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Trabajar en equipo

Escrito por Andrés Southall en 26 Julio 2016. Publicado en Mensajes bíblicos

Hoy en día, este


término se emplea a menudo en el contexto profesional, para destacar la
importancia de que los trabajadores de una empresa unan sus esfuerzos por
el bien de la misma. Pero, ¿con qué frecuencia oímos aplicarse el mismo
término al funcionamiento de las iglesias locales? ¿Pensamos que no importa
mucho el que trabajen en equipo los miembros de una iglesia, siempre y
cuando el pastor está cumpliendo con sus responsabilidades? Sin embargo,
estoy convencido de que Dios les envía Su bendición a los creyentes que
practican la costumbre de trabajar juntos para la causa de Su reino.
Aunque es verdad que todos los miembros de una iglesia local deberían
funcionar como si fueran un equipo, edificándose los unos a los otros
mediante sus hechos y palabras, pienso que el principio del trabajo conjunto
debe tener su mayor eficacia al nivel de los ministerios que existen dentro
del pueblo de Dios. En la Biblia, el primer ejemplo de esto es el “equipo de
jueces” que Moisés nombró para ayudarle en el trabajo de solucionar
problemas de convivencia que surgían entre los israelitas (véase el capítulo
18 del libro de Éxodo). Pero es en el Nuevo Testamento donde vemos que se
aplica más este principio. Por ejemplo, la iglesia de Jerusalén fue la pionera
de la idea de que cada iglesia local tuviera un “equipo de diáconos” (Hechos,
cap.6). Más tarde, la iglesia de Antioquía, guiada por el Espíritu Santo, puso
en marcha un “equipo de misioneros” (Hechos, cap.13), que empezó con sólo
dos personas (Pablo y Bernabé), pero que creció numéricamente con el paso
del tiempo. Dentro de las iglesias locales del comienzo del siglo veintiuno,
no es extraño que haya una diversidad de equipos cuyos componentes están
dedicados a ministerios concretos. Quiero decir, que una iglesia puede
disponer de un “equipo de predicadores”, un “equipo de maestros y maestras
de los niños y jóvenes”, un “equipo (o grupo) de alabanza”, etc. Algunas
iglesias tienen incluso un “equipo de oración” que está dedicado a atender
de una manera especial a las personas que sienten la necesidad de compartir
sus cargas con alguien.
La existencia de estos “equipos ministeriales” es el resultado del hecho de
que algunos creyentes se han dado cuenta de los dones que han recibido de
Dios, y han querido que se utilicen para el crecimiento y la bendición de su
iglesia local, en colaboración con otros hermanos. Ahora bien, el enfoque
cristiano del principio del trabajo de equipo incluye unos puntos claves. En
primer lugar, todo equipo ministerial debe tener, como objetivo común de
sus componentes, la gloria del Señor Jesucristo, puesto que el trabajo se
realiza bajo Su autoridad. En segundo lugar, la relación entre las personas
que pertenecen a un equipo debe ser siempre armoniosa e inspirada por el
amor de Cristo; dicho de otra manera, no caben las rivalidades personales, ni
el deseo que puede tener alguno de los componentes de intentar que los
demás le reconozcan como el “líder” del grupo, aunque tenga más
conocimientos y experiencia que ellos. Y en tercer lugar, el equipo debe estar
abierto a la posibilidad de que entren personas nuevas, y preparado para la
baja de personas que llevan algún tiempo trabajando en él pero que, por el
motivo que sea, no pueden seguir perteneciendo a él.
Se podrán decir más cosas acerca de estos puntos y otros que puedan
corresponder a este tema. No obstante, terminaré planteándole una pregunta
al lector de este artículo: ¿hasta qué punto estás involucrado en algún
“trabajo de equipo” que sirva para que el reino de Dios se dé a conocer en
este lugar?

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