Papa, definido dogmáticamente en el Vaticano I. La
estudiados por el Vaticano I, sino a plantear otros problemas re-
minoría del Vaticano II usaba, por tanto, la misma metodología
lacionados con el papado.
que la de la mayoría del Vaticano I.
Es preciso, y cada vez que los estudios teológicos vayan ahon- La mayoría del Vaticano II, en cambio, partía de abajo hacia
dando será más preciso, tener en cuenta estos datos de ambienta- 7
Cf. nuestro art. La discusión sobre el colegio... (cf. supra nota 3) p.35-36:
ción conciliar para captar y comprender, interpretar y explicar la metodología conciliar.
432 Teodoro 1. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 433
arriba, es decir, de la episcopología para llegar a conjugarla con incluso peligroso uno de ellos; otra, para constatar que el Vatica-
el primado. Lo cual era partir del punto menos claro para conju- no II no ha agotado la formulación de la doctrina sobre la cons-
garlo con el punto dogmático del primado. Su actitud metodoló- titución social jerárquica de la Iglesia. Y ambas razones son muy
gica ha sido efectivamente la misma que la de la minoría del Va- importantes para sacar conclusiones prácticas, no sólo en orden a
ticano I. la interpretación de los textos conciliares proclamados, sino inclu-
Las metodologías, por tanto, del Vaticano I y del II han cam- so para ser discretos y serenos a la hora de sancionar el valor de
biado de grupo. De ahí que no hayan faltado comentarios a pro- los caminos y metodologías que puedan seguirse en los estudios
pósito de la marcha del Concilio Vaticano II, en el sentido de que teológicos.
la metodología de la minoría centro-europea, minoritaria en el
Vaticano I, acusada en aquel entonces de resabios más o menos 4. LA «NOTA EXPLICATIVA PREVIA»
infiltrados de protestantismo y conciliarismo, al convertirse en
metodología de la mayoría en el Vaticano II, amenazase la sereni- El 16 de noviembre de 1964, el secretario del Concilio, mon-
dad metodológica de este Concilio. Y por ello hemos visto y oído señor Felici, «comunicó, por autoridad superior, a los Padres la
acusar de «galicanismo mitigado» a la doctrina de la colegialidad. nota explicativa previa sobre los "modos" del capítulo 3.°»" de
Se comprende la delicadeza que tal situación encerraba para el la constitución dogmática sobre «La Iglesia». Tal nota—distribui-
Vaticano II. Y, sin embargo, el Papa Pablo VI impulsaba precisa- da al día siguiente—va efectivamente incluida como «explicativa
mente la actitud metodológica de la mayoría, como puede verse en previa» en el cuadernillo de dichos «modos» ".
sus alocuciones inaugural (29 septiembre 1963) y clausural (4 di- Como suele ocurrir en los momentos de tensión, la «nota»
ciembre 1963) de la segunda sesión, aunque sin tomar partido provocó una triple postura entre los Padres: extrema izquierda,
claro en favor de ninguna de las dos posturas doctrinales. El Papa extrema derecha y centro l0, y se discutió ampliamente su valor
dejaba así en plena libertad a los Padres del Concilio para que teológico.
en sus estudios y discusiones buscasen, y hallasen y expresasen la La nota—como bien advirtió el secretario del Concilio el día
exacta doctrina, en sus juegos siempre útiles de tensión entre ma- de la votación de la constitución—no forma parte de la dicha
yoría y minoría. Porque, teniendo todos la base firme de la doc- constitución, si bien ha quedado incorporada a las actas del Con-
trina del papado, definida en el Vaticano I, tenían que terminar cilio. No tiene, por tanto, el valor del texto conciliar.
por encontrarse ambas tendencias, aunque arrancasen de diversa Parece, por otra parte, que la nota fue enviada por el Papa
metodología y siguiesen diversos caminos de estudio. mismo a la Comisión doctrinal. Pero otros añaden que fue en
Los resultados comunes o puntos de encuentro de ambas ten- buena coincidencia, porque la Comisión misma, por propia ini-
siones o corrientes quedan plasmados en el texto conciliar procla- ciativa, había elaborado otra nota similar, aclaratoria, coincidente
mado. No es que hayan llegado a un total entendimiento y a una sustantivamente con la del Papa. Aunque se afirmase—cosa que
plena constatación; muchos puntos quedan aún sin haberse aclara- no consta oficialmente—que el texto dado por la Comisión doc-
do, y ambas corrientes seguirán discutiendo por años en torno a trinal a través de Mons. Felici—como ha sucedido siempre con
ellos. Pero han logrado formular los puntos de contacto común, tal todo documento conciliar—es el del Papa, creo que no compro-
cual hoy están en la conciencia de la jerarquía, del magisterio de mete al magisterio papal, sino en todo caso a su prudencia polí-
la Iglesia. En un mañana quizá no demasiado lejano, y quizá para tica, ya que la nota es oficialmente de la Comisión doctrinal.
un Vaticano III, habrán llegado los Padres de la Iglesia a adquirir El resultado de la nota fue un aquietamiento de quienes se
conciencia más clara y a constatar la concordia doctrinal del depó- oponían al texto preparado tal cual constaba, y, gracias a ella,
sito que guardan entre todos ellos en un paso más. Mientras tanto, la minoría de la oposición votó el texto de la constitución. Tal
los teólogos con su labor irán facilitando esa aclaración de la doc- 8
Mons. Felici dijo el 16 de noviembre: «Superiore denique auctoritate commu-
trina a los Padres de la Iglesia. nicatur
9
Patribus nota explicativa praevia ad Modos circa caput III».
Scbema... De Ecclesia. Modi a Patribus conc. propositi a Commissione doctri-
nal'! examinan III c.3 (Vaticano 1964), en p.5 : «Nota explicativa praevia.—Com-
Hemos querido constatar esa diversa metodología en los dos raissio statuit expensioni Modorum sequentes observationes generales praemittere».
10
Concilios por dos razones: una, para constatar cómo el Espíritu Cf. J. L. MARTÍN DESCALZO, Un periodista en el Concilio. Tercera etapa
(PPC, Madrid 1965) 374-376.401 y 406-413, en que expone con buena claridad las
Santo mueve al magisterio por caminos distintos, que a primera tres posiciones de actitud surgidas en el ambiente conciliar. De sumo interés,
E. SCHILLEBEECKX, Wij denken gepassioneerd en iti cliché's: De Bazuin (23 ene-
vista pueden parecer contrapuestos y aun, por su contraposición, ro 1965).
434 Teodoro 1. Jiménez Urresti C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 435
proceso se debía a que algunos pasajes del texto sobre colegiali- Todo esto sirve para indicarnos que el Vaticano II no ha
dad podían parecer equívocos en cuanto a su contenido doctrinal llegado a exponer toda la doctrina de la colegialidad, sino sólo
en orden a una futura explidtación de las implicaciones conte- los puntos comunes entre ambas corrientes. Muchos teólogos han
nidas en la letra del texto. ido más allá que el texto conciliar, sin que su postura esté reñida
Según dijo Mons. Felici el día citado, 16 de noviembre, «la con la conciliar, como haremos observar en el decurso de este
doctrina expuesta en el capítulo 3.° debe explicarse y entenderse comentario más de una vez.
a tenor de la mente y del sentir de la nota»—«ad cuius notae Ha resultado lo que escribíamos en el verano de 1963, antes
mentem atque sententiam explican et intelligi debet». de la segunda etapa o sesión: «El principio de la colegialidad va
Siendo, pues, la nota de la Comisión doctrinal, entiendo que madurando en su exposición doctrinal y en la conciencia de toda
su valor es el mismo que el de las respuestas dadas por dicha la Iglesia, perfilándose y adquiriendo cada día mayor exactitud.
Comisión a los «modos» o enmiendas presentados por los Padres. Pero el tema no está maduro para una amplia y plena exposición
Y la Comisión no es el Concilio, sino un grupo de obispos y teó- conciliar. No será poco que el Concilio llegue a afirmar simple-
logos que preparan la labor conciliar. Quiero con esto decir que mente el principio de la colegialidad episcopal sin adentrarse en
la nota no tiene un valor teológico propio, sino que simplemente mayores honduras. Eso será ya mucho, porque abrirá amplias
nos sirve para delimitar los límites del «sensus textus» que vota- puertas a futuros estudios y exposiciones más aquilatadas, y por-
ron los Padres y ante los cuales se detiene el Concilio. El Con- que la enunciación del principio marcará el primer jalón de una
cilio votó el texto conforme a tales límites; pero no precisamente
nueva etapa de la historia de la Iglesia en la adaptación de sus
conforme a todas y cada una de las razones, argumentos, expli-
leyes y estructuras canónicas que se deriven del principio de la
caciones detalladas, etc., que aparecen dados en la nota ll . Si no
colegialidad» ".
fuese una respuesta nominal a la cuestión, diría que la nota obli-
ga «en cuanto a su sustancia». La nota en cuanto a sus detalles El Vaticano II, por tanto, no ha dicho cuanto puede decirse
no es doctrina conciliar, sino, en todo caso, de la Comisión, o, de la colegialidad episcopal. Muchos teólogos han ido bastante
mejor, de quienes componían dicha Comisión. más lejos que el texto conciliar. Deber nuestro es, por tanto, a
Puede, por tanto, darse, y de hecho parece que se dio en más lo largo de esta exposición y comentatrio, ir ofreciendo esos lími-
de un caso, que algunos Padres, no conformes con todos los de- tes ante los que se ha detenido la exposición conciliar.
talles y raciocinios de la nota, votaron estrictamente el texto tal
cual ellos lo entendían, entendimiento que no estaba reñido con 5. PUNTOS METODOLÓGICOS DE PARTIDA14
lo que la nota quería dar a entender ".
Antes de entrar en materia queremos exponer algunos prin-
11
Tal distinción es importante, si queremos compaginar bien la nota con el cipios que constituyen la base de partida para la comprensión de
texto de la constitución y su sentido. Por ejemplo, en el n.l de la nota se dice la doctrina de la colegialidad. Nos limitaremos a enunciarlos, ya
que se da «solam proporcionalitatem inter primam relationem (Petrus-Apostoli) et
alteram (Papa-Episcopi). Unde Commissio statuit scribere non eadem sed pari ra-
tione». Lo que la Comisión intenta decir es que «Parallelismus... non implicat trans-
que son fácilmente comprensibles.
missionem potestatis extraordinariae Apostolorum ad successores», que dice líneas 1) LA BASE DE ACTITUD.—La Iglesia, en el discurrir de su
antes. Y el texto conciliar salva eso poniendo «pari», que es lo que explica la
Comisión. Pero que sea «proporcionalidad» es otra cuestión, la cual depende de si propia historia, va adquiriendo progresivamente mayor y mejor
las llamadas potestades extraordinarias eran o no constitutivas del colegio apostó-
lico. Ya que cabe dudarse de ello, por la identidad constitucional que supone el comprensión de sí misma y de su misma doctrina. Suele llamarse
afirmar que el Colegio apostólico «continuo perseverat in Collegio Episcoporum», en teología «la evolución homogénea», a la que se ha apelado
como dice el texto conciliar en el n.22 § 2.
12
Otro ejemplo puede añadirse al que damos en la nota anterior a este res- diversas veces en el aula conciliar incluso por parte del Papa
pecto : en el n.4 de la nota no se ha superado en todos sus razonamientos la men-
talidad juridizada del teólogo, y se expresan en él en algunos términos que más mismo, como, por ejemplo, y refiriéndose a la colegialidad, decía
corresponden al campo canónico que al teológico. Nos referimos a las frases: El
Colegio..., aunque exista siempre, no por ello actúa permanentemente con acción expresiones vistas de la «nota» tomadas en sentido teológico y como expresión de
estrictamente colegial..., no está siempre en el acto pleno; más aún, no actúa en valor teológico, habría que responder que no. Y según la observación «U» de la
acto estrictamente colegial sino por intervalos... Tal modo de hablar es canónico, Relatio de n,22 de esta misma constitución sobre la Iglesia (Schema constitutionis
y se refiere a los concilios, que son los únicos actos estrictamente colegiales que se De Ecclesia, Vaticanis 1964, color verde, p.92), la Comisión (cf. ibid., p.114)
han celebrado en la historia. Si a tal juicio histórico-canónico se le da valor teo- afirma: «No se resuelve la cuestión de si el ejercicio del magisterio universal de
lógico, es lógico concluir que el colegio no actúa de modo constante, sino sólo a los obispos dispersos por el mundo es o no un acto propiamente colegial». Cf. tam-
intervalos. Con ello se resuelve la cuestión de si hay o no posibilidad de actua- bién Modo 103 (Modi... p.30-31) y Relatio de n.25 (volumen verde), p.96).
ciones extra-conciliares, o, si se quiere mejor, extra-estrictamente-jurídicas que sean 13
Nuestro art. La colegialidad episcopal. Síntesis... (citado en n.3) p.117.
permanentes, antes de plantearse teológicamente la cuestión. Valga una simple pre- 14
Cf. ibid., p.119-120. Ahora añadimos aquí la primera y la última. Cf. C. Co-
gunta: el llamado magisterio ordinario universal, ¿es actuación colegial? Según las LOMBO, Episcopato e Primato Pontificio «ella vita della Chiesa: La Scuola Catto-
Itca 48 (1960) 401-434 (ofrece valiosas reflexiones sobre metodología en este tema.
Trad. francesa en Istina 8 [1961-62] 7-32).
436 Teodoro I. Jiménez Urresti
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 437
en la alocución de clausura de la sesión de 1964: «Lo que la
Iglesia ha enseñado a lo largo de los siglos, nosotros lo seguimos decir, «salva la sustancia» (como dicen los teólogos) de la consti-
enseñando. Solamente que ahora se ha expresado lo que simple- tución divina de la Iglesia, tal constitución puede cobrar todas
mente vivía; se ha esclarecido lo que estaba incierto; ahora con- las formas concretas canónicas que le posibilite la historia para
sigue una serena formulación lo que se meditaba, discutía y en su trabajo pastoral. No sabemos lo que el futuro de la Iglesia
parte era controvertido». necesitará en la adaptación circunstancial pastoral del funciona-
miento de su constitución en lo que tiene de adaptable y moldea-
2) LA BASE DOCTRINAL.—El grupo de «los Doce» apóstoles, ble, de regulable y positivizable. La Iglesia—que tiene garanti-
como tal grupo, tiene unas características y funciones eclesiales zada, por su infalibilidad y perennidad, la fidelidad a lo sustan-
que no son mero resultado de la mera suma y yuxtaposición de tivo de su constitución divina—encontrará siempre en su propia
lo que cada uno de ellos detenta; por eso son «colegio». Tal riqueza interna, por impulso de su misma vitalidad y por auto-
colegio, como tal, tiene su sucesor, que es el «colegio episcopal». examen, cuantas formas necesite para cumplir adecuadamente su
Este paralelo (identidad, como luego veremos) entre «colegio misión pastoral.
apostólico» y «colegio episcopal» es el foco principal de luz y 5) LA BASE METODOLÓGICA.—Todo eso supone para el teó-
el punto de arranque histórico de la colegialidad. logo distinguir suficientemente entre sí las dos ciencias diversas:
3) LA BASE FUNCIONAL.—Ese colegio tiene una función so- la teología y el Derecho canónico u . Cada una tiene no sólo su
cial, constitucional, en la Iglesia; un ministerio eclesial que cum- campo específico propio, sino también su lenguaje propio y su
plir, unos poderes, en consecuencia, que ejercer en la Iglesia. propia lógica interna. La teología es ciencia de la verdad revela-
Ahora bien: toda función, ministerio y poder social en una da, y su lógica interna es la de la verdad, e.d., expresar la reali-
sociedad—y, por tanto, también en la Iglesia—son, por su misma dad de la Iglesia cual es en sí misma; el Derecho canónico es
naturaleza y mientras no se demuestre positivamente lo contrario, ciencia de las conductas eclesiales y de los instrumentos que las
materia socialmente divisible, repartible y regulable ". Son, pues, regulan, es ciencia práctica, y su lógica es la lógica de lo instru-
objeto de trato en un ordenamiento positivo social; son, en mental, por lo cual puede expresarse en términos y modos de
verdad, en la Iglesia, mistéricos, pero son a la vez también socia- equivalencia práctica, ya que lo que le interesa es la finalidad
les y por ello juridizables. No pueden faltar ni fallar en la cons- práctica o de conducta social. Y aunque el Derecho canónico en-
titución y funcionamiento social de la Iglesia, pero sí pueden cierra unas bases teológicas, sus propias expresiones canónicas no
tomar diversas formas concretas más o menos perfectas de fun-
son ni deben tomarse como literalmente teológicas ni como argu-
cionamiento y ejercicio. El derecho positivo entra así en su dis-
mento teológico en sí mismas, si bien todo hecho canónico legí-
currir histórico. Y la historia demuestra esa diversidad de orde-
timo tiene que tener y tiene su adecuada explicación y justifica-
namientos concretos.
ción teológica.
4) LA BASE HISTÓRICA.—En consecuencia, no toda forma Por otra parte, el Derecho canónico encierra mucho de posi-
histórica de funcionamiento y ejercicio es, sin más, intocable e tivación en sus leyes. Tomar tales leyes concretas como norma o
invariable como tal forma concreta. No toda ley canónica de ejer-
criterio teológico sería dar valor absoluto y de naturaleza a lo
cicio de poderes y ministerios constitucionales es, sin más, expre-
que encierra, o puede encerrar, tan sólo un valor dependiente
sión apodíctica e intangible, incapaz de expresarse en otra forma
de la voluntad prudente del legislador, y, por tanto, valor rela-
canónica, en otra ley. Será preciso analizarla a la luz de la teolo-
tivo, circunstancial y artificial. Con ello se inmovilizaría la ne-
gía y ver previamente lo que contiene de positivo humano y, por
tanto, de variable y lo que es teológicamente inmutable y perenne. cesaria movilidad y adaptabilidad del Derecho canónico al darle
Por eso tampoco puede concluirse apodícticamente que una valor teológico, y a la inversa, se anquilosaría y agarrotaría el
forma y modo concretos que no hayan surgido en la historia de horizonte universal de la teología y su evolución progresiva al
la Iglesia tengan cerrada definitivamente la posibilidad de expre- 16
Cf. nuestros art. Ciencia y teología del Derecho canónico, o lógica jurídica
sarse en el futuro si cuentan con la base teológica inmutable. Es y lógica teológica: Lumen (Vitoria) 8 (1959) 140-155; Problemática actual en el
tema «Iglesia y Derecho»: X Semana de Derecho Canónico (Salamanca 1965) 81-
95, en su primera parte: Desteologización del Derecho canónico y desjuridización
15 de la Teología; o el Derecho canónico y la Teología, ciencias diversas. Cf. también
Cf. más ampliamente este principio en nuestro art. El poder de la Iglesia
sobre la potestad del orden y los sacramentos a la luz de la lógica canónica: Re- nuestro art. en colaboración con N . EDELBY y con P. HUIZING Derecho canónico y
vista Española de Teología 22 (1962) 121-152. en p.150-151. teología: Conrilium 8 (1965) 3-6.
438 Teodoro I. Jiménez Urresíi C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 439
identificarla con la doctrina circunstancial canónica encerrada en La «nota explicativa previa» aclara por eso que «el término
unas formas canónicas concretas. colegio no se entiende en un sentido estrictamente jurídico, es
6) LA BASE TEOLÓGICA EN LA HISTORIA.—Por esa base teo- decir, de un grupo de iguales que confiaran su propio poder a
lógica encerrada en el Derecho canónico no puede admitirse como quien los preside, sino de un grupo estable, cuya estructura y
válida ninguna doctrina teológica en la que no quepan justifica- autoridad deben deducirse de la revelación». Con esta explica-
dos los hechos probados y considerados legítimos por la autori- ción, la Comisión teológica se repite "°, pero con ello aquieta a
dad magisterial-legislativa de la Iglesia a lo largo de su historia. la minoría.
Ahora bien: teniendo en cuenta la indefectibilidad sustantiva de Pero debe entenderse que el Concilio no admite el sentido o
la Iglesia y de su estructura fundamental a lo largo de la historia, concepto jurídico vigente, no sólo civil o profano, como algún
y perteneciendo a esa estructura el colegio episcopal, por ser éste teólogo entendía en Roma, sino tampoco canónico, es decir, cual
de derecho divino, el colegio ha tenido que funcionar en la his- es empleado de hecho en el mundo canónico. Considero que esta
toria. Tal argumentación, aun siendo apriorística y externa a la batalla por una palabra es todo un síntoma del Vaticano I I : sim-
colegialidad misma y a su historia, es, sin embargo, legítima ple- boliza el esfuerzo del Concilio por superar las categorías jurídi-
namente en la teología, ya que no expresa sino la conjugación cas en el planteamiento teológico, y sobre todo las categorías del
que existe entre la historia y la indefectibilidad sustantiva de la Derecho profano, ya que del Derecho romano pasó el concepto
Iglesia. D e ahí que, teniendo clara la conciencia actual de la actual al canónico y a los civiles.
Iglesia sobre el colegio episcopal de derecho divino, podamos y El Vaticano II se sitúa en el plano teológico, y en él no niega
debamos ir remontando con el principio de la colegialidad la en modo alguno que el concepto de «colegio» carezca de fuerza
historia para ir aclarando con los datos históricos la doctrina mis- jurídica canónica y se pueda y deba entender en sentido jurídico,
ma de la colegialidad. Por todo ello considero no válida toda pero no unívoco, con el concepto vigente en el mundo civil y
doctrina teológica que afirme que la colegialidad ha permanecido canónico, sino en sentido analógico; del mismo modo que analó-
dormida y sin ejercicio durante siglos y siglos. Sería afirmar que gicamente entendemos las palabras de «sociedad», «derecho», «ju-
algo sustantivo a la estructura constitucional divina de la Iglesia risdicción», «cuerpo», «orden», «comunión»... 21 Por eso la «nota
ha fallado históricamente. previa» (n.2) nos dice que la comunión en el colegio «no es un
Por todo ello considero insuficientes y como expresiones ca- vago afecto, sino una realidad orgánica que exige forma jurídi-
nónicas adoptadas sin más en teología las afirmaciones de la nota ca»; pero debiera haber añadido que el colegio tiene ya una for-
explicativa, en su n.4, cuando se habla de que el colegio sólo ma jurídica constitucional anterior y exigitiva de formas jurídicas
actúa en acto estrictamente colegial «por intervalos» 17. de conducta adecuada a su propia constitución.
Y por todo ello pudo decir sin temor Pablo VI en su alocu- En rigor no hacía falta que la Comisión teológica diese este
ción de clausura de la sesión de 1964 que el Concilio «ha expre- aviso que comentamos, ya que el Vaticano I definió que la po-
sado lo que simplemente vivía», refiriéndose a la colegialidad. testad primada del Papa es «ordinaria», es decir, la tiene por su
propio oficio y no por delegación (D 1827-3060 y 1831-3064),
6. LA EXPRESIÓN «COLEGIO» EPISCOPAL dogma que es incompatible con la noción de un colegio «de igua-
les que confiaran su propio poder a quien los preside». Pero no
Es de todos conocido cómo la minoría oposicionista recha- está mal que la Comisión nos lo haya avisado'".
zaba con firmeza el empleo de la expresión colegio episcopal, pre-
20
firiendo la de «cuerpo» u «orden» episcopal. En efecto, en la Relación general n.19 (De Ecclesia [1964] verde, p.81) se
dice: «El vocablo colegio no se entiende en el sentido jurídico de grupo de per-
Su razón se basaba en el concepto mismo de «colegio» tal cual fectamente iguales, sino del grupo estable establecido por el Señor, como aparece
se ha entendido en el Derecho romano («los colegas son iguales ya en Me 3,14 y 16: «epoiésen dódeka... kai epoiésen toüs Dódeka», y en el título
de «oi Dódeka», que es empleado regularmente. La índole colegial aparece también
en potestad») " y en el Derecho canónico " . Por eso considera- por el hecho de que uno, Pedro, es puesto al frente de ese grupo (cf. Act 2,14,
etcétera)».
ban el vocablo no apto para expresar la realidad constitucional 21
La influencia de los criterios civiles en la eclesiología es más intensa de lo
jerárquica del colegio. conveniente. Cf. nuestro art. Problemática actual en el tema «iglesia y Derecho»:
X Semana de Derecho Canónico (Salamanca 1965) 81-95, en su segunda parte-
17
Cf. supra, nota 12. «Descivilización» del Derecho canónico; o Derecho canónico y Derecho civil, Dere-
18
Ulpiano, «Collegarum appellatione hi continentur qui sunt eiusdem potestatis» chos analógicos.
22
:(D 30,16,173). Cf. también D 27,1,41. El mismo problema se suscita entre teólogos que toman demasiado unívoca-
10
Cf. can.99-101 ; 231; 1598 § 1, y 1953 § 3. mente los conceptos de monarquía absoluta, refiriéndola a la constitución de J»
440 Teodoro I. Jiménez Vrresti
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 441
Teniendo, pues, en cuenta esa analogía que debe efectuarse
con la palabra «colegio», muy difícilmente podremos encontrar valen igualmente contra las expresiones «corpus» u «ordo», que
en el vocabulario humano otra más adecuada para expresar la también provienen del Derecho romano. Pero, al ser asumidas
unidad estable institucional y constitucional que forman los obis- para expresar realidades eclesiales, se elevan todas ellas, porque
pos con el Papa: es la palabra que más se le aproxima. En efec- hay que adaptarlas al contenido que nos ofrece la revelación.
to: la expresión «collegium» (antiguo «conlegium») tuvo en su
origen romano carácter sagrado de derecho público, que afectaba 7. ¿ Q U É ES LA COLEGIALIDAD E P I S C O P A L ? 2 ' : LA DOBLE POSTURA
a la constitución misma del Estado. El «collegium pontificum» TEOLÓGICA PRE-CONCILIAR
afectaba al derecho constitucional, poseía su presidente, el pontl-
fex maximus, que gozaba de autoridad y aun de alguna potes- Metodológicamente, y a fin de que el lector pueda hacerse
tad 23. Y si el título de «pontifex maximus» lo han usado tan previamente una idea de lo que se trató en el Concilio y pueda
pacíficamente los Papas durante largos siglos, ¿no había de usar- comprender mejor su doctrina y los límites ante los que se detie-
se también con paz la palabra «collegium»? ne, creemos conveniente ofrecer una síntesis de las dos posturas,
Efectivamente, en paz fue usada la expresión «collegium» am- la a-colegial y la pro-colegial, que animaron las discusiones con-
pliamente en siglos atrás por Padres 24, Papas 2S y aun por la li- ciliares. Esto nos facilitará luego la intelección del comentario al
turgia 28. Y todas Jas dificultades que pudieran elevarse contra ella texto conciliar.
1) POSTURA A-COLEGIAL.—Muchos de los fieles, de los teó-
Iglesia, y la palabra Princeps referida a Pedro y. en consecuencia, al Papa. Cf. are. logos y no pocos de los obispos concebían la constitución social
nota anterior, p.90-91, referido a «Princeps», que en los textos griegos correspon-
dientes de los concilios ecuménicos se usa «el corifeo» (Florencia), «el arconte» de la Iglesia del siguiente modo:
(Lyón II), «el exarca» de los apóstoles (Efeso) ; y el capítulo La Iglesia, ¿es una
monarquía absoluta?, en nuestra obra El binomio... (citado en nota 3) p.33-50. a) El Papa, jefe único supremo de la Iglesia, tiene potestad
23
Cf. ALVARO D'ORS, En torno a las raices romanas de la colegialidad, en El magisterial y jurisdiccional (la del orden es reconocida igual a
colegio episcopal (C. S. I. C , Madrid 1964) vol.l p.57-70. Añadir a su biblio-
grafía: JOCHEN BLEICKEN, Oberpontifex und Pontificalkollegium. Eine Studie zur la de cualquier obispo) sobre toda la Iglesia universal; sobre
rómischen Sakralverfassung: Hermes. Zeitschrift für klassiche Philologie 85 (1957) todos y cada uno de los obispos y de los fieles, por separado y
345-366, que en la p.358 dice: «In dem Bereiche des sacrum publicum steht der
Oberpontifex an der Spitze. Seine Aufgabe ist es, den Wíllen der Gotter wie er
sich zeigt, und ihre Ehrung durch die sakralen Insrirutionen, d. h. die Koílegien
todos juntos; sobre todas y cada una de las iglesias particulares
und die Einzelpriestern, 2u «besorgen» (procurare)». o diócesis, con potestad igualmente inmediata sobre todos y cada
Sólo más tarde, después de los cuatro grandes colegios sacerdotales—collegium uno de ellos (todo ello definido en el Vaticano I).
pontificum, collegium augurum, collegium Vil virorum epulonum, collegium XV
virorum sacris faciundis—, nacen los colegios de carácter semioficiaí, de tipo admi- La Iglesia entera, por tanto, se une toda ella en y por el
nistrativo-financiero y de tipo comercial (mercaderes y armadores), hasta que, por
fin, nacen las asociaciones privadas de los cuerpos o colegios según oficios, y de Papa.
los collegia funeratitia o tenuiorum (de entraña religiosa). b) Los obispos, cada obispo residencial (o sea dotado de
21
Así SAN CIPRIANO, en Ep. }3 I 1; VII 2 ; XXIV 4 ; Ep. 59 V 1; Ep. 68
III 2; Ep. 74 2 ; SAN AGUSTÍN, De baptismo IV 8,11; V 17,22, y VI 7, en que diócesis territorial o personal), es jefe de su iglesia particular,
reproduce a SAN CIPRIANO, Ep. 74 2 citado; OPTATO DE MILEVE, Contra Parmen.
Donat. 1,4; 3,11; 7,6. Sobre colegialidad y San Cipriano cf. J. COLSON, UÉpis- y está sometido al Papa, como también lo están sus fieles. La
copat catholique. Collégialité et Primauté dans les trois premiers sueles: Col. Unam potestad de jurisdicción que tiene cada obispo la recibe inmedia-
Sanctam 43 (París 1963) c.7-9.
25
Sobre los papas del siglo v que usan la expresión y expresan la doctrina de tamente del Papa y en la medida en que el Papa determine dár-
la colegialidad: Celestino (422-432), Sixto III (432-440), San León Magno (440-
461), Hilario (461-468), que usa la expresión «episcopale consortium»; Simplicio sela. El Papa no puede suprimir los obispos, porque son de ins-
(468-483); Félix II (483-492), Gelasio I (492-496), cf. J. LÉCUYER, Eludes sur la
collégialité episcopale (Mappus, Lyón 1964) e l y 2. El primer capítulo, sobre el
titución divina de Cristo (como definió Trento) ; pero puede darles
papa Celestino, apareció antes en «Nouvelle Revue Théol.» 86 (1964) 250-259. Tam- mayor o menor jurisdicción.
bién aparece en los papas del siglo IX: Nicolás I (858-867), Juan IX (898-900).
en Benedicto IV (900-903), Juan XV (985-996). Cf. ibid.,p.56 nota 55. Cf. del Cada obispo en su iglesia particular y respecto a los demás
mismo autor Collégialité episcopale selon les Papes du VG siécle, en ha collégialité obispos es plena y totalmente independiente. Los obispos no tie-
episcopale: Unam Sanctam 52 (Du Cerf, París 1965) 41-57. Y CLEMENTE VI,
Aloe, en la elección de Carlos IV: MHG, Const. et Acta VIII 155; LEÓN XIII,
ene. Satis cognitwn, a.1896 (passim, p. ej-, D 1961) ; Pío XI, ene. Ecclesiam Dei, San Andrés; igualmente en nuestro Misal romano en la misa de San Matías, en la
a.1923: AAS 15 (1923) 573; Pío XII, Discurso a la Rota, 2 oct. 1945: AAS 37 oración, y en una misa en honor de San Fructuoso del Líber Mozarabicus Sacra-
(1945) 256-263; JüAN XXIII, Epíst. apost. sobre San José, 19 marzo 1961: AAS mentorum. Cf. LÉCUYER, Études... (cf. nota anterior) c.3, Liturgie latine et collégia-
53 (1961) 212; PABLO VI, por primera vez en su Aloe, inaugural en la segunda lité. Añadir el prefacio de fiesta de Santo Tomás Ap. (SAN GREGORIO MAGNO,
sesión conciliar, 29 sept. 1963. Sobre la colegialidad en los papas desde el Vatica- Líber sacram.: PL 78,152). Y «La venida del Espíritu Santo sobre el colegio apos-
no I al II, cf. nuestro art. La colegialidad episcopal en el Magisterio... (citado en tólico» titulan el tercer misterio glorioso del rosario nuestros fieles.
27
la nota 3). Este planteamiento lo hacíamos en nuestro art. ¿Qué es la colegialidad epis-
26
La palabra colegio ciertamente aparece mucho menos que la de orden en la copal? Cf. supra, nota 3. Más amplitud como a-colegialista, L. M. CARLI, La
liturgia; en el Sacramentarlo Leoniano, con textos del siglo vi y más antiguos, apa- Chiesa a Concilio (Ed. Ancora, Milán-Roma 1964) c.4 de la 2.a parte, p.197-
rece Ja palabra en un prefacio de la fiesta de San Andrés y otro de San Pedro y 303; como pro-colegialisla, nuestro art. La colegialidad episcopal. Síntesis de expo-
sición doctrinal: Scriptorium Victoriense 10 (1963) 177-219.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 443
442 Teodoro I. Jiménez Urresli Iglesia universal, por separado y todos juntos (definido en el
nen entre sí vínculo social constitucional en la Iglesia, ni, por Vaticano I ) .
tanto, tampoco sus diócesis o iglesias particulares entre sí. Cada Pero no es el único sujeto activo de potestad suprema y ple-
obispo tiene igual misión que cumplir en su iglesia particular. na; hay otro sujeto (al menos en primer aspecto de comporta-
Los obispos se unen en y con el Papa; no entre sí. Solamente miento canónico y, ciertamente, inadecuadamente distinto): el
por el principio universal de la caridad, los obispos deben pro- colegio episcopal. Este otro sujeto no son simplemente los obis-
curar vivir unidos en verdadero espíritu de fraternidad episco- pos ante o frente al Papa, pues eso sería conciliarismo o galica-
pal; por intereses pastorales comunes a diversas diócesis colin- nismo, sino que son todos los obispos, incluyendo al Papa como
dantes deben procurar ponerse entre sí de acuerdo para realizar jefe.
una pastoral conjunta eficaz, resolviendo así los problemas inter- Usando terminología que nos ayude, diríamos;
diocesanos; pero ello será tan sólo en virtud de decisiones per- Colegio episcopal (o también «orden episcopal», «episcopa-
sonales coincidentes, y por dicha ley de la caridad y porque todos do», «colegio de los obispos») comprende al conjunto de los
son obispos de la misma Iglesia católica, que tiene la misión de obispos y del Papa.
extenderse a todos los hombres, deben—por decisión y compro-
Jefe del colegio (o el «cabeza del colegio», el «corifeo») es
miso personal—ayudarse apoyando los que más tienen a los más
el Papa, con sus poderes específicos de jefatura, capitales, que le
deficitarios, y todos a las misiones.
competen por oficio instituido por Cristo mismo en Pedro, de
En el fondo, esta concepción sostiene—y así lo han expresado quien es sucesor en el colegio y sobre el cuerpo episcopal.
sus teólogos—que la estructura diocesana o de iglesias particula- Cuerpo episcopal: el conjunto de los obispos en cuanto con-
res bajo su correspondiente obispo único es de institución divina
tradistintos del Papa, al cual están todos sometidos como a su jefe.
y, por tanto, inmutable.
Por tanto, en esta concepción, el Papa, sí, «él solo», pero no
c) Tal posición doctrinal resalta muy claramente la figura,
«sólo él», no «solamente él», no «únicamente él», es la potestad
función y misión del Papa en la Iglesia. El es el único que pue-
suprema en la Iglesia, sino que también es potestad suprema el
de, en virtud de su jurisdicción universal, imponer a los obispos
las leyes pertinentes o los mandatos para que ejerzan una pas- colegio episcopal, que incluye por definición (según institución
toral eficaz en lo interdiocesano y supradiocesano; él es el único divina) al Papa, como hemos dicho. Por eso se dice que «Papa»
que, por título propio de función y misión, tiene el cuidado de y «colegio» son sujetos inadecuadamente distintos, pues en am-
todas las misiones (como fija el can.1350); por eso él llama a bos está incluido el Papa.
los obispos a participar en o de su misión universal o «solicitud b) El obispo, cada obispo, es lo que es y tiene cuanto tiene
por todas las iglesias». primaria y fundamentalmente por ser miembro de ese colegio,
d) Los obispos, por tanto, sólo en virtud de la caridad o en el cual ingresa por la consagración episcopal. Esta consagra-
fraternidad episcopal (que llaman también comunión) o en vir- ción, haciéndole miembro, le confiere personalmente los poderes
tud de obediencia o mandato papal, se ocuparán y procurarán de de orden, de magisterio y de jurisdicción ministeriales del co-
los problemas pastorales superiores a los ámbitos de sus iglesias legio, al hacerle solidario de los mismos, y le confiere, en cali-
particulares. Lo cual lleva consigo una exigencia firmísima de dad de miembro, tomar parte en los poderes estrictamente co-
centralismo papal, en el cual radica la iniciativa y función de legiales (los que competen solamente al colegio como tal y no
todo lo supradiocesano y universal. son participables personalmente, como son los poderes de distri-
2) POSTURA PRO-COLEGIAL.—Por el contrario, los partida- buir y regular los poderes ministeriales y las notas de infalibi-
rios de la doctrina de la colegialidad, que en las discusiones con- lidad y de indefectibilidad que afectan al colegio como tal y no
ciliares antes de la decisión conciliar demostraron, según la vota- a cada uno de sus miembros). Pero tales poderes están sujetos
ción famosa del 30 de octubre de 1963, constituir el 80 por 100 en su ejercicio, bajo condiciones que pueden afectar ya a su lici-
de los obispos, consideraban la constitución societaria de la Igle- tud, ya a su validez, a cuanto determine el colegio mismo (sobre
sia del siguiente modo: los poderes ministeriales) o su jefe, el Papa (sobre los poderes
a) El Papa, él solo, es jefe supremo de la Iglesia universal, ministeriales y sobre los colegiales estrictamente dichos).
con potestad jurisdiccional plena y suprema sobre todos y cada Y es en virtud de esa regulación como el colegio o el Papa
uno de los obispos y fieles de las iglesias particulares y de la determinan que tal miembro ejerza sus poderes sacros en tal
444 Teodoro I. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 445
iglesia particular (tal determinación es la misión canónica, a di- Papa es así absolutamente indispensable: no hay colegio sin Papa.
ferencia de la misión divina, conferida en la consagración epis- Consiguientemente, si ser obispo es ser miembro del colegio, ser
copal). Ningún poder le viene al obispo, por tanto, del Papa, obispo es mantener no sólo la vinculación objetiva y funcional
sino que del Papa le viene tan sólo el reconocimiento de legiti- con los demás obispos co-miembros, sino también con el jefe del
midad y validez, o la sanción de ilegitimidad o invalidez, según colegio, el Papa (el Concilio la ha llamado «comunión jerár-
se atenga a las condiciones de ejercicio fijadas por el colegio o quica»).
por el Papa (la misión canónica no es en rigor sino una de esas 3) CONCLUSIÓN.—Tal es, en síntesis y en sus puntos esen-
condiciones para el ejercicio ordenado). ciales, la doble postura teológica bajo la cual comenzaron las
c) Habiendo recibido el colegio como tal la misión de «ir discusiones conciliares. Nuestra pregunta, al intentar adentrarnos
y predicar a todas las gentes...», cada obispo, como miembro de en el texto conciliar, es sencilla: ¿Por cuál de ambas se ha deci-
ese colegio, es solidario en esa misión universal, en la responsa- dido el Concilio? ¿Hasta dónde se ha decidido y cuáles son esas
bilidad de cumplirla y en las potestades que implica. El cómo proposiciones doctrinales que ha expuesto? ¿Dónde termina la
cumplirla en concreto depende de lo que determine el colegio o doctrina conciliar y dónde quedan abiertas o cerradas las puertas
su jefe. Así, en esta concepción, se ofrecen unas posibilidades en los horizontes teológicos? ¿Qué es doctrina de la Iglesia y
inmensas de estructuración canónica. La estructura diocesana por qué son opiniones de los teólogos?
iglesias particulares bajo un único obispo, tal cual se da hoy en Nuestro trabajo de comentario al texto conciliar intenta res-
la Iglesia, no es de inmediata institución divina, sino una muy ponder, si no a todas—que es imposible—, sí a las preguntas
normal fórmula canónica de positiva institución eclesiástica con sustantivas formuladas.
la que el colegio o su jefe han decidido atender a la pastoral
o misión recibida; no agota, por tanto, sino que condiciona el //. Comentario al texto conciliar
ejercicio de los poderes que cada obispo detenta como miembro 2S
del colegio. Igualmente, el can.1350 § 2, que dispone la exclu- El texto conciliar nos expone en el n.22, párrafo primero,
sividad pontificia en la pastoral misionera; en otros momentos el hecho del colegio episcopal y la razón de su existencia, que
históricos puede requerirse que todos los obispos, y no sólo el se basa en la sucesión; en el segundo párrafo nos presenta su
Papa, se vuelquen en ayudar a las diócesis menos dotadas o a constitución interna y las relaciones del conjunto de los obispos
las misiones por título propio, es decir, por su título de solida- y cada uno de ellos para con su jefe, el Papa, y viceversa. En
ridad en la misión universal del colegio, en calidad de miembros el n.23 nos ofrece las relaciones de los obispos entre sí bajo el
del mismo. Así lo hizo Pío XII en la encíclica Fidei donum, cuyo imperativo de la colegialidad o comunión episcopal, deduciendo
contenido rompe estrepitosamente—como han notado no pocos las dos grandes conclusiones: la solicitud de cada obispo para
obispos, teólogos y canonistas—los márgenes del canon cita- con la Iglesia universal y la solicitud misionera.
do 1350.
En una palabra: los obispos están unidos entre sí no sólo por 1. DEL COLEGIO APOSTÓLICO AL COLEGIO EPISCOPAL 29
la caridad, sino también por la naturaleza misma de la constitu- 22. Asi como, por disposición del Señor, San Pedro y los
ción social de la Iglesia, ya que el colegio episcopal es el titular demás apóstoles forman un solo colegio apostólico, de igual modo
se unen entre si el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los
propio e inmediato de la misión, de la responsabilidad y de las obispos, sucesores de los apóstoles. Ya la más antigua disciplina,
potestades salvíficas, de todas las cuales participan por la consa- 28
Omitimos dar el historial de las discusiones conciliares, que nos distraería de
gración episcopal, que les solidariza en ellas al nacerles miembros nuestro intento. Pueden verse las reconocidas crónicas de los corresponsales y teó-
logos, como Wenger, Laurentin, Raniero della Valle, Congar (Diario), Martín
del mismo. Descalzo, Kloppenburg..., y artículos sobre la marcha conciliar en casi todas las
revistas, de las que merece especial atención «La Civiltá Cattoíica». En concreto,
d) En esta posición doctrinal pudiera parecer que queda en sobre la discusión en torno a la colegialidad, cf. nuestro art. La discusión... en la
menor claridad la figura y función del papado. Pero no debe segunda sesión (citado en nota 3 ) ; R. LÓPEZ GALLEGO, listado actual de la cues>
tión, escrita antes de la tercera sesión, en El colegio episcopal (C. S. I. C , Ma-
perderse de vista que, si los obispos son obispos, es porque son drid 1964) vol.l p.3-18.
2a
Cf. en plan de estudio teológico a través del magisterio nuestro artículo del
miembros del colegio, el cual no se concibe ni existe sin su jefe mismo título (citado en nota 3). En él se encontrarán los tres siguientes paralelos:
propio, que es el Papa, con potestades no delegadas del cuerpo 1) De Cristo a los apóstoles y de los apóstoles a los obispos. 2) Del colegio epis-
copal al colegio apostólico; y 3) De Pedro, cabeza del colegio apostólico, al Papa,
episcopal, sino originarias de su función y cargo. La figura del cabeza del colegio episcopal.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 447
446 Teodoro 1. Jiménez Urresti
conforme a la cual los obispos establecidos por todo el mundo co- liar que «El Señor Jesús... instituyó a los apóstoles a modo de
municaban entre sí y con el obispo de Roma con el vínculo de la colegio o grupo estable». Tal colegio tiene vigor y valor jurídico,
unidad, de la caridad y de la paz, como también los concilios convo- porque afecta a la constitución societaria de la jerarquía ecle-
cados para resolver en común las cosas más importantes contrastán- siástica (como hemos dicho antes).
dolas con el parecer de muchos, manifiestan la naturaleza y forma
colegial propia del orden episcopal, forma que claramente demues- Los apóstoles todos constituían tal colegio ¿tatúenle Domino,
tran los concilios ecuménicos que a lo largo de los siglos se han por disposición del Señor; así los «instituyó» (instituí!) Cristo
celebrado. Esto mismo lo indica también el uso, introducido de mismo, como dice el n.19- Estas expresiones las usó ya el Vati-
antiguo, de llamar a varios obispos a tomar parte en el rito de la cano I para expresar el primado de Pedro 3 1 . Lo que expresa que
consagración cuando un nuevo elegido ha de ser elevado al minis-
terio del sumo sacerdocio. Uno es constituido miembro del cuerpo ambos, primado y colegio apostólico, son de iure divino y que
episcopal en virtud de la consagración sacramental y por la comu- ambos son afirmados por sus respectivos concilios con el mismo
nión jerárquica con la Cabeza y miembros del colegio. vigor doctrinal.
El colegio o cuerpo episcopal, por su parte, no tiene autoridad
si no se considera incluido el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, 2) PARALELO ENTRE AMBOS COLEGIOS.—El Concilio, basán-
como Cabeza del mismo, quedando siempre a salvo el poder pri- dose en la ley de la sucesión—de la que trata en el n.20—, con-
macial de éste, tanto sobre los pastores como sobre los fieles. Por- cluye la existencia del colegio episcopal: paralelamente, pari ra-
que el Pontífice Romano tiene, en virtud de su cargo de Vicario tione.
de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, potestad plena, suprema y uni-
versal sobre la Iglesia, que puede siempre ejercer libremente. Debe entenderse en su exactitud este «paralelismo». Se trata
En cambio, el orden de los obispos, que sucede en el magis- de hacer constar con ello que no se dio «transmisión de la po-
terio y en el régimen pastoral al colegio apostólico, más aún, en testad extraordinaria de los apóstoles a sus sucesores, ni, como
quien perdura continuamente el cuerpo apostólico, junto con su es evidente, la igualdad entre la cabeza y los miembros del cole-
Cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta Cabeza, es también
sujeto de la suprema y plena potestad sobre la universal Iglesia, gio, sino solamente proporcionalidad entre la primera relación
potestad que no puede ejercitarse sino con el consentimiento del (Pedro-apóstoles) y la segunda (Papa-obispos)», como observa la
Romano Pontífice. El Señor puso solamente a Simón como roca y vialidad en el N. T. y en los Padres Apostólicos, en El Concilio y los concilios
portador de las llaves de la Iglesia (Mt 16,18-19) y le constituyó (Ed. P a u l i n a s , M a d r i d 1962) 17-38; S. M U Ñ O Z I G L E S I A S , La colegialidad en
Pastor de toda su grey (cf. lo 21,15ss); pero el oficio que dio a el N. T. en El colegio episcopal ( C . S. T . C , M a d r i d 1964) v o l . l p . 1 3 1 - 1 4 4 ; y
Pedro de atar y desatar (Mt 16,19), consta que lo dio también al en general la bibliografía sobre episcopado y sucesión; H . L A T T A N Z Í , Quid de
episcoporum «collegialitate» ex N. T. sentiendum sit: D i v i n i t a s 8 (1964) 6 2 - 9 6 ;
colegio de los apóstoles unido con su Cabeza (Mt 18,18; 28, G. D E J A I F V E , Les douxe Apotres et leur unité dans la tradition catkolique. Le Pape
16-20). Este colegio expresa la variedad y universalidad del Pue- et le College episcopal: Ephemer. T h é o l . Lovan. 39 (1963) 7 6 0 - 7 7 8 ; J . C O L S O N ,
L'Épiscopat catholique: U n a m Sanctam 43 (París 1963) e l : La collégialité aposto-
blo de Dios en cuanto está compuesto de muchos; y la unidad de lique dans le N. T., p . 1 5 - 2 9 ; D U P O N T JACQUES, O . S. B . , Saint Paul, témoin de la
la grey de Cristo, en cuanto está agrupada bajo una sola Cabeza. collégialité apostolique et de la primante de Saint Pierre, en La collégialité épisco-
Dentro de este colegio, los obispos, guardando fielmente el primado pale: U n a m Sanctam 52 ( D u Cerf, París 1965) 11-39.
31
y principado de su Cabeza, gozan de su potestad propia en bien no El V a t i c a n o I dice sobre el primado: « D o m i n u s Christus instituil», « a d finem
saeculorum... iugiter durare necesse e s t » ; luego «Petrus... in suis successoribus...
sólo de sus propios fieles, sino incluso de toda la Iglesia, siendo vivit» ( D 1824/3056) ; y el V a t i c a n o II dice sobre el colegio: « D o m i n u s l e s u s . . .
el Espíritu Santo el que robustece sin cesar su estructura orgánica instituit» ( n . 1 9 ) ; su misión «ad finem saeculorum erit duratura» ( n . 2 0 § 1 ) , «in
y su concordia. La potestad suprema que este colegio posee sobre la quo (Collegio episcopali) corpus apostolicum continuo perseveráis ( n . 2 2 § 2 ) . Con-
cluye el primer Concilio que el p r i m a d o es «ex ipsius Christi Domini institutione
Iglesia universal se ejercita de modo solemne en el concilio ecu- seu iure divinos ( D 1825/3058) ; y el segundo sobre el colegio que es statuente
ménico. No puede haber concilio ecuménico que no sea aprobado o Domino, es decir, «iure divino». Y si damos su fuerza al «proinde» del n . 2 0 § 3
al menos aceptado como tal por el sucesor de Pedro. Y es prerro- («Proinde—por t a n t o — , el santo S í n o d o enseña que los obispos suceden ex divina
institutione in locum A p o s t o l o r u m » ) , entenderemos que el « O r d o Episcoporum» su-
gativa del Romano Pontífice convocar estos concilios ecuménicos, cede ex divina institutione al « O r d o A p o s t o l o r u m » , de forma que el p a r a l e l o e
presidirlos y confirmarlos. Esta misma potestad colegial puede identidad aun verbal entre los dos concilios es total en cuanto a Pedro y colegio.
ser ejercitada por los obispos dispersos por el mundo a una con el El origen inmediato d i v i n o , de Cristo m i s m o , del colegio, aparece, p o r t a n t o ,
con plena c l a r i d a d , no sólo por las palabras mismas del V a t i c a n o I I , «statuente
Papa, con tal que la Cabeza del colegio los llame a una acción D o m i n o » , «ex divina institutione», sino también p o r su paralelo literal y conceptual
colegial, o por lo menos apruebe la acción unida de ellos o la con el V a t i c a n o I de tales expresiones referidas al primado.
acepte libremente para que sea un verdadero acto colegial. T a m b i é n el relator Párente (Relatio super caput 111 [Vaticanis 1964] p . 9 ) q u e
d i j o : «Imprimis n . 2 2 origo divina Collegii A p o s t o l o r u m asseritur illa phrasi «sta-
tuente D o m i n o » , iuxta Novi Testamenti litteram ac spiritum. Q u a e q u i d e m inter-
1) D E DERECHO DIVINO.—La expresión colegio se ha de pretatio assensu Pont. Commissionis Bibücae suffragata est (cf. folium a d n e x u m ) » .
entender, como hemos dicho más arriba, en sentido analógico. Cf. también la Relatio de n.22 A (esquema const. De Ecclesia [ V a t i c . 1964] p . 8 7 -
8 8 ) . Y n a d a extraño que así fuese redactado el texto, ya q u e el 80,3 p o r 100 d e
Precisamente por eso, y como expresamente afirma la citada «nota los Padres, en la famosa votación del 30 de octubre de 1963, pidieron se redac-
tase que t a l colegio es por derecho d i v i n o . Y la negativa a aceptar la e n m i e n d a
explicativa previa», en el n . l 9 3 ü había ya dicho el texto conci- de 144 Padres que p e d í a n se omitiese la afirmación de q u e sea t a l colegio «de
30 volúntate D o m i n i » , confirma u n a vez m á s l a intención del texto conciliar en afir-
Omitimos u n «excursus» escriturístico sobre el colegio apostólico. D e b e en- mar el origen divino (cf. Modi... c.3 n . 5 6 [ V a t i c . 1964] p . 1 8 ) .
contrarse en el comentario a l n . 1 9 . N o obstante, pueden v e r s e : B . B O T T E , La colé-
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 449
448 Teodoro I. Jiménez Urresti
Es, pues, por esa identidad de función, de misión y de po-
nota explicativa' 3 . La sucesión se da, como es ya doctrina explí-
testades funcionales que, si en el Papa «vive Pedro» (Vatica-
cita antigua, en la línea de las potestades ordinarias.
no I : D 1824-3056) y si los obispos «sucedieron ocupando el
El Vaticano II no entra en enumerar ni en calificar el cómo
puesto de los apóstoles» («in loeum apostolorum successerunt») '",
y el porqué de esas potestades extraordinarias, intransferibles, de
el colegio apostólico permanece, persevera, perdura37 en el cole-
los apóstoles. Establecido el hecho, deja lo demás al estudio de gio episcopal, es el mismo colegio, que se prolonga en la historia.
los teólogos "3.
Es decir, de esa identidad de misión, de función y de potes-
3) IDENTIDAD ENTRE AMBOS COLEGIOS : EL MISMO COLEGIO.—
tades se deducen dos principios importantes y trascendentes que,
Sin embargo, implícitamente el Concilio afirma que el hecho no
por primera vez en la historia, son expuestos por un Concilio:
afecta a una distinción en la noción y constitución entre los cole- la primera conclusión inmediata, que la ley de las relaciones en-
gios apostólico y episcopal. En efecto, afirma el texto conciliar, tre Pedro-apóstoles y viceversa (constitución colegial) es la ley
en similar paralelo, que «así como la función (munus) concedi- de las relaciones entre Papa-obispos y viceversa. La expresa el
da por el Señor a Pedro, al primero de los apóstoles, y que había Vaticano II en la primera frase del n.22 que estamos comentan-
de transmitirse a sus sucesores, permanece (en el Papa), así la do, en el cual el «pari ratione» es un aviso para no incluir lo
función (munus) de apacentar la Iglesia de los apóstoles perma- personal en las funciones colegiales, como es obvio. La segunda
nece " , habiendo de ser ejercida permanentemente por el orden conclusión es afirmar la identidad constitucional entre ambos co-
sagrado de los obispos» (n.20 § 3 ) . Y ello porque «la misión legios, pues, expresando que la ley constitucional de ambos es
divina conferida por Cristo a los apóstoles ha de durar hasta el la de «colegio» y establecida la ley histórica y de identidad de
fin de los siglos» (n.20 § 1 ) . Con lo cual implícitamente nos función de la sucesión, se concluye que es el mismo colegio el
afirma que tal misión fue conferida colegialmente (como puede que persevera en la historia 3S . Esta afirmación la hace el Vatica-
verse también en el n.19) o «ín commune», como veremos luego. no II en el segundo párrafo de este mismo n.22 cuando afirma:
Además, el Vaticano I pudo decir—sin que las condiciones «El orden episcopal, que sucede al colegio de los apóstoles e n el m a -
o cualidades propias personales de Pedro influyan—que «el Ro- gisterio y en el régimen pastoral, a ú n m á s , en el que persevera conti-
mano Pontífice es el sucesor de Pedro en el mismo primado («in nuamente el cuerpo apostólico...»
eodem primatu successorem») (D 1825-3058), en el primado Puede, pues, comprenderse nuestro firme gozo al ver expuesta
mismo («ipso apostólico primatu») (D 1832-3065), y León XIII esta doctrina conciliar, que ya concluíamos en nuestros estudios an-
pudo paralelamente afirmar que los obispos están «dotados de tes de que comenzase el Concilio y casi con idénticas palabras 30.
la misma autoridad» («eodem auctoritate auctos») que los após- 36
TRENTO (D 960/1768). VATICANO I (D 1828/3061) y VATICANO II (n.20 § 3).
37
toles, y que se les confió el mismo oficio y cargo («eidem prae- Cf. el paralelo del texto conciliar «Collegium Apostoltcum perseverat» con el
texto de Pío XII «missio Apostolorum perseverat» (cf. supra, nota 34) y con el
ficerent officio et muneri»)» s\ texto conciliar (n.20 § 3) «munus Apostolorum permanet» La misión del colegio,
la función
38
(munus) del colegio y el colegio mismo de los apóstoles perseveran.
32
Cf. supra nota 11 y el texto a que corresponde. Cf. más ampliamente esos principios, establecidos ya antes por el Magisterio,
33
Cf.. además de la bibliografía general sobre la sucesión, M. FERNÁNDEZ J I - en nuestro art. Del colegio apostólico... (citado en nota 3), en cuya segunda parte
MÉNEZ, Fundamentos teológicos de la distinción de potestades de los apóstoles en concluimos la «constitución de la Iglesia en lo jerárquico» en el colegio episcopal,
ordinarias y extraordinarias, y de por qué los obispos suceden en unas y na en estableciendo su constitución, su ley constitucional y su ley de comportamiento
otras: XVI Semana Española de Teología (C. S. I. C , Madrid 1957) 275-343 constitucional.
(cf. N . D., Bull. Thom. 10 [1957-59] 456-7) ; M. OLTRA, Las potestades en que A este respecto recordamos, según citas allí aducidas del Magisterio, que el
por razón del orden suceden los obispos, ¿son las mismas de los apóstoles sin limi- colegio episcopal u «orden de los obispos constituye la constitución íntima de la
tación alguna?: ibid., 345-62, y en Verdad y Vida 15 (1957) 129-143; G. MARTE- Iglesia» (valga la redundancia verbal) (LEÓN XIII, Satis cognitum n.25). El título
LET, Eléments transmisibles et intransmisibles de la successton apostolique. La point del c.3 conciliar que comentamos cobra, sí, todo su valor: «De canstitutione hie-
de rué catholique: Verbum Caro 15 (1961) 185-198; J. RATZINGER, Primat, Epis- rarchica
33
Ecclesiae».
kopat und Successio Apostólica: Catholica 13 (1959) 260-277, y en el vol. Episko- En El binomio «Primado-Episcopalo» (Desclée de Brouwer, 1962) p.108-109,
pat und Primat (Questiones disputatae, 11) (Herder. 1961). concluíamos: «Luego el colegio apostólico como tal es quien transmitió los poderes
34
Ya Pío XII dijo en la ene. Fidei donum, 21 abril 1957 (AAS 49 (1957] al colegio episcopal como tal... Es más, es el mismo colegio el que perdura en el
236): «Haec... (Omnes gentes...; Mt 28,19-20)... missio, cum Apostoli de mortali tiempo y en el espacio, aunque no sean los mismos físicamente sus componentes.
vita decesserunt, minime decidit; immo in Episcopis communionem cum lesu Christi Formalmente es el mismo colegio, persona moral, instituida por Jesucristo (salvas,
Vicario habentibus, adhuc persevera»». Y ya sabemos que «los obispos en comunión evidentemente, las diferencias y poderes personales»)... «Luego las relaciones de los
con el Papa» son el colegio; cosa que expresamente afirmó en su Aloe, a la Rota, obispos, del colegio episcopal al Papa y viceversa, es la misma que la de los após-
2 oct. 1945. Nótese, pues, el paralelo entre «misión que persevera en el colegio», toles, del colegio apostólico a Pedro y viceversa»... «Así, consecuentemente, consi-
de PÍO XII, y «función (munus) que permanece en el colegio», del texto conciliar. derar al episcopado en su conjunto como cuerpo episcopal lleva muy legítimamente
35
León XIII, ene. Satis cognilum, n.13, 29 junio 1896: «illud quoque sanxere a establecer un paralelo o analogía entre Pedro y el colegio apostólico, por una
in successoribus suis (Apostoli), ut et ipsi viros idóneos adlegerent. quos, eadem parte, y el Papa y el colegio episcopal, por otra». Y antes, en la VIII Semana de
auctoritate auctos, eidem praeficerent docendi officio et muneri...» Cf. más amplia- Derecho Canónico (sept. 1960), en nuestra ponencia La problemática de la adapta-
mente nuestros art. Del colegio apostólico... (citado en nota 3) en su primera ción del Derecho canónico en perspectiva ecumenista (Salamanca) y también Estudios
parte, y La colegialidad eptsc. en el Magisterio... (citado en nota 3) 5 p.443-449. de Deusto (Bilbao 1961) 309-310,
2- CVaticana J5
450 Teodoro I. Jiménez Urrestt C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 451
No hay, pues, en rigor, una transmisión de poderes de un El concilio afirma que los apóstoles constituían un colegio
. colegio, el apostólico, a otro colegio, el episcopal, sino prolonga- uno («unum»), sin que se limite a decir que formaban «co-
ción histórica, pervivencia del mismo colegio fundado por Cristo. legio», y habiendo omitido la expresión genérica innominada de
Hay inclusión de nuevos miembros en el mismo colegio". Hoy «ad instar cuiusdam collegii», como aparecía en la primera re-
son físicamente otros sus componentes o miembros, pero formal- dacción. La razón es sencilla: formaban verdadero colegio, si
mente es el mismo colegio o persona moral instituida por Cristo bien no en sentido civilista, como consta por Me 3,14 y 16:
mismo. Al hablar, por tanto, de colegio apostólico y de colegio «epoiésen dódeka... kai epoiésen toüs dódeka» y en el título
episcopal distinguimos simplemente dos momentos de su historia. «oi Dódeka» («Los Doce»), que expresa una «coetus stabilis», y
El primer momento: en que sus miembros fueron todos apósto- por el hecho de que al frente de este grupo fuese puesto Pedro.
les con las cualidades propias que implica el haber sido «los pri- Así lo expresan las relaciones " y el voto de la Comisión bíblica,
meros» que lo integraron; cualidades que corresponden a la na- consultada para el caso.
turaleza de haber sido discípulos «inmediatos» del Fundador y, El «unum» no viene, por tanto, aquí sino a expresar con ma-
por tanto, testigos presenciales de la vida y resurrección de Cristo yor vigor la unidad orgánica encerrada en el colegio. Es expre-
mismo y dotados de gracias especiales por su contacto personal sión que usó ya Pío XI en su encíclica Ecclesiam Dei4S. Es co-
con el Fundador; cualidades y frutos ambos (testimonio personal rrelativo y expresa lo mismo que el «unus episcopatus» del Va-
y contacto personal) que califican siempre, por la naturaleza mis- ticano I " , citado en el n.18; dice no la exclusividad o unici-
ma de las relaciones, cualitativa e intransferiblemente, la poste- dad, i. e., un único colegio, o un solo colegio, como han tradu-
rior actuación de todo discípulo inmediato en toda fundación. El cido muchos, sino la unidad interna, e.d., un colegio uno, unido.
segundo momento: en que los miembros del colegio son ya otros,
5) LA ARGUMENTACIÓN DEL CONCILIO.—En el n.19 se ha-
que no pueden gozar de las notas personales dichas, pero sí de
las funciones. En este momento suele hablarse de «colegio epis- bla del colegio apostólico, cuya argumentación bíblica se en-
copal», «orden episcopal», «cuerpo episcopal», para distinguir contrará en el comentario correspondiente. Aquí, en el n.22,
las cualidades personales dichas, debidas a la diferencia material el Concilio nos ofrece la argumentación histórica, basada en
de sus miembros, pero manteniendo la identidad del colegio la antiquísima disciplina" y en la historia de los concilios", y
como t a l " . 3054). Cf. modo n.58 (Modi... III, Vatic. 1964) 19: responde la Comisión que
no 44es «opportuna» (?!) la adición de «.ceterique Episcopi».
4) U N COLEGIO «UNO».—Tal colegio está integrado por Relatio de n.19 (esquema... De Eccl. [Vatic. 1964} verde, 81 C) ; Modi...
III 45(Vatic. 1964) n.56 p.18-19.
«San Pedro y los demás apóstoles». La expresión los «demás» fue Pío XI, ene. Ecclesiam Dei, 12 nov. 1923 (AAS 15 [1923} 573) : «Etenim
puesta «a petición de muchos Padres» 42 , en vez de conservar Christus Dominus... Apostolorum sutnme unum voluit esse collegium, dupliciter
coagmentatum arctissímo vinculo, intrinsecus quidem fide et caritate... extrinsecus
la de «y los otros apóstoles», para indicar mejor que la cualidad autem4ti
unius in omnes regimine, cum Apostolorum principatum Petro contulerit...»
VATICANO l: «XJt vero episcopatus unus et indivisus esset...» (D 1821/3051);
de «apóstoles» conviene igualmente a Pedro y a los otros. Por «unus» indica su naturaleza; «indivisus», su historia. Como en la misma encíclica
otra parte, podemos añadir, el Vaticano I usó la expresión «los Ecclesiam Dei (ibid.) dice de la Iglesia; «Itaque coaluit crevit Ecclesia in «unum
Corpus» et ipsum uno vivum vigensque spiritu...» Y en el decreto sobre «el ecu-
demás apóstoles» " . menismo» (n.3 § 5) : «Uni nempe Collegio Apostólico cui Petrus praeest credimus
Dominum commississe omnia bona Foederis Novi ad constituendum unum Christi
40
Corpus in terris».
Por eso en nuestros escritos sobre colegialidad hemos hablado siempre de 47
Sobre la communio cf. la obra, ya clásicamente citada por su gran competen-
«incorporación al colegio»; lo mismo que se habla, en paz teológica, de «incor- cia y ponderación, de L. HERTLING Communio und Primat, en Miscellanea Hist.
poración» de nuevos miembros a la Iglesia, sin que haya dos Iglesias (más que Pont, vol.7 (Romae 1943) 48 p p . ; traducida al italiano: Communio, Chiesa e
en sentido de momentos históricos diversos), una la antigua originaria y otra nueva. Papato nelV antichita cristiana (Roma 1961); en francés, algo ampliada, en Unam
Los teólogos comienzan a hablar de «cooptación» (hacerse miembro de...) en el Sanctam 17 (1962) 91-125 (cf. Rev. Scienc. Philos. et Théol. 46 [1962] 742) ;
colegio. Cf. J. COLLANTES, Sucesión apostólica y cooptación en el apostolado: G. D'ERCOLE, Communio-collegialita-primato e Sollicitudo omnium ecclestarum dai
XXII Semana Española de Teología (C. S. I. C , Madrid 1963) 53-63, y Estudios Vangelí a Costantino: Col. Communio 5 (Herder, Roma 1964) 476 pp. (cf. Dü-
Eclesiásticos
41
38 (1963) 83-92. PUY, Bulletin... (citado supra, nota 1) 314-315; J. COLSON, L Episcopal catholique.
Hoy, la firma más competente sobre sucesión: A. M. JAVIERRE, El tema lite- Collégialité et primauté dans les trois premiers siecles: Unam Sanctam 43 (París
rario de la sucesión. Prolegómenos para el estudio de la sucesión apostólica (Pas 1963), especialmente los c.2-3; M. LE GUILLOU, Mission et unité. Les exigences de
Verlag, Zürich-Libr. Ateneo Sales., Roma 1963) 594 p. Cf. Gregorianum 46 (1965) la communion 7 vol.: Unam Sanctan 33 (Du Cerf, París 1960) ; J. HAMER, VÉglise
605-612, que recoge además en las notas 2 y 3 la abundante bibliografía de Javierre est une communion: Unam Sanctam 40 (EXi Cerf, París 1962).
sobre
42
sucesión. Sobre la teología de la Iglesia como comunión, cf. supra, nota I, índices bi-
En Relatio de n.22 B (esquema const. De Ecclesia [Vatic. 1964] verde, 88) bliográficos.
«se pone celeri en vez de alii a petición de muchos Padres; p. ej., obispos_ de 48
t Cf. a este respecto y en el plano doctrinal: YVES M. J. CONGAR, Conclu-
Venezuela, de lengua alemana y escandinava, de la región de París, para indicar sión, en El Concilio y los concilios (Ed. Paulinas, Madrid 1962) 333-387; J. M.
mejor
43
que la cualidad de apóstoles conviene igualmente a Pedro y a los otros». ALONSO, La infalibilidad conciliar en la relación Primado y Episcopado: XXII Se-
VATICANO I : «... Petrum ceteris Apostolis praeponens in ipso instituit...» mana Española de Teología ( C S. I. C , Madrid 1963) 345-406, y Claretiaaum 1
(D 1821/3051; «... solum Petrum prae ceteris Apostolis... instructum» (D 1822/ (1962) 7-57, un tanto anticolegialista; W. DE VRIES, Der Episkopat auf den Syno-
452 Teodoro 1. Jiménez Urresli C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 453
la argumentación litúrgica de la consagración de los obis- 6) C O N S T I T U C I Ó N D E U N MIEMBRO D E L C O L E G I O . — L a ú l t i m a
pos "". afirmación del p r i m e r p á r r a f o del n.22 d i c e :
Es de notar que el Concilio no apela a esa argumentación
como a argumentación definitiva. Y ello por dos razones: una, «Uno se constituye miembro del cuerpo episcopal en virtud de la
consagración sacramental y por la comunión jerárquica con el Jefe y
porque en rigor no necesita hacerlo, ya que le basta constatar los miembros del colegio».
la actual conciencia magisterial de los obispos y la conciencia de
fe de la Iglesia entera y expresarla; otra, porque el Concilio no Expresa, pues, dos títulos que deben darse simultáneamente:
intenta, en este caso concreto, atar la fuerza de su exposición consagración y comunión jerárquica. Esta es doctrina conciliar
doctrinal a la fuerza de los argumentos que, sin embargo, indi- nueva, y merece toda la atención.
cativamente expone. N i siquiera el conjunto de tal argumenta- Hasta ahora había una corriente teológica que sostenía que la
ción la usa el Concilio como definitiva, sobre la que base su consagración episcopal constituía a uno en obispo y tal consa-
doctrina. La expone simplemente como argumentación compro- gración confería el poder del orden; sólo luego, en momento ló-
bativa, no probativa. gico diverso, la llamada del Papa o «mandato» para consagrarse
Por eso constata a posterior!, después de afirmada la cole- le adhería al colegio episcopal; y en un tercer momento lógico,
gialidad, que tal doctrina cuadra con los hechos de la historia: la «misión canónica» que confería el Papa le daba la jurisdicción.
la disciplina antigua de la comunión episcopal (de los obispos Era una corriente teológica demasiado1 aferrada a dar calificativo
entre sí y con el Obispo romano) y la celebración de los conci- teológico doctrinal al comportamiento canónico 51 , sin más, sin
lios significan o manifiestan la naturaleza y la razón colegial del adentrarse en descubrir la teología encerrada dentro de la cor-
orden episcopal; los concilios ecuménicos la comprueban («com- teza de ese comportamiento.
probant»); y el uso, ya de antiguo, de que interviniesen varios El Concilio, en cambio, se esfuerza por penetrar en la en-
obispos en la consagración de un nuevo obispo, la insinúa- («in- traña teológica, sin detenerse teológicamente en la corteza ca-
nuit»). Queda, pues, libertad a los teólogos para que ponderen nónica.
y discutan el valor de cada uno de estos argumentos y de todos Tras tal aviso conviene hacer uno segundo: el Concilio, al
ellos; pero han de ver en ellos una cierta fuerza que lleva hacia hacer tal proposición doctrinal, no agota la doctrina encerrada
la colegialidad. N o es que el Concilio niegue que no tengan fuer- ni se detiene en hacer ulteriores distinciones. N o expone tam-
za definitiva; simplemente no quiere afirmarlo por no encade- poco el modo de conjugarse teológicamente esa doble nota de
narse al estado en que se hallaban los estudios histórico-teológi- consagración y comunión. Cada teólogo lo explicará como mejor
cos en el año conciliar de la redacción y discusión !0. pueda,
Y un tercer aviso: el Concilio expone las dos notas como ne-
den vor Nicda: Theol.-prakt. Quartalschrift (1963) 263-277; y Das Bíschofskolle- cesarias para la plena condición de miembro, para la plena in-
gium auf den Synoden vor Nicda: Orientierung 28 (1964) 124-229; P. MEINHOLD,
Konzile der Kirche in evangelischer Sicht (Stuttgart 1962) p.27-48; GONZALO MAR- corporación al colegio. Aquí nos encontramos con un problema
TÍNEZ, La autoridad episcopal a la luz di los concilios particulares, en El colegio
episcopal (C. S. I. C , Madrid 1964) vol.l p.283-303; J. ORLANDIS, Iglesia, con- Concilio. Baste ver las fechas de edición de los citados en notas anteriores y ea
cilios y episcopado en la doctrina conciliar visigoda: ibid., 305-331; E. OLIVARES, los índices bibliográficos de las notas 1-2. Esto explica que algunos Padres en el
Conciliarismo y colegialidad episcopal: ibid., 349-358; T. URDÁNOZ, La naturaleza Concilio pidiesen pruebas históricas, que estaban inéditas. Hoy hay abundantes
teológica de los concilios, especialmente de los ecuménicos y la colegialidad: ibid., escritos (cf. índices bibliográficos en la nota 1).
II 589-7 (anticolegialista) ; Y. M. J. CONGAR, Konzil ais Versammlung und 51
grundsátzliche Konzilíaritdt der Kirche, en Gott in Welt: Festgabe für K. Rahner Cf. en esta línea D. STAFEA, De collegii episcopalus ratione: Divinitas 8
(Freiburg-Basel-Wien 1964) vol.2 p.135-165; P. PÁRENTE, La doctrine du Concite (1964) 165-182, publicado también en dos folletos aparte con el mismo título
sur l'Égíise: La Docum. Cathol. 62 (1965) 423. Cf. sobre la historia las obras citadas (Roma 1964) 32 y 26 pp., y en Revista Española de Teología 24 (1964) 245-298,
en los índices bibliográficos (supra, nota 1), y el volumen El Concilio y los conci- bajo el título Colegialidad episcopal; y en Seminarium 15 (1963) así como en otra
lios, citado al comienzo de esta nota. revista francesa que no tengo a mano. En cada edición ha ido ampliando algunos
49 datos. Considero este trabajo de Staffa como el mayor esfuerzo teológico en contra
Sobre el argumento litúrgico, cf. LÉCUYER, Études sur la collégialité épisco- de la colegialidad, con el mérito de haber recogido gran cantidad de datos y biblio-
pale (X. Mappus, Le Puy-Lyón 1964), en c.3: «Liturgie latine et coll. épisc», grafía, que pueden ser muy aprovechables, pero a los cuales el autor no ha dado
p.57-80; ID.. Le probléme des consecrations episcopales dans l'Égíise d'Alexandrie: la exacta interpretación teológica, por haberse mantenido en dar valor teológico a
Bull. Litter.'Eccles. (1964) 241-247; T H . STROTMANN, L'évéque dans la tradition expresiones de ciencia canónica que han usado los teólogos e incluso no pocas veces
oriéntale, en VEpiscopal et l'Égíise universelle: Unam Sanctam 39 (París 1962) 309- el Magisterio pontificio. Cf. a este respecto el aviso de la «nota explicativa pre-
326; CHANOINES RÉGULIERS DE MONDAYE, L'évéque, d'aprés les priéres d'ordina- via», n.2, y supra, notas 11 y 12. Diversas veces en nuestras publicaciones sobre
tion: ibid., 739-780; M. USEROS, Origen de la jurisdicción episcopal según la tra- colegialidad hemos insistido en la distinción entre ciencia teológica y ciencia canó-
dición litúrgica oriental: Salmanticensis 11 (1964) 451-471. Y cf. la bibliografía nica y en su diversa lógica y diverso lenguaje y diverso valor del mismo lenguaje
moderna sobre sacramentalidad del episcopado, en DOMÍNGUEZ DEL VAL, supra, como principio de interpretación de textos magisteriales. Cf. especialmente nuestro
nota 1 p.363. art. Del colegio apostólico al... (citado supra, nota 3) en p.20-31, en donde exami-
50
La grandísima mayoría, por no decir la totalidad, de los estudios teológico- namos e interpretamos conforme a esos criterios diversas expresiones magisteriales; y
históricos sobre la colegialidad parten desde 1962, desde vísperas inminentes del en El binomio... (citado en la nota 3) e l p.9-12 y c.10 p.97-105.
C-3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 455
454 Teodoro I. Ji ménez Urresti
episcopal en di plano de la sacramentalidad " y de la colegiali-
paralelo al de la incorporación a la Iglesia: también aquí la plena
dad, es decir, de la comunión sacramentaría y jerárquica. Y si
incorporación (cf. n.14 § 2 de esta constitución sobre la Iglesia
eso puede parecer una afirmación demasiado sencilla y obvia,
y el decreto sobre el ecumenismo, passim) requiere el bautismo
sin embargo, es de una trascendencia extraordinaria. Ya el Con-
y la comunión. Todas Jas fundamentales observaciones y dificul-
cilio saca algunas de las consecuencias, al hablar de la doble
tades que se suscitan en torno a calificar la condición de miem-
solicitud universal de que luego nos ocuparemos. Pero también
bro de un bautizado que no mantiene toda la comunión requerida
dará abundantes frutos eclesiales—de los cuales no habla el
en la Iglesia pueden elevarse también en torno a un consagrado
Concilio expresamente—, en el sentido de que coloca a todo el
obispo que no mantiene toda la comunión colegial requerida.
Derecho constitucional jerárquico (Derecho público eclesiástico)
El problema no es teórico ni en el caso del bautizado ni en el
en la línea de la sacramentalidad, así como también a todo el
del consagrado. Pero en él no entra el Concilio, antes deja ex-
funcionamiento de la llamada potestad de jurisdicción, y no ya
plícitamente abierta la puerta a la discusión entre los teólogos,
—como ha venido haciéndose demasiado en los estudios teoló-
como se afirma al final de la «nota previa» en el «nota bene».
gicos y canónicos de ambos campos citados—, en las categorías
Se incorpora o hace miembro del colegio por el acto de la
y línea del Derecho profano o civil 53 .
consagración episcopal (n.21 al final), y como tal miembro que
se hace en tal acto se recibe la triple función («muñera») (n.21 Deben aún madurar mucho tales estudios, desligándose de
§ 2), se comulga en la triple función del colegio. El obispo, por someter el valor de sus juicios teológicos al valor de los juicios
tanto, es lo que es y tiene cuanto tiene por ser y en cuanto es jurídicos civiles y procurando mantener en sus explicaciones y
miembro del colegio. Son funciones que tiene cada miembro por trato teológicos el plano teológico-sacramentario, en vez de la
la comunión o solidaridad, son funciones comulgadas según su línea y el trato jurídico-eanónicos. Y en la medida en que tales
misma naturaleza, si bien, por recibirse en un acto personal y ra- estudios lo vayan logrando, irán influyendo en la explicación y
dicar indeleblemente por el carácter sacramental, pueden decirse aplicación del Derecho canónico, cambiando su faz. Esa mayor
que son personales o, mejor, personalizadas en cada miembro pureza teológieo-sacramentaria en la presentación y vivencia del
en virtud de su condición de miembro. Derecho canónico puede llevar a resultados hoy insospechados,
ya que hoy poseemos todavía infiltraciones abundantes de lo ci-
Tal triple función, por tanto, ha de ejercerse según lo que vil en lo canónico y de lo canónico en lo teológico. Por eso, si
se es, es decir, según la propia condición de miembro. Condi- pudiéramos imaginarnos tal cambio, nos sorprendería hasta tur-
ción que quiere decir que se tiene otros co-miembros con quienes badoramente, por su contraste con nuestras vivencias y categorías
conjugarse, que tiene un jefe a quien someterse y que forma habituales actuales.
parte de un todo. Por eso la función no sólo se posee por la co-
Podemos, por todo ello, decir que nos encontramos con la
munión colegial, sino que ha de ejercerse en comunión colegial
eclesiología de la comunión ante un nuevo horizonte en la his-
por exigencia intrínseca de su propia naturaleza (n.21 § 2 ) , de
toria de la Iglesia. Y puede comprenderse el extraordinario al-
su condición de miembro. Supone, por tanto, su ejercicio sumi-
cance ecumenista que esa perspectiva encierra, juntamente con
sión al jefe y sumisión al colegio (del que forma parte y puede
los riesgos o peligros de desviación, de no hacerlo con exactitud,
contradistinguirse de cada miembro singularmente considerado).
o de peligro si no se logra efectuarlo con claridad.
Cada obispo está sometido no sólo a las decisiones papales, sino
52
también a las del colegio, por ejemplo, a las conciliares. La Destaca en esta línea GUERRY, La collégialité de VÉpiscopat: Documenta-
tion53 Catholique n.1419 (1 marzo 1964) col.315-330.
comunión es, pues, jerárquica (n.22 § 1 al final). De ella ha- Cf. nuestros art. La problemática de la adaptación del Derecho canónico en
blaremos más ampliamente. perspectiva ecumenista: VIII Semana de Derecho Canónico (Salamanca), y en Es-
tudios de Deusto (Bilbao 1961) 274-320, en su parte La Iglesia y el Listado, socie-
Y como la triple función se recibe por el sacramento del dades analógicas; Derecho canónico y Derecho civil, Derechos analógicos p.327-
335, y el art. Problemática actual en el tema «Iglesia y Derecho», en sus partes 1.*
orden por la consagración episcopal, se desprende que no sólo y 2.a (citado supra, nota 16).
la función llamada del orden, sino también la de jurisdicción
tiene raíz sacramentaría; y que la misma noción, constitución y
exigencia de conducta colegial o de comunión jerárquica tienen
raíz sacramentaría, son de naturaleza sacramentaría.
Por todo ello, el Concilio coloca a todo cuanto respecta a lo
456 Teodoro l. Jiménez Urresti
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 457
2. E L J E F E DEL COLEGIO El problema teológico no es artificial, sino que se deriva de
conjugar este Concilio Vaticano II, que en este capítulo repite
1) J E F E DE LA IGLESIA Y J E F E DEL COLEGIO.—El Conci-
insistentemente que el Papa es Caput collegii, con otros concilios
lio, al tratar en este párrafo de la autoridad del colegio, esta- ecuménicos, como el Florentino, que llama al Papa totius Eccle-
blece el principio, ya enunciado en el Vaticano I, del primado del siae caput (D 694-1307) y el Vaticano I, que lo repite citando
Papa. Pero lo hace de manera que especifica muy repetidamen- al Florentino (D 1826-3059) y que, refiriéndose a Pedro, le
te S4 que el Papa forma parte del colegio, parte cualificada de llama totius Ecclesiae militantis visibile caput (D 1823-3055).
jefe; que, como tal, tiene potestad sobre el conjunto y sobre
cada uno de los obispos en ese colegio (cf. nota previa n . 3 ) . La 2) CONJUGACIÓN DE AMBOS TÍTULOS.—En nuestro trabajo, a
afirmación conciliar es simplemente asertiva; quiere decir, que la luz de textos de concilios ecuménicos, concluimos la reducción
afirma que di Papa, como jefe del colegio1, tiene potestad sobre de esta doble jefatura a la unidad del siguiente modo: la potes-
todos los obispos, cosa que afirmó ya León XIII en la Satis cog- tad papal, que es potestad «inmediata» sobre todos y cada uno
nitumr'\ y antes el Vaticano I (D 1827/1831). N o ha sido in- de los obispos y fieles, es decir, que no necesita para tener «vi-
tención del Concilio afirmar ni negar si toda la potestad del gor y valor»—«vim ac valorem» (Vaticano I : D 1829-3062) de
Papa se reduce a su condición de jefe del colegio, de forma complemento ninguno por parte de los obispos, ni de la Iglesia
que ser jefe del colegio y ser primado o jefe de la Iglesia sea universal, ni del obispo del lugar, ni de la autoridad civil, tiene
la misma cosa bajo diversos aspectos, y así no tenga ninguna por finalidad inmediata, por junción inmediata, la tutela (acti-
potestad que no sea en cuanto jefe del colegio 5 \ En realidad va, dinámica) de la unidad y unión del colegio episcopal y de los
hay dos corrientes, dentro de la línea de la colegialidad: una, obispos, para así (función mediata) tutelar la unidad de la Igle-
que afirma que toda potestad papal la tiene el Papa en cuanto sia universal y la unión de todos los creyentes. El argumenta
jefe del colegio; otra que afirma que el Papa, además de su principal—y que es como punto de llegada de toda una línea ma-
potestad de jefe del colegio, tiene otra potestad, la de primado gisterial conciliar anterior—se encuentra en el Vaticano I, cuando
sobre toda la Iglesia y, por consiguiente, también sobre todos y afirma: «Pero para que el episcopado mismo siguiese siendo
cada uno de los obispos. Es decir, el Concilio no tiene conciencia uno e indiviso y (para que) por medio de los obispos, mutua-
de tocar la cuestión de si en el Papa se da un sólo título de je- mente unidos entre sí, la multitud universal de creyentes se man-
fatura, el de jefe del colegio y, en consecuencia, jefe de toda la tuviese en la unidad de la fe y de la comunión, destacando a
Iglesia, o si se dan en él dos títulos correspondientes a una doble Pedro sobre los demás apóstoles, instituyó en él el principio
jefatura, una sobre el colegio y otra sobre toda la Iglesia. Sobre perpetuo y el fundamento visible de una y otra unidad...»
este tema sugestivo y de enormes consecuencias teológicas y de (D 1821-3051), es decir, el primado.
criterios canónicos hemos escrito un extenso trabajo, al que re- El Vaticano II se sitúa también en esa misma línea. En efec-
mitimos 5T. to, apela al entender del Vaticano I (n.18 § 2) y llega incluso
a citar, casi literalmente, el primer inciso de la frase del Vati-
54
Sólo en el n.22, que comentamos, dice: «una cum... ut capite», «una cum cano I, en que se expone la finalidad del papado («pero para
capite... numquam sine hoc capite», «capiti suo contundo», «sub suo capite», «pri- que el episcopado mismo fuese uno e indiviso...»). Y aunque in-
matum
55
et principatum capitis servantes», «Caput Collegi... vocet».
LEÓN XIII, ene. Satis cognitum (D 1961/3309) ; el Papa tiene «in ipsum comprensiblemente deja de citar la segunda («y por medio de los
Episcoporum Collegium potestatem». Cf. nuestra obra El binomio Primado-Episco-
pado (cf. supra, nota 3), c.13: «Poder del Papa sobre la constitución de la Iglesia». obispos mutuamente unidos entre sí...»), sin embargo, en el n.23
56
«En cuanto jefe del colegio» no quiere decir que en cuanto su función y sus nos dice que el Papa es «el principio y fundamento perpetuo y
potestades le vengan del colegio, ya que le vienen de Cristo mismo, como definió
el Vaticano I, sino que Cristo le constituyó en tal jefe y que todo cuanto le dio visible de la unidad, tanto de los obispos como de la multitud
Cristo fue para ser tal jefe, y, siéndolo, tener por finalidad última el ser jefe de
toda la Iglesia. Es decir, que toda su figura y potestad la tenga «in Collegio» y de los fieles», es decir, del colegio como de la Iglesia universal,
ninguna estando fuera de él. y remite en la nota 30 al pasaje en cuestión del Vaticano I
57
Nuestro art. La jefatura del Romano Pontífice sobre el colegio episcopal y,
mediante él, sobre la Iglesia universal: Revista Española de Teología 24 (1964) (D 1821-3051). Con ello nos aclara un tanto al texto del Va-
379-433. Toda nuestra argumentación va basada en textos de concilios ecuménicos,
según los cuales—así lo entendemos—Pedro-Papa es el «Princeps Apostolorum» y, ticano I, en el cual el tenor de la letra refería el «principio y
«estando constituido in ápice apostolatus», detenta el primado, «para ser» el prin- fundamento de la unidad» a la unidad de la je y de la comu-
cipio de unidad del episcopado y, «mediante los obispos unidos entre sí», ser
principio de la unidad de toda la Iglesia (Vaticano I) (artículo traducido al francés, nión (como expresamente lo expone el n.18, remitiéndose en
cf. supra, nota 3).
nota 1 al texto Vaticano I ) .
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 459
458 Teodoro l. Jiménez Urresti
Consiguientemente, la unidad constitucional del colegio es el
Además, según el modo 126, hubo Padres que pidieron que
fundamento próximo y el principio inmediato de la unidad cons-
el texto sobre el Papa, como «principio y fundamento perpetuo
titucional de la Iglesia universal.
y visible de la unidad tanto de ios obispos como de la multitud
b) En cuanto a la ley constitucional societaria (ley de la
de los creyentes», fuese sustituido por la cita textual o plenamen-
conducta social) que en la Iglesia rige conforme a su constitu-
te equivalente del Vaticano I, proponiendo la fórmula de «el ción citada:
Romano Pontífice, como sucesor del jefe de los apóstoles, es el El Papa es «el fundamento» próximo y el «principio» inme-
principio de la unidad del episcopado y, por medio de los obis- diato de la unión de los obispos dentro de ese colegio («para que
pos mutuamente unidos entre sí, (de la unidad) de la multitud el episcopado fuese... indiviso», n.18) o «comunión jerárquica»;
de los fieles». La Comisión teológica conciliar contestó que «ya y es el «fundamento» último y el «principio» mediato de la «uni-
en el n.18 se habla del Romano Pontífice respecto a la unidad dad en la fe y en la comunión» de toda la Iglesia (n.18). Es de-
de los obispos, según el Concilio Vaticano I. La idea de la unidad cir: «por medio de los obispos unidos mutuamente entre sí», por
por medio de los obispos se expresa en el texto de «cada obispo medio de que los obispos observen la comunión jerárquica en el
representa a su iglesia, y todos juntamente con el Papa represen- colegio, la Iglesia universal se mantiene en la comunión eclesial
tan a la Iglesia universal» (n.23, final del § 1) S8. (n.18 y notas 1 y 30 remitiendo al Vaticano I) " .
De todo lo cual se concluye, ordenando las afirmaciones con- El Papa, pues, es único en la Iglesia para que la pluralidad
ciliares, que el Papa es «el principio y el fundamento perpetuo de obispos se mantengan en la unidad, formen colegio, sin que
y visible» de la constitución social del colegio y de la Iglesia del cada uno de ellos «defienda su propia cátedra e iglesia», hacien-
siguiente modo: do nacer «tantos cismas como obispos», con lo que, «roto el
a) En cuanto a la constitución societaria (ley de su ser social) vínculo episcopal (de comunión jerárquica), la multitud misma
de la Iglesia, es el fundamento (cosa que indica estaticidad) 5* de los cristianos se disolvería y disgregaría» "3. Y el colegio es
próximo de la unidad constitucional del colegio, e.d., «unitatis colegio, es decir, los obispos todos se unen formando una unidad
episcoporum» (n.23), «ut vero episcopatus unus esset» (n.18) estable, constitucionalizada, en torno al Papa, su jefe, para la
(que recuerda el «collegium unum» del n.22). Consiguientemen- unidad de la Iglesia.
te, es el fundamento último («por medio de los obispos mutua- Por eso el Concilio, en consecuencia, puede afirmar que «to-
mente unidos entre sí», Vaticano I) de la unidad constitucional dos los obispos juntamente con el Papa (es decir, el colegio)
de la Iglesia universal, e.d., «unitatis fidelium multitudinis» representan a toda la Iglesia en el vínculo de la paz, del amor y
(n.23); de la unidad» (n.23 § 1 al final). Y se añadió «en el vínculo
— es el principio (que indica dinamicidad) "° inmediato de de la unidad», que no aparecía en la primera redacción, «para
la unidad constitucional del colegio, y mediato, e.d., a través de recordar que los obispos, en cuanto formando colegio, expresan
la unidad del colegio, de la unidad constitucional de la Iglesia la unidad de la Iglesia», como explicó la Comisión redactara ".
universal (cf. los mismos números citados en el párrafo anterior). Y más claramente afirma en el texto mismo conciliar: «El cole-
58
gio..., en cuanto unido bajo un solo jefe, expresa la unidad de
Modi... c.3 (Vatic. 1964) 36, modo 126. Cf. también las «sugerencias» («sug- la grey de Cristo» (n.22 § 2 ) .
gestiones») de Pablo VI en Relatio de n.22 ad T (esquema const. De Eccl. [Vatic.
1964] 92), en que se expresa lo mismo remitiendo aí Vaticano I (D 1821/3051) : Considero—en conclusión—que no ha sido intención de los
«ubi ponitur B. Petrus eiusque successor tanquam principium perpetuum et visibile
unitatis corporis Episcoporum». el
Sobre cómo entender, por consiguiente, la nota de inmediata que el Vatica-
69
El fundamento evoca la piedra y que «super hanc petram aedificabo Eccle- no I da a la potestad papal, cf. nuestro artículo citado en la nota 3, La jefatura
siam meam», es decir, la estructura en el ser de la Iglesia; y sobre principio dire- del Romano Pontífice... p.396-414, distinguiendo entre «potestad inmediata», e.d.,
mos con Pío, relator del Vaticano I: «Ratio autem huiusce vocabuli est quia Petri que no depende de nadie en su origen, posesión y ejercicio, y su «finalidad o fun-
auctoritas non est tanrummodo ecclesiae fundamentum passivum sed fundamentum ción inmediata». La potestad papal es inmediata sobre obispos y fieles; pero su
vivum et, ut aiunt, dynamicttm, cuius vi ct energia omnes partes stant et coales- finalidad y función es inmediata sobre los obispos para la unidad del colegio y
cunt» (MANSI, 52.30A). Y el relator Leahy, del mismo Vaticano I, definía: el mediata sobre la Iglesia universal para la unidad de la misma a través del colegio.
Papa es «principium unitatis», «nam principium proprie significat principium unita- Compárese nuestra intelección de «potestad inmediata», que damos en el artículo
tis, significat id quod positum est in ipsa constitutione Ecclesiae, significat relatio- citado, con las Sugerencias («Suggestiones») de Pablo VI en la Relatio de n.22
nem summí Pontíficis ad membra Ecclesiae... Principium est quid intrinsecum pri- ad M y O (esquema const. De Eccl. [Vatic. 1964] verde, 90 y 91), y se verá su
matui Ecclesiae: praesuposita hac constitutione, praesuposito hoc principio, tune perfecta consonancia.
sequitur tanquam consectarium naturale quod cum hoc principio convenire debeant 62
Son frases de León XIII, ene. Satis cognitum n.26. Cf. nuestros art. (citados
omnes episcopi, omnes ecclesiae, omnes fideles...», «principium... significat relatio- en la nota 3) Del colegio apostólico al... p.14-18; La colegialidad episcopal en el
nem summi Pontíficis ad membra Ecclesiae; dum centrum unitatis significat rela- Magisterio... p.437-449; El binomio... c.8-10 p.79-105.
tionem membrorum Ecclesiae ad Pontifican» (Coll. LACBNS, VII 308). 63
60 Relatio de n.23 ad D, volumen verde, p.93. Cf. infra, nota 105.
Cf. nota anterior.
460 Teodoro I. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de Id Iglesia. 22 461
Padres conciliares tocar esta cuestión expuesta; pero creo que el
texto conciliar votado va en esa línea. Veo aquí una diferencia 3. CONSTITUCIÓN DEL COLEGIO: RELACIONES PAPA Y COLEGIO
entre el «sensus Patrum» y el «sensus textus»: los Padres no
l) PARALELO ENTRE AMBOS COLEGIOS EN CUANTO A LA PO-
intentan solucionar la cuestión ni marcar siquiera la línea, ya
TESTAD.—Supuesta, pues, la potestad del primado, se presenta la
que no se han planteado el problema de la reducción de la doble
cuestión de las relaciones del Papa, jefe del colegio, con el con-
jefatura papal (caput callegii y caput Ecclesiae) a la unidad; pero
junto de los miembros del mismo, los obispos.
el texto marca la línea, sobre todo a la luz del texto del Vatica-
A este respecto conviene notar el paralelismo que el texto
no I, en que ocurrió lo mismo ".
conciliar vuelve a establecer entre Papa-colegio episcopal y sus
3) LAS POTESTADES DEL J E F E DEL COLEGIO.—Esa junción predecesores Pedro-colegio apostólico (n.22 § 2 ) .
del Papa, inmediatamente en pro de la unidad del colegio y me- Todo ese párrafo conciliar debe leerse despacio por su riqueza
diatamente sobre la unidad de la Iglesia, debe distinguirse de su y para establecer los límites de la doctrina conciliar. Pero extraer
potestad de primado. toda su riqueza supera las posibilidades de un primer comentario,
A este respecto, el Vaticano II específicamente establece el ya que requeriría un largo estudio; tal labor queda para posterior
principio general de que «la potestad del jefe del colegio deja elaboración teológica. Nos conformaremos con considerar los prin-
intacta íntegramente la potestad de primado» (n.22 § 2). cipios.
El Vaticano II, no conforme con haberse remitido al Vatica- d) El primer término del paralelismo se refiere al colegio
no I en el n.18, enumera aquí las notas de esa potestad de pri- episcopal.
mado, diciendo que la detenta en virtud de su oficio (el Vatica- Tal colegio tiene autoridad bajo dos requisitos o condiciones:
no I dijo «ordinaria»), «es decir, como Vicario de Cristo» «y Pas- si incluye al Papa y si permanece íntegramente la potestad pri-
tor de toda la Iglesia» (el Vaticano I dijo «caput» y la llamó mada del mismo. El Papa es así su jefe es. Se constatan así los
«episcopal»), «plena, suprema y universal» (expresiones que usó dos títulos de jefe de la Iglesia (Caput Ecclesiae o Pastor Eccle-
también el Vaticano I ) , y que puede ejercerla siempre libremen- siae) y de jefe del colegio, tal cual aparecen en una primera y
te (el Vaticano I dijo «inmediata»). simple consideración, sin intentar afirmar, ni negar, ni entrar en
Es interesante hacer notar cómo el Vaticano II evita las pala- su conjugación. El Concilio se limita a notar que la potestad pri-
bras que tanto trabajo y discusión provocaron en el Vaticano I mada pervive en la figura de jefe del colegio «porque»-«enim» 6B
y que siempre han desazonado a los teólogos como inadecuadas el Romano Pontífice tiene sobre la Iglesia, en virtud de su cargo
por el confusionismo que originan a los no adentrados en la ter- de Vicario de Cristo y de Pastor (o jefe) " de toda la Iglesia, «po-
minología técnica del Vaticano I : nos referimos a las palabras
65
«ordinaria», «episcopal» e «inmediata», que hemos notado en Entiendo que su sentido es el siguiente: el colegio implica por definición,
según los datos revelados, un jefe; este jefe es el Papa; este jefe no tiene su fun-
paralelo correspondiente. Y, más que interesante, es curioso ha- ción y su potestad por delegación o transmisión que le den los obispos miembros,
cer constar que en esta enumeración de calificativos de la potestad sino que las tiene por su oficio de jefe puesto por Cristo mismo; ni tiene sólo función
y potestad de inspección, de dirección, o «potiores partes», sino verdadera y plena
de primado se evita la expresión de «potestad jurisdiccional» ; autoridad imperativa o jurisdicción. Es lo que dijo el Vaticano I (D 183Í/3064)
del Papa bajo su aspecto de jefe de toda la Iglesia ó primado, y que se aplica
por más que ciertamente expresa el texto conciliar que los obis- aquí en el Vaticano II al Papa bajo su aspecto de jefe del colegio.
pos están sometidos a la potestad del primado (o que la potes- El Caput Ecclesiae tiene potestad primada (Vaticano I), y el Caput Collegii tie-
ne potestad primada (Vaticano II). Por eso el Vaticano II puede decir, en un sen-
tad del primado se extiende sobre los obispos), «que obliga a tido que creo superior a la mera coincidencia de dos títulos en una misma persona;
«/« ipso (Collegio) Episcopi primatum et principatum Capitis sui fideliter servan-
subordinación jerárquica y de verdadera obediencia» (Vaticano I : tes...» (n.22 § 2). Como también lleva a una identificación entre jefatura sobre
D 1827-3060), que es lo que entendía el Vaticano I por «potes- la Iglesia y jefatura sobre el colegio, bajo aspectos distintos, el «huiusque» de la
frase «Collegium... simul cum Pontífice Romano, successore Petri, ut capite eiús
tad de jurisdicción» (D ibid.). intelligatur, huiusque integre manente potestate Primatus» (n.22 § 2 initio). Pues el
«huiusque», que con el resto de la frase no aparecía en la primera redacción, fue
64
puesto «ratione connexionis cum praecedentibus», en plural (Relatio de n.22 ad H,
Por otra parte, no es éste el único caso de tal diferencia ten este Concilio. en volumen verde, p.90), abarcando al Romano Pontífice, e.d-, al Caput Ecclesiae,
Cf. lo que decimos al ñnal de la nota 8. del que luego hablará más, y al Caput Collegii.
La posible diferencia entre el «sensus Patrum» y el «sensus textus» es prinicpio 66
Entiendo que la razón «porque» («enim») se refiere a la frase «integre ma-
admitido y usado, e inolvidable, en la recta interpretación de todo texto magiste- nente potestate primatus», y no a la inmediatamente anterior de «ut capite eius
rial. En definitiva, no es sino distinguir entre lo explícito en el Magisterio y su intelligatur».
doctrina implícita, de la que quizá no han sido conscientes los autores de los do- 67
El Vaticano I, repitiendo al Florentino, hablaron de Caput Ecclesiae (D 1823/
cumentos magisteriales (o quizá sí, pero sin quererlo afirmar explícitamente). Es 3055 y 1826/3059 con 694/1307). El Vaticano II, expresando lo mismo, sustituye a
más: precisamente por esa diferencia puede darse la llamada «evolución homogé- Caput por Pastor, «para que la expresión sea más consonante con la expresión bí-
nea» de la doctrina. blica, que llama a Cristo Caput corporis y a Pedro Pastor gregis (cf. lo 21,16-17:
462 Teodoro I. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 463
testad plena, suprema y universal» (n.22 § 2 ) . Constata el hecho, La línea lógica redaccional exigiría un porque entre el primer
sin conjugarlo, con el título de jefe del colegio. término (colegio episcopal) y el segundo del paralelo (colegio apos-
Y concluye el Concilio: «también el orden (o colegio) de los tólico), para que el paralelo lo sea efectivamente. Y en realidad
obispos es sujeto de potestad plena y suprema sobre la Iglesia ese porque (enim) existía en las primeras redacciones " , de for-
universal», «a una con su jefe el Romano Pontífice y nunca sin ma que el sentido era: El Papa tiene potestad suprema y también
tal jefe». N o decide el Concilio si el Papa, como jefe de la Igle- la tiene el colegio episcopal, porque Simón recibió potestad su-
sia, está fuera y por encima del colegio; aunque sí afirma que prema y también la recibió el colegio apostólico. Pero la comi-
el Papa, como jefe del colegio, forma parte del mismo y está sión teológica conciliar (tras haber sido interrogada por mandato
dentro de él, e igualmente afirma que el Papa, aun siendo jefe del Papa la Pontificia Comisión Bíblica) consideró con ésta que,
del colegio, «.conserva en el seno del colegio íntegramente su fun- si bien el paralelismo es positivo, sin embargo, dado que los exe-
ción de Vicario de Cristo y Pastor (o jefe) de la Iglesia univer- getas no concuerdan sobre la exacta interpretación que debe dar-
sal» (como repite la «nota previa» en su n . 3 ) . se a la «potestad de atar y desatar» en los textos paralelos de
Quedan, pues, amplios márgenes al estudio libre de los teó- Mt 16,19 referido a Pedro y Mt 18,18 referido al colegio apos-
logos en todas estas cuestiones planteadas, que no toca el Conci- tólico (aunque están redactados con las mismas idénticas pala-
lio en su intención. bras, en singular a Pedro y en plural a los apóstoles), y especial-
b) En el segundo término del paralelismo habla del colegio mente sobre si tal potestad ha de entenderse que fue potestad
apostólico. Establece primeramente lo que compete exclusivamen- suprema, era mejor suprimir la conjunción causal porque (enim),
te a Simón («imum Simonem») : a quien «el Señor puso como y decidió añadir a la referencia de Mt 18,18 la de Mt 28,16-20,
piedra y clavígero de la Iglesia (cf. Mt 16,18-19) y le constituyó así como la nota 28 para aportar testimonios de la tradición y de
Pastor de toda su grey (cf. l o 21,15ss) y le dio el cargo de atar los concilios ,0.
y desatar (Mt 16,19)», que corresponde en paralelo de construc- Con la supresión del enim, el Concilio no se decide a afirmar
ción a los títulos de «Vicario de Cristo, Pastor de la Iglesia toda» ni a negar cuál sea el valor definitivo del argumento escriturís-
y «potestad plena, suprema y universal» que ha dado antes tico para probar la potestad suprema del colegio. Se limita, en
al Papa. consecuencia, a aportar como argumento definitivo el conjunto
Y concluye: «El cargo' de atar y desatar dado a Pedro consta de la Tradición-Escritura. Es caso similar—no igual—al que he-
que fue dado también al colegio de los apóstoles unido a su mos visto antes sobre la argumentación para probar la existencia
jefe» 68. del colegio.
«Pasee agnos mcos...»"). Así explicó la Relatio de n.22 ad M (volumen verde, p.90) la Con ello el Concilio no ha dado ningún paso sobre lo que
sustitución, pues en la primera redacción aparecía Capuí Ecclesiae, que disgusta a pedíamos en vísperas del mismo " : se ha detenido donde están
los 68orientales prec'samente por ser locución bíblica exclusiva para Cristo.
Esta frase e ;tá tomada casi al pie de la letra del proyectado esquema de la de momento detenidos los exegetas.
const. dogmát. II De Ecclesia c.4, que fue redactado por Kleutgen en el Vaticano I
(MANSI, 53,310) : «Illud autem ligandi et solvendi pontiñcium quod Petro soli 2) ¿DOBLE SUJETO DE POTESTAD SUPREMA?—Tampoco toca
datum est, collegio quoque Apostolorum, suo tamen capite coniuncto, tributum esse
constat, protestante Domino: Amen dico vobis, quaecumque ligaveritis...» Así lo el Concilio el problema de si hay un único o doble sujeto de
hacer notar también la Relatio de n.22 en la Q (esquema const. De Ecctesia fVatic. potestad suprema en la Iglesia. Deja intacta la discusión entre
1964] verde, 92), que añade: «Recuérdese también la Relatio de Zinelli (en el
Vaticano I) (MANSI, 52,1109C-D3: «... concedimus libenter et nos, in concilio teólogos sobre tal tema.
oecumenico sive in episcopis coniunctim cum suo capite supremam inesse et plenam
ecelesiastieam potestatem in fideles omnes; utique Ecclesiae cum suo capite coniunc- El Concilio reafirma con el Vaticano I que el Papa tiene po-
tae optime haec congruit. Igitur Episcopi congregati cum Capite in Concilio oecume- testad suprema sobre toda la Iglesia. Pero afirma a la vez que
nico, quo in casu totam Ecclesiam representant, aut dispersi, sed cum suo capite, quo
in casu sunt ipsa Ecclesia veré plenam potestatem habent...» Y comenta la Relatio del 69
Cf. esquema const. De Ecclesia (Vatic 1964) verde, p.64 col.l lín.6 y col.2
Vaticano I I : «Illud autem quod Relator (Vaticani I) ita in corpori Episcoporum Un.13, con Relatio de n.22 ad Q (ibid., p.91 Q ) , y con Modo tt.89 (Modi... c.3
agnoscit, utoote ómnibus agnitum, deinde etiam pro Romano Pontífice vindicat, prop- [Vatic. 1964] 27).
ter verba Christi ad solum Petrum». Cf. también MANSI, 52.1109D-1110A-B. 70
En la respuesta al Modo n.89 {Modi... c.3 p.28) se dice eme «la Comisión
Sobre colegialidad y relaciones Papa-obispos en el Vaticano 1 se han publicado Bíblica admite el paralelismo (entre Mt 18,18 y Mt 28,18) atendiendo también a
numerosos trabajos, enfe los que pueden verse los tres de Dejaifve, Dewan y Mt 28,16-20; pero añade que los exegetas no concuerdan sobre la determinación
Rousseau en VÉpiscopat et VÉglise u\niverselle (Unam Sanctam 39, París 1962) 639- última y la extensión de esta potestad. Que se extienda sobre toda la Iglesia ter-
739, y los citados en la nota bibliográfica de Esteban Romero (citado supra, nota 3) : mina71 por constar («conficitur») por la Tradición».
Domínguez del Val (p.23), Hamer (p.24), Betti y Beurner (p.26), Nedoncelle En El binomio... (citado supra, nota 3) añorábamos un «estudio paralelo
(p.30), Viering (p.31), Betti (p.33), Dejaifve (p.34), Dewan y Egender (p.35), teológico de los dos textos (Mt 16,18 y Mt 28,18) precisamente respecto a este
Kasper (p.36), Thils y Torrel (p.39), Colombo (p.41), Torrell (p.44), Dejaifve problema. Se ha publicado luego: HERBERT VORGRIMLER, Das 'Binden und Losen'
(p.48), Schauf (p.49), y en nuestro libro El binomio... (citado en nota 3) c.8-10 in der Exegese nach dem Tridentinum bis zu Begittn des 20. Jabrbunderts: Zeit-
p.79-100. schrift für katholische Theologie 85 (1963) 460-477.
464 Teodoro 1. Jiménez Urresii C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 465
1
«también el colegio episcopal es sujeto de potestad plena y su- canónico de funcionamiento ". Pero no entra en la valoración
prema», como afirma que lo era también el colegio apostólico: teológica de tal fenómeno canónicamente doble más que para
quoque-quoque. decir que en ambos casos hay potestad suprema. Queda, pues,
Por una parte, ese «también» («quoque») repetido, y, por otra, abierto el horizonte al estudio teológico y los teólogos de las tres
el hecho de que se asuman, para expresar que también el colegio cotrientes en libertad.
apostólico tenía potestad suprema, palabras casi textuales de la Lo que en definitiva deben sostener las tres corrientes teoló-
constitución dogmática II del Vaticano I, redactada por Kleut- gicas y lo que el Concilio afirma inequívocamente es que el Papa
gen ", y de que en tal constitución se afirmase expresamente la puede ejercer su autoridad—sea como sujeto distinto del colegio,
teoría del doble sujeto ™, podría llevar a algunos a afirmar que sea como su representante, por ser su jefe—semper libere = siem-
el Vaticano II se decide por la teoría del doble sujeto. pre libremente, es decir, como insistió repetidas veces el relator
Es decir, en tal interpretación, el Concilio se decidiría por la del Vaticano I, «independientemente del concurso, de la acción
corriente teológica que afirma una misma potestad suprema de- de los obispos» 7S. El Papa «no depende de los obispos ni para
tentada por dos sujetos inadecuadamente distintos: por el Papa, iniciar ni para llevar a cabo su actividad», como dice la rela-
él sólo, y por el colegio (que por definición incluye al Papa). ción ?0 de este Concilio.
Y ya no sería teológicamente viable la otra corriente teológica Es más: en el texto primero se decía que «el colegio con su
que afirma no sólo que se trata de una misma potestad, sino in- jefe es sujeto indiviso de potestad plena y suprema» para refor-
zar que los obispos nada pueden sin estar con el Papa; pero lue-
cluso de un mismo sujeto, el colegio, que puede actuar o cole-
go se suprimió el calificativo de «indiviso», no fuera que se apli-
gialmente o a través de su representante, por jefe, el Papa ", es
case también al Papa, entendiendo que «no podía éste ejercer su
decir, a través de dos diversos órganos de expresión, inadecuada-
potestad plena y suprema independientemente de la acción de los
mente distintos, por sí mismo o por su jefe. Ni valdría tampoco
obispos», como dice la relación 80. O sea, en definitiva y con ter-
la tercera corriente teológica, que afirma que hay un único sujeto,
minología del Vaticano I, que la potestad del Papa es «inme-
que es el Papa, el cual puede actuar de modo personal o de modo
diata» " .
colegial; teoría inversa a la anterior 75.
3) T R I P L E POTESTAD SUPREMA DEL COLEGIO.—Otra cuestión
Pero, según la respuesta al «modo» 80 ", la Comisión redac-
delicada se omite también en este n.22: el Concilio afirma expre-
tó el texto «sin querer entrar en la cuestión y dejando el quoque
samente que la potestad del colegio es «suprema y plena sobre la
después de largas discusiones».
77
Si alguien objeta que el «sensus textus» debe valer por enci- Cf. canon 218, sobre la potestad suprema del Papa, y canon 228, sobre la
potestad suprema del Concilio. En el Código nada se dice sobre el colegio episcopal,
ma del «sensus Commissionis», la respuesta surge pronta: el Con- que es totalmente desconocido; a no ser lo que implícitamente se contenga de doc-
cilio constata simplemente lo que aparece, como si fueran dos trina en el «Concilio». Sobre el Derecho canónico vigente, cf. G. MAY, Das Ver-
haltnis ron Papst und Bischdfen auf dem Allgemeinen Konzil nach C1C: Trier.
sujetos, en el comportamiento canónico, y tiene, por tanto, valor Theolog.
78
Zeitschrift 70 (1961) 212-232.
Como dijo Zinelli, relator del Vaticano I (MANSI, 52,1109-1110), «... conclu-
72
dendum est veré plenam et supremam potestatem traditam esse Petro et eius succes-
Cf. supra, nota 68, en que se da el texto de Kleutgen. soribus, etiam independenter ab actione communi cum aliis episcopis». «Nam si exercet
73
Kleutgen afirmaba en la redacción de tal esquema la teoría del doble sujeto summus Pontifex suam potestatem veré plenam et supremam veluti caput etiam inde-
(MANSI, 53,321) : «... Consequens est hanc potestatem in duplici subiecto esse, in pendenter a concursu aliorum, omnia membra statim debent... cum suo capite concor-
episcoporum corpore papae coniuncto, et in papa solo...»; y (ibid., 325) «... deter- dare». «... ut diximus, summus pontifex ut caput etiam independenter a concursu epi-
minatur etiam subiectum (infallibilitatís) dúplex, episcopatus scilicet una cum R. Pon- scoporum, supremam suam auctoritatem exercere potest». Y respecto al obispo del lugar
tífice et R. Pontifex solus ex cathedra loquens...» (MANSI, 52,1110D): «Immediata autem quomodo distinguitur a mediata? Immediata
74 est ea potestas, quae exerceri potest sine adbibito medio necessario, se. medio ad quod
Se trata de representatividad objetiva, «vi muneris sui», no por delegación de
los 75miembros, como es obvio. adhibendum tenetur. At potestas papae potest ea omnia episcopalia quae enunciavimus
En esta línea parece estar la «nota explicativa previa» n.3, cuando dice: «Ad supra, exercere per se in ómnibus dioecesibus, quin obligetur uti medio episcopi par-
iudicium R. Pontificis cui cura totius gregis Christi commissa est, spectat, secundum ticularis ecclesiae?, aut ipse necesario debet licentiam petere ab episcopo, ut ex. gr. sa-
necessitates Ecclesiae decursu temporum variantes, determinare modum quo haec cura cramentum confirmationis impertiatur, aut confessionem excipiat a fidelibus? Quoties ab
actuari conveniat, sive modo personal!, sive modo collegiali». Una vez más tendría- aliquo reverendissimo oratore petitum fuit num Papa indigeat hac licentia, risus in
mos aquí otro argumento para decir que la nota no obliga en todos sus pormenores, hoc consessu est excitatus, credo etiam illorum, qui eliminationem vocis «immediatae»
como decíamos supra (cf. nota 3, ya que la misma Comisión de esta nota previa poposcerunt. Alia eloquentiori refutatione emendationis non indigemus». Cf. lo dicho
dice en Modo 80 que no decide nada a este respecto (cf. nota siguiente). supra, notas 57 y 61.
76 79
Modo 80 (Modi... c.3 [Vatic. 1964} 25) : en él, «16 Patres ciarais dicere «Romanus Pontifex ad exercedam suam potestatem ab Episcopis non dependet,
vellent unum tantum subiectum supremae potestatis in Ecclesia existere..., 10 tándem nec quoad actionem incipiendam, ñeque ad eam prosequendam. Potestatem enim suam
ut deleátur adverbium quoque». Y la Comisión responde: «Commissio non voluit directe a Christo accipit; ideoque Episcopi eum cogeré non possunt». Son palabras de
intrare in quaestionem disputatam de único subiecto potestatis supremae vel de duobus la Relatio
80
de n.22 ad N y M (vol. verde, p.90) (cf. supra, notas 57 y 61).
eiusdem potestatis subiectis inadequate distinctis. Stet ergo textus, qui, post longas Relatio de n.22 ad N (esquema const. De Eccl. £Vatic. 1964] verde, 90-91).
81
discussiones in Commissione, praesentem formam recepit». Cf. supra, notas 57, 61 y 78.
466 Teodoro 1. Jiménez Urresti ( C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 467
Iglesia universal», pero sólo implícitamente afirma que tal potes- tbria. Tienen, pues, los teólogos el camino abierto, un camino
tad versa sobre el magisterio y el régimen pastoral cuando dice todavía virgen 83.
que el colegio episcopal «sucede al colegio apostólico en el ma- i 4) LA EXCLUSIVIDAD DEL PODER PETRINO-PAPAL.—Mucho
gisterio y en el régimen pastoral» (n.22 § 2 ) . I rrienos entra el Concilio—y sobre esto volveremos luego—en si tal
Será en el n.25 § 2 donde afirmará expresamente, con térrii- potestad, en el caso único en que afirma su ejercicio, en el del
nos equivalentes, que la potestad magisterial es «suprema», al magisterio extraconciliar, se ejerce por actos estrictamente cole-
decir que el colegio, cuando expresa «sentencia definitiva», enun- giales o no colegiales.
cia infaliblemente la doctrina de Cristo, ya lo haga por el modo Ese problema va conjunto con otro que se contiene implíci-
solemne del Concilio ecuménico, ya por el no solemne de estar tamente en el texto conciliar, al menos tai cual suele entenderse
los obispos «esparcidos por el mundo». En cambio, en tal senti- su redacción, similar a la del Vaticano I " : el problema de que
do, sobre las potestades de santificar y de régimen pastoral nada Pedro y sólo él (unum Simonem) fue constituido «Pastor de toda
dice explícitamente en toda la constitución; se limita a expresar la grey (cf. lo 21,15ss)» y, consiguientemente, sólo al Papa com-
simplemente que «la potestad suprema» del colegio se ejerce en pete el título de «Pastor de toda la Iglesia» por su sucesión de
modo solemne en el Concilio ecuménico y puede ejercerse tam- Pedro, de donde se deduce su potestad «plena, suprema y uni-
bién «estando los obispos esparcidos por el mundo» (n.22 casi versal»; y, por otra parte, afirma el Concilio que también («quo-
al final). Implícitamente, puesto que sabemos que el Concilio ha que») el colegio apostólico-episcopal tiene tal potestad «plena,
solido ejercer potestad también de régimen pastoral, se afirma suprema y universal». La dificultad está en compaginar el conte-
que el colegio tiene potestad suprema en cuanto al régimen. N o nido de ambas proposiciones: la exclusividad de Pedro-Papa en
dice nada más el Concilio; ni siquiera en el n.26 y 27, en el el pastoreo sobre toda la Iglesia, con la aserción de que también
que se habla específicamente sobre las potestades de santificar y el colegio tiene tal pastoreo, ya que el colegio «in magisterio et
de régimen. regimine pastorali... una cum Capite... subiectum quoqite su-
La razón del silencio conciliar a este respecto es sencilla: ni premae et plenae potestatis in universam Ecclesiam exsistit»
siquiera los teólogos han llegado a expresar qué y cómo sería (n.22 § 2 ) .
esta potestad suprema santificadora y de régimen del colegio fue- Las respuestas pueden ser varias, pero no entra en ellas el
ra del Concilio, estando los obispos esparcidos por el mundo. Concilio. Una línea puede ser la de que todo cuanto recibió Pe-
Los teólogos están todavía en los comienzos de este estudio 82. dro solus, i.e., seorsum ac separatim "s, fue dado luego también
El Concilio, pues, se conforma con afirmar la existencia de a todo el colegio (incluido Pedro), de forma que ambos sujetos
la suprema potestad del Colegio en lo que se refiere a actuación de potestad, Pedro y el colegio (que le incluye por definición como
extraconciliar, y, por tanto, a que puede ejercerse, sin dar si- a su jefe), posean exactamente la misma potestad 86 . Y en tal lí-
quiera juicio histórico sobre si existe tal potestad ejercida extra- 83
Los teólogos han hablado del magisterio ordinario universal planteando la cole-
conciliarmente más que de la potestad magisterial (en el cita- gialidad del mismo. Cf. M. NICOLÁU, Él magisterio «ordinario» y la colegialidad epis-
do n.25). Pero tampoco niega que esté de hecho ejerciéndose ni copal, en El colegio episcopal (C. S. I. C , Madrid 1964) vol.2 p.567-587, y en su
libro Nuevos problemas del Conc. Vatic. II (Studium, Madrid 1964) 123-145.
que de hecho se haya ejercido en la historia. Se limita a abste- Los teólogos han comenzado a plantearse en línea doctrinal, ya que no saben
cómo valorar la historia a este respecto, el problema de la jurisdicción del colegio en
nerse de entrar en la cuestión del ejercicio y de enjuiciar la his- su ejercicio extraconciliar (cf. nota anterior). Pero lo que no he visto ni oído es la
potestad santificadora como potestad colegial ejercida de modo conciliar. (Sobre el
82 modo extraconciliar u ordinario, cf. nuestro artículo citado en nota anterior.) Y si
Apenas hay asomos que hayan afrontado el tema. Cf. los balbuceos de M. Nl- leemos con atención el n.20 de la constitución, cuando se habla del triple «munus»
COLÁU, Episcopado colegial, parte I I : Magisterio y jurisdicción en el colegio, en su «que ha de ejercer el colegio», parece que se ha de plantear la misma cuestión en
libro Problemas del Conc. Vaticano 11 (Studium, Madrid 1963) 38-43 ; y los nuestros cada una de las funciones ministeriales.
en nuestro art. Del colegio apostólico... (citado supra, nota 3), especialmente en 84
El Vaticano I dice: «Atque uni Simoni Petro contulit Iesus post suam resurrec-
sus p.36-43. En él concluimos (p.41) que «el colegio como tal está ejerciendo conti- tionem summi pastoris et rectoris iurisdictionem in totum ovile dicens: 'Pasee...
nuamente una función universal de modo ordinario (e.d., extraconciliar; intensiva- (lo 21,15ss)'» (D 1822/3053). Y : «... solum Petrum prae ceteris Apostolis... iurisdic-
mente, a través de sus miembros esparcidos, sobre cada uno de los cuales gravita (la tionis primara fuisse a Christo instructum» (D 1822/3054).
misión y función o «munus» del colegio), ya que cada uno de ellos, al ser miembro 85
Tales adverbios son de León XIII (ene. Satis cognitum n.26) : «Nihil esse
y actuar como tal, actúa poderes colegiales y actúa como colegial; extensivamente, en Apostolis seorsum a Perro collatum; plura seorsum ab Apostolis ac separatim Petro».
cuanto que la actuación conjunta de todos ellos (colegio) da la norma y garantía El problema, por tanto, en esta línea, está en ver si todo lo que se dio «seorsum ac
de autenticidad de actuación de cada miembro y, por tanto, de la actuación de toda separatim» a Pedro se dio a los apóstoles después «una cum Petro»: «Sane claves regni
la Iglesia (jerárquica) en los tres aspectos de magisterio, orden y régimen. AsL todos caelorum uni creditas Petro, Ítem ligandi solvendique potestatem Apostolis una cum
como conjunto o colegio levantan la carga universal encomendada al colegio». W. O N - Petro collatam, sacrae litterae testantuD) (ibid., n.30).
CLIN, La colegialidad episcopal en el estado habitual o latente: Concilium 8 (1965) 86
88-100. Tal parece la línea que siguió Zinelli, relator del Vaticano I, cuando (MANSI,
52,1109: respuesta a las enmiendas 35-36) dijo: «... nos admittimus veré plenam et
468 Teodoro I. Jiménez Urresti
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 469
nea parece colocarse el Concilio cuando, al hablar del magiste-
línea, ha de tenerse como dicho por el «sensus textus», no por
rio (n.25), afirma la misma potestad en el Papa, infalible, y en
el «sensus Patrum». Lo cual nos indica una vez más el camino
el colegio, infalible ", de forma que el Papa, «él solo» o a solas, que queda por desbrozar, encomendado a la diligencia y estudio
e.d., libremente, no dependiendo en su actuación de la actuación de los teólogos.
de los obispos 88, pero no «sólo él», no solamente o exclusiva-
mente él, goza de infalibilidad (bajo las condiciones requeridas),
4. ACTUACIÓN DEL COLEGIO EPISCOPAL COMO TAL
sino que también el colegio goza de la infalibilidad o magisterio
supremo. Pero entonces no se entiende cómo eso se compagine Visto que el colegio tiene potestad suprema en la Iglesia y que
con la función exclusiva y con el uso exclusivo de llamar «piedra» también la tiene el Papa, es obvio preguntar por las relaciones
o «roca viva» a Pedro, y no también al colegio ". que deben mantenerse entre esos dos sujetos (inadecuadamente
Otra línea sería la de afirmar que, si bien Pedro-Papa tiene distintos, al menos en su apariencia canónica).
potestad suprema al igual que la tiene el colegio, no se trata de El tema es especialmente valioso, porque ambos son de dere-
una e idéntica potestad, sino de que el Papa tendría potestad so- cho divino y ambos, por tanto, deben encontrar en la Iglesia el
bre el colegio y, por él, sobre toda la Iglesia en orden a mantener modo de funcionar y cumplir su obligación y su derecho.
viva y dinámicamente la unidad visible (y por la sacramentalídad El Concilio ha afrontado este tema en diversos puntos y de
de lo visible, sobre la unidad mistérica) de la Iglesia, y el colegio diversos modos. De ellos vamos a tratar en este capítulo.
la tendría sobre la Iglesia en orden a la aplicación del mensaje 1) E N LA «COMUNIÓN JERÁRQUICA».—Del hecho de que am-
evangélico o universalidad (pastoral y misionera), en la unidad bos sujetos, Papa y colegio, sean de institución y derecho divinos
mantenida inmediatamente por la unidad misma del colegio y, se deriva que la ley de su conjugación tiene que ser, y lo es, tam-
últimamente, por el Papa, mantenedor de la unidad del colegio 90. bién de derecho divino. La obligatoriedad de cumplirla es, pues,
En esta línea, el Papa tendría efectivamente algo en exclusiva, precepto divino.
que no competiría al colegio como tal (más que en sentido mate- El primer principio que expone el Concilio a este respecto es
rial, por estar en él el Papa, no en sentido formal del colegio el derivado de la «comunión jerárquica», que vimos es ley consti-
como persona moral; el cual, por tanto, tendría formalmente po- tucional del colegio. El Papa, jefe del colegio, puede y debe re-
testad suprema distinta de la del Papa). querir que el colegio, cuando actúe, lo haga dentro de esa comu-
En tales problemas el Concilio no ha tenido intención cons- nión, es decir, que puede y debe requerir que los obispos acaten
ciente de entrar. Si algo dice el Concilio en favor de una u otra en su actuación o conducta su propia condición de miembros con
el reconocimiento práctico a su jefe. De ahí que afirme el Conci-
supremam potestatem existere in summo pontífice veluti capite, et eandem veré plenam lio que el colegio «no puede ejercer su potestad más que consin-
et supremam esse etiam in capite cum membris coniuncto, se. in pontífice cum episco-
pis...» «Si contra, summus pontifex una cum episcopis, vel dispersis vel congregatis, tiéndolo el Romano Pontífice»: nonnisi consentiente Romano Pon-
veré8r plenam et supremam potestatem in solidiim exercet, nulla possibilis collisío». tífice exerceri potest.
En el n.25 § 2 dice que son infalibles los obispos «communionis nexum Ínter se
et cum successore Petri servantes» (bajo las condiciones que pone en el mismo párra- Esta fórmula tiene su historia. En las «sugerencias» enviadas
fo),88es decir, conforme a lo dicho en el n.22, el colegio episcopal actuando como tal.
En tal caso, el «unum Simonem» (Papa) equivaldría al «semper libere», en el para su estudio a la Comisión doctrinal por el Papa, el Romano
sentido que hemos explicado en las notas 57, 61 y 78-79.
89
En efecto, en el N. T. nunca se llama a los apóstoles «piedra» o «roca viva»; Pontífice proponía la fórmula de que la potestad colegial «había
y la110tradición se ha mantenido también siempre en la misma postura. de ejercerse iuxta Capitis ordinationemy>, fórmula genérica que in-
Tal línea quedaría confirmada por el hecho de que el Papa, jefe del colegio,
tiene potestad sobre todos los obispos, tanto por separado como sobre todos juntos y dica obligatoriedad ". Ahora bien: conforme a «sugerencia» tam-
sobre toda la Iglesia; mientras que el colegio como tal no tiene potestad más que bién del Papa, al hablarse de la triple función (muñera sanctifi-
sobre los fieles y sobre cada vino de los obispos en cuanto miembros del mismo.
A este respecto me pregunto si es mera coincidencia y caso fortuito de redacción, candi, docendi et regendi) comulgada por la consagración episco-
sin significado objetivo alguno, la diferencia del texto conciliar en calificar la potestad
del Papa de «in Ecclesiam... plenam, supremam et universalem potestatem»,_ mientras pal, en vez de afirmar simplemente que tales funciones «no pue-
que califica al colegio de «subiectum quoque supremae ac plenae potestatis in univer- den ejercerse más que en comunión con el Jefe del colegio y los
sam Ecclesiam» (n.22 § 2). Explícitamente se califica la potestad papal de universal,
cosa aue se silencia de la potestad del colegio, si bien ambas son «in universam miembros», se añadió que es así «por su naturaleza»: natura
Ecclesiam» (Vaticano I : sobre el Papa expresamente, «in universam Ecclesiam»
[D 1831-32/3064-65), «¡n uníversum orbem» [D 1826/3059], «Ecclesiae per totum sua ". De donde se deduce que la obligatoriedad de la comunión
orbem difussae» [D 1827/3060], «potestate gubernandi universam Ecclesiam» r D 1829/
3062], «super universam Ecclesiam» [D 1834/3067), etc.). Sobre la diferencia de 01
afirmar del Papa su potestad «in universam Ecclesiam» e «in univerr^ Ecclesra» Cf. Relatio de n.22 a la Q (esquema const De Ecclesia [Vatic. 1964] ver-
cf. nuestro art. La jefatura del R. Pontífice... (citado supra, nota 3) p,414-419. de, 91).
«- Cf. ibid-, a la H (ibid., p.86).
470 Teodoro I. Jiménez Urresti

jerárquica se desprende por exigencia de la naturaleza misma de C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 471
la colegialidad, de ser colegio, que tiene su jefe y de que ya
hablamos antes. Admitido esto, la Comisión, sin embargo, no ad- negativa (e.d., «deficiente actione Capitis», que, por tanto, ni
mitió la fórmula papal, porque «excluía el reglamento estableci- aprueba ni condena) puede anular, por ejemplo, una acción ma-
do por los Padres conciliares y aprobado por el Papa» 93, con lo gisterial de un grupo considerable de obispos? Tal acción será,
que la Comisión entendió que cabe que el colegio funcione o por su naturaleza, a-canónica y, a partir de este Concilio Vatica-
actúe con normas que no son dadas precisamente por el Papa, no II, anti-canónica; pero ¿lo será también anti-teológica? ¿No
sino simplemente aprobadas por él. De ahí que la Comisión ofre- tendrá valor alguno, teológicamente considerado?
ció la fórmula de que la potestad del colegio «no puede ejercerse La «nota bene» con que concluye la «nota explicativa previa»
independientemente del Romano Pontífice»: independenter a Ro- nos da la respuesta con toda claridad sobre qué es lo que ha in-
mano Pontífice exerceri nequit "4. tentado el Concilio: «La función sacramental-ontológica (así llama
a la triple función recibida en la consagración episcopal) se ha
Pero, contestando al modo 84 (que remite a la nota explica-
de distinguir del aspecto canónico-jurídico. Tal función sacra-
tiva previa n.4 y ésta, a su vez, al modo 84) "% cambió esa última
mental-ontológica no puede ejercerse sin comunión jerárquica.
fórmula por otra más firme: no puede ejercerse más que consin-
Pero la Comisión consideró que no debía entrarse en las cuestio-
tiéndolo el Romano Pontífice, que es la que ha quedado en el
nes de licitud y validez, que quedan a disputa de los teólogos, en
texto definitivo.
especial en lo que se refiere a la potestad que de hecho se ejerce
Consintiéndolo «evoca la comunión entre el jefe y los miem- entre los orientales separados, y de cuya explicación hay varias
bros, e implica la necesidad del acto que compete propiamente sentencias».
al jefe», explica la nota. Pero ni la nota aquí ni el texto nos ex-
En consecuencia, el nonnisi consentiente—«no puede ejercer-
plican el alcance de esa necesidad. Ciertamente se trata de un de-
se más que consintiéndolo el Romano Pontífice»—no entra en el
ber de conducta exigido por la naturaleza misma de la comunión
plano teológico, sino en el plano canónico de su ejercicio. El pla-
colegial, de la constitución misma del colegio. Pero ¿qué valor no teológico queda para el estudio de los teólogos. Y, aun en el
tendría una acción de los obispos puesta sin el acto de aprobación plano canónico del ejercicio, creo que el principio de la necesidad
por parte del Papa, sin que llegase al extremo de una actitud de de un acto positivo («consentiente») no lo impone el Concilio
cisma? Tiene razón la nota (n.4 § 2) cuando dice que «en todos como principio de valoración canónica (es decir, que afecte a la
los casos se trata de la confunción de los obispos con su jefe, y validez canónica) de la historia pasada y como necesario para va-
nunca de la acción de los obispos independientemente del Papa» lorar esa historia, sino como principio de valoración canónica
(los subrayados son del texto). En tal sentido es absoluta la pro- para el futuro. Veo en él un principio conciliar canónico nuevo,
posición de que la independencia («independenter») coloca en como forma o ley concreta que determina canónicamente el prin-
actitud de cisma. «Y, en tal caso, los obispos no pueden actuar cipio teológico de la necesidad de la comunión jerárquica.
como colegio, como es obvio por la noción de 'colegio'». Pero la
2) DERECHO A CO-GOBERNAR LA IGLESIA UNIVERSAL.—Por
cuestión no es en independencia, sino en desobediencia; si, en el
otra parte, el principio de que el colegio es de derecho divino
caso de faltar el acto del Papa, si, «deficiente actione Capitis»,
asienta otro principio de consecuencia: que los obispos, como
vale tal proposición en términos tan absolutos de valor teológico
conjunto instituido en torno al Papa formando con él colegio,
o tan sólo de valor canónico. La nota explicativa es un tanto am-
pueden requerir al Papa que funcionen con él como lo que son,
bigua: «... numquam... independenter a Papa, ln quo casu, de-
como colegio en la historia. Como dijo el obispo de Split y Ma-
ficiente actione Capitis, episcopi agere ut collegium nequeunt».
karska, Mons. Franic, que hizo de relator de oposición a la co-
La cuestión que planteamos no es, en el fondo, sino de la legialidad, los obispos tienen «derecho a co-gobernar, con el Papa
relación entre el valor teológico y el valor canónico en la vida y bajo el Papa, la Iglesia universal», pues «entran iure divino
social de la Iglesia, que puede tener y ha tenido en la historia por la consagración en el colegio», y «quod Christus dedit, Papa
especial cuestión en materia de magisterio y de vida cultual. O en auferre non potest», «el Papa no puede quitar lo que dio Cris-
otras palabras: ¿hasta qué punto la desobediencia (no el cisma) to». «El Papa está obligado a usar de este colegio episcopal,
03
Cf. lugar citado en a.91. como ya dijo un Padre en este Concilio. Por tanto, la potestad
»854 Cf. lugar citado en nota 91 y texto ibid., p.64 Iín.11-13. suprema del Papa se limita por el colegio, porque toda potestad
Mod¡... c.3 (Vatic. 1964) modo 84 en p.26, y Nota previa p.&.
tiene derecho al ejercicio». «El Papa no tendría bajo todos los
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 473
472 Teodoro 1. Jiménez Urresti
no se adentra en consideraciones ulteriores; se contenta, por hoy,
aspectos toda la plenitud de potestad sobre la Iglesia..., tal doc- con ello.
trina portaría limitación y disminución a la potestad universal Tal solución no aquieta, sin duda, a todos los teólogos. Pues,
del Sumo Pontífice» 96. Esta dificultad, a la que llamábamos «el reconociendo tal asistencia del Espíritu Santo como la razón y
punto clave, por su delicadeza», de la doctrina de la colegiali- garantía últimas, no considera la respuesta total. Porque, si bien
dad '", ha provocado no pocos sinsabores a las discusiones conci- la constitución integral de la Iglesia es un misterio y, por tan-
liares por no mantenerlo en sus justas proporciones. to, la explicación integral del funcionamiento de la constitución de
Efectivamente: que el Papa tenga que «observar la revelación, la Iglesia obliga a apelar al misterio, a la asistencia del Espíritu
la estructura fundamental de la Iglesia, los sacramentos, las de- Santo, sin embargo, considerando el aspecto societario de su cons-
finiciones de los concilios anteriores, etc.» ", y, por tanto, tenga titución o su constitución societaria y visible, establecida también
que observar la estructura y funcionamiento del colegio, no quie- por Cristo mismo para ser ejercida por hombres en esta vida en
re decir que esté sujeto a los obispos en cuanto al modo concreto lo visible, tiene que tener asimismo en su plano de visibilidad y
de funcionamiento del mismo. Sólo al Papa, jefe del colegio, socialidad sus principios constitucionales de comportamiento so-
competen las funciones de jefe, como «convocar, dirigir, aprobar cial visible. En otros términos: puesto el problema en la línea de
las normas de actuación» " , «convocar, presidir y confirmar los las potestades y funcionamientos constitucionales sociales visi-
concilios, llamar a los obispos a acción colegial y aprobar la acti- bles (primado-colegio), es preciso—sin saltar al plano de lo mis-
vidad conjunta de los obispos» I°°. Todo ello «según su pruden- térico trascendental, aunque sin negarlo—dar con la razón de la
cia, de la cual él es el decisor» Ilu . conjugación entre primado y colegio dentro de esa misma línea
El problema así radica en el equilibrio que, de hecho, se ob- de potestades y funcionamientos constitucionales, es decir, dar
serve en el ejercicio entre el derecho del colegio (derecho de los con la razón constitucional societaria intrínseca a la naturaleza
obispos a funcionar con y bajo el Papa formando con él un suje- misma de esa constitución visible de la Iglesia, dar con la razón
to de potestad suprema), que es principio general, y el derecho inmanente, diríamos en términos de escuela. No' basta, aunque es
del Papa, jefe del colegio, a regular el funcionamiento concreto necesaria, la razón trascendente.
del mismo. «Los Romanos Pontífices, conscientes de su deber, Sobre eso nada dice el Concilio en términos directos y espe-
quieren conservar del mejor modo cuanto hay de institución di- cíficos. Sin embargo, dado que los teólogos de esta corriente
vina en la Iglesia..., de forma que siempre han hecho y harán orientan la solución hacia el buscar la diferencia específica de
que la autoridad de los obispos esté a salvo», decía León XIII I 0 2 . funciones entre la función papal y la función colegial "", pueden
encontrar textos fundamentales de esta constitución en pro de su
3) GARANTÍA DEL EQUILIBRIO PAPADO-COLEGIO.—Como ga- postura. Pues, según ello, la función inmediata específica del Papa
rantía de ese equilibrio, el Concilio nos da la ley sobrenatural de sería la tutela y garantía de la unidad del episcopado, y en este
la Iglesia: El Espíritu Santo robustece sin cesar la estructura or- sentido ya hemos visto más arriba cómo el Concilio afirma que
gánica (del colegio) y su concordia (n.22 § 2 ) . Se apela así al el papado fue instituido «para que el episcopado (o colegio) mis-
misterio de la Iglesia l"\ a la razón trascendente respecto a lo vi- mo fuese uno e indiviso» (n.18). La función específica inme-
sible, a la garantía última y decisiva. El Concilio no dice más, diata del Papa seria, por tanto, hacia dentro del colegio, y la fun-
96
ción específica del colegio, en cuanto colegio, es decir, en cuanto
Folleto de la Re/alio super caput III textus emendati schematis const. De
Ecclesia (Vatic. 1964) en p.27 y 30. constituyendo una unidad, sería la tutela y garantía de la unidad
97
En nuestro art. ¿Qué es la colegialidad episcopal?: Ecclesia (Madrid. 29 fe- de toda la Iglesia, y en cuanto constituido por muchos, la de apli-
brero88 1964) n.1181, 24 (1964-1) 279-282, en p.281-282.
Relatio de n.22 a la V, b (volumen verde) p.93. car la misión salvífica de la Iglesia («id y predicad a todas las
"> Cf. Nota previa n.3 y modo 81, en Modi... c.3 (Vatic. 1964) p.6 y 25-26.
i"» Asi en el n.22 § 2, al final, de la const. De Ecclesia, texto definitivo. gentes»...): en pastoreo sobre los que son ya miembros de la
101
Así la Relatio de n.22 a la M (volumen verde) p.90 § 2, al final. Iglesia y en acción misionera sobre los que aún no han ingresado
i»2 LEÓN XIII, ene. Satis cognitum (D 1962/3310). Cf. nuestra obra El binomio
Primado-Episcopado
1113
(cf. supra, n.3) c.13 p.133-137. en ella; es decir, conjugando ambas, la unidad en el cumplimien-
A tal misterio apeló el arzobispo Mons. Párente en su relación contestando
precisamente a esta dificultad : «Si in relatione Ínter Episcopos et R. Pontiíicem quoad 104
potestatem sacram, tum in Concilio tum extra Concilium, difficultacem expenmur, Tras esa línea escribimos El binomio... (citado supra, nota 3), en que pue-
mirum non est cum agatur non de humana quacumque societate, sed de Ecclesia den verse las p.110-114 como conclusión; hasta llegar a nuestro último art. La
Christi, cuius mysterium in doctrina de Corpore Mystico interlucet» (Relatio supet jefatura del R. Pontífice sobre el colegio episcopal y, mediante él, sobre la Iglesia
caput III—citado supra en nota 78—p.13). Cf. igualmente K. RAHNER, Quelquvt universal, citado supra, nota 3.
réflexions... (cf. infra, nota 135) al final del artículo.
474 Teodoro I. Jiménez Urresti
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 475
to universal del mandato de evangelización, del «id...». Y algo
5) MODOS DE ACTUACIÓN DEL COLEGIO.—El colegio puede
de esto se ve en el texto conciliar cuando dice: «Este colegio, en
actuar de diversos modos. Su enumeración y clasificación sistema-
cuanto compuesto de muchos, expresa la variedad y la universa-
tizada dependen de la corriente teológica que se quiera seguir.
lidad del Pueblo de Dios, y, en cuanto unido bajo un solo jefe,
Sumando todos ellos, podemos enumerar los siguientes:
expresa la unidad de la grey de Cristo» (n.22 § 2 al medio)—fra-
se que no es literaria, sino doctrinal—y representa a toda la Igle- a) El colegio puede actuar por su jefe, que le representa
sia en el vínculo de la unidad los . por su propio cargo, por el Papa. De este modo no trata el Con-
cilio.
4) ACTITUD PRÁCTICA DEL CONCILIO.—Dada la intensa dis-
b) Actuando todo el colegio en pleno, jefe y miembros a
cusión en torno al derecho de los Padres a verse funcionando con
una, en comunión colegial jerárquica. De este modo trata el n.22
su jefe, el Papa, en colegio, en ejercicio de su potestad suprema
al final, y de él vamos a ocuparnos aquí. Se subdivide a su vez
sobre toda la Iglesia, y visto que no ha sido posible que el Con-
en otros dos: actuando el colegio de modo solemne, manifiesto,
cilio llegase a una formulación doctrinal en la línea de las potes-
tades mismas, el Concilio ha adoptado una postura meramente en Concilio, y de modo no solemne, extraconciliar, que los teólo-
práctica. gos llaman ordinario o permanente. Es ejercido por todos los
Pablo VI 1 0 6 , como jefe del colegio, cumpliendo de hecho lo obispos esparcidos en comunión con el Papa.
que (en el n.22 al final) dice la constitución misma sobre «la c) Actuando a través de cada uno de sus miembros, que,
Iglesia» de que «el jefe llama a los obispos a ejercer en acción por serlo, comulgan en sus funciones y lo hacen presente donde
colegial la potestad colegial», hizo una suave y delicada invita- quiera que esté cada miembro. De este modo trataremos al hablar
ción a los Padres conciliares en ese sentido en orden a formar el de la Iglesia particular y de su obispo.
llamado «Consejo episcopal en torno al Papa». Los Padres—algu- En Concilio ecuménico, o en modo solemne: el Vaticano II
nos de los cuales hablaron también en tal sentido en el aula con- no nos da la noción de Concilio ecuménico por ser sobradamente
ciliar ""—recogieron la invitación y respondieron al Papa expre- conocida: es la asamblea de todos los obispos. Pero el Vatica-
sándole el deseo vivo de que les aceptase la ayuda de algunos no II nos da las condiciones o requisitos que debe observar con-
obispos de diversas regiones para su desempeño de Sumo Pontí- forme a la noción de colegio, ya que se trata de un acto colegial.
fice, de forma que tal grupo de obispos fuese como una significa- Históricamente, los concilios ecuménicos han supuesto, hasta
ción de la solicitud universal de todos los obispos y reconociendo el presente, la reunión de todos los obispos (en sentido moral,
que la forma concreta de tal ayuda corresponde fijarla al Papa no físico). Pero los teólogos, ante el cambio de circunstancias
mismo 108. por la facilidad de comunicaciones, comienzan a hablar de conci-
Con ello se ha dado satisfacción a algunas aspiraciones sin lios que no requieren la presencia física de los obispos. Hoy pue-
comprometer posturas doctrinales, ya que ha quedado claramente den los obispos testimoniar su doctrina de modo que conste la
salvo el primado papal. Los teólogos verán de desentrañar el con- «concordia» o «comunión» por los medios de comunicación:
tenido teológico de tal actitud conciliar, que, hoy por hoy, per- carta, radio e incluso se prevé la posibilidad de la televisión. Lo
manece inédito. esencial es que se expresen para confrontar y, consiguientemente,
105
En latín : «in vinculo pacis, amoris et unilalis». El último término «unitatis» expresar su mutua concordia. Esta temática ha sido provocada por
no aparecía en la primera redacción, y fue añadido «ad recolendum quod Episcopi
uipote Collegium ejformantes, unitatem Ecclesiae exprimunty>, como dice la relación el modo en que se llegó a la definición de la Inmaculada Concep-
(Relatio de n.23, volumen verde, p.93) a la letra D ; lo cual no es sino ponerlo ción y la Asunción de la Virgen, en que el Papa pidió a todos
en expresa correlación con la frase que hemos citado arriba de que «Collegium...
quatenus sub uno capite collectum unitatem gregis Christi exprimit» (n.22 § 2). los obispos su testimonio. Pero en ello ni entra ni sale el Vati-
Cf. supra, texto correspondiente a la nota 63.
100
PABLO VI, Alocución a la Curia Romana, 21 sept.: AAS 55 (1963) 799; y cano II.
Alocución en la sesión inaugural conciliar, 29 sept. 1963: AAS 55 (1963) 850.
Y cf. Aloe, clausura, 21 nov. 1964; Aloe, peregrinos, 27 enero 1965. El Vaticano II expone en dos frases lo que corresponde al
T07
Así, por ej., Máximos IV, los cardenales Lienart, Alfrink, Bea, Ruganbwa, Papa en los concilios ecuménicos, conforme a su condición de
Kónig y los obispos Gomes (en nombre de un grupo de 60 del Brasil), McCann
(en nombre de los obispos de Sudáfrica y Rodesia), Ferreira, Simons (en nombre jefe del colegio: en la primera expone el mínimo necesario por
de 13 de India), Gouyon, Kalwa, Van der Brugt (en nombre de 30 de Indonesia),
Florit, Gargitter, Schauffele... parte del Papa para que el Concilio sea válido en sus decisiones,
108
Cf. el texto preparado en el decreto sobre «La función pastoral de los obis- es decir, que sea al menos aceitado por el Papa; en la segunda
pos», n.5 : los Padres «exoptant»—«desean vivamente»—que el Papa constituya tal
Consejo episcopal en torno suyo. expone los requisitos por parte del Papa para que sea válido ca-
C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 477
476 Teodoro I. Jiménez Urresli
nónicamente """ en su celebración, es decir, al Papa corresponde que detenta la misión divina universal (n.24) y la triple función
convocarlos, presidirlos y confirmarlos. o «munus» (n.20 § 3) del colegio apostólico: «Al cuerpo de los
pastores compete la tarea de anunciar el Evangelio por todo el
Modo no solemne, o sea fuera de Concilio. El Vaticano II
mundo» (n.23 § 3 ) . La sucesión nace, pues, por razón de distri-
no llama al modo conciliar modo «extraordinario» para no entrar
buir el tiempo para cumplimiento de la misión divina.
en la cuestión de si la actuación extraconciliar es el modo «ordi-
nario», cuestión que se discute entre los teólogos íl°. «Tampoco 2) DISTRIBUCIÓN DE LA GEOGRAFÍA POR LAS IGLESIAS PAR-
entra el Concilio en si el ejercicio del magisterio universal de los TICULARES.—Paralelamente, esa misión no podían cumplirla di-
obispos dispersos por el mundo es acto propiamente colegial o rigiéndose todos los obispos, todo el colegio a la vez, a unos mis-
no» " ' . El Concilio afirma que el colegio, en el llamado magis- mos lugares, sino que debían esparcirse por todo el mundo:
terio ordinario, es decir, estando los obispos dispersos por el mun- «Euntes in universum mundum...», «usque ad ultimum terrae...»,
do, cuando enseña definitivamente es infalible (n.25 § 2 ) ; pero que equivalen en el orden del espacio al «usque ad finem saecu-
la cuestión no es si ejerce una potestad colegial, cosa que es clara, li...» del orden del tiempo. O expresando ambos órdenes a la
sino si lo hace con un acto colegial, y el Concilio no entra en vez, refiriéndolo a los destinatarios, a las personas: «omnes gen-
este punto. N i afirma ni niega. tes...», «omni creaturae...».
El Vaticano II «afirma simplemente un cierto paralelismo de Se imponía, pues, al igual que la distribución del tiempo por
acto colegial, ya dentro, ya fuera del Concilio» 112. Quedan, pues, la sucesión, la distribución del espacio, de las personas y aun de
en libertad los teólogos para continuar sus discusiones. la materia de su misión. Y se distribuyó el espacio y las personas:
Tampoco afirma el Vaticano II que fuera del Concilio se ejer- «lili autem profecti praedicaverunt ubique...» (Me 16,20); Pa-
za o haya ejercido de hecho la potestad colegial, sino simple- blo a los gentiles y Pedro a los judíos (cf. Gal 2 , 9 ) ; surgen las
mente que puede ejercerse, a diferencia de cuando habla del Iglesias particulares... Corinto, Efeso, Tesalónica...
Concilio, en que afirma que se ejerce. La proposición se mantiene El Vaticano II reconoce que «diversas Iglesias fueron insti-
en el plano puramente doctrinal y no en el histórico, cuando ha- tuidas, en el decurso de los tiempos, por los apóstoles y sus suce-
bla de la actuación extra-conciliar. En tal actuación, para que sea sores» (n.23 § 4 ) , y nos habla de la teología de esas Iglesias par-
acto colegial requiere, por parte del Papa, que «llame a los obis- ticulares (n.23 § 1; n.24-28 passim). Es cierto que el texto con-
pos a poner una acción colegial, o que el Papa apruebe o acepte ciliar de la constitución no nos ofrece a este respecto la razón de
libremente una acción conjunta de los obispos» 113. la distribución de la tarea del colegio entre sus miembros, como
lo hace hablando de la distribución en el tiempo; pero en la «nota
5. LA MISIÓN DIVINA UNIVERSAL DEL COLEGIO Y SU CUMPLIMIENTO explicativa previa» (n.2) nos dice que a las funciones o minis-
A TRAVÉS DE LA MISIÓN CANÓNICA terios recibidos en la consagración episcopal «debe añadirse la
determinación jurídica o canónica por la autoridad jerárquica...,
El colegio apostólico (cf. todo el n.20) recibió de Cristo la la cual norma ulterior está requerida por la propia naturaleza de
misión universal, es decir, la misión divina de «id y predicad... a la materia, ya que se trata de ministerios que deben ejercerse por
todas las gentes». muchos sujetos que cooperan jerárquicamente por voluntad de
1) DISTRIBUCIÓN DEL TIEMPO POR LA SUCESIÓN.—Eviden- Cristo». Y luego remite al n.24 de la constitución, donde se ha-
temente, los apóstoles no podían extenderse a todos los tiempos, bla de la «misión canónica».
por tener, como todos, vida limitada. Por eso, «para que la mi- 3) COMUNIÓN O SOLIDARIDAD DE CADA MIEMBRO EN LA MI-
sión a ellos confiada continuase después de su muerte», «para que, SIÓN Y FUNCIÓN UNIVERSALES DEL COLEGIO.—Es decir, la misión
cuando muriesen ellos, otros hombres probos se hiciesen cargo de y la tarea de evangelizar compete al colegio o cuerpo de pasto-
su ministerio», constituyeron sucesores (n.20). Surge así el cole- res, «a todos los cuales, en común, Cristo dio el mandato impo-
gio episcopal, sucesor del apostólico (n.20* § 3 y n.22 § 1 y 2 ) , niéndoles el oficio común (de evangelizar)», como dice el texto
109
Decimos «canónicamente» válido por la explicación que hemos dado antes conciliar (n.23 § 3 ) , remitiendo en nota 35 al papa Celestino,
sobre el valor teológico del «nonnisi consentiente Rom. Pontífice».
110
Cf. Modo 103 (Modi... p.30-31) ; Retalio de n.22 ad U (volumen verde, de quien toma la expresión I14.
p.92),
111
y Relatio de n.25 (ibid., p.9ó). Cf. supra, nota 12 al final.
113
Ibid. 1,4
CELESTINO (422-432), Ep. al Concilio de Efeso, 8 mayo 431 (PL 50,505a-b) :
113
Ibid., p.92. «Haec ad omnes in commune Domini sacerdotes mandatae praedicationis cura perve-
Cf. nota 88.
478 Teodoro I. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 479
En el párrafo anterior (n.23 § 2) dice el Vaticano I I : «Cada presión de «colegial»—que era la que lógicamente parecía espe-
obispo, en cuanto miembro del colegio episcopal y sucesor legí- rarse—por la de «común»?
timo de los apóstoles, está obligado por institución y precepto de La respuesta no es difícil: la misión y tarea que se encomendó
Cristo a aquella solicitud por la Iglesia universal que... tanto al colegio le fue encomendada de un modo muy singular: es mi-
contribuye al progreso de la Iglesia universal», remitiendo en la sión y tarea que debe levantar en su conjunto el colegio conside-
nota 33 a la encíclica Fidei donum, de Pío XII 1 1 5 . rado en su amplitud histórica (desde los apóstoles hasta el fin
Ambas frases—sobre evangelización y sobre solicitud univer- del mundo). En cuanto que se da al colegio y radica, por tanto,
sal hacia los aún no incorporados a la Iglesia y hacia los ya incor- en él, puede llamarse «colegial». Pero no es preciso que cuanto
porados, todos—encierran el mismo principio y doctrina 116. En implica esa misión y tarea (funciones, potestades, ministerios) se
efecto: miembro del colegio y sucesor de los apóstoles expresa la ejecute siempre y en cada caso «colegialmente», en el sentido de
misma realidad aunque bajo aspectos inmediatos diversos; del que tenga que ser con una acción puesta conjuntamente por todos
mandato de evangelización que se da al colegio en común el Con- los miembros del colegio a la vez en forma jurídica de «acción
cilio concluye el oficio de cada obispo (o miembro del colegio) colegial» en sentido estricto. También todos y cada uno de los
de la solicitud misionera, y acerca de la solicitud universal sobre miembros de ese colegio, por ser miembros del mismo y en el
la Iglesia, el Concilio expone lo mismo con expresiones inversas, momento de hacerse tales miembros (consagración episcopal),
diciendo que «cada obispo, como miembro del colegio», tiene el comulgan y se responsabilizan en esa misión y tarea universal de
oficio de la solicitud por la Iglesia universal, de donde implícita- tal forma que a cada uno afecta personalmente tú misión y fun-
mente afirma que tal oficio es del colegio (cosa que ya explícita- ción, y, consiguientemente, a cada uno se le dan los ministerios
mente afirmó en el n.20 § 3 : «munus apostolorum pascendi Eccle- o poderes ministeriales que están orientados hacia la aplicación
siam ab ordine sacrato episcoporum iugiter exercendum»). inmediata de la misión a los hombres, destinatarios de la misma.
Cristo, pues, dio a los apóstoles, y en ellos a los obispos, en Por eso la consagración episcopal (recepción personal) confiere a
comiin, la misión divina, que abarca sus dos vertientes de solici- cada uno personalmente los oficios, el triple oficio de santificar,
tud misionera y de solicitud por la Iglesia universal, que origina enseñar y regir (n.21 § 3), y cada uno los tiene como personali-
un oficio común en todos y cada uno de los obispos. ¿Por qué zados en sí mismo, y cada uno los desempeña personalmente
esta constitución «de Ecclesia» del Vaticano II ha querido expre- (n.27 § 1), pero se le dan, los posee y desempeña en calidad de
sar la doctrina con esta terminología de un Papa del siglo v, el miembro del colegio, «ut membra collegii». Por eso Pío XII, en
papa Celestino, terminología que quedó en olvido y es nueva la Fidei donum, calificó a los obispos como sponsores Ecólesiae,
para nuestra teología, terminología que tampoco es satisfactoria? expresión que se conocía y se discutió en el seno de la Comisión
Si en común quiere decir en colegio, y si «oficio común» quiere teológica, sin que llegase a satisfacer "', sin duda por no ser
decir «oficio colegial», ¿por qué el Concilio ha sustituido la ex- tampoco plenamente adecuada, ya que «sponsor» significa, sí,
quien contrae una obligación personal, pero como fiador que se
nit, hereditario in hanc sollicitudinem iure constringimur quicumque per diversa ter-
rarum eorum vice noraen Domini praedicamus, dum illis dicitur 'Ite, docete omnes obliga por otro. Como también se discutió la expresión tan usada
gentes'. Advertít vestra fratemitas quia accepimus genérale mandatum, omnes etiam
nos agere voluit qui illis sic ómnibus in commune mandavit». Ibid. (PL 50,507b) : desde San Cipriano por los teólogos de «in solidum» lls , sin que
«Una anima, cum uno corde sit conctis, quando quidem fides quae est una, pulsatur. tampoco se aceptase porque «significa la obligación contraída por
Doleat, immo lugeat hoc nobiscum in commune collegium». Cf. J. LÉCUYER, Études
sur la collégialité épiscopale <X. Mappus, Le Puy-Lyón 1964) e l : «Le Collége des deficiencia de otro» 119.
Évéques selon le Pape Celestin».
115
Pío XII, ene. misionera Fidei donum, 21 abril 1957 (AAS 49 [1957] 237s) : Es, pues, «colegial» en cuanto que cada uno la tiene y ejerce
«Quidsi unusquisque Episcopus portionis tantum gregis sibi commissae sacer pastor 117
est, tamen qua legitimus Apostolorum successor ex Dei institutione et praecepto apo- Tal es la noticia de mis apuntes. Sin embargo, la utiliza el decreto sobre
stolici muneris Ecclesiae una cum ceteris Episcopis sponsor fit, secundum illa verba «La118función pastoral de los obispos», n.6, citando la Fidei donum
quae Christus ad Apostólos fecit: 'Sicut misit me Pater...' Haec quae 'omnes gen- SAN CIPRIANO, De unitale Ecclesiae V (PL 4,501) : «Quam unitatem (Eccle-
tes... usque ad consummationem saeculi' amplecitur missio, cum Apostoli de mortali siae) firmiter tenere et vindicare debemus, máxime episcopi, qui in Ecclesia praesi-
vita decesserunt mínime decidit; immo, in Episcopis communionem cum lesu Christi demus, ut episcopatum quoque ipsum unum atque indivisum probemus. Nemo fra-
Vicario habentibus, adhuc perseverat». ternitatem mendacio fallat, nemo fidei veritatem pérfida praevaricatione corrumpat.
116 Episcopatus unus est, cuius a singulis in solidum pars tenetur. Ecclesia quoque una
Cf. tal plena equivalencia real en los siguientes datos: 1) la encíclica de
Pío XII (cf. nota anterior) apela tan sólo explícitamente al título de «sucesor de est, quae in mulltitudinem latius incremento fecunditatis extenditur. Quomodo solis
los Apóstoles»; 2) el texto conciliar que comentamos y remite a dicha encíclica multi radii, sed lumen unum...» Zinelli, relator en el Vaticano I, usó también la
apela al doble título de «sucesor» y de «.miembro del colegio»; 3) el texto conciliar fórmula in solidum (cf. supra, nota 68 al final).
119
del decreto sobre «La función pastoral de los obispos», n.6, apela tan sólo al título Cf. respuesta de la Comisión doctrinal al modo 130 (Modi... c.3 [Vatic.
de «miembro del colegio», remitiendo en nota al mismo pasaje de la encíclica de 1964] p.36) : «Expressio in solidum in contextu non convenit; significat enim obli-
Pío X I I ; y en los tres casos se expone la misma doctrina. gationem natam ex deficientia alterius».
480 Teodoro 1. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 481

«como miembro del colegio»; no es «colegial en cuanto que la campo u oficio como «propio». Ese campo es «el suyo» y en él
detenta cada uno personalmente como propia en virtud de su y no en otro ejerce sus funciones episcopales ya expeditas, es
consagración episcopal, aunque la tiene como comulgada—no de- decir, sus potestades, su régimen pastoral.
legada—en cuanto miembro. A eso llama el Vaticano II «común», Por todo ello, el Concilio puede afirmar que «cada obispo,
expresión que tampoco es del todo aquilatada, ya que «común» que preside a la Iglesia particular, ejerce su régimen pastoral so-
no expresa la condición de miembro que afirma el Concilio antes, bre la porción del Pueblo de Dios a él encomendada, no sobre
pero es raíz de la palabra «comunión». las otras Iglesias ni sobre la Iglesia universal» (n.23 § 2 ) . Y que
4) MISIÓN CANÓNICA.—Tal función de cada obispo, sin em- «esta potestad que ejercen en nombre de Cristo les es propia,
bargo, no está por la sola consagración «expedita para el ejerci- ordinaria e inmediata, aunque, en último término, su ejercicio
cio», no es «potestad», dice la «nota previa», fijando el sentido esté regido por la autoridad suprema de la Iglesia» (n.27 § 1).
técnico de la palabra (en n.2 § 2 ) . Y no está «expedita» precisa- Por tratarse de concreción del campo en que ha de cumplir
mente porque la consagración, que le hace miembro y, por tanto, la misión universal y en que ha de ejercer las funciones univer-
«irresponsable en la misión y tarea universal, le hace entrar en sales recibidas en la consagración, la potestad que ejerce en él
la comunión de la misión y de la función, y poseyendo todos los ya la tiene recibida en la consagración y no es, por tanto, potestad
obispos, por la consagración, igual «comunión», falta ordenar y ninguna recibida de ningún otro título ni de ninguna otra perso-
organizar el cumplimiento de la misma. De ahí que, «para que na, ni siquiera del Papa. Por ser universal la función que recibió
se tenga tal potestad expedita», debe añadirse la determinación en la consagración, no necesita ser completada en sí misma. Sólo
jurídica o canónica por la autoridad jerárquica»; la «comunión», necesita que se le asigne o fije en concreto el campo de trabajo
por tanto, «estando animada por la caridad, exige forma jurídica» en que ejercerla. Tiene, pues, potestad plena o completa en sí
(nota previa, n.2). Tal determinación canónica sólo puede darla misma.
la autoridad jerárquica (Papa, Jefe del colegio, o el colegio mis- Por todo ello, el Concilio puede afirmar y afirma que «se les
mo; ambas, autoridades supremas), ya que no puede darla ningún encomienda plenamente la función pastoral o habitual y la coti-
obispo sobre otro, pues, siendo los obispos iguales por la consa- diana tarea de sus ovejas sin que deban ser tenidos por vicarios
gración episcopal, ninguno tiene potestad sobre el otro («par in de los Romanos Pontífices, ya que ejercen potestad propia suya
parem non habet potestatem», que dice el principio jurídico). De y se les dice muy en verdad jefes de los pueblos que rigen»
ahí que la comunión, que vimos es jerárquica, exige forma canó- (n.27 § 2) 12°.
nica jerárquica. El acto por el que la autoridad suprema les determina o con-
Tal autoridad da, pues, a cada miembro la determinación ca- creta el campo1 en que cada uno ha de cumplir la misión y tarea
nónica concreta, es decir, le señala el campo concreto sobre el universal se ha llamado tradicionalmente y el Concilio le llama
que en concreto va cada uno a cumplir la misión y función uni- «misión canónica». Evidentemente, la «comunión jerárquica en
versales que se le dieron en la consagración. Esta forma concreta la vida de la Iglesia fue aplicada según las circunstancias de cada
puede ser muy variada y, de hecho, lo ha sido en la historia. época antes que quedase como codificada en el Derecho» canónico
Puede la autoridad jerárquica suprema adoptar diversos criterios: («nota previa» n.2). O como, elevándolo a principio, dice el
uno puede ser la repartición de la tarea según el criterio de dis- 120
El texto conciliar remite aquí, en nota 59, a LEÓN XIII, Satis cognitum, y
tribuir los destinatarios por lugares (Iglesia territorial) o por per- a Pío IX en su Litt. Apost. y Aloe, consistorial en 1875 a los obispos alemanes
con motivo de ia Pastoral colectiva de éstos en aquel año. Cf. texto bilingüe (alemán-
sonas (Iglesia particular personal), es decir, «por la asignación español) de esta pastoral y textos de Pío IX en nuestro art. La problemática de la
adaptación del Derecho canónico en perspectiva ecwnenista, en VIII Semana Española
de subditos» en concreto; otro criterio, el distribuir las junciones de Derecho Canónico (Salamanca) y Estudios de Deusto (Bilbao 1961) p.348-355;
o ministerios, de donde nacen los diversos oficios (cf. nota pre- el texto sólo en español, acompañado de ambientación doctrinal-histórica, en nues-
tra obra El binomio «Primado-Episcopado» (Desclée de Brouwer, Bilbao 1962) c.4
via, n.2), o pueden combinarse ambos criterios. De ahí que el p.33-50, y un comentario más detenido doctrinal en nuestro art. La jefatura del
Romano Pontífice sobre el colegio episcopal y, mediante él, sobre la iglesia uni-
oficio episcopal no tiene, por necesidad, que cumplirse forzosa- versal: Revista Española de Teología 24 (1964) 379-433 p.404-413. También recoge
mente en Iglesias particulares. Ese campo u oficio que se asigna el texto alemán con versión española. U. DOMÍNGUEZ DEL VAL, Obispo y colegio
episcopal en el Vat. I y en la tradición patrística: Salmanticensis 11 (1964) 3-96
a cada uno se le asigna en exclusiva, de modo1 que en él no puede p.86-96. En alemán y latín recoge lo principal la última edición del Enchiridion
symbolorum de DENZINGER-SCHÓNMETZER, n.3112-3117. Sobre otras ediciones en fran-
canónicamente intervenir otro a fin de no entorpecerse mutua- cés y alemán, cf. notas de p.24-25 de nuestra obra El binomio...; añádase la de
ROUSSEAU en L'Épiscopat et l'Église universelle: Unam Sanctam 39 (París 1962)
mente y proceder de modo ordenado. Por eso se le asigna su p.719-736, en su texto alemán y versión francesa.

2. C.Vaticano 16
482 Teodoro I. Jiménez Urresli C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 483
texto mismo conciliar (n.24 § 2) : «La misión canónica de los anteriores, no eran obligantes y se expresaban en lenguaje canó-
obispos puede hacerse, bien por costumbres legítimas no revoca- nico y no teológico 12 \
das por la suprema y universal potestad de la Iglesia, bien por
5) REGULACIÓN DEL EJERCICIO DE LAS FUNCIONES.—Además
leyes dadas o reconocidas por esa misma autoridad (piénsese en
los patriarcas, que tienen tal facultad y que vienen citados en la de esa concretización del campo de trabajo o distribución de la
nota 38 de este texto conciliar), bien directamente por el sucesor tarea colegial en cuanto a los destinatarios, se necesita también
mismo de Pedro» (como sucede, desde ya bien entrada la Edad la regulación del ejercicio de las funciones o poderes mismos de
Media, en Occidente). los obispos para que se cumplan de modo ordenado. De ahí que
el Jefe del colegio, o el colegio mismo, en cuanto potestades su-
Con esta doctrina conciliar, el Vaticano II decide la secular
premas, pueden poner a los dichos poderes condiciones que afec-
discusión teológica que tanto se debatió en Trento sin que la re-
ten ya a la licitud, ya a la validez de su ejercicio.
solviese, y que asomó al Vaticano I, que no quiso entrar en ella,
Tales condiciones no son sino la forma canónica que requiere
de si los obispos reciben la potestad de jurisdicción inmediata-
la comunión jerárquica. Forman parte de la «misión canónica».
mente de Cristo, o de Cristo a través del Papa, o de la potestad
Son para ejercicio ordenado, para tutelar con eficacia canónica
de jurisdicción del Papa, o—como decíamos nosotros—del cole-
dicha comunión en lo doctrinal o magisterial, en lo santificador
gio episcopal, donde lo depositó Cristo y de la que se comulga
o administración de sacramentos y en el régimen o jurisdicción.
por la consagración episcopal 121 .
Se ponen, pues, conjugando la unidad con la eficacia universal
Según el Concilio, la potestad de jurisdicción se recibe por
que debe cumplirse entre todos: se ponen «por la utilidad de
la consagración episcopal, que le hace miembro del colegio y, por
la Iglesia».
tanto, comulgar de las potestades colegiales, pero no está expedita
Por eso el Vaticano II puede decir: «Tal potestad, que cum-
para el ejercicio más que por la misión canónica. Esta doctrina
plen los obispos personalmente en nombre de Cristo, les es pro-
está en la letra en contradicción con textos de Papas. Por eso la
pia, ordinaria e inmediata, si bien, en último término, su ejercicio
«nota previa» (n.2 al final) advierte, aunque no había necesidad
es regido y puede ser circunscrito dentro de ciertos límites, te-
de ello: «Los documentos de los Sumos Pontífices contemporá-
niendo en cuenta la utilidad de la Iglesia o de los fieles, por la
neos sobre la jurisdicción de los obispos deben interpretarse en
autoridad suprema de la Iglesia» (n.27 § 1).
el sentido de esta necesaria determinación de potestades» 1 ! \ Cada
De este principio se deriva que las facultades episcopales es-
teólogo, por tanto, puede dar su interpretación; nosotros decía-
tén marcadas de algunas limitaciones canónicas que marcan el
mos que tales documentos pontificios, contemporáneos y aun muy
ámbito en que canónicamente pueden ejercerse. Evidentemente
121
En nuestra obra El binomio... (cf. supra, nota 3) c . 1 0 : «El origen inmediato
del p o d e r episcopal en T r e n t o y en el V a t i c a n o . N i del Papa ni de Cristo, sino del
estas limitaciones, al igual que la concreción del campo de tra-
Colegio episcopal», p.97-106. Añádase a la bibliografía allí citada la de J. C A M - bajo, pueden variar y cambiar en la historia según las diversas
PELO. Origen de la potestad episcopal de orden y de jurisdicción: X X I I Semana
Española de Teología (C. S. I. C , M a d r i d 1963) 295-320; W . B E R T R A M S , De necesidades pastorales. Por eso, al igual que varían las circuns-
quaesüone circa originen! potestatis iurisdictionis episcoporum in Conc. Tridentino cripciones de las diócesis, varían también las facultades de los
non resoluta: Periódica 52 (1963) 4 5 8 - 4 7 6 ; E. VON K I E N I T Z , Bischofliche Jurisdiktion
ais papstlicher Auftrag, en Episcopus. Studien über das Bischofsamt (Regenburg 1949) obispos.
296-304; J. B R I N K T R I N E , Woher empdngt das Corpus Episcoporum auf einem óku-
menischen Konzil seine Jurisdiktion über die universale Kirche: Theologie u n d De ahí resulta que si bien, en virtud de la consagración, reci-
Glaube 52 (1962) 317-322; M . UsEROS, Origen de la jurisdicción episcopal según
la tradición litúrgica oriental: Salmanticensis 11 (1964) 4 5 1 - 4 7 1 ; M . R. GAGNEBF.7,
ben funciones plenas (y en este plano teológico debe entenderse
Vorigine de la jurisdiction collégiale du corps episcopal au concile selon Bolgeni: la plenitud «plene committítur» del n.27 § 2, que antes hemos
Divinitas 5 (1961) 4 3 1 - 4 9 3 ; P . INCHAURRAGA, El primado pontificio y la jurisdic-
ción episcopal en los concilios Tridentino, Vaticano 1 y Vaticano 11: Lumen (Vito- citado), sin embargo, de hecho, puede no reconocérseles esa ple-
ria) 12 (1963) 3-20; E. O L I V A R E S , Origen de la jurisdicción conciliar: Archivo
Teológico G r a n a d i n o 26 (1963) 97-130. nitud en cuanto a su ejercicio, es decir, en el plano canónico,
122
Suelen citarse los siguientes de Pío X I I : ene. Mystici Corporis, 29 junio 1 9 4 3 : como de hecho sucede con no pocas de las llamadas «reservas
AAS 35 (1943) 2 1 1 - 2 1 2 ; Ad synarum gentem, 7 octubre 1 9 5 4 : AAS 47 (1955) 9 ;
Ad Aposíolorum Principes, 29 junio 1 9 5 8 : AAS 50 (1958) 6 1 0 - 6 1 1 ; y alocuciones a pontificias». Y luego, en otros momentos pastorales, la autoridad
Predicadores cuaresmales, 25 febrero 1 9 4 2 ; Rota Romana, 2 octubre 1 9 4 5 ; Juristas
católicos, 6 diciembre 1953. A l g u n o s pasos de L E Ó N X I I I , Satis cognitum (frente a 123
Frente a u n a discusión secular, que ni el Vaticano I quiso decidir de no
otros de la misma encíclica que citaban los de la corriente o p u e s t a ) . Y pueden m e d i a r previa discusión conciliar, nos parecía que unas frases m u y secundarias^ y
verse muchos m á s en el artículo de D . STAFEA De collegiali episcopatus ratione accidentales en tales documentos no vinculaban la postura teológica ni decidían
(cf. supra, nota 5 1 ) . la cuestión. Cf. El binomio... (cf. supra, nota 3) p.98-99. Por otra parte, conside-
El relator de oposición Franic presentó estos documentos magisteriales como obje- ramos como expresados en lenguaje canónico—el usual por asumido de hecho por el
ción contra la doctrina de la colegialidad (cf. Relatio super caput III textws emen- uso entre teólogos—, tales documentos pueden muy bien aceptarse en tales expresio-
dati... [ V a t i c . 1964] 2 7 - 2 8 ) . nes. Cf. Del colegio apostólico al colegio episcopal (cf. supra, n o t a 3) p . 2 2 - 3 1 .
484 Teodoro 1. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 485
suprema puede reducir sus casos de reservas y, consiguientemen- Su completa razón de ser es doble: una por la citada de que
te, ampliar las «facultades» o «potestades»—canónicamente ha- canónicamente poseen mayores facultades que los obispos, ya que
blando—de los obispos, como ha hecho Pablo VI con el «motu el Papa no se las ha reservado. En este sentido, su figura es ex-
proprio» Pastorale munus al final de la segunda sesión con- cepcional frente a los demás obispos, y más ante los obispos de
ciliar 1=4. su patriarcado. La otra, la misma por la que han surgido las con-
Si, pues, por la asignación y distribución canónicas del campo ferencias episcopales y los concilios (como luego veremos) : la de
de trabajo resultan las Iglesias particulares, por estas mayores o atender con mayor eficacia pastoral a las necesidades supradioce-
menores «facultades» o «potestades» en el plano canónico, si se sanas e interdiocesanas; razón que está en la entraña de su origen
dan no por igual a todos, puede hacerse que unos obispos tengan histórico. Es preciso que alguien asuma esa atención pastoral,
no sólo más amplias facultades que otros, sino incluso que ten- insolucionable por la actividad de cada obispo. Y esa tarea y fun-
gan mayor o menor jurisdicción unos sobre otros para así orga- ción encomienda a los patriarcas la autoridad suprema de la Igle-
nizar mejor el cumplimiento conjunto de la tarea colegial. sia, no precisamente dándoles autoridad—que la tiene todo obis-
De ahí pueden resultar y resultan diversos grados canó- po por la comunión colegial en las funciones universales del cole-
nicos entre los obispos mismos, dando origen a lo que cons- gio episcopal—, sino dándole «misión canónica» superior a la que
tata en general el Concilio lateranense V : «... después de la as- da a los obispos.
censión de Cristo a los cielos, los apóstoles distribuyeron obispos El Concilio constata también otros «grupos de Iglesias, orgá-
por cada una de las ciudades y provincias, al igual que la Iglesia nicamente vinculadas» (ib.), que nos recuerdan a las provincias
romana, llamando a los mismos obispos in partem sollicitudinis, eclesiásticas.
constituyó por el mundo los cargos por grados, distribuyéndolos De los patriarcas habla el Concilio en los decretos sobre «el
por patriarcas, primados, arzobispos y obispos l"s. ecumenismo» y sobre «Iglesias orientales»; de las provincias ecle-
Entre tales grados y en primer término se encuentran los pa- siásticas, en el decreto sobre «la función pastoral de los obispos».
triarcas, que cuentan con una historia canónicamente eficaz en Lo hace en tales decretos para fijar los criterios canónicos de su
Oriente, y a los que el texto conciliar dedica un párrafo valioso actuación.
(n.23 § 4) » " . Pero el Concilio no nos da la razón teológica de tal fenómeno
histórico, y que hemos ofrecido más arriba. Se contenta con ala-
124
PABLO V I , Litterae apost. motu proprio datae quibus facultates et privilegia bar el hecho diciendo que «tal variedad muestra admirablemente
quaedam Episcopis conceduntur. «Pastorale munus», 30 nov. 1963 : A A S 56 (1964) 5s.
Cf. comentarios de F . R O M I T A , Facultades et privilegia «Pastorale munus» (Desclée la catolicidad de la Iglesia en la unidad» («indivisae Ecclesiae
et Socii, Romae, s. f.) 82 p p . ; T . GARCÍA BARBERENA, Comentario breve: Revista
Española de Derecho Canónico 19 (1964) 117-141 y 403-408. catholicitatem») y referirlo a la causa trascendente de la «Provi-
Este documento p a p a l , en cuyo título mismo se lee que «fe conceden facultades dencia divina». Una vez más, el Concilio se ha mostrado pru-
a los obispos»—«conceduntur»—, está escrito en lenguaje canónico, y no puede darse
a sus palabras valor teológico tal cual suenan. Debe aplicársele la n o r m a que da la dente y discreto ante las diversas corrientes teológicas. Porque,
«nota constitutiva previa» (h.2 al final) sobre los modos del c.3 sobre la constitución
conciliar sobre la Iglesia. en efecto, los teólogos se dividen también aquí. Unos van por
2 5
- Concil. oecum. decreta (Herder, 1962) 607,29-33. Cf. también la enumeración
que recogemos según el Derecho canónico latino vigente en nuestro artículo El poder
la línea que hemos marcado en este capítulo: el de la regulación
de la Iglesia sobre la potestad del orden y los sacramentos a la luz de la lógica que la autoridad suprema hace de las funciones colegiales. Otros,
canónica: Revista Española de Teología 22 (1962) 121-152. Sobre el aspecto histó-
rico-teológico cf. H . M A R O T , Unité de l'Église et diversité géographique aux premiers que afirman que la autoridad y potestad que tienen los patriarcas
siécles, en L'Épiscopat et l'Église universelle: U n a m Sanctam 39 (París 1962) 565- y los arzobispos es participación en la potestad misma del Papa,
590; C. VOGEL, Unité de l'Église et pluralité des formes bistoriques d'organisation
ecclésiastique du 11 au V siécle: ibid., 591-636; H . K Ü N G , Strukturen der Kirche: que se la hace extensiva por delegación.
Quaestiones disputatae 17 (Herder, Freiburg-Basel-Wien 1962 356 p p . ; J. COLSON,
Les fonctions Ecclésiales aux deux premiers siecles (Desclée de Brouwer, P a r í s 1956) Evidentemente el Concilio llega aún menos al principio de
375 p p . , etc.
125 que la autoridad suprema puede partir las funciones mismas uni-
* Sobre patriarcas, cf. E. E I D , La figure furidique du Patriarche. Étude histo-
rico-juridique (Univ. Lateran., Romae 1962) 196 p p . ; O . K E R A M E , Les chaires apos- versales del colegio de tal modo, que cree con ello diversos grados
toliques et le role des patriarches dans l'Église, en L'Épiscopat et l'Église universelle:
U n a m Sanctam 39 (París 1962) 261-276; G . Z A N A N I R I , Pape et Patriarches (Nou- dentro del sacramento del orden, como veremos en el apartado
velles Editions Latines, París 1962) ; G . B . , A propos des patriarches d'Antioche et siguiente. La corriente teológica que afirma tal principio puede
de leur succession aposlolique: Orient Syrien 8 (1963) 2 5 1 - 2 5 6 ; C. L. S P I E S S E N S ,
Les patriarches d'Antioche et leur succession apostolique: Orient Syrien 7 (1962) llegar a la conclusión de admitir que los grados canónicos de
389-434; W . DE V R I E S , Die Entstehung der Patriarchate des Ostens und ihr Ver-
haltnis zur pápstlichen Vollgemacht. Eine Beitrag zur Frage nach dem Verhdltnis
ron Episkopat und Primat: Scholastik 37 (1962) 341-369; I D . , Papstum und Patriar- Ostens (Friburgo de Brisgovia 1 9 6 3 ) ; I D . , El «Collegium palriarcarum»: Concuium 8
chenamt im Osten: Orientierung 27 (1963) 4 2 - 4 5 ; I D . , Rom und die Patriarcate des (1965) 68-87.
486 Teodoro 1. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 22 487
patriarcas, arzobispos, obispos u otros que se consideren conve- No entra el Concilio en afirmar ni negar la potestad suprema
nientes para cumplir la pastoral universal podrán convertirse en de partir y repartir las funciones ministeriales, dando origen a
grados del sacramento del orden por disposición de la autoridad diversos grados dentro del sacramento del orden; pero de todo
suprema. Y el Concilio, si no lo afirma, tampoco lo niega. Deja el «sensus textus» se desprende fácilmente por conclusión teoló-
una vez más las puertas abiertas, gica. Valga decirlo así: el colegio episcopal prolonga al colegio
6) PARTICIÓN Y REPARTICIÓN DE LAS FUNCIONES.—Por úl- apostólico y tiene potestad suprema, plena y universal. Ahora
timo, la autoridad suprema de la Iglesia, para mejor organizar bien: el colegio apostólico instituyó el diaconado (Act 6) y «en-
el cumplimiento de la misión universal del colegio, puede no comendó el ministerio en diversos grados» (n.28 § 1), lo cual
sólo delimitar los campos de acción pastoral y regular su ejerci- indica que tenía potestad sobre los ministerios para partirlos y
cio, sino también incluso partir y repartir las funciones mismas distribuirlos. Luego el colegio episcopal tiene esa misma potestad
episcopales, los ministerios mismos l~°. sobre los ministerios.
Puede así establecer que unos miembros del colegio tengan Hasta hoy ha permanecido invariada la repartición en obis-
plenamente las funciones y sean, por tanto, miembros plenos o pos, presbíteros y diáconos, pero la potestad suprema puede es-
en plenitud (tales son los obispos), a los que se ha llamado tra- tablecer los grados que considere convenientes para la mejor
dicionalmente «membra primi ordinis», «primi meriti», y que pastoración de la Iglesia.
otros sean admitidos al colegio sin plenitud de funciones o mi- 7) POTESTADES INSOLIDARIZABLES DEL COLEGIO.—En con-
nisterios y sean destinados a ayudar a los primeros, siendo así clusión: el colegio episcopal tiene unas potestades que le compe-
«secundi ordinis», «secundi meriti», «cooperadores del colegio», ten como a tal y que no son participables, comunicables a cada
«ayuda y órgano» del mismo, como son los presbíteros (n.28 § 2) uno de sus miembros: tales potestades son las de asignar a cada
y en grado más inferior los diáconos. uno su campo de trabajo, la de organizar y regular el ejercicio
Ciertamente el Concilio en esta constitución no entra en dar de sus ministerios y la de partir y repartir esos mismos ministe-
esta explicación doctrinal del origen de los presbíteros o diáco- rios a cada uno. Precisamente esta triple potestad que compete
nos. Se limita, por una parte, a constatar en modo muy genérico al conjunto de los obispos con el Papa, y no a cada uno, ha sido
su origen histórico al hablar de la sucesión'", diciendo que los utilizada por los teólogos como argumentación en pro de la
apóstoles y los obispos «encomendaron legítimamente la función existencia del colegio v~*. Al igual que la infalibilidad y la inde-
de su ministerio a diversos sujetos en diversos grados, y así el fectibilidad o perennidad, que no están prometidas en singular
ministerio eclesiástico de institución divina lo ejerce en diversos a cada uno de los obispos (excepción hecha del Papa, que obtu-
órdenes que desde antiguo se llaman obispos, presbíteros y diá- vo ambas notas en Pedro), sino al conjunto de los obispos, sir-
conos» (n.28 § 1). Y, por otra parte, constata la relación de los vió a los teólogos para argüir que los obispos forman una unidad
presbíteros al colegio no sólo por los títulos vistos de «coopera- entre sí y con el Papa, es decir, forman un colegio.
dores», «ayuda y órgano del colegio», sino afirmando explícita- Tales potestades, que competen al colegio como tal, que son
mente que «todos los sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, insolidarizables en cada miembro, se refieren al colegio como
por razón del orden y del ministerio, se coaptan (i.e., se ajustan) tal para que ordene, y regule y organice su propia tarea de cum-
al cuerpo episcopal» (n.28, final del § 2) "\ plimiento de su misión universal. Se han de distinguir, pues,
con claridad de aquellas en las que cada miembro, por serlo,
126
Sobre la triple repartición (del campo, del ejercicio y de las funciones mis- comulga y que son, por su finalidad y función, para ser ejer-
mas) cf. más ampliamentea nuestros art. (citados supra, nota 3) Del colegio apostó-
lico al..., partes O y 5 . ; La ColegialidaJ episcopal..., partes C y D ; La colegiali- cidas directa e inmediatamente sobre los hombres. A las pri-
dad episcopal en el Magisterio... n.9-12. meras, que se refieren hacia dentro del colegio, podemos lla-
127
En el decreto sobre Ministerio y vida de los sacerdotes se tocan más explí-
citos128este y otros puntos doctrinales relacionados. marlas internas o de organización; a las otras, que son para
La palabra coaptare—«ajusfar bien»—queda así para diferenciar a los sacerdotes
—miembros no plenos del colegio, pues no tienen la plenitud de coaptación o incor- aplicarlas hacia fuera del colegio sobre los hombres, ministeria-
poración, ya que carecen de la consagración episcopal—de los obispos, que, como les o de aplicación.
miembros plenos, «se coaptan»—coaptare = hacer ingresar a uno en un colegio, enti-
dad o corporación», verbo que bien podría haberse usado al final del n.21 en vez 129
del «assumere» que se ha empleado. Cf. nuestro artículo Comunión sacerdotal y pres- Sobre tales potestades, estrictamente del colegio como tal e insolidarizables
biterio: Surge 23 (1965) 100-113; T. GARCÍA BARBERENA, Colegial/dad en el plano en cada uno de sus miembros, cf. nuestros artículos citados en la nota 104.
diocesano: el presbiterio occidental: Concilium 8 (1965) 19-33; E. NlJMÉ, El con-
sejo eparquial en el derecho oriental: Concilium 8 (1965) 34-49.
488 Teodoro 1. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 2í 489

concretamente las antiguas iglesias patriarcales, como madres en la


6. RELACIONES DE LOS MIEMBROS DEL COLEGIO ENTRE fe, engendraron a otras y con ellas han quedado unidas hasta nues-
SI : SOLICITUD UNIVERSAL tros días por vínculos especiales de caridad tanto en la vida sacra-
mental como en la mutua observancia de derechos y deberes. Esta
23. La unión colegial se manifiesta también en las mutuas re- variedad de iglesias locales, dirigida, sin embargo, a un solo objeti-
laciones de cada obispo con las Iglesias particulares y con la Igle- vo, muestra admirablemente la indivisa catolicidad de la Iglesia.
sia universal. El Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el Del mismo modo, las Conferencias episcopales hoy día pueden
principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, así de los desarrollar una obra múltiple y fecunda a fin de que el afecto co-
obispos como de la multitud de los fieles. Del mismo modo cada legial tenga aplicación concreta.
obispo es el principio y fundamento visible de unidad en su iglesia
particular, formada a imagen de la Iglesia universal; y de todas las Hemos visto que a cada obispo se le asigna su campo de
iglesias particulares queda integrada la única Iglesia católica. Por trabajo, en el cual se le reconoce competencia canónica exclusi-
eso cada obispo representa a su iglesia, tal como todos ellos a
una con el Papa representan toda la Iglesia en el vínculo de la paz, va, dentro de la comunión.
del amor y de la unidad. Pero esa asignación del campo pastoral en que ha de ejercer
Cada uno de los obispos que es puesto al frente de una iglesia sus ministerios, que por la consagración son de carácter univer-
particular ejercita su poder pastoral sobre la porción del Pueblo de sal—como hemos visto también—, no agota todo lo que es y
Dios que se le ha confiado, no sobre las otras iglesias ni sobre la
tiene el obispo. Precisamente porque recibió funciones o mi-
Iglesia universal. Pero, en cuanto miembros del colegio episcopal
y como legítimos sucesores de los apóstoles, todos deben tener aque- nisterios universales.
lla solicitud por la Iglesia universal que la institución y precepto de 1) SOLICITUD UNIVERSAL.—De ahí que, aun cuando ha de
Cristo exigen, que, aunque no se ejercite por acto de jurisdicción,
contribuye, sin embargo, grandemente al progreso de la Iglesia uni- ejercerlos en el campo asignado, tiene que hacerlo como lo que
versal. Todos los obispos, en efecto, deben promover y defender la es, como miembro del colegio, o sea, teniendo en cuenta que
,unidad de la fe y la disciplina común en toda la Iglesia, instruir forma parte de un todo en el que comulga, y que debe pastorear
a los fieles en el amor del Cuerpo místico de Cristo, sobre todo de
los miembros pobres y de los que sufren o son perseguidos por la su porción de la Iglesia universal conjugándola positivamente
justicia (cf. Mt 5,10); promover, en fin, toda acción que sea co- con esa Iglesia universal, debe conjugar su actuación personal
mún a la Iglesia, sobre todo en orden a la dilatación de la fe y a conjugándola con la actuación de todo el colegio. En otras pa-
la difusión plena de la luz de la verdad entre todos los hombres. labras, la «comunión jerárquica» supone no sólo comunión con
Por lo demás, es cosa clara que, gobernando bien sus propias igle-
sias como porciones de la Iglesia universal, contribuyen en gran el jefe del colegio, sino también comunión con los demás miem-
manera al bien de todo el Cuerpo místico, que es también el cuerpo bros, comunión que se expresa en la vida práctica en la doble
de todas las iglesias. solicitud de que ya hablamos: solicitud por la Iglesia universal
El cuidado de artunciar el Evangelio en todo el mundo perte- y solicitud misionera.
nece al cuerpo de los pastores, ya que a todos ellos en común dio
Cristo el mandato imponiéndoles un oficio común, según explicó ya A ellas dedica el Concilio sendos párrafos en el n . 2 3 :
el papa Celestino a los padres del Concilio de Efeso. Por tanto, Sobre la solicitud sobre la Iglesia universal dice:
todos los obispos, en cuanto se lo permite el desempeño de su
propio oficio, deben colaborar entre sí y con el sucesor de Pedro, «Todos los obispos deben promover y tutelar la unidad de la fe y la
a quien particularmente se ha encomendado el oficio de propagar disciplina común a toda la Iglesia, educar a los fieles en el amor de todo
la religión cristiana. Deben, pues, con todas sus fuerzas proveer el Cuerpo místico de Cristo, sobre todo de los miembros pobres, dolien-
a las misiones no sólo de operarios para la mies, sino también de tes y de los que sufren persecución por la justicia (cf. Mt 5,10); en fin,
socorros espirituales y materiales, ya sea directamente por sí, ya sea promover toda actividad que sea común a toda la Iglesia, sobre todo para
excitando la ardiente cooperación de los fieles. Procuren, finalmen- que la fe cobre incremento y la luz de la plena verdad nazca para todos
te, los obispos, según el venerable ejemplo de la antigüedad, prestar los hombres».
fraterna ayuda a las otras iglesias, sobre todo a las iglesias ve-
cinas y más pobres, dentro de esta universal sociedad de la ca-
Sobre la solicitud misionera afirma:
ridad.
ha divina Providencia ha hecho que las varias iglesias fundadas «Los obispos, en cuanto a cada uno se lo permite el desempeño propio
en diversas regiones por los apóstoles y sus sucesores, con el co- de su función, deben colaborar entre sí y con el sucesor de Pedro, a
rrer de los tiempos se hayan reunido en grupos orgánicamente uni- quien de modo singular se entregó Ja gran función de propagar el nom-
dos, que, dentro de la unidad de fe y la única constitución divina bre cristiano. Deben, por tanto, con todas las fuerzas, proveer a las mi-
de la Iglesia, gozan de disciplina propia, de ritos litúrgicos propios siones operarios para la mies y también auxilios espirituales y materiales
y de un propio patrimonio teológico y espiritual. Entre las cuales, tanto directamente por sí mismos como suscitando la cooperación ardiente
490 Teodoro I. Jiménez Urres/i C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 23 491

de los fieles. Finalmente, los obispos presten gustosamente, en la sociedad dará su conciencia distinguiendo con claridad suficiente la mi-
universal de la caridad, fraterna ayuda a las demás iglesias, sobre todo sión divina (recibida en la ordenación sacerdotal) de la misión
a las vecinas y más pobres, según el ejemplo venerado de la antigüedad». canónica de adscripción de los sacerdotes a una Iglesia particular
El Concilio en ambos principios de solicitud universal, por (sacerdotes diocesanos) o a un instituto religioso (sacerdotes re-
la Iglesia y por las misiones, habla en plano puramente doc- ligiosos), y condicionando el funcionamiento canónico de la se-
trinal, estableciendo los principios teológicos de obligación que gunda a la primera. Porque, si la ordenación sacerdotal «ajusta»,
se desprende de la naturaleza misma de la misión universal y «coapta» al sacerdote al colegio episcopal y, por tanto, al interés
de la tarea universal en que comulgan los obispos por su condi- de la Iglesia universal (n.28 § 2 al final), la misión canónica
ción de miembros del colegio. El concilio no toca, ni quiere tocar —que en nuestro caso suele llamarse incardinación canónica (dio-
en esta constitución conciliar, el aspecto canónico, que será objeto, cesana y religiosa)—no hace sino concretar su campo de traba-
en sus principios canónicos, de los decretos sobre la junción jo al adscribirlo a una iglesia o instituto concretos a fin de re-
pastoral de los obispos y sobre las Misiones, y que sin duda se gular el cumplimiento ordenado, no sólo de la misión universal
incorporará al futuro nuevo Código de Derecho canónico, rom- (dentro de su grado jerárquico) de cada sacerdote, sino también
piendo los cánones actuales, 1350 § 2 y 969 § 1 I3°. de la misión universal del colegio mismo, que creó para su ayuda
2) TRES CONSECUENCIAS PRÁCTICAS.—Pueden deducirse del
y como su órgano al grado presbiteral132.
principio teológico expuesto consecuencias sumamente ricas y ex- Un tercer fruto de la solicitud universal son ya las Conferen-
traordinariamente interesantes, que romperán no pocos principios cias episcopales, de las cuales el texto conciliar afirma que «pue-
prácticos seguidos durante siglos en la historia de la Iglesia No den hoy aportar una múltiple y fecunda contribución a fin de
podemos detenernos a enumerarlos en este comentario teológico, que el afecto colegial sea llevado a aplicación concreta» (n.23
pero tampoco podemos resistir a enunciar siquiera un par de ellos. al final).
Sea uno el de las diócesis misioneras, que como tales se res- En efecto, hoy se ha mostrado, ante la movilidad y comuni-
ponsabilizan de un territorio misionero, fenómeno nuevo, hoy ya cación de la vida social, que existen con más urgencia que antes
casi universalizado, que surgió por vez primera en 1949, cuando problemas supradiocesanos e interdiocesanos. Su solución pas-
se encomendó a la entonces diócesis de Vitoria, como tal, poco toral, por su misma naturaleza, no está en las manos de cada
después dividida en tres: Bilbao, San Sebastián y Vitoria, la obispo, sino que requiere una solución interepiscopal, más rá-
prelatura de Los Ríos (Ecuador), rompiendo la praxis de en- pida y menos compleja que la celebración de concilios provin-
comendar misiones sólo a los institutos religiosos. ciales o plenarios, que, a pesar de la reiterada insistencia canó-
Otro será el de la equitativa distribución y prestación de nica para su celebración, han solido reunirse con tanta rareza. La
sacerdotes de unas Iglesias particulares a otras más necesitadas, forma canónica de tales Conferencias será dada por el decreto
en forma ya institucionalizada canónicamente. Aquí, aunque ha sobre «la función pastoral de los obispos» (n.37-42), dotándo-
habido y hay valiosos ensayos y realidades 131, el Concilio ahon- las de estructura fundamental a medida de la necesidad de efica-
130
cia pastoral que requieren las necesidades de los tiempos. Su
Ya cuando apareció la encíclica Fidel donum, de Pío XII, en 1957, expo- razón teológica estriba en la misma razón que los concilios pro-
niendo con mayor claridad que sus antecesores la doble solicitud universal de que
hablamos, muchos comentarios, y entre ellos gran parte de obispos, hicieron notar el vinciales y plenarios e incluso ecuménicos: la solicitud pastoral,
estallido que suponía tal encíclica en medio del Código de Derecho canónico vigente.
Así, por ej., Mons. C. MORCILLO, entonces arzobispo de Zaragoza y hoy de Madrid, que no queda agotada, como vimos, por la circunscripción ca-
en su pastoral La Iglesia diocesana misionera (1957) decía: «La Fidel donum rompe nónica diocesana y que sale a funcionar en el momento en que
los moldes canónicos, haciendo saltar en pedazos aquellos cánones que prohiben
ordenar más sacerdotes que los que la necesidad o utilidad de la diócesis exigiere y
aquellos otros que circunscriben la responsabilidad del obsipo a los límites de la
surgen necesidades supradiocesanas132*. Sólo canónicamente y
propia diócesis». Se refería al canon 969 § 1, que dice: «No se ordene a ningún 132
sacerdote secular si no es necesario o útil a las iglesias de la diócesis, a juicio del En el decreto sobre El ministerio y la vida de los sacerdotes n.10, está pre-
obispo propio»; y al canon 1350 § 2 : «En los territorios de misiones se reserva parado el siguiente texto: «Los sacerdotes son, con y bajo los obispos, sucesores de
exclusivamente a la Sede Apostólica todo el cuidado de las misiones entre los aca- los apóstoles en el sacerdocio, y participan, según su grado, de la misión del orden
tólicos» (e. d., a la Congregación de Propaganda Fide). Cf. M. UNCITJ, Dimensión episcopal a todas las gentes». Y concluye la revisión del instituto canónico de la
católica del episcopado: Illuminare (Madrid, marzo 1953) 360-382 p.365-368: El incardinación-excardinación. Cf. también su n.7.
la2
individualismo del Código; P. BROUTIN, DU devoir divin d'épangéliser le monde * Sobre conferencias episcopales se ha iniciado en estos últimos años una ex-
impartí au Collége épiscopale. Sa mise en oeuvre dans la pensée et l'activité de plosión de artículos. Cf. sobre su aspecto doctrinal, entre otros, T. I. JIMÉNEZ
grands éveques, en L'évéque dans l'Église du Christ (Desclée de Brouwer, 1963) URRESTI, La colegialidad episcopal... (cf. supra, nota 3) p.206-211; P. FRANSEN,
95-122. Die Bischofskonferenzen, Kernprohlem des Konzils: Orientierung 27 (1963) 119-123
131
Pueden aducirse los ejemplos de la OCSHA y de la Mission de France, como y 128-134 (trad. española en Razón y Fe 168 [1963] 149-172); J. HAMER, Les con-
más conocidos. Cf. J. FAUPIN, La Mission de France (Casterman 1960). iérences episcopales, exercice de la collégialité: Nouvelle Revue Théol. 85 (1963)
492 Teodoro I. Jiménez Urresti
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 23 493
no teológicamente se diferencian, por tanto, las Conferencias
episcopales de los Concilios. obispo vecino asumía el gobierno de una diócesis colindante
3) NATURALEZA TEOLÓGICA DE LA SOLICITUD UNIVERSAL.—
cuando ésta quedaba desprovista de pastor o éste se hallaba im-
pedido; o en la expansión misionera que los obispos iban ha-
N o entra el Concilio en calificar la naturaleza teológica de la
ciendo en territorios aún paganos y colindantes. En tal caso, el
doble solicitud universal. Se limita a constatarla como consecuen-
ordenamiento canónico hablaría quizá de «potestad delegada»
cia de la colegialidad, a afirmarla en cada obispo por su condi-
por suplencia de la Iglesia; pero el juicio teológico nos diría que
ción de miembro del colegio, que le solidariza en la misión uni-
dicho obispo no hacía sino ejercer las funciones universales reci-
versal del colegio y en sus funciones.
bidas en su consagración. Es más: tal solicitud—afirman—se
Es decir, el Concilio se detiene ante la discusión que los teó- ejerce jurisdiccionalmente en los concilios provinciales y plena-
logos planteaban en sus coloquios sobre el tema durante la ce- rios y ecuménicos.
lebración de la reunión conciliar. Sea de ello lo que fuere (no es éste el lugar para resolverlo),
La discusión iba en una doble línea. Según unos—en general el Concilio se limita a afirmar que tal solicitud «.aunque no se
entonces los anticolegialistas—, los obispos tienen las funciones ejerza por acto de jurisdicción, contribuye muy grandemente al
de orden y de jurisdicción; las funciones de orden pueden ejer- crecimiento de la Iglesia universal» (n.23 § 2), y se contenta con
cerlas válidamente en todo el mundo; no, en cambio, las de ju- llamar a la expresión de esa doble solicitud afecto colegial (n.23
risdisción, que sólo pueden ejercerlas válidamente en su Iglesia § 4 al final), en un juicio asertivo y no exclusivo.
particular; ahora bien, la solicitud universal por la Iglesia y por Será sumamente interesante, a efectos de la historia interna
las misiones no es una potestad de orden, ya que no tiene por del Vaticano II y para la historia de la teología, confrontar la
objeto administrar sacramentos; ni es una potestad de jurisdic- primera redacción de sus esquemas con la definitiva, y, en con-
ción, ya que debe cumplir su solicitud hacia fuera de su Iglesia creto, lo es en este caso de la solicitud en la constitución sobre
y, fuera de ella, no puede ejercer válidamente jurisdicción; es, la Iglesia. En esa confrontación se observa un retirarse lento de
pues, esa doble solicitud un imperativo del amor fraternal que cuestiones teológicas que no están suficientemente claras o no
tienen los obispos entre sí por haber recibido todos el mismo sa- son de dominio común.
cramento del orden en su plenitud, por tener que levantar entre En efecto, sobre la naturaleza de la solicitud universal se de-
todos una misión universal y por pertenecer todos a una misma cía en la primera redacción: aunque no es potestad de jurisdic-
Iglesia y a una misma jerarquía. ción. En la segunda: «aunque no sea acto de jurisdicción»" 3 .
Otros teólogos, en cambio, sin negar esa fraternidad episco- En la tercera: «aunque no sea ejercicio de jurisdicción». Y en la
pal y, consiguientemente, el «afecto colegial», afirmaban algo cuarta: «aun cuando no se ejerza por acto de jurisdicción».
más: afirmaban que esa doble solicitud implica también el poder Bien es verdad que la Comisión teológica no da razón doctri-
de jurisdicción, el cual, en virtud de las limitaciones impuestas nal de tales cambios, sino sólo estilística m . Pero la verdad es
por la «misión canónica», no se ejerce en las circunstancias nor- que hubo discusiones en el ámbito conciliar, entendiendo que
males impuestas por el vigente ordenamiento canónico, pero se encerraba en esta pequeña cuestión, intensivamente, toda la
que puede llegar a ejercerse en circunstancias no previstas por doctrina de la colegialidad, ya que se jugaba el considerar si,
dicho ordenamiento, como, por ejemplo, según algunos datos por la consagración episcopal, se recibe o no la función jurisdic-
históricos de los primeros siglos, sucedió en los casos en que un cional con un vigor tal que no pueda ejercerse en los casos que
caigan fuera de las previsiones y limitaciones del positivo orde-
966-969; F. HOUTART, Les formes modernes de la collégialité épiscopale, en L'Epis- namiento canónico. O en términos inversos: se trataba en el
copal et l'Église universelle: Unam Sanctam 39 (París 1962) 497-535; K. RAHNER,
Über Bischofskonferenzen: Simmen der Zeit 172 (1963) 267-283, trad. española en fondo de si la «misión canónica» u ordenamiento canónico
Orbis Catholicus 7 (1964) 112-131; A. CAMPS. Catholic Bishops' conferences and puede, en las contingencias humanas, atar tan perfectamente al
the World Church: Nouvella Ecclesiae Germina (Nimega-Utrech 1963) 244-249;
M. BONET, ha conferencia episcopal: Concilium 8 (1965) 50-57.
En su aspecto geográfico e histórico: P. LEISCHING, Die Bischofskonferenzen. 133 D e c í a la primera r e d a c c i ó n : «etsi potestas iurisdictionis non est»; la segunda:
Studien zu ihrer Rechtsgeschichte mit besonderes Berücksichtigung ihrer Entwicklung «licet actus iurisdictionis non sit»; la tercera: «licet exercitium iurisdictionis n o n
in Oesterreich (Verlag Herold, Wien-München 1963) 284 pp.; F. MAROTO, Circa s i t » ; y dice la definitiva: «etiamsi per actum iurisdictionis non exerceatur».
le conference episcopali in Italia: Apollinaris 5 (1932) 277-280; A. SIMÓN, Reunions 134
Razón sólo estilística. En Relatio de n.23 ad F, en el volumen verde, p.94.
des évéques de Belgiaue, 1830-1867. Procés-verbaux (Lovaina-París 1960) ; R. L u x , se dice: «ponitur exercitium ut magis consonnum cum voce sollicitudine»; y en el
Ore ersten deutschen Bischoflkonfei 'enzen (Herder, Freiburg in Br. 1964) 139 pp.; modo 134 (Modi... c.3 [Vatic, 1964} 37) se dice que se pone «etiamsi per actum
Regionale Bischofskonferenzen in Afrika: Stimmen der Zeit 172 (1962-63) 142ss; iurisdictionis non exerceatur» porque así «textus melius curtir». -
J. HAJJAR, Los sínidos en la Iglesia oriental: Concilium 8 (1965) 58-67.
494 Teodoro I. Jiménez Urresti
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 27 495
ejercicio de la potestad jurisdiccional, que no deje ningún caso
primer puesto como el servidor (cf. Le 22,26-27). Esta potestad
imprevisto en el cual no pueda nunca proyectarse hacia fuera de que personalmente poseen en nombre de Cristo es propia, ordinaria
la propia Iglesia particular—dentro de la cual el ordenamiento e inmediata, aunque el ejercicio último de la misma sea regulado
canónico condicionaría absolutamente todo ejercicio extracon- por la autoridad suprema, y aunque, con miras a la utilidad de la
ciliar de la jurisdicción universal recibida en la consagración—un Iglesia y de los fieles, pueda quedar circunscrita dentro de ciertos
limites. En virtud de esta potestad, los obispos tienen el sagrado
legítimo ejercicio de dicha potestad. derecho y ante Dios el deber de legislar sobre sus subditos, de juz-
O en otro plano: se trataba de extraer la rica entraña teológi- garlos y de regular todo cuanto pertenece al culto, y organización
ca encerrada en el axioma canónico de suppiet Eccksia: «suplen- del apostolado.
cia de la Iglesia». A ellos se les confia plenamente el oficio pastoral, es decir, el
cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas, y no deben ser tenidos
El Vaticano II, en la fórmula definitiva de «aun cuando no como vicarios del Romano "Pontífice, ya que ejercitan potestad pro-
se ejerza por acto de jurisdicción», se ha replegado de la posi- pia y son, en verdad, los jefes del pueblo que gobiernan. Asi,
ción que le fijaban los redactores del primer texto y ha dejado pues, su potestad no queda anulada por la potestad suprema y uni-
amplísimas posibilidades al estudio teológico. Porque el texto versal, sino que, al revés, queda afirmada, robustecida y defendi-
da, puesto que el Espíritu Santo mantiene indefectiblemente la
definitivo ni afirma ni niega que la solicitud universal implique forma de gobierno que Cristo Señor estableció en su Iglesia.
la potestad de jurisdicción; ni afirma ni niega que pueda ejer- El obispo, enviado por el Padre de familias a gobernar su fa-
cerse por actos jurisdiccionales; ni afirma ni niega que se ejerza milia, tenga siempre ante los ojos el ejemplo del Buen Pastor, que
de hecho por tales actos de jurisdicción. Simplemente afirma lo vino no a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20,28; Me 10,45) y a
que dice obviamente el texto mismo: que, «aun cuando no se entregar su vida por sus ovejas (cf. lo 10,11). Sacado de entre los
hombres y rodeado él mismo de flaquezas, puede apiadarse de los
ejerza por acto jurisdiccional, contribuye muy grandemente al ignorantes y de los errados (cf. Hebr 5,1-2), No se niegue a oír
crecimiento de la Iglesia». a sus subditos, a los que como a verdaderos hijos suyos abraza y a
El teólogo, por tanto, respetando los principios anteriores de quienes exhorta a cooperar animosamente con él. Consciente de que
la comunión en la triple función (santifkadora, magisterial y ha de dar cuenta a Dios de sus almas (cf. Hebr 15,17), trabaje con
la oración, con la predicación y con todas las obras de caridad por
jurisdiccional) por la consagración episcopal, puede adoptar la ellos y también por los que todavía no son de la única grey; a
postura que más le convenza. El terreno es teológicamente virgen. éstos téngalos por encomendados en el Señor. Siendo él deudor
para con todos, a la manera de Pablo, esté dispuesto a evangelizar
7. E L MIEMBRO DEL COLEGIO, SU IGLESIA PARTICULAR
a todos (cf. Rom 1,14-15) y no deje de exhortar a sus fieles a la
actividad apostólica y misionera. Los fieles, por su lado, deben es-
Y LA COLEGIALIDAD " 5 tar unidos a su obispo como la Iglesia lo está respecto de Cristo y
como Cristo mismo lo está con el Padre, para que todas las cosas
27. Los obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las se armonicen en la unidad y crezcan para la gloria de Dios (cf. 2
iglesias particulares que se les han encomendado, con sus conse- Cor 4,15).
jos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su
autoridad y con su potestad sagrada, que ejercitan únicamente para
edificar su grey en la verdad y la santidad, teniendo en cuenta que
De las Iglesias particulares habla con profusión la constitu-
el que es mayor ha de hacerse como el menor y el que ocupa el ción que comentamos. Ya vimos que surgieron por razón de dis-
135 tribuir concretamente el campo de acción del colegio.
Sobre esta materia hay mucho escrito, y no podemos detenernos a ofrecer una
bibliografía abundante, que puede verse en cualquier índice bibliográfico. Nos limi- l) REFLEXIÓN TEOLÓGICA SOBRE SU ESTRUCTURA MONÁR-
tamos a ofrecer algunos escritos: B. BAZATOLE, L'évéque et la vie chrétienne au
sein de l'Église lócale, en L'Épiscopat et l'Église universelh: Unam Sanctam 39 QUICA.—No es viable que, dentro de cada unidad (espacio-tiem-
(París 1962) 329-360; K. RAHNER, Quelques réflexions sur les principes constitu- poral o personal-temporal), o sea dentro de cada Iglesia par-
tionnels de l'Église: ibid., p.541-563: Rey. Dioc. Namur 13 (1959) 177-198. y
en Irénikon 31 (1958) 101-106; su original Primat und Episkopat. Einige Über- ticular, un solo miembro del colegio cumpla en ella toda la mi-
legungen über Vesfassungsprinzipien der Kirche: Stimmen der Zeit 161 (1957-58)
321-336, y luego en Episkopat und Primat (Quaestiones disputatae), Herder, 1961; sión salvííica, ya que superaría su capacidad física. Por otra par-
trad. española Primado y Episcopado: Orbis Catholicus (1959) 320-339; T. J. JIMÉ-
NEZ URRESTI, El binomio «Primado-Episcopado» (Desclée de Brouwer, Bilbao 1962) te, situar en cada parcela de distribución varios miembros del
c.6 y 7, «Potestad episcopal universal y local» e «Iglesia universal e Iglesia local»; colegio con plena paridad de atribuciones complicaría demasiado
y c.14, sobre la eclesiología eucarística de Afanassieff (ortodoxo) ; A. GARCÍA SVÁ-
REZ, Función local y junción universal del episcopado: XXII Semana Española de el ordenado ejercicio pastoral, pues llevaría a una distribución
Teología (C. S. I. C , Madrid 1963) 255-293; Card. G. LERCARO, // vescovo centro
della comunita: Sacra Doctrina (1959) 29-62; y en general toda bibliografía sobre de muy pequeñas parcelas o a que, en parcelas mayores, todos
eclesiología eucarística, sobre cuya crítica cf. Y. CONGAR, De la communion des tuvieran las mismas atribuciones de pastoreo. La solución más
Églises a une ecclésiologie de l'Église universelle, en L'Épiscopat et l'Église univer-
¡elle, citado, 227-259. normal y obvia es la que ha sucedido históricamente: que a unos
se sitúe de jefes de la Iglesia particular y que los demás atiendan
496 Teodoro I. Jiménez Urresli C.3. Constitución jerárquica ele la Iglesia. 27 497

y obedezcan su ordenación pastoral. Y, si bien en rigor se podría no», bien una persona física, como de hecho es; bien una per-
establecer en cada Iglesia particular un grupo de miembros del / sona moral o colegiada, como pudiera ser 13'. Y, tras este aviso,
colegio que la gobernasen colegialmente, sin embargo, vía más •' veamos la doctrina conciliar sobre la Iglesia particular.
sencilla—y de hecho también la seguida en la historia, al menos 2) A IMAGEN DE LA IGLESIA UNIVERSAL.—El resultado de
desde el siglo III—es establecer la organización monárquica local. situar al frente de cada Iglesia particular un obispo es obvio: es
Es lógico que, en los comienzos de la pastoración y hasta que el jefe de esa Iglesia particular, de su Iglesia, de «la Iglesia a él
se lograse una fijación de normas y una cierta experiencia, se encomendada» (que repetidas veces dice el texto conciliar). El
anduviese como por tanteos diversos. Al menos una variedad prác- obispo es así el principio visible y el fundamento de la unidad
tica aparece en las fuentes, a juzgar por las discusiones de los de su Iglesia particular (n.23 § 1 ) , paralelamente a como el Papa
teólogos que estudian esos comienzos 1<"i. lo es del colegio episcopal y de la Iglesia universal (ibid.). La
Tengo para mí que poco importa teológicamente saber si des- Iglesia particular está así «formada a imagen de la Iglesia uni-
de el comienzo los pastores sometidos a un jefe-pastor en la versal-» (ibid.) 138.
Iglesia local eran o no obispos consagrados que tenían su poder Y así, si los obispos «una cum capite suo», con el Papa, co-
de jurisdicción anulado en cuanto a su plenitud en el ejercicio, locado «in apostolatus ápice» t3'\ «constituyen unum collegiutn»
o si se distinguían en cuanto que los jefes eran consagrados obis- (n.22), paralela y proporcionalmente los sacerdotes «cum suo
pos y los pastores a él sometidos sólo ordenados de sacerdotes, episcopo», que tiene el «episcopatus apicem» 14°, «constituyen
o si fue más tarde cuando, en vez de consagrarlos a todos obis- unum presbyteriumy> (n.28 § 1 y 2 ) .
pos, anulando luego en todos menos en el jefe la plenitud de Y si, como vimos, cada obispo tiene solicitud universal y
ejercicio de la jurisdicción, se llegó a no conferirles toda la ple- debe, por tanto, promover la pastoral de la Iglesia universal,
nitud de funciones o ministerios, surgiendo así la distinción sa- cada sacerdote debe «cooperar al trabajo pastoral de toda la dió-
cramental entre obispos y sacerdotes. Poco importa también saber cesis y aun de toda la Iglesia» (n.28 § 2 ) .
en qué momento surgió la organización monárquica de las Igle- Y si los obispos deben vivir su comunión '-jerárquica, debido
sias particulares. a que, por su consagración, son miembros del colegio y deben
Todo eso importa poco teológicamente si se admite—como acatar a su jefe, el Papa, y vivir entre sí el «afecto colegial», los
hemos expuesto más arriba—que la autoridad suprema de la Igle- sacerdotes paralelamente, por su ordenación sacerdotal, están «uni-
sia tiene la potestad de organizar la actuación del colegio, de dos entre sí por íntima fraternidad» y deben obedecer a su jefe,
distribuir las tareas y funciones y de dar misión canónica. Es ese el obispo (n.28 § 3 y 2 ) , es decir, vivir también su «comunión
principio el que importa teológicamente; lo demás importa sólo jerárquica», de que habla el decreto sobre Los sacerdotes: su mi-
históricamente.
137
El Vaticano II parte del hecho de la constitución monárquica El Concilio, p o r t a n t o , al hacer la teología del obispo como jefe d e la
Iglesia local, refleja los datos canónicos vigentes, exponiendo la teología d e la jefa-
de esas Iglesias particulares, y por eso nos hemos detenido en tura, pero asumiendo su entraña, que igualmente v a l d r í a para el caso—-posible en
principio—de u n a jefatura colegiada en vez d e personal.
la introducción anterior a fin de explicar mejor que el Concilio 133
E n la Retalio de n.23 a d D (volumen verde, p . 9 3 ) se ofrecen l a s siguientes
no entra en calificar teológicamente tal hecho. Es decir: no cali- fuentes sobre la u n i d a d d e la Iglesia en el obispo y en el R o m a n o Pontífice, res-
p e c t i v a m e n t e : S A N I G N A C I O DE A N T I O Q U Í A , Philad. 3,2 y 8 , 1 : F U N K , I p . 2 6 6 y 2 7 0 ;
fica teológicamente que tenga que ser una sola persona, un obis- S A N C I P R I A N O , Epist. 3 3 , 1 ; 6 6 , 8 ; 6 9 , 3 : H A R T E L , I I I 2 p . 5 6 6 . 7 3 3 y 7 5 2 , y De
cath. Ecclesiae unitate 4 - 6 : H A R T E L , I I I 1 p . 2 1 2 s ; S A N L E Ó N M A G N O , Serm. 4:
po, o que puedan ser varias, varios obispos colegiados, formando PL 5 4 , 1 4 9 s ; Epist. 1 4 , 1 1 : P L 5 4 , 6 7 6 ; M A R T Í N V , bula ínter cunetas 5 - 6 : D 657-
6 5 8 / 1 2 4 7 - 1 2 4 8 ; SANTO O F I C I O , Epist. a Ob. ingleses, 16 sept. 1 8 6 4 : D 1 6 8 6 / 2 8 8 6 ;
una persona moral, las que detenten la unidad de gobierno. N o V A T I C A N O I, Sess. IV, const. dogm. De Ecclesia e l : D 1 8 2 1 / 3 0 5 0 ; e ibid., c . 3 :
caen, pues, bajo sanción doctrinal quienes sostengan que en los D 1 8 2 7 / 3 0 6 0 , y c . 4 : D 1 8 3 7 / 3 0 7 1 ; L E Ó N X I I I , e n e . Satis cognitum: D 1960/3308, y
epist. Testem benevolentiae, 22 enero 1 8 9 9 : A S S 31 (1898-99) 4 7 9 ; D 1976. Re-
primeros tiempos el gobierno de la Iglesia local fue colegiado. cuérdese cuanto hemos dicho m á s arriba del Papa como principio y fundamento d e
la u n i d a d del colegio, y el colegio d e l a u n i d a d d e la Iglesia, con l a bibliografía
Lo que dice el Concilio sobre «singuli episcopi» como jefes de allí aportada.
Iglesias locales se entiende teológicamente del «sujeto de gobier- 139
La expresión d e q u e el Papa tiene el apostolatus apicem y otras equivalentes
(entre ellas apicem pontificatus: Conc. Vienense, a.1312) es m u y usada en los con-
cilios ecuménicos. Cf. nuestro art. La jefatura del Rom. Pontífice sobre el colegio...
13G
Cf. las d o s corrientes p r i n c i p a l e s : J . COLSON, Vévéque dans les communautés (cf. supra, nota 3) p.387-390, y el elenco d e textos conciliares recogidos en p . 4 2 9 - 4 3 3 .
140
primitives. Tradition paulinientle et tradition johannique de l'épiscopat: U n a m Sanc- «Pontificatus apicem» referido a los obispos, l o dice el Concilio en el n . 2 8 § 1,
t a m 21 (París 1 9 5 1 ) ; N . L Ó P E Z M A R T Í N E Z , Episcopus cum presbyteris. Fundamenta remitiendo en la nota 64 a Inocencio I y a San C i p r i a n o . Esa misma expresión,
collegialitatis in ecclesia particular!, en El colegio episcopal ( C . S. I . C , M a d r i d como o t r a s — p . e j . , «Vicarius Christi»—, se aplicaba p o r antonomasia al P a p a .
1964) v o i . l p.221-250. Cf. el ejemplo citado en la nota anterior.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 21 499
498 Teodoro 1. Jiménez Urresti
final) se ha de entender no sólo en el sentido extensivo o espa-
nisterio y su vida (n.7 § 1; 15 § 2 ) . El paralelo puede multipli-/
cio-temporal, sino también en sentido mistérico o cualitativo.
carse en otros muchos datos " ' y completarse más claramente cotí
El Concilio nos introduce en esa línea cuando afirma: «Esta
el decreto sobre Los sacerdotes. N o es nuestro intento hacerlo
Iglesia de Cristo está verdaderamente presente («veré adest in...»)
ahora, pues merece atención detenida; simplemente hemos que-
en todas las legitimas congregaciones locales de fieles, las cuales,
rido, enunciando sus tres principios más salientes, constatar este
adhiriéndose a sus pastores, se llaman también Iglesias en el Nue-
paralelo, ya que aunque el Concilio no afirma expresamente un
vo Testamento» (n.26 § 1, citando diversos pasajes escriturarios
principio de paralelismo, su texto conciliar lo manifiesta clara-
en la nota 50). Y nos da un resumen de la razón: «Porque
mente, como hemos visto.
(«enim») ellas son en su propio lugar («loco suo») el nuevo
Este paralelismo, mucho más fuerte de lo que a primera vista
Pueblo de Dios llamado en el Espíritu Santo y en gran plenitud
pudiera parecer, ayudará a aclarar desde uno de los términos los
(cf. 1 Thes 1,5); en ellas se congregan los fieles por la predica-
puntos oscuros del otro 14 \ Estoy pensando en concreto en el tan
ción del Evangelio de Cristo y se celebra el misterio de la cena
desazonante «Consilium» o Consejo episcopal en torno al Papa,
del Señor 'a fin de que se una toda la fraternidad del cuerpo por
al que se aludió numerosas veces en los votos del aula conciliar,
el alimento y la sangre del Señor'; en toda comunidad del altar,
al que hizo repetidas veces alusión Pablo VI y al que se dedica
bajo el sagrado ministerio del obispo, se muestra el símbolo de
un párrafo en el decreto sobre «La función pastoral de los obis-
la caridad y de 'la unidad, sin la cual no puede haber salvación';
pos» (n.5), que tiene su paralelo en el Consejo presbiteral dio-
en estas comunidades... está presente Cristo, por cuya virtud se
cesano, al que dedica también un párrafo el decreto sobre «El mi-
une la Iglesia una, santa, católica y apostólica» (n.26 § 1).
nisterio y la vida de los sacerdotes» (n.7 § 1 al final).
En esos y otros textos paralelos que podrían aducirse, el Con-
3) E L MISTERIO DE LA IGLESIA EN LAS IGLESIAS.—El para- cilio consagra en principio la llamada eclesiología eucarística:
lelo entre Iglesia universal e Iglesia particular va aún más lejos, toda la fuerza salvífica ministerial del colegio " 3 gravita en el
de forma que se trata más que de un paralelo y una imagen. obispo y por él se extiende y aplica a toda la Iglesia particular I44 ;
En efecto: la Iglesia universal, «la una y única Iglesia católica, el obispo predica todo el Evangelio (o dirige y ordena su predi-
consta de las Iglesias particulares» («ex quibus... exsistit») en cación por sus sacerdotes) ; él administra (o dirige y ordena la
lo extensivo. Espacial y temporalmente, la Iglesia es la suma de de sus sacerdotes) todas las fuentes de santificación, sobre todo
todas las Iglesias particulares, cada una de las cuales es «porción de los sacramentos; él dirige la Iglesia particular; tres funcio-
de la Iglesia universal» (n.23 § 2 y 1). nes 14S que se orientan y concentran hacia la eucaristía, centro y
Pero, además, cualitativamente, en lo intensivo, en su misterio culmen de toda la Iglesia. Por eso se consagra una vez más, y
total, la Iglesia universal está presente en cada una de las Iglesias esta vez conciliarmente (nota 31), la frase de San Cipriano, ata-
particulares: «La una y única Iglesia católica existe en las Igle- dísima por los Papas: La Iglesia está en el obispo y el obispo en
sias particulares» («in quibus... exsistit») (n.23 § 1). la Iglesia.
En consecuencia, la afirmación de que «el Cuerpo místico (es Pero esa eclesiología eucarística y mistérica, que lleva a des-
decir, la Iglesia) es también un cuerpo de Iglesias» (n.23 § 2 al cubrir el sentido mistérico de los datos eclesiales y que se refleja
141
también en la frase de «los fieles deben adherirse al obispo como
Así, por ejemplo, el decreto sobre Los obispos (n.5) habla del «sínodo de
obispos» que «representan a todo el Episcopado» en torno al Papa, y el decreto sobre la Iglesia a Cristo Jesús y como Cristo Jesús al Padre», que tanto
Los sacerdotes (n.7 § 1) habla del «senado de sacerdotes, que representan al presbi- recuerda a San Ignacio de Antioquía, a quien se cita en nota 61,
terio», en torno al obispo. La consagración episcopal confiere al obispo los tres mi-
nisterios que no pueden ejercerse sino en la comunión jerárquica (La Iglesia n.21 § 2) ; debe entenderse siempre en conjugación con la eclesiología de
y la ordenación sacerdotal confiere al sacerdote, en su grado, también ese triple mi-
nisterio (La Iglesia n.28 § l; Los sacerdotes n.2 § 3 ; n.7 § 1 ; n.9 § 1), que no la comunión jerárquica y, en nuestro caso que comentamos, de
puede ejercerse sino en la comunión jerárquica (Los sacerdotes n.15 § 2). Si el obispo la «comunión colegial». En otras palabras, la teología de la co-
representa al colegio episcopal, el sacerdote representa al obispo (cf. infra nota 144).
Si «la Iglesia está en el obispo» (La Iglesia nota 31), se hace también visible en el 143
sacerdote (ibid., n.28 § 2). Etc. De Ecclesia n.20 § 2: «... ita permanet munus Apostolorum pascendi Eccle-
142
Dado que sacerdotes y obispos se distinguen sacramentariamente como grados siam, ab ordine sacrato Episcoporum iugiter exercendum»; De oecumenismo n.2 § 3,
del sacramento del orden, no es extraño que, siguiendo el paralelo, haya habido y n.3
144
§ 5.
teólogo—K. RAHNER—que también admita la distinción sacramentaría entre los obis- En el texto De presbyterorum ministerio et vita n.5 § 1 : «Presbyteri... eum
pos y el Papa. Cf. su art. Ober das Episkopat, en Das Amt der Einbeit, Grmtd- (Episcopum)... quodammodo praesentem reddunt». Y el obispo a su vez «ínter eos
legendes zur Tbeol. des Bischofsamtes... (Stuttgart. Schwabenverlag, 1964) 245-311. totum Episcopale Collegium veluti praesens ac efficax reddit» (ibid., en texto pri-
Cf la protesta y reacción de D. T. STROTMANN, Primauté el cépbalisation. Á propoi mero n.7 § 3, mayo 1965, p.22 lin. 34-35).
145
d'une étude du P. K. Rahner: Irénikon 37 (1964) 187-197. Cf. los n.25-27 de la constitución.
500 C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 27 501
Teodoro I. Jiménez Urresti
munión eclesial abarca no sólo la teología de las realidades invi- del mismo y que, cumplida con la «misión canónica», le hace jefe
sibles de la Iglesia, sino también la teología de sus realidades' de «su» Iglesia.
visibles sociales, que algunos teólogos «comunialistas» parecen Queremos llamar a esa representatividad y la llamamos eficaz
porque vincula a la Iglesia local con la universal y hace efectiva
olvidar a veces. Las dos realidades, la invisible o mistérica y la
en su virtud salvífica a la universal en la particular. Vinculación
visible o social, no constituyen sino «una compleja realidad, que
descendente y ascendente «ex opere operato» diríamos, es decir,
consta de elemento humano y divino» (n.8 § 1, y constitución
por virtualidad de la constitución sacramentaría del colegio. Con
sobre «La liturgia» n.2) "".
esto no decimos nada nuevo, sino que expresamos una de las
4) LA IGLESIA EN LAS IGLESIAS POR PRINCIPIO CONSTITU- consecuencias de la naturaleza sacramentaria de la consagración
CIONAL SOCIAL SACRAMENTARIO.—Por eso, si es verdad que la episcopal (n.21 y n.26 § 1), que es el acto por el que se incor-
Iglesia universal está presente en las Iglesias particulares en cuan- pora al colegio y solidariza o hace comulgar al incorporado en
to que en éstas se halla toda la fuerza salvífica de la Iglesia y la misión y función salvífica ministerial («munus») universal del
todo su misterio, también es verdad que eso se realiza a la vez colegio.
en la línea de 'la eclesiología societaria o en el aspecto colegial. Ahora bien: esa comunión o solidaridad es ley constitucional
Es decir, que, en lo societario, la Iglesia universal está pre- social del colegio. Y, por esa ley constitucional, cada miembro
sente en las Iglesias particulares en cuanto que constitucionalmen- del colegio puede hacer presente a Cristo y a toda su fuerza sal-
te, o sea en virtud del principio de la constitución social del co- vífica en dondequiera que vaya (dentro de la comunión jerárqui-
legio episcopal (por la cual las funciones ministeriales del mismo ca, que es ley constitucional también de ese colegio). Lo misté-
gravitan en cada uno de sus miembros), toda la función consti- rico de la Iglesia en su plenitud se hace así presente en cada
tucional ministerial del colegio se hace presente en la Iglesia Iglesia particular. Lo social y lo mistérico se conjugan, por tanto,
particular a través del obispo: la función sacerdotal o santifica- intrínsecamente, por su propia naturaleza; de forma que lo mis-
dora, la magisterial y la de gobierno pastoral l". Y aunque no térico no podría darse sin ese principio constitucional de solida-
se afirma expresamente en la constitución sobre «La Iglesia», sin ridad o comunión que es ley constitucional intrínseca a la natu-
embargo, se contiene en su doctrina (el decreto sobre «el minis- raleza social misma del colegio.
terio y la vida de los sacerdotes» lls llegaba a afirmarla con claridad Ese principio social de la comunión, de la unidad solidaria,
en su n.7 § 3) la «representatividad eficaz»—digamos—que el que actúa en el hecho mismo de que el obispo es miembro del
obispo tiene del colegio. Y a la inversa, el obispo, por ser el colegio y que hace que el obispo sea lo que es y tenga cuanto
jefe de la Iglesia particular, «representa a su Iglesia» particular tiene por ser miembro del colegio, provoca y significa lo misté-
(n.23 § I ) ante el colegio y, por ende, ante la Iglesia universal. rico : la unidad en Cristo de cada Iglesia y de la Iglesia. Lo cual
es afirmar la sacramentalidad de la constitución social misma del
Doble representatividad eficaz, por tanto, del obispo: descen-
colegio 150 . N o en vano hemos dicho antes que se incorpora al
dente, en cuanto representa eficazmente a toda la Iglesia en «su»
colegio por el sacramento del orden.
Iglesia, y ascendente, en cuanto representa a «su» Iglesia ante la El colegio es así, por su ley constitucional, de comunión, de
Iglesia 14 °. Ambas por su condición de «miembro del colegio», sacramentario por naturaleza por el sacramento del orden; histó-
condición que le hace comulgar en las funciones ministeriales rica y socialmente, como un gran sacramento que abarca toda la
146 historia salvífica: hace que todos los que de él participan formen
Cf. a este respecto Y. CONGAR, De la communion des Églises a une ecclésio-
logie de l'Église universelle, en L'Épiscapat et l'Église universelle: Unam Sanctam en toda la historia una unidad, un sujeto único que abarca todos
39 (París 1962) 227-260; y el c.14 de nuestra obra El binomio... (cf. supra, nota 3) ;
K. RAHNER, Quelques réflexions... (cf. supra, nota 135) ; y nuestro artículo Onto- los tiempos para ministeriar en ellos la salvación. Es uno y mis-
logia de la comunión y estructuras colegiales en la iglesia: Concilium 8 (1965) 7-18. mo colegio el que «persevera de continuo» (n.22 § 2) en todos
147
A este propósito, sobre la sacramentalidad de la Iglesia, cf. las Orientaciones
bibliográficas de DOMÍNGUEZ DEL VAL (cf. supra, nota 3) p.339-41, y la Nota biblio- los tiempos.
gráfica de A. A. ESTEBAN ROMERO (cf. supra, n.3) p.31-32; añádase A. BANDE- En virtud, pues, de la ley constitucional de la unidad del co-
RA, La Iglesia, misterio de comunión: Biblioteca de Teólogos Españoles 22 (San
Esteban, Salamanca 1965) 487 pp. (cf. sobre él Gregorianum [1965] 636-639). legio, se abarca que la Iglesia sea toda una en toda su historia.
Cf. 148
mfra, n.150.
Cf. supra, nota 144. 150
119 Cf. el interesante art. de A. ANCIAUX L'Episcopal (Ordo episcoporum) com-
Sobre la descendente, «Ecclesia in Episcopo» (De Eccl. nota 31), y sobre la me réalité sacramentelle: Nouvelle Revue Théol. 85 (1963) 139-159: en él se cita
ascendente, «singuli Episcopi quam Ecclesiam... repraesentant» (De Eccl. n.23 § 1 toda la bibliografía anterior sobre el tema.
al final).
502 Teodoro I. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 27 503
Y en virtud de la ley constitucional de la comunión o solidaridad
de cada miembro del colegio, la Iglesia se hace presente en cada ///. Conclusión
Iglesia de hoy, de ayer y de mañana. Mucho más, muchísimo más podría decirse de la doctrina
Esa vinculación de la Iglesia particular a la Iglesia universal, teológica de la colegialidad episcopal. Pero nos hemos propuesto
y viceversa, a través del obispo se cumple y manifiesta en cuanto exponer la doctrina conciliar sobre la colegialidad y no la doctri-
el obispo se vincula, comulga con el colegio, con sus colegas o na elaborada por los teólogos. No pocos de éstos van sin duda
co-obispos y con el jefe, el Papa, o sea, en la «comunión je- mucho más allá, y habrían querido que el Concilio se hubiera
rárquica». adentrado más en la colegialidad. Espero haber marcado los lími-
Por todo ello pudo decir San Cipriano, y pudieron repetirlo tes doctrinales ante los que se detiene el Concilio y haber signi-
los Papas, que quien no está con el obispo, no está en la Igle- ficado la línea doctrinal ulterior a que mueve el texto conciliar,
sia l". Y pudo también decir León XIII que «todo el que resiste pero que no es, explícitamente al menos, doctrina conciliar.
o rechaza pertinazmente las órdenes del obispo queda separado Quizá algunos teólogos no se sientan satisfechos ante los lími-
de la Iglesia» 152, frase que nos recuerda a otras muchas equiva- tes doctrinales que se ha marcado el Concilio a sí mismo. Pero
lentes de San Ignacio de Antioquía en sus cartas. si volvemos los ojos atrás y observamos el panorama teológico
«Por el obispo, a través del obispo—diremos con don Pablo general de hace tan sólo tres años, cuando el Concilio comenzó,
Gúrpide, nuestro obispo de Bilbao, rindiéndole homenaje y tes- hemos de reconocer que el Concilio ha dado a la Iglesia univer-
timoniando nuestra devoción a su episcopado y en él a todo el sal un gran avance en su conciencia sobre su constitución jerár-
episcopado o colegio—, los hombres reciben el mensaje y la vir- quica y de comunión, un avance que nunca hubiéramos sospe-
tud salvifica de la Iglesia y se hacen cristianos. Por él y a través chado podría haberse realizado en tan poco tiempo. Pero los
de él, que mantiene la línea de la sucesión apostólica, se injertan obispos con sus votos conciliares y los teólogos con sus publica-
en la Iglesia apostólica. Por él y a través de él se injertan en la ciones y sus trabajos conciliares (en las «comisiones», en sus in-
única Iglesia que fundó Cristo y se vinculan a su unidad, cuya formes de consultores de sus episcopados, en conferencias, colo-
alta expresión está en el colegio y cuya máxima y más sintética quios y diálogos dentro del ambiente conciliar) contribuyeron
expresión está en el Papa. Por él y a través de él se unen e injer- firmemente a hacer avanzar la conciencia de la Iglesia: los «cole-
tan en la Iglesia universal. Manteniendo la vinculación y comu- gialistas», empujando con firmeza con una ilusión intensísima,
nión con el obispo es, por tanto, como únicamente se pueden que a veces iba más allá que la claridad y valor de sus argumen-
cantar aquellas palabras del símbolo de la fe: 'Creo en... la Igle- taciones teológicas; los «anticolegialistas», obligando con sus obje-
sia una, santa, católica y apostólica'» "'. ciones a aclarar más y más la doctrina y, por tanto, a hacerla
Nos hemos extendido—haciendo excepción al principio de no avanzar.
exponer sino lo que el Concilio afirma—en estas consideraciones Los decretos sobre «La función pastoral de los obispos», «Mi-
doctrinales para terminar de exponer en su conjunto la doctrina nisterio y vida de los sacerdotes» y «Las misiones» concluyen no
de la colegialidad episcopal. pocos principios de orden práctico deducidos de la doctrina con-
151
SAN CIPRIANO, Epist. 66 VIH 3 (BAYARD, II 2261 : «... et ¡Hi sunt Ecclesia ciliar sobre la colegialidad. Nos hemos limitado a meras referen-
plebs sacerdoti adunata et pastori suo grex adhaerens. Unde scire debes episcopum
in Ecclesia esse et Ecclesia in Episcopo ut si qui cum Episcopo non sit in Ecclesia cias a tales decretos en nuestro comentario, porque hemos querido
non esse...» Compárese esta frase con la conciliar de «Haec Christi Ecclesia veré
adest in ómnibus Iegitimis fidelium congregationibus, quae, pastoribus suis adhaeren-
reducirnos a la constitución sobre la Iglesia.
les, et ipsae in N. T. ecclesiae vocantur (n.26 § 1). Cf. nota 31 de la constitución A pesar de todo, aún queda una tarea muy delicada y difícil:
conciliar.
Los Papas han gustado de reproducir esa frase de San Cipriano. Cf. algunos expresar en nuevos términos de ley concreta los principios prác-
ejemplos en nuestro art. La colegialidad episcopal en el Magisterio... (cf. supra, ticos de la colegialidad, es decir, en nuevas leyes.
nota 3) p.467.
152
LEÓN XIII, Est sane molestum, epíst. al arzobispo de Turín, 17 dic. 1888 No es que la Iglesia no haya vivido la colegialidad antes de
(BAC, Documentos jurídicos [Madrid 1960] 13) : «Qukumque eis (Episcopis) resis-
tit vel dicto audiens pertinaciter recuset, ille ab Ecclesia longe recedit».
153
ahora. Siendo la colegialidad de derecho divino, ha tenido que
PABLO GÚRPIDE Y BEOPE, obispo de Bilbao, pastoral El Día del Obispo: teo- funcionar en la historia de la Iglesia y ha funcionado en lo que
logía del episcopado: Boletín Oficial del Obispado de Bilbao 14 (1963) 580-594
(que ha sido calificada como la pastoral más coiegialista del episcopado español) en es derecho sustantivo o fundamental de la colegialidad. Muchas
p.587-588. Cf. también nuestro art. La colegialidad episcopal. Síntesis... (cf. supra,
nota 3) p.33-36: «Posición del obispo en su iglesia y en la Iglesia universal». veces me he visto tentado a escribir sobre ese juicio histórico ante
diversos escritos demasiado rígidos y tajantes. El problema no
504 Teodoro 1. Jiménez Urresti C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 27 505
está en formular leyes canónicas que realicen la colegialidad como bilidad y atracción. Las comunidades eclesiales separadas que re-
si hasta ahora no se hubiera realizado nada. Considero, en el fon- conocen la institución del episcopado no podrán por menos ahora
do, tal actitud no sólo históricamente, sino también teológica y de estudiar con detención y atención lo que la Iglesia católica ha
aun canónicamente falsa. El problema está en que, dado que la dicho de sí misma en un esfuerzo gigante por expresarse con la
autoridad suprema (Papa o colegio) tiene facultad para organizar claridad que históricamente le ha sido posible. Con ello el Vati-
la actividad toda del colegio, la organice en modo y la exprese cano II ha logrado en no pequeña medida lo que pretendía su
en forma legal y la haga vivir en intensidad más en consonancia convocador, el grande y llorado papa Juan X X I I I : que se con-
con una vivencia eclesial y eclesiástica de la colegialidad, bajo el virtiese en un «admirable espectáculo de la unidad», sirviendo
aspecto de la comunión horizontal y de la universalidad (con lo así de «invitación a la unidad» " 5 a los hermanos separados.
que corresponde no sólo a «los signos de nuestros tiempos», sino Todo ello ha sido obra del Espíritu Santo, que mueve a la
también a los signos de «nuestra» Iglesia), que es una vivencia Iglesia. Y una vez terminado el Concilio, con el nuevo Código,
de la colegialidad bajo el aspecto de la unidad. ese mismo Espíritu producirá los frutos de tanto trabajo. Porque
Ambos aspectos y vivencias deben practicarse. Pero la insis- si el primado ha sido el «praecipuum desidii caput», como decía
tencia en uno de ellos puede traer sus peligros: a su marcha por León XIII y casi con las mismas palabras repitió Pablo VI en sus
la historia se le pega el polvo al vestido de la Iglesia y necesita alocuciones conciliares, el haberse expuesto con mayor claridad
sacudirlo («Ecclesia semper ref ormanda»). y profundidad la doctrina del episcopado ha disminuido su fuerza
La vivencia insistente de la unidad ha podido llevarnos a un dialéctica de choque. Sin embargo, dado que el primado sigue,
cierto «uniformismo», a una cierta sobreabundancia de «reservas» como tenía que seguir, reafirmado en todo lo que le compete por
pontificias, a un cierto «rigidismo» en las relaciones con la je- derecho divino, y puede en su funcionamiento histórico acciden-
rarquía, a un cierto «pasivismo» en la solicitud por lo univer- tal humano (no menos que cualquier otro aspecto humano de la
sal...; pero también una vivencia insistente de la comunión y de Iglesia) observar minus accurate (Ecumenismo n.6) algunas co-
la horizontalidad puede llevarnos a un cierto «ajerarquismo», a sas accidentales, seguirá siendo para no pocos «piedra de es-
un cierto «independismo» en vez de autonomía, a un cierto «igua- cándalo» 1M.
litarismo» en vez de familiaridad (el obispo es «padre»), a un Junto a ese gran interés ecumenista de la doctrina de la cole-
cierto «pasivismo» en la solicitud por la unidad, a un cierto «des- gialidad episcopal está también su otra vertiente de primer inte-
centralismo» sin respeto a la centralización necesaria 1 ". rés : la vertiente de la doble solicitud universal (hacia dentro, so-
Una vez formuladas las leyes canónicas, elaborado el nuevo bre toda la Iglesia, y hacia fuera, la misionera). Si se ha repro-
Código de Derecho canónico, la faz externa y social de la Iglesia chado tanto al «fuerte centralismo romano» el haber provocado
en el funcionamiento de su constitución social—poniendo un ma- una vivencia y unas formas canónicas de «individualismo» y de
yor equilibrio entre unidad y universalidad prácticas, en ese ám- «atomismo» diocesano y de atonía y abstencionismo misionero,
bito que es accidental e histórico, mudable y contingente, por ser la doctrina de la colegialidad, insistiendo en la doble solicitud
del dominio de la autoridad, por ser materia de ordenación canó- universal, provocará nuevas formas vivenciales de universalidad.
nica positiva—cobrará más luz y se hará más inteligible a los Es de augurar por ello «una época misionera esplendente para
espíritus confusos que no aciertan a distinguir convenientemente la Iglesia en los próximos tiempos venideros» ls? .
entre lo que es de derecho divino y lo que es de derecho ecle- Se comprende así la perfecta conjugación entre los diversos
siástico. Será más atrayente a quienes se excusan en las contin- esquemas del Vaticano I I : Ecumenismo, Iglesias orientales, Mi-
gencias históricas para apartarse de la plena comunión jerárquica siones, Función pastoral de los obispos, Ministerio y vida de los
(cf. n.6 del decreto sobre El ecumenismo). sacerdotes, que encuentran las bases sustantivas de su problemá-
Y también esta más clara formulación doctrinal lograda de tica pastoral en este capítulo sobre la colegialidad de la constitu-
lo que es la constitución de la Iglesia (papado y colegio episco- ción sobre «la Iglesia». Nada extraño, por tanto, que el Vatica-
pal) cumple en gran parte esa doble función de mayor inteligi- 155
1¡c
JUAN XXIII, ene. Ad Petri cathedram, 29 junio 1959.
154
Ya decíamos en nuestra obra El binomio «Primado-Episcopado» (Desclée de Cf. supra, nota 154, nuestra obra El binomio «Primado-Episcopado», en cuyo
Brouwer, Bilbao 1962) p.20, que «el primado no es sólo un dogma doctrinal, sino c.2, 157«Centralización-descentralización» (p.13-20), recogemos la principal bibliografía.
también un elemento esencial y dogmático de la estructura de la Iglesia, de su'cons- Así augurábamos, en vísperas del Concilio, en nuestra obra El binomio...
titución ; es una doctrina y un hecho. Por tanto, en la Iglesia, alguna jorma de (cf. nota 154) p.63.
centralización es un hecho dogmático, a la vez que una verdad dogmática».
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 24 507
506 Joaquín Salaverri, S. 1.
a
ca. 2. La divina garantía de fidelidad, por la promesa del Espí-
no II pueda nombrarse como el Concilio de la colegialidad, ya
ritu Santo para asistir a los maestros. 3. a La índole ministerial
que la colegialidad ha constituido su tema central y más im-
o de servicio propia del magisterio. 4. a La condición de legiti-
portante.
midad de su ejercicio, por la misión canónica aceptada o direc-
tamente conferida por la potestad suprema en la Iglesia.
POTESTAD DE MAGISTERIO
1 .a INSTITUCIÓN DEL MAGISTERIO 2
Por Joaquín Salaverri, S. I.
Se supone ya reconocida la sucesión de los apóstoles, que com-
De esa potestad tratan los números 24 y 25 del capítulo 3-°
pete a los obispos, de la que se trata en los números precedentes
La entienden en general, o sea en su doble función, la misional
de este mismo capítulo. Se supone también que en la misión apos-
respecto a los no creyentes y la doctoral respecto a los fieles \
tólica estaba incluida primordialmente la potestad de magisterio.
24. Los obispos, en su calidad de sucesores de los apóstoles, De lo cual, naturalmente, se sigue el magisterio propio de los
reciben del Señor, a quien se ha dado toda potestad en el cielo y en obispos.
la tierra, la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el
Evangelio a toda criatura, a fin de que todos los hombres logren
Sin embargo, certeramente se comienza recalcando la razón
la salvación por medio de la je, el bautismo y el cumplimiento de fundamental por la que ha sido dada a los hombres la facultad
los mandamientos (cf. Mt 28,18; Me 16,15-16; Act 26,17s). Para de enseñar en la Iglesia, que es, como lo advierte el mismo Cris-
el desempeño de esta misión, Cristo Señor prometió a sus apóstoles to, «la omnímoda potestad que al Salvador le ha sido dada en
el Espíritu Santo, a quien envió de hecho el día de Pentecostés des-
de el cielo para que, confortados con su virtud, juesen sus testigos el cielo y en la tierra». Esta razón es muy importante y funda-
hasta los confines de la tierra ante las gentes y pueblos y reyes mental.
(cf. Act 1,8; 2,lss; 9,15). Este encargo que el Señor confió a los En efecto, la Iglesia es la única sociedad humana que puede
pastores de su pueblo es un verdadero servicio y en la Sagrada Es- tener y de hecho tiene potestad doctrinal, o sea autoridad con
critura se llama muy significativamente «diaconía», o sea minis-
terio (cf. Act 1,17 y 25; 21,19; Rom 11,13; 1 Tim 1,12). fuerza para obligar al entendimiento. Necesita esa potestad por
La misión canónica de los obispos puede hacerse ya sea por ser sociedad sobrenatural, ordenada a obtener la entrega de todo
las legítimas costumbres que no hayan sido revocadas por la po- el hombre a Dios, elevándolo así al consorcio de la divina natu-
testad suprema y universal de la Iglesia, ya sea por las leyes dicta- raleza 3. Ahora bien, Dios es el Señor absoluto de todo el hom-
das o reconocidas por la misma autoridad, ya sea también directa-
mente por el mismo sucesor de Pedro; y ningún obispo puede ser
bre, y no puede menos de exigir que la voluntad y la inteligencia
elevado a tal oficio contra la voluntad de éste, o sea cuando él nie- creadas estén plenamente subordinadas a su Bondad y Verdad
ga la comunión apostólica (CICEO can. 216-314, etc.). infinitas. Una vez que por la divina revelación nos manifestó que
nuestro destino era conocerle y amarle sobrenaturalmente, nuestro
I. En el número 24 hallamos expuestas las siguientes ver-
deber ineludible consiste en la entrega plena a El de nuestro en-
dades: 1. a La divina institución por Cristo del magisterio de la
tendimiento y voluntad en los actos libres de fe y caridad 4.
Iglesia en general, al incluir esa potestad en la misión apostóli-
1
Para dirigir con acierto esa trascendental y total entrega, el
BIBLIOGRAFÍA sobre los distintos temas del Magisterio puede hallarse en nuestro Hijo de Dios instituyó la Iglesia, con los poderes necesarios
tratado De Ecclesia Christi: Sacrae Theologiae Summa, I (BAC, Madrid 1962) n.501-
913. Puede completarse con U. DOMÍNGUEZ DEL VAL, La Eclesiología en los últimos sobre la voluntad y el entendimiento, debidamente garantizados
años (1950-1964): Salmantícen 12 (1965) 519-594; W . BEINERT, üm das drilte
Kirchenattribut II (Essen 1964) p.589-629; bibliografía de La Civiltá Cattolica sobre para el acierto en su ejercicio 5. Las sociedades naturales no ne-
el Concilio Vaticano II, en casi todos los fascículos, desde 1960, IV p.312, hasta
el presente. De nuestros ensayos, véanse: Vitalidad de la Iglesia como educadora: cesitan ni poseen más que la potestad de gobierno, con su
RevEspTeol 9 (1949) 223-264; El problema de la Nueva Teología: SalTer 38 (1950) triple función legislativa, judicial y ejecutiva, porque reciben sus
143-151; La triple potestad de la Iglesia: MiscCom 14 (1951) 1-84; Valor de las
encíclicas a la luz de la «Humani generis»: XI Semana Española de Teología (Ma- miembros ya hechos, y con ellos y en ellos la aspiración innata
drid 1952) 255-294; El Derecho en el misterio de la Iglesia: Actas del VII cente-
nario de la Universidad de Salamanca, sec.III (Barcelona 1956) 1-54; La potestad a un bien social ulterior y la capacidad para lograrlo por sola la
de magisterio y asentimiento que le es debido: EstudEcIes 29 (1955) 155-195; Cristo mutua y ordenada colaboración. En esa aspiración y capacita-
Maestro: EstudEcIes 32 (1958) 5-19; El magisterio del Papa y las ciencias: Las Cien-
cias 24 (1959) 887-904; Valoración teológica de las actas del Vaticano 1: Divinitas 5
(1960) 204-226; Problemas sobre metodología teológica: EstudEcIes 36 (1961) 283- 2
Cf. texto conciliar.
301; Christus und das kirebliche Amt: MünchTheolZtsch 13 (1962) 280-296; Sentido 3
2 Petr 1,4.
de la Tradición en el Concilio de Trento: EstudEcIes 39 (1964) 5-29. Puede verse 1
Conc. Vat. I, s.3 c.3 : DENZ., 1789.
también la amplia bibliografía De Scriptura el Traditione (Acad. Pontif. Marian. 5
Internat., 1963) p.85-112. L.c.: DENZ.. 1793.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 24 509
508 Joaquín Salaverri, S. 1.
la eterna vida» s. Ante todo ilumina las inteligencias, para que
ción naturales van entrañados los principios que la facultan libremente los hombres acepten sus enseñanzas por la fe, que «es
para coordinar las actividades de todos sus miembros en orden al el fundamento y la raíz de la salvación». Para obtener esto, aco-
bien común. Esos principios son los poderes sociales recibidos de modándose a nuestro modo natural de ser, dispuso que la obra
sus miembros, y que, por lo tanto, la sociedad no necesita dictár- redentora de su Hijo se ejerciera perpetuamente en el mundo
selos ni imponérselos, sino ordenarlos y administrarlos. por el ministerio visible de los hombres; de tal suerte que, según
La Iglesia, al contrario, no vive sino de aquella verdad y gra- San Pablo, el hombre no llega a creer en Cristo a no ser que se
cia que Dios se ha dignado revelarnos en su Hijo, «lleno de gra- lo anuncien precisamente aquellos que han sido autorizados y en-
cia y de verdad» c ; de ahí que, además de la de gobierno, necesite viados a ese fin 9.
y posea las potestades de sacerdocio y magisterio, como base inelu-
Ahora bien, los apóstoles y sus sucesores, como hombres, son
dible de su gobierno sobrenatural. La Iglesia, antes de ejercer
incapaces de realizar esa divina misión, como se lo advirtió el
sobre los suyos la potestad de gobierno, necesita constituirlos en
Señor: «Muchas cosas me quedan aún por deciros, que no las
un nuevo ser y capacitarlos para el fin sobrenatural. Viviendo
podéis soportar por ahora» "'. Para suplir esa deficiencia, Cristo
esencialmente de la verdad en la caridad, y no de una verdad y
prometió a los suyos la continua asistencia del divino Espíritu,
caridad cualesquiera, sino de aquella verdad y caridad que Dios
«que el Padre les había de enviar y que había de permanecer con
nos reveló en Cristo, y que se ordenan a una verdadera regene-
ellos a perpetuidad, el Espíritu de verdad, que les enseñaría todas
ración y renascencia del hombre, necesita la Iglesia los poderes
las cosas y les recordaría todo lo que Cristo les había dicho» ".
necesarios para esa regeneración y renascencia de los hombres,
De esta suerte, el magisterio tiene una autoridad sobrehumana;
que sólo se obtiene por su incorporación a la verdad y a la vida
no sólo< porque los encargados de ejercerlo son verdaderos man-
de Cristo en su Cuerpo místico, mediante el sacramento de la fe
datarios de Cristo, autorizados por su divina misión, sino1, ade-
y de la gracia, que es el bautismo1. Así, pues, la potestad de ma-
más, porque poseen la necesaria ayuda del Espíritu Santo' «para
gisterio es necesaria a la Iglesia para poder constituirse en su ser
dar testimonio de El hasta los confines de la tierra». De esta
de «congregación de los fieles cristianos».
suerte, el magisterio en la Iglesia está dotado de verdadera autori-
Para fundamentar la divina institución del magisterio, el dad y de virtud divina para ser ejercido sin interrupción hasta
Concilio nos refiere a los pasajes clásicos de las Escrituras en los el fin de los siglos; y los creyentes pueden estar persuadidos de
que el Salvador encomienda a perpetuidad a sus apóstoles la mi- que Dios les habla por medio de sus mandatarios, conforme a
sión de enseñar su Evangelio a todos los hombres: «Me ha sido lo que les dijo el Señor: «El que a vosotros oye, a mí me oye,
dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y predicad la y el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia. Porque no sois
Buena Nueva a todas las gentes. Porque el que creyere y se bau- vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que
tizare será salvo, y el que no creyere se condenará»; a los ya habla en vosotros» I2.
bautizados «enseñadles a observar todas las cosas que yo os he Conviene precisar que esa misión de Cristo y esa asistencia
mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días del divino Espíritu no equivale ni al don de la revelación ni al
hasta la consumación de los siglos». En estas solemnes palabras carisma de la inspiración, cuales se concedieron a los profetas y a
del Señor la Iglesia recibió la divina carta institucional y constitu- los hagiógrafos; y, por consiguiente, las enseñanzas del maestro
cional de su potestad de magisterio, «a fin de que todos los hom- así autorizado y asistido por Dios no son propiamente enseñan-
bres consigan la salvación por la fe, el bautismo y la observancia zas del mismo Dios, como lo son las del autor inspirado y las de
de los mandamientos». los profetas. Son solamente una inteligencia, explicación y for-
mulación formalmente humanas del «depósito de la fe», obteni-
2. a E L ESPÍRITU SANTO, GARANTÍA DE FIDELIDAD ' das por los hombres guiados por una providencia especial de
Dios, Esa providencia especial se limita a dirigir las diligencias
El magisterio está ordenado a la obra de la salvación. En un humanas para conocer y proponer con fidelidad lo que Cristo se
alarde de benignidad, dispuso Dios darnos «a su unigénito Hijo, ha dignado enseñarnos en orden a nuestra salvación.
a fin de que todo el que crea en El no perezca, sino que obtenga 8
l o 3,16. " l o 14,15-17; 1 4 , 2 6 ; 1 5 , 2 6 ; 16,13.
9 12
R o m 10,13-17. Le 1 0 , 1 6 ; M t 10,20.
' lo 1,14.17. i» l o 16,12.
7
Cf. texto conciliar.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 24 511
510 Joaquín Salaverri, S. I.
en la mente, os enseña Aquel que os amonesta a que lo alabéis.
3. a ÍNDOLE MINISTERIAL DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA " Yo hablo por de fuera: El os excita en el interior. Todos, pues,
hemos de ser interiormente oyentes. Advertid el gran misterio,
Además de la autorización de Cristo y de la asistencia del hermanos. El sonido de nuestras palabras golpea vuestros oídos:
Espíritu Santo, en el magisterio eclesiástico concurre otro elemen- el Maestro está en vuestro interior. Os podemos amonestar con el
to que le da un matiz más divino aún, que es su índole de ser- estrépito de nuestras voces: si no está dentro el que enseña, re-
vicio ministerial. Y es que los hombres, al ejercerlo visiblemente, sulta inane nuestro estrépito. Cuanto está de mi parte, os he
no son más que ministros o auxiliares de Cristo al servicio de los hablado igualmente a todos. Sin embargo, aquellos a quienes el
fieles. Cristo, en efecto, no deja de actuar real, aunque invisible- Espíritu Santo interiormente no enseña, salen sin aprender nada.
mente, de modo que la entrega que el magisterio exige se hace Nuestro magisterio externo es cierta ayuda, cierta amonestación;
directamente al mismo Dios. Este es el verdadero sentido del mi- la cátedra es del que enseña en el corazón. Por eso dice El en su
nisterio o «diakonía» que, según el Concilio, caracteriza al ma- Evangelio: «No llaméis maestro vuestro a ninguno en la tierra,
gisterio de la Iglesia y como se desprende de los pasajes de la porque vuestro Maestro es único, Cristo. El mismo Cristo es el
Escritura que el Concilio aduce. Lo mismo se puede comprobar que os ha de hablar interiormente. Porque hay un Maestro inte-
con otros pasajes de San Pablo, que no quería que le tuviesen rior que verdaderamente enseña, Cristo» 15.
por otra cosa sino por «ministro de Cristo y dispensador de los Según esto, a la acción externa del maestro humano acompaña
misterios de Dios», y recalcaba que los apóstoles no son más que una acción interna del Maestro divino, principal e indispensable,
«ayudantes de Dios en la heredad del Evangelio, que no es más sin la que la acción secundaria del maestro humano no obtiene
que la agricultura de Dios» l l . efecto sobrenatural ninguno. Algo así como a la acción externa
Según esto, el poder de magisterio es una participación mi- del ministro de los sacramentos, meramente instrumental, tiene
nisterial del de Cristo, que, como Cabeza del Cuerpo místico, por necesidad que acompañar la acción principal de Dios, que pro-
sigue invisiblemente ejerciendo su influjo salvador como verdade- duce la santificación. La diferencia está en que, en los sacra-
ro Maestro de las almas. Los maestros visibles no son sucesores mentos, la gracia sacramental la infunde Dios ex opere operato,
de Cristo en su ineludible y divina acción magisterial, sino sólo sin necesidad de que el que la recibe aporte algo de suyo, bastan-
mandatarios y colaboradores de Cristo en la obra divina de hacer do sólo que positivamente no impida el recibirla; mientras que,
germinar vitalmente la fe en los corazones de los hombres, a la en nuestro caso, a la acción externa del predicador ha de seguir
que se ordena el ministerio visible de los maestros humanos. Esta el correspondiente movimiento interior de respuesta del oyente
unión misteriosa de lo divino y lo humano en la potestad de la hacia lo que se le propone; movimiento ex opere operantis al
Iglesia es la razón más profunda por la que el magisterio del que la luz, la moción y el impulso del Maestro interior propor-
Papa y los obispos se diferencia esencialmente e inmensamente cionan la elevación sobrenatural correspondiente. Por intervenir
supera a todo otro magisterio humano. Esa misma unión es la en este proceso ese acto humano y libre del oyente, la acción mi-
que plenamente justifica su exigencia de que el hombre rinda nisterial no es tan estrictamente instrumental, con plena subor-
ante él hasta la misma inteligencia. dinación al influjo de la causa principal, como lo es en los sa-
Este misterio de la unión singular de la acción divina del cramentos 16.
magisterio interno de Cristo con la acción visible del maestro
humano la explicó con singular precisión a sus fieles San Agus- 4. a LA MISIÓN CANÓNICA, CONDICIÓN DE LEGITIMIDAD "
tín: «Conoce vuestra caridad—les decía—que todos nosotros te-
nemos un Maestro único, Cristo, y bajo El todos somos condis- El valor teológico de esta observación del Concilio consiste
cípulos. Porque no soy vuestro maestro porque os hable desde principalmente en que afirma el principio de unidad y subordina-
un lugar superior, sino que el Maestro de todos es el que habita ción que debe siempre existir en el episcopado jerárquico, de suer-
en todos nosotros. Vosotros sois los oyentes de la palabra de 15
SAN AGUSTÍN, Serm. 134 in lo 8,31-34; Serm. 179 in Iac 1,19; Tract. 3 ín
1 lo n.13: PL 38,742; 38,966-970; 35,2005. El pensamiento de San Agustín con-
Dios, y nosotros os la predicamos. Pero en el interior, allí donde cuerda perfectamente con el de San Pablo (1 Cor 3,5-9).
16
el ojo humano no ve, todos somos oyentes: dentro, en el corazón, Sobre la actividad efectiva, aunque invisible, de Cristo en sus ministros para
hacer eficaz y sobrenatural el magisterio visible de la Iglesia, véase un texto muy
13
significativo de Pío XII en la encíclica Mystict Corporh; AAS 35,216.
Cf. texto conciliar. 17
14
Cf. texto conciliar.
1 Coi 3.3-9; 4 , 1 ; 2 Col 5.18-20.
512 Joaquín Salaverri, S. I. C3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 25 513

te que la legitimidad del ejercicio de las potestades episcopales nuación se expone en el número siguiente, dado que, por necesi-
depende de la misión canónica recibida por ellos de la potestad dad, de la divina voluntad institucional se deducen todas las de-
suprema, y de un modo especial del sucesor de Pedro. Esto está más propiedades del magisterio, y las obligaciones singulares que
en perfecta consonancia con las enseñanzas del número 22 sobre impone a los fieles, en perfecta conformidad con su fin de sal-
la comunión jerárquica y subordinación de los obispos al Sumo vación y su índole peculiar de institución divina.
Pontífice, Cabeza jerárquica del colegio episcopal y universal
Vicario de Cristo en la tierra. Lo cual fue explicado con más cla- 25- Entre los oficios principales de los obispos se destaca la
predicación del Evangelio. Porque los obispos son los pregoneros
ridad en la «Nota explicativa praevia» al capítulo 3.°, con el ob- de la fe que ganan nuevos discípulos para Cristo y son los maes-
jeto de evitar todo equívoco y por fidelidad a la doctrina ya de- tros auténticos, es decir, provistos de la autoridad de Cristo, que
finida en el Concilio Vaticano 1 1 S . predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de
creerse y ha de aplicarse a la vida, la ilustran con la luz del Espí-
Por lo demás, y acerca de la manera de otorgar esa «misión ritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación las cosas nuevas
canónica», el Concilio se limita a indicar los varios modos con- y las cosas viejas (cf. Mt 13,52), la hacen fructificar y con vigilan-
forme a los cuales se realizó a lo largo de la historia, y según cia apartan de la grey los errores que la amenazan (cf. 2 Tim
las diversas circunstancias o conveniencias de tiempos y lugares, 4,1-4). Los obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano
Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la
sin ánimo de excluir la posibilidad de que en lo sucesivo se den verdad divina y católica; los fieles, por su parte, tienen obligación
o en los tiempos anteriores se hayan dado otros modos de conce- de aceptar y adherirse con religiosa sumisión del espíritu al pare-
der esa misión canónica formal o virtualmente, expresa o tácita- cer de su obispo en materias de fe y de costumbres cuando él las
mente, implícita o explícitamente, directa o indirectamente, con- expone en nombre de Cristo. Esta religiosa sumisión de la voluntad
y del entendimiento de modo particular se debe al magisterio autén-
secuente o antecedentemente, legal o consuetudinariamente. Lo tico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal
que siempre se ha de salvar es el principio de la capitalidad visi- manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con
ble, ministerial y jerárquica del sucesor de San Pedro con rela- sinceridad se preste adhesión al parecer expresado por él según la
ción a la universal Iglesia y a todos sus pastores y fieles indivi- mente y el deseo que haya manifestado él mismo, como puede des-
cubrirse, principalmente, ya sea por la índole del documento, ya
dual o colectivamente considerados, como se definió en el Vati- sea por la insistencia con que repite una misma doctrina, ya sea
cano I. Por eso expresamente advierte el Vaticano II que, «si el también por las fórmulas empleadas.
sucesor de Pedro no asintiese o negase la comunión apostólica, Aunque cada uno de los prelados por sí no posea la prerroga-
los obispos no pueden ser admitidos al oficio». tiva de la infalibilidad, sin embargo, si todos ellos, aun estando
dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión
En resumen, la doctrina que el Concilio nos propone sobre entre sí y con el sucesor de Pedro, convienen en un mismo parecer
la institución divina del magisterio en los apóstoles y sobre su como maestros auténticos que exponen como definitiva una doctri-
continuación a perpetuidad en sus sucesores, los obispos, viene na en las cosas de fe y de costumbres, en ese caso anuncian infali-
a sancionar con su autoridad superior lo que los autores católicos blemente la doctrina de Cristo (Vat. I: DENZ., 1792; Pío I X :
DENZ., 1683). Pero esto se ve todavía más claramente cuando, re-
enseñaron comúnmente, sobre todo a partir del Concilio Vatica- unidos en Concilio ecuménico, son los maestros y jueces de la fe
no I ". El elemento que tiene más originalidad, y que está en y de la conducta para la Iglesia universal, y sus definiciones deben
perfecta consonancia con el matiz vital, teológico, sobrenatural y aceptarse con sumisión de fe (cf. GASSER: MANSI, 52,1213).
místico de la Iglesia, en que principalmente insiste la constitu- Esta infalibilidad que el divino Redentor quiso que tuviese su
Iglesia cuando define la doctrina de fe o de moral, se extiende a
ción dogmática Lumen gentiutn, es el carácter ministerial y de todo cuanto abarca el depósito de la divina Revelación, que se ha
servicio que corresponde a la potestad de magisterio en la Igle- de custodiar santamente y exponer con fidelidad. Esta infalibilidad
sia. Así aparece perfectamente enmarcada en el misterio eclesial compete al Romano Pontífice, Cabeza del colegio episcopal, en
esta potestad, que hasta ahora era estudiada más bien en el aspec- razón de su oficio, cuando proclama como definitiva la doctrina
de fe o de conducta en su calidad de supremo pastor y maestro
to visible, estructural y jurídico de las potestades episcopales =0 . de todos los fieles, que confirma en la fe a sus hermanos (cf. Le
En este número 24 se halla en germen la doctrina que a conti- 22,32; Vat. I: DENZ., 1839). Por lo cual, con razón, se dice que
18 sus definiciones, por sí y no por el consentimiento de la Iglesia,
Véase la nota aludida en AAS 57,72-75; cf. Conc. Vat. I, s.4.3 c.3 : DENZ.,
1826-1831. son irreformables, puesto que han sido proclamadas bajo la asis-
19
20
Cf. De Ecchsia Christi: SThS I (BAC, 1962) n.501-538. tencia del Espíritu Santo, prometida a él en San Pedro, y así no
Véanse nuestros ensayos La eclesiologia de Francisco Suárez: Actas de su necesitan de ninguna aprobación de otros ni admiten tampoco la
IV centenario, II (Madrid 1950) 39-54; La noción de Iglesia del Padre Luis de
Molina: RevEspTeol 20 (1960) 199-204. apelación a ningún otro tribunal. Porque en esos casos el Romano
2. C.Vaticano 17
514 Joaquín Salaverri, S. I. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 25 515

Pontífice no da sentencia como persona privada, sino que, en ca- se obligaron en el bautismo. Así, pues, con relación a los no
lidad de maestro supremo de la Iglesia universal, en quien sin- bautizados, son los heraldos o enviados de Dios para anunciarles
gularmente reside el cansma de la infalibilidad de la Iglesia misma, e invitarles a aceptar el divino mensaje. Respecto a los ya bau-
expone o defiende la doctrina de la fe católica. La infalibilidad
prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo de los obispos tizados, tienen verdadera autoridad para obligarles a vivir de la
cuando ejercen el supremo' magisterio juntamente con el sucesor fe y a observar el Evangelio que han abrazado y al que se hallan
de Pedro. A estas definiciones nunca puede faltar el asenso de la consagrados indeleblemente 22.
Iglesia por la acción del mismo Espíritu Santo, en virtud de la En un pasaje de San Pablo, interpretado por el Concilio de
cual la grey toda de Cristo se conserva y progresa en la unidad
de la fe (GASSER, ibid.: MANSI, 52,1214). Tiento, hallamos claramente incluida esta fundamental diferen-
Cuando o el Romano Pontífice o con él el cuerpo episcopal defi- cia: «¿Cómo podría yo—dice el Apóstol—meterme a juzgar a los
nen una doctrina, lo hacen siempre de acuerdo con la Revelación, que están fuera de la Iglesia? ¿No es a los que están dentro de
a la cual deben sujetarse y conformarse todos, la cual, o por escrito ella a los que vosotros juzgáis? Porque a los que están fuera,
o por transmisión de la sucesión legítima de los obispos, y sobre
todo por cuidado del mismo Romano Pontífice, se nos transmite
Dios los juzgará». Apoyándose en estas enseñanzas de San Pa-
íntegra y en la Iglesia santamente se conserva y se expone con fideli- blo, el Concilio de Trento nos dice: «La Iglesia no ejerce su jui-
dad, gracias a la luz del Espíritu de la verdad. El Romano Pon- cio sobre alguno sino después de haber entrado en ella por el
tífice y los obispos, como lo requiere su cargo y la importancia del bautismo, por el cual Cristo, Señor nuestro, nos hace de una vez
.••.'• asunto, celosamente trabajan con los medios adecuados, a fin de in-
dagar como es debido esta Revelación y proponerla apropiadamen-
para siempre miembros de su cuerpo» 23. Según esto, la Iglesia,
te; pero no aceptan ninguna nueva revelación pública dentro del desde San Pablo, reconoce que no tiene autoridad propiamente
divino depósito de la fe (GASSER, ibid.: MANSI, 52,1213-17; Vat. I: dicha sino sobre aquellos que han sido incorporados a ella por
DENZ., 1836). el bautismo, que es «la puerta de la vida espiritual».
II. En el número 25 se distinguen netamente dos partes Sin embargo, el mismo San Pablo reconocía que él era «el
principales: la primera trata del magisterio simplemente auténti- apóstol de los gentiles, como Pedro lo era de los judíos, y se re-
co, al que está dedicado el primer párrafo; y la segunda expone conocía deudor de griegos y bárbaros, de sabios y de ignoran-
la doctrina del magisterio infalible, del que se ocupan los tres pá- tes» 2 \ Luego existe en la Iglesia un divino mandato, un encargo,
rrafos siguientes: una obligación, que se encomendaron a los apóstoles, que, pro-
A) Acerca del magisterio simplemente auténtico, el Conci- piamente hablando, no incluyen una potestad sobre aquellos a los
lio nos enseña tres cosas principales: 1 . a La doble junción ma- que se trata de beneficiar, porque se supone que todavía no son
gisterial de los obispos como heraldos y doctores de la fe y la subditos de la Iglesia. Ese encargo y mandato de Cristo es el de
moral cristianas. 2. a La reverente adhesión que es debida a ese heraldos o pregoneros del Evangelio, que es el camino de salva-
magisterio episcopal. 3. a La singular obligación de acatamiento al ción para todos los hombres.
magisterio auténtico del Papa.
2. a LA ADHESIÓN DEBIDA AL MAGISTERIO AUTÉNTICO 2S

1. a LA DOBLE FUNCIÓN EPISCOPAL DE HERALDOS Y DOCTORES 2I


El bautizado, como subdito que es de la Iglesia, tiene las
obligaciones que estrictamente corresponden a la autoridad con
Con acierto, el Concilio comienza advirtiendo que a los após-
que se le proponen, que, por ser autoridad doctrinal propiamen-
toles y a sus legítimos sucesores les han sido encomendadas dos
te dicha, reclama el asentimiento de la misma mente. La razón
funciones distintas respecto al divino depósito de la revelación
de tan grande autoridad está en que el magisterio de la Iglesia
cristiana, funciones que están obligados a ejercer en nombre y
se ejerce en nombre de Dios por los que Dios autorizó para ejer-
por mandato de Cristo: una es la de anunciarlo o promulgarlo
cerlo, a los que respalda el mismo Dios con la promesa que ga-
a todos los hombres; la otra es la de instruir a los fieles en todas
rantiza su divina asistencia, como queda explicado. Esta garantía
las cosas que en el divino depósito se contienen. En la primera
divina estaba en la conciencia de San Pablo, cuando decía: «No
actúan como heraldos o pregoneros de la fe, para hacer discípu-
es que tengamos suficiencia para pensar algo por nosotros mis-
los del Salvador a todos los hombres. En la segunda proceden 22
como verdaderos maestros o doctores de los fieles, para propo- Cf. Conc. de Trento, s.7.a, Cationes de Baptismo 7.8.13.14: DENZ., 863-864.
869-870.
23
nerles con autoridad la doctrina y la ley evangélicas, a las que 24
1 Cor 5.12; Conc. Trid., s.14 c.2: DENZ., 895; cf. Conc. Flor.: DENZ., 696.
25
Rom 11,13; Gal 2,7-9; Rom 1,13-14.
Cf. texto conciliar. Cf. texto conciliar.
516 Joaquín Salaverri, S. I. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 25 517

mos, como si fuera nuestro, sino que nuestra suficiencia nos vie- al fiel cristiano, sin razón proporcionalmente grave, profesar, de-
ne de Dios, que nos ha constituido idóneos ministros del Nuevo fender ni propagar la doctrina contraria. Esto es conclusión legí-
Testamento». «Por eso no nos atrevemos a decir nada, fuera de tima de la índole social de las potestades de la Iglesia, que por
lo que por nosotros hace Cristo en orden a obtener la conversión su propia naturaleza reclaman, por lo menos, aquello que es de-
de las gentes». Y, en conclusión, añade: «Somos, pues, embaja- bido a toda autoridad social, que es, sin duda, el acatamiento ex-
dores en nombre de Cristo, como si Dios os exhortase por nuestro terno. Lo contrario sería un acto manifiesto de rebeldía contra
medio» 2 ". Aunque estas palabras las podía dirigir el Apóstol la autoridad legítima, sin proporcionada justificación.
indistintamente a los bautizados ya y a los no bautizados, sin Pero en la Iglesia esa sumisión no puede restringirse al orden
embargo, al oírlas un fiel cristiano, n o puede menos de sentirse de las manifestaciones externas. La naturaleza divino-humana de
ante el representante y enviado de aquel Señor, al que está de- la potestad eclesial exige, además, la adhesión interna de la vo-
dicado y consagrado por el bautismo. En presencia del magiste- luntad y del entendimiento. La vida de la Iglesia consiste pro-
rio de la Iglesia, todo hombre cristianizado que quiera vivir se- piamente en los actos internos, ordenados a fomentar la fe y la
gún la fe de su sacramental regeneración, se encuentra ante el caridad de los fieles bajo la dirección de las potestades legítimas.
misterio de lo divino y lo humano, o sea, ante la alternativa de Y cuando el magisterio auténtico se pronuncia con su ciencia y
aceptar o rechazar la autoridad del representante de Dios, divi- veracidad propias, pero divinamente autorizadas por Dios y ga-
namente garantizado y asistido para enseñarle la verdad revelada. rantizadas por la asistencia del divino Espíritu, proporciona a la
La divina autorización de los maestros enviados por Dios y voluntad y al entendimiento un motivo superior de asentimiento
la garantía indefectible de la divina asistencia no las refirió el humano, que reclama la libre sumisión intelectual a la autoridad
Señor a solos los apóstoles, sino que expresamente declaró que doctrinal de la Iglesia. El motivo del asentimiento exigido no es
se las concedía a perpetuidad hasta la consumación de los siglos. precisamente el conocimiento intelectual de las razones que de-
Por consiguiente, nos es imposible dudar de que esa autorización muestran la doctrina propuesta, sino la misma autoridad del maes-
y esa garantía subsisten en los sucesores de los apóstoles. Así, tro y la garantía de su verdad, recibidas ambas de Dios por su-
pues, la docencia del magisterio auténtico es de naturaleza divi- cesión de los apóstoles.
no-humana, por ser una enseñanza, hecha por hombres, de una
Esta autoridad magisterial es ciertamente propia de los obispos
revelación divina; autorizada, asistida y garantizada por Dios;
y de derecho divino; pero también de derecho divino está vincu-
destinada a ser aceptada por los hombres, regenerados y llamados
lada a una condición ineludible en su ejercicio, que es la comu-
a ser eternamente partícipes del perfecto conocimiento del mismo
nión jerárquica con el sucesor de San Pedro en el Primado. Sin
Dios. Las enseñanzas del magisterio son divinas en su institu-
esta comunión y subordinación al Vicario de Cristo, el ejercicio
ción, en su objeto primario y en la garantía de su verdad; son
de esa potestad es ilegítimo y carece de fuerza para obligar a los
humanas en su ejercicio visible, encomendado a hombres; en la
fieles. La razón fundamental de esto nos la enseñó ya el Concilio
conveniente adaptación de su objeto a las múltiples mentalidades
Vaticano I al destacar que la intención primordial de Cristo al
a que se destina y en los recursos del saber humano, del que se
fundar su Iglesia fue que en ella los jerarcas y los creyentes «fue-
valen ordinariamente para llegar a sus resultados '*. Por eso. la
sen -todos uno». La unidad indivisible del episcopado, según el
Iglesia puede con todo derecho exigir el asentimiento de los
mismo Concilio, está dispuesta para obtener que «la multitud
fieles a sus enseñanzas auténticas, y, consciente de su autoridad,
universal de los creyentes se conserve en la unidad de fe y co-
nunca ha dejado de reclamar ese asentimiento mental debido a
munión», y «como principio perpetuo y visible fundamento de
sus dictámenes y juicios doctrinales.
una y otra unidad instituyó el Primado de Pedro, sobre el cual
La obligación que la potestad de magisterio impone al cre- se había de edificar el templo de la Iglesia, sostenida por la fir-
yente reclama de él, ante todo, el debido acatamiento externo. meza de esa fe»'". Si, pues, algún obispo actuara fuera de la
O sea que, cuando- la Iglesia por su magisterio auténtico propone comunión con el sucesor de Pedro, dejaría de edificar la Iglesia
a los fieles una doctrina sobre la fe o la moral, ya no es lícito de la manera peculiar como Cristo dispuso que fuese edificada.
26
2 Cor 3,5-6; Rom 15,18; 2 Cor 5,20. Por eso advierte el Vaticano II que «a los obispos que enseñan
27
Cf. Conc. Vat. I, s.4.s c.4: DENZ., 1836; J. M. CIRARDA, La asistencia del
Espíritu Santo a la iglesia: RevEspTeol 7 (1947) 47-48; C H . JOURNET, L'Église du
Verbe Incarné I (1955) 157-160.426-435. 28
lo 17,11-23; Conc. Vat. I. s.4.s: DENZ., 1821.
5Í8 Joaquín Salaverri, S. I.
C3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 25 519
en comunión con el Romano Pontífice es a los que los fieles deben
la Iglesia». De lo cual repetidas veces y con preocupante insisten-
prestar religiosamente su adhesión».
cia se lamentó el mismo Pontífice hasta el último año de su vida 33 .
Esta actitud de algunos teólogos recuerda la de los teólogos
3. a ADHESIÓN DEBIDA AL MAGISTERIO AUTÉNTICO DEL P A P A 2 9 alemanes de hace un siglo, a los que se refiere Pío I X en su carta
Tuas libenter, del año 1863. Por eso es de particular interés y de
Estas enseñanzas sobre el magisterio auténtico del sucesor de candente actualidad que el Vaticano II recalque inequívocamente
San Pedro suponen y significan un progreso en la doctrina con- la doctrina católica sobre el magisterio auténtico del Papa y sobre
ciliar, como también las que acabamos de exponer sobre el ma- la obligación de prestarle «sincera adhesión de voluntad y de en-
gisterio auténtico de los obispos. Hasta ahora, estas doctrinas tendimiento». Las razones que comprueban la existencia de este
eran, sí, propuestas por los autores; pero en los Concilios, y no- magisterio simplemente auténtico del Papa son las mismas que
minalmente en el Vaticano I, directamente se pretendía garanti- dejamos indicadas respecto al magisterio auténtico de los obispos,
zar la prueba de la infalibilidad de los obispos con el Papa, que de un «modo singular» y con fuerza mayor prueban este
incluida en las decisiones inmutables de los Concilios ecuménicos, magisterio pontificio.
y la que por razón de su cargo singular compete personalmente
Ante el magisterio auténtico del sucesor de San Pedro, del
al Papa hablando «ex cathedra», como la definió el Vaticano I.
Pastor supremo de toda la Iglesia y único universal Vicario de
El progreso del Vaticano II está en que directamente sanciona,
Cristo en la tierra, el fiel cristiano debe sentirse «de un modo
con su superior autoridad, la doctrina del magisterio meramente
singular» (singulari ratione, dice el Concilio) ante el adorable
auténtico de los obispos y del Papa.
misterio de lo divino y lo humano que por el Papa le habla e
Del magisterio auténtico del Papa y de su obligatoriedad para invita, y, por consiguiente, ante la muy seria alternativa de acep-
los fieles son conocidas las enseñanzas de los Pontífices desde tar o rechazar la verdadera autoridad del más excelso represen-
Pío IX hasta nuestros días"°. Una de las afirmaciones pontificias tante de Dios, singular y divinamente garantizado y asistido por
más concretas y matizadas sobre esta materia es la de Pío X I I el Espíritu Santo, para enseñarle las cosas de la revelación divina.
en la encíclica Humani generis, a la que el texto del Concilio re- Todo esto es verdad y valedero del Papa cuando habla con auto-
cuerda por algunas palabras que tomó de ella. Dice Pío X I I : «Ni ridad, aunque no pretenda ejercerla en su grado sumo, o sea con
se ha de pensar que no exigen de suyo asentimiento' las enseñan- la prerrogativa de su infalibilidad. En tal caso, la sola particular
zas que en las letras encíclicas se proponen, dado que en ellas los universalidad y mayor notoriedad del magisterio papal obligan al
Pontífices n o ejercen la suprema potestad de su magisterio. Tales maestro a una mayor vigilancia, circunspección y diligencia en el
enseñanzas proceden del magisterio ordinario, del que también ejercicio de su potestad, y reclaman una protección y asistencia
vale el dicho: El que a vosotros oye, a mí me oye (Le 10,16)... providenciales del divino Espíritu, proporcionadas al incremento
Si los Sumos Pontífices en sus actas expresan de propósito su mayor o mayor riesgo de los valores sobrenaturales que entran
parecer sobre una materia hasta entonces controvertida, a todos en juego. De esa providencia singular no podemos dudar a la luz
es manifiesto que esa materia, según la mente y voluntad de los de las promesas tan terminantes y reiteradas hechas por Cristo
mismos Pontífices, no puede ya tenerse por tema de libre discu- a su Iglesia, y en particular a San Pedro 3 3 .
sión entre los teólogos». Y entre las novedades teológicas dignas
Sobre la índole particular del asentimiento mental que es de-
de censura menciona la de «aquellos que creen que no les obliga
bido al magisterio puramente auténtico nada nos dice el Concilio.
la doctrina, expuesta en la encíclica Mystici Corporis, que enseña
Los autores convienen en que ese asentimiento mental no es abso-
ser una y la misma cosa el Cuerpo místico de Cristo y la Iglesia
luto. Este lo puede prestar la mente solamente ante la presencia
Católica Romana» " . N o sin razón, el mismo Pontífice se lamenta
de un motivo que excluya la posibilidad de error. Ese motivo no
de que los aficionados a la llamada «teología nueva» no sólo «des-
se da sino en la plena evidencia del objeto conocido o en la real
cuidan, sino también hasta menosprecian el mismo magisterio de
infalibilidad del maestro que propone una doctrina. Así que en
29 33
Cf. texto conciliar. Pío XII, aloe. Si diligis: AAS 46,314-316; aloe. Magnifícate Dominum: AAS
30
Cf. Pío I X : D E N Z . , 1683-1684.1698; LEÓN X I I I : D E N Z . , 1880; Pío X : D E N Z . . 46,672; const. Sedes sapientiae: AAS 48,362; aloe. Di gran cuore: AAS 48,709;
2007-2008.2113-2114; Pío X I I : DENZ., 2313.2319; JUAN XXIII: AAS 52,156-157. aloe.33 Oculis nostris (en el último año de su vida) : AAS 50 (1958) 151.
31
Pío XII, ene. Humani generis: DENZ., 2313.2319. Véase nuestro estudio Valor Promesas terminantes de Cristo: a) A su Iglesia: Mt 28,20; Le 24,48-49;
de las encíclicas a la luz de la «Humani generis»: MiscComill 17 (1952) 135-172. lo 14,16-17; 14,26; 15,26; 16,12-13; Act 1,8. b) A San Pedro: Mt 16,16-18; Le 22,
31-32; lo 21,15-20.
520 Joaquín Salaverri, S. 1. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 25 521

el magisterio puramente auténtico no cabe la posibilidad de im- B) Sobre la infalibilidad del magisterio nos enseña el Con-
poner un asentimiento absoluto de la mente por carecer de su- cilio cuatro cosas principales: 1.a Infalibilidad de todo ei cuerpo
ficiente motivo para exigirlo racionalmente. episcopal al consentir entre sí y con el Papa en una enseñanza
Se puede decir, con los mejores autores, que ese asentimiento definitiva. 2. a El objeto de esa infalibilidad es el depósito de la
mental, aun siendo relativo, no absoluto, debe tener cuatro con- divina revelación. 3. a Singular prerrogativa de infalibilidad del
diciones : a) Ha de ser un obsequio de la misma mente, y por eso Papa por razón de su peculiar cargo supremo. 4. a Los maestros
no basta el conformismo práctico del que, juzgando mentalmente infalibles no aumentan el depósito de la revelación^ con sus defi-
ser verdadero lo contrario, sin embargo, en la práctica procede niciones, sino que transmiten íntegro y exponen con fidelidad el
como si pensara como su maestro, b) Ha de ser un juicio inte- recibido de los apóstoles.
lectual, y, por consiguiente, no basta el obsequioso silencio de la
boca, como sería el de aquellos que sólo se abstienen de mani- 1.a LA INFALIBILIDAD DEL CUERPO EPISCOPAL UNIDO
festar su juicio contrario, r) Ha de ser un acto interno de adhe- A su CABEZA 3 6
sión positiva a lo que el maestro siente, y, por lo tanto, no basta
el silencio obsequioso de la mente, como sería el de aquel que En esto el Concilio no hace más que proponer explícitamente
meramente se abstuviera de formar un juicio diverso, d) Ha de la doctrina implícitamente incluida en el Concilio Vaticano I,
ser, finalmente, un asentimiento cierto, pero con certeza moral y enseñada unánimemente por los doctores católicos, sobre la infa-
no absoluta, que, como queda dicho, excluya la posibilidad de lo libilidad del consentimiento del colegio jerárquico de todos los
contrario, sino solamente relativa, que excluye la probabilidad y obispos cuando definitivamente proponen a todos los fieles una
el temor de lo opuesto ". doctrina de fe o de moral en cualquiera de las dos formas en
Comparando esta certeza moral y relativa del asentimiento de- uso, a saber: o dispersos por el orbe cada uno en su diócesis o
bido al magisterio simplemente auténtico con la certeza por la reunidos en Concilio ecuménico. Lo decisivo es «que guarden
que nos guiamos los hombres en la inmensa mayoría de las de- entre sí y con el sucesor de San Pedro el nexo de la comunión
cisiones de nuestra vida, observamos que son certezas, en sí mis- jerárquica y que coincidan en imponer a los fieles como definitiva
mas, de la misma índole, con la diferencia, a favor de la primera, la misma doctrina».
que está de algún modo avalada por la divina asistencia, que, La misión del magisterio es lograr que el mensaje evangélico
aunque no es tal que la haga infalible, sin embargo es ulterior llegue íntegro y sin contaminación a todos los hombres de todas
motivo extrínseco que contribuye más a excluir la probabilidad y las estirpes, de todos los tiempos y de todos los continentes, ve-
el temor de errar. Esto conviene advertirlo para satisfacer a las lando sobre todo por que en tanta diversidad de gentes, edades
pretensiones de los que se empeñan en sostener que el asenti- y culturas se mantenga incorrupto y fructifique en la vida reli-
miento interno de la mente sólo es posible respecto a las deci- giosa y moral de todos los bautizados. Para esto es necesario que
siones infalibles. El obsequio de la mente que el magisterio autén- ese magisterio ofrezca las mayores garantías de verdad y fidelidad,
tico exige, aun con las cuatro condiciones indicadas, es, pues, sobre todo como preparación indispensable y sostén ineludible de
posible al hombre creyente, es perfectamente razonable y se halla la vida de fe, que por su naturaleza ha de ser un asentimiento de
en perfecta consonancia con la actitud de sumisión que exige el la mente absolutamente cierto y de firmeza inquebrantable. Por
verdadero espíritu de fe 3 3 . eso, el magisterio en el grado sumo de su autoridad suprema tiene
que ser infalible.
34
Véase esta doctrina, deducida de las enseñanzas pontificias, en nuestro tratado Es verdad que el divino Redentor, como Cabeza del Cuerpo
De Ecclesia Christi: SThS I (BAC, 1962) n.658-677. LEÓN XIII dice: «Los católi-
cos en opinar es necesario que mantengan con juicio estable las cosas todas que los místico, que es la Iglesia, ilumina sin cesar y dirige la vida de
Pontífices Romanos han enseñado o enseñarán... Y nominalmente, en lo que se refiere
a las que llaman libertades exigidas en nuestros días, es necesario atenerse al juicio todos los creyentes; pero, en el misterio divino-humano de la
de la Sede Apostólica y sentir cada uno lo que ella siente» (lmmortale Dei: institución eclesial por él establecida, ilumina y dirige a los pas-
DENZ., 1880).
35
Aunque es obligatorio el asentimiento mental y sincero al magisterio auténtico, tores, sus representantes, para que humanamente anuncien y en-
sin embargo no es absoluto, porque cabe la posibilidad de errar, al tratarse de un
magisterio no infalible. De ahí que sea también posible que ocurran razones de tanto señen la palabra divina; ilumina también a los fieles para que
peso que justifiquen la suspensión del juicio del creyente y aun le induzcan a tener
por verdadero lo contrario. Sobre esto se extienden los autores. Véase De Ecclesia 36
Christi: SThS I (BAC, 1962) n.674-676. Cf. texto conciliar.
522 Joaquín Salaverri, S. I.
C3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 25 523
la acepten y la entiendan, y a todos para que sin vacilar den tes-
dudar aquello que el divino Maestro decía a sus apóstoles: «No
timonio al mundo de la fe salvadora que profesan ".
sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre
Para este mismo fin dotó a su Iglesia del «Espíritu de verdad» que habla en vosotros» *2. Tales son, en breve síntesis, las mag-
que «la instruyera en todas las cosas reveladas por Cristo», de níficas promesas divinas en que sólidamente se funda la infali-
modo que ella fuese para los hombres «la columna y el funda- bilidad del magisterio, cuando se ejerce en el grado supremo y
mento de la verdad revelada» 3S. Siendo esto así, es imposible que definitivo de su autoridad universal, sobre las cosas pertenecientes
la universal Iglesia falte a la verdad cristiana. Ahora bien, para a la fe o a las costumbres cristianas. Tal también creemos que
que la Iglesia en su universalidad no yerre es necesario que el es la doctrina que nos propone el Vaticano II.
cuerpo de sus pastores, a los que los fieles tienen obligación de
Por fidelidad al mismo Concilio hemos dado por razón básica
seguir y obedecer, sean también inmunes de error, al menos cuan-
de la infalibilidad del cuerpo episcopal el mutuo consentimiento
do en su docencia empeñan su autoridad en su grado supremo,
de los obispos entre sí y con el Sumo Pontífice. En ese universal
sin lo cual no podrían «someter todo entendimiento a la obedien-
consentimiento de los obispos, como testigos de la verdad y doc-
cia de Cristo» 3", que es la finalidad por la que han recibido la
tores de los fieles, algunos autores pretenden hallar una prueba
potestad de magisterio. Sigúese, pues, que, aunque cada uno de
de la colegialidad del episcopado. Otros observan que en ese
los obispos sea falible, sin embargo, cuando todos consienten en-
consentimiento no se incluye necesariamente lo que parece ser
tre sí y con su cabeza jerárquica, el Romano Pontífice, en propo-
elemento específico del acto estrictamente colegial, que es la de-
ner con decisión inapelable una doctrina de fe o de moral cris-
liberación y decisión comunes de los docentes como se dan en
tianas, son infalibles; porque, de lo contrario, la Iglesia entera,
el Concilio. Este es un punto que pueden seguir discutiendo li-
o dejaría de ser «la columna indefectible de la verdad», o se des-
bremente los teólogos, porque el Concilio y los redactores del
haría en su esencial unidad de fieles y pastores.
texto deliberadamente han querido prescindir de él, y por eso la
La singular prerrogativa de la infalibilidad la concedió so- Comisión de doctrina declaró antes de la votación: «De ninguna
lemnemente Cristo a los apóstoles y a sus sucesores cuando con manera se afirma en el texto que el magisterio ordinario sea un
su plena autoridad, en las palabras de despedida, les constituyó acto colegial propiamente dicho. El Concilio no entra en esa
maestros de los hombres y les prometió a perpetuidad su auxilio cuestión; sólo enuncia el hecho de la infalibilidad, en el que to-
indefectible, diciendo: «Enseñad a todos a observar todas las dos están de acuerdo» ".
cosas que os he mandado, y he aquí que yo estoy con vosotros
En cuanto a los modos de ejercer esa infalibilidad episcopal,
todos los días hasta la consumación de los siglos». La importan-
son los dos admitidos ya por todos los doctores católicos, y que
cia de esta promesa es suma. El que la hace no es un mero pro-
el Vaticano II sanciona con su autoridad. Uno, llamado ordinario,
feta enviado de Dios, sino es el mismo Hijo de Dios hecho hom-
que ejercen, como maestros «enviados al mundo universo», dis-
bre. Ahora bien, siempre que en la Escritura ocurre en boca de
persos por el orbe en las distintas parcelas de la grey cristiana
Dios esa formal promesa, se entiende, sin excepción, de una
que les han sido encomendadas. Si en tales circunstancias con-
actuación o asistencia de Dios tan eficaz que nunca falla 4°. A esto
sienten todos entre sí y con el sucesor de San Pedro en proponer
en el Nuevo Testamento se añade que, como garante de la efica-
a la irrevocable aceptación de los fieles que les han sido enco-
cia de su asistencia al docente, el Señor prometió la no menos
mendados las cosas de la fe o de la moral, esa proposición no
eficaz acción del «Espíritu de verdad», que había de «permanecer
puede menos de ser infalible, como lo es y lo tiene que ser, eri
siempre con los ministros del Evangelio para enseñarles todas
fuerza de la divina asistencia, la fe universal de los creyentes en
las cosas y sugerirles todo cuanto Cristo ha dicho a sus após-
su obligatoria aceptación. En esta implicación necesaria del ma-
toles» 4I.
gisterio universal en la fe de la universal Iglesia radica, cómo
Ciertamente que a un magisterio universal y supremo, que hemos indicado, la razón de la infalibilidad de los maestros, por-
dispone de tan eficaces auxilios de Dios, podemos atribuirle sin que sin ella la Iglesia dejaría de ser «la columna indefectible de
31
Cf. lo 8,12; 14,4; i lo 2,27; Pío XII, ene. Mystici Corporis: AAS 35,216.
la verdad».
33
39
Cf. lo 14.17,26; 15,26; 16,13; 1 Tim 3,15.
Cf. 2 Cor 10,5. 42
40
Mt 28,18-20; cf. U. HoLZMBISTER. Dominus tecum: Verb. Domini 23,232-258. Cf. Mt 10,20; 1 Cor 2,4-5.
43
41
Cf. lo 14,16-18.26. Véanse en const. De Ecclesia, Modi a PP. proposili a Commissione doctrinal!
exam'tnati c.3 modi 59 y 163 p.19 y 43.
524 Joaquín Salaverri, S. I. C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 2} 525

El otro modo de ejercer la misma infalibilidad, llamado ex- to», y con insistencia repiten que han tomado sus decisiones «con
traordinario, es el de los Concilios ecuménicos. Certeramente, el la ayuda o apoyo o bajo una peculiar dirección y gobierno del
Vaticano II indica que la diferencia que se da entre los dos mo- divino Espíritu».
dos no afecta a la índole y valor de la misma infalibilidad. La Así, pues, la persuasión constante y manifiesta de la Iglesia
diferencia es puramente accidental y consiste en que la misma in- es que sus obispos, reunidos con el Papa en Concilio ecuménico,
falibilidad, que es propia del cuerpo episcopal unido en cuanto tal, gozan de una peculiar asistencia del Espíritu Santo, que plena-
y que va inseparablemente vinculada al consentimiento de todos en mente les faculta para decidir las cuestiones más difíciles de la
imponer su docencia como perentoria, en el Concilio ecuménico fe y de la moral cristianas y para imponer sus decisiones a todos
«aparece más manifiestamente» (manijestius apparet). La misma los fieles con sentencia irrevocable e inapelable. La lectura de los
infalibilidad, definida por sus propiedades, sus causas, sus divinas decretos y cánones de los Concilios ecuménicos demuestran con
garantías y sus condiciones, se ejerce, pues, por los obispos de dos evidencia esta persuasión inequívoca de potestad infalible, propia
modos, que difieren entre sí sólo accidentalmente. Esta doctrina, y tan característica del cuerpo episcopal docente en comunión
como lo comprueban las notas ilustrativas del mismo Concilio, jerárquica e indispensable con el sucesor de San Pedro.
está fielmente tomada del Vaticano I y de la que se había prepa-
rado en 1970 para la constitución segunda De Ecclesia, que, por 2. a E L OBJETO DE LA INFALIBILIDAD "
razones externas, aquel Concilio no pudo ultimar.
Acerca de las materias a las que puede extenderse el acto in-
En el Concilio ecuménico, por hallarse reunidos en él los
falible, el Concilio es muy parco. A lo largo del número 25, re-
obispos con el Papa, se hacen más patentes y manifiestas su actua-
petidas veces, por lo menos siete, enuncia ese objeto con la clá-
ción como cuerpo episcopal, su coincidencia en la misma doctri-
sica fórmula general: «las cosas de la fe y las costumbres», sin
na, su cooperación a la exacta formulación, su intención de impo-
dar pie para una más particular inteligencia de esa fórmula. Al
ner sus enseñanzas con autoridad definitiva y sus excelsas funciones
enunciar ese objeto, se limita a decir que «se extiende tanto cuan-
de doctores y jueces supremos de la Iglesia, a la que obliga el
to el depósito de la divina revelación, que debe custodiar santa-
solemne juicio de las definiciones conciliares. Pero en este caso,
mente y exponer con fidelidad». En estas palabras claramente se
lo mismo que en el anterior, la razón por la que las enseñanzas
afirma lo que los teólogos llaman «objeto primario» del magis-
del magisterio deben ser aceptadas irrevocablemente es la autori-
terio infalible, que es el depósito de la revelación divina. Del
zación divina de la misión apostólica, con la garantía, también
llamado «objeto secundario» parece prescindir el Concilio. Su
divina, de la asistencia peculiar del divino Espíritu, que no puede
fórmula ciertamente no lo excluye. Tal vez lo insinúe veladamen-
fallar.
te al mencionar el deber de «custodiar santamente y exponer con
La Iglesia, conocedora exacta y celante mantenedora de los fidelidad» ese divino depósito. Esta fórmula parece reflejar unas
derechos y prerrogativas que le otorgó su divino Fundador, teóri- palabras del relator Gasser en el Vaticano I, aunque, ciertamente,
ca y prácticamente se manifestó siempre poseedora de su infali- Gasser claramente distinguía ambos objetos cuando decía: «Con
bilidad. Sobre todo en los Concilios ecuménicos, desde el Niceno los dogmas revelados tienen conexión más o menos estricta otras
del 325 hasta el Vaticano de nuestros días, se hace ostensible la verdades, las cuales, aunque en sí no son reveladas, sin embargo
plenitud inapelable de su potestad docente y la conciencia de la se requieren para custodiar íntegramente, explicar adecuadamente
razón básica de su infalibilidad. Por eso no cesa de fundamentar y eficazmente definir el depósito de la revelación. Tales verdades,
sus decisiones conciliares en la asistencia del Espíritu Santo. Lo aunque de suyo no entran en el depósito de la fe, sin embargo
aprendió de los apóstoles, que en Jerusalén, hacia el año 50, de- pertenecen a la custodia del mismo depósito» " . De estas preci-
cidieron definitivamente la plena e incondicional universalidad siones no se hace eco el Vaticano II, ni de las fórmulas ya pre-
del Evangelio, encabezando su decreto con estas solemnes pala- paradas para la definición en esta materia,
bras : «Ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros» " . Lo mismo
La finalidad del magisterio es anunciar fidelísimamente a los
inculcan los Padres en los Concilios ecuménicos, como, por ejem-
hombres el camino de salvación, que Cristo reveló a sus apósto-
plo, en el de Trento, que en los preámbulos de todos sus decretos
les, y procurar que, inmune de todo error, ese mensaje arraigue
proclaman que «está legítimamente congregado en el Espíritu San- 45
44
Cf. texto conciliar.
Act 15,6-29. 46
MANSI. 52,1226; cf. MANSI, 51,543.552; 53,313.316.
526 Joaquín Salaverri, S. I. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 2.5 527

y fructifique en las almas de los creyentes. De ahí que el magis- de la Iglesia». Con esta definición quedaba excluida la proposi-
terio se extienda a todo aquello que se juzgue necesario para el ción 4. a de los galicanos. El Vaticano II nos da la verdadera ra-
logro de ese fin. Por eso, ante todo y primordialmente ha de ver- zón de esa definición, que es «porque las definiciones del Sumo
sar sobre la misma revelación divina, contenida en los libros ins- Pontífice están pronunciadas bajo la asistencia del Espíritu Santo,
pirados y en las tradiciones recibidas de Dios por los apóstoles. prometida a él en la persona del bienaventurado Pedro, y por eso
Tal es el objeto primario y principal del magisterio. En él se no necesitan aprobación alguna de otros ni son susceptibles de
manifiestan la verdad, la gracia, la ley y las instituciones divinas, apelación a otro juicio». Esta explicación es preciosa y se halla
que son el único camino de nuestra salvación. en la más perfecta consonancia con la enseñada por el Vaticano I
En ese «depósito de la fe», encomendado a la Iglesia, pode- en su capítulo 3.° su .
mos distinguir tres apartados principales: 1.°, el de las verdades La infalibilidad, que por razón de su cargo singular es propia
dogmáticas, que es necesario creer; 2.°, el de la moral revelada, del sucesor de Pedro, el Vaticano I la definió como incluida en
que debemos observar; 3.°, el de las instituciones divinas, sacra- el Primado apostólico sobre la universal Iglesia, que de manera
les, estructurales o sacramentales, ordenadas por Cristo para el directa e inmediata encomendó Cristo exclusivamente a Pedro,
logro de nuestro fin sobrenatural. Esos tres apartados son, en su y en él, por la ley de sucesión, al Pontífice Romano. Esa infali-
total integridad, de orden divino positivo; corresponden a las bilidad la exigen las prerrogativas exclusivas del Papa de ser «el
tres potestades de enseñar, regir y santificar que posee la Iglesia verdadero Vicario universal de Cristo y Cabeza de toda la Igle-
y pertenecen directamente al depósito inmutable de nuestra fe, sia», como lo definieron los Concilios Florentino y Vaticano I.
que es el objeto primario y primordial del magisterio de la Igle- En virtud de tan singulares prerrogativas, el Papa no es más que
sia. A él se refiere explícitamente el Vaticano II, y deja a los el Vicario universal de Cristo, y, por serlo, su capitalidad visible
teólogos la ulterior investigación sobre las verdades que, por su se reduce a la invisible de Cristo, de manera que Cristo y su Vi-
necesaria coherencia con las del divino depósito, pueden también cario no constituyen más que una Cabeza única de toda la Iglesia,
ser objeto secundario del mismo magisterio. Acerca de esto pue- como lo enseñaron Bonifacio VIII y Pío X I I " . Este misterio de
den verse la doctrina explícita de Pío XII, que descendió a de- la estrecha unidad capital de Cristo con su Vicario es la razón
terminar bastantes detalles, y las exposiciones de los eclesiólogos que explica por qué Cristo instituyó en Pedro no un mero coor-
de nuestros días 17 . El campo inmenso de materias que deja la denador de voluntades, sino el «perenne principio y visible fun-
Iglesia a la libre discusión de los competentes, por no tener co- damento de la unidad de toda la Iglesia», de la cual, efectiva
nexión con el depósito revelado, puede verse también explicado aunque invisiblemente, el único primario principio y principal
en los tratadistas del magisterio de la Iglesia, y se halla indicado fundamento no puede ser más que el mismo Cristo, como lo ex-
en el Vaticano I y en las enseñanzas de los Papas 4 8 . presó ya San León Magno: «Grande y admirable consorcio de
su poder atribuyó a Pedro la dignación divina, para que éste vi-
3. a LA INFALIBILIDAD DEL PAPA 4° sible y propiamente gobierne a todos los que principal e invisi-
blemente gobierna el mismo Cristo» ".
Esta doctrina, plenamente definida en el Vaticano I, se men- Esta unión capital del mismo Salvador con su universal Vi-
ciona en este lugar del Vaticano II, para verla encuadrada y per- cario convierte al Papa como en el «sacramento o signo e instru-
fectamente coherente con la doctrina general de la infalibilidad mento» de la íntima acción capital del mismo Cristo en su
de la Iglesia. El resumen que se nos ofrece es completo y fiel a Iglesia y le hace el lugarteniente singularísimo del divino Maes-
las enseñanzas del Concilio precedente. Sin embargo, hemos de tro. Con esa unión mística inefable se hace incompatible e in-
agradecer a nuestro Concilio la oportuna aclaración de un pasaje, concebible que el Papa pueda errar cuando, con el sumo grado
del Vaticano I. Definió éste que las definiciones del Romano Pon-
de su potestad suprema y universal, impone a todos los pastores
tífice «son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento
50
47 La proposición galicana (DENZ., 1325) fue excluida por el Vaticano I
Pío XII, aloe. Magnifícate Dominum; AAS 46.671-672; cf. nuestro tratado (DENZ., 1839), en consonancia con la doctrina definida del Primado Romano del
De Eccleüa Christi n.698-729; véase el ensavo El Magisterio del Papa y las Ciencias: sucesor'de San Pedro (DENZ., 1826-1831).
Las48Ciencias 24 (1959) 887-904. 51
BONIFACIO VIII, bula Unam Saactam: DENZ., 468; Pío XII. ene. Mysttci Cor-
Conc. Vatic. I, S.3.» c.4: DENZ., 1799; Pío XI, ene. Quadragesimo aunó: poris: AAS 35,211.
AAS49 23,190; Pío XII, ene. Humani generis: AAS 42.572. ,
Cf. texto conciliar. . - . - . • . " SAN LEÓN MAGNO. Serm. 4 n.2 : PL 54.150.
528 Joaquín Salaverri, S. 1. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 2} 529

y fieles como definitiva una doctrina de fe o de moral; porque infaliblemente definida ninguna cosa a no ser que de tal defini-
si en tal caso errara, de ese error sería responsable la misma ver- ción constare manifiestamente» S5 .
dad, que es Cristo, el cual, por boca de su universal Vicario, sigue Sobre esto es muy interesante la Notificación hecha en el Va-
siendo para nosotros, como para los apóstoles, «el único Maestro, ticano II, antes de ser votada la constitución De Ecclesia, sobre
autor y consumador de nuestra fe» 5S. la calificación teológica de sus decisiones; fue la siguiente: «Te-
La unidad de fe de toda la Iglesia, tanto de pastores como niendo en cuenta el uso conciliar y el fin pastoral del presente
de fieles, exige también la infalibilidad del Vicario verdadero y Concilio, este santo Sínodo define, para que sean aceptadas por
universal de Cristo, en las condiciones excepcionales de su actua- la Iglesia, solamente aquellas cosas sobre la fe y las costumbres
ción con el grado sumo de autoridad. A esto nos conduce un que el mismo Concilio abiertamente declarare como tales». «Las
razonamiento interesante de San Agustín. Hablando de la unidad demás cosas los fieles las deben recibir y aceptar como doctrinas
indisoluble de todos los ministros de la Iglesia en Cristo1, afirma: del supremo magisterio de la Iglesia, según la mente del Conci-
«En el mismo Pedro recomendó Cristo la unidad. Muchos eran lio y las normas de interpretación teológica» " . Según esto, lo
los apóstoles, pero a uno solo se le dice: Apacienta mis ovejas... decisivo para interpretar las decisiones doctrinales de los Con-
Todos los buenos pastores están en uno, son uno (in uno sunt, cilios y de los Papas es la mente y la intención que ellos tuvieron
unum sunt); apacienten ellos, Cristo es el que apacienta. El apa- y manifestaron. La forma más o menos solemne de promulgación
cienta cuando ellos apacientan... Y al mismo Pedro, al que en- no es decisiva. Lo verdaderamente necesario es que inequívoca-
comendaba sus ovejas como a otra persona, lo quiso hacer una mente nos conste de la intención definitoria de los Concilios y
cosa consigo, y de tal manera le encomendó sus ovejas, que El de los Papas. Si un Concilio tiene un fin disciplinar o pastoral,
siguiese siendo la Cabeza y Pedro representase a su Cuerpo, y por ese mismo hecho se deduce que no tiene intención de empe-
ambos, a manera de Esposo y esposa, fuesen dos en una misma ñar su autoridad doctrinal en sumo grado. Si sus decisiones son
carne. Por eso, para confiarle el cuidado de sus ovejas, le pre- dogmáticas, la presunción está a favor de la intención definitoria,
gunta tres veces: 'Pedro, ¿me amas?', y él responde: 'Te amo'. aunque también entonces se ha de ver si de tal intención consta.
Y así confirma la caridad, para consolidar la u n i d a d » " . Esta Si las decisiones fueren presentadas como disciplinares, o pasto-
vinculación de la unidad de la Iglesia a la unidad mística con rales, o simples decretos, o declaraciones, se puede pensar que
Cristo de su universal Vicario exige necesariamente la infalibi- no incluyen de suyo la intención de definir perentoriamente. Lo
lidad del Papa cuando habla «ex cafchedra». decisivo es únicamente que el Maestro supremo, Concilio o Papa,
haga patente y manifiesto su propósito de imponer a toda la
Sin embargo, esa prerrogativa no es incondicional ni fura- Iglesia la aceptación irrevocable de sus enseñanzas.
mente personal. Esas condiciones las definió taxativamente el
Vaticano I, y son cuatro: 1.a, que actúe ejerciendo su cargo de
4.a LA DEFINICIÓN INFALIBLE Y EL DEPÓSITO
Pastor y Doctor universal de la Iglesia; 2. a , con su autoridad apos-
DE LA R E V E L A C I Ó N "
tólica suprema; 3. a , en materia de fe o de costumbres cristianas;
4. a , imponiendo a todos, fieles y pastores, la aceptación irrevo- La conexión entre el divino depósito de la revelación y el
cable de lo que enseña. Si bien se observa, esas mismas son las acto del magisterio es íntima e ineludible. El magisterio de la
condiciones que han de llenar las decisiones conciliares para lle- Iglesia no es inventivo, sino esencialmente tradicional, en el sen-
gar al supremo grado de la infalibilidad. Si faltare alguna de tido que presupone ya consignado su objeto de una vez para siem-
estas condiciones, tanto en las actuaciones del Papa como en las pre en las enseñanzas de los apóstoles y está obligado a conser-
del Concilio, entonces se podrán considerar como actos del ma- varlo íntegro, a mantenerlo incontaminado, a proponerlo con la
gisterio universal simplemente auténtico, pero no alcanzan el mayor fidelidad. En esto el magisterio se halla totalmente al ser-
grado sttpio de la infalibilidad, porque «no es considerada como vicio del divino depósito y depende plenamente de él. La pri-
macía objetiva es la del depósito.
53
54
Cf. Mt 23,8-10; Heb 12,2. La prerrogativa del magisterio en cuanto tal, en la que va
SAN AGUSTÍN, Serm. 46 n.30: PL 38,287. Esta unión mística de Cristo, Cabeza 55
de la Iglesia, con la cabeza visible de la misma Iglesia, y la consiguiente presencia Cod. lur. Can. can.1323,3.
56
singular del Señor en su legítimo y universal Vicario en ía tierra, la inculcó repetidas Véase la «Notificación» aludida, publicada a continuación de la constitución
veces Pablo VI en las audiencias generales. Cf. L'Osservatore Romano, 23-1-64; dogmática De Ecclesia: AAS 57 (1965) 72.
30-1-64; 6-2-64; 23-4-64; 6-11-64; 22-7-65. y otras. *' Cf. texto conciliar.
530 Joaquín Salaverri, S. 1. C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 26 531

incluida la razón total de su autenticidad e infalibilidad, es la cientes al divino depósito d e la fe», q u e los apóstoles recibieron
divina asistencia. ¿En qué consiste esta asistencia? Ante todo no í n t e g r o d e Cristo y d e l divino Espíritu. Las investigaciones h u -
es ni un carisma de inspiración ni una revelación divina, y, por manas q u e preceden y deben preceder a las decisiones magiste-
lo tanto, las enseñanzas del magisterio ni son por sí mismas en- riales y la competencia o sabiduría h u m a n a s con q u e se hayan
señanzas de Dios, como lo son las del autor inspirado de la Bi- realizado, a u n q u e son d e importancia indudable, sin e m b a r g o n o
blia, ni son nuevas revelaciones, como lo eran las de los profetas. son la causa p r o p i a m e n t e dicha n i el f u n d a m e n t o ineludible d e
Son solamente una inteligencia fiel, una explicación legítima, una la autoridad misma, con la q u e los maestros d e la Iglesia impo-
formulación exacta, formalmente humanas, del «depósito de la nen a los fieles sus decisiones auténticas o infalibles, p o r q u e la
fe», obtenidas bajo una providencia especial de Dios, eficazmente causa verdadera y el f u n d a m e n t o p l e n o d e esa autoridad se ha-
directiva de las diligencias hechas por los hombres para conocer llan e n la misión recibida d e D i o s y e n la asistencia p r o m e t i d a
y proponer con la mayor fidelidad lo que Cristo se dignó en- del d i v i n o Espíritu s9 .
señarnos.
Su única finalidad es que los fieles asimilen el rico tesoro
tde la revelación apostólica, custodiándolo incontaminado, trans- EL OFICIO DE SANTIFICAR DE LOS OBISPOS
¡mitiéndolo íntegro, predicándolo con fidelidad y explicándolo con Por Baldomero Jiménez Duque
(exactitud y diligencia a las generaciones sucesivas; aunque siem- 26. El obispo, revestido como está de la plenitud del sacra-
pre en el mismo sentido de los apóstoles, que persevera en la mento del orden, es «el administrador de la gracia del supremo
inteligencia católica de la Iglesia. sacerdocio» l, sobre todo en la Eucaristía, que él mismo distribuye,
De ahí se sigue que como las enseñanzas del magisterio no ya sea por sí, ya sea por otros 2, y que hace vivir y crecer a la
Iglesia. Esta iglesia de Cristo está verdaderamente presente en to-
son inspiradas ni reveladas por Dios, aunque versen sobre cosas das las legítimas reuniones locales de los fieles, que, unidos a sus
precedentemente inspiradas o reveladas, es necesario y obligatorio pastores, reciben también el nombre de iglesias en el Nuevo Testa-
que los maestros de la Iglesia diligentemente inquieran, a fin de mento J . Ellas son el Pueblo nuevo, llamado por Dios en el Espí-
que sólo definan aquellas cosas que conocieren ser conformes con ritu Santo y plenitud (cf. 1 Thess 1,5). En ellas se congregan los
fieles por la predicación del Evangelio de Cristo y se celebra el mis-
la Escritura sagrada y con la divina tradición apostólica. Para ello terio de la Cena del Señor «a fin de que por el cuerpo y la san-
ayuda sobre todo conocer lo que los Santos Padres y Doctores de ' gre del Señor quede unida toda la fraternidad» '. En todo altar,
la Iglesia propusieron a los fieles de las distintas edades como reunida la comunidad bajo el ministerio sagrado del obispo 5, se ma-
verdad revelada o como fiel explicación o deducción de ella; nifiesta el símbolo de aquella caridad y «unidad del Cuerpo místico
de Cristo, si la cual no puede haber salvación» '. En estás comu-
aprovecha también, y mucho, oír el parecer de los pastores de la '. nidades, por más que sean con frecuencia pequeñas y pobres o vi-
Iglesia viviente, garantizado por su misión y experiencia de la van en la dispersión, Cristo está presente, el cual con su poder da
vida cristiana; ayuda, finalmente, conocer el dictamen de hom- untdad a la Iglesia, mta, católica y apostólica '. Porque «la parti-
bres expertos y competentes en las ciencias de la revelación y en cipación del cuerpo y sangre de Cristo no hace otra cosa sino que
1
las relacionadas con ellas. Estos y otros arbitrios semejantes son pasemos a ser aquello que recibimos» *.
Ahora bien, toda legítima celebración de la Eucaristía la dirige
los apropiados para llegar a conocer el mismo sentir común so- •. el obispo, al cual ha sido confiado el oficio de ofrecer a la Divina
brenatural de los fieles, en el que se halla «la medida de la fe . Majestad el culto de la religión cristiana, y de administrarlo con-
que Dios reparte a cada uno» *", y, por consiguiente, se puede forme a los preceptos del Señor y las leyes de la Iglesia, las cua-
muy bien considerar como la verdadera tradición viviente en la les él precisará con mayor detalle según su propio criterio, adap-
'.' tándalas a su diócesis.
Iglesia, a la que como alma mantiene y confirma en la verdadera 03
La doctrina de este último apartado, cómo la del anterior, está tomada y se
fe el divino Espíritu, «Señor y vivificador» de la Iglesia. halla en perfecta consonancia con la preparada en el V-aticano I, como lo comprue-
ban las notas, que remiten al texto y a las actas del Concilio precedente.
Estos medios son muy útiles, y en ocasiones necesarios, para 1
Oración de !a consagración episcopal en el rito bizantino: Euchologion to mega
indagar la verdad, y pueden conducir, y en el pasado han condu- (Roma 1873) p.139.
3
Cf. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Ad Stnyrn. 8 , 1 : ed. FUNK, I p.282.
cido, a resultados verdaderamente sorprendentes de avance en el • 3
Cf. Act 8,1; 14,22-23; 20,17, y passim.
4
conocimiento de la revelación; pero nunca conducen ni pueden Oración mozárabe: PL 96.759B.
5
Cf. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Ad Smyrn. 8 , 1 : ed. FUNK, I p.282.
conducir a admitir «nuevas revelaciones públicas como pertene- .
:<
G
SANTO TOMÁS, Summa 3 q.73 a.3.
' Cf. SAN AGUSTÍN, C. Fauítum 12.20: PL 42,265.; Serm. 57,7: PL 38,389,; etc.
8
" Cf. Rom 12.3. SAN LEÓN MAGNO, Serm. 63,7 : PL 54.357D. .. :....:.: -
532 Baldomero Jiménez Duque C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 26 533
Así, los obispos, orando por el pueblo y trabajando, distribuyen que aún no está purificado. El orden, a quien se le concede la
de muchas maneras y abundantemente la plenitud de la santidad de
Cristo. Por medio del ministerio de la palabra comunican la virtud visión de lo sagrado, es un pueblo piadoso. El orden perfecto
de Dios a todos aquellos que creen para la salvación (cf. Rom es propio de los monjes solitarios. De este modo, nuestra jerar-
1,16), y por medio de los sacramentos, cuya administración sana y quía está dividida, como es justo, en los órdenes establecidos por
fructuosa regulan ellos con su autoridad", santifican a los fieles. Dios y es semejante a la jerarquía celeste, mientras conserva se-
Ellos regulan la administración del bautismo, por medio del cual gún sus posibilidades, los signos que manifiestan a Dios y las
se concede la participación en el sacerdocio regio de Cristo. Ellos
son los ministros originarios de la confirmación, dispensadores de características que le conforman con El» l=.
las sagradas órdenes y moderadores de la disciplina penitencial.
Ellos solícitamente exhortan e instruyen a su pueblo a que participe
* * *
con fe y reverancia en la liturgia, y sobre todo en el santo sacrifi-
cio de la misa. Ellos, finalmente, deben edificar a sus subditos con Como inmediatamente se desprende del texto conciliar, al
el ejemplo de vida, guardando su conducta no sólo de todo mal, obispo se le contempla en la perspectiva sacramental en que el c.3
sino, con la ayuda de Dios, transformándola en bien dentro de le sitúa. No es sólo el «vigilante», el que guarda el orden en la
lo posible para llegar a la vida eterna juntamente con la grey que comunidad cristiana, el hombre competente que enseña. Es el
se les ha confiado 10.
«ungido», el objetivamente santificado, consagrado, para que sir-
El obispo recibe la plenitud de la unción sacerdotal. Es la va en las manos de Dios para santificar a su pueblo. El más viejo
máxima participación al sacerdocio de Cristo que Dios ha queri- texto de la consagración episcopal en Occidente, la Traditio apo-
do regalar a los hombres. Ese sacerdocio de Cristo es eminente- stólica de Hipólito, en la oración litúrgica de la misma, dice
mente santo y santificador. Para eso es su mediación sacerdotal: sencillamenre:
para dar vida divina a sus hermanos los hombres y dársela en «Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las mi-
abundancia (lo 10,10). sericordias y Dios de toda consolación (2 Cor 1,3), que habitas
Todo el ministerio episcopal, todo ese servicio en que se resu- en lo más alto de los cielos y miras desde arriba lo que es humil-
me su porqué y para qué, es sencillamente para santificar, es de- de (Ps 112,5-6) ; que conoces todo antes de que exista (Dan 13,42)
cir, como explicitaremos al comentar el c.5 de la constitución, para y has dado por tu palabra de gracia las normas de tu Iglesia; que
ser instrumento ministerial humano de comunicación de la vida has predestinado desde el principio la raza de los justos (descen-
divina a los hombres. Todas las funciones que ejerce el obispo, dientes) de Abraham, has instituido jefes y sacerdotes y no has
dejado sin servicio a tu santuario; tú, que has querido desde la
y que aquí suponemos ya conocidas, son en última instancia para
fundación del mundo ser glorificado en los que elegiste, extiende
eso, para santificar, para divinizar, sacerdotales en su sentido más
ahora de nuevo el poder que viene de ti, el del Espíritu soberano
estricto, o sea de mediación oficial entre Dios y los hombres.
(Ps 50,14); que has enviado a tu amadísimo Hijo Jesucristo, que
Por eso el Seudo J Dionisio, en su platonismo barroco, ha po-
El otorgó a tus santos apóstoles, que han fundado tu Iglesia en
dido decir: todo lugar, como tu santuario, para gloria y alabanza incesante
«Es el pontificado, o el orden episcopal, el que, basándose en de tu nombre.
su poder de consumar, constituye de modo preeminente cada uno
de los oficios del orden sagrado destinados a perfeccionar, e, in- »Concede, Padre, que conoces los corazones, a tu siervo que
elegiste para el episcopado apacentar tu santo rebaño, ejercer ante
terpretando las normas de lo sagrado, transmite y enseña qué
ti sin reproche el supremo sacerdocio y servirte noche y día; que
relaciones y poderes sagrados les competen» ".
vuelva sin cesar tu rostro propicio y ofrezca los dones de tu santa
Y preludiando los famosos «estados de perfección» ha escrito:
Iglesia; que tenga, en virtud del supremo sacerdocio, el poder de
«Hemos concluido que los ritos sagrados son la purificación,
perdonar los pecados, como tú mandaste (lo 20,23) ; que distri-
la iluminación y la consumación; que hay ministros para la pu- buya las cargas según tu disposición y libere de todo lazo en virtud
rificación, sacerdotes para la iluminación y pontífices, semejantes del poder que concediste a tus apóstoles (Mt 18,18) ; que te agra-
a Dios, para la consumación. El «orden» (la clase) que se puri- de por su dulzura y limpio corazón, ofreciéndote un perfume agra-
fica, ni participa en lo sagrado ni goza siquiera de su visión, ya dable, por medio de tu Hijo Jesucristo, por quien te sean dados
9
traditio Apostólica de HIPÓLITO, 2-3 : ed. BOTTE, p.26-30.
10
Cf. el texto del examen al principio de la consagración episcopal, y la oración * * *
al final de la misa de la misma, después del Te Deum.
" Ve eccl. hier. 5,6: PG 3,506. i= De eccl hier. 6,5: PG 3,535.536.
534 Baldomero Jiménez Duque C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 26 535

(Padre e Hijo), con el Espíritu Santo, gloria, poder y honor en La victimación por los hombres la vive el obispo por su ora-
la santa Iglesia ahora y por los siglos de los siglos. Amén» 13. ción por ellos. Es un ministerio escondido y misterioso, pero efi-
Santificar, pues, no es la primera, ni la segunda, ni la última cacísimo. El tiene que pedir como nadie que «el nombre de Dios
de las funciones o ministerios del obispo; es la única. sea santificado» y que «venga su reino», su reino escatológico,
Todo es para eso, para vivificar, para divinizar, como para eso que viene preparado por la presencia y expansión de la Iglesia
es Cristo y su Iglesia y todo lo que hay en ella. Sólo que el obispo en medio del mundo.
es el instrumento humano, ministerial, más importante de esa tarea. Trabajando también. Es una palabra un poco imprecisa, pero
Si enseña, si dirige, si ora, si da testimonio, si sacrifica y se sacri- que, a pesar de su vaguedad, es significativa. El obispo, según el
fica, si muere..., es para eso... La unción sacerdotal que en pleni- Evangelio y según el Concilio, no es el obispo medieval, señor
tud recibe en su consagración episcopal es como el óleo sobre la feudal, rodeado de servidores y de homenajes. Sino, al contrario,
cabeza: «Es como finísimo óleo sobre la cabeza, que desciende sobre el que sirve, y se esfuerza, y suda, y trabaja para que los demás
la barba, la barba de Arón, y baja hasta la orla del vestido. Como vivan y vivan mejor. El que vive alerta, preocupado, ingenián-
el rocío del Hermón, que desciende sobre los montes de Sión, pues dose de muchas maneras a fin de que los fieles y los infieles en-
allí envía Yahvé su bendición y vida eterna» (Ps 133,2-3). cuentren y vivan abundosamente de Dios. Todo el ministerio mul-
* * * tiforme del gobierno y dirección y administración de la diócesis
ha de tener siempre un sentido pastoral, es decir, santificador.
El texto conciliar enumera las principales actividades que el Por medio del ministerio de la palabra, el obispo es profeta,
obispo ha de desplegar para santificar a sus ovejas. A las ovejas el que habla en nombre de Dios. Ya se ha hablado antes de
encomendadas a él en particular y, como miembro del colegio apos- esto. Aquí únicamente repitamos que ese ministerio es santifica-
tólico-episcopal, a todo el rebaño universal de Cristo. (Prescindo dor. La palabra divina que el obispo fontalmente proporciona no
aquí y doy por estudiado el misterio de la Iglesia particular en el es una mera ilustración intelectual; es una semilla cargada de
misterio de la Iglesia en general.) vida que se siembra en el corazón de los oyentes y que, según la
Todos esos ministerios santificadores se cifran en la imagen del acogida que allí reciba, fructificará en fe y en caridad bajo el
pastor, tan bíblica, tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamen- cuidado también del obispo sembrador.
to, y que subyace a toda la exposición conciliar de la constitución * * *
que comentamos. El c.10 del Evangelio de San Juan bastaría para
fundamentarlo (cf. Gen 48,15; Ps 23; 78,70-72; 100,3; Ier 23, Pero donde más inmediata y directamente ejerce el obispo su
1-8; Ez 34; 1 Petr 2,25; 5,4; lo 21,15-18; 1 Cor 9,7). Y Santo papel santificador es en la administración de los divinos misterios
Tomás ha insistido sobre ello penetrantemente. Para él, el episco- sacramentales.
pado comporta una dedicación total en la caridad para procurar En primerísimo lugar, por la Eucaristía. Morosamente, el texto
la salvación a los hombres, y esto hasta el martirio de sangre si conciliar se detiene en ello. Parece un poco desproporcionado y
es preciso'". Esa ofrenda de sí mismo sin medida ha de ser la hasta fuera de sitio. Pero seguramente se ha querido llamar con
actitud radical de todo obispo consciente de su misión. Esa ofren- ello la atención sobre ese servicio ministerial litúrgico de los obis-
da, cristalizará en la de la misa, sacramento del sacrificio de Jesús, pos, un poco perdido de vista. Hoy se hace todo a través del
sobre lo cual volveremos después. presbyterium, y se reduce en el obispo a cuatro funciones solem-
La tradición eclesial ha contemplado siempre así al obispo nes, que responden a esa óptica medieval del obispo-señor. No;;
como al pastor que se da por sus ovej as sin contar consigo, - a fin así como de suyo el obispo es el que debe predicar (de palabra,
de. vivificarlas.,. Esta, figura pastoral del obispo se recorta con el y por escrito, valiéndose hoy de todos los medios de difusión a.
Concilio de. Trento, y llega ahora a su máxima formulación con su alcance), así también es el que debe celebrar, presidiendo el
el Vaticano I I " . . . sacrificio de la misa, y administrar los demás sacramentos en
* * * cuanto le sea posible, así como animar y dirigir toda la actividad!
13
Ed. BOTTE (Münster 19(53) p.6-8. pastoral en medio de su pueblo.
14
Summa 2-2 q.185 a.l y 4 ; De perfec. vitae spirit. 16-18.24.
15
P. BROUTIN, L'évéque dans la tradiiion pastorale du siecle XVI, adaptación El preside la asamblea litúrgica. Es decir, él es allí el repre-
de Das Bischofideal der KathoUschen Reformation, por M. JEDTN, (Brujas-París
1953); I. TELLECHEA, El obispo ideal en el siglo de la Reforma (Roma 1963).
sentante visible del Señor, que reúne en torno a sí y al sacramen-
536 Baldomero Jiménez Duque C.3. Constitución jerárquica, de la Iglt.tiii. 26 537
10 a lo largo de la geografía de su diócesis. Pero para eso está su
to de su pascua a su Iglesia . Esa Iglesia que se hace, que es,
que se vivifica en torno al altar del sacrificio eucarístico. Allí más presbiterio. Ese presbiterio recibe la participación del sacerdocio
que en ninguna otra ocasión tiene cumplimiento el dicho del Se- de Cristo a través de las manos ungidas del obispo, y ejerce ese
ñor: «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí sacerdocio en referencia y dependencia siempre del de aquél. Se-
estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20) ". El cuerpo eucarístico gún unas u otras maneras jurídicas e históricas, siempre en co-
de Jesús hace a su Cuerpo místico, y el Cuerpo místico hace la munión con el del obispo y por delegación de sus poderes plenos.
Eucaristía. Quiere decir que el obispo allí principalmente es ins- Los textos de San Ignacio ya lo decían claramente. Lo mismo la
trumento humano de Dios para hacer su Iglesia, para pastorearla Traditio apostólica de Hipólito:
con el pan de la palabra divina y con el pan de la carne y sangre «Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, mira a este (ti sier-
del Señor. vo y concédele el espíritu de gracia y de consejo del presbiterado
El por eso allí sacramentalmente la unifica en la caridad y en para que ayude y gobierne a tu pueblo con un corazón puro, igual
la santidad. El texto conciliar cita varios documentos patrísticos que miraste a tu pueblo escogido y ordenaste a Moisés elegir
a este respecto que podrían aumentarse indefinidamente. Aunque ancianos, a quienes llenaste del Espíritu que habías dado a tu
de sobra conocidos, es indispensable aducir los de San Ignacio siervo» 21.
de Antioquía: «Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, La alusión a Moisés (Ex 18,13-26; N u m 11,16-17; 24-25)
y al colegio de ancianos como a los apóstoles; en cuanto a los ha pasado igualmente al pontifical latino de la ordenación pres-
diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios. Que na- biteral: «Los ministros de su Iglesia deben ser perfectos en la
die, sin contar con el obispo, haga nada de cuanto atañe a la fe y en las obras, y estar fundados en la virtud de la doble cari-
Iglesia. Sólo aquella eucaristía ha de tenerse por válida que se dad: la de Dios y la del prójimo. Trabajad, pues, en ser tales,
celebre por el obispo o por quien de él tenga autorización. que podáis, con la gracia de Dios, ser dignamente elegidos para
^Dondequiera apareciere el obispo, allí está la muchedumbre, ayudar a Moisés y a los doce apóstoles. Así, pues, hijos muy
al modo que dondequiera que estuviera Jesucristo, allí está la amados, a quienes la decisión de nuestros hermanos ha elegido
Iglesia universal. Sin contar con el obispo no es lícito bautizar ni para ser colaboradores nuestros, guardad en vuestras costumbres
celebrar la eucaristía, sino, más bien, aquello que él aprobare, la integridad de una vida casta y santa» 23.
eso es también lo agradable a Dios, a fin de que cuanto hiciereis Esta dependencia y unión del presbiterio y del obispo (que
sea seguro y válido» u . «Poned todo ahínco en usar de una sola aquí a nosotros no nos toca estudiar) se simboliza y vive en la
eucaristía; porque una sola es la carne de nuestro Señor Jesu- celebración de la misa como en ninguna otra parte. Esas asam-
cristo y uno solo el cáliz para unirnos con su sangre; uno solo bleas que preside un presbítero se agrupan siempre en torno a
el altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente uno que representa al obispo, que es delegado del obispo diocesa-
con el colegio de los ancianos y con los diáconos, consiervos míos. no, el cual a su vez lo es de Cristo. Y así son parte de la gran
De esta manera todo cuanto hiciereis lo haréis según Dios» ". asamblea que es la Iglesia, única esposa del único Cristo, el Cuer-
«Someteos a vuestro obispo, y también los unos a los otros, al po místico único de la única cabeza, que es el Señor.
modo que Jesucristo está sometido, según la carne, a su Padre, La costumbre de enviar el fermento el obispo de Roma a
y los apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que sus presbíteros para que lo depositaran en su cáliz al celebrar la
haya unidad tanto corporal como espiritual» 2°. misa, durante la alta Edad Media, y cuyo recuerdo estilizado con-
Esa unidad en la caridad y santidad, cuyo artífice instrumen- servamos aún en todas nuestras misas de rito romano, es expre-
tal humano es el obispo, principalísimamente en la asamblea sivo para significar esa comunión con el obispo. Inocencio I es-
eucarística, no contará a veces con su presencia física. El no puede cribía a Decencio de Gubio: «Sobre el fermento que el domingo
ubicarse en todos los lugares donde esas asambleas se producen enviamos con honores has querido aconsejarnos superfluamente,
al pensar que todas nuestras iglesias están constituidas dentro de
16
Cf. EUSEBIO DE CESÁREA, Hist. eccl. 10,4: PG 20,877. la ciudad. Sus presbíteros, como ese día a causa del pueblo que
17
Cf. SAN JUAN CRISÓSTOMO, ln Gen. hom.6,1: PG 53,54-55 ; De Anna serm.5,1: les está confiado no pueden reunirse con nosotros, reciben, por
PG 1854,669-670. Y Pío XII, Mediator Dei, 2 dic. 1947 : AAS 39 (1947) 59.
19
Ad Smym. 8,1-2: ed. Rurz BUENO, p.493.
Ad Filad. 4 : ed. Ruiz BUENO, p.483. 21
20
Ad Magn. 13,2: ed. Ruiz BUENO, p.466, etc. Cf. también SAN CIPRIANO. 23
Ed. BOTTE (Münster 1963), p.20.
Cartat 40 y 6 1 : PL 4.332ss y 362ss. Ritual Romano de órdenes.
C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 26 539
538 Baldomero Jiménez Duque
testigo con nosotros de su resurrección» (Act 1,21-22). El após-
esta razón, por medio de los acólitos, el fermento hecho por nos- tol ha de ser testigo de que Cristo vive y es la vida... Si no, no.
otros, para que no piensen que están separados de nuestra comu- Pablo pudo ser añadido al grupo porque el hecho místico de su
nión, sobre todo en tal día» 23. encuentro con Cristo a las puertas de Damasco equivalió para
Igualmente la «concelebración», según la manera antigua, no él al conocimiento que de la resurrección y vida gloriosa de
activa, de rodear el presbiterio a su obispo y comulgar de su Cristo tenían los doce. Ahora todos los que suceden en el cole-
mano, mientras no hizo falta la celebración particular de cada uno gio a los apóstoles, los obispos, han de ser igualmente testigos.
en otros barrios o en los pagos, o la concelebración activa actual Testigos por su fe, por su experiencia mística (no se entienda se-
con el obispo, que debería multiplicarse lo más posible, son una gún un psicologismo superficial y barato), por su abnegación
manifestación viva, sensorial y plástica de esa presidencia invisi- viva... No sólo con sus palabras, sino con su vivir todo. «Y nos-
ble o visible, pero siempre místicamente efectiva del obispo, que otros hemos conocido y creído la caridad que Dios nos tiene...»
en medio de su grey distribuye la vida de la gracia para santifi- (1 lo 4,16). Ellos han de poder decir a su manera lo que San
carla por sí mismo o por la ayuda de otros. Toda asamblea euca- Juan al comienzo de su primera carta: «Lo que era desde el prin-
rística es siempre la Iglesia, una y católica, en el obispo diocesano cipio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
y en el «todo episcopal» del cual él forma parte 24. lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocante al
* * * Verbo de vida... os lo anunciamos...» (l,lss). Su fe viva y hecha
vida ha de ser el apoyo de la fe vacilante y pobre de muchas
El Concilio completa su exposición doctrinal acerca del obis- de sus ovejas.
po santificador por la liturgia enumerando la intervención vital
El obispo es el gran comprometido, porque es el gran res-
y jurídica del obispo en la administración de otros sacramentos:
ponsable en la Iglesia. Sin santidad y santidad encarnada, evangé-
bautismo, confirmación, penitencia... La teología sacramentaría,
lica, «apostólica», martirial en toda su hondura; sin ser el pastor
todavía bastante pobre e incompleta, seguramente nos enseñará
que vive y hace según el c.10 del evangelio de San Juan, su que-
cada día más esa instrumentalidad vital (no asépticamente jurídi-
hacer será no sólo inútil, sino contraproducente. El obispo es el
ca, como parece entenderse muchas veces) del obispo en la rea-
analogatum princeps de toda santidad en la Iglesia (no los reli-
lización de esos signos sagrados y vivificantes. A nosotros aquí
giosos). El es el que va delante, abriendo caminos, orientando,
no nos pertenece ni podemos siquiera repensar2S.
animando a todo el rebaño, a fin de llevarle hasta las cumbres
* * * mejores en lo que sea posible a ese pueblo santo de Dios, invitado
todo él a la santidad.
Termina este apartado con las palabras: ellos, finalmente,
deben edificar a sus subditos con el ejemplo de su vida..., etc. Es Caritativo, sencillo, humilde, pobre de verdad, sin apeten-
la actitud psicológica subjetiva que el carisma y la misión epis- cias de dominio, paciente, mortificado, abnegado, hombre de
copal exigen al que los ha recibido. Su santidad personal es con- contemplación, de fe y de esperanza insobornable, celoso, traba-
dición normal del éxito de su cargo pastoral. jador, valiente... Santo en el sentido pleno y vulgar de la pala-
Cuando San Pedro quiso llenar el hueco que dejó vacío Judas, bra. Atento a las exigencias de los tiempos que condicionan el
puso esta condición: «Ahora, pues, conviene que de todos los formato externo de su vivir. De lo contrario mediatizará y hasta
varones que nos han acompañado todo el tiempo en que vivió hará fracasar su misión. Pero de esta santidad exigida al obispo
entre nosotros el Señor Jesús, a partir del bautismo de Juan has- trata después de nuevo el c.5 de la constitución.
ta el día en que fue tomado de entre nosotros, uno de ellos sea
23
24
PL 56,516.
Sobre este tema de la asamblea eucarística y la intervención primordial del
obispo en ella, cf. A. G. MARTIMORT, L'Église en Friere (París 1961) p.82-111 ;
B. BAZATOLE, L'évéque et la vie chrétienne au seiti de l'Église lócale p.329-360, en
L'Épiscopat et l'Église universelle (París 1962) p.831 ; J. JUNGMANN, El sacrificio de
la misa
25
(BAC, Madrid 1951) p.XXVII-1213.
Subrayo aquí, y dejo su comentario a los canonistas competentes, la frase
atrevida «las cuales (las leyes de la Iglesia) él precisará según su propio criterio,
adaptándolas a su diócesis». Todo el problemazo del obispo de cara al Papa y al
Colegio episcopal y de cara a su personal quehacer individual y diocesano queda
Comprometido en esas palabras temblantes...
540 C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 541
Nicolás López Martínez
discípulos ya no los llama siervos, sino amigos (cf. lo 15,15). To-
LOS PRESBÍTEROS dos los sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, están, pues,
adscritos al cuerpo episcopal y sirven al bien de toda la Iglesia se-
Por Nicolás López Martínez gún la vocación y la gracia de cada cual.
En virtud de la común ordenación sagrada y de la común mi-
28. Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo sión, los presbíteros todos se unen entre sí en íntima fraternidad,
(lo 10,36), ha hecho partícipes de su consagración y de su mi- que debe manifestarse en espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto
sión a los obispos por medio de los apóstoles y de sus sucesores. espiritual como material, tanto pastoral como personal, en las re-
Ellos han encomendado legítimamente el oficio de su ministerio en uniones, en la comunión de vida, de trabajo y de caridad.
diverso grado a diversos sujetos en la Iglesia. Así el ministerio Respecto de los fieles, a quienes con el bautismo y la doctrina
eclesiástico, de divina institución, es ejercitado en diversas catego- han engendrado espiritualmente (cf. 1 Cor 4,15; 1 Petr 1,23),
rías por aquellos que ya desde antiguo se llamaron obispos, pres- tengan la solicitud de padres en Cristo. Haciéndose de buena gana
• bíferos, diáconos. modelos de la grey (1 Petr 5,3), gobiernen y sirvan a su comuni-
Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado dad local de tal manera que ésta merezca llamarse con el nombre
y en el ejercicio de su potestad dependen de los obispos, con todo, que es gala del Pueblo de Dios único y total, es decir, Iglesia de
están unidos a ellos en el honor del sacerdocio y, en virtud Dios (cf. 1 Cor 1,2; 2 Cor 1,1, y passim). Acuérdense que con su
del sacramento del orden, han sido consagrados como verdade- conducta de todos los días y con su solicitud muestran a fieles e
ros sacerdotes del Huevo Testamento, según la imagen de Cristo, infieles, a católicos y no católicos, la imagen del verdadero ministe-
Sumo y Eterno Sacerdote (Hebr 5,1-10; 7,24; 9,11-28), para pre- rio sacerdotal y pastoral, y que deben dar ante la faz de todos el
dicar el Evangelio y apacentar a los fieles y para celebrar el culto testimonio de la verdad y de la vida, y que, como buenos pastores,
divino. Participando, en el grado propio de su ministerio, del oficio deben buscar también (cf. Le 15,4-7) a aquellos que, bautizados
de Cristo, único Mediador (1 Tim 2,5), anuncian a todos la divina en la Iglesia católica, han abandonado, sin embargo, ya sea la prác-
palabra. Pero su oficio sagrado lo ejercitan sobre todo en el culto tica de los sacramentos, ya sea incluso la fe.
eucarístico o comunión, en donde, representando la persona de Como el mundo entero cada día más tiende a la unidad civil,
Cristo y proclamando su Misterio, juntan con el sacrificio de su económica y social, así conviene que cada vez más los sacerdotes,
Cabeza, Cristo, las oraciones de los fieles (cf. 1 Cor 11,26), repre- uniendo sus esfuerzos y cuidados bajo la guía de los obispos y del
sentan y aplican en el sacrificio de la misa, hasta la venida del Sumo Pontífice, eviten todo conato de dispersión, para que todo el
Señor, el único Sacrificio del Nuevo Testamento, a saber: el de género humano venga a la unidad de la familia de Dios.
Cristo, que se ofrece a sí mismo al Padre como hostia inmaculada
(cf. Hebr 9,11-28). Para con los fieles arrepentidos o enfermos
desempeñan principalmente el ministerio de la reconciliación y del La constitución dogmática sobre la Iglesia concede poca am-
alivio. Presentan a Dios Padre las necesidades y súplicas de los fie- plitud material a la doctrina sobre los presbíteros. De hecho, los
les (cf. Hebr 5,1-4). Ellos, ejercitando, en la medida de su auto- n.28 (sobre los presbíteros) y 29 (sobre los diáconos) con que se
ridad, el oficio de Cristo, Pastor y Cabeza, reúnen la familia de Dios
como una fraternidad, animada y dirigida hacia la unidad, y por cierra el célebre capítulo 3.° producen una inevitable sensación
Cristo en el Espíritu la conducen hasta el Padre, Dios. En medio de complemento. El título mismo de este capítulo nos previene
de la grey le adoran en espíritu y en verdad (cf. lo 4,24). Se afa- de que la intención del Concilio, al exponer la constitución je-
nan, finalmente, en la palabra y en la enseñanza (cf. 1 Tim 5,17),
creyendo en aquello que leen cuando meditan en la ley del Señor,
rárquica de la Iglesia, es hablar principalmente—in specie—so-
enseñando aquello en que creen, imitando aquello que enseñan. bre el episcopado.
Los presbíteros, como próvidos colaboradores del orden epis- No hay por qué detenerse a enumerar las razones de este
copal, como ayuda e instrumento suyo llamados para servir al pueblo hecho. Tanto la literatura teológica de estos últimos años como
de Dios, forman, junto con su obispo, un presbiterio dedicado a los documentos oficiales relacionados con el Concilio han mani-
diversas ocupaciones. En cada una de las congregaciones locales de
fieles ellos representan al obispo, con quien están confiada y animo- festado insistentemente la necesidad de dar una continuidad doc-
samente unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud trinal armónica a la enseñanza del Vaticano I sobre el Romano
pastoral y la ejercitan en el diario trabajo. Ellos, bajo la autoridad Pontífice. Para ello, el primer paso obligado consistía en sentar
del obispo, santifican y rigen la porción de la grey del Señor que se
les ha confiado, hacen visible en cada lugar a la Iglesia universal y las bases para solucionar el problema del episcopado.
prestan eficaz ayuda a la edificación del cuerpo total de Cristo Este mismo fenómeno explica también que los comentarios o
(cf. Eph 4,12). Preocupados siempre por el bien de los hijos de Dios, primeras impresiones más o menos rápidas que ha motivado la
procuren cooperar en el trabajo pastoral de toda la diócesis y aun de
toda la Iglesia. Los presbíteros, en virtud de esta participación en el constitución «de Ecclesia» se centren casi exclusivamente en el
sacerdocio y en la misión, reconozcan al obispo como verdadero tema del episcopado. No hay por qué citar aquí estos trabajos,
padre y obedézcanle reverentemente. El obispo, por su parte, con- ya que, hoy por hoy, de poco o nada servirían para nuestro tema.
sidere a los sacerdotes como hijos y amigos, tal como Cristo a sus
542 Nicolás López Martínez C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 543

Evidentemente, cada momento histórico tiene su signo. A raíz Corporis \ Es una diaconía ordenada a facilitar la transmisión
del Vaticano I proliferó la literatura en torno al Papa y, más de la vida sobrenatural al pueblo de Dios. Es importante adver-
concretamente, sobre la infalibilidad pontificia. Parece natural tir también que enfoca la jerarquía a la luz del Cuerpo místico,
prever que en los próximos años suceda otro tanto con la doctri- de lo cual se deduce con suma facilidad no sólo que los grados
na del episcopado y principalmente de la colegialidad episcopal. jerárquicos no son indiferenciados y que culminan todos en
Ello se aviene perfectamente con las leyes normales de la evolu- Cristo (cf. Eph 1,22; Col 1,18), sino también su interdependen-
ción teológica: proceder por etapas y evitar la dispersión. cia (cf. 1 Cor 12,21), como miembros nobles de un cuerpo vivo
Acecha el peligro de supeditarlo todo al eslabón de la cade- en el que no caben compartimientos estancos. Esta interdependen-
na que tenemos a la vista; es un peligro real, que sorteará, como cia vital y de servicio se concreta en una doctrina de inmensa
trascendencia: la colegialidad, que no debe ser limitada a un
siempre, la asistencia del Espíritu Santo a su Iglesia. La tenta-
estadio jerárquico—el episcopado—, sino que afecta a la jerar-
ción se vence más fácilmente mirando al pasado que al futuro,
quía toda y, como veremos, tiene una importantísima versión en
porque la evolución es homogénea y contamos ya con datos de
el presbiterio.
los que no podemos abdicar. En el hervor actual de la doctrina
A la luz de estos principios generales, veamos ya concreta-
sobre el episcopado, muchos extremismos han encontrado la ne-
mente el contenido del n.28 de la constitución.
cesaria mesura volviendo los ojos a la doctrina definitivamente
adquirida en la Iglesia sobre el Romano Pontífice; la exaltación * * *
del episcopado no podía hacerse con menoscabo del papel singu-
lar que por voluntad de Cristo corresponde a su Vicario. Pero la Se da por supuesto que, conforme a la definición de Trento,
propensión a valorar en exclusiva lo que traemos entre manos la jerarquía es de institución divina y consta de obispos, presbí-
puede redundar en menoscabo de la real importancia que debemos teros y ministros 2 . Dada la finalidad sobrenatural de la misma,
conceder a otros eslabones que aún no han sido examinados su- necesariamente había de ser de origen divino. Cristo, vida (lo
ficientemente. Tal es el caso del presbiterado, máxime conside- 1,4; 5,26; 14,6), vino para hacer a los hombres de todos los
rado en relación con el episcopado. tiempos partícipes de esa vida (lo 10,10.28). Los instrumentos
Conviene, sin embargo, advertir que el Concilio ha prevenido vivos transmisores de la vida divina son los apóstoles, partíci-
pes, por tanto, de la misión de Cristo, y sus legítimos suceso-
este peligro y que, a pesar de la brevedad con que trata lo rela-
res, a quienes transmitieron el oficio de su ministerio 3. Es un
tivo a los presbíteros, sienta las bases fundamentales para una
ministerio múltiple, y de ahí que las funciones puedan desdo-
teología del presbiterado plenamente coherente con todo lo an-
blarse; la plenitud ministerial se transmite a los obispos, quie-
terior. El edificio de la jerarquía no queda, pues, nuevamente nes son, por antonomasia, las sucesores de los apóstoles, pero
truncado o a medio levantar, ya que ofrece a los teólogos, si no en grado diverso se transmite también a los presbíteros. Doctri-
un tratado, sí al menos un valioso paradigma de las futuras ta- na siempre clara en la Iglesia, cuya tradición recoge el Concilio,
reas teológicas sobre el presbiterado. Este paradigma tiene sin simbolizada, por así decirlo, en San Ignacio de Antioquía 4 .
duda un importante complemento en el Decretum de presbytero-
rum ministerio et vita, pero las bases doctrinales habrá que buscar- 1
C.3 n . 1 8 : AAS 57 (1965) 2 1 ; Y . CONGAR, La hiérarchie comme servia selon
las siempre en este n.28 de la constitución dogmática que comen- le Nouveau Testament et les documents de la Tradition, en L'Épiscopat et l'Églrse
universelle (París 1962} 67-132. Sobre el t a r d í o uso eclesiástico del término «jerar-
tamos. q u í a » , cf. J. STIGLMAYR, über tlie Termini Hierarch und Hiérarchie: Zeits. f. k a t h .
T h e o l . 22 (1892) 180-187. A t i n a d a s puntualizaciones ap. M . G U E R R A , Diáconos helé-
Por otra parte, a lo largo del capítulo 3.°, se dan principios nicos y bíblicos (Burgos 1962) 66-69 y 134-135.
- D 1775 y 1776.
generales para valorar y comprender la jerarquía, principios que 3
Sobre el tema de la sucesión apostólica, cf. A . M . J A V I E R R E , LOS «ellogimoi
habrá que tener en cuenta al tratar del presbiterado. Ante todo, andres» de la 7.S Clementis y la sucesión apostólica:
I D . , Alcance del testimonio clementino
Salesianum 19 (1957) 4 2 0 - 4 5 1 ;
en favor de la sucesión apostólica: ibid., 559-
recordemos que la constitución se mueve en un clima netamente 589; I D . , La primera «diadocbé» de la patrística y los «ellogimoi» de Clemente
Romano. Datos para el problema de la sucesión apostólica (Torino 1958) ; I D . , Le
teológico, en el cual la jerarquía es considerada, más que en su theme de la succession des Apotres dans la litterature chrétienne primitive, en L'Épis-
copat... 171-221; I D . , Le passage de ¡'apostóla! a l'episcopal: réflexions méthodo-
aspecto externo, en su función vital al servicio del ministerio; logtques: Salesianum 24 (1962) 229-242; J. C O L L A N T E S , Sucesión apostólica y coap-
es decir, teniendo en cuenta la finalidad primordial pretendida tación en el apostolado: X X I I Semana Española de Teología ( M a d r i d 1963) 53-6},
Bn los trabajos citados de Javierre se recoge a b u n d a n t e bibliografía.
por Cristo al instituir los diversos ministerios: ad bonum íotius 1
Cf. Efes. 6 , 1 .
544 Nicolás López Martínez C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 545

La plenitud de funciones que han recibido los obispos com-


I
prende la potestad de regir y santificar 5 . N o cabe duda de que
esos poderes, tanto en su plenitud " como limitados, se transmi- Lógicamente, y según los esquemas teológicos habituales, para
ten mediante la ordenación, razón por la cual hay que afirmar comprender en todo su alcance las afirmaciones conciliares debe-
que el presbítero recibe los suyos a través del obispo que le ríamos comenzar por un estudio bíblico de los presbíteros y pro-
ordena. seguir con los datos de la tradición. Lo primero es aquí prácti-
Este es el punto de partida. Todo lo que directamente sobre camente imposible', aparte de que los resultados serían desalen-
los presbíteros dice el Concilio puede esquematizarse así: tadores. Hoy se acepta como definitiva la sinonimia de los tér-
minos «obispo» y «presbítero» en el N . T.", de suerte que so-
I. Sacerdocio de los presbíteros. lamente podríamos afirmar que se trata de autoridades instituidas
por Cristo en la Iglesia. Diversas circunstancias contribuían a
["Son inferiores a los obispos. que no apareciera desde el primer momento la claridad termino-
° ! Dependen de los obispos en el ejercicio de su po- lógica que hoy desearíamos: los textos del N . T. pertenecen a
L testad. una época en que las Iglesias están gobernadas propiamente por
el apóstol fundador; en su ausencia, las autoridades nombradas
Son verdaderos sacerdotes.
por él («obispos» o «presbíteros») gobiernan de ordinario co-
b) Positivamente fen el sacrificio eucarístico. legialmente 9 ; no hay interés en presentarse como autoridades,
Participan del ofi-j reconciliación de los fieles, sino más bien como servidores, según el ejemplo y el mandato
ció de Cristo • • • i como mediadores,
[como maestros.
de Cristo (cf. Le 22,24-27); están prontos a ejercer su «diaco-
nía» más que a reivindicar sus derechos; tanto más cuanto que el
II. El presbiterio. verdadero obispo es Cristo (cf. 1 Petr 2,25) I0, único Señor de
ella y centro de unidad de la misma; en un tiempo en que «los
'Constituyen un presbiterio con su obispo. creyentes tenían un solo corazón y una sola alma» (Act 4,32)
Participan del oficio y solicitud del obispo, le representan. la diversificación de poderes en la jerarquía, aunque fuera un
hecho, es natural que no resalte con perfiles bien definidos.
Respecto del Hacen visible la Iglesia universal y edifican el Cuerpo de
Cristo.
Esto explica la parquedad con que el Concilio recurre a las
obispo . . . .
citas bíblicas. En realidad sólo una vez alude a un texto en que
Trabajan por el bien de toda la diócesis y aun de toda la aparece el término «presbíteros» (1 Tim 5,17), sin que ello
Iglesia.
quiera decir que el Concilio crea que en ese texto se trata de
Relaciones familiares con el obispo. presbíteros propiamente dichos.
Presbíteros en- Ya se supone que el recurso al A. T. resulta más infructuoso
tre sí . . . ,. Intima fraternidad. todavía. Algunos Santos Padres, buscando prefiguraciones bíbli-
cas de las realidades eclesiales que ellos vivían y suponiendo que
fPaternidad sacerdotal.
7
Respecto de I „ •_•• Remitimos a la mejor obra en la m a t e r i a : M . G U E R R A , Episcopos y presbyteros
(Burgos 1 9 6 2 ) .
los fieles . . j P r e s l d l r y S M V l r - 8
Véanse nuestros art. La distinción entre obispos y presbíteros: Burgensc 4 (1963)
t.Celo universalista. 1 6 7 - 1 7 1 ; Episcopus cum presbyteris: ibid., 6 (1965) 115-118. En este sentido es
válida la afirmación de San J e r ó n i m o : « í d e m est ergo presbyter qui et episcopus»
(Comment. in Tit. i,5 : M L 2 6 , 5 6 2 ) .
Conclusión: tarea de los presbíteros en pro de la unidad. 9
Cf. F. PRAT, Éveques Origine de l'episcopal: D T C 5/2 col.1671 ; J. COLSON,
Les fonctions ecclésiales aux deux premiers siécles (París 1956) 102ss; L. SciPlONr,
5
Para mayor claridad evitamos la distinción ya clásica de «orden y jurisdicción». La junzione apostólica, la successione, i ministri: Sacra D o c t r i n a 7 (1962) 6 7 ; es
Sobre la doble o triple potestad de la Iglesia, según que se considere o n o como siempre interesante releer la síntesis que sobre los métodos de acción apostólica
potestad irreducible a las anteriores la d e magisterio, cf. J. SALAVERRT, La triple hacía ya E U S E B I O , Hist. eccl. 3,?>7~?>8. Sobre los casos de Tito y T i m o t e o , cf. L. TU-
potestad de la Iglesia: Miscel. Comillas 14 (1950) 9-84. Compárese con l o que RRADO, Carácter episcopal de Tito, Timoteo, Silas, Lucas y otros compañeros de
escribe T . Z A P E L E N A , De Ecclesia Cbristi II (Roma 1954) 151-171. San Pablo: La Ciencia Tomista 71 (1946) 8 2 - 1 0 5 ; M . G U E R R A , La colegialidad en
6
Cf. Const.. n . 2 1 . la constitución jerárquica y en el gobierno de las primeras comunidades cristianas,
en El colegio episcopal I ( M a d r i d 1964) 152-156.
10
Sobre el sentido d e este texto, cf. M . G U E R R A , «Episcopado» o patronato de
los dioses griegos en los textos literarios anteriores al siglo II d. d. Jesucristo: Bur-
gense 1 (1960) 248-250.

2, C.Vaticano 18
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 547
546 Nicolás López Martínez
La primera es una razón que afecta al constitutivo del pres-
los 72—o 70, según algunos códices—, discípulos de Le 10,1-16
biterado. La aduce Inocencio I ", quien afirma también que son
eran presbíteros, los relacionaron con las 70 palmeras del Ex 15,
«secundi sacerdotes», sacerdotes de segundo orden, en contrapo-
27, con los 70 «presbíteros» que ayudan a Moisés en Num 11,16.
sición al obispo, que es el «primus sacerdos», terminología muy
17.24, o con las 70 naciones en que se divide la tierra según
frecuente desde el siglo m al siglo ix 15. Este modo de hablar
Gen 10 u . No habrá que decir que se trata de afirmaciones sin
supone una clara distinción entre el obispo y los presbíteros.
fundamento alguno1, sin contar con que el sacerdocio del N . T., en
Superada la anfibología bíblica, que aún persiste en los más an-
sus diversos grados, es radicalmente original e independiente
tiguos documentos cristianos, como la Didajé y la Carta a los
del A. T. Se trata, pues, de simples coincidencias numéricas o
corintios de San Clemente Romano 16, es San Ignacio de Antio-
verbales que no vienen al caso.
quía quien atestigua la existencia del obispo monárquico en cada
D e todos modos, aunque bíblicamente no podamos perfilar
iglesia al frente de los presbíteros—siempre en plural—y los
la figura del presbítero, sí podemos concluir algunos datos sig-
diáconos ". Todavía después de San Ignacio, la terminología si-
nificativos: los que reciben ese nombre en el N . T. rigen la co-
gue siendo oscura hasta principios del siglo ni, pero la realidad
munidad en nombre del apóstol fundador, imponen las manos,
eclesial no deja lugar a dudas: el obispo destaca sobre sus pres-
enseñan y santifican; siempre se citan en plural y no faltan en
bíteros, es el primer sacerdote. Lo que le otorga este primer pues-
ninguna Iglesia 12.
to es el «ápice del pontificado» de que los presbíteros carecen.
* * *
¿Qué es el «ápice del pontificado»? Aclaremos ante todo que,
N o cabe duda de que el Concilio basa sus afirmaciones en la aunque el uso haya reservado preferentemente al obispo el apela-
tradición viva de la Iglesia, intérprete teórico y práctico de unos tivo de «pontífice», quedándose con el concepto profano de
datos bíblicos que exegéticamente son a todas luces insuficientes. autoridad más que con el bíblico de mediación, todo sacerdote es
Conviene, sin embargo, advertir que un documento conciliar es pontífice (cf. Hebr 5,1; 8,3). Ahora bien, el obispo y no el pres-
cosa bien distinta de un trabajo de investigación teológica; la bítero tiene el «ápice», el culmen del pontificado. Ya San Ignacio
constitución recoge los jalones precedentes del magisterio, prin- enseñaba que el obispo es representante de Cristo, así como los
cipalmente el Concilio de Trento, y se limita a citar unas cuantas presbíteros lo son de los apóstoles l s ; también es frecuente en la
—pocas—muestras de la fe de la Iglesia. Refleja el pensamien- tradición, principalmente en San Cipriano, denominar al obispo
to eclesial según el modo de hacer ya clásico de los concilios. «vicario de Cristo» ls , y es claro que Cristo es el pontífice máxi-
Ahora bien, ese pensamiento eclesial no es otra cosa que el fruto mo por antonomasia (cf. Hebr 5,10; 7,26; 9 , H ) ; propiamente
maduro de una tradición viva que, bajo la asistencia del Espíritu hablando, el único Pontífice del N . T. (cf. 1 Tim 2,5; Hebr 9,
Santo, ha ido evolucionando y clarificando su contenido en la 15). Sin embargo, no parece que podamos fácilmente averiguar
conciencia de la Iglesia. por ese camino en qué consiste el «ápice del pontificado» de
¿Cuál es ese contenido? Después del amplio tratado sobre los que habla el Concilio, mientras no sepamos cómo se realiza la
obispos era natural que se hiciera constar ante todo que los pres- participación del sacerdocio de Cristo, que tiene una doble ver-
bíteros son inferiores a ellos y de ellos dependen. La superiori- tiente: mediación y sacrificio.
dad de los obispos sobre los presbíteros es doctrina ya definida Uno de los documentos que más luz pueden hacer a este res-
en Trento 13, si bien las razones de dicha superioridad son sus- pecto es la llamada Traditio apostólica de Hipólito. Su venerable
ceptibles de diversa interpretación. El Vaticano aduce dos: 1) no 14
Epist. ad Decentium: D 215.
15
tienen los presbíteros el culmen del pontificado; 2) dependen Cf. P. M. G Y , Remarques sur le vocabulaire antique du sacerdote chrétien, en
Études sur le sacrement de l'Ordre (París 1957) 125-145; E. H. SCHILLEBECKX,
de los obispos en el ejercicio de su potestad. Síntesis teológica del sacerdocio (Salamanca 1959) 56; C. DILLENSCHNEIDER, Teo-
11
logía y espiritualidad del sacerdote- (Salamanca 1964) 121 nota 53.
Cf. L. ALGISI, II vangelo di S. Luca, en Iniroduzlone alia Bibbia de Mo- 16
Véase el estudio de las fórmulas que utilizan estos documentos ap. La distin-
RALDI-LYONNET, IV 2 (Torino 1962) 233 nota. La liturgia mozárabe se hace eco de ción...: Burgense 4 (1963) 171-174.
esta idea; cf. D. M. FÉROTIN, Le líber ordinum (París 1904) 54-55; y no falta 17
Textos y estudio en nuestro art. Episcopus cum presbyteris: Burgense 6 (1965)
quien modernamente vuelva a insistir en ella; cf. La distinción...: Burgense 4 (1963) 120-121.
168 nota 64. J SCHMITT, Sacerdoce judaique et hiérarchie ecclésiah dans les pre- 18
Efes. 6,1-2; Magnes. 3,1-2. M. MACCARRONE, Vicarius Christi (Roma 1952)
mieres communautés palestiniennes, en Études sur le sacrament de l'Ordre (París 23, cree que se trata de una «idea central en la eclesiología de San Ignacio».
1957) 77, descarta las coincidencias esenciales con el sacerdocio del A -T., pero Cf. O. PERLER, L'évéque, représentant du Christ selon les documents des premiers
admite una indudable continuidad. siécles, en L'Épiscopat... 35-43.
12 19
Cf. J. COLSON, Évangélisation el collégialité aposlolique: Nou". Rev. Théo!. Cf. V. PROAÑO, Conciencia de la función episcopal en la Iglesia primitiva :
S2 (1960) 355. Burgense 4 (1963) 259-262; cf. más datos en La distinción... Burgense 4 (1963) 184.
13
D 1776.
I
548 Nicolás López Martínez C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 549
antigüedad (hacia el a.215), el hecho de recoger fórmulas litúr- sino de Cristo mismo. Pero, como el presbiterado no se confiere
gicas anteriores y el inmenso influjo que ejerció en los rituales de primordialmente en provecho del sujeto que lo recibe, sino en
la ordenación en Oriente y en Occidente 2 ", le dan derecho a beneficio del pueblo de Dios 2 3 , cuyo gobierno corresponde al
mención especial. Los ritos de la ordenación del obispo y del obispo, en el ejercicio de sus funciones el presbítero deberá ate-
presbítero son bastante similares; advertimos, sin embargo, nota- nerse a los dictados del obispo.
bles diferencias: en pro del obispo se invoca al Espíritu Santo
* * *
para que pueda «primatum sacerdotii tibí exhibere...». El presbí-
tero es subordinado del obispo, «daré non habet potestatem, Expresamente afirma el Concilio que los presbíteros com-
quapropter clerum non ordinal». Todo el contexto, que en otra parten con los obispos el honor del sacerdocio y, en virtud del
ocasión hemos estudiado más detenidamente, permite concluir sacramento del orden, son consagrados a imagen de Cristo para
que ese «primado» o «mimen» del sacerdocio es la potestad sa- predicar el Evangelio, apacentar a los fieles y celebrar el culto
grada de gobierno que el obispo recibe en su consagración, en divino, como verdaderos sacerdotes del N . T.
virtud de la cual ordena, y de la que carece el presbítero 21. Los Estamos ante una doctrina verdaderamente fundamental: el
Cañones Hippolyti (hacia el a.500), documento derivado de la sacerdocio del presbítero. El Concilio, a nuestro juicio, da a en-
obra anterior, habla muy claro a este respecto: «Si autem ordina- tender la identidad del sacerdocio de obispos y presbíteros, de
tur presbyter, omnia cum eo similiter agantur ac cum episcopo', donde se deduce que, como en otras ocasiones hemos pretendido
nisi quod cathedrae non insideat. Etiam eadem oratio super eo demostrar 21, en el sacerdocio, en cuanto tal, no se dan grados,
oretur tota ut super episcopo, cum sola exceptione nominis epis- de suerte que los escalones jerárquicos, cuyo culmen es el episco-
copatus. Episcopus in ómnibus rebus aequiparetur presbytero, pado, implican grados en un poder sagrado que no se confunde
excepto nomine cathedrae et ordinatione, quia potestas ordinandi con el sacerdocio, aun cuando esté vinculado a él estrechamente.
ipsi non tribuitur». Evidentemente, la superior potestad que re- La jerarquía recibe de Cristo su misión y sus poderes (cf. Mt 28,
cibe el obispo es, pues, algo vinculado a la cátedra, es decir, un 18; lo 20,21), y repitamos que Cristo—y «ad imaginem Christi»
superior poder de gobierno del que, por fin, ya sabemos que lo los sacerdotes—ofrece un doble aspecto: sacrificador y mediador.
ha recibido sacramentalmente en su consagración episcopal". N o es cuestión de resucitar aquí la vieja polémica en torno
Esta interpretación, que prosigue abundantemente confirma- al constitutivo esencial del sacerdocio, pero no olvidemos que
da por la patrística y la escolástica, es la clave para entender la tanto los Padres como la escolástica han cargado siempre el acen-
«plenitud del sacerdocio» de que hablaremos en seguida, ya que to en el aspecto sacrificial, según daba ya a entender la carta a
«ápice del pontificado» y «plenitud del sacerdocio» se considera- los Hebreos. Entendemos que la razón última de que los presbí-
ron fórmulas indiscutiblemente sinónimas. La primera se presta teros sean «verdaderos» sacerdotes del N . T. es el ser ministros
a menos confusiones y resulta muy útil para explicar la segunda. del sacrificio del N . T. Se trata del único sacrificio de Cristo, en
Ya se echa de ver que, si el obispo es gobernante sagrado y el que no caben grados, y por razón del cual hay un solo sacer-
no el presbítero, éste, como afirma el Concilio, dependerá de docio ministerial.
él en el ejercicio de su potestad. Adviértase que se trata de una Quienes entiendan que las frases de que antes hablábamos:
dependencia en el ejercicio de la potestad y no en la potestad «ápice del pontificado», «supremo sacerdocio», sacerdotes de se-
misma. La potestad del presbítero1 es la potestad específicamente gundo orden», etc., se refieren al sacerdocio en cuanto tal, debe-
sacerdotal. La recibe mediante el obispo que le ordena, pero no rán explicarnos cómo los presbíteros son verdaderos sacerdotes.
de él, sino de Cristo, ya que el presbiterado es un sacramento y, N o ha faltado quien pretendiera, efectivamente, llevando la doc-
por tanto, sus efectos no' dependen del ministro1 que lo confiere, trina a sus consecuencias, una distinción entre obispos y presbíte-
ros en relación con la eucaristía, como si la misa celebrada por
20
Véase J. QUASTEN, Patrología I (Madrid 1961) 471 y 476; y también Bur- el obispo tuviera un alcance mayor que la celebrada por el pres-
gense, l . c , 186-189. El texto latino, tomado de un palimpsesto de Verona (s.v),
fue editado por HAULER, Didascalia apostolorum fragmenta veronensia latina (Leipzig bítero 35 ; pero se trata de algo inaudito y, como tal, ha sido re-
1900). Cf. J. LÉCUYER, Episcopal et presbytérat dans les écrits d'Hippolyte de
Rome: Rech. Scienc. Relig. 41 (1953) 30-50; B. BOTTE, L'Ordre d'apres les priéres 23
24
Const., c.3 n.18: AAS 57 (1965) 21.
d'ordination, en Lex orandi (París 1957) 13-35; varios autores, L'évéque d'apres les Cf. Burgense 4 (1963) 145-225; 6 (1965) 111-136; XXII Semana Española
priéres d'ordination, en L'Épiscopat... 739-780, con bibliografía y documentos. de 25
Teología (Madrid 1963) 85-156; El colegio episcopal I (Madrid 1964) 221-249.
21
22
Cf. La distinción...: Burgense 4 (1963) 187-189. C STRÁTER L'épiscopat: ses rélations avec la prétrise et la papauté: Scien.
Const. dogm. de Ecclesia c.3 n.21 : AAS 57 (1965) 25. Ecclés. 12 (1960) 39-58. Cf. Burgense 4 (1963) 218-219.
550 Nicolás López Martínez
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 551
chazado por la crítica. En cuanto a los que, por exaltar al obispo, j
del siglo vi en los escritos del Seudo Dionisio. Así convenía a
consideran a los presbíteros a la manera de diáconos de aquél 2li ,
su fantástica concepción de la jerarquía terrena según el módulo
no creemos que merezca la pena detenerse a exponer las confu-
de la celestial, previamente ordenada de suerte que los grados
siones en que se mueven y su consiguiente falta de mesura.
inferiores sean iluminados por los superiores, cuya perfección van
Advirtamos que esta actitud, derivada de la concepción de
participando en escala descendente. De ahí que el obispo sea
grados en el sacerdocio en cuanto tal 27 , ha cobrado vuelos moder-
considerado como principio permanente de toda la perfección del
namente y tiene muy poco que ver con toda la teología clásica ".
presbítero 33 . Esta doctrina, típicamente alejandrina, tardía y con
El esquema de la escolástica es extraordinariamente clarificador.
una considerable dosis de fantasía, hizo fortuna a través del eco
Distinguía un doble poder: sobre el cuerpo físico de Cristo y
que halló en la escolástica medieval; aunque, para el punto que
sobre el Cuerpo místico. Recogiendo la herencia de San Jeróni-
nos ocupa, se encargó Santo Tomás, como en tantas ocasiones,
mo, San Juan Crisóstomo, San Isidoro y otros "\ y aceptando na-
de darle verdadera categoría al utilizarla hábilmente de suerte
turalmente que «episcopatus summus in Ecclesia gradus est» 3°,
que pudiera compaginarse con la de San Jerónimo y resultar al
afirmaban esa superioridad por razón de su poder sobre el Cuerpo
mismo tiempo útil, brillante e inofensiva. La clave para ello fue
místico, a la vez que ponían en paridad respecto de obispos y
la ya mencionada distinción entre poder sobre el cuerpo físico
presbíteros su poder sobre el cuerpo físico 31 .
y poder sobre el Cuerpo místico. Solamente en la línea de la
La frase del Concilio «son consagrados a imagen de Cristo»
potestad sobre el Cuerpo místico es el obispo «iluminador» de
suscita la cuestión sobre si el sacerdocio de los presbíteros es o
los presbíteros, es decir: éstos participan de él, no el sacerdocio,
no participación del de los obispos. El problema tiene su impor-
sino el poder de gobierno " .
tancia; caso de que, según parece deducirse del modo de hablar
de la constitución, el Concilio responda negativamente, tendría- Entre las facultades recibidas en la ordenación, la primera
mos una razón indirecta, pero poderosa, a favor de la identidad que el Concilio enumera es la de anunciar la palabra divina. Pre-
del sacerdocio. Por una parte afirma expresamente que participan viamente había expuesto con amplitud la función episcopal de
en su grado ministerial del oficio de Cristo, mientras que, por magisterio 35 , de donde fácilmente se deduce que la enseñanza
otra, más adelante, parece hablar de una participación del sacer- de los presbíteros, aparte de no ser autorizada y auténtica como
docio y del ministerio de los obispos. N o hay contradicción: el la de los obispos, está condicionada por la de aquéllos y some-
término «sacerdocio» no siempre se toma en la constitución en tida a ella. N o se trata de mayor o menor ciencia humana, sino
sentido estricto, sino en cuanto que implica poder sagrado del de autoridad recibida de Cristo para la enseñanza del Evangelio.
sacerdote, sin ulterior especificación. Ahora bien, cuando se trata San Jerónimo censura una costumbre africana según la cual
de un poder específico del obispo—poder sobre el Cuerpo místi- se prohibía a los presbíteros predicar estando presente algún obis-
co—, puede ser participado por el presbítero; pero los poderes po 3e. Es un caso más entre las múltiples «reservas» de los obis-
que sacramentalmente recibe el presbítero en su ordenación son pos, principalmente en África, coincidentes con el creciente pres-
participados de Cristo. tigio social que iba alcanzando el obispo. Estas «reservas» recor-
La teoría del poder presbiteral como participación del poder tan con harta frecuencia el ejercicio de funciones elementales de
superior del obispo se estructura por vez primera 32 a principios los presbíteros, incluso bautizar y asistir a la celebración del ma-
trimonio 37 , y obedecen, además, a múltiples circunstancias que
26
Por ejemplo, O. ROUSSEAU, La doctrine du ministere episcopal et ses vicissi- sería largo especificar aquí. Pero, por lo general, el presbítero
tudes dans l'Église d'Occident, en L'Épiscopat... 281; y algunas expresiones de
B. 27BAZALOTE, L'évéque et la vie chrétienne au sein de l'Église lócale: ibid.. 342. es el ministro de la palabra, y la historia de la Iglesia nos habla
Cf. C. Pozo, Tres concepciones posibles del sacramento del orden. A propó-
sito de la sacramentalidad del episcopado: Rev. lísp. Teol. 24 (1964) 127-136.
desde la primera hora del ejercicio de esta función 3S , hasta el
Abundante
28
bibliografía. punto de que, en la práctica, son lógicamente los presbíteros, más
Véase J. BEYER, Nature et position du sacerdoce: Nouv. Rev. Théol. 16
(1954) 356-373. 33
29 34
Cf. De ecclesiastica hierarchia c.5 : MG 3,504-516.
30
Cf. Burgense 4 (1963) 194-203, donde se hace un estudio y se da bibliografía. He aquí algunos textos sintomáticos: In IV Sent. d.7 q.3 a.l sol.2 ad 3 ; d.24
81
CASIODORO, In Psalterium 108,6: ML 70,784. q.3 a.2 sol.2 y 3 ; Summa. 2-2 q.184 a.6 ad 1 ; 3 q.65 a.3 ad 2; q.67 a.2; q.82
Pueden verse citas en BEYER, a . c , 358 nota 7; sobre Santo Tomás, cf. J. Lil- a.l ad 4, y a.3 ad 3.
CUYER. Les étapes de V enseignement thomiste sur V épiscopat: Rev. Thomiste 57 35
36
Const. dogm. de Ecclesia c.3 n.25 : AAS 57 (1965) 29-31.
(1957) 29-52; le matÍ2a H. BouSssí, Épiscopat, pretrise, Eucharistie et parole de Epist. 52,7 : ML 22,534.
Dieu: ibid.. 60 (1960) 571-585; cf. Burgense 4 (1963) 213-218. 37
Cf. Burgense 6 (1965) 123.
32 38
Algo apunta en este sentido CLEMENTE ALEJANDRINO, Stromata 6,13: MG Cf. C. DILLENSCHNETDER, Teología y espiritualidad... 118. Amplia exposi-
9,328-329; cf. Burgense, ibid., 180-181. ción de lo relativo al ministerio de la palabra, con abundante bibliografía, en
p.161-209.
552 Nicolás López Martínez C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 °S^

que los obispos—absorbidos por las tareas de gobierno—, los que las razones de que algunos hayan sido reservados al obispo, et c
hacen que llegue masivamente al pueblo de Dios el anuncio del Ello nos llevaría demasiado lejos". Recordemos, no obstante, qu^
Evangelio. la clave de la solución ha de buscarse, a nuestro juicio, en la sv^
Después de lo que arriba hemos apuntado sobre el sacerdo- perior potestad del obispo, potestad sagrada de gobierno, indi s ,
cio, ya se comprende que, como dice a renglón seguido el Conci- pensable para la administración de algunos sacramentos; por ejerru
lio, los presbíteros ejerzan sobre todo su misión en la celebra- pío, el del orden.
ción de la eucaristía. «In persona Christi agentes», según habían
II
enseñado ya el Concilio de Trento y Pío XII 3°, realizan el mi-
nisterio sacrificial del N . T. sin las cortapisas que, como veíamos, Por vez primera se da cabida en un documento conciliar de
han querido ponerles a veces los que consideran al presbiterado manera expresa a la fecunda doctrina del presbiterio, que vien.e
como un sacerdocio a medias. Las restricciones que encontramos a ser una versión de la colegialidad aplicada a la Iglesia par,
en la antigüedad se refieren exclusivamente al ejercicio y no al ticular. Ello hace posible no sólo una visión coherente de toda
alcance de esta potestad: hasta el siglo IV lo normal es que la la jerarquía, sino que facilita una pastoral realista, cuyos princi-
eucaristía sea celebrada por el obispo, cabeza del presbiterio que pios discurren más en la línea del Cuerpo místico que en fría s
concelebra con él; pero, a raíz de la dispersión material del pres- normas jurídicas. N o cabe duda de que los presbíteros son súbdi.
biterio y ante las nuevas necesidades pastorales, la celebración de tos de los obispos; pero la palabra más exacta y eficaz es la que
la eucaristía por los presbíteros se convierte en fenómeno univer- utiliza el Concilio recogiendo una venerable fórmula de la consa-
sal que ha persistido hasta nuestros días 10. De todos modos, la gración sacerdotal: próvidos colaboradores. Esa colaboración no
concelebración no supone una inferior potestad sacrificial de los implica primordialmente las relaciones de servicio personal al su-
presbíteros concelebrantes respecto del celebrante principal. perior, sino las de «ayuda e instrumento para servir al pueblo de
La orientación pastoral del Concilio aflora aquí una vez más. Dios». La diferencia es bien clara y, por lo que vamos a ver, no
Aun en la celebración de la eucaristía, el presbítero tiene una es- insinúa una «emancipación» del presbítero respecto del obispo,
trecha vinculación con los fieles en cuanto que une al sacrificio sino todo lo contrario: una más honda vinculación a él en fun-
de la Cabeza «vota fidelium». N o es que sea un mero represen- ción del bien sobrenatural del pueblo de Dios; el término de la
tante del pueblo que «concelebra» con él"", sino el mediador o actividad y del servicio no será el obispo, sino la Iglesia.
pontífice cuyo ministerio propio consiste, en el sacrificio, en unir La profunda raíz de esa «colaboración» está en que los pres-
los miembros a la Cabeza, la tierra con el cielo. bíteros «constituyen con su obispo un presbiterio». He aquí el
Como enseña Santo Tomás, todos los sacramentos se ordenan complemento indispensable a la riquísima doctrina del Concilio
a la eucaristía y de ella dependen como de su centro natural 42 . sobre el episcopado; éste no podrá ser entendido plenamente si
Era obvio que el Concilio apuntara la consiguiente relación del se prescinde de este hecho capital, analógicamente a lo que tantas
ministro de la eucaristía con los otros sacramentos. La apunta, veces se ha dicho del colegio episcopal en relación con el papel
no la desarrolla. Concretamente sólo menciona la penitencia y la que en la Iglesia corresponde al Papa.
unción de los enfermos 43 , en los cuales, así como en la oración N o se trata de una doctrina nueva, aunque así lo parezca a
por el pueblo y en sus afanes por la unidad, representando a quienes solamente se atienen a los manualistas modernos. El tér-
Cristo Pastor y Cabeza, aparece espléndidamente el presbítero mino «presbiterio» es mencionado ya por San Pablo (1 Tim 4,14),
como mediador en pro de los fieles que le han sido confiados. si bien no podemos hacer hincapié en ello porque no es muy
N o hay, pues, lugar a suscitar aquí la enojosa cuestión acerca de clara su significación " . Es tanto como senado 4G, que ejerce una
si el presbítero posee y en qué medida, en virtud de su ordena- autoridad sagrada puesto que impone las manos en orden a la
ción, la potestad de administrar todos los sacramentos, cuáles son colación de gracia; pero sería difícil, si no imposible, a base del
44
39
D 1743 y 3850. Diáfanas a este propósito son las p a l a b r a s de Santo T o m á s : Puede verse a m p l i a m e n t e estudiada la cuestión en Burgense 4 (1963) 85-156,
«Auctor huius sacramenti Christus e s t : n a m , licet sacerdos conferat, t a m e n ipse donde se remite a la bibliografía correspondiente.
45
Christus d a t virtutem sacramento, quia etiam ipse sacerdos consecrat in persona Cf. F . Z O R E L L , Lexicón graecum Novi Testamenta (París 1931) sub v. : «Ve-
Christi» (In lo. c.6 lect.6 n . 7 ) . teres h i c iudicaverunt dici episcopos, cum de consecratione episcopi agatur». Cf. t a m -
40
Cf. J. A . J U N G M A N N , El sacrificio de la misa3 ( M a d r i d 1959) 230ss. bién G . B O R N K A M M , en Theolog. Wórt. z. N. T. VI 654. M . Z E R W I C K , Analjsis
41
Véase D 3850. philologica Novi Testamenti graeci 4 7 3 , se limita a interpretar «collegíum presby-
42
3 q.65 a . 3 ; q.72 a . 1 2 ; passim. terorum».
46
43
M á s adelante hace alusión también al bautismo. Cf. M . G U E R R A , Episcopos y presbyteros 219 nota 190.
554 Nicolás López Martínez C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 555
texto paulino deducir quiénes eran los miembros que lo inte- encontrar en los documentos una teología elaborada sobre los
graban. miembros de la jerarquía. Se vive lo que se ha recibido. Por eso
El doctor del presbiterio es San Ignacio de Antioquía; habla la reflexión posterior nos permitirá distinguir en los poderes del
de él en múltiples ocasiones " y nos muestra claramente las líneas presbiterio unos participados de Cristo y otros directamente par-
generales de su función en cada Iglesia. La estructura jerárquica ticipados del obispo. Pero en la realidad eclesial de estos siglos
de la Iglesia particular se condensa en esta frase: «No hay los hechos son éstos: el presbiterio concelebra la eucaristía con
más que un solo obispo, juntamente con el presbiterio y los diá- el obispo y comparte con él el régimen de cada Iglesia.
conos» " . El obispo y el grupo de presbíteros, nombrados siem- Sin embargo, se advierte una creciente revalorización social
pre en plural, constituyen una unidad que se asemeja a la de del obispo con la correlativa disminución del papel del presbite-
las cuerdas con la lira 49 , y nada puede hacerse «sin el obispo y rio. Cada vez se reservan más funciones a los obispos; por otra
los presbíteros» 5°, ya que éstos no sólo han de estar sometidos parte, éstos son menos en número y, por lo general, necesitan
a la suprema autoridad del obispo, sino que participan de ella una mayor preparación para poder desempeñar sus funciones es-
o, más exactamente, la ejercen juntamente con él 5 I . La unidad pecíficas; por ejemplo, la participación en los Concilios. Pero el
de los fieles, tema obsesionante para San Ignacio, se logrará con- más rudo golpe para la autoridad del presbiterio tiene lugar con
cordando «con el obispo y con sus presbíteros» 52. El obispo es motivo de su inevitable dispersión material a raíz del nuevo plan-
la cabeza del presbiterio, que se nos presenta como un cuerpo teamiento pastoral determinado por la venida en masa a la Iglesia
indisolublemente unido a él. De ahí que, como apuntábamos más de la gente del campo después de la paz de Constantino; hasta
arriba, aflore la comparación del obispo con Cristo y de los pres- entonces puede decirse que el cristianismo vive en los núcleos
bíteros con los apóstoles 53 . importantes de población, en las ciudades; pero las nuevas rea-
El modo de hablar de San Ignacio, así como de otros docu- lidades imponen la creación de las parroquias en el campo, aten-
mentos posteriores, centra el significado de una frase de San Je- didas por presbíteros ", y el obispo destaca personalmente mucho
rónimo que para muchos ha sido motivo de escándalo: «Commu- más como gobernante de la «diócesis».
ni presbyterorum consilio ecclesiae gubernabantur» ". N o es raro A pesar de todo, la Iglesia mantuvo durante mucho tiempo
que se suponga al presbiterio como depositario de la unidad de aún la tendencia a destacar la idea del presbiterio. Se ve princi-
cada Iglesia y representante de ésta, sin nombrar siquiera al obis- palmente en la concelebración, expresión de la unidad del sacer-
po porque se le supone incluido en él, puesto que no hay nece- docio 5S, y en la práctica de remitir los días festivos el jermentum
sidad de nombrar a la cabeza en un cuerpo vivo para saber que consagrado en la iglesia matriz a los presbíteros dispersos por la
la tiene. Tal sucede, por ejemplo, en la carta de San Policarpo diócesis para «que no se consideren separados de nos», según
a la Iglesia de Filipos (hacia el a. 108) o en el Pastor, de Her- decía Inocencio I "; práctica que, sobre todo en Occidente, llega
mas ", e incluso, antes, en la Carta a los corintios de San Cle- hasta la alta Edad Media 6° y que acabó por suprimirse para evitar
mente Romano 50 . irreverencias. Finalmente languideció la conciencia de presbiterio,
N o hay por qué detenerse aquí a hacer la historia del presbi- latente, desde luego, en el clero secular mucho1 más que en el re-
terio. Durante los cuatro primeros siglos, esa historia se identifi- ligioso exento, en la estrecha vinculación de los presbíteros a su
caría prácticamente con la de la Iglesia particular. La reflexión obispo, reflejada—si bien con escasa fundamentación teológica—
sobre las realidades que vive la Iglesia en esa primera etapa no en la legislación eclesiástica. Como reliquias mayores de la anti-
está aún lo suficientemente desarrollada como para que podamos gua pujanza del presbiterio pueden considerarse los sínodos dio-
47
cesanos y principalmente los cabildos. Estos reciben el título de
Efes. 2,2; 4 , 1 ; 20,2; Magues. 2; Tral. 2,2; 13,2; Esmir. 8,1; FU. 4 ; cf. FU.
8,1 y Tral. 3,1. senatus del obispo en los mismos cánones ", y sabido es que se-
48
40
FU. 4, citado por el Concilio. natus es igual a presbyterion.
Esmir. 12,2.
50
Magues. 7 , 1 ; Tral. 7,2. Adviértase con cuánta frecuencia suele truncarse esta * * *
frase.
51 57
Cf. Efes. 2,2; 20,2; Magues. 2; Tral. 2,2; 3,1; 13,2; Esmir. 8,1. Cf. B. BOT- Cf. Burgense tí (1965) 126.
58
TE, 52«Presbyterium» et «Ordo episcoporum»: Irénikon 29 (1956) 6. A pesar del problema práctico que para la asistencia del pueblo surge en las
FU. saludo. grandes ciudades; cf. V. MONACHINO, La cura pastorale a Milano, Cartagine e
'3 Cf. Magnes. 6,1; Esmir. 8,1.
04
Roma nel secólo IV (Roma 1947) 55-56.188-190.
50
55
ML 26,562. Epist. ad Decentium 5,8: ML 20,256.
Cf. Burgense 4 (1963) 176-177. 60
56
Cf. J. A. JUNGMANN, Herencia litúrgica
61
y actualidad pastoral (San Sebastián
Ibid., 173-174; PROAÑO. Conciencia de la función episcopal...: ibid., 232-239, 1961) 359-368. CfC, can.391 § 1.
556 Nicolás López Martínez C3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 28 557
Estas brevísimas notas son suficientes para darse cuenta no falta un clinía familiar, del que han de ser equilibradamente fau-
sólo de que la doctrina del presbiterio es algo ampliamente ates- tores el obispo y los presbíteros. Estos deben considerarle y obe-
tiguado por la tradición, sino también del amplio alcance que pue- decerle como a padre, lo cual supone que el obispo ha de con-
de tener en el futuro cuando de nuevo sea llevada a la práctica con siderarlos «como a hijos y amigos», guardando en lo posible
todas sus consecuencias. El Concilio apunta algunas. la relación modélica que había entre Cristo y sus discípulos
Naturalmente, el presbiterio no constituye un colegio de miem- (cf. lo 15,15). Parece, pues, elemental que toca primordialmente
bros indeferenciados. Aunque lo sean en el sacerdocio en cuanto al obispo, como a padre, crear esa atmósfera de que hablábamos,
tal, hay que tener en cuenta que el obispo es la cabeza de este imposible de plasmar en cánones; la mayor parte de los hijos
cuerpo y personalmente tiene unos sagrados poderes de régimen suelen adoptar actitudes correlativas a las del padre.
que ha recibido por vía sacramental; no así los presbíteros. Aho- Supuesta, pues, la unión de mentes y corazones que exige la
rrará explicaciones la analogía con la diferencia que media entre unidad del fin pretendido—edificar el Cuerpo de Cristo (cf. Eph
el Romano Pontífice y los obispos. Por otra parte, no habrá que 4,12)—, los presbíteros, bajo la autoridad del obispo, santifican
decir que los presbíteros pueden participar en mayor o menor y rigen. En la santificación de los fieles ponen a contribución fa-
grado los poderes del obispo a voluntad de éste; de ahí que el cultades que les son propias, pero que dependen en cuanto a su
Concilio puntualice: «diversis quidem officiis mancipatum». Sin ejercicio de la autoridad del obispo; en cuanto al régimen, lo
embargo, la base más firme del presbiterio no es esa participación, ejercen en la medida en que lo participen del obispo. En ambos
sino la identidad del sacerdocio. Esa es la razón de que, por enci- casos recuerda el Concilio que deben «procurar siempre el bien
ma de todas las exenciones, pertenezcan al presbiterio no sólo los de los hijos de Dios» y que su actividad redunde en bien de toda
sacerdotes diocesanos, sino también los religiosos sin excepción. El la diócesis y aun de toda la Iglesia. Es consecuencia lógica de su
obispo es en todo caso algo más que el ministro de su ordenación vinculación al obispo, que representa a toda su Iglesia y, en cuan-
sacerdotal: es su cabeza dentro del organismo vivo del sacerdocio, to miembro del colegio episcopal, a la Iglesia toda 6 \
al que los ha incorporado. La relación vital del obispo con los
* * *
presbíteros es, pues, algo permanente que se funda no tanto en
el papel que corresponde al obispo en la ordenación cuanto en Las relaciones de los presbíteros entre sí, fundadas en la iden-
el sacerdocio mismo. El obispo que ordenó a un presbítero puede tidad de sacerdocio y de misión, tienen inmensa trascendencia
morir o ser trasladado a otra diócesis, pero el sacerdocio sigue práctica para la verdadera vitalidad de la diócesis, el trabajo en
siendo el mismo y la relación de miembros a cabeza estará siempre equipo y la desaparición entre el clero de «clases sociales» en el
vigente respecto de la cabeza que en cada momento tenga el pres- sentido peyorativo de la palabra. Sin embargo, son principios su-
biterio 62. ficientemente diáfanos de suyo, que más necesitan ser aplicados
El Concilio tiene, sin duda, presentes de manera especial a los que explicados. En lo que se refiere a la mayor unión entre clero
sacerdotes diocesanos, quienes de ordinario son los que habitual- secular y religioso64, tal vez sea necesaria una legislación que
mente y en mayor medida participan de sus poderes sobre el Cuer- traduzca mejor que la actual los postulados teológicos. Cuestiones
po místico. De él «reciben una parte de su carga y solicitud pasto- como las de la vida común, lógica distribución y destino de los
ral y la ejercitan en el trabajo diario». De esa manera hacen pre- bienes económicos, salvar los abismos entre distintas generacio-
sente al obispo ante los fieles, es decir, actúan en su nombre o, nes, etc., constituyen problemas prácticos de tal envergadura, que
mejor, son como un «doble» del obispo. Para ello, entendido en ni aquí pueden ser planteados, dada su complejidad, ni pueden
la perspectiva pastoral en que se mueve el Concilio, no bastan las permanecer mucho tiempo abiertos sin grave peligro de una cre-
relaciones correctas desde el punto de vista jurídico: es necesaria ciente depresión en la eficacia del clero cuando más activo lo re-
una unión cordial y profunda—jidenti et magno anbno—, hace quiere el momento crucial en que vivimos.
Otro tanto diríamos de las relaciones de los presbíteros con
62
Hay que advertir que la constitución no dice expresamente que los presbíteros los fieles. Todo se condensa en un par de frases: «tamquam pa-
religiosos pertenezcan al presbiterio. Directamente expone una idea distinta: la vincu-
lación de todos los presbíteros al cuerpo episcopal por razón del orden y del minis-
63
terio. Por ese medio trabajan en pro de la Iglesia universal. Pero entendemos que la Cf. Cotiít. de Ecclesia c.3 n.23: AAS, 57 (1965) 27.
unión con el cuerpo episcopal tiene lugar mediante el obispo concreto, cabeza del 01
Sobre el tema ha escrito recientemente F. G I L DE LAS HERAS, Más colaboración
presbiterio. Cabría pensar que los religiosos exentos lo consiguen mediante el Romano entre el clero secular y el clero religioso: Burgense 5 (1964) 35-56, donde puede
Pontífice, pero eso sería tanto como supeditar el plano teológico al jurídico. verse amplia bibliografía.
C3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 559
558 Nicolás López Martínez
Los jerarcas son miembros calificados de este Cuerpo, las «juntu-
tres» y «ut boni pastores». La paternidad respecto de los fieles ras de subministración» (Eph 4,16). Dentro de esa unidad orgá-
no podrá ser entendida sino a la luz de la doctrina expuesta por nica, los presbíteros, verdaderos sacerdotes del N. T. como mi-
la constitución sobre el pueblo de Dios en el capítulo 2.° Por nistros del sacrificio y como mediadores, unidos vitalmente al
ejemplo, la paternidad no será rectamente entendida por quienes obispo, cabeza del presbiterio, son quienes más directamente que
consideran a todos como a niños. Cada miembro tiene en la Igle- nadie hacen presente a Cristo en el pueblo de Dios. La realidad
sia una misión propia que cumplir, y el sacerdote hará mejor en pastoral que ello determina nos hace pensar gozosamente en una
estimularle a realizarla que en desconfiar sistemáticamente y tra- nueva primavera de la Iglesia.
tar de suplir dicha actividad personalmente. Quiere esto decir
que el sacerdote debe formarse una idea clara de la misión apos-
tólica de los seglares para responder a lo que hoy le pide la Igle-
sia; de lo contrario, esterilizará en buena parte su ministerio. RESTAURACIÓN CONCILIAR DEL DIACONADO
Además, hombre de hoy, distinguirá bien claramente entre pa- Por Manuel Useros Carretero
ternidad y paternalismo. En su actividad queda comprometida la
29. En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos,
Iglesia, y no podrá estar satisfecho si su parcela de apostolado que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino
no llega a ser un remedo, una encarnación de la Iglesia univer- en orden al ministerio. Así, confortados con la gracia sacramental,
sal : una, santa, católica y apostólica. en comunión con el obispo y su presbiterio, sirven al pueblo de
De ahí el toque universalista con que el Concilio quiere co- Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad.
Es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo
ronar su exhortación a los sacerdotes. Si éstos han de ser «bue- indicare, la administración solemne del bautismo, el conservar y
nos pastores», no pueden limitar sus cuidados a las ovejas que distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bende-
ya están en el aprisco, sino que han de llegar también eficazmen- cir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sa-
te a los que no practican e incluso a los apóstatas. El medio más grada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir
el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, pre-
apto es el testimonio permanente de la verdad y de su pro- sidir los ritos de funerales y sepelios. Dedicados a los oficios de
pia vida. caridad y administración, recuerden los diáconos el aviso de San
Finalmente, a tenor de los anhelos universales de todos los Policarpo: «Misericordiosos, diligentes, procedan en su conducta
conforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos"».
hombres de buena voluntad, el Concilio reitera la necesidad de Teniendo en cuenta que, según la disciplina actualmente vigen-
que todos los sacerdotes empeñen sus esfuerzos por la unidad, te en la Iglesia latina, en muchas regiones no hay quien fácilmen-
evitando la dispersión de fuerzas, es decir, por lo que a los pres- te desempeñe estas funciones, tan necesarias para la vida de la
bíteros atañe, las funestas «capillitas», que tan mal se avienen Iglesia, se podrá restablecer en adelante el diaconado como grado
con su misión universalista y de servicio a la Iglesia mediante su propio y permanente en la jerarquía. Tocará a las distintas con-
ferencias episcopales el decidir, con la aprobación del Sumo Pontí-
inserción en el presbiterio. fice, si se cree oportuno para la atención de los fieles, y en dónde,
* * * el establecer estos diáconos. Con el consentimiento del Romano Pon-
tífice, este diaconado se podrá conferir a hombres de edad madura,
aunque estén casados, o también a jóvenes idóneos, pero para éstos
Esta breve glosa, sin más pretensiones que la de apuntar pro- debe mantenerse firme la ley del celibato.
blemas y destacar principios, creemos que permite hacer un ba-
lance muy optimista desde el punto de vista teológico y unos I. La decisión del Vaticano II
pronósticos alentadores. La inmensa literatura sobre el sacerdo-
cio, animada las más de las veces por una doctrina no suficien- En el Museo Lateranense de Roma se lee esta inscripción del
temente densa y coherente, puede cobrar nuevos alientos a partir siglo m, dedicada a Flavio Seaindino, «benemérito administrador
del esquema lúcido y profundo que nos ofrece la constitución cristiano»:
«de Ecclesia». Una diaconía de vida sobrenatural al servicio per- «Secundino benemerenti ministratori christiano in pace qui vixit...»
manente del pueblo de Dios requería esta visión armónica de la
Es uno de los muchos documentos clásicos, testimonio del
jerarquía, cuyos eslabones, bien engastados, forman la cadena que
prestigio y veneración que mereció en las primitivas comunidades
vincula a Cristo no sólo en la línea histórica de la sucesión, sino
cristianas una de Jas instituciones cuyo origen se remonta a los
en la actualidad permanente de la realidad del Cuerpo místico.
560 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 561
albores de la Iglesia y que, por voluntad de Cristo, constituye, En cuanto a las modalidades, el punto que suscitó más el diá-
con el episcopado y el presbiterado, uno de los grados de la je- logo en «pro» y en «contra» fue el de los diáconos celibatarios
rarquía sacerdotal: el diaconado. o padres de familia.
Si bien es innegable que a través de los siglos no ha existido Mudhos fueron los obispos que temían que por el diaconado
en la Iglesia más que un diaconado inmutable como grado infe- de padres de familia se abriese una «puerta peligrosa» (Ecclesia
rior del sacerdocio jerárquico, en cambio, el ejercicio de este mi- 26 oct. 1963); por la influencia de esta tendencia no obtendría
nisterio ha presentado formas históricas muy diversas, adaptadas la aprobación conciliar la propuesta de conferir el diaconado tam-
a las circunstancias y necesidades concretas de la Iglesia. bién a jóvenes, casados o no, quedando limitada la exención del
En la actualidad, la disciplina canónica de la Iglesia latina y celibato exclusivamente a los hombres de edad madura.
de la oriental en cuanto al diaconado eran diferentes. Mientras Otro punto que en el esquema primitivo quedaba impreciso
que en la Iglesia oriental se ha mantenido siempre el diaconado era el relacionado con la autoridad competente para la restaura-
de padres de familia como función estable e independiente del ción; en este sentido hay que destacar la intervención del obispo
sacerdocio, en la Iglesia latina el diaconado no constituía más que auxiliar del cardenal Wyszynski, quien propuso la fórmula que
un «grado1 de paso» hacia el presbiterado y, de hecho, el oficio luego sería la aceptada en el texto definitivo:
diaconal quedaba limitado al ejercicio provisional de ciertas fun-
ciones litúrgicas. «Donde el esquema dice que el diaconado puede ser introducido en la
Iglesia, se ponga que puede ser introducido donde las Conferencias epis-
Pero el Vaticano II ha abierto el camino a una nueva legis- copales lo crean oportuno, con la aprobación de la Santa Sede» (Ecclesia,
lación en el futuro al decidir que «se podrá restablecer en ade- 26 octubre [1963] P-24).
lante el diaconado como grado propio y permanente en la jerar- En los días 28 y 29 de noviembre de 1964 se sometió a la
quía» (CI 29). Esta decisión conciliar puede considerarse sin duda aprobación del Concilio el plan definitivo de decisiones sobre el
como uno de los resultados característicos de la mentalidad pas- diaconado, cuyos puntos fundamentales y votos obtenidos fueron
toral que ha inspirado todo el desarrollo del Vaticano II, así como los siguientes:
del equilibrio que se ha ido logrando entre las diversas tenden- Descripción de las funciones diaconales:
cias a la hora de resolver una cuestión discutida.
La restauración del diaconado y sus modalidades, como la Votantes 2.152
«Placet» 2.055
cuestión del episcopado, fue objeto de vivo debate durante la se- «Non placet» 94
gunda sesión del Concilio.
En el período preparatorio de 1959, un grupo numeroso de Restauración de un diaconado permanente:
obispos había propuesto la restauración del diaconado en la línea Votantes 2.148
de la tradición primitiva. Respondiendo a estos deseos, el esque- «Placet» 1.903
ma sobre la Iglesia presentó a los Padres este proyecto de so- «Non placet» 249
lución : La decisión de restaurar el diaconado se remite a las autori-
«Aunque actualmente el diaconado, en la mayoría de los casos, esté dades territoriales bajo la aprobación del Romano Pontífice:
reducido a un simple grado de paso al sacerdocio, esta disciplina no ha Votantes ....' 2.228
estado siempre en vigor ni lo está hoy en todas partes. Es más: el diaco- «Placet» 1.523
nado podrá ser ejercido en adelante como un grado (propio y permanente «Non placet» 702
de la jerarquía allí donde la Iglesia juzgue esto útil para el bien de las
almas en ciertas regiones o inclusive en todas. En este caso pertenece a Con el consentimiento del Romano Pontífice se puede confe-
quienes tienen autoridad en la Iglesia decretar si tales diáconos estarán rir el diaconado a hombres maduros casados:
obligados al celibato o no».
Votantes 2.229
Aunque no faltaron obispos y cardenales que se manifestaron «Placet» 1.598
totalmente contrarios al proyecto presentado, la diferencia de cri- «Non placet» 629
terios y la discusión se centraron más en torno a las modalidades La propuesta de conferirlo también a jóvenes, casados o no,
de la restauración que en cuanto a la oportunidad pastoral de la sólo obtuvo a favor 839 votos de los 2 211 votantes, por lo cual
misma restauración. fue excluida del texto definitivo.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 563
562 Manuel Useros Carretero
Teniendo en cuenta el resultado de las votaciones, no puede
//. El movimiento preconciliar en favor
•decirse que la restauración del diaconado y sus modalidades haya
de la restauración del diaconado
sido aceptada por unanimidad. Y no ha sido la falta de justifica-
ción teológica de un diaconado de padres de familia lo que ha El desarrollo del movimiento en favor de una renovación del
motivado esta divergencia, sino la distinta apreciación de los diaconado es relativamente reciente. Si se prescinde del trabajo
obispos sobre su justificación pastoral, condicionada por la dife- dedicado al diaconado en el Diccionario francés de teología ca-
rente situación de la Iglesia en los diversos territorios; los más tólica, los únicos estudios importantes sobre el tema, anteriores
decididos promotores de la restauración han sido los obispos mi- a 1953, eran el antiquísimo, pero valioso, de Seidl, sobre la dig-
sioneros y los obispos en cuyas comunidades la escasez de sacer- nidad sagrada y el desarrollo histórico del diaconado en la Igle-
dotes es notable. sia, y el más reciente de Gaedhter sobre Los siete2.
Si, al fin, la restauración fue aprobada, a excepción de la exen- N o se podía prever que apenas en el curso de un decenio se
ción del celibato de los diáconos jóvenes, debe atribuirse en gran fuera explicitando insistentemente la idea de una restauración del
parte al sentido de caridad pastoral de todos los Padres conci- diaconado como función autónoma eclesial, independiente del
liares; cuando aún no era nada clara la suerte de este proyecto, sacerdocio, y que pronto la idea, sobrepasando el círculo de estu-
en buena hora algunos obispos invocaron este argumento. Así, diosos, tuviera acogida en la opinión pública hasta el punto de ser
Mons. Maurer, arzobispo de Sucre (Bolivia) : «Los obispos que lanzada «al hombre de la calle» por revistas populares y periódi-
no necesitan diáconos, por caridad y agradecimiento a Cristo no cos, sobre todo durante el período conciliar.
se opongan a una decisión tan grande del Concilio» (Ecclesia,
19 oct. [1963] p.17).
1. LOS PIONEROS DEL MOVIMIENTO
Y en el mismo sentido se expresaba Mons. Kemerer, obispo
de Posadas (Argentina), en nombre de 25 obispos de América Bien se puede decir que la historia de la restauración conci-
latina: liar del diaconado tiene su punto de partida en dos propagan-
«La restauración del diaconado sin celibato es una necesidad urgente distas que, perteneciendo a ambientes distintos, vienen a coincidir
al menos en Hispanoamérica, donde existe una gran penuria de sacer- en la misma idea renovadora: W. Schamoni y M. J. Hornef.
dotes... El esquema abre la puerta de ¡la restauración del diaconado, pero W . Schamoni, sacerdote de la diócesis de Paderborn, publicó
no obliga a que nadie entre por ella. Pedimos a los Padres que no la en 1953 la primera monografía importante sobre el tema «Pa-
cierren para aquellas regiones donde el diaconado sin celibato es una
necesidad pastoral» (ib., p.29). dres de familia ordenados de diáconos» s .
Característica de este breve, pero denso, folleto es proponer el
Aunque no sin dificultades, el Vaticano II dejó, al fin, abierta problema de la renovación del diaconado en la perspectiva de su
esta posibilidad. N o era ésta la primera vez que un Concilio re- evolución histórica y presentar una argumentación estrictamente
ciente se preocupaba de la restauración del diaconado; ya antes pastoral.
había sido decretada por el Concilio de Trento, juntamente con Esta inspiración pastoral es clara desde las primeras páginas,
todas las órdenes inferiores al presbiterado; inclusive los Padres en que el autor introduce la temática del diaconado a partir de
de Trento la habían determinado con fórmulas más apremiantes esta formulación: «El diácono como colaborador en la actual si-
que las del Vaticano II, como «el santo Concilio decreta..., ex- tuación de la Iglesia».
horta..., ordena», no sin añadif «en cuanto esto sea fácilmente Comprobada esta situación tanto en los países de tradición
posible» \ A pesar de todo, la decisiión de Trento nunca se llevó cristiana como en las misiones, y considerando la escasez general
a la práctica y pronto cayó en olvido. Es de esperar que la de- de sacerdotes para resolverla, Schamoni piensa en un diaconado
cisión del Vaticano II conozca mejor suerte; sin duda el ambiente de padres de familia como institución ideal que responda a las
se encuentra hoy más preparado y propicio para llevar a cabo esta necesidades pastorales de hoy.
restauración, ya que la decisión del Vaticano II no ha surgido
El libro de Schamoni representa como la inauguración de la
por generación espontánea, sino que viene precedida de varios
años de reflexión teológico-pastioral y de diálogo entre los 2
FORGET, Diacres I.c. ; J. N. SEIDL, Dar Diakonat in der kaiholischen Kircbe,
diessen hieratische Wurde und geschichlicbe Entwiklung (Ratisbona 1884); P. GAECH-
promotores de los nuevos diáconos. TER. Die Sieben: Zeitschrift für Katholische Theologie 74 (1952).
3
1 W. SCHAMONI, Familienvater, ais geweihte Diakone (Padua 1953).
Ses.23 can.17, «De reformatioae».

I
564 Manuel Useros Carretero C.í. Constitución jerárquica de la Iglesia, 29 565
temática; pronto fue traducido al inglés y llegó a las librerías de de vista personal sobre algunos problemas concretos, como dia-
Roma, en las que, sin embargo, pasó un tanto inadvertido hasta conado y celibato, diaconado y laicado, diaconado y sacerdocio.
la hora del Concilio. Ya durante el período conciliar, Winninger y Hornef, en co-
Pocos años antes había comenzado, también en Alemania, a laboración, publicaron un artículo en el que clarificaban la situa-
lanzar la idea un seglar, doctor J. Hornef, magistrado del tribu- ción actual de la controversia sobre el diaconado con relación a
nal regional de Fulda. Siendo tan insólito, aun en Alemania, que estos puntos fundamentales: el diaconado, función específica; dia-
un abogado se interesase por la renovación del diaconado, Hornef conado y celibato, diaconado y apostolado de los seglares ".
explicó a sus lectores la génesis de su preocupación por esta pro- También de gran valor para una fundamentación bíblica e
blemática; la coincidencia de otros muchos con la experiencia histórica de la restauración fue la obra de J. Colsón, paralela por
personal de Hornef ha contribuido a fomentar el interés por el tema, método, fuentes y resultado a la del historiador protes-
el tema'. tante Krimm ".
Al inicio encontró dificultades en su afán; ninguna revista Aportación de relieve asimismo desde el punto de vista de
quería publicar su primer artículo. Sólo después de un año de información y de reflexión de conjunto sobre esta problemática
tentativas aparece su primer ensayo en «Die Besinnung», revista fue el trabajo de A. Kerkvoorde, O. S. B., publicado durante el
de cuestiones actuales y religiosas de Nuremberg: «Sobre la re- período conciliar 10.
novación del diaconado» \ Además de estos trabajos, que constituyen la documentación
A partir de entonces publicó en diversas revistas, alemanas básica, aparecieron en el curso de 1958-1961 unos cincuenta ar-
y extranjeras, numerosos artículos. Por fin, en 1959, publica su tículos en diversas revistas, que, a partir sobre todo de la convo-
obra más sistemática: ¿Volverá dé nueva el diácono de la Iglesia cación del Vaticano II, dedicaron una especial atención a esta
primitiva?, traducida a otras lenguas 6 . temática. Entre éstas, las que han dedicado más estudios al tema,
En ella Hornef expone los fundamentos teóricos y pastorales sea desde el punto de vista informativo, sea en una línea teórica
para su renovación, analiza las dificultades que encierra, diversos o de discusión, han sido la Nouvelle Revue Theologique, de la
aspectos de su estatuto peculiar, como matrimonio o celibato, sus Facultad teológica de San Alberto de Lovaina, y Der Seelsorger,
relaciones con la Acción Católica y los párrocos, formación, fun- revista de problemas sacerdotales y pastorales de Viena; varios
ciones propias, pastorales, litúrgicas, misioneras, problemas eco- artículos fueron publicados asimismo en Die Besinnung y en
nómicos. La actividad de Hornef no ha cesado durante esta etapa Caritas, órgano oficial del Centro Católico de Asistencia Social
conciliar y bien puede ser considerado como uno de los más re- de Lucerna.
presentativos y tenaces propulsores del movimiento en favor de Der Seelsorger inició la campaña con una breve recensión del
la restauración del diaconado. libro de Schamoni a cargo de J. Gorlich u , llegando posterior-
Aportación importante a la tendencia renovadora fue la del mente a dedicar un número especial en 1957 al tema, desarrolla-
sacerdote P. Winninger con su obra Hacia una renovación del do por K. Bohmerle, sobre la instrucción, formación y ordena-
diaconado \ Describe, muy documentado, los orígenes y desarro- ción de diáconos, que suscitó en la revista polémicas sucesivas 12.
llo de la temática actual sobre el diaconado y expone su punto Notable fue también el artículo publicado en la Nouvelle
* Desde 1932, Hornef se dedicaba al apostolado en una pequeña comunidad cató- Revue Theologique por el P. Epagneul, prior general del Insti-
lica de su patria, Asia. Por circunstancias de la guerra fue trasladado con su familia tuto secular de los Hermanos Misioneros Rurales, sobre la misión
al Asia del Norte, donde el grupo de católicos era minoría—«diáspora»—. Asistidos
los domingos por un sacerdote, ellos cooperaban con él estrechamente en la celebra- actual de los diáconos en la Iglesia, manifestándose favorable a
ción del culto.
Después de la guerra (1947) conoce, por un artículo de la revista «Stimenn der la renovación de diáconos no casados 13 .
Zeit», las experiencias paralelas vividas por un padre jesuíta en el campo de concen- s
tración de Dachau; entre los problemas pastorales que plantea, el P. Pies alude a P. WINNINGER-J. HORNEF, Le renouveau du Diaconat. Situalion presente de la
la renovación del diaconado. De esta manera, Hornef, que no había pensado hasta controrerse: Nouvelle Revue Theologique 83 (1961) 337-67.
9
entonces explícitamente en la cuestión, llega a reconocer, como él mismo dice, en la J. COLSON, La jonction diaconale aux origines de l'Église (1960) ; KRIMM, Das
renovación del diaconado no sólo una ayuda para la diáspora, sino para toda la Dtakonat in der fruhkatholischen Kirche (Stuttgart 1953).
Xglesia. Y se hizo su más decidido propagandista. u
° A. KERKVOORDE, OÜ en est le probléme du diaconat (Brujas 1961).
5
J. HORNEF, Um die Wiederbelebung des Weibediakonats: Die Besinnung (1949). 12
J. GORLICH, Der Diakonen ais aujgabe: Der Seelsorger 10-11 (1953) 504-505.
6
J. HORNEF, Kommt der Diakon der fmhen Kirche wieder? (W. 1959) ; en fran- K. BOHMERLE, Geschult, Geformt, Geweith. Anregungen xur Diskussion über
cés, Reverrons-nous le diacre de l'Église primitive? (Edit. du Cerf, 1960) ; trad. ita- dass Weibediakonat: Der Seelsorger (enero 1957) ; M. SCHMID, Ein emites fiedenken:
liana, // Diaconato. Prospettive per un rinovamenio (Brescia 1961). Der Seelsorger (abril 1957); HORNEF, Diakonat und Zolibat: Der Seelsorger (sep-
7
P. WINNINGER, Ven un renouveau du Diaconat (Estrasburgo 1958). Ha sido tiembre 1957).
traducida al español recientemente. " EPAGNEUL, Role des diacres dans l'Église d'aujourd'hui: NRT 79 (1957)
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 567
566 Manuel Vseros Carretero
El artículo del doctor Jubany reflejaba, además, muy bien el
En la misma revista, el P. Lepargneur, O. P., profesor del
contexto español, en el que pensar en un diaconado renovado,
Estudio dominicano de Brasil, estudió la posibilidad de proyectar
como respuesta a unas necesidades pastorales en escala nacional,
en Sudamérica la instauración de un diaconado a base de padres
aparece ante la opinión mayoritaria como carente de fundamento.
de familia, al menos como solución provisional hasta que el pro-
En la línea de las aportaciones científicas hay que hacer cons-
greso religioso permitiera restablecer el celibato J \
tar el valioso trabajo de M. Guerra, en el que el autor estudia
En Italia, el P. A. Bassan, desde una perspectiva misionera,
el oficio diaconal en la tradición bíblica y extrabíblica'".
y el P. Spiazzi, O. P., desde un punto de vista pastoral, se de-
Todos estos ensayos quedaron superados por la voluminosa
clararon favorables a la renovación; en cambio, el P. G. Rim-
obra en colaboración titulada Diakonia in Christo, publicada en
baldi, de la Civiltá Cattolica, hizo una rigurosa crítica de la pre-
alemán en la colección bien conocida Quaestiones disfutatae y en
tendida restauración de diáconos casados, aunque no excluía ra-
vísperas de la sesión conciliar en que se iba a discutir el tema.
dicalmente la posibilidad de su aplicación parcial ".
Diversos autores estudian en este trabajo exhaustivo la renova-
En España, como ya hacíamos notar en un trabajo anterior ción del diaconado desde el punto de vista histórico, teológico y
de divulgación ", la literatura ha sido asaz escasa, índice de un pastoral, a través de sus bien densas 620 páginas; su aparición
desinterés teórico que tiene sus raíces en la diversa situación pas- tuvo una gran resonancia y, hoy por hoy, es la fuente más im-
toral con relación a los países en que más auge ha tenido la ten- portante para comentar la decisión conciliar sobre la renovación;
dencia diaconal. En España, la Iglesia abunda en miembros de en ella se ofrece además una información completa de la biblio-
institutos seculares, órdenes religiosas al servicio de las necesida- grafía sobre el diaconado tanto católica como protestante ".
des diocesanas y, sobre todo, de sacerdotes-coadjutores del párro- Pero no han sido sólo los libros o artículos el factor decisivo
co; éstos ejercen en su gran mayoría una auténtica «diaconía» para preparar un ambiente propicio a la renovación del diacona-
sacerdotal. Por todo lo cual, el contexto español no ha sido muy do. De mayor eficacia aún para dar impulso y consolidar la ten-
sensible, lógicamente, a esta problemática. Pero no se ha perma- dencia renovadora fue el primer Congreso de Pastoral Litúrgica,
necido del todo al margen. celebrado en Asís (18-IX-1956), dedicado al tema de la renova-
Del tema se interesó don C. Sánchez Aliseda, quien examinó ción litúrgica al servicio de las misiones.
en general las ventajas e inconvenientes de unos diáconos casa- Causaron impresión las declaraciones de un obispo misionero
dos; en fecha más reciente, en un artículo polémico, bien pon- holandés, W . Van Bekkum, vicario apostólico de Ruteng (Indo-
derado y documentado, el doctor N . Jubany, actual obispo de nesia), quien afirmó sin titubear la conveniencia de la restaura-
Gerona, estudió de modo especial la problemática del matrimonio ción aun de diáconos casados tanto en los países de misión como
o celibato de los diáconos. Su conclusión era que la actual situa- en los escasos de sacerdotes con funciones litúrgico-pastorales.
ción religiosa no exigía, como única solución viable, y en contra El valor de esta intervención, al menos en una perspectiva mi-
de la práctica tradicional, la creación de unos diáconos casados, sional, derivaba de que en cierta medida era expresión no sólo
e inclusive piensa que el auge actual de los institutos seculares de una opinión personal, sino del deseo de muchos obispos y
y el aumento progresivo de la conciencia apostólica seglar podían sacerdotes misioneros 20 .
hacer innecesario aun el mismo planteamiento del problema de El mismo Van Bekkum volvió a confirmar sus ideas en las
la renovación, que podría a lo más ser propuesto, no en la línea líneas de introducción a la obra de Hornef, subrayando que «para
de las actividades pastorales, sino litúrgicas, y sólo como solución muchos es ya claro que en la cuestión de la restauración del dia-
extraordinaria circunscrita a los países escasos de sacerdotes ". conado es el mismo Espíritu Santo quien actúa eficazmente entre
14 los fieles y la jerarquía» z l .
F. LEPARGNEUR, Le contexte sud-americain d'une renovation du diaconat: NRT
(1960).
15
La propuesta, tan decidida, a partir de este momento encon-
A. BASSAN, // rinovamento del diaconato nella proipettiva missionaria: Le Mis-
sioni Cattoliche 4 (1959), publicado también en español en Ecclesia (22-8-1959); traría buena acogida en los teólogos.
R. SPIAZZI, // Concilio Ecuménico e l'unitá della Chiesa (Roma 1959) 26-27;
G. RIMBALDI, Diaconato stabile; volto nuovo di una questióne antica: La Civiltá 18
M. GUERRA Y GÓMEZ, Diáconos helénicos y bíblicos (Burgos 1962).
Cattolica 3 (1960) ; Forme diverse di un inmutabile ed único sacerdozio: ibid., 4 19
VARIOS, Diakonia in Christo. Über die Emeuerung des Diakonates (Friburgo
(1960). . 1963); TIHON, Quelques études sur le Diaconat: Nouvelle Revüe Théologíque 6
16
1T
M. USEROS, ¿Nuevos diáconos? (Col. Remanso, Barcelona 1962). (1965) 602-605.
C. SÁNCHEZ ALISEDA, Ventajas y riesgos de un diaconado laical: Surge 14 2(J
Parte del discurso fue publicada por La Maison-Dieu (1956) 47-48.
(1956); JUBANY, La renovación del diaconado y el celibato eclesiástico: Orbis Catho- 21
HORNEF, ¿7 Diaconato. Prospetthe per un rinovamtnto (Brescia 1961).
licus (1961).
568 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 569
A partir de los presupuestos teológicos, Rahner viene a con-
2. LA OPINIÓN DE LOS TEÓLOGOS cluir en definitiva que la renovación de un diaconado estable en
la Iglesia es deseable y urgente 2i.
El tema de la renovación del diaconado, que connota ante
El P. Brockmoller abordaba el problema del diaconado a la
todo un problema de carácter teológico sobre la misma naturaleza
luz de la teología de la Iglesia. Su naturaleza de organismo, del
del (Sacerdocio católico y del sacramento del orden, no podía me-
que Cristo es la Cabeza, fundamenta el principio de la diversi-
nos de llamar la atención de los teólogos. ficación de funciones en el dinamismo eclesial. En primera línea
Manifestaron su opinión favorable, en principio al menos, aparece neta la diferenciación de funciones estrictamente laicales
K. Rahner, Brockmoller, S. I., de Frankfurt, y Arnold, profesor y ministerio estrictamente sacerdotal. Pero esto no basta para es-
de Tubinga y especialista en cuestiones de teología pastoral. tructurar orgánicamente la acción pastoral; se debe reconocer una
Su punto de vista afirmativo estaba situado en la perspectiva esfera intermedia de funciones eclesiales de naturaleza diaconal,
convergente de una triple categoría de principios: principios de que desempeñarían los diáconos, constituyendo así el vínculo de
la teología del sacramento del orden, principio eclesiológico de unión entre el apóstol seglar y el sacerdote, tan separados en la
una diversificación orgánica de funciones y ministerios en la Igle- actual estructura 25.
sia, principio pastoral de una estructura comunitaria de la pa- En una línea paralela, Arnold concluye en favor de la restau-
rroquia al servicio de la fe, del culto y de la caridad. Estos argu- ración del diaconado, en orden a hacer más eficaz la estructura
mentos volverían a ser utilizados con insistencia en las discusiones parroquial, como medio de penetración en los sectores descris-
del aula conciliar. tianizados "G.
Mérito de K. Rahner es ¡haber precisado «técnicamente» el La intervención de estos teólogos representó un apoyo de gran
estado teológico de la cuestión al margen de todo sensacionalis- importancia para la tendencia renovadora. Y el que hayan sido
mo apostólico y dentro de los límites exactos de la teología del precisamente los teólogos alemanes los que más se han preocupado
sacramento del orden ". de la cuestión no es extraño si se tiene en cuenta que la pro-
Cristo ha confiado a su Iglesia el poder general de orden, sin puesta de la renovación consiguió desde el principio en Alema-
haber distinguido El mismo diversos grados en cuanto a la par- nia un gran radio de influencia.
ticipación de este sacramento de la jerarquía sacerdotal. La Iglesia,
en virtud del poder recibido de su Fundador, puede conferir sa- 3. ORIGEN DEL MOVIMIENTO EN ALEMANIA
cramentalmente el poder sacerdotal en su totalidad o parcialmen-
te. N o hay, pues, desde el punto de vista dogmático, dificultad La tendencia renovadora era efectivamente de cuño germáni-
en admitir la posibilidad de un diaconado como sacramento in- co. La falta de sacerdotes, la «diáspora», las experiencias apostó-
dependiente del presbiterado y cuyas funciones concretas, sin eli- licas vividas durante la guerra, una delicada situación político-
minar por esto su carácter sacramental, pueden ser determinadas religiosa, en la que se hacía necesaria una neta distinción en la
por la autoridad de la Iglesia 2 \ actividad de la Iglesia entre acción de civilización, propia de los
seglares, y acción de evangelización, más característica de la je-
Según esto, concluía:
rarquía, habían preparado el ambiente a la idea de un diaconado
«Que el diaconado—como oficio estable—pueda ser conferido sacra- restaurado 27.
mentalmente, no es de dudar. Que, por consiguiente, deba ser así, no Surgieron así ciertas organizaciones originales que, traspasan-
puede ser puesto realmente en duda, porque desde el momento en que do la configuración propia de la Acción Católica, pueden consi-
la posibilidad (o más, la existencia de hecho) de este sacramento existe, derarse como realizaciones preparatorias del diaconado futuro. Tal
éste se encuentra in possessione de la Iglesia, es decir, no sería el caso
de demostrar expresamente la necesidad de conferir este sacramento, sino es en Bonn el Seminario de seglares para la enseñanza religiosa
que sería más bien necesario justificar por qué en este caso particular y la cooperación pastoral, inaugurado en 1952 por el cardenal
no sería oportuno conferirlo...» Frings, que vienen a constituir luego en las parroquias una especie
22
R A H N E R , Dogmatische V orbenlerkungen für e'tne ricbtige Fragestellung über dis 24
Ibid.
Wiedererneuerung des Diakonats, en Theologh in Geschichte und Gegenwart (Müns- 25
K. BROCKMOLLER. Christentum an Morgen des Atomzeilalters ( F r a n k . 1955).
ter 1957) 135-45. 26
X . A R N O L D , Proclamation de la foi et communauté de foi (Bruselas 1 9 5 6 ) .
23
Ibid., p.129-131. 27
WlNNINGER, O.C, P - l - 2 9 ; SCHAMONI, O.C., p . 5 6 .
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 571
570 Manuel Useros Carretero
miento en favor de la restauración del diaconado continuó des-
de «vicarios» o «coadjutores» seglares del sacerdote; otra realiza- arrollándose sin dificultades, y la hipótesis formulada por Pío XII
ción importante es la de los Seminarios o Centros para asistentes se ha convertido con el Vaticano II en realidad.
de la Caritas. Entre todos es célebre en Friburgo el Círculo del
Diaconado, que agrupa un buen número de aspirantes entusiastas 5. ESTADO PRECONCILIAR DE LA CUESTIÓN
al diaconado y fue fundado en 1952; desarrollan una gran acti-
vidad y poseen su estatuto propio, doctrinal y práctico 2 \ Entre los autores que proponían con insistencia la renovación
o han dedicado su atención al tema se puede comprobar, como
Todas estas experiencias han respaldado la teoría de la reno-
en parte ya se habrá observado por la exposición hecha, una coin-
vación y sin duda servirán de base en el futuro para su realiza-
cidencia en los motivos fundamentales de una solución afirma-
ción concreta.
tiva, aun con diversas modalidades, y una diversidad en cuanto
a la amplitud que debería dar a la renovación.
4. L A OPINIÓN DE P Í O XII
Los motivos fundamentales pueden reducirse a una doble
Como puede apreciarse, la decisión conciliar sobre la renova- categoría de instancias pastorales. Desde el punto de vista litúr-
ción del diaconado no se ha improvisado en pocos meses. Ha se- gico se formula el deseo de dar al diaconado su verdadero valor,
guido un lento proceso de madurez. Madurez que todavía no como función eficaz en la celebración del culto y administración
existía en tiempos de Pío X I I ; pero este Pontífice dejó abierto de los sacramentos, y evitar que esté reducido a mero «orden
el camino para llegar a ella. N o se puede por menos de recordar de paso».
sus intervenciones, índice de la trayectoria ascensional que ha Desde el punto de vista del apostolado en general se piensa
ido recorriendo el movimiento en favor del diaconado. en el diaconado renovado como institución que responda en la
Habiendo leído Pío XII el artículo del P. Epagneul (1957) actualidad, según las nuevas circunstancias, a lo que fue la pri-
—ya citado—, que le había sido ofrecido en homenaje, hizo en- mitiva «diakonía», como solución para suplir la escasez de sacer-
viar una carta al autor, cuyo pasaje central transcribimos: dotes y las deficiencias de los militantes seglares, como auxiliar
cualificado del párroco en las diversas tareas propias del minis-
«Su Santidad aprecia los motivos que os han impulsado, después de
una experiencia de muchos años entre los Hermanos Misioneros Rura- terio sacerdotal. Y todo esto valorado por el «carisma» especial
les, de los que sois fundador, a plantear el problema de la revaloriza- que el diácono recibe en la ordenación.
ción de las funciones diaconales en la Iglesia. Teniendo en cuenta la im- A partir de estos puntos de vista capitales, se delineaba en
portancia de esta cuestión, Su Santidad ha dispuesto que el texto de este vísperas del Concilio entre los autores una triple posición:
artículo sea transmitido a la Suprema Sagrada Congregación del Santo Ofi-
cio» 2\ a) Tendencia reformista en escala eclesial, que propone el
diaconado renovado, de padres de familia o no, como solución
Algunos meses más tarde, en el discurso inaugural al II Con- general, considerando Ja situación actual de la Iglesia según el
greso del Apostolado de los Seglares (Roma 1958), el Papa alu- proceso ideológico y pastoral que se está verificando dentro del
día por primera vez públicamente a la cuestión: catolicismo.
«Nos sabemos que en la actualidad se piensa en introducir un orden de b) Tendencia reformista en escala circunstancial, nacional o
diaconado concebido como función eclesiástica independiente del sacerdo- diocesana, que propone una renovación según las exigencias con-
cio. La idea, hoy al menos, no está madura todavía. Si llegara a estarlo
un día, nada cambiaría de cuanto Nos acabamos de decir, excepto que
cretas de determinados lugares y sectores y más bien como solu-
este diaconado ocuparía su lugar con el sacerdocio en las distinciones in- ción extraordinaria y predominantemente inclinada a mantener el
dicadas por Nos mismo» 30. estatuto del celibato.
Las palabras de Pío XII fueron consideradas por los promo- c) Tendencia reformista en escala misional, que propone la
tores de la idea como liberadoras de una cierta inseguridad que restauración de un diaconado en el caso concreto de las misiones
les preocupaba y como autorización oficial de la discusión y del con preferencia libre del estatuto del celibato.
diálogo entablados unos años antes. De esta manera, el movi- Estas posiciones son las mismas que se han revelado en el
28
curso de las discusiones en el aula conciliar, y la solución del
WlNNINGEE, o . o . p.28-48.
33
Citado por WINNINGER, ibid., p.13. Vaticano II ha venido al fin a encontrar la vía media entre estas
30
Discurso publicado por el Servicio de Documentación del II Congreso de diversas direcciones.
Apostolado de los Seglares: Actas del Congreso, p.3 (Piazza San Calixto, 16, R o m a
1958).
572 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 "73
al nivel de las fuentes neotestamentarias, es más clara la diferen-
III. Retorno conciliar a la tradición de la Iglesia ciación jerárquica entre obispos y diáconos que entre obispos y
primitiva presbíteros.
Testimonio preciso es el de San Pablo; la carta a los Filipen-
La decisión del Vaticano II sobre el diaconado no se presenta
ses va prologada con estas palabras: «Pablo y Timoteo, siervos
como una innovación, sino como una «restauración» de la práctica
de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús, que están en
que estuvo vigente en la Iglesia durante varios siglos, aunque
Filipos con los obispos y diáconos».
con diversas modalidades. Este es el hecho de capital importancia
Asimismo, en la 1 a Timoteo se enumeran las cualidades de
que ha sugerido el mismo Concilio al decretar la renovación del
un buen diácono en paralelismo a las de un buen obispo: «Con-
diaconado en estos términos: «... se podrá restablecer en adelan-
viene que los diáconos sean de igual modo honorables... Sean
te el diaconado como grado propio y permanente de la jerar-
probados primero, y luego, si fueren irreprensibles, se les admi-
quía» (CI 29).
tirá a las funciones de diáconos» (3,8-10).
Siguiendo la trayectoria histórica del diaconado, se verá cómo
En los tiempos subapostólicos, el diaconado continúa toman-
la restauración conciliar significa en particular un retorno a la
do consistencia en la teoría y en la práctica como institución ne-
tradición de la Iglesia primitiva.
cesaria y de gran importancia en la vida de la Iglesia.
Según Forget, antes de la mitad del siglo n, los diáconos exis-
1. D E L DIACONADO COMO «GRADO DE PASO» AL DIACONADO
tían en todas las comunidades cristianas. El hecho se refleja en
«GRADO PROPIO Y PERMANENTE», SEGÚN SU FORMA ORIGINARIA
la insistencia con que los documentos contemporáneos se refieren
a) El diaconado, ministerio autónomo eclesial.—Uno de los al diaconado: institución, elección, ordenación, funciones, digni-
datos históricos más claros sobre la organización jerárquica de la dad, veneración a que son acreedores por parte de los fieles.
Iglesia primitiva es la existencia de los diáconos, constituidos por Clemente Romano (a.96) testifica que los apóstoles, predican-
los apóstoles para ejercer un ministerio estable, independiente y do «per regiones et urbes», constituyeron obispos y diáconos'".
diverso del ministerio estrictamente presbiteral y episcopal 31 . La Diddche o Doctrina de los doce apóstoles (a.90), primer
Según la información que ofrecen los Hechos y las cartas de compendio de doctrina cristiana apto para la catcquesis, según la
San Pablo, las comunidades cristianas presentan en sus orígenes recomendación de San Atanasio, y que Clemente Alejandrino es-
una estructuración muy variada de funciones y oficios; ejerciendo timaba como la Sagrada Escritura, insiste en que sean elegidos
una actividad carismática de testigos del mensaje de salvación y «obispos y diáconos, dignos ante el Señor, varones mansos y no
catequistas inspirados, cooperadores de los apóstoles al estilo de ávidos de riquezas» 3l .
un apostolado de libre iniciativa, sin poderes jerárquicos sacer- San Ignacio de Antioquía ( -107), cuyas cartas ofrecen
dotales, se encuentran los profetas, los doctores y maestros; par- abundantes datos para la historia y la teología del diaconado, se
tícipes, en cambio, de la función de gobierno y de culto, propia complace en llamar al diácono Zotion «consiervo mío» 31i; exhor-
de los apóstoles, los presbíteros-obispos aparecen en las primeras ta a los fieles en múltiples ocasiones a venerar a los diáconos
líneas 3'. Pablo y Bernabé constituyen en Asia Menor este tipo de «como a Jesucristo» y corrobora su necesaria institucionalidad a
colaboradores (Act 14,23); Santiago, en Jerusalén, es asistido por la par con la de los obispos y sacerdotes; «sin éstos no se puede
un «colegio de presbíteros» (Act 21,18), y en el Concilio de los hablar de la Iglesia» 36 .
apóstoles—a.48—los presbíteros son indicados al lado de los De San Policarpo ( -156) a San Ireneo ( -190), Clemen-
apóstoles como investidos de una cierta autoridad (Act 15 y 16). te Alejandrino (200), San Cipriano (258), que nos habla ya de
En esta línea jerárquica, en inmediata relación con los obis- los oficios inferiores de lector, exorcista, acólito y subdiácono, has-
pos, aparecen también constituidos los diáconos. De modo que, ta el Concilio Arelatense (314), hay una continuidad abrumadora
3i
J. COLSON, La fonction diaconal aux origines de l'Eglise (Brujas 1960) ; Tl- de testimonios idénticos.
XERONT, L'ordre et les ordinations (París 1925); FORGET, Diacres: DTC V 4 Cl 42 2: edic S
col.703-31 ; P. GAECHTER, Die Sieben: Zeitschrift für katholische Theologie 74 19541 ' ""' ' - ' Colombo, SS. Patrum Apostolicorum opera (Turín
(1952) 126-66. También han de verse los trabajos renovados de Colson sobre el
tema en Diakonia in Christo. f_' Did. 15 (edic. Colombo).
32 , . Magn, 2. Por esto se ha formado la hipótesis de que San Ignacio no era
COLSON, Les jonctions ecclésiales aux deux premiers siécles (París 1956) '
H. KAHLEFELD, La Communauté chrétienne d'aprés le Nouveau Testament, en La rP " ? * / . s ' n oLa primer diácono de Antioquía. Colson considera esta hipótesis poco
Paroisse, obra en colaboración dirigida por H. Rahner (París 1961) p.49-82.' V. i? < f»"c>'on diaconal...: o . c , p.89).
Tral. 7,2; Magn. 2; FU. 11
574 Manuel Vseros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la. Iglesia. 29 ^75
Se sabe que, hasta la época de Constantino (313), el número b) Del diácono de curia al diaconado meramente litúrgi-
de diáconos en las iglesias más importantes no pasaba de siete; co.—Pero con el correr del tiempo, a partir sobre todo del si-
inspirábase esta práctica en una tradición antigua, que veía en la glo m, el diaconado, que había sido íntegramente oficio pasto-
elección de los «siete varones», narrada por los Hechos (6,1-13), ral-litúrgico, iba a tomar decididamente una forma predominante
el momento de la primera institución de los diáconos, según lo de tipo curial. Después se reduciría a un diaconado exclusiva-
declara el Concilio de Cesárea (314-325) : «Siete deben ser los mente litúrgico.
diáconos según los cánones, aunque la ciudad sea grande. Así lo
Siendo el obispo el único que en la ordenación imponía las
atestigua el Libro de los Hechos» *7.
manos ", adquiría consistencia la idea de que el obispo le orde-
Precisamente al papa Fabiano (236-50) se atribuye la división
naba para su asistencia personal.
de Roma en siete distritos administrativos, que habrían sido enco-
mendados a siete diáconos, predecesores del colegio cardenalicio 3S. Además, el número de diáconos, no obstante las normas del
De esta generación de diáconos romanos llegaría a hacer- Concilio de Cesárea, que los había limitado a siete, tendía a au-
se gloriosa la procer figura del español San Lorenzo Mártir mentar rápidamente, con menoscabo de su primitivo prestigio
( -258), diácono ejemplar de Sixto II; el mismo Papa, sor- para la gran mayoría.
prendido en las catacumbas cuando celebraba los oficios litúrgi- En el siglo iv son treinta en Alejandría; treinta y nueve en
cos, fue martirizado unos días antes con otros cuatro diáconos. Edesa. En Roma hay desde el siglo vi hasta un centenar, algunos
De infeliz recuerdo, en cambio, es para la historia del diaco- de los cuales son dedicados a custodiar las tumbas de los mártires.
nado romano Nicóstrato, contemporáneo de San Lorenzo; de- Justiniano (s.vi) se ve obligado a prohibir que en Constan-
fraudó los bienes de la Iglesia y huyó al África39. tinopla pasaran de cien 42.
De todos modos, el «caso Nicóstrato» no oscurece el presti- Este fenómeno de expansión numérica de los diáconos provo-
gio y esplendor que había llegado a alcanzar el diaconado en la ca un viraje decisivo para la institución del diaconado; la crea-
Iglesia primitiva, como constataba el mismo San Jerónimo; tan ción del diácono de curia más influyente, el archidiácono, a la vez
excesiva se iba haciendo su influencia, que el enérgico escritu- asistente exclusivo del obispo y superintendente de los demás
rista, ya en el siglo iv, deberá recordarles su inferioridad jerár- diáconos.
quica con relación a los presbíteros40. Habiendo aumentado el número de diáconos y siendo ellos los
A la base de esta creciente preponderancia que el diácono va encargados oficiales de una función tan compleja y delicada como>
adquiriendo en el correr de los siglos, está como fundamento con- la administración y distribución de los bienes eclesiásticos, era ne-
sistente el complejo de funciones eclesiales que el diácono co- cesario que uno de entre ellos asumiera la dirección y responsabi-
menzó a ejercer desde sus orígenes y que, habiendo sido la causa lidad suprema. Así nació el archidiácono.
determinante de su creación, constituyen las características más La plena evolución de este oficio archidiaconal se realizó des-
auténticas de su configuración institucional como ministerio esta- de el siglo iv al VIII. El archidiácono, por primera vez menciona-
ble en la primitiva iglesia, a la vez autónomo y coherente con do en Oriente, desempeña en la Iglesia de Occidente una misión
otros oficios eclesiásticos en la línea del ministerio jerárquico de
más definida y poderosa, como hombre de confianza del obispo,
la Iglesia.
eficaz plenipotenciario de la curia diocesana, prototipo del actual
La específica diferenciación y eficaz ejercicio de estas funcio-
vicario general".
nes diaconales explica que el diaconado estuviera constituido en
la primitiva comunidad cristiana no como grado de paso al pres- Se comprende así por qué el diácono Atanasio, llamado «du-
biterado, sino como oficio que encontraba la razón de su existen- cem diaconorum», tuviera una influencia tan notable en el I Con-
cia en su misma actuación ministerial continuada, al servicio del cilio de Nicea (325); su intervención en el gobierno de Alejan-
obispo y de los fieles. dría, como diácono episcopal, había sido tan potente, que debería
ser el sucesor de su anciano obispo. A la muerte de éste, según
37
3S
MANSI, 2,5444; KüRTSCHEID, Historia luris Canonici (Roma 1951) p.53-54. la narración de Teodoreto, «todo el pueblo se reunió como un solo
BIHLMEYER-TUECHLEL, Storia delta Chiesa V 1 : L'antichita cristiana (Roma
1955) 119. 41
J. TIXERONT, L'Ordre el le! ordinations (París 1925) 108-45,
39 42
KURTSCHEID, O.C.. p . 5 7 . L. DUCHESNE, Origines du cuite chrétien (París 1925).
40 4:1
FORGET, Diacres: DTC. E. FOURNIER, Les origines du vicaire general (París 1922).
576 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 577

hombre y, respondiendo a los deseos del obispo en el lecho de Sin embargo, aún en esta época no era práctica universal que
muerte, proclamó reiteradamente que debía ser su sucesor»". el archidiácono fuera sacerdote; algunos protestaban inclusive
El papa Hilario (461-68) había sido enviado a Efeso como contra las disposiciones particulares dadas en este sentido, decla-
legado pontificio por su antecesor León el Grande, de quien era rando que recibir el presbiterado no era aumentar la dignidad de
entonces archidiácono. su oficio, sino disminuirla; otros ni siquiera eran diáconos.
Diáconos fueron también los que presidieron como legados del Los tres primeros Concilios de Letrán, en vistas de la situa-
Papa en Jos Concilios ecuménicos, firmando las resoluciones antes ción, prescribieron que el archidiácono debería ordenarse al me-
de los mismos obispos. nos de diácono dentro del año después de recibir el nombra-
Gregorio el Grande (540-604), diácono romano, ejerció la miento.
nunciatura papal en la corte imperial de Constantinopla; en el 590, En definitiva, en esta época, el archidiácono llega a ser casi
todavía siendo diácono, fue elegido Papa. solamente inferior al obispo por la potestad de orden, y su potes-
Sucesivamente, del siglo VI al IX, el Papa era elegido de sacer- tad de gobierno y administración la ejerce, no ya en nombre del
dotes de Roma; pero más bien a quien se consideraba como obispo, sino en nombre propio.
«papable» era al archidiácono " . N o menor era la preminencia que, en su línea, habían adqui-
Todavía en el siglo x m , San Gregorio X (1271-76) fue ele- rido a la sombra del archidiácono los diáconos de segunda catego-
vado a la Sede romana siendo archidiácono de Lúltich. ría, frente a los sacerdotes; mezclados más que ellos en los asun-
La situación de los diáconos y archidiáconos papales refleja tos temporales—administrativos y económicos—les superaron fá-
la de sus similares, los archidiáconos de las curias diocesanas. Se- cilmente de hecho en influencia ante los fieles".
gún San León Magno (453), al archidiácono estaba encomendada Es fácil presumir la cantidad de dificultades que esta situa-
«la administración de todas las causas y de la curia eclesiástica», ción de privilegio creaba para el equilibrio jerárquico de la Iglesia
es decir, estaba encargado del gobierno en la diócesis, si bien su- y el peligro de abusos que ocasionó; ambición, intereses humanos
bordinado al obispo 46. e inclusive oposición al obispo.
Aunque no en todas las curias su posición jurídica fuera del Esta tendencia hacia una supuesta «superioridad diaconal»
mismo rango y preponderancia, la práctica general era que en sus aun en cuanto a la potestad de orden se había comenzado ya a
manos estuviera la formación de los clérigos, la vigilancia sobre manifestar en el lejano siglo iv.
el clero, frecuentemente con potestad punitiva, el derecho de ha- San Jerónimo se lamentaba de ello, reaccionando enérgicamen-
cer la visita pastoral a la diócesis, acompañando o representando te; su testimonio es elocuente:
al obispo. «Llega a mis oídos que alguno ha tenido la audacia de anteponer los
Desde el siglo vil aparece cada vez más como vicario del obis- diáconos a los presbíteros... ¿Qué se cree el servidor de las mesas y de las
po. Por todo esto, el oficio se hizo también apetecible a los segla- viudas para que se ensalce fatuamente sobre los que con su palabra con-
res, que, sin ser ordenados diáconos, aspiraban a desempeñar su sagran el cuerpo y sangre de Cristo?...» Alude a los archidiáconos y pro-
sigue : «Dirás: ¿ Y cómo es que en Roma el presbítero es ordenado median-
función administrativa en las curias, que era la principal. Esto te el testimonio del diácono? ¿Por qué me aduces la costumbre de una
indica el grado de «temporalización» a que el diaconado estaba ciudad?... Por lo demás, también en la Iglesia de Roma los presbíteros se
sometido. sientan, mientras que los diáconos permanecen en pie; aunque, poco a
Ciertamente, la autoridad eclesiástica se esforzó por impedir poco, al aumentar los vicios entre los presbíteros, he visto al diácono
sentarse en ausencia del obispo y dar la bendición a los presbíteros en
las pretensiones de los seglares, no obstante la presión de las casas las reuniones familiares. Los que así hacen, tengan en cuenta que no
nobles, y, a partir del siglo ix, el archidiácono es normalmente actúan rectamente... Sepan los diáconos por qué han sido constituidos. Lean
también sacerdote. los Hechos de los Apóstoles y se recuerden de su condición. No pasa uno
Aumentó su número y las diócesis fueron divididas en diversos de presbítero a ser ordenado diácono, de modo que se pueda comprobar
que el presbítero es menor al diácono, y si de diácono uno es ordenado
territorios. Los siglos xi, x n y x m marcan el apogeo del archidiá- presbítero, se reconozca menor en las ganancias, pero mayor en el sacer-
cono, transformado en verdadero prelado con jurisdicción ordina- docio» " .
ria en el propio territorio.
47
SCHAMONI, Familienvater...: o . c , p.20; P. PALAZZINI, Diácono ed archidiá-
44
P. PARSCH, El año litúrgico (Barcelona 1957) p.647. cono, en Enciclopedia Cattolica IV (Ciudad del Vaticano 1950) col.1539; FORGET,
45
T. A. ZEIGER, Historia Juris Canonici (Roma 1940). a . c , col.1539; LEBRETON-ZEILLER, O . C , p.480.
18
46
Epist. 3,2: PL 54,1021. Epist. 146,1: PL 22,1192ss.
2. CVaticano 19
578 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 "'"

Se ve, pues, claramente la alarma de San Jerónimo ante el no siendo ya los diáconos útiles para el servicio litúrgico, su colo-
viraje que estaba tomando la institución del diaconado. Alarma cación se hacía difícil y sus fuentes de subsistencia problemá-
bien justificada, aunque su intervención no lograría contener los ticas ".
abusos. Aun en el siglo x m algunos intentaban reivindicar para Por todo lo cual, sin presiones canónicas formales, las vocacio-
los diáconos el poder de absolver en todas las circunstancias de los nes se extinguían y el oficio diaconal comenzó a quedar vacante.
pecados; esta exagerada pretensión fue la que sancionó negativa- A todo esto sumábase otro motivo poderoso. La autoridad
mente el Concilio provincial de Poitiers. eclesiástica no podía permanecer indiferente ante el exagerado
N o cabe duda que, según los datos expuestos, la Iglesia ad- poder de los privilegiados archidiáconos. Obispos y cabildos ca-
quirió en esta época una experiencia más bien amarga del diaco- tedralicios se esforzaron por contener esta hegemonía diaconal
nado, la cual motivaría con otros factores su supresión como ofi- en la curia, de modo que, entre el siglo xv y xvi, el ocaso del
cio autónomo y función pastoral-administrativa. archidiácono también se acentúa.
Si bien la Iglesia había permitido, según las circunstancias, Este proceso de extinción progresiva del oficio diaconal tuvo
un desarrollo extraordinario del diaconado, nuevos factores van su epílogo definitivo en el Concilio de Trento.
a determinar su decadencia y reducción de sus funciones a mero El archidiácono, que sólo en raros casos no era sacerdote, des-
servicio litúrgico provisional de paso hacia el sacerdocio. provisto de toda jurisdicción, quedó reducido a mera dignidad
Los diáconos, que durante todo el Medievo, habían sido pio- honorífica de los cabildos.
neros apostólicos en las parroquias rurales", no iban a ser ya En cuanto a las órdenes inferiores al sacerdocio, es verdad
necesarios y, haciéndose difícil su situación económica, se ponía que, para desmentir la teoría luterana sobre su inutilidad, fue
en crisis su misma existencia. propuesto al Concilio en el curso de la sesión 23 (1563) un pro-
yecto de restauración inclusive del diaconado, en su forma pri-
Durante la época Carolina comenzó a introducirse la costum-
mitiva, con el doble tipo de funciones, ordenadas unas a la cele-
bre de las misas privadas, que el sacerdote decía sin diácono e
bración del culto, otras a la actividad de evangelización o de
inclusive solitario. El Sínodo de París de 819 denuncia el abuso
gobierno ".
de que algunos sacerdotes, «parte por despreocupación, parte por
avaricia», celebraban sin ministros, y se insiste en la necesidad de Se sugería que los ostiarios, además de las funciones litúrgi-
asistentes, no intentando, en cambio, imponer con esto la obliga- cas propias tradicionales, se encargaran del registro parroquial y
ción de celebrar con diáconos, como lo había prescrito un docu- del cuidado de los cementerios; los exorcistas debían preocuparse,
mento del siglo vi, ni siquiera con acólitos ordenados. siempre bajo la dirección del párroco, de la asistencia a enfermos
Esta frecuencia de las misas privadas aumentó en el siglo x m , y moribundos; los acólitos controlarían el registro parroquial de
debido al crecimiento del clero en las ciudades, proveniente en bautizos, confirmaciones y matrimonios; los subdiáconos repar-
gran número de los caducos diáconos 50. tirían limosnas y enseñarían el catecismo; se deseaba, en fin, la
Tal fue uno de los factores decisivos para la decadencia cada restauración del diaconado en su papel antiguo de administrador
vez más general del diaconado y su transformación en etapa hacia y asistente episcopal y se insistía en sus funciones de servicio li-
el sacerdocio. Dada la posibilidad de celebrar la misa «privada» túrgico al altar, poder de bautizar y de predicar.
y con estipendio, era lógico el deseo de los diáconos de pasar al Pero los Padres del Concilio no se manifestaron unánimemen-
presbiterado. Además, la posición económico-social de los diáco- te favorables al proyecto. Preocupados sobre todo de los proble-
nos, como ya se ha sugerido, había cambiado notablemente. Mien- mas de residencia de los obispos y de la institución de los semina-
tras que los clérigos tuvieron la posibilidad de ganar el pan para rios, se pronunciaron en general muy lacónicamente sobre la
ellos, y no raramente para sus familias, mediante el trabajo ma- cuestión, que consideraron secundaria, de las órdenes inferiores
nual y mediante el comercio, la supervivencia de los diáconos es- al presbiterado; unos rechazaban el proyecto, otros lo remitían
taba asegurada. Pero cuando se empezó a urgir a los clérigos la al estudio en una sesión ulterior y sólo algunos lo aprobaron.
prohibición de los Cánones de los apóstoles (a.400), según la 51
SCHAMONI, O.C, p.14.
52
cual no podían negociar y debían vivir del altar, del ministerio, A. DUVAL, L'Ordre atf Concile de Trente, en Études sur le sacrement de l'Or-
dre (París 1957) 277-324; W. CROCE, Die Niederen Weihe nund tire hierarcbische
Wertung; eine geschischtliche Studie: Zeitschrif für katholische Theologie 3 (1948)
•>» SCHAMONI, o.o, p.22-29; BIHLMEYER-TUECHLE, o . c , p.119; CROCE, Histoire 258-314; L. CRISTIANI, L'Église d l'époque du Concile de Trente, en Histoire de
de la Paroisse, en La paroisse p.2-31. l'Église de FLICHE-MARTIN (París 1948).
50
JUNGMANN, O.C, p.294-361.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 581
580 Manuel V'seros Carretero
En definitiva, el proyecto presentado no fue incluido en los pió y permanente en la jerarquía. Este retorno conciliar a la insti-
textos oficiales de los «Cánones revisados para corregir los abusos tución tradicional de un diaconado permanente lleva consigo tam-
concernientes al sacramento del orden». Sólo pasaron a formar bién la restauración de las funciones diaconales, por las que en la
parte de ellos algunos principios doctrinales y ciertas normas di- primitiva Iglesia se caracterizó el diácono como servidor de la
rectivas, substancialmente inspiradas en la línea del malogrado comunidad eclesial.
proyecto; entre éstas, la necesidad de dar a las órdenes menores,
al subdiaconado y diaconado, su antigua característica funcional. 2. FUNCIONES DIACONALES RENOVADAS
El hecho es que el canon más capital explícita y consolida una Si bien, atendiendo exclusivamente al sentido con que el térmi-
concepción de las órdenes inferiores al presbiterado sólo como eta- no griego «diakonos» y las palabras paralelas de «diakonein» y
pas de paso al sacerdocio: «Si alguien dijere que, además del «diakonia» son empleados en el Nuevo Testamento, no es posible
sacerdocio, no existen en la Iglesia católica otras órdenes, mayores desentrañar el preciso significado funcional atribuido en seguida
y menores, a través de las cuales se tiende como por grados hacia a «diakono», cierto es que la idea de «ministerio en orden a la
el sacerdocio, S. A.» salvación» y de «servicio» o «asistencia», común a estos vocablos
Este canon reflejaba bien la opinión teológica, que era casi en el uso neotestamentario, es el índice que acusa la característica
común en la época pretridentina, sobre todo por influencia de sustancial y sagrada de las funciones diaconales 5 \
San Buenaventura y de Santo Tomás de Aquino; las diversas En esta perspectiva de «servicio» nos presenta el Vaticano II
órdenes no son sino participación de un todo potestativo, el el oficio diaconal, utilizando un lenguaje bíblico y muy común
sacerdocio, centrado en la eucaristía 53 . Esto explica que prevale- en la época patrística: «En el grado inferior de la jerarquía están
ciera la consideración del diaconado y demás órdenes inferiores los diáconos, que reciben la imposición de manos, no en orden al
como grados de paso, ponderadas más desde el punto de vista sacerdocio, sino en orden al misterio» (CI 29).
de «potestad» inacabada que de ministerio eclesial. N o obstante A nivel neotestamentario, la función de «servicio» y sus titu-
las indicaciones del Concilio, ningún obispo en la época postri- lares presenta muchas variantes. Efectivamente «diakonein» tiene
dentina restauró en este sentido las órdenes inferiores al presbite- en el Nuevo Testamento el significado de «asistir a uno», «soco-
rado. rrer a los indigentes», «hacer un servicio en orden a la salvación»,
Y en esta situación de «grado de paso» había permanecido el así como «diakonia», en los Hechos y en las cartas de San Pablo,
diaconado hasta nuestros días. De los múltiples oficios que tuvo indica un misterio de beneficencia, consistente en recoger y dis-
el diácono en sus momentos de esplendor, el Código de Derecho tribuir las limosnas a los fieles 5S y, frecuentemente, «ministerio
canónico había conservado principalmente tres: asistir al sacerdote en orden a la salvación» s".
en la misa solemne o sustituirle en determinadas funciones litúr- Los apóstoles se reservan una «diakonia» o ministerio de la
gicas con permiso del superior competente, como en la distribu- Palabra (Act. 6,4) ; Pedro dirá que Judas había participado en la
ción de la comunión, en los funerales y en las procesiones; ad- «diakonia» apostólica (Act. 1,17) ; Matías es llamado a suplirle en
ministrar como ministro extraordinario el bautismo; predicar con «esta diakonia y este apostolado» (Act 1,2); San Pablo cumple la
la debida facultad dada por el superior. Cotejando esta situación «diakonia» recibida de Jesús (Act 20,24), «diakonia de la recon-
con la de la época pretridentina, bien puede hablarse de una cierta ciliación» (2 Cor 5,18) «diakonia para la edificación del Cuerpo
«espiritualización» de la función diaconal; en la perspectiva, en de Cristo» (Eph 4,12), «diakonia de Cristo» (1 Tim 1,12).
cambio, del diaconado en la primitiva Iglesia, el diácono postri- El mismo término «diakonos» designa etimológicamente un
dentino, reducido a servidor provisional de ciertas funciones li- servidor en general, pero subrayando la idea de subordinación; en
túrgicas, ha sido más bien un exponente de su decadencia como la terminología de San Pablo ha comprendido las diferentes for-
oficio eclesial. mas de actividad que ejercían los creyentes en favor del Evange-
Según estos datos, aparece claro cómo la decisión del Vatica- lio: los apóstoles son «diáconos de una Nueva Alianza» (2 Cor
no II ha venido a actualizar la mejor tradición diaconal, al abrir 51
COLSON, La fonction diaconal...: o . c , p.9-72; M. GUERRA Y GÓMEZ, Diá-
la posibilidad de la restauración del diaconado como grado pro- conos
65
helénicos y bíblicos, I.c.
Act 11,29; Rom 15,31; 2 Cor 8,3-4; 9 , 1 ; 9,13.
53
"' Act 20,24; 2 Cor 4 , 1 ; 11,19; 1 Tim 1,12; Rom 11,13; 1 Cor 12,24; Eph 4 1-
J. B. DE FARMESE, // sacramento del Ordine nel periodo precedente a la 11,12.
¡essione XVIII di Trento (UU-H62) (Roma 1946).
582 Manuel Useros Carretero
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 583
3,6); «diáconos de Dios» (2 Cor 6,14); «diáconos de la justi-
nos, mientras que ellos se dedicaban «al ministerio de la palabra
cia» (2 Cor 11,12-15); «diáconos del Evangelio» (2 Cor 3,6;
y a la oración» S9.
Eph 3,7; Col 1,23); «diáconos del Cuerpo de Cristo, que es la
San Ignacio de Antioquía (Trall. 3,3) alude a este servicio
Iglesia» (Eph 3,7; Col 1,23). El mismo Cristo es llamado por
diaconal «de las comidas y bebidas», y el Pastor de Hermas
San Pablo «diácono» (Rom 15,8).
(a. 150) amonesta severamente a los diáconos que han cumplido
/ Así, pues, «diácono» viene a ser, según este sentido genérico, mal su servicio, que han robado los bienes de los pobres y se
jsinónimo de aquel que está al servicio de Dios y de la Iglesia y han enriquecido con la «diakonia», que habían recibido para
ejerce un ministerio en orden a la salvación. Es aplicado al mismo
servir 6°.
oficio sacerdotal.
Según otras fuentes contemporáneas, el diácono recibe los do-
Esta plurivalencia de significados no impidió que «diácono» nes de la comunidad para los indigentes; se preocupa de ayudar
y «diakonia» fueran ya empleados, sin embargo, por San Pablo, a los emigrantes, es llamado «padre de los huérfanos y de los
como queda comprobado, para indicar una determinada clase de pobres».
ministros en la Iglesia y su «diakonia» un ministerio especial. San León Magno ensalza al diácono mártir San Lorenzo por-
A este sentido técnico los reduce San Ignacio de Antioquía, cuan- que «se distinguía no sólo en el servicio de los santos misterios,
do afirma que la «diakonia—ministerio—de Jesucristo ha sido sino también en,la distribución de los bienes eclesiásticos»; cuan-
confiada a los diáconos» (Mag 6,1). do le preguntaban por los tesoros de la Iglesia, San Lorenzo
El Vaticano II no ha pretendido elaborar un estatuto concreto muestra «la muchedumbre de fieles pobres que él había alimen-
y preciso de las funciones diaconales en toda su amplitud; habla tado y vestido, atesorando así riquezas imperecederas». Este es
en general de «ministerio de la liturgia, de la palabra y de la uno de los testimonios más elocuentes para ilustrar el primer as-
caridad», y se limita a especificar los oficios diaconales relaciona- pecto, tan importante, de la función de los primitivos diáconos ".
dos con el culto (CI 29). De esta función diaconal, que podrá ser desempeñada por los
Según las fuentes, el diaconado en la Iglesia primitiva com- diáconos del futuro, encontramos en la constitución del Vatica-
prendía estas funciones específicas, cuyo esquema nos ofrece Lé- no II una mención explícita; a ella se ha referido el documento
cuyer: servicio asistencial, servicio litúrgico, predicación, servicio conciliar al hablar en términos genéricos de «ministerio de la ca-
al obispo " . Veremos en qué medida el esquema conciliar restau- ridad» o, equivalentemente, «oficios de caridad y administración»
ra esta tradición y supera el actual estatuto canónico. (CI 29). Este tipo de actividad diaconal no estaba previsto en el
a) Servicio asistencial.—La función principal del diaconado actual estatuto canónico.
aparece en sus orígenes como servicio de beneficencia; de esta El Concilio no ha determinado las formas de su ejercicio con-
manera, la actividad diaconal viene a quedar situada de modo creto y hasta dónde llegarán sus atribuciones en este campo; será
característico en la esfera de la misión de caridad propia de la la autoridad territorial, sin suda, la que en cada caso asigne a los
Iglesia 58 . Nada extraño si se tiene en cuenta que la palabra diáconos la propia competencia en cuanto a este servicio asisten-
«diakonos» y sus similares tienen también en el Nuevo Testa- cial. Es fácil prever que allí donde sean restaurados, los diáconos
mento el significado concreto de «servicio a la mesa»; a partir prestarán su servicio asistencial sobre todo en las organizaciones
de este servicio, la palabra «diakonia» se aplicó justamente para de Caritas e inclusive en la administración de los bienes eclesiás-
indicar el misterio oficial de la beneficencia cristiana. ticos, al menos parroquiales. Asimismo, la compleja tarea de re-
San Pablo nos habla de una «diakonia» de ofrendas y colectas, caudación de fondos para la Iglesia, bien se trate de colectas o
destinadas a la ayuda mutua entre las comunidades cristianas; de de «cuotas» de los fieles, entraría también en la esfera propia del
esta asistencia material, los apóstoles se sentían directamente res- oficio diaconal.
ponsables, pero muy pronto la encargaron en cada iglesia par- Pero esta función asistencial de los diáconos no debe confun-
ticular a funcionarios subalternos, en cuya línea están los diáco- dirse con un mero servicio profano de administración económica,
sino que se caracteriza como una actividad sagrada. La importan-
57
J. LÉCUYER, Prétres du Christ. Le Sacrement de VOrdre (París 1957) ; Dia- cia que obtenía en la Iglesia de los primeros siglos la beneficen-
conal,
58
en Dictionaire de Spiritualite V, III (1957).
LÉCUYER, o . c , p.49; A. HAMMAN, Le diaconal aux premien ¡tecles: LMD 59
36 (1953) 151-66; CONGAR, Restauration d'une diaconie?, en jalons pour une théo- 60
Act 6,4-5; COLSON, O . C , p.47-63.
logie du laical (París 1961) 303-13. Símil. IX 26,2.
cl
LÉCUYER, o . c ; COLSON, O.C, p.83-112.
584 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 585

cia, en cuyo ejercicio los diáconos tenían la primacía, derivaba de esta función litúrgica del diácono: ofrenda del pan, vino y agua
su íntima conexión con la celebración del culto 62. Desde el prin- por parte del diácono al sacerdote y distribución de la eucaristía
cipio el diaconado implicaba también una función litúrgica, por a los presentes y a los ausentes 65.
la cual el diácono se revela partícipe del ministerio jerárquico El diácono puede administrar también solemnemente el bau-
sacerdotal en la Iglesia. tismo en caso extraordinario y asistir al sacerdote en su celebra-
b) Servicio litúrgico-sacramental.—El estudio atento del Nue- ción ordinaria. Es más, según San Cipriano ( -258), Jos fieles
vo Testamento y de los primeros autores cristianos ha revelado moribundos o enfermos, en ausencia del sacerdote, podían hacer
la íntima relación que existía en la Iglesia entre la beneficencia su confesión a un diácono y «éste les imponía las manos en señal
y el servicio litúrgico, servicio a la mesa de los pobres y servicio de reconciliación» 6°.
a la mesa del Señor, caridad práctica y eucaristía, «ágape» y co- A juzgar por el estado de la teología del sacramento de la
munión eucarística 63. penitencia en esta época y la práctica de la penitencia pública, es
Es, pues, normal que el diácono ejercitara una función litúr- difícil precisar si se trataba de una reconciliación jurídica, exte-
gica—de culto—correspondiente a su gestión asistencial. rior, del pecador con la Iglesia, o de verdadera absolución de los
En las comunidades primitivas, junto a la liturgia de la Pala- pecados en el foro de la conciencia. La opinión común es que se
bra se celebraba la «fracción del pan» o acto eucarístico, al que trataba de disponer al pecador a la contrición y declarar su recon-
durante algún tiempo estaba también vinculado el «ágape» fra- ciliación con la Iglesia ". Colson, en cambio, opina que, al menos
terno en algunas comunidades. en tiempo de San Cipriano, los diáconos habrían ejercido el po-
Unas palabras de los Hechos nos describen escuetamente la der de perdonar los pecados en ciertas ocasiones y siempre en
estructura de la vida comunitaria cultual en las primitivas comu- nombre del obispo.
nidades: «Perseveraban en oír las enseñanzas de los apóstoles y La práctica continuó, aprobada por diversos Concilios provin-
en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en la ora- ciales, hasta el siglo x m ; fue prohibida definitivamente por el
ción» (2,42). Concilio provincial de Poitiers (1280).
Ahora bien, como a la antigua reunión vespertina judía para Además, de gran relieve fue sobre todo la función del diáco-
la cena familiar se integró la celebración cristiana de la eucaris- no como director de los actos litúrgicos y responsable de que su
tía ", esto hizo que surgieran también vinculadas la asistencia desarrollo procediera con orden y decoro. Según la Didascalia de
diaconal a la mesa y la asistencia diaconal al altar. Y, a pesar de los apóstoles (s.m), que codifica viejos usos de las comunidades
que ya en el curso del siglo i se van a separar completamente la cristianas siríacas, un diácono debía cuidar en el curso de las
eucaristía sacramental y la «comida fraterna» o ágape, ambas fun- asambleas litúrgicas de los dones eucarísticos, y otro vigilar la
ciones, la asistencial y la litúrgica, permanecerán unidas al oficio entrada de los fieles. Se conocen detalles curiosos; los diáconos
diaconal. eran los «acomodadores» oficiales, que indicaban a los asistentes
A esta función alude San Ignacio al definir a los diáconos el propio puesto según su categoría de infiel, catecúmeno, bauti-
«ministros de los misterios de Jesucristo» y «ministros no de co- zado, soltero, casado, viuda; cuidaban de que nadie «hablase,
midas y bebidas, sino ministros de la Iglesia» (Trall. 2,3). durmiese o hiciera señal» durante la predicación del obispo; guia-
San Justino describe el plan seguido en la celebración de la ban la oración y anunciaban los diversos momentos del culto;
eucaristía, donde aparece con suficiente precisión en qué consistía «Orate, cathecumenü...» «Exite, cathecumeni!...» «In pace dis-
62
cedite!» (hoy, «Ite, Missa est») 68.
Es interesante comprobar cómo en la actualidad, paralela al movimiento de
renovación litúrgica de la parroquia, ha surgido la renovación de su actividad asis- Esta función litúrgica tradicional del diácono es la que el
tencial y de caridad social; COMMUNAUTÉS SACERDOTALES DE SAINT SEVERIN DE PA-
65
RÍS, Le renouveau litufgique (París 1960) ; HERMÁN, La cbarité dans l'Église (Pa- Apología I p.65 y 6 7 ; PG 6,427-30.
06
rís 1961); RIQUET, La chanté du Christ en action (París 1961). Típico fue en Epist. 18 n . l : PL 4,258.
esta línea el ensayo de G. La Pira, alcalde célebre de Florencia; había organizado 67
FORGET, Diacres, l.c. Análogo valor de disposición a la contrición mediante
la misa de los pobres. Después de una misa comunitaria, algunos fieles ofrecían a la explicitación del deseo del sacramento estaba contenido en la confesión hecha
los necesitados gratuitamente toda suerte de servicios, como barbería, alimentos, en caso de necesidad a los seglares, cuya práctica duró en toda la Edad Media
consultorio, e t c . . hasta Duns Scoto; A. TAEETAERT, La confession aux laiques dans l'Église latin
83
STELZENBERGER, Karilas und Liturgia: Liturgische Leben (1934) 105-17; B. CA- (París 1926) ; LAURIN, De l'intervention des laiques, des diacres et des abesses dans
PEIXE, Quéte et offertoire: LMD 24 (1950-54). Sobre todo, cf. los trabajos del la administration de la pénitence (París 1899) ; DUMMONT, La réconciliation avec
padre Spicq y Warnach sobre el «ágape» en la tradición cristiana. l'Église et la necesité de l'aveu sacramental: NRT 81 (1959) 577.
64 68
H. KAHLEFELD, La Communauté chrétienne..., I . o , p.64-67 y 76-79; A. IUNG- I. DALMAIS, Le diacre, guide de la priére du peuple d'apres la tradition li-
MANN, El sacrificio de la misa (Madrid 1953) 27-47. turgique: LMD 61 (1960) 30-40.
586 Manuel V'seros Carretero
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 ""'
Concilio ha explicitado en toda su amplitud, aumentando las atri- más inmediatos de los obispos, el presbítero y el diácono, fueran
buciones que le reconocía el estatuto canónico vigente hasta ahora: llamados a participar en él según las necesidades pastorales de
«Es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo la iglesia local.
indicare, la administración solemne del bautismo, el conservar y distri- Este ministerio de la Palabra fue ya ejercido por los diáconos
buir la eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los ma- apostólicos Esteban y Felipe, elegidos por los apóstoles (Act 6)
trimonios, llevar el viático a los moribundos..., presidir el culto y ia
oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir los ritos de
y considerados por la tradición como los primeros diáconos; se
funerales y sepelios» (CI 29). dedicaban al ministerio de la asistencia cotidiana a los pobres y
a la predicación.
AI hablar la constitución de «presidir el culto y oración de Las fuentes postapostólicas atribuyen al diácono la lectura pú-
los fieles» se refiere sin duda a las celebraciones sagradas de la blica del Evangelio; en aquella época, dada la estructura de la
Palabra, de las que trata la instrucción sobre liturgia; esta fa- catcquesis cristiana, no se trata exclusivamente de una misión li-
cultad es concedida también a los seglares: túrgica, sino de una verdadera misión oficial de predicación y
«En los lugares donde no haya sacerdote y no <se pueda celebrar evangelización ".
la misa, los domingos y fiestas de precepto organícese, a juicio del or- La Didaché recuerda a los fieles, como motivo para la elección
dinario, una sagrada celebración de la Palabra de Dios, presidida por un de unos diáconos virtuosos, el que «ellos desempeñan un servicio
diácono o incluso por un seglar, especialmente delegado» (IL 37).
de profetas y doctores», es decir, ministerio de la enseñanza.
Se ve, pues, cómo el Vaticano II ha ampliado las facultades San Cipriano prescribe a los diáconos enseñar y exhortar al
litúrgicas diaconales en ia línea de la tradición primitiva. El Có- pueblo cristiano, y la Traditio apostólica (218-20) les encarga de
dico de Derecho canónico reconocía al diácono como ministro «instruir a los que se encuentran en la asamblea».
extraordinario del bautismo solemne (can.741) y de la sagrada Este ministerio de la predicación comenzó a ser desempeñado
comunión (can.845), ministro ordinario de la exposición y reser- por los diáconos como oficio peculiar suyo a lo largo del siglo II;
va del Santísimo Sacramento, pero no de la bendición eucarísti- se supone, además, que ellos fueron los primeros misioneros de
ca (can.1274), y se le permitía dar ciertas bendiciones (can.1147). las comunidades rurales.
La intención del Concilio, por el contrario, ha sido llegar has- Tanto el Pontifical romano como el Código de Derecho ca-
ta el límite de las facultades diaconales en el ministerio del culto, nónico mantuvieron en principio vigente esta función diaconal,
para suplir de esta manera con los diáconos del futuro, en los si bien los diáconos postridentinos la han ejercitado raras veces.
países en que esto sea necesario, la escasez de sacerdotes. El Vaticano II describe el ministerio diaconal de la Palabra
c) Ministerio de la Palabra.—En conexión con la función en estos términos: «... leer la Sagrada Escritura a Jos fieles, ins-
litúrgica, el diácono ha ejercitado también desde los orígenes el truir y exhortar al pueblo» (CI 29).
ministerio de la Palabra. Esta actividad de los diáconos es de un Es claro que la función de «leer la Sagrada Escritura» no se
gran alcance pastoral. También en esta línea, el Concilio conso- limita a los actos de culto, aunque éstos sean el momento fuerte
lida la tradición primitiva. del ministerio diaconal de la Palabra, sino que implica toda una
Había la costumbre en las primeras comunidades cristianas de actividad en orden a la iniciación bíblica de los fieles. Asimismo,
celebrar una reunión especial dedicada a la instrucción de los fie- el «instruir y exhortar al pueblo» hace prever en el diácono del
les, o catcquesis. A ella eran admitidos también los no cristianos, futuro un instrumento valioso para la dirección de toda clase de
y tenía un carácter misionero. Se componía de lecturas del Evan- «círculos de estudio» y, en particular, para la dirección de la ca-
gelio y de las cartas de los apóstoles; el presidente de la asamblea tcquesis. Pero, sobre todo, la colaboración del diácono será de
o, en su lugar, uno de los «profetas» o maestro espiritual hacía singular eficacia en el campo de la evangelización de los no cris-
la explicación y aplicación de la palabra escrita a las circunstancias tianos y de los alejados. Aunque sólo fuera en función de esta
concretas de la comunidad ". actividad misionera, merecería la pena hacer la experiencia de los
Siendo este ministerio considerado como principalísimo entre nuevos diáconos en muchas parroquias aun de los países denomi-
los ministerios apostólicos'", era normal que los colaboradores nados «católicos».
68
Nótese, por último, que la constitución, al especificar el mi-
KAHLEFELD, O . C , p.71.
'° F. ARNOLO, 77 Ministero della Fede (Alba 1953) 18-26. J. LÉCUYER, Prétres du Chrht, o . c . p.52.
588 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 589

nisterio diaconal de la Palabra, no usa el término «predicar». En definitiva, las funciones indicadas hacían del diácono una
Y no es porque el diácono no pueda hacerlo en algunas circuns- \especie de delegado del obispo, todavía no en el sentido estricto
tancias, sino porque, en la terminología conciliar, por predicación canónico, sino tan sólo «de hecho», en cuanto al gobierno pasto-
se entiende sobre todo la homilía, y ésta es propia del sacerdote ral de la comunidad. Esto mismo condicionaría la evolución ulte-
que celebra la eucaristía. El ministerio diaconal de la Palabra se rior, que llevará al diácono a ocupar uno de los primeros puestos
especifica más bien por la evangelización y la catequesis. de la curia episcopal.
Todas estas funciones el diácono las ha de ejercer en estrecha Este riesgo no lo correrán los diáconos del futuro. El Concilio
unión con el obispo. Aparece así otro aspecto de la función dia- concibe la restauración del diaconado no al servicio personal del
conal, que tuvo gran relieve en los orígenes del diaconado. obispo, sino al «servicio del pueblo» «en comunión con el obispo
y su presbiterio» (CI 29).
d) Servicio al obispo.—El principio clave del estatuto del
Hay que subrayar, pues, que en esta línea la figura del diáco-
diaconado en la Iglesia primitiva es que el diácono está consti-
no conciliar se aparta notablemente de lo que en un tiempo fue
tuido servidor del obispo, único responsable en la comunidad so-
el diácono como servidor del obispo en cuanto al gobierno de la
bre todos los ministerios.
diócesis. La estructura actual de la curia diocesana y la misma
Lo formulaba así la Traditio apostólica, intentando con esto forma en que en la actualidad se desarrolla la pastoral episcopal
sin duda definir la situación del diácono en la línea jerárquica de lo hacen irrealizable, al menos como norma general.
la Iglesia: «El diácono no se ordena al sacerdocio, sino al servicio
Pero el Concilio mantiene el dato más importante de la tra-
del obispo para hacer lo que éste le manda» ".
dición primitiva en este sentido, y es que el diácono ha de actuar
Como colaborador del obispo ocupa un puesto de confianza en la Iglesia en comunión con el obispo y con el presbiterio, para
y de prestigio singular ante los fieles; inclusive se le encomen- que de esta manera no se rompa la coherencia entre los ministe-
daba una cierta actividad judicial. El llegaría a ser el intermedia- rios eclesiales. Sin embargo, no por esto queda excluida la posi-
rio oficial entre los fieles y su obispo. bilidad de que algunos obispos sustituyan en el futuro la actual
Esta función ha sido descrita con detalle por la Didascalia de figura del sacerdote «familiar» por la de un diácono «episcopal».
los apóstoles, verdadero código del oficio diaconal; los fieles han
de recurrir al obispo mediante los diáconos, y a través de ellos
harán conocer sus deseos; el diácono informará al obispo sobre 3. E L CELIBATO DIACONAL
el estado religioso-social de la comunidad y sobre la moralidad
La cuestión del celibato de los diáconos ha sido una de las
pública para que el obispo intervenga ayudando a los necesitados
más discutidas en el Vaticano II al tratar de la restauración del
y corrigiendo los abusos 7S .
diaconado.
Según la Traditio, el diácono indicará al obispo quiénes son
Indicaremos algunos datos de más relieve que ilustran el pro-
los enfermos para que venga a visitarles ".
ceso histórico a través del cual el celibato vino a formar parte ca-
Frecuentemente los autores de la época se preocuparon de
pital del estatuto propio de los diáconos en la Iglesia latina.
construir una mística común al obispo y al diácono, teológica-
En cuanto al celibato de los diáconos en los primeros siglos,
mente un tanto exaltada, pero que indicaba con trazos inconfun-
como también de los sacerdotes, al menos hasta el siglo m-iv para
dibles la solidaridad entre obispos y diáconos en sus respectivas
los occidentales, no se puede hablar de ley con origen apostólico,
tareas ministeriales:
sino de práctica inspirada en el ejemplo y doctrina de los após-
«Sed de un mismo parecer, obispos y diáconos, porque no formáis toles " .
más que un solo cuerpo, el padre y el hijo, porque vosotros sois como Existía también la práctica contraria—todavía hoy canonizada
una imagen de la divinidad. Que el diácono someta todo al obispo, como en la Iglesia oriental—de admitir al diaconado a los padres de
el Mesías a su Padre... Que el diácono sea la oreja del obispo, su boca,
su corazón y su alma, porque vosotros sois dos en una sola voluntad, familia, como lo refleja el testimonio de Cirilo de Alejandría
y en vuestra unanimidad la Iglesia encontrará la paz» ". ( -444) : «También el Apóstol admite al marido de una sola
76
72
Tradit. Apost. c.9. Bickel opina que la ley del celibato es de origen apostólico (Der Coelibat,
73
Didasc. XXXVII-XXXIX. eine apostolische Anornung: Zeitschrif für katholische Theologie 2 [1878] 26-64;
74
Tradh. Apost. c.30. [1879] 782-99). La opinión común es la indicada (KURTSCHEID, o.c, p.57; LÉCU-
75
Didasc. XLVIII. YER, o.c. p.83-91).
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 591
590 Manuel Useros Carretero

mujer, ya sea presbítero, diácono o seglar, siempre que use irre- canonizada en el Concilio Trullense, y siempre respetada por la
prensiblemente del matrimonio» ". / .Santa Sede, que permite a subdiáconos, diáconos y sacerdotes con-
De todas las maneras hay que tener en cuenta que no se per¿ traer matrimonio antes de la ordenación.
mitía al diácono contraer matrimonio después de haber sido orde- \ El Vaticano II ha introducido una gran modificación en la
nado; esta costumbre aparece como ley, al menos en el Concilio disciplina occidental del celibato eclesiástico al permitir que se
Ancirano (314), que concedió de modo excepcional a unos diáco- confiera el diaconado a «hombres de edad madura aunque estén
nos el permiso de casarse ,s . casados» (CI 29). En principio, pues, en virtud de esta posibi-
La primera ley escrita, con valor local, sobre el celibato de lidad, el matrimonio de ciertos ministros del altar deja de ser
los obispos, sacerdotes y diáconos es la célebre del Concilio de una excepción también para el Occidente y se transforma en nor-
Elvira (s.m). ma general. Se ha verificado en este sentido también un retorno
Todavía, aun en época posterior, el Concilio de Nicea (325) a la tradición.
no quiso hacer del celibato una ley universal, sino que toleró el Pero se han salvado también los siglos de tradición occidental
matrimonio contraído antes de la ordenación; tampoco en las posterior, y, en virtud de su reconocimiento y respeto, se prohibe
Constituciones apostólicas (s.iv) el celibato aparece impuesto como conferir el diaconado a los jóvenes casados. Esta vía media con-
ley general. ciliar ha sido el único modo de sacar a flote el proyecto de res-
Una ley de Justiniano prohibía asimismo, según el c.27 de tauración del diaconado. A pesar de todo, esta decisión, como lo
las Constitutiones, que sacerdotes y diáconos contrajeran matri- revela el resultado de las votaciones ya indicado, encontró muchas
monio después de la ordenación, permitiendo, en cambio, su uso dificultades entre los Padres conciliares. Puede considerarse este
a los que ya estaban casados. aspecto como el menos «maduro» de todo el estatuto conciliar
En Occidente, la costumbre del celibato para las órdenes ma- sobre el diaconado e índice claro de las cautelas con que la Iglesia
yores se fue consolidando con gran rapidez, a partir del siglo IV, afronta la revisión de la ley del celibato eclesiástico', por las múl-
en los Concilios que reunían los obispos de un reino o de una tiples implicaciones que esto lleva consigo.
provincia 7°. Con el papa Siricio (s.iv) la práctica romana comien-
za a declararse decididamente en favor del celibato, incluso antes
de la ordenación. IV. La sacramentalidad del diaconado
Además de los motivos teológicos, la situación peculiar que El Vaticano II, a decir verdad, no ha sido muy explícito en
ocupaba el diácono como administrador de los bienes de la Igle- afirmar la sacramentalidad del diaconado. Pero la da por supuesta
sia, asistente del obispo y, normalmente, su presunto sucesor, ha- al hablar de la «imposición de manos», por la que el diácono se
cían de modo especial recomendable también para ellos el celi- ordena al ministerio, y de la «gracia sacramental» que mediante
bato. Con diáconos casados siempre existía el peligro de que se esta imposición reciben los diáconos.
preocuparan más de los intereses de la propia familia que de las Con la cuestión de la sacramentalidad se relacionan íntima-
necesidades de la Iglesia. mente los temas de la institución divina del diaconado y de la
Este aspecto es indicado justamente por Schamoni como factor naturaleza de la gracia sacramental, que también trataremos a con-
integrante de los fundamentos psicológicos e históricos del celi- tinuación para ofrecer una visión completa, aunque sucinta, de
bato de los diáconos *°. toda esta temática fundamental.
En el II Concilio de Letrán (1139) y posteriormente en el
Concilio de Trento, con sus decretos sobre el impedimento ma-
l. INSTITUCIÓN DIVINA
trimonial del orden sagrado, el estatuto legal sobre el celibato de
los diáconos queda «canonizado» de una manera solemne, defini- La institución divina del diaconado no debe entenderse en
tiva y, en la Iglesia de Occidente, universal. sentido más estricto del que admite el Concilio de Trento al es-
Los orientales, por el contrario, conservan la práctica antigua, tablecer en general el origen divino de la jerarquía de orden:
" Strom. III 12: PG 8,1189.
78
«Si alguien dijere que en la Iglesia no existe una jerarquía insti-
KURTSCHEID, O.C., p.57ss.
79
FOURNIER-LE BRAS, Histoire des Collections Canoniquei en Occident (París tuida por ordenación divina, que consta de obispos, presbíteros
1931-32) 42.
80
y ministros, s.a.»
SCHAMONI, O . C , p.15-17.
592 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 693

Al decir «ministros» quedan, al menos, incluidos los diáco- / \ Por lo demás, Clemente Romano, contemporáneo de los após-
nos, que son los ministros de grado superior después de los pres-/ toles, señala el hecho de que ellos, «fundados en las instruccio-
bíteros. Que hayan sido instituidos por voluntad divina no signi/ nes, de Nuestro Señor, constituyeron obispos y diáconos».
fica que Cristo les estableciera inmediatamente, personalmente p e modo que, teniendo en cuenta los testimonios patrísticos,
Si el diaconado integra por mandato divino los grados de la je- en parte ya aducidos, que de manera constante presentan los diá-
rarquía de orden en la Iglesia, la creación de los diáconos pudo conos junto a los obispos y presbíteros, integrando la estructura
ser encomendada a los apóstoles, y ellos fueron los que por pri- jerárquica de la Iglesia desde sus orígenes, se deduce que el dia-
mera vez, sin innovar por esto una institución jerárquica más, conado es una institución divino-apostólica y no meramente ecle-
al margen de la voluntad divina, constituyeron a ciertos hombres siástica: «Sin obispos, presbíteros y diáconos—decía San Igna-
en las funciones de diáconos. Cristo habría instituido el diaco- cio—no se puede hablar de Iglesia».
nado y los apóstoles los diáconos. Un nombre sirve para designar toda esta jerarquía de orden:
De hecho no hay unanimidad entre los teólogos e historiado- el de «sacerdocio». Único sacerdocio jerárquico participado sacra-
res bíblicos en cuanto a la determinación del momento histórico mentalmente en diversos grados: episcopal, presbiteral, diaconal.
de la institución de los diáconos. Según la antigua tradición y la
actual opinión común de los exegetas, las circunstancias de su
2. SACRAMENTALIDAD
institución estarían narradas en los Hechos de los Apóstoles c.6.
Pero, prescindiendo de otras observaciones críticas, se hace Afirmar la sacramentalidad del diaconado significa que, me-
notar que ninguno de los siete es llamado en la terminología diante el acto1 de la ordenación, el diácono recibe un poder ina-
neotestamentaria «diácono», como era de esperar si los apóstoles misible que le caracteriza indeleblemente como partícipe jerár-
hubieran realizado en este momento su institución. En las cartas quico de un modo incoativo del poder sacerdotal y es dotado de
pastorales paulinas, «diácono» era ya un término técnico para una gracia especial en función de su ministerio.
designar un oficio peculiar distinto del de los obispos-presbíteros En el período pretridentino, teólogos cualificados, como Du-
y, sin embargo, San Pablo no lo ha aplicado en este sentido pre- rando y Cayetano, no veían en la ordenación de los diáconos más
ciso a Esteban, uno de los siete, de quien habla en la primera que un sacramental, basados en que su función predominante
carta a los Corintos (16,15). aparece como un ministerio asistencial y no sagrado.
Colson, con Gaechter, se inclina, por esto, a ver en los siete La doctrina tridentina sobre los orígenes divinos del diacona-
un grupo de obispos encargado, bajo la dirección de los apóstoles, do y un mejor conocimiento de las fuentes han influido1 para que
de administrar los grupos helenistas de Jerusalén. Sólo más tarde en la teología católica se fuera explicitando más y más sin titubeos
la función de estos obispos se habría desdoblado en dos funciones la convicción de que el diaconado es también un sacramento, de
distintas; la una, en orden al ministerio esencialmente episcopal- modo que participa de la sacramentalidad originaria del sacra-
presbiteral; la otra sería la del oficio diaconal propiamente dicho. mento del orden.
De modo que si los siete no fueron tal vez los primeros diáconos,
N o obstante la naturaleza de ministerio asistencial que carac-
ellos dieron ocasión probablemente al origen de los diáconos en
teriza al diaconado, y aunque es claro en la tradición, como afirma
la Iglesia".
San Hipólito, que el diácono no es elevado por la ordenación al
En cambio, Lécuyer piensa que los mismos apóstoles fueron mismo nivel sacerdotal de los presbíteros, pues no recibe «el es-
instituidos diáconos por Jesús, cuando les envió a predicar y echar píritu común del presbiterado, del que son partícipes los presbí-
demonios 82. teros» 83, no es extraño encontrar expresiones, como la de Optato
Sea lo que quiera del momento histórico del origen del dia- de Milevi (380), que revelan su carácter sagrado: «Los diáconos
conado, lo cierto es que en la carta a los Romanos (a.57) ya apa- están constituidos en un tercer sacerdocio... Los presbíteros, en
rece diferenciada la función diaconal (12,6-9) y que esta función el segundo» ".
diaconal es la que ejercen los diáconos de que habla la carta a
Y San León mismo dice: «Los presbíteros y diáconos pueden
los Filipenses (1,1) y la 1 a Timoteo (3,8-10).
recibir cualquier día la dignidad del oficio sacerdotal».
81
GAECHTER, Die Sieben: Zeitschrift für Katholische Theologie 74 (1957) 129-
166;83 COLSON, O . C , p.40-46; H. LENNERZ, De sacramento Ordinis (Roma 1953) 113. COLSON, O . C , p.99.
LÉCUYER, Diaconal, en Dict. Je Spirit. Citado por LÉCUYER, Diaconal, l.c.
594 C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 595
Manuel Useros Carretero

A pesar de todo, estos testimonios no serían suficientes pata La verdad es que, aunque se dice que el «carácter» impreso
concluir la sacramentalidad del diaconado. por el sacramento es «potestas», no se trata, sin embargo, de
Es necesario recurrir, sobre todo, a la liturgia de la ordena- una potestad únicamente relacionada con la eucaristía, sino tam-
ción; los más antiguos Rituales que se refieren al diaconado, muy bién con los demás sacramentos y en orden a otras funciones
próximos al siglo m , suponen, como cosa de antiguo practicada, jerárquicas; en el caso del diaconado se trata, como después ex-
que éste se confiere mediante la imposición de manos por parte plicitaremos con más detalle, de una disposición especial para
del obispo y una oración consecratoria especial S5 . ejercer la predicación y una peculiar habilitación para los servi-
Ahora bien, la imposición de manos es el rito de origen apos- cios impuestos por la misión de caridad asistencia!, propia de
tólico, usado constantemente para conferir el sacramento del la Iglesia.
sacerdocio g°. De la misma manera que, como la historia muestra y la teo-
logía enseña, se admite una diferenciación de potestad de orden
N o era así, en cambio, para el nombramiento de otros minis-
diversamente participada, no hay inconveniente en reconocer en
tros, como subdiáconos, lectores, cantores, exorcistas, diaconisas ".
esta línea también una diferenciación de ministerios y funciones,
Por lo que el «orden de los apóstoles», que desde una época
bien sea en orden al servicio de la Palabra de DSos, de la euca-
a ellos contemporánea se diferencia en tres grados—obispos, sacer-
ristía y demás sacramentos, o de la comunidad de fieles; funcio-
dotes, diáconos—, no puede ser comparado en su transmisión al
nes todas que derivan del único ministerio jerárquico poseído
orden de los acólitos o de los cantores ni al «mandato» que la
en plenitud por los apóstoles y grados sacramentales determina-
jerarquía da a los miembros seglares de la Acción Católica.
dos por la Iglesia, que derivan del único sacramento del sacer-
Es un rito, además, cuya finalidad es la comunicación del Es-
docio, o equivalentemente diversas participaciones sacramentales
píritu Santo, elemento esencial del sacramento; representativa en
del poder general de orden confiado por Cristo a la Iglesia 9°.
este sentido es la ceremonia de ordenación que prescriben los
Por esto, la cuestión de la renovación del diaconado no se
Cánones de Hipólito, el más antiguo ritual de las órdenes: «El
ha planteado en la dimensión exclusiva de los «poderes» ritua-
obispo imponga las manos diciendo esta oración: ¡Oh Dios, Pa-
les del diácono, sino en la perspectiva eclesial de un despliegue
dre de Nuestro Señor Jesucristo!: te rogamos que infundas el
visible y consistente, activo y funcional de los demás oficios
Espíritu Santo sobre tu siervo y le prepares con los que te sirven
pastorales que radican en el sacramento del orden.
según tu beneplácito, como a Esteban» " .
La misma fórmula ha conservado sustancialmente el actual
3. E L CARÁCTER Y LA GRACIA SACRAMENTAL DEL DIACONADO
Pontifical romano. Nada de extraño, pues, que Pío XII, en su
constitución Sacramentum Ordinis (1947), considerando esta tradi- Mediante el sacramento, el diácono es consagrado por la po-
ción de la Iglesia, haya entendido como sacramento al diaconado, testad recibida de modo inamisible al ejercicio de su función en
de la misma manera que al episcopado y al presbiterado. la Iglesia. Esta consagración indeleble es el carácter o poder dia-
Esta es una conclusión que no podría urgirse, en cambio, a conal, ministerial-sacramental.
partir de una argumentación basada exclusivamente en la función En virtud de este «poder»—según la terminología clásica—,
diaconal de «servir al altar» en la celebración de la eucaristía, el diácono sirve al altar, administra el bautismo o distribuye la
según la idea tomista de que la potestad de orden o es para la eucaristía en caso extraordinario, como ministro jerárquico y ofi-
consagración de la eucaristía o es para ejercer algún ministerio cial de la Iglesia, no como ministro ocasional al nivel del simple
relacionado con este sacramento 8°. El diaconado, efectivamente, cristiano seglar.
no confiere ninguna potestad nueva sobre la eucaristía que no El diácono recibe, además, potestad para predicar, cuyo ejer-
tengan también los seglares y que podrían ejercer lícitamente por cicio está condicionado, como el del sacerdote, a la «misión»
concesión de la Santa Sede. dada por la autoridad eclesiástica competente. N o parecerá in-
85
fundado referir esta potestad de predicar también al carácter
Cf. los estudios de Doens y Kleinheyer dedicados a la liturgia de la orde- sacramental o poder diaconal de orden, en cuya línea, aunque no
nación diaconal en los ritos romano y oriental, publicados en Diakonia in Christo,
o . c ,86 p.57-76. exclusivamente, se sitúa el ministerio de la Palabra, propio de
87
L. COOPPENS, Uimposición des mains et les rites connexes (París 1925).
88
P. G Y , L'Ordre, en lnitiation Théologique vol.4 (París 1961) 727. 90
LENNERZ, O . C , p.109; G Y , O . C , p.715-16; RHANER, Dogmatische Vorbemer-
Citado por TIXERONT, o . c , p.110.
89
3 q.67 a.2; Contra Gentiles 4,74. kungen..., l . c , p.135-44.
C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 597
596 Manuel Useros Carretero
Para expresar esta realidad, Winninger-Hornef han encon-
los diáconos, en la misma medida en que, a propósito del oficio t r a d o una fórmula feliz: «Por su naturaleza misma, el diacona-
episcopal, la constitución declara que por su consagración sacra- do está sometido. El es propiamente, en las diversas esferas de
mental los obispos reciben el oficio de enseñar (CI 21). su ministerio, la forma sirviente del sacerdocio» °4.
Esta concepción del ministerio de la Palabra como función En esta perspectiva es posible precisar asimismo la naturaleza
que participa del poder de orden había sido afirmada, ya antes y el valor de la gracia sacramental del diaconado, a la que se
del Vaticano II, por muchos teólogos. Escribía Schmaus: ha referido explícitamente el Vaticano II. El don del Espíritu
« A u n q u e la predicación está lejos de ser un sacramento que obre «ex Santo, que los diáconos reciben, les hace aptos para continuar,
opere operato», en ella está actuando, sin embargo, de m o d o misterio- según el grado de su orden, la obra de los apóstoles al «servi-
so, el E s p í r i t u Santo; de m o d o que la predicación implica la dinámica ció» de los fieles. La gracia del diaconado es, pues, un «caris-
d e la gracia divina. En vista de esta situación, hay que decir que el ma», es decir, una virtud espiritual destinada, más que a la san-
magisterio eclesiástico participa tanto del poder de jurisdicción como del
poder d e o r d e n » " . tificación individual, a la edificación de la Iglesia; se podría de-
signar como la gracia del episcopado y del presbiterado, «gracia
Intentando resumir la peculiaridad del carácter sacramental funcional» 9S . En esta dimensión eclesial, el diaconado aparece
del diaconado, diríamos que es como una «potestad de servicio» integrado, como función y como gracia participada, en el dina-
en grado jerárquico a los fieles mediante el ministerio de la mismo total de la «diaconia» apostólica en vista a la construc-
Palabra, del culto y de la caridad. En este carácter de «ordena- ción del Cuerpo místico (Eph 4,12).
ción de sirviente» insistía la Traditio apostólica de Hipólito, al Antes de poner punto final a estas notas sobre la teología
fijar el rito de la consagración de los diáconos: «Ordenamos del diaconado, nos sirve una observación de Lécuyer. La teolo-
que el obispo sólo imponga las manos en la ordenación de diá- gía del orden en Occidente se había orientado cada vez más
cono, porque éste no es ordenado al sacerdocio (in sacerdotio), hacia el estudio de los poderes sacramentales conferidos y, prin-
sino al servicio del obispo (in ministerio episcopi) para hacer cipalmente, de los poderes sobre la eucaristía, dejando en pe-
lo que éste le encomienda». numbra el «carisma» espiritual que el sacramento confiere o no
Para explicitar más el sentido del texto, Colson traduce: «El mencionando la gracia dada por la ordenación más que como un
diácono no es ordenado a la función sacerdotal del obispo, sino aumento de la gracia santificante. Esto contribuyó necesaria-
a su función diaconal», es decir, el diácono participa de la fun- mente a reducir el interés por el diaconado, ya que éste no con-
ción diaconal del obispo. Función sacerdotal y función diaconal fiere ningún «poder» sacramental que condicione la adminis-
estaban unidas en los primeros colaboradores de los apóstoles °2. tración válida de alguno de los sacramentos"".
Aún más, la misma tradición cristiana nos orienta para refe- Había llegado así a predominar una noción canónica del
rir el carácter sacramental del diaconado al carácter diaconal del diaconado, que es la mínima expresión de la naturaleza de esta
sacerdocio de Cristo. Esta característica del sacerdocio de Cristo función eclesial: «El diaconado es una potestad especial, confe-
tiene sus fundamentos en el Nuevo Testamento y en la tradición, rida mediante la imposición de las manos, para asistir oficial-
en cuanto que lo manifiestan como «servidor» del Padre y «ser- mente y de un modo inmediato al presbítero en la celebración
vidor» de los hombres. de la misa solemne y cantar solemnemente el Evangelio» ".
Ha sido San Ignacio de Antioquía quien más ha puesto de A partir de esta idea nunca se habría podido encontrar fun-
relieve este paralelismo entre los diáconos y Cristo' «Servidor»: damento sólido para plantear el problema de una renovación del
«Los diáconos son los imitadores de Cristo porque ellos son los diaconado como ministerio independiente del presbiterado y es
servidores del obispo, como Cristo es el servidor de Dios Padre». seguro que habría permanecido siempre como grado de paso. Si,
En definitiva se puede concluir que el carácter sacramental por el contrario, hoy es una realidad su restauración es porque
del diaconado configura al ordenado con Cristo-Diácono; adquie- en los últimos años la teología del diaconado se ha desarrollado
re así pleno significado teológico lo que decía San Ignacio: «A
los diáconos ha sido confiada la «diaconia» de Cristo» 93. 94
95
WINNINGER-HORNEF, a . c , p.339.
B. BOTTE, Caractére collegial du presbyterat el de VÉphcopat, en Études sur
91 le Sacrement de l'Ordre, I . c , p.121; GY-HENRY, L'Ordre, l . c . p.712 y 725; LÉCU-
SCHMAUS, Teología dogmática III: «La Iglesia» p.693-94. YER, o.c.
'-' COLSON, O.C, p.99. 69
93 LÉCUYER, O.C, p.62.
Este aspecto ha sido tomado en consideración y documentado, sobre todo, por
LÉCUYER, o.c. •' WERNZ-WIDAL, IUS canonicum vol.4 (Roma 1934) 216.
598 Manuel Useros Carretero C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 599

en un sentido mucho más integral, en particular por lo que se La ordenación de diácono es parte del sacramento del orden,
refiere a la inteligencia de su sacramentalidad. Este era un pre- mediante el cual se confiere un grado del oficio jerárquico. £1
supuesto necesario para que la cuestión de la restauración pu- diácono pertenece a la jerarquía sacerdotal de la Iglesia. Su
diera considerarse ya «madura», como esperaba Pío XII, por el apostolado será, en cualquier supuesto, apostolado jerárquico.
Vaticano II en el momento de pronunciarse afirmativamente De aquí su vocación específica, íntimamente vinculada, como la
sobre esta propuesta. del sacerdote, a una actividad sacramental y pastoral.
En cambio, los miembros de los institutos seculares y de la
Acción Católica no se sitúan a nivel jerárquico. Su actividad
V. Motivos pastorales a la restauración del diaconado apostólica no está en relación teológica con otro sacramento que
El voto favorable a la restauración del diaconado, como gra- no sea el bautismo y la confirmación.
do propio y permanente de la jerarquía, llegó a alcanzar, como La vocación del diácono es, en definitiva, vocación a recibir
ya hemos indicado, el índice de la unanimidad, desde luego un sacramento que tiene razón de ser en sí mismo, en cuanto
moral y casi numérica, entre los Padres conciliares. Esto revela el que, completando el del bautismo y la confirmación, dedica al
peso de los argumentos que habían fundamentado la propuesta. ordenado de modo estable al ejercicio de las funciones diaco-
Y no nos referimos sólo a los argumentos que explícitamente nales ".
fueron aducidos por los Padres conciliares durante la discusión, Ahora bien, el presentar el diaconado como vocación más
sino también a las razones en que durante la etapa preconciliar completa y más perfecta al servicio de la Iglesia no ha de indu-
apoyaban el deseo de la restauración los promotores de esta cir al equívoco de quienes han visto en el diaconado como el
propuesta y que, de una manera u otra, tuvieron también su in- último grado de ascensión eclesial de los seglares, al que ha de
fluencia en la decisión conciliar. Expondremos los principales. conducir el movimiento actual de Acción Católica. Este malen-
Como veremos en seguida, la constitución sólo ha aludido tendido radica en no caer en la cuenta de la contradicción que
a uno de ellos: la escasez de sacerdotes. Hubiera sido de desear implicaría intentar potenciar el apostolado seglar mediante una
en este sentido una redacción más perfecta y aquilatada del do- ordenación que le transformaría en apostolado jerárquico, co-
cumento conciliar. rriendo así la Iglesia el peligro de un clericalismo pernicioso.
En la Acción Católica, el seglar actúa precisamente como
1. EL DIACONADO COMO VOCACIÓN ESPECÍFICA seglar; y esta promoción de los seglares al apostolado, tan vigo-
rosa en la actualidad, es necesario incrementarla y valorizarla en
Siguiendo la teología del sacramento del orden y del sacer- una línea de autonomía a partir de la teología del bautismo y
docio, los promotores de la restauración habían insistido, ante de la confirmación—como lo ha hecho, por otra parte, el Vati-
todo y con aguda visión del fondo del problema, en el aspecto cano II—e independientemente de la perspectiva de la restaura-
del diaconado como vocación y función específicas. Era en pri- ción del diaconado ministerial. Si esto no fuera tenido en cuen-
mer lugar necesario tomar conciencia de esta especificación de la ta, la restauración del diaconado podría ocasionar el riesgo al
vocación diaconal con relación a la vocación sacerdotal; pero que se refirió el P. Rouquette, de «decapitar y paralizar la Ac-
de modo especial con relación a la función y vocación de los ción Católica»100.
miembros de los institutos seculares y de los militantes en las Los diáconos del futuro podrán prestar sin duda un valioso
organizaciones de apostolado seglar. No se ocultaba a los pro- servicio a los movimientos de apostolado seglar; pero no como
motores de la renovación la dificultad propuesta por algunos en suplentes de los militantes laicos, sino como miembros de la
cuanto a la necesidad de la restauración del diaconado, precisa- jerarquía, a la que han sido elevados, y en la línea de la actividad
mente a causa de la aparente coincidencia entre la actividad dia- propia del sacerdote-consiliario.
conal y la actividad apostólica, encomendada o posible, propia La diferencia, pues, entre la vocación apostólica diaconal y la
de los institutos seculares y de la Acción Católica. vocación apostólica seglar es suficientemente clara, y así se su-
Frente a esta dificultad se ha aducido con insistencia el he- peró la dificultad que algunos oponían a la restauración del dia-
cho de que el diaconado es «una expresión especial de la exis-
tencia sacerdotal» 8S. I
93
HORNEF, o . c . p.34; WINNINGER, O . C , p.143-44.
»° WINNINGER-HORNEF, a . c . p.351; ROUQUETTE, Ven un renouveau du diaco-
38
HORNEF, O.C.. p . 3 3 . nal?, en Eludes (mayo 1959) 241.
600 Manuel V'seros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 601

conado, inclusive en el aula conciliar, por el temor de que los blos es necesaria la organización jerárquica, que asegura la pre-
diáconos entrasen en colisión con los militantes seglares de otros sencia continuada de un pastor cualificado en medio de la co-
movimientos o por no distinguir adecuadamente el distinto nivel munidad cristiana. Este es un principio corroborado por la teo-
en que se sitúa la actividad del diácono y la actividad de los logía de la parroquia considerada como «Iglesia local»; la Igle-
simples seglares, aunque en algunos casos pudieran de hecho sia se presenta como realidad viviente para el pueblo cristiano
coincidir. mediante la comunidad local; a su vez, un grupo de cristianos
no se estructura realmente y de modo permanente como comuni-
2. ESCASEZ DE SACERDOTES dad si no es por la presencia del jefe religioso, el sacerdote. Si
éste falta, resulta una «iglesia de abandonados». Por lo cual el
Al decidir la restauración del diaconado, sin embargo, los sacramento de la jerarquía sacerdotal, que comprende obispos,
Padres del Vaticano II no se han apoyado en el argumento que sacerdotes y diáconos, aparece como un factor constitutivo de la
deriva de la naturaleza misma del diaconado, sino en la consi- «sociedad eclesial».
deración de la escasez de sacerdotes; aunque tampoco esto lo Por esto la Iglesia cuida de que no falten obispos, elegidos
han dicho explícitamente, se deduce del siguiente contexto: «Te- hoy entre los sacerdotes. Tampoco pueden faltar sus colabora-
niendo en cuenta que, según la disciplina vigente en la Iglesia dores: sacerdotes y diáconos. Los cooperadores más cualificados
latina, en muchas regiones no hay quien fácilmente desempeñe del obispo son los sacerdotes; pero en su ausencia se debería re-
estas funciones tan necesarias para la vida de la Iglesia, se po- currir a los suplentes más capacitados, que serían los diáconos,
drá restablecer en adelante el diaconado, etc. (CI 29). para asegurar la indispensable presencia de la jerarquía en me-
Este argumento es de fácil comprobación. Y había sido tam- dio de las comunidades cristianas a escala local.
bién aducido con preferencia por los promotores de la restaura- El dilema que se plantea en la Iglesia ante la escasez de
ción en la etapa preconciliar. sacerdotes es éste: o bien se renuncia a encuadrar al pueblo cris-
Si con relación a ciertas naciones, como Bélgica, Italia, Es- tiano jerárquicamente, dándole pastores, y la situación pastoral
paña—y más aún diócesis—no se puede hablar de escasez nu- continuará empeorando, o bien para suplir la penuria de sacer-
mérica de sacerdotes, con relación a la Iglesia universal son un dotes se recurre al único medio adecuado, un sustituto del
dato innegable tanto la insuficiencia numérica como la insufi- sacerdote, que esté lo más próximo posible al orden sacerdotal:
ciencia funcional del clero, ocasionada por la mala distribución el diácono 103.
y por el porcentaje de sacerdotes dedicados a tareas extra-parro- Ni los militantes de Acción Católica, ni los miembros de
quiales. La insuficiencia numérica se hace notar sobre todo en otros movimientos apostólicos, aun de los institutos seculares,
América latina y en las misiones. podrán llegar al nivel jerárquico de los diáconos en sus funcio-
El mismo Pío XII, con ocasión del II Congreso Mundial del nes de suplencia del sacerdote. A esto obedece la lamentación
Apostolado Seglar, se hacía eco del problema: «La falta de del P. Epagneul:
sacerdotes se hace sentir hoy de modo particular y llegará a ser «Falta la presencia de auténticos miembros de la jerarquía que no
peligrosa en un futuro próximo» 101. sean sacerdotes; su aportación particular, que ningún otro sabría suplir
La consecuencia es que muchos sectores y comunidades ca- perfectamente, sería útil a todos... No nos podemos lamentar de que la
Iglesia no ofrezca más «ministros», sobre todo diáconos» 10".
tólicas carecen del culto conveniente, de la predicación, de asis-
tencia espiritual, y la misma tarea de la evangelización de los no Este argumento de la escasez de sacerdotes ha tenido sin duda
católicos y de los alejados no puede por menos de resentirse de mucho peso entre los Padres conciliares en favor de la restaura-
esta deficiencia. ción del diaconado.
Esta circunstancia de la escasez de sacerdotes había sido va- Pero reducir la restauración del diaconado sólo a esta pers-
lorada, en particular, por Winninger-Hornef en favor del diaco- pectiva de suplencia sería desfigurar la eficaz posibilidad pastoral
nado, como argumento potenciado por consideraciones eclesio- abierta por el Vaticano II, e inclusive hacerla correr el riesgo de
lógico-pastorales. He aquí el esquema de sus ideas y presupuestos. que quede sin una aplicación satisfactoria.
Para lograr que el cristianismo penetre y transforme los pue- 103
WINNINGER-HORNEF, a.c, p.361-63.
104
D. EPAGNEUL, DU role des ditera dans l'Église d'aujourd' huí: NRT 2
101
Actas del II Congreso Mundial del Apostolado Seglar, ya citadas. (1957) 163.
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 603
602 Manuel Useros Carretero
Esto origina en parte una cierta desnaturalización del ideal
Limitar por principio la creación de diáconos estables sólo a de vida sacerdotal y, además, bloquea la funcionalidad apostólica
las comunidades escasas de sacerdotes implicaría ya una desva- del clero actual. Es una situación análoga a la descrita en los
lorización del mismo diaconado como oficio eclesial, que integra Hechos de los Apóstoles y que dio ocasión a la creación de los
la estructura ministerial jerárquica de la Iglesia. Los diáconos no diáconos. Y es interesante observar que esta situación se da sobre
surgieron en la Iglesia como meros «suplentes» de los presbíte- todo en los países en que se constata una cierta «abundancia de
ros, sino como «conminister y cooperator Corporis et Sanguinis sacerdotes».
Christi»—según les cualifica el ritual de la ordenación—, con todo En el campo de la administración eclesiástica, como también
lo que esto significa de servicio al culto y a la comunidad. La en el campo asistencial, se han encontrado colaboradores seglares
restauración del diaconado no puede ser considerada sólo como que suplen ya en parte al sacerdote en las oficinas parroquiales,
una solución de emergencia y, por lo tanto, provisional, sino como como ocurre en casi todas las parroquias alemanas.
un medio para intensificar la eficacia pastoral de la Iglesia. Trans- Pero con la restauración del diaconado se tendrá un ayudante
formar el diaconado de «grado de paso» en «solución de paso» del sacerdote que podrá prestar una colaboración más amplia. El
no representaría un gran avance sobre la situación anterior. «diácono coadjutor» podrá colaborar estrechamente con el sacer-
Además, si no se ve en los diáconos más que meros suplentes dote hasta en el área misma de actividades estrictamente pas-
de los sacerdotes, se corre el riesgo—como ha hecho notar el torales.
P. Epagneul en un artículo reciente—de que se intente hacer pa- El P. Epagneul escribía:
sar al presbiterado al mayor número posible de diáconos, reser-
vando el oficio diaconal para aquellos que por algún motivo no «Cuando se ve en acción un pequeño grupo de tres sacerdotes, sobre
tengan todas las cualidades requeridas para el sacerdocio. Y esto iodo en países poco o nada cristianos, se comprueba que la mayor parte
del tiempo lo transcurren en tareas diaconales. En definitiva, dos sacer-
ocasionaría la ruina de la misma institución que hoy se pretende dotes y un diácono y tal vez, en algunos casos, un sacerdote y dos diá-
restaurar con feliz acierto105. conos, desempeñarían perfectamente en los diversos sectores el trabajo
Si el Concilio ha creído oportuno destacar entre todos los necesario, desde el más espiritual al más material...» 106 .
argumentos en favor de la restauración el de la escasez de sacer- De este modo, el sacerdote quedaría centrado en sus funciones
dotes, esto no quiere decir que no existan otras razones y obje- específicas: predicación, eucaristía, confesiones, etc., consiguien-
tivos pastorales por lo que sea oportuno hacer la experiencia de do una mayor espiritualización e interiorización; además, se lo-
los nuevos diáconos, aun en comunidades donde no se nota la graría una economía en sacerdotes, que estarían disponibles para
deficiencia numérica o funcional de los presbíteros. Con su diver- otros puestos o actividades apostólicas. Disponibles, sobre todo,
so estado de vida, el diácono casado e inclusive dedicado a una para ir a otras regiones donde la desproporción entre católicos y
profesión temporal podrá prestar grandes servicios, sobre todo en sacerdotes es alarmante y colosal entre hombres a quienes hay
el campo de la evangelización y de la planificación pastoral a ni- que evangelizar y evangelizadores. La posibilidad de los nuevos
vel parroquial o diocesano. diáconos podrá atenuar este desequilibrio si no se cierran las
De hecho, los promotores de la restauración han insistido en puertas a esta experiencia, aun en los países donde hay abundan-
otros dos argumentos: liberación y selección del clero; media- cia de clero y en los que, precisamente por esto, podría parecer
ción entre el clero y el laicado. innecesaria la restauración. De nada sirve tener un clero abun-
dante si gran parte de estos sacerdotes están empeñados en tareas
3. LIBERACIÓN Y SELECCIÓN DEL CLERO diaconales e inclusive profanas. Es claro que la restauración del
diaconado no debería planificarse por las Conferencias episcopa-
No es un fenómeno extraño a la opinión pública en la actua- les, atendiendo sobre todo a las exigencias de la responsabilidad
lidad la multiplicidad de ocupaciones que absorben la actividad episcopal colegial vigorizada por el Vaticano II, en la perspectiva
del sacerdote, muchas de ellas de tipo meramente administrativo limitada de la Iglesia local, sino en función de las necesidades
e inclusive extrapastorales. Hay muchos coadjutores que, a ex- de la Iglesia universal.
cepción de decir misa, desempeñan casi sólo tareas estrictamente Una dificultad puede oponerse a esto de la «liberación del
diaconales durante la semana.
106
EPAGNEUL, a . c , p.166.
i»5 EPAGNEUL, Le diaconal, demain: NRT 6 (1965) 59}.
604 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 605
clero» por sus colaboradores los diáconos del futuro, y es que esos diáconos, con una gracia sacramental, realizarán muy bien ciertas
la descentralización de actividades a que se ha aludido provocaría funciones litúrgicas que los laicos no pueden ejercer, manteniéndose
de hecho en muchos casos, teniendo en cuenta la defectuosa orga- unidos al presbítero de la población más cercana» I09 .
nización económica de las parroquias en ciertas regiones, el pro-
blema de la misma subsistencia económica del sacerdote, y posi- 4. MEDIACIÓN ENTRE SACERDOTES Y LAICADO
blemente viniera a resultar un clero indigente y un pingüe diaco-
Este es otro de los argumentos de mayor relieve entre los
nado. Desequilibrio no menos peligroso del que provocó el diáco-
aducidos en la etapa preconciliar por los promotores de la res-
no de curia.
tauración del diaconado.
Este peligro no existiría si en todas las diócesis existiera la En la primitiva Iglesia, observa Hornef, no existía una divi-
deseada «Caja de compensación» u otros sistemas similares de sión tan radical entre sacerdotes y seglares; del seglar al sacerdote
previsión económica del clero, o si el clero de cada parroquia, existía una serie de oficios eclesiales, del ostiario al diácono, que
comprendidos los futuros diáconos, tuviera una economía más constituían un vínculo de coordinación y unión entre clero y
comunitaria. Es, pues, cuestión de caridad pastoral, de sentido laicado.
social y de buena administración eclesiástica. Actualmente, en cambio, por una evolución secular, que obe-
En cuanto a la selección de vocaciones, se ha hecho notar que dece tanto a causas de carácter teológico como de carácter social,
actualmente, en la mayoría de los casos, no se planteaban al or- se ha llegado a crear un vacío entre laicado y sacerdotes; vacío
denando más que dos posibilidades: o continuar hasta el sacerdo- que a veces se colma de anticlericalismo', haciendo del sacerdote
cio o dejar el seminario, y tal vez no dejen el seminario todos los un «jerarca», extraño a sus fieles y a veces alejado de ellos por
que debieran por la crisis de conciencia y de orientación en la una muralla de prejuicios y reservas. Sobre todo, esto ocurre en
vida que esto1 normalmente supone. Si se les ofrece una tercera las parroquias de ciudad 110.
posibilidad, la de consagrarse al servicio de Dios y de la Iglesia El diácono, en esta situación, se constituiría entre sacerdotes
como diáconos, sería para unos motivo de una elección más madu- y fieles como intermediario y eje de contactos eficaces entre el
ra y acrisolada del sacerdocio y abriría a otros el camino más pueblo y su clero; él contribuiría a dar del sacerdote una idea
adaptado a su capacidad ministerial y a sus disposiciones espiri- más exacta. Pues el diácono, por sus obligaciones religiosas—bre-
tuales 1C7. Esto no quiere decir, en cambio, que la restauración del viario, ejercicios de piedad, formación teológica—y por su orde-
diaconado ha de ser concebida como institución para «seminaris- nación, se asemejaría mucho al sacerdote y le haría ser mejor
tas fracasados»; si los autores han aludido a este caso ha sido comprendido por los fieles; por otros rasgos de su estado diaco-
para subrayar cómo el diaconado condicionaría una elección del nal—traje civil, manera de vivir, profesión inclusive civil y aun
sacerdocio hecha en perspectiva ideal de libertad y de responsa- también vida de familia—permanecería más próximo a los segla-
bilidad, en cuanto que abre nuevos horizontes a los aspirantes al res. Para muchos de ellos resultaría menos difícil tomar contacto
apostolado jerárquico-pastoral 108 . con la Iglesia mediante este intermediario y así pasar después a
Estos argumentos que acabamos de exponer tuvieron un por- entablar diálogo con el sacerdote l u .
tavoz en el cardenal Richaud, de Burdeos, quien intervino en fa- Tales son, en líneas generales, los principales motivos que
vor del diaconado según estos términos: han abierto el camino a la posibilidad de una restauración del
«Existen razones teológicas para restaurar el diaconado y es, ade-
diaconado y que, con otros similares, condicionarán en el futuro
más, una exigencia pastoral, ios sacerdotes están a veces demasiado car- la decisión de las Conferencias episcopales en cuanto a su apli-
gados de trabajo y dedicados a ministerios que deberían hacer los diá- cación y realización concreta en cada territorio, según las diversas
conos; tendrían así más tiempo para estudiar y rezar. Y muchos jóvenes situaciones y exigencias pastorales.
que aspiran al sacerdocio se sentirían estimulados al saber de antemano
109
que no se les emplearía en quehaceres no sacerdotales. Por lo mismo, la 110
Ecclcsia (19-IX-63) 13.
HORNEE, O.C, p.30.
restauración del diaconado no hará disminuir el número de los sacer- 111
WlNNINGER, O.C, p.145-47.
dotes y sí favorecería la selección. Poniendo diáconos en los pequeños
núcleos de población podrá haber una mejor distribución del clero, y

í
<" HORNEF, o.c, p.71; EPAGNEUL, a.c, p.lá4; WrNNrNGER, o.c., p.I68.
108
HORNEF, O.C, p.83; SCHAMONI. O.C, p.44-50.
G06 Manuel V'seros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 607
por la restauración prevalecía la propuesta de un diaconado de
VI. El nuevo diácono en la Iglesia del futuro padres de familia.
Decidida por el Vaticano II la restauración del diaconado, El proyecto de estatutos del grupo Caritas de Friburgo (1952)
queda todavía sin precisar el estatuto canónico de su realización afirma netamente la renovación a base de diáconos casados: «El
concreta. Según el principio de descentralización legislativa que matrimonio es el estado normal del diácono ordenado. Su vida
ha seguido en todos sus decretos el Concilio, tanto la creación de familiar debe ser ejemplar para la parroquia. El celibato del
los nuevos diáconos como las modalidades de su oficio y estado sacerdote no queda comprometido en manera alguna» 112.
quedan encomendadas a las diversas Conferencias episcopales Hornef, sin excluir la posibilidad de un diaconado celibata-
con la aprobación del Sumo Pontífice (CI 29). Esto hace prever rio, escribía:
que surgirán muy variados tipos de diáconos según las circuns- «Solamente si la Iglesia abre al diácono el camino hacia el matri-
tancias y exigencias de las diversas Iglesias locales. En particular, monio (y con esto le confía también una misión especial), solamente
a las Conferencias episcopales queda un amplio margen de ini- entonces entrará al servicio de la Iglesia un nuevo grupo considerable
de hombres... para los cuales no existe la cuestión del sacerdocio, pero
ciativa y adaptación en cuanto a determinar las funciones de los que en el diaconado pueden ofrecer al sacerdote secular una ayuda pre-
diáconos en la línea del ministerio de la Palabra, de la caridad ciosa» 113.
y de la administración y en cuanto al plan de formación.
Esto no quiere decir que la Santa Sede vaya a inhibirse total- Lo mismo proponían el P. Lépargneur para América latina
mente en la aplicación de esta reforma y que no se piense en y el P. Denis para las misiones. El P. Spiazzi, O. P., en un su-
elaborar una especie de estatuto canónico-base del diaconado. gestivo trabajo publicado en vísperas del Concilio y escrito a la
Cuando escribimos este comentario nos consta que el Santo Padre vez con sincero espíritu de libre iniciativa y de respeto a las de-
está preparando unas normas para la aplicación de la restauración cisiones definitivas de la jerarquía, proponía también la solución
conciliar del diaconado. Precisamente por este motivo, la Confe- de los diáconos no obligados al celibato 114.
rencia internacional sobre el diaconado, organizada por el Círculo En esta misma línea era concebida la restauración por Win-
de Friburgo para el mes de septiembre de 1965, se ha retrasado ninger-Hornef en el artículo ya citado, escrito en colaboración.
hasta finales de octubre, según una indicación hecha por la Se- Winninger, en cambio, en su libro, insistía más en demostrar
cretaría de Estado. que «un diaconado celibatario secular no es tan evidentemente
Por el momento, pues, se impone un cierto compás de espera inútil y sin porvenir», como algunos han juzgado 115. Es más, hay
en cuanto al análisis de las modalidades que tendrá la aplicación autores decididamente contrarios a la idea de unos diáconos casa-
de la decisión conciliar. D e todas las maneras, a partir de los dos, si bien no excluían la oportunidad de un diaconado funcio-
datos conciliares es posible hacer unas reflexiones y sugerencias nal, pero con celibato; tales son Holstein, Epagneul, Rouquette,
en cuanto a dos aspectos importantes del futuro estatuto del dia- Rimbaldi, Jubany.
conado renovado: el de su estado de vida y el de sus funciones. Otros adoptaban una solución intermedia; Hofinger proponía
que en las misiones y en América del Sur los diáconos fueran
dispensados del celibato provisionalmente, hasta que mejores cir-
l. DIÁCONOS CASADOS Y CELIBATARIOS cunstancias religiosas en estos países permitan establecerlo de nue-
vo 1 1 6 ; paralelamente Bassan se inclinaba, según los países y cir-
Esta es, como se sabe, una modalidad, ya determinada por el
1,2
Concilio, del estatuto del diaconado renovado; éste «se podrá Citado por WINNINGER. O . C , p.41.
113
HORNEF, O . C . p.65 y 67.
114
conferir a hombres de edad madura, aunque estén casados, o tam- SPIAZZI, // Concilio Ecuménico e Vunita delta Chiesa (Roma 1959) 26-27.
EL autor llegaba inclusive a sugerir la posibilidad de que junto al clero religioso y
bién a jóvenes idóneos; pero para éstos debe mantenerse firme la al clero diocesano celibatario, «en ciertos lugares, dentro de ciertos límites y con
ciertas condiciones, se podría coníerir incluso el sacerdocio a hombres casados, espe-
ley del celibato» (CI 29). cialmente a buenos padres de familia...» El mismo autor, en un artículo publicado
¿Qué pensar de los maduros diáconos casados y de los jóve- en «L'Osservatore Romano»—15 junio 1960—, precisaba su posición para evitar
malentendidos, declarando que se trataba de una «opinión totalmente personal, expre-
nes diáconos celibatarios ? ¿Qué opción predominará de hecho? sada tímidamente y con muchas cautelas y reservas..., mientras que la posición de
la Santa Sede es diametralmente opuesta».
Si bien en el aula conciliar los partidarios de un diaconado 115 IfflNNINGEK, O.C, p.137.
celibatario han sido numerosos, entre los autores que abogaban iie HOFINGER. lst in der Mission ein eigener Stand dcr Diakone anzustreben?:
Zeitschrift für Missionswissenschaft 3 (1957) 206.
CJ. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 609
608 Manuel Useros Carretero
Por lo demás, Pío XII, en sus declaraciones al Congreso del
«instancias, por la doble forma simultánea: diáconos célibes y
Apostolado Seglar, se refería, sin duda, a la hipótesis de diáconos
diáconos padres de familia 117.
casados, si bien precisaba que su realización no era aún cuestión
La idea dominante de un diaconado sin celibato viene presen-
madura en la Iglesia.
tada con bases teológico-históricas y eclesiástico-canónicas y pas-
torales. Desde el punto de vista eclesiológico-canónico se presenta un
Partiendo del presupuesto dogmático de que el celibato anejo argumento como el más decisivo, «el más auténticamente de
a las órdenes mayores en la disciplina canónica occidental no es Iglesia» m .
de derecho divino, sino eclesiástico, un primer motivo aducido en Cuando la Iglesia se confundía con el mundo latino, no ofre-
segunda instancia, aunque más bien sea para obviar una dificul- cía dificultad aplicar sin distinciones una misma disciplina del
tad, es que la tradición no contiene nada positivo en contra del sacramento del orden. Esto hoy no es posible; la diferencia de
matrimonio de los diáconos establecido como oficio independiente costumbres y la mentalidad entre Europa, África, América del
del sacerdocio. Sur, Asia, etc., imposibilita mantener una legislación uniforme.
Sin duda también es verdad que desde hace siglos no existía El celibato de los clérigos es una conquista espiritual, un pro-
en Occidente el diácono casado y no se puede, por tanto, invocar greso esencial, como decía Juan XXIII en su segundo discurso
en su favor una tradición reciente; pero esto se explica porque al Sínodo Romano, de la Iglesia en Occidente, y será siempre un
la tradición no conoce desde tiempos remotos al diaconado como ideal al que se debe tender. Pero los países nuevos no están al
función autónoma ministerial, sino solamente como orden de paso mismo nivel religioso de Europa, y en la misma Europa, el diaco-
al sacerdocio lls . nado sería «función» nueva.
Por otra parte, fue precisamente la transformación verificada Convendría, pues, conservar la disciplina actual para el sacer-
hacia el siglo vi del diaconado ministerial en diaconado de curia dote y aceptar otra para este diaconado, cuya renovación se
una de las causas históricas definitivas para la extensión del celi- pedía12Z.
bato también a los diáconos 119. Por último, se insistía en que el matrimonio del diácono con-
En definitiva, la tradición en favor del celibato diaconal es diciona notablemente la eficacia pastoral de su restauración.
sólo válida en relación al diaconado como grado de ascensión al Pues, por una parte, sólo si el diácono no estuviera obligado
sacerdocio, no de un diácono independiente. al celibato se incorporarían al apostolado jerárquico nuevas fuer-
Su accesibilidad, en principio, a hombres casados se intenta zas para la Iglesia de hombres que, por el contrario, no empren-
fundamentar también teniendo en cuenta la teología de la voca- derían el camino de las órdenes123.
ción. De hecho, en la legislación canónica actual se confundía Por otra parte, sólo un diaconado encuadrado^ en la vida de
prácticamente vocación al apostolado jerárquico y vocación al ce- familia podrá cumplir en plena forma esta misión de intermedia-
libato. Pero no hay por qué identificarlos; hay un celibato, que rios entre los seglares y los sacerdotes que de él se espera m .
es elemento esencial de la vocación religiosa, pero sin apostolado Las dificultades que encontró para abrirse camino la decisión
en sentido preciso; a la inversa, puede existir también una voca- favorable a un diaconado de padres de familia obedecieron sobre
ción al apostolado, pero sin celibato. Históricamente así debió de todo al temor de que esto favorecería sin intentarlo «tendencias
ser en la primitiva Iglesia, cuando el matrimonio era permitido
anticelibatarias», o también de que se «llegaría al punto de poner
a los sacerdotes; la prueba viviente es ofrecida hoy por los hom-
en discusión el celibato eclesiástico» y que, en definitiva, «ven-
bres agrupados en los Círculos del diaconado en Alemania y en
dría a quedar comprometida toda la posición del sacerdote», dan-
la Caritas, dotados de auténtico espíritu pastoral y con vocación
al matrimonio. Lo cierto es que estas vocaciones apostólicas se do ocasión a que los fieles e inclusive los mismos clérigos pien-
pierden actualmente en la Iglesia de Occidente a causa de la dis- sen : «hoy diáconos casados, mañana sacerdotes casados» v".
ciplina establecida para las órdenes mayores. Serían recuperadas Obviar estas dificultades fue sin duda la intención y la razón
si existiera un diaconado conciliable con el matrimonio 12°. que llevó a los Padres conciliares a prohibir el matrimonio, al
117
menos en el caso de los jóvenes diáconos. Pero, si se consideran
BASAN, a . c , p,135ss.
118
WlNNINGER-HORNEF, a.C., p.346. 121
HORNEF, O.C, p.69.
" " SCHAMONI, o.C, p.16-18. 122
WINNINGER-HORNEF, a.c, p.346; HOFINGER, ).C.
12" WINNINGER-HORNEF, a . c , p.349; HORNEF, o . c , p.62-63 ; O. PIES, Diakonal. 123
HORNEF, O . C , p.62
Stufe oder Amt: Theoíogie und Glaude 3 (1960). 124
Ibid., p.30-31.
125
HOFINGER, a . c , p.206; HORNEF, O.C, p.63-64.
2. C.Vaticano 20
C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 611
610 Manuel Useros Carretero
de la parroquia. La situación anormal, «acanónica» se diría, es que
los signos que han condicionado la restauración del diaconado,
la parroquia necesitada carezca de coadjutores.
es de prever que ésta se realice más con un diaconado de padres
Es razonable que para sustituir al coadjutor se piense en el
de familia que con un diaconado celibatario. Evidentemente esta
diácono, como también lo es que se piense en el diácono para
experiencia no será «un acontecimiento masivo», sino graduado,
que organice el culto y desarrolle cierta actividad pastoral en las
para evitar el desconcierto de los fieles, con cuya mentalidad cho-
parroquias desprovistas de párroco o en los núcleos donde de
cará en la mayoría de las regiones este nuevo tipo de «ministro
ninguna manera llega la acción pastoral del sacerdote.
católico» casado.
Ahora bien, es más difícil dar cabida «canónica» al diácono
donde existen coadjutores, e inclusive no deja de presentar difi-
2. PÁRROCOS, COADJUTORES, DIÁCONOS cultades la misma figura del diácono «cooperador» del párroco.
Nos parece que la dificultad fundamental radica en que, no
El diácono del futuro ha de integrarse—en la mayoría de los
pudiendo el diácono celebrar misa ni confesar, resulta arduo di-
casos—en el equipo del clero parroquial. Desde este punto de
ferenciar su campo propio y peculiar de actividades parroquiales.
vista de las relaciones del diácono con el clero parroquial consti-
tuido, la renovación presenta, a decir verdad, menos dificultades Para el sacerdote cooperador, en torno a su actividad cultual
de hecho si se habla de «diácono-sustituto» del sacerdote que si ineludible de celebrante y confesor, está previsto por el Código
se piensa en el diácono «cooperador». que el ámbito de sus derechos y obligaciones quede marcado a
tenor de las sinodales diocesanas, del nombramiento' del ordinario
El diácono cooperador se establecería en una parroquia para
y de lo que el mismo párroco le encomiende.
colaborar con el párroco en las tareas pastorales aptas al ministe-
rio diaconal, según lo describe la constitución vaticana. Su figura A pesar de todo, el «caso» de los coadjutores anulados o ab-
canónica correspondería sustancialmente a la del «coadjutor», tal sorbentes crea en muchas parroquias auténticas situaciones críti-
como la describe el c.476: «sacerdote dotado con la remunera- cas, porque ni los estatutos diocesanos, ni los «oficios» de la curia
ción conveniente que, por razón del oficio, ayude y supla en todo episcopal, ni menos la voluntad del párroco, son de hecho sufi-
el ministerio parroquial al párroco, insuficiente por sí solo, sea cientes para garantizar y fijar una coordinada relación de compe-
por el número elevado de fieles, sea por otras causas, para aten- tencias, actividades y responsabilidades entre párrocos y coadjuto-
der a las necesidades pastorales de la parroquia». res; y esto sin hablar de relaciones económicas.
El «caso» del diácono se presenta más problemático. Siendo
Como se ve, inclusive la motivación fundamental aducida para
un oficio nuevo en la futura estructura parroquial, no existe ni
la renovación del diaconado coincide en parte con la justificación
tradición legal ni consuetudinaria que fije su competencia. Pensar
canónica del oficio de coadjutor; la insuficiencia del sacerdote
que debería ser marcada en cada caso por el ordinario es exigir
párroco para satisfacer las exigencias de la comunidad cristiana.
de la curia diocesana un minucioso conocimiento de la situación
Decimos que coincide «en parte» porque hay una diferencia no-
de cada parroquia difícilmente realizable. A lo más podría hacer-
table, y es que el Código se basa en el supuesto—hoy no tan
se a petición y con el asesoramiento del párroco interesado.
fundado—de que habrá suficiente número de sacerdotes para ha-
cer a alguno de éstos coadjutores de los párrocos; la teoría reno- La intervención del párroco debe estimarse, sin duda, de gran
vadora se basa, por el contrario, en el supuesto de una escasez valor, sobre todo considerando que un párroco que pidiera diá-
de sacerdotes, tanto para que exista el necesario número de pá- cono-cooperador es que tiene la buena intención de darle un tra-
rrocos como, sobre todo, para que existan los coadjutores re- bajo y una retribución adecuada. La hipótesis de un diácono-
queridos. cooperador «impuesto» al párroco debería ser excluida ya en
Pero en ambos casos se trata de «insuficiencia sacerdotal», que principio.
se pretende suplir con diversas soluciones. De todos modos bien Pero el dejar la iniciativa de la división del trabajo diaconal
se puede decir que, dada la solución del Código, la instauración en manos del párroco es arriesgado. Por estos motivos:
de los nuevos diáconos quedaría canónicamente justificada, en a) El dejar las atribuciones del oficio diaconal sometidas to-
principio, en los sectores en que se registre crisis de coadjutores; talmente a la «comisión» posterior de cada obispo en particular
la figura del «cooperador jerárquico» del párroco aparece, según y, más aún, si dependiera en buena parte de los párrocos, privaría
el Código, como institución normal en la organización canónica de base segura al ministerio del diácono, y difícilmente puede
612 Manuel V'seros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia, 29 613

proponerse un ideal sin conocer de antemano las funciones para división en la unidad espiritual de la parroquia, y produciría a la
las que estará determinado el candidato. larga funestas consecuencias, como la oposición al párroco o el
Además de este supuesto, las funciones ejercidas por el diáco- vacío frente a su acción pastoral, llegándose en casos extremos a
no se resentirían siempre de un carácter de provisionalidad e in- crear de hecho una situación anormal de un diácono-párroco y de
seguridad poco adecuado para que se verifique el ideal de un dia- un párroco-sacristán.
conado restaurado como oficio estable e independiente del sacer- N o se trata, pues, como piensa Winninger, de una dificultad
docio. que surgiría por parte de muchos «eclesiásticos» basada en la
b) Si los límites que diferenciarían la órbita de competen- «pérdida de sus prerrogativas», sino de la dificultad en la dife-
renciación de las funciones diaconales, que perjudicaría tanto a
cia diaconal estuvieran vinculados a la discreción del párroco en
la acción pastoral del párroco como a la acción del mismo diá-
última instancia, es fácil que progresivamente se llegara a una
cono 126.
de estas situaciones: o la de absorción o centralización por parte
del párroco de las actividades apostólicas y reducción del coope- Para evitar estos peligros, la restauración del diaconado de-
rador a mero ejecutor de órdenes en servicios más bien extra- berá realizarse a partir de un preciso estatuto canónico que orde-
ne—al menos a escala regional, precisando las atribuciones gene-
parroquiales, o la de intromisión excesiva del diácono en la di-
rales que les reconoce el Concilio—la competencia diaconal.
rección de la parroquia, rivalizando así con los criterios, con las
actividades y con la misma personalidad del párroco. Como criterio para estructurar este ordenamiento no podrán
desvalorizarse las ventajas prácticas que ofrece el de la clasifica-
Esto ocasionaría un «desequilibrio» jerárquico en la organiza-
ción de diversos tipos de diáconos. Puede reflexionarse sobre es-
ción de la parroquia, creando gran confusionismo entre los fieles tas posibilidades:
y originando ese fenómeno de preponderancia diaconal que fue
— Diácono sustituto.
una de las causas de su desaparición como oficio independiente.
— Diácono especializado.
Se diría que este peligro existe también, dadas las deficiencias — Diácono misionero.
humanas, aun cuando se trata de párrocos y coadjutores. Afirmar- — Diácono móvil.
lo no es más que registrar un hecho anecdótico, comprobable en
muchos casos.
3. POSIBLES FORMAS DIVERSAS DE UN MISMO DIACONADO
Pero, en cuanto a los diáconos, el peligro de desviación se
hace más general y agudo, porque va anejo a su mismo estatuto a) Diácono sustituto.—Sería éste el diácono al que han alu-
constitucional. Pues, por una parte, siendo el diácono, en virtud dido los promotores de la restauración, denominándole «de avan-
del orden, de diverso rango jerárquico que el párroco, no es de zadilla». Sería el diácono instalado en las pequeñas parroquias
extrañar que llegue a sentir vitalmente a la hora de actuar en una rurales y en los centros suburbanos y cuya conveniencia eclesial
parroquia esta diferencia y la lejanía que le separa en la escala es patente 12 \
sacerdotal; ante esta situación es explicable que tendiera a com- Señalar los límites de su competencia no ofrece dificultad es-
pensarse, formando sus «capillitas», sus seguidores, sus colabora- pecial, pues están marcados, bien por su misma ordenación al mi-
dores personales, su «prestigio» personal y «profesional». Esto nisterio del culto, de la Palabra y de la caridad en grado diaco-
no podría por menos de menguar la eficacia pastoral de su res- nal, bien por la ausencia del sacerdote.
tauración. b) Diácono especializado.—Sería el diácono preparado para
Por otra parte, constituido el diácono, sobre todo si es casado, una actividad peculiar y exclusiva en determinados sectores pas-
en un género de vida muy cercano al de los seglares, tiene la po- torales : diácono de la Acción Católica, diácono de las escuelas,
sibilidad de llegar fácilmente a sectores de fieles e inclusive al diácono de las organizaciones asistenciales, etc. Ejercería, además,
sector «del foro interno» de los feligreses por vía de amistades, sus funciones litúrgicas donde fuera posible y necesario.
simpatías y confianzas personales, donde tal vez no llega la pre-
sencia o la orientación del párroco. 126
127
WINNINGER, o . c , p.152.
Recuérdese—y esto no es una comprobación estadística, desde luego—cómo
De este modo, el diácono conseguiría sin dificultad imponer han sido plastificadas las exigencias de un culto y de un ministerio sagrado en una
parroquia desprovista de sacerdote por la célebre película francesa Dios tiene nece-
sus criterios, tanto morales como apostólicos, incontrolados y, pue- sidad de hombres. La atormentada e irregular figura del sacristán-párroco da una
idea del vacío que podría ser llenado en plena forma por el diácono.
de ser, contrarios a los del párroco; esto sería causa de radical
C.3- Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 635
614 Manuel V'seros Carretero
N o se excluye que este tipo de diácono pudiera al mismo que han sido encargados de un modo más perfecto del que actual-
tiempo desempeñar una profesión civil, que potenciaría en la ma- mente lo hacen los coadjutores en circunstancias normales.
yoría de los casos el valor de su testimonio cristiano y la eficacia Como en el caso del diácono sustituto, la diferenciación de
de su acción pastoral. Pues aun en este caso sus actividades pro- sus funciones no representa un problema arduo.
fesionales continúan siendo las de un diácono, no las de un seglar, d) Diácono «móvil».—Sería el diácono al servicio de las
y ellas serán una de las condiciones propias del estado diaconal necesidades pastorales, diocesanas, nacionales o a escala interna-
y punto de partida de su propia misión 12S. Esta posibilidad ha cional.
sido prevista por la constitución conciliar «de Ecclesia»: «Los que Dependerá, por lo tanto, directamente del obispo, de las Co-
recibieron el orden sagrado, aunque algunas veces pueden tratar misiones episcopales o de las Congregaciones Romanas.
asuntos seculares, incluso ejerciendo una profesión seglar, es- Encontraría campo de acción, en consecuencia con la natura-
tán ordenados principal y directamente al sagrado ministerio...» leza asistencial de su ministerio, en un triple sector capital:
(CI 31). — Sector social.
Este diácono especializado sería normalmente el tipo de «diá- — Sector Caritas.
cono parroquial», que encontraría cabida pastoral aun en las pa- — Sector emigrantes.
rroquias con coadjutores. El coadjutor tendrá siempre diferencia- En el sector social, el diácono «móvil» podría ejercer una
das sus propias funciones en el ministerio sacramental, ministerio actividad coordinadora y de asesoramiento. Y esto «desde den-
de la Palabra y ministerio apostólico de colaboración con el pá- tro» de las mismas organizaciones. Su actividad coordinadora ten-
rroco en la supervisión general de las organizaciones parroquia- dería a dar conexión a los diversos movimientos apostólicos de
les. De hecho, hoy los coadjutores llevan la dirección de muchas carácter social, como la H. O. A. C. o A. C. O., la J. O. C ,
obras parroquiales sin haberse preparado en los tiempos de semi- la A. C. L. I. italiana; pero su competencia se limitaría a los
narista especialmente para ello. objetivos apostólicos estrictamente sociales para no invadir la es-
En la actualidad, en cambio, se acusa como nunca la necesi- fera más amplia de los consiliarios, y a directivas generales que
dad de esta especialización; el especialista puede ser el diácono. resultarían del acuerdo con los dirigentes seglares para no elimi-
En todo caso, el «paso por coadjutor» del sacerdote diocesano nar su responsabilidad.
estará justificado siempre como período de adiestramiento gené- Como especialista en cuestiones sociales, asesoraría a los orga-
rico para el ministerio pastoral. Y ni siquiera hay inconveniente nismos centrales, no sólo proponiendo los principios generales de
en pensar que el mismo período del diaconado de los que aspiran las encíclicas, sino' clarificando cuestiones técnicas de tipo econó-
al sacerdocio se prolongue más que ahora y se transforme en un mico-social, que condicionan la actividad sindical y las relaciones
tiempo de diaconía real al servicio de una determinada comunidad con otros movimientos fuera del área católica.
junto con los diáconos titulares, probando mejor de esta manera Y decimos «desde dentro» pensando, sobre todo, que el diá-
su capacidad para el presbiterado y su misma vocación sacerdotal cono podría ejercer una profesión civil y, por lo tanto, participar
y no diaconal. más profundamente que cualquier consiliario en la vida de la
En este campo de la especialización es donde se ve más clara organización.
la funcionalidad definida y la utilidad pastoral de la restauración Tampoco es descabellada la hipótesis de que la idea de un
del diaconado. «diácono obrero» encontraría camino canónico y pastoral más
El diácono misionero y el diácono «móvil» no serían más que llano que la ya intentada, aunque con riesgos, dificultades y des-
modalidades diversas de esta especialización diaconal. viaciones, de «sacerdote obrero».
En el sector Caritas, el diácono tiene un puesto apropiado
c) Diácono misionero.—Es el diácono destinado para las mi-
como delegado episcopal para la organización de la asistencia dio-
siones o preparado en las misiones, auxiliar de los misioneros,
cesana, y su cooperación podría desarrollarse a nivel nacional e
valioso sobre todo donde la presencia del sacerdote es intermi- internacional.
tente. Pero nos parece que es en el sector de emigración donde se
A ellos pertenecería llevar la marcha de la cristiandad, de la abren más horizontes a la asistencia y especialización diaconal.
i 28 EPAGNEUL, Le diaconal, demain, I . c , p.597.
N o es necesario insistir en las características alarmantes que
616 Manuel Useros Carretero C.3. Constitución jerárquica de la Iglesia. 29 617
plantea en la actualidad en ciertos países, como España, Italia, etc., «viabilidad» pastoral de un estatuto canónico de competencias
el problema religioso y social de los emigrantes. diaconales, concretas, cuya esfera en la línea de la «caridad y ad-
Obreros europeos, sobre todo españoles e italianos, cada vez ministración» sólo ha sido enunciada en general por el Concilio.
en porcentaje más abrumador, desconocedores la mayoría del idio- Hemos intentado centrar ciertas dificultades y sugerir posibles so-
ma extranjero, sin instrucción elemental en cuanto a la legislación luciones. También es evidente que la aplicación de estas posibili-
social del país donde van a trabajar o tal vez a «buscar» trabajo, dades exigirá una revisión a fondo de las actuales estructuras pas-
desarraigados de la familia y del tradicional ambiente religioso en torales. Desde este punto de vista, la instauración de los nuevos
que la mayoría vivía, van engrosando estas «barracas para traba- diáconos se presenta como un signo positivo de alto valor eclesial.
jadores» en Inglaterra, Francia y principalmente Alemania.
Tales condiciones representan casi siempre un obstáculo insu-
CONCLUSIÓN
perable para lograr la integración del emigrante en la comunidad
social y en la comunidad religiosa del país.
La decisión conciliar sobre la restauración del diaconado se
Por eso, el emigrante vive en una situación de angustia, de
nos presenta como síntoma de un doble fenómeno: por una par-
desamparo, de dificultad, desde «cómo arreglárselas» para el via-
te, responde a ineludibles necesidades pastorales ocasionadas por
je a «cómo arreglárselas» para vivir allá.
la nueva situación en que se encuentra la Iglesia en el mundo.
La presencia de la Iglesia, en todos los órdenes posibles, para Por otra parte, acusa un hecho cuya explicación deriva de
aliviar esta nueva forma de esclavitud y atender a las necesidades causas muy complejas: la insuficiencia sacerdotal en la hora pre-
pluriformes de los emigrantes, que tan de lleno se relacionan con sente, desde el punto de vista de su estructura y de su acción
el ejercicio de la caridad pastoral, es tal vez la única solución apostólica, que resultan inadaptadas y menguadas con relación a
eficaz e insustituible; presencia hoy todavía insuficiente a través las necesidades pastorales del momento. Afrontar este problema
de los sacerdotes dedicados a este apostolado, cuya organización directamente es arduo y arriesgado; resulta más fácil llevarlo a la
está aún en sus comienzos y para cuyo ejercicio carecen de autén- conciencia de la Iglesia desde un punto de partida que atenúa la
tica especialización; y presencia que podría verse cumplida me- gravedad y el riesgo de la crítica y de las posibles soluciones.
diante los diáconos, organizados y especializados para ello.
Este punto de partida, que necesariamente lleva al plantea-
Asesoramiento en el viaje y en los problemas laborales, ense-
miento de la cuestión central, ha sido la restauración del diaco-
ñanza del idioma, solución de los problemas de vivienda, ayuda
nado, un sacerdocio de tercer orden, suplente o cooperador del
en las enfermedades, conservación de los vínculos y cumplimiento
presbiterado en las tareas parroquiales y camino experimental en
de los deberes de familia, asistencia religiosa, pueden ser los obje-
el que se pretende actuar una revisión de criterios, de métodos
tivos del diácono de «emigrantes»; mediante su actuación origi-
y de sistemas de vida que de por sí no son extraños al sacerdocio
naria y continuada se podría llegar a la formación de esas «pa-
en su totalidad; al sacerdocio, que ha de vivir encarnado en las
rroquias personales» en la «diáspora» de los trabajadores cris-
futuras circunstancias históricas de la Iglesia, peregrinante en el
tianos.
mundo nuevo de la era atómica.
Si cada expedición numerosa de emigrantes no puede tener De las diversas cuestiones que ha suscitado este estudio de la
un sacerdote, como sería tal vez el ideal, al menos que tenga su renovación del diaconado, podrá ser útil, sobre todo, tener en
diácono. Inclusive para la «fundación» de una comunidad cristia- cuenta lo que se observa sobre la inadaptación de muchos semi-
na de obreros en el extranjero sea más indicada la presencia del narios actuales para aprovechar todas las vocaciones sacerdotales
diácono, sobre todo si es trabajador como ellos. y preparar convenientemente todas las que reciben; sobre la in-
Aunque en tales circunstancias el posible anticlericalismo dis- suficiencia o inexistencia de un período práctico de prueba de
minuye, las más arraigadas reservas que se manifestarían ante el vocación al ministerio sacerdotal que hoy se ofrece; sobre la in-
sacerdote no se producirían ante el diácono, que, actuando, si es diferenciación con que son destinados los sacerdotes a los mas
necesario, de trabajador, puede más fácilmente ejercer una influen- diversos ministerios; sobre la falta de consideración de las cuali-
cia directa sobre ellos y tomar las riendas religiosas del nuevo dades profesionales de cada uno; sobre la necesidad de retrasar
grupo. ¡He aquí un modo bien apostólico de construir Iglesia! las órdenes a una edad de mayor madurez; sobre la posibilidad
Para concluir, diremos que nos parece clara, en definitiva, la de hacer que el ejercicio del diaconado sea realizado en las pa-
618 Manuel Useros Carretero
CAPÍTULO IV
rroquias por los aspirantes al sacerdocio, como etapa de prueba
de su vocación al ministerio y a la castidad; sobre la necesidad LOS LAICOS^
de reorganizar económicamente la situación financiera del clero
parroquial; en fin, sobre la necesidad de circunscribir las propias COMENTARIO A LOS NÚMEROS 30-31
funciones apostólicas y las propias responsabilidades de párroco Por Bernardo Monsegú, C. P.
y coadjutores en la perspectiva de un clero más comunitario.
El punto más crítico de toda la restauración nos continúa pa-
reciendo el de los diáconos casados. Es verdad que se puede afir- Introducción: El laicado en la historia de la Iglesia
mar: si tan imperiosas son teológicamente las razones del celibato La revalorización del laicado ha sido una de las más preciosas
sacerdotal, en nada queda éste debilitado por una contingente contribuciones que el esfuerzo conciliar del Vaticano II nos ha
diversidad disciplinar en el diaconado. Pero también habrá quien traído. N o es que sólo a él se deba esta revalorización, pues nos
pregunte: si tan imperiosa es la conveniencia de diáconos casados, desmentiría una literatura abundante sobre el tema del laicado en
suficiente para sobrepasar las razones teológicas del celibato, ¿no lo que va de siglo, así como la enseñanza magisterial de los últi-
ocurrirá lo mismo por razones pastorales en cuanto al celibato del mos Pontífices, especialmente de Pío XII. Pero sí que, gracias
sacerdote? La experiencia que se haga con los diáconos casados
1
podrá clarificar hasta dónde alcanza la justificación pastoral de Bibliografía: ALVARO HUERGA, El laicado, problema vivo de la teología con-
temporánea: Teología Espiritual, n.19-20 (Valencia 1963) 205-230; A. ALONSO LOBO,
este interrogante. De lo que no puede dudarse por ahora es de Laicologia y Acción Católica (Estudio teológico-jurídico) (Madrid-Buenos Aires 1955) ;
R. AUBERT, Quelques études recentes sur la place du laicat dans VÉglise:
la voluntad firme de la Iglesia y del Concilio de salvaguardar Col. Mechlin. (1948) ; L'enseignement du Magistere ecclésiastique au 19 siécle sur
intacto el celibato sacerdotal. le libéralisme, tolérance et communauté humaine (Tournai-París 1952) ; L. AUDET,
Notre participation au Sacerdoce du Christ (Quebec 1938) ; T. AzPIAZU, Manual de
No sabemos lo que a la Iglesia estará reservado en las futuras Acción Católica (Madrid 1933) ; I. ARANGUREN, Laicado, un neologismo; laicado,
una nueva realidad: Espiritualidad Seglar 1 (1953). Cf. Catolicismo y protestantis-
edades espaciales. Pero la restauración actual del diaconado pue- mo como formas de existencia (Madrid 1952) ; A. AVELINO, Teología del laicado:
de considerarse como el primer paso decidido hacia una nueva Arbor (1954) n.99; Sugerencias en torno a la vida laical y a la vocación: Docu-
mentos (1953) 13-14; Nota informativa bibliográfica sobre el laicado: RevEspTeol
etapa en cuanto a las formas de vivir y encarnar el mismo y único (1953) 13; E. BEITIA, Apostolado de los seglares (Madrid 1939); BAUMGART-
NER, S. L, Formes diverses de Vapostolat des lates: Christus (enero 1957) ; H. BRE-
sacerdocio de Cristo. MOND, Histoire littéraire du sentiment religieux en France (París 1925-36) ; G. CAROLLO,
L'apostolato dei laici nei libri del Nuovo Testamento (Roma 1932); J. y V. CARYL
Y PORTIER, La mission des la'ics dans l'Église (Lyón 1949) ; A. CAVAGNA, Colabo-
razione apostólica (Milán 1932) ; L. CIVARDI, Manual de Acción Católica (Barce-
lona 1940) ; M. J. CONGAR, Sacerdoce et laicat dans l'Église (París 1928) ; Pour
une tbéologie du laicat: Études 256 (1948) ; Jalones para una teología del laicado
(Barcelona 1961) ; R. CUNILL, El apostolado de los seglares en los primeros tiempos
de la Iglesia (Barcelona 1947) ; P. DABIN, L'Apostolat lasque (París 1931) ; D E
BAZELAIRE, Les lates aussi sont l'Église (París 1958) ; Y. DE MONTCHEUIL, Role du
chrétien dans l'Église: Mélanges Théologicas (París 1946) ; J. DANIÉLOU, Le chré-
tien et le monde moderne (Tournai 1959) ; G. DEJAIFVE, Laicat et mission de
l'Église: NouvRevThéol 1 (1958) ; S. FUSTER, Estudios sobre espiritualidad seglar:
TeolEsp 2 (1958); J. FOLLIET, Qu'est-ce qu'un laique?: Ecclesia (abril 1956);
P. GLORIEUX, Corps Mystique et Apostolat (París 1935) ; El laico en la Iglesia (Bar-
celona 1964); J. M. GRANERO, Sacerdocio y laicado: Razón y Fe (1953); J. GAU-
TIER, La spiritualité catholique (París 1953) ; E. GUERRERO, Problemas de aposto-
lado en la Congregación Mariana, o idea de la Acción Católica en el momento
actual (Madrid 1942) ; MGR. GUERRY, L'Action Catholique (textos pontificios clasi-
ficados y comentados) : Cathedra Petri (Desclée, 1936) ; GUERRY-PEIRÓ, Código de
Acción Católica (Madrid 1932) ; J. LECLERCQ, La vie du Christ dans son Église
(París 1944); LILÍ ALVAREZ, En tierra extraña (Madrid 1959); El seglarismo y su
integridad (Madrid 1959) ; B. MONSEGÚ, Espiritualidad seglar: Teología Espiri-
tual (1962) V I ; G. MONTI, La formazione dei laici all apostolato (Roma 1928);
G. NOSENGO, La azione apostólica dei laici (Roma 1945) ; G. PHILIPS, La role
du laicat dans VÉglise (París 1954) ; J. M. PERRIN, La hora de los laicos (Ma-
drid 1958); V. PORTIER, Apostolat des la'ics: Masses Ouvriéres (1958) 137-38;
J. POLIT, Chrétiens, totts missionaires (Tolouse 1958) ; P. BRUGNOLI, La spiritualitd
dei laici (Brescia 1963); K. RAHNER, VApostolat des la'ics: NouvRevTh (1956);
R. SPIAZZI, Christifideles: Documentos (1953) 13-14; El lateado en la Iglesia (Bar-
celona 1961); J. SABATER-MARCH, Derechos y deberes de los seglares en la vida
social de la Iglesia (Barcelona 1954) ; Teología del apostolado de los seglares y
religiosos laicos (Barcelona 1958) ; E. SAURAS, Fundamento sacramental de la Acción
Católica: RevEspTeol III (1938); M. DE SOLAGES, Le probleme de Vapostolat dans
le monde moderne (París 1934); E. TARANCÓN, La nueva forma de apostolado se-
620 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los láteos 021

al Concilio, ha sido definitivamente sancionado y enaltecido el persecuciones para convencerse de ello. Entre los grandes apolo-
•movimiento de recuperación laical a que veníamos asistiendo. Esta gistas de la religión se cuentan desde el primer momento nom-
recuperación se refiere a la conciencia de lo que el seglar es y de bres ilustres de seglares o laicos.
lo que puede y debe hacer en la Iglesia. Hasta cierto punto, los monjes mismos, muchos de los cuales
En esta toma de conciencia que la Iglesia ha hecho de sí mis- comenzaron negándose a recibir las órdenes sagradas y mostrán-
ma en el Concilio, el elemento laical ha tenido una presenciali- dose bastante independientes en su inspiración profética o caris-
eación objetiva de tal fuerza, que el misterio de la Iglesia se ha ¡mática de la actuación jurídica de la jerarquía, son una expresión
hecho sentir inmediatamente como el misterio del Espíritu de palpable de la vida y la actuación eclesiales, sin ser propiamente
Cristo encarnándose en la estructura social del pueblo cristiano: clericales. Ni San Benito ni San Francisco de Asís pensaron sus
ese «laos» de la promesa y la redención cumplida, que tiene en instituciones, por lo menos en el primer momento, como institu-
cada laico, o seglar bautizado, sea jerarquía o no, un miembro ciones clericales. Son más bien una acción seglar de tan alto sen-
funcional e integrativo. tido espiritual, que no encuentra dificultad en clericalizarse, sino,
He ahí por qué en la constitución dogmática De Ecclesia, al contrario, parece el clima apropiado para que los clérigos se
salida del Vaticano II, tras el primer capítulo consagrado a lo santifiquen en el ministerio de su sacerdocio. Vida clerical y vida
que en el misterio de la Iglesia hay de más arcano y divino, que religiosa se compenetran y sirven mutuamente, algo así como se
es su misma noción de Cuerpo místico de Cristo, como sacra- compenetran y complementan el sacerdocio universal, propio de
mento destinado a perpetuar la obra de la redención, viene in- los seglares, y el sacerdocio ministerial, propio de la jerarquía.
mediatamente un segundo capítulo, dedicado al pueblo cristiano Quizás por esto también las grandes instituciones religiosas,
en general, como realidad visible y social, donde la sacramenta- a pesar de haber entrado muy pronto en la órbita clerical, insti-
•lidad de la Iglesia se nos manifiesta por su vertiente exterior. tucionalizándose clericalmente, se mantuvieron siempre, obede-
Podríamos muy bien decir que lo que retiene la atención del ciendo a una ley de origen, en estrecho contacto con el pueblo
Vaticano II, en el De Ecclesiae mysterio, es principalmente la o mundo seglar. Así los benedictinos, así los franciscanos, así
ivida íntima o el ser pneumático de la Iglesia, en cuanto comu- los jesuítas, etc. Y los mayores obstáculos y tropiezos para su
nión de fe, gracia y caridad, presentada bajo la metáfora de instauración y crecimiento no les vinieron del mundo seglar, sino
Cuerpo de Cristo, mientras que en el De populo Dei se la ve del mundo clerical.
más bien como institución social, pueblo de predilección, grey Sin embargo, tanto el monaquismo como las otras formas de
santa, constituida en comunidad jerarquizada. La jerarquía o cie- vida religiosa, aun siendo germinalmente manifestación del pro-
lo es también pueblo cristiano. Y sólo siendo miembro del «laos» fetismo seglar, nacieron, crecieron y se perfeccionaron con subor-
se puede ser jerarquía en la Iglesia. dinación y respeto grande a la jerarquía. De ella esperaban la
Jerarquía y laicado, o clérigos y seglares, forman la unidad ¡aprobación y confirmación, y sólo dentro de la Iglesia institución
indivisible de la Iglesia de Cristo. Su imagen adecuada sólo se concebían su santificación y el apostolado al servicio de la santi-
•tiene por la integración y simbiotización de ambos elementos. Los ficación de los demás.
dos son donación divina, y de ambos es Cristo Cabeza y Vida. En esto está la máxima diferencia entre el seglarismo de bue-
En la Iglesia no faltó nunca la presencia viva del laicado, na y de mala ley. La reforma de vida cristiana y la vida santa
cooperando con la jerarquía al desarrollo y perfeccionamiento del eclesial que Francisco de Asís e Ignacio de Loyola postulaban,
Cuerpo místico en su doble vertiente: interior y exterior, o como partiendo del mundo laical, en esto difieren profundamente de
misterio e institución. Desde los primeros siglos del cristianismo, la otra reforma pretendida por Lutero y aun por el mismo Eras-
Jos seglares están junto al clero como testimonio de vida cristiana mo. Todos querían la reforma y la santidad de la Iglesia. Que
¡y como predicadores y apóstoles al servicio de la Iglesia. N o hay en el ejercicio de una vida cristiana perfecta, una auténtica vida
más que recordar a los muchos santos y mártires, no constituidos eclesial, se sintiesen comprometidos no sólo los clérigos, sino
en jerarquía ni adscritos a una vida monacal, de la era de las también los seglares.
glar (Vigo 1937); K. THIEME, La vocation du late: Documentos (1953) 13-14; Pero lo que Francisco e Ignacio sentían con verdadero espí-
J. ZARAGÜETA. Le laical apporie du clergé son sens des realités humaines: Docu-
mentos (1953) 13-14; TROMP, De laicorum apostoUtus fundamento, índole, formis ritu de Cristo, sumiso y obediente, por tanto, a la jerarquía, Lu-
(Roma 1956) pro manuscripto; G. THILS y K. VLADIMIR, Lates et vie chrétienne tero y Erasmo lo concebían o en contra o al margen de la jerar-
parfaite (Roma 1963).
622 Bernardo Monsegú, C, P. C.4. Los laicos G23

quía. Y así, el primero rompió totalmente con la jerarquía, que sino que habían de tener una función activa. Los humanistas re-
es lo mismo que romper con la Iglesia, porque sobre ella la edi- feridos se interesaron también por la celebración de un concilio a
ficó el Señor, y el segundo no se supo nunca si era católico o través del cual su ideal de vida y restauración cristiana pudiera te-
protestante, nadando entre dos aguas, dejando fríos para la san- ner adecuado cauce. Y aunque los seglares no hicieron apenas acto
tidad a esos mismos seglares que quería hacer vivir vida fervo- de presencia en Trento, su inspiración no estuvo ausente, y menos
rosamente eclesial. Recordemos lo que Ignacio nos cuenta de su aún su cooperación en la implantación de las reformas aprobadas
lectura de Erasmo, que en vez de acrecentarle el fervor se lo qui- por el Concilio. Con razón, pues, ha podido escribir Henri Bre-
taba, aun siendo lectura para enfervorizar al cristiano, como era mond que el humanismo cristiano, purgado de sus elementos sos-
el Manual del soldado cristiano. pechosos, entró de alguna manera triunfante en Trento y su huella
Es lógico; para sentir con Cristo hay que sentir con su Iglesia. ha quedado impresa en algunas de sus más notables decisiones.
Y no tiene el sentido de la Iglesia el que no está con la jerar- Si la reforma tridentina no alcanzó luego tan de lleno al mun-
quía, refiriéndose a la cual dijo Cristo: «He aquí que yo estoy do laical como al clerical, si la mayoría de edad del laicado quedó
con vosotros hasta la consumación de los siglos 2. Quien a vos- retrasada en unos siglos, casi hasta el nuestro, la culpa estuvo en
otros oye, a mí me oye; quien a vosotros desprecia, a mí me des- el exceso protestante de arremetida y descrédito de la jerarquía,
precia» s. Y en mucho de este desprecio incurrió Erasmo, que que obligó a la Iglesia a defender ante todo la cabeza, quiero
acabó por poner tacha incluso en la vida religiosa o monacal, con decir, el ministerio o sacerdocio jerárquico, tan combatido y des-
ser la expresión o forma más perfecta de vida cristiana. virtuado por la Reforma, poniendo de relieve su institución di-
Podemos, sin embargo, recoger el testimonio de Erasmo como vina. Surgió así en la teología católica la consideración preferen-
una prueba de ese intento por llevar al simple cristiano o seglar te y casi exclusiva de la Iglesia visible sobre la invisible, de la
a la conciencia viva de su pertenencia a la Iglesia y, por tanto, Iglesia institución sobre la Iglesia comunión o misterio, de la
de su obligación de sentirse Iglesia, santificarse en ella y trabajar Iglesia jerarquía sobre la Iglesia pueblo. La teología y la vida
por la santificación de ella. En el prólogo a la edición del Nuevo católica comenzaron a discurrir con un sabor casi exclusivamente
Testamento (1516) recordaba a todo cristiano su participación en jurídico y clerical. El binario, estudio y acción, se montó sobre
el misterio de Cristo; por tanto, su deber de convertirlo en vida. el eje del catecismo de San Roberto Belarmino (1598) más que
El bautismo y los sacramentos—decía—son comunes a todos. ¿Por sobre el del Catecismo romano de 1566.
qué no ha de serlo también la doctrina y la santidad? El Manual Las consecuencias las pagó el laicado, que quedó al margen
de vida cristiana está concebido sobre la idea capital de que la no sólo de la consideración teológica, sino también, y esto es
perfección es vocación y es ley de todo cristiano. Un ideal, em- más de lamentar, de una consideración práctica a fin de conseguir
pero, que cada cual ha de conseguir según su propio estado. sumarle a la empresa de la renovación eclesial, bajo cuyo signo
En la línea de Erasmo, pero con más espíritu cristiano, con se había convocado Trento. Ni se le consagró el cuidado debido
espíritu católico, está otro gran amigo suyo y no menos gran hu- ni él se cuidó tampoco de ocuparse mucho de las cosas de la
manista: el español Luis Vives. Iglesia, que vinieron a ser sinónimo de cosas clericales o cosas
Junto a Luis Vives hay que poner también a otro no menos propias del clero.
ilustre humanista y amigo de él y de Erasmo, al que la Iglesia Aunque nunca faltaron seglares de espiritualidad profunda y
venera como mártir: Tomás Moro, la víctima del rey de Ingla- con viva conciencia de su deber cristiano dentro de la Iglesia,
terra Enrique VIII. una conciencia refleja de la espiritualidad seglar, convertida en
Prescindiendo de matices y de reservas que no son del caso doctrina y ejercicio de vida cristiana perfecta, puede decirse que
poner aquí, una cosa resulta clara leyendo a estos humanistas de no se consigue hasta la entrada en escena del llamado por Bre-
condición seglar o con gran conciencia de la misión del seglar en mond humanismo devoto.
la Iglesia. Que para reformar y vigorizar la vida de la Iglesia Este humanismo hace suyo cuanto hay de valioso y aceptable
consideraban indispensable una acción dentro de ella que no fuese en el humanismo renacentista con vistas al fomento de una vida
exclusiva de la jerarquía, sino que abrazase a todo lo que es Igle- cristiana perfecta, que envuelva a clérigos y seglares; pero deja
sia ; por tanto, a los seglares. Estos no habían de ser cosa pasiva, fuera cuanto el humanismo renacentista y la reforma protestante
2 3
Le 10.16.
tenían de poco compatible con el auténtico espíritu cristiano, que
Mt 28,20.
624 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos 625
presupone respeto y obediencia a la jerarquía, caridad y humildad. pérdida de la conciencia eclesial del laicado. Las ideas iluministas
Su representante máximo, por originalidad de iniciativa y por consiguieron penetrar en el ambiente social de los pueblos cris-
altura de expresión, es San Francisco de Sales (1567-1622). Aca- tianos, hasta entonces más o menos oficial u oficiosamente de-
so ningún otro Doctor y Santo de la Iglesia haya hecho más que pendientes o respetuosos para con la Iglesia, de un modo tan
él por un laicado verdaderamente santo y santificador, sin pre- profundo y devastador, que lo que parecía sólo indiferencia o
tensiones de invadir el campo de la jerarquía ni de sustraerse enajenación eclesial por parte de los seglares se hizo bien pronto
tampoco a la misión magisterial y directiva que a ésta le com- hostilidad clerical y hasta apostasía cristiana. Es entonces cuando
pete en la Iglesia. la palabra laico pierde su sabor arcaico de cosa santa pertene-
En su Introducción a la vida devota grita con fuerza por una ciente al «laos» o pueblo de Dios, para significar preferente-
santidad apropiada y propia del seglar, que no le identifique ni mente al seglar rabiosamente enemigo de la Iglesia o contrario
con el clérigo ni con el religioso. La santidad es obligatoria para a toda intervención de la religión en la vida social y política. Es
todos—dice—. Pero los cristianos seglares se han de santificar al la hora del laicismo estatal. Laicismo que tiene tanto de ataque
modo seglar, sin pretender asimilarse a los que no lo son. Cris- a la Iglesia como a la religión misma, por lo menos en boca de
tianos en un mundo que de suyo no lo es, y santos integrando la sus hombres más representativos.
más pura esencia de la vida cristiana en una vida de mundo. La La cultura y la política se hicieron laicas; y ya no fueron los
vida de familia y las profesiones propias de los que viven fuera pueblos o naciones de más antigua y segura tradición católica
del claustro y no están dedicados a las cosas del culto, eso es lo los que prosperaron y progresaron bajo este signo laicista, sino
que el seglar debe saber hacer compatible con su vocación a la más bien los países protestantes. El laicismo triunfó en toda lí-
santidad y su esfuerzo por santificarse. El cristiano debe estar nea, en el campo de la ciencia y en el de la política. La vida
pronto para pasar de la oración al cumplimiento de los deberes religiosa entró en franca decadencia en todas partes. El fenómeno
de su estado o profesión. Si es abogado, tan santamente debe de la secularización es un fenómeno1 de manifestación universal,
comportarse rezando como defendiendo causas; si comerciante, siquiera con reflejos y matices diversos según lugares y pueblos.
tan cristiano ante el comulgatorio como detrás del mostrador; si El apogeo de este laicismo imperante en la Europa posterior a la
casado, atendiendo con idéntica solicitud a sus deberes religiosos revolución francesa, venido de arriba abajo, de las ideas a las
como a sus deberes de estado. Y no puede el seglar santificarse costumbres, de la política a la vida, de los Estados a los ciudada-
si pretende dar a la devoción lo que roba a la obligación, porque nos, podemos ponerlo hacia los años 1775-1800. Su símbolo po-
es Dios quien hace de esa obligación de estado o de profesión dría ser la muerte y sepultura del desventurado Pío VI, en Valen-
intimación de su divina voluntad. Voluntad que alcanza no sólo cia de Francia, como un ciudadano más, aclamado por el pueblo
a un cumplimiento del mínimo indispensable para no faltar a la sencillo, pero sacrificado al laicismo de los Estados o gobiernos.
obligación, sino también a un cumplimiento de perfección que
Lo que en el siglo x v m fue principalmente desacralización
santifique a base de un esfuerzo por hacer del mejor modo posi-
y desclerización de la política y de la cultura y, por ende, de la
ble lo que se hace con la mayor pureza de intención posible.
vida en su estrato más elevado: la alta sociedad y los gobernan-
Después de San Francisco de Sales no han sido pocos los li- tes del pueblo cristiano, se hizo, con el avanzar del siglo xix,
bros que se han escrito para los seglares pensando santificarles nota común y mal endémico de todo el laicado cristiano, perver-
sin clericalizarles. Y no faltan tampoco figuras ilustres de hom- tido por las ideas de la Ilustración y por la política de los lla-
bres seglares consagrados a una vida de santidad, con proyección mados gobiernos laicos.
incluso apostólica, sin mengua de su condición o profesión seglar.
El racionalismo y el cientificismo navegaron a velas desplega-
Pero hay que reconocer con pena que avanzó mucho más, en das. Triunfó el liberalismo bajo todas sus formas. Se liberalizó
amplitud y profundidad, la corriente doctrinal y práctica a que an- incluso gran parte del clero. La misma piedad y ciencia sagrada
tes hicimos alusión, dirigida a exaltar el papel del clero y la jerar- se presentaron con veste demasiado racionalista. Una piedad seca
quía, mirando por sus prerrogativas y deberes, que no la otra, aten- y árida, huera a todas luces, es la que encontramos en los libros
ta a favorecer el despliegue de la conciencia eclesial del laicado, de devoción de aquella época. Las ciencias de la naturaleza pro-
destacando la misión de éste como parte esencial de la Iglesia. gresaron con sentido abiertamente anticristiano. Se quiso hacer
El siglo XVIII señala para la Iglesia el momento crítico de la ver que ciencia y fe eran incompatibles.
C.4. Los laicos 627
626 Bernardo Monsegú, C. P.
también socialmente, y sobre todo en cierta élite directiva o rec-
Pero el máximo de los males y la más dolorosa quiebra del
tora, perteneciente a ese mismo laicado, pero mal dispuesta fren-
laicado cristiano aconteció con la llamada apostasía de la masa
te a la acción de la gracia y peor dispuesta aún para dejarse con-
obrera, que aún perdura. Desastre horrible, imputable, en pri-
formar en su vida y en sus actuaciones privadas o públicas, cul-
mer lugar, a la siembra de ideas acatólicas y antirreligiosas veni-
turales, económicas o políticas, por las normas y principios cris-
das de la Enciclopedia y no contrarrestada a tiempo por el acer-
tianos tal como los propuso siempre la Iglesia. N o hay peor
camiento del clero a las grandes agrupaciones industriales que
sordo que el que no quiere oír. Y, si el hombre no quiere sal-
se iban edificando; y en segundo lugar, en orden de origen,
varse, ni Dios mismo le salvará. Es el misterio del gran respeto
pero no de eficacia, a los nuevos cuadros sociales y políticos
que Dios tiene a la libertad humana.
montados. El progreso industrial, que tenía su principal mani-
Admitido, pues, que una acción del clero más oportuna, más
festación en países de predominio o influencia protestante, se
eficaz y más diligente hubiera podido hacer mucho para impedir
afianzaba con este sentido de apostasía cristiana imperturbado,
la descristianización del laicado, reconozcamos lealmente que al
debido a la pobreza espiritual, religioso-moral, del cristianismo
laicado le cabe también mucha culpa, por su personal o propia
de la Reforma. El liberalismo protestante equivalía a un verdadero
responsabilidad; sobre todo a aquella parte del mundo seglar que
racionalismo. Mal recurso para remediar tanto mal. La burguesía
nunca estuvo dispuesta a someterse a las enseñanzas de la Iglesia,
estaba profundamente contagiada de las ideas enciclopedistas.
que nunca quiso acatar debidamente su moral y que, abusando
Los patronos, salvo raras excepciones, se preocuparon poco de la
de su libertad y de su posición en el cuerpo social, ya en el or-
situación religiosa de sus asalariados. ¡Cómo iban a preocuparse,
den de la cultura, ya de la economía, ya de la política, se dedicó
si eran presa del indiferentismo religioso de la hora!
a perturbar la buena fe de los seglares, a enajenarlos del clero
En consecuencia, que la revolución industrial del mundo occi-
y de la Iglesia, aprovechando esta enajenación para sus fines de
dental señala la hora de la gran tragedia cristiana de Europa, con
medro temporal, sin importarles nada de Cristo y de su Iglesia,
un proletariado enajenado no sólo de la Iglesia, sino también de
antes bien, maquinando directamente contra ellos como obstacu-
la religión. Tragedia que aún perdura y de la que el principal
lizadores de esos fines demasiado humanos.
protagonista sigue siendo el laicado cristiano. Protagonista en
Seglares eran los hombres de la Enciclopedia, seglares los de
sentido pasivo y en sentido también activo. Es inútil e injusto
la revolución y seglares, todos ellos cristianos de profesión, los
culpar de esta situación exclusiva o principalmente a la Iglesia, al
políticos y hacendados de la nueva Europa moderna, estructura-
clero. La culpa es también del laicado. Primero del laicado ge-
da con signo laico y laicista.
rente de la cosa temporal o pública, y luego del laicado masa,
Si no faltaron clérigos que se uncieron pronto al carro de la
que no supo mantener viva su conciencia cristiana y eclesial.
secularización europea tratando de justificarla, proponiéndola
Pero no es blasfemia afirmar que gran parte de la culpa en como un mal menor, unos y otros, incluso como un ideal político
esa enajenación eclesial y religiosa que padece el laicado cristia- (recordemos el nombre de Lamennais), tampoco faltaron segla-
no corresponde a la élite directiva del mismo, a la jerarquía cle- res que lucharon a pecho descubierto por sobreponerse al ambien-
rical. Si a la hora en que las ideas de la Enciclopedia comenza- te que les rodeaba, tratando, con la pluma y con la vida, de
ban a germinar, y aun antes: cuando se veía venir la bandera mantener el espíritu religioso y cristiano en las estructuras so-
reformista de Lutero, se hubiera preocupado un poco más el cle- ciales y políticas, privadas y públicas de Europa. Contra el lai-
ro de neutralizar con sus doctrinas y con sus ejemplos la acción cismo y contra el liberalismo no faltaron seglares que supieron
disolvente de aquellas ideas y de no dar pie, con abusos y corrup- luchar denodada y clamorosamente.
telas inveterados, a la maniobra reformista protestante, no cabe
duda que mucho del mal producido en el pueblo o laicado cris- En Francia, por ejemplo, tenemos los nombres de Chateau-
tiano no habría tenido lugar. briand (1768-1848), José de Maistre (1751-1821) y Luis Bo-
Pero, esto reconocido, convengamos en que la secularización nald (1754-1810), luchando como seglares por la conservación
del laicado cristiano, primero, y la apostasía de las masas, des- del espíritu cristiano en una sociedad que lo perdía a todo andar.
pués, no es imputable sólo ni ante todo a eso, sino a una personal Y en una generación posterior, los de Montalembert (1810-1870)
responsabilidad del mismo laicado, considerado en cada uno de y Federico Ozanam (1813-1853). Con diversos matices y diversi-
los individuos que lo integran, vistos no sólo individual, sino dad de hondura teológica, todos ellos seglares, trataron de con-
628 Bernardo Monscgú, C. P. C.4. Los laicos 629
trarrestar el espíritu laicista imperante en Occidente, negándose ciendo a lo largo de todo el siglo x x bajo la vigilancia e impulso
a claudicar en línea de principio y llevando la resistencia, en el de los Romanos Pontífices y la iniciativa y el entusiasmo espon-
terreno práctico, hasta donde les era posible. En lo social es fa- táneo de los mismos seglares. Las encíclicas sociales de León XIII
moso el nombre de León Harmel (1829-1915), que trató realís- ejercieron innegable influencia sobre este movimiento laical.
ticamente de aplicar el Evangelio al industrialismo europeo. También la Quadragesimo anno, de Pío XI. Pero el coronamien-
En Alemania fue precisamente un seglar el que, cuando el to y la consagración definitiva del laicado actuando y viviendo
proceso del arzobispo de Colonia Clemente Augusto Droste-Vis- con conciencia viva de su realidad eclesial lo tenemos con la en-
chering, motivado por su oposición a la injerencia de los poderes señanza pontificia de Pío XII, en especial con la encíclica Mystici
civiles en los asuntos eclesiásticos, levantó su voz, uniéndose al Corporis, por la que el misterio de la Iglesia se nos descubre en
Papa Gregorio XVI, para protestar, mientras guardaba silencio su plenitud, destacándose el valor preponderante del elemento
el episcopado alemán. Este hombre fue José Goerres (1776-1848), vital y pneumático sobre el propiamente clerical y jurídico.
seglar al que mucho debe la conciencia eclesial del laicado. In- N o todo merece alabanza en esa corriente de pensamiento y
crédulo primero, se reintegró a la fe católica y ejerció el profe- acción llevada a cabo por seglares al servicio de la causa cristia-
sorado en la universidad de Munich. En torno suyo creció un na. ¿Qué duda cabe que en su deseo de servir a la Iglesia puede
círculo de estudio e investigación al servicio de la verdad y de muy bien un seglar, lo mismo que un clérigo, dar como pensa-
la Iglesia. Junto a seglares había también clérigos ilustres, tales miento y sentir de la Iglesia lo que no es más que simple apre-
como Móhler, von Dollinger y Windiscmann. ciación particular suya? No todo lo que se dice en la Iglesia lo
Cuando el año 1948 pudo reunirse en asamblea el episcopa- enseña la Iglesia. Y el dicho vale aplicado lo mismo a clérigos
do alemán, fue un seglar el encargado oficialmente de preparar- que a seglares.
la, siendo también él quien redactó el manifiesto que los obispos Téngase esto en cuenta para valorar debidamente la contri-
dirigieron a los fieles. Se llamaba Moritz Lieber. De entonces bución eclesial de figuras prestigiosas del mundo seglar, v.gr., de
data también el Deutsche Katholikentage, de signo altamente un Olle Laprune, un Fonsegrive, un Goyau, un Maritain, un
laical y social. Mounier, un Guitton en Francia, y un Donoso Cortés, un A. Pi-
En Inglaterra puede también comprobarse una acción laical dal y Mon, un Menéndez Pelayo, un Aranguren o un Ruiz Gi-
consonante con la situación del catolicismo inglés y la idiosin- ménez, en España; un La Pira o un De Rossi, en Italia.
crasia nacional. Nombres ilustres son los de W . G. Ward (1812- Haciendo el papa Pío XII, en la encíclica Evangeíii praeco-
1882) y Sir John Dalberg, Lord Acton of Aldenham (1834- nes, el resumen de lo que ha sido la acción laical para la Iglesia
1902). Conservador el primero, liberal el segundo; aquél apo- en el transcurso de los tiempos, recuerda cómo desde los tiempos
logista y enseñante de teología, éste hombre de acción al estilo apostólicos esa acción se hizo patente, quedando la historia de la
de Goerres en Alemania. Iglesia jalonada con nombres de seglares ilustres, Y así cita los
En las postrimerías del siglo xix, preludiando ya el espíritu nombres de Apolo, Lidia, Aquila, Priscila y Filemón; a los que po-
del siglo xx, está en Francia el nombre de León Ollé-Laprune, drían añadirse los de Febe, Urbano, Trifena, Trifosa, Estéfana,
«el más grande católico seglar de Francia después de Ozanan», Epafra y otros, que colaboraron como seglares con los apóstoles.
según se ha dicho (1841-1898). Profesor de filosofía durante Citando esos mismos nombres, a un propósito parecido, decía
largos años en la Escuela Normal Superior, contribuyó grande- también Pío X I : «¿Qué habrían hecho los Doce, perdidos en la
mente a crear una corriente de alta cultura católica en el país inmensidad del mundo, si no hubiesen llamado a gentes en torno
vecino teniendo en cuenta la instancia viva de la moderna Euro- de sí: hombres, mujeres, viejos y niños, diciendo: Traemos el
pa. También merece especial citación E. J. Lotte, amigo de Char- tesoro del cielo, ayudadnos a repartirlo? Es bellísimo contem-
les Péguy, con su círculo de 18 profesores de Universidad, plar los documentos históricos de esta antigüedad. San Pablo cie-
12 maestros de escuela primaria y 124 de secundaria, y la publi- rra sus epístolas con una lista de nombres: pocos sacerdotes, mu-
cación de su Boletín. Su propósito era el de dar a los seglares chos seglares, algunas mujeres. Refiriéndose a éstas dice: Te
conciencia viva de su vocación cristiana. recomiendo a las que trabajaron conmigo en la obra del Evange-
Así comenzó a crearse y organizarse esa corriente de pensa- lio (Phil 4,3)»". Del mismo Papa son estas palabras: «El éxito
miento y de acción laical al servicio de la Iglesia, que fue cre- 4
Pío XI, discurso a la J. F. de A. C. I., 19-3-1927.
630 Bernardo Monsegú, C. V. C.4. Los laicos. 30 631
maravilloso del apostolado de los Doce se debe en gran parte a tacando la peculiaridad y la importancia de su papel en ella
la cooperación de los seglares» 5. según el análisis que ahora vamos a hacer.
Y a la hora de las persecuciones, cuando para el clérigo o El Vaticano II, encuadrando bajo la denominación común de
ministro de la religión acercarse a ciertas personas o entrar en pueblo de Dios a toda la comunidad cristiana, hecha de jerarquía
ciertos lugares resultaba peligroso o imposible, eran los seglares y fieles, al mismo tiempo que predica la unidad eclesial de clé-
la fuerza de penetración, los que servían de poderoso auxiliar a rigos y laicos, predica también la unidad de quehacer y de desti-
la jerarquía. Ellos visitaban a los encarcelados y llegaban a las no que a todos implica.
más altas esferas políticas. «Magistrados, militares, mujeres y Si la raíz última ontológica y la idea arquetipa ejemplar de
niños acuden a ayudar a los apóstoles, multiplicando su activi- la unidad eclesial está en Dios trino y uno, la causa inmediata
dad, dándole el medio de llegar a todas partes, de penetrar en de la misma está en Cristo, que virtualmente hizo nacer a su
todos los ambientes, lo mismo entre las masas que en el palacio Iglesia mereciendo y satisfaciendo por nosotros sobre la cruz, y
de los cesares» *. efectiva, formal y constitucionalmente la edificó sobre el funda-
Pío XII cita también en la susodicha encíclica a los seglares mento de Pedro y los demás apóstoles, dándole un cometido so-
apologistas de la primera hora, tales como Justino y Municio Fé- cial y apostólico. Para cumplir con él debidamente prometió y
lix. Y enumera otros muchos de los siglos posteriores y en todas envió su Espíritu, que es como el alma de su Iglesia, el que pone
las cristiandades para dejar constancia de la acción laical en la en la comunidad cristiana una unidad más íntima y profunda
Iglesia; prueba fehaciente de que el apostolado de los seglares que la del régimen exterior visible.
nunca estuvo ausente de su historia. En el Evangelio encontramos la palabra de esta unidad ecle-
sial. La tradición la prolonga hasta nosotros. El bautismo la ope-
Peculiaridad laical ra en cada uno. Los demás sacramentos la acrecientan y perfec-
30. El santo Sínodo, una vez declaradas las junciones de la jerar- cionan. La jerarquía la sostiene y rige visiblemente. La comuni-
quía, vuelve gozosamente su espíritu hacia el estado de los fieles dad o laicado la soporta y promueve y le da permanencia histó-
cristianos llamados laicos. Cuanto se ha dicho del pueblo de Dios, rica. Ella es verdaderamente una comunión y una institución, es
se dirige por igual a los laicos, religiosos y clérigos; sin embargo, caridad y es ley, es carisma y es autoridad, ministerio y obedien-
a los laicos, hombres y mujeres, en razón de su condición y misión,
les corresponden ciertas particularidades, cuyos jundamentos, por cia. En el sacramento de la Iglesia, lo visible y lo invisible, lo
las especiales circunstancias de nuestro tiempo, hay que conside- espiritual y lo jurídico, lo comunitario y lo jerárquico, se funden
rar con mayor amplitud. Los sagrados pastores conocen muy bien en una unidad indivisible, siendo ambos elementos igualmente
la importancia de la contribución de los laicos al bien de toda
la Iglesia. Pues los sagrados pastores saben que ellos no jueron
necesarios, siquier quepa establecer entre ellos jerarquía y prio-
constituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión ridad de orden lógico y ontológico.
salvtjica de la Iglesia cerca del mundo, sino que su excelsa jun- La congregación de los fieles cristianos, que llamamos Iglesia,
ción es apacentar de tal modo a los fieles y de tal manera reco- «es el misterio profundo de las almas unidas a Cristo y entre sí
nocer sus servicios y carismas, que todos, a su modo, cooperen
unánimemente a la obra común. Es necesario, por tanto, que todos, en Cristo, en un cuerpo único, y al mismo tiempo la expresión
abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos visible de este cuerpo, la organización de aquellos que forman
a Aquel que es nuestra cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo, parte de él en la institución eclesial» 7 . Ambos elementos, el
trabado y unido por todos los ligamentos que lo unen y nutren pneumático y el jurídico, son tan necesarios para tener la pleni-
para la operación propia de cada miembro, crece y se perfecciona
en la caridad (Eph 4,15-16). tud esencial del Cuerpo místico mientras peregrina sobre la tierra,
como lo son divinidad y humanidad en el Cristo histórico para
que Cristo sea verdaderamente el Cristo de la fe.
DESGLOSE DEL PUEBLO DE D I O S Cada fiel debe demostrar su fidelidad a la Iglesia conjugando
en uno, en su vida personal y en la esfera de su acción apostó-
Se justifica en el texto conciliar trascrito, como fácilmente
lica, esa plenitud eclesial requerida por la naturaleza de la Iglesia
puede verse, la dedicación de un capítulo especial a los laicos
misma. Hay que comulgar en una misma fe y caridad, pero tam-
en el cuerpo de la constitución dogmática sobre la Iglesia, des-
bién en un mismo respeto y sumisión a aquellos que Cristo puso
s
Pío XI, discurso a la F. N. C , 12-6-1929.
• Ibid. ' R. SPIAZZI, El laica Jo tn la Iglesia (Barcelona 1964) p.16.
632 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos. 30 633
para regir en su Iglesia. Sólo así nos mantendremos fieles a Cris- misma jerarquía, tienen una misión que cumplir, hay cosas que
to, guardando fidelidad a su Iglesia. incumben por igual a todos y otras que son privativas o caracte-
Para jerarquía y fieles estableció Jesucristo su Iglesia como rísticas de una determinada función o del peculiar estado de vida
medio común de salvación, la dotó de sacramentos, la destinó a abrazado.
un fin y la proveyó de medios para conseguirlo. Todos son pro- Lo que la constitución ha dicho en el capítulo 2." acerca del
piedad común del pueblo cristiano. pueblo cristiano en general se dirige, como nos advierte el mismo
Pertenecer a la Iglesia y hacerse en ella partícipes de los te- Concilio en el capítulo que ahora comentamos, lo mismo a laicos
soros de salud y de gracia con que la enriqueció Jesucristo es un que a religiosos y a clérigos. «Sin embargo—añade textualmen-
título de honor y un beneficio que no tiene par. Bajo este aspec- te—, a los laicos, hombres y mujeres, en razón de su condición y
to, el ser cristiano es la máxima dignidad a que puede aspirar misión, les corresponden ciertas particularidades, cuyos fundamen-
un hombre y la máxima fortuna que puede sobrevenirle. tos, por las especiales circunstancias de nuestro tiempo, hay que
En punto a participar de los beneficios de la redención, todos considerar con mayor amplitud».
los cristianos tienen el mismo derecho y a tanto puede aspirar Dos son, como se ve, los motivos que impelen al santo Con-
el simple fiel como el obispo. Tanto vales cuanto tienes, puede cilio a dedicar este capítulo especial a los laicos: la peculiaridad
decirse aquí con verdad. Tanto vale un cristiano cuanto de gracia misma del estado o condición laical y la situación peculiar de
o de vida cristiana tiene. Y el que mejor cumpla con la voluntad nuestro tiempo en relación con la condición y misión laical. He
- d e Dios en su Cristo, ése será el más grande en el reino de los ahí por qué el «santo Sínodo, una vez declaradas las funciones
cielos. Y muchos fieles habrá que en riqueza cristiana vayan por de la jerarquía, vuelve gozosamente su espíritu hacia el estado de
delante de sus jerarcas lo mismo en ésta que en la otra vida. los fieles cristianos llamados laicos».
Y es que la jerarquía, es ante todo una función de ministerio, Nos parece que el motivo fundamental de la primacía dada
de administración o de gobierno en la comunidad cristiana. Lo a la consideración de la jerarquía, estudiada por el Concilio en
que de suyo no hace ni más ni menos cristiano, ni más rico ni el capítulo 3.°, precedente al de los laicos, estriba en el hecho de
más pobre. Ministerio ciertamente necesario y al que el pueblo la constitución jerárquica de la misma Iglesia, edificada sobre el
cristiano debe la máxima veneración y obediencia, porque así Je- fundamento de Pedro y de los demás apóstoles. Es ella la que
sucristo lo ha dispuesto, pero ministerio que ni de suyo salva ni sostiene al pueblo cristiano, y no viceversa.
siquiera engrandece más desde el punto de vista cristiano. Tanto Lo que quiere decir que la autoridad y el ministerio jerárqui-
salva y engrandece cuanto de él se sepa usar debidamente, cris- co desempeñan en la sociedad cristiana un papel todavía más ca-
tianamente. pital y sustantivo que en cualquier otra sociedad. La Iglesia, co-
Los fieles, empero, no han de hacer juicio del ministerio ni munión de fe y caridad, es también sociedad e institución. Y como
medir sus obligaciones frente a él por lo que dé de sí la conducta tal institución, está concebida y realizada en su estructura funda-
de los ministros, sino por lo que representan éstos y por la fina- mental según bases y normas que no nacen de la comunidad mis-
lidad de su ministerio. Y ellos representan a Cristo, que los puso ma, sino de su fundador, Cristo Jesús.
para gobernar en su Iglesia, y su ministerio es el medio por Cristo Y esto está significando que la Iglesia o pueblo de Dios quedó,
establecido para que a los fieles lleguen los tesoros de gracia y desde el primer momento, jerárquicamente constituida. N o es el
de salvación de que hizo depositaría y administradora a su Iglesia. pueblo cristiano quien se elige sus jefes ni es al pueblo a quien
La finalidad de ésta, según consta por el Vaticano I, es la de ellos propiamente representan, sino que es Dios quien elige los
hacer permanente la obra de la redención, aplicándonos sus frutos. jefes de su Iglesia, haciéndolos representantes, vicarios o minis-
Y esta aplicación se hace por el ministerio de aquellos que Cristo tros suyos. Como Cristo, también la jerarquía eclesiástica ocupa
puso para regir en su Iglesia. En ellos y por ellos queda la Igle- el primer plano en la consideración del pueblo de Dios.
sia constituida en forma vicariante de Cristo. Actúan como ca- Hay que considerar, pues, como un acierto el que, renuncian-
bezas o jefes para la administración y el régimen de la cosa cris- do a un plan propuesto en los primeros esquemas, se desglosara
tiana, y los laicos les deben subordinación y obediencia. del capítulo dedicado al pueblo de Dios lo concerniente de un
En esta Iglesia o comunidad cristiana, en la que todos los cre- modo particular a los seglares. Y lo mismo que a la jerarquía se
yentes, unificados por la fe y puestos bajo el gobierno de una le consagra un capítulo, se le consagrara también al laicado.
634 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos. 30 635

Jerarquía y laicado tienen muchas cosas en común, todas esas Y lo primero que la constitución nos declara es la peculiari-
que les competen por razón de su inserción o agregación a la co- dad eclesial de la acción del laico, «en razón de su condición y
munidad cristiana. Parece, pues, lógico que al considerar a la misión», y la importancia del papel que están llamados a desem-
Iglesia como pueblo de Dios, comprensor de jerarquía y fieles, peñar en la Iglesia, sobre todo en las actuales circunstancias. De
se comience por señalar los atributos o características de ese pue- esa peculiaridad o, por mejor decir, de los fundamentos en que
blo en general, predicables tanto de jerarquía como de fieles, re- se apoya nos irá hablando el Concilio en los números siguientes
servando a capítulos especiales el hablar de lo que es propio de de este capítulo. De su importancia habla en éste, notando dos
la jerarquía y de lo que es propio del simple fiel. cosas: que es de sobra conocida y que tiene su justificación en la
Y esto es lo que hallamos realizado en la constitución sobre naturaleza o composición misma de la Iglesia.
la Iglesia tal como ha sido oficialmente promulgada. La naturaleza Referente a lo primero, dice textualmente: «Los sagrados pas-
y el destino del pueblo de Dios se nos han definido o descrito tores conocen muy bien la importancia de la contribución de los
primeramente de un modo comunitario o colectivo, englobando laicos al bien de toda la Iglesia». Y tocante a lo segundo, añade
a jerarquía y fieles. Y así sabemos en qué comulgan, coinciden a continuación: «Pues los sagrados pastores saben que ellos no
o hacen unidad todos cuantos se integran en la Iglesia de Cristo. fueron constituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la
Por ende, sabemos también qué es lo' que diferencia y separa a misión salvífica de la Iglesia cerca del mundo, sino que su excelsa
la Iglesia de Dios de los otros pueblos o gentes que no han sido función es apacentar de tal modo a los fieles y de tal manera re-
integrados en ella. Es lo que encontramos en el capítulo 2° de conocer sus servicios y carismas, que todos, a su modo, cooperen
la constitución. unánimemente a la obra común. Es necesario, por tanto, que to-
Por él se echa de ver que hay muchas cosas, las más sustan- dos, «abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, lle-
tivas, en las que jerarquía y fieles comulgan y participan con el gándonos a aquel que es nuestra cabeza, Cristo, de quien todo
mismo derecho: una misma fe, un mismo bautismo, una misma el cuerpo, trabado y unido por todos los ligamentos que lo unen
gracia, una común misión y una misma elección. Todos son parte y nutren para la operación propia de cada miembro, crece y se
de un pueblo santo, que Dios se ha elegido, que está llamado a perfecciona en la caridad» (Eph 4,15-16).
la santidad y que está, naturalmente, en el deber de corresponder La importancia, pues, del papel que los laicos están llamados
a esa vocación, y para ello todos los miembros integrados en la a desempeñar en la Iglesia deriva de su propia naturaleza eclesial.
totalidad deben sumar su esfuerzo. La acción eclesial es deber y Ellos no están sólo en la Iglesia, sino que son Iglesia, ya que en
es derecho de todos cuantos forman parte de la Iglesia. Y hay ella, según leemos en la constitución del Vaticano I, Pastor aeter-
algo eclesial que es común a clérigos y no clérigos. nus, «como en casa de Dios vivo», dispuso el Señor que «todos
Pero al mismo tiempo que se hace notar esta igualdad sustan- los fieles estuvieran unidos por el vínculo de una sola fe y cari-
tiva del pueblo cristiano se hacen notar también las diferencias dad» s. Y aunque en esta Iglesia dispuso Dios, como añade el
que en él existen: diferencias de oficio, de ministerio y hasta de Concilio, que hubiera quienes con autoridad, sucediendo a los
estado de vida. Diferencias que no son hijas de un abuso o de apóstoles, dispusieran y rigieran para que se mantuviera la plura-
una convención social, sino que nacen de la constitución misma lidad de los creyentes, no por eso recae sobre ellos solos el peso
de la Iglesia, manteniéndose en línea de sucesión apostólica. La y el honor de trabajar por la Iglesia.
diferenciación máxima la señala la constitución jerárquica de la La Iglesia tiene para cada circunstancia histórica su compor-
Iglesia. Unos son en ella jerarquía y otros son laicos. De éstos tamiento preciso. La libertad humana le va planteando problemas
nos vamos a ocupar ahora. y creando necesidades en el fluir contingencial de las cosas.
Y ella encuentra siempre la solución adecuada al problema plan-
LA HORA DE LOS LAICOS teado o da con el órgano apropiado a la necesidad sentida.
En la presente coyuntura histórica asistimos al perihelio de
Destacado así el papel de la jerarquía y hecha notar la ley la descristianización de la masa proletaria y nos encontramos
a que han de ajustarse los fieles en su comportamiento con rela- también frente a una configuración laica, de signo, a menudo, ra-
ción a ella, procede el destacar, como lo hace el Concilio en el biosamente anticlerical en casi todos los Estados o regímenes del
párrafo que estamos comentando, la misión o incumbencia del
seglar o laico como tal. « D 1821
636 Bernardo Monsegií, C. P. C.4. Los laicos. 30 637
mundo. Las constituciones políticas se declaran laicas o, en el minar asociación cumbre del laicado para una acción verdadera-
mejor de los casos, se aboga por una total separación entre la mente eclesial. Cuanto de ella se diga puede aplicarse perfecta-
Iglesia y el Estado. mente a los seglares.
A este signo laico de la sociedad moderna se corresponde, por Perteneciendo o no a los cuadros oficiales de Acción Cató-
parte de la Iglesia, un movimiento apostólico de salvaguardia y lica, todo fiel cristiano debe hacer auténtica obra de acción ca-
de conquista, que es también de signo laico, pero con sentido tólica, correspondiendo a su vocación cristiana y obrando en con-
diamentralmente opuesto al que preside las constituciones o ac- sonancia con su ser eclesial. Si hoy la Iglesia jerárquica les pide
tuaciones políticas de muchos Estados. esto de un modo particular y con machacona insistencia, es por-
Le decimos laico, jugando con esta palabra, de cuyo signifi- que siente la necesidad apremiante de acudir con un remedio,
cado luego hablaremos, porque para la Iglesia ésta es la hora de homeopático podríamos decir, a la gran apostasía laical verifica-
los «laicos» o seglares y acaso también, de las instituciones lai- da en algunos sectores de la Iglesia, y también porque muchos
cales. Ellos son los llamados a luchar y trabajar por la Iglesia, seglares católicos no cumplen como es debido con esta misión
de un modo especial en nuestra circunstancia histórica. Ellos han social y eclesial que sobre ellos recae. Se trata del «llamamiento
de ser el fermento cristiano de una sociedad laica y hasta laici- a los seglares para que participen en la obra salutífera en pro
zada, contrarrestando con su pensamiento, su acción, su modo de de las almas, llamamiento de salvación, como diría el poeta, a la
vivir cristianamente o, mejor todavía, eclesialmente laico, la ac- acción redentora del mundo» 10.
ción laicista que óteos laicos llevan a cabo en el seno o masa Durante siglos, la acción evangelizadora y apostólica de la
social de que ellos forman parte. A esto están obligados los se- Iglesia ha gravado con mucho exclusivismo sobre clérigos y re-
glares por su misma condición de laicos y en ello deben empeñar- ligiosos, sobre los que de una forma u otra hacen profesión de
se, sumando sus fuerzas y esfuerzos, ora por iniciativa individual, segregarse del mundo o apartarse de las cosas terrenas para de-
ora por una acción sincronizada y orgánicamente establecida, dicarse a las divinas.
como sucede en la Acción Católica, movimiento auténticamente Hoy la Iglesia recuerda a los seglares que la acción apostólica
laical. es también incumbencia suya, y que ésta es la hora en que a
Esta es la urgencia particular que en el despliegue de su ac- ellos compete principalmente, atendiendo a las señales de los
ción apostólica hoy siente la Iglesia, y por eso llama a los fieles tiempos, poner sentido y signo cristiano en todas las cosas de
todos al apostolado, despertando en ellos Ja conciencia de su ser
nuestro tiempo con el testimonio de su vida y con su interven-
eclesial y del deber de obrar en consonancia con el mismo. Es
ción sobre todo en la cosa misma temporal, lo mismo en lo fa-
verdaderamente la hora de los seglares, como en repetidas oca-
miliar que en lo social, en lo económico que en lo político, en lo
siones han declarado los Sumos Pontífices y el Vaticano II so-
artístico que en lo cultural.
lemnemente ha confirmado.
Por lo que son, pues, es por lo que los seglares están funda-
«En esta hora tan grave—son palabras de Pío XII—, cuando
mentalmente llamados a desplegar una acción apostólica de tipo
las pasiones humanas que la paz adormecía se desatan, irrumpen,
laical, pero auténticamente eclesial. El ser dicta el deber. Son
se enfurecen y luchan en un duelo de sangre y de tuinas, Nos
fijamos nuestra mirada en la Acción Católica, y nuestro ánimo Iglesia, luego deben servir a la Iglesia y servirla como lo que son.
se conforta con la esperanza de encontrar en ella, reunida y es- Pero conviene ver también a otra luz la fuente de donde di-
trechada en torno a los obispos y a la Sede Apostólica, devotos mana esta grave responsabilidad eclesial que pesa sobre el laicado.
y ardientes colaboradores en la gran empresa, que sobre todas La Iglesia apela hoy a los seglares para el acrecentamiento y la
inquieta nuestro espíritu, por los supremos intereses de las almas edificación del reino de Dios, no sólo porque el seglar es cosa
y de las naciones, el retorno de Cristo en las conciencias, en el suya, y la parte todo cuanto es lo debe y lo subordina al todo
hogar doméstico, en las costumbres públicas, en las relaciones (pars id quod est totius est), sino también por otros dos motivos:
entre las distintas clases sociales, en el orden civil y en las rela- porque los eclesiásticos no se bastan solos para realizar los fines
ciones internacionales»'. Y la Acción Católica es fundamental de Cristo en su Iglesia y porque hay cosas que sólo los seglares
y plenariamente una asociación laical, la que podríamos deno- pueden poner en la Iglesia de la manera que el mundo de hoy
9 10
Pío X n , AAS 32 (1940) 366. Cf. ene. Myilici Corporis: AAS 35 (1943) 241. Pío XI, discurso a las Asociaciones católicas de Roma, 19-4-1931.
638 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos, 31 639
precisa para tener el testimonio cristiano adaptado a la circuns- provisional o accesorio en la Iglesia. No están para cubrir una
tancia o exigencia actual. vacante del clero o llenar una deficiencia del mismo, sino para
Me explico. El texto conciliar, resaltando el papel de los se- ocupar su puesto de deber y hacer lo que a ellos exclusivamente
glares en la Iglesia, dice textualmente: «Pues los sagrados pasto- corresponde por ley de estado o condición de vida. Es tan vasto
res saben que ellos no fueron constituidos por Cristo para asumir y tan vario el cometido que Cristo confió a su Iglesia, que sólo
por sí solos toda la misión salvífica de la Iglesia cerca del mundo, mediante la cooperación de sacerdotes y fieles ella puede conse-
sino que su excelsa función es apacentar de tal manera a los fieles guir su fin. A cada cristiano se le asigna su misión, y todos están
y de tal modo reconocer sus servicios y carismas, que todos, a su en el deber de llenar su hoja de servicio. Todos son personas
modo, cooperen unánimemente a la obra común». y, por consiguiente, sujetos de derechos y obligaciones. Nadie
Esto quiere decir sencillamente que es voluntad de Cristo el entra a formar parte de una sociedad para gozar exclusivamente
que todo cristiano coopere a la obra de salvación, contribuyendo de derechos o privilegios, sino para cumplir también los deberes
a la edificación de la Iglesia. Aunque, por hipótesis absurda, es- que la asociación impone. Si de ella se recibe, también a ella
tuviesen los laicos exentos por ley de naturaleza cristiana de una hay que darle.
acción social en favor de la Iglesia, y aunque pudieran de suyo Puede que los derechos y los deberes no sean iguales en to-
bastarse ónticamente los clérigos y religiosos para cumplir con el dos. Y, efectivamente, en la Iglesia no lo son. La jerarquía tiene
cometido eclesial, esto no dispensaría a los seglares de actuar en ella unas particulares prerrogativas y unas especialísimas obli-
apostólicamente en la Iglesia, porque está de por medio la volun- gaciones. Pero el laicado como tal tiene también particulares y
tad positiva de Cristo y está el testimonio histórico de una tradi- peculiarísimos derechos y obligaciones. Clérigos y seglares, sin
ción cristiana que obliga al seglar a sumar sus fuerzas a las de confundirse, deben fundirse en un mismo afán por el bienestar
la jerarquía para llevar a perfecto crecimiento el Cuerpo místico y progreso de la Iglesia, atendiendo a su actividad tanto interna
de Cristo. como externa. Deben preocuparse del bien de la comunidad ecle-
Es cierto que hoy reclama la Iglesia con particular urgencia sial de que forman parte y deben interesarse también por que la
y ansiedad la colaboración apostólica de los laicos tanto por la redención universal de Cristo tenga aplicación a todos los hom-
peculiar situación del pueblo cristiano en nuestro tiempo como bres, pues todos fueron redimidos por Cristo 13 .
por la situación deficitaria del clero mismo ". Pero esa colabora-
ción no obedece propiamente a eso, no es una fórmula provisio-
nal ni es un recurso expeditivo. Es un derecho y es un deber Qué se entiende por laicos
nacidos de la entraña misma del ser laical. 31. Por el nombre de laicos se entienden aquí todos los fieles
La participación de los seglares en la misión apostólica de la cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden
Iglesia es un postulado teológico y una herencia o constante his- sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la
tórica. «Los que dicen que durante los cuatro últimos siglos la Iglesia, es decir, los fieles cristianos, que, por estar incorporados
a Cristo mediante el bautismo, constituidos en pueblo de Dios y
Iglesia ha sido exclusivamente clerical por reacción contra la cri- hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética
sis del siglo xvi están lejos de la realidad, porque precisamente y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el
a partir del santo Concilio de Trento el laicado ocupó un lugar pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo.
y progresó en la actividad apostólica», afirmaba Pío XII en su Til carácter secular es propio y peculiar de los laicos. Los que
recibieron el orden sagrado, aunque algunas veces pueden tratar
discurso al Congreso de 1951 I2. De entonces acá es cuando co- asuntos seculares incluso ejerciendo una profesión secular, están
menzaron a afirmarse más y más las posiciones católicas por parte ordenados principal y directamente al sagrado ministerio por razón
de los seglares en los distintos campos de la actividad humana, de su vocación particular, en tanto que los religiosos, por su
organizándose social y políticamente con vistas al triunfo cívico estado, dan preclaro y eximio testimonio de que el mundo no pue-
de ser transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las bien-
de los principios cristianos. aventuranzas.
Ni a la luz de la teología ni a la luz de la historia puede A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de
verse la acción eclesial del laicado como algo supererogatorio, Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales.
13
11 Pío XI, ene. Non abbiamo bisogno, 29-6-1931. Cf. Pío XII, discurso a la
Pío XII, discurso al I Congreso del Apostolado Seglar, 14-10-1951. Acción Católica Italiana, 3-5-1951, y LEÓN XIII, Stphntiae christianae (10-2-1890):
12 D 1936.
Pío XII. ibid.
640 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos. 31 641
Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades Contra esta especie de hipoteca que padecía todo lo humano,
y profesiones, así como en las condiciones ordinarias de la vida
familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. singularmente lo cultural y lo político, en los siglos medios, co-
Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guián- menzaron a rebelarse las nuevas nacionalidades que se fueron
dose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadu- forjando al comienzo de la Edad Moderna, máxime las que pa-
ra, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo, y de decieron la influencia de la reforma protestante y, sobre todo,
este modo descubran a Cristo a los demás, brillando, ante todo,
con el testimonio de su vida, en la fe, esperanza y caridad. A ellos los Estados que fermentaron luego con la levadura de la Revo-
muy en especial corresponde iluminar y organizar todos los asun- lución francesa. Una de sus primeras medidas era la de procla-
tos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal marse laicos, aislando la religión de la política, la Iglesia del
manera, que se realicen continuamente según el espíritu de Jesu- Estado.
cristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del
Redentor. Vino así a verificarse una especie de secuestro o secularización
de la palabra «laico», que perdió la raigambre cristiana y el buen
La palabra «laico» no tiene buena literatura ni sonido grato nombre que en sus orígenes había tenido. En efecto, laico es
entre la gente cristiana desde hace poco más de tres siglos. Nues- como el doble de la palabra griega «laikós», derivada de «laós»,
tra lengua y el sentir popular la hicieron sinónimo de hombre pueblo. Pero no pueblo de cualquier manera, sino como contra-
mal avenido con el espíritu religioso de la docencia pública, de puesto, en lenguaje bíblico, a «ezne». El «laós» sería, pues, el
la gestión política y, en general, de todo cuanto afecta al régimen pueblo santo, el pueblo cristiano, contrapuesto al pueblo profano
de los Estados. Una palabra de ascendencia genuinamente cristia- o pagano. El vocablo «laico» tiene, pues, muy noble y religiosa
na quedó profanada, a partir sobre todo de la Revolución fran- cuna. Y no hay inconveniente en sacarle de nuevo de pila.
cesa, por la corriente liberal irreligiosa o antirreligiosa, que le
dio el sentido peyorativo que hasta hace poco venía teniendo. LA DEFINICIÓN DEL LAICO
Los labios católicos, españoles singularmente, no la acaban de
pronunciar sin cierto deje desabrido. N o se olvida fácilmente su Nadie ignora las dificultades encontradas por el Vaticano II
reciente historia. Pues todo el mundo sabe que su acepción ma- para llegar a una definición del seglar o laico que satisficiera a
ligna vino a ser sancionada, implícita o explícitamente, por no todos. Esas dificultades subsisten. Es dificilísimo acertar con una
pocos códigos civiles de cuño napoleónico, en leyes de signo lai- definición rigurosamente filosófico-teológica que determine de for-
cista y en constituciones políticas nacidas al socaire de las ideas ma positiva y no negativa, por inclusión y no por exclusión, yen-
poco cristianas de la Revolución. do de lo genérico a lo específico, lo que el seglar es.
Proclamándose laicos, los Estados modernos pretendieron que- Todos sabemos muy bien a qué atenernos y a quién nos refe-
brar la línea de la tradición cristiana, que venía prevaleciendo en rimos cuando hablamos de seglares o laicos. Pero, puestos a bus-
Europa desde los tiempos de Constantino y que tuvo su expre- car una definición de factura y cuño exclusivamente teológicos,
sión más alta en los siglos medios, cuando lo humano y lo cris- nos vemos en un apuro. Tratando de aprehender la pura esencia
tiano, lo civil y lo religioso, el Estado y la Iglesia, andaban ínti- o naturaleza del laico, no quisiéramos que nada circunstancial o
mamente unidos, caminando al unísono y ayudándose mutuamen- contingente, como es lo canónico y jurídico, mancillara u ofus-
te para realizar la gran idea de la unidad cristiana entre todos cara esa pureza teológica. Tampoco agrada que para definir algo
los pueblos, estando la espada al servicio de la cruz. Imperio y tan vivo y tan concreto como es el laico tengamos que valemos
Pontificado, a pesar de sus dimes y diretes, de sus contrastes y de negaciones o exclusiones. No acabamos, por otra parte, de ver
luchas, a veces violentas, se movían sobre el mismo plano reli- cómo la pertenencia al estado religioso, en el que caben laicos
gioso y cristiano, y el laicismo estatal resultaba prácticamente y clérigos, pueda causar un tertium quid que se interponga, por
imposible para aquellos siglos. Si la prevalencia o hegemonía es- derecho divino, entre clérigos y seglares. No parece que en la
taba de alguna parte, era más bien de parte de la Iglesia, de Iglesia, como institución divina, haya otra diferenciación de la
parte de la religión. En vida y en instituciones, anhelos y espe- masa cristiana fuera de ésa, en virtud de la cual unos en ella son
ranzas, ciencias y artes, quehacer político y empresas guerreras, jerarquía y otros no, o clérigos y seglares.
el signo medieval es de un color típica y preferentemente re- Dejamos a un lado, porque no es de nuestra incumbencia, lo
ligioso. que atañe a la naturaleza y origen del estado religioso. Y nos
2 C.Vaticatio 21
042 Bernardo TAonsegú, C. P. C.4. Los laicos. 31 643
fijamos exclusivamente en la noción que del laico nos da el Con- de la encarnación eclesial de Cristo. Y por orden a ella participa
cilio. Por ella echamos de ver que no ha tratado de vencer la a su manera de la triple función de Cristo, perpetuándose en su
dificultad para una definición rigurosa del mismo. Ha procedido Iglesia, como rey, profeta y sacerdote. Y en ella se inserta tam-
más bien descriptivamente, señalando las notas indispensables bién desde el punto de vista pneumático y carismático, como mis-
para que todo el mundo comprenda sin dificultad cuál es el su- terio de fe y caridad, como comunión; y, desde el punto de vista
jeto de que va a ocuparse en el capítulo 4.° Y, naturalmente, no social, como sociedad jerárquica visible o como institución. Pues
ha podido sustraerse al proceso por exclusión, diciendo lo que no hay que olvidar que en la Iglesia hay como un doble elemento
no es el seglar, cuando quiere decirnos lo que positivamente es. formal: uno, el que la constituye en unidad religiosa, social y
Lo que no obsta para que la definición sea buena, cumpliendo el visible, por la jerarquía que la rige, y otro, el que es como alma
cometido que toda definición tiene, a saber: el de hacernos dis- y vida interior de toda la comunidad cristiana, el Espíritu Santo
tinguir una cosa de todas las demás. vivificador. Notando que ambos elementos son igualmente nece-
Por laicos, dice, se entiende aquí todo cristiano que no haya sarios y que ambos son de origen divino. La Iglesia es una co-
recibido un orden sagrado y que no profese un estado religioso munión y es una institución. Por ambas vertientes hay que des-
canónicamente reconocido por la Iglesia. Parte negativa de la cubrir y planificar la realidad laical.
definición. Tratando de resumir los elementos constitutivos o integrantes
La parte positiva empieza cuando dice que los laicos son «los del laico, yo encuentro que pueden reducirse a los siguientes:
fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el De fuera adentro, o por orden a sus causas exteriores, están, por
bautismo, constituidos en pueblo de Dios y hechos partícipes a una parte, la elección o llamada divina, que hace al hombre cris-
su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, tiano o miembro del laos o pueblo de Dios, laico en una palabra;
ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la por otra, el fin salvífico o destino sobrenatural y eterno a que
Iglesia y en el mundo. El carácter secular es propio y peculiar de todo laico viene ordenado. De dentro afuera está: el ser o con-
los laicos». figuración cristiana del miembro perteneciente al pueblo cristiano,
Meditando sobre ella, podemos adelantar que hay mucho en en virtud del carácter sacramental; la vida divina participada por
el seglar que le es común con el clérigo y el religioso. Pero hay la gracia mediante los sacramentos, que reciben su eficacia del
también algo que es propio y privativo del mismo. Los tres son sacramento de la pasión de Cristo; las virtudes sobrenaturales de
auténticamente fieles cristianos, y lo son por las mismas razones fe, esperanza, caridad y otras virtudes morales, que posibilitan
o motivos y para los mismos fines. Pero a cada cual le corresponde y estimulan nuestro encuentro personal con Dios, al que sirven
luego una nota peculiar positiva, que pone diferencia en esa co- los sacramentos, y, como consecuencia, el deber de un quehacer
muiíidad. El seglar no es clérigo ni es religioso. ¿Se constituyen cristiano correspondiente al ser propio del seglar, que le obliga
entonces por una negación? No. El laico es ante todo un ser, a convertir en religión toda su vida, rindiendo culto a Dios por
una realidad, una afirmación. Pero una realidad seglar. Realidad el sacrificio u homenaje que en él y por él le hace la creación
seglar de tal naturaleza y factura que, por su exceso mismo de entera. Por su carácter cristiano, el laico se hace profeta, rey y
positivismo y concreción, resulta casi inefable. Las cosas más sim- sacerdote de un mundo que debe todo él ser instaurado en Cristo.
ples son a veces las más difíciles de definir. Los clásicos decían Su condición laical es bastante para que el cristiano se sienta
que el individuo, como tal, resulta indefinible, es algo inefable. solidario y comprometido en todo lo que atañe al pueblo cristia-
Y ordinariamente las declaramos mejor diciendo lo que no son. no o Iglesia. Esta es un testimonio en medio de las naciones, y
Pedro no es Juan. cada laico debe serlo también. Ella es una, y los laicos deben
Podemos, pues, retener como indispensable para definir al perseverar y trabajar por la unidad, hasta que la humanidad en-
laico el negar de él que sea clérigo o religioso. Pero manteniendo tera se congregue en un solo rebaño bajo un solo pastor. Es co-
al mismo tiempo firme que el ser laical es algo muy positivo y munión de fe y de gracia, y los cristianos han de ser fieles y per-
concreto, precisamente en su ser específico de laico; algo cargado manecer en gracia y caridad. Es una institución jerárquica, y los
de realidad y dinamismo. Se es como seglar o laico, y se puede fieles deben guardar la debida subordinación a ella y en ella.
y se debe obrar como seglar. Está dotada de la triple función sacerdotal, real y profética, y de
Como miembro de la comunidad cristiana, el laico participa las tres deben beneficiarse en alguna manera los laicos.
644 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos. 31 645

La una, santa y católica Iglesia, integrada por la comunidad esencialmente en el Cuerpo de Cristo que es su Iglesia, e inserto
cristiana, ha de tener unidad de mente, por la profesión de un también en el mundo a que pertenece, en el que está presente y
mismo credo; unidad de voluntad y de acción, por la sumisión en el que puede y debe intervenir con sentido cristiano (no olvi-
a la competente autoridad; unidad de vida, por la gracia del Es- demos que lo cristiano resume y sublima lo humano), usufruc-
píritu Santo animando el organismo social cristiano. En el fondo tuando los dones de naturaleza y gracia que como a tal cristiano
es siempre Cristo por su Espíritu el que se constituye en norma le vienen conferidos.
y vida de la comunidad cristiana, invadiéndola desde el fondo La acción laical de los institutos seculares cristifica y eclesia-
a la sobrehaz en lo que tiene de comunión y en lo que tiene de liza, yendo más bien de fuera adentro del mundo que no de den-
institución. Y el laico o cristiano debe en ese doble orden de co- tro afuera. La de los seglares, sin más, procede a la inversa.
sas dar prueba de su presencia y de su actuación eclesial. Aquéllos no son del mundo, aunque estén en el mundo. Estos
son y están en el mundo. Como dice el texto conciliar, «el ca-
rácter secular (o seglar) es propio y peculiar de los laicos».
LA MISIÓN PROPIA DEL LAICADO
Los demás, los que recibieron el orden sagrado o se votaron
La Iglesia tiene una misión que cumplir en el tiempo para a Dios consagrándosele de manera que, aun estando en el mun-
con el mundo y sirviéndose incluso de las cosas del mundo. Para do y ocupándose de asuntos seculares, vienen a quedar en un
eso necesita especialmente de los seglares. Y éstos deben com- espléndido y edificante aislamiento de las cosas mundanas, imper-
prender esa necesidad comprendiendo igualmente su misión ecle- meables a la mundanidad que les envuelve, ésos no son propia-
sial. La misión de la Iglesia—'hacía notar Pío XII en su discurso mente seglares y la seglaridad no es nota peculiar de su espiri-
a los nuevos cardenales, 18 de febrero de 1946—no se recluye tualidad. Son porción escogida y reservada para Dios en ejercicio
en la sacristía ni en los templos; se extiende y abarca todas las de los sagrados ministerios y en el testimonio de una vida trans-
esferas de la actividad humana, privada o pública, pues todas figurada plenamente, al menos por la intención y el espíritu, si-
deben ser bautizadas en Cristo. Para este cometido temporal, la guiendo la ruta de los consejos evangélicos. «Los que recibieron
Iglesia cuenta sobre todo con los seglares. «Bajo este aspecto el orden sagrado, aunque algunas veces puedan tratar asuntos
—dice—los fieles, y más exactamente los laicos, se encuentran en seculares incluso ejerciendo una profesión secular, están ordena-
la primera línea de la vida de la Iglesia; por medio de ellos, la dos principal y directamente al sagrado ministerio por razón de
Iglesia es el principio vital de la sociedad humana. Por consi- su vocación particular, en tanto que los religiosos, por su estado,
guiente, ellos, sobre todo ellos, deben tener una conciencia cada dan un preclaro y eximio testimonio de que el mundo no puede
día más clara no solamente de pertenecer a la Iglesia, sino de ser ser transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las bien-
la Iglesia, es decir, la comunidad de los fieles en la tierra, bajo aventuranzas», nos dice el texto conciliar.
el mando de un jefe común, el Papa, y los obispos en comunión Ni el ser ni el obrar seglarmente, tratando de aseglararse, le
con él». conviene al religioso o al clérigo. Pero está en su punto tratán-
dose del seglar o laico. Su condición laical reclama una actuación
Si bien se mira, los institutos religiosos seculares están lle-
laical. Su testimonio eclesial debe mantenerse en la línea de su
nando desde cierto punto de vista el vacío que en la Iglesia han
ser eclesial. A un tiempo de Dios y del mundo, su misión cristia-
ido dejando los seglares o laicos con su absentismo eclesial o su
na no es la de mundanizarse, sino la de deificarse cristianizando
falta de garra cristiana al vivir la vida laical y ocuparse en las al mundo y usando cristianamente de lo mundano, porque res
profesiones propiamente laicales. Son un testimonio de excepción, denominantur a potiori. La acción laical no es sinónimo de acción
siquier no seglar en pleno sentido, en favor de una impregna- profana o puramente natural, sino de acción sencillamente cristia-
ción cristiana de todas las cosas temporales, de toda tarea autén- na y, como tal, sobrenatural y transfigurada por una intención y
ticamente laical. una iluminación divina.
Pero esos institutos, al no ser de condición puramente laical,
El mundo, como campo de experimentación y transfiguración
tampoco pueden apropiarse el radicalismo de la acción propia-
cristiana, es propiedad irrenunciada del seglar o laico. «A los
mente seglar al servicio de la Iglesia. Este radicalismo de la acción
laicos pertenece—dice el Concilio—por propia vocación buscar el
laical eclesial es patrimonio del seglar por esencia, presencia y
potencia. Del simple fiel en cuanto cristiano y, como tal, inserto reino de Dios tratando y ordenando según Dios los asuntos tem-
C.4. Los laicos, 31 647
646 Bernardo Monsegú, C. P.
permite la lengua española, según la insinuamos. «El español,
porales. Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las efectivamente, es la única lengua, que yo sepa, que permite el
actividades y profesiones, así como en las condiciones ordinarias hacer esta distinción fundamental entre secularidad y seglaridad».
de la vida familiar y social, con las que su existencia está como E igual que no se debe confundir la tarea secular del religioso
entretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su propio co- con la faena seglar del simple fiel, así «no se puede confundir
metido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que, igual la secttlaridad con la seglaridad»". La palabra laico no evita
que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del esta confusión. En cambio, «el doblete hispano secular-seglar
mundo y de este modo descubran a Cristo a los demás, brillando, contiene un enorme poder iluminativo y simplificador, que debe-
ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad». ríamos ser los primeros en aprovechar» ".
Los otros pueden trabajar en lo mismo y por lo mismo, pero
no lo mismo. Cada cual obra como quien es. Ni clericalizar o re-
ligiosizar al laicado ni laicizar o aseglarar al clérigo o al religioso. EXTENSIÓN Y SENTIDO DE LA MISIÓN LAICAL
Me parece que sobre este tema ha dicho algunas cosas muy
interesantes Lili Alvarez, tanto en su libro En tierra extraña El laico es parte integrante de la Iglesia. El laicado tiene en
como en El seglarismo y su integridad ". Sólo el seglar seglar está, ella un puesto necesario y de grave responsabilidad para el que
como ella dice, enraizado de verdad en el mundo. Los otros, por lo ocupa. N o se puede participar del honor de ser cristiano, de
voluntaria elección o consagración, aunque anden por el mundo, ser Iglesia, y rehuir luego el peso de las obligaciones o el com-
tienen su raíz fuera del mundo. «En realidad es el hombre que portamiento que ese honor reclama. Nobleza obliga. A todos los
alcanza a Dios a través del mundo—plasmándolo, venciéndolo—, fieles, pues, incumbe la honrosa tarea de trabajar, según su con-
mientras que el religioso es el hombre que alcanza a Dios a tra- dición y fuerzas, para que la Iglesia consiga, en ellos y por ellos,
vés de la renuncia al mundo, apartándose de él. Dos caminos el fin salvífico a que fue ordenada por Dios en su Cristo.
muy distintos, y de ahí dos espiritualidades igualmente dispa- Miembros de un cuerpo vivo, en continua actividad y creci-
res» 15. La ascención a Dios describe una parábola de trayectoria miento, todos tienen el deber de comportarse como miembros vi-
distinta y contrapuesta, dice también. En el religioso o clérigo, vos y activos, en cooperación y subordinación, como lo exige el
la primera dirección del camino es de renuncia y apartamiento, organismo social de la Iglesia.
aunque vuelva luego al mundo para hacerlo participante de lo Sólo así responderán a su vocación, serán verdaderamente
que ha contemplado en Dios; en el seglar, sigue otro derrotero. Christijideles, fieles cristianos, que cumplen en sí y por sí lo
Se clava en el mundo, se consagra al quehacer terreno y, pose- que Cristo exige de ellos para crecer en plenitud de medida
yendo las criaturas, trata de alcanzar por ellas al Creador, por cristiana y hacer crecer la causa de Cristo en el mundo. El dere-
la acción y la profesión mundana se eleva a la contemplación de cho de ciudadanía tiene su correspondiente deber. La ciudadanía
Dios. «Son dos balísticas espirituales opuestas por las que se cristiana está gravada con un censo de tributos y deberes a los
puede disparar el alma hacia la santidad: la una se «eleva» para que ningún seglar puede faltar sin ponerse en contradicción
después descender, y la otra «desciende» primero para luego consigo mismo, faltando a las obligaciones contraídas, por su
ascender. Si el contemplativo sigue hasta el final la curva de su profesión cristiana, frente a Cristo y su Iglesia. Cada ciudadano
lanzamiento, acaba en activo, y el activo, a su vez, termina en ha de llenar su puesto, cumpliendo como quien es.
contemplativo» 1G. Por un craso error de fondo y una dejación injustificada
de sus derechos y prerrogativas, los seglares del pueblo cristiano
Ni clérigos ni religiosos, aunque pertenezcan a los llama-
venían adoptando frente a lo eclesial una actitud de retraimien-
dos institutos seculares, son propiamente seglares, y no pueden,
to y pasividad, lo más contraria al espíritu viril y activo, propio
por lo mismo, comportarse con un talante perfectamente seglar.
de todo cristiano, y al espíritu de cooperación apostólica, en
Entre secular y seglar, aunque muchos no distingan ni quieran
santidad y catolicidad de impulsos y actuaciones, que es nota ca-
distinguir, yo creo que se puede y se debe distinguir. Y también
racterística de todo el que cree y forma parte de la una, santa,
en este detalle estamos con Lili Alvarez por la precisión que
católica y apostólica Iglesia.
14
L. ALVAREZ, En tierra extraña 7.a ed. (Madrid 1959), y El seglarismo en su
17
integridad
15
(Madrid 1959). L. ALVAREZ, El seglarismo en su integridad p.25.
L. ALVAREZ. En tierra extraña p.59-60. 18
Ibid., p.40.
"> Ibid., p.48.
648 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos. 31 649
Y tal desorientación se había creado en el ejercicio de la para cumplirla. Todos, según su estado o condición, deben vivir
misión eclesial propia de los seglares, que, cuando un hombre o la vida de Cristo, cumpliendo su ley y llevándole en sí, con la
una mujer querían hacer algo grande o definitivo por Cristo y ayuda de su gracia, a la medida de varón perfecto. Y no sólo el
su Iglesia, parecía como si se avergonzaran de su condición lai- vivir cristiano, sino también el saber cristiano debe ocupar y
cal, juzgándola incompatible con su aspiración a la santidad o preocupar a cuantos son parte integrante de la Iglesia.
su entrega al servicio de la Iglesia. En la medida que el seglar Es una lástima que, por esa especie de extrañamiento que lo
se deseglarizaba, apropiándose el espíritu propio del clérigo o cristiano ha sufrido de lo eclesial en el mundo de los seglares,
del monje, se creía más cercano a la espiritualidad que hace el estudio de la religión y de la teología hayan venido a caer en
santos. Por este camino, si algunos pocos llegaban a santos, la in- desuso y sea cosa extraña o insólita en los seglares. Cuando
mensa mayoría se perdía en una seglaridad sin arranque ni ga- pensamos que en la primitiva Iglesia fueron seglares no pocos de
rra cristiana. los grandes apologistas y teólogos de la misma, es para aver-
Y a tal extremo fueron llegando las cosas, que vino a pro- gonzarnos la pobreza que en este punto padece hoy el mundo
ducirse una especie de extrañamiento de los seglares respecto de seglar. Y qué satisfacción, en cambio, no se experimenta cuando
la Iglesia. Y se registraron dos fenómenos curiosos, los que aún nos encontramos con un seglar que hace de la teología y de la
en buena parte perduran. Cuando se habla de Iglesia, lo mismo Iglesia objeto preferente de su meditación o investigación.
para censurar que para alabar, los seglares no se sienten aludi- N o cabe duda que la ignorancia que hoy padece el laicado
dos. Si se la censura o critica, ellos se lavan las manos, porque cristiano en punto a religión e Iglesia es hija de la pérdida de
la Iglesia son los clérigos y religiosos. Si se le pide más cultura, su conciencia eclesial y es, a su vez, la responsable de lo pqco
mayor santidad, mayor adaptación al ritmo y exigencia de los que los seglares se han esforzado por servir a su Iglesia.
tiempos, tampoco los seglares mueven una mano. Eso reza, al Es hora de que los seglares comprendan que hacer teología
parecer, con curas y obispos. y saber teología, o tener una gran cultura religiosa, es tanto
Esto no prueba más sino que los seglares han ido poco a deber y derecho suyo, salvada la proporción, como de los ecle-
poco perdiendo conciencia de su pertenencia o, por mejor decir, siásticos. Si la virtud y la santidad no es patrimonio exclusivo
de su condición de parte viva de la Iglesia. De ahí el que luego, de los clérigos, ¿por qué ha de serlo la cultura religiosa?
cuando se trata de justicia y santidad de vida cristiana, se mues- Cierto que los seglares, precisamente por su condición de ta-
tren, por una parte, exigentísimos para con el clero, y, por otra, les, de cristianos inmersos en el mundo y destinados a sacralizar
remisos y sumamente tolerantes para consigo mismos. el mundo, por lo que luego veremos, tienen que tener un estilo
Si reflexionaran que ellos también son Iglesia, con el mis- especial de cultura religiosa, que les facilite y no les sea óbice
mo derecho y la misma verdad que lo son los sacerdotes o reli- para el saber profano, que es de su particular incumbencia; pero
giosos, no se daría semejante contrasentido ni la obra de la esto es compatible con un poco más de atención y dedicación
edificación eclesial en justicia y santidad de verdad andaría in- de la que hasta el presente se observa en ellos a las cosas de
cumplida o se llevaría con tanta dificultad. Y ello precisamente instrucción propiamente religiosa, a la dogmática, a la moral, a
porque los seglares no la consideran misión o incumbencia suya. la liturgia y a la vida sacramental de la Iglesia.
Es como si, en una sociedad o corporación, a los dirigentes Como su esfuerzo santificador, siendo obligatorio y común
se les exigiera todo y a los demás componentes nada, o como si, con el de los clérigos, se atempera y sigue la línea propia de la
en una batalla, los jefes tuvieran que jugárselo todo, mientras espiritualidad seglar, así debe ser su esfuerzo cultural en mate-
los soldados se quedan metidos en sus cuarteles. ria religiosa. La teología, lo mismo que la santidad, tiene una
En el organismo social cristiano, en la Iglesia, Cuerpo mís- esencia única; pero su expresión o realización práctica recibe
tico de Cristo, no sólo la cabeza, sino también los miembros han modalidades y matices muy diversos según la vocación, la con-
de ser cosa viva y activa, y todos juntos y concordes han de coo- dición, el estado particular y hasta la idiosincrasia de las per-
perar al crecimiento y perfeccionamiento de la misma. sonas.
La salud ha de estar en el todo y en cada una de las partes Que los seglares sirvan a la Iglesia con cultura y vida, hacien-
que lo componen. Cristo está en la jerarquía y en el laicado, de
do de todo su saber un saber de salvación, y tendremos una
todos es vida y a todos impone su ley, concediendo su gracia
Iglesia dignificada y engrandecida, lo mismo intelectual que
C.4. Los laicos. 31 651
650 Bernardo Monsegi'i, C. P.
moralmente, gracias al esfuerzo de los laicos, cumpliendo como E N EL MUNDO SIN MUNDANIZARSE
es debido con su deber eclesial. La obligación apostólica y la obligación social de apostolado,
El dominio a que alcanza la acción eclesial del laico es in- esa que mira por el bien común de la sociedad cristiana, pesa
menso. «Trátese de cuestiones familiares, escolares, o sociales, sobre todo cristiano por el mero hecho de pertenecer a la socie-
de ciencia o de arte, de literatura o de prensa, de radio o de cine; dad eclesial. La expresión jurídica y social de este apostolado no
trátese de campañas políticas para la elección de los cuerpos tiene, empero, una forma única. Es múltiple y se ajusta a las cir-
legislativos o para la determinación de sus poderes y de sus atri- cunstancias de los tiempos, lugares o personas.
buciones constitucionales, los laicos encuentran en todo ello ante Pero toda acción eclesial, si es genuinamente tal, como debe
sí un vasto y fértil campo de acción» ". N o a todos todo, cierta- serlo la del laicado, elemento integrativo del ser de la Iglesia,
mente; pero todos deben mostrarse cristianamente activos en algo, tiene que participar de la naturaleza y de la misión de la Iglesia,
cooperando al bien de la ciudad cristiana a que pertenecen. Es- porque lo que es la parte lo es por el todo. Ahora bien, la Igle-
pecializarse y organizarse pueden y deben; lo que no pueden es sia está realizada y constituida por Cristo con un fin esencial-
inhibirse desentendiéndose del bien de la comunidad. mente salvífico, como medio redentivo y santificativo. Quien
Comunidad que, por constar no sólo de almas, sino también por ella y según ella actúa, aunque se ocupe, pues, de cosas ma-
de cuerpos, por ser visible e invisible a la vez, no puede recon- teriales o temporales, en apariencia ajenas a lo espiritual o sal-
centrarse exclusivamente en una interioridad de fe, de caridad vífico, debe hacerlo con espíritu y sentido cristiano. Y esto
y de oración, sino que ha de salir al exterior, manifestarse en obliga a subordinar lo temporal a lo eterno, lo humano a lo
obras y alcanzar la esfera de lo temporal. Siempre con espíritu cristiano, los fines inmediatos al fin último. Nada contra Cristo
y sentido cristiano, eso sí; pero siempre también conjugándolo y todo por Cristo o según Cristo, por lo menos virtualmente. N o
con la más exquisita finura humana y la máxima competencia proceder así, descartando o haciendo caso omiso de la finalidad
profesional posible. Porque la Iglesia, según recordaba Pío XII cristiana y salvífica, que está en la esencia de la Iglesia, es per-
en el consistorio de 1946, es «la sociedad de los que, bajo la in- der el sentido de la Iglesia, proceder como gentiles, no como
fluencia sobrenatural de la gracia, en la perfección de su dig- miembros del «laos» o pueblo cristiano. Los que son de Cristo
nidad personal de hijos de Dios y en el desarrollo armonioso tienen el sentido de Cristo. Y todo cuanto hacen lo hacen en
de todas las inclinaciones y energías, edifican la potente armadu- nombre de Cristo'".
ra de la comunidad humana». Y para ello, menester es que ten- Hay que dar toda su importancia—como dice Pablo VI en la
gan conciencia de la validez de las cosas temporales, sintiendo el Ecclesiam suam—al hecho de ser cristianos, de haber sido injer-
valor divino de todo lo humano y esforzándose por ponerlo todo tados en el Cuerpo místico de Cristo. Esto significa para el cris-
al servicio de Cristo en su Iglesia: instaurare omnia in Christo. tiano una vida nueva y una vocación nueva, que de la vida hu-
Las piedras de la ciudad terrena deben labrarse y edificarse al mana nada niega, excepción hecha del pecado. Pero el sello
servicio, en última instancia, de la ciudad de Dios. En este co- cristiano no debe ser considerado como cosa indiferente y sin
metido, al laico le toca un trabajo muy propio y muy directo. valor, sino que debe marcar profundamente toda nuestra vida.
La fe viva, la conciencia clara de su pertenencia a la Iglesia, «Debe ser, en verdad, considerado como... una iluminación, que,
de que son Iglesia, con obligación, por consiguiente, de mirar haciendo caer sobre él (el cristiano) el rayo vivificante de la
por ella, de que cuentan con la gracia y los sacramentos para verdad divina, le abre el cielo, le esclarece la vida terrena, le
vivir su vida cristiana, de que han de orar y sacrificarse y com- capacita a caminar como hijo de la luz hacia la visión de Dios,
portarse como verdaderos cristianos, todo eso es común a cléri- fuente de eterna felicidad» 2I. Ni el sentido del hombre, ni el
gos y seglares. Pero la acción propiamente seglar, por su objeto sentido de la vida presente y de sus fines, ni el justo juicio so-
y por su estilo, es privativa y típica de los laicos. Hay géneros bre los valores que el hombre desea o de que dispone o sobre la
de vida, hay profesiones y hay ocupaciones que son incompati- manera de embellecer y dar plenitud a la vida humana es ya
bles con la institución clerical como tal. posible, dice el mismo Papa, al margen de la enseñanza doctrinal
" Pío XII, discurso al I Congreso del Apostolado Seglar, 14-10-51. de Cristo y del consiguiente magisterio eclesiástico.
20
Col 3,17; cf. 2 Thess 1,12.
21
PABLO VI, ene. Ecclesiam suam (1964).
652 Bernardo Mor/segií, C. P.
C.4. Los laicos. 31 653
El naturalismo y el conformismo son dos grandes males de la
por contraposición al clérigo y al religioso, aunque pertenezca
vida auténticamente eclesial, aunque se viva laicalmente. Cierto
a un instituto secular, y, sin embargo, no es así, no nos contra-
que, sí ese mal hace presa en el clérigo, la cosa es mucho más
decimos.
grave y la enfermedad más repugnante. Si la sal se vuelve insí-
Porque este no ser del mundo aun estando en el mundo, que
pida, ¿con qué se salará? Pero el laico está más expuesto, por
Cristo pide para los suyos, quiere significar que aun los que no
su inmersión y su consagración a lo temporal, a caer en esos ma-
renuncian al mundo para consagrarse a Dios deben ser conse-
les, dejándose contagiar por el materialismo, el hedonismo y ej
cuentes con su condición cristiana. Lo cristiano, como tal, no
laicismo que azotan, con viento de fronda, a todos los campos en
niega lo humano; lo afirma y lo sublima. Al simple cristiano
que el cristiano tiene que ejercer su actividad.
no se le exige, por lo tanto, el desarraigo del mundo ni la su-
«La fascinación de la vida profana es hoy poderosísima. El
presión de toda actividad humana. Al revés, debe radicar en el
conformismo les parece a muchos ineludible y prudente. Quien
mundo, debe ocuparse de las cosas mundanas, jerarquizando la
no está bien arraigado en la fe y en la práctica de la ley ecle-
intención y la acción de su vida laical de manera que lo más
siástica, fácilmente piensa que ha llegado el momento de adap-
noble y excelente que hay en él, a saber, la fe, la gracia, la con-
tarse a la concepción profana de la vida, como si ésta fuese la
figuración cristiana, prevalezca y subordine a sí a lo inferior:
mejor, la que un cristiano puede y debe apropiarse.
la razón, la naturaleza, la inserción mundana. Cada ser se deno-
«El naturalismo amenaza vaciar la concepción original del mina por lo que hay en él de más excelente. Así al hombre se
cristianismo, que todo lo justifica y todo lo califica como de le define y denomina por su racionalidad, no por su animalidad.
igual valor, atenta al carácter absoluto de los principios cristia- El animal racional es un hombre, no es propiamente un animal,
nos; la costumbre de suprimir, la costumbre de excluir todo es- aunque es también animal. Algo parecido vale para el cristiano
fuerzo, toda molestia de la práctica ordinaria de la vida, acusa o laico cuando se dice de él que es del mundo y no es del mun-
de inutilidad fastidiosa a la disciplina y a la ascesis cristiana; do. Es del mundo, porque su condición de tal no le saca del
más aún: a veces, el deseo apostólico de acercarse a los ambientes mundo ni le enajena con él. Pero no es del mundo, en cuanto
profanos o de hacerse acoger por los espíritus modernos—de los que lo más noble que hay en él, aquello por lo que es cristiano,
juveniles especialmente—se traduce en una renuncia a las for- atrae y subordina a sí lo inferior. Lo cristiano reteniendo lo hu-
mas propias de la vida cristiana y a aquel mismo estilo de con- mano, afirmándolo, no negándolo, lo transfigura y sublima; y
ducta que debe dar a tal urgencia de acercamiento y de influjo así, el laico no es del mundo en cuanto no queda mundanizado
educativo su sentido y su vigor» 2". ni sojuzgado por el mundo, que le pertenece y al que se debe.
El laico puede hacer las mismas cosas que hace el pagano, Como el hombre no es animal en su formalidad más propia,
pero nunca pueden obedecer a una misma ley de vida ni perderse aunque como animal sienta y la animalidad le pertenezca en
en la pura temporalidad o naturalidad en que se pierden las propiedad.
acciones del que no fue iluminado por la luz de Cristo. «El Vale, pues, lo dicho anteriormente sobre la radicación mun-
Evangelio es luz,, es novedad, es energía, es renacimiento, es dana del laico o seglar y sobre la peculiaridad seglar que es
salvación. Por esto engendra y distingue una forma de vida nue- típica suya. El laico es levadura germinante y metida en la masa
va, de la cual el Nuevo Testamento nos da continua y admirable mundana. Pero para hacerla fermentar con sentido y gusto cris-
lección» 2 \ Y esta diferencia entre la vida profana y la vida tiano. «A ellos, concluye el Concilio en el número de la cons-
cristiana tiene que estar siempre patente a la conciencia de todo titución que comentamos, muy en especial, corresponde iluminar
cristiano, clérigo o seglar, si quiere evitar el contagio de la hu- y organizar todos los asuntos temporales a los que están estre-
mana miseria y resistir a la seducción del esplendor humano chamente vinculados, de tal manera, que se realicen continua-
que le rodea. N o debe olvidar que ha de estar en el mundo sin mente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean
ser del mundo, según el deseo expresado por Jesucristo mismo ". para la gloria del Creador y del Redentor».
Parece incompatible esto con lo que nosotros antes hemos
dicho acerca del estar y ser del mundo, característicos del seglar
22
PABLO V i , ibid.
23
Ibid.
21
lo 17,15-16.
654 Ramiro López Gallego C.4. Los laicos. 32 655

sidad de gracias, servicios y funciones congrega en la unidad a los


EL APOSTOLADO LAICAL \ hijos de Dios, porque todas estas cosas son obras del único e idén-
Por Ramiro López Gallego \ tico Espíritu (1 Cor 12,11).
\ Si, pues, los seglares, por designación divina, tienen a Jesu-
cristo por hermano, que, siendo Señor de todas las cosas, vino, sin
Una vez que el Concilio ha declarado lo que entiende por el embargo, a servir y no a ser servido (cf. Mt 20,28), así también
término laico (n.31), y antes de pasar a la exposición de los prin- tienen por hermanos a quienes, constituidos en el sagrado minis-
cipios fundamentales del apostolado de los laicos (n.33), se de- terio, enseñando, santificando y gobernando con la autoridad de
Cristo, apacientan la familia de Dios de tal modo que se cumpla
tiene en el número 32 de la constitución dogmática a poner de
por todos el mandato nuevo de la caridad. A este respecto dice
relieve la importancia del estado laical en la Iglesia'. hermosamente San Agustín: «Si me aterra el hecho de que soy para
Es cierto que los laicos no pertenecen al orden jerárquico ni vosotros, eso mismo me consuela, porque estoy con vosotros. Rara
a un instituto de perfección, pero pertenecen al pueblo de Dios, vosotros soy el obispo, con vosotros soy el cristiano. Aquél es el
nombre del cargo; éste, el de la gracia; aquél, el del peligro; éste,
y esta condición fundamental, que comparten con clérigos y re- el de la salvación».
ligiosos, les confiere una excelsa dignidad que no se puede des-
conocer ni menospreciar. Para esclarecer este punto, la constitución dedica cuatro pá-
rrafos. En el primero nos recuerda el hecho de que todos los
LA DIGNIDAD DE LOS LAICOS EN LA IGLESIA fieles somos miembros de un mismo Cuerpo; en el segundo, las
prerrogativas que dimanan de este hecho; en el tercero, y como
32. La Iglesia santa, por voluntad divina, está ordenada y se consecuencia, la igualdad fundamental que existe entre los pasto-
rige con admirable variedad. Pues a la manera que en un solo res, los religiosos y los laicos, a pesar de las desigualdades se-
cuerpo tenemos muchos miembros y todos los miembros no tienen
la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuer- cundarias, y, finalmente, en el cuarto se encarece de un modo
po en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miem- explícito la común fraternidad entre clérigos y laicos.
bros (Rom 12,4-5).
El pueblo elegido de Dios es uno: Un Señor, una fe, un bautis- 1) MIEMBROS DE UN MISMO CUERPO
mo (Eph 4,5); común dignidad de los miembros por su regenera-
ción en Cristo, gracia común de hijos, común vocación a la per- En primer lugar, y como base de su ulterior explicación, el
fección, una salvación, una esperanza y una indivisa caridad. Ante Concilio nos recuerda que todos los hijos de la Iglesia somos
Cristo y ante la Iglesia no existe desigualdad alguna en razón de
estirpe o nacimiento, condición social o sexo, porque no hay judío miembros de un mismo Cuerpo. Verdad revelada y ya conoci-
ni griego; no hay siervo o libre; no hay varón ni mujer. Pues todos da 2, pero de indispensable recordación cuando se trata de pre-
vosotros sois «uno» en Cristo Jesús (Gal 3,28 gr.; cf. Col 3,11). cisar los valores sobrenaturales del Iaicado:
Aunque no todos en la iglesia marchen por el mismo camino,
sin embargo, todos están llamados a la santidad y han alcanzado la «La Iglesia santa, por voluntad divina, está ordenada y se rige con
misma je por la justicia de Dios (cf. 2 Petr 1,1). Y si es cierto admirable variedad. Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos
que algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos para muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma función;
los demás como doctores, dispensadores de los misterios y pas- así, nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo de Cristo, pero cada
tores, sin embargo, se da una verdadera igualdad entre todos miembro está al servicio de los otros miembros» (Rom 12,4-5).
en lo referente a la dignidad y a la acción común de todos los
N o sólo, pues, los clérigos y los religiosos, sino también los
fieles para la edificación del Cuerpo de Cristo. La diferencia que
puso el Señor entre los sagrados ministros y el resto del pueblo laicos somos miembros del Cuerpo de Cristo. Unos y otros te-
de Dios, lleva consigo la unión, puesto que los pastores y los de- nemos que cumplir funciones en ese Cuerpo. Ninguno, por tan-
más fieles están vinculados entre sí por necesidad recíproca; los to, puede desconocer o desestimar el valor y la actividad de los
pastores de la Iglesia, siguiendo el ejemplo del Señor, pónganse
demás.
al servicio los unos de los otros y al de los demás fieles, y estos
últimos, a su vez, asocien su trabajo con el de los pastores y doc-
tores. De este modo, en la diversidad, todos darán testimonio de 2) DIGNIDAD QUE DERIVA DE LA CONDICIÓN DE MIEMBROS
la admirable unidad del Cuerpo de Cristo; pues la misma diver-
De esta condición fundamental que afecta a todos los fieles
1
Sobre la teología del Iaicado en general pueden consultarse: YVES M.-J. COL- fluye un conjunto de prerrogativas que configuran su nobleza
GAR. Jalons pour une théologie du laical (París 1954 2 ); ALOIS SUSTAR. El laico en
la Iglesia, en Panorama de la Teología actual (Guadarrama, Madrid 1961) p.672-673. y dignidad:
Una bibliografía amplia: A. AVELINO ESTEBAN, Nota bibliográfica informativa: Re-
vista Española de Teología 13 (1953) 221-272. 3
Cf. supra, n.7 de esta constitución.

«
C.4. Los laicos. 32 657
656 Ramiro López Gallego
«El pueblo elegido de Dios es uno: «Un Señor, una fe, un bautis- ejercer sus ministerios. U n o s y otros son entre sí complemen-
mo» (Eph 4,5); común la dignidad de los miembros por su regeneración tarios!
en Cristo, común la gracia de hijos, común la vocación de la perfección, D e las precedentes consideraciones saca la constitución, como
una salvación, una esperanza y una indivisa caridad. Ante Cristo y ante
la Iglesia no existe desigualdad alguna en razón de estirpe o nacimiento, consecuencia práctica, que cada parte cumpla su p r o p i a función
condición social o sexo, porque no hay siervo o libre, no hay varón ni en a r m o n í a con la otra p a r t e :
mujer. Pues todos vosotros sois «uno» en Cristo Jesús» (Gal 3,28; «Los pastores de la Iglesia, siguiendo el ejemplo del Señor, pónganse
cf. 3,11). al servicio los unos de los otros y al de los demás fieles, y estos últimos,
a su vez, asocien su trabajo con el de los pastores y doctores».
Igualdad fundamental entre clérigos, religiosos y laicos
P o r q u e , o b r a n d o con esta armonía, serán testigos ante el m u n -
Estas prerrogativas comunes y esta igualdad fundamental en- d o de la u n i d a d de la Iglesia:
tre todos los m i e m b r o s de la Iglesia n o excluyen, sin e m b a r g o ,
«De este modo, en la diversidad, todos darán testimonio de la admi-
cierta desigualdad, que deriva del estado religioso y del orden rable unidad del Cuerpo de Cristo; pues la misma diversidad de gracias,
jerárquico, al q u e pertenecen n o pocos de esos miembros y por servicios y funciones, congregan en la unidad a los hijos de Dios, porque
la que merecen una estima especial. Pero esta mayor estima n o «todas estas cosas son obra del único e idéntico Espíritu» (1 Cor 12,11).
debe hacernos olvidar los valores comunes que los laicos com- E n estas palabras se contiene la suprema razón del valor in-
parten con los clérigos y los religiosos. h e r e n t e al estado laical.
Los religiosos van a la perfección, es cierto, p o r u n camino Importantes son, sin duda, las funciones q u e competen en la
objetivamente más valioso que los laicos ''; pero el p u n t o de lle- Iglesia a la jerarquía, p e r o n o lo son m e n o s las funciones laica-
g a d a de sus respectivos caminos—la santidad—es el m i s m o ; como les, ya que unas y otras, como acabamos d e oír, tienen p o r autor
es el m i s m o el p u n t o de p a r t i d a — l a fe por la justicia de D i o s — . al m i s m o e idéntico Espíritu Santo. Estimar las primeras y deses-
Y así dice la constitución: timar las segundas, o viceversa, sería u n agravio a su común
«Si, pues, en la Iglesia no marchan todos por el mismo camino, sin Autor.
embargo, todos están llamados a la santidad y han alcanzado la misma
fe por la justicia de Dios» (cf. 2 Petr 1,1). Mutua fraternidad entre clérigos y laicos
N i siquiera la diferencia establecida por el m i s m o Jesucristo Finalmente, la constitución dogmática, insistiendo en el mis-
entre la j e r a r q u í a y los simples fieles p u e d e ser razón para que m o p u n t o de vista de la m u t u a solidaridad existente entre la je-
p e r d a m o s de vista y tengamos en m e n o s la nobleza común de rarquía y los simples fieles, alega u n a ú l t i m a razón f u n d a d a en
clérigos y laicos: la h e r m a n d a d cristiana: unos y otros son h e r m a n o s d e Jesucristo
«Aunque algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos en y, por lo tanto, h e r m a n o s entre sí. La diferencia, pues, de funcio-
favor de los demás como doctores, dispensadores de los misterios y pas- nes n o debe hacer q u e caiga en olvido esta fraternidad c o m ú n :
tores, sin embargo, se da una verdadera igualdad entre todos en lo
referente a la dignidad y a la acción común de todos los fieles para la «Si, pues, los laicos, por dignación divina, tienen a Jesucristo por
edificación del Cuerpo de Cristo». hermano, que siendo Señor de todas las cosas, vino, sin embargo, a servir
y no a ser servido (cf. Mt 20,23), así también tienen por hermanos a
Por debajo, pues, d e la condición jerárquica y de la condición quienes, constituidos en el sagrado ministerio, enseñando, santificando y
laical, diferentes entre sí por institución divina, hay u n a igualdad gobernando con la autoridad de Cristo, apacientan la familia de Dios, de
tal modo que se cumpla por todos el mandato nuevo de la caridad».
radical de vocación, d e d i g n i d a d y de actividad que es preciso
reconocer. Más aún, las funciones jerárquicas y las funciones lai- Y acaba este n ú m e r o con u n texto d e San A g u s t í n que resume
cales de tal manera están articuladas entre sí, q u e se exigen mu- la doctrina en él e x p u e s t a :
tuamente : «A este respecto dice hermosamente San Agustín: «Si me aterra el
«La diferencia que puso el Señor entre los sagrados ministros y el resto hecho de que soy para vosotros, eso me consuela, porque estoy con vos-
del pueblo de Dios lleva consigo la unión entre sí por necesidad recíproca». otros. Para vosotros soy el obispo, con vosotros soy el cristiano. Aquél es
el nombre del cargo; éste, el de la gracia; aquél, el del peligro; éste, el
Los fieles necesitan que la jerarquía les adoctrine, les santi- de la salvación»".
fique y los gobierne. La jerarquía, si careciese de fieles, n o p o d r í a * * *
3
Cf. n.43 y 44 de esta constitución. * Cf. SAN AGUSTÍN. Serm. 340,1 : PL 38.1483.
C.4. Los laicos. 33 659
658 Ramiro López Gallego
El apostolado que corresponde a los laicos *, uno es de dere-
Establecida la dignidad que tienen los laicos en la Iglesia y cho divino, o establecido por el mismo Jesucristo; otro es de
la mutua solidaridad que ha de presidir la actividad de la jerar- derecho eclesiástico, o por encomienda de la jerarquía.
quía y la de los simples fieles, como condición indispensable para Del primero tratan los dos primeros párrafos de este número;
que rinda todos sus frutos la misión salvífica de la Iglesia, la del segundo, el párrafo tercero. En un cuarto párrafo, el Concilio
constitución pasa a señalar y explicar los principios fundamenta- resume lo anteriormente dicho y hace una exhortación.
les del apostolado laical.
1.° APOSTOLADO LAICAL DE DERECHO DIVINO
PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL APOSTOLADO LAICAL

33. Los laicos congregados en el pueblo de Dios y constitui- La constitución distingue un apostolado común a todos los
dos en un solo Cuerpo de Cristo bajo una sola Cabeza, cualesquie- fieles y, por tanto, que atañe también a los laicos, y un apostolado
ra que sean, están llamados, a juer de miembros vivos, a procurar especial, propio de éstos. Ambos por institución de Jesucristo.
el crecimiento de la Iglesia y su perenne santificación con todas sus
fuerzas, recibidas por beneficio del Creador y gracia del Redentor.
El apostolado de los laicos es la participación en la misma A) El apostolado común de derecho divino
misión salvífica de la Iglesia. A este apostolado todos están lla-
mados por si mismo Señor en razón del bautismo y de la confir- «Los laicos congregados en el pueblo de Dios y constituidos en un
mación. Por los sacramentos, especialmente por la sagrada Eucaris- solo Cuerpo de Cristo bajo una sola cabeza, cualesquiera que sean, están
tía, se comunica y se nutre aquel amor hacia Dios y hacia los llamados, a fuer de miembros vivos, a procurar el crecimiento de la
hombres que es el alma de todo apostolado. Los laicos, sin em- Iglesia y su perenne santificación con todas sus fuerzas, recibidas por
bargo, están llamados, particularmente, a hacer presente y operante beneficio del Creador y gracia del Redentor».
a la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser
sal de la tierra si no es a través de ellos. Así, pues, todo laico, por En estas palabras se contiene el primer principio del aposto-
los mismos dones que le han sido conferidos, se convierte en tes- lado laical: Los laicos están llamados (vocantur) a procurar el
tigo e instrumento vivo, a la vez, de la misión de la misma Iglesia crecimiento de la Iglesia y su perenne santijicación.
en la medida del don de Cristo (Eph 4,7). No se excluye a ningún laico, sino que todos, hombres o mu-
Además de este apostolado, que incumbe absolutamente a todos jeres, jóvenes o adultos..., «cualesquiera que sean», han de con-
los fieles, los laicos pueden también ser llamados de diversos mo-
dos a una cooperación más inmediata con el apostolado de la je- tribuir al logro de ese objetivo, y con todas sus fuerzas, tanto las
rarquía, como uquellos hombres y mujeres que ayudaban al apóstol naturales, recibidas de Dios Creador, como las sobrenaturales,
Pablo en la evangelización, trabajando mucho en el Señor (cf. Phil otorgadas por la gracia de Dios Redentor.
4,3; Rom 16,3ss). Por lo demás, son aptos para que la jerarquía El objetivo de su actividad es claro: tienen que trabajar para
les confíe el ejercicio de determinados cargos eclesiásticos ordena-
dos a un fin espiritual. que la Iglesia crezca con la incorporación de nuevos miembros y
Así, pues, incumbe a todos los laicos colaborar en la hermosa para que estos miembros sean cada vez más santos. Y han de
empresa de que el divino designio de salvación alcance más y más hacerlo porque para ello están llamados por Dios, por institución
a todos los hombres de todos los tiempos y de todas las tierras. divina. Esta vocación o llamada divina va incluida en su condi-
Abráseles, pues, camino por doquier para que, a la medida de sus
fuerzas y de las necesidades de los tiempos, participen también ellos ción de «miembros vivos» del pueblo de Dios y Cuerpo de Cris-
celosamente en la misión salvadora de la Iglesia. to: un miembro no es vivo si no contribuye al desarrollo y per-
fección del cuerpo al que pertenece. En seguida volveremos sobre
La constitución establece en este número los cuatro siguientes:
este punto.
I.° Los laicos están llamados por Dios a procurar el creci- Pero como la condición de miembro vivo es común a todos
miento de la Iglesia y su perenne santificación. los fieles, jerarcas, religiosos o laicos, el apostolado que en ella
2.° El apostolado de los laicos es participación en la mis- se funda es también un apostolado común y no exclusivo de unos
ma misión salvífica de la Iglesia. u otros.
3.° Los laicos están llamados particularmente a hacer pre- De este apostolado común y, por lo tanto, también laical sigue
sente y operante a la Iglesia en los lugares y en las condiciones hablando el Concilio, y establece un segundo principio: este apos-
donde ésta no puede ser sal de la tierra si no es a través de ellos.
5
4.° Los laicos pueden también ser llamados a una coopera- Cf. nota 1, y KARL RAHNER, Sobre el Apostolado seglar, en Escritos de Teolo-
gía II (Taurus, Madrid 1961) p,350ss.
ción más inmediata con el apostolado de la jerarquía.
660 C.4. Los laicos. 33 661
Ramiro López Gallego
operante a la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no
tolado laical es participación en la misma misión salvíjica de la
puede ser sal de la tierra si no es a través de ellos» \
Iglesia.
Las razones en que se apoya para sentar este tercer principio
La misión salvífica de la Iglesia se ejerce en tres direcciones:
ya han sido dadas en el n.31.
una, sacerdotal; otra, profética, y otra, regia o de gobierno. De
Pero ¿cuáles son en concreto esos lugares y esas circunstancias
la participación en cada una de ellas habla el Concilio en los tres
donde es indispensable el apostolado especial de los laicos ?
números siguientes de la constitución 6 ; en éste se limita a formu-
La constitución dogmática no baja a tales pormenores. Sigue
lar el principio: «El apostolado de los laicos es participación
manteniéndose en el terreno de los principios, reservando sus apli-
en la misma misión salvífica de la Iglesia». caciones y detalles para el decreto disciplinar sobre el apostolado
Y a continuación da una explicación más explícita de por qué laical. Concluye, pues, este párrafo con las siguientes palabras:
este apostolado es de derecho divino:
«Así, pues, todo laico, por los mismos dones que le han sido con-
«a cuyo apostolado están llamados por el mismo Señor en razón del feridos, se convierte en testigo e instrumento vivo a la vez de la misión
bautismo y de la confirmación». de la misma Iglesia «en la medida del don de Cristo» (Eph 4,7).

Repite lo dicho más arriba: todos los laicos están llamados Testigo e instrumento vivo. No sólo testigo. Dios le ha llama-
(vocantur) por el mismo Señor; pero añade: en razón del bautis- do no sólo para que con su vida dé testimonio de la fe cristiana,
mo y de la confirmación. sino para que trabaje con las fuerzas recibidas de Dios en la di-
Es sabido que en la confección de los sacramentos es Jesu- fusión y defensa de esta misma fe.
cristo el ministro principal'; El es quien bautiza y nos incorpora
a la Iglesia, haciéndonos miembros vivos de ella; El es quien con- 2° EL APOSTOLADO LAICAL DE DERECHO ECLESIÁSTICO
firma, robusteciéndonos con una gracia especial para defender y
difundir su doctrina y su obra. Para el apostolado común, cuyos tres principios fundamenta-
Por el hecho, pues, de habernos bautizado y confirmado, Je- les acaba de expresar el Concilio, los laicos ya están llamados por
sucristo nos ha impuesto el deber de ejercer las funciones apos- Jesucristo por el hecho de haber recibido los sacramentos del bau-
tólicas que derivan de ambos sacramentos. Este apostolado, pues, tismo y confirmación; pero, como son laicos y no jerarcas, no es-
es de institución divina. tán llamados por El a ejercer el apostolado propio de la jerarquía,
Y como el alma y motor de todo apostolado cristiano es Ja cuyo fundamento principal es el sacramento del orden.
caridad, el mismo Señor nos la otorga y acrecienta por medio de Pueden, sin embargo, ser llamados por ésta a colaborar en
todos los sacramentos, y de un modo especial por la sagrada euca- su peculiar apostolado, como lo fueron ya en los tiempos apos-
ristía, sacramento del amor: tólicos, y entonces, por derecho eclesiástico, es decir, por un de-
recho fundado no en la vocación divina, sino en la vocación o
«Por los sacramentos, especialmente por la sagrada eucaristía, se co- llamamiento de la jerarquía, pueden colaborar con ella en aque-
munica y se nutre aquel amor hacia Dios y hacia los hombres que es llas funciones que les encomiende y cuyo desempeño no exija
el alma de todo apostolado». haber recibido la ordenación sacramental. He aquí las palabras
de la constitución:
B) El apostolado especial de derecho divino
«Además de este apostolado, que incumbe absolutamente a todos los
Dentro del apostolado común a todos los fieles, del que aca- fieles—y del cual se ha venido ocupando hasta ahora—, los laicos pueden
bamos de hablar, a los laicos incumbe de un modo especial, y también ser llamados de diversos modos a una cooperación más inmediata
también por disposición de Jesucristo, hacer que la misión de la con el apostolado de la jerarquía 9 , como aquellos hombres y mujeres
que ayudaban al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho
Iglesia se cumpla donde, sin el concurso laical, no podría rea- en el Señor» (cf. Phil 4,3.5; Rom 16,3s).
lizarse.
La constitución establece así el tercer principio: «Los laicos, 8
Cf. Pío XI. Quadragesimo anno, 15 mayo 1931: AAS 23 (1931) 221s; Pío XII,
aloe.9 De quelle consolarían, 14 oct. 1951 : AAS 43 (1951) 790s.
sin embargo, están llamados particularmente a hacer presente y Cf. Pfo XII, aloe. Six ans se sont écoulés, 5 oct. 1957: AAS 49 (1957) 927. De
«mandato et missione canónica», cf. decreto De apostolatu laicorum c.4 n.16 y no-
6 tas 12 y 15.
Cf. n.34.35 y 36.
' SANTO TOMAS, Summa Theol. 3 q.64 a.3.
662 Ramiro López Gallego C.4. Los laicos. 34 663
Es el cuarto principio del apostolado laical. para lo sagrado que no existe en los no bautizados 1". N o hay,
Este apostolado laical de derecho eclesiástico tiene ya nombre pues, inconveniente en que la jerarquía, si quiere, les encomiende
propio, sobre todo a partir del papa Pío XI, el de Acción Cató- aquellos cargos.
lica. Es verdad que la constitución no usa aquí este nombre, pero Pero el desempeño de un cargo eclesiástico por un laico no
el apostolado al que se refiere en este apartado coincide en todos es el único modo, ni siquiera el más frecuente, de cooperación in-
sus rasgos con el conocido por Acción Católica. N o lo des- mediata con la jerarquía. Hay otros modos, decíamos hace un
cribe, sin embargo, con la palabra «participación», tan utilizada momento. Y el más frecuente se da cuando la jerarquía, para el
por Pío XI, ni con la de «colaboración», más usada después por cumplimiento de su propio apostolado, asume, en los casos que
Pío XII y Juan XXIII, sino con la de «cooperación» ". juzga necesarios, el apostolado común o especial de los laicos.
De este apostolado laical de derecho eclesiástico dice la cons- Con ello, el apostolado laical, sin perder su naturaleza ni sus
titución que es una «cooperación más inmediata con la jerarquía». propiedades, adquiere una nueva dignidad y eficacia al quedar
¿Por qué? Porque también el apostolado laical de derecho divino, convertido en instrumento vivo y libre de la jerarquía 13.
del que ha tratado antes, en una cooperación entre clérigos y lai- Termina este número de la constitución con un resumen del
cos, ya que unos y otros, miembros vivos del mismo Cuerpo, to- apostolado laical:
dos cooperan al mismo fin. Pero para que esta cooperación no se
rompa o se desvíe es necesario que se realice conforme a unas «Corresponde, pues, a todos los laicos la preclara carga de que llegue
cada vez más y más a todos los hombres de todos los tiempos y lugares
normas generales, cuya elaboración, promulgación y mantenimien- el divino designio de la salvación».
to corresponde, por institución divina, a la jerarquía. Los laicos,
pues, en el ejercicio de su apostolado común de derecho divino, Y con una exhortación:
aunque obran en nombre propio y bajo su propia responsabilidad,
«Abráseles, pues, por todas partes el camino para que, según sus fuer-
han de hacerlo, no obstante, dentro de los cauces trazados por la zas y las necesidades de los tiempos, participen también ellos celosamente
autoridad eclesiástica y sometidos a ella (cf. n.37). en la misión salvadora de la Iglesia».
Pero aparte de este sometimiento general a la jerarquía, que
Nadie, pues, ni mucho menos quienes están constituidos en la
pesa sobre el apostolado común de los fieles como sobre toda acti-
dignidad jerárquica, han de poner obstáculos para que los laicos
vidad en la Iglesia, los laicos, cuando son llamados por la jerar-
ejerzan el apostolado que les incumbe por derecho divino o por
quía para desempeñar especiales cometidos, «cooperan más in-
derecho eclesiástico; antes por el contrario, todos han de darles
mediatamente con ella» porque ya no obran sólo en su propio
facilidades para que puedan desempeñarlo debidamente.
nombre y bajo su exclusiva responsabilidad, sino también en nom-
bre y bajo la responsabilidad de quien los llama, y por eso su
sometimiento a la jerarquía es más estrecho e inmediato.
CONSAGRACIÓN DEL MUNDO
De varios modos dice la constitución que puede verificarse este
llamamiento jerárquico. Pero no los especifica. Y se contenta con Por Bernardo Monsegú, C. P.
añadir:
34. Cristo Jesús, supremo y eterno sacerdote, desea continuar
«Por lo demás (los laicos) son aptos para que la jerarquía les confíe su testimonio y su servicio también por medio de los laicos; por ello,
el ejercicio de determinados cargos eclesiásticos, ordenados a un fin es- vivifica a éstos con su Espíritu e ininterrumpidamente los impulsa
piritual». a toda obra buena y perfecta.
Pero a aquellos a quienes asocia íntimamente a su vida y mi-
Hay cargos y oficios eclesiásticos, ordenados a un fin espiri- sión también les hace partícipes de su oficio sacerdotal, en orden
tual, cuyo ejercicio no exige necesariamente que los desempeñe al ejercicio del culto espiritual, para gloria de Dios y salvación de
un clérigo o religioso u . Por otra parte, en virtud del carácter los hombres. Por lo que los laicos, en cuanto consagrados a Cristo
sacramental del bautismo y de la confirmación, los laicos están y ungidos por el Espíritu Santo, tienen una vocación admirable
y son instruidos para que en ellos se produzcan siempre los más
consagrados a Dios de una manera permanente y con una aptitud abundantes frutos del Espíritu. Pues todas sus obras, preces y pro-
10
yectos apostólicos, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano,
ZACARÍAS DE VIZCARRA, Curso de Acción Católica (Inst. Cult. Relig., Ma-
drid 1942) p,18ss. 12
11
K. RAHNER. O.C, p.338ss. SANTO TOMÁS, Summa Theol. 3 q.63 a.2.
13
P í o X I I , Alocución Je 3 de mayo de 19Í1 : AAS 43 (19? 1) 3)57-379.
664 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos. 34 66B
el descanso del alma y del cuerpo, si se realizan en el Espíritu, como no es sólo señal significativa, sino también causativa, con-
incluso las molestias de la vida si se sufren pacientemente, se figura con el que es causa principal y razón del mismo: Cristo
convierten en hostias espirituales aceptables a Dios por Jesucris- sacerdote.
to (cj. 1 Petr 2,5), que en la celebración de la eucaristía, con la
oblación del cuerpo del Señor, ofrecen piadosisimamente al Padre. Ahora bien, añade el mismo teólogo: Cristo en cuanto sacer-
Asi también los laicos, como adoradores que en todo lugar obran dote constituyó de palabra y obra el culto cristiano, que se cifra
santamente, consagran a Dios el mundo mismo. en sacrificio y sacramento, ofreciéndose al Padre como Hostia
viva en el ara de la cruz. Y por virtud de ese su sacrificio, nos
Sólo los que recibieron el sacramento del orden son jerarquía
llega a nosotros la virtud de sus sacramentos, que nos confieren
sacerdotal, tienen en la Iglesia potestad o poderes sacerdotales y
instrumentalmente la gracia, que borra el pecado, y el carácter,
son propiamente sacerdotes, según ya en otro lugar se ha demos- que es el poder de dar culto a Dios 3.
trado. Pero cuantos recibieron el bautismo, máxime si luego reci-
Gracia y carácter han de servir al fin cultual de la vida y re-
bieron la confirmación, sin tener auténtica potestad o jerarquía
ligión cristianas. Cada uno según su propia funcionalidad y na-
sacerdotal, participan de la sacerdotalidad y entran en posesión turaleza. Como algo entitativo y potestativo, el carácter; como
de no pocas virtualidades del sacerdocio. Miembros de un cuerpo algo operativo y vivificativo, la gracia, «Por el carácter—dice San-
sacerdotal, cual es la Iglesia, sacerdotalmente nacida de Cristo y to Tomás—, los fieles, servidores de Cristo, se diferencian de los
fundada sobre el sacerdocio, no es posible que encajen en el edi- que están bajo la servidumbre del demonio, ya sea en orden a
ficio cristiano sin recibir antes la configuración sacerdotal propia la vida eterna, ya al culto que hay que dar a Dios en la Iglesia
de la Iglesia de Cristo. Son miembros sacerdotales y sacerdotal- de acá abajo; lo primero se hace por la caridad y la gracia...;
mente deben configurarse y comportarse. Para ello se les da el lo segundo, por el carácter sacramental»'. La gracia está en el
carácter sacramental, y para eso reciben la gracia, fruto de un alma a modo de hábito y vida de la misma; el carácter, a modo
sacerdocio y destinada al digno ejercicio del sacerdocio cristiano. de poder o virtud instrumental del sacerdocio de Cristo, quaedam
Consagrados por el carácter a Dios, los laicos no sólo deben virtus instrumentans sacerdotii Christi. Y el sacerdocio tiene como
santificarse ellos personalmente, sino que deben ofrecer y consa- vértice y fin el sacrificio. Lo más meritorio y noble del sacrificio
grar a Dios el mundo en que viven, usando de todo santamente no es precisamente la acción externa terminando en la inmola-
y ordenándolo a un fin santo. Deben convertir su vida en culto, ción de la víctima, sino el espíritu y los sentimientos interiores
pues en orden al culto se da el carácter, y como un acto de reli- con que esa acción se realiza. El corazón contrito quiere Dios más
gión debe vivirse toda la vida cristiana, inserta en el sacramento que no los sacrificios materiales. Si éstos se hacen sin espíritu,
de la Iglesia. de poco sirven. En cambio, cualquier cosa que se haga, por pe-
Siguiendo la línea teológica del Doctor Angélico acerca del queña que sea, si se hace con gran espíritu de fe y deseo grande
carácter sacramental, podemos explicar esto del modo siguiente: de agradar y de dar gloria a Dios, se apropia lo más meritorio
El carácter sacramental es una marca o distintivo espiritual por y significativo del sacrificio. Como dice la constitución en el nú-
el que los cristianos quedan diferenciados de los que no lo son, mero ahora comentado, «el trabajo cotidiano, el descanso del
configurados con Cristo sacerdote y metidos en el cuerpo sacer- alma y del cuerpo, si se realizan en el Espíritu, incluso las mo-
dotal cristiano. Y los distintos caracteres sacramentales vienen lestias de la vida si se sufren pacientemente, se convierten en
ordenados a llenar distintos cometidos de los fieles en el pueblo hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo» (1 Petr 2,5).
o sociedad cristiana. La sociedad cristiana es, por otra parte, una Y estos nuestros sacrificios entonces reciben su expresión más
religión. Y toda religión supone un culto. El carácter, por tanto, acabada, subiendo de punto en la dignificación y el mérito, cuan-
«importa, según Santo Tomás, un poder espiritual en orden al do a la hora de la misa se unen al sacrificio del Señor en la ce-
culto divino» 1 . Poder de recibir o poder de administrar: «Divi- lebración de la eucaristía. Porque gracias al sacrificio de Cristo se
nus autem cultus consistit vel in recipiendo aliqua divina vel in consumó la obra de nuestra redención, quedando la Iglesia cons-
tituida en sacramento portador del sacerdocio cristiano. Y como
tradendo alus».
toda la vida de Cristo se centra y ordena en torno al sacrificio de
La razón es clara. Como señal que es, el carácter, según su
la cruz, así también la vida de su Iglesia; por tanto, también la
propia razón de ser, dice Soto 2 , evoca la figura de otro. Pero
s 1
1
it>id. 3 q.63 a.3.
SANTO TOMÁS, 3 q.63 a.2.
2
D. SOTO. 1» IV Sent. d i q.4 a.2 y 3.
666 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos. 34 667
de todo cristiano. El sacrificio de la Iglesia es la misa, y ése es En otros tiempos ésta era más religiosa y más clerical; en los
por antonomasia el sacrificio de todo cristiano. A la hora, pues, nuestros se ha ido haciendo laica y anticlerical. Y el clero, insti-
de la celebración eucarística es cuando los laicos, uniéndose al tuido para pensar y ocuparse primaria y directamente de las cosas
celebrante, deben ofrecer piadosísimamente al Padre la víctima religiosas o de culto en virtud del sacerdocio que le ordena a la
santa y ofrecerse ellos mismos en ella y por ella en hostias es- administración de los sacramentos, no ha hecho sino atenerse a
pirituales. la realidad. La misión eclesial de la jerarquía se ha reconcentrado
La participación en el sacrificio eucarístico es la forma cultual sobre lo propiamente eclesiástico, y en este sentido la Iglesia pa-
más excelente de la religión, que cada cristiano ha de procurar rece hoy más espiritualizada que antes.
convertir en vida propia. Allí el fiel se solidariza plenamente con Pero la misión de la Iglesia integral sigue siendo la misma.
Cristo sacerdote y víctima, da testimonio de la unidad cristiana, Y, para cumplir su misión, lo que ahora hace es tener en cuenta
centrada y simbolizada por el cuerpo real de Cristo; une sus votos la circunstancia laica o profana de la polis moderna, llamando a
y oraciones a los del celebrante, que representa a Cristo y repre- los laicos a llenar de sentido eclesial los cuadros temporales en
senta a la comunidad cristiana; se apropia los sentimientos de que se mueven como en cosa propia, a diferencia de clérigos y
Cristo al hacer su sacrificio y pone su sacerdocio participado en religiosos, pidiéndoles que, por su sacerdocio laical, sacralicen lo
íntimo contacto y bajo la influencia del sacerdocio imparticipado profano en que se ocupan y para lo que el sacerdocio clerical ni
de Cristo, que es el que da mérito, sentido y vida. Nada digamos tiene opción ni está propiamente comprometido. Ellos son los
si a la hora de la misa el fiel no sólo participa en la ofrenda, sino que tienen que consagrar el mundo sin mundanizarse. Todas las
que también comulga. Porque entonces hace suya la fuente misma cosas mundanas pueden y deben ser restauradas en Cristo.
de la gracia y el sacerdocio. A este sublime fin hemos de hacer servir el sacerdocio común
de que participan todos los fieles, participación recibida, como
dice el Concilio, «en orden al ejercicio del culto espiritual, para
EN USO DE SU SACERDOCIO
gloria de Dios y salvación de los hombres». Mediante ella, todo
A lo dicho hay que añadir lo que el Concilio recuerda al ce- cuanto somos, valemos y podemos; lo que está dentro y lo que
rrar este punto de la constitución dogmática: que «también los está fuera de nosotros, lo que hacemos y lo que padecemos, lo
laicos, como adoradores en todo lugar y obrando santamente, que es trabajo y es descanso, lo privado y lo público, lo indivi-
consagran a Dios el mundo mismo». dual y lo social, todo podemos y debemos convertirlo en sacrificio
Con lo que se expresa algo muy propio del sacerdocio laical u hostia espiritual agradable a Dios por Jesucristo. El laicado, si
y que reviste para él caracteres de máxima actualidad y urgencia no puede decirse propiamente una potestad sacerdotal en la Igle-
en este mundo moderno desacralizado. La chitas o polis terrena sia, sí que es verdaderamente una potencia sacerdotal, porque,
de hoy no quiere saber nada de Dios, ha roto el encuadramiento en virtud del carácter y la gracia sacerdotales, obra con energía y
religioso que tuvo en los siglos medios. Se ha desespiritualizado, en sentido sacerdotal. Del sacerdocio viene, bajo el sacerdocio se
se ha hecho plenamente profana en sus cuadros sociales y políti- mueve y de espíritu sacerdotal está impregnado. En la medida que
cos, con la consiguiente perniciosa influencia para la profanación vivamos del sacerdocio crecerá en nosotros la actividad cristiana
de la vida. El mundo moderno idolatra en la máquina, la técnica, y esa actividad tendrá plenitud de acción y de perfección.
la economía y el confort de vida. Cristo y el sentido cristiano de A todo cristiano se le exige una participación activa en el
la vida son los grandes ausentes de un mundo que todo lo debe misterio sacramental y sacerdotal de la Iglesia. Con fe viva, espe-
a Cristo. ranza firme y caridad ardiente debe cooperar a la misión cultual
que le compete en virtud de su sacerdocio y como miembro inte-
Lo que hoy parece mayor espiritualización de la Iglesia, sobre
grante de un todo sacerdotal. N o basta la participación mecánica
todo en su estrato jerárquico, no es sino la consecuencia de la
o material de los sacramentos. Mucho menos el disfrute o uso
mayor materialización y laicización de la polis. N o es que la mi-
de las cosas temporales, sin conciencia cristiana y sin finalidad
sión de la Iglesia sea hoy otra distinta de la que fue ayer, ni si-
salvífica. Hay que impregnarlo todo de virtud cristiana. Los sa-
quiera que tenga ahora una conciencia que antes no tuvo. Su con-
cramentos, comenzando por el de la Iglesia misma, tienen para
ciencia y su misión siguen siendo las mismas. Lo que ha cambiado el cristiano condición de medio para unirse a Dios por conocí-
es la realidad histórica que la circunda y en que se mueve.
C.4. Los laicos. 34 669
668 Bernardo Monsegú, C. P.
pesa sobre él, misión eclesial, que no es sinónimo de misión
miento y amor. Medio necesario, pero siempre, al fin y al cabo,
clerical.
medio. He ahí por qué hay que tratar de poner alma y vida en
La misión laical está plenamente embebida de espíritu cris-
toda participación sacramental, no limitándonos a un puro ritua-
tiano y se atiene a la tónica de la espiritualidad seglar. Esta es-
lismo, y por qué hay que llevar a todas las cosas el sentido de
piritualidad no prescinde de la caridad, que es de la esencia de
Cristo.
la vida cristiana; pero la vive y existencializa de una manera pro-
Ciudadanos de un reino sacerdotal, debemos saber hacer uso
piamente laical.
de nuestro regio sacerdocio, solidarizándonos con la sacerdotal]'-
El laico debe dar al mundo en el mundo un testimonio cris-
dad de la Iglesia y ofreciendo a Dios en sacrificio lo más típico
tiano, más aún, eclesial, a través de su vida personal y de su ac-
del sacerdote, nuestra propia vida y la creación entera, puesta por
tuación temporal. Hay una espiritualidad de testimonio, interio-
Dios a nuestra disposición, pero para gloria suya.
rista y sacrificial, y otra de actuación,, que se manifiesta en obras
Aquí está, repito, lo más propio y excelso de su magnífica
de perfección temporal, al servicio de Cristo, en los hombres por
participación sacerdotal, que no es de intención clerical, pero sí
El redimidos. Consagrado a Dios por el bautismo, el laico debe
eclesial. La misión del sacerdocio clerical, misión de ministerio,
consagrárselo todo. Quedando dentro del mundo, debe ser su
no debe dificultar la del laical, sino, al contrario, favorecerla. El
levadura cristiana. Todos los valores temporales merecen su aten-
clero se libera de las cosas temporales para que los simples fieles ción o su estimación. Pero sobre ellos debe planear el valor del
cumplan mejor su propia misión temporal. Y la negación de la testimonio cristiano y de servicio a Dios, que quiere todas las
jerarquía sacerdotal no acarrea sino daños a la Iglesia en su mis- cosas instauradas en Cristo.
mo estrato laical.
Aceptando consciente y alegremente todas las realidades mun-
La democratización sacerdotal predicada por la reforma pro-
danas, el laico debe sacralizarlas, iluminándolas a la luz de la fe,
testante, con pretexto de exaltar al laicado, le dañó tremenda-
que le enseña a usar de ellas para sus fines propios sin perder de
mente. Pues, al secularizar el sacerdocio clerical, descristianizó al
vista el fin último y ayudándose de la gracia sacramental que
laicado. Donde no hay clero propiamente dicho, porque todos son para eso le viene dada. Debe poner en todo pureza de intención,
igualmente sacerdotes, tampoco hay propiamente laicado, porque honestidad de medios y docilidad a las disposiciones divinas.
este término y la realidad por él significada hacen contrapunto a Idénticos quehaceres pueden ocupar al cristiano y al que no
la palabra y realidad sacerdotal clerical. lo es. Y tan perfectamente pueden y deben obrar el uno como
De ahí vino entre los protestantes el quedarse sin curas o el otro, humana o técnicamente hablando. La diferencia entre
sacerdotes propiamente dichos, con potestad para las cosas sagra- ambos está en que mientras el primero se mueve bajo la ilumi-
das, y el dejar al laico a merced de lo profano, laicizando la vida nación de la fe y lo ordena todo a un fin sobrenatural, el segundo
y las instituciones. Y entre los católicos sobrevino por otro de- se queda a ras de tierra y obedece a móviles exclusivamente pro-
rrotero una especie también de profanación o amortiguamiento fanos.
del sentido sacral religioso y cristiano, tan preponderante en los La sacralización del mundo, esa consagración de que el Con-
siglos medios. Como reacción contra la exageración protestante, cilio nos habla, debe realizarla el laico en uso de su sacerdocio
se exaltó y consideró casi exclusivamente el papel del sacerdocio laical, no enajenándose de las cosas temporales, sino entrañán-
jerárquico en la Iglesia. Y nos quedamos con una Iglesia dema- dose con ellas para vivirlas en Dios, por Dios y, según Dios, en
siado clerical. Esto motivó el que los laicos se desentendieran de Cristo.
la Iglesia primero, y luego de toda religión. Lo laico se hizo si- Entregado en cuerpo y alma a su estado, su familia, su pro-
nónimo de lo profano, y la pérdida del sentido eclesial en el fesión, su trabajo, su empresa, su institución, se considerará siem-
pueblo cristiano ha venido a ser casi absoluta. pre ante todo como un ser sacerdotal miembro del cuerpo sacer-
Contra semejante estado de cosas se fue levantando en los dotal de Cristo. Y así procurará usar de las cosas temporales
últimos tiempos un clamor casi general en los distintos sectores como si de ellas no usase, porque está en Dios su principal punto
más conscientes del mundo católico. Se revalorizó el papel del de referencia. Pero al mismo tiempo procurará hacerlo todo con
laicado en la Iglesia, se desentrañó la significación de su regio la mayor perfección natural y técnica posible, porque eso lo quie-
re Dios, para eso le dejó en el mundo y eso espera de él el mun-
sacerdocio y se le exigió mayor atención a la misión laical que
C.4. Los laicos, 34 671
670 Bernardo Monsegií, C. P.
tos y en la edificación del cuerpo de Cristo, hasta llegar conjun-
do mismo, que en él y por él debe reintegrarse a su Creador y s u tamente a la unidad de la fe, «al estado del hombre perfecto, se-
Redentor. Entrañamiento cristiano con las cosas del mundo par a gún la talla que conviene a la plenitud de Cristo» °.
que en todas se manifieste Cristo. Que cada uno se acuerde de que puede y debe difundir la
Hermosamente nos recuerda esto San León Magno en un ser- fe con la autoridad del ejemplo y la seriedad de la profesión
món de Navidad: «¡Oh cristiano!, sé consciente de tu dignidad que de ella hace. Todos vienen obligados a trabajar por la propa-
Asociados a la naturaleza divina, no queráis volver a vuestro pri- gación de la verdad y la eliminación del error '". El trabajo en
mitivo envilecimiento con una negación indigna de vuestro linaje. pro de la difusión del reino de Dios «es un mandato a quienquie-
Ten presente que, arrancado del poder de las tinieblas, has sido ra que haya sido rescatado por la gracia del Señor de la esclavitud
llevado a la luz del reino de Dios. El sacramento del bautismo de Satanás y llamado por el bautismo a ser ciudadano de este
ha hecho de ti templo del Espíritu Santo; no permitas que se vaya reino» ". La pasividad es ajena a la condición de militante, como
huésped tan ilustre por una conducta depravada» 5. lo es todo cristiano que milita en la Iglesia. «En cualquier orden
El bautismo nos hace miembros de Cristo, y sólo por orden de la vida y de su radicación, los fieles son activos en la medida
a Cristo y con dependencia de Cristo puede el testimonio laical en que han interiorizado la verdad salvífica» 12. El cristianismo es
ser un testimonio de verdad cristiano. Tenemos, pues, como nos esencialmente vida y, como tal, actividad. La actividad del cris-
recomienda San Pablo, que considerarnos como vivientes en Cris- tiano es el ejercicio de la participación sacerdotal, realizada y po-
to Jesús por obra de Dios 6. N o es miembro digno ni vive con tenciada por los tres sacramentos consecratorios: bautismo, con-
propiedad de tal el que se sustrae al influjo, a la dirección y al firmación y orden.
servicio de la cabeza. Nuestra Cabeza es Cristo, en quien plugo La cualificación propia del sacerdocio laical reclama de todo
al Padre recapitularlo todo. La condición laical compromete al seglar la espiritualización y cristificación de la propia vida, ofre-
cristiano en una unidad capitaneada por Cristo y conllevadora ciéndose a Dios en sacrificio, siendo auténtico testimonio de Cris-
del ser y el bienestar de todos cuantos forman la común unidad, to; y la sacralización o consagración a Dios del mundo en que
la comunión del «laos» o pueblo cristiano. La palabra laico tiene está situado, instaurándolo todo en Cristo. La «consecratio mun-
una significación esencialmente comunitaria.. Lo comprende todo di», decía Pío XII, es esencialmente obra de los laicos, hombres
y a todos en Cristo, por Cristo y según Cristo. El egoísmo indivi- mezclados íntimamente con la vida económica y social, de gobier-
dualista está reñido sustancialmente con la profesión y el ser cris- no y de política. Asimismo pertenece a ellos la configuración
tiano. «Yo en ellos y Tú en mí para que ellos sean asumidos en cristiana del mundo laboral y el rescate para Cristo de la masa
la unidad», según la oración de Jesús antes de salir de este mun- obrera, que por otros obreros debe volver a la Iglesia. Tan alta
do. O, como proclama el Apóstol: «Todos sois uno en Cristo Je- misión está confiada a seglares conscientes de su responsabilidad
sús». La acción laical es por definición una acción eclesial. Y nin- cristiana. Que son muy hombres y muy del mundo, pero muy arrai-
gún laico puede desentenderse de mirar por el bien común de gados en la fe y en el servicio de Cristo. «Hombres constituidos en
la Iglesia. su integridad inviolable como imágenes de Dios; hombres orgu-
No de la misma manera ni con el mismo género de obligación llosos de su dignidad personal y su sana libertad, justamente ce-
que la jerarquía o los religiosos, pero sí con el mismo carácter losos de ser iguales a sus semejantes en todo lo que concierne
de urgencia y necesidad viene el laico obligado a mirar por su al fondo más íntimo de la dignidad humana; hombres ligados
perfección y el perfeccionamiento del todo de que forma parte. de manera estable a su tierra y a su tradición. Un conjunto tal de
Que cada uno, nos dice San Pablo, ponga al servicio de los demás cualidades supone aprender a dominarse, a sacrificarse y a ex-
el don que ha recibido, lo que puede hacerse de muchas maneras, traer incesante luz y fuerza de los caminos de salvación que traza
lo mismo hablando que ejerciendo su ministerio \ Y en la mis- la Iglesia» ".
ma idea insiste escribiendo a los romanos. Todos somos invi- El campo de acción del seglar es el mundo. Su vocación pro-
tados a la acción según los dones recibidos y según la gracia pia es la de santificarse comprometiéndose con el mundo, no extra-
comunicada *. Todos han de trabajar en la perfección de los san-
• Eph 4,11.
10
5 11
LEÓN XIII, Sapient'tae christianae, 10 enero 1890.
8
Cit. por GLORTEUX en El laico en la Iglesia p.20. PÍO XII, ene. Summi Pontificatus, 20 oct. 1959.
12
Rom 6,4 y 11. J.-M. I. CONGAR, Jalones para una teología del laicado (Barcelona 1961) p 129
' Phil 4,10. 13
Pío XII, discurso al Congreso del Apostolado Seglar, octubre de 1957
" Rom 12,5ss.
672 Bernardo Monsegú, C. P. C.4. Los laicos. 34 673
fiándose de él ni siquiera, en cierto sentido, espiritualmente. A lo El catolicismo es integrador. El laico debe tener, por tanto, con-
que debe ser ajeno es al pecado del mundo y al sentir mundano ciencia íntegra e integradora de todos los valores humanos com-
contrario a Cristo, pero no a las tareas, ocupaciones y preocupa- patibles con la profesión cristiana. Dios nos libre de los laicos
ciones del mundo. «La vocación propia del laico, es decir, la que piadosos que se hacen compadecer por su ineptitud profesional.
corresponde a su condición como tal, consiste en caminar hacia Todo lo bueno del mundo debe serle ofrecido a Dios en un acto
Dios, realizando la obra del mundo; vivir según la tercera di- de servicio laical.
mensión, vertical, construyendo al mismo tiempo la materia del El sacerdocio laical no puede quedar en un título o una pura
mundo y de la historia y viviendo según las dimensiones horizon- denominación. Debe convertirse en vida y acción. Por su voca-
tales de la existencia. Et divisus esí. La palabra de San Pablo a ción, el sacerdocio ministerial se mueve dentro de lo que es por
propósito del matrimonio vale para toda la vida del cristiano su objeto y su significación, cosa propiamente religiosa: las cosas
comprometido en el mundo» ". La Iglesia no puede realizar por del culto, la predicación sagrada, la administración de los sacra-
completo su misión instaurativa de un orden cristiano sobre el mentos, la celebración de la misa. El sacerdote ministerial es un
mundo si no es valiéndose de los laicos. Sólo ellos pueden meter segregado del mundo para ocuparse en las cosas de Dios y traer las
de lleno el mensaje cristiano en los cuadros temporales de la de Dios al mundo. Ñ o es la suya una vocación mundana, sino
ciudad terrena. En ellos y por ellos, la Iglesia es verdaderamente sagrada plenamente.
«la sociedad de los que, bajo la influencia sobrenatural de la gra- El sacerdote laico o, si se quiere mejor, los seglares, por la
cia, en la perfección de su dignidad personal de hijos de Dios y participación del sacerdocio común, no se segregan del mundo.
en el desarrollo armonioso de todas las inclinaciones y energías Actúan y están presentes en él. Pero esa presencia y esa actuación
humanas, edifican la potente armadura de la comunidad cris- son consagradoras y sacralizadoras de la realidad mundana, del
tiana» 1S. cosmos y sus estructuras: familiares, sociales, económicas y políti-
Lo típico del laico y de la espiritualidad laical es sobrenatura- cas, por la impronta sacerdotal del laico que cristianamente las
lizar y sacralizar el mundo connaturalizándose con él. En esto no vive y conscientemente las ilumina con su fe, poniendo en ellas
pueden imitarle plenamente ni clérigos ni religiosos. Porque sólo toda la perfección que les corresponde, según su naturaleza y su
el laico pertenece de lleno al mundo, estando instalado dentro de fin inmediato, compatible siempre con la consecución del fin
él para dominarlo con fuerza y señorío cristiano. El es verdadera- último.
mente el anillo de interacción eclesiástico-mundana. Se debe a El seglar debe hacer religión y vivir vida religiosa haciendo
Dios y al mundo en línea de subordinación cristiana. No cumple lo más perfectamente posible, humana y técnicamente, las cosas
debidamente con su misión si no trata de conjugar en uno progreso del mundo de que depende y en que está inmerso; buscando en
material y progreso espiritual. La espiritualidad seglar no es pri- ello los fines que tuvo Dios al crearlas y ponerlas a su servicio y,
mordialmente de renuncia y enajenación de lo temporal, sino de aún más, los que tuvo al quererlas luego restauradas todas en
apropiación y sublimación. Entregado en cuerpo y alma a su pro- Cristo. Ni deshumanización, pues, ni incompetencia.
fesión y estado, debe procurar sacar el máximo rendimiento a un El cristiano es el hombre integral que se apropia todos los va-
mundo que Dios puso en sus manos para dominarlo y explotarlo lores humanos para ponerlos al servicio de Cristo y de su Iglesia.
haciéndolo vehículo de dignificación humana y cristiana. «No basta, pues, como nos dice Juan XXIII en la Pacem in te-
He ahí por qué los católicos de condición laical deben ser los nis, estar iluminado por la fe y enfervorizado por el deseo del
mejores, no sólo en el orden moral o formalmente cristiano, sino bien para imbuir de estos principios sanos una civilización y vivi-
también en el profesional y técnico: los mejores médicos, los me- ficarla con el espíritu del Evangelio. Para esto es necesario inser-
jores abogados, los mejores maestros, los mejores artistas, los me- tarse en las instituciones de esa civilización y trabajar eficazmen-
jores patronos, los mejores obreros, los mejores economistas y los te desde dentro de las mismas». El laico debe ser moral y técnica-
mejores políticos, etc. No que lo sean de hecho, pero sí que a mente el mejor. En la medida que esto consiga vivirá con más
procurar serlo vienen obligados por su condición laical. No basta plenitud la religiosidad y sacralidad de su sacerdocio.
la bondad moral, se necesita también la competencia profesional. A conseguirlo le ayudará un gran espíritu de fe, una vida
de gracia permanente y un gran sentido eclesial o cristiano. Lo que
14
J.-M. I. CONGAR, Jalones para una teología del lateado p.482. Pío XII decía a los alemanes en su mensaje del 2 de septiembre
15
Pío XII, discurso a los cardenales. 20 febrero 1946.
2. CVaticanq 2?
674 ¡osé AI. 9 G. Gómez-Heras C.4. Los laicos. Í5 675

de 1956 con motivo del Katolikentag, viene perfectamente a este potestad, sino también por medio de los laicos, a quienes, por
ello, constituye en testigos y los ilumina con el sentido de la
propósito: «Vosotros vivís en un mundo materialista, en el que el je y la gracia de la palabra (cj. Act 2,17-lti; Apoc 19,10),
sentimiento religioso es escasamente estimado. Por esto último, para que la virtud del Evangelio brille en la vida cotidiana,
poco o nada se sacrifica por él, contrariamente a lo que sucede familiar y social. Ellos se muestran como hijos de la promesa cuan-
con tanta ligereza por cualquier otro valor de esta tierra. ¡Inver- do, juertes en la je y la esperanza, aprovechan el tiempo presente
(cj. Eph 5,16; Col 4,5) y esperan con paciencia la gloria jutura
tid esta relación! ¡Poned de nuevo a Dios en primer lugar y ha- (cj. Rom 8,25). Pero que no escondan esta esperanza en la inte-
ced algo por el servicio de Dios, por vuestra santa fe! Sois los rioridad del alma, sino manifiéstenla en diálogo continuo y en un
católicos de un país enormemente industrializado. A vosotros toca forcejeo con los dominadores de este m u n d o tenebroso, contra los
el gran papel de conferir a este nuevo mundo de la industria, a espíritus malignos (Eph 6,12), incluso a través de las estructuras
de la vida secular.
sus talleres y a sus fábricas, a sus establecimientos y a toda su Así como los sacramentos de la nueva ley, con los que se nutre
compleja estructura una forma y un aspecto cristianos. El mundo la vida y el apostolado de los jieles, prefiguran el cielo nuevo y la
de la industria no es naturaleza. Sin embargo, forma con la na- tierra nueva (cj. Apoc 21,1), así los laicos se hacen valiosos pre-
turaleza parte del reino de Dios. También en él, el hombre de- goneros de la je y de las cosas que esperamos (cj. Hebr 11,1), si
asocian, sin desmayo, la profesión de fe con la vida de je. Esta
pende completamente del funcionamiento de las leyes puestas por evangelización, es decir, el mensaje de Cristo pregonado con el tes-
Dios en las cosas. Cristo, el señor del mundo, por quien todo fue timonio de la vida y de la palabra, adquiere una nota específica y
creado, es también señor de este mundo. También éste es llama- una peculiar eficacia por el hecho de que se realiza dentro de las
do a ser un mundo cristiano. De vosotros depende el compene- comunes condiciones de la vida en el mundo.
En este quehacer es de gran valor aquel estado de vida que está
trarlo de espíritu cristiano (...) Los católicos de todo el mundo santijicado por un especial sacramento, es decir, la vida matrimonial
pueden constituir, mediante su mutua unión en la fe y en la y familiar. Aquí se encuentra un ejercicio y una hermosa escuela
Iglesia, una enorme fuerza para asegurar la paz, aun la social. para el apostolado de los laicos, donde la religión cristiana penetra
Sólo es necesario que sea en ellos siempre viva la conciencia de toda la institución de la vida y la transforma más cada día. Aquí
los cónyuges tienen su propia vocación para que ellos entre sí y
una común pertenencia. Cultivad todos esta conciencia. Cristo ante sus hijos sean testigos de la fe y del amor de Cristo. La familia
quiere dar al mundo—que por sí solo no llega a establecer la cristiana proclama muy alto tanto las presentes virtudes del reino
paz—su propia paz, pero El quiere darla a través de vosotros, de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada. Y así, con
no sin vuestra contribución». su ejemplo y testimonio, arguye al mundo de pecado e ilumina a
los que buscan la verdad.
Por tanto, los laicos, también cuando se ocupan de las cosas
temporales, pueden y deben realizar una acción preciosa en orden
a la evangelización del mundo. Porque si bien algunos de entre
EL TESTIMONIO DE SU VIDA * ellos, al faltar los sagrados ministros o estar impedidos éstos en
a caso de persecución, les suplen en determinados oficios sagrados
Por José M. G. Gómez-Heras en la medida de sus facultades, y aunque muchos de ellos consumen
todas sus energías en el trabajo apostólico, conviene, sin embargo,
35. Cristo, Projeta grande, que por el testimonio de su vida que todos cooperen a la dilatación e incremento del reino de Cristo
y por la virtud de su palabra proclamó el reino del Padre, cumple en el mundo. Por ello, conságrense los laicos con todo cuidado a
su misión pro)ética hasta la plena manifestación de la gloria, no conocer más projundamente la verdad revelada e impetren insis-
sólo a través de la jerarquía, que enseña en su nombre y con su tentemente de Dios el don de la sabiduría.

* Seleccionamos algunos título1; entre I?, abundante bibliografía aparecida en los


últimos anos sobre el tema del laicado; R. M. SPIAZZI. La missione dei laici 2.1 ed. 1. MISIÓN PROFÉTICA DE LOS SEGLARES EN LA IGLESIA
(Roma 1952) ; ID., LOS valores espirituales en la vida del laico, trad. de A. Alva-
rez de Linera (Madrid 19611; P. GLORIEUX, Le laic dans l'Église (París 1960);
K. RAHNER, Escritos de teología, trad. ed. Taurus. II (Madrid 1961) p.337-374; El plan de Dios sobre la humanidad, conducirla a sí para
HI (Madrid 1961) p.297-313; A. SUSTAR, El laico en la Iglesia, en Panorama de la
teología actual, trad. de A. P. Sánchez-Pascual (Madrid 1961) p.641-673; I. CON- hacerla partícipe del misterio de su vida, se realiza en el tiempo
GAR, Jalones para una teología del laicado, (trad. de S. Fuster, O. P. (Barcelona mediante Cristo y su obra redentora. Cristo, primogénito de toda
1961) ; G. PHILIPS, Misión de los seglares en la Iglesia, trad. de J. B. de Fran-
cisco (San Sebastián 1956) ; L. ALVAREZ, En tierra extraña (Madrid 1956) ; J. GUIT- criatura, lleva a feliz término su misión presentándose al mundo
TON, El seglar en la Iglesia, trad. de J. M. Velasco (Madrid 1964) ; H. HEIMERL,
Kirche, Klerus und Laten (Viena 1961) ; H. U. VON BALTHASAR, El seglar y la bajo la triple función de sacerdote, profeta y rey. El es el sumo
Iglesia, en Ensayos teológicos, trad. de A. P. Sánchez-Pascual, II (Madrid 1964) y eterno pontífice «según el orden de Melquisedec»; El se mues-
p.385-404; A. BONET, Apostologia laical y los principios del apostolado seglar (Ma-
drid 1959) ; O. SEMMELROTH-L. HOFHANN, Der Laie in der Kirche. Seien Sendung, tra como supremo profeta y maestro de la verdad; El, en fin, es
seine Recite (Tréveris 1955); F. X. ARNOLD, Kirche und Laienlum (Tubinga 1954).
676 José Ai." G. Gómez-lleras C.4. Los laicos. 35 677
constituido en Señor y rector de todas las cosas. Con su paso por distinción, todos los cristianos participan de la misión profética
la tierra, Cristo cerraba una etapa de la historia de salvación al de Cristo, pero no al mismo nivel. La jerarquía participa en el
satisfacer la ansiada expectación de Israel y, a la vez, daba co- plano de la estructura; el laicado, en el plano de la vida. La ver-
mienzo a un nuevo período—el tiempo de la Iglesia—, en el que dad de Cristo se comunica a la Iglesia mediante un magisterio
el plan divino se encamina a su total consumación. En esta se- jerárquico que reside en el Pontífice Romano y en el colegio epis-
gunda etapa, comprendida entre la primera venida del Señor y copal. A la jerarquía corresponde transmitir a los fieles el men-
su retorno1 glorioso—«parusía»—al fin de los tiempos, la obra saje de Cristo y de los apóstoles, velar para que el desarrollo de
de Jesús continúa realizándose en y por la Iglesia. Período de la intelección y formulación de la fe no altere el depósito reci-
entretiempos, en el que la semilla depositada por Cristo produce bido, declarar el sentido auténtico de la verdad revelada. Una
sus frutos. En el «hacer presente» la obra redentora de Jesús a misión sacramental transmisora de la vida de fe a la comuni-
través de la historia, la Iglesia participa y ejerce las tres funcio- dad y, al mismo tiempo, una función reguladora de la fe que
nes de su fundador: santificadora, profética, real \ Cristo utiliza la comunidad vive. Al laicado, en cambio, corresponde reali-
así su Iglesia como instrumento que consuma su obra salvadora. zar la misión profética de Cristo en la comunidad de vida.
Por ella y en ella, la gracia de Cristo llega actualmente a los hom- Sus creencias no condicionan la validez de la doctrina del magis-
bres. La Iglesia se convierte en el sacramento del Señor. terio ; la realizan. Una imagen nos aclara las relaciones entre je-
El nuevo pueblo de Dios constituye con Cristo cabeza el Cuer- rarquía y laicado en la función magisterial. Ambos son como el
po místico, que prolonga la misión profética del Redentor me- padre y la madre de la sociedad familiar. La autoridad reside en
diante un magisterio infalible y perenne \ Ejerciendo esta mi- el primero; pero la madre está presente en sus decisiones por el
sión, la Iglesia nada cambia, nada pierde, nada añade. Explica, amor que los une. Así la comunidad coopera al magisterio de la
conserva, guarda celosamente el depositum jidei recibido del jerarquía por el diálogo y el amor *.
Maestro. La misión profética de la Iglesia se encarna durante su La participación en la misión profética de Cristo constituye
peregrinar terrestre en la jerarquía y en el laicado. Aquélla posee a los seglares en testigos iluminados con el sentido de la fe y la
los poderes magisteriales con carácter autoritario en calidad de gracia de la palabra a fin de que el Evangelio brille en la vida
sucesora de los apóstoles. Este participa del profetismo en calidad: cuotidiana, familiar y social. Es la nota específica de su profetis-
de parte integrante del Cuerpo místico. La realización de la mi- mo : testimoniar su fe y esperanza en diálogo y forcejeo con el
sión profética en el período del entretiempo no se hace, pues, mundo incluso a través de las estructuras de la vida secular. Este
de una manera anárquica, sino jerárquica. Sigue una ley grata, aspecto de la misión profética del laicado, tan gráficamente ex-
del Señor en sus intervenciones en el mundo: actuar a través dé- presado por los textos bíblicos aducidos por el Concilio, fue co-
las causas segundas. El Espíritu Santo comunica su verdad a los mentado por Mons. De Smedt, obispo de Brujas: «En medio de
miembros del pueblo de Dios por medio de hombres asociados la vida secular—dirá—, los laicos deben considerar sus faculta-
como ministros a la actividad docente divina. Esta economía la. des espirituales e instrumentos de trabajo como cosas sagradas de
resume Congar así: «Todos los fieles son enseñados y activos» las que deben usar en el ambiente en que viven, cristianamente,
pero lo son por el conocimiento recibido de la palabra apostó- para testimoniar su cristianismo. La doctrina de Cristo no es
lica y regulada por la autoridad apostólica» '. una teoría, sino una regla de vida con la que hay que informar
La distinción entre Iglesia como institución de salvación e toda la vida concreta. Cristo profeta hoy día quiere mostrar me-
Iglesia como comunidad de vida nos ayuda a comprender en qué diante los laicos, cuasi experimentalmente, lo que es el Evangelio,
sentido el laicado participa de la misión profética de Cristo en como El mismo en otro tiempo en Palestina, viviendo entre los
el Cuerpo místico. La Iglesia-institución expresa el plano de la hombres, nos dio ejemplo para que hagamos como El. Pero, ade-
estructura; la Iglesia-comunidad, el plano de la vida. Según esta más, Cristo profeta predicó con la palabra su doctrina. El pre-
tende ahora mediante los laicos anunciar a la familia humana los
1
M t 28,18-20. Cf. ene. Satis cognitum: D 1957ss; Mystici Corporis: AAS Jí valores morales y las verdades de la fe. Por lo cual, los laicos,
(1943) 209. Cf. también J. SALAVERRI, La triple potestad de la Iglesia: Miscellanea
Comillas 14 (1951) 784, y De Ecclesia Christi, en Sacrae Tbeologiae Summa (BAC„ bien instruidos en la doctrina de Cristo y animados de viva fe,
M a d r i d 1950) p.528ss.
2
deben anunciar con Jesús humilde, confiada y audazmente la pa-
Cf. M t 10,7-27; M e 1 3 , 1 4 ; 1 6 , 1 5 ; Conc. V a t i c a n o I, const. De fide cath. c.4::
D 1 8 0 0 ; const. De Ecclesia Christi: D 1839 y 1837. 4
;i Ibid.. p.327-344.
¡alones... p.326.
C.4. Los laicos. 33 679
678 José Al.* G. Gómez-Heras
laicos un valor sacramental. La idea es bella. Los teólogos están
labra de Dios en su familia y en la vida social, para que la pala-
de acuerdo en definir el sacramento como signo eficaz de una
bra de Dios corra y se clarifique (2 Thess 3,1) y para que la
realidad sobrenatural, «signum rei sacrae in quantum est santi-
sociedad moderna se instruya acerca de la solución cristiana de
ficans nomines» s, que diría Santo Tomás. El signo no tiene valor
sus problemas» °.
de fin en sí mismo; su función consiste en llevarnos al conoci-
En el cumplimiento de su misión, los fieles están iluminados
miento de la cosa que significa. Transmite una realidad más pro-
por el sentido de la fe, sensus fidei. La totalidad de los creyentes
funda. La obra redentora de Dios se realiza precisamente según
no puede «fallar en su creencia», y ejerce esta su peculiar pro-
una economía sacramental. Dios se comunica a los hombres, y
piedad mediante el sentimiento sobrenatural de la fe de todo el
éstos llegan hasta El por medio de otros hombres y de cosas sen-
pueblo cuando «desde el obispo hasta los últimos fieles seglares»
sibles. Cristo es el sacramento del Padre, la Iglesia es el sacra-
manifiestan el asentimiento universal en las cosas de fe y costum-
mento de Cristo y, en un sentido amplio, podemos decir que los
bres. Con ese sentido de la fe, que el Espíritu Santo mueve y
seglares son también sacramentos de la Iglesia porque ellos son
sostiene, el pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al
instrumentos de evangelización, signos de fe, canales por donde
que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres,
la verdad de Cristo llega a los demás hombres. Schillebeeckx ha
sino la verdadera palabra de Dios (cf. 1 Thess 2,13), se adhiere
desarrollado la idea del encuentro sacramental del hombre con
indefectiblemente a la fe dada de una vez para siempre a los san-
Dios ". Encuentro sacramental en primer lugar por medio del en-
tos (cf. Iud 3), penetra profundamente con rectitud de juicio y
cuentro con Cristo hombre. El trato interhumano, social, se da
la aplica más íntegramente en la vida» °. Del mismo modo, dirá
por y a través de lo sensible. Se influye espiritualmente en los
el señor obispo de Huelva, que existe en el orden natural el sen-
prójimos con ayuda de los medios sensibles de comunicación La
tido común, existe en el orden sobrenatural el sentido de la fe,
verdad espiritual y, más aún, sobrenatural ha de encontrar un
que es un don entregado por el Espíritu a toda la Iglesia, inclui-
vehículo tangible que la transmita, que la encarne. De ahí el va-
dos, por supuesto, los fieles. Es una especie de «instinto de la
lor sacramental del testimonio existencial de los seglares «como
fe», que ayuda a descubrir lo que es erróneo y a penetrar los mis-
pregoneros de la fe y de las cosas que esperamos».
terios de la fe. La raíz de tal instinto es el Espíritu Santo, alma
Los seglares son aquel «linaje escogido, sacerdocio real, na-
vivificante del Cuerpo místico y de todos sus miembros. De este
ción santa, pueblo adquirido para pregonar el poder del que los
modo, los fieles, con ayuda de la enseñanza y predicación y bajo
llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Petr 2,9). En el
la acción intensa del Espíritu Santo, llegan a entender a veces
quehacer evangelizador, el testimonio cristiano de la propia vida
las cosas de la fe mejor incluso que los teólogos. El «sentido de
se revela especialmente eficaz. Ya hemos hecho alusión al mismo
la fe» no abre las puertas al subjetivismo si está sometido al ma-
más arriba. La mentalidad del hombre moderno se muestra más
gisterio y alimentado por la Sagrada Escritura. Hay, pues, una
dispuesta a aceptar lo que ve realizado en la acción que lo que
acción de los fieles en el terreno de la enseñanza de la fe en la
le llega por la palabra. Nuestra época es exigente en materia de
que no son puramente pasivos, y el mismo magisterio debe tam-
sinceridad y autenticidad y aborrece las parodias. De ahí la ne-
bién saber escuchar lo que el Espíritu Santo inspira a los fieles» '.
cesidad de un cristianismo' vivido, en el que el seglar traduzca
en actos su respuesta interior a la gracia. Con ello se convierte
2. LA EVANGELIZACIÓN MEDIANTE EL TESTIMONIO DE LA VIDA en signo elevado entre las naciones, en sal de la tierra, en luz
Y DE LA PALABRA del mundo (Mt 5,13-14). El laico da un testimonio más persua-
El Concilio ha comparado el testimonio de fe y esperanza de sivo que los sacerdotes, puesto que nadie sospechará en él una
los seglares con los sacramentos de la Nueva Ley. Con otras pa- intención interesada, ya que no vive del altar. El mejor género
labras, diríamos que ha atribuido al testimonio cristiano de los de predicación será la santidad de vida. Es el argumento por
excelencia ,0.
5
Mons. D E SMEDT, obispo de Brujas, El sacerdocio de todos los fieles, en Dis-
cursos conciliares, ed., I. CONGAR, H. KÜNG, D. O'HANI.ON, trad. de ed. Cristian- Los Padres conciliares han insistido casi machaconamente so-
dad6 (Madrid 1964) p.44-45.
Cf. la presente constitución dogmática sobre la Iglesia, c.2, «De populo Dei», 8
9
Summa Theol. 3 q.60 a.2.
n.12.7 Los sacramentos como órganos del encuentro con Dios, en Panorama de la teo-
Diario del Concilio. Comunicados escritos y ampliación oral de la oficina de logía actual, trad. de A. P. Sánchez-Pascual (Madrid 1961 ) p.469ss.
prensa, publicado por Ecclesia n.1164 (1963) p.29 (1485). Congar (Jalones... p.347- 10
G. PHILIPS, Misión de los seglares en la Iglesia p.73 y 125.
349) hace un breve expsición teológica del sensus fidei.

í
680 José Al° G. Gómez-Meras
C.4. Los laicos, 35 681
bre ello. Según el cardenal de Sevilla, Bueno Monreal, una de
las tareas básicas del seglar consiste en «dar testimonio de su fe, tud meramente pasiva. El se adhiere a la fe que transmite la
ejercer la caridad, extender la fe con su apostolado». Monseñor jerarquía con adhesión personal y libre. La fe posee una estruc-
Hengsbach, obispo de Essen, opina que a los laicos pertenece en tura intelectual, y el contenido de la misma, fides quae creditur,
primer lugar el testimonio de la fe en sus familias y profesiones, se acepta cuando un juicio crítico personal sobre su valor ha pre-
así como en el propio ambiente. Y Mons. Duval, arzobispo de parado el camino al asentimiento sobrenatural por la gracia, fides
Argel, dirá que la palabra «testimonio» polariza la actuación del qua creditur. La fe del cristiano es, pues, una realidad activa en
seglar en medio del mundo. Sobre todo cuando su vida transcu- la aceptación y también en el desarrollo, penetración y explica-
rre en ambientes descristianizados. Mostrando su disposición a ción posterior de su contenido. Nada de separación radical—vol-
colaborar con todos los hombres de buena voluntad, como ense- veremos sobre ello al tratar de la opinión pública—entre la Eccle-
ña la Pacem in tenis, en la ordenación de las cosas según el es- sia docens y la Ecclesia discens; nada de imposición totalitaria de
píritu de Dios. Testimonio que ha de ser eclesial, esto es, estar una doctrina desde arriba; nada de condicionamiento democrático
fundado en la vida sacramental, espoleado por la caridad y rea- al magisterio jerárquico. Unión orgánica en el amor de dos polos
lizado bajo la dirección de la jerarquía ". de un organismo viviente, que participan activamente en el único
magisterio del conjunto según la situación y misión de cada cual.
Pero la misión evangelizadora del seglar en el mundo no que-
Todo el pueblo de Dios, jerarquía y laicado, toma parte en el
da agotada con la ejemplaridad de la propia vida. El bautismo,
dinamismo profético de la Iglesia. Por ambos actúa el Espíritu
que le ha incorporado al Cuerpo místico, y la confirmación, «sa-
Santo, aunque de manera diversa, dadas las exigencias del modo
cramento de la confesión de la fe», que da una dimensión mi-
de ser concreto de la Iglesia en su peregrinar terrestre.
sionera a la fe que posee, le exigen un testimonio más amplio de
la misma ante el mundo. Exigencia tanto más apremiante cuanto La precedente posición de principios nos permite bajar a de-
mayor es el paganismo que le rodea. De ahí la necesidad de que talles en la enumeración de las diversas formas de actividad do-
el testimonio de la vida se prolongue en un anuncio de la fe de cente del seglar. Congar distingue tres: enseñanza autoritativa
Cristo a los demás hombres por medio de la palabra. La confir- (pastoral), enseñanza exhortativa (apostólica) y enseñanza docto-
mación ha impuesto al seglar la responsabilidad de afirmar su fe ral (científica). Cada una de ellas puede adoptar dos modalidades:
frente al mundo, de propagarla y defenderla. Ha hecho de él un pública o privada. La enseñanza autoritativa compete propiamente
«cristiano militante». Por tanto, «el objeto propio del testimonio a la jerarquía. Los obispos tienen por misión ex officio un ma-
de Cristo—como acto de presencia del cristiano en el mundo—no gisterio y una autoridad pública en materia doctrinal. Los seglares
queda agotado con su vida ejemplar; al contrario, lleva consigo gozan de una cierta participación en esta clase de docencia en
el deber de anunciar la fe de Cristo a los demás hombres. La calidad de catequistas, profesores de religión, consejeros de los
amplitud de este deber depende de la urgencia de la caridad para obispos o informadores que ponen en contacto a la jerarquía con
con el prójimo» I2. la opinión pública. La enseñanza exhortativa o predicación fue
Dejando a un lado la espinosa cuestión de las relaciones en- a menudo reivindicada por los seglares a lo largo de la historia
tre la infalibilidad del Corpus episcoporum y la del Corpus fide- de la Iglesia, especialmente por ciertos movimientos reformistas
lium, nos contentamos con insistir en la necesidad de la colabo- de la Edad Media. Pero algunos abusos obligaron a la Iglesia a
ración del laicado con la jerarquía en la actividad docente de la adoptar una postura restrictiva que aún perdura en el Derecho
Iglesia. Cada miembro del Cuerpo místico participa de la función canónico ". No obstante estar prohibida a los seglares la predi-
profética, magisterial, de Cristo según la situación y la misión cación propiamente dicha en los templos, se admite la posibilidad
que desempeña en él. La jerarquía enseña autoritativamente, ga- de que pronuncien discursos—incluso en el recinto sagrado—con
rantiza la transmisión de la doctrina y es criterio para juzgar so- ocasión de asambleas religiosas, etc., y en la práctica se tiende
bre la identidad de las creencias del pueblo con el depósito de hacia una postura de mayor abertura sobre el particular. En cuan-
fe entregado por Cristo. Pero al laicado no corresponde una acti- to a la enseñanza doctoral, tienen libre acceso a ella tanto sacer-
dotes como seglares. El dogma y el magisterio serán criterios para
11
Cf. J. L. MARTÍN DESCALZO. Un periodista en el Concilio 2.s etapa (Madrid valorar su ortodoxia. La calidad científica dependerá de la com-
1964) p.208 y 217.
12
Aíons. N. JUBANY, obispo de Gerona, Kejlexiones sobre los seglares y las aso- petencia de cada cual. El seglar puede incluso recibir la missio
ciaciones de apostolado: Ecclesia n.1214, 17 oct. 1964, p.12-13 (1402-5).
13
CIC can.1312 § 2.
C.4. Los laicos. 35 683
682 José M.° G. Gómez-Heras
la situación de inmanencia dentro del mundo predomina en el
canónica de enseñar en las universidades de la Iglesia. De hecho cristianismo del laico. En el ambiente donde vive es donde su
abunda la actividad teológica de los laicos en la historia del cris- presencia ha de actualizar los valores cristianos de que es porta-
tianismo, especialmente durante los primeros siglos 14. Fueron cir- dor. Su testimonio será tanto más eficaz cuanto que, por realizarse
cunstancias socioculturales las que determinaron una suerte de en sectores a los que difícilmente alcanza el apostolado sacerdo-
monopolio clerical de la teología. Sin embargo, aun hoy día, el tal, es sólo en él donde los hombres contemplan la realidad del
magisterio teológico de los laicos es altamente apreciado en espe- cristianismo.
cial por las comunidades ortodoxas. Pero el mismo Congar, a
pesar de su alta estima del laicado, desearía poner algunos límites 3. E L TESTIMONIO DEL LAICO EN LA VIDA FAMILIAR
a su actividad cientificoteológica, dada la diversa función específi-
ca de seglares y clero en el Cuerpo místico. A éste correspondería Pocas instituciones han padecido en los tiempos modernos
cultivar lo que podríamos llamar teología -pura. Aquéllos, en una degeneración tan acentuada como la institución familiar. El
cambio, se reservarían como campo más apropiado la zona inter- laicismo y materialismo han puesto en crisis sus mejores valores
media, en que la teología toma contactos con la cultura profana. cristianos y naturales. Una literatura pseudoerótica, cuando no
En este campo gozan de mayor libertad de movimientos que los abiertamente pornográfica; unos espectáculos carentes del sentido
sacerdotes ls . La opinión de Congar coincide a este respecto con del pudor y del más elemental respeto a la intimidad del amor;
la de Pío XII, quien, hablando en 1957 sobre el apostolado se- un progreso científico puesto a menudo al servicio del pecado,
glar, afirmaba: «La actividad (teológica) del seglar católico es han dado origen a un proceso de deformación de la conciencia
particularmente oportuna en los campos en los que la investiga- individual y colectiva sobre la moral matrimonial, que es urgente
ción teológica bordea la de las ciencias profanas» ". contrarrestar. El mismo movimiento, bueno en sí, de emancipa-
El Concilio ha subrayado el carácter específico y la peculiar ción de la mujer en la sociedad ha contribuido a ello. Tal situa-
eficacia que la función evangelizadora de los laicos adquiere por ción da un gran valor al testimonio del laico cristiano en su vida
realizarse dentro de las comunes condiciones de la vida del mun- matrimonial y familiar como factor evangelizador de la sociedad
do. Resuena en el texto conciliar el eco de las palabras del car- donde vive. En la decadente civilización actual, los seglares casa-
denal de Sevilla sobre la misión positiva del seglar, «que consiste dos han de orientar buena parte de sus esfuerzos apostólicos a
en su mundanidad, si vale hablar así, porque tiene que vivir en restituir al matrimonio la estructura cristiana y con ello la paz
el mundo y su quehacer cristiano es bautizar las estructuras del de Cristo en el amor. De este modo quedará de nuevo estable-
mundo desde el interior del mismo mundo» ". El elemento so- cida la primacía del espíritu sobre la materia, de la gracia sobre
ciológico, pues, que caracteriza la función evangelizadora del se- la naturaleza.
glar en el Cuerpo místico es su encarnación en el mundo. Vive Varios obispos subrayaron en el aula conciliar el valor apostó-
en él y tiene por encargo lograr su consagración a Dios, ya que lico del testimonio del laico en su vida matrimonial: Mons. Han-
por su misma condición de seglar se ve mezclado y comprometido nan, obispo auxiliar de Washington, insistió en que, para hacer
en los quehaceres económicos, culturales o políticos del medio más efectiva la participación de los laicos en el apostolado, «era
social que le rodea. Sin olvidar el valor trascendente que el cris- conveniente recalcar en concreto sus deberes de testimonio de fe
tianismo posee como religión que encamina a sus miembros hacia en la vida doméstica...». Monseñor Bednortz, obispo coadjutor
un más allá y que, por lo mismo, implica una renuncia del más de Katowice (Polonia), pensando sin duda en los difíciles mo-
acá—aspecto subrayado en diversas espiritualidades monacales—, mentos por que atraviesa la enseñanza pública de la religión en
14
su país, pedía «que el texto del esquema dijera explícitamente
A propósito de la actividad docente de los seglares en la Tglesia antigua, el
esquema reformado propuesto a discusión de los Padres d a b a la siguiente acla- que los padres son siempre los que deben enseñar la religión a
c i ó n : « M u n u s doctrínale laicorum impletum invenimus a doctoribus laicis antiquis, sus hijos. Así resulta que la actividad apostólica de los laicos se
v.g. S. lustino, Aristide, A r n o b i o , Lactantio, Boetio, Casiodoro, etc., nec non a
modestioris conditionis christianis, de quibus Celsus apud Origenem» (C. Celsum desarrolla ante todo en la propia familia». Y Mons. Fiordelli,
3 , 5 5 : P G 11,994). Cf. Santo T o m á s , Summa Theot. 3 q.71 a.4 ad 3 : Instructio
conversiva ad fidem... potest competeré cuilibet praedicatori vel etiam cuilibet fideli». obispo de Prato, «lamentaba el total silencio del esquema (pri-
Esquema reformado c.3, « D e populo Dei ct speciatim de laicis», nota 18. mitivo) sobre la familia cristiana, que puede ser definida como
15
Jalones... p.356-377.
16
Discurso del 3 de octubre de 79^7.' en Colección de encíclicas y documentos pequeña Iglesia, ya que el matrimonio es símbolo de la unión de
pontificios, trad. de M o n s . P. G a l i n d o , 6.a ed. ( M a d r i d 1962) II p . 2 1 3 9 ; AAS 24
(1957) 931 Cristo con la Iglesia. La familia puede ser considerada como el
11
Diario del Concilio. Comunicados. : F.cclesia n . l l f í j (1963) p.25 ( 1 4 4 1 ) .
684 José M° G. Gómez-Heras C.4. Los laicos. ~M 685

primer y más pequeño órgano de la Iglesia, la cual, partiendo amor fecundo entre Cristo y la Iglesia. El matrimonio relaciona-
precisamente de la familia cristiana, se articula y organiza después do con el misterio de Cristo y de su Iglesia nos recuerda la dilec-
en la parroquia y en la diócesis. La misma vocación a la santidad ción de Jesús muriendo por su esposa y prefigura la unión consu-
propia de las personas desposadas nace del estado matrimonial, mada de Cristo con ella en los esplendores de la gloria ~°.
que es santo porque está santificado por un sacramento» 18. En la familia, el laico «encuentra un ejercicio y una hermosa
En la constitución natural del hombre y de la mujer ha de escuela para el apostolado, donde la religión cristiana penetra
buscarse el origen de la misteriosa atracción mutua que ambos toda la institución de la vida y la transforma más cada día». En
experimentan. La familia se origina así en el modo de ser con- efecto, los casados aprenden y practican en el hogar el difícil
creto con que Dios ha creado a los hombres, los cuales se buscan arte de la santidad. Allí, como en un templo, ofrecen a Dios el
como complementación recíproca en los planos físico, psíquico sacrificio cotidiano de sus trabajos y esperanzas. En él los padres
y moral. Dios, autor de la naturaleza, es también autor de la ten- colaboran con el Creador en la formación de nuevos hijos de la
dencia del hombre y mujer hacia la unión «en una sola carne» Iglesia. Su misión no termina con dar un cuerpo al niño. Se
(Mt 19,6; cf. Gen 2,24). Y ya en su labor formadora de las cosas prolonga en una labor educativa complementaria, en la que, para-
advirtió que «no es bueno que el hombre esté solo. Démosle lelamente al desarrollo del cuerpo, se vaya formando en él un
compañera que sea su ayuda en todas las cosas» (Gen 2,18). La espíritu de creyente. Las enseñanzas, los consejos y el testimonio
unión de dos seres en comunidad de pensamiento y amor para de la vida, sobre todo, son los medios para lograr en el hijo la
complementarse mutuamente en la alegría y en el dolor, en el «imagen de Cristo» a que se encamina la educación cristiana 21 .
sacrificio y en la esperanza, aparece plena de belleza aun como Tal ejercicio educativo en el interior de la familia, si se realiza
simple ideal humano. inspirado por la caridad cristiana, inevitablemente irradiará hacia
El estado de vida matrimonial y familiar está, dice el texto afuera con una acción evangelizadora.
conciliar, santificado por un especial sacramento. Cristo lo ha Los cónyuges tienen su propia vocación en la vida familiar.
querido. Con ello, la unión queda consagrada y constituida en La palabra vocación ha sido excesivamente clerical-izada. La utili-
signo eficaz y fuente de gracia. Desde el momento que en el rito zamos casi en exclusiva para significar la llamada al estado sacer-
sacramental los esposos se hacen mutua donación de sí mismos, dotal o religioso. En la Biblia tenía un sentido más amplio: lla-
Cristo está allí presente con su gracia redentora para ayudarles a mada de Dios para sacar a sus elegidos de un ambiente corrom-
vivir el nuevo estado según su ley santa. Los valores naturales pido para trasladarlos a una situación de santidad. Este fue el
que la unión del hombre y mujer posee, mutua donación, pro- caso de Abraham. Desde la perspectiva de Dios implica la voca-
creación, convivencia, placer..., no son eliminados o menosprecia- ción un designio divino que gravita sobre cada uno de nosotros
dos, sino santificados por la integración de los mismos en una en espera de su cumplimiento en el tiempo. Desde la perspectiva
unidad de orden superior determinada por la gracia sacramental. humana, tal voluntad de Dios se manifiesta por una serie de cir-
Pío XII nos ha descrito esta realidad en un bello pasaje: «el cunstancias : temperamento, inclinación, el medio familiar o so-
matrimonio no es sólo una función natural, sino que para las al- cial... Philips habla de vocación a la Iglesia, llamada universal
mas cristianas es un gran sacramento, un gran signo de la gracia que Dios hace a todos los hombres para formar parte de su pue-
y de algo sagrado, como la unión de Cristo con la Iglesia, hecha blo elegido, y de vocación en la Iglesia, llamada a desempeñar
suya y adquirida con su sangre para regenerar con una nueva una misión especial dentro de la variedad de funciones en el Cuer-
vida espiritual a los hijos de los hombres... Signo y luz del sacra- po místico y que se realiza en unas peculiares circunstancias y
mento que, por decirlo así, cambian la función de la naturaleza,
confieren al matrimonio una nobleza de sublime honestidad que 20
Cf. M . M . P H I L I P O N , O . P . , LOS sacramentos en la vida cristiana, trad. d e
B. Agüero (Buenos Aires 1955) p . 2 2 0 .
comprende y reúne en sí mismo no sólo la indisolubilidad, sino 21
San A g u s t í n exhorta a los padres d e familia (Serm. 9 4 : P L 38,580ss) con
también todo lo que se refiere al significado del sacramento» ". estas p a l a b r a s : «Agite vicem nostram in domibus vestris. Episcopus inde apeliatus
est, quia superintendit, quia intendendo curat». P o r t a n t o , los padres deben instruir
Este significa, según la comparación paulina (Eph 5,22-32), el a los hijos en la fe. Cf. In lo. t r . 5 1 , 1 3 : PL 35,1768. Según San J u a n Crisóstomo,
deben hacer de su casa u n templo (In Gen. h o m . 2 , 4 : P G 5 3 , 3 1 ; In Gen. s e r m . 6 , 2 :
18
Diario del Concilio. Comunicados...: Ecclesia n.1163 (1963) p . 2 8 (1444) y P G 5 4 , 6 0 7 ) . Cf. ibid., 7,1 (col.607ss) : «Cum heri d i x i s s e m : unusquisque vestrum
27 (1443). d o m u m suam ecclesiam efficiat, m a g n a voce acclamastis ac voluptatis q u a v o s illa
i9
Discurso a un grupo de casados, 22 abril 1942. Citado p o r S. S. J u a n X X I I I , verba profuderunt, significationem dedistis». Sobre la educación cristiana cf. SAN
Santidad del matrimonio, 25 oct. 1960, en Colección de encíclicas... II p . 2 4 5 2 ; A A S GREGORIO NISENO, Vita S. Macrinae: PG 46,961-964; SAN JUAN CRISÓSTOMO,
2 (1960) 899-900. In Eph. h o m . 2 1 , 2 : P G 6 2 , 1 5 1 ; S A N J E R Ó N I M O , Upist. 107 ad Laetam: P L 22,867-878.
686 José Ai." G. Gómez-lleras
22
modo de vida . La vocación al matrimonio es una vocación en la C.4. Los laicos. 35 687
u
Iglesia. Una llamada que no se reduce a la tendencia natural hacia de «ágape» . Con ello, los inconfesables egoísmos de la afectivi-
un estado de vida, y ni siquiera hacia una situación sobrenatural dad son transfigurados en caridad y mutua donación. La unión en
de redimidos en Cristo, sino hacia una misión más concreta dentro la carne alcanza así las difíciles cimas de la unión en el espíritu
del misterio de la Iglesia. y en la entrega. Cuando el «ágape» vivifica el templo familiar,
Esta vocación la realizan los esposos juntamente con sus hi- el desarrollo de las relaciones sexuales transcurre con normalidad.
jos siendo testigos de la fe y del amor de Cristo. Descubrir y des- La caridad divina permite superar el egoísmo con la entrega y el
arrollar el sentido de la fe es tarea de los esposos e hijos cristia- sacrificio. Y la unión de dos en una sola carne deja de ser oca-
nos. Su inteligencia sobrenatural debe crecer paralela al progreso sión de embrutecimiento para. convertirse en ejercicio de puro
amor.
de la ciencia profana. Una fe madura fortalecerá la pervivencia
colectiva de la conciencia de pecado en las inevitables caídas de Dos seres unidos en la naturaleza y en la gracia, comulgando
un mismo ideal de pensamiento y amor, realizan bajo la mirada
la debilidad humana, al mismo tiempo que servirá de principio
de Dios los augustos fines que El tiene asignados al matrimonio.
orientador del comportamiento individual y social. Sólo la mutua
En primer lugar colaboran con Dios en la edificación de la ciudad
contemplación de los esposos a la luz de la fe permitirá descubrir humana engendrando subditos fieles, a la vez que pueblan la
la realidad cristiana, trascendente a las apariencias de la carne. Iglesia de Cristo de creyentes, santos y bienaventurados. La obra
Cierto que, en esta perspectiva, el sacramento del matrimonio se procreadora y educadora de los cónyuges justifica la unión ma-
presenta como un misterio. Es la lógica consecuencia de la inser- trimonial a la vez que impone las condiciones en que la misma
ción de la unión hombre-mujer en el misterio total de Dios. Pero* debe realizarse: unidad, indisolubilidad, mutua entrega, conviven-
nada más atractiva para la pequeña comunidad familiar que ir cia... «Como por la unión conyugal de Cristo y de la Iglesia nacen
desvelándolo poco a poco a la par que lo realizan en su vida. El los hijos de Dios, que Cristo y la Iglesia alimentan, hacen cre-
progresivo desvelamiento iluminará con nuevas luces el esplendor cer, educan para la gracia y la santidad, así del matrimonio cris-
de la vida conyugal y el sentido de la misma en los planes de tiano nacen hijos del hombre llamados a convertirse en hijos de
Dios. Dios...» 21. Dentro de esta perspectiva general de colaboradores
Junto al testimonio de la fe florecerá el testimonio familiar de Dios en la transmisión de la vida, los esposos se complemen-
del amor. Pequeño templo y escuela del amor es el hogar. En él, tan mutuamente, realizan la plenitud del amor y ponen remedio
a la concupiscencia con el recto uso de los cuerpos.
a la manera como Cristo se entregó a la Iglesia, los esposos se
donan el uno al otro en el sacrificio y en la esperanza. Sólo el La familia cristiana proclama las virtudes del reino de Dios:
amor cristiano permitirá superar el egoísmo que lastra la afec- testimonia la fe que descubre el sentido divino del hogar; testimo-
tividad humana, sustituyéndolo por una actitud de donación y nia la caridad amando al Señor, Dios, «con todo el corazón, con
toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas» (Mt 12,
entrega. El sabrá disculpar las incompatibilidades de carácter o
30) ; testimonia la esperanza confiada en la bienaventuranza final.
deficiencias que nunca han de faltar. El, sobre todo, no permitirá
Orienta hacia Dios con la prudencia las mil contingencias de la
el supremo mal del amado: la caída en el pecado. Amor que se vida ordinaria. Supera con ayuda de la fortaleza las dificultades
concretará en una comunicación de vida divina entre esposos e del proclamar diariamente a Cristo. Encauza con la templanza
hijos, comunicación que trascenderá los pequeños límites del tem- las pasiones dentro de los justos límites de la razón y de la ley
plo familiar para orientarse hacia Dios y hacia los demás. El divina. Todo ello, en fin, contribuye a preparar en el hogar aque-
amor natural de dos seres humanos queda transformado por el lla «morada del Señor» tan perfectamente realizada en la familia
cristianismo en caridad. Es el «eros» que adquiere la categoría de Nazaret. Como consecuencia, tal testimonio de vida cristiana
«argüirá al mundo corrompido de su pecado y servirá de faro
22
Misió'7 de los seglares en la Iglesia p.116. San Agustín llama al estado ma- orientador a los que buscan la verdad».
trimonial vitae genus o professio (ln Ps. 36.1,2: PL 36,356s: 132,4: PL 37,1730);
también officium (Serm. 96,7,9: PL 38,588; ibid., 267,4: col.1231), o gradus (Serm. « cf. B. HARING, La ley ¡le Cristo, trad. de J. de la Cruz Salazar (Barcelona
192,2: PL 38,1012). San Gregorio Magno distingue en la Iglesia los órdenes de
pastores (predicadores), célibes y casados (Mor. I 14,20: PL 75,535; ln Ez. I 8,10 24 R SPIAZZI, L.os valores espirituales en la vida del laico p.162.
y H 7,3: PL 76,58 y 1014). De grados y órdenes hablan también San Fulgencio
(De Trin. 12: PL 65,507) y San Beda Venerable (ln lo. 1.2: PL 92.661). Teodoreto
utiliza la palabra «tagmata» (ln 1 Tim. 2,15: PG 82,803) ; San Juan Crisóstomo, la
voz «frateias» (ln I Cor. 30,4: PG 61,254).

I.
688 José Air G. Gómez-lleras C.4. Los laicos. }5 689
comúnmente, hasta por Santo Tomás, la práctica de la confesión
4. EVANGELIZACIÓN CON TAREAS PROFANAS Y RELIGIOSAS
entre seglares. Respecto al sacramento de la eucaristía, su acción
Mons. Maziers, obispo auxiliar de Lyón, subrayó en el aula es más limitada. N o poseen el poder de consagrar, aunque sí, en
conciliar el valor evangelizador que posee el quehacer temporal determinadas circunstancias, pueden administrar la comunión a sí
de los laicos: no se pinte como única acción evangelizadora la mismos y a otros, transportarla en caso de necesidad... Esta prácti-
directamente sobrenatural. El seglar evangeliza como padre de ca estuvo muy extendida en la Iglesia antigua 28. Igualmente es
familia, corno obrero, como empresario. N o se pinte el apostolado notable la contribución de los laicos a las acciones litúrgicas en
como algo fuera de la vida concreta del seglar. La fe cristiana no calidad de acólitos, cantores, lectores, comentadores... «Los acó-
debe empujarlos a evadirse de sus tareas terrenas, sino, al contra- litos, lectores, comentadores y cuantos pertenecen a la «sehola
rio, debe inclinarlos más sobre ellas. Tanto más cuanto que en el cantorum», dice la constitución sobre la sagrada liturgia, desem-
mundo actual, si uno se descalifica como trabajador humano, peñan un auténtico ministerio litúrgico. Ejerzan, por tanto, su
se ha descalificado ya como cristiano. Lo primero que el mundo oficio con la sincera piedad y el orden que convienen a tan gran
mira en un cristiano es si cumple bien sus deberes profesionales. ministerio y les exige con razón el pueblo de Dios» 29. Moderna-
Las actividades terrenas asocian de por sí al hombre a la obra de mente ha surgido el problema de si convendría sancionar ciertos
la creación según la voluntad de Dios "5. Corresponde al seglar ministerios litúrgicos ejercidos por los seglares con la administra-
católico asumir la parte que le toca en la construcción de la ciudad ción del orden sagrado correspondiente. A este propósito, el car-
temporal. «No basta proclamar que los católicos son los mejores denal Ruffini, en su discurso sobre el laicado, manifestó que,
ciudadanos, deben probarlo con sus actos» 2". En sus tareas profe- en cuanto a las posibles tareas sagradas que en casos excepcionales
sionales, en la cultura o en la política, el católico no puede esca- podrían encomendarse a los seglares, habría de tenerse en cuenta
bullirse a su responsabilidad. El Evangelio y la Iglesia le propor- que propiamente no pueden ejercerlas si no han recibido previa-
cionan los principios generales de su actuación, pero a él toca mente las órdenes menores. El esquema, pues, debería precisar de
ponerlos en práctica y aplicarlos en cada caso concreto. qué cometidos sagrados se trataba para no dar lugar a equívocos.
Sin embargo, las tareas temporales no agotan el inmenso Los seglares no realizarán plenamente su misión profética si
campo donde el seglar puede desarrollar su acción evangeliza- carecen de un conocimiento profundo de la revelación. La propa-
dora. La colaboración que puede prestar en actividades específi- gación del Evangelio es impensable sin una sólida posesión de la
camente apostólico-religiosas resulta inapreciable, especialmente en teología. De ahí que, como corolario de la doctrina sobre la
regiones donde escasea el clero o donde las circunstancias son ad- función evangelizadora del laicado, el Concilio les exhorta a tra-
versas a la Iglesia. Aquí le será posible desarrollar una bella bajar con celo por conocer más profundamente la verdad revela-
porción de su vocación apostólica. Ya hicimos referencia más arri- da y a impetrar insistentemente de Dios el don de sabiduría
ba a las diversas formas en que el seglar puede participar en la Se trata, en fin de cuentas, de corresponder a la actitud de Dios
actividad docente de la Iglesia. En el plano parroquial podrá co- que nos habla. El se ha revelado por boca de los profetas y de
laborar en la catequesis, en diversas iniciativas de apostolado, su Hijo (Hebr 1,1-2) y continúa transmitiéndonos su mensaje por
dando charlas, conferencias, preparando a la gente sencilla para medio de la Iglesia. De este hecho arranca la exigencia que obli-
la recepción de los sacramentos (penitencia, eucaristía, matrimo- ga a todo cristiano a penetrar en la tierra de promisión donde
nio) ; dirigiendo la plegaria comunitaria en ausencia del sacerdo- Dios desvela su misterio. Sólo en ella se descubre el sentido di-
te. Es más; a veces el seglar asume tareas tan específicamente vino de nuestra existencia y de Jas cosas. La aceptación de la pa-
sagradas como las que pertenecen al terreno de la administración labra de Dios por la fe se ha de desarrollar en un saber so-
de los sacramentos. El Derecho canónico nos proporciona algunos bre la fe. En una «teología». Por ella participamos de la ciencia
datos sobre el particular. Los laicos aparecen como ministros oca- de Dios y contemplamos el mundo desde una perspectiva divina,
sionales del bautismo =7 y entre los teólogos prevalece la opinión fides quaerens intellectum, que dirían los medievales; saber achi-
de que son igualmente ministros del matrimonio. Existió incluso cado por nuestra limitada inteligencia, pero saber divino al fin y
un cierto período en la historia de la Iglesia en que fue aceptada al cabo. Saber nutrido en y por la Iglesia, ya que ella condiciona
25 28
Cf. Diario del Concilio. Comunicados...: Ecclesia n.U63 (1963) p.37 (14^3). 2
1. CONGAR, Jalones... p.263-269.
-<• G. PHILIPS, Misión de los s-.vlares en la Iglesia p.9.3. » Constitución sobre la sagrada liturgia e l n.29; cf. Concilio Vaticano II. Co-
11 mentarios a la const. sobre la sagrada liturgia (BAC. Madrid 1964) p.260-273.
CIC can.742-744,
C.4. Los laicos. 36 691
690 José Air G". Gómez-Heras

nuestras creencias objetivas proponiendo el objeto de nuestra fe. En las estructuras del mundo
Ella es, por tanto, madre y maestra de nuestro creer.
Mientras el apetito de cultura humanista domina amplios sec- 36. Cristo, hecho ohedienle hasta la muerte y, en razón de ello,
tores de la sociedad, no podemos por menos de censurar la grave exaltado por el Padre (cf. Phil 2,8-9), entró en la gloria de su
reino; a El están sometidas todas las cosas hasta que El se someta
pereza intelectual de muchos católicos cuando se trata de profun- a sí mismo y todo lo creado al Padre, para que Dios sea todo en
dizar la fe que poseen. El cristiano no puede conformarse con la todas las cosas (cf. 1 Cor 15,27-28). Tal potestad la comunicó a
fe del carbonero. Un sentimiento de respeto hacia el misterio sus discípulos para que quedasen constituidos en una libertad regia
y vencieran en sí misinos el reino del pecado (cf. Rom 6,12) e
siempre es laudable. Pero la dignidad del misterio quedará a sal-
incluso, sirviendo a Cristo también en los demás, condujeran en
vo siempre que el móvil de nuestro esfuerzo no sea una insana humildad y paciencia a sus hermanos hasta aquel Rey a quien ser-
curiosidad intelectual y sí un afán por descubrir el sentido divino vir es reinar. Porque el Señor desea dilatar su reino también por
de las cosas. La dignidad de la palabra de Dios exige como res- mediación de los fieles laicos; un reino de verdad y de vida, un
reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de
puesta un mayor esfuerzo por poseerla con más plenitud. N o es paz; en el cual la misma criatura quedará libre de la servidumbre
irreal el riesgo de racionalismo. Pero no son menos peligrosos el de la corrupción en la libertad de la gloria de los hijos de Dios
sentimentalismo, que anula la inteligencia, o el activismo, que (cf. Rom 8,21). Grande, realmente, es la promesa y grande el man-
prescinde de ella. En el cristianismo valen menos los planes de re- dato que se da a los discípulos: Todas las cosas son vuestras, pero
vosotros sois de Cristo y Cristo es de D i o s (1 Cor 3,23) •
forma del mundo que el conocimiento y amor de Dios que hacen
Deben, pues, los fieles conocer la naturaleza íntima de todas
posible la realización de los mismos. N o abundan, por desgracia, Jas criaturas, su valor y su ordenación a la gloria de Dios y, ade-
los hambrientos de la ciencia de Dios. La ignorancia religiosa más, deben ayudarse entre sí, también mediante las actividades secu-
no es de los menores males de nuestro tiempo. Y aunque se lares, para lograr una vida más santa, de suerte que el mundo se
advierte un deseo minoritario de ahondar en la fe, aún no llega- impregne del espíritu de Cristo y alcance más eficazmente su fin
en la justicia, la caridad y la paz. Para que este deber pueda cum-
mos a valorar con justicia la ciencia que es anticipo1 de la plena plirse en el ámbito universal, corresponde a los laicos el puesto
visión eterna de la divinidad. principal. Procuren, pues, seriamente que por su competencia en
los asuntos profanos y por su actividad, elevada desde dentro por
La vida apostólica de muchos no trascenderá la zona de la in- la gracia de Cristo, los bienes creados se desarrollen al servicio de
consciencia si carece del alimento de las verdades eternas. Un todos y cada uno de los hombres y se distribuyan mejor entre ellos,
vago sentimentalismo o el activismo propio de la edad joven según el plan del Creador y la iluminación de su Verbo, mediante
el trabajo humano, la técnica y la cultura civil; y que, a su manera,
podrán sostenerla cierto tiempo. Pero el desastre no tardará en estos seglares conduzcan a los hombres al progreso universal en la
llegar. Se necesita repensar constantemente la propia fe para no libertad cristiana y humana. Así, Cristo, a través de los miembros
perder el sentido de la misma. Frente a la irresistible atracción de la Iglesia, iluminará más y más con su luz a toda la sociedad
que muchos cristianos experimentan por el estudio de ideologías humana.
a menudo disolventes del cristianismo, insistimos una vez más en A más de lo dicho, los seglares han de procurar, en la medida
de sus fuerzas, sanear las estructuras y los ambientes del mundo
la maduración de la fe poseída. Para lograrlo de un modo más que inciten al pecado, de modo que todas ellas se conformen a
perfecto se ha de rogar insistentemente a Dios que conceda el don las normas de la justicia, y favorezcan, más bien que impidan, la
de la sabiduría. Su posesión permitirá saborear los misterios de la práctica de las virtudes. Obrando así impregnarán de sentido moral
la cultura y el trabajo humano. De esta manera se prepara a la vez
divinidad bajo la luz nueva que proporciona la unión y connatu-
y mejor el campo del mundo para la siembra de la divina palabra
ralidad sobrenatural del hombre con Dios 3". N o se trata ya de y se abren de par en par a la iglesia las puertas por las que ha de
un descubrimiento de Dios con la razón y ni siquiera con la fe. entrar en el mundo el mensaje de la paz.
Será la caridad la que una en amor perfecto y connaturalice en En razón de la misma economía de la salvación, los fieles han
él al hombre con la divinidad, y de esta unión brotará un sabo- de aprender diligentemente a distinguir entre los derechos y obliga-
ciones que les corresponden por su pertenencia a la Iglesia y aque-
rear divinamente los misterios de Dios. llos otros que les competen como miembros de la sociedad humana.
Procuren acoplarlos armónicamente entre sí, recordando que, en
30
Cf. Summa Theol 2-2 q.45 a.2. cualquier asunto temporal, deben guiarse por la conciencia cris-
tiana, ya que ninguna actividad humana, ni siquiera en el orden tem-
poral, puede sustraerse al imperio de Dios. En nuestro tiempo,
concretamente, es de ($ mayor importancia que esta distinción y
692 José Ai" G. Gómez-lleras C.4. Los laicos. 36 693
esta armonía brillen con suma claridad en el comportamiento de los Juan (Apoc 19,16). La soberanía, sin embargo, de Jesús, que
fieles para que la misión de la Iglesia pueda responder mejor a las en realidad significaba la instauración de todas las cosas en El
circunstancias particulares del mundo de hoy. Porque, así como debe (Eph 1,10) mediante la redención, no suponía un estado defini-
reconocerse que la ciudad terrena, vinculada justamente a las pre-
ocupaciones temporales, se rige por principios propios, con la mis-
tivo de las mismas. Su obra se ordenaba a un término ulterior:
ma razón hay que rechazar la infausta doctrina que intenta edifi- someterse a sí mismo y todo lo creado al Padre, para que Dios
car a la sociedad prescindiendo en absoluto de la religión y qu? sea todo en todas las cosas (1 Cor 15,27-28). Una devolución a
ataca o destruye la libertad religiosa de los ciudadanos. la Trinidad de todo aquello que el Hijo había anteriormente re-
cibido e incorporado a sí.
1. PARTICIPACIÓN DE LOS LAICOS EN LA FUNCIÓN
Cristo asocia también a la Iglesia su función real para que
REAL DE CRISTO
realice y dilate en el tiempo el reino del Señor. Nos encontramos
Cristo es el ungido, el rey que ansiaba Israel desde los lejanos de nuevo ante el misterio de la participación de los hombres a
tiempos de su establecimiento en la tierra prometida (2 Sam 7,12- la obra redentora de Jesús en el mundo. La Iglesia viviente toda,
16). Con El desciende a la tierra el reino del cielo, haciendo des- por consiguiente, también los seglares, prolongan en el tiempo
aparecer la fragilidad y limitación de los hombres. Su entroniza- la realeza de Cristo. San Agustín gustaba de contemplar el acon-
ción como rey universal se efectúa en Sión (Ps 2,6-9; 109,1-3), tecer histórico como una progresiva victoria de la ciudad de Dios
y la resurrección, triunfo definitivo sobre el pecado y la muerte sobre la ciudad del diablo. Tal es, en último término, el plan
(Act 13,33), marca el comienzo de su dominio supremo sobre divino para cuya realización Cristo asocia a los fieles. El cristiano
las cosas. La resurrección y posteriormente la ascensión revelaron camina hacia el cielo, pero su caminar se realiza en la tierra. Por
su gloria a los hombres. Con ellas, el Redentor coronaba su em- tanto, está comprometido, si de verdad sigue al Maestro, a tra-
presa terrestre e iniciaba su imperio sentado triunfador a la de- bajar con miras al establecimiento en el mundo del orden de co-
recha del Padre. Fueron los discípulos los primeros que descu- sas que exige la ley de Dios. Su cooperación al cumplimiento de
brieron en la mañana de Pascua la jornia T>ei que se ocultaba la voluntad divina de difundir el reino le constituye en partici-
bajo la forma serví. Aquel amanecer les reveló en todo su es- pante de la realeza de Cristo. En primer lugar, dominando la
plendor la divinidad del Maestro. creación subordinada a él y ordenándola a la gloria de Dios. Do-
Pero la soberanía de Jesús no había sido conseguida a bajo minio que se manifestará frecuentemente como una liberación
precio. Un anonadamiento previo en forma de siervo (Phil 2,7) de las cosas mismas que tratan de esclavizarle. También ejercerá
la había hecho posible. Soportar las duras condiciones de una su realeza espiritual transformando la potestad en actos de servi-
mísera existencia terrenal, padecer, morir, fueron las duras con- cio a los demás. Para el cristiano, reinar es servir. Juan XXIII
diciones de aquel rescate, que lograba la reconciliación en Cristo amaba titularse siervo de los siervos de Dios. Servir a los demás
del mundo pecador con el Dios ofendido. «¿Acaso no era nece- con el «sacrificio, que en el mundo espiritual es signo de libertad
sario que Cristo padeciese y entrase así en su gloria?», pregun- y es también un acto regio por lo que implica de dominio» 33.
taba el Maestro a los discípulos de Emaús (Le 24,26). La humi- Finalmente, reinar venciendo en sí mismo el reino del pecado.
llación se transformó pronto en glorificación. El sacrificio cruen- El sometimiento del alma y del cuerpo a la ley de Dios propor-
to de la cruz lograba instaurar el orden querido por Dios para ciona la libertad regia que se desarrolla en la paz no perturbada
el «cosmos» en la paz de su santa ley, y desde aquel momento por las bajas apetencias y desórdenes de nuestro ser. «El cristiano
Cristo recibía del Padre la potestad, el honor y el reino (Dan 7, es rey porque triunfa del pecado, domina los arrebatos de la car-
13-14). Un ámbito de dominio universal corresponde a la po- ne, gobierna su cuerpo y su alma» 34.
testad regia del Señor. Su imperio se extiende a las cosas espi-
33
rituales y temporales " . Nada aparecerá tan vivo a la conciencia 34
Cf. I. CONGAR, Jalones... p.276-286.
Ibid., p.276. Sobre el sacerdocio rea! de los fieles, mediante el cual se supera
cristológica de la primitiva comunidad cristiana como el poder el reino del pecado, cf. ORÍGENES, In Mt. hom.14,7: PG 13,1197; SAN HILARIO,
regio de Cristo, que expresan con la palabra Kyrios, el Señor". In Ps. 67,30 (PL 9,465) : «Ipse rex sit eius, cuius servus fuit ante, peccati, hostiam
seipsum vivam... Deo offerens». Cf. ibid., 135,6 (col.771) : «Reges sunt in quos non
El es el rey de reyes y señor de señores que contempla el vidente regnat peccatum, qui dominantur corporis sui, quibus est huius subditae et subiectae
sibi carnis imperium. Hi ergo reges sunt, et horum Deus rex est»; ibid., 2,42.
31
Pío XI, Quai primas, 11 dic. 1925: AAS 17 (1925) 600. col.287; ibid., 137,12: col. 789; SAN AMBROSIO, ln Ps. 118 serm.14,30: PL 15,1403;
32
K. ADAM, El Cristo de nuestra fe, trad. de D. Ruiz Bueno (Barcelona 1958) SAN JERÓNIMO, ln Isaiam 60,1: PL 24,588ss. SAN LEÓN MAGNO, Serm. 4,1 (PL 54,
p.432. 149) : «Quid enim tam regium quam subditum Deo animum corporis sui esse recto-
694 José AL- O. Gómez-Heras C.4. Los laicos. 36 695
Los seglares, con la potestad regía, conducen a sus hermanos es en sí buena. El cristianismo no comparte el concepto maniqueo
hasta aquel rey a quien servir es reinar (cf. Le 22,26ss; Me 10, del mundo. Pero la bondad natural de las cosas ha sido turbada
40-45). «Porque el Señor desea dilatar su reino también por me- por el pecado. Con él han entrado el dolor y la muerte. Desde
diación de los fieles laicos», dice el texto conciliar. Un pasaje entonces las cosas esperan una purificación que las reintegre al
del discurso de Mons. De Smedt sobre el sacerdocio de los fieles orden y paz divinos. Tal fue la obra de Cristo, que sus dicípulos
nos proporciona un excelente comentario a esta idea: «Cristo, continúan realizando a través del tiempo. En esta misión restau-
mediante los laicos, quiere extender su reino pacífico de modo radora, el seglar ha de tener bien presente que las cosas terrenas
progresivo a todo el orden del mundo. Los laicos cristianos, con tienen un valor en sí mismas. Un valor sin duda secundario, pues-
su servicio humilde en la sociedad, deben colaborar con todos los to que no constituyen el fin último de su existencia. Pero valor
hombres de buena voluntad para que en la educación y en la positivo sobre el que ha de construirse el edificio sobrenatural.
legislación se instauren la concordia familiar, social, civil, inter- La gracia no destruye la naturaleza; la presupone y eleva a un
nacional; en una palabra, todo el orden cristiano. Cristo, median- orden superior. La gracia, sin violar a las criaturas en su ser na-
te los laicos, quiere utilizar el progreso técnico y científico para
tural, las incorpora al canto supremo de alabanza que la creación
que toda la humanidad pueda vivir de modo más humano, pueda
rinde a su Hacedor y Redentor.
acceder más ampliamente a los bienes de la cultura, alcanzar más
perfectamente la paz verdadera, la felicidad y la libertad de los La cristificación del mundo, esto es, impregnarle de espíritu
hijos de Dios, esperando la bienaventurada esperanza y la venida evangélico para que alcance más eficazmente su fin, presupone en
del Señor. De este modo, la redención de Cristo «se encarna» en los cristianos una vida santa. Tal santidad el seglar la adquiere
las realidades terrenas, todas las cosas son consagradas gradual- también en sus actividades seculares. Estas poseen un valor santifi-
mente, instauradas y asumidas bajo una nueva Cabeza, bajo el cador para quien las ejecuta y, recíprocamente, son objetivamente
reino pacífico de Cristo (Eph 1,10)»". santificadas por quien las realiza con espíritu cristiano. Se trata
de acciones meramente profanas, tales como el trabajo, la econo-
La liturgia de la festividad de Cristo Rey nos ofrece una des- mía, la cultura, la política, etc., que deben ser ordenadas a Dios
cripción de la realización y características del reino, descripción como fin último y de este modo recibir la «consagración» por
que el concilio ha incluido en el texto de la constitución: «Jesu- parte de quien las ejecuta sin sacarlas del orden temporal al que
cristo, sacerdote, ofreciéndose a sí mismo como hostia inmaculada pertenecen. Para que esta consecratio mundi pueda realizarse, co-
y pacífica en el ara de la cruz, realizó el misterio de la redención rresponde al seglar el puesto principal. Monseñor Morcillo lo hizo
de los hombres y, habiendo sometido todas las criaturas a su im- resaltar en el aula conciliar: la misión del laico es la misma de
perio, devolvió a su Majestad un eterno y universal reino; reino
Cristo y de la Iglesia. Su función primaria consiste en la propia
de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de jus-
consagración a Dios y, secundariamente, en la consagración de
ticia, de amor y de paz» 36. Podemos, por consiguiente, concluir
las cosas inferiores por el recto uso de ellas. «Es muy importan-
con la constitución: «Grande, realmente, es la promesa y grande
te—dirá también Mons. Geice, obispo de Bogor (Indonesia) —
el mandato que se da a los discípulos: «todas las cosas son vues-
subrayar el valor de la actividad temporal de los laicos, mediante
tras, pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dio».
la cual pueden imprimir en el mundo el sello de la justicia y de
la caridad, lo someten a Dios y a Cristo y prefiguran el reino de
2. DEBERES DE LOS SEGLARES EN ORDEN A LA CRISTIFICACIÓN Dios. Con su dedicación temporal pueden los laicos hacer visi-
DEL MUNDO blemente más resplandeciente el rostro de Cristo, no sólo para
aquellos que viven en la Iglesia, sino también para quienes están
La instauración del reino de Cristo en el mundo presupone
alejados» " .
por parte de los seglares un recto conocimiento y valoración de
las criaturas. Estas proceden de Dios y se ordenan a manifestar Con la ayuda de los dos esquemas De Ecclesia, utilizados como
su gloria. La creación, como obra salida de las manos de Dios, base de discusión en las sesiones primera y segunda, precisaremos
rem? et Quid tam sacerdotale quam vovere Domino conscientiam puram, et inmacu- las ideas del Concilio sobre las características de lo que llama-
Jatas
35
pietatis hostias de altari cordis offerre?» ríamos «acción temporal» del seglar. En primer lugar se señala
Mons. DE SMEDT, obispo de Brujas, El sacerdocio de todos los fieles, en Dis-
cursos
36
conciliares p.47. :i
Prefacio de la festividad de Cristo Rey. ~ Diario dd Concilio. Comunicados... : Ecclesia n.HM (19(í3) p 37 (1453) 7
31 (1417),
C.4. Los laicos. 36 697
696 José Mr G. Gómez-Meras 38
a la posición cristiana en el terreno de lo social . Para el mar-
en el texto que es a éste a quien corresponde el puesto principal xismo, la religión cristiana es alienación, evasión de la realidad
en orden a la cristificación del mundo. Los pastores deben alen- terrestre: «El cristianismo, dirán sus teóricos, propone como ideal
tarle en el cumplimiento de tal misión. El campo de acción en la soledad, el desprendimiento del mundo, la tranquilidad, con
que ha de cumplirla son los asuntos profanos, actividades mera- todas las prácticas ascéticas y las fugas o evasiones místicas que
mente seculares, carentes de carácter religioso o pecaminoso; tales caracterizan la vida de perfección como la conciben y exaltan los
los asuntos económico-sociales, culturales, profesionales, etc., que maestros de espiritualidad cristiana... El cristiano, aun el seglar,
por su naturaleza pertenecen al orden temporal. Se trata, pues, si quiere ser consecuente consigo mismo, piensa o sueña en un
de una actio catholicorum in vita et societate civili o, dicho con paraíso eterno, una felicidad del más allá, que acaba por alejarlo
otras palabras, de una participación del seglar católico en la vida de los cometidos de esta vida y hacer de él un desterrado en la
pública, «política» en sentido amplio, de la sociedad en que vive. tierra. El cristiano no puede mostrar gran interés por las cosas
Tal intervención tiene un fin inmediato: el desarrollo y justa dis- de la tierra... El hombre moderno, en cambio, en franca oposi-
tribución de los bienes creados para servicio de todos o, lo que ción con la orientación cristiana, se preocupa de constituir un
es lo mismo, el bien temporal de la comunidad. Pero la felicidad reino de felicidad humana y terrena, condición que considera in-
terrenal no constituye fin último total para el cristiano. Su acti- dispensable para la realización misma de la salvación individual,
vidad ha de tener un destino trascendente: Dios. Por eso ha de comprometida o imposibilitada por condiciones exteriores de mi-
mirar a El como fin supremo: su glorificación en todas las cosas seria y de guerra... En conclusión: el cristianismo está hoy sin
y, de rechazo, la consecución para sí mismo de la felicidad eter- fuerza, sin presa, porque es antisocial; va y está a punto de ser
na. Todo ello realizado según el plan del Creador y la ilumina- superado por otros mensajes y sistemas más actuales, capaces de
ción del Verbo. Los medios que ha de emplear en la empresa mejorar el mundo. Un cristiano, no obstante ciertas ilusiones y
son el trabajo, la técnica y la cultura civil. Se le exige compe- ciertos intentos, no puede tomar parte, seria y eficazmente, en la
tencia en los asuntos profanos para que su cooperación, realizada gran construcción social» " .
con ánimo honesto y generoso, resulte eficaz. Una idea aún de Ciertamente dentro de la Iglesia existen dos posturas al pare-
esencial valor en el cristiano añade el Concilio: la actividad tem- cer contrapuestas. Traducen el dualismo bíblico «estar en el mun-
poral del seglar ha de estar intrínsecamente elevada por la gracia do» sin «ser del mundo» (lo 15,19; 17,15; 18,36). Pero su valor
de Cristo. Con ello, el trabajo material o intelectual recibe una cristiano ha de medirse no tanto por la oposición que revelan
eficacia sobrenatural, un valor espiritual y redentor. Deviene san- cuanto por la síntesis de que son susceptibles. Para unos, la Igle-
to. Por supuesto, sin segregarlo de la finalidad temporal que tie- sia no ha de instalarse en la tierra, sino caminar a través de ella
ne : contribuir al bien común. En una palabra: un programa de sin contaminarse. Ha de abandonar las preocupaciones de orden
realización de la consecratio mundi tanto por parte del fin como temporal en manos del Estado con la vista puesta únicamente en
de la persona agente. El resultado no puede ser otro que un la ciudad celeste. No puede perder la perspectiva escatológica de
«conducir a los hombres al progreso universal en la libertad cris- la historia. Por tanto, está justificado el temor al bienestar te-
tiana y humana, de modo que Cristo, a través de los miembros rrestre, que hace olvidar los bienes del cielo. La Biblia parece
de la Iglesia, ilumine más y más con su luz a toda la sociedad dar la razón a esta tendencia por cuanto que une a menudo pro-
greso material y corrupción moral, mientras que, por el contrario,
humana».
los elementos redentores irrumpen en la humanidad en medio de
Con la participación del seglar católico en los asuntos profa- situaciones de depresión económico-social y venidos de lo alto.
nos están relacionadas al menos dos notables cuestiones íntima- Para otros, la religión cristiana ha de aceptar los hombres como
mente ligadas entre sí: 1) el debatido tema de la inmanencia- son y orientar el apostolado a proporcionarles unas confortables
encarnación o trascendencia-desencarnación del cristianismo en el condiciones de vida. La religión cristiana no puede ser relegada
mundo; 2) la intervención de los seglares católicos en la vida a la sacristía con la misión de despachar billetes para la eterni-
política. dad. Los bienes temporales tienen un valor en sí, y este valor
El problema de la inmanencia o trascendencia del cristianismo
en el mundo se pone sobre el tapete con ocasión de la polémica 38
Cf. G. THILS, Transcendance ou incarnation ÍLovaina 1950).
entre humanismo cristiano y humanismo marxista. Se refiere, pues, " R. SPÍAZZI, Los valores espirituales en la vida del laico p.193-134.
698 José Ai" G. Gómez-Heras
debe ser desarrollado en toda su virtualidad. Existirá un máximo C.4. Los laicos. 36 699
de cristianismo allí donde se dé un pleno desarrollo de las posi- a la consecución de la chitas terrena. El ámbito de la vida política
bilidades de la creación. Respecto al problema social, la Iglesia se extiende, pues, a todos los asuntos temporales de cualquier
ha de procurar elevar el nivel de vida de las masas populares genero, como la administración pública, el campo de la economía,
mediante la predicación y el testimonio de la justicia. N o otra de la cultura, de lo «político» en sentido vulgar, incluso de lo
sería la razón de existir de los organismos sociales católicos. Ello recreativo.
permitiría al cristianismo penetrar en las masas largo tiempo ya Para muchos, el cristianismo es incompatible con la política.
alejadas de Cristo. Lo religioso, dicen, y lo político son dos campos separados e in-
Ambas posturas tienen mucho de verdad y parte de error. Por dependientes entre sí que nada tienen que ver el uno con el otro.
eso necesitan complementarse mutuamente en una síntesis superior Además, la actividad política es intrínsecamente inmoral por la
a base del principio clásico: la gracia no destruye la naturaleza, corrupción e intriga que implica. Por tanto, no puede estar per-
sino que la presupone y dignifica. Por tanto, no obstante el cris- mitido al cristiano contaminarse con ella. Colaboraría las más de
tianismo tenga como fin último una felicidad ultramundana, tiene las veces con un Estado hostil a la religión y, al mismo tiempo,
también por misión organizar la conveniencia terrestre según los comprometería a la Iglesia en materias opinables y relativas, coar-
postulados de la justicia y de la paz. En él se armonizan perfecta- tándola a los intereses e ideologías de grupos determinados.
mente la encarnación en las estructuras terrenales y la llamada a Sobre la intervención de los católicos en la vida pública está
la trascendencia. Cristianismo y bienestar no se contraponen. suficientemente claro el pensamiento del magisterio. León XIII
Aquél contribuye al desarrollo de éste y lo dignifica ordenándolo dice que es un deber de los fieles. Los Papas posteriores han pre-
a un fin superior. En el primer esquema de Ecclesia utilizado en cisado las condiciones y ámbito de la misma'". Se podrían citar
el debate conciliar se incluía el siguiente pasaje, que muestra a múltiples textos de los discursos de Pío XII en su favor. Vaya
las claras la preocupación de la Iglesia por el bienestar social: por delante uno de la Pacem in terris, de Juan XXIII, válido por
«Aunque los asuntos profanos económico-sociales no corresponden todos: «...Exhortamos de nuevo a nuestros hijos a participar
directamente a la Iglesia, sin embargo, dado que los hombres no activamente en la vida pública y a colaborar en el progreso del
bien común de todo el género humano y de su propia nación.
pueden practicar expeditamente una vida religiosa si no se en-
Iluminados con la luz de la fe cristiana y guiados por la caridad,
cuentran en condiciones de vivir dignamente como' personas hu-
deben procurar con no menor esfuerzo que las instituciones de
manas en lo temporal, la Iglesia, compadeciéndose de las masas
carácter económico, social, cultural o político, lejos de crear a los
(cf. Me 8,2), posee el derecho y el deber, especialmente donde
hombres obstáculos, les presten ayuda positiva para su personal
falten las condiciones debidas, de impulsar a su clero y fieles a
perfeccionamiento así en el orden natural como en el sobrenatu-
que promuevan obras sociales que satisfagan tales necesidades» "'.
ral. Sin embargo, para imbuir la vida pública de un país con rec-
Más espinosa aún se presenta la cuestión de la intervención tas normas y principios cristianos, no basta que nuestros hijos
de los católicos en la vida política. Existe una positiva aversión gocen de la luz sobrenatural de la fe y se muevan por el deseo
hacia tal intervención por la carga de polémica y de pasión que de promover el bien; se requiere, además, que penetren en las
encierra. Y, sin embargo, pocos temas tan interesantes, tratándose instituciones de la misma vida pública y actúen con eficacia desde
de un asunto en el que están en juego tantos derechos individua- dentro de ellas. Pero como la civilización contemporánea se ca-
les y colectivos. Por supuesto, no entendemos aquí por política racteriza sobre todo por un elevado índice científico y técnico,
ese arte de los arreglos y compromisos que muchos practican y nadie puede penetrar en las instituciones públicas si no posee cul-
que está caracterizado por la intriga, el egoísmo y la corrupción. tura científica, idoneidad técnica y experiencia profesional» ".
Nos situamos más bien en la zona de principios de la sociología El primer esquema de Ecclesia " era mucho más explícito so-
católica e intentamos expresar con las fórmulas «vida política» bre el particular que el texto de la constitución promulgada. En
y «vida pública» el conjunto de actividades que orientan el di- él se recomendaba a los pastores que aconsejaran a los seglares
namismo de la sociedad temporal hacia el bien común. Una reali- intervenir en los asuntos de orden temporal, y a éstos, que acep-
dad amplia que incluye el conjunto de instituciones, estructuras
e iniciativas en las que transcurre el quehacer humano en orden 41
Cf. M . B E N Z O , en Comentarios a la «Pacem in terris» (BAC. M a d r i d 1963)
p.593-594.
42
Ibid.. n.146.147.148 p.58-58.
i:i
40
C.6, «De laicis», n . 2 5 , «De collaboratione laicorum principalibus formis». C.6, De laicis n . 2 5 . «De collaboratioais laicorum principalibus formis».
700 José Al.8 G. Gómez-Heras C4. Los talcos. 36 701
taran gustosos la misión que les compete en el orden político de ca, preparación técnica y competencia profesional. El título de
la sociedad: promover eficazmente el bien común temporal. Los católico no da derecho alguno para ocupar puestos de responsa-
católicos deben ejercer en este campo una activa presencia, cola- bilidad en el gobierno o en la administración. El derecho a ellos
borando con todos los hombres de buena voluntad en pro de la se origina en la competencia profesional de cada cual.
prosperidad del propio país y de la comunidad internacional. Se
trata, en definitiva, de edificar la ciudad terrestre según los planes 3. PROMOCIÓN DE LOS VALORES MORALES EN EL MUNDO
de Dios. En esta tarea, el seglar cristiano debe comportarse como
ciudadano responsable de su condición cívica y de su carácter re- La presencia del seglar en el ámbito de las estructuras huma-
ligioso. Su actuación tendrá un doble valor: obrar como ciuda- nas no se limita a contribuir al desarrollo de los bienes creados
dano según el espíritu y principios del cristianismo; desarrollar con miras al bien común de la sociedad. Su condición de cristiano
una actividad inmediatamente política, impregnada desde dentro le exige también una promoción de los valores morales del mun-
por motivos e ideales religiosos. do mediante un saneamiento de los ambientes en que vive y una
Existen múltiples razones a favor de la intervención de los callada labor en favor de la cristificacíón de la cultura y del tra-
católicos en la vida pública: en primer lugar es un ciudadano y, bajo. La Pacem in terris nos habla de un sentido más humano de
la vida pública, que «requiere necesariamente, como fundamento,
por tanto, no puede sustraer su contribución al bien común del
la verdad; como medida, la justicia; como fuerza impulsora, Ja
país. Están en juego muchos intereses individuales y colectivos
caridad, y como hábito normal, la libertad...». «Los hombres
que le atañen directamente. Además, la democratización moderna
—continúa la encíclica—han de ajustar sus actividades personales
de la sociedad ha responsabilizado a los individuos en las empre-
al orden moral y, por consiguiente, han de proceder como quien
sas sociales. De ellas no puede estar ausente el cristiano. El influjo
ejerce un derecho y cumple una obligación. Más aún: la razón
de los factores políticos se proyecta a menudo sobre problemas
exige que los hombres, obedeciendo a los designios providenciales
religiosos y, consiguientemente, es necesaria una presencia activa de Dios relativos a nuestra salvación y teniendo muy en cuenta
y vigilante de los laicos que salvaguarde, si las circunstancias lo los dictados de la propia conciencia, se consagren a la acción tem-
exigen, los derechos de la Iglesia. Hay también una motivación poral conjugando plenamente las realidades científicas, técnicas y
apostólica: impregnar de espíritu cristiano la vida política para profesionales con los bienes superiores del espíritu»". Estaría
que en ella vuelva a imperar la ley de Dios. lamentablemente condenada al fracaso cualquier civilización que
Hoy día existe un hecho que condiciona a veces el modo de no se sometiera a las normas de moral que enraizan en último
participación de los católicos en la política: la estructura parla- término en Dios y a El conducen. Existe una ley divina, participa-
mentaria de las democracias modernas con el característico plura- da en la naturaleza o positivamente manifestada por Dios, que ha
lismo de partidos políticos. Dado que muchos de ellos están do- de servir como criterio de la bondad o malicia de las actividades
minados por ideologías anticristianas y con frecuencia incluyen terrenas. El seglar católico ha de tenerla muy presente para lograr
en sus programas de actuación puntos gravemente perjudiciales impregnar las estructuras humanas con una función más alta aún
para los intereses de la Iglesia, no es de extrañar que los católicos que la de alcanzar una felicidad terrenal: proclamar por doquier
se agrupen también en un partido inspirado en los principios del la gloria de Dios. Con ello no perderán su función natural. No
cristianismo para fortalecer su presencia en el Estado y defender se alienarán. Deberán integrarse solamente en un plan superior,
los propios ideales e intereses. Esta necesidad es tanto mayor según el cual, el fin inmediato del progreso humano, la felicidad
cuanto que las fuerzas anticristianas no manifiestan reparo alguno de acá abajo, ha de ordenarse al fin último de todo lo creado: la
en agruparse para atacar los derechos de la religión y de la Iglesia. manifestación de la gloria eterna del Padre.
Por supuesto que una participación adecuada del católico en El sentido del cristianismo en la historia no es otro que el
la vida pública exige determinadas condiciones. En primer lugar, de conducir todo a Dios. Pero en la realización de esta misión
un conocimiento profundo de los principios filosóficos y teológi- encuentra un grave obstáculo: el pecado. Los teólogos lo definen
cos cristianos sobre la naturaleza, fines y ordenación de la sociedad como una separación de Dios y conversión a las criaturas 4S. El pe-
civil. Se da por descontada también la base sobrenatural de su cador invierte el orden establecido por Dios en Ja creación. De
actuación: espíritu de fe y caridad en todo. Pero se requiere en 41
N.1-19-150; cí. Cotnintarios a la «Pacem in lerrii» p.59-60.
especial, según la Pacem in tenis y el texto conciliar, cultura cívi- 45
Summa Theol. 2 q.71 a.íí.
C.4. Los laicos. 36 703
702 José Al." G. Gómez-lleras
hecho, las estructuras y ambientes del mundo de hoy se encuentran 4. EL SEGLAR COMO MIEMBRO DE LA IGLESIA Y COMO MIEMBRO
ampliamente dominados por el pecado. Basta echar una ojeada so- DEL ESTADO
bre la vida diaria para advertirlo. Se da incluso una pérdida de la En los dos esquemas de Ecríesia utilizados como base de dis-
conciencia del mal, mientras abundan los intentos de justificación
cusión en el Concilio y en el texto promulgado se dedica un pá-
ética del mismo. El seglar ha de tener muy en cuenta esta situa-
rrafo a precisar la posición del seglar en cuanto miembro de la
ción y convencerse de que cualquier esfuerzo en pro de la mora-
Iglesia y en cuanto miembro de la sociedad civil. En el primer
lización de la sociedad supone como condición previa la supera-
esquema llevaba por título sobre la sana autonomía de la socie-
ción del pecado. Sólo así las cosas podrán iniciar de nuevo su
dad terrena, y en él se establecía la diferencia que existe entre
retorno a Dios y será posible crear un clima en que impere la
la tendencia que salvaguarda la legítima autonomía de la socie-
justicia y se desarrolle tavorablemente la práctica de las virtudes.
dad civil y la que propugna una completa secularización, contra-
El resultado de la actuación del seglar en este sentido será ria a la religión, de la misma. Tema ciertamente delicado por la
un informar de sentido moral la cultura y el trabajo. La cultura compleja realidad que toca"". Sin embargo, el hecho de abordarlo
va íntimamente ligada a la verdad, y ésta se encuentra en el cris-
respondía a un deseo repetidamente manifestado por los Padres
tianismo. Hoy más que nunca se precisa un saneamiento de las
conciliares. Convendría, se dijo en varias intervenciones, hablar
inteligencias con la fe que ilumina las realidades terrestres con
claramente en esta constitución dogmática de las relaciones entre
su luz divina. Una nueva redención del mundo del espíritu, que
la Iglesia y el Estado, exponer la distinción entre lo que pertene-
produzca la síntesis de los valores positivos de la cultura moderna
ce a una y a otro, hacer ver que el ciudadano y el miembro de
en estado de desequilibrio con los principios eternos de la reve-
la Iglesia es uno mismo y que no se dan acciones del laico cató-
lación. También el trabajo debe encontrar su elevado sentido en
el cristianismo. La industrialización moderna ha envilecido bru- lico que sean meramente civiles. Se debería hacer una diferencia-
talmente su dignidad reduciéndolo a mercancía de fácil compra- ción para distinguir la vida de los laicos como miembros de la
venta. Por eso necesita recobrar su valor divino contemplándolo sociedad humana y la vida de los laicos como miembros de la
a través del Hombre-Dios, que lo ha dignificado siendo artesano Iglesia. Un obispo polaco pedía que se pusiera de relieve la li-
durante treinta años en un humilde taller de Nazaret. El mundo bertad que compete a la Iglesia en la profesión de la fe, así como
laboral necesita sentirse colaborador de Dios en la obra de la su independencia del Estado 47 .
creación. Esta no ha salido de las manos de Dios como un logro Es fácil advertir un cambio de perspectiva en el enfoque de
acabado, sino como una inmensa virtualidad que está exigiendo la cuestión entre las dos primeras redacciones y el texto definiti-
un desarrollo. El trabajador cristiano recobrará en esta tarea su vamente aprobado. Este considera preferentemente las relaciones
función social de servicio a los motivos superiores del bien co- entre Iglesia y Estado desde el punto de vista del comportamien-
mún, de la virtud, de la glorificación del Creador y de la propia to personal del seglar en ambas sociedades; aquéllas, en cambio,
salvación eterna. las definen más en sí mismas, objetivamente. Así, el texto pro-
mulgado habla de distinción entre los derechos y obligaciones de
La promoción de los valores morales contribuye indirectamen-
los seglares como miembros de la Iglesia y como miembros del
te a la expansión del reino de Dios. Este necesita condiciones
Estado; las redacciones precedentes, de evitar la confusión y mez-
favorables, sociales y políticas, para poder arraigar y desarrollar-
cla de lo religioso con lo civil y de oponerse a la infausta sepa-
se. Tales condiciones faltan cuando en la sociedad domina el
vicio, la injusticia y el pecado. De ahí que el esfuerzo de los ración u oposición entre la sociedad civil y la Iglesia. Aquél dice
laicos en orden a un saneamiento moral de las estructuras se con- que procuren los seglares armonizarlas entre sí según las normas
vierta, de rechazo, en una preparación de las mismas para recibir de la conciencia cristiana y que es de la mayor importancia para
la siembra de la palabra de Dios. Los obstáculos que la Iglesia nuestro tiempo que tal distinción y armonía brillen en el com-
frecuentemente encuentra para cumplir su misión quedarán eli- portamiento de los fieles; ideas que, por el contrario, faltan en
minados, abriéndose de par en par las puertas a la acción bené- éstas. Aquél, en lugar de la expresión «ataca la libertad cristia-
46
fica de su mensaje de justicia y de paz al mundo. Cf. LEÓN XIII, ene. lmmortale Drí, 1 nov. 1885: ASS 18 (1885) 161-180, y
ene. 47 Sapientiae christianae, 10 enero 1890: ASS 22 (1889-90) 385-404.
Cf. discursos de Mons. HURLEY, arzobispo de Durban : de Mons. MAZIERS,
obispo auxiliar de Lyón. y de Mons. KEPLACZ, obispo de Lordz, en Diario del Con-
cilio. Comunicados...: Ecclesía n.116.3 (1963) p.31 (1447), 33 (1449) y 37 (1453).
C.4. Los laicos. 36 705
704 José M.- G. Gómez-lletas
rectos principios, unidos los dos poderes 5", ha de trabajar por
na», utiliza «ataca la libertad religiosa de los ciudadanos». Ad-
una sociedad en la que brillen entre Iglesia y Estado la distin-
vertimos, en fin, otros cambios, como la supresión de las expre-
ción, la unión y la armonía que resplandecen entre lo humano
siones «total» separación, «infausta» separación y del texto de
y lo divino en la persona del Verbo encarnado.
Mt 22,21; el señalar la importancia en nuestros tiempos de la
En nuestro tiempo, concretamente, es de la mayor importan-
distinción y armonía entre ambos órdenes y la sustitución de
cia que esta distinción y armonía brillen con claridad en el com-
«pernicioso laicismo y secularismo» por «infausta doctrina».
portamiento de los fieles para que la misión de la Iglesia pueda
Por una parte se ha de evitar cuidadosamente la confusión o
responder mejor a las circunstancias del mundo de hoy. Estas,
mezcla de los valores religiosos y de los civiles. Son distintos los
en efecto, se muestran decididamente contrarias a mezclar los
deberes del seglar en uno y otro campo. Existe hoy una concien-
fines y actividades de lo religioso y de lo profano. A pesar de
cia más clara sobre el particular, aunque no todos sean fieles al
lo cual, el estatalismo moderno no tiene reparos en absorber o
«dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»
utilizar los valores religiosos para conseguir los propios fines.
(Mt 22,21). El monofisismo sociológico, que unifica la natura-
Existe igualmente un ambiente de laicización y secularización de
leza de lo religioso y de lo civil, absorbiendo uno de los factores
las estructuras civiles. Se subyuga a la Iglesia conculcando sus
en el otro, debe ser superado. En la economía cristiana existen
más sagrados derechos. Se obstaculiza la libertad religiosa de los
dos órdenes de realidades y actividades que es preciso distinguir
ciudadanos. Son circunstancias históricas que exigen poner en
para no dar lugar a peligrosas confusiones o dramáticas dudas de
claro la distinción, armonía y jerarquización de ambos órdenes.
conciencia. La sociedad terrena y la Iglesia poseen diversos prin-
El magisterio admite gustoso entre los principios de la doctri-
cipios, fines y medios. Cada una es entidad perfecta en su orden
na católica «la legítima y sana laicidad del Estado» '", ya que éste
de cosas, poseyendo medios suficientes para alcanzar el propio fin.
se ocupa de asuntos temporales, posee principios y medios pro-
Se puede hablar, por consiguiente, de una sana autonomía de la
pios y persigue el bien terrenal de la comunidad humana. Pero
sociedad terrena. Ambas tienen sus jerarquías propias, sus ins-
la afirmación de esta sana laicidad no supone la aprobación de
trumentos de gobierno y sus métodos de trabajo diversos en fun-
la infausta doctrina del «laicismo» o «secularismo», que intenta
ción de las distintas finalidades que persiguen.
edificar la sociedad prescindiendo de la religión y que ataca o
Por otra parte, los seglares se opondrán a la total separación
destruye la libertad de los ciudadanos. La justa autonomía de la
y, más aún, a la oposición de la sociedad terrena a Dios y a su
sociedad civil presupone un reconocimiento de la primacía de lo
Iglesia. Han de acoplar armónicamente ambas realidades, tenien-
espiritual y eterno y una ordenación al fin último de las cosas.
do presente que en cualquier asunto temporal deben guiarse por
N o se puede olvidar que Iglesia y Estado están al servicio del
la conciencia cristiana y tener en cuenta que también el orden
hombre, y que éste, en la situación de redención que vivimos,
temporal está sometido al imperio de Dios. Tan peligroso es el
posee valores naturales y sobrenaturales que, aun siendo diversos,
monofisismo sociológico como el nestorianismo, que separa lo
están armónicamente unidos y jerarquizados. El Estado no debe
humano y lo divino rompiendo todo vínculo de la sociedad tem-
prescindir de tal realidad a la hora de estructurar el orden civil.
poral con Dios " . Una separación total llevaría a la sociedad ci-
Cabe discutir sobre la manera concreta más conveniente de inte-
vil a una apostasía teórica y las más de las veces práctica. Sólo
grar el factor religioso en el Estado. No todos admiten la confe-
el naturalismo y liberalismo propugnan una tal separación con
sionalidad del mismo 52. De todos modos, cualquier postura que
graves daños para la Iglesia y para el Estado. Del liberalismo
se adopte debería dar por supuesto que existen unos derechos de
dimana, «como de su origen y principio, la perniciosa teoría de
la verdad inviolables y que el indiferentismo religioso es inacep-
la separación de la Iglesia y del Estado. La verdad es, por lo con-
table. Pero tal supuesto no debe descuidar el respeto a las con-
trario, que, aun siendo diversas en su esencia y en su grado, las
vicciones religiosas de la conciencia individual. La fe se acepta
dos potestades deben estar coordinadas por la armonía de las
con una decisión personal y libre: nemo credens nisi volens. El
acciones y por la mutua correspondencia de servicios» " . El se-
glar, pues, en nombre de la tradición de la Iglesia, que se es- "> PÍO X U , aloe. Alia postra
51
filíale, 23 marzo 1 9 5 8 : AAS 50 (1958) 220
PÍO X I I , ibid., p . 2 2 0 .
fuerza por mantener distintos, pero también, y siempre según los 52
Cf. las dos posturas opuestas en E. GUERRERO, El Estado laico como ideal de
régimen político cristiano: Razón y Fe 142 (1950) 341-354; 143 (1951) 29-44 y
48 140-157; en el mismo sentido, L. PALACIOS, El mito de la nueva cristiandad 2.s ed.
G. PHILIPS, Misión de loi seglares en la Iglesia p.l63 ; (Madrid 1952) ; tendencia opuesta, J. VIALATOUX y A. LATREIILE, Christianisme et
119
LEÓN XIII, ene. Libertas n.46, en Colección de encíclicas y documentos po.n~ laicité: Esprit 17B (1949) 520s, y 18B (1950) 387s.
tijicios p.77.
2. C.Vaticano 23
706 José Mr G. Gómez-Heras C.4. Los laicos. 37 707
problema no se resuelve con el predominio de uno de ambos periencia de los laicos, pueden juzgar con mayor precisión y ap-
extremos, sino con la síntesis equilibrada de los mismos. No es titud lo mismo los asuntos espirituales que los temporales, de suer-
te que la Iglesia entera, fortalecida por todos sus miembros, pueda
éste lugar para extendernos en tan espinosa cuestión. Hoy parece cumplir con mayor eficacia su misión en favor de la vida del
mirarse con más simpatía la sociedad vitalmente cristiana que el mundo.
Estado jurídicamente católico. Acaso fuera útil a la hora de dis-
La progresiva revalorización del laicado en la Iglesia puso
cutir o de actuar tener en cuenta que una cosa son las situaciones sobre el tapete el problema de sus relaciones con el sector diri-
ideales y otra las situaciones concretas, que la diversidad de éstas gente de la misma: la jerarquía. La cuestión llegó hasta el Con-
exige a veces soluciones dispares y que la solución ideal no es cilio, si bien no existió apenas polémica sobre el particular. Sin
siempre la más conveniente en una circunstancia social o histórica embargo, no era fácil responder, dada la complejidad de tales
particular. relaciones. En torno a los polos jerarquía-laicado polarizan una
serie de derechos y deberes recíprocos que era necesario preci-
sar: función santificadora, rectora y al mismo tiempo abierta a
la colaboración y al diálogo de la jerarquía respecto al laicado;
Relaciones entre jerarquía y laicado
actitud obediente, responsable en el diálogo y en el servicio de
37. Los seglares, como todos los fieles cristianos, tienen el
éste respecto a la jerarquía. Revalorización de la libertad de los
derecho de recibir con abundancia de los sagrados pastores, de en- hijos de Dios en la tensión que se origina siempre entre los ex-
tre los bienes espirituales de la Iglesia, ante todo, los auxilios de tremos gobernantes-gobernados. El texto conciliar nos descubre
la palabra de Dios y de los sacramentos; y han de hacerles saber, una vez más la acción del Espíritu vivificando su Iglesia.
con aquella libertad y confianza digna de los hijos de Dios y de los
hermanos en Cristo, sus necesidades y sus deseos. Tin la medida de La distinción de Congar entre estructura y vida, de la Iglesia
los conocimientos, de la competencia y del prestigio que poseen, nos ayuda a comprender el pensamiento del Concilio sobre tales
tienen el derecho y, en algún caso, la obligación de manifestar su cuestiones: «Entendemos por estructura los principios que proce-
parecer sobre aquellas cosas que dicen relación al bien de la Igle-
sia. Hágase esto, si las circunstancias lo requieren, mediante insti-
dentes de Cristo, representando con El y por El las causas gene-
tuciones establecidas al efecto por la Iglesia, y siempre con veraci- ratrices de la Iglesia, constituyen como la pars formalis de la
dad, fortaleza y prudencia, con reverencia y caridad hacia aquellos misma, lo que constituye a los hombres en Iglesia de Jesucristo.
que, por razón de su oficio sagrado, personifican a Cristo. Nos referimos especialmente al depósito de la fe, a los sacra-
Procuren los seglares, como los demás fieles, siguiendo el mentos de la fe y a los poderes apostólicos transmitidos de uno
ejemplo de Cristo, que con su obediencia hasta la muerte abrió a
todos los hombres el gozoso camino de la libertad de los hijos de
a otro. La Iglesia tiene en esto su esencia. Entendemos por vida
Dios, aceptar con prontitud y cristiana obediencia todo lo que los de la Iglesia la actividad que ejercen los hombres, formados en
sagrados pastores, como representantes de Cristo, establecen en la Iglesia por los elementos susodichos, a fin de que esta Iglesia
Iglesia actuando de maestros y de gobernantes. Y no dejen de en- cumpla su misión y alcance su fin, que es, a través del espacio
comendar en sus oraciones a sus prelados, para que, ya que viven y el tiempo, hacer de los hombres y del mundo reconciliado el
en continua vigilancia, obligados a dar cuenta de nuestras almas,
cumplan esto con gozo y no con angustia (cf. Hebr 13,17). templo comunal de Dios» 53. La estructura, pues, de la Iglesia es
Los sagrados pastores, por su parte, reconozcan y promuevan la jerárquica, no democrática. Y este hecho positivo de la voluntad
dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Hagan divina ha sido tenazmente afirmado y defendido por el magiste-
uso gustosamente de sus prudentes consejos; encárguenles, con rio y la teología. La vida, por su parte, presupone una amplia
confianza, tareas en servicio de la Iglesia, y déjenles libertad y es- intervención de los fieles en la marcha de la comunidad eclesial
pacio para actuar, e incluso denles ánimo para que ellos, espontá-
neamente, asuman tareas propias. Consideren atentamente en Cristo, hacia la realización de su misión en el mundo.
con amor de padres, las iniciativas, las peticiones y los deseos Las relaciones entre jerarquía y seglares han de regularse pre-
propuestos por los laicos. Y reconozcan cumplidamente los pasto-
res la justa libertad que a todos compete dentro de la sociedad cisamente según las exigencias de los aspectos estructural y vital
temporal. de la Iglesia. De igual manera dañaría gravemente al Cuerpo
De este trato familiar entre laicos y pastores son de esperar místico de Cristo una infravaloración de los factores estructura-
muchos bienes para la Iglesia; porque así se robustece en los se- les que un desinterés por las exigencias vitales. Ambos planos se
glares el sentido de su propia responsabilidad, se fomenta el en- exigen y complementan mutuamente. La ley de coexistencia ha
tusiasmo y se asocian con mayor facilidad las fuerzas de los fieles
a la obra de los pastores. Pues estos últimos, ayudados por la ex- 53
jalones... p.311.
C.4. Los laicos, 37 709
708 José M.° G. Gómez-lleras
sido formulada por el mismo Congar del modo siguiente: «Con- ten otros muchos que, al indicar los deberes del clero para con
junción y armonía entre la comunicación jerárquica desde arriba el pueblo cristiano, implícitamente enumeran los derechos de los
y el consentimiento comunitario desde abajo. La Iglesia se realiza laicos respecto al clero. Así unos señalan los deberes de los pas-
por una relación viva entre los dos extremos que podrían llamar- tores en orden a la administración de los sacramentos " y a k
se polo jerárquico y polo comunitario» " . Nada en la Iglesia sin instrucción catequística del pueblo cristiano". Otros hacen re-
el obispo: Ecclesia est in episcopo, y, paralelamente, nada sin el ferencia a la colaboración de los seglares en la instrucción reli-
consentimiento de la comunidad: Ecclesia... et in ómnibus stati- giosa de los niños " y otros, en fin, a la posibilidad de ejercer
bus constituta. Dualidad de «polo jerárquico y polo comunita- ciertas funciones administrativas 59. «Sin embargo—escribía un teó-
rio; de una jerarquía por la que la Iglesia queda estructurada y logo en vísperas del Concilio—, en conjunto, hay que decir que el
de una comunidad en la que únicamente halla su complemento derecho propio de los laicos en la Iglesia está aún formulado
y por medio de la cual puede dar eficiencia a su programa de con muy poca claridad. Muchos ven precisamente aquí la razón
vida; una sola Iglesia hecha de arriba y de abajo; de arriba, reci- del poco interés que el laico muestra por la Iglesia, en la que
biendo los principios de la estructura; de abajo, porque esos nada tiene que hacer. Pero no está decidido todavía si ha de
principios son recibidos y vividos por los hombres, quienes pue- venir primero una disposición jurídica de arriba o si hay que em-
den desarrollar todas sus aplicaciones» s5. pezar por una educación desde abajo a fin de que los laicos pue-
Esta dualidad estructura-vida permite relacionar, según el es- dan asumir y cumplir sus derechos en la Iglesia» eo.
píritu querido por Cristo para su Iglesia, los derechos y deberes La constitución De Ecclesia ha venido a llenar en gran parte
recíprocos de la jerarquía y del laicado. Los seglares serán miem- este vacío. En el capítulo 3.°, al tratar de los obispos, subraya el
bros activos de la comunidad haciéndose solidarios de las ini- sentido de servicio que tiene el ministerio episcopal. «Los obis-
ciativas y quehaceres de todo el conjunto. Pero su actividad se pos, en su calidad de sucesores de los apóstoles, reciben del Se-
realizará bajo la mirada comprensiva de la autoridad jerárquica. ñor, a quien se ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra,
Cooperación vitalizada con dosis equilibradas de alegría y de la misión de enseñar a todas las gentes y predicar el evangelio a
sacrificio, de obediencia y de libertad, de confianza y de res- toda criatura a fin de que todos los hombres logren la salvación
ponsabilidad. por medio de la fe, el bautismo y el cumplimiento de los manda-
mientos... Este encargo que el Señor confió a los pastores de su
1. DERECHOS Y DEBERES DE LOS LAICOS pueblo es un verdadero servicio, y en la Sagrada Escritura se
llama muy significativametnte «diaconía», o sea «ministerio».
Del hecho de pertenecer los seglares a la esencia de la Igle- Frente a esta misión de servicio de la jerarquía, el pasaje que co-
sia, ellos son también Iglesia, se derivan sus derechos y deberes mentamos habla del derecho de los seglares a «recibir con abun-
en el seno de la misma. Tales derechos y deberes son en sí in- dancia de los sagrados pastores, de entre los bienes espirituales
tangibles, ya que manifiestan la voluntad del Señor para su Igle- de la Iglesia, ante todo, los auxilios de la palabra de Dios y de
sia. Jerarquía y laicado pertenecen al pueblo de Dios. Ambos se los sacramentos; y han de hacerles saber, con aquella libertad y
necesitan y condicionan mutuamente. El seglar tiene necesidad confianza digna de los hijos de Dios y de los hermanos en Cris-
de los pastores en orden a la participación en la vida sacramental to, sus necesidades y sus deseos».
del Cuerpo místico. Los pastores están condicionados por el lai- En la segunda parte de este mismo párrafo se toca una de las
cado, puesto que existen en razón del pueblo. Su actividad se cuestiones más delicadas de las relaciones entre la jerarquía y el
ordena a servir al pueblo. Su existencia tiene sentido por el pue- pueblo cristiano: la cuestión de la opinión pública. Este proble-
blo. El Código de Derecho canónico, ciertamente no muy ex- ma parece conectarse con uno de los signos de nuestro tiempo.
plícito sobre el tema del laico, precisa en el canon 682 que «los La opinión de los laicos como «factor creador de Iglesia» se pre-
seglares tienen derecho a recibir del clero, conforme a la disci- senta en el momento actual como una manifestación particular
plina eclesiástica, los bienes espirituales y especialmente los au-
•« CIC; can.738.792.892.939. etc.
xilios necesarios para la salvación». Este es el único canon que 5Í
Ibid., can.1329-1332.
58
hace referencia a los derechos de los seglares. N o obstante, exis- 59
Ibid., c a n . 1 3 3 3 .
Ibid., can.373.1592, etc.
60
51 A . SUSTAR, El laico en la Iglesia, en Panorama de la teología actual, trad de
Ibid., p.312.
55 A, P. Sánchez-Pascual ( M a d r i d 1961) p . 6 5 8 .
Ibid., p . 3 1 3 .
710 José Ai." G. Gómez-Heras C.4. Los laicos. 37 711

de una realidad histórica más profunda y extensa. La sociedad trañarán tan sólo quienes no conocen la Iglesia o la conocen mal.
humana ha experimentado en las dos últimas centurias un proce- Porque ella, después de todo, es un cuerpo vivo, y le faltaría
so de democratización que ha dado como resultado el poner gra- algo de su vida si la opinión pública le faltase; falta cuya censu-
dualmente en manos del pueblo los resortes de la marcha de la ra recaería sobre los pastores y sobre los fieles» ".
historia. Esto, al menos donde el proceso no ha sufrido mixtifica- También los Padres conciliares se manifestaron favorables a
ciones. La vieja estructura de la sociedad dirigida por minorías una postura de abertura y diálogo entre jerarquía y seglares.
ha dejado el paso libre al predominio del factor popular en la Monseñor Tarancón, actual arzobispo de Oviedo, opinaba que el
misma. Se trata, en definitiva, de un reconocimiento del valor esquema debía tratar del problema de la opinión pública en la
de la responsabilidad individual de todos y cada uno en la edi- Iglesia, dadas su importancia pastoral y su exigencia por parte
ficación y gobierno de la comunidad. Paralela a esta evolución del mundo moderno. «Pero habría que definir sus límites y con-
de la civitas terrena, el pueblo cristiano ha ido tomando con- cretar sus formas para evitar imprudencias, ya que la opinión
ciencia de su misión dentro de la Iglesia. El proceso de laiciza- pública de la Iglesia—que es una sociedad jerárquica, por volun-
ción—en el buen sentido de la palabra—de la Iglesia ha acre- tad de Cristo, y no democrática—se rige por normas y tiene for-
centado en los seglares el sentido de la responsabilidad que tie- mas de manifestación distintas de la sociedad civil». «La voz de
nen actualmente en la vida interna del Cuerpo místico y en su los seglares—añadirá monseñor Hengsbach—nos es necesaria. Sin
proyección hacia el mundo. Uno de los aspectos en que el laico ella viviremos fuera de la realidad. Ellos son los que saben de
parece más impaciente en hacer sentir su cristianismo responsable las realidades concretas en que ha de aplicarse el apostolado».
es en el de que .su opinión sobre asuntos temporales o religiosos El cardenal Gracias, arzobispo de Bombay, exige a los obispos un
sea tomada en consideración. Se trata, en suma, de una revalori- cambio de mentalidad en su actitud con los laicos: «tenemos que
zación de la misión profética individual que el Espíritu deposita irnos formando en una nueva ascética para aceptar el que razo-
en cada uno de los fieles. El hecho se presenta, no obstante, nada y prudentemente se nos discuta y para aprender a no querer
como una manifestación parcial de una situación más profunda hacerlo todo nosotros». La opinión del cardenal Gracias no era
y universal que se da hoy como dato sociológico de nuestro mo- otra cosa que una formulación moderna del dicho de San Ci-
mento histórico. priano: «oportet enim episcopos non tantum docere sed et dis-
El magisterio de la Iglesia no ha sido insensible a esta rea- cere; quia et ille melius docet qui quotidie crescit et proficit dis-
lidad. Pío XII le ha dedicado especial atención. En una alocu- cendo meliora» 6 ~. El cardenal Ruffini, en cambio, adopta una
ción a los periodistas católicos, en febrero de 1950, decía a este opinión restrictiva. El no ve con buenos ojos que el esquema
propósito: «La opinión pública es, en efecto, el patrimonio de hable de la facultad y el deber que tienen los seglares de mani-
toda sociedad normal compuesta de hombres que, conscientes de festar su parecer sobre asuntos religiosos: «Los laicos no tienen
su conducta personal y social, están íntimamente ligados con la un derecho ministerial, exclusivo de la jerarquía; deben fijarse
comunidad de la que forman parte. Ella es en todas partes y en bien los límites de las intervenciones de los seglares en materia
fin de cuentas el eco natural, la resonancia común, más o menos religiosa, ya que podrían crear dificultades tanto a los sacerdotes
espontánea, de los sucesos y de la situación actual en sus espíri- como a los fieles» M.
tus y en sus juicios. Allí donde no apareciera ninguna manifes- El seglar es a menudo portador de carismas a través de los
tación de la opinión pública, allí sobre todo donde hubiera que que el Espíritu Santo se manifiesta. La jerarquía, al mismo tiem-
registrar su real inexistencia, por cualquier razón que se explique po que vigila la cualidad de tales manifestaciones, debe tenerlas
su mutismo o su inexistencia, se debería ver un vicio, una en- en cuenta cuando proceden de lo alto. En el c.2, sobre el pueblo
fermedad, una irregularidad de la vida social... Ahogar la de los de Dios, la constitución nos habla del sentido de la fe con el
ciudadanos, reducirla a un silencio forzado, es, a los ojos de todo que el Espíritu Santo mueve y sostiene al pueblo de Dios bajo
cristiano, un atentado contra el derecho natural del hombre, una la dirección del magisterio, sentido por el que aquél se adhiere
violación del orden del mundo tal como ha sido establecido por
Dios... Querríamos Nos todavía añadir una palabra referen- " Alocución a los periodistas católicos, 17 feb. 1950: AAS 42 (1950) 256.
Cf. 2Colección de encíclicas... 1 p.236 y 240.
te a la opinión pública en el seno mismo de la Iglesia (natu- " Epist. 74 X : PL 3,1135.
ü3
ralmente en las materias dejadas a una libre discusión). Se ex- Diario del Concilio. Comunicados...: Bcclesia n.1163 (1963) p.37 (1453) 27
(14431.29 (1445) y 24 (1440),
712 José M' G. Gómez lleras
713
C.4. Los laicos. 37
indefectiblemente a la fe concedida a los santos, la penetra con
o en un dogmatismo clerical, que atribuye a las propias convic-
rectitud de juicio, y la aplica más íntegramente en la vida.
ciones la infalibilidad de la fe, o en un dogmatismo laical, que
A propósito del «sensus fidei» del laicado, monseñor Cantero, ac-
concede a las propias el valor de axiomas incontrovertibles.
tual arzobispo de Zaragoza, en una bella intervención, subrayó
Ambas posiciones son igualmente inaceptables. A ellas se opone
que «el magisterio de la Iglesia debe favorecer, escuchar y re-
para superarlas el dinamismo del diálogo conducido en condi-
coger los frutos y las luces de este «sensus fidei», teniendo so-
ciones que le permitan fructificar. En primer lugar, con «vera-
bre todo en cuenta su proyección sobre las realidades en el
cidad, fortaleza y prudencia, con reverencia y caridad hacia
mundo actual, en especial en el campo cultural. Búsquese la co-
quienes personifican a Cristo», como precisa el texto conciliar.
laboración y diálogo con los laicos y téngase en consideración
Con respeto también hacia las opiniones del interlocutor; con
la opinión pública de la iglesia» ". El mismo Concilio ha dado
actitud comprensiva ante posiciones contrarias o dispares y ante
ejemplo al buscar la colaboración y consejo de los seglares para
los motivos que las avalan; con lealtad, sin reticencias o ambi-
redactar algunos esquemas. Y no sólo han sido admitidos como
güedades. Con una actitud evolutiva. La irreformabilidad de las
auditores en el aula conciliar. Su voz ha sido atentamente escu-
propias opiniones hace imposible el diálogo. Finalmente, un no
chada también por la asamblea.
claro al fanatismo y a la intransigencia.
Insistiendo aún más en el diálogo pastores-seglares, el obis-
po auxiliar de Washington, monseñor Hannan, propugna su ins-
2. E L DEBER DE OBEDECER Y ORAR
titucionalización por medio de organismos apropiados: «es opor-
tuno—dijo—-que los obispos constituyan organismos a través de Era preciso tener en cuenta, y el Concilio no lo olvida, que,
los cuales los laicos puedan expresar su parecer y sus necesidades al poseer la Iglesia una estructura jerárquica, la obediencia for-
para una más eficaz acción católica en el ámbito de la dióce- ma parte de las relaciones jerarquia-laicado. La potestad sagrada
sis» ". A este deseo corresponde el texto del decreto cuando reside en los pastores. N o podemos hablar de democratización
aconseja que la opinión de los seglares sea manifestada, si las de la Iglesia en el sentido que lo decimos de la sociedad civil.
circunstancias lo requieren, mediante instituciones establecidas Aunque, en último término, la autoridad en ambas proceda de
al efecto por la Iglesia. Tales organismos podrían proporcionar Dios, la transmisión se efectúa por diversos caminos. La jerar-
una excelente información de base a niveles parroquiales o dio- quía encarna la autoridad en la Iglesia, autoridad que, recípro-
cesanos, sobre la que se montaría con objetividad la actuación camente, presupone en los fieles el deber de obedecer. N o falta-
apostólica. Ello permitiría al mismo tiempo acrecentar la res- ron voces entre los Padres que llamaran la atención sobre este
ponsabilidad, participación e interés colectivos en las experien- punto. Así, el cardenal Ruffini manifestó un cierto disgusto
cias y empresas de la comunidad. porque el esquema presentado a discusión parecía dejar un tanto
Nadie ignora los riesgos y peligros del diálogo. A la jerar- en el olvido la misión rectora de la jerarquía: «los laicos—dirá—
quía compete la misión de encauzar, vigilar, corregir. Conviene deben obedecer, puesto que la Iglesia es una sociedad perfecta,
descartar desde el primer momento la postura presuntuosa de jerárquicamente establecida, en la que el mando corrsponde a
quienes se creen autosuficientes en sus juicios y actuaciones. La los obispos». Con él coincidirá monseñor Melendro, arzobispo
jerarquía tiene mucho que decir en todos los campos, especial- de Anking, insistiendo en «la obediencia que se debe a la auto-
mente en el religioso. El riesgo, no obstante, de una autosufi- ridad eclesiástica, cualquiera que sea, porque toda autoridad se
ciencia del seglar no es utópico. Los casos se podrían contar por ejerce, al menos implícitamente, en nombre de Cristo. Así, pues
docenas. Puede a veces darse el hecho de conflicto entre el pa- —continúa—hay que dar más espacio en el esquema al deber de
recer de los seglares y el de la jerarquía. Si es el Espíritu Santo obedecer a los obispos...» 66
quien se manifiesta en unos y otros, la discordancia n o será real, La obediencia en la Iglesia posee una naturaleza teológica.
objetiva. La luz no puede oponerse a la luz. Y tanto menos si Es el resultado del reconocimiento de su estructura jerárquica,
procede del mismo sol. De hecho podrán existir posiciones en- querida por Cristo, su Fundador divino, para ella. En última
contradas. Pero el aparente conflicto sólo puede tener su origen instancia, la obediencia mira a Dios, de quien procede toda auto-
ridad. La obediencia del pueblo cristiano se encuentra vivificada
" 5 Ibid., n.1464 (1963) p.31 (1487). efi
<¡ Ibid-, n.1463 (1963) p.28 (1444). Diario del Concilio. Comunicados...: Ecclesia n.1163 (1963) p.24 (1440)
y 28 (1444).
714 José Al.° G. Gómez-Heras C.4. Los laicos. 37 715
por el espíritu de fe y el amor de Dios. La sumisión a la potes- paralelamente a la maduración crítica del mismo. Así se alcan-
tad ejercida por los hombres se ejerce por amor del Señor zará la educación de la voluntad y de la libertad.
(1 Petr 2,13-17). Los motivos últimos del obedecer se remontan Junto a la obediencia a los pastores, la oración por quienes
hasta la divinidad, que manifiesta su voluntad por medio de están «obligados a dar cuenta de nuestras almas para que cum-
quienes la representan en el Cuerpo místico. De ahí que la plan esto con gozo y no con angustia» (cf. Hebr 13,17). En el
aceptación de las normas de los pastores en la Iglesia sea en orden de la gracia todo procede del Señor. Por consiguiente, es
realidad aceptación de los deseos de Dios ". Con ello el seglar necesaria la plegaria suplicante que suavemente fuerce a Dios a
no pierde dignidad. Al contrario, asciende a la zona de suprema conceder sus dones. La caridad transforma la posibilidad de rogar
libertad que crea el espíritu de fe en las relaciones humanas. unos por otros en gozosa obligación de amor. Cristo será para el
Unas bellas líneas de G. Philips nos lo aseguran: «reconocer sin seglar el modelo y maestro en este quehacer.
ambages la dignidad del laicado en la Iglesia no puede menos de
afinar y profundizar el respeto a la jerarquía. Algunos católi- 3. DIGNIDAD Y RESPONSABILIDAD DE LOS LAICOS EN
cus apresurados han hablado a veces de «obediencia ciega» para LA IGLESIA
acabar con todas las argucias de los insumisos. Ahora bien, nada
hay tan clarividente como la obediencia católica, que dispone de La mayoría de los autores que tocan el tema del laicado no
los ojos de la fe para ver en los jefes los enviados y represen- olvidan hacer referencia a la situación de inferioridad del se-
tantes de Jesucristo. Habrá momentos en que la cosa sea muy glar durante un largo período de la historia del cristianismo. La
difícil. La docilidad del fiel será tanto más leal cuanto su fe sea conciencia de los laicos de pertenecer a la Iglesia y ser Iglesia
más robusta y más esclarecida. La autoridad de la Iglesia se le no fue ciertamente muy viva en las últimas centurias. La jerar-
aparecerá en su misión santificadora...» "" quía y el clero lo llenaban todo. La comunidad orante se vio
Sin duda que la obediencia ha de tener muy presente la per- desplazada de la inmensa nave de la catedral gótica por el lujoso
sonalidad de los seglares. Estos aceptan graves responsabilidades coro donde el clero recitaba la salmodia. A pesar de que teóri-
y, por lo mismo, cuando se hacen planes, es preciso consultar su camente no fuera negada la misión del laico en el Cuerpo mís-
parecer. Tanto más cuanto que la obediencia cristiana excluye tico, «los hechos externos daban pretexto para pensar que la
igualmente la insubordinación y el servilismo. Cierto que no Iglesia católica era la Iglesia del clero y que jurídicamente los
existirá colaboración en la misión de la Iglesia sin obediencia. laicos eran sólo auxiliares y únicamente el clero poseía plenitud
Pero tampoco existirá auténtica obediencia sin la libertad de los de derechos en la Iglesia. Según esta concepción, los laicos for-
hijos de Dios. Del servilismo a la cooperación consciente media man exclusivamente el pueblo al que hay que guiar y enseñar.
un abismo. La obediencia sin diálogo degenera en servilismo; el Los laicos no tienen más función que oír a la jerarquía, cumplir
diálogo sin obediencia, en rebeldía. Dado que el acto de obede- sus mandatos y contribuir con su aportación económica a la Igle-
cer procede de la voluntad y que ésta actúa según las motiva- sia. En lo demás son como enfermos o niños que dependen to-
ciones teóricas que el entendimiento presenta, toda obediencia talmente de la ayuda ajena. Más aún, en muchos sectores, los
debe ir precedida de un juicio crítico más o menos explícito de laicos habían caído incluso en descrédito, y llamar la atención
la razón. No se obedece como una máquina. Se obedece como sobre ellos y sus derechos en la Iglesia resultaba casi sospechoso.
hombre racional y libre. Porque hay que admitir la posibilidad Cuando se pretendía hacer esto, siempre había gente dispuesta
de una deficiente información del superior e, incluso, de moti- a recordar ciertos hechos históricos, ciertas experiencias desas-
vos egoístas. El diálogo es, por tanto, conveniente y también las trosas, ciertas revoluciones y herejías en las que habían partici-
oportunas explicaciones de la jerarquía que aclaren a los segla- pado de modo preponderante los laicos» 69 . Los seglares, habi-
res las motivaciones de sus normas. Esto logrará que el respeto tuados a recibir del clero la verdad cristiana ya digerida y asi-
del pueblo de Dios ante la autoridad establecida se desarrolle milada, carecían del espíritu de reflexión que caracteriza cual-
fl7
quier asimilación personal de una doctrina. Algo parecido suce-
El esquema reformado De Eccles'ia c.3, «De populo Dei et speciatim de laicis», día en sus actuaciones en el campo religioso, planificadas casi
nota 25, da como razón de la obediencia: «ratio oboedientiae non ex sanctitate per-
sonal! ñeque ex scientia praepositi desumitur sed ex motivo religioso, scilicet, ex eo siempre desde arriba. Tal pasividad aparecía tanto más censura-
quod pastores muñere suo sacro Christi auctoritatem repraescntant. Textus Eph 6,5-6,
qui de servís et dominis agit, a fortiori de fidelibus erga praepositos religiosos valet».
Gs A. SUSTAR, El laico en la Iglesia I.c, p.6-15.
Misiún de los seglares en la Iglesia p.64.
716 fose ñl.° G. Gómez-Heras C.4. Los laicos. 37 717
ble cuanto que en múltiples ocasiones hubiera correspondido a señor Primeau, «de la necesidad de la obediencia, reverencia y
los seglares tomar la iniciativa y orientar por tratarse de materias sumisión, y resaltemos suficientemente la responsabilidad y la li-
de su competencia. bertad de iniciativa que deben reconocerse a los laicos por cuanto
Esta situación de inferioridad del laico dentro de la Iglesia son verdaderos miembros del Cuerpo místico de Cristo» ".
parece que se encuentra a punto de ser superada. Pocos serían El texto de la constitución precisa más aún en qué ha de con-
hoy los católicos, clero incluido, que suscribieran la opinión y sistir la colaboración activa del seglar con la jerarquía. Esta debe
compartieran los temores de un influyente monseñor romano, el utilizar los consejos de los seglares, encargarles tareas en servicio
cual escribía a mediados del siglo pasado al cardenal Manning de la Iglesia, animarles a que las asuman, considerar sus inicia-
a propósito de la revalorización del laicado intentada en Ingla- tivas, peticiones, deseos. «Hay muchísimos cristianos, verdadera-
terra por Newmann: «Si no se hace fracasar a los laicos en su mente eruditos, que piden que se les escuche en aquellas mate-
intento, van a gobernar la Iglesia católica en Inglaterra en lugar rias donde gozan de una competencia de la que no raras veces
de la Santa Sede y el episcopado... ¿Cuál es el campo de los lai- carecen los clérigos...; sobre todo juzgan verdaderamente nece-
cos ? La caza, las armas, la hospitalidad. Esto es todo lo que ellos sario establecer coloquios entre ellos y la Iglesia jerárquica en
comprenden. Pero en cuanto a ocuparse de los asuntos eclesiás- orden a promover debidamente el bien común de la Iglesia y a
ticos, no tienen ningún derecho a ello...» ™ El mismo magisterio definir en concreto el puesto de los laicos en el apostolado» ". La
de los Papas ha testimoniado repetidamente el cambio de menta- jerarquía necesita especialmente el consejo de los «intelectuales»,
lidad sobre el problema: los seglares «deben tener una con- que pueden proporcionar valiosas ideas y abrir perspectivas nue-
ciencia cada vez más clara de pertenecer a la Iglesia, es decir, vas, siempre que se les reconozca la justa libertad de movimiento,
a la comunidad de los fieles sobre la tierra bajo la guía de un el sentido de iniciativa, y se respete su competencia. Muchas son,
jefe común, el Papa, y los obispos en comunión con él. Ellos son por otra parte, las tareas eclesiales que el seglar puede realizar.
Iglesia». Su conducta, diría Pío XII en otra ocasión, debería ser ¡Cuánto clero desempeña hoy día funciones propias de seglares,
«una clamorosa respuesta a las calumnias de los adversarios, que mientras vastas regiones del mundo piden sacerdotes a gritos!:
acusan a la Iglesia de tener celosamente atados a los laicos sin tareas de orden administrativo, tareas docentes, tareas apostólicas,
permitirles ninguna actividad personal, sin asignarles una misión tareas en que se requiere especialización técnica propia del seglar.
propia en su dominio» ". ¿No sería más racional encomendar la economía de una dióce-
Los obispos, en sus relaciones con los seglares, viene a decir sis a un economista seglar, o la construcción y conservación de
el esquema, han de tener en-cuenta la nueva situación. En primer iglesias a un arquitecto, que a un sacerdote, carente las más de
lugar, reconociendo y promoviendo la dignidad y responsabilidad las veces de la especialización exigida por la vida moderna?
de los seglares. Varias voces se levantaron en el aula conciliar ¿No lograríamos con ello centrar a los mismos sacerdotes en lo
para recordarlo: «Podemos afirmar—dirá Mons. Primeau—que que es específico de su misión sacerdotal? Es necesario comba-
los laicos, conscientes hoy de sus propias capacidades, no quieren tir la peligrosa tentación del clericalismo. Para ello convendría
ya admitir ser tratados como miembros meramente pasivos, some- regular las relaciones clero-laicado en orden a la instauración de
tidos sin saber a la autoridad de la Iglesia «como ovejas mu- una sociedad cristiana según el espíritu del principio de subsi-
das»...; son conscientes de su propia dignidad y competencia, no diariedad, que en este caso concreto, según la opinión del obispo
sólo en lo que atañe a las cosas temporales, sino también en lo de Münster, habría de ser aplicado según la siguiente fórmula:
que toca a la vida interna de la Iglesia...» «Rechazar una mayor «lo que pueden cumplir los laicos por su propio trabajo y res-
responsabilidad de los laicos en el apostolado—añade monseñor ponsabilidad no ha de acapararlo el clero» ". Los seglares, ade-
Hengsbach, obispo de Essen—expone a la jerarquía al peligro más, suelen poseer un excelente espíritu de iniciativa. De ellos
de permanecer alejada y casi fuera de la realidad y, por lo mismo, han partido planes fecundos en el terreno del apostolado. Basta
a la imposibilidad de adaptar su acción a las exigencias concretas con permitir la maduración de la semilla que el Espíritu Santo
del apostolado» ™. No hablemos, pues, demasiado, concluye mon- deposita. Una asistenta social, en su quehacer asistencial, está me-
70
Texto de M o n s . Talbot citado por J. G u i r r o N , El seglar en la Iglesia p . 2 4 . 73
Responsabilidad y libertad de los laicos, en Discursos conciliares p.86-87.
71
Cf. Aloe, al S. Colegio. 20 febrero 1946, y Discurso a los trabajadores cris- 71
Ibid.. p.85-86.
tianos belgas: AAS 13 (194(5) 149 y 16 (1949) 550. respectivamente. 75
J. H Ó F F N H R , El apostolado de los laicos y el principio de subsidiariedad:
12
Diario del Concilio- Comunicados...; Ecclesia n . 1 1 6 3 (J963) p.27 ( 1 4 4 3 ) . ibid., p . 9 0 .
718 José M* G. Gómez-Heras C.4- Los laicos. 37 719
jor situada para intuir una iniciativa apostólica en el terreno de reflexión personal, y con ello «organiza sabiamente el peor de los
Caritas que un obispo en su despacho. A éste compete aceptar servilismos, el del espíritu. Allá donde reina la libertad de los
y consagrar, vigilar y dirigir la obra. Pío XII ha subrayado el hijos de Dios, hombres reflexivos y concienzudos ponen su inte-
valor de la iniciativa de los seglares: la jerarquía debe utilizar al ligencia y voluntad al servicio de la comunidad» !8. El obispo
apóstol seglar «con la conciencia de su gran responsabilidad, alen- auxiliar de Manchester había indicado en la asamblea los peli-
tándolos, sugiriéndoles iniciativas y acogiendo de buen grado las gros a que se exponía la jerarquía si no adoptaba una postura
que sean propuestas por ellos, y, según la oportunidad, aprobán- abierta sobre la cuestión de las relaciones autoridad-libertad en el
dolas con amplitud de miras. En las batallas decisivas es a veces apostolado: «habrá sin duda que esperar: 1) una creciente acri-
del frente de donde parten las iniciativas más felices. La historia monia de los laicos frente a la autoridad de la Iglesia; 2) una
de la Iglesia ofrece numerosos ejemplos de ello» 76. iudiferencia creciente de los laicos, que observan pasivamente las
leyes sin participar nunca de la vida misma y de la misión de la
4. LA JUSTA LIBERTAD DE LOS SEGLARES Iglesia; 3) más aún, algunas veces un abandono de la fe y de la
La Iglesia, en su peregrinar terrestre, tiene necesidad de leyes Iglesia» ". «Reconozcan cumplidamente los pastores—aclara el
y normas que regulen su vida interior y su proyección en el mun- texto de la constitución—la justa libertad que a todos compete
do. Tales directrices emanan de la jerarquía. Ella personifica la dentro de la sociedad civil». La Iglesia no está ligada a un régi-
autoridad. Quien las cumple es el pueblo cristiano. En el ejercicio men o partido determinado en la sociedad temporal. En la am-
de la autoridad es posible el abuso del poder. Se comprende por plitud de miras del mensaje cristiano caben multitud de opciones
ello la necesidad de subrayar que los seglares en la Iglesia han de tipo político, cultural, económico o social. El bien común es
de gozar de una justa libertad. «En estos tiempos de totalitarismo el fin de toda sociedad. Pero los caminos que a él conducen son
(la Iglesia) no debe dar hacia dentro ni hacia fuera la sensación diversos y están condicionados por múltiples circunstancias.
de ser una forma clerical de sistema totalitario disfrazada de reli- El cardenal Gracias ha hablado de una protección canónica de
gión» ". En ella, cada individuo inmerso en la vida del todo es- la autoridad y de la libertad en las relaciones entre jerarquía y
tará sin duda sometido a la autoridad, pero esta subordinación no laicado: «Quizá sería bueno—afirmó—asegurar a los laicos una
ha de excluir en él una relativa autonomía. Los seglares no están protección canónica contra posibles abusos de la autoridad ecle-
destinados únicamente a recibir órdenes de arriba sin un previo siástica y, al mismo tiempo, defender a la jerarquía contra cier-
responsabilizarse de las mismas. tas intromisiones de los seglares en problemas o campos que son
En los laicos no es admisible una resignada pasividad. El cre- exclusivos de la autoridad eclesiástica» so. Encontramos en los es-
yente vive la libertad de la gracia en el Cuerpo místico de Cristo. critos de K. Rahner una glosa del pensamiento del cardenal Gra-
Por lo mismo, su personalidad libre ha de entrar en juego cada cias. Si el pasaje del teólogo alemán no hubiera estado redactado
vez que acepta una misión. Del mismo modo que pueden darse hace años, diríamos que había sido escrito ad hoc: «Verdaderas
abusos de poder por parte del clero, pueden darse abusos de la responsabilidades y obligaciones sólo se asumen y se mantienen
libertad por parte del seglar y, lo que acaso sea peor, una sumi- cuando se asegura legítimamente cierto margen de libertad en el
sión pasiva tarada frecuentemente de egoísmo. Porque lo más cumplimiento autónomo de estas tareas y deberes, y esto en el
fácil es declinar responsabilidades, evitar q-iebraderos de cabeza orden de los principios, aunque sea solamente jure humano. Mien-
y permanecer en el confortable reposo de la inactividad. N o será tras en la acción católica sea el seglar en cada caso particular
ésta la actitud del seglar responsable. La libertad libera, pero exi- mero ejecutor de una voluntad extraña, sea ésta episcopal o sacer-
ge decisión personal y compromiso. También en las relaciones dotal, sin la menor autonomía...; mientras, dicho con otras pa-
entre gracia y naturaleza, junto a la omnipotencia divina, la li- labras, no exista en la Acción Católica un derecho de los seglares
bertad humana tiene su opción. Insistimos, pues, en pos del espí- preciso y bien reglamentado, que proteja al seglar incluso frente
ritu conciliar, en la necesidad de evitar el riesgo del totalitarismo a la jerarquía, en vano esperaremos una colaboración inmediata
religioso, que ahoga los mejores logros de la iniciativa libre y de la Acción Católica con el clero y con la jerarquía» 81.
personal. El totalitarismo elimina, juntamente con la iniciativa, la 78
G. PHILIPS, Misión de los seglares en la Iglesia p.61.
79
76 E. PRIMEAU, Responsabilidad y libertad de los laicos, en Discursos concilia-
Aloe. De quelle consolation, al Congreso Mundial de Apostolado Seglar, 14 oc- res 80
p.86.
tubre
77
1951 : AAS 43 (1951) 789. Cf. Colección de encíclicas... II p.2072. Diario del Concilio. Comunicados... l . c , p.29 (1449).
K. RAHNER, La libertad de la Iglesia, en Escritos teológicos II p.106. 81
Sobre el apostolado seglar, en Escritos teológicos II p.349.
720 José Ai.- G. Gómez-Heras C.4. Los laicos. 38 721

5. FRUTOS DE LA COOPERACIÓN LAICOS-PASTORES Los cristianos, alma del mundo


El Concilio los ha enumerado. Por parte del seglar, desarro- 38. Cada seglar debe ser ante el mundo testigo de la resurrec-
llo del sentido de responsabilidad, fomento del entusiasmo, co- ción y de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, y señal del Dios
verdadero. Todos en conjunto y cada cual en particular, deben ali-
laboración. Es una lógica concatenación de situaciones espirituales mentar al mundo con frutos espirituales (cf. Gal 5,22) e infun-
en el trabajo común en vista de la edificación del reino de Dios. dirle aquel espíritu del que están animados aquellos pobres, man-
El descubrimiento por parte del seglar de lo que Dios quiere de sos y pacíficos, a quienes el Señor, en el Evangelio, proclamó bien-
él irá seguido de una toma de conciencia de su misión en la aventurados (cf. Mt 5,3-9). En una palabra, «lo que es el alma
en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundotr.
Iglesia. La voluntad de Dios exigirá una respuesta, un compro-
meterse, y el compromiso hará crecer el sentido de responsabi- El capítulo sobre los laicos se cierra con un breve párrafo
lidad. De ahí a lograr entusiasmarse con la obra que se trae entre que hace resaltar de nuevo su misión de testigos y de signo del
manos no hay más que un paso. El laico, como Iglesia, pasará cristianismo en el mundo. Los seglares son discípulos del Señor
de un estado de infancia apostólica a una vida adulta. Este logro y, consiguientemente, sal de la tierra y luz del mundo. Su luz
de la personalidad madura de cristiano será el resultado final de debe brillar ante los hombres, quienes, viendo sus buenas obras,
innumerables esfuerzos y sacrificios. Podrán, no obstante, los se- glorificarán al Padre celestial (Mt 5,13-16). Son la levadura mez-
glares darse por contentos, ya que habrán cumplido en el tiempo clada con la harina, que hace fermentar toda la masa 82. Unidos,
los designios divinos que gravitan sobre ellos. y cada cual en particular, deben alimentar al mundo con los fru-
Los pastores, por su parte, alcanzarán un juicio más preciso tos espirituales que enumera el apóstol Pablo: caridad, alegría,
y exacto sobre los asuntos espirituales y temporales. Es una con- paz, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gal 5,22).
secuencia del sano funcionamiento de la opinión pública, que A través de ellos debe penetrar en el mundo el espíritu de los
pone en conocimiento de la jerarquía cuál es la situación con- bienaventurados, consistente en un ideal de perfección evangélica,
creta y qué piensa y desea el pueblo cristiano. La misión de in- hecho a base de pobreza, de sufrimiento, de mansedumbre, de
formar compete de modo especial a los seglares, puesto que ellos justicia, de misericordia, de sencillez de corazón, de hambre de
son los que viven en medio del mundo, quienes pulsan día a paz, de paciencia en la persecución. La posesión del reino de los
día sus reacciones, quienes experimentan las mismas penas y ale- cielos será el premio que les promete el Señor (Mt 5,3-10).
grías. Pero una información responsable sólo será posible cuando Una bella cita de la carta a Diogneto pone fin al texto: «En
el seglar sienta con la Iglesia, viva sus mismos problemas y se una palabra, lo que es el alma en el cuerpo, esto han de ser los
interese por sus trabajos. La información podrá realizarse a di- cristianos en el mundo». Ningún comentario a la misma mejor
versos niveles, desde el parroquial al nacional. Muchos sacerdo- que el redactado por su autor: «El alma está esparcida por todos
tes podrían testimoniar cuánto han aprendido' en sus diálogos con los miembros del cuerpo y cristianos hay por todas las ciudades
los seglares y cómo han logrado tomar contacto con la realidad del mundo. Habita el alma en el cuerpo, pero no procede del
a través de ellos. cuerpo. Así los cristianos habitan en el mundo, pero no son del
El trato familiar, en fin, entre laicos y pastores dará robustez mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo
a la Iglesia, puesto que ésta sentirá mayor vitalidad en todos sus visible; así los cristianos son conocidos como quienes viven en
miembros. Así le será posible cumplir con mayor eficacia la mi- el mundo, pero su religión sigue siendo invisible. La carne abo-
sión que ha recibido de su divino Fundador: actualizar y trans- rrece y combate al alma, sin haber recibido agravio alguno de
mitir en el espacio y tiempo la obra redentora. ella, porque no le deja gozar de los placeres; a los cristianos los
aborrece el mundo, sin haber recibido agravio de ellos, porque
renuncian a los placeres. El alma ama a la carne y a los miembros
que la aborrecen, y los cristianos aman también a los que los
odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero ella es la que
mantiene unido al cuerpo; así los cristianos están detenidos en
82
Cf. el comentario de SAN JUAN CRISÓSTOMO. In Mt. hom.46 (47),2: PG
58,478.
722 José Al.1' G. Gómez-Heras

el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen CAPÍTULO V
la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda
mortal; así los cristianos viven de paso en moradas corruptibles, UNIVERSAL VOCACIÓN A LA SANTIDAD
mientras esperan la incorrupción en los cielos. El alma, maltra- EN LA IGLESIA *
tada en comidas y bebidas, se mejora; lo mismo los cristianos, Por Bddomero Jiménez Duque
castigados de muerte cada día, se multiplican más y más. Tal es
el puesto que Dios les señaló, y no les es lícito desertar de él» 83.
&3
Bpisí. a Diogfíeto, en Padres Apostólicos, e d . bilingüe por D . RlJiz BUENO
(BAC, M a d r i d 1950) p.851-852.
El actual capítulo 5.° de la Lumen gentium ha tenido, como
toda la constitución, su accidentada historia. Aquí la damos por
estudiada en este mismo volumen. Únicamente indicamos super-
ficialmente algo de lo que a nuestro tema se refiere.
Desde el primer esquema, el de los once capítulos, se dio
pie a que se plantease el problema al incluir un capítulo 5.° que
rezaba: De statibus evangelícete adquirendae perfectionis. En él
se trataba de los llamados «consejos evangélicos» y de la impor-
tancia y posición de los clásicos y ficticios «estados de perfección»
en la Iglesia. Todo ello respondía al carácter excesivamente jurí-
dico con que se presentaba el esquema.
Pero el clamoreo por parte de los Padres y peritos en el in-
terregno de la primera y segunda sesión del Concilio no se hizo
esperar. Somos de ello en parte testigos. Se empezó a reclamar
que se tratase expresamente de la universal llamada a la santidad
en la Iglesia, vocación que estaba implicada en el hecho del bau-
tismo. Dentro de esa vocación, y como una variedad de la misma,
estaba después la de practicar ciertos «consejos evangélicos». Esto
exigía, por supuesto, gracias y carismas especiales. Y esa práctica
se organizaba después en formas eclesiales y jurídicas de multi-
forme variedad y maneras.
He aquí algunas notas que yo mismo ofrecí por entonces:
* BIBLIOGRAFÍA (autores modernos): V . M . B A I . I R A C H , Lecciones esquemáticas
de espiritualidad (Santander, Sal Terrae, 1960) ; L. BOUYER, Introduction a la Vie
spirituelle. Précis de théologie ascétique et mystique (París, Desclée, 1960) ; L. G A -
RRIGOU-LAGRANGE, Las tres edades de la vida interior (Bilbao, Desclée d e B r . , 1958) ;
In., Perfection chrétienne et contemplation (Saint M a x i m i n . E d . d e H Vie Sp'r'tuelle,
2 v o l . , 1923) ; J . DE G U I B E R T , Lecciones de Teología espiritual ( M a d r i d , Razón y
fe, 1953) ; A . ROYO M A R Í N , Teología de la perfección cristiana (Madrid 1954, B A C
114); G . T H I L S , Santidad cristiana (Salamanca, Sigúeme, 1 9 6 0 ) ; C . V . T R U H L A R ,
Structura theologica vitae spiritualis (Romae 1 9 5 8 , P o n t . U n i v . G r e g . , 2.a e d . ) ;
In., Antinomiae Vitae Spiritualis (Romae 1958, Pont. U n i v . G r e g . ) ; I D . , Experientia
Mystica (Romae 1951, Pont. U n i v . G r e g . ) ; A . STOLZ, L'ascese chrétienne (Cheveto-
gne, Edit. des Benedictins d ' A m a y , 1948) ; ID., Teología de la mística (Madrid,
Kialp, 1 9 5 2 ) ; J . G . A R I N T E R O , Evolución mística ( M a d r i d 1952, B A C 9 1 ) ; B . J I -
V MÉNEZ D U Q U E , Teología de la mística (Madrid 1963, BAC 224); J. LEBRETON, TU
solus Sanctus. Jésus Christ vivant dans les Saints. fitudes d e Théologie Mystique
(París, Beauchesne, 1948) ; I D . , Lumen Christi. La doctrine spirituelle du Nouveau
Testament (París 1957) ; J . MOUROUX, L' expérience chrétienne. introduction d une
théologie: Coll. Théologie, n . 2 6 (París, Aubier, Editions M o n t a i g n e , 1952) 376 p . ;
J. H U B Y , Mystiques paulinienne et joannique- (París, Desclée, 1946) ; Dictionnaire de
Spiritualilé (París, Beauchesne, I 9 3 2 s s ) .
724 Baldomero Jiménez Duque Cü. Universal vocación a la santidad en la Iglesia 725

a) Todos los bautizados están llamados a la perfección cris- munitaria e institucionalmente. Pero en todo caso es prolongación
tiana que proclaman las bienaventuranzas, a la práctica progresiva particularmente expresiva en la Iglesia de la abnegación y cruz
de la caridad para con Dios y para con los hombres hermanos. de Cristo (se consideró por muchos como un sucedáneo del mar-
Para ello han de guardar todos los preceptos y están invitados tirio). Y es una manifestación llamativa de la santidad de la Igle-
más o menos a abrazarse con algunos consejos. sia que la produce. También es una proclamación y testimonio
b) Todas las religiones más representativas y elaboradas han vivo de la dimensión escatológica de la Iglesia: recuerda a todos
producido instintivamente sus profesionales de la perfección y los cristianos su destino eterno final, y es como un anuncio pro-
hasta sus organizaciones especíales para mejor conseguirla. (Hin- fético de la resurrección universal, comunión a la de Cristo...
duísmo, budismo, judaismo, islamismo...) Por todo ello es un elemento profundamente eclesial, que per-
En el cristianismo aparece el fenómeno también desde la pri- tenece a la vida esencial de esa Iglesia, tal como lo ha querido
mera hora. El caso y las invitaciones de San Pablo (1 Cor 7...) el Señor.
son elocuentes. Después, los ascetas y vírgenes, y a partir del si- <?) En cuanto organizada, esa «vida religiosa» es algo que
glo m, los anacoretas; después, los cenobitas, etc. Como concau- la Iglesia tiene que controlar según los diversos estatutos jurídi-
sas de este fenómeno cristiano, al menos en su aspecto más so- cos que a lo largo de su historia, conforme lo exigían las diversas
cialmente estructurado, pueden excogitarse las que se quieran: circunstancias, se han ido excogitando. Pero todo esto, con los
las sectas judaicas, como las esénicas de Qumram; las noticias problemas que ello comporta, es asunto jurídico. Aunque esa vida
acerca del ascetismo oriental, sobre todo hindú; el mazdeísmo, etc. comunitaria y organizada sea también medio estupendo para con-
En su expansión y en algunos de los modos de realizarse pueden seguir en muchos casos esa perfección especial que centran y es-
haber influido también: las persecuciones, antes; luego, el buscar pecifican los llamados «consejos evangélicos», y aunque tenga
una sustitución al martirio, que desaparecía del horizonte socio- también un valor expresivo de estricta y apretada comunidad cris-
lógico del cristianismo, y también, el peligro de mundanización tiana de alabanza y caridad, preludio y figura de la Jerusalén
después de Constantino..., etc. celestial, hay que afirmar que, como tal, no es esencial a la vida
Pero el inspirador de esta vida en la Iglesia es el mismo Je- de la Iglesia ni pertenece a su constitución íntima y sacramental.
sucristo. El ejemplo de su vida de abnegación y de caridad tal Baste observar que no es sacramento ni existió en los primeros
como El lo ha vivido es el hecho supremo. Por eso pertenece a siglos de su historia.
su misma constitución original, a su estatuto fundacional. Y es / ) Debe suprimirse la terminología jurídica y ficticia de
una consecuencia a la vez de su vitalidad y una manifestación ex- «estados de perfección». La vida religiosa, bien sea privada, bien
presiva de la misma. sea oficial e institucionalizada, aunque es una profesión y un
c) Cristo invita a todos a tender a la perfección. Pero según compromiso especial y un modo particularmente expresivo y alto
designios particulares de Dios sobre cada uno. Dentro de esa de tender a la perfección de la vida cristiana, no es, en definitiva,
variedad de designios está el carisma que algunos bautizados, clé- más que eso: una modalidad dentro de la vocación a la perfección
rigos o seglares pueden recibir para vivir ciertas virtudes con una que recibe todo bautizado por el hecho de serlo.
modalidad especial, que no es la norma general con que todos Nota bene: hay que distinguir dentro de la «vida religiosa»
los cristianos han de vivirlas, aun aspirando seriamente a la per- diversas formas o maneras: el monacato (eremitas, cenobitas, pero
fección. Por ejemplo, la obediencia, castidad y pobreza según la sólo monjes...); los frailes y órdenes mendicantes (con su apos-
fórmula de los llamados «consejos evangélicos», particularmente tolado organizado) ; los clérigos regulares, en los que el sacerdo-
preciosa para que la caridad florezca espléndida, dada la realidad cio es lo sustantivo; las sociedades a la manera de los religiosos;
concreta de la psicología 'humana. Para vivirlo se necesita un lla- los institutos seculares..., etc. ¿Cuál es el común denominador?
mamiento especial, un carisma personal, pero que tiene un valor De hecho, en el espacio intermedio de la primera y segunda
eclesial al mismo tiempo, que es en función y servicio para la sesión, las cosas fueron modificándose intensamente. El texto con-
Iglesia toda. (Prescindo de la exégesis de textos bíblicos en que cordado por la Subcomisión mixta (teológica y de religiosos),
esos «consejos» se quieren apoyar.) de 8 de marzo de 1963, se titulaba así: De iis qui consilia evan-
d) Esa vida puede vivirse con voto, o promesa, o consagra- gélica profitentur. Había pasado a ser, en lugar del capítulo 5.",
ción, oficial o no, y puede vivirse aislada y privadamente, o co- el 4.° del esquema. Y se iniciaba con este párrafo, cuyo final:
726 Baldomcro Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia 727
... immo ipsa caritatis perfectio ad quam omnes vocantur, antes de la que es una modalidad la del «estado religioso», que por
no existía. Era una brecha de apertura y de luz. eso se trata después. El resultado de esa votación fue el siguiente:
Para los comienzos de la segunda sesión, ese capítulo 4.° so- Padres votantes: 2.177. Placet: 1.856. Non placet: 17. Iuxta
naba ya así: EHe vocatione ad sanctitatem in Ecclesia. Y después modum: 302. Votos nulos: dos. Con pequeñas variantes, el texto
del proemio, planteaba ya claramente el problema de universal/ pasó a la constitución promulgada el día 21 de noviembre de 1964.
ad sanctitatem vocatione. Para hablar luego de multijormi unius Vamos a comentarlo brevemente. Pero antes hagamos una
sanctitatis exercitio, de mediis ad sanctitatem et de consiliis evan- observación: no deja de impresionar que se dedique un capítulo
gelios, y adentrarse después en la problemática de los estados de ex profeso, dentro de la sobria arquitectura de todo el esquema,
perfección como institución organizada según diversas maneras al tema de la santidad de los fieles en la Iglesia. Ello, como ya
históricas y sociológicas en la Iglesia.
hemos advertido, no estaba al principio previsto. Pero el Espíritu
Pero pronto se proyectó una nueva estructuración de los capí-
Santo quería sin duda subrayar esta cualidad esencial de la Igle-
tulos. Parece ser que propuesta e influenciada principalmente del
sia: la santidad, y, por consiguiente, la obligación general de
cardenal Suenens (Universidad de Lovaina, Philips). Los cinco
tender a ella en todos aquellos que la forman, que forman el
primeros capítulos quedaban más o menos como ahora aparecen
en la constitución. El de la santidad volvía a ser el 5.°, pero am- pueblo santo de Dios en Cristo.
pliado en la forma en que se presentaba en el proyecto último. E insisto, ello es notable y resulta casi desproporcionado con
Con todo, en el aula conciliar se discutió como el 4.° entre los todo el conjunto. De otras cualidades igualmente esenciales al ser
días 25 al 31 de octubre de 1963. La discusión no fue apasionan- eclesial trata la constitución en los capítulos anteriores, según se
te. El tema es vital—lo más nuclear en la vida y en la razón de ofrece ocasión para ello. De la unidad, por ejemplo, en los n.4
sei de la Iglesia—, peto esto no preocupa demasiado a los hom- y 7 ( e l ) , al hablar del Espíritu que la unifica; véase también n.9
bres, proh dolor! Los problemas organizativos, por más sensoria- (c.2). De su unicidad, en el n.8 (del mismo capítulo), en el
les y sociales, les impactan más. Los orientales, católicos y orto- n.13 (c.2) y en el n.32 (c.4). De su universalidad y catolicidad,
doxos, lamentarán después la escasa importancia concedida en el en el n.9 (c.2) y 13 (del mismo c.2). De su carácter misione-
esquema al Espíritu Santo en todos los aspectos del misterio ecle- ro, en el n.17 (c.2). De su apostolicidad, a lo largo de todo el c.3.
sial. Se precisaron afirmaciones, se matizaron conceptos, se recor- De su peculiar misión para evangelizar a los pobres «pobremen-
daron enseñanzas más o menos relativamente tradicionales. (Lue- te», en humildad y abnegación y entre persecuciones, en el n.8
go aludiremos a algunas observaciones que se hicieron por varios ( e l ) ; etc.
Padres.) Pasó, pues, fácilmente a ser enmendado por la Comisión Pero es la misma condición santa y santificadora de la Iglesia
correspondiente. y de los que la forman la que ya había sido proclamada repeti-
Cuando en la congregación de 30 de septiembre de 1964 de
das veces en los capítulos anteriores.
la sesión tercera del Concilio se presentó a votación, el capítu-
Toda la exposición que se hace del misterio de la Iglesia en
lo 4." se había dividido en dos, que serían el 5." y 6.°, respectiva-
el capítulo 1." rezuma inevitablemente esa consecuencia, como
mente, de la constitución. El primero trataba solamente de la
vocación universal a la santidad; el segundo, de los religiosos. resultado que es de la voluntad salvadora y santificadora de Dios,
Fue un gran acierto. Y es que entre la segunda y tercera sesión como obra del Hijo, como realidad misteriosa que anima el Es-
se había insistido por los religiosos en que se diese más impor- píritu Santo (todo el n.4 es interesante a este respecto, así como
tancia a su estado, ya que el capítulo, que empezó siendo, como el párrafo anteúltimo del n.7). Las varias figuras que represen-
vimos, exclusivamente suyo, había derivado hacia horizontes am- tan a la Iglesia dicen lo mismo, sobre todo la de esposa de Cristo
plísimos, que parecían relegarles a ellos a un segundo plano. (n.6) y la de Cuerpo místico (n.7). Para terminar el capítulo con
Ahora, separando ambos temas, uno y otro quedarían debida- esta nota sugestiva y preciosa:
mente situados. La votación de los Padres conciliares sobre la
«Pues mientras Cristo, santo, inocente, inmaculado (Hebr 7,26), no
división fue favorable (1.505 votos a favor frente a 698 en contra conoció el pecado (2 Cor 5,21), sino que vino a expiar sólo los pecados
y siete nulos), y se pasó en seguida a votar el contenido del ca- del pueblo (Hebr 2,17), la Iglesia, recibiendo en su propio seno a los
pítulo 5.° sobre la universal vocación a la santidad en la Iglesia, pecadores, santa al mismo tiempo que necesitada de purificación cons-
tante, busca sin cesar la penitencia y la renovación».
728 Baldomcro Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la '.anlidad en la Iglesia 729

La m i s m a música de f o n d o resuena a lo largo del capítulo 2." en ellos se produzcan siempre los más abundantes frutos del Espíritu.
acerca de la Iglesia, p u e b l o mesiánico, nación santa d e D i o s , con- Pues todas sus obras, preces y proyectos apostólicos, la vida conyugal
y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo si se
vocado y r e u n i d o p o r Cristo. Acaba el n . 9 d i c i e n d o : realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida si se sufren
pacientemente, se convierten en «hostias espirituales, aceptables a Dios
«Caminando, pues, la Iglesia a través de peligros y de tribulaciones, por Jesucristo» (1 Petr 2,5), que en la celebración de la eucaristía, con
de tal forma se ve confortada por la fuerza de la gracia de Dios que el la oblación del cuerpo del Señor, ofrecen piadosísimamente al Padre. Así
Señor le prometió, que en la debilidad de la carne no pierde su fideli- también, los laicos, como adoradores en todo lugar y obrando santamente,
dad absoluta, sino que persevera siendo digna esposa de su Señor y no consagran a Dios el mundo mismo».
deja de renovarse a sí misma bajo la acción del Espíritu Santo, hasta
que por la cruz llegue a Ja luz sin ocaso».
Para seguir luego h a b l a n d o del testimonio de su vida de fe
El n . 1 0 trató del sacerdocio común de los fieles, y en el n . l l , en m e d i o del m u n d o ( n . 3 5 ) . Y rematar todo el capítulo con este
del ejercicio sacramental d e ese sacerdocio. Pero de tal m o d o que magnífico d o c u m e n t o ( n . 3 8 ) :
este último n ú m e r o parece que n o p u e d e rematar d i g n a m e n t e si
«Cada seglar debe ser ante el mundo testigo de la resurrección y de
n o es g r i t a n d o lo q u e con fuerza ineludible se deduce de lo que la vida de nuestro Señor Jesucristo y señal del Dios verdadero. Todos
viene e n s e ñ a n d o : en conjunto y cada cual en particular deben alimentar al mundo con
frutos espirituales (Gal 5,22) e infundirle aquel espíritu del que están
«Los fieles todos, de cualquier condición y estado que sean, fortale- animados aquellos pobres, mansos y pacíficos, a quienes el Señor, en el
cidos por tantos y tan poderosos medios, son llamados por Dios, cada Evangelio, proclamó bienaventurados (Mt 5,3-9). En una palabra, «lo
uno por su camino, a la perfección de la santidad por la que el mismo que es el alma en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo» '.
Padre es perfecto».
Parece, pues, casi u n lujo el q u e , sin e m b a r g o , se dedique
L o m i s m o se repite de u n m o d o u otro al hablar del sentido
después u n capítulo íntegro de n u e v o a este a r g u m e n t o de la san-
de la fe y de los carismas en el p u e b l o cristiano ( n . 1 2 ) .
t i d a d en la Iglesia. Y q u e se p r o l o n g u e con los capítulos siguien-
P o r supuesto que al tratar en el capítulo 3.° d e la jerarquía,
tes acerca de los religiosos, que son los profesionales públicos y
d e los sacerdotes y de los diáconos, d e su misterio y d e sus m i -
comprometidos d e la s a n t i d a d ; acerca d e la Iglesia, santa comple-
nisterios, se vuelve u n a y otra vez sobre su santidad y su irradia-
tamente, más allá de este t i e m p o ; acerca de la V i r g e n M a r í a , ex-
ción santificadora.
p o n e n t e luminoso d e santidad en la Iglesia.
Y en el capítulo 4.°, el exclusivamente d e d i c a d o a los laicos,
N o debemos, sin embargo, extrañarnos d e ello. En u n Conci-
se declarará sin a m b a g e s :
lio con finalidades p r e p o n d e r a n t e m e n t e pastorales, con preocupa-
«Aunque no todos en la Iglesia marchan por el mismo camino, sin ciones de reforma, de renovación de la vida de la Iglesia en todos
embargo, todos están llamados a la santidad y han alcanzado la misma sus estamentos y bajo todos sus aspectos, el p r o b l e m a d e la san-
fe por la justicia de Dios» (2 Petr 1,1) (n.32).
tidad tenía que sentirse como algo básico y central. C o m o algo
Y en el n . 3 3 : que era en definitiva de lo que se trataba: de vitalizar sobrena-
turalmente, divinalmente, a la realidad íntima d e la Iglesia, a sus
«Los laicos, congregados en el pueblo de Dios y constituidos en un miembros, a sus mismas estructuras, a fin de q u e apareciera más
solo Cuerpo de Cristo bajo una sola Cabeza, cualesquiera que sean, están
llamados, a fuer de miembros vivos, a procurar el crecimiento de la y más ante el m u n d o como el rostro auténtico d e Jesucristo y pu-
Iglesia y su perenne santificación con todas sus fuerzas, recibidas por diese así dar u n testimonio más vivo y eficaz de su Evangelio.
beneficio del Creador y gracia del Redentor». Estas fueron las miras y los deseos de J u a n X X I I I al convocar
el Concilio, numerosas veces manifestados de palabra y p o r
Para decir después ( n . 3 4 ) :
escrito.
«Cristo Jesús, supremo y eterno sacerdote, porque desea continuar Esto fue lo que de h e c h o resultó. P o d e m o s asegurar que queri-
su testimonio y servicio por medio de los laicos, vivifica a éstos con su d o p o r el Espíriru Santo. T o m e m o s buena nota. La constitución
Espíritu e ininterrumpidamente los impulsa a toda obra buena y perfecta.
Lumen gentium p o d r í a haberse titulado con e x a c t i t u d : . . . sobre
»Pero a aquellos a quienes asocia íntimamente a su vida y misión,
también les hace partícipes de su oficio sacerdotal, en orden al ejercicio la Iglesia santa.
del culto espiritual, para gloria de Dios y salvación de Jos hombres.
Por lo que los laicos, en cuanto consagrados a Cristo y ungidos por el 1
Epist. ad Diognetum 6: ed. FUNK, I p.400. Cf. SAN JUAN CRISÓSTOMO, ín Mt
Espíritu Santo, tienen una vocación admirable y son instruidos para que hora.46 (47),2. PG 58,478, sobre el fermento en medio de la masa.
730 Baldomeyo Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia 731
Pero antes de comentar los párrafos del capítulo en cuestión, Por eso no se le puede ver sin morir:
es conveniente que hagamos un sondeo acerca de la noción de
«Moisés le dijo: Muéstrame tu gloria, y Yahvé respondió: Yo haré
santidad en la Sagrada Escritura, punto de arranque para toda pasar ante ti toda mi bondad y pronunciaré ante ti mi nombre, Yahvé,
tractación de este tema, como es lógico y natural. pues yo hago gracia a quien hago gracia, y tengo misericordia de quien
La palabra «santidad» tiene entre nosotros un sentido corrien- tengo misericordia; pero mi faz no podrás verla, porque no puede verla
hombre y vivir. Y añadió: Hay aquí un lugar cerca de mí; tú te pondrás
te y vulgar, que resulta fácil en una intuitiva y sencilla e inme- sobre la roca. Cuando pase mi gloria, yo te pondré en la hendidura de
diata acepción. Pero si queremos precisar y hacer dialéctica sobre la roca y te cubriré con mi mano mientras paso; luego retiraré mi mano,
lo que esa palabra cubre, el problema es complejísimo. Y me verás las espaldas, pero mi faz no la verás» (Ex 33,18-23).
La terminología misma es multiforme. Y sus contenidos y Quiere decir que Dios es Dios. Su santidad es su misterio. Su
precisiones, innumerables. santidad es su misma vida.
Para nosotros, hoy por hoy, en nuestro contexto cultural cris- Pero esa vida ha querido manifestarse y darse. Por eso su
tiano-occidental, «un santo» es aquel que practica espléndidamen- santidad o realidad misteriosa hace santo, sagrado, divino, de un
te todas las virtudes humanas según el paradigma de Cristo, y esto modo o de otro, a cuanto toca.
por motivos y, se supone, por energía sobrenaturales, divinales. En la Escritura, esa revelación se proyecta sobre toda la obra
De suyo se trata de una visión bastante subjetiva, que se inserta creada, y en especial sobre el hombre, hecho a su imagen y seme-
en un fondo objetivo, óntico, de realidad sobrenatural, que siem- janza (Gen 1,26...). Pero aparece más definida en la elección y
pre se supone, aunque a veces no se coloque intencionalmente en formación de Israel como pueblo peculiármente suyo. Un pueblo
primer plano, como se debería siempre colocar. que, en medio de la «profanación» idolátrica de los otros pue-
¿Santo? ¿Justo? ¿Perfecto?... Palabras cargadas de sentidos blos, será así el pueblo de Yahvé, el de su alianza con El, el que
referentes, pero distintos. Y esto en la literatura bíblica, que es acepta la ley divina, el pueblo consagrado para ser el testigo del
fontal en nuestro caso; en la greco-romana profana, en la patrís- Dios verdadero en medio del mundo y preparar la alianza de-
tica, en la medieval, en la espiritualidad moderna... No voy a finitiva de Dios con todos los hombres. Un pueblo profético y
hacer aquí la historia de estos términos ni de sus significados. Es sacerdotal. Al hacerle Dios suyo de ese modo peculiar, le segrega,
una historia que exhaustivamente no está aún hecha y espera to- le hace algo aparte, y le santifica, le sacraliza, le diviniza..., le
davía a sus. hombres. Pero intentaré únicamente un brevísimo re- hace participar de su riqueza sacral. En lenguaje griego, Israel
sumen, que recoja los sentidos que suelen recibir en la Escritura, viene a ser el fanum, donde habita con presencia especial la di-
ya que el Concilio se apoya preferente y afortunadamente en ella vinidad. «Así dice Yahvé Sebaot, Dios de Israel: Enderezad vues-
con morosa complacencia para sus exposiciones doctrinales. tros caminos y enmendad vuestras obras, y yo permaneceré con
La Biblia es la fuente primerísima a la que tenemos que acer- vosotros en este lugar» (Ier 7,3). «Pondré en medio de ellos
carnos. Ella nos habla de la santidad de Dios, que es el origen mi morada, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (Ez 37,27).
y el término de toda santidad. «Soy, en medio de ti, el Santo» (Os 11,9), frente a los otros
Pero ¿qué significa en la Escritura la santidad divina ? El hebreo pueblos que están fuera, en el pro-fanum.
qodes dice e importa «algo separado», único, de suyo inaccesible, Esa consagración que Dios hace de todo su pueblo se encarna
trascendente en sentido griego, numinoso y fascinante. Así Dios y concretiza en personas, cosas, lugares, instituciones... Su espe-
es por antonomasia «santo», el santo, el tres veces santo... cial referencia a Dios, formulada casi siempre en ritos y gestos
religiosos, objetivamente les hace sagrados, pertenencia particular
«El año de Ja muerte del rey Ozías vi al Señor sentado sobre un de Dios, por ende, divinos... Todos los libros del Antiguo Testa-
trono alto y sublime, y sus haldas henchían el templo. Había ante El mento están llenos de noticias acerca de esas santificaciones.
serafines, que cada uno tenía seis alas; con dos se cubrían el rostro, con
dos se cubrían los pies y con las otras dos volaban, y los unos a los Pero, decíamos antes, Dios revela su santidad, es decir, su
otros se gritaban y se respondían: ¡Santo, Santo, Santo, Yahvé Sebaot! mismidad, a otros seres que ha creado y, sobre todo, a aquellos,
¡Está la tierra toda llena de su gloria! a Israel, que ha escogido para establecer con ellos un diálogo
A estas voces temblaron las puertas en sus quicios, y la casa se llenó positivo y sobrenatural. Al revelarse, al tratar con los hombres,
de humo. Yo me dije: ¡Ay de mí, perdido soy!, pues siendo un hombre
de impuros labios, que habita en medio de un pueblo de labios impuros, Dios proyecta su manera de ser, su santidad, sobre ellos. Hay,
he visto con mis ojos al Rey, Yahvé Sebaot» (Is 6,1-5). por lo tanto, un comportamiento de Dios ante sus miradas. Ese
732 Baldomcro Jiménez Duque C.5 • Universal vocación a la santidad en la Iglesia 733
comportamiento podríamos cifrarlo en la palabra bíblica de jus- Por eso a Yahvé no le satisfacía una santidad ni, por lo mis-
ticia. mo, una justicia humanas meramente legales y externas. La obser-
Ya sé que su significado en la Escritura es irisante. Y que vancia material de la ley no era bastante para ser justo, acepto,
desborda la concepción grecolatina: la de guardar la proporción santo ante Dios. Las fórmulas sin contenido no valen. La pureza
debida en las relaciones interpersonales entre Dios y los hombres —otra noción afín—no consistía solamente en observar ciertas
y de éstos entre sí. En la Biblia, la perspectiva es mucho más prescripciones rituales, ni la purificación de los pecados del cora-
amplia. Justicia de Dios es toda la proyección providente y pater- zón podía lograrse independientemente de su conversión sincera,
nal de Dios sobre su obra. Ese Dios que es El mismo se mani- aunque se bañase el cuerpo y se ofreciesen sacrificios en el templo.
fiesta necesariamente hacia afuera de sí, según la fidelidad exac- Los profetas clamaron repetidas veces sobre ello.
tísima que exige su caridad. Por eso es justo, es decir, fiel, pa- Es el corazón, es el hombre como tal, el que, al sentirse toca-
ternal, amante... Por eso juzga a su pueblo, le exige, le castiga, do por Dios, tiene que responder a su llamada amorosa, tiene que
le salva... La justicia divina es misericordia divina, aunque su dejarse penetrar y envolver en la santidad de Dios. Por eso la
expresión inmediata parezca, paradójicamente, otras cosas a ve- justicia legal tenía que doblarse de piedad, de servicio voluntario,
ces. Los salmos no se cansan de repetir que Dios es «bueno». El de amistad para con Dios, de fe en El... Así es como los profe-
análisis de los textos bíblicos del Antiguo Testamento que reco- tas y los salmos de después del exilio, sobre todo, quieren al
gen esas distintas manifestaciones de la santidad de Dios, de su «justo».
fidelidad a esa caridad infinita que es El mismo y que necesaria- Pero sólo un «resto» pequeño (Is 4,3) fue consecuente; fue
mente le hace justo y misericordioso, nos exigiría tiempo y pre- el Israel espiritual que consintió ser santificado de veras, vital-
paración que yo no tengo. mente, participando así de la santidad del Dios santo.
Pero este aspecto reverberante de la santidad divina, su «com- Ese pequeño resto subsistió siempre. Y el elogio en general
portamiento» para con los hombres, para con Israel en concreto, que reciben de la Escritura los que lo forman es calificándoles de
tiene una repercusión importante en la santidad participada de «justos». Cuando llegue la aurora de los tiempos mesiánicos, esos
éstos, de su pueblo. pocos hombres, justos, cumplidores de la ley, pero piadosamente,
El llamamiento divino y el cuidado de Dios sobre Israel le fieles a las esperanzas y a las promesas, serán los representantes
sacraliza. Y esto por sí mismo, como objeto de la elección y del de todos los «justos» anteriores: «Pues en verdad os digo que
toque de Dios, de la presencia y acción de Dios en medio de muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no
su historia. lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron» (Mt 13,17).
Esto comportaba, como ya indicábamos, una serie de institu- Serán un José (Mt 1,19), un Simeón (Le 2,25)... Será sobre todo
ciones en que esa objetiva santificación se expresaba: una alianza, el Mesías, el siervo de Yahvé, el santo y justo por antonomasia
una organización cultual y magisterial, una ley, unos ritos, unas (Act 3,14).
fiestas, etc. Todo ello necesario para sostener a aquel pueblo, de Jesucristo es «el santo». «Y nosotros hemos creído y sabemos
cultura bastante pobre, de dura cerviz y acosado de tentaciones que eres el Santo de Dios», dirá San Pedro (lo 6,69). Luego vol-
por todas partes. Pero con el riesgo, en que se incidió abundosa- veremos sobre esa santidad, que es clave y centro en nuestro tema.
mente, de cosificar la realidad, de que la relación vital que Dios Pero de momento recojamos las resonancias bíblicas de la misma.
quería establecer con los hombres no se lograse o se lograse po- El Espíritu Santo le concibe: «El ángel le contestó y dijo: El
bremente. Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá
El comportamiento del Dios santo, justo y misericordioso, con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será
exigía de Israel una respuesta parecida. La consagración que El llamado Hijo de Dios (Le 1,35; cf. Mt 1,18). En el bautismo,
hacía de su pueblo y de las personas, por consiguiente, que lo la unción del Espíritu se manifiesta públicamente (Le 3,22). Lleno
constituían, pedía una reacción personal y humana correspondien- así del Espíritu Santo (Le 4,1) marcha al desierto. Los espíritus
te de éstos. impuros le proclamarán santo, «el santo de Dios» (Me 1,24).
Quiero decir que la santidad objetiva tenía que llegar a ser Su condición de «Hijo de Dios», de «servidor de Dios», de
aceptada por los hombres y ser a la vez subjetiva, si queremos así «Mesías», ya de por sí misma dice de su relación especialísima
hablar para entendernos. con Yahvé santísimo. San Juan y San Pablo lo han contemplado,
C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia 735
734 llaldomero Jiménez Duque
tos en el Cristo, que nos hace santos en El, «santificados en
y con ellos la comunidad cristiana primitiva, como el Verbo en- Cristo Jesús, llamados a ser santos» (1 Cor 1,2), nos hace tem-
carnado, como el Redentor y Señor, como el resucitado y glorioso: plos de la divinidad con Jesucristo, el templo vivo de Dios.
«Constituido Hijo de Dios, poderoso según el Espíritu de santi- Consagrados, por consiguiente, dedicados a Dios y como personas,
dad, a partir de la resurrección de entre los muertos, Jesucristo, no como cosas; como piedras vivas, no muertas.
Nuestro Señor...» (Rom 1,4). El Apocalipsis cerrará los libros
inspirados con la visión triunfal del Cordero, del «santo» (3,7; «¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios
6,10); del Cordero «sin defecto ni mancha» (1 Petr 1,19). habita en vosotros ? Si alguno profana el templo de Dios, Dios le des-
truirá. Porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros»
«Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo (1 Cor 3,16-17). «¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espí-
nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos; por cuanto que ritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por
en El nos eligió antes de la constitución del mundo para que fuésemos tanto, no os pertenecéis?» (1 Cor 6,19). «Y la esperanza no quedara
santos e inmaculados ante El, y nos predestinó en caridad a la adopción confundida, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazo-
de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, nes por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rom 5,5).
para alabanza de la gloria de su gracia. Por esto nos hizo gratos en
su amado...» (Eph 1,3-6). Hemos sido, pues, «lavados»..., santificados..., justificados
Cristo santifica ahora a sus redimidos. Su santidad, esa san- «en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro
tidad, esa vida divina que en El habita con plenitud (Col 2,9), Dios» (1 Cor 6,11). Los términos, más o menos relacionados en
El la comunica a los suyos: «de su plenitud recibimos todos» el Antiguo Testamento, se unen y consuman en y por Jesucristo,
(lo 1,16). «Yo he venido para que tengan vida, y la tengan que nos purifica, nos redime, nos hace justos, nos hace santos,
abundante» (lo 10,10). Para eso El se ha sacrificado, ha cele- nos diviniza, por los méritos de su Pascua, comunicándonos su
brado la Pascua santificadora del mundo. «Yo por ellos me con- Espíritu por el bautismo, por la fe en El, por la eucaristía... «Si
sagro victimalmente a fin de que ellos sean consagrados, santifi- no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre,
cados de verdad y en verdad» (lo 17,19). no tendréis vida en vosotros...» (lo 6,53).
Su sacrificio es valiosísimo y acepto al Padre, pues El es Pablo suele llamar a sus corresponsales con el nombre de
el pontífice santo, inocente, inmaculado» (Hebr 7,26; cf. ibid., 9, «santos». «Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación»
14), «de manera que con una sola oblación perfeccionó para (1 Thess 4,3). Y Pablo sigue diciendo de esa santificación moral
siempre a los santificados» (Hebr 10,14). que ha de resplandecer en el cristiano como consecuencia y objeto
Su sacrificio sacerdotal es así la solución justa y misericor- de su santificación divina. Porque «cuanto a vosotros, tenéis la
diosa—paradoja divina—a la situación que nuestra libertad, abu- unción del Santo» (1 lo 2,20).
sando de sus posibilidades, había creado al negarse a la llamada Pero esta santidad que desborda hasta nosotros desde Jesu-'
de Dios. La rectitud, la fidelidad de Dios exige una reparación, cristo aparece en el Nuevo Testamento como una realidad social,
un reajuste de las energías psicológicas y morales atropelladas al comunitaria. Es a cada uno, a cada persona, a quien se comunica,
rechazar y pisotear los derechos intocables de Dios. Y Dios mis- pero en el ámbito vital de la Iglesia de Jesucristo.
mo, que es caridad, que es Padre, toma la iniciativa y lo resuelve. La realidad misteriosa e institucional de esa Iglesia ya ha
Por amor nos da a su Hijo, y éste, por amor, se ofrece por sus sido estudiada en los capítulos precedentes. Aquí lo damos todo
hermanos. La justicia divina, aún en el sentido de justicia judi- por supuesto. La Iglesia es la que mistérica e institucionalmente
ciaria, deviene así misericordia, perdón, caridad. El mismo paga, prolonga y consuma la misión prefigurativa de Israel *.
El mismo lo equilibra todo en su Hijo hecho nuestro, hecho Esa Iglesia, agricultura de Dios, viña de Cristo, que es la
hombre, «el hijo del hombre». Su caridad hace justicia amando cepa, injertada en El, Cuerpo místico suyo del cual El es la
y dando amor, que todo lo salva. Cabeza, esposa que forma con El una vida, es a la vez su rebaño,
Por eso Jesucristo nos justifica, nos santifica, nos diviniza, su pueblo, su familia, su templo..., y, por lo tanto, de Dios. La
nos hace hijos en El, el Hijo. Por eso nos merece y nos da el Iglesia forma con Cristo el Cristo total.
Espíritu santificador. Su bautismo es en el Espíritu Santo (Mt Por eso queda santificada con el perfume de su misma santi-
3,11; Me 1,8; Le 3,16; lo 1,33; Act 1,5). Allí recibimos la dad. Los textos de San Pablo (Eph 5,25ss), y de San Pedro
unción del Espíritu, que es la misma unción de Cristo extendi-
da hasta nosotros (1 lo 2,20). Y ese Espíritu que nos hace cris- -' Cf. también mi libro Santidad y vida seglar (Salamanca 1965).
736 Baldomero Jiménez Duque
C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia 737
(1 Petr 2,lss), sobre los cuales después volveremos, son sufi- úusis TÉAEIOI eos ó rTocTÍip úucov ó oüpóvios TÉASIÓS 'EOTIV. (Mt 5,48).
cientemente expresivos. Con todo, es una trasposición del vocablo santo, pues Mateo no
La Iglesia santa es, por consiguiente, el pulmón de acero don- hace más que traducir al Lev 11,45 : «Porque yo soy santo, santos
de los hombres pueden respirar el oxígeno vital del Espíritu que seréis vosotros» (participaréis de mi santidad). Y 19,2: «Sed
Cristo nos merece y nos regala. Pentecostés es el día de la Igle- santos porque santo soy yo, Yahvé, vuestro Dios» (debéis ser
sia, el día en que se pone en marcha, en el que toma conciencia santos porque yo soy santo). Santidad objetiva y subjectiva, que
de sí misma, en el que el Espíritu descendió sobre toda ella para Dios nos exige. Por eso Lucas, en el lugar paralelo al de Mateo,
siempre animarla. En la Iglesia, por lo tanto, pueden y deben no dice sed perfectos, sino sed misericordiosos, oiKTÍpuovss como
florecer los purificados por la sangre del Cordero, los santos, los es misericordioso, oÍKTÍpucov Dios (6,36). La línea veterotesta-
justos, justificados por la fe en El y la caridad operante. mentaria se mantiene mejor.
La Iglesia vive en tensión escatológica. Como tal Iglesia, de Pero en Mateo (por ej., 19,21: si quieres ser perfecto..., si
terrestre se hace celeste, entra en la plenitud del reino de Dios. quieres que no te falte nada para ser bueno..., cf. Me 10,21 y
El capítulo 7.° de la constitución se fija en este aspecto dimen- Le 18,22: una cosa te falta...), y en otros textos del Nuevo Tes-
sional de la Iglesia. Pero nosotros no podemos perderlo de vista tamento, en especial en la carta a los Hebreos, la influencia
ya desde ahora. Porque condiciona nuestro estudio en todo mo- griega se acusa fuertemente. Igualmente en Santiago: «Mas tenga
mento. Aquello es la consumación de esto. La parusía del Señor obra perfecta la paciencia, para que seáis perfectos y cumplidos
es el término perfecto de todo este proceso de lucha, de purifica- sin faltar en cosa alguna» (1,4; cf. 3,2). Sin embargo, los térmi-
ción, de progresiva santificación de los miembros de la Iglesia, nos «perfecto», «perfección», adquieren prácticamente el signi-
de toda la Iglesia como tal. La santidad de la Iglesia es dinámica, ficado de santidad, más o menos alta y lograda, al ser situados en
tiende hacia una meta, hacia un estadio definitivo que aún no ha ese plano sobrenatural de participación de la vida divina en y
llegado: «que seáis puros e irreprensibles para el día de Cristo» por Cristo y al tener esto, como consecuencia, una especie de
(Phil 1,10). Entonces serán los cielos nuevos y la tierra nueva imitación de Dios en su comportamiento de bondad, de miseri-
(2 Petr 3,13). Entonces aparecerá la ciudad santa, la nueva Je- cordia, de caridad para con sus hijos los hombres.
rusalén, toda pura, esposa dignísima del Cordero sin mancha Los «perfectos» son, pues, los cristianos formados o, al me-
(Apoc 21 y 22). Entonces «los santos juzgarán al mundo» (1 Cor nos, que tienden a serlo. «No es que la haya alcanzado ya, es
6,2), los perfecta y consumadamente santos. Entonces todo que- decir, que haya logrado la perfección, sino que la sigo por si le
dará sometido a Jesucristo, y Jesucristo ofrecerá su reino univer- doy alcance, por cuanto que yo mismo fui alcanzado por Cristo
sal al Padre «para que sea Dios todo en todas las cosas» (1 Cor Jesús» (Phil 3,12; cf. ibid., 15). Pero es una perfección que es
15,28). en Cristo, en su sacrificio, en su misterio, donde sólo se consi-
Hay otro término en la Escritura que complica la cuestión. gue. La carta a los Hebreos (paradójicamente lo más griego del
Es el perfecto, perfección. Nuevo Testamento) es un continuo desarrollar este tema. La
El Antiguo Testamento no lo aplica nunca a Dios, sino a sus imperfección de la Antigua Alianza, la pobreza de la Ley, obse-
obras: Deut 32,4; 2 Sam 22,31; Ps 19,8. Particularmente es in- sión de San Pablo, se supera por la fe en Cristo, por la vida en
teresante el texto del Gen 17,1. Dios dice a Abraham: «Anda El, que es inmaculado, perfecto, el santo de Dios... 3 .
en mi presencia y sé perfecto». La perfección implica en la men- ¿Qué es la santidad según la Escritura?
talidad semítica una limitación. Es el ser finito que se acerca N o es un concepto, no es una abstracción, no es una aplicación
o alcanza sus límites posibles, que se logra totalmente. Esto no por adelantado del teleion, del totaliter factum grecolatino, me-
puede decirse de Dios. Por eso no se habla de la perfección de jor o peor interpretado al caso. Es algo existencial, vital, es un
Dios. Dios no es algo plenamente hecho: Dios sencillamente es.
3
Y en esto se venía a dar la mano con la concepción helénica del Didaké 1,4 y 6,2: FUNK, Paires Apoilolici p.4 y 16; SAN IGNACIO DE ANTIO-
QUÍA, Ad Eph. 15,2: FUNK, p.224. Según Orígenes (Comm. Rom. 7,7: PG 14,1122),
Dios absoluto e infinito. Dios en el A. T. es «santo», es decir, la perfección es una semejanza con Cristo, que tiene lugar cuando uno «5e conforma
en todas las cosas al Verbo y a la Sabiduría de Dios, hasta tal punto que en nada
trascendente, El... Pero no es algo completo, porque lo completo absolutamente sea pálida imitación». Según el seudo Macario (De orattone 11 : PG
impone enmarcación y, por tanto, elaboración, más o menos. 34,861), la perfección, que significa la plena y absoluta pureza de malos afectos
por medio de la participación del buen Espíritu, es preceptuada por Dios a todos.
Pero el término pasó al N . T. aplicado a Dios: "ECTECTOE OÜV Para Santo Tomás (Summa 2-2 q.184 a.3), la perfección en sí y esencialmente con-
siste en la caridad, que según toda su plenitud es de precepto.
2. C.Vaticano 24
738 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia 739

acercamiento a Dios, a su realidad misteriosa, que El hace posi- Los cristianos de aquellos tiempos primeros viven, en general,
ble por Cristo, comunicándonos su aliento vivo, su Espíritu. Así el ideal cristiano de santidad según maneras muy sencillas. Lec-
nos hace sagrados, santos y, por tanto, especialmente suyos. Así tura de los libros sagrados, frecuentación de los divinos miste-
nos diviniza en lo que ello es factible en nosotros. Y esa vivifi- rios, vida fraternal, de ágape, entre ellos... Y lo viven en medio
cación divina comporta, como exigencia y como posibilidad, que de las circunstancias seculares de esta vida temporal. Su segrega-
Dios mismo hace y facilita, una configuración humana ética co- ción es de las «vanidades» del mundo pagano, pero no de Ja
rrespondiente, que sea reflejo de la bondad de Dios, de un Dios vida ordinaria y sencilla. Ellos ejercen las profesiones sanas de
que se hace inmediatez ejemplar para nosotros en su Hijo hecho aquí abajo, ellos viven en el matrimonio, ellos cultivan las letras
hombre, Jesucristo, nuestro Señor. y la «filosofía» sin escrúpulos, etc. Y esto clérigos y laicos, in-
Esta tarea divino-humana es, tanto personal como colectiva- distintamente.
mente, en la vida eclesial, algo dinámico, progresante, como con- Pronto, sin embargo, fueron surgiendo los «ascetas» y las
viene a la condición temporal en que ahora la Iglesia y sus miem- «vírgenes», pero sin dejar de estar mezclados con los demás
bros se hallan. En este sentido, y siempre con esa relatividad de cristianos que vivían más comprometidos con los quehaceres de
lo que ahora camina, podemos hablar de la perfección en la este mundo, y hasta tomando parte en muchos de ellos. Era una
santidad de la Iglesia y sus fieles, y luego, en el estadio escato- modalidad de vivir el cristianismo que venía sugerida por el
lógico final, de la perfección definitiva de la santidad de la Igle- mismo Evangelio. Y todos, además, vivían más o menos bajo la
sia y de los suyos, juntando así los dos términos, el más filosó- tensión de la probabilidad del martirio, que se dibujaba en el
fico y el más vital, que aparecen en la misma Escritura. horizonte con relativa frecuencia. Esto ayudaba a mantener el tono
La historicidad de la Iglesia ha llevado y lleva consigo—apar- espiritual en aquellas minorías amenazadas. Y esto hizo en parte
te de la variedad psicológica de cada hombre—el que el formato que se aspirase al martirio como al ideal supremo de imitación
externo de las vidas santas y las instituciones e industrias huma- de Cristo, como a la fórmula extrema de perfección cristiana.
nas excogitadas para mejor conseguirla, hayan sido variadísimas. Espiritualidad del martirio y de la sangre, que se desvanecía cuan-
La fidelidad al Evangelio se ha dado allí más o menos siempre. do la persecución tardaba. Luego volveremos sobre ello.
Pero a la envoltura de presentación y a la encarnación del mismo Con el siglo iv la situación cambia. La Iglesia se mundaniza
las condicionan siempre los espacios culturales y los tiempos. Es en bueno y mal sentido con su triunfo en el Imperio. Y dos fe-
conveniente y aleccionador hacer un recorrido sobre ese proceso nómenos, cuyos orígenes complejos son ya de antes del 300, ad-
histórico de veinte siglos de vida de la Iglesia en lo referente quieren ahora su desarrollo espléndido.
a lo más íntimo y vital de la misma: su espiritualidad. Uno es el de la reflexión teológica sobre el contenido de la
Cristo lo llena todo en la primitiva comunidad cristiana. Las revelación. La fe busca la ayuda de la razón para «explicarse»
páginas del Nuevo Testamento lo proclaman hasta la evidencia. de algún modo entre los hombres.
Sinópticos, Juan, Pablo, los Hechos... Cristo es el «Señor». Quizá Ya desde el principio se venía haciendo. Ello era inevitable
es en San Pablo donde el ideal de Cristo, como vida y como y necesario. La revelación divina, el cristianismo, había que tra-
vivir, aparece más estructurado y completo1. Es una verdadera ela- ducirlo al lenguaje de las diversas culturas. Al principio revestirá
boración teológica la que allí se ofrece a los cristianos, como a un tono más semítico, como correspondía al área histórica de sus
Iglesia y como a miembros particulares de la misma. Los Padres, orígenes. El cristianismo lleva a su perfección el espíritu religio-
desde los apostólicos hasta los más tardíos, y las primitivas co- so del judaismo. Pero, al extenderse el cristianismo por la cuen-
munidades cristianas viven en esa contemplación amorosa del ca del Mediterráneo, esa reflexión se hace a base de las catego-
misterio de Cristo. Véanse como exponentes las cartas de San rías de la filosofía helénica, que, en sus diversas escuelas, es la
Ignacio de Antioquía, y las perspectivas cristológicas de Oríge- que entonces conocen y manejan los hombres de aquella geogra-
nes en orden a nuestra perfección sobrenatural 4 . El culto y la fía. Esto tuvo enorme repercusión en la teoría y en la práctica
atención piadosa sobre la Virgen María y sobre los santos (los de la vida espiritual. Muchos temas se plantean de nuevo, otros
mártires únicamente al principio) se va abriendo lentamente, y se formulan de otra manera. La «contemplación» íntima y per-
para su eclosión hay que esperar al siglo iv. sonal es considerada como la actividad psicológica y humana más
4
Comm. in Rom. 7.7: PG 1122. Cf. F. BERTRAND, Mystique de Jésus chez alta y recibe un trato de excepción, que los mejores se esfuerzan
Origine (París 1951) p.158.
740 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal locación a la santidad en la Iglesia " 741
por animar de caridad. Es la sombra del neoplatonismo domi- De hecho, el cultivo de la perfección se va reduciendo en el
nante. Los problemas de la oración se complican con ello. La espacio cristiano. Se achica el horizonte. Se inventa la teoría de
«ascesis» reviste también modalidades antes desconocidas, al me- que el monacato es el estado de vida que lleva las exigencias del
nos en ciertos detalles e intensidades. Es influencia de la Estoa bautismo hasta sus últimas consecuencias. Esto se concretiza en
y de otras corrientes a la moda. Hubo en todo ello, si se quiere, vivir ciertos compromisos, determinadas prácticas y modalidades,
enriquecimientos preciosos, pero hubo también desviaciones y en el ejercicio de algunas virtudes; se va perfilando la trilogía
conflictos. La sencillez primitiva se perdió, desde luego. de los «consejos evangélicos» clásicos, que hacia el siglo x n que-
Una supervaloración de lo intelectual y de lo abstracto se ins- da rígidamente fijada. Y de rechazo aparece poco a poco en la
tala, en la teoría al menos, de la perfección cristiana. Será en práctica la tesis cómoda de que los demás no están llamados a
aquellos siglos de corte más platónico. En la Edad Media, con aspiraciones tan altas. La literatura espiritual es desde entonces
San Alberto y Santo Tomás sobre todo, se dulcificará esto con preferentemente monástica, y ese sabor conservará ya casi hasta
una mezcla de categorías aristotélicas. Pero lo platónico dominará nuestros días en una inmensa mayoría de autores y de escuelas
como esquema de base siempre en todos los tratadistas de todos El analogatum princeps de la perfección es para todos el mona-
los tiempos hasta el día de hoy. Las afinidades y hasta la confu- cato o la «vida religiosa» derivada de él. El mismo clero así lo
sión son explicables entre autores como Plotino y el Seudo-Dio- vive y lo siente, de tal modo que, a lo largo de la Edad Media,
nisio (¿cristiano?, ¿pagano?), y otros medievales (místicos del cada vez más se abandona y renuncia a subir a las cumbres. Se
Rhin) y de después... En definitiva, el planteamiento doctrinal funcionaliza, se mundaniza hasta el exceso.
clásico de los problemas de la perfección cristiana es un sincre- Y si se trata de superarse, lo hace siempre con mentalidad y
tismo platónico-aristotélico, bastante idealista, demasiado raciona- procedimientos «monacales». En parte esto era inevitable: no
lista, en parte no poco alejado de lo que las fuentes (Biblia, li- había ni hay otros remedios. Pero en parte es consecuencia de
turgia...) nos orientan y de lo que en realidad la vida sencilla, una criteriología implantada y dada por buena. El matrimonio se
pero honda y rica, de los fieles nos ofrece. El mismo individua- tiene por malo en no pocas sectas que desde muy pronto surgen
lismo que atraviesa a gran parte de las manifestaciones de la espi- por ahí. En la «gran Iglesia» se defiende y venera, pero no faltan
ritualidad cristiana a lo largo de la historia, dimana ya de esas subestimaciones; parece a veces «tolerarse» como un mal menor
contaminaciones platónicas que excesivamente ha padecido. o poco más.
El otro fenómeno es el monacato en todas sus formas distin- La Edad Media y la Edad Moderna, con el «renacimiento» a
tas. Ahora son algunos cristianos los que se segregan de la co- la cabeza, aunque con detalles diversos, formalizan mucho las
munidad cristiana, mundanizada en mal sentido. La huida del prácticas de la vida espiritual. Ciertas fórmulas, ciertas recetas,
mundo se hace fórmula ideal, al menos como refugio casi inevi- ciertos métodos, se aplican sin variedad, un poco porque sí, por-
table. En la soledad, en esa vida extraña, ellos conseguirán mejor que es «tradición» hacerlo. En algunos momentos y pueblos hay
la perfección, tan difícil entre los ambientes paganizados del cris- movimientos de exaltación inexactos y exagerados. Y el mara-
tianismo. Se hacen los profesionales de la perfección. Y así como villosismo cunde por doquier, y su eco llega hasta tiempos no
antes el martirio era el ideal máximo de la perfección, ahora que lejanos a los nuestros. ¿No se percibe todavía?... Esto no con-
ya no hay persecución, sino corrupción y aburguesamiento, el tribuyó a divulgar los deseos de santificación en el pueblo cris-
ideal se trasporta al monacato. Los monjes son los sucesores de tiano. El santo es un ser especial envuelto en resplandores y ma-
los mártires. Fue un viraje de enormes resultados. ravillas. Cosa de pocos. La hagiografía al uso contribuyó a fijar
Esa vida de segregación del mundo, de renuncia más o menos y vulgarizar ese tipo de santidad como si fuese exclusivo.
rigurosa a sus quehaceres sociales, se vive al principio en plan También el misterio de Cristo se pierde como tal un poco de
eremítico, de soledad individual. Luego van apareciendo las agru- la vista en una mayoría de autores medievales y modernos. N o
paciones, hasta que éstas se organizan y surge el cenobitismo (la
que no se viva. Hubiera dejado de existir el cristianismo, y más
primera «regla» conocida es la de San Pacomio), que dulcifica
la Iglesia. Pero «se comprende» en sí mismo menos. Por eso se
la fuga mundi con la vida común. Los monasterios vienen a ser
pierde el «sentido» de la liturgia (no la liturgia). Se lee menos
como oasis en medio del desierto del mundo y como pequeños e
la Biblia. Y se llena el campo de «devociones», más o menos
imperfectos ensayos de la Jerusalén celeste futura.
sólidas y hasta ortodoxas, pero a veces muy accidentales y en no
C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia 743
742 Baldomero Jiménez Duque
vida espiritual. Venía acentuándose desde antes, sobre todo con
pocos casos degenerando en superstición. Ellas entretienen la pie- el movimiento de la llamada «devotio moderna» del siglo xv. El
dad de los espirituales y del pueblo en gran medida. Este último luteranismo lo exacerbó grandemente después. Y dentro del cato-
se alimenta muchas veces únicamente de lo que ellas le propor- licismo se vivió también, con importantes diferencias al de aquél.
cionan. Se cultiva el amor a Jesucristo, desde luego, pero se va La expresión más típica de ese individualismo se observa en el
haciendo según una modalidad en gran parte antes desconocida, cultivo intenso de la oración mental, metodizada hasta el exceso
más humana y afectiva, menos teológica. Es un fenómeno com- (esto último, producto también de la época «renacentista»). Las
plejo que después del milenio se desarrolla más y más animado consecuencias fueron un psicologismo místico supervalorizado, y
por las Cruzadas, la sensibilidad caballeresca y las grandes figuras hasta engañoso en ocasiones, y el «quietismo» del siglo xvn, últi-
que lo hacen suyo (San Bernardo, San Francisco...). Todo esto mo reducto del solipsismo interior en la vida espiritual.
llega hasta nuestros días. La piedad se hace cada vez más indivi- Pero poco a poco el formalismo se dulcifica y se suaviza. La
dualista, menos eclesial y comunitaria. En parte, más pobre. conciencia cristiana de todos se despierta ante las sacudidas de la
Pero ya en la Edad Media, y más al venir la Moderna, con protesta luterana y de la secularización progresiva de estos últimos
las órdenes terceras y otras instituciones, se va abriendo el hori- siglos, que se hacen persecución viva e intensa en muchos casos.
zonte que se había cerrado bastante al comienzo de aquéllas. Los La reforma de Trento, con sus antecedentes privados y sus conse-
laicos seglares, el clero secular..., se van sintiendo también lla- cuencias, fue de largo alcance para clero y seglares. Las circuns-
mados. tancias políticas y sociales contemporáneas nos hacen ir volviendo
Se fija la atención en los seglares que pueden ejercer una in- a los tiempos primeros del cristianismo, superada la edad cons-
fluencia grande en la vida de los pueblos. Por eso—y esto venía tantiniana con sus pros y sus contras evidentes. La Iglesia se ha
rodando ya del Imperio romano, y más aún del bizantino—los liberado en casi todas partes de sus compromisos estatales y de
reyes y emperadores son «apóstoles» y reciben una misión ecle- política humana. Lo mismo en el Occidente clásico, con su cris-
sial de tales, que expresa la unción litúrgica de su entronización. tianismo flojo y decadente, como en los países donde el cristia-
Esos reyes y jefes políticos militares serán a lo largo de la Edad nismo quiere ahora implantarse, las dificultades son enormes. Pero
Media los que con preferencia reciban los honores de la exalta- la Iglesia se ha vigorizado con ello a la vez. Y se ha sentido en
ción a los altares, aunque a veces sus vidas no sean precisamente estado de reforma, de vuelta a la sencillez de los siglos apostóli-
modelos de mansedumbre y de humildad evangélicas. Era una cos. La piedad se hace más interior, pero con proyección más co-
visión parcial y limitada, pero en puridad era una contrarréplica munitaria, menos individualista. Se retorna a la vida litúrgica, a
frente al exclusivismo de la santidad monacal. la lectura de la Biblia, a la acción social y caritativa... Los proce-
La literatura medieval, estrictamente pensada para seglares—en sos de canonización atienden más al cumplimiento del deber hu-
general muy indoctos—, apenas existe, fuera de algunos libros milde y perseverante, heroísmo callado de la vida, que no al
prácticos para ayudar a confesar («confesionales») y de consejos heroísmo espectacular y maravilloso. Los casos de seglares se
y ejemplos morales («espéculos»). Para el clero existe la litera- multiplican también en ellos. La promoción del seglar hoy es
tura teológica en latín y algunos libros practicones sin especial espléndida bajo todos los aspectos: de perfección, de apostola-
relieve. La literatura espiritual, estrictamente tal, que cuenta con do... Baste recordar los movimientos de Acción Católica y tantas
maravillosos tesoros, es generalmente de sabor monástico, como otras obras. La prevención contra el matrimonio se ha desvane-
ya he recordado. El «renacimiento» y la Edad Moderna, que cido y se le contempla ya más como medio de santificación que
poco a poco vulgarizan el saber, multiplican los libros y van tra- como estorbo.
yendo aires más amplios y universales. Las perspectivas de los
La Iglesia siente más la necesidad de ser una y apretada, de
escritos de algunos autores españoles del xvi (Juan de Avila, Gra-
ser misionera y ecuménica, de pastorizar intensamente todos los
nada, Luis de León...) y de un Francisco de Sales preludian
estamentos sociales humanos, algunos de ellos en masa perdidos
tiempos nuevos. En la Introducción a la vida devota de este últi-
y poco permeables a la reconquista; de adaptarse a la sensibilidad
mo, la tesis de la perfección para todos (él la llama «devoción»)
mental de los tiempos nuevos, de influenciar de sentido cristiano,
se proclama sin ambages y se presenta en forma sencilla y acce-
a través de sus miembros, todas las estructuras temporales huma-
sible a todo el mundo.
nas, aunque ella, como tal, no aparezca ni se comprometa... Pero
Pero al mismo tiempo se intensifica el individualismo en la

1
744 Baldomcro Jiménez Duque
C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia. 39 745
por eso siente quizá como nunca la necesidad de ser santa y pura,
de ser evangélica, fiel a su condición de Esposa de Cristo; de estar 3. Afirma a continuación con sereno optimismo que, de he-
cargada de vida sobrenatural para poder comunicarla. De ser el cho, una fructificación de santidad se da en la Iglesia.
signo, el sacramento del Señor, pobre y deficiente, pero santo y 4. Para terminar hablando de los consejos evangélicos, como
santificador lo más posible. Y esto in capite et in membris. Je- una manifestación especial de la santidad cristiana, bien sea vivi-
rarquía, sacerdotes, monjes, religiosos, laicos seglares... (Estos dos en privado, bien sea en forma organizada como un estado
últimos son minorías todavía pequeñas, pero son ardientes y efi- oficial de vida dentro de la comunidad eclesial.
cacísimas, de inmensa esperanza.) Porque todos somos la Iglesia. No hace falta advertir que la exposición conciliar en todo este
Todos bautizados. Todos, pues, obligados a aspirar seria y since- capítulo que comentamos, así como en toda la constitución, se
ramente a la perfección y a irradiarla según las posibilidades de hace de manera sencilla y expositiva, a base de una teología di-
cada uno, según sus circunstancias propias externas e internas, recta, bíblica, patrística, de documentos del magisterio. En un
según las modalidades de los respectivos caminos y estados de la estilo cálido y comunicativo. Prescinde de lucubraciones dialécti-
vida. Esta es la gran tesis, que el Concilio en este capítulo quiere cas y de escuelas.
a todos los cristianos inculcar. Vayamos por partes.
Vengamos ya a la exegesis del texto conciliar \ Los capítulos anteriores habían ya indicado la santidad de
39. La Iglesia, cuyo misterio trata de exponer es/e sagrado la Iglesia y de sus fieles de muchas maneras. Pero ahora expre-
Concilio, goza de indefectible santidad, ya que Cristo, el Hijo de samente trata de ello la constitución conciliar.
Dios, a quien con el Padre y el Espíritu Santo llamamos «el solo Se ve desde el primer momento que se quiere inculcar que el
Santo»6, amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a sí
mismo por ella para santificarla (cf. Eph 5,25-26), la unió a sí tender a la santidad, a la perfección posible en la santidad, es
mismo como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Es- algo que obliga a todos los cristianos. Pero se comienza por pro-
píritu Santo para gloria de Dios. Por eso, todos en la Iglesia, ya clamar solemnemente la santidad de Cristo y su Iglesia.
pertenezcan a la jerarquía, ya pertenezcan a la grey, son llamados
Quiere decir que el Concilio plantea el problema de la santi-
a la santidad, según aquello del Apóstol: «Porque ésta es la volun-
tad de Dios, vuestra santificación» (1 Thess 4,3; Eph 1,4). Esta dad de los fieles desde una perspectiva rigurosamente eclesial,
santidad de la Iglesia se manifiesta incesantemente y se debe ma- no individualística, como frecuentemente se ha presentado, sobre
nifestar en los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en todo a partir de la baja Edad Media. El gran fundamento de
los fieles; se expresa de múltiples modos en todos aquellos que,
la santidad cristiana está allí, en el misterio del Cristo total.
con edificación de los demás, se acercan en su propia vida a la
cumbre de la caridad; pero aparece de modo particular en la prác- Prescindamos de lo que en otras hipótesis hubiera hecho o deja-
tica de los que comúnmente llamamos consejos evangélicos. Esta do de hacer Dios nuestro Padre.
práctica de los consejos, que, por impulso del Espíritu Santo, al- La Iglesia es santa. «Y goza de indefectible santidad». Sobre
gunos cristianos abrazan, tanto en forma privada como en una con-
dición o estado admitido por la Iglesia, da en el mundo, y conviene
esta afirmación volveremos más tarde.
que lo dé, espléndido testimonio y ejemplo de esa santidad. Y la Iglesia es santa porque Cristo es «el solo santo». El texto
conciliar anota los textos de la Escritura en que a Jesucristo se
En este párrafo se enuncia en resumen todo el contenido de da este título bíblico.
este capítulo y se deja abierta la puerta al capítulo 6.° siguiente. Evidentemente, la criatura que más queda tocada de la san-
Es como una especie de guión introductorio a todo el conjunto del tidad de Dios es la humanidad del Verbo encarnado. Lo que el
capítulo que se inicia. magisterio eclesiástico y la literatura cristiana antigua y medieval
1. Proclama la santidad de la Iglesia en cuanto tal, de esa llamaron «unión hipostática», basta para suponer lo que será esa
realidad, misteriosa e institucional a la vez, una e indivisa. «unción», esa penetración de lo divino en esa humanidad privile-
2. Deduce de ella en seguida la obligación de ser santos que giada. Recordemos el texto de San Pablo ya citado: «Pues en
tienen todos los que la forman. Este es el problema angular de Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente»
todo este capítulo. (Col 2,9). Y esa unción llena de dones y carismas a Jesucristo.
5
Dada la longitud de los números cuie hav nue comentar. los iremos dividiendo Y le constituye sacerdote, el mediador que santifica, que es el
por partes después de indicar brevemente la índole general de cada número. instrumentum coniunctum de la divinidad para consagrar a todo
o Misal romano, Gloria in excelsis. Cf. Le 1,35; Me 1,24; Le 4,34; lo 6,69
(ha hayos tou Theou); Act 3,14; 4,27 y 30; Hebr 7,26; 1 lo 2,20; Apoc 3,7. el «cosmos», sirviéndose precisamente de una institución, de un
«pueblo», que es la Iglesia.
C.5. Vniversal vocación a la santidad en la Iglesia. 39 7^7
746 Balatornero Jiménez Duque
aun del «cosmos», en cuanto el «cosmos» puede ser más y más
Esa santidad de Cristo merece a su Iglesia, a su pueblo, la
sacralizado y hecho así símbolo de Dios, que le crea y le unta de
santidad '. Por eso la Iglesia, en sí misma, es santa. No podía sus perfecciones... *.
ser menos.
Ese poder activo y santificador de la Iglesia, cuyo ejercicio
Ella es el «pleroma», el complemento vital y depositario de a ella más y más, de rechazo, también santifica, lo vive cooperan-
Cristo, la prolongación viviente de sí mismo. Todo esto ha sido do a la acción vivificante del Espíritu en sí misma y lo vive irra-
ya expuesto en el comentario a los capítulos anteriores. diando en el mundo esa santidad que a ella quema por dentro.
El texto del nuestro se fija en dos símbolos bíblicos que son Para poder realizar esto último, Cristo la ha equipado de do-
asaz elocuentes: el de la esposa y el del cuerpo. Ambos paulinos. nes e instrumentos magníficos, que ella administra. Repasemos
La Iglesia es la esposa de Cristo, amada por El, a quien se brevemente los principales.
entrega para purificarla, para hermosearla, para santificarla (léa- Primero, la revelación, hecha tradición a su Iglesia, y que se
se siempre divinizarla). Los dos, Cristo y su Iglesia, son una consigna en la Escritura y en las «tradiciones apostólicas». La
misma carne, una sola vida (Eph 5,25ss). El Esposo enamorado amorosa reflexión de toda la Iglesia—jerarquía y fieles—explícita
la dota con las riquezas infinitas de que El dispone. su contenido y lo formula a veces más o menos solemnemente el
La Iglesia es el Cuerpo místico de Jesús, del cual El es la magisterio oficial para seguridad de todos los fieles °.
Cabeza. Y, por consiguiente, forma con El una «persona mística», Luego viene la riqueza sacramental. Es el órgano principal
viven en mismidad de vida, son los dos el Cristo total. Quiere de expresión de la sacramentalidad radical de la Iglesia. Y se
decir que inevitablemente esto la consagra, la sacerdotaliza, la centra en la eucaristía, el sacramento de la Pascua del Señor, de
llena de gracias y carismas, la diviniza... su sacrificio sacerdotal.
El gran don que Jesucristo merece y regala a su Iglesia es el
En tercer lugar se alinea luego la comunión en la caridad
Espíritu Santo. El texto conciliar lo anota afortunadamente. El
dentro de la Iglesia, efecto de la presencia y acción del Espíritu
Espíritu no se derramaría abundosamente sobre los redimidos
en ella y de su alimentación bíblica y sacramental. La communio
mientras Cristo no hubiese sido glorificado (lo 7,39). Esa efu-
sanctorum de los sacramentos, según la antigua terminología, se
sión tuvo lugar el día de Pentecostés. La Iglesia, místicamente
convierte en la communio sanctorum según la actual.
nacida como misterio el día del Calvario, nació como institución
A continuación hay que recordar a la misma constitución je-
el día de Pentecostés. Desde entonces el Espíritu Santo y Santifi-
rárquica y ministerial de la Iglesia. Esta, como pueblo, como ins-
cador la une, la identifica con Cristo Cabeza, la anima, la san-
titución, la necesitaba. Y Cristo se la dio en sus líneas básicas
tifica. Todo esto es evidente. Y ya ha sido de un modo u otro
y fundamentales. Todo ello es vital y es hontanar de vida para
declarado por los capítulos precedentes de la constitución. Los
todo el conjunto, a cuyo servicio está, y al de la misión evange-
«símbolos» de todos los tiempos, desde los más antiguos, la lla-
lizados universal que ha recibido la Iglesia como consigna de
maron por eso siempre «santa».
su Esposo.
Interesa, sin embargo, recordar brevemente aquí que esa san-
Queda, finalmente, el elemento que llamaremos carismático,
tidad de que queda empapada la Iglesia por su unión vital con
por nombrarlo de alguna manera. Son todas las gracias que el
Jesucristo, es algo pasivo y activo a la vez. Es decir, es algo que
Espíritu Santo hace descender sobre la Iglesia y sus miembros se-
a ella la hace tal. Pero a la par es algo que pone en ella posibi-
gún esa multiforme e incontrolable manera que El sabe y quiere.
lidades, capacidades de santificar. La unción que santifica a Je-
Es cierto que en muchos de esos carismas la jerarquía puede y
sucristo se extiende hasta ella, y la cubre y la sacraliza con El.
debe ejercer un ministerio de vigilancia, al menos negativa, pero
Pero eso al mismo tiempo la potencializa para poder santificar
a otros muchos no puede llegar. Es secreto de Dios, que, en úl-
a los que de ella toman parte o a los que ella, como sea, influen-
cia. La unión vital con Cristo hace que constituya con El el 8
Doy por supuesto que toda salvación y elevación en la misma es siempre en
referencia a Cristo y a su Iglesia. «Extra Ecclesiam nulla salus». Pero la pertenencia
sacramentum total y primario de las gracias de Dios para todos a la Iglesia puede ser de muchas maneras. Y Dios inscribe en ella a los hombres
los hombres: el Cristo total. El Cristo total es el instrumento muchas veces, sin que éstos tengan conciencia expresa de ello, como los padres
hacen con frecuencia con sus hijos en esta o en aquella asociación. Y el poder de
significativo y efectivo de la salvación y divinización de todos y Dios es en estos casos óntico y efectivo, pues El es el dueño absoluto de todo, no
meramente intencional o moral, como en el caso humano aludido.
9
Cf. mi trabajo Revelación. Tradición. Teología: Arbor (1965) p.349-363.
' Cf. mi Teología de la mística (Madrid 1963) p.125-128.
748 Baldomcro Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 39 749

tima instancia, no tiene atadas las manos por instituciones ni en- lizarse. San Pedro, en la exhortación—catcquesis bautismal—
carnaciones de sus mismos designios misericordiosos sobre los indicada, saca como consecuencia de pertenecer al pueblo santo
hombres. del Dios santo una serie de conductas morales (v.llss), que re-
El texto conciliar deduce en seguida con lógica inflexible: flejan la mentalidad de la comunidad cristiana en los albores de
su misma existencia. Lo mismo que San Pablo después, al es-
«Por eso todos en la Iglesia, ya pertenezcan a la jerarquía, ya per-
tenezcan a la grey, son llamados a la santidad según aquello del Apóstol: cribir a los de Tesalónica y en otras de sus cartas: «Porque la
«Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación» (1 Thess 4,3; voluntad de Dios es vuestra santificación; que os abstengáis de
Eph 1,4). la fornicación, e t c . . » (1 Thess 4,3ss).
Es natural. La Iglesia, por más que queramos contemplarla Siendo esto así, hay que esperar y suponer a priori que la
como algo en sí, según una concepción platónica, ónticamente fi- santidad de vida haya florecido y florezca en la Iglesia. El Conci-
sicista y trascendente, es una entidad encarnada, hecha de hom- lio lo asegura sin titubeos a continuación:
bres concretos, que caminan en el tiempo y que personalmente «Esta santidad de la Iglesia se manifiesta incesantemente y se debe
son cada uno libres, responsables ante Dios y su conciencia. manifestar en los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en los
La Iglesia es el pueblo de Dios. Y un pueblo, ya se ha estu- fieles; se expresa de múltiples modos en todos aquellos que, con edifica-
diado en capítulos anteriores de la constitución, es, no una masa ción de los demás, se acercan en su propia vida a la cumbre de la ca-
ridad».
amorfa, atomizada, sino una conspiración consciente y ideológica
de los hombres libres y, por ende, irrepetibles, absolutos-relati- Pero esta afirmación conciliar necesita ser justificada. Por-
vos, responsables, personas, en una palabra. Precisamente la que las apariencias y en gran parte la realidad parecen decirnos
Iglesia, como toda sociedad divina o humana, es para ellos, para lo contrario1.
todos y cada uno de ellos. En último límite, tras de cada persona Que la Iglesia sea santa en sí misma, como realidad mística,
humana sólo está Dios, aunque aquélla no pueda lograrse como difícil, por no decir imposible, de encasillar en nuestras catego-
tal si no es formando parte, libremente, personalmente, de una rías al uso, ya lo hemos intentado demostrar siguiendo las indi-
colectividad; en nuestro caso, por voluntad de Dios, de la Iglesia. caciones del documento que estudiamos. Así «goza de indefectible
Miembros, los que la forman, de un pueblo, adonde se ingre- santidad».
só por el bautismo, pueblo estructurado, organizado, en que, por Por supuesto, es santa en el proyecto eterno de la misma en
lo tanto, todos y cada uno in solidum et pro rata participan y son la mente y en los planes de Dios. Santa en su Cabeza, en su Es-
responsables de la condición sacerdotal del mismo, de su misión poso, Jesucristo. Santa en el Espíritu divino que la anima. Santa
santificadora y, por consiguiente, de su misma santidad en gran por los recursos santificadores que posee y administra. Ya lo
parte. dijimos.
Pueblo, repitamos, que como tal es santo, el pueblo de Dios Pero la Iglesia no es sólo Jesucristo y el Espíritu Santo. So-
en su Cristo. Pueblo que prolonga y consuma la misión profé- mos también nosotros. Y no deja de ser desconcertante en alguna
tica, sacerdotal, testimonial, de penetración amorosa en el mun- forma que, estando' tan vitalmente unidos a ellos, no quede más
do, del viejo y ya desfasado Israel. Pueblo regido por la ley de penetrada de su santidad.
la caridad. Pueblo que es la herencia de Dios, su familia, su Por otra parte, los medios de santificación que Jesucristo le
templo, vivo y consagrado por su presencia y para su gloria. El ha legado con tanta abundancia, harían esperar una cosecha...
texto de la carta primera de San Pedro (2,lss), que la constitu- más ubérrima.
ción cita con frecuencia, lo dice todo. Tengámoslo siempre ante Cierto también que la Iglesia celeste es y será plenamente
nuestra mirada. purificada y santa, horra de toda mancha y arruga. Pero la Igle-
Pero todo esto significa y exige la santificación de sus com- sia peregrinante también es la Iglesia de Jesucristo, nacida de
ponentes. N o sólo porque la pertenencia al mismo ya les intro- la sangre y agua de su costado, amada, y cuidada y regalada por
duce en el ámbito con aire acondicionado a propósito, ya les El en todo momento.
proporciona todos los medios necesarios para ello sobreabun- Pues bien, es verdad, como dice la constitución, que esa san-
dantemente, sino porque esa misma situación les posibilita y tidad se manifiesta, como debe manifestarse, en frutos de gracia
obliga a corresponder, a cooperar, a personalmente responsabi- entre los fieles, frutos más o menos preciosos, en muchos casos
750 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia. 39 751

espléndidos: es el caso de esos hombres que se acercan a la cum- vida y la fecundidad de sus obras, cumplen los «santos» en medio
bre de la vida heroica de caridad para con Dios y los hombres de la cristiandad y del mundo 10.
hermanos. Pero ya hemos citado antes el párrafo del capítulo 10 de la
La Iglesia, en cuanto encarnada en los hombres, en cuanto constitución en que se dice que la Iglesia es santa, pero que, al
humana no podía ser un fracaso. Hubiesen fracasado los planes recibir en su seno a Jos pecadores, resulta necesitada de puri-
de Dios, la sangre de Cristo, la acción vivificante del Espíritu. ficación, de penitencia, de renovación, de reforma. La Iglesia,
Pero podría haber sido más magnífica y expresiva su santidad si como institución ahora peregrinante, recibe el polvo de los cami-
los hombres... libres, pero limitados y débiles, hubiésemos querido. nos del mundo, que cae sobre sus estructuras y sobre sus hombres.
En sus veinte siglos de historia siempre se cultivó en grandes Las faltas son evidentes: pecados, culpas morales en sus miem-
sectores del pueblo cristiano la fe en el Señor y todas las virtudes bros, tanto de la jerarquía y clero como de los seglares; debili-
cristianas. Siempre se dio la conversión de los pecadores, el re- dades de todo género; compromisos y enfeudamientos y mixti-
torno de los pródigos. El pueblo sencillo, desde aquellas comu- ficaciones, en parte inevitables y en parte sí, con los poderes
nidades primitivas hasta hoy, siempre dio más o menos pruebas temporales; la falta de sentido pastoral para adaptarse a veces
de sentido cristiano en su vivir. Con la ganga y deficiencias abun- a las debidas exigencias de la evangelización según pueblos
dosas que, sobre todo en épocas de decadencia moral, todos co- y culturas por nuestro exagerado occidentalismo; la lentitud en
nocemos.
10
Los que van llegando a constituir la Jerusalén celestial son Acerca de la beatificación y canonización de los siervos de Dios se ha discu-
tido también en el aula conciliar. El día 16 de septiembre de 1964, durante la
una gran muchedumbre, incontable, de toda nación, tribu, pueblo sesión 3.3, el cardenal Suenens abogó por una reforma del procedimiento jurídico
y lengua (Apoc 7,9). actual de los procesos. Como es sabido, está vigente la establecida por Urbano VIII.
Y el concepto de virtud heroica que formuló Benedicto XIV aún tiene carácter
Pensemos, además, que Ja Iglesia ha servido de fermento es- oficial en la Congregación de Ritos. Aunque, a partir de Benedicto XV, práctica-
mente, en el fondo, el paradigma que preside los estudios acerca de la vida santa
piritual y moralizante para todo el mundo. Esa influencia es algo de los siervos de Dios es el de que hayan cumplido con perfección sus deberes (los
que sean), y esto por caridad y con perseverancia, los últimos años de ella. Como
imponderable. Pero así, en bruto, es evidente. Ella es sal, ella es se ve, la Iglesia estudia más bien la santidad subjetiva, que es accesible para ella,
luz, ella es vida, que hace al mundo menos oscuro y opaco, me- para deducir de allí de algún modo la talla objetiva de la misma, que siempre será,
en definitiva, un secreto que sólo Dios mide y conoce. Es de esperar que, según
nos amargo y podrido de lo que sin ella sería. Todo ese clima esa fórmula, y simplificando el procedimiento, tendrán acceso a los altares santos y
santas con formato de vida más sencillo y más ejemplar para la mayoría del pueblo
de respeto a la persona humana, a su libertad, a la justicia, a la cristiano; habrá más canonizados seglares (los casados no llegan al 2 por 100, mien-
fraternidad universal, a la paz, a la sana moralidad de costum- tras los religiosos son el 80 por 100 de los catalogados) ; y habrá santos de todas
partes (la Iglesia adquiere un nivel cada vez más mundial), ya que de momento el
bres ; ese promover en general un nivel de vida más humano, de 90 por 100 del total lo detentan tres naciones: Italia, Francia y España...
que se habla en el número siguiente, es en buena parte debido a La canonización de los santos plantea una serie de problemas que aquí no pode-
mos tocar. Por ejemplo, el de la infalibilidad papal en las canonizaciones hechas en
la presencia y actuación de la Iglesia. (No todo ni mucho menos, forma solemne.
Pero el que más podía aquí importarnos sería el de valorar el significado que
pues algunas de las otras grandes religiones históricas también esa proclamación de santidad de algunos cristianos tiene para la vida de los demás.
han servido en mucho para esa elevación.) Se ha dicho (HERTLING) que esas vidas vienen a ser como el código oficial de san-
tidad que propone la Iglesia para todos. Esto es excesivo. Cierto que un motivo de
Y luego... tantos hombres y mujeres que no sólo han vivido ejemplaridad hay también en ello. Pero no es eso solamente el porqué de las cano-
nizaciones : más importa el testimoniar la santidad eclesial, que se hace a través de
una vida cristiana corriente y vulgar, sino generosa, esforzada, las mismas. Y, por otra parte, juegan en su trama muchos factores divinos y huma-
nos, providenciales, si se quiere, todos, pero que condicionan sociológicamente, hu-
en vuelo... Muchos de ellos han sido sencillamente heroicos. manamente, a aquélla. Por eso, el esquema de santidad sólo en parte se puede allí
Y siempre se produjeron en el campo de la Iglesia, aun en sus encontrar. Y es a través de otros muchos monumentos: Biblia, liturgia, Padres, docu-
mentos del Magisterio, autores espirituales, «sensus fidelíum», otras innumerables
tiempos históricos peores. Ellos son el exponente de su vitalidad. vidas más o menos santas, etc., como hay que estudiarle. Cf. sobre todo esto mi
trabajo Epílogo sobre la santidad... en la Iglesia, en ha perfección cristiana vol.2
Ellos son los testigos de la acción del Espíritu Santo en ella. Ellos (Barcelona 1966); y L. HERTLING, S. I., theologia ascética (Roma 1944) p.5ss;
Canonisation, en Dict. de Spir. t.2 c.77ss; BENEDICTO XIV, De servorum Dei bea-
son los testigos de cargo contra los demás cristianos, que en sus tificatione et beatorum canonizaüone III c.22,1; GABRIEL DE SANTA MARÍA MAGDA-
mismas o parecidas circunstancias psicológicas y sociológicas no LENA, O. C. D., Normes actuelles de la saintité: Étud. Carmelitaines (1949) p.l75ss.
Sobre la santidad y los criterios de canonización en el Oriente cristiano, y en
hemos querido pasar la barra de la mediocridad. La Iglesia ha particular en Rusia, cf. Iv. KOLOGRIVOF, Essai sur la sainteté en Russie (Bruges
exaltado a muchos de ellos con los honores de la glorificación. 1953) 445 pp. La nota dominante para la exaltación de los santos ha sido allí
la misma que en Occidente hasta ahora; el maravillosismo, las vidas y hazañas
Son una minoría. Pero es interesante esa aclamación, porque es más bien raras (caso extremo: los «locos» por Cristo, que llegan hasta nosotros
con San Benito José Labre, Casimiro Barelli, Carlos de Foucauld, etc.) y extra-
un reclamo acerca de la santidad de la Iglesia en general y de ordinarias (fundadoras, grandes penitentes, místicos llamativos, etc.). Aparte de
los grandes obispos y doctores, y en la Edad Media los reyes y jefes militares que
la misión, más o menos universal, que, con el ejemplo de su ayudaron o ¡impusieron! la evangelización de sus pueblos...
752 Baldomero Jiménez Duque £.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 40 753

las reformas; las implicaciones del dinero y de los beneficios;. el de pensar. Sobre todo San Agustín, que tuvo que enfrentarse a
clericalismo a ultranza; el triunfalismo infantil y barroco; la ane- fondo con la crisis donatista l'\ No podemos aquí estudiar esta
mia en general que padece el pueblo cristiano, que hace poco cuestión. Pero la solución agustiniana se hizo clásica entre otros
eficaz nuestro ecumenismo y nuestras tareas misioneras, sobre autoras antiguos y medievales. San Ambrosio dijo concisamente:
todo hoy en sectores poco permeables, como el de los intelectua- Non \in se, sed in nobis vulneratur Ecclesia ".
les, el de los obreros, el de muchos pueblos infieles y extraños Con matices y precisiones más o menos cercanos, la solución
a nuestra sensibilidad mental occidental, etc. De ahí el «escán- sincera a la apoda de que tratamos está ahí. La Iglesia terrestre
dalo» que constituye la Iglesia para muchos. Máxime ahora que está herida por nuestros pecados. Porque es verdad que no hay
un fuerte viento de sinceridad bate al mundo. culpas, pecados colectivos. La culpabilidad ante Dios es personal,
Pero no exageremos. La Iglesia terrestre es santa, aunque a es un hecho de conciencia. Claro que en las situaciones deficientes
la vez pecadora. Las parábolas evangélicas ya lo anunciaban así sociales que se crean, y que pueden dañar a muchos, todos tene-
(Mt 3,12; 13,24ss; 13,47ss; 22,10ss). San Juan, en su carta pri- mos parte, máxime los que por su autoridad o su prestigio puedan
mera, insiste en que somos pecadores (1,8), aunque nuestra con- ser más influyentes. Pero en definitiva será según la parte de
dición de cristificados debería llevar consigo una especie de im- responsabilidad personal de cada cual.
pecabilidad (3,9). Las cartas paulinas y los Hechos nos cuentan Lo que ocurre es que la Iglesia es una realidad especial, es
ya las miserias y tensiones que pululaban en las comunidades cris- algo vital, mistérica, no es una sociedad meramente moral huma-
tianas apostólicas. Y las cartas del Apocalipsis a las iglesias del na. Por eso los pecados de sus hijos ella los asume en cierto
Asia Menor (c.2 y 3) ofrecen un panorama poco «edificante». La modo, son suyos porque son pecados de miembros enfermos de
historia posterior... todos la conocemos. La realidad no ha esta- un único cuerpo, que sufre y padece en su propia carne las con-
do, ni está, ni estará nunca aquí abajo a la altura del ideal. secuencias de las miserias de cada uno l " .
La Iglesia misma así lo reconoce humildemente. En su litur- Podemos por eso, entendiéndola bien, a nuestro modo, sin
gia (colectas de las dominicas 4. a y 15. a después de Pentecostés, sacar consecuencias que de suyo no encierra, hacer nuestra la
por ejemplo). En sus Concilios (Cartaginense X V I . . . ) ". En la fórmula luterana: la Iglesia militante es simul insta et peccatrix
porfía con que en muchísimos de ellos pide la reforma de las in re, iusta in spe. Cristo de continuo la lava, la hermosea, la
costumbres a los de arriba y a los de abajo, lo cual significa que prepara para ser más digna de El. Nosotros debemos contemplar-
la conciencia de su vida en Cristo, con sus exigencias correspon- la a través de sus ojos, amarla a través de su corazón, asumirla
dientes, está siempre en ella viva y alerta. Los Papas últimos, como es, ya que nosotros somos parte de ella y ponemos en ella
Juan XXIII y Pablo VI, no han tenido reparo en pedir público nuestros límites y nuestros pecados; trabajar por ella aportando
perdón por las deficiencias de la Iglesia católica. un poquito más de vida y hermosura al conjunto eclesial.
Los Padres también se plantearon el problema. Pero los orien- La Iglesia es santa. Pero puede y debe serlo más. En el cielo
tales únicamente lo vieron como algo personal, de éste, o aquél, únicamente será perfecta en santidad.
o aquellos cristianos. A la Iglesia en cuanto tal no lo transpor- Sobre los «consejos evangélicos», signo especial de la santi-
taron. La Iglesia es para ellos algo idealmente real, platónicamente dad de la Iglesia, diremos después, al comentar el n.42, donde
trascendente e intocable. Fueron las sectas gnósticas, montañistas, se habla ex profeso de los mismos.
novacianas, donatistas, cataros medievales, luteranos después...,
los que llevaron el asunto a la vida práctica y social, los que, 40. Nuestro Señor Jesucristo predicó la santidad de vida, de
al ver disociados ideal y realidad, cortaron por lo sano, diciendo la que El es Maestro y Modelo, a todos y cada uno de sus dis-
que la Iglesia eran solamente los santos de verdad, el buen trigo cípulos, de cualquier condición que fuesen. «Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48) I 3 " .
del campo de Dios; los pecadores quedaban fuera. La misma Envió a todos el Espíritu Santo, que los moviera interiormente,
práctica de la penitencia pública y la dureza en la reconciliación
12
de los pecadores en algunas épocas e iglesias se resentía de esta Cf. In lo. 81,4: PL 3">,1842; Breviculus collattoms cum donatistis: PL 43.
Numerosas cartas. Y Reír. II 18: PL 32.637.
mentalidad. 13
13:E
De virghntate 8,48: PL 16,292. Cf. SANTO TOMÁS, Summa 3 q.8 a.2 ad 2.
Pero varios Padres latinos salieron al paso de esta corriente Cf. SAN PEDRO DAMIÁN, Super Dominus vobiscum c.5 y 6: «In ómnibus una
et in singulis tota»; «est tota in toto, et tota in qualibet parte»... (PL 145,235-236).
i3«» Q{ ORÍGENES, Comm. Rom. 7,7: PG 14,1122B; Ps. MACARIO, De oratione
» D 106-108. 11: PG 34.861AB; SANTO TOMÁS, Summa 2-2 q.184 a.3.
754 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia. 40 755

para que amen a. Dios con todo el corazón, con toda el alma, con Cristo es maestro y modelo único. Pero esto ha de entenderse
toda la mente y con todas las fuerzas (cf. Me 12,30), y para que se no sólo de manera extrínseca, superficial y epidérmica, como algo
amen unos a otros como Cristo nos atnó (cf. lo 13,34; 15,12). Los
que afecta al modo de comportarse, de actuar hacia afuera, sino
seguidores de Cristo, llamados y justificados en Cristo nuestro Se-
ñor, no por sus propios méritos, sino por designio y gracia de como algo que interesa al mismo ser. De las exigencias ónticas
El, en la fe del bautismo han sido hechos hijos de Dios y partí- surgirán después las exigencias éticas a propósito. Dios nos lim-
cipes de la divina naturaleza y, por lo mismo, santos; conviene, pia y justifica de nuestras miserias y nos vivifica en El por su
por consiguiente, que esa santidad que recibieron sepan conser-
Cristo de manera real, vital, entrañable.
varla y perfeccionarla en su vida con la ayuda de Dios. Les amo-
nesta el Apóstol a que vivan acornó conviene a los santos» (Eph 5,3) El bautismo nos inserta en Cristo ", en su misterio de muerte
y que, «.como elegidos de Dios, santos y amados, se revistan de y de vida, en su Pascua (Rom 6,1-11). Nos hace nacer de nuevo
entrañas de misericordia, benignidad, humildad, modestia, pacien- (lo 3,lss). Nos hace hombres nuevos (Eph 4,24), nuevas criatu-
cia» (Col 3,12) y produzcan los frutos del Espíritu para santifi-
cación (Gal 5,22; Rom 6,22). Pero como todos tropezamos en
ras a lo divino (Gal 6,15; 2 Cor 5,17). En una palabra, Cristos
muchas cosas (cf. lac 3,2), tenemos continua necesidad de la gracia (1 Cor 6,17; Gal 2,20; 3,27; Phil 1,21; 3,12). Nos hace así
de Dios y hemos de orar todos los días: «Perdónanos nuestras participar con El en la vida divina, que, como en germen, depo-
deudas» (Mt 6,12) I 4 . sita en nosotros (1 lo 3,9). Quedamos hechos «consortes de la
«Fluye de ahí la clara consecuencia de que todos los fieles, de naturaleza divina» (2 Petr 1,4). Hijos de Dios (1 lo 3,1-2;
cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud
de la vida cristiana y a la perfección de la caridad ls, que es una
Rom 8,l6ss; Eph 2,3). «Y por ser hijos envió Dios a nuestros
forma de santidad que promueve, aun en la sociedad terrena, un corazones el Espíritu de su Hijo, que grita: Abba! ¡Padre! De
modo de vida más humano. Para alcanzar esa perfección, los fieles, manera que ya no es siervo, sino hijo, y, si hijo, heredero por
según la diversa medida de los dones recibidos de Cristo, deberán la gracia de Dios» (Gal 4,6-7). Poseídos y animados por eso por
esforzarse para que, siguiendo sus huellas y amoldándose a su
imagen, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen
el Espíritu Santo (Rom 8,14-17; Gal 4,6; Eph 1,5; 1 lo 3,lss,
totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Así la etcétera). El bautismo es bañarse en El, «en el Espíritu Santo y
santidad del pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como en el fuego» (Mt 3,11). «Es Dios quien a nosotros y a vosotros
brillantemente lo demuestra en la historia de la Iglesia la vida nos confirma en Cristo, nos ha ungido, nos ha sellado y ha de-
de tantos santos.
positado las arras del Espíritu en nuestros corazones» (2 Cor
Vamos a comentar per modum unius todo este número, cen- 1,21-22).
tral en el capítulo 5.° El bautismo «ilumina», es iluminación divinal en el bauti-
La santidad, es decir, la vida en Dios, y la perfección de la zado, enciende en él la luz de la fe y le hace posible vivirla desde
misma. El ha querido que sea por, con y en Jesucristo, su Verbo él mismo, desde su libertad al encuentro.
encarnado. No hay otra manera. El plan divino de salvación y El bautismo, al hacer cristos, hace participar en la condición
divinización para todos los hombres es en Jesucristo (Eph 1,3-14; sacerdotal de Cristo, hace posible ofrecerle y ofrecerse con El,
Act 4,12). «Jesús le dijo: yo soy el camino, la verdad y la vida; vivir de su Pascua, de su sacrificio hecho nuestro, de su Iglesia,
nadie viene al Padre sino por mí» (lo 14,6). «Porque uno es en la misa. El sacerdocio universal o bautismal de los fieles es
Dios, uno también el Mediador entre Dios y los hombres, el hom- para eso precisamente, para poder celebrar la misa. Lo dijo en el
bre Cristo Jesús» (1 Tim 2,5). aula conciliar, en la congregación del 16 de octubre de 1963
Hijos en el Hijo. Cristos en su Cristo. La Iglesia es para (ses.2. a ), el cardenal Bueno Monreal con gran acierto teológico.
eso, únicamente para eso. Por eso es el Cristo total con Cristo. La unción misteriosa de la unión hipostática y sacerdotal de
Y así es como únicamente se es santo, es decir, se vive «escondi- Cristo llega a sus miembros por los méritos de la gracia capital
do con Cristo en Dios» (Col 3,3) y como puede, por consiguien- que El posee en plenitud.
te, alcanzarse la estatura de Cristo, la perfección posible y rela- Prácticamente, existencialmente, pues, nuestra santidad y su
tiva de nuestra vida en El. perfección consisten en ser Cristo, lo más posible Cristo. Unión
14
Cf. SAN AGUSTÍN, Retr. II 18: PL 32,637s; Pío XII, carta ene. Myst'tci Cor- vital, que es por eso mismo imitación óntica, incorporación, con-
poris,
15
29 junio 1943: AAS 35 (1943) 225. figuración viva. «Porque cuantos en Cristo habéis sido bautiza-
Cf. Pío XI, carta ene. Rerum omnium, 26 enero 1923: AAS 15 ('923) 50
y 59-60; carta ene. Casti cormubii, 31 dic. 1930: AAS 22 (1930) 548; Pío XII, dos, os habéis vestido de Cristo» (Gal 3,27). Vestirse, en la
const. apost Próvida Mater, 2 feb. 1947: AAS 39 (1947) 117; aloe. Annus sacer., 16
8 dic. 1950: AAS 43 (1951) 27-28; aloe. Nel darvi, 1 julio 1956: AAS (1956) Acerca de la teología del bautismo nada decimos aquí. Ya se ha tratado en
547s. otros capítulos de !a constitución. Cf. también Teología de la mística p.!93ss.
756 , Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia. 40 757
fuerza original del griego, equivale a ser. «Mi vida es Cristo» género de impureza o avaricia, que ni siquiera pueda decirse que lo hay
(Phil 1,21). «Y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aun- entre vosotros, como conviene a los santos» (Eph 5,1-3). «Los que son
de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupis-
que al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, cencias. Si vivimos del espíritu, andemos también según el espíritu»
que me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20). (Gal 5,24-25).
Pero esa imitación vital reclama una imitación moral, externa. Luego volveremos más despacio sobre este florecer en virtudes
No material, por supuesto, sino en cuanto al espíritu del actuar.
y sobre todo en caridad.
«In spiritu et veritate» (lo 4,23). En sinceridad del corazón. Se
Esta conformación con Cristo que la misericordia divina rea-
trata de tener en nosotros los mismos sentimientos que tuvo Cris-
liza y perfecciona en nosotros, principalmente por las gracias sa-
to Jesús (Phil 3,5), de poseer el sentido de Cristo, de traducirle
cramentales, pide, pues, una colaboración por nuestra parte, que,
luego con sinceridad en nuestro vivir todo, según sus circunstan-
dada la situación deficitaria en que nos dejó el pecado, tiene que
cias concretas e históricas, según el contexto cultural y sociológico
ser más o menos esforzada, tiene que ser ascética. El seguir sus
en que nos toque movernos. ¿Cómo se comportaría Jesucristo
ahora y aquí? huellas, el amoldarnos a su imagen, nos exige comulgar en su
obediencia al Padre, en la voluntad divina y, por tanto, en su
Imitación óntica y vital, imitación psicológica íntima, imita- muerte en la cruz (Rom 5,19; Phil 2,8; Hebr 5,8-10). Nos pide,
ción externa adaptada. Tres imitaciones que se encadenan y se como dice el Concilio, entregarnos totalmente a la gloria de Dios
necesitan mutuamente. Que se cifran en esa palabra evangélica y al servicio de sus hijos, nuestros prójimos, nuestros hermanos.
tantas veces repetida por el Señor: seguidme... «El que quiera Todo lo cual nos obliga a arrancarnos de nuestros egoísmos, de
ser mi discípulo...» San Pablo nos ha dicho audazmente: «Sed nuestro amor propio desordenado, de nuestro yo captativo y mi-
imitadores míos como yo lo soy de Cristo» (1 Cor 11,1) ". serable. Lo cual sin amor y sin dolor no puede realizarse.
Y ese seguirle con generosidad, ese responder a su invitación Por eso la disposición fundamental, radical, para poder ser
apremiante..., es acercarnos a la plenitud de su santidad. discípulo de Cristo, «manso y humilde corazón» (Mt 11,29), y
Porque la misma imagen de germen vital que importa el bau- seguirle, será para todos sin distinción esa misma: la pobreza de
tismo hace esperar y exige un desarrollo... corazón: «En verdad os digo: quien no reciba el reino de Dios
«... conocerle a El y el poder de su resurrección y la participación en como un niño, no entrará en él» (Me 10,15; cf. Mt 19,13-15;
sus padecimientos, conformándome a El en la muerte por si logro alcan- Le 18,15-17). Esa actitud sencilla ante Dios, de disponibilidad,
zar la resurrección de los muertos. No es que la haya alcanzado ya, es de entrega, de confianza y abandono, actitud profundamente
decir, que haya logrado la perfección, sino que la sigo por si le doy humana por verdadera, por animosa, por fecunda y eficaz; esa
alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos,
yo no creo haberla aún alcanzado; pero dando al olvido lo que ya queda pobreza de corazón, es el aliento esencial de las bienaventuranzas
atrás, me lanzo en persecución de lo que tengo delante, corro hacia la evangélicas (Mt 5,3-12), sobre las cuales de nuevo volveremos.
meta, hacia el galardón de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús. Vocación universal en Jesucristo a la santidad, a la perfección
Y cuantos somos perfectos, esto mismo sintamos, y, si algo sentís de otra
manera, Dios os hará ver eso que os digo» (Phil 3,10-15). de la vida en El, formando todos parte de su pueblo santo, de
su Iglesia.
Desarrollo que principalmente se logra por la eucaristía, abo- «Fluye de ahí—dice el Concilio—la clara consecuencia de que todos
no divino de la vida divina en nosotros. El bautismo tiende hacia los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la ple-
ella y la contiene ya en voto y deseo '". nitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad».
Desarrollo que se manifestará en esa vida de caridad y de Es la gran verdad que reiteradamente quiere inculcar este ca-
virtudes a que alude el texto conciliar (Col 3,12; Rom 6,22; pítulo. Es hacer realidad aquel calificativo, casi oficial, de santos,
1 Thess 4,1-12, etc.) : «los santificados», con que San Pablo llama a los hermanos
«Sed, en fin, imitadores de Dios, como hijos amados, y vivid en ca- (Rom 1,7; 16,2; 1 Cor 1,2; Eph 1,1; 3,18; Phil 1,1-10; Col 1,
ridad, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y 2.12.28; 3,12, etc.).
sacrificio a Dios en suave olor. Cuanto a la fornicación y cualquier El Concilio proclama con solemnidad la doctrina católica que
17
Cf. Teología de la mística p.129-160; y J. DE GuiBERT, S. I., Theologia spi- los últimos Papas, sobre todo Pío XI y Pío XII, habían ya ense-
ritualis 3.« ed (Roma 1946) p.92ss.
18
Cf. SANTO TOMÁS, Summa 3 q.37 a.3; q.65 a.3; q.73 a.3; q.79 a.l ; In ñado. He aquí tres documentos de Pío XI, dos de los cuales son
Sent. 4 d.8 q.l a.2. citados por el texto conciliar:
758 Baldomcro Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en lalglesia. 41 759
«Y nadie piense que esto es tarea de unos pocos escogidísimos y que quizá deban ser una síntesis más equilibrada y completa, difícil
a los demás les es lícito establecerse en un grado inferior de virtud.
Pues por esta ley, como es claro, están obligados todos absolutamente,
y arriesgada, de ambos aspectos del vivir cristiano, que, repito,
sin excepción alguna..., para que se dé cuenta el pueblo que la santidad en todos los fieles siempre más o menos se dan: son los jerarcas
de vida no es beneficio singular, que se les concede a algunos haciendo y sacerdotes, los miembros de institutos seculares, algunos cris-
exclusión de los otros, sino una suerte de todos y un oficio común» " . tianos particularmente comprometidos ante la Iglesia y la ciudad...
«Esta sabiduría concedida por Dios o infundida a Santo Tomás, acom- Pero todos deben aspirar a ser santos. Todos deben vivir intensa-
pañada de los demás dones del Espíritu Santo, progresó continuamente,
igual que la caridad, señora y reina de todas las virtudes. Pues era doc- mente su vocación eclesial cristiana.
trina certísima para él que el amor de Dios conviene que siempre esté en Largo y complejo párrafo de nuestro capítulo. Vamos a estu-
aumento por la misma forma del precepto: Amarás al Señor, tu Dios
con todo tu corazón; ya que el todo y lo perfecto son una misma cosa... diarlo por partes.
El fin del precepto es la caridad, como dice el Apóstol; ahora bien, en Primero es un problema general: el de la mismidad y diver-
el fin no se usa ninguna medida, sino únicamente en aquello que conduce sidad de la santidad en la Iglesia.
al fin. Y ésta es la razón de por qué caiga bajo precepto la perfección
de la caridad como algo por lo que cada uno, según su condición, debe
esforzarse» 20. 41. Una misma es la santidad que cultivan en cualquier clase
«Todos, cualquiera que sea su condición y cualquiera que sea el modo de vida y de profesión los que son guiados por el Espíritu de Dios
honesto de vida que han abrazado, pueden y deben imitar y, con la y, obedeciendo a la voz del Padre, adorando a Dios y al Padre en
gracia de Dios, llegar aún a la más alta cumbre de la perfección cristiana espíritu y en verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y cargado
como se comprueba por los ejemplos de muchos santos» 21 . de la cruz, para merecer la participación de su gloria. Según eso,
cada uno, según los propios dones y las gracias recibidas, debe
Concluyamos: el bautismo, la inserción en Cristo, es el gran caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, que excita la
compromiso. La fe religiosa en El que el bautismo comporta sitúa esperanza y obra por la caridad.
nuestra vida en toda su hondura y proyección bajo su ley de «Confíteor unum baptisma», decimos en el credo. Un solo
amor. Tender seria y sinceramente a acrecentarla es condición de bautismo. Una sola unción. Un solo alimento divino: «Porque el
toda vida cristiana consciente de tal. Y esa tensión dinámica en pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participa-
la caridad es santificarse más y más, es vivir más en El, es ir mos de ese único pan» (1 Cor 10,17). Un solo Cristo. Una sola
llegando a la perfección, a la cumbre... Obligación, pues, vital santidad esencial, por consiguiente. «Un Señor, una fe, un bau-
y fundamental de todo aquel que forme parte del Cristo total. tismo» (Eph 4,5). Común vocación en Cristo, común dignidad,
Es verdad que en la Iglesia de los bautizados, de los santos común destino (cf. Gal 3,28; Col 3,11; 2 Petr 1,1).
en esa Iglesia que es el pueblo de Dios en Cristo, se descubre San Pablo lo ha enseñado claramente:
la tensión que sus dos dimensiones, la trascendente y escatológica
y la de encarnación temporal, producen necesariamente. La Iglesia «Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. Hay di-
vive ahora aquí, pero en camino hacia allí. Su misterio en Cristo, versidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad de
que se esconde ahora en la nube de la fe, pero que se dirige a l a operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos.
Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común
revelación total en el cielo, está realizándose en este mundo insti- utilidad. A uno le es dado por el Espíritu la palabra de sabiduría; a
tucionalmente, encarnadamente, limitadamente. Y todos los que otro, la palabra de ciencia, según él mismo Espíritu; a otro, fe en el
forman la Iglesia han de vivir de un modo u otro esa tensión que mismo Espíritu; a otro, don de curaciones en el mismo Espíritu; a otro,
la trascendencia y la encarnación crean. Pero no en las mismas operaciones de milagros; a otro, profecía; a otro, discreción de espíritus;
proporciones. Unos acentuarán más la dimensión escatológica, lla- a otro, género de lenguas; a otro, interpretación de lenguas. Todas estas
cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según
marán la atención a todos sobre ella, serán su signo en medio de quiere.
la Iglesia en el mundo: son los monjes y los que se aproximan «Porque así como, siendo el cuerpo uno, tiene muchos miembros, y
a su forma de vivir. Otros acentuarán más la dimensión de en- todos los miembros del cuerpo, con s«r muchos, son un cuerpo único,
carnación, vivirán la presencia cristiana en el corazón de las es- así es también Cristo. Porque también todos nosotros hemos sido bauti-
tructuras y quehaceres terrestres: son los cristianos seglares. Otros zados en un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo, y todos, ya
judíos, ya gentiles, ya siervos, ya libres, hemos bebido del mismo Es-
1 9 Rerum ommum, 26 enero 1 9 2 3 : AAS 15 (1923) 50.
píritu. Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere
M
Studiorum ducem, 29 junio 1 9 2 3 : AAS 15 (1923) 312. el pie: Porque no soy mano no soy del cuerpo, no por esto deja de ser
-l Casti connubit, 31 dic. 1930: AAS 22 (1930) 548. del cuerpo. Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo no soy del cuerpo,
no por esto deja de ser del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojos, ¿dónde
760 Baldomefo Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia, 41 761
estaría el oído? Y si todo él fuera oídos, ¿dónde estaría el olfato? Pero personal, compromiso, entrega personal de sí mismo, o no es
Dios ha dispuesto los miembros en el cuerpo, cada uno de ellos como
nada. A u n q u e eso n o p u e d a conseguirse sino d e n t r o de una co-
ha querido. Si todos fueran un miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los
miembros son muchos, pero uno solo el cuerpo. Y no puede decir el m u n i d a d , la Iglesia, socialmente, p o r tanto.
ojo a la mano: No tengo necesidad de ti. Ni tampoco la cabeza a los Q u i e r e decir q u e todos somos Cristo, el m i s m o único Cristo,
pies: No necesito de vosotros...» «Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, pero cada u n o somos una edición distinta, personal, de ese Cristo.
y cada uno una parte, según la disposición de Dios en la Iglesia, pri-
mero apóstoles, luego profetas, luego doctores, luego el poder de mila- D e n t r o , pues, de la vocación universal a la vida cristiana, cada
gros, las virtudes; después las gracias de curación, de asistencia, de cual tiene su vocación propia, el proyecto de D i o s sobre cada
gobierno, los géneros de lenguas. ¿ Son todos apóstoles ? ¿ Son todos pro- u n o , ese proyecto q u e Dios va revelando a través d e las circuns-
fetas? ¿Son todos doctores? ¿Tienen todos el poder de hacer milagros? tancias de la vida, y q u e el llamado va realizando si es fiel a las
¿ Tienen todos la gracia de curaciones ? ¿ Hablan todos en lenguas ? ¿ To-
dos interpretan?» (1 Cor 12,4-21.27-30). gracias d e cada m o m e n t o , de cada día, a u n q u e él m i s m o n o sepa
«Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, de a n t e m a n o cuál es la meta a d o n d e le va llevando la suave o
y todos los miembros no tienen la misma función, así nosotros, siendo violenta invitación de Dios. Cada cual es cada cual, con su psico-
muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al logía distinta, con sus circunstancias de lugar y tiempo, con el
servicio de los otros miembros. Así todos tenemos dones diferentes, se- plan específico de Dios y las gracias libérrimas que El quiso
gún la gracia que nos fue dada; ya sea la profecía, según ¡la medida de
la fe; ya sea ministerio para servir; el que enseña, en la enseñanza; el para él.
que exhorta, para exhortar; el que da, con sencillez; quien preside, pre- En esa personal manera de vivir el misterio de Cristo influ-
sida con solicitud; quien practica la misericordia, hágalo con alegría» yen evidentemente muchas circunstancias internas y externas, que
(Rom 12,4-8).
recortan más o m e n o s la libre opción del h o m b r e . Son muchas
«Así, pues, os exhorto yo preso en el Señor, a andar de una manera
digna de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad, man- veces corrientes de pensamiento q u e las diversas culturas y épocas
sedumbre y longanimidad, soportándoos los unos a los otros con candad, históricas hacen circular, creando una sensibilidad mental q u e a
solícitos de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la su m o d o presiona, sobre t o d o en los espíritus m e n o s personales.
paz. Sólo hay un cuerpo y un Espíritu, como también una sola espe- Es la misma cultura «ancestral» d e los pueblos, tan distintos entre
ranza, la de vuestra vocación. Sólo un Señor, una fe, un bautismo, un
Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. sí, con los arquetipos subconscientes que produce en el f o n d o
A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida del don psicológico de los individuos de esos países. Es la educación fa-
de Cristo». «Y El constituyó a los unos apóstoles, a los otros profetas, miliar, el ambiente social inmediato, los encuentros y choques
a éstos evangelistas, a aquéllos pastores y doctores, para la perfección importantes d e la vida. Es el t e m p e r a m e n t o , el tipo biológico,
consumada de los santos, para la obra del ministerio, para la edifica-
ción del cuerpo de Cristo, hasta que todos alcancemos la unidad de la lo que sea. T o d o condiciona más o menos, todo motiva, todo
fe y del conocimiento del Hijo de Dios, cual varones perfectos, a la impacta.
medida de la plenitud de Cristo». «... De quien todo el cuerpo, trabado
y unido por todos los ligamentos que lo unen y nutren para la operación D e n t r o , sin e m b a r g o , de la vida comunitaria eclesial se dan
propia de cada miembro, crece y se perfecciona en la caridad» (Eph 4,1-7. siempre situaciones funcionales comunes o parecidas de vivir que
11-13.16). afectan h o n d a m e n t e a los h o m b r e s y a la comunidad. El p u e b l o
de Dios, en sí m i s m o y p o r su encarnación en las estructuras
U n i d a d , pues, d e u n a vocación en Cristo p a r a todos. naturales y artificiales h u m a n a s , requiere organización, cuadros
P e r o San Pablo a la vez nos h a dicho q u e en u n cuerpo se dan preestablecidos de vida, estamentos, «estados de vida».
variedad de miembros, de órganos, de funciones. La vida del
Santo T o m á s h a d a d o la siguiente noción de estado de vida:
conjunto exige variedad.
En realidad, tantas como personas. P o r q u e la persona h u m a - «Estado, hablando con propiedad, significa cierta diferencia de posi-
na es única, es irrepetible, es ella m i s m a ; u n absoluto-relativo. ción, según la cual algo se dispone de conformidad con el modo de su
naturaleza, como en cierta inmovilidad... Por consiguiente, entre los
Las huellas somáticas digitales son una expresión de la indivi- hombres no constituye estado lo que cambia fácilmente con relación a
dualidad radical del h o m b r e . Cada cual tiene su n o m b r e , suyo, ellos y que les es extrínseco, como el ser uno rico o pobre, constituido
intransferible, secreto... « . . . Al q u e venciere le d a r é del m a n á es- en dignidad o plebeyo, o alguna otra situación parecida... Sino únicamente
condido y le daré u n a piedrecita blanca, y en ella escrito un nom- parece afectar al estado del hombre lo que respecta a su obligación per-
sonal, es decir, según que uno es libre o dependiente de otro, y esto no
bre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe» ( A p o c 2 , 1 7 ) . por alguna causa leve o de fácil mutación, sino por algo permanente,
La vida religiosa, m á x i m e intensamente vivida, es siempre algo que es lo que implica el concepto de libertad o esclavitud. Por consi-
762 Baldomero Jiménez Duque
C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 41 763
guíente, el estado pertenece propiamente a la libertad o a la esclavitud
tanto en lo espiritual como en lo civil» 22. texto conciliar a un plano un tanto jurídico. Si el bautismo, con
su sigilación e incorporación en Cristo, ya pide que se tienda
Es algo accidental al existir humano en sí mismo, pero que hacia la estatura posible en Cristo, que corresponda a la fuerza
le informa de manera total, determinada y permanente, que com- germinal del mismo (relativa, según los planes y gracias de Dios,
promete a fondo, que hace «estar» (del vocablo castrense stare, según la tierra psicológica del sujeto, según después Ja libre co-
permanecer firme, quieto...). Algo solemne en el vivir humano. rrespondencia del hombre en cuestión a aquellas gracias, hasta,
Y algo que no termina de suyo en el que lo vive, sino que se en parte, según las circunstancias ambientales de su cultivo...),
proyecta funcionalmente en la comunidad. En nuestro caso, en ¿qué pueden importar nuevos títulos que reclamen lo mismo?
la Iglesia. Prolongando el símbolo paulino del cuerpo, es la rea- Tres penas de muerte producen el mismo efecto que una sola.
lidad y la misión de los órganos, algo intermedio entre el cuerpo Sin embargo, tengamos en cuenta que nos movemos dentro
en total y cada uno de los miembros. Pero que agrupa a varios de una realidad viva, no meramente jurídica ni mucho menos.
de estos últimos en una función común e igual, que, por consi- La gracia bautismal ya lo pide radicalmente todo. Ya en ger-
guiente, les exige modalidades específicas de vivir y de actuar men está allí, si se quiere, toda la santidad que se desarrollará
dentro de la radicalidad y mismidad del vivir común. hasta consumarse en la gloria. Santo Tomás ha escrito: la gracia
La perfección de la vida sobrenatural es, pues, una y múltiple. sembrada por el bautismo en el hombre nihil aliud est quam
Una en su fuente: Dios, la participación en la vida divina. quaedam incoatio gloriae in nobis ~". En cierto sentido, por lo
Una es su causa meritoria, eficiente, instrumental y ejemplar: tanto, esa gracia inicial reclama las nuevas gracias y carismas que
Jesucristo, ser El, seguirle, imitarle. «Entonces dijo Jesús a sus vendrán después. Pero esas gracias, las sacramentales sobre todo,
discípulos: El que quiera venir en pos de mí niegúese a sí mis- máxime si fundan esas situaciones «estáticas» y de gran proyec-
mo y tome su cruz y sígame» (Mt 16,24). ción funcional para la vida de la Iglesia, como es el carisma re-
Una en su esencia: la vida teologal (de fe, esperanza y cari- cibido por el sacramento del orden, como son los carismas que
dad), y que se traduce en la práctica en adherirnos a la voluntad acompañan al sacramento del matrimonio, etc., son de suyo, en
de Dios. realidad, nuevas participaciones de la vida y del sacerdocio de
Una en sus medios: gracias divinas sacramentales y extrasa- Jesús, nuevas gracias de unión y de vida en El, y, por lo tanto,
cramentales, y cooperación por nuestra parte por e] ejercicio ascé- nuevos títulos, podemos decir, que explicitan lo que en cada caso
tico de las virtudes todas, por la oración, las obras de caridad, etc. ya germinalmente contenía el del bautismo. Son nuevas exigen-
Una en el sujeto de la misma: el hombre, elevado, caído, re- cias vivas de santidad.
parado, fundamentalmente por naturaleza el mismo siempre. Todos los «estados de vida» son, pues, estados de perfección
Pero diversa en cada uno al mismo tiempo. en el sentido vital de la palabra, no en el sentido puramente ju-
Y afectada enormemente por el contexto humano sociológico, rídico que a partir de la Edad Media se les ha dado.
en especial por los llamados «estados de vida»: matrimonio, vida Añádase la repercusión psicológica que todas las gracias y las
celibataria, vida consagrada «religiosa», vida sacerdotal, etc. «Se- misiones en que introducen llevan consigo. La conciencia de un
gún eso—dice el Concilio—, cada uno, según los propios dones modo u otro las registra, y el hombre se tiene que sentir compro-
y las gracias recibidas, debe caminar, sin vacilación por el camino metido por su luz y sus tareas de servicio y dedición.
de la fe viva, que excita la esperanza y obra por la caridad». Piénsese también en el contorno jurídico y sociológico que
A continuación se fija el texto conciliar en los principales es- crean. Y, como consecuencia, en las modalidades de vida que,
tados y estamentos de vida que dentro del pueblo de Dios se dentro del común denominador de la vida cristiana, cada una
dan, para insistir en la obligación de santidad que en todos ellos de esas vocaciones y estados llevan consigo. Modalidades que
ha de florecer. Pero antes de repasarlos brevemente, conviene sobre todo resaltan en el comportamiento externo, en la manera
precisar cómo se enraiza esa especial obligatoriedad de cada uno de practicar las virtudes llamadas morales, en ciertos detalles y
con esa exigencia común y totalitaria que ya de suyo clava en el quehaceres entre los demás y en la vida religiosa eclesial.
corazón de todo cristiano el bautismo. Una misma santidad cristiana, pues, pero variadísima y poli-
Trasplantamos el problema que con toda sencillez plantea el facética, vista desde nuestra ladera humana, según las distintas
12
$fimma 2-2 q.183 a.l. 33
Summa 2-2 q.24 a.3 ad 2; 1-2 q.69 a.2.
764 Bahlomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 41 765
situaciones temporales y sociales de los fieles en la Iglesia y, en Por eso participan, la mayor posible de suyo, a la vida y ejem-
última instancia, según la personal relación de cada uno en y por plaridad y actividad pastoral de Cristo.
Cristo con Dios. El don de la gracia sacramental que objetivamente les con-
Es menester en primer lugar que los pastores del rebaño de
sagra, les capacita a su vez para su ministerio, tan trascendental
Cristo cumplan con su deber ministerial, santamente y con entu- y tan difícil. Todo lo cual lleva anejo consigo las gracias de san-
siasmo, con humildad y fortaleza, según la imagen del sumo y tificación subjetiva que hagan falta para la eficaz consecución de
eterno Sacerdote, Pastor y Obispo de nuestras almas; cumplido así sus fines si... la libre cooperación del interesado es generosa y
su deber, será para ellos un magnifico medio de santificación. Los
escogidos a la plenitud del sacerdocio reciben como don, con la humilde. Y ese mismo ejercicio del ministerio hecho en fe y en
gracia sacramental, el poder ejercitar el perfecto deber de su pas- amor, de rechazo, al mismo ministro santifica más y más inevi-
toral caridad ~í con la oración, con el sacrificio y la predicación, tablemente.
en todo género de preocupación y servicio episcopal, sin miedo de
ofrecer la vida por sus ovejas y haciéndose semejantes a ellas Todo se resume, como indica el texto, en imitar a Jesucristo,
(cf. 1 Petr 5,3). Así, incluso con su ejemplo, han de estimular a la sumo y eterno sacerdote, pastor y obispo de nuestras almas (1 Petr
Iglesia hacia una creciente santidad. 2,25). Habría que comentar aquí todo el capítulo 10 del evan-
El Concilio recuerda en primer lugar el deber de santificarse gelio de San Juan con sus antecedentes veterotestamentarios; ha-
que tienen los obispos, los pastores de la grey del Señor. bría que comentar cantidad de pasajes de las cartas paulinas, a
Es evidente. Si todo el pueblo debe ser santo, esta obligación través de las cuales teórica y prácticamente va tejiéndose el tapiz
incumbe en especial a aquellos que están consagrados y dedicados de la espiritualidad episcopal. Pero no tenemos espacio para esa
a animar la santidad de todos los demás. deliciosa tarea 2=. Baste aquí anotar, ya que lo cita el mismo Con-
Aquí damos por supuesta la teología del episcopado que cilio, el famoso texto de San Pedro:
el c.3 de la constitución expone expresamente. Esa teología fun-
«A los presbíteros que hay entre vosotros los exhorto yo, copresbíte-
damenta la exigencia propia de santidad de vida que se requiere ro, testigo de los sufrimientos de Cristo y participante de la gloria que
en los obispos. ha de revelarse: Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado,
El carisma de la plenitud sacerdotal que reciben por el sacra- no por fuerza, sino con blandura, según Dios; ni por sórdido lucro, sino
mento del orden en su consagración episcopal, y que de una ma- con prontitud de ánimo; no como dominadores sobre la heredad, sino sir-
viendo de ejemplo al rebaño.. Así, al aparecer el Pastor soberano, recibi-
nera especial les vincula a Cristo Sacerdote, les pide lógicamente réis la cotona inmarcesible de la gloria» (1 Petr 5,1-4).
situar su vivir a la altura de esa peculiar cristificación.
Pero ese carisma, aunque personal, es terminantemente funcio- El obispo es el santificador por antonomasia, por consagra-
nal, ya que se les confiere, no para privilegiarles a ellos, sino ción y dedición, del pueblo cristiano. Ministro de la palabra, mi-
para el ministerio, para el servicio del pueblo cristiano y para nistro de la vida sacramental, ministro de la caridad, ministro
evangelizar a los que están fuera. Y esa misión, que prolonga la de la dirección y del gobierno, ministro de la unidad entre su
misión sacerdotal de Cristo, de suyo, y psicológicamente, y socio- presbiterio, entre sus fieles, y de su diócesis con la Iglesia uni-
lógicamente, necesita para su eficacia de una vida a propósito, versal, ministro ejemplar, ministro vigilante, sacrificado... Este
que sea encarnación lo más perfecta posible de la fe que se trata sentido ministerial, es decir, servicial, lo ha subrayado el Conci-
de suscitar y cultivar en los demás. Humanamente hablando se lio. Frente a la mentalidad medieval, feudal, del obispo-señor,
explica que sea así. Y la providencia ordinaria de Dios así de el Concilio insiste en la diaconía del obispo. El texto de San
hecho lo ha querido. La experiencia es testigo. La mística humana
Pedro, así como los paulinos y evangélicos que se podrían aducir,
natural del entusiasmo, de la vibración comunicativa, se da la
lo proclaman paladinamente.
mano con la mística sobrenatural del hombre que de verdad vive
su encuentro con Jesucristo, a quien representa y a quien predica. Es la visión que del episcopado tuvo siempre la tradición
unánime de la Iglesia antigua y de los mejores doctores de la
Participación la más alta al sacerdocio de Cristo para partici-
misma a través de todos los tiempos. He aquí algunos textos del
par con el máximum de responsabilidad a su misión sacerdotal,
glorificadora del Padre y salvadora, santificadora, de los hombres. gran Orígenes:
:!5
2
-' Cf. SANTO TOMÁS, Summa Theol. 2-2 q.lK4 a.5 y 6; De perject. vitae spirit Cf. mi trabajo Espiritualidad sacerdotal Je hoy a la luz de la doctrina de
c.18; ORÍGENES, In Is. hom.6.1 : PG 13,239. San Pablo (Burgos 1964), con la bibliografía allí indicada.
C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 41 767
766 Baldomero Jiménez Duque

« Q u i e n está llamado al episcopado no está llamado al m a n d o , sino al todos, el ejemplar y sacrificado servidor, maestro y padre de su
servicio de toda la I g l e s i a » ' " . «Peca contra D i o s el obispo que no admi- pueblo. El obispo ha de ser, por lo tanto, el analogatum princeps
nistra como servidor a sus consiervos, sino como señor; con frecuencia, de toda santidad de vida para todos los fieles. El formato externo
incluso como un despótico señor que domina p o r la f u e r z a » 2 7 . de la misma será distinto de todos los demás. Pero su llama ha
Había luego que releer casi íntegramente a San Gregorio Na- de ser la llama que encienda y avive a toda la hoguera de la
zianceno ~\ a San Juan Crisóstomo'", a San Gregorio Magno 3", caridad de la comunidad cristiana y la que la provoque y la irra-
y agavillar numerosos y magníficos textos de San Agustín 31 . Para die más allá de aquélla. Santo y santificador. Mutuamente lo uno
recordar, por recordar algunos hitos principales de después, a San por lo otro. Como Jesucristo, el buen pastor.
Bernardo 32 . Y sobre todo a Santo Tomás-, al oficio pastoral (de Se habrá observado que el Concilio se abstiene aquí, y en
los obispos) «le toca dar su vida como el pastor por sus ove- todo lugar, de hablar de «estados de perfección». Y esto es más
jas» 33 . Si todavía quisiéramos acercarnos a los tiempos del rena- de notar cuanto que en los esquemas preparatorios se hablaba
cimiento, el librito de Bartolomé de los Mártires, resumen y cen- de ellos, así como venía haciéndose desde la Edad Media para
tón de textos antiguos, Sthnulus pastorum, sería significativo. Toda acá, y con profusión en los últimos tiempos hasta en documentos
la mentalidad de la época tridentina sobre la santidad sacerdotal del magisterio papal, bien que con el mordiente de «jurídicos»
se remansa allí " . como calificativo ss . Aquel afortunado aventurero que se llamó
falsamente Dionisio Areopagita fue, al parecer, el sugeridor de
En resumen, el obispo es el pastor del rebaño diocesano, vi-
esos famosos «estados de perfección» 36. Santo Tomás y todos los
cario allí de Cristo, su figura visible; por él y con él esa eclesioia
escolásticos y autores de después se rompieron la cabeza lucubran-
diocesana se inserta y forma parte de la Iglesia universal, ya que
do en torno a los mismos. N o me pertenece entrar aquí en esa
el obispo es miembro del colegio apostólico-episcopal, que pre- discusión. El Concilio nos invita a evitarla, a prescindir. En rea-
side el sucesor de Pedro. Como pastor que es del rebaño, su lidad, si es algo jurídico, no interesa demasiado. Por lo que toca
virtud característica es la caridad pastoral (lo dice claramente el al episcopado y su «estado de perfección», véase Santo Tomás ".
texto conciliar). Caridad pastoral que ha de tenerle dispuesto a Puede darse un cierto sentido vital y aceptable a esa concepción,
todos los sacrificios, hasta el de dar la vida por sus ovejas. Cari- el que venimos repitiendo a la luz de la doctrina conciliar: el
dad, pues, perfecta en su proyección y, por consiguiente, en su obispo es de suyo el ministro santificador de todos y, por ende,
radical hontanar del corazón. como preparación y como resultado de su oficio, santo con par-
Esa caridad le sitúa, por lo tanto, en una tensión altísima, ticular significación.
que no puede menos de exigirle y de proporcionarle a la vez
santidad "*. El es el que va delante, el que ha de estimular a Los presbíteros, a semejanza del orden de los obispos, cuya
corona espiritual forman 3a, participando de la gracia del oficio de
26
27
ln h. 6,1 : PG 13,239. ellos por Cristo eterno y único Mediador, crezcan en el amor de
28
ln Mt. 14,8: PG 13,1695. Cf. TERTULIANO, De pudicitia 21 : PL 2,1023-1026. Dios y del prójimo por el ejercicio cotidiano de su deber, conser-
De fuga sua: PG 35,407-514.
28
De sacerdotio: PG 48,623-692. ven el vinculo de la comunión sacerdotal, abunden en toda clase
30
Regula pastoralis: PL 77,13-128. Cf. sobre San Gregorio La tradición sacer- de bienes espirituales "y den a todos un testimonio vivo de Dios 30 ,
dotal
31
(Le Puy 1959) p.l4?ss. emulando a aquellos sacerdotes que en el transcurso de los siglos
Cf. J. PINTARD, Le sacerdoce selon saint Augustin (Tours 1960) 423 p. Cf. AURE-
LIANO GARCÍA, O. S. A., en Revista Agustiniana de Espiritualidad (1963) 95-113; nos dejaron muchas veces, con un servicio humilde y escondido,
M. JOURJON, Le Saint évéque d'Hípone, en La tradición sacerdotal, p.127-141. preclaro ejemplo de santidad, cuya alabanza se difunde por la
'-
31
De consideratione: PL 182,727-809. Iglesia de Dios. Ofrezcan, como es su deber, oraciones y sacri-
Summa 2-2 q. 184 a.5 y 6; De perfectione vitae spirit. 18. ficios por su grey y por todo el pueblo de Dios, reconociendo lo
" Ed.22, Braga 1963, XV1II-312, ofrecida como homenaje a todo el episcopado
del Vaticano II por el episcopado portugués. que hacen e. imitando lo que tratan40. Así, en vez de encontrar
3i
* Prescindo aquí de la sutil discusión de si el obispo tiene que ser santo de obstáculo en sus preocupaciones apostólicas, peligros y contra-
hecho (con la relatividad que sea) o si basta que tienda seriamente a serlo. Suá- tiempos, sírvanse más bien de todo ello para elevarse a más alta
rez sostiene lo primero (De statu perfectionis I c.15 y 16), y Passerini lo segundo
(ln li-ll 184,5 y 7; p.73 n.18). Suárez puede encontrar algún apoyo en Santo To-
más: «El estado episcopal no se ordena a conseguir la perfección, sino más bien, 35
36
Por ejemplo. Pío XII, Annus sacer, 8 dic. 1950: AAS 43 (1951) 26-36.
apoyado en la perfección que uno tiene, a gobernar a otros» (2-2*q.186 a.3.5) ; y De eccl. hier. 5,5ss: PG 3,505.
«el estado de prelado no se ordena a conseguir la perfección para sí, sino a co- " Summa 2-2 q.184 a.7 ; q.186 a.5 ad 3; q.188 a.l ad 3.
municar la ya poseída» (ln Mt. 19,21). Digamos con sencillez que está obligado a 38
Cf. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Ad Mag. 13,1 : ed. FUNK, I p.240.
tender seria y sinceramente a ser perfecto según las exigencias de su carisma y sní- 3
" Cf. SAN PÍO X, exhort. Haerent animo, 4 agost. 1908: AAS 41 (1908) 560s.
sión episcopales, que son gravísimas. Lo que no admito es que para eso baste el Cf. Der. Can., can.124; Pío XI, carta ene. Ad catholici sacerdotii, 20 dic. 1935:
que negativamente no rechace el serlo. Eso es farisaico y lo mismo que nada. E' AAS 28 (1936) p.22s.
obispo, como todo cristiano, está comprometido a tender positivamente a ser santo 40
Orden de la consagración sacerdotal, en la exhortación del principio.
de veras, según sus circunstancias personales y funcionales dicten a cada cual.
768 Baldomcro Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 41 769

santidad, alimentando y fomentando su actividad con la frecuencia de Pío X I I " , y la Sacerdotii nostri primordia, de Juan X X I I I " .
de la contemplación para consuelo de toda la Iglesia de Dios.
De estos documentos y otros muchos afines, el Concilio va elen-
Todos los presbíteros, y em particular los que por el título pecu-
liar de su ordenación se llaman sacerdotes diocesanos, recuerden cando los aspectos virtuosos que deben resplandecer en toda vida
cuánto contribuirá a su santificación el fiel acuerdo y la generosa sacerdotal.
cooperación con su propio obispo. Recuerda por ejemplo: Los sacerdotes deben crecer en la ca-
Este párrafo de la Lumen gentium aquí no podemos entrete- ridad hacia Dios y hacia el prójimo por el ejercicio diario de su
nernos en comentarlo. Evidentemente no es el lugar ad hoc para deber ministerial.
hacer un tratado sobre la espiritualidad sacerdotal, del sacerdote, Vivir la comunión sacerdotal, es decir, el espíritu de familia,
que no sólo lo es por el bautismo, sino también por el sacramen- que, con el obispo como padre y los demás sacerdotes como her-
to del orden, sacerdote ministerial en la medida que ello sea. manos, han de fomentar.
Este pasaje supone, pues, la teología del sacerdocio de segundo Dar testimonio vivo de fe en Cristo, en Dios. El sacerdote
orden (digamos así para entendernos), y supone luego el decreto es «apóstol» de manera especial dentro del pueblo cristiano.
de vita sacerdotal}, que se promulgará en la cuarta etapa del Con- Y para ello es indispensable ser testigo de la resurrección de
cilio. Aquí únicamente se trata de una recordación dentro de la Cristo, es decir, de que Cristo vive y es la vida única para todos
general panorámica de la vida de perfección en la Iglesia. los hombres (Act 1,21-22). Testigo, muchas veces humilde y es-
Varias líneas de fuerza traza, sin embargo, el Concilio, que condido, como tantos sacerdotes perdidos en parroquias y minis-
conviene advertir. terios desconocidos al gran mundo y mundillo eclesiástico, pero
En primer lugar, que los presbíteros de segundo orden son que son los que en definitiva hacen la Iglesia en su humus vital
el presbyterium del obispo. Es decir, que es en referencia al y masivo, real...
obispo como reciben esa participación especial y ministerial del Ofrecer oraciones y sacrificios por los hombres: el gran deber
sacerdocio de Cristo. Cristo se lo comunica, pero en dependencia de religión sacerdotal, social, comunitaria. Sobre todo la misa,
en su ejercicio al del obispo, que lo recibe en plenitud, para que la gran acción, el centro de toda su vida espiritual y pastoral. Es
le prolongue, le ayude, le delegue. Acerca de las maneras de ex- el primer aspecto de la misión mediadora de todo sacerdote.
plicar el misterio del sacerdocio presbiterial y de cómo se conecta Y esto viviéndolo desde sí mismo: «Los que celebramos los mis-
vitalmente, ónticamente, con el sacerdocio episcopal, he escrito terios de la pasión del Señor, debemos imitar lo que tratamos. Si
en otras ocasiones ". Aquí no tenemos oportunidad de tratarlo. nos ofrecemos nosotros como hostias, entonces verdaderamente
El presbyterium es la corona del obispo. San Ignacio de An- (Jesucristo) será hostia ante Dios en nuestro provecho» ".
tioquía ya presenta ese retablo (la cosa no es definitivamente cla- Frecuentar la contemplación. ¡Qué mundo de problemas!
ra) del obispo-monarca rodeado de su clero 42. Ese clero queda, Aquí no podemos ni indicarlos. De esa vida interior de fe, espe-
por consiguiente, embarcado en la misión y, por ende, en las ranza y caridad actuadas (la oración no es más que la actuación
exigencias del obispo. «... A semejanza del orden de los obispos». de la vida teologal) ha de alimentarse y fomentarse su vida de
Todas las tareas mediadoras, sacerdotales, del obispo, más o me- acción pastoral, de tal modo que ésta sirva así para consuelo y
nos se participan por el presbítero. Quiere decir que las condi- edificación de la Iglesia y no se convierta (es muy humano que
ciones de vida han de ser proporcionalmente las mismas. La ca- suceda), de lo contrario, en peligros y fracasos espirituales del
ridad pastoral, junto con la religión sacerdotal, serán las grandes mismo sacerdote.
virtudes típicas de la vida de todo sacerdote ministerial. Otra preciosa sugerencia del texto conciliar hemos de recoger
Por suerte, los últimos Papas han sido pródigos en llamar la aquí de paso: la cooperación de los presbíteros con su obispo. De
atención sobre esa vida santa y testimonial de los sacerdotes to- todos (se alude, por consiguiente, a los religiosos también), pero
dos. Los cuatro grandes documentos (el texto conciliar recuerda de un modo especial de los diocesanos. En torno al obispo for-
a dos de ellos) son indiscutiblemente: la Haerent animo, de San man su presbyterium, prolongan su misión, predican por comi-
Pío X " ; la Ad catholici sacerdotii, de Pío X I " ; la Menti nostrae, sión suya, bautizan en su nombre, celebran la eucaristía con su
41
Cf., por ejemplo. Existencia sacerdotal: La Ciudad de Dios 3-4 (1963) 806-828. fermentum o, mejor aún, concelebran con él, presiden a las co-
42
Cf, Ad Mag. 6,1; Ad Trall. 2 , 1 ; 3,1; Ad Smyrn. 8,1-2; Ad Bph. 4 , 1 : PG
5,643ss.
43
" 23 sept. 1950: AAS 42 (1950) 657-702.
4 agosto 1908: AAS 41 (1908) 560ss. "47 12 abril 1959: AAS 51 (1959) 545-579.
« 20 cUc 1935: AAS 28 (1936) 5-52. SAN GREGORIO MAGNO, Dialogi 4,59: PL 77,428.
2. C.Vaticano 25
770 C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 41 771
Baldomero Jiménez Duque
munidades y asambleas cristianas en su lugar, etc. Una coopera- aquellos que han recibido del obispo mandato, canónico digamos,
ción cordial, una colaboración decidida, una obediencia sencilla para trabajar en el campo del Señor.
y filial, deben a su obispo, y éste ha de facilitarlo en ellos. Todo Tengamos presente el capítulo 4.° de nuestra constitución.
esto servirá penetrantemente a su misma santificación y la carac- Los seglares son Iglesia, la mayoría del pueblo de Dios. Partici-
terizará específicamente, colorándola en su formato interno y ex- pan del sacerdocio de Cristo por el carisma bautismal (al que
terno de ser y de actuar. completa el sacramento de la confirmación). Por eso pueden y
deben ofrecer y ofrecerse con Cristo en la misa. Pueden y deben
Son también participes de la misión y de la gracia del su- santificarse cada día más en El. Pueden y deben trabajar por la
premo Sacerdote, de una manera particular, los ministros de or- Iglesia.
den inferior, en primer lugar los diáconos, los cuales, al dedi- Y esto a través de su vida privada, familiar, profesional, cí-
carse a los misterios de Cristo y de la Iglesia", deben conser-
varse inmunes de todo vicio, y agradar a Dios y ser ejemplo de vica, social bajo todos los aspectos imaginables. Con su testimo-
todo lo bueno ante los hombres (cf. 1 Tim 3,8-10; 12-13). Los clé- nio, con su palabra, con su actuación oportuna. Y esto ocasional-
rigos, que llamados por Dios y apartados para su servicio se pre- mente u organizadamente... El decreto acerca del apostolado se-
paran para los deberes de los ministros bajo la vigilancia de los glar lo estudiará detenidamente. Los seglares así harán apostolado
pastores, están obligados a ir adaptando su manera de pensar y
sentir a tan preclara elección, asiduos en la oración, fervorosos en directamente, o al menos con su presencia capilar en las estruc-
el amor, preocupados siempre por la verdad, la justicia, la bue- turas temporales, de las que forman parte y a las cuales en cuan-
na fama, realizando todo para gloria y honor de Dios: a los cua- to hombres y cristianos deben fidelidad, crearán condiciones fa-
les todavía se añaden aquellos seglares, escogidos por Dios, que, vorables a la evangelización, a la presencia del espíritu cristiano,
entregados totalmente a las tareas apostólicas, son llamados por
el obispo y trabajan en el campo del Señor con mucho fruto 49.
a la acción de la Iglesia en cuanto tal.
Pero la misma jerarquía puede añadir a esa misión sacramen-
Acerca de la santidad de los diáconos y demás clérigos que tal de su bautismo una misión canónica para determinados que-
en la Iglesia se pueden encontrar, no nos detenemos. El texto haceres apostólicos. La aceptación de esa misión les compromete
conciliar apenas necesita comentario. de nuevo evidentemente, y les impacta, por consiguiente, en su
Los diáconos son también ministros (el nombre lo declara ex- mismo vivir, en su obligación de tender a la perfección de la ca-
presamente), son para el servicio del pueblo cristiano. Su ascé- ridad 50.
tica y su mística es la del servir a los demás. Lo cual exige ge- Una particular atención merece al Concilio la santidad ma-
nerosidad, caridad, entrega. Ellos son para ayudar al obispo (y si trimonial. Ya había puesto los fundamentos teológicos de la
se quiere, a los presbíteros) en ciertas funciones y ministerios misma en el n . l l , en el capítulo 2.° Ahora se limita a sacar de
espirituales y temporales, máxime ahora con la restauración en la aquello una consecuencia y aplicación.
Iglesia latina del diaconado como grado permanente (siempre
Conviene que los cónyuges y padres cristianos, siguiendo su
vigente en la oriental). Todo esto supone preparación, consagra- propio camino, se ayuden el uno al otro en la gracia, con la fi-
ción, compromiso y responsabilidad. Son cristianos cualificados. delidad en su amor, a lo largo de toda la vida, y eduquen en
También, por lo tanto, han de serlo por el resplandor de su vida la doctrina cristiana y en las virtudes evangélicas a la prole que
el Señor les haya dado. De esta manera ofrecen al mundo el ejem-
ejemplar. plo de un incansable y generoso amor, construyen la fraternidad
Acerca de los otros clérigos tratará otro decreto conciliar: el de la caridad y se presentan como testigos y cooperadores de la
que se refiera a la formación de los futuros sacerdotes, pues a fecundidad de la Madre Iglesia, como símbolo y al mismo tiempo
ellos se apunta en esta ocasión. Los «seminaristas» estrictamente participación de aquel amor cotí que Cristo amó a su Esposa y
se entregó a sí mismo por ella 51.
tales, aquellos que con debida madurez humana y cristiana han
elegido el sacerdocio y se preparan para recibirlo, han de cul- El sacerdocio bautismal (y confirmal) de todos los fieles re-
tivar su vida según las futuras exigencias de la misión que cibe por el sacramento del matrimonio una explicitación sacral
les espera. y ministerial al mismo tiempo. Se determina en una dirección
Habla luego el texto de los laicos-seglares, en particular de 50
Sobre la santidad seglar en general, y en concreto en el m : r : m í i ¡ o , r ;r¡ ; >
a mi libro ya citado : Santidad y vida seglar.
"* Cf. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Ad. l'rall. 2 , 3 : e d . F U N K , I p . 2 4 4 . sl
PÍO X I , carta e n e . Calti connubii, 31 dic. 1 9 3 0 : A A S 22 (1930) V)8s.
40
Cf. P í o X I I . aloe. Sops la mátemele protecliQn, 9 d i c . 1957 - A AS ",0 Cf. SAN JUAN CSISÓSTOMO, ln Eph. hom.20,2: PG 62,136ss.
(1058) id, ' ' Q *
772 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia. 41 773

concreta con gracias sacramentales especiales para ello. Y a ello El Concilio no quiere dejar de decir una palabra de aliento
se añade la misión canónica que la Iglesia implícitamente les con- hacia la santidad a todos y cada uno de los fieles en cualquier
fiere al bendecir su matrimonio. Esa orientación es eminente- condición social en que se encuentren. Por eso se acuerda tam-
mente social. bién de las viudas (extiéndase si se quiere a los viudos también),
El matrimonio hace de dos personas humanas una sola per- tan atendidas en la antigüedad cristiana, de tal modo que venían
sona matrimonial, fundiendo a aquéllas en un diálogo transpa- a constituir casi un «ordo» dentro de la comunidad eclesial. De
rente de amor total, que incluye desde lo sexual hasta lo más entre ellas se solían escoger las diaconisas, que tantos servicios
espiritual y sobrenatural que en los hombres pueda darse. La prestaban a los demás s \ Hoy se prolongan esas tareas en tantas
caridad lo puede y debe informar allí todo. viudas, en tantas mujeres célibes que, sin consagración especial,
Para ayuda y perfección natural, moral, espiritual, sobrena- viven dignísimamente su estado de tales, ayudando a la Iglesia
tural de ambos. Con la fidelidad exquisita correspondiente que esa en tareas directas de apostolado, o con su influencia benéfica en
mutua entrega lleva consigo. los mil quehaceres sociales que la promoción actual de la mujer
Para formar una familia y traer nuevos seres a la vida, los ha facilitado y ampliado enormemente. Esa contribución a la
hijos, con su educación humana debida, con su preparación para santidad y actividad de la Iglesia, a ellas (y a ellos) les servirá
la fe. La Iglesia doméstica del hogar cristiano, que celebraron para lograr mejor su santidad personal.
ya los Padres.
Y por su lado, los que viven entregados ai duro trabajo, con-
Para constituir así las células vivientes de la sociedad civil y viene que en ese mismo trabajo humano busquen su perfección,
de la sociedad sobrenatural que es la Iglesia. Los matrimonios ayuden a sus conciudadanos, traten de mejorar la sociedad entera
cristianos contribuyen básicamente a la fecundidad de la misma. y la creación; pero traten también de imitar en su laboriosa cari-
Sin ellos la Iglesia quedaría varada en gran manera. Y su misión dad a Cristo, cuyas manos se ejercitaron en el trabajo y que con-
tinúa trabajando por la salvación de todos en unión con el Pa-
sería poco penetrante en muchos sectores del pueblo cristiano. dre; gozosos en la esperanza, ayudándose unos a otros a llevar
De ahí la importancia de que los casados sean conscientes de sus cargas y sirviéndose también del trabajo cotidiano para su-
su gran misión eclesial. Y de que sepan aprovechar las gracias que bir a una mayor santidad incluso apostólica.
comporta su condición sacramental de esposos y de padres para
Signo de los tiempos... El Concilio se fija en el valor del
que puedan cumplir lo mejor posible su difícil misión. Esas
gracias les facilitarán las energías espirituales que necesiten, les trabajo como en uno de los valores más estimados en el siglo xx.
santificarán, y al realizar con su ayuda las tareas, tantas veces Se puede entender su alusión como referida a toda clase de tra-
heroicas, de su misión matrimonial, se ejercitarán y crecerán más bajos. Pero es claro que apunta concretamente al llamado trabajo
y más en la perfección de la santidad. manual. El Concilio no hace aquí «sociología» al uso. Va a lo
Por algo el matrimonio—recuerda el Concilio—es símbolo y suyo en este capítulo acerca de la santidad: ve al trabajo como
al mismo tiempo participación del amor con que Cristo ama a medio precioso de santificación, de acercamiento a Dios...
su Iglesia y a ella se entrega (Eph 5,22-33) '". Ni más ni menos.
La teología del trabajo que este párrafo supone es clara.
Ejemplo análogo lo dan los que, en estado de viudez o de El trabajo es en primer lugar «creación», es decir, es colaborar
celibato, pueden contribuir no poco a la santidad y actividad de con Dios en la evolución de su obra externa, de la cual El es el
la Iglesia.
artífice supremo, «el creador». Es la causa primera, que quiere
« SAN AGUSTÍN, Serm. 94: PL 38,560s; ID., In lo. 51,13: PL 35,1768; SAN utilizar causas segundas... El ha querido que el hombre trabajase
JUAN CRISÓSTOMO, In Gen. hom.2,4: PG 53,31; ID., I» Gen. serm. 6,2: PG 54
607; SAN GREGORIO DE NIZA, Vita S. Macrinae: PG 46,961-964; SAN JERÓNIMO,
Bpist. 107 ad Laelam: PL 22,867-878, etc.; SAN JUAN CRISÓSTOMO, I» Eph.
(c.1-3 del Génesis), que dominase la tierra, que la hiciese pro-
hom.20: PG 62,136ss. Cf. Pío XI, carta ene. Casti connubii, 31 dic. 1930 (AAS ducir. Y esto en toda hipótesis. Aun antes del pecado. El trabajo
22 [1930] 548s) : Los cónyuges, «por la comunidad de vida, adelanten de día en
día más y más en la virtud, y sobre todo crezcan en la verdadera caridad para con entonces, bajo todos los aspectos, hubiese sido siempre gozoso,
Dios y para con el prójimo, de la que en última instancia penden toda la Ley sin esfuerzo ni cansancio, puro juego. Producir, y por eso lo-
y los Profetas. ... Esta mutua conformación interior de los cónyuges, este deseo de
perfeccionarse recíprocamente, en un cierto sentido muy verdadero, como enseña el grarse, perfeccionarse: el hombre se completa actuando, proyec-
Catecismo romano, puede decirse incluso la causa y razón primaria del matrimonio,
si se toma el matrimonio no en su sentido más preciso, como instituido para pro-
crear y educar debidamente a la prole, sino en una acepción más amplia como 53
Cf. J. DANIÉLOU, S. I., he ministere des femmes dans l'Église ancienne:
sociedad, trato y comunión de toda la vida». LMD 61 (1960) 70-97.

á
774 Baldomero Jiménez Duque Cj. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 41 775
tándose en el mundo-, recibiendo de él. Es obligación vital que «Una vez más, Señor..., puesto que no tengo ni pan, ni vino, ni altar,
a todos incumbe. me alzaré por encima de los símbolos hasta la majestad pura de lo real,
En esa actividad, el hombre descubre a su vez el «logos» y yo, vuestro sacerdote, os ofreceré sobre el altar de la tierra entera el
trabajo y el dolor del mundo... Recibid, Señor, esta hostia total que os
escondido en la realidad del «cosmos», «logos» divino, huella nresenta en el alba nueva la creación, movida por vuestro atractivo. El
y eco de Dios. Todo deviene así para él símbolo de la presencia pan, nuestro esfuerzo, bien sé yo que en sí mismo es sólo una inmensa
de Dios, todo de El le habla y hacia El le dirige. desagregación. El vino, nuestro dolor, no es más que una bebida, ¡ay!,
Pero el pecado hizo duro el trabajo: disolvente. Pero en el fondo de esta masa informe habéis puesto, Señor,
un deseo irresistible y santificante que nos hace gritar a todos desde el
«Al hombre le dijo: Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del impío hasta el infiel: ¡ Señor, haznos ser uno!» " .
árbol de que te prohibí comer, diriéndote: no comas de él: Por ti será
maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; Sepan también que está unidos de manera especial con Cris-
te dará espinas y abrojos, y comerás de las hierbas del campo. Con el to en sus dolores por la salvación del mundo todos los que se
sudor de tu rostro comerás el pan. Hasta que vuelvas a la tierra. Pues de ven oprimidos por la pobreza, la enfermedad, los achaques y
ella has sido tomado; ya que polvo eres y al polvo volverás» (Gen otros muchos sufrimientos, o padecen persecución por la justicia;
3,17-19). todos aquellos a quienes el Señor en su Evangelio llamó bien-
aventurados, y a quienes «el Señor... de toda gracia, que nos llamó
Expliqúese este texto como se quiera. El hecho es que el a su eterna gloria en Cristo Jesús, después de un poco de sufri-
miento, nos perfeccionará El mismo, nos confirmará, nos solidifi-
trabajo pesa como una obligación, se hace enojoso psíquicamente cará» (I Petr 5,10).
y tantas veces somáticamente pesado y hasta agotador: puede
llegar y llega hasta endurecer y materializar al hombre, «conde- El sufrimiento, el dolor, es un hecho en la vida humana.
nado» en tantísimas ocasiones a trabajos inhumanos, deshumani- También en medio de la civilización refinada del siglo xx. El
zantes. Lo sociológico ha jugado papeles terribles en la historia dolor supone el pecado, como revelan el Génesis y San Pablo.
de la humanidad a este respecto. Pero está arguyendo a la vez la existencia e intervención de Dios
Pero el trabajo ha sido redimido por Jesucristo. Y en sus para que se aproveche tanta energía, tanta riqueza como el dolor
formas más humildes: El fue obrero manual (carpintero-herrero) supone y produce. Una finalidad se impone a ese torrente de
en la aldea miserable de Nazaret toda su vida. Se abrazó, se con- vida para que no se pierda. La inmensa fuerza del dolor humano
denó al trabajo, al horizonte limitado y «obligado» del trabajo no puede ser inútil.
más pobre. Ello formó parte de su sacrificio sacerdotal redentor, Y esa intervención divina tiene su expresión suprema en la
de la Pascua de Dios en El. Así el trabajo hasta en su aspecto cruz de Cristo. La redención se ha hecho en su sangre, en su
doloroso es un valor estupendo de purificación, de elevación, de muerte dolorosa, que termina en la resurrección, en la vida nue-
santificación. Todo está en comulgar al trabajo del Señor. Así va y gloriosa.
el trabajo humano es a la vez divino, es creador y es redentor al Por eso hay que hacer en la vida cristiana el encuentro del
mismo tiempo. Las perspectivas santificadoras y apostólicas que dolor y el amor, comulgando a la cruz de Cristo. Todo ese dolor
se abren así sobre el mundo del trabajo son infinitas "*. hay que aceptarlo amorosamente para que así sea redentor, vida,
Ley del trabajo que se impone a todos. San Pablo lo ha for- lleve a la plenitud de la vida. El que no entienda y comulgue
mulado de modo que transciende las mismas circunstancias con- al misterio de la cruz no puede ser salvo. «Pedro, tomándolo
cretas de su ocasión: aparte, se puso a amonestarle, diciendo: N o quiera Dios, Señor,
que esto suceda. Pero El, volviéndose, dijo a Pedro: Retírate de
«Y mientras estuvimos entre vosotros, os advertíamos que el que no
quiera trabajar no coma. Porque hemos oído que algunos viven entre mí, Satanás; tú me sirves de escándalo porque no sientes las
vosotros en la ociosidad, sin hacer nada, sólo ocupados en curiosearlo cosas de Dios, sino las de los hombres» (Mt 16,22-23).
todo. A estos tales les exhortamos y rogamos por el amor del Señor Jesu- El bautismo nos hace vivir sacramentalmente ya la muerte y
cristo que, trabajando sosegadamente, coman su pan» (2 Thess 3,10-12). resurrección del Señor (Rom 6,1-11). La eucaristía es el sacra-
Ley que ahora es sacrificio, no sólo de alabanza, sino de sa- mento de su sacrificio, el memorial de su pasión (1 Cor 11,26).
tisfacción, de redención..., que es comulgar al trabajo reparador El programa de vida cristiana se puede resumir en las frases
de Jesucristo. El trabajo forma parte de nuestra misa. evangélicas: «Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera
51
TFILHARD DE CH.ARDTN, S. I., LÍÍ messe sur le monde, en Hymne de l'Uni-
53* XRUHLAR, C.5 Labor Chrislianus (Roma 1961). vers (París 1961) p.17 y 19.
776 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia. 42 777
venir en pos de mí, niegúese a sí mismo, y tome su cruz y sí- to servicio de los demás y al ejercicio de todas las virtudes. Por-
game» (Mt 16,24). «Y el que no toma su cruz y sigue en pos que la caridad, como vínculo de la perfección y plenitud de la
de mí, no es digno de mí» (Mt 10,38). Se comprende a la luz ley (cf. Col 3,14; Rom 3,10), gobierna todos los medios de santi-
ficación, los informa y los conduce a su fin 5G. De ahí que el amor
de esta enseñanza y de este misterio que San Pablo sintiese según hacia Dios y hacia el prójimo sea la característica distintiva del
nos confía en sus cartas: «Mas yo por la misma Ley he muerto verdadero discípulo de Cristo.
a la Ley, por vivir para Dios; estoy crucificado con Cristo» (Gal
2,19). «Cuanto a mí no quiera Dios que me gloríe sino en la La Lumen gentium nos ha dicho que la perfección de la
cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está cru- santidad es para todos, que esa obligación de tender a ella planea
cificado para mí, y yo para el mundo» (íbid., 6,14). sobre todos los bautizados.
«Para conocerle a El y el poder de su resurrección y la par- Y hemos visto que esa santidad y su perfección, por consi-
ticipación en sus padecimientos, conformándome a El en la muer- guiente, consisten en participar a la vida divina por, con y en
te» (Phil 3,10). Jesucristo.
El dolor, pues, no tiene razón por sí mismo. Sería inhumano Participar a esa vida puede resumirse en una palabra: caridad.
y absurdo. Pero ante su existencia, por causa del pecado, la so- Porque «Dios es caridad» (1 lo 4,8 y 16).
lución divina es informarlo de caridad para aprovechar su in- El amor humano es un tremendo misterio. ¡Qué será el amor
mensa potencialidad, su valor escondido. divino!
Esa frase de San Juan concluye todo el proceso de la revela-
El dolor entonces nos purifica, nos sirve para unirnos más
ción de Dios a los hombres. Y les deja a la vez en suspenso...
a Cristo, nos hace corredentores con El. «Ahora me alegro de
. ¡ Dios es amor!
mis padecimientos por vosotros y sufro en mi carne lo que falta
a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia» Digamos algo. Amor es tender hacia algo, hacia alguien, y
(Col 1,24). El dolor así entendido y vivido no es algo negativo, darse a él... Es ser para él, y así ser plenamente el que se da.
al contrario, construye, se inserta en la evolución progresante, En Dios el Padre se da al Hijo. El Hijo al Padre. Los dos al
sirve a la vida. Por eso Dios lo permite y lo explica. Por eso lo Espíritu Santo, arco voltaico de su amor mutuo, y el Espíritu
ha hecho suyo en su Cristo. Y por eso es, por lo tanto, instru- Santo se da a ellos. Dios es impensable si no es amor infinito.
mento magnífico para nuestra santificación, para intimar nuestra Y Dios ha querido darse por amor a otros seres... Y creó. Y di-
unión con Cristo en Dios 5S. vinizó. Y redimió para restaurar lo que el hombre había des-
trozado...
Por consiguiente, todos los fieles cristianos, en cualquier con- Por eso comunicarnos su vida es comunicarnos su amor..., la
dición de vida, de oficio o de circunstancias, y precisamente por llama misteriosa de su mismo vivir. Todas las comparaciones
medio de todo eso, se podrán santificar de día en día, con tal humanas del amor se proyectan analógicamente sobre el suyo
de recibirlo todo con fe de la mano del Padre celestial, con tal
de cooperar con la voluntad divina, manifestando a todos, incluso hacia nosotros y todas son pálidas: amor paternal, amor nupcial,
en el propio servicio temporal, la caridad con que Dios amó al amor amical, amor siempre oblativo...
mundo.
«Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo
42. «Dios es caridad, y el que permanece en la caridad per- para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eter-
manece en Dios y Dios en El» (1 lo 4,16). Y Dios difundió su na» (lo 3,16).
caridad en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos «Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados
ha dado (cf. Rom 5,5) • Por consiguiente, el don principal y más ne- hijos de Dios, y lo seamos» (1 lo 3,1).
cesario es la caridad con la que amamos a Dios sobre todas las «En esto hemos conocido la caridad, en que El dio su vida por nos-
cosas y al prójimo por El. Pero a fin de que la caridad crezca en otros» (1 lo 3,16).
el alma como una buena semilla y fructifique, debe cada uno «Carísimos, arriémonos unos a otros, porque la caridad procede de
de los fieles oír de buena gana la palabra de Dios y cumplir con Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce. El que
las obras su voluntad con la ayuda de la gracia, participar fre- no ama no conoce a Dios, porque Dios es caridad. La caridad de Dios
cuentemente en los sacramentos, sobre todo en la eucaristía, y hacia nosotros se manifestó en que Dios envió al mundo a su Hijo
en otras funciones sagradas, y aplicarse de manera constante a unigénito para que nosotros vivamos por El. En eso está la caridad, no
la oración, a la abnegación de sí mismo, a un fraterno y solíci- 56
Cf. SAN AGUSTÍN, Enchtr. 121,32: PL 40,288; SANTO TOMÁS, Summa Tbeo-
s lógica 2-2 q.184 a . l ; Pío XII, exhort apost. Mentí nostrae, 23 sept. 1950: AAS
" Cf. Teología de la mística p.339ss. 42 (1950) 660.
778 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 42 779
en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y en- «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley? El le dijo:
vió a su Hijo víctima expiatoria de nuestros pecados. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con
Carísimos, sí de esta manera nos amó Dios, también nosotros de- toda tu mente. Este es el más grande y el primer mandamiento. El se-
bemos amarnos unos a otros. A Dios nunca le vio nadie; si nosotros nos gundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo. De
amamos mutuamente, Dios permanece en nosotros y su amor es en nos- estos preceptos penden toda la ley y los profetas» (Mt 22,36-40; cf. Me
otros perfecto. Conocemos que permanecemos en El y El en nosotros en 12,28-34).
que nos dio su Espíritu. Y hemos visto, y damos de ello testimonio,
que el Padre envió a su Hijo por Salvador del mundo. Quien confiese Aceptar, pues, esa fe y ese amor divinos o rehusarlos es todo
que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. nuestro misterio y nuestro problema. Es nuestra vida o nuestra
Y nosotros hemos conocido y creído la caridad que Dios nos tiene. Dios
es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios y Dios en él» muerte eternas. Es nuestra perfección y felicidad o nuestra des-
(1 lo 4,7-16). gracia.
«Pero Dios probó su amor hacia nosotros en que, siendo pecadores, Como se ve, consideramos la caridad divina como una pro-
murió Cristo por nosotros» (Rom 5,8). yección, participación, efecto de El en nosotros. El Espíritu San-
«El que no perdonó a su propio Hijo, antes le entregó por todos to, caridad increada, se nos presencializa con dinamismo pe-
nosotros, ¿cómo no nos ha de dar con El todas las cosas? ¿Quién acu-
sará a los elegidos de Dios? Siendo Dios quien justifica, ¿quién con- netrante, y nos calienta, nos comunica vida divina, que es en nos-
denará? Cristo Jesús, el que murió, aún más, el que resucitó, el que otros amor, caridad creada, efecto allí de su acción, algo nuestro.
está a la diestra de Dios, es quien intercede por nosotros. ¿Quién nos Es el calor que deja el fuego. Es, en terminología aristotélico-
arrebatará al amor de Cristo ? ¿ La tribulación, la angustia, la perse-
cución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Según está escri- escolástica, forma intrínseca nuestra, consecuencia del amor de
to: «Por tu causa somos entregados a la muerte todo el día, somos mi- Dios misericordioso y vivificante...
rados como ovejas destinadas al matadero» (Ps 44,23). Mas en todas Esa presencia de Dios en nosotros, ese darse a nosotros el
estas cosas vencemos por aquel que nos amó. Porque persuadido estoy Espíritu Santo, ese aliento divino en nuestros corazones, produce
que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo pre-
sente ni lo venidero, ni las virtudes, ni la altura ni la profundidad, ni en ellos un efecto misterioso de vida divinizada. Ese efecto es
ninguna otra criatura podrá arrancarnos al amor de Dios en Cristo Je- algo creado, distinto del Dios que lo hace; es ya vida nuestra.
sús, nuestro Señor» (Rom 8,32-39). Esa vida, en cuanto es luz y conocimiento, se llama fe; en cuanto
«Padre, lo que tú me has dado quiero que donde esté yo estén ellos confianza y fuerza, es esperanza; en cuanto fuego y amor, es
también conmigo, para que vean mi gloria, que tú me has dado, porque caridad. Vida divina en nosotros y caridad nuestra es en reali-
me amaste antes de la creación del mundo. Padre justo, si el mundo no
te ha conocido, yo te conocí, y éstos conocieron que tú me has envia-
dad lo mismo. Y como es algo gratuito, gracioso, regalo divino,
do, y yo les di a conocer tu nombre, y se lo haré conocer, para que el es gracia. Gracia y caridad, gracia y vida teologal, divinal, en
amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos» (lo 17,24-26). nosotros... es todo igual. La escolástica habló de «hábitos» dis-
tintos, y se puede así hablar, entendidos como irisaciones psico-
Dios se da al hombre al amarle. Es su gran don porque es
lógicas diferentes y permanentes que ese Dios, Trino y Uno en
El mismo. La fórmula suprema la ha recordado el Concilio, y es sí, Padre, y Esposo y Amigo en nosotros, provoca al poseernos
de San Pablo: «Y la esperanza no quedará confundida, pues el en su infinita y libérrima misericordiosa generosidad...
amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud Caridad, vida, presencia, actividad y consecuencia del Espíritu
del Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rom 5,5). en nuestras almas, así la entendemos. Prescindimos aquí, sin
Porque al dársenos así ese Dios, ese Espíritu Santo que es querer minimizarla, la concepción «cosista» de la caridad, clási-
Amor, nos empapa en su amor, nos calienta con su mismo fuego. ca en la teología escolástica, que hace de ella un «hábito», que
Hecho luz Dios es para nosotros fe, recepción por nuestra parte se actúa después por los toques de Dios y la cooperación de los
de esa verdad. Hecho entrega amorosa, es calor que vivifica y hombres. Es una explicación y reflexión humana valiosa, que se
diviniza. ensambla magníficamente con los datos de la revelación. Pero
Pero nosotros hemos de aceptar ese amor, y hemos de res- aquí no nos interesa. El Concilio, es fiel a su sencilla línea bí-
ponder, devolviendo a El ese eco de amor que El mismo produ- blica, existencial y pastoral en todo.
ce en nosotros. Así le amamos con amor divino, digno de Dios. Don de Dios. Compromiso y precepto para el hombre que lo
Esa respuesta es así el gran precepto del amor, que el don divi- recibe y acepta. En esa respuesta de fe y de amor, que espera y
no del amor exige de nosotros: confía (la fe y sobre todo la esperanza son aspectos inevitables .
780 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 42 781

del don de Dios al hombre en el tiempo), está toda nuestra piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad;
todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera».
santidad y perfección posible en la misma.
«La caridad no pasa jamás; las profecías tienen su fin, las lenguas
Todo se cifra en el amor de Dios, en la caridad, objetivamen- cesarán, la ciencia se desvanecerá. Al presente, nuestro conocimiento es
te dado y recibido, subjetiva y libremente aceptado, respondido. imperfecto, y lo mismo la profecía; cuando llegue el fin, desaparecerá
Vida divina dada y vivida. eso que es imperfecto. Cuando yo era niño hablaba como niño, pensaba
como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre, dejé como
Por eso la perfección de nuestra vida santa está en la caridad, inútiles las cosas de niño. Ahora vemos por un espejo y oscuramente,
en recibir y cultivar el gran don divino de la caridad, del amor entonces veremos cara a cara. Al presente conozco sólo en parte, entonces
de Dios, de la vida de Dios (es todo lo mismo). Ahora en la conoceré como soy conocido. Ahora permanecen estas tres cosas: la fe,
fe. Ahora en confianza y en expectante espera de consumación. la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad»
(1 Cor 12,31-13,1-13)".
Y esa caridad divina nos introduce en todo el ámbito del
infinito horizonte amoroso de Dios nuestro Padre. Por eso nos Véanse también:
hace amar con amor divino a sus hijos, hermanos nuestros. Es
un mismo y único amor, que no puede separarse sin destruirse «El fin de esta intimación es la caridad de un corazón puro, de una
conciencia buena y de una fe sincera» (1 Tim 1,5).
(cf. el texto citado de San Mateo y San Marcos y toda la carta «No estéis en deuda con nadie, sino amaos los unos a los otros,
primera de San Juan). Toda la ley vieja y los profetas, toda la porque quien ama al prójimo ha cumplido la Ley. Pues no adulterarás,
ley nueva, se compendia y se termina allí. El sermón del Monte no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro precepto, en esta
es el pregón del amor para todos, el manifiesto de la ley del sentencia se resume: Amarás al prójimo como a ti mismo. El amor no
obra el mal del prójimo, pues el amor es el cumplimiento de la Ley»
Señor. La parábola del buen samaritano la sensibilizaba impre- (Rom 13,8-10).
sionantemente. Pero sobre todo hay que subrayar el espíritu de ese «Pero por encima de todo esto, vestios de la caridad, que es el
amor: como yo os he amado... vínculo de la perfección» (Col 3,14).
Por eso en la Escritura viene proclamado el primado de la
La caridad no sólo une, pues, con Dios, sino que es el lazo
caridad como dulcísimo' deber que nos persigue siempre a nos-
que nos une a todos con El y a nosotros entre sí.
otros, y sin el cumplimiento del cual la santidad, la vida en Dios,
Toda la epístola primera de San Juan, que habría que trasla-
es imposible. Desde nuestra ladera humana hemos de vivir la
dar íntegramente aquí, no será, por otra parte, más que el comen-
caridad hacia Dios y hacia los hombres, psicológicamente, mo-
tario inspirado al discurso de Jesús en el cenáculo, cuyo «leit
ralmente hablando, como tendencia positiva, y generosa y suave,
motiv» fue el pedirnos que le amásemos, y unos a otros como
lo más que podamos. Porque la vida de caridad de suyo no tiene
El nos ha amado.
límites, ya que es tendencia hacia el fin infinito, hacia Dios.
En la práctica limitada de nuestro vivir, ello será como since- Podemos suponer, dada la abundancia de textos bíblicos, que
ramente podamos ST. La vida y el progreso en la caridad no es un los Padres y los autores espirituales de todos los tiempos hayan
«consejo», sino el gran mandamiento siempre. insistido en este tema del amor hasta la saciedad ss. Santo Tomás
lo cinceló con su estilo sereno:
Este primado de la caridad en nosotros y desde nosotros vie-
ne, decíamos, solemnemente afirmado por la Escritura. La cari- «Se dice que cada cosa es perfecta en cuanto que alcanza su propio
dad, entendida en toda su amplitud y con todas sus consecuen- fin, que es la última perfección. Ahora bien, la caridad es la que nos
cias. El texto por antonomasia es el de San Pablo: une a Dios, que es el fin último del alma humana. Por consiguiente,
según la caridad se mide de modo especial la perfección de la vida cris-
tiana» " .
«Aspirad a los mejores dones. Pero quiero mostraros un camino me-
jor. Si hablando lenguas de hombres y de ángeles no tengo caridad, soy Y el magisterio eclesiástico lo autorizó con su fuerza en va-
como bronce que suena o címbalo que retiñe. Y si teniendo el don de
profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia y tanta fe rias ocasiones: Juan XXII 6 0 . Pío XII ". Ahora también el nú-
que traslade los montes, si no tengo caridad, no soy nada. Y si repar- mero que comentamos de la Lumen gentium.
tiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo ca- La llama de la caridad, que enciende y aviva en nosotros la
ridad, nada me aprovecha».
58
Cf. D E GUIBERT, O . C , p.48ss .
«La caridad es paciente, es benigna; no es envidiosa, no es jactan- 59
Summa 2-2 q.184 a.l. Cf. De perfec. vitae spir. 1.
60
ciosa, no se hincha; no es descortés, no es interesada, no se irrita, no Bula Ad conditorem (1322). Cf. D E GUIBERT, Documenta... perfectionis ltu~
dium spectantia (Roma 1931) n.266.
57 81
Cf. SANTO TOMÁS, Summa 2-2 q.184 a.3 ; q.186 a.2 ad 2. Mentí «ostras 23 sept. 1950 : AAS 42 (1950) 660.
782 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 42 783

llama del Espíritu Santo, nos diviniza, nos transforma en Cristi, Cristo total del que formamos parte. Con esa conciencia se deben
nos une filialmente al Padre, nos hace amar fraternalmente, diyi- practicar.
nalmente, a nuestros hermanos los hombres. Ella informa t^do \ . . . cumplir con las obras la voluntad de Dios... Es consecuen-
nuestro vivir humano. Ella exige por eso («impera») el ejercicio cia de una caridad sincera y viva. Si de veras se ama, hay nece-
y plenitud de todas las virtudes. Ella es, en una palabra, la/per- sidad de complacer, de hacer la voluntad del que se ama. Es una
fección de la vida y santidad cristianas. secuencia ética del amor. Máxime cuando éste es Dios, al que
«De ahí que el amor hacia Dios y hacia el prójimo sea la se debe, aun prescindiendo del amor, si ello fuera posible, su-
característica distintiva del verdadero discípulo de Cristo». misión y entrega: «Venga a nos tu reino, hágase tu voluntad,
N o podemos detenernos en hablar sobre los medios para como en el cielo así en la tierra» (Mt 6,10). «No todo el que
cultivar en nosotros la vida divina o amor de Dios, que indica dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que
el texto conciliar. Sería interminable. hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos» (Mt 7,21).
Se indican varios: unos más objetivos (digamos así), en cuan- «Porque quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que
to que dependen más exclusivamente de Dios, aunque también está en los cielos, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi ma-
nosotros tengamos que cooperar con nuestra fe libremente actua- dre» (Mt 12,50). María no ha hecho más que la voluntad del
da, como son la escucha de la palabra de Dios y los sacramentos. Señor: «Dijo María: He aquí a la sierva del Señor; hágase en
Otros son más subjetivos, en cuanto que, aunque la gracia de mí según tu palabra» (Le 1,38). Jesús no hizo siempre más que
Dios sea quien nos mueve y ayuda a utilizarlos, sin embargo, la voluntad del Padre. «Entonces yo dije: Heme aquí que ven-
nuestra opción y actuación se experimentan más vivamente, como go—en el volumen del Libro está escrito de mí—para hacer, ¡oh
son cumplir con las obras la voluntad divina, la oración personal, Dios!, tu voluntad» (Hebr 10,7). «Jesús les dijo: Mi alimento
la abnegación de sí mismo, el servicio fraternal a los demás, la es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra» (lo 4,34).
práctica de todas las virtudes humanas en ese contexto de la ley «El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque
de Cristo, de la ley del amor. yo hago siempre lo que es de su agrado» (lo 8,29). «Se humilló,
Todo ese conjunto hace vivir la experiencia cristiana total, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Phil 2,8).
en la cual religión y moral todo es uno. «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi
Oír la palabra con fe, con deseo... Ella es como un sacra- voluntad, sino la tuya» (Le 22,42; cf. Me 14,36; Mt 26,39) "•
mento. Los problemas teológicos y psicológicos que el tema de la
«El contestó diciéndoles: mi madre y mis hermanos son éstos, oración plantea son inagotables. Aquí baste subrayar que el Con-
los que oyen la palabra de Dios y la ponen por obra» (Le 8,21). cilio recuerda a este «sacramento universal de todas las gracias»
«Pero El dijo: Más bien dichosos los que oyen la palabra de como a uno de los medios objetivo-subjetivos más importantes.
Dios y la guardan» (Le 11,28). La lectura contemplativa y amo- La oración en general no es más que la actuación de nuestra
rosa de los Libros Sagrados fue sabroso y abundoso alimento es- vida teologal, de fe, de esperanza y de amor. Es nuestra respuesta
piritual de los cristianos en los siglos primeros ". a la acción vivificante del Espíritu Santo en nosotros. Es actuar
Sobre la vida sacramental nada decimos. En ella se ejercita el por eso nuestros sentimientos filiales con Cristo, desde el corazón
sacerdocio bautismal, que todo él es santo y santificante. La misa de Cristo, hacia el Padre. Es adorar, es alabar, es pedir... Es
es el centro de la vida espiritual, de toda la Iglesia y todos sus dialogar así de corazón a corazón con El. Es decir el «Pater
miembros. Únicamente anotamos que esa vida sacramental hay noster» con el alma.
que vivirla en el contexto de la Iglesia, que es, con Cristo, el «Porque los que son movidos por el Espíritu de Dios, éstos son
sacramento primordial y total. Los sacramentos son la expresión hijos de Dios. Que no habéis recibido el espíritu de siervos para recaer
litúrgica, significada, de esa sacramentalidad vital de la Iglesia, en el temor; antes habéis recibido el espíritu de adopción, por el que
que, como «pleroma» de Cristo, nos comunica y acrece a todos clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro es-
píritu de que somos hijos de Dios» (Rom 8,14-16). «Y el mismo Espí-
la vida de Dios. N o son actos de piedad privada en ningún caso. ritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, porque nosotros no sabemos
Son algo siempre eclesial y que nos insertan más y más en ese
63
Acerca de los problemas que plantea la perfección y la adhesión a la volun-
02
E. HHNDRIHX, O. S. A., ha Escritura como fuente de piedad a través de lo: tad de Dios, cf. D E GUIBERT, O . C , p. 103-109. Y Abandon, en Dict de Spir. I 1-49;
siglos: Revista Agustiniana de Espiritualidad (1965) 5-22. Conformité a la volante de Dieu II 2.» 1441-1469, etc.
784 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 42 785
pedir lo que nos conviene; mas el mismo Espíritu aboga por nosotr/is por, sus amigos» (lo 15,13). Pero, claro, no consiste en dar la
con gemidos inefables, y el que escudriña los corazones conoce cuál /es vida materialmente, sino voluntaria y amorosamente, por caridad.
el deseo del Espíritu, porque intercede por los santos según Dios»
(ibid., 26-27). «Y si repartiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego,
no teáiendo caridad, nada me aprovecha» (1 Cor 13,3). Así, el
Los recursos psicológicos, las maneras, las industrias, la pro- martirio de sangre es la fórmula más lograda en el tiempo de la
blemática en general de la práctica de la oración personal (y ecle- perfección cristiana. Es la imitación más al pie de la letra de
sial, por lo tanto, siempre de un modo o de otro), necesitarían Cristo, que dio por nosotros su vida.
libros enteros para poder desarrollarse. A los muchos ya escritos Y así lo entendió y vivió la Iglesia primitiva. Aquella Iglesia
me remito "\ sobre la cual la amenaza del martirio pesaba con frecuencia.
Obras de caridad de todo género para con el prójimo... Es He aquí algunos pocos textos de los innumerables que se
todo el mundo de la actividad humana. El hombre está ahí, su- podrían alegar:
mergido en la sociedad, en la Iglesia, recibiendo, dando... Si no,
«Entonces seré verdaderamente discípulo de Jesucristo, cuando el mun-
no se logra, y hasta perece. También en el plano sobrenatural do ya no vea ni siquiera mi cuerpo. Suplicad vosotros por mí a Cristo
el hombre es un ser inserto en-el-mundo cristiano eclesial. La para que, mediante estos instrumentos (las fieras), me convierta en hostia
caridad de Dios en él tiene que devolverse hacia Dios en cari- para Dios... Perdonadme; yo sé lo que esto supone para m í : ahora co-
dad-religión filial, y hacia los hombres, en caridad-fraternal, o no mienzo a ser discípulo» 65.
«El fue, en efecto, no sólo maestro insigne, sino mártir eminente; de
sería nada. El apostolado, por lo tanto, es imperativo de toda ahí que todos deseen imitar un martirio sucedido según la enseñanza
vida cristiana, como el tender a la santidad. El esquema acerca del Evangelio de Cristo» 66 .
del apostolado de los laicos enérgicamente lo proclama. «El lugar de la derecha está reservado a otros, a aquellos que ya han
Y todo esto supone abnegación personal, morir místicamente agradado a Dios y han sufrido por el nombre», le dijo la anciana (la
Iglesia) a Hermas "'.
a su egoísmo repugnante. Superar en lo posible los límites con
«Sigúese que tratemos acerca del martirio y sobre quién sea perfecto...
que la pobreza radical del hombre y sus pecados recortan su Llamamos al martirio perfección o consumación, no porque con él ter-
existir. Llegar a esa oblación, no sólo de sus cosas, sino de sí mina <el hombre su vida, como los demás, sino porque da una prueba
mismo, a que le invitan el bautismo, la misa, la caridad... Arran- consumada de caridad... Este es él que verdaderamente da testimonio de
ser auténtico fiel para con Dios... Lleno de confianza marcha el mártir
carse para ello de su infantilismo y de su mediocridad para, con a su Señor amado, por cuyo amor entregó de buena gana su cuerpo...,
Cristo y en su Iglesia, vivere Deo de Deo... En definitiva, saciar y óyese llamar por nuestro Salvador, por la semejanza de su vida, ha-
en Dios su sed rabiosa de absoluto, de infinito, de eternidad... blando poéticamente, «hermano querido» 68.
«Vosotros sois los que habéis guardado los preceptos del Señor, vos-
Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su caridad ofreciendo su otros los que habéis mantenido las enseñanzas evangélicas con el sincero
vida por nosotros; por ello, nadie tiene mayor amor que el que vigor de la fe... Verdaderos testigos del Evangelio y verdaderos márti-
ofrece la vida por El y por sus hermanos (cf. lo 3,16; lo 15, res de Cristo, enraizados en El y asentados firmemente sobre esa piedra,
13). Pues bien: ya desde los primeros tiempos, algunos cristia- habéis juntado la disciplina con la virtud, habéis estimulado a los demás
nos se vieron llamados, y otros se encontrarán llamados siem- al temor de Dios, habéis hecho de vuestros martirios otros tantos ejem-
pre, a dar este máximo testimonio de amor delante de todos, plos» 69.
principalmente delante de los perseguidores. El martirio, por con-
siguiente, con el que el discípulo llega a hacerse semejante al Habría que copiar toda la exhortación ad martyres de Tertu-
Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del liano 70, la exhortación al martirio de Orígenes " , muchas de las
mundo, asemejándose a El en el derramamiento de su sangre, es
considerado por la Iglesia como supremo don y la prueba ma- cartas de San Cipriano y su Ad Fortunatum 72, así como tantas actas
yor de la caridad. Y si ese don se da a pocos, conviene que to- auténticas de martirios, rebosantes de entusiasmo y de fe y de
dos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hom- amor a Jesucristo". San Ambrosio ha podido decir con frase
bres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las per-
secuciones que nunca faltan a la Iglesia. 6S
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Ad Rom. 4 y 5 : ed. Ruiz BUENO, p.447ss.
06
67
Martirio de San Policarpo 19: ed. Ruiz BUENO, p.686.
El martirio, el «testimonio» de la sangre, es la expresión su- 68
Pastor de Hermas vis.3 : ed. Ruiz BUENO, p.949.
60
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Stromata 4,4: PG 8,1928.
prema del amor. El que da la vida por aquel a quien ama, se lo 70
SAN CIPRIANO, 37,4,2 : ed. Ruiz BUENO, p.548s.
da todo. «Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida 71
PL 1,619-628.
72
PG 11,563-637.
64 73
PL 4,651-676. Cf. De laude martyríi: ibid., 787-804.
Cf. Teología de la mística p.349ss.412ss. Actas de los mártires: ed. Ruiz BUENO (Madrid 1951) 1185 pp.
786 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en lalglesia. 42 787
lapidaria: «Apellabo martyrem, praedicavi satis» "'. Y San Jeró- se ha dicho. Es estricto mandamiento del Señor. Y como tal tienen
nimo : «Si martyrium fecerimus statim in paradisum» 7°. que vivirlo en la disposición del corazón todos los que siguen
Esta estimación del martirio de sangre es la que llevó/' a la a Jesucristo. Como hecho será después un suceso más o menos
Iglesia a la veneración de los mártires antes que a ninguno de raro (én ese sentido se le puede llamar «extraordinario») : la ma-
los otros cristianos muertos en la fe del Señor y en la corfiunión yoría de los cristianos no mueren mártires de sangre. Pero en el
eclesial. Estima que perduró siempre a lo largo de los tiempos. horizonte cristiano su posibilidad siempre existe, y hay que estar
Santo Tomás pudo escribir en plena Edad Media: siempre disponible para la misma si se hace realidad.
«El martirio, entre los demás actos h u m a n o s , es el m á s perfecto se- «El q u e halla su vida, la perderá, y el q u e la perdiere p o r amor d e
g ú n su género, como signo del amor supremo, atendiendo a lo q u e dice mí, la hallará» ( M t 1 0 , 3 9 ) . «Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El
San J u a n : N a d i e tiene mayor amor q u e el q u e u n o d é la vida p o r sus que quiera venir en pos de mí, niegúese a sí mismo, y tome su cruz y
amigos» " \ sígame. Pues el q u e quiera salvar su vida, la perderá; y el q u e pierda
su vida p o r mí, la hallará. Y ¿ qué aprovecha al h o m b r e g a n a r todo el
Pero la ocasión del martirio violento no siempre puede darse. m u n d o si pierde s u a l m a ? » ( M t 16,24-26). «Si t u m a n o o t u p i e t e
Las persecuciones son intermitentes. A veces únicamente se pade- escandaliza, córtatelo y échalo d e t i ; q u e mejor t e es entrar e n l a vida
manco o cojo q u e con manos o pies ser arrojado al fuego eterno. Y si t u
cieron sufrimientos, cárceles, humillaciones por la fe u otra vir- ojo te escandaliza, sácatelo y échalo d e ti; q u e mis te vale e n t a r con
tud. Surgen los «confesores» desde el siglo m (Orígenes, tiempos un solo o j o en la vida q u e con ambos ojos ser arrojado en l a g e h e n n a
de San Cipriano, etc.). En grandes espacios geográficos, y hasta de fuego» ( M t 18,8-9).
temporales, el martirio de sangre no se ha dado en la historia de Los textos bíblicos y paulinos acerca de esa disponibilidad
la Iglesia, aunque aquí o allí, ahora o luego, nunca ha dejado ante el Señor que planea sobre toda vida cristiana podían multi-
<de vitalizarla. plicarse. Y en el término está hasta el dar la vida si es preciso.
Pero la persecución latente (hoy, por ejemplo, tan viva y di- El martirio será un gesto heroico, pero obligatorio si se presenta.
simulada en muchos países) es una conjessio de la fe, muchas Entre renegar de Cristo o quebrantar gravemente cualquier virtud
veces durísima y heroica, que suple al otro martirio. Es más, la y morir no hay opción moral posible: la muerte es un precepto,
misma vida cristiana, cultivada en vuelo generoso, en caridad de- una exigencia estricta de la caridad. Es lo que decían los viejos
cidida, y perseverante, y valiente, es un género de testimonio, una «catecismos» (Astete, Ripalda...) cuando explicaban en qué con-
especie de sucedáneo del de sangre. «Hay dos clases de martirio: siste el precepto elemental y básico de amar a Dios sobre todas
uno, del alma; otro, del cuerpo; uno, manifiesto; otro, oculto. las cosas: «es querer antes perderlas todas que ofenderle», incluso
El manifiesto tiene lugar cuando se mata el cuerpo por amor de la vida.
Dios; el oculto, cuando por amor de Dios se arrancan los vi- Se comprende que en la tradición de la Iglesia el martirio sea
cios» ". Es más, cuando aparecen los monjes en la Iglesia, con su la suprema fórmula de la perfección en la santidad, en la caridad.
vida ascética impresionantemente extremosa, «sensim sine sensu» Y como consecuencia de esa disposición hacia el martirio que
se forma la opinión de que ellos son los sucesores de los mártires. debe darse en todo bautizado, de esa aceptación del mismo en
Su vida abnegada, con su renuncia a todas las ventajas y comodi- hipótesis, se comprende que toda la vida debe ser vivida en acti-
dades mundanas, parece estar diciendo que lo han dejado todo, tud martirial, en testimonio riguroso, exigente, de fe encarnada
hasta el mismo vivir, que con lo puramente indispensable se en el vivir todo, en el sufrimiento, en la abnegación, en la asee-
sostiene. sis, en el sacrificio, en la generosidad caritativa hacia los herma-
Todo ello es índice de una gran verdad subyacente a toda la nos, en el mismo morir, que es entregar a Dios esta vida en ese
teología del martirio, y que queda sugerida por el texto conciliar, momento histórico en que El venga a romperla. Nuestro morir
y es que el martirio, hasta el de sangre, el de dar la vida, es la debe ser en nuestra intención el acto consumativo temporal de
gran obligación de todo bautizado, de todo cristiano. N o es un nuestra entrega y homenaje sacrifical con Cristo al Padre.
consejo ni un medio extraordinario de santificación, como a veces
La santidad de la Iglesia se jomenta también de manera espe-
74
De virginibus 1 : PL 16,200.
75
cial en los múltiples consejos que el Señor propone en el Evangelio
Hom. in he. 16,19-31 : Analecta Maredsolana.
76 para que los observen sus discípulos " .
Stimma 2-2 q.124 a.3. Cf. M. VILLER, Marlyre et perfection: R. d'Asc. et
78
de M. (1925) 3-25. Sobre los consejos en general, cf. ORÍGENES, Comm. in Rom. 10,14: PG
77
RUFINO, ln Ps. 4 3 : PL 21,819. Cf. SAN GREGORIO MAGNO, ln Ex. hom.5,12: 14.1275B; SAN AGUSTÍN, De sancta virginitate 15,15: PL 40,403; SANTO TOMÁS,
PL 76,992. Summa Theol. 1-2 q.100 a.2c (al final); 2-2 q.44 a.4 ad 3.
788 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia. 42 789
El Concilio plantea aquí el problema de los «consejos» en la aconsejado». «Conviene, pues, que ios preceptos de la nueva ley se en-
vida espiritual. Y se apoya para hablar de los mismos en el tiendan haber sido dados acerca de las cosas que son necesarias para con-
seguir el fin de la eterna bienaventuranza, al cual nos introduce inme-
Evangelio, en las palabras del Señor. diatamente la ley nueva; y los consejos acerca de aquellas por las que
Es cierto, como ya antes indicamos, que en el gran precepto mejor y más expeditamente puede el hombre conseguir ese fin»83. «El
del amor en rigor no caben consejos. A Dios hay que amarle con fin en lo operable tiene carácter de principio, por cuanto las razones de
todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente (Mt 22,37). los medios se toman del fin a que conducen; y el principio no puede ser
asunto de discusión, debiendo admitirse toda cuestión. Siendo que el
Pero en la intensidad psicológica y en las modalidades de vivir consejo no puede recaer sobre el fin, sino sólo sobre los medios a él
ese amor, en la práctica de los actos que él «elicita» y más toda- conducentes. Sucede, no obstante, que lo que es fin respecto de ciertos
vía en los que «impera» de otras virtudes, se puede dar más y actos, se ordena a otro fin; al modo que el principio de una demostración
menos, se pueden dar mandamientos y consejos. La práctica efec- es conclusión de otra. Y en este caso, lo que se toma como fin en una
investigación puede en otra elegirse como medio conducente «al fin», y
tiva de ciertos modos de vida cristiana no se impone evidente- habrá entonces consejo acerca de él» " .
mente a todos.
«A ninguno prohibo las nupcias, ni pongo en entredicho de ninguna
Los consejos se pueden dividir en consejos estrictamente tales
manera el placer, sino que deseo ardientemente que esto se haga con («simpliciter») y consejos en sentido amplio («secundum quid»).
castidad, no con ignominia, culpa o mil clases de pecados. No mando Los primeros son cualquier obra que en su género no está man-
retirarse a los montes y a la soledad, sino que sea benigno, modesto y dada por ninguna virtud, pero es útil al fin. Los segundos los
casto el que vive en medio del m u n d o » " . «Enseñamos que hay una constituyen aquellas otras actividades que de suyo ya pertenecen
triple virtud de la castidad: una conyugal, otra propia de la viudez, una
tercera de la virginidad; no ensalzamos a ninguna de ellas de modo que a una determinada virtud, pero en circunstancias en que no están
excluyamos a las otras. Cada una conduce a distintas profesiones. En así exigidas.
este punto, la disciplina de la Iglesia es rica: cada uno puede escoger Ahora bien, en la observancia de los preceptos no hay caridad,
la que prefiera, pero no puede, ¡ojalá no se dé nunca!, rechazar a las
demás. Así ensalzo la virginidad sin despreciar la viudez; honro a las pero sin la de los consejos puede de suyo perfectamente darse.
viudas, reservando su propio honor al matrimonio. Esto no lo enseñan Los consejos, contemplados en general y en abstracto, pueden ser
preceptos nuestros, sino testimonios divinos» 8 °. ayudas para el ejercicio de la caridad. En concreto lo serán o no
según los casos, según la voluntad determinada de Dios para con
¿Qué cubrimos con esta palabra «consejos», tan repetida como
cada uno.
difícil de precisar en su contenido?
«Los otros preceptos son ordenados por los preceptos de la
De manera sencilla ya lo indicaron los Padres que cita el
caridad para remover lo que es contrario a esta virtud, es decir,
texto del Concilio.
con lo que la caridad es incompatible, al paso que los consejos
«Se dan los preceptos para que cumplamos lo obligatorio. El Salva- se ordenan a remover los obstáculos de los actos de la caridad
dor dice en el Evangelio: Así también vosotros, cuando hiciereis estas que, sin embargo, no la contrarían, como es el matrimonio, la
cosas que os están mandadas, decid: Somos siervos inútiles; lo que te-
níamos que hacer, eso hicimos (Le 17,10). Lo que hacemos además de ocupación en los negocios seculares y otras cosas semejantes...»
lo obligatorio no lo hacemos por preceptos. Por ejemplo, la virginidad Por lo tanto, por sí mismo y esencialmente, la perfección de la
no se guarda por obligación; ya que no se escoge por precepto, sino vida cristiana consiste en la caridad»... «Secundaria, e instrumen-
que se ofrece más allá del precepto. Escucha a San Pablo, que dice: De talmente, la perfección consiste en los consejos, los cuales todos,
las vírgenes no tengo precepto del Señor» (1 Cor 7,25) s l .
«Si no se obedece al precepto, es pecado; si uno no quiere usar del
lo mismo que los preceptos, se ordenan a la caridad, pero de dis-
consejo, alcanzará menos bien, pero no cometerá mal alguno» 82 . tintas maneras» S5. De tal forma, viene a enseñar Santo Tomás,
que cualquier consejo puede convertirse en precepto si así lo exi-
Santo Tomás ha elaborado toda una teoría sobre el tema, que
giese en concreto la caridad 8G. Por eso los consejos pueden ser
me parece luminosa y de actual valor. He aquí los textos prin-
preceptos in praeparatione animi", según las circunstancias con-
cipales :
cretas lo reclamen.
«Entre el consejo y el precepto hay esta diferencia: que el precepto 83
1-2 q.108 a.4.
importa necesidad, en tanto que el consejo deja la libertad de opción al 84
1-2 q.14 a.2.
85
75 86
2-2 q.184 a.3.
80
SAN JUAN CRISÓSTOMO, In MI. hom.7,7 : PG 57,81. Summa 2-2 q.124 a.3 ad 1.
SAN AMBROSIO, De viiuis 4,23 : PL 16,254s. 87
81 De perfectione vitae spiritualis 23, y 2-2 q.184 a.7 ad 1. Cf. 1-2 q.100 a.2;
82
ORÍGENES, Comm. in Rom. 10,14: PG 14.1275B. 2-2 q.44 a.4 ad 3. Cf. A. COLORADO, LOS consejos evangélicos a la luz de la teolo-
SAN AGUSTÍN, De sancta virginitate 15,15: PL 40.403. gía actual (Salamanca) 484 pp.
790 C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 42 791
Baldomero Jiménez Duque
Entre los consejos que de un modo u otro se pueden dar en hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han
la práctica de la vida espiritual están los tres que la Edad Media hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda enten-
calificó antonomásicamente de «evangélicos» (no que sean los der, que entienda» (Mt 19,11-12). «Quisiera yo que todos los
únicos consejos evangélicos) : pobreza efectiva, castidad virginal hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene de Dios su propia
o celibataria, obediencia a especiales superiores... De los cuales gracia: éste, una; aquél, otra» (1 Cor 7,7); entrañan sus dificul-
trata en el capítulo siguiente. Aquí sólo anotemos que son con- tades, que remito a los especialistas en exegesis bíblica.
sejos en el segundo sentido antes indicado, ya que la pobreza, la El hecho es que la virginidad en concreto fue estimadísima en
castidad y la obediencia a todo cristiano de un modo u otro la tradición eclesial a lo largo de todos los siglos. Los textos y
obligan. En esta forma peculiar de consejos es verdad que de documentos son innumerables. Cito algunos:
suyo facilitan la expansión y proyección de la caridad en la «Las vírgenes son flor que brota de la Iglesia, ornato y esplendor
vida cristiana 8S. Pero en definitiva es la misma caridad la que en de la gracia espiritual, alegría de la naturaleza, obra perfecta e incorrupta
concreto revelará y dictará cuál sea la invitación de Dios para de alabanza y de gloria, imagen divina en que reverbera la santidad del
Señor, porción la más ilustre del rebaño de Cristo. Se goza en ella la
cada cual. « . . . C a d a uno tiene de Dios su propia gracia: éste, madre Iglesia y en ellas florece exuberante su gloriosa fecundidad» 90 .
una; aquél, otra». «Cada uno ande según el Señor le dio y según «Lo que hemos de ser, ya lo habéis empezado a ser vosotras. Parti-
le llamó» (1 Cor 7,7.17) 8S*. cipáis ya a la gloria de la resurrección en este siglo; pasáis por el mundo
sin contagio del mundo» " .
... Entre los que descuella el precioso don de la gracia divina, «No sólo el derramamiento de sangre constituye verdadera confesión
que el Padre da a algunos (cf. Alt 19,11; 1 Cor 7',7), de entregarse martirial, sino que también la fidelidad inmaculada de un corazón con-
más fácilmente sólo a Dios en la virginidad o en el celibato, sin sagrado a Dios es un martirio cotidiano» 92.
dividir con otro su corazón (cf. Cor 7,32-34) " . Esta perfecta con- «En la Iglesia, el primer sacrificio, después de los apóstoles, es el
tinencia por el reino de los cielos siempre ha sido considerada por de los mártires, el segundo el de Jos vírgenes...» ' 3 .
la Iglesia en grandísima estima, como señal y estímulo de la ca- «Que haya almas excelsas, que en la unión del varón y de la mujer
ridad y como manantial extraordinario de espiritual fecundidad desdeñen la realidad carnal y amen su virtud escondida, y no quieran
en el mundo. imitar lo que se realiza en el matrimonio, sino amar lo que el matrimonio
significa» °4.
El primer consejo «evangélico» que el Concilio aquí elogia
es el de la virginidad y celibato. Ambos nombres no se identi- Pero la virginidad ha de ser aceptada y vivida por motivos
fican. Virginidad es algo fisiológico, de suyo peculiar del sexo altos, sobrenaturales, por vocación divina, y sostenida con su gra-
femenino. Celibato es abstinencia de la función sexual en uno y cia. Así la vida es lograda y fecunda, sin peligros de frustración,
otro sexo. Pero aquí lo que importa en todo caso es la continencia de mutilación de la personalidad, de neurosis o rarezas extrañas.
sexual, vivida por amor de Dios, es decir, según las exigencias de Problema de vocación y carisma divinos, generosamente aceptados
la caridad en cada uno. y colaborados. Y nada más.
Porque la castidad, la virtud que, según normas de fe y de Otro tanto dígase del celibato, libre y amorosamente vivido
razón, regula en el hombre el instinto sexual, es algo que obliga por tantos en la Iglesia, clérigos y seglares.
a todos. El renunciar a satisfacer ese instinto es algo posible y Virginidad y celibato que así vividos por amor son signo pro-
hasta normal, pero que requiere condiciones psicológicas (no fisio- fético en la Iglesia de la espiritualidad de Dios, de la castidad
lógicas) especiales. En ese sentido es un don y carisma especial de Jesucristo, de la virginal maternidad de la Iglesia representada
que Dios da a unos cuantos únicamente. Vocación que pide des- por María, de la dedición paternal y maternal a los hombres to-
pués una respuesta que no todos luego dan. dos hermanos, de la condición escatológica, sin ejercicio del sexo,
Los textos escriturísticos en que ese «consejo» o invitación se virginitate: P G 4 6 , 3 1 7 - 4 1 5 ; SAN A M B R O S I O , De virginibus: P L 1 6 , 1 9 3 - 2 4 3 ; De insti-
tutione virginis : ibid., 319-348, etc. Cf. Pío X I I , Sacra virginitas, 16 mayo 1 9 5 4 :
hace para algunos: «El les contestó: N o todos entienden esto, A A S 46 (1954) 1 6 1 - 1 9 1 ; F. V I Z M A N O S , S. I., Las vírgenes cristianas en la Iglesia
primitiva {Madrid 1949) p . 1 3 0 6 ; L. LEGRAND, La virginité dans la Bible (París 1964)
sino aquellos a quienes ha sido dado. Porque hay eunucos que 160 p p .
nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron 94
90
Pontifical r o m a n o . De benedictione et consecratione virginum.
S A N C I P R I A N O , Hab. virg. 3 : PL 4.443A.
91
88 SAN C I P R I A N O , Hab. tirg. 22 : PL 4.641A.
SANTO T O M Á S , Summa 2-2 q.186 a.7; 1-2 q.108 a.4. 95
8a S A N J E R Ó N I M O , Epist. 108 ad Eustochium 3 1 : PL 22,905.
* E. R A N W E Z , ¿Tres consejos evangélicos?: Concilium 9 (1965) 74-81. 93
80 O R Í G E N E S , Comm. in Rom. 9 , 1 : P G 14,1205. Cf. H . C R O U Z E L , S. I., Virgi-
Sobre la excelencia de la sagrada virginidad, cf. T E R T U L I A N O , Exbort. casi.
nité et mariage selon Origéne (Brujas 1962) p . 2 1 7 . Cf. también S A N M E T O D I O DE
10: PL 2 . 9 2 5 C ; S A N C I P R I A N O , Hab. virg. 3 y 22 : PL 4.443B y 4 6 ! A s ; S A N A T A -
N A S I O . De virg.: P G 28,252ss; S A N J U A N C R I S Ó S T O M O , De virg.: P G 48,533ss. O L I M P I A , Conviviam decem virginum: P G 1 8 , 9 - 2 2 0 ; S A N G R E G O R I O N I S E N O , De
792 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación a la santidad en la Iglesia. 42

a la que todos caminamos... «Porque en la resurrección ni se colectiva se dará necesariamente, si es sincera, en la de las perso-
casarán ni serán dados en casamiento, sino que serán como ánge- nas en particular.
les en el cielo» (Mt 22,30). Brevísimamente, no tenemos espacio para más. La pobreza y
la obediencia radican en el misterio de Cristo. En Israel había
La Iglesia considera también la amonestación del Apóstol, quien, ido formándose el grupo de los anawim, de los pobres de Yahvé.
animando a los fieles a la práctica de la caridad, les exhorta a N o eran los desheredados de los bienes de este mundo, sin más,
que «sientan en sí lo que se debe sentir en Cristo Jesús», que «se
anonadó a sí mismo tomando la forma de esclavo..., hecho obe- sino aquellos que, sencillos y humildes de corazón, esperaban y
diente hasta la muerte» (Phil 2,7-8), y por nosotros «se hizo pobre, confiaban en El. Generalmente eran también pobres en el sentido
siendo rico» (2 Cor 8,9). Y como los discípulos tienen que dar corriente y efectivo de tales. Los salmos y los profetas aludieron
siempre este testimonio e imitación de la caridad y humidad progresivamente a ellos. Y el prototipo fue el «siervo de Yahvé»
de Cristo, se alegra la madre Iglesia de encontrar en su seno a
muchos hombres y mujeres que siguen más de cerca el anonada- del déutero-Isaías.
miento del Salvador y lo ponen en más clara evidencia, aceptando El Verbo encarnado es la culminación de ese «resto» precioso,
la pobreza con la libertad de los hijos de Dios y renunciando a el siervo de Yahvé hecho realidad viva, hecho pobreza, y obe-
su propia voluntad, pues ésos se someten al hombre por Dios en
materia de perfección, más allá de lo que están obligados por el
diencia y humildad consumadas. El texto conciliar ha citado los
precepto, para asemejarse más a Cristo obediente. dos textos claves que lo explican y fundamentan todo:
«Antes se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose seme-
Es interesante observar que el texto conciliar habla de la po- jante a los hombres; y en la condición de hombre se humilló, hecho
breza y de la obediencia entreveradamente. Y no sin misterio. obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Phil 2,7-8). «Pues cono-
Porque la pobreza y la obediencia están radicalmente, existencial- céis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, se hizo pobre
mente unidas, más de lo que parece, en el corazón del cristiano. por amor nuestro para que vosotros fueseis hechos ricos por su pobreza»
(1 Cor 8,9).
Lo veremos en seguida.
También advirtamos desde el primer momento que aquí no La kénosis de Cristo, la gran humillación de su encarnación,
se trata de la pobreza como -problema social, con todas las imbri- que comportaba un formato de vida y una entrega total, obeden-
caciones económicas y pastorales que lleva consigo. Ni de la obe- cial y victimal al Padre, esa pobreza absoluta, es la causa de nues-
diencia como elemento constitutivo de organización social en la tra salvación y divinización, es nuestra riqueza.
vida de la Iglesia. Ya sabemos que la Iglesia es una institución La vida «social» escogida por el Verbo, dentro de esa encar-
organizada, jerarquizada, y en la cual, por consiguiente, ha de nación humana, fue de pobreza efectiva en Belén, en el trabajo
darse, como sea, obediencia. Y que es la Iglesia de los pobres, la manual de Nazaret (el obrero artesano, carpintero-herrero), en
Iglesia pobre, signo en medio del mundo de la pobreza evangé- su vida de apostolado (Le 9,58), en el Calvario... Su descensión
lica que Cristo es y significa. Y que, por tanto, tiene que evan- a los «infiernos» marca la cima de su kénosis. Cristo fue hasta
gelizar a los pobres y verter sobre ellos su caridad y su justicia más allá de la muerte el pobre de Yahvé. Y por eso, «manso y
con especial urgencia y preocupación. Todo esto último lo pro- humilde corazón» (Mt 11,29). Y por eso, entregado, obediente
clamó la constitución valientemente en el n.8 del e l . a la voluntad del Padre. Ya recordamos antes cantidad de textos
Aquí tratamos de la pobreza y de la obediencia como virtu- que decían de su identificación de voluntad con la voluntad de
des, mejor aún, como actitudes radicales del auténtico vivir cris- aquél. Obediencia hasta la cruz, que es fuente de liberación para
tiano, indispensables, por consiguiente, para la perfección de la los hombres esclavos de sus miserias culpables. «Pues como, por
santidad. Actitudes que obligan, pues, a todos, aunque después la desobediencia de uno, muchos fueron hechos pecadores, así
en su proyección externa revistan modalidades muy distintas en también, por la obediencia de uno, muchos serán hechos justos»
unos y en otros según vocaciones diversas de la gracia en ellos. (Rom 5,19). «Se humilló hecho obediente hasta la muerte, y
Modalidades diferentes que en muchos casos pertenecerán a la muerte de cruz» (Phil 2,8). «Habiendo ofrecido en los días de
categoría de «consejos», según antes dijimos. Tratamos, pues, de su vida mortal oraciones y súplicas con poderosos clamores y lá-
la pobreza en la Iglesia, no de la pobreza de la Iglesia. Aunque grimas al que era poderoso para salvarle de la muerte, fue escu-
la de la Iglesia se ha de traducir en los cristianos que la forman, chado por su reverencial temor. Y aunque era Hijo, aprendió
y la de éstos en la de aquélla. La personal es en la colectiva, y la por sus padecimientos la obediencia» (Hebr 5,7-8). Por eso El
794 Baldomero Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 42 795

ha venido para salvar a los enfermos, a los pecadores... El ha es de hecho, según las circunstancias relativas de su concreto exis-
sido ungido para evangelizar a los pobres (Is 61,1; Le 4,18); los tir temporal. Circunstancias de vocación, de civilización (las civi-
pobres son evangelizados (Mt 11,5; Le 7,22). lizaciones crean sus «necesidades»), de gracias y exigencias divi-
Cristo pobre y obediente invita a todos sus discípulos a se- nas... La pobreza efectiva será siempre relativa. Pero siempre,
guirle por esos caminos de humildad. Estamos en la línea del para ser un valor humano y cristiano, ha de ser voluntaria, por
Antiguo Testamento, en la del «resto» de los profetas. En la de amor, por caridad. De lo contrario será servidumbre y miseria.
la Virgen María, y Juan Bautista, y José, y Simeón, y los que En lo que se refiere a los bienes temporales, las consecuencias
luego sean apóstoles, y discípulos de Jesús. de una auténtica pobreza o humildad de corazón se reducen a lo
Es el «alma de pobre», que caracteriza la vida cristiana en siguiente:
toda su esencialidad. Es el espíritu de las bienaventuranzas, que Desprendimiento de los mismos, es decir, valorarlos en su
se condensan en la primera de todas: «Bienaventurados los po- relatividad, sin apegos indebidos a ellos. «Donde está tu tesoro,
bres de espíritu porque suyo es el reino de los cielos» (Mt 5,3), allí estará tu corazón» (Mt 6,21). Valorarlos, sí; nada de des-
ya que las otras restantes no hacen más que explicitar esa prime- precios. La obra de Dios es buena, repite el Génesis ( e l . . . ) .
ra. Gráficamente lo dijo el Maestro al hablar de la «infancia es- Cultivarlo, producir, trabajar... Dios lo quiere. La pobreza cul-
piritual» (Mt 19,13-14; Me 10,13-16; Le 18,15-17). Todo es lo tivada a base de limosnas es una deformación equivocada. Pero
mismo. no son un absoluto, sino algo relativo, y, además, pueden ejercer
Esta pobreza del cora2Ón es densa en consecuencias. Pero es una atracción que nos lleve al desorden, a la afición esclavizante,
algo raizal. Es, existencialmente hablando, vitalmente hablando, a la avaricia, como consecuencia de la situación deficitaria en que
lo esencial del cristianismo. Todo lo contrario es «voluntad de nos dejó el pecado. Por eso se comprenden los enérgicos avisos,
poder», es libido, es «naturaleza» bruta y desordenada, es neuro- de fuerte sabor semítico, del Evangelio: Mt 6,19-24; Le 12,33-34.
sis... Pobreza bíblica, infancia espiritual, nadas sanjuanistas, hu- Y Mt 19,23-26; Me 10,23-27; Le 18,24-27.
mildad teresiana..., todo es igual. Esa pobreza hace posible la La otra consecuencia es la sencillez de vida, como realización
caridad, hace mansos y humildes, hace obedientes, hace respetuo- efectiva de aquel desprendimiento. Pero esa sencillez es en su
sos y serviciales, hace apóstoles (todo el e l 3 de la primera a los formato relativísima: depende de las civilizaciones, de circuns-
Corintios habría que repasar aquí), libres, «señorío teresiano», tancias, de gracias divinas, como ya indicamos. Lo que importa
con la más plena y alta libertad de hijos de Dios que darse es que en todo caso sea sincera. A veces ciertos casos-límites,
puede: «suyo es el reino de los cielos», y «poseerán la tierra» espectaculares, sonaron a falso (k» sabemos por la historia). Sin-
(Mt 5,3-4). Hace confiados y audaces. Hace valientes. Porque el cera sencillez, generosidad personal y colectiva, vida sobria, saber
pobre de corazón es el seguidor de Jesucristo, se apoya en El. compartir nuestro pan con los otros, saber acercarnos en el amor.
Y Jesucristo es ciertamente el «siervo de Yahvé», pero es a la Hoy más que nunca, cuando la pobreza afecta en grande a mi-
vez el Kyrios de San Pablo, triunfador de la muerte..., el que llones de hombres y éstos vuelven su mirada («el clamor de los
volverá glorioso en la parusía final. pobres») hacia Jesús y su Iglesia, hacia los cristianos, los pobres
de la caridad y la alegría.
Pasar luego de esa pobreza de corazón a la pobreza de las
«cosas» es demasiado fácil. San Pablo, San Francisco de Asís, El Señor a algunos les pide, sin embargo, una renuncia total.
Carlos de Foucauld..., no se explican sin aquélla. Lo demás es Cuando conste de esa invitación, debe responderse. Es el «conse-
cuestión de circunstancias. jo» evangélico de la pobreza efectiva total que tantos han oído
El pobre de corazón no busca ni necesita más que a Dios y y practicado. «Díjole Jesús: Si quieres ser perfecto, ve, vende
sus intereses, que son los hombres, las personas con su destino cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos,
eterno. Todo el resto es «materia», son medios para glorificar y ven y sigúeme» (Mt 19,21; cf. desde 16 a 26; Me 10,17.27;
a Dios y ayudar a los hombres hermanos. Ese es el orden de va- Le 18,18.27). En esa forma extrema es, hablando en general, un
lores. Por eso, el que afectivamente es pobre, reparte cuanto pue- consejo, no un mandato universal. Pero los límites, ¿quién podrá
de efectivamente de su haber: libertad (obediencia), cultura, ale- señalarlos en muchos casos?
gría, medios económicos de producción y de consumo, etc. De lo Siempre hemos de recordar también que el cristiano ha de
contrario, miente. El que es sinceramente pobre de espíritu, lo vivir en la confianza paternal y providencial de Dios. Supuesto
796 Baldomcro Jiménez Duque C.5. Universal vocación ala santidad en la Iglesia. 42 797
el trabajo, que obliga a todos, y el desprendimiento y la sobrie- cristiana, siempre en posibilidades de progreso mientras se cami-
dad de vida, que también a todos afectan, se viva en pobreza na hacia el cielo. Pero ha señalado hitos luminosos que orientan
efectiva radical o no después, todos han de confiar en Dios filial- y sugieren muchísimo. Y, sobre todo, ha insistido en la gran tesis
mente, máxime los que consagran su vida a trabajar por el rei- de que el tender a la perfección de la santidad es algo concomi-
no... Por encima de nuestros esfuerzos y nuestros límites está tante a la condición de cristianos, de todo aquel que vive y forma
siempre la bondad omnipotente de Dios. Los textos evangélicos parte del Cristo total.
son elocuentes: Mt 6,25-34; Le 12,22-31; Mt 19,27-30; Me 10,
28-31; Le 18,28-30, etc." 5
La obediencia, obliga a todos también. Es ley de toda socie-
dad, natural y sobrenatural. Aquí no podemos detenernos a ana-
lizar su filosofía y teología. Ya dijimos que en el caso cristiano
se trata de comulgar a la obediencia de Jesucristo. Lo que es di-
fícil de fundamentar bíblicamente es la obediencia como consejo,
es decir, el obedecer a superiores particulares voluntariamente
escogidos. En verdad no existe texto directo para fundamentarlo.
Pero podemos pensar que las pequeñas comunidades eclesiales
—los cenobios antiguos, las órdenes y congregaciones de des-
pués—que surgen como evolución natural de la vida monástica,
y que oficialmente la jerarquía eclesiástica aprueba, implicaban
esos superiores especiales y la obediencia correspondiente a su
autoridad, voluntariamente querida por los que se hacían sus
subditos y canónicamente reconocida por el Papa o los obispos.
Y así se comulga de manera especial a la obediencia salvadora
de Cristo.
En todo caso, se trata de asemejarse más a Cristo humilde,
pobre y obediente. De vivir el espíritu de las bienaventuranzas,
quintaesencia del mensaje evangélico, del mensaje de Jesús. Esto
es universal, esto es para todo bautizado. Según ciertos matices
especiales, más exigentes, para algunos nada más.

Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cris-


tianos a buscar la santidad y la perfección de su propio estado.
Vigilen, pues, todos por ordenar rectamente sus sentimientos, no
sea que en el uso de las cosas de este mundo y en el apego a las
riquezas encuentren un obstáculo qtie les aparte, contra el espíritu
de pobreza evangélica, de la biísqueda de la perfecta caridad, se-
gún el aviso del Apóstol: «.Los que usan de este mundo, no se
detengan en eso, porque los atractivos de este mundo pasan»
(cf. 1 Cor 7,31 gr.) 9G.

El Concilio no ha expuesto sistemáticamente una doctrina


sobre la santidad en la Iglesia, sobre la perfección de la vida
95
Cf. C. VACA, O. S. A., «Problema» y «misterio» de la pobreza: Religión y Cul-
turaB6 (1965) 19-40; A. GELIN, Les pauvres de Yahvé (París 1953).
Sobre la práctica efectiva de los consejos, que no se impone a todos, cf. SAN
JUAN CRISÓSTOMO, ln Mt. hom.7,7: PG 57,81s; SAN AMBROSIO, De viduis 4,23:
PL l6,241ss (ya antes citado).
C.6. De los religiosos, lntrod. 799
CAPÍTULO VI los fieles y al mundo entero la significación y la importancia en
ella del estado religioso, que, al encarnar en tantas vidas cristia-
DE LOS RELIGIOSOS nas les mejores recursos de perfección, que son los consejos
evangélicos, constituye la mejor contribución y la mayor garan-
tía para la efectividad del fin esencial de la Iglesia, que es la
santificación de los hombres. En la medida en que la Iglesia es
consciente de su propia razón de ser, lo es de la significación en
INTRODUCCIÓN
su vida de la vida religiosa.
Por Marceliano Llantera, O. P. Había, pues, que tratar de los religiosos en la constitución
dogmática sobre la Iglesia. Pero ¿en qué concepto, dónde y de
En esta constitución dogmática, que se ha propuesto «declarar qué manera? N o fue fácil el acuerdo. La primera tentativa fue
con toda precisión a los fieles y a todo el mundo la naturaleza de un capítulo de la constitución (entonces el 5.°), titulado «De
la Iglesia y su misión universal» ( n . l ) , ¿debía incluirse un ca- statibus evangelicae adquirendae perfectionis», aprobado por la
pítulo o una sección sobre el estado religioso? Este fue desde el Comisión teológica preparatoria en mayo de 1962 y elevado con
principio el parecer más general y prevalente, aunque no sin la todo el esquema al examen del Concilio. Pero habiéndose deci-
resistencia de un sector considerable, a cuyo juicio la constitu- dido, después de la primera sesión conciliar, la reelaboración de
ción dogmática tenía que reducirse a estudiar los elementos esen- todo el esquema De Ecdesia, la Comisión conciliar De Doc-
ciales o constitutivos de la Iglesia, que son los jerarcas y los fie- trina fidei et morum nombró en febrero de 1963 una subcomi-
les, y, por tanto, no debía ocuparse de los religiosos, que no for- sión mixta, con miembros de la Comisión doctrinal y de la Co-
man un estado intermedio entre el clero y el laicado cristiano, misión «de los Religiosos», para la preparación de un nuevo
sino una agrupación moral y jurídica, ciertamente respetabilísi- texto. Este fue compuesto en marzo de 1963 con el título «De iis
ma, pero que no concierne a la teología, sino al derecho canóni- qui consilia evangélica profitentur», y se proponía que formara
co, como todas las otras asociaciones que se dan en la Iglesia sin el capítulo 4° de la constitución De Ecdesia. Mas, volviendo
pertenecer a su constitución esencial. sobre sus pasos, la Comisión doctrinal acordó en mayo de 1963
Este razonamiento no tenía bastante en consideración que «un que, en vez de asignar un capítulo a los religiosos, se tratara de
estado cuya esencia está en la profesión de los consejos evangé- ellos en un capítulo general «De vocatione ad sanctitatem in Ec-
licos, aunque no pertenezca a la estructura jerárquica de la Iglesia, desia». Así fue aprobado en principio, ad examen por el Conci-
lio junto con todo el esquema De Ecdesia (del que constituía el
pertenece, sin embargo, de manera inconcusa, a su vida y a su
c. 4.°), en la segunda sesión conciliar de 1963. Las observacio-
santidad» (n.44). Pertenece, dicho de otro modo, a la razón de
nes orales y escritas de los Padres a este capítulo fueron tantas,
ser de la Iglesia, que es la posesión y el perfeccionamiento de la
que ocupan más de 500 folios. Pero aún ocurrió algo más impor-
gracia divina: a su vida y a su santidad. Esta vida de gracia que
tante. Seiscientos setenta y nueve Padres suscribieron un docu-
Cristo confiere a la Iglesia con su Espíritu para que la perfeccio-
mento que fue transmitido a la Comisión doctrinal por el mismo
ne contiene como recursos eficacísimos de santificación los con-
Pontífice Pablo VI «para que fuera diligentemente examinado»,
sejos evangélicos, «don divino que la Iglesia recibió del Señor y
y en el cual se reclamaba que se dividiera el capítulo «De vocatio-
que con su gracia conserva perpetuamente», y cuya práctica, «par- ne ad sanctitatem» en dos, asignando uno peculiar a los religio-
tiendo de la semilla puesta por Dios», se ha ramificado como sos. Lo exigía así, al parecer de los Padres firmantes, la impor-
árbol espléndido en formas estables de vida y en gran variedad tancia del estado religioso en la vida de la Iglesia. Englobarlo
de familias, cuyo desarrollo beneficia no sólo a sus miembros, en la vocación general a la santidad sería una desestimación de
sino a todo el Cuerpo de Cristo (cf. n.43). De ahí que, tanto de la especial eficacia santificadora de la profesión de los consejos,,
los ministros como de los simples fieles, llame a muchos Dios al que los dejaría a la vista de la Iglesia sin razón de ser. Otros:
goce de este don particular en la vida de la Iglesia, para contri- Padres, sin embargo, seguían propugnando el mantenimiento del!
buir a su misión salvífica (cf. n.43). capítulo conjunto para evitar que ía santidad apareciera como-
El Concilio, pues, no podía satisfacer su intento de «declarar una vocación y hasta un monopolio exclusivo de los religiosos,
la naturaleza y la misión universal de la Iglesia» sin mostrar a
C.6. De los religiosos. 43 801
8 0 0
Marceliano Llantera, O. P.

debiendo aparecer como un ideal común a todos en la Iglesia, /. Origen divino de los consejos evangélicos
alcanzable por diversos caminos y en especial por la profesión y desarrollo eclesial de la vida religiosa *
de los consejos evangélicos. Estos Padres concedían y proponían Por Antonio Sanchís, O. P.
que el único capítulo tuviera dos secciones bien partidas: una,
de vocalione ad sanctitatem, y otra, de religiosis. Por fin, prevale- 43. Los consejos evangélicos, castidad ofrecida a Dios, pobre-
ció en la Comisión mixta y luego en el Concilio la adopción de za y obediencia, como consejos fundados en las palabras y ejem-
dos capítulos: el 5.°, De la vocación universal a Id santidad en la plos del Señor y recomendados por los apóstoles, por los padres,
doctores y pastores de la Iglesia, son un don divino que la Iglesia
Iglesia; y el 6.a, De los religiosos.
Esta fue la difícil gestación conciliar del presente capítulo. * FUENTES: Les instituís de vie parfaiie (Documentos de los papas, de Benedic-
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S. V. S. 24 (1953) 92-118; JEANNE D'ARC, O. P., La formalion requise pour la
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2- CVaticano 26
802 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 43 803
recibió del Señor y que con su gracia se conserva perpetuamente. todo el Cuerpo de Cristo. Y es que esas familias ofrecen a sus
La autoridad de la Iglesia, bajo la guia del Espíritu Santo, se pre- miembros todas las condiciones para una mayor estabilidad en su
ocupó de interpretar esos consejos, de regular su práctica y de modo de vida, una doctrina experimentada para conseguir la per-
determinar también las formas estables de vivirlos. De ahí ha re- fección, una comunidad fraterna en la milicia de Cristo y una li-
sultado que han ido creciendo, a la manera de árbol que se ra- bertad mejorada por la obediencia, de modo que puedan guardar
mifica espléndido y pujante en el campo del Señor a partir de fielmente y cumplir con seguridad su profesión religiosa, avanzando
la semilla puesta por Dios, formas diversísimas de vida solitaria en la vida de la caridad con espíritu gozoso.
o vida en común, con gran variedad de familias que se desarro- Un estado asi, en la divina y jerárquica constitución de la Igle-
llan, ya para ventaja de sus propios miembros, ya para el bien de sia, no es un estado intermedio entre la condición del clero y la
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2
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804 Antonio Sanchis, O. P. C.6. De los religiosos. 43 805
en la concepción del Pueblo de Dios. La historia de la salvación apoyo en lo económico. Virginidad y pobreza son las réplicas in-
no se identifica ya con la historia del Pueblo de Dios nacional. mediatas que siguen a la declaración asombrosa de Cristo de que
Ya no se habla de una «geografía sagrada» en la que se adore a su reino no era de este mundo.
Dios, sino que el templo de adoración es el interior del creyente,
El don divino de la virginidad.—«Hay eunucos que a sí mis-
donde se adora al Padre en espíritu y en verdad (lo 4,20-24).
mos se han hecho tales por amor del reino de los cielos». Nos
Si en la Antigua Ley la vida religiosa del Pueblo de Dios se con-
lo dice San Mateo (19,12). La perspectiva de este texto crece
fundía con su misma historia nacional, viene ahora la Nueva Ley
grandemente si lo ensamblamos en su contexto, porque resalta
a superar cualquier nacionalismo o estrechez terrenal, con la su-
en él esa tensión de la Antigua Ley y la Nueva; resaltan los nue-
peración del progreso demográfico y económico, como única base
vos intereses de Cristo; resalta el que su reino no es de este
del progreso del Pueblo de Dios.
mundo.
Expresiones de esta Iglesia peregrinante, que no es de este
Unos versículos antes cuenta San Mateo la entrevista de Cristo
mundo, son los consejos evangélicos. Manifestaciones de su ma-
con unos fariseos que van a él con el propósito de tentarle: «¿Es
nera de ser, «a la vez presente en el mundo y, sin embargo, pe-
lícito repudiar a la mujer por cualquier causa?» Por respuesta,
regrina». Tal inserción de los consejos evangélicos en la manera
Cristo alude a los planes del Creador al instituir la familia; es
de ser de la Iglesia obliga a aproximarlos a su misterio. Vamos
El quien une hombre y mujer, de manera que ya no son dos, sino
a estudiar la profesión de tales consejos evangélicos a la luz de
una sola carne. En pocas palabras queda perfilada, con toda ente-
la constitución Lumen gentium.
reza, la moral del matrimonio. La réplica viene a renglón seguido:
Si tal es la condición del hombre con la mujer, ¿no es pre-
ORIGEN DIVINO ferible no casarse? N o todos lo entienden, sino aquellos a quie-
nes ha sido dado (v.10-11). ¿Razón? Porque, si hay eunucos que
El Concilio quiere dejar sentado en este número la proce-
nacieron así de su madre y otros fueron hechos tales por los hom-
dencia divina de los consejos evangélicos, cargando el acento so-
bres, los hay que lo son por el reino de los cielos. Para éstos,
bre tres conceptos:
el no casarse es un don divino, porque se apoyan en una actitud de
1.° Los consejos son un don divino que la Iglesia recibe del
servicio sobrenatural: «por amor del reino de los cielos». Por esto
Señor.
el premio de tal renuncia está en el mismo orden; heredará la
2.° ¿En qué forma los recibe la Iglesia? «Fundados en las
vida eterna: «Y todo el que dejare hermanos o hermanas, o padre
palabras y ejemplos del Señor y recomendados por los após-
o madre, o hijos o campos, por amor de mi nombre, recibirá el
toles...»
céntuplo y heredará la vida eterna» (Mt 19,29).
3.° Por la gracia de Dios se mantienen en la Iglesia perpe-
tuamente en las almas fieles. La relación celibato-reino de los cielos es la de significar lo
que será la vida eterna. Una vez más estamos ante el antagonis-
mo Antigua Ley y Nueva Ley. Esta vez fueron los saduceos—ne-
LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS, DON DIVINO gadores de la resurrección—los que preguntaron al Señor cómo
Sólo Dios podía sugerir tales actitudes evangélicas, tanto si se compaginaba la ley del levirato con la resurrección, en el caso
las miramos en su finalidad como si las miramos realizadas en de que una mujer tenga sucesivamente varios maridos (Mt 22,
nuestra naturaleza humana. 23-29). La respuesta del Señor alude al celibato: en la resurrec-
La finalidad de los consejos es ni más ni menos el «reino ción ni se casarán ni serán dados en casamiento, sino que serán
de los cielos»; mejor sería decir: servir al «reino de los cielos» como ángeles en el cielo (v.30).
—propter regnum caelorum—. Servicio que consiste en poner de En la resurrección se dará un estilo de vida que inician los
relieve su sobrenaturalidad, frente a las ataduras terrenas que tenía célibes aquí abajo. Ahora, mientras peregrinamos hacia la resu-
el reino de Dios en la mentalidad judía, en lo demográfico así rrección final, ya participamos, por la vida nueva, de la resu-
como en lo económico. Un consejo evangélico—la virginidad—es rrección de Cristo. Vemos así que la tensión del reino de Dios,
la respuesta a las ataduras demográficas, como apoyo del reino de que no es de este mundo, repercute en cada cristiano, que, muerto
Dios de los judíos. Otro consejo—la pobreza—es la réplica al al mundo, es poseedor de una vida nueva resucitado con Cristo.
806 Antonio Sanchls, O. P. C.6. De los religiosos. 43 807
De esta suerte la vida humana del cristiano viene acuñada por serán los hijos de la abandonada que los hijos de las que tienen marido.
esa superación de lo temporal y terreno 3 . Y vosotros, hermanos, sois hijos de la promesa, a la manera de Isaac»
(Gal 4,22-28).
En esta línea se sitúa San Pablo cuando se le propone el tema
del matrimonio con su antónimo, la virginidad. En 1 Cor c.7 De hecho, el escritor sagrado tiene la precaución de subrayar
enseña que el matrimonio es bueno. Con todo, es algo esencial- que las madres de los grandes patriarcas del pueblo de Dios
mente terreno y temporal; la historia de este mundo, la hacen las eran estériles antes de concedérseles una progenitura. Tales Sara
generaciones humanas. En una época—Ley Antigua—en que la (Gen 11,30; 16,1), Rebeca (Gen 25,21), Raquel (Gen 29,31).
historia del pueblo de Dios era una historia nacional, el matri- En todo lo cual late un misterio de elección gratuita y gracia fe-
monio era básico, era la célula que parte de una unidad: hombre- cunda. En el correr de la historia de la salvación, esta esterilidad
mujer. Mas en la Nueva Ley la situación cambia desde el mo- fecunda—que es elección y gracia—daría paso a la virginidad fe-
mento que el reino de Dios ya no es de este mundo. Ante la cunda. María, la «hija de Sión», asume voluntariamente la suerte
urgencia del triunfo mesiánico, el tiempo es breve (v.29,31); el de las estériles con el propósito de una dedicación total al Señor.
matrimonio lógicamente ya no tiene carácter absoluto; es bueno, Por eso es exaltada de la humillación de la esterilidad al dar a
mas no exclusivo. Lo temporal queda informado por lo provisio- luz a la plenitud de la fecundidad, Cristo. El signo que recibe
nal, «porque pasa la forma de este mundo» (v.31), Puede decir María en su anunciación es precisamente la gestación de Isabel,
San Pablo que «ya no hay hombre ni mujer» (Gal 3,28). En de- que, por su esterilidad, recordaba la larga historia de las estériles
finitiva, «por la instante necesidad», es bueno que el hombre del Antiguo Testamento 5 .
adopte la virginidad. Lo dice el Apóstol: «como quien ha obte- El don divino de la pobreza.—La pobreza es otro de los con-
nido del Señor la misericordia de ser fiel» (v.25-27) 4. trastes que va con la «idiosincrasia» del reino de Dios. El caso
Así que la virginidad es don de Dios—don de misericordia del joven rico es tipo preciso de este contraste. Pregunta qué debe
para San Pablo—que responde en forma positiva al vacío que hacer para entrar en la vida eterna. La respuesta del Señor tiene
crea lo provisional de esta vida. Es libertad de cuidados y exclu- dos momentos que retratan, intencionadamente, las dos revelacio-
siva dependencia de las cosas del Señor, de cómo agradarle nes del reino de Dios en la Antigua y Nueva Ley. En lugar pre-
(v.32,34). Es lo mejor; permite unirse más al Señor, libre de liminar figura la guarda común de los mandamientos: «No ma-
impedimentos (v.35). Es lo más feliz (v.40). tarás, no adulterarás, no hurtarás...» (Mt 19,18-20). Frente a las
San Pablo buscará en el matrimonio una simbolización de las mayores ansias del joven, Jesús le propone otro grado superior
relaciones de Cristo con su Iglesia, mas con el matiz de virgi- del cumplimiento de los mandamientos, más connatural con el
nidad que da absolutez y perennidad (Mt 19,10-12; 2 Cor 11,2; reino de Dios, que no es de este mundo: «Si quieres ser perfecto,
Eph 5,25). ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en
«Pasa la forma de este mundo». El contrapunto lo marca la el cielo, y ven y sigúeme» (v.21). Ya sabemos la respuesta del
virginidad, que sirve a un reino definitivo. Virginidad es esteri- joven; se fue triste, porque tenía muchos bienes (v.22). La sen-
lidad para esta vida y fecundidad para la otra. De esta suerte tencia del Señor es tajante: ¡qué difícil es que un rico entre en
quiso manifestarse Dios en la Antigua Alianza precisamente a la el reino de los cielos! (v.24).
hora de suscitar las grandes figuras de Ja historia de Israel. La El ideal de pobreza es parte esencial al reino mesiánico. Cuan-
sugerencia es de San Pablo. to gira en torno a Cristo: su vida, su ideal predicado, la práctica
de este ideal, la Iglesia apostólica, todo es trasunto de pobreza
«Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de Ja sierva evangélica.
y otro de la libre. Pero el de la sierva nació según la carne; el de la
libre, en virtud de la promesa. Lo cual tiene un sentido alegórico. Esas La persona de Cristo constituye por sí sola un ideal de pobre-
dos mujeres son dos testamentos: el uno, que procede del monte Sinaí, za evangélica. Fue la suya una vida pobre, sin una piedra donde
está en Arabia y corresponde a la Jerusalén actual, que es, en efecto, recostar su cabeza (Le 9,58). Para que los pobres se sentaran a
esclava en sus hijos. Pero la Jerusalén de arriba es libre, ésa es nuestra la mesa de su amor (Mt 9,10) tomó forma de siervo siendo Dios
madre, pues está escrito: Alégrate estéril que no pares... porque más
(Phil 2,6-9; Mt 20,25-28; cf. Is c.53).
3
4
Cf. L. LEGRAND, La virginhé dans la Bible (Lectio Divina) (París. Cerf, 1964). 5
MAX. THURIAN, Marte, Mere du Seigneur, figure de V Église: Les Presses de
X. LÉON-DUFOUR, S. I., Mariage et continence ielon S. Paul, ta A la rencontrt Taizé (1962) c.3; X, LÉON-DUFOUR, S. I., Vocabulario de teología bíblica, art.
de Dieu. Memorial Albert Gélin (Le Puy, Mappus, 1961) p.319-329. Virginidad,
808 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 43 809
Ya no es solamente la persona de Cristo la que destella po- ritual de vida nueva. Ya no es el vivir para este mundo que pasa,
breza; su mismo mensaje predicado por El se basa en la pobreza. sino por el reino de los cielos.
En la primera página del Evangelio se leen las bienaventuranzas, Pero llega un momento en que surge la necesidad de obedecer
encabezadas por la de los pobres: «bienaventurados los pobres de a un superior, y con ella la oportunidad para manifestar esa vida
espíritu» (Le 6,20s; cf. v.24; Me 10,24; cf. lo 3,1-15). De tal nueva de la manera más profunda y personal. Los ascetas se
suerte, los que quieran seguir a Cristo tienen que hacerlo en po- reúnen en cenobios. Se impone entonces una autoridad en nombre
breza (Le 12,33; Mt 19,21-27), sin oro ni plata (Mt 10,9; de Dios, y en nombre de Dios también se urge que los subditos
Act 3,6). El propio ejercicio apostólico tiene que estar revestido le presten obediencia. Ya tenemos una estructura humana orga-
de la generosidad del que vive en pobreza (Mt 10,8). nizada al servicio de un reino sobrenatural. En este marco de vida
Si pasamos del campo de lo predicado al de lo vivido, com- priva la renuncia a los bienes corporales y económicos, más la
probaremos que el mensaje de Cristo comienza en el terreno prác- renuncia a algo más profundo, cual es la autonomía de autode-
tico con el ayuno y la ofensiva de Satanás «pro bienes temporales» terminación. El sacrificio es total, al menos como programa '.
(Mt 4,3). ¡Qué acordes estaban con estas primeras manifestacio- A este valor evangélico de la obediencia que surge sencilla-
nes mesiánicas del Señor las recomendaciones de no andar solí- mente de haberse los solitarios «organizado», no era difícil en-
citos diciendo «qué comeremos, qué beberemos, qué vestiremos»!: contrarle valores mesiánicos. Bastó profundizar en la motivación
«Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre de un Cristo pobre y de un Cristo virgen. Se es pobre y virgen
celestial que de todo eso tenéis necesidad. Buscad, pues, primero solamente por el reino de los cielos, y se promete como premio
el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadi- sustancial la vida eterna. Ya tenemos incoada esta vida eterna en
dura» (Mt 6,31-33). De ahí que esa renuncia total tenga su pre- la vida del religioso. Y su mejor manifestación es la obediencia,
mio: heredarán la vida eterna (Mt 19,28). al someter su juicio y voluntad al servicio del reino de Dios, que
Hasta tal punto fue realidad esa actitud de pobreza, que Cristo no es de este mundo *.
y los apóstoles vivían de las aportaciones del pueblo (Le 10.8). Así vemos que el mesianismo de Cristo está caracterizado por
Quiso, además, el Señor separar el gobierno espiritual del grupo una actitud de obediencia. Tal actitud responde y se contrapone
apostólico del gobierno administrativo, al encargar a Judas Isca- en el Redentor a la actitud desobediente de Adán. De nuevo el
riote lo tocante a su corta economía. antagonismo Antigua y Nueva Ley. «Por un hombre entró el pe-
Del grupo apostólico, esta actitud de pobreza pasó a la Iglesia cado en el mundo, y por el pecado la muerte; y así la muerte
apostólica. Reinaba entre ellos un estilo general de desprendimien- pasó a todos los hombres, por cuanto todos habían pecado»
to y generosidad: «La muchedumbre de los que habían creído (Rom 5,12). En cambio, con la venida de Cristo ya no servimos
tenían un corazón, un alma sola, y ninguno tenía por propia cosa al mundo del pecado, que lo es de muertos, sino a un reino de
alguna, antes todo lo tenían en común». N o había indigentes; los que viven con vida nueva, pues en El fuimos bautizados para
entre los ricos reinaba la generosidad (Act 4,32-37). La pobreza participar de su muerte (Rom 6,1-11). Ahora bien, lo que explica
es garantía de los predicadores: San Pedro se recomienda resal- esta muerte a lo caduco y temporal es la obediencia de Cristo,
tando que no tiene oro ni plata (3,6); San Pablo trabaja por no por la que fuimos rescatados del pecado (Rom 5,19) ".
depender de nadie (1 Cor 9,18; Eph 4,27-28). Para los apóstoles, Así vemos que la obediencia fue para Cristo la primera ma-
la pobreza es medio de dedicación y de santidad, por estar desli- nifestación redentora: «hacer la voluntad del Padre» en nuestro
gados de las ataduras terrenales (lo 15,19; 1 Petr 5,3; Act 5,13; ¡rescate y reconciliación; es el secreto de su encarnación. No va-
Rom 12,10). De acuerdo con este propósito de pobreza, había lían para ello los sacrificios de la Antigua Ley, por lo cual envía
una institución clave, que era la del diaconado, dedicado a las a su propio Hijo, que viene para cumplir su amorosa voluntad
mesas sin avidez de ganancias (Act 6,2; 1 Tim 3,8-10) ". (Hebr 10,1-10). Esta sujeción a la voluntad del Padre es la tónica
7
8
H. LECLEECQ, Cénobitisme, en Dict. d'arch. chr. et de lit. II 2 col.3047-3248.
El don divino de la obediencia.—En los consejos evangélicos SANTO TOMÁS DE AQUINO, De perfectione vitae spiritualis c.10 (edic. Marietti).
Suma Teológica 2-2 q.186 a.5. Compárese el distinto punto de vista de la cues-
de virginidad y pobreza late, animadora, una misma actitud espi- tión 104 sobre la virtud moral de la obediencia. Para una idea de las implicaciones
de la obediencia-vida nueva, puede verse A. SANCHÍS, O. P., El estado religioso o
6 el evangelismo en la Iglesia: Teol. Esp. 7 (1963) 169-204 (aquí, p.194-197).
E. ELORDUY, S. I., La crisis de la pobreza evangélica: Fom. Soc. 19 (1964) 9
Cf. F. AMIOT, Ideas maestras de San Pablo (Salamanca, Edic. Sigúeme, 1963)
401-418.
810 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 45 811

constante del mensaje evangélico de Cristo (lo 6,38), es el ali- dicho estas cosas mientras permanezco entre vosotros; pero el
mento de su vida (lo 4,34) desde los primeros años (Le 2,51). abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre,
En el culmen de su redención, la voluntad del Padre será su éste os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo
aliento definitivo: «Padre, si quieres aparta de mí este cáliz; pero os he dicho» (lo 14,25-26). Lo que Cristo había enseñado está
no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Le 22,42; Mt 26,42). condensado, de manera viva, en su glorificación. A eso vino, a
En Cristo tenemos todo un programa de vida cristiana; pro- enseñarnos que el mundo y sus intereses son relativos, que su
grama de humildad, de abnegación a lo terreno; de aspiración a reino no pertenece a él, que estamos destinados a una vida eter-
las cosas de arriba (Col 3,1-2), donde está Cristo sentado a la na; de ahí esa tensión creada por El en nuestras mismas estruc-
diestra' de Dios. El cristiano debe comportarse como muerto y turas humanas por los consejos evangélicos, para que esa tensión
escondido con Cristo en Dios (Col 3,1-4). Tal es el contenido de quede encarnada en nuestra misma vida cristiana. El Espíritu es
la obediencia de Cristo, que se nos brinda por programa de abne- quien traerá a la memoria todo ello; El, el que arguya al mundo
gación: «Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, de pecado (lo 16,8-11). El «os guiará hacia la verdad completa...
quien... se anonadó tomando la forma de siervo y haciéndose El me glorificará porque tomará de lo mío y os lo dará a conocer»
semejante a los hombres, y en la condición de hombre se humilló, (v.12-14).
hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, por lo cual Con el don del Espíritu viene el don de su santidad. «Cono-
Dios le exaltó...» (Phil 2,5-9; cf. Hebr 5,8-10) 10. cemos que permanecemos en El (Cristo) y El en nosotros en que
nos dio su Espíritu (1 lo 4,13). Ahora bien, «quien dice que
LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS SON UN DON CONCEDIDO A LA IGLESIA permanece en El, debe andar como El anduvo» (2,6). El don de
Y CON SU GRACIA SE CONSERVAN PERPETUAMENTE la santidad que Cristo concede a su Iglesia es don de consagra-
ción en una vida nueva, puesto que Cristo, al ser levantado de la
Los consejos evangélicos «son un don divino que la Iglesia tierra, atraería todos a sí (lo 12,32), y, resumiendo la humanidad
recibió del Señor...». entera, entró glorioso en el cielo (Col 1,13-20); ya podía enton-
Acabamos de leer en las palabras y ejemplos del Señor que ces enviar al Espíritu Santo (lo 7,39) con la misión de completar
la realidad sobrenatural de los consejos era un reclamo del reino la idea de su Iglesia peregrinante con esa nueva perspectiva que
de Cristo, que no es de este mundo. De esta suerte, la naturaleza le da el que su Cabeza, de la cual depende, vive en estado glo-
de la Iglesia exige la profesión pública de tales consejos, porque rioso junto al Padre. Así envió Cristo resucitado—glorioso—a sus
le toca a ella demostrar su trascendencia a los hombres, cuyas discípulos: «Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu
miras tropiezan fácilmente con lo visible y caduco. Santo» (lo 20,22; Act 2,33). Desde este momento observamos
Si la Iglesia recibe de Dios, para sus finalidades propias, gra- que en la Iglesia instituida sobre los apóstoles actúa un elemento
cias especiales, forzosamente tiene que albergar en su misma vida santificador: es el Espíritu Santo.
unos dones orientados a mostrar al mundo el mensaje evangé- La Iglesia es santa en sus principios formales, en lo que recibe
lico. Una cosa son los ejemplos y doctrinas del Señor, y otra la de Cristo para que sea ella el sacramento de salvación, a saber:
comprensión viva, que, naturalmente/ se traduce en vida para los el depósito de la fe, los sacramentos de la fe y sus correspondien-
seguidores de Cristo. La doctrina del Nuevo Testamento tiene tes ministerios. Son elementos de santificación porque conducen
el cuidado de señalar esta disparidad. Por ello mismo hay un a ella, siendo ya en sí mismos santos 13 . Esta es la santidad que
capítulo profundamente interesante dedicado al Espíritu de Cris- recibe el nombre de objetiva. Esos tres principios formales de la
to, como perfeccionador de su obra ". Iglesia, al tiempo que son santos y conducentes a Ja santidad, son
En el momento supremo de la despedida, en puertas de su también los componentes de la institución de la Iglesia 13.
pasión redentora, Cristo transmite a sus discípulos su testamento Pero hay más: en la Iglesia habita el Espíritu Santo, que viene
espiritual, que es sencillamente el recuento de su doctrina y de a ser para el Cuerpo místico lo que el alma para el cuerpo huma-
sus mandamientos, que El recibió del Padre (lo 14,23). «Os he no. El Espíritu es el que realiza la santificación de la Iglesia,
inspirando y verificando internamente la santificación que admi-
io Véase el capítulo dedicado a la obediencia en A. ROYO, O. P., La vida reli-
giosa (Madrid, BAC 1965) p.324-75. Estas ideas provienen de Santo Tomás en su 12
Y.-M. CONGAH, O. P., L'Église est sainte: Ángel 42 (1965) 273-298 (cf.
De perfectione vitae spirilualis c.10. p.282s).
11 13
C H . JOURNET, La mission visible di VEsprit-Saint: R. Th. 65 (1965) 357-397. L.c.
812 Antonio Sanchis, O. P. C.6. De los religiosos. 43 813
nistran externamente los ministros de Dios. Actúa en la Iglesia de la Iglesia tienen que asimilar esta santidad óntica, traducién-
como alma que impulsa a la jerarquía rectora de la sociedad ecle- dola en vida; así es como ellos están ordenados y llamados a la
sial visible y como alma que da vida a la parte interior e invisible santidad y perfección, que se basa en la ley de la caridad, con
del Cuerpo místico 14 . la ayuda de la gracia. Esa santidad es trinitaria por ser imitación
Los consejos evangélicos entroncan con esas gracias espiritua- de Cristo, bajo la acción del Padre y del Espíritu Santo ". Así
les, invisibles e internas, que distribuye el Espíritu Santo en su que los fieles, por su misma condición de cristianos, están llama-
función especial de animador de la Iglesia, a fin de que ella se dos a una santidad sustancialmente única, por fundamentarse en
mantenga fiel a su misión redentora y santificadora, siendo la la santidad óntica de la única Iglesia.
esposa fiel que camina rectamente hacia la glorificación indefecti-
Unidad de santidad por la unidad de gracia y de preceptos.—
ble del reino que no es de este mundo (n.9).
La santidad que la Iglesia madre propone a sus hijos tiene una
Un solo y mismo Espíritu vivifica y renueva los miembros de
base sustancial, que es la gracia santificante, en la que se realiza
Cristo mediante sus dones, bien jerárquicos, bien personales; to-
nuestra participación de Dios Trino. La gracia—no haría falta
dos conducentes al acrecentamiento de la vida de la Iglesia, que
recordarlo—es única para todos.
es incumbencia común y distinta de todos; común, por la unidad
Pero hay más; la gracia santificante, como hábito entitativo
de vida en que todos participan, y distinta, por la diversidad de
que es, precisa unas virtudes—infusas—con el fin de que la vida
gracias que diversifica su cooperación (n.7).
divina que participa se haga participación de la acción divina. En
orden a la efectividad de esas virtudes infusas—teologales o car-
SE CONSERVAN EN LA IGLESIA POR LA GRACIA DE D I O S . dinales—se dan otros tantos preceptos o normas divinas. Igual
VOCACIÓN ESPECIAL que la gracia e igual que las virtudes infusas, esos preceptos son
Es lógico que, puesto que los consejos evangélicos son dones los mismos para todos los cristianos. Todo ello—gracia, virtudes,
concedidos por Dios a su Iglesia en vistas de su santificación por preceptos—forman el núcleo sustantivo de la santidad, qué debe
la acción íntima del Espíritu Santo, no puedan conservarse en ella evolucionar en perfección hasta convertir en vida propia aquello
si no es por su acción continuada. Pero ¿cuáles son los sujetos que, en forma de semilla, ya está implícito en todo grado de gra-
sobre los que recae esta acción continuada del Espíritu? Por pre- cia o de santidad óntica. Los Padres del Concilio precisaron ex-
cisión tienen que ser las almas fieles, miembros de la Iglesia. De- presamente que el capítulo 5.°, Universal vocación a la santidad,
bemos pensar, pues, que los consejos se conservan en la Iglesia se fundamentaba en los citados preceptos de la perfección cristia-
para la edificación del Cristo total por el llamamiento de Dios na. D e los consejos evangélicos se trata únicamente bajo la razón
a determinadas almas que se presten a adoptar aquellos consejos esencial de consejos ", esto es, como libres y añadidos a lo sustan-
como norma de su vida. La profesión de los consejos evangélicos cial de la perfección cristiana, la cual igual puede darse en sus
entra en este capítulo de la constitución dogmática de la Iglesia más altos grados sin la práctica externa de aquéllos, si bien, a
a título de vocación particular a una forma de santidad en la nuestro entender, es necesario contar como preceptuada la acep-
Iglesia. Abocamos así a unos interrogantes abiertos por los teólo- tación interna o espiritual de lo que ellos representan de abne-
gos: ¿Se debe hablar de una sola santidad en la Iglesia? En su gación IS.
realización viva, esa única santidad, ¿tiene un único cauce o forma Pero la misma santidad cristiana se realiza en diversos gra-
de expresión ? ¿Coincide estado de vida con la forma de llevar dos.—Es claro que la llamada universal a la santidad va dirigida
a efecto la única santidad? a los miembros particulares de la Iglesia. Los elementos univer-
Unidad de santidad.—La Iglesia es santa, ya lo hemos dicho. sales de santidad de que acabamos de hablar tienen que particu-
larizarse, tienen que encarnarse en una vida personal, que impli-
Ella posee una santidad implicada en sus mismos principios for-
sa vida y en sus medios. Cf. SACROSANCTUM OECUMENICUM CONCILIUM VATICA-
males ; es la santidad que se ha llamado óntica 13. Los miembros
NUM II, Schema cotislitutionis De Ecclesia (Typis Poliglotis Vaticanis, 1964), Rela/io
14
E. SAURAS, O. P., El Cuerpo místico de Cristo 2.» ed. (Madrid, BAC, 1956) Generalis cap. VI, De religiosis p.170.
c-5. 15
16
SACROSANCTUM OECUMENICUM CONCILIUM VATICANUM II, Retalio adiuncta su-
El Concilio, dejando de lado lo que pudiera ser una descripción escolástica per 17Capitulum V (Typis Poliglotis Vaticanis, 1964).
de la santidad, establece su noción y naturaleza por sus elementos, especialmente L . c , p.4.
18
aquellos relacionados con la Sagrada Escritura; de esta forma salta a la vista la Cf. A. SANCHÍS, O. P., La perfección y sus formas según Santo Tomás:
naturaleza de la santidad en su aspecto tanto óntico como dinámico, así como en Teol. Esp. 9 (1965) 347-370.
814 Antonio Sanchis, O. P. C.6. De los religiosos. 43 815

ca una «cooperación de la libertad», en la concreción del propio vida, tenemos que trasladar el término grado al concepto de modo
estado y con el grado o donación de gracia que cada cual recibe o forma en que puede realizarse la llamada universal a la santi-
de Dios l0. Esta restricción que encierra cada vida personal hace dad, con toda la gama de grados de intensidad 21.
que hablemos de diversidad de grados en la realización de la Y para cada forma de santidad existe una vocación espe-
llamada universal a la santidad. Ello nos encamina al plantea- cial.—Sentado que existen diversas formas de realizar la llamada
miento de la vocación a la santidad en cada uno de los estados universal a la santidad, tenemos que, conjuntamente con ésta,
de vida. Sería rebasar los lindes de nuestro cometido entrar en existen otras llamadas particulares a esa santidad propia de cada
el estudio de la santidad propia de cada estado. Nos incumbe tan estado. Serían como las especies de aquella llamada general o
sólo señalar las directrices del Concilio con el fin de traducir en universal. En este rango hemos de situar la gracia especial de
qué consisten «los diversos grados en los que se realiza la llamada profesar los consejos evangélicos y que viene a ser una de las
universal a la santidad» y situar así la santidad del estado reli-
vocaciones especiales o particulares a la santidad.
gioso como don especial.
Ahí vemos que la vocación religiosa resulta ser una gracia
Los diversos grados de santidad equivalen a las diversas jor- especial perteneciente a la Iglesia-comunidad. Mas ahora, unas
nias de realizar la santidad.—Podría pensarse que esos grados cuestiones relacionadas entre sí nos salen al paso en espera de
diversos en que se concreta la llamada a la santidad significan solución: ¿Las vocaciones particulares a la santidad son particu-
diversos grados de intensidad de una misma realidad; en nuestro
lares o autónomas por igual? En otros términos: ¿Cada una de
tema, vistos los diversos grados en que prácticamente se da la
esas vocaciones particulares tiene que ver con las otras? D e con-
santidad, unos vivirían la santidad en mayor grado, esto es, en
testar negativamente, se abre otro interrogante: ¿Cómo puede
mayor intensidad que otros. Juzgando por los estados diversos,
hablarse entonces de una vocación universal a la santidad que,
a unos les tocaría una santidad personal mayor que a otros. Y en
la cima de esta gradación estarían los que adoptasen en su prácti- según hemos comprobado, recapitula las particulares? D e existir,
ca externa los consejos evangélicos, por lograr una condición en cambio, una trabazón real e interna entre esas vocaciones par-
de vida en la que existen menos obstáculos temporales para la ticulares a la santidad, ¿es acaso una trabazón con igualdad de
caridad. grado de santidad o es más bien una trabazón formando una
En cambio, la intención del Concilio al hablar de grados di- corporación mística con la natural desigualdad de miembros? D e
versos de realizarse la llamada universal a la santidad no es esta este tenor fue el debate de los Padres conciliares en torno a si
que indicamos. Dice la constitución que «una misma es la santi- el capítulo 5.° sobre la universal vocación a la santidad en la Igle-
dad que cultivan en cualquier clase de vida y de profesión» los sia debía incluir a los religiosos o si éstos merecían capítulo es-
cristianos, mas en cada condición de vida, de oficio y en cada pecial 22.
circunstancia deben todos buscar, «y precisamente por medio de Correlación «corporativa» entre vocación especial a la santi-
ellos» ( n . 4 l ) , la santidad que progresa en el amor de caridad. dad en el estado religioso y fuera de él.—De cara al Cuerpo
Tal debe ser la santidad de los pastores del rebaño de Cristo, los místico, ¿qué diferencia la vocación especial a la santidad en el
presbíteros, los ministros inferiores al sacerdote, los cónyuges y estado religioso y fuera de él ? Con esta respuesta daremos la nota
padres cristianos, los obreros dados a profesiones terrenales 20 . específica y diferenciativa de la vida religiosa, como don especial
En cada estado de vida, de la condición social que sea, es posible de Dios a su Iglesia, frente a la vida cristiana fuera del estado
la santidad no solamente óntica—por la posesión misma de la religioso.
gracia santificante—, sino viva y creciente, por el ejercicio de vir-
Cuando tratamos de diferenciar la vida religiosa de la seglar,
tudes preceptuadas. La conclusión inmediata es que, afirmada la
hemos de soslayar cuanto suene a supervaloración de la vida reli-
posibilidad de santidad, queda afirmada su obligación.
giosa en perjuicio de la simple vida cristiana, o el otro extremo
Otra conclusión se impone: de no tratarse de grados intensi-
vos de santidad cuando nos referimos a los diversos estados de 21
Cf. A. SANCHÍS, O. P., a . c , Como opinión contraria puede verse F. SEBAS-
10
TIÁN, C. M. F., La doctrina tomista sobre los modos de perfección: Teol. Esp. 9
SACR. OECUM. CONC. VATICANUM II, Relatio adiuncta,.., l.c. Cf. la misma (1965) 113-145.
idea en Santo Tomás, Suma Teológica 1 q.62.9; 1-2 q.52 a.l y 2 ; q.66 a.l y 2 ; 22
SACR. OECUM. CONC. VAT. II, Schema const. De Ecclesia, ed.cit.. Relatio
especialmente en la q.112 a.4. adiuncta de problemate ordinationis material p.174-179.
20
SACR. OECUM. CONC. VAT. II, Schema const. De Ecclesia, ed.cit. p.150 y 153.
816 Amonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 43 817

de «desvirtuar» tanto la vocación religiosa, que queda en la va; por eso dispone de otros sacramentos que desarrollan la gra-
penumbra su valor de santidad ante la Iglesia"'. cia o la recuperan, según los casos. La Iglesia vive en sus miem-
Por eso debemos dejar siempre bien sentado que sólo aquel es- bros bautizados la consagración bautismal; en vistas a la vida de
tado de vida pertenece a la vida y misión salvífica de la Iglesia que éstos dispone de medios de santidad y de enseñanzas de santidad,
participe directamente de su vida y de su misión salvífica. Y al y a través de sus miembros, santos por el bautismo, mantiene la
decir «directamente», nos referimos a la pertenencia de la Iglesia misión salvífica de su Fundador de santificar a otros. Es un hecho,
en todos los elementos posibles. Porque en la vida cristiana en- pues, que la vocación particular a la santidad pertenece a la vida
contramos dos facetas: una, la propia vida cristiana; otra, la es- y misión salvífica de la Iglesia 2 '.
tructura temporal en que aquélla se desarrolla. Vida y estado de Sin embargo, decimos también que las estructuras temporales,
vida, diríamos para resumir. Así, pues, podemos hablar de una dentro de las cuales se desenvuelve esta vocación particular a la
pertenencia a la vida y misión salvífica de la Iglesia estrictamente santidad, no pertenecen de suyo a la vida y misión salvífica de la
por la vida cristiana, y una pertenencia a la vida y misión salvífica Iglesia. ¿Por qué? Fácilmente lo razonaremos si pensamos que la
de la Iglesia por la vida cristiana y por la condición humana. Así vida de la Iglesia es vida sobrenatural, montada sobre la gracia
es, creemos, como debe plantearse el emplazamiento específico y sobrenatural. En cambio, las estructuras seculares sirven por su
diferenciativo de la vida religiosa en la Iglesia. naturaleza a este mundo, y aunque sobrenaturalizables, ciertamen-
te, como sometidas a una teleología divinal, en cuanto mundanas
1) La vocación particular a la santidad juera del estado religio- distan esencialmente de la vida divina, que no pasa y que tras-
so, en lo tocante a la vida cristiana, pertenece a la vida y ciende. El espíritu de las bienaventuranzas—el único que santi-
misión salvífica de la Iglesia. Pero no sus estructuras tem- fica este mundo—impone un estar en el mundo sin pertenecerle.
porales. Por eso la vida cristiana que testimonia de suyo la realidad de las
La razón es obvia para cada una de las dos partes que com- bienaventuranzas evangélicas no es la inmersa en el mundo por la
ponen este enunciado. seglaridad, sino la «desmundanizada» por los consejos evangéli-
En lo que mira a la primera parte, comprenderemos que la cos: la vida religiosa.
vocación particular a la santidad fuera del estado religioso perte- 2) La vocación particular a la santidad en el estado religioso,
nece a la vida y misión de la Iglesia porque ésta es Cuerpo mís- en lo tocante a la vida cristiana, pertenece a la vida y misión
tico, al que nos incorporamos mediante el bautismo. Y lo cierto salvífica de la Iglesia no sólo por el mismo título universal
es que ambos motivos confirman dicha pertenencia a la vida y de cristiana, sino por el título especial y particular de con-
misión de la Iglesia. sagrada. Las estructuras temporales del estado religioso tam-
A la vida y misión salvífica de la Iglesia pertenecemos por bién pertenecen a la vida y misión salvífica de la Iglesia,
el bautismo. Ahora bien, no son otras las exigencias que trae aunque por el mero título relativo de instrumentalidad.
consigo el bautismo sino santidad, perfección de vida que se des-
prende de la consagración entonces iniciada. En el bautismo re- La vocación particular a la santidad en el estado religioso per-
tenece a la vida y misión salvífica de la Iglesia por un título ge-
nunciamos a las tres concupiscencias y afirmamos solemnemente
neral y sustancial: la vida cristiana. El religioso es sustancialmen-
nuestra pertenencia a Cristo, por lo que nos llamamos «cristianos».
te un cristiano. «Sustancialmente», decimos, porque de ahí brota-
Mas si tal es la causa por la que formamos parte de la Iglesia,
rán los motivos de consagración, como explanación, como pleni-
una perfecta coincidencia entre santidad y pertenencia a la Iglesia
tud, como desahogo de la misma consagración bautismal. En esta
está impresa en nuestra vida cristiana, independientemente del
raíz sustancial, pues, el religioso, igual que el simple cristiano,
estado religioso.
pertenecen a la vida de la Iglesia. El religioso añade a esta pri-
Pero es que la pertenencia a la Iglesia no queda sólo en el mera consagración sustancial cristiana, catalogada en el orden de
sacramento de la iniciación cristiana. La Iglesia, una vez nos hace los fines, otra consagración sobreañadida, que debemos catalogar
nacer a la vida nueva, exige de sus hijos que vivan esta vida nue-
24
M. NICOLAU, S. I., Vocación universal a la santidad según el Vaticano 11,
23 en // Semana de estudio para formadores (Madrid, Confer, 1965) p.1-23; en lo to-
Pueden verse estas dos tendencias teológicas en el enfoque de la vida reli-
giosa en el estudio de L. RENWART, S. I., y J. M. FISCH, S. I., La sainteté du peuple cante a los seglares, B. JIMÉNEZ DUQUE, Santidad y vida seglar (Salamanca, Edic.
de Dieu: N. R. Th. 87 (1965) 1023-1046. Sigúeme, 1965).
818 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 43 819
en el orden de los medios. Todo cristiano existe para dar gloria grada la vida del religioso, que viene a ser su vida una auténtica
a Dios—fin último de nuestra vida—y dispone para ello de unas servidumbre religiosa. Y es precisamente esta santa servidumbre
virtudes morales que hacen conducir todos sus actos hacia ese últi- la que condiciona esencialmente su vida en una estructura espe-
mo fin. Esta es una consagración a Dios en cuanto es nuestro fin cial. De esta manera, las estructuras constitutivas del estado reli-
definitivo. De igual manera, el religioso tiene, como cristiano que gioso nacen de la consagración plenamente cristiana del religioso,
es, una consagración de fin y vive «para dar gloria a Dios»; pero y por esto mismo pertenecen a la vida y misión salvífica de la
tiene, además, una consagración de medios que no tiene el simple Iglesia 2S .
cristiano seglar; la virtud principal que orienta nuestros actos a Otra razón la tenemos en que la Iglesia vive la consagración
Dios como medios para darle gloria es la religión; hay consagra- teologal de los bautizados, esto es, vive para Dios y para el cielo.
ción de los medios cuando éstos quedan influenciados por esta Ahora bien, la estructura del estado religioso no mira a este mun-
virtud, de forma que todos los actos morales vengan a ser mani- do ni a sus valores temporales y humanos, sino que los renuncia
festaciones del culto que debemos a Dios; por eso los que han y los supera, en lo posible, en pura tensión escatológica hacia
consagrado a Dios todos sus actos, en virtud de la consagración la vida perdurable (cf. n.46). El estado religioso no es una or-
de fin que ya tienen por el bautismo, se llaman propiamente re- ganización de vida para medrar en lo humano, sino para facilitar
ligiosos 2S. Esta nueva forma de dar gloria a Dios es privativa del lo netamente cristiano (cf. n.44). Y esta orientación pura y ple-
religioso. Los simples cristianos seglares ordenan sus actos a Dios, namente divina del estado religioso lo coloca en la línea de la
pero sin que medie un compromiso especial que ligue toda su vida y de la misión salvífica de la Iglesia.
actividad a la gloria divina.
Pero recordemos, como quedó enunciado líneas antes, que lo
Si, pues, podemos definir a los religiosos por la consagración que aporta el estado religioso como estructura de vida, por im-
de los medios con los que dan gloria a Dios en los múltiples portante que sea, es meramente accidental a la vida cristiana de
actos de su vida, ellos son de suyo los plenamente cristianos, por- consagración; el estado religioso permanece en la sustancia misma
que son consagrados en cuanto al fin por el bautismo igual que de la vida cristiana, de la que dimana la plenitud de consagra-
todo cristiano, y en cuanto a los medios, por el compromiso o ción religiosa; su valor específico y relativo es ser medio instru-
ligazón que causa la virtud de la religión. Los religiosos son cris- mental que facilita esa plenitud.
tianos por antonomasia, dirá Santo Tomás 26.
Este doble motivo une a los religiosos a la vida y misión sal-
vífica de la Iglesia de una manera más plena y más profun- DESARROLLO DE LA PROFESIÓN DE LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS
da (n.44). BAJO LA GUÍA DE LA IGLESIA Y DEL ESPÍRITU SANTO
¿Pero contribuyen también las estructuras temporales de la
La profesión de los consejos evangélicos es un don legado a
vida religiosa a la vida y misión salvífica de la Iglesia? Cierta-
la Iglesia como «una semilla puesta por Dios» que ha «ido cre-
mente que sí, por varias razones:
ciendo, a la manera de un árbol que se ramifica espléndido y
La primera estriba en que la Iglesia es pueblo santo, sacer- pujante en el campo del Señor» (n.43).
docio real (n.10) organizado en Cuerpo místico, cuyos miembros
El texto conciliar apunta el estilo de tal ramificación en «for-
son consagrados para la gloria de Dios, igual que Cristo su Ca-
mas diversísimas de vida monacal o cenobítica». Vida monacal
beza ". Los religiosos, ya lo hemos dicho, extienden esta consa- era la de los ascetas solitarios; cenobítica, la de aquellos que,
gración a toda la gama de actos que, como medios para dar glo- cobijados en un cenobio, vivían en la comunión del mismo ideal 29 .
ria a Dios, componen toda la vida. Hasta tal punto queda consa- Esta forma de vida dio lugar a «gran variedad de familias», que
25
SANTO TOMÁS, Contra impugnantes Dei culium et religionem ed. Marietti,
vienen a ser como los diversos estilos de vivir en común el ideal
e l n.9. En otro lugar dice: «Manifestum est eos qui huiusmodi vota Deo emittunt, evangélico. Las ventajas que aportan dichas familias religiosas
quasi propter holocausti excellentiam, antonomastice religiosos vocari» (De perfectio-
ne vitae spiritualis, ed. Marietti, c.ll n.605). En la misma idea. Suma teológica son «mayor estabilidad en su forma de vida, una doctrina experi-
2-2 q.186 a.l.
26
Así como lo religioso se apoya en el sacrificio cristiano, cuando este sacrifi- 28
SANTO TOMÁS, De perjectione vitae spiritualis c.15 (ed. Marietti) ; Suma Teo-
cio es total, se llama holocausto, y es entonces cuando el religioso viene a ser un lógica 2-2 q.184 a.4; q.186 a.6; Quodlibeto III a.17.
cristiano por antonomasia. Cf. cita anterior. 29
27
E. SAURAS, O. P., La Iglesia como misterio: Teol. Esp. 7 (1963) 49-98; Cf. H. LECLERCQ, Cénobitisme, en Dict. d'arch. chr. et lit. II 2 col.3047-3248 ;
Y. M. CONGAR, O. P.. La Iglesia como pueblo de Dios: Concilium 1 (1965) 9-33. L. BOUYER, La spiritualité du Nouveau Testament et des Peres (París, Aubier,
1960).
820 Antonio Sanchis, O. P.
C.6. De los religiosos. 43 821
mentada para conseguir la perfección, una comunidad fraterna
ñas o sociales, sea la Iglesia-institución la que debe guiarlos para
en la milicia de Cristo y una libertad mejorada por la obedien-
mejor lograr el fin espiritual que pretenden 36.
cia...» 30 .
Tenemos así que la profesión de los consejos evangélicos
Habría que estudiar el proceso por el que esos valores llegan surgió en la Iglesia por iniciativa privada, como procedía en tales
a la Iglesia. ¿Vienen a la Iglesia por la jerarquía o por la vida compromisos, no preceptuados, sino propuestos por el Señor a la
que participan sus fieles? ¿Cómo, pues, llegan a incorporarse en libre aceptación de los cristianos. La comunidad de bienes que
el acervo de valores de la Iglesia? adoptaron en la iglesia de Jerusalén se mantenía porque «perse-
La profesión de los consejos evangélicos es un don de Dios veraban en la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna»
como carisma que se da a los simples fieles.—-Viene a punto (Act 4,32), mas eran conscientes de que se trataba de un conse-
recordar que la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo, en el que jo del Señor (2,45; cf. Le 12,33); el episodio de Ananías y
cabe distinguir «dos características bien diferenciadas: la social, Safira (5,1-11) y el elogio de Bernabé (4,36-37) dan a entender
pueblo; y la vital, Cuerpo místico» 31 . N o que ambas caracterís- su libertad y que no todos los abrazaban " . San Pablo insiste en
ticas sean dos realidades separadas, sino que, en una identidad lo mismo: «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo» (1 Cor
real o material constituyen dos formalidades distintas 32. El padre 11,1). Ello le autoriza para aconsejar la virginidad «como quien
Congar habla de «estructuras y de vida» para expresar el mismo ha obtenido del Señor la misericordia de ser fiel...» (1 Cor 7,7-8;
concepto 33 . Cristo sigue ejerciendo una capitalidad sobre su 25-26) 3S. D e la ascesis cristiana de los tres primeros siglos es-
Iglesia, entre otros modos, por su influjo sobre ella. «Así como cribe puntualmente J. Pérez de Urbel: «Es verdad que no sabe-
los nervios se difunden desde la cabeza a todos nuestros miem- mos mucho de ella, pero es un hecho que en ella todo dependía
bros, dándoles la facultad de sentir y de moverse, así nuestro de la iniciativa individual, excitada por la doctrina evangélica y
Salvador derrama sobre Ja Iglesia su poder y eficacia para que apostólica a una moralidad más severa, pero que no se diferen-
ciaba de la que seguían los demás cristianos. Eran un estado,
con ella los fieles conozcan y más ávidamente deseen las cosas
pero no una organización» '".
divinas. D e El deriva al Cuerpo de la Iglesia toda la luz con que
los creyentes son iluminados y toda la gracia con que se hacen Estamos ante un carisma que nace de la vida de la Iglesia y
santos como El es santo 31. De Cristo cabeza nos derivan, primero, revierte sobre ella. La Iglesia-jerarquía verá en ello algo entraña-
las gracias iluminativas; luego, naturalmente, las que conducen blemente suyo y lo promoverá y garantizará con su función rec-
directamente a la santidad. «Estos tesoros de su divina bondad tora y maternal.
los distribuye a los miembros de su Cuerpo místico no sólo por De la iniciativa privada a la agrupación en familias.—«A par-
el hecho de que los implora..., sino también porque escoge, de- tir de la semilla puesta por Dios» «ha resultado que han ido cre-
termina y distribuye a cada uno las gracias particulares «según ciendo, a la manera de un árbol que se ramifica espléndido y
la medida de la donación de Cristo» 3S. pujante en el campo del Señor... formas diversísimas de vida
monacal o cenobítica... en gran variedad de familias que se des-
La vida de la Iglesia necesitaba ya en los primeros días de arrollan, ya para ventaja de sus propios miembros, ya para el
su institución una porción de almas que prolongaran, por la imi- bien de todo el Cuerpo de Cristo» (n.43).
tación, el estilo de vida que adoptó el Señor: virgen, pobre y Es natural que la gracia especial de profesar los consejos evan-
obediente. Esto, que pertenece a la vida, tenía que surgir de la gélicos pasara por una evolución. Tuvo una etapa preliminar:
vitalidad de la Iglesia, sin que obste el que, una vez la profe- que fue la práctica de la virginidad en medio de la comunidad
sión de tales consejos evangélicos tomase cuerpo en formas exter- cristiana, emulando a los mártires, de los que se sienten conti-
nuadores los ascetas. Actitud arriesgada, pero servicio meritorio
30
Para una visión de conjunto acerca de las familias religiosas y sus formas de
36
espiritualidad, Hhtoire de la spiritualité chtétienne (París, Aubier, 1960-1961); Y. J.-M. CONGAR, O. P., Vraie et fausse reforme dans l'Église: Unam Sanc-
J. GAUTIER,
31
La spiritualité catholique (París, Le Rameau, 1953). tam 20 (París, Cerf, 1950) p.275-279.
37
E. SAURAS, O. P., La Iglesia como misterio: Teol. Esp. 7 (1963) p.89. PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia comentada VJ (Madrid, BAC, 1965) p.41s.
32
E. SAURAS, O. P., a . c , p.89; A. ALCALA GALVE, La Iglesia, Misterio y Mi- Cf. igualmente PROFESORES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS, Sagrada Escritura II (Ma-
sión (Madrid, BAC, 1963) p.46s. drid, BAC, 1962) p.46-48.
33 38
34
A. ALCALÁ GALVB, o . c , p.48. «Testimonio apostólico». Cf. un buen estudio en D. Ruiz BUENO, Actas de
Pío XII, Mystici Corporis n.35. . . los 39mártires (Madrid, BAC, 1951) introducción general.
35
O . c , n.37. J. PÉREZ DE URBEL, O. S. B., Los motiles españoles en la Edad Media vol.i
(Madrid 1933) p.26.
822 Antonio Sanchis, O. P. C.6. De los religiosos. 44 823
d0
que los constituía en levadura de la masa . A esta primera eta- espiritualidades. El Espíritu quiere esculpir la imagen de Cristo
pa siguió la de los solitarios o «moñacos». Fue el suyo un arran- en cada «Padre de familias religiosas», como una exégesis viva
que de autenticidad, ya que las comunidades cristianas, pasados de los escritos revelados. Esta es la «doctrina experimentada en
los heroísmos de los mártires, remitieron en el fervor evangélico. orden a conseguir la perfección».
Solos, podrán dedicarse por entero al servicio de su Señor ". N o 3. a Ofrece «una comunidad fraterna en la milicia de Cristo».
pasaría mucho tiempo sin que experimentasen los peligros de Es cosa cierta que el asceta (solitario) huye del mundo para dar-
una soledad que sólo es ambiente propicio para los muy endiosa- se mejor a la Iglesia. Pero la Iglesia, a la que sirve, está inmersa
dos. San Pacomio concibe el «cenobio» para agrupar a los soli- en ese mundo que abandona; la Iglesia va con el asceta, puesto
tarios, donde todos, en comunidad de ideales, pueden ayudarse que lleva con él los principios formales que la constituyen: ca-
mutuamente en la lucha ascética ". La vida cenobítica priva desde ridad, fe y sacramentos de la fe. Porque sirve a la Iglesia, tiene
entonces. En ella destacan los maestros espirituales ejerciendo que vivir en Iglesia y funda una comunidad en la que se vivan la
una verdadera paternidad espiritual. Eran aquellos que, tras una caridad, el sacrificio de la convivencia y la representación viva
intensa experiencia, comunican a otros los hitos de su carrera es- de Cristo en los superiores.
piritual y la manera de superar los escollos que les acechan. En 4. a Ofrece «una libertad mejorada por la obediencia». N o
torno a esos maestros espirituales, creadores de espiritualidad, se va a ser uno menos persona sirviendo a Cristo que en el servicio
forman las «familias religiosas», que son para la Iglesia lo que del mundo. Con la aceptación de una autoridad por Cristo me-
para sus miembros: un acervo de doctrina espiritual o, mejor diante la obediencia, la libertad humana entra por un cauce se-
aún, una interpretación viva del Evangelio. Así lo verá San Agus- guro en el que, sin anular la iniciativa personal, tiene la garantía
tín, según el cual, lo que no podemos entender bien en la Escritu- de un superior que orienta y asegura.
ra, lo tenemos aclarado en la vida de los santos " ; lo que se ex- Esas cuatro ventajas que aporta la familia religiosa permiten
plica, según Santo Tomás, porque es el mismo Espíritu Santo a sus miembros «poder guardar fielmente y cumplir con seguri-
el que habla en las Escrituras y el que mueve a los santos a dad su profesión religiosa, avanzando en la vida de la caridad
obrar ". con espíritu gozoso».
¿Qué aportan esas familias a la Iglesia? En otros términos,
¿qué aporta en ellas el Espíritu Santo a la Iglesia en orden a la
vida del mismo Evangelio? El texto conciliar resume las ventajas //. Virtualidades o valores de la profesión
de las familias religiosas así: de los consejos evangélicos *
1.a Ofrecen estas familias a sus miembros todas las condi-
ciones para una mayor estabilidad en su modo de vida. En asunto 44. Por los votos, o por otros sagrados vínculos análogos a
ellos a su manera, se obliga el fiel cristiano a la práctica de los
tan vital como este de profesar los consejos evangélicos, no se tres consejos evangélicos antes citados, entregándose totalmente al
puede estar en una situación de mero ensayo. La Iglesia visible servicio de Dios sumamente amado, en una entrega que crea en él
precisa estabilidad en sus formas de vida. * BIBLIOGRAFÍA: ALVAREZ-MENÉNDEZ, S., O. P., Le federazioni religiose.
2. a Ofrece «una doctrina experimentada para conseguir la Dottrina e realizazioni: Ang. 40 (1963) 96-106; ASSEMBLÉE DES SUPERIEURS MAJEURS
DE BELGIQUE, La vie religieuse dans l'Église du Cbrist (Desclée de Brouwer, 1964) ;
perfección». Esto es lo que llamamos «escuelas de espiritualidad». BANDERA, A., O. P., Naturaleza e importancia del estado religioso en la Iglesia,
La vitalidad sin límites del mensaje evangélico vivifica todas estas en 7/ Semana de estudio para jormadores (Madrid, Confer) p.51-101; ID., La vida
contemplativa y el misterio de la Iglesia: Teol. Esp. 8 (1964) 389-408; BARBARIGA,
40
R-, O. F. M-, La vita religiosa nel mistero della Chiesa: Riv. Vita Spir. 19
FR. DE P. VIZMANOS, S. I., Las vírgenes cristianas en la Iglesia primitiva. (1965) 60-92; BERGH, E., Les religieux dans l'Église de la chariié: Rev. Com.
Estudio histórico y antología patrística (Madrid, BAC, 1949). Relig. 36 (1964) p.106-113; BEYER, J., S. I., La vie consacrée dans l'Église: Greg.
41
Cf. I. HAUSHERR, S. I., Vocation chretienne et vocation monastique selon les 44 (1964) 32-61; BIGADOR, J.-R., S. I., El apostolado sacerdotal del religioso:
Peres, en Lates et Vie Chretienne parjaite (Roma, Herder, 1963) p.33-115. También Manresa 37 (1965) 261-276; CARPENTIER, R., S. I., Vocation religieuse, mystere
F. SEBASTIÁN, C. M. F., El martirio y los consejos evangélicos, manifestaciones d'apostolat: Voc. Sac. et Reí. 222 (1963) 221-234; ID., L'Évéque et la vie religieuse
eminentes de la caridad cristiana, en II Semana de estudio para jormadores (Ma- consacrée, en L'Épiscopat et l'Église universelle (París, Cerf, 1962) p.383-439;
drid, Confer, 1965) p.25-49. ID., La vie religieuse au coeur du Peuple de Dieu: Christus 7 (1960) 151-170;
42 ID., Mission eclésiale de Vétat canonique de perjection: N. R. Th. 78 (1956) 928-
H. LECXERCQ, Cénobitisme, en Dict. d'arch. cbr. et de lit. II 2 col.3047-3248;
L. BOUYER, ha spiriíualité du Nouveau Testament et des Peres (París, Aubier, 931; CICOGNANI, CARD. GAETANO, La constitución apostólica «Provida Mater Ecclesia»:
1960) c. 13. Para la doctrina, cf. J. QUASTEN, Patrología II (Madrid, BAC, 1962) Rev. Esp. Derecho Can. 2 (1947) 457-473; COMMISSION POUR LA PASTORALE DES
p.161-166; H. BACHT, S. I., Pakome et ses disciples, en Théologie de la vie mo- VOCATIONS, Dans le mystere de l'Église; la vie religieuse: Voc. Sac. Reí. 223 (1963)
nastique (París, Aubier, 1961) p.39-71. 323-340; CONGAR, Y.-M., O. P., Théologie du role de la religieuse dans l'Église:
43
SAN AGUSTÍN, De mendacio c.13 n.30: PL 40,508. S. V. S. 50 (1959) 315-342; CHARUE, Mons. A. M., Dimensions écclesiales des
44
SANTO TOMÁS, De perfectione vitae spiritualis e l 8 (ed. Marietti) Q.670. états di perjections (Conférence Religieuse Canadienne, 1962); FUERTBS. I. B..
824 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 44 825

una especial relación con el servicio y la gloria de Dios. Ya por bre todo da testimonio de la vida nueva y eterna conseguida por
el bautismo había muerto al pecado y se habia consagrado a Dios; la redención de Cristo y preanuncia la resurrección futura y la glo-
ahora, para conseguir un fruto más abundante de la gracia bautis- ria del reino celestial. Y ese mismo estado imita más de cerca y re-
mal, trata de liberarse, por la profesión de los consejos evangéli- presenta perpetuamente en la Iglesia aquella forma de vida que el
cos en la Iglesia, de los impedimentos que podrían apartarle del Hijo de Dios escogió al venir al mundo para cumplir la voluntad
fervor de la caridad y de la perfección del culto divino, y se con- del Padre, y que dejó propuesta a los discípulos que quisieran
sagra más intimamente al divino servicio. Esta consagración será seguirle. Vinalmente, pone a la vista de todos, de manera peculiar,
tanto más perfecta cuanto por vínculos más firmes y más estables la elevación del reino de Dios sobre todo lo terreno y sus grandes
se represente mejor a Cristo, unido con vínculo indisoluble a su exigencias; demuestra también a la Humanidad entera la maravi-
Esposa, la Iglesia. llosa grandeza de la virtud de Cristo, que reina, y el infinito poder
del Espíritu Santo, que obra maravillas en su Iglesia.
Y como los consejos evangélicos tienen la virtud de unir con la
Iglesia y con su misterio de una manera especial a quienes los Por consiguiente, un estado cuya esencia está en la profesión
practican, por la caridad a la que conducen, la vida espiritual de de los consejos evangélicos, aunque no pertenezca a la estructura
éstos es menester que se consagre al bien de toda la Iglesia. De jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, de manera in-
ahí nace el deber de trabajar según las fuerzas y según la forma discutible a su vida y a su santidad.
de la propia vocación, sea con la oración, sea con la actividad la-
boriosa, por itnplantar y robustecer en las almas el reino de Cristo Los consejos evangélicos son, como acabamos de ver, un don
y dilatarlo por el ancho mundo. De ahí también que la Iglesia pro- de Dios concedido a su Iglesia, en cuyo seno se viven formando
teja y favorezca la índole propia de los diversos institutos reli- familias religiosas. Pero el hacer de ellos una profesión asentada
giosos. en los votos religiosos es algo que entraña nuevos valores que se
Por consiguiente, la profesión de los consejos evangélicos apa-
suman a los propios de los consejos evangélicos. En el conjunto
rece como distintivo que puede y debe atraer eficazmente a to-
dos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los de estas dos seríes de valores—por evangélicos y por actos de re-
deberes de la vocación cristiana. Porque, al no tener el pueblo de ligión—veremos diseñada la gran ilusión que la Iglesia, reunida
Dios ciudadanía permanente en este mundo, sino que busca la en concilio, espera del estado religioso.
\futura, el estado religioso, que deja más libres a sus seguidores
frente a los cuidados terrenos, manifiesta mejor a todos los pre- En torno a tales virtualidades o valores de la profesión de los
sentes los bienes celestiales—presentes incluso en esta vida—y so- consejos evangélicos, sobre los cuales versa el n.44, gira un pro-
grama jugoso:
C M. F., Ecclesia ut communio et Status perfectionis: Com. pro Reí. 43 (1964)
176-191; GALOT, J., Vocation a la sainíeté dans l'Église: Rev. Com. Relig. (1963) 1.° Los votos o la substancia del estado religioso. Su razón
258-274; GARCÍA LLAMERA, Í \ , O. P., El estado religioso, ser y misión esencial del de ser es la entrega total y sus resultados son la estabilidad y el
misterio de la Iglesia: CT 91 (1964) 581-664; GARRONE, MONS., La religieuse, signe
de Dieu dans le monde (París, Fleurus, 1963) ; GEORGES-ALBERT, F., ha vie religieuse sentido cultual.
dans la paradoxe de l'Évangile (Montréal, Fides, 1963) ; HAMER, J., O. P., Place
des religieux dans l'apostolat de l'Église: N . R. Th. 81 (1959) 271-281; JEANNE 2.° El fundamento de ese gesto cultual es el bautismo, que
D'ARC, O. P. t Les religieuses dans l'Église et dans le monde actuel. Problémes de implica muerte al pecado y consagración a Dios.
vie religieuse (París, Cerf, 1964) ; LATURRELLE, R., S. I., La sainíeté, signe de la
Révélation: Greg. 46 (1965) 35-65; LECLERCQ, J., S. O. Cist., La vida perfecta. 3.° La finalidad de una entrega tal no es otra que la de vi-
Consideraciones sobre el estado religioso (Barcelona, Herder, 1965) ; LIEGE, P. A.,
O. P., Église et vocation, en Pastorale des voc. sac. et relig. (París 1961) p.61-76; vir el bautismo a ultranza, esto es, una muerte más cabal al mun-
MESEGUER, D., S. I., La virginidad consagrada, en La virginidad en el misterio de
Cristo y de la Iglesia (Madrid 1960) p.27-47 ; MOGENET, H., S. I., La vocation reli- do que pasa y una consagración propiamente tal ( = más «pro-
gieuse dans VÉglise (París, Tequi, 1952) ; MOLINARI, P., Diversificazioni nel modo funda y completa») al servicio divino.
di tendere alia lantita: La Civ. Catt. 4 (1964) 7-20; NICOLÁU, M., S. 1., Sacramen-
talidad de la profesión religiosa: Hechos y Dichos (1957) 607-620; ID., Teología de 4.a El principio impulsor de esa vitalidad cristiana está en
los votos en los estados de perfección: Hechos y Dichos 34 (1958) 131-140; 208-
220; ORTEGA, A., Cuerpo místico y vida religiosa (Madrid 1959); REGAMEY, P.-R., que la Iglesia-Esposa debe unirse a Cristo-Esposo.
O. P., La consécration religieuse, aufourd'hui contestée: S. V. S. 75 (1965) 385-427; 5.° Vienen aquí los aspectos o múltiples facetas que presen-
Religieuse aujourd'hui? (París, Centurión, 1965); RENARD, MONS., Les religieuses
dans le renouveau de l'Église, edit. du Centurión (1964) ; RENDINA, S., S. I., La ta el estado religioso: la teológica o teocéntrica, la cristológica, la
vita religiosa come vita di consecrazione e di perfezione in sinu Ecclesiae: Riv. di
Ase. e Mist. 5 (1960) 118-136; Ruiz OLABUENAGA, S. I., Las religiosas en la Iglesia eclesial, la de signo y testimonio, la escatológica.
y en el mundo (Bilbao, El Mensajero, 1965) ; SANCHÍS, A., O. P., El estado reli-
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drid, Cocuisa, 1963) ;.TESSON, E., S. I., Le dynamisme de la vie religieuse: Christus ESTADO RELIGIOSO
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N. R. Th. 87 (1965) 337-394; UGO, R., S. I., La vita religiosa come stato di peni- Recordemos por un momento lo que encontramos de cristia-
tenza: Riv. Vita Spir. 19 (1956) 302-314; USQVJIRI, T., C. M. F., Acción litúrgica no en las entretelas de la profesión de los consejos evangélicos.
de la Iglesia en la profesión religiosa, en // Semana de Estudio para Vormadores
(Madrid, Confer, 1965) p.155-216. Que ella viene a resumirse en una vida cristiana por antonoma-
826 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 44 827
sia, es cosa clara. Como lo es también que la vida cristiana por contrario recaeríamos en la relatividad de lo temporal. Absoluto
antonomasia es una repetición del misterio de Cristo. Ahí vemos en la materia y en el tiempo, pues así es el reino de Dios. Esto es
la fecunda coincidencia entre los intereses del Verbo humanado y lo que logran los votos religiosos. Pero resulta que, al comprome-
los intereses propios del cristiano. Cristo es, en resumidas cuen- ter por ellos toda una vida en condición de servicio, cambian la
tas, el siervo de Dios (Is 53), que viene a ocuparse por entero situación social de quienes los emiten. Quedan establecidos en un
en los intereses de su Padre (Le 2,49) • Tiene particular esmero nuevo estado de vida: el estado religioso". Es lo que quiere
en presentar su reino como no de este mundo, por lo cual no significar el Concilio al decirnos: «por los votos... se obliga el
quiere ataduras a lo temporal, bien sea por lo económico, bien fiel cristiano a la práctica de los tres consejos evangélicos antes
por la sangre: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» citados» " .
Familiares de Dios (Eph 2,19), no lo somos menos en adop- A la profesión de los consejos por los votos la acompaña,
tar los propios intereses de Cristo. Por sí mismo, la vida cristiana además, un sentido cultual.
conduce al reino de Dios y no al de este mundo, sin reservas tanto Ya no es ahora la actitud de servicio—que va con la noción
de la persona como del tiempo. Por eso la profesión de los conse- de estado—, sino el carácter de religiosidad lo que importa sub-
jos evangélicos, que quiere vivir en la tensión de ese reino tras- rayar. Con Cristo y a su imitación, se hace el religioso servidor
cendente, viene a abocar en una entrega que garantice simultá- del Padre para su reino. Tal ligazón a Dios recibe el nombre de
neamente esa doble vertiente de la entrega total y estable: la religión. Religión es nombre de virtud. Y el religioso recibe de
de la persona y sus valores temporales y la del tiempo mismo. ella su denominación porque se mancipa sin reservas a su Señor.
Dicha estabilidad se lograba, en los primeros días de la Iglesia, Al valor del triple consejo evangélico se sobreañade ahora el de
con el martirio—liberación, testimonio y meta—(n.42). Mas la la religión. Santo Tomás enumera los méritos de la religión, y
estabilidad en el servicio divino que el martirio otorgaba por ser cuenta tres:
el final de la existencia temporal, sólo una promesa formal de 1.° El voto es acto de religión o de latría, que, entre las vir-
servidumbre perpetua podía igualarle—pese a su misma tempo- tudes morales, es la principal. Viene a ser un reconocimiento del
ralidad—. Esta promesa formal de servidumbre, que llamamos dominio sumo de Dios, que quiere reinar en la humanidad so-
votos", viene a ofrecer y comprometer de una vez lo que sólo metiéndola a sus amorosos imperativos 5°. Esta especial sujeción
sucesivamente está en nuestro poder otorgar " . Una vida afincada la hace vida la virtud de la religión 51. Por sus actos, que llama-
así en el servicio de Dios de manera inconmovible tiene un es- mos culto, prestamos a Dios el honor merecido—El es principio
trecho parecido con la vida de los santos en el cielo, dice Santo de todo bien—y la servidumbre que le cumple por ser nosotros
Tomás *". ¿No aparece ahí la feliz coincidencia entre la profesión los que dependemos por entero de su amor 52 . Resulta así que el
de los consejos evangélicos por la fijeza del voto y la vida propia voto es un acto de culto, como lo fueron los sacrificios de la
de los bienaventurados en el reino que no es de este mundo? Antigua Ley, como lo es el sacrificio único de la Nueva Ley, del
Aquel salto triunfal y de gigante que daban los mártires en un que participamos todos para prolongarlo en nuestras vidas. Vol-
momento decisivo es el que realizan día a día los religiosos por veremos en seguida sobre ello.
los votos de su profesión. 2.° Hay en el voto algo así como una santificación in radice.
Tratemos de engarzar ideas. El motivo divino que inspira los El hecho de que no se trate solamente de entregar a Dios cuanto
consejos evangélicos y su profesión no es otro que servir al reino pueda dar de sí nuestra naturaleza humana, como gesto de mar-
de Dios; un servicio basado en la superación de las estructuras tirio en vida, sino incluso de entregarse, comenzando por la inte-
más elementales—las económicas y demográficas—por las que rioridad de una promesa, hace extensiva la oblación de afuera
este mundo temporal subsiste. Dos consejos—pobreza y virgini- adentro, desde las legítimas inclinaciones y satisfacciones natura-
dad—conducen a desinteresarse de esas preocupaciones. Porque les hasta el principio psicológico de la decisión o compromiso.
el reino de Dios no es de aquí. Es más, un servicio tal tiene que Eso es dar el fruto y el árbol ".
ser absoluto no sólo en cuanto a la superación de los intereses
"> Ibid., 2-2 q.184 a.4; q.186 a . l ; C. /. C. cao.487.
humanos y temporales, sino en cuanto al tiempo mismo. De lo 49
SACR. OECUM. CONCILIUM VAT. II, Scbema constitutionis De Bcclesia (Typis
45
Polyglotis
50
Vat., 1964), Retalio de numero 44 p.162.
Suma Teológica 2-2 q.88 a.l. Suma Teológica 2-2 q.88 a.l ad 3.
«47 Ibid., 2-2 q.88 a.6 ad 2. 51
Ibid.
Ibid., 2-2 q.88 a.4 ad 1. 52
Ibid., 2-2 q.88 a.3 ad 2. " Ibid., 2-2 q.88 a.6.
s¿y
828 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 44
3.° Esa entrega del árbol con su fruto será sin duda mejor más, la comunidad religiosa que forma con sus hermanos de há-
si es definitiva e irreversible. Y esto hace el voto. Y como es el bito deberá ser trasunto de esa otra comunidad espiritual que
colmo del pecado y contra el Espíritu Santo la obstinación en pe- tiene con Dios por el sacrificio 57.
car, es colmo de virtud, y según el Espíritu Santo, conformar la Pero este sacrificio santificador requiere un poder cultual que
voluntad en el bien ". hemos de considerar con mayor profundidad.
Resultado formal de los votos: la oblación cultual y la santi-
dad personal.—Por los votos, leíamos en la constitución dogmá- E L BAUTISMO, FUNDAMENTO DE LA CONSAGRACIÓN RELIGIOSA
tica, se obliga el fiel a la práctica de los tres consejos evangélicos.
En lo que sigue expone el Concilio su resultado formal: «entre- Son palabras del texto conciliar:
gándose totalmente al servicio de Dios sumamente amado, en «Ya por el bautismo había muerto al pecado y se había consagrado
una entrega que crea en él una especial relación con el servicio a Dios: ahora, para conseguir un fruto más abundante de la gracia bau-
y la gloria de Dios» (n.44). tismal, trata de liberarse, por la profesión de los consejos evangélicos
en la Iglesia, de los impedimentos que podrían apartarle del fervor de
Dos son los efectos naturales de los votos: la santificación la caridad y de la perfección del culto divino...» (n.44).
personal y con ella una oblación cultual. Ambos efectos vienen
hermanados en el carácter de «teologalidad» que implica la virtud Aquí tenemos expresado el fundamento de la consagración
de la religión. Efectivamente, en el acto de culto—que lo es de del religioso por el sacrificio de los consejos. Con el fundamento
la religión, a la que pertenecen los votos—existe una entrega de nos viene el poder de ofrendarnos en sacrificio para santificación
la persona a las cosas de Dios. En el fondo de este acto de la personal y de la Iglesia.
religión hay un móvil caritativo, pues nada se ofrendaría a la glo- El itinerario espiritual que marcan los consejos está previa-
ria de Dios sin una vinculación amistosa o caritativa con El. El mente delineado en la gracia bautismal. «Con El—Cristo—hemos
principio de la religión es la caridad que santifica; por lo cual, sido sepultados por el bautismo para participar en su muerte, para
en los votos, en los que ofrecemos a Dios no sólo nuestras cosas, que, como El resucitó de entre los muertos por la gloria del Pa-
sino incluso la raíz de nuestras acciones, encontramos dos momen- dre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque, si
tos: el de la caridad que verifica la entrega amistosa y directa hemos sido injertados en El por la semejanza de su muerte, tam-
de nosotros mismos a Dios, y el de la religión que manifiesta la bién lo seremos por la de su resurrección» (Rom 6,4-5). La gra-
entrega personal al Señor en la ofrenda y desprendimiento de cia cristiana, como vida que es, absuelve primeramente de la
nuestras cosas. Esta segunda entrega está en el rango de los me- muerte. Este es el aspecto sanante de la gracia, porque «el que
dios y pertenece a la religión, cuyos actos son los cultuales. Si, muere queda absuelto de su pecado» (v.7). Muerto el hombre
pues, para manifestar y realizar mejor la unión personal con Dios, viejo, nace el nuevo por e r bautismo, injertados en Cristo por la
le ofrecemos las tres clases de bienes de que disponemos, cuales semejanza de su resurrección. «Si hemos muerto con Cristo, tam-
son los del alma por la obediencia, los del cuerpo por la castidad bién viviremos con El... Porque, muriendo, murió al pecado una
y los exteriores por la pobreza ", ello brota, como de su principio, vez para siempre; pero, viviendo, vive para Dios. Así, pues,
de una caridad ferviente que inspira y anima nuestro sacrificio haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para
religioso'"'. Dios en Cristo Jesús» (v.8,10-11). Con el bautismo se inicia para
Caridad y estado religioso irán siempre de la mano como prin- el cristiano una capacidad nueva de consagración: «vivos para
cipio y efecto. Todo lo que de colaboración con el reino de Dios Dios en Cristo Jesús». Hay en ello un destino divino que carac-
tiene la profesión de los consejos evangélicos ha de centrarse teriza toda la vida nueva del bautizado. Esta es la santidad o
primeramente en una vivencia personal santificadora. El propio consagración por la que el cristiano se endereza hacia Dios desde
religioso es el que deberá comenzar, antes de proyectarlo sobre la la mente hasta los últimos actos en gesto cultual de adoración
Iglesia, a vivir las implicaciones de un reino que no es de este por su gloria is . Cristo, a este «su nuevo pueblo»—dice la Lu-
mundo, mediante el espíritu de las bienaventuranzas (n.31). Es men gentium—, 'lo hizo reino y sacerdote para Dios, su Padre'
57
" Ibid. Ibid., 2-2 q.85 a.3 ad 2. Cf. muchas de estas sugerencias en F. SEBASTIÁN,
55
Ibid., 2-2 q.85 a.3 ad 2. C. M.
58
F., La vida de perfección en la Iglesia (Madrid, Cocuisa, 1963) p.123.
56
Ibid., 2-2 q.85 a.3 ad 1. Suma Teológica 2-2 q-81 a.8.
830 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 44 831

(cf. Apoc 1,6; 5,9-10). Los bautizados son consagrados como Interesará recapitular con orden estas coincidencias entre la
casa espiritual y sacerdocio santo... (n.10). El sacerdocio común oblación de los votos religiosos y el misterio mismo de la vida
o real otorga al cristiano poder para ofrecer a Dios sacrificios de cristiana.
alabanza y propiciación y anunciar las maravillas de Dios (cf. n.10
y 11). Tal es el poder cultual que nos viene del carácter como par- M E T A DE LA OBLACIÓN POR LOS VOTOS RELIGIOSOS
ticipación del sacerdocio de Cristo 5°, para poder ofrecer sacrifi-
cios a Dios. Ahí tenemos, en definitiva, el fundamento para poder El Concilio apunta dos objetivos para esa entrega religiosa
ofrecer el sacrificio más eminente de toda nuestra personalidad de los votos religiosos: un objetivo inmediato que prepara otro
por los tres votos relativos a los tres consejos evangélicos. más profundo:
El estado religioso no es sacramento especial.—No puede ser- «Ahora (una vez regenerados por el bautismo a Ja vida nueva de
Cristo), para conseguir un fruto más abundante de la gracia bautismal,
lo, puesto que todo su fundamento está en el sacramento del trata de liberarse, por la profesión de los consejos evangélicos en la Igle-
bautismo. N o tiene otra finalidad que la vivencia plena de cuan- sia, de los impedimentos que podrían apartarle del fervor de la caridad
to recibimos en él. La frase del Concilio es expresiva: «Ya por y de la perfección del culto divino, y se consagra más íntimamente al
el bautismo...», y quiere significar la continuidad entre vida cris- divino servicio» (n.44).
tiana inaugurada en aquel sacramento y vida cristiana desarrolla- El fervor de la caridad y la perfección del culto divino, pri-
da a ultranza en el estado religioso. mera meta de los votos religiosos.—¿Qué otro fin puede tener el
Pero si dicho estado no constituye un sacramento especial, sí bautismo sino que tengamos vida divina y que la tengamos abun-
afirmamos consecuentemente que está estructurado sobre la base dante? En este sacramento se nos infunde, en primer lugar, la
sacramental del bautismo °°. De donde se siguen derivaciones de gracia con las virtudes teologales, entre las cuales la más vital
gran interés: es la caridad. Con la gracia y la caridad recibimos el cometido de
1.a Fundado en el bautismo, que nos incorpora a Cristo y tributar culto a Dios, Padre de nuestra vida divina. Pues bien,
a su misterio redentor, el estado religioso lleva la virtualidad todo eso, que nace con el bautismo, deberá crecer por nuestros
incorporativa y consagrativa bautismal a sus máximas consecuen- actos meritorios hasta que el Señor ponga término al tiempo de
cias en las renuncias de los consejos evangélicos. mérito.
2. a Asimismo, en el sacramento del bautismo se incluye in El fervor de la caridad es el resultado meritorio de los actos
voto, esto es, como promesa, la eucaristía; por su propia natura- intensos que ella realiza 62. Para que la caridad prorrumpa en esos
leza tiende a completarse en el misterio pascual de Cristo, que se actos intensos es preciso que el cristiano esté en condiciones pro-
renueva en la eucaristía; ella es así el centro del misterio y de picias y en particular que esté libre de preocupaciones absorben-
la vida cristiana, por lo cual se recibe el carácter, que es potestad tes, cuales son las que derivan de las tendencias más fundamen-
para ofrecer la oblación eucarística. En la misma medida, el es- tales del hombre. Porque, si bien y sin duda son santificables, es
tado religioso, en calidad de bautismo en toda su plenitud, está notorio que las oportunidades para la intensidad de la caridad
orientado al misterio eucarístico, que es tanto como decir que está son más escasas para los implicados en ellas. Están sometidos a
orientado al centro mismo de la vida cristiana, donde recibe su una división de intereses y de afectos: los de Dios y los del mun-
perfección. El propio carácter sacramental del bautismo, como do (cf. n.31).
participación del sacerdocio de Cristo, les capacita para ofrecerse El culto que todo cristiano debe a Dios sigue la misma suerte
como hostias juntamente con la Víctima divina ( n . l l ) . Por eso que la caridad, por ser ésta su principio. Si la caridad se encuen-
leemos en el texto conciliar que la Iglesia asocia la oblación re- tra estorbada en su actividad e intensidad psicológica por las ocu-
ligiosa de los votos al misterio eucarístico 61. En el misterio de paciones normales de la vida humana, el mismo estorbo persiste
la Eucaristía, los religiosos quedan asociados al corazón mismo para el acto de culto interior que debemos al Señor. La Lumen
de la Iglesia. gentium hermana los votos de los consejos evangélicos con la per-
fección del culto divino. Aquella consagración que se instauró
53
Ibid.. 3 q.<53 a.2. en el alma por el bautismo, y que implicaba un destino cultual
"° F. SEBASTIÁN, C. M. F., O.O, C.4: Profesión religiosa y bautismo.
62
« CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática Lumen gentium n.45, y p A . Suma Teológica 2-2 q.24 a.6; cf. el autorizado comentario de M. LLAME-
BLO VI. ene. Mysterium jidii: AAS 57 (1965) p.772. EA, O. P., ed. bilingüe, BAC, vol.7 (1959) p.733-756.
832 Antonio Sanch'is, O. P.
C.6. De los religiosos. 44 833
de toda su vida, viene ahora a completarse con esta nueva situa-
ción que deriva de los votos religiosos 6S. Este complemento no COMO LA IGLESIA-ESPOSA UNIDA INDISOLUBLEMENTE
puede ser sustancial, por ser la vida cristiana sustancialmente una A CRISTO-ESPOSO
y una la consagración que ella importa. Pero la nueva situación
de los votos es complemento accidental que «se añade a la con- «Esta consagración (de los votos religiosos) será tanto más perfecta
cuanto por vínculos más firmes y más estables se represente mejor a Cris-
sagración propia del bautismo» 6 '. ¿Qué añade? Nuevos valores to, unido con vínculo indisoluble a su Esposa, la Iglesia» (n.44).
cultuales asimilados por la virtud de la religión y un modo de
vida adecuado a la misma consagración bautismal, que sería el N o podía haber escogido San Pablo mejor analogía para di-
ideal para cada cristiano de no haber necesidad de perfeccionar bujar la intimidad de Cristo-Esposo y la Iglesia-Esposa 87 : «El
el mundo en el que milita la Iglesia. que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece jamás
su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a
Aquí está la razón de la superioridad objetiva del estado re-
la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo» (Eph 5,28-30).
ligioso °s. Reúne lo que hay en todos los otros de consagración.
«Gran misterio éste, pero entendido de Cristo y de la Iglesia»
El laico debe consagrar lo profano para Cristo; el sacerdote debe
(v.32). Si intimidad es amor interno, la que reina entre Cristo
administrar las cosas sagradas; el religioso, consagrando la vida
y su Iglesia es sublime, puesto que El «amó a la Iglesia y se
por los votos, complementa y perfecciona los deberes consecra-
entregó por ella, para santificarla, purificándola mediante el lava-
torios del sacerdote y del seglar. El religioso añade SL la condi-
do del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí gloriosa,
ción de cristiano una situación o condición especial de vida que
sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable»
resulta ser objetivamente la más perfecta. Por eso los demás cris-
(Eph 5,25-27).
tianos, desde su estado, deben ver en éste lo que objetivamente
es: un estado de perfección". La intimidad esponsal entre Cristo y la Iglesia resulta ser una
comunión de vida montada sobre una comunicación amorosa de
Consagración más íntima al seriado de Dios, última meta de bienes que la Esposa recibe del Esposo. Pero lo que funda la
los votos religiosos.—«...y se consagra más íntimamente al di- relación esponsal de la Iglesia-Esposa y Cristo-Esposo es la fe,
vino servicio» (n.44). Así concluye el texto conciliar todo el ra- que es su don total por el don total de Cristo; en él no hay nada
zonamiento sobre la teología de los votos religiosos. Es esta con- de humano que pueda mancillarlo; todo es sobrehumano, virgi-
sagración más íntima el resultado normal de la función segregado- nal. De este tenor fue la respuesta virginal de María cuando las
ra que le señala la Lumen gentium de acuerdo con la doctrina de bodas del Verbo con la humanidad pecadora: «He aquí la esclava
Pablo VI. Efectivamente, los votos entrañan cuanto de supraterre- del Señor; hágase en mí según tu palabra» 58 .
no tiene el reino de Dios y que acuñan los consejos evangélicos; Que la vida religiosa, estructurada sobre los votos religiosos,
pero es que los votos son también consagración estable, como mar- es la expresión más acusada de esta realidad eclesial, estaba en
tirial, porque de un trazo comprometen toda una vida. Todo ello la conciencia de los primeros cenobitas. ¿Qué móvil les condujo
es segregación de las cosas de este mundo y, sobre todo, de su a asociarse en comunidad? La conciencia de que el cristianis-
servicio. Si el religioso, por ser cristiano, ya vivía para Dios en la mo—su meta—era caridad, mutua ayuda. ¿No es éste el comple-
interioridad del misterio del Cuerpo místico de Cristo, por los mento y fruto del verdadero trato con Dios? «Una comunidad
votos se encuentra escondido en el corazón mismo del misterio religiosa es una célula de la Iglesia, mejor, tal vez, una Iglesia
cristiano, que es intimidad de amor divino. Este es, digo, el co- en pequeño» 6 ". La comunidad de Jerusalén, las primicias de la
razón del misterio de la Iglesia, a la que Dios quiso amar como Iglesia-institución, fue en todo tiempo el prototipo de cualquier
a Esposa. Grande es para el religioso verse llamado a vivir y otra comunidad religiosa.
personificar en la Iglesia el amor esponsal a Cristo. 67
PROFESORES DE SALAMANCA. Biblia comentada vol.6, ed.cit. p.589. CJ. tam
bien el hermoso estudio de G. MARTÜLÍÍT, S. I . , Sainteté de l'Église et vie religieuse
63
PABLO VI, aloe. Magno gaudio, 23 mayo 1964: AAS 56 (1964) p.567, citado (Toulouse, Priére et Vie, 1964) c.2; véase esta convicción teológica en la teología
en la constitución dogmática Lumen gentium, en el n.44. primitiva iudeo-cristiana en J. DANrÉLOU, S. I., Théologie du Judéo-Christianisme
64 L c (Tournai, Desclée et Cié, 1958) p.326-337, y los trabajos citados por él; L. CERFAUX,
65
-- La théologie de l'Église suivant Saint Paul (París, Cerf, 1942) p.275-287 ; A. ORBE,
F. SEBASTIÁN, C. M. F., Consiliorum evangelicorum valoratio theologica iuxta Cristo y la Iglesia en su matrimonio anterior a los siglos: Est. Ecl. 29 (1955)
Concilium
66
Vaticanum II: Com. pro Reí. 44 (1965) 143-164. p.299-344.
A. SANCHÍS, O. P., El estado religioso o el evangelismo en la Iglesia: Teol. "8 Y. ).-M. CONGAR, O. P., Théologie du role de la religieiee dans l'P.glise:
Esp. 7 (1963) 169-204; igualmente el estudio del P. Sebastián citado en la nota S. V. S. 50 (1959) p.333 n.3S.
anterior «" Y. J.-M. CONGAR, O. P., l e , p.328.
2. C Vaticano 37
834 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 44 835
Pero, además, en esta encarnación de la intimidad de Cristo- amado». Así, la relación bautizado-Dios, iniciada en el bautismo,
Iglesia, el religioso comparte la fecundidad apostólica de su des- llega a su expresión mayor y más íntima ".
posorio virginal , 0 ; comparte la tensión escatológica del desposo- La nueva situación teocéntrica del religioso, por su consagra-
rio definitivo en la Jerusalén celeste donde está nuestra ciudad ción extraordinaria, es especial, distinta de la del común de los
(Apoc 21,2-4; Phil 3,20) ". fieles. Si todos los fieles tienen obligación de prestar a Dios un
Así, como de la mano, hemos venido a dar en los culto de alabanza como derivación del ejercicio de las virtudes
teologales, por la virtud de la religión el religioso—y aquí está
ASPECTOS DE LA VIDA RELIGIOSA
la razón de su nombre—rinde a Dios un culto especial, por ha-
ber en él una relación teológica especial, esto es: total, suma, de
Insiste el Concilio en destacar las facetas de la vida religiosa mayor intimidad. Así también, si los simples fieles, incorporados
o de consagración; es como una toma de conciencia de la riqueza a la Iglesia por el bautismo, quedan sellados por el carácter del
que ella implica. bautismo y de la confirmación para el culto divino y para confesar
Los aspectos o facetas de la vida religiosa resumen cuanto delante de los hombres la fe que recibieron ( n . l l ) , los religiosos
espera la Iglesia del estado religioso y cuanto de propio ve en lo viven como profesión especial ".
él; tales son el aspecto teológico y santificador, el aspecto ecle- Teológica y teocéntrica es la vida religiosa, porque, en defini-
sial, el aspecto apostólico, el aspecto escatológico y el aspecto de tiva, Dios es su fundamento o principio por las virtudes teologa-
signo o de testimonio. les; Dios es el término y la pauta de la consagración cultual del
religioso, que, salvadas las distancias, quiere imitar la estabilidad
ASPECTO TEOLÓGICO DE LA VIDA RELIGIOSA.—Teológico es lo y eternidad omnímoda por la totalidad que implica el voto, y
que versa sobre Dios. Teologales son aquellas virtudes que nos quiere revivir la intimidad de la convivencia trinitaria de Dios
unen directamente con El; por la fe nuestro entendimiento co- al organizar su vida en comunidad o en Iglesia.
noce directamente a Dios Verdad, si bien veladamente; con la
ASPECTO SANTIFICADOR.—Este epígrafe es una redundancia.
caridad, nuestro afecto termina directamente en Dios-bondad; por No era preciso, dicho lo anterior acerca del aspecto teológico de
la esperanza, nuestra voluntad termina directamente en Dios-po- la vida religiosa. Santidad es unión con Dios, y la vida religiosa
sesión definitiva. N o existe otro recurso de comunicación directa es santidad. Santidad es culto, debido a Dios por nuestra condi-
con Dios que el de estas virtudes teologales. ción de criaturas racionales que tenemos un Padre, y la vida reli-
El religioso es, como queda dicho, un consagrado a Dios por giosa es eminentemente santidad, por ser una organización en
una entrega que se promete total e íntima ", y consiste sencilla- torno al culto divino. Santidad es separación de las cosas terre-
mente en llevar a ultranza la que se inició en el bautismo. Si la nales, porque Dios es espíritu, y la vida religiosa es, por la pro-
vida de todo cristiano, por teologal, se centra en Dios, la del re- fesión de los tres consejos evangélicos, una renuncia a colaborar
ligioso es totalmente teocéntrica, pues gira en derredor de Dios directamente en las estructuras terrenales en cuanto tales. Dios
en toda su integridad. es santidad (1 Petr 1,16) y lo es también la vida religiosa por
Ahora bien, ¿cómo se establece esta compenetración total del teologal ".
religioso y Dios? Fundamentalmente, como está dicho, por las ASPECTO ECLESIAL.—El religioso con la Iglesia y para la
virtudes teologales, que son la motivación profunda de su vida Iglesia.
religiosa. El texto conciliar apunta la última razón de su consa- Es la misma estructura de la vida religiosa la que conduce al
gración total en que Dios, a quien se entrega, es «sumamente religioso a la vida de la Iglesia. Es sencillamente consecuencia
70 de sus raíces teológicas y de manera especial de la caridad: «Los
L e , p.332.
71
Cf. M. GARCÍA CORDERO, O. P., El libro de los siete ¡ellos (Salamanca 1962) consejos evangélicos tienen la virtud de unir con la Iglesia y con
c.21:72 Biblia comentada VI[ (BAC, 1965) c.21, csp. p.526.
Recordemos dos textos del número 44 de la constitución dogmática Lumen 73
A. BANDERA, O. P., l.c.
gentium: «Entregándose (por la obligación de los tres consejos) totalmente al servicio 74
75
Suma Teológica 2-2 q.186 a.7 ; cf. A. BANDERA, O. P., a.c.
de Dios sumamente amado»; «y se consagra más íntimamente al divino servicio». Este aspecto santificador, por ser consecratorio, lo recalca el Concilio frente a
Estos dos textos están sacados de la aloe. Magno gaudio, de Pablo VI. citada en la la tendencia de ciertos teólogos a hacer del estado religioso principalmente un signo...
nota 63. Cf. el profundo comentario a estos textos de A. BANDERA, O. P., Naturaleza Cf. en el Schema constitutionis De Ecclesia (Typis Polygloris Vaticanis, 1964), Rela-
e importancia del estado religioso en la Iglesia, en 11 Semana de Estudio para Vor- tio (jeneralis c.4 p.173: «Ibi (in nova redactione in n.44) enim, inter alia, non
madores (Madrid, Confer, 1965) p.53-101. amplius apparent illa verba anterioris schematis 'in primis valorem signi habere'...»
836 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 44 837

su misterio de una manera especial a quienes los practican por la «amadísima Esposa... que invoca a su Señor y por El tributa culto
caridad a la que conducen (n.44). Así, de la Iglesia y de su mis- al Padre Eterno» '". La Iglesia es una comunidad familiar divina.
terio deducimos las razones por las que la vida religiosa presenta Ahí tenemos el principio de toda comunidad eclesial. La vida
su aspecto eclesial. La Iglesia es unión de miembros con su Ca- religiosa es comunidad porque lo es la Iglesia primero. De esta
beza, Cristo, no sólo en el ser, sino también en el modo; es unión suerte los religiosos reciben de la Iglesia no solamente la gracia
de miembros entre sí por el ideal de redención que le imprimió que les da vida, sino también la forma de vida esponsal y fami-
su Cabeza; es sociedad comunitaria y familiar; es sociedad co- liar, a la que se asemeja la unión tan entera e íntima que produce
munitaria de culto; es, en fin, virgen, pobre y obediente, como la consagración de los votos religiosos (n.44) *".
Cristo, su Fundador, y como María, su Madre. Por estas razones d) La Iglesia es, además, sociedad comunitaria de culto. Ella
es eclesial el estado religioso. Veámoslo: es, de hecho, el medio para acercarnos a Cristo y, con Cristo, al
a) La Iglesia es unión de miembros con su Cabeza, Cristo, Padre en acto de adoración (n.4). El acto de adoración por exce-
no sólo en el ser, sino también en el modo de ser de su Funda- lencia es el que realiza por la eucaristía, en el cual se dan cita
dor. Sabemos que la Iglesia es Pueblo de Dios organizado en elementos humanos y divinos, elementos visibles y elementos in-
Cuerpo místico". Cristo es su Fundador y su Cabeza; vive de la visibles; en ellos se manifiesta la tensión hacia la contemplación,
influencia vital que la Cabeza ejerce sobre sus miembros; por eso aun cuando es activa, y la tensión de peregrina hacia el Padre,
los miembros participan el ser y el modo de ser de la Cabeza. El aun estando presente en este mundo "'. En esta misma línea está
modo como se realizó nuestra redención fue por la abnegación la vida religiosa. La profesión de los consejos evangélicos, que
y por la cruz. Este modo de redención es el que representa el define la vida religiosa, es un acto de culto dirigido, por Cristo,
estado religioso ante la Iglesia. N o hay otro modo de redimir al al Padre. Por eso pertenece a la Iglesia. Razón por la que ella
mundo que por el espíritu de las bienaventuranzas (n.31), y no asocia esta oblación al sacrificio eucarístico (n.45), precisamente
hay mejor modo de mantener un «espíritu» que encarnándolo en porque aquel acto sacrificial del religioso tiene valor redentivo
determinadas vidas (cf. n.31). y valor de servicio a todos los miembros del Cuerpo místico.
b) La Iglesia es unión de miembros entre sí por el ideal de Ahora bien, «cuantas veces se renueva sobre el altar el sacrificio
redención que les imprimió su Cabeza. Ideal de redención que de la cruz... se efectúa la obra de nuestra redención». Al propio
coincide con la vida de la Iglesia y con su misión. Ella, en efecto, tiempo, en el sacramento del pan eucarístico se representa y se
no pretende sino «santificar y salvar a los hombres, no individual- reproduce la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo
mente y aislados entre sí, sino constituyendo un pueblo que le en Cristo (cf. 1 Cor 10,17) (n.3).
conociera en la verdad y le sirviera santamente (n.9). Redención e) Resumiendo, la Iglesia es, a imitación de Cristo y de
en racimo, santificación en comunidad de vida; así es la vida de María, virgen, pobre y obediente. Brote de la unidad y comunión
la Iglesia y tal es igualmente la vida religiosa en su aspecto pe- de la Trinidad (n.4), la Iglesia es una comunión de unidad, inau-
nitencial " y en su aspecto santifkador. Este es el único ideal que gurada entre nosotros por la encarnación virginal de Cristo, su
puede y debe congregar a los religiosos a la zaga de Cristo. Fundador, pobre y obediente. Ahí tenemos tres realidades homo-
c) La Iglesia es sociedad comunitaria y familiar. Cristo y la géneas: Fundando la Iglesia, Cristo es virgen, pobre y obediente.
Iglesia forman una unión familiar de Esposo-Esposa, por lo cual María, su Madre, es igualmente virgen, pobre y obediente. La
El sigue presente en ella, es decir, entre nosotros, en los diversos Iglesia, que es hechura de Cristo y fruto maternal de María, par-
actos y manifestaciones cultuales, en las oraciones, en las obras ticipa la coincidencia entre Madre e Hijo y es virginal, pobre y
de misericordia, en la predicación del evangelio, en el ofreci- obediente S3. La vida religiosa, como sabemos, resume esos valo-
miento del sacrificio de la misa y en la administración de los sa- res de virginidad, de pobreza y de obediencia. Imita el estilo de
cramentos, y de manera sustancial en la eucaristía I8. La Iglesia
siempre se encuentra asociada a esta presencia de Cristo, como 79
80
C O N C I L I O V A T I C A N O II, Constitución sobre sagrada liturgia n . 7 .
Véase este aspecto comunitario de la vida religiosa, desde un p u n t o d e vista
teológico y bíblico, en R. C A R P F N T I E R , S. I., Vers une théologie de la vie religieuse.
70
Véanse estudios de la nota 27. La «vie apostolique», mystere de foi, en La vie religieuse dans l'Église (Desclée
77
F. SEBASTIÁN, C. M . F . , La vida de perfección en la Iglesia ( M a d r i d . Cocuisa, de Br., 1964) p.33-78.
81
1963) c . 5 . C O N C I L I O V A T I C A N O II, Constitución sobre sagrada liturgia n . 2 .
78 82
C O N C I L I O V A T I C A N O II, Constitución sobre ¡agrada liturgia n . 7 ; PABLO V I , Suma Teológica 3 q.28 a.2. Cf. Y . J . - M . CONGAR, O . P., Théologie du role
rnc. Myslermm ¡idei: AAS 57 (1965) p.762-763. de la religieuse dans l'Église: S. V . S. 50 (1959) p.332ss.
838 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 44 839
la Iglesia naciendo del costado de Cristo, y el estilo de María, como condición general de la vida la ensayada por la comunidad
Madre de Cristo y de la Iglesia (cf. n.42). de Jerusalén; pero aquel proceder, casi congénito con la Iglesia
En definitiva, la Iglesia ve en la vida religiosa los valores más y de pura espontaneidad evangélica, quedó siempre en la añoranza
íntimos que la definen, tales como la inefable unidad del Padre de los cristianos. La vida religiosa tuvo siempre conciencia de
y del Hijo y del Espíritu Santo, la reconditez trinitaria, la con- imitar el ejemplo de la primitiva comunidad cristiana y de revivir
templación de lo divino, la solemne afirmación de una ciudad en ella los valores ingénitos de la Iglesia " , otorgados por Dios
futura. a los apóstoles; Tertuliano e Ireneo subrayan la procedencia di-
vina de tales dones: «los dones que las Iglesias han recibido de
ASPECTO APOSTÓLICO.—Los consejos evangélicos conducen a
los apóstoles; los apóstoles, de Cristo; Cristo, de Dios»"'. En-
la caridad, y la caridad es la que nos consagra globalmente a Dios
riquecer a la Iglesia de los dones divinos, eso fue obra de los
y a su obra más amada, que es la Iglesia. De ahí brota la idea
apóstoles y a eso llamamos apostolado.
de apostolado a escala eclesial que apunta el texto de la Lumen
gentium a continuación: El apostolado connatural a la vida religiosa es encarnar en
la Iglesia los valores de unidad, de perseverancia en oír la pala-
«... la vida espiritual de éstos (los religiosos) es menester que se bra de Dios, en la fracción del pan y en la oración. Los medios
consagre al bien de toda la Iglesia. De ahí nace el deber de trabajar se- a su disposición dependerán de la índole de cada familia reli-
gún las fuerzas y según la forma de la propia vocación, sea en la oración,
sea con la actividad laboriosa, por implantar y robustecer en las almas el giosa, de acuerdo con las cuales predominará uno de aquellos
reino de Dios y dilatarlo por el ancho mundo» (n.44). elementos de la primera comunidad jerosolimitana; en unos, la
oración; en otros, la acción. Con todo, ambos medios son inhe-
La Iglesia es un producto maravilloso del amor de la Trini- rentes a la vida religiosa como lo fueron a la primera comunidad,
dad. El Padre envía al Hijo para que realice la regeneración del que tratan de imitar, y lo fueron, además, a los mismos apóstoles.
mundo en el amor. El Hijo envía con el Padre al Espíritu Santo Las almas contemplativas deben darse a la oración por la Iglesia,
para que la complete en el interior de las almas hasta su segunda colaborando a su modo a la extensión del reino. Igualmente, las
venida, el día triunfal de Cristo Rey, cuando presentará la Iglesia, almas activas deben acompañar el trabajo apostólico con la ora-
engalanada como una Esposa, al Padre "3. La Iglesia, entre tanto, ción intensa por la Iglesia (cf. n.46).
tiene que peregrinar. El impulso vital de tal peregrinación lo
El aspecto eclesiológico y el apostólico se apoyan en los valo-
recibieron los apóstoles (Mt 10,2-5; Me 3,14; 6,7; Le 9,2;
res santificador y redentivo que entraña la vida religiosa "'. Esta,
Mt 10,16), conscientes que es la misión recibida por Cristo del
en efecto, vive y recuerda la fuente de toda santidad, que es la
Padre (Mt 10,40) "'. N o hay, pues, otra Iglesia que la de los
comunidad trinitaria de Dios; vive y recuerda la naturaleza ínti-
apóstoles. Entre los dones que reciben ellos se cuentan los con-
ma de la Iglesia, que es comunión con Cristo-Esposo, autor de
sejos evangélicos por el reino de los cielos, esto es, por amor a
nuestra santidad; vive y recuerda el principio histórico de nues-
Dios, que les hace vivir en comunidad perfecta. La primitiva
tra regeneración espiritual resucitando con Cristo por el bautismo,
Iglesia traducirá en vida el estilo de la comunidad apostólica y,
principio de nuestra santidad y de nuestra incorporación al Pueblo
poniéndolo todo en común, no tendrán más que una sola alma
de Dios, que es Cuerpo místico de Cristo.
y un solo corazón (Act 2,42; 4,32-37; 5,12-16). Esto que nace
con la misma Iglesia es el legado vivo de la conducta apostóli- Y por esto mismo, la vida religiosa tiene ese otro valor re-
ca. Pero hay más; ellos se centran cada vez más en su estricta dentivo al asumir precisamente, como materia de profesión, las
misión apostólica y encargan a los diáconos el servicio de las promesas del bautismo y, como motivación de vida, el culto per-
mesas, pues deben «atender a la oración y al ministerio de la fecto que debemos al Padre, inmolándose como Cristo, por los
palabra» (Act 6,4) ; tales son los dos elementos más propios de tres votos, en un acto que recibe su vigor del mismo sacrificio
los apóstoles de entre aquellos otros en torno a los cuales perse- eucarístico, donde se ofrece la única Víctima, de la que todos
veraban fieles los primeros cristianos (Act 2,42). La Iglesia se participan.
desarrolló, y en sus nuevas dimensiones ya no podía adoptar 85
O . c , p.82-86.
86
TERTULIANO, De praescriptione X X I : PL 2,33. Cf. J. M. DKWAILLY, O. P.,
83 o.c.87 p.67-68 n.42.
J. M. DEWAn.LY, O. P.. Teología del Apostolado, trad. M. Rosell (Barcelona
Estela, 1965) p.53-54. SACR. OECUM. CONCTLIUM VAT. II, Schema constiluíionis De Bcclesia ÍTypis
84 Polygl. Vat., 1964), Relalio de num. 44 p.162-.
O . c , p.38-44.66-68.
840 Antonio San chis, O. P. C.6. De los religiosos. 44 841
La comunidad religiosa que deriva de la profesión de los con- terrestre de Cristo para merecer su vida gloriosa. De cara a la
sejos evangélicos comparte vivamente las exigencias redentoras humanidad, estos consejos, en su ejemplaridad visible, son un
de toda la comunidad eclesial 8S . Las dificultades o penalidades testimonio de la verdad y de la santidad de Cristo y de su Iglesia.
inherentes a esta vida comunitaria participan muy especialmente La Iglesia necesita del signo de la santidad.—Por su misma
esta virtualidad redentiva (n.9). La comunidad religiosa podría condición escatológica, la Iglesia tiene la precisión de mostrar al
llamarse con verdad «Iglesia en pequeño», del mismo modo que la mundo, en el que está encarnada, su faz definitiva, que es la ce-
comunidad conyugal es llamada por el Concilio «Iglesia domésti- leste. Si ese estado final viene definido como el de la vida nueva,
ca» ( n . l l ) . Haciendo honor al nombre, en la vida religiosa tienen recobrada por la muerte de Cristo y estructurada conforme a su
que repercutir los problemas y ansiedades de la Iglesia Madre. resurrección (c.7), la Iglesia siente la necesidad vital de compro-
bar ante el mundo que opera ya en ella esa vida nueva proceden-
ASPECTOS ESCATOLÓGICO Y CRISTOLÓGICO O LOS SIGNIFICADOS
te de la resurrección de Cristo.- Comprobación necesaria, porque
DE LA VIDA RELIGIOSA.—El reino de Dios no es de este mundo.
la realidad de esa vida no es visible por sí misma.
Por eso la Iglesia vive en tensión de esperanza. Expresiones de
esta tensión son los consejos evangélicos. Así resumiríamos el as- Mas ¿de qué medios dispone la Iglesia para mostrar su vida
pecto escatológico de la Iglesia. más íntima ante el mundo? Sabemos que cuenta con los milagros,
En el consejo evangélico de la pobreza va implicada la ten- considerados, más que como actos del poder divino, como mani-
sión escatológica en su despego y sobreposición a los bienes te- festaciones del amor de Dios hacia los hombres, signos de su
rrenos. Idéntica y aún más viva tensión se da en el consejo de presencia y de su llamada invitando a la conversión, «ostensivos»
virginidad, clara manifestación de que es «pasajera la figura de más que probativos M . Pero más fehaciente que el milagro de
este mundo». La vida virginal prima sobre el matrimonio por orden físico es la santidad, verdadero milagro de orden moral.
más conforme con la vida definitiva celeste. La santidad es una real ostentación de los valores sobrenaturales
Expresiones de la Iglesia celeste, los consejos evangélicos de la Iglesia; una auténtica «hagiofanía»; una patente revelación
constituyen una prueba de que el reino de Dios ya está entre de Dios por el lenguaje de la vida santa 8 '.
nosotros; la Iglesia terrestre se reviste ya de una verdadera san- Si queremos señalar los hechos santos observables y ostensi-
tidad, si bien imperfecta, y gime en sus hijos con dolores de vos, veremos que son: 1.° El valor de una vida nueva, organiza-
parturienta por la manifestación del cielo "'. La adopción de una da no según las estructuras humanas, sino conforme a otras so-
forma de vida que rompe los moldes de la vida terrena es buena brenaturales. Es el signo de la resurrección, que implica la muerte
prueba de que no tenemos aquí patria permanente, sino que so- a lo caduco y terrenal. 2.° Una armonía entre el mensaje de Cristo
mos ciudadanos del cielo (Phil 3,20). en el Evangelio y la santidad vivida; es el signo cristológico que
En esta tensión a la Iglesia celestial poseemos, indefectible, manifiesta el encuentro de la Iglesia peregrinante con Cristo.
una garantía, que es el Espíritu Santo, «prenda de nuestra heren- 3.° Una superación en el hombre que corresponde a la superación
cia» (Phil 1,14), que nos atestigua que hemos resucitado con del mensaje; superación visible, compleja y paradójica 92 .
Cristo y nos apremia a que ansiemos estar con El y a vivir más El signo de la. santidad se cumple en la vida religiosa.—De
y más para aquel que murió y resucitó por nosotros (n.48). El este tenor es el párrafo de la Lumen gentium que comentamos.
Espíritu es el que obra las maravillas de la gracia en el interior Una vez establecida la estrecha relación que existe entre la
de las almas; al fin de cuentas, la santificación de un alma no es naturaleza de la Iglesia y la vida religiosa, prosigue este otro texto
otra cosa que la participación individual del misterio de la En- como una consecuencia del anterior: «Por consiguiente, la profe-
carnación, bajo la acción del Paráclito. sión de los consejos evangélicos aparece como un distintivo que
Así, pues, la profesión de los consejos evangélicos tiene, con puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Igle-
respecto a esa vida futura, un sentido y un valor escatológico, sia a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vocación cris-
aunado con un sentido cristológico, en cuanto que revive la vida tiana» (n.44 D ) . Así reza el planteamiento de la significación de
8S
la vida religiosa. ¿En qué se funda esta significación?
L. LEGRANG, M. E. P., La virginité dans la Bible (Lectio divina 39) (París,
Cerf, 1964) c.3; J. GALOT, S. I., RéJemplion et vie religieuse, en La vie religieuse 90
dans l'Église (Bruges, Desclée de Br., 1964) p.97-128. Y J.-M. CONGAR, O. P., L'Église est tainte: Ángel 42 (1965) p.297.
"" Constitución dogmática Lumen gentium n.48 ; Constitución sobre sagrada litur- " L.c.
gia n.2. ' 2 R. LATOUKELLE, S. I.. La lainleié, signe de révéitnion: -Greg. 46 (1965) p.57.
842 Amonio Sanch'ts, O. P. 843
C.6. De los religiosos. 45
Se funda en las realidades de santidad que tiene la Iglesia,
El final de este número 44 es la mejor proclamación de su
a saber: índole eclesial que el estado religioso pudiera esperar: el estado
1.° Los bienes celestiales presentes ya en esta vida, entre los religioso en la Iglesia no es función, sino vida. N o pertenece, de
que destacan la vida nueva, que es vida de resurrección. suyo, a la jerarquía; pertenece sencillamente al sacramento básico
2° La imitación de la forma de vida por la que Cristo realizó de la vida cristiana, que es el bautismo. N o se impone por la
la redención de la humanidad, redimiéndonos del pecado con su fuerza de la autoridad jerárquica; se impone por su vida visible-
muerte y restituyéndonos la vida nueva de la gracia por su resu- mente santa en su estructura (n.43). «Por consiguiente, un es-
rrección. En la economía actual de la gracia ya no hay otro modo tado cuya esencia está en la profesión de los consejos evangélicos,
de llegar hasta el Cristo glorioso del cielo que pasando por la aunque no pertenezca a la estructura jerárquica de la Iglesia, per-
muerte de su cruz. tenece, sin embargo, de una manera indiscutible, a su vida y a
He aquí los dos valores que de manera eminente significa la su santidad» (n.44).
vida religiosa:
1." «El estado religioso, que deja más libres a sus seguidores
frente a los cuidados terrenos, manifiesta mejor a todos los pre- III. Reglamentación eclesial de la vida religiosa *
sentes los bienes celestiales—presentes incluso en esta vida—, y
sobre todo da un testimonio de la vida nueva y eterna conseguida 45. Siendo deber de la jerarquía eclesiástica el apacentar al
por la redención de Cristo, y preanuncia la resurrección futura pueblo de Dios y conducirlo a los pastos mejores fcf. Ex 34,14),
toca también a ella dirigir con la sabiduría de sus leyes la práctica
y la gloria del reino celestial». de los consejos evangélicos, con los que se fomenta de modo singu-
2.° «Y ese mismo estado imita más de cerca y representa lar la perfección de la caridad hacia Dios y hacia el prójimo. La
perpetuamente en la Iglesia aquella forma de vida que el Hijo misma jerarquía, siguiendo dócilmente el impulso del Espíritu Santo,
admite las reglas propuestas por varones y mujeres ilustres, y las
de Dios escogió al venir al mundo para cumplir la voluntad del aprueba auténticamente después de una más completa ordenación,
Padre y que dejó propuesta a los discípulos que quisieran se- y, además, está presente con su autoridad vigilante y protectora en
guirle» (n.44).
* BIBLIOGRAFÍA: ALONSO LOBO, A., O. P., La reforma del derecho de los reli-
Estos son los dos primeros hechos de santidad observables giosos en la perspectiva conciliar: CT 91 (1964) 53-66; BERGH, E., L'obéissance des
y ostensibles que posee la Iglesia en la vida religiosa. En la vida religieux au Souverain Pontife: Rev. Com. Reí. (1956) 18-22; BoNDIJELLE, I., O. P.,
Le pouvoir «dominatif» des Superiuers religieux: S. V. S. (1953) 299-339: BONI, A-,
de los santos, igual que en la de los consagrados a Dios por los O. F. M., De religiosorum conditione iuridica in constitutione dogmática «De Ecclesia»
Concilii oecumenici Vaticani II: Antón. 40 (1965) 244-258; Bovis, A., Uobéissance
tres votos, ve la Iglesia un motivo de veneración, por la imitación a l'Église: N. R. Th. 70 (1948) 20-47; CARPENTIER, R., S. I., L'évéque et la fie
consacrée: N. R. Th. 84 (1962) 475-499; ID., L'évéque et la vie religieuse consacrée,
de Cristo que encierran (n.50). en L'Épiscopat et l'Église unherselle (Paris, Cerf, 1962) p.383-439; DELCHARD. A.. Le
Un paso más en la dialéctica apologética es esta pregunta: pouvoir dominatif dans les Instituís religieux: Rev. Com. Relig. 24 (1952) 158-175 ; 25
(1953) 11-19; EGUREN, J. A., La espiritualidad litúrgica en los estados de perfección:
¿Dónde radica el valor apologético de la vida religiosa? En que Manresa 141 (1964) 379-392; EIZAGUIRRE, J. M., O. F. M-, Carácter jerárquico de las
religiones por su dependencia del Romano Pontífice, en Acl. II Congr. Nac. Relig. I
esos valores abarcados por la vida religiosa son visibles para la (Madrid, Confer, 1961) p.197-207; ID., Exención de los religiosos, ibid., p.245-254;
Iglesia visible. «Finalmente-—continúa el texto conciliar—, «pone ESCUCERO, G., C. M. F., El estado religioso y su relación con la jerarquía, en // Sema-
na de Estudio para Eormadores (Madrid, Confer, 1965) p.137-163; ID., Virginidad y
a la vista de todos, de una manera peculiar, la elevación del reino liturgia (Madrid, Cocuisa) ; FRISON, B., C. M. F., Constitutio de sacra liturgia et status
perfectionis: Com. pro Reí. 42 (1963) 293-318; FUERTES. J. B., C. M. F., De obe-
de Dios sobre todo lo terreno y sus grandes exigencias; demues- dientia hierarquica: Com. pro Reí. 41 (1962) 66-81; 150-158; GARCÍA BARRIUSO, P..
O. F. M., La jerarquía jurisdiccional y la obediencia canónica de los religiosos al
tra a la humanidad entera la maravillosa grandeza de la virtud obispo diocesano, en 11 Semana de Estudio para Eormadores (Madrid, Confer, 1965^
de un Cristo que reina y el infinito poder del Espíritu Santo, que p.103-135; GARCÍA PRIETO, L.., O. S. A., La exención de los religiosos: Confer 1
(1962) 13-36; GUTIÉRREZ. A., C. M. F., Romanus Pontifex, Episcopi, Religiosi:
obra maravillas en su Iglesia» (n.44). Todo este valor apologé- Com. pro Reí. 41 (1962) 239-259; ID., Doctrina generalis theologica et iuridica de
statu perfectionis evangelicae et comparatio ínter eiusdem diversos gradus ab Ecclesia
tico de la vida religiosa podría resumirse en esta simple consi- iuridice ordinatos: Com. pro Reí. 23 (1950) 60-120; JUAN MARÍA DE LA SAGRADA
deración: la vida religiosa es una señal de que la vida cristiana, FAMILIA, Exención de los religiosos no tanto como privilegio..., en Actas II Congr.
Nac. de Relig. I p.237-244; LARRAONA, CARD., Hierarquica utriusque cleri unió:
con sus mandamientos y exigencias, es posible de cumplir, porque Com. pro Relig. 42 (1963) 29-71; 167-190: METZ, R., La consécration des vierges
dans l'Église romaine. Étude d'histoire de la liturgie (París 1954) ; MONDRIA, A. S. I.,
contamos con el poder «cristificante» de un Cristo que reina y Necesidad y máxima conveniencia de la exención, en Actas II Cong. Nac. Reí. I
del Espíritu Santo, que cumple la misión santificadora de Cristo ". p.209-224; PROAÑO, V., Conciencia de la función episcopal en la Iglesia primitiva:
Burgense (1963) 227-273; RUEDA. J., O. F. M., La exención de los religiosos no es
tanto un privilegio,.., en Actas II Congr. Nac. Reí. I p.225-236; S. C De natura
" SACR. OECUM. CONCILIUM VAT. ir, Schema constitutionis De Ecclesia (Typis iuridica status perfectionis: Com. pro Reí. 25 (1946) 57-72; URRUTIA, J. L., S. I.,
Polyglotis Vaticanís. 1964), Retalio Generalis c.6 p. i73. La exención de los religiosos como problema: Razón y Fe 165 (1962) 467-480.
844 Antonio Sancha, O. P. C.6. De los religiosos. 45 845
el desarrollo de los institutos, erigidos por todas partes para la consejos evangélicos—une profundamente con la Iglesia (n.44),
edificación del Cuerpo de Cristo, a fin de que crezcan y florezcan
según el espíritu de sus fundadores.
y por lo mismo une con su cabeza, la jerarquía. Tercero, porque
El Sumo Pontífice, por razón de su primado sobre toda la el estado religioso es de derecho divino, mas no de manera in-
Iglesia, mirando a la mejor providencia por las necesidades de toda mediata, sino mediante la Iglesia, lo que hace que en su mismo
la grey del Señor, puede eximir de la jurisdicción de los ordinarios origen esté aquél entroncado con la Iglesia rectora, la jerarquía *\
y someter a su sola autoridad cualquier instituto de perfección y a
todos y cada uno de sus miembros. Y por la misma razón pueden
Que el estado religioso sea de derecho divino de manera me-
ser éstos dejados o confiados a la autoridad patriarcal propia. Los diata quedó ya probado en las primeras páginas de este comen-
miembros de estos institutos, en el cumplimiento de sus deberes tario, mas conviene ahora señalar su ensambladura eclesiástica.
para con la Iglesia, según la forma peculiar de su Instituto, deben
prestar a los obispos la debida reverencia y obediencia según las
leyes canónicas, por su autoridad pastoral en las iglesias particula- E L ORIGEN DIVINO DEL ESTADO RELIGIOSO RADICA EN LA IGLESIA
res y por la necesaria unidad y concordia en el trabajo apostólico.
ha Iglesia no sólo eleva con su sanción la profesión religiosa Es un hecho que la inspiración de los consejos evangélicos
a la dignidad de estado canónico, sino que la presenta en la nos viene de la propia vida de Cristo-Hombre; quiere ser imita-
misma acción litúrgica como estado consagrado a Dios. Ya que ción y prolongación de aquella forma de vida que el Hijo de
la misma Iglesia, con la autoridad recibida de Dios, recibe los vo-
tos de los profesos, les obtiene del Señor, con la oración pública,
Dios escogió al venir al mundo para cumplir la voluntad salva-
los auxilios y la gracia divina, les encomienda a Dios y les im- dora del Padre (n.44).
parte una bendición espiritual, asociando su oblación al sacrificio Ahora bien, la función salvadora de la humanidad de Cristo
eucaristico. no llega hasta nosotros normalmente, sino por medio de los sa-
De buscar un título para los números anteriores de la consti- cramentos, que, en su ejercicio, dependen de la jerarquía. Esta
tución Lumen gentium lo encontraríamos en éste: «El religioso es para los cristianos lo que Cristo-Hombre para aquellos con-
por la Iglesia»; indicaríamos con ello que el religioso está abo- temporáneos suyos que, con sólo tocarle, recibían gracia (Mt 9,20;
cado por naturaleza y por historia al servicio de la Iglesia. 14,36). Cristo-Hombre era el sumo sacerdote para santificar y
Pero es que la propia Iglesia toma conciencia—¿cómo no?— dar vida divina a los hombres; era el Maestro, como Verbo de
de este valor eclesial que es el estado religioso, por lo que se Dios, portador de los secretos amorosos del Padre; reunió en
ocupa de él como de algo suyo que, en atención a su valor pecu- torno suyo a unos discípulos, a los que gobernaba y dirigía para
liarísimo, debe cuidar con especial esmero. vivir de cara al Padre hasta el día del encuentro definitivo con
El (n.3). ¿No es esto justamente lo que define a la jerarquía
eclesiástica? Los jerarcas, en efecto, están constituidos para la
LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA Y LA PORCIÓN DEL PUEBLO DE D I O S
salvación y santificación del Pueblo de Dios (n.18-19). Rigen la
QUE ES EL ESTADO RELIGIOSO
casa de Dios, al igual que Cristo (n.18) ; reciben el ministerio
La solicitud que tiene la Iglesia por el estado religioso es una de hacer lo que Cristo, esto es: ser pastores, maestros y pontífices
simple derivación de la que tiene por todo el Pueblo de Dios. (n.20 y 21). Maestros son el Papa y los obispos por el oficio y
Lógicamente, si el estado religioso es la porción más escogida, la obligación de enseñar (n.25); pastores, por el oficio de regir
Iglesia ha de tomar su dirección con una atención especial. «Sien- y cuidar el culto de Dios (n.27), y pontífices, por el oficio de san-
do un deber de la jerarquía eclesiástica el apacentar al Pueblo de tificar, porque «dan de muchas maneras y abundantemente de la
Dios y conducirlo a los pastos mejores (cf. Ez 34,14), toca tam- plenitud de la santidad de Cristo, por medio del ministerio de
bién a ella dirigir con la sabiduría de sus leyes la práctica de los la palabra... y por medio de los sacramentos» (n.26). Así prolon-
consejos evangélicos, con los que fomenta de un modo singular gan ellos el culto de Cristo-Sacerdote hacia el Padre, que se re-
la perfección de la caridad hacia Dios y hacia el prójimo» (n.45). presenta admirablemente en la eucaristía y que inicia el bautismo.
A los ojos de la jerarquía eclesiástica, el estado religioso no Por este primer sacramento se entra a formar parte del Pueblo
puede menos de presentarse como algo suyo, con mayores títulos de Dios, y por la eucaristía tiene el Pueblo de Dios un signó y
que cualquier otro estamento eclesial. Primeramente por ser, como una fuente real de unidad. En esta unión eclesial eucarística cotf-"'
queda dicho, la porción escogida del Pueblo de Dios. Segundo, 91
CONCILIUM VATICANUM ¡, Schema de Eccleiia Chrtsti e l 5 et ^iaafAS •.'MÁü'^i',
porque lo que constituye la naturaleza del estado religioso—los 51t459s y 6l9s (citado en la const. dogra. humen gentium n.4;5': rífc.é)'; Gf.- 'ed'Csta
misma nota otros textos de León XIII y de Pío XII. ••••'>.
846 Antonio San chis, O. P.
C.6. De los religiosos. 45 847
fluyen, por su poder sobre el Cuerpo real de Cristo y sobre el
Cuerpo místico, el Papa y los obispos en comunión de intere- es, pues, un privilegio que distingue, sino una mayor exigencia.
ses (n.22), representando la Iglesia nueva de Cristo (n.23). En Una disponibilidad católica, una servicialidad incondicional a la
esta confluencia vemos, pues, un proceso ascensional que termina Iglesia. Si es condición de auténtica espiritualidad religiosa sentir
en el Padre: Papa y obispos, Iglesia universal, Cristo-Hombre, Pa- con la Iglesia, lo es más, si cabe, de todo religioso exento ". Tan-
dre (n.27). to es así, que el Papa tiene conciencia de delegar en los superio-
Cristo es el punto de inserción de la divinidad en lo humano; res mayores de las Ordenes exentas una parte de su misma auto-
como revelación del Padre, enriquece a la Iglesia con sus dones; ridad ". Y, dado que las células de la Iglesia son la parroquia
uno de ellos son los consejos evangélicos (n.43). El don de la y la diócesis, es de todo punto lógico que tales religiosos «deben
profesión de tales consejos reside, pues, en la Iglesia, por lo que prestar a los obispos la debida reverencia y obediencia según las
la jerarquía, por su triple función de magisterio, pastoración y leyes canónicas, por su autoridad pastoral en las Iglesias particu-
sacerdocio, tiene que tomarlos como algo suyo en su deber de lares y por la necesaria unidad y concordia en el trabajo apos-
«apacentar al Pueblo de Dios y conducirlo a los pastos mejores» ". tólico» (n.45).
Comprobamos así que esta solicitud de la jerarquía para con 3. a La jerarquía eclesiástica es también—ya lo decíamos an-
el estado religioso reviste las tres facetas antes señaladas: tes—santificadora. «Toda legítima celebración de la Eucaristía la
dirige el obispo, al cual ha sido confiado el oficio de ofrecer a
1.a La jerarquía eclesiástica toma conciencia de que el esta-
su Divina Majestad el culto de la religión cristiana» (n.26). Pues
do religioso le pertenece como maestra. Por este título controla
bien, sabemos que el religioso hace de sí mismo una oblación a
la reglamentación de su vida: «admite las reglas... y las aprue-
Dios sumamente amado, que crea en él una especial relación con
ba»; «está presente con su autoridad vigilante y protectora en el
el servicio y la gloria de Dios. De ahí se desprende que toca a la
desarrollo de los institutos»; lo cual no tiene otro fin que asegu-
jerarquía eclesiástica aceptar este sacrificio total de la persona,
rar su fidelidad en el servicio de la misma Iglesia, según el espí-
con lo que «eleva con su sanción la profesión religiosa a la digni-
ritu de sus fundadores.
dad de un estado canónico» (n.45).
2. a La jerarquía eclesiástica, por razón de su gobierno pas-
Pero hay más; una serie de coincidencias pone más en con-
toral, ejerce un poder de jurisdicción sobre el estado religioso,
por ser éste parte escogida del Pueblo de Dios, al que debe diri- 96
Entre otros muchos estudios que a b u n d a n en esta idea, cf. J. H A M E R , O . P . ,
Place des religieux dans Vapostóla de l'Église: N . R. T h . 81 (1959) 271-281, repro-
gir con mayor esmero a fin de que el sentido de unidad y de ducido en Les religieux aujourd'hui et demain. Problémes de vie religieuse (París,
consagración que ellos entrañan quede siempre a salvo. Dicho Cerf, 1964) p.97-114. En lo tocante a las relaciones obispo diocesano y religiosos
exentos, cf. P. GARCÍA B A R R I U S O , O . F . M . , La jerarquía jurisdiccional y la obe-
ejercicio de jurisdicción lo ejerce cada obispo en su propia Igle- diencia canónica de los religiosos al obispo diocesano, en // Semana de Estudio para
Formadores ( M a d r i d , Confer, 1965) p.103-135.
sia, con la que se desposa, como Cristo con la Iglesia universal El asunto de la exención encierra en la hora actual m u c h a complejidad. La razón
(n.27 y 58). La mejor utilización del estado religioso en bene- es s e n c i l l a : las ocasiones que le dieron origen ya no tienen la urgencia de a n t a ñ o ;
mientras que los motivos sustanciales y legítimos que la animaron entonces siguen
ficio de la Iglesia universal puede hacer necesaria su dependencia igualmente válidos, tal vez u n t a n t o desatendidos. Para u n a idea cabal de los avata-
res de la exención p u e d e verse J. L. DE U R R U T I A , S. I., La exención de los religiosos
inmediata del Romano Pontífice, jefe universal de la Iglesia, y su como problema: Razón y Fe 165 (1962) 467-480. Las etapas principales de este pri-
correspondiente exención de la autoridad de los obispos loca- vilegio s o n : 1) En sus orígenes ( s . i v - v ) , la vida religiosa es u n a asociación p r i v a d a ;
como todos los fieles, dependen de su obispo. 2) La vida religiosa se organiza j u r í -
les (n.27). dicamente (s.v-vi) ; dependen de su obispo, que les impone disciplina. 3) Se forman
las Ordenes religiosas ( S . V I I - ^ V I ) ; con la organización bajo u n a regla de vida ya
Lo que define la exención de los religiosos no es precisamente estaba garantizada la disciplina. Aparece entonces la exención del obispo con San
Gregorio M a g n o en lo tocante a la independencia e c o n ó m i c a ; se puntualiza en Cluny,
el no estar sometidos a la potestad episcopal, sino el estarlo di- y es recurso de «catolicidad» para el p o d e r p a p a l con las Ordenes mendicantes.
rectamente a la del Sumo Pontífice. Son los fines católicos del 4) Frente a abusos de este privilegio, reacciona el Concilio d e T r e n t o , que reduce
notablemente la exención. Por este tiempo, la Santa Sede no necesita robustecer su
estado religioso 'los que motivan y justifican la exención. Su rela- autoridad y su prestigio. La exención queda reducida a u n a independencia i n t e r n a ;
en lo externo, en lo que raya con lo pastoral, q u e d a n los religiosos sujetos a su ordi-
tiva dependencia de la Iglesia local le impone su incondicional nario de lugar. En estos últimos años, el Papa sigue m a n t e n i e n d o la jurisdicción
directa, ordinaria por medio de la Sagrada Congregación de Religiosos. Pero el
y plena dependencia de la Iglesia entera, regida por el Papa. N o problema que hoy se ventila y que está en el fondo d e la marea «exencionista» es
la coordinación de fuerzas, como dice el P . U r r u t i a ( p . 4 7 9 ) , y ello exige u n m a n d o
95
Tal fue el caso de San Pedro interviniendo en la actitud de A n a n í a s (Act 5 , 1 - único y u n a u n i d a d de intereses, que es así como palpita la h u m a n i d a d d e h o y .
1 1 ) ; tal fue el caso de San Pablo haciéndose cargo de los problemas doctrinales 97
Pío X I I , Alocución a los Superiores generales establecidos en Roma, 11 fe-
d e la iglesia de Corinto (1 Cor c.7) ; tal la preocupación oficial de la Iglesia por brero 1 9 5 8 : AAS 50 (1958) p . 1 5 3 . Asimismo, PABLO V I , en su aloe. Magno gaudio,
las vírgenes consagradas, que considera suyas y toma bajo su tutela, corno en el afirma nuevamente la ensambladura eclesial de la exención, que, a su vez, debe ir
concilio de Elvira, en el año 305, can.13 y 14 ( M A N S I , II 8 ) . a r m o n i z a d a con la debida colaboración con el clero diocesano (AAS 56 [ 1 9 6 4 ]
570-571).
848 Antonio Sanchís, O. P. C.6. De los religiosos. 46 849
tacto aún el estado religioso con la jerarquía en su función sacer- religiosos reflejan frente al mundo la faz de la Iglesia, que es
dotal. He aquí dichas coincidencias: La Iglesia es comunión de sacramento de Dios. La sucesión de valores sobrenaturales se es-
vida divina. Es, además, unión en la misma vida divina; es aspi- calonan así: los religiosos son la faz de la Iglesia en su mensaje
ración eseatológica hacia aquella posesión definitiva de esta vida más profundo; la Iglesia es la faz de Cristo; Cristo es la faz del
de Dios. Esto que es la Iglesia lo es, por un lado, la eucaristía, Padre, que quiere nuestra salvación y-nuestra santificación. Esta
y por otro, la vida religiosa; pero entre ambas—eucaristía y vida participación de los religiosos en la misión sacramental de la
religiosa—hay una continuidad, aunque en plano distinto. La eu- Iglesia establece un puente entre la vida religiosa y Cristo vivo.
caristía es causa eficiente de la vida divina en nosotros, es causa Tal es la pertenencia a la vida y santidad de la Iglesia (n.44).
de la unidad de los cristianos, es prenda de la vida eterna, a la Así, los diversos aspectos que presentaban las jornadas terre-
que prefigura al mismo tiempo que la causa; es, en definitiva, el nales de Cristo, ésos son los que, haciendo Iglesia, deben repre-
mismo Cristo dándose en su misma humanidad sacramentada. sentar las distintas familias religiosas, esto es:
Por otro lado, la vida religiosa es imitación de la vida humana — la vida contemplativa, como Cristo «entregado a la con-
de Cristo, es comunión de vida porque imita celularmente lo que templación en el monte»;
es la Iglesia en su complejidad, es prenda de vida celestial al — la vida apostólica de predicación, como Cristo «anuncian-
coincidir con la vida de los bienaventurados... do el reino de Dios a las turbas»;
En resumen, la eucaristía causa lo que constituye la Iglesia. — la vida apostólica de caridad, como El «sanando enfermos
Y el estado religioso imita y convive lo que constituye la Iglesia. y heridos»;
Esta convivencia entre causa e imitación hace que la jerarquía — vida apostólica de ministerio, como El «convirtiendo los
una la vida religiosa con la celebración eucarística, y así «la pre- pecadores a una vida correcta»;
senta en la misma acción litúrgica como un estado consagrado a — vida apostólica de enseñanza, como El «bendiciendo a los
Dios..., les encomienda a Dios y les imparte una bendición espi- niños».
ritual, asociando su oblación al sacrificio eucarístico» (n.45). A la postre, en toda esa labor de encarnación divina no late
otro afán que hacer más realidad los bienes que Cristo vino a
EPÍGRAFE FINAL: LA VIDA RELIGIOSA ES LA FAZ DE LA IGLESIA comunicarnos de parte del Padre. Y tal debe ser la consigna del
religioso: «haciendo el bien a todos, siempre obediente a la vo-
46. Pongan, pues, especial solicitud los religiosos en que, por luntad del Padre».
ellos, la Iglesia muestre cada día mejor a fieles e infieles el rostro
de Cristo, ya entregado a la contemplación en el monte, ya anun-
ciando el reino de Dios a las turbas, sanando enfermos y heridos,
convirtiendo los pecadores a una vida correcta, bendiciendo a los IV. Ventajas personales y sociales de las renuncias
niños, haciendo el bien a todos, siempre obediente a la voluntad del evangélicas *
Padre que le envió (n.46, p r i n c i p i o ) .
Por Marceliano Llamera, O. P.
La teología de la vida religiosa contenida en los números an-
teriores tiene un remate adecuado en el primer párrafo del nú- ... Tengan por fin todos bien entendido que la profesión de los
mero 46, inspirado epígrafe que ha tomado el Concilio de la consejos evangélicos, aunque lleva consigo la renuncia de bienes que
Mystici Corporis. Párrafo este trasladado de un lugar a otro en indudablemente se han de tener en mucho, sin- embargo, no es
obstáculo para el enriquecimiento de la persona humana, sino
las sucesivas elaboraciones del texto y, finalmente, emplazado o
desplazado aquí. Hubiera sido un escogido colofón de todo el ' BIBLIOGRAFÍA: ESCÁMEZ, J. M., O. P., La racionalidad de la obediencia:
capítulo 6.°, o también de los números 43-45 que comentamos. CT 83 (1956) 271-303; GREASON, R. W., S. I., La vida es Cristo. Naturaleza y
gracia en la vida religiosa, trad. A. Sánchez, S. I. (Santander, Sal Terrae, 1962) ;
Maravillosamente está retratada en él la sucesión de valores HUVGHE, G., Equilibrio y adaptación. Problemas de la religiosa de hoy (Ediciones
Paulinas, 1961); LECLERCQ, JACQUES, La vocación religiosa (San Sebastián, Dinor,
sobrenaturales, en la que resalta la razón última de la vida reli- 1952); LLAMERA, B., O. P., Actitud ante la crisis actual de la formación religiosa
y sacerdotal: Teol. Esp. 2 (1958) 227-253; ID., Formación de la iniciativa y de la
giosa: los religiosos son para la Iglesia algo de lo que ella es personalidad, en Actas Congr. Nac. Perf. Aposl. I (Madrid, Cocuisa, 1957) p.948-
para Cristo. Así como la Iglesia se autodefine en Cristo «como 956; ID., La constitución «Sedes Sapientiaev> sobre la formación de los religiosos:
Teol. Esp. 1 (1957) 319-335; ID., Ambiente de la jortnación religiosa y sacerdotal:
un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios CT 85 (1958) 3-51 ; LLAMERA, M., O. P., Principios fundamentales de formación
religiosa y sacerdotal: Teol. Esp. 4 (1960) 183-236; ID., La crisis actual de la obe-
y de la unidad de todo el género humano» ( n . I ) , igualmente los diencia y las razones tradicionales e ignacianas tde s.u necesidad: Teol. Esp. 1 (1957)
850 Marceliano Llantera, O. P. C.6. De los religiosos. 46 851

que, por su misma naturaleza, la favorece grandemente. Porque los sus sagrados compromisos. Parte de esta cruz de los religiosos
consejos evangélicos, aceptados voluntariamente según la vocación será siempre el ser mal comprendidos aun de los cristianos.
personal de cada uno, contribuyen no poco a la purificación del Siempre, pero más hoy, cuando, como dice Pablo VI, «el na-
corazón y a la libertad de espíritu, excitan continuamente el fervor
de la caridad y, sobre todo, como se demuestra con el ejemplo turalismo amenaza disolver la concepción original del cristianis-
de tantos santos fundadores, son capaces de asemejar más la vida mo» °"; cuando la concepción intramundana y profana del hom-
del hombre cristiano a la vida virginal y pobre que para sí es- bre es más seductora que nunca; cuando, al respaldo de una des-
cogió Cristo Nuestro Señor y abrazó su Madre, la Virgen. Ni pien-
orbitada teología de encarnación, el ideal cristiano se cifra más
se nadie que los religiosos, por su consagración, se hacen extraños
a la Humanidad o inútiles para la ciudad terrena. Porque, aunque en la humanación de lo divino que en la divinización de lo huma-
en algunos casos no estén directamente presentes ante sus coetáneos, no. En este ambiente de humanismo extremado, las renuncias
los tienen, sin embargo, presentes, de un modo más profundo, en religiosas al amor y a la paternidad, a la independencia econó-
las entrañas de Cristo, y cooperan con ellos espiritualmente para
mica y, sobre todo, a la libre disposición de sí mismo son acre-
que la edificación de la ciudad terrena se funde siempre en Dios
y se dirija a El, «.no sea que trabajen en vano los .que la edifican"». mente enjuiciadas como deshumanizadoras y como atentatorias
Por eso este sagrado Sínodo confirma y alaba a los hombres y contra la personalidad del hombre y contra su obligada proyec-
mujeres, hermanos y hermanas que, en los monasterios, en las es- ción social.
cuelas y hospitales o en las misiones, ilustran a la Esposa de Cris-
to con la constante y humilde fidelidad en su consagración y ofre-
Grave acusación que el Concilio rechaza como infundada, aun
cen a todos los hombres generosamente los más variados servicios. reconociendo como de grande estima los bienes renunciados por
los votos religiosos. ¿Cómo puede enriquecer al hombre la pri-
Con la exposición de valores y ventajas de la profesión de vación de estos fundamentales bienes humanos? La contestación
los consejos evangélicos en la vida de la Iglesia podía dar por del Concilio era necesaria y es muy sabia y oportuna. Bien merece
terminado el Concilio este capítulo si las conveniencias señaladas una breve exposición, tanto en su referencia al plano personal
no aparecieran contrarrestadas por graves inconvenientes perso- como al plano social del religioso.
nales y colectivos. El Concilio es consciente de que la vida reli-
giosa no es fácilmente comprensible aun dentro de la Iglesia y
I. VENTAJAS PERSONALES DE LOS CONSEJOS
que es casi del todo incomprensible fuera de ella. Ya Jesús pre-
vino, refiriéndose al consejo de la castidad perfecta, que sólo Dos grandes afirmaciones resumen el pensamiento del Conci-
sería inteligible para los agraciados con su don (cf. Mt 19,11). lio: 1. a Los bienes renunciados por los consejos son muy estima-
La dificultad está principalmente en la comprensión y aceptación bles. 2. a Sin embargo, su renuncia no perjudica, sino que favo-
para sí mismo de la vida religiosa; pero también es difícil de rece la perfección de la persona humana.
entender la comprensión y aceptación de los demás. Y no hay
que extrañarse demasiado. 1.a La profesión de los consejos evangélicos lleva consigo la re-
En sola razón, la vida religiosa no sería nada razonable. La nuncia de bienes que indudablemente han de ser tenidos en
naturaleza opone razones humanamente incontestables a las exi- grande estimación.
gencias de los consejos. Razones que sólo puede acallar el sentido El religioso:
profundo de la fe con aquella sabiduría de la cruz que vence todo — profesa pobreza, que es renuncia a la posesión y libre dis-
entendimiento. Sólo ella puede inspirar y justificar una vida cru- posición personal de los bienes materiales;
cificada, como lo es la vida religiosa en el fiel cumplimiento de — profesa castidad perfecta, que es renuncia al amor huma-
no y a la paternidad natural;
417-452; 2 (1958) 11-42; ID., Ascesis cristiana y humanismo: Teol. Esp. 7 (1963)
283-390; ID., El cuidado espiritual de las religiosas: Teol. Esp. 8 (1964) 243-279; — profesa obediencia, que es renuncia al gobierno libre y
MOGENET, H., S. I., L'obéissance religieuse, vertu évangelique et hmnaine: R. A. M. personal de la propia vida.
27 (1951) 75-95; ID., Les jeunes n'hésitent pas devant Vobéissance religieuse: Chris-
tus 7 (1955) 413-423; MOULIN, L., Le monde vivant des religieux (París, Calmann- ¿Son males o son bienes los renunciados por la profesión re-
Lévy, 1964); NICOLAU, M., S. I., Obediencia y personalidad: Manresa 25 (1953)
145-157; RÉGAMEY, P.-R., O. P., La consécration religieuse aujourd'huí contestes: ligiosa? Bienes y grandes bienes, contesta el Concilio y debemos
S. V. S. 75 (1965) 385-427; RODRÍGUEZ, V., O. P., Libertad y obediencia, limita- contestar todos y, con todos, los mismos religiosos. N o es del caso
ciones mutuas: Teol. Esp. 5 (1961) 281-286; ROLDAN, A., S. I., Las crisis de la
vida en religión (Madrid, Razón y Fe, 1961); ID., Principales dificultades y crisis llenar páginas defendiendo la verdad de unos bienes que acredita
de la persona en la vida religiosa: Manresa 37 (1965) 325-344; Role de la reli-
gieuse dans l'Église, Le. Problémes de la religieuse d'aujourd'hui (París, Cerf, IS
1960) ; SAURA, M., S. I., Crisis religiosa: Confer 3 (1963) n.7,337-357. Ene. Ecclesiam suam.
852 Marceliano Llamera, O. P. C.6. De los religiosos. 46 853
nuestra naturaleza y nuestras más profundas propensiones "• L ° s de imponer a la corta o a la larga sus fueros si no se los sobrepasa
bienes o posesiones materiales, con ser los inferiores, son im- y se los compensa. He aquí el peligro o los peligros. Es un bien
prescindibles para nuestra misma subsistencia, satisfacen nuestras muy humano poseer las cosas y disponer de ellas a nuestro ta-
necesidades y remedian nuestras deficiencias físicas, son instru- lante. N o poder hacerlo contraría a la naturaleza. Por eso, si el
mento de innumerables goces y de todo nuestro bienestar. Son religioso no superara esta contrariedad por verdadero espíritu de
también ejercicio y garantía del señorío personal del hombre '"°- pobreza, sobreviviría y actuaría en él la natural codicia y el afán
El amor y la convivencia esponsal o matrimonial responde a la de propiedad personal, y, en vez de un pobre evangélico, sería
constitución misma del ser humano, satisface en el más alto grado un hombre miserable, empobrecido por fuera y codicioso por
la capacidad y la necesidad afectiva del corazón, es cauce natural dentro. Parecidamente, como es un bien naturalísimo y entraña-
de los instintos sexuales y es, sobre todo, feliz cumplimiento de bilísimo el amor humano y el instinto paternal, su total renuncia
la noble misión y vital aspiración personal de paternidad, que por la castidad religiosa contraría tan profundamente a la natu-
fructifica en la comunión de vida y de amor de la familia huma- raleza, que si esta contrariedad no es superada por una sublima-
na. En cuanto a la libertad, no es menos bien ser libres que ser ción verdadera del amor y una más alta gravitación del corazón,
hombres, pues por nuestro libre albedrío lo somos, como por él las propensiones afectivas y las tendencias sexuales, privadas de
somos superiores a los seres irracionales, dueños de ellos y seño- cauce normal, forcejearán por abrir cauces sustitutivos y anorma-
res de nosotros mismos: exentos de todo otro señorío que no sea les. Debe saber y reconocer esta insoslayable realidad humana
o represente el de Dios. quien se cree en la gracia y en el deber sobrehumanos de la
Bienes, pues, y bienes grandes y bienes fundamentales del profesión de castidad perfecta. La clara información y la justa
hombre, cuya posesión y buen uso es su natural posibilidad de estima del amor humano y de la vida conyugal es el punto de
perfección y ennoblecimiento; cuya forzada privación lo amiseria partida indispensable para su renuncia consciente, precavida y
y lo malogra; cuya renuncia, aun libremente comprometida y so- beneficiosa. La ignorancia, el prejuicio o el desprecio de la di-
brenaturalmente compensada, es en lo físico y psicológico un des- mensión afectiva y sexual de la naturaleza no es camino recto pata
pojo vital y una muerte vivida, y en lo moral, un sacrificio viviente superarla, sino actitud desviada que conduce a sus peores servi-
y un total holocausto de la naturaleza. dumbres. Por la importancia del asunto, insistimos todavía en éJ
Estamos hablando a lo humano, pero con verdad. Con una haciendo nuestras estas sensatas advertencias de nuestro ilustre
verdad humana, que no sólo no se debe callar y menos falsear, amigo y hermano el P. Royo Marín:
sino que se debe proclamar, porque sobre ella, sobre la verdad «La ignorancia en este orden de cosas es frecuentísima, sobre todo
de la naturaleza y sólo sobre ella, es posible sobreedificar una entre personas consagradas a Dios desde la niñez o la adolescencia, de-
auténtica verdad de gracia. La vida religiosa sacrifica los bienes bido en gran parte a un error de perspectiva por parte de sus educadores.
Son legión los que se niegan a reconocer—o a tenerlo en cuenta en su
más altos y entrañables de la naturaleza. ¿Que merece la pena de labor educadora—el papel preponderante de la sexualidad como subestruc-
sacrificarlos? Ya lo diremos luego. Pero ahora ha de quedar cons- tura de la mayor parte de nuestras actividades instintivas, de nuestra
tancia de que, en plan de sola naturaleza, la vida religiosa, o la sensibilidad organopsíquica, tanto en el hombre como en la mujer...
Puesto que, de hecho, nuestra personalidad no es independiente del ins-
profesión de los consejos de pobreza, castidad y obediencia, sería tinto sexual, sólo llegaremos a ser dueños de nosotros mismos cuando
la mayor de las aberraciones y de las desgracias. Sólo sujetos hayamos conseguido el dominio racional de ese instinto. Y el dominio,
anormales podrían ser religiosos por gusto y sin dolor. La dema- en este caso—lo repetimos—, no consiste en el aniquilamiento o anona-
siada facilidad para la vida de pobreza, de castidad y de obedien- damiento, sino en la orientación o consagración de ese instinto hacia
fines más nobles y elevados...
cia no son nada naturales y hasta deben ser miradas con sospecha. La renuncia al matrimonio, como expresión suprema del amor hu-
Es natural y es mejor que cueste y duela la renuncia de la inde- mano, sobrepuja con mucho a la abstención meramente fisiológica. Y es
pendencia económica, del amor humano, de la propia voluntad. que entre la entrega total en cuerpo y alma a un ser amado y el des-
arrollo de nuestras potencias humanas existe tal trabazón e interdepen-
Decir lo contrario, además de falso, puede ser sospechoso y dencia, que el que hace voto de castidad renuncia a algo que compro-
es, por lo menos, inconsciente y peligroso. ¡Muy peligroso! Por- mete lo más íntimo de su ser... Convendría iluminar con mayor intensi-
que la naturaleza no deja de serlo porque se la ignore, ni deja dad estos vínculos cuando se exponen los problemas religiosos y morales
del matrimonio. No es una apología pagana de la carne el decir que
»» Cf. SANTO TOMÁS. 1-2 q.108 a.4; q.84 a.4 ; q.77 a.5. está unida íntimamente a lo que tiene el amor de más espiritual: es
100
Cf. 2-2 q.66 a.l y 2.
854 Marceliano Llantera, O. P. C.6. De los religiosos. 46 855
ponerla en su sitio, que es extraordinario, pero a la vez asignarle su votos causan en la naturaleza ha de llenarlos la gracia. En caso
oficio de sierva. Todo esto, que entra en los planes del Creador y que
unos resabios de jansenismo o de falso pudor nos impide ensalzarlo contrario, podríamos encontrarnos entre los religiosos con hom-
como debiéramos para dar a Dios la gloria a que tiene derecho, debe ser bres disminuidos. Es dura esta suposición. Pero en beneficio de la
de meridiana claridad para la conciencia de aquel o de aquella que vida religiosa hay que repetir que su justificación no es humana,
pronuncia el voto de castidad perfecta. No basta que se les hayan re- sino sobrehumana, y que, si lo sobrehumano se frustrara, resulta-
velado en instrucciones especiales las realidades fisiológicas del matri-
monio; es más, si se les muestran sólo esas realidades, sin iluminarlas ría de hecho contraproducente. Sopesemos esta posibilidad. La
con el designio providencial que ejecutan en la prolongación de las po- virginidad consagrada es superior en el pueblo de Dios al matri-
tencias afectivas y el desarrollo que necesitan en el amor conyugal, se monio. Sin embargo, por regla general, el sujeto casado es supe-
les da una idea falsa del matrimonio, como si se tratara de algo vitando rior al «soltero». Según esto, una virgen religiosa puede y debe
e impuro.
ser superior a una mujer casada. Pero como esta superioridad ha
El que sube al altar o la que cierra tras de sí las puertas de la clau-
sura no deben obrar con tales disposiciones de inteligencia y de corazón. de ser fruto de la eficacia sobrenatural de la consagración reli-
Su entrega total a Dios no debe ser el resultado de una aversión contra giosa, si ésta de hecho no se logra, la religiosa se malogra y es
lo que Dios, en su insondable sabiduría, ha creado y de lo cual ha inferior a la mujer casada.
hecho el medio común y ordinario por el que los hombres llegan a la
revelación de lo que es el amor, sino porque prefieren entregarse volun- También de la pobreza personal evangélica hay que decir que
tariamente a un amor de mayor intimidad espiritual. su profesión es mejor que la posesión personal de riquezas o
Hállanse naturalezas que sienten, casi instintivamente, repulsión por bienes materiales. Pero la propiedad de los bienes, la necesidad
todo lo concerniente a la carne, y huyen del matrimonio por esta im- de procurarlos y el interés personal por acrecerlos, promueve la
presión casi física. Esta disposición puede llegar a ser el medio por laboriosidad, incita a la competencia, favorece la convivencia so-
el cual camine la gracia de Dios, lo admitimos sin rebozo. Pero es pre-
ciso confesar que ese estado no es normal. Indudablemente es el resultado cial, obliga a la disciplina, etc. A pesar de estas ventajas, por
de la equivocada educación de que hemos hablado. Muchas veces la ex- principio, el religioso ha de ser más desprendido, más generoso,
periencia ha demostrado que estas aversiones a la carne iban unidas a más sacrificado en el trabajo que un seglar. Pero esta superiori-
ciertas perturbaciones psiconeuróticas y que tales vocaciones suelen dar dad depende de la efectividad de su espíritu de pobreza. Si ésta
sorpresas bastante desagradables. Más tranquilas son, por el contrario,
las vocaciones de los que, respondiendo a la llamada de Dios, sacrifican no fuera en él bastante efectiva, el religioso, avalado económica-
los impulsos que los atraían hacia el matrimonio y que los hubieran mente por su mismo compromiso de vida común, podría ser un
convertido en maridos y esposos felices» 101. haragán, un infructuoso, un convidado de la sociedad humana
y de la misma comunidad religiosa. Peor, desde luego, que si
Mayor bien que el dominio independiente de los bienes ma- fuera seglar.
teriales y que la satisfacción de las tendencias afectivas y pasio-
Reafirmemos igualmente que la obediencia profesada es su-
nales es la independencia personal, esto es, el poder gobernarse
perior en la Iglesia a la independencia personal. Sin embargo,
autónomamente a propio juicio y albedrío. Este instinto de auto-
es indudable que la propia independencia, inseparable de la pro-
afirmación personal es el más hondo de nuestro ser. Por eso, la
pia responsabilidad, favorece la apreciación personal equilibrada
profesión de la obediencia, que lo contradice y lo ofrenda, es el
de los problemas de la vida e incita a la resolución, a la inicia-
más difícil de los compromisos religiosos, y es preciso fundarlo
tiva, al espíritu de empresa, a la solvencia personal en todos los
en una convicción firmísima y sincerísima de su justificación re-
órdenes de actuación. A pesar de esto, el religioso, en las incum-
ligiosa y de su compensación sobrenatural para que no derive en
bencias que le señala la obediencia, puede y debe ser más per-
crisis de frustración personal, de pusilanimidad y cobardía, de
fecto que el seglar en sus actuaciones independientes. Pero esta
insubordinación disimulada o de abierta rebelión.
superioridad ha de provenir de la sobreposición sobrenatural a
Son, pues, tan importantes en la vida humana los bienes re- la propia voluntad, puesta incondicionalmente al servicio de la
nunciados por los votos religiosos, que no pueden ser descono- divina, manifestada por los superiores. Y si este espíritu sobre-
cidos o desestimados sin riesgo. Pero esta misma importancia su- natural de obediencia quebrara, vendría a suceder que el reli-
giere otra grave consecuencia, y es que su renuncia y privación gioso sería menos responsable, menos emprendedor, menos sol-
han de ser sobrenaturalmente compensados para que no sean hu- vente que el seglar.
manamente perjudiciales y empobrecedores. Los vacíos que los
Son, pues, grandes y han de ser grandemente estimados los
101
Vida religiosa (BAC, Madrid 1965) p.282-84. bienes renunciados por la profesión religiosa. Sin embargo, su
856 MarceMano hlamera, O. P.
C.6. De los religiosos. 46 857
desprendimiento no implica una minoración de la naturaleza ni
de la persona humana, porque puede ser compensado con incom- El prejuicio de que el religioso se despersonaliza, repara ex-
parable ventaja por la fiel y eficaz observancia de los consejos clusivamente en los bienes humanos de que se priva; Así es no-
evangélicos. Es lo que ahora nos enseña el Concilio. torio que el hombre religioso disminuye sus posibilidades huma-
nas. Pero ¿por qué no pensar que los religiosos no somos más
2. a No obstante, la profesión de los consejos evangélicos no es tontos que los demás? Lo seríamos mucho en dar tanto por nada.
impedimento para el verdadero perfeccionamiento de la per- Pero el Evangelio dice que se nos dará el ciento por uno. Aquí
sona humana, sino que, por su misma naturaleza, la favorece está el negocio. Hay compensación. Pero compensación evangé-
grandemente. lica, no humana. N o nos hacemos pobres para enriquecernos,
Con esta afirmación responde el Concilio al recelo de que las castos para ser más queridos, obedientes para mandar en los de-
renuncias religiosas puedan disminuir la personalidad humana del más. Si diéramos pie a esa suposición, seríamos abominables. Si
religioso. ¿En qué está el problema? no lo damos, lo sería la suposición. Es la más infamante carica-
tura de nuestra fisonomía evangélica. No se puede ser fraile
EL PROBLEMA DE LA PERSONALIDAD veinticuatro horas por razones humanas. Y quien lo fuera, no
tendría dignidad. Nuestro reino no es de este mundo. Dejamos
La personalidad es la proyección dinámica u operativa de la este mundo por el reino de los cielos. Esta es la santa razón de
persona, y ésta es un ser subsistente, es decir, individual y auto- nuestra locura. Quien olvida esa razón nos conceptúa infrahu-
existente de naturaleza racional. Por tanto, la personalidad viene manos. Nosotros, con ella, aspiramos a ser sobrehumanos.
a significar la autonomía y la independencia que por su raciona-
lidad y libertad posee el hombre en el orden psicológico, la auto-
DOS CONDICIONES PREVIAS
determinación que le compete en el orden efectivo y la respon-
sabilidad que le corresponde en el orden moral "12. Es evidente Es empeño difícil y requiere condiciones indispensables. El
que todas estas dimensiones de la personalidad quedan afectadas Concilio recuerda las dos principales. Los consejos evangélicos
por la profesión religiosa. El religioso compromete el ejercicio han de ser «aceptados voluntariamente según la vocación personal
independiente de su libertad en todo el campo de los votos. Com- divina de cada uno». Aceptación personal libre y vocación personal
promete la libertad sobre las cosas por la pobreza; la libertad divina. Sin ellas, el religioso sería un deshumanizado, con todas
sobre su amor, por la castidad; la libertad sobre sí mismo, por las desventuras consiguientes. Con ellas puede y debe ser un su-
la obediencia. Afecta, pues, su profesión religiosa a su persona- perhombre.
lidad psicológica, en cuanto ha renunciado a su libertad de jui- 1.° Vocación divina personal.—Es el único punto legítimo
cio; a su personalidad efectiva, en cuanto ha renunciado a su de partida. Para cierto aprecio y cierta práctica de los consejos
libertad de determinación; a su personalidad moral, en cuanto basta la vocación general cristiana. Para la profesión de los con-
ha renunciado a su libertad de responsabilidad. ¿Disminuye, pues, sejos como normas obligatorias y permanentes de vida es nece-
la profesión religiosa la personalidad humana del religioso? La saria vocación especial de Dios. Con referencia a la castidad per-
posibilidad y hasta el peligro de este menoscabo los hemos admi- fecta «por amor del reino de los cielos» (Mt 19,12) dijo Jesús
tido con anterioridad. N o obstante, hay que decir con el Conci- que «no todos lo entienden, sino aquellos a quienes ha sido
lio que, de suyo, no impide, sino que favorece el perfecciona- dado». Aun dentro de la sobrenaturalidad de la vida cristiana,
miento de la persona humana. No queremos, claro está, decir que la consagración religiosa sólo puede abrazarse como un don es-
da lo que quita, sino que de suyo tiene virtud y eficacia para pecial de Dios que El da a quienes la propone: a los llamados.
compensarlo ventajosamente. N o da lo que quita, pero puede dar Esta es la enseñanza de San Pablo a este propósito: «Quisiera
más que quita. En fin de cuentas puede y debe enriquecer al yo que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene
hombre. De eso se trata. Nadie da duros por pesetas; pero es de Dios su propia gracia... Cada uno ande según el Señor le dio
razonable dar pesetas por duros. Eso es negociar, que consiste en y según le llamó» (1 Cor 7,7.17). Hace también al caso la famosa
pagar algo y aun mucho para ganar más. confesión de San Agustín:
102
Cf. M. LLAMERA, O. P., Aseáis cristiana y humanismo: Teol Esp 7 (1963) «Da lo que mandas y manda lo que quieras. Nos mandas que seamos
283-390, p.385.
continentes. Y como yo supiera—dice uno—que ninguno puede ser con-
858 Marceliano Llantera, O. P. C.6. De los religiosos. 46 859
tinente si Dios no se lo da, entendí que también esto mismo era parte son necesarias para conseguir el fin de la eterna bienaventuranza,
de la sabiduría, conocer de quién es este don» (Sap 8,21). Por la con- en la que introduce por sí misma la Ley Nueva; en cambio, los
tinencia, en efecto, somos recogidos y reducidos a la unidad, de la que consejos se refieren a las cosas mediante las cuales el hombre
nos habíamos apartado, derramándonos en muchas cosas. Porque menos
te ama quien ama algo contigo que no ama por tí. ¡Oh amor, que siem- puede conseguir mejor y más fácilmente ese fin '"'.
pre ardes y nunca te extingues! Caridad, Dios mío, enciéndeme. Mandas Lo necesario se preceptúa como imprescindible y es perento-
la continencia. Da lo que mandas y manda lo que quieras. Ciertamente, rio aceptarlo para permanecer y crecer en la gracia de Dios. Lo
tú mandas que me contenga de la concupiscencia de la carne, de la con-
cupiscencia de los ojos y de la ambición del siglo (1 lo 2,16). Mandaste conveniente se propone a algunos como mejor, y es meritorio
que me abstuviese del concúbito, y aun respecto del matrimonio mismo aceptarlo para mejor conservar y acrecentar la gracia de Dios.
aconsejaste algo mejor de lo que concediste. Y porque me lo diste, se Los consejos, pues, no son condiciones de vida o muerte, sino
hizo, y aun antes de ser dispensador de tu sacramento»103. exigencias de amor y de generosidad. Los propone Dios por ma-
Se hace porque Dios lo da. Es, pues, preciso que lo dé para yor amor al hombre, y los acepta amorosamente el hombre para
hacerlo y es preciso que llame por darlo. N o se pueden profesar mejor amar a Dios. La profesión religiosa es una cuestión de
los consejos sin vocación divina especial, porque no se pueden amor, y, como todos los problemas de amor, sólo a su luz es
cumplir sin gracia divina especial. Es la enseñanza formal de comprensible. Los sacrificios del amante, tan lógicos y tan justos
Pío XII en la constitución apostólica Sedes Sapientiae, donde dice: para él, son incomprensibles para quien no ama. Cuando Jesús
revela los consejos, no impone, sino que invita; no dice te man-
«Fundamento de toda la vida, ya religiosa, ya sacerdotal y apostó- do; dice si quieres. Y cuando dirige su invitación personal a un
lica, es la llamada vocación divina..., la cual ha de considerarse tan ne- alma, más que a su conciencia habla a su corazón. Le pide, en
cesria, que, si falla, hay que decir que falla el mismo fundamento en que
se apoya todo el edificio. lciPorque a quien Dios no llama, su gracia no sustancia, que le dé su amor por entero. A una invitación de amor
le mueve ni le ayuda...» . no se responde por fuerza, sino por amor. Del joven rico, dice
San Marcos que «Jesús, poniendo en él los ojos, le amó, y le dijo:
La vida religiosa es, pues, obra de la gracia. Y la gracia com- Una cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres,
pensa con dones divinos las renuncias humanas. Humanamente y tendrás un tesoro en el cielo, y ven, sigúeme» (Me 10,21).
vista, la vida religiosa es un despojo natural. Evangélicamente A pesar del amor con que fue invitado, el joven no aceptó porque
vivida, es un revestimiento sobrenatural. Nada hay que temer de le pareció demasiado el precio. Le pareció demasiado porque no
la profesión de los consejos si es efectiva. Sólo hay que temer amaba bastante. Sin amor los consejos son odiosos; con amor
que no lo sea. En este desgraciado supuesto hay lugar para todas son amabilísimos. Nadie los profesaría por cálculos humanos.
las prevenciones desfavorables. En la otra feliz realidad, dichosos
los que se han empequeñecido por Dios, porque Dios los engran- Así es de importante la libre aceptación y profesión de los
decerá. El que se humilla será exaltado. consejos para que sean beneficiosos y perfectivos. Cuanto más
arduo y generoso es un compromiso, tanto requiere mayor volun-
Una consecuencia para los no religiosos. Que tengan en cuen-
tad y entusiasmo. La viabilidad y el provecho de la vida religio-
ta la vocación y la gracia especial de los religiosos para juzgar
sa está en proporción con la voluntad y la resolución con que
su vida. Otra consecuencia para los religiosos. Que el éxito de
se abraza y se lleva. N o andemos con evasivas, y digamos sin-
su vida depende de la autenticidad de su vocación y de la fideli-
ceramente que la vida religiosa es la oblación a Dios de la pro-
dad a la gracia que la hace posible y eficaz.
pia libertad. «Entre las cosas que nos es lícito reservarnos—dice
2." Aceptación voluntaria de la vocación. La diferencia en- Santo Tomás—está nuestra propia libertad, que el hombre apre-
tre el consejo y el precepto, dice Santo Tomás, consiste «en que cia sobre todas las cosas. Por eso, cuando alguien espontánea-
el precepto importa necesidad, mientras el consejo se deja a la mente se priva por el voto de la libertad de no hacer lo que
opción de quien lo recibe. Por eso era conveniente que en la Ley toca al servicio de Dios, agrada sobremanera al mismo Dios» 10 \
Nueva, que es ley de libertad, a los preceptos se añadieran conse- Pero esta ofrenda a Dios de la propia libertad sólo es aprobable
jos, y no en la Ley Antigua, que era ley de servidumbre. Hay, y será beneficiosa siendo libérrima. Todos deben entender esto
pues, que entender que los preceptos recaen sobre las cosas que bien, y más que nadie los mismos religiosos. La vida religiosa
I0S
Confesiones 1.10 c.29 y 30 n.40 y 41 (BAC. Madrid 1946) p.752. 105
^ t 0 4 Cf. B. LLAMERA, O. P., ha constitución «Sedes Sapientiae» sobre la forma- 10
1-2 q.lOR a.4c.
ción de los religiosos jóvenes: Teol. Esp. 1 (1957) 320-335. » 2-2 q.186 a.6 ad 3.
860 Marceliano Llantera, O. P. C.6. De los religiosos. 46 861
sólo es llevadera, auténtica y amable, siendo un ejercicio máximo mente. El Concilio insinúa las razones de esta contribución. Los
y constante de propia libertad. Sólo permanecemos libres que- consejos, recuerda,
riendo libre y amorosamente no serlo. En cuanto nos duela y
rehuyamos que administren nuestra libertad, hemos caído en es- «contribuyen no poco a la purificación del corazón y a la libertad de
espíritu, excitan continuamente el fervor de la caridad y, sobre todo,
clavitud. Siendo la convicción y libre voluntad la que nos mueve como se demuestra con el ejemplo de tantos santos fundadores, son ca-
a profesar obediencia, ha de ser una convicción y un querer cada paces de asemejar más la vida del hombre cristiano con la vida virginal
vez mayor los que nos sostengan en ella. Los superiores no deben y pobre que para sí escogió Cristo Nuestro Señor y abrazó su Madre,
olvidar que los religiosos son subditos voluntarios, y deben pro- la Virgen» (n.46).
curar que su obediencia, a pesar de las naturales repugnancias, a) Contribuyen a la purijicación del corazón
sea por amor de Dios que les decidió a profesarla más perfec-
tamente voluntaria cada día. La vida religiosa, que es hermosa Ha llegado la hora de la rebaja. Ciertamente los consejos
y feliz cuando la origina y la anima el espíritu evangélico (que enajenan bienes humanos muy estimables, pero no es oro todo
es generoso amor de Dios), es repulsiva y desgraciada si le falta lo que reluce en esos bienes. Si todo fuera bueno en ellos, ¿qué
este móvil divino. Sólo el amor de Cristo sobre todas las cosas razón podría justificar su renuncia? La pluma del Angélico es-
hace amable, legítima y eficaz esa vida. cribió con toda naturalidad que «en el estado de inocencia no
Sabido es cómo precave la legislación eclesiástica la plena y hubiera sido laudable la virginidad, ya que lo es ahora, no por
absoluta libertad de la profesión religiosa (cf. can.572), sancio- la privación de la fecundidad, sino por la remoción del desorden
nando hasta con excomunión a quienes obligaran de cualquier libidinoso» "". Está, pues, la rebaja en el bien de esos bienes en
modo a una persona a ingresar en religión o profesar en ella que hace muy difícil su posesión y uso beneficioso la inmode-
(cf. can.2352). La disciplina eclesiástica y religiosa ha evolucio- rada propensión con que la naturaleza los apetece. La natural
nado sabiamente en favor de la plena libertad, no sólo del in- complejidad del ser humano, amasado de materia y de espíritu,
greso, sino de la permanencia en la vida religiosa. Antiguamente conlleva una pugna dramática de tendencias, no fácil de reducir
era fácil la entrada y difícil o imposible la salida. Ahora, por a orden y jerarquía. La antítesis ontológica y física de nuestra
suerte, es al revés: la entrada se dificulta y la salida se facilita. dualidad constitutiva tiene como derivación natural una doble
Ningún género de vida ha de ser tan libre como la vida religio- psicología antitética. Las tendencias del espíritu repugnan a la
sa. Nunca ha de ser forzosa una vida que Jesús ha propuesto a carne, y viceversa. En el plano moral, esta repugnancia da lugar
la amorosa elección de sus discípulos. a la doble ley «del espíritu» y de «los miembros» que constata-
ba y lamentaba San Pablo, agravada por la posibilidad de que el
Todo lo dicho no prejuzga el problema teológico, tan discu-
espíritu ceda a la carne y por el hecho de que así lo hace con
tido en nuestros días, de la obligatoriedad de aceptar la vocación
tal facilidad y frecuencia, que la mayoría de los hombres viven
religiosa. Esta nunca será objetivamente necesaria, como lo es la
esclavizados a sus sentidos, terrenizados y animalizados, en una
vocación cristiana, porque nunca será en sí necesaria para la vida
miserable inversión de naturalezas. El desorden llega a su colmo
de gracia ni aun para la vida de santidad. Y aunque nosotros
cuando el espíritu humano, en abuso de su libertad, repele toda
pensamos que es obligada la aceptación del llamamiento divino
dependencia y desacata rebeldemente la jerarquía de los bienes,
claramente conocido, esta obligación no es como la del precepto,
pretendiendo una total autonomía sin más ley que su talante.
que impone un medio imprescindible, sino peculiar del consejo,
que propone un medio más conveniente y facilitador. En compa- Sabemos por fe que el desconcierto natural de apetencias lo
ración, pues, con la obligación del precepto, la del consejo deja armonizaba en el primer hombre un ordenamiento preternatural
siempre en libertad. y gracioso de Dios que mantenía la razón humana sometida a
Dios en sus juicios, la voluntad a la razón en sus quereres, y el
apetito a la voluntad en sus pasiones. Pero este vínculo ordena-
VIRTUALIDADES PERFECTIVAS DE LA PERSONA HUMANA dor quedó roto por el pecado original y la razón se rebeló contra
Aceptados con verdadera vocación divina y con plena libertad la ley de Dios, la voluntad contra los dictámenes de la razón y
el apetito contra las resoluciones de la voluntad. La gracia bau-
humana los consejos evangélicos, lejos de impedir el perfeccio-
namiento de la personalidad del hombre lo favorecen grande- " " J q.98 a.2 ad 3.

i
862 Marceliano Llantera, O. P. C.6. De los religiosos. 46 863

tismal cristiana cancela el pecado original en su culpa y en su mana la purificación del corazón de las tendencias pecaminosas
penalidad eterna, pero no restaura el concierto primitivo de ape- a la codicia, a la lujuria y a la independencia por la fiel guarda
tencias, sino que éstas han de ser concertadas en arduo y meritorio de los consejos evangélicos, que la posesión y disfrute de los
ejercicio de virtud que la gracia hace posible a la fiel correspon- bienes de que ellos privan con las dificultades y peligros morales
dencia cristiana. A pesar, pues, del bautismo, permanecen de- que los acompañan.
bilitadas y enfermas nuestras potencias psicológicas y morales N o desdecimos lo dicho. Los bienes que se renuncian por los
por las llamadas «heridas de la naturaleza», es decir, por la di- consejos son de suyo ennoblecedores del hombre; pero no lo
ficultad en la inteligencia para reconocer el bien, por la resis- ennoblecen, sino que lo envilecen la apetencia excesiva de esos
tencia en la voluntad para preferirlo al mal, por la proclividad bienes y la esclavización afectiva y real a ellos del corazón hu-
de nuestro apetito hacia lo fácil y deleitable y por su flaqueza mano que suele ser efecto de esa subyugadora tendencia. Por lo
frente a lo arduo y desabrido 10! . Resultado de esta situación mismo, no ennoblece de suyo al hombre la privación de los bie-
moral es toda una humanidad sometida a la triple servidumbre nes que renuncian los consejos; y hasta lo envilecerían si no
de la avaricia, de la lujuria y de la soberbia. Es la humanidad fueran compensados; pero le ennoblecen, sin duda alguna, en
que el Evangelio llama «mundo» y que San Juan describe así: cuanto purifican su corazón del afecto desordenado a esos bienes
Todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, y lo emancipan de su servidumbre. Las cosas, dice Santo Tomás,
concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida (1 lo 2,16). pierden su primor y pureza si se mezclan y subordinan a las más
Había que recordar esta triste historia y esta triste realidad viles o menos nobles que ellas, como el oro si se mezcla con el
del hombre—aun del hombre cristiano—para la debida justipre- plomo. Mas «la criatura racional, arguye el mismo maestro, es
ciación de los motivos teológicos o cristianos de los consejos más noble que todas las criaturas corporales y temporales, y se
evangélicos. El Concilio nos había dicho que «ya por el bautismo impurifica sujetándose a ellas por el amor. Se purifica, en cam-
(el fiel cristiano) había muerto al pecado y se había consagra- bio, de esta impureza por el movimiento contrario, esto es, ten-
do a Dios; mas, para conseguir un fruto más abundante de la diendo a lo que le es superior» " 9 . Por la misma constitución,
gracia bautismal, trata de librarse, por la profesión de los con- a la vez material y espiritual, de la naturaleza humana, el corazón
sejos evangélicos en la Iglesia, de los impedimentos que podrían del hombre está sometido, a la vez, a la atracción de lo divino
apartarle del fervor de la caridad y de la perfección del culto y a la gravitación de lo terreno, de modo que, cuanto más se eleva
divino y se consagra más íntimamente al divino servicio» (n.44). a los bienes espirituales, tanto más se desliga de los materiales,
Los impedimentos aludidos son las tendencias pecaminosas que y viceversa 110. Ya dijimos que, a pesar de la extrema proclivi-
aquí hemos recordado: son las tres concupiscencias de la huma- dad del hombre a los goces sensibles y temporales, puede el cris-
nidad «mundanal» o pecadora. La fidelidad a la gracia y consa- tiano contrapesarla y superarla por la gracia bautismal; pero es
gración bautismal, aun sin consejos evangélicos, puede superar indudable que la situación y el mantenimiento de su vida en la
esos impedimentos o concupiscencias anticristianas; pero esa su- órbita de lo divino le será más fácil y segura si desata del todo
peración y fidelidad y la santidad bautismal se aseguran mejor el corazón de las ataduras terrenas por la profesión de los con-
con la ayuda de las anticoncupiscencias evangélicas, que son los sejos evangélicos u l .
tres consejos de pobreza, castidad y obediencia: contra la codicia, De este modo, los consejos evangélicos son los más eficaces
pobreza; contra la lujuria, virginidad; contra la soberbia, obedien- auxiliadores del amor divino en el hombre, porque, venciendo
cia. Para eso los propuso el Señor y los aceptan los discípulos, su gravitación terrena, lo dejan a merced de la atracción celestial.
que anteponen su fiel seguimiento a todo interés de la vida. Libre así de todo óbice, el amor divino puede señorear absoluta-
Es la mejor garantía .de la restauración y del mantenimiento mente la vida humana. Como hemos dicho otra vez 112, la verda-
en ella del orden de la naturaleza y de la gracia. El Concilio dera utilidad de los consejos es la facilitación del amor divino,
afirma que la liberación de las concupiscencias hace a los conse- en cuanto someten a su dominio toda la afectividad humana. Gran-
jos perfectivos de la verdadera personalidad del hombre, a pe- 109
2-2 q.7 a.2c.
sar de las privaciones que conllevan. Dicho de otra manera: con- 110
Cf. 1-2 q.108 a.4.
111
tribuye más a la verdadera perfección de la personalidad hu- Cf. 2-2 q.186 a . 7 .
n2
La perfección y la renovación de la vida religiosa (Flors Editor. Barcelona
i«» 1-2 q.85 a . 3 .
1959) p.24.
C.6. De los religiosos. 46 865
864 Marceliano Llamera, O. P.
Gal 5,16: «Andad en espíritu y no deis satisfacción a la concupis-
de e inestimable servicio, cuyo alcance no se entiende bien cuan- cencia de la carne. Porque la carne tiene tendencias contrarias a las del
do se entiende negativamente, como una simple remoción de espíritu, y el espíritu, tendencias contrarias a las de la carne, de manera
obstáculos, y no positivamente, como una información de la que no hagáis lo que queréis...»
afectividad sensible y racional del hombre por la caridad, median- Rom 6,12-22: «Que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal,
obedeciendo a sus concupiscencias; ni deis vuestros miembros como armas
te las virtudes de pobreza, castidad y obediencia. de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien a Dios, como quienes,
Santo Tomás asigna a los consejos la función de instrumentos muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios como
del amor. Y esta función es formal, no material. El instrumento instrumento de justicia. Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre
no tiene causalidad propia sino en cuanto movido por el influjo vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia... Gracias sean
dadas a Dios porque, siendo esclavos del pecado, obedecisteis de corazón
de la causa principal. La pobreza, la castidad y la obediencia no a la norma de doctrina... y, libres ya del pecado, habéis venido a ser
actúan, pues, por sí mismas ni para los fines connaturales a su siervos de la justicia... Cuando erais siervos del pecado, estabais libres
propia condición; son instrumentos al servicio del amor, al ser- respecto de la justicia... Pero ahora, libres del pecado y siervos de Dios,
vicio de su exigencias, que se miden por su fin sin medida: por tenéis por fruto la santificación y, por fin, la vida eterna...»
su unión y transformación en el Bien Infinito. La caridad, pues, Hay, pues, una doble sujeción y una doble libertad contra-
las moviliza con su superior influjo para purificar plenamente puestas. Libertad de la carne, que es liberación de las exigencias
todas las afecciones del corazón humano y elevarlas y concentrar- de la virtud o de la justicia y sujeción o servidumbre al pecado;
las cada vez más en Dios. El campo de estas virtudes en el ser- y libertad del espíritu, que es liberación de las exigencias del
vicio de la caridad y bajo su divino régimen se extiende ilimita- pecado y sujeción o servidumbre a la virtud o a la justicia o a
damente. La pobreza, que comienza por el despojo de los bienes Dios. Consiste, pues, la libertad de espíritu en el dominio de la
materiales, avanza alma adentro vaciándola de toda posesión carne o naturaleza sensible con sus vicios y concupiscencias y en
que Ja posea para dejarla en completo vacío de espíritu en h eí señorío para secundar con defeitosa propensión y facilidad
sola posesión de Dios. La castidad, que empieza por desprender las exigencias de la gracia o de la virtud.
el corazón de las pasiones sensuales, no se satisface hasta liber- Sólo esta libertad espiritual es verdadera libertad, porque,
tarlo de todo gusto natural de las criaturas en la absoluta pureza como dice Santo Tomás: La sujeción al pecado «es verdadera
del purísimo amor divino. La obediencia, que comienza por so- servidumbre, y no verdadera, sino aparente libertad. Porque,
juzgar el orgullo, someter la independencia y amordazar el egoís- siendo el hombre propiamente tal por la razón, entonces es escla-
mo, no para hasta sustituir la voluntad humana por la divina, vo cuando algo extraño se le impone contra ella. El no cohibir
rindiéndola enteramente al dulcísimo señorío del Espíritu de con el freno de la razón el impulso de la concupiscencia, sólo
amor. es libertad para quienes estiman como sumo bien el ceder a las
Los consejos, pues, contribuyen al verdadero perfeccionamien- concupiscencias...» En cambio, la sujeción a Dios «es verdadera
to de la persona humana, porque purificando el corazón humano libertad y óptima servidumbre, porque la virtud inclina al hom-
de sus afecciones envilecedoras, restauran el orden y la digni- bre a lo que le conviene como hombre y le aparta de lo que
dad de la naturaleza y facilitan la sobrelevación y el ennobleci- satisface a la concupiscencia, que es sumamente bestial» 1I3.
miento divinos del orden de la gracia. N o es fácil de alcanzar esta verdadera libertad, porque es rei-
nado sobre la carne y sobre el pecado, que recusan fieramente
b) Contribuyen a la libertad de espíritu el sometimiento a la ley del espíritu. La victoria pueden facilitarla
Una simple copulativa junta la purificación del corazón con grandemente los consejos evangélicos, como refuerzos que son de
la libertad de espíritu en el texto conciliar. Y bien conjuntadas la consagración bautismal en su significación y eficiencia de
están, porque son inseparables. N o hay libertad de espíritu sin muerte al pecado y en su significación y eficiencia de vida nue-
purificación del corazón, pero quien purifica sus afectos desor- va según Dios en Jesucristo. Porque, de una parte, los consejos
denados posee la libertad de espíritu. son verdaderas anticoncupiscencias que liberan del pecado, eli-
¿Qué significa esta libertad? Es un concepto muy paulino, minando con la triple renuncia su triple incentivo; y, por otra,
inspirado en la contraposición entre la carne y el espíritu, tan concentran y fijan en Dios la voluntad y la vida toda, por la
fundamental y repetida en la doctrina del Apóstol. Recordemos 113
SANTO TOMÁS, In Rom. c.6 lect.4,
algunas de sus más vigorosas expresiones:
2. C Vaticano as
866 Alarceliano Llamera, O. P.

vinculación religiosa y teologal de los votos. Facilitan, pues, el C.6. De los religiosos. 46 °""
triunfo de la gracia y de la virtud que entroniza el amor en la
Comencemos la contestación por recordar que, entre las ven-
vida y con el amor la libertad. Porque es el amor el que hace
tajas de la vida religiosa, indicó ya con anterioridad el Concilio
libre al cristiano. Cuando el amor divino es señor en el hombre,
una libertad corroborada por la obediencia (n.43). En el pensar,
este es señor con el señorío mismo de Dios. Dios reina en el
pues, del Concilio no existe el antagonismo entre libertad y obe-
amor, el amor reina en la libertad, la libertad reina en la vida
diencia que la dificultad propuesta parece presuponer. Libertad
y la vida reina en todas las cosas con el poder mismo de Dios.
sin norma y obediencia no hay más que la divina, cuyo querer
Esta comunión de amor que nos conforma con el querer o no
es normativo del bien. Todas las otras voluntades tienen por
querer de Dios, no es sólo participación e identificación de vo-
norma el bien que les corresponde y perfecciona, que es el que-
luntad, sino de libertad, pues, como dice el místico Doctor, lle-
rido y designado para ellas por el querer de Dios. Todas, pues,
gan a ser «la voluntad de Dios y del alma una en un consenti-
deben acatamiento u obediencia a este soberano y perfeccionador
miento propio y libre», quedando la humana «tanto más libre
querer divino. Y así es claro que la perfección de la libertad no
y generosa cuanto más unida en Dios». Llega, pues, a ser el alma
sólo no excluye la obediencia que la conforma con la voluntad
libre y señora con la libertad y señorío mismo de Dios, por la
de Dios, sino que la requiere.
transformación deiformativa que la divina común caridad hace
de la voluntad humana en la divina. Dichoso enseñoramiento Con ese falso presupuesto o sin él, la dificultad alega que la
divino de la libertad humana, que la hace compartir el señorío profesión de obediencia no perfecciona la libertad porque la re-
de la libertad todopoderosa de Dios, sobreponiéndola a la atrac- duce. ¿Qué decir? Que ciertamente el voto de obediencia reduce
ción de todo bien que Dios no quiere o prohiba y a la repug- muchas libertades, aun lícitas, pero no la libertad, ni, por tanto,
nancia de todo1 mal que Dios permita o imponga. Dichoso cauti- su perfección. Obsérvese que la reducción de libertades, aunque
verio el de esta libertad «al talle de la de Dios», que canta así: es mayor en los religiosos, no es exclusiva de ellos, sino que to-
dos los hombres comprometen libertades en aras de una superior
«Esta divina prisión libertad. Así, el que se casa reduce su libertad de amor; el que
del amor en que yo vivo, adopta un negocio, renuncia la posibilidad de llevar otros incom-
ha hecho a Dios mi cautivo paginables; el que escoge una carrera o una profesión, excluye
y libre mi corazón» 114.
su opción a todas las otras; el que se fija una residencia, se priva
Por sí solo se concluye que este perfeccionamiento espiritual de vivir en otros lugares. Esta libre limitación de libertades que
de la libertad es un perfeccionamiento de la personalidad huma- todos los hombres aceptan en beneficio de una libertad superior,
na. Personalidad es señorío de sí mismo e independencia de los la lleva el religioso más lejos con su profesión de los consejos,
demás. Y hemos visto que por la eficiencia de los consejos evan- sobre todo con el de obediencia; pero es también el que la abraza
gélicos se substrae el hombre al aherrojamiento moral de las más libremente (pues ni se la impone Dios ni se la exige opción
concupiscencias, que le esclavizan a los intereses materiales, a las alguna humana), y la abraza en servicio de la más alta y noble
pasiones, a la arbitrariedad, y le entronizan en el reinado del libertad, que es la del espíritu, esto es, la del total y exclusivo
amor divino, que, identificando su querer con el de Dios, le amor divino.
hace partícipe de la soberanía divina 1I5. N o es, pues, lo mismo reducir libertades que reducir la li-
Obediencia, libertad y personalidad.—Pero aún queda una bertad. Ni la perfección de la libertad se mide por el número de
nube por disipar, y es la dependización de la obediencia. ¿Cómo cosas que el hombre se permite querer, sino por la perfección de
puede decirse con verdad que no reduce la libertad la profesión las que quiere y por la intensidad con que libremente las quiere.
de obediencia? Y, ¿cómo perfecciona la personalidad lo que Aquí está el soberano valor de la profesión de la obediencia. El
coarta la libertad? religioso, por mejor asegurar el libre, exclusivo y total amor de
Dios, compromete ubérrimamente cuanto se lo podría dificultar.
114
115
Cf. Ascesis cristiana y humanismo: Teol. Esp. 7 (1963) p.363ss. Es un compromiso transido de libertad. Procede de la libertad,
El P. Garrigou Lagrange explica maravillosamente la que él llama «Ley del
progreso de la personalidad», y que enuncia así: «La personalidad es tanto más porque libremente se adquiere; se ordena a una mayor libertad,
perfecta cuanto más domina las cosas inferiores y más íntimamente depende de
Dios» (De Christo Sahatore [Turín 1945] p.94ss). Cf. el mismo autor, £/ Salvador porque pretende la del perfecto amor del sumo bien, y se cumple
y su amor por nosotros (Desclée de Brouwer, Buenos Aires 1947) p.99ss, en la libertad, porque libremente se mantiene. La exclusión de
otros quereres sólo sería perjudicial si fuera mejor reservarlos.
868 Marcelicino Llamera, O. P.
C.6. De los religiosos. 46 869
Pero ya escribió San Agustín: « N o te pese haber prometido, an-
tes alégrate de que ya no te sea lícito lo que lo sería en tu per- amores. Los enemigos del amor divino son los amores humanos
juicio». Y Santo Tomás, que cita esta sentencia agustiniana, añade o temporales. Sabemos cuáles son estos tres amores rivales del
por su cuenta: de Dios. Sabemos cómo ayudan los consejos evangélicos al cora-
zón humano para emanciparse de su vasallaje y vivir sola y to-
«Así como no disminuye la libertad el no poder pecar, tampoco la
disminuye la fijación de la voluntad en el bien, como se ve en Dios y talmente para el amor de Dios.
en los bienaventurados. Y de esta índole es la necesidad contraída por Mas el Concilio no habla sólo de la caridad, sino del fervor
el voto, que tiene cierta semejanza con la confirmación en el bien de de la caridad, y no dice sólo, como en el n.44, que por los con-
los bienaventurados. Por eso dice San Agustín: Feliz necesidad la que sejos trata el cristiano de liberarse de los impedimentos que po-
nos empuja a lo mejor»116.
drían apartarle del fervor de la caridad, sino que excitan conti-
Bien dijo, pues, el Concilio que la obediencia religiosa «co- nuamente el fervor de la caridad. El fervor de la caridad es la
rrobora la libertad». Y con la libertad, la personalidad, pues no intensidad o vehemencia de su actuación. Excita, por tanto, el
mengua, sino que acrecienta la personalidad del hombre lo que fervor de la caridad lo que facilita la frecuencia y promueve la
no mengua su razón y su libertad, asegurándoles mejor la verdad intensidad de sus actos amativos. Y esta promoción puede ser
y el bien 117. indirecta, por eliminación de estorbos de la intensidad caritativa,
o directa, por influjo positivo en su enfervorización. Y de entram-
c) Excitan continuamente el fervor de la caridad bos modos favorecen los consejos el fervor de la caridad. Para
Esta afirmación no es nueva en el texto conciliar (cf. n.44). inteligencia del primer influjo, recordemos con Santo Tomás que
N o podía serlo estando como estamos casi al final del capítulo «por radicar todas las potencias del alma en una sola esencia, es
y siendo la perfección de la caridad y, por tanto, su intensidad preciso que, cuando una potencia se intensifica en su actuación,
o fervor la razón de ser de los consejos y de su profesión reli- se debilite o hasta se impida totalmente la actuación de las otras.
giosa. Esta misma conexión esencial explica su reiteración. El Y es esto así, ya porque cualquier fuerza dispersa en varias direc-
reafirmarla aquí, después de los otros efectos perfectivos de los ciones se aminora en cada una, como, por el contrario, cuando se
consejos (purificación del corazón y libertad de espíritu), es por- aplica tensamente a una se aminora para las demás, ya porque
que es resultado de esos efectos, es decir, intento y fruto de ellos. en las acciones del alma se requiere cierta atención, que, si es
Es muy fácil decirlo y no menos fácil razonarlo, pues se razona muy vehemente en una, no puede serlo en las otras. Así, pues,
con sólo decirlo. La purificación del corazón lo deja libre para por cierta distracción de energías, cuando el apetito sensitivo se
amar fervientemente a Dios. Explayémoslo un poco. intensifica en cualquier pasión, es inevitable que se debilite o que
El sumo amor de Dios, dijo el Concilio, es la razón de la; del todo se impida el movimiento propio del apetito racional,
entrega al servicio de Dios por los votos (n.44). Mandamientos; que es la voluntad» 1 '°. Transportando los planos, entendemos
y consejos, vida cristiana y vida religiosa, tienen por razón supre- que el fervor o intensidad de la caridad tiene su impedimento en
ma el amor de Dios. Pero la razón peculiar de los consejos n a las tendencias pasionales hacia otros bienes, y tanto más cuanto
es el amor como quiera, sino la más fácil consecución del amor sean más intensas, y mucho más si le son contrarias, como sucede
perfecto o total de Dios. Es la totalidad la que dificultan los bie- cuando son pecaminosas. Entendemos, por lo mismo, que los con-
nes que renuncian los consejos; es la facilitación de esa totalidad sejos evangélicos favorecen por este capítulo el fervor de la cari-
la razón de su renunciamiento. Santo Tomás, con saber tanto, dad en la medida en que cooperan a la eliminación o sedación
no sabe otra razón cabal de la vida religiosa que el amor. Esta de las afecciones distintas u opuestas al efecto divino de la ca-
la tenía muy sabida y no se cansaba de repetirla. Citemos ahora ridad.
una sola de sus sentencias: «los votos religiosos tienen como fin Pero hemos dicho que le prestan una ayuda más directa e im-
la perfección de la caridad» " 8 . Los enemigos del amor son los portante. Y ésta es múltiple. La primera es de ambientación. Los
110
2-2 q.88 a.4 ad 1.
consejos sustraen al cristiano del ambiente terrenal y le adentran
117
T o d o este tema de libertad y perfección puede verse a m p l i a m e n t e estudiado. en el ambiente divino. Dios es el único sol de este infinito mundo
en nuestro escrito Ascesis cristiana y humanismo, ya citado en las notas 102 y 114,
p.363-390. suyo: la única luz, por tanto, que el religioso siempre ve y en la
113
2-2 q.186 a.7 ad I. Cf. M . Ll.AMERA, La perfección y la renovación
vida religiosa p.21-28.
de la', que el religioso ve todo lo que no es Dios. Y «ojos que ven,
1,9
1-2 q.77 a.le.
870 Marceliano Llamera, O. P.
C.6. De los religiosos. 46 871
corazón que siente». En el ambiente divino de los consejos, la
caridad está en perenne oportunidad e instancia de amor. de las virtudes de pobreza, virginidad y obediencia que El encar-
nó perfectísimamente y propuso a la generosidad de los discípu-
La segunda ventaja para la tensión de la caridad es la eficien-
los que se resolvieran a seguirle más de cerca, dejándolo todo por
cia consagrativa de los consejos o, por mejor decir, de sus votos.
su amor. Cristo fue pobre, virgen y obediente. La pobreza, la
Es su vida entera la que por ellos el religioso traspasa o entrega
castidad y la obediencia cristianas, que reviven las de Cristo, han
a Dios, comprometiéndola a su exclusivo servicio. Por eso la vida
de poseer una virtud especial de configuración e identificación
consagrada recibe el nombre de religiosa. Podría con más alta con El. Para eso las ejercitó El; para eso las hizo obligatorias en
razón llamarse caritativa, porque la consagración es medio y el cierta medida a todos, y para eso las aconsejó sin medida; para
amor fin. Pero la realidad es que, por su esencial motivación ca- eso las aceptan y profesan muchos de sus discípulos. El religioso
ritativa, es vida consagrada al amor de Dios. La profesión reli- lo es por parecerse más a Cristo.
giosa, por tanto, hace de la entera vida humana un ejercicio cons- Explicitemos ahora la argumentación implícita del Concilio.
tante de amor divino. Cristo, el Dios-Hombre, no sólo es perfecto como Dios, sino
Vemos una tercera promoción del fervor de la caridad en la como hombre. Es la verificación suma de la perfección humana.
práctica misma continua de los consejos: de la pobreza, de la Más aún. Es el Hombre nuevo, sustitución y superación del viejo
castidad y de la obediencia vividas día a día. Los consejos se pro- o adámico y, como tal, tronco, prototipo y modelador de la nueva
fesan una vez, pero su profesión se cumple en infinitas veces. Es humanidad: de la humanidad cristiana, integrada de hombres
toda una vida la que se consume en su cumplimiento. Mas el humano-divinos gracias a su gracia divinizadora. No sólo, pues,
motivo de profesarlos revive a la hora o a las horas de cumplir- Cristo es el hombre sumamente perfecto, sino que no caben ya
los. Es, por tanto, el amor el que se ejercita en su cumplimiento. hombres perfectos sino por asemej amiento con Cristo. No caben
De esta suerte, la práctica continua de la pobreza, de la castidad hombres meramente humanos, y menos hombres logrados en un
y de la obediencia es una continua oportunidad, una continua módulo natural de humanidad, al margen de Cristo. Sin Cristo
promoción, una continua excitación del fervor de la caridad. sólo hay hombres infrahumanos, incapaces no sólo de remontarse
Y acabamos con la misma conclusión: la profesión religiosa a la cumbre de su naturaleza, sino de superar la bajeza del peca-
contribuye de suyo al perfeccionamiento de la persona humana do. En cambio, por Cristo y en Cristo no se da sólo el hombre
al contribuir al perfeccionamiento de la caridad, porque la verda- humanamente, sino sobrehumanamente perfecto. Porque el nuevo
dera perfección del hombre está en la unión y posesíonamiento tipo de hombre modelado por Cristo es el Hijo de Dios. Este es
de Dios, sumo fin o bien perfectivo suyo, y es la caridad la que el único hombre legítimo en la nueva economía salvadora cristia-
le une y apodera de Dios. na. Y, por ello, en la predestinación de todo hombre hay una
destinación al asemej amiento vital con Cristo. Lo dice así San
d) Asemejan con Cristo y con la Virgen, su Madre Pablo: «A los que de antes conoció, los predestinó a ser confor-
mes con la imagen de su Hijo, para que sea éste el primogénito
Llegamos a la última y más alta prueba apuntada por el Con- entre muchos hermanos» (Rom 8,29).
cilio de la virtualidad perfectiva de los consejos evangélicos, Esta teología que late en la argumentación conciliar sufraga
y ésta es que asemejan singularmente a Cristo y a su Madre la el resto de su argumentación virtual, que es de este tenor. Si los
Virgen. Es una prueba aducida muy a punto, como consecuencia hombres son perfectos por su semejanza con Cristo, los consejos
que es de la anterior. Porque es efecto connatural del amor unir, evangélicos, singularmente eficaces para conformar y asemejar con
asemejar y hasta transformar en el bien amado. De ahí el adagio: Cristo, no sólo no impiden, sino que favorecen grandemente la
«Dime lo que amas y te diré lo que eres». Ha de ser, por tanto, perfección de la persona humana. Deducción verdaderísima y que
eficiencia propia del amor divino y cristiano unir, asemejar y merece saborearse. Si la virginidad, la pobreza y la obediencia
hasta transformar con Cristo y, en Cristo, con Dios. no sólo no menguan, sino que agrandan y decoran la perfección
del Hombre ideal y prototipo, que es Cristo, la profesión y prác-
Asemejan con Cristo.—A este asemej amiento y conformación tica de esas virtudes que asemejan con El, no sólo no impide,
tiende toda vida cristiana; pero muy particularmente la vida re- sino que favorece la verdadera perfección humana. Cristo asumió
ligiosa, como programa evangélico máximo de seguimiento, de todos los valores verdaderos de nuestra humanidad, pero elevados
imitación y de configuración con Cristo, mediante la revivencia
872 Mar celia fio Llantera, O. P.
y sobreordenados al nuevo destino divinal del hombre. La pose-
sión de bienes, el matrimonio, la disposición legítima de sí mis- C.6. De los religiosos. 46 873
mo, son buenos; pero con bondad relativa, intramundana y pa- alto y grande amor de que un corazón femenino es capaz: para
sajera, que en su día ha de ser sobrepasada en los hombres nuevos el amor maternal del mismo Dios hecho Hijo suyo. Tal amor no
perfectamente renovados, que serán «como los ángeles de Dios podía no ser exclusivo; no podía no ser virginal. Su misma predes-
en el cielo». Y esta superación quiso anticiparla Cristo en su tinación eterna de Madre del Verbo de Dios era una consagración
persona viviendo vida virgen, pobre y obediente, y aunque no virginal a su Hijo, el Verbo de Dios. Es impensable en el amor
la impuso a todos por precepto, la propuso de consejo, y no es de la Virgen otra pertenencia y otro encentramiento que el cora-
disminución ni mengua, sino acrecentamiento y honra en sus dis- zón de su Hijo. María fue la primera y la máxima consagrada
cípulos el aceptarla y vivirla para más y mejor parecerse a su a Jesús. La consagrada de las consagradas, como luego repeti-
Maestro y Señor. Porque El mismo dijo: «Bastante es para el remos.
discípulo ser como su Maestro» (Mt 10,25). Propiedad esencial de esta esencial virginidad era la pobreza.
Asemejan con la Virgen, Madre de Jesús,—También la Ma- El corazón maternal de la Virgen, lleno del infinito bien de su
dre de Jesús, María, la Virgen—añade el Concilio—, abrazó la Hijo divino, no podía reconocer otro tesoro. N o cabía nada más
vida de virginidad, pobreza y obediencia. También, por ende, la en su corazón. Ante el Todo de Dios, poseído como Hijo, todo lo
vida religiosa conforma más la vida del cristiano a la de María. demás era nada. Su pertenencia absoluta a su Hijo excluía hasta
Grande privilegio y dignidad que acreditan la virtud perfectiva la sombra de cualquier otro vasallaje. Las criaturas fueron siem-
de los consejos evangélicos. ¿Cómo no considerar agraciados a pre, y sólo para ella, criaturas: reflejos de la sabiduría, obras de
los escogidos para revivir más íntimamente la vida excelsísima de la bondad, efectos del poder de Dios: campo del reinado divino.
la llena de gracia? Cada criatura fue en el alma de la Virgen una nota de alabanza
Hemos mentado la plenitud de gracia de María. Sabemos que en su himno incesante al Creador. Vacía de todo, porque la col-
esta plenitud reverberaba en ella de la de su Hijo divino, en razón maba Dios, lo estaba también de sí misma. Era Dios demasiado
y proporción de la inefable unión maternal que la entrañaba a grande a sus ojos para poder ver en sí más que su nada. Las
ella con El y que hacía de su vida como una revivencia perfectí- grandezas que reconocía, obradas en ella por el Omnipotente, la
sima de la de Jesús. Por sola esta razón pueden y deben atribuirse sacaban más de sí misma y la abismaban en El. «Mi alma magni-
a la Virgen todos los asemejamientos con Cristo y, sobre todo, fica al Señor y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador,
la compartición máxima de todas sus virtudes. La vida santísima porque ha mirado la bajeza de su sierva... Ha obrado en mí gran-
de Jesús, predestinada a proyectarse a la humanidad para hacerla dezas el poderoso, cuyo nombre es santo» (Le 1,46-49).
Cuerpo suyo místico, Iglesia suya, se proyectó anticipadamente y Y ya es inexcusable la obediencia. Por virginal y pobre, el
fue revivida con plenitud incomparable en la Virgen María. corazón de la Virgen era absolutamente obediente. El mismo amor
¿Será esta firme razón apriorística la que afirma en el texto maternal que lo llenaba del todo lo sometía del todo. ¿Cómo,
conciliar la práctica y perfección de las virtudes evangélicas de no teniendo otro amor que el de Dios su Hijo, podía tener otro
pobreza, castidad y obediencia en la Santísima Virgen? Sin ex- querer que el suyo? He aquí la Esclava del Señor. Hágase en mí
cluir esta razón general, las hay particulares y peculiarísimas. El según tus designios (Le 1,38). Nombre adecuado y actitud con-
Evangelio mismo pone en plena luz la consagración virginal, el secuente. Dios se había apoderado de su vida con el más grande
espíritu de pobreza y la actitud obediente que caracterizan la vida e increíble apoderamiento: con un apoderamiento filial. Si El era
de la Virgen. Son rasgos sobresalientes de su fisonomía espiritual; y ella le reconocía y llamaba el Señor, ella era y debía recono-
dimensiones esenciales de su misterio. cerse y llamarse su Esclava. La Esclava por antonomasia del Señor
La causa originante y común de la virginidad, la pobreza y por antonomasia. Y si a El le correspondía el señorío, a ella le
la obediencia de María, que es el amor divino, las traba entre sí correspondía la obediencia. Hágase en mí tu voluntad.
con una concatenación irrompible. La primera y condicionante Aunque dicha de prisa, la verdad queda clara. La predesti-
es la virginidad. La Virgen Madre de Dios fue, ante todo, virgen. nación maternal de María implicaba una consagración total y ex-
Lo fue por su predestinación misma esencial de Madre de Dios. clusiva al Hijo divino. A María la hizo Dios y María fue en
El corazón de María lo predestinó y lo hizo Dios para el más realidad de verdad sola y totalmente de Jesús. Y esta absoluta
consagración y pertenencia conllevaba como exigencias esenciales
la virginidad, la pobreza y la obediencia de María.
I
874 C.6. De los religiosos. 46 875
Marceliano Llantera, O. P.
Y las conllevaba a dimensiones marianas; es decir, a dimen- cia, son también los religiosos los que en la Iglesia reviven más
siones de Madre divina, de llena de gracia, de Madre y Modelo de cerca la pobreza y la obediencia de María,
universal de los cristianos. El Concilio insistirá más adelante en Y ahora florece espontáneo en la pluma un manojo de con-
la condición maternal y típica de María respecto de la Iglesia 12". clusiones :
«La Virgen—dice—, por el don y la prerrogativa de su materni- 1. a La predestinación y vocación de María a la maternidad
dad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, y por sus del Hijo de Dios hizo de ella la consagrada de las consagradas,
singulares gracias y dones, está unida también íntimamente a la la Virgen de las vírgenes, la Pobre de las pobres, la Obediente
Iglesia» (n.63). María fue predestinada para la maternidad de de las obedientes.
Cristo. Pero esta misma maternidad la une vitalmente con la Igle- 2. a La consagración de María ejemplariza, modela y causa
sia, porque la Iglesia es la extensión vital de Cristo. La misma en la Iglesia todas las consagraciones religiosas. Su vocación ejem-
maternidad divina refluye sobre la Iglesia en maternidad espiri- plar y maternal incluía todas las otras, predestinadas para revi-
tual y en ejemplaridad maternal. La plenitud de gracia que a vencia y complementación de la suya. La razón de ser y la voca-
causa de la divina maternidad redunda de Cristo en María hace ción total de María fue Jesús: darle su vida para que El se le
de ella la Madre y el Tipo de la Iglesia. Una preiglesia personal diera y Ella lo diera al mundo. ¿Y no es ésta la significación sus-
que modela y ha de ser reproducida y revivida en la Iglesia co- tancial de las vocaciones religiosas? Son también vidas dadas to-
munitaria y universal. Y se impone ya una gran consecuencia: en talmente a Jesús para que El se les dé y ellas lo den a los demás.
la santidad y en las virtudes de María, en cuanto revivencia má- Bien podemos decir que no hay más que una consagración com-
xima de las de Cristo, están predestinadas, como en causa ejem- pleta: la de María, complementada por la de todos los cristianos
plar y fontal, la santidad y las virtudes de toda la Iglesia, Pa- llamados a imitarla y revivirla.
blo VI ha escrito con honda inspiración: 3. a Es incumbencia especialísima de la misión maternal de
María llevar a plenitud las vidas predestinadas a reproducir su
«En su vida terrena realizó (María) la perfecta figura del discípulo virginal y exclusiva pertenencia a Jesús. Madre y Protectora de
de Cristo, espejo de todas 'las virtudes, y encarnó las bienaventuranzas todos los cristianos, lo es muy particularmente de quienes reviven
evangélicas proclamadas por Cristo. Por lo cual toda la Iglesia, en su más íntimamente su vocación y su vida.
incomparable variedad de vida y de obras, encuentra en ella la más au-
téntica forma de la perfecta imitación de Cristo» m . 4. a En la Virgen tienen los religiosos el ideal vivo y la inci-
tación apremiante de sus aspiraciones, de su esfuerzo y de su fide-
Y esta consecuencia incluye otra. Si en cuanto encarnación lidad. San Ambrosio exhortaba a las vírgenes de Milán:
máxima de todas las virtudes de Cristo es María Modelo y Madre
de las virtudes de la Iglesia, en cuanto encarnación máxima de «Sírvaos la vida de María de modelo de virginidad, cual imagen que
se hubiera trasladado a un lienzo; en ella, como en un espejo, brilla la
la consagración a Cristo y en ella de la virginidad, de la pobreza hermosura de la castidad y la belleza de toda virtud... Esta es la imagen
y de la obediencia, es Modelo y Madre peculiar de los predesti- de la verdadera virginidad. Pues María fue tal, que su sola vida es norma
nados y llamados especialmente en la Iglesia a imitar su consa- para todos. Si, pues, nos agrada la Maestra, ensayemos en nosotros sus
gración por la profesión de los consejos evangélicos. Recogiendo obras, de modo que quien aspire a su gloria imite su ejemplo» ri~.
y agrandando el eco de la tradición, se complace el Concilio en 5. a Con razón dice, pues, el Concilio que «los consejos evan-
recordar que la virginidad de María es revivida por toda la Igle- gélicos son capaces de asemejar más la vida del hombre cristiano
sia (cf. n.63 y 64). Pero María poseyó una doble virginidad: la con la vida virginal y pobre que para sí escogió Nuestro Señor
virginidad teologal de su inviolable adhesión y fidelidad a Cristo, y abrazó su Madre, la Virgen».
y la virginidad de su exclusiva consagración física y moral al mis- Reparemos un poco en la interdependencia de ambas consa-
mo Cristo. La primera virginidad es general a la Iglesia; pero la graciones y ejemplaridades. La de Jesús fue consagración a Dios.
segunda es un don que pervive en la Iglesia en los llamados a La de María, consagración a Jesús. La de Jesús fue propia y ori-
revivir la vocación y la consagración virginal de María. La Iglesia ginal. La de María, dependiente, ejemplarizada y reproductiva de
perenniza principalmente la virginidad de María en la vida reli- la de Jesús. Por eso, la ejemplaridad de la consagración o perte-
giosa. Parecidamente, por su profesión de pobreza y de obedien- nencia total y exclusiva de Jesús a Dios es suma y finalizante. La
150
Véase nuestro comentario a los n.fiO-65 de esta constitución Lumen gentium. i-2 De virginibus 1.2 c.2 n.6 y 1> : PL 16,220 y 222.
121
Disc. clausura 3.* ses. concil. Vatic. II.
876 Marceliatw Llamera, O. P.
C.6. De los religiosos. 46 877
de María es subordinada, mediativa y conducente a la de Jesús.
Mas, como primera y máxima revivencia de la de Jesús, ejempla-
II. VENTAJAS SOCIALES DE LA VIDA RELIGIOSA
riza connatural y apropiadamente la consagración religiosa, que
es también consagración a Jesús en dependencia y complementa- Recuérdese que la prevención contra la vida religiosa, a la
ción de la consagración de María. La Virgen es la modeladora que hace frente el Concilio, la acusaba de antipersonal y antiso-
maternal de las vidas consagradas a Jesús a su ejemplo e imita- cial, de dañosa para los mismos religiosos y de perjudicial para
ción. «En pos de ella, las vírgenes, sus amigas, son introducidas la sociedad. N o es así en ninguno de los dos órdenes, responde
al rey» (Ps 44,15). el Concilio. Y puesta en claro la verdad en lo que atañe al orden
personal, añade en lo referente al social:
e) Lo comprueba el ejemplo de tantos santos fundadores
«Ni piense nadie que los religiosos, por su consagración, se hacen
La historia respalda la teología. Es lo que da a entender este extraños a la humanidad o inútiles <para la ciudad terrena» (n.46).
último comprobante conciliar de la virtualidad ennoblecedora de
la vida religiosa. El posible mal pensamiento de que las ventajas La peculiar consagración a Dios por la profesión de los con-
indicadas (purificación moral, libertad espiritual, perfeccionamien- sejos evangélicos de pobreza, de castidad y de obediencia es la
to del amor, asemejamiento íntimo con Jesús y con la Virgen) que constituye y define la vida religiosa dentro de la vida cristia-
sean bellas utopías teológicas, lo desvanecen los hechos, es decir, na. Esta consagración hace religiosos a los religiosos. Ella, por
las personalidades históricas representativas de las instituciones tanto, los extrañaría y los inutilizaría para el bien común si su
religiosas, cuales son sus mismos santos fundadores. Sus solos religiosidad los hace ajenos e inservibles. Es una suposición equi-
nombres dan fe. He aquí algunos: San Antonio, San Pacomio, vocada, sentencia el Concilio. Y es fácil de persuadir su sentencia.
San Teodosio, San Basilio, San Jerónimo, San Agustín, San Hi- La consagración religiosa no tiene en la aspiración otro fin, no
lario, San Martín, San Coiumbano, San Isidoro, San Fructuoso, en la práctica eficaz otro resultado, que hacer al cristiano más de
San Ildefonso, San Benito, San Odón, San Romualdo, San Ber- Dios, facilitando, como vimos, su asemej amiento con Cristo. ¿Pue-
nardo, San Bruno, San Norberto, Santo Domingo de Guzmán, de desinteresar del bien de los hombres lo que asemeja y une más
San Francisco de Asís, San Juan de Mata, San Antonio Zacearía, a Cristo?
San Jerónimo Emiliano, San Ignacio de Loyola, San Juan Leonar- Tampoco son culpables los religiosos de insociales por los
di, San José de Calasanz, San Juan de Dios, San Camilo, San bienes de que se desposeen, pues no desposeen a los demás, sino
Felipe Neri, San Vicente de Paúl, San Juan Eudes, San Juan a sí mismos, ni se comprometen a no procurarlos en beneficio de
Bautista de la Salle, San Alfonso María de Ligorio, San Pablo de los demás, sino solamente en beneficio propio. ¿O es que los
la Cruz, San Antonio María Claret, San Juan Bosco, Santa Clara, hace egoístas el privarse de ellos y dejarlos a disfrute de los
Santa Teresa, Santa Juana de Lestonac, Santa Juana Fremiot de otros? ¿Serían más altruistas por tomar parte en la común con-
Chantal, Santa Magdalena Sofía Barat, Santa Micaela del Santí- tienda por el dinero, el placer y las ambiciones?
simo Sacramento, Santa Eufrasia Pelletier, Santa Joaquina Vedru- Hay quien los denuesta de egoístas porque se ponen a seguro
na... Y aunque sea imposible silenciar nombres como los de San de las dificultades morales en que suelen debatirse comúnmente
Gregorio, San Alberto Magno, Santo Tomás, San Buenaventura, los demás cristianos. Pero valgan por contestación estas tres pre-
San Antonio de Padua, San Vicente Ferrer, San Juan de la Cruz, guntas: 1.a ¿Persisten los demás en esos riesgos por menos egoís-
San Francisco Javier, Santo Tomás de Villanueva..., quedémonos tas? 2. a ¿Serían menores las dificultades de los demás hombres
con la lista incompleta de los santos fundadores, pues sus santos o de los demás cristianos porque los religiosos se vieran también
discípulos son innumerables. en ellas? 3. a La superación que los religiosos consigan de las
¿Puede considerarse como empobrecedor de la persona huma- comunes debilidades humanas, ¿no les hará más aptos para coad-
na un estado de vida en el que florecen tantas y tan sobresalientes yuvar al triunfo de los demás ? La respuesta obvia a estas pregun-
personalidades ? tas obliga a concluir que la consagración y las renuncias de los
religiosos, al desinteresarlos de los bienes humanos y enriquecer-
los de los divinos, hacen de ellos los mejores amigos de todos los
hombres y los más incondicionales servidores de sus convenien-
cias humanas y divinas.
878 Marceliano Llantera, O, P.
C.6. De los religiosos. 46 879
Y hasta aquí nos hemos referido a todos los religiosos por
igual, pues iguales son todos en ser religiosos. Pero no lo son resguardaría de nuevo en el inviolable recinto del hogar. Es una
en los modos de serlo, pues, sin contar otras diversidades, hace suposición imaginaria, pues la Iglesia sabe muy bien que la voca-
mucho al caso lo que los diversifica en contemplativos y activos. ción exclusivamente contemplativa es flor perenne y preciosísima
El Concilio alude a esta diferencia a causa de los primeros, cuya del espíritu cristiano y la más auténtica expresión de la misma
sociabilidad humana parece menos defendible. vida eclesial. Sabe también la inestimable eficacia apostólica de
esa pura consagración contemplativa. Los últimos Papas, conscien-
Utilidad social de los religiosos contemplativos tes de la desestimación ambiental que la rodeaba y del valor que
Malos tiempos estos tiempos nuestros para las vocaciones pu- representa, la hicieron objeto de paternal solicitud y protección.
ramente contemplativas. La humanidad actual no entiende de El Concilio, con igual inspiración, le ha reiterado el más alto
valores puramente espirituales. El bien no se divide ya en hones- aprecio y se ha cuidado de promover su eficaz renovación. En la
to, útil y deleitable, ni tampoco en material y espiritual o en presente oportunidad he aquí cómo la defiende:
temporal y eterno, pues el hombre de hoy no reconoce otro bien
que el bienestar ni otra eficacia que la positivamente comproba- «Aunque (los religiosos) a veces no estén directamente presentes con
ble. «La sociedad—escribía un autorizado crítico de la vida mo- sus coetáneos, Jos tienen, sin embargo, presentes, del modo más profundo,
en las entrañas de Cristo y cooperan con ellos espiritualmente para que
derna—es un contratista de servicios y la organización del uti- la edificación de la ciudad terrena se funde siempre en Dios y se dirija
lismo. Por eso, el puro amor, y la pura belleza, y la pura verdad, a El, no sea que trabajen en balde los que la edifican».
son arrojados de la plaza de abastos social». N o hay puesto para
la pura contemplación en un mundo en que reina el utilitarismo, N o los aparta d e la convivencia social el desafecto d e los
servido por la eficacia, la productividad, la actividad. Por descon- h o m b r e s , sino el mayor afecto y deseo de D i o s . Y este mayor
tado que este disfavor ambiental no lo comparte la Iglesia; pero, amor divino, facilitado p o r la ausencia o aislamiento corporal, los
más o menos conscientemente, lo comparten muchos en ella, y no hace m u c h o más presentes espiritualmente entre los que h a n de-
sólo entre los menos responsables. N o vivimos entre moros. jado, pues los entraña más p r o f u n d a m e n t e con ellos en Jesucris-
¿Quién no ha oído en todos los sectores de nuestra sociedad ca- to. El mayor amor a Cristo será siempre el mayor amor a los
tólica poner en duda la razón de ser o de persistir de los claustros h o m b r e s . Es imposible amarle a El y n o amar a los h o m b r e s como
contemplativos? ¿Cuántos no han comentado con fruición la fal- El los ama. N o cabe aquí explicación m á s sabia y o p o r t u n a que
sa especie propalada en estos años de que serían suprimidos por el la dirigida por Pío X I I a las monjas contemplativas e n la consti-
Concilio? tución apostólica Sponsa Christi:
¿Razones de esta actitud entre cristianos? La sinrazón de no
comprender el valor eclesial de la vida contemplativa y de pensar «Consistiendo la perfección de la vida cristiana especialmente en la
caridad, y siendo una sola la caridad por la cual debemos amar a Dios
que el mejor y hasta el único recurso de cristianización está en sobre todas las cosas y a todos en El, la Madre Iglesia exige que todas
la actividad. Esta sinrazón, respaldada por el hecho innegable de las monjas consagradas a la contemplación junten el perfecto amor de
las graves necesidades apostólicas de nuestros días, llegó a plan- Dios con la caridad perfecta hacia el prójimo, de tal manera que, en
tear a las instituciones claustrales el problema vital de si podían fuerza de esa caridad y de la gracia de su estado, se sientan los religio-
sos y las religiosas totalmente consagrados a las necesidades de la Iglesia
continuar en su exclusiva dedicación contemplativa o debían adop- y de todos los necesitados. Por tanto, entiendan bien todas las monjas
tar una colaboración en el apostolado activo. Grave desacierto que su vocación es plena y enteramente apostólica, no circunscrita a lí-
hubiera sido sacrificar la vocación contemplativa a las urgencias mite alguno de tiempo, lugar o cosa, sino que se extiende siempre y en
todas partes a todo lo que de cualquier modo atañe al honor de su
apostólicas. Por grandes que éstas sean, se remediarán mejor in- Esposo y al bien de las almas...
crementando la contemplación en las instituciones activas que la Este apostolado común de todas las monjas, con el cual deben celar
acción en las contemplativas. Hay más necesidad de amor que de el honor de su Esposo y proveer al bien de la Iglesia universal y de todos
obras, y Marta saldrá muy gananciosa en respetar, como Cristo los fieles cristianos, se practica principalmente por estos tres medios:
mandó, la amante quietud de María. Cristo sancionó definitiva- 1.° Con el ejemplo de la perfección cristiana; porque su vida, aun
sin uso de palabras, continua y altamente lleva a los fieles a Cristo y a
mente el derecho de las almas a escoger «la mejor parte». Si la la perfección cristiana, y para los buenos soldados de Cristo es como
pura contemplación se viera privada del refugio del claustro, se estandarte o guión que los excita al legítimo combate y los estimula a
la corona.

ú
880 Marceliano Llamera, O. P,
2.° Con la oración, tanto con la que se dirige a Dios públicamente C.6. De los religiosos. 47 881
en nombre de la Iglesia como con la que cada una privadamente y sin
interrupción debe hacer en distintas formas. CONCLUSIÓN: DEBER DE PERSEVERANCIA
i.~ Con el espíritu de sacrificio, de tal modo que a las mortificacio-
nes provenientes de la vida común y de la fiel observancia regular, se 47. Esmérese, por consiguiente, todo el que haya sido llamado
añadan otros ejercicios de abnegación propia..., con los cuales se complete a la profesión de estos consejos, por perseverar y destacarse en la
lo que falta de ios padecimientos de Cristo en favor de su Cuerpo, que vocación a la que ha sido llamado, para que más abunde la san-
es la Iglesia». tidad en la Iglesia y para mayor gloria de la Trinidad, una e in-
divisible, que en Cristo y por Cristo es la fuente y origen de toda
Desconoce, pues, la significación de los religiosos contempla- santidad.
tivos quien los concibe ajenos a los afanes apostólicos de la Igle-
sia y a los intereses de la sociedad. N o hay mejor apóstol que el Las gracias reclaman correspondencia, y la reclaman tanto
amor, ni mayor poder que el de la oración, ni más valiosa con- mayor cuanto son más privilegiadas y fecundas. Y el Concilio ha
tribución que el sacrificio. Y los contemplativos son los que se declarado a la faz del mundo que la vocación religiosa es «el
dedican a amar, a orar y a sacrificarse por el advenimiento del goce de un don particular en la Iglesia», al que son llamados
reino de Dios a todos los hombres. Todo el Pueblo de Dios de- algunos fieles «para contribuir a su misión salvífica» (n.43). Cuen-
bería considerarlos como comisionados y valedores permanentes tan, pues, privilegiadamente, en beneficio propio y común, con
en el acatamiento divino. También de sus intereses temporales, posibilidades excepcionales que han de hacer efectivas con una
porque «cooperan espiritualmente para que la edificación de la cooperación y una fidelidad también excepcionales. Vocación es-
ciudad terrena se funde siempre en Dios y se dirija a El, no sea pecial de santidad es exigencia especial de santificación. Al reli-
que trabajen en vano los que la edifican». gioso se le pide más porque se le ha dado más. Una generosidad
común sería infidelidad en quien se ha comprometido a darlo
Para los reacios a comprender su «inacción» es buena la grave
todo. N o puede mirar a los demás para lo que se debe imponer
advertencia de San Juan de la Cruz:
o se puede permitir.
«Es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro Perfección es totalidad. Y un ideal totalitario no se sirve a
amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, medias. Un amor total no admite excepciones. El que se ha ju-
que todas esas otras obras juntas... Adviertan, pues, aquí los que son muy
activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exte- gado la vida a la carta de la perfección, la malogra si no la em-
riores, que mucho más agradarían a Dios, dejando aparte el buen ejem- plea entera en perfeccionarse. La malogra para sí y para la Iglesia.
plo que de sí darían, si gastaran siquiera ia mitad de ese tiempo en es- Porque el religioso debe ser provechoso a los demás en cuanto
tarse con Dios en oración...» 123. religioso, en cuanto dedicado total y exclusivamente al servicio
de Dios, en cuanto profesional de la perfección. De su propio
Los servicios a la sociedad de los religiosos activos aprovechamiento debe proceder el ajeno. Lo ideal—su ideal lo-
Aclarado el valor social de la vida religiosa contemplativa, grado—sería que perfeccionara en función de perfecto.
podía el Concilio explanar fácilmente la utilidad social de la «Esmérese, por consiguiente, por perseverar en la vocación a
vida religiosa activa; pero no lo hace, porque ya queda hecho la que ha sido llamado, para que más abunde la santidad en la
suficientemente en números anteriores y porque no hace falta Iglesia».
mostrar lo que está a la vista, como lo están los incontables e
inapreciables servicios prestados a la Iglesia y a la sociedad en el
mundo entero por las instituciones religiosas apostólicas, misio-
neras, docentes, hospitalarias, benéficas... Dándolo por sabido y
admirado, el Concilio «confirma y alaba a los hombres y mujeres,
hermanos y hermanas que en los monasterios, en las escuelas y
hospitales o en las misiones ilustran a la Esposa de Cristo con la
constante y humilde fidelidad en su consagración y ofrecen a. to-
dos los hombres generosamente los más variados servicios».

»2S Cántico espiritual 29 n.2 y 3.


C.7. índole escatológica de la Iglesia. 48 883

CAPÍTULO VII tiendo en su carne los clavos del Crucificado, hecha solidaria con
toda la miseria humana, levanta sus ojos—en el c.7 de la consti-
ÍNDOLE ESCATOLOGICA DE LA IGLESIA tución de Ecclesia del Concilio Vaticano II—hacia su Redentor,
PEREGRINANTE Y SU UNION CON LA IGLESIA que vive en el seno de Dios.
CELESTIAL * Toda la eclesiología conciliar, toda la faz empírica de la Igle-
sia, se reducirían a una pieza retórica, a una pieza teatral de me-
Por Raúl Gabás jor o peor calidad, si no constituyeran una presencia velada del
día último, de la luz que el Eterno vierte sobre la creación desde
el primer momento de la existencia del universo.
El texto entero de la constitución, y especialmente el capítu-
En un sublime arranque de fe en Dios, Job, herido en su lo 7.°, pretende reflejar la luz eterna para iluminar la existencia
carne y acongojado en su espíritu, exclama: «Yo ya sé que mi de los hombres.
Redentor vive y, el último, se erguirá sobre la tierra, y luego con
mi piel serán rodeadas tales cosas (de nuevo) y desde mi carne
veré a Eloah, al cual yo he de ver por mí mismo, y mis ojos le índole escatológica de muestra vocación
mirarán y no otro» (Iob 19,25-27, versión crítica de Bover-Can- en la Iglesia
tera, 2. a e d . ) .
De un modo semejante, la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, sin- 48. La Iglesia a la que todos hemos sido llamados en Cris-
to Jesús y en la cual, por la gracia de Dios, adquirimos la san-
tidad, no será llevada a su plena perfección sino cuando llegue el
* BIBLIOGRAFÍA.—La. o j e s t i ó n d e Is. «.índole e s c a t o l ó g i c a d e l i Iglesia., gene-
ralmente, es t r a t a d a de un m o d o disperso dentro de l a eclesiología y de la escatología. tiempo de la restauración de todas las cosas (Act 3,21) y cuando,
Por eso, citaremos algunos tratados de eclesiología y d e escatología que revisten espe- ' con el género humano, también el universo entero, que está ínti-
cial interés p a r a el tema estudiado. mamente unido con el hombre y por él alcanza su fin, sea perfec-
I. Sobre escatología.—ALTHAUS, P . , Die Letzten Dinge (Gütersloh, 6.a e d . , 1956,
prot.) ; B E R D J A J E W , N . , Essai de métaphysique eschatologique ( P . 1946) ; B A L T H A S A R , tamente renovado (cf. Eph 1,10; Col 1,20; 2 Petr 3,10-13).
H A N S U R S VON, Escatología, en « P a n o r a m a de la Teología actual» (ed. G u a d a r r a m a , Porque Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo hacia Sí
M . 1961) 499ss (esbozo de problemática escatológica) ; BECQUE, M . Y L . , Resucitaré
(trad. del francés, A n d o r r a , Casal y V a l í , 1 9 6 1 ) ; B L A N K , J . K S I S I S , Untersuchung
a todos los hombres (cf. lo 12,32 gr.J; resucitando de entre los
zur johanneischen Crisiologie und Eschatologie (ed. Lambertos, 1964) ; B E C K , M . , muertos (cf. Rom 6,9) envió a su Espíritu vivificador sobre sus
Die Ewigkeit hat schon begonnen (ed. K n e c h t , 1965) ; B R Ü N N E R , E . , Das Ewige ais discípulos y por El constituyó a su Cuerpo, que es la Iglesia, como
Zukunjt und Gegenwart (Zürich 1953, p r o t . ) ; C A N Z E L M A N N , H . , Gegenwart und
Zukunjt in der Synoptischen Tradition: Zeitschrift für TheoJogie u n d Kirche 54 sacramento universal de salvación; estando sentado a la diestra del
(1957) 2 7 7 - 2 9 6 ; C U L L M A N N , O . , Le caractere eschatologique du devoir missionnaire Padre, sin cesar actúa en el mundo para conducir a los hombres
et de la conscience apostolique de S. Paul (Strasbourg 1936) ; D U R W E L L , F . X . , La a su Iglesia y por ella unirlos a Sí más estrechamente, y alimen-
résurrection de ¡ésus, mystere du salut (2.a e d . , P . 1 9 5 4 ) ; Enciclopedia de la Biblia
vol.3 (ed. G a r r i g a , B . 1963) col.93-96 (con b i b l . ) ; Enciclopedia cattolica t.5 tándolos con su propio Cuerpo y Sangre hacerlos partícipes de su
(1950) col.541-548 ( b i b l . ) ; Enciclopedia de orientación bibliográfica (ed. J. Flors, vida gloriosa. Por tanto, la restauración prometida que esperamos ya
v o l . l , B . 1964) p.302-307 (contiene amplia información bibliográfica) ; G U A R D I N I , R . , comenzó en Cristo, es impulsada con la venida del Espíritu Santo y
Die Letzten Dinge (3.a e d . , W ü r z b u r g 1952) ; GARRIGOU-LAGRANCE, R., La vida eter-
na y la profundidad del alma (tr. e s p . , 4.a e d . , 1960, P a t m o s ) ; G A B Á S , R., Escato- continúa por medio de El en la Iglesia, en la cual por la fe somos
logia protestante en la actualidad (Vitoria, Eset, 1 9 6 5 ) ; H E N G S I E N B E R G , H . E . , Der instruidos también acerca del sentido de nuestra vida temporal, en
Leib und die Letzten Dinge (Ratisbona 1955) ; H E R T L I N G , L . , El Cielo (tr. e s p . . tanto que con la esperanza de los bienes futuros llevamos a cabo
Sal T . . 1 9 6 0 ) ; KÜNNET, W . , Theologie der Aujerstehung ( M n . 1 9 5 1 ) ; Lexikon jür
Theologie und Kirche t . 3 (1959) ; Eschatologie col.1083-7098 (con b i b l . ) ; M I C H E L , A . , la obra que el Padre nos ha confiado en el mundo y labramos nues-
Les tnysteres de l'Au-de la ( P . 1953) ; M U Ñ O Z A L O N S O , A . , La cloaca de la historia tra salvación (cf. Phil 2,12).
(Euramérica, 1957) ; Mc-UROUX, J . , Eine Theologie der Zeit (tr. del fr., H e r d e r ,
Fr. 1964) ; P I E P E R , J . , Über das Ende der Z.eit. Eine Geschichtsphilosophische Medita- La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, hasta nosotros
rían ( M ü n c h e n 1950) ; ROYO M A R Í N , A . , El misterio del más allá ( M . , 2.a e d . . (cf. 1 Cor 10,11) y la renovación del mundo está irrevocablemente
R i a l p , 1962) ; I D . , Teología de la salvación (BAC, 2.a e d . , 1956) ; R O S A N A S , J . , El decretada y empieza a realizarse en cierto modo en el siglo pre-
Cielo. Tratado dogmático (Poblet 1952) ; R A M Í R E Z , I. M . , De hominis beatitudine
(C. S. I. C , 3 v o l . , M . 1942-1947) ; RoNDET, H . , Problemes pour la reflexión chré- sente, ya que la iglesia, aun en la tierra, se reviste de una verda-
tienne (Spes, P . 1 9 4 5 ) ; S C H M A U S , M . , Dogmática I V 2 (tr. e s p . , Rialp, 1961, t . 7 ; dera, si bien imperfecta santidad. Y mientras no haya nuevos cie-
amplio t r a t a d o sistemático, con u n a bibliografía casi exhaustiva) ; S C H Ü T Z , A . , Der
Mensch und die Ewigkeit ( M . 1938) ; STAUDINGER, J . , La vida eterna. El misterio
los y nueva tierra, en los que tiene su morada la santidad
del más allí (tr. e s p . , H e r d e r , 1 9 5 9 ) . (cf. 2 Petr 3,13), la Iglesia peregrinante, en sus sacramentos e
instituciones, que pertenecen a este tiempo, lleva consigo la ima-
II. Sobre eclesiología.—Un índice muy completo de bibliografía puede hallarse
en M . S C H M A U S , Dogmática I I I 1 (tr. e s p . , R i a l p , 1960, t . 4 ) . Con relación al tema
gen de este mundo que pasa, y ella misma vive entre las criaturas
que hemos t r a t a d o , revisten especial i n t e r é s : el § 169a, «La Iglesia como cuerpo d e que gimen entre dolores de parto hasta el presente, en espera de la
Cristo», y el § 170, «El Espíritu Santo y la Iglesia». Cf. en concreto: la explica- manifestación de los hijos de Dios (cf. Rom 8,19-22).
ción teológica de la relación del Espíritu Santo a la Iglesia (§ 170 I X ) , y « L a comu-
n i d a d de los santos» (§ 1 7 3 , 6 ) . Cf. también la bibliografía citada en las n o t a s 1 y 2 0 . Unidos, pues, a Cristo en la Iglesia y sellados con el sello del
884 Raúl Gabds
C.7. índole escatológica de la Iglesia. 48 885
Espíritu Santo, que es prenda de nuestra herencia (Eph 1,14), so-
mos llamados hijos de Dios y lo somos de verdad (cf. 1 lo 3,1);
mente santa, pues Cristo está indefectiblemente en ella y actúa
pero todavía no hemos sido manifestados con Cristo en aquella a través de ella; pero a la vez consta de miembros pecadores y,
gloria (cf. Col 3,4) en la que seremos semejantes a Dios, porque en ciertos aspectos, tiene faz de pecadora \ Los bautizados en
lo veremos tal cual es (cf. 1 lo 3,2). Por tanto, mientras habita- Cristo sentimos en nuestro interior la mano poderosa del Salva-
mos en este cuerpo, vivimos en el destierro lejos del Señor (2 Cor
5,6), y aunque poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en dor, que nos arranca del pecado; gustamos el bien que Dios
nuestro interior (cf. Rom 8,23) y ansiamos estar con Cristo (cf. Phil infunde en nuestros corazones y aspiramos a la santidad inmacu-
1,23). Ese mismo amor nos apremia a vivir más y más para Aquel lada. Pero simultáneamente experimentamos un poder de perdi-
que murió y resucitó por nosotros (cf. 2 Cor 5,15). Por eso po- ción que habita en nosotros, giramos en torno al egoísmo del
nemos toda nuestra voluntad en agradar al Señor en todo (cf. 2 Cor
5,9), y nos revestimos de la armadura de Dios para permanecer fir- propio yo, vivimos suspendidos entre el cielo de la promesa divi-
mes contra las asechanzas del demonio y poder resistir en el día na y el abismo del mal. Durante la existencia mortal, la salvación
malo (cf. Eph 6,11-13). Y como no sabemos ni el día ni la hora, no se nos concede de una vez para siempre. De suyo, los hombres
por aviso del Señor, debemos vigilar constantemente para que, ter- estamos continuamente perdidos y, por nosotros mismos, nos pre-
minado el único plazo de nuestra vida terrena (cf. Hebr 9,27), si
queremos entrar con El a las nupcias, merezcamos ser contados cipitaríamos en el infierno de la lejanía de Dios. Por eso el Após-
entre los escogidos (cf. Mt 25,31-46); no sea que, como aquellos tol dice: «Así que quien piense estar en pie, mire no caiga»
siervos malos y perezosos (cf. Mt 25,26), seamos arrojados al fue- (1 Cor 10,12) ,y «con temor y temblor obrad vuestra propia sa-
go eterno (cf. Mt 25,41), a las tinieblas exteriores, en donde habrá lud» (Phil 2,12). Necesitamos constantemente que la mano sal-
llanto y rechinar de dientes (Mt 22,13 y 25,30). En efecto, antes
de reinar con Cristo glorioso, todos debemos comparecer ante el vadora de Cristo se cierre sobre nosotros y aprehenda nuestros
tribunal de Cristo para dar cuenta cada cual según las obras buenas miembros impotentes.
o malas que hizo en su vida mortal (2 Cor 5,10); y al fin del La Iglesia, en cuanto constituye un cuerpo supraindividual,
mundo saldrán los que obraron el bien para la resurrección de
vida; los que obraron el mal, para la resurrección de condena-
goza de una mayor seguridad, pues el Señor le ha prometido
ción (lo 5,29; cf. Mt 25,46). Teniendo, pues, por cierto que los que jamás se apartará de ella (cf. Mt 28,20). Y, sin embargo,
padecimientos de esta vida presente son nada en comparación aun custodiando en su seno la fuente de toda santidad—a saber:
con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros (Rom 8,18; Cristo Dios y hombre—y permaneciendo indefectiblemente san-
cf. 2 Tim 2,11-12), con fe firme, esperamos el cumplimiento de la
esperanza bienaventurada y la llegada de la gloria del gran Dios
ta, la Iglesia puede adoptar comportamientos menos conformes
y Salvador nuestro Jesucristo (Tit 2,13), quien transfigurará nuestro con la voluntad del Señor. También ella tiene una constante ne-
pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante al suyo (Phil 3,21) cesidad del perdón de Dios y de su acción salvadora. La Iglesia
y vendrá para ser glorificado en sus santos y para ser la admiración no ha llegado a su perfecta santidad—es decir, a la que le co-
de todos los que han tenido fe (2 Thess 1,10).
rresponde como «Cuerpo de Cristo»—; está luchando a brazo
partido por conseguirla y, remando contra corriente, avanza hacia
ella; pero aún no ha llegado a la meta, todavía dista de Cristo,
I. La Iglesia no ha llegado a su perfección del manantial que, lavando sus pecados, la santifica sin cesar.
Podemos aducir también el aspecto de verdad. La Iglesia con-
El texto conciliar dice: serva la revelación de Cristo, y por eso su magisterio supremo
«La Iglesia, a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús y en no puede errar. Con todo, media una distancia considerable en-
la cual, por la gracia de Dios, adquirimos la santidad, no será llevada a tre la revelación objetivamente contenida en las palabras de
su plena perfección sino «cuando llegue el tiempo de la restauración de Jesús y la inteligencia subjetiva que la Iglesia terrena posee de
todas las cosas» {Act 3,21) y cuando, con el género humano, también
esa revelación. D e ahí que la Iglesia todavía esté en camino hacia
el universo entero, que está íntimamente unido con el hombre y por él
alcanza su fin, sea perfectamente renovado» (cf. Eph 1,10; Col 1,20; la verdad total.
2 Petr 3,10-13). Lo mismo podríamos decir desde otros puntos de vista. Por
ejemplo, la Iglesia está llamada a realizar la convivencia ideal
El Concilio inicia el c.7 de la constitución con una confesión 1
Acerca del pecado en la Iglesia, que consta de pecadores y, en cierto sentido,
humilde de que la Iglesia se halla todavía en un estado imper- es pecadora, cf. HANS Uas VON BALTHASAR, Casta meretrix: Sponsa Vertí, Skizzen
fecto. Esa imperfección afecta a todos los campos de la vida zur Theologie II (Einsiedeln 1961) 203-305. De ahí la necesidad de una continua
reforma—«Ecclesia semper reformanda»—. Cf. Y. M. J. CONGAK, Sainte Église (Unam
eclesiástica. Mencionemos algunos. Sanctam 41, París 1963) : «Comment l'Église sainte doit se renouveler sans cesse»,
p.131-154. Sobre la visión luterana del problema, cf., p.ej., R. HERMANN, Luthers
El más importante es el de la santidad. La Iglesia es cierta- Tbese «Gerecht und Sünder zugleich 2.a ed. (Darmstadt 1960).
886 Raúl Gabás
C.7. Índole escatológica de la iglesia. 48 887
de los hombres en el amor. Es indudable que la actividad ecle-
siástica constituye una fuente inagotable de amor entre los hom- rasgamos los velos terrenos para dejar paso a la luz del más allá,
bres. Sin embargo, también aquí encontramos muchas limitaciones, si tomamos el vestido de peregrinos para buscar una patria es-
por ejemplo, el ministerio jerárquico, que en la mente de Cris- condida, probablemente los hombres, angustiados por la condi-
to es un servicio amoroso, puede convertirse en un poder terre- ción precaria de la existencia terrestre, nos tenderán su mano y
no que subyugue a los hombres; el egoísmo y las escisiones se vendrán con nosotros hacia la casa de Dios.
introducen en el mismo seno de las instituciones eclesiásticas; Y en el campo ecuménico, la afirmación decidida de que la
a veces se intenta fundamentar la convivencia de los hombres Iglesia católica reúne las notas esenciales que el Salvador predi-
sobre unas bases demasiado estrechas, incapaces de sostener toda jo, junto con el reconocimiento explícito de que todavía se halla
la fuerza que Dios ha depositado en el alma humana... en camino hacia la verdad plena, constituirán la base más veraz
En el pecador, el reconocimiento del propio pecado constitu- para entablar un diálogo con las iglesias separadas 2.
ye el principio de su conversión a Dios. Del mismo modo, en
el organismo conjunto de la Iglesia, el reconocimiento de su
imperfección es una garantía de que se halla en camino hacia el //. La iglesia será llevada a su plena perfección
Salvador, pues la limitación de un bien sólo puede conocerse al «cuando llegue el tiempo de la restauración
contrastarlo con el Bien supremo. El reconocimiento de la limi- de todas las cosas» (Act 3,21)
tación implica un conocimiento de lo ilimitado.
El Concilio cita algunos textos de donde se desprende cuál
Se ha pronunciado repetidamente en nuestros días la palabra
es el lugar de la Iglesia perfecta, por ejemplo: En Cristo, Dios
«triunfalismo» en tono de acusación contra una determinada pos-
nos notificó «el misterio de su voluntad, según su beneplácito que
tura eclesiástica que denotaba una complacencia excesiva en su
se propuso en él, en orden a su realización en la plenitud de los
propio poder terreno, en su esplendor externo; y caía en el orgu-
tiempos, de recapitular en Cristo todas las cosas, las de los cielos
llo oculto de juzgar inmejorable la estructura entera de su facha-
y las de la tierra» (Epfa 1,9-10) ; «porque en él (Cristo) tuvo a
da. En efecto, durante algún tiempo, la amenaza del «anatema»
bien Dios que morase toda la plenitud, y por medio de él recon-
ha pesado sobre toda cabeza que tuviera la audacia de pronunciar
ciliar todas las cosas consigo, haciendo las paces mediante la
una palabra de crítica contra la situación fáctica de la Iglesia,
sangre de su cruz; por medio de él, así las que están sobre la
bien se tratara de la estructura del poder jerárquico, o del méto-
tierra como las que hay en los cielos» (Col 1,19-20). Y podemos
do pedagógico, o de las formas litúrgicas, o de Jos vestidos... Allí
añadir, entre otros textos, el de Rom 8,19ss: «Pues la expecta-
todo parecía perfecto. Donde se daba dicha postura, caía en ol-
ción ansiosa de la creación está aguardando la revelación de los
vido el hecho de que la Iglesia camina con el Crucificado hacia
hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a la vanidad no de
el mundo de la resurrección y se concedía un valor inmortal a
grado, sino en atención al que la sometió, con esperanza de que
lo que en realidad pertenece al mundo de la muerte y del peca-
también la creación misma será liberada de la servidumbre de la
do. Por esto la crítica contenida en la palabra «triunfalismo»
corrupción, pasando a la libertad de la gloria de los hijos de
está en parte justificada. Es más, como los hombres llevan en el
Dios. Porque sabemos que la creación entera lanza un gemido
interior de su mente una imagen de la «majestad omniperfecta»
universal y anda toda ella con dolores de parto hasta el momen-
de Dios (Gen 1,26; Rom 1,19-20), quizá algunas apostasías
to presente».
fueran debidas a una identificación demasiado rigurosa entre la
Iglesia empírica y la ideal, la perfecta, la consumada. Los hom- 2
La santidad, la verdad, la unidad, etc., constituyen diversos aspectos de una
bres están incesantemente angustiados por el sentido de su exis- misma realidad. La fuente original de todo es Cristo. En ningún momento de la his-
toria eclesiástica se ha dado una adecuación perfecta entre la realidad objetiva que
tencia. Si les respondemos que éste se halla en la Iglesia y, al existe en Cristo y la Iglesia terrena. De otra suerte no aparecerían nuevos dogmas ni
responder así, no descubrimos la dimensión escatológica de la podríamos hablar de «reforma». Esto suipuesto, en el diálogo con los separados, la
Iglesia católica debe mantenerse firme en su conciencia de que los puntos esenciales
misma, limitándonos a señalar primordialmente su faz terrena, defendidos por ella—p.ej., el papado—están fundados en la revelación divina y de
que su magisterio oficial es infalible. Pero no puede presentarse con la pretensión
automáticamente brotará de muchos corazones un sentimiento de de haber llegado plenamente a la revelación—o a la santidad—objetiva. El diálogo
repulsa: ¡Yo no quiero vivir toda una eternidad en medio de ecuménico no tiene nada que ver con una renuncia a la propia conciencia dogmá-
tica ; pero tiene mucho que ver con la apertura a la verdad contenida en otras con-
esa institución que ahí veo! En cambio, si—con el Vaticano II—• fesiones y, sobre todo, a un mejor conocimiento de la revelación cristiana. Sobre
este tema cf., p.ej., LTK t.7 (1962) col.H28ss, Ókumenische Bewegung (especial-
mente II A), con la bibliografía allí citada.
C.7. índole escatológica de la Iglesia. 48 889
888 Raúl Gabás como ser vivo (2,7). En su intención original, Dios quiso que
Tanto estos pasajes como el texto del Vaticano II (constitu- la vida de la materia hecha hombre no se extinguiera (Gen 2,16-
ción de Ecclesia, n.48, primer punto, segunda parte) que en ellos 17; 3,3.19; Sap l,13s).
se funda, ofrecen un rápido diseño del orden de la realidad, a Cuando la Biblia se plantea el problema de un más allá, de
saber: 1) El universo material confluye hacia el hombre, en el una existencia eterna, siempre responde con el pensamiento de
cual alcanza su propio sentido. 2) El género humano tiene su la resurrección. Es decir, la vida que Dios ha creado para el hom-
centro de convergencia en la persona de Cristo. 3) En Cristo, bre de ningún modo puede ser concebida como una existencia
Dios y hombre, se realiza la unidad perfecta de toda la realidad. independiente de su corporalidad. La importancia que la Biblia
4) La creación se halla en camino hacia su meta. El hombre y concede a la materia culmina en el hecho de la encarnación y de
—con él—el universo entero esperan una renovación radical. la resurrección de Cristo. El pensamiento de la resurrección está
en perfecta armonía con la antropología bíblica, que ve la esen-
1. E L UNIVERSO MATERIAL CONFLUYE HACIA EL HOMBRE cia del hombre en su totalidad anímico-somática, sin contrapo-
ner entre sí el alma y el cuerpo como dos substancias indepen-
La Biblia valora como ningún otro libro o sistema de pensa-
dientes 4. Por lo menos en lo que se refiere a la eternidad del
miento el mundo de la materia. Desde que se realizó la síntesis
hombre, la cuestión fundamental de la Biblia es: si esta materia
entre el pensamiento griego y el bíblico, ha existido una mar-
palpable que tan fácilmente florece y muere puede esperar una
cada tendencia a contraponer entre sí el espíritu y la materia,
revitalízanón eterna en el seno de Dios; o bien, se hunde para
concediendo una primacía absoluta al mundo de lo inmaterial.
siempre en el silencio de la muerte.
En cambio, en nuestro tiempo, el descubrimiento de la riqueza
y de las posibilidades contenidas en la materia ha servido de El pensamiento bíblico es sumamente empírico. N o distingue
ocasión para que el pensamiento teológico, volviendo al cauce entre un yo supramaterial y la realidad directamente accesible a
bíblico, resaltara nuevamente la importancia de lo corporal 3 . la experiencia histórica, sino que, por el contrario, ve la esencia
Según la Biblia, la materia tiene su origen en la acción divi- del hombre en su totalidad «anímico-corporal» y en la cadena de
na. Con su propio aliento, Yahvé infunde la vida en las mismas sus actos históricos. La historia concreta—corporal y terrena—de
entrañas de la materia, de modo que ésta se convierte en un prin- cada uno es la que está llamada a comparecer en la presencia
cipio viviente. N o es que la materia sirva de instrumento a un de Dios s.
principio vital, sino que ella misma vive, se mueve, piensa, quie- 1
Cf. LTK t.6 (1961), art. Leben col.853ss; F. MUSSNER, «Zoé». Die Anschaung
re. Sobre la creación del hombre leemos en el Génesis: «Enton- vom Leben im vierten Evangelium (Münchener Theologische Studien 1952) ; W. G.
KÜMMEL, Das Bild des Menscben im Neuen Testament (Zürích 1948) ; J. HEMPEL,
ces formó Yahvé Dios al hombre del polvo del suelo, e, insu- Gott und Mensch im AT 2.a ed. (1936); P. PIDOUX, L'homme dans VÁT (Neuchá-
tel 1953) ; R. GABÁS, Escatologia protestante en la actualidad (Vitoria, ed. Eset
flando en sus narices aliento vital, quedó constituido el hombre 1965) 255ss (bibl.).
5
3 Podríamos preguntarnos: Si, según la Biblia, la vida está vinculada a la mate-
AI determinar el constitutivo último de la realidad, se oponen entre sí dos ten- ria, ¿es posible la existencia de espíritus puros (ángeles) y del alma inmaterial del
dencias extremas: el materialismo y el idealismo. El idealismo radical afirma que hombre? Respondemos: Siempre y cuando esos espíritus—sobre todo el humano—no
todo es un fenómeno o manifestación del espíritu; en cambio, el materialismo sos- sean concebidos como una realidad desconectada del universo material. La teología
tiene que todo procede de la materia. Pero la dificultad está, sobre todo hoy día, deberá precisar si la conexión es meramente dinámica—acción del espíritu en la
en determinar qué es «espíritu» y qué es «materia». Digo que «sobre todo hoy día», materia—o es también oncológica: ordenación esencial del espíritu a la materia.
pues la ciencia moderna, al estudiar la interioridad última del microcosmos (mundo E incluso, a mi juicio, queda abierta la cuestión de si el espíritu humano está onto-
atómico), llega a un momento en que no puede decidir si la fuente última del uni- lógicamente emparentado con la materia y, en último término, consiste en una for-
verso material es un corpúsculo con fisonomía propia o una especie de fuerza espiri- ma de materialidad mucho más sutil que la terrena y sumamente distinta de ésta.
tual (energía) que lo constituye todo. Por sí misma, la ciencia experimental se ve De hecho, algunos padres de la Iglesia se propusieron seriamente este problema.
en la incapacidad de decidir el litigio entre el materialismo y el idealismo; actual- Cf. M. SCHMAUS, Dogmática IV 2 (tr. esp., Rialp, t.7, 1961) § 301 c.2,4. Sobre los
mente muestra cierta tendencia al esplritualismo. Cf. W. HEISENBERGER, Physik und ángeles, r.2 (Rialp, 1961) p.251.
Philosophie (Stuttgart 1959) ; A. NEUHAUSLEK, Mensch und Materie (Minchen 1948) ; Es doctrina católica la inmaterialidad de los ángeles y del alma humana; pero
LTK, Materie t.7 (1962) coI.l63s. no lo es el hecho de que su espiritualidad consista en la exclusión de toda clase de
Además de esas tendencias extremas, ha existido en todos los tiempos un tipo de materia. Es decir, según el magisterio eclesiástico, los ángeles y el alma humana no
pensamiento dualista, el cual concede sustüncialidad propia tanto al espíritu como a se componen de una materia como la de nuestro cuerpo. Es más, los teólogos afir-
la materia y tiende a contraponer entre sí las leyes de ambos mundos. man concordemente que no se componen de ninguna materia. A pesar de todo, el
La Biblia no habla con claridad sobre los componentes internos de la realidad problema de un parentesco ontológico entre el cuerpo y el espíritu en el mismo
creada, pero sí deja fuera de toda duda que el cosmos entero tiene su origen eo la momento original de la materia no ha sido estudiado explícitamente, y, por tanto, no
acción, en el soplo actual de un Dios absolutamente superior al mundo. La acción podemos decir que el magisterio se haya pronunciado sobre él.
del Espíritu divino infunde la vida en la última raíz de la materia, de modo que Respecto a los ángeles, la Escritura no ofrece suficientes datos para determinar
nazca un cuerpo viviente. con precisión su puesto en el universo. En principio, la Biblia habla de ellos en
La Biblia es dualista en el sentido de que distingue entre los fenómenos anímicos cuanto cooperan a la historia humana.
y los somáticos; pero es monista en cuanto fundamenta las dos clases de fenómenos Lo dicho no contradice a la doctrina de la inmortalidad del alma. Pero debemos
en una misma totalidad viviente, sin establecer una distinción sustancial entre ambos. estudiar más profundamente la relación de las almas al universo material.
La distinción que le interesa a la Biblia es la que existe entre Dios y el universo
creado.
890 Raúl Gabás C.7. Índole escaíológica de la Iglesia. 48 891
Según la concepción bíblica, el universo material está ordena- La «constitución de Ecclesia» (n.48) afirma que «el universo
do jerárquicamente. Cuando Dios hubo creado los astros, la tie- entero alcanza su fin a través del hombre». ¿Queda, por tanto, ex-
rra, las plantas y los primeros animales, creó, finalmente, la pa- cluido el que existan otros seres—corporales y racionales—en el
reja inicial del género humano, diciéndoles: «Procread y multi- universo? Hemos de interpretar esas palabras en el sentido de que
plicaos, y henchid la tierra y sojuzgadla, y dominad en los peces todo el «cosmos» toma parte en la vida del hombre. Si existieran
del mar, y en las aves del cielo, y en todo animal que se mueve otros seres corporales y racionales, se trataría de un caso más de
sobre la tierra» (Gen 1,28). En su carta a los Romanos (8,19ss), materia espiritualizada y esencialmente se equipararían al hombre.
San Pablo adopta la idea de la unidad esencial entre el «cosmos» El fenómeno humano es el lugar donde el universo material ad-
material y el hombre, y la desarrolla ulteriormente. Según el quiere su sentido. Por más seres racionales que existan en el
Apóstol, la creación entera es solidaria del hombre tanto en su «cosmos», su cabeza será siempre el Cristo encarnado. La encar-
perdición como en su rescate eterno. No abusaremos de las pala- nación del Verbo tiene una trascendencia cósmica, es decir, in-
bras de San Pablo si afirmamos que, según él, el mundo material cluye una relación a todo el mundo material. Mediata o inmedia-
tiene una tendencia explícita (consciente o inconsciente) a inte- tamente, en este planeta o en otro, toda verdad religiosa procede
grarse en la armonía del destino último del hombre. En el esta- de El y, por tanto, El es el mediador de cualquier relación crea-
dio actual, sufre con él hasta que llegue «a la libertad de la da a Dios. La Biblia solamente habla de los hombres terrestres,
gloria de los hijos de Dios». pues, «liic et nunc», a ellos se dirige el mensaje salvífico de Dios.
Las ciencias naturales nos están ofreciendo importantes datos Pero los textos que se refieren a la capitalidad cósmica de Cristo
para comprender la idea bíblica de la unión esencial entre el (p.ej., Eph 1,10; Col l,18ss; lo 1,3) permiten sacar algunas con-
hombre y el universo material. N o vamos a tratar aquí este tema. clusiones con relación a la hipótesis de otros planetas habitados.
Pero recordemos, p.ej., el hecho de que la materia se organiza Lo que sí está fuera de duda es que, según la Biblia, el mun-
hasta llegar al estadio de la vida y de la misma conciencia hu- do material se halla ordenado al hombre en una total solidaridad
mana "; y una vez llegada a ese estadio, sirve de cauce para ha- con su destino.
cer presente en nosotros todo el pasado de la humanidad e in-
cluso del reino viviente y para transmitirlo a futuras generacio-
nes. Los sucesos del universo entero influyen en la estructuración 2. E L GÉNERO HUMANO ALCANZA SU FIN EN EL
de la vida; y los fenómenos bio-psíquicos, a través del conducto CRISTO ENCARNADO
material, trascienden a todo el «cosmos».
6
Hemos dicho que la materia cósmica confluye hacia el hom-
Respecto al punto que tratamos, merece una mención especial el discutido pen- bre. Vamos a ver ahora cómo la humanidad confluye hacia Cris-
samiento de Teilhard de Chardin. El muestra cómo el mundo inorgánico confluye
intencionadamente—a través de organizaciones sumamente complicadas—hacia el reino to. Dada la importancia que la cristología tieue para explicar la
de los vivientes. Aquí continúa el sistema de progresiva unificación de individuos
para alcanzar especies superiores de vivientes. Llegados al estadio animal, el pará- unidad de la Iglesia y la meta escatológica de la misma, ofrece-
metro de la evolución está en el progresivo perfeccionamiento del sistema nervioso,
hasta el momento en que la materia alcanza en el hombre el nivel de la conciencia! remos aquí una breve exposición de la realidad de Cristo.
Teilhard opina que la evolución humana ha de proseguir por el mismo sistema de Según San Pablo, del mismo modo que el primer Adán ac-
perfeccionamiento nervioso y por el esfuerzo de la vida consciente. Según él, la meta
intentada por la evolución es la conciencia intelectual. Por eso señala como punto tuó como principio de disolución y de muerte en la humanidad,
final (omega) de la evolución la unificación de todas las conciencias individuales en
la conciencia infinita de Dios. Esa sería la plenitud del Cristo que crece a través de un modo contrariamente semejante, la nueva cabeza humana
de la historia. Cf. Le phénoméne bumain (París, Seuil, 1955) ; Vapparition de Vhom- —el segundo Adán, Jesús—constituye un principio de salvación
me (París 1956) ; L'avenir de l'homme (1959) ; L'énergie hmnain (1962) ; he Milieu
divin (1957). y de unidad de vida para los hombres (Rom 5,15ss). Dios tiene
No podemos negar el parentesco, en un punto esencial, entre el pensamiento cris- el propósito de «recapitular en Cristo todas las cosas, las de los
tiano y el de Teilhard, a saber: la confluencia de toda la realidad hacia la concien-
cia personal del Verbo (Dios) comunicada al hombre en la encarnación. Sin embargo, cielos y las de la tierra» (Eph 1,10). Dios nos vivifica con la vida
quedan en Teilhard muchos puntos oscuros y otros disputables. Oscura es, por ejem-
plo, su concepción de la relación de Dios al mundo, y en concreto al individuo de Cristo (Eph 2,5). Cristo Jesús es la piedra angular en la cual
humano. No veo con claridad si, según él, en el estadio presente, la realidad divina todo el edificio, armónicamente trabado, se alza hasta ser tem-
está por encima del mundo en evolución, y, en el estadio escatológico, si la unidad
de conciencias en Dios deja a salvo la individualidad de cada uno. En algunos con- plo santo en el Señor (Eph 2,20s). El «es imagen del Dios invi-
textos parece que se expresa en términos aceptables. Y muy disputable es, entre
otros problemas, la cuestión de si la vida procede de un ímpetu intrínseco' de la sible, primogénito de toda la creación, como que en él fueron
materia. Naturalmente, como la acción de Dios penetra tan íntimamente en las cosas,
resulta muy difícil distinguir entre lo que es impulso interno de la realidad y lo creadas todas las cosas en los cielos y en la tierra... Y él es antes
que se debe a una moción extrínseca. que todas las cosas, y todas tienen en él su consistencia», cohe-
892 Raúl Gabás C.7. Índole escatológica de la Iglesia. 48 893
sión, estabilidad y armonía (cf. BOVER-CANTERA [1951] vers. po, Constituyendo el depósito de donde proceden éste y aquel
Biblia) (Col l,15ss). «Porque en él tuvo a bien Dios que mo- pequeño manantial de nuestro curso histórico. La creación se
rase toda la plenitud, y por medio de él reconciliar todas las mueve hacia su plenitud en Cristo—auténtico «pleroma» de lo
cosas consigo...» (Col l,19s). «Porque en él habita la plenitud creable—; y Cristo se mueve hacia Dios, que es la fuente de su
de la deidad corporalmente» (Col 2,9). propia plenitud.
Los teólogos, apoyándose en estos textos del Apóstol y en Cristo, por su condición de «pleroma», constituye la estruc-
muchos otros lugares de la Escritura, han resumido toda la cris- tura interna del «cosmos»; la razón («logos»), la meta, la liga-
tología en la expresión: «unión hipostática de la naturaleza hu- dura, el valor lleno de cuanto existe. Y, en este sentido, el es
mana y de la divina en el Verbo». Es decir, la segunda persona «alfa et omega», «principium et finis» (Apoc 1,8). Debe que-
de la Trinidad es la que rige el ser total de Jesús. La unión hi- dar en claro que la plenitud escatológica de la Iglesia, la reden-
postática implica el hecho de que Cristo ve a Dios cara a cara, ción perfecta, ya está constituida en Cristo. De El desciende ha-
conoce la realidad creada, es sumamente santo, posee todas las cia los hombres, hacia la Iglesia terrestre. La historia es un mo-
perfecciones... Insistamos en que la raíz última de todas las pro- vimiento de polarización de la realidad entera en Cristo, que
piedades cristológicas está en la comunicación de la Persona in- atrae todas las cosas hacia sí. El mismo Cristo es la consumación
creada a Jesús hombre. escatológica; y, consecuentemente, al decir que la Iglesia camina
El mundo que nos rodea, por lo menos aparentemente, cons- hacia su «plena perfección», afirmamos implícitamente que se
ta de cosas, de meros objetos, de materia muerta e indiferente. mueve hacia Cristo.
Cuando la materia se eleva hasta el estadio humano, adquiere Las grandes cordilleras de la tierra desembocan en un grupo
conciencia de sí misma, se autodetermina, sonríe, habla, juega, de agujas clavadas en el vacío; por debajo de éstas está el so-
se entrega en el diálogo del amor... porte unitario de la gran masa terrestre. La masa indiferenciada
El hombre incluye en su diálogo una pequeña parcela del de la tierra posee una perfección inferior a las supremas cúspi-
mundo que le rodea: algunos animales, ciertos objetos, la im- des de nuestro planeta; pero la raíz de esa perfección se halla
presión que el gran universo estelar le produce, el patrimonio en el bloque total de la materia terrena. El interior amorfo de
psíquico de los cohombres conocidos. Sin embargo, la gran masa nuestro planeta muestra una tendencia constante a exteriorizarse
del «cosmos» queda ajena a la vida personal del hombre. La en las formas prominentes de su corteza. Y, en general, lo mis-
realidad es más amplia que nuestra conciencia. En cambio, en mo sucede en el reino universal del ser. En su corteza externa,
Dios no hay ninguna distinción (real) entre sujeto y objeto, la realidad se deja experimentar como individualidad, como pe-
consciente y subconsciente, persona y naturaleza. En El, toda la queños conglomerados de perfección. A primera vista parece que
realidad está incluida en un clima de transparencia intelectual toda la hondura de lo real se reduce a un conjunto de individua-
(conciencia), diálogo, amor, arte dominador e informador. La lidades yuxtapuestas en el tiempo y en el espacio patentes a
encarnación de Cristo consiste en la comunicación de la persona- nuestros sentidos. Sin embargo, siguiendo el cauce escondido de
lidad increada a un hombre; en El, la misma conciencia infinita las raíces de la multiplicidad inicialmente observada en lo exis-
de Dios se acerca a la humanidad. Pero Dios sólo puede ser re- tente, nos encontramos con una admirable confluencia de lo
cibido adecuadamente, plenamente, por un sujeto divino. Por múltiple en la unidad. Los billones de individuos terrenos—plan-
tanto, Cristo, en cuanto inteligencia creada, no se identifica con tas, animales, hombres...—brotan de una misma tierra. Los astros
la ciencia increada de Dios. Sin embargo, posee la imagen (crea- innumerables nacen de un solo universo. La unidad divisible y
da) más perfecta posible de la divinidad. Esa imagen incluye fraccionable del «cosmos» procede del universo oculto e indivisi-
simultáneamente: la ciencia, el amor, la santidad, el poder... Y, en ble de la Divinidad.
cuanto tal imagen, Cristo constituye la plenitud de la creación Todo eso indica una trayectoria constante de lo real. A cual-
y de la Iglesia; es decir, la plenitud de aquello que Dios se pro- quier fenómeno que irrumpe en el horizonte de lo múltiple,
pone comunicar en la aventura creadora. He ahí el gran puente limitado, temporal, caduco, precede un mundo unitario, ilimita-
—pontífice—entre el universo creado y el increado. Cristo, en do, perdurable, imperecedero.
cuanto Dios, pertenece a la historia eterna; y, en cuanto criatura, La trayectoria teológica que descubre la revelación es la mis-
predilecta entre todas las criaturas, pertenece al reino del tiem- ma. Los muchos sucesos redentores proceden de una sola reden-
C.7. índole escatológica de la Iglesia. 48 895
894 Haiil Cabás estar referido a la totalidad de los seres y el constituir una uni-
ción; la multiplicidad de gracias individuales vienen de una mis- dad con ellos. La unidad puede perderse; y entonces surge la
ma plenitud de gracia: «Pues de su plenitud nosotros todos multitud individualista que nos rodea, nace el individualismo pro-
recibimos, y gracia por gracia» (lo 1,16). piamente dicho, que consiste en vivir como si no existieran otros
También la multitud de individuos humanos procede de un seres a nuestro alrededor.
anterior «pleroma» de humanidad. El hombre es aquel lugar del La función restauradora, reintegradora, pleromificadora, sólo
mundo corporal donde la materia ha alcanzado el estadio de la puede ejercerla Cristo, pues solamente en él se hallan los liga-
vida consciente y de la libertad. La historia humana se presenta mentos, la estructura interna de la realidad. Solamente en él está
como una cadena de combates motivados siempre por dos resor- el punto de confluencia de todos los extremos del «cosmos». Je-
tes fundamentales: el afán de poder y el amor. Esos resortes fun- sucristo, Dios y hombre, Dios encarnado, plenitud corporal de la
damentales han sido la fuente de todos los grandes hechos y de deidad, es el creador y el redentor del universo. Propiamente ha-
las vilezas que constituyen el haber de la historia humana. Aun blando, la función creadora se identifica con la redentora. Como
cuando el hombre haya ignorado su destino último, sin embargo, creador, Jesucristo constituye la plenitud de vida de donde pro-
ha vivido siempre bajo el ímpetu existencia! que lo conduce a cede la fenomenología limitada de las vidas particulares; la ener-
él. Hoy día, como en todos los tiempos, si examinamos la feno- gía suprema de donde vienen las fuerzas cósmicas; la razón in-
menología del suceder humano, hallaremos dos móviles funda- terna («logos») que da forma al «cosmos». Y, como redentor,
mentales : dominar el universo y amar, aunque el amor decaiga Cristo es aquella plenitud, aquella armonía inicial y final hacia
muchas veces de su grandeza original. Esa estructura congénita la cual tienden las partículas más pequeñas del universo. En
del hombre apunta hacia una suprema forma de existencia, donde concreto, Cristo es todo eso porque en su persona se da el abrazo
el espíritu domine sobre la materia entera con la agilidad y gra- más hondo, el más espectacular, el más preñado de amor, entre
cia del genio musical y se entregue sin reservas al diálogo del la naturaleza creada y la increada, entre el Espíritu divino y el
amor. En el Verbo encarnado ha aparecido la existencia ideal del universo material, a saber: el abrazo de la unión hipostática. A
hombre. El, en cuanto dominador de la materia—con su propio esa misma unión íntima aspira el hombre y el «cosmos» entero'.
cuerpo resucitado—y sede del amor sin fin, constituye el origen Como la unión hipostática implica la visión real del Dios que
y la meta del género humano. Y, en este sentido, aun los miem- actúa en todo el mundo, la participación de este misterio lleva
bros más despreciables de la raza humana ostentan ciertos rasgos consigo una penetración visual de la divinidad y del mundo
cristológicos.
creado. Es decir, quien quede definitivamente anexionado al
Cristo celeste verá la presencia del Uno en todas las cosas, verá
la multiplicidad en función del Uno. Pero no se trata de una
3. EN CRISTO, D I O S Y HOMBRE, SE REALIZA LA UNIDAD PERFEC-
visión fría. Es un ver, un mirar, que incluye entrega y pide res-
TA DE TODA LA REALIDAD
puesta, diálogo, amor. El misterio de la unión hipostática signi-
Interpretamos los textos anteriormente citados (1,2) en el fica: la personalización del «cosmos», la inclusión de toda la
sentido de que la plenitud de la realidad ya existe en Cristo. realidad en el recinto íntimo de la vida personal s .
Consecuentemente, la acción de la Iglesia y del individuo nada La acción de la Iglesia está situada dentro del movimiento
añaden al ser intrínseco de Jesús. Tomamos la palabra realidad 7
Notemos, sin embargo, que sólo Cristo llega a la unión auténticamente hipos-
en el sentido más amplio, a saber: cuanto existe. Distinguimos, tática con Dios. En los demás hombres se da una participación del misterio de la
unión hipostática, pero manteniendo cada uno la propia personalidad humana.
sin embargo, entre «plenitud» y «realidad total». Cristo es la 8
Dijimos que la fenomenología limitada de las vidas particulares procede de la
plenitud de lo que existe, pero no toda la realidad. ¿Qué sig- plenitud de vida de Cristo. Con ello queremos expresar que la vida, en su totalidad,
está orientada hacia el mundo de la persona. Cristo, por su personalidad increada
nifica eso? Por una parte, Jesucristo no se identifica con la ma- (infinita), constituye la fuente de la vida y de la existencia personal. Aunque pue-
dan existir vidas y personas distanciadas de Cristo, sin un contacto íntimo con él
terialidad entera del universo, lo cual sería un «pancristismo» o es imposible llegar a una auténtica realización de la «persona».
«panteísmo»; aun incorporado a Cristo, cada ser particular con- Juzgamos que la vida sobrenatural continúa el movimiento de la natural. Es más,
creemos que la cultura y la ciencia se proponen la misma meta que la redención de
serva su propia individualidad. Por otra parte, Cristo ejerce la Cristo. En la ciencia se trata de penetrar en el recinto interno de la realidad total,
bien sea la humana o bien la de la naturaleza material. La cultura se esfuerza por
función plenificante del todo. Cada parcela de lo real posee su incluir la realidad en la propia vida del espíritu y en informarla según las leyes
propia fisonomía, pero no está desconectada del todo cósmico, de éste. Según dijimos, la redención cristiana realizará perfectamente ambos aspectos.
Pero el hombre sólo llena sus aspiraciones en virtud de un don que viene de Dios.
sino que, por el contrario, incluye en su más íntima esencia el
896 Raúl Cabás
C.7. Índole escatológica de la Iglesia. 48 897
de restauración de la unidad cósmica. Ella no aumenta el ser de
Cristo, no crea una realidad nueva; pero, librando a los hombres referentes al fin del mundo? A mi juicio, el N . T. pretende re-
velar: a) que la historia humana en la tierra ha de llegar a un
de su egoísmo, los orienta hacia el verdadero estado cosmopolita,
momento final; ¿>) que, en una futura existencia, la relación de
hacia la fuente de unidad cósmica. Y no sólo orienta, sino que
la humanidad al universo será totalmente distinta de la actual.
anexiona realmente sus miembros a la cabeza, a la fuente y ra-
Puestos a determinar el modo de esa relación, nos sirven de
zón interna de la unidad del universo. De momento, esa anexión
base los textos paulinos anteriormente citados (Col 1,20; Eph 1,
permanece oculta, pero en la fe (sobre todo en la experiencia
10; Col 2,9). De estos textos se desprende que el plan divino
mística) se da una vivencia real de la unidad misteriosa de todas
sobre el universo es el de producir una unidad final del «cosmos»
las cosas en Cristo.
entero centrada en Cristo. Al fin de los tiempos, toda la realidad
creada (prescindimos aquí del problema de la condenación) par-
4. E L GÉNERO HUMANO Y EL UNIVERSO ENTERO ESPERAN ticipará del misterio de la unión hipostática. San Pablo formula
SU CONSUMACIÓN así dicho misterio: «En él habita la plenitud de la deidad corpo-
ralmente» (Col 2,9). De donde se deduce que el universo reno-
Existe una diferencia radical entre cómo ve Dios el mundo y vado será: «una expresión palpable «corporal» de la divinidad» 8 .
cómo lo vemos nosotros. Ignoramos la visión propiamente divina De' suyo, Dios está presente en Cristo y en el «cosmos». Los
del universo. Desde nuestro punto de vista, el mundo presenta que nos hallamos distanciados de la gloria final somos los hom-
un aspecto: por una parte, misterioso, profundo, fascinador, y bres que habitamos en la tierra. Para que se produzca la gran
por otra parte, relativamente lánguido, pues, en cuanto nos es instauración de todas las cosas en Cristo, de la cual habla el
conocido, consta fundamentalmente de unas masas ingentes de Apóstol, no se requiere precisamente una catástrofe cósmica. Se
materia deshabitada, desolada, muerta. La humanidad, cautiva en requiere más bien una transformación de la subjetividad humana,
la tierra y agonizando constantemente en medio de luchas y de de la capacidad visual de los hombres. En la misma existencia
miserias, está realizando esfuerzos gigantescos por saltar a otros terrestre podemos observar cómo cambia la realidad según nues-
astros. Aunque estemos sumamente interesados en ello, humana- tros estados de ánimo, según la situación momentánea de cada
mente hablando, nos hallamos muy lejos de una existencia cós- uno. A veces nos envuelve un hastío total, y otras veces, cuanto
mica, es decir, abierta con claridad meridiana al universo entero. nos rodea infunde en nosotros un clima de resurrección, de ple-
La revelación afirma que llegará un momento en que todo nitud, de bienestar. Pero, en general, el horizonte de nuestra
el universo, una vez renovado, ha de servir de escenario a la existencia es muy limitado. La realidad termina en las paredes
vida humana (Rom 8,19-22; 2 Petr 3,10-13; Apoc 21,1). El de la calle donde vivimos, en la sierra del valle donde realizamos
Nuevo Testamento anuncia con claridad el final de nuestro mun- nuestro paseo vespertino, en la problemática rutinaria del propio
do (cf. extensamente Me 13,21ss; Mt 24,23ss; Le 21,25ss) y el mundo profesional. No estamos configurados todavía para intuir
principio de un futuro universo. Pero nada dice con precisión el seno más profundo de la realidad, para abarcar de un solo
sobre el modo de tránsito de un mundo al otro. Tradicionalmen- golpe de vista el universo entero de lo cognoscible.
te, ese tránsito ha sido concebido así: una catástrofe cósmica pon- Durante la vida terrena, el hombre se inicia en la existencia
drá fin a la actual estructura del firmamento, y después la palabra cósmica. Ya desde niño extiende las manos hacia los objetos que
creadora de Dios producirá con las ruinas del anterior un nuevo le rodean, aprende a caminar, conoce la historia humana y el
universo. E, indudablemente, el Nuevo Testamento se expresa mundo de nuestra tierra, abre con pasión los ojos hacia el lejano
en términos parecidos. Sin embargo, teniendo en cuenta los gé- universo estelar. Pero esencialmente permanece cautivo en la pe-
neros literarios del N . T. y su intención fundamental, no pode- queña celda de su habitación terrena.
mos decir que en la concepción expuesta se trate de una verdad
9
revelada. En efecto: 1) La Escritura no se propone descubrir En la primera carta a los Corintios (13,12), San Pablo contrapone el actual
conocimiento enigmático de Dios a través del espejo de la creación a la futura visión
misterios cosmogónicos, sino hablar al hombre de su propia re- directa de la divinidad. Ese texto, sobre todo bajo la perspectiva un tanto espiritua-
lista de la teología tradicional, podría despertar la impresión de que, si en el más
lación a Dios, 2) Muchas frases neotestamentarias acerca del fin allá vemos a Dios directa e intelectualmente, la realidad creada no nos ofrecerá nin-
del mundo están tomadas de la literatura apocalíptica del Oriente. gún interés. Por eso quiero hacer hincapié en que veremos la divinidad según su
¡nhabitación corporal en Cristo y en el universo. Es decir, tendremos una visión direc-
Esto supuesto, ¿qué quiere expresar la Escritura con las palabras ta que terminará simultáneamente en el universo y en el Dios que habita en él, pero
de tal modo que intuyamos directamente la esencia divina.
2. C.Vaticano 29
898 Raúl Gabás C.7. Índole escatológica de la Iglesia. 48 899
La verdadera transformación del hombre se realiza a partir Espíritu trascendente de Dios y el mundo de la materia están
del momento de la muerte. íntimamente unidos en el Verbo encarnado, en Jesucristo.
La muerte cristiana es una entrada en el interior de Cristo Por tanto, cuando un hombre moribundo se hunde en las apa-
(Phil l,21ss; 1 Thess 4,17) ". rentes tinieblas de lo subconsciente y de lo inconsciente, en reali-
Si en un momento de tranquilidad reflexionamos sobre los dad desciende: 1) Hacia aquel estrato donde el género humano
fenómenos de nuestra conciencia, observaremos que ésta se pre- constituye una auténtica unidad. 2) Hacia el origen de la unidad
senta como un haz de vivencias y de pensamientos, caídos en humana en Jesucristo. 3) Hacia el ser más profundo de Cristo,
nuestro mundo interior desde un firmamento oculto. Poseemos que es la divinidad. Desde allí, el hombre queda abierto al uni-
una experiencia clara de un movimiento que procede del interior verso entero y extiende su campo vivencial hasta los últimos con-
de nuestro yo y se proyecta hacia el mundo exterior. En medio fines del mismo. Con ello se ha producido la renovación y la
de las tinieblas del cielo nocturno, de pronto, aparece una señal liberación del «cosmos».
luminosa. Constatamos en el acto su aparición, pero ignoramos Pero el hombre tiene una doble dimensión: la individual y la
qué trayectoria ha seguido anteriormente. Lo mismo sucede con colectiva. Por eso su entrada en el más allá está sometida a una
los actos de nuestra conciencia; caen como brillantes gotas de especie de proceso histórico. La humanidad va entrando progre-
agua en el último fondo transparente del alma, y observamos el sivamente en la eternidad hasta el momento en que termine su
hecho de que han aparecido allí, pero desconocemos el substrato peregrinación sobre la tierra. Aunque el espíritu individual de
más hondo de donde han manado. cada uno sea admitido (cuando muere) en el seno de Dios,4 sin
Todas las apariencias indican que el estrato transparente del embargo sigue proyectándose todavía hacia el final de la historia
alma se apoya en otro más profundo. Bien sea por una caída humana. En efecto, el jo individual constituye una unidad com-
(pecado) original o bien por la estructura interna de la natura- pacta con todos los hermanos de la raza humana. Aun cuando
leza temporal, lo cierto es que nuestra conciencia anímica está des- un hombre muera, sigue influyendo con sus pasadas acciones his-
conectada de su propio origen. tóricas y con su virtud actual desde el seno de Dios en el futuro
Ahondando en el universo oculto de nuestro yo, ¿qué zonas de la raza humana. Por eso, mientras la humanidad entera no se
de realidad escondida descubrimos? Ante todo, según el testimo- introduzca en el interior de Dios, la consumación del individuo
nio de las ciencias naturales, tras la cortina de la conciencia existe y del universo es solamente parcial.
una zona de penumbra, de media luz (subconsciente). Sus límites
oscilan entre la inconsciencia total y la conciencia plena. No po-
demos determinar el punto exacto donde termina una región y ///. Ya comenzó la restauración de todas las cosas
donde comienza otra. Diversos fenómenos hablan en el sentido en Cristo
de que, en esa región intermedia, las dimensiones del yo son más Las declaraciones escatológicas del Concilio están enclavadas
amplias y la estructura del mundo es más unitaria que en la zona en su tratado sobre la Iglesia. Esto significa que, según la mente
de la vida consciente (telepatía, visión a distancia, transmisión conciliar, la escatología constituye un aspecto de la eclesiología.
del pensamiento, lectura del pasado, previsión del futuro) ". Por eso, del mismo modo que la Iglesia está presente entre los
Y ¿qué hay más allá de ese fondo subconsciente e inconsciente hombres, así también el mundo de la futura consumación celeste
de la materia? Ante esta pregunta, la ciencia se declara incom- se halla en medio de ellos. Es más, los nuevos cielos y la nueva
petente. En cambio, la revelación habla de una última profundi- tierra irradian en la humanidad a través de la Iglesia 13.
dad, de un origen trascendente al mundo, del Espíritu divino. El
El Concilio dice:
10
En su misma fenomenología natural, la vida humana muestra un doble movi- «Cristo, levantado sobre la tierra, atrajo a todos hada sí (lo 12,32);
miento. Hasta que logra su plenitud biológica, tiende a expansionarse hacia fuera,
hacia el mundo externo. Cuando se inicia la decadencia biológica, el hombre se resucitado de entre los muertos (Rom 6,9), envió a su Espíritu puri-
concentra en su interior, va perdiendo la conexión con el mundo externo, vive inten- ficador sobre sus discípulos y por El constituyó su cuerpo—que es la
samente del recuerdo, y, finalmente, cerrando la ventana de sus ojos a nuestro hori- Iglesia—como sacramento universal de salvación; estando sentado a la
zonte experimental, se hunde en el abismo de una interioridad que los mortales des-
conocemos. 12
Me atrevería a matizar más: pertenece a la esencia de la Iglesia el reflejar el
11
Es muy interesante el hecho de la televisión. De suyo, todo fenómeno del mundo de la futura consumación. Por eso, cuando la sociedad eclesiástica no irradia
cosmos es visible en cualquier parte del mismo. Se requiere solamente una determi- grandeza de espíritu, verdadera libertad, plenitud de existencia humana, felicidad
nada potencia receptiva. Pero, en sí mismo, el universo no se resiste a la transpa- íntima (en medio del dolor)..., despierta la sospecha de que ha perdido su propia
rencia total. esencia y se ha injertado con sus accidentes en una sustancia ajena.
C.7. índole escatológica de la Iglesia, 48 901
900 Raúl Gabás
dicho se desprende que el mundo ya está reconciliado con Dios
diestra del Padre, actúa incesantemente en el mundo para conducir a los y que, objetivamente, los nuevos cielos y la nueva tierra son una
hombres a su Iglesia y, por Ella, unirlos a Sí más estrechamente y, ali- realidad actual (no sólo futura).
mentándolos con su propio cuerpo y sangre, hacerlos partícipes de su vida
gloriosa. Por tanto, la restauración prometida que esperamos, ya comenzó 2) Cristo, resucitado de entre los muertos, envió a su Espí-
en Cristo, es impulsada por la venida del Espíritu Santo y, por medio de ritu vivificador sobre sus discípulos y—por El—constituyó a su
El, continúa en la Iglesia, en !a cual, -por la fe, somos instruidos también cuerpo, que es la Iglesia, como sacramento universal de salvación.
acerca del sentido de nuestra vida temporal, en tanto que con la esperanza
de los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado En la resurrección de Cristo se manifestó el dinamismo inter-
en el mundo y labramos nuestra salvación» (cf. Phil 2,12). no de la cruz. La entrega sacrificial de Cristo moribundo al Padre
no fue un mero gesto, sino una entrada real en el seno eterno de
El texto conciliar va dando con suma precisión teológica las Dios ". Cristo murió, resucitó y subió a los cielos como cabeza
razones en las cuales apoya su afirmación de que «ya comenzó la de la humanidad. Y ahora—sentado a la diestra del Padre—Je-
restauración prometida». A saber: 1) Porque Cristo levantado sucristo constituye con la totalidad humano-divina de su ser «la
sobre la tierra atrajo a todos (los hombres) hacia Sí. Según estas Iglesia consumada y la realidad escatológica del universo». Cuan-
palabras tajantes, en la cruz del Gólgota, Cristo realizó la recon- do Cristo subió a los cielos, su cuerpo desapareció de nuestro
ciliación de todos los hombres—los muertos, los que viven y los mundo empírico y se escondió en el santuario de la Trinidad.
que vivirán—con Dios. Bien lo sepan, o bien lo ignoren, los Toda la realidad somático-espiritual de Cristo experimentó una
hombres están redimidos. En la tarde del primer viernes santo transformación radical. La humanidad de Jesús se llenó de vida
quedó constituida (creada) su realidad de redimidos. Por tanto, trinitaria; el mismo cuerpo de Cristo se convirtió en un espejo
cuando la Iglesia predica el Evangelio, no produce, sino que transparente de la divinidad. Durante su vida mortal, la humani-
anuncia (manifiesta) el hecho de la redención y, en cuanto lo dad de Jesús, aunque veía directamente a Dios, sin embargo es-
anuncia, lo hace presente en el (lo entrega al) redimido 1S. De lo taba sometida a la forma de nuestra corporalidad terrena. Por
13
eso reflejaba de un modo velado la presencia de Dios. De ahí que
Alguien concluirá: luego, o todos han sido redimidos y se salvan, o sola-
mente fueron redimidos algunos y los demás se condenan. Quiero responder a esta algunos pudieran poner en duda la presencia peculiar de Dios
objeción con las siguientes aclaraciones: 1.3 Cristo constituyó en la cruz una única en Cristo. Desde la ascensión, el cuerpo de Jesús es una trans-
redención para todos los hombres. Esa redención va dirigida a todos y cada uno de
los miembros del género humano. Por el hecho de que los hombres la acepten o no parencia perfecta—la más perfecta posible entre las criaturas—
la acepten, el precio redentor, la realidad salvífica que constituyó Cristo en la cruz,
no experimenta ningún cambio intrínseco. Cuando la Iglesia predica el Evangelio, de la divinidad. Por eso ningún ojo terreno puede ver al Cristo
dice a cada hombre: «Cristo te ha redimido; aquí está tu propia salvación». El glorioso. Ahora Jesús se hace visible a través del vestido (cuerpo,
hombre puede aceptarla o rechazarla, pero con la aceptación no crea una nueva reali-
dad salvífica, y con la repulsa no destruye ningún mérito redentor; se limita a signo, sacramento) de la Iglesia.
cerrar las ventanas del alma al sol que viene de fuera. Por tanto, Cristo «atrajo
a todos los hombres» en un doble sentido: a) constituyó un mismo tesoro redentor Ese Cristo glorioso es el que está con los hombres hasta la
para todos ellos; b) la gracia redentora partió hacia el corazón de la humanidad
entera, que actualmente se halla bajo el influjo, bajo la fuerza de atracción del Sal- consumación de los siglos (Mt 28,20). El día de Pentecostés,
vador. Esa atracción, ¿se convertirá en salvación eterna de todo el género humano? Jesús se entregó a sus discípulos con la plenitud del Espíritu que
2.a La Escritura habia reiteradamente de la posibilidad de condenación, pero no dice
si de hecho habrá hombres que se condenen. 3. a En el caso de que alguien se con- habita en é l " . Y desde entonces, el Espíritu de Jesús constituye
dene, su propia condenación será debida al hecho de no haber aceptado la salvación.
Cristo dirige a los hombres la pregunta de «si aceptan la salvación» a través de Id dos pasajes citados (n.2 y 13), deberemos decir que la Iglesia se identifica sola-
Iglesia. Podríamos preguntarnos si el mensaje salvífico de la Iglesia alcanza real- mente con el nuevo Pueblo de Dios.
mente a todos. La duda surge por el hecho de que la mayoría de los hombres viven Pero no hay duda de que el Concilio, en el n.2 y en el 16 de la constitución
fuera del ámbito directamente eclesiástico. El Concilio no habla con plena claridad de Ecclesia, afirma la universal voluntad salvífica de Dios. Esa voluntad salvífica
a este respecto. En el n.2 de la constitución de Ecclesia dice: «La Iglesia fue prefi- opera en los mismos pueblos que no han recibido el mensaje de la Iglesia propia-
gurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pue- mente dicha. Esto supuesto, se plantea el problema: si los hombres que viven fuera
blo de Israel y en el Antiguo Testamento, constituida en los últimos tiempos, mani- del ámbito propiamente eclesiástico reciben la gracia de Dios (de Cristo), pertenecen
festada por la efusión del Espíritu Santo, y se perfeccionará gloriosamente al fin de realmente a Cristo y, por tanto, ¿no forman parte de la Iglesia? La constitución no
los tiempos». Según este texto, la Iglesia propiamente dicha quedó constituida en los les concede el título de Iglesia propiamente dicha, pero afirma que de un modo im-
últimos tiempos (a partir de la aparición histórica de Cristo). Consecuentemente no perfecto (como preparación) pertenecen a ella. Luego constituyen la Iglesia en un
existía (propiamente hablando) antes de Cristo. Pero, en el n.13, la constitución sentido imperfecto. Y, a mi juicio, también a través de esa Iglesia imperfecta llega
dice: «Todos los hombres son llamados a formar parte del pueblo de Dios. Por lo a los hombres el mensaje salvífico. ¿De qué modo? Mediante la predicación y los
cual, este pueblo, siendo uno y único, ha de abarcar el mundo entero y todos los ritos de las Iglesias cristianas y de las diversas religiones.
tiempos, para cumplir los designios de la voluntad de Dios, que creó en el principio 14
una sola naturaleza humana y determinó congregar en un conjunto a todos sus hijos, La muerte, resurrección y ascensión de Cristo a los cielos constituye una unidad
que estaban dispersos (lo 11,52). En la mente del Concilio, el Pueblo de Dios, el indisoluble. En ese núcleo está el momento esencial de la redención. La encarnaciói.
Cuerpo de Cristo, etc., se identifica con la Iglesia. Por tanto, si un único pueblo estaba orientada hacia ahí. O, dicho de otro modo, la encarnación se consumó en la
«ha de abarcar el mundo entero y todos los tiempos», deberíamos afirmar que la resurrección y ascensión de Cristo. La venida del Espíritu Santo es una epifanía (ma-
Iglesia está presente en toda la historia. Sin embargo, con las palabras mencionadas, nifestación) de la redención.
15
parece que el Concilio se refiere solamente al Pueblo de Dios en el Nuevo Testa- Decimos que el día de Pentecostés vino el Espíritu Santo; pero junto con El
mento, pues distingue entre Antiguo y Nuevo Pueblo de Dios. Para armonizar los vinieron el Padre y el Hijo. Los tres constituyen una unidad inseparable. La vida
902 Raúl Gabás C.7. índole escatológica de la Iglesia. 48 903
el •vínculo de unión y el dinamismo interno de la Iglesia. La Igle- el hecho de que sea comunicada a uno o mil hombres, no dismi-
sia de todos los tiempos manifiesta la vida interna del Cristo glo- nuye ni se divide ". Toda vida auténticamente humana, toda exis-
rificado. Ella vive en cuanto se introduce en el torrente interno tencia verdaderamente personal, procede de la plenitud que exis-
de la vida del Salvador. te en Cristo. En El se realiza la unión perfecta del hombre con
El Concilio dice que el Cristo resucitado, por su Espíritu, Dios, y de esa unión primera nace la unidad de los hombres en-
constituyó la Iglesia como sacramento universal de salvación. tre sí.
Y al mismo principio de la constitución leemos: «la Iglesia es La unidad escatológica del género humano, de la cual habla
en Cristo como un sacramento o señal o instrumento de la íntima la constitución sobre la Iglesia, no sólo es moral, sino también
unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (n.l). física. La unión moral prescinde de la comunidad de naturaleza
Con las palabras «íntima unión con Dios y unidad de todo e implica solamente cierto comportamiento—acción, meta...—co-
el género humano», la constitución designa la meta definitiva mún, p.e., el amor, las asociaciones, los clubs, etc. En cambio, la
(escatológica) hacia la cual camina la humanidad. Este género unión física se funda en una comunidad de naturaleza, en una
humano, que ha construido su historia en una continua sucesión misma realidad poseída por todos los que están físicamente unidos.
de luchas y que aparentemente no puede vivir sin ellas, está lla- En el orden natural, los hombres, aunque gozan de su propia
mado a pactar una paz inquebrantable. Esa paz será firmada cuan- individualidad, sin embargo constituyen una unidad física. Está
do todos los estados, todos los individuos, entren en la federa- basada en que el germen biológico de Adán se ha difundido en
ción cristológica y obedezcan al único príncipe ungido por Dios. todos los miembros de la raza humana. De ahí los fenómenos de
Lo cual, ciertamente, no sucederá durante la existencia terrena. la herencia, identidad de funciones biológicas, etc.
Para ello sería necesario cambiar la naturaleza egoísta de todos También en el orden de la redención los hombres constituyen
los hombres. Existen aquí en la tierra momentos de paz que re- una unidad física. Está basada en que la misma plenitud de vida
flejan la reconciliación escatológica; pero sería utópico prometerse existente en Cristo es comunicada a los demás hombres. Dicha
para este mundo lo que constituye una característica del más allá. plenitud consta en concreto de la realidad increada de Dios y de
Dada la estructura interna de la naturaleza y del hombre 18, sólo ¡a humanidad creada de Jesús. En el estadio de la consumación
podemos prometernos un futuro definitivamente pacífico bajo las escatológica, todos los hombres convivirán en una misma vida,
siguientes condiciones: si el universo de la realidad conocida pue- semejantemente a la multitud de peces que conviven en un mis-
de llegar a ser poseído por todos y cada uno de los hombres, de mo mar. Esto no implica una identificación real con la naturaleza
tal modo que el hecho de poseerlo uno nada reste a la posibilidad o con la persona de Dios. El único que se identifica con la per-
de apropiárselo los demás. Bajo este aspecto, la idea comunista sona—pero no (en cuanto hombre) con la naturaleza—de Dios
reviste ciertos rasgos escatológicos. es Jesucristo. Los demás hombres participarán de la personalidad
La hipótesis mencionada se da perfectamente en la vida tri- de Dios y de Cristo, pero no se identificarán con ella. En el es-
nitaria. Allí la naturaleza entera de Dios es poseída por las tres tadio de consumación, lo que distinguirá entre sí a los miembros
personas. Y esa forma de apropiación de la realidad es la que del cuerpo de Cristo será precisamente la personalidad propia de
se acerca a los hombres en Jesucristo. En Cristo está la plenitud cada uno. En mi opinión, esa peculiaridad personal ha de ser
de la vida divina y de la humana ". La plenitud de Cristo, por concebida como «una comunicación más o menos intensa de la
trinitaria que llega a los hombres pasa a través de la humanidad de Jesús. La pleni- persona—y naturaleza—increada de Dios». En el mismo Cristo,
tud 10trinitaria que habita en El se derrama sobre los hombres. la unión es tan intensa que desaparece toda distinción entre la
Toda la naturaleza viviente tiene una estructura bélica: lucha de especies, lucha
de clases, lucha profesional... ¿Por qué razón Dios ha creado así la naturaleza? La persona creada y la increada. La unión de Cristo es el prototipo
guerra obedece a la tendencia ilimitada del propio yo (o de un ser viviente) a la
expansión sin fin. En el combate no se tiende precisamente a destruir, sino a vencer. y la fuente de la unidad de los demás hombres con Dios. Pero
De suyo, aspiramos al predominio sobre todo lo real. Esto supuesto, solamente la el «yo» de éstos es una imagen y no la misma realidad de la per-
posesión del Absoluto (Dios) podría pacificarnos. De donde se deduce que la natu-
raleza en lucha tiende hacia Dios. La estructura actual del universo no es suave, sona divina. Sin embargo, se trata de una unidad física de los
dulce, sino dura, fuerte, cruel. Sin una consumación en el reino del espíritu nos que-
daríamos con el absurdo de la lucha sin fin. Pero, si los vivientes logran una unidad hombres con Dios y entre sí, pues es la comunicación directa de
final en el reino del espíritu, todos los seres dotados de vida adquirirán allí su
sentido. una misma persona increada de Dios la que suscita la multiplici-
No podemos distinguir con claridad entre lo que se debe a la estructura intrín- 18
seca de la naturaleza y lo que es fruto de una acción responsable (pecado). Aquí tiene validez lo que escribió Santo Tomás sobre la Eucaristía en la se-
17
Sigo entendiendo por plenitud de vida humana, fundamentalmente, la entrada cuencia del Corpus (Lauda Sion): «Sumit unus, sumunt mille, quantum isti tantum
ilimitada e incondicional a un «Tú». rile, nec sumptus consumitur».
904 Raúl Gabás C.7. índole escatológica de la Iglesia. 48 905

dad creada de las personas humanas ". Una misma divinidad es ra (velo) de la humanidad de Jesús llega a los hombres el miste-
poseída por las tres personas, un solo árbol tiene muchas ramas. rio de la salvación escatológica. Todo lo que Jesús hace—sus
De un modo parecido, la persona del Verbo desarrolla su virtud curaciones de enfermos, resurrección de muertos, perdón de los
en la multiplicidad de personas humanas. pecados, amor a los hombres...—constituye un anticipo, una pre-
Además de estar unidos por la posesión común de la divini- sencia velada del futuro «reino de Dios».
dad, los hombres se hallarán vinculados en el más allá por una Cuando el documento conciliar aplica a la Iglesia el término
realidad corporal. En efecto, el cuerpo del Cristo resucitado se «sacramento», le da esta segunda acepción. Según hemos dicho,
entrega realmente a los creyentes y los anexiona a la propia cor- el Cristo celeste constituye el misterio definitivo de la unión de
poralidad. Nos resulta difícil concebir cómo será posible la mul- los hombres con Dios y de la unidad interna del género humano.
tiplicidad corporal dentro de un mismo organismo somático. Pero Para los hombres que viven en la tierra, la Iglesia es un «sacra-
en nuestra propia humanidad terrena encontramos una analogía. mento» de esa unidad escatológica. Es decir: la humanidad con-
Todo el género humano posee una misma sustancia corpórea y, sumada irradia en la Iglesia, y ésta, en cuanto irradiación sacra-
sin embargo, está dividido en multiplicidad de individuos. De mental, pertenece al cuerpo del Cristo glorificado.
igual modo, la humanidad resucitada, dentro de su unidad somá- Las formas eclesiales, según su esencia, han de comportarse
tica, estará polarizada en muchos «yos». En el cielo, la unión es como un espejo, una aurora, una imagen, una aparición de la
(o será) más íntima que en la tierra, pues allí cada sujeto tendrá humanidad perfecta, de la humanidad salvada. En medio de su
conciencia de la totalidad de vida de la raza humana. división, los hombres han de experimentar en la Iglesia el funda-
Así, pues, en el origen de todo, en el acto de la encarnación mento de su íntima e indestructible unidad. Además, la Iglesia,
del Verbo, la humanidad—y con ella el universo—llegará a su precisamente al manifestar el misterio de la salvación escatológi-
unidad perfecta. Actualmente los hombres de la tierra están divi- ca, ejerce entre los hombres la virtud salvífica de Cristo. La uni-
didos entre sí; pero el ser uno que les ha de conferir su unidad dad última de la Iglesia está en Cristo, y las formas terrenas de
definitiva ya existe en Cristo. ésta, por esencia, han de ser un espejo, un signo, una manifesta-
Hasta que los hombres entren en su «origen y meta», la Igle- ción de la unión en Jesucristo 2°.
sia—dice el Concilio—es un sacramento de la unidad escatológica De lo dicho se desprende que el Concilio cifra su interés no
de los hombres con Dios y entre sí mismos. precisamente en el poder terreno, en la majestad externa, en la
El término «sacramento» tiene muchas acepciones. En el uso disciplina interna de la Iglesia, sino, sobre todo, en el hecho de
cotidiano lo aplicamos a los siete «signos sensibles» de la gracia que los hombres encuentren en ella la realización de su naturaleza
de Cristo. Pero desde los primeros tiempos del cristianismo existe íntima, la convivencia ideal, la verdadera patria, la plenitud (an-
una acepción más amplia de la palabra «sacramento». A saber: ticipada) de la existencia. Las estructuras jurídico-sociales de la
«sacramento» significa: la manifestación del designio salvífico de Iglesia se comportan como un signo de la humanidad unificada
Dios a través de determinadas acciones terrenas. En esa manifes- en el amor increado de Dios. Del mismo modo que la corpora-
tación, Dios descubre y realiza anticipadamente el plan de la fu- lidad de Cristo respecto a la divinidad, la Iglesia visible es un
tura salvación escatológica. El sacramento contiene actualmente la signo e instrumento del amor salvífico de Dios. La Iglesia visible
salvación, pero, a la vez, apunta hacia la futura plenitud, que ya y la invisible, la terrestre y la escatológica, constituyen una uni-
actúa bajo la forma sacramental. En este sentido, las profecías y dad de «signo y significado», comparable a la unión entre el in-
las intervenciones de Dios en el Antiguo Testamento reciben tam- terior y el exterior del hombre. La Iglesia visible y la invisible
bién el nombre de «sacramento». son dos aspectos de una misma realidad.
3) Cristo, «estando sentado a la diestra del Padre, actúa ince-
El prototipo sacramental es el Cristo encarnado. Bajo la figu-
santemente en el mundo para conducir a los hombres a su Iglesia
19
Es dogma de fe que los salvados verán directamnte a Dios y, sin embargo, con- 20
servarán su propia persona, no se identificarán con la divinidad. Esto significa que Sobre el tema de la naturaleza sacramental de la Iglesia, cf. O. SEMMELROTH,
una misma realidad divina se comunicará físicamente a los salvados. Cada uno reci- Die Kirche ais Ursakrament (Frankfurt 1953) ; K. RAHNER, Kirche und Sahamente:
birá de un modo finito la realidad infinita de Dios. La peculiaridad finita con que Col. Quaestiones Disputatae 10 (Freiburg 1960) ; P. SMULDERS, Sacramenta et Eccle-
cada uno reciba la divinidad constituirá lo específico del yo individual. sia: Periódica 48 (1959) 3-53; E. H. SCHILLEBEECKX, Le Christ, sacrament de la
Los teólogos andan con suma cautela al explicar la unidad del cuerpo místico. rencontre de Dieu (París 1964, Col. Lex Orandi), especialmente 59ss; G. BARDY, La
No se atreven a usar directamente la expresión «unión física», por miedo a caer en théologie de l'Église de Saint Clément a Saint irenée: Col. Unam Sanctam 13 (París
una especie de panteísmo. Sin embargo, en el sentido expuesto, creo que podemos 1945) ; La théologie de l'Église de Saint Irenée au Concite de Nicée: Col. Unam
hablar de «unión física». Sanctam 14 (París 1947).
906 Raúl Gabás C.7. índole escatológica de la Iglesia. 48 907

y, por ella, unirlos a sí más estrechamente y, alimentándolos con su Hecha la demostración anterior, el Concilio exclama jubilosa-
propio cuerpo y sangre, hacerlos partícipes de su vida gloriosa». mente : por tanto, «la plenitud de los tiempos ya ha llegado hasta
Propiamente esta razón se identifica con la segunda, pues nosotros (cf. 1 Cor 10,11) y la renovación del mundo está irre-
Cristo ejerce su acción en la Iglesia por el Espíritu Santo, que vocablemente constituida y, de algún modo, se nos anticipa real-
brota de su cuerpo glorificado. Pero añade el hecho de que, en mente en este siglo...».
Cristo, los hombres no sólo quedan unidos a la realidad increada Para comentar estas palabras nos remitimos a lo dicho en
de Dios, sino también al cuerpo creado y glorificado del Salvador. II 2-3. Repetimos brevemente que la plenitud del género humano
En efecto, la patria definitiva de la Iglesia está en la humanidad y el mismo universo de la consumación ya existen en Cristo
glorificada de Cristo. Toda la gracia, toda la fuerza renovadora Aquella estructura unitaria del «cosmos», a la cual nos referimos
de la Iglesia, procede de la plenitud creada que existe en Cristo. antes, es una realidad actual en Jesucristo. E incluso a través del
La misma visión beatífica que se ha de comunicar a los creyentes sacramento de la Iglesia se hace presente en nosotros.
será debida a la incorporación en el acto de visión de Dios, del El Concilio tiene, por tanto, un concepto muy alto de la exis-
cual goza el hombre Jesús. tencia cristiana en la tierra. Piensa sin duda que los cristianos
Durante la existencia terrena, nuestra unión con Dios es fruto llevan una existencia (que podríamos llamar) cósmica, experi-
de la operación del cuerpo glorificado de Cristo en nosotros. En mentando la presencia de Dios en todas las cosas y refiriendo
la Eucaristía, los cristianos recibimos realmente el cuerpo glorioso cada parcela de la realidad a la unidad total en el «Uno»; practi-
del Salvador y, comiéndolo, nosotros mismos nos hacemos cuerpo can la verdadera filantropía aparecida en Cristo; dominan seño-
de Cristo 21. Hechos «un cuerpo con él», entramos en el santuario rialmente sobre el universo material y reflejan en su espíritu el
de la unión inmediata con Dios. cúmulo de valores del más allá. Sin embargo, tanto la Iglesia
Por las tres razones expuestas, el Concilio concluye: «Así que como el individuo sólo viven la plenitud escatológica en una for-
la restauración prometida que esperamos ya comenzó en Cristo». ma sacramental, velada, limitada, parcial. Así, la existencia te-
Y a renglón seguido añade: en la Iglesia, por la fe, «somos rrestre no se presenta como una armonía fácil, sino más bien
instruidos también acerca del sentido de nuestra vida temporal, como tensión, contraste, suspiro, lucha. Cazamos la meta, pero
en tanto que con la esperanza de los bienes futuros llevamos a no la hemos alcanzado. Nuestra vida en la tierra es un continuo
cabo la obra que el Padre nos ha confiado en el mundo y labra- diálogo, una continua polémica entre el yo natural y el redimido.
mos nuestra salvación» (cf. Phil 2,12). Ya existe la patria definitiva, ya tenemos una imagen de la mis-
La escatología no se reduce a un lejano más allá, sino que ma; pero todavía no hemos entrado en ella. El paso de lo sacra-
proyecta su luz sobre la realidad temporal e ilumina el sentido mental a lo manifiesto, de lo velado a la visión directa, se reali-
de la existencia en el tiempo. Nuestra vida terrena está en per- zará a partir de la muerte, consumándose en el momento del final
fecta continuidad con la celestial. Y si la existencia escatológica de la historia.
consiste en la convivencia amorosa de los hombres en Cristo, la
vida terrena del cristiano ha de conducir a la verdadera realiza- IV. Hasta que llegue el último día pesa sobre nosotros
ción del amor humano. Dios no nos somete a una prueba arbitra- la decisión de nuestra existencia
ria para «labrar nuestra salvación». El nos pregunta si aceptamos
la existencia en el amor, la convivencia con los demás, o bien En nuestro tiempo parece que se ha perdido el poderío del
preferimos la vida del egoísmo radical. Nuestra respuesta tiene propio «yo». Todo lo creemos condicionado por diversos factores
una trascendencia eterna. Cuando aceptamos la «existencia en el psicológicos y, en último término, por las fuerzas de la natura-
amor», automáticamente toda nuestra acción terrena queda trans- leza. Con tanto manejar el «slogan» de la libertad hemos dejado
formada, convirtiéndose—incluso en el complicado campo de la de creer en ella. Mucho antes de que naciera el existencialismo,
economía—en un acto de servicio al prójimo 22 . el Evangelio había afirmado que el hombre construye su propia
21 estructura social, es decir, está referido a la totalidad de los seres. El egoísmo nos
En un sentido tan real, que San Agustín puede afirmar, refiriéndose al misterio
eucarístico: «Si bene accipitis. vos estis quod accepistis» (serm.227). Y en el comen- encierra en un mundo sumamente pequeño, y, por tanto, es destructor, falaz, menti-
tario al evangelio de San Juan, escribe: ¿Quieres, pues, tú recibir la vida del Espíritu roso. En cambio, el amor abre las ventanas de nuestra alma y nos proyecta hacia la
de Cristo? Incorpórate al Cuerpo de Cristo» (BAC, Madrid 1955) p.671. convivencia fraternal con el universo entero de los seres.
22 Sobre lo que he llamado «estructura social del ser», cf. JACQUES MARITAIN, Neuf
Tampoco el precepto del amor al prójimo es arbitrario, sino que. por el con-
trario, está basado en la naturaleza intima de la realidad. Cuanto existe tiene uaa leíons sur les notions premieres de la philosophie morale (París, Téqui, 1951) 185ss.
Raúl Cabás C.7. índole escatológka de la Iglesia. 48 909
908
existencia con sus decisiones personales. Y el Concilio, fiel a la antes del juicio definitivo, Dios puede perdonar las acciones
palabra del Señor, recuerda a los hombres la seriedad de su vida malas.
en el tiempo. Esto supuesto, podemos resumir la idea fundamental de la
No se trata de atemorizar ni de describir el infierno con imá- revelación respecto a la retribución de los actos humanos en los
genes sádicas, pero sí de recordar a los hombres que su existencia siguientes términos: las acciones del hombre no caen en el silen-
eterna está en juego en medio de las decisiones temporales. cio de la nada; todas ellas viven en la presencia de Dios. El pa-
Al enfocar el problema del infierno no podemos ignorar el sado del hombre está en la presencia del Juez eterno. Sobre todo,
hecho de que el Evangelio contiene ideas aparentemente contra- el bien permanece para siempre. En cambio, el mal puede ser
dictorias, p.e.: el amor infinito y omnipotente de Dios, por una destruido, superado, compensado por el perdón de Dios. Sin em-
parte, y la posibilidad de una condenación eterna, por otra parte; bargo, si alguien, al comparecer en la presencia del Juez de vivos
la redención universal de Cristo y la perdición de algunos; la y difuntos, no ha recibido la gracia del perdón divino, no gustará
eficacia de la gracia divina y la salvación libre... E incluso hemos la cena del Señor (Le 14,24). De ahí se desprende una conse-
de admitir que muchas veces los actos humanos son fruto de fac- cuencia obvia para todos los momentos de la vida de cada hom-
tores impersonales. N o obstante, queda en pie la llamada a una bre: «Apresúrate a realizar el bien e implora el perdón de tus
decisión responsable en cada situación de nuestra vida. pasadas prevaricaciones». Pero insistimos en que el móvil funda-
El móvil trascendente de nuestras acciones terrenas no es me- mental de las acciones humanas ha de ser «el amor al bien» y no
ramente el de «salvación o condenación». Si fuera así, ¡cuántas precisamente el miedo a la condenación. No conocemos si nos
veces abandonaríamos el combate de nuestra vida! En muchas salvaremos o nos perderemos, pero sí sabemos que el bien reali-
ocasiones sentimos sobre nuestras espaldas el pasado de una exis- zado pesará eternamente a nuestro favor en la balanza del Juez
tencia desgarrada, pecadora, detestable, y, humanamente hablando, de la historia humana.
el futuro no ofrece mejores augurios. Entonces lo lógico sería El Evangelio llama a la decisión valiente en el presente de
abandonarse a las leyes del éxito terreno. Pero el Evangelio va nuestra existencia. Tanto a la corporación eclesiástica como al
contra toda lógica humana y nos fuerza a creer en lo imposible. cristiano en particular, les dice el Señor: echa de ti tus pasadas
Sea lo que hubiere sido nuestro pasado e independientemente de iniquidades, tus costumbres y tus tradiciones (que sean) insensa-
la perspectiva que ofrezca nuestro futuro, el Evangelio nos pre- tas y obra lo que, según tu mejor juicio, es bueno en el tiempo
gunta hic et nunc: ¿Aceptas como ideal supremo de tu vida, como presente. Y esto ¡hazlo con rapidez!
anhelo más hondo del alma, como ley fundamental de tu existen- Alguien podría objetar: si la Iglesia es el «sacramento de la
cia eterna, la constitución promulgada en el sermón de la Monta- unidad de todo el género humano, es decir, un anticipo de la
ña, a saber: bienaventurados los pacíficos, los misericordiosos, los futura unión de todos los hombres, ¿cómo el Evangelio y el Con-
sedientos de justicia?... (Mt 5,3ss). cilio hablan de que algunos quedarán excluidos de dicha unidad
(y se condenarán) ? Ni el Evangelio ni el Concilio afirman nada
En muchas situaciones concretas, la Escritura, la palabra de
sobre lo que sucederá de hecho, pero ambos hablan de una posi-
Dios, no nos dice si una acción determinada es digna del cielo
bilidad real. Si algunos hombres—ignoramos cuántos—dejan de
o del infierno, pero sí nos dice que realicemos lo que en este
entrar en la unión definitiva del género humano, teniendo en
instante juzgamos bueno 23. El Evangelio no revela si gran parte
cuenta lo anteriormente expuesto, podemos comprender con faci-
o una pequeña parte de la humanidad desembocará en el infier-
lidad dos cosas:
no, si tú o yo nos salvaremos de hecho zi. Lo que sí afirma deci-
1) El ser del Salvador no sufrirá ningún detrimento. La ple-
didamente es: «Todos nosotros hemos de aparecer de manifiesto
nitud de Cristo llena a los hombres, pero no depende de ellos.
delante del tribunal de Cristo para que reciba cada cual el pago
2) La existencia de un individuo separado del tronco huma-
de lo hecho viviendo en el cuerpo, en proporción a lo que obró,
no será sumamente antinatural. Desde este punto de vista, el
ya sea bueno, ya sea malo» (2 Cor 5,10). Y debemos notar que,
infierno se nos presenta como el misterio de la soledad.
23
Lo dicho nada tiene que ver con una moral de situación. No entramos aquí en
su problemática.
24
Cf. las importantes sugerencias de HANS URS VON BALTHASAR, Escatologia, en
Panorama de la teología actual (trad. esp. Guadarrama, Madrid 1961) 499-518, espe-
cialmente 509.
910 Raúl Gabás 811
C.7. índole escatológica de U Iglesia. 49

Comunión de la Iglesia celestial con la Iglesia Del mismo modo que la realidad solar está implicada en to-
peregrinante das las sombras que proyecta, así también la Iglesia celeste ejerce
su virtud en la existencia crepuscular (medio luz, medio sombra),
49. Así, pues, hasta cuando el Señor venga revestido de ma- sacramental, de la Iglesia terrena. El Concilio trata especialmente
jestad y acompañado de todos sus ángeles (cf. Mt 25,31) y, des-
truida la muerte, le sean sometidas todas las cosas (cf. 1 Cor 15,
el tema de la unión entre los diversos estadios de la Iglesia.
26-27), algunos entre sus disiipulos peregrinan en la tierra, otros, En primer lugar, la constitución habla sobre la relación de la
ya dijuntos, se purifican, mientras otros son glorificados contem- Iglesia celestial a la terrena. La razón es obvia; pues si la Iglesia
plando claramente al mismo Dios, uno y trino, tal cual es; mas terrena constituye un sacramento de la celestial, se deduce como
todos, aunque en grado y formas distintos, estamos unidos en fra-
terna caridad y cantamos el mismo himno de gloria a nuestro Dios. consecuencia evidente que sólo podemos comprender la Iglesia
Porque todos los que son de Cristo y tienen su Espíritu crecen de aquí en función de la del más allá. En efecto, no hay símbolo
juntos y en El se unen entre sí, formando una sola Iglesia (cf. Eph sin realidad significada, ni sacramento sin contenido oculto, ni
4,16). Por tanto, la unión de los peregrinos con los hermanos que aurora sin el sol que se manifiesta en ella.
durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe,
antes bien, según la constante fe de la Iglesia, se fortalece con la Y ¿por qué la Iglesia glorificada, eternizada, sigue proyectan-
comunicación de los bienes espirituales. Por lo mismo que los bien- do el sacramento de la temporal? A esta pregunta respondo con
aventurados están más íntimamente unidos a Cristo, consolidan más las siguientes: ¿Por qué el Dios eternamente feliz descendió a
eficazmente a toda la Iglesia en la santidad, ennoblecen el culto nuestro valle de lágrimas y tinieblas? ¿Por qué el Cristo re-
que ella misma ofrece a Dios en la tierra y contribuyen de múlti-
ples maneras a su más dilatada edificación (cf. 1 Cor 12,12-27). sucitado envió a la tierra al Espíritu Santo? Para congregar sa-
Porque ellos llegaron ya a la patria y gozan de la presencia del cramentalmente el pueblo de los hijos de Dios, para anticipar
Señor (cf. 2 Cor 5,8); por El, con El y en El no cesan de inter- la salvación en nuestro mundo perdido. La Iglesia triunfante,
ceder por nosotros ante el Padre; presentando por medio del único
Mediador de Dios y de los hombres, Cristo Jesús (1 Tim 2,5), los
por haber llegado a una plena cristificaáón, sigue totalmente la
méritos que en la tierra alcanzaron; sirviendo al Señor en todas ley de su cabeza. Y si el Cristo glorificado está ejerciendo
las cosas y completando en su propia carne, en favor del Cuerpo el acto de rescatar a sus hermanos los hombres, del mismo
de Cristo, que es la Iglesia, lo que falta a las tribulaciones de modo la Iglesia celestial está íntegramente proyectada hacia la
Cristo (cf. Col 1,24). Su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a
nuestra debilidad.
obra de salvación en la tierra. Por su misma ley interna, los
miembros glorificados del Cuerpo de Cristo, en unión con su ca-
Algunos hombres de fuerte vida espiritual, cuando están so- beza, intervienen en el desarrollo de la historia humana. Pres-
metidos a un intenso dolor físico, por una parte experimentan cindiendo de otros modos de intervención, me atrevo a sugerir
en sus miembros un padecimiento agudo, y por otra parte se man- el hecho de que los bienaventurados siguen impulsando la obra
tienen en un clima de paz serena y de alegría íntima en la región de su propio pasado histórico. De ese modo, el sacramento de la
superior de su espíritu. El mismo Cristo, durante el tiempo de su Iglesia terrestre no sólo consta de la generación viviente, sino
pasión, veía directamente a Dios con el estrato más hondo de también de todo su pasado histórico. Así aparece igualmente cómo
su entendimiento y, sin embargo, sufría intensamente con toda la acción del hombre en la historia no termina con su partida de
su sensibilidad biológica. En los meses de invierno sucede fre- este mundo. San Agustín sigue hablando en sus obras, Santo To-
cuentemente que las faldas de las montañas están cubiertas de una más de Aquino continúa enseñando con la Suma teológica, los
niebla cenicienta y triste; pero las supremas cimas levantan su fundadores de órdenes religiosas influyen a través de sus familias
cabeza radiante, en medio de una claridad festiva, sobre los me- respectivas.
chones inseguros de las nubes. Toda la realidad, la humana y la ¿A través de qué cauce concreto actúan los bienaventurados
física, muestra diversas facetas. Algunos físicos afirman que, en en nuestro movimiento histórico? Aquí en la tierra, una mirada,
el interior minúsculo del átomo, el electrón a veces se manifiesta un gesto, un pensamiento, despierta una determinada vivencia
como un corpúsculo y otras veces como una onda. anímica en el interlocutor. Los vivientes y especialmente los hom-
También la Iglesia es una realidad compleja. Constituye un bres poseen la capacidad de ponerse en comunicación mutua a
solo cuerpo y, sin embargo, consta de tres estratos diversos: el través de cauces escondidos. Prescindamos ahora de concretar la
de la Iglesia militante (terrestre), el de la purgante y el de la estructura última que da unidad a nuestro mundo. Pero lo cierto
triunfante. es que existe una conexión real entre los espíritus. Gracias a ella,
912 Raúl Gabás C.7. índole escalológica de la Iglesia. 49 913
los fenómenos psíquicos de un individuo se introducen en el inte- bres, Cristo Jesús (1 Tim 2,5), los méritos que en la tierra al-
rior de los demás. canzaron».
Los difuntos, aunque no sean accesibles a nuestra experiencia Humanamente hablando, intercesor es el que media ante al-
histórica, sin embargo están unidos con los mortales y pueden guien para obtener un favor para un tercero. El Concilio dice
influir en el desarrollo de su historia. Toda la Iglesia celestial que los bienaventurados exhiben sus méritos como un título
está en obra en las acciones salvíficas de la Iglesia terrena. La para interceder ante Dios en favor de los mortales. Así entendi-
energía redentora de la comunidad terrestre parte de la Iglesia do, ese concepto presenta un matiz bastante antropomórfico.
consumada y termina en los actos saludables de la peregrinante. Para su recta inteligencia hemos de añadir algunas reflexiones
Muchas intervenciones de la Iglesia celestial en la historia de teológicas.
la terrena se deben a un determinado santo; pero, en último tér- Las criaturas no pueden determinar la voluntad de Dios,
mino, el que obra a través de él es el organismo total del cuerpo pues El se mueve siempre por sí mismo y no depende de ningu-
glorificado de Cristo. De ahí se desprende que toda la virtud na realidad creada. Pero, en su eternidad, Dios ha dispuesto todo
redentora procede siempre de Cristo. Sus miembros se comportan el orden de nuestro mundo concreto con el conjunto de causas
solamente como instrumentos de redención. Y en la acción de un y efectos que lo constituyen. La oración, la intercesión por los
miembro determinado está presente el organismo total de la
demás, entra en el orden de la providencia sobre el universo.
Iglesia.
Dios ha creado el mundo de las personas humanas, y por eso
Uno de los momentos cumbres de la unidad entre la Iglesia ha dispuesto, como medio sumamente personal de relación entre
glorificada y la peregrinante es el «culto litúrgico». En él la
ellas, la intercesión mutua. Aunque un acto de intercesión hu-
Iglesia terrena se introduce en la eterna acción litúrgica de los
mana sea libre, sin embargo, se debe íntegramente a la acción
bienaventurados; y éstos se manifiestan en la obra de glorifica-
de Dios. Así, el Concilio Tridentino (D 810), apropiándose el
ción divina de la comunidad terrestre, de modo que ambas Igle-
pensamiento de San Agustín (Ep 194 ad Sixtum 5,19), dice:
sias—con, en y por su cabeza Jesucristo—, entonan concordemen-
Dios «quiere que sus dones se hagan méritos nuestros». Es decir,
te un mismo himno de adoración al Creador. La liturgia cató-
Dios distribuye (también) sus dones en forma de acciones meri-
lica muestra frecuentemente este carácter universal de su culto.
torias. Consecuentemente, la realidad de la creación desciende
Por ejemplo, en el «Communicantes» y en el «Nobis quoque
peccatoribus» de la misa, la Iglesia entiende su acción cultual íntegramente de Dios. Las cosas tienen un valor intrínseco por-
como un entrar en comunión con todos los santos y apósto- que participan de la plenitud del ser divino. Cuando el don que
les gracias al vínculo de unidad que es Cristo nuestro Señor, una criatura recibe de Dios consiste precisamente en una «ac-
a través del cual, vivos y difuntos rinden todo honor y glo- ción buena y libre», decimos que esa criatura ha recibido de El
ria al Padre celestial. La misma idea está expresada con toda un «acto meritorio».
claridad en la Escritura, refiriéndose precisamente a una reunión El acto meritorio posee una riqueza especial. Por una parte,
litúrgica: «Os habéis llegado al monte Sión y a la ciudad del engrandece al sujeto que lo «recibe y realiza»; y, por otra, dada
Dios viviente, a la Jerusalén celeste, a miríadas de ángeles, a la la naturaleza social de las criaturas racionales, repercute en bien
festiva asamblea..., al Juez, Dios de todos, y a los espíritus de los de los demás. E incluso el autor del acto meritorio puede esco-
justos llegados a la consumación...» (Hebr 12,22-23). Este pen- ger la persona a la cual se propone favorecer inmediatamente.
samiento pone de manifiesto la naturaleza peregrina de la Igle- Esto sucede también en el orden natural; p.e., un hombre comu-
sia terrena, que se halla en un continuo movimiento hacia su nica preferentemente sus pensamientos más selectos a una persona
patria definitiva en el Cristo glorificado. En el acto cultual, la escogida por él. Y volvamos a resaltar que la misma asociación
Iglesia entra sacramentalmente en el cielo. «por simpatía» entre personas es fruto de la acción divina.
La acción individual de los bienaventurados en la Iglesia te- Los méritos no han de ser concebidos como una especie de
rrestre es concebida frecuentemente como «intercesión». En con- «monedas» depositadas en el arca de los santos. Los méritos se
creto, hacia final del n.49 de la constitución, leemos: los bien- identifican con la realidad del sujeto que los posee. Una acción
aventurados «no cesan de interceder por nosotros ante el Pa- meritoria nos enriquece porque construye un trozo de nuestro
dre, presentando por el único Mediador de Dios y de los hom- propio ser. Y como nuestro ser es personal, el enriquecimiento
C.7. índole escatológica de la Iglesia. 50-51 915
9U Raúl Gabás a la unión con Dios y con la Iglesia. Por eso, connaturalmente,
consiste en un aumento de las prerrogativas propias de la per- produce el siguiente proceso: despierta en nuestro interior el
sona: grandeza de espíritu, entendimiento, amor, etc. deseo de orar, nos lleva a la oración con la Iglesia terrena y con
Una persona, por el hecho de interceder en favor de otra, la celestial hasta que nos hallamos unidos con Dios y con sus
no se desgasta. La riqueza interna de su ser tiene la capacidad santos.
de comunicarse a todos sus semejantes. En el «reino del Espíri- La voluntad divina y los deseos de los bienaventurados no
tu», la forma fundamental de comunicación y de intercesión con- están en contradicción. La vida y los méritos de los santos son
siste en entregar el contenido interno de la propia persona a los una epifanía del amor de Dios. La Iglesia, los bienaventurados,
demás. Cuando los santos, según el orden de la providencia di- las mismas criaturas materiales, constituyen diversos modos de
vina, interceden en favor de los demás, lo que en realidad hacen aparición de la divinidad. Sobre todo los bienaventurados son
es: 1) Ante todo comunican la riqueza interna de su espíritu a una imagen radiante de Dios. Por eso, cuando el Concilio dice
sus protegidos. El lenguaje de la liturgia confirma nuestra opi- que éstos interceden ante Dios «presentando... los méritos que
nión. Refiriéndose a los santos, usa la expresión favorita «com- en la tierra alcanzaron», hemos de entender lo siguiente: la
municantes et memoriam venerantes». La liturgia celebra el re- persona concreta de los santos está ante Dios, que se complace
cuerdo de los santos dentro de aquella acción memorial que hace en todos los deseos nacidos de aquella imagen suya. Las peticio-
presente el sacrificio de la cruz. Cuando el término «memoria» nes de los bienaventurados brotan del corazón divino. Por esto,
se aplica al sacrificio de Cristo, se trata de un recuerdo que im- en la voz de sus santos, Dios oye un eco de su palabra eterna, la
plica, hace presente, la realidad conmemorada. La misma pala- reconoce, la ama y realiza el deseo expresado.
bra «memoria», y dentro del mismo contexto, es referida tam- Por la oración recibimos el pan de cada día y, sobre todo,
bién a los santos. Luego contiene un significado idéntico o, por el pan del día eterno. Cuando el corazón de un mortal desea
lo menos, semejante. Es decir, la liturgia tiende primordialmente orar, esconde entre sus fibras el dedo de Dios. Clamamos a los
a hacer presente entre nosotros la realidad interna del espíritu santos porque ellos nos han llamado previamente. Y su voz nos
(de la persona) de los santos. llama hacia la unión íntima con ellos, hacia la paz final entre
2) Los bienaventurados viven en un contacto inmediato con los tres ríos del paraíso divino2!.
el Dios omnipotente. Ellos pueden ponerse a disposición de la
providencia divina o pedir a Dios un determinado beneficio.
Como el acto de intercesión de los santos, en último término, Relaciones de la Iglesia peregrinante con la Iglesia
está dispuesto por Dios, sus peticiones son eficaces, pues su vo- celestial
luntad coincide con la divina. También las oraciones de los jus-
tos de la tierra poseen un carácter eficaz, pero, normalmente, 50. La Iglesia de los peregrinos desde los primeros tiempos
durante la vida mortal, tenemos un conocimiento muy imperfec- del cristianismo tuvo perfecto conocimiento de esta comunión de
todo el Cuerpo místico de Jesucristo, y así conservó con gran piedad
to del plan divino; y por eso lo que nosotros pedimos no siem- el recuerdo de los difuntos y ofreció sufragios por ellos, porque
pre coincide con lo que Dios concede. santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para
Si la concesión de éstas o de las otras cosas ya está deter- que queden libres de sus pecados (2 Mach 12,46). Siempre creyó
la Iglesia que los apóstoles y mártires de Cristo, por haber dado
minada por el orden de la providencia, ¿por qué razón pedimos un supremo testimonio de fe y de amor con el derramamiento de
favores a los bienaventurados? Porque Dios quiere constituir la su sangre, nos están íntimamente unidos: a ellos junto con la Bien-
unidad del Cuerdo místico. Dios se manifiesta en sus santos, los aventurada Virgen María y los santos ángeles, profesó peculiar ve-
cuales, lo mismo que la Iglesia entera, son un sacramento de la neración e imploró piadosamente el auxilio de su intercesión. A és-
tos luego se unieron también aquellos otros que habían imitado
divinidad. Dios nos une simultáneamente a los miembros del más de cerca la virginidad y la pobreza de Cristo, y, en fin, otros
Cuerpo de Cristo y a su propia realidad increada. Por acercarse cuyo preclaro ejercicio de virtudes cristianas y cuyos divinos ca-
más a nosotros tomó la forma de Jesús de Nazaret y, por idén- rismas los hacían recomendables a la piadosa devoción e imitación
tica razón, se manifiesta en los santos. El mismo deseo de orar de los fieles.
es fruto de la gracia de Dios y, por tanto, cuando se trata de Al mirar la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo, nue-
una petición, contiene germinalmente lo pedido. 25
Sobre la unión de la Iglesia peregrinante con la triunfante, cf. M. SCHMAUS,
Dogmática III 1 § 173 II 6B.
Pero, primordialmente, la gracia de la oración nos conduce
916 Raúl Gabás C.7. índole escatológica. de la Iglesia. 50-51 917
vos motivos nos impulsan a buscar la ciudad futura (cf. Hebr 13, vida, la participación de su intimidad y la ayuda de su interce-
14 y 11,10) y al mismo tiempo aprendemos cuál sea, entre las sión». Y por otro lado expliquen a los fieles que nuestro trato con
mundanas vicisitudes, el camino seguro, conforme al propio estado los bienaventurados, si se considera en la plena luz de la fe, lejos
y condición de cada uno, que nos conduzca a la perfecta unión de atenuar el culto latréutico debido a Dios Padre, por Cristo, en
con Cristo, o sea a la santidad. Dios manifiesta a los hombres en el Espíritu Santo, más bien lo enriquece ampliamente.
forma viva su presencia y su rostro, en la vida de aquellos, hom- Porque todos los que somos hijos de Dios y constituimos una
bres como nosotros, que con mayor perfección se transforman en familia en Cristo (cf. Hebr 3,6), al unirnos en mutua caridad y
la imagen de Cristo (cf. 2 Cor 3,18). En ellos El mismo nos habla en la misma alabanza de la Trinidad, correspondemos a la íntima
y nos ofrece un signo de ese reino suyo, hacia el cual somos po- vocación de la Iglesia y participamos con gusto anticipado de la
derosamente atraídos, con tan gran nube de testigos que nos cubre liturgia de la gloría perfecta del cielo. Porque cuando Cristo apa-
(cf. Hebr 12,1) y con tan gran testimonio de la verdad del Evan- rezca y se verifique la resurrección gloriosa de los muertos, la cla-
gelio. ridad de Dios iluminará la ciudad celeste y su Lumbrera será el
Y no sólo veneramos la memoria de los santos del cielo por el Cordero (cf. Apoc 21,24). Entonces toda la Iglesia de los santos,
ejemplo que nos dan, sino aún más, para que la unión de la Iglesia en la suma beatitud de la caridad, adorará a Dios y al Cordero
en el Espíritu sea corroborada por el ejercicio de la caridad fra- que fue inmolado (Apoc 5,12), a una voz proclamando: Al que
terna (cf. Eph 4,1-6). Porque así como la comunión cristiana entre está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor y Ja
los viadores nos conduce más cerca de Cristo, así el consorcio de gloria y el imperio por los siglos de los siglos (Apoc 5,13-14).
los santos nos une con Cristo, de quien dimana como de Fuente
y Cabeza toda la gracia y la vida del mismo Pueblo de Dios. Con- En el número anterior hemos hablado de un movimiento que
viene, pues, en sumo grado que amemos a estos amigos y cohere-
deros de Jesucristo, hermanos también nuestros y eximios bienhe- va del cielo a la tierra. En respuesta a él se levanta otro movi-
chores; rindamos a Dios las debidas gracias por ellos, «invoqué- miento que va de la tierra al cielo.
moslos humildemente y, para impetrar de Dios beneficios por La Iglesia que ha desaparecido de nuestra mirada histórica,
medio de su Hijo Jesucristo, único Redentor y Salvador nuestro,
acudamos a sus oraciones, ayuda y auxilios». En verdad, todo ge- consta de dos estadios: el de la Iglesia purgante y el de la triun-
nuino testimonio de amor ofrecido por nosotros a los bienaventu- fante.
rados, por su misma naturaleza, se dirige y termina en Cristo, que
es la «corona de todos los santos», y por El a Dios, que es ad-
mirable en sus santos y en ellos es glorificado.
Nuestra unión con la Iglesia celestial se realiza en forma no- /. La Iglesia terrena y los fieles del purgatorio
bilísima, especialmente cuando en la sagrada liturgia, en la cual
«la virtud del Espíritu Santo obra sobre nosotros por los signos Pocos mortales parten de este mundo en condiciones de es-
sacramentales», celebramos juntos, con fraterna alegría, la alabanza calar la cúspide de la divinidad. Y, sin embargo, la eficacia de
de la Divina Majestad, y todos los redimidos por la sangre de la redención de Cristo nos impulsa a creer que, por lo menos,
Cristo de toda tribu, lengua, pueblo y nación (cf. Apoc 5,9), con-
gregados en una misma Iglesia, ensalzamos con un mismo cántico la mayor parte de la humanidad llegará a la meta que Dios le
de alabanza al Dios uno y trino. Al celebrar, pues, el sacrificio ha señalado. La revelación nos dice que, después de la muerte,
eucarístico es cuando mejor nos unimos al culto de la Iglesia ce- Dios concede un medio de purificación a los que mueren bajo la
lestial en una misma comunión, venerando la memoria, en pri- luz del amor divino y, a la vez, bajo el peso de ciertos pecados
mer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, del bienaventura-
do José y de los bienaventurados apóstoles, mártires y santos todos. o frutos del pecado (cf. 2 Mac 12,46; 1 Cor 3,11-15; Mt 5,25s).
Con el purgatorio, Dios no se propone atormentar a sus
51. Este sagrado Sínodo recibe con gran piedad tan venerable criaturas, ni pretende propiamente que nosotros realicemos la
fe de nuestros antepasados acerca del consorcio vital con nuestros obra de nuestra propia redención, pues fue Cristo el que nos res-
hermanos que están en la gloria celestial o aún están purificándose
después de la muerte; y de nuevo confirma los decretos de los sa- cató gratuitamente en la cruz. Pero el nuevo hombre que ha de
grados Concilios Niceno II, Florentino y Tridentino. Junto con existir eternamente en Dios, no puede nacer sin haber muerto
esto, por su solicitud pastoral, exhorta a todos aquellos a quienes antes el yo terreno. Cristo llegó a la resurrección a través de la
corresponde, para que traten de apartar o corregir cualesquiera abu- cruz, la Iglesia camina hacia la gloria en medio de la humilla-
sos, excesos o defectos que acaso se hubieran introducido y restau-
ren todo conforme a la mejor alabanza de Cristo y de Dios. En- ción, los santos labraron su santidad con el hierro del dolor.
señen, pues, a los fieles que el auténtico culto a los santos no Dios vivifica matando. ¿Por qué? Porque la sensibilidad del
consiste tanto en la multiplicidad de los actos exteriores cuanto en amor divino es distinta de nuestra sensibilidad terrena. A pesar
la intensidad de un amor práctico, por el cual, para mayor bien de todas las analogías, la ley de nuestro ser en el infierno del
nuestro y de la Iglesia, buscamos en los santos «el ejemplo de su
tiempo está en contradicción con la ley de nuestra vida en el
918 Raúl Gabás C.7. índole escatológica de la Iglesia. 50-51 919
cielo de la eternidad. Si un sol muy fuerte quema las plantas, del amor divino, recibe un determinado grado de caridad, el
la presencia del fuego divino en nosotros, ¿no abrasará las pare- cual compensa lo que destruyeron sus miembros. Y, en general,
des de nuestro débil corazón? pueden ayudar a los difuntos todas las obras que aumentan el
La mayoría de los hombres, durante la existencia terrena, nivel del amor en la Iglesia. El purgatorio tiende a restablecer
poseemos una capa muy tenue de justicia. Si rasgamos el velo el amor que falta en nuestra vida individual y colectiva. Cuando
exterior, nos encontraremos con una jauría de pasiones escondi- se ha llenado nuestra medida personal de amor, termina el pur-
das dentro del alma. Desde el momento de la muerte, el amor gatorio y comienza la visión de Dios.
divino se precipita directamente sobre nosotros hasta penetrar
en lo más hondo de nuestro yo. El dolor interno, el estremeci-
miento de espíritu, la detestación íntima del mal y el amor cre- //. La Iglesia terrestre y la celestial
ciente a Dios, la congoja anímica y la simultánea alegría que se
producen mientras Dios va calando en lo hondo del hombre, Según dije antes, la Iglesia de todos los tiempos constituye
constituyen el estado del purgatorio. Este consiste en un proceso el gran sacramento de Dios en la tierra. Este carácter sacramen-
purificatorio, cuya existencia conocemos con certeza dogmática tal determina nuestro comportamiento fundamental con los santos
(cf. Concilio Florentino: D 693). Sobre las circunstancias con- que ya murieron. En su amor a Dios y a los hombres, grandeza
cretas de espacio y tiempo, es decir, sobre la relación de los di- de espíritu, humildad, veracidad, justicia, abnegación..., resplan-
funtos en su estado de purificación al espacio y al tiempo, nada deció la luz de Dios para sus coetáneos. Aunque, respecto a
podemos afirmar con certeza. nuestro tiempo histórico, pertenezcan al pasado, sin embargo, son
también coetáneos nuestros. Su pasado histórico ha sido acepta-
La Iglesia puede ayudar a los difuntos que se hallan en el
do en la eternidad de Dios, y desde allí sigue comportándose
purgatorio. Esta doctrina está contenida en muchos documentos
como un instrumento (signo, sacramento) actual y eficaz de Dios
dogmáticos (cf. D 427.693.983) y en la práctica de la Iglesia
para los hombres de todos los tiempos. Los santos que viven y
desde sus primeros tiempos de ofrecer sufragios por los di-
los que vivieron, constituyen un auténtico reflejo de la faz di-
funtos !!e.
vina (Const, n.50,2) y del reino de los cielos. De ahí que ten-
La ayuda que la Iglesia terrena puede prestar a los difuntos
gamos veneración y devoción a los santos e incluso les rindamos
se explica fácilmente por la trascendencia social de las acciones
culto.
humanas. De suyo, el hombre debe restaurar en el purgatorio:
no sólo la repercusión del pecado en él mismo, sino también las El profundo contenido de la realidad creada produce en nos-
consecuencias que tuvo en la sociedad eclesiástica. Pero, si ésta otros un sentimiento de admiración. La riqueza interior de una
se esfuerza por compensar con bienes espirituales los males que personalidad nos infunde respeto y cierta veneración. La pre-
uno de sus miembros hizo, parece muy razonable que el miem- sencia majestuosa y anonadante del Infinito llena nuestro espíri-
bro en cuestión quede libre de su deuda. tu de adoración. La adoración es un acto de reconocimiento de
nuestra dependencia incondicional de Dios, infinitamente bueno,
El pecado produce un mal en cuanto priva de un bien. Y se
sabio, poderoso, justo... En la adoración afirmamos: «Tú solo
perdona cuando el bien privado es restituido". Si la misma
eres el Señor».
Iglesia restaura la privación, el hombre que la había producido
Y ¿cuál es el comportamiento adecuado con los bienaventu-
queda libre de su obligación a satisfacer. Por el pecado, la Igle-
rados? Es un tanto complejo. En cuanto criaturas, solamente
sia es despojada de un determinado grado de amor de Dios,
merecen respeto y devoción. Y en cuanto manifiestan la realidad
cuya fuente original está en la cruz de Cristo. Por eso, según las
divina, son acreedores de culto. El culto puede equivaler a un
palabras del Tridentino (D 983), la mejor ayuda a los difuntos
gesto de respeto, de recuerdo; en este sentido se puede tributar
consiste en la aplicación del sacrificio del altar. En efecto, por el
tranquilamente a los santos. Pero el culto propiamente dicho im-
hecho de que la Iglesia se asocie más íntimamente a la fuente
plica un acto de adoración. Y, por tanto, en este sentido estricto
36
2T
Cf. M. SCHMAUS, Dogmática IV 2 § 307 (trad. Rialp, Madrid_ 1961, t.7). no se puede rendir culto a ninguna criatura. Si, a pesar de todo,
No pretendo afirmar que la restitución sea la causa del perdón, pero sí sos-
tengo que junto con el perdón se produce la restauración del bien destruido. La lo rendimos a la Virgen y a los santos, queda justificado porque
culpa del pecado mortal, que consiste en la privación de la gracia santificante, queda distinguimos entre la criatura y el Dios que se manifiesta en
perdonada cuando se infunde de nuevo la gracia. Y la pena se perdona cuando el
bien creado que había sido destruido es compensado con otro. ella; de modo que, según nuestra intención consciente, la acción
920 Raúl Gabás C.7. índole escatológica de la Iglesia. 50-51 921
cultual va dirigida a la divinidad. Como Dios es invisible, la gustan anticipadamente el misterio de la futura unidad univer-
liturgia se centra en criaturas capaces de reflejar la realidad di- sal y ensalzan con voz concorde al Dios uno y trino (Const.,
vina. De ahí que construyamos templos, altares, imágenes, etc., n.50,4). «Crede quod non vides»: en torno a ese sacerdote y
y tributemos señales de respeto religioso a esos símbolos. Pero, a su distraído ministrante está congregada la humanidad redimi-
cuando pasamos al culto propiamente dicho, tomamos las imáge- da. Rompe el velo sacramental y se derramarán las estrellas del
nes terrenas solamente como canales—instrumentos, signos sa- nuevo firmamento.
cramentales—de Dios.
El culto a los santos, bajo esta actitud interna, no contradice,
Consideración final
sino que evidentemente conduce a la glorificación divina. Sin
embargo, el Concilio llama la atención sobre ciertos abusos Todos los propósitos reformadores del Vaticano II desembo-
(Const, n.51). Se puede caer en un abuso muy grave. A saber: can en el capítulo 7, sobre la «índole escatológica de la Iglesia
en la adoración cultual reconocemos conscientemente al autor y peregrinante». En efecto, el tiempo no tiene más forma ni «re-
Señor de todo nuestro ser, al dueño de nuestra vida. Si dirigimos forma» que la eternidad. A primera vista, la derivación del Con-
un acto de adoración a una criatura, torcemos la dirección de cilio hacia la escatología quizá parezca una evasión de los pro-
nuestra existencia y caemos en la peor de las perversiones. Por blemas de nuestro tiempo. Pero, en realidad, no es así. La pre-
eso se recomienda mucha cautela en el culto a los santos. Espe- ocupación ecuménica, la renovación y acomodación de la estruc-
cialmente las gentes primitivas caen fácilmente en el peligro de tura eclesiástica, la evangelización de la humanidad descreída y
conceder cualidades divinas a una criatura 28 . tantos otros temas exigían una reflexión detenida sobre la esen-
Con todo, si la intención consciente del acto cultual termina, cia de la Iglesia. Y precisamente la reflexión eclesiológica ha
no en la criatura, sino en el Creador; no en la imagen, sino en conducido ai tema de la escatología. Según la constitución, la
el prototipo..., entonces, devolvemos la gloria a la fuente de Iglesia es un sacramento—una manifestación terrena, un instru-
donde partió y, a través de los santos, llegamos al tres veces mento—de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el
santo. género humano ( n . l ) . Con esa definición introductoria, el Con-
El pueblo cristiano acostumbra a ofrecer cirios, flores, mo- cilio centra desde el principio toda la realidad de la Iglesia en el
nedas, novenas, procesiones, etc., a los santos. El Concilio no re- Cristo glorificado. La Iglesia terrena está en función de la futura
chaza eso, pero resalta que nuestra mejor oblación y culto con- unidad escatológica, que ya existe en Cristo. Ahí tenemos una
siste en «un amor práctico, por el cual, para mayor bien nuestro respuesta germinal a los problemas fundamentales del Concilio.
y de la Iglesia, buscamos en los santos el ejemplo de su vida, la En el campo ecuménico, por el hecho de reconocer que la
comunión con ellos y la ayuda de su intercesión» (Const., n.51) 2°. Iglesia terrena no ha llegado a su perfección, se abre una posi-
El Concilio vuelve siempre a una idea predilecta, a saber: bilidad de diálogo. La Iglesia católica no renuncia a la concien-
«la unidad escatológica del género humano en Cristo» (Const., cia de ser «la» verdadera, pero admite su solidaridad con otras
n . l ; 48). Hacia ahí debemos caminar. Los santos están llenos confesiones en la búsqueda de una verdad más plena.
de Cristo, y Cristo está lleno de Dios. Por tanto, ellos nos mar- Eclesiológicamente, la afirmación de que la Iglesia se com-
can la pauta hacia la eternidad. Es más, por el misterio de la porta como un sacramento del Cristo glorificado significa un
encarnación, la unión con los miembros produce la unidad con gran avance. De ahora en adelante consideraremos la estructura
la Cabeza. jurídica de la Iglesia como la forma sacramental de una realidad
El Concilio espera ardientemente la gran cena nupcial del más honda y no como si esa forma jurídica fuera la esencia úl-
reino de los cielos. Hasta que eso llegue, invita a los fieles a tima de la Iglesia.
participar en la cena sacramental, donde todos los redimidos También el problema de las formas eclesiásticas recibe abun-
28
dante luz. Ante todo la Iglesia ha de ostentar rostro de peregri-
También en la vida profana hemos de distinguir entre la obediencia humilde
f la actitud servil. Según el Evangelio, los cristianos tenemos un único Señor. Por na; su figura no puede ser de «este mundo»; debe mantenerse
eso, cuando una persona o un partido toma una actitud de auténtico señor respecto ágil, atlética, para no interrumpir su constante andar hacia la pa-
a los subordinados, el subyugante y el subyugado son reos de idolatría.
29
Sobre la intercesión, cf. el comentario al n.49. Los mortales podemos, y debe- tria. Sería un contrasentido el que construyera un palacio, insen-
mos pedir la intercesión de los santos. Pero nuestra misma petición es fruto de la
gracia divina, la cual nos lleva a la unidad definitiva del Cuerpo de Cristo. sible al paso de los tiempos, y descansara plácidamente en él.
922 Raúl Gabds C.7. Índole escatológica de la Iglesia. 50-51 923
La Iglesia se halla en situación de tránsito, y por eso no puede te, la constitución nos presenta el cielo como «la unidad per-
apegarse a las formas de este mundo; ha de mantener una situa- fecta de la humanidad en Cristo». De lo dicho se desprende que
ción de distancia frente a las situaciones mundanas. Ella no es toda la acción eclesiástica debe ir dirigida a presentar ante los
ni monárquica ni republicana; ni capitalista ni comunista; ni hombres caídos la faz de hombres más elevados, más clarividen-
medieval ni renacentista. Pero en su actitud esencial ha de diri- tes, más espirituales, más llenos de valores auténticamente hu-
gir la mirada hacia adelante, y ¡no tanto volver los ojos atrás! Su manos... Y, a mi juicio, ahí está la tarea fundamental del apos-
tiempo y espacio no es precisamente el romano o el europeo, tolado moderno. Ni la liturgia, ni la predicación moral, ni los
sino aquel por donde «hic et nunc» peregrina. Para la Iglesia, andares graves, ni los vestidos lúgubres, ni las grandes sumas
cada época es buena, pues todas conducen a la patria; pero nin- dogmáticas..., impresionan demasiado a los hombres de nuestro
gún tiempo—situación, gobierno...—es ideal, pues su tiempo tiempo, y, por sí solas, todas esas cosas son incapaces de trans-
ideal está en la eternidad. Pero, en medio de las relatividades formar el mundo moderno. En cambio, la sacramentalidad de
terrenas, la Iglesia se halla siempre caracterizada por su condición cada cristiano en medio del mundo, el hecho de que los hom-
de «sacramento de Dios y de la unidad humana». bres se encuentren con hermanos de los cuales puedan decir:
Y la misma pastoral 3° descubre nuevos horizontes desde el «ahí está encarnada la aspiración más íntima de nuestra existen-
cielo de la escatología. Hoy día las naciones más prósperas están cia»..., esto sí que promete abundantes frutos en nuestro tiempo.
muy satisfechas de su abundancia terrena; y las infradesarrolla- Hoy día los hombres son más intuitivos que especulativos. Por
das no ahorran esfuerzos por alcanzar el nivel de las primeras eso necesitamos imágenes plásticas del Cristo encarnado, del
El desarrollo técnico absorbe la mayor parte de las fuerzas hu- amigo de los hombres, del médico que curaba la enfermedad
manas. En medio de ese clima, solamente algunos grupos de del cuerpo y la del espíritu, del que afirmaba: «está cerca el
hombres se preguntan por el sentido de su existencia. El Concilio reino de los cielos» (Mt 4,17).
descubre el engaño y la verdad del progreso técnico. Este se halla A pesar de todos nuestros esfuerzos, la Iglesia terrena será
en un error si pretende construir una segunda torre de Babel, solamente un reflejo y no la misma realidad del reino de Dios.
una ciudad terrena que retara al reino de la eternidad. Pero está Hemos hablado constantemente de presencia sacramental, es de-
en su punto si presta un servicio a la realización de la persona cir, de una presencia oculta. Pero, a través del sacramento de la
humana, si acrecienta la solidaridad del género humano y, hecho Iglesia, debe irradiar tanta luz, que los hombres tengan puesta
esto, deja una ventana abierta para la luz del más allá. fijamente la mirada en el signo universal de salvación (Constitu-
Pero lo nuevo (respecto a nuestra última época) de la visión ción, n.48,2) y sean testigos presenciales del instante en que se
escatológica de la constitución está en afirmar que la Iglesia es rompan los velos y «la claridad de Dios ilumine la ciudad ce-
un «sacramento» de la humanidad redimida. El Concilio sabe leste» (Const, n.51,2; cf. Mt 24,44).
muy bien que los hombres, en gran parte, han perdido la fe y
el temor del más allá. Alguna vez la Iglesia ha sido acusada de
que, con su predicación de las penas eternas, detenía al proleta-
riado de reivindicar sus derechos terrenos y, entre tanto, el ca-
pitalismo disfrutaba pacíficamente de su riqueza injusta. Pres-
cindamos de si la acusación mencionada contiene un aspecto ver-
dadero y de si el mal delatado en ella ha oscurecido la luz de la
eternidad. Lo importante es que el Concilio ve en la escatología,
no sólo un consuelo de ultratumba, sino también el contenido
más profundo de la actual existencia terrestre. En efecto, según
la mente conciliar, la Iglesia es el sacramento—es decir, la forma
de manifestación terrena—del mundo celeste. Y, concretamen-
30
Entiendo que la teología pastoral constituye una parte de la fundamental. La
fundamental, a su vez, es algo así como un «jefe de protocolo» de la dogmática, y
ésta estructura el contenido interno de la revelación. La fundamental descubre la for-
ma que adopta el pecado humano y, consecuentemente, el modo específico como debe
administrarse la gracia redentora.
C.8. La Virgen Haría. Introd. 925
CAPÍTULO VIII
muchas actuaciones del Concilio. La intención de no ensanchar la
zanja que separa de los católicos a los ortodoxos y protestantes
DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA era buena; y hubo quienes, admitiendo algunas grandezas de la
MADRE DE DIOS, EN EL MISTERIO DE CRISTO Virgen, v.gr., su mediación, trabajaron para que se pasaran por
Y DE LA IGLESIA alto.
3) El Concilio no dirime puntos de vista teológicos. Tam-
bién ésta es doctrina conciliar, objeto de un comentario en su lu-
gar propio (n.54). Al comentarista lo que ahora le incumbe es no
Introducción preliminar dar como verdades propuestas por la Iglesia explicaciones o sen-
tencias de autores o escuelas particulares. Pero a nadie se cierra
Por Narciso García Garcés, C. M. F.
el camino para que, a base de los verdaderos criterios o lugares
teológicos, siga defendiendo las grandezas de la Virgen.
A) SINOPSIS Y CRITERIOS
4) Además de la Sagrada Escritura, el Concilio ha sancio-
Creemos un deber adentrarnos sin demora en el comentario nado el valor de la tradición y del magisterio para el acertado des-
del texto. Si abordásemos la historia de sus avatares, aun resig- arrollo de la teología mariana.
nándonos a ser incompletos, el espacio concedido (unas cuarenta En torno a esos puntos se centraron las luchas más vivas du-
páginas) sería insuficiente. En cambio, creemos oportunas breves rante la redacción del texto conciliar. Era inexplicable, porque
palabras sobre los criterios para entenderlo y valorarlo. Como fal- equivalía a ignorar la regla próxima del teólogo y a barrenar to-
silla que guíe en la escritura, tomo una hoja distribuida a los obis- dos los esquemas conciliares; pero era cierto que la mayor parte
pos españoles a raíz de la aprobación del capítulo octavo. de los esquemas presentados para suplantar al primitivo prescin-
1) El texto que vamos a comentar representa un avance en la dían en absoluto del magisterio ordinario y auténtico de los Papas.
historia de la teología mariana. El Papa tiene toda la razón: «Es Bastaba ese fallo para que no pudieran prosperar. Pues bien, el
la vez primera que un Concilio ecuménico presenta una síntesis Concilio, de hecho, ha reconocido el valor de las encíclicas y
tan extensa de la doctrina católica sobre el puesto que María San- alocuciones pontificias, de las cuales ha tomado como una docena
tísima ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia» '. de citas. Ciertamente no ha entrado a saco en los documentos
Pero ahora, como siempre, el adelanto y maduración doctrinal papales del último siglo; pero basta que con su ejemplo nos auto-
conseguidos se han logrado despacito, con parsimonia, si así puede rice a que nosotros busquemos doctrina segura en los mismos do-
decirse, y hasta con tal empeño de estrechez y exactitud, que los cumentos de donde el Concilio la ha tomado.
comentaristas prudentemente no hallarán base para cercenar nada Algo parecido podríamos decir acerca de la tradición como
de lo aprobado y más de una vez la hallarán, y muy fundada, para fuente o depósito de la verdad teológica mariana. Sigue el valor
ampliar el vuelo e intentar nuevos avances. Nos explicaremos con de la tradición, y sigue válido el método regresivo, propuesto por
varias ideas que son del todo seguras. Pío XII, para estudiarla con fruto.
2) El texto no pretende agotar cuanto puede decirse de la El Concilio se funda en ella para hablarnos de la santidad
Virgen. Esta idea la hallaremos pronto, en el n.54, y merece un perfecta de María, de su carácter de segunda Eva, del culto singu-
comentario muy digno de ser tenido en cuenta, porque demuestra lar que se le debe (n.56.66). Muy bien; pero cuando se trate de
ya la posibilidad de que, con el andar del tiempo, algunas verda- la realeza, de la mediación, de la verdad que sea, cuando se de-
des marianas se expliciten, se hagan del dominio general entre el muestre que dicha verdad es expresada y vivida en general por
pueblo fiel y la Iglesia las proponga como doctrina suya, aunque el pueblo cristiano como creencia católica, dicha verdad quedará
el Concilio Vaticano II no haya creído llegado el tiempo de reco- probada como parte del depósito que Cristo confió a la Iglesia,
gerlas. la cual, al proponer una creencia, no es menos infalible en el si-
Por lo demás, la verdad del hecho ahora apuntado explícase, glo x x que en el siglo IV.
entre otras razones, por el signo ecumenista que ha condicionado
5) El Concilio ha dejado a salvo y ha hecho honor a los
1
Alocución pontificia en la clausura de la sesión 3.a del Concilio. principios de la teología mariana.
C.8. La Virgen María. Introd. 927
926 Narciso García Garcés, C. M. F.
hominum. Y así se imprimió, como esquema separado del De Ec-
Los principios últimos de la ciencia de la Virgen son los mis- clesia, en el volumen distribuido en noviembre en 1962.
mos de la teología, de la cual es una rama la mariología; pero Ya en pleno Concilio, la Comisión coordinadora, como co-
derivados de la maternidad divina, raíz última y suprema explica- rrigiendo la propuesta hecha en noviembre de 1962, tal vez sin la
ción de cuanto es y significa la Virgen, se mencionan otros axio- necesaria autoridad, de que fuese incluido en el esquema sobre la
mas o principios que ayudan a investigar los privilegios marianos Iglesia, resolvió que quedase como esquema aparte que se titularía:
y a descubrir la perfecta armonía que entre ellos reina, como nos De Beata María Virgine, Matre Ecclesiae. Así se imprimió en fas-
enseñó Pío X I I 2 . cículo separado antes de la segunda etapa (1963) y así figura tam-
Pues todos estos principios juegan en el texto conciliar. El de bién en el opúsculo de Emendationesx a Concilii Patribus exhibi-
recirculación late en la doctrina de María, antítesis de Eva (n.56. tae... del mismo año. Con ese mismo título compusieron su es-
63). El de asociación con Cristo, desde la predestinación hasta quema los teólogos españoles, pensando en salvar toda la doctrina
la consumación de los elegidos, sostiene la enseñanza de muchos de la Virgen, aunque fuese en el esquema De Ecclesia.
números, especialmente de los n.57.58,61. El principio de sin- Pensamos que no vale la pena extendernos demasiado en estos
gularidad y excelencia es invocado al hablar de la santidad, de la cambios o propuestas (de títulos. Unos querían que, de modo ge-
dignidad, del culto de la Virgen (n.53.56.61.66). Y hasta el prin- nérico, se hablase de «la Santísima Virgen». Otros deseaban que
cipio de analogía, de más difícil aplicación, se insinúa en los se la llamase «Madre de los fieles», aludiendo, tal vez, al patriar-
n.57-59, cuando vemos a la Virgen semejante a su Hijo en la ca Abraham, «padre de los creyentes», y significando^ que la gran-
misión salvadora, en sus padecimientos y en su glorioso triunfo. deza de la Virgen le viene de su fe al mensaje del ángel. Un es-
Con estos criterios, que son de exactitud, de prudencia, pero quema salió a captar votos con este título: De loco et muñere
no de miedos infundados (¡qué miedos puede haber cuando el B. Deigenitricis in Ecclesia, que era bueno para hacer un estu-
Concilio ha sancionado el mensaje Ínter complures, dirigido por dio teológico; pero de orientación demasiado partidista en el Con-
Pío XII a los mariólogos como apertura del Congreso Internacio- cilio.
nal Mariano (Roma, 24 octubre de 1954), que es un modelo de
Tomado el acuerdo de que el esquema sobre la Virgen se
cómo puede uno engrandecer de veras a la Virgen!), con esos
redujese a un capítulo del de Ecclesia, a los pocos días salió un
criterios—decimos—tratemos de exponer las riquezas que para la
nuevo texto con este epígrafe: De loco et muñere B. Virginis
devoción a la Virgen (mejor conocimiento y amor más grande a
Deiparae in mysterio Christi et Ecclesiae. En torno a él se trabajó
la Señora) se encierran en el texto conciliar.
intensamente desde noviembre de 1963 a junio de 1964. Sólo en
la última redacción hecha en común por representantes de las ten-
B) E L TÍTULO : D E LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, MADRE
dencias encontradas, se cambia ese título por este otro: D E BEATA
DE Dios, EN EL MISTERIO DE CRISTO Y DE LA IGLESIA
MARÍA VIRGINE DEIPARA IN MYSTERIO CHRISTI ET ECCLESIAE,
Costó mucho llegar a un acuerdo sobre el título. En realidad bajo el cual se entregó a la Comisión doctrinal el texto que sus-
pensamos nosotros que varios de ellos eran excelentes, pero su tancialmente coincide con el «textus prior» presentado en el c.8
formulación diversa equivalía a bandera de corrientes encontradas. del esquema de Ecclesia (3 de julio de 1964), que sería el discutido
Y el recelo y la oposición surgía contra la corriente más que con- en el aula conciliar y, con ligeros retoques, aprobado el 29 de
tra el título. octubre.
Las dificultades comenzaron desde el principio en la Comi- Hemos indicado que varios de esos títulos eran francamente
sión preparatoria. El texto distribuido a 20 de enero de 1962 se buenos. El de la Virgen, Madre de la Iglesia, venía con muy bue-
intitulaba: De María, Matre Capitis et Matre Corporis Christi nas credenciales (lo había puesto la Comisión coordinadora del
membrorum. Concilio) y, desde que la doctrina mariana constituía un capítulo
La misma Comisión lo simplificó, pasándolo a la Comisión del esquema sobre la Iglesia, parecía obligado para significar la
central bajo este epígrafe: De Beata Virgine Matre Dei et Matre primera y más honda relación que ligan a la Madre de Cristo con
2
los miembros de su Cuerpo místico.
Sobre los principios de la teología mariana véase el vol.3 de «Estudios María,
nos» (Madrid 1944). De manera más asequible para el común de los lectores, véas e Pero, francamente, el título adoptado es bueno, de una com-
un resumen en N . GARCÍA GARCÉS, Títulos y grandezas de María 3.a ed. (Madrid prensión o contenido que podríamos llamar exhaustivos y hasta
1959) p.32-47.
928 Narciso García Garcés, C. M. F. C.8. La Virgen María. }2 929

de una prestancia propia del estilo conciliar. En particular nos vino de salvación se nos revela y continúa en la Iglesia, a la que
el Señor constituyó como su Cuerpo, y en ella los fieles, unidos a
complace que figure la palabra «Deipara», Madre de Dios, por- Cristo, su Cabeza, en comunión con todos sus Santos, deben tam-
que la maternidad divina es explicación y raíz del ser y de la bién venerar la memoria «.en primer lugar, de la gloriosa siempre
misión de la Santísima Virgen. Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo'».

La entonación de las primeras palabras: Benignissimus et sa-


/. PROEMIO CONCILIAR pientissimus Deus, recuerda el principio de las bulas dogmáticas
de Pío IX y Pío X I I : Ineffabilis Deus, Munificentissimus Deus.
El proemio da inevitablemente una impresión de largo, ver- Verdaderamente Dios es la fuente de todo ser y perfección.
boso y poco estructurado. Algo de eso ocurre a lo largo de todo el Todas las comunicaciones divinas tienen su origen en la libérrima
capítulo, donde las ideas se repiten y se multiplican los parénte- y amorosa voluntad de Dios, porque su amor es causativo, y causa
sis. Esto se comprueba al estudiar cualquiera de los temas funda- en cuanto ama y según el amor con que ame y se comunique.
mentales. De la maternidad divina se habla en los n.52.53.55.56, El Concilio se refiere en este n.52 a la comunicación más por-
etcétera. La concepción inmaculada se menciona en los n.53.56.59- tentosa que Dios hizo de sí mismo cuando asumió o hizo suya la
La maternidad espiritual se recuerda, de un modo u otro, una do- naturaleza humana de Cristo, a la cual se unió sustancialmente
cena de veces. Y lo mismo sucede con la mediación en los n.60. la naturaleza divina en la persona del Verbo: unión de naturale-
61.62.66, topando sin querer en lo que algunos pretendían silen- zas que siguen perfectas e inconfusas, pero que subsisten en la
ciar en absoluto. Otro tanto podríamos decir de la singularidad y única persona del Hijo de Dios, hecho Hijo de María en cuanto
excelencia de la Virgen, de su asociación con Jesucristo, etc. hombre. Y el texto que comentamos nos hace remontar al princi-
Realmente, para quienes seguimos paso a paso la elaboración pio supremo: a la sabiduría y amorosa benignidad de Dios. «Dios
del texto y las repetidas mejoras propuestas y contrastadas a los benignísimo y sapientísimo, queriendo llevar a término la reden-
textos presentados en noviembre de 1963, en enero y luego en ción, llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo hecho
julio de 1964, y, por último, en la discusión en el aula conciliar de mujer para que recibiésemos la adopción de hijos» (Gal 4,4)
y en los centenares de aprobaciones con reservas («iuxta modum») o para hacernos hijos adoptivos del Padre, al ser hermano nues-
con que fue aprobado, todo se explica sin dificultad. tro, al tomar nuestra carne, el que era Hijo natural suyo.
El proemio es la primera de las cinco partes en que el capítulo Justamente habla de la benignidad de Dios, que venía bus-
se divide. Podríamos detenernos en la misma palabra «proemio» cando a los mismos que le habían ofendido (cf. Rom 5,8; 1 Tim
señalando la oportunidad y acierto con que se puso, quitando las 1,15). La sabiduría de Dios en el plan seguido fue ponderada
palabras «De themate in genere» que se leían en el texto de 9 de ya desde la antigüedad: ponderaban cómo quiso Dios valerse para
enero de 1964. Verdaderamente ese epígrafe podría servir para la reparación de los medios mismos con que el tentador había
una conferencia didáctica, pero sabía poco a estilo conciliar. fraguado nuestra ruina. Así burlaba Dios las trazas envidiosas
En el proemio, pues, incluso gráficamente, distingüeme con del diablo, valiéndose de los mismos medios, pero a la inversa
claridad tres partes, de las cuales la primera y segunda nos hablan (principio de recirculación) \
de las relaciones de la Virgen con Jesucristo y con la Iglesia y, Esta manera de comenzar el capítulo sobre la Virgen se da la
como quien dice, muestran el contenido doctrinal del capítulo; la mano con el principio del capítulo primero del esquema, que nos
tercera indica el plan y método con que el Concilio va a proceder habla del plan de salvación universal tal como lo tuvo el Padre \
en su enseñanza. Una palabra sobre cada punto. Ese plan no era otro que el de salvar a todos los caídos en Adán,
en virtud de Jesucristo nuestro Redentor, es decir, por los gran-
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN EN EL MISTERIO DE CRISTO des misterios de la encarnación y de la redención.
Esta verdad, clave de toda la religión cristiana, la confesamos
52. El benignísimo y sapientísimo Dios, al querer llevar a
término la redención del mundo, cuando llegó la plenitud del tiem- en el símbolo; y con palabras del Niceno-Constantinopolitano la
po, envió a su Hijo hecho de mujer... para que recibiésemos la recuerda el Concilio en este lugar. El Hijo de Dios «por nosotros
adopción de hijos (Gal 4,4-5). «El cual por nosotros, los hom-
s
bres, y por nuestra salvación descendió de los cielos, y se encarnó, TERTULIANO, De carne Christi 17: PL 2,827-828; SAN EPIFANIO, Adv. bíteres.
por obra del Espíritu Santo, de María Virgen». Este misterio di- 1.3 t.2 _haer.78: PG 42,707.
* Véase el e l De Ecclesiae mysterio n.2.
2. C.Vaticano 30
930 Narciso García Garcés, C. M. F. C.8. La Virgen María. 52 931
los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y, por ría, asintiendo al ángel, «concibió» a Jesús y, llegado el tiempo, lo
obra del Espíritu Santo, se encarnó de María Virgen». Lo cual dio a luz en Belén *.
equivale a una proclamación de que el plan divino de salvación, Tenemos, pues, que el Concilio asienta de buenas a primeras
tal como por Dios fue previsto y después realizado, incluía a la el fundamento de las grandezas de la Virgen, la maternidad divi-
Santísima Virgen como a pieza esencial. na, que la une a Jesucristo en el mismo decreto de predestinación.
Por eso en la relación o informe con que la Comisión doctri- Los une, por ende, en una misión y teleología comunes: para sal-
nal ilustraba a los Padres conciliares acerca de este número, en el var a los hombres mandó Dios a su divino Hijo, y para realizar
esquema distribuido en julio de 1964 como base de discusión en esa salvación fue elevada María a la dignidad de Madre de Dios.
la tercera etapa conciliar, se decía muy oportunamente: «Totius Repitamos el autorizadísimo comentario de la Comisión doc-
¡taque doctrinae fundamentum est incarnatio redemptiva, quacum trinal : «base y fundamento de toda doctrina mariana es la encar-
Beata Virgo intrinsecus connectitur» ". nación redentora a la cual está la Virgen intrínsecamente asocia-
Recojamos esa frase del Concilio, que es de valor inmenso. La da», y profundicemos un poquito más en él.
Virgen está intrínsecamente unida a Jesucristo Redentor. Lo está María está asociada «intrínsecamente» porque la maternidad
por su predestinación porque, desde la eternidad, Dios pensó en divina no puede concebirse sólo como un milagro que Dios obró
Ella y la predestinó en el mismísimo decreto de la encarnación en María, haciendo que el Verbo asumiese el fruto virginal de
de la Sabiduría eterna'. María. Ese lenguaje no sería correcto. Fruto de María es el mismo
Y lo está cuando, «llegada la plenitud del tiempo», es decir, Hijo de Dios humanado. Para que sea de verdad Madre de Dios,
llenado o transcurrido el tiempo que Dios había señalado, el Pa- ha de ser Dios el término de la acción maternal de la Virgen. N o
dre envió a su Hijo «hecho de mujer» (Gal 4,4). Y sobre esta bastaría decir que de manera extrínseca o al margen de la activi-
locución de San Pablo notan los exegetas que él Apóstol, aquí dad de María, por casualidad, como quien dice, por otra acción
como en otros lugares ', evita de propósito las palabras «nacer», de Dios, es Dios el hijo que de ella nace.
«nacimiento» o parecidas, para prevenir lo más posible el peligro La maternidad divina proyectaba a la Virgen al Dios-Hombre,
de que alguien olvidase la preexistencia de la persona de Cristo y como la maternidad no se reduce a la cooperación física (lo cual
que nacía de María. equivaldría a que Dios obrase un milagro en la Virgen, como de-
Vino, pues, Jesucristo, en cuanto hombre, hecho o formado cíamos, hace un instante), sino que es obra de toda la persona,
de una madre, como los demás hombres, con los cuales venía a sigúese que el Concilio nos muestra a la Santísima Virgen entera
fundirse y asemejarse en todo, menos en la culpa y la ignorancia. (en su misión, en su persona, en su vida) unida a la persona y a
Y aunque su concepción fuese milagrosa, obra exclusiva del Es- la obra del Redentor. Más adelante habrá que volver sobre esta
píritu Santo, en la formación de su humanidad quiso estar sujeto idea fundamental. Ahora bástenos abrazar el sentido verdadero
a las leyes naturales, lo que todavía arroba y pasma a nuestra Ma- de la maternidad divina, fuera del cual no podrían entenderse los
dre la Iglesia: Non horruisti Virginis uterum! Llegó tu dignación encomios que a la Madre de Dios han dedicado los libros santos,
a encerrarte en el claustro virginal de tu Madre y a depender los santos Padres y teólogos y presiente y adivina todo cristiano.
de ella! 8. El último punto de este número es muy interesante, pero debe
San Pablo alude el hecho de la encarnación sin nombrar ex- leerse con atención e interpretarse con finura: «Este misterio di-
presamente a María, sin decir el modo como el Verbo se vistió vino de salvación se nos revela y continúa en la Iglesia, a la cual
de nuestra carne; y aún se queda más lejos San Jvian cuando en el el Señor constituyó como Cuerpo suyo, y en ella los fieles, unidos
capítulo primero, asentada la divinidad del Verbo y su origen a Cristo su Cabeza, en comunión con todos los santos, deben tam-
eterno, se limita a decir: «El Verbo se hizo hombre y habitó entre bién venerar la memoria «en primer lugar...».
nosotros» (1,14). Pero la doctrina de ambos queda completada y ¿Qué misterio es ese que se nos revela y continúa? Esas pa-
esclarecida con la narración de San Lucas, que nos dice cómo Ma- labras no pueden referirse al misterio de la encarnación estricta-
5
mente dicho. Dicho misterio, el misterio de la unión hipostática,
Schema constitutionis de Ecclesia (Romae, 3 iulü 1964) p-210 ad n.52A.
6
Pío IX, lneffabilis Deus: DM n.271 p.173; LEÓN XIII, Augustuumae Del no ha tenido ni tendrá lugar más que en la unión de las dos na-
Mairis, 12 sept. 1897: DM n.450 p.326; Pío XII, Munificentiaimus Deía, 1 nov. turalezas, divina y humana, en la persona del Verbo. Y este mis-
1950: DM n.809 p.655.
~ Rom 3,1 ; Phil 2,6-7.
8
Del himno Te Deum laudamus. • Le 2,21 y 2.6-7.
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terio continúa en cuanto que la naturaleza asumida jamás será beza y con todos sus santos de la tierra y del cielo 12, conviene
abandonada por el Verbo; pero ese misterio es irrepetible y no que recordemos con veneración «en primer lugar (in primis) a
se ensancha. la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Dios y de Nuestro
Cuando se dice que ese misterio se continúa en la Iglesia, Señor Jesucristo».
empecemos por recordar que la Iglesia no es un cuerpo físico Aquí no tenemos por qué alargarnos. El texto conciliar recoge
(una humanidad concreta), sino el cuerpo moral y místico de Je- literalmente el principio del «communicantes», parte señalada en
sucristo. Recordemos que la unión de la Iglesia no se afirma di- el anáfora (parte central en el sacrificio de la misa), que tan eficaz
rectamente con el Verbo, sino con Jesucristo (el Verbo hecho y piadosamente contribuyó a la unidad de las iglesias con el in-
hombre), que, como hombre precisamente, es solidario de todos tercambio de «dípticos».
los hombres, Mediador único de todos y Cabeza de la Iglesia. Todos verán bien que el Concilio, al hablar de la Virgen, re-
Continúa, pues, el misterio (quizá sería más sencillo decir: curra a la liturgia, ya que la constitución sobre liturgia se ade-
continúa el misterio o plan salvífico de Dios), en cuanto que lantó a honrar a la Señora con la frase de todos conocida: «La
Cristo, Cabeza de la Iglesia, Esposo de la Iglesia, a la que ganó santa Iglesia venera con singular amor a la bienaventurada Virgen
y hermoseó con su sangre 10, por ministerio de la Iglesia o va- María, Madre de Dios, que con lazo indisoluble está unida a la
liéndose de ella como de instrumento suyo, como de su cuerpo, obra redentora de su Hijo» 13. Precisamente las ideas de ese no-
sigue extendiendo los frutos de su sangre y engendrando nuevos table texto coinciden con las del texto que ahora comentamos. La
hijos de adopción para el Padre celestial. constitución sobre liturgia nos habla de un «singular amor» a la
Continúa el misterio, no porque haya nuevas uniones hipos- Virgen; aquí, la constitución sobre la Iglesia, de la singular ve-
táticas, no porque haya nuevas maternidades divinas, sino porque neración («in primis») que le debemos.
sigue el plan de salvación que Dios benignísimo se trazara y del Veneración y amor singulares, no sólo poniendo a la Virgen
cual es y será siempre centro el Verbo encarnado en las entrañas la primera en los motivos, títulos y fundamentos por que hemos
de María. Pero la unión de la Iglesia (de cada uno de los fieles de venerar y amar también a los santos, sino por fundamentos y
que integran la Iglesia) con Cristo dista inmensamente de la títulos y oficios del todo únicos. Pero quedémonos ahí, que sobre
unión que la humanidad de Cristo tiene con el Verbo, y la ma- esto habremos de volver repetidas veces en este comentario.
ternidad de la Iglesia sobre los hijos adoptivos de Dios también Notemos, por último, que el «communicantes» es anterior a
dista inmensamente de la maternidad de María sobre el Hijo eter- San León", y que, como fruto tal vez del Concilio de Efe-
no y natural de Dios. so (431), se introduce en él el recuerdo de la Virgen, porque de
entonces o poco después se creen los títulos con que se la honra:
Esas ideas han de reafirmarse para no caer en equívocos in- gloriosa, siempre virgen, Madre de Dios 1S. Muy pronto tendre-
sustanciales. Pero, salvada esa aclaración, las palabras conciliares mos ocasión de comentarlos.
son muy propias para encarecer nuestra unión con Cristo y para
excitarnos en la más encumbrada tarea de la santificación propia
y de salvar las almas, porque a la continua podemos usufructuar LA SANTÍSIMA VIRGEN Y LA IGLESIA
las riquezas de misterios que virtualmente perduran: «por nos- 53. En efecto, la Virgen María, que según el anuncio del
otros bajó de los cielos»; «nos amó y se entregó a sí mismo por ángel recibió al Verbo de Dios en su corazón y en su cuerpo y
nosotros» (Gal 2,20); por nosotros también quiso tener una Ma- entregó la vida al mundo, es conocida y honrada como verdadera
dre que intrínsecamente estaba destinada a ser asimismo madre Madre de Dios Redentor. Redimida de un modo eminente, en aten-
ción a los méritos futuros de su Hijo y a El unida con estrecho e
nuestra. Y es que si, por razón de la divinidad de su Hijo, es indisoluble vínculo, está enriquecida con la suma prerrogativa y
María Madre de Dios, por razón de la capitalidad de su Hijo dignidad de ser la Madre de Dios Hijo y, por tanto, la hija predi-
(por ser Cristo nuestra Cabeza) María es Madre de los hombres ". 12
Con mucha frecuencia, los libros inspirados dan el nombre de «santos» a los
Es, pues, cierta y es bellísima la enseñanza del Concilio de fieles cristianos de la Iglesia militante. Véanse, por ejemplo, Rom 1-7; 15,25 y 3 1 ;
1 Cor 1,2, y 6 , 1 ; Col 1,2; Hebr 6,10; Act 26,10, y muchos otros lugares.
que en la Iglesia todos los fieles, unidos con Cristo nuestra Ca- 13
11
Const. De sacra liturgia c.5 «De anno litúrgico» art.103.
Cf. DOM B. CAPELLE, Travaux liturgiques de doctrine et d'bistoire vol.2, Hii-
10
toire.
15
La Messe (Abbaye du Mont Cesar, 1962) p.16.
Cf. Act 20,28 y Eph 5,25-27. Cf. G. MARTIMORT, La Iglesia en oración. Introducción a la liturgia, p.2.»
11
LLAMERA, El mérito corredentor de María: Estudios Marianos 11 (1951) 108-109. sec.2 c.4 § 5 (Barcelona 1964) 430-431).
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lecta del Padre y el sagrario del Espíritu Santo; con un don de mundo la Vida, es reconocida y honrada por verdadera Madre
gracia tan eximia, antecede con mucho a todas las criaturas celes-
tiales y terrenas. Al mismo tiempo ella está unida en la estirpe de de (nuestro) Dios y Redentor.
Adán con todos los hombres que han de ser salvados; más aún, es Nos encontramos con una nueva confesión de la maternidad
verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber coope- divina. Se comprende que esa oración incompleta y en pasiva («la
rado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que «son
miembros de aquella cabezal), por lo que también es saludada como
Virgen es reconocida y honrada...») tiene a la Iglesia como su-
miembro sobreeminente y del todo singular de la Iglesia, su pro- jeto implícito: La Iglesia es la que reconoce y venera a la Virgen
totipo y modelo destacadísimo en la je y caridad y a quien la como a Madre de Dios. Como, no en un sentido analógico o apro-
Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, honra con filial ximado, sino absoluto y propio. La confiesa Madre de Dios y
afecto de piedad como a Madre amantísima.
como a tal la venera.
Observemos un hecho curioso: en el número precedente se Podemos subrayar también que la Virgen recibió al Verbo de
quería ver a la Virgen relacionada con Cristo; pero el texto con- Dios en su corazón y en su seno. La frase tiene una gloriosa anti-
ciliar y, lógicamente, nuestra sencilla glosa han terminado discu- güedad : es de San León ", y anualmente la leemos en los maiti-
rriendo sobre las relaciones de la Iglesia con la Virgen. En cam- nes del día de Navidad. Lección muy profunda, que queda com-
bio, el presente número promete hablar de la Virgen y la Iglesia; pleta y esclarecida por la liturgia en la oración que sigue a la
pero en su primera mitad, la más importante, sigue hablando de antífona Salve Regina: «¡Oh Dios que preparaste el cuerpo y el
las relaciones de María con su Hijo-Dios. alma de la bienaventurada Virgen María para que fuese digna
Repetidas veces hemos prevenido contra la exageración en las morada de tu Hijo!...»
distinciones con que los teólogos estudiaban a la Virgen en sí Con sentido católico no puede reducirse la maternidad divina
misma, en orden a Dios o en orden a los hombres, o discurrían a las operaciones fisiológicas: en cuerpo y alma fue preparada la
por separado sobre sus privilegios personales o sus oficios socia- Virgen para digna Madre de Dios; en cuerpo y alma quedó san-
les, los privilegios de su alma o de su cuerpo. tificada; fue elevada toda la persona, y a toda Ella la atrajo y
Creemos que perspectivas parciales y mutiladas del misterio unió Dios consigo con unión singularísima e irrepetible.
mariano pueden ser semillero de deformaciones en la labor teoló- No sabemos si vale la pena notar que el texto conciliar ha
gica. Cuanto la Virgen tiene, lo tiene para lo que es, y lo que cambiado el verbo «concipere» (concebir), usado por San León,
es nos lleva al aspecto social. Inmaculada concepción y maternidad por el de «suscipere» (recibir). ¿Será a fin de que, ni por asomos,
divina, asociación con Cristo y realeza..., todo se da la mano y piense nadie en los sueños de aquella mujercilla a que se refieren
todo armoniza hermosamente. Ni la virginidad es privilegio sólo los autores, que decía haber conocido en visiones (¿?) que el
corporal, ni es sólo del alma la concepción llena de gracia. Verbo habíase encarnado en el corazón y no en el vientre de
Pues bien, los epígrafes de los números que ahora comenta- María ?18 Puede ser, pero también es posible que no se haya re-
mos tienen la utilidad metodológica que pudo encarrilar a los tra- parado intencionadamente en el cambio. Desde luego, podemos
tadistas por las distinciones mencionadas. Pero, con mucha sabi- seguir citando literalmente a San León.
duría, el texto conciliar no contempla la materia enunciada como En ese primer punto se nos dice que la Virgen «Vitam mun-
en compartimientos estancos: No se puede considerar a la Virgen do protulit», lo cual reclama una sencilla declaración. En las pri-
una vez como unida a Jesucristo y alejada de nosotros, la Iglesia, meras versiones castellanas que han corrido se nos da esta tra-
y otra vez, como unida a nosotros y separada de Cristo o a El ducción: «La Virgen María, que, según el anuncio del ángel,
contrapuesta. Precisamente lo que más la une a El, que es la ma- recibió al Verbo de Dios en su corazón y en su seno y entregó la
ternidad divina, es lo que más la allega a nosotros, porque, como vida al mundo...» No creemos felices ese «según el anuncio»
Madre del Dios-Redentor, es Madre nuestra 16. como versión del ablativo absoluto «angelo nuntiante» ni el «en-
Y vamos al texto. La Virgen María, que al anuncio del ángel tregó la vida» (con minúscula) para traducir el «Vitam (con ma-
recibió en su corazón y en su seno al Verbo de Dios y trajo al yúscula) mundo protulit».
16
Véase la preciosa doctrina de Pío X, Ad diem illum, 2 febr. 1904: DM n.487 Parécenos más claro y más verdadero que María, al anuncio
p.369-370. Lo mismo ha enseñado bellamente Pablo VI al clausurar la tercera etapa del ángel (y luego que a él hubo asentido), concibió en su cora-
del Concilio: «... (Jesucristo) desde el primer instante de la encarnación en su seno
virginal (de María) se constituyó en cabeza de su Cuerpo místico, que es la Iglesia.
María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también de los fieles y de todos los " Serm. 21 in Nath. Domini e l : PL 54,191.
pastores, es decir, de la Iglesia» 18
Véase MERKELBACH. Mariología n.l3,2.s (París 1939) p.31.
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zón y en su seno al Verbo de Dios y trajo al mundo la Vida, que gundo, y ha sido tema predilecto de los últimos papas. León XIII
es Jesucristo 19. nos dijo que desde la encarnación se estableció una constante
Cuanto a la palabra «protulit», es claro también que no debe unión («communio») de vida entre Jesús y María en las alegrías
traducirse sólo como presentar o manifestar, sino más bien como y en los dolores23.
causar o producir y dar la Vida al mundo, como se entiende en Pío X nos habla de la perpetua identificación de vida, de la
el himno del tiempo de Pasión: absoluta «comunión» de sentimientos entre Jesús y María ".
Vexilla Regis prodeunt Ya ondean los estandartes de nuestro Rey;
Y Pío XII, que vio a la Virgen «arcano modo coniuncta» con
Vulget Crucis mysterium ya brilla el misterio de la cruz, en la cual Cristo desde la eternidad, luego en el tiempo y para siempre nos
Qua Vita mortem pertulit Cristo (nuestra Vida) sufrió la muerte, y la presentó como «generosa divini Redemptoris Socia» en el Cal-
Et morte vitam protulit20. con su muerte nos granjeó la vida. vario y en la gloria de la asunción y de la realeza25.
El párrafo que sigue es un mosaico de palabras muy ricas en Entiéndase bien: esa redención singularísima y esa unión in-
historia. Que la Virgen fuera redimida de manera más sublime disoluble de María con Cristo a que se refiere el texto conciliar
o con redención singularísima y más perfecta, lo vienen repitien- débense a la maternidad divina, a la cual fue María predestinada
do los papas desde Pío IX 21. ante todo y sobre todo.
El 16 de noviembre de 1964, en plena discusión del capítulo, Y si en el orden de la ejecución hay dones que precedieron
se levantó una voz muy autorizada subrayando que no había más a la maternidad efectiva, no es que la maternidad se le diera a
que una redención, que no había una redención para la Virgen María por dichas perfecciones, sino que con ellas se adelantó
y otra para nosotros. Nadie ignora lo que hay de verdad en esa Dios a prepararla digna Madre suya. Por eso, ya en la primera
frase: el mismo Redentor nuestro, Jesucristo, redimió a María; gracia de la Concepción Inmaculada debemos contemplar a la
con los mismos actos con que nos redimió a nosotros, redimió a Madre de Dios en ciernes. Porque Madre de Dios, Inmaculada;
su Madre. Eso es incuestionable, y no hay teólogo ni simple fiel porque Madre de Dios, redimida de modo superior; porque Ma-
que haya pensado en otra cosa. dre del Dios-Hombre, singularmente unida con la augusta Tri-
Pero la redención puede distinguirse también considerándola nidad 26; porque Madre de Dios, comparental con el Padre Eter-
en los sujetos que la reciben y en los efectos que produce, y, se- no, cuyo Hijo, en cuanto hombre, es verdadero Hijo de María y
gún eso, fue más elevada y sublime la redención de la Virgen. tabernáculo del Espíritu Santo ~\ que, con el concurso de María,
No es lo mismo la redención preservativa que la liberativa. Ni lleva a cabo la obra máxima del amor de Dios: «Sic Deus dilexit
tienen el mismo fin y destino la primera gracia concedida a María, mundum...»: de tal manera amó Dios al mundo, que nos dio a
preordenada Madre de Dios, que la gracia primera sanante del su unigénito Hijo (lo 3,16) y, según hemos visto anteriormente,
hombre caído, a quien levanta a la condición de hijo adoptivo nos lo dio «De Spiritu Sancto ex Maria virgine»: por obra del
Sin entrar en cuestiones teológicas, retengamos la enseñanza Espíritu Santo y de la Virgen.
que ahora es conciliar: María fue redimida de modo más sublime. Este es el don supremo que Dios hizo a María: dársele a sí
Que la Virgen fuese redimida en atención a los méritos de mismo como hijo verdadero; ésta la dignidad suprema de la Vir-
su Hijo es lo que entendió siempre la fe cristiana, y así fue pro- gen: ser Madre del Hijo de Dios; por su maternidad aventaja
clamado por Alejandro VII en la famosa bula Sollicitudo omnium inmensamente a todas las criaturas del cielo y de la tierra. «La
y repetido por Pío IX en la misma fórmula definitoria de la Con- diferencia entre los siervos de Dios y su Madre es infinita», es-
cepción Inmaculada. Es, pues, verdad dogmática22. cribirá San Juan Damasceno 2S. Y Pío XII: «¡Madre de Dios!
La estrechísima e indisoluble unión de María con su divino ¡Qué título más inefable! La gracia de la divina maternidad es
Hijo viene enseñada por la más venerable tradición desde que la la llave que abre a la débil investigación humana las grandes
Virgen es presentada como la segunda Eva asociada al Adán se- riquezas del corazón de María. Viene a ser como un desafío que
exige para Ella la más sumisa reverencia de todas las criaturas.
19
20
Cf. lo 1,4; 6,35.48.54-55; 14,6; 11,25; 1 lo 5,12; Rom 6,23, etc.
Himno de vísperas del tiempo de Pasión. 23
21 24
Magnae Dei Matris, 8 sept. 1892 : DM n.395 p.267.
Cf. Pío IX, Ineffabilis Deas: DM n.280 p.178-179; Pío X, Ad diem illum : Ad diem illum: DM n.488 p.371.
DM n.491 p.375 ; PÍO XII, Munificenlissimus Deus: DM n.797 p.636. 25
22 28
Munificenlissimus Deus: DM n.809 p.655.
Cf. ALEJANDRO V I I : Sollicitudo omnium, 8 dic. 1661: DM n.190 p.180; Cf. Pfo XII, Munificenlissimus Deus: DM n.811 p.657.
Pfo IX, Ineffabilis Deus: DM n.299 p.190-191; Pío XII. Fulgfns corona, 8 sept. 27
28
Cf. Pfo XII, Bendito seja o Sénior, 13 mayo 1946: DM n.737 p.586.
1953: DM n.852 p.709-710. Homil. 1 ¡a Dorm. B. M. V. n.5-6: PG 96.715A).
938 Narciso García Garcés, C. Ai. F. C.8. La Virgen Marta. 53 939
Sólo Ella, por su dignidad, trasciende los cielos y la tierra. Nin- por Iglesia el «pueblo de Dios» como lo ha definido el Concilio
guna entre las criaturas visibles o invisibles puede compararse con Vaticano II en el n.9 del esquema propio, y subrayamos cuanto
Ella en excelencias» 2\ se dice en el n.14 sobre el modo de pertenecer a ese pueblo o
Así es de grande y singular la Virgen nuestra Señora, y, sin Iglesia: «A la sociedad de la Iglesia se incorporan plenamente los
embargo, está unida a nosotros, es de la Iglesia. Aunque nos pa- que, poseyendo el Espíritu de Cristo, reciben íntegramente sus
rece que la expresión sería más verdadera si dijésemos: Así está disposiciones y todos los medios de salvación depositados en ella
de exaltada María como Madre de Dios, y por eso mismo, está y se unen por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacra-
más unida y allegada a nosotros. Y es que cabalmente la mater- mentos, del régimen eclesiástico y de la comunión, a su organi-
nidad de Jesucristo-Dios, nuestro Redentor y Cabeza nuestra, la zación visible con Cristo, que la dirige por medio del Romano
ha hecho madre de los hombres. Pero vamos al aspecto que el Pontífice y de los obispos».
Concilio quiere ahora subrayar. Verdaderamente el estilo empleado no es modelo de conci-
Sí, la Virgen es redimida, y con Ella, primeramente y de ma- sión y claridad, pero sí nos da una descripción y concepto de
nera única, muestra Jesucristo la eficacia de su redención. Porque, Iglesia que son, naturalmente, los que siempre hemos tenido. Ese
en el espíritu, cuerpo organizado y con miembros diferentes, ese pueblo de Dios
— Cristo es Cabeza de quien María es miembro. con su distinción jerárquica, pastores y fieles, injertados en Cristo
•— Cristo es la Vid, y María, sarmiento que de El vive. por la fe, llamados a vivir su vida por la gracia y a ser goberna-
— Cristo es Rey absoluto, y María, la esclava más rendida. dos por El mediante sus vicarios, ésa es la Iglesia. Y nos dice el
—• Cristo es Maestro, y María, su discípula primera. Concilio que de la Iglesia así entendida, la Virgen es miembro
— Cristo es Redentor, que de manera singularísima redimió distinguidísimo y que, por otra parte, es Madre de todos los que
a su Madre. a la Iglesia pertenecen, porque, como decía San Agustín, «coope-
La Virgen es hermana nuestra, como hija de Adán y como ró con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles que son
redimida por Cristo, a quien debe Ella su vida de gracia. Por eso miembros (y forman el Cuerpo místico) de Cristo, que es la Ca-
la llamó Dante Alighieri Vergine Madre, Figlia del Uto Figlio, beza» '". Y es obvio que, si es Madre de todos los miembros,
que tradujo nuestro Argensola: comoquiera que éstos no se incorporan a Cristo destrabados o
sueltos, sino formando el cuerpo «compactum et connexum» de
Viniste al mundo hija de tu Hijo,
del designio de Dios término fijo.
que habla San Pablo (Eph 4,16), lo es también de la Iglesia en
general.
La Virgen es de la Iglesia, evidentemente. Lo cual no obsta María es de la Iglesia y es superior a la Iglesia. Hay que saber
para que reafirmemos su excelencia superior y su influjo sobre la juntar la inmanencia y la trascendencia, lo cual es más fácil de
misma Iglesia. No podemos extendernos sobre cada idea que sale lo que algunos imaginan si no nos dejamos enredar en las me-
al paso, sin peligro de caer en repeticiones molestas, al comentar táforas bajo las cuales se nos propone el dato revelado.
los números siguientes. Hoy se juega fácilmente, y no sin cierta Jesucristo es de la Iglesia: sin El no se concibe ésta ni como
confusión, con nociones y conceptos que parecían intangibles y Cuerpo, ni como Templo, ni como Esposa, etc. Es, pues, de la
logrados. Se habla de Iglesia, entendiendo por ella la universa- Iglesia, pero El se la forma, El le da ser y vida y está sobre ella.
lidad de los redimidos, y hay quien, tratando de la «historia de Pues, de manera análoga, María es de la Iglesia; pero, a la vez,
la salvación», hace que la Iglesia abarque la antigua sinagoga, María, asociada a Cristo y con acción subordinada a la de El,
de suerte que de la Iglesia nacen María y el mismo Salvador... concurrió maternalmente a la formación de la Iglesia y con ma-
Nosotros ahora, sin confundir la realidad con la preparación ni ternal, indeficiente concurso (como se nos dirá luego en el n.62),
con el estado potencial de pertenecer a ella, entendemos por influirá en la Iglesia misma (en su desarrollo, en su perfección)
Iglesia la sociedad, visible y a la vez sobrenatural, que Cristo hasta la consumación de los elegidos.
fundó, en la cual prolongaría El su misión salvadora. Entende- Ahora acaso se entienda mejor el final del párrafo: «(María)
mos por Iglesia el Cuerpo místico de Cristo con la naturaleza, es también saludada como miembro sobreeminente y del todo sin-
las propiedades y los límites descritos por Pío XII. Entendemos gular de la Iglesia, su arquetipo y modelo destacadísimo en la
29
Radiom. Cest avec une douce, 19 junio 1947: DM n.754 p.602-603. 80
De ¡ancla virginitate 6: PL 40,399.
940 Narciso García Garcés, C. M. F. C.8. La Virgen Marta. 54 941
fe y caridad» (y podríamos añadir que en la devoción y en toda INTENCIÓN DEL CONCILIO
virtud, como ya observaba San Ambrosio) 31, de suerte que la
Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, profesa filial afecto a María 54. Por eso, el sacrosanto Sínodo, al exponer la doctrina de
como a Madre suya amorosísima33. la Iglesia, en la cual el divino 'Redentor realiza la salvación, quiere
aclarar cuidadosamente tanto la misión de la Bienaventurada Virgen
Creemos que ése es el alcance y sentido del n.53, visto a la María en el misterio del Verbo Encarnado y del Cuerpo místico
luz general del capítulo y a la muy clara de la proclamación de como los deberes de los hombres redimidos hacia la Madre de Dios
María como Madre de la Iglesia, hecha por Pablo VI. Sin em- Madre de Cristo y Madre de los hombres, en especial de los cre-
bargo, una simple lectura del texto nos lo descubre algo retor- yentes, sin que tenga la intención de proponer una completa doc-
trina de María, ni tampoco dirimir las cuestiones no llevadas a
cido y atormentado. Quizá un poco de historia lo aclare todo. una plena luz por el trabajo de los teólogos. «Conservan, pues, su
En la Comisión doctrinal había quienes intentaban poner de derecho las sentencias que se proponen libremente en las escuelas
relieve la proximidad de la Virgen a nosotros, sólo como redi- católicas sobre Aquella que en la santa Iglesia ocupa, después de
mida e hija de Adán, y, por no darse cuenta de que la Virgen Cristo, el lugar más alto y el más cercano a nosotros'».
está unida y es allegada a nosotros especialmente en el plano so- Esta parte última del proemio es la justificación del c.8 y el
brenatural, rehuían el darle el nombre de Madre de la Iglesia. punto de enlace con los capítulos anteriores. En él encontramos,
De ahí que en el texto que sirvió de base a la discusión con- además, el plan y método con que el Concilio propondrá sus
ciliar, con evidente fallo en la ilación, sin haber dicho en manera enseñanzas.
alguna que la Virgen fuera Madre, sólo por considerarla miembro La Comisión teológica preparatoria primeramente, luego la
distinguido y ejemplar de la Iglesia, se deducía que la Iglesia se Comisión central y, por último—dentro ya del Concilio—, la Co-
vuelve a María con filial afecto. La lógica pedía que se volviese misión coordinadora, habían resuelto que de la Virgen se hablase
a ella Con afecto fraternal. en esquema propio. Sólo después, en 1963, se centraron el signi-
Claro que eso era demasiado y, como fruto de las interven- ficado y objetivo del Concilio: la Iglesia. Y entonces se adoptó
ciones en el aula, se añadió la frase última: «como a Madre aman- la idea de convertir el esquema sobre la Virgen en un capítulo
tísima»: tamquam Matrem amantissimam prosequitur. del de la Iglesia. Ahora, a tan corta distancia de lo ocurrido, po-
Algo se había ganado, siquiera no fueran oídos los que pe- demos ya ver que fue providencial esa medida: tal vez, sin ella,
dían se quitase el tamquam, que se prestaba a ser entendido «a el Concilio no hubiese abordado el tema mariano, como ha suce-
manera de» o «como si fuera» madre. Tampoco se atendió a dido con otras materias, ciertamente no desprovistas de interés.
otros que insistían en que se dijera «tamquam ad matrem suam», Ahora que hable por nosotros el relator oficial: La razón de
para que, sin dudas, se entendiese la maternidad sobre la Iglesia. haber incluido la doctrina sobre la Virgen en la constitución De
Pero, como decíamos, algo se había ganado, y así se aprobó el Ecclesia ha sido porque dicha constitución era el tema principal
texto. del Concilio Vaticano II y porque la Virgen tiene relaciones y
Pero era manifiesta la cortedad de las expresiones y, sobre conexión intrínseca con el misterio eclesial. «Mas por otra parte
todo, la falta de ilación en el «quapropter» («por lo que») seguía —proseguía el relator, Mons, Roy, hoy cardenal—, para explicar
flagrante. Y recogiendo, al fin, lo propuesto en alguna de las la conexión (de María con la Iglesia) sería menester considerar
aprobaciones con reservas (un «iuxta modum»), se antepusieron ex professo el papel y oficio de la Virgen en el misterio mismo
al mutilado texto de San Agustín las palabras «es verdaderamen- del Verbo encarnado. Pero la exposición mariológica de este se-
te madre de los miembros de Cristo». Con eso tenía fundamento gundo aspecto no cabe en un tratado de eclesiología». Recojamos
y sentido la ilación; pero, al no reestructurarse todo el párrafo, la última idea en su original latino: Sed sub hoc aspectu expositio
no pudieron evitarse cierto embrollo y repeticiones innecesarias . mariológica tractationem de Ecclesia excedit.
Esta declaración oficial del relator es de una riqueza inmensa;
31
32
De tirgitiibui 1.2 c.2 n.15 : PL 16.222. primero, porque nos dice la mentalidad e intención con que el
Estas últimas palabras están tomadas de la bula Gloriosai Dominte, de Bene-
dicto
33
XIV, 27 sept. de 1748: DM n.212 p.131. capítulo fue escrito y aprobado, y segundo, porque confirma la
Las palabras de Pablo VI «se trata de un título, venerables hermanos, que no razón que tuvieron Santo Tomás, Suárez y todos los teólogos al
es nuevo para la piedad de los cristianos», se justifican y valen por sí mismas, oí
alguien quiere comprobar la verdad del aserto, vea el opúsculo Sancta María Bcclesrae tratar de la Virgen relacionándola ante todo con Cristo. Porque
Mater (Madrid 1964), publicado por la Sociedad Mariológica Española, y el artículo
del P. ALOAMA, Mater Ecclesíae: Ephem. Mariologicae 14 (1964) 441ss. lo que especifica y distingue a María en su ser, en su dignidad,
942 Narciso García Garcés, C. M. P. C.8. La Virgen María. 54 943
en su rqisíón, no es lo que pueda tener y tiene de común con oficios de la Virgen, como varios de las letanías: estrella de la
nosotros, sino su maternidad divina, su relación con el orden hi- mañana, torre de marfil, rosa mística, y muchos más, títulos que
postático, que desbordan el tratado de la Iglesia (la cual se reduce pueden tener algo y aun mucho de bueno si son bien entendidos,
al orden de la gracia) y sitúan a la Virgen en un plano superior ". pero! que, ciertamente, no podrían llamarse fundamentos en que
Y el relator proseguía: Ya, pues, que había de hablarse de deba estribar la teología mariana y la devoción a la Señora.
la Virgen en la constitución de la Iglesia por la relación que a Por último, hallamos otros títulos, v.gr., los de segunda Eva,
ésta la une, el capítulo sobre la Virgen no podía ponerse sino al Madre de la Iglesia, Medianera, Reina y otros, que se originan
final del esquema, dejando que la materia se explaye más allá de precisamente de la profundización en el misterio mariano y de
lo que serían límites de un tratado estrictamente eclesiológico. su más acabada inteligencia. Es algo muy grande la maternidad
«Por eso mismo, con toda intención, titulamos el capítulo: De la de Dios-Redentor, tal como plugo a Dios realizarla. Y, al com-
Virgen Madre de Dios en el doble misterio de Cristo y de la prenderla mejor, al descubrir en las fuentes de la revelación cómo
Iglesia. Para dar a entender que con la teología mariana llegamos la amó Dios y cómo quiso honrarla y engrandecerla, van expli-
a una cumbre» 55 . Es decir, que este capítulo es tan cristológico citándose nuevos aspectos que no se expresan sólo con la palabra
como eclesiológico y aun un poco más lo primero, porque—como Theotocos, Madre de Dios, aunque en ella se contengan. Y cuan-
hemos apuntado—la relación con Cristo es la que ante todo es- do la Iglesia, guiada por Dios, multiplica esos títulos: Virgen,
pecifica y distingue a la Virgen. Inmaculada, Asunta, Madre de la Iglesia, Medianera, etc., no
Esas declaraciones son elocuentísimas y encierran la clave de hace (no ha hecho nunca) sino llenar vitalmente la orientación
algunos puntos que inmediatamente vamos a encontrar. que ahora en forma teórica nos traza el Concilio, según el ilustre
El santo Concilio quiere, pues, ilustrar, es decir, arrojar más relator. Cuando se abarca y se vive el misterio de la Virgen, no
luz sobre el oficio y misión de la Virgen tanto en relación con basta la palabra Theotocos, la cual, siendo plenamente recibida,
el Verbo encarnado como en relación con la Iglesia. Y advierte no bastó antes para que algunos no negasen la Concepción In-
que quiere hacerlo con cuidado y diligencia («sedulo»), lo cual maculada o la Asunción, ni bastaba en nuestros días para que
no significa que intente darnos una exposición exhaustiva, como otros dejasen de oponerse a la Mediación o a la Maternidad es-
dice a continuación. piritual de María sobre la Iglesia".
Quiere exponer igualmente los deberes de los hombres redi- Volvamos al texto. Decíamos que el Concilio ha querido ex-
midos para con la Madre de Dios y Madre de los hombres. poner los deberes de los hombres para con la Virgen, y apuntá-
El conocimiento de los deberes para con la Virgen presupone bamos que nuestros deberes habrán de ser correlativos a los oficios
conocer antes la dignidad y oficios de Ella para con nosotros. y misión de la Señora: si tiene la dignidad singularísima de Ma-
Enunciaba, pues, una verdad muy grande Mons. Roy al decir dre de Dios, le deberemos veneración y culto singulares; si es
que la inteligencia del misterio mariano y la devoción a la Virgen Madre nuestra, le deberemos amor filial y abandono a su acción
han de buscarse penetrando más profundamente en el misterio formativa; si es Reina, nuestro deber es servirla y obsequiarla;
y no en la superficial multiplicación de títulos variados " . si, unida a Cristo, es medianera y abogada, nuestro deber será
Verdad muy grande, decimos, pero que ella misma exige un acudir a ella e invocarla con plena confianza3*.
poco de comentario. Porque hay títulos y títulos. Unos son me- Acaso valga la pena prestar atención a la frase «Madre de
ramente extrínsecos, como las advocaciones referentes a hechos Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres». Según como
históricos o a lugares donde la Virgen se apareció y es venerada, se la mire, parecerá una repetición y pleonasmo, ya que Cristo
como la Virgen del Pilar, de Guadalupe, de Lourdes, del Campo, es verdadero Dios, pero adquiere un significado profundo si po-
del Olivar, etc. Otros son expresiones poéticas que, metafórica- 8T
mente y con cierto lirismo, nos dicen algo de las dotes y de los Acerca de los títulos y advocaciones con que el pueblo cristiano se dirige a la
Virgen, permítasenos remitir a nuestras notas sobre Un solo Jesucristo y una sola
Virgen Madre de Dios. Pero múltiples advocaciones legitimas: Ephemerides Mariolo-
34
gicae 8 (1957) 315-328; y al erudito trabajo de L. HERRÁN, Historia, mito y leyenda
35
Cf. S. Th. 3 q.27-35; SUÁREZ, De mysterüs vitae Chrhti. en las apariciones mañanas: Estudios Marianos 22 (1961) 243-272.
38
Hasta que salgan ediciones completas de fuentes conciliares es difícil citar. Cuan- Imposible traer a colación la variada y valiosa bibliografía que viene a. la me-
to ahora hemos transcrito o compendiado puede verse en la Relatio super^ caput VIH moria. Pensemos que en esa línea se mueve gran parte del magisterio de León XIII;
schematis de Ecclesia. De B. M. V. Deipara in mysterio Chrhti et Bcclesiae p.6. Di- ése el compendio de algunos sermones de San Bernardo, de las Glorias de María de
cha relatio, distribuida a los Padres, fue leída en el aula antes de empezar el debate SAN ALFONSO, etc. En esa breve frase del Concilio queda consagrado todo un tesoro
sobre la Virgen, el 16 de septiembre de 1964. de teología y ascética mariana, tal como la veía el pueblo cristiano en la Tradición
36
Relación antes citada, p.6. y el Magisterio.
944 Narciso García Garcés, C. M. F.
C.8. La Virgen María. 34 945
nemos en el centro a Jesucristo, es decir, al Verbo Encarnado ñas esbozada: El texto conciliar viene a decir que corresponde
nacido de María, como diciendo: Por la divinidad de Crjsto, al; esfuerzo de los teólogos hacer plena luz sobre las cuestiones.
María es Madre de Dios; por la capitalidad de Cristo, Marfy es N o puede exagerarse ese pensamiento, porque tanto el sentir
Madre de todos los miembros que a esa Cabeza están míitica del pueblo fiel como las sentencias teológicas, en definitiva, habrán
pero realmente unidos, tal como nos decía el P. Llamera etf, el dé ser refrendados por el magisterio; sin embargo, la frase con-
comentario al n.53. ciliar es un elogio magnífico a la teología y una exhortación a
Se nos dice también que María es Madre de los hombres (en- profundizar en la verdad revelada. En consecuencia, nadie se la-
tiéndase, de todos los hombres), «especialmente de los creyen- mentará razonablemente de que la teología contribuya al des-
tes». El sonsonete de esta frase nos hace pensar en San Pablo, arrollo homogéneo de la ciencia mariana. Para éste como para
que llama a Jesucristo Salvador de todos los hombres, especial- cualquier otro campo teológico (v.gr., la eclesiología) valen la
mente de los creyentes (1 Tim 4,10). enseñanza y el impulso del Concilio Vaticano 1 4 1 . Y en éste, acaso
Si se nos permite la inmodestia, diremos que la frase del Con- más que en ningún otro, nos dan ejemplo los papas que, de
cilio la habíamos escrito literalmente hace ya muchos años, al Pío IX a Pío XII, en su magisterio han estructurado la ciencia
explicar cómo el influjo maternal de María no tiene más límites mariana y han enseñado a deducir nuevas conclusiones. La teolo-
que el beneficio de la encarnación y gracia divina, y cómo la gra- gía verdadera, positiva y especulativa, no es peligro alguno para
dación propuesta por Santo Tomás en la incorporación más o la mariología. Más grave podría serlo en éste y en cualquier otro
menos perfecta a Jesucristo vale igualmente hablando de la filia- tratado perder la mentalidad y el método teológicos. Por eso
ción de los hombres respecto de la Virgen: Uno es más hijo de Pío XII repitió más de una vez: «Theologis grande incumbit mu-
María cuanto es más santo, y cuanto más se aleja de la gracia nus, Ídem depositum, ex Ecclesiae mandato eiusque ductu, peni-
posee menos títulos para llamarla Madre 3 9 . tius investigandi, singularumque veritatum naturam, nexum, ad
Añade el texto comentado que el Concilio no tiene la intención sacrae doctrinae normas, perscrutandi atque explicandi» " .
de exponer de modo completo la doctrina mariana, ni menos toda- Más aún: podríamos decir que el mismo texto conciliar «hace
vía la de dirimir cuestiones teológicas no plenamente dilucidadas. teología» más de una vez cuando, asentada una verdad, deduce
Tenemos indicada una distinción de sumo interés: el texto otra, como algo que se sigue. Así con las palabras ilativas «qua-
conciliar supone que, aparte de las cuestiones teológicas disputa- propter...» (n.53), «unde nil mirum...» (n.56), «quam ob cau-
das, hay otros puntos ciertos que podrían proponerse como doc- sam» ( n . 6 l ) , «propterea...» (n.62), «unde etiam...» (n.65), etc.
trina de la Iglesia. Y el Concilio no ha querido agotar toda esa El segundo aspecto del punto que ahora comentamos es que
doctrina de la Iglesia sobre la Virgen. conservan su derecho las sentencias libremente discutidas en las
¿Cuáles podrían ser esos puntos de doctrina cierta que el escuelas: afirmada la realeza de María, puede explicarse esa pre-
Concilio no propone? Doctrina de la Iglesia y materia de fe es rrogativa mariana de un modo o de otro; se puede hablar de
cuanto la Iglesia misma enseña con magisterio solemne o con causalidad física o moral en la dispensación de las gracias; se
magisterio ordinario, universal, auténtico. puede seguir hablando de corredención y sus diversas virtualida-
El P. Aldama ha reseñado un elenco de verdades que estima des... Pero esta libertad para seguir opinando no reza (¡es lógi-
suficientemente propuestas por ese magisterio auténtico y que, co!) con lo que no son opiniones de autores, sino puntos de fe
por tanto, pueden considerarse como de fe y el Concilio podía o materia del magisterio universal auténtico indiscutible. Nadie
haber convertido en dogmas 40 . Y podría señalarse alguna más. podría atacar la virginidad perfecta de María; nadie podría ca-
Que el Concilio no las haya recogido todas no significa que pue- lumniar la verdadera devoción a la Señora.
dan discutirse, porque sabemos que no ha querido ser exhaustivo Finalmente, acaba este número recordando que la Santísima
en la exposición de la doctrina mariana. Virgen ocupa, después de Cristo, «el lugar más alto y el más
Ni quiere dirimir cuestiones que el trabajo de los teólogos no cercano a nosotros». ¿Quién no recuerda la alusión de Pablo VI
haya suficientemente esclarecido. Esto era natural, y nadie nunca en la clausura de la segunda etapa conciliar? Reproduzcamos ín-
pretendió otra cosa. Pero ahora quisiéramos subrayar la idea ape- tegramente sus palabras. Auguraba el Pontífice que la cuestión
39
Cf. Títulos y grandezas de María ed.3.s (Madrid 1959) n.77-78 p.180-185. 41
10
Cf. Sánela María, Ecclesiae Mater ed.l.» (Madrid 1964) p.31. Ses.3.* c.4 n.2 De rationis parte in cxcolenda vertíate supernaturali: D 1796.
" Eadiom. Ínter complures, 24 oct. 1954: DM n.918 p.828.
946 Narciso García Garres, C. M. F. C.8. La Virgen María. 55 947
mariana tuviese la solución más feliz en la siguiente etapa; de
suerte—decía—«que unánimamente y con suma piedad se reco- //. DEL OFICIO DE LA B. VIRGEN EN EL PLAN DIVINO
nozca el lugar señaladísimo que en la Iglesia corresponde a la DE LA SALVACIÓN
Madre de Dios... Lugar el más alto después de Jesucristo y el
más próximo a nosotros. De modo que podamos glorificarla con Un poco nos hemos detenido comentando el proemio. Aun-
el nombre de Madre de la Iglesia; lo cual cederá en honor suyo que confiamos que el trabajo no sea inútil, entremos ya en ma-
y consuelo nuestro» ". Y ha sido el mismo Romano Pontífice el teria con pie un poco más ágil. La doctrina conciliar se nos pro-
instrumento en manos de Dios para rendir esa gloria a la divina pone en tres artículos: 1." Papel de María en la economía divina
Madre y proporcionar esa alegría a sus hijos. de la salvación. 2° Relaciones entre María y la Iglesia. 3.° Del
Por lo demás, que la Madre de Dios sea la primera en santi- culto y devoción a la Santísima Virgen.
dad, en dignidad, en excelencia después de Jesucristo, ha sido El primer artículo no se distingue por su densidad de pen-
siempre el sentir de la Iglesia y doctrina de todos los teólogos. samiento y todavía encierra conceptos que son comunes a cual-
Acaso hayamos de decir algo en los números siguientes. Y ya quier tratado de teología. En nuestras breves líneas de comentario
que sería prolijo amontonar las citas de Santo Tomás, del Seudo quisiéramos exponer con precisión y claridad únicamente dos o
Buenaventura ( = Conrado de Sajonia), de Cayetano, de Cornelio tres puntos para prevenir posibles malentendidos y confusiones.
a Lapide, que luego se apropió Pío XI, etc., copiemos sólo un
pensamiento del Seudo Alberto: «Entre ser Hijo de Dios por LA MADRE DEL MESÍAS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
naturaleza y ser Dios, y ser hijo de Dios por adopción y no ser
Dios, hay un medio, que consiste en ser Madre de Dios por na- 55. La Sagrada Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento
turaleza y no ser Dios. Luego inmediatamente, después de ser y la venerable Tradición muestran en forma cada vez más clara
el oficio de la Madre del Salvador en la economía de la salvación,
Dios, viene el ser Madre de Dios» ". y, por así decirlo, lo muestran ante los ojos. Los libros del Antiguo
Y que sea la más próxima a nosotros lo declaraba bien un Testamento describen la historia de la salvación, en la cual se
«placet iuxta modum» que profusamente se repartió a muchos prepara, paso a paso, el advenimiento de Cristo al mundo. Estos
Padres antes de la votación del capítulo. Hacíase notar en él primeros documentos, tal como son leídos en la Iglesia y son en-
tendidos bajo la luz de una ulterior y más plena revelación, ilumi-
que, tratando de las relaciones de María con la Iglesia y con nos- nan cada vez con mayor claridad la figura de la mujer Madre del
otros, no habíamos de mirar precisamente a la Virgen como in- Redentor; ella misma, bajo esta luz, es insinuada proféticamente
dividuo de la especie humana (así no sería la más próxima a en la promesa de victoria sobre la serpiente, dada a nuestros pri-
nosotros), sino que habíamos de considerar su papel y oficio en meros padres, caídos en pecado (cf. Gen 3,15). Así también ella
es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre
la economía de la redención. Consideración que nos lleva a la será Enmanuel (cf. Is 7,14; Mich 5,2-3; Mí 1,22-23). Ella misma
idea ya repetida de que, precisamente por su maternidad divina, sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de El esperan
es Madre nuestra y a nosotros la más unida y allegada ". con confianza la salvación. En fin, con ella, excelsa Hija de Sión,
43
tras larga espera, de la promesa, se cumple la plenitud de los
44
Cf. «L'Osservatore Romano», 5-12-1963. tiempos y se inaugura la nueva economía, cuando el Hijo de Dios
Muríale c.141. Cf. S. Th. 1 q.25 a.6 ad 4 ; CONRADO DE SAJONIA, Speculum
B. M. V. 1.10; CAYETANO, sobre la 2-2 q.103 a.4 ad 2; S. BUENAVENTURA, sobre asumió de ella la naturaleza humana para librar al hombre del pe-
el 345 Sent. d.9 c.3 a . l ; CORNELIO A LAPIDE, Comm. in Matth. I 6. cado mediante los misterios de su carne.
Nos complacemos en reproducir el mencionado voto, imitando incluso gráfica-
mente los que empleaban los Padres conciliares. El «iuxta modum», como puede no-
tarse, se refiere a un inciso del n.53; la página y línea aluden al Textus emendatus «La Sagrada Escritura del Antiguo y Nuevo Testamento y la
que sirvió de base de discusión.
CAP. V I I I : D E BEATA M. V. DEIPAKA IN MYSTERIO CHRISTI ET ECCLESIAE
venerable tradición muestran en forma cada vez más clara, y como
N.53 p.4 lín.2 Placet iuxta modum quien dice nos ponen ante los ojos, el oficio de la Madre del
Nunc dicit: Dicatur potius : Salvador en la economía o plan divino de la salvación».
«Simul autem cum hominibus salvandis «Maria cum hominibus salvandis inve- Este comienzo parece desbordar, si no contradecir, al epígrafe
in stirpe Adam invenitur coniuncta immo nitur coniuncta quatenus Adae filia et a
:ooperata est caritate ut fideles...» Quisto redempta; sed insuper, divinum o idea central del presente número. Aquí se habla de toda la
adimplens propositum, ipsis qua Mater
coniungitur quia «cooperata est caritate Escritura y hasta de la tradición; en el epígrafe se prometía ha-
ut fideles...» blar de la Virgen en el A. T.
Ratio: «Agentes de relationibus Mariam Ínter et Ecclesiam non tam considerandum
est quod B. V. individuum sit speciei humanae, quam Eius significationem et Y a nosotros nos parece muy bien, y hasta obligado, lo que
munus in oeconomia salutis». el Concilio ha hecho, porque en el conjunto de la revelación di-
(Subsignatio.)
948 Narciso García Garcés, C. M. P,
C.8. La Virgen María. 55 949
vina, como en todas las obras de Dios, hay unidad y armonía
constante y profunda, que haremos bien en descubrir y en res- (en el N. T.) donde encontramos la verdadera historia de la sal-
petar. vación, que no puede confundirse con el proceso histórico de la
No creemos que la redacción antedicha: «La Sagrada Escri- revelación, que sostenía al pueblo de Dios en sus esperanzas y
tura del A. y N- Testamento y la venerable tradición...», sea es- lo disponía a recibir al Salvador, al cual, por inescrutable juicio
tudiada para adelantar una solución al problema de las «fuentes»; de Dios, en un primer tiempo recusaría la mayor parte del pueblo
pero objetivamente, y en una lectura obvia y natural, favorece la elegido.
existencia de la tradición como fuente constitutiva. El A. T., en sus libros inspirados (con las vicisitudes del pue-
La frase latina «magis magisque modo dilucido ostendunt» blo judío, con sus grandes conductores, con sus videntes y pro-
habla de un fruto que lo mismo puede venir por vía de penetra- fecías...), describe lo que era una preparación del pueblo de Dios
ción en las fuentes, como nos enseñó el Concilio Vaticano I, para recibir el Mesías. «La Ley era el pedagogo que llevaba a
citada poco más arriba46, que por la vía de la acción del Espíritu Cristo» (Gal 3,2-4) ; pero la Ley misma no era la salvación, aun-
obrando en el pueblo fiel o a través del magisterio que El dirige. que entraba en las trazas amorosas de Dios, que son siempre de
Y centrándose ya en el Testamento Antiguo, prosigue el tex- «paz y no de aflicción» (Ier 29,11). Como tampoco es la historia
to : «Los libros del A. T. describen la historia de la salvación, en de la salvación, en el sentido explicado y obvio, la historia de la
la cual poco a poco o despacito (lento gradu) se prepara[ba} la Iglesia con la intervención divina en la conservación del depósito
venida de Jesús al mundo». Aquí se ofrecen varias reflexiones, revelado, en las grandes crisis de la Iglesia y del mundo e incluso
acaso no exclusivamente mariológicas, que parece oportuno de- en las conversiones individuales, siquiera a la continua se apli-
clarar. quen los frutos de la redención obrada por Cristo. Sabemos que
todo coopera para el mayor bien de los que aman a Dios, y no
En cuanto a la frase «historia de la salvación», pensamos que
ignoramos los pasos o estadios por que Dios conduce hasta la
el Concilio ha recogido esa locución muy usada en nuestros días,
gloria a sus predestinados. Pero el fundamento y explicación de
sin prejuzgar la mayor o menor precisión con que los autores
los mismos decretos divinos y el Salvador de todos es «Jesucristo,
puedan emplearla.
que (por todos) murió, resucitó y ruega ahora a la diestra del
Pensemos que salvación, sustantivo verbal (como lección, audi-
Padre» 48. El es nuestro Salvador, y la historia suya es la historia
ción, etc.), será el acto de salvar. Ahora bien, sabemos que nues-
de la salvación.
tra salvación fue obrada por Jesucristo Nuestro Señor. Si hubié-
ramos de traer los textos en que estriba esta verdad, deberíamos Tanto más que la verdadera historia de la salvación, con los
traer gran parte de las cartas de San Pablo, ni nos faltarían tes- misterios del nacimiento, muerte y resurrección del Dios-Hombre,
timonios de San Pedro, San Juan... Pero no hacen falta". es tan sublime, que ortológicamente trasciende las posibilidades
Y vamos discurriendo: El Verbo que es eterno (sin pasado de la preparación vétero-testamentaria (de la cual no podía nacer
ni futuro), que es inmenso (y todo lo llena), como encarnado Jesucristo como un natural desarrollo) y trasciende también lo
quiso estar circunscrito (en el pesebre, en Nazaree, en la cruz...), que ahora llamamos redención subjetiva, en el estadio en que
y quiso tener su historia, a la cual precedió un antes y sigue un se aplican los frutos de la salvación por Jesucristo realizada.
después. Pues bien: en los libros del A. T., y como disponiendo a
Más aún: la salvación o los actos con que Jesucristo nos salva, recibir al futuro Redentor, se habla también de la Madre del
los realiza precisamente en cuanto hombre (sólo como hombre Mesías. El Concilio nos dice que «estos primeros documentos,
ora, sufre, obedece y se inmola). tal como son leídos en la Iglesia y son entendidos a la luz de
Y, en ese sentido, la historia de la salvación comienza con el una revelación posterior y más plena, poco a poco envuelven en
misterio de la Encarnación, cuando el Hijo de Dios «por nosotros mayor claridad la figura de la Mujer, Madre del Redentor».
y para salvarnos bajó de los cielos», y se consuma con la muerte y Para comentar estas líneas debiéramos extendernos en la de-
resurrección de Cristo, cuando «muriendo destruyó a la muerte, claración de los sentidos literal inmediato, literal pleno, típico
y resucitando nos devolvió la vida». Es, pues, en los Evangelios y acomodado, con que pueden usarse las palabras de la Sagrada
Escritura; pero eso nos llevaría demasiado lejos. Con la mayor
46
D 1796.
47
Cf. Act 4,12; Le 2.3. 48
Cf. Rom c.8. Léase todo el capítulo, especialmente los v.3.15-17.28-34.
950 Narciso García Garcés, C. M. F. C.8. La Virgen María. 35 951

De modo más terminante se nos dice que es María «la Virgen


concisión y claridad propongamos la enseñanza del Concilio se-
que concebirá y dará a luz (en Belén) un Hijo que se llamará
gún nuestro modo de ver:
(será) Emmanuel el dominador»"".
a) El Concilio rechazaría en absoluto la posición de los que
La interpretación del Concilio queda avalada por la cita de
dijesen: Los llamados textos mariológicos del A. T. (Gen 3,15;
San Mateo (1,22-23) y, en un tono menos definido, por la inte-
Is 7,14; Mich 5,2-3), científicamente estudiados, no se refieren
ligencia tradicional de la Iglesia "*.
en manera alguna a la Virgen ni prueban nada sobre su misión
Finalmente, presenta a la Virgen como sobresaliendo entre los
y prerrogativas. El sabio crítico no les reconocerá valor alguno;
pobres y humildes, almas selectas del pueblo de Israel, que espe-
pero, si ese sabio es creyente, como tal cerrará los ojos y los
raban confiados la salvación o el Salvador.
usará como los use la Iglesia. Eso seria actitud netamente mo-
Hasta que con María, «praecelsa Filia Sion», nobilísima Hija
dernista condenada por Pío X, por afirmar que una cosa enseña
de Sión, encarnación de todos los votos y ansias de los siglos
la Iglesia y otra la ciencia crítica 40.
pasados y cumbre la más alta de la humanidad, llénase el tiempo
b) El Concilio no impondría a nadie el deber de admitir
señalado por Dios y comienza o se instaura la economía nueva
que dichos textos hablan de la Virgen en sentido literal, pleno
o nueva alianza.
o típico, y eso en fuerza únicamente de las palabras de la Escri-
Aquí el Concilio se hace eco de una corriente moderna que,
tura como aparecen en esos pasajes.
bajo los nombres de «hija de Sión», «nueva Sión», «nueva Jeru-
c) El Concilio supone que no hay distinción o separación
salén», etc., ve en figura a la mujer madre de muchos pueblos.
absoluta entre las enseñanzas del A. T. y las enseñanzas del N . T.
El tema es delicado y de aplicación difícil: ¿Está probada la
y de la tradición. Por lo tanto, no es científico de verdad acer-
validez del método? ¿Está definido si esa nueva hija de Sión es
carse a los libros de la Escritura como podría llegarse a un libro
la Virgen o es la Iglesia? ¿Hay tradición bastante entre los Pa-
profano, pertrechado únicamente de criterios y métodos pura-
dres, teólogos y grandes exegetas para admitir de barato esa inter-
mente humanos y guiado por solas sus luces, sino llevado de la
pretación, que hasta hace bien poco tiempo se habría llamado lisa
mano por la que, para todo estudioso de la ciencia sagrada, ha
y llanamente una acomodación? ¿Tiene más fundamento tradi-
de ser «regla próxima y universal de la verdad», es decir, del
cional esa aplicación de la «hija de Sión» a la Virgen que la
magisterio de la Iglesia, la única a quien Dios ha encomendado
aplicación del «signum magnum» del Apocalipsis, que aún le
el ilustrar y sistematizar lo que en el depósito de la revelación
regatean muchos?
está sólo implícito y oscuro 50.
Como quiera que sea, el texto conciliar alude a esa corriente,
Los antiguos textos deben, pues, estudiarse a la luz que pro- pero se ha guardado de sancionarla con su autoridad. Por eso no
yectan los textos posteriores y sobre todo el magisterio y el uso accedió a que la actual frase introductoria se cambiase por esta
de la Iglesia. Y acudiendo así al A. T. nos dice el Concilio lo otra: De Beata Virgine, Filia Sion. Por eso también (y esto es
que podemos conocer. más significativo), mientras, al referirse al Protoevangelio, ha
En la promesa del triunfo sobre la «serpiente», en los oríge- puesto la cita (cf. Gen 3,15), descubriendo en él cierto funda-
nes mismos de la humanidad: «Pongo enemistades entre ti y la mento para lo que propone, siquiera haya de robustecerse con la
mujer, entre tu descendencia y la suya, y ella quebrantará tu ca- tradición; mientras, al aludir a la Virgen que concebiría, cita sen-
beza» (Gen 3,15), tenemos ya bosquejada la figura de María. La cillamente al profeta y a San Mateo como fuentes; cuando habla
tradición sobre este pasaje y el uso repetido de los papas, en do- de la hija de Sión y de los pobres de Dios, se abstiene en absoluto
cumentos tan solemnes como la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, de poner ninguna cita ni siquiera con el cf.
y tan intencionados como la Munijicenüssimus Deus y la Fulgens En la «relatio» o informe a los Padres sobre el texto que
corona, de Pío XII, no permiten desterrar la imagen de María debería discutirse, se decía acerca de este punto: «(Virginis)
del primer anuncio de esperanza que recibió el mundo ". prima adumbratio in protoevangelio invenitur; oraculum autem
49 Is 7,14 sensu stricto, in Mt 1,22-23, B. Mariae applicatur. In fine
Cf. ene. Pascendi: D 2076 y 2084. Véanse también varios números del decreto
Lamentabili: ibid.. n.1.2.3-12.61, etc. s2
50
Esta enseñanza de la Humani generis (AAS 42 [1950) 567) la repitió Pfo XII 53
Is 7,14; Mich 5,2-3.
en la alocución a los cardenales y obispos el 31 de mayo de 1954 (AAS 46 £1954) Entre muchos testimonios y episodios baste recordar el escándalo provocado por
314ss) y. por último, en el radiomensaje Ínter complures, 24 oct. 1954 (DM n.918 Juan Isenbiehl's con su libro Nouvel essai sur la propbetie de l'Emmanuel. En la
p.827-828). condenación de dicha obra (20 sept. 1779), Pío VI apelaba ya a San Mateo y a la
51
DM n.285; n.809 p.655; n.850 p.707. tradición unánime de los Padres. ';
952 Narciso García Garcés, C. M. F. C.8. La Virgen Maria. 36 953

praeparationis Veteris Testanaenti Maria, Filia Sion, Ínter paupe- riquísima y variada cooperación, todavía parecía poco el «con Ma-
res Domini praecellit...» Y acerca de este punto no remite de ría», acaso por el peligro de ser entendido como el «en María»,
ninguna manera a Ja Escritura Si. Luego en el fascículo que con- conscientemente excluido.
tenía el texto sobre que debían pronunciarse los Padres en la vo- Por eso, a fin de reflejar toda la verdad y eficacia del concurso
tación definitiva, cuando parece fueron más fuertes las presiones de la Virgen, se propuso cambiar las primeras líneas del punto
en favor del título de «Hija de Sión», al presentar la relación por estas otras: Cum Ipsa, tándem, Baque gratiae et ordinationi
o informe nuevo, la Comisión daba cuenta de que un grupo de divinae cooperante, complentur témpora et nova instauratur oeco-
cuarenta obispos querían que se pusiera como frase introductoria nomia... N o prosperó la idea; pero sustancialmente es lo que
general, a lo cual no se accedió. La Comisión se avino a que significaba el cambio del «en Ella» por el «con Ella», que no
entrasen las tres palabras praecelsa filia Sion, pero excluyendo desnaturaliza la maternidad divina de que se hablará más adelante.
expresamente ninguna referencia ni alusión a la Biblia: sirte tu- Después de todo, no puede olvidarse la bellísima sentencia de
rnen referentia bíblica. Creemos que ese poquito de historia interna San Bernardo: In te et per te et de te, benigna manus Omnipo-
favorece la impresión que damos en el texto 55. tentis quidquid creaverat, recreavit: «Cuanto Dios había creado,
Lo cual no habría sucedido si el Concilio encontrase funda- lo restauró (re-creó) en ti, de ti y por tu medio» " . Idea que, con
mento siquiera remoto en las expresiones de Zacarías, Mala- palabras de Eadmero, repite y amplía Pío XII en la ad Caeli
quías, etc. Y eso nos permite pensar que por hoy las dichas frases Reginam ss.
no se entienden de la Virgen sino en sentido acomodado, que
vale muy poco para hacer teología. Nosotros pensamos que está
muy lejos ya la mentalidad de San Andrés de Creta o de aquellos MARÍA EN LA ANUNCIACIÓN
otros medievales que en cada página de la Escritura encontraban
símbolos y figuras de la Virgen s°. 56. El Padre de las Misericordias quiso que precediera a la
En el último punto hay que notar las siguientes cosillas no encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada, para
faltas de interés: que así como la mujer contribuyó a la muerte, así también con-
tribuyera a la vida. Lo cual vale en forma eminente de la Madre
a) En el texto presentado a la Comisión en el mes de ju- de Jesús, que difundió en el mundo la vida misma que remieva
nio (1964) se leía «en Ella» en vez de «con Ella». Retocado el todas las cosas, y fue enriquecida por Dios con los dones corres-
texto por la Comisión, reapareció el «con Ella», que ya figura en pondientes a oficio tan alto. Por eso no es extraño que entre los
algún texto anterior. Santos Padres fuera común llamar a la Madre de Dios toda santa e
inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu
b) En la redacción que siguió a las discusiones del aula con- Santo y hecha una nueva criatura. Enriquecida desde el primer ins-
ciliar, en el tira y afloja de las corrientes, se metió el «ex Ea» tante de su concepción con esplendores de santidad del todo singu-
(tomó de Ella la naturaleza humana) para que apareciese más lar, la Virgen Nazarena es saludada por el ángel por mandato de
Dios como llena de gracia (cf. Le 1,28), y ella responde al enviado
claro que con María se instauraba el nuevo orden o alianza nueva. celestial: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu pala-
Pero se metió también el inciso «praecelsa Filia Sion», para con- bra (Le 1,38). Así, María, hija de Adán, aceptando la palabra divi-
tentar a los que miraban a la Virgen como la cima de la prepa- na, fue hecha Madre de Jesús, y, abrazando la voluntad salvífica de
ración mesiánica. Dios con generoso corazón y sin el impedimento de pecado algu-
no, se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a
ó) Aun concediendo que el «cum ipsa» está mucho mejor la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Re-
que el «in ipsa», que parece nos habla de la maternidad divina dención con El y bajo El, por la gracia de Dios omnipotente. Con
razón, pues, los Santos Padres estiman a María no como un mero
como de un milagro que Dios obra en la Virgen, pero sin su instrumento pasivo, sino como una cooperadora a la salvación hu-
54
mana por la Ubre fe y obediencia. Porque ella, como dice San Iré-
53
Cf. Scbema constitutionis de Ecclesia, 3 julio 1964, p.211. neo, «.obedeciendo fue causa de la salvación propia y de la del
Cf. Textus emendatus capitis VIH schematis de Ecclesia et relationes (Typis
polyglottis Vaticanis, 1964) p.17. género humano enteroi>. Por eso no pocos padres antiguos, en su

San Andrés había escrito: lis ómnibus, qualiacumque sint, quae qui nobis per predicación, gustosamente afirman: «El nudo de la desobediencia
legem et prophetas locutus est Deus, de ipsa (Maria) toto divinae Scripturae cursu de Eva fue desatado por la obediencia de María; lo que ató la
manifesté praenuntiavit» (In Nativ. B. Mariae homil.l : PG 97,822). Y casi de nues-
tros días, el abate Jourdain (Sommes des Grandeurs de Marte t.l 1.2 p.396-710) toda-
vía nos ofreció un ejemplo de ese estilo. Hoy, justamente, a los teólogos se nos 67
pediría más seriedad para fundamentar nuestras conclusiones; y Qosotros podemos Serm. 2 in fest. Pentec.: PL 183-328.
s
también exigir seriedad parecida. > Cf. DM n.902 p.801: EADMERO, De excellenlia V. Mariae c . l l : PL 159,508.
C.8. La Virgen María. 56 955
954 Narciso García Garcés, C. M, P.
virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por
Luego pareció a algunos que esa frase podría canonizar la regla
la fe»; y comparándola con Eva, llaman a María «.Madre de los de «conveniencia» (el «decuit» de Escoto), de tan difícil aplica-
vivientes», y afirman con mayor frecuencia: «.La muerte vino por ción, y se quitó el texto de San Ambrosio, que—hay que reco-
Eva; por María, la vida». nocerlo—, aunque bonito, no estaba escrito con esa intención, sino
para significar que María, en las horas de la pasión, fue digna
Este número se presta a fáciles alardes lo mismo de erudición
que de teología especulativa. Prevengámonos contra ambos peli- de Jesús, permaneciendo a su lado cuando los apóstoles andaban
gros y subrayemos sólo las proposiciones fundamentales, cortando huidos.
vuelos a la pluma. Pero suprimido el texto ambrosiano, no tenía sentido el «nil
El Padre de las misericordias quiso que a la encarnación pre- mirum» («no es extraño») del párrafo siguiente. Por eso se instó
cediese el consentimiento y aceptación de María, predestinada hasta el último momento para que no se perdiese la idea genérica
Madre de Dios. Era verdad mil veces proclamada por el recto de que María debía estar adornada de los dones o prerrogativas
sentido cristiano, guiado ciertamente por los Padres y los Papas 5"; correspondientes a su oficio y dignidad. Y recogiendo uno de los
verdad que ahora, ex professo y repitiendo la idea hasta tres veces, reparos de la votación (un voto «iuxta modum»), se ha puesto
propone el Concilio como doctrina de la Iglesia. esta valiosa enseñanza conciliar: «Y (María) fue enriquecida por
Las trazas con que Dios quiso se verificase el misterio de la Dios con los dones correspondientes a oficio tan alto» 83.
encarnación se presentan como obra de la misericordia divina, y Y seguidamente, haciendo un poco de teología, es decir, acla-
con razón, porque su principio primero está en que el Padre nos rando una verdad con otra, continúa el mismo texto: «No es de
amó de suerte que nos envió a su mismo Hijo (lo 3,16). Pero maravillar que entre Jos Santos Padres fuera común llamar a la
también es obra de su poder y sabiduría, a lo cual alude la cita Madre de Dios toda santa e inmune de toda mancha de pecado y
implícita de San Agustín 60 . Y al amor y sabiduría se reducen como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva creatura».
también las razones con que Santo Tomás prueba que el misterio Esa manera de decir no agradaba a Mons. Carli ", el cual pro-
debía anunciarse a la Señora (3 q.30 a . l ) . Dispuso Dios, en efec- ponía: La inmaculada concepción debe afirmarse de modo directo,
to, que el hombre encontrase la vida por el camino mismo por como verdadero dogma de fe, sin que baste la proposición indi-
donde había entrado la muerte, y como había contribuido a nues- recta, refiriendo lo que los Padres decían. Y el celoso obispo
tra ruina la mujer, contribuyera también a la restauración. Ni en ofrecía la fórmula siguiente: «Porque la Santísima Virgen no
un caso ni en otro fue un concurso abstracto o impersonal: a la podía menos de tener lo que convenía a la Madre de Dios desde
ruina contribuyó Eva; a la restauración, María, que trajo al mun- el primer instante de su concepción, por singular gracia y privi-
do al Verbo Encarnado, en quien estaba la vida; vida que era legio de Dios y en previsión de los méritos de Jesucristo, Salvador
luz de los hombres (lo 1,4), que debía renovar todas las cosas del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de
(Apoc 21,5) y, como reza la liturgia, debía vivificar al m u n d o " . pecado original. Por lo cual prevaleció entre los Padres el lla-
Misión sublime la de la Virgen, que, lógicamente, fue enri- marla...»
quecida por Dios con dones y gracias que la capacitasen para
Pensamos que tenía razón el ilustre prelado y que, de esa suer-
llenarla cumplidamente.
te, podía haberse evitado la repetición que encontraremos después
Esta última idea tiene bastante historia en la elaboración del
en el n.59; pero sustancialmente el texto conciliar, aunque con
texto conciliar. Primeramente se expresaba con un texto de San
repeticiones, tiene toda la doctrina que deseaba expresar el obispo
Ambrosio: «Nec Maria minor quam matrem Christi decebat» 62.
de Segni. .
59
En confirmación del aserto remitimos al libro Deipare Virginis consensus, del Notemos de pasada que los encomios a la Santísima Virgen
P. J. M. BOVER, uno de los libros que debieran conocer todos los mariólogos. Esta están tomados de Padres orientales, como San Germán, San So-
verdad fue enseñada también con insistencia y claridad suma por León XIII en las
encíclicas Octobri mente, TI sept. 1891; lucunda semper, 8 sept. 1894; pidentem fronio, San Andrés de Creta, Anastasio de Antioquía, a cuyas
piumque, 20 sept. 1896, y Parta, humano generi, 8 sept. 1901. Citemos únicamente las
palabras de esta última; O quam suavis, quam grata angélica salutatio accidit B. Vir- obras se hace referencia en nota.
gini, quae tum, cum Gabriel eam salutavit, sensit se de Spiritu Sancto concepisse
Verbum Dei (DM n.471 p.350). 63
60 OÑATIBIA, Constitución dogmática sobre la Iglesia. Presentación y notas de...
«Per sexum femineum cecidit homo, per sexura femineum reparatus est homo...;
per 61feminam raors, per feminam vita» (Serm. 232,2,2: PL 38,1108). (Madrid 1964) p.131.
Canon de la misa, or.2.a antes de la comunión. M Obispo de Segni. uno de los buenos teólogos del Concilio.
«2 Epist. 63 ad Vercell Eccl. n.110: PL 16,1270-1271.
9S7
956 C.8. J^a Virgen Maña. 56
Narciso García Garcés, C. M. F.
Deus), para no tomar en serio ese panegírico. A la luz de esos
Fijándonos nuevamente en el texto, recordamos que un padre
criterios, tal vez esos mismos profesores suscriban el panegírico,
conciliar quería se suprimiese aquello de que María estuvo libre
de toda mancha («ab omni labe»), para no ofender a los ortodo- desentrañando lo que, finalmente, admiten ya como posible con-
xos que no admiten la definición de Pío IX (!!!). Otro se oponía tenido del «gratia plena», es decir, que María fue objeto de la
a la misma palabra «toda» («omni») tal como se presentará des- benevolencia o favor divino. Porque, en Dios, querer bien es ha-
pués en el n.5S>, es decir, inmediatamente antes de hablar de la cer bien, y ese bien causado, prescindiendo de todo tecnicismo
asunción, porque alguien podría concluir que María estuvo exenta escolástico, pero con sentido verdaderamente católico, es algo más
de la muerte, a quien el pecado abrió la puerta en el mundo... que la simple benevolencia o gracia extrínseca.
Quedémonos con lo que enseña el Concilio, sin más compli- Creemos que la simple desapasionada lectura del texto conci-
caciones : liar supera todo extrinsecismo: la Virgen, por aquella esplendo-
-— la Virgen, por los méritos de Jesucristo, estuvo en absolu- rosa santidad con que fue enriquecida en su primer instante, fue
to libre del pecado original; saludada por el ángel «llena de gracia» (kecharitomené), palabra
— la Virgen, desde su primer instante, estuvo adornada de que la relación o informe a los Padres, a que hace un instante
gracia y santidad singularísimas. nos referíamos, explica de este modo: «Hoc privilegium... induit
Por lo demás, la muerte, como el dolor y el sufrimiento, nada significationem salutarem et valorem veluti functionalem in ordine
tienen que ver con la razón de pecado ni de castigo. Por eso, el ad mysterium redemptionis» ".
mismo Jesucristo pudo abrazarse con ellos. Recojamos esas palabras: la concepción purísima, la llenez de
El Concilio no dice más; pero éste es uno de los puntos en gracia, tienen una significación salvadora, un valor funcional.
que no ha querido darnos toda la doctrina mariana. Por eso, den- (Esta vez sea bien venido el pintoresco neologismo latino.) Eso
tro del espíritu del texto comentado, hemos de añadir dos cosas: quiere decir que la gracia se le dio a María para disponerla o
Que la Iglesia cree que la Virgen Santísima estuvo exenta duran- prepararla a su misión, a su divina maternidad, con todo lo que
te toda su vida de toda culpa o defecto personal, aun los más ésta implicaba de cooperación en el misterio de la redención. ¿No
insignificantes ". Que es doctrina común y cierta, mucho más des- es lo mismo que lo que desde hace siglos y ahora varias veces
pués de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada, al año reza la liturgia: «Deus qui per Immaculatam Conceptio-
que la Virgen estuvo siempre totalmente libre de la concupiscen- nem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti» ?'"
cia o de cualquier pasión desordenada. Este sentir, común hoy Una frase retórica o un «título convencional» sin fundamento
entre los teólogos y en el pueblo cristiano, sale robustecido del ni realidad ontológica no constituyen una preparación efectiva en
Concilio si recogemos la explicación dada a los Padres, al pre- la Virgen para que se entregue sin reserva a los planes de Dios
sentarles el texto base de discusión en el aula, en el cual se leía o para que Dios se entregue a Ella como Hijo y Ella se sienta
que la Virgen, por su gracia singularísima «nullo retardatur pec- impulsada a amar a Dios con afecto y corazón de Madre. «Con
cato vel peccaminoso affectu», no se veía retardada o dificultada otras palabras—prosigue la misma «relatio»—, ese privilegio (de
por ningún pecado ni afecto pecaminoso en responder a la volun- la inmaculada y llena de gracia) no es mero adorno. María (debía
tad de Dios B6. consentir) y consintió con fe y obediencia libres y personales, y
Y nos alegra mucho que el Concilio haya desestimado el jui- Dios no se valió de Ella como de instrumento meramente pa-
cio que a profesores de un calificado centro romano mereció la sivo» e*.
frase a la que aludimos hace un momento: «Enriquecida la Vir- Hemos tocado otro punto importante de este n.56: el consen-
gen Nazarena desde su primer instante con fulgores de santidad timiento de María a la embajada del ángel o su aceptación de la
singularísima...» Decían ellos que ésa era una frase retórica que maternidad divina.
podría pasar en un panegírico de la Virgen (¡ ?) ; pero son dema- El texto lo ha dicho ya al principio: Quiso Dios que «a la
siados los Padres y doctores, es demasiado común el sentir del encarnación (del Verbo) precediese la aceptación de (María), pre-
pueblo cristiano y demasiado elocuentes bastantes páginas de los destinada Madre suya. La relación a los Padres nos ha aclarado
papas (pensemos nada más en la primera de la bula Inejjabilis que precisamente la exención de toda culpa y de sus consecuen-
65 67
Conc. Trident., ses.6 can.23: D 833. 68
O . c , «Relatio» ad c.8 p.212.
66
Schema conslitutionis de Bcchsia, 3 julio 1964, p.212. Cf. MBRKELBACH. Ma- Or, en la fiesta de la Inmaculada y en la de Lourdes.
69
riologia p.2.» e l q.3 (París 1939) p.149-157. Ibid.
958 Narciso García Garcés, C. M. F.
C.8. La Virgen María. }6 959

cias, así como la llenez de gracia de María, ordenábanse a que con su consentimiento, así también, cuando por el misterio de la
su asentimiento fuese perfectísimo: pronto, total, con absoluta maternidad divina quiso levantar a la Virgen a una singularísima
devoción y entrega. unión consigo, era propio de las suaves disposiciones de su pro-
Ahora el texto nos dice a la letra que la Virgen respondió al videncia aguardar el voluntario asentimiento de María: «ad sua-
ángel: He aquí la esclava del Seño; hágase en mí según tu pala- vem divinae providentiae dispositionem pertinuit voluntarium
bra (Le 1,38). Y «así, María, hija de Adán, consintiendo a la eius exspectare consensum»71.
palabra (o plan propuesto de parte de Dios), fue hecha Madre Por eso, cuando Erasmo propaló la duda de que conociese
de Jesús. Con corazón pleno, y en modo alguno retardada por el María de quién era Madre, reaccionó vivamente San Pedro Ca-
pecado, abrazóse con la voluntad salvífica de Dios y se consagró nisio, tachando la opinión de Erasmo de sentencia vergonzosa,
totalmente, como esclava del Señor, a la persona y a la obra de sentencia que harían suya los arríanos y aprobarían con gusto los
su Hijo, coadyuvando con El y bajo su dependencia al misterio judíos y que es «adversus communem doctorum et piorum om-
de la redención». Un brevísimo comentario sobre cada una de nium sensum et consensum» ' 2 . Y Suárez, sin adoptar un tono
esas afirmaciones. enfático, será más duro en su censura, concluyendo que la opinión
Enseña el Concilio que en los planes de Dios no se verificó de Erasmo era «impía, herética, contra la tradición y el sentir de
la encarnación sin el consentimiento previo de la Virgen. toda la Iglesia» 7Í.
Pues de la noción misma de consentimiento humano es que María, pues, consintió a la propuesta del ángel con corazón
sea consciente y libre. Como vio San Pedro Canisio el de María: pleno y sin que la retardase ningún pecado... Ya sabemos que la
«Tan deferente quiso ser con ella la Eterna Sabiduría, que no Virgen no tuvo pecado alguno. Si ahora nos detenemos en esa
quiso comenzar el misterio de nuestra redención sino previo el palabra, es para decir que, a nuestro juicio, ha de entenderse en
asentimiento de la Virgen, para que, a sabiendas y queriéndolo sentido amplio, como lo entendía San Pablo al llamar pecado a la
(sciens et volens), fuese hecha Madre del Emanuel. Y de asenti- misma concupiscencia (Rom 6,12), por cuanto ésta procede de él
miento, efectivamente, es aquella dulcísima palabra: He aquí la y a él inclina 7 \
esclava del Señor; hágase en mí... Y ¿cuál sería entonces la fe Esta explicación parécenos recomendada por el texto de la
de María en misterio tan portentoso que ella conocía la primera, «relatio» (obra de la Comisión doctrinal), que excluía el pecado
abrazándolo en absoluto? 70 y cualquier afecto pecaminoso. Sin embargo, la sobriedad de la
La Virgen, pues, debió conocer el objeto y alcance de su palabra «pecado» aquí empleada permitirá que algunos sigan te-
aceptación, al menos en sus líneas esenciales y básicas. N o conce- niendo la doctrina de la exención de toda concupiscencia como
deremos a la Virgen la omnisciencia que es de Dios solo; no le cierta y común, sin que haya pasado a ser de fe.
adjudicamos la comprensión de los misterios de la Trinidad y de Reanudamos la lectura del texto: «María, sin impedimento
la encarnación; no dejará de andar en fe y crecerá más y más en alguno que la retardase, con toda la generosidad de su espíritu,
ella el conocimiento de Jesucristo y de sus planes redentores. Pero se entregó toda entera (totaliter) en cuerpo y alma a la persona
hablar de asentimiento consciente y libre sin saber a qué asentía, y a la obra de su Hijo, de suerte que, impulsada y sostenida por
sin conocer cuya maternidad aceptaba y las implicaciones que la gracia de Dios todopoderoso, tomaría parte en el misterio de
había de tener para ella, sería un contrasentido. Hemos subra- la redención».
yado lo de asentimiento consciente porque en la Virgen, como N o comentaremos este último punto, aunque no hay palabra
ahora en nosotros, ése bastaba para el maravilloso acto de fe: que no merezca comentario. Con claridad y encarecimiento, el
que se diera cuenta de la palabra de Dios, aunque el misterio Concilio nos muestra a la Virgen totalmente consagrada (asocia-
fuera incomprensible. da) a Jesucristo y a su obra. Nunca nos hemos pagado de pala-
Además que eso piden el gobierno suave y amorosos caminos bras: esa consagración total al servicio del Redentor y de su obra
de Dios Nuestro Señor, como comenta Suárez: «Como Dios con 71
su gracia, aunque sea eficacísima, a nadie atrae por la fuerza, sino 71
Comentario a 3 q.30 a.l.
73
O . c , 1.4 c.2.
70 De mysteriis vitae Christi disp.19 s.l a.4. Sobre este punto pueden verse, entre
De María Virgine incomparabili et Dei Genitrice sacrosancta 1.3 c.l. Notamos muchos. ALAMEDA, La Virgen en la Biblia y en la primitiva Iglesia p.2.s sec.l c.5
de paso que cuantos ponderan la fe de la Virgen, como si en ella radicase su mater- p. 132-139; ALDAMA, Una opinión reciente censurada por teólogos antiguos: Divinitas
nidad sobre la Iglesia, tienen aquí el camino mejor para ponderar la fe de la Señora: (1959) 123-140.
admitir el conocimiento de la propuesta del ángel y la generosidad absoluta en abra- 74
Cf. Conc. Trident., ses.58,5: DB 791.
zarse con su misión..
960 Narciso García Garcés, C. M. F. C.8. La Virgen María. 51 961

es lo que importa retener; el nombre importa menos. En el infor- — María es la antítesis de Eva desobediente e infiel.
me a nuestros prelados decíamos a propósito de este inciso: «Por —• María estuvo libre de las maldiciones de Eva.
lo demás, reconozco que en la redacción actual (que pone «inser- — María llenó su oficio de segunda Eva al pie de la cruz.
viens» en vez de «sociata»), quiérase o no, se habla de asocia- — También María es Madre de los vivientes ".
ción y de cooperación» ". Cada uno de esos puntos podría demostrarse con incontables
Lo cual significa que el consentimiento de María a la encar- citas de Padres, Pontífices y Doctores. Cada uno se presta a de-
nación, además de consciente y libre, además de conforme al ducciones interesantes y valiosas. Pero hemos de omitirlas en °ra-
suavísimo gobierno de Dios, fue del todo eficaz y, porque Dios cia a la brevedad.
así lo quiso, del todo necesario. Es la idea dominante en una pá-
gina maravillosa de San Bernardo, que lamentamos no transcribir
entera: «Ecce offertur tibí (dice a la Virgen) pretium salutis LA SANTÍSIMA VIRGEN Y EL NIÑO JESÚS
nostrae; statim liberabimur si consentís...: Señora, ponen en tus
57. La unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salva-
manos el precio de nuestra salvación; si consientes, al punto se- ción se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de
remos liberados... ¡Oh Virgen santa!, responde pronto. En ti y Cristo hasta su muerte; en primer término, cuando María se dirige
por ti, Dios mismo, nuestro Rey, ha dispuesto realizar la salvación a toda prisa a visitar a Isabel, es saludada por ella a causa de su
del mundo» '". je en la salvación prometida, y el precursor saltó de gozo (cf. Le 1,
41-45) en el seno de su Madre; y en la Natividad, cuando la Ma-
Eficacia que seguidamente enseña también el texto conciliar: dre de Dios, llena de alegría, muestra a los pastores y a los Magos
«Con razón, pues, los santos Padres ven a María no como ele- a su Hijo primogénito, que, lejos de disminuir, consagró su inte-
mento pasivo en quien Dios obra, sino que la contemplan coope- gridad virginal. Y cuando, ofrecido el rescate de los pobres, lo
rando libremente con su fe y obediencia a la salvación de los presentó al Señor, oyó al mismo tiempo a Simeón que anunciaba
que el Hijo sería signo de contradicción y que una espada atrave-
hombres». Quédese ahí esa idea general. Sobre la asociación de saría el alma de la Madre para que se manifestasen los pensamien-
María con su Hijo habremos de volver en los números siguientes. tos de muchos corazones (cf. Le 2,34-35). Al Niño Jesús, perdido
Con ese fundamento de la cooperación de María (por su fe, y buscado con dolor, sus padres lo hallaron en el templo, ocupado
en las cosas que pertenecían a su Padre, y no entendieron su res-
por su obediencia, por su amor, por su devoción...), el texto con- puesta. Mas su Madre conservaba en su corazón, meditándolas, to-
ciliar nos habla del título de segunda Eva, el más antiguo en la das estas cosas (cf. Le 2,41-51).
tradición (como que viene de San Justino y San Ireneo) y uno
de los más ricos para descubrir la misión y oficios de María. «La unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación
Como segunda Eva, será la Virgen el «adiutorium simile sibi» manifiéstase desde la virginal concepción de Jesucristo hasta su
de Jesucristo, Adán segundo. Mirándola como a segunda Eva, muerte».
antítesis de la primera, se dirá: «la muerte vino por Eva; la vida, De todo este número y en gran parte de los dos siguientes,
por María». hemos de decir que tienen todo el encanto de la historia sagrada.
Esta parte destaca por su hermosura y por el uso espléndido Pero el Concilio no ha explicitado la significación y contenido
de la tradición. En la «relatio» o informe varias veces citados teológico que pueda encerrarse en dicha historia.
encontramos hasta once textos de santos Padres, que en el texto Ahora bien: el 17 de junio de 1964, y hablando de San Pedro
definitivo se han reducido y simplificado, aunque consiguen ple- en una audiencia general, Su Santidad Pablo VI decía que, en
namente su fin. fin de cuentas, «lo que nos interesa no es la biografía de San
Sería grato declarar el título de segunda Eva; pero estas notas Pedro, sino la teología de San Pedro, y que, sobre todo, nos
se prolongan en demasía. Permítasenos remitir a los lectores a hemos de preguntar: ¿Quién era San Pedro, según los designios
libros fáciles y al alcance de todos. Los monjes de Solesmes mues- de Nuestro Señor ?» ".
tran cómo los papas han recogido las enseñanzas tradicionales del Creemos que, a través de los episodios de su vida y sobre
título con citas repetidas que asientan estos puntos: ellos, lo que nos interesa es la teología de la Santísima Virgen:
— María estuvo simbolizada en Eva inocente.
" Cf. Le! enseignements pontificaux: Notre-Dame (París 1958). Table logique,
75
Informe sobre el c.8 del esquema De EcclesU, «De B. M. V. Deipara in myste- p.[26-27]. Cf. GARCÍA GARCÉS, Títulos y grandezas de María ed.3.a (Madrid 1959)
tio Christi et Ecclesiae». final de agosto de 1964, p.9. n.100-102
78
p.220-227.
'« PL 183,83-84. «L'Osservatore Romano», 18 de junio de 1964.
2. C.Valicano 31
abd
C.8. La Virgen María. 57
962 Narciso García Garcés, C. M. F.
participando de su suerte. Por donde parece imposible imaginár-
¿Quién era y qué era María, según la voluntad y designios de sela separada de Cristo, no decimos ya cuanto al alma, pero ni
Dios? cuanto al cuerpo, después de esta vida» "".
Tratemos de declarar la que se contiene en el texto conciliar Estas autoridades pontificias creemos nos dan la verdadera
valiéndonos de la tradición y del magisterio pontificio. El valor tónica para entender la unión de María con Jesús, de que nos
de estas líneas será el que le comunique la autoridad de dichas habla el Concilio, y para comprender el significado de la presen-
fuentes. cia de María en los diferentes pasos de la vida del Señor. Pre-
Nos detendremos sólo en las ideas principales, y acaso ningu- sencia que, según los evangelistas, no fue pasiva e inoperante, sino
na lo sea más que la expresada en las dos líneas con que hemos actuosa y eficaz. Así en Hebrón, en Belén, en Cana de Galilea.
comenzado.
La unión de Madre e Hijo manifiéstase todo a lo largo de la Visita a Isabel. Como ejemplo de la unión de María con Je-
vida de Jesús. Así fue, como nos enseña el Evangelio, y así debía sús, el Concilio recuerda: «en primer término, cuando María se
ser, por los dos oficios de María estudiados en los números pre- dirige presurosa a visitar a Isabel, es saludada por ella a causa
cedentes : María era Madre de Cristo-Dios, y era la segunda Eva de su fe en la salvación prometida, y el Precursor saltó de gozo
asociada a la obra del Adán segundo. Por dos títulos, de natura- en el seno de su madre».
leza y de común teleología o predestinación, estaban unidos de Sobre este punto hubo sus más y sus menos aun después de
manera indisoluble. la votación del c.8 ". Posiblemente algunas dificultades desapare-
La generación del hijo es fundamento de la maternidad; pero cían y todo el texto ganaba siguiendo a San Lucas con absoluta
ésta no termina con el nacimiento de la prole. La maternidad per- fidelidad: ... María levantóse presurosa a visitar a Isabel y, lle-
dura siempre como relación que proyecta la madre al hijo y el gada a casa de su prima, ésta, al oír el saludo de la Virgen, notó
hijo a la madre. Relación no fría e inane, como ente de razón, que en su seno saltaba de júbilo el Precursor, y ella misma, llena
sino encarnada en una comunión de vida, de sentimientos, de del Espíritu Santo, proclamó la fe y las grandezas reveladas a
acción que, entre Jesús y María, vienen ponderando hace siglos María (Le 1,39-45). La unión de Jesús y María que el Concilio
los santos y doctores'". propone es manifiesta: María lleva a Jesús a casa de Isabel. Es
Y no hay que decirlo: la unión o asociación de María con Jesús quien consagra al Precursor e ilumina a su Madre; pero en
Jesús no será únicamente material (la cual no sería ninguna gloria este primer milagro de su gracia quiso que interviniera María,
de la Virgen), sino unión formal y verdadera, de alma, de cora- Nacimiento de Jesús. Al poner de relieve la unión entre Hijo
zón, de intenciones. Es la unión que con tanta piedad como jus- y Madre en este misterio, el texto conciliar señala dos manifes-
teza nos han enseñado los papas, sobre todo a partir de León XIII. taciones.
Lo que promete en la anunciación, consagrándose como escla- La primera es que Jesucristo, al nacer, quiso honrar a su Ma-
va, «lo cumple con santo ardor», y su vida se desenvuelve desde dre naciendo de Ella virginalmente (milagrosamente), como virgi-
entonces en íntima comunión con la de su Hijo, en los gozos y en nal y milagrosamente había sido concebido.
las lágrimas. De este modo alcanzará tan alta gloria, que nadie, Sin fundamento alguno teológico, los últimos años se habían
ni hombre ni ángel, podrá lograr, porque nadie podrá comparár- suscitado dudas sobre la virginidad de Nuestra Señora en el par-
sele en el mérito y la virtud» 8°, puesto que «aventaja a todos en to. Para asentar de modo indubitable la verdad revelada conteni-
santidad y en unión con Jesucristo, y ha sido asociada a El en la da en cada miembro de la trilogía «Virgen antes del parto, Virgen
obra de la redención» 81. Y la Sagrada Escritura «nos presenta a en el parto, Virgen después del parto», el esquema presentado
la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo y siempre por los españoles proponía este texto: «La Madre de Dios aparece
79
admirable al permanecer virgen integérrima en su divina mater-
San Antonio, por ejemplo, consideraba a María perfectamente asociada a Jesu-
cristo in essendo (unidad sustancial, por ser Cristo hombre verdadero de verdadera nidad. Virgen antes del parto, concibiendo puramente por obra
madre virginal, en el tiempo, como es Dios de Dios desde la eternidad) ; asociada del Espíritu Santo. Virgen en el parto, ya que con absoluta inte-
¡ti pariendo (porque sufrimientos y alegrías de Cristo eran alegrías y sufrimientos de
María) ; asociada in agendo (porque para eso se había declarado la servidora del gridad y limpieza, con parto milagroso, trajo al mundo la Luz,
Señor, y para eso era la Esposa de Cristo y segunda Eva). «Et sic B. María com-
municat Domino in omni eo, quo contingit alicui communicare» (Sutnma Theologica 82
tít.15 c.21 § 1). Pío XII, Munificetttissimus Deus, 1 nov. 1950: DM n.809 p.654.
83
80
LEÓN XIII, Magnae Dei Malris, 8 sept. 1892: DM n.395 p.267. Cf. el Texius emendatus capitis VIH schematis constitutionis de Ecclesia et
81
Pío X, Ad diem illum, 2 febr. 1904: DM n.489 p.372. relaíiones, oct. 1964, p.19.

*
964 Narciso García Garcés, C. Al. F.
C.8. La Virgen María. 57 965
que era Jesucristo. Virgen después del parto, porque guardó para
Pío XII había escrito: «(María fue) la que al recién nacido
Dios solo el corazón y el seno que había sido tabernáculo del
presentó como Profeta, Rey y Sacerdote a aquellos que de entre
Verbo del Padre» 84.
los judíos y gentiles habían llegado los primeros a adorarle»".
El Concilio, por justos motivos, no ha querido ser tan explí-
Y antes aún y de manera general había dicho Pío X : «¿Acaso no
cito; pero ha satisfecho a la necesidad que se dejaba sentir y ha
podía Dios concedernos el Redentor por otra vía que por la Vir-
puesto las cosas en su punto.
gen?... Pero, dado que la divina Providencia dispuso que el Dios-
En efecto: sus palabras refiérense expresamente a la virgini-
Hombre nos fuese dado por la Virgen, puesto que Ella lo con-
dad en el parto, dando al segundo miembro de la trilogía un con-
cibió por obra del Espíritu Santo y lo llevó en su seno, a nos-
tenido que algunos parecían olvidar. Y dice que Cristo, al nacer,
otros no nos queda sino recibir a Jesús de manos de María» *8.
no disminuyó, sino que consagró la integridad virginal, la cual,
tratándose del alumbramiento, no puede referirse a la integridad Presentación de Jesús. En este episodio, la unión de María
espiritual, sino a la material. con Jesús queda como reconocida y proclamada por el anciano
Esta interpretación, que creemos se impone por la sola lectura Simeón, lleno del Espíritu divino.
del texto, queda avalada con la declaración de la relación o infor- El texto conciliar es un compendio fácil y claro. El del Evan-
me tantas veces citado, que declaraba a los Padres lo que el texto gelio trae más detalles, que conviene tengamos ante los ojos al
quería significar y cómo: «Partum autem lesu fuisse virginalem hacer el comentario: El Espíritu Santo que moraba en Simeón...
verbis liturgicis et traditionalibus affirmatur. Quod Commisioni llevólo al templo en aquella oportunidad. Y, al entrar con el
doctrinali sufficiens et satis clarum videtur» 85. Niño Jesús sus padres, ... tomándolo Simeón en sus brazos, bendijo
Queda, pues, claro, tras las aludidas perturbaciones, que el a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa, saca en paz
concepto de virginidad (como el de persona, el de sacrificio y de este mundo a tu siervo, porque ya mis ojos han visto al Sal-
tantos otros) no puede inventarlo o deducirlo el teólogo partiendo vador que nos has dado... Dioles Simeón su bendición y dijo a
de ciencias naturales (filosofía, fisiología...), sino que debe to- María: Mira, este Niño está destinado para ruina y resurrección
marlo de la tradición y magisterio, tal como lo expusieron, entre de muchos en Israel y para ser blanco de contradicciones; y una
otros, San León y los Concilios de Calcedonia y de Letrán, cita- espada traspasará tu propia alma... (Le 2,25-35).
dos ahora por el Vaticano II. Daremos de lado a las que Lagrange llamó «sutilezas psico-
Creemos ha de ser útil a los lectores conocer el fruto de un lógicas» y admitiremos con él: «Las tribulaciones de los hijos,
estudio que llamaríamos definitivo sobre esta materia. ¿no afectan sobre todo al corazón de las madres ?» ". Esa es la
«Es doctrina de fe, o divina, o definida: espada que Simeón profetiza.
1. Que María fue virgen antes del parto. Es un principio que iluminará todos los misterios en que pa-
2. Que concibió sin concurso de varón. dezcan juntos Jesús y María: Como Madre, haría suyos los pade-
3. Que al concebir no perdió su virginidad. cimientos del Hijo. San Pío X señalaría otro: N o fue misión
4. Que su parto fue milagroso, sin dolor, etc. única de la Virgen la de «vestir de su carne al Hijo de Dios para
5. Que María permaneció virgen después del parto y siem- que así fuese víctima que se inmolase por la salvación de los
pre. hombres; fue también misión suya la de guardar esa víctima, ali-
mentarla, y presentarla al altar en el tiempo señalado» 90.
6. Que conservó siempre la perfecta integridad corporal» 8 \
Dos ideas que León XIII había juntado de modo feliz: «Ma-
La segunda manifestación de la unión que media entre María
ría, tanto por haberse ofrecido a Dios pobre esclavita para ser
y Jesús Niño en la natividad, según el texto del Concilio, se des-
cubre en el hecho de que fue María quien lo entregó a la adora- su Madre como por haberse consagrado toda entera con su Hijo
ción de los pastores y de los Magos. El texto no dice más; pero, en el templo, por ambos actos se asoció ya con El en la dolorosa
dentro de su laconismo, alude a la doctrina pontificia, que será expiación por los hombres» " .
el mejor comentario que nosotros podemos ofrecer. Es incuestionable la prudencia con que el santo Concilio ha
87
81 Myslici Corporis, 29 junio 1943: DM n.713 p.562.
85
L . c , n.6. 88
Ad diem illum, 2 febr. 1904: DM n.482 p.367-368.
86
Schema constitulionis de Ecclesia, 3 julio 1964, p.213. BS
Évangile selon Si. Luc. (París 1948) p.88-89.
FR. DE P. SOLA, S. I., Semper Virgo María, en Conclusiones Marioloeicae U(M>a 90
drid 1962) p.41-70. " L . c : DM n.488 p.370-371.
91
lucunda semper, 8 sept. 1894: DM n.412 p.287.
C.8. La Virgen María. 57 967
966 Narciso García Garcés, C. Ai. F.
privada de Jesús; que ciertamente no podía decirse de Ella lo
propuesto sobriamente la historia evangélica. Pero incuestionables
que San Pablo echaría en cara a los gentiles: que eran «sine af fec-
son también otras dos cosas: la insistencia con que, una y otra
tione» (Rom 1,31).
vez, nos habla de la unión de María con Jesús; y la veneración
Ni podían ser de reprensión las palabras de Jesús, cuando
que en todas las materias ha tenido para el magisterio reiterado
sus padres, al buscarle, no habían hecho sino cumplir un estricto
de los Romanos Pontífices. Nosotros tratamos de poner en claro
deber. Por eso nota Lagrange, citando a varios santos Padres,
esa unión y dejamos a los papas lo que podría llamarse inter-
que Jesús, sonriendo, les contestó que ya podían figurarse que
pretación de los hechos.
estaría con su Padre °3.
Si se nos permite sólo una palabra de teología en este miste-
Otra palabra oscura, que, acaso necesite algún esclarecimien-
rio tan rico de la presentación de Jesús en el templo, notaremos
to, es la anotación de San Lucas (2,50), que recoge el texto con-
que la maternidad divina une a María con Jesús y la configura
ciliar: Y ellos (sus padres) no entendieron la contestación de
con El mucho más que los sacramentos de la Ley Nueva. Más
Jesús.
aún: la maternidad divina, por sí sola y como por un efecto na-
Aquí hay algo cierto que ya hemos anotado en el número
tural ineludible, asocia a María a la persona y a la obra de Je-
anterior: la Virgen no fue omnisciente; su inteligencia, aun ilus-
sucristo, como nos ha dicho el Concilio en el número anterior y,
trada con luces singularísimas, no podía abarcar la cognoscibilidad
consiguientemente, la asocia a sus padecimientos. María, en un
de Dios ni sondear sus juicios y planes misteriosos. Por eso la
sentido muy verdadero indisolublemente unida a Cristo, era ne-
hemos visto también admirándose al oír los transportes del an-
cesariamente víctima de su maternidad divina. Así entendemos
ciano Simeón (Le 2,33); y por eso ahora medita en su corazón
la espada predicha por Simeón; y así habremos de contemplar el
cuáles serán las amorosas, pero inasequibles trazas de Dios, que,
martirio de la Virgen en el Calvario 9=.
cierto, no las conoció de vez. Naturalmente que la Virgen captó
El Niño perdido. La historia es bien conocida para que ha- el sentido inmediato—si así puede decirse—de las palabras de
yamos de transcribir el relato de San Lucas (2,41-52). El texto Jesús; pero ¿es que Jesús no podía estar en lo de su Padre ce-
conciliar lo resume de modo perfecto. Nosotros nos fijamos úni- lestial sino separándose de su madre terrena? ¿Cuáles serían los
camente en dos palabras que se refieren más directamente a la consejos del Altísimo?
Santísima Virgen, que algunos agradecerán ver declaradas. Adviértase, por último, que ese desconocimiento de la Vir-
La Virgen, pasando de la muerte a la vida, al encontrar al gen no era una privación (no era defecto), sino mera negación o
Niño perdido, se dirige a El diciéndole: «Hijo, ¿qué te ha mo- carencia de una perfección que no era exigida por la condición
vido a obrar así? ¡Con qué pena te hemos buscado tu padre y y estado de la Señora. Carencia, además, que poco a poco des-
yo!» (La Virgen, acaso, lo decía llorando). Y Jesús le respondió: aparecería, conforme se fuesen desvelando los planes de Dios
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en lo con el desarrollo de la verdadera historia de nuestra salvación.
de mi Padre?» Más aún—y esto es muy de notar—: la pregunta de Jesús
Sería un error ver la menor falta en la Virgen. Y lo sería «¿no sabíais que debo estar en lo de mi Padre?» insinúa con bas-
también pensar que Jesucristo reprende a su Madre. No hubo fal- tante claridad que José y María, conocedores del misterio de la
ta en María cuando, sin menoscabo de su fe, preguntó al ángel encarnación, sabían que Dios era Padre de Jesús de manera sin-
el modo de la divina maternidad; ni la hay ahora, cuando, sin gularísima y no con la paternidad común que tiene sobre los de-
mengua en el amor, inquiere la razón, que no se le alcanza, del más hombres ".
proceder de su Hijo. N o había ni asomos de impaciencia cuando 93
O . c , p.97.
Cristo preguntaba al Padre: «Dios mío, ¿por qué me has aban- 94
LAGRANGE, O . C . p.97-98.
donado?» (Me 15,34); ni pudo haberlos en la pregunta de la
Virgen. El dogma y la teología también tienen algo que hacer
en la exégesis; y algo hemos dicho de la impecabilidad por gra-
cia de la Virgen.
Diremos más: lo antinatural y desordenado hubiera sido que
la Virgen no hubiera manifestado su dolor por haberse visto
"2 Cf. BERNARD. Le mystert di Marii 1.2 c.25.
968 Narciso García Garch, C. M. F.
C.8. La Virgen María. 58 960
MARÍA EN LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS
¿Cuál era la hora de Jesús? ¿La de manifestarse con mila-
58. En la vida pública de Jesús, su Madre aparece significa-
tivamente: ya al principio, durante las bodas de Cana de Galilea,
gros? ¿La de su pasión? (lo 7,30 y 17,1). ¿La de independizar-
movida a misericordia, consiguió por su intercesión el comienzo se de su Madre, a la cual había estado sumiso hasta entonces?
de los milagros de Jesús Mesías (cf. lo 2,1-11). En el decurso de Cada sentencia tiene sus adeptos.
la predicación de su Hijo recibió las palabras con las que (cf. Le 2, Además, el «aún no ha llegado mi hora» debe leerse en tono
19 y 51), elevando el reino de Dios por sobre los motivos y víncu-
los de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados a los que
positivo afirmando, o más bien interrogativo.
oían y observaban la palabra de Dios, como ella lo hacía fielmente Y el «quid mihi et tibi est, mulier», aunque literalmente y
(cf. Me 3,35 par.; Le 11,27-28). Así también la Bienaventurada atendiendo al significado de la frase en otros pasos de la Biblia,
Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la parece significar: «¿qué nos va en esto?, ¿qué tenemos de co-
unión con su Hijo hasta la cruz, en donde, no sin designio divino, mún?», creen otros autores que también puede traducirse por
se mantuvo de pie (cf. lo 19,25), se condolió vehementemente con
su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, con- «¿qué motivos de división hay entre los dos? Como quien dice:
sintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por ¿Qué hay que nos divida? ¿Qué quieres tú que yo no lo dé por
ella misma, y, por fin, fue dada como Madre al discípulo por el bueno? (cf. Iud 11,12).
mismo Cristo Jesús, moribundo en la cruz, con estas palabras: ¡Mu-
jer, he ahí a tu hijo! (lo 19,26-27). Bastan esas dudas para comprender la inseguridad que mina,
hoy por hoy, a toda conclusión doctrinal. Quizás San Juan ha
En este número continúa la narración histórica de la vida de omitido detalles que nos darían la clave del sentido ". Y sucede,
nuestra Señora con las mismas cualidades que ya hemos descu- a veces, que cuando, en un autor, piensa uno haber dado con la
bierto en números anteriores, y en el plan adoptado de dejar a explicación más o menos satisfactoria de una frase, topa con la
la investigación de exegetas y teólogos el alcance de los miste- dificultad de unirla con la explicación que propone para la frase
rios marianos. que le sigue...
Hallamos aquí tres puntos claramente diversos: las bodas en Pero dejando problemas exegéticos, la teología nos obliga a
Cana de Galilea, los episodios de los sinópticos, citados, a ve- admitir varias conclusiones que han de guiar en la misma exe-
ces, contra la preeminencia de la Virgen, y la presencia de la gesis:
Virgen en el Calvario. 1) Es cierto que la Santísima Virgen, en sus intervenciones
Cuanto a las bodas de Cana, el texto conciliar da por sabido ante Jesús y con los sirvientes, no pecó en manera alguna, ni de
el relato de San Juan (2,1-11): reconoce que la Virgen obró a vanidad, ni de precipitación, ni de imprudencia.
impulsos de su bondad y misericordia y que, mediando ante su 2) Comoquiera que pueda interpretarse, la respuesta de Je-
Hijo, arrancó a éste su primer milagro, por el cual—anota el sús a su Madre no fue de reprensión ni desagrado con Ella, aun-
evangelista—los apóstoles creyeron en Jesús. El Salvador, pues, que a veces el Señor pudiera instruirla y levantarla a conocer mis
quiso que María interviniese de modo eficaz en su primera es- altos misterios.
plendorosa manifestación al mundo; y María, siempre la humilde 3) Es cierto que la Virgen no hubiera procedido adelante
servidora del Señor, abre los caminos a la fe y lleva los hombres si hubiera visto en las palabras de Jesús que no era llegado el
a Jesús °5. tiempo de manifestar su poder.
No abordaremos la interpretación de este pasaje de San Juan, 4) Es manifiesto que, al buscar el sentido de frases oscuras
uno de los preferidos por exegetas modernos. Notaremos única- hoy para nosotros, no pueden olvidarse el desarrollo y final del
mente que toda la dificultad se centra en las dos palabras de episodio.
Jesús a su Madre, en el verso 4: «¿Qué nos va en esto a nosotros? Algunos autores sospechan que las palabras de Jesús apun-
Aún no ha llegado mi hora». taban a la separación de su Madre o a su independencia en el
Después de siglos, la diversidad de pareceres entre los exe- cumplimiento de su misión mesiánica, que ahora, definitivamen-
getas es flagrante ". te, iban a comenzar. En cierta manera, el dolor de la Virgen sin
95
Cf. Pfo XII, Myitici Corporís: DM n.713 p.562. Jesús, cuando el Niño se quedó en el templo a los doce años,
96
Compárense, v.gr., los magníficos comentarios y anotaciones de TOLEDO, ln sa-
crosanctum loannis Evangelium commentaru (Romae 1590) p.107-125, y los modernos:
ahora iba a ser lo normal y constante. La vida de ambos enfilaba
BEECKMAN, L'Évangile selon Saint ]ean (Brujas 1951) c.2,1 p.33-42; ORTENSIO DA la recta hacia el martirio y la inmolación: Jesús predicando y
SPINETOLI, María nella Bibbia ed.2.s (Genova 1964) c.6 p.155-171.
7
O. DA SPINETOLI, O . C , p.l69.
C.8. La Virgen Marta. 58 971
970 Narciso García. Garcés, C. M. F.
se proyecte hacia Dios con amor maternal, cuando la gracia de
sosteniendo los embates de las tinieblas contra la Luz; María, adopción únicamente nos impulsa a clamar: «Abba. Padre nues-
prácticamente alejada del Hijo y acompañándole espiritualmente tro, que estás en los cielos».
en las peripecias de su lucha, hasta que se junte con El en la hora Dice muy bien la mencionada relación: las palabras «dichosos
suprema del Calvario. más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan» signi-
«¿Por qué me buscáis? (Le 2,49). ¡Oh mujer!, ¿qué tene- fican que «el reino de Dios trasciende los lazos meramente car-
mos de común (en mi misión)? (lo 2,4). ¿Quién es mi madre...? nales sin que se siga de ahí ningún vituperio contra la Madre
(Me 3,31). Pueden ser jalones de una línea dentro de la cual (de Jesús) la cual —como dos veces afirma San Lucas—guardaba
se va revelando paulatinamente el misterio de la salvación"; fielmente esa palabra» I0°.
pero no podrán verse ni imperfección en la Madre ni desamor en « N o son israelitas todos los hijos de Israel, ni son hijos de
el Hijo. Abraham cuantos descienden de él» («non qui filii carnis, hi filii
Esta idea expónela seguidamente el Concilio, aludiendo a Dei») (Rom 9,6-8), podríamos decir acomodando el texto a nues-
los conocidos episodios narrados por San Lucas y San Marcos. tro caso.
Traduzcamos fielmente el texto conciliar, advirtiendo de paso El descender carnalmente de Abraham no comunica la fe y
que en algunas versiones castellanas de la constitución, destruido la rectitud del gran patriarca. Si Dios hubiera tomado carne de
el hipérbaton latino, están mal puestas algunas citas de la Sagra- María sólo materialmente sin el consentimiento de Ella, sin ma-
da Escritura. «En el decurso de la predicación (de Jesús) acogió ternizarla divinamente en todo su ser, sin disponerla en cuerpo
las palabras con que su Hijo proclamó bienaventurados a los que y alma, como veíamos en el n.56, podían valer las objeciones
oyen y guardan la palabra de Dios (cf. Me 3,35 y par. Le 11,27- que a veces se levantan; pero no fue ésa la maternidad de María.
28), como hacía Ella con la mayor fidelidad, cuando ponía el Jesús prevenía contra una gloria vana y presunción que por
reino de Dios por encima de motivos y lazos (naturales de pa- su descendencia podían tener algunos judíos; pero aprobaba las
rentesco o) de carne y sangre». alabanzas que la piadosa mujer tuvo para con la Virgen, cuyos
El Concilio ha evitado expresamente declararse en favor de mejores títulos de gloria (la santidad, la unión con Dios) acen-
cuestiones disputadas; y nuestro comentario seguirá esa pauta, tuaba el Maestro.
sin perdernos en numerosos problemas exegético-teológicos que En San Marcos (3,31-35) hallamos la misma lección, aunque
se ofrecen. Seremos breves. bajo otra forma. A quienes le anuncian la llegada de su Madre
La «relatio» o informe a los Padres conciliares dice que la es- y parientes, responde Jesús: «El que hace la voluntad de mi Pa-
cena del Niño perdido en el templo se añadió «ne Concilium dre, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre». Jesucristo,
videretur praeterire illos textus qui quibusdam difficultatem fa- Hijo natural del Padre, antepone a todo la santidad, el rendi-
ceré videntur»: para que no pareciese que el Concilio soslayaba miento y entrega total al Padre (como los que tuvo siempre Ma-
los textos que podrían entrañar alguna dificultad "°. ría). Pero su madre (entendida, como antes, sólo materialmente),
Creemos que esa misma finalidad late en el último párrafo sus familiares, sus paisanos, su pueblo todo, ¿qué representarían
transcrito. La verdad no puede temer a la verdad, parece decir el sin la fe, sin admitir al Enviado del Padre, sin la santidad? En
Concilio. cambio, los que le seguían con esa fe, con esa entrega, eran...
Verdaderas son las palabras del Maestro en San Lucas; ver- su todo: hermano, hermana, madre.
dadera la dilección singularísima de Dios a su Madre; verdaderas Cuando Jesucristo dice a aquel judío principal: «¿Por qué
la excelencia y dignidad y gracia única que lleva consigo la ma- me llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios» (Le 18,19), no
ternidad integral y adecuada de María, que implica un darse Dios niega que El mismo sea bueno y sea Dios; pero invita al doctor
a la Virgen como no se da ni por la gracia a las almas justas, judío a que se remonte sobre el hombre puro que él veía en Je-
y un atraerla Dios a sí en totalidad (porque de toda la persona sucristo. Y ahora, cuando llama bienaventurados a los que oyen
y no del seno sólo se predica la maternidad) para que Ella sola la palabra de Dios y cuando dice que su madre y sus hermanos
son los que a Dios se rinden, no niega que María sea la más
98
Nota muy bien Toledo en sus comentarios: «Non mirum si Beatam Virginem, bienaventurada y la más íntima con Dios (¿se acordaría San Lucas
quae quidem magnae fidei turne erat, sed adhuc in Filii mysteriis cognoscendis profi-
ciens, hoc secretum latebat. Quod tune didicit a Filio quem super oranes diligebat, 100
Ibid., p.213.
et a quo super omnes est honorata et exaltata. Nondum venit hora mea» ( o . c . p.117).
»> Scbtma constitutionis dt Ecclesia, 3 julio 1964, c.8 p.213.
972 Narciso García Garcés, C. M. F. 973
C.8. La Virgen María. 58
de la profecía de la Virgen en el «Magníficat»?) por su llenez
de gracia, por su absoluta santidad, por la relación única de Ma- en cuanto es Dios el objeto mismo de las alegrías, de las tristezas,
dre del Hijo, comparental del Padre y sagrario del Espíritu Santo; de los sufrimientos de la Virgen.
pero también invitaba a los judíos a que se levantasen sobre la La Virgen se asoció al sacrificio de Jesús. Su maternidad mis-
mera generación carnalI01. ma la proyectaba al Calvario y hasta allí llegó la fidelidad perenne
de su «fiat». Esa unión de la Virgen con Jesús la ha señalado el
Y llegamos al punto tercero, la presencia de la Virgen en el Concilio como característica querida por Dios en los planes de
Calvario, en el cual apenas nos detendremos, porque las ideas se la salvación, y no había razón ninguna para que se interrumpiera.
repiten en el n.6l, al cual cabrá en suerte mejor comentarista. Más aún, la unión será pronto visible en el triunfo, aun corporal,
Leyendo la relación, mejor, las relaciones sobre el texto pre- de María junto a su Hijo glorioso. Esa asociación al sacrificio del
sentado a los Padres para su discusión y sobre el que, finalmente, Hijo va desde la presencia corporal al pie de la cruz hasta la
fue votado, se descubre cierto forcejeo: había quienes querían se identificación con la voluntad y los fines que tenía Jesucristo mo-
acentuase el progreso de María en la vida de fe y también su ribundo, y del martirio de la Virgen que estaba allí en el Calvario
maternidad por la misma fe («mater fidei omnium nostrum») des- «commoriens corde», como nos dijo León XIII, redundaron bie-
dibujando más o suprimiendo la asociación de María en el sacri- nes grandes de gloria para Dios y de gracia para los hombres1M.
ficio redentor de Jesucristo 102. Lo que el Concilio ha sancionado, Gracia y bendiciones que sostenían el corazón magnánimo de la
ahí está. Señora, en el pensamiento felicísimo de San Ambrosio: «Fugien-
«La Virgen siguió adelante, peregrinando en la fe, porque tibus apostolis, ante crucem stabat et piis spectabat oculis Filii
siempre hasta su muerte y glorificación sería viadora, manteniendo vulnera, quia exspectabat non pignoris mortem, sed mundi sa-
fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Porque allí, en el lutem» " 5 .
Calvario, junto a la cruz, por designio de la Providencia, de pie, Y consintió amorosamente en la inmolación de la Víctima.
como notó San Juan (19,25), padeció con su Hijo, se asoció a su No sólo resignada y como a la fuerza, sino amorosamente. Ese
sacrificio con espíritu maternal y consintió amorosamente en la amoroso consentimiento en la inmolación del propio Hijo, los
inmolación de la Víctima que ella misma había engendrado». papas lo han expresado con frases expresivas y valientes, diciendo
Las tres frases subrayadas son riquísimas y recogen en buena que la Virgen «renunció a los derechos maternos» sobre Jesús y
parte la doctrina que sobre la asociación de María con Cristo ha- no pensó en recurrir contra los atropellos que se inferían a Je-
bían enseñado los Romanos Pontífices. sús l06, y que Ella misma se adelantó a ofrecerlo a la divina jus-
Confiamos—ya lo hemos dicho—que estas ideas serán amplia- ticia 107.
mente declaradas a propósito del n.6l. Aquí llamamos la aten- En esas citas de Pontífices puede haber algunos matices que
ción sobre los tres verbos de las oraciones. deriven a sentencias no definidas, como, por ejemplo, el sacerdo-
María «condoluit»: se condolió, se compadeció... de Jesús. cio de la Virgen, etc.; por lo cual el Concilio, con prudencia, ha
Creemos traducir mejor con el lenguaje paulino: «padeció con» evitado hablar de derechos de la Virgen y oblación hecha por
su Hijo (cf. Rom 8,17 y 1 Cor 12,26). Lo cual, aplicando la ella, aunque evidentemente no condena los textos pontificios. Al
explicación de Santo Tomás, tenía lugar especialmente en la Vir- revés: ha aceptado y proclamado lo sustancial, y hasta la frase
gen. Porque—dice el Santo—cuando se trata de personas unidas «non sine divino consilio» (o «por designio de la Providencia»)
a nosotros de manera que parece que «son algo nuestro, como la ha tomado de Benedicto XV en el lugar recién mencionado.
los padres, los hijos, entonces en sus males no decimos que les La última idea, es decir, cómo Jesucristo moribundo dio por
compadecemos, sino que padecemos como con las heridas pro- Madre a María al discípulo amado, la dejaremos para el siguiente
pias» los. Pues así la Virgen no sólo tuvo compasión de Jesús, sino comentarista.
que padeció con Jesús. Consideración que nos llevaría muy lejos Nosotros cerramos la explicación de este número con media
si pensamos que los sentimientos de pesar o de alegría y los su- página de Pío XII en la Ad caeli Reginam. Ya hemos hecho las
frimientos de María pueden llamarse de algún modo teologales, salvedades oportunas sobre algunos aspectos o detalles en el len-
101
Lagrange, siempre sobrio y sereno, comentando estos versículos pone un nota-
ble 102
acento de piadoso entusiasmo. Cf. L'Évangile selon St. Luc. (París 1948 p.335-336. 104
Cf. Schema const. de Ecclesia, 3 julio 1964, p.213; y Textus emendatus capí- 105
lucunda semper, 8 sept. 1894: DM n.412 p.287-288.
til VIH schemalis de Ecclesia et retallones, oct. 1964, p.19. 106
Epist. 63 ad Vercell. Ecc. n.110: PL 16,1270-1271.
103
2-2 q.30 a.l ad 2. 101
Así BENEDICTO XV, Ínter sodalicia, 22 mayo 1918: DM n.556 p.419.
LEÓN XIII, en el texto antes citado, DM n.412 p.288.
974 Narciso García Garcés, C. M. P. C.8. La Virgen María. 59 975

guaje de los papas, que aquí reaparecen. N o decimos que las y en cuerpo fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Se-
ñor como Reina del Universo, para que se asemejara más plena-
líneas siguientes sean un comentario del texto conciliar; sí deci- mente a su Hijo, Señor de los que dominan (Apoc 19,16) y ven-
mos que por contener enseñanzas graves, claras y repetidas por cedor del pecado y de la muerte.
los papas, esas líneas habrán de ser tenidas en cuenta por los co-
mentadores del texto que nos ocupa. i Uno que haya seguido paso a paso la redacción del capítulo,
Decía, pues, Pío X I I : «Si María fue asociada por voluntad en este número más que en otros descubre huellas del forcejeo
de Dios a Cristo Jesús, principio de la salud, en la obra de la de corrientes encontradas. Con las discusiones, algunas ideas han
salvación, y lo fue a semejanza como se asoció Eva a Adán, prin- sido esclarecidas; algunas otras pueden esclarecerse todavía, re-
cipio de muerte, así se puede afirmar que nuestra redención se cordando la intención original. Recorramos llanamente el texto,
efectuó como siguiendo una «recapitulación» (San Ireneo, Adv. que no ofrece graves complicaciones.
haer. V 19,1: 'PG 7,1175B), por la cual el género humano, sujeto «Plugo a Dios no manifestar solemnemente el sacramento de
a la muerte por causa de una virgen, se salva también por medio la salvación humana antes de derramar el Espíritu prometido...»
de una virgen. Si, además, puede decirse que esta gloriosísima En la redacción primera de que procede el texto actual se leía:
Señora fue escogida para Madre de Dios principalmente «para «Quoniam vero humanae salutis sacramentum non ante perficere-
ser asociada a la redención del género humano» 10S, y si realmente tur quam promissus a Christo Spirkus die Pentecostés effunde-
«fue Ella la que, libre de toda culpa personal y original, unida retur...» l u
estrechamente a su Hijo, lo ofreció en el Gólgota al Eterno Pa- Ese «sacramento» podía entenderse de la encarnación reden-
dre, sacrificando de consuno el amor y los derechos maternos, tora (del misterio de salvación en general, como en 1 Tim 3,16),
cual nueva Eva, por toda la descendencia de Adán, manchada igual que el misterio del que habla el Apóstol en la carta a los
por su 'lamentable caída» '", se podrá legítimamente concluir Romanos (16,25). Y podía significar también el misterio de Ja
que como Cristo, nuevo Adán, es Rey nuestro no sólo por ser Iglesia, es decir, el de la unión de los hombres con Cristo (como
Hijo de Dios, sino también por ser Redentor nuestro, así, por en Eph 1,9; 3,3.9; Col 1,27). En cualquier caso, el «perficeretur»
cierta analogía, se puede igualmente afirmar que la Bienaventu- que hemos visto en el texto presentado a la Comisión doctrinal
rada Virgen es Reina no sólo por ser Madre de Dios, sino tam- daba pie a ciertos reparos.
bién porque, como nueva Eva, fue asociada al nuevo Adán» u o . El misterio de la redención quedó completo con la muerte
Esta página es de lo más fuerte que se haya escrito sobre los y resurrección de Jesucristo cuando «mortem moriendo destruxit,
oficios de la Virgen. Y si exceptuamos la conclusión final a la et vitam resurgendo reparavit» 112, y con la consumación de ese
realeza (por lo demás, deducida con pleno sentido teológico), las misterio quedó también perfecto y acabado el de la unión de los
demás afirmaciones, asentadas ya en la tradición y el magisterio, hombres con Cristo (cuya sangre nos había regenerado y hecho
sustancialmente han sido recogidas por el Concilio. hijos adoptivos del Padre), acabado y perfecto, por lo tanto, el
Ese contraste o parangón no cuesta nada hacerlo y demuestra sacramento de la Iglesia, a la cual precisamente, cuando nacía del
la seguridad del porvenir de la ciencia mariana. costado abierto de Cristo, se le dio por Madre a María en la per-
sona del discípulo 113.
LA B. VIRGEN DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN
De la primera revisión por la Comisión doctrinal salieron las
palabras «placuerit» y «manifestare»: como quiera que plugo a
59. Como quiera que plugo a Dios no manifestar solemne- Dios manifestar...
mente el sacramento de la salvación humana antes de derramar el Verdaderamente, de la libérrima y amorosa voluntad de Dios
Espíritu prometido por Cristo, vemos a los apóstoles antes del día
de Pentecostés perseverar unánimemente en la oración, con las mu- depende todo, y en Pentecostés, más que acabarse los misterios
jeres y María la Madre de Jesús y los hermanos de éste (Act 1,14); de la redención y de la Iglesia, se manifestaron o fueron procla-
y a María implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo, mados. Y cualquiera de ellos puede significarse con la palabra
quien ya la había cubierto con su sombra en la anunciación. Final-
mente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha «sacramento de la salvación»; aunque, atendiendo al texto que
de culpa original, terminado el curso de la vida terrena, en alma 111
Véase el Schema constitutionis de Ecclesia, 3 julio 1964, p.201, textus prior,
"» Pío XI, Auspicalus proferto: AAS 25 (1933) p.80. lín.23-25.
112
109
Pío XII, Myslirí Corporis: AAS 35 (1943) p,247. Í 113
Prefacio del tiempo pascual.
>'» Ad caeli Reginam, 11 oct. 1954: DM n.902 p.802-803. Así ea el n.6 del primer esbo20 del esquema, de 13 de enero de 1963.
976 Narciso García Garcés, C. M. F. C.8. La Virgen María. 59 977
sigue y recordando que en la introducción general del esquema se zch abierto de nuestro Salvador (cf. Ofic. del Cor. de J., himno
dio a la Iglesia el nombre de «sacramento» (señal y medio) de da vísp.), el mismo maternal cuidado y la misma intensa caridad
nuestra unión con Dios, creemos que el sacramento de que aquí cofi que calentó y alimentó a Jesús desde su nacimiento» l l e .
se habla es también la Iglesia. I Concluyamos: María oraba como Madre y Reina de la Iglesia,
Cuando, pues, ésta iba a manifestarse, cuando con la plenitud contenida entonces en el cenáculo. Oraba también por los após-
del Espíritu iba a hacer su oficial y solemne presentación en el toles, para los cuales pedía una llenez del Espíritu Santo que los
mundo, la Virgen oraba. Y se reproduce el texto de los He- capacitara para su misión de fundamentos de la Iglesia, como
chos (1,14). En el cenáculo vemos a los apóstoles que «perseve- Ella la había recibido para ser Madre natural de Jesucristo y es-
ran unánimes en la oración con las mujeres y con María, la Ma- piritual de su Cuerpo místico.
dre de Jesús»; vemos a María implorando con sus ruegos el don En esas líneas, y con palabras que ya hemos subrayado, puede
del Espíritu Santo, que a Ella la había ya cubierto con su sombra plantearse tal vez otra cuestión que no haremos sino apuntar. Y es
en la anunciación». que parece establecerse cierta semejanza o equivalencia entre el
El texto conciliar es del todo objetivo. Si así puede decirse, don del Espíritu Santo que la Virgen pide para los apóstoles y
con asepsia absoluta, mantiénese en la letra revelada sin apuntar la sombra con que Ella misma fue ya cubierta el día de la anun-
siquiera un intento de penetración en el mismo. Nosotros podemos ciación-
insinuar sólo unas preguntas: ¿Con qué carácter oraba María? El cubrirla el Espíritu Santo con su sombra, entiéndenlo los
¿Por quién oraba María? El Concilio nos ha mostrado hasta aho- autores de la maternidad divina que, previo su consentimiento y
ra, siguiendo uno a uno los misterios de Cristo, que cuando el concurso, realizó en María. Con la nube que llenó el templo de
Señor pensaba darse al mundo en cualquier forma (encarnación, Salomón al ser inaugurado descendió la gloria y majestad de Je-
visitación, Cana, el Calvario), quería siempre a su lado a María hová (cf. 1 Reg 8,10-12 y 2 Paral 7,1-3). La sombra del Espíritu
con su intervención propia. N o hay razón ninguna, ninguna ana- Santo hizo que la gloria de Dios habitase de modo más íntimo
logía de la fe que sugiera para entonces una interrupción o quie- y vital en el seno de María y consagró a la Virgen como el tem-
bra en la línea de los planes divinos. Así lo han entendido el plo santo de Dios por antonomasia. En cambio, el don del Espí-
arte y la piedad cristiana desde hace muchos siglos; así la sagrada ritu Santo que los apóstoles iban a recibir, primordialmente era
liturgia, que, entre las lenguas de fuego de Pentecostés, contem- gracia santiñcadora, a la que acompañarían algunos carismas opor-
pla a María como reina refulgente de gloria: tunos. Ese «ya» del texto, ¿daría algún apoyo a la sentencia de
Ave in triumphis Filii, los que pensaron en una maternidad divina formalmente santi-
In ignibus Paracliti ficante? Quizá sea mucho alambicar; pero creo que fortalece la
In regni honore et lumine noción de una maternidad que no fue meramente fisiológica, sino
Regina fulgens gloria " 4 .
maternidad integral, es decir, de toda la persona, levantada en
Así especialmente los papas una y otra vez. «(María) fue ad- cuerpo y alma y hecha idónea para ser Madre de Dios. Pero esto
mirable ayuda y sostén de la naciente Iglesia por la santidad de sí que es teología. Dejémosla, que no se ocupa de ella el Conci-
su ejemplo, la autoridad de sus consejos, la dulzura de su con- lio y no tienen por qué derivar a ella los comentarios.
suelo y la eficacia de sus plegarias ferventísimas; mostróse verda- A continuación encontramos repetido el dogma de la Concep-
deramente Madre de la Iglesia («verissime quidem mater Eccle- ción Inmaculada de María. No añade nada nuevo a lo que se
siae») y fue maestra y Reina de los apóstoles, a los cuales hizo dijo en el n.56; pero aquí sirve para empalmar con otra verdad
participantes de los tesoros de los divinos oráculos que Ella guar- también dogmática: la asunción de la Virgen en cuerpo y alma
daba en su corazón» 115. a los cielos. En las notas explicativas entregadas a los Padres an-
Y con mayor elocuencia todavía: «Ella (María) fue la que, tes de la aprobación del c.8 se decía expresamente que el texto
por medio de sus eficacísimas súplicas, consiguió que el Espíritu no se pronunciaba sobre la demonstrabilidad de la asunción por
del divino Redentor, otorgado ya en la cruz, se comunicara en la concepción inmaculada, aunque insinúa alguna relación y ana-
prodigiosos dones a la Iglesia, recién nacida el día de Pentecos- logía entre ambas I I 7 .
tés. Ella... prodigó al Cuerpo místico de Cristo, nacido del cora- 115
114 117
Pfo XII, Mystici Corporís: DM n.713 p.562-563.
Fiesta del Rosario, himno de vísp., estr.4. Textus emendatus cap. VUl schematis consthutionis de Ecclesia et reldtiones,
1,5
LEÓN XIII. Adiutrhem populi, 5 sept. 1895 : DM n.426 p.502-303. oct. 1964, pág. 20: «Textus ceterum nihil docet de «demonstratione» Assumptionis ex
978 Narciso García Garcés, C. M. F. C.8. La Virgen María. 59 979
i
La «relación» o informe tantas veces citados, que orientaban Iglesia, verdad perteneciente al depósito doctrinal que Cristo le
a los Padres sobre el alcance del texto presentado a discusión, lo confió. Más claro aún: Pío XII no ha querido sólo darnos a co-
había dicho todavía más claro: «Dogma (Imm. Conceptionis et nocer su sentir en una materia discutida (lo cual haría ya que los
Assumptionis) ad invicem referuntur» lls . j teólogos no quedasen tan libres en seguir la discusión), sino que
Se indica, como es obvio, un campo en que la investigación nos ha certificado... que la idea de María Reina es constante y
positiva y el estudio de la analogía y armonía de la fe profundi- universal en el magisterio ordinario y que la verdad que encierra
zarán con fruto, siquiera no incumba al Concilio esa tarea. pertenece al depósito de la revelación» 1S1.
De la Asunción de Nuestra Señora el Concilio habla con las Naturalmente que, admitido como doctrina católica el hecho
mismísimas palabras definitorias de Pío XII en la Munificentissi- de la realeza de María, no por eso adquieren la misma seguridad
mus Deus. cuestiones teológicas que con ella puedan relacionarse, ora con
Queda, pues, claro, y dogma de fe, que María está en el cielo sus fundamentos, ora con sus derivaciones y consecuencias.
en cuerpo y alma. Con sus fundamentos, decimos, y entre ellos figura la corre-
Queda claro que la muerte de María no ha sido definida. dención mariana, en la que Pío XII fundaba la realeza de la Vir-
Fuera del campo dogmático quedan en favor de la muerte de gen, y con sus derivaciones, como la causalidad, acaso física, de
la Virgen la tradición paralela en un todo a la tradición de la María en la distribución de las gracias, que fue indicada por el
Asunción misma; la enseñanza de la liturgia, en la cual figuró la mismo Pontífice 12a.
muerte de María, antes y después de definida la Asunción, y ya Estas conclusiones, decimos, con ser respetabilísimas, siquiera
que no la fórmula definitoria, gran parte de la bula, que no ten- por la autoridad pontificia, hoy no pueden decirse conciliares.
dría sentido en la hipótesis de la inmortalidad de María 119. Quizás algún día las sienta y las viva el pueblo cristiano y otro
Y termina el párrafo refiriéndose a otra prerrogativa mariana Concilio las proponga como tales, y entonces habrán de admitirse
no definida dogmáticamente, pero sí enseñada y proclamada por como doctrina católica, cuando ahora siguen como cuestiones legí-
el magisterio: la realeza de María. timamente ventiladas por la teología.
Aquí el texto conciliar, en la nt.16, remite a la encíclica Ad En todo caso, hoy hemos de admitir el hecho de la realeza
caeli Reginam, a la cual sanciona y ratifica, digámoslo así, al me- de María y, naturalmente, todo aquello sin lo cual no subsistiría
nos en su pensamiento central. el hecho mismo o, como apuntábamos, alguna dignidad, alguna
N o podía negarse a la Virgen antes del Concilio y menos se excelencia, algún oficio; en suma, algún fundamento ontológico
le podrá negar ahora una dignidad, una excelencia, una misión sin el cual la realeza sería mero nombre sin contenido ni realidad
y una acción por las cuales le compete, después de Jesucristo, una alguna. Y eso no.
eminencia y primacía sobre todas las criaturas. De otro modo: la Por eso hemos de leer y traducir con cuidado el «tamquam
Virgen Santísima, como Madre de Jesucristo y unida a El en los Regina»: como Reina. N o puede entenderse que María fue exal-
misterios de la salvación, posee una excelencia superior y un uni- tada como si fuera reina, a la manera de las reinas. En el texto
versal materno dominio sobre todos los hombres lí0 . enviado a los Padres en junio de 1964 leíase: «B. Virgo... cor-
Creemos que eso no puede discutirse y, ahora con más razón pore et anima ad caelestem gloriam assumpta ac universorum Re-
que entonces, repetimos lo que hace unos años decíamos en Gra- gina a Domino constituta est» n \ Doctrina cierta y clara. ¿Por
nada: «Ese núcleo de verdades sobre la realeza, considerada en qué la retocó la Comisión doctrinal? Ciertamente, no para negar
su generalidad, parécenos que el magisterio auténtico de la Igle- el hecho de la realeza universal de María, a quien el mismo texto
sia, sin llegar a la forma solemne de definición, la ha propuesto conciliar nos presentará luego repetidas veces exaltada sobre todos
como verdad que desde siglos está en posesión tranquila de la los ángeles y santos '"\ sino para recoger otra lección de Pío XII
Immacülata Conceptíone. Aliqua tamen analogía fidei in textu subaudiri potest, sicut
in Const.
118
Munificentissimus». Cf. DM n.809 p.655. 121
119
Schema constitutionis de Ecclesia p.213. 132
Realeza y asunción de la Virgen: Ephemerides Mariologicae 12 (1962) 233-234.
Véase F. SOLA, S. I., La muerte de la Santísima Virgen en la constitución «Si enim Verbum per Humanitaterrj assumptam miracula parrar, gratiam infun-
apostólica «Munificentissimus Deus»: Estudios Marianos 12 (1952) 125-156. Consúl- dit;.si sacramentis, si sanctis suis tamquam instrumentum utitur ad animorum salu-
tese asimismo todo el vol.9 (1950) de la misma colección de Estudios Marianos. tem, cur Matris suae Sanctissimae muñere et opere non utatur ad Redemptionis fructus
i2o Nótese la frecuencia con que en los escritos de Pío XII aparecen unidas las impertiendos?» (Ad caeli Reginam: DM n.902 p.804-805). Sobre la corredención con-
dos ideas de Reina y Madre. De realeza maternal nos habla en la Ad caeli Reginam, siderada como fundamento de la realeza, véanse allí mismo las p.802-803.
123
11 oct. 1954 (DM n.903-904 p.806-809) y en la alocución Le testimoníame, 1 nov. Cf. Schema constitutionis de Ecclesia p.201, textus prior, lín.31-34.
1954 (DM n.923 p.836-837). 124 Véanse m á s adelante los n.66 y 69.
980 Narciso García Garcés, C. M. F. C.8. La Virgen María. .59 981

en la alocución citada ya más arriba, Le testimoniante, de 1 dp plepe conformaretur Filio suo»: para que se conformase plena-
noviembre de 1954. mente a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte. Pero un
Reproducimos algunas de sus palabras: «La realeza de María, Padre sintió un pequeño escrúpulo teológico: «Nulla creatura
menos aún que la de su Hijo, no debe concebirse al estilo de las plene cum Christo comformari potest», decía: ninguna criatura
realidades de la vida política moderna. Realmente las maravillas puede asemejarse plenamente a Jesucristo. Y propuso que la pa-
del cielo no pueden significarse sino con palabras y expresiones labra «plene» fuera sustituida por «plenius», adverbio compara-
del lenguaje humano, aunque imperfectas... La realeza de María tivo de aumento, pero que, en realidad, disminuye. La propuesta
es una realeza ultraterrena, la cual, sin embargo, al mismo tiempo fue admitida, y ahora leemos: «para que más plenamente se ase-
penetra hasta lo más íntimo de los corazones y los toca en su mejara a su Hijo».
profunda esencia, en aquello que tienen de espiritual y de in- El texto conciliar queda francamente bien, y, en serio, nada
mortal...» 125 hay que objetar. Pero podríamos decir también que el Padre alu-
Para Pío XII, la realeza de María, su dignidad excelsa, su dido tomó demasiado en serio lo que hemos llamado escrúpulo
oficio de velar e intervenir en el reino de la gracia, son claros; teológico. Porque, puesto en esa línea, tendrá que buscar otra
. pero la palabra «reina» se empleará siempre en sentido analógico fórmula para rebajar, siquiera un poquito, el precepto de Jesús:
y con un tanto de metáfora, cuyo contenido podría tal vez expre- «Sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48),
sarse con locuciones diversas, como son múltiples y diversas las y a buen seguro que aquellos «perfectos» a quienes hablaba San
empleadas por el Concilio (y la Escritura Sagrada) para significar Pablo (1 Cor 2,6) eran perfectos sin acabar. Y así en cien otras
el misterio de la Iglesia. fórmulas.
Por eso podían adolecer de cierto infantilismo aquellos estu- Además, bastarían las palabras «conformar», «asemejar», para
dios que pensaban profundizar en la naturaleza de la realeza de entender que se trataba de una analogía, la cual, refiriéndonos a
María, inquiriendo si la Virgen era reina-madre o reina-consorte, la Santísima Virgen, sería analogía doble: de atribución y de pro-
si reinaba por el influjo de su intercesión ante el Hijo, etc. porcionalidad, quedando siempre la Virgen infinitamente por de-
Al Concilio y a todos nos interesa el contenido de la revela- bajo de Jesús, cuyas perfecciones y atributos (pensemos en la rea-
ción en cada caso más que los nombres diversos que puedan ex- leza, en la santidad, etc.) serían siempre sustanciales y propias
presarlo: Cuerpo, para significar la Iglesia; hijos, para afirmar del Hombre-Dios, mientras las de la Virgen serían siempre acci-
nuestra regeneración en el espíritu; reina, para indicar cuanto de dentales, aunque excelsas, como ornamento de una digna Madre
grande, de excelso, de actuoso tiene María por su asociación con de Dios. Es decir, que una plena semejanza entre cosas o sujetos
Cristo y su misión de salvada que contribuye a salvar. Aunque de orden distinto nunca sería una igualdad o equiparación.
los mismos nombres sean respetables, sobre todo mientras no en- En cambio, la frase final entera: «para que se asemejara más
tren en uso otros que declaren mejor el contenido. plenamente a su Hijo, Señor de los señores (y Rey absoluto), de-
Hasta aquí la pequeña digresión (que sabrán perdonarnos los belador del pecado y de la muerte», parece renovar la idea de que
lectores) sugerida por el «tamquam» introducido en el texto, que, la Virgen estuvo unida a Jesucristo y se le asemejó también en
repetimos, para nada afecta al objeto o contenido doctrinal, aun- esa victoria sobre el pecado y la muerte. Doctrina que el Concilio
que evite cargar el acento en la palabra. ¡Ojalá siempre se hiciera sabía ciertamente expresada por Pío XII, como fundamento de
así! Creemos que algunos peligros y posibles excesos en los tra- la asunción y realeza de la Virgen I2B.
tados de eclesiología no habrían tenido lugar con esa sencilla 126
Cf. Munificent'tiiimuí Deus: DM n.809 p.655-656.
precaución, haciendo teología a base del contenido de la revela-
ción y no de las palabras «cuerpo», «pueblo de Dios» o «esposa
de Cristo», con que pueda declararse.
Aún queda por hacer otra pequeña aclaración a este último
parrafito, y ya es la última.
En el texto presentado al aula por la Comisión doctrinal de-
cíase que Dios exaltó a María como Reina de todo lo creado, «ut
125
Cf. DM n.920 p.832. Léase completa la cita que nosotros hemos cortado por
abreviar.
982 Níarceliano Llamera, O. P.
C.8. La Virgen María. 60 983
III. LA SANTÍSIMA VIRGEN Y LA IGLESIA * conlleva inseparablemente su misión respecto de la Iglesia. María
y la Iglesia tienen su encuentro y su entrañamiento vital en
La misión maternal de María hacia los hombres Cristo. La vinculación maternal de María con Cristo la abraza y
Por Marceliano Llamera, O. P. la entraña con la Iglesia en la medida en que la Iglesia está
vitalmente unida y es vitalmente indesunible de Cristo. El Con-
Entramos en la segunda sección del capítulo mariano. De cilio nos dice esto mismo a su modo y por su cuenta, especial-
acuerdo con su propósito de «ilustrar cuidadosamente la misión mente en el n.63, que empieza con esta estupenda declaración:
de la Santísima Virgen María en el misterio del Verbo encarna- «La Santísima Virgen, por el don y la prerrogativa de la mater-
do y del Cuerpo místico» (n.54), o, como dice el enunciado mis- nidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, y por sus
mo del capítulo, «en el misterio de Cristo y de la Iglesia», ini- singulares gracias y dones, está unida también íntimamente con
cia el n.60 este segundo intento. Inicia, decimos, pero más la Iglesia» (cf. n.6l).
acertada y profundamente diríamos que lo prosigue; porque Toda esta proyección del misterio de María sobre el misterio
siendo como es el misterio de la Iglesia extensión y continuación eclesial la engloba el Concilio en una denominación general que
del misterio de Cristo, la misión de la Virgen respecto de Cristo la define y esclarece: misión maternal de María hacia los hom-
« BIBLIOGRAFÍA: J . A . DE ALDAMA, S. I . , María, Madre de la Iglesia: Razón
bres (n.60). Repare el lector que la sencillez de esta fórmula, ex-
y Fe 171 (1965) 2 7 1 - 2 8 2 ; I D . , María en la vida actual de la Iglesia: Hechos y D i - presiva de la maternidad espiritual de María sobre la Iglesia, nos
chos (Zaragoza 1964) X I V 4- 184 p . ; I D . , De quaestione mariali in hodierna vita
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riología (BAC, M a d r i d 1964) 921-966.
este apartado de su declaración mariana, y la que nosotros nos
C.8. La Virgen María. 60 985
984 Marceliano Llamera, O. P. salvación de todos. Es el principio de la sola gratia. De la gracia
proponemos entender y hacer inteligible al lector, llevados de la protestante que no da santidad, sino benévola reputación divina
mano de los maestros de la fe. Nos conducen por estos pasos: —en consideración a Cristo—de tenerla. Gracia que es meramen-
1. Significación de la cooperación de María con Cristo. te pasiva y que, como tal, no sólo no exige, sino que excluye toda
2. Maternidad espiritual de María. cooperación del sujeto «agraciado» '. Exclusión, por tanto, que
se refiere a cada uno y a todos: a cada fiel y a la Iglesia entera.
3. Ejemplaridad maternal de María.
Tampoco ésta es cooperadora y mediadora con Cristo. Tampoco,
Recorramos estos trayectos conciliares. naturalmente, María. Porque su gracia, aun siendo singular, aun
siendo tanta que la hace la «agraciada» por excelencia, no es me-
1. Sentido de la cooperación o mediación maternal nos, sino más pasiva que en los demás. Dios se le ha dado con
de María más benevolencia, pero ella no tiene nada que dar a Dios. María,
adviértalo el lector, es un caso más en la regla general, aunque
60. Único es nuestro Mediador según la palabra del Apóstol: el caso más notable, por la singularidad de su gracia. Adviértase
«Porque uno es Dios y uno el Mediador de Dios y de los hombres, bien, repetimos, porque importa mucho tener clara la conciencia
un hombre, Cristo Jesús, que se entregó a Si mismo como precio de teológica de que las prevenciones protestantes contra la teología
rescate por todos» (1 Tim 2,5-6). Pero la misión maternal de Marta
hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta mariana católica no son directamente mariológicas, sino mera
única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Por- derivación y aplicación de sus prevenciones eclesiológicas y cris-
que todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen en favor tológicas. Es en el campo de la cristología y de la eclesiología
de los hombres, no es exigido por ninguna ley, sino que nace del donde se deciden los acuerdos o los desacuerdos mariológicos en-
divino beneplácito y fluye de la superabundancia de los méritos de
Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la tre católicos y protestantes. En la fuente, no en el arroyo, cumple
misma saca toda su virtud, y, lejos de impedirla, fomenta la unión atajar el agua. «Porque la Iglesia romana, dice el protestante
inmediata de los creyentes con Cristo. Maury, es, por una profunda necesidad interna, la Iglesia de la
La preocupación unionista ha sido permanente en toda la cooperación humana a la redención, es la Iglesia de María. Por-
obra del Concilio y ha condicionado su enseñanza y, sobre todo, que María, añade Mehl, comentando estas palabras, es la causa
su modo de enseñar. Precisado a proponer la verdad que debería ejemplar ante los ojos de Roma de la realidad humana de la co-
unir a todos los cristianos en una sola fe, se esfuerza en darla laboración a la redención» 2.
de manera que no sólo no aumente la distancia, sino que la re- ¿Qué ecumenismo cabe aquí? El único viable es mostrar que
duzca. No era esto fácil en la exposición de la doctrina católica la misión maternal de María hacia los hombres de ninguna ma-
sobre la Virgen María, siendo tantos y tan vivos los prejuicios nera oscurece ni disminuye la única mediación de Cristo, sino
protestantes contra ella. Esta dificultad, como es sabido, convirtió más bien manifiesta su eficacia.
el texto mariano en un penoso problema intracatólico e intracon- Esta demostración fue punto o intento muy principal en todo
ciliar. Problema, no precisamente de doctrina, sino de medida y el proceso elaborativo de la declaración mariana conciliar, desde
modo de decirla. ¿Cómo armonizar la causa de la verdad maria- el esquema primitivo hasta los últimos retoques y añadiduras
na con la causa ecumenista? propuestos por los Padres en el aula conciliar. Sin embargo, su
Esta compaginación, siempre costosa, lo era particularmente encaje más apropiado en el texto, como principio de esta sección
en la doctrina católica sobre la cooperación de la Virgen con Cris- sobre María y la Iglesia, solamente la alcanzó en el textus emen-
to en la obra de la salvación. Siendo verdadera y no pudiendo datus, redacción final sometida a la deliberación de los Padres.
silenciarla, ¿cómo se expondría que resultara más inteligible y más Y con ser tan explícita y reiterativa, no satisfizo la precaución
aceptable para los hermanos separados? La unicidad y la uni- ecumenista de muchos de ellos. Por lo que, a su ruego, se intro-
versalidad de la redención y de la mediación de Cristo la pro- 1
Se enfrentan aquí la concepción católica y la protestante sobre la justificación,
pugnan ellos tan extremadamente que excluyen la posibilidad y problema capital resuelto definitivamente por el Concilio de Trento en su Decretum
de iwtificatione del 13 de enero de 1547.
el hecho de cualesquiera cooperación corredentiva o mediadora. 2
Cit. por el P. RIUDOR, S. I., La Mariología en el protestantismo actual:
El uritcus mediator paulino, que en católico significa prin- EstMar 22 (1961) 113. Cf. CoNGAR, O. P., Marte et l'Église chez les protestantes:
fitudes Mariales, Marie et l'Église II (1952); J. HAMER, O. P., Marie et le pro-
cipalidad y universalidad, en protestante significa exclusividad. téstanosme, en María (Manoir) vol.5 (París 1958) p.983-1006.
Cristo solo, sin colaboración de nadie, obra la justificación y la
986 Marceliano Llamera, O. P.
C.8. La Virgen Marta. 60 987
dujo una nueva explicación en el n.62 que reconoce a María el
ella (n.62). La mediación o redención de Cristo es, pues, única,
título de Mediadora. Es una ampliación muy oportuna de la
porque no puede haber otra como ella que se le pueda sumar.
enseñanza del n.60, y es lástima que la Comisión no la acoplara
Para que pudiera haberla, tendría que haber otro Hombre-Dios
en este mismo número, formando una sola declaración doctrinal.
Redentor del Mundo. María ni es Dios ni redentora. Es, por
Nosotros, en beneficio de la claridad y de la brevedad, las refun-
divina elección y gracia, la Madre del único Dios-Hombre-Re-
diremos en nuestro comentario. Dice así la ampliación del n.62:
dentor, y por esa misma elección y gracia, colaboradora suya, a
«Lo cual (el reconocimiento de María como Mediadora) se entiende su modo materno, en su obra redentora. El único Mediador, en
de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, su única y para su única mediación, quiso, concedió y otorgó la
único Mediador. Porque ninguna criatura puede compararse jamás con colaboración de su Madre. N o es la de María una mediación más;
el Verbo encarnado, nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de
Cristo es participado de varías maneras, tanto por los ministros como por es sólo una submediación y una conmediación. Ampliamos nues-
el pueblo fiel, y así como por la única bondad de Dios se difunde real- tro pensamiento, en conformidad, creemos, con el del Concilio,
mente en formas distintas en las criaturas, así también la única mediación con palabras escritas otra vez. N o hay dos redentores ni dos
del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas una múltiple mediadores. Hay un solo redentor y un solo mediador entre Dios
cooperación que participa de la fuente única».
y los hombres: Cristo Jesús. Pero redentor y mediador único, que
Declara y explica, pues, el Concilio, que la cooperación o me- tiene como asociada a su obra a su Madre santísima, por la virtud
diación maternal de María con Cristo: cooperativa que El mismo le comunica. La operación de Cristo
1) N o empece a la unicidad y eficacia de la mediación de redentor y la cooperación de María corredentora obran una sola
Cristo. y una misma redención, por ser la actuación de María dependien-
2) Es muy conforme con ella. te y subordinada a la de Jesús.
3) Muestra y favorece su eficacia. La unidad de la redención y, a la vez, la cooperación reden-
Son tres afirmaciones dignas de reflexión. tiva de María y su dependencia y subordinación son admirable-
mente claras en la conclusión de la obra redentora: en el sacri-
ficio del Calvario. Allí están el Hijo y la Madre. Allí, como
1) LA FUNCIÓN MATERNAL DE MARÍA NO EMPECE A LA UNICIDAD
Madre, convive ella la Pasión y la muerte del Hijo. Allí la esen-
Y EFICACIA DE LA MEDIACIÓN DE CRISTO
cial dependencia maternal llega hasta las últimas consecuencias.
Las cautelas conciliares no pueden ser mayores: La pasión del Hijo es su compasión: la crucifixión del Hijo, su
—• no oscurece la única mediación de Cristo (n.60); concrucifixión; la muerte del Hijo, su conmuerte. Es Madre. N o
— no la disminuye (ibid.); le corresponde a ella padecer, ser crucificada, morir. Le corres-
— nada quita a su dignidad y eficacia (n.62) ; ponde una pasión, una crucifixión, una muerte maternal, esto es,
— nada agrega (ibid.). un compadecer, un ser concrucificada, un conmorir con su Hijo
¿Por qué no implica el influjo salvíjico de María ninguno divino. La pasión y muerte del Hijo obraban nuestra redención:
de estos inconvenientes? La respuesta puede ser muy breve. N o Jesús nos redimía. La compasión y conmuerte de la Madre co-
empece a la unicidad de la mediación de Cristo porque la de operaban a la redención: nos conredimía. El merecía, satisfacía,
María no es del mismo orden que la de Cristo y, por tanto, no se sacrificaba; ella conmerecía, consatisfacía, consacrificaba.
suma ni se añade ni perfecciona la de Cristo 3. N o empece a su Ni dos redentores, pues, ni dos mediadores, ni dos merece-
eficacia porque ni es necesaria de suyo ni independiente o eficaz dores, ni dos satisfactores, ni dos sacrificadores, ni dos víctimas;
por sí misma, sino que se da por divino beneplácito y depende sino un redentor y una corredentora, un mediador y una con-
totalmente de la sobreeficacia de la mediación de Cristo. Ampli- mediadora, un merecedor y una conmerecedora, un satisfactor y
fiquemos un poco la respuesta. una consatisfactora, un sacrificador y una consacrificadora, una
La mediación mariana, dice el Concilio, deja a salvo la uni- víctima y una convíctima. Y una sola redención, por la acción
dad de la mediación de Cristo, porque no se connumera con del Hijo y la cooperación de la Madre 4.
3 La cooperación mediadora de María deja, pues, a salvo la uni-
El texto conciliar dice nulla creatura cura Verbo incarnato ac Redemptore
connumeran unquam potest. La traducción, compararse, no adecúa el sentido y la 1
intención del verbo conciliar. Cf. M. LLAMERA, O. P.. María, Madre Corredentora: EstMar 7 (1948) 145-
196. especialmente p.131-132.
C.8. La Virgen María. 60 989
988 Marceliano Llamera, O. P.
3.° Se funda en su mediación.—La mediación u oficio de
cidad de la mediación de Cristo. Y con la unidad queda no sólo
unir a los hombres con Dios le compete a Cristo connaturalmen-
salvada, sino esclarecida, la suficiencia y la eficacia. El Concilio
te por su condición de Hombre Dios, que auna en su persona la
apunta cuidadosamente las razones.
naturaleza divina con la humana, al género humano con Dios.
1.° El influjo salvífico de María tío es necesario de sujo, Con esta mediación entitativa le compete la mediación o aduna-
sino por divino beneplácito.—El texto dice literalmente que «no ción efectiva de los hombres con Dios, por cuanto su humanidad,
procede de necesidad alguna de la cosa»: non ex aliqua rei ne- llena de gracia divina, la comunica a todos los hombres. Es la
cessitate. Y como la cosa o realidad de que se trata es el influjo función de su capitalidad o gracia capital.
salvífico de la Virgen en la salvación, quiere decirse que la sal- En esta mediación de Cristo se funda la de María. Por ser
vación humana no precisaba de suyo esta intervención de María. Dios su Hijo, ella es Madre divina; por ser su Hijo cabeza o
Podía ser salvado el género humano sin ella si Dios así lo hubie- vivificador de los hombres, ella es Madre espiritual de los hom-
ra preferido. bres. Por la maternidad divina participa la Virgen la mediación
Pero Dios, que prefirió la colaboración maternal de María entitativa de Cristo. Por la maternidad espiritual participa la me-
para dar la naturaleza humana al Redentor, prefirió con esta diación efectiva de la capitalidad de Cristo. La maternidad di-
misma preferencia que colaborara maternalmente con El en la vina la hace intermedia entre los hombres y Dios. La maternidad
redención. Procede, pues, la mediación maternal de María del espiritual (función de su gracia maternal derivada de la gracia
beneplácito divino. capital de Cristo) coopera a la unión de los hombres con Dios
¿Luego no es en ninguna manera necesaria? El Concilio dice en Jesucristo. De este modo, la mediación de María se funda-
que no lo era de sujo; lo cual basta para que no dependa de menta en la de Cristo, es decir, no tendría fundamento sin ella;
ella la obrada por Cristo. Pero, completando la respuesta, pode- lo tiene en ella; pero en ella lo tiene firmísimo.
mos añadir que, una vez querida y dispuesta por Dios, es nece-
saria porque Dios quiso que lo fuera. N o necesaria, pues, de 4° Depende totalmente y saca toda su virtud de la media-
suyo, sino por beneplácito y disposición divinos. Esta necesidad ción de Cristo.—Esta total dependencia es ya clara por lo dicho.
no hace en modo alguno la mediación de Cristo dependiente de La mediación maternal de María es función de su gracia llena
la de María y, en cambio, hace a la de María totalmente depen- maternal, y ésta, como participación de la gracia capital de Cristo,
diente de la de Cristo. Lo advierte expresamente el Concilio. es dependiente y subordinada a ella en su ser, en su cometido
y en su función. En su ser, porque es derivación y reflejo vivo de
2° Procede de la sobreabundancia de los méritos de Cristo.
la de Cristo; en su cometido, porque es la regeneración de los
Razón palmaria. La cooperación de María no sólo no quita ni
hombres en Cristo; en su función, porque actúa a iniciativa y
disminuye en nada la eficacia de la de Cristo, sino que sólo
moción de Cristo.
existe por la sobreabundancia de los méritos de Cristo. Sucede,
pues, todo lo contrario de lo que infundadamente podría temerse. Es, pues, absurdo en sí mismo el concepto de una actuación
La mediación de María no sólo no importa deficiencia alguna en salvífica de María independiente de la acción salvífica de Cristo.
la de Cristo, sino que sólo puede darse y se da por su sobreabun- Tan absurdo como lo sería el concepto de la Madre divina inde-
dancia. Por la sobreabundancia con que Cristo sobreabunda en su pendiente de su divino Hijo. Su actuación no puede ser conce-
amadísima Madre. Es tal la redundancia de la gracia llena de bida como desligada en su principio, paralela en su proceso y
Cristo en María, que la llena a su vez de ella y la hace también convergente en el efecto, sino derivada de la de Cristo y en
en ella redundante, maternal, corredentora. Donde se ve que subordinación a ella, coeficiente o concausal. María coopera en
la procedencia que la gracia, los méritos, el influjo de Ma- virtud de la operación de Cristo, conmerece en virtud de los mé-
ría tienen de Cristo, no significa que sean escasos, sino que son ritos de Cristo, conmedia en virtud de la mediación de Cristo.
derivados de los de su Hijo. La dependencia no excluye la abun- Por eso su martirio en el Calvario no fue una Pasión, sino una
dancia y, en cambio, la abundancia agranda la dependencia. Ma- Compasión. Siempre esencialmente dependiente, como Madre 5 .
ría recibe tanto de Cristo, que viene a ser dadora con El de sus 5
Cf. Madre Corredentora p.!76ss.
dones. Pero como de El tiene cuanto tiene, tanto más debe cuanto
más tiene. Hizo grandezas en ella el Todopoderoso. La Madre
de Dios es la gran ostentación de las magnificencias de su Hijo.
990 Marceliano Llantera, O. P. C.8. La Virgen María. 60 991

tanto más tienden a difundir a otros su perfección hasta donde


2) L A MEDIACIÓN DE MARÍA ES MUY CONFORME A LA MEDIACIÓN sea posible» 8.
DE CRISTO El argumento vuela hacia María. La bondad divina, que a to-
das las criaturas hace buenas y bienhechoras, ha sido comunicada
El Concilio no se contenta con mostrar que la obra redentora
tan sobreabundantemente a María, la ha hecho tan hermosa y
o mediadora de Cristo no deja de ser privativa y suficiente por
perfecta, tan llena de virtud y santidad, que «no se concibe en
la cooperación o conmediación de María. Esta respuesta da pie
modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar
a otra pregunta. Y ¿para qué esta mediación maternal de Mana,
fuera de Dios», como dijo Pío IX", o, como dice nuestro mismo
que ni era necesaria ni puede mejorar la de Cristo? ¿Para que
Concilio, María ha recibido de Dios un «don de gracia tan exi-
quiere Ayudadora si El se basta y se sobra? ¿No resaltaría mejor
mia, que antecede, con mucho, a todas las criaturas celestiales y
su suficiencia y su sobranza no admitiendo ayudas?
terrenas» (n.53). Pues si la causalidad o poder de difusión del
El Concilio contesta que la participación de María en la obra bien la da Dios en proporción con el bien o perfección que comu-
salvadora de Cristo es muy conforme con el orden general que nica, ¿qué casualidad bienhechora no le corresponde a María? ¿Fa-
se observa en la providencia divina del orden sobrenatural y na- llará en Ella la ley providencial de proporción entre tener y dar?
tural. Lejos de fallar, se cumplió y comprobó en ella más que en cria-
Porque, empezando por éste, vemos que la única bondad de tura alguna de Dios. ¿No es la suma causalidad realizable por
Dios se difunde realmente en formas distintas en las criatu- una criatura ser Madre del mismo Dios? Y ésa es la causalidad
ras (n.62). propia de María. Pero la causalidad que alcanza al mismo Dios,
La analogía es clara. Si la bondad divina sigue siendo única, ¿cómo no alcanzará en cuanto les convenga o favorezca a todas
no obstante ser comunicada en algún modo a todas las criaturas, las criaturas? ¿Cómo, en particular, la plenitud de bien divino
¿por qué la mediación de Cristo ha de perder su unicidad por de la Madre de Dios no se difundirá sobre la humanidad entera?
serle comunicada, a su modo, a su Madre divina? Verdad es que esta causalidad divinizadora compete peculiar y
Pero la analogía va más lejos. Porque, en primer término, si sumamente a Cristo, de quien nos viene la gracia y la verdad
la unicidad y la autosuficiencia de la bondad o de la perfección (cf. lo 1,17). Pero ¿no es el mismo Cristo quien ha llenado de
fuera obstáculo para su difusión, no sólo Cristo se hubiera reser- gracia a su bendita Madre? ¿No es, pues, propio que si le ha
vado su mediación, sino que Dios se hubiera reservado su ser y comunicado en modo singularísimo la plenitud de su gracia, la
su bondad y su causalidad, únicos y perfectísimos, y se hubiera asocie de modo singularísimo a la obra de su gracia? Una Madre
quedado solo; solo en ser, solo en ser bueno, solo en ser ope- como la que se hizo para darse El a nosotros, ¿se la reservará para
rativo. sí solo, siendo también aptísima para ser Madre nuestra?
Mas, por el contrario, la infinita perfección de Dios le hace Esta analogía general se hace aún más apremiante con otra
infinitamente perfectivo y le impulsa a serlo efectivamente, ha- que también propone el Concilio. Es como sigue:
ciendo partícipes de ella a innumerables criaturas. Y ostentación
es de infinita bondad el no quedarse El solo con ella, sino el «Así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras
hacer buenos a innumerables seres con su comunicación. tanto por los ministros como por el pueblo fiel..., así también la única
mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas
Y en el orden operativo y causal, observa Santo Tomás, «no una múltiple cooperación que participa de la fuente única. La Iglesia
es falta de poder en Dios, sino abundancia de bondad, conceder no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado...» (n.62).
también a sus criaturas la dignidad de la causalidad» \ Porque,
La analogía es por muchos títulos oportuna. Enumeremos como
además, razona el mismo Angélico, «tanto es mejor el gobierno
primero el ser una doctrina esmeradamente considerada y escla-
cuanto mayor perfección comunica el gobernante a los goberna-
recida por el Concilio en esta misma constitución dogmática ".
dos. Y mayor perfección es que un ser no sólo sea él bueno, sino
Por otro lado, el sacerdocio y la mediación son en Cristo ofi-
causa de bien para otros seres, que serlo él sólo» '. Por eso, «to-
cios no sólo similares, sino en gran medida idénticos. El sacerdote
das las criaturas participan de la divina bondad el poder difundir
a otras su bien... Y cuanto más participan de la divina bondad, 8
9
SANTO TOMÁS, 1 q.106 a.4c.
10
Pío IX, bula ineffabilis Deus: Doc. Marianos n.269.
• SANTO TOMÁS, I q.22 a.3c.
La declaración del Vaticano II sobre el sacerdocio de los fieles (en esta const.
' SANTO TOMAS, I q.103 a.6c.
sobre la Iglesia, n.10) es de una importancia doctrinal y práctica excepcional.
992 Marceliano Llamera, O. P. C.S. La Virgen Marta. 60 993

oficial es un mediador entre Dios y el pueblo, por quien sacri- que atender, como a suma razón, al Hijo divino, razón esencial
fica. El sacrificio de Cristo fue su mediación suprema y definiti- de la maternidad que la condiciona y especifica. Como ordenada
va ". Por eso, como dice Santo Tomás, los «sacerdotes de la nue- a comunicar al Hijo de Dios la vida humana, la unión en la vida
va ley pueden ser llamados mediadores entre Dios y los hombres, humana y divina que establece entre María y su Hijo divino es
en cuanto son ministros del verdadero mediador, administrando tan superior a toda otra posible, exceptuada la misma hipostática,
en su nombre los sacramentos santificadores» 13. Y en sentido más que sólo cabe expresarla por su propio nombre: unión maternal.
amplio, «pueden ser llamados mediadores entre Dios y los hom- Por ella:
bres los que dispositiva o ministerialmente cooperan a la unión 1.° La Virgen se le da maternalmente. El la acepta y se adue-
de los hombres con Dios» ". ña por entero de su vida. María le pertenece totalmente.
Así, pues, la única mediación de Cristo no sólo no excluye 2.° El se da a María con donación filial, y Ella le posee con
por su perfección la cooperación de los redimidos, sino que, por posesión maternal.
el contrario, por su perfección misma hace partícipes de ella a 3." La Virgen confiere al Hijo sus condiciones humanas: le
todos en la Iglesia, aunque en grado muy diverso. La común par- hace hombre. Cuanto es como hombre, lo es por Ella. Más. Las
ticipación del sacerdocio, más que una analogía, es una prueba condiciones o caracteres resultantes de la unión hipostática, ya
irrecusable. por exigencia de la misma unión, ya por exigencia de sus fines,
Por todo ello, la Iglesia no duda en atribuir a la Virgen un se deben también a la Madre, como a causa verdadera de la
tal oficio subordinado, es decir, una mediación maternal, subor- unión.
dinada a la capital de Cristo. El razonamiento del Concilio no es 4.° Esos fines de la unión, y los caracteres y ministerios del
a pari, sino a foriiori. N o parifica la Iglesia la acción comediatriz Hijo y su vitalidad misma divinizadora revierten sobre la madre;
de María con las otras comunes o ministeriales recordadas. Menos son, por la unión maternal, fines, ministerios, caracteres y vita-
aún se alude poco ni mucho al problema del sacerdocio de María. lidad de María. Aclarémoslo.
Se evidencia sencillamente que si la mediación de Cristo admite La maternidad tenía los fines mismos de la encarnación; se
y hasta promueve la cooperación de todos los beneficiarios de su ordenaba, por tanto, a que el Hijo de Dios fuera hombre para
gracia, mucho más admite y conlleva la de su Santísima Madre. redimir y regenerar a los hombres. La redención y la regenera-
Esta no puede por menos de ser excepcional y peculiarísima, ción son, pues, fines de la maternidad como de la encarnación.
como lo es la Virgen en todo. Nosotros la explicamos en otra Para su cumplimiento, María acepta la maternidad y encarna al
ocasión así. La maternidad levanta a la Virgen al orden mismo Hijo divino. La vinculación de María a los fines de la unión
divino sobre todo lo creado y lo creable. Otológicamente, la Ma- hipostática es, por consiguiente, tan íntima y tan permanente
dre de Dios sólo es inferior a Dios, por cuya infinitud se mide como su unión maternal con su Hijo en que se funda. Es vital,
su grandeza. Y como el obrar es proporcionado al ser, su exce- esencial, indisoluble.
lencia operativa, es decir, su eficacia y universalidad, se corres- Mas siendo suyos esos fines, realizarlos es su misión: la misión
ponde con su dignidad divina y sólo es inferior a la de Dios. de su vida maternal. Siempre unida, siempre subordinada, siem-
Esta consideración, como absoluta que es, no basta para pre- pre partícipe de los fines y de los ministerios salvadores del Hijo,
cisar concretamente la actividad divinizadora de la Madre de Dios. participa por igual causa, maternalmente, de sus caracteres sote-
Pero previene en favor de cualquier función o atribución que sea riológicos.
compatible a la vez con su dependencia y dignidad de madre di- Más aún. La comunión de fines, de misión, de caracteres, re-
vina. Salvada esta condición, nada se le puede recusar por grande, clama una comunión mucho más íntima de su vida, de su ser, con
pues todo es menos que ser Madre de Dios. ¿Qué actuación divi- la vida y el ser de su Hijo. Misteriosa e inefable comunión, que
nizadora no competirá a la que alcanza con su actividad maternal sólo podemos balbucir. El Hijo divino le pertenece maternalmen-
al mismo Dios? te. A la donación filial del Verbo responde pasivamente su con-
Mas para discernir los oficios reales de la Madre de Dios hay dición maternal divina, su posesión maternal del Hijo de Dios,
que es la más alta posesión que cabe después de la posesión hipos-
11
12
Cf. SANTO TOMAS, 3 q.22 a.l. tática, incomparablemente mayor a la posesión de Dios por la
SANTO TOMAS, 3 q.26 a.lc.
1J
Ibid.. c. gracia y por la gloria. La suprema donación ontológica posible
2. C Vaticano 32
994 Marceliano Llantera, O. P.
C.8. La Virgen María. 60 995
de Dios es, en efecto, la donación hipostática en que personaliza sideración. Lo que pasa es que la gratuidad, que no admite exi-
la naturaleza asumida, la persona misma divina; pero juntamente gencias lógicas antes de actuar, tampoco las excluye una vez que
con ella y la suprema posible después de ella, la donación filial ha actuado. María podía no haber sido Madre de Cristo; podía
en que se da como Hijo a su madre. A su darse filial, decíamos, no haber sido llena de gracia. Es lo uno y lo otro por gratuita
corresponde el materno tenerle y poseerle, y este poseerle y tenerle y liberalísima donación divina. Pero lo es, Y del hecho de serlo
maternalmente es ser madre divina, y este ser materno, o pose- y de las condiciones en que lo es, ya caben justas deducciones
sión maternal del Verbo, es la gracia de unión o donación filial, sin menoscabo alguno de la gratuidad de las gracias divinas.
procedente de la unión hipostática y sólo a ella comparable. La
íntima familiarización o divino emparentamiento de María con
las otras divinas personas, por su posesión materna del Verbo, es 3) LA COOPERACIÓN MATERNAL DE MARÍA MUESTRA Y FAVORECE
también superior a todo humano entender. LA MEDIACIÓN DE CRISTO
Pero sigamos atentos a la del Hijo con la madre. Consecuen-
LO dice así el Concilio:
cia de la unión hipostática, o gracia de la unión, es en Cristo la
infinita gracia habitual que colma su humanidad, sobrenaturaliza «...más bien muestra su eficacia... y, Jejos de impedirla, fomenta la
su alma y sus potencias y las habilita o energiza para obrar divi- unión inmediata de los hombres con Cristo» (n.60).
namente e irradiar a los demás la vida divina, que el Verbo «... Lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en
esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Sal-
humanado posee en su plenitud. La gracia de unión o donación vador» (n.62).
filial reclama una llenez de gracia divina semejante en María.
Y como la posesión maternal del Verbo es repercusión divina de Posibilidad, consonancia, conveniencia. Por estos grados nos
la gracia de unión, la gracia llena de María es repercusión de la conduce el Concilio al fruto de la cooperación maternal de Ma-
gracia llena de Cristo, reproducción viviente de ella ", que no es ría con Cristo. Veamos y apreciemos este fruto.
igual, ni con mucho, porque la Virgen no es Cristo, pero es a la La misión maternal de María.
gracia de Cristo lo que la posesión maternal es a la unión hipos- 1.° Muestra la eficacia de la mediación de Cristo.
tática. Es por eso mismo tan semejante en su intensidad, en su María lo recibió todo de Cristo. Y recibió tanto, que es la
extensión, en su eficiencia, como es de íntima la unión maternal ostentación suma de su poder santificados El Concilio dirá luego
entre la madre y el Hijo. que en la sublimidad y en la fidelidad de su maternidad divina
Esta comunicación plenísima de la gracia de Cristo a María y de su maternidad espiritual, y en la sobreeminencia de virtud
transfunde, pues, vitalmente a la Madre las virtualidades del con que brilla en la comunidad de los elegidos, tiene la Iglesia
Hijo y reproduce en ella, a su modo materno, los caracteres mis- el tipo de su ideal y de su misión, y el estímulo acuciante de su
mos del Salvador. A la repercusión de los fines de la encarna- fidelidad a Jesucristo, su Esposo y Señor. La Iglesia admira en
ción sobre la maternidad, de la misión y caracteres del Hijo sobre María la grandeza del amor y de la gracia de Cristo. N o sólo
la madre, responde subjetivamente esta comunicación vital que María, sino la Iglesia entera magnifica a Dios, su Salvador, por
hace partícipe a María de la virtualidad salvífica y divinizadora haber engrandecido tanto a una humilde criatura. Y cuando ve
de Jesús; que hace a la vez posible y efectiva su cooperación; y experimenta que la maravilla de tanto amor, que la grandeza
que hace, en fin, de ella coprincipio universal de redención y divina de María, no se la dio para ella sola, sino que la acumuló
divinización "*. en ella para que la transmitiera maternalmente a todos los hom-
bres, la Iglesia, toda la humanidad salvada, reconoce en su cora-
Esta explicación puede ser acusada por algunos de excesiva-
zón la inmensa eficacia del amor y de la gracia de Cristo.
mente lógica y de poco respetuosa con la absoluta gratuidad de
los dones divinos. Y ¡cómo prescindir de la gratuidad radical 2° Favorece la mediación de Cristo.—No lo admiten así
de las donaciones de la gracia, y menos de tales y tan altas dona- todos los cristianos. Piensan los que disienten de la Iglesia que
ciones como las que reconocemos en María! Pero no hay descon- la mediación de María sería una interposición entre los cristianos
y Cristo que estorbaría al acercamiento y la unión con El. Se
14
«Plenítudo gratiae—dice Santo Tomás—a Christo derivatur in matrera» (3 q.37 equivocan.
a.4c).
1J
* María, Madre Corredentora p.112-114, Toda mediación verdadera es para reconciliar, para aproximar,
996 Marceliano Llamera, O. P.
C.8. La Virgen María. 61 997
para unir. Mediación que se interpone y separa no es mediación. ls
conduce la maternidad de María . No tendría Dios más per-
Esto, que es verdad de cualquiera mediación, lo es eminentemente
fección por haberse quedado El solo con ella, por no haberla di-
en Ja de María, por el sentido esencial de su misión de Madre
fundido y manifestado en sus criaturas. No es menos perfecto
divina, que la hace dadora de Dios al hombre, dadora del hom-
porque se adapte a nuestra imperfección haciéndonos más com-
bre a Dios: unidora de Dios con los hombres. Sentido de su mi- prensible en los bienes finitos su bondad infinita. ¿Por qué se
sión maternal divina, que es ya perpetuo en ella, y se continúa y ha de olvidar esta sencilla y universal verdad de la providencia
amplía en su maternidad espiritual de los cristianos. Ahondemos general en la providencia de la gracia? ¿Es menos santificador
en el misterio. La mediación universal de María tiene su inter- Dios porque nos santifica por medio de la humanidad de Cristo?
vención primera y fundamental en la encarnación, esto es, en su ¿Lo será Cristo por santificarnos por medio de los sacramentos,
misma actuación de madre divina. La que entonces y para siem- por medio de la Iglesia, por medio de María? Con todas estas
pre unió a Dios con la humanidad en Cristo, será la unidora, mediaciones, Dios y Cristo no son menos santificadores; pero se
la mediadora universal de la unión de todos los hombres con muestran más bondadosos y se nos hacen más accesibles. A El
Dios en Cristo, que es consecuencia de aquella primera y sobe- nos conduce lo que nos viene de El para llevarnos a El.
rana unión. ¡Mediación unidora la maternidad de María! Madre Media-
Véase que su primera actuación mediatriz afecta al mismo dora, dadora de Cristo a los hombres. Madre Mediadora, dadora
Cristo. Pudo Dios humanarse sin Madre. Pero lo cierto es que de los hombres a Cristo. ¡Madre unidora! ¿Cómo va a separar
quiso venir a nosotros por la mediación de la maternidad de la ella, cómo va a retener ella, si todo en ella lleva a Cristo, si ella
Virgen. No por menos poder, sino por manifestarlo más amoroso misma no es ni vive más que para Cristo? Como puerta, adentra
y más eficaz. No desdora la excelsitud del Verbo humanado ha- en Cristo. Como morada, contiene a Cristo. Su corazón lo llena
ber querido tener una Madre para nacer y para verse maternal- Cristo. Unirse a ella es identificarse con Cristo 16.
mente acogido, amado, alimentado, cuidado, acompañado, com-
prendido, consolado, compadecido. La Virgen con su Hijo di-
vino en sus bra2os es la obra suprema del amor divino: del 2. María, Madre nuestra espiritual *
amor de Dios a la humanidad y del amor de la humanidad a 61. La Bienaventurada Virgen, predestinada desde toda la
Dios. Nunca fue más amoroso el poder. Nunca fue más pode- eternidad cual Madre de Dios junto con la encarnación del Verbo
roso el amor. por designio de la divina Providencia, fue en la tierra la esclare-
cida Madre del divino Redentor y, en forma singular, la generosa
Amor y poder que se prolongan en su maternal mediación 15
de gracia. Hacerla Madre suya fue ya constituirla maternal me- Uno de los recelos que va hoy de pluma en pluma de cierto sector de escri-
tores es que la ponderación de la bondad y misericordia de María pueda hacer
diadora nuestra en toda la economía salvadora. Todo lo debe- creer al pueblo fiel que María es más buena y misericordiosa que Jesús. Sin respon-
der de lo que nadie diga o crea, nos parece poco fundado ese recelo. El buen
mos a Dios y a su Unigénito. Pero le debemos también que nos sentido cristiano nos dice a todos que es la misericordia de Jesús la que se nos
manifiesta por María, como es la misericordia de Jesús la que se nos manifiesta
la haya dada a ella y que todo nos lo dé junto con ella. No por la Iglesia. Jesús no es menos misericordioso por facilitarnos la comprensión y
aprecian la delicadeza del plan divino quienes no aprecian en la consecución de su misericordia por el ministerio maternal misericordioso de su
Madre, que ha hecho también Madre nuestra. Si la Virgen nos tiende sus brazos,
la mediación de María la colmada bondad de la de Cristo. ¿Será es para ponernos en brazos de Jesús. Cana es un ejemplo aleccionador. Allí está
bien clara la armonización de ambas misericordias, la de la Virgen pidiendo y la
menor o menos reconocido su inmenso amor por habernos re- de Jesús otorgando. La de Jesús no es menos bondadosa por haberse maternalizado
en su Madre. Dejen tranquila nuestra fe, que dice de corazón : «Salve, Reina y Ma-
galado también el cariño de su Madre? ¿Será menos preciosa y dre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra!»
válida su sangre redentora por haber dado fecundidad de reden- 16
Los santuarios de la Virgen son los más sobresalientes en fervor eucarístico.
Un día. de septiembre del año pasado visité a Nuestra Señora del Pilar en Zara-
ción a las lágrimas maternales de María? No aminora nuestra goza. Serían las seis de la tarde, y tuve la grata sorpresa de que estaba celebrando
confianza en su amoroso valimiento el sabernos también tutela- la santa misa en la capilla de la Virgen mi querido amigo el Dr. Hombría. Los
comulgantes fueron numerosísimos. Terminada la misa, se me acercó mi buen amigo
dos por las solicitudes maternales de ella. Dulcísima bondad la y me dijo bromeando :
—¿Pero usted aún visita a la Virgen?
de Jesús que se maternaliza en María, colmada, como Madre —Habrá que pensarlo—le contesté—en vista de cómo aparta a los fieles de Jesús...
suya, de todos los bienes y urgida, como Madre nuestra, por la » BIBLIOGRAFÍA: T. BARTOLOMEI, O. S. M., La Maternita spirit. de María:
DivTh(P) 55 (1952) 289-357; BASILIO DE SAN PABLO, C. P., Momentos de la ma-
instancia de todos los males. ternidad espiritual de María sobre la Iglesia: EstMar 18 (1957) 321-350; R. BER-
NARD, O. P., La maternité spirit. de Marie et la pensée de S. Thomas: BSFEM
No se alegue de nuevo la mayor perfección, el mayor amor, (1935) 89-118; J. M. BOVER, S. I., La maternidad espiritual de María en los Pa-
dres griegos: EstMar 7 (1948) 91-104; F. M. BRAUN, O. P.. La Mere des fidéles.
la mayor misericordia de Cristo. De ellas viene y a ellas nos
998 Marceliano Llantera, O. P.
C.8. La Virgen María. 61 999
colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Se-
ñor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presen- bres, convenía declarar su consonancia teológica con la unidad y
tándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras la perfección de la redención o mediación de Cristo. Queda,
El moría en la cruz, cooperó en forma del todo singular, por la pues, despejado el camino de Ja fe y de la teología hacia el mis-
obediencia, la je, la esperanza y la encendida caridad, en la res-
tauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es
terio entrañable de la maternidad espiritual de María sobre los
nuestra Madre en el orden de la gracia. hombres. El Concilio nos eleva consigo a la cumbre del misterio
de María, iluminado con las luces del plan salvífico de Dios. Nos
IMPORTANCIA DOCTRINAL DE ESTA ENSEÑANZA CONCILIAR
ha subido a esa cima por la vertiente de la maternidad divina
de la Virgen y quiere conducirnos ahora por la vertiente de ba-
El número hasta ahora comentado es introductorio. Antes jada, que es su maternidad espiritual hacia los hombres. Estamos
de proponer e ilustrar el misterio de la cooperación salvífica de en el corazón mismo del capítulo mariano: en la enseñanza cen-
María con Cristo, que es su maternidad espiritual sobre los hom- tral y más propia del Concilio Vaticano II. La contiene este n.6l
y es tan importante, que justificaría por sí solo la declaración
Essai de Mariologie johannique (Tournai-París 1953) 204 p p . ; J. M. CANAL, conciliar. Será, sin duda, el más comentado y ponderado en el
C M. F., De definibilitate spiritualis malernitatis B. M. V.: ÉphMar 2 (1952)
377-400; ID., ha idea de la maternidad espiritual de María en San Bernardo: futuro. En un futuro que durará lo que dure la Iglesia pere-
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en Theotohos (Ed. Studium, Madrid 1960) ; CONGRÍÍS NATIONAL LISIEUX 1961, La grinante.
maternité spirituelle de Marie (París 1962) ; CONGRESO MARIOLÓGICO DE MÉXICO
1959 y 1960, La maternidad espiritual de María (México 1961) 488 p p . ; ESTUDIOS Pero la afirmación de la maternidad espiritual de María no
MARIANOS, Maternidad espiritual de María vol.7 (1948) p.482; W. F. FLANAGAN, se reduce a este número, aunque sea el que la propone más ex
The divine and spiritual Motherhood oj Mary.' MiscFranc 53 (1954) 437-453;
H. FREHEN, C M., Apereu théologique sur la maternité spirituelle de Marie: NRTh profeso. Esta afirmación y la de la maternidad divina se alternan
7 (1955) 385-428; G. FRENAUD, O. S. B., Maternité divine et maternité spirituelle
(Rap. Congr. Nat. 1961) 29-49; N . GARCÍA GARCÉS, C M. F., Asociación de Ma- incesantemente a lo largo de todo el texto mariano. Es, repetimos,
ría con Cristo y maternidad espiritual (Congreso Mar., México 1961) 449-478; su aportación más relevante. La de más significación histórica
ID., Mater Corredemplrix seu de possibilitate illalionis a spirituali maternitate ad
formalem Corredemptionem (Taurini-Romae ¡ 940} XXI + 293 p p . ; J. GARRETA, La y teológica. La testificación conciliar afirmando, reafirmando,
maternidad espiritual de María en los Padres latinos: EstMar 7 (1948) 105-120;
G. GEENEN, O. P., Marie notre Mere: Marianum 10 (1948) 337-352; A. GORRINO, confirmando el misterio de la maternidad espiritual de María
María Santissima, Madre di Dio e Madre nostra (Torino 1948) 109 p p . ; GREGORIO
DE JESÚS CRUCIFICADO, O. C. D., Naturaleza de la maternidad espiritual: EstMar es una adquisición preciosa y fecunda para la fe y para la teolo-
7 (1948) 121-144; H.-M. GUINDON, S. M. M., La maternité spirituelle dans les gía católica. El Concilio es la Iglesia docente en función de ple-
documents pontificaux: Soc. Cañad. Et. Mar. Journées 1956 (Ottawa 1958) p.43-64;
G. JOUASSARD, Amortes chez S. Irénée pour la doctrine de la maternité spirituelle no magisterio, y su doctrina la manifestación de la conciencia
de la S. Vierge: NRTh 7 (1955) 217-232; A. KERRIGAN, O. F. M., Spiritualis
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menismo (Romae 1962) 71-117; A. KILIAN, María Mutter der Gnaden (München tan espontánea, tan clara, tan redundante. La maternidad de Ma-
1930) 46 p p . ; T. KOEHLER, S. M., Maternité spirituelle de Marie, en Marta vol.l
(París 1949) p.573-600; ID., Maternité spirituelle, maternité mystique, en María ría había llegado a su mediodía en Ja conciencia de Ja Iglesia
vol.6 (1961) 551-638; C. KOSER, De doctrina recentiorum Pontificum área mater-
nitatem spirilualem: Congreso Mariol. (México 1961) p.251-301; R. LAURENTIN, y era plena vivencia en su corazón filial. El Concilio ha hablado
La maternité spirituelle de Marie dans la Tradition de l'Église: Congr. Mar. Nat. de la abundancia del corazón. La primera referencia del Conci-
1961 (Parts 1962) p.1-28; M. LLAMERA, O. P., La maternidad espiritual 4s Maria:
EstMar 3 (1944) 68-162; ID., María, Madre Co'redentora: EstMar 7 (1948) 145- Jio a Ja maternidad espiritual de María dice así: La Iglesia,
196; ID., Bl mérito maternal corredentivo de María: EstMar 10 (1951) 83-140;
M. M. MATTHIJS, O. P., De mysterio maternitatis spiritualis B. M. V. in oecono- enseñada -por el Espíritu Santo, honra con filial afecto de piedad
mia praesentis salutis (Romae 1962) 66 p p . ; J.-H. NICOLÁS, O. P., Méditation ma- (a María) como a Madre amantisima (n.53). N o es exagerado
rjal et maternité spirituelle: Congr. Mar. Nat. (1961) p.67-88; ID., Théologie de
la maternité spirituelle, ibid., 119-128; F. QUIEVREUX, La maternité spirituelle de la decir que si Efeso fue el Concilio de la maternidad divina de
Mere de ¡ésus dans l'Évangile de S. Jean: VSSuppI 5 (1952) 101-134; J. RlUDOR,
S. I., María, Mediadora y Aladre de Cristo Místico en los escritores eclesiásticos María, el Concilio Vaticano II ha sido el Concilio de su mater-
del siglo XII: EstEcl 25 (1951) 181-218; G. ROSCHINI, O. S. M., La maternidad
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lo VUI-Xlll (Roma 1961) 77 p p . ; T. LAMIRANDE, O. M. I., Bibliographie sur la
maternité spirituelle, en Journées de la Soc. Cañad. Et. Mar. (Ottawa 1958) 157- otras doce. Trece veces acredita el Concilio en su texto la ma-
172; W . SEBASTIAN, O. F. M., La maternidad espiritual de María, en CAROL, Ma-
riologia (BAC, Madrid 1964) p.711-759; ID., De nature oj Mary's spiritual Mater- ternidad espiritual de María. Véalas el lector en un solo ramillete:
nity: MarStud 3 (1952) 14-34; G. W. SHEA, The Teaching of the Magisterium on
Mary's spiritual Maternity: MarStud 3 (1952) 35-110; SOCIÉTÉ CAÑAD, ÉT. MAR.,
La maternité spirituelle de la B. V• M. 2 vols. (Ottawa 1958) ; SoclÉTfi FRANC. 1.* «Ella está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres
ÉT. MAR., Marie et l'Église 3 vols. (1951.1952.1953) ; J. VERGARA, S. I., La ma- que han de ser salvados; más aún: es verdaderamente madre de los miem-
ternidad espiritual de María en el magisterio de los Sumos Pontífices: Ecclesiastica bros de Cristo por haber cooperado en su amor a que naciesen en la
Xaveriana 5 (1955) 27-46; C. VOLLERT, S. I., Mother of divine Grace: AER 126
(1952) 258-270. Iglesia los fieles, que son miembros de aquella cabeza» (n.53)-
2.' La ya copiada del n.53.
1000 Marceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen María. 61 1001
!
3- «El Sacrosanto Sínodo... quiere aclarar cuidadosamente... los de-
beres de los hombres redimidos hacia la Madre de Dios, Madre Cristo y ANTECEDENTES HISTÓRICO-DOCTRINALES
Madre de los hombres, en especial de los creyentes (n.58).
4. a «.Fue dada como Madre al discípulo por el mismo Cristo Jesús Han sido necesarios veinte siglos para que la maternidad es-
moribundo en la cruz con estas palabras: «¡Mujer, he ahí a tu hijo!» piritual de María alcanzara en la Iglesia el solemne reconoci-
(lo 19,26-27) (n.58). miento de un Concilio ecuménico. ¿Es que no fue siempre ver-
5.a «.ha misión maternal de María hacia los hombres de ninguna
manera oscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más
dadera en la Iglesia esa maternidad? Verdadera, sí; explícita-
bien muestra su eficacia» (n.60). mente reconocida y claramente consciente, no. La claridad con
6.a «Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentán- que la comprende y la siente hoy la Iglesia universal—Concilio
dolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras El moría teste—y la inconsciencia con que la poseyó durante varios siglos,
en la cruz, cooperó en forma del todo singular por la obediencia, la fe, es una comprobación de que la Iglesia o reino de Dios es también
la esperanza y la encendida caridad en la restauración de la vida sobre-
natural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de semejante en el campo de la fe o un grano o semilla que, siendo
la gracia-» (n.61). tan diminuta, crece en árbol frondoso hasta cobijar en sus ramas
7.a « y esta maternidad de Marta perdura sin cesar en la economía a las aves del cielo (cf. Mt 13,31). A la vista de la semilla era
de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la difícil prever el árbol. En cambio, a la vista del árbol, se reco-
Anunciación y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la con- noce y descubre la maravillosa virtualidad de la semilla.
sumación perfecta de todos los elegidos» (n.62).
8. s «Por su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que Porque, en el caso de la maternidad espiritual de María, las
peregrinan y se debaten entre peligros y angustias, y luchan contra el semillas, sembradas y vivas estaban en la revelación y en la obra
pecado hasta que sean llevados a la patria feliz» (n.62). de la salud poseídas por la Iglesia. Y hoy, con sólo verlas, per-
9.a «La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordi- cibimos el árbol que llevan dentro, y hasta nos extrañamos de
nado, lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los
fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más ín- que no lo percibieran nuestros hermanos de los tiempos primi-
timamente al Mediador y Salvador» (n.62). tivos. El Concilio repara en la predestinación que hace a María
10.9 «Dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó como primogénito Madre del divino Redentor, la ve actuando como tal en los
entre muchos hermanos (Rom 9,29); a saber: Los fieles, a cuya genera- grandes momentos de su divina maternidad y concluye, con asom-
ción y educación coopera con materno amor» (n.63). brosa naturalidad, que, por todo eso, es nuestra Madre en el
11. a «Por lo cual, también en su obra apostólica con razón la Igle- orden de la gracia (n.6l). Y lo que ha visto el Concilio lo veía
sia mira hacia aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu
Santo y nacido de la Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca ya toda la Iglesia. Pero seamos comprensivos. ¡Quién puede pre-
y crezca también en los corazones de los fieles. La Virgen en su vida fue ver un fruto maduro en la mera savia de una planta! El análisis
ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados exegético y teológico lo comprueba victorioso post factum. La
todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regene-
rar a los hombres» (n.65).
exegesis bíblica joánica está muy cerca de demostrar decisiva-
12.a «Recuerden, pues, los fieles, que la verdadera devoción no
mente que el he ahí a tu Madre significa la promulgación por el
consiste ni en un afecto estéril y transitorio, ni en vana credulidad, sino mismo Cristo de la maternidad espiritual de María sobre toda la
que procede de la fe verdadera, por la que somos conducidos a conocer humanidad redimida. Y, sin embargo, la historia también de-
la excelencia de la Madre de Dios y somos excitados a un amor filial muestra que durante siglos apenas reparó nadie en esa ma-
hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes» (n.67).
ravillosa revelación que nos dio Jesús al dar su Madre al dis-
13. a «Ofrezcan todos los fieles súplicas insistentes a la Madre de
Dios y Madre de los hombres, para que Ella, que estuvo presente en las
cípulo.
primeras oraciones de la Iglesia, ahora también, ensalzada en el cielo so-
bre todos los bienaventurados y los ángeles en la comunión de todos los Sin embargo, es la misma tensión vital la que expansiona
santos, interceda ante su Hijo para que las familias de todos los pueblos, en árbol las semillas. Consta también históricamente que sucedió
tanto los que ¡se honran con el nombre de cristianos como los que aún así en la sucesiva comprensión de la maternidad de María. Esta
ignoran al Salvador, sean felizmente congregados con paz y concordia en
un solo pueblo de Dios, para gloria de Ja Santísima e individua Trini- no le vino a la Iglesia de fuera, sino de la virtualidad casi in-
dad» (n.69). contenible de los hechos y verdades en que nosotros hoy la ve-
mos: en la intervención de María en la encarnación, en el tem-
plo, en Cana, en el Calvario. También de la comparación y de
la contraposición, muy espontánea y muy primitiva, de María con
1002 Marceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen Maria. 61 1003

Eva ". A pesar de ciertas intuiciones geniales, como las de San de la Virgen, proyección hacia el Cuerpo místico de Cristo de
Ireneo, San Epifanio, San Agustín (que han sido recogidas por el su maternidad divina, sino que se entretuvo mucho tiempo, casi
Concilio, n.53 y 56), el proceso de comprensión y sobre todo el por entero, en el estudio de la Mediación y de la Corredención
de formulación fue muy lento, a juzgar por los testimonios li- marianas 23. Todavía en 1944, en nuestro primer escrito sobre la
terarios que nos quedan. maternidad espiritual, nos lamentábamos de que no se le otorgara
en la ciencia mariológica «la principalidad que realmente le co-
Pero esta lentitud, más que escasez, era remansamiento de las
rresponde». A María, decíamos resueltamente, «no la entiende
aguas, a juzgar por la inundación que sobrevino en cuanto se
como es quien no la entiende del todo con sólo entender que es
levantó la compuerta, en cuanto las vivencias marianas eclesiales
Madre. María es Madre de Dios y, por serlo, es Madre nuestra,
hallaron en la fórmula de la maternidad de María su cauce de
y por ser Madre de Dios y de los hombres, es todo lo que es» 24.
expansión. N o es comparación mía, sino de los historiadores ls .
Este desbordamiento se produce en el siglo x n . Todos los cora- En consonancia con el sentir general de la Iglesia, que ellos
zones cristianos se sintieron felices cuando todos los labios co- mejor que nadie captan y dirigen, han sido los Papas quienes
menzaron a llamar a María Madre. Los labios de los fieles y han dado la debida prevalencia a la maternidad espiritual de
las plumas de los escritores. María. Una expresión de Benedicto X I V que ha merecido ser
reasumida por el Concilio 25 tuvo eco sucesivo y cada vez más
Aunque no todas. Las de los teólogos tardarán en tomar en
poderoso en los Papas posteriores 28 . San Pío X, como luego ve-
consideración científica el título cordial de la maternidad de Ma-
remos, expone y autoriza la más fundamental explicación teoló-
ría. San Alberto Magno 19, San Buenaventura 20 y el Pseudo Al-
gica de la maternidad espiritual, repetida luego por varios de sus
berto o autor del Maride, son los primeros en hacerle honor.
sucesores. Pío XII y Juan XXIII no sabían ya hablar de la Vir-
Santo Tomás nunca la llama Madre cuando escribe doctrinal-
gen sin llamarla y proclamarla Madre. Pablo VI ha podido decir
mente de ella; pero, en cambio, se le iba el título de los labios
con verdad en una de las horas más solemnes de la historia ma-
cuando le rezaba 21 . San Antonino le da plena entrada en su
riana: «Se trata de un título que no es nuevo para la piedad de
Summa moralis™, y los tratadistas posteriores la estudiarán cada
los cristianos; antes bien, con este nombre de Madre y con prefe-
día con mayor atención. Sin embargo, hemos de reconocer que
rencia a cualquier otro, los fieles y la Iglesia entera acostumbran
la maternidad espiritual de María, tan calurosamente acogida en
a dirigirse a María. En verdad pertenece a la esencia genuina de
el campo piadoso y pastoral, tardó mucho en tener buena teolo-
la devoción a María, encontrando su justificación en la dignidad
gía. Cuando ésta, después de Ja definición de Ja Inmaculada
misma de la Madre del Verbo encarnado» zr.
Concepción de María (satisfecha, por decirlo así, de los privile-
gios personales de la Virgen), derivó su investigación hacia su En marcha ya el Concilio, escribía un historiador y crítico de
misión soteriológica, no acertó desde el principio con el mejor la tradición eclesial sobre este misterio:
camino para su esclarecimiento, que es la maternidad espiritual «La maternidad espiritual es una doctrina segura. Se impone sin que-
rella ni contradicción alguna..., como si Dios hubiera querido colocar
17
Cf. T H . KOEHLER, Maternité spirituelle, en Marta (Manoir) vol.6 (1961) al abrigo de las disputas esta doctrina toda suavidad... En definitiva,
p.551-638; R. LAURENTIN, Maternité spirituelle de Marie dans la Tradition vivante 23
de l'Église: Rap. Congr. Nat. Lisieux 1961 (París 1962) p.1-28. Comentamos este proceso en nuestro escrito El mérito maternal corredentivo
18
Cf. LAURENTIN, l . c , p.17. de María: EstMar ¡0 (1951) 83-140 p.83.
13 24
En las obras auténticas de San Alberto se encuentran indicaciones apreciables La maternidad espiritual de María: EstMar 3 (1944) 67-162 p.67ss. La nota
sobre la maternidad espiritual de María. Un discípulo nuestro, el P. José Luis San bibliográfica que incluimos en el presente comentario, aun siendo muy incompleta,
Martín, tiene inédita una interesantísima disertación sobre La mariología de San evidencia que hoy no sería justa nuestra lamentación de entonces. Uno de los auto-
Alberto (XIX + 303 folios). Sobre la maternidad espiritual cita, entre otros lu- res que criticábamos como deficiente en la valoración de la maternidad espiritual
gares, In Le. 11,27 (ed. BORGNET, 23 p.172) ; Le. 1,34 (ibid., p.121). Hasta nos de María, el insigne P. Roschini, se ha distinguido luego en su estudio y en su
da el P. San Martín un texto que afirma la maternidad sobre toda la Iglesia. Helo justa apreciación. El autor que más satisface nuestro criterio sobre la principalidad
aquí: «Maria... figura Ecclesiae est et MATER, castis visceribus per compassionem orgánica y científica de la maternidad espiritual de María es el P. Aldama, S. I.,
filios Ecclesiae concipiens, in caritate formans, et per adoptionem filios Ecclesiae en su Mariología seu de Matre Redemptoris (Madrid 1950) en la Sacrae theologtae
fratres Eilii sui pernciens, sic omnium Mater est et Domina» (De sacrificio Missae Summa III (BAC) p.287-418.
25
t.3 c.20 n . l l (B.38 p.!56a). He aquí las palabras completas del gran Pontífice: «Catholica Ecclesia, Sancti
20 Spiritus magisterio edocta, eandem, et tanquam Domini ac Redemptoris sui Parentem
Cf. SAN BUENAVENTURA, De 7 donis coll.6,20 ; Opera V 487a; Serm. 26, In
Nativ. Christi: Opera IX 125a. caelique et terrae Reginam impensissimis obsequiis colere, et tanquam amantissimam
21 Matrem, extrema Sponsi sui morientis voce sibi relictam, filiali pietatis aftectu pro-
En su famosa oración Ad Beatissimam Virginem Mariam, la llama en la in-
vocación : «Mater omnium credentium»; y en la súplica de su ayuda para bien mo- sequi studiosissime semper professa est» (bula Gloriosae Dotninae, 27 sept. 1748:
rir le dice: «Oro etiam, ut in fine vitae meae, tu Mater única, caeli porta et pec- Doc. Mar. 212). El Concilio resume las palabras de Benedicto XIV en el n - 5 ' -
26
catorum advocata, me etc.» (Piae Preces, en Opuscula Theologica vol.2 [Marietti, Véanse los estudios sobre el pensamiento pontificio citados en nuestra Nota
Taurini-Romae 1954] p.286). bibliográfica (Guindon, Vergara, Koser).
22 27
Summa Theologica 4 tít.15 c.2 (ed. fotolitográfica. Graz 1959) col.916-920. Disc. clausura, ses.3.3 Vatic. II.
1004 Marceliano Llantera, O. P. C.8. La Virgen María, 61 1005
tenemos aquí uno de los casos más manifiestos de consentimiento uni- — lo fue junto con la encarnación del Verbo divino para
versal que haya en la Iglesia. El magisterio de los Papas ha dado a esta
doctrina resguardos reiterados, como para asegurar cumplidamente su
Madre de Dios o del Verbo encarnado;
certidumbre en lo esencial, hasta el punto de que una definición en la — por ello fue en la tierra la esclarecida Madre del divino
materia parecería superflua» 28. Redentor;
La insinuación de una singular salvaguardia providencial de — y, como tal, fue entre todas las criaturas la generosa socia
la maternidad espiritual de María fue certera. Las controversias y la humilde esclava del Señor.
suscitadas en la elaboración del texto mariano conciliar que so- 1.° Predestinación de María.—En el trance de describirnos
metieron a prueba hasta los atributos más venerables de María, el inmenso panorama en que se ejerce la misión maternal de
todavía no dogmáticos, dejaron siempre a salvo su maternidad María, el Concilio se sitúa y nos sitúa en el mirador teológico
espiritual. Dejaron incólume, por sabia providencia divina, este más alto, que es el plan providencial mismo de Dios. La historia
título salvífico que es y significa más que todos y hasta los abar- entera de las criaturas, y particularmente la de los hombres, fue
ca todos! 2 9 . prevista y provista desde siempre por Dios. Todo lo abarca su
Estos antecedentes hacen más comprensible la espontaneidad infinita providencia. Todo cuanto sucede en el tiempo o en la
y la reiteración con que lo afirma y reafirma el Concilio. La historia tiene su última explicación en un designio providencial.
Iglesia entera hablaba en sus palabras. Veamos ya lo que nos en- Con este natural y universal ordenamiento divino de los seres
señan. Lo veremos por este orden. 1) Razón de la maternidad y de sus acontecimientos se simultanea, se desenvuelve y tiene
espiritual. 2) Madre por sus virtudes. 3) Naturaleza de la ma- cumplimiento el plan divino sobre el destino sobrenatural del
ternidad espiritual. 4) Etapas, ejercicio y títulos. hombre, es decir, la economía divina de la salvación. Este plan
constituye una providencia especial, que se llama también de pre-
l) RAZÓN DE LA MATERNIDAD ESPIRITUAL
destinación, y abraza todo cuanto por designio divino y por efi-
ciencia de su gracia se ha de verificar en la historia de la salva-
¿Por qué es María nuestra Madre espiritual o Madre nuestra ción humana 3°. Cada hombre tiene su página en este libro divino
en el orden de la gracia, como dice el Concilio? Buscando la res- de la vida, es decir, su propia predestinación, en dependencia
puesta en el texto del n.6l, encontramos, como motivo general, y armonía con los demás. Porque tiene Dios un solo libro de
la predestinación de María a la maternidad del Verbo encarnado, salvación: un orden que liga e interdependiza a los predestina-
y como motivo existencial y efectivo, la contribución de María dos. Los hay, por ello, elegidos con especial designio para una
a la restauración de la vida sobrenatural en el ejercicio mismo más amplia y eficaz colaboración en el programa salvífico de Dios.
de su maternidad divina. Hay predestinaciones que condicionan las de muchos y hasta al-
gunas que condicionan las de todos. Estas son las de Jesús y Ma-
A) Predestinación y asociación maternal ría. Bien se puede, pues, decir especialmente de ella que fue
El texto dice así: predestinada ab aeterno por designio de la Providencia.

«La Santísima Virgen María, predestinada desde toda la eternidad, 2.° Predestinada junto con la encarnación del Verbo, cual
cual Madre de Dios, junto con la encarnación del Verbo por designio de Madre de Dios o del Verbo encarnado.—Nadie como Pablo ha
la divina Providencia, fue en la tierra la esclarecida Madre del divino penetrado y descrito el plan salvador de Dios. Escribe a los
Redentor y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las efesios:
criaturas y la humilde esclava del Señor».

Desgranemos las afirmaciones para saborearlas mejor. La «Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo
Virgen: nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos, por cuanto que
en El nos eligió antes de la constitución del mundo para que fuésemos
— fue predestinada ab aeterno, por designio de la Provi- santos e inmaculados ante El, y nos predestinó en caridad a la adopción
dencia ; de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad
28 para alabanza de la gloria de su gracia...» (Eph 1,1-6; cf. Col 1,13-20;
20
LAURENTIN, l . c , p.26-27. Rom 8,28-30).
El conocido desacuerdo sobre el título «Mater Ecclesiae» no comprometió la
aceptación general de la maternidad espiritual de María. Cf. nuestro artículo La
Virgen en el Concilio Vaticano 11: TeolEsp 9 (19S4) 193-212, especialmente p.203-208. 3n
Cf. SANTO TOMÁS, q.l a.l y 2.
1006 Marceliano Llantera, O. P. C.8. La Virgen María. 61 1007
El proyecto salvador de Dios se resume, pues, en el misterio Esclarecida. Como correspondía a una Madre digna de tal
de esta sola palabra: Encarnación. El Verbo Humanado, Jesu- Hijo: elevada, como tal, al más alto grado de perfección después
cristo, es el libro de la vida, en que todos estamos escritos: el de Dios, Colmo de los dones divinos. Llena de gracia 32 .
nombre salvador que contiene y condiciona todas las predestina-
Madre del divino Redentor. Madre del Hijo de Dios para que
ciones. Predestinado de predestinados. Lo dice también sublime-
fuera el divino Redentor. Le pondría por nombre Jesús (Yavé-
mente Pablo: «A los que de antemano conoció, a ésos los predes-
Salvador), porque había de redimir a su pueblo de la esclavitud
tinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste
del pecado (Le 1,31; Mt 1,21). La Madre es toda relativa al
sea el primogénito entre muchos hermanos...» (Rom 8,29).
Hijo. El Verbo se encarnó en María para ser el divino Redentor
Pero si el Hijo de Dios había de hacerse «Hijo del hombre»,
de los hombres. María, por tanto, fue en la eterna predestina-
si había de humanarse para salvar a los hombres, necesitaba una
ción celeste y en su consecuente realización terrena la Madre del
mujer que le humanara, que le diera maternalmente la vida huma-
divino Redentor.
na, que fuera su Madre. Pablo lo dice así: Al llegar la plenitud
de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, para 4.° Y, como tal, fue más que todas las criaturas la generosa
redimir a los que estaban bajo la ley, para que recibiésemos la socia y la humilde esclava del Señor.—Sorprenda el lector la gra-
adopción de hijos (Gal 4,4-5). El ángel enviado por Dios le dirá dación de ideas y la trabazón profunda que las encadena: Predes-
a María: «Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo...; tinada con la misma encarnación como Madre del Verbo divino-
has hallado gracia delante de Dios y concebirás en tu seno y Madre del divino Redentor-Socia generosa y humilde esclava del
darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será Señor.
grande y llamado Hijo del Altísimo...» (Le 1,28.30-32). Asociada del Redentor. ¿Podía no ser asociada y colaborado-
Según esto, la predestinación de María tiene una vinculación ra del Redentor la Madre del Redentor? ¿Podría haber asociación
no sólo singular e indisoluble, sino esencial con la encarnación. más íntima al divino Redentor que la divina maternidad? Puede
María ha sido prevista, elegida, predestinada, prevenida, hecha, pensarse que maternidad del Redentor y asociación con el Re-
en razón de la encarnación: en razón de que el Verbo de Dios dentor son funciones en sí distintas. Y en sí, ciertamente, lo son.
naciera hombre y salvara a los hombres. La encarnación conlleva Pero en la Madre del Redentor son inseparables. Como hemos
y condiciona, pues, la predestinación de María. Justamente dice dicho en otra ocasión, la ordenación divina de María a la coope-
el Concilio que fue predestinada junto con la encarnación del ración con Cristo va incluida en su misma predestinación a la
Verbo divino (Una cum divini Verbi incarnatione). Pío IX en divina maternidad, cuyo fin es el mismo de la unión hipostática.
la bula Ineffabilis Deus había dicho, y Pío XII en la constitución Escogerla para Madre del Redentor fue escogerla para coopera-
apostólica Munificentissimus Deus repite, que la Virgen fue pre- dora de la redención. Si la predestinación divina es la eterna
destinada con Cristo en uno y un mismo decreto divino " . preordenación de lo que en el tiempo se hará por la gracia, pre-
Jesús y María son inseparables. Estuvieron siempre unidos en destinar a María a la maternidad fue preordenar eternamente su
el pensamiento y en el corazón de Dios, que concibió y decidió vida a los fines de la maternidad, es decir, ordenar su vida al fin
el plan de la encarnación. En este plan, Jesús es el Dios-Hombre mismo de la de su Hijo divino: la regeneración de los hombres ".
divinizador de los hombres; María, la Madre de este Dios-Hom- Asociada singularmente y más que todos". Ya indicábamos
bre divinizador.
antes que la asociación maternal con el Redentor era una asocia-
3.° Por ello fue en la tierra la Madre esclarecida del divino ción corredentora incomparable. El Concilio tiene en cuenta las
Redentor.—Los designios eternos tienen su hora prefijada en el «múltiples cooperaciones» con Cristo (cf. n.6l y 64) que El sus-
tiempo. La hora de la encarnación era la más grande de la historia cita en la Iglesia. Pero previene que la de María, como de Madre,
del hombre. San Pablo la llama plenitud de los tiempos. Siglos es singular y superior a todas 3 \
interminables de historia humana antecedieron al amanecer de
32
este día, en que la Virgen predestinada acogió en su seno ma- 33
Cf. Pío IX. bula Ineffabilis Deus: Doc. Mar. n.269.270.284ss.
34
Cf. Maternidad espiritual p.H5ss.
terno al Verbo y empezó a ser en la tierra la esclarecida Madre El texto latino es más expresivo que su traducción, y conviene tenerlo delante.
Dice así: «his in terris exstitit alma divini Redemptoris Mater, singulariter prae alus
del divino Redentor. generosa socia, et humilis ancilla Domini».
35
31 La expresión prae alus puede significar precedencia de tiempo y de perfección,
Cf. Doc. Mar. n.271 y 809. pues ambas son verdaderas.
1008 Marceliano Llantera, O. P. C.8. La Virgen María. 61 1009
Asociada generosa. Con la generosidad de Madre con el Hijo; cooperó en forma del todo singular en la restauración de la vida
de tal Madre con tal Hijo. Y con la generosidad que requería sobrenatural de las almas. Por lo cual es nuestra Madre espiritual
el colaborar maternalmente con tal Hijo en tal obra: en la rege- en el orden de la gracia ( n . 6 l ) .
neración divina de la humanidad. Las intervenciones maternales recordadas son de dos órdenes:
Asociada como humilde esclava del Señor. Este espíritu y esta actuaciones maternales sobre el mismo Hijo divino: concepción,
actitud de esclava que anima la aceptación y el ejercicio de la generación, crianza, y actuaciones maternales con el Hijo en su
maternidad divina en María significa, de una parte, el reconoci- calidad de Salvador: presentación en el templo, compasión en el
miento de su nada ante la infinitud de Dios y de su desvalimien- Calvario. De todas ellas asevera el Concilio que eran cooperacio-
to ante la magnitud y la dignidad de su misión maternal. Miró nes a la restauración de la vida divina de las almas. Se sobreen-
Dios la nada de su esclava. De otra parte, y por consecuencia, tiende que estas actuaciones se nombran y resaltan por principa-
significa el reconocimiento del absoluto señorío divino y de la les, no por exclusivas. La virtualidad que se les atribuye la po-
absoluta dependencia suya, que la impulsa a la entrega completa seían todas las de la divina Madre.
e incondicional a los designios del Señor. He aquí la esclava del 1.° Madre nuestra engendrando a su Hijo divino.—¿Cómo
Señor. El Concilio había dicho antes: coopera la Virgen a restaurar nuestra vida divina al dar al divino
«Así, María, hija de Adán, aceptando la palabra divina, fue hecha Redentor la vida humana? El Concilio se contenta aquí con afir-
Madre de Jesús, y, abrazando ia voluntad salvífica de Dios con generoso marlo; pero otros pasajes del texto mariano ilustran esta ense-
corazón y sin el impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente ñanza, que tiene, además, muy buen respaldo bíblico, magisterial
a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, y teológico.
sirviendo al misterio de la redención con El y bajo El, por la gracia de
Dios omnipotente» (n.56). Ilustran, en efecto, esta doctrina los pasajes conciliares que
representan a María, en su prestación maternal respecto de Jesús,
N o hay contraposición entre la Madre y la esclava, entre la
como una nueva Eva, Madre para los hombres de la nueva vida:
asociación maternal y la esclavitud, tratándose de la Madre de
Madre de la nueva humanidad regenerada. He aquí el primer
tal Hijo: de un Hijo de Dios. Nadie pudo comprender jamás como
testimonio:
María la verdad simultánea de la divina grandeza y de su propia
pequenez, porque nadie está tan cerca de la infinitud divina. Hay «Con razón los Santos Padres estiman a María no como un mero ins-
una correlatividad profunda entre maternidad divina y esclavi- trumento pasivo, sino como una cooperadora a la salvación humana por
tud: entre ser Madre y colaboradora maternal de Dios y saberse la libre fe y obediencia. Porque ella, como dice San Ireneo, «obedecien-
y sentirse y proceder como esclava suya. Es una correlatividad do fue causa de la salvación propia y de la del género humano entero».
Por eso no pocos Padres antiguos, en su predicación, gustosamente afir-
natural en tan sublime sobrenaturalidad. Recuérdenlo quienes te- man: «El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obe-
men que olvidemos la esclavitud de María los que no sabemos diencia de María; lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen
salir del asombro de su divina maternidad. María lo desató por la fe»; y comparándola con Eva, llaman a María
«Madre de los vivientes», y afirman con mayor frecuencia: «La muerte
vino por Eva, por María la vida» (n.56).
B) Madre espiritual en su junción de Madre divina
¿Se ha extrañado el lector de que el Concilio volviera sobre En lugar posterior dirá:
la asociación salvífica de María con Cristo, que fue tema muy
«Creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del
principal de la precedente sección del capítulo? Pues no se ex- Padre, y esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu San-
trañe, que el Concilio sabe bien adonde va y adonde nos lleva. to, como nueva Eva, prestando fe, no adulterada por duda alguna, no a
Va y nos lleva a descubrir en la colaboración de María con Cristo, la antigua serpiente, sino al mensajero de Dios. Dio a luz al Hijo, a quien
connatural eficiencia de su maternidad divina, su misión de ma- Dios constituyó como primogénito entre muchos hermanos (Rom 9,29);
a saber: los fieles, a cuya generación y educación coopera con materno
ternidad espiritual sobre los hombres. Nos quiere mostrar ahora amor» (n.63).
cómo, siendo Madre de Dios, era a la vez Madre nuestra. Para
ello nos recuerda algunas de sus principales actuaciones de Madre El Concilio es portavoz de la más venerable tradición al reco-
de Jesús que antes había recorrido con muy particular atención nocer y confirmar este paralelismo antitético entre Eva y María:
(cf. n.56-59). Ahora las evoca para hacernos ver que en ellas madre aquélla de la muerte al darnos al primer hombre pecador,
1010 Marceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen María. 61 1011
causa de la perdición para todos; Madre María de la vida al dar- hijos de Dios y lo seamos» (ibid., 3,1). Desde el prólogo de su
nos al «segundo hombre» santo, causa para todos de salvación. evangelio, el gran testimonio de Juan es que el Verbo se encarnó
Hay ante toda esta antítesis de figuras, intervenciones y con- para vivificarnos: para posibilitar nuestra filiación divina (lo 1,12).
secuencias un subfondo bíblico que conecta y enfrenta los dos En su epílogo dirá que lo ha escrito «para que, creyendo (en
episodios básicos y polares de la historia del mundo. He aquí las Jesús Hijo de Dios), tengáis vida en su nombre» (lo 20,31). En
dos escenas en contraste universal de muerte y vida: Juan leemos también la alegoría de la vid y los sarmientos pro-
En la tentación del Edén puesta por Jesús para graficar su comunión de vida con los suyos:
— interviene el demonio tentador, que incita a Eva a la des- como el sarmiento vive de la vid, viven de Jesús los cristianos
obediencia contra los designios de Dios; (cf. lo 15,lss).
— interviene Eva, pretendiendo contra Dios una sabiduría Esta finalidad regeneradora de la encarnación lo es también
divina; de la maternidad encarnadora, esencialmente ordenada a la en-
— interviene Adán, seducido y apartado del plan de Dios carnación y a lo que ésta se ordenaba: a la regeneración divina
por Eva. de los hombres. La maternidad del Dios-Hombre-Regenerador de
Resultado: Eva, desobedeciendo a Dios e induciendo a Adán la humanidad dice orden y eficiencia a la regeneración misma y
a pecar, fue la Madre de la perdición y de la muerte para la a la humanidad regenerada. Vienen a la pluma las palabras de
humanidad. Pablo que resumen la predestinación divina: «al llegar la pleni-
En la anunciación de Nazaret, tud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer..., para
— en lugar del demonio interviene el ángel Gabriel, invi- que recibiésemos la adopción de hijos» (Gal 4,4-5). La encarna-
tando a María a aceptar el plan divino de la redención; ción y la maternidad cumplen una predestinación regeneradora.
•— en vez de Eva interviene María, aceptando la maternidad En la encarnación, María es a la vez Madre humana de Dios y
del Hijo de Dios, Sabiduría del Padre; Madre espiritual de los hombres.
— en vez de Adán interviene el Verbo, atraído por María, Madre del Cuerpo místico de Cristo: Cabeza y miembros.—•
uniendo su vida divina a la naturaleza humana al encar- San Pablo ha dado base firmísima a una más profunda penetra-
narse en su seno maternal. ción del alcance salvífico, o de maternidad espiritual, de la ma-
Resultado: María, aceptando obediente el designio divino, ternidad divina respecto de Cristo con su maravillosa concepción
atrayendo hacia la humanidad al Verbo divinizador, fue la Madre
teológica del Cuerpo místico de Cristo. Cristo, divinizador o vivi-
de la salvación y de la vida. La nueva Madre de los vivientes
ficador divino de los hombres, y los hombres vivificados divina-
por la gracia.
mente por Cristo, forman como un gran organismo o cuerpo vivo,
Hay otra fundamentación bíblica no menos sólida, utilizada
del que Cristo es como la Cabeza vivificadora y rectora, y los
por la tradición, por el magisterio y por la teología. Consiste en
la eficiencia de maternidad espiritual que conlleva la maternidad hombres, como los miembros vivificados y regidos por Cristo.
divina de María. Esta enseñanza sustancialmente bíblica se centra A la luz de esta gran teología, la encarnación es la humanación
en la verdad esencial de que la economía cristiana es una econo- del Verbo para incorporar y regenerar a todo el género humano
mía de regeneración o de vivificación divina de los hombres en en el Verbo encarnado. La encarnación solidariza al Verbo con
Cristo Jesús. Este es el regenerador o vivificador divino de la la humanidad y a la humanidad con el Verbo, al asumir éste la
humanidad. Los hombres recobran sobreabundantemente por Cris- naturaleza humana pecadora. Por la encarnación, Cristo se consti-
to la vida que perdieron en Adán. En aserción terminante que tuye en Cabeza de la humanidad para reducirla a Dios, haciéndola
compendia su misión salvadora, Cristo dirá de sí mismo que El partícipe de su filiación divina.
es la Vida y que ha venido para que los hombres la tengan de N o hace falta decir más, aunque habría infinito que decir,
nuevo y la tengan abundante. San Juan ponderará con emocio- para evidenciar el alcance soteriológico o regenerativo de la ma-
nada instancia: «la vida se ha manifestado y nosotros hemos visto ternidad divina de María en la encarnación. La encarnación, di-
y testificamos y os anunciamos la vida eterna que estaba en el jimos, solidariza al Verbo humanado con los hombres, por cuanto
Padre y se nos manifestó...» (1 lo 1,2). El mismo Juan dirá: en ella el Verbo se hace carne de Adán, se hace hombre, y, por
«Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados tanto, la carne de Adán, los hombres, quedan incorporados al
1012 Marceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen María. 61 1013
Verbo. Mas la solidarizadora, la incorporadora es María, la Madre Y nos recuerda la presentación de Jesús en el templo y su com-
divina, porque es su maternidad la que une al Verbo de la vida pasión, «mientras El moría en la cruz». Nada más dice aquí.
la naturaleza muerta de Adán. María, dijimos otra vez, por su Pero nos dice más en otros números del capítulo. De la presen-
voluntarísima maternidad, hizo a Jesús Cabeza o Vivificador de tación en el templo había dicho:
los hombres y a éstos miembros suyos, al incorporarle, por la
generación maternal, la naturaleza de Adán, y en ella la huma- «Y cuando, ofrecido el rescate de los pobres, lo presentó al Señor,
oyó al mismo tiempo a Simeón, que anunciaba que el Hijo sería signo
nidad entera, que fue inserir los hombres al Verbo de la Vida ". de contradicción y que una espada atravesaría el alma de la Madre, para
Esta significación regenerativa de la encarnación es un ele- que se manifestasen los pensamientos de muchos corazones» (n.57).
mento precioso en toda la tradición cristiana. San Ireneo la expre-
La presentación y la oblación que María hizo de su Hijo al
saba con su doctrina de la recapitulación en Cristo, como en nue-
Padre en el templo iba unida a la que Jesús hacía de sí mismo
vo Adán, de todo el género humano. San Hilario llamaba a la
como sacerdote y víctima de la Humanidad. Los brazos de María
encarnación concorporación, significando que la humanación del
eran en aquel trance una cruz anticipada. Por ello mismo, en la
Verbo le unía en un solo cuerpo con la humanidad. San León
ofrenda victimal del Hijo ofrendaba y victimaba por adelantado
proclama que la generación de Cristo es el origen del pueblo
su propio corazón maternal 4°. Quiso Dios revelar al venerable
cristiano, que es con El coengendrado. Parecidas expresiones usan
viejo el sentido redentor de aquella ofrenda y la parte que en
otros Padres'". Esta virtualidad divinizadora de la encarnación
ella correspondería a la Madre. Esta revelación no lo fue, cierta-
nos revela que en el sapientísimo designio divino la maternidad
mente, para María, mucho más interesada y consciente del miste-
de María no se circunscribe a proporcionar al Hijo de Dios la
rio que Simeón. Pero lo fue para él y sigue siéndolo para nosotros.
naturaleza humana, sino que se ordena a incorporarle la huma-
nidad para que sea divinamente convivificada. El Pseudo-Alberto Madre en el Calvario.—Hay también en el capítulo mariano
es eco vivo de la mejor tradición teológica en esta fórmula lapi- dos pasajes referentes a la participación maternal de María en
daria: «Engendrando a un hombre los regeneró a todos» 38 . la pasión redentora del Hijo. Dice el primero:
Pero la confirmación más autorizada de este pensar tradicio- «La Santísima Virgen... mantuvo fielmente la unión con su Hijo has-
nal nos la da la misma Iglesia por sus Pontífices. Famoso es el ta la cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cf. lo 19,
testimonio de San Pío X, repetido luego por Pío XI, Pío XII, 25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con cora-
zón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de
Juan XXIII y Pablo VI. Léase, al menos, el de Pablo VI, cuya la víctima engendrada por ella misma y, por fin, fue dada como Madre
oportunidad se acrecienta por ser del discurso promulgatorio de al discípulo por el mismo Cristo Jesús moribundo en la cruz, con estas
esta constitución conciliar y particularmente alusivo a la doctrina palabras: «¡Mujer, he ahí a tu Hijo!» (lo 19,26-27) (n.58).
mariana del Concilio:
Y en otro lugar:
«Este nombre de Madre... encuentra su justificación en la dignidad
misma de la Madre del Verbo encarnado. La divina maternidad es el «Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la
fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la anuncia-
economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el ción, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación
fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser perfecta de todos los elegidos» (n.62).
Madre de aquel que desde el primer instante de la encarnación en su
seno virginal se constituyó en Cabeza de su Cuerpo místico, que es la ¿Madre en la encarnación o Madre en el Calvario? Madre des-
Iglesia. María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también de los de la encarnación para siempre, dice el Concilio. «Desde el asen-
fieles y de todos los Pastores; es decir, de la Iglesia» 39. timiento a la encarnación hasta la consumación perfecta de los
2.° Madre nuestra padeciendo con su Hijo, el divino Reden- elegidos». Sin embargo, el mismo Concilio resalta como hora
tor.—También por esta causa, dice el Concilio, es nuestra Madre. culminante de la maternidad espiritual de María la del Calvario.
36 Su presencia y su comparticipación allí de la muerte vivificadora
Cf. Madre Corredentora p.161.
37
Cf. ÁNGEL Lurs, C. SS. R.. María y el Cuerpo místico: Rev. Esp. Teol. 3 del Hijo lo dice por sí sola.
(1943) p.15.
38
«Ünum hominem genuit in quo omnes regeneravit» (Mariale q.145). N o hay contraposición, sino interdependencia y complemen-
39
Disc. clausura ses.3.s Conc. Vatic. II. Cf. Pío X, ene. Ad diem illum: Doc. 40
Mar. n.487; Pío XI, ene. Lux veritatis: Doc. Mar. n.634; Pío XII, ene. Mystici Dice León XIII: «Y luego, cuando quiere ser llevado al templo para allí,
Corporis: Doc. Mar. n.713; radiomensaje Cest avec une douce: Doc. Mar. n.754; como en rito oficial, ofrecerse como hostia a Dios, su Padre, es presentado al Señor
JUAN XXIII, Radiomensaje a Trieste, 19 sept. 1959 : Ecclesia 951 (3 oct. 1959) p.370. por el ministerio de su Madre» (ene. lucunda semper: Doc. Mar. n.411).
1014 Marceliano Llantera, O. P. C.8. La Virgen María. 61 1015
tación entre la encarnación y el Calvario. La encarnación es para actuaciones todas son salvíficas para los hombres, es decir, adqui-
Jesús y para María un Calvario anticipado. La encarnación era sitivas de la gracia o vida divina para ellos. 3.° Por esto mismo,
para entrambos una destinación a la cruz. Para entrambos, porque la capitalidad y la maternidad de la encarnación comprometen y
el misterio y la misión maternal de María, como esencialmente reclaman la actuación capital sucesiva de Cristo y la actuación
ordenados al misterio y a la misión de Jesús, comparten al modo maternal sucesiva de María en toda su vida y principalmente en
materno todas sus exigencias y están sometidos al mismo proceso el Calvario. Desde la encarnación es incumbencia de Jesús, como
providencialmente prefijado. En fórmula que nos parece muy de Cabeza o Vivificador, y de María, como de Madre, la reden-
exacta y significativa, podemos decir que la maternidad espiritual ción regeneradora de la humanidad con todas sus exigencias. So-
de María, en que se resume su cooperación con Cristo en nuestra bre todo, con la exigencia suprema de la cruz ". 4° La capita-
regeneración divina, comparte las exigencias y el proceso provi- lidad de Cristo y la maternidad espiritual de María tuvieron su
dencial de la capitalidad que resume la misión salvadora de consumación en el sacrificio del Calvario. En lo que atañe a María
Cristo. La realidad y la eficiencia que la maternidad espiritual de hay preciosos testimonios magisteriales que ilustran la doctrina
María tiene en la encarnación y en el Calvario depende y se ha de del Concilio. He aquí algunos:
apreciar por la realidad y la eficiencia que la capitalidad de Cristo
tuvo en la encarnación y en el Calvario. ¿Es ya Cristo Cabeza de «Ella fue la que dio a luz, con admirable parto, a Jesucristo nuestro
los hombres en la encarnación? ¿Tuvo incorporada ya consigo Señor, adornado ya en su seno virginal con la dignidad de Cabeza de
la Iglesia, como que era ya la fuente de toda vida divina... Ella fue la
desde la encarnación a la humanidad? ¿Coexiste con Jesús desde que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechí-
la encarnación su Cuerpo místico? En todas estas preguntas hay simamente con su Hijo, lo ofreció, como nueva Eva, al Eterno Padre
una sola pregunta, y a todas se debe una misma respuesta, y ésta en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos
es afirmativa. La tradición, la teología y el magisterio responden y de su materno amor, por todos los hijos de Adán, manchados con su
deplorable pecado; de tal suerte, que la que era Madre corporal de nues-
afirmativamente. Y esta respuesta vale correspondientemente—aná- tra Cabeza, fuera, por un nuevo título de dolor y de gloria, Madre espi-
logamente^—para la maternidad espiritual de María, porque en ritual de todos sus miembros»".
la medida en que es verdadera en la encarnación la incorporación «En su presencia, ante sus ojos, debía cumplirse el divino sacrificio,
de los hombres a Cristo es verdadera la maternidad espiritual de cuya víctima había alimentado con su más pura sustancia: y aquí está lo
más sublime y conmovedor de dichos misterios: de pie, junto a la cruz
María, que se los incorpora. de Jesús, estaba Alaría su Madre, la cual, penetrada hacia nosotros de
Pero la verdad tiene sus proporciones y no lo es sin ellas. La un amor inmenso, por hacernos sus hijos, ofreció ella misma a su propio
Hijo a la justicia divina, conmuriendo en su corazón con El, atravesada
capitalidad de Cristo y, correlativamente, la maternidad espiritual por una espada de dolor» *".
de María son verdaderas, pero no completas en la encarnación. «La Virgen Santísima, como es Madre de Jesucristo, así también lo
N o lo son, porque tampoco lo es la incorporación regenerativa es de todos los cristianos, como que los engendró en el monte Calvario
de la humanidad a Cristo. Y no lo es ésta, no por insuficiencia en medio de los supremos tormentos del Redentor»".
de la capitalidad y de la maternidad—pues suficientísima era en
la encarnación como en el Calvario la gracia capital de Cristo, 2) MADRE POR SUS VIRTUDES
y llena, aunque aumentable, era ya en la encarnación la gracia
maternal de María—, sino porque la regeneración cabal de la Volvamos sobre el texto del n.61 y observemos que el Con-
humanidad había de ser obra sucesiva de entrambas, y su consu- cilio ha cuidado de enseñarnos cómo verificó María su coopera-
mación predestinada la verificaría en el Calvario, la pasión de ción maternal a la «restauración de la vida sobrenatural de las
Cristo, acompañada de la compasión de su Madre " . almas». Cooperó, dice, por la obediencia, la je, la esperanza y la
encendida caridad. Esto mismo nos había dicho ya en el n.56:
Con esto parece ya inteligible y formulable la verdad com-
pleta. 1.° Cristo posee su capitalidad esencial regenerativa, y Ma- todas las gracias. Así, pues, por este consentimiento en la redención, verdaderamente
nos concibió y engendró espiritualmente, lo que es título suficiente para ser llamada
ría, análogamente, su maternidad espiritual desde la encarna- Madre nuestra; tanto, que, aunque hubiera muerto antes que su Hijo, aún sería con
ción 42. 2.° En virtud de ellas, la vida de Cristo y de María y sus verdad Madre nuestra» (Mariologia [París 1939] p.302-303).
43
44
Cf. Madre Corredentora p.163-164.
41 Ene. Mystici Corporis: Doc. Mar. n.713.
12
Cf. Maternidad espiritual p.36-37.42-43.54. 45
LEÓN XIII, ene. lucunda semper: Doc. Mar. n.412.
«Esencialmente—dice el P. Merkelbach—fue hedía Madre nuestra en_ el mo- 46
LEÓN XIII, ene. Quamquam pluries: Doc. Mar. n.366. Cf. RENF.nrCTO XV,
mento mismo en que dio su consentimiento inicial a la generación de Dios-Salvador, epíst. apost. Ínter ¡odalitia: Doc. Mar. n.556; SAN PÍO X, ene. Ad diem illum
pues en virtud de dicho consentimiento nos vinieron el autor mismo de la vida y Doc. M u . n.488.
C.8. La Virgen María. 61 1017
1016 Marceliano Llanera, O, P.

cooperadora a la salvación humana por la libre je y la obediencia. singular por la obediencia, la fe, la esperanza y el encendido
Y al presentárnosla después al lado de su Hijo en el Calvario, amor en la restauración de la vida sobrenatural de las almas».
ensalza el Concilio la je que la mantuvo unida con El hasta la Y también ella, «por este motivo, es nuestra Madre en el orden
cruz y el amor con que consintió, con corazón maternal, en su de la gracia» ( n . 6 l ) . Sobre todo por el ejercicio de estas virtudes,
inmolación (n.58). Y todavía más adelante nos dirá que, «cre- «padeciendo con su Hijo mientras El moría en la cruz» (n.61;
yendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del cf. n.58). Esas virtudes cooperaban a nuestra vida porque eran
Padre, y practicando, como una nueva Eva, una, je no adultera- virtudes de Madre: porque ejercitaban en unión con Cristo y en
da..., coopera con maternal amor a la generación y educación de orden a nuestra filiación divina su gracia maternal.
los fieles» (n.63). Estas excelsas virtudes de María serán luego Luego la Virgen, con esas virtudes de su gracia, ¿merecía
propuestas por el Concilio a la imitación de la Iglesia (n.65). nuestra gracia? El Concilio no responde explícitamente a esta
Una exaltación tan insistente de las virtudes de María es, na- pregunta. Es nuestra lógica teológica la que nos hace razonar que
turalmente, intencionada, por no decir intencionadísima. El Con- esas virtudes, con las que María cooperaba a restaurar la vida de
cilio' quiere que la Iglesia vea en las virtudes de María la excel- las almas, eran meritorias en la medida en que eran obras de
situd de su «arcana santidad» (n.64), la eficacia de su maternal gracia y de caridad: ¡de tal gracia y de tal caridad! Y si, mien-
cooperación salvífica, el ejemplo que los cristianos, sus hijos, de- tras obraban la salvación personal de María, cooperaban con jesús
bemos imitar. a la nuestra, mientras merecían el acrecentamiento de la vida
En el número que comentamos es el valor salvífico de las sobrenatural de María, conmerecían con Jesús la vida sobrenatu-
virtudes de la Virgen el que nos enseña el Concilio y nosotros ral de las almas. Por otra parte, el mérito corredentivo de María
debemos aprender. es afirmado por el magisterio de la Iglesia y por la generalidad
Y no es difícil aprenderlo o comprenderlo. Porque también de los teólogos católicos. Otra cuestión es—y en ella sería insen-
en esto el misterio de Cristo explica el de María. ¿Cuál fue el sato implicar al Concilio—el alcance del mérito salvífico de la
valor salvífico con que Cristo nos ganó la reconciliación y la filia- Virgen " .
ción divina? Indudablemente el de toda su vida redentora en
cuanto consumada en el sacrificio de la cruz, es decir, en todas 3) NATURALEZA DE LA MATERNIDAD ESPIRITUAL DE MARÍA,
las acciones del Señor, que culminan en la inmolación de su vida «MADRE DE LA DIVINA GRACIA»
humana por nuestra salvación. Mas ¿cuál es la virtud salvífica de
todas esas obras y de la suma obra de la cruz? Indudablemente Pero hay otro punto de incitante interés: la naturaleza de la
también ese valor salvífico es el de las virtudes de la gracia que maternidad espiritual de María. El Concilio, que se pasa el capí-
Cristo ejercita en todas ellas y que campea, más que en todas, tulo llamándola Madre, ¿se ha entretenido en declararnos la con-
en su sagrada pasión. Cristo, pues, obró nuestra salvación o re- dición de esa amabilísima maternidad? Entretenerse, no. Y no
generación con las virtudes en que se actúa su gracia, que, por hay que sorprenderse. El Concilio, como la Revelación, habla
ser capital, las hace meritorias para todos los hombres como para más a nuestra creencia que a nuestra comprensión, porque la
miembros suyos que somos. Fácil sería demostrar la eficacia re- 48
Lejos de nuestro ánimo entrar aquí en el problema del mérito corredentivo de
dentiva que atribuye la Escritura a la caridad y a la obediencia M a r í a . Es un problema libre y pacíficamente estudiado por los teólogos, aunque esta
paz la ponen a prueba informaciones como la de Laurentin en ha question mariale,
de Cristo; a la caridad y a la obediencia que le llevan a la cruz ". de la que el mismo acaba p o r decir: assurément, un raccourci aussi rapide risque de
caricaturer la thése en question ( p . 3 4 ) . Las caricaturas de las tesis n o contribuyen
San Pablo nos recomienda a todos los cristianos que compar- a su justo enjuiciamiento. N i al respeto que merecen los defensores de u n a tesis como
la condignidad del mérito maternal corredentivo de M a r í a , de la que confiesa el
tamos los sentimientos de Cristo jesús (Phil 2,5), es decir, su mismo L a u r e n t i n : «elle a gagné tellement de terrain dans les milieux théologiques
espíritu y sus virtudes de amor, de humildad y de obediencia. q u ' u n récent status quaestionis tend á la d o n n e r comme predominante» (ibid., p . 3 3 ) .
Ese status quaesttonis lo da el P . B a r a u n a en su libro De natura corredemptionis ma-
Pero más que nadie los compartió María, identificada con El rianae (Romae 1 9 6 0 ) . D e l estado de elaboración del problema es prueba el h e c h o de
que. en las J o r n a d a s de estudio de la Sociedad Canadiense de Estudios M a r i a n o s ,
por la vinculación de su gracia perfectísima y de las virtudes, con defendió la condignidad del mérito de la Virgen el P. G a u t h i e r , C. S. O , y la
las que no sólo operaba, sino que cooperaba como «generosa so- congruidad del mismo mérito el P. Ferland, P. S. S En el volumen de dichas Jour-
nées, publicado bajo el título Mane, l'Église el la Kedemplion (Ottawa 1961), pue-
d a y humilde esclava» con su Hijo, el divino Redentor. También, den verse ambas ponencias, que se e n u n c i a n : G A U T H I E R ( R O L A N U ) , La nature du
mérite corredempteur de Marte. Btat de la question depuis le congres de 1950; F E R -
pues, ella, como dice el Concilio, «cooperó en forma del todo LAND ( A U G U S T E ) , Le mérite corredempteur a" hypercongruité de la tres Sainte Vierge
Opiniones aparte, agradecemos al P. G a u t h i e r su benévola conceptuación.
" Cf. IQ 1 4 , 3 1 ; 1 3 , 1 ; 1 5 , 1 3 ; 17,19.26; Hebr 5,5-S; 10,5-10; R o m 5.6-10.
1018 Marceliano Llantera, O, P. C.8: La Virgen María. 61 1019
adhesión a los misterios en la oscuridad de la fe nos es más ne- La maternidad de María, así concebida, no sólo es coherente
cesaria y fructuosa que la satisfacción de nuestras pesquisas racio- con el misterio cristiano, sino que éste parecería menos coherente
nales. De todos modos, aunque el Concilio no se detiene en nues- sin ella. Unos números más adelante nos dirá el Concilio que, al
tra cuestión, no ha dejado de iluminarla de paso. contemplar a María a la luz del Verbo hecho carne, se penetra
Por sí sólo se sabe que Ja maternidad de María es una actua- más hondamente en el sumo misterio de la encarnación (n.65).
ción salvífica suya por la que justamente es llamada Madre nues- Y el mismo Concilio nos recordó en las primeras líneas de su
tra y nosotros hijos suyos. Importa, pues, una capacidad mater- declaración mariana el gran pensamiento de San Pablo que com-
nal, una eficiencia maternal, un efecto maternal. Potencia, acto, pendia todo el plan salvador de Dios: cuando llegó la plenitud
objeto o efecto. Estos conocidos, está conocida. Pero ¿hay ense- de los tiempos envió a su Hijo hecho de Mujer... para que reci-
ñanza conciliar señalable sobre todo esto? Repasemos los textos: biésemos la adopción de hijos (Gal 4,4-5). En una economía sal-
vadora de paternidad divina, de hermandad con el Unigénito del
«Es verdaderamente Madre de los miembros de Cristo, por haber Padre, de regeneración y filiación divina—y tal es la economía cris-
cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles...» (n.53)..
«El Padre de las Misericordias quiso que precediera a la encarnación tiana—, la cooperación maternal de la mujer que la hace posible y
la aceptación de la Madre predestinada, para que así como la mujer con- efectiva dándonos al Regenerador de la humanidad es una coope-
tribuyó a la muerte, así también contribuyera a la vida...» (n.56). ración regenerativa: una maternidad espiritual. La que hace a Dios
«Comparándola con Eva, llaman a Marta Madre de los vivientes, y Hijo del hombre para hacer a los hombres hijos de Dios es Ma-
afirman... la muerte por Eva, por María la vida» (n.56). dre de Dios y de los hombres. La maternidad espiritual de María
«Cooperó en forma del todo singular por la obediencia, la fe, la es-
peranza y la encendida caridad en la restauración de la vida sobrenatural va entrañada en la divina y es una dimensión consubstancial de
de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gra- la obra regeneradora de la encarnación. A la luz de este misterio,
cia» (n.61). que compendia el plan salvífico divino, se ve claro que el benig-
«Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la nísimo y sapientísimo designio eternal que destinó a la Virgen
gracia...» (n.62).
«Dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó como primogénito entre
para Madre del Nuevo Hombre diving, la condestinaba para Ma-
muchos hermanos; a saber, los fieles, a cuya generación y educación co- dre de la nueva humanidad divinizada. Era digno así del saber,
opera con materno amor» (n.63). del amor y del poder de Dios.
Con los textos a la vista, nosotros vemos que, en la mente Maternidad y gracia maternal. Desde esta altura del destino
del Concilio, la maternidad espiritual de María es una maternidad maternal de María podemos asomarnos a su realidad más pro-
de gracia, y consiste en la cooperación singular de María con funda: al constitutivo íntimo y formal de su maternidad espiri-
Cristo, su Hijo, a la generación y nacimiento de los fieles, miem- tual. Esta hondura del misterio nos quedaba muy poco iluminada.
bros de Cristo, a la vida divina de la gracia. La letra del capítulo conciliar sólo nos ha permitido decir hasta
Esta cooperación: ahora que la actuación maternal de María era una actuación de
1.° Le ha sido asignada a María como a Madre predestinada su gracia. Es preciso corroborar esta importante afirmación. Es
del Hijo de Dios, constituido por el Padre en primogénito entre muy hacedero.
muchos hermanos (cf. n.56 y 63). Toda destinación en el orden de la gracia necesita y conlleva
2° Procede de su gracia, pues la verifica con la actuación de una gracia divina que capacita para su competente cumplimiento.
sus perfectísimas virtudes (cf. n.6l y 58). Es un principio paulino muy luminoso y fecundo (cf. 1 Cor 12,
3.° Es una contribución a la regeneración de los hombres 4ss; 3,5.10; 2 Cor 3,5-6). San Pablo mismo advierte con insisten-
en la gracia o vida sobrenatural y divina (cf. n.61.62:63 y 65). cia que, por ser muy variadas las funciones señaladas a los dis-
4.° Su efecto o resultado es el nacimiento y la vida nueva tintos miembros de Cristo, son muy distintas las gracias que se
de los hombres en Dios (cf. n.53.56.63 y 65). les confieren, aunque todas provenientes de un mismo principio,
5.° Por todo ello es verdadera Madre de los hombres, en que es Cristo, y ordenadas al mismo fin, que es la gloria de Dios
especial de los creyentes, que deben amarla con afecto filial. La y la consumación divina del Cuerpo místico de Cristo. La apli-
Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, la honra con filial cación que nos interesa nos la facilita muy sabiamente Santo
afecto de piedad, como a Madre amantísitna (n.53; cf. n.67). Tomás:
1020 Marceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen María. 61 1021

«Dios da a cada uno la gracia según la misión para que es elegido. a María su fecundidad maternal: la que la habilita para su ma-
Y porque Cristo, en cuanto hombre, fue predestinado y elegido para ser ternidad universal.
Hijo de Dios poderoso para santificar, tuvo como propia suya tal pleni-
tud de gracia, que redundase en todos, según lo que dice San Juan: 'De su El nombre propio y adecuado que cuadra a esta gracia peculiar
plenitud todos nosotros recibimos'. Mas la santa Virgen María tuvo tan- que capacita a María para su cooperación salvífica es el de gracia
ta plenitud de gracia que por ella estuviese cercanísima al autor de la maternal. Propio, porque expresa su misión singular de regenera-
gracia, hasta recibir en sí al lleno de gracia y, dándole a luz, comunicara, dora con Cristo de los hombres; y adecuado, porque esta misión
en cierto modo, la gracia a todos» " .
abarca todas las funciones salvíficas de María. Ella es sólo y en
N o importa ahora cómo entendía Santo Tomás la interven- todo Madre, como Cristo es sólo y en todo Cabeza o Principio Vi-
ción de María en la comunicación a todos de la gracia. Sabemos vificador de los hombres. La maternidad espiritual es siempre de-
nosotros que interviene en ella como Madre espiritual de los hom- pendiente, siempre derivada, siempre cooperativa, siempre análoga
bres. Y nos importa saber que María recibió una plenitud de de la capitalidad divinizadora de Cristo. Y esta analogía, que va
gracia derivada de la de Cristo, y la mayor después de la de del principio hasta el fin, nos permite concluir también en este
Cristo 50, que la capacitaba para cooperar con El en la regenera- particular que, como la gracia por la que Cristo es Cabeza de los
ción de los hombres, es decir, para ejercer su universal función hombres es y se llama gracia capital, la gracia por la que María es
de maternidad espiritual. Madre de los hombres es y debe llamarse gracia maternal52.
Esta gracia no sólo dependía de la de Cristo en su origen, Así, por su gracia, que es gracia maternal, María es nuestra
sino en su plenitud y en su destinación o finalidad. Gracia reflu- Madre en el orden de la gracia. Hay un influjo de María en la
yente de Jesús en María, del Hijo en su divina Madre, como en gracia que nos hace hermanos de Cristo e hijos de Dios. Un
cooperadora maternal para la generación divina de los hombres. influjo que la hace a ella verdadera Madre nuestra y a nosotros
Y pues toda acción sobrenatural procede de la gracia santi- verdaderos hijos suyos. Un influjo, por tanto, que hace mariana
ficante o deiformante como de principio formal, toda la actua- la misma vida sobrenatural que es cristiana por el influjo de Cris-
ción maternal de María procedía como de principio formal, me- to y divina por el influjo de Dios. Son influencias previstas y
diante las virtudes teologales o infusas, de la gracia perfectísima predestinadas en la eterna presciencia divina, que confluyen y se
que poseía de su Hijo. A semejanza de la de Cristo, esta gracia unifican, interdependientes y coordenadas, en el efecto resultan-
era a la vez personal, o para propia satisfacción, y social o univer- te de nuestra regeneración divina. En ésta, sin perjuicio de su
sal, para santificación de los demás. Y prolongando como procede unidad vital, se refleja la multiplicidad de los principios concu-
esta semejanza o analogía, debemos decir que así como la infinita rrentes. Hay también rasgos marianos en la policromía de nues-
gracia habitual individual, derivada de la unión hipostática, tra fisonomía divina. Hay una impronta vital—impronta mater-
constituye formalmente la capitalidad de Cristo—como forma y nal—en nuestra vida de hijos de Dios. Por eso somos también,
principio que le habilita para convivificarnos por su acción divi- de verdad, hijos de María ".
nizadora—: así la gracia llena de María, demandada por su di-
52
vina maternidad y procedente de la infinita gracia de Cristo, Cf. Maternidad espiritual p.155-156. No obstante su recusación de algunas de
nuestras conclusiones, como la condignidad del mérito corredentivo de María, nues-
constituye formalmente su maternidad espiritual. Es, en efecto, tro a la vez amigo y oponente Laurentin escribía en 1952 : «On saura gré au P. Lla-
mera de son point de départ: l'analogie entre gráce capital de Christ et gráce ma-
esta gracia llena la forma de su vida divina y el principio formal ternelle de Marie. Cette notion résout en une synthése simple et harmonieuse bien
de su influjo divinizador: de su influjo maternal en la vivifica- des aspects du role de la Vierge. Toutefois l'auteur me semble trop presser l'analo-
gie.. En bref, deux choses me semblent á reteñir de l'interesant exposé du P. Llame-
ción divina de los hombres en Cristo. Constituye, por tanto, esta ra : la notion de gráce sociale maternelle et le fait qu'en vertu de cette gráce, Marie
mérite pour ses enfants de facón plus universelle et avec plus de poids que chacun
gracia su maternidad espiritual, pues ésta, como forma, es la de nous mérite pour autrui... La formule gráce maternelle, me semble heureuse» (Le
mouvement mariologique a travers le monde: La Vie Spirit. 86 [1952} 182.183 y
virtualidad que María posee para cooperar a nuestra regenera- 184). Grande es nuestra satisfacción al comprobar que el ilustre crítico, a pesar de
ción en Cristo; y, como actuación, es la eficiencia con que, bajo los pesares, hace honor a sus juicios de 1952 en su reciente libro La Vierge au Con-
cite (1965) p.160.
la acción del Espíritu Santo y en colaboración con Cristo, coopera 53
De este parecer es también el P. Galot, S. I. : «Marie a été si intimement
realmente a e l l a " . Es, pues, la llenez de gracia la que confiere mélée a l'origine méme des gráces de notre salut par sa maternité divine et par la
Corédemption, que son action a dü en quelque sorte s'imprimer dans la gráce...
Marie a collaboré a la formation de la gráce et collabore á son expansión actuelle
49
SANTO TOMÁS, 3 q.27 a.5 ad 1. en y mettant sa marque propre, comme une mere impregne profundement la vie
50
Cf. SANTO TOMÁS, 3 q.27 a.5c; In Rom. 8 lect.5. qu'elle trasmette. Elle a donné et continué a donner á la gráce une modalité mater-
51 nelle. II y a un visage maternel á la gráce...» (Vinlercession de Marie, en Marie
Puede verse una amplia explicación de estos conceptos en nuestro estudio La
maternidad espiritual de María p,152ss. [Mauoir] VI p.548-9).
1022 Marceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen María. 62 1023

Fase constitutiva esencial.—La preparación maternal de Ma-


4) ETAPAS, EJERCICIO Y TÍTULOS DE LA MATERNIDAD ESPIRITUAL
ría se prolongó hasta la encarnación. También aquí coinciden la
62. Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la eco- segunda fase de la «santificación» o engraciamiento de la Virgen
nomía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asenti- y la de su maternidad espiritual. De la gracia de esta hora dice
miento en la anunciación y lo mantuvo sin vacilación al pie de la Santo Tomás que fue como de advenimiento de la forma, que es
cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues
una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que superior a la dispositiva, «como el calor que proviene de la forma
continúa alcanzándonos, por su múltiple intercesión, los dones de del fuego es mayor que el que dispone para la forma del fuego».
la eterna salvación. Por su amor materno cuida de los hermanos Y esta segunda perfección de gracia le vino a la Virgen «de la
de su Hijo que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias presencia del Hijo de Dios encarnado en su seno» 5S. Le vino
y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria
feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen es invocada en la Iglesia con la maternidad divina. Mas ya vimos que la concepción hu-
con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo mana del Hijo de Dios, constituido en Cabeza vivificadora de la
cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agre- humanidad, conllevaba la concepción espiritual en María de to-
gue a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador. Porque dos los hombres, constituidos en miembros del Cuerpo místico
ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo encarnado,
nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es parti- de Cristo. Fue ella entonces, con su misma maternidad divina,
cipado de varias maneras tanto por los ministros como por el pue- la que posibilitó este misterio de comunión vital entre el género
blo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde real- humano y el divino Verbo.
mente en formas distintas en las criaturas, así también la única
mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en sus cria- Fase consecutiva.—La gestación se sigue a la concepción, y
turas una múltiple cooperación que participa de la fuente única. como gestación de nuestra vida espiritual puede considerarse la
colaboración de María con Cristo, a lo largo de su convivencia,
Ya la tenemos Madre. Ahora interesa saber su incumbencia a nuestra redención, desde la encarnación hasta la cruz. Ardua
maternal. Y el Concilio nos la explica indicando las sucesivas gestación que Dios quiso larga, en la que María fue ganando
etapas en que se explaya y se ejercita, en especial la de su ma- con Cristo nuestra vida. Era incumbencia suya cuanto exigía la
ternal intercesión celeste que motiva la floración de títulos ma- obtención de nuestra gracia redentora, porque era nuestra Madre.
ternales con que la ensalza y la invoca la Iglesia, en especial su Su vida nos pertenecía con derecho de hijos, porque nos la debía
título de Mediadora. con deber de Madre. Esta función de maternidad espiritual era
simultánea con la de su maternidad divina. Era y actuaba como
A) Fases de la maternidad espiritual de María Madre de los hombres, siendo y actuando como Madre de Jesús.
Ya queda visto que la maternidad espiritual de María reque- Repercutía sobre nosotros cuanto hacía por El. Amándole, nos
ría un amplio proceso para su plena constitución. Mucho más amaba; alimentándole, fortalecía nuestra vida; viviendo para El,
amplio lo requerían las sucesivas exigencias de su ejercicio. Re- nos vivificaba a nosotros. Simul Mater Dei, simul Mater nostra,
corramos, aunque a paso ligero, estas etapas. como decía León X I I I s s .
Fase dispositiva.—Santo Tomás señala tres grandes etapas Fase consumativa.—Porque Dios así lo quiso exigir, la rege-
en la «santificación» o perfeccionamiento en la gracia de la Vir- neración de la humanidad no se consumaría hasta el Calvario,
gen. Y de la primera, que fue la del primer momento de su ser, con la pasión de Jesús y la compasión de su fidelísima Madre,
dice que «fue cuasi dispositiva, y por ella se la hacía idónea para que era inseparable de El y de su obra. En el martirio de esta
llegar a ser Madre de Dios» " . La predestinación de María a su dolorosísima compasión fructifica la gestación maternal de María
doble maternidad condicionó su ser natural y sobrenatural; ma- con el alumbramiento espiritual de la humanidad. Mujer, he ahí
ternalizó, por decirlo así, ab initio, su naturaleza y su gracia. No a tu hijo. Discípulo, he ahí a tu madre.
es que desde su concepción fuera Madre. Es que desde su con- Fase dispensativa de la gracia de regeneración.—La redención
cepción ella era para serlo. Y todo en ella, lo humano y lo divi-
y regeneración del Calvario, aunque universal en su virtud, re-
no, la disponía para serlo adecuadamente. Con el crecer de su
quiere una aplicación efectiva y personal a cada hombre. La efi-
cuerpo y de su alma crecía su maternalidad.
•™ ibid.
56
" SANTO TOMÁS. 3 q.27 a.5 ad 2. Ene. Adrutricem poptili: Doc. Mar. n.435.
1024 Marceliano Llamera, O. P.
C.8. La Virgen María. 62 1025
cacia divinizadora de la cruz se concede a cada hombre por una
gracia personal de filiación divina. Esta divinización sucesiva de B) Ejercicio de la mediación maternal de María
la humanidad, que alcanza a todos y a cada uno en la comunidad El Concilio nos explica más detenidamente esta perduración
cristiana que es la Iglesia, es obra también de la capitalidad de de la maternidad de María hasta la consumación de la economía
Cristo y de la maternidad de María. A ellos compete y de ellos de la gracia. La asunción de María al cielo no interrumpe su ofi-
procede, del principio al fin, nuestra vida de hijos de Dios. La cio salvador ni, por tanto, el ejercicio de su mediación maternal
maternidad espiritual de María, dice el Concilio, «perdura sin en favor de sus hijos, que la necesitan para salvarse. Es obvio
cesar en la economía de la gracia... hasta la consumación perfecta que la misión salvífica de Jesús y de María no está acabada mien-
de todos los elegidos» (n.62). tras haya hombres que necesiten salvación. O, dicho de otra
La economía de la gracia, en que se consuma la perfección manera, es obvio que la capitalidad de Cristo y la maternidad es-
de los elegidos, abarca, con la gracia regenerativa inicial, todas las piritual de María están inacabadas mientras esté pendiente de
gracias que contribuyen a su crecimiento y perfección. En todas consumación la vida de tantos miembros y de tantos hijos. La
ellas, pues, interviene sin cesar la maternidad espiritual de Ma- glorificación de Cristo y la de María, como Cabeza y Madre,
ría. El Concilio nos deja entender con esta afirmación del alcan- son anticipadas y primiciales y, como tales, preparan, ayudan y
ce universal de la maternidad espiritual de María su constante garantizan la de todos los elegidos. Esa glorificación de ellos no
intervención en la distribución de la divina gracia. De la gracia será cabal y definitiva mientras falte uno sólo de los que han
y de las gracias. De toda la gracia que nos hace perfectos hijos de completarla. El privilegio de la anticipación lo es en benefi-
de Dios. cio de todos, pues la situación celeste de Jesús y de María ha
Este oficio de dispensadora universal de las gracias ha sido puesto en sus manos todo poder en el cielo y en la tierra en favor
reconocido por los doctores católicos y por el mismo magisterio de su obra salvadora. María, pues, gloriosa en el cielo, colabora
eclesiástico, como consecuente a la cooperación de María con con Jesús, con maternal afán, a través de todas las generaciones
humanas, en la regeneración divina de los hombres, que es ya la
Cristo en su merecimiento y adquisición. Le corresponde distri-
única razón divina de la Historia. A todo lo largo de ella conti-
buirlas a quien contribuyó maternalmente a ganarlas. Así lo ra-
nuará su misión maternal en los oficios providenciales de su
zonaban, entre otros, León XIII y San Pío X " .
maternal mediación. Desde el cielo, dice el Concilio: continúa
La intervención maternal de María en la dispensación de to-
alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna
das las gracias de salvación no parecerá excesiva si se piensa que salvación. Por su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo,
Dios nos dio por ella la gracia de las gracias, que es Cristo, y que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan
que Cristo nos la dio a ella por Madre. Hay, no obstante, teólo- contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz.
gos que no aciertan a ver la posibilidad de que María interven-
ga en el otorgamiento de algunas gracias, especialmente las sa- La múltiple intercesión de María.—Esta múltiple intercesión
cramentales. Estos teólogos harán bien en mantener sus distingos que nos alcanza las gracias de salvación, expresa, en general, to-
y excepciones mientras no vean superadas sus dificultades. La das las solicitudes y actuaciones de nuestra Madre celeste en nues-
extensión de la maternidad de la Virgen a toda la economía de tro beneficio. Puede y debe entenderse también en su sentido es-
la gracia, asegurada por el Concilio, no señala excepciones, pero pecífico de ruego o demanda ante Dios, Padre de las misericor-
tampoco es incompaginable con ellas. Nosotros no las admitimos, dias y dador de todas las gracias, para que las otorgue a todos los
porque no vemos ningún inconveniente y sí gran conveniencia necesitados. La oración o súplica de los divinos beneficios es ley
en la cooperación universal de la gracia maternal de María con importantísima de la economía de la salvación, insistentemente
la gracia capital de Cristo. También, y sobre todo, porque éste proclamada por Cristo (cf. Mt 7,7-11; Le 11,9-13; lo 16,23-24,
parece ser el sentido de la Iglesia. Más precisiones no son de etcétera). Los más y los mejores beneficios de la providencia
salvadora están ligados a la súplica de sus beneficiarios. Es la
este lugar.
colaboración más general y más eficaz que ha querido exigir. El
S7
LEÓN XIII, ene. Adiutrícem populi: Doc. Mar. n.427; SAN PÍO X. ene. Ad mismo Cristo la cumplió en sus días terrestres y sigue cumplién-
diem tllum: Doc. Mar. n.488 y 489. dola en el Cielo. San Pablo nos dice del mismo Cristo glorioso
que «es perfecto su poder de salvar a los que por El se acercan
2. C.Vaticano
33
1026 Marceliano Llantera, O. P. C.8. ha Virgen María. 62 1°27

a Dios, y siempre vive para interceder por ellos» (Hebr 7,25). no excluye ningún otro que pueda corresponder a la misión ma-
Y en otra parte: «Cristo Jesús, el que murió, aún más, el que re- ternal de María en la providencia de la gracia. Tampoco en este
sucitó, el que está a la diestra de Dios, es quien intercede por punto podemos pedirle la solución al Concilio. Hemos de pedír-
nosotros» (Rom 8,34). En perpetua asociación y al unísono cor- sela, por ¿hora, a los teólogos, ya que no hay todavía una teolo-
dial con Cristo, María es en el cielo nuestra Madre intercesora. gía acorde que podamos dar al lector como segura.
En la presente economía de la gracia, la intercesión no significa Nosotros somos de parecer que una influencia sólo moral e
falta, sino dependencia del poder. Sólo Dios es omnipotente. En indirecta de la Virgen, por eficaz que sea, no adecúa las exigen-
dependencia de Dios caben muy grandes poderes. El de interce- cias de una maternidad espiritual propiamente dicha, como lo es
sión, sin excluir ningún otro, puede ser el mayor, por el vali- la de María. ¿Cabría admitir con sola influencia moral una ver-
miento ante Dios del intercesor. Generalizando el tema, cabría dadera maternidad espiritual de regeneración? Y sin influencia
decir que, en esta providencia, el mayor poder es la mejor oración. regenerativa, ¿cabe hablar de verdadera maternidad espiritual?
Así se explica que María haya sido calificada de omnipotencia su- Y, sin embargo, es una verdadera maternidad regenerativa la que
plicante. Santo Tomás establece este módulo del poder intercesor: está en consonancia con el sentido esencial de regeneración que
«Como la oración por los demás procede de la caridad... cuanto es el de la presente economía cristiana. También nos parecía, y
los santos del cielo son más perfectos en la caridad, tanto más así lo dijimos, que esta es la maternidad que se descubre en las
ruegan por los viadores... y cuanto son más íntimos a Dios (Deo expresiones conciliares. Por otro lado, con sola influencia moral
coniunctiores) tanto son más eficaces sus ruegos» " . ¿Quién pue- intercesora, la realidad íntima de nuestra vida de gracia quedaría
de ser comparado a María en el amor a Dios, a su divino Hijo, vedada a la acción maternal de María. Una tal explicación teoló-
a los hermanos de su Hijo? ¿Quién puede ser comparado con gica establece una ausencia y una distancia insalvable entre ella
ella en intimidad con Dios? ¿Qué intercesión, por tanto, puede y sus hijos. Un vacío imposible de colmar entre su corazón ma-
ser comparada en eficacia con la intercesión de María? Sin contar ternal y nuestro corazón filial. El común instinto de la fe y la
que la intercesión de María, como ya indicamos, es junción ofi- profunda experiencia de muchas almas nobilísimas exigen más.
cial de su maternidad espiritual, que perdura en sus entrañables La Virgen influye con su misma vida en nuestra vida. La Virgen
solicitudes hasta ver lograda y eterna la vida de todos sus hijos. tiene acceso libre y penetración entrañable en los corazones cris-
tianos. Es Madre de verdad ". Es de verdad suya nuestra vida
El Concilio califica de múltiple la intercesión de la Virgen.
de gracia.
Esta multiplicidad puede significar el valimiento permanente de
sus merecimientos ante Dios, que es una intercesión equivalente C) Títulos de la mediación maternal de María
o interpretativa, o la expresión efectiva de sus deseos o depreca-
ciones en beneficio de sus hijos necesitados. También puede alu- Descrita la intervención celeste que le compete a María por
dir a la multitud y variedad de dones necesitados por los hombres su maternidad de gracia y que ella ejercita con maternal amor en
y demandados por la Virgen. De esto nos habla el Concilio a ayuda de los hermanos todavía menesterosos de Jesús, el Conci-
continuación al recordarnos el amoroso y maternal cuidado con lio nos hace ver en ella la justificación de algunos títulos con
que nos ayuda en nuestra difícil peregrinación y nos auxilia en que tradicionalmente es aclamada e invocada María. Por eso,
las angustias y peligros de la vida y en la lucha contra el pe- dice, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos
cado (n.62). de Abogada, Auxiliadora, Ayudadora, Mediadora.
Los tres primeros expresan preciosas modalidades de la ac-
Condición del influjo maternal de María.—Mas, con ser múl- tuación maternal de la Virgen en nuestro favor y corresponden
tiple y potentísima la intercesión maternal de María, ¿se reduce a muy bien a la descripción que de ella acaba de dar el Concilio.
ella su influjo maternal en la dispensación de las gracias? Si fue- El título de Mediadora, enumerado en cuarto lugar, no entra por
ra así, ella propiamente no las otorgaría, aunque sería la causa igual, y menos como último, en la declaración conciliar, sino
moral de que Dios las otorgara. N o habría, pues, una influencia como reclamado y conclusivo de los otros tres. De esos tres, y
directa y personal de María en la vida de sus hijos. 59
Véase sobre la influencia de María en las almas el interesantísimo estudio del
Por descontado que la actuación y el poder de intercesión P. SERAFÍN MATELLÁN, C. M. F., Presencia de María en la experiencia mística (Ma-
drid 1962) p.219. Hallará también el lector en este libro muy rica bibliografía,
p.211-219.
SANTO TOMAS, 2-2 q.83 a.llc.
C.8. La Virgen María. 62 1029
1028 Marceliano Llamera, O. P.
mediación de María. A pesar de este pesar, la realidad no podía
de los innumerables que se podrían aducir, tomados de la liturgia ser pasada en silencio. Pensaron, en cambio, muchos y forcejearon
de la Iglesia y de la literatura mariana y, sobre todo, de labios cuanto pudieron para que, al menos, se omitiera el título. De he-
del pueblo y de los monumentos de la creencia y de la piedad cho no se le dio entrada en el capítulo hasta el textus emendatus
popular que son las advocaciones de los santuarios, de las imá- presentado a la deliberación de los Padres conciliares. En el pre-
genes, etc., de la Virgen. Esa letanía innumerable de títulos y cedente, llamado prior, se incluía vacilantemente el término me-
advocaciones, de la que es pobre compendio la llamada lauretana, diatio 62, pero excluyendo todavía el título Mediatrix. En el emen-
es magnífico testimonio de la convicción universal cristiana sobre datus tampoco se propone sin más, sino un poco aguado para que
la indecible perfección y el indecible poder y bondad de la Vir- no hiciera daño. Era ésta la fórmula: «Por eso la Iglesia acos-
gen Madre de Dios y Madre de los hombres. Magnífico e irre- tumbró enaltecer a la Santísima Virgen, además de con otros tí-
cusable testimonio de la común, firme y cordial persuasión cris- tulos, con el título de Mediadora» °\ Y añade inmediatamente que
tiana de la mediación maternal de María y de su ilimitada uni- se entienda de modo que quede a salvo la dignidad y la eficacia
versalidad. A propósito de los nombres de Cristo, dice fray Luis de Cristo, único Mediador. En la discusión conciliar hubo sus más
de León que son tantos a causa de «su mucha grandeza y los y sus menos sobre el ttíulo, y, por fin, quedó en el texto con la
tesoros de sus perfecciones riquísimas, y juntamente la muche- buena compañía de los otros tres ya sabidos.
dumbre de sus oficios y de los demás bienes que nacen de él y Si del nombre volvemos a la insoslayable realidad, darían
se derraman sobre nosotros. Los cuales, así como no pueden ser pena esas historias (que fueron mucho más largas), si no estu-
abrazados con una vista del alma, así mucho menos pueden ser vieran inspiradas por el noble afán de atraer y unir a los sepa-
nombrados con una palabra sola» 8°. Esta misma, proporcional- rados (obra también de mediación...!).
mente, es la causa de la incontable muchedumbre de nombres que Esta realidad o función mediadora, como consustancial que
usa el pueblo cristiano para expresar la grandeza impar de María
es a la misión maternal de María e inseparable, por tanto, de
y particularmente las manifestaciones de su maternal solicitud por
ella, la acompaña siempre y recorre de punta a cabo todo el ca-
los humanos. No hay nombres bastantes para significar adecua-
pítulo conciliar. Desde la encarnación para siempre María es Me-
damente las riquezas de gracia que derrama sobre los hombres
la mediación maternal de María. El Concilio ha sido parco al diadora, esto es, unidora de Dios con los hombres^. Mediadora
recordar sólo cuatro. Pero tenía que serlo. Porque, de abrigar o unidora como Madre de Dios, como Madre de los hombres,
otro intento, hubiera tenido que decirnos con Gonzalo de Berceo: como Asociada, como Cooperadora, como nueva Eva, como Co-
rredentora, como Intercesora, como Dispensadora de las gracias.
«Sennores <e a m i g o s : en vano contendemos. Mediadora siempre. Y así, con los nombres que sea, aparece siem-
Entramos en g r a n d pozo, fondo nol trovaremos. pre en la declaración conciliar. Como es. Y esto es lo que cuenta.
M a s serían los sus nomnes que nos della leemos El título cuenta menos, aunque, por ser tan verdadero y de tan
Q u e las flores del campo del más grand q u e sabemos» " .
venerable tradición, no podía ser omitido sin mengua y sin
D) Madre Mediadora agravio.
La idea de la mediación, constante en el capítulo, domina os-
Volvamos al título de Mediadora. Es preciso para descubrir tensiblemente la preocupación de los redactores en esta sección
su excepcional significación en el capítulo conciliar. Esta signi- segunda, por más que sigan esquivando el nombre explícito, muy
ficación e importancia nos pasaría inadvertida si nos atuviéramos bien suplido por el de misión maternal hacia los hombres. De
a la mera enumeración del título entre otros varios, como apare-
62
ce en el número 61 que comentamos. Hay mar de fondo bajo Decía así: «Sic eius in ordine gratiae cooperatio et mediatio (vel: in ordine
gratiae maternitas) indesinenter perdurat» (n.50).
esta superficie. 63
Decía así: «Propterea M. María Virgo in Ecclesia, praeterquam alus, etiam
titulo Mediatricis condecoran consuevit» (n.54).
Ya dijimos que todo este capítulo, y particularmente esta sec- 64
Dice bien Laurentin: «L'essentiel en cette matiére tient en ceci: le role originel
ción, fueron elaborados sin perder un momento de vista a los et fundamental de Marte, celui de VAnnontiation, fut un role médiateur. Et cet mo-
ment de l'histoire du salut n'est pas abolí. II est la racine vivante de la Rédemption
hermanos protestantes ni olvidar su viva prevención frente a la dans le Christ. Notre contemplation, dans la liturgie et ailleurs, en tire inépuisa-
blement tes fruits. La Vierge était et reste a l'orígine du Mystére de l'Incarnation et
60
Los nombra de Cristo, en Obras castellanas (BAC, 1944) p.40i. de tout ce qui en derive. Cette médiation originelle garde un sens et une valeur pour
61
Puede verse GARCÍA GARCÉS, Títulos y grandezas de María ).t e d. (Madrid tout ce qui en decoule. Lorsque nous récevons le Christ, c'est toujours le Dieu né
1959) c . l l . de Marie...» (La Vierge au Concile p.121-122).
1030 Marceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen María. 62 1031
hecho, como vimos, todo el número 60 y buena parte del 62, que que, apoyados en esta protección maternal, se unan más intimamente al
ahora nos ocupa, tratan de mostrar la legitimidad dogmática de Mediador y Salvador.
la mediación de María, designada con muchas fórmulas, como Las afirmaciones son tan claras como preciosas y no demandan
«influjo salvífico», «asociación», «cooperación», «maternidad de glosa. Pero se verán mejor destacándolas y repasándolas una
gracia», «intercesión», «protección maternal»... por una.
Se equivocaría, pues, del todo en todo quien pensara que la 1.a La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio
mediación de María se reduce en el capítulo mariano conciliar subordinado.—Este oficio es la Mediación de María y es en sí
al titulito tímidamente incluido en el número 61. Este título mismo subordinado a la Mediación principal de Cristo, como vi-
llama, al fin, por su nombre a lo que con otros muchos ha sido mos. La Iglesia no ha dudado en atribuírselo a María, como prue-
enseñanza sustancial de toda la declaración, como es realidad ban los documentos indicados en las notas 16 y 17 del texto "
sustancial del misterio de María. y otros innúmeros que se omiten.
De todo saca bienes Dios. La explicitud que se ha regateado 2.a Lo experimenta continuamente.—Es una afirmación que
a la mediación la ha ganado la maternidad espiritual de María. refleja el sentimiento más hondo y cordial de toda la Iglesia.
Y yo creo que es una verdadera ganancia. No hay desavenencia, Tiene, además, la Iglesia muy larga y muy gloriosa historia de
sino complementación entre los títulos significativos de la misión la mediación maternal de María.
salvífica de María. Algunos de ellos, como el de Asociada, nueva
Eva, Corredentora, Mediadora, en su sentido extensivo y más 3.a Lo recomienda al corazón de los fieles.—La Mediación
amplio, pueden significar toda la misión soteriológica de María. maternal de María es una verdad católica, pero es una verdad
Esta latitud de significación se debe reconocer especialmente a la que habla al corazón cristiano como don que es del más suave
Mediación, de la que decía, no sin razón, el P. Bover que era amor divino. Así lo advertimos ya con anterioridad. Cristo nos
«una verdadera síntesis de la Soteriología Mariana»e". Unir a ha dado por Madre a su misma Madre. La Madre de las madres
Dios con los hombres es, efectivamente, la síntesis de la misión vela por nosotros como por hijos entrañables.
salvífica de María. Sin embargo, el concepto y título de media- 4.a Para que, apoyados en su protección maternal, se unan
ción, aunque nos da el sentido y la realidad genérica de la inter- más íntimamente al Mediador y Salvador.—Es toda la razón de
vención soteriológica de María, no nos da su sentido y realidad ser de la Mediación maternal de María. «El mediador media
específicos; porque María, efectivamente, es unidora con Dios, —dice Santo Tomás—uniendo a los separados» 68. María media
pero no como quiera, sino como Madre, y el resultado de su facilitando con su ayuda maternal la unión a Jesús de los sepa-
influjo salvífico es, efectivamente, la unión de los hombres con rados y la más íntima unión de los ya unidos. Pablo VI evoca y
Dios, pero una unión que es verdadera regeneración divina. completa así este pasaje conciliar: «El género humano hallará en
María es, pues, Mediadora, porque nos une con Dios; pero nos Nuestra Señora la puerta por la que vino al mundo la luz, la
une con Dios porque es nuestra Madre. Es, pues, Mediadora por- justicia, la paz, la libertad, la dulzura. Apoyados los cristianos en
que es Madre. La maternidad universal de María, su maternidad esta protección maternal, se unirán más íntimamente al Mediador
de Cristo y de los cristianos, es el título que expresa en toda su y Salvador, Jesucristo, para vivir más intensamente con El y por
realidad el ser y la misión salvífica de María. Todos los demás El la unión entre sí mismos"'.
títulos son consecuentes: Madre Asociada, Madre Corredentora,
*7 Cf. DRUWÉ, E., S. I., La médiation universelle de Marie, en María (Manoir)
Madre Intercesora, Madre Mediadora ". I (París 1949) p.417-572; ÁNGEL LUIS, C. SS. R., Maria, omnium gratiarum Media-
trix: Conclusiones Mariologicae (Madrid 1962) p.111-182; ALFONSO RIVERA, C . M . F . ,
La mediación de María en la tradición cristiana antigua: EphMar 15 (1965) 21-48
68
CONCLUSIÓN 3 Sent. d.19 a.2; cf. 3 q.26 a.le.
68
Radiomensaje al Congreso Int. Mar. Santo Domingo 196S.
¡Qué bien suena ahora la conclusión que corona estos tres
medulares números comentados! Hay que releerla:
La Iglesia no duda en atribuir a María tal oficio subordinado, lo ex-
perimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles, para
65
María, Mediadora universal (Madrid 1946) p.433.
66
Cf. en nuestro estudio Maternidad espiritual de María p.l28ss.
1032 Marceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen María. 63-64 1033

visto, la Virgen, por su misión de maternidad universal, coopera


3. María, tipo y ejemplar maternal de la Iglesia * eficientemente con Cristo a la vida de la Iglesia, por su misma
63. La Bienaventurada Virgen, por el don y la prerrogativa perfección de Madre divina y espiritual modela o ejemplariza esa
de la maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, misma vida eclesial. No es sólo Madre, sino Modelo maternal de
y por sus singulares gracias y dones, está unida también intima- la Iglesia.
mente a la Iglesia, ha Madre de Dios es tipo de la Iglesia, como
ya enseñaba San Ambrosio, a saber: en el orden de la je, de la
El texto conciliar es copioso en este tema y se presta a una
caridad y de la perfecta unión con Cristo. Porque en el misterio extensa e interesante explanación. La nuestra, sin embargo, será
de la Iglesia, que con razón también es llamada madre y virgen, breve, porque lo es el espacio que nos resta en este comentario.
la Bienaventurada Virgen María la precedió, mostrando en jorma El prototipo y supremo ejemplar de la humanidad, restaurada
eminente y singular el modelo de la virgen y de la madre, pues
creyendo y obedeciendo engendró en la tierra al mismo "Hijo del es el Hombre-Dios, Jesucristo. A su sublime modo lo decía así
Padre, y esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espí- San Pablo: «El Padre nos trasladó al reino del Hijo de su amor,
ritu Santo, como nueva Eva, prestando je, no adulterada por duda en quien tenemos la redención y la remisión de los pecados, que
alguna, no a la antigua serpiente, sino al mensajero de Dios. Dio es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura... El
a luz al Hijo, a quien Dios constituyó como primogénito entre
muchos hermanos (Rom 8,29), a saber: los fieles, a cuya genera- es la cabeza del cuerpo de la Iglesia; El es el principio, el pri-
ción y educación coopera con materno amor. mogénito de los muertos, para que tenga la primacía sobre todas
las cosas» (Col 1,1.13-15.18). Jesucristo, imagen esplendorosa de
64. Ahora bien, la Iglesia, contemplando su arcana santidad
e imitando su caridad, y cumpliendo fielmente la voluntad del Pa-
la deidad como Verbo del Padre, y lleno de gracia y de verdad
dre, también ella es hecha Madre por la palabra de Dios, jiel- como hombre divinizador, es el Modelo absoluto de los hombres
mente recibida; en efecto, por la predicación y el bautismo en- nuevos: de los cristianos. He aquí el ejemplar de la humanidad
gendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por cristianizada: de la humanidad hecha Iglesia. En fórmula paulina
el Espíritu Santo y nacidos de Dios. Y también ella es virgen
que custodia pura e íntegramente la fe prometida al Esposo, e
diríamos que todos los predestinados lo han sido a ser conformes
imitando a la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu San- a la imagen del Hijo de Dios (Rom 8,29).
to conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la sin- Mas con la encarnación y para la encarnación fue predestina-
cera caridad.
da la Virgen María, y esta predestinación, como vimos, la hacía
Los números 63-65 componen una segunda parte de esta se- no sólo Madre de Cristo, sino Madre de los cristianos. Por su
gunda sección del capítulo mariano, que esclarece el influjo o misión maternal es tabernáculo viviente del sol de la gracia que
causalidad ejemplar de la Virgen sobre la Iglesia. Si, como se ha es su Hijo. Este sol iluminador y vivificador iluminará desde ella
<y con ella. Se comprende que al gran vidente se le mostrara ves-
» BIBLIOGRAFÍA: C. BALIC, Autour du theme Marie et VÉglise: Soc. Cañad.
Ét. Mar. Journées 1957 (Ottawa 1958) p.135-148; ID., Mafia, Madre e tipa de la tida del Sol. ¡Cuánto se ha dudado si la maravillosa Mujer del
Cbiesa: Divinitas 8 (1964) 142-147; COATHALEM, S. I., te parallelisme entre la Apocalipsis sería María o sería la Iglesia! Son las dos, porque
S. Vierge et VÉglise dans la tradition latine jusqu'á la fin da Xll® siecle (Romae
1954); K. DELAHAYE, María as typus der Kirche: Wis. und Weish 12 (1949) 79-92; las dos resplandecen por la posesión del sol divino y la luz dei-
A. EGUILUZ, María, prototipo y madre de la Iglesia: VyV 23 (1965) 5-52; ENRI-
QUE DEL S. CORAZÓN, O. C. D., Comparación entre la maternidad espiritual de formante de su gracia. Pero María primero, que recibe y posee
Marta y la maternidad de la Iglesia: EstMar 20 (1959) 207-262 J. ESQUERDA, La a Jesús como Madre, y luego la Iglesia, que recibe y posee a Jesús
maternidad de María y la sacramentalidad de la Iglesia: EstMar 26 (1965) 231-274;
A. M. FLEURY, O. P., Virginité de VÉglise. Virginité de Marie: EtMar 11 (1953) por María. Por su misma predestinación, María va delante para
29-49; N . GARCÍA GARCÉS, C. M. F., La Virgen nuestra Madre y nuestra madre la
Iglesia: EstMar 26 (1965) 311- 339; S. GONZÁLEZ, O. P., Maternidad de María y que la Iglesia vaya después. María recibe anticipadamente al lleno
maternidad de la Iglesia: EstMar 18 (1957) 305-319; J. LÍGUYER, C. S. Sp., Marie
el VÉglise comme Mere et Épouse du Christ: EtMar 10 (1954) 23-41; M. LLAMERA. de gracia y de verdad, y lo recibe con tal colmo y plenitud, que
La maternidad y la Asunción de María: CiTom 77 (1950) 105-144; P. RÉGA-
MEY, O. P., La Sainte Vierge, figure de VÉglise: Cahiers de La Vie Sprritueüe
toda la donación a los demás será difusión y semejanza de la
(1946); M. PHILIPON, O. P., Maternité spirituelle de Marie et de VÉglise: EtMar suya. Cristo hizo de María una preiglesia: una iglesia anticipada
10 (1952) 63-86; W. SEBASTIAN, O. F. M., La cooperation de Marie et de VÉglise
a la Redemption selon les Peres de VÉglise: Soc. Cañad. Ét. Mar. Journées 1958 y maternal, que sería origen y modelo de la Iglesia universal.
(Ottawa 1961) p.39-73; T. SCHNEIDER, María ais typus der Bkklesia und Vorbild María es una Iglesia personal, que modela a la Iglesia colectiva.
der christlichen Frau: Sit. und Moucht, 8,20-43; P. SEMMELROTH, S. I., Urbild der
Kirche: Echter Verlag (Wurzburg 1950); J. SOLANO, S. I., María y la Iglesia en los No sólo Madre, sino Modelo maternal de la Iglesia. Qué sabias
Padres occidentales: EstMar 18 (1957) 187-206; S. TROMP, S. I., Ecclesia sponsa,
virgo mater: Gr 18 (1937) 3-29; M. THURIAN, Marie, Mere du Seigneur, figure de aplicaciones bíblicas hace ésta en su liturgia: «Desde el principio
VÉglise (París 1962); I. VODOPIVEC, María, typus et Mater Bcclesiae, en Alma Socía y antes de los siglos me creó y hasta el fin no dejaré de ser. En
Christi vol.9 (1953) 255-294; C. VOLLERT, S. I., María y la Iglesia, en CAROL.
Mariología (BAC. Madrid 1964) p.921-966. el tabernáculo santo delante de él ministré. Y así tuve en Sión
1034 Marceliano Llantera, O. P. C.8. La Virgen Marta. 63-64 1035

morada fija y estable, reposé en la ciudad de El amada. Eché raí- Y el intento eclesializador del misterio mariano llegó a erigirse
ces en el pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad... en sistema de explicación integral de María por la Iglesia en el
Como vid eché hermosos sarmientos, y mis flores dieron sabrosos llamado eclesiotipismo mariológico. Sistema radicalmente inadmi-
y ricos frutos. Yo soy la madre del amor hermoso, del temor, sible, porque el misterio de María trasciende incomparablemente
de la ciencia y de la santa esperanza. Venid a mí cuantos me el de la Iglesia y no puede ser reducido, sin desnaturalizarlo esen-
deseáis y saciaos de mis frutos...» (Eccli 24,14-16.24-25). La cialmente, a los límites eclesiales ". Impone, además, un justo
predestinación maternal de la Virgen, junto con la de Cristo, su recelo el notorio parecido entre la mentalidad que preside este
divino Hijo, incluía y ejemplarizaba la de todos los predestina- sistema eclesiotipista y la concepción meramente eclesial de María
dos. «Así, María—dice el P. Schillebeeckx—es el arquetipo de en el protestantismo ". N o es, en cambio, justificada la acusación
toda la Iglesia, y la Iglesia no es todavía plenamente Iglesia más que los autores aludidos dirigen a quienes explican fundamental-
que en ella. La significación de tipos, tipo o arquetipo, que los mente a María por su esencial relación maternal con Cristo, y
Padres gustan de emplear en este sentido, no se reduce a ser sola- que ellos llaman cristotipistas, de que separan y distancian a María
mente un ejemplo o modelo. El sentido es netamente más rico. de la Iglesia. N o lo es, porque, como hemos visto, es la misma
Designa, ante todo, una figura humana, una persona cuya historia maternidad que une a María con Cristo la que la entraña con
y condición final manifiesta las intenciones salvífkas de Dios su Cuerpo místico, que es la Iglesia. Cristo, que es la razón de
sobre el pueblo elegido. Lo que Dios proyecta para su Iglesia ser de María, es también la razón de la esencial proyección ecle-
lo manifiesta claramente en la imagen acabada de la Virgen- sial del misterio mariano. Esta proyección es del todo manifiesta
Madre» ,0. en los oficios soteriológicos de María. N o cabe mayor despropó-
La comparación entre María y la Iglesia ha sido tema predo- sito que ver en la maternidad espiritual de María una separación
minante en la producción mariológica de los tres últimos lustros. y un distanciamiento entre ella y la Iglesia. ¿Cómo puede sepa-
En ella se han pesquisado afanosamente y hasta con exageración rarlas lo que las aglutina en una misma vida?
las coincidencias entre el misterio mariano y el misterio eclesial: Hechas estas salvedades, reconocemos como legítimo y debido
entre María y la Iglesia. Hasta con exageración, decimos, porque el empeño en mantener y en presentar unidas a María y a la Igle-
el empeño de sorprender y engrandecer semejanzas entre ellas sia, y como muy laudable y fructuoso el esfuerzo que se ha reali-
ha silenciado o minusvalorado las sustanciales desemejanzas que zado para esclarecer el alcance típico y ejemplar que tiene para
las diferencian (bien que no las distancian ni menos las contra- la Iglesia el misterio de María.
ponen, sino que las relacionan y las compenetran). Así, por ejem- Este es el que se complace en declararnos el sagrado Concilio,
plo, se ha insistido fundadamente en la grandeza de la fe en la como brevemente vamos a ver.
vida de María, que tanto la asemeja a la Iglesia, que «peregrina
en la fe»; pero se ha minusvalorado la grandeza de su divina
1) RAZÓN GENERAL DEL MARIANOTIPISMO
maternidad—grandeza de sus grandezas—porque no la comparte
con la Iglesia. La fe misma de la Virgen ha sido a veces desna- Notemos antes de entrar, para entrar bien, que la virtualidad
turalizada, en la idea de que se la hacía más auténtica y más si- de tipo y ejemplar que María posee y ejerce sobre la Iglesia no
milar a la nuestra, haciéndola más ignorante ". Los mismos oficios puede llamarse eclesiotipismo (explicación de María por la Igle-
y títulos soteriológicos marianos, como la corredención, la media- sia), sino marianotipismo, que explica a la Iglesia por María.
ción, la maternidad espiritual, se han identificado o se han pre- Este es el verdadero y ponderado por el Concilio.
sentado como englobados en la cooperación salvífica de la Iglesia.
72
D. FERNÁNDEZ, C. M. F., Marta y la Iglesia en la bibliografía alemana:
70
EstMar
73
18 (1957) 55-107.
71
Marie, Mere de la Rédemption (París 1963) p.128. «El protestantismo ortodoxo—dice Ch. Moeller—afirma dos cosas: María está
Cf. LLAMERA, O. P., ¿Cuándo conoció la Virgen la divinidad de su. Hijo?, en en los límites de la Iglesia; además ocupa un lugar tal, que puede ser llamada
Mariología en torno al Concilio: EstMar 26 (1965) 139-230. una figura de la Iglesia; pero permanece enteramente de nuestro lado... El pastor
El P. M. J. Nicolás. O. P., en su reciente libro, dice a este propósito: «Ceux Thurian escribe; La teología reformada quiere conservar a María en la Iglesia y
que disent que la Vierge, image de l'Église, eut besoin—et celle-ci également—d'un acusa al catolicismo de sacarla afuera y colocarla encima y ante la Iglesia... Ade-
progrés pour en venir á croire en la Divinité du Christ, tirent une conclusión exa- más, María es figura de la Iglesia porque es perfectamente creyente y obediente al
geré d'un principe fort juste. Car ni la Vierge, ni l'Église n'ont existe, l'une com- mismo Salvador. Y directamente no se puede admitir una maternidad espiritual de
me Mere, l'autre comme Épouse, sans croire au Fils de Dieu, au sens vrai du María con respecto a la Iglesia ni atribuirle un papel soteriológico» (Mentalidad
mot...» (Tbeotocos [Tournai 1965] p.199). Cf. G. PHILIPS, De Mariología in con- moderna y evangelizarían [Barcelona 1964] p.209-210). Cf. I. RIUDOR, S. I., La
textu hodiernae theologiae, en De Mariología et Oecumenismo (Rotnae 1962) p . l l . mariología en el protestantismo actual: EstMar 22 (1961) 113-114.
1036 Marceliano Humera, O. P. C.8. La Virgen María. 63-64 1037

Y empieza por indicarnos su razón y fundamento, que es la \no le corresponden a la Iglesia, aunque ésta es también imitada
maternidad divina de María con las singulares gracias y dones y revivida en ella con innumerables consagraciones virginales a
que lleva consigo. «La Bienaventurada Virgen, por el don y la Jesús. La segunda, porque la fecundidad que poseen María y la
prerrogativa de la maternidad divina, con la que está unida al Iglesia como Esposas de Cristo y Madres de los cristianos les vie-
Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida ne de la unión con Cristo por las virtudes de la gracia: por la
también íntimamente a la Iglesia» (n.63). La unión de María con fe, la esperanza, el amor, la obediencia.
Cristo por el don y la prerrogativa y el ejercicio de su divina Veamos ya el parecido materno-virginal de María y la Iglesia.
maternidad la antepone y sobrepone a la Iglesia, y por eso mismo Se apreciará mejor confrontando su respectiva descripción con-
la hace tipo de lo que ésta debe ser también para Cristo. Al mis- ciliar.
mo tiempo, la singularidad de las gracias y virtudes de María la
N.63 ...«Porque en el misterio N.64. «Ahora bien: la Iglesia,
hacen ejemplar de imitación en el ideal de santidad que debe de la Iglesia, que con razón es Ha- contemplando su arcana santidad e
animar la vida de la Iglesia. mada también madre y virgen, la imitando su caridad, y cumpliendo
El Concilio insinúa en este primer párrafo dos modalidades Bienaventurada Virgen María la fielmente la voluntad del Padre,
precedió, mostrando en forma emi- también ella es hecha Madre, por
de ejemplaridad en María respecto de la Iglesia. María puede nente y singular el modelo de la la palabra de Dios fielmente reci-
ser considerada en su ser y misión esencial de Madre de Cristo virgen y de la madre, pues, creyen- bida; en efecto, por la predicación
y de los cristianos, y en la vida moral de gracia y virtud que co- do y obedeciendo, engendró en la y el bautismo engendra para la vi-
rresponde a su excelsa condición y que efectivamente cumplió con tierra al mismo Hijo del Padre, y da nueva e inmortal a los hijos con-
esto sin conocer varón, cubierta con cébidos por el Espíritu Santo y na-
arcana santidad. A su vez, la Iglesia puede ser considerada en la sombra del Espíritu Santo, como cidos de Dios. Y también ella es
su ser y misión de esposa y cooperadora de Cristo, y en la vida nueva Eva, prestando fe, no adulte- virgen que custodia pura e integra-
moral de gracia y santidad que le corresponde en todos sus fieles, rada por duda alguna, no a la anti- mente la fe prometida al Esposo, e
miembros de Cristo, que deben configurarse con Cristo, su divina gua serpiente, sino al mensajero de imitando a la Madre de su Señor,
Dios. Dio a luz al Hijo, a quien por la virtud del Espíritu Santo
Cabeza. Pues bien: María es modelo de la Iglesia en lo uno y Dios constituyó como primogénito conserva virginalmente la fe ínte-
en lo otro: entre muchos hermanos, a saber: gra, la sólida esperanza, la sincera
— en su ser y misión maternal-virginal, del ser maternal y los fieles, a cuya generación y edu- caridad»,
cación coopera con materno amor».
virginal de la Iglesia;
— y en su vida perfectísima de santidad, de la vida santa 2.a Cómo fue María madre y virgen.—La complejidad y ri-
que obliga a la Iglesia. El primer parecido mariano-eclesial po- queza del misterio la ha recogido el Concilio en una formulación
dríamos llamarlo ontológico, como constitutivo que es de su ser de contextura también compleja y hasta complicada, pero que
y misión esencial; el segundo puede ser llamado moral. El pri- tiene el mérito de la densidad y la concisión. Lo entenderemos
mero lo expone el Concilio en los n.63 y 64. El segundo en mejor destejiendo las verdades:
el n.65. a) En el misterio de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo,
al cual también María pertenece, María precede a la Iglesia y es
• 2) MARÍA, MODELO DE LA IGLESIA EN SU CONDICIÓN modelo eminente y singular para ella de Virgen y de Madre.
DE MADRE Y VIRGEN El Concilio subraya una vez más la pertenencia de María a
la Iglesia. Pero una vez más lo hace con la debida precaución.
1.° Enunciado general.—Por su maternidad virginal, que, María no sólo pertenece a la Iglesia, sino que, puestos a compa-
cumplida en la perfección de la fe y del amor, la unía perfecta- rar, pertenece a ella antes y más que la Iglesia misma. Y esto
mente a Cristo, la Virgen es tipo o modelo de la Iglesia, que, parece un lío y, si nos descuidamos, lo es. Porque la Iglesia pue-
unida fielmente a Cristo, es también llamada con razón Madre de entenderse adecuadamente, y entonces comprende a la Iglesia
y Virgen. comúnmente dicha de los fieles o pueblo de Dios, a María y al
¿Por qué dice el Concilio que este asemej amiento es en el mismo Cristo, que es su Cabeza. Mas el término Iglesia tiene fre-
orden de la je, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo? cuentemente una significación inadecuada e incompleta, refirién-
Puede decirlo por dos causas. La primera, porque María posee dose a la Iglesia de los fieles, de la que María es Madre. La Igle-
una maternidad física de Cristo y una virginidad físico-moral que sia, así entendida, no incluye a María como una parte más, ni,
1038 Marceliano Llantera, O. P. C.8. La Virgen María. 63-64 1039
por tanto, compromete con sus condiciones las de María. El Con-, \de los hombres. La fe engendra la fe y con ella la vida, de la
cilio en este lugar habla del misterio de la Iglesia en sentido/ Ifjue es raíz. Y en esta línea de pensamiento, ¿cómo no reconocer
adecuado, y por eso dice que en el misterio de la Iglesia la Virj la fecundidad admirable de la fe de María? Fue la fe de la Vir-
gen precede a la Iglesia. ¡ gen la puerta de entrada del Verbo divino en la humanidad. Ella,
Es también muy importante advertir la eminencia y la singu- como nos ha recordado el Concilio (n.53), en el anuncio del ángel
laridad con que María es Madre y Virgen y, en virtud de ellas, recibió al Verbo en su corazón antes que en su seno. Fue la fe
modelo de la maternidad y de la virginidad de la Iglesia. N o se el seno virginal en que recibió primeramente María al Hijo de
trata de identidad ni de univocidad ni de equiparancia en ser Dios. De este modo, por la fe de la Virgen al mensajero divino,
Madres y Vírgenes, sino de una semejanza relativa, aunque ver- comenzó a morar el Verbo a la vez en la carne y en el espíritu
dadera. de la humanidad. Una fe doblemente maternal de María engen-
b) María posee una doble maternidad: dró al Verbo en la carne y en el espíritu del linaje humano. La
— divina y corporal respecto de Cristo, pues, «creyendo y fe de la Virgen fiel la hizo para siempre Madre de los fieles en
obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre»; la encarnación. Comentando el famoso pasaje agustiniano citado
— y espiritual, pues «dio a luz al Hijo, a quien Dios consti- por el Concilio en el n.53 y aludido en este n.63, nota bien Lau-
tuyó como primogénito entre muchos hermanos, a saber: los fie- rentin: «Gracias a esta perspectiva de los Padres, sorprendemos
les, a cuya generación y educación coopera con materno amor». nosotros la unidad entre maternidad divina y espiritual: por un
De una y otra maternidad trata el Concilio en propios luga- acto teologal—el fiat de la anunciación—vino a ser María Madre
res. Ahora basta destacarlas por el cotejo que va proponiendo con de Dios, y por ese mismo fiat a las dimensiones de la salvación
la maternidad de la Iglesia. anunciada por el ángel contribuyó como nadie, tanto en hondura
c) María posee una doble virginidad: como en universalidad, a que «los fieles nazcan en la Iglesia»,
— física, correspondiente a su maternidad divina, pues «en- de la que Cristo es la Cabeza» '". En Belén, en Cana, en el Calva-
gendró al Hijo de Dios sin conocer varón, cubierta con la sombra rio, en el Cenáculo, ¿no fue la Virgen, por su fe, Madre de la
del Espíritu Santo»; Iglesia ?
— y moral y teologal, efectiva de su maternidad espiritual,
3.° Cómo es Madre y Virgen la Iglesia, (n.63).—Descritas
pues fue «como nueva Eva, prestando fe, no adulterada por
la maternidad y la virginidad ejemplares de María, nos describe
duda alguna, no a la antigua serpiente, sino al mensajero de
el Concilio la maternidad y la virginidad de la Iglesia, que las de
Dios...».
María ejemplarizan. Pero la copia es incompleta, apenas mediada.
También había hablado ya el Concilio de estas dos virginida-
De las dos maternidades de María, sólo una, la espiritual, tiene
des (n.56 y 57). ¿Qué significa esta segunda virginidad? Reléanse
semejanza en la Iglesia. La divina es exclusiva de María. Tu sola
los textos y se verá que significa una inviolable fidelidad en la
genuisti tuum sanctum genitorem ,s. Análogamente, de las dos
adhesión teologal a Cristo: fidelidad en la fe, en la esperanza, en
virginidades, sólo una se reproduce en toda la comunidad ecle-
la caridad. Fidelidad consecuente en la obediencia a los designios
sial, la teologal, aunque también la otra, como ya dijimos, tenga
divinos. Esta virginidad o fiel y exclusiva pertenencia al Señor
amplia imitación en la Iglesia.
la refiere el Concilio especialmente a la fe, porque es la adhesión
primera y fundamental a Cristo. Veamos el trasunto eclesial de la Virgen-Madre singular.
Más difícil de comprender sería la fecundidad maternal atri- a) La Iglesia es madre y virgen por imitación de María. «La
buida a esta virginidad teologal de María. Pero no lo será mucho Iglesia, contemplando su arcana, santidad e imitando su caridad
para el lector si recuerda la función arriba señalada a las virtudes y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, también ella es
de María en su maternidad espiritual (cf. n . 6 l ) . Hay que repa- hecha Madre, por la palabra de Dios fielmente recibida..., y tam-
rar también en la virtualidad que tiene la fe, como raíz y princi- bién ella es Virgen..., imitando a la Madre de su Señor...»
pio de justificación, para la regeneración divina de las almas. Es b) La Iglesia es madre, pues «por la predicación y el bau-
la fe como el germen e iniciación de su regeneración en Dios. La 74
ha Vierge au Concite p.159.
fe, dice San Pablo, hace que «habite Cristo en los corazones». Por 78
Son conocidas las palabras de San Agustín: «Ecclesia ergo, imitans Domini
la fe permanece Cristo en la Iglesia y se introduce en las almas sui Matrem, quoniam corpore non potuit, mente tamen et mater est et virgo» (De
sacra virginitate III: PL 40,398).
1040 Marceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen María. 63-64 1041
tismo engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos conce- v 4.° Coordenación entre la maternidad espiritual de María y
bidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios». /V de la Iglesia.—Ya sabemos que la Iglesia es también Madre y
Fiel a la palabra de Dios, que es palabra de vida eterna, 1 que lo es a semejanza de María. Pero nos queda por saber algo
Iglesia contribuye principalmente a la filiación divina de los hom¡- tan importante como la coordenación entre ambas maternidades.
bres con dos actuaciones complementarias: la una, psicológica ¡y EÍ1 Concilio no es muy explícito en este punto, objeto todavía de
teologal, que es la predicación de la verdad divina, y la otra, una difícil elaboración teológica. Sin embargo, sus enseñanzas nos
sacramental, que es la administración del bautismo regenerador. encaminan hacia la solución.
Ambas actuaciones se complementan. Por la predicación, el hom- a) La maternidad espiritual de María y la de la Iglesia co-
bre se hace creyente y queda como concebido en la vida divina, operan con Cristo, bajo la acción del Espíritu Santo, a la regene-
cuyo germen es la fe, y por el bautismo, que incorpora a Cristo ración divina de los hombres (n.61.63.64).
e inserta en Dios, se hace ya hijo de Dios : \ b) La maternidad espiritual de María es anterior, más emi-
c) La Iglesia es virgen, pues «custodia pura e íntegramente nente y tipo de la maternidad de la Iglesia.
la fe prometida al Esposo, e imitando a la Madre de su Señor, c) La maternidad espiritual de María, iniciada en la encar-
por la virtud del Espíritu Santo, conserva virginalmente la fe ín- nación, confirmada y consumada en el Calvario, continúa por su
tegra, la sólida esperanza, la sincera caridad». influjo salvífico hasta «la consumación perfecta de los elegidos»
Con lo dicho anteriormente de la virginidad de María es fá- (n.58.61.62).
cilmente inteligible esta santa virginidad de la Iglesia. Pero con- d) La maternidad espiritual de la Iglesia se verifica en su
viene reafirmar la indefectible fidelidad que asegura. El Concilio transmisión de la fe y de la gracia por la predicación y los sacra-
dice muy sabiamente que la garantía de esta guarda de «la fe mentos (n.64 y 65).
pura e íntegra prometida al Esposo» es la virtud del Espíritu é) Aunque la de María es anterior a la de la Iglesia en la
Santo, que anima y vivifica a la Iglesia. La Iglesia es inseparable etapa adquisitiva de la gracia (n.61.62), son luego siempre e in-
de Cristo. La fidelidad misma con que Cristo se da y se une a la separablemente simultáneas, pues ambas concurren al nacimiento
Iglesia garantiza la unión y la docilidad con que la Iglesia se de los hijos de Dios (n.53 y 65).
mantiene fiel a Cristo. Pablo VI ha insistido en esta santidad in- En conformidad con estas enseñanzas conciliares, parece que
violable de la Iglesia como presupuesto orientador en el empeño la coordenación de ambas maternidades puede explicarse del si-
actual de renovación eclesial: «La palabra reforma no puede re- guiente modo. Desde la encarnación hasta el Calvario, la mater-
ferirse ni a la esencia ni a las estructuras fundamentales de la nidad de María actúa con la capitalidad de Cristo en la consti-
Iglesia católica... No podemos acusar de infidelidad a nuestra tución de la Iglesia. Constituida la Iglesia a imagen y semejanza
amada y santa Iglesia de Dios, pues tenemos por suma gracia de María en condición de esposa fecunda de Cristo, la maternidad
pertenecer a ella y de ella sube a nuestra alma el testimonio de espiritual de la Iglesia coopera con la capitalidad y con la ma-
que somos hijos de Dios. N o es orgullo, no es presunción, no es ternidad espiritual de María en la incorporación de los hombres
obstinación, no es locura, sino luminosa certeza y gozosa convic- a Cristo para su divina regeneración. La maternidad espiritual
ción la que tenemos de haber sido constituidos miembros vivos de María es, pues, causa no sólo ejemplar, sino eficiente, de la
y genuinos del Cuerpo de Cristo, de ser auténticos herederos de maternidad espiritual de la Iglesia, que consiste en la cooperación
su Evangelio, de ser continuadores directos de los apóstoles, de dispositiva y ministerial, por la predicación y los sacramentos, a
poseer en el gran patrimonio de verdades y costumbres que carac- la regeneración divina de los cristianos. Esta tiene:
terizan a la Iglesia católica, tal cual es hoy, la herencia intacta
— por causa principal, a la Santísima Trinidad (Paternidad
y viva de la tradición apostólica» ".
divina) ;
78
Dice San León: «Factus est (Iesus) homo nostri generis, ut nos divinae natu- — por causa instrumental primaria, unida a la Divinidad, a
rae possimus esse consortes. Originem quam sumpsit in útero Virginis posuit in fonte
baptismatis; dedit aquae quod dedit matri, Virtus enim Altissimi et obumbratío la Humanidad de Jesucristo (Capitalidad de Cristo);
Spiritus Sancti quae fecit ut Maria pareret Salvatorem, eadem facit ut regeneret unda —• por causa instrumental asociada y unidísima a la Huma-
credentem» (Serm. 35 c.5: PL 54,211).
77
Ene. Ecclesiam suam, Ed. Mens. S. C. n.55. Cf. M. LLAMERA, O. P., La re- nidad de Cristo, a la Virgen María (Maternidad espiritual per-
novación espiritual de la Iglesia: Comentario a la ene. «Ecclesiam suam» (Ed. Men-
sajero S. C , Bilbao 1965). sonal de María);
1042 Marceliano Llantera, O. P. C.8. La Virgen María. 63 1043

•— por causa ministerial, a la Iglesia (Maternidad espiritual Sublime dignidad de la Iglesia en esta asociación a la obra di-
colectiva de la Iglesia). I toizadora de Cristo, por la que comparte y en cierto modo
Es, pues, la maternidad de la Iglesia dependiente, inferior complementa la misión maternal y esponsal de María.
y subordinada de la de María. Dependiente, porque la Iglesia fes
administradora maternal de la gracia, cuya Madre es María; infe- 3) MARÍA, MODELO DE SANTIDAD EN LA IGLESIA
rior, porque la de María es fontal y causal respecto de la mater- 65. Mientras que la Iglesia en la Beatísima Virgen ya llegó a. la
nidad de la Iglesia; subordinada, porque se ordena bajo la acción perfección, por la que se presenta sin mancha ni arruga (cf. Eph 5,
de Cristo y de la Virgen al intento regenerativo que ellos invisi- 27), los fieles, en cambio, aún se esfuerzan en crecer en la santidad
venciendo al pecado; y por eso levantan sus Ojos hacia Maria, que
blemente operan vivificando el ministerio eclesial. «De esta for- brilla ante toda la comunidad de los elegidos como modelo de
ma—dice muy bien el P. Enrique del Sagrado Corazón—se aunan virtudes. La Iglesia, reflexionando piadosamente sobre ella y con-
y solidarizan los destinos soteriológicos de María y de la Iglesia. templándola en la luz del Verbo hecho hombre, llena de venera-
En ésta, la maternidad tiene una realización ministerial y como ción, entra más profundamente en el sumo misterio de la Encar-
nación y se asemeja más y más a su Esposo. Porque María, que,
colectiva; en María, una realización primaria y personal, al ser habiendo entrado íntimamente en la historia de la salvación, en
madre en sentido propio del Cuerpo místico. cierta manera en sí une y refleja las más grandes exigencias de la
El mismo concepto de regeneración, del que la Iglesia no fe, mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes hacia
su Hijo y su sacrificio y hacia el amor del Padre. La Iglesia, a su
puede ser principio con independencia de otra virtud superior, vez, buscando la gloria de Cristo, se hace más semejante a su
aboga por la solución unitaria del problema. Porque si la Iglesia excelso modelo, progresando continuamente en la fe, la esperanza y
es realmente madre, no lo es en virtud de una acción propia y la caridad, buscando y obedeciendo en todas las cosas la divina
exclusiva, sino en virtud de la acción de María, realizada a través voluntad. Por lo cual también, en su obra apostólica, la Iglesia
mira con razón hacia aquella que engendró a Cristo, concebido
de la Iglesia. por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente para
La tradición, por su parte, reconociendo implícitamente la que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de los
unidad soteriológica de María y de la Iglesia, habla de una con- fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno,
con el que es necesario estén animados todos los que en la misión
tinuación en ésta de la acción maternal de María, a la manera apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres.
que la encarnación del Verbo fue como una prolongación de su
generación eterna. En conformidad con esto, la Iglesia dispensará La fidelidad y santidad de la Iglesia, como esposa de Cristo,
ministerialmente y en forma visible la acción maternal invisible Cuerpo místico suyo, templo inhabitado por el Espíritu Santo,
de María. familia de los hijos de Dios, no ha de hacernos pensar que es
Además, se afirma muy repetidas veces en la tradición pa- perfecta e indefectible en sus hijos, los miembros de Cristo que
trística y teológica que el Espíritu Santo comunicó a la Iglesia han de configurarse fielmente con El. Es esposa en desarrollo y
para regenerar a las almas la misma virtud que comunicó a la hermoseamiento, cuerpo en medra, templo en edificación, familia
Virgen María para ser madre del Verbo. Remitimos a los textos en crianza y formación. Aunque esposa desde el principio, sólo
tan explícitos de San León Magno, interpretados doctrinalmen- al fin será esposa cabal, a tono y gusto de Cristo, su Esposo.
te por Isaac de Stella, para quien la presencia de Cristo en la Entre tanto, se la va El formando con la propia colaboración de
Virgen María y en las almas es obra de una misma virtud sobre- ella. «Cristo, dice San Pablo, amó a la Iglesia y se entregó por
natural comunicada por el Espíritu Santificados Así, llega a ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua
afirmar sin reparo: Maria et Ecclesia, una mater et plures. Una con la palabra, a fin de presentársela a sí gloriosa, sin mancha
mater, porque en la economía de la salvación no hay más que o arruga o cosa semejante, sino sana e intachable» (Eph 5,25-27).
una gracia de maternidad, en virtud de la cual las almas son re- Por eso, como ha escrito Pablo VI, «de la conciencia iluminada
generadas. Plures, porque María poseyó y ejerció esta gracia en y operante de su propio misterio brota en la Iglesia un deseo
forma personal y plena; la Iglesia en forma ministerial y parti- de cotejar su imagen ideal—tal como Cristo la quiso, como su
esposa santa e inmaculada—con el rostro real que presenta hoy
cipada» 7S.
la Iglesia, fiel, gracias a Dios, a las líneas que su divino Funda-
78
Comparación entre la maternidad espiritual de la Virgen María y la materni-
dad de la Iglesia: EstMar 20 (1959) 207-262 p.240-41. Cf. GARCÍA GARCÍS, C. M. i., cilio: EstMar 26 (1965) 311-339; ESQUERDA, La maternidad de María y la sacramcn-
La Virgen nuestra Madre y nuestra madre la Iglesia, en Mariología en torno al Con- talidad de la Iglesia: ibid., p.231-274.
1044 Níarceliano Llamera, O. P. C.8. La Virgen Marta. 65 1045

dor le imprimió y que el Espíritu Santo vivificó y desarrolló en/ todas las virtudes, y encarnó las bienaventuranzas evangélicas pro-
el curso de los siglos..., pero nunca tan perfecta, tan bella, tan clamadas por Cristo. Por lo cual, toda la Iglesia, en su incompa-
santa y luminosa que corresponda por completo a la visión inicial rable variedad de vida y de obras, encuentra en ella la más au-
de su Autor. Brota, por tanto, un anhelo generoso y casi impa- téntica forma de la perfecta imitación de Cristo» 80.
ciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos de De San Ambrosio, y de la Iglesia, que la recoge en su litur-
sus miembros que la conciencia denuncia y refleja ante el espejo gia y en su magisterio, es la famosa frase: «Tal fue la Virgen
del modelo que Cristo nos dejó en sí» ,s . María, que su vida es norma para todos» " . Una vida la suya,
En sí y también en su santísima Madre y Madre nuestra, lle- que es en la Iglesia norma de santidad para toda vida. Porque,
na de gracia, Iglesia personal ya perfecta, en la que Cristo anti- si bien no pudo ejercitar ella en su materialidad todo el cúmulo
cipó, como en tipo y ejemplar, su Iglesia universal. Esta ejempla- de virtudes y heroísmos que realizarán los fieles en la Iglesia,
ridad de María es la que nos propone ahora el Concilio. todos son menores que los que ella realizó y en ellos estaban no
sólo ejemplarizados, sino virtualmente contenidos con maternal
A) La Virgen, modelo general de virtudes en la Iglesia virtualidad, y todos en su cumplimiento son como expansión de
ella y ejecutados con su auxilio. Bien merece el título que se le
Primero la afirmación general: «Mientras que la Iglesia en
da de Madre y Reina de todos los Santos.
la Santísima Virgen ya llegó a la perfección, por la que se pre-
senta sin mancha ni arruga, los fieles, en cambio, aún se esfuer- Todos, pues, ansiosos de santidad, hemos de levantar los ojos
zan en crecer en la santidad venciendo el pecado; y por eso le- hacia María, que parece un sol de virtudes en el cielo de la Igle-
vantan sus ojos hacia María, que brilla ante toda la comunidad sia, vestida como está del sol verdadero que es su divino Hijo.
de los elegidos como modelo de virtudes» (n.65). B) Modalidades principales de ejemplaridad
Brilla ante la comunidad de los elegidos como modelo de A esta presentación general de María como modelo de todas
todas las virtudes.—La gracia florece en virtudes y fructifica en las virtudes, añade el Concilio algunas indicaciones más particu-
obras de santidad. Por eso María, la llena de gracia, es también lares de la sublime y eficacísima ejemplaridad de María.
la llena de toda virtud, la llena de frutos de obras santas: la
Virgen Santísima. Uno de los símiles con que la elogian muchas 1.° Eficacia del misterio de María contemplado por la Igle-
veces los doctores es el de nuevo paraíso. «Plantó Yavé Dios un sia.—¡Qué divina profundidad tienen las palabras del ángel: «El
jardín en el Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien for- Señor es contigo»! Quien busca al Señor lo encuentra en su Ma-
mara. Hizo Yavé Dios brotar en él de la tierra toda clase de dre y con su Madre. Y acontece que «la Iglesia, reflexionando
árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio piadosamente sobre ella y contemplándola en la luz del Verbo
del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien hecho hombre, llena de veneración, entra más profundamente
y del mal» (Gen 2,8-9). El paraíso preparado por Dios para el en el sumo misterio de la encarnación y se asemeja más y más
nuevo Adán ostenta la belleza de sus flores y la delicia de sus a su Esposo».
frutos: toda la magnificencia de sus gracias, a la vista de la nue- Así es como se ha de contemplar a María para verla en todas
va humanidad que es su Iglesia. «No obstante, dice Pablo VI, la las dimensiones de su misterio: a la luz del Verbo hecho hombre
riqueza en maravillosas prerrogativas con que Dios la ha honra- en ella. Sin esta luz, queda a oscuras como la tierra sin la luz del
do para hacerla digna Madre del Verbo encarnado, está muy sol. ¡Cuántos la oscurecen, empeñados en mirarla sin su luz!
próxima a nosotros. Hija de Adán, como nosotros, y, por tanto, Cuando la Iglesia la contempla iluminada por su Hijo divino, se
hermana nuestra con los lazos de la naturaleza, es, sin embargo, llena de veneración. Pero, además, entra más profundamente en
una criatura preservada del pecado original en virtud de los el sumo misterio de la encarnación. Y es que Dios envió a su
méritos de Cristo, y que a los privilegios obtenidos suma la vir- Hijo «factum ex muliere»: nacido de María. La historia de los
tud personal de una fe total y ejemplar, mereciendo el elogio dogmas, de la teología y de la piedad, atestiguan elocuentemente
evangélico: «Bienaventurada porque has creído». En su vida te- cómo condiciona la filiación humana y adámica de Cristo—su fi-
rrena realizó la perfecta figura del discípulo de Cristo, espejo de liación mariana—el sentido y la penetración de la unión hipos-
80
79
PABLO VI, Dhc. clausura ses.3.a Conc. Vat. II.
PABLO VI, ene. Ecclesiam suam n.11-12. 81
La hace suya SAN PÍO X, ene. Ad diem illutn: Doc. Mar. n.492.
1046 Marceliano Llantera, O. P. C.8. La Virgen María. 65 !04:7
tática, que explica su ser de Dios-Hombre, y de su solidaridad de Cristo, «se hace más semejante a su excelso tipo, progresando
con el género humano, que explica su misión salvífica. Y ahora continuamente en la fe, la esperanza y la caridad, buscando y
viene, porque no puede faltar, el tercer misterio: el de la Iglesia obedeciendo en todas las cosas la divina voluntada.
misma, que es, como vimos, la prolongación viviente de los otros La razón de ser de María en el plan de Dios y la razón efec-
dos. El Concilio dice que al penetrar más profundamente a través tiva y real de María en su vida temporal y eterna fue y es la
del misterio de María en el sumo misterio de la encarnación, la gloria de Cristo, es decir, la verificación y el triunfo de su obra
Iglesia se asemeja más y más a su Esposo. Ese asemejamiento es salvadora. Y las condiciones de esta vida fidelísima y santísima
su misma vida. Asemejarse más y más es verificar su crecimiento de María en su destino de glorificación de Cristo se compendian:
vital hacia la plenitud de Cristo y, en El y por El, hacia toda la en su fe, mantenida a pesar de las mayores oscuridades; en su
plenitud de Dios. esperanza, salvaguardada a pesar de los mayores fracasos; y en
2." Eficacia del misterio de María, predicado y honrado.—• su amor, sostenido a pesar de los mayores sufrimientos, «buscan-
María, sigue razonando el Concilio, adentrada en lo íntimo de la do y obedeciendo en todas las cosas la divina voluntad»: hecha
historia de la salvación, reúne y refleja en sí, en cierta manera, obediente hasta la muerte, y muerte de cruz de su divino Hijo.
las más altas exigencias de la fe. Lo primero es clarísimo. La his- La Iglesia, que comparte el destino de María, lo servirá con tanta
toria de la redención es la de la espera de Cristo, hasta su veni- mayor fidelidad cuanto más se asemeje a María, reviviendo me-
da, y la de su posesión desde su llegada. Y María es la puerta jor cada día su vida de fe, de esperanza, de caridad y de abne-
de entrada de Dios en la historia de la humanidad para recondu- gada obediencia.
cirla a Dios "2. María es la dadora maternal de Dios a los hom- 4° Ejemplaridad de María para el apostolado de la Iglesia.
bres. Mas, por esto mismo, es también verdad que reúne y refleja Mas la Iglesia no sólo ha de servir con María a Cristo por la ad-
las más altas exigencias de la fe cristiana. En ella, en razón de hesión de la fe, de la esperanza, de la caridad y de la obediencia,
su divina maternidad, se refleja el misterio mismo de la Trinidad, sino que ha de revelar y continuar entre los hombres su misterio
y, como ya indicamos, el de la encarnación y el de la redención, a de salvación (cf. n.52). Y también en esta misión cristianizadora
cuya verificación y exigencias la asocia con vinculación indisolu- María es ejemplar de la Iglesia y la Iglesia debe imitar a María.
ble su misma maternidad. Imitarla, primero en su esencial cometido apostólico, pues María
Por eso, anota conclusivamente el Concilio, «mientras es pre- engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo, precisamente
dicada y honrada, atrae a los creyentes hacia su Hijo y su sacri- para que por la Iglesia nazca también en los corazones de los
ficio y hacia el amor del Padre». El misterio de María es un fieles. La Iglesia, como vimos, tiene una misión de maternidad
misterio satélite del misterio de Cristo: gira en su derredor, lo espiritual de los hombres que comparte y completa la maternidad
refleja, lo descubre, atrae hacia él. Hacia él, como es, hacia él espiritual de María. Imitarla también en el ánimo maternal que
como misterio de encarnación, de redención, de glorificación; debe informar todo el apostolado eclesial. Porque la Virgen en
hacia él como epifanía del amor de Dios a los hombres. Porque su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es nece-
de tal manera amó Dios al mundo, que lé dio a su Hijo Unigé- sario que estén animados todos los que en la misión apostólica
nito. Así, la predicación y el culto de María conduce, en defini- de la Iglesia cooperan para la regeneración de los hombres. ¡Qué
tiva, al amor del Padre. Esta atracción hacia Cristo y hacia el sublime exigencia! El afecto materno ejemplar de María es el que
Padre no la ejerce sólo el misterio de María por su natural cristo- la animaba en la generación, en la crianza, en la convivencia con
centrismo y teocentrismo, sino María misma, verificadora perpe- su Hijo y en la colaboración maternal con El para la formación
tua del fin cristiano y divino de su misterio. Mientras la Iglesia de su Cuerpo místico o regeneración divina de los hombres. Este
repara por la predicación y el culto en el misterio de María, ésta, afecto materno es el que ha de revivir la Iglesia al cooperar ma-
con maternal atracción, concentra consigo a la Iglesia en Cristo ternalmente con Jesús y con María en su obra regeneradora.
y en Dios.
Conclusión. Madre Modeladora. La función de ejemplaridad
3.° Eficacia ejemplar en la imitación de las virtudes de Ma- de la Virgen sobre la Iglesia no sólo no se contrapone a su fun-
ría.—Orientada e impulsada la Iglesia por María hacia la gloria ción de maternidad, sino que es efecto y consecuencia de ella. La
Cf. LLAMERA, I.C. en nota 71 p.146-147. perfección de la Virgen, su llenez de gracia, es una perfección
1048 José A. de Aldama, S. I. 1049
C.8. La Virgen María. 66
redundante y fontal que la hace Madre de la Iglesia, pero que Semejantes relaciones, existentes ya en sí mismas por conse-
la hace, a la par y por lo mismo, ejemplar o modelo de la vida mencia inevitable del plan divino, pueden reconocerse volunta-
filial de la Iglesia. La Virgen es modelo maternal de la Iglesia. riamente, pueden convertirse en vivencia nuestra libre y gozosa-
Y porque es modelo como Madre, no es sólo modelo, sino Madre mente aceptada. Y esa aceptación voluntaria y libremente vivida
Modeladora 8a. Citemos unas palabras que San Luis Monfort hace :onstituye nuestro culto a María.
decir al Espíritu Santo en diálogo con María: «Reproducios en De él se ocupa la constitución Lumen gentium en los dos
mis elegidos: vea yo en ellos con agrado las raíces de vuestra fe lúmeros que vamos a comentar ahora.
invencible, de vuestra humildad profunda, de vuestra mortifica-
ción total, de vuestra oración sublime, de vuestra caridad ardien- 66. María, que por la gracia de Dios, después de su Hijo, fue
exaltada sobre todos los ángeles y los hombres, en cuanto que es
te, de vuestra esperanza firme y de todas vuestras virtudes. Vos la Santísima Madre de Dios, que intervino en los misterios de Cris-
seréis en todos los momentos mi Esposa: tan fiel, tan pura y tan to, con razón es honrada con especial culto por la Iglesia. Y, en
fecunda como siempre: déme fieles vuestra fe, déme vírgenes efecto, desde los tiempos más antiguos la Bienaventurada Virgen
vuestra pureza, déme elegidos y templos vuestra fecundidad» ". es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los
fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas.
De Pío XII es este delicado pensamiento, que le obsequiamos Especialmente desde el Sínodo de Efeso, el culto del Pueblo de
al lector como recuerdo: «Todas las madres sienten suavísimo Dios hacia María creció admirablemente en la veneración y el amor,
gozo cuando ven en el rostro de sus hijos una peculiar semejanza en la invocación e imitación, según las palabras proféticas de ella
de sus propias facciones. Así también, nuestra dulcísima Madre misma: Me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque
hizo en mí cosas grandes el que es poderoso (Le 1,48). Este culto,
María, cuando mira a los hijos que junto a la cruz recibió en lu- tal como existió siempre en la Iglesia, aunque es del todo singular,
gar del suyo, nada desea más y nada le resulta más grato que el difiere esencialmente del culto de adoración que se da igualmente
ver reproducidos los rasgos y virtudes de su alma en sus pensa- al Verbo encarnado y al Padre y al Espíritu Santo, y contribuye
mientos, en sus palabras y en sus acciones» 85. poderosamente a él. Pues las diversas formas de la piedad hacia
la Madre de Dios, que la Iglesia ha aprobado dentro de los lími-
tes de la doctrina sana y ortodoxa, según las condiciones de los
tiempos y lugares y según la índole y mentalidad de los fieles,
IV. EL CULTO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN hacen que, mientras se honra a la Madre, el Hijo, por razón del
EN LA IGLESIA cual son todas las cosas (cf. Col 1,15-16) y en quien tuvo a bien
Por José A. de Aldama, S. I. el Padre que morase toda la plenitud (Col 1,19), sea mejor cono-
cido, amado, glorificado, y sean mejor cumplidos sus mandamientos.
En los párrafos precedentes del capítulo 8.° ha presentado el
La estructura de este largo número está formada por expre-
Concilio las relaciones existentes entre María y Cristo (n.55-59),
¡ión ordenada de los tres puntos siguientes:
de un lado, y entre María y la Iglesia (n.60-65), de otro. Ahora
a) Una afirmación dogmática.
va a explicar la relación de la Iglesia con María, tal y como se
b) Una explicación histórica.
origina necesariamente de las dos anteriores.
c) Una valoración teológica de esos hechos.
Esa relación existe independientemente de nuestro conoci-
El texto conciliar empieza por una afirmación fundamental,
miento, puesto que está basada en la posición que ocupa Nuestra
ifirmación dogmática y decisiva. Dicha afirmación, en la formu-
Señora en el plan salvíñco de Dios y en su concreta realización
ación conciliar, es compleja y puede fácilmente desglosarse en
histórica. Es claro que si Ella es la Madre de Dios y de nuestro
ios afirmaciones íntimamente relacionadas entre sí:
Redentor, si fue asociada por El a la obra de nuestra redención,
1.a La Iglesia, con entera razón, tributa a María un culto
si por voluntad divina tiene en el orden sobrenatural una misión
íspecial.
maternal para con esos redimidos, si ejerce en su favor una in-
2.a María, elevada sobre los ángeles y hombres todos, po-
fluencia salvadora, si es en la Iglesia Abogada, Auxiliadora y
iee excelencias singulares: su maternidad divina y su asociación
Medianera, ejemplar, tipo y madre de la misma Iglesia, auto-
i los misterios de Jesucristo.
máticamente surgen en la Iglesia y en los redimidos las relacio-
Entre estas dos afirmaciones existe un vínculo de causalidad.
nes correlativas para con María.
83
La Iglesia tributa a María un culto especial precisamente porque
Tratado de la verdadera devoción (BAC. Madrid 1954) p.56l. ÍU maternidad divina y su asociación al Redentor la sitúan en una
81
15
Ibid., 454-55.
Ene. íulgens corona: Doc. Mar. n.856. dignidad singular, que sólo le compete a Ella.
1050 José A. de Aldama, S. I.
1051
Tenemos, pues, en Jas primeras palabras del texto conciliar C.8. -LJ Virgen María. 66
la afirmación dogmática del culto especial que se debe a Nuestra bado de la Iglesia católica y apostólica desde los tiempos mas re-
Señora y los fundamentos verdaderos de ese culto. motos, en el consentimiento de los santos Padres y en los decre-
La legitimidad del culto a la Santísima Virgen está en per- tos de los sagrados concilios» \
fecta consonancia con el corazón cristiano. Así no es extraño que Esta veneración y este culto a los santos están basados en la
el papa Benedicto XIV se expresase en estos términos: dignidad que confiere a sus personas su santidad eximia, como
«Que el culto y la veneración a la gloriosa Señora, Madre de Dios, participación excelente y consumada de la santidad fontal de Dios
María, estén muy recomendados por la expresa voluntad divina y por el Por eso, aunque la dignidad sobrenatural de los santos no sea
espíritu nunca engañoso de la Iglesia, y que los fieles se lo tributen con la misma en cada uno de ellos, es en todos esencialmente igual,
tanta justicia como fruto, es algo de tan indubitable evidencia que nos como fundamentada en la única realidad de la gracia santificante,
parecen ser poco menos que superfluas todas nuestras apostólicas exhor-
taciones a los corazones cristianos para inflamarlos en afectos de piedad que es en cada uno de ellos de esencia idéntica, aunque varíe por
y devoción hacia ella» '. la mayor o menor medida en que se participa.
Frente a esa común e idéntica dignidad de los santos en el
Por eso la Iglesia ha defendido ese culto en sus diversas for- orden sobrenatural, María posee una dignidad del todo excepcio-
mas siempre que se le ha atacado, aun en los casos en que esos nal y única, cuyos fundamentos propone a continuación el texto
ataques venían envueltos en manifestaciones de pretendida per- conciliar. Por eso, frente al culto ordinario que se debe a los
fección o de autenticidad cristiana. Tales fueron, por ejemplo, los santos, a todos ellos, le compete a María un culto especial, un
casos de Molinos en 1687, del famoso libro Mónita salutaria culto singular. N o es de extrañar que, como vamos a ver, el culto
en 1690 o del Sínodo de Pistoya en 1794 2. tributado a Nuestra Señora por la Iglesia católica haya revestido
Pero el Concilio enseña esa legitimidad no solamente del cul- desde el principio un carácter distintivo de acusada singularidad.
to a María, sino de un culto a Ella que llama aquí especial, como El texto conciliar evita utilizar los términos técnicos en teo-
pocas líneas después lo llama singular. logía. Hay que reconocer en ello un laudable afán pastoral, nunca
Especial y singular son conceptos relativos para designar algo una reprobación de dichos términos, que, precisamente por ser
que no es como lo ordinario y vulgar, algo que se destaca en técnicos, contribuyen a delimitar exactamente los conceptos res-
algún modo, que tiene una manera de ser distinta de la de los pectivos.
demás sus semejantes. ¿En qué consiste esa singularidad del culto Al culto que se debe a los santos se le da en teología, y aun
de María? en el lenguaje oficial de la Iglesia, el nombre de culto de dulía.
Si prescindimos por un momento del culto que se debe a Este término, de origen griego, está ya diciendo que el culto por
Dios, ya que la comparación entre ese culto y el de María la pre- él designado es una veneración dirigida a los que son siervos
senta un poco después el texto conciliar, hay que tomar como (duloi), siervos sin duda de Dios. Esa veneración es, por lo mis-
punto de referencia para la singularidad del culto a Nuestra Se- mo, distinta de la que se dirige al que es por esencia el único
ñora el que legítimamente se da a todos los santos en la Iglesia Señor, a Dios. Así decía ya el Concilio Romano del año 993,
católica. refiriéndose al culto de los santos: «Honramos a los siervos de
En la fórmula de profesión de fe que desde el Concilio de modo que redunda el honor en el Señor que dijo: El que os re-
Trento se utiliza en la Iglesia, se dice expresamente: «Sostengo cibe a vosotros, me recibe a mí» 5.
que se debe venerar y se debe invocar a los santos que reinan ya Hay, pues, una clara línea divisoria entre la dulía, culto a los
con Cristo en el cielo» 3. Afirmación dogmática, que el decreto santos, y la latría o adoración, culto que se da a solo Dios. Esa lí-
de la sesión 25 tridentina había fundamentado en «el uso apro- nea divisoria está marcada por la diferencia esencial entre la crea-
1
Bula Gloriosae Dominae: BAC 128, Documentos muríanos p.210. tura y el Creador, entre la dignidad, la excelencia, los dones crea-
2
Entre los errores de Molinos, condenados en 1687 por Inocencio XI, se en- dos y la excelencia infinita y la trascendente dignidad de Dios.
cuentra el que prohibe a las almas perfectas todo acto de amor a Nuestra Señora
(Enchiridion Symbolorum 1255). Alejandro VIII condenó en 1690 una proposición Arriba y abajo de esa línea divisoria, esencialmente infranqueable,
equívoca del libro de Widenfeld Mónita salutaria (Bnchiridion Symbolorum 1316),
referente a la alabanza tributada a María. Entre los errores del sínodo de Pistoya, se sitúan la latría, adoración de Dios, y la dulía, veneración de
proscritos por Pío VI en la constitución Auctorcm fidei, de 1794, se encuentra uno. los siervos de Dios.
el 71, sobre los títulos dados a las imágenes de Nuestra Señora (BAC 128, Docu-
mentos tnarianos p.230).
3
Enchiridion Symbolorum 998. *5 Enchiridion Symbolorum 984.
Unchiridiort Symbolorum 342.
1052 José A. de Aldama, S. 1. C.8. La Virgen María. 66 1053

El culto legítimo a Nuestra Señora, por muy excelso que sea, sieron retener todo su contenido bajo los términos más usuales de
tendrá que estar necesariamente situado del lado de los santos, no «culto especial» y «culto singular» s.
del lado de Dios; de la dulia, no de la latría. Pero esto es preci- De ese culto propone el texto conciliar dos fundamentos
samente lo que nos enseña el texto conciliar, recogiendo una doc- dogmáticos: la maternidad divina y la asociación al Redentor en
trina tradicional en la Iglesia. El culto a María se destaca dentro su obra redentora. Se comprende fácilmente que estos títulos ex-
del plano de la dulia, es ahí algo especial, algo singular. Singu- cepcionales confieren a María una dignidad única, que por sí
lar y especial no por un simple más o menos, por una mera dife- misma exige de nuestra parte un culto del todo singular.
rencia gradual, sino por una razón más honda y más discrimi- La maternidad divina, como título para fundamentar teoló-
nante. gicamente un culto y una veneración singulares, no ofrece difi-
Vamos a ver próximamente esa razón más profunda. Adelan- cultad ninguna. La maternidad divina confiere a María una digni-
temos ahora simplemente una idea que desarrollaremos después: dad que excede con mucho al plano de cualquier otra dignidad
en la dignidad y la excelencia sobrenaturales de María, que será sobrenatural y creada, puesto que la gracia de la divina maternidad
siempre y necesariamente de orden creado y limitado, existe un es en sí misma superior a la gracia santificante, toca por su térmi-
aspecto que la orienta de modo único hacia Dios con una orien- no los límites de lo infinito y sitúa a la Madre de Dios dentro
tación tan íntima y tan vital como la que une a una madre con su del orden hipostático, elevado más allá del mero orden sobre-
hijo. Ese aspecto la sitúa a Ella en una perspectiva de infinidad, natural. A semejante dignidad, que se mueve en una esfera su-
muy por encima del plano ordinario de los santos. perior a la de los demás cristianos, corresponde un culto también
Por eso el culto con que la Iglesia la venera no puede ser una superior, singular y único.
simple y ordinaria dulia; pero, claro es, tampoco puede ser una Hay, sin embargo, en la frase conciliar un epíteto que sugiere
latría, que, dirigida a una pura criatura, sería realmente una un comentario aparte. El texto nos habla de «la Santísima Ma-
idolatría. Será algo especial, algo singular, algo único, que se es- dre de Dios». No se piense que el epíteto es algo de pura orna-
capa a la dulia ordinaria y común de los santos. Habrá de crearse mentación casual y no exige particular atención del comentador.
un término técnico peculiar para designarlo. Ese término, consa- De hecho ese epíteto se añadió a última hora por sugerencia de
grado en teología, es la hiperdulia. Está en uso al menos desde casi un centenar de Padres conciliares, precisamente porque la
los grandes doctores del siglo xm, Santo Tomás y San Buenaven- santidad es uno de los principales fundamentos del culto.
tura. Léanse las palabras del primero: Semejante sugerencia nos introduce en una controversia teoló-
gica, en la que ya de antiguo se enfrentaron dos grandes teólo-
«A ninguna creatura racional se le debe el culto de latría. No siendo,
pues, la Virgen sino una creatura racional, no se le debe a Ella la adora-
gos españoles, Vázquez y Suárez. Para el primero, el fundamento
ción de latría, sino solamente la veneración de dulia; eso sí, de un modo del culto a María es simplemente la plenitud de su gracia, su
superior al de las demás creaturas en cuanto que es la Madre de Dios. santidad 9. Para el segundo, aunque la plenitud de gracia es, sin
Y por eso se dice que le compete a Ella no una dulia cualquiera, sino duda alguna, razón del culto mariano, hay que insistir en la ma-
la hiperdulia» °.
ternidad divina para llegar a las verdaderas raíces dogmáticas
Ya hemos dicho que la Comisión teológica del Concilio Va- del culto de hiperdulia 10.
ticano II no quiso utilizar este término por ser demasiado técni- Naturalmente esta controversia teológica, en la que puede
co '. Pero no puede dudarse que la Comisión y el Concilio qui- haber habido no poco de equívoco, cae del todo fuera de la pers-
6 ramente por influjo latino (MANSI, 34,1758). Aparte del término técnico latino, he
S.Th. 3 q.25 a.5. Estas palabras del Doctor Angélico las recogió e hizo su- aquí lo que escribía el patriarca de Constantinopla Jeremías en 1579 a los luteranos
yas la S. Congregación de Ritos el año 1894 en carta a los obispos de todo el de Tübingen: «Adoremos solamente al Creador del mundo como a quien es por natu-
mundo. San Buenaventura (In 3 dist.9 a.l q.3) dice que el honor tributado a Ma- raleza Dios; veneremos a la Santa Theotokos, no como a Dios, sino como a Madre
ría «se llama comúnmente entre los Maestros hiperdulia». Palabras que parecen de Dios según la carne; veneremos a los santos como a amigos selectos de Dios,
sonar a un^ uso reciente, del que da allí mismo algunas fuentes. Por lo demás, que tienen acceso confiado a El». Cf. E. SCHELSTRATE, Acia Oríentalis Eccltsiat
la explicación que San Buenaventura hace del término y de su contenido ideológico contra Lutheri haeresim (Romae 1739) 214. Como se ve, es, sin el término técnico.
es la misma que la copiada de Santo Tomás. la misma doctrina católica. Sobre las incidencias de las relaciones históricas entre
7
Pudiera verse otra razón r de la omisión conciliar en el sentido ecuménico del protestantes y orientales en mariologia, véase nuestro trabajo ha mariologia bizan-
Concilio. El término hiperdulia, a pesar de su ascendencia griega, es un término tina frente a los conatos de infiltración protestante en los siglos XVI a XVlll.'
de origen latino, que teológicamente no ha sido nunca del agrado de los orienta- Estudios marianos 22 (1961) 87-108.
les. Cf. M. GOBDILLO, Mariologia Oríentalis (Romae 1954) 258-262; Fundamento 8
Sobre el sentido íntimo de la hiperdulia, véase SuÁREZ, De mysteriis vitae Chris-
teológico del culto delta Vergine Madre di Dio presso gli Orientali: Alma Socia ti disp.22 s.3 n.5.
Christi 5,9-16. Notemos, sin embargo, que en 1672 el sínodo de Jerusalén, bajo 9
In 3 disp.100 c.2 n.7-11.
la presidencia del patriarca Dositeo, utilizó y explicó el término hiperdulia segu- 10
De mysteriis vitae Christi disp.22 s.3 n.6-9
1054 José A. de Aldama, S. I. C.8. La Virgen Maña. 66 1055

pectiva conciliar. Si nuestro texto ha acogido la sugerencia de alu- dose eco de las enseñanzas pontificias anteriores. María está uni-
dir a la santidad de la Virgen al hablar de los fundamentos del da al Redentor «con un estrecho e indisoluble vínculo», vínculo
culto mariano, fue porque esa santidad excelsa de María es de dinámico del que resulta una «cooperación en la obra de la sal-
tal magnitud que basa indiscutiblemente una veneración especial vación del mundo». Todo ello, es evidente, por una libérrima
por nuestra parte. Pero esa veneración, fundamentada sólo en la voluntad de Dios y con una virtualidad que no puede derivar
plenitud de gracia, no sería específicamente distinta del culto de sino de la fuente única de toda actividad sobrenatural que son los
dulía dado a los santos, aunque, por obtener en esa escala un méritos del mismo Redentor.
grado altísimo, pudiera llamarse hasta cierto punto hiperdulía. Naturalmente, este aspecto soteriológico, esencial en la figura
Mas por encima de esta veneración basada en la plenitud de gra- de María tal como la ha hecho Dios, aporta, como consecuencia
cia, hay otra radicada en la dignidad suprema de la maternidad inmediata, una nueva dignidad a su persona. Dignidad y exce-
divina. Semejante veneración y culto se distingue específicamen- lencia que vienen a sumarse a la maternidad divina para situar la
te de la simple dulía tributada a los santos y es la verdadera figura excelsa de María, también por este concepto, en una es-
hiperdulía con que venera la Iglesia a la Madre de Dios. fera singular y única entre todas las criaturas. María, no sólo
El segundo fundamento dogmático del culto singular a Ma- como Madre de Dios, sino, además, como asociada inmediata-
ría lo indica el texto conciliar en la frase: «intervino en los mis- mente a la actividad redentora de su Hijo, es acreedora por nues-
terios de Cristo». Esta frase ha tenido también su historia en la tra parte a una veneración especialísima, a un culto de hiperdulía.
redacción del texto. En los proyectos anteriores se decía con pa- Este nuevo fundamento del culto hiperdúlico de María lo
labras de León X I I I : «la cual no estuvo simplemente presente en han desarrollado menos los antiguos doctores y teólogos. Por eso
los misterios de Cristo, sino que intervino en ellos». León XIII, es más interesante que lo señale el texto conciliar, recogiendo,
en efecto, había escrito en 1901: «Cuando honramos los miste- desde luego, el fruto de investigaciones teológicas, nacidas sobre
rios de nuestra redención, en los que Ella no estuvo simplemen- todo del magisterio pontificio del último tiempo, y que, a par-
te presente, sino que intervino))11. Ahora dice el texto única- tir del Concilio, recibirán un impulso eficaz en su ulterior des-
mente: «la cual intervino en los misterios de Cristo». El cambio arrollo.
es claro. ¿A qué se ha debido?
Tal es la enseñanza fundamental del Concilio sobre el culto
El cambio aquí no obedeció a otra cosa que al deseo de sim- debido a Nuestra Señora desde el punto de vista dogmático.
plificar la frase suprimiendo algo que podía parecer superfluo. A continuación se ocupa el texto conciliar del aspecto histórico
En realidad, la oposición que forma la frase de León XIII no del mismo culto.
era sino un procedimiento para hacer resaltar el sentido activo
Dos períodos podemos distinguir en la historia del culto a
de la presencia de María en las escenas redentoras de la vida de
la Santísima Virgen siguiendo las palabras conciliares: el período
Jesús. Este sentido lo conserva indudablemente el texto conciliar
que va desde la época más remota hasta el Concilio de Efeso
al escoger entre los dos verbos el que sin duda alguna es más
en 431, y el período posterior a esta fecha decisiva en el desarro-
activo, «intervino». El texto de León XIII, que ha sido la fuente
llo del culto mariano.
del conciliar, nos lo confirma plenamente.
Al período más antiguo se refiere así el texto conciliar: «Des-
Se ha visto en páginas anteriores la insistencia con que pre- de los tiempos más remotos se ha venerado a la Santísima Vir-
senta el Concilio la doctrina sobre la asociación de «la Madre gen con el título de Madre de Dios, bajo cuyo amparo se re-
con su Hijo en la obra de la redención». Alguien ha escrito que fugian suplicantes los fieles en todos sus peligros y necesidades».
es éste uno de los «leit motiv» del capítulo 8.°, como lo es de Es fácil reconocer en esta frase claras reminiscencias de la bella
los documentos pontificios desde la bula Ineffabilis Deus 12. Es plegaria que, en la versión castellana, de uso entre nosotros, suele
claro que debe distinguirse entre el hecho mismo de esta asocia- comenzar con las palabras: «Bajo tu amparo y protección...»
ción singular y las explicaciones más o menos discutibles que
Esta plegaria es realmente la -más antigua que se conoce hoy
elaboraron ulteriormente los teólogos. Lo que nos interesa aquí
entre las dirigidas a la Santísima Virgen. Su remota antigüedad,
es el hecho solo, tal como lo atestigua el texto conciliar, hacién-
sin poder aún determinarse con absoluta seguridad de detalle,
11
12
Epist. apost. Parla humano generi: BAC 128. Documento! marianos p.472. quedó probada documentalmente en 1938, cuando C. H. Roberts
Cf. R. LAUMNTIN, La Vierge au Concite (París 1965) 91.
1056 José A. de Aldama, S. I.
C.8. La Virgen María, 66 1057
publicó el texto original griego, que se había encontrado en un
papiro de fines del siglo III o principios del IV " . bras en que su patriarca Nestorio negaba públicamente la legiti-
La bella plegaria se ha trasmitido con algunas variantes lo midad del título de Madre de Dios. Efeso no hizo sino consa-
mismo en los ritos romano y ambrosiano que en el bizantino y en grar solemnemente una tradición sagrada ,0 . Pero, al hacerlo,
otros diversos ritos orientales ". Su origen hay que ponerlo cier- desencadenó un arrollador movimiento de acrecida piedad ma-
tamente en la iglesia de Alejandría, y su texto nos demuestra ya riana. Por eso destaca el texto conciliar el momento histórico del
un culto de invocación a María con fórmulas impregnadas en con- Concilio de Efeso.
fianza y en ternura extraordinariamente notables. Ese grito con- Sobre ese fondo luminoso de la venerable antigüedad cristia-
fiado a la Madre de Dios, ¿es tal vez un grito de los cristianos na sitúa el Concilio los primeros pasos de un desarrollo histó-
sumergidos en una de las persecuciones de la época ? rico creciente siempre hasta nuestros días. Primeros pasos que,
De todas maneras resulta muy interesante reconocer en la an- como hemos dicho, son anteriores al Concilio de Efeso, pero que
tiquísima plegaria mariana las últimas raíces de la confianza cris- se hacen a partir de esa fecha cada vez más firmes y más rápidos.
tiana en María, profundizadas en las relaciones singulares con Es un hecho históricamente demostrado que el Concilio de
Dios que brotan de la maternidad divina. Es preciso insistir en Efeso, en 431, señala una fecha excepcionalmente importante en
este hecho de amplísimas perspectivas dogmáticas. el desarrollo del culto a Nuestra Señora. Tenía que ser así, al
Se ha notado con evidente acierto que en los albores de una fijar la atención en la maternidad divina de María precisamente
piedad específicamente mariana se encuentra esta perenne impli- en un momento en el que el misterio de la encarnación, realiza-
cación dogmática: la maternidad divina. Cuando al correr de los da en su seno, estaba tomando un realce especialísimo en el ho-
siglos se vayan multiplicando las fórmulas, el verdadero equili- rizonte de la liturgia cristiana.
brio lo mantendrá siempre el fundamento perpetuo conservado en Pero sería falso, al referirse al desarrollo del culto a Nues-
la realidad esplendorosa de la Theotokos 15. tra Señora, hacerlo depender exclusiva o casi exclusivamente de
El famoso título mariano Theotokos, Deipara, Madre de Dios, la definición dogmática efesina. Ni el culto mariano comenzó
no es una creación del Concilio de Efeso. Lo hemos visto ya en entonces ni su desarrollo ulterior se debe sólo al histórico Con-
la plegaria mariana más antigua. En conexión con ella se ha cilio.
citado un texto de Sócrates, historiador eclesiástico de principios N o existe todavía una historia objetiva y completa del culto
del siglo v, según el cual, Orígenes, en sus Comentarios a la a la Santísima Virgen en Ja época patrística. No podremos por
epístola a los Romanos, trató largamente sobre el título de Theo- eso dar aquí sino unos datos fragmentarios de esa brillante
tokos le . Si el testimonio no es apodíctico, tampoco puede recha- historia.
zarse con certeza tan fácilmente 17. De todos modos, desde el pri- Anterior a Efeso es el grafito con el saludo «Ave María» en
mer cuarto del siglo iv encontramos utilizado el famoso título griego, que se ha encontrado recientemente en la sinagoga judeo-
mariano por Alejandro de Alejandría, por San Atanasio, por Dí- cristiana de Nazaret""; como lo son también los grafitos con el
dimo el Ciego, por Tito de Bostra, por San Basilio, por San nombre de María junto a la tumba de San Pedro, si es que deben
Gregorio de Nazianzo, por San Gregorio de Nisa, por Eusebio aceptarse ciertas interpretaciones de la investigadora de las gru-
de Cesárea, por San Cirilo de Jerusalén, por Eustacio y Severia- tas vaticanas Guarducci, discutidas, sin embargo, entre otros es-
no de Gábala, por el Sínodo antioqueno de 325, por San Am- pecialistas ".
brosio y por Prudencio, sin pretender hacer una lista exhaus- Surgen y proliferan las alabanzas a María en los textos ho-
tiva 18. miléticos desde la segunda mitad del siglo iv con San Gregorio
Por eso el pueblo de Constantinopla no pudo sufrir las pala- Niseno y San Basilio, para remontarse después en curva siempre
13
Catalogue of the Greek and Latín papyri in the Jahn Rylands Library III:
ascendente con San Proclo, San Cirilo de Alejandría, Teódoto
Theological
14
and literary Texts (Manchester 1938) 46-47. de Ancyra, Hesiquio de Jerusalén, Antípatro de Bostra, Basilio de
Cf. J. CECCHETTI, Sub tuum praesid'tum: Enciclopedia Catholica 11,1468-1472,
donde se cita la bibliografía especializada. Seleucia, Crisipo y tantos anónimos hoy desconocidos; como conti-
15
Cf. D. M. MONTAGNA, La lode alia Theotokos nei testi greci dei secoli 1V-VU núan también en Oriente la misma línea de progresión ininterrum-
(Roma
16
1963) 103.
Historia ecclesiastica 7,33 : PG 67,812.
17 ]!i
Cf. H. CROUZEL, Mariologie d'Origéne: Sources Chrétiennes 87,21-22. Cf. T H . CAMELOT, Éphese: Histoire des Conciles oecuméniques 2.
20
" L i s referencias concretas pueden verse en nuestra Martología (BAC 62, Cf. M. CONTI, Nuove scoperte a Nazarelh: Bibbia e Oriente 4 (1962) 17-19.
21
Cf. M. GUARDUCCI, La totnba di Pietro. Notizie anticbe e nuove scoperte
(Roma 1959) 105-106.
2. C-Vaticano
*,
1058 ¡osé A. de Aljama, S. 1. C.S, La Virgen Alaria. 66 1059
pida desde San Efrén y Romano el Melode con sus kontakia, su carácter mariano desde que comenzó su evolución ulterior
Abrahán de Efeso, Anastasio de Antioquía y luego San Sofronio histórica 3 \
y San Andrés de Creta y San Juan Damasceno. Todo ello sobre Todas estas fiestas tienen su historia posterior, que es impo-
el modelo del ángel de la anunciación o del encomio de Santa sible trazar aquí ". Como es imposible reseñar todas las fiestas
Isabel en la visitación. Una alta cima la señalará el himno marianas que fueron después surgiendo en los diversos ritos li-
Akatistos. túrgicos. Hoy, en el rito romano, se celebran umversalmente la
Por otro lado, a la imitación de las virtudes de María exhor- Inmaculada Concepción (8 de diciembre), la Purificación (2 de
tan ya Orígenes y San Atanasio, como San Ambrosio, San Je- febrero), la Anunciación (25 de marzo), la realeza de Nuestra
rónimo y San Agustín. Señora (31 de mayo), la Visitación (2 de julio), la Asunción
Entre tanto surge la conmemoración litúrgica de María. Otra (15 de agosto), el Purísimo Corazón de María (22 de agosto),
línea de culto mariano que se hunde en la celebración cristoló- la Natividad (8 de septiembre), el Nombre de María (12 de sep-
gica del misterio de la Encarnación, para ir poco a poco desta- tiembre), los Dolores (15 de septiembre, con su conmemoración
cándose en veneración especial a la Madre del Verbo encarnado. del viernes de Pasión), el Santísimo Rosario (7 de octubre), la
No parece pueda hoy probarse la existencia de una fiesta litúrgica Maternidad Divina (11 de octubre), la Presentación (21 de no-
propiamente mariana anterior al Concilio de Efeso. Porque no es viembre). A las que hay que añadir la aparición de Lourdes (11
propiamente una fiesta de la Virgen la celebración de un domin- de febrero), Nuestra Señora de las Nieves (5 de agosto), Nuestra
go prenatalicio mariano, bastante sólidamente comprobado en Señora de la Merced (24 de septiembre), con la conmemoración
Oriente por dos homilías atribuidas a San Gregorio de Nisa y, del Carmen (16 de julio).
tal vez, también por la primera homilía de San Proclo, y en Oc- Pero, al lado de esas fiestas universales, las hay también par-
cidente por las homilías de San Pedro Crisólogo y por los prefa- ticulares, ocasionadas por la veneración de otros misterios de la
cios ambrosianos. vida de María (como los Desposorios o la Expectación del parto),
La fiesta mariana más antigua en la liturgia es la que se ce- por especiales advocaciones suyas (como la Consolación, el Pa-
lebraba en Jerusalén, en el Kathisma, inmediatamente después trocinio o el Perpetuo Socorro), o por singulares muestras de su
del Concilio de Efeso. Es discutible la fecha en que comenzó a protección sobre naciones (como el Pilar), regiones, ciudades, ór-
celebrarse la Memoria de la Theotokos en Constantinopla, y hasta denes y congregaciones religiosas, santuarios.
qué punto esa Memoria era realmente una verdadera fiesta ma- Se comprende que esta materia es amplísima y resulta inabar-
riana. En cambio puede hoy probarse la existencia de una fiesta cable. Pero no es posible omitir en la línea estrictamente litúr-
de la maternidad virginal de María en las Galias ya en la prime- gica la mención diaria de María en el canon de la misa, que re-
ra mitad del siglo vi (18 de enero), en Roma por los años 560- monta al siglo vi con seguridad, y tal vez al v. Tampoco deben
590 (1 de enero), en España durante la primera mitad del si- dejar de mencionarse, junto a la magnífica colección de los theo-
glo vil (18 de diciembre) 22. tok'ia bizantinos, una hermosa serie de responsorios marianos la-
Esa única fiesta litúrgica mariana de los principios se desdobla tinos, llenos de exaltación jubilosa y de teología profunda, de
poco a poco en multitud de fiestas particulares para celebrar los entre los cuales los más antiguos tienen ciertamente venerables
misterios de la vida de María. La floración se inicia en el si- fuentes literarias orientales. Ni queremos pasar por alto las cua-
glo VI, con las fiestas de la Anunciación (principios del siglo v i ) , tro antífonas marianas con que termina el oficio divino en el
de la Natividad (mediados del siglo v i ) , de la Dormición (fines rito romano: Alma Redemptoris Mater, Ave Regina caelomm,
del siglo Vi), de la Presentación (fines del siglo vil), de la Con- Regina caeli, Salve Regina, de las que vamos a decir unas pa-
cepción (fines del vil o principios del v i n ) . A estas fiestas, pro- labras.
piamente marianas, hay que añadir la que llamamos ahora de la La antífona Alma Redemptoris Mater, que se reza desde el
Purificación y llamaban los griegos Hypapante (mediados del si-
Adviento a la Purificación, suele atribuirse al famoso monje de
glo iv), que sin ser originariamente mariana (así piensan tam-
Reichenau, Hermán Contracto. Es una verdadera joya de la lite-
bién algunos sobre la fiesta de la Anunciación), fue acentuando
23
Cf. D . M . MONTAGNA, La liturgia mariana primitiva: M a r i a n u m 24 (1962)
22 114-118; R. I.AURENTIN, Court traite de Tbéologie Muríale 48-50.
CJ. J. A. Dlt ALDAMA, La primera fiesta litúrgica de Nuestra Señora: iEstudios 24
Sobre la fiesta de Ja i n m a c u l a d a Concepción, puede verse ) . A. DE ALDAMA.
•Eclesiásticos 4 0 / 1 9 6 5 ) 43-59, donde se .da li 'bibliografía .anr.eri.Qf. La fiesta de la Concepción de Miarla: Estudios Eclesiásticos 36 (1961) 427-459.
1060 José A. de Aldama, S. 1. C.8. La Virgen María. 66 1061
ratura cristiana, contemplación extática de las maravillas teológi- gregaciones marianas, la Legión de María. En ellas, la veneración
cas que acumula la figura de María 2S . La antífona Ave Regina de la Señora se une íntimamente con su alabanza, con la con-
caelorum, con que termina el oficio divino desde la Purificación fianza en ella, con la imitación de sus virtudes soberanas.
al Jueves Santo, es originariamente una antífona para la fiesta El culto a María se hace así camino de santificación para
de la Asunción, compuesta lo más tarde en el siglo x n . Es una muchas almas, con el matiz peculiar de filiación, o con el de
despedida, transida de amor y de gloria, a la Reina que se va al esclavitud y servicio, o con el de consagración; todos ellos bende-
cielo a interceder por nosotros. La antífona Regina caeli laetare, cidos, aprobados y recomendados por la Iglesia. Y es imposible
usada por la Iglesia durante el tiempo pascual, se atribuye al papa no subrayar la consagración oficial del mundo hecha por el papa
Gregorio V (s.x), y expresa, como un suspiro, las alegrías ma- Pío XII al Corazón de María, evocada solemnemente por Pa-
ternales en la resurrección de Jesús 2G . Sobre el autor de la bellí- blo VI en el discurso de clausura de la tercera etapa conciliar.
sima antífona Salve Regina se ha disputado largamente y aun Volvemos a decirlo: es absolutamente imposible consignarlo
hoy no puede darse por concluida la disputa. Las atribuciones todo. Suprimir las abundantes muestras del culto a la Madre de
que se dan por más fundadas son las de Ademaro de Monteuil Dios, a la Reina del cielo, a Nuestra Madre celeste, equivaldría
(f 1098) y Pedro de Mezonzo, obispo de Compostela (s.xi). a suprimir innumerables páginas de la historia de la Iglesia, sería
Recientemente, el P. José María Canal, C. M. F., ha vuelto a privarla de un elemento esencial, supondría desconocer muchos
valorizar los orígenes cístercienses de la famosa antífona y su caminos por los que el Espíritu Santo ha santificado a las almas,
relación inmediata con San Bernardo, aportando un conjunto de ha purificado los corazones, ha impulsado el apostolado. Desde
argumentos que, si no han logrado convencer a todos, represen- luego, en nuestros días; pero también en los siglos de la Reforma
tan indiscutiblemente una base sólida para la solución del difícil católica, y en los siglos medievales, y en la época patrística, sin
problema histórico 2T . solución de continuidad, sin infiltraciones extrañas, sin evolución
Desde el Ave María, el Sub tuum praesidium, las plegarias heterogénea. Al fin, en todo ello, como lo dice el texto conciliar,
esbozadas por los Santos Padres en sus homilías, que continua- se está cumpliendo a lo largo de toda la vida de la Iglesia una
ron y desarrollaron desconocidos obispos africanos, la curva de profecía de la misma Señora: «Me llamarán bienaventurada todas
las plegarias a Nuestra Señora remonta en el Occidente latino las generaciones».
siglo tras siglo hasta San Anselmo, como lo ha expuesto en un Como el mejor comentario a este último pensamiento conci-
libro admirable el P. Henri Barré 2 \ Luego aparecen las devo- liar, léanse las siguientes frases del papa Pío V I I :
ciones clásicas del Ángelus, de las Letanías lauretanas, del sába-
do, del mes de mayo, por citar sólo algunas. El rezo del rosario «Lo que la santísima y gloriosa Madre de Dios, la Virgen María, pro-
fetizó de sí misma, inspirada por el Espíritu Santo, a saber, que la llama-
toma en la Iglesia un auge decisivo, recomendado incesantemente rían bienaventurada todas las generaciones, eso no solamente lo vemos
por los Romanos Pontífices hasta nuestros días. cumplido en los primeros siglos de la Iglesia, cuando por todo el orbe
El movimiento ascendente de confianza hacia Nuestra Seño- se edificaron templos y se erigieron altares en su honor, sino que, al au-
ra, que en sus tiempos más remotos cuenta con el insigne testi- mentarse a diario la piedad de los fieles para con nuestra amantísima Ma-
dre y Dispensadora de todas las gracias, creciendo siempre el fervor de su
monio de San Ildefonso de Toledo como contará después con los devoción, han ido sucediéndose unas a otras las demostraciones de su
nombres imperecederos de San Anselmo, San Bernardo, San Ber- piedad y se lian erigido especialmente algunos lugares, por inescrutable
nardino de Sena y tantos más, encuentra un apoyo seguro en los designio divino, en los que, con la peculiar intercesión de ¡a Virgen, se
producen prodigios que en otras partes no vemos» '"'.
escapularios, sobre todo el del Carmen, igual que siglos más ade-
lante lo había de encontrar en la Medalla Milagrosa y antes y Cuatro modalidades del culto a Nuestra Señora menciona es-
después en los innumerables santuarios marianos de los que está pecialmente el texto conciliar: la veneración, el amor, la invoca-
sembrada exuberantemente la geografía eclesiástica universal. ción y la imitación. Vamos a glosar esas palabras del Concilio.
Bajo la protección especial de María surgen órdenes y con- La veneración es el elemento esencial del culto mariano, como
gregaciones religiosas incontables, cofradías, órdenes terceras, con- reconocimiento libre de su excelsa dignidad de Madre de Dios y
2n
asociada a la obra del Redentor. Esta veneración, cuya expresión
Cf. J. CECCHETTT, en Enciclopedia Cattolica 1,911. mayor está en la liturgia con la mención mariana del canon, con
2t
Cf. J. CECHETTI, en Enciclopedia Cattolica 10,6">0.
-2S7 J. M. CANAL, Salve Regina misericordiae (Roma 1963).
H. BABRÍ, Prieres anciennes de l'Occident a la Mire du Saureur (París 1962). -', Breve Qitod divino: BAC 128, Documentos marianos 235.
C'.S. La Virgen María. 66 1063
1062 José A. de Aldama, S. 1. Cluny, o San Pedro Damiano, llegó también a recogerse en el seno
las fiestas, con los templos y santuarios dedicados oficialmente de una nueva orden religiosa y más adelante en el espíritu que
a María, muchas veces no sin intervención prodigiosa del cielo alentó numerosas cofradías y asociaciones marianas.
y siempre con señales indudables de su protección especialísima, La invocación a María pertenece al tesoro del dogma católico,
forma el núcleo primero y como el germen de donde tomaron que la Iglesia ha defendido siempre contra sus impugnadores.
su ulterior desarrollo todas las manifestaciones cultuales. Por esa Es del mayor interés constatar que la plegaria mariana más antigua
razón, todo el culto a María en la Iglesia está teológicamente en- entre las que conocemos es una súplica de invocación a la Madre
raizado en la situación singular que Dios libérrima y misericor- de Dios, implorando su patrocinio maternal. Y lo es también e!
diosamente le concedió dentro de) misterio redentor de Cristo hecho de que esa plegaria es, después deJ Ave María, Ja oración
y de la historia de la salvación. Cualquier otra orientación viciaría mariana más universal en el tiempo y en el espacio.
la esencia misma del culto mariano en la Iglesia católica. En la misma línea de invocación, que tiene como correlativa
El amor brota de la contemplación de María. Ella es en sí la intercesión celeste de Nuestra Señora, debemos citar esta bella
misma amabilísima por las riquezas de gracia que atesora. Inefa- antífona litúrgica: «¡Santa María! Socorre a los miserables, ayuda
blemente amada de Dios—como solamente un Hijo-Dios puede a los pusilánimes, conforta a los tristes; pide por el pueblo, in-
amar a su Madre—, recibe también de sus hijos de la tierra un tri- terven a favor del clero, intercede por las vírgenes consagradas;
buto de amor filial que el Espíritu Santo pone en sus corazones. que sientan tu auxilio todos cuantos celebran tu sagrada festivi-
San Anselmo de Canterbury oraba así a María: «Haz que el amor dad» ". La invocación de Nuestra Señora, expresión sentida de la
hacia ti esté siempre en mí, y que siempre esté en ti la solicitud confianza que tiene depositada el pueblo de Dios en su Madre
para conmigo» 30. celeste, es clásica en la vida de la Iglesia y florece espléndida-
El amor a María es sobre todo un amor filial por nuestra mente en una abundancia de plegarias para todas las situaciones
parte. Ella es nuestra Madre. Es el mismo San Anselmo quien de las almas.
exclamaba en verdadero amor extático, tantos siglos antes de un San Unida íntimamente al culto de amor a María está la imitación
Estanislao de Kostka: «La Madre de Dios es nuestra Madre» 31 . de sus excelsas virtudes. Ella es modelo en que se refleja con
Y buscando nuevos motivos de ese amor, después de la gratitud y las mejores gracias de Dios la más profunda y auténtica colabo-
la filiación, añadía: <<¡Oh Jesús, Hijo de Dios, y oh María, Ma- ración humana. El resultado es un ejemplar de santidad, cuyos
dre suya! Seguramente vosotros queréis, y es justo, que amemos atractivos sobrehumanos ejercen en las almas peregrinas de Dios
nosotros lo que vosotros amáis. Entonces, ¡oh buen Hijo!, yo te un influjo que las conduce de continuo a Jesucristo.
suplico, por el amor con que amas a tu Madre, me concedas amar- Ese atractivo se ha sentido siempre en la Iglesia. San Atana-
la de verdad como eje verdad la amas Tú y quieres que se la sio proponía a las vírgenes el modelo de la vida de María para
ame...» 32 . que imitasen sus virtudes: «Ahí tenéis la imagen de la virginidad
El amor a María ha suscitado en la Iglesia movimientos as- y tal fue María; quien desee ser virgen, que la contemple». Y aña-
céticos múítipíes y variados. Entre eíios ios hay de una tendencia día : «Tal vez San Pabio conocía ia vida cíe María., puesto que en
preferentemente filial, que ha llevado a la santidad heroica a ella están calcados los consejos que da él sobre la virginidad...» ".
algunos santos y santifica diariamente a innumerables almas. Esa San Ambrosio recogió el tema del gran doctor alejandrino y lo
tendencia filial la han adoptado para los suyos algunos insignes trató en sus libros repetidas veces: «Excelentísima es María, que
fundadores de beneméritas congregaciones religiosas, masculinas levantó el lábaro de la sagrada virginidad y desplegó con Cristo
y femeninas, con la abundancia de frutos espirituales, individuales la bandera santa de la integridad sin tacha» 3 \ Y a las vírgenes
y sociales, que pueden admirarse. Otra tendencia del amor a Ma- les decía:
ría es la que insiste en la donación de sí mismo a la Señora, ex-
presión clásica del amor. Donación que cristaliza en una fórmula «Tened como pintada en una imagen la vida de María, para que en
ella, como en un espejo, se reflejen la forma de la pureza y la figura de
y en una vida de consagración a la Reina, a la Señora, a la Ma- la virtud. Tomad de ella el ejemplo de vuestra vida, donde, como en un
dre ; o en una forma de esclavitud mariana, que siguiendo huellas 33
Antífona de las primeras vísperas en las fiestas de la Virgen.
venerables, como las de San Ildefonso de Toledo, San Odilón de 3Í
Carta a las v ttgenes, Traducción del copto por L. T u . LEFORT en CSCO
30
151,62.
Oraliones ai Sanrlam Mttriam 7 , 8 : B A R R Í , O . O , 305. 3 5 Pe instittit'wne virgitiis 5,35 : PL 16,314,
31
Ibid. : B A R R Í , 30Í.
3
= Ibid., 1 3 : BARRÉ, 30f¡.
1064 José A. de Aldama, S. I.
modelo, se os está claramente enseñando qué es lo que hay que corregir, C.8. La Virgen María. 66 1065
qué es lo que hay que hacer, qué es lo que debéis retener en el camino
de la santidad» 36. con las negociaciones entre la Iglesia ortodoxa y ios luteranos de
Tübingen en el siglo xvi y entre la misma Iglesia y los anglica-
Y concluía, después de describir con bellísimos rasgos las vir- nos en el xvín 41.
tudes de María: «Esta es la imagen de la virginidad. Porque real-
La afirmación conciliar es neta: hay una diferencia esencial
mente María es tal, que su vida sola es enseñanza para todos» 37 .
entre la adoración debida únicamente a Dios y cualquier culto
Son únicamente dos muestras para que pueda apreciarse la anti-
güedad venerable de un tema que a alguno pudiera parecer de- dado a una pura criatura, aunque esa criatura sea María y su culto
masiado moderno. se distinga del que se tributa a todos los santos. También aquí
evita el texto conciliar los términos técnicos: el culto a la Santí-
Sobre este tema han insistido más que nadie los Romanos
sima Virgen es sin duda ninguna superior a la duiía ordinaria y
Pontífices. Así, por ejemplo, León X I I I :
común, es una hiperdulía; pero no es ni puede ser nunca una
«Verdaderamente bueno y providente, Dios nos ha dado en María un adoración estricta, una latría. Por eso no puede hablarse con ver-
modelo de toda santidad. Mirándola y contemplándola, nuestras almas no
desfallecerán como heridas por el fulgor de la divinidad, sino que, atraídas dad y justicia de una Marialatría en la Iglesia católica.
por el parentesco de una naturaleza común, cobrarán mayor confianza Esta afirmación, en su aspecto doctrinal, pertenece al dogma
para imitarla. Si nos dedicamos totalmente a ese empeño, sobre todo con- católico, cuya pureza no se conservaría intacta si no se la mantu-
tando con su auxilio, podremos seguramente reproducir en nosotros algu- viese sin excepciones ni cortapisas. Pero, además, atendiendo a
nos rasgos al menos de tan excelsa virtud y santidad, e imitando su admira-
ble conformidad con la voluntad divina, nos será dado seguirla al cielo» * • su aspecto histórico, el Concilio la enuncia como la expresión
sincera del culto que la Iglesia ha tributado siempre a María. Lo
Así también San Pío X : que equivale a decir que, prescindiendo de errores y desviaciones
«Aunque es propio de los hijos no dejar de imitar ninguna de las individuales, contrarias a la doctrina oficial de la Iglesia, nunca
virtudes de la Madre santísima, deseamos que los fieles se esfuercen espe- ha tributado ésta a la Madre de Dios una adoración divina, un
cialmente por conseguir aquellas que son las principales, como los nervios culto que borrase las fronteras entre lo creado y lo increado, una
y las articulaciones de la vida cristiana: la fe, la esperanza y el amor de
Dios y de los hombres. Virtudes que no faltaron en ninguna etapa de la veneración idolátrica que hiciese de María una diosa de segundo
vida de la Virgen, pero que brillaron sobre todo cuando estuvo al lado orden, una diosa subordinada, resto imposible de un paganis-
de su Hijo moribundo» ". mo larvado.
Con las consideraciones que hemos hecho nos parece sufi- La frase conciliar es por lo mismo una solemne defensa del
cientemente aclarada la explicación histórica que del culto a culto mariano tal como la Iglesia católica lo ha enseñado siempre
María hace el texto conciliar. Sigue a continuación en el mismo y lo ha practicado oficialmente a través de los siglos. No se trata
texto una valoración teológica de esos mismos hechos. de volver a una pureza que se hubiera mancillado; se trata sólo
La valoración teológica que del culto a la Virgen en la Iglesia de repetir de nuevo una doctrina, conservada siempre intacta
católica hace el Concilio, se contiene en dos afirmaciones funda- en el catolicismo1, aunque algunos repitan lo contrario.
mentales : En ese mismo sentido había escrito el papa Pío X I :
1.a Aunque el culto mariano es del todo singular, está a
una distancia inmensa del culto que se debe a Dios. «¿Por qué los protestantes y no pocos acatólicos reprueban tan acé-
2. a El culto mariano, lejos de ser un impedimento para el rrimamente nuestra devoción a la Virgen Madre de Dios, como sí le tri-
butásemos un culto que sólo ¡se le debe a Dios? ¿No saben, o no reflexio-
culto divino, contribuye a él extraordinariamente. Esta última afir- nan atentamente, que nada puede ser más grato a Jesucristo, cuyo amor a
mación la prueba el texto conciliar en las líneas siguientes. su Madre es, sin duda, tan encendido, que el que veneremos debidamente
Las manifestaciones singulares del culto a Nuestra Señora fue- y correspondamos con amor a su amor, e imitando sus12 ejemplos santísi-
ron siempre un tropiezo para los hermanos separados de la Igle- mos, procuremos conciliarnos su poderoso patrocinio?» .
sia a partir de Lutero ". Es curioso que ese mismo tropiezo acabó Pero el Concilio no se contenta con la neta distinción entre
30
De virginibus 2,2,6: PL 16,208. el culto divino y el culto mariano. Este último no es sólo esen-
31
38
Jbid., 2,2,15 : PL 16,210.
3!)
Ene. Magnae Dei Matris: BAC 128, Documentos marianos 395. posteriores véase C. CRIVRLLI, Marie et les protestants: María 1,684-6B^. Véase tam-
40
Ene. Ad diem illum: ibid., 493. bién J. M. CASCANTE, Dificultades del protestantismo moderno contra el culto de la
Para los primeros tiempos de la Reforma pueden verse muchos testimonios en Virgen: Estudios Marianos 22 (1961) 181-208.
SAN PEDSO CANISIO, De María Virgine incomparabili 5,11-15. Para los tiempos 41
Cf. J. A. DE ALDAMA, La mariología bizantina frente a los conatos de infil-
tración
42
protestante en los siglos XVI a XVI11: Estudios Marianos 22 (1961) 87-1U8.
Ene. Lux veútatis: BAC 128, Documentos marianos 633.
C.8. l^i Virgen María. 67 1067

1066 José A. de Aljama, S. 1. Y en otra ocasión decía:


cialmente diverso de aquél; ni siquiera es algo que no perjudica «No temáis nunca ensalzar demasiado a la que brillará en la eternidad
como la obra maestra de Dios, la criatura más maravillosa de todas, el
al culto debido a Dios. Es mucho más. El culto, la veneración, espejo más resplandeciente de las perfecciones divinas. Para llegar a ser
la devoción a María favorece, ayuda, contribuye positivamente y la Madre de Dios recibió Ella de su divino Hijo todos los dones de na-
sobre todo a dar a Dios la adoración suprema que se debe única- turaleza y de gracia. Precisamente por eso, el culto a la Virgen, al me-
mente a las personas de la Santísima Trinidad. nos si se lo comprende rectamente, lejos de disminuir en nada la gloria
de Dios, revierte inmediatamente a El, autor de todo bien, que la quiso
Esta nueva afirmación conciliar se mueve en un plano prefe- hacer tan excelsa y tan pura» " .
rentemente pastoral y psicológico. Aunque teóricamente puedan
establecerse distinciones esenciales entre la adoración a Dios y la 67. El sacrosanto Sínodo enseña en particular y exhorta al
mismo tiempo a todos los hijos de la Iglesia a que cultiven gene-
veneración a la Madre de Dios, pudiera, sin embargo, pensarse rosamente el culto, sobre todo litúrgico, hacia la Bienaventurada
todavía que en la práctica la tendencia a insistir en la devoción a Virgen, como también estimen mucho las prácticas y ejercicios de
María habría de apartar del culto fundamental y único que es ex- piedad hacia ella, recomendados en el curso de los siglos por el
Magisterio, y que observen religiosamente aquellas cosas que en
presión ineludible e insustituible de una religión sincera. Y no los tiempos pasados fueron decretadas acerca del culto a las imá-
es así. La devoción a María, enseña el Concilio, no es un impedi- genes de Cristo, de la Bienaventurada Virgen y de los santos. Asi-
mento para nuestro culto divino; al contrario, es un práctico mismo exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores
auxiliar para fomentarlo1 y facilitarlo. de la divina palabra que se abstengan con cuidado tanto de toda
falsa exageración como también de una excesiva estrechez de es-
Naturalmente, siempre son posibles las desviaciones lamenta- píritu al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios.
bles y las exageraciones de una piedad poco ilustrada. El Concilio Cultivando el estudio de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres
va a prevenir después a los fieles contra ese peligro. Pero ahora y doctores y de las liturgias de la Iglesia, bajo la dirección del
Alagisterio, ilustren rectamente los dones y privilegios de la Bien-
se trata solamente de un culto y una devoción a Nuestra Señora aventurada Virgen, que siempre están referidos a Cristo, origen
que está dentro de la sana y recta doctrina católica. Sin salirse de toda verdad, santidad y piedad; eviten celosamente todo aquello
nunca de esos límites, existen y tienen necesariamente que existir que, sea de palabra, sea de obra, pueda inducir a error a los her-
variedades múltiples en la riquísima abundancia de una vida cris- manos separados o a cualesquiera otros acerca de la verdadera doc-
trina de la Iglesia. Recuerden, pues, los fieles que la verdadera
tiana universal en el tiempo, en el espacio, en las lenguas, en las devoción no consiste ni en un afecto estéril y transitorio ni en una
psicologías. Todas esas variedades católicas en el culto a María vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, por la que
contribuyen positivamente al culto exclusivo de Dios. somos conducidos a conocer la excelencia de la Aladre de Dios y
somos excitados a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imi-
El texto conciliar lo explica con esta observación. Todo cuan- tación de sus virtudes.
to existe en el universo gravita hacia Cristo como hacia su fin;
hacia el mismo Cristo, en quien depositó el Padre de modo per- Tres series de directivas podemos distinguir en este número
manente toda plenitud. Ambos aspectos enlazan intrínsecamente del texto conciliar. La primera se dirige a todos los hijos de la
a Cristo con María, al Hijo con su Madre. Esta de un modo es- Iglesia, la segunda se refiere especialmente a los teólogos y a los
pecialísimo fue hecha para El; y los tesoros naturales y sobrena- predicadores, la tercera habla directamente con los fieles. En las
turales que enriquecen su persona privilegiada provienen de la tres series establece el texto conciliar el justo equilibrio y traza las
plenitud de Cristo y la proclaman. Por eso es imposible honrar líneas generales dentro de las que debe desarrollarse en el porve-
a la Madre sin que esa veneración lleve a un mayor conocimiento nir la devoción a la Santísima Virgen y el estudio de la mario-
del Hijo, a amarle a El más y a glorificarle mejor y a adaptar logía. Como se ve, este número, aun dentro del apartado que el
nuestra conducta a sus divinos mandamientos. Concilio dedica al culto mariano, abarca más, al aludir también
Estos pensamientos también los encontramos repetidos en el a la predicación y a la teología.
magisterio de los Romanos Pontífices. Escribió Pío X I I : Fundado en la doctrina católica sobre el culto a María, descrita
en el número anterior, doctrina que el Concilio pretende enseñar
«Todo el honor y la veneración que tributamos a nuestra Madre del explícitamente, comienza ahora el texto conciliar por recomen-
cielo redunda, sin duda ilguna, en honra de su Hijo divino; no sólo por-
que de El, como de su fuente original, brotan todas las gracias y todos dar a todos los hijos de la Iglesia el culto a Nuestra Señora. Esto
los dones, aun los más excelentes, sino también porque gloria de los hijos 44
Alocución a las Hijas de María Inmaculada: ibid., 881.
son sus padres» (Prov 17,6) " .
4:1
Ene. Fulgen! enrona: ibid , 8*>2.
1068 fosé A. de Aldtima, S. I. C.8. La Virgen María. 67 1069

no le extrañará a nadie que recuerde lo que el papa Pío XII de- Que la recomendación del culto litúrgico a Nuestra Señora no
cía a los participantes en un Congreso Nacional Mariano de Ar- \ quiere ser exclusiva en la mente del Concilio, aparece ya en la
gentina: «El culto a la Madre de Dios, por Ella misma profetiza- misma frase del texto conciliar. Aparece aún más en las líneas
do cuando anunció: BeMam me dicent omnes generationes, es un siguientes. Ni podía ser de otra manera 5". Lo exige así la estruc-
elemento fundamental en la vida cristiana» ". tura misma de la vida cristiana y la orientación del alma a Dios
Semejante recomendación recoge el eco poderoso de innume- por el ejercicio de la virtud de la religión.
rables exhortaciones pontificias, en los últimos tiempos sobre todo. Por eso, a renglón seguido, recomienda el Concilio las prác-
Así, por ejemplo, cuando escribía a la Iglesia el papa de la In- ticas y ejercicios de devoción con que tradicionalmente ha hon-
maculada •. rado el pueblo cristiano a la. Madre de Dios. Prácticas y ejercicios
piadosos, que han obtenido la aprobación del magisterio eclesiás-
«Oigan nuestras palabras todos los hijos amadísimos de la Iglesia
católica, y con u n fervor cada vez más encendido de piedad, religión tico y están siempre bajo su dirección. Tiene, pues, empeño el
y amor, sigan venerando, invocando, suplicando a la Santísima Virgen Concilio en afirmar que no desea suprimir las prácticas de devo-
María, M a d r e de Dios, concebida sin mancha de pecado original; y en ción, privadas o públicas, en honor de María, aunque caigan fue-
todos sus peligros, angustias, necesidades, situaciones dudosas y vaci-
ra del ámbito y de la categoría superior de la liturgia.
lantes, acudan con entera confianza a esta M a d r e dulcísima de misericor-
dia y de gracia. P o r q u e nada hay que temer ni desconfiar mientras Ella El Concilio no entra en el detalle de esas prácticas piadosas,
nos guíe, nos ampare, nos favorezca, nos proteja» " . como tampoco lo hizo el papa Juan XXIII al dirigirse al Con-
Así León X I I I : greso Mariano Nacional de Lisieux 5V. El texto conciliar se man-
tiene en la línea elevada de los principios generales. Solamente
«De cuan grande interés, privado y público, sea el fomentar dili-
gentemente y promover cada día con mayor empeño el culto a la augus- por eso no fue admitida una sugerencia a favor del rezo del san-
tísima Virgen María, lo comprenderá fácilmente quien considere la to rosario, hecha más de una vez por bastantes Padres conciliares
excelsa cumbre de dignidad y gloria en que Dios la colocó» ". en diversos momentos de la redacción del texto. Pero es claro que,
Y Pío X I : si alguna práctica de devoción en honor de la Santísima Virgen
cumple las condiciones del texto conciliar, es ciertamente el santo
«Los Romanos Pontífices, nuestros predecesores, con celo ininterrum-
pido, procuraron constantemente excitar y fomentar cada día más la de- rosario, cuyas aprobaciones y recomendaciones ocupan un lugar
voción de los fieles a la Santísima Madre de Jesucristo, nuestro Reden- de señaladísima preferencia en los documentos pontificios maria-
tor» ". nos v". Entran en la misma línea de tradicional aprobación de la
Son sólo unos ejemplos tomados al azar; podrían citarse otros Iglesia otras muchas devociones marianas, entre las que no pode-
de todos los papas recientes. mos dejar de mencionar el escapulario, sobre todo el del Car-
Dentro de esta recomendación conciliar del culto a Nuestra men ".
Señora subraya el texto la preferencia que debe darse al culto li-
">a En la encíclica Medialor Dei ya babía denunciado Pío XII una posible des-
túrgico. La preferencia es obvia. Su mejor comentario lo hace el viación de quienes, con un falso pretexto de renovación litúrgica, cayesen en el
mismo Vaticano 11 en estas frases de la constitución apostólica error de disminuir sensiblemente el culto a "Nuestra Señora: «Sobre todo no permi-
táis (como pretenden algunos, engañados por una apariencia de renovación litúrgica
sobre la sagrada liturgia: o pretendiendo sostener que solamente los ritos de la liturgia tienen eficacia y dig-
nidad) que... el culto a la Virgen Madre de Dios, que, a juicio de santos varones,
«En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, es señal de predestinación, quede tan pospuesto, sobre todo entre los jóvenes, que
poco a poco vaya enfriándose y languidezca. Los frutos de semejante modo de obrar
la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de son venenosos, gravísimamente perniciosos para la piedad cristiana, nacidos como
Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su son de las ramas inficionadas de un árbol sano; hay que cortar sus ramas, para
Hijo; en Ella admira y ensalza la Iglesia el fruto más espléndido de que la savia vital del árbol no produzca otros frutos que dulces y buenos» (AAS 39
[1947] 584-585).
la redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de 51
Radiomensaje al Congreso de Lisieux: AAS 53 (1961) 505-506.
lo que ella misma, toda entera, ansia y espera ser» ". 52
Son conocidas de todos las encíclicas de León XIII sobre el Rosario. Pueden
verse en Documentos marianos (BAC 128). Añádanse las de Pío XI lngravtscentibus
Veremos después cómo nuestra constitución recoge también malis; Pío XII Ingruentium malorum (ibid.), y Juan XXIIJ Grata recorddtio (AAS
51 [1959] 673-678). Habría que citar también los discursos de Pío XII sobre el
este último pensamiento. Rosario en familia (Documentos marianos 675-677 y 687-697) y las cartas de
Juan XXIII Uottobre (AAS 52 [1960] 814-817), 11 religioso convegno (ibid., 53
-481* Radiomensaje al Congreso Nacional de Lujan: ibid., 760. [1961] 641-647). Finalmente, también el papa Pablo VI ha insistido en varios re-
47
Bula hieffabilis Deus: ibid., 301. cientes documentos.
d
Ene. Augustissimae Virg'tnis Marra?: ibid., 450. y¿
Cf. Ephemerides Mariologicae 2 (1955) 43-62. El Rosario y el Escapulario
* Epíst. apost. Rornani Pontífices: ibid., 648. fueron recomendados recentísimamente por el Papa Pablo VI en su carta al cardenal
" Const. Sacrosanclum Cancilium 5,103: AAS 56 (1964) 125. Cf. Concilio Va- legado del Congreso Internacional de Santo Domingo (AAS 57 [1965] 378).
ticano II vol.l (BAC 238) 476-479.
1070 José A. de Aldama, S. 1. C.8. La Virgen María. 67 1071
A estas dos recomendaciones, perfectamente equilibradas, se Este sentido del culto a las imágenes de María, único sentido
une en el texto conciliar otra tercera de singular importancia: la/ católico, debe explicarse al pueblo cristiano, como debe vigilarse
del culto de las imágenes. Sobre este punto había hablado ya el! atentamente por que se mantenga siempre en su pureza. Pero se-
Concilio Vaticano II en su constitución sobre la sagrada liturgia^ ría un exceso indudablemente censurable y un proceder antipe-
restableciendo también allí el necesario equilibrio para la vida dé dagógico y antipastoral, según las directivas del Concilio, el que-
la Iglesia 54. Pero ahora lo hace aludiendo expresamente a los de- rer conseguir el fin necesario de la pureza en el culto a la San-
cretos dogmáticos del Concilio Tridentino y del II de Nicea. El tísima Virgen sacrificando la veneración y la existencia misma
Concilio manda se observen religiosamente aquellas prescrip- de sus imágenes en nuestros templos. La enseñanza conciliar une
ciones. perfectamente el culto a las imágenes con la más exigente puri-
El Concilio de Trento habló así: ficación de cuanto no sea un culto que no se detiene en la ima-
gen misma de María, por muy venerada que sea, sino que se eleva
«Es preciso conservar y mantener, sobre todo en los templos, las imá- hasta la persona misma de la Virgen.
genes de Cristo, de la Virgen Madre de Dios y de los otros santos; y hay
que tributarles el honor y veneración debidos. No porque pensemos se Dentro de esta exigencia fundamental e ineludible es preciso
esconde en ellos la divinidad o poder alguno que sea la razón de vene- situar el culto que a determinadas imágenes de Nuestra Señora
rarlas, ni porque haya que pedirle algo directamente a ellas, ni porque tributa legítimamente el pueblo cristiano con especial devoción
se haya de depositar en ellas la confianza, como lo hacían antiguamen- en ciertos santuarios particulares y bajo advocaciones variadas. Ya
te los paganos que ponían su esperanza en los ídolos, sino porque el ho-
nor que se les da redunda en el prototipo que ellas representan; de ma- en 1794 se opuso el papa Pío VI a las falsas tendencias del Síno-
nera que, por medio de las imágenes que besamos, o ante las que nos do de Pistoya, según las cuales debían prohibirse las imágenes de
descubrimos, o nos arrodillamos, adoramos a Cristo y veneramos a los la Santísima Virgen que llevaran títulos diferentes de los miste-
santos, cuya semejanza expresan»'""'. rios expresamente mencionados en la Sagrada Escritura, como si
no fuera lícito dar a las imágenes otras piadosas advocaciones,
El Concilio de Trento quería así renovar en las circunstancias
aprobadas y recomendadas por la Iglesia aun en su misma litur-
especiales del siglo xvi las prescripciones de Concilios anteriores,
gia '". En la doctrina de la Iglesia eso no puede ser censurable.
sobre todo del II de Nicea, como el Vaticano II en la coyuntura
Si con esa ocasión surgen en la piedad popular actitudes repren-
de hoy renueva las unas y las otras. El decreto diotado el año 787
sibles por lo exclusivas o exageradas, la línea pastoral del Con-
por el II Concilio de Nicea afirma que no hace sino caminar por
cilio debe llevar a ilustrar la piedad, no a suprimir un culto de-
el camino regio de la fe y seguir el magisterio divinamente ins-
fendido tenazmente durante siglos por el magisterio infalible de
pirado de los Santos Padres y la tradición de la Iglesia católica, la Iglesia.
la Iglesia del Espíritu Santo que en ella habita. En directa con-
tinuidad con esa línea sagrada define el Concilio que deben exhi- La segunda serie de recomendaciones se dirige a los teólogos
birse a la veneración las imágenes de Nuestro Salvador y de Nues- y a los predicadores. Las primeras directivas de esta segunda se-
tra Señora la Santa Madre de Dios, y las de los santos. «Porque rie están tomadas fundamentalmente de la encíclica de Pío XII
cuanto con mayor frecuencia se contemplan ellos en sus imágenes, sobre la realeza de María y de su radiomensaje al II Congreso
tanto al mirarlas nos elevamos a la memoria y al deseo de las Mariológico Internacional en 1954'". Pío XII entonces, como
personas que representan y a tributar a éstas la debida venera- ahora el Concilio, ponen en guardia a los que investigan el mis-
ción»'56. Y añade con frase de San Basilio Magno: «Porque el terio de María y a los que lo explican al pueblo contra un doble
peligro que se aparta por igual de la recta enseñanza católica: un
honor hecho a la imagen sube hasta la persona representada».
peligro de excederse y un peligro de restringirse demasiado; uno
De esta forma queda claro el sentido que tiene en la doctrina
de aventurarse sin fundamento y otro de temer siempre ir dema-
católica el culto de las imágenes. No es a la imagen en sí misma
siado lejos.
a la que se dirige nuestra veneración. Pasando por el símbolo y 57
la imagen, el culto se tributa a la persona. No es, por lo mismo ; Const. Auctorem fiJei: BAC 128. Documentos marranos 230. Son innumera-
bles las advocaciones aprobadas por la Iglesia, como lo son los templos, santuarios
un culto absoluto, sino relativo, cuya motivación no está en la re- y altares, erigidos para su culto con la bendición eclesiástica. El magisterio ponti-
ficio y el episcopal han vigilado atentamente por que no se introduzcan errores y
presentación, sino en la dignidad de la persona representada. desviaciones fáciles en la piedad ingenua del pueblo.
58
Ene. Ad caeli Reginam: BAC 128, Documentos marranos 902 p.805; Radio-
íit mensaje al Congreso Internacional Mariológico: ibid., 918. Ambos textos están com-
Const. Sacrosanctum Concrlrum 7,125. Cf. Concilio Vaticano II (BAC 238) 555.
" C o n c i l i o Tridentino, ses.25: CTr 9,1078. puestos por los mismos días (llevan las fechas de 11 y 24 de octubre) y reflejan
56
Concilio Niceno II, ses.7: MANSI, 13,378-379. evidentemente el mismo pensamiento.
1072 José A. de Aldama, S. i. C.8. La Virgen María. 67 1073
Léanse las palabras de Pío XII, que resume en su frase el valorada, en el radiomensaje de Pío XII. Lo único nuevo aquí
Concilio: es la referencia a las distintas liturgias, en plural, adición de últi-
ma hora para alargar el estudio más allá del rito romano «a las
«Tengan cuidado los teólogos y los predicadores de la palabra di- j grandes liturgias de Oriente y de Occidente», cuya investigación
vina, de evitar ciertas desviaciones del recto camino para no caer en uno
de dos errores. Guárdense por un lado de opiniones infundadas y que ¡y estudio traerán evidentemente un enriquecimiento incalculable
por su expresión exagerada van más allá de la verdad; y eviten por otro | a la mariología.
lado una mentalidad demasiado estrecha cuando se refieren a la dignidad ! ¿Hay en el binomio «oficios y privilegios (muñera et privi-
de Madre de Dios, dignidad singular, absolutamente sublime y aun casi j legia) de la Santísima Virgen» una discreta invitación a sobre-
divina, como nos enseña a valorarla el Doctor Angélico, por razón del 1
bien infinito que es Dios.» pasar cierta oposición entre una «mariología de los privilegios»
y otra «mariología funcional»? Puede ser, aunque no lo creemos
La descripción de los dos extremos erróneos la hace así el probable. De todos modos, también ese binomio se lee en el ra-
Papa en el radiomensaje citado: diomensaje pontificio bajo las formas muriera et dignitas, muñe-
«Podrá así la mariología caminar por el recto camino medio, que evi- ra ac dona, que son sin duda equivalentes en su contenido.
ta por una parte cualquier falsa y desmedida exageración de la verdad Afirma el texto conciliar que los dones y gracias de María,
y se aleja de los que están perturbados con el vano temor de conceder a su dignidad excelsa y su posición en la historia de la redención,
la Santísima Virgen más de lo justo, o, como no raras veces repiten, de están todos en relación esencial con Cristo, fuente y origen de
sustraer en algo al mismo divino Redentor el honor y la confianza al
honrar y venerar a su Madre.» todo bien. El mejor comentario a esta frase lo encontramos en el
discurso con que el papa Pablo VI clausuró la tercera etapa del
Naturalmente, estos avisos reflejan una situación real. Pero su Concilio:
explicación pormenorizada y su verdadera presentación histórica
nos llevaría demasiado lejos 50. «Deseamos sobre todo que se ponga en espléndida luz la realidad
El texto conciliar no se contenta con denunciar peligros y co- de que María, la humilde esclava del Señor, está toda entera relaciona-
da a Dios y a Jesucristo, único Mediador y Redentor nuestro» *2.
rregir desviaciones entre los mariólogos y los predicadores. Si-
guiendo una vez más las directivas de Pío XII, propone positiva- ¿Cuál es el sentido de esas palabras?
mente normas seguras para el desarrollo ulterior de la mariología. Sin duda hay en María una referencia fundamental a Cristo
Esta rama de la teología debe insistir en volver a las fuentes; esa en cuanto que, «descendiendo también Ella de Adán, no posee
vuelta a los tesoros inexhaustos de la verdad revelada trae siem- gracia ni privilegio alguno que no se lo deba a su Hijo, Reden-
pre a la teología una nueva juventud, como decía Pío XII en tor del género humano, tanto que al admirar y celebrar debida-
otro lugar c". La recta metodología de una vuelta a las fuentes mente las excelencias de la Madre, admiramos y celebrarnos la
en mariología, tal como la recomienda aquí el texto conciliar, divinidad, la bondad, el amor, el poder de su mismo Hijo» ".
ocupó la parte principal del radiomensaje pontificio citado más Y, desde luego, este pensamiento lo sugiere positivamente la
arriba. Sería inexacto ver en esa recomendación una añadidura palabra del texto conciliar que comentamos. Pero esa palabra pa-
del Concilio a las enseñanzas del gran Pontífice. Si en su radio- rece aludir a algo más. Porque María es lo que es por su cualidad
mensaje, como en la encíclica, existe una subrayada mención del de Madre de Dios Redentor. Su estructura entera está dispuesta
magisterio pontificio, no es en ningún modo porque se preten- por Dios para que sea su Madre; en el fondo mismo de su ser
diese sustituir éste al depósito de la revelación ni a su investiga- existe una orientación dinámica hacia ese Dios que es su Hijo,
ción privilegiada, sino porque era entonces y es hoy urgentemente una polarización que, a través de la maternidad divina, la refiere
necesario para los teólogos tener muy en cuenta la misión esen- por completo a El.
cial de intérprete auténtico de las verdades reveladas, que fue
concedida por Dios únicamente al magisterio de la Iglesia". Termina el Concilio sus recomendaciones a los teólogos y a
los predicadores con una exhortación inspirada por el sentido ecu-
Ni siquiera es nueva en el Concilio la recomendación del es- ménico que ha estado siempre ante los ojos durante la redacción
tudio de la liturgia en mariología. Se lee también, explicada y del capítulo. Lo que se les recomienda es que, al tratar de la
ñt> p u c d e verse nuestro libro María en la vida actual Je la Iglesia (Zaragoza
1964). «= AAS 56 (1964) 1017.
60 ^ Pío XII, Radiomensaje al 11 Congreso Internacional Manológico: BAC 128,
Ene. Humani generis: AAS 42 (1950) 568. Documentos marianos 918
61
Sobre todo el problema véase María en lá vida actual de la Iglesia 51-lli.
\
C.8. La Virgen María. 68 1075
1074 José A. de Aldama, S. 1.
basta. Esa misma fe tiene que conducir al amor; al amor, que aquí
Virgen, alejen cuanto de palabra o de hecho pueda inducir a tiene que ser necesariamente amor filial a nuestra Madre del cie-
error a los hermanos separados o a cualquier otra persona sobre lo. Y si ese amor es lo que debe ser, llevará por su propio dina-
la verdadera doctrina mariana de la Iglesia. La frase, cuya redac- mismo interno a una práctica sincera de la vida cristiana, siguien-
ción ha pasado por diversas etapas, queda suficientemente clara do fervorosamente la huella de sus excelsas virtudes.
y se explica bien teniendo en cuenta, de un lado, la preocupación Queremos copiar, como comentario superior de estas enseñan-
ecuménica del momento, y de otro, las susceptibilidades de cier- zas conciliares, unas bellísimas frases del papa Juan X X I I I :
tos teólogos católicos.
Después de esta larga serie de recomendaciones, se dirige el , «Hoy estáis honrando a la Santísima Virgen, es verdad; pero todo
acto de homenaje hacia Ella se resuelve en un vínculo más estrecho con
texto conciliar especialmente a los fieles. Sus palabras aquí pre- su Hijo, Jesús. Ningún otro fin tiene la devoción a María Santísima
tenden aclarar al pueblo devoto de María en qué consiste la ver- que el hacer más robusta, más pronta y más operante nuestra fe, y más
dadera devoción a la Señora. Palabras de gran interés y alcance ardiente nuestra caridad, y más sentido y fecundo nuestro empeño cris-
pastoral, que, al describir lo que no es la verdadera devoción, tiano. ¡ Por María vamos a Jesús!» "*.
previenen contra ciertos evidentes peligros o consignan determi- Lo había escrito así más de cincuenta años antes San Pío X :
nados abusos tal vez existentes entre algunas personas. El Conci-
lio no afirma ni niega la existencia de tales abusos, aunque es «Para que la devoción a la Madre de Dios sea auténtica, debe bro-
demasiado claro que el pueblo sencillo y rudo no es fácil esté tar del interior; los actos del cuerpo no valen aquí ni sirven de nada si
están aislados de los actos del alma. Estos, por su parte, no pueden te-
siempre y en todas partes libre de ellos por completo. ner otro fin que el obedecer plenamente los preceptos del divino Hijo de
La verdadera devoción a la Santísima Virgen no puede hacer- María. Porque, si no es verdadero amor sino el que tiene fuerza para
se consistir en «un afecto estéril y pasajero», como tampoco en unir las voluntades, será preciso que nuestra voluntad sea igual que la
«una credulidad vana». N o podríamos comentar mejor estos pen- de nuestra santísima Madre, que no es otra sino servir a Nuestro Señor
Jesucristo. Lo que la Virgen prudentísima dijo en las bodas de Cana a
samientos que aduciendo unos pasajes del papa Juan XXIII. Así los criados, eso mismo nos dice a nosotros: Haced lo que El os diga.
cuando decía al clero romano, refiriéndose a ciertas prácticas y Y lo que Cristo dice es esto: Si quieres entrar a la vida, guarda los
devociones particulares en el culto a María: mandamientos. Por eso, persuádanse todos: si la devoción que cada uno
profesa a }a Santísima Virgen no sirve para apartarlo del pecado ni le
«Algunas prácticas exclusivistas agradan al sentimiento, pero por sí inspira el deseo de corregir sus malas costumbres, esa devoción es apa-
solas no bastan para cumplir todos los deberes religiosos, ni siquiera co- rente y engañosa, puesto que carece de su fruto propio y natural» s '.
rresponden a los tres primeros preceptos del decálogo, que son graves
y obligatorios» M.
Así también cuando hacía notar a los rectores de los semina- V. MARÍA, SEÑAL DE FIRME ESPERANZA Y DE CON-
rios italianos, comentando lo que debe ser la formación del se- SUELO PARA EL PUEBLO DE DIOS, QUE PEREGRINA
minarista: POR LA TIERRA

«La devoción a la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, debe cul- Con este título encabeza la constitución Lumen gentium los dos
tivarse en sentido católico, de tal modo que se modere el pararse en las números con que concluye el capítulo sobre la Santísima Virgen
pequeñas efusiones del sentimiento, al que se entrega a veces nuestro
pueblo, exaltando particularidades locales más bien que las advocacio- y la constitución entera sobre la Iglesia. Es su verdadero epílogo.
nes célebres y preeminentes de María: su virginidad, la divina materni- Esperanza y consuelo. Para el pueblo cristiano en marcha hacia
dad, su puesto al pie de la cruz» 65 . Dios. Y para la Iglesia, que, bajo la acción interna del Espíritu
divino, anhela por la unión de todos los redimidos por Cristo
El Concilio no se detiene en este aspecto negativo de la falsa
para que felizmente se congreguen todos en la concordia y la paz
devoción a la Virgen. Explica también al pueblo cristiano las
exigencias de la verdadera. Su origen está en la fe, y ese origen del único pueblo de Dios.
le da su solidez sobrenatural. N o hay devoción auténtica a María 68. Entre tanto, la Madre de Jesús, de la misma manera que,
si no está fundada en la revelación de Dios, que nos ha descu- ya glorificada en los cielos en cuerpo y en alma, es la imagen y
bierto la grandeza soberana de su divina maternidad. Pero eso no principio de la Iglesia, que ha de ser consumada en el futuro si-
6fi
fil Radiomensaje a la ciudad de Turín: Discorsi, Mesaggi, Colloqui 2,259.
Alocución a ambos cleros de Roma: AAS 52 (1960) 969. 67
Ene. Ad dicm Hlum'- PAC 128, Documentos marianos 490.
'^ Alocución a los rectores de los Seminarios Italianos: AAS 59 (1960) 684.
C.8. La Virgen María. 69 1077
1076 jos'é A. de Aldama, S. I.
'tiana. Por eso, al leer las palabras conciliares que estamos co-
glo, así en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor (cf. 2 Petr j
10), antecede con su luz al pueblo de Dios peregrinante, como mentando, nos parece oír en ellas el eco de la alocución ponti-
signo de esperanza segura y de consuelo. ficia que coronó la definición del dogma asuncionista el 1 de no-
viembre de 1950. Decía así el Papa:
Bellamente se termina la constitución con una evocación esca-
tológica de María, propuesta precisamente a la Iglesia peregrina «Por inescrutable designio divino sobre los hombres de la presente
y en marcha hacia Dios. A esa Iglesia, la visión celeste de María generación, tan trabajada y dolorida, descarriada y desilusionada, pero tam-
le servirá para avivar su esperanza y para guiar gozosamente sus bién saludablemente inquieta en la búsqueda de un gran bien perdido, se
abre un halo luminoso de cielo, fulgurante de candor, de esperanza, de
pasos hacia el término venturoso del día del Señor. vida feliz, donde, junto al Sol de justicia, Reina y Madre se asienta Ma-
María, que ha alcanzado ya su glorificación completa en cuer- ría... Por eso elevamos confiados los ojos desde esta tierra a tan excelsa
po y alma, es una imagen perfecta de lo que la Iglesia peregrina criatura, en este tiempo nuestro, en esta generación nuestra, y gritamos a
todos: ¡ Arriba los corazones! A tantas almas inquietas y angustiadas, tris-
espera un día alcanzar por los méritos de su Redentor. Su espe- te herencia de una edad agitada y turbulenta, almas oprimidas y no resig-
ranza se cumplirá al fin de los tiempos cuando llegue el día del nadas que ya no creen en la bondad de la vida y no aceptan de ella, como
Señor. Imagen escatológica de dicha esperanza, imagen perfecta forzadas, sino el instante actual, la humilde e ignorada doncella de Naza-
en todos sentidos, no puede ser otra que Cristo resucitado y en ret, ahora ya gloriosa en los cielos, les abrirá visiones más altas y las
esforzará para contemplar a qué destino y a qué obras fue sublimada
la gloria del Padre. Pero María es una imagen más cercana a aquella que, elegida por Dios para ser Madre del Verbo encarnado, aco-
nosotros de la esperanza que depositó el Redentor en nuestro co- gió dócil la palabra del Señor... A este mundo sin paz, martirizado por
razón. Jesús resucitado tiene en el cielo su propia gloria, la gloria mutuas desconfianzas, divisiones, contrastes, odios, porque se ha debilita-
del Unigénito del Padre, la gloria que eternamente tuvo en el do en él la fe y casi se ha extinguido el sentido del amor y de la pa-
ternidad en Cristo, mientras suplicamos con todo ardor a la Asunta señale
Padre antes de la creación del mundo. Nuestra gloria no será la vuelta del calor de afecto y vida a los corazones humanos, no nos can-
así; será una participación limitada de esa gloria infinita, una samos de recordarle no hay nada que deba prevalecer sobre el hecho y la
gloria que se nos da gracias a la redención con que nos redimió conciencia de ser todos hijos de una misma Madre, María, que vive en
Jesús. Tal es también la gloria de María. Su gloria, limitada como los cielos, lazo de unión para el Cuerpo místico de Cristo, nueva Eva y
nueva Madre de los vivientes, que quiere llevar a la verdad y a la gracia
creada, aunque supere la de todos los ángeles y santos, es una de su divino Hijo» 6S.
gloria que corona espléndidamente los dones de Dios en Ella, la
obra de redención que hizo en Ella el Señor. Por eso es una ima- Esta visión escatológica de María, que presenta a la Iglesia
gen que nos presenta nuestra verdadera esperanza con líneas más en marcha hacia Dios por la tierra el cumplimiento inicial, las
proporcionadas a nuestra realidad sobrenatural. primicias, de una esperanza de gloria a la que se enderezan los
Pero María, glorificada ya en cuerpo y alma en el cielo, no pasos de su peregrinación terrena, la confianza adquiere una nue-
es sólo una imagen de lo que espera la Iglesia peregrina; es tam- va seguridad, y un consuelo celestial dilata los corazones oprimi-
bién un comienzo y, podríamos decir en algún sentido, las primi- dos. De ese modo, la primera visión de María, que fue en el
cias de esa esperanza. Comienza en Ella, después de Cristo y en paraíso primavera prometedora de una firme esperanza de reden-
virtud de Cristo, el estadio final que la Iglesia espera para sí. La ción en Cristo, se convierte en visión escatológica en el cielo,
Iglesia la espera cuando llegue el día del Señor; María lo posee otoño riquísimo y gozoso de frutos de redención.
ya. Es así María comienzo de la Iglesia triunfante, que vive ya
en cuerpo y alma plenamente la gloria ansiada de los hijos de 69. Ofrece gran gozo y consuelo para este sacrosanto Sínodo
el hecho de que tampoco falten entre los hermanos separados quie-
Dios. nes tributan debido honor a la Madre del Señor y Salvador, espe-
Por eso su imagen bendita, la imagen de su glorificación ce- cialmente entre los orientales, que corren parejos con nosotros por
leste, es columna de luz que por divina disposición precede al su impulso fervoroso y ánimo devoto en el culto de la siempre
pueblo de Dios en su marcha, iluminándole desde el cielo los Virgen Madre de Oíos. Ofrezcan todos los fieles súplicas insistentes
a la Madre de Dios y Madre de todos los hombres para que ella,
caminos oscuros de su peregrinación terrena. que estuvo presente a las primeras oraciones de la Iglesia, ahora
La definición dogmática de la asunción corporal de María también, ensalzada en el cielo sobre todos los bienaventurados y
tuvo, sin duda, en el designio divino y en la intención de Pío XII, los ángeles, en la comunión de todos los santos, interceda ante su
Hijo para que las familias de todos los pueblos, tanto los que se
el sentido de proponer a nuestro mundo, cerrado cada día más
en la materia, la visión escatológica de la firme esperanza cris- Alocución del 1.'-' de noviembre de 1950: BAC 128, Documentos marianos 814.
1078 José A. de Aid ama, S. I.
C.8. La Virgen Marta. 69 1079-
honran con el nombre cristiano como los que aún ignoran al Sal-
vador, sean felizmente congregados con paz y concordia en un solo nanos para con Hila que esas naciones tienen, sobre todo los orientales.
pueblo de Dios para gloria de la Santísima e individua Trinidad. A ellos se debe mucho del desarrollo y aumento de su veneración; entre
Este último número toca el problema de la unidad. El tema ellos surgieron renombrados panegiristas de su dignidad y defensores so-
lidísimos en su actuación y en sus escritos...» 72.
de María y la unión de los cristianos, tema en ningún modo nue-
vo, pero que ciertas tendencias actuales han convertido en pro- En el párrafo siguiente propone el Concilio el tema de María
blema espinoso y difícil. y la unión de ios cristianos desde otro punto de vista. No desde
Hay en ese tema un primer avance, que parece encontrar te- los hermanos separados y su devoción mariana, sino desde María
rreno firme: la constatación de un hecho que llena al Concilio misma y su acción maternal a favor de la unión.
de consuelo y alegría. N o somos solamente los católicos quienes Esa acción de María se cifra en su poderosa intercesión ante
tributamos a María el culto a que Ella es acreedora. Hay también su divino Hijo en el cielo para que en la paz y la concordia lle-
entre los hermanos separados algunos que la honran igualmente. guen por fin a congregarse todos los pueblos en el único pueblo
Por más que quieran difuminarse los tajantes contornos, sería de Dios.
injusto no señalar aquí algunas diferencias. Y el Concilio las se- Semejante intercesión de María debe solicitarse con nuestra
ñala ''"'. Si no sólo entre los anglicanos, sino también en ciertos oración, según el plan divino; el texto conciliar exhorta a todos
ambientes luteranos y calvinistas, puede hoy apreciarse un acerca- los fieles a elevar insistentes plegarias a la Santísima Virgen para
miento hacia la figura de María, nada de esto puede compararse, obtener de Ella su especialísima intercesión.
ni remotamente, con la devoción singularísima y el afecto ardien- Pero hay una frase en que el Concilio insinúa un motivo par-
te que han tenido siempre los ortodoxos a la Madre de Dios. ticular de confianza en que María intercederá por la Iglesia y por
Herederos del tesoro riquísimo de los Santos Padres orientales, su unidad. Las oraciones de la Madre de Jesús tuvieron ya como
han conservado sin desmayo una veneración y una invocación a la objeto a la Iglesia cuando ésta comenzaba a dar los primeros pa-
siempre Virgen Theotokos, cuyas fórmulas eucológicas pertenecen sos en la tierra. Creemos que «las primicias» de que habla el texto
a la más bella literatura eclesiástica mariana. conciliar se refieren a la Iglesia del cenáculo, y no nos parece
Por eso el Concilio ha reconocido en esa insigne devoción de aventurado ver la fuente del mismo en estas frases de León XIII,
los ortodoxos a María un posible camino hacia la deseada unión. en las que, después de hablar de la escena del Calvario donde
Así lo había escrito ya Pío X I : Jesús nos dio por Madre a María, afirma:
« O t r o lazo con los ortodoxos eslavos para restaurar la unión lo tene- «Ella recibió y cumplió con magnanimidad las obligaciones que le im-
mos en el singular afecto y devoción hacia la excelsa V i r g e n M a d r e de ponía esta singular y penosa misión, dedicándole su solicitud en el ce-
Dios, que los separa de muchos herejes y los hace más cercanos a nos- náculo. Ella fue ya entonces maravilloso auxilio para las primicias de la
otros» 70 . Iglesia con su ejemplo santo, con su autorizado consejo, con su suaví-
simo consuelo, con la eficacia de sus santas oraciones; verdaderamente
Igualmente P/o XII, invitando a los orientales a sumarse en Madre de la Iglesia, Maestra y Reina de los Apóstoles, a Jos que hizo tam-
una misma plegaria con la Iglesia católica, motivaba así su invi- bién partícipes de los divinos oráculos que guardaba en su corazón» ".
tación :
León XIII volvió a escribir al año siguiente:
« P o r q u e sabemos muy bien que ellos profesan extraordinaria devo-
ción a la santa Madre de Jesucristo y celebran su concepción inmacula- «Se describe allí [en los Hechos de los Apóstoles] el primer grupo de
da» " . los discípulos, pidiendo con grande esperanza y aguardando la efusión del
Espíritu Santo que se les había prometido. Se recuerda allí singularmente
Que hay aquí una continuidad en la línea pontificia lo de- la presencia de María, unida en la misma oración de los Apóstoles: Per-
muestran estas frases de León X I I I : severaban todos unánimemente en la oración con María, la Madre de Je-
sús. Por eso, de igual manera que la Iglesia naciente se unió en la ora-
« H a y otra razón especial para que más b e n i g n a m e n t e nos escuche ción a Ella, como a la gran favorecedora y defensora de la unidad, también
M a r í a cuando pedimos p o r las naciones disidentes: los méritos extraordi- en nuestro tiempo es oportunísimo se haga en todo el orbe católico» ".
69 72
Const. humen gentium 2,15. Ene. Adiutricem populi: BAC 128, Documentos marianos 433. A continuación
70
Ene. Ecclesiam Dei: AAS 15 (1923) 581. Estas palabras han sido fuente del recuerda el Papa la multitud de imágenes de María que vinieron de Oriente a Oc-
texto71 conciliar. cidente y que se recibieron aquí con devoción y siguen aún venerándose religiosa-
Ene. Fuigens corona: BAC 128, Documentos mañano! 859. Otra fuente del mente. Ve el Papa en ese liecho un indicio de que la Santísima Virgen invita a sus
texto conciliar. hijos a la unidad.
7:1
71
Ene. Adiutricem populi: BAC. 128, Documentos marianos 426.
Ene. Yidentem piumque: ibid., 448.
C.8. La Virgen María. 69 1081
1080 ¡osé A. de Aldama, 5. 1.
la perspectiva de la vida préseme de la Iglesia creyó Pablo VI
El mismo pensamiento lo repitió Pío X I I : faltaba poner el último complemento, la covona, al trabajo ma-
«María dispensó al Cuerpo místico de Cristo, recién nacido del co- riológico del Concilio. Y decidió ponerlo él en la sesión de clau-
razón abierto de nuestro Salvador, idénticos cuidados maternales e igua! sura de la tercera etapa conciliar, dentro del cuadro maravilloso
cariño a los que tuvo al aumentar al Niño Jesús en su infancia» ". del Concilio mismo y buscando cariñosamente todos los porme-
Une, pues, el texto conciliar las oraciones de María por la nores que pudieran dar al acto la mayor solemnidad y el carácter
Iglesia naciente con su intercesión celeste por la Iglesia que lucha mariano más acusado.
en su camino hacia Dios. No resistimos a glosar este pensamiento Así se llegó a la solemne proclamación pontificia de María
con las hermosas frases del papa Pablo VI el día mismo de su Madre de la Iglesia:
coronación: Para gloria de la bienaventurada Virgen y para nuestro propio
consuelo, declaramos a María Santísima Madre de la Iglesia, es de-
«¿Quién vamos a pensar lleva más en el corazón a la Iglesia que la cir, de todo el pueblo cristiano, tanto de los fieles como de los
Madre de Cristo, que estuvo con la Iglesia no sólo cuando nació ésta del pastores, los cuales la llaman Madre amant'tsima, y ordenamos que
costado abierto de su Hijo y cuando se presentó al mundo bajo la efu- el pueblo cristiano desde ahora honre todavía más a la Madre de
sión del Espíritu Santo en Jerusalén, sino siempre en sus luchas, en sus Dios con este título suavísimo y le dirija sus plegarias ".
merecimientos, en su expansión perpetua?»'6.
A pesar de toda la solemnidad de la ceremonia, es claro que
Con esa esperanzadora visión de fondo exhorta el Concilio
el papa Pablo VI no quiso hacer una definición dogmática al pro-
a los fieles a que imploren la intercesión de la Virgen por la
nunciar esas palabras. Pero sería igualmente falso reducir su ges-
unión. Por la unión de todos hasta que se forme el único pueblo
to a la enunciación de un simple título honorífico con la intención
de Dios a gloria de la Trinidad beatísima. Esa unión ha de ha-
de tributar un mero honor externo a Nuestra Señora. La procla-
cerse umversalmente, según el designio misericordioso de la re-
mación pontificia se efectúa en un reconocido horizonte magiste-
dención. Por eso la visión ecuménica se ha dilatado aquí en
rial. Es el Maestro supremo de la Iglesia, quien auténticamente
perspectivas más amplias, hasta abrazar la universalidad de los
determina la legitimidad y el valor teológico y pastoral de un
hombres redimidos por Jesucristo.
título que entraña toda la hondura de una teología incuestionable.
El tema de la proclamación pontificia de María como Madre
de la Iglesia ofrece aspectos variadísimos. Entre ellos, el histó-
Epílogo
rico y el teológico.
Desde el punto de vista histórico, afirmó el Papa que dicha
MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA
proclamación la habían pedido muchos obispos y personas de las
El capítulo 8." de la constitución Lumen gent'tum, aprobado distintas partes del orbe católico. Dichas peticiones habían lle-
y promulgado por el papa Pablo VI, junto con la constitución gado igualmente a la Comisión teológica del Concilio, como reso-
entera, la mañana del 21 de noviembre de 1964, es una esplén- naron también en el aula conciliar. Pero allí no sin contradicción.
dida presentación del puesto único que ocupa Nuestra Señora en Esto ponía al Papa ante una opción nada fácil.
el misterio de Cristo y de la Iglesia. Nunca un concilio había La Comisión teológica había creído más oportuno contentarse
presentado en su conjunto al pueblo cristiano la grandiosa figura con afirmar el contenido ideológico del título Madre de la Iglesia,
de la Madre de Dios y Madre de los hombres encuadrada en el sin enunciar el título mismo, que a más de uno resultaba dema-
misericordioso plan divino de la redención. Por encima de pe- siado ambiguo. Con esa intención formuló en sucesivos pasos re-
queneces humanas, quedaba al fin la visión perenne y la devoción daccionales la frase del n.53 : «Por eso se la saluda también como
ardiente de la Iglesia a la Madre de Dios, con la que se recono- miembro sobresaliente y absolutamente singular de la Iglesia y
cí? estrechamente ligada por tantos y tan sagrados vínculos. como su prototipo y modelo excelentísimo en la fe y en la cari-
Sin embargo, esta exaltación conciliar de María no pareció dad, y la Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, le con-
suficiente al Romano Pontífice, plenamente consciente de la co- sagra afectos de piedad filial como a Madre amantísima». El tex-
yuntura histórica y de la decisiva importancia del momento. En to conciliar, al adoptar la frase de Benedicto XIV, consagraba
75 77
Cf. Mysíiri Corporh: ibid., 713. Alocución en la clausura de la tercera etapa conciliar: AAS 56 (1964) 1015.
'» Homilía en el rito de su coronación: AAS 55 (1963) 619.
1082 ¡osé A. de Aldama, S. 1. C.8. La Virgen María. 69 losa
toda la realidad del título de Madre de la Iglesia sin llegar a «En el seno de la purísima Madre, Cristo asumió para sí una carne
enunciarlo sino indirectamente 7". humana y al mismo tiempo unió consigo un Cuerpo espiritual, que es-
Sin embargo, el Papa tomó decididamente una opción más de- taría formado por todos los que habían de creer en El. De ese modo,
María, al llevar en su seno al Salvador, llevaba también en él a cuantos
finitiva: proclamar abiertamente un título que en el texto conci- vivirían la vida del Salvador. Por eso todos los que estamos unidos con
liar había quedado expresado sólo de una manera equivalente. Cristo, cuantos, en frase del Apóstol, somos miembros de su Cuerpo, car-
Eso no era en absoluto, como alguien ha escrito, situarse frente ne suya y huesos suyos, hemossl salido del seno de María a la manera de
al Concilio. Eso era más bien prolongar la misma línea conciliar, un cuerpo unido a su cabeza» .
juzgando con superior criterio que había ventajas positivas para
Una maternidad única, virtualmente múltiple, es la que da
la Iglesia, prevaientes sobre las dificultades menores en que tro-
origen de manera esencialmente diversa a la Cabeza y a los miem-
pezaban algunos. Por eso el Papa subrayó la continuidad existente
bros, trabados vitalmente en la unidad orgánica de un solo Cuer-
entre su proclamación y la doctrina conciliar cuando dijo que el
po místico, que es la Iglesia. Por eso había escrito San Buena-
título Madre de la Iglesia «expresa con maravillosa brevedad el
ventura: «Todo el pueblo cristiano ha nacido del seno de la
puesto eximio que este Concilio ha reconocido ser propio de la
Virgen gloriosa; la Virgen es la Madre del pueblo cristiano» 8 ".
Madre de Dios en la Iglesia».
Y muchos siglos antes había predicado San León Magno al pueblo
Desde el punto de vista teológico y doctrinal, Pablo VI empe- de Roma: «La generación de Cristo coincide con el origen del
zó por afirmar no proponía nada nuevo. Si la proclamación ex- pueblo cristiano; el nacimiento de la Cabeza es nacimiento tam-
terna es nueva, el título «pertenece realmente a la concepción bién del Cuerpo entero» sl .
auténtica de la devoción mariana, puesto que se apoya sólidamen-
Pablo VI, en las palabras antes citadas, afirma que en la ma-
te en la dignidad que posee Ella como Madre del Verbo en-
ternidad divina está el fundamento principal de la maternidad
carnado» '".
de María sobre la Iglesia. El principal, no el único. Realmente
Ahí está ya insinuado lo más profunao de la teología que
es imposible omitir aquí la escena del Calvario. La maternidad
encierra el título de Madre de la Iglesia. El Papa lo expresó así:
espiritual de María la ha visto la Iglesia proclamada solemne-
«Como la maternidad divina es la causa de las relaciones com-
mente por el mismo Jesús antes de morir *'. Pero si al pie de la
pletamente singulares de María con Cristo y de su presencia en
Cruz representaba San Juan a la humanidad, era sin duda a la
la obra de redención humana cumplida por Jesucristo, de igual
humanidad regenerada a nueva vida por el Redentor, a la huma-
manera brotan principalmente de la maternidad divina las rela-
nidad nueva que renacía en la sangre vivificadora de Jesús. Una
ciones que existen entre María y la Iglesia. Porque María es la
humanidad unida estrechamente en la trabada unidad de un nue-
Madre de Cristo, el cual, en el mismo momento que tomó natu-
vo ser que estaba ya naciendo a la vida de la gracia: la Iglesia.
raleza humana en su seno virginal, se unió a Sí como a Cabeza
Esa es la perspectiva de Jesús cuando dice al discípulo amado:
su Cuerpo místico, que es la Iglesia. María, pues, como Madre
«¡Ahí tienes a tu Madre!» Hablando a San Juan hablaba a la
de Cristo, es también Madre de los fieles y los pastores todos, es
Iglesia entera, y es Jesús mismo el primero en proclamar a María
decir, de la Iglesia» 8°.
:omo Madre de la Iglesia. Benedicto X I V lo vio así.
Esta teología solidísima no es nueva ni podía serlo. San Hay en el discurso pontificio unas palabras profundas que
Pío X se la había enseñado a la Iglesia con frases bellísimas: iluminan ampliamente la perspectiva interior del Papa en la pro-
TS
Benedicto X I V en su bula Gloriosas Dominae (BAC 128, Documentos mu- clamación : «El conocimiento de la verdadera doctrina católica
ríanos 212) h a b í a escrito: «La Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, ha sobre la Santísima Virgen será siempre un eficaz auxilio para com-
tenido siempre especialísimo empeño en consagrarle afectos de filial devoción como
a M a d r e amantísima, que le dejó en una última recomendación su Esposo al morir». prender bien el misterio de Cristo y la Iglesia» S5. Por eso él no
Se ha especulado sobre este texto, pretendiendo minimizar su afirmación fundamen-
tal. Pero no es posible poner en d u d a que el Papa afirma el hecho de que la Igle- titubeó en reconocerle oficialmente a María el honor que se le
sia ha tenido siempre a la Virgen por M a d r e suya. Sin d u d a n i n g u n a lo prueban
así las observaciones que se han hecho sobre el m o d o estilístico l a t i n o ; pero, ade- debe, no sólo como a Madre de Cristo, sino también como a Ma-
más, el texto dice expresamente que Jesús al morir le dejó a la Iglesia («sibi») a
su M a d r e , lo que no puede entenderse de otras palabras que de a q u é l l a s : «He a h í 8]
a tu M a d r e » . Ene. Ad diem illum: BAC 128, Documentos marianos 487.
s
79 - Collatio VI de Donis Spiritus Sanctj 20.
Sobre la novedad del título « M a d r e de la Iglesia» véase nuestro trabajo María. 83
Madre de la Iglesia: Razón y Fe, marzo 1965, 777-778. Sermón 26, In Natiritate Domini 6 , 2 : PL 5 4 , 2 1 3 .
84
80
Alocución en la clausura de la tercera etapa c o n c i l i a r : AAS '56 (1964) 1015 Cf. B E N E D I C T O X I V , Gloriosae Dominae; L E Ó N X I I I , Adiutricem populi y
Octobri mense; PÍO X I , Quas primas; P í o X I I , Mystici Corporis: B A C 128, Docu-
mentos marianos 212,426.377.596.713.
85
Alocución en la clausura de la tercera etapa c o n c i l i a r : AAS 56 (1964) 1015.
1084 José A. de Áldama, S. 1.
dre de la Iglesia. Madre siempre, en la unidad de ese misterio ÍNDICE DE SAGRADA ESCRITURA
único. Los números remiten a las páginas de esta edición
No podemos terminar mejor este comentario que con las pa-
labras del Papa, verdadera plegaria, que es al mismo tiempo efu-
sión afectuosa y donación filial:
Gen 1,26 731 886 Eccli 24,24-25 1034
«¡ Oh Madre de Dios, Virgen María, Madre augustísima de la Iglesia! 1,28 890 is 2,2 173
2,7 889 4,3 733
A ti encomendamos la Iglesia entera y el Concilio ecuménico. A tu in- 2,8-9 1044 5,1 ss 8 171
maculado Corazón, ¡oh Virgen Madre de Dios!, encomendamos todo e' 2,16-17 889 6,1-5 730
género humano» 86. 2,18 684 7,14 9 950 951
2,24 684 35,5 168
86 3,3 889 40,11 7
Ibid., 1017-1018.
3,15 91 950 951 56,7 172 173
3,17-19 774 60,4-7 23
3,19 889 61,1 168 794
11,30 807 62,1.5 216
12,1 803 62,1 803
16,11 807 62,5 218
17,1 736- 65,16 145
22,3 803 64,8 145
25,21 807 Icr 7,3 731
28,22 172 7,11 173
29,31 807 23,1-8 534
31,13 172 29,11 949
48,15 834 31.31-34 752
28,17 173 E2 16,9-12 218
28,22 173 34,11 ss 7
Ex 3.5 80} 34,14 77 844
15,27 546 37,27 731
18,13-26 537 43,18 173
19,6 239 43,5 173
19,22 308 Dan 7,13-14 168 692
33,18-23 731 7,14 168
Lev 11,41 737 7,18 168
19,2 737 7,22 168
Num 11,16-17 537 546 7,25 168
11,24 546 7,27 168
11,24-25 537 9,26 168
20,4 250 12,3 379
33,51 803 13,42 533
Deut 32,4 736 Os 11,9 731
ios 24,15 173 loel 2,17 308
1 Sam 10,3 172 Mich 5,2-3 91 950 951
2 Sam 7,12-16 692 Mal 1,11 29
22,31 736 2,7 379
1 Reg 8,10-12 977 3,1 168
12,27 172 Mt 1,15 6
2 Reg 7,14 145 1,18 733
2 Par 7,1-3 977 1,19 733
Esrh 4,14 173 1,21 1007
2 Mach 12,46 85 917 1,22-23 91 951
lob 19,25-27 882 3,2 167
Ps 2,6-9 692 3,4 167
19,8 736 3.11 734 755
23 534 3.12 752
44,15 876 3,17 167
44,23 778 4,3 808
50,14 533 4,11 397
71 (72),10 23 4,17 6 923
78,70-72 534 5.3 794 908
88,27 145 5,3-9 65 701 729
100,3 534 5,3-12 757
109,1-3 692 5,10 39
112,5-6 533 5,13-14 679
133.7-3 534 5,13-16 16 721
Sap 1,13 ss 889 5,19-20 25 323
14,3 14' 5,25 397 917
Eccli 24,14-16 1034 1 5,48 66 981 737

t
índice de Sagrada Escritura Índice de Sagrada Escritura 1087
6,9 145 19,29 805 Me 10,24 11,9-13 1025
6,9-13 367 20,17 369 10,27 795 11,20 6 168
6,10 783 20,20-29 398 10,28-31 795 11,27-28 94 970
6,19-24 795 20,24 369 10,32 369 11,28 782
6,21 795 20,25-28 807 10,35-45 398 12,22 381
0,25-34 796 20,26-28 360 10,40-45 694 12,22-31 796
6,31-33 808 20,28 47 56 369 399 10,45 6 47 399 12,32 6
7,7-11 1025 21,23-43 171 12,28-34 779 12,33 808 821
7,21 783 21,31 359 1.3,21 896 12,33-34 795
7,21-22 25 323 21,33-43 8 14,17 370 12,35-37 397
9,10 807 21,42 8 172 14,36 783 12,48 25 323
9,20 845 22,10 752 14,43 370 14,24 909
10,1 369 22,13 83 14,58 173 14,34 397
10,1-42 31 358 361 22,21 704 15,34 966 14,56 397
10,2 369 22,23-30 805 16,14 370 15,4-7 51
10,2-4 358 22,30 792 16,14-18 361 17,8 397
10,2-5 838 22,36-40 779 16,15 3 31 364 403 17,10 788
10,6 364 22,37 788 16,15-16 41 17,20-21 360
10,7 167 23,8-10 528 16,16 24 28 117 18,15-17 757 794
10,8 808 24,23 ss 896 16.20 32 365 18,18 795
10,9 808 24,36 360 Lc 1,28 92 1006 18,19 971
10,16 838 24,44 923 1,30-32 1006 18,22 737
10,19-20 385 386 25,1 .216 1.31 1007 18,24-27 795
10,20 509 522 25,26 83 1,35 65 733 18,27 795
10,20-40 383 25,30 83 1,35-55 155 18,28-30 796
10,25 872 25,31 83 1,38 92 783 873 958 18,31 369
10,38 776 25,31-46 83 360 1,39-45 963 18,31-34 360
10,39 787 25,41 83 1,41-45 93 19,10 14
10,40 383 392 403 838 25,41-46 25 323 1,46-49 873 20,21 370 383
11,1-12 168 25,46 83 1,48 101 21,25 896
11,5 794 26,20 370 2,3 948 22,14 370
11,29 757 793 26,26-28 382 2,6-7 931 22,19 287 380
12,28 6 26,39 783 2,19 94 22,19-20 382
12,30 66 687 26,42 810 2,21 931 22,24-27 545
12,50 783 26,47 370 2,25 733 22,26 694
13,9-17 403 26,58 397 2,25-35 965 22,26-29 398
13,17 733 28,16 ss 370 2,26-27 46 22,31-32 367 519
13,24 171 752 28,16-20 31 361 463 2,33 967 22,32 43 362 401
13,24-50 167 28,18 ss 13 41 155 366 549 2,34-35 94 22,42 783 810
13,30 360 28,18-20 28 117 359 364 381 2,41-51 94 22,47 370
13,31 381 1001 522 676 2,41-52 966 24,21 360
13,37-43 381 28,19 403 2.49 826 970 24,26 692
13,47 752 28,19-20 117 448 2,50 967 24,33 370
14,36 845 28,20 31 32 117 172 383 519 2,51 94 810 24,44-49 403
16,15 31 885 901 3,16 734 24,45-48 31 364
3,22 733
16,16-18 519 Me 1,8 734 24,47-49 383
16,18 17 32 117 250 365 366 1,13 347 4.1 733 24,48-49 519
16,18-19 37 362 367 462 1,15 6 167 359 360 4,18 14 794 1,2 894
16,20 477 1,24 65 733 4,21 168 1,3 891
16,21-28 360 397 4,34 65 1.4 543 936 954
1,31
16,22-23 167 4,43 359 1,12
775 2,10 409 1011
16,24 762 776 6,10-16 358
2,28 167 1,14 117 508 930
6,12-13 358
16,24-26 787 3,13-19 31 358 361 6,12-16 361
1,16 734 894
18,1-35 398 3,14 369 439 838 6,13
1,17 991 508
18,8-9 787 3,16 439 31 360 362 369 1,33 734
6,20 808
18,18 37 117 361 383 403 3.16-19 358 6,36 1,42 362
463 533 3,21 378 737 2.1-11 94 968
7,18-28 168
18,20 536 3,31 970 7,22 2,4 970
19,6 684 3,31-35 971 794 2.19 173
8.21 782
19,10-12 806 3,35 94 970 9,1 2,21-22 173
19,11 73 850 4,14 6 369 3,1 755
9,2
19,11-12 791 4,20 397 838 .1-15 808
9,58
19,12 805 857 4,26-29 6 10,1 793 807 • ,5 24 359
19,13-14 794 4,34 403 10,1-16 373 383 i.5-6 16
19,13-15 757 369 10,2 546 ,14-1 8 366
6,7
19,18-20 807 7,27 364 10,8 373 ,16 509 777 937
19,21 737 795 807 8,2 698 10,9 808 ,16-18 366
19,21-27 808 9,33-49 398 10,9-11 373 3,27-29 216
19,22 807 10,13-16 794 10,16 167 3,34 385
19,23-26 795 10,15 757 34 383 385 392 40.3 4,14 5 149
19,24 807 10,17 795 509 518 4,20-24 804
19.27-30 796 10,21 737 859 10,40 397 4,23 172 756
19.28 808 10.23-27 795 ¿1.2-4 367 4.24 49
Índice de Sagrada Escritura índice de Sagrada Escritura 1089
4,34 398 783 810 k> i5,i9 697 808 Act 2,14 361 371 Act 8,35 376
5,26 543 15,26 148 156 509 519 522 2,14-36 364 8,36-38 374
5.29 83 16,7 149 156 364 2,16 157 9,15 41
6,12 67 16,8-11 811 2,17-18 59 9,17 375
6,35 117 936 16,12 509 2,26 168 9,18 375
6,38 398 810 16,12-13 386 519 2,33 7 811 9,27 361 371 375
6,39-40 382 16.12-14 811 2,33-34 157 9,31 157
6,48 117 936 16,12-15 148 2,36 7 10.35 15
6,51 117 16,13 5 117 509 522 2,37 371 10,39 372
6.53 117 735 16,23-24 1025 2,38-39 157 10.41 372
6,54-55 936 17,1 969 2,42 22 584 838 10,42 372
6,56 171 197 386 17,4 5 2,42-43 371 10,44 157
6,58 117 17,7 382 2.42-47 18 11,1 372
6,64 171 17,8 382 2,45 821 11,22 371 375
6,66 365 17,11-23 517 3,1 371 11,29 581
6,67-68 369 17,14 382 3,4 371 11.30 32 388
6.69 65 17,15 697 3,5 371 13,1 32 376
6,71 369 370 17,18 382 383 3,6 808 13,2 376
7,5 378 17,19 734 1016 3,8 371 13,2-3 157
7,30 969 17,21 164 386 3,11 371 13,3 376
7,32 397 17,23 164 386 3,12 371 13,5 397
7.38-39 5 149 17,24-26 778 3,14 65 733 13,33 692
7,39 746 17,26 1016 3,15 371 13.46 364
7,45 397 18,3 397 3,21 81 14,22 375
7,46 397 18,12 397 3,26 364 14,22-23 44
8,12 521 18,18 397 4,1 371 14,23 32 388 572
8,16 385 18,22 397 4,3 371 15,2 361 372 376 388
8,29 385 783 18,26 167 4,8 175 15,4
23 360 397 697 372 376
8,39 811 18,36 4,9 371 15,6 372
9,4 398 19,6 397 4,11 8 15,6-12 388
10,1-10 7 19,25 94 972 4,12 117 366 371 382 754 15,8 238
10,10 532 543 734 19,26-27 95 948 35,14 218
10,11 7 47 19,34 4 4,13 371 15,16-29 524
10,11-15 7 385 20,19-29 361 4,14 172 15,22
28 30 359 366 370 372 376
10,11-16 171 20,21 4,15 172 15,22-29 388
10,16 385 383 403 549 4,16 371 15,23 372 376
10,26 385 20,21-23 31 117 370 4,18 15,24
371 372
10,28 385 20,22 811 4,19 371 15,25-26 372
10,36 48 20,22-23 34 4,20 371 15,27 372
10,37 398 20,23 533 4,25 371 15,28 157 372
10,38 398 20,24 370 4.27 65 15,34 372
11,25 936 20,31 1011 4,29 371 16,4 372
11,52 22 409 900 21,15 ss 37 462 467 4,30 65 17,1 400
12,2 397 21,15-17 362 367
4.31 157 17,12 400
12,32 5 81 409 811 21,15-18 534 585 4,32 371 545 821 17,25-28 27
13,1 1016 21,15-20 519
4,32-37 808 838 17,30 360
13,14 369 21,17 13 4,33 371 19,6 157
13,15 156 Act 1,2 581 4,34 371 19,16 693
13,34 16 66 1,3 359 4,36-37 371 821 20,17 32 44
14,4 521 1,3-8 403 4,40 371 20,17-28 378
14,6 543 754 936 1,5 734 4,42 371 20,17-32 388
14,10 398 1,6 360 5,1-11 821 846 20,24 34 400 581
14,15-17 509 1,6-8 359 5,2 371 20,25-27 32
14,16 148 320 364 383 1,8 28 31 34 41 117 364
5,3 371 20,28 17 32 378 388 418
14,16-17 156 383 519 380 383 403 893
5,5 371 932
14,16-18 522 1,13 358 5,12-16 838 20,28-30 376
14,17 522 585 1,14 95 439 976 5,13 808 20,29 375
14,19 173 1,15 370
5,22-26 397 21,17 376
14,20 385 1,15-26 373 6,1-13 574 21,18 376 572
14,23 810 1,16 374 6,2 361 374 397 808 21,19 41 400
14,25-26 403 811 1,17 41 370 400 581 6,2-5 374 21.28 376
14,26 148 156 383 508 519 1,20 370 6,2-6 32 376 388 26,10 933
522 1,20-22 370 6,3 ss 157 26,16 397
15,1 ss 171 1011 1.21 374
15,1-5 8 1,21-22 359 539 769 6,4 399 581 838 Roen 1,1 377
6,4-5 583 1.4 734
15,1-6 386 1,24-25 370 6,8 388 1,5 387
15,5 171 1,25 41 400 7,60 388 1,7 757 933
15,7 171 1,26 361 370 373 8,1 44 1,13-14 515
15,9 171 2,1 ss 41 8,4-13 388 1.14-15 47
15,10 171 2,1-4 157 8,14
15,12 361 371 1,16 45 364
66 171 2,1-26 31 8,15-25 371
15,13 360 1,19-20 886
72 785 1016 2,1-36 8,17 157
15,15 34 117 1.21 28
50 557 2,4 8,26-40 388 1,25 28
2 C.Vaticano ítK
1090 índice de Sagrada Escritura índice de Sagrada Escritura 1091
Rom 1,31 967 Rom 15,31 581 933 1 Corr 12,13 10 214 Gal 2,10 361
16,2 757 12,21 543 2,19 776
2,5-11 360 12,24 581 2,19-20 206
3,1 930 16,3 ss 57 1
16,7 377 12,26 11 972 2.20 755 756 932
3,2 364 12,27 10 3,2-4 949
3,10 72 16,25 975
1 Cor 1,1 377 12,27-30 760 3.24 328
3,26 360 12,28
4,25 1,2 51 735 933 376 377 3,27 755
16 191 12,28-30 399
5,1-5 156 1.7-8 360 3,28 55 147 759 8 0 6
5,5 1,12 400 12,29 365 3,29 117
71 735 778 12,31 781
1.13 177 4,4 360 930
5,6-10 125 1016
2,4-5 522 13,1-3 199 4,4-5 89 1006 1011 1019
5,8 778 929 2.6 13,1-13
981 399 781 4.6 5 150 151
5,12 809 2,10 13,3 785
5,15 156 4,6-7 755
891 3,3-9 13,12 897
5,19 510 4,19 11 206 377
757 793 809 3,4-10 377
6,1-11 400 15,1-11 4,22-23 151
755 775 809 3,5-9 15,5-11 361
6,3 ss 511 4,22-28 807
238 3,7 15,8-9 374
6,4-5 365 4,22-31 173
10 191 194 3,9 15,26-27 83 84 9
6,4-11 8 172 4,26
829 3,11
6,5 8 172 15,27-28 61 5,16 685
289 3,11-15 15,28 736
6,9 917 5,16-26 177
81 3,16 16,10 377 5,22 5 65 67 721 729
6,12 61 959 3,16-17 5 150
6,12-22 117 156 173 735 16,15 592 5,24-25 757
865 3,23 25,27-21- 693 9 755
6,22 61 366 6,14
67 756 4,1
6,23 936 4,15 34 397 400 510 2 Cor 1,1 51 377 6,15 776
8,3
949 5,5 34 51 1,3 533 Eph 1,1 757
8,9 5,7 1019 1,19 377 1.3-6 734
213 1,21-22 755 1,3-14 754
8,10-11 5 5,10 5
5,12 1019 2,17 386 399 1,4 66 377
8,11 149 156 3,1-18 4
6,1 515 399 1,4-5
8,14-16 783 3,5-6
6,2 933 377 386 516 1019 1,5 755
8,14-17 207 213 755
8,15 6,11 736 3,6 581 582 1,9 975
156 949 3,8-9 34
8,15-16 6,15-18 156 735 1,9-10 886
5 150
8,16 6,17 177 3,18 86 1,10 81 366 693 694 891
151 755
8,17 6,19 755 4,1 581 897
11 19 309 949 972 82
8,18 7,7 5 117 150 156 735 4,1-5 400 1,14
83
8,19 ss 7,7-8 20 73 790 791 857 4,15 48 1,18-23 11
887 890
8,19-22 7,17 821 5,1-5 156 1,22 543
82 896
8,21 7,25 790 857 5,6 9 82 1,22-23 12
16 61 7,25-26
8,23 788 5,8 84 1,23 117
82 7,25-27
8,25 821 5,9 82 2,3 755
59 7,29 5,10
8,26-27 806 83 908 2,5 891
784 7,31
8,28 806 5,13 156 2,6 11
749 7,32 5,15
8,29 74 806 82 2,11-22 156
4 98 871 1006 1033 7,32-34
8,29-30 806 5.16-25 156 2,14-18 364
409 7,34 5,17
8,32 73 9 755 2.16 366
8,34 125 7,35 5,18
949 1026 806 581 2,17-21 173
9,1-6 7,40 5,18-20 510 2,18 5
364 8,9 806
9,4-5 806 5,20 359 377 516 2,19-22 8
9,6-8 27 9,1
793 5,21 14 727 2,20 32 365 366 403 891
10,13-17 971 9,7 6,2
374 360 2,21 173
10,14-15 509 9,16
534 6.3 400 2.21-22 165 366
11,13 365 9,18 6,4
28 400 3.3 177 975
11,13-26 41 400 515 581 10,11
808 6,14 582 3,5 156
11,25 8 171 10,12
10,14-22 82 907 6,16 117 156 172 173 3,7 582
11,28-29 360
10,17 885 8,3-4 581 3.9 975
12,1 27
177 8.9 14 73 3.19 9 12 826
12,3 18 8,23
5 10 177 197 308 759 377 4.1 581
12,4-5 530
837 9,1 581 4,1-6 86
12,4-8 55
11,1 756 821 9,13 581 4,1-7 760
12,5 760
11,23-27 382 10.5 522 4,5 55 759
12,6-8 10
11,25 15 11,2 806 4,7 57
12,6-9 377
12,7 11,26 14 49 775 11,8 400 4,11 377 378
592 11,12-15 582
12,10 12,1-11 10 4,11-12 5 151 399
399 11,13
13,8-10 12,4 5 37 7 4,11-13 760
808 11,19
13,11 781 12,4 ss 1019 581 4,11-16 12
14,18 12,4-11 399 13,3 386 4,12 50 557 581 597
360
15,8 156 12,4-21 760 13.13 156 4,12-16 117
15,16 582 12,4-31 199 Gal 1,1 377 4.13 210
15,18 12,7 21 1,6-9 403 4,15-16 53 635
34
15,18-19 516 12,7-11 213 1,11-18 403 4,16 13 84 148 559 760
15,20-21 12,11 21 56 1.18 361 939
386
15,25 12,12 10 117 156 2,7-9 515 4,23 12
403
12,12-27 84 2,9 477 4,24 755
923
índice de Sagrada Escritura Índice de Sagrada Escritura 1093
5,1-3 757 Col 2,19 11 117 lebr 3,1-6 173 1 Petr 3,15 18
5,3 67 3,1-4 9 810 3,6 88 4,7-11 399
5,16 59 3.3 754 3,7 156 4,10 24
5,22-23 772 3,4 16 82 3,15 21 4,13 19 309
5,22-32 684 3,11 55 759 5,1 240 282 547 4,14 156
5,23-24 12 3,12 67 756 757 5,1-2 47 5,1-4 765
5,23-27 117 3,14 72 777 781 5,1-4 49 5,3 68 808
5.24 9 4,5 59 5,1-5 17 5,4 7 534
5,25 735 746 806 4,7 377 5,1-10 48 5,10 71 775
5,25-26 65 4,7-14 389 5,2-3 225 5,25 410
5,25-27 242 833 932 1043 1 Thess 1,5 44 499 5,5-8 1016 2 Petr 1,1 55 728 759
5,25-28 12 1,9 172 5,6-7 168 1,4 207 507
5,25-30 217 2.7 377 5,7 305 3,10 102
5,26 9 194 2,13 21 403 678 5,7-8 793 3,10-13 81 896
5,28-30 833 3,2 377 5,7-21 168 3,13 82 736
5,29 9 4,1-12 756 5,8-10 757 810 1 lo 1,1 539
5.32 20 833 4,3 66 735 749 5,10 547 1.2 1010
6,5-6 714 4,17 898 6,10 933 1,3 156
6,11-13 83 5,1-11 360 7,17-21 7 1,8 752
6,12 59 5,12 22 376 7,24 48 2,6 811
6,21 377 5,12-13 32 389 7,25 1026 2,16 862
7,25-27 149 5,19-21 22 7,26 14 65 547 727 734 2,17 521
11.12 581 2 Thess 1,6-10 360 8,3 547 2,20 21 65 734 735
1,1 32 377 378 389 592 1,10 83 9,11 547 2,27 21
1,1-10 757 3,1 678 9,llv28 48 49 3,1 82 207 755 777 1011
1,10 736 3,10-12 774 9,14 296 734 3,2 82
1,14 840 1 Tim 1,5 781 9,15 547 3,9 752 755
1,21 755 756 898 1,12 41 581 9,27 84 3,16 72 777
1.23 82 1,15 929 10,1 328 4,1 64
2,1-4 156 2,1-6 125 10,1-10 809 4,7-16 777
2,5 306 1016 2.1-12 390 10,5-10 1016 4,8 777
2,5-9 810 2,4 27 10,7 783 4,9-10 125
2,6 14 2,5 49 83 117 320 547 754 10,14 734 4,13 811
2,6-7 930 913 10,15 156 4.16 31 539
2,6-9 807 2,5-6 95 11,1 59 5,5-9 156
2.7 692 793 2,6 360 11,3-40 86 5,12 936
2,7-8 73 3,1-7 378 11,10 85 2 lo 1,13 173
2,8 757 783 793 3,1-15 390 12,1 86 lud 11,12 969
2,8-9 60 3,8-10 69 573 592 808 12,2 528 18,31 172
2,9-11 366 3,12-13 69 12,22-23 912 Apoc 1,6 17 240 830
2,12 82 885 906 3,15 8 13 117 172 522 13,7 86 1,20 379 \
2,13 365 3,16 975 13,14 17 85 3,7 65 734
3.5 756 4,10 172 944 13,15 253 5,6 171
3,10 776 4,14 34 553 13,17 47 64 715 5,9 87
3,10-15 756 5,1-22 390 13,20 385 5,9-10 17 830
3,12 737 755 5,17 49 545 c 1,4 737 5.12 88
3,15 737 5,22 32 2,14 25 323 5,13-14 89
3,20 834 840 6,17 172 3,2 67 737 6,10 734
3,21 11 83 2 Tim 1,6 377 5,14-16 19 309 7,9 750
4,3 57 1,6-7 34 Petr 1,2 156 12,17 9
1.1 377 1033 1,14 156 1,11 360 19,7 9
1.2 757 933 2,1 390 1,19 734 19,10 59
1,12 757 2,2 32 377 390 1,23 16 51 19,16 95
1.13-15 1033 2,7 390 2,1 736 748 21,1 59 846
1,13-20 203 811 2,11 11 2,4-5 296 21,1 ss 8
1,15 3 2,11-12 19 83 309 2,4-10 18 21,2 9 217
1-15 ss 892 2,15 390 2.5 8 58 172 239 665 729 21,2-4 834
1,15-16 101 3,10-14 390 2,7 8 172 21,3 8
1,15-18 11 4,1-2 390 2,9 296 305 679 21,5 954
1,17 147 4,1-4 42 2,9-10 16 268 21,9 9
1,18 543 1033 4,5-8 390 2,10 229 21,14 32 359 365 366 367
1.18 ss 891 4,6 32 2.13-17 714 21,24 23 88
1,19 101 4,10-12 389 2,25 385 53Í 545 765 22,17 6 9 151
1.19 ss 892 4.19-21 389
1,19-20 887 Tit 1,5 32 390
1,20 81 897 1,5-6 378
1,23 582 1,7 378
1.24 19 85 309 776 1,7-9 378
1,27 975 2,13 83
1,28 757 Hebr 1,1-2 689
2,9 12 172 734 745 892 1,2 22
897 1,2-4 366
2,12 11 2.17 14 727
Índice de nombres 1095
ÍNDICE DE NOMBRES
Bondouelle, l. 843. Cirilo de Jerusalén, San 19 93 118 152
Las cifras remiten a las páginas Bonet, A . 674. 157 276 297 1056.
Bonet, M . 492. Civardi, L. 619.
Boni, A . 843. Clara, Sta. 876.
Bonifacio V I I I 120 527. Clemente V I 440.
Bornkamm, G. 553. Clemente de Alejandría, San 173 550
Bossuet 277. 573 785.
Botte, B. 446 548 554 597. Clemente Romano, San 32 33 52 117 390
Bouessé, H . 265 550. 391 394 547 554 573 593.
Adam, K. 314 692. B a c h t , H . 822. Boularand, E. 265 405.
Ademaro de Monteuil 1060. liainvel, J . V . 118. Clerissac 1 6 1 .
Bouyer, L. 723 819 822. Coathalem 1032.
Agustín, San 4 6 12 14 20 21 25 32 45 Balic, C. 1032. Bover, J. M . 954 982 997 1030. Colombo, C. 435 462.
56 67 72 73 84 90 93 99 117 127 146 B a l k a c h , V . M . 723. Bovis, A . 843. Colorado, A . 789 8 0 1 .
152 158 159 177 214 260 273 276 277 Balthasar, H a n s Urs von 674 882 885
290 323 367 440 510 511 528 531 655 Braun, F . M . 982 997. Colson, J. 403 417 440 447 451 484 496
908. Bremond, H . 619 623. 545 546 565 572 573 581 583 585 592
657 685 686 693 753 754 772 777 787 Bandera, A r m a n d o 500 801 823 834 835.
788 822 857 868 876 906 911 913 939 Bretón, J. M . 8 0 1 . 593 596.
Báñez 119. Bright, J. 166. C o l u m b a n o , San 876.
1002 1039 1058. Barauna 1017. Brinktrine, J. 482. Collantes. J. 174 450 543.
Agustín Triunfo 121. Barbariga, R. 823. Congar, Yves M . J. 119 146 153 155 159
BrockmoIIer, K. 568 569.
Alameda 959 Bardy, G . 118 905. Broutin, P. 164 490 534. 161 162 173 176 227 233 265 269 270
Alberto M a g n o , San 740 876 1002. Barelli, Casimiro 7 5 1 . 294 403 404 445 451 452 494 500 543
Bru Borras, A . 265.
Alcalá G a l v e , A . 169 820. Barré, H . 982 1060 1062. 582 619 654 671 672 674 676 678 681
Brugnoli, P. 619.
A l d a m a , J. A . de 940 944 959 982 1003 Barth 289. 682 689 693 707 801 811 818 820 821
Brunet, R. 169.
1053 1056 1058 1059 1065 1072 1082. Bartolomé de los Mártires. Fray 766, Brunner, E. 367 882. 823 833 837 841 885 982 985.
A l d e n h a m , Lord Acton of 628. Bartolomel, T . 997. Bruno, San 876. C o n r a d o de Sajonia 946.
Alejandro V I I 936. Basilio, San 39 118 876 1056 1057 1070. Conti, M . 1057.
Buenaventura, San 76 84 580 876 916
Alejandro V I I I 1050. Basilio de San Pablo 265 997. 1002 1052. Cooppens, L. 594.
Alejandro de A l e j a n d r í a 1056. Basilio d e Seleucia 1057. Bueno Monreal, Card. 680 682 755. Cooper, A. 8 0 1 .
Alfonso M.» de Ligorio, San 876 943. Bassan, A. 566 607 608. Burst, B. 294. Cornelio, San 50 129 158.
Atfrink, Card. 474. Bauer 400. Cornelio a Lapide 946.
Algisi, L. 546. Baumgartner 619. Courtois, G . 8 0 1 .
Bazatole, B . 494 538 550. C a b a s i l a s , N . 19 297. Cremona, E. de 120.
Alonso, J. M . 136 141 153 159 163 265 Cacriatore, J. 265.
353 403 4 5 1 . Bea, Card. 474. Crisipo 1057.
Beck, M . 882. Cambier, J. 3 8 1 . Cristiani, L. 579.
Alonso Lobo, A . 619 843.
Allmen, J.-J. von 803. Becque, M . 882. Camelot, T . 801 1057. Crivelli, C. 1065.
Beda el Venerable, San 99 686. Camilo, San 876. Croce 578.
A l t h , B . 264.
Bednortz, M o n s . 6 8 3 . Campelo, J. 482 8 0 1 . Crouzel, H . 1056.
Althus, P. 882.
Alvarez, Lili 619 646 647 674. Beeckman 968. Campenhausen, H . von 358 367. C u l h a n e , D . 118.
Beinert, W . 114 506. Camps, A . 492. C u l l m a n n , O . 289 367 882.
Alvarez-Menéndez, S. 823. Camps, M . 153.
Ambrosio, San 35 74 94 97 98 99 158 Beitia, E. 619. Cunill, R. 619.
Benedicto IV 440. Canal, J. M . 998 1060.
753 785 788 791 796 875 940 954 955
Benedicto X I V 46 129 751 940 1003 Candal, M . 121.
973 1045 1056 1058 1063.
Cano, Melchor 119.
Amiot, F . 809. 1050 1081 1082 1083. C h a r l i e . N . 158.
Cantero, M o n s . 712
Anastasio de A n t i o q u í a 92 955 1058. Benedicto X V 29 39 85 129 332 751 C h a r u e . M o n s . A. M . 274 823.
Canzelmann, H . 882.
Anastasio del Rosario 8 0 1 . 973 1015. Chateaubriand 627.
Anciaux, A . 501. Capelle, B . 584 933.
Benito, San 621 876. Capelle, C. 8 0 1 . Chavasse, C. 169.
Andrés de Creta, San 92 95 97 952 955 Benito José Labre, San 7 5 1 . Caprile, G. 114 136.
1058. Benoit, P. 367 381 389. Cardonnel, J. 8 0 1 . D a b i n , P . 265 619.
Anger 176. Benz, E. 118 158.
Carli, M o n s . 441 955. Dalberg, Sir John 628.
Aniz, C á n d i d o 8 0 1 . Benzo, M . 699.
C a m i l o , G . 619. D a l m a í s , I. 585.
Anselmo, San 1060 1062. Berceo, Gonzalo de 1028.
Berdjajew, N . 882. Carpentier, R. 801 823 837 843. D ' A m b r i e r e s 265.
Antípatro d e Bostra 1057.
Bernard, R. 966 997. Carré, A . M . 265. D a n i e l o u , J. 126 619 773 833.
A n t o n i n o , San 1002.
Bernardino de Sena, San 1060. Caryl, V . 619. D a n t e Alighieri 938.
Antonio, San 876.
Bernardo, San 742 766 876 943 960 Cascante, J. M . 1065. De Bazelaire 619.
Antonio de P a d u a , San 876. Casiodoro 550.
Antonio M . a Claret, San 876. 1060. Decencio d e Gübio 537.
Cavagna, A. 619. Deibler, E. C. 166.
Antonio Zacearía, San 876. Bergh, E. 801 823 8 4 3 .
Bertetto, D . 982. Cayetano 119 593 946. Dejaifre, G . 126 136 427 447 462 619
Aranguren, I. 619.
Bertrams, W . 4 8 2 . Cayré, F . 118. De la Brosse, O . 380.
Aranguren, J. L. 629.
Bertrand, F. 738. Cecchetti, J. 1056 1060. De la TailJe 176 264.
Argensola 938.
Arintero, J. G . 723. Betti, U . 115 462. Celestino, papa 39 129 440 477 478 4 R 8 . D e l a h a y e , K . 1032.
Aristóteles 250 279 400. Beumer, J. 159 227 462. Cerfaux, L. 176 227 233 265 363 381 D e l c h a r d , A . 843.
Beyer, J. 265 400 550 801 823. 833. De Lubac 176.
Arnold, F . X . 568 569 586 674.
Bickel 589. Ciappi, L. 982 998. Denis 1166 607.
Arquilliérre, H . X . 120 159. Cicerón 175.
Asensio, F . 234. Bigador, J.-R. 823. D ' E r c o l e . G . 380 4 5 1 .
Bihlmeyer 574 578. Cicognani, Card. G a e t a n o 823. De Rossi 629.
Astete 787. Cipriano, San 4 6 17 33 35 36 38 48
Atanasio, diácono 575. Billot, L. 340 3 4 1 . De S m e d t , M o n s . 265 677 678 694.
Billuart 119. 49 50 73 117 138 143 146 152 157 De V r i e s , W . 451 484.
Atanasio, San 73 118 573 790 1056 1058 158 161 173 174 409 440 479 497 4 9 9
1063. Binder 121. DewailEy. I. M . 838 839.
Bleicken, J. 440. 502 536 547 573 585 587 711 785 7 8 6 De%"an 462.
Aubert, R. 619. 790 7 9 1 .
Bohmerle, K . 565. D í d i m o A l e i . 12.
Audet, L. 619. Cirarda, M o n s . 7. M . 516.
Bonald, Luis 627. D í d i m o el Ciego 1056.
Azpiazu, T . 619. Cirilo de Alejandría, San 146 157 1 5 8 D i e c k m a n n , H . 161.
589 1057. Diehl, E . 86.
índice de nombres 1097
1096 índice de nombres G o r d o n , P . 265. Hoffner, J. 717.
G o r h o h u s Reich 98. HolsMin, H . 121 126 136 607 801 982.
Dillenschneider, C. 265 404 517 5 5 1 . Fisch, J. M . 816. Gorlich, J. 565. Holzmeister, V. 522.
Dionisio, San 159. F l a n a g a n , W . F . 998. Gorrino, A . 998. H o m b r í a 997.
D o e n s , 594. Fleury, A . M . 1032. Goyau 629. Hornef, M . J. 563 564 565 567 597 598
Dfillinger 628. FHche-Martin 579. G r a b m a n n , M . 119 121. 599 600 601 604 605 607 608 609.
D o m i n g o d e G u z m á n , Sto. 876. Florit, M o n s . 474. G r a b o w s k i , St. J. 118. H o u t a r t , F . 492.
D o m í n g u e z del V a l , U . 114 380 427 45 2 Florovsky, G . 164 165. Gracias, Card. 711 719. Huby, J. 723.
462 481 500 506 982. Folliet, j . 619. G r a n a d o s , A . 126. Huerga, A de la 122.
Donoso Cortés 629. Fonsegrive 629. Granero, J. M . 619 8 0 1 . Huerga, Alvaro 619.
D ' O r s , Alvaro 440. Forget 563 572 573 574 577 585. Graziano d e la M a d r e di D i o 801 Huizing, P . 437.
Dositeo, patriarca 1052 F o u c a u l d , Carlos d e 751 794. Grea, D o m A . 160 161. Hurley, M o n s . 703.
Droste-Vischering, M o n s . 628. Fournier, E. 575. Greenen, G. 982 998. H u s , J u a n 121.
D r u w é , E. 1031. Fournier-Le Bras 590. Gregorio V 1060.
D u b a r l e , A . M . 173. Francisco de A s í s , San 621 742 794 876. Gregorio X , San 576.
Duchesne, L. 575. Francisco Javier, San 876. I b á ñ e z Arana, A . 169.
Gregorio X V I 628.
D u m m o n t 585. Francisco de Sales, San 624 742. Ignacio de A n t i o q u í a , San 24 33 44 45
Gregorio de Jesús Crucificado 982 998. 48 50 52 68 69 117 390 391 392 403
D u p o n t , J. 363 447. Franic, M o n s . 471 482. Gregorio M a g n o , San 4 32 39 146 576
Dupuy, D . B . 404 427 428 4 5 1 . Fransen, P . 4 9 1 . 497 499 502 531 536 537 543 547 554
686 776 769 786 847. 573 582 583 584 593 596 737 738 767
D u r a n d o 593. Franzelin 350.
Durst, B . 265 270. Gregorio N a c i a n c e n o , San 48 118 766 768 770.
Franzen, A . 138. 1056.
D u r w e l l , F . X . 882. Frehen, H . 998. Ignacio de Loyola, San 621 622 876.
D u v a l , A. 579. Gregorio N i s e n o , San 118 685 772 791 Ildefonso de T o l e d o , San 876 1060 1062.
Frenaud, G . 998. 1056 1057 1058.
D u v a l , M o n s . 680. Fridrichen, A . 363. Inchaurraga, P . 482.
Grelot, P . 8 0 1 .
Frings, Card. 569. Inocencio I 48 129 497 537 547 555.
G r i m a l , J. 264.
Frison, B . 843. Gouyon, M o n s . 474. Inocencio I V 120.
E a d m e r o 953. Fructuoso, San 876. Inocencio X I 1050.
Guarducci, M . 1057.
Edelby, N . 437. Fuertes, I. B . 801 823 843. Ireneo, San 6 23 29 33 93 117 146 147
Giíérard des Lauries, M . 982. 151 155 173 333 392 393 394 397 573
Efrén, San 1058. Fulgencio, San 152 158 686. Guerra, M . 417 543 545 553 567 5 8 1 . 839 960 974 1002 1012.
Efrén de la M a d r e d e Dios 8 0 1 . Fuster, S. 619. Guerrero, E. 619 705. Isembiehl's, J u a n 9 5 1 .
Egender 462.
Guerry, M o n s . 455 619.
Egidio R o m a n o 120. Isidoro, San 412 550 876.
Guibert, J. de 723 756 781 783. Iturrioz, D . 130 136.
Eguiluz, A . 1032. G a b á s , R. 882 889. G u i n d o n , H . M . 998. Izarny, R. 8 0 1 .
Eguren, J. A . 843. Gabriel de Sta. M . a M a g d a l e n a 7 5 1 . G u i t t o n , J. 629 674 716.
Eid, E. 484. Gaechter, P . 388 563 572 592. G u a r d i n i , R. 882.
Eizaguirre, J. M . 843. Gagnebet, M . R. 482. G ú r p i d e , M o n s . Pablo 502. J a c o b o d e Viterbo 120 159.
Elorduy, E. 801 808. G a l o t , J. 801 824 840 1021. Gutiérrez, A . 801 843. J a k i . St. 122 153 163 164.
Enrique V I I I de Inglaterra 622. Galtier, P . 8 0 1 . Janssens, A . 264,
Gy-Henry, P. 547 594 595 597.
Enrique del S d o . Corazón 1052 1042. García, Aureliano 766. Javierre, A . M . 391 450 543.
Epifanio. San 93 929 1002. G a r c í a Barberena, T. 484 486. Jeanne d ' A r c 801 824.
Epagneul, D . 565 570 601 602 603 604 G a r c í a Barriuso, P . 843 847. Jedin, M . 534.
H a h n , A . 173.
607 614. G a r c í a Cordero, M . 834. Hajjar, J. 492. Jeremías, patriarca 1053.
Erasmo 621 622 959. G a r c í a Garcés, N . 926 943 944 960 961 Jerónimo, San 32 84 93 367 417 550 551
Escámez, J. M . 8 0 1 . Hamer, J. 451 462 491 824 847 9 8 5 .
982 998 1028 1032 1042. H a m m a n , A . 582. 554 575 577 578 685 693 772 791 876
Escoto 955. G a r c í a Lahiguera, M o n s . 678. 1058.
Escudero, G . 801 843. H a n n a n , M o n s . 683 712.
García-Llamera, F . 824. H a r i n g , B . 687. Jerónimo Emiliano, San 876.
Espeja, J. 4 0 5 . G a r c í a de N o v a , R. 8 0 1 . Jiménez Ducme, B . 723 735 746 747 751
Esquerda, J. 1032 1043. H a r m e l , León 628.
García Prieto, L. 8 4 3 . Hauler 548. 756 765 768 776 784 817.
Estanislao de K o s t k a , San 1()62. García Suárez, A . 494.
Esteban Romero A . A . 114 379 427 462 Hausherr, I. 822. Jiménez Urresti, T . I. 427 428 429 431
Gargitter, M o n s . 474. Heiler, F. 358. 435 436 437 439 440 441 445 448 449
500 619 654. Garreta, J. 998. 453 455 456 459 462 466 468 472 473
Esteve, E . M . 264. Heimerl, H . 674.
Garrigou-Lagrange, L . 7 2 3 . 481 482 483 484 486 491 494 502 504
Eufrasia Pelletier, Sta. 876. Heisenberger, W. 888.
Garrigou-Lagrange, R. 264 866 882. 505.
Eugenio IV 137. G a r r o n e , M o n s . 824. Hempel, J. 889.
H e n d r i h x . E. 782. Joaquina V e d r u n a , Sta. 876.
Eusebio de Cesárea 28 36 329 394 395 Gasser, M o n s . 43 44 525. José d e Calasanz, San 876.
396 397 536 545 1056. G a u t h i e r , R. 1017. Hengsbach, M o n s . 680 711 716.
Hengstenberg, H . E. 882. Jouassard, G . 998.
Eustacio de G á b a l a 1056. Gautier, J. 619 820. J o u r d a i n , abate 952.
Geice, M o n s . 695. Henry, S. M . 8 0 1 .
H e r m a n n , R. 885. Jourjon, M . 766.
Geiselmann, J. 119. Journet, C a r d C h . 119 123 126 153 159
r abiano, papa 574. Gelasio I 85 129 440. H e r m á n 584.
Fábregas Coll. J. 427. Gelin, A . 796. H e r m a s 554 583 785. 161 169' 174 403 516 810.
Farmese, J. B . d e 580. Genny, M o n s . 274. H e r r á n , L. 943. Juan I X 440.
Fasitelli, A . 121. Georges-AIbert, F. 824. Hertling, L. 451 751 882. J u a n X V 440.
Faupin, J. 490. G e r m á n . San 92 95 97 955. Herveo 1 2 1 . J u a n X X t l 121 7 8 1 .
Federico II 120. Gil de las H e r a s , F . 557. Hesiquio de Jerusalén 35 1057. J u a n X X I I I 35 114 126 127 128 129 130
Felici, M o n s . 109 132 433 434. G i r a u d , M . 264. H i l a r i o , papa 440 576. 132 134 137 179 180 337 419 421 430
Felipe de Francia 120. H i l a r i o , San 4 32 39 118 146 367 6 9 3 431 440 505 518 609 662 673 684 693
Felipe N e r i , San 876. Glorieux, P. 264 265 619 670 674. 876 1012. 699 701 729 752 769 1003 1012 1069
Félix II 440. Godefrido de S. V í c t o r 98. Hipólito 532 533 537 547 596. 1074 1075.
Ferland, A . 1017. Goerres, José 628. Hoffmann, A . M . 982. Tuan de A v i l a , Bto. 742.
Fernández, D . 404 982 1035. G o m a , Card. 315. H o f h a n n , L. 674. J u a n Bosco, San 876.
Fernández Jiménez, M . 448. G o m b e l . H . 175. Hofinger 607 609. J u a n Cris6stomo, San 12 23 35 65 70
Férotin. D . M . 546. Gomes, M o n s . 474. 73 74 93 536 550 685 686 721 729
H o f m a n n , H . 118.
Ferreira, M o n s . 474. González, M . 265. 766 771 772 788 790 796.
González, S. 1032. Hofmans, F . 982.
Filograssi, G. 982.
Fiordelli, M o n s . 683. G o r d i l l o , M . 1052.
1098 Índice de nombres
índice de nombres 1099
Juan de la Cruz, San 876 880. 478 548 550 582 583 587 589 592
J u a n D a m a s c e n o , San 4 6 93 95 97 593 596 597 1032. Masure, E . 264 270. ! Nijmé, E. 486.
146 152 937 1058. Lechmann, E. 367. Matanic, A . 802. Norberto, San 876.
íuan de Dios, San 876. Lefort, L. T . 1063. Matellán, Serafín 1027. Nosengo, G . 619.
Juan Eudes, San 876 Le G i l l o u , M . J. 163 4 5 1 . Matthijs, M . M . 998.
Juan Leonardi, San 876. Legrand, L. 791 802 806 840. Maurer, M o n s . 562.
J u a n de M a t a , San 876. Leisching, P . 492. Maury 985. O d ó n , San 876.
J u a n de París 120. Lennerz, H . 592 595 982. Máximos I V , Card. 474. Odilón de Cluny, San 1062.
J u a n de Ragusa 121. León I 129 138. M a y , G . 465. O e p k e 227.
J u a n M.íi de la Sda. Familia 8 4 3 . León XIII 12 13 26 32 33 34 39 47 Maziers, M o n s . 688 703. O ' H a n l o n , D . 678.
J u a n Bta. de la Salle, San 876. 63 78 97 116 123 129 159 215 220 McCann, M o n s . 474. Olivares, E. 452 482.
Juana F . de C h a n t a l , Sta. 876. 324 325 364 382 383 401 402 403 M c G o u g h , M . 404. O l t r a , M . 448.
J u a n a d e Lestonac, Sta. 876. 419 440 448 449 456 459 467 472 Medebielle, A. 117. Ollé-Laprune, León 628 629.
Jubany, M o n s . N . 566 567 607 680. 481 482 497 502 505 518 520 629 Mehl 985. Onclin, W . 465.
J u n g m a n n , J. A . 265 307 538 552 555 639 671 699 703 704 845 930 937 Meinertz, M . 155. Oñatibia 955.
578 584. 943 954 962 965 973 976 1013 1015 Meinhold, P . 452. Optato de Milevi 117 440 593.
Jürgensmeyer 176 307 313. 1023 1024 1054 1064 1068 1069 1078 Melchiori di S. María 802. Orbe, A. 833.
Justiniano 575 590. 1079. Melendro, M o n s . 713. OrdóñeZ, V . 265.
J u s t i n o , San 29 3.3 157 333 630 960. Leon-Dufour, X . 173 806 807. Mendizábal, L. 802. Orígenes 8 66 68 73 146 157 158 693
León Magno, San 34 37 45 94 118 146 Menéndez Pelayo, M . 629. 737 738 753 764 785 786 787 788
440 441 497 527 531 576 583 593 670 Mennessier, A . I. 802. 791 1056 105S.
K a e p p e l i , T. M . 119. 693 933 935 964 1040 1042 1083. Merkelbach 935 956 1014. O r l a n d i s , J. 452.
Kahlefeld, H . 572 584 586. Lepargneur, F. 566 607. Mersch, E. 158 176 177. Ortega, A . 824.
K a l w a , M o n s . 474. Lepin, M . 264. Mesa, C. 801 802. Ott, F . 119.
Kasper 462. Lercaro, C a r d . G. 494. Messeguer, D . 824. O z a n a n , Federico 627 628.
Kattenbusch, F . 173. Lerius, Vicente de 118. Metodio de Olimpia, San 85 7 9 1 .
Kemerer, M o n s . 562. Lieber, Moritz 628. Mezonzo, Pedro de 1060.
Keplacz, M o n s . 7 0 3 . P a b l o V I 35 75 76 78 91 103 116 123
Liege, P . A. 824. Metz, R. 843. 126 127 128 129 131 133 134 135
Kerame, O . 484. Lienart, Card. 474. Micaela del Stmo. Sacramento, Sta. 876. 136 137 138 223 225 244 273 274
Kerkvoorde, A . 565. Lili, R. 492. Michel, A . 264 882. 336 337 338 347 353 356 429 432
Kerrigan, A . 998. Lino, San 395. M i n o n , A . 169. 438 440 458 459 469 474 484 498
Kienitz, E. von 482. Linton. O . 387. Mitterer 176. 505 528 651 652 752 799 801 832
Kilian, A . 998. López G a l l e g o , R. 445. Modesto, San 95. 834 836 847 851 874 924 940 945
Klein, G . 363. López M a r t í n e z , N . 404 417 496 545 Moeller, Ch. 1035. 961 1003 1012 1031 1040 1043 1044
Kleinheyer 594. 547 548 549 550 553. Mogenet, H . 824 850. 1045 1061 1069 1073 1080 1081 1082
Kittel 400. Lorenzo, M á r t i r , San 574 583. Mohlberg, C. 8. 1083 1084.
Kleutgen 37 42 97 462 4 6 1 . Loserth, J. 121. M ó h l e r 160 165 628. Pablo ¿le la Cruz, San 876.
Kloppenburg 4 4 5 . Lossky 155 164. Molina, Luis de 119. Paciano 117.
Koehler, T . 982 998 1002. Lotte, E. J. 628. Molinari, P. 802 824. Pacomio, San 740 822 876.
Kologrivof, Iv. 7 5 1 . Luis, Ángel 982 1012 1031. Molinos 1050. Pages, V i d a l 265.
Komiakoff 164 165. Luis de Baviera 121. Monachino, V. 555. Palacios, L. 705.
Konig, C a r d . 474. Luis de G r a n a d a , Fray 742. Mondesert, C. J 7 3 . Paladio 75.
Koser, C. 338 998. Luis de León, Fray 742 1028. Mondria, A . 843. Palazzini, P . 577.
Koster, M . D . 227 233. Luis M.« G. de Monfort, San 1048. Monsegú, Bernardo C. 265 312 404 426 Pálecz, E . 1 2 1 .
Kósters 1 6 1 . Lupi, A . 802. 619. Palmer, F . 265.
Krimm 565. Lutero 621 626 1064. M o n t a g n a , D . M . 1056 1059. P a m p l o n a , C. de 982.
K ü n g , H . 484 678. Lyonnet, S. 366. Montalambert 627. Párente, P . 126 447 452 472.
Künnet, W . 882. Montcheuil, Y . de 619. Parsch, Pío 576.
K ü m m e l , W . G . 889. L l a m e r a , B . 858. M o n t i , G. 619. Pascasio R a d b 32 367.
Kurtscheid 574 589 590. Llamera, M . 802 831 856 863 868 932 Monzó, S. 802. Pasciak, B . 802.
944 982 987 989 993 998 1003 1020 Morales M u ñ o z , M . 802. Passerini 766.
Labourdette, M. M. 801. 1030 1032 1034 1040 1046. Morcillo, M o n s . C. 490 6 9 5 . Pedro Canisio, San 88 958 959 1064.
Lagrange 965 967 972. Llompart, G. M. 982. M o u l i n , L. 850. Pedro Cri.sólogo, San 1058.
Láinez 420. M o u n i e r 629. Pedro D a m i a n o , San 753 1063.
Lamennais 627. M a c c a r r o n e , M . 355 547. M o u r o u x , J. 723 882. Pegón, J. 404.
L a m i r a n d e , E. 118. Magdalena Sofía, Sta. 876. M u i r h e a d , I. A. 169. Péguy, Charles 628.
Lamirande, T . 998. Maistre, José de 627. M u n i d o , Félix 630. Peinador, A . 802.
Langevin, G. 126. M a n n i n g , Card. 716. M u ñ o z A l o n s o , A . 882.
Muñoz Iglesias, S. 447. Peiró 6 1 9 .
Lanne, D . E. 155 164. Marín-Sola 254. Pelayo, A l v a r o 121.
I.a Pira, G . 584 629. Maritain, Jacques 629 907. M u r a 176.
Mussner, F . 889. P e l l a n d , I - 265.
Laplace, J. 8 0 1 . Marot, H . 484. Pérez d e Urbel, Fray Justo 821
Larraona, C a r d . 843. Maroto, F . 492.
Latreille, A . 705. Perinelle, J. 264 802.
Marsilio de P a d u a 121. Perler, O . 547. • - '
Lattanzi, H . 447. Martelet, G . 409 448 802 833. N e d o n c e l l e 462.
Laturelle, R. 824 8 4 1 . Perrin, I . - M . 802.
Martimort, A . G. 404 538 9 3 3 . Nestle, W . 175. Perrin, J. M . 619.
Laurain 585. Martín V 497. Nestorio 1056. Pesce, S. 122.
Laurentin, R. 156 265 278 445 982 998 M a r t i n , C. 130. N e u h a u s l e r , A . 888. Pfammatter, J. 169.
1002 1004 1017 1021 1029 1054 1059. Martín Descalzo, J. L. 433 445 680. N e w m a n n , Card. 716. P h i l i p o n , M . M . 685 1032.
Leahy 458. M a r t í n , San 876. Nicolás I 440. Philippe, P . 802.
Lebreton 577 723. Martínez Alcayde, J. M . 802. Nicolás, J . - H . 998. Philippe d e la Trinité 802.
Leclercq, J. 163 619 801 824. Martínez C a n o , P. 802. Nicolás, M . - J . 982 1034. Philips, G . 619 674 679 685 688 704
Leclercq, H . 809 819 822. Martínez, G . 452. Nicoláu, M . 466 461 802 817 824 850. 714 719 982 1034.
Lecuyer, J. 265 380 403 440 441 452 Marty, F . 802. Nícóstrato, diácono 574. Piault, B . 270 272.
Niebecker, E. 265. Piazza, E. 802. .
C;

índice de nombres 1101


1100 Índice de nombres
Schutz, B . 982. 175 177 178 190 191 193 195 197
Pidal y M o n . A . 629. Renard, M o n s . 824. Schwartz, E. 395. 203 205 207 214 215 216 217 221
Pidoux, P. 889. Rendina, S. 824. 237 240 241 255 256 271 276 277
Sebastián, F . 802 815 822 824 829 830
Piepcr, J. 882. Renwart, L. 816. 832 836 280 293 294 297 299 302 303 307
Pies. O . 564 608. Ricardi, D . 802. Sebastian, W . 998 1032. 327 383 390 412 413 423 531 534
P i n t a r á . J. 766. Richaud, C a r d . 604. Seidl, J. N . 563. 551 5 52 580 660 663 664 679 682
Pío VI 625 951 1050 1071. Rimbaldi, P . G. 566 607. Semmelroth, O . 126 136 154 164 674 689 737 740 753 756 758 761 762
Pío VII 1061. Ripalda, J. 787. 905 982 1032. 763 764 766 767 777 780 781 786
Pío IX 42 47 95 129 131 364 481 518 Riquet 584. Séneca 175. 787 788 789 790 809 810 818 819
519 929 930 936 945 950 956 991 Riudor, J. 985 998 1035. Serentha, L. 427. 822 826 827 828 829 830 831 835
1006 1007. Rivera, Alfonso 1031. Severiano de Gábala 1056. 837 852 858 859 861 862 863 864
Pío X. San 69 97 129 414 518 767 Roberto Belarmino, San 42 119 6 2 3 . Shea, G . W . 998. 865 868 869 876 903 911 941 944
768 934 936 937 950 962 965 1003 Roberts, C. H . 166 1055. Silic, R. 119. 946 972 990 991 992 993 1002 1005
1012 1015 1024 1045 1064 1075 1082. Rocholl, N . 265. Simón, A . 492. 1019 1020 1022 1026 1031 1052.
Pío X I 18 26 29 39 57 67 69 70 75 Rodríguez, V . 850. Simons, M o n s . 474. T o m á s M o r o , Sto. 622.
85 97 103 129 264 305 325 332 364 Roldan, A . 850. Siricio, papa 590.
450 451 526 629 630 637 639 661 T o m á s de V i l l a n u e v a , Sto. 876.
Romano el M e l o d e 1058. Sixto II 574.
662 692 754 757 768 771 772 946 T o r q u e m a d a , J u a n d e 121 159.
Romita, F . 484. Sixto III 440.
974 1012 1065 1068 1069 1078 1083. Torrell. (. P . 115 404 462.
R o m u a l d o . San 876. Smulders, P. 905.
Rondet, H . 882. T r o m p . S. 136 176 177 214 1032.
Pío XII 11 12 13 18 26 33 38 39 46 Sócrates 1056.
48 49 57 63 67 70 72 75 78 79 80 Rosanas, J. 882. Trompf 620.
Sofronio, San 92 955 1058. T r a i l l a r , C. V . 723 774 802.
84 85 86 95 97 102 103 116 128 129 Roschini, G . 998 1003. Sola, F. de P. 964 978. Tseng, J. T h . 122.
159 178 180 189 200 212 215 261 Rose, J. M . 265. Solages, M . de 619. Tuechlel 574 578.
262 264 266 278 285 287 288 292 Rosefson, R. 387. Solano, J. 1032. Turbessi, G. 802.
297 305 306 312 315 321 325 332 Rondet 982. Sommerlath. E. 166. T u r r a d o . L. 545.
350 364 400 402 414 419 420 425 Rosweydus 75. Soto, D . 289 302 664. T u y a , M . de 265.
440 444 448 449 478 479 482 490 Rouquette 130 136 599 607. Spiazzi, R. M . 566 607 619 631 674
511 518 521 526 527 536 552 570 Rousseau 404 462 481 550.
571 594 598 600 609 619 629 630 687 697.
Roux, H . 273. Spicq 584. U g o , R. 824.
636 638 639 644 650 661 662 663 Roy, Card. 9 4 1 .
671 672 673 682 684 699 704 705 Spiessens, C. L. 484. U l p i a n o 438.
Royo Marín, A. 723 802 810 853 882 Spinetoli, Ortensio d a 968 969. Unciti, M . 490.
710 716 718 754 757 767 769 770 Rueda. J. 843.
777 781 791 820 845 847 879 925 Staffa. Mons. 453 482. Urbano VIII 751.
Ruffini, Card. 689 711 713. Staudinger, J. 882. U r d á n o z , T . 122 428 452 802.
926 929 930 934 936 937 938 945
Rufino 786. Stella, Isaac de 99 1042. U r q u i r i , T . 824.
950 953 963 965 968 973 974 977
978 979 980 981 1003 1006 1012 1015 Rugambwa, C a r d . 474. Stelzenberger 584. U r r u t i a , J. L. de 802 843 847.
1048 1061 1066 1067 1068 1069 1071 Ruiz-Giménez, J. 629. Stiglmavr, J. 543. Useros, M . 119 427 452 482 566.
1072 1073 1076 1077 1078 1080 1083. Ruiz Olabuenaga 824. Stolz, Á. 153 723.
Strüter, C. 405 549 982.
Pío, M o n s . 458. S a b a t e r - M a r c h , J. 619. Straub, A. 341 342. V a c a , C. 796.
Piolanti 176 265. Salaverri, J o a q u í n 114 117 119 123 125 Strotmann, D . T. 452 498. V a g a g g i n i , C. 158 164.
Plotino 740. 128 130 131 132 316 379 386 394 Suárez, F. 119 279 766 941 942 958 Valencia 119.
Policarpo, San 52 554 573. 397 400 402 403 405 506 512 520 V a n B e k k u m , W . 567.
959 1053.
Polit, J. 619. 526 544 676. Suenens. Card. 229. 257 726. V a n d e r b r o u c k e , F . 802.
Portier, V . 619. Salmerón 119 420. Sustar. Alois 654 674 709 715. Van der B m g t , M o n s . 474.
Pozo. C. 405 550. Sánchez Aliseda, C. 566. Vázquez 119 293 1053.
Prat, F . 545. Sanchís, A . 802 809 813 815 824 832. Vellico, A . M . 122.
Primasio 32 367. San M a r t í n , José L. 1002. X a e e t a e r t , A. 585. Vergara, J. 998.
Primeau, M o n s . 716 719. Sartory, T . 317 325. V i a l a t o u x , J. 705.
Saura, M . 850. Talbort, Mons. 716.
Proaño, V . 547 554 843. T a n n e r 119. Vicente de P a ú l . San 876.
Proclo, San 1057 1058. Sauras, E. 176 177 178 184 256 265 Vicente Ferrer, San 876.
T a r a n c ó n , Mons. 7 1 1 .
Prudencio 1056. 270 619 812 818 820 982. T a r a n c ó n , E. 619. Viering 4 6 2 .
Przywara, E. 163. Sauvage, M . 824. Vigilio d e T a p s o 173.
Teilhard de C h a r d i n 775 890.
Pseudo-Alberto 946 1002 1012. Scipioni, L. 545. Viller, M . 786.
Tellechea, I. 534.
Pseudo-Dionisio 36 48 532 551 740 767. Scott, S. H . 118. Vitoria 119 285 286 288 423.
T e n a , P . 234.
Pseudo-Macario 66 737 753. Schamoni, W . 563 577 578 579 590 Vitti, A . 264.
Teodoreto 575 686.
Pseudo-Pedro D a m i a n o 98 158. 604 608. Vives, Luis 622.
Teodoro Mops. 35.
Schauf 462. Teodosio, San 876. Vizcarra, M o n s . Z a c a r í a s de 662.
Schauffele, M o n s . 474. T e ó d o t o de Ancyra 1057. V i z m a n o s . F. 791 802 822.
Q u a s t e n , J. 548 822. Scheeben 155 160 176 304.
Quievreux, F . 998. Teresa, Sta. 876. V l a d i m i r , K . 620.
Scheller, E. J. 264. V o d o p i v e c , J. 384 1032.
Tertuliano 8 33 36 73 117 157 392
Scherer, W . 118. Vogel, C . 484.
Schelstrate. E. 1053. 393 394 397 766 785 790 839 929.
R abanos, R. 265. Tesson, E. 824. V o g t l e , A . 367 3 8 1 .
Rahner, K. 472 492 494 498 500 568 Schillebeeckx, E. H . 265 433 547 679
T h i e m e , K. 620. V o l l e r t , C . 982 998 1032.
569 595 619 659 662 674 718 719 905 1034. T h i l s , G. 122 620 697 723. Vonier, A . 299.
905 982. Schleck, Ch. A . 802. T h u r i a n . M. 802 807 1032. Vorgrimler, H . 463.
Rambaldi, C . 265. Schlier, H . 166. T í h o n 567. Vosté, J. M . 264.
Ramírez, J. M . 882. Schmaus, M . 163 227 426 596 882 889 T í l l a r g , J. 824.
Ramírez, S. 279. 915 918. T i t o d e Bostra 1056.
Ranft, J. 154. Schmid, M . 565. T i t o Livio 175. W a l d e n , T . N . de 1 2 1 .
Raniero della V a l l e 445. Schmitt, J. 546. Tixeront, J. 572 575 594. W a r d , W . G. 628.
Ranwez, E. 790 802. Schnackenburg, R. 155 166 233 234 T o l e d o 968 970. W a r n a c h 584.
Ratzinger, J. 118 227 358 448. Schneider, T . 1032. T o m á s de Aauino, Sto. 10 12 19 2 7 W e b e r , J . J. 367.
Rea, J . E. 265 270. Schultze, B . 165. 45 66 68 72 73 76 84 119 146 153 W e n d l a n i , H . D . 358.
Regamey, P.-R. 802 824 850 1032. Schütz, A . 882.
1102 Índice de nombres
Wenger 445.
Zananiri, G. 484.
ÍNDICE DE M A T E R I A S
Wernz-Vidal 597. Zapelena, T. 122 316 544.
Wicliff, Juan 121. Las cifras remiten a las páginas
Zaragüeta, J. 620.
Widenfeld 1050. Zeiger, J. A. 576.
Willems, B. 320. Zeiller 118 577.
Windischmann 628. Zerwick, M. 367 553.
Winninger, P. 564 565 569 570 597 599 Zinelli 37 47 462 465 467 479.
600 601 604 605 607 608 609 613. Zuaim, E. 121. blea estable 360 370-72 451; sin embargo,
Wyszynski, Card. 561. Zorell, F. 168 400 553. A c c i ó n Católica: movimiento de apostola- no se trata de un grupo de iguales 361;
do seglar 636; significa una cooperación continúan la misma misión de Cristo aun-
inmediata de los laicos con la jerar- que no participen de sus poderes de au-
quía 662; diaconado y Acción católica en toridad y excelencia 383-84; la idea de
orden al apostolado jerárquico 599; nece- «misión» confiada por Cristo a los apósto-
sidad de una protección jurídica de la les 358; contenido de esta misión 363;
libertad de los seglares en el apostolado los apóstoles como fundamento de la Igle-
719. sia 365; sus poderes extraordinarios que
Acción temporal del cristiano: la misión no se comunican a los obispos 402 447.
de la Iglesia en la esfera temporal exige la Asunción: la asunción de María, razón es-
colaboración de los seglares 644; ámbito catológica de la esperanza cristiana 1076;
y fines de la a. t. del cristiano 696; ampli- la asunción de María y el hecho de su
tud del dominio de una acción temporal muerte 978.
del cristiano con signo eclesial 650 696; Autoridad: especiales características de la
que por su propia naturaleza debe con- autoridad de la Iglesia, en comparación
servar el signo cristiano 651; alejándose con la sociedad civil 285; las relaciones
de la concepción profana de la vida im- autoridad-libertad en el apostolado 719.
pregnada de naturalismo 652; vía normal
de la espiritualidad del seglar 624 646;
promoción de los valores morales en el tíautismo: es el rito sagrado que represen-
mundo 701; el papel de la gracia 696; la ta y efectúa la unión con la muerte y re-
consagración del mundo objetivo apostó- surrección de Cristo 194; al mismo tiem-
lico del sacerdocio de los fieles 666ss. po es el sacramento de la incorporación a
Cf. Apostolado social, Encarnación. Cristo, en cuanto unión vital con El 194;
Acto humano: la retribución futura de los bajo los dos aspectos de muerte y de vida
actos humanos 909; depende de las deci- porque quita el pecado y hace al bautiza-
siones responsables del presente 908. do hijo de Dios 195; aunque no supone
Alma: vinculación del alma humana con la rnás que el inicio de la vida nueva que
materia 889; las funciones del alma en el debe aumentar y desarrollarse 196; unión
cuerpo humano, análogas metafóricamen- intima entre el bautismo que borra el pe-
te a las que el Espíritu Santo cumple en cado y la eucaristía que da la vida 195;
el Cuerpo Místico 21 iss; el alma como es- la inserción en Cristo por el bautismo su-
posa de Dios en la Sagrada Escritura 216. pone una imitación vital de Cristo 755;
que reclama una imitación psicológica y
Amor: el amor de Dios al hombre como externa 756; por medio de la caridad y
donación de sí mismo 777-78; los conse- las virtudes 757; consecuencia directa del
jos evangélicos como instrumentos del carácter bautismal es acreditar la ciudada-
amor a Dios 863 868; la salvación y la nía cristiana y concederla instrumental-
convivencia en el amor 906. Cf. Caridad. mente 289 290; nos configura con Cristo-
Apostolado: apostolado y vida contempla- Sacerdote y nos obliga a confesar la fe re-
tiva 878; llamamiento de los seglares al cibida 302-303; su necesidad para la sal-
apostolado por su calidad de miembros vación 320; en qué condiciones podrán
de la Iglesia 635-38; la Acción Católica, salvarse quienes no pertenecen a la Igle-
movimiento de apostolado seglar 636; las sia por el bautismo 328; fundamento de
relaciones autoridad-libertad en el apos- la consagración religiosa 829; los estados
tolado 719; el clero, los seglares y el prin- de vida explicítan las exigencias de santi-
cipio de subsidiariedad 717; no debe fiarse dad y la gracia germinalmente contenidas
a los dones carismáticos el fruto de los en el bautismo 763.
trabajos apostólicos 256; la profesión co-
mo instrumento de evangelización 672 Beneficencia: la beneficencia, función dia-
688. conal en la Iglesia primitiva 582.
Apostolado seglar. Cf. Laicado. Bienes materiales: el uso de los bienes y
Apostolado social: razones de fundamentar la pobreza de corazón, esencial al cristia-
la actuación social de la Iglesia 698; cris- no 794-95-
tianismo social, de encarnación, y cristia-
nismo de trascendencia 697; la índole es-
catológica de la Iglesia y su realidad sacra- Canonización: nota sobre los criterios y
mental exigen la transformación estruc- procedimiento en la canonización de los
tural de la sociedad 922-23; el a. s. como santos y su significado 751.
posible campo de actuación de los diáco- Carácter sacramental: su naturaleza 280
nos 615. Cf. Acción temporal del cris- 2¡8i 664; sus efectos generales 288 302
tiano. 664; efectos del carácter sacramental del
Apóstoles: significado del término «apósto- bautismo 289 290 302; de la confirma-
les» 362; la elección de los doce apóstoles ción 291 303; del orden 291 310-11; gra-
358 369; actúan a modo de colegio o asam- cia sacramental y carácter: diferencias 289;
índice de materias 1105
J.104 Índice de' materias
laicado 619; elaboración del capítulo sobre h o m b r e 258; los cristianos, alma del m u n -
el carácter y la gracia, doble función d e los nes, interpretaciones o enmiendas q u e crea do 7 2 1 ; su obligación d e actuar en la vida
sacramentos 4 1 3 ; carácter y gracia en or- convenientes 137. la Virgen María 924 9 4 i ; la teología ma-
ñ a n a y el Concilio Vaticano II 945; el tí- pública 699; razones q u e la fundamentan
d e n al culto 665; los sacramentos q u e con- C o n c i l i o d e T r e n t o : su doctrina sobre la
institución divina del episcopado 418; re- tulo de «mediadora» aplicado a María 1028; y condiciones q u e exige 700, Cf. L a i c a d o ,
fieren carácter suponen una participación
del sacerdocio d e Cristo 4 1 4 ; la teología formas en el sacramento del o r d e n : órde- cristocentrismo d e su teología lo mismo en A c c i ó n temporal del cristiano, P u e b l o .
del sacerdocio enfocada desde el carácter nes menores y diaconado 579. su vertiente dogmática q u e en la pasto- Cristo: el «Santo d e Dios», contenido bíblico
sacramental 270; el carácter sacramental C o n c i l i o Vaticano I: comparación con el ral 272SS. d e la expresión 7 3 3 ; santidad de la h u m a -
del diaconado 595. Cf, S a c r a m e n t o . Vaticano I I : metodologías diversas 115 Confirmación: efectos del carácter sacra- nidad d e Cristo 7 4 5 ; la «kénosis» d e su
431-32; el Concilio Vaticano II, continua- mental : ratificación del bautismo y urgen- encarnación: obediencia y pobreza 7 9 3 ;
Caridad: primado d e la caridad en la vida cualidad sacramental del misterio del Ver-
cristiana 780; la caridad de Dios como ción y complemento del Vaticano I 3 5 3 ; cia de profesar la fe 291 303.
sus principios fundamentales para una teo- C o n g r e g a c i o n e s r o m a n a s : clase d e asenti- bo encarnado 221 407; la ejemplaridad d e
donación d e sí m i s m o 777-78; respuesta
del h o m b r e : aceptación y cooperación 779; logía del episcopado 354; su doctrina so- m i e n t o que se debe a sus decretos 3 4 1 . Cristo y la de María 8 7 5 ; su cumplimien-
la caridad, esencia d e la perfección, p u e d e bre la Iglesia jerárquica: elaborada en u n C o m u n i c a c i ó n d e bienes: exigencia d e la t o d e la voluntad d e D i o s 783 809; p r o -
manifestarse de múltiples formas según la ambiente y perspectiva dialécticos, tiene c. de b. en la Iglesia como consecuencia d e totipo ejemplar del h o m b r e restaurado
diversidad psicológica d e los h o m b r e s 2 0 1 ; fuerte sabor juridicista y se expresa con su unidad vital 263. 1033; prototipo d e la perfección h u m a n a
los medios para cultivar en nosotros la estilo y categorías latinas 429-30. C o n s e j o s e v a n g é l i c o s : consejos y preceptos 8 7 1 ; esposo del alma, d e la h u m a n i d a d ,
vida d e amor d e Dios 782-84. Cf. A m o r . C o n c i l i o Vaticano II: 788 858; su vinculación con la caridad 789; d e la Iglesia 216.
Carismas: naturaleza 254; es imposible ca- — r . Nota generales: Fines que se propuso la castidad como consejo 790; la pobreza •—a) Cristo-sacerdote: sustancialidad de su
talogarlos o reducirlos a n o r m a s 2 5 5 ; ac- 274; preparación del concilio: temática y la obediencia como actitudes radicales sacerdocio 414; Cristo, clave y razón del
titud ante ellos: recibirlos con agradeci- sugerida por el episcopado 179-80; no in- d e imitación de Cristo 792-96; los conse- sacerdocio cristiano 272SS por ser el único
• '•' miento, pero no pedirlos ni fiar a ellos el tenta dirimir las cuestiones disputadas por jos evangélicos como instrumentos del M e d i a d o r y el único Sacerdote 274; d e
r:
fruto de las obras apostólicas 255-56; los teólogos 128 143 187 4 0 5 ; su carácter a m o r a Dios 803 868; tensiones d e la na- suerte q u e fuera de El la realidad sacer-
a base de ellos se organiza socialmente el pastoral 265 337 560; enfoque y lenguaje turaleza caída, el remedio de la gracia y la dotal no tiene consistencia ni sentido en
L
\ C u e r p o Místico a u n q u e son dones transi- más pastoral q u e técnico-escolástico 182; ayuda de la profesión de los consejos evan- la N u e v a Ley 275; y su sacerdocio es tan
torios 200. trata d e exponer la doctrina de acuerdo gélicos 86 r. Cf. Religiosos, Vida reli- natural y tan consustancial con su ser per-
C a s t i d a d : la castidad como consejo evangé- con las exigencias del m o m e n t o más q u e giosa. sonal como su mediación 276; sacerdotali-
lico 790; el voto de castidad y el conoci- d e condenar los errores 126-29 132-36; de C o n t e m p l a c i ó n : valor eclesíal d e la vida dad q u e alcanza al «Christus totus», al
miento adecuado de las excelencias del aquí su carácter eminentemente escritu- contemplativa 8 7 8 ; la mentalidad neopla- Cristo real o físico y al Cristo místico 277;
amor h u m a n o 853. Cf. Virginidad. rístico, en comparación con los concilios tónica y el puesto d e la contemplación en todo sacerdocio h u m a n o lo es por partici-
C a t e c ú m e n o s : su incorporación intencio- anteriores 129 140; valor doctrinal d e sus la espiritualidad de la Iglesia 739. Cf. O r a - pación más o menos cercana y propia del
nal a la Iglesia 323. enseñanzas 129; análisis sobre su posible ción. sacerdocio de Cristo 2 7 8 ; Cristo es sustan-
i n t e n c i ó n definitoria 132-36 138 nota C o s m o s : unidad y multiplicidad cósmica cialmente sacerdote por virtud de la unión
Celibato: vicisitudes históricas d e la disci-
338ss; clase d e asentimiento q u e se debe 8 9 3 ; la hipótesis d e otros m u n d o s habita- hipostática, el h o m b r e p u e d e serlo en
plina del celibato eclesiástico 589; diáco-
a sus enseñanzas 339; las «notas explicati- virtud de u n carácter q u e se le da 279; ú n i -
nos casados y celibatarios 606. dos 8 9 1 ; la restauración d e todas las cosas
vas» y «observaciones» del Papa a los pa- co mediador entre Dios y los h o m b r e s 987
Cielo: comunión de la Iglesia celestial con dres conciliares 136 343ss 433. en Cristo ya ha comenzado, mediante su
la Iglesia peregrinante: el culto litúrgico redención universal y la Iglesia, sacramen- (cf. M a r í a ; cooperación a la redención);
y la intercesión d e los santos 910-915. — 2 . Doctrina teológica: doctrina sobre la to de la unidad escatológica d e los h o m b r e s es M e d i a d o r en v i r t u d de la unidad per-
Cf. Salvación. Iglesia: comparación con el Vaticano I entre sí y con Dios 899-907; la unidad sonal de ambas naturalezas 276; sus p o -
Ciencia: identidad d e metas d e la reden- 115 429-30; metodologías diversas en a m - perfecta del cosmos se realiza en Cristo, deres mediadores—culto, magisterio y a d -
ción, la cultura y la ciencia 895 nota. bos concilios 431-32; la doctrina sobre la Dios y hombre 894; la renovación del cos- ministración de la gracia—transmitidos a
C l e r o : clérigos, religiosos y seglares: diver- Iglesia es el eje de sus enseñanzas 113 126 mos y el universo futuro 896; estructura la Iglesia 2 4 1 ; índole ministerial d e su m i -
sidad d e funciones en la Iglesia 644; igual- nota; los temas d e los d e m á s documentos bélica de la naturaleza y la paz escatoló- sión 398.
dad fundamental entre clérigos, religiosos conciliares están relacionados con la cons- gica 902; el univesro material se halla or- — b ) Cristo y la Iglesia: es la Cabeza del
y laicos como miembros del único C u e r p o titución dogmática De Ecclesia 114; la denado al h o m b r e en una total solidari- C u e r p o Místico precisamente en cuanto
Místico 656; lo cual implica m u t u a fra- eclesioíogía del Vaticano I I : a) Su doctrina dad con su destino 8 8 8 ; conciencia, s u b - h o m b r e 190 203; desde el m o m e n t o de la
ternidad 657; espiritualidad clerical y es- coincide con la de Pablo VI en la encíclica consciente y estructura unitaria del cos- encarnación 1014; posee una capitalidad
piritualidad seglar 646; actividades del Ecclesiam Suam 123. b) Se fundamenta en d e orden 203 y d e dominio 204 por el he-
mos 898. Cf. M a t e r i a .
clero, de los seglares y el principio d e s u b - la unión mística de la Iglesia con Cristo cho de ser el Verbo encarnado y resucita-
123. c) Estudia a la Iglesia como misterio Criaturas: la capitalidad de Cristo sobre t o -
sidiariedad 717; sus deberes con respecto das las criaturas 202SS; q u e d a n santifica- d o 205 con universalidad antropológica y
al pueblo cristiano 7 0 8 ; su actuación co- d e la unidad divino-humana 124. d) M i s - cósmica 206; su función capital la ejerce
terio d e apostolicidad jerárquico-comuni- das por la redención d e Cristo en razón
m o factor causal del proceso de seculari- d e su vinculación con el h o m b r e 206. Cf. mediante su m u e r t e y resurrección, q u e
zación y apostasía de las m a s a s 626. taria 124. e) Misterio de santidad 125. tienen valor simbólico y eficacia salvadora
f) Misterio d e catolicidad peregrinante y Cosmos.
Cf. S a c e r d o c i o , Presbíteros. Cristianismo: ¿trascendencia o i n m a n e n - 191 204; e n cuanto, por una parte, nos
escatológica 125; constitución sobre la
Colegialidad: notas sobre la elaboración del cia en el mundo? 696; sentido de u n h u - salvan del pecado y, por otra, nos comu-
Iglesia: proceso de elaboración 180-82
texto del concilio 335SS; la «Nota explica- 226ss 335ss; la nueva nomenclatura con- manismo cristiano d e encarnación en el nican la vidíi divina 192; la «gratia capitis»
tiva previa» como fuente de interpretación ciliar sobre los m i e m b r o s d e la Iglesia 316; m u n d o 651-53 666ss; proceso d e desacra- c o m o cabeza del género h u m a n o 280;
343SS. Cf. E p i s c o p a d o . capítulo sobre la santidad en la Iglesia; lización del m u n d o m o d e r n o 625 640 666; Cristo, plenitud de la creación por la
C o n c i e n c i a : conciencia, subconsciente y es- elaboración y votaciones 723SS 798ss; su la apostasía de las masas 626; factores cau- u n i ó n hipostática 892 895; la unidad per-
tructura unitaria del cosmos 898. doctrina sobre la relación e n t r e la Iglesia sales d e la descristianización del laicado fecta del cosmos se realiza en Cristo, Dios
C o n c i l i o e c u m é n i c o : condiciones q u e se re- y la Santísima T r i n i d a d : génesis del texto 626; su vinculación histórica con el orden y h o m b r e 894; el género h u m a n o alcanza
quieren para un concilio ecuménico 475; i 4 i s s ; encuadre d e la doctrina sobre el político 640. su plenitud en el Cristo encarnado 9 8 1 ;
infalibilidad de los concilios ecuménicos C u e r p o Místico en la Constitución «Lu- Cristianos: vocación universal a la santidad la restauración de todas las cosas en Cristo
en cuanto magisterio extraordinario de la m e n gentíum» i 8 2 s s ; conexión entre su 757-58; la santificación del cristiano p o r ya ha comenzado, mediante su redención
Iglesia 523; criterios para discernir la pre- doctrina sobre el episcopado y la del Vati- medio de Cristo 734; su incorporación ple- universal y el sacramento de la Iglesia, q u e
sencia d e una doctrina infalible 529; la cano I sobre el p r i m a d o 356 447 nota na a la Iglesia y requisitos q u e precisan significa la uíiidad escatológica de los h o m -
infalibilidad de los concilios ecuménicos 456ss; características generales de su doc- 3 2 i ; vínculos d e la Iglesia con los cristia- b r e s entre sí y con Dios 899-907; funda-
a través de las fórmulas definitorias utili- trina sobre el presbiterado 5 4 1 ; esquema nos n o católicos 324; todos están obligados m e n t o de 1» Iglesia 366; su inmanencia
zadas: T r e n t o , Vaticano I, Vaticano II d e sus enseñanzas 544; la restauración del a contribuir al crecimiento de la Iglesia activa y p e r e n n e en la Iglesia 3 8 5 ; elemen-
130-31; análisis d e la posible intención diaconado: tendencias entre los padres y mediante la actividad misionera 3 3 2 ; su t o rector y unificador del pueblo mesiáni-
definitoria de este último 132-36; sus en- resultado de las votaciones 559-62; doc- solidaridad como consecuencia d e su cali- c o 249; las d o s facetas d e la Iglesia, h u -
señanzas reciben fuerza obligatoria única- trina sobre los religiosos: vicisitudes del d a d d e miembros del C u e r p o Místico 201 m a n a y divüna, reflejo del misterio del
m e n t e mediante la aprobación del Papa capítulo 723SS 798SS; la revalorización del 2 1 1 ; sentido comunitario d e su vida reli- V e r b o encangado 220; su realeza soberana
136; al cual compete hacer las notificacio- giosa, derivado d e la naturaleza social del a través de la redención 692; la Iglesia
- xiü6 índice de materias -
Índice de materias 1107
queda asociada a esta función real en or- na en el Concilio de T r e n t o 579; las ac-
d e n a la transformación del m u n d o 693; tuales funciones canónicas de! diácono 580. especial el Vaticano II 127. Cf. Infalibi- — Colegialidad del episcopado: 1. Introduc-
perennidad y universalidad d e su misión b) Funciones diaconales renovadas: con- lidad. ción: a) A m b i e n t e teológico preconciliar:
salvadora 3 8 1 . Cf. R e d e n c i ó n . tenido funcional de la diaconía 5 8 1 ; ser- D o l o r : su virtud santificadora en comunión novedad del tema 427. b) Diversos enfo-
C u e r p o M í s t i c o : la Iglesia como C. M . y vicio asistencial 582; servicio Htúrgico- con la cruz d e Cristo 775. ques y características de los concilios Va-
como pueblo d e D i o s : relación entre am- sacramental: eucaristía, bautismo, peni- D i f u n t o s : el purgatorio y la ayuda de la ticano I y Vaticano II 429; distinta m e -
bas figuras 226; todos los cristianos somos tencia 584; ministerio de la palabra 397 Iglesia a los difuntos 9 1 7 . todología en ambos concilios: los dos sec-
miembros d e u n m i s m o C u e r p o 655; d e 586; servicio al obispo 588. c) El celibato tores doctrinales en q u e se dividió el epis-
lo cual se deriva la solidaridad universal diaconal: vicisitudes históricas de la dis- copado 431. c) La «nota explicativa p r e -
d e todos 201 2 1 1 ; y la igualdad fundamen- ciplina del celibato 589. X L c u m e n i s m o : la extensión ecuménica del via» como i n s t r u m e n t o d e conciliación d e
tal entre clérigos, religiosos y laicos 656; — 3 . La sacramentalidad del diaconado: a) pueblo de Dios 243 2 5 8 - 6 1 ; vínculos de la las diferencias teológicas; su valor doctri-
unidad en la diversidad 2 8 1 ; el Espíritu Institución divino-apostólica y no m e r a - Iglesia con los cristianos no católicos 324; nal 433- d) P u n t o s metodológicos d e par-
Santo es el principio animador interno q u e mente eclesiástica 591. b) El diaconado con los no cristianos 326; el reconocimien- tida para c o m p r e n d e r la doctrina de la
le confiere unidad 199 más poderosa q u e participa de la sacramentalidad originaria to por la Iglesia d e q u e todavía se halla en colegialidad: la evolución homogénea del
la q u e existe en cualquier cuerpo moral o del orden 593. c) El carácter sacramental camino hacia la verdad plena, base para dogma, las bases doctrinal, funcional e
jurídico 199; su unidad testimoniada por del diaconado se concibe como una «po- el diálogo ecuménico 887; impulso q u e histórica del colegio, el enfoque teológico
la comunión de la Iglesia celeste con la testad de servicio» en grado jerárquico supone la doctrina sobre la colegialidad y el jurídico, la realización histórica de los
peregrinante 910-15 y d e ésta con la pur- 595; la gracia sacramental es u n carisma episcopal 505; las dificultades derivadas presupuestos teológicos d e la Iglesia 435-
gante 915-19; la unidad del Cuerpo Místi- para continuar la obra de los apóstoles al de la mariología 984; la devoción a María 38. e) La expresión «colegio episcopal»:
co es efecto de la eucaristía 197; el miste- servicio de los fieles 597. como dificultad y posible camino para la sentidos teológico, jurídico e histórico 438.
rio del C. M . se centra y culmina en la — 4 . Motivos pastorales para la restauración unión de las Iglesias 1078; valor ecumé- f) Diversa concepción d e la constitución
eucaristía 304 307; la teología del sacer- del diaconado: a) El diaconado como vo- nico de la intercesión de María ante Dios social d e la Iglesia desde la doble postura
docio enfocada desde el C. M . y la p o - cación específica 598. b) El motivo de la 1079. a y pro-colegial 441-45.
testad pastoral de Cristo 2 7 1 ; Cuerpo M í s - escasez de sacerdotes 600, a u n q u e la res- E g o í s m o : la elección entre el egoísmo y la —• 2. La institución del colegio apostólico:
tico y carismas: a base d e ellos se organiza tauración del diaconado no puede ser con- convivencia en el amor es la opción fun-
damental q u e se presenta al hombre en a) Cristo elige a los doce apóstoles 358
socialmente a u n q u e son dones transito- siderada sólo como una solución d e su- 3 6 9 ; a los cuales confiere una «misión»
rios 200; María, M a d r e del Cuerpo Místico plencia, sino como u n medio para intensi- orden a su salvación 906.
E m i g r a c i ó n : el apostolado social con los 3 5 8 ; q u e exige y contiene la triple potes-
i o n . Cf. C r i s t o , Iglesia. ficar la eficacia pastoral d e la Iglesia 602. tad d e enseñar, santificar y gobernar 364.
emigrantes como posible campo de acción
C u l t o : ordenación de los sacramentos al c) Liberación del clero de actividades ex- de los diáconos 616. b) L a institución es a m o d o de colegio
culto: diferentes modos 299; finalidad sal - trapastorales 602 y una mejor selección de E n c a r n a c i ó n : significado regenerador y vi- estable 360; sin q u e se trate d e u n grupo
vinca y cultual d e los sacramentos 300; el vocaciones 604. d) Mediación entre sacer- • vificador 1010-12; la encarnación como d e iguales, pues a su cabeza está P e d r o
carácter sacramental se ordena al culto dotes y laícado 605. comunicación d e la personalidad increada 3 6 1 ; los apóstoles actúan desde el princi-
665; sentido cultual de los votos religiosos — 5 . El nuevo diácono en la Iglesia del fu- a u n h o m b r e 892; la encarnación y la so- pio en forma colegial 361 371-72. c) D i -
827 8 3 1 ; el culto litúrgico, comunión entre turo: a) T a n t o la creación de nuevos diá- lidaridad del Cuerpo Místico 1011; su vin- cho colegio es, p o r voluntad d e Cristo,
la Iglesia celestial y la peregrinante 912; el conos como las modalidades de su oficio culación esencial con María 993 1006; no fundamento de la Iglesia 365-67.
culto a los santos: teología y pastoral 919; estarán sujetas a las circunstancias de las se verificó sin el consentimiento previo — 3. Del colegio apostólico al colegio episco-
el culto de dulía y el de latría 1051; el cul- Iglesias locales 606. b) Diáconos casados d e María 958; q u e la asoció a la obra re- pal: a) Enseñanzas d e la S. Escritura: ins-
to a las imágenes 1070; el culto a la Virgen, y celibatarios: diversidad de opiniones dentora 960; capitalidad de Cristo y ma- titución y actuación del colegio d e los
cf. M a r í a . 607; bases teológico-históricas de u n dia- ternidad espiritual de María sobre la d o c e 369SS; la comunicación sucesiva d e
conado sin celibato 6 0 8 ; p u n t o s de vista Iglesia desde el m o m e n t o de la encarna- los poderes apostólicos en general 373-75,"
C u r i a : el diaconado como cargo de curia e c l e s i o l ó g i c o - c a n ó n i c o y p a s t o r a l 609. ción i o r 4 ; ¿trascendencia o inmanencia transmisión d e poderes a diáconos, pres-
575- c) Problemas q u e plantea la inserción del del cristianismo? 696; sentido de la en- bíteros, profetas y maestros, obispos y
diácono en la estructura parroquial 610. carnación del cristiano en el m u n d o 6 5 1 - otros colaboradores 376-79; vestigios bí-
d) Posibles formas diversas d e u n mismo 53 666ss. Cf. C r i s t o , R e d e n c i ó n , A c c i ó n blicos del actual obispo m o n á r q u i c o 378.
. D e r e c h o c a n ó n i c o : el enfoque teológico y b) L a p e r e n n i d a d y universalidad de la
el jurídico de la realidad de la Iglesia 437. diaconado: diácono sustituto, especializa- t e m p o r a l del c r i s t i a n o .
do, misionero, «móvil» 613. E p i s c o p a d o : principios fundamentales para misión salvadora d e Cristo exige la trans-
D i a c o n a d o : significado del término en el una teología del episcopado en el concilio misión d e sus poderes 3 8 1 ; también la
D i á l o g o : el diálogo entre la jerarquía y los
N u e v o T e s t a m e n t o 5 8 1 ; son los primeros fieles en la Iglesia 7 1 1 ; los peligros d e u n Vaticano I 354; conexión entre la doctri- i d e n t i d a d d e la misión conferida a los
colaboradores de los apóstoles y partícipes dogmatismo clerical o laical 713- Cf. E c u - na del Vaticano II sobre el episcopado y apóstoles 382; la índole ministerial d e la
de sus poderes 374 376 387; obispos, pres- menismo. la del Vaticano I sobre el primado 356. actividad apostólica exige igualmente la
bíteros y diáconos como diversos grados D i ó c e s i s : la estructura diocesana: ¿institu- — Sacramentalidad del episcopado: a) T r a s - sucesión 397-400. c) Por ello, los apósto-
de participación de las funciones ministe- ción divina o jurídica? 442 444; la insti- cendencia doctrinal de la sacramentali- les continúan la misma misión d e Cris-
riales 486. tución de las iglesias particulares, como dad 404. b) La doctrina conciliar y las t o 3 8 4 ; a u n q u e n o participen en sus p o -
•—La restauración del diaconado en el Vati- distribución geográfica y personal d e los sentencias de los teólogos 405. c) La sa- d e r e s de autoridad y d e excelencia 3 8 3 ;
cano II: tendencias entre los padres y re- ministerios 477; datos históricos y teoló- cramentalidad del episcopado y la pleni- n o t a 384. d) El cargo divino-humano d e
sultado de las votaciones 559-62. gicos sobre la estructura monárquica de los apóstoles p e r d u r a en sus sucesores en
— 1 . El movimiento preconciliar en favor de las iglesias particulares 4 9 5 ; paralelismo v i r t u d de la misteriosa inmanencia d e
• 'tüd del orden sacerdotal 406. d) La sa- C r i s t o en ellos 3 8 5 - 8 7 ; lo cual se confir-
la restauración: a) Los pioneros del m o - entre la diócesis y la Iglesia universal 497; cramentalidad como fundamento del «mu-
vimiento 563-68. b) El enfoque teológico la Iglesia universal está presente en las m a p o r el p r o c e d e r d e los mismos apósto-
•nus episcopales 406. e) El sacramento del les 3 8 9 - 9 0 ; e) L a tradición enseña q u e
desde el sacramento del orden 568, desde particulares en cuanto q u e en éstas se halla "orden és el constitutivo de la jerarquía
la teología de la Iglesia 569, desde las exi- toda la fuerza salvífica y todo el misterio tales sucesores son los obispos 390-96.
cristiana en cuanto a la potestad sobre el f) C o m o p e r d u r a el p r i m a d o d e P e d r o ,
gencias litúrgicas y pastorales 571. c) L a de aquélla 498; y en cuanto q u e el obispo C u e r p o real y místico de Cristo 416. f) L o s
opinión de Pío XII 570. d) T r i p l e actitud las vincula m u t u a m e n t e por su pertenen- así t a m b i é n el colegio apostólico en los
obispos son los sacerdotes de primer or- o b i s p o s 4 0 1 ; a m b o s colegios son d e ' i n s -
preconciliar de los autores 571. cia al colegio 500; el presbiterio diocesa- den 416; siendo el episcopado de institu-
no, versión del colegio episcopal aplicado t i t u c i ó n divina 4 4 6 ; y entre ellos existe
— 2 . Retorno conciliar a la tradición de la • ~ción d i v i n a : d o c t r i n a del Concilio d e
a la iglesia particular 553. u n claro paralelismo, a u n q u e no en cuan-
Iglesia primitiva: a) Perspectiva histórica: T r e n t ó y del magisterio 417-20. g) Por t o a las potestades extraordinarias d e los
el diaconado, ministerio autónomo de ca- D i o s : su a m o r al h o m b r e como donación de tanto, el oficio episcopal se confiere en a p ó s t o l e s , sino c o m o pastores d e la Igle-
rácter pastoral litúrgico 572; a partir del sí mismo 777-78; la «Santidad d e Dios»: virtud de la consagración sacramental 420- sia 4 0 2 447; en realidad se trata de u n
s.in toma forma curial: aparición del ar- contenido bíblico de la expresión 730; la 23 454.' Pero ésta otorga únicamente el ú n i c o colegio q u e se prolonga en la his-
chidiácono, prototipo del actual vicario «justicia d e Dios» 732. oficio o ministerio en sí y no la potestad t o r i a con identidad de función, misión y
general 575 con preeminencia efectiva so- inmediata de ejercerlo 424- h) El Conci- p o t e s t a d e s 448. g) El colegio episcopal,
D o g m a s : una cosa es el depósito d e verda-
b r e los presbíteros 577; reducción poste- des y otra el m o d o como éstas se enun- lio no se pronuncia sobre la autonomía a d e m á s de ser único, constituye u n a u n i -
rior a funciones puramente litúrgicas 578; cian ; a este último aspecto presta atención del carácter episcopal con respecto al d a d orgánica 450. h) L a plena incorpora-
proceso d e extinción progresiva q u e culmi- sacerdotal 426.
1108 índice de materias Indice de materias 1109
tólicos 373ss; la figura de la Esposa d e
ción a él como m i e m b r o se efectúa en vir- 1 minación supone dejar expedita la potes- D i o s : el h o m b r e , la humanidad, la Iglesia r a m i l i a : la familia como célula d e la Iglesia
t u d d e la consagración sacramental y por tad d e jurisdicción q u e los obispos reciben 216; síntesis d e la doctrina escriturística 683; esfera d e santificación y evangeliza-
la comunión jerárquica con el Jefe y el por la consagración episcopal 482. e) A d e - sobre las relaciones entre la T r i n i d a d y la ción 685; escuela de caridad 686; testimo-
resto d e los m i e m b r o s 453- i) T o d o lo ¡ más, el jefe del colegio o el colegio m i s m o Iglesia 155-57; su concepción del univer- nio de las virtudes teologales y cardinales
cual se p u e d e constatar históricamente p u e d e n poner a dichos poderes condicio- so material 888; la M a d r e del Mesías en 687; influjo pernicioso ejercido sobre ella
45i. nes q u e afecten a la validez y a la licitud los textos del Antiguo T e s t a m e n t o 9 4 7 s s ; en la sociedad moderna 683.
•—4. El Papa y el colegio episcopal: a) El d e su ejercicio 4 8 3 ; de donde pueden re- la noción de santidad 730-36; el término F e : el «sentido d e la fe» en el pueblo cristia-
Papa es jefe de la Iglesia y del colegio 456; sultar diversos grados canónicos entre los «perfección» 736. no 253 6 7 8 ; el conocimiento científico del
ambos títulos se conjugan en cuanto q u e mismos obispos 484; como, por ejemplo, E s p e r a n z a : la esperanza escatológica es contenido d e la fe exigencia de la vida cris-
el Papa es principio y el fundamento per- los patriarcas 485. f) L a autoridad s u p r e - esencial en la Iglesia 169 175; María, razón tiana 649 690; su virtualidad como raíz y
p e t u o y visible d e la constitución social m a de la Iglesia p u e d e , igualmente, partir escatológica de la esperanza cristiana 1075. principio d e justificación: el ejemplo d e
del colegio y d e la Iglesia 457; la potestad y distribuir las funciones y ministerios E s p i r i t u a l i d a d : cf. S a n t i d a d . María 1038.
d e jefe del colegio deja intacta íntegra- episcopales en diversos órdenes 486. g) E n E s p í r i t u S a n t o : ejerce en el C u e r p o Místi-
mente la potestad d e p r i m a d o 460. b) Exis- el colegio episcopal existen funciones in- co funciones parecidas a las q u e el alma
te u n paralelismo e n t r e Pedro-colegio ternas o de organización q u e pertenecen ejerce en el nuestro 21 r ; pues cumple fun- G r a c i a : el carácter y la gracia, doble fun-
apostólico y Papa-colegio episcopal 4 6 1 . al colegio como tal, y funciones ministe- ciones vivificadoras y unificadoras 213; se- ción d e los sacramentos 4 1 3 ; carácter sa-
c) Sin determinar si hay u n único o doble riales o de aplicación q u e son divisibles g ú n atestiguan los Padres, la teología y el cramental y gracia: diferencias 289; la
sujeto de potestad suprema en la Iglesia, y comunicables a cada uno de sus m i e m - magisterio 214; a u n q u e no debe ser cali- gracia sanante y la gracia elevante, conse-
el Concilio afirma q u e el Papa p u e d e ejer- bros 487. ficado de «forma», como el alma, pues esto cuencia del misterio pascual 192; n a t u r a -
cer su autoridad independientemente d e llevaría al panteísmo o a una repetición del leza de la filiación adoptiva q u e la gracia
— 7. Relaciones de los miembros del colegio p r o d u c e 207; la «gratia capitis» de Cristo
los obispos 463. d) L a potestad del cole- entre sí: a) La base esencial es la solicitud misterio hipostátíco 211 - 1 2 ; es el principio
gio es suprema y plena sobre la Iglesia animador interno q u e confiere unidad al como cabeza del género h u m a n o 280; la
por la Iglesia universal y solicitud misio- gracia d e Cristo, cabeza del C u e r p o M í s -
universal y se ejerce, bien en concilio, nera, ya q u e la comunión jerárquica su- C u e r p o Místico 199; unifica a los cristia-
bien estando los obispos esparcidos por nos con Cristo y a unos con los otros 2 1 3 ; tico, llega a los miembros a través de los
p o n e no sólo comunión con el jefe del co- sacramentos 193; la presencia santificadora
el m u n d o 465; por lo cual hay q u e com- legio, sino también comunión con los d e - santificador de la Iglesia 8 1 1 ; universali-
paginar la exclusividad del p o d e r petrino- dad vivificadora del Espíritu 259; actúa d e la Santísima T r i n i d a d 386; la «gracia
más miembros 489. b) L o cual, rompien- maternal» d e María 1021; María, dispen-
papal con la afirmación de q u e también do moldes canónicos actuales, tiene m ú l - con sus dones en todas las iglesias cristia-
el colegio tiene tal potestad pastoral 467. nas 3 2 5 ; su actuación por medio de los sadora universal de la gracia 1024.
tiples consecuencias prácticas, entre ellas,
las «diócesis misioneras», una más equita- carismas 254.
— 5. Actuación del colegio episcopal como tal:
tiva distribución del clero y las «Confe- E s t a d o : la Iglesia y el E s t a d o : autonomía,
a) D e n t r o d e la comunión jerárquica, separación, coordinación 7 0 3 ; vinculación
puesto q u e el colegio no p u e d e ejercer su rencias episcopales» 490. c) Dicha solici- H i s t o r i a : la historia h u m a n a y el plan p r o -
t u d universal es consecuencia de la cole- histórica del Estado y la Iglesia 640; lucha videncial de Dios 1005; el fin de la historia
potestad más q u e consintiéndolo el R o - entre la potestad civil y la eclesiástica: B o -
m a n o Pontífice 469; sin q u e el Concilio gialidad, sea por u n simple imperativo del h u m a n a y la futura existencia del h o m b r e
amor fraternal, sea en virtud del poder de nifacio VIII y Felipe de Francia, 897; la historia h u m a n a motivada por el
especifique el valor de u n a acción hipoté- Juan XXII y Luis de Baviera 120; p r o c e -
tica del colegio «deficiente actione Capí- jurisdicción recibido en la consagración a m o r y el poder 894-
episcopal 492-94. so d e secularización de los Estados 6 2 6 ; H o m b r e : «el h o m b r e es aquel lugar del
tis» 470; por lo cual el consentimiento del la participación de los cristianos en la vida
Papa se sitúa en u n plano más jurídico m u n d o corporal donde la materia ha al-
— 8. Las iglesias particulares y la colegiali- política 698-700. canzado el estadio de la vida consciente
q u e teológico 4 7 1 ; infalibilidad del cole- dad: a) Enfoque histórico y teológico de E u c a r i s t í a : su diferencia del resto de los sa-
gio episcopal en comunión jerárquica 521. y de la libertad» 894; el h o m b r e existencial
su estructura monárquica 4 9 5 ; vestigios cramentos 304; unión íntima entre el b a u - es u n ser limitado y caído 2 3 5 ; pero n o
b) Los obispos tienen derecho a co-gober- bíblicos del actual obispo monárquico 378. tismo q u e borra el pecado y la eucaristía incapacitado para la verdad y el bien 244
nar la Iglesia universal 4 7 1 ; lo cual plan- b) Paralelismo entre las iglesias particu- q u e da la vida 195; el misterio del C u e r p o 260; las tensiones contrapuestas en la na-
tea u n problema d e equilibrio entre la lares y la Iglesia universal 497. c) L a Místico se centra y culmina en la eucaris- turaleza h u m a n a caída 8 6 1 ; la unión esen-
potestad suprema del Papa incluso sobre Iglesia universal está presente en las par- tía 304 307; sacerdocio cristiano y sacrifi- cial e n t r e el h o m b r e y el universo m a t e -
el colegio y el poder d e los obispos d e re- ticulares en cuanto q u e en éstas se halla cio eucarístico 291-94; el sacrificio d e la rial; el proceso evolutivo 890; el universo
querir del Papa u n funcionamiento cole- toda la fuerza salvífica y t o d o el misterio cruz y el de la misa son esencialmente u n a material se halla ordenado al h o m b r e en
gial 4 7 2 ; la única garantía ofrecida por el de aquélla 4 9 8 ; y en cuanto q u e el obispo, misma cosa 281 287; la asamblea litúrgica una total solidaridad con su destino 8 8 8 ;
Concilio es el recurso a la realidad misté- en virtud de una doble representatividad y el obispo 537; los presbíteros, m i n i s t r o s su naturaleza social implica una vida reli-
rica d e la Iglesia y la asistencia del Espí- descendente y ascendente, las vincula m u - de la eucaristía 552; la intervención activa giosa c o n sentido comunitario 258. Cf.
ritu Santo 472; a u n q u e los teólogos b u s - t u a m e n t e por su comunión con el cole- d e los fieles en el misterio eucarístico, s e - Humanidad.
can, con todo derecho, la razón constitu- gio 500; lo cual significa afirmar la sacra- g ú n la tradición y el magisterio 3 0 5 ; la li-
cional societaria para conjugar primado mentalidad de la constitución social mis- turgia eucarística primitiva 584; la e. n o s H u m a n i d a d : la h. como esposa d e Dios en
y colegio 473; ante la imposibilidad d e m a del colegio 501. d) Por todo ello, compenetra con Cristo con una c o m p e n e - la Sagrada Escritura 206; la consumación
una formulación doctrinal, el Concilio ha «quien no está con el obispo no está con tración d e función, de vida y d e i n t i m i d a d del g é n e r o h u m a n o y del universo 896; el
adoptado una postura meramente prácti- la Iglesia» 499 502. 196; nos une también con los demás c r i s - género h u m a n o alcanza su fin en el Cris-
ca 474. c) M o d o s d e actuación del cole- tianos 197; y así se convierte en signo y to e n c a r n a d o 8 9 1 ; la unidad escatológica,
— 9. Conclusión: los frutos de la doctrina moral y física d e los h o m b r e s entre sí y
g i o : requisitos para la actuación conciliar; d e la colegialidad y la tarea futura: gran causa d e la unidad eclesial d e suerte q u e
el magisterio ordinario como acto cole- p u e d e afirmarse q u e la unidad del C u e r p o con D i o s 903.
avance en la conciencia d e la Iglesia sobre
gial 475-76, 434 nota. Místico es efecto d e la Eucaristía 197; t e s - H u m a n i s m o : la vida religiosa ¿elemento
su constitución jerárquica y d e c o m u n i ó n ;
timonio visible y público de la solidaridad d e s h u m a n i z a d o r ? 850; la realidad sacra-
— 6. La misión divina universal del colegio: concreción canónica d e los principios d e
de los fieles entre sí y con Cristo 306; ya mental d e la Iglesia y las metas h u m a n i s -
a) Distribución temporal mediante la su- la c o l e g i a l i d a d ; i m p u l s o al e c u m e n i s -
q u e el sacrificio eucarístico es esencial- tas del m o m e n t o presente 9 2 2 - 2 3 ; la Igle-
cesión personal 476. b) Distribución geo- m o y a la actividad misionera 503-505.
mente comunitario 3 0 7 ; d e forma q u e sia a s u m e todos los valores humanos, a u n -
gráfica y personal mediante la institución Cf. O b i s p o s .
puede decirse que la misa es el sacrificio q u e su m i s i ó n no es humanizadora, sino
d e las iglesias particulares 477. c) A pesar E s c a t o l o g i a : cf. Iglesia. de salvación 260; h u m a n i s m o cristiano y
d e esta diversidad, la función evangeliza- del pueblo cristiano óntica, ascética y p s i -
E s c r i t u r a , S a g r a d a : figuras y símbolos so- cológicamente 308; eucaristía y vida r e l i - h u m a n i s m o marxista 696; sentido de la
dora universal y de solicitud por la Iglesia b r e la Iglesia: a) Es u n redil y u n rebaño encarnación del cristiano en el m u n d o
compete en común a todos los m i e m b r o s giosa 848
170. b) Es agricultura d e Dios iji. c) Es E v o l u c i o n i s m o : evolución de la m a t e r i a 651-53 666ss 694SS; los humanistas segla-
del colegio 477; a u n q u e no es preciso q u e edificación, casa y t e m p l o de Dios 172. res cristianos y las funciones del laicado en
se ejecute siempre y en cada caso cole- hasta llegar al estadio d e la vida y d e la
d) M a d r e nuestra 173. e) Esposa del Cor- conciencia humana 890. la Iglesia 622; el h u m a n i s m o devoto 623.
gialmente 479. d) Antes bien, el campo dero 174. f) C u e r p o Místico 176. g) P u e -
de ejercicio de las funciones episcopales E x t r e m a u n c i ó n : el ejercicio del sacerdocio
blo d e Dios 227; la figura bíblica «Reino d e los fieles en orden a la unción de e n -
se concreta 4 8 1 ; por la autoridad jerár- d e Dios» 359; la institución y actuación fermos 309. I d e a l i s m o : idealismo y materialismo, dos
quica mediante la misión canónica 480; del colegio de los doce apóstoles 369SS; la
según diversos criterios 480; cuya deter- explicaciones del constitutivo último d e la
transmisión sucesiva d e los poderes apos- realidad 888 nota.
Indice de materias 1111
1110 Índice de materias
diciones podrán salvarse quienes no perte- tórico del p u e b l o : la promesa, la realiza- e) Ordenación a la Iglesia d e los no cris-
Iglesia: proceso de elaboración d e la cons-
necen a ella 328; carece de autoridad sobre ción, la etapa escatológica, íntimamente tianos 326.
titución sobre la Iglesia en el Vaticano II
180-82 335ss; valoración dogmática de la quienes no son sus miembros por el b a u - conexas entre sí 236. b) Dios escogió a — 9. C o m o pueblo de Dios la Iglesia signi-
c o n s t i t u c i ó n « L u m e n G e n t i u m » 12Qss tismo, pero tiene con respecto a ellos el Israel como pueblo suyo estableciendo con fica y exige la santidad d e sus componen-
337ss; la doctrina sobre la Iglesia es el m a n d a t o de evangelizar 515; cómo es m a - él u n pacto m u t u o 247. c) Comparación tes 748.
eje "de las enseñanzas del Concilio Vatica- dre y virgen la Iglesia 1039; sus funciones d e la Iglesia con Israel 2 3 7 : exclusivismo — La Iglesia, Cuerpo místico: la Iglesia como
no II 113 126 nota; de suerte q u e los t e - de mediación 240; las características d e la d e Israel y universalidad de la Iglesia 238. Cuerpo místico y como pueblo d e D i o s :
mas de los demás documentos están rela- Iglesia reflejadas en la vida religiosa 836; d) L a elección d e Israel tenía valor d e relación entre ambas figuras 226.
cionados con la constitución dogmática De la libertad en la Iglesia 718; la realización símbolo d e otro pueblo y otro pacto con — La figura de Cuerpo místico: a) Es exclu-
Ecclesia 114; factores q u e han contribuido histórica d e sus elementos constitutivos nuevas cláusulas: revelación de toda la sivamente paulina y reviste gran impor-
a Ja moderna problemática sobre la Igle- 436 438 504; aceptación de los fallos d e la verdad, ley viva, universalidad 248. e) tancia en las enseñanzas d e S. Pablo 176.
sia 115; figuras y símbolos escriturístícos: Iglesia 225; el ajuste existencial d e las for- N u e v a consagración y nuevo culto 239. b) L a tradición patrística y teológica la
mas eclesiásticas reclamada por la índole — 3 - Naturaleza y constitución interna del utiliza con profusión 177. c) El magisterio
a) La Iglesia es u n redil y u n rebaño 170. m o d e r n o se ocupa d e ella 178.
b) Es agricultura de Dios (comparación escatológica de la Iglesia 9 2 1 ; la pobreza nuevo pueblo de D i o s : funciones d e m e -
de la Iglesia consiste en la humildad y la diación d e la Iglesia 240 a través de los ca- — Síntesis de la doctrina del concilio: E n c u a -
biológica d e la Iglesia) 171. c) Es edifica-
abnegación predicadas y practicadas 223 ; racteres sacramentales del bautismo y con- dre d e la doctrina sobre el C u e r p o místico
ción, casa y templo d e Dios 172. d) M a d r e
L o s pobres con los q u e la Iglesia ha d e firmación y la participación del sacerdocio en la constitución sobre la Iglesia 182SS.
nuestra 173. e) Esposa del Cordero, del
q u e depende y con el q u e colabora 174-f) tratar son todos los afligidos por la debi- d e Cristo 240-41, a u n q u e los poderes di- — i . Existencia de la incorporación vital a
C u e r p o Místico 176. g) P u e b l o de Dios lidad h u m a n a 224; por lo cual marcar p r e - manantes—culto, magisterio y administra- Cristo o de la realidad «Cuerpo místico»
227; su doble dimensión: interna, vital o dominantemente el acento en los pobres ción de la gracia—se participan d e distin- 189. a) El sujeto realizador de la incorpo-
mística y externa, social o histórica 183; materiales es una especie de demagogia ta forma por el clero y el pueblo 241. ración y cabeza del C u e r p o es Cristo p r e -
en una y otra dimensión los elementos espiritual 224; ¿trascendencia o inmanen- —4- Estructura social del segundo pueblo: cisamente en c u a n t o h o m b r e 190. b) L o s
sobrenaturales tienen carácter comunita- cia en el m u n d o ? 696; su misión en la es- a) Es pueblo y no masa 249. b) Su elemen- actos mediante los cuales Cristo ejerce la
rio 184 y esencialmente mistérico 185; las fera temporal exige la colaboración de los to rector y unificador es Cristo 249. c) Los función capital son su m u e r t e y su resu-
dos facetas de la Iglesia: espiritual e inte- seglares 644; la Iglesia y el E s t a d o : autono- subditos son los h o m b r e s hechos hijos d e rrección q u e tienen valor simbólico y efi-
rior y jerárquica y visible 219; ambas for- mía, separación, coordinación 703 ; vincu- cacia salvadora 191; con respecto por una
Dios 250 ;,su ley es la del a m o r y su bien co-
m a n la única Iglesia d e Cristo h u m a n o - lación histórica del Estado y la Iglesia 640; parte a sanarnos del pecado y, por otra,
lucha entre la potestad civil y la eclesiásti- m ú n es la unión vital e n t r e todos y con a comunicarnos la vida divina 192.
divina, a semejanza del misterio de la en- Cristo 250.
carnación 220; por esto la Iglesia es en ca: Bonifacio VIII y Felipe de Francia, — 2. Medios por los q u e la vida de la C a b e -
J u a n XXII y Luis d e Baviera 120; María — 5 - El pueblo de Dios, pueblo peregrinan-
Cristo como u n sacramento: la unión de u n t e : a) L a Iglesia tiene q u e avanzar cons- za llega a los miembros t 9 2 s s : a) Los sa-
principio activo sobrenatural y otro m a t e - y la Iglesia: mediación y maternidad. Cf. cramentos q u e poseen eficacia sanante en
María. tantemente en la dimensión d e conquista
rial y visible destinados a la santificación misionera y en la propia renovación inte- virtud d e la m u e r t e d e Cristo y elevante
del h o m b r e 221 236 407; la sacramentali- rior 25r. b) T e n i e n d o q u e aceptar el mis- en virtud d e su resurrección 193. b) E s -
— L a Iglesia y la Santísima Trinidad: rela- pecialmente el bautismo q u e representa
dad de sus aspectos visibles y sociales 410; ción real y profunda entre la esencia de la terio de sus deficiencias: la Iglesia es san-
pero el elemento espiritual, la gracia, p u e - y efectúa la unión con el misterio pascual
Iglesia y el misterio d e la Santísima T r i n i - ta a pesar d e los fallos h u m a n o s 242. 194; a la vez q u e es el sacramento de la
d e manifestarse más allá de las fronteras dad 140; génesis del texto del Vaticano II — 6. El sentido de la fe y de los carismas
del ámbito jerárquico visible 222; por lo incorporación a Cristo 194; bajo los dos
en q u e se expone e s t a d o c t r i n a i 4 i s s ; e l Pa- en el pueblo de Dios 252SS. Profetismo del aspectos de m u e r t e y de vida p o r q u e q u i -
cual pueden encontrarse fuera d e la Igle- dre Eterno, origen y fin de la Iglesia 145;
sia católica muchos elementos d e santifi- pueblo cristiano m e d i a n t e : a) El testimo- ta el pecado y hace al bautizado hijo de
la «misión» del Hijo en la Iglesia 146; la nio d e su vida 253. b) El sentido d e la fe Dios 195; a u n q u e no supone más q u e el
cación y de verdad 222 244 247; a u n q u e , obra del Espíritu S a n t o : misión, santifica-
siendo dones propios d e la Iglesia de Cris- para discernir lo verdadero d e lo falso d e inicio de la vida nueva q u e debe a u m e n -
ción, vivificación, inhabitación, asistencia, una forma infalible 253. c) L o s carismas, tar y desarrollarse 196. c) L a eucaristía
to, inducen hacia la unidad católica 223 unificación, donación, perennidad, consu-
247; concepción d e la constitución social q u e deben ser recibidos con agradecimien- q u e nos compenetra con Cristo funcional,
mación escatológica 148-52; síntesis d e la to a u n q u e no debe fiarse a ellos el fruto de vital y afectivamente 196; y nos u n e con
de la Iglesia desde una actitud acolegial: doctrina escriturística sobre la T r i n i d a d y los trabajos apostólicos 254-56. los demás cristianos siendo signo y causa
a) El papa, jefe único supremo d e la Iglesia. la Iglesia 155-57; la síntesis patrística 157- — 7- Universalidad y catolicidad del único d e la unidad eclesial 197.
b) Los obispos, jefes d e sus iglesias par- 59; la teología, sin embargo, no ha elabo- pueblo de D i o s : a) L a convocatoria uni-
ticulares, reciben toda su jurisdicción del do aún una eclesiología trinitaria: diver- — 3- O r g a n i z a c i ó n y c a r á c t e r social d e l
versal es u n hecho dogmático 2 4 3 . b) T a l
papa y se unen con él, n o entre sí. c) Sólo sos intentos de los teólogos m o d e r n o s 160- C u e r p o místico 197SS: a) Es unión de
universalidad antropológica se deriva de m i e m b r o s entre sí y con su Cabeza 836.
en virtud de la caridad o la obediencia se 65.
la unidad de la naturaleza h u m a n a 2 5 8 ; b) El C u e r p o es u n o a pesar d e la m u l t i -
preocupan de problemas supradiocesanos —La Iglesia y Cristo: Cristo, fundamento de y d e la misión universal de C r i s t o y del
441-442 492; concepción desde una acti- plicidad 198. c) L a unidad la recibe de su
la Iglesia 366; la inmanencia activa y p e - Espíritu Santo 259. c) Universalidad axio- principio animador interno q u e es el E s -
t u d pro-colegial: a) Además del papa hay renne d e Cristo 385 ; las relaciones Iglesia- lógica p o r q u e en todos los h o m b r e s y cul-
otro sujeto de la potestad s u p r e m a : el co- píritu Santo 199. d) Socialmente se orga-
esposa con Cristo-esposo 833; la I. como turas hay elementos q u e p r o c e d e n d e la niza a base de elementos carismáticos, del
legio episcopal, q u e incluye al papa como esposa de Cristo q u e recibe d e El la dote gracia 2 4 4 ; y especialmente e n las Igle-
jefe, b) Los obispos reciben sus poderes p o d e r d e gobierno y d e magisterio y d e la
de la gracia redentora 217; su fidelidad sias cristianas 244; se realiza e n c u a n t o caridad 200. e) El buen o mal uso d e estos
por la consagración, pero el papa recono- inviolable a Cristo 1040; continuadora d e q u e la Iglesia asume todos los valores h u -
ce y regula su ejercicio, c) Están unidos elementos repercute no sólo en quien los
la misión de Cristo 675 9 3 1 ; los poderes manos 260; a u n q u e n o tiene e n c o m e n d a - utiliza, sino en la totalidad del C u e r p o
entre sí por la naturaleza misma d e la .mediadores de Cristo, culto, magisterio y da una obra d e h u m a n i s m o , s i n o d e sal-
constitución social de la Iglesia y son soli- 2 0 1 . f) C o m o consecuencia d e la unidad
administración d e la gracia, se transmiten vación 2 6 1 . d) D e n t r o d e la universalidad exige comunicación d e bienes 263.
darios de la misión evangelízadora univer- a la Iglesia, a u n q u e no se participan d e
sal 443-44 492; es sociedad comunitaria y existe unidad, no sustantiva, sino social y, — 4, Capitalidad d e orden y de dominio
igual forma por todos sus miembros 24.1. además, íntima y vital 262; l o cual no q u e Cristo tiene sobre todas las cosas
familiar 836; sociedad comunitaria de cul-
—La Iglesia, Pueblo de Dios: estudios eclesio- excluye la existencia d e e s t a m e n t o s , oficios 202ss: a) Cristo está al frente d e toda la
to 837; su diferencia de las sociedades
temporales 507; sus aspectos estructural y lógicos sobre la figura 2 3 3 ; elaboración de y funciones diferentes 262; i m p l i c a y exi- creación en cuanto Dios y en cuanto h o m -
vital 707; consecuencias con respecto a las la doctrina conciliar 226S; razones q u e g e la comunicación d e bienes 2 6 3 . b r e 2 0 3 ; capitalidad q u e obtiene por la
justifican la utilización d e esta figura 230. — 8. Situación d e la h u m a n i d a d c o n respec- redención 204; y tiene explicación a tra-
' relaciones entre jerarquía y laicado 708; —-Contenido doctrinal de la figura: to al pueblo d e D i o s : a) L a n u e v a n o m e n - vés del h o m b r e 204. b) Cristo posee t a m -
la Iglesia «Reino de Dios»: contenido bí- •—-i. Carácter antropológico del pueblo de clatura conciliar sobre los m i e m b r o s de bién una capitalidad d e dominio y d e p o -
blico de la figura 359; realización histórica D i o s : a) El h o m b r e eclesial es u n ser limi- la Iglesia 316. b) L a plena i n c o r p o r a c i ó n d e r 204; por el hecho d e ser el Verbo
d e la institución del Reino d e Dios a tra- tado y caído, y por esto sujeto a fallos 235- a la Iglesia d e los católicos y s u s requisi- encarnado y resucitado 2 0 5 ; q u e consiste
vés de las palabras, los milagros y la per- b) A u n q u e no incapacitado para la verdad en el poder d e santificar 205; con univer-
tos 3 2 1 . c) L a unión i n t e n c i o n a l d e los
sona d e Cristo 166; el misterio d e la Iglesia y el bien 244 260. salidad antropológica y cósmica 206.
catecúmenos 323. d) Vínculos d e la Igle-
. manifestado en su fundación 167; su n e - — 2 . L a historicidad del pueblo d e Dios sia con los cristianos no católicos 324. |
cesidad para la salvación 319; en qué con- 236ss: a) T r e s etapas en el recorrido his- — 5. Los m i e m b r o s del C u e r p o místico d e -
1112 Índice de materias Indice de materias 1113
b e n asemejarse a la Cabeza 2o6ss; a) M e - ella cada cual tiene su vocación propia crática 633 713 ; la razón del ser jerárquico de la eclesiología 154 165; las dos maneras,
diante la gracia q u e nos hace hijos adop- 761 814; y existen modalidades comunes d e la Iglesia y el misterio d e la T r i n i d a d horizontal y vertical, d e enfocar el estudio
tivos de Dios 207. bj Y por ello nos divi- y uniformes según los diversos estados d e r 6 5 ; tres clases d e jerarquía en la Iglesia: sobre la Iglesia 122; el enfoque teológico
niza, pero teniendo en cuenta q u e la in- vida 761 814; q u e son nuevos títulos q u e carismática, de gobierno y de santidad y el jurídico d e la realidad de la Iglesia
tervención d e la h u m a n i d a d d e Cristo explicitan las exigencias del bautismo 763 ; 199; la Iglesia y los poderes d e magisterio 437; notas sobre historia d e la eclesiolo-
como i n s t r u m e n t o da u n tono específico en p r i m e r lugar, los obispos tienen el d e - y gobierno como dones permanentes 200; gía : a) La teología de la Iglesia arranca del
a la acción divinizadora 208. ber de santificarse como exigencia espe- tres funciones en el cargo pastoral d e la mismo Evangelio 116. b) Los Santos Pa-
— 6. El C u e r p o místico está sujeto a des- cial de su plenitud sacerdotal 764; y d e Iglesia: enseñar, santificar y regir 128; es- dres, respondiendo a las necesidades pas-
arrollo progresivo 2ogss: a) C o m o con- su papel santificador 765; mediante el peciales características de sus órganos de torales, centran su doctrina en las cuatro
j u n t o en la Iglesia mediante el crecimien- ejercicio de la caridad pastoral 766; a se- autoridad en comparación con la sociedad notas fundamentales 117. c) L a teología
to numérico, geográfico y el intensivo en mejanza d e los obispos, los presbíteros civil 285; notas distintivas de la doctrina medieval se contenta con elaborar la doc-
la verdad y la gracia 209. b) E n cuanto a q u e participan ministeríalmente del sacer- del Vaticano I sobre la jerarquía eclesiás- trina sintetizada en los símbolos 118. d)
los miembros individuales q u e crecen en docio d e Cristo 768; por medio de la ca- tica 429-30; papel fundamental de la je- Los grandes teólogos de la época tridenti-
conocimiento d e la verdad y en solidari- ridad, el testimonio de la fe, la oración, rarquía 633; síntesis de la doctrina sobre na tratan d e la Iglesia fragmentariamente,
d a d por la gracia 210-11. la cooperación con el obispo 769; igual- el primado del Papa 355; la colegialidad sin elaborar u n tratado a u t ó n o m o 119. e)
— 7. E n este C u e r p o el Espíritu Santo ejerce m e n t e los diáconos y demás clérigos, así jurídica destruiría la jerarquía de la Igle- L o s primeros conatos d e una eclesiología
funciones parecidas a las q u e en el nues- como aquellos seglares entregados a tareas sia 163; la comunión con el obispo y la sistemática surgen a principios del s.xiv
t r o ejerce el alma 211 ss: a) Se trata d e una apostólicas 770; la santidad matrimonial pertenencia a la Iglesia 499 502 536; razón con motivo de la lucha entre las potesta-
analogía funcional, por lo cual el Espíritu 772; la santidad por medio del t r a b a ^ d e ser de la potestad magisterial 507; re- des eclesiástica y civil 120. f) L a teología
no p u e d e ser calificado como «forma» 212. 773; la santidad a través del dolor 7 7 5 ; laciones entre la jerarquía y el pueblo 232. eclesial, objeto de los Concilios Vaticano I
b) C u m p l e funciones vivificadoras y uni- esta santidad consiste esencialmente en la •— Escatología: la Iglesia como sacramento y I I : diferente tratamiento según las cir-
ficadoras 213- c) Según atestiguan los Pa- caridad 7 7 7 - 8 1 ; y se cultiva mediante la de la unidad escatológica de los h o m b r e s cunstancias históricas 115; la eclesiología
dres, la teología y el magisterio 214. palabra de Dios, la vida sacramental, c u m - entre sí y con Dios Q02ss; su carácter del Vaticano I I : a) Su doctrina coincide
plir con las obras la voluntad divina, la escatológico explica la existencia de t e n - con la de Pablo VI en la encíclica Ecclesiam
—• 8. L a Iglesia, q u e es el C u e r p o , es t a m - oración, las obras de caridad 782-84; el siones internas en su naturaleza 803; q u e suam 123. b) Se fundamenta en la unión
bién la esposa de Cristo 215; a la cual testimonio supremo es la entrega d e la revisten carácter esencial 169 175; la Igle- mística d e la Iglesia con Cristo 123. c) Es-
dota con los bienes de la gracia redento- propia vida en el martirio 784; q u e como sia no ha llegado a su perfección, ni en la tudia a la Iglesia como misterio de la u n i -
ra 217- disposición se exige a todo cristiano 787; santidad, ni en la verdad, ni en el servicio dad divino-humana 124. d) Misterio d e
— Unidad de la Iglesia: la Iglesia como mis- la santidad se fomenta especialmente p r a c - amoroso a la h u m a n i d a d 884-86; la Igle- apostolicidad jerárquico-comunitaria 124.
terio d e la unidad dívino-humana 124; ticando los consejos evangélicos, y, en sia será llevada a su plena perfección e) Misterio d e santidad 125- f) Misterio de
la unidad de la Iglesia, extensión y comu- concreto, la castidad, pobreza y obedien- «cuando llegue el tiempo d e la restaura- c a t o l i c i d a d p e r e g r i n a n t e y escatológica
nicación d e la unidad d e Dios 162; la uni- cia 788-96; la santidad de la Iglesia signi- ción de todas las cosas» 887SS. a) El u n i - 125; el e s t u d i o de la Iglesia como pueblo
d a d eclesíal: elementos pneumático y ju- ficada y realizada en la vida religiosa 8 4 1 ; verso material confluye hacia el h o m b r e d e Dios 233; el lugar eclesiológico d e la
rídico, jerarquías y laicado 63 iss 643; proceso histórico d e la espiritualidad d e 888. b) El género h u m a n o alcanza su fin doctrina de la T r i n i d a d 153; el enfoque
unidad en la universalidad 2 6 1 ; la euca- la Iglesia: a) L a primitiva comunidad en el Cristo encarnado 8 9 1 . c) E n Cristo, trinitario d e los textos del Vaticano II
ristía es signo y causa d e la unidad ecle- cristiana centrada en Cristo 738. b) El Dios y Hombre, se realiza la unidad p e r - 139SS 186 supone u n tránsito del trata-
síal 197. influjo d e la mentalidad neoplatónica 739. fecta de toda la realidad 894. d) El género miento jurídico y jerárquico a la conside-
— Santidad: elaboración y vicisitudes de la c) El monacato 740. d) Formalismo y ma- h u m a n o y el universo entero esperan su ración de los aspectos i n t e r n o s de la Igle-
doctrina conciliar 723SS 798SS; textos del ravillosismo medievales 7 4 1 . e) El indivi- consumación 896; la restauración de t o - sia 147-42; cristocentrismo d e la teología
Concilio Vaticano II 727SS; el Espíritu dualismo renacentista 743. f) Renovación das las cosas en Cristo ya ha c o m e n z a d o eclesial en el Vaticano II 272ss; la eclesio-
Santo, santificador d e la Iglesia 8 1 1 ; la moderna 743; María, modelo d e santidad mediante su redención universal y la Igle- logía eucarística 499.
santidad en la Iglesia como elemento d e en la Iglesia 1043-48. sia, sacramento de la unidad escatológica I g n o r a n c i a religiosa: perjuicios de la igno-
organización y d e jerarquía 200; es santa d e los hombres entre sí y con Dios 899 rancia teológica de los seglares cristianos
y santificadora 735; la Iglesia es santa por — Universalidad: unidad y universalidad 907; hasta q u e llegue el último día pesa 649 690.
su unión vital con Cristo como su esposa 146 2 6 1 ; universalidad antropológica d e sobre nosotros la decisión d e nuestra exis- Infalibilidad: proposiciones infalibles y p r o -
y su C u e r p o místico 746; en v i r t u d d e esa la Iglesia 258; universalidad axiológica en tencia: salvación y condenación, fruto d e posiciones a u t e n t i c a s : diverso grado de
misma unión la Iglesia santifica 746; m e - cuanto asume todos los valores h u m a n o s la decisión responsable en el presente 9 0 7 ; asentimiento 339ss; la infalibilidad ponti-
diante sus instrumentos santificadores: 260; la Iglesia como misterio d e catolici- comunión de la Iglesia celestial con la ficia se deriva del oficio pastoral 130; en
tradición, sacramentos, comunión, cons- dad peregrinante y escatológica 125; uni- Iglesia peregrinante: la Iglesia celeste, p o r los casos concretos n o se p r e s u m e sino q u e
titución jerárquica y ministerial, carismas versalidad de la Iglesia frente al exclusi- haber llegado a una plena cristificación, debe ser probada 130; fórmulas utilizadas
747; la Iglesia como misterio de santidad vismo de Israel 237; vinculación geográ- ejerce su virtud sobre la terrena 9 1 1 ; tal por el Concilio d e T r e n t o 130; y p o r el
ya poseída y siempre anhelada 125; la fica y nacional de la historia de la salvación comunión se realiza en el culto litúrgico Vaticano I 1 3 1 ; diferente actitud del Va-
santidad d e la Iglesia está en desarrollo, en el Antiguo T e s t a m e n t o y universalidad 912; individualmente los bienaventurados ticano II 131-36; el sentido de la fe en el
d e aquí la necesidad de constante renova- liberadora de la Iglesia 803; universalidad actúan por su intercesión 9 1 2 - 1 5 ; q u e pueblo cristiano y su carácter infalible
ción 1043; la Iglesia es santa a pesar d e del pueblo d e D i o s : convocatoria univer- muestra la unidad del C u e r p o místico 9 1 4 ; 253; sentido de la asistencia del Espíritu
los fallos humanos 242; imperfección d e sal 243 258; elementos q u e proceden d e relaciones de la Iglesia peregrinante c o n Santo: no descubrir ni a u m e n t a r las ver-
la santidad de la Iglesia 884; santidad de la gracia en todos los h o m b r e s y culturas la Iglesia celestial 915; la Iglesia t e r r e n a dades, sino garantizar la fidelidad 150. Cf.
tipo comunitario 149; como pueblo d e 243 259; la extensión geográfica de la y los fieles del purgatorio 917; el culto a Episcopado, Papa, Magisterio.
Dios, la Iglesia significa y exige la santi- Iglesia como crecimiento del C u e r p o mís- los santos 919; consecuencias del enfoque I n f i e r n o : ideas aparentemente contradicto-
d a d d e sus componentes 7 4 8 ; santidad tico 209; consecuencia de su carácter p e - escatológico y sacramental d e la Iglesia: rias en el evangelio 908; salvación y con-
q u e se ha manifestado con abundancia regrinante 2 5 1 ; expansión universal en diálogo ecuménico, subordinación del a s - denación, fruto d e la decisión responsable
históricamente 749; a pesar d e los muchos virtud d e la predicación y la acción inter- pecto jurídico, ajuste existencial e h i s t ó - en el presente 9 0 8 ; la retribución futura
defectos q u e podemos encontrar en ella na del Espíritu Santo 365 900; su carácter rico de las formas eclesiásticas, n u e v o s de los actos h u m a n o s 909; la universali-
7 5 1 ; q u e la Iglesia ha reconocido a lo lar- misionero: fundamento dogmático, obje- horizontes pastorales y apostólicos 921-23 ; dad d e la redención y el hecho de la con-
go d e la historia 752; y q u e son una con- tivo, etapas de la actividad misionera, el el Espíritu Santo sostiene y hace c u m p l i r denación de algunos 900 909.
secuencia de los pecados individuales d e m o d o de evangelizar, la obligación misio- la realidad escatológica d e la Iglesia i s r ; I n s t i t u t o s s e c u l a r e s : su función en la Igle-
los cristianos 753; vocación universal a la nera 330-33; la solidaridad universal d e María, esperanza y consuelo para el p u e - sia 644. Cf. R e l i g i o s o s .
santidad de todos los fieles 757-58; en los cristianos como m i e m b r o s del C u e r p o blo de Dios peregrinante 1075; la tensión I s l a m i s m o : ordenación de los musulmanes a
virtud del bautismo 755; siguiendo el ú n i - místico 201 211. escatológica de la Iglesia y la práctica d e
co modelo, Cristo 754; vocación q u e tiene los consejos evangélicos 840.
dos dimensiones: escatológica y de encar- — Apostolicidad jerárquica: los apóstoles co- — Eclesiología: la Iglesia, tema de teología la Iglesia en v i r t u d d e su fe en Dios 328.
nación temporal, las cuales condicionan m o fundamento d e la Iglesia 3 6 5 ; la Igle- viva en los sentidos doctrinal, pastoral y I s r a e l : pueblo santificado por Dios 7 3 1 ; Is-
las formas de santidad 758; la sant ; dad sia como misterio d e apostolicidad jerár- ecuménico 180; problemas metodológicos rael como p u e b l o de D i o s ; comparación
cristiana es una 759 812; p e r o dentro d e quico-comunitaria 124; su estructura es con la Iglesia 237 247; vinculación geo-
constitutivamente jerárquica y no d e m o - gráfica y nacional de la historia de la sal-
Indice de materias 1115
1114 índice de materias t u r a s : recto conocimiento y valoración de bre la Iglesia 115; diferencia d e trata-
las criaturas 694; vida santa mediante sus miento según las exigencias d e los tiem-
vación en el A n t i g u o T e s t a m e n t o y u n i - ción de u n concepto cristiano 640. b) D i -
actividades seculares 695; «acción t e m p o - pos 115; la participación d e los fieles en
versalidad liberadora de la Iglesia 803; el ficultades para una definición positiva filo-
ral», intrínsecamente elevada por la gracia la función magisterial de la Iglesia 680.
sacerdocio de Israel y el sacerdocio cristia- sófico-teológica 641. c) Definición descrip-
696, realizando la síntesis entre la i n m a - — 2 . Grado de adhesión: magisterio infa-
no 283. Cf. J u d a i s m o . tiva del Vaticano II 642. d) Elementos
nencia y la trascendencia del cristianismo lible y magisterio a u t é n t i c o : diverso gra-
constitutivos o integrantes del laicado.
697 y actuando mediante la intervención do de asentimiento 339SS. Adhesión de-
— 4. La misión propia del laicado: a) El h e - activa en la vida pública 698-700. c) P r o - bida al magisterio auténtico de los obis-
J e r a r q u í a : las relaciones jerárquicas en la cho histórico del extrañamiento y pérdida
Iglesia, derivadas del poder pastoral de moción de los valores morales en el m u n - p o s : a) Su razón d e ser es q u e se ejerce
de conciencia de los seglares con respecto do para superar la situación d e pecado es- en n o m b r e d e Dios, con su autoridad y
Cristo 272; la estructura y la vida de la a la Iglesia 647. b) Diversidad de funcio-
Iglesia: consecuencias con respecto a las tructural informando de sentido moral la su asistencia 515. b) Concedida a la Igle-
nes de clérigos, religiosos y seglares 644. cultura y el trabajo 701. d) L a actuación sia p e r p e t u a m e n t e 516. c) P o r eso reclama
relaciones entre jerarquía y laicado 707; c) Espiritualidad religiosa y espiritualidad
su existencia en la Iglesia no r o m p e la del seglar como m i e m b r o de la Iglesia y del creyente el debido acatamiento exter-
seglar 646. d) A m p l i t u d de la acción ecle- como m i e m b r o a la vez del E s t a d o : auto- n o 516. d) Y además la adhesión interna
igualdad radical entre todos sus m i e m b r o s sial del laico por la vía de su encarnación
656; jerarquía y laicado: elementos comu- nomía de la vida política, coordinación con d e la voluntad y el entendimiento 517.
en el m u n d o 650, pero conservando el sig- la Iglesia 703-705- e) T a l autoridad magisterial es propia d e
nes y diferenciado res 632-34; jerarquía y n o cristiano 651 y alejándose de la concep-
ñeles se necesitan y complementan m u - —-8. Relaciones entre jerarquía y laicado: a) los obispos, pero no se ejerce sino en co-
ción profana de la vida impregnada d e m u n i ó n jerárquica con el Papa 517. A d h e -
t u a m e n t e 656; la jerarquía y los fieles co- naturalismo 652; inserto en el m u n d o , L a distinción entre estructura y vida de la
m o partícipes de la misión profética de Iglesia, como base d e las relaciones 707. b) sión debida al magisterio auténtico del
pero sin ser del m u n d o 653 671, cf. 666ss P a p a : a) Progreso q u e supone la doctrina
Cristo 676 en la función magisterial 6 8 1 ; 694SS. e) Consagrar al m u n d o en v i r t u d Derechos y deberes de los laicos 708: la
el diálogo entre la jerarquía y los fieles: ac- cuestión d e la opinión pública en la Igle- del Vaticano II sobre esta materia 518.
de su sacerdocio 663-73, f) El cristiano, b) Enseñanzas d e los Pontífices anterio-
titudes de los padres conciliares 7 1 1 ; obe- alma del m u n d o 721. sia 709; necesidad del diálogo entre jerar-
diencia y diálogo 713 ; responsabilidad lai- quía y fieles 711 superando el peligro del res 518. c) H a y q u e prestar sincera a d h e -
cal : frente a la pasividad histórica 715; co- — 5. El apostolado laical: a) L a dignidad dogmatismo clerical o laical 713. c) El de- sión d e voluntad y de entendimiento 519.
laboración activa del seglar según el prin- de los laicos en la Iglesia 654: todos los ber de obedecer: sentido teológico 713; d) A u n q u e no se trata d e asentimiento
cipio de subsidiariedad 717; frutos de esta cristianos, miembros de u n m i s m o C u e r - sin olvidar la personalidad d e los seglares absoluto, sino relativo 519. e) Q u e d e b e
cooperación 720; la vinculación con la je- po 655 de donde se deriva la igualdad fun- 714. d) El deber de orar 715. e) Respon- reunir determinadas condiciones: obse-
rarquía, criterio para diferenciar al segla- damental entre clérigos, religiosos y lai- sabilidad d e los laicos en la Iglesia frente quio de la mente, juicio intelectual, adhe-
rismo cristiano auténtico 6 2 1 ; la jerarquía cos 656 y el hecho de q u e la jerarquía y los a la situación tradicional d e inferioridad sión positiva, asentimiento cierto 520.
y el estado religioso 846; el problema d e fieles se necesiten y complementen m u t u a - 7 1 5 ; hay q u e buscar la colaboración según f) T a l exigencia es posible al creyente y
la exención de los religiosos 847, Cf. Epis- mente 656, lo cual exige u n a m u t u a frater- el principio de subsidiariedad 717. f) L a perfectamente razonable 520.
c o p a d o , Magisterio, O b i s p o s . nidad entre clérigos y laicos 657. b) P r i n - justa libertad de los seglares contra el ser- —El magisterio infalible: a) Es infalible el
cipios fundamentales del apostolado laical: vilismo religioso 7 1 8 ; libertad protegida cuerpo episcopal u n i d o a su cabeza 5 2 1 ;
J u d a i s m o : primacía de los judíos como des- por derecho divino, en virtud del bautismo incluso jurídicamente 719. g) F r u t o s de la la razón de ser de esta prerrogativa es la
tinatarios del evangelio 363 ; ordenación de y la confirmación, los laicos están llamados cooperación jerarquía-laicado 720. Cf. Se- misión magisterial de transmitir íntegro
los judíos a la Iglesia 327. Cf. Israel. a procurar el crecimiento de la Iglesia y glares. el mensaje evangélico 5 2 1 ; fue concedida
Justicia: la justicia de D i o s : contenido bíbli- su perenne santificación 659 670, partici- p o r Cristo a los apóstoles y sus suceso-
co de la expresión 732. p a n d o de la misma misión salvífica d e la Libertad: obediencia, libertad y personali- res 522; y exige el m u t u o consentimiento
Iglesia 660; de u n m o d o especial les in- dad 866; libertad de la carne y libertad de d e los obispos entre sí y con el Papa 523.
c u m b e hacer q u e la misión de la Iglesia se espíritu 864; la libertad d e espíritu y los b) Hay dos modos de ejercer la infalibili-
L a i c i s m o : sentido peyorativo de la palabra cumpla donde, sin el concurso laical, no consejos evangélicos 865; la renuncia a la d a d : ordinario y extraordinario 523. c) L a
«laico» 640; proceso de desacralización del p o d r í a realizarse 660; por derecho ecle- propia libertad en la vida religiosa 859; Iglesia se ha mostrado siempre persuadi-
m u n d o m o d e r n o 625 640 666; sus facto- siástico, en virtud del llamamiento d e la la libertad en la Iglesia 718. da, teórica y prácticamente, de la posesión
res causales 626. jerarquía, p u e d e n los laicos realizar las de su infalibilidad 524- d) El objeto de la
I^aicado: funciones q u e se les encomienden y cuyo infalibilidad se extiende tanto cuanto el
— r. El laicado en la Historia de la Iglesia: desempeño no exija la ordenación sacra- JVIagisterio: depósito d e la revelación 525; en el q u e
a) Revalorización del laicado en el Conci- mental 661-63. — 1 . Naturaleza: Razón d e ser de la p o - se c o m p r e n d e n las verdades dogmáticas,
lio 619. b) Datos históricos sobre la p r e - testad magisterial d e la Iglesia 507; no las morales y las instituciones divinas 526.
sencia viva del laicado cooperando con la — 6. El testimonio de su vida: a) Misión e) Es infalible el Papa 526; en razón de la
se debe confundir con el d o n d e la reve-
jerarquía 620. c) Significado negativo d e profética de los seglares en la Iglesia: p r o - estrecha unidad capital de Cristo con su
lación o el carisma profético 509; por lo
la reforma de T r e n t o 623. d) L a corriente longación de la misión de Cristo 675 d e Vicario 527; y d e la necesaria unidad de
cual el magisterio no trata de revelar nue-
del «humanismo devoto»: una santidad es- forma distinta a la jerarquía 676 para a n u n - fe d e toda la Iglesia 5 2 8 ; prerrogativa q u e
vas verdades, sino manifestar las q u e ya
pecífica para el seglar 623; mediante el ciar al m u n d o , con la palabra y el ejemplo, se ejerce de acuerdo con ciertas condicio-
contiene el depósito de la revelación 529-
ejercicio de su profesión 624 695. e) Pér- los valores morales y las verdades de fe nes 528; criterios para discernir la p r e -
3 0 ; está dotado de verdadera autoridad,
dida de la conciencia eclesial del laicado: 677 680, garantizada su misión por el sen- sencia de u n a doctrina infalible 529; la
en virtud de la garantía del Espíritu San-
el laicismo 625. f) L a apostasía de la masa tido de la fe 678. b) L a evangelización definición infalible y el depósito de la re-
to, para ser ejercido fiel y p e r p e t u a m e n -
obrera 626. g) Factores causales d e esta mediante el testimonio d e la vida 678, velación 529; valor doctrinal de las ense-
te 509; índole ministerial del magisterio:
descristianización del laicado 626. h) L a cuyo testimonio debe prolongarse por m e - ñ a n z a s del Vaticano II 129 132-36 138
quienes lo ejercen son auxiliares d e la
pérdida no es total: n o m b r e s ilustres d e dio de la palabra 680, ya q u e al laicado n o n o t a 338. Cf. E p i s c o p a d o , Infalibilidad,
acción vital de Cristo en su Iglesia 510;
seglares q u e luchan por la Iglesia 627. i) corresponde una actitud m e r a m e n t e pasi- Jerarquía.
en consecuencia, a la acción externa del
A semejanza de los seglares de los tiempos va ante el magisterio, sino q u e p u e d e M a r í a : notas sobre la elaboración del capí-
maestro h u m a n o acompaña una acción d e
apostólicos 629. ejercer actividades docentes de tipo pasto- t u l o en el concilio 924 9 4 1 ; su maternidad
Cristo q u e causa el efecto sobrenatural
ral, apostólico y científico 681-82. c) E l divina 9 3 5 ; es fuente d e su redención
— 2. Peculiaridad laical: a) U n i d a d eclesial 5 1 1 ; la misión canónica, condición de le-
testimonio del laico en la vida familiar singular y de su unión íntima con Cris-
de clérigos y laicos, elementos pneumáti- gitimidad 5 1 1 ; la potestad magisterial d e
683-87. d) Evangelización con tareas p r o - to 937; y el d o n s u p r e m o q u e Dios le
cos y jurídicos 631. b) Jerarquía y laicado: los obispos puede ejercerse bien en con-
fanas y religiosas: mediante la profesión hizo 937; plenitud de gracia de María 994
elementos comunes y diferenciadores 632- cilio, bien estando esparcidos por el m u n -
672 688; colaborando en actividades apos- 1020; la fe d e María 1038; su virginidad
34- c) Importancia de la misión del laico do 465 476; la doble función episcopal de
tólicas e incluso sacramentales y litúrgicas en el parto 9 6 3 ; su virginidad, pobreza y
como tal 634; derivada de su propia na- heraldos del Evangelio ante los n o cre-
688, lo cual exige u n a sólida formación obediencia corno exigencia d e su absolu-
turaleza eclesial 635. d) T a l misión se yentes y d e doctores ante el pueblo cris-
teológica 6S9 por desgracia ausente en ta consagración a Dios 872; M a d r e y es-
concreta en una acción apostólica urgente tiano 514; carácter divino-humano de la
m u c h a s ocasiones 649. clava del Señor 1008; la ejemplaridad de
d e cristianización de lo temporal 635-37. docencia magisterial d e ia Iglesia 516; el
e) L a participación del laico en la misión — 7. El laico en las estructuras del mundo: magisterio ordinario como actuación co- Cristo y la de María 8 7 5 ; los títulos ma-
apostólica es u n derecho y u n deber y no a) Participación d e los laicos en la función legial del episcopado 434 nota 476; su narlos : diverso contenido y significado 942.
algo provisional o accesorio 638. real d e Cristo en orden a la transformación preocupación por los temas teológicos so-
— 3 - Concepto del laicado: a) Sentido peyo- del m u n d o 692. b) Deberes de los seglares
rativo de la palabra laico y la seculariza- en orden a la cristificación de las estruc-
hidice de materias 1117
1116 índice de materias
nidad de María 1038; cómo es madre y —6. María, Madre de la Iglesia 874 933;
—Papel de María en la economía divina de unión inmediata de los hombres con virgen la Iglesia 1039. c) Coordinación valor histórico y teológico de la procla-
la salvación: a) La Madre del Mesías en El 99Ó- entre la maternidad espiritual de María y mación de Pablo VI 1080; el texto del
el Antiguo Testamento 947; valor y con- —2. María, Madre nuestra espiritual 944: la de la Iglesia 1041. d) María, modelo Vaticano II 940.
tenido de los textos antiguotestamenta- a) Importancia doctrinal de esta ense- de santidad en la Iglesia: la santidad de Materia: concepción bíblica de la materia
rios 950; María en el pueblo de Israel: el ñanza conciliar 998. b) Antecedentes his- la Iglesia está en desarrollo, de aquí la y el espíritu 888; evolución de la materia
título «filia Sion» 951. b) María en la en- tórico-doctrinales 1001. c) Razón de la necesidad de constante renovación 1043; hasta llegar al estadio de la vida y de la
carnación 953 993 1006; la futura mater- maternidad espiritual: como motivo ge- para la cual es María el modelo general conciencia humana 890; materialidad del
nidad exigió plenitud de gracia y carencia neral, su predestinación junto con la en- de virtudes 1044; modalidades principa- alma humana nota 889.
de toda culpa 955; fue redimida de mane- carnación para ser Madre del Verbo 1005; les de la ejemplaridad de María: la con- Materialismo: idealismo y materialismo,
ra más sublime que el resto de los hom- y su asociación singular al Redentor 1007; templación del misterio de María por la dos explicaciones del constitutivo último
bres 936; la encarnación no se verificó sin como su humilde esclava 1008; como mo- Iglesia 1045; eficacia del misterio de Ma- de la realidad 888 nota.
el consentimiento previo de María 958; tivo existencíal y efectivo, su contribución ría predicado y honrado 1046; eficacia Matrimonio: símbolo o sacramento de la
que la asoció a la obra redentora 960; a la restauración de la vida sobrenatural: ejemplar en la imitación de las virtudes unión de Cristo con su Iglesia 312; la
como segunda Eva 960 1009; el plan di- engendrando a su Hijo divino y con El a de María 1046; ejemplaridad de María figura bíblica de los desposorios de Dios
vino de redención incluía a María como la humanidad regenerada, como nueva para el apostolado de la Iglesia 1047- con el alma, la humanidad, la Iglesia 216-
pieza esencial 928; de suerte que la Vir- Eva 1009; padeciendo con su Hijo en el e) María, modelo y modeladora de sus 17; matrimonio, santidad y sacrificio 313
gen está intrínsecamente unida a Cristo templo y en el Calvario 1 o 13; donde se hijos 1047. 315-16; significado de la sacramentalidad
Redentor 930. c) María en la vida de Je- consuman a la vez la capitalidad de Cris- —4. El culto de la Santísima Virgen en la 312; sus efectos 684; puntos de contacto
sús: su unión con El se fundamenta en la to y la maternidad espiritual de María Iglesia: Las relaciones de María con la entre los sacramentos del orden y del ma-
maternidad y es unión formal e intencio- Iglesia, voluntaria y libremente vividas trimonio 314; la fecundidad, deber santo
nal 961; en todos los momentos de la iniciadas en la encarnación 1014. d) Ma- por ésta. La aceptación voluntaria y libre-
dre por el ejercicio de sus virtudes—obe- 314; medíante ella cooperan los casados
vida de Cristo: visita a Isabel y nacimien- mente vivida de las relaciones de María al plan divino para perpetuar y acrecen-
to 963; en la presentación 965; en la pér- diencia, fe, esperanza y caridad—, com- con la Iglesia constituye el culto a la Vir-
partiendo «los mismos sentimientos de tar el Cuerpo Místico 315; colaboración
dida de Jesús en el templo 966; en las bo- gen 1048. Doctrina conciliar: a) Punto con la obra creadora de Dios 687; impor-
das de Cana 968; bienaventurada por la Cristo Jesús» 1015. e) Naturaleza de la de vista dogmático: legitimidad de este
maternidad espiritual de María: es una tancia de la misión eclesial de los casados
audición fiel de la palabra de Dios 970; culto 1049; su peculiaridad con respecto 772; el estado matrimonial como voca-
asociada a la inmolación del Calvario 972; maternidad de gracia y consiste en la co- al que se tributa a los santos 1050; culto ción 685; la renuncia al matrimonio por
el problema teológico de su mérito co- operación singular de María con Cristo de hiperdulía 1052; tiene su fundamento motivos religiosos y el conocimiento ade-
rredentivo 1017. d) La oración de Ma- a la regeneración y nacimiento de los fie- dogmático en la maternidad divina 1053; cuado de las excelencias del amor huma-
ría en el cenáculo esperando con los após- les a la vida de la gracia 1018; es la pleni- y en la asociación de María a la obra re- no 853.
toles la venida del Espíritu Santo 975. tud de gracia la que confiere a María su dentora 1054. b) Aspecto histórico: la
e) María, asunta al cielo, terminado el fecundidad maternal 1020; y la gracia plegaria «Sub tuum praesidium», la más Martirio: es la expresión suprema de la san-
curso de su vida terrena 978. f) Y enalte- peculiar que capacita a María para su antigua que se conoce 1055; el título de tidad 784; y como disposición se exige a
cida como Reina del universo 978; para cooperación salvífica debe llamarse «gra- «Theotokos» 1056; impulso del Concilio todo cristiano 787; reflejo en los votos
que se asemejara más plenamente a su cia maternal» 1021; en virtud de ella Ma- de Efeso 1057; el culto a la Virgen en la religiosos de la entrega total a Dios que
Hijo 981; ocupa después de Cristo el lu- ría es nuestra Madre en el orden de la época patrística 1057; el surgir de la con- supone el martirio 826.
gar más excelente 946; su oficio de dispen- gracia 1021. f) Fases de la maternidad memoración litúrgica de María 1058; las Marxismo: su concepto de la religión como
sadora universal de las gracias 1024. espiritual de María: fase dispositiva, en fiestas marianas actuales 1059; las antífo- evasión y alienación 697.
—María y la Iglesia: mediación y maternidad: cuanto desde su concepción estaba dis- nas finales del oficio divino 1059; el culto Mérito: naturaleza del mérito sobrenatural
la misión maternal de María hacia los puesta para ser Madre adecuadamente a María, camino de santificación 1060. 913; los méritos de los santos y su in-
hombres: vinculación de la maternidad 1022; fase constitutiva esencial, con el c) Cuatro modalidades del culto a la Vir- tercesión por nosotros 912.
espiritual hacia la Iglesia con la materni- hecho de la maternidad divina 1023; fase gen: la veneración, el amor, la invocació>n Misa: la participación de los fieles en la
dad divina 983. consecutiva, en su colaboración con Cris- y la imitación 1061-64. d) Valoración teo- misa como expresión de su sacerdocio 665 ;
— 1. Sentido de la cooperación o mediación to desde la encarnación hasta la cruz 1023; lógica de los hechos: el culto que la Igle- inicio de la celebración de misas privadas
maternal de María: a) Problemas ecumé- fase consumativa, en el Calvario 1023; sia ha tributado a María nunca ha sido 578. Cf. Eucaristía y Sacerdocio.
nicos derivados de esta doctrina 984; el fase dispensativa, en la distribución tanto como una adoración divina 1065; ni su- Misiones: fundamento dogmático del ca-
título de mediadora aplicado a María 1028. pone impedimento para el culto divino, rácter misionero de la Iglesia 330; el ob-
de la gracia regenerativa inicial como de antes bien es un medio para fomentarlo
todas las gracias que contribuyen a su jetivo de las misiones 331 333; etapas y
b) La función maternal de María no em- 1 crecimiento y perfección 1024, g) Ejerci- y facilitarlo 1066. e) Directrices concilia- modo de la actividad misionera 331; la
pece a la unicidad y eficacia de la media- res sobre la devoción a María: la reco- obligación de evangelizar incumbe en pri-
cio de la mediación maternal de María: mienda a todos 1067, dando preferencia
ción de Cristo 986; porque la de María su asunción al cielo no interrumpe su mer lugar a la jerarquía 332; pero todos
no es del mismo orden que la de Cristo al culto litúrgico 1068, aunque sin abara- los fieles están obligados a contribuir al
oficio salvador, ni, por tanto, su mediación donar las devociones tradicionales 1069; crecimiento de la Iglesia 332; la obliga-
987; de suyo no es necesaria 988; y sólo 1025; que continúa ejerciendo mediante
existe por la sobreabundancia de los mé- incluyendo el culto adecuado a las imáge- ción evangelizadora universal de los obis-
su oración intercesora 1025; y que no se nes 1070. f) Recomendaciones a los teó- pos 442 444 478 489 492; la función pas-
ritos de Cristo 988; porque se funda en la reduce a un mero influjo moral e indi-
mediación de Cristo 989; de la cual de- logos y predicadores: equilibrio entre los toral universal de los obispos proclamada
pende totalmente y saca su virtud 989. recto 1026, h) Títulos de la mediación peligros de excederse y de restringirse en el concilio rompe los moldes canónicos
maternal de María, testimonio irrecusa- demasiado 1071; vuelta a las fuentes, es- actuales 490 nota; consecuencias de esta
c) La mediación de María es muy con- ble de la común y firme persuasión cris- pecialmente litúrgicas 1072; sensibilidad nueva actitud: diócesis misioneras y más
forme a la mediación de Cristo, que no tiana de su mediación 1027; el título de ecuménica 1073. g) E n qué consiste fa equitativa distribución del clero 490; im-
pierde su unicidad al ser comunicada a su Mediadora: su aceptación por el Concilio verdadera devoción a María 1074. pulso que supone para la actividad misio-
Madre, lo mismo que la bondad divina 1028. —5. María, señal de esperanza y consueto nera la doctrina sobre la colegialidad epis-
sigue siendo única no obstante ser comu- —3. María, tipo y ejemplar maternal de la para la Iglesia peregrinante: a) La glori- copal 505; la Iglesia carece de autoridad
nicada a todas las criaturas 990; y lo mis- Iglesia: por su misma perfección de Ma- ficación de María, imagen perfecta de la sobre quienes no son sus miembros por
mo que el sacerdocio de Cristo es partici- dre es también modelo maternal de la que la Iglesia espera alcanzar 1076; es el bautismo, pero tiene con respecto a
pado de varias maneras 991; por ello la Iglesia 1032; las relaciones entre María y también un comienzo y, en algún sentü- ellos el mandato de evangelizar 515.
Iglesia atribuye a la Virgen una mediación do, las primicias de esa esperanza de glo»-
maternal subordinada a la capital de Cris- la Iglesia, objeto de la teología actual: el Mundo: valor intrínseco de las realidades
eclesiotipismo maríológico 1034. a) Ra- ria 1076. b) La devoción a María y el
to 992; cuya razón básica está en la co- ecumenismo: dificultad y al mismo tiem- terrenas 695; los cristianos, alma del mun-
munión de vida y ser que la maternidad zón general del marianotipismo: su ma- do 721; la consagración del mundo por
ternidad, b) María, en su condición de po posible camino para la unión de la:s
divina establece entre ambos 993; de la Iglesias 1078; valor ecuménico de la inter- los seglares 695; sentido de la encarna-
cual se deriva una gracia de unión o do- Madre y Virgen, modelo de la materni- ción del cristiano en el mundo 651-53
dad y virginidad de la Iglesia: en el orden cesión de María ante Dios 1079.
nación filial 994. d) La cooperación ma- 666ss 694SS; la consagración del mundo,
ternal de María muestra la eficacia de la de la fe, la caridad y la unión con Cristo objetivo apostólico del sacerdocio de los
mediación de Cristo 995; y fomenta la 1036; la inserción de María en la Iglesia
1037; la doble maternidad y doble virgi-
1118 índice de materias Índice de materias 1119
fieles 666ss; estar en el m u n d o sin ser del 444 478 489 492; diversa concepción del títulos se conjugan en cuanto q u e el Papa tad y personalidad 866; la personalidad
m u n d o : dos concepciones de la Iglesia obispo diocesano en sus relaciones con es el principio y el fundamento perpetuo afectada por la vida religiosa 856; y per-
697; escatología y realidad temporal 906. los demás según se tome en cuenta o no y visible de la constitución social del co- feccionada por la liberación interior q u e
Gf. C o s m o s . el principio d e la colegialidad 442 444; legio y de la Iglesia 457. c) L a potestad comporta 8 6 i s s ; el instinto de autoafir-
M u e r t e : la m u e r t e y la transformación de sus relaciones con los sacerdotes 556; d e jefe del colegio deja intacta íntegra- mación personal y el voto d e obedien-
la conciencia h u m a n a 898; la m u e r t e in- unión del presbiterio con el obispo 537; mente la potestad de primado 460. cia 854 8 5 5 ; la virtualidad ennoblecedo-
dividual y la consumación de la h u m a n i - el presbiterio diocesano, versión del cole- d) Existe un paralelismo entre Pedro-cole- ra de la vida religiosa en el ejemplo de los
dad y del cosmos 899. gio episcopal aplicado a la Iglesia par- gio apostólico y Papa-colegio episcopal santos 876.
ticular 553; la comunión con el obispo 461. e) Sin determinar si hay u n único o P o b r e z a : significado bíblico 793; la p o b r e -
y la pertenencia a la Iglesia 499 502 53Ó; doble sujeto de potestad suprema en la za d e corazón, como actitud de disponi-
.¡Naturaleza: tensiones de la naturaleza caí- el diaconado como servicio del obispo 588; Iglesia, el concilio afirma q u e el Papa bilidad ante Dios, actitud radical para la
da, el remedio de la gracia y la ayuda de posibilidad d e q u e unos obispos tengan p u e d e ejercer su autoridad independien- santidad 757; la pobreza de corazón, esen-
los consejos evangélicos profesados 861. más facultades q u e otros e incluso juris- temente de los obispos 463. f) La potes- cial al cristianismo 794; el tránsito a la
Cf. C o s m o s , M a t e r i a . dicción sobre otros 484; constatación en tad del colegio es suprema y plena sobre pobreza efectiva 794; desprendimiento d e
N a t u r a l i s m o ; el peligro del naturalismo el caso d e los patriarcas 485; las «Confe- la Iglesia universal y se ejerce bien en los bienes y sencillez d e vida, consecuen-
para el cristiano actual 652. rencias episcopales»: su razón teológica concilio, bien estando los obispos espar- cias de la pobreza de corazón 795; valo-
491. Cf. E p i s c o p a d o , J e r a r q u í a . cidos por el m u n d o 465. g) Por lo cual ración relativa de la pobreza y la posesión
hay q u e compaginar la exclusividad del d e bienes 8 5 5 ; el ejemplo d e C r i s t o : su
O b e d i e n c i a : obediencia, libertad y perso- O b r e r o s : la apostasía ele las masas y sus poder petrino-papal con la afirmación de
causas 626. persona y su predicación 807; el ejemplo
nalidad 866; el instinto de autoafirmación q u e también el colegio tiene tal potestad de la Iglesia apostólica 808; la pobreza de
personal y el voto de obediencia 854 855; O p i n i ó n p ú b l i c a : su existencia es signo pastoral 467. h) Potestad q u e no puede
de vitalidad social 710; y ahogarla es un María 8 7 3 ; la «Iglesia de los pobres»: sen-
sentido teológico de la obediencia en la ejercer m á s q u e consintiéndolo el R o m a n o t i d o de esta expresión 223.
Iglesia 713; la obediencia como «consejo atentado contra el derecho natural 710; Pontífice 469. i) El principio de q u e el
la opinión pública en la Iglesia 709. P o l í t i c a : la participación d e los cristianos en
evangélico» 796; la actitud obediencial de colegio es de derecho divino supone en
Cristo 783 809; obediencia y pobreza O r a c i ó n : la oración como actuación d e la los obispos el p o d e r requerir del Papa u n la vida política 698 700.
como actitudes radicales del cristiano a vida teologal de fe, esperanza y caridad funcionamiento colegial 4 7 1 ; la garantía P r e d i c a c i ó n : el presbítero, ministro de la
ejemplo d e Cristo 792; la obediencia de 783; importancia de la petición a Dios en del problema de equilibrio papado-colegio palabra divina 5 5 1 ; los diáconos y el m i -
María 873- Cf. V i d a religiosa. la economía d e la salvación 1025; la in- aquí planteado h a y q u e buscarla en la nisterio de la palabra 586; participación
O b i s p o s : son sacerdotes de «primer orden» tercesión de los bienaventurados por ía asistencia divina a la Iglesia 472; pues el d e los seglares en la predicación 6 8 1 .
q u e tienen el ápice del pontificado 547; Iglesia peregrinante 912; el predominio Concilio no ha decidido nada, contentán- P r e s b í t e r o s : aparición y contenido d e la
el sacerdocio d e los obispos y el d e los histórico de la tendencia contemplati- dose con adoptar u n a actitud práctica 474. figura del presbítero en los tiempos apos-
presbíteros 549; obispos, presbíteros y va 739. j) El campo d e ejercicio d e las funciones tólicos 375 376 378 3 8 8 ; obispos, presbí-
diáconos como diversos grados d e parti- O r d e n s a c e r d o t a l : es el sacramento cons- episcopales se concreta por la autoridad teros y diáconos como diversos grados de
cipación en las funciones ministeriales titutivo de la jerarquía cristiana en cuanto jerárquica m e d i a n t e la misión canónica participación de las funciones ministeria-
486; su poder en la Iglesia, derivado d e a la potestad sobre el cuerpo real y místi- 480; lo cual supone dejar expedita la p o - les 486; el poder subordinado d e q u e go-
la potestad pastoral d e Cristo 272; el ofi- co de Cristo 416; el sacramento es único testad de jurisdicción q u e .los obispos re- zan en la Iglesia, derivado de la potestad
cio episcopal como diaconía o ministerio a u n q u e se participe en diversos grados en ciben por la consagración y no del Papa pastoral de Cristo 272; todos ellos son
765; las funciones episcopales se confie- todos los cuales se salva su esencia 422; 482. k) A d e m á s , el Papa p u e d e poner a sucesores de los apóstoles en el sacer-
ren por la consagración sacramental 454 la Iglesia p u e d e conferirlo total o parcial- este poder condiciones q u e afecten a la docio 380; paralelismo entre la figura y
482; y han de ejercerse en comunión cole- m e n t e 568; la sacramentalidad episcopal validez y a la licitud de su ejercicio 4 8 3 ; funciones del obispo en relación con el
gial 454; pero su ejercicio está condicio- y la plenitud del orden 406; la sacramen- e igualmente p u e d e partir y distribuir las Papa y d e los presbíteros en relación en
n a d o por la misión canónica 480; y las talidad del diaconado 5 9 i s s ; proyecto d e funciones y ministerios episcopales en di- el obispo 497; su relación al colegio epis-
limitaciones puestas por la autoridad je- renovación d e las órdenes menores en el versos órdenes 486. copal 486; su deber de santificarse 768;
rárquica 483; sus relaciones con el Papa Concilio de T r ^ n t o 579. Cf. S a c e r d o c i o . P a r r o q u i a : la parroquia como Iglesia local por medio d e la caridad, el testimonio d e
en cuanto a la recepción de p o d e r e s : di- O r t o d o x i a : vínculos de la Iglesia con los q u e debe tener u n jefe religioso p e r m a - la fe, la oración, la cooperación con el
versa concepción según se t o m e en cuen- cristianos no católicos 324; la devoción nente 6 0 1 ; párrocos, coadjutores y diáco- obispo 769; problemas q u e se plantean
ta o no la colegialidad 441 4 4 3 ; tres fun- d e los ortodoxos a María, posible camino nos 610. hoy a la Iglesia sobre la adecuada forma-
ciones de su cargo pastoral: enseñar, san- d e unión ecuménica 1078. P a s t o r a l : sentido comunitario de la práctica ción y utilización de los sacerdotes 617;
tificar y regir 128; su doble función de religiosa, derivado d e la naturaleza social vicisitudes históricas de la disciplina del
heraldos del evangelio ante los no cre- del h o m b r e 258; carácter pastoral del Con- celibato eclesiástico 589; la escasez d e cle-
yentes y de doctores ante el pueblo cris- . P a d r e s S a n t o s : la teología sobre la Iglesia cilio Vaticano II. Cf. C o n c i l i o . Nuevos ro como motivo para la restauración del
tiano 514; su autoridad magisterial es de en los escritos patrísticos 117; síntesis de horizontes pastorales desde la conside- diaconado 600; la liberación del clero d e
derecho divino, pero no puede ejercerse la doctrina patrística sobre las relaciones ración escatológica d e la Iglesia 922. Cf. tareas no sacerdotales mediante el diaco-
sino en comunión jerárquica con el Papa entre la T r i n i d a d y la Iglesia 157-59; s u Apostolado. n a d o 602; el diácono restaurado como in-
517; adhesión debida al magisterio autén- doctrina sobre la función vivificadora y P a t r i a r c a s : razón de ser del patriarcado en termediario entre el pueblo y los sacer-
tico d e los obispos 515; (cf. M a g i s t e r i o ) ; unificadora del Espíritu Santo en el C u e r - la Iglesia y explicación d e su superioridad dotes 605; características generales de la
su oficio de santificar: a) T o d o el ministe- po Místico 214; testimonios sobre los obis- sobre los obispos 484. doctrina del Vaticano II 5 4 1 ; esquema de
rio episcopal se ordena a ser instrumento de pos como sucesores d e los apóstoles 390SS. P e c a d o : incidencia e n la Iglesia de los pe- sus enseñanzas 544: a) P u n t o de p a r t i d a :
comunicación de la vida divina a los h o m - P a p a : fundamento bíblico del primado 362 cados de los fieles 7 5 3 ; las tensiones con- la jerarquía es d e institución divina, sus
bres 532. b) D e suerte q u e santificar es la 367; síntesis de la doctrina sobre el pri- trapuestas en la naturaleza h u m a n a caída funciones p u e d e n desdoblarse y t r a n s m i -
única función del obispo como h o m b r e m a d o del R o m a n o Pontífice 355 ; conexión por el pecado origiinal 8 6 1 ; por su causa tirse mediante la ordenación 543. b) I m -
objetivamente santificado 533. c) Ello com- entre la doctrina del Vaticano I sobre el el h o m b r e existencial es u n ser limitado posibilidad d e perfilar en la Sagrada Es-
porta una dedicación total a los h o m b r e s primado y la del Vaticano II sobre el epis- 235; a u n q u e no incapacitado para la ver- critura la figura del presbítero como dis-
como pastor 534. d) M e d i a n t e la oración, copado 356 447 nota 456SS; doble con- dad y el bien 244 2 60. tinta del obispo 545. c) Negativamente,
el trabajo y el ministerio d e la palabra cepción d e su capitalidad sobre la Iglesia P e n i t e n c i a : el sacramento de la penitencia son inferiores a los obispos p o r q u e no
535- e) ^ m a s directamente presidiendo la según se tome en cuenta o no el principio como acto sacerdotal del cristiano 308; tienen como éstos el culmen del ponti-
asamblea eucarística 536; y administran- d e la colegialidad episcopal 441 443; sus la administración dlel sacramento por los ficado 547; y d e p e n d e n d e ellos en el ejer-
do los otros sacramentos 538. f) T o d o lo poderes con respecto a los obispos 4 4 3 ; diáconos 585. cicio de su potestad 548. d) Positivamen-
cual exige u n testimonio ejemplar de san- adhesión debida a su magisterio mera- P e r f e c c i ó n : significado del término en la te, el sacerdocio de los presbíteros es idén-
tidad personal 538; su deber especial de m e n t e auténtico 518-20 (cf. M a g i s t e r i o ) ; Sda. Escritura 736; diversidad psicológica tico al de los obispos 549; y no una parti-
santificarse como exigencia d e la plenitud la infalibilidad pontificia: razones en q u e en la perfección cristiana 2 0 1 . cipación del d e éstos 550; por ello su
sacerdotal 764; d e su papel santificador se basa 527; y condiciones para su ejer- P e r s o n a l i d a d : la realiización de la persona subordinación al obispo se deduce d e la
7 6 5 ; mediante la caridad pastoral 766; cicio 528. Cf. I n f a l i b i l i d a d . a través de Cristo 8 9 5 ; obediencia, liber- potestad d e jurisdicción d e éste y no de
su obligación evangelizadora universal 442 —El Papa y el colegio episcopal: a) Es jefe la de orden 4 2 3 ; y debe distinguirse e n t r e
d e la Iglesia y del colegio 456. b) A m b o s
Indice de materias 1121
1120 índice de materias
cramento 4 1 5 ; el carácter sacramental, docio jerárquico es el único q u e p u e d e
la misión divina y la canónica 4 9 1 ; el p r e s - soberana d e Cristo mediante su r e d e n - m á s q u e la gracia, es el fundamento y ra- ostentar la representación d e Cristo y la
bítero participa del oficio de Cristo como ción 692; q u e tiene q u e ser completada en zón d e las diversas formas cómo los sacer- Iglesia para ofrecer el sacrificio 282-83
ministro de la palabra 5 5 1 ; en la celebra- el tiempo mediante la transformación del dotes propios y los fieles participan del 288 308 310. f) Igual q u e sucedía en el
ción d e la eucaristía 552; y es m e d i a d o r m u n d o por la Iglesia y los cristianos 693- único sacerdocio d e Cristo 2 8 8 - 9 1 ; sacer- A n t i g u o T e s t a m e n t o , quienes participan
en pro de los fieles en la penitencia y u n - 9 4 ; universalidad redentora d e Cristo 259 docio cristiano y sacramentos 300-301; del sacerdocio jerárquico constituyen una
ción d e enfermos 552. 381 g o o ; vinculación geográfica y nacio- relación íntima e n t r e el sacerdocio y la clase especial en ia Iglesia 283-84. g) Por
— El presbiterio: a) Significado teológico nal d e la historia de la salvación en el A n - eucaristía 281 291-94 303SS; el sacerdocio tanto, ambos sacerdocios, el c o m ú n y el
como versión diocesana del colegio epis- tiguo T e s t a m e n t o y universalidad libera- se instituye en orden al sacrificio en toda jerárquico, a u n q u e participaciones del mis-
copal 553. b) Elementos institucionales dora d e la Iglesia 8 0 3 ; la redención obje- sociedad h u m a n a , la cual fija las condicio- m o sacerdocio d e Cristo, son esencial-
q u e se encuentran en San Pablo 5 5 3 ; y tiva y la subjetiva 192; el misterio pas- nes d e u n o y otro 293; se actualiza a tra- m e n t e diferentes 284. h) El sacerdocio
especialmente en la tradición 554. c) D a - cual y el bautismo como sacramento d e vés d e los sacramentos y de las virtudes cristiano p r o p i a m e n t e dicho no es u n a
tos históricos: progresiva relevancia del la incorporación a Cristo 194; identidad 298; p u n t o s de contacto entre los sacra- institución comunitaria, ya q u e el sacer-
obispo y disminución del papel del pres- d e metas de la redención, la cultura y la mentos del orden y del matrimonio 3 1 4 ; dote no actúa por delegación del pueblo,
biterio 555- d) El presbiterio con relación ciencia 895 nota; la economía cristiana sustancialidad del sacerdocio de Cristo y sino d e Cristo m i s m o 285 292. i) C o m o
al obispo: dependencia y unión del pres- es una economía de vivificación divina d e accidentalidad del s. d e los hombres 414; el sacerdocio se ordena al sacrificio euca-
biterio con el obispo 537; no constituye los h o m b r e s en Cristo 1010; la finalidad Cristo, clave y razón del sacerdocio cris- rístico, se necesita una especial consagra-
u n colegio de m i e m b r o s indiferenciados, sal vírica d e los sacramentos 300; el sacri- tiano 272SS; por ser el único M e d i a d o r y ción cuasi-ontológica 286 292. j) Q u e es
el obispo es su cabeza vital 556; al cual los ficio d e la cruz y el de la misa son esencial- el único Sacerdote 274; de suerte q u e objeto d e determinación positiva, bien
presbíteros representan ante los fieles 556; mente la misma cosa 281 287; contenido fuera d e El la realidad sacerdotal no tiene p o r p a r t e d e Dios, bien por parte d e la
para santificarlos y regirlos bajo la a u t o - de la expresión «historia de la salvación» consistencia ni sentido en la Nueva Ley 27 5; autoridad eclesial, q u e convencíonalmente
ridad episcopal 557; ello supone y exige 948. y su sacerdocio es tan natural y tan con- fija las condiciones del sacrificio y deter-
u n clima familiar entre obispo y presbíte- — La redención y María: el plan divino d e sustancial con su ser personal como su m i n a los sujetos del sacerdocio 293. k) Y
ros 557. e) La institución comporta t a m - redención incluía a María como pieza mediación 276; sacerdotalidad q u e alcan- así, a u n q u e los fieles participen en el sa-
bién exigencias de igualdad y colaboración esencial 929; de suerte q u e la Virgen está za al «Christus totus», al Cristo real o físi- crificio eucarístico, n o p o r eso gozan del
entre los presbíteros 557. f) L a renuncia intrínsecamente unida a Cristo Redentor co y al Cristo místico 277; todo sacerdocio p o d e r sacerdotal d e sacrificar 287; al ca-
al paternalismo en el trato con los fieles 930; plan divino q u e se continúa en la h u m a n o lo es por participación m á s o m e - recer d e la consagración o investidura
558. g) Y preocupación por las necesida- Iglesia 9 3 1 ; participación maternal de M a - nos cercana y propia del sacerdocio d e oficial 294. V P o r ello n o p u e d e hablarse
des de la Iglesia universal 558. Cf. C l e r o , ría en la expiación dolorosa d e Cristo 965 Cristo 2 7 8 ; Cristo es sustancialmente d e una verdadera concelebración e n t r e el
Sacerdocio. 972-74 1013; la unicidad de la redención sacerdote en virtud d e la unión hipostáti- sacerdote y el p u e b l o 288. U) L a razón y
de Cristo no queda afectada por la coope- ca, el h o m b r e p u e d e serlo en virtud d e fundamento d e la diversidad d e partici-
P r o f e s i ó n : la profesión como instrumento u n carácter q u e se le da 279; el sacerdocio pación en el único sacerdocio d e Cristo se
de evangelización 672 688; la santidad del ración mediadora d e María 986-90; q u e
es m u y conforme con ella 990-94; y m u e s - jerárquico ostenta la representación d e encuentra en el carácter sacramental p o -
seglar mediante el ejercicio d e su profe- Cristo y d e la Iglesia para ofrecer el sacri- seído por el sacerdocio jerárquico 288-89.
sión 624 672 695. tra y favorece su eficacia 995-97. Cf. ex-
posición más detallada en M a r í a . L a aso- ficio 280-83 288 308 310; representación m) L a participación sacerdotal d e los
P r o f e t i s m o : sentido correcto del término. q u e n o le viene al sacerdote por delega- fieles se realiza a través del carácter b a u -
El cristiano como profeta 252. ciación de María a la obra redentora,
como fundamento dogmático del culto ción del p u e b l o , por lo cual el sacerdocio tismal 290 3 0 2 ; y d e la confirmación 291
P r o g r e s o : el progreso técnico y h u m a n o y cristiano no es una institución comunita- 303. n) D e a q u í q u e gocen del sacerdocio
la realidad sacramental d e la Iglesia 922. q u e se le tributa 1054; la redención sin-
gularísima de María 936; el problema del ria 285 292; y el sacerdote necesita u n a en cuanto m i e m b r o s de u n todo sacerdotal
P r ó j i m o : la salvación y la convivencia en el mérito corredentivo d e M a r í a 1017. especial consagración 286 292-93; la exis- y en virtud del m i s m o ser d e cristianos
a m o r al prójimo 906. tencia d e grados en el sacerdocio en c u a n - 2 9 1 . o) Sin e m b a r g o , a pesar d e la dife-
P r o t e s t a n t i s m o : vínculos de la Iglesia con R e l i g i o s o s : elaboración del capítulo q u e el to p o d e r sobre el cuerpo físico d e C r i s - rencia profunda e n t r e sacerdocio común
los cristianos no católicos 324; la teología Concilio les dedica 723SS 7g8ss; clérigos, t o 549; el sacerdocio d e los obispos y el y jerárquico, se da u n a coordinación en-
protestante y la mediación maternal de religiosos y seglares: diversidad d e fun- d e los presbíteros 550; los obispos, sacer- tre a m b o s q u e nace d e la unidad del C u e r -
María 984; su contribución al proceso d e ciones en la Iglesia 644; igualdad funda- dotes d e p r i m e r orden 416; por institu- p o místico 295. p) L o s fieles cumplen su
laicización del m u n d o 668. mental entre clérigos, religiosos y laicos ción d i v i n a : doctrina d e T r e n t o y del misión sacerdotal ofreciendo el sacrificio
P r o v i d e n c i a : el plan general de predestina- como m i e m b r o s del único C u e r p o místi- magisterio 417-20; el sacerdocio como i n s - d e sus obras, testimonio d e vida cristia-
ción q u e Dios tiene sobre los h o m b r e s co 656; la práctica d e los consejos evan- titución social 28oss; selección vocacional na 2 9 5 ; q u e está ligada necesariamente a
1005. gélicos como vía para la santidad 788-96; al sacerdocio mediante la restauración del la eucaristía 296.
P u e b l o : la Iglesia, «pueblo de Dios»: ela- respuesta de entrega total a su vocación diaconado 604; el sacerdocio cristiano y — 2. El ejercicio del sacerdocio común en
boración de la doctrina conciliar 22Óss; 8 8 1 ; espiritualidad religiosa y espirituali- el sacerdocio d e Israel 283. los sacramentos: a) L a condición sacer-
razones q u e justifican la utilización de d a d seglar 646; influjo del monacato en la S a c e r d o c i o d e los fieles: la participación dotal d e la c o m u n i d a d eclesial se actua-
esta figura 230; el sentido de la fe en el espiritualidad d e la Iglesia 740; vinculación d e los fieles en el sacerdocio de Cristo y liza tanto por los sacramentos como por
pueblo cristiano y su carácter infalible histórica d e las ordenes religiosas con el sus efectos 240; naturaleza de su partici- las virtudes 2 9 8 ; especialmente las q u e
253 6 7 8 ; la unidad del pueblo cristiano laicado 6 2 1 ; su exención con respecto al pación sacerdotal 4 1 5 ; carácter sacramen- m i r a n al servicio d e la c o m u n i d a d cris-
mediante su vinculación al obispo 499 obispo diocesano: significado y problemá- tal 6 6 4 ; ordenación al culto 665; especial- tiana 299- b) Sacerdocio cristiano y sacra-
502 536; el diácono restaurado como in- tica 846-47; su pertenencia al presbiterio m e n t e mediante la eucaristía 666; la c o n - m e n t o s 300. c) Sacerdocio y b a u t i s m o :
termediario entre el pueblo y su clero 6 0 5 ; diocesano 556. Cf. V i d a religiosa. sagración del m u n d o profano, meta a p o s - éste nos configura c o n Cristo-Sacerdote y
valor profético del testimonio d e vida del R e v e l a c i ó n : la Iglesia profundiza y desen- tólica de este sacerdocio 666ss. m e d i a n t e el carácter nos incorpora al
pueblo cristiano 253. Cf. L a i c a d o . El traña la verdad revelada 210; la definición — 1. Sacerdocio jerárquico y sacerdocio co- sacerdocio d e C r i s t o 302; obligándonos
sacerdocio c o m ú n de los fieles, cf. S a c e r - infalible y el depósito de la revelación 529. mún de los fieles: a) T e n o r y sentido d e l t a m b i é n a confesar d e l a n t e d e los h o m -
docio. texto conciliar: se trata d e un sacerdocio b r e s la fe recibida 3 0 3 . d) Sacerdocio y
espiritual y teológico m á s que institucio- confirmación: la confirmación ratifica la
P u r g a t o r i o : su naturaleza teológica: p r o - nal y jurídico 264-67. b) El sacerdocio c o -
S a c e r d o c i o : sentido d e la doctrina del Va- potencialidad sacerdotal recibida p o r el
ceso purificatorio 917; la ayuda d e la m ú n plantea a la teología múltiples p r o - bautismo y crea una m a y o r urgencia d e
Iglesia militante a los difuntos 918. ticano II 264SS; razones q u e justifican una blemas a ú n no resueltos, q u e se t r a d u c e n profesar la fe 303. e) Sacerdocio y euca-
especial atención a la teología del sacer- en sentencias divergentes: exposición y ristía: es e n el m i s t e r i o eucarístico donde
docio 268; diversos enfoques teológicos juicio crítico 267-72 294. c) Cristo, clave el sacerdocio d e los fieles recibe su m á -
I X e d e n c i ó n : en virtud de ella adquiere según el p r e d o m i n i o y la radicalidad otor- y razón del sacerdocio cristiano, c o m o xima significación y s u m á s genuina m a -
Cristo la capitalidad sobre el universo gada a las distintas n o t a s : a) Acento e n único m e d i a d o r y sacerdote 272-77. d) T o - nifestación 3 0 3 ; ésta consiste fundamen-
204-206; mediante su m u e r t e y resurrec- lo sacramental y sacrificial 269. b) Enfo- do sacerdocio h u m a n o lo es por partici- t a l m e n t e en u n r e n d i r culto a Dios 304;
ción ejerce Cristo su función capital en el q u e desde el carácter 270. c) Enfoque pación m á s o menos propia y cercana d e l m e d i a n t e la intervención espiritual y acti-
C u e r p o místico 190; estos actos tienen desde el C u e r p o místico y la potestad pas- sacerdocio d e Cristo 277-80. e) El sacer- va en el ofrecimiento d e la misa, según
valor simbólico y eficacia salvadora con toral de Cristo 271. d) Juicio de estas d i -
respecto a sanarnos del pecado y a comu- versas aproximaciones 294; su razón cons-
nicarnos la vida divina 191 193; realeza titutiva en el carácter q u e confiere el sa-
2 C.Vaticano 36
1122 índice de materias 1123
Índice de materias
atestiguan la tradición, y el magisterio 3 0 5 ; sacramento 5 0 1 ; el testimonio d e vida d e
los cristianos, como sacramento 679. S a n t o s : los bienaventurados ejercen su vir- I los cristianos 678; el testimonio auténtico
y en u n d a r testimonio visible y público de t u d sobre la Iglesia peregrinante impul-
S a l v a c i ó n : la retribución futura d e los ac- d e vida cristiana es la forma como los
la solidaridad d e los fieles e n t r e sí y con sando la obra de su p r o p i o pasado histó-
tos h u m a n o s 909; salvación y condena- fieles ejercen su sacerdocio 295; especial-
Cristo 306; ya q u e el sacrificio eucarístico rico 9 1 1 ; la intercesión d e los bienaven-
ción fruto de la decisión responsable en el m e n t e siendo conscientes d e las exigen-
es esencialmente comunitario 3 0 7 ; debido turados por la Iglesia peregrinante 912;
presente 9 0 8 ; la salvación y la conviven- cias d e la solidaridad cristiana 299; el tes-
a la estrecha relación existente e n t r e eu- nos muestra la u n i d a d del C u e r p o místi-
cia en el amor 906; la universalidad re- timonio del laico en la vida familiar 683SS.
caristía y C u e r p o místico 307; d e forma co 914; el culto a los santos: teología y
q u e p u e d e decirse q u e la misa es el sacri- dentora d e Cristo y la posibilidad d e q u e T o t a l i t a r i s m o : ej riesgo del totalitarismo
algunos h o m b r e s n o consigan la salvación pastoral 919; el culto a los santos y la clerical en la Iglesia 718.
ficio del pueblo cristiano, óntica, ascética peculiaridad del culto a María 1050; el
y psicológicamente 308. f) Sacerdocio y 900 909; necesidad d e la Iglesia para la T r a b a j o : sus valones teológicos; instrumento
salvación 319; en q u é condiciones p o d r á n culto a las imágenes 1070; el ejemplo d e d e santificación 695 773- Cf. P r o f e s i ó n .
penitencia: en el doble aspecto d e detes- los santos c o m p r u e b a la virtualidad en-
tación d e la culpa y reconciliación con salvarse quienes n o pertenecen a ella 328. T r i n i d a d , S a n t í s i m a : posición central del
S a n t i d a d : textos del Concilio Vaticano II noblecedora d e la vida religiosa 876; nota misterio en la teología 153; e incluso en
Dios y la Iglesia 308. g) Sacerdocio y sobre los procedimientos y criterios en la
unción d e enfermos: el ejercicio del sacer- 727ss; su noción en la Sda. Escritura 73oss; la misma eclesiología 154; Ia_ esencia d e
la «santidad de Dios» 730; Israel, el p u e - canonización de los santos y su significa- la Iglesia y el misterio trinitario: doctrina
docio c o m ú n se manifiesta t a n t o e n el do 7 5 1 .
cuidado p o r los enfermos cuanto en la blo santificado 7 3 1 ; Jesucristo, «el santo del Vaticano II I39ss; el Padre eterno y
d e Dios» 7 3 3 ; los cristianos son los «san- S e g l a r e s : exigencias de su vinculación a la la Iglesia 145; la «misión» del Hijo en la
u n i ó n sacrificial d e éstos con Cristo pa- Iglesia 643 647; la formación religiosa y
ciente 309. h) Sacerdocio y o r d e n : a u n q u e tos» 734; la Iglesia es santa 7 3 5 ; conteni- Xglesia 146; la acción del Espíritu S a n t o :
do bíblico del t é r m i n o «perfección» 736; teológica d e los seglares 649 682 689; va- misión, santificación, vivificación, inha-
sólo quienes reciben la ordenación p u e - lor santificador d e sus actividades profa-
d e n sacrificar en n o m b r e d e Cristo y de naturaleza teológica: la santidad es la ca- bitación, asistencia, unificación, donación,
ridad 7 7 7 - 8 i ; la gracia, las virtudes y los nas 695; la vinculación con la jerarquía, perennidad, consumación escatológica
la Iglesia, los fieles participan mediante su criterio para diferenciar al seglarismo cris-
incorporación a la u n i d a d d e la Iglesia preceptos, núcleo entitativo d e la santi- 148-52; síntesis d e la doctrina escriturís-
d a d 8 1 3 ; elemento d e organización y je- tiano auténtico 6 2 1 ; relaciones entre la tica sobre la T r i n i d a d y la Iglesia 155-57;
310-11. i) Sacerdocio y m a t r i m o n i o : los jerarquía y el pueblo cristiano 232; dere-
fieles deben vivir su matrimonio como sa- rarquía en la Iglesia 200; su expresión la síntesis patrística 157-59; la teología,
suprema es el martirio 7 8 4 ; q u e , c o m o chos y deberes de los laicos 708; la cues- sin embargo, nP h a elaborado aún una
c r a m e n t o d e la unión d e Cristo con la tión de la opinión pública en la Iglesia 709;
Iglesia 312; ejerciendo su sacerdocio e n disposición, se exige a todo cristiano 787; eclesiología trinitaria: diversos intentos d e
la vocación universal a la santidad 316 actitudes d e los padres conciliares con res- los teólogos m o d e r n o s 160-65; su presen-
el único sacramento en q u e son ministros pecto al diálogo jerarquía-seglares 7 1 1 ;
propios y q u e les exige santidad y sacri- 724 757-58; diversidad psicológica y d e cia santificadora en el alma por la gracia
grado en la santidad d e los cristianos y responsabilidad, colaboración y libertad 3 8 6 ; carismas, dones y frutos del Espíritu
ficio 3 1 3 ; haciendo fecunda su unión en de los fieles 715-19; la renuncia al pater-
cumplimiento d e u n d e b e r santo 314; d e los bienaventurados 2 0 1 ; u n i d a d y va- Santo 150.
riedad de la santidad cristiana, según la nalismo en las relaciones entre presbíte- T r i u n f a í i s m o : justificación d e la crítica de
mediante el cual cooperan al plan divino ros y seglares 558; diaconado y apostola-
para perpetuar y acrecentar el C u e r p o vocación personal y los estados d e vida la actitud triunfalista 886.
759-63 812-815; significado específico d e do seglar 599; el sacerdocio común de los
místico 315. fieles, cf. S a c e r d o c i o . Cf. L a i c a d o , A c -
S a c r a m e n t o s : contenido del t é r m i n o 904; la vocación religiosa 816-19; los profesio-
nales de la santidad aparecen en todas las ción temporal, Pueblo.
son los medios por los cuales llega a los S o c i e d a d : diferencias entre la sociedad civil V e r d a d : la Iglesia está todavía en camino
m i e m b r o s del C u e r p o místico la gracia religiones; datos de los primeros siglos
de cristianismo 724; la santificación del y la Iglesia con respecto a la función a u t o - hacia la verdad tptal 8 8 5 ; el reconocimien-
d e la Cabeza 193; sus efectos generales ridad 2 8 5 ; la realidad sacramental d e la
cristiano por medio de Cristo 734; el p o - t o de este hecho es básico para el diálogo
300; poseen eficacia sanante en virtud Iglesia y las metas h u m a n a s de la socie-
d e la m u e r t e d e Cristo y elevante en vir- d e r santificador d e Cristo con universali- ecuménico 887.
dad antropológica y cósmica 2 0 5 ; Cristo d a d moderna 9 2 2 - 2 3 ; muchas de sus es- V i d a e s p i r i t u a l : lop sacramentos son su cen-
t u d d e su resurrección 193; doble fina- tructuras se encuentran en situación d e ¡
lidad: cultual y salvífica 300; tres modos es el modelo y maestro único 754; p o r t r o y siempre tienen sentido comunitario
m e d i o del bautismo le imitamos óntica y pecado y deben ser saneadas moralmente 7 8 2 ; proceso histórico d e la espiritualidad
diferentes como los sacramentos se orde- por los seglares cristianos 702; la utilidad
n a n al culto 299; los siete sacramentos: vitalmente 7 5 5 ; y esto reclama u n a imita- d e la Iglesia: a) L a primitiva comunidad
ción psicológica y externa 756; por medio social d e la vida religiosa, contemplativa cristiana centrada e n Cristo 738. b) El in-
a) Concepto d e su carácter sacramental o activa 877-80.
4 1 1 . b) Son signo y causa d e algo sagra- d e la caridad y las virtudes 756; q u e , flujo d e la m e n t a l i d a d neoplatónica 739.
c o m o consecuencia del pecado, tiene q u e S u b s i d i a r i e d a d : el principio de subsidiarie- c) El monacato 74o. d) Formalismo y
do 412. c) N o son signos naturales ni d a d aplicado a las actividades del clero y
m e r a m e n t e artificiales 412. d) Su eficacia ser ascética y basarse en la pobreza d e maravillosismo medievales 741. e) El indi-
corazón 757; los i n s t r u m e n t o s santificado- los seglares en la Iglesia 717. vidualismo renacentista 743. / ; Renova-
n o d e p e n d e d e quien los recibe, sino de
u n acto eficaz de Cristo 413. e) Su efecto res d e la Iglesia 747; se fomenta especial- ción m o d e r n a 743. Cf. S a n t i d a d .
es d o b l e : carácter y gracia santificante 413. m e n t e practicando los consejos evangéli- V i d a religiosa: la v. r. como encarnación
f) L o s q u e confieren carácter suponen una cos 788-96; los medios para cultivar la d e las diversas facetas d e la vida apostóli-
participación del sacerdocio d e Cristo 414; caridad 782-84; la santidad p o r medio del 1 e o l o g í a : problemas metodológicos de la c a d e Cristo 8 4 9 ; la vida religiosa como
naturaleza del carácter sacramental 280; trabajo 773 ; y a través del dolor en c o m u - eclesiología r54 165; teología bíblica en t a l n o es esencial a la Iglesia, pertenece
carácter, sacrificio y sacerdocio 4 1 5 ; la nión con la cruz d e Cristo 7 7 5 ; valor san- t o r n o a una eclesiología trinitaria 155-57; a sus aspectos jurídicos 7 2 5 ; valor eclesial
sacramentalidad en la economía cristia- tificador de las actividades profanas 695; teología patrística 157-59; tratamiento d e la vida contemplativa 8 7 8 ; eucaristía
na 407SS; la sacramentalidad es d e origen el h u m a n i s m o d e v o t o : una santidad espe- fragmentario d e los teólogos m o d e r n o s
cífica para el seglar 6 2 3 ; mediante el ejer- y vida religiosa 8 4 8 .
divino, por eso no se p u e d e n suprimir o 160-65; el enfoque teológico y el jurídico Doctrina del Concilio:
alterar los cuadros sacramentales prefija- cicio de su profesión 624 672; lo especí-
de la realidad d e la Iglesia 437; la teología - 1 . Origen divine} de los consejos evangéli-
dos por Cristo 3 0 1 ; sacerdocio cristiano fico de la espiritualidad seglar: b ú s q u e d a
d e Dios a través del m u n d o 646 666ss; mariana y el Concilio 9 4 5 ; directrices con- cos y desarrollo eflesial de la vida religiosa:
y sacramentos 300-301; el sacerdocio se ciliares para la investigación mariológica a) Enfoque del p r o b l e m a desde una p e r s -
actualiza a través d e los sacramentos y d e el deber de santificarse de los obispos 764-
66; d e los presbíteros 768-69; d e todos 1072; mariología actual: el eclesiotipismo pectiva escatológiica 803. b) Los consejos
las virtudes 298; diferencia d e la eucaris- mariológico 1035; enfoque teológico de la evangélicos, d o n (divino: doctrina del N u e -
tía del resto d e los sacramentos 304; son los demás clérigos 7 7 0 ; la santidad en el
estado matrimonial 313 7 7 2 ; y en el d e restauración del diaconado 568; cristo- v o T e s t a m e n t o $obre la virginidad 8 0 5 ;
el centro de la vida espiritual y siempre centrismo d e la teología sacerdotal 272SS;
viudez o celibato 7 7 3 ; el oficio d e santi- c o m o d o n misericCordioso de Dios 806; la
tienen sentido comunitario 782; funciones problemas planteados por la doctrina so-
sacramentales ejercidas p o r seglares 6 8 8 ; ficar de los o b i s p o s : es su función p r i - p o b r e z a en el ejeimplo y la predicación d e
mordial q u e se ejerce mediante la oración, b r e el sacerdocio d e los fieles 267-72 294; C r i s t o 807; y la p r á c t i c a d e la Iglesia apos-
el sacramento d e la encarnación d e C r i s -
el trabajo y los sacramentos y exige d e el cultivo de la teología por los seglares t ó l i c a 8 0 8 ; la acítitud d e obediencia, ca-
to 407; la Iglesia como sacramento, en
cuanto unión de u n principio activo so- ellos un testimonio ejemplar d e santidad 649 682; deben conocerla los seglares para racterística del m<esianismo de Cristo 809.
brenatural y otro material y visible 221 personal 532-39; plenitud d e santidad y el cumplimiento d e su misión profética c) L o s consejos evangélicos son dones
236 407; como sacramento de la unidad carencia d e toda culpa en M a r í a 9 5 5 ; 689. c o n c e d i d o s por D i o s a su Iglesia para su
escatológica d e los h o m b r e s e n t r e sí y manifestación histórica de la santidad d e T e s t i m o n i o : la realidad sacramental d e la santificación por el Espíritu Santo 810.
con Dios 902SS; el colegio episcopal como los cristianos 749. Iglesia y el testimonio ante el mundo m o - d) L a santidad dle la Iglesia es una 812;
d e r n o 922-23 ; valor profético del testimo- p e r o se realiza e«i diversos grados 8 1 3 ; a
nio d e vida del pueblo cristiano 253; va- c a d a u n o d e los cuales corresponde una
lor sacramental del testimonio de vida d e ' v o c a c i ó n especial 815- e) L a vocación re-
1124 Índice de materias
ligiosa es u n a vocación específica a la san- compensadas sobrenaturalmente, d e lo
tidad, distinta de la vocación del simple contrario los religiosos serían personas dis-
cristiano 815; pues a u n q u e ésta pertenece minuidas h u m a n a m e n t e 854. c) N o obs-
a la vida y misión salvífica d e la Iglesia tante, la profesión d e los consejos evan-
por el bautismo 816; aquélla agrega a este gélicos no es i m p e d i m e n t o para el verda-
título universal u n a consagración especial dero perfeccionamiento d e la persona h u -
q u e se extiende incluso a las estructuras mana 856; con tal de q u e se observen
temporales 817. f) Desarrollo d e la p r o - dos condiciones: vocación divina perso-
fesión de los consejos evangélicos: tal p r o - nal, ya q u e la consagración religiosa sólo
fesión es u n d o n carismático q u e se da a p u e d e abrazarse como u n d o n especial de
los simples fieles 820; d e aquí q u e apa- Dios 857; y la aceptación voluntaria d e
rezca en la Iglesia como simple iniciativa dicha vocación como corresponde al ca-
privada 8 2 1 ; y posteriormente evolucio- rácter voluntario de los consejos 858; por
nase hacia la agrupación en familias (ce- ello, la vocación religiosa, siendo renuncia
nobios) 8 2 1 ; q u e ofrecen a sus miembros de libertad, no se concibe sino como ex-
mayor estabilidad, u n a doctrina espiritual presión continua d e esa misma libertad
experimentada, la unión fraterna y una 859.' y la legislación eclesiástica exige la
libertad mejorada por la obediencia 822. plena y absoluta libertad d e la profesión
•—2. Valores de la profesión de las consejos religiosa 860, d) Antes al contrario, la
evangélicos: a) Los votos, sustancia del profesión d e los consejos posee virtuali-
estado religioso 8 2 5 ; su razón de ser es dades perfectivas de la persona h u m a n a :
la entrega total a Dios a semejanza del contribuye a la purificación del corazón
martirio 826; y poseen u n sentido cultual 8 6 1 ; superando los impedimentos deriva-
827; q u e tiene como móvil la caridad para dos del pecado original 862; y eliminando
con Dios 828. b) El bautismo, fundamen- la servidumbre del afecto desordenado a
t o de la consagración religiosa 829; ésta los bienes temporales 8 6 3 ; con lo cual
n o constituye u n sacramento especial, facilita el amor divino en cuanto somete
pero lleva la virtualidad bautismal a sus a su dominio toda afectividad h u m a n a 863.
máximas consecuencias y está orientada al e) Contribuye igualmente a la libertad del ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE VOLUMEN DE «COMEN-
misterio eucarístico 830. c) M e t a de la espíritu frente a la libertad d e la carne, TARIOS A LA CONSTITUCIÓN SOBRE LA IGLESIA»,
oblación por los votos religiosos; el fervor con lo q u e se perfecciona la personalidad Í>E LA BIBLÍOTECA DE AUTORAS CRISTIA-
d e la caridad y la perfección del culto di- 864; incluso en el caso del voto d e obe-
vino 83 r ; consagración más íntima al cul- diencia 8óó; q u e , si bien reduce liberta- NOS, EL DÍA 6 DE ABRIL DE 1 9 6 6 , VI-
t o d e Dios 8 3 2 ; c o m o expresión d e la des, perfecciona y corrobora la libertad GILIA DE J U E V E S SANTO, EN LOS
unión d e la Iglesia-esposa a Cristo-esposo 867- f) Excita continuamente el fervor d e TALLERES DE LA EDITORIAL
833. d) Aspectos d e la vida religiosa: as- la caridad 8 6 8 ; facilitando la frecuencia y
pecto teológico: teocentrismo d e la vida promoviendo la intensidad d e sus actos CATÓLICA, S. A., MA-
religiosa p o r medio d e las virtudes teolo- amativos 869, g) Asemeja singularmente T E O INURRIA, 1 5 ,
gales 834; aspecto santificador 8 3 5 ; as- a Cristo, prototipo de la perfección h u - MADRID
pecto eclesial: la vida religiosa reflejo d e m a n a 870. hj Conforma más la vida del
la Iglesia como unión d e miembros e n t r e cristiano a la d e María, q u e abrazó la vida
sí y con su Cabeza, sociedad comunitaria d e virginidad, pobreza y obediencia como
y familiar, comunidad d e culto y expre- exigencias d e su absoluta consagración a LAUS DEO VIRG1N1QUB MATRI
sión vital d e virginidad, pobreza y obe- Dios 872; d e suerte q u e , mediante su
diencia 836; aspecto apostólico, con valor maternidad, ejemplariza la consagración
santificador y redentivo, mediante la ora- religiosa 874, i) L a virtualidad ennoble-
ción y la acción 838; aspecto escatológico cedora de la vida religiosa se c o m p r u e b a
y d e signo: la tensión escatológica de la con el ejemplo d e los santos fundadores
Iglesia y la práctica d e los consejos evan- S76. 3} Ventajas sociales d e la vida reli-
gélicos 840; la santidad de la Iglesia sig- giosa: la acusación de antisocialidad 877;
nificada y realizada en la vida religiosa utilidad social de los religiosos contem-
8 4 1 ; valor apologético de la vida religio- plativos 8 7 8 ; los servicios a la sociedad
sa 842. d e los religiosos activos 880.
— 3 . Reglamentación eclesial de la vida reli- Virginidad: doctrina del N u e v o T e s t a m e n -
giosa: a) El religioso está al servicio de la to 805 ; la virginidad c o m o d o n misericor-
Iglesia, lo cual explica la solicitud de ésta dioso d e Dios 806; su aprecio en la tradi-
p o r él 844. b) El origen divino del estado ción eclesial d e todos los tiempos 79 r ; la
religioso radica en la Iglesia 845. c) L a virginidad d e M a r í a 872 963 1038 1063;
jerarquía muestra su solicitud para con el la virginidad d e la Iglesia 1040.
estado religioso ejerciendo su magisterio, Virtudes: teocentrismo d e la vida cristiana
su gobierno pastoral y su poder santifica- por medio d e las virtudes teologales 834;
dor 846. los sacramentos y las virtudes son las vías
•—4. Ventajas personales y sociales de las d e actualización del sacerdocio 298; el va-
renuncias evangélicas: a) Incomprensibi- lor salvífico d e las virtudes de Cristo y de
lidad d e estas renuncias d e s d e el plano María r o i ó ; la familia cristiana como t e s -
p u r a m e n t e racional y naturalista 850. timonio de las virtudes teologales y cardi-
b) L a profesión d e los consejos evangéli- nales 687.
cos lleva consigo la renuncia de bienes V o c a c i ó n : significado del t é r m i n o 6 8 5 ; n e -
q u e indudablemente h a n d e ser tenidos cesidad imprescindible d e u n llamamien-
en gran estimación 8 5 1 ; especialmente, t o divino para la vida religiosa 857.
la virginidad exige u n conocimiento ade- V o l u n t a d d e D i o s : el cumplimiento efecti-
cuado d e los bienes a q u e se renuncia 853; vo d e la voluntad d e D i o s c o m o santidad
las renuncias y privaciones han de estar j a ejemplo d e C r i s t o 783 809.

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