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TEORÍAS EXPLICATIVAS DE LAS DISPARIDADES ECONÓMICAS

ESPACIALES.

Teorías de la divergencia regional.

Teoría del centro-periferia.

La teoría del centro-periferia, teoría de la dependencia o del intercambio


desigual es “una versión ampliada de la tesis de la causalidad
acumulativa” (Richardson, 1986, pág. 117), y establece la estructura
jerárquica de las regiones/países, define las diferencias entre el centro y
la periferia (las actividades más avanzadas se concentran en el centro, el
ambiente cultural es más favorable en el centro, la demanda creciente de
exportaciones es propia del centro y los rendimientos crecientes
duraderos en el tiempo son patrimonio del centro; sin embargo, las
oportunidades de beneficio no son percibidas ni utilizadas en la periferia,
que a su vez es incapaz de adaptarse por falta de mano de obra y de
capital (Aydalot, 1985, págs. 147-148)), establece una relación de
dominación del centro (por su capacidad de innovación tecnológica e
institucional) sobre la periferia (no apta a la innovación), y concluye que
las disparidades regionales tienen su causa tanto en las relaciones
interregionales como en la dinámica interna de la periferia, incapaz de
generar una dinámica propia de desarrollo (Prebisch, 1949; Friedman,
1972; Lipietz, 1990).

La relación centro-periferia viene dado por un sistema colonial en el que


los recursos (trabajo, capital, materias primas y bienes intermedios)
fluyen de la periferia al centro, y en el que la tasa y la pauta de desarrollo
de la periferia están controladas por el centro con el fin de lograr sus
objetivos económicos, políticos y sociales (Richardson, 1986, pág. 117),
teniendo en cuenta que las regiones centro son subsistemas de la
sociedad organizados sobre una base territorial que tienen una gran
capacidad para generar y absorber cambios innovadores; mientras que
las regiones periféricas son subsistemas cuya senda de desarrollo está
determinada fundamentalmente por las instituciones de la región centro,
con respecto a la cual se encuentran en una relación básica de
dependencia (Friedman, 1973, pág. 67).

El argumento de esta teoría está basado en la idea de que la periferia


constituye, en sí misma, un obstáculo para el crecimiento regional, ya
que hace difícil acceder a los mercados de inputs, a los mercados de
productos, a la información y a los activos innovadores. Si se identifica un
centro dentro de un sistema interregional, la distancia al mismo supondrá
mayores costes y menores rentas. La contrastación de esta hipótesis se
encontrará sujeta a las tendencias opuestas de
concentración/descentralización que se produzcan en dicho territorio,
además de al azar.

Por lo anterior, la bipolaridad centro-periferia se produce en un doble


sentido. En un primer lugar, en la diferencia de renta per cápita, que
tiende a crecer en el centro más que la productividad del trabajo, ya que
se beneficia de parte de los aumentos de productividad verificados en la
periferia, mientras que la renta per cápita de la periferia tiende a crecer
menos que la productividad, puesto que transfiere parte de los
incrementos de productividad a los centros. Y en segundo lugar, en la
diferenciación de sus estructuras productivas y económicas que tiende a
perdurar o, si se quiere, a reproducirse bajo nuevas modalidades (Hounie
et. al., 1999).

Estructura centro–periferia
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La dualidad centro-periferia hace referencia a una división de ciertos sistemas económicos y
políticos que identifica a la escuela económica desarrollista o estructuralista, así como la teoría
de la dependencia y el realismo periférico.1 Está directamente relacionada con la
dualidad industria-agricultura y su distribución mundial de acuerdo a determinados sistemas
de división internacional del trabajo.
El término centro-periferia ha sido particularmente utilizado para referirse a las desigualdades
sociales y económicas y su desigual distribución espacial, especialmente en el ámbito
mundial, hablándose en este sentido de países centrales y países periféricos, con significado
similar a otras divisiones de uso habitual, como norte-sur, mundo desarrollado-subdesarrollado
y primer mundo-tercer mundo.

Origen[editar]
Los primeros antecedentes de utilización de la dualidad de un centro-periferia en los procesos
económicos pueden encontrarse en los trabajos del rumano Mihail Manoilescu, el chileno-
alemán Ernest Wagemann y el ingeniero en economía Viggo Axel Poulsen. Pero fueron los
economistas latinoamericanos de la CEPAL, entre los que se destacaron el argentino Raúl
Prebisch y el brasileño Celso Furtado los que, luego de la Segunda Guerra Mundial,
desarrollaron sistemáticamente la noción de una dualidad centro-periferia, para describir un
orden económico mundial integrado por un centro industrial y hegemónico que establece
transacciones económicas desiguales con una periferia agrícola y subordinada. La relación
desigual centro-periferia es el obstáculo principal para el desarrollo. El fruto de la humanidad
de las economías ubicadas en la periferia y la industrialización de las mismas es el único
modo de convertirse en sociedades desarrolladas. la semiperiferia se refiere a la interacción
de los límites de una población, con el inicio de otra es decir pequeñas poblaciones que con el
paso del tiempo se convierten en una nueva ciudad.
El concepto fue también independientemente establecido y desarrollado en gran detalle a
escala planetaria en el modelo de sistema-mundo de Immanuel Wallerstein y utilizado en la
teoría crítica de los ciclos económicos de Giovanni Arrighi.
El pensamiento económico latinoamericano fue el que propuso con más fuerza la IDH de una
relación centro-periferia dentro de la economía mundial como explicación a la desigualdad
económica entre los países. El economista argentino Raúl Prebisch fue principal proponente
de la visión que planteaba que la economía mundial se nombraba en una relación entre un
centro desarrollado y una periferia subdesarrollada. El centro desarrollado (industrializado)
lograba aumentar sus tasas de productividad a un nivel mayor y más rápido que la periferia
subdesarrollada (agropecuaria y minera), llevando ello a un deterioro de los términos de
intercambio o a un sistema comercial en el cual los precios reales de los productos primarios
de los países de la periferia se deterioraban frente a los de los productos de los países del
centro. Este deterioro secular de los términos de intercambio se le atribuía al incremento
rápido de la productividad en los países desarrollados mediante la innovación tecnológica que
caracterizaba al sector industrial y a la disponibilidad de productos sustitutos naturales o
artificiales de los productos primarios de la periferia.

Raúl Prebisch y los desafíos del


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Desarrollo y desigualdad
La identificación de la visión sobre la desigualdad en la obra de Prebisch no resulta tarea
sencilla, por diversos motivos. Por una parte, los múltiples aportes de Prebisch en relación con
el desarrollo latinoamericano se integran en una visión totalizadora, que abarca el
funcionamiento del sistema económico en su conjunto. Dentro de esa globalidad de
pensamiento, la visión específica de la problemática de la desigualdad parece desdibujarse, y
se requiere un análisis detallado para su identificación. Por otra parte, como él mismo ha
reconocido, su pensamiento sobre el desarrollo ha atravesado por distintas etapas y ha sufrido
modificaciones a lo largo del tiempo, reflejo de su condición de pensador teórico y a su vez
consustanciado con la realidad económica.
Puede señalarse que en los trabajos de los 50 las menciones a la desigualdad se ubican en el
contexto de las diferencias en productividades sectoriales asociadas con el concepto de
heterogeneidad estructural, y fundamentalmente a la desigualdad entre países. En esta etapa,
Prebisch responde a las corrientes generales del pensamiento que estudia principalmente el
problema de la distribución del ingreso como resultado de las transformaciones sectoriales en
la economía. El aporte de Prebisch en este sentido estuvo en el énfasis en las relaciones centro-
periferia y en la desigualdad que se generaba y reproducía a nivel internacional por los
diferentes patrones de especialización productiva. La desigualdad dentro de América Latina
estaba implícita en el concepto de dualidad y heterogeneidad estructural. En esta etapa también
aborda la distribución funcional del ingreso, lo que, por otra parte, va en línea con los modelos
de crecimiento económico del tipo de Harrod y Domar, de inspiración keynesiana, que se
enfocan en las necesidades de equilibrio entre los componentes de la demanda: consumo e
inversión, asociados a las ganancias y los salarios. Pero el énfasis de Prebisch, a diferencia de
Keynes, estaba en las restricciones de la balanza de pagos al crecimiento, por lo que las
políticas keynesianas de expansión de la demanda en momentos de crisis de la balanza
comercial, no harían más que profundizar los desequilibrios externos, si no se acompañaban de
cambios estructurales.
En la década siguiente puede detectarse un cambio en la concepción. Si bien la desigualdad
sigue percibiéndose como resultado de una herencia histórica y de la reproducción del patrón
de especialización productiva e inserción internacional, que solo puede superarse a partir de la
transformación productiva, en particular la industrialización, adquiere creciente peso la
consideración de los factores domésticos de las sociedades latinoamericanas como bloqueos
al cambio. Ya no solo se considera las determinantes externas, sino que desde un enfoque de
economía política se abordan las políticas redistributivas de activos como un paso indispensable
para poder cambiar la inserción internacional: aparecen las referencias a la reforma agraria, a
las formas de consumo suntuario de las clases altas que acentúan las presiones al deterioro de
la balanza de pagos, el estudio de las formas de comercialización y de muchas otras esferas
sociales.
La mayor importancia asignada a la temática se traduce en una precisa caracterización de la
estructura social de la región como altamente desigual en términos de riqueza y de ingresos.
Esta estructura social se concibe como un obstáculo para el crecimiento económico, y debe
modificarse como paso previo al logro del crecimiento económico sostenido. Esta estructura
entorpece la movilidad social, entendida como el ascenso de los hombres con iniciativa y empuje
y constituye un desincentivo a la actividad económica. Nuevamente resulta fundamental la idea
de que el privilegio distributivo no se ha traducido en un fuerte ritmo de acumulación de capital,
sino en exagerado consumo de los estratos superiores en relación con la precaria existencia de
las masas populares. En esta línea, que sigue basándose en una concepción clásica de la
desigualdad de ingresos como potencial incentivo para el crecimiento económico, la política
redistributiva adecuada consistiría básicamente en la compresión del consumo de los grupos
privilegiados, para que se tradujera en un continuo acrecentamiento de la acumulación de
capital y posteriormente, el incremento de ingresos de toda la población. Esa igualación del
consumo de la población (no necesariamente del ingreso), conduciría a la elevación del nivel
de vida de las masas y a la mayor igualdad de ingresos a la larga, en lo que Prebisch denomina
un concepto dinámico de redistribución. La redistribución inicial del ingreso, dados los bajos
niveles de ingreso prevalecientes en la región, no constituye un camino, sino que el desafío está
en la contradicción entre la notoria insuficiencia de la acumulación de capital exigida por la
tecnología moderna y el exagerado consumo de los grupos de altos ingresos. Se hace necesaria
por ello la cooperación exterior.
En los 70 aparece la visión más moderna de desigualdad, o más vinculada a lo que hoy se
entiende por desigualdad, asociada a la estratificación socio-económica. En la obra de los 80,
mientras tanto, sus escritos critican los cambios en la orientación de las políticas económicas
en la región, y anticipan importantes consecuencias no ya en términos de desigualdad, sino de
marginalización y exclusión social. Al mismo tiempo, Prebisch otorga en sus últimos escritos
cada vez mayor importancia a los elementos de economía política, llegando a afirmar: “Pero
detrás del mercado, así como en el desenvolvimiento del Estado, están las relaciones de poder
que configuran las grandes líneas de la distribución” (Capitalismo Periférico, p.91)
Hoy, cuando el problema de la desigualdad en América Latina y el Caribe sigue un desafío
urgente, se refuerzan ciertas líneas de continuidad con los recientes documentos de periodo de
sesiones de CEPAL, La hora de la igualdad y Cambio Estructural para la Igualdad, siendo la
más importante la conciencia que el problema de la desigualdad económica y social no puede
ser abordado sólo desde las medidas redistributivas, sino que debe insertarse en una estrategia
de desarrollo amplia, que considere la inserción internacional, el modelo productivo, y las
relaciones sociales subyacentes.

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