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Marx no se limitó a poner de manifiesto las inconsistencias de Weston, sino que en sus
intervenciones ofreció los elementos teóricos necesarios para la correcta comprensión
del funcionamiento del capitalismo y para extraer las conclusiones prácticas que hicieran
posible el avance de la organización internacional de la clase obrera.
La piedra angular de esta nueva concepción es la teoría del valor, que explica que el
valor de una mercancía se determina por el tiempo de trabajo medio socialmente
necesario para producirla, de modo que el precio no es más que la expresión de ese
valor en dinero. Y aunque los precios de una mercancía determinada pueden oscilar en
función de factores relacionados con las vicisitudes del mercado, la suma de los precios
de todos los bienes y servicios equivale exactamente a la suma de sus valores.
Pero no todo trabajo, entendido como puro esfuerzo humano, es susceptible de crear
valor. Solo crea valor el trabajo que forma parte de la división social del trabajo, es decir
el trabajo que contribuye a la reproducción de las condiciones materiales de existencia
de la sociedad. Y en una sociedad capitalista son precisamente los propietarios de los
medios de producción los que toman las decisiones sobre lo que debe o no producirse,
es decir, son los que definen lo que es o no “socialmente necesario”.
Sin embargo, los medios de producción por sí solos no producen nada. Necesitan de la
acción de los trabajadores para generar riqueza. Los capitalistas resuelven esta
necesidad comprando el derecho a utilizar durante un tiempo determinado las
capacidades físicas e intelectuales de los asalariados, es decir, comprando su fuerza de
trabajo, que se ve así reducida a la condición de mercancía. Y como tal, la fuerza de
trabajo vale lo que cualquier otra mercancía: la cantidad de tiempo de trabajo necesario
para reproducir el cuerpo vivo del obrero y su familia, y para cualificarlo para su oficio.
Plusvalía y beneficio capitalista
En este punto se plantea una cuestión básica. Si, tal y como defiende Marx, las
mercancías se venden por su valor, y la fuerza de trabajo no es una excepción a esta
regla, ¿cómo se genera el beneficio del capitalista?
Enfrentados a esta cuestión, los propagandistas de la burguesía explicaban que el
beneficio se produce en el proceso de compra y venta de mercancías. Los capitalistas
más astutos conseguirían vender mercancías por encima de su valor, y generarían así
una ganancia.
La teoría de Marx destruye esta falacia, y explica que el beneficio capitalista nace de la
capacidad de la fuerza de trabajo de generar mayor valor del que es necesario para su
propia reproducción. De esta manera, en su jornada de trabajo el obrero produce un
valor superior a lo que recibe en forma de salario, y este mayor valor, o plusvalía, es lo
que el capitalista se apropia, ya sea directamente en forma de beneficio empresarial, o
indirectamente en forma de renta del suelo o de interés del dinero.
Y precisamente porque es el trabajo de los asalariados la única fuente de riqueza, toda
la dinámica del capitalismo gira en torno a las formas de incrementar al máximo la
plusvalía, ya sea alargando la jornada de trabajo (lo que Marx llama plusvalía absoluta)
o intensificando la explotación del trabajador de modo que cubra el valor de su salario
en el menor tiempo posible y dedique la mayor parte de su jornada a producir plusvalía
(la plusvalía relativa). Y puesto que la prolongación de la jornada tiene un límite natural
(las 24 horas del día), los capitalistas optan por incorporar más y mejor maquinaria que
haga al trabajador más productivo. Este hecho es lo que conduce a que la acumulación
de capital sea más rápida que el incremento de la demanda de trabajo y, en
consecuencia, Marx concluya que la tendencia general del capitalismo es bajar el valor
del trabajo a su límite mínimo.
La importancia práctica de la teoría marxista
Esta conclusión, confirmada por la bajada masiva de salarios que se está produciendo
ante nuestros ojos, es mucho más que un hallazgo teórico. Tiene una importancia
práctica fundamental, ya que permite entender los límites del sindicalismo. El
funcionamiento del ciclo capitalista está regulado por las leyes que rigen la acumulación
del capital, y frente a esas leyes las mejores intenciones reformistas se estrellan y
fracasan.
Pero de la teoría económica de Marx también se desprende otra valiosa conclusión: el
capitalismo encierra las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para su
superación. Es la clase obrera la que encierra el potencial revolucionario que enterrará
al capitalismo. La condición para que ello sea posible es que se dote de una organización
revolucionaria y que fecunde su acción con las ideas del marxismo. Este libro ofrece una
buena ocasión para profundizar en esas ideas y convertirlas en guías para la lucha que
llevamos adelante cada día