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DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL EN VENEZUELA

LOS ÚLTIMOS CUARENTA AÑOS

“El capitalismo, el modelo de desarrollo destructivo, está acabando con la vida,


amenaza con acabar definitivamente con la especie humana”
Comandante Hugo Chávez

El Comandante Hugo Chávez Frías, el 30 de agosto de 1992, en la cárcel de


Yare, durante la primera entrevista realizada por el periodista José Vicente Rangel
tras los sucesos del 4 de febrero, declaró, ante una pregunta de su entrevistador “…
una situación tiene dos niveles de análisis, un nivel superficial, el nivel fenoménico,
allí dónde se observan los hechos, los fenómenos - valga la redundancia -, y un
nivel genosituacional, en el cual existen las estructuras ocultas de la situación”.

Esto orienta a ver cualquier situación, de cualquier índole, desde dos


perspectivas analíticas, la primera, que es la que se observa a simple vista, donde
los testigos alimentan de actos su inventario personal, la que la gente de a pie mira
de un primer vistazo y luego decide asignarle el tratamiento moral que más le
convenga. Hablando en términos históricos, es mirar los hechos en caliente y ser
actor directo o indirecto de esos momentos. Sin embargo, el segundo nivel, el
genosituacional, evidencia, tras la búsqueda, investigación y caracterización de
esos hechos, sus causas más profundas y los motivos que llevaron a sus actores a
su comisión y en consecuencia, a influenciar en la historia misma, al nivel pertinente
y propicio para ellos.

En el caso de la historia contemporánea de Venezuela, muchas aguas han


corrido, específicamente durante las últimas cuatro décadas, donde los hechos
políticos y sus consecuencias económicas evidentes han sentado las bases de una
historia contemporánea llena de altibajos, fluctuaciones y períodos de vacas flacas
y vacas gordas. Ahora bien, se hace necesario el estudio de las causas que
promovieron estos hechos, para adentrarnos en el nivel genosituacional, donde el
motor de la historia es develado, mediante el análisis comparativo, cualitativo y
cuantitativo, tras una revisión documental exhaustiva y basada en las evidencias
aportadas por distintos actores, directos o indirectos.

Se debe destacar la importancia del juego relacional entre el crecimiento


económico, la ejecución de políticas fiscales y el desarrollo social, donde el
crecimiento económico es el vehículo principal del cumplimiento de los objetivos
sociales y que sirven de base de su sostenibilidad y como motor del bienestar
colectivo, en los ámbitos sociales como salud, educación, empleo, seguridad y
alimentación y como componentes claves de las políticas destinadas a garantizar la
sostenibilidad del crecimiento económico a largo plazo.

Es necesario también, resaltar que en general, las transformaciones, aciertos y


desaciertos políticos venezolanos en los últimos 40 años han estado vinculadas
directa e indirectamente a la dinámica del negocio petrolero y a los vaivenes
financieros mundiales, marcando la pauta entre la relación del Estado con el capital.
Por eso, para poder comprender en toda su dimensión social, las razones del
desarrollo económico y social de Venezuela, es fundamental considerar los
esquemas o etapas de los modelos económicos implementado por la burguesía
venezolana en franca coalición con el imperialismo norteamericano y con los grupos
burgueses de poder financiero especulativo de Wall Street.

A finales de la década de los años setenta y principios de los ochenta, estos


grupos financieros diseñan un nuevo modelo económico mundial, denominado el
"Consenso de Washington", que en Venezuela, se pone en marcha en el Gobierno
de Luis Herrera Campins, (1979-1984), y que estaba basado en un conjunto de diez
fórmulas que constituían un paquete de estandarizado de reformas económicas
para los países en vías de desarrollo, de acuerdo con los designios de la Casa
Blanca, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento
del Tesoro de los Estados Unidos.

Estas fórmulas promovían, en concreto, aspectos como la estabilización


macroeconómica, la liberalización económica del comercio y la inversión, la
reducción progresiva del Estado y la desaparición de las instituciones públicas, y la
expansión de las fuerzas del mercado, dentro de la economía interna, bajo diez
reglas de juego específicas:

1. Una política fiscal agresiva, que evitara los déficits fiscales en contraste
con el Producto Interno Bruto.
2. Redefinición de los subsidios aportados por el Estado hacia puntos clave
del desarrollo.
3. Reforma y ampliación de la base tributaria y la adopción de modelos
impositivos directos, como el I.V.A.
4. Tasas de interés especulativas y definidas por el mercado.
5. Tipos de cambio variables.
6. Liberalización del comercio bajo un esquema de liberación general en
materia impositiva y la eliminación de restricciones comerciales.
7. Libre inversión extranjera.
8. Reducción y privatización de las empresas estatales.
9. Aplicación de políticas de desregulación, mediante la abolición de
regulaciones al mercado y la libre competencia.
10. Seguridad jurídica para los derechos de propiedad.

Estos diez puntos sirvieron de trampolín para una escalada neoliberal que
marcaría la pauta económica de los siguientes veinte años, donde bajo como una
letanía, toda una legión perversa de tecnócratas repetía sin cesar: Estabilizar,
privatizar y liberalizar, eco que resonaba en los oídos de los líderes políticos que
aconsejaban, quienes tomaban ese modelo en sus criterios de gobernabilidad. Esta
fue la política mundial que signó en Venezuela, su destino económico social y
económico durante ese período histórico.

El 18 de febrero de 1983, llamado “el Viernes Negro” el presidente de la


República, Luis Herrera Campins, decretó una serie de medidas de carácter
económico, como el control de cambio y restricción a la salida de divisas,
repercutiendo directamente en una abrupta e imparable devaluación del bolívar
frente al dólar estadounidense. Por tal motivo, esa política económica estuvo
basada en tres tipos de cambio, denominados como Régimen de Cambio Diferencial
(Recadi),

Esta situación fue influenciada por diversos factores de origen económico


mundial, como por ejemplo, la caída de los precios de petróleo, que generó que las
ganancias por concepto de renta petrolera cayeran de 19.300 millones de dólares
en 1981 a 13.500 millones en 1983 y que motivó al Gobierno nacional a buscar un
respiro financiero y es cuando entonces, por recomendaciones de los tecnócratas
de Wall Street, se tomaron estas decisiones de carácter gubernamental y que
repercutieron directamente en la economía nacional, en el encarecimiento de los
productos importados, impactando mayoritariamente a la industria nacional y a los
consumidores finales.

En nuestro país, tras años de aplicación, y al contrario de lo planificado por los


grandes “gurúes” de Wall Street, llegaron a convivir en simultáneo, la más ostentosa
riqueza, junto a la más miserable pobreza. Ese dualismo social y económico fue el
detonante de muchas luchas sociales, tal como ocurrió el día 27 de febrero de 1989,
cuando estalló en Guarenas, estado Miranda, una rebelión popular contra el llamado
“paquetazo”, medidas neoliberales recomendadas por el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y que fueron impuestas por el presidente de turno, Carlos Andrés
Pérez y que incluyeron aumento de pasaje, la liberación de precios de los productos
de primera necesidad, la privatización de muchas empresas del Estado, el
congelamiento de sueldos y salarios, y un mayor endeudamiento del país.

Esta explosión popular fue conocida inicialmente como “el sacudón” y


posteriormente como el “Caracazo”, desatando una serie de acciones de protesta
que incluyeron actos violentos como saqueos en supermercados y otros comercios
y que como pólvora, se extendieron a las principales ciudades del país.

A pesar de la explosión social, las medidas continuaron, repercutiendo en la


economía interna. Estos planes fueron afectados por las perturbaciones políticas de
1992 y 1993, las cuales determinaron un ambiente político inestable e incierto que
contribuyó notablemente al desencadenamiento de una crisis financiera en 1994.

La crisis bancaria que ocurrió en 1994, fue un proceso de insolvencia económica


que afectó aproximadamente al 30% de la banca privada y que produjo el cierre
financiero de muchas de esas entidades, como el Banco Latino, Banco de
Venezuela y el Banco Consolidado, provocando un colapso en el sistema bancario
nacional, haciéndose necesarios diversos aportes monetarios gubernamentales
hasta la nacionalización de algunos. Tras la crisis, los bancos Venezuela y
Consolidado fueron adquiridos por corporaciones financieras globales, tales como
el Grupo Santander de España y Corp. Group. de Chile, respectivamente.

Durante el gobierno del presidente Rafael Caldera, (1994-1999) se dieron una


serie de planes económicos basados en la llamada Agenda Venezuela, con el
propósito de combatir el nefasto escenario económico que dejó la crisis bancaria de
1994. Este plan consistió en la implementación de medidas económicas impuestas
por el FMI, a cambio de recibir préstamos de dicha institución.

Estas medidas implicaban una serie de beneplácitos para el sector extranjero y


que en nada beneficiaron en el mediano plazo a la economía nacional, sino que la
sumió en un terrible círculo de endeudamiento al país y afectó al sector de los
trabajadores con medidas como una reforma del régimen de prestaciones sociales
que era una trampa financiera y la llamada Apertura Petrolera, que devolvía el
control de la explotación petrolera a los grandes capitales mundiales y separaba al
Estado de este negocio, a través de la privatización de Petróleos de Venezuela
(PDVSA).

A la llegada del poder del comandante Hugo Chávez y el nacimiento de la


Revolución Bolivariana, estas políticas neoliberales son echadas por la borda,
naciendo un nuevo modelo económico que tenía como modelo la democratización
de la economía y la distribución equitativa de la riqueza nacional.

En sus primeros años de gobierno, Hugo Chávez desarrolló una política social
fundamentada en programas sociales inmediatos, de corte asistencialista y a pesar
de gobernar en un marco signado por fuertes tensiones políticas e importantes
restricciones económicas dejadas por la Cuarta República, por cuanto Chávez
recibió una situación económica sumamente compleja, con extremas restricciones
externas y fiscales. Las reservas internacionales, por ejemplo, habían descendido
cerca de 3.000 millones de dólares en 1999 y el déficit fiscal alcanzaba casi 4% del
Producto Interno Bruto.

Sin embargo, y para beneficio del pueblo, el aumento acelerado de la renta de


origen petrolero a partir de la recuperación de PDVSA tras los sucesos del Paro
Petrolero de 2002, permitió el desarrollo de macroprogramas sociales denominadas
“misiones”, que fueron implementados mediante dinámicas extrainstitucionales y
teniendo como meta, la articulación de estas misiones con una economía social,
sobre la base de nuevas formas de organización empresarial, como las cooperativas
y las empresas de producción social (EPS).

Esto permitió que el Comandante Chávez realizara una serie de inversiones que
dieron como fruto una serie de logros económicos y sociales como los programas
de ayuda social para disminuir la pobreza, la atención a la población con menos
recursos, la construcción de miles de viviendas, múltiples y formidables ayudas a
personas en condición de discapacidad, inmensas iniciativas en materia de salud,
monumentales obras de infraestructura y de transporte y vialidad, atención a las
personas de la tercera edad, entre muchas realizaciones.

En 2014, al fallecer el comandante Hugo Chávez, toma las riendas de la


Revolución Bolivariana, el presidente obrero Nicolás Maduro Moros, quien a pesar
de los embates imperialistas y con una renta petrolera disminuida, anunció desde
principios de su mandato, un programa de recuperación económica, que en 2018
fue puesto nuevamente en la palestra política y que trajo como fruto, la aparición de
ciertas medidas económicas como la adopción del Petro, la primera criptomoneda
diseñada exclusivamente para el fortalecimiento económico de un país y única con
un soporte económico real, basada en las reservas petroleras de Venezuela,
extensivas a otros recursos como el oro, diamantes y coltán,

También, decretó nuevas medidas económicas que incluyen la reducción de


cinco ceros al bolívar y la promoción de un nuevo cono monetario basado en el
“bolívar soberano”, la revisión del régimen cambiario y un plan para fortalecer las
reservas internacionales.

A pesar de los beneficios que la Revolución Bolivariana ha aportado al


desarrollo de la economía nacional, es necesario reflexionar el caso de Venezuela,
donde, desde otra perspectiva, se evidencia que un proyecto de cambio político,
económico e institucional que escoge la vía revolucionaria y la mayor suma de
felicidad posible para su pueblo como eje de su gestión, debe dejar de depender de
un recurso natural exportable, sino entonces, corre el terrible riesgo de terminar,
como en la Cuarta República, contando con la renta petrolera para su supervivencia.

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