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En defensa del sentido común, el menos común de los sentidos

Podemos y PSOE muestran una vez más su complicidad criminal con la dictadura asesina de Maduro y el
narcotráfico en Centroamérica: se niegan a reconocer al presidente y al parlamento elegidos
democráticamente en las urnas y piden diálogo con el dictador.

¿Con Pinochet pedirían diálogo también?

Podemos, nuestros propios aspirantes a genocidas, y Sánchez, que como Maduro, se agarra al poder sin
haber sido elegido, investido por un parlamento de etarras con bozal y catalo-nazis supremacistas; son
ominosamente coherentes defienden aquello en lo que aspiran a convertirse.

¿Con qué autoridad moral pueden pontificar contra partidos políticos que, no solo no han matado
nunca ni pedido nunca la ruptura del orden constitucional o rebelado contra un resultado electoral
desfavorable , sino que, muy al contrario, han sido víctimas del terrorismo o han sufrido los ataques de
quienes no creen en la democracia ni en las libertades civiles?

La complicidad de los medios de comunicación, sostenidos por grupos millonarios enemigos del estado
como el de Roures o PRISA, una infraestructura normativa totalmente ilegal -creada por el PSOE y
corregida y aumentada por el PP- y por una gavilla de periodistas sectarios sin el menor escrúpulo ni
profesionalidad, han contribuido a esparcir una serie de eslóganes y pseudo-verdades que el gran
público acaba aceptando por saturación, sin masticarlas ni digerirlas. Nunca fue más certera la expresión
"políticamente correcto" porque lo correcto se ha vuelto aquello que conviene a algunos políticos. Sobre
todo los que menos apoyo polular han obtenido en las urnas.

La democracia española se ha "mediatizado", se ha convertido en rehén de los medios de comunicación


que, al dictado de unos pocos, deciden quiénes tienen derecho a gobernar, independientemente de que
hayan sido o no elegidos por el pueblo soberano.

Para vergüenza de cualquiera que se considere, aunque sea vagamente, progresista, la izquierda en
nuestro país ha desembocado en la gran palanganera de opulentos emporios de prensa, radio y
televisión, terroristas legalizados, separatistas con vocación de terroristas y un cúmulo multiforme de
ONG's que nos promenten salvar a todo el mundo en todas partes -excepto a nosotros - mientras hacen
caja con subvenciones, fondos de la UE y las donaciones de miles de ingenuos.

Vagan por todas partes, unos como animales de tiro, ciegos y sordos a todo lo que no sean sus propias
consignas, otros, tirando de cinismo para justificar su opulencia de nuevo cuño y su tren de vida,
mientras lanzan invectivas contra los ricos y derraman lágrimas de cocodrilo por la miseria que utilizan
como pancarta.

Rechazan hasta el más mínimo concepto de España, ya sea artístico, histórico o cultural, pero se
aprovechan hipócritamente de todas las ventajas de ser españoles. El riquísimo patrimonio cultural
español que podría vertebrar un orgullo nacional queda reducido a un tópico, y Sorolla, Murillo,
Velázquez, El Greco, Goya, Cervantes, Calderón, Falla, Albéniz, Granados y tantos y tantos que nos
granjean la admiración internacional se covierten en anécdotas regionales. Todas las comunidades
autónomas tienen derecho a ensalzar y a promocionar a sus glorias locales -muchad de las cuales no
pasan del la categoría de catetos, cuando no de criminales convictos-. España no. Alentar la cultura
española no es "cool".

Así, la nación más antigua de Europa se transforma en una especie de conglomerado sin nombre más
joven aún que los EEUU. Si se me permite acuñar un sustantivo, en su "lerditud" se empeñan en ignorar
lo que todos los enemigos de esta nación -ingleses, franceses, holandeses- sabían bien hace cinco siglos,
cuando hablaban de los "españoles". No de los vascos, ni de los catalanes, ni de los gallegos, ni de los
andaluces.

Y cuando las tropas de Carlos V entran en Roma para meter en cintura a los Papas, su grito de guerra es
"¡España!". Claro que, para saber estas cosas, es menester estudiar. Que es precisamente lo que esta
izquierda ágrafa y venal trata de impedir a toda costa con sus leyes educativas. Cuanto más bajo sea el
nivel educativo y más se parezcan los colegios a parques de atracciones, mejor. Un votante inculto es un
votante fácil.

Ellos lo tienen muy claro.

Somos nosotros los que debemos aclarar nuestras ideas.

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