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El gusto.

Agosto 2017 Aarhus

El sabio refranero español nos dice "...sobre gustos no hay nada escrito" Al pie de
la letra, este refrán podría no llevar razón pero si interpretamos el refrán como
una actitud de desconfianza ante el gusto como manera de vara de medir algo,
podríamos encontrar un interesante camino para reflexionar sobre qué es el gusto
y su utilidad.

El gusto como conjunto de preferencias está unido al juicio, si digo que algo o
alguien me gusta he hecho un juicio previo a la afirmación pero, ¿ese juicio se
mantendrá permanentemente?, ¿es justo crear juicios inamovibles?, pero sobre
todo, ¿es útil y real? Si entendemos que el objetivo a valorar está en continuo
movimiento, y en continua evolución, la respuesta es no. Nuestras ideas y los
procesos que ellas conllevan son sin lugar a dudas lo más voluble del ser humano.
Una persona que no desarrolla, evoluciona y cambia sus ideas es una persona
intelectual y emocionalmente muerta.

En infinidad de ocasiones tenemos el placer o el dolor de recibir opiniones a


cerca de lo que somos y/o de lo que hacemos y la mayoría de las veces son
contradictorias, lo que a uno le gusta para otro es objeto de molestia, pero incluso
muchas veces eres objeto de deseo de alguien y en un abrir y cerrar de ojos te
conivertes en su ser más odiado. ¿Cómo podemos interpretar ese cambio de
parecer? ¿Somos buenos o somos malos? Efectivamente podemos ser en un
instante las dos cosas infinidad de veces.

La idea artística es fruto de miles de decisiones a corto, medio y largo plazo y


todo a la vez, esto nos lleva a generar conclusiones que unas veces están a la
altura y otras a la altura del betún" y todo puede pasar en una centésima de
segundo, del más "iluminati" al más torpe en un abrir y cerrar de ojos. Entonces la
pregunta es, ¿de qué sirve enjuiciar una idea artística o un artista de manera
categórica? Absolutamente de nada. Si en lugar de categorizar una idea o un
artista de bueno o malo, pudiésemos decidir si te gusta o no solo esa acción, obra
o pensamiento concreto sin el peso del prejuicio, llegaríamos a resultados
tremendamente fiables y mucho menos dañinos, tanto para el que opina como
para el opinable. En ese caso podríamos valorar la idoneidad de la idea con
respecto al momento y entenderíamos que podríamos tener la clarividencia de
Beethoven o la torpeza de Leticia Sabater en milisegundos.

Esta idea nos llevaría a ser útiles en todo momento, sin crear un prejuicio o una
etiqueta que enturbie nuestro entendimiento. Atisbo que es tremendamente difícil
pero es cuestión de práctica y práctica continuada. Es un camino difícil pero es el
camino del sabio, del sabio indulgente y severo a la vez, del que sabe dar donde
duele cuando hace falta y el que abraza la idea cuando la encuentra
enriquecedora.
El beneficio es claramente inmenso. El que explora puede colocar sus limites en
lugares insospechados porque el riesgo de su idea no pone en peligro su estatus,
pone en peligro el momento. ¿Es tremendamente arriesgado? Sí pero no
definitivo, al igual que el éxito tampoco lo es. Se puede entender este texto como
una excusa para quitarnos peso de encima y en el fondo lo es, pero es un peso
que tiene que ver con el Ego y por el contrario se podría reforzar el sentido de la
responsabilidad unida al sentido del riesgo. Como añadido nos obligaría a
mantenernos siempre en el momento, pienso en artistas como M. Duchamp, ¿Que
sentido del estatus le llevo a entender un perchero como un objeto para
reflexionar? Supongo que ninguno, su sabiduría estaba por encima de ese tipo de
sufrimiento por lo cual , las ganas de proponer y provocar estaban limpias de esos
miedos. Miedo, otra palabra peligrosa que nos lleva otra vez al mundo del Ego, a
la parte más baja de la pirámide que diría Kandinsky.

Solo otra pregunta antes de concluir ¿Existen esas personas? La respuesta es sí,
pero no siempre. Cuando lo son los reconocemos como sabios, seres duros a la
par que generosos pero siempre grandes.

Como conclusión final habría que proponer casi un cuaderno de prácticas y otro
de malas prácticas para aprender a reconocer lo inútil y dañino. Haremos desde
hoy declaración de intensiones, unas veces las cumpliremos.....y otras no.

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