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semillas. Después nos vinieron con el cuento de que las semillas mejoradas eran mejores y
se obtenían altos rendimientos. Y entramos en la moda de la siembra híbrida, y de
inmediato nos empacaron las fórmulas de los químicos. Cada vez que se iba a sembrar
había que comprar la bolsa de semillas mejoradas. Entonces llegaron en tropel los técnicos
y especialistas de las instituciones corruptas y burocráticas a enseñarnos la agricultura
tecnificada. Pero el campesino de aquella región, en su bondad originaria, y a veces con
ingenuidad, sacrificaba su gallina y le ofrecía un suculento sancocho (almuerzo especial
para visitantes) al que le estaba matando su vida y su futuro. Tras los técnicos llegaba la
fórmula mágica del préstamo o crédito de la entidad bancaria, que le pintaba mil pajaritos,
mil promesas y facilidades de pago, que le mejorarían la vida. Entonces tendría plata en
abundancia, educación para sus hijos, la mejor casa de la vecindad, seguro de salud,
alimentación abundante, ganados, ahorros y hasta carro para pasear.
El campo era una Biblia viva y abierta, donde Dios se manifestaba en todo. Era el libro de
la Vida y la primera experiencia religiosa de Dios, tan originaria como los mismos
antepasados indígenas de donde veníamos. Así, CAMPESINIDAD y VECINDAD son las
dos dimensiones más integradoras para sentir hoy esta herencia genética que corre por
nuestras venas. Antes de que tomáramos conciencia de ser cristianos, éramos campesinos y
vecinos de sangre y corazón, porque sentíamos que pertenecíamos a la Tierra. Y éramos
creyentes en el Dios de las montañas, de los campos, de los soles, de las lunas, de los
universos desconocidos... Allí, en el campo, estaban los templos, los altares, los cultos y los
ritos al Dios mantenedor y protector de la vida. Esta experiencia religiosa, sin ser pura
(presencia de elementos negativos), terminó llamándose "religiosidad popular".
Un día de los años 40, por las trochas de la vereda, apareció el sacerdote de la Iglesia
Católica, montado en un caballo. Traía el nombre para las pocas casas de aquel campo. Se
llamarían San Antonio, en honor de su nombre (Antonio Hernández) y de San Antonio de
Padua, un santo de lejanas tierras. En su cabeza y mentalidad religiosa no contaba que
aquellos parajes tenían ya sus nombres antiguos (La Palma, La Mina, La Loma y El
Aguacate).
A lomo de caballo (hoy carro, televisión e internet) llegaron a la vereda: el nuevo nombre,
la Iglesia y la Biblia. Luego, la historia de lectura e interpretación de la Biblia ha sido larga.
En la vereda se interpretó la Biblia de otra manera, en otro lenguaje, en otros símbolos y en
otras claves.
Cualquier año, de este siglo que termina, se interrumpió la tranquilidad en nuestros campos.
La violencia política y sistemática vino arropando con una mancha de sangre campos,
veredas, ríos, poblados y caseríos. Los campos se inundaron de cruces y de impunidad, de
fuerzas en conflicto que pusieron al campesinado entre fuegos cruzados (ejército-guerrilla-
paramilitares-narcotráfico). Se trata de uno de los más grandes negocios actuales, de una de
las más obligadas fuentes de empleo ante el desempleo neoliberal, de la razón política y
económica más urgida para allegar las ayudas de Estados Unidos y los países desarrollados.
La guerra es un negocio, es la mina en cuyo nombre lle-gan los dólares, es la gallina que
pone los huevos de oro para alimentar un Estado corrupto, mientras el campesinado pone
los muertos.
En este punto pretendo tocar algunos de los aspectos hermenéuticos más trabajados en las
Escuelas Bíblicas Campesinas y en los talleres bíblicos donde estamos haciendo la Lectura
Campesina de la Biblia. No se trata de un camino hecho (es como adentrarse en la espesa y
desconocida montaña), ni de una propuesta única para aplicarla en cualquier lugar, sino de
una búsqueda en medio de la diversidad y profundidad de las culturas campesinas (a veces
indígenas, negras y mestizas) y de sus experiencias religiosas y humanas. Una riqueza es
hacer la Lectura Campesina desde comunidades campesinas de las costas de los mares o de
las riberas de los ríos, y otra muy diferente es hacerla desde los poblados y veredas de las
laderas y cordilleras andinas.
Se trata de que hay que partir de una negación histórica al campesinado a ser protagonista,
de un lado, y a una experiencia de lucha y resistencia por afirmar y reivindicar su
protagonismo, del otro. Por decenas y decenas de años, el campesinado ha sido arrinconado
y empujado hasta las últimas peñas o a las periferias de las grandes ciudades. En sus
valores y capacidades, muy poco ha contado para los Estados, los gobiernos de turno, los
sistemas políticos y económicos, las Iglesias y las pastorales. Esta es la realidad que nos
está golpeando hoy.
Quiero aportar algunos elementos que tocan con esta campesinidad. Muchos de ellos los
hemos trabajado en los talleres y escuelas bíblicas.
a. La cosmo-afectividad (cosmosentimientos)
En nuestras prácticas formativas damos una importancia central a este elemento. Vivimos
una experiencia de encuentro afectivo con la Vida, la Tierra y la Biblia. Primeramente
sentimos, tocamos y acariciamos nuestra Madre Tierra. Este gesto remueve en todo nuestro
ser los más hondos sentimientos y nos
dispone a un encuentro diferente con la Biblia. Desde nuestra infancia hemos vivido
experiencias positivas y negativas de cosmo-afectividad. La tierra y la Biblia manan esta
cosmo-afectividad por todos lados. Entonces, el Dios bíblico que encontramos es cosmo-
afectivo. En esta experiencia nos estamos reconstruyendo y renovando física y
espiritualmente de nuestras talas afectivas, porque el encuentro con la Palabra de Dios es
salvador y liberador. Aquí tiene lugar la expresión de otra lógica, diferente a la lógica
racional occidental. Muchos de los estudios bíblicos y las interpretaciones han venido con
una influencia marcada por la lógica racional. A esta otra lógica la hemos llamado la
LOGICA DEL CORAZON, de los sentimientos, de la afectividad. Por eso, ante la Tierra y
la Biblia se despierta una sensibilidad que rompe muchos de nuestros esquemas racionales.
Las personas comparten los más profundos sentimientos, salen espontáneamente los gestos,
brotan las palabras llenas de vida y esperanza, reverdecen los símbolos campesinos y salen
las alabanzas al Creador.
En cada Escuela Bíblica se está esparciendo esta semilla. Van creciendo en número los
pequeños huertos agroecológicos, las tiendas comunitarias alternativas (que buscan escapar
de la lógica del mercado y del modelo de comida chatarra), la conciencia por valorar y
recuperar el autoconsumo de los productos propios y sanos (decir un no al mercado
globalizador del neoliberalismo), las prácticas agroecológicas en los cultivos (recuperación
de experiencias ancestrales), elaboración de abonos orgánicos (un no a los abonos químicos
que matan y esterilizan la Tierra), control biológico de plagas y enfermedades con riegos
naturales (un no a los venenos químicos), recuperación de las plantas medicinales y de los
saberes acerca de ellas (una alternativa a la medicina química), recuperación de las semillas
propias (un no a la patentación transnacional de las semillas), protección de los nacimientos
y fuentes de agua, etc., etc. Esta es la cosecha que está dando la Lectura Campesina de la
Biblia, son los frutos del escarbar en la Biblia y en la Tierra.
La llave de los sueños es quizás la fuerza más empujadora para afirmar la esperanza y la
utopía. El sistema neoliberal busca masacrar cada día los sueños, las esperanzas y utopías
del pueblo empobrecido. En días pasados, en una de las Escuelas Bíblicas Campesinas, una
niña dibujaba su sueño de vida: un gato, gordo y alentado, con dos panes grandes, y otra
pintaba un cerdo. Cualquier soñador consumista se reiría de aquellos sueños infantiles
femeninos, pero si alcanzáramos a comprender la cosmo-visión de aquellas niñas, entonces
veríamos la diferencia abismal entre el sueño de un gatito saludable, con dos panes, y el de
un automóvil contaminante al lado del almacén Makro o una tienda de hamburguesas
McDonald.
culturas que desde fuera y se alcanza una relación más afectiva y cercana. Y la creatividad y
la imaginación inventan el salmo y la canción al Dios Campesino, que se embarra y se unta
de tierra y que las comunidades sienten viva su presencia campesina.
Hace unos dos años se reunió un grupo de prestantes biblistas en una importante ciudad de
América del Sur. Estaba presente el entusiasmo de las lecturas en los rostros concretos.
Había comenzado a circular la cartillita de la Lectura Campesina de la Biblia. Algunas de
las personas criticaron dicho material, porque le faltaba, a su juicio, lo más importante:
¿Cómo era que se hacia el estudio de un texto bíblico? La cartilla no presentaba nada de
esto. Sin embargo, ha sido quizás el material más apetecido por las comunidades y grupos
bíblicos. La demanda interna de Colombia ha sido grande y pronto tendremos que hacer
una nueva edición.
El caso es muy sencillo. La sabiduría y las lógicas campesinas guardan los secretos. Para la
animación bíblica campesina no es primero mostrar la forma como se hacen las cosas, sino
las cosas hechas, lo concreto. Siento que para las señoras de la panadería La Esperanza es
más importante compartir el pan que hacen en su panadería, que la forma como estudiaron
el libro de Rut. Allí prima el interés por la vida sobre el interés por la forma como
estudiaron el texto. Lo cierto es que la experiencia de leer el texto bíblico la guardan muy
profundamente y la recuerdan siempre, como acontecimiento (el día que leímos a Rut nació
la huerta de Agroecología). Y si uno pregunta qué día fue ése, no va a obtener respuesta.
Mucho menos si pregunta cómo fue que leyeron el texto. Lo cierto es que la respuesta
contundente está en la huerta agroecológica. Allá parece llegar la definición de
Hermenéutica Campesina: la lectura que genera alternativas de vida, no esquemas de
estudios bíblicos. Allí está la fuerza del Espíritu que hizo viva la Palabra en el grupo de
mujeres. Corresponderá a la persona biblista cambiar la pregunta; pero para cambiarla
precisará de sensibilidad por lo que es una huerta agroecológica.
Como decía antes, nuestro aporte es ir aprendiendo en el día a día cómo se va construyendo
la Escuela Bíblica Campesina. Allí leemos los textos bíblicos y los estudiamos a partir de
las llaves que ya he mencionado. Unas personas aportan más, otras menos. A unas les es
más fácil una llave que a otras. Creo que vamos al ritmo campesino; como decía una
acompañante de la Lectura Campesina: "Vamos caminando sin prisa y sin afanes".
Para terminar, quiero compartir que éstas son apenas puntadas de un trabajo que venimos
haciendo. No es un aporte completo, sino algo que venimos recogiendo y que vamos
comunicando como buena noticia a otras experiencias. Es una experiencia abierta a los
aportes de experiencias hermanas. Ojalá que pueda contribuir al crecimiento de un
Movimiento Bíblico Campesino en América Latina y el Caribe.