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Fr. Juan Gabriel Arrieta Zambrano, O.

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Control 3
Informe de lectura tomado de: Jacques Maritain, El hombre y el Estado (Madrid:
Encuentro, 1983), 150-184.
En primer lugar, el documento destaca los principios generales inmutables que hacen
referencia a la persona humana y a la Iglesia con relación al cuerpo político.
Seguidamente se alude a la aplicación de los principios inmutables con respecto a la
práctica histórica, los cuales son analógicos, se aplican en el tiempo según las normas
propias y su utilidad acoge diferentes formas de acuerdo con los climas históricos por el
que transcurre el progreso de la humanidad. Luego se menciona dentro del tema del clima
histórico de la civilización moderna que la edad moderna no es sacra sino secular. El
principio de la superioridad de la Iglesia que hace referencia a la supremacía del Reino
de Dios sobre los reinos terrenos, debe perseguir las heterodoxias y estar atentos de las
necesidades espirituales. Finalmente, el principio de cooperación señala los deberes del
estado y el cuerpo político de establecer los medios socioeconómicos y culturales que
favorezcan la distribución equitativa de los bienes materiales, el goce de los derechos y
la protección de la dignidad humana.
El aspecto positivo es sobre el tema de la libertad de la Iglesia. Es importante aseverar
que la iglesia tiene la libertad de desarrollar sus propias instituciones y gobernarse así
misma sin intervención del cuerpo político. La libertad de la Iglesia se basa en los mismos
derechos de Dios, es idéntica a su libertad frente a cualquier institución humana y expresa
la propia independencia del Verbo Encarnado. El creyente debe tener en cuenta que la
Iglesia tiene dos naturalezas, una humana y la otra divina. El aspecto humano significa
que la Iglesia es conducida por hombres y mujeres al servicio de Dios, y el elemento
divino permite reconocer la presencia de Dios uno y trino quien recrea, anima y fortalece
su obra redentora. Así pues, cabe subrayar que la Iglesia tiene libertad para enseñar,
predicar y venerar la libertad del evangelio.
La crítica está basada en la poca calidad participativa del estado respecto al ejercicio de
cooperación con la Iglesia. Precisamente hay una baja respuesta del cuerpo político con
relación a los derechos del ser humano. No se mide con equidad los bienes que favorecen
las necesidades de los ciudadanos. La relación Iglesia – estado debe estar permeada por
la atención a la persona, por tal motivo, es necesario fortalecer la asistencia en los ámbitos
sociales, culturales y económico. El estado, independientemente de las creencias que
tengan cada uno de sus miembros, debe responder de manera positiva a la promoción de
la dignidad humana.

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